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1 Radio Cádiz y la resistencia al golpe de Estado en Cádiz el 18 de julio de 1936 José Luis Gutiérrez Molina Todos Los Nombres www.todoslosnombres.org La mitología golpista sobre lo ocurrido en Cádiz durante las horas del golpe de Estado de julio de 1936 ha alcanzado niveles esperpénticos. No es un hecho específico de la capital gaditana. Conocemos muchos otros casos. Uno, por esperpéntico, es el de la polémica que originó la concesión en mayo de 1937 de la Medalla Militar Colectiva a la guarnición sevillana. Se levantaron cientos de voces que reclamaron su intervención en el golpe. De un plumazo caía la visión de un aguerrido Queipo de Llano entrando a pecho descubierto en la División, deteniendo al general Villa Abrille y controlando la ciudad con un par de camiones de “moritos” dando vueltas por la “Sevilla roja” 1 . Hoy, campando a sus anchas durante décadas y décadas, las mentiras han adquirido categoría de verdad. En Cádiz, la resistencia quedó convertida en una orgía de incendios y saqueos por parte de una masa descerebrada que obedecía las órdenes del gobernador civil, Mariano Zapico, y del capitán de Asalto, Antonio Yáñez Barnuevo. Los golpistas eran hombres de honor que, con golpes audaces, lograron derrotar a un enemigo superior pero incapaz. Aunque ninguno de los casos se corresponde con lo ocurrido, lo cierto es que hoy la mayoría de los gaditanos creen esa versión, denigratoria para quienes resistieron y fueron asesinados. Denigratoria porque convierte en traidores y rebeldes a quienes encarnaban la legalidad y ejercieron el derecho de defensa contra quienes sí fueron traidores a su juramento y ocultaron sus auténticas intenciones. Ni tuvieron honor, ni fueron un grupo de audaces que se enfrentaron a fuerzas superiores y vencieron. Al contrario mintieron y fueron superiores en número y armamento. Hubo quien dijo que López Pinto, a las pocas horas de sublevarse, le aseguraba al Gobernador Civil Mariano Zapico, militar también, que era leal al gobierno cuando hacía semanas que se había incorporado a la conspiración 2 . Los jefes y la mayoría de oficiales de los dos regimientos de la ciudad se sublevaron y en el Gobierno Militar la mayoría del Estado Mayor estaba comprometido, o se sumó, al golpe. Rodearon con ametralladoras y artillería edificios oficiales a los que tirotearon. Cercos que protegieron con puestos de ametralladoras instalados en bocacalles de acceso para 1 Fueron más de mil hombres como ha estudiado Francisco Espinosa, “Sobre la Medalla Militar Colectiva” en Guerra y represión en el sur de España. Entre la historia y la memoria, Valencia, Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2012, pp. 142-147. 2 “Cómo sucumbió Cádiz a la barbarie sangrienta del fascismo”, ABC, Madrid,17.04.1937. Sobre la incorporación de López Pinto a la conspiración tras su llegada a la ciudad en marzo de 1936, Joaquín Gil Honduvilla, Militares y sublevación. Cádiz y provincia 1936. Causas, personajes, preparación y desarrollo, Sevilla, Muñoz Moya editores, 2013, pp.131-155.

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Radio Cádiz y la resistencia al golpe de Estado

en Cádiz el 18 de julio de 1936

José Luis Gutiérrez Molina

Todos Los Nombres

www.todoslosnombres.org

La mitología golpista sobre lo ocurrido en Cádiz durante las horas del golpe de Estado

de julio de 1936 ha alcanzado niveles esperpénticos. No es un hecho específico de la

capital gaditana. Conocemos muchos otros casos. Uno, por esperpéntico, es el de la

polémica que originó la concesión en mayo de 1937 de la Medalla Militar Colectiva a la

guarnición sevillana. Se levantaron cientos de voces que reclamaron su intervención en

el golpe. De un plumazo caía la visión de un aguerrido Queipo de Llano entrando a

pecho descubierto en la División, deteniendo al general Villa Abrille y controlando la

ciudad con un par de camiones de “moritos” dando vueltas por la “Sevilla roja”1.

Hoy, campando a sus anchas durante décadas y décadas, las mentiras han adquirido

categoría de verdad. En Cádiz, la resistencia quedó convertida en una orgía de incendios

y saqueos por parte de una masa descerebrada que obedecía las órdenes del gobernador

civil, Mariano Zapico, y del capitán de Asalto, Antonio Yáñez Barnuevo. Los golpistas

eran hombres de honor que, con golpes audaces, lograron derrotar a un enemigo

superior pero incapaz. Aunque ninguno de los casos se corresponde con lo ocurrido, lo

cierto es que hoy la mayoría de los gaditanos creen esa versión, denigratoria para

quienes resistieron y fueron asesinados. Denigratoria porque convierte en traidores y

rebeldes a quienes encarnaban la legalidad y ejercieron el derecho de defensa contra

quienes sí fueron traidores a su juramento y ocultaron sus auténticas intenciones.

Ni tuvieron honor, ni fueron un grupo de audaces que se enfrentaron a fuerzas

superiores y vencieron. Al contrario mintieron y fueron superiores en número y

armamento. Hubo quien dijo que López Pinto, a las pocas horas de sublevarse, le

aseguraba al Gobernador Civil Mariano Zapico, militar también, que era leal al gobierno

cuando hacía semanas que se había incorporado a la conspiración2. Los jefes y la

mayoría de oficiales de los dos regimientos de la ciudad se sublevaron y en el Gobierno

Militar la mayoría del Estado Mayor estaba comprometido, o se sumó, al golpe.

Rodearon con ametralladoras y artillería edificios oficiales a los que tirotearon. Cercos

que protegieron con puestos de ametralladoras instalados en bocacalles de acceso para

1 Fueron más de mil hombres como ha estudiado Francisco Espinosa, “Sobre la Medalla Militar Colectiva” en Guerra y represión en el sur de España. Entre la historia y la memoria, Valencia, Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2012, pp. 142-147. 2 “Cómo sucumbió Cádiz a la barbarie sangrienta del fascismo”, ABC, Madrid,17.04.1937. Sobre la incorporación de López Pinto a la conspiración tras su llegada a la ciudad en marzo de 1936, Joaquín Gil Honduvilla, Militares y sublevación. Cádiz y provincia 1936. Causas, personajes, preparación y desarrollo, Sevilla, Muñoz Moya editores, 2013, pp.131-155.

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impedir que la población que salió a la calle, pudiera romperlos. Mientras otros grupos

de soldados, guardias civiles y algunos paisanos intentaban disolverlos. Una actuación

que causó más de una treintena de víctimas entre muertos y heridos3.

Enfrente, la compañía de la Guardia de Asalto, concentrada en el Gobierno Civil y su

cercano cuartel, algunos guardias municipales y un número indeterminado de paisanos

que obtuvieron armas cortas en el Gobierno Civil o, en las calles, desarmando a

guardias municipales, carabineros y registrando algunos domicilios. No causaron

ningún muerto. Eso sí la destrucción de comercios, los incendios de parte de ellos y de

edificios religiosos y los saqueos que les siguieron han sido magnificados hasta la

saciedad y puestos como ejemplo extremo al que iba a llegar el régimen republicano y

como ejemplo despectivo de la incapacidad del “enemigo”. Un desprecio al que se le

sumó la mentira y la denigración de los vencidos.

Portadilla del procedimiento contra Antonio Martínez Jurado. Junto a su nombre la indicación “x-2” clave

que indicaba que había sido asesinado

Este es el caso de la emisión por la emisora Radio Cádiz de unas proclamas

denunciando el carácter golpista del Estado de Guerra que se iba a proclamar y

llamando a la resistencia armada a la población. Radiadas por el concejal socialista

Antonio Martínez Jurado han sido presentadas, también, como una incitación al asalto,

incendio y asesinato. Hasta ahora sólo se conocía la versión propagandista de los

golpistas y sus voceros: que desde los micrófonos de la emisora, por orden del

Gobernador Civil, se había llamado a la población a oponerse al golpe, incluso con

armas, y lanzarse a la calle para incendiar, saquear y matar.

3 Aunque es un tema todavía por estudiar al menos se puede asegurar ese número. Una relación de sus nombres en José Luis Gutiérrez Molina, La Justica del Terror. Los consejos de guerra sumarísimos de urgencia en Cádiz en 1935, Cádiz, Mayi, 2014, pp. 28 y 29, nota 28.

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Que conozca, la primera vez que se utilizó este argumento lo fue por el instructor

golpista, Joaquín Camarero Arrieta, del procedimiento abierto contra las autoridades

capturadas en el edificio del Gobierno Civil. El 21 de julio, en el castillo de Santa

Catalina, le preguntó al gobernador civil Mariano Zapico si era cierto que había

ordenado a la población hacer “toda clase de barbaridades” no sólo lo negó sino que

aseguró que estaba luchando contra una ilegalidad y pensaba que no era hacer

barbaridades lo eficaz. Que mandó radiar una nota a la población en la que no se decían

esas cosas4.

De todas formas los golpistas se encargaron de difundir todo cuanto pudieron esa idea.

Si la verdad es la primera derrotada en una guerra, en el caso del golpe de Estado de

1936, y el conflicto que abrió su fracaso a escala nacional, se le añadió un proceso de

deslegitimación y “deshumanización” total del enemigo que no tuvo ningún límite. Ese

era el objetivo del libelo que, en 1938, publicó un periodista ultra-conservador del diario

La Información, Antonio Garrachón Cuesta5. Un texto, calificado por José Pettenghi

Lachambre, como

“de dudosa fidelidad histórica por tratarse de una exaltación untosa de

Varela, Franco, López Pinto y demás generales golpistas, y cuyo

principal mérito consiste en justificar la sublevación exagerando hasta lo

ridículo la situación de desorden y anarquía que, según el texto, en que

estaba sumida Cádiz y su provincia”6

Garrachón no se privó de recrear lo ocurrido a modo de conversación con un testigo

presencial con el fin de reforzar su credibilidad: el propio director técnico de la emisora,

Julio García Muñoz también cercano a los golpistas7. Conocemos ahora las

declaraciones de García Muñoz en 1936, a las pocas semanas de ocurrir los hechos.

También podemos contrastarlas con las de los otros protagonistas de los sucesos. Casi

dos años más tarde la pluma del periodista recrea las escenas con la resabia golpista

desde la impunidad y ninguneo de los masacrados. Obedecer una orden de la autoridad

4 La declaración de Mariano Zapico en el Procedimiento Sumarísimo 86/36, folio 23v. en el Archivo Histórico del Tribunal Territorial Militar Segundo, Sevilla (En adelante AHTTMSS), Legajo 138/5009 del Fondo 8000. 5 Antonio Garrachón Cuesta, De África a Cádiz y de Cádiz a la España Imperial. Por sendas de heroísmo, de justicia, de hermandad y de amor (Impresiones de un periodista), Cádiz, Cerón, 1938. titulado De África a Cádiz y de Cádiz a la España Imperial. Por sendas de heroísmo, de justicia, de hermandad y de amor (Impresiones de un periodista), Cádiz, Cerón, 1938. 6 José Aquiles Pettenghi, Detrás del silencio: el trágico destino de los gobernadores civiles de Cádiz, Cádiz, Artepick, 2007, pág. 156, nota 356. 7 Antonio Garrachón Cuesta. De África a Cádiz y de Cádiz a la España Imperial. Por sendas de heroísmo,

de justicia, de hermandad y de amor (Impresiones de un periodista), Cádiz, Cerón, 1938, pp. 94-97. Sobre

la historia de la que había sido la tercera emisora creada en el país se puede consultar José Antonio

Hidalgo, El sonio de un siglo. Historia de 75 años de la radio en Cádiz,Cádiz, Ingrasa, 2000.

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legítima, presentarse de madrugada, se convierta casi en un acto de valentía. Escribe

Garrachón: “No me negará usted –dice socarronamente nuestro interlocutor- que la

invitación se las traía”. A la vez que recalcaba, era consciente que nadie estaba a salvo,

que todo lo que hizo lo fue por órdenes de Zapico. Porque García permitió interferir,

con emisiones musicales, las emisoras norteafricanas ya en poder de los golpistas,

conectar con Radio Madrid para transmitir las notas del gobierno y permitió que

Martínez Jurado lanzara la proclama de Zapico llamando a la resistencia. Por menos,

otros habían sido ya asesinados.

Dejemos el relato a la recreación de Garrachón:

“Sobre las 15,30… se presentaron en la estación, de forma extraordinariamente

violenta, pistola en mano, los concejales Antonio Martínez Soriano y Servando

López de Soria, “invitándome” a que les permitiese a hablar ante el micrófono

para dirigirse al pueblo de Cádiz. Temiendo que me comprometieran, quise

negarme, pero como alegasen que tenían órdenes de la primera autoridad civil de

la provincia y además como mandato de fuerza irresistible me presentaban el

cañón de sus pistolas, aunque de mala gana, hube de prestarme a su pretensión,

dejándoles libre el micrófono.

Martínez Jurado y López de Soria, se despacharon a su gusto, diciendo al

pueblo en términos eminentemente expresivos que “debía lanzarse a la calle para

incendiar y saquear y por último matar a los militares facciosos que habían

declarado el Estado de Guerra. Además se le invitaba a que acudiese sin demora

al Gobierno Civil, donde se facilitaría armas a todo aquel que la pidiese.”

García Muñoz salvaba su responsabilidad apelando a la violencia utilizada por los

concejales y retomaba la idea del instructor de agosto de 1936 del llamamiento al

incendio y el asesinato. Incluso, tras la marcha de los ediles, se atribuía la ocupación de

la emisora al afirmar que había sido él quien había llamado por teléfono a los jefes

golpistas para que enviaran fuerzas. Cosa que hicieron inmediatamente. Veremos más

adelante la certeza de esta afirmación.

Así como lo que Garrachón pone en su boca sobre el capitán de Asalto Antonio Yáñez-

Barnuevo de la Milla. Dice que García le dijo que Yáñez le llamó para comunicarle

que quería emplear medios más expeditivos para que la estación no cayese en manos de

los militares: le iba a enviar un camión de dinamita para volarla. El director le respondió

de forma desabrida para informarle de que la emisora ya estaba en poder del Ejército.

Después, colgó al grito de ¡Viva España! Más allá del recién adquirido ardor guerrero

del director de Radio Cádiz no parece que esta afirmación tenga el menor viso de

realidad.

Quedaba fijada la visión golpista de lo ocurrido en el estudio de Radio Cádiz durante el

18 el julio. Una versión que sin ninguna otra que la pusiera en duda ha pervivido hasta

hoy día. Sólo en algunos casos hay autores que, por lo menos la han matizado. Es el

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caso de José Antonio Hidalgo, el periodista autor de la historia de la emisora ya citada8.

Pero, en la mayoría de los casos se atienen a la versión fabricada por Garrachón. Es el

caso del profesor José Luis Millán Chivite que, sin citarlo, toma la versión del

periodista9. Aunque quienes mayor difusión han dado a esta versión han sido los

actuales publicistas pro-franquistas. Es el caso del artículo que Miguel García Díaz

publicó en las cabeceras del grupo Joly hace una década10.

García reviste de un cierto paternalismo su visión del golpe de Estado. Pero no es esto

lo que nos interesa ahora11. En su artículo escribe textualmente:

“Cuando ya estaba cercado el Gobierno Civil, los concejales Antonio Martínez

Jurado y Servando López de Soria irrumpieron pistola en mano en Radio Cádiz

exigiendo a su director, Julián García, el micrófono para hablar al pueblo. Desde

allí invitaron al “pueblo honrado” de Cádiz a tomar las armas, a levantar

barricadas, a saquear e incendiar el centro de la población y a asesinar a todos

los militares que encontrasen.

Previendo que los militares sublevados tomasen la radio, el siempre

belicoso y combativo capitán Yáñez llamó al director, casi al mismo tiempo que

estos la ocupaban, anunciándole que iba a mandar un camión con dinamita para

volar la emisora”.

Idéntica versión salvo la adicción de algún detalle que recordaba al lector, más de medio

siglo después, la maldad de las autoridades republicanas: ordenaban saquear e incendiar

el centro de la población.

Sin embargo, desde hace unas semanas, disponemos de un documento que pone en sus

justos términos la versión golpista. Una vez más, la distancia entre lo que contaron y lo

que ocurrió es sideral. Se trata de la Causa 91/36 abierta 1 de agosto de 1936 por “un

presunto delito de obra a fuerza armada” que se encuentra en el Archivo Histórico del

Tribunal Territorial Militar Segundo en Sevilla12. Hasta ahora había pasado

desapercibida porque el primer el causado, el que figura en la base del archivo, tenía

como nombre José Mercedes Casero y sólo en tercer lugar aparecía el del concejal

Antonio Martínez Jurado. Sin embargo una consulta detenida, legajo a legajo, me ha

8 Hidalgo, de otro lado, asegura que hay diferentes versiones sobre el momento en que fue ocupada la emisora y pone en la prensa de esos días que no se produjo hasta la medianoche del 19. José Antonio Hidalgo, El sonio de un siglo. Historia de 75 años de la radio en Cádiz,Cádiz, Ingrasa, 2000, p. 59. Versión que hoy se puede decir que está completamente descartada. 9 José Luis Millán Chivite, Historia de Cádiz. Siglo XX. Del Cádiz hundido al Cádiz que resurge, Madrid, Silex, 1993. 10 Miguel García Díaz, “58º aniversario del inicio de la guerra civil en Cádiz. La historia de Antonio “El Malagueño”, una víctima del 18 de julio”, Diario de Cádiz, 18.7.2004. 11 En otro lugar he analizado este texto: José Luis Gutiérrez Molina, “Sobre el intento de exterminio del anarcosindicalismo gaditano por los sediciosos de julio de 1936”, Revista Germinal, Madrid, nº 9, 2012, pp. 85-108. 12 AHTTMSS, Legajo 141/5188.

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permitido descubrir que es el procedimiento en el que se depuraron los hechos ocurridos

en Radio Cádiz. En parte, porque resulta también que testimonios deducidos de este

procedimiento encabezaron el que los golpistas abrieron contra Milagros Rendón

Martell, Julián Pinto Uriarte, Manuel López Moreno y Antonio Delgado Martínez y, en

otro diferente, contra el guardia de asalto Juan Luis Gálvez González y el secretario del

Instituto Enrique Antón Macabich13.

Informe del comisario Adolfo de la Calle sobre las personas que se consideraban habían estado entre las

más activas defendiendo el Gobierno Civil

En realidad, el primer instructor golpista, Cipriano Briz González, buscaba poner en

claro qué había ocurrido en el interior del Gobierno Civil hasta su rendición14. Encabeza

13 El primero en AHTTMSS, Causa 130/36 Legajo 128/4341. El segundo en AHTTMS, Causa 162/36, Legajo 185/8219. 14 Fueron varios los procedimientos abiertos. Además de éste y los dos ya citados contra las autoridades y Milagros Rendón y sus compañeros, que terminaron con los asesinatos de todos ellos, salvo Antonio Delgado que logró escabullirse, tenemos, por citar un par de ellos, el del cabo de asalto Cesáreo López

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el procedimiento un escrito de López Pinto a Briz, de 30 de julio de 1936, remitiéndole

otro, de 23 de julio de 1936, del jefe de la comandancia de la Guardia Civil de Cádiz, en

el que le informaba de que el día anterior había sido detenido en el paseo de Canalejas

José Mercedes Casero, un trabajador de la piscina del Balneario, de 37 años, que estaba

considerada una persona de pésimos antecedentes que había sido visto disparando el 18

de julio desde el edificio del Gobierno Civil. Lo había reconocido un Guardia de

Asalto, ahora metido a conductor de la Guardia Civil, que también había estado allí. En

su declaración aseguró que Mercedes estaba armado, aunque no le vio disparar. Además

aseguró que vio disparar a Milagros Rendón, que alentaba a enfrentarse a las tropas, a

Enrique Antón y a otras tres personas que por sus descripciones podemos identificar

como Julián Pinto, Manuel López y Antonio Delgado.

El 3 de agosto declaró José Mercedes. Aseguró que todo era una venganza, que él había

militado en Acción Ciudadana y Renovación Española y, en febrero de 1936, había

actuado como interventor de la candidatura de derechas. Hasta el punto de que cuando

se encontraba en la Comandancia Militar, lo vieron varios falangistas que lo avalaron.

Aunque pasó a la prisión, al día siguiente fue puesto en libertad. Fue detenido de nuevo

el primer día de agosto. Aseguró que no había estado en el Gobierno Civil, que hacia las

cinco de la tarde, al terminar su trabajo se había ido a su casa en la calle Cobos. De allí

no había salido hasta las nueve de la noche cuando, con otros vecinos, sacó el género

de una chacinería cercana a la tienda de tejidos Sucesor de Valiente que estaba ardiendo

y corría riesgo. Que estuvieron allí hasta bien entrada la madrugada porque, cuando

pasó el peligro, volvieron las mercancías a la tienda. En su opinión todo venía de que él

era masajista del equipo de fútbol Mirandilla que le caía mal al guardia de Asalto

denunciante que había ejercido vigilancia en el campo en diversas ocasiones.

Además, José Mercedes apuntó otra causa. Alguien le denunciaba falsamente en

venganza por haber informado a Falange de que el 18 de julio, sobre las cuatro de la

tarde, se presentó en la piscina un señor, que no sabía si era concejal o telegrafista, que

le entregó al portero, José Quirós Carrera, unos documentos para que se los guardase.

Este sería el hilo que terminó llevando a Briz a Antonio Martínez Jurado y a lo ocurrido

ese día en la emisora y el estudio de Radio Cádiz. Así, el procedimiento terminó

derivando lo ocurrido en el Gobierno Civil hacia otros y se centró en la actuación del

concejal.

Corredera, PSU 132/37 (AHTTMSS, Legajo 1132/29345) y la Causa 734/36 (AHTTMSS, Legajo 111/3239) abierta contra Antonio Gurrea Díaz. También apareció de refilón en el procedimiento los actos de resistencia ocurridos en Extramuros, incluido el incendio de la iglesia de San José. Lo fue a consecuencia de varias declaraciones, entre ellas las del director de Radio Cádiz, el propietario del bar El Cantábrico y el gerente del hotel Playa, que hablaron de los movimientos del grupo que, desde san José hacia el Balneario, se desplazaron cerrando comercios y desarmando a municipales, carabineros y agentes de arbitrios.

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Quirós fue detenido y encarcelado en el castillo de Santa Catalina. Ante Briz declaró

que hacia las tres de la tarde del 18 de julio se presentó en la piscina del Balneario un

sargento de la Guardia Municipal, llamado Agapito Chilía Giráldez, en compañía de

Martínez Jurado quien le entregó un sobre con unos documentos y le ordenó que los

guardase y no se los entregara a nadie. Cuando se presentaron en su casa dos falangistas

les acompañó al Balneario y les mostró dónde los había enterrado.

Relación de la documentación que entregó Martínez Jurado para que fuera escondida. Quien se la remite

al instructor es Jaime Puig, auténtico factotum del golpe de Estado en la ciudad.

Antes de seguir con el relato creo que sería conveniente presentar a Antonio Martínez

Jurado. Tenía 31 años en 1936 y había nacido en Córdoba. Su padre había sido un

oficial de la Guardia Civil que había muerto en un acto de servicio. Tenía cinco

hermanos de los que uno era cabo de la Guardia Civil, otro profesor en el colegio de los

jesuitas en Málaga y otro telegrafista en Cartagena. Además de dos hermanas. Había

estudiado en el Colegio de Huérfanos de donde salió para incorporarse al cuerpo de

Telégrafos del que era oficial en 1936. Soltero vivía en Cádiz en la calle Cervantes

donde tenía arrendada una habitación y solía comer en una fonda sita en la calle Fermín

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Salvochea. Estaba considerado como una persona alta, delgada, de cabellos negros y

con habla de acento castellano.

Desconocemos cuando llegó a Cádiz. Es una persona poco conocida en la ciudad

aunque debía tener un cierto protagonismo en el PSOE local. No sólo porque la policía

lo consideraba un “destacado activista” sino también porque fue nombrado concejal el

12 de junio de 1936 para cubrir unas vacantes15. Según declaró, su nombramiento tenía

como finalidad moderar al grupo municipal en unos momentos ciertamente conflictivos.

Si se consultan las actas de los plenos, su actuación fue gris. No intervino salvo el día de

su toma de posesión y votó disciplinadamente las ocasiones en las que acudió. Cuatro

de las siete sesiones celebradas antes del 18 de julio16.

Retomemos el relato. No sabemos que hizo Martínez Jurado la tarde noche del 17 de

julio pero sí que la madrugada del 18 estaba en el Gobierno Civil. Después, durante la

mañana, volvió al edificio y allí estaba hacia las 14 horas. Fue entonces cuando

Mariano Zapico le llamó y le ordenó que fuera a Radio Cádiz y radiara la nota que le

entregaba. Un hecho que nos plantea una pregunta ¿cogió el golpe tan desprevenido a

las autoridades como se ha dicho en muchas ocasiones?, ¿No adoptó Zapico las

mínimas medidas de resistencia y las que adoptó fueron ineficaces y destinadas a la

destrucción?

Cada vez sabemos mejor que las autoridades republicanas sí tomaron medidas ante los

rumores de próximo golpe de Estado. De hecho, según Joaquín Gil Honduvilla17, afirma

que el gobernador civil de Cádiz fue el único andaluz que tomó medidas ante la

conspiración. Activó redes de confidentes y escuchas en los cuarteles y organizó una

red telegráfica paralela, con Madrid, Algeciras y Ceuta, bajo su control con el fin de

contar con medios de comunicación si las oficinas de telégrafos y correos eran

ocupadas, Además Zapico se desplazó a Algeciras, acompañado del capitán de Fragata

Tomás Azcárate y García de Loma, para entrevistarse con el comandante del destructor

Churruca, uno de los buques enviados por el Gobierno para asegurarse el control del

Estrecho de Gibraltar si se producía una acción golpista en Marruecos.

También sustituyó a autoridades por otras personas de su confianza. En el Campo de

Gibraltar nombró como delegado gubernativo al comandante de Infantería Joaquín

Gutiérrez Gardé. En Cádiz ordenó la detención de Enrique Varela, considerado el más

peligroso de los conspiradores. El error estuvo en dejarlo bajo el control de sus

compañeros de armas. Aunque es cierto, como se ha dicho, que López Pinto, el

15 Apenas unas breves referencias a su persona y asesinato eran conocidas. Tampoco nos sitúa al personaje Moisés Camacho Ortega en su trabajo La Agrupación Socialista de Cádiz (1931-1936), Cádiz, PSOE-Fundación Alfonso Perales, 2015. 16 Archivo Histórico Municipal de Cádiz, Libro 10421, año 1936, pp.158v – 286. 17 Joaquín Gil Honduvilla, Militares y sublevación. Cádiz y provincia 1936. Causas, personajes, preparación y desarrollo, Sevilla, Muñoz Moya editores, 2013, pp. 131-206.

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comandante militar de la plaza, le había asegurado su lealtad. Por último mantuvo

contactos con jefes leales como Luis Romero Ansart destinado en Alcazarquivir.

Medidas todas que permitieron a Zapico conocer hacia las diez de la noche del 17 de

julio que el golpe de Estado se había puesto en marcha. Durante la madrugada del 18 se

sucedieron contactos y reuniones. Tanto de las autoridades como de los conspiradores.

Desde Marruecos con López Pinto los segundos y en el edificio del Gobierno Civil

Zapico con dirigentes políticos y sindicales y otras autoridades los primeros. También la

Base Naval de San Fernando ordenó acuartelar a las tropas y, al amanecer, López Pinto

llevó al Gobierno Militar a medio centenar de soldados y varias ametralladoras. Horas

más tarde la Guardia de Asalto protegía el edificio gubernativo.

Fue en el contexto de estas primeras medidas cuando Mariano Zapico decidió controlar

el estudio y la emisora de Radio Cádiz. El objetivo era doble: por un lado tener a su

disposición un medio de comunicación; de otro, interferir las emisiones de las emisoras

de Melilla y Ceuta que difundían noticias de los éxitos del golpe y podían enviar

mensajes cifrados a las guarniciones y conspiradores gaditanos. Así que a las cinco

horas los telegrafistas Baltasar González y Juan Castro Mulero se presentaron en el

domicilio de Julio García para comunicarle que debía presentarse en el Gobierno Civil

donde recibiría órdenes.

Poco menos de una hora antes se había recibido en el Centro Telegráfico gaditano una

orden de la Dirección General de Telecomunicaciones ordenando que se pusiera en

marcha Radio Cádiz para interferir a las de Ceuta y Melilla que estaban lanzando

noticias y proclamas golpistas. Una vez en el edificio gubernativo Zápico le ordenó que,

en compañía de un policía y Martínez Jurado pusieran en marcha la emisora que debía

transmitir música y conectar con Madrid cuando se le ordenara.

Radio Cádiz había comenzado a emitir en 1935 tras no pocas dificultades

administrativas. El estudio lo había instalado en el edificio de la venta de Guerrero, en

las cercanías del fuerte de Cortadura, a quien había alquilado un espacio. El emisor

unos dos kilómetros más allá, a poca distancia de la venta de El Chato. Así que

amaneciendo un coche de la Guardia de Asalto enfiló el paseo de Canales hacia la

Puerta de Tierra llevando en su interior del director técnico de la emisora, al concejal, a

los dos telegrafistas y al policía.

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Plano de detalle de donde se encontraba la venta de Guerrero en la que estaba instalado el estudio de

RadioCádiz. Archivo Histórica Municipal de Cádiz.

La declaración de Julio García Muñoz ante el instructor Briz dista mucho de la

recreación de Garrachón. Por supuesto no hay ningún atisbo de resistencia a las órdenes

de la autoridad legal. Como tampoco a que pusiera el menor impedimento a la emisión

de música para interferir a las emisoras golpistas o de los partes del gobierno en Madrid.

Mucho menos la llegada a López de Soria y Martínez Jurado, hacia las tres de la tarde,

ya en marcha el golpe en Cádiz, la contó con esas dosis de violencia e intimidación.

Como, por supuesto, tampoco hizo referencia a llamamiento alguno al incendio y el

asesinato. Se limitó a decir que la nota que leyó el concejal se limitaba a pedir a la

población que saliera a las calles y que si necesitaban armas fueran al Gobierno Civil.

Había que abortar un golpe de Estado de un grupo de militares que iban a declarar un

Estado de Guerra ilegal e instaurar una dictadura. Pero no adelantemos acontecimientos.

Regresemos al alba del 18 de julio. El automóvil paró primero en el estudio en la venta

Guerrero. Allí quedaron el director, el concejal y los oficiales de telégrafos. Después

continuó unos dos kilómetros más hasta el transmisor. Lo vigilaba una pareja de

guardias civiles que las autoridades habían colocado desde el asalto de un grupo de

Falange de la emisora de Valencia18. Allí, en la antena junto a la playa, quedó el

mecánico Enrique García Martín. Después, el coche regresó a la emisora, recogieron a

Jurado y volvió para Cádiz.

Alejada de la ciudad, durante la mañana, mientras que autoridades y golpistas se ponían

en marcha, la emisora transmitió continuamente discos musicales. También conectó con

Madrid en diversas ocasiones para emitir los comunicados gubernamentales que

aseguraban el fracaso de la intenta golpista en el Protectorado. González y Castro

Mulero fueron relevados a las nueve de la mañana por otros: los jóvenes José Gámez

18 El 11 de julio un grupo de falangista ocupó los estudios de Unión Radio en Valencia. Lanzaron proclamas golpistas y diversas amenazas. Después la abandonaron.

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Trabas y José Quiñones Beas. A su vez, éstos, lo fueron hacia las 14 horas por Federico

Verdi Núñez. Mientras que en la emisora de radio se mantenía las interferencias, sobre

la una de la tarde, el Gobernador Civil quiso asegurarse de tener en el propio edificio un

receptor radiofónico. Llamó a la dirección de la estación de Puntales y le pidió que le

enviara a las tres de la tarde un receptor. Allí estaba de servicio Servando López de

Soria un oficial radiotelegrafista que también había sido concejal.

Su trayectoria republicana debía venir desde antes de la proclamación de la Segunda

República. Aunque, como en el caso de Martínez Jurado, no es una persona de la que

haya quedado mucho recuerdo en la ciudad. Tenía 47 años, era natural de Cádiz y vivía

en la calle del Arco de Garaicoechea. Miembro del partido Republicano Autónomo fue

elegido en mayo de 1931 concejal. Alineado con el Radical Socialismo de Marcelino

Domingo, militaba en la Izquierda Republicana de Azaña en octubre de 1934, fecha en

la que ocupaba el puesto de Teniente de Alcalde 3º cuando el ayuntamiento gaditano fue

suspendido por las autoridades gubernativas. Recuperó su puesto en febrero de 1936

pero, a las pocas semanas, presentó su dimisión por considerarla concejalía

incompatible con su trabajo.

López de Soria se ofreció para llevar el aparato a la inspección radiotelegráfica para que

lo revisaran y que de allí lo llevaran al Gobierno Civil. Mientras, él mismo se presentó

en el edificio para informar. Fue allí cuando se encontró con Antonio Martínez Jurado.

Serían como las dos de la tarde. Los momentos en los que ya se había producido el

golpe en Sevilla por Queipo quien sobre esa hora llamó a López Pinto para pedirle que

hiciera lo mismo. Éste aceptó y se preparó para activar los mecanismos conspirativos

previstos en los diferentes centros militares de la ciudad. Entre ellos la declaración del

Estado de Guerra. Noticias que llegaron también al Gobierno Civil. Entonces Zapico

redactó una nota para que fuera radiada. Se la entregó a Martínez Jurado quien se

dispuso a ir hacia Cortadura. Entonces se encontró con López Soria quien se disponía a

regresar a Puntales en su auto y le pidió que lo llevara.

Esta es la versión que ambos declararon ante el instructor golpista una vez detenidos.

Fuera cierta o sólo buscara protegerse da igual. El hecho es que ambos se dirigieron al

estudio en la venta de Guerrero. Allí permanecían los telegrafistas y Julio García

Muñoz. Serían entre las tres y tres y media de la tarde cuando llegaron Martínez Jurado

y López Soria. Fue el primero quien leyó la proclama de Zapico. Advertía que unos

jefes militares iban a declarar un Estado de Guerra ilegal al que ni militares ni civiles

debían hacer caso y que los ciudadanos que quisieran defender la legalidad podían

dirigirse al Gobierno Civil para apoyarlo y donde se les darían armas. Lo hizo por dos

veces y después se marcharon. Leer el comunicado no era la única misión que llevaban.

Pero detengamos un momento el relato.

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Declaración del director de Radio Cádiz sobre las palabras que pronunció Martínez Jurado ante los

micrófonos.

No se conserva la nota de Zapico, suponemos que el tono de la arenga no debió ser

precisamente versallesco pero por ninguna parte sale ni la violenta entrada pistola en

mano, ni los llamamientos al incendio y el asesinato. Ya hemos visto que el director no

hizo ninguna referencia a violencia alguna innecesaria por otra parte. Unos y otros

obedecían a la legalidad existente. ¿Qué declararon los otros dos testigos presentes

cuando entraron los concejales y qué recordaron de lo que oyeron radiar? El joven

Quiñones Beas aseguró que no estaba presente en el momento de la emisión. Se había

ido a comer con el mecánico del transmisor de la playa y que la vuelta la tuvo que hacer

andando porque no pasó ningún tranvía. De todas formas, por lo que oyó hablar al

director con el capitán de Artillería que se presentó, creía que lo que había dicho era que

el Estado de Guerra era faccioso y que sólo se habían sublevado cuatro militares.

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Aunque fuente indirecta, nada recuerda que García, que sí le dijo al militar que había

sido amenazado, hablara sobre violencias, incendios y asesinatos.

Tampoco recordó nada el radiotelegrafista Federico Verdi. Aseguró que sólo habló

Martínez Jurado quien radió que si se declaraba el estado de guerra era faccioso e incitó

al pueblo de Cádiz para que empuñara las armas contra los militares. También dijo

otras cosas que no podía precisar por los nervios que tenía.

También tenemos el testimonio del capitán de Artillería que, entre las cinco y cinco y

media de la tarde, ocupó el estudio para los golpistas. Manuel Rodríguez Carmona

pertenecía al Regimiento de Costa nº 1 y estaba destinado al castillo de Cortadura. Su

declaración tampoco deja en buen lugar el relato heroico y colaborador que García

transmitió o creó el propio Garrachón. No había recibido el aviso del director. Había

sido su coronel, Pedro Jevenois, golpista también, quien lo había llamado para decirle

que debía ir a la emisora de radio Cádiz y ocuparla. Así hizo acompañado por dos

artilleros. En el estudio sólo se encontró al director y a los dos jóvenes telegrafistas.

Todos colaboraron para desconectar la emisora de la que, al dejarla, se llevaron los

micrófonos.

Seguramente lo ocurrido fue que escuchadas las proclamas por la radio los militares que

ya habían declarado el estado de guerra, sitiado el Gobierno Civil y el Ayuntamiento y

controlado el perímetro interior de la ciudad, y las conexiones con Extramuros a través

de la Puerta de Tierra y la salida hacia San Fernando con el castillo de Cortadura,

decidieron cortar de raíz cualquier movimiento que reforzara la resistencia. Así que

Jevenois, tras segura decisión de sus conmilitones Varela y López Pinto, ordenó su

toma. Desde luego las oyeron los guardias civiles Alberto Torres López y Cesáreo

Navarro Navarro. Ninguno de ellos oyó tampoco las incitaciones al incendio y al

asesinato. Repitieron que lo que escucharon fue que se alentaba al pueblo para que se

armaran contra los militares que iban a declarar un estado de guerra faccioso.

Por último está la fuente poco sospechosa de ser favorable a Martínez Jurado del

instructor golpista Ángel Fernández Morejón. Como se ha dicho, el procedimiento lo

comenzó a instruir Briz en agosto, pero en octubre, una orden de la Comandancia

Militar gaditana ordenó que todos los procedimientos que se instruyeran pasaran al juez

permanente de causas golpista que era Morejón. Éste se hizo cargo del sumario el 5 de

octubre y el 26 de ese mismo mes y envió a las autoridades judiciales golpistas en

Sevilla un auto resumen en el que afirmaba que Martínez Jurado hizo un llamamiento a

las masas obreras para que se lanzaran con armas a las calles, procurándoselas en el

Gobierno Civil si no las tenían, a fin de impedir el levantamiento de las tropas y que la

proclamación del Estado de Guerra era faccioso y había que evitar que el pueblo cayera

bajo la tiranía militar. De nuevo nada de asaltos, incendios ni asesinatos.

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Escrito del instructor golpista sobre las palabras de Antonio Martínez Jurado.

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Terminaba de esta manera el episodio de Radio Cádiz y los llamamientos a la

resistencia por las autoridades legítimas en los que de ninguna manera aparece esa idea

transmitida por golpistas y sucesores de llamamientos al caos y el asesinato que tan bien

le vienen a su propaganda deshumanizadora y denigrante de sus enemigos. Ni se incitó

a la violencia, ni la hubo hasta la ocupación por Rodríguez Carmona. Cuando sí la

habría contra los protagonistas de lo ocurrido, y hasta sus últimas consecuencias, fue

cuando la ciudad quedó en manos de los golpistas. Retomemos el relato.

Se ha adelantado que Martínez Jurado no llevaba sólo el encargo de Zapico de leer la

proclama. Militar a fin y al cabo sabía que la emisora sería un temprano objetivo

golpista. Así que le ordenó que buscara a fuerzas que la custodiaran. Al terminar López

Soria y Martínez Jurado salieron de la venta Guerrero. El primero volvió a la estación

de Puntales mientras que el segundo se dirigió a la playa a buscarlas. Al primero que

encontró fue a un sargento de la Guardia Municipal. Se llamaba Agapito Chilía

Giráldez. Le mostró su carnet de concejal y le dijo que tenía órdenes del Gobernador de

que pusiera bajo vigilancia la emisora. Chilía no se mostró muy convencido y buscó un

teléfono desde el que comunicarse con sus jefes. Una vez lo encontró llamó al

cuartelillo del Ayuntamiento en donde no respondieron. Después lo hizo al Gobierno

Civil en donde le confirmaron la orden y le pidieron que los demás municipales que

hubiera por la zona se fueran al ayuntamiento.

Chilía envió a los guardias Antonio Escribano y Guerrero Puyana que se dirigieron

entonces hacia la emisora y de allí al transmisor donde se encontraron con la pareja de

guardias civiles. Al ver que estaba custodiado se volvieron al estudio donde

permanecieron hasta que llegó el capitán Rodríguez Carmona. Entonces se pusieron a su

disposición. Guerrero, pasada las 18 horas, cuando ya habían abandonado la venta los

artilleros y el director tras desmontar piezas imprescindibles para su emisión, habiendo

cumplido su turno y sin que llegara nadie a relevarle se dirigió hacia Vista Hermosa.

Declaró que a buscar comida. Seguramente además a recabar informaciones. Pasado el

hotel Playa se encontró con un grupo de unas veinticinco personas, algunas con armas,

que le exigieron les entregara su pistola. Así hizo. Regresó al estudio y llamó a la

Comandancia de los municipales en el ayuntamiento. Le ordenaron que permaneciera en

su puesto. Allí estuvo hasta las 11 de la mañana de día 20.

Interesa de la declaración del municipal la confirmación de que la ocupación de la

emisora fue provisional y que los golpistas sólo quisieron desactivar sus emisiones. Los

jefes golpistas, López Pinto, Varela, Jevenois, Herrera Malaguilla y Puig, tenían muy

claro que hasta que llegaran las tropas africanas. De momento les bastaba con controlar

los centros oficiales, aislar la población con extramuros y San Fernando, proteger las

fuerzas sitiadoras de los intentos de la población y despejar las calles de las cientos de

personas que primero protestaban, después declararon la huelga general y, finalmente,

ante la imposibilidad de romper los cercos comenzaron a atacar comercios y edificios

religiosos con la vana idea de que las tropas se dispersaran.

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Así que Rodríguez Carmona, una vez que controló el estudio se dirigió al emisor con

Julio García. Los guardias civiles no opusieron ninguna resistencia a que le fueran

quitadas algunas piezas. En el estudio también se llevaron los micrófonos. Radio Cádiz

quedaba definitivamente desactivada como medio de comunicación a disposición de las

autoridades.

¿Qué sucedió con las personas que habían participado en los acontecimientos? Los

golpistas encausaron a José Mercedes, José Quirós y Antonio Martínez Jurado. Ya se ha

dicho que el conserje de la piscina José Mercedes, que fue acusado de estar en el

Gobierno Civil el 18 de julio y pudo demostrar que no, aunque informó que otro

trabajador recibió de Martínez Jurado su documentación para que la guardara, fue

detenido en dos ocasiones y hasta septiembre, a pesar de sus antecedentes, derechistas,

no terminó saliendo en libertad. También fue perseguido José Quirós, el portero de la

piscina que recibió el envoltorio de Martínez Jurado y lo escondió. Quirós, avalado por

sus compañeros de trabajo, terminó siendo puesto en libertad a mediados de agosto.

Muy diferente fue la suerte de Martínez Jurado. No podía tener otra por su doble

condición de resistente y concejal.

Los golpistas persiguieron inmisericordemente a ambos. Todo aquel que se les hubiera

enfrentado el 18 de julio fue perseguido y, en muchos casos, asesinado. Bien hubiera

participado en las barricadas, en los incendios o desarmando a guardias. Que Martínez

Jurado hubiera llevado la proclama de las autoridades a toda la ciudad a través de la

radio no podía quedar sin castigo. Al igual que haber sido concejal socialista. Aunque

seguramente bastaba lo segundo, incluso si en julio ya no lo fuera. Como le pasó a

Servando López de Soria, el radiotelegrafista, también concejal, de Izquierda

Republicana, que le llevó a la emisora19. López de Soria continuó acudiendo a su

trabajo en la estación de Puntales el domingo 19. El lunes, cuando iba a entrar en su

turno a las ocho de la tarde fue detenido por unos falangistas que le llevaron a la

Comandancia Militar, en el edificio del Gobierno Militar en la Alameda, y de allí a la

prisión a disposición del Gobernador. Casi un mes pasó antes de que Briz le tomara

declaración el 14 de agosto.

Ratificó que había acudido al Gobierno Civil para informar sobre las gestiones del

receptor y que, de vuelta a Puntales, había llevado a Martínez Jurado a radio Cádiz. Que

no sabía quién era pero que si le presentaban una foto seguramente lo reconocería.

Cuando le preguntaron que cómo era así si era concejal también, respondió que cuando

entró en el ayuntamiento él ya no era edil. Había presentado su dimisión en protesta por

los incendios de edificios religiosos de mayo. Escuchó parte de la proclama pero se

19 Sobre la represión franquista de los ediles gaditanos se pueden consultar Ruben Benítez Aragón, Santiago Moreno Tello y Jesús Núñez Calvo, “Manuel de la Pinta Leal, el último alcalde de la Segunda República en Cádiz”, en Santiago Moreno Tello (editor), La destrucción de la democracia: Vida y muerte de los alcaldes del Frente Popular en la provincia de Cádiz, Sevilla, Junta de Andalucía, 2012, pp. 341-386 y José Luis Gutiérrez Molina, La Justicia del Terror y la represión del Ayuntamiento de Cádiz en los años 1936-1937” en http://www.todoslosnombres.org/sites/default/files/documento771_0.pdf.

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marchó a Puntales antes de que terminara. Briz le pregunto si sabía por qué estaba

detenido. Respondió por pertenecer a Izquierda Republicana.

Cuando López de Soria fue interrogado, Briz no disponía todavía de los documentos

que Martínez Jurado había dejado en la piscina y Quirós enterrado. Pero dos días

después los recibió de Jaime Puig. Quirós, en compañía de unos falangistas, había ido al

Balneario y localizado. Después fueron enviados a Puig. Entre ellos estaban dos

fotografías de Jurado y una tercera en la que aparecía, saludando puño en alto, junto a

otras tres personas. Una era un compañero de trabajo llamado Camino. Otra un diputado

llamado Suárez y una tercera cuyo nombre no recordaba20. Documentos gráficos en

mano, volvió a interrogar a López de Soria el 22 de agosto. Entonces, ante una de las

fotos de carnet de Martínez Jurado lo reconoció.

Para entonces Briz ya había ordenado la detención de Martínez Jurado. Pero parecía que

se lo había tragado la tierra. Por supuesto no había vuelto por la oficina de Telégrafos.

Tampoco en la casa de la calle Cervantes donde dormía, ni en la de Fermín Salvochea

donde tenía concertada las comidas. Ésta última había sido concienzudamente

registrada, pero sin resultado. ¿Dónde estaba? Como otros muchos gaditanos se había

escondido tras el triunfo golpista, la violencia con el que se había producido y el

aumento constante de detenciones y asesinatos. Cuando fue interrogado tras su

detención Martínez Jurado dijo que había estado escondido por la playa y otros lugares

hasta que decidió presentarse en el cuartel de San Roque y pedir su incorporación del

Regimiento de Infantería. Que utilizó el nombre falso de Miguel Rodríguez Cuesta.

Allí estuvo hasta que fue descubierta su auténtica personalidad y detenido el 24 de

septiembre.

No sabemos lo que hay de realidad en su declaración. Si contó con el apoyo de alguien

o estuvo escondido en casa de alguien. Puede que fuera verdad lo que dijo. Soltero, con

la ciudad aterrorizada, donde hasta una mirada podía ser comprometedora, es posible

que buscara la salida individual hasta que no puedo más y se infiltró en las tropas

golpistas. No fue el único que lo intentó. Hubo hasta quien lo consiguió con éxito.

Aunque el Servicio de Información Militar golpista y la solicitud de informes sobre todo

nuevo soldado incorporado descubrió a muchos de ellos. En el caso de Martínez Jurado

desconocemos la información que seguro abrieron. Conocemos otros casos. Cuando se

localice podremos contrastar lo que declaró y cómo consiguió que le aceptaran la falsa

personalidad.

De momento sólo contamos con la declaración que formuló ante Briz el 26 de

septiembre. Ante todo procuró diluir su participación en la resistencia. Si estaba en el

Gobierno Civil el 18 de julio fue porque había entrado en servicio en la telegrafía del

edificio. Si fue a Radio Cádiz lo hizo por orden del gobernador y lo que leyó ante el

micrófono lo había escrito Zapico. Cumpliendo órdenes fue por lo que habló con la

20 Tal como declaró, Camino había sido trasladado en febrero a Canarias. El diputado Suárez seguramente sería Eduardo Suárez Morales, diputado canario, antiguo militante del PSOE, en 1936 en el PCE. Suárez fue asesinado el 6 de agosto de 1936.

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Guardia Municipal para que vigilaran estudio y emisor. Que se dio pronto cuenta de que

el golpe era más amplio de lo que decía el gobierno y que, por miedo, enterró en la

playa una pistola que le habían dado. Que pudo haber saboteado la emisora y no lo hizo.

Finalmente aseguró que, una vez declarado el Estado de Guerra, no hizo acción alguna

contra el golpe.

No queda claro si tras dejar la emisora, volvió al Gobierno Civil. Parece que sí que llegó

antes de que el cerco sellase el edificio y que lo abandonó, junto a la mayoría de los

ocupantes, durante la tregua. Para entonces ya conocía la ocupación de la emisora y

otras noticias que no auguraban nada bueno. Una de ellas que el destructor Churruca,

uno de los buques enviado por el Gobierno para vigilar el estrecho, se había pasado a

los sublevados dirigiéndose a Ceuta. Así que decidió esconderse. La noche del 18 la

pasó en la propia piscina del Balneario cuyo muro saltó.

Además, consciente de que rebajar el grado de participación en la resistencia no le iba a

bastar para salvar la vida, hizo hincapié en que, hacía años, había perdido la fe

socialista. En concreto desde 1934, desde la intentona revolucionaria de octubre. Era

verdad que en la fotografía levantaba el puño, pero se trataba de una broma. Que de la

fotografía, en realidad, al único que conocía era a Camino el que había sido compañero

suyo. Tendría ocasión de extenderse en esa “confesión general” de arrepentimiento. Lo

veremos más adelante. De momento le siguió contando a Briz sus movimientos de los

días siguientes.

Tras pasar la noche en el Balneario, el domingo 19 estuvo escondido en la cercana

colonia Escolar. El lunes 20 se presentó en su trabajo en donde el director del centro le

dijo que, por ser una persona significada políticamente no podía continuar trabajando.

Entonces volvió a esconderse por la playa, entre las casetas de detrás de la tapia del

cementerio, y solares cercanos. Se alimentaba de los alimentos que compraba con el

dinero que tenía. Una situación que mantuvo algunos días más hasta que no aguantó

más y se presentó en el Regimiento de Infantería para alistarse con nombre falso. Que lo

hizo así porque deseaba incorporarse al Tercio, a la Legión.

Para demostrar la autenticidad de sus intenciones le entregó a Briz dos instancias,

dirigidas al General Comandante Militar de Cádiz y al coronel del regimiento, es decir a

López Pinto y a Herrero Malaguilla, solicitándoles que le permitieran incorporarse a la

Legión y un tercer documento titulado “Mi testamento” formado por cinco cuartillas en

las que hace un repaso general a su vida y determina a quien deben ser entregadas sus

posesiones en caso de que muriera. Una posibilidad que debía tener muy presente por lo

que, a buen seguro, ya sabía que pasaba desde las semanas anteriores.

Los documentos nunca llegaron ni a López Pinto ni a sus familiares, estos últimos todos

fuera de Cádiz. De hecho su incorporación al procedimiento, y allí quedaron, fue la

última actuación directamente relacionada con el detenido. Difícilmente pudo haber

otra. Como en otros tantos casos, cuatro días después del interrogatorio su cadáver

aparecía en los alrededores de la plaza de Toros y el 30 de septiembre era enterrado en

el cementerio de San José en el patio 1, línea 20. Allí estuvo hasta que el 30 de

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septiembre de1941, fecha de vencimiento del enterramiento, sus restos fueron

desalojados21. Un caso, como el de Servando López de Soria y prácticamente la

totalidad de los asesinados entre julio de 1936 y marzo de 1937, en el que queda de

manifiesto la responsabilidad directa en la muerte de los golpistas bajo cuya custodia se

encontraban. No hubo ningún descontrol en las muertes. Pudieron haber listas

elaboradas por “Tribunales de Sangre” y torturas en checas como la de Falange en el

Casino Gaditano. Pero el destino último de las personas asesinadas siempre dependió de

las autoridades militares golpistas. Tanto es así que tenían su propia clave para indicar

que habían sido “condenadas” a muerte: la fatídica señal “X-2” que colocaban junto al

nombre del asesinado. Como en el caso de Martínez Jurado.

Tuvo que redactar los tres escritos el mismo día 26 de septiembre, antes de ser

interrogado. En su conjunto nos ofrece el desolador panorama de la persona que sabe

que tiene muchas posibilidades de morir y busca la forma de evitarlo. Incluyendo, la

renuncia de sus ideales. La deshumanizadora exigencia de los golpistas.

En la primera instancia, la dirigida a López Pinto, la única fechada el día 26, intentó, al

contrario de lo que querían hacer con él, humanizar a los golpistas. Había sido un error

ocultarse. Pero le pudo el temor a que por haber sido concejal y no haber actuado en

contra del golpe podía haber sido objeto de un ataque de los extremistas. Es decir, que

temió más a quienes se opusieron al golpe que a los que lo daban. ¿La razón? Que hacía

ya tiempo pensaba apartarse del socialismo porque no le gustaban los extremos a los

que se estaban llegando en la cuestión social. Bajo ella se ocultaban actuaciones que no

podían ser consideradas más que delitos comunes. Unas ideas que sonaban muy bien a

los oídos de los golpistas. Martínez Jurado tenía muy claro que salvar su vida suponía

trazar una raya con su vida e ideas anteriores y desaparecer de Cádiz. Había llegado al

socialismo por la moderación, como otros muchos. Pero, ahora, tras su radicalización

pensaba, como otros muchos, darse de baja. Que no lo había hecho por miedo a sus

antiguos compañeros.

Bien sabía Martínez Jurado que lo que dijera no importaba mucho al golpista, pero tenía

que intentarlo. Por eso, además de su “arrepentimiento” ponía como testigo a una

persona de “confianza” golpista: el nuevo jefe de Correos y Telégrafos de la ciudad

Ángel del Cid que lo había sido durante los últimos años de Primo de Rivera y entre

1934 y 1936, durante el bienio derechista. Lo ponía como testigo de la conversación que

mantuvieron cuando fueron a la estación de Larache antes de las elecciones de febrero.

Allí le confesó que, ganara quien ganara, iba a abandonar la política. Claro que entonces

tenía que explicar por qué había aceptado su nombramiento como concejal en junio? La

respuesta era clara: Zapico le había obligado. Incluso le había dicho que era su

obligación como funcionario público. Pero además había pensado que era el mejor lugar

para realizar una tarea de moderación del PSOE y apartarle de provocaciones

extremistas. Incluso añadió otro aspecto que llenaba la propaganda golpista: el

21 AHMC, base de enterramientos de Cemabasa.

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extremismo que inundaba a España era ajeno, un “producto exótico” venido de del

extranjero. No lo escribió explícitamente pero estaba claro que se refería al comunismo

soviético. Unas ideas “tan alejadas de la contextura espiritual de España” que nunca

triunfaría.

No dejó de echar mano a una carta que esperaba sí fuera comprendida por los golpistas:

ser hijo del cuerpo, ser hijo de Guardia Civil y, además, muerto en acto de servicio. Por

ello se educó en uno de los colegios para huérfanos del cuerpo donde le enseñaron el

servicio de armas. ¿Para qué lo decía? Pues pare resaltar su compromiso con la

propuesta que iba a hacer a cambio de salvar la vida: incorporarse al Ejército golpista.

Era la única manera de redimirse para que nadie lo identificara con los individuos que,

asegurando defender una ida humana y justa, estaban cometiendo enormes desmanes.

Combatiendo en las filas golpistas en lo que empezaba a adivinarse como un largo y

sangriento conflicto. Por eso se había incorporado con nombre supuesto al Regimiento

de Infantería 33 Cádiz. Primer paso para merecer reintegrarse de nuevo en la sociedad.

El siguiente sería ingresar en el Tercio, en La Legión. Que era la solicitud con la que

terminaba esta primera instancia.

En la segunda, se limitaba a informar al coronel de regimiento cual era el nombre

verdadero de aquel soldado incorporado a la 2ª compañía y le comunicaba que había

solicitado de la Comandancia Militar su deseo de entrar en La Legión.

Por último están las cinco cuartillas que conforman el auténtica testamento, además de

encabezarlas así, de Martínez Jurado. Sin fechar, no vislumbran la menor esperanza a

pesar de estar escritas con el convencimiento de que iban a ser leídas por sus

secuestradores. Son unos escritos de los que hay unos cuantos en los procedimientos de

la Justicia del Terror. Estremece leerlos. Ver hasta qué punto eran humillados unos

hombres, cómo debían renegar de sus ideas. El escrito de Martínez Jurado nunca

abandona el ámbito personal. Las dos instancias están dirigidas directamente a jefes

golpistas, el “testamento” es la confesión íntima de quien sabe que lo más seguro es que

muera aunque todavía le queda alguna esperanza de que no sea así.

Hace un relato extenso de su vida, de cómo se tuvo que encargar de sostener a su

familia, tras la muerte de su padre, y de darle carreras a sus otros hermanos. Desde los

16 años que salió del colegio de Huérfanos de la Guardia Civil hasta los 31 que tenía en

1936. Hacía poco que comenzaba a sentirse libre, sin tantas obligaciones y estaba a

punto de emprender el camino para cumplir una vieja ilusión: obtener el título de

ingeniero de telégrafos. Pero los afanes y la desgracias le perseguían, Cuando podía

librarse del lastre familiar llegaba el golpe que ponía de manifiesto el error que cometió

cuando pudo irse trasladado al pueblo del Pirineo catalán de Les. ¡Cuánto lamentaba su

falta de carácter para haber insistido en Madrid hasta que se lo concedieran! Si se

hubiera ido se habría alejado de la política que ya comenzaba a serle odiosa por los

atropellos, persecuciones, deseos de medro e injusticias que veía y que sólo conseguían

abrir abismos de odio entre los hombres. ¡Qué tarde ha recordado al ver contenidos a

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quienes antes levantaban el puño, que el problema de España es la educación, sí, pero

que, como decía la vieja máxima, la letra con leña entra!”

Continuaba, mostrando el arrepentimiento debido. La redención era para los golpistas

una de las condiciones requeridas para el perdón. Sin ella no existía posibilidad de

acogerse al perdón. Renunciar hasta de las ideas más íntimas formaba parte de la

Primera página del testamento que redactó Antonio Martínez Jurado pocos días antes de su asesinato.

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limpieza espiritual, que en ocasiones los golpistas ayudaban con la física del aceite de

ricino. Hacía un año era una persona feliz que se dedicaba el estudio de cosas

honorables como el cálculo infinitesimal, la mecánica o la electricidad. Todavía

recordaba cómo estudiaba en la playa o en el campo de tenis de la Piscina y no como

ahora por haber intentado descifrar tonterías de la filosofía materialista. Sólo tenía un

camino para recobrar le senda justa: el apostolado de las armas. Es decir, alistarse en el

Tercio. Si lograba salir con vida de la campaña, entonces, pediría a la sociedad que le

readmitiera en su plaza de telegrafista.

Pero Martínez Jurado debía ser consciente de la dificultad que tenía en que sus súplicas

fueran atendidas. A finales de septiembre la matanza golpista estaba en pleno desarrollo

y en la prisión debía tener noticias de hasta donde alcanzaba y que no existía línea roja

alguna donde se detuviera. Lo insinuaba en sus dudas sobre si iba a ser admitido en las

fuerzas golpistas. Escribió “es difícil el camino, tal vez no consiga ni emprenderlo, pero

hay que intentarlo y lo intentaré”. Si lo lograba era probable una desgracia que le llevara

a la muerte. Si eso ocurriera le suplicaba a la sociedad que cumpliera su última

voluntad. Desconocemos si se hizo. Lo cierto es que el testamento no salió del

procedimiento. Repartió el sueldo que le debía la administración y unos ahorros que

tenía en diversas sociedades benéficas entre su hermano José, cabo de la Guardia Civil

en Córdoba, y su hermana Dolores si tuviera alguna necesidad. Sabía que su hermana

Carmen vivía bien, pero si hubiera tenido alguna desgracia dejaba a la voluntad de

José cómo repartir el dinero de la forma más razonable. Excepto 500 pesetas que debían

ir a su patrona de la calle Fermín Salvochea a la que debía algún atraso y por las

atenciones que había tenido con él cuando estuvo enfermo.

A otro hermano, Luis, profesor de Matemáticas al servicio de los Padres jesuitas en

Málaga, le dejaba los libros de Matemáticas. Como para su hermano Rafael, telegrafista

en Cartagena, los de Electricidad, Mecánica, Problemas y Telegrafía. Si alguno de los

dos hubiera muerto el superviviente heredaría todos. Si hubieran muerto los dos,

deseaba que los libros fueran al Colegio de Guardias Jóvenes “Infanta María Teresa” en

Madrid y al colegio de Huérfanos de Telégrafos. La ropa mía y la cama que tenía se las

dejaba a la patrona donde dormía, Cervantes 14, 1º y el baúl y la maleta para su

hermana Dolores que residía en Málaga.

Terminaba asegurando que había sido concejal muy poco tiempo. Que creía que no

había perjudicado a nadie, ni herido sentimiento político o religioso de persona alguna.

Aún así, si alguien se consideraba agraviado pedía su perdón pues nunca había sido esa

su intención. Era amigo de un sacerdote, don Pedro, que iba mucho a Cervantes. Le

presentaba sus respetos y las mismas protestas que le presentó cuando quemaron varios

edificios religiosos. Sabe que estas protestas eran profundamente sentidas.

Con el testamento de Martínez Jurado termina la instrucción propiamente dicha.

Lo que siguen son diversas providencias y escritos de las autoridades judiciales

golpistas entre Sevilla y Cádiz. La primera, el 1 de octubre, cuando el concejal ya había

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sido asesinado, es del instructor en la que ordena que, por haber recibido orden de la

autoridad militar de la plaza, entregaba el procedimiento al Juzgado Permanente. Antes

de que acabara el mes, el nuevo instructor Ángel Fernández Morejón, envió un escrito

al Auditor en Sevilla en el que le informaba de que al investigar el hecho origen de las

actuaciones, recordemos que José Mercedes había estado la tarde del 18 de julio en el

Gobierno Civil, se habían descubierto otros que podían encajar en el delito de rebelión

militar. Demostrada la falsedad de la acusación contra Mercedes, analizaba la actuación

de Martínez Jurado en la que sí veía indicios de delito.

Casi un año permaneció la instrucción en Sevilla hasta que, a finales de agosto, el nuevo

juez golpista en Cádiz, Nicolás Chacón Manrique de Lara, recibió la Causa con la orden

de que informara “de forma fehaciente la actual situación y paradero de los

encartados”. Lo primero que hizo Chacón fue preguntar al Gobernador Civil si a

Martínez Jurado le había sido aplicado el bando de guerra. La respuesta fue la habitual

en estos casos: en la Delegación de Orden Público no había antecedentes de Martínez

Jurado pero que según noticias adquiridas le fue aplicado el bando de guerra. Una

fórmula estereotipada para mostrar ignorancia de algo que se conocía muy bien.

Martínez Jurado, desde su detención en septiembre del año anterior, siempre había

estado bajo custodia de las autoridades golpistas y ellas eran las responsables de lo que

le hubiera ocurrido.

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Comunicación oficial de los golpistas sobre la muerte de Martínez Jurado.

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El cadáver de Martínez Jurado había sido encontrado en la playa de la Victoria, por

donde se había escondido unas semanas antes, el 30 de septiembre y enterrado en el

cementerio de Cádiz. Como su compañero Servando López de Soria que, aunque

sobrevivió unos días más, también fue asesinado el 16 de octubre. En este caso no

figura su inhumación en el cementerio gaditano. Como Martínez Jurado, López de Soria

estaba bajo la custodia militar golpista en el castillo de Santa Catalina, de donde fue

sacado.

Para ambos la muerte no significaba el final de nada. Al contrario el comienzo de una

historia de ninguneo y falsedades que tuvieron su primer acto con los expedientes de

incautación de bienes por responsabilidades civiles que se les abrieron a ambos. Estas

páginas pretenden, hasta donde es posible, reparar las personalidades de quienes no

hicieron sino defender al régimen legítimo; hacer justicia con las mentiras que de ellos

se dijeron y todavía perduran y, finalmente, restablecer la verdad de lo ocurrido.