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Un rey golpe a golpe patricia sverlo

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El mayor tabú informativo deEspaña es abordado por primeravez con una dureza sin precedentesen una biografía no autorizada quepromete levantar ampollas. Desdela traición a su padre, a su papel enel 23-F, la construcción de una granfortuna personal mediante dudososnegocios, a sus escándalos sexualesy su interferencia en laindependencia de los tribunales.Se trata de algo más decuatrocientas páginas demoledoras,repletas de documentación y datosque repasan la historia reciente de

España y la implicación Real entodos los oscuros asuntos denuestro país: Mario Conde, GAL,KIO...

Patricia Sverlo

Un rey golpe agolpe

Biografía no autoriza de JuanCarlos de Borbón

ePUB v2.0

tagus 05.07.02

Título original: Un rey golpe a golpePatricia Sverlo[1], 2000.Editado por: Ardi Beltza[2]

Diseño/retoque portada: R. Azaug

Editor original: tagus v1.0, v2.0ePub base v2.0

A todos los antifascistas que dieronsu vida defendiendo la República y elpoder surgido de las urnas en 1936,frente a los golpistas de Franco, que,con los años, nombraron como sucesorsuyo a Juan Carlos I, actual rey deEspaña

INTRODUCCIÓN

LA DESIGUALDAD COMOPRINCIPIO CONSTITUCIONAL

No hay ninguna excusa mejor que elpueblo. Se le invoca siempre parajustificar los abusos de poder, al mismotiempo que se señala a la soberaníapopular como el paradigma a seguir.Pero es un simple juego de palabrasdemagógico e insultante. El poderactualmente establecido no es sino unbotín de guerra —de la última—, que seha sustanciado no en la lógica delderecho de los ciudadanos, sino en la delas instituciones imperantes que losconvierten automáticamente en súbditos,vaciando de contenidos la aludidasoberanía popular.

La autodenominada democracia

«formal», que sólo tiene de «real» laimposición de la monarquía, es taninjusta, por mucho que ella misma sevista de legalidad, como cualquiersistema que mantenga la polarizacióndel poder y la desigualdad en lasociedad (llámese monarquía, teocracia,república bananera, democraciaorgánica o dictadura). Por ello, en lacruda realidad no ven más remedio queapelar al argumento del «menos malo delos sistemas políticos».

A lo largo de la historia los reyeshan tenido el monopolio de las riquezasy las guerras; y los pueblos se han vistoobligados a la pobreza, los

levantamientos y las revoluciones.Puesto que la pobreza existe de maneramanifiesta e irrevocable en la vidacotidiana, existen leyes, normas y usosde protocolo que distinguen y polarizana las clases sociales. Incluso entre losrepresentantes de las diferentesinstituciones hay un orden deprecedencia inapelable, que se haceostensible y ejemplar en cada momento.El protocolo español se gestó entiempos de Carlos I, inspirado en el usodel ducado de Borgoña, que ya eracomplejo y sofisticado en el siglo XIV.El tercer duque de Alba recibió elencargo de enseñárselo al príncipe de

España, que después sería el rey FelipeI. Entre los objetivos de este protocoloestaba la creación «de una atmósferacasi divina en torno al soberano, queobligara a los súbditos a creer en elmito del monarca», cosa que encajabaperfectamente con el derecho divino delos reyes: «Todo poder viene de Dios yDios lo deposita directamente en lapersona regia».

Actualmente, las normas deprotocolo que todavía siguen vigentes«obedecen todas, directa oindirectamente, a un mismo fundamento,esto es, a la desigualdad de loshombres». A diferencia de lo que suele

acontecer con la generalidad de lasnormas jurídicas, las de protocolo sefundamentan esencialmente en talesdesigualdades. No parece inexactoafirmar que, si todos los hombres fueraniguales, no podrían existir «normas deprotocolo», tal como recoge FranciscoLópez-Nieto y Malla, académico de laReal Academia de Jurisprudencia yLegislación, en su libro Legislación deProtocolo. Es imposible decirlo másclaro, ni con más autoridad. Enconsecuencia, podemos afirmar que elmás desigual de todos los españoles esel rey, a quien además asiste el derechoconstitucional de ser un irresponsable

absoluto.Según los artículos 56 y 64 de la

Constitución española de 1978, lanorma normarum, «la persona del Reyes inviolable y no está sujeta aresponsabilidad». El único responsablede sus acciones es el Gobierno, almargen del asunto del que se trate, yasean actos públicos o privados («De losactos del Rey serán responsables laspersonas que los refrenden», dice elartículo 64). Esta norma anacrónica esincompatible con la idea de establecerun Tribunal Penal Internacional, cuyoestatuto de creación fue aprobado enRoma en 1998, y en el que está

interesado el Estado español. Esinadmisible que haya sujetos impunes,con privilegios, inmunidades oeximentes de cualquier tipo.

La impunidad del rey recogida en laConstitución va todavía más allá de lainmunidad penal: supone que no se leinvestigue, que ni siquiera se hable desus actividades irregulares o quepresuntamente estén fuera de la ley, queno tenga que sentarse en procesosjudiciales ni en el sitio de los testigos…

El rey Juan Carlos, por el hecho deno estar sometido a la ley, ni siquiera serige por las mismas normas de lamonarquía, que ni siquiera tienen por

qué cumplirse: es válido que se siga elorden dinástico de sucesión, o no;aplicar o no la ley sálica, o la norma porla que el rey debe haber nacido en elterritorio del Estado… Todo depende delo que convenga en cada caso.

Pero las desigualdadesinstitucionalizadas no son gratuitas, ysólo se pueden mantener por laviolencia y la represión, tambiéninstitucionales. Tradicionalmente,cuanto más grande es la distancia entrelos extremos, más fuertes tienen que serlos medios coercitivos oficiales paraperpetuarla. Para apuntalar lasdesigualdades existen poderes

complementarios que, con diferentesargumentos, divinos o humanos, son losejecutores inmediatos del sistema: laIglesia, el aparato de propagandainstitucional, las autoridades públicas…y, desde luego, las Fuerzas Armadas,que mantienen de manera evidente supropia estratigrafía piramidal de clasesy poderes, y la aplican expeditivamentecon la contundencia de los argumentosde guerra: a base de prisioneros, heridosy muertos.

En el Estado español, el sistemapolítico establecido es la monarquíaparlamentaria (de acuerdo con elartículo 1 de la Constitución), y lo

garantizan las Fuerzas Armadas (artículo8), cuyo mando supremo corresponde alrey (artículo 62). ¿Dónde está lasoberanía popular, la libertad paraejercer el pluralismo político, si decualquiera manera la república no tienecabida? Si la voluntad popular seexpresara en contra de esto, entonces lostres ejércitos, con el rey al frente, seencargarían de decidir con las armas yla Constitución en la mano cuál es elorden legal.

Así pues, el pueblo, o los diferentespueblos del Estado, ejerce como puedesus supuestas potestades democráticas.¿Cómo es posible ejercer en estas

condiciones la libertad, la justicia, laigualdad y el pluralismo político a quetambién hace referencia el artículo 1?

La desigualdad monárquica no esmás que una versión moderna de lafilosofía del poder. La Constituciónreconoce en primer lugar los privilegiosreales, y después habla de la igualdadde todo el mundo ante la ley. No tiene nipies ni cabeza desde el punto de vistalógico. Se puede hacer un paralelismocon algunas palabras del monarca, aveces materializadas en párrafos —quién sabe quién las escribió realmente— dignos de ser recogidos en laantología «nacional» del disparate,

como éste del discurso del día de laHispanidad de 1983, repleto decontradicciones: «Los Reyes Católicoscrearon un Estado moderno,fundamentado en las ideas de unidad yde libertad, es decir, del derecho a ladiversidad. Para ello no dudaron enreducir a los que alzaban sobre losintereses nacionales sus egoísmos y suspequeños intereses de campanario,derribando, cuando fuera preciso, suscastillos».

La monarquía como sistema políticoEl dominio de un rey tiende a lo

absoluto por su propia filosofía; porello, previsoramente, se le fijan límites

y símbolos de representación dentro delos cánones establecidos por laoligarquía. Del poder político actual delmonarca se dice que sólo tiene un valorrepresentativo, que su papel se limita aser algo así como un embajador delEstado en el extranjero, con la ventajade que nos ahorramos las elecciones apresidente de la república… Y, sobretodo, se destaca que el Rey es símbolode la unidad y permanencia de la patria.Sin embargo, ¿hace falta explicar que laEspaña «una, grande y libre» es anteriora la instauración de la monarquía? Launidad «de la Patria» como principioirrenunciable y sagrado responde a

causas que tienen mucho más que vercon el reparto de poderes, que con unamonarquía que a lo largo de los siglosha visto cómo las fronteras del Estadovariaban sin que esto la afectarademasiado. La simbología de la Corona,si prestamos atención a lo que establecela Constitución de 1978, se correspondemás con un sistema político concreto,unido con un cemento legal, que en lofundamental tampoco se diferenciademasiado del Régimen anterior.

La novedad de la instauración de lamonarquía de Juan Carlos y suConstitución es que se establecieronnuevos principios de control político

interno de la soberanía, más de acuerdocon los tiempos (como el artículo 68,que describe el sistema electoralproporcional para impedir el acceso alas instituciones de grupos no deseados;o el 38, que ensalza la «libertad deempresa» o la «economía de mercado»,elevándolas a rango constitucional).

Además, se institucionalizó unaEspaña europea, otánica y global. Conla peculiar manera de entender elnacionalismo español por parte de lospadres de la Carta Magna, no se hizocaso a las cuestiones que garantizaríanla independencia de España frente ainfluencias o injerencias de otros países

o centros de poder. En este sentido, sesiguió una línea que sólo es comparablea la de las leyes que los aliadosimpusieron tras la Segunda GuerraMundial a los estados vencidos,Alemania e Italia. Se ha dejado alpueblo supuestamente soberano sinderecho de autodeterminación, frente auna mayoría coyuntural del Congresoque podría ceder, a través de tratadosinternacionales, competencias propiasde la soberanía popular en todo locorrespondiente a los ámbitos militar ypolítico, sin que sea obligatoria laaprobación ciudadana (artículo 93). ElParlamento puede aprobar la firma de un

tratado que obligue a modificar leyespropias en cualquier materia, y las leyesinternacionales siempre prevaleceránsobre las españolas en caso decontradicción. Para los tratados queafecten a cuestiones económicas, inclusose prescinde del trámite de tener que seraprobados por las Cortes. Un gobiernopuede ceder, o abandonar, o dejar enconcesión a entidades extranjeras,sectores neurálgicos del patrimonioeconómico común, sin el menor asomode problema.

En cambio, la Constitución sí queotorga al monarca atribuciones que elpueblo no tiene como derecho. Entre

otras cosas, puede convocar unreferéndum, desautorizar tratadosinternacionales, oponerse, convocar odisolver las Cortes si cree que esnecesario, conceder indultos y declararla guerra o hacer la paz. Todo esto sejustifica en virtud de su función de«árbitro» en el gobierno de todos, demanera absolutamente independiente delos partidos. Este papel de árbitroregulador y moderador de lascontradicciones y de las tensionespolíticas y sociales, tendría un énfasisespecial en aquellas facetas en las queel Estado puede mostrar fracturas odivisiones en los terrenos político,

social, ideológico y nacional. Comotodo esto se garantiza con la fuerza delos tres ejércitos, supone prácticamentelegalizar el golpe de Estado de lamonarquía, siempre y cuando seinvoquen razones constitucionales, unexperimento que ya fue realizado porotro Borbón, Alfonso XIII, cuandoapoyó el alzamiento militar del generalPrimo de Rivera en septiembre de 1923.El general Primo de Rivera protagonizóuna insurrección en Barcelona (eracapitán general de Cataluña) el 11 deseptiembre de aquel año, con el objetivode «salvar la Patria». La voluntad delRey estaba «secuestrada», decía. Al

cabo de tres días, el 15 de septiembre,el general insurrecto juraba en elPalacio Real, arrodillado ante el reyAlfonso XIII y con la mano sobre losEvangelios, «restablecer el imperio dela Constitución». Cuando el pueblo,ocho años después, expulsó a AlfonsoXIII, los monárquicos volvieron arecurrir al ejército para reinstaurar lamonarquía. Éste fue el objetivo delalzamiento del 18 de julio de 1936contra una república que no erasimplemente una forma de Estado, sinouna vía de transformaciónrevolucionaria. Los planes de laoligarquía monárquica para restaurar a

los Borbones se habían empezado aforjar en 1932. La intención del golpemilitar era que el general Sanjurjo sehiciera con el poder para que AlfonsoXIII pudiera recuperar el trono. Pero nosalió como esperaban. El pueblo se echóa la calle y tomó las armas paradefender la República.

Sanjurjo se mató en un accidente, yel golpe de Estado acabó convirtiéndoseen una guerra civil. Si tras la victoria delos «nacionales» la monarquía no serestauró inmediatamente, fue porque trasla Segunda Guerra Mundial los aliados,con los Estados Unidos al frente,decidieron que Franco continuara

gobernando en su «reserva espiritual deEuropa», la reserva fascista, paraasegurar de la manera más firme posiblela retaguarda de la Guerra Fría contra laUnión Soviética.

En todos estos avatares históricos,los Borbones siempre han hecho gala deuna cualidad que nadie les puede negar:cuando el futuro es dudoso, estánsiempre junto al poder. También DonJuan, aunque le saliera mal y no llegaraa ser rey. En el enfrentamiento que tuvocon Franco las posturas ideológicascontaron muy poco. Sencillamente fueuna lucha por el poder, en la que DonJuan se colocó tanto junto a la derecha

como, formalmente, junto a la izquierda,según lo que creía mejor para quedarbien situado en su carrera personal haciael trono.

Pero de todos los Borbones, ningunoha tenido tan desarrollado este instintocomo Juan Carlos.

Sobre Franco, dijo no hacedemasiado tiempo: «A veces mepreguntan si el General ejerció sobre míuna gran influencia. Pues sí, me influyó,por ejemplo, en la manera de ver lascosas con tranquilidad, tomandodistancia, con cierto desapego». JuanCarlos es el más Borbón de losBorbones con respecto a la querencia

por el poder, y nunca dudó en pasar porencima de quien hiciera falta. El mejorejemplo es que accedió al trono saltandopor encima de su propio padre.

Despreciar las propias reglas de laCasa Real indica que el poder era elobjetivo, más allá de cualquier otrocriterio. Sin duda, también pasó porencima del pueblo, hecho del que quedaconstancia en los privilegiosreconocidos en la misma Constitución.

Lo más curioso del poder de que seha investido la monarquía de JuanCarlos, en el contexto de la democraciaparlamentaria y el Estado de derecho,consiste en que es más independiente

que cualquier otro poder: no estásometido al control judicial, puesto quees impune; tampoco está sometido alcontrol político, puesto que no sepresenta a las elecciones y no tiene querendir cuentas al Parlamento por susactuaciones; y no está sujeto ni tansiquiera al control de la prensa, porqueno se puede hablar del rey. Pero, encambio, sí que es un espacio susceptiblede ser manipulado y utilizado por quiense sepa arrimar a él: un gobiernoextranjero, un grupo de podereconómico, un partido político… En lapresente biografía se trata de poner fin,en la medida de lo posible, a las

versiones timoratas y laudatorias sobreel historial político del rey Juan Carlos.Y con una recopilación de datosubicados en su contexto, junto conargumentos para interpretarlos. No sepersigue necesariamente hacer undiscurso republicano, que nunca está demás, sino mostrar que la 12 instituciónmonárquica fue y es una herramientaclave del mismo poder económico-político del franquismo.

El pseudónimo no significaimpunidad

El lector avisado se sorprenderá deque en una obra de estas característicasno se citen las fuentes, ya sean

referencias bibliográficas o de otraclase. Pero para hacer una cosa tan pocoortodoxa tenemos una justificación, queesperamos sea suficiente para que ellector otorgue un voto de confianzarespecto al rigor del libro. Insistimos enel hecho de que «la persona del rey esinviolable y no está sujeta aresponsabilidad». No se le puede juzgar,haga lo que haga o diga lo que diga.Pero no es así para quien escribe sobreel rey, que puede ser perseguido deoficio, y padecer las «caricias» de todoel aparato de Estado del Reino deEspaña. Existe un Derecho Proemial yun Código Civil, y es una previsión

lógica que se trate de aplicar el segundo.Esto no hace más que resaltarnuevamente los riesgos de una sociedadque se dice está repleta de libertades,entre las que se hallan la deinformación, e incluso la de opinión y,más concretamente, la libertad política.Pero cuando las ideas que se defiendenson republicanas, entonces uno pasa alcampo de los «conspiradores». De ahíel pseudónimo con que se firma el libro,que intenta paliar la desproporción ybusca que se juzgue a la obra y no alautor; que tendrá que responder enigualdad ante los tribunales, si fueranecesario, del asunto en cuestión y no de

las campañas de persecución personal.No hay ninguna ley específica que

ponga un límite al derecho fundamental ala información y a la libertad deexpresión en lo que concierne a lamonarquía. Ni tampoco existe un delitotipificado como «injurias al rey». Sinembargo, en la práctica, es sorprendenteque los jueces y fiscales se preocupentanto por impedir que nadie pueda nisiquiera hacer una broma sobre elmonarca. No sólo importan loscontenidos, sino también las formas.Porque no es suficiente castigar elanimus iniuriandi (o intención decausar daño), sino que también hace

falta penar el animus joccandi (o afánde cachondeo, en argot legal), puestoque hacer chistes sobre el rey tambiénestá considerado como delito. Pormencionar sólo algunos de los casosmenos políticos, que rozan el ridículo,podemos recordar al cocinero MarianoDelgado Francés, que en 1988 pasó seismeses en prisión por haber insultado alrey durante un desfile; el marinero deCeuta Abdclauthab Buchai Laarbi,condenado en julio de 1989 a seis mesesde prisión por injurias leves al rey en unautobús; al joven José Espallargas,juzgado en enero de 1990 por haberhecho un dibujo obsceno sobre un sello

del rey, en una carta que envió a sunovia desde la mili; o los tres turistasextranjeros detenidos en agosto de 1991por el hecho de insultar al rey y aEspaña mientras viajaban en un autobúsa Madrid. Ninguno de ellos habíautilizado un medio de comunicación demasas para expresarse.

En el correo electrónico, en lacorrespondencia y en las conversacionestelefónicas entre la editorial y la autora,ya ha habido el suficiente número deintercepciones a lo largo de un año paraque los ministerios correspondientesestén al tanto de quién está detrás delpseudónimo. Sin embargo, por lo menos

este recurso nos permitirá mantener unfrente, evidentemente republicano, paraescabullirnos de una represiónindividual, y una persecución quedurante la elaboración del libro ya hadado los primeros avisos.

Para poder dar a luz este libro,hemos tenido mucho cuidado de serescrupulosamente respetuosos con lasinformaciones que se han utilizado.Todo lo que se afirma está contrastado,y muchas veces hay pruebas tangibles desu veracidad. Además, hemos buscadoconfirmación bibliográfica siempre ycuando ha sido posible, limitándonos alas versiones ya divulgadas en caso de

duda, por lo cual —esperamos—contamos con ciertas garantías de quepodemos decir lo que decimos. Enconsecuencia, gran parte de lo que aquíse explica ya ha sido publicado algunavez, y no nos duele en prenda elreconocerlo. Sí que existe un acuerdotácito, un «pacto entre caballeros» parano publicar nada que perjudique a laCorona, firmemente consolidado entreperiodistas y escritores, bajo la atentamirada de los editores, que deciden enúltima instancia lo que se publica y loque no. La prensa extranjera ha llegadoincluso alguna vez a atribuir una baseformal, y habla de un acuerdo

presuntamente firmado en 1976 entre elGobierno y la Federación de Prensa,respecto a la privacidad de la familiareal. El pacto de silencio se hajustificado por el alejamiento popularrespecto al sistema monárquico durantela Transición, que obligaba a protegerlofrente a críticas peligrosas que habríande ser inevitables en un sistema decompleta libertad de prensa.

Pero se han publicado más cosas,desperdigadas aquí y allá, de lo que sepodría pensar en un principio. Aparte devalientes aportaciones recientes, comola del periodista Jesús Cacho, autor dell ibro El negocio de la libertad (que

apareció gracias a la osadía de sueditor, Ramón Akal), otros autores hantenido una manera curiosa de difundirinformaciones interesantes,incluyéndolas en obras que de otramanera no se presentaban comofustigadoras de la imagen del monarca.

Jaime Peñafiel, el más atrevido a lahora de hablar de cotilleos sobre losBorbones actuales, inserta uncomentario simpático en el capítulosobre «la cólera real» (o cuando el reyse enfada y es maleducado), de su libro¡Dios salve… también al rey!: «DonJuan Carlos se dejó llevar, comocualquier ser humano, por ese desahogo

que es la cólera, no sólo propia dehombres sino hasta de Dios. ¿No existeacaso la cólera divina? ¿No se apoderóde Cristo frente a los mercaderes queinvadieron el templo?»

Sin llegar a estos extremos retóricos,Pilar Urbano hace un estudioconcienzudo sobre los acontecimientosdel 23-F (en su libro Con la venia… yoindagué el 23 F), en el que aporta datossuficientes sobre la contribución delmonarca, para llegar al final, tras 270páginas, y dedicar toda una sección aargumentar «una verdad de Perogrullo»,en palabras suyas: «si el Rey hubieseestado de acuerdo con el golpe, el golpe

necesariamente habría triunfado». Einmediatamente después, en el siguienteapartado, Urbano vuelve a explicar que,de todos modos, el golpe sí que triunfóen más de un sentido.

También el Don Juan, de Luis MaríaAnsón, es un primoroso ejemplo dehabilidad dialéctica para decir y nodecir al mismo tiempo. El propio autorsostiene que «las razones a favor de laRepública las comprende cualquiera.Las razones a favor de la Monarquíahereditaria requieren un estudioriguroso, así como una considerabledisciplina mental». Después explica,aportando numerosos testimonios y

pruebas, que el golpe de Estado del 18de julio de 1936 tenía como objetivorestaurar la monarquía de los Borbones;aunque los conjurados no se cargaron laRepública de 1931 porque la monarquíafuncionara mejor, sino porque laRepública era «de ideologíarevolucionaria», es decir, de izquierdas;además, demuestra que la realidad defondo en la contienda entre Franco yDon Juan no se debía a cuestionesideológicas, sino a una lucha por elpoder puro y duro; que Juan Carlosdecepcionó y traicionó a su padre… Ytodo ello envuelto en un discursofogoso, que no se aleja lo más mínimo

de la ortodoxia monárquica másrecalcitrante. Ansón termina el libro conpárrafos altisonantes sobre «laMonarquía de todos», «la políticaprofunda de don Juan», «suimpresionante estatura moral», «lajusticia histórica»… En fin, undespropósito total, aunque muy biendocumentado.

Pero si lo poco que se ha publicadoen España siempre ha estado volcadohacia la alabanza más o menos engañosade la Corona, ha pasado lo mismo enbuena parte de la prensa extranjera. Enel verano de 1992, El Mundo se hacíaeco de lo que previamente había

publicado la revista francesa Point deVue con respecto a los amores del reycon la decoradora catalana Marta Gayá.Y trascendió que la Casa Real se habíairritado enormemente no por elcontenido de la información difundida,sino porque el diario de Madrid habíaomitido los «elogios y valoracionespositivas» en torno al rey que incluía eltexto de la revista francesa.

La revista italiana Oggi siempre haseguido el mismo estilo laudatorio quePoint de Vue acostumbra a utilizar conlos temas monárquicos. Por ejemplo,tras publicar, en un reportaje de 1988sobre la familia real española,

informaciones que aquí sonabsolutamente tabú, como «La infantaElena nació enferma, como muchos desus antepasados, y hoy todavía tiene quesometerse a continuas terapias», añadíacomentarios compensatorios como los«50 años [del rey Juan Carlos] son unejemplo de fidelidad: a la familia, aEspaña, a los valores de lademocracia…». En otro de sus curiososartículos, en el que Oggi revelaba elasunto de la presunta hija ilegítima delrey de España con la condesa italianaOlghina Robiland (también en 1988), eltexto del reportaje matizaba: «Con lalealtad y honestidad que han

caracterizado siempre sucomportamiento, en cualquiercircunstancia, y que le han permitidoconquistar la confianza de losespañoles, Juan Carlos advierte aOlghina, desde el primero beso, que elsuyo es un amor imposible».

Por ello, si alguien se sorprende poralgún dato en particular de este libroque le parezca especialmenteescandaloso, es necesario que tenga encuenta que es muy probable que hayaaparecido antes en alguna otra fuenteimpresa, ocultada por la prensaespañola. Si nadie se ha molestado,hasta ahora, en poner dificultades a

autores como Luis María Ansón, PilarUrbano, Jaime Peñafiel o José LuisVillalonga, entre otros muchos, podemospresumir que no nos las pondrán ahora anosotros al tratar de los mismos asuntos,tan sólo porque no hayamos endulzadola historia con una capa de«juancarlismo». Queremos manifestarnuestro agradecimiento a los autores delas obras consultadas —y utilizadas aquícomo parte imprescindible de ladocumentación—, las cuales recogemospor orden alfabético en la bibliografía alfinal del libro. Si hemos preferido evitarlas referencias puntuales, párrafo apárrafo, aun cuando no sea nada

correcto, ha sido con el objeto de nofacilitar la tarea de las personas quetienen espíritu censor, cosa que pondríaen peligro el compromiso deconfidencialidad con los informadoresque han colaborado con nosotros.

Aparte de fuentes bibliográficas,entrevistas con colaboradores anónimosdesinteresados, y algunos textos legales(sentencias, denuncias, sumarios…),facilitados por la personacorrespondiente en cada caso, tambiénhemos contado con cantidades ingentesde información procedente dehemerotecas, nacionales y extranjeras,merced a la inestimable ayuda de

nuestros documentalistas.La mayoría de las referencias que

salen a lo largo del libro a las diversasintervenciones del Gobierno de losEstados Unidos y de la ComisiónTrilateral en la vida política del EstadoEspañol, se han recogido del estudio delprofesor Garcés Soberanos eintervenidos —una magníficainvestigación sobre documentosdesclasificados del Gobiernonorteamericano—, cuya lecturarecomendamos encarecidamente.

Bien, este es un libro que creemosproporciona la información posible, laque entra dentro de los límites de lo que

se puede asumir delante de lostribunales. El resto queda para unaocasión mejor.

O para los tribunales, si fuerarequerida ante éstos.

PRIMERA PARTE

18 AÑOS Y 83 DÍAS DECANDIDATO

CAPÍTULO 1

POR DESIGNIO DIVINO

«El pobre nació ochomesino»,escribe Doña María de las Mercedes,madre de Juan Carlos, en sus memorias,«y tenía los ojos saltones… Erahorrible. Menos mal que enseguida searregló». Fue el 5 de enero de 1938 enVilla Gloria, en la calle Parioli, 112, deRoma, casi en la periferia; un barrio dela mediana burguesía. Juan CarlosVíctor de Borbón y Borbón fuebautizado en la capilla de la Orden deMalta por el cardenal Pacelli, más tardePío XII (1939-1958), el papa quecolaboró con el fascismo y que el 1 dejulio de 1949 condenó el marxismo enun acta del Santo Oficio.

Era el primero hijo varón de DonJuan, conde de Barcelona, heredero delinexistente trono que había perdido supadre, Alfonso XIII. Nació cuando losgolpistas que luego le educaron y lehicieron sucesor de Franco contaban conel apoyo de Hitler y Mussolini, ymientras la República legal, salida delas urnas, luchaba por su supervivenciaen la batalla de Teruel, una de las máscruentas de la Guerra Civil. Peroaquélla no era ni la primera ni la últimacasa real, cada una desde su exiliorespectivo, que seguía echando cuentaspara averiguar a quién le tocaríaponerse la corona si llegaba el

momento. Europa estaba llena depretendientes al trono de España.

Que Juan Carlos fuera el herederode los Borbones no era precisamenteuna cosa que cayera por su propio peso.Una dificultad nada despreciable eraque había nacido fuera de España. Nisiquiera tenía derecho a la nacionalidad,puesto que su abuelo la había perdidojunto con la corona, por decretorepublicano, como castigo por sucomplicidad en el golpe de Estado dePrimo de Rivera.

Además, una antigua ley queregulaba las normas de sucesión de laCorona española (el Auto Acordado, de

10 de mayo de 1713), pensada en contrade los archiduques austríacos para quelos Habsburgo no volvieran a España,establecía que nacer en el extranjero eraun impedimento para poder acceder altrono. Pero esta ley ya se la habíacargado según su conveniencia otroBorbón, Carlos IV, que también habíanacido fuera de España, sustituyéndolapor la famosa Pragmática Sanción de1789, que es la que aún está en vigor.Los Borbones siempre supieroncomponérselas muy bien y arreglar lasleyes a su medida.

También era necesario pasar pordelante de varias mujeres para poder

llegar por una línea torcida a JuanCarlos, basándose en el hecho de quelos varones, porque así lo habíadecidido la Casa Real, siempre tienenpreferencia. Ésta es sencillamente unamás de esas normas que, como todas lasque afectan a la monarquía en general,no tienen nada que ver con la justicia nicon la razón. Apenas había nacido, JuanCarlos ya era considerado mejor y másdigno que un numeroso grupo de mujeresde sangre real. No hace falta retrocedermucho en el tiempo, a la época deAlfonso XII, para ver que pasó pordelante de la primera y la segunda hijade éste, María de las Mercedes y María

Teresa, y de toda la descendencia de lasdos. La voluntad divina también pasópor alto a las hermanas mayores de DonJuan, Beatriz y María Cristina; y a lahermana que Juan Carlos ya teníacuando nació, Pilar.

La injusta línea dinástica tambiénhabía esquivado a unos cuantoshombres. Alfonso XIII había designadocomo heredero, con el título de príncipede Asturias, a su tercer hijo vivo, DonJuan, mediante la exclusión de otros doshijos debido a sus deficiencias. No erauna práctica nueva.

Carlos III ya había excluido a suprimogénito, Felipe, por su

«imbecilidad notoria», declarando que«después de haberlo intentado por todoslos medios posibles, no han logradodescubrir en el desgraciado príncipe, mihijo mayor, el menor rastro de juicio, deinteligencia, ni de reflexión».

En aquella ocasión heredó el tronosu segundo hijo, Carlos IV, que era casitan corto como su hermano mayor. Perono era cuestión de poner demasiadasdificultades al destino de la patria. Laimbecilidad, en todo caso, no era unacosa nada extraña, puesto que el queinauguró la dinastía, Felipe V (la faltade descendencia de Carlos II, último delos Austrias, dio lugar a la entronización

de los Borbones en España, en lapersona de su sobrino nieto Felipe),mostró de manera clara gravesdesórdenes mentales. Afortunadamentepara la dinastía de los Borbones, yahabía asegurado su descendencia convarios hijos varones cuando se emperróen que estaba muerto y ordenó que lepusieran en un ataúd, rezaran unosresponsos y le enterraran vivo. Susegundo hijo, que le sucedió tras Luis I,muerto a los 17 años, fue Fernando VI,un personaje absolutamenteextravagante.

Una de sus curiosas manías consistíaen esforzarse por no evacuar nada, para

lo cual se sentaba sobre los pomospuntiagudos de las sillas antiguas de suhabitación, que utilizaba a manera detapones. Una vez estuvo 18 horas en estaposición sin moverse. Al final, cuandose le acercaba la muerte, se echó en lacama, hizo sus inmundicias, y las lanzó atodos los que le servían. Murió a los 46años, y su médico escribió: «Privado delos consuelos de la religión, y entre suspropios excrementos, ha fallecidoFernando VI, el más pulcro y religiosode los hombres».

Volvamos a Carlos IV… Estemonarca desgraciado, que acabóhuyendo de España destronado por su

propio hijo, se casó con su prima, MaríaLuisa de Borbón, que tuvo, entre partosy abortos, 24 hijos. La familia fueretratada «magníficamente» por Goya,en una imagen que vale más que milpalabras. Y le sucedió Fernando VII. Suhija, Isabel II, que lo era también deMaría Cristina de Borbón y Borbón,tercera esposa del rey y prima suya,también se casó con su primo carnal,Francisco de Asís, y así siguió«mejorando» la estirpe con laendogamia.

Del hijo de Isabel II, Alfonso XII,que parece que sí era inteligente, nacióAlfonso XIII. Éste, por una vez, no tuvo

la ocurrencia de casarse con su prima,pero, en cambio, introdujo un nuevoproblema en la rama familiar: lahemofilia. Parece que el rey británico ysu hermana, la princesa Beatriz, yaadvirtieron a Alfonso que era posibleque Victoria Eugenia de Battenberg, lahija predilecta de la reina Victoria, aquien Alfonso XIII había escogido conterquedad como esposa, transmitiera laenfermedad a alguno de sus hijosvarones. El ministro de Exteriores ingléstambién le advirtió a su homólogoespañol, el marqués de Villa-Urrutia.Pero no hubo nada que hacer: ladecisión de Alfonso XIII estaba tomada.

Se fiaba de la buena suerte, porque lahemofilia no siempre se transmite.

El temor no era en vano ya que suprimer hijo, llamado también Alfonso,fue hemofílico. Estuvo enfermo casi todala vida, y en 1933 renunció a la sucesiónpara casarse con una bella cubana. Unoscuantos años después, en 1938, muriósin descendencia en un accidenteautomovilístico.

El siguiente hijo de Alfonso XIII,Jaime, era sordomudo, motivo por elcual su padre le obligó a renunciar a laCorona, también en 1933, antes de quese casara. En aquella época no eracomprensible que un rey tuviera que

hacerse entender por gestos. Sinembargo, como ser sordomudo noimplica necesariamente ser idiota, másadelante recapacitó y quiso volverseatrás en su renuncia.

El tercer hijo de Alfonso XIII naciómuerto. Y después vinieron dos niñas, alas que ni siquiera se tuvo en cuenta.Pero, al menos en el caso muy concretode la infanta Beatriz, era mejor noreivindicar el derecho de la mujer aheredar el trono, si tenemos en cuenta loque acabó dando de sí su descendencia.Beatriz, que junto con su hermanaMargarita era uno de los peores partidosde la realeza en toda Europa, por el

hecho de ser posibles portadoras de lahemofilia, se hubo de contentar concasarse con Alessandro Torlonia, unpersonaje de discutible reputación quetenía un título grandilocuente, príncipede Civitella-Cese, pero de escaso valor.Su primogénita Sandra huyó paracasarse con un playboy llamadoClemente Lecquio, que había sidoembajador de la Italia fascista enMadrid entre 1940 y 1943, y despuéshabía vivido varios años en Perú comoproductor cinematográfico. En 1963 elpretendiente al trono de Italia, Humbertode Saboya, que fue muy amigo de DonJuan en Estoril, donde compartían

exilio, le hizo la gracia de inventarle eltítulo de conde, que nunca tuvo validezlegal en Italia. De Sandra y Clementenació Alessandro Lecquio. Sí, el famosoconde Lecquio de los escándalos rosa,que podría haber sido hoy en día el reyde España.

Pero dejemos la ficción, porque DonJuan de Borbón y Battenberg seconvirtió en príncipe de Asturias, altener la suerte de no nacer hemofílico nisordomudo ni mujer. Siguiendo lacuriosa tradición familiar, en octubre de1935 se casó con una prima suya, Maríade las Mercedes de Borbón y Orleans,hija del infante Carlos de Borbón y de la

princesa Luisa de Orleans. Y después deuna primera hija, Pilar (nacida enCannes, el 30 de julio de 1936), nacióJuan Carlos, llamado literalmente«Juanito» por la familia durante dosdécadas. El hecho de que le llamaran asíno tendría ninguna relevancia si no fueraporque a su hermano pequeño lellamaban Alfonso y no «Alfonsito».

Nació con honores de heredero,pero, llegado el momento, además depasar por encima de su propio padre,tuvo que superar un par de obstáculosmás: dos Alfonsos, que le habríanpodido quitar la Corona. Uno seencontraba en la rama de Jaime, el tío

sordomudo, que se retractó mil veces desu renuncia al trono. Cuando Don Juan,tras la Guerra Civil, empezó a apostarpor una línea liberal, el primogénito deJaime, Alfonso de Borbón Dampierre,se convirtió en el candidato perfecto dela Alemana nazi y más tarde siguiósiendo el «príncipe azul de la falange»durante todo el franquismo.

Cuando en 1972 se casó con la nietade Franco, Carmen Martínez-Bordiu, lacosa todavía se complicó más.

Otro problema importante con el quese encontró Juan Carlos fue lacompetencia de su hermano Alfonso,tres años menor. Es cierto que no había

ninguna duda de que Juan Carlos era elprimero en la línea sucesora, pero yahemos visto que, entre los Borbones,saltarse a alguien no era excepcional enabsoluto.

Aparte de haber nacido ochomesinoy con los ojos saltones, «Juanito» teníaen contra que nunca fue una lumbrera.Desde muy pequeño estuvo acompañadode tutores y clases especiales, comorefuerzo a los cursos en los colegios —que ya eran poco convencionales deentrada— en los que estudió. Y tuvo,además, un seguimiento clínicoconstante. Alfonso, en cambio, era ellisto de la familia. Le llamaban

«Senequita», eso sí, en diminutivo, ytodo el mundo le describía como unapersona de aguda inteligencia y gransensibilidad. Era, sin lugar a dudas, elpredilecto de su padre.

El problema de su hermanodesapareció muy pronto. Juan Carlostenía 18 años y 83 días cuandoaccidentalmente le disparó un tiro a suhermano. El otro problema, el delprimo, no se consideró del todo resueltohasta el día de la coronación. Aún así,murió en «un cruce de cables», tema delque se tratará más detalladamente enpróximos capítulos.

CAPÍTULO 2

LOS DUROS AÑOS DEL EXILIO

Esperando el fin de laguerra

Cuando Alfonso XIII tuvo que salirapresuradamente de España (el 4 deabril de 1931), empezó un interminableperiplo europeo, que le llevó a viajarpor París, Londres, Lausana… Seinstaló primero en Francia y después enRoma, donde estuvo hasta que murió.Don Juan, que no fue considerado comoheredero antes de 1933, pasó losprimeros años de la Repúblicarecorriendo medio mundo como marino.Y después, cuando se casó, en 1935, se

instaló con su familia en Cannes. Pero setuvieron que ir, expulsados, porque lasdemostraciones hostiles en su contradurante toda la Guerra Civil española nocesaron. Primero se instalaron en Milán,y después en Roma, donde nació JuanCarlos. Desde la capital italiana, lafamilia real siguió con suma atención lospreparativos del golpe de Estadofascista, mientras anhelaban la hora depoder regresar.

La República había tenido laamabilidad de enviarles todas las joyasprivadas en sus estuchescorrespondientes, pero nada más. Elmismo decreto republicano por el que

Alfonso XIII se había visto privado dela nacionalidad española, y que locondenaba por su participación en ladictadura de Primo de Rivera, le habíadesposeído de sus propiedades. Claroestá que el cambio, de vivir en elpalacio real a vivir como burguesesvenidos a menos, no lo llevarondemasiado bien. En Roma, Don Juan seinstaló primero durante un tiempo en elHotel Eden, y después se alojó en elúltimo piso del palacio Torlonia, en lavía Bocca di Leone. La familia noestaba demasiada cómoda en aquellacasa. Un día que Alfonso XIII llegó sinavisar se encontró a su mujer en la cama

con impermeable y paraguas, paradefenderse de las goteras que producíala bañera desbordada de los vecinos dearriba.

No había dinero para nada más, parapoder estar mejor instalados. Encualquier caso, como suele pasar, lapeor parte fue para los criados. A Petra,la doncella de la señora María, y a LuisZaplana, el criado de Don Juan, lesllegaron a deber un año de sueldo.Después se trasladaron al barrio deParioli, donde nació «Juanito».

Aquello era insostenible, pero lollevaban con paciencia, con la esperanzade que el futuro sería mejor. Para

conseguirlo, los colaboradores ya sehabían puesto a trabajar duramente enEspaña.

Hacía falta preparar un climapropicio para el Alzamiento, pensandoen el objetivo de poner fin a aquellarepública de tintes revolucionarios y derestaurar la monarquía. La clase mediaempezó a formar los primerosmovimientos que fueron el preludio delfascismo, en 1932, con campañaspropagandísticas en los medios decomunicación y con intrigantesprofesionales de la talla de EugenioVegas Latapié (después preceptor delpríncipe Juan Carlos) o Pedro Sainz

Rodríguez, que después fue la manoderecha de Don Juan hasta que se pasóal bando de su hijo. En esta época tuvolugar la alianza de los monárquicos en elexilio con la subversión contra laRepública en el interior, con el fin deorganizar la conspiración que llevó al18 de julio de 1936. Hicieron un pocode todo.

Una anécdota curiosa cuenta que,como parte de su estrategia paraincorporar a la Iglesia, utilizaron losservicios de una conocida y atractivarubia. La rubia, T. M., era monárquicade corazón. Había sido amante delmismo Alfonso XIII y del general

Sanjurjo. Pero lo que interesa para lahistoria es que, en el momento en queSainz Rodríguez requirió sus servicios,era la amante del nuncio monseñorTedeschini, que, además de ir de putas,tenía la poca vergüenza de apoyarabiertamente a la República. Laanécdota cuenta que Sainz Rodríguez,para neutralizar al nuncio, fue avisitarla, que ella lo recibió desnuda enla bañera y que, allí mismo, con élsentado en el borde de la bañera,despacharon el asunto. Pedro, con lahabilidad que le era propia, obtuvo unadeclaración por escrito de la cortesana,con la que habría de conseguir que el

Vaticano le retirara la confianza alnuncio republicano. Cuando creyeronque todo estaba listo, se produjo el queen principio se pensaba que sería ungolpe de Estado rápido y contundente.Pero no fue así. Muchos militares fielesa la República no se unieron alAlzamiento, el pueblo salió a la calle ycomenzó una terrible guerra civil.

Juan no se lo pensó dos veces, yapenas tardó unos pocos días en ponerseen camino para combatir junto a lostraidores. El 1 de agosto cruzó lafrontera por Dantxarinea, se puso eluniforme de los voluntarios nacionalesen aquella zona (camisa azul y boina

roja) e intentó llegar a filas. Pero elgeneral Mola le detuvo. No le queríaallí y le hizo volver por donde habíavenido. Don Juan no se dio por vencidoy siguió insistiendo. El 7 de diciembrede 1936 le envió una carta a Franco,ofrecéndose para servir en el cruceroBaleares.

Pero Franco le rechazó por segundavez. Así pues, no tuvo más remedio quevolver a Roma… a esperar. Y mientraslos ciudadanos demócratas defendían laRepública de los golpistas de Franco,quienes contaban con el apoyo de lasarmas y las tropas de Hitler y Mussolini,su seguidor Don Juan tuvo a Juan

Carlos, actual rey.Nadie ha sabido explicar nunca, de

manera satisfactoria y razonable, porqué los generales fascistas rechazaron laincorporación a sus filas del infante DonJuan, que era un marinero profesionalformado en la Armada británica. Peroaquella decisión resultó serprovidencial para el aspirante al trono.En primer lugar, porque el cruceroBaleares fue hundido poco tiempodespués. Y, en segundo lugar, porquefinalmente pudo disfrazar su lucha por elpoder como anti-franquista y de espíritudemocrático, cuando el cambio leresultó conveniente. Aquel cambio de

bando no tardó en llegar, impuesto porel curso que estaban tomando losacontecimientos nacionales einternacionales.

Los planes de los conspiradorespreveían que Sanjurjo tomara el poder yque Alfonso XIII volviera al trono enpocos meses, para que después abdicaraen favor de Don Juan. Pero Sanjurjo semató en un accidente, y Franco pasó adirigir la contienda. Franco alargó laguerra mucho más de lo que se habríapodido esperar y, sobre la marcha, fuematizando sus intenciones.

En 1939, Alfonso XIII celebró lavictoria de Franco como el que más y le

felicitó generosamente.Pero Franco ya estaba en otra línea.

Sin duda quería que Alfonso XIIIabdicara, porque le hacía responsabledel desastre de la llegada de laRepública. Franco decía que no queríaser otro Primo de Rivera. Pero, además,sólo seis meses tras el final de la guerra,cuando estalló el conflicto en Europa, sesituó junto a Hitler en una tendenciaideológica en la que la monarquía notenía cabida.

Aunque su entrevista con Hitler enEndaya, el 23 de octubre de 1940, no fueninguno éxito, la postura de Franco eraclaramente pro-Tercer Reich. En un

último intento por salvar la situación,Alfonso XIII abdicó en favor de su hijoJuan en enero de 1941. Pero ya erademasiado tarde. Murió un mes despuésen Roma, y Don Juan inauguró una nuevaetapa, asesorado por su consejoprivado, en la que apostó por la ramaanglófona, la de los aliados, en la nuevaguerra que se veía venir.

En Lausana

Con la entrada de Italia en laSegunda Guerra Mundial, la ex-reinaVictoria Eugenia fue declarada personanon grata, porque era una princesabritánica. Y toda la familia se trasladó ala neutral Suiza, a Lausana, en 1942.«Juanito» tenía entonces 4 años.

No se sabe muy bien con quémedios, el nivel de vida mejorósensiblemente en Lausana. Don Juan y sufamilia se instalaron de golpe en unpalacete, y la ex-reina Victoria Eugeniaresidió en el Hotel Royal durantebastante tiempo, hasta que una

misteriosa y abundante herencia de unaamiga extranjera le permitió adquirirVielle Fontaine, todo un palacio con unmuro elevado y numerosos de árboles,con una casa exclusivamente parainvitados, junto al lago Léman, dondevivió hasta su muerte en 1968. Figurabapor la letra R en la guía de teléfonos(entre «Reina de Saba, tapices y objetosde Oriente» y «Reina Juana, mercería»,como «Reina (de España) VictoriaEugenia, avenue de la Élysée»). Comono existían las páginas amarillas, esimposible saber si habría salido en unorden parecido, clasificadaprofesionalmente en el apartado de

monarquías, entre monaguillos y monjas.En Suiza, ya se sabe, son muy metódicosy trabajan con mucha precisión.

En Vielle Fontaine, la ex-reinaVictoria Eugenia ofrecía cócteles a losque asistían hasta 200 personas:banqueros, nobles, artistas (entre los queestaba Charles Chaplin, que vivía cerca,en Vevey), y miembros de las familiasreales sin trono de Rusia, Rumanía,Italia… El padre de «Juanito»,acompañado a menudo por su mujer,según los informes de la Policía que losvigilaba, llevaba «una vidadesarreglada, frecuentando cabarets ycasinos, regresando con frecuencia a

casa a las 4 y las 5 de la madrugada,bastante perturbado por los efectos delexcesivo whisky y de los cócteles»,afición que no escondió nunca.

Pero «Juanito» era demasiado jovenpara seguir todo aquello. Al cabo de unaño de estancia en Suiza, confiaron sueducación a Eugenio Vegas Latapié, ymuy pronto, tras pasar por el colegioRolle de Lausana, le mandaron a uninternado, para atender a una educaciónque se presentaba difícil. El mismo díaque ingresó en el colegio sus padrestuvieron una conversación con eldirector, el padre Marcel Ehrburger, aquien pidieron que tratara a su hijo con

naturalidad y, si hacía falta, conseveridad, como a cualquier alumno. Noera un gran estudiante, y le tenían quepresionar para que se esforzara,amenazándole con dejarle castigado enel internado los fines de semana sinpoder viajar a Lausana para reunirse consus padres y hermanos. Eugenio Vegasle acompañó como preceptor desde1943. A pesar de las amarguras de losestudios, en el internado Saint-Jean deFriburgo, donde asistían niños de variasnacionalidades aunque predominabanlos franceses, Juan Carlos hizo buenosamigos, como el príncipe ZourabTchokotua, y Karim Aga Khan.

Como Franco continuaba sin dejar elpoder, Don Juan comenzó a pensar quetendría que hacer algo para conseguir eltrono. Jugó esta carta con el apoyo delos aliados, fundamentalmente de losEstados Unidos e Inglaterra. Por elregreso de la República sólo apostabaabiertamente la Unión Soviética deStalin. El resto estaba en contra de laAlemana nazi, desde luego, y, de rebote,contra el fascismo español de Franco.Pero no hasta el punto de permitir que enEspaña volviera al poder la izquierdasurgida de las urnas el 16 de febrero de1936 con la coalición del «FrentePopular». Por eso apoyaban

formalmente el restablecimiento de lamonarquía controlada de Don Juan.

En este contexto, el infante Jaime, elsordomudo, que se había casado conManuela Dampierre y había tenido doshijos, rectificó por primera vez sudecisión de renunciar al trono. Su hijoprimogénito, Alfonso de BorbónDampierre, llegó a ser el candidatopatrocinado por la Alemana nazi a unaregencia controlada por Franco, paramantener a éste y a la Falange en elpoder.

Durante un breve período, parecióque los aliados iban a apostar porderrocar al Régimen de Franco y

colocar en su lugar la monarquía de DonJuan, como mejor estrategia paraproteger sus intereses.

O por lo menos eso creía Don Juan.Pero mientras duró la guerra, estuvieronmás interesados en intentar evitar que laEspaña de Franco entrara en el conflictoal lado de Alemania. Se dedicaronfebrilmente a esta tarea los serviciossecretos británicos en España, quecompraron la complicidad debanqueros, generales y políticos. Entreotros, en un puesto destacado, se hallabaJuan March, que era el gestor principalpara contactar en España con quienhiciera falta, y para hacer los pagos

correspondientes a militares del sistemacon el fin de que se manifestaran encontra de entrar en la guerra yconvencieran de ello al Generalísimo.Según avanzaba la Segunda GuerraMundial, y tan pronto como el Caudillopudo adivinar la derrota alemana, se fueponiendo del lado de los aliados y semantuvo al margen de la confrontaciónA cambio, quería seguir mandando, y losaliados estuvieron de acuerdo. El apoyoa Don Juan sólo fue una manera deejercer presión sobre el dictador. Fueuna etapa de tensos tiras y aflojas.Impulsado por los aliados, en mayo de1945, Franco envió a Suiza a José María

de Areilza, conde de Mutriku, miembrodel Consejo Nacional de la Falange,para comunicar al conde de Barcelonala rápida restauración de la monarquíapero sin identificar al futuro monarca,cosa que Don Juan rechazó.

El 4 de febrero de 1945, en plenaeuforia por la victoria final, Churchill,Roosevelt y Stalin se reunieron enCrimea, en la conferencia de Yalta, paradecidir la suerte del mundo, la divisiónde Alemania, la creación de la ONU, lasnuevas fronteras y el reparto deinfluencias. En Yalta, España fue unapequeña anécdota. Pero los aliadosconsideraron que el hecho de que se

restaurara la monarquía en la persona deDon Juan era una solución razonable. Alacabar Yalta, el conde ya creía que erarey.

Completamente lanzado a estaaventura, Don Juan decidió condenar elrégimen totalitario de Franco en elManifiesto de Lausana del 19 de marzode 1945, en el que dejaba bien clara supostura.

Aunque, respecto a esta condenahecha por el presunto demócrata DonJuan, de la que tanto se ha escritodespués, tampoco había para tanto.«Sólo la Monarquía Tradicional puedeser instrumento de paz y de concordia

para reconciliar a los españoles; sóloella puede obtener respeto en elexterior, mediante un efectivo estado dederecho, y realizar una armoniosasíntesis del orden y de la libertad en quese basa la concepción cristiana delEstado», decía el manifiesto. Eso sí,harto de esperar durante seis años desdeel final de la guerra, cada vez másdesesperanzado, que Franco cumplierael plan inicial y le colocara como reyuna vez consolidado el poder, no lecostó demasiado hablar de«disconformidad e insolidaridad» con elRégimen: «Por estas razones, merevuelvo, para descargar mi conciencia

del agobio cada día más apremiante dela responsabilidad que me incumbe, alevantar mi voz y requerir solemnementeal General Franco para que,reconociendo el fracaso de suconcepción totalitaria del Estado,abandone el poder y dé libre paso a larestauración del Régimen tradicional deEspaña, único capaz de garantizar laReligión, el Orden y la Libertad». Sucriterio de progreso para el pueblopasaba por la monarquía, la religión,pero no la libertad religiosa, y eltraspaso de poderes al margen de lo quehabían determinado las eleccionesgenerales antes del golpe militar de

1936. Todo un paradigma de loscriterios sobre la libertad a que hacíareferencia.

Pero el manifiesto resultócontraproducente para los objetivos queperseguía. Por un lado, el dictadorprohibió con graves amenazas que sepublicara la declaración. La censuraactuó de manera implacable. Ni siquierae l ABC pudo hacer la más mínimaalusión a un texto que sí recogieron losdiarios del extranjero. Por otro lado, losaliados dejaron colgado a Don Juan. Elcambio empezó cuando murió elpresidente Roosevelt, el 12 de abril de1945, dos meses después de la

conferencia de Yalta. Su sucesor en elcargo, Truman, no asumió loscompromisos alcanzados. En aquellosmomentos estaba más preocupado por elpeligro de la expansión de Stalin enEuropa. Así pues, decidió que Francosiguiera en el poder. Después dePotsdam, estaba claro que los aliados nointervendrían y que el Generalísimo sehabía salvado. Truman decidió congelarlas decisiones de Yalta. No quería unamonarquía débil en España que pudieraser tomada por Stalin y que dejaría aCentroeuropa en medio de una tenazacomunista.

Traslado a Estoril

Don Juan, con el apoyo de suconsejo privado de incondicionales, nose lo acababa de creer. No quería o nopodía darse cuenta de que sólo cumplíala función de muro de contención delfranquismo. Sin renunciar a su objetivode conseguir el trono, inició un cambiode estrategia que pasaba, en primerlugar, por el cambio de residencia. El 1de febrero de 1946 los condes deBarcelona se trasladaron a Estoril.Salieron de Lausana casi de madrugada,en automóviles con las luces apagadas,escoltados por un coche de la policía, y

se fueron en avión vía Londres.Los hijos fueron más tarde. Al

principio se quedaron a cargo de laabuela (la ex-reina Victoria Eugenia), enel palacete de Lausana. Todos menos«Juanito», a quien dejaron internado enel Colegio Maria Saint Jean deFriburgo. Sólo tenía 18 años, pero suspadres parecían sinceramentepreocupados por unos estudios que seestaban convirtiendo en una tortura. Lehabían dicho que si no sacaba buenasnotas, el fin de semana no le mandaríana ver a la abuela. Con Juan Carlosestaba su preceptor, Eugenio Vegas, quese quedó en un hotel de la ciudad.

En Estoril, mientras tanto, existíanpresiones de la embajada españolasobre el gobierno portugués para que noles ampliaran los visados de estancia enPortugal y dificultaran la llegada desdeSuiza de los cuatro niños. Por estemotivo, para intentar solucionarlo, el 15de marzo Don Juan recibió la visita deJuan March. March tenía variasempresas de navegación y hablaron deorganizar el viaje en barco de los niños,puesto que no podían atravesar Franciay España. March era, además, quienayudaba a sobrevivir a Gil-Robles, otroexiliado en Estoril y colaborador deDon Juan, al haberlo colocado como

abogado de Explosivos Trafaria, unaempresa que dependía de ExplosivosRío Tinto. Por su parte, Don Juanpresionaba a Salazar, amenazando conel escándalo que supondría su expulsión,porque no se iría voluntariamente.

Las relaciones con Nicolás Franco,entonces embajador de España enPortugal, de quien había de obtenerautorización para que vinieran sus hijos,fueron tensas. En abril se reunieronNicolás Franco y Salazar. El embajadoradvirtió que Franco considerabainconveniente la estancia de Don Juan enPortugal, porque esto obligaría alGobierno español a vigilar

estrechamente a las personas que lequisieran venir a ver. Pero Salazarinsistía en el desinterés creciente deInglaterra y los Estados Unidos por lamonarquía y en lo inocua que era laestancia de la familia real Borbón.

Franco ponía como condición queDon Juan se retractara de lo que habíadeclarado en el Manifiesto de Lausana,pero Juan se negó. La ruptura conFranco era definitiva y la prensa lopublicó, tanto en Suiza como enPortugal.

Pero Don Juan seguía a su aire,estaba seguro de que la cuestión delvisado iba por buen camino y visitó el

palacete de Bel Ver, de los condes deFeijó, que quería alquilar cuandollegaran sus hijos.

También estuvo en Monte Estoril,que era mucho más grande que VilaPapoila, la primera casa donde vivió,que le habían dejado los marqueses dePelai. Bel Ver se correspondía más consus aspiraciones. Tenía piscina yespacio para los caballos. En Lausana,mientras tanto, hacían y deshacían lasmaletas.

Para ir adelantando trabajo antes quelos niños llegaran, los condes sedecidieron a comprar los muebles ycuatro furgonetas bensen; y también

diversos turismos, uno de los cuales eraun Bentley de cuatro puertas.

El viaje de los niños desde Lausanaa Estoril tuvo lugar a mediados de abrilde 1946. Los dos niños, «Juanito» yAlfonso, eran considerados comoposibles herederos y se decidió queviajaran en aviones separados paraasegurar la continuidad sucesora en casode catástrofe. Primero voló Alfonso consus hermanas, y dos días después lo hizo«Juanito» con su abuela hasta la escalade Londres. Pero «Juanito» sólo iba aEstoril de vacaciones, no para quedarse.Tenía que volver al internado. Suestancia en Estoril, sin embargo, se

prolongó por problemas de salud, unaintoxicación persistente, que retrasó suprimera comunión y el retorno aFriburgo hasta noviembre de 1947. Elcolegio al que debían asistir en Estoril,incluido «Juanito» cuando hacíaestancias más o menos largas, quefueron varias, era la Escuela dasReligiosas do Amor de Manantiales. Eraun centro de acogida de niños, querecibía indigentes de la zona y niñospobres de las colonias portuguesas.

Pero ellos ni se enteraron, porque seformó un grupo de 7 u 8 niñosespañoles: los hermanos Eraso, losArnoso, los hijos de Gil-Robles y los de

otros colaboradores de Don Juan. Era laúnica opción para que estudiaran conprofesores españoles, porque del otrocolegio que había, el Instituto Españolde Lisboa, era director Eugenio Montes,que por su relación con la Falange y porsu dependencia del Gobierno español nogozaba de la simpatía de Don Juan. Lasmonjas del Amor de Manantialespertenecían a una congregación fundadaen Zamora y eran españolas. Además, elcolegio estaba muy bien situado, junto ala plaza, cerca de Monte Estoril.

Pero «Juanito» fue sometido a unadisciplina especial. Su preceptorcontinuó siendo Eugenio Vegas Latapié,

a quien se puso una casa, VilaMalmequer («margarita»), un chaléofrecido por los propietarios, losmarqueses de Pelai, que también leshabían dejado Vila Papoila comoresidencia en un primer momento. Conprofesores especiales, «Juanito» pasabalas mañanas y las tardes estudiando. «Alpobre, muchas veces sólo le veíamos envacaciones», recuerda la infantaMargarita. Incluso en verano, tenía quepasar horas y horas en Malmequer. AMargarita, su hermana ciega, también lepusieron una profesora especial, lapolaca madame Petzenick. En mayo de1946 su madre la había traído a Fátima

para implorar «la gracia de iluminar susdulces ojitos apagados», según lo quepublicó el diario ABC. Pero no habíanada que hacer. Aparte de ciega,Margarita era bastante extravagante. Undía explicó un chiste sobre Franco quehabía escuchado, y Don Juan le dio unasonora bofetada delante de todo elmundo.

Cuando eran niños, «Juanito» y susamigos hacían brincadeiras (bromas) acosta de ella. Cuando nadaba en la playade Tamariz, le decían «más a laizquierda, más a la derecha», y ellanadaba con seguridad, sin ningún temor,mientras su hermano y sus amigos se

partían de risa. «Juanito» también lehacía bromas cuando intentaba pescar,tirando disimuladamente del hilo de lacaña: «¡Margarita, que ya pican, yapican!»

El 1947, cuando «Juanito» teníanueve años, para él los reyes seguíansiendo magos que traían juguetes a losniños: «Queridos Reyes: os escriboporque a lo mejor me traéis algo. Peroos digo que si no he sido bueno no tenéisque darme nada. Sólo carbón. Si mepermitís, voy a pedir unas cositas parael 6 de enero: una escopeta de airecomprimido, una pistola con balines yuna cosa que se pone en los oídos con

una antena que se puede oír la radio».Los monárquicos de Bilbao le regalaron,aquel año, un balandro para aprender anavegar, el Sirimiri. Fue su primerbarco. Más tarde supo que diferentesreyes en paro forzoso pasaban a menudopor su casa, sin que fuera el 6 de enero.

Días de «dry Martini» yrosas

La vida que los condes de Barcelonay sus hijos llevaban en Estoril, aunquese trataba del exilio y teóricamenteestaban sin ingresos, no fueprecisamente un infierno. Cada semana ocada mes, representantes de la noblezaespañola se trasladaban a Portugal parahacer turnos y asistirles comomayordomos. La marquesa de Pelai,acostumbrada a tener gastos importantescomo financiar la CEDA, les habíadejado gratuitamente dos palacetes: uno

para vivir, y otro, Malmequer, para quemontaran aquella especie de colegioparticular sólo para «Juanito», a quiensus padres veían que le hacía falta todala ayuda que pudieran conseguirle.Además, Juan March consiguió quePedro Galíndez Vallejo, otro altruista,les cediera un velero de 30 toneladas y26 metros de eslora todos los veranos,con tripulación y con todos los gastospagados, del cual disfrutaron durante 17años, hasta que el barco se murió deviejo.

Al médico de la familia, el doctorLoureiro, tampoco le pagaban nada. JuanCarlos iba a menudo a la consulta, no se

sabe por qué motivo, y cuando ya eraadolescente y salía con sus amigos ytomaba cerveza u otros bebidas, le pedíaque le diera algo para que en casa nonotaran que estaba alegre.

La Casa Real de los Borbón pasabalos días en una actividad febril. Iban alpicadero de la Sociedad Estoril Plage,de caza a Herdade don Pinheiro o alCondado da Palma; a practicar el tiro depalomos; a jugar al golf por las tardescon contrincantes como el embajador delos Estados Unidos, entre otros, en elClub de Golf de Estoril; al Casino…

Dicen que las relaciones entre DonJuan y Nicolás Franco, hermano mayor

del Caudillo y embajador en Portugal,siempre fueron muy difíciles. Pero locierto es que, una vez normalizada laresidencia de la familia Borbón enEstoril, pasaron a saludarsecordialmente, y los descendentesrespectivos —Juan Carlos de Borbón yNicolás hijo— hicieron una granamistad que duró muchos años. Fue tanintensa que en la década de los setentase pusieron a colaborar juntos en losprolegómenos de la Transición.

El embajador, cuando le preguntabanpor la relación, decía: «Me encuentrofrecuentemente con Don Juan, primeroporque me gusta beber whisky, y

segundo porque así evito que lo haganotros con ideas conspiradoras». Asícomo a la esposa del Conde deBarcelona, Doña María, le iba el OldFashion (un combinado de whisky delCanadá, un terrón de azúcar, gotas debíter amargo, unas lonchas de limón ynaranja, hielo y una cereza), se sabe queal conde de Barcelona le gustaba beber«dry Martini». A veces en el bar loscamareros comentaban: «Ahora nopuede más». Pero siempre podía. Loscamareros decían entre ellos «un dryMartini de medida rey», porque sucóctel, en lugar de una copa de ginebra,llevaba dos (dos terceras partes de

ginebra, un poco de vermut francés, unagotita de whisky y mucho hielo).Siempre lanzaba unas carcajadassonoras que llamaban la atención, dondequiera que estuviese.

En medio de la vorágine festiva dela familia, hasta el espía que losservicios secretos de Salazar le habíanpuesto para estar informadospuntualmente, Joao Costa, queoficialmente ejercía comoguardaespaldas, resultó ser un personajesimpático, que encajaba bien con elresto de la troupe.

Antes de ser policía había trabajadoen el circo como trapecista y, cuando

estaba de buen humor, hacía saltosmortales en el jardín para distraer a losniños.

El día de su santo, en una costumbreque después heredó su hijo «Juanito», elconde de Barcelona celebraba grandesfiestas. Y como todo el mundo queríasalir en las fotos con él, Don Juan hacíaavisar a un fotógrafo profesional, CésarCardoso. Pero después Don Juan tenía lacuriosa costumbre de llevar las compraspersonalmente: él mismo iba a recogerlas copias al fotógrafo, se las comprabay después las revendía a los invitados.Hacía lo mismo cuando losfotografiaban en grupo en Villa Giralda

o en el Club de Golf.La familia real Borbón no era la

única que se había instalado en Estorilen aquella época de «dry Martini» yrosas. El vecindario no podía ser mejor.Aparte de residentes de lujo como elalmirante Nicolás Horty (que había sidoregente de Hungría y había combatido afavor de Alemania en la Segunda GuerraMundial, posteriormente acusado decrímenes de guerra y liberado en 1946con tal de vivir siempre en el exilio), elbarrio de Monte Estoril estaba lleno depalacetes habitados por reyes en elexilio. Como el rey Carol de Rumanía ysu esposa, la presunta familia real de

Francia, la de Bulgaria, la del Brasil…Y también la del ex-rey de Italia, VíctorManuel, con toda su prole, que habíatenido que abandonar su país en 1946,tras el referéndum que puso fin a lamonarquía, acusado de connivencia ysimpatía hacia Benito Mussolini. Todosvivían felices esperando tiemposmejores. El barrio tenía tantas figurasque hasta los jugadores de mus solíandecir: «Tiene más reyes que Estoril».

La familia de Don Juan teníarelación, sobre todo, con los italianos ylos franceses. Eran amigos, se tratabande tú, hacían excursiones juntos, sevisitaban asiduamente, asistían en grupo

a los mismos espectáculos y sitios derecreo, tenían profesores comunes paralos hijos.., y los niños de Don Juan,como era lógico, tenían que compaginartoda esta vida con los estudios, primeroen el colegio de las monjas de Zamora ymás tarde en los Salesianos. En losSalesianos, a «Juanito» le explicabanlas lecciones aparte de los demás niños,en el despacho del padre Valentini.Además, seguía con las clasesespeciales en Malmequer, tanto enverano como en invierno, y con lapresencia constante de la sombra de supreceptor, Eugenio Vegas Latapié, quele abucheaba a diestro y siniestro. Un

día le dijo: «Por este camino, nuncapodrá ganarse la vida. Y tal como estáel mundo, todos debemos prepararnospara poder trabajar de un modo u otro«.»Juanito» se quedó muy afectado y aldía siguiente desapareció. Cuandovolvió a Villa Giralda, dijo que habíaestado recogiendo pelotas en el Club deTenis y le enseñó a su preceptor unpuñado de monedas que tenía en lamano: «Tú creías que no me podía ganarla vida… Claro que sí». La de laspelotas fue la única actividadremunerada en la que tuvo que doblar laespalda, que recuerden quienes, hastahoy, han hecho públicas sus memorias.

Aparte del hecho de que «Juanito»no era demasiado listo, dicen los amigosque tuvo en aquella época que tampocoera atrevido y no solía tener éxito conlas mujeres. Cuando ya era adolescente,aunque durante la semana prácticamenteno le veían porque tenía que estudiarmucho, los fines de semana le dejabansalir algo e iba a bailar a una boitellamada Ronda. A pesar de lasdificultades, tuvo varias «novias». Enprimer lugar, Chantal de Quay, una belgamuy adelantada y moderna para laépoca. También vivió una pasiónprofunda por una tal Viky o Piky, de lafamilia Posser de Andrade, que le acabó

robando su amigo Babá Arnoso. Pero lamás importante fue María Gabriela deSaboya, la segunda hija de las tres quetenía Humberto, aspirante al trono deItalia. La hermana mayor, María Pía,tenía fama de inteligente; la pequeña,Titi, de alocada; y Gabriela, de«paradita», de ser «la más sosa»,aunque era, eso sí, la más guapa de lastres.

Así vivieron, matando el tiempo, enla que para el resto de Portugal fue ladura etapa de la dictadura de OliveiraSalazar. A finales de los años cuarenta ydurante los primeros cincuenta, en elmargen sur del río Tajo, zona industrial

con abundante población obrera, «elcinturón rojo» del Alentejo, habíahuelgas y manifestaciones constantes. Ladetención, tortura, juicio y condena acadena perpetua del líder comunistaAlvaro Cunhal en 1950 fue uno de lospuntos culminantes. Lo que para lasclases dominantes en el exilio era elparaíso significaba un campo deconcentración de mordaza y miseriapara la población lusitana.

El ruido de la lucha de clases casino llegaba a la residencia de los condesde Barcelona. Tras Bel Ver, dondevivieron desde l abril de 1946 hastafinales de 1947, se fueron a Villa

Giralda. No se sabe con qué dineroconsiguió comprársela a los Figueredoel supuestamente arruinado Don Juan.

Pero no debieron darse demasiadaprisa, puesto que antes de trasladarsedefinitivamente, en 1948, hicieron unasobras importantes para habilitarla queduraron casi un año. Villa Giraldaestaba rodeada de un jardín de más de3.000 metros cuadrados, contaba con 51habitaciones y una terraza que miraba ala costa de Cascais. Cabían hasta 400personas, a juzgar por algunas fiestasque tuvieron lugar allí. Muy sensibles ala realidad social, los condes deBarcelona formaban en el jardín, una

vez por semana, una ordenada fila depobres, a quienes daban de comer. Nose sabe si las sobras de los ágapesreales o un menú de puchero para sans-culottes.

CAPÍTULO 3

MONEDA DE CAMBIO CON ELFRANQUISMO

Negociando con el Régimen

Algunas de las 51 habitaciones deVilla Giralda se utilizaban comooficinas de la secretaría de Don Juan,que seguía con sus actividades político-conspirativas. No estaba allí sólo paradarse la gran vida. Entre otrasocupaciones, rodeado por el consejoprivado que había formado, aparte deredactar comunicados y manifiestos, sededicaba a negociar con el Régimen deFranco. Para ello no dudaba incluso enutilizar a sus hijos herederos comomoneda de cambio, para ir consolidandola idea de la restauración monárquica,

un objetivo al que no renunció nunca.Posturas internacionales como laretirada de los embajadores extranjerosde España, tras la condena de la ONU alRégimen de Franco, le permitíanconservar la esperanza. Franco tambiéntenía gestos de buena voluntad, hacia losaliados y hacia Don Juan. En 1947convirtió oficialmente a España enReino, con la Ley de Sucesión dictadaen marzo y ratificada mediantereferéndum el 6 de julio.

Un reino sin rey

Toda una paradoja. Además, a partirde este momento, el Gobierno franquistaempezó a pasar una renta anual de250.000 pesetas a Victoria Eugeniacomo reina viuda. No hay constancia deque también pasara alguna renta a DonJuan, que en todo caso recibía ayuda denobles y empresarios con elconsentimiento del Régimen.

Pero los gestos de Franco no eransuficientes para el aspirante al trono. LaLey de Sucesión no le gustó nada yrespondió con el Manifiesto de Estoril,el 7 de abril, en el que descalificaba el

proyecto: «[…] sin comprender que lahostilidad de que la Patria se vienerodeando en el mundo nace en su mayorparte de la presencia del General Francoen la Jefatura del Estado, lo que ahorase pretende es pura y simplementeconvertir en vitalicia esa dictadurapersonal […]». Un poco más tardeinsistió, además, en las famosasdeclaraciones a The Observer que sepublicaron el domingo 13 de abril y queabrían a tres columnas la primera páginadel número 8.133. Decía que no teníaque rectificar nada del Manifiesto deLausana de 1945. Ya no esperaba nadade Franco y muy poco de los aliados,

que le habían dejado colgado: «[…]echo de menos», decía, «por parte de laspotencias occidentales […], una visióndiáfana de los medios que hace faltaponer en práctica para evitar que seprolongue el actual aislamiento deEspaña». Y empezaba a buscarabiertamente la complicidad de losopositores al Régimen: «Todos losindividuos y entidades que se muevan yactúen dentro de la legalidad disfrutaránde idénticas libertades. La Monarquíatendrá que reconocer los derechospolíticos y sociales de todos losespañoles sin distinción de clases, y suefectividad podrá mantener un parangón

airoso con los de los países másprogresivos». Incluso les prometía unreferéndum: «[…] seré el primero endesear y pedir esta confirmación de lavoluntad de España tan pronto como lascircunstancias lo permitan». Susiniciativas, sin embargo, no acababan detener éxito. Desde luego, en España elpueblo no salió a la calle para exigir elregreso de Don Juan. Las potenciasextranjeras tampoco decidierondesembarcar. Y en cuanto a Franco, loúnico que consiguió Don Juan fueenfadarse con los miembros de suconsejo privado, que tan mal le habíanasesorado.

Entonces Vegas Latapié estaba enFriburgo, acompañando como preceptora Juan Carlos, a quien, en un planeducativo más que complicado, le habíatocado volver temporalmente alinternado. En julio presentó la dimisióncomo miembro de la secretaría políticade Don Juan, no se sabe muy bien siporque ya no aguantaba más la tensiónde las persecuciones políticas, o pordesavenencias con la línea que Don Juandecidió seguir tras el fracaso delsegundo manifiesto. Aunque, durantealgún tiempo, todavía continuóacompañando al príncipe. Después,tomó el relevo como preceptor Luis

Roca de Togores, vizconde deRocamora.

En enero de 1948, Juan Carlos,todavía en Friburgo, tuvo que serinternado 15 días en un hospital a causade una otitis. Hubo una intervenciónquirúrgica posterior sobre la cual setienen pocos datos.

Aparte de esto, tenía dificultades enla oreja izquierda por lesionesgenéticas, hereditarias.

El mismo mes de enero Don Juan sepreguntaba: «Bueno, y ahora ¿quéhago?». Y fue Sainz Rodríguez quiénasumió la responsabilidad deaconsejarle. «Señor, Franquito está tan

consolidado como el Monasterio delEscorial. No hay quien lo mueva», ledijo. A pesar del aislamientointernacional al que lo tenían sometido,el dictador continuaba dispuesto a nodejar el poder. Pero sí que parecíapredispuesto a continuar la política degestos iniciada con la Ley de Sucesiónpara intentar romper el asedio. «Paraque le dejen de tratar como a un maricóncon purgaciones», explicó SainzRodríguez a Don Juan, «VuestraMajestad tiene una baza en las manos,vital para Franco: Don Juanito. Juéguelaa fondo». Aceptar a Juan Carlos enEspaña podría servirle a Franco para

demostrar al mundo que estabaempezando a pensar en el futuro, y aDon Juan tampoco le costaría tantorenunciar a un hijo que, de todos modos,ya estaba lejos de él la mayor parte deltiempo. Sainz Rodríguez utilizó toda laretórica de la que disponía paraconvencerle: «Le lamerá el culo aVuestra Majestad cuantas veces hagafalta para tener a Don Juanito enEspaña», le aseguró.

El 25 de agosto de 1948 Don Juan yFranco se reunieron en el yate delCaudillo, el Azor, cerca de SanSebastián. Juan acudió con su barcoprestado, el Saltillo. En el camarote del

Azor, a solas, el aspirante al trono y eldictador hablaron durante horas yacordaron que el príncipe se instalase enEspaña para estudiar el bachillerato.Franco aceptó sin objeciones losprofesores escogidos por Don Juan, y secomprometió a permitir propagandamonárquica en los diarios ABC y Diariode Barcelona.

A Don Juan no le gustó el texto quesalió en los medios de comunicaciónespañoles el 29 de agosto.

Y de pronto, tras el verano, decidiónuevamente enviar a Juan Carlos aFriburgo. Sólo fue una estanciatemporal, hasta que Don Juan consiguió

que los diarios del Régimen publicaranun comunicado en el que se precisabaque nunca había tenido el proyecto deabdicar en favor de su hijo. Tras elperiplo de Suiza a Estoril y de Estoril aSuiza, Juanito volvió de nuevo aPortugal para iniciar desde allí el viajea Madrid. De tanto ir y volver, empezóel curso con un poco de retraso.

Primer viaje a Madrid

Su primer viaje a España convirtió aJuanito en Juan Carlos, paradiferenciarlo de su padre y congraciarlocon los carlistas. El 8 de noviembre de1948, el duque de Sotomayor, JoséAguinaga, el conde de Orgaz, MercedesSolano y el vizconde de Rocamoraacompañaron a Juan Calas hasta Madriden el Lusitania Express. Fue una salidadiscreta, siguiendo las instrucciones delembajador Nicolás Franco, sindespedidas, excepto las de la familia.Conducía el tren el conde de Alcubierre,vestido con la camisa azul y la gorra de

ferroviario (entonces los ingenieros decaminos podían conducir trenes; en otrosviajes posteriores, lo condujo el condede Ruiseñada).

Además del conductor aristócrata,Juanito contaba con un vagón especial,que Renfe envió desde España para laocasión. El tren salió a las 8 de la tarde.Para darle la bienvenida, que no tuvolugar en Madrid sino en la estación deVillaverde, estuvieron el conde deFontanar, el marqués de Casa Oriol, elsacerdote Ventura Gutiérrez y JulioDánvila, que fue su primer preceptor enEspaña. Se trataba de un grupo deseñores vestidos de negro, con la alegría

del franquismo en el rostro. Cuandollegó, lo trasladaron directamente alCerro de Los Angeles; y allí, misa,comunión y ofrenda al Sagrado Corazón.

Unas cuantas semanas después, el 24de noviembre, lo llevaron al Pardo avisitar por primera vez a Franco, que lorecibió como quien recibe a un nieto,pero tratándole de alteza. Para elpríncipe fue como ir a ver a un artista decine. Le pareció «más bajito que en lasfotografías, tenía barriga y me sonreíade una forma que me resultó poconatural». Le preguntó cómo le iban losestudios y, para comprobarlo, le pidió lalista de los reyes godos. También si le

gustaba cazar, y le invitó a acompañarloa Aranjuez para practicar el tiro defaisanes, antes de que se fuera devacaciones a Estoril. Le prometió que leregalaría una escopeta para la ocasión.El pequeño príncipe también saludó a«la señora». Y Franco también recibióal médico encargado de hacer unseguimiento clínico del príncipe,Heliodoro Ruiz (hijo del profesor degimnasia del mismo nombre).

No fue a un colegio convencional,sino que montaron uno especial para él,Las Jarrillas, una finca propiedad deAlfonso Urquijo situada a menos de 20kilómetros de Madrid, cerca de un

cuartel militar, en Colmenar Viejo. Paraque no estuviera solo, buscaron a unoscuantos niños de su edad, el mejor decada casa de la alta burguesía y laaristocracia, que dejaron los colegiosrespectivos para residir y estudiar conel príncipe: Carlos de Borbón y DosSicilias (primo), Alfonso Álvarez deToledo, Agustín Carvajal Fernández deCórdoba, Jaime Carvajal y Urquijo(marqués de Isasi), Fernando Falcó(marqués de Cubas), y Alfredo GómezTorres, José Luis Leal y Juan JoséMacaya y Aguinaga. Y también se tuvoque constituir un equipo especial deprofesores, dirigido por José Garrido,

un hombre de la absoluta confianza deDon Juan.

En la primera carta que escribió,«Juanito» contaba que había participadoen una cacería con Alfonso Urquijo yque había matado un jabalí. Don Juan secomunicaba poco con él, mucho menosque con sus otros hijos cuando estabanlejos. Sólo alguna carta en la que lerecomendaba que fuera respetuoso yobediente y que estudiara mucho.También autorizaba a los profesores deJuan Carlos para que le dieran algunareprimenda si lo creían necesario. No sequería que la llegada del príncipetuviera demasiada repercusión en el

interior. La situación política ya eracomplicada por sí misma.

Ante la necesidad de buscar unasalida al Régimen de Franco existíanvarios grupos de opinión. Por un ladolos opositores al «Régimen». Pero, entrelos adeptos, también había muchosgrupos antimonárquicos. El mismoFranco había participado en ladeslegitimación de la monarquía. Setrataba fundamentalmente de dos grupos:los carlistas (que defendían la opción altrono de Carlos Hugo), y la Falange, queentendía, en una suerte de disparateentre su discurso y su práctica, queEspaña no se tenía que desarrollar en un

terreno capitalista, y a la que nuncahabía gustado la Monarquía como formade gobierno .

Pero a Las Jarrillas sólo llegabanpersonajes muy escogidos. Uno de losvisitantes favoritos del príncipe era elgeneral José Millán Astray, tullido ytuerto por heridas de guerra y fundadorde la Legión, por el que Juan Carlossiempre sintió una fascinación enorme.Y, desde luego, los monárquicos. Veníana verlo los sábados, sobre todo señorasmayores que veían en él la reapariciónde Alfonso XIII. Se arrodillaban delantedel príncipe y le besaban la mano.Manuel Prado y Colón de Carvajal fue

alguna vez acompañado por su madre.

No sin su hermano

En el curso 1949-1950 Don Juandecidió que Juan Carlos estudiara enPortugal. El caso es que su situaciónpersonal no mejoraba demasiado con laestancia del príncipe en España. O notrataban bien a su hijo, lo despreciabancon la ausencia de noticias suyas en laprensa o, por el contrario, se producíanaquellos besamanos indecentes en laprensa franquista, que dejaba entreverque «Juanito» sería el sucesor directo deAlfonso XIII y que su presencia era unadelanto de la abdicación de Don Juan.Esto no lo podía permitir.

Así pues, Juan Carlos estudió aquelcurso en Malmequer, en Portugal. No sepudo traer a todo el equipo decompañeros de estudios de Las Jarrillas,pero sí fueron Jaime Carvajal conalguno más para que no estuviera solo y,claro está, algunos profesores, JoséGarrido y el padre Ignacio Zulueta, quese trasladaron desde Madrid paraproseguir la formación del niño. Elseñor Monllor, un profesor del InstitutoEspañol de Lisboa, iba todos los días aEstoril para colaborar con ellos.

Aunque el equipo de profesoresestuvo todo el año dedicado en cuerpo yalma a Juanito, no hizo un buen curso y,

tras cuatro semanas de vacaciones, afinales de julio volvieron los profesorespara preparar los exámenes deseptiembre, que tuvieron lugar en elinstituto de San Isidro de Madrid, paraque tuvieran validez oficial.

En el curso siguiente se volvió aplantear la cuestión. La ausencia de«Juanito» de España había hecho queempezara a ondear la bandera de Jaime,que en diciembre de 1949 reafirmóinesperadamente sus derechos al trono,alegando que la renuncia de 1933 notenía valor legal. Esta decisión afectabafundamentalmente a su hijo Alfonso, queen 1947, cuando España se convirtió en

reino, había sido postulado comoposible sucesor al trono. Don Juanrecapacitó. Pero si el argumento era queel heredero se había de educar en supatria y no en el extranjero… entoncesera mejor que su hermano Alfonso fueracon él.

Como respuesta a esto, a finales de1952 Franco convenció a Don Jaime dela necesidad de que su hijo Alfonsotambién se educara en España bajo susupervisión. Y el Dampierre se trasladópara estudiar Derecho en la Universidadde Deusto primero, y en el Centro deEstudios Universitarios (CEU) deMadrid después.

Don Juan decidió que sus hijosestudiaran en Donostia, en el palacio deMiramar, que había sido residenciaveraniega de la familia real a finales delsiglo XIX y principios del XX. Francohabía anulado el decreto por el que lafamilia real había perdido laspropiedades con la llegada de laRepública, de manera que en aquelmomento era de Don Juan, comoherencia de su padre. Enviar a los niñosera como tomar posesión del palacionuevamente. Aunque entonces seargumentó que, si se instalaban allí, erapara distanciarse de Franco. La ventajadel Caudillo, por otro lado, quedó clara

cuando el 4 de noviembre de 1950 laAsamblea General de las NacionesUnidas votó que los embajadoresvolvieran a Madrid.

En Miramar se organizó de nuevotodo un centro escolar, a la manera delde Las Jarrillas, sólo para los infantes.Se trasladó a un grupo de alumnosescogidos por Don Juan, la mayoría delos cuales eran hijos de amigos suyos. Yse constituyó un equipo de profesores,reincorporando a algunos profesoresanteriores: Aurora Gómez Delgado,Angel López Amo (que ya había sidoprofesor de Juan Carlos en Suiza),Carlos Santamaría, el comandante Díaz

Tortosa para la educación física, elpadre José María Galarraga y losprofesores de idiomas. Pero como al finy al cabo era bastante irregular, de vezen cuando iban catedráticos de Madrid aexaminarlos.

Durante los cuatro cursos que losniños estudiaron en Miramar, Francocontinuó progresando en sus relacionescon Estados Unidos. El 26 de agosto de1953 se firmó el pacto de Madrid, envirtud del cual se instalarían tres ocuatro bases militares en territorioespañol.

Los veranos los pasaban en Estoril.El hermano listo, Alfonso, de

vacaciones; y «Juanito», acompañado delos profesores José Garrido y el padreZulueta, que después de un mes dedescanso iban también a Portugal, aMalmequer, para la versión veraniegadel colegio, a cumplir un mínimo diariode cuatro horas de clases y estudio.

La despedida de fin de curso dejunio de 1954 fue un poco especial. Alfin, «Juanito» había acabado losestudios de bachillerato. No se sabíaqué pasaría después, de manera que«Juanito» y su hermano Alfonsovisitaron al Generalísimo paradespedirse, casi como una amenaza, y ledieron las gracias por el hecho de

haberse educado en su patria. En verano,para celebrar la graduación, «Juanito»viajó con toda la familia en el Saltillo,el barco que Don Juan había recibidoabsolutamente gratis, para reunirse conla reina Federica de Grecia en uno deaquellos cruceros que organizaba al marEgeo con el fin de arreglar matrimonios,en el yate Agamenón, para que losmiembros de las diferentes familiasreales mantuvieran contactos y, de paso,para promocionar el turismo en la zona.Sorteaba los sitios en las mesas delcomedor con unas papeletas y unosnúmeros. Aquél fue el primero encuentrosin enamoramiento repentino entre Juan

Carlos y Sofía de Grecia. Lo cierto esque en aquel yate también iba Gabrielade Saboya.

Educación militar

Tras el bachillerato, Don Juan teníala intención de que «Juanito» estudiaraen la universidad belga de Lovaina, oeso decía. Envió una nota a Franco en laque se lo comunicaba, aunque pareceque nunca pensó poner en marcha unproyecto similar. La decisión de cederpara que continuara a España se imputóa sus consejeros, la mayoría de loscuales pensaban que, llegado aquelpunto, ya no había ninguna otraposibilidad. Pero antes Don Juan exigióuna nueva reunión con Franco.

No le importó esperar hasta que lo

consiguió. «Juanito» ya había perdido untrimestre de estudios cuando se fijó laentrevista para el 29 de diciembre de1954 en la finca de Las Cabezas, enSalamanca, que era propiedad de unhombre leal a Don Juan, el conde deRuiseñada. Acordaron que antes de queaccediera a la universidad, no estaríamal que «Juanito» pasara por las tresacademias militares: dos cursos en laAcademia General de Zaragoza, otrocon la Armada en Marín, y otro en SanJavier, con los aviadores.

También volvió a Madrid suhermano Alfonso, pero éste, sin el pesomuerto de la educación especial de Juan

Carlos, se matriculó en un colegionormal parar continuar el bachilleratode una manera más convencional.

A los falangistas el plan no los gustónada. Consideraron que Franco seestaba comportando como un traidor.Todavía se enfadaron más cuandoSemana y los diarios ABC y LaVanguardia publicaron la primeraentrevista con el príncipe, el 15 de abrilde 1955, realizada por Giménez Arnau.Ese mismo mes, durante una conferenciasobre las monarquías europeas en elAteneo de Madrid, los falangistasdistribuyeron octavillas queridiculizaban a Juan Carlos y acabaron a

tortas con los juanistas. Poco tiempodespués, el príncipe fue abucheado en unconcurso hípico y, de nuevo, cuando sele ocurrió visitar un campamento deverano falangista. El malestar tambiénse hizo notar el 20 de noviembre de1955, durante el funeral por JoséAntonio Primo de Rivera, en elEscorial. «¡Franco, traidor!», le gritó elmaestro de escuela Francisco Urdiales,a quien después abofeteó el directorgeneral de la Policía. Al salir elGeneralísimo, entre la guardia querendía honores alguien más vociferó:«¡No queremos reyes idiotas!», que porlo general era la consigna de los

falangistas contra «Juanito».Para la primera etapa, la de

preparación para el ingreso en laAcademia General Militar, se nombrópreceptor del príncipe al general CarlosMartínez Campos, duque de La Torre.También se incorporaron a su equipootros militares, entre los cuales estabanAlfonso Armada (ex-combatiente de laDivisión Azul, que más tardeorganizaría la primera SecretaríaGeneral de la Casa del Príncipe y, conlos años, el golpe de Estado del 23-F),como ayudante del duque de La Torre;Nicolás Cotoner, marqués de Mondéjar(condecorado por su participación en la

batalla del Ebro), que, de profesor deequitación, con el tiempo pasaría a serjefe de la Casa; y el comandante CabezaCalahorra (que más tarde fue co-defensor del teniente general Milans delBosch en el proceso del 23-F). En elequipo también había civiles: AngelLópez del Amo, miembro del Opus Dei,catedrático de historia, que ya habíasido profesor del príncipe en LasJarrillas; y un cura, en este caso el padredominico Aguilar. Aparte de esto, todoslos días iba a clase al Colegio deHuérfanos de la Armada.

Pocos meses antes, el duque de LaTorre había comentado en una comida

que el príncipe buscaba casa, comoresidencia temporal mientras seprepararaba para ingresar en lasacademias militares. Y los marqueses deMontellano (padres del marqués deCubas, que había estudiado con elpríncipe en Las Jarrillas) ofrecierongenerosamente su palacio de laCastellana en el solar que hoy ocupa laUnión y el Fénix. Al duque de La Torrele pareció una idea estupenda: caso deque el príncipe aceptase el ofrecimiento,debían abandonar la casa. Ya no habíaposibilidad de dar marcha atrás.

Los marqueses de Montellanotuvieron que dejar todo el servicio y el

personal a disposición de «Juanito» eirse a un piso de alquiler…, perocontentos de que esto contribuyera ahacer méritos como futuros cortesanos.El príncipe estuvo en Montellano desdeenero hasta junio de 1955. La «Casa»vivía de una subvención de laPresidencia, pero los Montellanopagaban una gran parte de los gastos demantenimiento.

De vez en cuando recibía visitas desu hermano, de Gabriela… o depersonajes importantes que le queríanconocer, como monseñor Escrivá deBalaguer. Él también hizo algunasvisitas, dos de ellas al general Franco,

en el Pardo. Los domingos, tras la misa,hacía excursiones o se iba a cazar conNicolás Cotoner. En una de aquellasexcursiones, especialmente accidentada,fueron al castillo de Mota. El príncipeiba con Mondéjar y Emilio GarcíaConde, que tenía un Mercedes quedejaba conducir al príncipe, aunque ésteno tenía carné. En Olmedo, Juan Carlosatropelló a un ciclista. No fuedemasiado grave. Apenas unasmagulladuras. Los acompañantes delpríncipe resolvieron el problema conunos cuantos billetes, «para quearreglase una rueda y se comprase unpantalón nuevo». Y así eludieron el

hecho de tener que comunicarlo a laGuardia Civil. El duque de La Torrequedó muy preocupado y, unos cuantosdías más tarde, entregó a Juan Carlos,como regalo de aniversario y sindemasiados trámites más, un carné deconducir. Para que fuera una sorpresa,lo introdujo en sobres, uno dentro deotro, cada vez más pequeños, en los queponía «reservado», «confidencial»,«secreto», «máximo secreto»…, y asísucesivamente. Y al príncipe, que tenía18 años pero era muy infantil, le hizomucha gracia.

Igual que en el asunto del carné deconducir, Franco opinaba que para

ingresar en la academia militar era unatontería que se tuviera que presentar alos exámenes estipulados. Pero esta vezel duque de La Torre insistió. Eso sí, loshizo fuera de plazo, con un poco deretraso respecto a la convocatoriaoficial para los demás alumnos, porqueseguía el programa con cierta lentitud.Cuando se incorporó como cadete a laAcademia de Zaragoza (la misma que laRepública se había encargado de cerraral poco de proclamarse, en 1932,cuando precisamente era director elgeneral Francisco Franco), le acompañóel duque de La Torre. El mismo día quejuró bandera (ABC le dedicó la portada,

autorizada expresamente por Franco), el15 de diciembre de 1955, Españaingresaba en las Naciones Unidas con55 votos a favor y las abstenciones deMéxico y Bélgica. La Unión Soviéticano ejerció su derecho de veto a cambiode que Estados Unidos tampoco loejerciera en la incorporación deMongolia. Así pues, hubo un empateacordado: España por Mongolia.

CAPÍTULO 4

EL CASO DE ALFONSO, EL«SENEQUITA»

El caso de Alfonso, el «Senequita»como le llamaban todos, fue un breveparéntesis en la formación militar deJuan Carlos. Alfonso era el hermanopequeño de Juan Carlos, aunque sumadre siempre se refería a él como sifuera al revés, llamando por sudiminutivo al mayor y no al más joven.

«Mis queridos Juanito y Alfonso»,encabezaba las cartas que les enviaba alos dos desde Villa Giralda durante elcurso de 1955, sólo un año antes de lamuerte de Alfonso. Lo cierto es que enbase al contenido, si se hubiera deapostar por lógica, se apostaría por elhecho de que Juanito era el pequeño.

Era un joven muy sensible, que seemocionaba y llegaba a llorar cuando leaplaudían en un acto público. Pero ni eluno ni el otro eran ya tan niños. Cuandotuvo lugar el trágico suceso, Juan Carlosya había cumplido 18 años, y Alfonso14.

Nadie pone en entredicho queAlfonso era el inteligente y el favoritode Don Juan en más de un sentido.Jugaba al golf como él y, además, muybien. Y quería ser marino cuando fueramayor, siguiendo sus pasos. Estabaprevisto que al año siguiente Alfonsoingresara en la Escuela Naval deMarina. Juan Carlos, en cambio, aparte

de un pésimo jugador de golf, deportedel que no disfrutaba en absoluto, habíasido un niño difícil, siempre condenadoa estudiar a doble jornada para intentarseguir el ritmo que correspondía a suedad. Hay personas que dicen que era«muy distraído»; otras, que las«deficiencias» con respecto a suformación se debían a las agitadascircunstancias familiares. Otras, que eraun estudiante «notable» y que supreparación especial se debía a unexcesivo celo por parte de sus padresporque estaba destinado a ser rey. Perosu hermano, el «Senequita» Alfonso, noparecía afectado por ninguna de estas

razones. Tenía carta blanca. Todo elmundo decía que había salido como supadre, mientras que Juan Carlos seasemejaba más a su madre. Hay genteque piensa que si no se hubiera muerto,Alfonso habría sido escogido por DonJuan para sucederle, por la misma razónque Franco se había fijado en «Juanito»porque lo consideraba más manejable,justo en la línea de lo que necesitabapara dar continuidad al Régimen bajo ladirección de sus seguidores.

En 1956 los dos hermanos estabanen España, aunque en sitios diferentes:Alfonso en Madrid, en el Colegio SantaMaría de los Rosales, estudiando el

bachillerato, y Juan Carlos en laAcademia Militar de Zaragoza, comocadete. Aquella Semana Santa, el 22 demarzo viajaron los dos hacia Estoril devacaciones en el Lusitania Express.Tenían pensado volver a Madrid el 2 oel 3 de abril.

Alfonso tenía que participar en untorneo infantil de golf (Taça ViscondePereira de Machado, en el Club de Golfde Estoril). Precisamente el JuevesSanto, día 29, jugó la semifinal y seclasificó. Su padre no cabía en sí degozo. La final sería el sábado siguiente,pero ya no la pudo jugar. Aquella mismatarde, tras el torneo, todos los miembros

de la familia acudieron juntos, hacia las6 de la tarde, a los oficios de la iglesiade Santo Antonio, como de costumbre, ydespués se fueron a Villa Giralda. Aqueldía no había servicio, porque erafestivo. Los dos hermanos estabanjugando solos en el piso de arriba.

La condesa charlaba con unasamigas en la salita y Don Juan hacíatiempo en su despacho hasta la hora decena, momento en que sintieron undisparo seguido de unos gritos. La balale entró por la nariz y fue directamenteal cerebro. Procedía de una pistolaautomática Long Star de calibre 22, queles había regalado, según algunas

versiones, el conde de los Andes y,según otros, el general Franco, conmotivo del ingreso de Juan Carlos en laAcademia Militar de Zaragoza. Lamuerte del niño Alfonso fue inmediata.Juan Carlos avisó a su padre a gritos.Cuando Don Juan subió y vio cómo suhijo se estaba desangrando en el suelo,en aquel momento cogió la bandera deEspaña, la puso sobre el cadáver yexigió a Juan Carlos que, allí mismo,jurara que no lo había hecho apropósito. Se avisó urgentemente almédico de la familia, el doctor Loureiro,pero ya no se pudo hacer nada. Don Juanestaba fuera de sí. No podía soportar la

presencia de Juan Carlos. Aquellamisma noche se tomó la decisión, por elbien de todo el mundo, de que el sábado,inmediatamente después del entierro,volviera a Zaragoza. El duque de LaTorre, preceptor del príncipe, tuvo queir a salto de mata a Estoril parallevárselo.

Lo hizo a bordo de un avión militarDC-3 que pilotaba el coronel EmilioGarcía Conde. Juan Carlos fue alentierro con el uniforme militar puesto.En la capilla ardiente, el féretro fuecubierto con la bandera de Españaadornada con el escudo de la monarquía.Fue enterrado en el cementerio de la

Guía, a 8 kilómetros de Villa Giralda.Después Don Juan se fue al mar y tiró lapistola.

A la madre, María de las Mercedes,la tuvieron que ingresar en una clínicaalemana para que se recuperara de unaprofunda depresión. Amalia LópezSóriga, viuda de Ybarra, se ocupódespués de hacerle compañía y enjugarsus llantos, hasta que murió. Don Juan leexpresó su agradecimiento en un legadotestamentario con un recuerdo para suhijo, Fernando Ybarra.

La situación familiar tenía que serbastante tensa, porque la infantaMargarita, la ciega, también fue enviada

a Madrid aquel mismo mes de abril paraestudiar puericultura, y se quedó tresaños en España. Era la primera vez quevivía tanto tiempo alejada de sus padres.No volvió a Estoril hasta después de1959. También marchó de la casa el ayade todos los niños durante muchos años,la suiza Anne Diky, que había entradocuando nació Alfonso.

Durante un tiempo, no se sabe si poriniciativa propia o por sugerencia deDon Juan, Juan Carlos habló derenunciar a sus derechos e ingresar enuna orden religiosa, de meterse en unconvento, de hacerse cartujo… Pero,con el tiempo, le fue pasando el

disgusto. De hecho, al cabo de unospocos meses, cuando conoció a OlghinaRobiland, en el siguiente verano devacaciones en Estoril, Juanito no dabaseñales de tener el más mínimocomplejo. Estaba de luto, y llevaba unacorbata y una banda negras, pero nadamás. Ya se dedicaba a ir de fiestas,bailar, y despeinarse con chicas en laparte trasera del coche. No quería nihablar del asunto, eso sí.

Franco no dio el pésame a Don Juanhasta varios meses después, en mayo,aprovechando una visita de Dánvila(que entonces era el enlace entre Estorily el Pardo). Oficialmente, la Embajada

española distribuyó a través de EFE laversión de que el accidente había tenidolugar cuando Alfonso limpiaba el arma.Se le había disparado al propio Alfonso.Pero Estoril se llenó de periodistas y,pese a que todas las personas próximasrecibieron la consigna de no decir naday se vigiló muy particularmente a losniños para que no se fueran de la lengua,al poco tiempo la revista italianaSettimo Giorno publicó una versión quese aproximaba mucho más a la verdad,lo cual irritó a Franco profundamente.Más adelante el dictador comentó: «A lagente no le gustan los príncipes que notienen suerte». Posteriormente, cosas del

franquismo, en un libro titulado Lamoral católica apareció una historiamuy similar a la del príncipe y suhermano, como ejemplo para analizarlos límites de la responsabilidadpersonal, hecho que alarmó a losfranquistas que estaban enterados delasunto: «Dos amigos salan de caza; auno de ellos, manejando o limpiando suescopeta, se le dispara y da muerte a suamigo. ¿Qué circunstancias modifican laculpabilidad de la acción ?», sepreguntaba a los niños en los ejerciciosde la lección 3, después de haberseñalado rebuscadamente que «laresponsabilidad es el primer y principal

efecto del acto humano y consiste en laobligación de dar cuenta de los propiosactos y sufrir las consecuencias».

Al muerto no se le hizo nunca laautopsia. El hermano de Don Juan,Jaime, pidió una investigación, peroDon Juan no la consideró oportuna y nose llevó a a cabo. En un documentofechado en 1957, Jaime decía: «Variosamigos me han confirmado que fue misobrino Juan Carlos quien disparóaccidentalmente a su hermano Alfonso.Esta confirmación de la certidumbre queyo tenía desde el día en que mi hermanoJuan se abstuvo de citar ante lostribunales a quienes habían expuesto

públicamente tan terrible realidad, meobliga a solicitar de las jurisdiccionesnacionales e internacionales adecuadasque se proceda a la encuesta judicialindispensable para estableceroficialmente las circunstancias de lamuerte de mi sobrino Alfonso. Exijo quese proceda a esta encuesta judicialporque es mi deber de jefe de la Casa deBorbón y porque no puedo aceptar queaspire al trono de España quien no hasabido asumir sus responsabilidades».

Con motivo del primer aniversariode la muerte de Alfonso, el conde deRuiseñada decidió inaugurar un bustodel niño en su finca del Alamín y quiso

que Juan Carlos presidiera laceremonia. Pero cuando informó aFranco de su propósito, éste le sugirió aAlfonso de Borbón Dampierre comoalternativa al príncipe. Franco yaempezaba a pensar en él, o a amenazarcon él, para la sucesión. Le dijo alconde: «Quiero que le cultive usted,Ruiseñada. Porque si el hijo nos salerana, como nos ha salido el padre, habráque pensar en Don Alfonso».

Aquel mismo verano el Dampierreacudió a Estoril acompañado de unabogado, con la pretensión de que se leconcediera la condición de infante deEspaña. Pero no consiguió nada.

Don Juan no olvidó nunca al quehabía sido su hijo favorito. Su retratosiempre estuvo colgado en un lugar bienvisible en Villa Giralda. En una carta aFranco en 1961, todavía hablaba decuán significativo era el matrimonio yaanunciado de Juan Carlos «asegurandopara el futuro la continuidad de laDinastía, que era asunto que mepreocupaba hondamente desde ladesgraciada muerte de mi querido hijoel Infante don Alfonso (q.e.p.d.)».

En Octubre de 1992, por primeravez desde 1956, Don Juan habló a suhijo el rey de su hermano muerto.Entonces Don Juan tenía 69 años y ya

estaba desahuciado por un cáncer decolon. Pero no quería morirse sin verloen el Escorial. Juan Carlos no tuvo másremedio que acceder.

Los restos fueron trasladados desdeel cementerio de Cascais. Don Juansalió de la clínica para enterrarlo denuevo, treinta y seis años después, en lazona del monasterio destinada a losniños.

SEGUNDA PARTE

APRENDIENDO DE FRANCO

CAPÍTULO 5

SEDUCIENDO AL FRANQUISMO

Empieza la «OperaciónLolita»

Aquel joven adolescente, rubio yalto, de mirada melancólica, que eraJuan Carlos cuando tenía 18 años, notuvo problemas para seducir a loshombres serios del Opus Dei comoLópez Rodó durante los años cincuenta.La visita a Montellano de Escrivá deBalaguer, en 1955, ya había sido unsíntoma claro del deseo de la Obra poraproximarse al príncipe. También hacíaaños que era una figura constante en suformación Ángel López del Amo,

profesor del príncipe en Friburgo(1947), en Miramar (entre 1951 y 1954,durante varios períodos en la escuelaespecial principesca de Malmequer, enEstoril, y, además, el único civil durantela etapa de formación militar (enMontellano y en la Academia deZaragoza). Habría continuado siendouna pieza clave si no hubiera muerto enaccidente de tráfico, en los EstadosUnidos, en 1956.

La lucha política entre las familiasdel Régimen se definía muy claramente afinales de los años cincuenta en dosbloques: por un lado, los tecnócratas delOpus; por el otro, la Secretaría General

del Movimiento, la Falange pura y dura.Los primeros se decantaban por lamonarquía, pero no encarnada en DonJuan sino en un hijo del Régimenengalanado con sus plumas, Juan Carlos.

Los segundos, bien al contrario,gastaban sus energías en intensascampañas contra los Borbones,construidas en entorno a una idea-consigna básica: «No queremospríncipes tontos que no saben gobernar».Tenían una posición visceralmente hostilhacia la monarquía y hacia Don Juan.Pero mucho más hacia Juan Carlos, quepara los falangistas significaba laalternativa viable a la que Franco podía

dar paso. Juan Carlos gustaba a lostecnócratas de la Obra precisamente poresto.

A partir de 1957, tras la muerte delinfante Alfonso, por diversascircunstancias políticas, miembros ysimpatizantes del Opus y de la ACNP(Asociación Católica Nacional dePropagandistas, unos cuantos jóvenesque, unos cuantos años después, paradarse algo más de distinción pasaron allamarse «grupo Tácito») iniciaron ladenominada «Operación Lolita». Conesta operación intentaban planificar conel suficiente tiempo de antelación cómotendrían que ser las cosas cuando

Franco muriera: una evolución pacífica,sin rupturas, que permitiera lapervivencia del Régimen bajo unasformas modernizadas. La monarquía seconsideraba más una salida que una víaalternativa a la dictadura franquista.

Hacían apuestas porque sabían queel Régimen no tenía herederos y seagotaba con Franco. Su «OperaciónLolita» (después rebautizada en loslibros de historia como «OperaciónPríncipe», a saber por qué) lo tenía todoprevisto para gobernar hasta los añosochenta, como mínimo. Contaban con sucabeza de Estado, Juan Carlos; variasopciones alternativas para dirigir el

Gobierno (Carrero Blanco en primerlugar, Torcuato Fernández Mirandadespués, o López Rodó) y sus «zonas dedesarrollo».

La guerra de familias la iba ganandola Falange, hasta que Carrero Blanco,considerado la eminencia gris de ladictadura, empezó a ganar cada vez másterreno en el Pardo y consiguió, enfebrero de 1957, que Franco desatarauna crisis de gobierno que incorporó alos suyos a los círculos de poder… Laeuforia entre los monárquicos fueenorme.

Torcuato Fernández Miranda actuódesde el comienzo como el ideólogo de

la operación, por decirlo de algunamanera. Igual que Carrero Blanco, nopertenecía al Opus pero estaba próximoa éste. Sus planes preveían la necesidadde llevar a cabo ciertas reformas deapertura para romper el aislamiento deEspaña y la autarquía, pero siempre«dentro de un orden» y desde lacoherencia total con el Régimen. Mástarde, a la verdadera historia se añadióuna infinidad de pretensiones, matices,justificaciones… y, en estudiosrecientes, se ha intentado presentaraquellos planes como algo que nuncaexistió, como si aquel grupo de poder,que sólo pretendía consolidarse a sí

mismo, hubiera tenido en mente unareforma democrática. En realidad, paraFernández Miranda la sucesión en lapersona de Juan Carlos representaba lagarantía constitucional de lacontinuidad, sobre la que escribiría enmúltiples ocasiones. En el año 1966todavía escribía en el diario Arriba queel futuro rey «tiene que ser de estirpereal. Pero, además, tiene que serencarnación de la legitimidad histórico-nacional que el Estado español, surgidodel 18 de julio, encarna». Más queclaro, lo tenía clarísimo: «Las leyesfundamentales del Estado español»,escribió, «exigen un Rey comprometido

con la continuidad histórica de lalegitimidad nacional surgida del 18 dejulio, como fecha irreversible».

¿Cómo vivía Juan Carlos todo esto?Pues a bastante distancia, e inclusoinadvertido, se dedicaba a otras cosas.Todo el mundo le trataba como a un niñoy, esencialmente, se comportaba comotal, poco consciente de lo que pasaba asu alrededor hasta límitesinsospechados. En aquella época estabaen la Academia de Zaragoza, y losviernes y sábados se lo llevaba a dormiral Gran Hotel para que se relajara y lavida militar no se le hiciera tan dura. Enmayo o junio conoció a Antonio García

Trevijano (más popular como Trevijano,a secas), que ejercía de notario deAlbarracín y frecuentaba el mismo hotellos fines de semana, muy posiblementeporque era el mejor de la ciudad y elque más visión de futuro le podía dar.Está claro que Juan Carlos no supoquién era hasta unos cuantos mesesdespués. Con la misma candidez quehabía deslumbrado a aquellos señorestan serios y católicos, acostumbrados aplanificar el futuro de la patria, JuanCarlos tomó a Trevijano por unpotentado mexicano, sólo porque traíaun sombrero de paja de ala ancha,hablaba con acento andaluz y lucía un

gran bigote negro. Y ni sus tutores ni elavispado notario le sacaron de su error;¿para qué? Un día Juan Carlos se habíaquedado petrificado contemplando elcoche de Trevijano, un espectaculardescapotable Pegaso, primer premiomundial de elegancia en la exposiciónde París. Y sin pensárselo dos veces seacercó a Trevijano con interés y timidezal mismo tiempo. «¿Eres mejicano?»,«Sí, sí», y entonces le preguntó si lellevaba a dar una vuelta, pero que antestenía que pedir permiso. «¿Y cómotienes que ir a pedir permiso, tan altocomo eres?», le vaciló Trevijano, queestaba disimulando, como si no supiese

quién era él. El príncipe Juan Carlos seacercó a un grupo de generales y volvióemocionado: «Que sí, que sí puedo ir.Me ha dicho el jefe que sí». «Puesvenga, sube». Y el notario incluso ledejó conducir un rato. Al día siguiente,además, aceptó llevarlo de vuelta a laAcademia, con lo cual satisfizo losdeseos del príncipe de llegar en coche.Quería que sus compañeros le vieran ypresumir un poco delante de ellos pararehacerse de todas las bromas respectoa su padre que tenía que aguantar. Másde una vez se había tenido que pelear,citándose por la noche en el picadero dela Academia, para ajustar cuentas con

alguien a puñetazos. Y varias veceshabía salido de estos encuentros con unojo a la funerala.

Desde su primero encuentro, JuanCarlos y Trevijano se hicieroninseparables para las escapadas febrilesdel sábado por la noche durante estecurso y el siguiente. Trevijano lepresentaba chicas un poco mayores queél, que eran las que le gustaban. ComoCuqui, la venezolana, y muchas otros,con las que iban a bailar o a merendar,siempre con el Pegaso. Juan Carlosiniciaba entonces su azarosa vidasexual, con miles de aventuras quetambién tuvieron como escenario el

Estoril de los reyes exiliados.Precisamente aquel año empezó susrelaciones con la condesa OlghinaRobiland, que, siguiendo la pautahabitual, era unos cuantos años mayorque él, y a quien escribía numerosascartas con citas de letras de rancheras,que unos años más tarde ella vendió a laprensa.

Con Trevijano, Juan Carlos pasóvarios meses en la luna, sin saberrealmente quién era su correligionariode juergas, hasta que Don Juan, en unasvacaciones en Estoril, le interrumpió undiscurso entusiasta sobre su amigo elmexicano: «¡¿Pero no ves que te está

tomando el pelo, hombre, que ése esTrevijano, y es de aquí?!»

Naturalmente, también le tuvo queexplicar quién era el tal Trevijano (noera fácil sacarlo de un error tanridículo), un personaje conocido ya enaquella época, metido en toda clase deintrigas políticas, aparte de ser amigopersonal del propio Don Juan. Eldescubrimiento, con todo, no rompió suamistad con el notario. Como estaba tanmetido en política y su padre se lo habíadescrito como alguien muy inteligente,Juan Carlos aprovechó para preguntarle,a ver si lo sabía: «¿Y tú me puedesdecir qué va a pasar? ¿Quién va a ser

rey, mi padre o yo?»Trevijano le dijo que él después que

su padre, pero la respuesta no le debióconvencer demasiado.

Lo poco que percibía de lo que secocía a su alrededor con los del Opushabía logrado que estuviera inquieto,nervioso e impaciente. «Pero yo… nosé. Como rey ¿qué voy a hacer?», lepreguntaba. Y Trevijano, medio enbroma medio en serio, un día lecontestó: «Pues lo primero, me vas atener que meter a mí en la cárcel». JuanCarlos se rió mucha con la salida, peroTrevijano acertó. El primer Gobiernodel rey Juan Carlos, con Fraga como

ministro de la Gobernación, le metió enla cárcel el mes de marzo de 1976.

Buscando sitio a derecha eizquierda

A medida que Juan Carlos, desdeque estrenó la mayoría de edad, ibaescalando posiciones en la carrera haciael trono, Don Juan iba perdiendo terrenohasta quedar prácticamente sin espacio.

La opción juanista cada vez estabamás difusa y desdibujada. Mientrastanto, su hijo se consolidaba como elrepresentante de la amenaza franquista, yse convertía en un enemigo dentro de lapropia casa Borbón. Los vanos intentosde Don Juan para aproximarse a la

oposición no acababan de dar el frutoesperado. A menudo, cuando JuanCarlos iba de permiso a Estoril yhablaban de tal y cual asunto, su padrese irritaba: «¡Demonios! ¡Me hablasdesde el punto de vista de Franco!». Yya no se trataba tan sólo de una guerrade familias entre los diversos sectoresfranquistas; ahora se trataba también dela propia familia, el hogar de losúltimos Borbones.

Don Juan no se rindió nunca ante losavances de su hijo. Uno de sus sucesivosgiros políticos a la desesperada tuvolugar en Estoril el 20 de diciembre de1957. Sucedió cuando intentó recuperar

terreno adhiriéndose a la ComuniónTradicionalista de los Carlistas, en unemotivo acto en que aceptó losprincipios generales con objeto deganarse el apoyo de sus hombres. Segúnla legitimidad de origen carlista, losderechos de la Corona recaerían en él,siempre y cuando supiera ganárselosmoviéndose hacia la derecha. Un añomás tarde, en 1958, en Lourdes, rodeadode unos dos mil carlistas, reafirmó supostura poniéndose la boina roja,símbolo de los requetés. Fue un intentoinútil, y poco más tarde volvió a flirtearcon la oposición liberal.

En 1958, padre e hijo llevaron a

cabo una especie de competiciónnavegadora alrededor del mundo, queresultó ser un fiel reflejo de la quetenían en el ámbito político. Juan Carloshabía embarcado en la bahía de Cádiz el10 de enero como guardia marino delbarco escuela Juan Sebastián Elcano. YDon Juan había salido el 18 de marzocon el Saltillo (el velero del quedisfrutaba en Estoril), desde Cascais,para emprender con unos amigos laaventura de atravesar el Atlántico avela. La coincidencia no tuvo mayorimportancia, hasta que en medio de latravesía Don Juan recibió un cablegramade José María de Areilza, embajador de

España en los Estados Unidos. Leexplicaba que su hijo había sidoinvitado a una recepción en Washingtonen honor del Juan Sebastián Elcano, ycomo Areilza era muy juanista, tambiénle había invitado a él, para que no fueramenos. Don Juan, que no aceptaba nuncalas invitaciones de las embajadasespañolas porque no confraternizaba conel Régimen, esta vez dijo que sí sindudarlo. Además se alojaría, como suhijo, en la residencia del embajador. Apartir de este momento, la travesía seconvirtió en una auténtica carrera paraver quién llegaba primero. El conde deBarcelona aceleró el viaje haciendo

cambios en el itinerario previsto. Alenterarse de que Juan Carlos ya habíallegado a la base naval de Norfolk,renunció a visitar Florida y se embarcóen un guardacostas de la Marinanorteamericana, que le recogió en altamar y le dejó en la base aérea de PortMacon, para que un avión militar letrasladara a la mayor brevedad posiblea Washington. Llegó justo a tiempo parano dejar a su hijo solo del 8 al 12 demayo, y el 12 fueron juntos a NuevaYork para asistir a una cena en elSpanish Institute, que presidieron conAreilza. Juan se engalanó con el Toisónde Oro y la Cruz de Santiago, que

casualmente había puesto en la maleta,y, como si fuera el auténticoprotagonista y no un añadido de últimahora metido con calzador por Areilza,agradeció a las autoridades lasatenciones hacia su hijo.

Juan Carlos, siempre animado porsus consejeros franquistas, tampocoahorraba esfuerzos. Tenía claro que, enaquel momento, le interesaba ganarse ala derecha. Después de obtener el puestode alférez de fragata y pasar a laAcademia de Aviación de San Javier enMurcia, en 1958 se decidió a participarpor primera vez en las celebraciones deldía de Victoria, y desfiló delante del

Caudillo como cadete. Pero no fue uncamino de rosas. Por primera vez elrecorrido se llenó de pancartas: «¡Noqueremos reyes idiotas!», «¡Franco sí, elprincipito no!». Eran los falangistas ylos carlistas quienes, en los alrededoresdel desfile, provocaron barullos en lacalle, frente a juancarlistas y tambiénjuanistas, que había para todos losgustos y de todos los colores. Debió deser desagradable para él, pero JuanCarlos, como su padre, tampoco estabadispuesto a tirar la toalla.

Con este ansia de aproximarse alpoder que siempre le habíacaracterizado, continuó insistiendo con

los falangistas, y pocos días despuésacudió a depositar una corona de floresa la prisión de Alicante, donde en 1936había sido fusilado José Antonio,fundador de la Falange.

A continuación le tocaba moverficha a Don Juan. Cuando Juan Carlosacabó los estudios militares (de manerapoco brillante desde el punto de vistaacadémico, como era habitual en él), elconde de Barcelona quiso demostrar queseguía teniendo autoridad sobre su hijo.Así pues, le retiró de España, esperandoque Franco aceptara una nuevaentrevista pública. Se abría la fase denegociación en torno a los estudios

universitarios del chico.En principio estaba previsto que

estos estudios se llevaran a cabo enSalamanca, para lo cual se habíabuscado piso al príncipe, porque a DonJuan el palacio de Monterrey que leofrecían los duques de Alba le parecióexcesivo. Se había configurado unprograma semi-privado de dos años deduración para el que no pensaban hacervenir a profesores de otrasuniversidades, porque las asignaturasque cursaría eran básicas en todos loscasos y no hacía falta especialistas.

Pero Don Juan sólo jugaba a aflojarla cuerda para volver a dar breves

tirones. De pronto todo se complicó enel último momento, con Don Juanencabronado por una reunión que Francoy su hijo habían tenido el 15 dediciembre, muy afectuosa, en la queFranco había comentado al príncipe lasdificultades que encontraría en launiversidad, acostumbrado como estabaal ambiente militar.

Don Juan dijo «no» a Salamancacuando faltaban 15 días para queempezaran los cursos programados. Ydando bandazos a izquierda y derecha,puso como excusa que era intolerable lapresencia de ayudantes militares(bandazo a la derecha), a la vez que

consideraba un inconveniente grave lapresencia de profesores como TiernoGalván en Salamanca (bandazo a laizquierda). Al duque de La Torre, queentonces era el preceptor del príncipe,aquello no le gustó ni un pelo. Se quejódel hecho de que Don Juan le hicieraquedar como un idiota, como si hubieraengañado a todo el mundo: se habíanhecho gastos, los profesores ya estabancontratados, los programas hechos, laorganización de actividadesestablecida… Después de una agriaentrevista con el conde y suscolaboradores en Estoril, dimitió eldiciembre de 1959, lamentándose con

amargura por el hecho de le habíandejado a un lado tras «conseguir los tresdespachos oficiales para el príncipe»,cosa que, por el tono en que lo dijo, nole había resultado fácil.

Tras perder un curso entero, enmarzo de 1960 Don Juan consiguió tenerun nuevo encuentro con el dictador enLas Cabezas, un encuentro tan deseadocomo breve. Duró poco más de unahora, tiempo durante el cual debieronhablar sin cesar, yendo al grano condiscreción para establecer que JuanCarlos residiría en la Casita de Arribadel Escorial. Algunas personas, comohacía falta esperar, habían apostado

decididamente por la Universidad deNavarra, la del Opus Dei. Pero noganaron.

Al final se adoptó una soluciónintermedia: estudiaría cursos especiales,sólo para él, con un equipo deprofesores universitarios dirigido porTorcuato Fernández Miranda. El equipobase era un conglomerado con un ciertoequilibrio entre hombres del Opus Dei,de Franco y de Don Juan, entre loscuales estaban Jesús Pabón, AntonioFontán y García Valdecasas; y, paraalgunas clases ocasionales, Martí deRiquer, Laureano López Rodó y EnriqueFuentes Quintana, entre otros.

Además, para revestir de oficialidadel plan de estudios, el príncipe asistiríaa algunas clases en la Facultad deDerecho de la UniversidadComplutense.

Tras el comunicado oficial sobre laentrevista en Las Cabezas, Don Juan sevolvió a enfadar momentáneamente yamenazó con la Universidad de Lovaina.Pero sólo fue un golpe de efecto y JuanCarlos se trasladó a la Casita de Arribade El Escorial según lo acordado. Eraun palacete que Franco se había hechoconstruir por si le hacía falta refugiarsedurante la Segunda Guerra Mundial.

Tenía un salón, un comedor, tres

dormitorios y un despacho. Eso eratodo, pero contaba con una red decomunicaciones ultramodernas y estabaconstruida a prueba de bombas.

Torcuato Fernández Miranda era elmás asiduo visitante. Iba a la Casitatodos las mañanas para darle clases deDerecho Político. Se sentaba delante deJuan Carlos sin papeles, sin notas, y lehablaba durante horas. «¿No me vas atraer libros?», le preguntaba el príncipe.«Vuestra Alteza no los necesita», leexplicó Fernández Miranda. Y entreellos fue naciendo una gran amistad.También fue una calurosa etapa conrespecto a las relaciones entre Franco y

el príncipe. Se veían con asiduidad, sólopara hablar, y Franco le miraba conternura y le contaba batallitas de África.

Pero fuera de la Casita del Escorial,el mundo seguía girando. Juan Carlos locomprobó un poco más tarde, cuandotuvo que representar el papel deestudiante en la Complutense. Desdefinales de los años cincuenta las luchasestudiantiles se habían recrudecido enlas universidades, que muchas veceseran focos de grandes agitaciones. Y elpríncipe fue acogido como era deesperar. Cuando el 19 de octubre de1960 entró por primera vez en elvestíbulo de la Facultad de Derecho, lo

recibieron con gritos ensordecedores de«¡Fuera el principe Sissí!, ¡Abajo elpríncipe tonto!, ¡No queremos reyesidiotas!». En este contexto, no se tratabatan sólo de grupos de falangistas ycarlistas. Juan Carlos tuvo que irse pordonde había venido, y volvió a su Casitadel Escorial. Durante varios días, enlugar de disminuir, la tensión fuecreciendo. Encontrar una solución alproblema no era sencillo.

Entonces se recurrió a las JUME(Juventudes Monárquicas Españolas).Su líder, Luis María Ansón, consiguiónegociar con la Falange Universitariaque presidía Alberto Martínez Lacaci. E

incluso, dice Ansón, con la ASU(Asociación Socialista Universitaria), ycon la célula comunista clandestina,aunque con estos «negociaban»directamente los grises de Franco a basede estacazos y detenciones. Fuera comofuese, las JUME alcanzaron un acuerdocon los falangistas, unos cuantos mesesdespués, para que dejaran asistir alpríncipe a clase como un estudiante más.Y con los más reticentes, sobre todo ungrupo minoritario de carlistasirreductibles, se probaron otrastécnicas: el 31 de octubre los jóvenesmonárquicos desplegaron todos susefectivos en la Universidad y rodearon a

los alborotadores. Al final, consiguieronque Juan Carlos entrara en la Facultadsin gritos ni alborotos. De todos modos,los 39 estudiantes de la oposición deizquierdas (entre cuyas filas —hace yatantos años— estaban gente comoNicolás Sartorius y Pilar Miró)continuaron saliendo del aula en elmomento en que entraba Juan Carlos, enseñal de protesta.

Pero las protestas en la CiudadUniversitaria, con grises o conmonárquicos actuando como fuerzas delorden público, no eran la única fuente depreocupación para los franquistas enaquellos años, por mucho que Juan

Carlos no se enterase prácticamente denada. También se habían puesto enmarcha proyectos nacionalistasrenovados en Cataluña y el País Vasco,que desafiaban directamente la tradicióncentralista secular del franquismo. Y, lomás importante en cuanto a losconflictos sociales, las luchas obreras,en febrero de 1961, celebraron porprimera vez desde 1939 una huelgaprolongada en la cuenca minera deAsturias, de proporciones masivas yreprimida duramente por el Gobierno,del cual era entonces ministro ManuelFraga.

Todo aquello preocupaba mucho a

Washington. España continuaba siendouna de las dictaduras protegidas por losEstados Unidos (junto con la de Salazaren Portugal, Trujillo en la RepúblicaDominicana, Somoza en Nicaragua,Chiang Kai-shek en Taiwan y«potencialmente» en Vietnam).

Pero en lugar de plantearse una«intervención paramilitar indirecta»,cosa que de hecho le pasó por la cabezaen estos años agitados, la CIA empezó apensar, para este rincón del planeta, enuna pequeña apertura democratizadoracalculada. Por aquí iban precisamentelos tiros de los tecnócratas del Opus yde esto trataban los miembros del

Gobierno franquista con losrepresentantes del centro de inteligencianorteamericano en sus reuniones enMadrid, tras las cuales le transmitierona Franco el interés de la instituciónyanqui por conseguir que nuestro Estadotolerara primero, y después legalizara,al menos dos partidos: unosocialdemócrata y otro demócrata-cristiano. El hecho de que uno fuerademócrata y el otro republicano, aimitación del modelo yanqui, tampocoera el caso, puesto que se trataba demantener el control sobre el poder. LaCIA creía que con estas actividadescumplía el deber de prever el futuro,

porque si no era así, tras el Régimendébil vendría el caos y después de ésteel comunismo.

Los planes de reforma, sin embargo,aun cuando el mismo Franco se hallabamuy al tanto, todavía estaban muyverdes, y entonces en junio de 1962 laoposición decidió acelerarloscelebrando el IV Congreso delMovimiento Europeo. En el famoso«Contubernio de Múnich», arrastradospor la oleada que anunciaba cambiosposibles, se reunieron monárquicosliberales, demócrata-cristianos,socialistas, socialdemócratas,nacionalistas vascos y catalanes.., bajo

la autoridad de Salvador de Madariagaque, al acabar la reunión, afirmó: «Hoyha terminado la Guerra Civil». Uno delos que más se lo creyó fue Don Juan,que ya hacía tiempo que estaba en unsegundo plano mientras su hijo ofrecíaespectáculos gratuitos en directo a losestudiantes de la Complutense deMadrid. Aquí vio una oportunidad y,aunque no fue a Múnich personalmente,sí envió a representantes para hablar convarios partidos, que le transmitieron —probablemente entre otras novedadesque le interesaban— que el PSOE, enconcreto, si la Corona conseguíaestablecer pacíficamente una verdadera

democracia, apoyaría lealmente a lamonarquía. Franco no estaba preparadopara aquello. Tuvo una reacción muchomás agresiva de lo que el conde deBarcelona podría haber esperado. Se leencendió la sangre y se dedicó aenchironar, deportar o exiliar a losasistentes con el mismo encarnizamientoque siempre había demostrado respectoa sus enemigos. El asunto de los planesde apertura había sido una broma, de locual Don Juan se dio cuenta demasiadotarde. Rápidamente, el presidente delconsejo privado, José Maria Pemán,acompañado del secretario Valdecasas,visitó a Don Juan y, entre todos,

redactaron una nota: El conde deBarcelona nada supo de las reuniones deMúnich hasta después de ocurridas …Si alguno de los asistentes formaba partede su Consejo, había quedado con esteacto fuera de él. Una vez más, loscoqueteos con la oposición le habíansalido mal.

Un Toisón para Franco

Don Juan no quiso hacer enfadardemasiado a Franco y aprovechó suinvitación oficial al casamiento de JuanCarlos, en septiembre de 1961, paraofrecerle el Toisón de Oro. LaureanoLópez Rodó le había transmitidosutilmente que al Caudillo le gustaríarecibirlo, y era un detalle que en aquelpreciso momento le pareció muyoportuno al conde de Barcelona. Leenvió una carta en la que le decía quetenía firmemente decidido que el primerespañol a quien otorgaría el Toisónsería el Generalísimo Franco.

La Orden del Toisón de Oro habíasido creada en Bruges por Felipe Bono,duque de Borgoña, en 1426. Eldocumento que la instituyó establecíaque se concedería por tres causas: «Laprimera, para honrar a los antiguoscaballeros que por sus altos y nobleshechos son dignos de recomendación. Lasegunda, a fin de que aquéllos que alpresente son fuertes y robustos decuerpo y se ejercitan cada día enhazañas pertenecientes a la caballería,tengan motivo de continuarlas de bien enmejor; y la tercera a fin de que loscaballeros y nobles que vieren quitar lainsignia […] se animen a emplearse aún

mejor que ellos en nobles hechos».Siguiendo las normas de la tradición,Don Juan explicó por carta a Francoque, a él en concreto, se lo concedíacomo «expresión del reconocimientopor parte de la Dinastía de los altosservicios prestados por V. E. a España alo largo de toda su vida de soldado yhombre público», incluyendoexpresamente los merecimientos «delGeneral victorioso en una guerra queantes que civil lo fue contra elcomunismo internacional» , junto con«la gratitud al gobernante». Era unabajada de pantalones en toda regla porparte del pretendiente al trono, una más

de tantas… Pero Franco lo rechazó demanera seca, diciéndole textualmente:«Deberíais pedir información históricasobre la materia».

La condecoración, que consistía enun gran collar de veinticuatro eslabonesdobles entrelazados con piedraspreciosas, del cual colgaba el Toisón oVellón, de oro esmaltado, tiene unorigen dudoso sobre el que loshistoriadores no se ponen de acuerdo.Circulan diversas versiones, que seguroque Franco conocía. Según la máscuriosa, Felipe Bono, entrando un día enel secreto excusado de su dama,encontró un rizado y rubio fleco, o mata

de cabellos, impensada casualidad quefue motivo para que, ruborizada la damay notando los presentes queacompañaban al duque su desconcierto,no disimularan la risa. Y por hacermisterio del caso y castigar tácitamentela poca modestia y menos disimulo delos circunstantes, el duque hizojuramento de que, de idéntica maneraque había causado tanto rubor yvergüenza a la dama, había de ser elmayor lustre y honor de la más insignenobleza. Y así instituyó la Orden, cuyocollar representaría el «vellón» de ladama. Aunque también pudierarepresentar, según otra de las leyendas,

los cabellos de sus veinticuatro amanteso amistades (que algunas fuentesmencionan con los nombres completos:Marie van Cronbrugge, ThèrèseStalports Vander Wiele, JoséphineHenriette, etc), juntos y entrelazados,que él les quitaba a cada una e ibacoleccionando, y que solía traer colgadodel cuello como lazo de amor.

La Corte se mofaba y por esta razónel soberano quiso dignificarlo, creandola Orden de más prestigio que sepudiera imaginar. Hace falta apuntartambién que la más aburrida de laspatrañas identifica el Toisón con laalegoría de una de las principales

actividades de los Estados del duque: lamanufactura de la lana.

Del duque de Borgoña, el honor degran maestro de la Orden pasó a su hija,y después a la hija de ésta, cuyo hijo,Felipe el Hermoso, al casarse con Juanala Loca, hija de los Reyes Católicos, dioa la Corona de España la soberanía delToisón. En principio sólo tuvo 24caballeros, que posteriormente Carlos Vaumentó a 51 en 1516. Los collares noeran nunca propiedad de los caballerosa quienes eran concedidos y, cuandomorían, tenían que devolverlos. Pero sefueron «perdiendo» tantos a lo largo dela historia que el número de los que

pueden existir actualmente esincalculable (se calcula que cerca de4.000). En la casa Spink de Londres,numismáticos de fama mundial, losúltimos años se han vendido por lomenos cuatro toisones de oro españoles,todos fabricados en el siglo XX en vilmetal con una capa de oro, que es comose hacen últimamente. El precio de cadauno oscilaba entre las 250 y las 350libras esterlinas (menos de 100.000pesetas). Se transformó en«condecoración» —y no «orden»— entiempos de Alfonso XII, y hoy es la másimportante de la dinastía española,correspondiendo el título de gran

maestro al cabeza de la Casa de Borbón.Tanto Isabel II como Alfonso XIII

evitaron concederla mientras estuvieronen el exilio. Pero no así Don Juan, queotorgó seis; mientras que su hermanomayor, Jaime el sordomudo, que ledisputaba el privilegio de ejercer comocabeza de la Casa Borbón y comoaspirante a la Corona de Francia y deEspaña, también lo distribuyó congenerosidad un número de veces que nose ha podido determinar, entre otros alos astronautas norteamericanosBormah, Lovell y Anders, que pareceque no dieron respuesta; y al mismoFranco, tras la boda de su hijo con la

nieta del dictador, que esta vez sí loaceptó aunque nunca se lo puso. Asípues, no se sabe cuántos hay circulandopor el mundo en estos momentos.

Juan Carlos lo otorgó a docepersonas en un día. Uno de ellos fue, en1985, para el emperador Hiro Hito, que,en otro viaje oficial a España diez añosmás tarde, lo metió en una maleta queIberia le extravió y nunca más se suponada. Ésta es la versión oficial, aunquequizás, como Franco, Hiro Hitoconociera las leyendas.

Probablemente, diez Toisones hanacabado en la casa Spink de Londres oen otra similar: y, sin duda, no hará falta

esperar a que los dueños mueran paraque los devuelvan.

CAPÍTULO 6

UNA BODA Y CUATRO HIJOS

Bodas «reales» e irreales

Las bodas en las familias realessiempre representan un problema, y másen el caso de los Borbones, por aquellode las enfermedades congénitas de lascuales pueden ser portadores algunosmiembros aunque no las padezcanpersonalmente, como la hemofilia. Amenudo, por lo que hace especialmentea las representantes femeninas de laestirpe, han tenido que renunciar a lapretensión de casarse con personas desangre real, que no sólo es el ideal sinoun requisito imprescindible por podermantenerse en la lista de los herederos

al trono, aunque sea en segundo, tercer,cuarto o quinto lugar, tras el primogénitovarón u otros escogidos por designiocasi divino.

La hermana mayor del actual reyJuan Carlos, Pilar, sumaba a todos losinconvenientes borbónicos naturales elde tener mal carácter, ser pocoagraciada físicamente y, además,desgarbada hasta el punto de que,llegado el momento en que su padre yaestaba preocupado por si se casaría, laobligó a comprar un pintalabios y se lospintó él mismo.

La ex-reina Victoria Eugenia, abuelade la joven, desde Lausana no desistía

de su interés por casarla a expensas delo que fuera. Como Pilar no conseguíaencontrar pareja por sí misma entre tantoaristócrata exiliado en Estoril, VictoriaEugenia pensó en Balduino de Bélgica,que también llevaba su cruz por sucarácter pesaroso y por la ausencia totalde atractivo físico, aun cuando era, esosí, un rey coronado.

Preparó con mucho cuidado elencuentro entre los dos y, como enaquella época era costumbre que lasinfantas viajaran con una dama decompañía, le dio instrucciones para quefuese «la menos vistosa» de sus amigas.Siguiendo estos consejos, lo peor que

pudo encontrar fue Fabiola de Mora, tanpoquita cosa tras aquellas gafas gruesasde pasta negra. Sin embargo, latragicomedia planeaba de nuevo sobrelos Borbones. De aquel viaje juntas a laCorte de Bruselas nació la historia deamor entre Balduino y Fabiola, quetantas páginas de la prensa rosa ocupóen su día y, como sabe todo el mundo,terminó en boda. Estaba claro que eranel uno para el otro, y el destino se habíaencargado de unirlos. Pilar consiguiócasarse unos cuantos años más tarde, en1967, aunque no lo hizo con unaristócrata. La elección recayó en LuisGómez-Acebo, abogado que trabajaba

como secretario general de la compañíade cemento Asland. Y siguiendo la líneade humildad que siempre hacaracterizado a los Borbones, la bodacongregó a más de 20.000 personascuriosas a las puertas de la iglesia,aunque sólo se podían considerarinvitadas 5.000, entre las cuales había200 representantes de casas reales.Celebraron el banquete en el HotelEstoril, y el aperitivo lo amenizó la tunade Valencia.

La otra hermana de Juan Carlos, lainfanta Margarita, ciega de nacimiento yde carácter un poco «ingenuo» ypeculiar, todavía lo tenía más difícil. Le

gustaba perderse sola por losalrededores de Estoril, ir al rastro deCarcavelos y regatear con los gitanospara comprar calzoncillos a su hermano,una costumbre que todavía conservahoy. Una de las anécdotas de juventudque se cuentan de ella es que, cuando yaestaba en edad de merecer, en algúnmomento posterior a 1961, un día,mientras tomaba un café en una terrazade Estoril, conoció a un americano que,después de una breve conversación,pidió la mano de la infanta. Margarita,emocionada, le explicó a un amigo quepensaba huir con el americano a losEstados Unidos, y que ni siquiera quería

pasar por Villa Giralda para no tenerque dar explicaciones a la familia.Cuando le describió al presunto novio,le dijo que era un americano muysimpático y «un poco maricón». En lacena familiar de aquel mismo día, con elamigo confidente como invitado,Margarita accedió a contárselo a suspadres, y anunció muy seria: «Mamá, mevoy a casar». En el comedor se hizo unsilencio espeso, pero aquello no debiócoger demasiado por sorpresa a loscondes de Barcelona. Muy tranquilo,aunque fastidiado por tanta tontería, DonJuan, que era un hombre de carácter,dijo a su invitado: «Anda, explícale a

Margarita la diferencia entre un hombrey un maricón». Él se lo explicó comopudo, al comprobar sobre la marchaque, en efecto, era tan ingenua que no losabía. Naturalmente no hubo fugaromántica.

Unos cuantos años despuésconsiguieron casarla con el doctorZurita, en 1972, y al parecer fueron muyfelices. El matrimonio de Juan Carlos noresultó más fácil de conseguir que el desus hermanas. En su caso, no se podíarenunciar con tanta facilidad a casarlocon alguien de sangre real.

Y tampoco había demasiado dondeescoger.

La primera candidata oficial fue laprincesa María Gabriela de Saboya,nieta del ex-rey Víctor Manuel e hija deHumberto, aspirante al trono de Italia,que, al igual que los Borbones,disfrutaba de vacaciones indefinidas enPortugal con toda su familia. JuanCarlos y Gabriela, «Ene» para laspersonas más íntimas, se conocían desdeque eran niños y no se sabe dóndeempezó y dónde acabó su noviazgo,puesto que habitualmente salían juntoscon una pandilla desde siempre. Tantoel conde de Barcelona como el aspiranteHumberto estaban de acuerdo con aquelemparejamiento y, de hecho, estuvieron

a punto de formalizarlo más de una vez,la primera abortada trágicamente por lamuerte de Alfonso, en 1956. Se sabe queella fue a visitar a Juan Carlos mientrasestaba en España y fue invitada a comeral palacio de Montellano, en 1955.Durante su estancia en la AcademiaMilitar de Zaragoza, con 18 y 19 años,se escribían y el príncipe incluso teníaun retrato suyo en la mesilla de noche,hasta que un día el director de laAcademia le dijo «¡Alteza, quite esafoto! El Caudillo podría disgustarsecaso de que viniera a hacer una visita ala Academia».

María Gabriela, que entonces tenía

15 ó 16 años, no gustaba demasiado aFranco, en primer lugar por laseparación de hecho de Víctor Manuel ysu esposa, que vivía en Suiza y teníafama de alocada, y por la fama dehomosexual del yerno de su padre,Humberto de Saboya. Pero, además ysobre todo, no le gustaba que su príncipese casara con una princesa sin trono.Quería para él una familia real de las deverdad, de las que reinaban. Aun conaquella oposición poco convencida deldictador, la cosa pudo haber tenidoéxito. No se sabe demasiado bien porqué no acabó de cristalizar tras tantosaños de relación casi oficial.

Probablemente tuvieron mucho que verlos amores pasajeros simultáneos delpríncipe, que eran vox populi, incluso enlos momentos más comprometidos yescandalosos, en concreto a finales de1959, año en que precisamente larelación con Gabriela se enfriódefinitivamente.

Después de Juan Carlos, Gabrielatuvo otros novios. También salió conNicky Franco, el hijo del embajador ysobrino del Caudillo. Pero se acabócasando —y después divorciando— conRobert Balkany. Actualmente vive consu madre en Merlinge, a 20 kilómetrosde Ginebra, y se dedica principalmente

a su gran afición, el juego y los casinos.

Una hija sin padre

De manera simultánea al noviazgocasi oficial con Gabriela de Saboya,Juan Carlos mantenía otras relacionesmenos aristocráticas y formales. Sehabló de flirteos con una noblemadrileña y de otros amores fugaces enZaragoza, apadrinados por Trevijano, enuna época en que el único y verdaderoamor del príncipe era un prototipo decoche deportivo de lujo de la marcaPegaso. Pero, sobre todo, se hablómucho sobre sus relaciones con lacondesa italiana Olghina de Robiland, aquien había conocido en Portugal en

1956, pocos meses después de quemuriera su hermano Alfonso, cuando yale había pasado el disgusto y no seperdía ni un sarao. El amor a simplevista entre Olghina y Juan Carlos seprodujo en una cena en el restauranteMuxaxo, junto a la playa del Guincho,organizado por un grupo de altezasreales: la «fiesta de los exiliados».

Olghina frecuentaba los círculosaristocráticos de Estoril cuando iba avisitar a su tía Olga, que tenía unpalacete en Sintra. Y en aquel saraocoincidió con Juan Carlos, que no tardóen tirarle los tejos y sacarla a bailar. Éltenía 19 años, y ella 23. «Me gustas

muchísimo, Olghina, te mueves como lasolas…», le dijo. Y aquella misma nocheconsiguió llevarla a casa con el«escarabajo» negro que utilizaba parahacer desplazamientos cortos, despuésde haber aparcado un rato en un puntoelevado mirando al Atlántico. Losasientos traseros de aquel coche fueronun punto de encuentro habitual duranteese verano.

Para Olghina, Juan Carlos era «ilusoy un poco tonto», pero alto, rubio, deojos azules…, y, sobre todo, sano, adiferencia de muchos de sus familiares.Pese a su juventud, le gustaba la«virilidad adulta» que tenía. La

Robiland ya había recorrido milcaminos, incluyendo dos abortos de pormedio. Sabía de la vida. Pero está claroque Juan Carlos supo ganársela. «Leencantaba sorprenderme y dejarme conla boca abierta», recuerda. Al parecer,que él fuera un príncipe heredero influyópoco en el hecho de que se enamorara.De hecho, entonces le consideraba unocandidato muy distante e improbable aun trono inexistente. Y, por otro lado,nunca tenía dinero y a menudo tenía quepagar ella cuando salían a cenar o iban aun hotel. No fue una relación clandestinaen absoluto. Él iba a buscarla a su casay hablaba con su tía. Pero eso sí, tenía la

firme convicción de que estaba llamadopor el destino, «ya jugaba a ser rey», yle dejó claro desde el comienzo que decasarse nada. La candidata oficialseguía siendo Gabriela de Saboya.Olghina era… otra cosa, más carnal. Enlas cartas que le enviaba le decía: «Tequiero más que a nadie ahora mismo,pero comprendo y, además es miobligación, que no puedo casarmecontigo y por eso tengo que pensar enotra. Y la única que he visto, por elmomento, que me atrae, física, moral,por todo, muchísimo, es Gabriela»(mayo de 1957). Ella creía, y discutió eltema con él, que podía competir con

Gabriela en cuanto a genealogía.Pero él no lo veía así, ni, desde

luego, sus padres. Nunca fueconsiderada un partido a la altura. Y,además, era una libertina: "Me gusta dartodo lo que tengo, y como sólo me tengoa mí misma…

Puede que en mi caso la generosidadno sea una virtud", decía de ella misma.Toda su vida estuvo atada a escándalosy sus propios padres le volvieron laespalda.

De todos modos, aceptando lascondiciones que se les imponían,tuvieron una relación larga, si bienintermitente, de más de tres años. Y él

escribió muchas cartas, en una extrañamezcla de francés, inglés, italiano y,sobre todo, español, a la «Olghina de mialma, de mi cuerpo y de mi corazón».Intercalaba letras de sus rancherasfavoritas, a falta de mejores poemaspara llenar el papel, porque nunca fueamante de la buena literatura. Pero,como era obligado, también incluyóalgunos párrafos gloriosos de creaciónpropia que brindó a la historia (puestoque las cartas se hicieron públicas afinales de los años ochenta): «Estanoche en mi cama he pensado que estababesándote, pero me he dado cuenta deque no eras tú, sino una simple

almohada, arrugada y con mal olor (deverdad desagradable), pero así es lavida. La pasamos soñando una cosamientras Dios decide otra» (1 de marzode 1957).

Tan libertino como Olghina —aunque más protegido de lamaledicencia popular—, Juan Carlos,además de mantener la relaciónsemioficial con la de Saboya y laaventura off the record con la Robiland,a la vez tenía otros flirteos. En concreto,uno muy sonado con una bailarinabrasileña a quien había conocido cuandoestaba embarcado en el Juan SebastiánElcano. A esta también le escribió

decenas de cartas apasionadas. Para quellegaran más rápido, se las enviabamediante la representación diplomáticaespañola en Río de Janeiro. Pero norecibía respuesta ninguna, pese a las«simpatías» que ella le había mostrado.Entonces Franco le llamó un día paradecirle de manera contundente: «¡bastaya de aventuras!», y recomendarle quese fuera buscando de una vez una noviaaristocrática. Y le puso encima de lamesa todas las cartas que había enviadoa la brasileña y que el embajador delBrasil, lacayo fiel, había interceptadosólo para sus ojos (los del dictador).

Con Olghina siguió encontrándose,

lejos de Estoril. En 1957, en una escaladel Elcano, se vieron en Portofino ypasaron juntos unos cuantos días felices.Después, más veces, a lo largo de 1958,sin que al príncipe le importara lo másmínimo el último lío de la Robiland, elde Rugantino, por el que Olghina tuvoincluso un proceso judicial y fueestigmatizada por la alta sociedad. Todohabía sido porque su fiesta deaniversario, en noviembre de 1958, enun club nocturno del Trastevere, habíaacabado con el striptease integral de unabailarina turca, un instante captado porun paparazzi que escandalizó a la buenasociedad en aquella Italia de la dolce

vita.Y continuaron así hasta que la

relación entró en una zona oscura en1959, con cartas cada vez másdistanciadas y frías. Instalada en Italia,Olghina trabajaba entonces comoperiodista, haciendo crónica social yentrevistas a personajes famosos paraLo Spechio, un diario fascista; y comoactriz ocasional cuando caía algo.Precisamente tuvo un papel en una obritateatral (para la que la habían contratado,más que por sus dotes interpretativas,porque su nombre atraía al público),cuando se dio cuenta de que estabaembarazada por tercera vez.

Esta vez se negó a abortar. Sabíaperfectamente quién era el padre y quisotener al hijo de cualquier manera, pese ala mala situación económica en que seencontraba. Marchó de Roma para dar aluz discretamente. Paola de Robilandnació a finales de aquel año cerca deParís. Olghina no le dijo nada entonces asu querido Juan Carlos. Pero sí que lohizo en agosto de 1960, casi un añodespués, cuando se lo encontró en elClub 84, acompañado de ClementeLecquio (el padre del famoso DadoLecquio). Tras librarse delacompañante, se fueron juntos a lapensión Paisiello y, justo al día

siguiente, por la mañana, Juan Carlos leconfesó que estaba prometido con Sofíade Grecia. Incluso tuvo el mal gusto deenseñarle el anillo que le habíacomprado. Fue entonces cuando Olghinale puso al corriente respecto a Paola. Sesabe muy poco de aquella conversación,salvo que él escuchó «condistanciamiento borbónico» y dijo pocacosa; y que Olghina tuvo que pagar lahabitación y el taxi, razón por la cual sejustificó más tarde que Juan Carlos leenviara un cheque, firmado por élmismo, por una suma indeterminada dedinero.

Públicamente, Olghina ha dado

versiones contradictorias sobre laidentidad del padre de su hija Paola. Porejemplo, en la versión española de susmemorias, publicadas por Grijalbo en1993, desmintió categóricamente que elpadre fuese «un hombre alto». A suspadres no les dijo ni tan siquiera quehabía sido madre hasta que lodescubrieron por su cuenta tres añosdespués. Además, pretendía que seconformaran con el cuento de que elpadre de la niña había muerto. Pero nose lo tragó nadie. El 17 de agosto de1961, el padre de Olghina, el condeCarlo Nicolis di Robiland, le escribióuna carta en la que le pedía

explicaciones satisfactorias, puesto quesu madre se había enterado de la verdadque toda Roma comentaba: el padre dela niña no había muerto, sino que, bienal contrario, tenía pensado casarse conotra mujer próximamente. En estepárrafo de la carta (que publicó unoscuantos años más tarde la prensaitaliana), había una anotación al margenque decía: «con SAR Sofía de Grecia»(y las fechas coinciden, porque JuanCarlos y Sofía se casaron en febrero de1962). Por su parte, Carolina de Kent,su madre, la fue a ver personalmente ytuvieron una discusión en la que acabódiciéndole textualmente: «Yo sé quién

es el padre de esta niña. No seguirédiciendo que está muerto. Es el príncipeJuan Carlos de España. Un día él losabrá y también lo sabrá Paola. Porqueella tiene derecho a tener un padre. Y yoharé que esto ocurra». De este modocomenzó una trifulca familiar que acabóen los juzgados, tras muchos añosdurante los cuales los padres de Olghinasiempre la habían ignorado,absolutamente despreocupados por losproblemas, económicos o de otra clase,provocados por el hecho de que pudieratener un hijo.

Ahora, sorprendentemente, pasabana interesarse muchísimo por su nieta. En

las tertulias se comentaba que al fin y alcabo respondían a una generosidad biencalculada, puesto que la niña en cuestión«podría convertirse en la gallina de loshuevos de oro». Los padres de Olghina,abuelos de Paola, iniciaron un procesojudicial para conseguir la custodia de laniña, que ganaron sin dificultad acomienzos de 1962, con el argumento deque Olghina estaba en la indigencia y nopodía atenderla.

La ex-amante del príncipe se hundió.Se sentía humillada, desesperada… yrompió definitivamente las relacionescon sus padres, él un alcohólico y ellauna manipuladora. En estos meses de

depresión profunda, en febrero y marzode 1962, que coincidieron con lapérdida de su hija y la boda de JuanCarlos y Sofía, escribió un diario paradesfogarse. Juan Carlos figura como elverdadero protagonista de manera muysignificativa, reapareciendo una y otravez en alusiones constantes, aunque yano se veían ni manteníancorrespondencia. El 28 de febrero de1962 escribió que su tía Olga, «poresnobismo inverso al de mi madre»,estaba aterrada con la idea de queOlghina se pudiera presentar con la niñaen Estoril, cosa que provocaría unatensión límite con los Borbones.

También escribió: «He sabido queJuan Carlos se ha declaradoescandalizado (con los primos Torlonia)por mi maternidad clandestina,¡¡¿Precisamente él?!! ¡Es la monda! Amenudo me pregunto por qué me hago laheroína y encubro las meteduras de patade las malas personas». «¡Si supierascuánto me debes!», escribía el 3 demarzo refiriéndose a él. Paola deRobiland vive hoy en Nueva York. Esprofesora en la Universidad deColumbia, y no quiere saber nada de sumadre, ni mucho menos de la prensarosa griega.

La alternativa griega

Para entender cómo Juan Carlosllegó a comprometerse con Sofía deGrecia es necesario retroceder en eltiempo. Ya se ha dicho que en 1954 sevieron por primera vez, en un crucerodel Agamenón, uno de aquellos viajespor las islas griegas que organizaba lareina Federica de Grecia parapromocionar el turismo y, de paso,facilitar las relaciones entre laspersonas de sangre azul de todo elmundo. Pero no hubo nada. En aquellaocasión Gabriela acompañaba alpríncipe.

Juan Carlos y Sofía no se volvierona ver hasta cuatro años después, en1958, esta vez en el castillo alemán deAlthausen, con motivo del casamiento deuna hija de los duques de Württemberg.El general Armada fue testigo de aquelencuentro: «ese baile fue donde conocí ala princesa Sofía. Estaba monísima. Elpríncipe me la presentó y confieso que,mientras bailaban, me pareció quehacían una pareja colosal». Pero estavez tampoco hubo nada especial entreellos.

Precisamente aquel año Sofía estabamuy concentrada en Harald de Noruega,heredero del trono de aquel país. Se

estuvieron publicando cosas sobre supresunto noviazgo durante dos años.Pero todo se derrumbó cuando se hizopública la cantidad fijada para la dotede Sofía. El rey Pablo había pedido parala ocasión 50 millones de francosantiguos, pero sólo concedieron 25.Corrió el rumor de que a la familia realnoruega la cifra le pareció demasiadoexigua. Hubo negociaciones. La reinaFederica estaba dispuesta a conceder demanera anticipada su herencia personalen favor de Sofía para incrementar lasuma. Pero la cosa no prosperó. Entreotros razones, de aquéllas que la razónno entiende, porque Harald se quería

casar con Sonia Haraldsen, que no erade sangre real. Y lo consiguió seis añosmás tarde. Sofía quedó desconsolada.

Los futuros reyes de Españavolvieron a coincidir en 1960, en elmismo castillo, también para una boda(la de la princesa Diana de Francia conel heredero del ducado de Württemberg,en este caso).

Pero la pareja de baile de JuanCarlos seguía siendo Gabriela deSaboya. Y, aparte de Gabriela, enaquella época ya era público que seentretenía con La Chunga, una bailaoraespañola, aunque sólo era la favorita desus pasiones. Había más amantes,

incluyendo a Olghina, con quien todavíamantenía algún vis-a-vis ocasional.

Tras tanto desencuentro con laprincesa griega, sin embargo, al cabo demuy poco tiempo, en mayo de aquelmismo año, surgió por arte de magia unenamoramiento repentino. Por aquellasfechas los Borbones viajaron a Nápolespara asistir a la Semana de Vela de losJuegos Olímpicos de Roma, partiendodesde Cascais a bordo del Saltillo conunos amigos (por cierto, incluyendo a laomnipresente Gabriela). Se alojaron enel mismo hotel donde estaban los reyesde Grecia y su familia, y allí —sí, tuvoque ser justo allí— Cupido finalmente

consiguió hacer diana.Nadie se dio cuenta, pero cuando

volvió a Estoril, Juan Carlos le confesóa un amigo (Bernardo Alonso, Maná)que se había hecho novio de Sofía y lemostró una pitillera que ella le habíaregalado. Si se lo explicaba, era porquequería un favor: que él le acompañarapara decírselo a su padre. Tenía motivospara pensar que sería una buena noticia,pero no se atrevía a ir solo. En aquellosmomentos, las relaciones entre el Pardoy Estoril eran más tensas que nunca y, derebote, también entre padre e hijo. Traslo que le había pasado a Alfonso, JuanCarlos se dedicaba a jugar la baza de

los franquistas que se querían saltar aDon Juan como heredero legítimo, yaquello, digamos, no agradabademasiado a su padre.

Maná y Juan Carlos fueron a ver alenojado Don Juan a su despacho, y JuanCarlos, como quien larga una bomba deconsecuencias imprevisibles, le dijo:«Vengo para darte una noticia. Papá,¿sabías que en las Olimpiadas de Italiame he hecho novio de Sofía deGrecia?». Don Juan se levantó y loabrazó. Estaba contento, muy contento.Y Juan Carlos respiró aliviado. Lasatisfacción del conde de Barcelona noera tanto porque Gabriela no le gustara,

que le gustaba, ni por cómo le encantabaSofía… que tampoco era el caso. Másbien venía porque enseguida adivinó quea Franco la noticia le sentaría como unapatada en el hígado. Precisamente unaño antes el Caudillo había rechazadotaxativamente a las hijas de los reyes deGrecia como candidatas, en unaconversación con uno de los tutores delpríncipe, por el hecho de que eran dereligión ortodoxa, y su padre «unmasón». Por ello, el anuncio delnoviazgo era todo un regalo que DonJuan podría utilizar como quisiera paraafirmarse frente a Franco. Juan Carlosacababa de inaugurar, quizás

inconscientemente, la etapa más difícilde sus relaciones con el dictador, queduró aproximadamente dos años.

Pese a que sabía la importancia queel Caudillo daba a la elección de unacompañera adecuada, Don Juan lomantuvo al margen del noviazgo, y sólole comunicó la noticia por radio cuandoestaba en el Azor. El Caudillo se quedóen blanco durante un par de minutos,hasta que recuperó el habla, de lo cualDon Juan disfrutó enormemente. Ytambién disfrutó imaginando su enfado,cuando el 13 de septiembre decidióanunciar oficialmente el compromiso sinconsultarlo antes, en Lausana, en casa de

la reina Victoria Eugenia. Poco tiempoantes, los felices novios se habíanpresentado públicamente como pareja,cuando coincidieron en Londres en laboda del duque de Kent.

Pero Don Juan no quería hacerenfadar demasiado Franco, sobre todotras el «Contubernio de Múnich», yaprovechó la ocasión de invitarlooficialmente a la boda para ofrecerle elToisón de Oro. El dictador estaba tandisgustado que, aparte de lacondecoración famosa, también declinóla invitación a la boda, incluso cuandoel mismo Juan Carlos le visitó en marzode 1962 para pedírselo personalmente.

Los problemas con el Vaticano parasolucionar el conflicto religioso entre lapareja fueron toda una complicación quetardó varios meses en resolverse. Peroen enero de 1962, cuando la reinaFederica viajó a Portugal con sus doshijas, Sofía e Irene, para que sereunieran las dos familias y pudieranorganizar una boda que se preveía muydifícil, no dudaron en celebrarlo a basede bien. Lo festejaron tanto que variosrestaurantes de la zona todavía hoy sedisputan el honor de haber sido el localen que tuvo lugar la petición de mano.Cosas de hosteleros, por lo demásatontados por el hecho de que los

Borbones decidieran hacer de cadaágape una fiesta, y repartir un trozo depastel a cada uno de ellos.

Eso sí, nuevamente hubo problemascon el tema de la dote, aun cuando lospretendientes españoles no estabanrealmente en condiciones de pedirdemasiado. La reina Federica y el reyPablo pidieron un aumento alParlamento y, ante el peligro de que seestropeara otra boda y la princesa se lesquedara soltera, el Parlamento se hizode rogar, pero al final aprobó laconcesión de una cantidad algo superiora la que había autorizado para elfrustrado compromiso con Harald. Al

cambio, eran aproximadamente 20millones de pesetas de 1962, unacantidad que a la izquierda griega lepareció excesiva y a la que losBorbones no pusieron pegas.

El 14 de mayo de 1962 se casaron,en Atenas, Juan Carlos y Sofía deGrecia, príncipes de Asturias, título queles identificaba como sucesores de unsupuesto rey: Don Juan. Finalmente,Franco no asistió, pero envió alembajador en Grecia, Juan Ignacio Lucade Tena y, en representación suya, alministro de Marina, el almiranteAbárzuza, al frente del barco insignia dela escuadra española, el crucero

Canarias.También recibió autorización para

asistir Alfonso Armada, que se habíaconvertido en un servidor inseparabledel príncipe. El testigo del novio fueAlfonso de Borbón y Dampierre, supresumible competidor por la Corona.Juan Carlos prefería tenerlo cerca yhacerle objeto de deferencias.

Siempre se han quejado mucho deque no tenían dinero ni para pagar laluna de miel, pero lo cierto es queestuvieron cinco meses de viaje,visitando «casas de amigos».Comenzaron en aguas griegas, a bordodel yate que el armador Niarchos les

había dejado. Después, tuvieron ladeferencia de pasarse por Madrid avisitar al Caudillo, para lo cual se pusoa su disposición un avión de las FuerzasArmadas. El encuentro fue breve.Comieron en el Pardo y al día siguientecontinuaron el viaje de novios. Pero, porculpa de aquella visita, que no le gustónada a Don Juan, cesaron al duque deFrías como jefe de la Casa del Príncipe.

Las siguientes paradas fueron Romay el Vaticano, donde fueron recibidospor el papa Juan XXIII.

Después, Mónaco, donde visitaron alos príncipes Gracia y Rainiero;Jordania, para ver a su amigo el rey

Hussein; el Japón, donde saludaron alemperador Hiro Hito; Tailandia; laIndia; y, finalmente, como fin de fiesta,los Estados Unidos, país en el que lasprincipales atracciones fueron la visitaal presidente Kennedy en Washington, yla excursión a Hollywood para ver decerca y saludar a los famosos de moda.

Cuando volvieron debían de estaragotados, pero todavía tuvieron quecontinuar la diáspora durante un tiempo.Primero estuvieron un tiempo en la casaque se les concedió en Grecia. Despuésse instalaron en Estoril, en una villapropiedad de Ramón Padilla, la CarpeDiem. Pero el destino definitivo fue La

Zarzuela, en Madrid. Don Juan no queríaque volviera a España, más que por elhecho de estar cerca, por una simplecuestión política. Pero como tenerlo almargen tampoco le servía de mucho y elpríncipe no soportaba bien la vidamonótona y aburrida de Estoril, en unacasa pequeña y prestada, Don Juancedió. Ya no era tiempo de sostenerentrevistas con el dictador.

Esta vez se conformó con escribirleuna carta sencilla, fechada el 8 defebrero de 1963, en la que continuaba lalínea de pelotilleo que ya había iniciadocon la carta del Toisón: «[…] No hapasado por mi imaginación suspender la

presencia del Príncipe de Asturias enEspaña y, mucho menos, por unadecisión mía».

Aquel mismo mes de febrerovolvieron a Madrid y se instalaron en elpalacio de La Zarzuela, en gran parte apropuesta del Pardo. Las relaciones conFranco se habían deteriorado muchodesde la boda, que había sido a mediasentre el rito ortodoxo y el católico, cosaque no podía ser bien vista por alguien aquien le gustaba pasearse bajo palio a lamínima ocasión. Pero lentamente fueronrecuperando el buen tono, merced a lapresión de los hombres del Opus, quesiempre supieron anteponer lo que

realmente importaba a sus conviccionesde integrismo católico. Y en granmedida también a los esfuerzos de Sofía,que sabía muy bien por qué estaba enEspaña e hizo todo lo posible para irseganando al dictador. No le faltaronocasiones para demostrar que era una«profesional» bien capacitada, educadapara hacer cualquier sacrificio por unarazón de Estado, aunque fueratragándose la saliva por un marido quese iba de picos pardos a la mínimaocasión.

En sustitución del malparado duquede Frías, se encargó de la dirección dela Casa del Príncipe el duque de

Alburquerque, aunque siempre realizabatodas sus funciones extraoficialmenteNicolás Cotoner, el marqués deMondéjar, que ocupó formalmente supuesto a partir de 1964. Casi al mismotiempo, el propio príncipe reclamaba aAlfonso Armada para el cargo desecretario. Los dos, Mondéjar yArmada, formaban un equipo demilitares muy próximos afectivamente alpríncipe desde los tiempos del palaciode Montellano, cuando Juan Carlospreparaba su ingreso en la AcademiaMilitar de Zaragoza. Mondéjar habíasido su profesor de equitación y se habíaido convirtiendo, a falta de uno mejor,

en un auténtico padre, a quien todos losdías, cuando se incorporaba a trabajarcon él, antes de nada le daba un beso.Armada con el tiempo llegó a ser uno delos mejores amigos de Sofía, con quienla afinidad ideológica y de carácter semanifestó desde el comienzo. A Francole parecían bien los dos, porque eranbuenos franquistas. Y a Don Juantambién, porque además eranmonárquicos. Una combinación nadainfrecuente en aquel ambiente.

De manera que los dos apoyaron losnombramientos. A lo largo de la décadade los sesenta, el príncipe visitaba aFranco una vez al mes como media, una

o dos horas cada vez. Y, por otro lado,Franco estaba bien informado de todo loque sucedía en La Zarzuela a través delpersonal de la casa, muy especialmentede Alfonso Armada, que no le escondíaninguna gestión ni ninguna visita.

Pero aunque aparentemente todo ibapor el buen camino, de la pareja realnunca se pudo decir aquello de quefueron felices y comieron perdices. Nohacía ni un año que estaban casadoscuando en Atenas —nunca en España,naturalmente— la prensa comenzó adecir que no se llevaban bien y que eramucho más que probable que sesepararan. Los rumores incluso llegaron

al Parlamento griego, donde el diputadoElias Bredimas quiso saber qué pasaríacon la dote de la princesa si se rompíael matrimonio.

Dos hijas y un heredero

Como las bodas, los hijos de larealeza son una cuestión de Estado. Yquizás por esto la primera persona aquien los príncipes anunciaron elprimero embarazo de Sofía fue LaureanoLópez Rodó.

La infanta Helena nació el 20 dediciembre de 1963 en la clínica privadaNuestra Señora de Loreto, lo más lejosposible de la Seguridad Social. Peropese a la enorme expectación que habíadespertado el acontecimiento, más en elcírculo político que en el familiar, todoel entusiasmo se derrumbó de pronto.

No solamente por el hecho de que fueseuna niña. La recién llegada difícilmentepodría ser considerada heredera algunavez, con ley sálica o sin ella. Aun así,hubo celebraciones. Y para el bautizo,el 23 de diciembre, incluso vinieron deEstoril los condes de Barcelona, si bienno les dejaron entrar en Madrid y sealojaron en Algete, en la finca de Soto,del duque de Alburquerque.

Cuando tuvo lugar el segundoembarazo, los círculos políticos de lostecnócratas del Opus ya estabanescarmentados y, por lo general, el tematuvo un tratamiento mucho menosentusiasta y más discreto por parte de la

prensa, por si las moscas. Apenas hayinformación sobre el nacimiento de lasegunda niña, Cristina, que siempre hapasado bastante desapercibida, cosa queseguramente ha agradecido. Ésta sí quenació sana, pero se trataba de otra niña,por lo que el acontecimiento tampocoera para echar demasiados cohetes.

Cuando llegó el tercer embarazo, lospríncipes ya estaban sinceramentepreocupados. Sofía tenía miedo de que,por las dificultades que había tenido enlos partos anteriores, no pudiera tenermás hijos. Para acabarlo de rematar, elperíodo de gestación estuvo rodeado denoticias tan malas para ellos como la

pérdida del trono de su hermanoConstantino de Grecia, que tuvo que huircon lo puesto a Roma, donde JuanCarlos tuvo el detalle de enviarle unpoco de ropa suya para ir tirando.

La cuestión de la sucesión era máscomplicada de lo que nadie habríapodido prever.

No solamente habrían tenido quehacer que una mujer pudiera heredar eltrono. Aparte de esto, hacía faltasaltarse a la primera de las hijas, algobastante complejo para unospretendientes tan dudosos por símismos. Pero para su tranquilidad, en1968 finalmente nació un niño, un

pequeño príncipe.El bautizo, el 7 de febrero, fue todo

un acontecimiento social que requirió nosólo la presencia de los abuelos, sinotambién la de la ex-reina VictoriaEugenia, recibida en Madrid en olor demultitudes. Volvía después de habersalido apresuradamente el 15 de abril de1931, para reencontrarse con un puebloque la primera vez, el día que se casócon Alfonso XIII, la había recibido conun ramo de flores explosivo, brindadopor Mateo Morral desde un balcón de laCalle Mayor. Pero desde entonceshabían pasado muchas cosas, muchasmuertes, y una película, Dónde vas

Alfonso XII, producto de la propagandamonárquica para las masas que habíaconmovido al populacho,convenciéndole de que VictoriaEugenia, aunque no salía en la película,como personaje de aquel universo debíaser algo así como la «Sissí emperatriz»española. La Policía calculó que lahabían salido a recibir 150.000personas. Don Juan también notó elafecto de las masas franquistas en cadauno de los movimientos que hacía, enespecial cuando visitó el Valle de losCaídos y se paró ante la tumba de JoséAntonio Primo de Rivera. Pero en laiglesia sólo Franco entró bajo palio.

Los hijos de Juan Carlos llevaríancomo segundo apellido por parte demadre «y Grecia», a falta de uno mejor.La futura reina no tenía apellido. Quiense lo quiso buscar llegó a la conclusiónde que tenía que corresponderse con ladinastía danesa, de la cual procedía lafamilia real griega, por lo que Sofía seapellidaría algo así como Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg. Peroel mismo Ministerio danés de Justiciaemitió un comunicado en el quedeclaraba que no podían usar aquelnombre. Así pues, «y Grecia» fue elequivalente de «de Dios» en Españapara algunos casos.

CAPÍTULO 7

EL JURAMENTO COMO SUCESOR

«Don Juan ya no sirve»

El franquismo no quería demasiadoruido en los años sesenta. Las luchasobreras empezaban a adoptar la actitudde un movimiento social de ámbitoestatal y permanente, con un impulso endos direcciones: ya no estabancomprometidas sólo con la consecuciónde salarios más altos y mejorescondiciones de trabajo, sino que ahoratambién querían libertadesdemocráticas. Y esto el Régimen no lopodía tolerar. En estas cuestiones seunían los movimientos estudiantiles ylos nacionalistas de Cataluña y Euskadi.

La sociedad por lo general estabademasiado agitada, cuando en 1966 lasComisiones (origen de CCOO)decidieron salir a la luz. Sólo duraronun año antes de que el Tribunal Supremolas declarara ilegales, cosa que abrióuna oleada de represión que tan sólosirvió para crear más inestabilidadsocial.

Con estos asuntos bregaba elRégimen de Franco, cuando loscoqueteos de Don Juan con la izquierda—pese a todos los esfuerzos que hizo,con cartas que pretendían apagarincendios— llevaron a Franco aexclamar: «Don Juan ya no sirve». La

única baza segura era Juan Carlos. Eldesenlace se produjo antes de ladesignación oficial como sucesor,aunque el conde de Barcelona no sequisiera dar por enterado. La cosa habíaquedado lo suficientemente claracuando, a finales de 1965, la AgenciaEFE difundió unas declaraciones delentonces ministro de Información,Manuel Fraga Iribarne, al prestigiosoTimes, en las que aseguraba que, sialgún día la monarquía volvía a España,sería con Juan Carlos. La noticia pilló aDon Juan en Suiza, donde pasaba unosdías con su madre, y su irritaciónrecorrió todas las fronteras hasta llegar

a Estoril, donde todo su equipo,entonces constituido por 62 consejeros,se sintió solidariamente molesto. Laprimera cosa que hicieron fue exigir unanota de repulsa y una reacción por partedel príncipe que, naturalmente, noconsiguieron. Juan Carlos se limitó avisitar a Franco para explicarle queFraga le había puesto en un compromiso,debido al cual resultaba difícil podermantener su papel de buen hijo. ElCaudillo no le hizo demasiado caso:«Pero ¿por qué tanta preocupación? Sieso lo ha dicho un ministro…». Enrealidad los dos eran perfectamenteconscientes de que Fraga no

improvisaba, sino que estaba muy bienorientado.

«Tu hijo te quiere arrebatar eltrono», le dijeron las personas máspróximas a Don Juan. Y para compensarsu consternación, el consejo privadopropuso celebrar un acto público delealtad al conde, con un documentofirmado por todos los consejeros yencabezado por Juan Carlos. A esto síque se avino el príncipe, en principio.Se fijó como fecha el 5 de marzo de1966. Para asegurarse que Juan Carlosasistiría, que era lo que verdaderamentetenía relevancia del acontecimiento,Pemán y el duque de Alba lo visitaron

en La Zarzuela el viernes 4. No habíaduda. El príncipe incluso les enseñó elbillete de avión. Pero al día siguiente,cuando todo estaba ya preparado para lacomida en el Hotel Palace, hacia las 12de la mañana sonó el teléfono en VillaGiralda. Era Juan Carlos, que en elúltimo momento alegaba molestias en elvientre para excusar su presencia. Enaquel momento había varios consejeros,que pudieron seguir perfectamente laconversación entre padre e hijo desde elsalón, merced al elevado tono de vozcon que Don Juan, en el despacho y conla puerta abierta, le respondió: «Notienes ningún derecho a ponerte enfermo.

Y menos hoy… El día que me casé contu madre yo también estaba hecho unamierda y aguanté hasta el discurso dePemán sin desmayarme. Tuve quejoderme y por la noche cumplir, a pesarde todo, con tu madre».

Fue un discurso memorable quetodas las personas presentes, entre lascuales estaba el mismo Pemán,recodaron durante años. Don Juan no secreyó nunca que la cagalera de su hijofuera real; y eso que nunca supo queaquel mismo día había tenido la osadíade visitar a Franco acompañado de laprincesa para decirle que no le gustabaasistir a aquella reunión política, aunque

su padre tenía un interés especial,episodio que el dictador explicó algunosdías después a uno de sus colaboradoresmás fieles, Pacón. Tampoco supo que alcabo de pocos meses el príncipe asistióa una reunión con políticos reformistasen casa de Joaquín Garrigues Walker (laventanilla a los Estados Unidos), parapresentarse como alternativa a laincompatibilidad entre su padre yFranco. Dominando su ira, sin dar másexplicaciones, Don Juan y susconsejeros decidieron continuar como sinada el acto que tenían previsto,haciendo de tripas corazón, sobre todoPemán, que pronunció, pese a todo, un

florido discurso. Llegada la noche, demanera reservada, el conde deBarcelona se reunió en Villa Giraldapara cenar con un grupo de consejeros,el mismo Pemán, Yanguas, SainzRodríguez, Gamero, Andes, MartínezAlmeida, Fanjul y Ansón. Y tras tomarel café en el salón, les anunciósolemnemente: «El príncipe ha salidohoy de mi autoridad. La unidad de laDinastía, queridos míos, está rota».Sainz Rodríguez, que ya nadaba entredos aguas (y con anterioridad habíaescrito una carta a Franco en que lepedía volver a Madrid con el objetivode colaborar en el nombramiento del

príncipe como sucesor), le explicó aDon Juan que aquello era una cosa quetodos, menos él, habían visto venirdesde la entrevista del Azor. «DonJuanito tiene que jugar su papel enEspaña y lo que ha hecho hoy erainevitable». También le dijo que él veíamuy claramente que la únicaoportunidad que el conde de Barcelonatenía de ser rey de España desde 1946era que Franco se muriera, en unaccidente o en un atentado. Y Don Juanse quedó de una manera muy especialcon aquella parte del discurso, queresonó en su cabeza un año después,cuando tuvo noticias de que el

Generalísimo acababa de sufrir unalipotimia mientras cazaba en Cazorla.

«Su bajeza»

El mes de octubre de 1967, duranteel transcurso de una cacería en la sierrade Cazorla, Franco se puso enfermo demanera repentina. Una lipotimia. Losmecanismos del Régimen actuaroninmediatamente para que la noticia notrascendiera, pero aun así Don Juanconsiguió enterarse a través de un amigoinglés, un marino que estabaparticipando en la montería. Don Juantuvo una visión de sí mismo con lacorona puesta. Si Franco se moría depronto, como había dicho SainzRodríguez, ésta era su oportunidad.

Hacía falta moverse rápido ydiscretamente y pensó que lo mejor eratelefonear a Antonio García Trevijano,que estaba en Madrid, para que hicieralas gestiones oportunas. Y, naturalmente,Trevijano las hizo. Una vez enterado delasunto, el primer paso fue entrar encontacto, a través de mediadores de labanca, con el director general deseguridad de Franco, el coronel Blanco,que se quedó un poco sorprendido deque Trevijano estuviera al tanto:«¿Quién más lo sabe?», preguntóasustado. Intercambiaron datos yhablaron del tema. La verdad era que lode Franco no había sido nada. Una falsa

alarma.Pero de todos modos pensaron que

lo mejor era ponerse a trabajar sobre lahipótesis, de cara al futuro. «Y si aFranco le pasa algo algún día… ¿quéhacemos?, ¿cómo nos organizamos?». Elplan de Trevijano consistía en mandarun avión militar a Lisboa que trajera aDon Juan para presidir los funerales. Sien vida a Franco no se le ocurría darningún paso hacia la vía sucesoria, tal ycomo estaban las cosas esto sería lo máslógico y lo más natural. Así le pareciótambién al coronel Blanco y, de estemodo, el proyecto quedó establecido.Pero no solamente entre ellos dos. Como

se puede suponer, no lo consultaron aFranco pero, en cambio, los mesessiguientes sí que pusieron al tanto, através de conversaciones secretas, abanqueros como Valls Taberner yAlfonso Escámez, mandos militares,representantes de la oposición, etc…Cuando Don Juan llegó a Madrid para elbautizo de Felipe, un año después,Trevijano le facilitó varios encuentros,algunos en su despacho de la plaza deCristo Rey y otros en el mismo palaciode La Zarzuela, con Díez Alegría, conEscámez, con gente de ComisionesObreras, con curas, con militantes departidos clandestinos… De todo un

poco.Quien no intervino en absoluto fue el

príncipe Juan Carlos. No se contó con élpara nada, en principio porque losplanes eran en gran medida secretos,pero también porque su participación, encaso de que los planes se llevaran acabo, sería nula.

Con lo que no contaban era que JuanCarlos a aquellas horas ya estabatrabajando en sus propios proyectos,reclutando también a adeptos muypróximos al grupo de Don Juan. Inclusode dentro. El mismo Valls Taberner, nose sabe exactamente cuándo, se pasó delbando juanista al juancarlista.

Ni que decir tiene que se ocupaba dela economía de Juan Carlos desde 1962,es decir, desde su boda con Sofía.

Pero como buen banquero,procuraba estar a bien con todo elmundo. A la vez que ayudaba aTrevijano a hacer las primeras gestionespara contactar con el coronel Blanco,también ayudaba a Pedro SainzRodríguez a conseguir un pasaporteespecial para viajar a Madrid aentrevistarse en secreto con Juan Carlosy decirle que, si le proponían ser elsucesor, debía aceptarlo sin dudar.

El príncipe no tuvo fortuna del todoen algunos de los movimientos que hizo.

Sobre todo, cuando se le acudió recurriral mismo Trevijano para que en Estorilsondeara a alguien que no sabía siestaba con él o con su padre. El príncipeestaba dejando ver muy clara ytransparentemente que había unadiferencia de intereses entre los dos,precisamente delante de quien, pese ahaber compartido tantas chicas en lostiempos de Zaragoza, estaba ciertamentecon el conde. Trevijano fue a Estoril yrápidamente visitó a Don Juan paracontárselo. Fue Sainz Rodríguez quien,cínicamente, se mostró másescandalizado por lo que oía. «Si estoes así, yo dejo de llamarle al príncipe su

alteza y a partir de hoy le llamaré «subajeza»», dijo.

Pero Don Juan tampoco llegaba ahacer diana con sus iniciativas. Ennoviembre de 1968, los juanistasconsiguieron colar, en la revistafrancesa Point de Vue , especializada enfamilias reales, una entrevista en la queel príncipe declaraba rotundamente:«Nunca aceptaré la Corona mientras mipadre siga vivo». En realidad se tratabade una frase que Juan Carlos habíapronunciado años antes, en otraentrevista realizada en 1965 y publicadaen enero de 1966 en la revistanorteamericana Times. Los adláteres de

Don Juan pretendían que Juan Carlos seviera obligado a confirmarla. Pero noles salió bien. La conmoción queaquellas declaraciones causaron en elPardo provocó una reacción contraria enel príncipe. Tras múltiples desmentidospor parte de sus colaboradores máspróximos (López Rodó, Mondéjar yArmada), él mismo pidió visitar Francopara explicarle la verdad de la historia.Franco le aconsejó que no rectificara:«Las familias reales no pueden discutiren la prensa. Hay que salir al pasoindirectamente». Se les ocurrió sacarrápidamente otra entrevista para laprensa española. Resultó tan brillante

que hoy se pelean por tener lapaternidad Manuel Fraga (que sostieneque ayudó a redactarla de maneradefinitiva), Gabriel Elorriaga, cabeza desu gabinete que después la llevó a LaZarzuela, donde el príncipe la aprobó yañadió dos líneas de propia mano, yAlfonso Armada (que dice que laescribió él mismo a partir de unas notasconcisas que le había dado el príncipe).El caso es que el director de la AgenciaEFE, Carlos Mendo, fue designado parafirmar la entrevista y distribuirla a laprensa. La posición del príncipequedaba clara: lo aceptaba todo y, siFranco le nombraba, sería sucesor a

título de rey tras jurar los Principios delMovimiento Nacional y las LeyesFundamentales. Se publicó en variasrevistas y en el diario Pueblo, enportada y con grandes titulares:«Declaraciones a tumba abierta». En LaZarzuela se recibieron más de 20.000felicitaciones.

La designación

Todo estaba ya más que dispuestopara cuando Franco quisiera dar el pasoúltimo y definitivo.

Apenas quedaban cuatro cositas,cuatro condiciones previas, que notardaron más de un año en cumplirse. El5 de enero de 1968, el que todavía eraconsiderado príncipe de España (encuanto heredero de Don Juan) cumplía30 años, la edad fijada por la Ley de1947 para poder ser designado sucesora título de rey. Pocos días después visitóa Franco, que le recomendó: «Tengamucha tranquilidad, alteza. No se deje

atraer por nada. Todo está hecho».Antes de que acabara el mes, el día 30,nació su primero hijo varón, Felipe. Yahabía heredero. Segundo problemaresuelto. Pero todavía quedaban un parde detalles. Franco temía tanto laintransigencia de la ex-reina como la delfrustrado rey que nunca lo fue, sobretodo de cara al exterior, si se negaban aasumir la irregularidad que seproduciría en la línea sucesoria, y noquería dejar cabos sueltos. Tenía quegarantizar que tendrían una reacciónrazonable, por el modo que fuese.

El caso de Victoria Eugenia seresolvió apenas unos meses después, de

la manera más natural. Se murió el 15 deabril de 1969. Cuando paseaba con susperros por los alrededores de VielleFontaine, su casa de Lausana, cayó y sehizo una herida en la cabeza. Tenía 81años. Don Juan se dio cuenta enseguidade las repercusiones que podía teneraquello y adoptó una actitudabiertamente arisca hacia su hijo. No selo comunicó hasta tres días más tarde,después del entierro; y cuandofinalmente se vieron, lo único quehicieron fue discutir. Lo cierto era quetenían poca cosa que decirse tras lasdeclaraciones de la Agencia EFE. JuanCarlos insistió en el hecho de que, si

estaba en España, era para aceptar loque había. Y Don Juan le replicócategórico: «Sí, pero no parasuplantarme a mí». El príncipe volvió aMadrid al día siguiente, para asistirjunto con Franco a otro funeral por laex-reina. Se celebró en San Francisco elGrande, se cantó la Misa de Perosi yFranco entró en el templo bajo palio,como privilegio suyo otorgado por laIglesia española al Caudillo de laCruzada Nacional Católica.

De todos modos, las cosas no podíanquedar así con su padre. La misión deJuan Carlos era conseguir, en la medidade lo posible, su apoyo. Y con este

objetivo le pidió a Alfonso Armada quele acompañara a Estoril —nunca se lashabía arreglado bien solo —, paraexplicar al conde de Barcelona cómoestaban las cosas una vez más. Armadale habló de la España oficial, del puntode vista del Ejército, de las presiones deun grupo importante de ministros(Carrero, López Rodó, Alonso Vega,López Bravo, etc.)… Y acabódiciéndole que tenía el convencimientopersonal de que Franco nombraríasucesor a su hijo. Pero Don Juan no selo creyó. «Juanito», le dijo el conde deBarcelona, «si te nombran, puedesaceptar; pero puedes estar seguro de que

esto no sucederá». En la misma línea, el8 de mayo, Don Juan, incauto al máximo,escribió una carta a Franco en la que leproponía una reunión para tratar «sobreaquellos puntos en donde convergennuestros desvelos por España. Y conesta mira tan alta, ¿no parece evidente,mi General, la conveniencia nacional deque hablemos con sosiego y corazónabierto?». No hubo respuesta.

No se sabe exactamente con quéanticipación empezó a trabajar el equipode Juan Carlos para tratar de conseguirla aprobación sin problemas de sunombramiento por parte de las Cortes.Pero desde el mes de noviembre tenían

preparada la «Documenta», una especiede currículum, resumen de lasactividades del príncipe, que el día deljuramento distribuirían a losprocuradores y a la prensa.

También con meses de antelación,con el propósito de asegurarse el votode la Falange, Juan Carlos se reunió consu representante más destacado, AntonioGirón de Velasco, en una comida en elrestaurante Mayte Comodoro. JuanCarlos intentó ser simpático y lepreguntó si le podía tratar de tú.«Mientras no me insulte, usted me puedellamar como quiera». Girón se desahogóexplicándole las escenas del

Movimiento Nacional y, cuando acabó,el príncipe soldado también hizo supárrafo: él era un militar y como militarasumía el patriotismo y muchos de lospostulados de Girón. Eso sí, como él noera el Generalísimo Franco, dijo unpoco de broma, tenía que ir a mear. Y esque la continencia de Franco, que no semovía de la mesa del Consejo deMinistros durante todo una mañana, erauno de los tópicos del Régimen. Endefinitiva, la reunión fue un éxito. JuanCarlos le había caído francamente bien yGirón decidió apoyarle. Al cabo fuefundamental el «sí» rotundo del primerfalangista de España, como motor que

arrastró a todos los otros. A mediadosde junio, Juan Carlos viajó de nuevo aPortugal para pasar unos días en familia.Antes de marcharse, había pasado por elPardo para despedirse delGeneralísimo. «Venid a verme cuandoregreséis, porque tengo algo importanteque deciros», le había anunciado. Y,todavía antes, había hablado con LópezRodó, que, por su parte, le habíaadelantado que estuviera preparado.Pero en Estoril no dijo nada de estasconversaciones. Bien al contrario, leaseguró a Don Juan que todavía no sabíaabsolutamente nada de la sucesión y que,si quería, se iba a Portugal con Sofía y

los niños, apuntando, eso sí, que siseguía en España y Franco lo proponíacomo sucesor, no le quedaría otroremedio que aceptarlo, porque si no,Franco nombraría a Alfonso de Borbóny Dampierre.

Claro está que, en todo caso, no fuelo suficientemente rotundo porque, unavez en Madrid, Juan Carlos le dijo aLópez Rodó que no había podidoadivinar cuál sería la actitud de su padrecuando se produjera el hecho. Elproblema siguió así hasta que, en julio,Sainz Rodríguez tuvo la trascendental ydecisiva entrevista secreta con JuanCarlos en Madrid, que le aseguró: «No

se preocupe por su padre. De su buenareacción me encargo yo».

Apenas unos días después, el 12 dejulio de 1969, Juan Carlos recibió laesperada llamada telefónica de Franco.Durante la cita, tras la comida en elPardo el dictador le comunicófinalmente su decisión de designarlocomo sucesor, así como las fechasprevistas a tal objeto. «De acuerdo, migeneral, acepto». Franco sonrióimperceptiblemente y le dio un abrazo.Cuando el príncipe salió del despacho,pudo ver que ya estaba allí el embajadorde España en Lisboa, a quien actoseguido Franco entregaría una carta que

ya tenía preparada para Don Juan, paraque la llevara inmediatamente a Estoril.

No bien Juan Carlos llegó a LaZarzuela, llamó por teléfono a VillaGiralda, pero no se atrevió a decir nada,ni siquiera a su madre, y se limitó aanunciar que Nicolás Mondéjar salíaaquella noche para llevarle una carta asu padre. La carta de Franco para DonJuan, encabezada por «Mi queridoInfante», le anunciaba la decisión yañadía: «Quiero comunicároslo yexpresaros mis sentimientos por ladesilusión que pueda causaros, y miconfianza de que sabréis aceptarlo, conla grandeza de ánimo heredada de

vuestro augusto padre D. Alfonso XIII».Y, aparte, se permitía prevenirle «contrael consejo de aquellos seguidores queven defraudadas sus ambicionaspolíticas». Cuando la leyó, Don Juanexclamó: «¡Qué cabrón!». Yrápidamente, igual que para todas lasmisiones sensibles, prácticamente ensecreto, a espaldas de sus consejerosoficiales, llamó por teléfono a Trevijanopara decirle: «Lo peor ha sucedido».

Trevijano salió en su propio coche atoda velocidad y al cabo de pocas horasse presentó en Villa Giralda. Cuandollegó, Don Juan le enseñó la carta deFranco, que le provocó todavía más

indignación que a Don Juan. Sentencióque era necesario responder.

Don Juan le encargó que redactara élmismo la respuesta. Al día siguiente,con Trevijano todavía clandestinamenteen Villa Giralda, a Don Juan le llegó unacarta de su hijo: «Como por teléfono nose puede hablar, me apresuro aescribirte estas líneas […]». Con elrecuerdo de los últimos enfrentamientostodavía vivo, aquel acto de adhesión alque no había ido, cuando murió laabuela… no se atrevía a hablarpersonalmente. «Rogando a Dios quemantenga por encima de todo la unidadde la Familia», le decía en la carta,

mientras esperaba la reacción a unadistancia más que prudente, «quieropedirte tu bendición». Esta carta todavíale sentó peor a Don Juan que la deFranco. Y también a Trevijano, que,lleno de cólera, le dijo que, aparte delas razones familiares, tenía que salvarsu posición ante la historia: «Esta cartatiene que ser contestada con undocumento para que conste». Y DonJuan lo aceptó: «Paso a limpio la carta aFranco para que salga ahora mismo, yprepárame otra para mi hijo». El textoque escribió Trevijano decía: «¿QuéMonarquía salvas? ¿Una Monarquíacontra tu padre? No has salvado nada.

¿Quieres salvar una Monarquíafranquista?… Ni estoy de acuerdo, nidaré mi acuerdo nunca, ni aceptaréjamás que tú puedas ser rey de Españasin el consentimiento de la Monarquía,sin pasar a través de la dinastía».Cuando estuvo acabada, Don Juan lafirmó y la lacró, y se aseguró de que,junto con la que iba destinada aldictador, saliera enseguida haciaMadrid.

Pero con otros consejeros (enconcreto, Areilza y Sainz Rodríguez),Don Juan redactó otro documento, unmanifiesto bastante más suave que lascartas, que fue el que se dio a conocer a

la opinión pública: «[…] Para llevar acabo esta operación no se ha contadoconmigo, ni con la voluntad librementemanifestada del pueblo español. Soy,pues, un espectador de las decisionesque se hayan de tomar en la materia yninguna responsabilidad me cabe en estainstauración», decía.

Quedaba claro que no pensabaabdicar, pero tampoco se enfrentabaabiertamente con su hijo. Los consejerosle habían recomendado que no lo dieratodo por perdido y que se mantuvieracomo candidato de la oposición alRégimen, como alternativa.

Cuando creyó que el temporal había

pasado, Juan Carlos telefoneóinsistentemente, pero Don Juan no sequiso poner. Seguramente lo hizo sumadre, Doña María, y más de una vez.Se dice que durante estos días intervinoen favor de su hijo tanto como pudo,calmando los ánimos e intentando evitarque se produjera una situación deruptura irreversible. Entre ella, SainzRodríguez y los otros consejeros,consiguieron que Don Juanprácticamente se retirara, y learrancaron el compromiso: «Yo contrami hijo no voy a hacer una guerra civil,no voy a enfrentarme. Yo eso no lohago». Eso sí, prohibió a los miembros

de la familia real asistir al acto dejuramento en las Cortes y exigió a suhijo que devolviera la insignia dePríncipe de Asturias. En vísperas de ladesignación, el príncipe se habíaquedado sin título. López Rodó conCarrero Blanco, por una parte, y JuanCarlos, con Sofía y el marqués deMondéjar en La Zarzuela, por la otra,tuvieron que ponerse a pensar deprisa ya salto de mata en lo que podría ser apartir de entonces. Al parecer, fue Sofíaquien, inspirándose en su propioapellido, sugirió el de «Príncipe deEspaña», del cual no había ningúnprecedente histórico. Y a todos los

pareció bien. ¿Qué otra cosa podíanhacer?

El juramento en las Cortes

Unos cuantos días antes, con lacolaboración de sus ayudantes Mondéjary Armada, con la de Torcuato FernándezMiranda, que no se lo quiso perder, ycon el asesoramiento de Carrero Blancoy López Rodó, Juan Carlos preparó sudiscurso. Después lo leyó dos veces aldictador para que lo aprobaradefinitivamente. Todo estaba preparadopara el gran momento de quien, a partirde entonces, sería proclamado Príncipede España: la ceremonia del juramento,un acontecimiento de una relevanciahistórica enorme, aun cuando la falta de

previsión (o la premeditación, no sesabe) del mismo Franco al fijar la fechahizo que coincidiera, nada más y nadamenos, que con el alunizaje deArmstrong, Collins y Aldrin,acontecimiento que, como es natural,restó un poco de protagonismo alPríncipe en los medios decomunicación.

El 23 de julio de 1969, Juan Carlosde Borbón y Borbón juró en unaceremonia solemne, como sucesor atítulo de rey del Generalísimo Franco,los Principios del Movimiento Nacionaly las Leyes Fundamentales, una especiede compendio, a la manera de una

constitución, de todas las disposicioneslegales del franquismo. «Mi pulso notemblará para hacer cuanto fuera precisoen defensa de los principios y leyes queacabo de jurar», declaraba en eldiscurso posterior, que fue muy bienacogido por la audiencia franquista.Sólo mostraron su desacuerdo loscarlistas ausentándose de la sala, asícomo algunos juanistas, que votaron un«no» sonoro al príncipe. En total fueroncuatro minutos de discurso y doce deaplausos. «Ya hay un estado monárquicodecidido: la Monarquía delMovimiento», publicaba exultante eldiar io Informaciones en portada dos

días después. Don Juan aquel díanavegaba por aguas portuguesas con elSaltillo. Los historiadores no se ponende acuerdo sobre si había ido hacia elnorte (rumbo a Figueira da Foz), o haciael sur (al Algarve). Pero lo que importaes que consiguió desembarcar a tiempopara buscar un sitio donde poder seguirla retransmisión de la televisiónespañola: «Qué bien ha leído JuanCarlos», dijo al acabar la ceremonia.Por la noche, en aquella fecha yalegendaria, los recién estrenados«Príncipes de España» cenaron en LaZarzuela con sus colaboradores máspróximos. Había una alegría

generalizada. Se respiraba este ambientecuando en un momento de euforia, sinpoder reprimirse, Sofía alzó la copa ydirigiéndose a Armada dijo: «Hoytomamos el mejor vino y yo brindo porusted, Alfonso».

A partir de entonces, las visitas deJuan Carlos al Pardo pasaron demensuales a semanales. Todos los lunes,a las cinco de la tarde, se sentaba con eldictador para comentar los temas queArmada le había preparado previamenteen unas notas y que, al volver a LaZarzuela, trataba con él otra vez.

La sufrida ciudadanía, años después,tuvo que aguantar mucho cuando a los

padres de la Transición los dio porquerer convencernos con estudiossensatos de que todo aquello no habíasido, en realidad, nada más que unabroma pesada. Juan Carlos, el defensorde la democracia, a la sazón ya teníaabsolutamente decidido liquidar elRégimen de Franco, según ellos. Vamos,que había jurado los Principios delMovimiento y las Leyes Fundamentalescon los dedos cruzados. E inclusodespués de que, en 1993, el mismo JuanCarlos hubiera declarado públicamente:«No lo comprenderá todo el mundo…Pero si uno lo piensa bien… A menudome he preguntado si la democratización

de España hubiera sido posible alfinalizar la guerra civil». Y acontinuación aseguraba que la victoriade Franco había logrado «una paz queme transmitió unas estructuras en las queme pude apoyar».

CAPÍTULO 8

LOS ÚLTIMOS PASOS HASTA LAMETA

Aburrido de esperar

Desde la designación de Juan Carloshasta 1972, Don Juan no lo quiso ni ver.El reencuentro tuvo lugar con motivo dela boda de la infanta Margarita con eldoctor Carlos Zurita, el 12 de octubre,en Estoril. Aun así, con ambiente defiesta y todo, el conde evitó que lefotografiaran con su hijo.

Fueron años difíciles para elpríncipe, sobre todo porque, mientrasesperaba al igual que millones deespañoles —aunque cada cual con susmotivaciones particulares— que Francose muriera de una vez, se aburría.

«Estoy aburrido», dijo una vez. «Hepensado en poner una granja en LaZarzuela. Estoy cansado de estasituación. Quiero saber de una vez ypara siempre qué voy a hacer. Si voy aser carpintero, que me lo digan».

De las escasas actividades quellevaba a cabo durante su jornadalaboral, la más entretenida era ir alPardo una vez por semana. Para laocasión, Armada le preparaba, conbastante reflexión sistemática, unasnotas. Pero lo cierto era que aquellosdespachos, que duraban una hora,normalmente los lunes tras la comida,eran mucho más fascinantes para

Armada que para el príncipe, puesto queaprovechaba para apuntar los temassobre los cuales le interesaba conocer laopinión de Franco. El príncipe era ya lobastante adulto para no tener «tutores»,pero a lo largo de toda su vida será unaconstante llevar el apelativo «Juanito»,o «don Juanito», y tener a alguien a sulado para orientar sus pasos en ladirección adecuada en cada momento.Irá sustituyendo a uno por otro, según loque le conviniera más. En esta etapa enconcreto, esta persona era AlfonsoArmada, su secretario particular. Leconsultaba todo. Le informaba de todo,se dejaba aconsejar en todo…

Aunque, poco a poco, conforme seiba acercando el momento de asumirresponsabilidades como rey, JuanCarlos fue dejando que este lugar deinfluencia, de tutoría política, lo fueraocupando Torcuato Fernández Miranda,rodeado por un equipo más o menoscoordinado y bien avenido de políticosjóvenes.

Aparte de las reuniones deadoctrinamiento con Franco, sus«tutores» franquistas creyeron que eraconveniente que se formara un poco enel conocimiento de la Administraciónpública, pasando por varios ministeriospara estudiar las competencias y el

funcionamiento de cada uno, aunque sehace difícil imaginar qué podía hacerexactamente en estos sitios en el horarioque se le organizó, entre las 5 y las 8 dela tarde, unas horas en que difícilmentequedaba alguien en las oficinaspúblicas. El resto del tiempo, recibíavisitantes insignes en La Zarzuela, comolos ministros López Rodó y LópezBravo. También solía recibircomunicaciones, informes y encargosdel Ejército, de falangistas,intelectuales, empresarios,periodistas…

En fin… todo muy aburrido. Así,pues, para hacerlo más ameno, Franco le

aconsejó que empezara a viajar por todaEspaña, para que el pueblo le fueraconociendo. Aquello sí que eraemocionante, sobre todo para susacompañantes. En una localidad cercanaa Valladolid, a la que fue escoltado porel ministro de Agricultura, la gente leslanzó patatas cuando pasaron en coche.El ministro estaba horrorizado y elpríncipe se vio obligado atranquilizarlo: «Cálmese, señorministro, a quien se las tiran es a mí, noa usted». Otro día, en Valencia, cuandoiba andando por la calle con el capitángeneral de la región, vio a un hombreque se los acercaba a salto de mata.

Instintivamente, en lugar de andar másrápido, el príncipe dio un paso atrás y elgolpe de tomate fue a parar al capitángeneral, que se había quedado en medio.«Gajes del oficio, como hubiera dichomi abuelo don Alfonso XIII», le dijoJuan Carlos para consolarlo. También lelanzaron tomates cuando visitó Granada.Y en un viaje oficial a Canarias, elsucesor de Franco se quedó bloqueadodurante varios minutos a mediodiscurso, porque no entendía la letra dequien se lo había escrito. Fue alpresidente del Ayuntamiento, que habíatenido que negociar la presencia delpríncipe con comunistas y socialistas,

todavía en la clandestinidad, quién tuvoque aguantar el chaparrón.

Eso sí, donde no se podían permitirtonterías era en los viajes al extranjero,y muy especialmente en los EstadosUnidos. Cuando en enero de 1971 fueinvitado por Nixon, con motivo deldespegue del Apolo-14, durante laretransmisión en directo por televisiónfue capaz de improvisar, sin papel y enun inglés perfecto, ante las preguntas deun periodista de la televisiónnorteamericana, supuestamente porsorpresa: «La influencia que tiene en lasgeneraciones contemporáneas laconcepción del universo obliga a los

hombres a salir de su aldea y procurarseuna visión de la vida más amplia que laque tuvieron las gentes de épocasanteriores». La actuación brillante delpríncipe se destacó en la prensa comoprueba inequívoca de que no era tantonta como parecía, cosa que no le fuenada mal para lavar su imagen. Yaestaba bastante quemado, e inclusohabía dicho: «Ya estoy harto de que aquívenda todo el mundo a chuparme el culoy luego me consideren tonto».

Preparando el terreno

Mientras Juan Carlos esquivabatomates y visitaba los edificios vacíosde los ministerios, los hombres de la«Operación Lolita» continuaban la duraempresa de preparar el terreno para loque vendría tras Franco. La decisión deldictador de nombrarlo sucesor a logrande había sido fruto del trabajo tenazde Laureano López Rodó. A partir de1969, él y los demás continuaron suestrategia por otros caminos. Paraliberalizar la economía y poner fin a laautarquía, tenían que pasarnecesariamente por una sensible

apertura a las libertades políticas, y eranperfectamente conscientes de ello. Elmismo López Redondo votó a favor dela Ley para la Reforma Política de 1976y a favor de la Constitución de 1978.Para trabajar en este terreno,necesitaban algo más que un sucesorcolocado en La Zarzuela. Hacía faltaque Franco, al menos, se desprendierade la función de presidente del Gobiernoen favor de una persona que asegurara laentronización política de Juan Carloscuando muriera el dictador. Sobrabanargumentos para hacerlo a la mayorbrevedad posible, sobre todo cuandoETA empezó a actuar, en 1968, matando

en agosto al guardia civil José Pardinesy al policía Melitón Manzanas, primerosde una larga lista que el Régimen noconsiguió frenar. A comienzos de losaños setenta, se sucedían lasmovilizaciones de protesta en Euskadi ylos juicios del Tribunal Militar deBurgos contra nacionalistas vascos.También fue un impulso el derramecerebral que inmovilizó al dictadorportugués Oliveira Salazar, al caer deuna silla, el 7 de septiembre de 1968. Elcaso era para tomar nota. Aquí podríapasar algo parecido en cualquiermomento. Aunque estaba muy aferradoal poder, Franco acabó cediendo en

junio de 1973, designando comopresidente del Gobierno a su asesor, elalmirante Luis Carrero Blanco.Fernández Miranda se convirtió en suvicepresidente, ministro secretariogeneral del Movimiento, y, además,cada vez con más fuerza, fue el hombrede confianza política del príncipe JuanCarlos.

Completando el trabajo de lostecnócratas del Opus, durante estos añoslos Estados Unidos intervinieron en unadirección similar, si bien desde unaóptica más amplia. La inestabilidadpolítica de los setenta era lo que más lespreocupaba. Consideraban que, tras la

purga que había hecho Franco a lo largode 30 años, España ya estaba lo bastantepreparada para iniciar el camino haciauna transición pacífica. Con una módicainversión político-monetaria, pusieronen marcha sus planes para financiar yproteger a grupos de diversadenominación previstos para laTransición, escogidos para organizarpartidos políticos que serían legalizadoscuando concurrieran las circunstancias.Los partidos que se iban a crear, orecrear, fueron diseñados como si setratara de sucursales de un centroestratégico supranacional, con cuadrosque se tenían que constituir en gestores-

delegados territoriales. Al electorado sele reservaba la función de simpleconsumidor del producto, para cuyovoto un grupo de partidos especialmenteescogidos competiría en un régimen deoligopolio. Las «marcas», eslóganes ycampañas de los partidos mencionadosserían fabricadas con técnicasimportadas de los Estados Unidos porpersonajes formados y teledirigidospara esta función: como Julio Feo paralanzar y hacer llegar al poder a FelipeGonzález, el candidato fundamental quedesmontaría los partidos de izquierdas yharía que España entrara en la OTAN.

De acuerdo tanto con los planes de

la «Operación Lolita» como con los delos norteamericanos, en torno a la Casadel Príncipe empezaron a confluir unaserie de personas de su generación.

Constituyeron algo no muy diferentedel consejo privado que tenía su padreen Estoril, aunque nunca se reuníantodos juntos. De uno en uno, o de dos endos, pasaban por La Zarzuela a hablarcon Juan Carlos, cuya principal funciónvenía a ser la de servir de núcleo ycorrea de transmisión entre unos y otros.Se trataba fundamentalmente de jóvenesque ya estaban introducidos en elsistema político del Régimen, comoMiguel Primo de Rivera y Urquijo (que

era consejero nacional), José JoaquínPuig de la Bellacasa (segundo de Fragaen la Embajada de Londres), JaimeCarvajal (amigo y compañero deestudios de Juan Carlos desde lainfancia, e introducido en el mundo de labanca), Nicolás Franco Pascual de Pobil(hijo del que fue embajador en Portugal,sobrino de Franco y consejero nacional)y Jacobo Cano (ayudante de AlfonsoArmada en la Secretaría de la Casa delPríncipe), entre otros. Y lo que teníanque hacer, su trabajo, era contactar conpersonas de diversos sectores, enespecial de la oposición, para irexplicándoles todos los planes del

príncipe de cara al futuro.Cada uno hizo una lista de personas

con la que le parecía interesante hablar,y sobre la cual se pusieron a trabajar.Jacobo Cano, por ejemplo, facilitó losprimeros contactos con el PSOE, através de los hermanos Javier y LuisSolana. Pero no tuvo tiempo de hacermucho más. Murió cuando apenas habíaempezado, en agosto de 1971, cuando elcoche en el que iba se estrelló contra unautobús de la Guardia Civil,precisamente en una de las curvas de lacarretera de acceso a La Zarzuela, y separtió el cuello. El papel principal deaquellos contactos lo tomó Jaime

Carvajal, que trabajaba en el BancoUrquijo con Luis Solana. Luis Solanaacabó siendo él mismo un asiduo de LaZarzuela, a la que iba en moto y entrabasin quitarse el casco, para que no loreconocieran. Al grupo del príncipe leinteresaba especialmente porque, siendoun buen chico de la burguesía, tenía ellustre de haber estado en prisión porvinculación con la AsociaciónSocialista Universitaria, y manteníaalgunas relaciones, aunque no eranorgánicas, con el Partido Socialista. Suhermano Javier (el que acabaría siendosecretario general de la OTAN en elmomento del bombardeo de

Yugoslavia), sí que estaba mucho másencajado en el organigrama del partido,y también estaba enterado de lasconversaciones, aunque no participabapersonalmente. Aparte de «establecercontactos», el entorno del príncipe,como buen gabinete de relacionespúblicas, se ocupaba de ir construyendouna buena imagen del futuro monarca.Esta idea ya surgió en la época en queCarrero Blanco era presidente delGobierno, un poco preocupado por elhecho de que tantos tomatazos no eranuna buena señal.

Precisamente fue aquí donde AdolfoSuárez trabajó por primera vez con Juan

Carlos, desde su puesto de directorgeneral de Televisión. Se encargópersonalmente de crear una filmotecacon imágenes de Juan Carlos y Sofía, enfavor de la causa monárquicajuancarlista, y de suprimir todas lasapariciones de Carlos Hugo y de DonJuan.

Otra tarea imprescindible consistíaen estudiar mediante qué mecanismos, yen qué condiciones exactamente, sepodría desarrollar la evolución hacia lamonarquía. Ya habían empezado antesde 1969, con iniciativas como lacreación de una comisión de seismilitares, nombrados por el Estado

Mayor Central, la Sección de Planes yProyectos, con Alfonso Armada yEmilio Alonso Manglano entre otros. Aesta comisión se le había encargado queestudiara el tema «Ideas básicas quedeben ser mantenidas a ultranza por lasFuerzas Armadas». Se trataba dedescubrir algo así como el alma delEjército, o las razones por las cualesestaría dispuesto a iniciar otra guerracivil. Todo había de estar «atado y bienatado». El informe, una vez terminado,fue entregado en La Zarzuela.

Al príncipe le gustó mucho. Losaños siguientes se hicieron muchos másestudios de prospección, sobre todo de

los sectores sociales, como los informesFOESSA dirigidos por el profesor JuanLinz, sobre la realidad política y socialde España. En la encuesta que estafundación realizó en 1970, se llegaba ala conclusión de que el sistemapreferido para suceder al de Franco erala república (para un 49% de lapoblación, mientras que el Régimen tansólo contaba con el 29,8% de apoyo, yla monarquía, con el 20,8%). Así, pues,quedaba mucho trabajo por hacer.

También se encargaron análisissobre las posibilidades de cambiopolítico respetando la legalidadfranquista. En 1973, una serie de

jóvenes «progres», entre otros LuisSolana, cada uno de los cuales puso unacantidad, financiaron el dictamen delcatedrático de Derecho ConstitucionalJorge de Esteban. Cuando estuvoacabado, entregaron los borradores alpríncipe.

Torcuato Fernández Miranda no sóloescribió un libro, sino que tambiénelaboró su propio plan. Éste fue fácil deentender para Juan Carlos, porque notuvo que leerlo. Ya se lo explicó suviejo profesor. Así, pues, el plan que legustó fue el de Torcuato, que seconvirtió en el hombre clave delcambio. Merced a los estudios y las

encuestas, sabían que el patrón diseñadose ajustaría al cuerpo político deEspaña.

La muerte de Carrero

El 20 de diciembre de 1973, elDodge negro del almirante CarreroBlanco voló por los aires en la calleClaudio Coello de Madrid. Cuando sedirigía, como cada día desde hacía años,siempre siguiendo el mismo itinerario, ala misa de una iglesia de Serrano,enfrente de la Embajada de los EstadosUnidos, de pronto subió como un cohetea gran altura para ir a caer al patiointerior de un convento de jesuitas. Conuna travesía como aquélla, el almirante,el chófer y el escolta personal murieronen el acto.

La princesa Sofía se enteró antes deque el príncipe y que la mayoría de losespañoles, cuando iba en el coche parallevar a los niños al colegio, porquetenía por costumbre escuchar por radiola frecuencia de la Policía. Cuando llegóa La Zarzuela, fue a decírselorápidamente a Juan Carlos a sudespacho. En aquel momento lellamaban por teléfono para darle lanoticia Los príncipes quisieron irenseguida al hospital, pero Armada noestaba demasiado seguro de que fueraprudente, y decidió enviar antes una«avanzadilla», en misión deexploración, porque no se sabía si era

un hecho aislado o si era una accióncoordinada de manera más amplia. Alfinal, les dio permiso y los príncipesmarcharon en un coche que conducía elmismo Juan Carlos, aunque ya no habíaheridos que visitar.

Después, al volver a La Zarzuela, elpríncipe habló con Franco, y llegaron alacuerdo de que acudiría a presidir elentierro en representación suya, vestidocon el uniforme de la Marina parahonrar al almirante.

El atentado contra Carrero tenía elclaro objetivo de desactivar, o comomínimo entorpecer, los mecanismos quehabía puesto en marcha el Régimen para

facilitar la transición de poderes a JuanCarlos cuando Franco muriera; es decir,la perpetuación del mismo Régimen.Pero curiosamente, las revisionesrecientes sobre la Transición se hannegado a entenderlo así. Según laexcéntrica nueva versión que hanelaborado periodistas del calibre deVictoria Prego (relanzada últimamente ala actualidad con su célebre frase «¡Apor ellos!», en la Puerta del Sol deMadrid), ETA prácticamente pretendíaboicotear el camino hacia lademocracia, encarnada en el mismoCarrero Blanco, un demócrata de toda lavida como sabe todo el mundo y, para

complicar más la peripecia, losservicios secretos de los EstadosUnidos debían haber colaborado en elatentado con ETA, pese a que los padresde la nueva versión de la historia nopueden aclarar con qué intenciónexactamente.

Sobran comentarios críticos sobreestas versiones de martingalaspalaciegas. La falta de rigor estáprotegida por la constantedesinformación de los medios decomunicación, con una especialrelevancia del puro espectáculotelevisivo en que los informativos se hantransformado.

La única cosa cierta es que la muertede Carrero supuso un trastornoimportante para los planes yaelaborados por el grupo concreto detecnócratas monárquicos del Opusinvolucrados en la «Operación Lolita».Más que nada, para que Franco, ya enplena decadencia física,inexplicablemente aprovechar parahacer un cambio en la línea de gobierno,probablemente influenciado por sufamilia. Ante la sorpresa general,nombró presidente del Gobierno aCarlos Arias Navarro, un falangista,cuando lo más lógico habría sido que aCarrero le sucediera el vicepresidente,

Torcuato Fernández Miranda. Arias eraprecisamente el político responsable dela catástrofe del atentado, como ministrode la Gobernación (Interior). Conocidopopularmente con el apodo de «Elcarnicero de Málaga» (denominaciónque se había ganado en su época derepresor, como fiscal militar de Málagadurante la posguerra), no se podía decirque fuese un hombre especialmentecarismático. Y nadie entendió sunombramiento. Pero tampoco laenigmática frase «no hay mal que porbien no venga», que dijo el Caudillo alreferirse a la muerte de Carrero, en sudiscurso, surrealista, de fin de año. Que

sus decisiones fueran comprendidas oentendidas no era una de las mayorespreocupaciones de Franco.

Lo único que ocurrió fue que Francosiguió los consejos de lo que se conocíacomo «el búnker» o «aparato delPardo», un grupo muy próximo a él queintegraban su señora, Carmen Polo; suyerno, el marqués de Villaverde; sumédico, Vicente Pozuelo; y susayudantes, el general José RamónGavilán y el capitán de Marina AntonioUrcelay. Arias Navarro representabapara ellos la garantía de que podríanseguir allí, mandando, en el futuro. Parael grupo «Lolita» todo se derrumbó

momentáneamente. Los seguidores delalmirante fueron destituidos en cadena:Gregorio López Bravo, José MaríaLópez de Letona, Gonzalo Fernández dela Mora… Torcuato Fernández Miranda,que también pronunció un simpáticodiscurso en aquella época, comodespedida de su cargo, en el quehablaba de «nubarrones» y otrosfenómenos atmosféricos que padecíaEspaña, fue prácticamente expulsado dela vida política y tuvo que refugiarse enla residencia del Banco de CréditoLocal. Laureano López Rodó tuvo mássuerte, con un nuevo destino en Viena,como embajador. Pero ellos y los demás

volvieron después, con la subida altrono de Juan Carlos.

Por lo demás, que Arias estuviese alfrente no sería tan trascendental. Quizásno era tan hábil como FernándezMiranda, lo que podría haber dificultadoel cambio pacífico y sin ruptura. Perolos planes USA siguieron adelante conél. En el entorno del príncipe no hubocambios.

El trabajo de sus colaboradorescontinuó en la misma línea. Y Arias, asu manera, elaboró el borrador de supropio plan de transición pacífica. El 12de febrero de 1974 lo expuso ante lasCortes en un memorable discurso, que

retardaba un poco el ritmo sobre el plande los del Opus, pero no introducíacambios sustanciales. Su programa,como el de aquéllos, rechazaba toda«ruptura», opción por la que se luchabaen los movimientos populares. Ladiferencia entre Arias y los tecnócratasestaba en el hecho que el aperturismoproyectado se basaba en la modificaciónde las Leyes Fundamentales no por lavía de la reforma, como en el plan delOpus, sino por la vía de lainterpretación. Igual que la «OperaciónLolita», el «Espíritu del 12 de octubre»de Arias Navarro consistía en «vestir almuñeco» del franquismo con un nuevo

disfraz, sin cambiar la esencia. Paraponer su plan en marcha, el 16 dediciembre de 1974, Arias aprobó elEstatuto de las Asociaciones Políticas,de tan corto alcance que les parecióridículo hasta a los mismos falangistas.

Con la «Operación Lolita» o sinella, fuese como fuese, el Régimen pudorecomponer la situación política sinexcesivos problemas tras la muerte deCarrero. Esto no quiere decir que, en unprincipio, no supusiera en efecto unmomento especialmente peligroso, porel hueco momentáneo de poder queimplicaba, para la estabilidad. Así locreyeron, entre otros muchos, Trevijano

y Don Juan, que vieron entonces unaoportunidad, apoyándose en laoposición democrática, para provocar laruptura con la finalidad particular, en elcaso del conde de Barcelona, derecuperar la corona que había perdidosu padre y que ahora le quería quitar suhijo.

Esta vez fue Trevijano quientelefoneó a Don Juan, y no al revés, tanpronto tuvo noticias de lo que habíapasado. Y le organizó en París, en elHotel Meurice, una entrevista con todoslos exiliados, con los intelectuales, conla gente del Ruedo Ibérico… La idea eraque Don Juan hiciera unas declaraciones

al diario francés Le Monde, la biblia delprogresismo europeo, en las que semanifestara en contra de todo lo quesignificaba la dictadura. Naturalmente,las declaraciones eran fruto de lacreatividad de Trevijano, y se resumíanen doce puntos clave, que incluían laamnistía, la legalización de todos lospartidos políticos, un referéndum paradecidir si se quería monarquía orepública, el reconocimiento de losderechos de las diversidades nacionalesdel Estado, el establecimiento completode las libertades y derechos civiles, lalibertad sindical y de prensa, laindependencia del poder judicial y la

separación entre Iglesia y Estado. Traslas declaraciones, los diversos partidospolíticos y grupos de la oposición sefueron sumando en cadena, apoyando ladeclaración, para crear una situaciónirreversible de ruptura con el Régimen.Todos aceptaron el proyecto. Don Juanse hizo demócrata para la ocasión ytambién accedió. La publicación estabaprevista para el día 28 de junio. Perocuando ya estaba todo listo, laintervención de Juan Carlos y de losconsejeros tradicionales de Don Juanestropeó el asunto en el último momento.Aunque estaba claro que la iniciativasuponía la ruptura, a la vez que con

Franco, con su hijo, Don Juan tuvo laocurrencia de consultárselo en unaentrevista en Palma de Mallorca, adondehabía ido a reparar su barco. Comoprueba de que tras la muerte de Carrerono veía la cosa tan mal como FernándezMiranda y los otros, el príncipe hizotodo lo que pudo para sacarle la idea dela cabeza. Por otro lado, los consejerosdel conde insistieron en el hecho de quela Restauración sólo se podía hacer conel apoyo del Ejército, y que aquellosupondría el fin de la monarquía,cuestión en la que, probablemente,tenían toda la razón. Y, finalmente, muycerca ya del día 28, en la segunda

quincena de junio, el secretario de DonJuan telefoneó a Trevijano para decirleque no podía hacer las declaraciones.Don Juan no se atrevía, decía que estabaabandonado por todo el mundo, que nocontaba ni con el apoyo familiar ni conel de los monárquicos, que el único quecreía en él era el mismo Trevijano…Sin darse por vencido, Trevijano notuvo más remedio que seguir adelantesin él. Transformó el texto de lasrespuestas de Don Juan en los docepuntos de la declaración programáticade la Junta Democrática, una nuevaplataforma que agrupaba a variossectores de la oposición, que se reunió

por primera vez el 25 de julio de 1974en el Hotel Intercontinental de París.

Éste sí que fue el final definitivo deDon Juan. Éste, que siempre se dabacuenta un poco tarde de las cosas, enjulio de 1974 todavía hacíadeclaraciones de cariz liberal, como siaún estuviera a tiempo de algo:«Concibo la monarquía como garantíade los derechos del hombre y suslibertades…». Cuando las hizo, se leprohibió poner los pies en España yJuan Carlos tuvo que pedir disculpas,deplorando sus palabras delante deFranco, que le dijo: «No se preocupe.Otras veces hemos superado

circunstancias parecidas». El príncipe,emocionado, le abrazó efusivamente.

Suresnes y otras desgraciasde la oposición

Más inquietante todavía para elRégimen que la muerte de Carrero, queal fin y al cabo era sustituible, fue elestallido de la Revolución de losClaveles, en abril de 1974, en el vecinoEstado portugués. Y no solamente paralos españoles residentes, que vieroncómo los radicales incendiaban laresidencia del embajador. Aquellopodía ser contagioso.

Después se vio que no había paratanto. Los principios revolucionarios

iniciales fueron traicionados y, poco apoco, la situación se fue calmando yretrocediendo, hasta situarse dentro delos parámetros de las democraciaseuropeas. En la comunidad de exiliadosaristocráticos de Estoril, algunos habíanhuido al extranjero a toda velocidad,preocupados sobre todo por suspropiedades. Pero otros no sólo sequedaron, sino que aprovecharon lasituación para comprar barato a los quesalían a salto de mata del país. Como elduque de Braganza, pretendiente a laCorona lusa, que se hizo una finca y unpalacio romántico en Sintra, que hoyvalen más de 30 veces lo que le

costaron entonces. Don Juan también sequedó y, muy dignamente, dijo: «Ledebo tanto a Portugal, que prefiero lainseguridad y el riesgo antes que dañarlelo más mínimo». En realidad, MárioSoares le había garantizado la seguridadde Villa Giralda y de sus ocupantes.

Pero, pese a tener un éxito rotundo,la Revolución de los Clavelessignificaba un precedente muy malo, unasituación nueva que hacía falta aprendera controlar. Un mes tras el estallido, laComisión Trilateral ya se reunió paraestudiar medidas políticas que evitaranel acceso al gobierno por la víaelectoral-parlamentaria de la izquierda,

en Portugal y en los diversos países enpeligro, entre ellos España, que sepreveía que se convertiría en«democrática» en un futuro muypróximo. La Trilateral era —y es— unconsorcio de empresas transnacionales yde bancos, una especie de gobiernomundial en la sombra, impulsado desdeel grupo económico Rockefeller.

Primero tuvo éxito dirigiendo elmundo de manera informal, perodespués, en octubre de 1973, instituyóuna organización formal, la ComisiónTrilateral. Representaba laconcentración más grande de riqueza yde poder económico que se haya podido

reunir nunca en la historia, y tenía tresoficinas principales —en Nueva York(núcleo de la zona de Norteamérica),París (para la Europa Occidental) yTokyo (para el área asiática)—, hechode donde proviene su nombre.

Las conclusiones fundamentales desu reunión de 1974 se recogieron en uninforme, que coincide inequívocamentecon los diversos pasos que se fueronsiguiendo en España en los últimos añosde la dictadura y los primeros de laTransición. Entre las medidas que seproponían estaba, por ejemplo, la desuprimir las leyes que prohibían lafinanciación de los partidos políticos

por parte de las grandes empresas. Porlo general, se trataba de no dejar elfuncionamiento democrático al azar, yestablecer una especie de PactoAtlántico en el terreno ideológico, quecontuviera la excesiva voluntad decambio de los países. Los partidostenían que depender de los «inversorescapitalistas» y transformarse en unaespecie de empresa, con una plantilla deproducción política según el «mercado».La financiación ilegal y la corrupción noson más que una parte de la mecánicadescubierta posteriormente.

En España, en una primera fase,antes de la muerte de Franco fue

fundamental el apoyo político yfinanciero de organizaciones asentadasen la República Federal de Alemana(las internacionales democristiana,socialdemócrata y liberal), para recrearlos partidos políticos que tendrían elpoder unos años más tarde. En julio de1974, se convocó en Suresnes (Francia),con mucha urgencia y con lafinanciación del partido en el Gobiernode la RFA, un cónclave de jóvenesescindidos dos años antes del tronco delPSOE, situados al frente del equipo deFelipe González, los socialdemócratasde la baza norteamericana disfrazadosde izquierdistas.

Los colaboradores de Juan Carlosintensificaron los contactos con laoposición controlable.

José Joaquín Puig de la Bellacasa,que justo antes de entrar al servicio deJuan Carlos había estado en laEmbajada de Londres con Fraga, seencargó fundamentalmente de ayudar alpríncipe a mantener contactos con laprensa, sobre todo con la extranjera, ycon algunos políticos de la oposición.Había sido miembro fundador de ungrupo que se denominaba AsociaciónEspañola de Cooperación Europea, quereunía a monárquicos, democristianos yliberales (como Íñigo Cavero, Fernando

Álvarez de Miranda y Leopoldo CalvoSotelo), y se ocupó especialmente deeste sector.

Pero también trajo a La Zarzuela agente como Fernando Morán, José PedroPérez Llorca, Manuel Villar Arregui,Jordi Pujol y algunos nacionalistasvascos de derechas. Otro colaboradorde Juan Carlos, Nicolás Franco Pascual,sobrino del dictador, se encargó dehacer otra lista con las cincuentapersonas que consideraba tenían máspeso en el arco político y social delpaís, desde la derecha establecida en elpoder hasta la izquierda que serefugiaba en la clandestinidad. Y se

dedicó a entrevistar, uno por uno, a losque había apuntado. Lo que le interesabasaber al juancarlismo, con tantaexactitud como fuera posible, era elgrado de flexibilidad política existenteen la España que Franco traspasaba aJuan Carlos.

Querían tener controlado hastadónde serían capaces de sacrificarse,tanto los que estaban en el poder comolos que estaban en la oposición, paraconseguir el consenso de una reformapacífica.

A finales de 1974 tuvieron lugar susencuentros con Santiago Carrillo yFelipe González. No era una cosa que se

hiciera a espaldas de Franco, ni muchomenos. De hecho, prácticamente seanunció en la prensa.

En abril de 1975, la revista Cambio16 publicó una entrevista con el sobrinodel dictador, con su foto en la portada,en la que se declaraba «demócrata».Entre otras cosas, decía que era «urgentedar voz legal y el voto correspondiente ala izquierda». Y añadía: «No tiene porqué haber presos políticos. Es absurdoseguir pensando en la existencia dedelitos de opinión». Y todo esto, sin quese produjera ningún escándalo, despuésde que el entrevistado leyera lasgalerades enviadas por la revista y lo

comentara con Franco.Con Santiago Carrillo ya había

habido algunos intentos de contactoprevios, antes de Nicolás Franco. Enuna rocambolesca operación, JuanCarlos había enviado a su amigo ManuelPrado y Colón de Carvajal a Rumaníapara solicitar la mediación delpresidente Ceaucescu, a quien elpríncipe había conocido en las fiestasconmemorativas del Sha de Irán, enPersépolis. Cuando acababa de ponerlos pies en Bucarest, a pesar de la cartade presentación que traía, Prado no pudoevitar que lo encerraran durante dosdías. Después de aclarar su situación,

fue recibido por Ceaucescu, pero laenrevesada gestión sirvió más bien depoco. El presidente rumano intentóorganizar una entrevista entre Carrillo yel general Díaz Alegría, que al final nose pudo llevar a cabo y, además, lecostó el puesto al entonces jefe del AltoEstado Mayor del Ejército.

La aproximación del sobrino deFranco en verano de 1974 salió muchomejor. Viajó personalmente a París parareunirse con el líder del PCE, ycomieron juntos en el Vert Galan con elvisto bueno del Régimen. El PCE era elpartido más importante de la oposición yse pensaba que legalizarlo evitaría que

el PSOE aglutinara a toda la izquierda.El representante del príncipe sacó una«impresión positiva y constructiva de lareunión». De hecho, Carrillocomprometió al PCE a no mover ni undedo hasta que Juan Carlos fuesecoronado rey, y a reconocer a lamonarquía a cambio de legalizar elpartido. No se podía pedir más.

Al cabo de poco tiempo, Nicolás seentrevistó con Felipe González enMadrid en una cena en casa de JoséArmero, en Pozuelo. De esta entrevistasalió todavía más contento. El PartidoSocialista giraba hacia el electoradosocialdemócrata, para lo cual asumía

que habría de abandonar una serie dedogmatismos inflexibles. Todo ibasaliendo tan bien, de acuerdo con lasdirectrices marcadas desde la Trilateraly los Estados Unidos, que prácticamenteparecía que hubiera telepatía. Uncolaborador del presidente Ford,después de entrevistarse en Madrid elmayo de 1975 con Juan Carlos,declaraba a Le Monde: «La transicióngubernamental en España se efectuará enel transcurso de los próximos cincoaños». En septiembre, Felipe Gonzálezdecía al diario sueco Dagem Nyheten:«Espero la instauración de lademocracia en España de aquí a cinco

años».Eso sí, hasta 1976 —para algunos

detalles como el tema de la OTAN,todavía más tiempo—, tanto Carrillocomo González postularon en públicoexigencias que entraban encontradicción con los compromisos queya habían adquirido en nombre de suspartidos, todavía secretos incluso parasu propia militancia de base. Quecontinuaran hablando de la formación deun gobierno provisional, la amnistía, laslibertades, el referéndum sobremonarquía o república, sólo era unacuestión de imagen, puro teatro para lasmasas.

El último obstáculoborbónico

«Sí dos tetas valen más que unacarreta, imagínate seis tetas a la vez...Vamos a ver qué pasa», dijo Juan Carlosa más de uno en su despacho de LaZarzuela, cuando vio que en el equipodel búnquer de E1 Pardo se alistaba,pisando fuerte, María del CarmenMartínez-Bordiú, la nietísima, trascasarse con Alfonso de Borbón yDampierre. La boda de su madre yahabía incorporado una pieza deartillería, el marqués de Villaverde.

Pero el Dampierre era el más peligrosode todos. El hijo de Jaime, el hermanomayor de Don Juan, era el preferido delos falangistas para suceder a Francodesde hacía años y aunque no era fácilque el dictador pudiera volverse atrásen el nombramiento de Juan Carlos, lacosa tenía su peligro. El príncipe lopudo percibir claramente cuando, tras laceremonia nupcial, celebrada el 8 demarzo de 1972 en la capilla de Pardo,Doña Carmen Polo, señora de Franco,se inclinó reverencialmente ante su nietacomo si fuera una reina. Otro detalle queno le gustó nada fue que el infante DonJaime regalara al dictador un Toisón de

Oro, asumiendo el papel de cabeza de laCasa de Borbón; y mucho menos queFranco la aceptara —aunque no lo usónunca —, después de haber rechazado elque le había ofrecido su padre diez añosantes.

Poco tiempo después, en el mes dejulio, cuando coincidieron enEstocolmo, Alfonso le dijo a LópezRodó: «Reconozco la instauración del22 de julio y a mi primo en tanto respetelos Principios fundamentales. Si no losrespetara, dejaría de reconocerle». Elex-ministro del Opus informó a JuanCarlos de esto y, poco después, enoctubre, del hecho de que su primo

había pedido a Franco que lo nombrarapríncipe. Al parecer, Carrero habíadefendido el asunto como mejor habíapodido, diciéndole a su Caudillo queesto sólo se tenía que hacer a peticiónde Juan Carlos. Y Franco no vio elproblema por ninguna parte: le dijo aCarrero que redactara un borrador de lasolicitud para que su sucesor lo firmarainmediatamente. Fue un mal trago parael príncipe, que quería seguir ostentandoel título en solitario. Si oficialmentehabía dos príncipes, era como si hubierados sucesores. Era ponérselo más fácilal Dampierre. Pero no se podía enfrentarcon Franco. Aquello era una trampa.

Para solucionarlo, Juan Carlos fue aver al Generalísimo el día 20, tras elfuneral por Primo de Rivera en el Vallede los Caídos. Pero no se atrevió adecírselo cara a cara, y le entregó «unanota», que le habían preparado suscolaboradores con mucha cordura,«negociando» una salida al conflicto.

Argumentaba que la coincidencia detítulos produciría confusión y que,además, aquello de «Príncipe deBorbón» (que era el que Alfonso habíasugerido) sonaba «muy francés».Proponía como compensación que se leconcediera el tratamiento de alteza realy el título de duque de Cádiz.

Y Franco aceptó, cosa que supusouna victoria moral para Juan Carlos. El22 de noviembre, coincidiendo con elnacimiento del primero bisnieto delCaudillo, que también lo era de AlfonsoXIII, dictó un decreto por el cual, «apetición de su Alteza Real el Príncipede España», concedía a Alfonso deBorbón y Dampierre las dosdistinciones propuestas.

El último obstáculo borbónicoparecía que se había superadofelizmente. Mientras vivió, Franco nodejó ver nunca que dudara lo másmínimo de la decisión que había tomadoen 1969. De hecho, no se preocupó de

atender a su casi consuegro, el infanteDon Jaime, durante los últimos años desu vida, en los que, siempre escaso dedinero, incluso tuvo que dejar su casa enRueil-Malmaison porque no podía pagarel alquiler. Al Caudillo no le caía bien.Después de haberse divorciado deManuela Dampierre, se le habíaocurrido casarse (un matrimonio noreconocido por el Estado español) conCarlota Tiedeman, una prusianaalcohólica, cantante de cabaret. Enmarzo de 1975, en París, durante unaviolenta discusión con Carlota, Jaimecayó y se golpeó en la cabeza.

Murió al cabo de unos cuantos días,

el 22, tras ser trasladado al hospitalSaint-Gallo de Suiza.

Cuando Don Jaime murió, Alfonsode Borbón y Dampierre asumió a partirde entonces que él era la cabeza de laCasa de Borbón. Aunque hubierareconocido la renuncia de su padre altrono, que no era el caso, esto no tendríapor qué haber supuesto una renunciaimplícita también a este otro honor, quele correspondía como primogénito deAlfonso XIII. Como una cosa era Francoy otra cosa el búnquer, él y su familiapolítica continuaron intrigando paradesplazar a Juan Carlos durante losmeses escasos que le quedaban al

decrépito dictador, que vivía su últimootoño. Y como estaba tan enfermo quepasaba inconsciente la mayor parte deltiempo, Juan Carlos volvió apreocuparse por su suerte, ante laposibilidad de que el aparato del Pardoo los falangistas dieran un golpe detimón a última hora.

«¿Qué debo decirle a Franco?», lepreguntó Juan Carlos al doctor Pozuelo,sin saber lo que tenía que hacer. Y elmédico del Pardo le sugirió, sobre todo,que le tratara con afecto. «Dígale que lequiere más que a su padre, porque supadre quiere quitarle el reino y él, encambio, quiere dárselo». Y también,

mientras Sofía asentía con la cabeza:«Juegue usted mejor sus cartas, Alteza.¿No se da cuenta de que los hijos delduque de Cádiz se pasan aquí todo el díallamándole abu, abu, sin parar? Yo lerecomiendo que venga usted todos losdías, aunque sea un rato, y que traiga asus hijos para que estén con él, para quesienta el afecto que le tenéis».Obediente, Juan Carlos visitó alCaudillo más a menudo con los niños ydejó para la historia escenas entrañablesde toda la familia unida acudiendo alPazo de Meirás a ver al «abuelito».Cuando hubo entablado la última ydecisiva batalla, venció a su primo sin

demasiados problemas.Sin embargo, como si realmente

hubiera logrado la Corona de Francia —que era otra de sus pretensiones comoBorbón, después heredada por su hijoLuis Alfonso—, Alfonso de Borbón yDampierre tuvo el honor de morirdecapitado por un cable que se interpusoen su camino mientras esquiaba enBeaver-Creak, Colorado, el 30 de enerode 1989.

Rey interino

Antes de que Franco acabara demorir, cosa que le llevó varios meses deagonía, el príncipe tuvo ocasión deestablecerse interinamente en el puestode rey durante un tiempo y, de estemodo, demostrar, a él mismo y a todoslos españoles, de lo que era capaz.

La primera vez fue en julio de 1974,cuando el Caudillo se puso enfermo poruna flebitis en la pierna derecha y tuvoque ser ingresado. Ya veía venir laparca y comenzó a decir: «Esto es elprincipio del fin». Llamó al presidenteArias y mandó que se preparara el

Decreto bisiesto de poderes para aplicarel artículo 9 de la Ley orgánica… «porsi acaso».

Y antes de que se hiciera el trámitemencionado, el 18 de julio, Juan Carlosle sustituyó presidiendo en La Granja larecepción que Franco acostumbraba aofrecer cada año para conmemorar unafecha golpista tan importante, y queaquel año, entre las atracciones, contabacon un montaje sobre la vida deBoquerini en la corte de los Borbones,escrito por Antonio Gala para laocasión.

Los días siguientes, Franco nomejoraba. Y Juan Carlos, probablemente

aconsejado por quien sabía más, eracontrario a asumir la interinidad.«Contentaos con esperar», le decían losde su entorno, que movieron todos loshilos para intentar retrasarlo tanto comopudieron. Se preparaban para algo másimportante: aprovechar la enfermedaddel Caudillo para declarar directamenterey a Juan Carlos, y que fuese rey deltodo, un rey con las manos libres. PíoCabanillas, entonces ministro deInformación y Turismo, fue uno de losque participaron en aquel contubernio, yla cabeza de turco que pagó la maniobramonárquica con su cargo, del cual fuecesado en octubre.

Juan Carlos iba a ver al Caudillo alhospital todos los días y le decíaamablemente que su enfermedad no eralo bastante grave para justificar eltraspaso de poderes. Pero no pudo ser.Un día Franco fue víctima de una fuertehemorragia y los médicos que lecuidaban se mostraron pesimistas.

Era necesario actuar ya. Y elpríncipe, el 20 de julio de 1974, decidióasumir la jefatura del Estado, aunquefuera de manera interina. «¡Vaya, buenservicio que has hecho a ese niñato deJuan Carlos!», le dijo enfadadoVillaverde al doctor Gil cuando seenteró. Todo el «búnquer» estaba que

mordía.Aquel mismo día, el príncipe llevó a

cabo el primer acto oficial de sumandato interino: la firma de unadeclaración conjunta para prorrogar eltratado de ayuda mutua con los EstadosUnidos. Y su cargo ya no dio mucho másde sí. No le gustó nunca renunciar a susvacaciones y no se perdería el veraneoen Mallorca sólo porque fuera jefe delEstado en funciones. Franco salió delhospital el 30 de julio y volvió al Pardo,donde Juan Carlos fue en visitarelámpago desde las islas Baleares,para presidir un consejo de ministros el8 de agosto.

Después, a mediados de mes, Francose reunió con su familia en el Pazo deMeirás para pasar la convalecencia. Yotra vez tuvo que ir volando JuanCarlos, esta vez un poco más lejos, aGalicia, para presidir otro consejo eldía 30. Cuando visitó al Caudillo, loencontró francamente recuperado,paseando por el jardín, pero tan sóloconsiguió que le dijera: «Alteza,creedme, lo estáis haciendo muy bien.Continuad». Aquella misma noche elpríncipe cogió el avión hacia Palma deMallorca.

Pero Cristóbal Martínez-Bordiú,marqués de Villaverde, que además de

marqués era doctor, había formado unequipo de médicos muy bien elegidospara garantizar que el Caudillo se curaseinmediatamente a cualquier precio. Y notardaron en conseguirlo. Menos de 50días (43 exactamente) fue lo que duró elcargo de rey interino, antes de que elaparato del Pardo consiguiera quedieran el alta a Franco y éste llamara denuevo a Arias para anunciarle: "Arias,ya estoy curado.

Prepara los papeles". La mayorparte del tiempo Juan Carlos se lo habíapasado de vacaciones en la playa. Detodos modos, aquello de la recuperaciónmilagrosa de Franco no se lo creyó

nadie, ni él mismo. En la primavera de1975 visitó España el general Walters,un peso pesado de la CIA. Se reunió conel Generalísimo y, tras hablar un rato decosas intranscendentes, Franco lepreguntó abiertamente: «¿Usted viene asaber qué pasará en España el día queyo muera? Pues voy a decírselo: reinaráel príncipe don Juan Carlos, que es loestablecido, y se hará lo que el puebloespañol quiera. De los políticos no mefío». Walters también se reunió conpersonal de La Zarzuela, concretamentecon Armada, que le aseguró que, igualque el aparato había funcionado para lainterinidad, funcionaría después. Un

poco más adelante visitó España elpresidente Ford. Unas visitas tanreiteradas de los norteamericanosdesvelaban que el final no podía estarmuy lejos.

Utrera Molina, que era el ministrosecretario general del Movimiento, undía osó decirle a Franco que el príncipepodría no estar «sinceramenteidentificado» con la continuidad delRégimen. Ante este comentario, Francocambió de color, abrió los ojosdesmesuradamente y con un desagradopatente exclamó: «Eso no es cierto y esmuy grave lo que me dice». Utrera, ycualquier otro que hubiera podido tener

alguna duda, no tuvieron que esperarmucho para comprobar que quien teníarazón era Franco. Tras el verano de1975 se celebraron varios consejos deguerra y fueron condenados a penas demuerte once presos políticos. Seisfueron indultados, y el 27 de septiembrese cumplió la sentencia de los otroscinco: tres miembros del FRAP (FrenteRevolucionario Antifascista Patriótico)y dos de ETA. El rechazo internacionalfue considerable. Se asaltaron lasembajadas españolas en toda Europa,incluso algunas fueron saqueadas, y enel interior varios países retiraron a susrepresentantes. El 1 de octubre, en la

Plaza de Oriente, tras los fusilamientos,el príncipe apareció al lado de Francoen el balcón del Palacio Real. Lamanifestación, el último acto de masasdel franquismo, tenía como objetivomostrar la adhesión al Caudillo paracompensarlo de las múltiplos condenasinternacionales que habían provocadolos fusilamientos. El dictador habló,delante de centenares de miles depersonas congregadas, de la subversióncomunista y el complot judeomasónico,la canción de los últimos cuarenta años,para acabar diciendo: «Evidentemente,el ser español vuelve a ser una cosasería en el mundo». Juan Carlos posó

impasible a su lado mientras el gentíogritaba consignas como «No queremosapertura, sino mano dura», «Muera elcomunismo», etc. Mientras lanzaba suarenga, cinco miembros de los cuerposde seguridad del Estado, el mismonúmero que los fusilados, morían en unatentado de los GRAPO.

Los últimos días de octubre Francovolvió a ponerse enfermo. CristóbalMartínez-Bordiú, marqués deVillaverde, que era cabeza de losservicios de cardiología de la clínica dela Paz, insistió en el hecho de que no setrasladaría del Pardo. Reunió a unequipo de médicos elegidos por él para

que vigilaran permanentemente su salud,con el material suficiente para montaruna UVI e, incluso, operar si hicierafalta. El día 17 Juan Carlos telefoneó aFernández Miranda para decirle: «Elviejo está mal. Quiero verte el lunes alas 7:30». Durante esta segunda ydefinitiva enfermedad, intensificaron loscontactos que mantenían desde 1960 deuna manera más o menos permanente.

Desde 1973 Torcuato era elcandidato de la monarquía para ser elpresidente del primer Gobierno.

Pero antes de que llegara estemomento, Juan Carlos tuvo que asumiruna vez más el puesto de jefe del Estado

interino, para resolver un problema queno podía esperar.

La posición española en el Sáhara,una de sus últimas colonias, estabasentenciada por los organismosinternacionales y por la organizaciónpolítica de los saharauis, el FrentePolisario, partido que buscaba laindependencia Pero la oportunidad laaprovechó Marruecos, que queríaanexionarse el reino alauita. El reyHassan ya había dictado sentencia sobreel conflicto, en la que reconocía a loshabitantes, bajo control español, elderecho de autodeterminación. PeroEspaña hacía tiempo que retrasaba sin

motivo el referéndum popular que habíaprometido para que el pueblo saharauipudiera decidir por sí mismo. A finalesde octubre, el rey Hassan II,aprovechando la situación de vacío depoder, organizó la Marcha Verde, unaespecie de invasión civil para ocupar lazona norte del territorio.

Empezó con una concentración cercade la frontera de 200.000 personasdispuestas a marchar en un único frentehacia Al-A'yun. La Marcha Verdeempezó el 1 de noviembre de 1975.Aquella misma fecha, Juan Carlos, traspensárselo mucho (aunque hacía unosdías que Franco estaba inconsciente),

asumió la jefatura del Estado. ElCaudillo, que ya había redactado ladespedida a los españoles, esta vez nisiquiera se enteró de la sustitución.

Unos días antes, el príncipe se habíareunido en La Zarzuela con los jefesmilitares, presa del pánico y con latensión por las nubes, hasta el punto deque necesitó asistencia médica. Fue laprincesa Sofía quien dijo: «Losgenerales deben estar con sus tropas». Yle pidió que como regalo de aniversario(que era el 2 de noviembre) le ofrecierair al Sáhara. La idea no gustó aMondéjar, aunque Armada intentóexplicarle que el riesgo era mínimo. En

realidad, ya se había pactado con el reyHassan II. Y el casi rey,«heroicamente», acabó aceptando hacerel viaje. En realidad, en la visitarelámpago lo que hizo fue representaruna comedia para los militares queestaban destinados en la zona (que nisiquiera habían estado provistos demunición para repeler la invasión) y conuna conferencia, un desfile, una comidaen el casino, una ceremonia decondecoraciones, unas copa con losjefes y oficiales… se organizó unaretirada «honorable». Pero el viaje fueconsiderado todo un éxito y, cuandovolvió, justo al día siguiente, le

esperaban en el aeropuerto, pararecibirlo a bombo y platillo, Milans delBosch y los mandos de la DivisiónAcorazada.

Cuando volvió a La Zarzuela,recibió una llamada telefónica del reyHassan II. Según la versión oficial, suviaje le había dejado tan impresionadoque abortaría la Marcha Verde. Locierto es que el Estado Español evacuólas tropas y dejó a los saharauisabandonados a la invasión marroquí ymauritana, cosa que no resolvió elconflicto, aunque el príncipe dio elasunto por acabado. Después de estabrillante operación, Juan Carlos

continuó haciendo visitas diarias aFranco, hasta que éste murió el 22 denoviembre de 1975. Poco antes, tuvieronuna emotiva despedida. El príncipe seacercó a la cabecera y el dictador lecogió la mano, se la apretó muy fuerte yle dijo en un suspiro: «Alteza, la únicacosa que os pido es que mantengáis launidad de España».

TERCERA PARTE

EN NOMBRE DE LA SANTATRANSICIÓN

CAPÍTULO 9

POSTFRANQUISMO CORONADO

«¡Muera el rey fascista!»

Aparte del tema sagrado de launidad de España, Franco, con su «atadoy bien atado» famoso, había dejado aJuan Carlos bien atado al trono de lajefatura del Estado.

Villaverde y su equipo de médicoshabían hecho todo lo posible paramantenerlo con vida, obsesionados porel hecho de que no muriera antes del 26y pudiera renovar el mandato deAlejandro Rodríguez Valcárcel, queexpiraba aquel día, aunque fuera con unpie en la tumba. Pero no lo consiguieron.Murió en algún momento durante la

noche del 20 de noviembre, aunqueoficialmente se retrasó hasta dos cuartosde las seis de la madrugada para que losoperativos militares que tenían quegarantizar el orden público se pudieranorganizar.

Tras hacerlo oficial, el ya rey defacto telefoneó a Torcuato FernándezMiranda: «Ha muerto. No te muevas decasa». Al día siguiente, Arias Navarroleyó lloroso por televisión la despedidaque había dejado preparada elGeneralísimo, su testamento político.«Os pido que preservéis en la unidad yen la paz y que rodeéis al futuro rey deEspaña, don Juan Carlos de Borbón, del

mismo afecto y lealtad que a mí mehabéis brindado». Y en La Zarzuela sereunieron Juan Carlos y Torcuato conSofía, Mondéjar y Armada.

Lo que le preocupaba más erapreparar el discurso de coronación, quese celebraría dos días después, rodeadopor un fuerte movimiento de oposicióndesde la izquierda, con un lema quedecía: «¡Muera el rey fascista!». Desdela prensa extranjera los líderes deizquierdas no habían podido hacermucho más que seguir el torrente deeuforia del pueblo por la muerte deldictador, y hasta Santiago Carrillo yFelipe González mantenían aún una falsa

actitud de oposición a Juan Carlos, condeclaraciones como ésta de Carrillo:«El príncipe es una marioneta queFranco mueve como quiere, un pobrehombre incapaz de toda dignidad ysentido político, un simplón que se hametido hasta el cuello en una aventuraque le costará cara. ¿Qué posibilidadestiene? A lo sumo, ser rey durante unosmeses». Un tiempo después, cuando en1976 la periodista que le habíaentrevistado para El Europeo, OrianaFallaci, recopiló sus trabajos de estaépoca en un libro, Carrillo le pidió queesta frase y otras igual de brillantesdesaparecieran sin dejar rastro, cosa

que la periodista cumplió.En aquellos momentos todavía

continuaba habiendo sectores deoposición a la monarquía desde laortodoxia franquista, así como de losestudiantes falangistas del SEU (elsindicato estudiantil del Movimiento),que durante un tiempo siguieroninsistiendo en su lema: «¡No queremosreyes idiotas!»

Y en este entorno social, lo únicoverdaderamente importante era que lacelebración del acto se llevara atérmino. Pero no estaba todo controlado.El Ejército había puesto en marchainmediatamente la «Operación Lucero»,

para encargarse de las cuestiones deorden público y seguridad hasta elentierro del Caudillo en el Valle de losCaídos, con los máximos honores,escoltando el cadáver un flamante nuevorey. Y después se aplicó la «OperaciónAlbada» para la fase de transmisión depoderes, también con medidas paragarantizar el orden público, y paraorganizar el desfile militar y laceremonia de coronación.

En las Cortes, el discurso decoronación del rey se interrumpió variasveces con ovaciones.

Cuarenta segundos de aplausos contodo el hemiciclo en pie cuando hizo

referencia a Franco.Cuarenta segundos más en la

referencia a Gibraltar. Cuando habló delprogreso económico, veinte segundos, yen la mención a su padre, apenas unadocena de procuradores en pieconsiguieron arrancar un aplauso deocho a diez segundos. En un estiloretórico que después fue consolidando alo largo de los años, con unaambigüedad rebuscada, repartió un pocopara todo el mundo. Y también habló dela concordia nacional, de la integraciónde las diversas opiniones, de laslibertades. «Una sociedad libre ymoderna requiere la participación de

todos en los foros de decisión, losmedios de información, en los diversosniveles educativos y en el control de lariqueza nacional», decía Torcuato porboca del nuevo monarca. En este punto,en cambio, en el hemiciclo hubosilencio. Todo el mundo estaba como enmisa.

Pero en la calle no se le hizo ningúncaso a aquel discurso. De hecho, seescuchó con más atención el quepronunció inmediatamente despuésVicente Enrique y Tarancón, cardenalarzobispo de Madrid, en la misa de lacoronación, que habló explícitamente delos «derechos humanos» y la «libertad».

El del rey no había aclarado nada, y losque tenían alguna duda sobre lo quepasaría tuvieron que esperar a queviajara a los Estados Unidos, en juniode 1976, donde le prepararon un speechun poco más directo para serpronunciado en un acto ante elCongreso. Entonces habló de algo asícomo una reforma «que asegure elacceso ordenado al poder de lasdistintas alternativas de gobierno, segúnlos deseos del pueblo librementeexpresados».

Era la primera señal de que habríaalgo parecido a una democracia. Pero,de todos modos, demostró

inmediatamente que no sería lo querealmente se conoce por un sistema delibertades. Para ilustrar lasinformaciones sobre aquel viaje,Cambio 16, que acababa de aparecer,incluyó un dibujo de Dodot + Ortega(Joaquín Rodríguez Gan y EnriqueOrtega), en la discreta página 11, en elque el rey salía vestido de frac ybailando claqué al estilo de FredAstaire. Una inocente caricatura sin másfondo político que, sin embargo, elGobierno presidido por Arias Navarroconsideró tremendamente ofensiva. Larevista fue secuestrada, se le abrió unexpediente y finalmente sólo consiguió

seguir abierta gracias a la presión de losartículos editoriales de publicacionesextranjeras, como Le Monde y elWashington Post, entre otros.

Con el título de «Rey de España»,Juan Carlos asumía, además, todo lo quecorresponde a la Corona (confirmadomás tarde como legítimo por laConstitución de 1978), que forma lo quetradicionalmente se denomina el «títulogrande de su majestad», compuesto por:Majestad Católica; Rey de Castilla yLeón, de Aragón, de las Dos Sicilias, deJerusalén, de Navarra, de Granada, deToledo, de Valencia, de Galicia, deMallorca, de Menorca, de Sevilla, de

Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, deMurcia, de Jaén, del Algarve, deAlgeciras, de Gibraltar, de las IslasCanarias, de las Indias Orientales yOccidentales, de las Islas y tierra firmedel Mar Oceánico; archiduque deAustria; duque de Borgoña, de Brabante,de Milán, de Atenas y de Neopatria;conde de Habsburgo, de Flandes, delTirol, de Barcelona, de Goceano, y delRosselló y la Cerdeña; señor de Vizcayay de Molina; y marqués de Oristán.

Todo esto era Juan Carlos sin que supadre, que ya no se sabía si seguíasiendo conde de Barcelona o no, hubieraabdicado. Naturalmente, Don Juan no

fue a la coronación de su hijo. Continuóviviendo en Estoril y, a partir de 1975,cuando viajaba a Madrid por algunarazón, prefería alojarse en casas deamigos antes que en La Zarzuela. Sólounos años más tarde, en 1982, sedecidió a instalarse definitivamente enEspaña, en una casa del barrioresidencial de Puerta de Hierro, en lacapital del Estado, que también llamóGiralda, aunque tuvo su residencia enEstoril durante un tiempo.

Reinventar la monarquía

Tras la transmisión de poderes, paradar los primeros pasos, el equipo delrey seguía necesitando como el aire querespiraba —quizás más que nunca—encuestas y estudios de prospección queles indicaran por dónde habían de ir.Hacía falta reinventar la monarquía paraponerla en marcha. Juan Carlos leexplicó una vez a Santiago Carrillo quedurante veinte años había tenido que«hacer el idiota, lo que no es fácil». Nose refería al hecho de que hubierafingido adrede ser un mal estudiante ninada parecido, sino que se había visto

obligado a dar a entender que estaba conel Régimen, y lo cierto es que lo habíahecho tan bien que todo el mundo habíacreído que era un fascista de verdad.Ahora era necesario rectificar. Pero si,como decía, no le había resultado fácilhacer el idiota, a estas alturas seríamucho menos fácil convencer España deque no lo era.

No había ninguna certeza de que elpueblo aceptara a ojos cerrados lamonarquía. Pero las encuestas no sóloservían para valorar cómo estaba lasituación sino también para modificarlas circunstancias. Los reyes se habíande comportar de acuerdo con los deseos

de la opinión pública.Todas las actividades oficiales y

privadas que llevaran a término seprogramarían en función de esto. Y paraconseguirlo, en La Zarzuela contabancon un equipo de sociólogos quetrabajaron en estrecha colaboración conla Secretaría General. Estaba JorgeMiquel, del Instituto Gallup, y Juan DíezNicolás, que tuvo varias empresas desondeos de opinión y fue un precursorde estas técnicas aplicadas a la política.Uno tras otra se tomaban muestras deopinión para examinar cómo ibaevolucionando la valoración de lainstitución, en función de los

acontecimientos de la Transición.En este contexto también tuvo una

relevancia especial el GODSA(Gabinete de Orientación yDocumentación SA). En la Comisión deEstudios, uno de sus departamentos, lostécnicos preparaban, entre otros cosas,informes de temas de interés yentrevistas a políticos que despuésentregaban a la prensa, sin tener quecontar con los políticos, y ni muchomenos con los periodistas que despuéslas firmarían. Pero la tarea del GODSAno se limitaba a un simple «trabajointelectual». Iba mucho más allá. El«GODSA político-militar», como lo han

denominado algunas personas, era uninvento de Fraga en la época de «lacalle es mía» como ministro de laGobernación. Y su función primordialera luchar, en una especie decontinuación de la «Operación Lucero»,contra los riesgos que planeaban sobrela monarquía parlamentaria de laprimera fase: fundamentalmente, elterrorismo, el separatismo y elrepublicanismo. Aglutinaba a un selectogrupo de políticos, juristas eintelectuales; pero, sobre todo, contabacon militares vinculados a los serviciosde inteligencia del Alto Estado Mayor ydel SECED (entre otros, Javier

Calderón, que más tarde sería directorgeneral del CESID, y José Cortina,mando del CESID implicado en el 23-Fen 1981). La vida oficial del GODSAfue breve. Cuando se nombró presidentea Suárez, desapareció formalmente,aunque continuó en la práctica y seconvirtió en el embrión de ReformaDemocrática, el primer partido deFraga, con el que después se integraríaen Alianza Popular. La mayoría de losmilitares acabaron destinados en elCESID. Aparte de estos apoyospolíticos oficiosos, la monarquía deJuan Carlos en los primeros tiemposllevó a cabo su política oficial a través

de un gobierno presidido por AriasNavarro. La «Operación Lolita» delOpus había previsto que TorcuatoFernández Miranda ocupara este lugar.Lo necesitaban para que ellos sepudieran colocar en los puestos depoder. Pero fue el mismo Torcuato quienlo estropeó. El 27 de noviembre ya lotenía claro. Cuando se reunió con lagente de la operación, que insistía en elhecho de que tenía que ser el presidente,Torcuato se escudó en el rey: «Yo, loque el rey quiera». Aun cuando ellos ledecían: «Es que el rey hará lo que túdigas». Lo que pasaba era que aTorcuato se le había ocurrido sobre la

marcha un plan mucho mejor que la«Operación Lolita», para el que teníaque mantener provisionalmente a Arias.Él, mientras tanto, sería el presidente delas Cortes y del Consejo del Reino, sitioque quedaba vacante en aquel momento.Desde allí podría maniobrar para poneren marcha su programa de reformas.Después —ya lo veremos —, hizo todolo posible para sustituir a Arias, másque por un hombre de confianza suyo,por alguien dispuesto a seguir susinstrucciones. De este modo, él locontrolaba todo y no necesitaba a nadiemás de su antiguo equipo.

Como, en efecto, Juan Carlos hacía

lo que le decía Torcuato, Carlos Ariasmantuvo su sitio y Torcuato FernándezMiranda consiguió lo que quería el 2 dediciembre de 1975. En el acto de tomade posesión del nuevo Gobierno, CarlosArias afirmó que seguía «perseverandoen el Espíritu del de febrero». Pero elorganismo que propuso la iniciativa fueel que se constituyó el 31 de enero de1976, una comisión mixta del Gobiernoy el Consejo del Reino de Torcuato. Latarea de esta comisión era estudiarpropuestas sobre el programa dereformas, y las bases para modificar lasLeyes Fundamentales. Comenzaron atrabajar sobre los trabalenguas de la

Transición: «Los principiosfundamentales del Movimiento soninmutables pero no irreformables», «hayque hacer la reforma sin reformar losprincipios», «una reforma dentro de lacontinuidad», «una reforma sin airerevisionista», etc. Lo importante eracalcular cómo se podía impedir que laderecha no perdiera nunca el poder. Ylas dificultades se materializaban enproblemas de orden público, en laoleada sin tregua del movimiento obreroy la oposición de izquierdas parahacerse oir, que había empezado el 6 deenero con una huelga en el Metro deMadrid y continuó el 12 con otra, esta

vez general, también en Madrid, con másde 100.000 personas apoyando a losdesempleados (del metal, funcionariosde Correos, empleados deTelefónica…). Por lo general, lasreivindicaciones consistían en lapetición de aumentos salariales, 30 díasde vacaciones al año, jornada laboral de40 horas… Las asambleas a menudo secelebraban en iglesias. El sindicatovertical de Franco se había hecho añicosy se había revelado que existía unsindicalismo paralelo perfectamenteorganizado, con claros objetivospolíticos, y no solamente laborales.

La idea de la evolución del sistema

de Torcuato era que hacía falta«integrar» a la izquierda sin potenciarla.Y calculaba que sólo se integraría si sesabía débil. El mecanismo para llegar auna cosa tras otra era la represión pura ydura. El 6 de febrero se dictó la LeyAntiterrorista. El 3 de marzo, la Policíaabrió fuego contra una manifestaciónobrera en Vitoria, y mató a cuatromanifestantes e hirió a otros muchos. Enaquel momento, Adolfo Suárez estabacomo ministro interino de laGobernación sustituyendo a Fraga, deviaje por Alemania. Alrededor de las 5de la tarde se había celebrado unaenorme asamblea de huelguistas en una

parroquia de las afueras de Gasteiz. LaPolicía echó botes de humo en elinterior de la iglesia para obligarles aque salieran. Pero afuera también habíaun gran número de manifestantesconcentrados. La Policía no dudó enutilizar las armas de fuego contra ellos.Aun así, tuvieron que pedir contingentesde refuerzo a Burgos, Logroño, Donostiae Irún para «apaciguar» la situación. El5 de marzo se celebraba en Gasteiz elfuneral por los muertos, con una nuevamanifestación masiva. El rey siguiótodos los acontecimientos de cerca:«Noche dura la de anteayer, Alfonso.¿Estuvo Suárez tan bien como dicen?»,

preguntó a Alfonso Osorio, que,naturalmente, le confirmó que elministro interino había estadoformidable. Por primera vez el rey sefijó en Suárez.

Por su parte, la oposición deizquierdas seguía luchando por laruptura. Aunque tanto los líderes delPCE como los del PSOE, entre otros, yahabían pactado con la Corona una clasede rendición a cambio de ciertas cuotasde poder, todavía no habían podidocontrolar a su militancia de base, que nosabía nada de las conversacionessecretas ni de los compromisos quehabían adquirido sus dirigentes.

Haciendo un papelón indecente, sesumaron a los otros en la CoordinaciónDemocrática, más conocida como«Platajunta». La coordinadora unía, enuna sola organización, a la JuntaDemocrática (en la que estaba el PCE yotros partidos, la mayoría a la izquierdade éste) y la Plataforma deConvergencia Democrática (con elPSOE como epicentro). El 29 de marzose reunieron en el despacho de AntonioGarcía Trevijano, apasionado impulsorde la Platajunta, representantes de todoslos grupos: Comisiones Obreras,Movimiento Comunista, PartidoCarlista, Partido Comunista, Partido

Socialista Demócrata, Partido SocialistaObrero Español, Partido SocialistaPopular, Partido del Trabajo y UniónGeneral de Trabajadores. Y al finalizar,entregaron un documento a la prensa quese podía resumir en una idea básica:«Coordinación Democrática se opone ala continuidad del Régimen». Solicitabala liberación inmediata de los presos ydetenidos políticos, sin exclusión, elregreso de los exiliados, la plenalibertad sindical, los derechos ylibertades políticas de las diversasnacionalidades, apertura de un periodoconstituyente… Y el manifiesto lofirmaron todos los grupos asistentes,

excepto los democristianos de JoaquínRuiz-Jiménez. La Policía hizo acto depresencia en el despacho de Trevijano ydetuvo allí mismo a los reunidos. Perono todos recibieron el mismo trato. RaúlMorodo y Javier Solana (el de laOTAN), por ejemplo, dos de los quefueron detenidos aquel día, tuvieronbuenos padrinos para conseguir salir ala calle inmediatamente. Iñigo Cavero,Fernando Álvarez de Miranda y otrosministros se interesaron por ellos yfueron puestos en libertad. Quedarondetenidos, en cambio, MarcelinoCamacho, Nazario Aguado, JoséÁlvarez Dorronsoro y Antonio García

Trevijano. Trevijano, Tono para losamigos, había acertado cuando aquellavez, hacía más de diez años, se lo habíaadelantado al entonces príncipe JuanCarlos. El primer Gobierno del rey lehabía enchironado sólo cuatro mesestras la coronación. Juan Carlos,compungido, le envió un mensaje aCarabanchel a través de un emisario:«¡Hay que ver, Tono, que estoy de rey yno puedo hacer nada!»

El 4 de abril, en Madrid se convocóuna manifestación proamnistía, queFraga prohibió terminantemente. Aunasí, se llevó a cabo y,sorprendentemente, el PCE fue uno de

los grupos que la convocaron. Está claroque esto facilitó que la Policía detuvieraa los comunistas que consideraba máspeligrosos, con la idea de dejarlosencerrados por lo menos hasta el 1 demayo, previendo las movilizaciones quese podrían organizar aquel día. De estemodo consiguieron que el día de lostrabajadores se registrara una «bajaconflictividad», en gran medida graciasal PCE, que buscaba la respetabilidadpara incorporarse de lleno a latransición pactada. En el ámbito delnacionalismo vasco, sin embargo, losproblemas no remitían. El 5 de abril seprodujo una fuga masiva de presos

políticos de la prisión de Segovia. Auncuando la mayor parte fueron detenidosal día siguiente, la reacción represiva nose hizo esperar. El día 8 la Policíaabatió a disparos a dos militantes deETA, el 25 a uno más y, en menos de 40días, se produjeron 140 detenciones.Otro acontecimiento importante en esteperíodo fue el de Montejurra el 9 demayo, también con Suárez de ministrointerino (de nuevo sustituyendo a Fraga,que andaba por Venezuela). Se tratabade un acto de un sector de los carlistas,los de Carlos Hugo, que apoyaban laruptura desde una postura nacionalista.

El suceso se quiso presentar como

un enfrentamiento entre esta seccióncarlista y otra sección, la que apoyaba aotro Borbón, Sixto. Pero en realidaderan miembros de la ultraderechaquienes, apostados en un terraplén,dispararon sobre la multitud que subíahacia el monasterio de Iratxe, cerca yade la cumbre de Montejurra. Hubo unmuerto y varios heridos, pero a JoséLuis Marín García-Verde, más conocidocomo «el hombre de la gabardina», quefue fotografiado allí mismo pistola enmano, no se le juzgó nunca. Hoy vivecomo jubilado en Huelva. Fue un toquede atención a quienes querían salirse delredil, del camino que iba marcando la

Transición. Y la manera como seresolvió, sin que la sangre llegara al río,pacíficamente y sin historias vengativas,era un mérito más que Suárez podíaapuntar en su historial, de cara a unfuturo ascenso que no tardaría en llegar.

El problema de Arias

El 26 de enero de 1976 se habíaprorrogado la legislatura de las Corteshasta el 30 de junio de 1977.

Entonces todavía no había prisa porhacer cambios; en el Gobierno de Ariastampoco. Los primeros meses de Ariasfueron útiles porque permitieron ganartiempo sin crear excesivas tensiones, ehicieron posible desplegar losmecanismos necesarios para controlarlas instituciones. En el gabinete de Ariasestaban representados quienes seconsideraban «reformistas», comoManuel Fraga y Antonio Garrigues Díaz-

Cañabete; Alfonso Osorio y José Maríade Areilza eran, además, monárquicos; ytambién hombres fieles a los Principiosdel Movimiento, como Adolfo Suárez,que era el secretario general. Suárez enaquel momento era, además, un hombrede Torcuato Fernández Miranda, yjugaba a su favor, manteniéndole al tantode todo lo que pasaba en el seno delGobierno, de los comentarios y actitudesde Arias. Gracias a él a la Zarzuelatenían noticias puntuales de todas lasfrases fuera de tono que pronunciaba elpresidente, como aquélla de «el rey nodice más que tonterías».

Arias, un franquista de la Falange,

ascendido gracias al apoyo del búnquerdel Pardo, no podía evitar sentirdesprecio por el nuevo monarca. Legustaba «escarmentar al Borbón», comoél decía.

Un día le comentó a RodríguezValcárcel, uno de sus amigos, cuandotodavía era presidente de las Cortes (elcargo que después ocupó Torcuato):«Yo, con un niño, no sé hablar más alláde diez minutos. Después no sé quédecirle y me aburro. Algo así me pasacon el rey». Con esta actitud, lasrelaciones entre el rey y Arias se fuerondeteriorando a pasos agigantadosdurante los primeros meses de la

monarquía. El presidente tenía unairritación cada vez más agresiva contraJuan Carlos.

«Estoy atornillado en este sillón porley y contra esto nada puede hacer elrey», dijo a más de un ministro, cuandose empezó a hablar de su dimisión.Exigirle la dimisión, que era una maneramás fina de cesarlo, era una sugerenciaen la que Torcuato insistía cada vezmás. Pero no la aconsejaba nadie más.Juan Carlos se desahogaba de susabusos en las reuniones que manteníacon sus colaboradores, Mondéjar yArmada, en la Zarzuela, a las cualestambién asistía la reina. Todos

intentaban calmar su desesperación.Pero la Casa se oponía a que lo cesaray, en concreto, Armada le dijo:«Torcuato será un gran profesor, pero depolítico, nada. Como político esincapaz». En una de aquellas reuniones,a la reina Sofía se le ocurrió meter lanariz en alguna cuestión que sacó dequicio al monarca, cuyos gritosresonaron de tal modo que ella tuvo quesalir de la sala, llorando como unaMagdalena. Después él fue a pedirledisculpas. Cuando se lo explicó aTorcuato, echó la culpa a la tensión quele provocaban los conflictos con Arias:«Lo que más me irrita es que pienso que

Arias me puede. Y esto, cojones, no esasí, tú lo sabes».

La actitud un poco de perdonavidascon el rey de Carlos Arias, que leaseguraba cada dos por tres que «sin mí,el poder estaría arrojado a la calle»,arrancaba de un famoso incidente que sehabía producido unos días antes de queFranco muriera, cuando el uno erapresidente y el otro jefe del Estadointerino. Se habían enfrentado por unconflicto de poderes: «Tú no meinformas de lo que haces», «yo soy elque tengo que informar a Franco y notú», etc. Y acabó con Arias poniendo sudimisión sobre la mesa y con Juan

Carlos literalmente «acojonado» por loque podía suponer aquello. El queentonces todavía era príncipe pidióperdón a Arias, le rogó que nopresentara la dimisión, envió al marquésde Villaverde a darle explicaciones,suplicó… Y, está claro, Arias nosolamente no se fue, sino que quedóreforzado en su sitio, convencido de quetenía perfectamente controlado a aquel«niñato». Conversando con Torcuato, suviejo profesor, el rey confesaba: «Heusado toda mi cordialidad y tengo quedecir que es contraproducente. Laverdad es que no sé cómo tratar aArias… No me deja hablar, no quiere o

no sabe escuchar, y me da la sensaciónde que no necesita contar conmigo; escomo si creyera que está absolutamenteseguro, que es presidente por cincoaños, que yo no puedo más quemantenerle…»

Estaba desesperado. Pero no sepodía reducir todo a un simple problemapersonal, a una incompatibilidad decaracteres. Como trasfondo estaban lasvisitas constantes de los embajadores deEstados Unidos y de la RepúblicaFederal Alemana a Torcuato FernándezMiranda, durante los últimos meses de1975 y los primeros de 1976. La vía dela represión para controlar a la

oposición no era suficiente. Eranecesario tomar otras medidas máspolíticas. Sobre todo a partir de laformación de la Platajunta, empezaron adarle vueltas a la idea de crear unpartido gubernamental.

Era imprescindible de cara a unafutura legalización de otros partidos.Pero Arias no les valía para esteproyecto. Se lo tenían que quitar deencima. Madurando aquella idea delpartido gubernamental y otrassugerencias para la reforma políticatomadas de los informes de la Trilateral,por iniciativa de la Casa Real secelebró el 4 de mayo una reunión con las

figuras más destacadas del mundofinanciero. Las gestiones paraorganizarla las hicieron, como hombresdel rey, Camilo Mira y Miguel Primo deRivera. Como miembros del Gobiernoestaban Alfonso Osorio y AdolfoSuárez.

La reunión y la cena, para hablar deuna reforma política, «una reforma sinriesgo», se celebró en casa de IgnacioTorta. Los financieros eran PabloGarnica, Juan Herrera, Arne Jessen,Emilio Botín, Jaime Carvajal, IgnacioHerrero, Jaime Castell, Alfonso Fierro,Pedro Gamero, Carlos March… Secomentó, sobre todo, que la

multiplicidad de partidos políticospodía tener consecuencias graves en elfuturo. Y Osorio les rogó que sóloapoyaran financieramente a quienes seagruparan en partidos más amplios, conlo cual se tendería un puente albipartidismo. Así les resultaría másfácil negociar la conformación delpartido gubernamental, de derechas, quequerían; y forzarían a la izquierda aunirse alrededor de los líderes que yatenían de su lado, en especial FelipeGonzález. Esta segunda parte noconvenció demasiado a los banqueros.Hablaron de cómo el marxismo podíainfectar la vida política. Aunque Jaime

Carvajal apuntó que la identificaciónsocialismo-marxismo no era exacta,Pablo Garnica dijo: «Eso es lo mismoque decir que como tu tía no tienetrolebús, no es un tranvía». No se puededecir que aquella reunión sirviera paramucho más que establecer las basesmínimas de actuación. Pero era unprincipio.

El paso siguiente continuaba siendoconseguir la dimisión de Arias, que nohabría podido ser nunca un líder de laderecha capaz de vencer en las urnas. Yseguir adelante con el proyecto de unpartido de derechas gubernamental.Torcuato insistía cada vez más ante el

rey, pero Juan Carlos no podía: «No sécómo hacerlo. Continuamente dice queél es el presidente porque así lo quiso elCaudillo, que él pensó dejarlo y que yohe sido quien le ha comprometido en unatarea que ahora tiene que concluir.., yque él no dimite, que si lo creoconveniente que le dé el cese… Todoesto me cabrea».

La cuestión era saber si, en unmomento tan delicado, el Consejo delReino se podía meter en una decisiónasí. Armada decía que sería un errormuy grave, que más bien complicaría lascosas en lugar de resolverlas. El rey,dominado por una irritación creciente,

no dormía, tenía la tensión por lasnubes… En abril, Arias continuabahablando por televisión, que era su forofavorito para dirigirse directamente alpueblo, para decir: «Estamos en la víade la reforma». ¿Qué se podía hacer?

La solución acabó llegando de losEstados Unidos. Después de un viajeoficial a este país, iniciado a finales demayo, el rey volvió reconfortado y conla decisión del cese de Arias, dispuestoa enfrentarse con las consecuencias quepodría tener. Además, ya venía con unaparte del trabajo hecho. En unaentrevista concedida al Newsweek,calificó a Arias de a unmitigated

disaster («un desastre sin paliativos»).Era el primer paso para forzar ladimisión. En total, Arias estuvo sietemeses en el cargo. La escena del cese enel Palacio de Oriente fue muy violenta.Llegaron a forcejear físicamentecogiéndose de la solapa. Perooficialmente fue una dimisión, firmadael 1 de julio de 1976 por el mismoArias. Al día siguiente, comocompensación, el rey le otorgó pordecreto el título de marqués con«Grandeza de España», un envoltoriopara sacarlode la política y aparcarlo enel museo de cera de la historia delascenso al poder del propio rey.

Desde febrero, Torcuato y el rey yahabían empezado a pensar en el sucesorde Arias. Los nombres que más sonabaneran los de Manuel Fraga y José Maríade Areilza, dos políticos competentesdel Régimen y comprometidos en losnuevos planes de la reforma. Pero aFernández Miranda no le gustaban.Fraga tenía sus propios recursos depoder y para Torcuato era más unadversario político que un posiblecandidato. Areilza también tenía supersonalidad e ideas propias. No habríasido nunca un segundo de Torcuato.Como condición fundamental, segúnFernández Miranda, el nuevo presidente

tenía que ser un servidor leal de unproyecto ajeno —el suyo —, alguien«disponible» y «abierto a las ideasdirectivas», en palabras suyas. Inclusosugirió al rey que tendría que hacer —fuese quien fuese— un pacto, un acuerdoformal mediante el cual el presidente delConsejo del Reino (Torcuato) y el futuropresidente se comprometerían ante elrey a desarrollar un plan políticoconcreto (el suyo). Al Borbón, con esaintuición para advertir situaciones quepusieran en peligro su poder que locaracterizó siempre, este punto lepareció un poco excesivo. Prefiriómantenerlo todo en un terreno informal:

«El pacto lo acabamos de hacer tú yyo», dijo a Torcuato. El hombreescogido fue Adolfo Suárez. Vieron enél ambición y capacidad política para laacción. Juventud, encanto y «carismapara ganar elecciones», la fórmulayanqui de la «democracia», una patenteexportable que funcionaría como unafranquicia. Suárez estabamanifiestamente dispuesto a dejarsellevar por Torcuato, o por lo menos esohabía estado demostrando durante losúltimos meses, como «submarino» delpresidente de las Cortes en el Gobiernode Arias Navarro. Y era una personaaceptada por la banca, por el

Movimiento, del cual era secretariogeneral, y por el Ejército,profundamente satisfecho por susactuaciones en Vitoria y Montejurracomo ministro interino de laGobernación. Es decir, prácticamenteperfecto. Después les fallaría, cuando—como decía Torcuato— «quiso volarsolo». Pero esto por el momento no lopreveían.

Torcuato Fernández Miranda tuvoque hacer una compleja maniobrapolítica para introducirlo en la terna decandidatos que el Consejo del Reinotenía que presentar al rey, junto conFederico Silva y López Bravo. El

mérito, al parecer, consistía enconseguirlo sin que adivinaran queSuárez sería el escogido. Pero aquellode la terna era, al fin y al cabo, una puraformalidad heredada de Franco, quesolía dictar los nombres que quería quesalieran en las listas sin el menor asomode problema. El rey habría podido hacerlo mismo, sin que Torcuato se hubieratenido que esforzar tanto por mantener laintriga hasta el último momento.

CAPÍTULO 10

EL GOBIERNO DE SU MAJESTAD

La Reforma de Torcuato

Cuando Suárez fue incluido en laterna, se le tomó por un rellenoinsignificante, casi como un gestoprotocolario para que los falangistasestuvieran representados, el sustituto desu candidato natural, AlejandroRodríguez Valcárcel. Los otros dos quele acompañaban en la lista parecíantener muchas más posibilidades de serescogidos. Federico Silva Muñoz yGregorio López Bravo, los dos deposiciones continuistas, con una largaexperiencia en política, significaban lagarantía de la supervivencia del

Régimen. Torcuato había salido delConsejo del Reino con la terna en lamano, sin desvelar nada de los tresnombres, y diciendo: «Estoy encondiciones de ofrecer al rey lo que meha pedido». Todos pensaron en Areilza,que era el más monárquico de losministros. Pero el 3 de julio de 1976,Televisión Española daba la noticia dela designación de Adolfo Suárez, cosaque dejó a todo el país con la bocaabierta.

Para su primer Gobierno, AdolfoSuárez nombró vicepresidente a AlfonsoOsorio. Era del clan, había colaboradoen el nombramiento del nuevo

presidente y esto era lo que lecorrespondía, en cumplimiento del pactoque habían hecho. Pero después tuvoproblemas para poder completar la lista.Fraga, muy enfadado por el hecho de nohaber sido escogido por el rey, anuncióque se iba del Gobierno. Le siguieronJosé María de Areilza y AntonioGarrigues, entre otros, y después muchosmás no aceptaron ocupar los puestos. Nohabía sido intención del rey ni deTorcuato apartarlos del Gobierno. Losnecesitaban. Mondéjar fue enviado acasa de Manuel Fraga para tratar deconvencerle de que continuara. PeroFraga no cedió. Al final, casi no tenían a

nadie y tuvieron que escoger a granparte de los ministros entre los hombresdemocristianos del grupo «Tácito» (laantigua Asociación Católica Nacionalde Propagandistas), a quienes propusoAlfonso Osorio, aunque eran jóvenesperfectamente desconocidos. Sinembargo, algunos de ellos, comoRodolfo Martín Villa, elegido comoministro de la Gobernación, se hicieronfamosos enseguida. Era el primerGobierno verdaderamente de SuMajestad. El plan de acción que seguiríaeste Gobierno estaba perfectamentediseñado por Torcuato. Los primerospasos eran aprobar la reforma del

Código Penal para empezar a legalizarpartidos, abordar una amnistía políticasimbólica, elaborar una ley de reforma yorganizar un gabinete especial paraasesorar al Gobierno, sobre todo enpolítica económica, siguiendo la líneainiciada en la etapa anterior para«reinventar» la monarquía.

Empezando por el último aspecto,Alfonso Osorio creó la DirecciónGeneral de Prospectiva, al parecer ainiciativa de la reina, muy interesada enesta clase de estudios. El primerdirector fue Jesús Montero, que habíasido propuesto por Nicolás Mondéjar.Respecto a la oposición, el Gobierno

tenía claras, al menos, tres cosas: que noconvocaría un referéndum para darle laoportunidad de que votara a favor de larepública; que la reforma de las LeyesFundamentales la harían ellos solos, a sumanera (en el Consejo de Ministros del24 de agosto tomaron la decisión dedeclarar materia reservada todos losasuntos relacionados con la reformapolítica); y que las elecciones generalesse producirían dentro de un sistema derepresentación proporcional.

En el mes de agosto, empezaron loscontactos con la oposición para vercómo se podía ajustar la ley paralegalizar lo que estaban dispuestos a

conceder. Pero siempre conconversaciones a nivel individual, porseparado con cada líder político, sin queel Gobierno aceptara una negociaciónpolítica, que era lo que proponía laPlatajunta. Aparte de las conversacionesdel Gobierno, desde aquel mismo mesJoaquín Garrigues Walker, representantede la Trilateral en España, se reunió convarios líderes de la oposición para irtanteándolos. Las reuniones secelebraron en su casa de Aravaca y,entre otros, habló con Raúl Morodo,Miquel Roca, Joan Reventós, AlejandroRojas-Marcos, Antonio GarcíaTrevijano, Francisco Fernández

Ordóñez, José María Armero…Por su parte, Suárez se trabajaba

fundamentalmente al PSOE, que, tras losprimeros contactos que había tenido conél en el entorno del príncipe antes de lamuerte de Franco, ya estaba de rebajas,en la línea de la junk politic («políticabasura», de inspiración yanqui). El día10 de agosto se entrevistó en secreto conFelipe González, en casa de FernandoAbril Martorell, el ministro deAgricultura, que era ya la mano derechadel presidente; y, otra vez, el 2 deseptiembre. En estas reuniones FelipeGonzález se mostró dispuesto areconocer la monarquía a cambio de

ciertos compromisos de apoyo al PSOE,con menoscabo del Partido Comunista.Eso sí, anunciaba que, de cara alexterior, seguirían defendiendo larepública como forma política delEstado, en una actitud testimonial,porque no podían hacer otra cosa ante sumilitancia, por el momento. A la vez,otros dirigentes del PSOE (los hermanosSolana, Enrique Múgica y Luis GómezLlorente) maniobraban para presionar alentonces ministro de Interior, RodolfoMartín Villa, a fin de que no legalizarael PCE, al cual veían como un fuertecompetidor. El 8 de septiembre, Suárezconvocó a los capitanes generales y a la

cúpula militar para explicarles losplanes de reforma, ya con el proyecto deley en la mano, y para hablarles de lalegalización de los partidos.Supuestamente, en este último punto yase incluía el PCE, y el presidente teníaque decírselo y convencerles de que nopasaba nada. Pero respecto a este puntohay versiones discrepantes. Suárezaseguró después, en los momentosprevios a la legalización efectiva, que síse había tratado el tema y que a losmilitares les había parecido bien.

Según la versión de Armada, sinembargo, cuando un alto mando militarle preguntó si legalizaría el Partido

Comunista, la respuesta de Suárez fueque, con los estatutos que el partidotenía en aquel momento, era imposiblelegalizarlo, con lo que se sintieronaliviados. Esta versión es más coherentecon lo que se sabe de los acuerdos a losque Suárez había llegado días antes conlos socialistas, y con lo que se podíaesperar de los militares. De ahí quetenga más aire de ser la versiónauténtica.

Fuera como fuese, el presidente tuvoun éxito personal muy grande, lo cualera bastante extraordinario, puesto quemuchos de aquellos militares habíanacudido a la cita dispuestos a dar

guerra. Les explicó tan bien las cosas,que un coronel acabó aclamando aSuárez con un «¡Viva la madre que teparió!». Dos días después, el Consejode Ministros aprobaba el textodefinitivo del Proyecto de ley para lareforma política, cuya redacción seatribuye a Torcuato Fernández Miranda.

Con ella, el rey consiguiódesembarazarse de las LeyesFundamentales, a las que había juradofidelidad en 1969. Pero antes tenía queconseguir que la aprobaran las Cortes deFranco, teniendo en cuenta quesupondría que se tendrían que disolver.El viejo profesor de Juan Carlos trabajó

sin cesar, intrigando con unos y conotros para conseguir los votos,negociando casi uno por uno. Y fueconsiguiendo los votos que necesitabade los procuradores, alentados por laesperanza de conservar un sitio deprivilegio en el nuevo sistema de poderque se estaba estableciendo.

Fue difícil, pero no tanto comopodía parecer a simple vista. Al fin y alcabo, todos sabían que, si las Corteshacían fracasar el proyecto delGobierno con una votación negativa, elrey y el Consejo del Reino podríansuspender la prórroga aprobada enenero de 1976, cuando Arias todavía era

presidente, y disolverlasinmediatamente. Y pasaría lo mismo sitras el debate se introducían másenmiendas de la cuenta. FernándezMiranda ya lo había advertidoclaramente en una entrevista publicadaen la prensa, como aviso para asegurarlos votos de los despistados. Todoestaba «atado y bien atado». Así, pues,no hubo sorpresas, puesto que el 18 denoviembre de 1976 la Ley se aprobó conuna única enmienda. El siguiente trámite,imprescindible para poder modificar lasLeyes Fundamentales e ir «de ley enley», como quería Torcuato, era que elpueblo español la confirmara en

referéndum. Esto era un «más difíciltodavía», que requería un trabajo muchomás serio y delicado. Se fijó como fechael 15 de diciembre y se puso en marchala campaña. En primer lugar, eranecesario mantener a la oposicióndemocrática en silencio. El ministro dela Gobernación, Rodolfo Martín Villa,empezó por reunirse con gobernadoresciviles, y después les envió una circular:«En el orden público se actuará conprudencia en cuanto se refiera al campode las ideas, pero se impedirá, en todocaso y con la máxima energía, cuantoatente a la unidad de España, a la formamonárquica del Estado o a las Fuerzas

Armadas». La intervención delcarismático Adolfo Suárez portelevisión el mismo día que el Proyectode ley había sido aprobado por elConsejo de Ministros en septiembre, yla subsiguiente campaña en la prensa, yahabían conseguido que más de la mitadde la población considerarasatisfactorios los contenidos. Eracuestión de seguir insistiendo.

Pero la actitud que escogieronmantener públicamente los «amigos» delPSOE supondría un trastorno importante.Sin atreverse a defraudar públicamentea las bases tan pronto, el PartidoSocialista llevó a cabo una campaña

verosímil a favor de la abstención. Laabstención, y no el rechazo directo, fuetodo lo que consiguió arrancarles elGobierno de Suárez. A Luis Solana lodetuvo la Guardia Civil enMajadahonda, junto con RodríguezColorado (que conforme pasaron losaños acabó siendo director general de laPolicía y se vio salpicado por elescándalo de los fondos reservados),mientras colgaban carteles que decían:«Sin libertad, abstenerse». Su mujer,Cuca, tuvo que hablar con Manolo Pradopara que se lo dijera al rey, que sehallaba en Palma, en Miravent, y letelefoneó a casa para interesarse por el

hecho. En un deliberado juego deambigüedades, muy cerca ya delreferéndum, entre el 5 y el 8 dediciembre, el PSOE celebró su primercongreso en España desde la República,con la autorización implícita delGobierno, en un hotel de lujo de Madrid.

Contó con la presencia deimportantes figuras del socialismomundial (Willy Brandt, FrançoisMitterrand, Olof Palme, Michel Foot),algunos de los cuales fueron recibidospor Suárez y por el rey. Aunque en lasconclusiones del congreso se siguieramanteniendo la recomendación de laabstención activa en el referéndum, en el

discurso de inauguración FelipeGonzález afirmó: «El PSOE estádispuesto a negociar con el Gobierno elproceso de tránsito a la democracia…».Y en la conferencia de prensa posteriordijo: «No vamos a hacer toda nuestralucha en función de la legalidad delPartido Comunista». Ya se iniciaba eltrabajo de desgaste y disolución del PCpara integrarlo en otro gruposocialdemócrata del mismo PSOE, tareaque continúa en la actualidad con lo quequeda del naufragio reformista. Contodo, el momento estrella de laconvención, sin duda, fue la apariciónde un joven espontáneo con una bandera

republicana enorme, que arrancó gritosincontenibles de «España, mañana, serárepublicana» entre los asistentes. Losmismos líderes del PSOE lo sacaron deallí como pudieron y empezaron a cantarla Internacional, al mejor estilo de losbailes y danzas del franquismo, paraacallar el griterío. Espectáculo políticoy catarsis, los que quisieran; cambiopolítico y poner en entredicho al rey noeran en los planes de los dirigentessocialistas.

Tras todos los problemas ydificultades, sin embargo, finalmente elGobierno y el rey pudieron respirartranquilos, cuando el 15 de diciembre

ganaron el referéndum con un amplionúmero de votos afirmativos.Curiosamente, la Ley para la reformapolítica se publicó en el BOE, pocosdías después, como la «Octava LeyFundamental».

La legalización del PCE

A comienzos del año siguiente, elproceso de Transición entró en unanueva etapa. La sucesión del Régimenfranquista se había iniciado mientrasKissinger estaba en el ministerio yanquide Asuntos Exteriores, a cuyasdirectrices tanto el Gobierno de AriasNavarro como el de Suárez se ajustarona la perfección Sólo se pretendía uncambio político muy limitado en cuantoal fondo y las formas.

Pero una vez inaugurada laAdministración Carter, en enero de1977, el postfranquismo se readaptó

enseguida. Fundamentalmente supusouna aceleración del ritmo delegalización de los partidos políticos ylos sindicatos que aceptaban el cambioprogramado, y el reconocimiento de lasautonomías como «apagafuegos» de losconflictos nacionalistas. Todo ello,siguiendo un modelo que ya se habíaprobado antes, en la Europa de laGuerra Fría, tras la Segunda GuerraMundial, que limitaba el arco deopciones políticas. El nuevo sistemaespañol dejaría fuera a los exponentesrepublicanos y a los nacionalistas deizquierdas vascos, gallegos y catalanes.No se les reconocería ninguno de sus

derechos políticos hasta que, muchodespués de las primeras elecciones, elespacio electoral y el Parlamentoestuvieran ocupados por loscomprometidos con la reforma pactada.

Hasta diciembre de 1976, Suárez nodio ni un paso sin consultarlopreviamente con Torcuato. Pero a partirde entonces empezaron a producirsedesavenencias entre ellos. Tambiénentre Armada y el presidente. Ningunode los dos amigos del rey estaba deacuerdo con la aceleración que Suárezestaba imponiendo. Pero no se tratabade un capricho, sino de una imposiciónde hecho, y el rey Juan Carlos sí que

estuvo de acuerdo y le apoyó en todo.Uno de los primeros movimientoscomplicados, cuya responsabilidad hubode asumir el presidente, fue lalegalización del PCE. Losacontecimientos que tenían lugar en lacalle ayudaron a que la decisión setomara muy pronto.

Enero fue un mes de movilizacionesy conflictos. El 23 moría, asesinado porel pistolero de extrema derecha JorgeCesarsky, el joven Arturo Ruiz en unamanifestación en Madrid. Al díasiguiente, en un acto de protesta la jovenuniversitaria Mari Luz Nájera resultóherida gravemente por el impacto de un

bote de humo, y finalmente murió. Demanera simultánea a las manifestacionesde a pie, varios grupos de lucha armadaactivos en aquel momento, ETA yGRAPO, encadenaban una acción trasotra. Cuando Antonio María Oriol, ex-presidente del Consejo del Reino, yaestaba secuestrado por los GRAPO, elmismo día 24 también fue secuestrado elteniente general Emilio Villaescusa.

Pero la gota que colmó el vaso fue laacción de un grupo de pistoleros deextrema derecha que dependía delgolpista del 23-F García Carrés,entonces presidente del sindicatovertical franquista de Transportes, que

aquel mismo día asaltaron un despachode abogados laboralistas en la calleAtocha, y abatieron a disparos a cincomiembros del Partido Comunista y deComisiones Obreras.

El funeral por las víctimasconstituyó el primero acto masivo delPartido Comunista, todavía clandestino.Y la tensión del rey subió a unos nivelesde riesgo tan altos que puso en peligrola poca salud «coronaria» que lequedaba. Los contactos del Gobiernocon el embajador de los Estados Unidos,Wells Stabler, se intensificaron paratratar sobre la situación. Suárez repetíaa sus colaboradores, interrogándose a sí

mismo en voz alta: «Y si los comunistasocupan un día la calle, pero nopacíficamente como en el entierro deAtocha, ¿qué hacemos? ¿Los disolvemospor la violencia?; y si insisten, ¿losametrallamos?; y si se presentanmasivamente en las comisaríasalardeando de su militancia, ¿losdetenemos a todos?»; tenía quedecidirse enseguida y acabó planteandola legalización del PCE abiertamente.

Como ya hemos visto, a primeros deseptiembre se había reunido con elConsejo Superior del Ejército paraexplicarles la reforma política. Y Suárezse apoyó en el éxito de aquel encuentro

para argumentar que el vicepresidentepara asuntos de Defensa, GutiérrezMellado, y él mismo, tenían al Ejércitocontrolado y no había peligro deinvolución. Pero Alfonso Armada teníainformación directa conseguida porotras vías, a pesar del compromiso demantenerla en secreto por parte de losasistentes. Y elaboró un informerespecto a este asunto que despuésentregó al rey. Su valoración nocoincidía en absoluto con la de Suárez:Armada estaba convencido de que, si selegalizaba el PCE, la irritación de losmilitares se desbordaría. Ante ladiscrepancia en las versiones de lo que

había pasado, el rey convocó a los dos asu despacho y discutieron al intentaraclarar si Suárez realmente les habíadicho que legitimaría el comunismo alos militares, que acabaron la reuniónaplaudiéndole. Suárez aseguraba que sí,que el Ejército estaba completamente allado del Gobierno y que era muyfavorable a la legalización del PCE. Lasapreciaciones de Armada sólo eranimaginaciones suyas. En medio de ladiscusión incluso llegó a atribuir a laextrema derecha los secuestros deAntonio Oriol y el general Villaescusa(en poder de los GRAPO), que tenían,según él, la intención de desestabilizar

el sistema para evitar la habilitaciónlegal de los comunistas. A Armada lecostó contenerse ante una herejía tangrande. En definitiva, fue imposible quese pusieran de acuerdo. El rey, al menosen ese momento, no tomó partido porninguno de los dos.

Pero creyera o no el relato de supresidente, asumió que en todo caso losmilitares serían controlables. Selegalizaría el PCE. Entonces ya hacíatiempo que Carrillo entraba y salía delEstado español cuando le parecía, conel truco de la peluca. Sin embargo, yahacía meses que no se molestaba enponerse la ridícula peluca que no

engañaba a nadie. A finales de añohabía sido detenido y conducido contoda clase de respetos a la prisión deCarabanchel, prácticamente bajo palio.Traía un pasaporte francés falso. Perouna semana después ya había salido enlibertad bajo fianza. En febrero de 1977,poco antes de la legalización, tuvo unalarga reunión de seis horas con AdolfoSuárez, en la que acordaron los últimosdetalles de su pacto. El PartidoComunista sería legalizado y podríaacudir a las elecciones generales.

A comienzos de marzo, como si yafuese un hecho, se celebró en Madrid lareunión cumbre eurocomunista, que

contó con la presencia de EnricoBerlinguer, el secretario general del PCitaliano, y George Marchais, suhomólogo francés. En Semana Santa, aprimeros de abril, Suárez se reunió conGutiérrez Mellado y con AlfonsoOsorio, los dos vicepresidentes de suGobierno; con Landelino Lavilla,ministro de Justicia, y con el de Interior,Rodolfo Martín Villa. Les dijo que eranecesario encontrar a la mayor brevedadposible un apoyo jurídico para justificara los ojos del país —y sobre todo de losmilitares— la legalización del PartidoComunista. El 9 de abril el fiscalgeneral del Reino constató que nada

probaba el carácter ilícito del partido deCarrillo. Y el sábado siguiente —Sábado Santo— la prensa informó a losespañoles de que el PCE acababa de serlegalizado. La noticia cogió porsorpresa a los menos iniciados en latramoya política que se cocía.Rápidamente, se organizó una reunión enLa Zarzuela, con el rey, Suárez,Mondéjar y Armada. Fue otra discusiónentre Armada y el presidente de las quehacen época, con el general gritando quehabía puesto en peligro la Corona. PeroSuárez ganó. Lo había hecho y lostanques no habían salido a la calle. Encambio, Armada recibió un mensaje

claro, a través de Mondéjar, de quetenía que ir pensando en abandonar LaZarzuela. Pero pasaron varios mesesantes de que esto sucediera. La mayoríade los ministros, de vacaciones deSemana Santa, se enteraron por la radiode que el PCE ya era legal. El deMarina, almirante Pita de Veiga,presentó la dimisión inmediatamente; ycuatro más amenazaron con hacerlo,aunque al final desistieron «por lealtad ala Corona». El martes 12 de abril sereunió el Consejo Superior del Ejércitoy difundió un comunicado público en elque expresaba la repulsa general quehabía causado en todos los cuarteles,

aun cuando admitían disciplinadamentela legalización como un hechoconsumado. Aparte de esto, redactaronun escrito más extenso y diferente en elque, al parecer, iban más allá, conataques a Suárez y a Gutiérrez Mellado,y se lo enviaron al rey. Y eso fue todo.No hubo nada más. Con el tiempo, losmilitares se calmaron, sobre todocuando vieron el pésimo resultado queel PCE obtenía en las primeraselecciones generales, en las que sólotuvieron un 9% de los votos, gracias a latarea de destrucción llevada a caboimplacablemente por Santiago Carrillode los principios que el PCE había

mantenido vivos durante todo elfranquismo. En 1977, Carrillo ya asistíaa las recepciones oficiales del monarcacomo si nada y presumía además, de quelos camareros de Comisiones Obreras lereservaban los mejores canapés. El reyy «Don Santiago» (como Juan Carlos lellamaba afectuosamente, incumpliendoexcepcionalmente la borbónicacostumbre de tratar de tú a todo elmundo) se acabaron haciendo amigos.«Tendría usted que rebautizar a supartido y llamarlo Real PartidoComunista de España», le dijo un día elmonarca. «A nadie le extrañaría».Carrillo le reía las gracias al rey como

cualquier otro personaje palaciego.Ni qué decir tiene que los partidos

nacionalistas de derechas tambiénobtuvieron la legalización sinproblemas, a tiempo para las elecciones,tan pronto como hubieron aceptado lascondiciones que les imponía laTransición. Una de las primerasiniciativas en este sentido (aparte de lasconversaciones secretas con Jordi Pujoly los nacionalistas vascos, ya antes de lamuerte del dictador) fue hacer venir aJosep Tarradellas de su exilio en Saint-Martin-le-Beau. Un avión fue a buscarloa París y el 28 de junio Juan Carlos lerecibió en la Zarzuela. El republicano y

el rey se entendieron a las milmaravillas. «A mí lo que me gustaba deél», dice el monarca, «era la distanciaque sabía tomar con los problemas a losque no veía solución… En esoTarradellas se parecía a Franco».Cuando ya cogía el avión que lo traeríaa Barcelona, Tarradellas le preguntó alrepresentante del Gobierno que leacompañaba si tenía alguna garantía deque no lo fusilarían como a supredecesor en la Generalitat deCataluña. «Tiene la garantía personal dedon Adolfo Suárez, señor presidente»,le contestaron. «En el fondo»,comentaría Tarradellas, «la única

garantía que quiero es la de que meeviten hacer el ridículo». Haydiscrepancia de opiniones sobre si loconsiguió o no.

Otro éxito político importante deesta etapa de Suárez fue la abdicaciónde Don Juan, el padre del rey. Tambiénfue el presidente quien asumió estaresponsabilidad en nombre del monarca.Todos, incluyendo al mismo Don Juan,le atribuyeron el hecho de haberimpedido que la ceremonia se hiciera enel Palacio Real, como quería el conde,con la solemnidad que merecía el hechode renunciar a los derechos dinásticosde Alfonso XIII. Se celebró en la

Zarzuela, casi en la intimidad, el 14 demayo de 1977, un mes antes de laselecciones generales. Don Juan leyó unbreve discurso y, al acabar, se cuadródelante de su hijo e inclinó la cabeza«¡Majestad, por España, todo porEspaña, viva España, viva el rey!».Pero, hasta el final de su vida, nuncatuvo una relación cordial con JuanCarlos.

Las primeras elecciones

Las primeras elecciones generalesse convocaron para el 15 de junio de1977. Fue una auténtica sopa de letras.Pero el bosque de siglas distraía laatención respecto a las que faltaban: lasde los partidos que no se habíanlegalizado. Salían como favoritos, nonecesariamente por este orden, el PSOE,con la financiación de Alemania; laAlianza Popular de Manuel Fraga, en laque se habían unido varios grupos dederechas que se autoproclamaban«reformistas» y «democráticos», con elapoyo de la banca y, desde luego, la

UCD de Suárez. La Unión de CentroDemocrático respondía a la idea quehabía empezado a desarrollar TorcuatoFernández Miranda de un «partidogubernamental» y de la monarquía, que,en principio, tenía que haber unido atoda la derecha, ocupando el mismoespacio que AP. Si no fue así, se debió ados razones: la primera laincompatibilidad manifiesta entre Suárezy Fraga, que quiso impulsar la creaciónde su propio grupo desde el comienzode la legislatura de Suárez, primero através de Reforma Democrática y,después, uniéndose con otros en AP; lasegunda y fundamental, la aceleración en

el ritmo que Suárez estaba imprimiendoa las reformas, impuesto desde losEstados Unidos, con el cual muchosfalangistas —aunque favorables alconjunto de la Transición— no estabande acuerdo, ni siquiera los máspróximos a la Zarzuela, como Armada oTorcuato Fernández Miranda. Armadase puso del lado de AP, donde eracandidato su propio hijo, en el puesto 27de la lista por Madrid. Suárez, en otraalucinación argumental delante deArmada, le acusó de haber enviadocartas con el sello de la Casa Real enlas que pedía el voto para estaformación política, pero no se probó

nunca nada. A Torcuato no le valía elliderazgo de Fraga, no le habríaaceptado nunca. Pero su ruptura conSuárez ya era manifiesta. Y 15 díasantes de las elecciones, presentó sudimisión como presidente de las Cortesy del Consejo del Reino y se fue a casa.Preveía que la UCD y Alianza Popularobtendrían un número de votos muyigualado, y que ninguno de los dosconseguiría la suficiente mayoría paragobernar. Y tenía planes para que, comoSuárez y Fraga no querían pactar entreellos, el rey encargara a unindependiente —él mismo— lapresidencia de un gobierno de centro-

derecha. En aquellos momentos, sí quehabría aceptado ser presidente delGobierno, cargo que había rechazadocuando el rey se lo ofreció tras la muertede Franco. Aun así, esta vez susproyectos políticos no le salieron nadabien.

La UCD renunciaba a la derecha másdura, y se presentaba como un partido decentro incorporando a grupos desocialdemócratas, democristianos yliberales. Tuvo el apoyo del rey,absolutamente deslumbrado con losencantos de Suárez que ya se habíaganado, de golpe, el sitio en el corazóndel monarca que hasta entonces había

ocupado su viejo profesor, TorcuatoFernández Miranda. En un principio, elproyecto de UCD no fue comprendidopor la gran banca franquista, que pusotoda clase de dificultades antes de dar elapoyo económico que necesitaba parapreparar la campaña. Suárez, con suverborrea, fue el único que consiguióconvencer a los representantes de lasfinanzas españolas en una cenamemorable en casa de Ignacio Torta, elbanquero que se acabó suicidándoseunos años más tarde a causa de susdeudas. Pero, además, contaba con otrosapoyos. Hay pruebas de que, por lomenos para preparar las elecciones que

vendrían a continuación, lasmunicipales, se pidó dinero a los paísesárabes. A la corte de Teherán, enconcreto, llegó una carta del rey deEspaña, fechada el 22 de junio de 1977,en la que se pedían 10 millones dedólares para apoyar al partido de suprimer ministro, Adolfo Suárez, en laselecciones que se celebrarían al cabo deseis meses. Quien firmaba la carta, elrey Juan Carlos, explicaba a sus«hermanos árabes» que el PSOEcontaba con la ayuda plena de laInternacional Socialista, especialmentede la riquísima socialdemocraciaalemana; y que hacía falta contrarrestar

esta situación y buscar apoyos para queun gobierno de centro-derecha, como elde Adolfo Suárez, se pudiera sostener y,así, proteger a la institución monárquicade la amenaza marxista. La monarquíasaudí (en aquel momento se trataba delrey Halid, y Fahd era el primerministro), que se sepa, respondiófavorablemente con la concesión de uncrédito por un importe de 100 millonesde dólares (unos 10.000 millones depesetas), mucho más de lo que se habíapedido, que la Casa Real tenía quedevolver en un plazo de diez años sinintereses.

Respecto a otros grupos legalizados

para participar en las elecciones, espreciso señalar que no jugaban enigualdad de condiciones en cuanto a lafinanciación ni en cuanto a lasoportunidades de obtener representaciónparlamentaria. Merced al sistemaproporcional establecido por elGobierno de Su Majestad, se favorecía alos partidos que obtuvieran más votos,con la intención de dejar fuera delparlamento a la oposición,despreciándola, y favoreciendo elbipartidismo según el modelo yanqui.Además, todos se tuvieron que avenir avarias condiciones previas. Teníanacceso a la televisión para los breves

espacios electorales, igual que hoy día,pero había temas intocables: el rey, lasFuerzas Armadas, la bandera y la unidadde España. Para el PSOE, el PCE y elPSP de Tierno Galván, que también sehabía reunido varias veces con Suárezpara pactar su legalización, esto nosuponía ningún problema. Lo aceptaronsin poner objeciones. Para otros fue unpoco más complicado, pero tambiénacabaron pasando por el aro. Enparticular, el espacio televisivo quehabía preparado la Liga ComunistaRevolucionaria (LCR) fue materia dediscusión. Su líder, el sociólogo JaimePastor, salía ante el Palacio Real

diciendo, más o menos: «La grave crisisde miedo que atraviesa España tiene unmáximo responsable: el inquilino deeste palacio, el rey, que ha sidoimpuesto por Franco». Para afrontar estaclase de casos se había formado unacomisión gubernamental, encargada depasar revista a la propaganda electoral ycensurar lo que hiciera falta.

En esta comisión estaba, comosubsecretario del Ministerio deInformación, precisamente FernándezCampo, que muy poco tiempo despuésfue secretario general de la Casa delRey. Y fue él quien más se opuso a quese emitiera el vídeo de la LCR. Jaime

Pastor criticó duramente a los miembrosdel PCE, del PSOE y del PSP por«tragarse las exigenciasantidemocráticas» del Gobierno, perono tuvo más remedio que retirar elanuncio.

Con Suárez saliendo por televisióncada dos por tres, las paredesempapeladas con carteles electorales,las ciudades invadidas por grises paradisolver con pelotas de goma lasmanifestaciones de la oposición, y defachas armados con cadenas paraintentar impedir que los militantes deizquierdas hicieran propaganda en lacalle… el resultado de las elecciones

del 15 de junio fue el único posible.Adolfo Suárez ya sabía qué sucedería yse pasó las semanas previas anunciandoa diestro y siniestro «¡barreremos!». Losde AP en general y, entre éstos,Torcuato Fernández Miranda enparticular, fueron los únicos a quienessorprendió el resultado: cómodavictoria de la UCD, aunque sin mayoríaabsoluta, seguida del PSOE y, sólo entercer lugar Alianza Popular, conescaños. Uno de los primeros trofeos fuela cabeza de Alfonso Armada. Suárez seplantó delante del rey aprovechando laocasión, dos días tras las elecciones, yle dijo: «O él o yo». Y el rey tenía

perfectamente claras sus prioridades enaquel momento. Armada pidió que sedijera que abandonaba la Zarzuelavoluntariamente con objeto de mandartropas y completar su carrera militar.

También puso como condición quele sustituyera Sabino Fernández Campo,porque tenía el mejor concepto de éldesde que se conocieran en la Secretaríadel Ministerio del Ejército en tiemposde Franco. Cuando Mondéjar escribió alvicepresidente Gutiérrez Mellado,solicitando un destino para Armada enla Escuela Superior del Ejército, dejóconstancia, además, de que el ex-secretario general de la Casa se iba, y

que seguiría prestando servicios a laZarzuela: «[…] Deseo utilizar de formaesporádica la colaboración del generalArmada, que lleva muchos años en estaCasa y conoce particularmente algunosasuntos».

Suárez, a partir de aquel momento,puso en marcha su política de consenso,palabra clave en todo el proceso de laTransición, que consistía básicamente enpactarlo prácticamente todo y tomar lasdecisiones importantes por unanimidadde facto, como precedente de lo que hoyen día llamaríamos el establecimientode un «pensamiento único». En losfamosos «Pactos de la Moncloa»,

Suárez negoció muy hábilmente con lasotras fuerzas políticas que estabandentro del sistema, cediendo parcelas depoder a cambio de concesiones. Pero sefue quemando poco a poco con estatécnica que, al final, no dejabasatisfecho a nadie, ni a los suyos ni a losotros. La necesidad de una Constituciónno era un tema que se hubiera tratadoampliamente; los partidos no habíanhablado de ella en sus campañaselectorales. Por ello, tenía que ser lalegislatura encargada de elaborar unaConstitución acorde con los nuevostiempos. Los diputados y senadoreselegidos tuvieron la ocasión de pactar

por su cuenta lo que les dio la gana, sintener que dar ninguna explicación a loselectores ni tener que someter areferéndum el conjunto global, sin daropción a debatir aspectos concretos nihacer modificaciones. La Casa Real,desde luego, tenía ideas propias paraeste gran proyecto y, aparte de contarcon información privilegiada sobre elproceso de gestación de la criatura, conel Gobierno y con todos los diputadosde la UCD, se proveyó de otros apoyos.Siguiendo la tradición heredada deFranco de nombrar directamente a unacuota de procuradores (llamados los«cuarenta de Ayete»), en la legislatura

constituyente de 1977-1979 Juan Carlosnombró a 41 senadores reales,escogidos por su real dedo. Formaron ungrupo parlamentario y a veces actuaroncorporativamente, al servicio de LaZarzuela, con la que mantenían contactosfrecuentes, sobre todo a través deSabino Fernández Campo. Desde laSecretaría General de la Casa se lesrogaba que plantearan o no,dependiendo del caso, determinadostemas, pero siempre con sumadiscreción para evitar implicar a laCorona directamente, porqueoficialmente no podía parecer que lossenadores la representaban. En la lista,

que se hizo pública en junio de 1977,había políticos, militares, intelectuales,banqueros, falangistas y empresarios(puede verse la lista completa en elapéndice). No estaba Armada, aunque síhabía figurado en los borradoresprovisionales. Juan Carlos reclutópersonalmente a cada uno. JuliánMarías, por ejemplo, uno de losescogidos, cuenta que unos meses antes,un día le telefonearon a casa y le dijeron«espere un momento que le va a hablarel rey». Y se puso Juan Carlosdirectamente, con su familiaridadhabitual, para decirle cuánto le habíagustado el último artículo de prensa del

afamado ensayista y para citarlo en LaZarzuela. Era el primer contacto quetenían. La mayoría de los «escogidos»se sintieron tan halagados con esa clasede llamadas telefónicas del rey que, porlo que se sabe, nadie se negó. Nisiquiera Justino Azcárate, que habíasido ministro en la República y desde elexilio había fundado la Agrupación alServicio de la República; ni elprestigioso economista y escritor JoséLuis Sampedro, que había tenido queabandonar la universidad, en la que eracatedrático en 1969, a raíz de unasdeclaraciones. Ni mucho menos,obviamente, gente como Camilo José

Cela, el galleguista Domingo GarcíaSabell, el empresario Luis Olarra, elbanquero Alfonso Escámez o el abogadoAntonio Pedrol Ríos. Teniendo encuenta el papel que desempeñarían, esnecesario destacar especialmentequiénes eran del entorno más inmediatodel rey, en cuyo equipo ya hacía tiempoque trabajaban: Manuel Prado y Colónde Carvajal, Jaime Carvajal, MiguelPrimo de Rivera y Torcuato FernándezMiranda. Como grupo, los senadoresreales tenían de todo: ideólogos de laTransición, intrigantes profesionales,gabinete jurídico, poder económico,profesionales de la manipulación,

mandos militares y, para que no faltaranada, los amos de la prensa: José OrtegaSpottorno (presidente de Prisa, editorad e El País), Víctor de la Sierra (ex-presidente de Prensa Castellana, editorad e Informaciones), Guillermo Luca deTena (presidente de Prensa Española,editora de ABC) y Fermín Zelada(presidente de Editorial Católica,editora de Ya).

La Constitución

Durante la elaboración de laConstitución de 1978, los senadoresreales tuvieron algunas iniciativas,fundamentalmente para reforzar elespañolismo. Y seguramente también,aunque no está confirmado, para ponersu granito de arena en uno de los puntosmás controvertidos que afectabadirectamente a la Corona, la sucesión,que se abordó en el artículo 57. Porrazones absolutamente particulares, queafectaban a la familia de Juan Carlos, seestableció un orden en el que siempresería preferible «el varón a la mujer».

Algo, para empezar, inconstitucional,teniendo en cuenta el artículo 13(Capítulo Segundo, Derechos yLibertades) de la misma Constitución:«Los españoles son iguales ante la ley,sin que pueda prevalecer ningunadiscriminación por razón de nacimiento,raza, sexo, religión, opinión o cualquierotra condición o circunstancia personalo social». Para resolver estacontradicción, Juan Carlos tuvo quehablar en secreto y sin tapujos con losmiembros de la Comisión Constitucionaldel Congreso, los padres de la criatura,como padre de otra criatura: la infantaElena. El problema era que, si no se

establecía que los hijos varones teníanpreferencia, según el orden deprimogenitura le tocaría ser princesa deAsturias a ella, y esto no podía ser,puesto que había nacido «enferma»,como todo el mundo sabe aunque hayasido a lo largo de los años el tema tabúde todos los que han rodeado a lafamilia real española. La Casa Realtenía pánico de tener que admitirlopúblicamente, cosa que obligaría a lainfanta a ceder el puesto a su hermana,Cristina, que sí era sana y no habríatenido ningún problema para reinar. Laenfermedad —que no se ha queridonombrar nunca, y a la que se ha dado el

apellido de «psicosomática» off therecord— de la infanta podía poner enpeligro una institución recién estrenada,que se apoyaba en privilegios denacimiento difíciles de explicar, y conmás motivo en el caso de Juan Carlos,que ya se había saltado a la torera a supadre y a la línea de su tío por el hechode ser sordomudo, y que sólo llegó alcargo mediante una imposición delfranquismo. Los padres de laConstitución de 1978 entendieron lapostura de Su Majestad, y el tema de ladiscriminación de sexos ni siquiera sellegó a discutir en las Cortes. Silenciototal, como si nadie se hubiera dado

cuenta de la incongruencia que, ahora sí,aflora en los foros internacionales y creaproblemas que apuntan hacia unareforma de la Constitucióninmediatamente después de que heredeFelipe, que con un poco de suerte tendráuna descendencia que no dará nuevosdisgustos a la Casa Borbón, aunque…no se sabe nunca. También está creandoconflictos en los foros internacionales elartículo 56.3 (junto con el 64 y el 65),que dice: «La persona del Rey esinviolable y no está sujeta aresponsabilidad». Es decir, que no se lepuede juzgar, haga lo que haga o diga loque diga. Otro regalo constitucional al

monarca, en contradicción nuevamentecon el artículo 14, al que el Estadoespañol tendrá que renunciar,revocándolo, si quiere firmar losacuerdos para crear un Tribunal PenalInternacional (ya se ha hablado de estoen la introducción).

Aparte de los artículos específicossobre la Corona, la Constitución de1978 recogió el espíritu de la letra delos principios establecidos en el informede 1975 sobre la «democracia»elaborado por la Comisión Trilateral: unsistema electoral proporcional (artículo68), para poder limitar el acceso algobierno por la vía electoral-

parlamentaria de grupos políticosindeseables; descentralización de laAdministración pública, pero sin darpoder político real a las comunidadesautónomas (capítulo Tercero del TítuloVIII), cosa que convierte a losparlamentos en órganos más técnicos ymenos políticos; supresión de las leyesque prohibían la financiación de lospartidos por parte de las grandesempresas, que se sumaría a lafinanciación con fondos públicos;exaltación de los mitos de la «libertadde empresa» y la «economía demercado», elevándolos a rangoconstitucional (artículo 38), etc. Pero lo

más importante era establecer que laforma política del Estado español seríala monarquía parlamentaria (artículo 2),en un orden político que sería protegidopor el Ejército (artículo 8), cuyo mandosupremo correspondería al rey (artículo62).

Aunque el PSOE y el PCE, entreotros, habían engañado al pueblohaciéndole creer que defendían elsistema republicano, todo estabapactado de antemano, sin dejar cabossueltos. Atendiendo a lo que habíandicho en la campaña electoral, lo quehicieron después fue un fraude, perosólo se preocuparon de camuflarlo un

poco. La Comisión Ejecutiva socialistadecidió que el voto republicano semantuviera hasta el debate de laComisión Constitucional del Congreso,el 11 de mayo de 1977, para que lodefendiera Luis Gómez Llorente enrueda de prensa. El PSOE quisoaparentar que no abjuraba de suideología, sino que había sido derrotadoante una mayoría constituida por laUCD, AP y los nacionalistas dederechas. Gómez Llorente lo dijo así ensu discurso: «Nosotros aceptaremoscomo válido lo que resultó en este puntodel Parlamento constituyente. No vamosa cuestionar el conjunto de la

Constitución por esto. Acatamosdemocráticamente la ley de la mayoría.Si democráticamente se establece lamonarquía, en tanto sea constitucional,nos consideraremos compatibles conella». Después, en el referéndum,pidieron abiertamente el sí a laConstitución. El 6 de diciembre de1978, el Estado planteó a los españolesuna elección entre lo malo o lo peor. Omonarquía o nada. Y, mayoritariamente,la Constitución fue aprobada. En opiniónde quienes estaban en el poder, lavictoria ya valía como si el pueblohubiera dado un sí rotundo a JuanCarlos.

El final de una etapa

El período constituyente, de 1977 a1979, fue glorioso para Adolfo Suárez.El rey estaba absolutamentedeslumbrado: «¡Es un fenómeno!»,comentó un día en La Zarzuela, «miradqué artículo segundo de la Constituciónha hecho para solucionar la gravecuestión de las autonomías y, al mismotiempo, manteniendo la unidad deEspaña». Pero el encantamiento estaba apunto de empezar a deshacerse. Losproblemas llegaron, sencillamente,porque Suárez se había quemado. Sutarea había terminado y lo cierto es que

al rey Juan Carlos nunca le preocupódemasiado tener que echar, de golpe, aquien le había servido bien, tan prontocomo hubiera acabado su misión. Lomismo que ya había sucedido conTorcuato Fernández Miranda pasabaahora con Suárez y después con SabinoFernández Campo, el sustituto en elcorazón del monarca. El generalFernández Campo acababa de entrar enLa Zarzuela para ocupar el sitio quehabía dejado vacante Alfonso Armada yrápidamente se convirtió en mucho másque un secretario: en un consejero que elmismo rey acabó nombrando «jefe». ElPSOE, que tanta carne había puesto en el

asador de la Transición, quería cobraraccediendo a la presidencia. Lo intentóen las primeras elecciones generalestras la Constitución, las de 1979. Peroera demasiado pronto. No conseguiríavencer a la UCD de Suárez, muy de malgrado, mientras esta formacióncontinuara contando con todo el apoyode la banca y de la Casa Real. Y enaquel momento todavía tenía a los dosde su lado. Se la ayudaba en todo,incluso haciendo coincidir la investidurade Suárez, el 30 de marzo, con lacampaña de las elecciones municipales,previstas para el 3 de abril de 1979,para que la UCD se pudiera beneficiar

de la atención que habían prestado alpresidente los medios de comunicación.En el siguiente congreso del PSOE, alcabo de unos meses, en mayo, FelipeGonzález decidió, por una inspiracióncuyo origen es deducible, que el partidodejaría de ser marxista. Se tenía queganar la confianza de la banca comofuera, y si lo que querían los banquerosy los yanquis era esto, pues se tenía quehacer.

No querían más cartas del monarcaen las que hablara de la amenazamarxista como argumento para apoyar aSuárez. «Hay que ser socialista, antesque marxista», dijo Felipe al congreso,

con una frase que recordaba lostrabalenguas de la Transición: lareforma sin reformar lo que erainmutable, que, sin embargo, no erairreformable. Dejó desconcertado a supartido, que le tomó por loco y se negó aacatarlo. Pero González estabadispuesto a ir hasta el final. Presentó ladimisión, una dimisión táctica paraejercer presión. Y en septiembre volvió,cosa que consolidó su autoridadpersonal.

Quedaba convencer a la banca deque lo decía en serio.

Aparte del PSOE, AP tambiéndeseaba desligarse de la UCD, que le

había quitado el sitio que lecorrespondía. Fraga, convertido en«demócrata de toda la vida», creía quelo natural sería que los partidosmayoritarios fueran el suyo y el de lossocialistas, un bipartidismo perfecto. Ylos mismos varones de la UCD sesumaron a la campaña de demolición deSuárez, acercándose unos a AP y otrosal PSOE. Joaquín Garrigues Walker,Francisco Fernández Ordóñez yLandelino Lavilla conspiraron con ellospara apoyar una moción de censuracontra el presidente, presentada por elPSOE en mayo de 1980, que noprosperó. Otro factor que es necesario

tener en cuenta era el «malestar» de lasFuerzas Armadas. Suárez, impulsadopor el mismo monarca a imprimir ritmoa las reformas, aunque asumiendo éltoda la responsabilidad, se habíaconvertido en el enemigo número unodel Ejército. Era como el juego delpolicía bueno y el policía malo. PrimeroSuárez actuaba de malo y, después, losmilitares pasaban por La Zarzuela aquejarse al rey, que era el bueno. El 28de noviembre de 1979 Milans del Boschfue recibido en audiencia privada y,poco después, también acudiría alpalacio una amplia representación de laDivisión Acorazada, presidida por el

general Torres Rojas. Lo que les más lesenojaba era la política de depuracióndel Gobierno, que había enviado adestinos alejados de los centros depoder a los más adeptos al antiguoRégimen, para poner a mandos nuevos eir lavando la cara de las FuerzasArmadas. Y, desde luego, el tema de lasautonomías, con aquel famoso «cafépara todos», que veían como unadesmembración de facto de la sagradaunidad de la patria. Con todos estosfactores de por medio, las relaciones delmonarca con Adolfo Suárez comenzarona ponerse tensas hasta llegar a un puntosin retorno.

Juan Carlos escuchaba a Felipe,Fraga, Armada, Milans… en su papel de«árbitro» de España, para intermediarentre ellos y el presidente. Y acabó conun impulso que le dieron desde elexterior (como en prácticamente todassus decisiones políticas importantes),que inclinó la balanza a favor de losprimeros. Juntos comenzaron a elucubrarposibles soluciones al problema, a hacerplanes que acabaron cristalizando el 23de febrero de 1981. Suárez solía deciren privado: «El rey a mí no meborbonea». Y prefirió presentar élmismo la dimisión cuando lo creyóoportuno, para que Juan Carlos no

tuviera la oportunidad de utilizarlocuando más le conviniera. Pero todoesto no se podría entender fuera delcontexto de la preparación del golpe del23-F. Sólo hace falta decir, por elmomento, que su salida de la Moncloafue dura, aparte de los 200 millones depesetas que le dio el Estado, a propuestadel mismo Juan Carlos, para paliar sudelicada situación económica. CuandoSuárez presentó su dimisión, en algúnmomento de la conversación quemantuvieron, de la cual se desconocenbastantes detalles, el rey le prometióademás un ducado. Después, loconsideró excesivo y quiso volverse

atrás, pero Suárez insistió y evitó quepudiera retirar la oferta. A diferencia deotros (como Arias Navarro o,posteriormente, Sabino FernándezCampo), lo utilizó profusamente, eincluso se hizo bordar en las camisasuna corona ducal. Suárez también queríael Toisón, que pensaba que se merecíapor lo menos tanto como TorcuatoFernández Miranda, pero no se lodieron. Quizás para humillarlo, JuanCarlos le otorgó, en cambio, el penosoJosé María Pemán (el 20 de mayo de1981), por los servicios prestados y lalealtad a la institución monárquica.Suárez desapareció del mapa político,

pese a los vanos intentos por volver a lacumbre con un partido nuevo, el CentroDemocrático y Social (CDS), que hoy endía lidera otro fracasado con respecto alas relaciones con el monarca, MarioConde. Pero Suárez, desde 1981 hastaahora, ha seguido cumpliendo un papelde mediador, de hombre con influenciaen las altas esferas, gracias al poder quedan años de secretos compartidos.Cuando se fue, el rey le escribió unacarta de despedida: «Para Adolfo,Amparo y sus hijos, y para laHistoria…», en la que se justificaba porel hecho de haberlo abandonado. Unosaños más tarde, cuando Suárez

negociaba con una editorial lapublicación de sus memorias, el rey letelefoneó: «¡A ver lo que vas aescribir!». No se volvió a hablar de lasmemorias nunca más. Al parecer, Suáreztiene todos sus documentosmicrofilmados y depositados en la cajafuerte de un banco suizo.

CAPÍTULO 11

TURISTA ACCIDENTAL ENGERNIKA

Una, «grande» ymonárquica

Poco antes del golpe de Estado del23-F, los reyes hicieron su primeravisita oficial a Euskadi. Y esto es de loque, cronológicamente, toca tratar ahora,aunque sea brevemente. Pero antestenemos que retroceder un poco en eltiempo, para entender lo que aquel viajesignificó en su momento. La obsesión deFranco por la sagrada «unidad de lapatria» («una, grande y libre», lemaacuñado en cada una de las pesetas quepasaban por las manos de los españoles)

fue traspasada intacta al monarca. Eldictador asumió, aparentemente sin másproblemas, que tras morirse se llevaríana cabo reformas que tenderían a unademocracia formal, tal como quedódemostrado, por ejemplo, cuandoconsintió la entrevista a Cambio 16 desu sobrino Nicolás Franco, colaboradordel entonces príncipe, en la que hablabadel tema y se declaraba a sí mismo«demócrata». En cambio, se esforzó almáximo, en los últimos tiempos de vida,ya moribundo, en recordar a su sucesoruna sola razón de Estado que tenía queser básica y guiar sus pasos en el futuro.De hecho, las últimas palabras

«coherentes» que Juan Carlos recuerdahaber oido de él fueron: «Alteza, laúnica cosa que os pido es quemantengáis la unidad de España». Enesencia, a nivel simbólico, éste es elpretexto de la monarquía como sistemapolítico: «El Rey es el Jefe del Estado,símbolo de su unidad y permanencia»,como se recogió en la Constitución de1978 (primer artículo referido a laCorona, número 56). El tópico de launidad territorial es el que más se harepetido en sus discursos a lo largo desus ya 25 años de reinado, sobre todo enlos mensajes navideños retransmitidospor televisión, en los que no faltó ni un

solo año, casi siempre acompañando lascríticas a los «nacionalistasexacerbados». A veces, con párrafos—quién sabe quién los escribía —dignosde ser recogidos en la antología«nacional» del disparate. Como este deldiscurso del día de la Hispanidad de1983, repleto de contradicciones: «LosReyes Católicos crearon un Estadomoderno, fundamentado en las ideas deunidad y de libertad, es decir, delderecho a la diversidad. Para ello nodudaron en reducir a los que alzabansobre los intereses nacionales susegoísmos y sus pequeños intereses decampanario derribando, cuando fuera

preciso, sus castillos».En la intimidad, las conversaciones

de los reyes con sus colaboradoressobre la cuestión todavía debían serpeores, por lo que sabemos. Un día de1976 en que los miembros de la Casadiscutían en el comedor de la Zarzuelasi era conveniente o no hacer deinmediato una visita oficial al PaísVasco, alguien opinó que quizás seríamejor dejar pasar el tiempo hasta quemejorara la situación.

Entonces Mondéjar dijo: «Si no, seles da la independencia y ya está».Aunque naturalmente, era una broma, lareina, que solía participar activamente

en aquellas reuniones políticas, replicóalarmada que esta solución eraimpensable. Mondéjar continuó labroma añadiendo: «Se les da laindependencia, después se les declara laguerra y, finalmente, se les conquista».Y todos se rieron mucho. Al margen delas elucubraciones más o menosgraciosas, nadie sabe a ciencia ciertatodo lo que hubo —o se discutió quepodía haber— en los primeros pasos dela monarquía para solucionar un temaque se planteaba difícil, muyespecialmente en Euskadi. El «GODSApolítico-militar» (del que ya se hahablado en el capítulo 9), el Gabinete de

Orientación y Documentación creadopor Manuel Fraga en su etapa deministro de la Gobernación,estrechamente vinculado con el CESID,aparte de «orientar» y «documentar»para ir en la dirección adecuada, pasabauna parte del tiempo elaborando planesque para ser ejecutados requerían algomás que unos artículos en la prensa.Jorge Vestrynge, el cachorro de Fraga (aquien años más tarde se le destiñó elazul y se volvió de izquierdas comoquien se hace un vestido), forjó sucarrera política en el GODSA, donde seenteró de algunos de aquellos proyectos.Una vez, en los primeros años de la

monarquía, Antonio Cortina (el militarque, destinado más tarde en el CESID,participó en el golpe del 23-F) lesondeó respecto a una posibleintervención militar. Cortina queríasaber si la reciente Alianza Popularpodría colocar a 30.000 personas enBurgos (AP tenía entonces unos 20.000afiliados). El plan que estabanestudiando en el GODSA eraconcentrarlas en la ciudad castellana, ydesde allí hacerlas avanzar a pie en unacolumna, con Fraga al frente, hasta elPaís Vasco. Preveían que, cuandopasaran, saldrían a recibirlescontramanifestantes, conforme se

acercaran a Gasteiz, y entonces —segúnlo que le explicó Cortina— unhelicóptero del Ejército trasladaría aFraga a Madrid para que no estuviera enpeligro. El plan reproducía el golpe dela Rue de Isly durante la Batalla deArgel. En aquella operación, losextremistas del OAS organizaron unamanifestación multitudinaria profrancesaque avanzó por aquella calle hacia unbarrio musulmán controlado por losindependentistas del Frente deLiberación Nacional argelino. Despuésde que el Ejército francés seinterpusiera, algunos francotiradoresescondidos dispararon contra los

musulmanes para que éstos respondierandel mismo modo, con lo cual queríanprovocar a las tropas de interposición.Aun así, los militares franceses nocayeron en la trampa y acabarondisolviendo a los suyos a tiros. CuandoVestrynge, que siempre fue una personamuy excéntrica políticamente, se diocuenta de lo que le estaba diciendoCortina, se lo explicó a Fraga un pocoalarmado, y éste dijo que él mismo seríael único que contactaría con Cortina apartir de entonces. Por la manera comose desarrolló la historia, sólo fue unproyecto que no se llevó a término. Perono dejan de llamar la atención las

coincidencias del plan con lo que pasó—o estuvo a punto de pasar— hace unospocos años en Madrid. Con motivo de lamuerte del concejal Miguel ÁngelBlanco, asesinado por ETA, el CESIDconvocó en la capital una manifestación«espontánea» multitudinaria, con unanueva consigna que había creado para laocasión: «ETA no, vascos sí». Durantetodo el día los canales de televisiónmodificaron las programacioneshabituales para dedicar todo el espacioa retransmitir los acontecimientosconforme se producían, hecho queprovocó una catarsis colectiva sinprecedentes. Telemadrid, en concreto,

hizo llamamientos para que la gentefuera a la manifestación y siguió, minutoa minuto, cómo iba creciendo el númerode gente que se convocaba en la Plazade Colón. Los locutores de telenoticiasllegaron al extremo de llorar en directo,mientras daban la noticia de la muertedel concejal. Cuando la manifestaciónterminó, en la Puerta del Sol, todavíahabía de llegar uno de los platos fuertes,con la periodista Victoria Pregoensalzando a las masas desde un podiocon su famoso «¡A por ellos!»

En un momento concreto, el acto sedio por acabado. Pero las masas que sehabían concentrado estaban demasiado

exaltadas, enfurecidas, fanatizadas… Noestaban dispuestas a disolverse. Ungrupo de extrema derecha se sumó conbanderas españolas para dirigir unamarcha a pie hacia Euskadi, a la cual sehabría de ir sumando gente de otrasregiones a lo largo del camino. Iban aliberar las Vascongadas. Como en elcaso del golpe de la Rue de Isly, nollegaron a salir, afortunadamente. LaPolicía fue contra los suyos, contra losmanifestantes de las «manos blancas», ylos disolvió con los antidisturbios. Sinembargo, permanece como uninquietante precedente, como aviso paracaminantes de la disidencia.

Pero volvamos a los primeros añosde la Transición. En agosto de 1976, elprimer Gobierno de Adolfo Suárez y elrey se sentó a discutir qué podía hacersecon el problema vasco. Tenían sobre lamesa una carta-informe que les habíaenviado el presidente de la Diputaciónde Vizcaya, Augusto Unceta, en la queles proponía una serie de «medidas degracia» para tranquilizar los ánimos. Enconcreto, Unceta pensaba que eranecesario devolver a Vizcaya yGuipúzcoa los conciertos económicosque habían sido derogados por Franco,en un decreto ley de julio de 1937 quecastigaba la actitud de las dos

provincias por no haberse sumado alMovimiento Nacional. La devolución noera una cuestión de justicia, sino dehabilidad política. Había otra propuesta,curiosamente de la Dirección Generalde la Guardia Civil, que tenía la mismaintencionalidad, puesto que se sugeríano solamente restablecer los conciertossino también legalizar la ikurriña. Elplan era que el rey fuera personalmentea Gernika a llevar la buena nueva y,particularmente, estaba dispuesto ahacerlo.

Pero a Suárez el plan no le parecióbien, porque creía que aquello era«defender a los capitalistas vascos que

no querían pagar impuestos».Para que no se calentaran más de lo

que debido, en otoño ETA presentó laalternativa KAS en una rueda de prensa.«Pocas o ninguna son lasreivindicaciones de libertades quepueden obtenerse por la negociaciónburocrática con los gobiernosreformistas de la Monarquíajuancarlista», decía el manifiesto. «KASdeclara que la obtención de lasaspiraciones democráticas y nacionalesaquí expuestas no pueden realizarse másque por un proceso de lucha popular quedebilite y rompa cualquier fórmula quesignifique la continuidad del fascismo y

del poder oligarca». El Gobierno deSuárez había perdido la iniciativa. Loque pensaban que podían resolver conuna bandera y unas concesiones fiscalesse había complicado enormementeporque, aparte de las reivindicacionesnacionalistas (el derecho deautodeterminación, el establecimientoinmediato a título provisional de unRégimen autónomo para Euskadi Sur, elbilingüismo, etc.), también exigían «lasmedidas económicas que llevan a lanacionalización de los sectores de basede la economía, con la socialización delsuelo y de la industria». Y, naturalmente,libertades democráticas, la disolución

de todos los cuerpos represivos y laamnistía. El nacionalismo de izquierdasvasco se había convertido en unacontundente oposición al Régimenjuancarlista, con la cual ya no seríaposible intentar hacer pactos de mediastintas. Todavía en enero de 1977, acausa de los disturbios causados por lamuerte de una joven de 15 años en unamanifestación pro-amnistía en Sestao,Suárez le dijo a su vicepresidenteAlfonso Osorio: «O tomamos prontoalgunas medidas de gracia para distraerla situación en el Norte o el País Vascose belfastiza [de Belfast]». Estaba apunto de empezar una política, fracasada

desde su inicio, de concesionesautonómicas que se materializarían en laConstitución de 1979, y que sólosirvieron para enganchar en el sistema alnacionalismo de derechas (del PNV,Convergencia y Unión y otrossimilares), lo que a la larga se hademostrado ineficaz para sus propósitos.

Medidas de graciaconstitucionales

La política autonómica de Suárezconsistió en un «café para todos» queotorgaba los mismos derechos a todaslas comunidades, sin tener en cuenta laidentidad nacional. Con esto sepretendía difuminar los conflictos vasco,catalán y gallego en un maremágnum dedescentralización administrativa. «¡Esun fenómeno!», dijo el monarcaentusiasmado refiriéndose a AdolfoSuárez, cuando leyó el artículo 2 de laConstitución «La Constitución se

fundamenta en la indisoluble unidad dela Nación española, patria común eindivisible de todos los españoles, yreconoce y garantiza el derecho a laautonomía de las nacionalidades y de lasregiones que la integran y la solidaridadentre todas ellas». La defensa de esteprincipio se encargó a las FuerzasArmadas, en el artículo 8, quereproducía sin grandes cambios elartículo 38 de la Ley orgánica delEstado de Franco. El texto de 1978,además, dejaba claro que, paragarantizar el cumplimiento, el rey podríaintervenir no sólo utilizando al Ejércitocomo mando supremo de las Fuerzas

Armadas, sino también comomoderador. El rey «arbitra y modera elfuncionamiento regular de lasinstituciones», dice el artículo 56, lo quele otorga una prerrogativa que, como seha discutido recientemente (el ya ex-jefede la Casa Real, Sabino FernándezCampo, lo aseguró en una conferenciapronunciada en el año 2000), se podríaaplicar si, por ejemplo, un hipotéticogobierno legítimo —con mayoría o enminoría— asumiera una actitudseparatista. Dicho de una manera másclara, si el Gobierno autónomo vasco semanifestara a favor de la independencia,el rey podría ordenar la disolución del

parlamento o nombrar un gobiernoprovisional y, si se lo ponían difícil porlas buenas, ordenar la intervención delEjército. El sistema autonómico, tal ycomo quedó establecido en el TítuloVIII de la Constitución, suponíadescentralizar la Administraciónpública, pero los parlamentos quedabanlimitados a las competencias mástécnicas y menos políticas. Además,también se especificaba que «en casoalguno se admitirá la federación deComunidades Autónomas». Y, desdeluego, se estableció que seríanlegalmente incompetentes en todoaquello que hiciera referencia a posibles

cambios en las relaciones de produccióne intercambio, en todo el ámbitoeconómico. Por no poder, ni siquierapodían expropiar. En cambio, sí quepodían endeudarse con el exterior. Paraconseguir que la redacción de laConstitución recogiera estos principioscolaboraron todos, aunque al comienzose especuló sobre varias alternativas enel modelo a seguir, que eran variacionessobre el mismo tema y tenían un mismoobjetivo. Los senadores reales, decomún acuerdo, al inicio del procesoconstitucional defendieron una enmiendapara reconocer, de forma diferente acomo había llegado del Congreso, los

derechos forales del País Vasco. Inclusoestuvieron de acuerdo los senadoresmilitares (los generales Díez Alegría yel almirante Gamboa), siempre másreticentes a reconocer diferenciacionesterritoriales. El rey seguía con la viejaidea, sugerida por el gobernador civilAugusto Unceta y la Dirección generalde la Guardia Civil, de ganarse demanera muy particular el apoyo delPartido Nacionalista Vasco. Lossenadores hablaron varias veces conSabino Fernández Campo sobre estaenmienda. Y tres de ellos, CarlosOllero, Alfonso Osorio y Luis Olarra(este último, próspero empresario vasco

próximo al Opus Dei, muy activo en lalucha contra ETA), se encargaron dediscutirlo con los senadores del PNV,que dieron el visto bueno a la enmienda.

Pero al final la iniciativa noprosperó, debido a la firme oposicióndel vicepresidente del Gobierno,Fernando Abril Martorell, en la líneaque unos años antes ya habíamanifestado Adolfo Suárez.

Abril Martorell defendió, en unaviolenta discusión en el Senado, elprincipio de que la soberanía popularradicaba en las Cortes, negándose aadmitir que se fragmentara en virtud deun pacto entre la Corona y los vascos, y

finalmente consiguió imponer sucriterio. Otro de los senadores reales,Julián Marías, republicano durante laRepública y monárquico durante elfranquismo, había sido reclutado por LaZarzuela en enero de 1977, como buenarticulista, para escribirle los discursosal rey… y otros cosas. Durante elproceso de gestación de la Constitución,Marías colaboró fundamentalmente conun artículo que publicó El País, en elque objetaba que en el primeranteproyecto no se utilizara la palabranación para hablar de España, lo cual leparecía «una monstruosidad increíble».A Suárez le gustó tanto el artículo que

hizo fotocopias para todo el Gobierno,para toda la ponencia constitucional ypara todos los dirigentes de los partidosen el Parlamento. Y la palabra Nación,con una mayúscula enorme, apareciócomo por arte de magia en el gloriosoartículo 2, al hablar de «la indisolubleunidad de la Nación española».Curiosamente, en la peculiar manera quetenían los padres de la Constitución deentender el nacionalismo español, no sehizo demasiado caso a las cuestionesque tenían que garantizar laindependencia de España frente ainfluencias o injerencias de otros paíseso centros de poder. Así como no se

reconocía la soberanía de los puebloscatalán, vasco y gallego, tampoco setenía la intención de devolver lasoberanía interior y exterior a losciudadanos del Estado, secuestradadurante la dictadura. En este sentido, sesiguió una línea sólo comparable a lasleyes que los aliados impusieron tras laSegunda Guerra Mundial a Alemania eItalia.

La Constitución de 1978 posibilita auna mayoría coyuntural del Congreso lacesión, a través de tratadosinternacionales, de competenciaspropias de la soberanía popular, en todolo que hace referencia a los ámbitos

militar y político, sin que seaobligatorio someterla a referéndum delos ciudadanos (artículo 93). ElParlamento puede aprobar la firma de untratado que obligue a modificar las leyespropias, en cualquiera materia, y lasleyes internacionales siempreprevalecerán respecto a las españolasen caso de contradicción. Para lostratados que afecten a cuestioneseconómicas, incluso se prescinde deltrámite de que tengan que ser aprobadospor las Cortes. Un gobierno podríaceder, o abandonar, o dejar enconcesión a entidades extranjeras,sectores neurálgicos del patrimonio

económico común, sin ningún problema.Puede que este aspecto, más que ningúnotro, sirva para explicar laanimadversión del poder establecido, yaantes de la Transición, hacia losnacionalismos, cuando a losnacionalistas los daba por hablar de«soberanía popular», «derecho deautodeterminación» y todas estas cosas.

Gernika

Esperaron y esperaron a que elproblema vasco se solucionara, pero eneste contexto político, sencillamente, nohabía solución posible. En febrero de1981 ya no lo podían retrasar más. Losreyes estaban a punto de hacer, al fin, suprimer viaje oficial a Euskadi. La reina,siempre muy presuntuosa y con fama devehemente en temas políticos, se solíamanifestar a favor de dar la cara, o almenos a favor de que la dieran otros.Cuando, en enero de 1979, ETA ejecutóal gobernador militar de Madrid, elgeneral Ortín Gil, Suárez le escatimó los

honores militares en un entierro casi aescondidas, invocando la «necesidad deno cargar las tintas fúnebres». Laextrema derecha solía aprovecharaquellos entierros para dar vivas aFranco y pedir un golpe de Estado. Perolos militares, que ya demostrabanpúblicamente su «malestar» hacia elGobierno, acabaron por convertir elentierro, a pesar de los pesares, en unamanifestación multitudinaria por elcentro de Madrid. Los más exaltadosacudieron a insultar a GutiérrezMellado. Otros se emperraron en llevarel ataúd y se lo quitaron a los oficialesque lo sacaron del Cuartel General del

Ejército. Hubo empujones, golpes ycarreras para recuperar el féretro. Fueun suceso del que se habló mucho. Lareina también tenía algo que decir —esosí, en la intimidad —, y echó la culpa alequipo de Suárez: «Tendría que haberasistido el Gobierno en pleno… esoentra dentro de sus sueldos». Aun así,aquel viaje a Euskadi la preocupaba.«Fue un momento de esos en los que nosabías qué va a ser de ti…», explicódespués. «El rey y yo fuimos a aquelacto muy sobre aviso y muy alertas: nosdijeron que había algo preparado, algocontra nosotros».

La visita real había despertado un

interés singular en los medios decomunicación, y los días previos,mientras se preparaba, ya ocupó laspáginas de los diarios, que anunciabanque podría ser conflictiva. No habíapara menos. Coincidía con el telón defondo de la crisis de Gobierno y unclima de cierta tensión provocada por elsecuestro del ingeniero José María Ryany un atentado fallido contra el cuartel dela Guardia Civil de Intxaurrondo. Pero,sobre todo, con una fuerte campañacontra la visita misma, efectuada por laizquierda nacionalista, que comenzó elsábado 31 de enero y continuó durantetoda la semana. Se hicieron pintadas —

en las que se podía leer «Erregeakkampora»[3] («Reyes, a joder alcampo»)[4], «¿A qué vienen?»,«Tomemos la calle, los reyes a casa»,«Rey, no», etc.— y manifestaciones.Hubo enfrentamientos con la Policía enlos que se usó abundando materialantidisturbios y pelotas de goma. Losmanifestantes destrozaron coches,lanzaron cócteles molotov e hicieronbarricadas en las calles. En la zona deOrereta se convocó una huelga general yen varios ayuntamientos se presentaronmociones de repulsa a la visita real.

La presencia en la Casa de Juntas deGernika, considerada como el acto

político fundamental, estaba fijada parael 5 de febrero a las 12 del mediodía. Sesabía que el rey pronunciaría undiscurso con algunos párrafos eneuskera, pero no se sabía con exactitudqué harían la coalición Herri Batasuna ylas fuerzas políticas y sindicales de laizquierda extraparlamentaria vasca. Laúnica cosa segura era que, pese a lasfuertes medidas de seguridad, los másde treinta representantes electos de HBal Parlamento vasco y las JuntasGenerales de Álava, Guipúzcoa yVizcaya ya habían obtenido lascredenciales, por lo que tenían el pasoasegurado. Algunos medios de

comunicación afirmaron que habíanechado lejía en la comida que tenía queser para los reyes, o que contaban concuatro cajas de bombas fétidas para lasala donde se reunirían con losrepresentantes del Parlamentoautonómico. Pero en realidad lo quehicieron, cuando el rey inició sudiscurso, fue interrumpirlo cantando conel puño en alto el Eusko Gudariak (elhimno del soldado vasco). Juan Carlosforzó una sonrisa de circunstancias.Sofía se quedó pálida y el lehendakariCarlos Garaikoetxea no sabía dóndemeterse. Se pudo ver cómo el rey, con lamano derecha detrás la oreja, se dirigió

a los cargos electos y les dijo: «¡Cantadmás alto…! ¡Hombre!, que no os oigo!»;hay constancia documental de este hechoen las imágenes de televisión. Losaplausos de los otros diputadosenseguida intentaron acallarlos… Sólofueron unos cuantos minutos, hasta quelos servicios de seguridad echaron a losrepresentantes de HB a empujones.Entonces el rey pudo proseguir eldiscurso que llevaba preparado,francamente oportuno, que al díasiguiente reprodujo la prensa para losque se lo habían perdido: «Siemprehabía sentido el anhelo de que miprimera visita como jefe de Estado a

esta entrañable tierra vasca incluyera larealización de un acto que sellase elreencuentro del rey con losrepresentantes de los territorios quedurante siglos fueron ejemplares por sulealtad y fidelidad a la Corona».

Las cámaras de televisióninmortalizaron este glorioso momento dela monarquía que, sin embargo, recibiótoda clase de felicitaciones, públicas yprivadas, durante los días siguientes.Josu Bergara, portavoz del PNV,destacó que había sido «un actoimportante, un paso fundamental para lalibertad de Euskadi». Marcelino Oreja,entonces delegado del Gobierno en el

País Vasco, declaró que la presencia delrey había provocado «horas de intensaemoción, durante las cuales se hanfortalecido las institucionesautonómicas». Los semanarios deinformación general se dedicaron arecoger opiniones de los personajescélebres del momento entre rosas, azulesy grises (Pedro Ruiz, Silvia Tortosa,Fernando Vizcaíno Casas, FranciscoUmbral, Pedro Carrasco, Ramoncín…),que, unánimemente, consideraron que elrey había estado «magnífico»,«admirable», «muy reconfortantecontemplarle tan relajado», «harevalidado el título»… Tan sólo los

dirigentes de HB se atrevieron a deciren voz alta: «El viaje del rey a Euskadiha sido un fracaso». Como se podíaesperar, los diputados abertzales fueronprocesados en la Audiencia Nacionalpor injurias al rey, aun cuandodeclararon que no entendían que cantarlesu himno pudiera considerarse unainjuria: «Para insultar a alguienconocemos otros términos». Y tambiéntuvieron que pasar por los juzgados elalcalde y cuatro concejales del pueblode Larrebezua, que en el plenomunicipal habían aprobado una mociónde censura que declaraba al monarcaindigno de pisar el territorio vasco. Las

instituciones del Estado a partir deentonces tomaron medidas máscontundentes a la hora de «preparar» elambiente para una visita real, metiendoen prisión a los alborotadores ycensurando cualquier clase depropaganda en contra con la suficienteantelación. Pero la historia de larepresión de los nacionalismos vasco,gallego y catalán es demasiado larga yhace falta llegar a un acontecimientotrascendental en la historia de laTransición, que tuvo lugar aquel mismomes: el golpe de Estado del 23-F.

CAPÍTULO 12

23-F. EL GOLPE

Secretos de dominio público

Del golpe «de efecto» del 23-Fhabía gente que tenía conocimientoprevio y gente que no. En círculosmilitares, evidentemente, la filtraciónera mayor. En los servicios secretos delCESID, con más razón. Y en otrossectores sociales con deferenciainformativa por parte de los ámbitos delpoder, o generalmente bien informados,indudablemente, con más o menosdifusión y profundidad.

Y este simple hecho hace plantearsesi la Casa Real (el rey), por alguno deestos canales, tenía conocimiento o no,

información previa de alguna clase, y enqué medida; y una serie respetable decuestiones sobre la información que sefiltró o que los estamentos armados yciviles tenían la responsabilidad depasar a la Casa Real. De hecho, elpresente análisis se propone desarrollarlas piezas de la versión según la cual laCasa Real conocía lo que se podíaproducir, tanto si lo creía posible comosi no.

Y para hacerlo, no hay nada comoacoplar las piezas del rompecabezas,basándose en los hechos y en lostestigos. El 23 de febrero de 1981, a las18:22 horas, el teniente coronel Antonio

Tejero, al frente de 288 guardias civiles,irrumpió violentamente en el Congresode los Diputados, interrumpiendo lasesión de investidura de LeopoldoCalvo Sotelo como presidente delGobierno.

Poco después, en Valencia, elteniente general Jaime Milans del Boschsacaba a la calle los tanques y las tropasque tenía bajo su mando en la III RegiónMilitar y decretaba el toque de queda; yla División Acorazada Brunete tomabalos puntos clave de Madrid, entre otrosRTVE y varias emisoras de radio. Setrataba de la puesta en escena para elverdadero golpe de Estado, que tendría

lugar —según los planes—, cuando elgeneral Armada, en nombre del rey,abortara el alzamiento militar y formaraun gobierno de «salvación nacional»encabezado por él mismo. Nadie haplanteado, y ni mucho menos se hapodido demostrar nunca, laparticipación del rey Juan Carlos I en elgolpe. Bien al contrario, la mayor partede las interpretaciones sitúan al monarcacomo el salvador de la patria Suintervención en los acontecimientos del23 de febrero supuso la consagracióndefinitiva para la monarquía española.Fue, sin duda, el más beneficiado. Alpueblo se le hizo ver que el riesgo de

golpe de Estado estaba latente y quesólo el rey tenía poder paradesactivarlo. Sin duda, fue el momentoálgido de la «democracia coronada».Periodistas e intelectuales de tradiciónde izquierdas y republicana (comoFrancisco Umbral, Manuel VázquezMontalbán o Manuel Vicent) se sumaronfervorosamente a las filas del«juancarlismo» y escribieronapasionadas defensas de su papel en laTransición. El rey acababa de salvar lademocracia.

Es cierto que los silencios querodearon el caso fueron tan ruidososcomo el mismo golpe. Hay muchos

papeles que no han salido a la luz: lasupuesta nota manuscrita del rey a PardoZancada; el telegrama interceptadodesde el CESID por el teniente coronelÁlvaro Gaitán, responsable deldepartamento de comunicaciones,enviado al general Milans del Boschdesde la Zarzuela; el informe de veintefolios escrito y firmado de propia manopor el general Armada, con todos losdetalles del golpe y los nombrescompletos del futuro Gobierno; la cartaescrita por el mismo general Armadaantes del juicio, fechada el 23 de marzode 1981, en la que pedía al monarca«por el honor de mis hijos y de mi

familia» permiso para utilizar durante elconsejo de guerra una parte del«contenido de nuestra conversación, dela cual tengo nota puntual», que habíanmantenido días antes del golpe, cuandolos reyes volvieron del entierro de lareina Federica de Grecia; el «informeJáudenes» del CESID, elaborado un mesy pico tras el intento para evaluar lasresponsabilidades de la Casa, en el quese citan 8 agentes directamenteimplicados; y quién sabe cuántos más.Pero, con todo y a pesar de todo,atendiendo a los datos objetivos de quese dispone, y muy particularmente a losque contiene el sumario del proceso (las

declaraciones de los encausados y lasconclusiones del fiscal, principalmente),sin añadir más datos, se llega fácilmentea la conclusión de que el rey JuanCarlos I sí que podía haber participadoactivamente en el golpe. Son secretos dedominio público que tuvo contactosprevios con una parte de los implicados.Por otro lado, el día clave lasiniciativas desde La Zarzuela no puedenconsiderarse en sí mismas capaces deabortar la conjura, tal y como estabaprogramada. El famoso mensajetelevisivo que aseguraba que se habíantomado «las medidas necesarias paramantener el orden constitucional dentro

de la legalidad vigente» se emitió en elmismo momento en que el generalArmada estaba en el Congreso para«restablecer» el orden constitucionalcon un gobierno de «salvaciónnacional», presidido por él mismo, queera el que estaba previsto desde elcomienzo. Pero como se ha transmitidouna interpretación tan radicalmentediferente de éste, merced a mentirasdemostrables en la sentencia judicial y auna campaña propagandística muyefectiva, ahora es necesario volver arepasar, aunque sea un poco por encima,datos que en realidad conoce todo elmundo. Como en todo caso Su Majestad,

según lo que establece la Constitución,es irresponsable penalmente de susactos, por mucho que se puedademostrar su participación no se lepuede juzgar por ello. Del mismo modo,y justamente por esto, especular sobre suparticipación no deja de ser un juegoque no se podría tener en cuenta enabsoluto como un intento de inculpación.

Los «móviles» del golpe

Una de las claves para poderentender el 23-F se encuentra en elanálisis de los «móviles» del crimencontra el pueblo. La conflagración de1981 pretendía solucionar variosconflictos. El primer móvil era defenderla unidad de la patria Los militaresinvolucionistas reaccionaban contra lasacciones de ETA. Y esto, teniendo encuenta que la actividad terrorista notenía una intensidad particular los mesesprecedentes al 23-F, o que por lo menosno era superior a la de períodosanteriores. Más bien la novedad era la

actitud de las fuerzas de seguridad: el 13de febrero de 1981, por primera vez trasla muerte de Franco, un detenidopolítico, Joseba Arregui, había sidotorturado hasta la muerte por la Policía.De todos modos, la amenaza golpista erauna cosa que siempre estaba presentedesde el comienzo de la Transición. En1978 los servicios de seguridad delEstado ya habían abortado la«Operación Galaxia», llamada asíporque los conjurados se reunían en unacafetería con este nombre, montada porel mismo teniente coronel Tejero y porel capitán Sáenz de Ynestrillas.

Otra de las motivaciones del golpe

de Estado era el «malestar» de algunosmandos de las Fuerzas Armadas por lapolítica de ascensos y castigos que elGobierno Suárez había iniciado. Amediados de abril de 1979 había puestoa un hombre de su confianza, JoséGabeiras, en el cargo de jefe del EstadoMayor del Ejército, en un ascensoirregular de general de división ateniente general, con lo cual se saltabalos candidatos lógicos por antigüedad,uno de los cuales era precisamenteJaime Milans del Bosch, uno de losconjurados del 23-F. Era el segundoagravio, porque Milans ya había sidotrasladado, en octubre de 1977, de la

División Acorazada Brunete de Madrida la Capitanía de la III Región Militar,con sede en Valencia. El general LuisTorres Rojas, otro de los conjurados,también había sido desplagadorecientemente, en La Coruña, en enerode 1980, cuando presidía la Brunete,cargo en que fue sustituido por elgeneral José Justo Fernández, impuestopor Gutiérrez Mellado. Y Armada, el«brazo político» del golpe, había sidoenviado a Lleida después de que Suárez,como se sabe, forzara su cese, enoctubre de 1977, como secretario de laCasa Real. Todos se la tenían jurada.

Además de los militares, existían

problemas con la oposición, incluso conalgunos miembros del Gobierno de laUCD (como ya se ha visto en la últimaparte del capítulo 10). Todos estabanhartos de Suárez y negociaron con el reyla mejor forma de hacer que se fuera. Enabril de 1980, el monarca recibió en laZarzuela a Felipe González y a ManuelFraga, y en junio a Santiago Carrillo.

Todos coincidían en el hecho de quehabía una sensación creciente dedesgobierno, una pérdida de confianzaen las instituciones democráticas, unainminente crisis de Estado… hacíanresponsable a Suárez y abogaban ante elrey, como única solución al problema,

por alguna clase de gobierno decoalición, en el que cada uno tendría sutrozo del pastel.

Para acabar, es necesario señalarque los acontecimientos del 23-Fcoincidieron con el conflicto en torno ala entrada de España en la OTAN, unacuestión que no puede descartarse comouna más que probable cuarta eimportante motivación para la accióngolpista. El empujón militar del 23-Fpodría haber tenido como objetivoforzar el ingreso con urgencia. Pocodespués de ganar las elecciones de1980, el presidente norteamericanoRonald Reagan (según datos y

documentos que el KGB hizo circular enaquella época) escribió una carta en laque instaba al rey Juan Carlos a «actuarcon diligencia para eliminar losobstáculos que impiden el ingreso deEspaña en la OTAN», aludiendo a unmisterioso grupo de «pacifistas delOpus Dei». No se sabe quiénes podríanformar este misterioso grupo, ni haycerteza de que aquella carta no fuera unafalsificación, como aseguró la CasaReal. Pero sí es cierto que a AdolfoSuárez se le reprochaba que diera largasal asunto durante cuatro años al frentedel Gobierno. Suárez no lo veía claro ydescuidaba la transición exterior, con lo

que manifestaba un cierto anti-americanismo. Es difícil decir hasta quépunto la Corona se sentía presionada porlos Estados Unidos, amenazada por lasacciones de ETA, o convencida de laconveniencia del nuevo reparto de poderque proponían los grupos de laoposición parlamentaria.

El plan

Pero las circunstancias políticas enque se encontraba hicieron exclamar a lareina, mucho más «militarona» (sobretodo, por su experiencia griega deconnivencia de la monarquía con unaJunta Militar), la última vez que Armadafue a los Pirineos con los reyes, aldespedirse: «¡Alfonso, sólo tú puedessalvarnos!». El plan, que atendía a losintereses de los Estados Unidos,consistía en dar «un golpe de timón»,pero sin salirse del marcoconstitucional. Si no se actuaba así,España no podría ingresar en la OTAN,

formada presuntamente por paísesdemocráticos. Éste era un requisito sinequa non. Pero a alguien se le ocurrióque se podían unir las fuerzas de todoslos «motivados», en una acción queutilizara en su favor tanto los impulsosde los golpistas más clásicos como losde los representantes del poderestablecido legalmente. El plan deactuación que acabaron decidiendocombinaba la acción de Tejero (fiel a suespíritu de la «Operación Galaxia», degolpe puro y duro para «meter al país encintura»), con la idea de un golpe suave,al estilo de De Gaulle (inicialmenterespetuoso con la Constitución y

disfrutando de toda la complicidad delos principales partidos políticos conlos militares), propugnado por Armada.Y añadía un elemento que parecía estarinspirado en el golpe de los coronelesgriegos de 1967, bien conocido por lareina, en el sentido de que los rebeldescontaran con el apoyo del rey. Comoexplicaron a Tejero, sin que lo acabarade entender del todo, dentro de Españala crisis se arreglaría… a la españolaaun cuando, eso sí, los países de fueraquerrían seguir viendo la Democracia yla Corona.

Por los datos de que se dispone(entre otras pistas, algunas

declaraciones de Suárez posteriores algolpe), fue un destacado socialista elprimero en sugerir al general Armada laidea de un gobierno civil de coaliciónpresidido por un militar. En principio,además de Armada, se especuló sobrevarios nombres, entre otros el del mismoSabino Fernández Campo. En el veranode 1980, un documento secreto llegó amanos del rey. Le había llegado deMadrid, y se trataba de un informeanónimo, aunque por el lenguaje parecíade autores civiles, según fuentes de laZarzuela. Se hacía un análisis muycrítico de la gestión de Adolfo Suárez yacababa con una propuesta, de la que no

se conocen todos los detalles. Se tratabade derrocar al presidente, eso sí que sesabe, y proponer como candidatoalternativo a un militar o a un civilindependiente de prestigio. En laversión oficial que se ha dado delinforme, la vía propuesta para lograr unobjetivo como aquél era presentar unamoción de censura, pero esta ideaparece poco verosímil, puesto que ya sehabía intentado sin éxito el mes de mayode 1980. Todo parece indicar que lo quese estaba proponiendo realmente era loque después se llamó «la soluciónArmada», cuyo leitmotiv fundamentalera que las acciones se habían de

enmarcar dentro de los límitesconstitucionales, en una clase derenacimiento del famoso lema deFernández Miranda, «de ley a ley» (parahacer el tránsito del franquismo a lademocracia parlamentaria dentro delcontexto de las Leyes Fundamentales).Pero con el paso previo imprescindiblede la tentativa de «golpe duro», quedespués el rey se encargaría dereconducir. A nivel operativo, para latentativa de golpe duro, todas lasacciones militares planificadas, ydespués llevadas a término, respondíana un plano único que gravitaba sobrecuatro puntos neurálgicos: el Congreso

de los Diputados, la Capitanía de la IIIRegión Militar (Valencia), la sede de laDivisión Acorazada Brunete (deMadrid), y el palacio de La Zarzuela.Algo falló en el complejo entramado.

El primer elemento discordante lopuso Sabino Fernández Campo en LaZarzuela, con dos iniciativas muysimples, que ha asumido públicamente, yque al comienzo no resultarondemasiado trascendentales. En primerolugar, insistió en el hecho de queArmada no actuara desde la Zarzuela,para no comprometer demasiado a laCorona, aun cuando mantuvierancontacto telefónico durante toda la noche

del 23-F. En segundo lugar, con lamisma intención, intentó evitar que seinvolucraran los nombres del rey y de lareina, de la manera tan explícita en quese estaban utilizando, para hacer lallamada al alzamiento. Si quisiéramoscreer que la Zarzuela estaba al tanto delgolpe del 23-F desde el comienzo, nosolamente el rey, sino también susecretario general, Sabino FernándezCampo, las iniciativas de este últimosólo habrían sido una precaución paraproteger al rey en caso de que salieramal algo, o incluso tan sólo una cuestiónde forma. No se puede olvidar que, pesea la propaganda institucional para

presentarlo como el gran defensor de lademocracia la noche del 23-F, casi másefectiva con respecto a FernándezCampo que al mismo rey, Sabino no habrillado nunca precisamente como«progre». Sólo hace falta señalar, por elmomento, las declaraciones que hahecho recientemente, en el verano delaño 2000 (en una conferencia en laUniversidad Internacional MenéndezPelayo), en las que afirmaba que el rey,como moderador y también comonecesario mando supremo de las FuerzasArmadas, «debería intervenir en el casode que las prerrogativas concedidas porun hipotético Gobierno en minoría a un

partido separatista amenazaran laintegridad de España». Estabadefendiendo nada menos que unaintervención militar en Euskadi, queapoyaba en consideraciones jurídicassobre el artículo 8 de la Constitución.En la línea constitucionalista deArmada, se le habría podido ocurriralgo parecido en febrero de 1981.

En todo caso, las de Sabino fueroniniciativas que, en sí mismas, nuncahabrían evitado el golpe. El elementoverdaderamente distorsionador fueTejero. Uno de los puntos más débilesdel plan era que, con un estilo similar alque Suárez había utilizado para legalizar

el PCE, sin informar del todo a losmilitares, esta vez se había utilizado aTejero sin decirle toda la verdad delplan. Y en el momento crucial, Tejerofue quien realmente abortó el golpe.

Ajustando las piezas

Independientemente del hecho deque se ejecutara bien o mal, antes delfracaso —sólo relativo— del desenlacefinal, el golpe del 23-F pasó por unproceso más o menos largo depreparación, con multitud de reuniones yactuaciones previas de los implicados,de las cuales hay confirmación oficial yque no ponen en entredicho el alcancede la conjura. Se tiene constancia deque, ya en el mes de julio de 1980, sereunieron el teniente coronel de laGuardia Civil, Antonio Tejero, PedroMas (ayudante de campo del general

Milans del Bosch en la III RegiónMilitar de Valencia) y el civil JuanGarcía Carrés, para comenzar aplanificar el operativo que tenía quetomar las Cortes. El rey en aquellosmomentos se hallaba en una ronda deconversaciones con los dirigentes de laoposición (Felipe González, ManuelFraga, Santiago Carrillo…). Aunque haypocos datos sobre estas entrevistas, sesabe que se hablaba fundamentalmentede la crisis institucional y de unaposible salida con un gobierno decoalición, de «salvación nacional».Según fuentes muy diversas, Suárez eracasi el único ausente de la «operación

Armada». Pese a aquel digno gesto deno quererse echar atrás, Carrillo pareceque sí estaba en la operación, porquesabía que era la única manera de quehubiera un ministro comunista. Además,se sabe que, aparte de sus audienciascon el rey, se reunió varias veces conSabino Fernández en su casa de losapartamentos Colón.

Tras el verano, comenzaron aaparecer en prensa comentarios en tornoal hecho de que, desde el entorno deFelipe González, se promovía a ungeneral para presidir un gobierno decoalición. Y los rumores circulaban demanera más extensa entre los políticos.

El 22 de octubre de 1980, los socialistasEnrique Múgica y Joan Reventós sereunieron con Armada, en casa delalcalde de Lleida, el también socialistaSiurana. Trascendió que hablaron de ladisposición favorable del generalArmada a formar un gobierno decoalición entre la UCD y los grupos dela oposición parlamentaria, presididopor un independiente, presumiblementemilitar. En noviembre, los dirigentes delos partidos de la oposición volvieron apasar por La Zarzuela para hablar con elrey en una nueva ronda de consultas. Yade vacaciones en Baqueira, tambiénllegó Suárez para conversar; éste se

negó a aceptar un gobierno de coalicióncon ningún partido de la oposición. Perolas referencias en la prensa «seria» oconvencional (El País, ABC…) acercade esta idea «en una situación deextrema gravedad», en «una eventualemergencia peligrosa para lademocracia», se hicieron constantes.Además, el 17 de diciembre, el diariomás leído en los cuarteles, El Alcázar,publicó un artículo sobre la preparaciónde una conspiración de militaresfirmado por el «colectivo Almendros».Aquel mismo mes, Tejero se empezaba apreparar, comprando, a través demediadores, los seis autobuses que

trasladarían a los guardias civiles queasaltaron el Congreso.

Quedaron depositados en una naveindustrial de Fuenlabrada (Madrid),alquilada a tal objeto.

En una fecha indeterminada, afinales de año, Armada, temiendo que leespiaran, encargó a Aseprosa (unaempresa de seguridad que servía detapadera del CESID, controlada porAntonio Cortina, hermano de José Luis,el jefe de la AOME) una intervención desus teléfonos, que fue efectuada portécnicos del CESID. El general todavíaestaba destinado en Lleida, desde dondese pudo constatar que, sólo en el mes de

diciembre, habló con el rey comomínimo tres veces. El día 18, cuando fuede vacaciones a Madrid, lo visitó en LaZarzuela. Aparte de aprovechar paracitarse el 3 de enero en Baqueira,revisaron juntos el discurso que el reyiba a pronunciar en Nochebuena.

Armada conserva una fotocopia delas cuartillas con retoques de su propiamano. El 24 de diciembre, el rey lanzóaquel mensaje navideño lleno de ideassugerentes, por primera vez sin lafamilia delante de las cámaras, sentadoante su mesa de trabajo: «La Monarquíaque en mí se encarna […] impulsora deuna acción de todos para todos».

Dirigiéndose a los políticos, dijo:«Consideremos la política como unmedio para conseguir un fin y no comoun fin en sí mismo. Esforcémonos enproteger y consolidar lo esencial si noqueremos exponernos a quedarnos sinbase ni ocasión para ejercer loaccesorio». Y al pueblo en general: «Nopodemos desaprovechar, con inútilesvaivenes, compromisos y disputas, estavoluntad de transformar y estabilizarEspaña…». Dos días después de laentrevista que había concertado conArmada, debido a la cual el generalhubo de adelantar el final de lasvacaciones, el rey pronunció otro

discurso. Esta vez el de Pascua, dirigidoa los militares, que acababa así: «Yotengo la certeza de que si permanecéisunidos, entregados a vuestra profesión,respetuosos con las normasconstitucionales en las que se basanuestro Estado de derecho, con fe yconfianza en los mandos y en vuestroJefe Supremo, y alentados siempre porla esperanza y la ilusión, conseguiremosjuntos superar las dificultades inherentesa todo período de transición y alcanzaresa España mejor en la que ciframosnuestra felicidad».

El 10 de enero de 1981, Armadaviajó a Valencia para encontrarse con el

general Milans del Bosch.Una semana después, el día 18, fue

Milans quien viajó a Madrid parareunirse, en un piso del coronel Mas,con éste y otros conspiradores (enconcreto, Tejero, Torres Rojas y el civilGarcía Carrés), e informarles de laentrevista con Armada. Fue en estareunión donde se estableció el plan deocupar el Congreso, derrocar por lafuerza al Gobierno y formar uno denuevo que encarrilara la democracia.Estimaron que la operación no se teníaque llevar a cabo hasta que Armada nofuera nombrado segundo jefe del EstadoMayor del Ejército, hecho previsto para

próximas fechas. De este modo serealizaría sin violencia. Incluso se hablóde un procedimiento constitucional ypolítico.

Al día siguiente, el coronel Ibáñez,del Estado Mayor de Milans y enlacesuyo, fue hacia Lleida para comunicar aArmada el resultado de la entrevistaanterior. Cuando el 22 de enero elpresidente Suárez se enteró del futuroascenso de Armada, todos estosmilitares ya tenían noticias del mismo.

Se lo comunicó el rey, en unareunión en La Zarzuela que acabó conuna acalorada discusión entre los dos.Ni Suárez ni Gutiérrez Mellado estaban

de acuerdo, pero el rey impuso sucriterio.

Se continuaban insertando nuevosartículos en El Alcázar con elpseudónimo «colectivo Almendros», yotros textos entregados a otraspublicaciones, alusivos al golpe,momento en el que Suárez decidiódimitir, el 26 de enero. Lo comunicó alos miembros de su Gobierno antes quea nadie. Dice que tuvo la precaución deanunciarlo a ellos antes que al rey, paraque el monarca no se pudiera apuntar eltanto de haber sido quien le habíapedido que dimitiera. «A mí no me hacelo que a Arias», comentó al parecer.

Sólo al día siguiente, el 27, fue a LaZarzuela a informar al rey.

Suárez siempre ha dado a entenderque estaba enterado del hecho de que seplaneaba un golpe de Estado paradestituirlo y que dimitió para evitarlo.En la larga conversación que mantuvocon el rey, le dijo que lo hacía «comoúnica manera de evitar a VuestraMajestad el riesgo político de resolverla crisis que se anuncia». En otrocontexto explicó, además, que enaquellos momentos tenía la obligaciónde «defender al rey, incluso del reymismo». Y el 29 de enero lo explicó enun mensaje televisado bastante claro

para todo el mundo: «Dimito porque noquiero que el sistema democrático, talcomo nosotros lo hemos deseado, sea,una vez más, un simple paréntesis en lahistoria de España». Tras todas lastensiones y discusiones con el monarca,no tanto para conseguir que Suárezpresentara la dimisión como paraintentar llevarlo a su terreno en políticainternacional (en el tema del ingreso enla OTAN fundamentalmente); trasnegarse repetidamente a formar ungobierno de coalición con la oposición;tras todos los planes que habían hecho,hablando y hablando en los medios decomunicación de una inevitable crisis

institucional para preparar el terreno,con objeto de dar el «golpe de timón»previsto con la excusa de que Suárez nodimitía… Tras todo esto, laintempestiva decisión del presidentepilló al monarca por sorpresa. Suprimera reacción, que ofendióprofundamente a Suárez, fue recurrir aSabino para preguntarle qué tenía quehacer. Con el consejo de su secretario,decidió tomarse un poco de tiempo,aprovechando que el congreso de laUCD que se tenía que celebrar enMallorca se retrasaba por una huelga decontroladores aéreos. El mismo partidohabría de escoger un nuevo candidato

para proponerlo a las Cortes, sin prisa.La dimisión de Suárez supuso un revés.Aparentemente, se habían quedado sinexcusa para actuar.

Pero los objetivos reales del golpeiban mucho más allá de conseguir unsimple cambio de presidente, los planesya estaban en marcha y ahora no sevolverían atrás. Bien al contrario, sedecidió acelerarlo.

Al día siguiente del anuncio públicode la dimisión, Emilio Romeropublicaba en el ABC un artículo en elque ya se hablaba explícitamente de la«solución Armada». El 3 de febrero elrey telefoneó a su ex-secretario para

darle la noticia de su nombramiento y laenhorabuena, desde el aeropuerto deBarajas, donde esperaba que se abrierael de Vitoria para iniciar su primer viajeoficial al País Vasco (el famoso yaccidentado viaje a Gernika). Estemismo día Armada también habló con elcoronel Ibáñez, que acudió a Lleidapersonalmente desde Valencia paraentrevistarse con el general, y valorarjuntos la nueva situación que se habíacreado tras la dimisión de Suárez. El 6de febrero los reyes, que estaban enBaqueira para descansar tras losacontecimientos de la Casa de Juntas deGernika, se citaron con Armada para

cenar en un restaurante de Artíes. Lacena en el restaurante se tuvo quesuspender cuando recibieron la noticiade que la madre de la reina, Federica,estaba gravísima en la clínica de laPaloma, en Madrid. En realidad, yahabía muerto. Sofía salió rápidamente enhelicóptero hasta Zaragoza, desde dondecogió un DC-9 con destino a Madrid.Pero la entrevista del rey con Armadano podía posponerse, de manera que,independientemente de cómo estuvierasu suegra, el rey se quedó a cenar con elgeneral, una cena improvisada por lainfanta Elena en casa, a base deensalada y tortilla francesa. Estuvieron

juntos hasta las tres de la madrugada. Aesta hora, el mismo Juan Carlos, queconducía su coche, lo dejó en el paradordel Valle de Arán.

Tras la celebración del II Congresode la UCD, el día 10 el rey finalmentepropuso a Calvo Sotelo en las Cortespara la presidencia del Gobierno. Denuevo, se quiso reunir con Armada.Cuando éste pasó por La Zarzuela al díasiguiente, para los oficios religiososortodoxos en memoria de la madre de lareina, a los cuales asistían familiares yamigos todas las tardes, tuvieron laocasión de hablar brevemente en unaparte. El rey le dijo que le interesaba

mucho verlo, y lo citó para el día 13, alas 10:30. Llamó a Sabino para que loapuntara en el libro de visitas, y Sabinole advirtió de que no había horas libres,pero el rey insistió en el hecho de queretrasara la hora a quien hiciera falta(que en este caso fue Alfonso deBorbón, citado a aquella hora). Ningunode los dos ha revelado nunca elcontenido de la conversación quemantuvieron en aquella citaextraordinaria. Alfonso Armada solicitópermiso por escrito a Juan Carlos paradarla a conocer como prueba que lefavoreciera en su juicio. Pero no se loautorizaron y Armada cumplió la orden

al pie de la letra.Una vez escogido el candidato a

presidente, el rey tuvo que mantener unanueva ronda de consultas con los líderespolíticos, preceptivaconstitucionalmente. Con González,Fraga, Carrillo… con todos los líderes.Pero estos días hubo muchas másreuniones. El 16 de febrero se celebróuna nueva entrevista en Madrid entreIbáñez (el segundo de Milans) yArmada, concertada previamente porteléfono por el mismo Milans del Bosch.El 17, otro contacto del rey y Armada,en un aparte de un acto en la EscuelaSuperior del Ejército. Al fin, el día 18,

Ibáñez establecía con Tejero, en unaconversación telefónica, la fechadefinitiva para la «OperaciónCongreso». Se había pensado en elviernes 20, con ocasión de la votaciónde investidura del nuevo presidente delGobierno. Pero Tejero puso dificultadesy acordaran que podría ser el lunes 23,puesto que se repetiría la votación y,nuevamente, el pleno del Congreso delos Diputados volvería a estar reunido ytodos los miembros del Gobiernopresentes. Apenas quedaban unoscuantos días para el día señalado,cuando José Luis Cortina Prieto, jefe dela Agrupación Operativa de Medios

Especiales (AOME) del CESID, seencontró con el entonces embajador delos Estados Unidos en Madrid, TerenceTodman, y con el nuncio del Vaticano,monseñor Antonio Innocenti. Cortinatambién se reunió, el día 21 por lanoche, en Madrid, con Antonio Tejero,Alfonso Armada y Vicente GómezIglesias (su mano derecha en el CESID).Fue en esta reunión en la que Armada sedescubrió personalmente delante deTejero como jefe de la operación.Cortina le indicó al guardia civil que lossocialistas no darían nada de guerra, queaceptarían lo que les propusiera, quetambién veían la necesidad de un golpe

de timón. Se le explicó, al parecer nodemasiado bien, que su operación en elCongreso se tendría que reconducirhacia el objetivo político de Armada.Según la declaración que hizo en eljuicio, a Tejero en aquel momento ledieron a entender que el nuevo gobiernosería sólo de militares; y que elverdadero jefe era el rey, que loapoyaba totalmente. Armada, enconcreto, le explicó: «La monarquíanecesita robustecerse, por ello SuMajestad me ha encargado estaoperación». Matizó, además, que «laCorona y la Democracia seguiríanincólumes… aunque ya hay preparados

varios decretos que entraráninmediatamente en vigor». También lerevelaron que tanto el Vaticano como elGobierno norteamericano habían sidosondeados y que la AdministraciónReagan les había prometido ayuda. Envísperas del 23 de febrero, elcomandante Pardo Zancada, de laDivisión Acorazada (DC) Brunete, viajóa Valencia para entrevistarse con Milansdel Bosch, el verdadero jefe militar detoda la operación. Milans tambiénconversó por teléfono con Armada.

Día de autos, autobuses ytanques

A primeras horas de la mañana del23 de febrero, los oficiales del EstadoMayor de la III Región Militar(Valencia) ultimaban los planes demovilización de tropas. A las 10:20,Milans se reunió con sus mandos y lesinformó de que en Madrid se podríaproducir un hecho «grave e incruento»que se conocería por la radio, que el reyestaba enterado y que el general Armadadaría las instrucciones oportunas desdeel palacio de La Zarzuela. Pero el

ministro de Defensa español,interpelado en el Congreso de losDiputados el 17 de marzo de 1981, nopudo desmentir que las primeras tropasen ponerse en situación de alerta, tareaque ya habían empezado el día anterior,fueron las de la base aérea de losEstados Unidos en Torrejón, a 6kilómetros de Madrid. Con algo más deretraso respecto a Milans y losamericanos, alrededor de la 1 delmediodía, Tejero seleccionabaimprovisadamente a los guardias civilesque le acompañarían a tomar elCongreso, sin darles demasiadasexplicaciones sobre dónde iban y qué

harían. Tras comer, en la ComandanciaMóvil de la Benemérita, en Valdemoro(Madrid), les repartieron los fusiles yles hicieron subir a los autobuses.

Cuando ya habían pasado las 5 de latarde, el gobernador militar de laCoruña, el general Torres Rojas, sepresentó inesperadamente en el recintode la División Acorazada, en Madrid.Quienes ya estaban informados delgolpe (Pardo Zancada, entre otros)aprovecharon el momento paracompartir su secreto con los otrosmandos militares. A estas horas,Armada hacía vida normal, despachabacomo era habitual con el general

Gabeiras, su superior inmediato, en elCuartel General del Ejército, el JEME,en el palacio de Buenavista. Hacia las 6,Tejero conducía sus hombres a lasCortes con los seis autobuses previstospara la ocasión. Varios agentes de laSEA (Sección Especial de Agentes,unidad operativa del CESID creada porCortina meses antes), todos ellosguardias civiles (Rafael Monge, MiguelSales y Moya), ayudaron a losasaltantes, conduciéndoles hacia elCongreso. Uno de los coches se quedóaparcado allí, entre los autobuses, en lacalle Fernanflor, y Salas tuvo que ir arecuperarlo más tarde. A las 6 y 22

minutos Tejero y quienes leacompañaban entraban en el Congresodisparando tiros al aire y pronunciandofrases famosas para la historia: «¡Sesienten, coño!». Como bien habíaanunciado Milans, la irrupción se pudoseguir en directo por la radio y latelevisión.

A Su Majestad el ruido de losdisparos le pilló en chándal,preparándose para jugar un partido desquash con Ignacio Caro y Miguel Arias,que le esperaban con Manuel Prado yColón de Carvajal.

Cuando la reina oyó (no se sabe sipor radio o televisión) aquel discurso

del capitán Muñecas a los diputados delhemiciclo («no va a ocurrir nada, perovamos a esperar que venga la autoridadmilitar competente…»), se le escapó:«¡Ése es Armada!»

Mientras Milans decretaba el estadode sitio en Valencia, con un bandocalcado al del 18 de julio de 1936,aunque explicando a los más próximosque no se trataba de proclamar el estadode guerra porque todo estaba dentro dela Constitución, en Madrid la DCBrunete empezaba a ponerse en marcha.El general José Juste Fernández, cabezade la DC y próximo al Gobierno deSuárez acababa de enterarse de los

planes golpistas. Aparte de otrosdetalles, Pardo Zancada y los otros ledijeron que Armada dirigiría laoperación desde La Zarzuela. Paraasegurarse de que la información que leestaban dando era correcta, cuandoapenas habían pasado dos cuartos de setintentó contactar con él en la Casa Real.Pero como no estaba, le pasaron alsecretario, Sabino Fernández Campo.

Según la versión oficial, Sabinodesmintió con una seguridadsorprendente que Armada hubiera deaparecer: «Ni está ni se le espera». Nose sabe a ciencia cierta de qué hablaronni en qué tono, pero, a resultas de esto,

Sabino se enteró de algunos detalles queno le hicieron gracia. Muy en particular,que los golpistas estaban invocando a laCorona con frases poco afortunadas («elrey está al tanto de todo», «contamoscon las simpatías de la reina»…).Hombre cauto por naturaleza, se sintióun poco alarmado, y fue rápidamente ahablar con el rey. Juste, a su vez, aunquesupuestamente ya había sido informadode que el rey no apoyaba al golpe —según la versión oficial, se había sentidoaliviado («¡menos mal!») —, permitióque la DC Brunete, que seguía bajo sumando, empezara a movilizarse paraocupar militarmente los puntos clave de

Madrid, entre otros la sede de RadioTelevisión Española, con tresescuadrones, y varias emisoras de radio.Por otro lado, continuó haciendogestiones para localizar a Armada fuesedonde fuese. Cuando Sabino fue a hablarcon el rey, se lo encontró al teléfono conArmada, en el momento en que este ledecía: «Recojo unos documentos y voypara allá». El secretario le hizo gestosal monarca para que si le era posibleinterrumpiera la comunicación unmomento y, en un aparte, lo convencióde que no era nada aconsejable queArmada se presentara en La Zarzuela, enmedio de tanta confusión. Y el monarca,

como tantas otras veces, aceptó la tutelade Sabino.

A las 7 de la tarde, las emisoraslocales de Valencia empezaron atransmitir el bando de Milans y lostanques salían a la calle. Tras más deuna hora intentándolo, el jefe de la DC,el general Juste, finalmente conseguíacontactar con Armada en el CuartelGeneral del Ejército. No se sabe de quéhablaron, pero la DC no retiró sustropas. También habló con el ex-secretario del rey, el general Aramburu,director general de la Guardia Civil, queestaba en el Hotel Palace en unimprovisado Cuartel General de mandos

militares para vigilar desde el exteriorlo que sucedía en el Congreso.

Aramburu reclamaba a Armada conurgencia, para hacer de intermediariocon los asaltantes: «¡Alfonso, vente paraacá, porque a mí no me obedecen!».Desde las 8 de la tarde, SabinoFernández Campo prácticamente no sedesenganchó del rey. Decidieronconjuntamente, como forma de cautela,evitar la entrada del general Armada enLa Zarzuela, aunque mantuvieroncontacto telefónico permanente. Ytelefonearon a todas las capitaníasgenerales, zonas marítimas y regionesaéreas, para sondear la situación. La

orden que les transmitieron fue quenadie tenía que hacer nada sinconsultarles antes. La reina Sofíadesveló años más tarde que la actuacióndel rey con los militares en el 23-F fueun «juego voluntariamente ambiguo», yque les había hecho creer que estaba conellos.

Entre las muchas cosas raras quepasaron aquel día, se encuentra el hechode que un miembro de la Guardia Realhabía conseguido entrar desde el primermomento en el Congreso. Fue aquelguardia el que telefoneó a La Zarzuelapara facilitar el número de teléfono através del cual Sabino podría hablar con

Tejero y preguntarle qué pretensionestenía. Pero la gestión no fue posible,porque Tejero se negó a hablar con elsecretario de la Casa (el rey ni lointentó), y anunció que sólo recibiríaórdenes de Milans del Bosch. ConMilans del Bosch, en cambio, la primeraconversación (aproximadamente a las 8de la tarde) la tuvo Juan Carlos, y todaslas demás a lo largo de aquella noche.No había para menos, teniendo en cuentaque Milans era el militar másmonárquico de España, y amigopersonal de Juan Carlos desde hacíamuchos años. Había asistido al bautizodel príncipe Felipe, y recibido al rey

interino en el aeropuerto de Barajaspara felicitarlo cuando volvió de lacampaña en Al-A'yun… El rey nuncahabía tenido motivos para dudar de sulealtad.

Otra cosa rara, difícil de casar conla versión oficial que niega laparticipación del rey en el golpe, fueque, sorprendentemente, las líneastelefónicas de La Zarzuela no secortaron. La centralita se saturó dellamadas. El mismo rey le comentó aVillalonga años después para subiografía autorizada, cuando ya estabatan metido en el papel de salvador de lapatria que no controlaba lo que decía:

«Si yo fuera a llevar a cabo unaoperación en nombre del rey, pero sin elconsentimiento de éste, la primera cosaen la que habría pensado sería enaislarle del resto del mundoimpidiéndole que se comunicara con elexterior. Y bien, esa noche yo hubierapodido entrar y salir de La Zarzuela a mivoluntad y, en cuanto al teléfono, ¡tuvemás llamadas en unas pocas horas quelas que había tenido en un mes! De mipadre, que se encontraba en Estoril —yque se sorprendió también mucho depoder comunicarse conmigo —, de mishermanas que estaban las dos en Madride, igualmente, de los jefes de Estado

amigos que me llamaban para alentarmea resistir». Sabino, que era más listo, seencargó de que este párrafo fuerasuprimido de la edición española dellibro, en el momento en que se diocuenta de que el rey había desveladoimportantes detalles. Que se sepa,además de la familia, tambiéntelefonearon primeros ministros y reyespara preocuparse por la situación; y lospresidentes de los gobiernos autónomosdel País Vasco y de Cataluña, CarlosGaraikoetxea y Jordi Pujol. Juan Carloslos tranquilizó a todos, en concreto aPujol con la frase que después recogióla prensa: «Tranquilo, Jordi, tranquilo».

La gente de Comisiones Obrerastambién telefoneó varias veces ypreguntó al monarca: «¿Quemamosnuestros archivos y nos tiramos almonte?». El rey les respondió: «¡Sobretodo, no hagáis eso! ¡Tengo el asuntocontrolado!». En cambio, AlexanderHigh, el Secretario de Estado de losEstados Unidos, cuando conoció lasnoticias en Washington se limitó adeclarar: «Es un asunto interno de losespañoles… Yo no tengo nada quedecir».

Armada fue al Cuartel General deTierra en las horas siguientes, tambiéndedicado a cambiar impresiones con

unos y con otros, por teléfono opersonalmente. A las ocho y media, denuevo expuso los planes del Gobiernopresidido por él a los generales queestaban reunidos allí, para lo cual pidióun ejemplar de la Constitución, conobjeto de poder señalarles con todaprecisión cómo era aquello de que sepodía dar un golpe de Estado dentro dela legalidad, basándose en el artículo 8.Al fin y al cabo, según él, «no habíasituación más anticonstitucional que laexistente en aquel momento». Tambiénhabló con Milans por teléfono. Y,aproximadamente a las 9, otra vez con elrey. El rey le pasó el teléfono a Sabino y

éste tuvo una larga conversación conArmada. Después de esta última charla,Armada habló con el general Gabeiras,su superior, momento en que le propusoabiertamente el plan de ir al Congreso.Le explicó, como a los otros generales,que el Ejército estaba dividido, que lasituación era peligrosa, que contaba conel apoyo de los socialistas y… en fin,que consentía en sacrificarseofreciéndose para presidir el Gobierno.Hablaron también de la posibilidad deofrecer un avión para que Tejero y susoficiales salieran de España. YGabeiras, aunque no había estado en laconjura en el primer envite, quedó

convencido de que lo que tenía quehacer era aquello. Pero antes de tomarninguna resolución definitiva, tenía quevolver a hablar con La Zarzuela. Así lohizo, y a las diez menos cuarto Sabinoconfirmó que entre los partidarios de la«solución Armada» ya se hallabatambién Gabeiras, que le aseguró,además, que estaba dispuesto aacompañar a Armada en su misión. Elsecretario de la Casa Real le recomendóque no lo hiciera, porque aquellosignificaría implicar a la JUJEM (Juntade Jefes del Estado Mayor del Ejército).

Pero transmitió el consentimientoreal para que Armada fuera al Congreso,

aunque precisando que cualquierpropuesta tendría que hacerla a títulopersonal, sin hablar del apoyo del rey, yde acuerdo con su conciencia. Aquelloera, según lo que preveían, el final de laaventura. No dudaban que todo quedaríaresuelto con la visita de Armada a lasCortes, y en La Zarzuela empezaron atrabajar en la redacción del mensaje delrey a los españoles, que seríatransmitido por televisión.

Sabino Fernández Campo pidió aRTVE que enviaran un equipo degrabación y otro de filmación, pero seencontró con el problema de que lastropas de la DC Brunete que habían

tomado las instalaciones de Prado delRey no dejaban salir al equipo. Sóloaceptaban órdenes de Armada.

Afortunadamente, éste todavía no sehabía ido, y no tuvo ningún problema entelefonear al coronel del RegimientoVillaviciosa para decirle queobedeciera a Sabino. De acuerdo con lainiciativa que acababan de decidirllevar a término, diseñaron un discursoque ponía énfasis en la «fórmulaconstitucional» como salida al problemamilitar. Éste es un buen momento pararepasar aquellas palabras: «Al dirigirmea todos los españoles, con brevedad yconcisión, en las circunstancias

extraordinarias que en estos momentosestamos viviendo, pido a todos la mayorserenidad y confianza y les hago saberque he cursado a los capitanes generalesde las regiones militares, zonasmarítimas y regiones aéreas la ordensiguiente: Ante la situación creada porlos sucesos desarrollados en el Palaciodel Congreso y para evitar cualquierposible confusión, confirmo que heordenado a las autoridades civiles y a laJunta de Jefes de Estado Mayor quetomen las medidas necesarias paramantener el orden constitucional dentrode la legalidad vigente. Cualquiermedida de carácter militar que en su

caso hubiera de tomarse, deberá contarcon la aprobación de la Junta de Jefesde Estado Mayor. La Corona, símbolode la permanencia y unidad de la Patria,no puede tolerar en forma algunaacciones o actitudes de personas quepretendan interrumpir por la fuerza elproceso democrático que la Constituciónvotada por el pueblo español determinóen su día a través de referéndum».También entonces se redactó el quesería el primer comunicado público dela JUJEM, también perfectamente deacuerdo con la «solución Armada», ymientras éste todavía estaba en elCuartel General del Ejército: «La

JUJEM manifiesta que, ante los sucesosdesarrollados en el Palacio delCongreso, se han tomado las medidasnecesarias para reprimir todo atentado ala Constitución y restablecer el ordenque la misma determina». Se transmitióa las capitanías generales hacia las 11de la noche. Aproximadamente a lamisma hora, Televisión Españolaempezaba a anunciar la alocución delrey a la nación, sin fijar la hora. Y actoseguido, el rey volvió a telefonear alteniente general Jaime Milans delBosch. Le pidió que hablara con Tejeropara convencerle de que siguiera lasinstrucciones de Armada.

A las 23:30 la unidad móvil deRTVE llegó al palacio, con losperiodistas Pedro Erquizia y JesúsPicatoste. Y un cuarto de hora más tardeArmada salió del despacho de Gabeiras,que le despidió con un abrazo y un «¡Atus órdenes, presidente!», cuadrándosedelante de él. Varios generales todavíainsistieron en acompañarlo, peroacabaron acordando que fuera solo parano dar la sensación de coacción. No hayuna explicación oficial sobre cómoArmada llegó a conocer la contraseñapara entrar en el edificio, «Duque deAhumada».

A media noche, el rey se vistió de

militar para el vídeo, con uniforme demedia gala: camisa blanca, corbatanegra, faja con grandes borlas de oro.En la grabación estaban presentes lasdos infantas, el príncipe Felipe y lareina, sentados en el suelo delante de él;mientras Sabino, varios ayudantes yManuel Prado iban y venían. Al parecereste último introdujo una palabra en elmensaje real como recuerdo de supresencia en aquellos momentostrascendentales, pero no se sabe cuálfue. Se hicieron dos copias del vídeo,que media hora después, a las 00:30,salían en coches y recorridos diferenteshacia Prado del Rey.

Prácticamente a la misma hora, a las00:35, Armada llegaba al Congreso.Había tardado 50 minutos, casi una hora,en llegar desde el palacio deBuenavista, sede de la JUJEM, aVitrubio 1, que está a minutos escasos.El fiscal Claver Torrente no pareciónada interesado en conocer cómo seinvirtió este lapso de tiempo. Se hacencábalas sobre la posibilidad de quehubiera pasado por La Zarzuela, parahablar con el rey y con Sabino de lo quediría a Tejero y a los diputados. Oincluso para estar presente en lagrabación del mensaje real… Perorespecto a este hecho, no se sabe nada.

Lo que sí está probado es que antes deentrar en el Parlamento hizo una breveescala en el Palace, convertido enpuesto de mando de los generales quemandaban los cuerpos militarizados querodeaban el Congreso. Armada lesvolvió a largar el discurso que hacíahoras que repetía: que algunascapitanías podrían estar a favor deMilans, que el Ejército estabadividido… Y expuso su oferta de ungobierno de transición. Le dieron víalibre. El general Aramburu Topete,director general de la Guardia Civil, yel general Sáenz de Santamaría, jefe dela Policía Nacional, le acompañaron

hasta la puerta del Congreso. Armadaentró en el Congreso tras dar lacontraseña convenida por los golpistaspara recibir la «autoridad militar» queesperaban, el «elefante blanco»: «Duquede Ahumada». Habló con Tejero en undespacho acristalado, desde donde losguardias armados no podían oírlos, perosí que los veían discutir acaloradamente,mientras Armada agitaba en el aire unejemplar de la Constitución de 1978 quehabía traído para explicar algo a Tejero.Su propuesta fundamentalmente consistíaen el hecho de que se retiraran losguardias, le dejaran pasar al hemiciclo ypermitieran que el mismo Congreso

deliberara y acordara una fórmula paraconstituir un gobierno de solución a lasituación creada, para que todo volvieraa la normalidad. Después el Congresopresentaría su propuesta al rey, a fin deque todo fuera constitucional. En laversión de Tejero, que Armada noconfirmó, los diputados ya estabanpreparados, y el futuro gobiernopactado: la presidencia para él; la vice-presidencia para Felipe González; y doso tres carteras para cada partido, consocialistas y comunistas moderadoscomo Enrique Múgica y Solé Tura, éstecomo ministro de Trabajo. Armada,además, le habló del tema del avión

para que él y sus hombres salieran deEspaña. El enfado de Tejero fuemonumental. Aquello no era lo que élesperaba, no era lo que le habíandicho… Insistió en que el rey tenía quepromulgar unos decretos que disolvieranlas Cortes, que Milans tenía que estar enel Gobierno, que nada de comunistas. Y,naturalmente, no se pusieron de acuerdo.A la 1:20 de la madrugada Tejero dabapor finalizada la conversación conArmada, y ordenaba a dos guardias quelo condujeran a la salida e impidieranque volviera a entrar sin su permiso. YArmada salió del Congreso desolado.¡Quién sabe qué le debía pasar por la

cabeza en aquel momento…!Adentro, Tejero se quedó

comentando la conversación con susoficiales, lleno de ira. Manifestó queestaba dispuesto a no darse por vencidoe improvisaron un manifiesto. Intentaríanque se difundiera por radio, pero losmilitares del exterior consiguieronevitarlo. A la 1:23 se emitió el mensajedel rey por televisión. En La Zarzuelatodavía no sabían que el plan de Armadahabía fracasado en aquel momento.Armada ni siquiera había podidoseguirlo. Según sus declaraciones, le esimposible concretar dónde estaba enaquel instante preciso: «Yo debía de

estar hablando con Tejero en elCongreso», «creo que estaba en el HotelPalace, cuando se emitió», «me pareceque debió darse el mensaje portelevisión cuando yo iba en el coche delgobernador civil». En efecto, éste fue elrecorrido que hizo al salir. DelCongreso fue directamente a rendircuentas al Palace de lo que habíapasado, y de allí fue conducido alMinisterio del Interior (donde se habíaconstituido una comisión de secretariosde Estado y subsecretarios, el siguientegrado por debajo de los ministros, unorganismo civil que tuvo un valor mássimbólico que otra cosa, puesto que en

toda la noche no tomaron ningunadecisión sin consultarla con LaZarzuela). Fue desde Interior queArmada habló con la Casa Real porprimera vez. Pero el mensaje sí que lohabían visto millones de ciudadanos,que esperaban despiertos y expectantes.Entendieron lo único que podíanentender: que el golpe había sidoabortado por el monarca.

¿A quién se le podía ocurrir pensaren un desenlace «constitucional» tanrocambolesco como el que habíanprevisto en realidad? La mayor parte dela población se sintió aliviada y se fue adormir.

Pero en La Zarzuela se echaban lasmanos a la cabeza pensando «y ahora…¿qué hacemos?». Con los insurrectos nose había pactado nada para quedepusieran su actitud por las buenas, nise habían tomado medidas militares parareducirlos. El comandante PardoZancada, que no quería ni podía aceptarque todo se quedara así, salió de laDivisión Acorazada Brunete con unacolumna de hombres hacia las Cortespara apoyar a Tejero, como primerareacción al fracaso de Armada. Nadieinterceptó la marcha y entró en elCongreso sin dificultad. Un poco mástarde, todavía llegó el capitán de navío

Menéndez Tolosa, con la mismaintención. Y tampoco tuvo problemaspara entrar.

A las 2 de la madrugada, cuando yatodos los implicados estaban bienenterados del fracaso de Armada, losgolpistas de la rama dura seguíaninsistiendo. Todavía pensaban que, si sesumaban más batallones del Ejército a lainsurrección, se podría forzar lasituación. Y reclamaban que el reytomara la iniciativa, apoyándolosabiertamente y nombrando presidente aArmada por anticipado y a riesgo suyo,sin Constitución ni hostias. Pero elBorbón siempre ha sabido medir muy

bien los riesgos. La experiencia de ungolpe de este estilo ya la había tenido suabuelo, Alfonso XIII, con Primo deRivera… y no le había salido bien.Además, aquello no era lo que queríanlos americanos.

No, no podía ser. Como le dijo aMilans, ya era demasiado tarde, ya no sepodía hacer nada. Tejero había abortadoel golpe de Estado que él mismo habíainiciado. A Milans parecía que no lellegaba el mensaje de que tenía queretirar sus tropas y ordenar a Tejero quese rindiera sin más historias, de manerainmediata. En un momento determinado,incluso pensó que si el rey no se ponía

de parte suya, tendría que abdicar e irse.Pero lo cierto es que, gracias a lacautelosa gestión desde La Zarzuela, nocontaba con los suficientes apoyos enlas capitanías generales. Juan Carlos,que casi nunca había sabido imponerseverbalmente en una discusión, y preferíarecurrir a Sabino o a una nota escrita, selo transmitió por télex: «Confirmandoconversación telefónica acabamos detener, te hago saber con toda claridad losiguiente: 1. Afirmo mi rotunda decisiónde mantener el orden constitucionaldentro de la legalidad vigente; despuésde este mensaje ya no puedo volvermeatrás. 2. Cualquier golpe de Estado no

puede escudarse en el Rey, es contra elRey. 3. Hoy más que nunca estoydispuesto a cumplir el juramento de labandera muy conscientemente, pensandoúnicamente en España; te ordeno queretires todas las unidades que hayasmovido. 4. Te ordeno que digas a Tejeroque deponga su actitud. 5. Juro que noabdicaré de la Corona ni abandonaréEspaña; quien se subleve está dispuestoa provocar una guerra civil y seréresponsable de ella. 6. No dudo delamor a España de mis generales; porEspaña primero, y por la Coronadespués, te ordeno que cumplas cuantote he dicho». Al poco de recibirlo,

Milans comunicó a La Zarzuela quecumpliría sus órdenes. Ya no habíasalida. Pero advirtió que el tenientecoronel Tejero no le obedecía y lasituación del Congreso era muypeligrosa.

A las 4 de la madrugada, las tropasse retiraban de las calles de Valencia yse dictaba un bando que anulaba elanterior. A dos cuartos de set Milans seretiraba de su tabla de mando y se iba adormir sin preocuparse demasiado porla situación en que quedaba Tejero, quetodavía estaba encerrado en las Cortes.De todos modos, el teniente coronel dela Guardia Civil empezaba a

comprenderlo.Hasta el comandante de la División

Acorazada que había ido a apoyarlecuando ya todo estaba perdido, PardoZancada, le aconsejaba que se rindiera,mientras sus guardias huían por lasventanas.

Por la mañana, todos veían tan claroel final, que el mismo líder de AlianzaPopular, Manuel Fraga, se puso de pieen el hemiciclo y lanzó un memorablediscurso antigolpista: «¡Quiero salirporque esto es un atentado contra laDemocracia y la Libertad!… ¡Esto nofavorece ni al rey, ni a España, ni a laGuardia Civil!… ¡Prefiero morir con

honra que vivir con vilipendio!». Losecundaron los diputados Óscar Alzaga,Fernando Álvarez de Miranda e IñigoCavero, que se abrieron las chaquetasde par en par: «¡Dispárenme a mí!».Todo un show como fin de fiesta.

Antes de entregarse, Tejero exigió lapresencia de Armada. Sólo pactaría larendición con él. Un gesto entremilitares y en su lenguaje, para dejarpatente su traición y humillarlopúblicamente. A la una menos cuarto del24 de febrero, tras hablarlo con el rey,Armada firmó a la puerta de las Cortes,sobre el capó de un coche, la «nota decapitulación» con las condiciones de

Tejero. Los guardias que todavíaquedaban dentro subieron a susvehículos y salieron hacia losacuartelamientos respectivos.

Después salieron los diputados,rodeados de cámaras y micrófonos deperiodistas. A las dos y media delmediodía, el jefe del Estado Mayor delEjército, general Gabeiras, telefoneó aMilans del Bosch y le ordenó queacudiera inmediatamente a Madrid. Alas siete en punto de la tarde, Milansentró en el Ministerio de Defensa, dondefue detenido inmediatamente. Aquellamisma tarde, la Junta de Defensa,reunida en La Zarzuela, con Suárez

todavía de presidente en funciones,ordenaba a Gabeiras que tambiénarrestara a Armada. Gabeiras giró lacabeza hacia el rey, entre sorprendido yalarmado, e hizo exclamar a Suárez:«¡No mire al rey, míreme a mí!»

Maquillaje morado

La inmensa mayoría de los casi 300guardias civiles y más de 100 soldadosque ocuparon el Parlamento nuncafueron juzgados. En total, sólo fueronencarcelados y procesados 32 militaresy un civil, y ni siquiera todos resultaroncondenados después. El juicio empezóen febrero de 1982, en un antiguoalmacén de papel del ServicioGeográfico del Ejército, habilitado parala ocasión, en la zona militar madrileñade Campamento.

Sabino y varios funcionarios einstituciones se esforzaron mucho para

intentar dejar a Juan Carlos al margendel procedimiento judicial. Losabogados defensores mantuvieron latesis de que los militares insurrectoshabían actuado «por obediencia debida»al rey. Y pretendieron que Juan Carlosprestara declaración como testigo, comomínimo por escrito, teniendo en cuentael protagonismo que había tenido lanoche y la madrugada del golpe deEstado. Pero no hubo manera. En lugarsuyo, declaró Sabino. De todos modos,el rey acabó saliendo como implicadoen las declaraciones de la mayor partede los encausados. No en la de Armada,que se comprometió en un pacto de

silencio que no pudo romper nadie. Losotros coincidieron en el hecho de que elrey estaba enterado de todo y queparticipó en el plan de actuación.Aquellos meses tuvieron que seramargos para el monarca, aunque unamultitud enfervorizada de columnistas ypolíticos intentaron paliarlo en lamedida de sus posibilidades, con unasólida campaña en defensa de laCorona. La Junta de Andalucía llegó ahacer una declaración oficial deadhesión al rey el marzo de 1982durante el juicio.

El 3 de junio se dictó una sentenciaque no gustó a nadie. De los 33

encausados, 11 resultaban absueltos, aArmada sólo le caían 6 años y, aunque aMilans y a Tejero se les aplicaba lapena máxima (30 años), el mismoTribunal Militar anunciaba quesolicitaría el indulto al Gobierno. Elentonces presidente, Calvo Sotelo,expresó su disconformidad y anunció laintención gubernamental de recurrir encontra de la sentencia. Con esto, lacausa pasó a la jurisdicción del TribunalSuperior de Justicia. El 6 de abril de1983 se abría la vista de los recursos enla Sala Segunda. Pero cuando se dictósentencia firme, el 28 del mismo mes, sepudo ver que los cambios eran poco

significativos, excepto en el caso deArmada, que ahora salía con 30 años decondena. Para suavizarlo un poco, elTribunal especificaba que «si elConsejo Supremo de Justicia Militarpersiste en su propósito, pronunciada lasentencia, de dirigirse al Gobierno paraque se ejercite el derecho de graciarespecto al teniente general Milans y alteniente coronel Tejero, deberá hacerloextensivo, para evitar agraviocomparativo, al general Armada».Milans, Tejero y Armada fueron losúnicos con una condena superior a 12años. Con más de 3, sólo fueroncondenados ocho de los encausados.

Aunque el número de absueltos seredujo sólo a tres, a la mayoría lescorrespondieron penas de l a 3 años,tras los cuales se podrían reincorporarnuevamente a sus puestos en el Ejército.Uno de los condenados, éste a 5 años,fue el capitán Jesús Muñecas, cuyabrillante actuación televisiva,anunciando al hemiciclo la llegadainminente de una «autoridad militar»,también merecería haber sido premiadacon un Oscar. Otros que tuvieron lasuerte de no salir por la tele se pudieronsalvar con mucha más facilidad. Loscoroneles Valencia y Arnáiz, porejemplo, que se encargaron de tomar

RTVE y varias emisoras de radio, nofueron encausados y al poco del 23-Flos dos resultaron ascendidos a general.

Gracias a los esfuerzos no se sabemuy bien de quiénes, las referencias alrey desaparecieron en la sentencia, ySabino ocupó su lugar como responsablede algunas de sus actas. Por ejemplo, seatribuyó al secretario de la Casa laconversación que el rey había tenido conArmada, a las 18:30 aproximadamente,en la que el general se «ofrecía» para ira La Zarzuela. Y esto teniendo en cuentaque esta novísima versión no secorrespondía con ninguna de lasdeclaraciones que habían tenido lugar

durante el juicio: ni con la de FernándezCampo, ni con la de Gabeiras, ni con lade Armada.

Después el mismo rey también seencargó de desmentirla en lasconversaciones que tuvo con Villalongapara su biografía autorizada. No fue laúnica vez que metió la pata en aquellaslargas entrevistas, en qué, además, sepermitía descalificar a los golpistas, conexclamaciones como «¡Verdaderosamateurs!», o «¡Era un golpe de Estadomontado sin sentido común!».Exclamaciones que le habrían podidovaler que fieles como Armada leperdieran el respeto y rompieran el

pacto de silencio, pero que Sabino,siempre más atento a los detalles que elmonarca, se encargó de que fueransuprimidas en la edición española dellibro.

El que salió peor parado de todo elproceso, sin duda, fue Tejero. Le tocócomerse casi todo el marrón. Aparte delos 30 años, fue condenado a pagar alEstado 1.076.450 pesetas por losdestrozos que había causado en elParlamento. Además, como se le habíaexpulsado del cuerpo, toda su familiatuvo que desalojar el piso de la GuardiaCivil en que vivía. Su castigo aumentócuando fue trasladado al Castillo de

Santo Ferran, en Figueres, una fortalezadel siglo XVIII, en la que fueprácticamente el único inquilino de1983 a 1991. Actualmente continúa enprisión, en la de Alcalá de Henares,pero disfruta de régimen abierto.

A Milans del Bosch le fue algomejor. El Ejército empezó por mostrarlesu apoyo concediéndole la medalla desufrimientos por la patria, a finales de1981, aunque después el Gobiernoconsiguió anularlo, porque aquello erademasiado descarado. Con una condenade 30 años a la espalda, pasó por variasprisiones (Algeciras, Alcalá deHenares, Figueres y la Prisión Naval de

Carranza, en el Ferrol de su Caudillo).No quiso pedir nunca el indulto, pero el1 de julio de 1990, después de habercumplido la tercera parte de la condena(dicen, aunque las cifres no cuadran:desde febrero de 1981 sólo habíanpasado 9 años), fue puesto en libertad.Se instaló en un chalé de La Moraleja,un barrio residencial de lujo, en Madrid,y murió en 1997, al parecer de un tumorcerebral. Le enterraron como a un héroeen la cripta del Alcázar de Toledo, porsu condición de defensor del recintodurante la Guerra Civil.

El asunto de Armada, que sólocumplió 7 años de prisión en total, se

puede decir que fue una ganga.A finales de 1987 el Consejo

Supremo de Justicia Militar ya le habíarebajado la pena a 26 años, 8 meses y 1día. Pero la libertad definitiva la obtuvoel 24 de diciembre de 1988 cuando elGobierno socialista de Felipe Gonzálezle indultó por razones de salud y por«acatar la Constitución». Ahora vive enGalicia, en una casa solariega, donde sededica a cultivar camelias.

Con respecto al CESID y a su papelen el 23-F, igual que en todo lo que hacereferencia al monarca, también hubo unacampaña de silencio, adoctrinamiento ydestrucción de pruebas. Entre los

documentos desaparecidos en los díassiguientes, de los cuales sólo queda elrecuerdo en la mente de los agentes queentonces estaban activos, se citan elinforme «Delta sur» (que evaluaba laactitud de cada mando del CESIDrespecto a un cambio de régimen), unosedictos y decretos que se tenían quedifundir una vez hubiera triunfado elgolpe, e informes de vigilancia queincluían fotos de reuniones conspirativascelebradas en varios puntos de Madrid.Después se elaboró el «informeJáudenes», «acerca de la posibleparticipación de miembros de la AOME[Agrupación Operativa de Medios

Especiales, cuyo jefe era José LuisCortina] en los sucesos de los días 23 y24 de febrero pasado». Fue encargado alteniente coronel Juan Jáudenes el 31 demarzo de 1981, cuando ya no quedabanpruebas. Pero todavía se pudieron reunirtestigos que implicaban a unos ochoagentes (García Almenta, Monge, Salesy Moya, entre otros). De todos modos,ninguno fue denunciado por el CESID.

Si Cortina llegó a ser procesado, fueen base a las imputaciones de Tejero.Pese a que el fiscal le pedía 12 años,por actuar de enlace de Armada enMadrid y dar apoyo logístico a Tejeropara que tomara el Parlamento, fue

absuelto de manera poco convincentepor falta de pruebas. No dejó elEjército. Desde 1983 tuvo diversosdestinos: el Regimiento de InfanteríaJaén 25, el Polígono de Prácticas deCarabanchel y, para terminar, en 1985,el Cuartel General del Ejército, en eldepartamento MASAL (Mando deApoyo Logístico), ascendido a coronelde Estado Mayor. En 1990 le fueconcedida la Cruz Militar con distintivoblanco y la placa de San Hermenegildo.

Después, su suerte dio un vuelco:todavía con el PSOE en el poder, en1991 fue expedientado y destituido pornegligencia en la custodia de

documentos secretos. Pero esta es otrahistoria.

Gómez Iglesias fue el único agentedel CESID condenado por implicacióndirecta en el asalto al Congreso. ElTribunal Militar sólo le impuso unapena de 3 años, aunque después elSupremo la amplió a 6. Pero los otros nisiquiera atestiguaron en el juicio.

El «informe Jáudenes» fueincorporado a la causa 2/81 y despuésdevuelto. En los 13.000 folios delsumario no se hace ninguna mención delRey. En cuanto a la implicación depolíticos, y muy especialmente de lossocialistas que estaba probado que se

habían reunido con Armada, hace faltadecir que también tuvieron mucha suerteen el juicio. Tanto ellos como el grupode La Zarzuela, incluyendo a Armada,cumplieron el compromiso de noimplicarse mutuamente. Un equipo deabogados entrenó a Múgica durantemucho tiempo para que su declaracióncomo testigo se ajustara a los interesesdel PSOE, que consistían endesvincularse de Armada. Al cabo delos años, Múgica no ha modificado sudisciplina y todo lo que reconoce es quehablaron de la cría de mulas para eltransporte de las unidades de artilleríade montaña. Cuando salió la sentencia,

Felipe González, que ya era presidentedel Gobierno, declaró en el Congreso:«Esta sentencia cierra un capítuloimportante y doloroso de la historia deEspaña». Empezaba a entrenarse en ladisculpa de que se enteraba de las cosaspor la prensa, cuando, recalcando «laabsoluta independencia entre el poderjudicial y el ejecutivo», dijo: «Yo me heenterado a media mañana del contenidode la sentencia, por una nota manuscritadel portavoz del Gobierno». Para que lahistoria lo juzgue, permanece la anodinasentencia del Supremo, que a lo largo delos considerandos puntualizaba que larebelión habría existido incluso con el

supuesto «impulso regio». Se decíaliteralmente: «No sobra razonar que si,hipotéticamente y con los debidosrespetos a Su Majestad, tales órdeneshubiesen existido, ello sin perjuicio dela impunidad de la Corona que proclamala Constitución, no hubiera excusado, deningún modo, a los procesados, puestales órdenes no entran dentro de lasfacultadas de Su Majestad el Rey, y,siendo manifiestamente ilegítimas, notenían por qué haber sido obedecidas».

El triunfo del golpe

El golpe del 23-F, al fin y al cabo,acabó triunfando de cualquier modo. Nosolamente por la sesión de maquillaje aque fue sometida la versión oficial. Lapasividad popular fue el éxito másimportante. Consiguieron que todaEspaña se quedara clavada ante eltelevisor esperando las palabras delmonarca, con una representación regiadigna del sainete del «gobierno desalvación nacional». Su éxito recogíalos frutos de los primeros años de laTransición, con los partidosdefraudando las expectativas y las

reivindicaciones populares. Comoconsecuencia, se habían producido altastasas de abstención en las elecciones,multiplicada por dos y por tres entre1977 y 1980, bordeando el 70%; y,paralelamente, la desafiliación casi enmasa de militantes de los partidosComunista y Socialista (superior al 50%entre 1977 y 1980). El cénit fue el 23-F.Unos días después, el 27 de febrero,hubo una multitudinaria y pacíficamanifestación en Madrid que inaugurabala nueva etapa política, con los «héroes»del 23-F (Felipe González, Carrillo yhasta el mismo Fraga Iribarne)encabezando la promovida

concentración de masas y dando vivas alrey.

Por otra parte, el ingreso de Españaen la OTAN fue inmediato. En octubrede 1981, Juan Carlos se reunió conReagan en visita oficial a Washington y,unos meses después, en mayo de 1982,Calvo Sotelo consiguió que las Cortes laaprobaran. Por lo general, hubo unvuelco hacia la derecha en todo elEstado, con la LOAPA como estandarteantinacionalista. En este marco, AP ganólas elecciones autonómicas de Galicia(el 20 de octubre), cosa que suponíapisar por primera vez el poder en laTransición. Y en las andaluzas (el 23 de

mayo), el PSOE barrió al PCE. En todaspartes bajaba en caída libre la UCD, ala cual se hacía responsable de lo que seestuvo a punto de perder.

El golpe de Estado había mostradoque las libertades existentes eranfrágiles. Incluso el PCE, algunossectores del cual habían mantenido hastaentonces reservas críticas hacia lapolítica de concentración democrática,reconocía que había subestimado losriesgos de involución.

Cuando en agosto se convocaronelecciones generales para octubre, elPSOE ya estaba preparado para cambiarsu discurso, no preocupar a la banca ni a

los poderes fácticos, y apoyar a lamonarquía sin complejos. El 23-F fue lacoartada perfecta. Fue la definitivadomesticación de las bases del partido.El 28 de octubre ganó por mayoríaabsoluta con el 48% de los votos, conpromesas de salir de la OTAN, crear800.000 puestos de trabajo y consolidarlas libertades. En el discurso deapertura del nueve Parlamento, ennoviembre, el antes republicano Peces-Barba se permitió el lujo de decir que«Monarquía y Parlamento no sontérminos antitéticos, sinocomplementarios, y su integración en lamonarquía parlamentaria, tal como se

dibuja en nuestro texto constitucional,produce una estabilidad, un equilibrio yunas posibilidades de progreso difícilesde encontrar en otras formas de Estado».Cuando Juan Carlos firmó el decreto denombramiento de Felipe González, el 3de diciembre, dijo emocionado a Peces-Barba: «Si mi abuelo hubiera podidotener esta relación con Pablo Iglesias,habríamos evitado la guerra civil». YGregorio le contestó: «Quizá, señor,para llegar a esto tuvimos que pasar poraquello». Y por el 23-F, podríamosañadir, también, sin duda.

CUARTA PARTE

GALIMATÍAS RESERVADOS

CAPÍTULO 13

EL REY DE LOS SOCIALISTAS

Encantado con losdirigentes del PSOE

Cuando en 1982 el PSOE accedió alpoder, empezó una etapa de granprosperidad para la monarquía. Elpresidente Felipe González, sobre todoen los tres primeros años de mandato,llegó a tener una íntima amistad con JuanCarlos, fascinado por su graciaandaluza. Aunque institucionalizarondespachar todos los martes, hablabanpor teléfono y cambiaban o ampliabansus encuentros muchas veces. A menudolos dos matrimonios salían a cenar

juntos y después veían películas en LaZarzuela hasta la madrugada. Al final,Felipe se pasaba por La Zarzuelacuando quería, sin avisar. El presidentese desvivía por atender los deseos delrey, con un planteamiento gubernamentalque se podría resumir en larecomendación siguiente: «Señor, no sepreocupe, nosotros nos ocupamos detodo: ¡diviértase Vuestra Majestad!». YJuan Carlos estaba encantado con lossocialistas, capaces de llegar hasta lafrivolidad o el derroche paraproporcionarle cualquier capricho:aviones, helicópteros, barcos,automóviles, la práctica de los deportes

más caros, viajes a los sitios de modainternacional… y, sobre todo,vacaciones, muchas vacaciones. El díade su santo se celebraron grandes saraosen los jardines del Campo del Moro,con más de 4.000 invitados de labeautiful people, esta nueva casta socialde «isabelitas preysler» y ministros delnuevo Régimen que habían ido a más,bien nutridos por el mamoneo del PSOE.

En el terreno estrictamente político,apenas había desavenencias. Quizás laúnica situación crítica entre el rey yFelipe González derivó de lasdeclaraciones que Juan Carlos hizo aJim Hoagland, del Washington Post, en

1986, como adelanto del viaje oficialque tenía que hacer a los EstadosUnidos. El jefe del Estado discrepabade la forma en que el Gobierno españolllevaba las negociaciones paradesmantelar las bases militaresnorteamericanas, y se alineaba sinreservas con el dispositivo de defensade Washington. Daba la impresión deque el rey enviaba mensajes alpresidente a través de la prensanorteamericana, cosa que no eracorrecta en absoluto. Más bien setrataba de que los norteamericanosenviaban el mensaje a través delmonarca al Gobierno socialista, y éstos

lo captaron inmediatamente.Las fricciones entre la Casa Real y

La Moncloa no llegaron más allá. Por logeneral, había una sintonía perfecta entreellos, hasta el punto de que en mayo de1983, en el transcurso de una visitaoficial de Su Majestad al Brasil, éstepronunció un discurso ante la cámaralegislativa de la República Federativaprácticamente idéntico a un artículo quehabía publicado Felipe González en LeMonde Diplomatique, en la edición enlengua española para Iberoamérica, elmismo mes. La conferencia del rey, quetrataba sobre los valores democráticos,había sido unánimemente alabada por

toda la prensa: «El Rey Juan Carlosexplicó como en España, conindependencia del partido que gobierne,la proyección americana es uno de losobjetivos fundamentales de la políticaexterior, un compromiso encarnado porla Corona que está reflejado en laConstitución», decía la crónica deDiario 16. Sin embargo, no se tardó endescubrir que se habían repetidopárrafos literales del artículo delpresidente González. En total, ochopartes del discurso del rey secorrespondían exactamente, incluso enlos puntos suspensivos, con ocho partesdel artículo de Felipe, y a la prensa le

faltó tiempo para criticarlo.«Bochornoso patinazo», «metedura depata», «refrito», «desliz», fueronalgunas de las expresiones con que secalificó el hecho. Eso sí, apuntandodirectamente al Gobierno. El rey no escriticable de ninguna de las maneras. Eldirector general de la Oficina deInformación Diplomática (OID),Fernando Schwartz, pidió disculpaspúblicamente. Por su parte, FelipeGonzález lamentó lo que había pasado, yel entonces ministro de AsuntosExteriores, Fernando Morán, se irritó.Pero a quien le costó el cargo fue aCarlos Miranda, entonces director

general para Asuntos de Latinoamérica.La Casa Real no se pronunció. Según lasexplicaciones que en aquel momento sedieron a la prensa, es habitual que losdiscursos de los viajes oficiales o devisita del rey se encarguen al ministeriocorrespondiente. En este caso, elencargo había pasado a un funcionariode la Sección de Latinoamérica deAsuntos Exteriores. Entre ladocumentación facilitada se hallaba elborrador del famoso artículo de FelipeGonzález. Tras el funcionario, eldiscurso había pasado por varias manos:el director general de Latinoamérica(Carlos Miranda), el ministro de

Asuntos Exteriores (Fernando Morán),la Presidencia del Gobierno, y después,para acabar, por las manos de la CasaReal, donde se revisó de nuevo y sepulió la redacción (no mucho, alparecer). Total, que todo había sido algoasí como el error informático de AnaRosa Quintana en la novela-plagioSabor a hiel. A pesar de los pesares,parece que a nadie le llamó la atenciónel hecho de que el artículo de FelipeGonzález —como se podía deducirfácilmente del episodio en el que su«borrador» aparecía en manos de unfuncionario— tampoco lo hubieraescrito él mismo. Ni se puso en duda

quién intervenía en la redacción de losdiscursos institucionales. Y si nadiedudó del presidente, mucho menos delrey, que años después, en su biografíaautorizada, firmada por José Luis deVillalonga, seguía manteniendo respectoa sus discursos, sin el menor asomo devergüenza, que «El presidente delGobierno sabe lo que voy a decir (nosería leal por mi parte ocultárselo), perono sabe qué términos voy a expresar…Las líneas maestras de mis mensajes sonsiempre obra mía. Luego las discutoaquí, en palacio, con mis colaboradoresmás íntimos. Después, según el tema quetengo que tratar, hago que me aconsejen

juristas, sociólogos, a veces el ministrode Asuntos Exteriores, inclusomilitantes… Pero no hay en España unspeech writer como en los EstadosUnidos o como en Inglaterra». Tan pocaimportancia dan a lo que pueda pensarla gente respeto a esta cuestión, queSabino Fernández Campo, el secretario,ni siquiera se preocupó de «censurar»esta parte del libro, cosa que sí hizo conotros párrafos que ya hemos comentadoque desaparecieron en la ediciónespañola (sobre todo los que hacenreferencia al 23-F).

Golpes que no fueron deEstado

A lo largo del «reinado» del PSOE,mientras el rey se divertía en Mallorca,en Baqueira, en Suiza o donde fuese, suvaloración en las encuestas registrabalos índices más elevados depopularidad, por encima del 80%, quecrecían de manera imparable. Y losúnicos inconvenientes eran los golpesque con «real» torpeza se daba de vezen cuando, mientras jugaba a alguno desus juegos favoritos, que le obligaban aestar de baja durante largos períodos.

Aunque esto nadie lo podría atribuir alos socialistas. Antes, en julio de 1981,ya había tropezado con una puerta devidrio cuando se dirigía a la piscina deLa Zarzuela, y le tuvieron que escayolarun brazo. Pero después vinieron muchosaccidentes más, que no pillaban nunca almonarca trabajando. En enero de 1983,durante las vacaciones navideñas enGstaad, tuvo uno de los accidentes másgraves. Resbaló con una placa de hielo,cosa que le produjo una fisura en lapelvis. Fue un susto importante que casile costó un testículo. Tras ser atendidoen Suiza, fue trasladado rápidamente aMadrid. Cuando Sabino Fernández

Campo, el secretario de la Casa Real,fue a recibirlo y lo vio postrado en lalitera en que lo bajaban del avión,pálido, demacrado, despeinado.., vaya,hecho un asco, no pudo dejar deexclamar: «Señor, con todo respeto,tengo que decirle que un rey sólo puedetener ese lamentable aspecto si viene delas cruzadas». La recuperación de donJuan Carlos duró dos meses, pero ledejó como secuela un hematoma internoque originó una fibrosis reactiva («bridafibrótica pelviana periuretral que ejercepresión sobre el uréter izquierdo»), quetuvo que ser operada dos años después.En la intervención se le extirpó la

fibrosis y parte del testículo izquierdo.Los médicos le recomendaron entoncesque pusiera las partes al sol parafavorecer la cicatrización, y fue cuandotuvo la mala suerte de que un paparazzile fotografiara desnudo sobre la cubiertadel yate Fortuna en aguas de Mallorca,como si fuera un «naturista», cuandosólo lo hacía por prescripciónfacultativa.

En 1988 se dio un cacharrazocazando en Suecia. Cuando perseguíaalborotado una pieza, una rama le dio ungolpe en el ojo a traición. En diciembrede 1989, durante unas vacaciones en laestación de Courchevel (los Alpes

franceses), otra trompada le produjocontusiones y heridas en la cara. El 28de diciembre de 1991, esquiando enBaqueira, se cayó otra vez, mientrasbajaba por una pendiente muy empinada,y se hundió el disco tibial de la rodilladerecha, por lo que tuvieron queintervenirle quirúrgicamente una vezmás. Tuvo que traer muletas hasta el mesde abril. La Casa Real, preocupada porel hecho de que los españoles pudieranempezar a pensar que tantos golpes noeran una cosa normal, difundió laversión de que el accidente había sidocontra otro esquiador que cruzó elcamino que seguía él. El misterioso

obstáculo no fue identificado nunca,aunque las redacciones de algunasrevistas se llenaron de espontáneos quese querían atribuir el honor.

En manos del Gobierno

El Gobierno idílico del PSOE y elRey empezó a entrar en una zona oscuracuando los escándalos de corrupciónque afectaban al Gobierno empezaron aaparecer en la prensa y acabaronsalpicando a la Corona. En un primermomento, la unión no se rompió. En1990, cuando la oleada de escándalosapenas había empezado, la Casa Real yLa Moncloa se aliaron para tirar de lasorejas a la prensa.

Ya habían salido a la luz, en cuantoal PSOE, los primeros episodios decorrupción, especialmente los casos de

la renovación de la flota de Iberia y elasunto Juan Guerra. Y, con respecto alrey, dos publicaciones, el semanarioTribuna y el diario El Mundo, en el mesde agosto, habían osado publicar variosreportajes críticos sobre los «líos de lacorte de Mallorca», con titulares como«Así se forran los amigos del rey».

En el discurso de aquel año el reypronunció las palabras siguientes: «Si lalibertad de expresión implica por partede todos la capacidad para aceptar lascríticas y las opiniones diversas, elderecho a la información veraz exige delos medios de comunicación social lamáxima profesionalidad y

responsabilidad en el ejercicio de sutarea. Si hay que pedir comprensión antelas críticas a quienes las reciben, eslegítimo pedir también mesura y respetoa la verdad a quienes las hacen». Suspalabras no gustaron nada a la prensa yse empezó a difundir el rumor de que elpárrafo en cuestión había sido unaimposición de La Moncloa. Se dijo queel mismo Felipe González lo habíaincluido de propia mano, en contraincluso del entonces máximoresponsable de la política de la CasaReal, Sabino Fernández Campo.Curiosamente, El País fue el únicodiario que no se sumó a las críticas al

mensaje navideño. Cuatro días después(el 28 de diciembre) se publicó unafelicitación del rey por la celebraciónde los primeros 5.000 números deldiario, en la que decía: «Siempre heestado seguro de que, como Rey, podríacontar con El País en cada ocasión enque la historia reciente lo requería, esdecir, cotidianamente, en los momentosmás graves y en los más livianos». Peroéste no fue el final de la historia, nimucho menos. Unos meses después, enel transcurso de un viaje oficial aGranada, en junio de 1991 el rey,evidentemente aconsejado por otraspersonas, se refirió por primera vez a la

corrupción: «Es lógico que… queráisromper con la desidia y la corrupciónque han malogrado tantas cosas enEspaña», dijo en un contexto en el que elcaso Guerra estaba muy calentito. Y suspalabras, dichas como quien no quierela cosa en medio de un discurso bastantelargo, fueron destacadas por toda laprensa menos, sospechosamente, por losnoticiarios de Televisión Española. AlGobierno le sentaron como una patadaen el hígado. Algunos incluso lascalificaron como «injerencias» enasuntos políticos que no lecorrespondían.

A pesar de los pesares, en la

complicada etapa política que el PSOEtodavía tenía que atravesar, al reytambién le tocó sufrir un poco. Al pocotiempo del asunto de Granada, parecióinvolucrarse él mismo en un nuevo líomediático, provocado por el inocenteFelipe González, como un pequeñoaviso del hecho de que si caían elloscaerían todos. Fue en 1992. Empezócuando el presidente, «sin querer», ledijo a un periodista que el rey no estabaen España. Los primeros en publicarlofueron los de El País, pero después todala prensa se dio cuenta de que aquelloera muy irregular, porque no se teníaconstancia oficial de su ausencia, y su

firma figuraba en decretos como si nohubiera abandonado el Estado. Paracomplicarlo aún más, se acabó filtrandoque estaba de vacaciones en Suiza…¡con una amante! Fue un escándaloterrible, que acabó costándole la cabeza,en un juego de intrigas complicadísimo,no a Felipe sino a Sabino FernándezCampo.

En el mensaje de 1994, el rey volvióa hacer referencia al tema de lacorrupción, pidiendo que se corrigieran«con firmeza los abusos cometidos».Tenía que salvar la cara como fuese,después de que, aparte de miembrosimportantes del PSOE, varios amigos

íntimos (Miguel Arias, Manuel Prado, elpríncipe Tchokotua, Pedro Sitges, MarioConde…) empezaran a pasar por losjuzgados. Le habría costado pocodejarlos tirados a todos en aras de lamonarquía para seguir adelante impolutoy en solitario. Pero ¡alerta!, que elPSOE de Felipe González no estabadispuesto a bajar solo al infierno, cosaque sí habrían aceptado algunos de susíntimos, siguiendo el modelo de su fielArmada, por ejemplo. Y es necesario noolvidar que el mismo rey era escuchadopor el CESID al menos desde 1990. Eneste sentido, no se sabrá nunca hasta quépunto y con qué clase de secretos el

PSOE lo tenía en sus manos. En octubrede aquel año, como se supo después, elCESID le había captado de forma«casual» en el sistema de boy escoutshablando desde el coche, cuando sedirigía a «una cita». «¡Vaya por Dios! Aver… A ver, qué ha dicho éste…», sealarmó Manglano cuando le trajeron lacinta. A partir de este momento, laactividad adquirió una gran importancia,traspasada a otro sector, controladodirectamente por Manglano, porque«con estos bobones nunca se sabe».

Mientras el rey jugaba al squash, seiba a esquiar a los Alpes o a las regatasde Mallorca, el PSOE se había

dedicado, durante años, a través de losservicios secretos, a grabar y archivarsus conversaciones privadas con susamigos (Manuel Prado, Carlos Perdomo,Tchokotua…). Cuando se supo en 1995,tuvieron que dimitir el vicepresidentedel Gobierno, el ministro de DefensaNarcís Serra, Julián García Vargas; y eljefe del CESID, el general Manglano.Pero el mal ya estaba hecho.

Los líos económicos se convirtieronen moneda de chantaje contra la Coronautilizados por los que tenían acceso a lainformación. Sobre todo cuando el PPllegó al Gobierno, el rey tuvo que dejarde estar permanentemente de vacaciones

para intervenir en varios asuntos querequerían su atención, en favor delGobierno que durante tantos años lehabía dado una vida regalada.

CAPÍTULO 14

FORTUNA PERSONAL

Espíritu de negociador

El rey reconoce que hizo el primermal negocio de su vida cuando teníacinco o seis años. Fue en Lausana. Unespañol que había ido a visitar a supadre le regaló una pluma de oro. Justodelante del Hotel Royal, donde vivíanentonces, había una tienda donde losniños solían comprar caramelos ychocolate. Como «Juanito» no tenía niun céntimo en el bolsillo, tuvo la idealuminosa de vender la pluma al porterodel Hotel por cinco francos, e ir a saltode mata a gastárselos en golosinas.Cuando Don Juan se enteró, fue a ver al

portero y tuvo que compensarle con diezfrancos para recuperar la pluma. «¡Mehas hecho perder cinco francos!», riñóal hijo que, con el tiempo, le haríaperder muchísimo más. Siempre tuvoespíritu de negociador, que afloraba a lamínima ocasión. Cuando ya era adulto,continuó demostrando un talento escasopara los asuntos económicos, y hacíatratos poco afortunados, como cuando lecambió al periodista Jaime Peñafiel,habitual en La Zarzuela, una cámarafotográfica Nikon moderna que éstetenía, por una valiosa Leika-Flex conmotor propiedad de la Casa Real.

Dicen quienes le conocen que desde

que era niño se ha preocupado deproveerse de cierta seguridadeconómica, para librarse de losfantasmas de las penurias del pasado,cuando su pobre padre tenía que«mendigar» yates, palacios y Bentleys alos amigos para poder vivir sinrenunciar a los «dry Martinis». Y seseñala como un rasgo característico desu carácter una brusca obsesióncompulsiva para no perderse lasoportunidades que ve alrededor. Eleditor José Manuel Lara fue testigo enuna ocasión. Hacía ya no se sabecuántos años que perseguía al ex-secretario del rey, Sabino Fernández

Campo, para conseguir con susmemorias lo que sería uno de los bestsellers más importantes de la historiaeditorial española. Pero Sabino siemprelo rechazaba, alegando que «lointeresante no lo puedo contar y lo quepuedo contar, no tiene ningún interés»,lo que era un argumento muy honradopor su parte. De todos modos, Lara nodejaba de insistir, y un día quecoincidieron en un restaurante, se lorecordó nuevamente y llegó a ofrecerleun cheque en blanco. Y Juan Carlos, quecomía con Sabino, dijo de pronto: «Peroyo quito una parte, ¿eh?»

Pese a no tener una gran agudeza

para los negocios, Juan Carlos ha sabidorodearse toda la vida de buenoscolaboradores que le han ayudado eneste terreno; igual que otros lo han hechoen el ámbito político. Al margen de quealgunas operaciones poco sutiles fueronfracasos sonoros, por lo general la cosano le ha ido mal. La etapa del Gobiernodel PSOE fue especialmente fructífera.Aunque él no figurara oficialmente, susamigos íntimos no se quedaron fueraprácticamente de ningún granacontecimiento: Ibercorp, Expo 92, KIO,etc. Después todo les explotó en lasmanos. Pero, por lo que se sabe, notuvieron que devolver ni una peseta. Con

talento o sin él, casi siempre utilizandomecanismos —como veremos— muysimples, Juan Carlos ha conseguido iramasando a lo largo de los años unamodesta fortuna personal, con la cual,como su vida está sometida al control dela opinión pública, no puede hacer grancosa. De todos modos, el Estado le pagacasi todos los gastos.

Pero al parecer sí que ha tenido laprevisión de colocarla en bancosextranjeros, cosa que no había hechoAlfonso XIII y de ahí los problemas quetuvo que padecer su hijo Don Juan.Algún día, si las cosas se tuercen en elEstado y tiene que salir por piernas,

tanto él como su familia tendrán lasespaldas cubiertas con el dineroahorrado, depositado en bancos suizos,que actualmente se calcula que es deunos 6.000 millones de pesetas.

Liquidando las propiedadesde Alfonso XIII

La República, que hizo salir a saltode mata a Alfonso XIII en 1931,permitió que se enviaran las joyaspersonales a la antigua reina VictoriaEugenia en los estuchescorrespondientes. Pero se quedó con suspropiedades en España, entre las cualeshabía varios palacios, la mayoríaoficialmente para pasar el verano: unoen Santander, otro en Donostia, una islaen la ría de Arousa… Como ya hemosvisto en los primeros capítulos, aquello

supuso un duro trastorno para losBorbón en el exilio.

Siempre se ha dicho que la CasaReal española es pobre, y no sólo encomparación con casas reales como labritánica, una de las fortunas másgrandes del planeta, sino con muchas delas familias de la alta burguesíaespañola, por no hablar de laaristocracia bancaria. Y necesitaron laayuda continuada de una serie de noblespara seguir adelante durante losprimeros años del exilio. Pero ya antesde que Juan Carlos accediera al trono, lasituación se les fue arreglando bastante.Desde 1947, cuando Franco convirtió

oficialmente a España en un reino, elGobierno les empezó a pasar una rentaanual, cuya cifra inicial, aquel año,fueron 250.000 pesetas, entregadas aVictoria Eugenia como reina viuda.Además, en 1939 Franco ya les habíadevuelto oficialmente las propiedadesconfiscadas por la República, quecuando murió Alfonso XIII pasaron,aunque con algunos problemas, a DonJuan de Borbón. Alfonso de Borbón yDampierre, el hijo de Don Jaime,siempre se ha quejado con resentimientono sólo por el tema sucesorio, sino porel hecho de que Don Juan, según él, lehabía «robado mi patrimonio. Se ha

quedado con todo».Cuando murió Franco, con su hijo ya

coronado, lo primero que hizo Don Juanfue poner en orden sus asuntos y empezóa vender palacios muy aprisa, como situviera miedo de que lo de la monarquíano fuera a durar demasiado. El palaciode Miramar, en Donostia, fue laoperación más sencilla. Don Juan yahabía tomado posesión oficialmentecuando en los primeros años cincuentahabía enviado a sus hijos «Juanito» yAlfonso a estudiar, y nadie había puestoen entredicho la propiedad. La venta delpalacio de la Magdalena en Santanderresultó un poco más conflictiva. El

palacio había sido regalado por loshabitantes de Santander a Alfonso XIIIen 1912 para residencia de verano. Loconstruyeron al estilo inglés parahalagar a su esposa, con lasaportaciones populares de algunosmiembros de la nobleza y deempresarios de la ciudad. Los reyesveranearon en él de 1913 a 1930. Perodespués, con la República, recuperadopor el pueblo, se dedicó a otros fines. Elpoeta Pedro Salinas fundó laUniversidad Internacional Menéndez yPelayo (la UIMP), de la que fue elprimero rector y, aunque Salinas —como tantos otros— se fue al exilio tras

la guerra, durante todo el franquismo laMagdalena no se dejó de utilizar comosede de actividades académicas. Pero en1977 Don Juan no tuvo complejos a lahora de exigir lo que consideraba suyo.El Ayuntamiento negoció la compra parano tener que desalojar la UIMP, tantodel palacio como de la península (28hectáreas de terreno, que tambiénpertenecían teóricamente a Don Juan).La oposición municipal protestó por ladecisión del alcalde, Juan Ormaechea.Consideraban que la compra eraimprocedente y se creó un organismo departidos, centrales sindicales yasociaciones de ciudadanos para

revocar el acuerdo. Pero no hubo nadaque hacer. Eso sí, como estaba claro queaquello era muy anómalo, sólo dieron aDon Juan una cantidad simbólica de 150millones de pesetas, por la que elAyuntamiento se tuvo que endeudar conun crédito del Banco de Santander deBotín. El trato se firmó el 25 denoviembre. Poco después empezaron aplanificar la remodelación del palacio,que tardó más de 10 años en ejecutarse yestuvo llena de irregularidades. Acabócostando más de 6.000 millones depesetas, aun cuando el presupuestoinicial aprobado en la adjudicación dela obra era tan sólo de 895 millones. De

nuevo, se dispuso de créditos del Bancode Santander, gestionados por elGobierno municipal del PP. Y cuando elpalacio estuvo listo, lo fue a inaugurar elrey Juan Carlos, en 1995. Dejaron unaplaca de mármol en la sala deordenadores como reconocimiento alque había sido el fundador, PedroSalinas.

Por lo menos en la Magdalena losreyes de España habían pasado algunosveranos, que era lo que querían en sumomento quienes se los regalaron, a finde atraer el turismo a la zona. Pero en laisla de Cortegada, en la ría de Arousa,sólo disfrutaron de la visita real un día

de septiembre de 1907, el tiempo justopara que Alfonso XIII, a bordo de unacanoa, tomara posesión y volviera amarcharse por no volver nunca más.Cortegada había sido expropiada a losvecinos de Carril (Galicia) a principiosde siglo para regalarla al rey, con lamisma idea que tuvieron los ciudadanosde Santander muy poco después conmayor éxito. Querían que Alfonso XIIIconstruyera su palacio de verano, unaidea del empresario local Daniel Poyán,que consideraba que sería un grannegocio para Galicia. A su proyecto seunieron terratenientes, hombres defortuna amasada en las Américas,

empresarios, banqueros adeptos a lacausa… Para aceptar el regalo, AlfonsoXIII, como si les estuviera haciendo unfavor, puso varias condiciones: laprimera, que la donación setransformara en escritura de propiedaden favor suyo con todas las garantías; yla segunda, que se le diera la islaíntegramente. El Ayuntamiento aceptólas dos cosas, y como en aquella épocahabía propietarios y familias demariscadores, hubo que expropiarlos atodos y obligarlos a abandonar la isla.Pese a que en la concesión se planteabala pertenencia de la isla a la Corona aperpetuidad, con el objetivo de que la

familia real instalase su residencia deverano, cosa que no hizo nunca, setentaaños más tarde, en 1978, el regalo realfue vendido por su heredero, Don Juande Borbón. De nuevo, fue una ventairregular. Esta vez los compradores eranmiembros de su propio «consejo»,encabezados por Ramón Pais Ferrín, através de la inmobiliaria Cortegada SA,constituida a tal objeto. El precioestablecido, ridículo pero cierto, fue detan sólo 60 millones de pesetas. Laempresa compradora todavía hoy es lapropietaria legal, aunque toda suexistencia ha estado rodeada decircunstancias oscuras, que hacen que

esté perdida en medio de un rosario deprocesos contencioso-administrativos.Pero lo último que se sabe es que laXunta de Manuel Fraga quiererecomprar la isla con dineros públicospara devolvérsela al pueblo. CortegadaSA reclama como compensación 20.000millones, en calidad de perjuicios porno haber podido explotarla para elturismo como quería, en una demandaque actualmente se halla en el TribunalSupremo.

Don Juan, en años sucesivos,todavía continuó vendiendopropiedades, sin que se sepa quénecesidad tenía de tanta liquidez. En

1990, el alemán Klaus Saalfel,empresario y abogado de patentes enMúnich, propietario de una tipografía enLisboa, le compró su querida VillaGiralda de Estoril, a través de sutestaferro, Nils Peter Sieger. Un palacioque también había sido un regalo, estavez de los nobles que querían ayudar aDon Juan y su familia en el exilio. Unavez más, el precio establecido fue unacifra irrisoria: 85 millones de escudospor un palacio que ahora, sólo 10 añosdespués, el actual propietario quierevender a la Fundación Conde deBarcelona, formada en parte por losmismos que se lo habían regalado en

primero término, por un precio tres ocuatro veces superior. O Don Juan fueun negociador pésimo, o algo hay detrásde todas estas ventas extrañas en las queprácticamente regaló palacios ypropiedades que en realidad eran detitularidad más que dudosa. Pero nadiecon capacidad legal para hacerlo se hapreocupado de investigar este asunto.Aunque hizo un mal negocio, teniendo encuenta el volumen y la calidad de lasventas, al fin y al cabo sumó, sólo conrespecto a lo que se ha repasado aquí,casi 300 millones de pesetas, unacantidad que muchas personas nohabrían considerado despreciable. Pero

ha sido todo tan confuso y oscuro, queincluso se ha llegado a publicar que,cuando Don Joan murió, no tenía dineropara pagar la clínica, y que en eltestamento sólo dejaba dos millones depesetas.

Por otro lado, para acabar con elconde de Barcelona, señalaremos que,según distintas fuentes, era uno dequienes estaban en la lista de los«perdonados» fiscalmente por el PSOE,a los que se refería en enero de 1997 elsecretario de Estado de Hacienda, JuanCosta, cuando anunció que el Estadohabía dejado de ingresar 200.000millones de pesetas en impuestos, de

cerca de 600 personas físicas yjurídicas, fundamentalmenteinstituciones financieras. Después deestallar el escándalo, el Gobierno delPP no pudo o no quiso identificarlos, yla duda sigue flotando en el aire.

El comienzo de la fortunapersonal del rey

Oficialmente, Juan Carlos llegó aEspaña literalmente con lo que llevabapuesto. Para viajar a Atenas a visitar asu novia tenía que pedir dinero a supadre, que a su vez vivía de lo que ledaban los amigos nobles leales a lamonarquía. Estos mismos noblestuvieron que sufragar el viaje de novios.Se cuenta, como si hubiese sido una grantragedia, que cuando hicieron escala enTailandia, la entonces princesa Sofía seenamoró de un zafiro que vio en un

escaparate de Bangkok, y que JuanCarlos estaba avergonzado porque no selo podía regalar. Por este y otrosdetalles, nadie se rasgó las vestidurascuando se descubrieron los primerosmovimientos del príncipe para empezara consolidar un pequeño patrimoniopropio. Su ambición, como la decualquier españolito medio, era sereconómicamente independiente. Desde1962, es decir, desde que se casó conSofía, el banquero Luis Valls Tabernerempezó a administrar una «subscripciónpopular» que aportaría liquidezeconómica a los recién casados, en lacual colaboraban, además de otros

banqueros, muchos nobles y empresariosdel franquismo. Valls Taberner fue unjuanista fiel hasta que se dio cuenta queel futuro era Juan Carlos, y se pasó albando de éste. Entonces intentóconvencer también a los otros para quehicieran lo mismo. En concreto, segúnexplican algunas fuentes, Calvo Serer seresistió bastante, no ya en cuestiones deapoyo económico, sino político, a travésdel diario Madrid que dirigía. Y, alparecer, aquella desavenencia tuvobastante que ver con el cierre del diario,en 1973, una decisión que Valls, congran influencia en el Régimen, ayudómuy activamente a tomar.

Durante aquellos años comenzaba adespuntar en la vida económica delEstado español un Ruiz Mateos todavíaen potencia, que improvisaba comomejor sabía lo que tenía que hacer paraestar cerca del poder. Su padre habíasido alcalde de Jerez en la época deFranco, pero él no sabía demasiado depolítica. Era perito mercantil, y lo únicoque sabía hacer bien era ganar dinero.Se le ocurrió ir a hablar con Luis VallsTabemer y Gregorio López Bravo paraque le asesoraran.

Comentó con ellos que ya hacíatiempo que iba a ver Don Juan a Estoril,como primera medida.

Pero Valls y López Bravo le dijeronque estaba perdiendo el tiempo y eldinero. «Tú lo que tienes que ser esamigo de Juan Carlos». Y Ruiz Mareostomó nota y entró en contacto con LaZarzuela inmediatamente. La relaciónempezó cuando Juan Carlos todavía erapríncipe y continuó después, cuando yaera rey. Ruiz Mateos ha contado —varias veces y a más de uno— que, alestilo de como se hacían las cosas enaquella época, le llevaba a Juan Carlosgrandes cantidades de dineros enmaletas de Loewe, directamente alpalacio, donde los guardias deseguridad no se esforzaban demasiado

en revisar lo que pasaba o dejaba depasar por el control de la entrada. Poníala maleta sobre la mesa del despacho deJuan Carlos, éste la arrojaba a un rincóny caía exactamente siempre en el mismositio. «¡Cuánto ha tenido que practicar!»,decía Ruiz Mateos. No había ningunacantidad estipulada ni nada quesemejante, y Juan Carlos tampoco lepedía nada, como cualquiera puedesuponer.

Sencillamente, le telefoneaba y selamentaba como quien no quiere la cosade las dificultades económicas queestaba pasando: «¡Es que no tengo nipara pagarle al servicio!». O bien:

«Esto no puede ser, Constantino mecuesta mucho dinero… son unos inútiles,no ganan dinero… No puedo más». YRuiz Mateos rápidamente letranquilizaba: «No se preocupe usted denada, Alteza. Usted dedíquese a losproblemas de España, que para lodemás ya estamos nosotros, estoy yo». Aveces, Juan Carlos también recurría alempresario del Opus para que «diera ungolpe de mano» a alguna amiga. Una vezle llamó por teléfono para decirle que leiría a ver una «señora» de parte suya:«Se trata de una persona que se dedica ala beneficencia, que no tiene sede…». YRuiz Mateos, aunque la señora en

cuestión no tenía el aspecto depertenecer al club de la madre Teresa deCalcuta, pues le compraba un piso.Alguna vez, el empresario de Jereztambién había hecho transferenciasimportantes desde Nueva York. De estasoperaciones sí que conserva lospapeles. Y aquello sí que preocupó a laCasa Real cuando, tras la expropiaciónde Rumasa, Ruiz Mateos, prófugo de lajusticia, que había huido a Londres, losquiso utilizar como presión para que elmonarca no le dejara tirado. Laintervención del Banco de Españasupuso un cacharrazo que no se acababade creer. Pero el monarca, en plena

euforia socialista, no le hizo caso. RuizMateos acusó entonces al rey de haberrecibido 1.000 millones de pesetas, conlo cual José María había pensado quetendría las espaldas bien cubiertas antecualquier acción del Gobierno. Seentrevistó con el entonces secretariogeneral de UGT de la Banca, JustoFernández, y le pasó toda ladocumentación respecto a este hecho.Pero cuando Justo Fernández volaba enavión hacia Madrid, ya estabanesperándole en el aeropuerto personasnunca identificadas para explicarlecómo estaban las cosas. Y algo bastantefuerte debieron decirle, porque se

olvidó del asunto para siempre. RuizMateos todavía siguió insistiendo por sucuenta durante un tiempo y el fiscalgeneral del Estado acabó acusándole deun delito de injurias al jefe del Estado.Pronto comprendieron, sin embargo, queaquello sería un callejón sin salida. Estejuicio se habría podido convertir en unauténtico circo y Ruiz Mateos se escapóno se sabe muy bien cómo. El Estadoprefirió olvidar el tema y archivó lacausa basándose en tecnicismos.

Otro empresario muy relacionadocon el monarca desde los tiempos deéste como sucesor de Franco fue CamiloMira, el introductor de la cultura de la

hamburguesa en España como pionerode la instalación de los restaurantesMcDonald's. El granadino Camilo Mirahabía conocido a Armada a través delgeneral Juan Castañón de Mena,ministro del Ejército con Franco.Además de presidente de La Unión y elFénix, Camilo Mira entonces era socio,en una empresa inmobiliaria, deFlorentino Martínez, cuya hija, Maita,estaba casada con Juan Castañón hijo.En 1969, aprovechando las conexionesen La Zarzuela, consiguió que elpríncipe acudiera a inaugurar el selectoClub Las Lomas, una urbanización delujo. El difícilmente explicable apoyo

del príncipe garantizó el éxito de lapromoción de la urbanización. Ademásde don Juan Carlos, asistieron losministros más influyentes en aquelmomento, como por ejemplo LópezRodó y Silva Muñoz. Mira se convirtióen un visitante asiduo de La Zarzuela apartir de entonces y congenióespecialmente bien con Armada, que lointentó meter en el equipo de la Casavarias veces, sin conseguirlo. Se dedicóde lleno a los negocios, pero siguiendotodos los avatares políticos de cerca.

Los gastos de La Zarzuela

En La Zarzuela tienen 25 perros yalrededor de una docena de gatos,atendidos por un cuidador especializadoe instalados en modernas perreras contodos los adelantos. Esto no es excesivo,teniendo en cuenta que una vez, hacealgunos años, además tuvieron unguepardo. Cuando los reyes estaban deviaje particular en Etiopía, el queentonces era secretario de la Casa,Alfonso Armada, recibió un télex que leanunciaba: «Vamos con un guepardo,prepara alojamiento». No era una bromay Armada tuvo que telefonear al

zoológico de Madrid para pedir ayuda ala hora de recibirlo.

Se informó bien sobre la clase decomida que necesitaba y, en fin, todo loque interesaba saber para cuidar bien alanimal más veloz de la fauna terrestre.El guepardo vivió en palacio variosaños, paseándose por los salones y lospasillos como si nada, hasta que murióde viejo. No fue antes de que SabinoFernández Campo sustituyese a Armadaen el cargo de secretario. El primer díaque fue a trabajar a La Zarzuela, no lehabían avisado y el guepardo le dio unsusto de muerte cuando entró a sudespacho con toda naturalidad. Lo que

más le preocupó no era que pudieraatacarlo, sino que pudiera estar teniendoalucinaciones.

Quienes han mantenido, durante los13 años como príncipes y 25 años comoreyes, el lujo africano de Juan Carlos ySofía en La Zarzuela han sido losimpuestos de los contribuyentes de apie, a través de una partida especial delos Presupuestos Generales del Estado.Esta partida para los gastos de la Casadel Rey no está sometida por ley alcontrol del Tribunal de Cuentas. LaConstitución de 1978 permite almonarca disponer de estos dineros sintener que explicar en qué se los gasta, ya

sea en guepardos, o en motocicletas, oen lo que le dé la gana. El primer añoque se fijó una cantidad (antes el reycobraba el sueldo de capitán general, ylos gastos los llevaban desde elministerio correspondiente), en 1980, elGobierno le asignó 200 millones depesetas. El incremento anual se suponíaque tenía que ser el del índice deprecios al consumo (IPC), pero no sesabe muy bien cómo, a lo largo de losaños, el presupuesto ha ido aumentandohasta los 1.122 millones en el año 2000.Por otro lado, hay un acuerdo con laOrganización Nacional de Loteríassegún el cual el rey juega en todos los

sorteos al número 00000, pero todavíano le ha tocado nunca, sólo unos cuántosreintegros. Del presupuesto oficial de laCasa del Rey salen los sueldos del rey,de la reina, del príncipe y de lasinfantas, el mantenimiento de la Casa,los coches, los ágapes, los regalos, todaclase de material y el pago de losempleados. Juan Carlos dispone de dosayudantes de cámara para vestirlo porlas mañanas, y la reina de dos doncellas.En total, incluyendo a los guardias,chóferes y hasta el cuidador de losperros, en La Zarzuela trabajan unas 160personas. Pero la mayor parte espersonal funcionario, cuyos sueldos

están a cargo del Ministerio deAdministraciones Públicas. Los gastosde los viajes, recepciones y actosoficiales también se pagan aparte, almargen del presupuesto de la Casa.Otras pequeñeces, como elmantenimiento del yate Fortuna o delPalacio Real, son anticipados por elPatrimonio Nacional, organismoautónomo que depende del Ministerio dela Presidencia del Gobierno.

A partir del momento en que seestableció un presupuesto anual para laCasa tras la Constitución, también sepensó en la necesidad de que el reyhiciera la declaración de la renta para

que fuese un ciudadano más. Se consultócon el Ministerio de Hacienda para queaconsejara lo que se tenía que hacer, yentendieron que lo mejor era que el reyse asignara a sí mismo una cantidadcomo sueldo, que serían sus ingresospara calcular los impuestos que teníaque pagar. El sueldo del rey, que no sesuele hacer público, se rige por unconvenio especial entre la Casa y elMinisterio de Hacienda y se materializaen una nómina en la que figuran losingresos correspondientes, losrendimientos del patrimonio personal ylas retenciones del IRPF. Lo que no seacostumbra a contabilizar son los

regalos que recibe, a vecesmultimillonarios… en todo casototalmente fuera de control. Algunos deellos especialmente significativos, comoel último yate Fortuna, obsequio de ungrupo de empresarios de Mallorca ycuyo precio estimado es deaproximadamente 14.000 millones depesetas, se han puesto legalmente anombre del Patrimonio Nacional, a finde que este organismo se haga cargo delos gastos de mantenimiento.

La Zarzuela, que en su origen era unpequeño chalé para las cacerías de losúltimos Borbones escogido por Francocomo residencia de los príncipes porque

estaba muy cerca del Pardo, ha sidorehabilitada varias veces desde que laocuparon por primera vez en 1962. Laprimera rehabilitación, poco después deque Juan Carlos fuera proclamado rey,fue una pequeña ampliación; y lasegunda, más ambiciosa, se llevó a caboentre 1987 y 1988. Aprovechando eldesnivel en que está ubicado el palacio,se construyeron 128 nuevas plantas paradespachos, salones de reuniones,oficinas, archivos, salas de visitas y unsalón de audiencias… La nuevasuperficie construida ocupa 2.660metros cuadrados en la planta principaly 1.540 en el semisótanao. En total,

4.200 metros. La parte antigua y lamoderna se comunican a través de doslargos túneles que van por debajo deljardín y la piscina de la familia real. Laconstrucción es noble, de granito ymármol principalmente. Los muebles yla decoración son una combinación entreclásica y funcional, con piezasprocedentes del Patrimonio. En aquellaúltima remodelación también seconstruyó un refugio antinuclear y seinstaló un moderno sistema informáticoy de comunicaciones, que disponeincluso de un pequeño estudio detelevisión desde el cual el rey se puededirigir al país cuando quiera. Irene, la

hermana de la reina, tiene su propioapartamento en La Zarzuela. Y es quelos reyes, aparte de hacerse cargo de losgastos de su propia familia, también seocupan de los de la familia real griega,puesto que, al parecer, no tienen con quéganarse la vida. Irene, en concreto, sededica a hacer buenas obras, a través deuna ONG suya que se dedica a repoblarla India de vacas lecheras, y que tiene undespacho en la calle Barquillo cedidopor el Banco Central Hispano. El ex-reyConstantino vive en el exilio en Londresdesde hace unos treinta años, al parecertambién con el apoyo de Juan Carlos.

Su hijo Pablo fue a estudiar a los

Estados Unidos con el príncipe Felipe acomienzos de los noventa en unauniversidad prestigiosa y carísima, perorentabilizó los gastos al emparejarse allícon la rica heredera americana MarieChantal Miller (hija del fundador ypropietario de la cadena de tiendaslibres de impuestos de los aeropuertos,l a s duty free, más importante delmundo), con la cual se casó pocodespués. El rey Juan Carlos también seocupó, hasta que murieron, de su padre ysu madre. Y, cuando fue necesario, desus hermanas Margarita y Pilar. Estaúltima, la hermana mayor del rey,cuando se murió su marido, Luis Gómez-

Acebo, tuvo que hacerse cargo de unadeuda que éste había dejado comoherencia. Para solucionarlo de unamanera discreta, el rey avisó a MarioConde, y a Conde se le ocurrió que,como perdonarle la deuda sin másquedaría bastante mal y la opción depagar se descartaba, lo mejor era darleun cargo en la Fundación, para que fueraabonando lo que debía con su pequeñosueldo. Y a Pilar se le dio un despacho,sin ningún trabajo que hacer, claro está.

Rodeado de buenos amigos

Se dice a menudo que la corteespañola es «una corte sin cortesanos»,y es cierto que los reyes nunca han sidodemasiado amantes de aliarse con laaristocracia. En lugar de esto, hanpreferido empresarios, banqueros ynuevos ricos en general. Las amistadesde la reina, fuera de su queridoRostropovic y de Alfonso Armada, sonpoco conocidas. Salía mucho con laesposa del constructor Mario Caprile.De las del rey se ha hablado mucho más.Al margen de Manolo Prado y MarioConde (que son dos casos muy

especiales), de todos los «tutores»(Torcuato Fernández Miranda,Mondéjar, Armada, Sabino FernándezCampo…), y de sus colaboradorespolíticos (Puig de la Bellacasa, NicolásFranco, etc.), se va de copas y habla decosas de hombres con dos grupos oclanes de amigos, que tienen en comúnel hecho de dedicarse a «sus negocios»de una manera que muchas veces les hallevado ante los tribunales. En primerlugar, destaca el conocido como «clande Las Cuatro Estaciones», nombre delrestaurante de Miguel Arias, situado enla calle General Ibáñez del Ibero 5,donde Arias tiene, además, un

apartamento que el rey tambiénfrecuenta. En este grupo de amigosestaban, entre otros, Miguel Arias,Joaquín Vázquez Alonso y CardenalPombo. Aparte de reunirse para comer,hacían negocios juntos, sobre todo en elsector inmobiliario, en el que teníanmuchos asuntos turbios. Algunostambién se vieron implicados en latrama Ibercorp. Los asuntos de unosestán tan mezclados con los de otros,que resulta realmente complicadoexplicar el historial de cada uno de ellospor separado. Para centrar un poco a lospersonajes, que después irán saliendocuando tratemos, a lo largo del capítulo,

algunos episodios concretos, por elmomento tendremos bastante con unosbreves apuntes.

Miguel Arias es el propietario de laestación de esquí de Navacerrada, ytiene además varios restaurantes enMadrid y en Mallorca. Pero tambiénparticipa en negocios inmobiliarios y legusta jugar a la bolsa sin riesgo. JaimeCardenal Pombo es socio de Arias en elrestaurante Las Cuatro Estaciones y fue,además, socio de Borja Prado (hijo deManuel Prado, el amiguísimo del rey),en el sector armamentístico. JoaquínVázquez Alonso fue el constructor queremodeló en su día el palacio de La

Zarzuela, y socio de Cardenal Pombo yde Miguel Arias Molino en variosnegocios inmobiliarios. Próximo a estegrupo de amigos, estaba FranciscoSitges, ex-presidente de Asturiana deZinc, y ex-propietario de los astillerosMefasa. Merced a su amistad con el rey,Mefasa recibió la adjudicación delPatrimonio del Estado para construir elsegundo yate Fortuna. Pero Sitges estabatan bien relacionado que en Mefasatambién se construyeron el Blue Legend,de Javier de la Rosa, y el Alejandra, deMario Conde. Mefasa acabó siendomayoritariamente del Conde, que cuandoentró en declive lo arrastró consigo, y lo

llevó a la quiebra y al banquillo de losacusados.

Otro sector de amigos del reycompletamente diferente es el clan deMallorca, mucho más aristocrático. Unade las figuras clave de este grupo es elpríncipe Zourab Tchokotua, «Zu» paralos amigos, un aristócrata georgiano queJuan Carlos había conocido en elinternado de Friburgo. A este personajeel rey le debe favores importantes. FueTchokotua quien, en 1973, hizo deintermediario para que la DiputaciónProvincial de Mallorca cediera a JuanCarlos el palacio de Marivent, demanera totalmente gratuita, siguiendo el

modelo de las cesiones que en su díahicieron a Alfonso XIII distintaspoblaciones. El edificio pertenecía, pordonación del coleccionista de artegriego Juan de Saridakis, a laDiputación. Pedro Salas, un adineradoprohombre del franquismo, que habíasido presidente de la Diputación ysuegro de Tchokotua, casado con SaraSalas, convenció al organismo oficial deque lo cediera al futuro rey para que lodisfrutara durante sus vacaciones.

Al margen de estas gestiones,Tchokotua es conocido desde que en1978 un juzgado mallorquín ordenó suprocesamiento e ingreso en prisión en

relación con una presunta estafainmobiliaria. En septiembre de 1992 sesentó de nuevo en el banquillo con unaacusación similar junto con su socioOliver Matan, otro amigo de Juan Carlosdel clan de Mallorca. Pero estasmenudeces no han conseguido que serompa su amistad con el monarca. «Zu»fue para Juan Carlos un relacionespúblicas excelente. En su casaorganizaban cenas a las cuales asistían,junto con el rey, Manuel Prado, Javierde la Rosa, Jaime Enseñat, elmultimillonario argentino CarlosPerdomo, Rodolfo Bay (presidente de lacompañía Spantax, muerto en accidente

de tráfico), Bartholomew TummyBeslard (cónsul de los EEUU en Palma),Giovanni Agneli (el rey de la Fiat) oRaul Gardini, ex-presidente deMontedison, la empresa química másimportante de Europa, al que JuanAbelló vendió su laboratorioAntibióticos con la ayuda de MarioConde. El rey fue fotografiado con él ycon Agnelli el 7 de agosto de 1990 enPuerto Portales, pocos años antes de quese suicidara, en 1994, al ser implicadopor los jueces italianos en asuntos decorrupción.

En el mismo círculo de amigos hayun grupo selecto de empresarios

hosteleros: José Escaño (dueño delrestaurante San Marino), AlejandroArroyo (cuñado de Mario Conde, ypropietario del restaurante El Capricho,en Puerto Portales), y José OliverRodríguez (propietario de variasdiscotecas). Y también en este entornoJuan Carlos entró en contacto con MartaGayá, una decoradora catalana muyamiga de Marieta Salas, la mujer de«Zu», con quien vivió una largaaventura, y mentora de José Luis deVillalonga cuando éste escribió subiografía autorizada del rey.

También presume de su amistad conel monarca en Mallorca Pedro Serra.

Serra explica con orgullo que una vezque no se encontraba bien y no pudoasistir a una de las recepciones que enverano organizan en Marivent, JuanCarlos preguntó. «¿Dónde está el amode Mallorca?». Y es que a Sierra se leconoce popularmente como elCiudadano Kane de esas islas. Tiene ungrupo empresarial, Grupo Serra, quecontrola el 90% de la información en lacomunidad autónoma: los diarios UltimaHora, Diario de Baleares (cuyacabecera y patrimonio inmobiliariocompró por un precio irrisorio a lacadena de medios de comunicación delMovimiento), Mallorca Daily Bulletin y

Mallorca Magazin, todo elaccionariado del semanario Sóller y unaimportante participación en otrospublicaciones de la «parte foránea»;emisoras radiofónicas (como UltimaHora-Radio y Top-Radio); laadjudicación de las emisiones localesde Antena 3 y la televisión localTelenova. Como al monarca no le faltanamigos, la lista sería inacabable sicontáramos todos los que han hechoméritos para tener tal título.

Cuando Juan Carlos cumplió 50años, un grupo de catalanes con posiblesle regalaron un Porsche Carrera de 24millones. Entre ellos estaba Javier de la

Rosa, Alberto Folch, José María Esteve,Mariano Puig y Pedro Mir. El grupo fuerecibido en palacio para entregar elregalo. Alucinaron con el garaje. Lacasa BMW regala al rey todos losmodelos de alta cilindrada cuando salenal mercado.

Estos obsequios no entran en sudeclaración de la renta.

Dentro del sector de la realeza, unode los mejores amigos del rey es Simeónde Bulgaria, que ha actuado muchasveces de intermediario o embajadorpersonal de Juan Carlos ante otrosreyes, como Hassan de Marruecos,amigo personal suyo, o Hussein de

Jordania. Y, desde luego, Karim AgaKhan, el príncipe ismaelita a quien cadapocos años sus fieles entregaban su pesoen oro, y a quién el rey Juan Carlosconoció, como a «Zu», en el internadode Friburgo. Actualmente veranea demanera asidua en Mallorca, donde seven a menudo.

Manuel Prado, elamiguísimo

Pero ninguno de todos estospersonajes llega al nivel de amistad queManuel Prado y Colón de Carvajal tienecon el monarca. Descendiente directo deCristóbal Colón, Manuel Prado esmanco y tiene 7 años más que JuanCarlos, características todas que le hanrodeado de una cierta aura de leyenda alos ojos del rey. Se conocieron porprimera vez cuando su madre, muymonárquica, le llevaba a ver al príncipedurante la primera estancia suya en

España, en aquellos «besamanos» quelos fieles a la Corona le organizaban enla finca de Las Jarrillas. Pero nohicieron amistad hasta unos cuántos añosmás tarde, cuando en 1961 el duque deCalabria, Carlos de Borbón y DosSicilias, un día lo llevó a cenar con suprimo Juan Carlos al Nuevo Club. Lavelada se prolongó hasta la madrugada yallí nació una amistad indestructibleentre los dos. Pero son mucho más queamigos. Prado se define a sí mismocomo «intendente general de don JuanCarlos I», o «administrador de losdineros privados de Su Majestad». Pesea que tiene su residencia establecida en

Lausana (Suiza), fue nombrado pordesignación real embajador at large, esdecir, sin embajada en ningún país, perocon un pasaporte diplomático que lepermite viajar con más libertad demovimiento y más protección oficial,para que pueda realizar gestiones en elextranjero en nombre del monarca. Sugran amistad con el rey se ha extendidoprácticamente a todos los miembros dela familia real. Con la reina tienerelación a través de la Fundación deAyuda contra la Droga, que ella presidey con la que él colabora. Precisamenteen esta actividad, en una reunión delPatronato, en 1992 conoció a Mario

Conde, con quien después hizo negociosen el asunto del Castillo de losGracianos. Por otro lado, su hijo Borjaes amigo de Jaime de Marichalar y de lainfanta Elena, que visitó varias veces sufinca El Toñanejo, próxima a MedinaSidonia, propiedad de la ex-mujer dePrado, Paloma Eulate, y que fue dondese celebró la boda de Borja.

El hijo, como su padre, se dedica encuerpo y alma al mundo de los negociosde alto nivel. Fue consultor en Españade la Union des Banques Suisses (UBS),que es uno de los bancos suizos másgrandes y rentables, regido por la leydel secreto. Fuera de esto, nadie sabe el

número de sociedades más o menosfantasma que maneja. Como hombre denegocios, nadie ha podido distinguirnunca lo que Manolo Prado hace ennombre propio y lo que hace comoadministrador del rey, excepto en loscasos en que sus asuntos se complicaronhasta llegar a los tribunales. Entonces,oficialmente, siempre es cosa suya y elmonarca queda al margen. Entre lasmúltiples y variadas actividades quePrado lleva a cabo, actúa como asesorde empresas, a las cuales facilita lostrámites legales necesarios parafuncionar en España. Henry Ford II,presidente de la multinacional

norteamericana del mismo nombre, enmarzo de 1974 recibió una afectuosacarta del que entonces era príncipe deEspaña, en la que recomendabaencarecidamente a su amigo ManuelPrado como la persona adecuada paranecesidades de esta clase. Elempresario norteamericano en aquelmomento estaba preparando su viaje alEstado español para colocar enAlmussafes (Valencia) la primera piedrade la factoría de Ford. Juan Carlos deBorbón se despedía dejando constanciade que una respuesta positiva seríaadecuadamente valorada en un futuropróximo. También actúa como una

especie de secretario personal de JuanCarlos para asuntos económicos, puestoque redacta cartas con el sello de laCasa Real para pedir dinero a entidadesfinancieras o gobiernos extranjeros,según los casos, con varios fines. Pidiódinero, por ejemplo, para salvar a lademocracia ayudando a financiar lascampañas electorales de la UCD (comocuando solicitó dinero a Arabia Saudí,en 1977), para que pudieran utilizar lasbases españolas en sus operacionesmilitares (como el caso de Kuwait en laguerra del Golfo), etc. De estos asuntos,estaba enterado sólo en parte el restodel personal de la Casa que más de una

vez se sorprendió, sobre todo en lostiempos en que Fernando Almansa eraun recién llegado, al recibir lo queparecían respuestas a cartas que noconstaban en el registro de salida.Almansa se dirigía al mismo monarcapara aclarar la aparente confusión:«Señor, ha llegado una carta del Rey deArabia Saudí diciendo que encontestación a la carta de mi hermano defecha tal… ¿Sabe a qué carta alude?»«Sí, sí, no te preocupes, ésa la escribióManolo Prado».

A menudo, además, ha ocupadocargos públicos. Con los gobiernos deAdolfo Suárez, por ejemplo, Prado fue

presidente de Iberia, cosa que suscitóespeculaciones sobre el hecho de que sepodría estar aprovechando de lacapacidad de carga y circulación de losaviones por todo el mundo. No se probónada. De esta época es el origen de lacorona que lucen los aviones de Iberia,que Prado intentó rebautizar comoReales Líneas Aéreas Españolas.También fue presidente del Instituto deCooperación Iberoamericana (IC1). Deeste cargo lo destituyó José Pedro PérezHorca, ministro de Asuntos Exterioresdel Gobierno de Calvo Sotelo, en 1982,a causa de unas declaraciones que hizoal semanario Tiempo, en las que

criticaba la política exteriorgubernamental. El ministro meditó loque suponía cesar a un amigo del rey,pero no tuvo otra opción para seguirsiendo respetado. Pero enseguida llegóal poder el PSOE y Prado volvió aocupar cargos importantes. Fuecomisario de la Expo 92, consejero dela Sociedad Estatal V Centenario enrepresentación del Ayuntamiento deSevilla, y también trabajó comoimpulsor del proyecto Cartuja 93, unparque temático de ocio, creado a partirde los restos de la Expo de Sevilla. Enun principio, con el PSOE tuvo sus prosy sus contras en un proceso de tira y

afloja que hizo fracasar algunos de susproyectos inmobiliarios, como el delHotel Los Bordales, a causa de interesesenfrentados con algunos líderessocialistas.

Pero las cosas se fueron arreglandopoco a poco, sobre todo cuando entró encontacto con Enrique Sarasola, que espara Felipe González algo parecido a loque Prado es para el rey. Los últimosaños las empresas de Sarasolacompartían sede con las de Prado, en elnúmero 31 del Paseo de la Castellana,en el edificio Pirámide.

En 1995, sus hombres de confianza(Álvaro Álvarez por parte de Sarasola,

y Jesús Sainz por parte de Prado)estaban juntos en el consejo deadministración de Hilo, una empresaubicada en Barcelona que se dedica aactividades inmobiliarias y deasesoramiento y promoción. En elcomplejo entramado de empresas dePrado, la principal es la sociedadinstrumental suiza Trebol SA. A su vez,esta firma participa en la sociedadespañola Trebol Internacional, condomicilio en Madrid, en la que Pradoestá rodeado de importantes socios(entre otros, el príncipe georgianoTchokotua y el rey Simeón de Bulgaria).En la filial sevillana de ésta,

Trebolquivir, constituida en 1987, Pradotiene como hombre fuerte a ArturoMoya, ex-diputado de la UCD porGranada; el secretario es Jesús Bores,amigo personal de Felipe González y desu cuñado, Francisco Palomino.

A través de estas empresas, Pradoconsigue contratas para obras enterceros países, a menudo financiadascon créditos FAD (Fondos de Ayuda alDesarrollo). En 1989, por ejemplo,consiguió la contrata para construir unhospital en Yemen del Sur por 25millones de dólares, y un crédito FADpara llevar a cabo el proyecto,negociado con Germán Calvillo y Gloria

Barba (esposa del entonces ministroCarlos Solchaga), en aquel momentoresponsables de la empresa públicaFocoex. Y a veces combina estaactividad con la antigua de asesor aterceros. En 1991, por citar un caso, fuecontratado por la empresa pública Indra(a través de Atlas Internacional, queforma parte del grupo Trebol), paraofrecer servicios como consultor ypromotor de un contrato con Venezuelapara obras aeroportuarias, que eran deadjudicación directa. Indra y AtlasInternacional pactaron una comisión del3%, cosa que suponía casi 1.000millones de pesetas. Prado consiguió

para Indra que el Consejo de Ministrosdel 22 de diciembre de 1993 aprobarala concesión de un crédito FAD de10.000 millones para modernizar todoslos aeropuertos de Venezuela. Despuésla cosa salió mal, porque en Venezuelahubo elecciones y con el cambio depoder se acabaron las adjudicaciones adedo. Otra de las facetas de Prado esdedicarse a los negocios inmobiliarios,aunque en este ámbito las cosas nosiempre le han salido bien. En orden a laespeculación inmobiliaria de la Expo92, se metió en negocios ruinosos, comoel de las parcelas de Expovillas SA, queacabó implicando a De la Rosa, y al

complejo turístico de Castillo de losGracianos de Jerez (en el que, ademásde De la Rosa, también involucró aMario Conde).

Al contrario de lo que pasó conotros amigos, colaboradores, asesoresfinancieros o como se los quieradenominar, como Javier de la Rosa oMario Conde, la relación del rey conManolo Prado es intocable, como sihubieran firmado alguna clase de pactode sangre capaz de superar todos losmalos momentos; que no han faltado. Elmás grave, hasta ahora, ha sido el deKIO. Pero cuando las cosas se ponenrealmente graves, Prado acostumbra a

ponerse muy enfermo. Coincidiendo conla fase judicial del escándalo«Tibidabo», en el que el amigo del reyestuvo imputado en una expansión delproblema iniciado con KIO, a mediadosde mayo de 1999, la enfermedad pasópor uno de sus episodios más violentosen la Clínica de la Luz de Madrid. Casise le dio por muerto, pero revivió comolo hacía el ave Fénix de entre lascenizas, superó una tromboflebitis y sele implantaron dos válvulas coronarias.Tras pasar unos días de recuperación enel Hotel Villamagna, donde residehabitualmente cuando está en Madrid, el28 de mayo volvió a Sevilla.

Negocios oscuros

Con Manuel Prado, o con otraspersonas, Juan Carlos se ha vistoinvolucrado a lo largo de sus 25 años dereinado en varios negocios dudosos,aunque quienes figuraban oficialmenteen los papeles siempre eran sus«amigos». Se ha movido en diferentessectores, a los que conviene pasarrevista por separado.

PETRÓLEO

Una de las primeras formasconocidas que Juan Carlos de Borbónutilizó para ir ganando un pequeño

capital personal fueron las comisionesdel petróleo. Todavía en tiempo deFranco, hubo una crisis petrolífera queafectó a España de manera importante.Entonces Barrera de Irimo, que eraministro de Economía, se le ocurrió ir aver al príncipe y pedirle que hiciera deintermediario con el príncipe Fahd, deArabia Saudí, uno de los productores decrudo más importantes, para conseguiruna rápida remesa de petróleo. JuanCarlos envió a un emisario y larespuesta fue inmediata: «Decida mihermano el príncipe don Juan Carlos,que le enviaremos todo el petróleo queEspaña necesite». A cambio de estos

servicios de mediación, el príncipecobraba una comisión, cosa que a todoel mundo le parecía muy normal. Elmismo Juan Carlos ha explicado que suhabilidad para tratar con los árabes sedebe a que los sabe comprender mejorque nadie: «Sólo los que sabíantomárselo con paciencia llegaban aveces a hacer el negocio de su vida»,dijo una vez.

Probablemente el emisario real fueen aquella ocasión el mismo ManuelPrado (aunque no lo hemos podidoconfirmar), puesto que habitualmente eraél quien se encargaba de esta clase deasuntos.

Alfredo Pardo, director de flota deCEPSA, lo pudo comprobar cuando tuvoque suspender un viaje a Kuwait quetenía programado para firmar uncontrato multimillonario de compra depetróleo al emirato, que le dejaría unbeneficio abundante de dos centavos porbarril en concepto de regalía para elcomprador. Cuando ya estaba a punto deirse, le avisaron para decirle que nofuera, que la firma del contrato sería acargo de don Manuel Prado y Colón deCarvajal, cosa que le sorprendió.

Y coincide que el entonces emir deKuwait, el jeque Zayed, de Abu Zabi,era como Fahd, un gran amigo del rey.

«¡Un personaje extraordinario!», solíadecir de él Juan Carlos. Supuestamente,a finales de los setenta el Gobierno deSuárez había adoptado un acuerdo paraque un porcentaje pequeño de lastransacciones comerciales petrolíferasrealizadas por España con otrasmonarquías del mundo se desviara haciael patrimonio privado de los Borbones.Estas transacciones comerciales estabangestionadas por Manuel Prado y Colónde Carvajal.

A principios de los ochenta, eincluso más tarde, continuaban saliendoa la luz escándalos sobre los dinerosque el rey debía a otros monarcas por el

pago de comisiones a intermediariospara conseguir aquellas transacciones(compra de petróleo) en condicionesmuy ventajosas para España. Aparte delas comisiones por el petróleo, quemuchos justifican como perfectamenterazonables e incluso legales, no se sabesi el rey Juan Carlos tiene otrosnegocios en el sector, aunque hayindicios de que sí. Como amigo de lospaíses árabes, ha actuado en calidad demediador político para ayudar aresolver los problemas del OrienteMedio. Y también sirvió de mediador enotros conflictos particulares, por los queestuvo mucho más interesado de lo que

se podría esperar.Podríamos citar como ejemplo el

caso del Itzarra. El petrolero Itzarra(con tripulación española, aunque conbandera de conveniencia panameña) fuedetenido por las autoridades nigerianasel 19 de junio de 1984, cuando pretendíallegar a las aguas internacionales, trascargar ilegalmente en Nigeria unapartida de gasoil. Las autoridadesretuvieron dos meses a toda latripulación, pero después se contentaroncon procesar y condenar a muerte alcapitán Luis Peciña, por contrabando degasoil. La detención se produjo en uncontexto en que el contrabando de crudo

estaba costando al país africano más de500 millones al día, a la vez queproducía una escasez acuciante en elmercado interior de los productosderivados, a pesar de ser uno de losmáximos productores del mundo. Loscontrabandistas compraban gasoilsubvencionado para la pesca en Nigeriaa mitad de precio, y lo llevaban aCanarias, donde se llegaban a movermás de 30.000 toneladas anuales. Alparecer, los armadores griegos habíansido los primeros en introducirse en estepeculiar negocio, con la compañíanaviera Lavinia.

Pero tras el golpe de Estado de

diciembre de 1983, el nuevo Gobiernomilitar presidido por Muhammad Buharihabía centrado sus esfuerzos en ponerfin a la corrupción, para lo cual detuvo yprocesó, en sólo 6 meses, a 474 altoscargos del Régimen civil derribado. Yen su lucha contra los barcos extranjerosque participaban en el negocio, habíacaído el Itzarra. Las autoridadesnigerianas acusaron inmediatamente alarmador y gerente José María LópezTapia como verdadero responsable deldelito, para que diera cuentas ante lajusticia nigeriana. Pero López Tapianunca mostró ningún interés por acudir aNigeria. Ni siquiera interrumpió sus

vacaciones en Bermeo. Ni tampoco suhermano y socio, Gregorio, quecuriosamente navegaba por aguasmallorquinas en yate.

López Tapia ya había estadoimplicado en marzo de 1980 en laquiebra de la naviera Letasa y sobre élpesaban diversas denuncias judicialespor presuntos delitos monetarios(evasión de divisas, estafa de fondospúblicos…). Antes del golpe de Estadodel 30 de diciembre de 1983, él y suhermano tenían, a través de unosintermediarios, negocios en laconstrucción y en el sector dehidrocarburos de Nigeria. Y desde

entonces se encargaban de transportarcrudo a Canarias con una flota de trespetroleros, uno de los cuales ya habíasido detenido poco tiempo antes enNigeria. Ante el conflicto, el Estadoespañol no hizo nada para facilitar eltraslado del más que dudoso LópezTapia a Nigeria.

Y tampoco mostró el menor asomode solidaridad con los procesosanticorrupción que habían emprendidoen el país. Bien al contrario, elGobierno se dedicó a hacerdeclaraciones sobre la falta de garantíasjurídicas, en las que exigía que sepusiera en libertad a Peciña de manera

inmediata.Las gestiones, y aquí entramos en la

zona oscura del asunto, llegaron al nivelmás alto. Las hijas y la mujer de Peciñafueron a pedir ayuda al rey Juan Carlos,y las debió encontrar muyconmovedoras, porque el monarca apartir de aquel momento mostró uninterés inusitado por el caso. Paraempezar, la Embajada española contactócon el prestigioso abogado nigerianoOduba, que cobraba más de mediomillón de pesetas por día de trabajo,para que llevara la defensa de Peciña,que se centró en las buenas relacionesentre España y Nigeria. La mayoría de

los países occidentales que en aquelmomento tenían ciudadanos en prisionesnigerianas (por diferentes delitos, desdeel contrabando hasta el tráfico decocaína) quedaron perplejos ante laactitud del Estado español, queconsiguió que al detenido que estaba enel centro penitenciario de PuertoHarcourt le enviaran cada día la comidadesde el mismo hotel en que se alojabasu mujer, a cuenta de la Embajada,durante los dos años que duró elproceso. Además, en la prisión habíavarios presos comunes que trabajabanpara Peciña como asistentes. Cuando sepublicó la sentencia de pena de muerte,

en diciembre de 1984, el rey de Españaenvió una carta al presidente nigerianoen la que solicitaba el indulto y lainmediata libertad del capitán delItzarra, pero no se sabe en quéargumentos se basaba para solicitar unagracia de aquella clase. La carta la llevópersonalmente un emisario del monarca,nada menos que Manuel Díez Alegría,que había sido jefe del Alto EstadoMayor del Ejército, miembro delConsejo del Reino y senador real en lalegislatura constituyente, además dehaber colaborado con Juan Carlos,cuando todavía era príncipe, mano amano con Manuel Prado, en aquella

rocambolesca operación rumana paracontactar con Santiago Carrillo en 1974.El 17 de diciembre de 1984, DiezAlegría, vestido impecablemente con eluniforme de teniente general del Ejércitoespañol, renqueante y cojeandolevemente a sus 78 años, se reuniódurante diez minutos con el presidentenigeriano Buhari. Le entregó la carta delrey y también hablaron de una próximavisita oficial del monarca al país, que sehabía aplazado sine die a raíz del golpede Estado. Salió satisfecho delencuentro; y afirmó que la carta del reyhabía tenido «un impacto claro». Perono consiguieron todo lo que querían:

sólo la conmutación de la pena demuerte por una condena de 25 años deprisión. No era suficiente, y lasinstituciones españolas continuaronhaciendo gestiones. Al fin, cuando elgeneral Buhafi fue derribado, en agostode 1985, por otro golpe de Estado, estavez dirigido por el general Babangida,se acabó la campaña anticorrupción. Elnuevo presidente nigeriano decidiópersonalmente anular la sentencia dePeciña, que fue puesto en libertad el 19de julio de 1986. El Estado español sehabía gastado 70 millones reconocidospara defenderlo, más los gastos de sufamilia. En la prisión, curiosamente,

Peciña había engordado unos cuantoskilos. No se sabe qué deben opinar detodo esto los familiares de otros presosespañoles en prisiones extranjeras, peroel asunto, a simple vista, suena bastanteextraño y no es difícil imaginar por quévarias personas llegaron a la conclusiónde que el monarca tenía algo que ver conlos negocios de los López Tapia. Tresaños después, en 1991, el armadorLópez Tapia reclamaba al país africano45 millones de dólares, a través de unproceso admitido a trámite por laAudiencia Nacional, por piratería contrael Gobierno que había encabezadoBuhari, por haberse quedado con el

Itzarra ilegalmente.TRÁFICO DE ARMAS

Otro de los sectores con los que sehan relacionado «amigos íntimos» delrey es el tráfico de armas.

En la década de los setenta ManuelPrado ya estaba al frente de la sociedadAlkantara Iberian Export, una mercantilmixta impulsada por los gobiernos deEspaña y de Arabia Saudí paracanalizar, en principio, la venta debienes de equipo a Riad. En la empresaparticiparon Focoex y el INI, por parteespañola, y Triad International (lasociedad de Adhnan Kashogui) por parte

saudí, en la que, además, trabajabaBorja Prado, el hijo del mejor amigo delrey. Alkantara más tarde se reconvirtiópara canalizar la venta de armamento.

En la época del PSOE, laintendencia del Ejército pasó a sercontrolada por las autoridades civilesdel Ministerio de Defensa. Desde aquelmomento, la compra de armamento y lasdotaciones se dictaron con interesesgubernamentales, que a veces noentendía ni el mismo Ejército. Una delas empresas que hizo buenos negociosen esta etapa fue Simulación, Mando yControl SA, que tenía por objetoelaborar programas informáticos

aplicables a aviones de combate ybarcos de guerra.

Compartían capital Mario Conde yBorja Prado Eulate (hijo de ManuelPrado), a través de BTA Internacional(que se dedica a vender tecnología parala defensa, es decir, armamento); y eraconsejero Juan Alfonso Cardenal Pombo(hermano de Jaime, el socio de MiguelArias en el restaurante Las CuatroEstacionas, íntimo amigo del rey).

ESPECULACIÓN FINANCIERA

Es difícil clasificar otrasactividades económicas de los «amigos»del rey, que para la gente común se

fundamentarían básicamente en «manejarmillones»: operaciones de bolsa, gestiónde créditos, fondos de inversiónespeculativa…, para las cuales hacefalta disponer de un capital, o mejordicho, que no son aptas para pobres.Juan Carlos, en principio, no teníadinero para jugar a este juego tandivertido. Pero tan pronto ocupó el tronodespués de que muriera el dictador,Manuel Prado se dedicó a remitir unaserie de misivas reales a otros tantosmonarcas reinantes, especialmente delmundo árabe, para pedirles dinero ennombre del rey de España. Y después elmismo Prado invertía, especulaba,

gestionaba aquellos fondos de la maneramás conveniente. En concreto, de lacorte de Arabia Saudí (en aquelmomento se trataba del rey Halid, yFahd era el primer ministro) recibieronla nada despreciable cantidad de 100millones de dólares (unos 10.000millones de pesetas), como crédito adevolver en diez años sin intereses (nopodían ser usureros entre hermanos), enrespuesta a una carta, fechada el 22 dejunio de 1977, en la que sólo sesolicitaban 10 millones para apoyar alpartido de Adolfo Suárez en laselecciones municipales y, de este modo,proteger a la monarquía. Manuel Prado,

encargado de administrar los dineros delrey, invirtió la suma como mejor lepareció. Y al cabo de unos años, la CasaReal dijo que no tenía dinero para pagarel crédito. Pero los saudíes, en contra delo que Prado habría podido pensar,estaban decididos a recuperarlo, y de latarea de reclamar la devolución seencargó un hermano del rey Fahd, quetenía una espléndida mansión en laCosta del Sol.

En Mallorca se cuentan divertidasanécdotas de esta época. Al parecer, unavez que el príncipe saudí fue a comercon el rey a Palma, quienes le habíanido a recibir, Prado y Tchokotua, se

equivocaron de aeropuerto. En su lugarrecibieron a los duques de York en elaeropuerto militar, mientras en elaeropuerto civil, al ver que no le habíaido a recibir nadie, el hermano del reyFahd volvió a Marbella muy enfadado.Cuando se enteró, el rey tuvo uno de susfantásticos ataques de ira, rompió sillasy muebles del Patrimonio Nacional enMarivent, pero consiguió arreglar elasunto pidiendo disculpas al príncipe y,al final, le dieron cinco años más paradevolver el dinero. Como cuando vencióel plazo, en 1996, Prado insistía en elhecho de que no había dinero, Conde lefacilitó un crédito de 3.500 millones, los

cuales se justificaron oficialmente comosi se hubieran destinado a solucionar losproblemas de la ruinosa urbanización deCastillo de los Gracianos. No se sabe sial final Prado pagó o no pagó, o si eltema todavía está pendiente. Por Palmade Mallorca, durante bastante tiempo,corrió de boca en boca una frasechistosa sólo para iniciados: «¡Queviene el moro cabreado y quierecobrar!»

Tampoco se sabe dónde pudieron ira parar los 100 millones de dólaresgestionados por Prado. Fue una época enla que los negocios especulativos eranla monda, la edad dorada del «clan de la

beautiful», cuando los más listos delPSOE pusieron las bases de la culturadel pelotazo, con Miguel Boyer comoministro de Economía y Hacienda yMariano Rubio como gobernador delBanco de España. Y en aquella época,en las que denominaban «cenas deamor», el rey solía acudir como invitadode lujo. Alrededor del monarca sesentaban Antonio Garrigues Walker,Claudio Boada, Plácido Arango, JoséAntonio Ruiz de Alda, Mariano Rubio,José María Entrecanales, Manolo de laConcha, José María Echevarría, CarlosBustelo, Rafael Pino, Carlos Solchaga,Juan Tomás de Salas y unos cuantos

más. Como se debe recordar, durante elescándalo de la trama Ibercorp acabósaliendo a la luz una lista trucada debeneficiarios por la venta de accionesde Sistemas Financieros, en la quefiguraban muchos de los asistentes aaquellas cenas, como Mariano Rubio,Miguel Boyer y Leopoldo Calvo Sotelo,entre otros. Y, también, la infanta Pilarde Borbón, hermana del rey, y un tal«Arias y Rey», que resultó que eraMiguel Arias Molino, el dueño delrestaurante Las Cuatro Estaciones.Nunca se encontraron pruebas de que elrey, personalmente, tuviera másimplicaciones en la trama de Manuel de

la Concha.NEGOCIOS INMOBILIARIOS

Para acabar, es preciso destacar unsector de la actividad económica en elque ya habían dado los primeros pasosAlfonso XIII y Don Juan, el conde deBarcelona, aprovechando los regalosque les hacían los súbditos: el sectorinmobiliario. El rey tenía buenoscontactos en el mundillo de laconstrucción, desde los tiempos deCamilo Mira y su urbanización de LasLomas. Otro buen amigo suyo eraJoaquín Vázquez Alonso, el constructorque remodeló en su día el palacio de La

Zarzuela, emprendió a su vez variasobras en el de La Moncloa, y también seencargó de construir la finca LosCarrizos de Mario Conde. JoaquínVázquez era, además, socio de BorjaPrado Eulate (hijo de Prado) y JaimeCardenal Pombo (el copropietario, conMiguel Añas, de Las Cuatro Estaciones)en Spengler SA. Esta pequeñainmobiliaria consiguió que leadjudicaran por las buenas laremodelación de todas las fachadas delas sucursales de (un negocio de 1.058millones), en los mejores tiempos de laamistad entre Mario Conde y el rey. LuisRoldán también le adjudicó la

construcción de dos cuarteles de laGuardia Civil.

En la década de los noventa, elAyuntamiento de Monachil (Granada),por un acuerdo en pleno, reservó para laestación de esquí de Sierra Nevada unaparcela de la empresa públicaPromonevada, de 1.113 metroscuadrados, con el fin de construir unaresidencia para don Juan Carlos. Comotantos otros municipios que antes habíanprobado suerte con Alfonso XIII,querían que la presencia del monarcasirviera para atraer el turismo. El rey nose negó y aceptó agradecido el obsequiopor escrito. Pero en una extraña

operación, Promonevada acabóvendiendo la parcela a la sociedadPequeños Hoteles de Montaña por unacantidad ridícula, 60 millones, y enlugar de la residencia real se construyóel Hotel Lodge. La operación fueavalada por la sociedad Daude, deMiguel Arias Molino. Pequeños Hotelesde Montaña, creada con este fin en1992, era propiedad de Vázquez Alonsoy Cardenal Pombo. Miguel AriasMolino también tenía unas cuantasacciones.

Otro de los negocios inmobiliariosrelacionados con el rey fue el deCastillo de los Gracianos, un proyecto

urbanístico faraónico en Jerez de laFrontera ideado por Manuel Prado, paraaprovechar el que sería el boom en elsur de la Expo 92. Prado compró lafinca a través de su empresaTrebolquivir a la familia Calle Vergara,y el alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, ledio todas las facilidades. A comienzosde 1990 se hizo socio Javier de la Rosa,con quien firmó un acuerdo a través dePrima Inmobiliaria. En las 200 hectáreasde terreno, Prado quería construirchalés, un hotel y hasta un campo de golfde 28 agujeros, en una zona castigadapor la sequía. El desastre se veía veniry, en efecto, el negocio acabó resultando

ruinoso. Tras la guerra del Golfo, en1992, las deudas de Prima Inmobiliaria(que formaba parte del imperio de KIO)eran de más de 45.000 millones. Aquíempezaron los problemas entre Prado yDe la Rosa, que acabaron como elrosario de la aurora con el contenciosodel grupo KIO. Conde acabófacilitándole un crédito de 3.500millones para solucionar los problemasde Castillo de los Gracianos, que nosolucionaron nada, puesto que, alparecer, los millones fueron a parar aotro sitio. Al final, ante la ruina delproyecto, la propiedad acabó en manosde Banesto, que vendió el complejo a la

sociedad belga que la explotaactualmente.

CAPÍTULO 15

FORTUNAS Y AVENTURAS DEL«BRIBÓN»

Pasión por el mar

El rey de España tiene tanta aficiónpor los barcos, que se merece todo uncapítulo para hablar de ella. Su amorpor el mar y los deportes náuticos estámuy relacionado con las frecuentesescapadas de fin de semana a Palma deMallorca, en cualquier época del año y,si es posible, sin la reina, que, encambio, prefiere Londres (donde, alparecer, se ha comprado una casita queestá amueblando). Y también con supasión por la velocidad, ya legendariaen el rey, que abarca todas lasmodalidades: tierra, mar y aire. Su

colección de coches de gran cilindradaes digna del magnate más caprichoso,aunque el monarca se la ha hechogracias a regalos de los súbditos o delos mismos fabricantes.

BMW, por ejemplo, le suele regalarlos modelos nuevos que va sacando; losque están a su altura, claro está, porquelos utilitarios a Juan Carlos no leinteresan. Y también le regalan motos,otra de sus pasiones. Le gusta salir deLa Zarzuela a gran velocidad, con elanonimato que le proporciona el casco.Presume de que nunca le han puesto unamulta «porque la Policía no llega aalcanzarme», aunque ya hemos

explicado en otro capítulo un incidenteen el que, cuando todavía no tenía carné,atropelló a un ciclista, y si no lodetuvieron fue porque se escaqueópagando una cantidad al herido.

De todos modos, todo el mundopudo ver su falta de habilidad en aquelpolémico documental de la familia real,de producción británica y firmado por laperiodista Salina Scott, en 1992, quetanto disgustó a Sabino FernándezCampo, en el que el rey salía al jardínde La Zarzuela llamando a losmecánicos porque no sabía poner enmarcha una moto a la que no le pasabanada. Dice su amigo Mario Conde que

es como si siempre estuviera huyendo dealgo, o persiguiendo un más alláinalcanzable, casi como una maníapatológica. De la vela, por ejemplo, nole gustan los paseos, como la mayorparte de los forofos. Tan sólo le atraenlas regatas, la competición. Y, en todocaso, prefiere los yates para podercorrer. El que tiene ahora lo sueleestirar al máximo, forzando la velocidada 70 nudos hasta que las turbinas noresisten más. En esto consistenbásicamente los paseos que hace poraguas mallorquinas: a llegar lo máspronto posible a las costas de SanConillera, con un viento en la cara que

no invita en absoluto a disfrutar del mar,para llegar, pararse brevemente y volveral puerto de Palma a toda pastilla.

Todos los años participa en la regataCopa del Rey a bordo del Bribón, yalgunos años su tripulación gana, comoen 1994, y le dan el trofeo a él para quela prensa pueda sacar bonitos titulares:«El Bribón del rey gana su propiacopa». Es un deporte para ricos, que sebasa fundamentalmente en tener un barcocaro, al cual también son aficionadosotros miembros de la familia real. Elpríncipe Felipe ha participado variasveces, a bordo de la Aifos de la Armadaespañola, y la infanta Cristina es

habitual en la tripulación de un veleroque hace publicidad de una conocidamarca de colonia (aunque también tieneun barco propio, de tipo familiar —condos camarotes, baño, cocina y salón —,adquirido en diciembre de 1997 alSalón Náutico de Barcelona por 26millones de pesetas). También participaocasionalmente, con su velero Fram, elrey Harald de Noruega, el primer noviode la reina Sofía, que suele seguir lasregatas a cierta distancia, cómodamenteinstalada en el yate Fortuna. A toda lafamilia la afición le viene, sin duda, deDon Juan, que, como marino de carrera,siempre sintió una gran atracción por la

vela, de la que pudo disfrutar al máximoen sus largos años de exilio portugués.

A sabiendas perfectamente de cómopodía hacerlo feliz, cuando el banqueroJuan March fue a ver a Don Juan aEstoril en marzo de 1946, le ofreció elbarco Saltillo para que disfrutara unpoco de la vida en familia. Era unvelero de dos palos, de 30 toneladas y26 metros de eslora, propiedad de PedroGalíndez Vallejo, que, gracias a lasgestiones de March, se lo dejó todos losveranos, con tripulación y con todos losgastos pagados. En la que sería suúltima travesía, en la primavera de1962, el Saltillo salió de la bahía de

Cascais rumbo al puerto griego deTurkolimans para asistir a la boda deJuan Carlos y Sofía, terminado deembellecer con velas nuevas de dacróque sustituían a las viejas de lona.Posteriormente, el conde de Barcelonalo devolvió, después de haber disfrutadodurante 17 años, cuando ya estaba parael desguace, y su legítimo propietario locedió a la Escuela Náutica de Bilbaopara que durmiera su último sueñoatracado en el puerto. El mismo año quese quedó sin el Saltillo, unos amigosregalaron a Don Juan un barco deregatas que había sido construido enDinamarca y que bautizaron como

Giraldilla. Pero, pasado un tiempo,llegaron a la conclusión de que era muypequeño para una persona tanimportante. Entonces un grupo demonárquicos se asociaron para haceruna colecta y comprar otro más grande.Al parecer, los dineros no llegaron yDon Juan acudió a Franco, y le dijo que,si no le ayudaba, el barco tendría quetraer bandera extranjera, puesto quematricularlo en España, para un hombrecomo él que vivía en el exilio, resultabaprohibitivo. Con un argumento de estaclase, el Caudillo no tuvo más remedioque resolverle el asunto. El nuevo barcose llamó Giralda, sin diminutivo.

Siempre muy apañado, el conde vendióel anterior, la Giraldilla, a unos amigos(Bernardo Arnoso, Manolo Lapique yRodolfo Bay), por 2.700.000 pesetas,que le fueron de gran ayuda parasufragar los gastos de la reciente bodade su hijo Juan Carlos.

Cuando en septiembre del año 2000el rey, acompañado por Fraga Iribarne,visitó el Real Club Náutico de Sanjenjo(Pontevedra) para la presentaciónoficial del equipo español de laSardinia Cup, se emocionó al ver quehabían trasladado el viejo veleroGiralda de su padre, que llevaba dosaños atracado en la Escuela Naval de

Marín. Aquel viaje por las costasgallegas no fue memorable sólo para él.También emocionó a los habitantes de laisla de Ons durante la visita real de 48horas, gracias a la cual pudierondisfrutar de suministro eléctrico durantedos días completos. En un principio, conla novedad, los vecinos sintieronextrañeza y curiosidad. El último díaque Juan Carlos estuvo con ellos,esperaron hasta las 2 de la madrugadapara ver qué pasaba. Pero 7 horasdespués de que el rey se hubiera ido,cortaron el suministro de nuevo. Antelas protestas, Medio Ambiente explicóque el regalo no había sido para los

isleños, sino para atender a lasnecesidades de seguridad de lasautoridades, siguiendo lasrecomendaciones de la Casa Real. DíezYañez, el conselleiro responsable, dijo:«No somos ni Fenosa, ni una compañíaeléctrica». Y es que la isla de Ons, a unahora en barco desde Bueu, tiene unas 80viviendas, cuyos habitantes sólodisfrutan de ocho horas diarias de luzeléctrica, y el resto del tiempo se las hande apañar con generadores privados,lámparas de gas o velas. Durante muchotiempo desearon que el monarcavolviera.

Del primer velero alpenúltimo yate

El primer barco que tuvo JuanCarlos, el Sirimiri, se lo trajeron losReyes Magos en 1947, el primer añoque pasó en Estoril. En realidad, comoel mismo Juan Carlos descubrió añosmás tarde, los reyes magos no existen yel pequeño crucero de regata, construidoaquel mismo año por Udondo, habíasido un regalo de los monárquicos deBilbao a Don Juan, que lo cedió a sushijos para que fueran aprendiendo anavegar y acostumbrándose a eso de

recibir regalos caros.Una vez adulto y ya coronado, en

1976, cuando empezó a veranear enaguas mallorquinas, Juan Carlos estrenósu primer Fortuna, que a duras penas erauna barcaza en comparación con losbarcos de otros ilustres veraneantes dela isla, como los magnates GiovanniAgnelli o Raul Gardini, y, sin duda, conel del rey Fahd de Arabia Saudí.Precisamente con este último el rey deEspaña ya había empezado a«intermediar» en negocios petroleros yotros asuntos; el saudí, que se dio cuentade que a Juan Carlos se le ponían losdientes largos cuando veía su barco, le

regaló el segundo Fortuna en el año1979. Había sido construido en EstadosUnidos y disponía de todos losadelantos técnicos del momento. Tanapañado como su padre, Juan Carlosvendió el primero a quien entonces erajefe de la Casa Real, el marqués deMondéjar. El regalo del rey Fahd nofiguró en la declaración de Hacienda,que ya en aquella época el monarcaempezaba a presentar como un españolmás, porque oficialmente el barco era detitularidad del Patrimonio Nacional, lainstitución que se hacía cargo demantenerlo. Este segundo Fortuna diomucho juego durante casi diez años,

pero en 1988 ya empezó a presentarpequeños problemas. El 13 de agosto,con Carlos de Inglaterra a bordo, cuandoviajaban de Maó a Palma, tuvo unaavería y tuvieron que remolcarlo dospesqueros. Aquello no daba una buenaimagen de la monarquía y a partir deentonces ya empezaron a pensar ensustituirlo. Pero, a falta de otro regalode Fahd, que entonces lo que quería eracobrar el famoso crédito de 100millones de dólares, la cosa seplanteaba difícil.

Entonces era ministro de DefensaNarcís Serra, y cuando el rey le hablódel asunto del barco, lo primero que se

le ocurrió fue la peregrina idea depagarlo con 1.000 millones de losfondos reservados. Pero aquelpensamiento no gustó y no prosperó. Lode los fondos reservados estaba bienpara los GAL, pero era necesario nomezclar las cosas. De todos modos, esemismo año el Patrimonio Nacionaldecidió vender el barco y construir otronuevo con cargo al Estado. Se llegaron aeditar folletines para la venta delFortuna, gestionada por una compañíabritánica, con un precio que se habíaestablecido en 900 millones de pesetas.El 19 de julio de 1989 Patrimonioadjudicó a los astilleros Mefasa

(Mecanización y Fabricación SA), lanaviera de Avilés propiedad de PacoSitges, amigo íntimo del rey, laconstrucción del nuevo yate,presupuestado oficialmente en 1.200millones de pesetas. Eran los añosdorados de Mefasa, que a la vez estabaconstruyendo el Alejandra, de MarioConde, en el mismo astillero que el delrey. El barco que se había proyectadopara la familia real era una embarcaciónde lujo, diseñada por el británico DonShead, el mejor del mundo, con un motorde 9.200 caballos y capaz de lograr 45nudos de velocidad. El mismo reyviajaba a menudo a Avilés para

supervisar la construcción y también lareina, encargada de elegir las tapicerías.

Pero cuando ya estaba prácticamenteacabado, en junio de 1991, la Casa Realanunció por sorpresa que renunciaba aadquirirlo. Nunca se pudo aclarar larazón, aunque circularon variasversiones. La oficial fue que, previendola crisis económica que se acercaba,ante los gastos fastuosos de la Expo 92 ylos Juegos Olímpicos de Barcelona,Juan Carlos renunciaba voluntariamenteal yate como un gesto de sobriedad.Según otra, se atribuía a SabinoFernández Campo, que ya era jefe de laCasa Real, la recomendación de

hacerlo, para mejorar la imagen deplacer y derroche que el monarca habíadado durante los últimos tiempos enMallorca, que el verano anterior habíasalido a la luz en algunos reportajesperiodísticos inusualmente críticos. Perohubo más versiones, que tambiénllegaron a las páginas de varios mediosde comunicación. En una terceraexplicación, se decía que Juan Carlos sehabía tenido que adaptar de mal grado aun presupuesto oficial apretado, que elbarco se le hacía pequeño antes deestrenarlo, y que había preferidoposponer la compra para una ocasiónmejor; es decir, aguantar con el viejo

hasta que se pudiera comprar el querealmente quería.

El cuarto relato completaba elanterior, e iba un poco más allá, ya queincorporara nuevos datos sobre unoscréditos blandos de Mario Conde aMefasa. El banquero, que en aquellosaños disfrutaba de la plena confianza yamistad del monarca, muy de mal gradodel jefe de la Casa del Rey, a quien nole cayó bien nunca, prácticamente habíacomprado los astilleros de FranciscoSitges en marzo de 1990. Y, segúnespeculaban algunos medios, a partir deentonces la construcción del barco delrey había pasado a tener una serie de

añadidos (en concreto unas turbinas queaumentarían la velocidad de laembarcación) que no estaban incluidosen el presupuesto, y que, sin embargo,no se reflejaban en las cuentas oficiales.Como aquello era muy irregular y lespodía estallar en las manos en cualquiermomento, la Casa del Rey obligó a quese renunciara al barco.

Según una quinta y última versión,simplificación y compendio de laanterior, Mario Conde habría queridoregalar el nuevo yate Fortuna al rey, conla intención de ganarse su amistad. Y elmonarca habría declinado elofrecimiento con cortesía. Fuera como

fuese, Patrimonio Nacional acabóvendiendo el barco nuevo en lugar delviejo, por 1.235 millones que sedestinaron al pabellón Real de la Expo ya las obras del Palacio Real y LaZarzuela. Lo compró una empresabritánica (Boxing Investments Limited),y lo rebautizó como Corona del Mar. Enprincipio se tenía que destinar a yate dealquiler para millonarios que sepudieran permitir pagar más de unmillón de pesetas diarias.

Pero, al parecer, inmediatamentepasó, casi desde el mismo astillero, alas manos de una adinerada gallega queresidía en Miami, viuda del propietario

de las conservas Pescanova. El viejoFortuna, que tras el episodio de la ventafallida todavía parecía más viejo a losojos del monarca, continuó teniendoaverías varios años. Fueronespecialmente escandalosas las deSemana Santa y el verano de 1995, conexplosiones de los motores y humaredasen el sistema propulsor. Pero fuereparado en los Estados Unidos, concargo al Patrimonio Nacional, y lafamilia real tuvo que ir tirando con elmismo barco un poco más.

El último «Fortuna»

Para el que sería el último yate delrey, por el momento, los planos (y losplanes) existieron mucho antes que eldinero necesario para pagarlo. JuanCarlos estaba dispuesto a hacerlo de supropio bolsillo sí hacía falta y en 1993empezó por encargar el diseño. Peroaquello no podía ser, entre otras cosasporque habría que explicar de dóndeprocedía el capital. Oficialmente, podíadecir que era herencia de Don Juan…Pero esto era imposible, porque aquellaherencia no era nada: un piso en Estorily un par de millones. Otra opción era

aceptar la oferta de una serie deempresarios mallorquines del sectorturístico, que se lo querían regalar,repitiendo el modelo de quienes habíanregalado palacios a su abuelo, para queveraneara en las zonas respectivas yfuese un reclamo para el turismo. Estaidea, que ya era vieja, había sidorechazada en su día taxativamente porSabino Fernández Campo, como jefe dela Casa Real, que entendía que aceptaresta clase de obsequios suponía unadeuda con los empresarios que elmonarca, como jefe de Estado, no podíaasumir. Pero una vez que Sabino salióde La Zarzuela, la alternativa volvió a

cobrar vida. Al parecer a Mario Condese le ocurrió pulir un poco las formas, ehizo que las aportaciones de losempresarios se canalizaran a través deuna tasa creada por ley por el Gobiernobalear; de este modo, el regalo tendríael aspecto de una «cesión pública»,como lo era el palacio de Marivent, laresidencia de la familia real en Palma,cedido por la Diputación provincial.Pero tras la pérdida de influencia deConde, a consecuencia de laintervención del Banesto, la idea fueretomada sin él de una manera bastantemarrullera.

En la primavera de 1996 diversos

medios de prensa empezaron a prepararel ambiente para el cambio de yate conla publicación de reportajes sobre elcalamitoso estado del Fortuna, cada vezmás propenso a tener averías en alta marabsolutamente impropias de la categoríadel rey de España. Las malas lenguasdicen que el capitán del barco, el inglésRichard Cross, que llegó a Españarecomendado por el ex-rey Constantinode Grecia, hermano de Sofía, tambiénhabía tenido bastante que ver con todosaquellos contratiempos tan oportunos,que acabaron de convencer a España deque le tenía que comprar un barco nuevoal rey. La gota que colmó el vaso fue la

avería, real o inventada, con elmatrimonio Clinton a bordo, mientrasestaban en Palma de Mallorca, visitarelámpago antes de acudir a la reunióncumbre de la Alianza Atlántica que setenía que celebrar en Madrid acontinuación. Renovados los votos delos empresarios turísticos de lacomunidad balear, los Escarrer y otrosconstituyeron la denominada FundaciónTurística y Cultural Isla de Baleares,que reunió a 26 socios con elcompromiso de que cada uno aportara100 millones de pesetas para el barcodel rey. En total, 2.600 millones, a loscuales se sumarían 460 más

provenientes de fondos públicos, ainiciativa del entonces Gobierno del PPen Mallorca. En una oscura operaciónque se ocultó a la opinión pública, peroque fue denunciada un tiempo despuéspor la oposición autonómica de IU, elentonces presidente, Jaume Matas, habíaobligado a las entidades de Fomento delTurismo de Mallorca, Menorca e Ibiza asubscribir acuerdos que contribuyeran apagar el barco, con unas cantidades quedespués les serían devueltas mediantesubvenciones del Ejecutivo regionaldurante los cuatro años siguientes. Contodo, la colecta de más de 3.000millones de pesetas se quedó corta, ante

un presupuesto disparado hacia una cifracasi cinco veces superior, tras dos añosde obras, cambios, remodelaciones ymás cambios. Como los empresarios deMallorca no habían previsto que elpresupuesto subiera tanto, tuvieron queacabar participando la mayor parte delos bancos y grandes empresas del país(Repsol y BBV, entre muchos otras).Los motores del nuevo barco fueronfinanciados, al parecer, por unasociedad instrumental de Aga Khan. Seconstruyó en los astilleros de Bazán, enCádiz. Esta vez no se recurrió a Mefasa,porque el presidente, el gran amigo delmonarca Paco Sitges, en aquellos

momentos se sentaba en el banquillo delos acusados del caso Banesto y no eracuestión de asociarlo con el nombre delmonarca.

El Fortuna III, estrenado finalmenteen verano del año 2000, tiene 41,3metros de eslora y una anchura de 9,2metros, todo ello multiplicado por lostres niveles de cubiertas. Para diseñarlono se ha utilizado tecnología niingeniería estatal. La empresanorteamericana L. Blount and Associatesha sido la encargada de este aspecto tanimportante y de controlar uno de losaspectos más cuidados del nuevo barcoreal: la velocidad. El casco del Fortuna

se ha tratado de una manera especialpara que las turbinas de la nave leproporcionen una velocidad de 70 nudos(alrededor de 130 km/h), cifra queenvidiaría cualquiera de las patrullerasde la Guardia Civil o del servicio deVigilancia Aduanera a la hora deperseguir narcotraficantes, y que nimucho menos puede lograr el másmoderno de los barcos de la Armadaque la habrán de escoltar. El reto de laseguridad es precisamente el que máspreocupó a la Policía, la Guardia Civily la seguridad del Ministerio de Defensadurante el tiempo en que se construía.Antes de que empezaran las

operaciones, el personal de Bazán quese había de ocupar de la obra fueseleccionado minuciosamente y todoobrero sospechoso de posicionespolíticamente incorrectas fue destinadoa tareas menos prestigiosas. La obsesiónpor la seguridad llegó hasta tal punto,que cotidianamente el personal de laCasa Real controlaba a los obreros queaccedían a la embarcación para trabajar,y registraban las cajas de herramientas,las partidas de piezas e, inclusomediante un circuito cerrado detelevisión, los alrededores del hangardonde se construía el barco. Lo que enprincipio fue considerado un privilegio

por los trabajadores del astillero, serlos encargados de construir un barco deélite que podría atraer a posterioresarmadores y de este modo combatir laprecariedad económica de la factoría,poco a poco provocó un gran malestaren la plantilla. Los continuos cambios deopinión del rey y la reina causaronretrasos y estorbos en un trabajo que seha prolongado dos añosinnecesariamente. Por ejemplo, todo elsistema de conducción del agua, que enprincipio era de acero inoxidable, setuvo que cambiar por decisión real aPVC y, después, se volvió a la ideaoriginaria. También se cambió varias

veces la moqueta que cubre el suelo,diseñada y proporcionada igual quetodos los elementos estéticos(incluyendo las fundas de los colchones,bordadas con escudos reales), por lafirma italiana de llantas Celeste. No sehan escatimado ni lujos ni tecnología.Los pasamanos de las barandillas decubierta son de titanio y están valoradosen más de 9 millones de pesetas. Todoel barco está insonorizado, los vidriosson blindados y dispone, además, devarias cámaras de televisión, dos deellas submarinas, que permiten controlara distancia todo lo que se acerque. Apartir de la colocación del primer

tornillo, todas las piezas que se fueronincorporando han sido rigurosamentepesadas por un operario de altacualificación, de manera que en cadamomento los encargados de la seguridadreal sabían el peso de la embarcación.De este modo se podía descartar que seincorporaran elementos no deseados. Loque hasta ahora no ha trascendido escómo calibrarán los expertos delservicio de inteligencia el peso de lasalgas, el plancton y otros elementosmarinos que se adhieren diariamente atoda embarcación flotante.

CAPÍTULO 16

DE AMORES Y OTRAS BATALLAS

Siguiendo la tradición de losBorbones

Allá cada cual con sus aventuras,que el propósito de este libro no esmoralizar en cuestiones de cama. Pero lahistoria de los amores de Juan Carlostodavía es más larga y compleja que lade sus barcos. En el capítulo 6 ya hemosvisto la primera parte de los que sepodrían considerar «romances» dejuventud —dicho de manera fina —,poco antes del matrimonio con laprincesa Sofía de Grecia. Ahoraveremos la segunda parte, que se

corresponde con la etapa de casado.Aun cuando, insistía, lo que interesa noes en absoluto repasar su vida privadacon espíritu de escándalo de prensa rosa(en su caso, azul). Es una revisión de lahipocresía con que se incumplen algunasnormas esenciales de la monarquía. Losfundamentos monárquicos incluso hanllegado al diccionario, invadiendoacepciones de términos como«bastardo», «morganático»… Y de estotienen que responder. Se agradecería,por ejemplo, la sinceridad a la hora deasumir responsabilidades con respecto alos hijos. Aunque Juan Carlos no se hayaquerido pronunciar respecto a su

presunta hija ilegítima con Olghina deRobiland, al fin y al cabo estáperfectamente asumido que en las casasreales haya algún hijo bastardo. Elmismo Don Juan, por ejemplo, no tuvodemasiados problemas en reconocerpúblicamente un secreto de dominiopúblico, al invitar a su hermanoilegítimo cuando cumplió 80 años,celebrados en el Pardo, Leandro Ruiz deMoraga, que con propiedad se habría dellamar Leandro Borbón Ruiz, que erahijo de Alfonso XIII y una actriz deteatro, Carmen Ruiz Moraga, de la cualel monarca había sido amante duranteaños; era, por lo tanto, tío del rey Juan

Carlos I.Al margen de esto, el pueblo

español ha demostrado suficientes vecesque no se escandaliza de la legendariapromiscuidad que a lo largo de lossiglos ha caracterizado, como si fuera unmal genético, tanto a los representantesmasculinos como a los femeninos de losBorbones. Carlos III ya advertía a suhijo, el futuro Carlos IV: «Hijo mío, lasprincesas también pueden ser putas».

Precisamente a la que sería suesposa, su prima María Luisa deBorbón, «mujer que buscaba a losgallardos guardias recién llegados parasatisfacer sus apetitos», se le atribuyó

una larga lista de amantes, en la quefiguraron, entre muchos otros, ManuelGodoy, el conde de Teba y Agustín deLancaster. El hijo y sucesor de CarlosIV, Fernando VII, también fue famosopor sus «muchos y desordenadosapetitos», aunque no le gustabasolazarse con las damas de la corte yprefería salir disfrazado por la noche encompañía del duque de Alagó, «siendolas hembras con quienes el amanoladomonarca gustaba de platicar y juntarsemozas de rompe y rasga, de muchotrapío y poco señorío, que en los barriosbajos gozaban de renombre», segúncuentan las crónicas de la época. La

vida adúltera de su hija y sucesora altrono, Isabel II, también fue tema delavadero para todo el mundo, y estáprobado que los rumores no se debíansiempre a la maledicencia. Alfonso XIItambién salía muchas veces de palacio,acompañado del inseparable duque deSesto, a recorrer burdeles. Y dejó ellegado de su fogosidad a Alfonso XIII,que, al poco tiempo de haber empezadoa reinar, apareció en los papeles, en unsemanario parisiense, por los primerospasos de una relación amorosa con unasoprano llamada Genoveva Vix. El casode Juan Carlos no hace sino continuaruna tradición familiar.

Resulta prácticamente imposiblepresentar una nómina completa de lasdistinguidas por los favores reales. Taly como explican las personas máspróximas, como las ocasiones deconocer gente que tiene el monarca sonmás bien escasas, suele quedardeslumbrado por las mujeres que ve entelevisión y, cuando esto sucede, solicitaa mediadores que se las presenten. Estode ser rey parece que, por lo general,funciona bastante bien, y el éxito de laoperación suele estar asegurado. Susaventuras, casi siempre pocoexclusivistas, suelen durar poco tiempo.O bien se mantienen durante años pero

de manera intermitente, intercalándoselas unas con las otras. Fueron frecuentesdesde los primeros años de casado, peroel ímpetu sexual del monarca nodisminuyó con los años y continuó enplena madurez, y todavía hoy, aunque yatenga edad de disfrutar de una plácidajubilación.

Preocupado por mantener una buenaimagen, a partir de los 50 años empezó atapar su incipiente calvicie con dospequeños postizos intercambiables quele cubrían la tonsura, y se sometió avarios tratamientos de rejuvenecimientoy embellecimiento (sobre todo, paraarreglar unos dientes incisivos

superiores demasiado pequeños queentenebrecían su sonrisa), combinadoscon ejercicio físico para mantenerse enforma.

El resultado global de todo esto lopudo comprobar casi todo el mundo,cuando el 20 de mayo de 1995 la revistaitaliana Novel 2000 publicaba las fotosdel rey desnudo sobre la cubierta delyate Fortuna, cuando tenía 57 años, «enespléndida soledad». Las instantáneas sehabían tomado, según la revista, tras laboda de la infanta Elena (en marzo de1995), cuando el monarca se relajabadel trasiego cotidiano en el mar despuésde habérselo quitado todo menos la

gorra; aunque, según otras fuentes, eranmás antiguas (de 1989, concretamente).Los paparazzi ya habían pillado antes aunos cuantos príncipes herederos (entreotros, Alberto de Mónaco), pero nuncaantes ni después a un rey coronado. Ycomo demostraba un bronceadouniforme, estaba habituado a hacerlo,aunque a la Casa Real le faltó tiempopara decir que era «por prescripciónfacultativa» para exponer al sol lascicatrices de la intervención quirúrgicaque en 1985 le había extirpado parte deltestículo izquierdo como consecuenciade un golpe. De todos modos, en lasimágenes no se veía tan detalladamente.

Más bien se ofrecían con bastantepudor, y a mucha distancia, «las realesrotundidades a los besos del sol», comodecía el texto del reportaje.

Y pese a que el semanario atizaba elmorbo anunciando que Juan Carlosmostraba «las joyas más escondidas dela Corona española» cuando maniobrabapara cambiar de postura, los másmirones no pudieron satisfacer sucuriosidad para comprobar si, tambiénen este aspecto, don Juan Carlos eracomparable a su antepasado FernandoVII, llamado el Deseado, que, como sesabe, «asustaba a sus cónyuges con eldesproporcionado volumen de sus

atributos». En España no se pudieronver las fotos porque la misma agenciaque las vendió en Italia a Novel 2000las cedió por una abundante cantidad aun semanario que prefirió guardarse laexclusiva en un cajón, vaya usted asaber por qué.

Pero el tema trascendió de todosmodos y hubo reacciones para todos losgustos. Algunos entusiastasjuancarlistas, guiados más por laimaginación que por la comprobación delo que la revista italiana habíapublicado realmente, escribieroncomentarios halagadores sobre elmiembro viril de nuestro rey. Antonio

Burgos, por ejemplo, se dejó llevar ydijo: «Con estas fotos hemos podidocomprobar, así, fehacientemente, quedon Juan Carlos tiene la entrepierna tanbien amueblada como demostró el 23-F». Francisco Umbral exclamaba en unacolumna suya: «¡Albricias con eldesnudo real! El Rey ha demostradotener el mandato condicional». Y hastael ultraconservador Jaime Campmanyrecitaba en la Cope: «Dicen que el Reyen las fotos / sale con muy buena cara, /y tres palmos más abajo / lo que vieneda la talla […] así que al ver la bandera/ que el Fortuna quita izada / salió de laespuma Venus / exclamando: ¡Viva

España!»Pero dejémonos de frivolidades,

porque la entrepierna y las amantes delrey sólo interesan en este libro enrelación con la vida política del país,que ahí es nada. Por un lado, porque lafalta de discreción real ha podido llevaralguna vez secretos de Estado, ocultoscon mucho cuidado a la opinión pública,al dormitorio de las amantes que,además, tuvieron la precaución de dejarconstancia de los detalles en cintas devídeo o de cassette. Por otro lado, en unplano más general, por los episodios decensura ilegal, por diferentesmecanismos, que han rodeado a las

aventuras del monarca, y que pongan derelieve la clase de democracia que lamonarquía nos quiere ofrecer.

Una esposa «profesional»

Si Sofía no sabía cómo era JuanCarlos antes de casarse —cosaimprobable, porque seguro que la famalo precedía, y más en la etapadesmesurada de «chungas», «gabrielas»y «olghinas», incluyendo escándalos depaternidades no deseadas, justo antes dela boda —, enseguida tuvo laoportunidad de descubrirlo. Como yahemos comentado, no hacía ni un añoque se habían casado cuando elParlamento griego empezó a preguntarsesi había hecho un buen negocio con ladote de la princesa, ante lo que se

anunciaba como una separacióninminente. Pero Sofía siempre fue, comodice de ella el rey, en una expresión quea ella no le gusta porque suena a otracosa, una «gran profesional». Esto era loque le gustaba a Franco de la princesa:que se lo tragaba todo, con unsufrimiento silencioso, como una reina,educada para soportar cualquiersacrificio por razones de Estado. Yademás, sabía estar en las audienciasprivadas del rey con sus colaboradores,e incluso meter baza para apoyar lasdecisiones más militarotas que JuanCarlos haya tomado nunca, sobre todoen la etapa de Alfonso Armada, con

quien Sofía supo conectar tan bien, en laSecretaría de La Zarzuela.

Llevaba la realeza en la sangre. Hijade rey y hermana de rey, en su árbolgenealógico hay dos emperadoresalemanes, ocho reyes de Dinamarca,cinco reyes de Suecia, siete zares deRusia, un rey y una reina de Noruega,una reina de Inglaterra y cinco reyes deGrecia. La monarquía, sea cual sea, essu verdadera patria. Y, además, siemprese ha sentido un poco extranjera, inclusoen su propio país de origen. En elpalacio real ateniense nunca se hablógriego. Sofía aprendió el alemán comoprimera lengua y el inglés como

segunda. Y sólo en tercer lugar, elgriego. Ahora bien, España no es un paísque le guste especialmente y cuandoquiere estar a gusto, coge un billete deIberia, su paquete de sandwichesvegetales preparados en La Zarzuela,porque no le gusta la comida de avión, yse va a Londres, donde se siente muchomás cómoda. Con el tiempo, la parejareal se avino a una relación pocoruidosa, formal y «profesional» para lascosas importantes. En un viaje oficialque hicieron a Chile, en octubre de1990, un diario local (el FortínMapocho) dedicó la portada a destacarque les habían tenido que reservar dos

habitaciones diferentes en el HotelCrown Plaza de Santiago en el que sealojaban: «Los reyes harán tuto (sic)camas separadas», decía el titular. Aquítambién se ha publicado que, desde haceaños, en La Zarzuela disponen deaposentos bastante alejados el uno delotro. Ella duerme en la segunda planta, yél en un apartamento en la primera. Porno compartir, ni siquiera compartenaficiones, y mucho menos con respecto ala música. Juan Carlos, al parecer,disfruta de las rancheras y de la canciónitaliana marchosa al estilo de RafaellaCarrá, o la latina de Paloma SanBasilio; mientras que a ella le gusta la

música clásica, sobre todo cuando elintérprete es de peso. Siempre habíasentido una especial debilidad porRostropovic, que, a sabiendas delaprecio que le tiene la reina, siempreque pasaba de gira por Madrid, cumplíacomo un rito el homenaje privado deofrecerle, al final del concierto, lapartitura para violoncelo en sí menor deDvorak. Una vez, Sofía llegó ainterrumpir un viaje oficial a California(EEUU), para asistir a una lecciónmagistral que el maestro daba en lacapital del Estado español. Un aviónespecial de Los Angeles fue a recogerla,mientras el rey se quedaba en su sitio

continuando la visita.Con todo, aunque el pacto de la

prensa siempre vistió al matrimonio dearmonía, y ellos interpretaron el papelde cónyuges felices con discreción, a lolargo de los ya cerca de 40 años dematrimonio la tormenta ha estallado unascuantas veces. Sofía ha declarado algunavez que no recuerda que él le hubieradicho nunca «te quiero». La primerabronca conocida de Juan Carlos y Sofíatuvo lugar al cabo de pocos meses de lacoronación, a comienzos de 1976. Enaquella ocasión la cosa trascendióporque a Sofía se le ocurrió coger a losniños e irse con bastante ajetreo a

Madrás (India), donde en aquelmomento residían su madre, la ex-reinaFederica, y su hermana Irene. El viaje sejustificó oficialmente por motivos desalud de Federica. Otra fuga sonada dela reina se produjo en vísperas de suaniversario de boda, el 14 de mayo de1991, cuando se fue a los Andesbolivianos con su prima TatianaRadziwill, que precisamente había sidodama de honor en la boda.

La prensa publicó una foto en la quese la veía cabalgando en una mula. Perosería difícil, casi imposible, intentarenlazar estos sucesos con lo que se sabede las relaciones extramatrimoniales de

Juan Carlos en cada uno de estosmomentos históricos. En la listainacabable se cruzan las unas con lasotras. Al parecer, a finales de los setentay principios de los ochenta, tuvo unaaventura con una conocida vedette deTotana (Murcia), que le habíapresentado el entonces presidenteAdolfo Suárez.

Pero también, simultáneamente oalternándolas, con otra rubia famosa,procedente de Italia, que entoncestriunfaba en la televisión española.Después vino, en los primeros ochenta,el flirteo con una popular cantanteespañola, a quien iba a visitar en moto a

su casa, en Majadahonda, cerca deMadrid. Pero con la de Totana no habíaroto del todo, y retomó la relación acomienzos de los noventa, época en querompieron definitivamente, cosa queprovocó una violenta reacción por partede la vedette.

Poco antes de aquella ruptura, el reyinauguró otra relación con unadecoradora catalana, que duró variosaños y, al parecer, fue más seria que lasotras. Aunque al mismo tiempo, en otroslíos amorosos suyos, tuvo un breveencuentro con una periodista extranjera,que iba a La Zarzuela y se sentabaencima de la mesa tan vivaracha y con

unas minifaldas tan cortas, que la reinase irritó hasta el punto de marcharse enmedio de una entrevista que la familiareal había concedido a la intrépidareportera.

En medio de todo este sacramental,en 1992 se desencadenó la crisismatrimonial que estuvo a punto detraspasar el ámbito familiar paraconvertirse en una cuestión de Estado.Se ha escrito mucho sobre la supuestaconjura para derribar a Juan Carlos yobligarlo a abdicar en favor de su hijo,el príncipe heredero Felipe. Y nofaltaron veladas alusiones a que el jefede la Casa Real, Sabino Fernández

Campo, en connivencia con la reinaSofía, apoyaba la idea. A Sabino,algunas personas —Mario Condefundamentalmente, pero no sólo él— leacusaron explícitamente de filtrarinformación comprometida a la prensapara dinamitar la imagen pública delrey. De la reina no se dijo tanto, pero síque estaba a punto de hacerle perder lapaciencia, aunque lejos de la historia deun ataque de nervios. Sofía mantenía lasuficiente frialdad para no olvidar losdeberes del Estado y sustituir almonarca en actos oficiales como laapertura de la reunión de la CumbreIberoamericana de Guadalupe, Cáceres,

mientras la prensa publicaba que él sedivertía de vacaciones en Suiza. Ytambién para ocuparse de gestiones tandelicadas como la censura del diarioClaro, que el mes de agosto pretendíapublicar cómo ella misma habíafrustrado el noviazgo de Isabel Sartoriuscon el príncipe Felipe, al enterarse deque un hermano de la joven había estadodetenido en Argentina por consumo decocaína, y que la madre de los dos habíasido investigada en relación con elnarcotráfico por el juez de la AudienciaNacional Carlos Bueren. El tema de laconjura todavía continuó varios añospor otras razones (al margen del entorno

de La Zarzuela, con José María Ansónde protagonista), antes de deshincharsedefinitivamente. Por ahora es un tematabú del cual ni los más atrevidos osandecir nada. Fuera como fuese, JuanCarlos y Sofía tuvieron la oportunidadde rehacer su imagen llorando juntos enlos entierros y en contadas aparicionespúblicas en que se los veía cogidos delbrazo.

Fantasmas del pasado

Corría el año 1986 cuando ciertosfantasmas del pasado vinieron a sitiar alrey nuevamente. La relación amorosacon la condesa italiana Olghina deRobiland ya hacía muchos años que sehabía acabado, pero este año, al parecerabrumada por problemas económicos,Olghina reapareció. Ahora bien, no fue aver el monarca, que se sepa, sino aJaime Peñafiel, ex-director de la revistaHola, reportero especializado en lafamilia real para viajes oficiales y otrossaraos y, en aquellos momentos, que eralo que interesaba a la Robiland, director

d e La Revista, una nueva publicaciónque luchaba por hacerse sitio en laprensa del corazón. Olghina tenía paravender una serie de 47 cartas delmonarca escritas de puño y letra,fechadas entre los años 1956 y 1960.Decía que lo importante era queaquellos documentos no se perdieranpara la historia, que el pueblo españoltenía derecho a conocer una de lasfacetas más tiernas y encantadoras de sumonarca. Según la descripción dePeñafiel, que no fue precisamentepiadoso con ella, la condesa ya teníasesenta años largos y era, a estas alturasde la vida, «poco agraciada físicamente,

de aspecto desaliñado y con una miopíaque la obligaba a utilizar gafas comoculos de vasos». Le costaba imaginarqué era lo que su rey podía haber vistoen ella, pero por las cartas no habíaninguna duda.

Cuando el periodista recibió laoferta, se puso en contacto con SabinoFernández Campo, que estaba en Oviedoy volvió pitando a Madrid para ver quécontenían aquellas cartas. Sabino yPeñafiel ya habían tenido algunoscontactos anteriormente, porque elsecretario de la Casa Real se ocupabapersonalmente de tratar con losperiodistas, sobre todo para negociar

qué clase de cosas se podían publicarsobre el rey, y cuáles otras resultabandel todo inconvenientes. Y Sabino, trasleer las cartas, llegó a la conclusión deque aquélla era una de las cosas que nose podían publicar de ninguna manera.Cuando informó a Juan Carlos, queconfirmó la autenticidad de losdocumentos y de la historia queexplicaba la condesa, Sabino pidió aPeñafiel que las comprara, pagando loque pedía, 8 millones. Pero no parapublicarlas, sino para hacerlasdesaparecer del mapa. Aunque, claroestá, esto último no lo debía contar a lacondesa. Siempre dispuesto a hacer un

servicio a la patria, Peñafiel cerró eltrato con la Robiland 24 horas después,en el apartamento del mismo Sabino enel Centro Colón. Pero, naturalmente, elpatriotismo de Peñafiel no llegaba alextremo de querer hacerse cargo de losgastos de la operación. El dinero, enfajos de billetes de cinco mil pesetas,los había sido entregado previamente alperiodista por Prado y Colón deCarvajal. En cuanto cobró, Olghina sefue a Roma con los dineros en la maletay Peñafiel envió las cartas a LaZarzuela. Sin embargo, la ex-amante delrey se sintió frustrada porque las cartasno salieron a la luz; así, pues, poco

después las volvió a vender (esta vez,las fotocopias que había hecho antes deltrato con Peñafiel) a la revista italianaOggi, que publicó una serie de cuatrocapítulos sobre el tema, añadiendofotografías de la hija que supuestamentehabía tenido con el entonces príncipe, yhacía constar otros documentos a los quehabía tenido acceso la revista, como undiario íntimo de Olghina y un chequefirmado por Juan Carlos por unacantidad indeterminada de dinero, auncuando no especificaba mucho mássobre el asunto. Pero parece que esto nola contentó lo suficiente, y la condesa deRobiland, poco después, en 1991,

publicó un libro de memorias, que setituló Sangue blue, en el que todavía ibaun poco más allá con respecto a losdetalles de la aventura con «donJuanito».

Marta y los decretos falsos

Aparte de las supuestas maniobras,nunca probadas, para impulsar larenuncia de Juan Carlos al trono, aquelaño 1992 —de triste recuerdo para lareina— dejó el nombre propio de MartaGayá grabado en las páginas impresasde varios medios de comunicación, quepor primera vez hablaron de una amantedel rey con una tranquilidad inusitada,cosa que provocó otros turbulenciaspolíticas de alcance diverso. Tras 30años de matrimonio y una lista deamantes a la cual nadie se aventura aponer cifras, el rey perdió la cabeza por

la catalana Marta Gayá, reputadadecoradora, divorciada de un importanteempresario productor de galletas dequien tiene un hijo, alta y esbelta, deojos verdes, siete años más joven que elrey y residente en la isla de Mallorcatodo el año, en un lujoso chalé en LaMola, península para ricos y famosos.Se conocieron en 1990,aproximadamente, y pasaron juntosmuchos fines de semana y otros períodosno vacacionales en que el monarcaempezó a descuidar las obligacionesfamiliares e, incluso, las oficiales. En unprincipio sus encuentros eran protegidoscon gran cautela, pero el enganche que

tenían el uno por el otro se volvió tanintenso que el secreto duró poco. Sofíafue de las primeras personas enenterarse el viernes 29 de junio de 1990,en una cena que ofrecía el rey, en elBeach Club de Mallorca en honor deKarim Aga Khan y de Alberto deMónaco, con ocasión de las regatas dela Copa del Rey. Asistían al conviteunos 200 comensales, y cuando todosestaban ya sentados, como manda elprotocolo, llegaron el rey, la reina y susinvitados ilustres. Pero todavía habíauna mesa vacía. Cuando estaban casi alos postres, se presentarondescortésmente tarde José Luis de

Villalonga, Marta Gayá y el príncipeTchokotua con su mujer, Marieta Salas.En lugar de enfadarse, el rey se levantóde la silla y fue a saludarlesefusivamente, cosa que humilló a lareina. Los presentes comentaron queaquello había de estar previsto, y queera una clase de prueba del amor deJuan Carlos, quizás para hacer más omenos pública la relación con MartaGayá. Porque no se podía explicar deotro modo la falta de delicadeza quehabía mostrado con la reina.

Por cierto, ésta fue la etapa en la queel rey decidió que Villalonga fuera su«biógrafo autorizado», aunque el

escritor Baltasar Porcel ya tenía decenasde horas de conversación grabadas conel mismo propósito. El monarcainterrumpió inesperadamente lasconversaciones en La Zarzuela conPorcel y le pidió las cintas sindemasiadas explicaciones. Pero laaventura con Marta Gayá empezó a serun problema más tarde. En primer lugar,porque las relaciones del monarcasiempre habían sido más breves eintermitentes, y ésta empezaba a durardemasiado. Marta, una profesional seria,una señora respetable, no se prestabafácilmente a una aventura pasajera. Larelación parecía una cosa formal, y

podía poner en peligro incluso laestabilidad del matrimonio real en unmomento difícil a la edad de JuanCarlos, la cincuentena. Pero, sobre todo,se convirtió en un conflicto serio cuandolas escapadas del rey empezaron a tenerconsecuencias políticas. Lasturbulencias se iniciaron gracias aFelipe González, cuando el 18 de junioun periodista de El País le preguntó síhabía consultado con el rey elnombramiento del ministro quesustituiría en Asuntos Exteriores aFrancisco Fernández Ordóñez, tras lamuerte de éste, y el presidente lecontestó: «No he podido hacerlo porque

el rey no está». Pero no había ningúnviaje previsto en la agenda. El Paíspublicó entonces que el monarca estabaen Suiza para someterse a un chequeorutinario, pero Fernández Campodesmintió la noticia al día siguiente enla radio, y dijo literalmente sobre elviaje: «Bueno, lo que yo creo y lo quese me ha dicho es que está descansando,un pequeño descanso, descanso demontaña que le viene muy bien». Laexpresión «lo que se me ha dicho»desveló suspicacias de toda clase.Sabino habló por teléfono con el reypara que volviera a España a la mayorbrevedad posible. Juan Carlos volvió

apresuradamente el sábado 20 de juniopor la mañana. Despachó con FelipeGonzález antes del mediodía y comió enprivado con el presidente de Sudáfrica,Fredierik De Klerk, que estaba enMadrid de visita oficial. Pero, aunque seperdía la celebración familiar del últimoaniversario de Don Juan, que cumplía 69años, por la tarde ya estaba de nuevo enSuiza, en una localidad próxima a Saint-Moritz. La reina fue sola a cenar a laresidencia del conde de Barcelona enPuerta de Hierro, y al día siguientepresidió, sustituyendo al monarca, laapertura de la Cumbre Iberoamericana.En suma, el rey fue a Suiza del 15 al 23

de junio, víspera de su santo, quetampoco contó con la tradicionalcelebración en el Campo del Moro. Elrey no estaba por la labor. Ni siquierafue a la tradicional reunión de laAsociación de la Prensa. Y, encima, elpríncipe Felipe tampoco aparecía porninguna parte. Según la explicaciónoficial, se estaba entrenando con elequipo olímpico de vela, pese a queotros relacionaban su ausencia con elgran disgusto que le había provocado laruptura con Isabel Sartorius.

Y la polémica no se detuvo. Por elcontrario, unos cuantos días después ElMundo destacó que, como consecuencia

de la escapada, se había incurrido en unpresunto delito de falsificación dedocumento público. En efecto, según elBOE el rey había firmado una ley enMadrid (la sanción real de la ley decreación de la Universidad de La Rioja)el día que estuvo en Suiza (el 18 dejunio).

«O el lugar es falso, o la fecha esfalsa o la firma es falsa», afirmaba ElMundo. Y además advertía que, aunqueel rey no está sujeto a responsabilidadsegún la Constitución, el presunto delitose correspondía, atendiendo al CódigoPenal, con una pena de entre 6 y 12 añosde prisión mayor. El columnista Javier

Ortiz daba el golpe de gracia: «Lomismo va la gente y se cabrea, y le damiedo pensar que tal vez un presidentede la República podría salirle máseconómico. No sería la primera vez queeste país hiciera, por así decirlo,Borbón y cuenta nueva». Cuando parecíaque ya todo se había calmado, en agostola revista francesa Point de Vuepublicaba la historia del rey con MartaGayá. A raíz de lo que había publicadoel diario español, Point de Vue habíatelefoneado a la clínica en la que el reyhabía estado supuestamente descansandoen Suiza y les colgaron el teléfonoapresuradamente. Estirando el hilo del

secreto que se quería guardar, citaronfuentes próximas al monarca (delpersonal de La Zarzuela) para hablar, enconcreto, de Marta Gayá comoexplicación del misterio; y tambiénhacían referencia al asunto del príncipecon Sartorius, que «envenena desde hacetres años la atmósfera madrileña». Aldía siguiente, lo reproducía El Mundoen una nota de portada, ampliada conmás información en el interior. La nuevatormenta política esta vez se centró en lapreocupación por descubrir la fuenteque había filtrado la historia a la prensa.La cosa se iba enredando, y se citaban yse culpabilizaban unos a otros.

La primera en publicar algo, muysolapadamente, sobre el amormallorquín del rey, había sido la revistaTribuna en 1990; el empujón siguientelo habían dado Felipe González y ElPaís en junio de 1992 y El Mundo sehabía hecho eco de la polémica; Pointde Vue había tirado del hilo, y lahistoria había rebotado de nuevo en elMundo, y después otra vez en Tribuna…En medio de todo este lío, y con lamayor rapidez posible, El Mundoeliminó la nota de la primera página enla segunda edición, y también suprimióalgunos párrafos de la información delinterior, lo que suavizaba y matizaba sus

comentarios. Por ejemplo, la referenciade que Point de Vue era «la revistasobre la realeza más prestigiosa deEuropa» se convirtió en algo másdiscreto: «La revista monárquicafrancesa». Pero Pedro J. Ramírez no selibraría así como así de laresponsabilidad. De pronto y porsorpresa, el 19 de agosto, Diario 16difundió en su portada que el culpablede las filtraciones había sido MarioConde. Y el rey habló personalmentecon el banquero, que dijo que no teníanada que ver. El rey también telefoneó asu amigo Giovanni Agnelli, presidentede Fiat y máximo accionista del grupo

Rizzoli, propietario de la revista Oggi ydel 45% del accionariado de El Mundo.Y Agnelli habló con el presidente deRizzoli, y éste con Unidad Editorial,matriz empresarial del diario El Mundo,pidiendo la cabeza de Pedro J.. Eldirector del diario madrileño salvó lapiel de milagro, en una comida deconciliación entre Conde y el rey, en laque el mismo Pedro J. llegó cuandoestaban a los postres, el 12 deseptiembre de 1992. Para que la CasaReal le perdonara, Pedro J. Ramírez, ainstancias de Mario Conde, se vioobligado a asegurar que en realidadquien había filtrado la información había

sido Sabino Fernández Campo, cosa quedespués sirvió a Conde para insistir enrecomendar al rey que lo cesara delcargo. Conde también pudo evitar quelos socios italianos vendieran supaquete de acciones y abandonaran ElMundo. Y todo quedó solucionado,aunque nada se aclaró, porque después,el 24 de septiembre, la revista italianaOggi todavía volvió a publicar uncompleto reportaje en el que explicabaotra vez toda la historia de Marta Gayá:«El rey de los juegos olímpicos essorprendido en fuera de juego». Citaba aPoint de Vue y adornaba el texto connumerosos comentarios críticos, sobre

un monarca que estaba siendo «pocoreflexivo», «menos diligente en susobligaciones», «tan enamorado queparece un niño», etc. Está claro que laprensa extranjera no se rige por lasmismas normas. Aquí, los artículos deEl Mundo sobre el rey no aparecieronen el suplemento resumen de losprincipales temas publicados en loscinco primeros años de vida del diarioy, desde luego, la aventura de publicarinsensateces sobre el monarca no serepitió nunca jamás. Tribuna, a su vez,sustituyó al director, Julián Lago, porFernando García Romanillos, queentendió que los temas de la Casa Real

no hacían incrementar el número delectores y, en cambio, le hacían perderpublicidad. Y Sabino Fernández Camposalió por la puerta falsa de La Zarzuelamuy poco después.

Historia de un chantaje

Bárbara Rey, reapareciendo comoOlghina de un pasado esta vez no tanlejano, en 1997 protagonizó otro de losepisodios más oscuros en la complicadatrama de las aventuras amorosas del rey.La historia ya se ha publicado, divididaen diferentes partes, en libros y revistasdiversos. Si bien todos los autores,atendiendo a las dificultades de un temadel cual en España sencillamente esmejor no hablar, han preferido noidentificar a la vez a los dosprotagonistas: o bien se hablaba de «elrey y la vedette », o bien de «Bárbara

Rey y una alta personalidad del Estado».Una precaución que no hace sino poneren evidencia la escasez de libertades enque nos vemos obligados a movernos, yla hipocresía de un poder que establecenormas ridículas de censura encubiertaque no engañan a nadie. Aun cuando seavox populi y, sin duda, todos los mediosde comunicación dispongan deinformación sobrada, llena de pruebas ytestigos, no por ello se publica. Lahistoria de Bárbara Rey con el monarcacomenzó en los primeros tiempos de laTransición. Se hicieron «amigos» pormedio de Adolfo Suárez, en una etapa enque la vedette apoyaba al líder de UCD

como mejor sabía (pidiendo el voto parala formación política en las campañaselectorales). A Juan Carlos siempre lehabían gustado las mujeres de rompe yrasga y, al parecer, aparte de sus largaspiernas, disfrutaba especialmente de lasdelicias culinarias que la valenciana lepreparaba en la barbacoa de su chalé.

La relación había continuado demanera intermitente a lo largo de losaños, hasta que un buen día, el mes dejunio de 1994, el rey, con frasesamables, le hizo saber que la historiahabía acabado. Pero Bárbara no estabadispuesta a pasar página tan fácilmente.Para lo cual disponía de todo un arsenal

de grabaciones, filmaciones yfotografías obtenidas en variosencuentros. Por alguna razóndesconocida, la vedette siempre habíatenido la afición de dejar constancia delas conversaciones privadas con susparejas. En la televisión, una vez (aprimeros de marzo del año 2000, en elprograma en directo CrónicasMarcianas), ya salió en antena lagrabación de una discusión entre ella ysu ex-marido, Ángel Cristo, que su hijaSofía puso vía telefónica a lostelespectadores. La intención de SofíaCristo era hacer quedar mal a su padre,que en la cinta, sin que se supiera a

santo de qué, insultaba a Bárbaradiciéndole a grito pelado que era unaputa. Pero consiguió el efecto contrariocuando el domador de tigres endecadencia, presente en el plató, soltóun lastimoso «Si esta señora ha sidocapaz de chantajear a uno de loshombres más importantes de nuestropaís, cómo no va a tratar de destruir a unpobre y humilde hombre de circo comoyo».

Al parecer, la discreción no es unode los dones de Juan Carlos, y con suamante hablaba sin tapujos de todos susproblemas, incluyendo aspectos íntimossobre la reina. Cuando los cómplices de

Bárbara Rey en el chantaje que teníaprevisto vieron y escucharon algunosejemplos de lo que tenía grabado, seasustaron de la sangre fría de la vedette.Lo que es verdaderamente preocupanteson las conversaciones en las que elmonarca había comentado como si nadacuestiones de política nacional y, muyespecialmente, algunas frases relativas alos sucesos del golpe de Estado del 23-F. Por otro lado, también había materialgráfico abundante. «Algunos recuerdos»,según Bárbara, entre los cuales estabanfotos amateurs hechas por su hijo Ángeldesde el jardín, mientras la parejadisfrutaba de una paella. Pero además se

supo que, desde 1993, asesorada por unproveedor de materiales de espionaje,en su chalé de Boadilla del Monte(Madrid) había montado todo un nido de«vigilancia» que disponía incluso de unacamera de vídeo camuflada en lascortinas del dormitorio. Y había hechocopias de los materiales grabados, quetenía repartidas tanto en España como enel extranjero.

Según sus cómplices, Ramón MartínIbáñez entre otros, Bárbara le echóimaginación y se inventó que habíarecibido un paquete en casa suya, conalgunas copias del material gráfico. Loúnico que hizo ella, según su versión,

fue entrar en contacto con la personacorrespondiente, para avisarla delpeligro. Martín entraría en escena acontinuación encarnando a quien da lacara como supuesto chantajista, parasolicitar nada menos que 12.000millones de pesetas. Pero el montaje nofuncionó.

Por cómo era de delicado elmaterial del que se trataba, sobre todoen el ámbito político, Palacio, que yahabía informado de todo al CESID,encargó el asunto a Manuel Prado yColón de Carvajal. Y Prado dudó deBárbara desde el primero momento,convencido de que lo había hecho ella

misma.Ante la negativa de Prado de

negociar con los chantajistas, la vedetteintentó ponerse en contacto directamentecon el rey, pero no lo consiguió. Y enlos tiras y aflojas del asunto, loscómplices acabaron quedando fuera dela negociación. Todo parecía queentraba en vía de solución gracias a unprograma de TVE que arregló elentonces director del Ente, Jordi GarcíaCandau, y que hizo volver fugazmente aBárbara Rey a la fama de la pequeñapantalla. Por otro lado, se le entregó unsobre cerrado con el estipendio mensual(unas fuentes dicen que de un millón de

pesetas, otras que más), a lo largo de1995 y parte de 1996. Pero lapreocupación principal de Prado seguíasiendo recuperar el materialcomprometedor.

El 23 de febrero de 1996 la vedettepadeció una extraña enfermedad enmedio de la grabación del programaEsto es espectáculo. Le acababan de darla noticia de que personas noidentificadas estaban buscando en casade sus padres, en Totana (Murcia), lasgrabaciones. Ya no se fiaban de ningunamanera de su palabra. A partir deentonces todo empezó a ir mal, sobretodo cuando no le renovaron el contrato

en televisión. El programa desaparecióde la parrilla por falta de audiencia yBárbara, muy enfadada, empezó ahora apresionar otra vez exigiendo un aumentode la asignación (hasta los dos millonesmensuales). Algunas personas, a pesarde los pesares, aseguran que lo que deverdad quería la vedette era volver aestar en la tele, satisfacer su ego; perolos encargados de negociar con ella nolo entendieron así.

El asunto se complicó sin remedio yen 1997 se puso en marcha la fase másdura del chantaje.

Comenzó con dos denunciaspresentadas en comisaría por Bárbara

Rey (una del 25 de mayo y otra del 1 dejunio del mismo año), cuyo motivo erael robo de «tres cintas de cassette, cincode vídeo y veinte diapositivas», decontenido comprometido para una «altapersonalidad». Se endureció pocodespués con una tercera denuncia (del13 de junio), en la que se hablaba deamenazas de muerte contra ella y sushijos, e interpuesta, explícitamente,contra Manuel Prado y Colón deCarvajal. La noticia se difundió primerode manera anónima, escrita en uninforme de siete folios que se dio a laprensa, de la cual el Rey dijo no sabernada, aun cuando nunca desmintió ni una

palabra del contenido. El documentonarraba la historia con toda clase dedetalles, e incluía una copia de la últimadenuncia. La prensa sólo se atrevió aexplicarlo entre dientes, pero la CasaReal tuvo que intervenir directamentecuando la misma Bárbara pretendía ir aexplicarlo todo en directo al programaTómbola (líder de audiencia en latelevisión valenciana, Telemadrid yCanal Sur). Se le vetó la presencia en elúltimo momento, pero nadie pudoimpedir, en primer lugar, que ellacobrara lo que le correspondía por laintervención fallida en el programa; y,en segundo lugar, como consecuencia de

lo anterior, que por lo menos se diera aconocer que se había impuesto lacensura desde la Casa Real, cosa que yaera bastante grave por sí misma.Después de aquello las cosas finalmentese arreglaron, con una nuevanegociación, al parecer esta vez llevadapor Fernando Almansa, actual jefe de laCasa Real. En lugar de una asignaciónmensual, se optó por comprar elmaterial por una única suma, que unasfuentes sitúan en 4 millones de dólares(unos 600 millones de pesetas), y otrasen 40. En todo caso, se trataba de unacantidad más que suficiente para queBárbara no volviera a tener problemas

económicos en su vida y pudiera dejarque su asunto con el rey descansara en lapaz del silencio y el olvido. Si lohicieron bien, y no se les escapó ningunacopia escondida en un rincón, estaúltima operación debe haber cerrado elcaso definitivamente… Y nosquedaremos sin escuchar la famosa cintasobre el 23-F.

CAPÍTULO 17

DE SABINO A CONDE, Y DECONDE A POLANCO

Sabino, el censor del rey

Ni el rey ni la reina fueron alentierro del hijo de Sabino FernándezCampo cuando murió en accidente detráfico en 1994. En lugar suyo, comorepresentación, enviaron a la personaque había sustituido a Sabino un añoantes en la jefatura de la Casa Real,Fernando Almansa. Con esta frialdad elmonarca se dignó acabar sus relacionescon quien durante casi 20 años habíaestado a su servicio en La Zarzuela.Sabino, el «jefe», como le llamaba elrey, fue un personaje fundamental en lahistoria de la monarquía española,

puesto que aportó habilidad políticapara resolver situaciones difíciles enmúltiples ocasiones, y transfirió a laCorona su propia imagen de prudenciaque no se correspondía en realidad conlas decisiones que Juan Carlos tomabapor su cuenta. Sabino corregía susdeslices, ocultaba informacionescomprometedoras, dirigía los pasos quetenía que hacer… actuando casisiempre, más que como secretario, comoun «tutor» y un «apagafuegos» enbarrabasadas políticas. Pero no nosengañamos: de todo esto Juan Carloshabría de estar agradecido, pero no unpaís al cual colaboró a engañar con el

único objetivo de perpetuar el sistemamonárquico, con censura, mentiras yoperaciones de lavado de imagen, entemas tan serios como el 23-F.

Sabino Fernández Campo inició sucarrera de militar en la Guerra Civil,cuando se alistó como voluntario —dellado de los «nacionales», claro está —,y fue alférez y teniente provisional en la«defensa» de Oviedo. Aunque estudióDerecho, ya no abandonó nunca elEjército, donde destacó por suformación académica y, en general, porsus capacidades intelectuales. Entre1957 y 1961 tuvo uno de sus primerosdestinos en la Comisión de Enlace con

la Misión Americana, donde coincidiócon Alfonso Armada. Y a comienzos delos sesenta completó su formaciónrealizando el curso «The Economics ofNational Security» («La economía de laseguridad nacional»), de la InternationalCollege de las Fuerzas Armadas de losEstados Unidos. Años después visitó lasacademias militares norteamericanasmás legendarias y prestigiosas. De 1960a 1963 fue interventor de la Casa Militarde Franco y después tuvo varios cargos,en intendencia, en el Ministerio delEjército, junto a diferentes ministros delfranquismo. El paso a cargos políticoslo dio en 1975, con el apoyo de Alfonso

Armada, que le conocía desde hacíaaños y le recomendó para el cargo desubsecretario de la Presidencia,incluyéndolo en el equipo que el mismoArmada, Camilo Mira y Alfonso Osoriohabían formado para ir preparando elacceso de Juan Carlos al trono despuésde que Franco muriera.

Tras la muerte del dictador, con elprimer Gobierno de Suárez, Sabino fuellamado —nuevamente con larecomendación de Armada— a laSecretaría del Ministerio de Informacióny Turismo. Un sitio fundamental durantelos meses clave de la Transición,cuando se comenzó a desmantelar la

Cadena de Prensa y Radio delMovimiento y hacía falta disponer degente muy hábil, capaz de organizar elcontrol sobre los medios decomunicación en un nueve contexto. Eltratamiento informativo de temas comola amnistía política, la autoliquidaciónde las Cortes franquistas, el referéndumpara la reforma política, la legalizaciónde los partidos políticos o la renunciade Don Juan no se podía dejar en manosde cualquiera. Formó parte de lacomisión gubernamental encargada depasar revista a la propaganda electoralen las primeras elecciones generales de1977, para censurar cuanto hiciera falta,

y su papel no fue precisamente pocobeligerante. Y, por lo general, susencuentros y despachos tanto con el reycomo con Adolfo Suárez, con respecto ala televisión, fueron frecuentes duranteesta etapa. Cuando Armada fue cesadocomo secretario de la Casa Real, porimposición del presidente Suárez,recomendó a Sabino para el cargo. El 31de octubre de 1977 tomó posesiónoficialmente. De su competenciadependían en La Zarzuela el protocolo,la intendencia, los servicios quetramitan el derecho de petición, elestudio de los programas de actividades,el archivo general, la programación de

visitas oficiales, la preparación de losdespachos con el presidente delGobierno… es decir, prácticamentetodo. Pero Sabino prestó atención sobretodo a las relaciones con los medios decomunicación, en un momento políticoen que, como hemos visto en loscapítulos correspondientes, construiruna buena imagen de la monarquía enfunción de estudios de opinión era elobjetivo fundamental de la Casa. Lamano izquierda del secretario para tratarasuntos delicados y negociar con laprensa se hizo legendaria.

Según el parecer de muchaspersonas, su técnica consistía en ofrecer

información a cambio de silencios. «Nopublicas esto y te doy información sobroesto otro». Pero como trasfondo habíamucho más. Esto sólo valía para tratarcon quienes ya estaban bienpredispuestos, los «buenos chicos» de laprensa, que aceptaron sin problemas un«pacto entre caballeros» para no atacarla figura del rey. Aunque la aprobaciónde la Constitución supuso elreconocimiento legal del derecho a lainformación y la libertad de expresión,los casos de censuras y sanciones porsupuestas injurias al rey se fueronsucediendo año tras año, aunque losconflictos fueron quedando relegados

cada vez más a sectores casi marginaleso alternativos. Por citar sólo algunosejemplos, el 13 de febrero de 1981 fuesecuestrada la revista Punto y Hora; ennoviembre de 1985, la revista satíricaEl Cocodrilo; en noviembre de 1987 elTribunal Supremo condenó a seis añosde prisión al periodista Juan JoséFaustino Fernández Pérez, de la revistaPunto y Hora (aunque en el año 1990 elConstitucional suspendió la condena); yen febrero de 1990, condenó a un año alarticulista Iñaki Antigüedad, por lapublicación de una columna titulada«¡Juan Carlos fuera!». En todos loscasos el presunto delito era el de

«injurias al rey».Pero la obra clave de Sabino fue, sin

duda, la manera en que solucionó elproblema de las acusaciones de JoséMaría Ruiz Mateos, tras la expropiaciónde Rumasa en el año 1983. Aun cuandoel mismo Ruiz Mateos aportabadocumentación sobre pagos mediantetransferencia a la Casa Real, no hubomanera de que ningún medio decomunicación se atreviera a publicarlo,ni que ningún grupo político solicitarauna investigación, ni nada de nada. Alparecer, para un tema tan delicado, novalía presentar denuncias por injurias ehizo falta llevar la negociación

siguiendo otra modalidad. También esdestacable el episodio, que ya se harelatado, en que intervino para comprarlas cartas de la condesa Olghina deRobiland, en 1985, con el fin de evitarsu publicación. Con una edad idónea (20años mayor que el rey), con todo lo quesabía y teniendo en cuenta además todoslos líos que le había solucionado,Sabino llegó a representar unaverdadera autoridad moral en LaZarzuela, suficiente para permitirseactuar como «tutor» del monarca. Comocuando Juan Carlos volvió en litera deunas vacaciones y Sabino le dio unrespetuoso tirón de orejas dialéctico,

con aquello de que «un rey sólo puedevolver así de las cruzadas». Por otrolado, se preocupaba de «aconsejarle»que no se metiera en aventuras como lade dejarse regalar un barco o un reloj,etc.

Sería difícil valorar hasta qué puntoesta actitud de Fernández Campo sirviópara salvar a la monarquía o, al menos,para ayudar a consolidarla. Pero a JuanCarlos llegó a cansarlo. A partir de1992, sobre todo, cuando otrasinfluencias ya estaban bien instaladas asu alrededor, Sabino empezó a perderpuntos a pasos agigantados y empezarona trascender las discrepancias entre

ellos. Una de las primeras decisionesque el rey tomó en franca oposición alas indicaciones de Sabino fue dejarseentrevistar por la periodista británicaSelina Scott para un reportaje de lacadena ITV. Al jefe de la Casa Real laidea no le había gustado desde elcomienzo. Y después de que se hubierahecho el reportaje, a pesar de lospesares, intentó que se censurara laemisión en España por el sistema deevitar que ninguna cadena comprase losderechos. Pero la polémica suscitada asu alrededor ya había levantadodemasiada expectación y el semanarioTiempo finalmente distribuyó copias en

vídeo. Poco después también se emitiópor televisión. Cuando se vio elreportaje, nadie acababa de entender aqué venía tanta historia. El rey mostrabasu poca traza al intentar poner en marchauna moto sin éxito, rompía el protocolotirando a Selina entre bromas a lapiscina, pero poca cosa más.

Era casi un espot publicitario de lamonarquía, en la que, sobre todo, semostraba cómo era de campechana lafamilia real. En realidad el problemaera por qué y cómo la periodistabritánica había conseguido la entrevista,que a tantos periodistas españoles leshabría encantado hacer. Al parecer, la

atractiva y joven reportera consiguió lagran exclusiva a través del cuñado delrey, Constantino de Grecia, del cual eraamiga. Y, también, merced a la simpatíapersonal que le tenía el monarca.

Otra discrepancia importante entreel monarca y su secretario fue el asuntode la biografía real.

Primero había empezado a trabajaren ella el escritor mallorquín BaltasarPorcel, amigo personal de Juan Carlos.Grabaron largas conversaciones. Perofinalmente, no se consideró convenientepublicar el libro y Porcel, personaponderada, aceptó la decisión sin causarel menor problema. Lo mismo sucedió

con Miquel de Grecia, un primo de lareina, que también tuvo el privilegio deentrevistar el monarca extensamente,para una serie de reportajes destinados apublicaciones europeas.

Igualmente le dijeron que se teníaque suspender la publicación y loaceptó. Pero en el verano de 1991 JoséLuis de Villalonga, un polémicoaristócrata que había combatido laopción al trono de Juan Carlos desde laJunta Democrática al exilio en París ydespués se había convertido en unentusiasta juancarlista, coincidió con elrey en Palma de Mallorca. Tenían encomún una buena amiga, Marta Gayá,

que al parecer fue su mentora cuando elrey decidió conceder a Villalonga elhonor de ser su biógrafo autorizado.Sabino se opuso, pero Juan Carlos dijoque su compromiso con Villalonga erairreversible y no discutió más. Acomienzos de 1992 se iniciaron lasentrevistas. El resultado fue larecopilación de más de setenta horas degrabación. El rey se había desahogadocon una gran sinceridad y un ciertodescontrol. Villalonga, marqués deCastellvell, entregó el original a LaZarzuela y, al leerlo, Sabino puso elgrito al cielo. Aun así, siempredispuesto a hacer un servicio a la

Corona, se puso a colaborar para queésta saliera tan bien parada como fueraposible, armado con unas tijeras. Entreel original que Villalonga entregó enpalacio y la edición que salió a la calle,había unas diferencias abismales. Y esoque mientras Sabino estaba en plenatarea de corrección le llegó el cese ytuvo que acabar su trabajo el nuevo jefede la Casa, Fernando Almansa, y elhistoriador Javier Tusell. Como se hizocon cierta prisa, después también setuvieron que introducir algunos cambiosentre las ediciones francesa e inglesa yla edición española, a consecuencia delos cuales desaparecieron varios

párrafos y fragmentos entrecomilladossobre el 23-F.

La salida de La Zarzuela deFernández Campo no fue amigable y sedebió en gran medida a la influencia dequien entonces empezaba a ser elverdadero «hombre fuerte» en palacio.El mismo Sabino lo ha dichoclaramente, no sin resentimiento: «Yosalí por una puerta, y por otra entróMario Conde». Fernández Campo yahabía pedido varias veces y por escritoque lo relevaran, y había hablado con elrey de posibles sustitutos. Cuando enenero de 1990 se jubiló NicolásCotoner, marqués de Mondéjar, y

Sabino fue ascendido a jefe de la Casa,propuso para el cargo de secretario aldiplomático José Joaquín Puig de laBellacasa, con vistas a que en un futuropróximo fuera su sucesor. Puig seincorporó prácticamente a lospreparativos de la estancia veraniega dela familia real en Marivent, pero apenassobrevivió en el cargo más allá delverano. No había química entre el rey yél. Salió enseguida. Al parecer, Puig dela Bellacasa, que era un hombreprofundamente religioso y de moralestricta, se escandalizó con la conductadel monarca en Mallorca, y no supo o noquiso disimularlo. Aquello era

precisamente lo que Juan Carlos noquería, ya harto de tener un tutor, casi uninquisidor, en Sabino. En otoño ya habíadecidido cesarlo. Para sustituirlo senombró secretario general a JoelCasino, antes secretario de despacho enLa Zarzuela, como una solución detrámite. El 30 de abril de 1992, el reyotorgó a Sabino Fernández Campo eltítulo de conde de Latores (su pueblonatal). Y Sabino, que ya tenía 74 años,supo que se acercaba la despedida. Estetipo de distinciones solían coincidir casisiempre con el cese. Juan Carlos tenía ladelicada costumbre de compensar deeste modo a las personas que se quitaba

de encima. Así había sido, por ejemplo,en los casos de Arias Navarro(nombrado marqués de Arias Navarrotras su dimisión), Torcuato FernándezMiranda (nombrado duque de FernándezMiranda) y Adolfo Suárez (nombradoduque de Suárez). Al menos, Sabinoagradeció que el nombramiento sehiciese con cierta antelación. Su cesedefinitivo todavía tardó unos cuantosmeses en llegar. Pero Mario Condetrabajaba sin cesar para conseguir queno se retrasara demasiado. Losargumentos que Conde utilizó paraconvencer el rey fueron diversos. Lo quemás molestó a Sabino fue que dijera que

padecía trastornos mentales, algo asícomo el «síndrome del sirviente» que serebela contra su amo.

Pero lo más efectivo ante JuanCarlos fue la acusación de que Sabinoestaba filtrando informacióncomprometida a la prensa, con laintención de perjudicarlo. Precisamenteél, que había trabajado tanto a lo largode los años para hacer todo el contrario.Lo cierto era que, desde finales de ladécada de los ochenta, variaspublicaciones ya habían empezadotímidamente a romper el pacto desilencio ¿Se daba por clausurada laTransición y la etapa en que la

monarquía tenía que ser protegida? Laprimera publicación que había roto elhielo había sido el semanario Tribuna,dirigido entonces por Julián Lago, unperiodista formado en Interviu y muchomás interesado en vender y ganar dineroque en ninguna otra cosa (unos añosdespués se hizo famoso en la televisióncon La máquina de la verdad). En juliode 1988, el semanario publicó unescandaloso reportaje titulado «Así seforran los amigos del rey. Sus fortunas ynegocios», con el cual vendió un montónde ejemplares. Un par de años después,en verano de 1990, repitió el éxito conotro semejante: «Líos de la corte de

Mallorca: aristócratas, financieros ypolíticos rodean a la familia Real». Enun tono forzosamente más suave,también aquel mes de agosto, El Mundose atrevió a publicar algunas cosillas,bastante escondidas, en su magazín defin de semana, sobre la temporadaestival del monarca. Al rey no le gustónada el atrevimiento de la prensa,aunque, desde el punto de vista deSabino, las críticas eran un «correctivo»poco dramático que no le venía mal,para que aprendiera a comportarse. Elverano siguiente, el de 1991, merced ala amenaza de la prensa, Sabinoconsiguió que se contuviera un poco

cuando estaba de veraneo y en otrossaraos de invierno. Fue el primer año,por ejemplo, que no hizo la habitualverbena en el Campo del Moro paracelebrar su santo, y se llevó la fiesta aSevilla para impulsar la última fase delos preparativos de la Expo 92, conmuchos menos invitados. Esto llevó aTribuna a elaborar otra portada con eltítulo: «El Rey rectifica».

Pero en 1992 se volvió adesencadenar la tormenta, iniciadacuando el rey se perdió en Suiza en elmes de junio y la prensa difundió suaventura con Marta Gayá. El desmentidode Fernández Campo a la radio, con

aquel tan sospechoso «lo que se me hadicho es que está descansando», dio piea Mario Conde para relacionar al jefede la Casa Real con el origen de lasfiltraciones a la prensa. Y lo cierto esque Sabino nunca había estado tan pocohábil a la hora de desmentir algo. Enfavor de quienes pensaban que el jefe dela Casa Real había tenido algo que vercon la publicación de aquellasinformaciones, además estaba laconfirmación de que no había perdido supoder sobre la prensa en las ocasionesen que sí quería ejercer el control.Demostró su poder, por ejemplo, cuandoconsiguió evitar que el 7 de agosto de

1992 el diario Claro saliera a losquioscos. De esta fecha es la últimaedición, en la que el periodista JoséAyala había escrito el artículo titulado«Drogas, la razón por la que IsabelSartorius nunca será reina de España».Contaba cómo la reina Sofía habíafrustrado el noviazgo con el príncipeFelipe, al enterarse de que un hermanode ésta había estado detenido enArgentina por consumo de cocaína y quela madre de los dos había sidoinvestigada en relación con elnarcotráfico por el juez de la AudienciaNacional Carlos Bueren. Aunquetambién corrió el rumor de que la

filtración había sido culpa de MarioConde, en las informaciones de Point deVue y Oggi sobre el romance mallorquíndel rey se citaban fuentes anónimas del«personal de La Zarzuela». Y, para darel golpe de gracia, Pedro J. reconocióante el rey algo así como que el mismoSabino le había dicho alguna vez queconsideraba que hacía falta sugerir almonarca, a través de la prensa, queestaba vigilado. Como trasfondo de laacusación de filtrar informacióninconveniente, había otra más grave, enla que se sugería que con esto Sabinopretendía provocar la abdicación del reya favor de su hijo; una idea con la que

también estaba de acuerdo la reina. Nose pudo probar nada, y Sabino lo negórotundamente.

De lo que no cabe duda es de quetenía muy buenas relaciones con Sofía.Ya en 1991, con la excusa de losreportajes sobre los veraneos del reyq u e Tribuna y El Mundo habíanpublicado el verano anterior, la reina yel secretario general habían«conspirado» juntos para intentar quepasara una parte de las vacaciones enSantander, lejos de las islas del pecado.Pero al final, no lo pudieron conseguir ylos amigos de Mallorca se alegraronmucho. Conde acabó de convencer al

monarca de la presunta falta de lealtadde Sabino en un ágape con Pedro J.Ramírez, en el que los tres se rieronmucho pensando en cómo había sido deoportuno el título de conde de Latores(«delator es»), considerando lascircunstancias. Y a partir de aquí, elrelevo se precipitó traumáticamente. Sinque se llegara a acordar un sustituto conSabino, ni esperar la jubilación previstatan sólo para unos meses después, eljefe de la Casa Real y la reina seenteraron por sorpresa, a la vez, delcese inmediato. Fue en el transcurso deuna comida de los reyes con Sabino, enque precisamente se celebraba el

aniversario de éste, cuando Juan Carlosdijo de pronto, como si nada: «¡Oye,Sofía, que éste se nos va!». La reina sequedó tan sorprendida como el mismoFernández Campo, y bastante afectada,puesto que en los últimos tiempos sehabía convertido en confidente y en lapersona que enjugaba sus lágrimas.Antes que Sabino y que la reina, yahabían sido informados el presidenteFelipe González, el vicepresidenteNarcís Serra y el ministro de AsuntosExteriores, Javier Solana.

Y, al menos, compartían el secretoel presidente del Banesto, Mario Conde;el amigo del rey, Manuel Prado y Colón

de Carvajal; el jefe del CESID, elgeneral Alonso Manglano; su sustituto,el diplomático Fernando Almansa; elnuevo secretario general de la CasaRafael Spottorno; el director de ElMundo, Pedro J. Ramírez, y elempresario Francisco Sitges.

El cese del jefe de la Casa del Reyfue oficial el 8 de enero de 1993. Tresdías después, el 13, en La Zarzuela sebrindó en honor suyo, con todo elpersonal de palacio, y ya con lapresencia de su sustituto, FernandoAlmansa. Sabino pronunció unas brevespalabras de despedida, aunque sedisculpó por el hecho de que «la

explicable y acertada celeridad» conque habían tenido lugar losacontecimientos no le hubiera permitido«disponer de las dos semanas que, segúnMark Twain, son imprescindibles pararealizar una buena improvisación». Elchiste de Mario Conde sobre el título deconde de Latores («delator es») habíahecho tanta gracia al rey que no perdióla oportunidad de explicarlo una y otravez hasta gastarlo y, desde luego, acabóllegando al mismo Sabino. Éste norenunció al título, pero no lo utilizónunca. El único que figura en sus tarjetases el de marqués de la Ensenada, que esla calle en la que vive.

Mario Conde, delirios degrandeza

Si Sabino Fernández Campo padecióel «síndrome del sirviente», MarioConde, por su parte, pecó de «deliriosde grandeza». Sus ansias de aproximarseal monarca formaban parte de unaestrategia general para llegar aconvertirse en el hombre más poderosode España. Y durante el breve períodoque estuvo en las alturas, casi loconsiguió, aunque no había partido deuna especial posición de privilegio. Másbien era lo que los americanos llamarían

u n self-made man, un hombre que sehace a sí mismo, paradigma del éxito enla sociedad capitalista de lasoportunidades para aquéllos quedemuestran tener menos escrúpulos.

Mario Conde conoció a Juan Carlosa través de su socio Juan Abelló, conquien había dado el primer pelotazoeconómico importante de su vida con laventa de Antibióticos, uno de los pocoslaboratorios farmacéuticos autorizadosen España para elaborar productosderivados del opio. Lo vendieron a RaulGardini, entonces presidente deMontedison, la empresa química másimportante de Europa. Gardini

veraneaba en Mallorca y era amigopersonal del rey hasta que, en 1994, sesuicidó tras ser implicado por los juecesitalianos en temas de corrupción. Se haescrito que fue la amistad que habíacrecido entre Don Juan, el padre del rey,y Mario Conde la que facilitó laaproximación del banquero a JuanCarlos. Pero difícilmente pudoxxdshaber sido así, teniendo en cuenta queDon Juan y su hijo nunca tuvieronbuenas relaciones. Habían pasadodemasiadas cosas entre ellos: la muertedel infante Alfonso, el hecho de queJuan Carlos aceptara la designacióncomo sucesor de Franco, saltándose a su

padre a la torera, la poco eleganteceremonia de renuncia a sus derechosque le habían organizado en LaZarzuela… En fin, que no eranprecisamente camaradas.

Más bien, la confraternidad deMario Conde con los dos al mismotiempo suponía un problema para elmonarca, que más de una vez discutiócon el banquero: «¡Tienes que entenderque rey sólo puede haber uno!», le decíaa Conde. La relación con Don Juanhabía surgido en un momento diferente ypor otros vías, a través de José AntonioMartín (el apellido completo es Martín yAlonso Martínez), un antiguo marino

mercante que acabó siendo asesor deimagen de Mario Conde. Martín habíainvitado una vez a cenar a su domiciliomadrileño a quien entonces ya erapresidente del Banesto, para queconociera al padre del rey. Congeniaroninmediatamente porque a los tres lesunía la pasión por el mar (desde unpunto de vista muy diferente al de JuanCarlos, que no disfrutaba del reto de lavela, sino de la velocidad, cosa que lostres criticaban). Además siempre corrióun rumor, con bastantes aires deveracidad, sobre la pertenencia de DonJuan y Mario Conde a la misma logiamasónica, cosa que, sin duda, les habría

unido mucho más. Sobre todo en losúltimos años de su vida, el conde deBarcelona, apartado del protocolo de laCasa Real y abandonado por los«amigos» que se habían movido a sualrededor durante años con ambicionespolíticas que ya no tenían sentido, sesentía bastando solo. Y Mario Conde ledivertía, le acompañaba… y, sobretodo, le halagaba prestándole tantaatención. El banquero, a su vez, pensabaun poco en sí mismo. Al fin y al cabo él,que no era nadie, que había partido de lanada, era considerado por todos como elmejor amigo de un casi rey, cosa que lellenaba de orgullo desde el punto de

vista más íntimo. Don Juan fue su primer«Éxito» social con mayúsculas. Cuandoen el verano de 1992 el conde deBarcelona tuvo que ser ingresado, elbanquero no dejó de ir a visitarleasiduamente, sin aspavientos y hasta conelegancia, entrando en la ClínicaUniversitaria de Navarra por la puertatrasera para no ser detectado por laprensa. El mismo Juan Carlos —queviendo próxima la muerte de su padretuvo, como tantos hijos, un último prontode amor filial mezclado consentimientos de culpa— se dio cuenta ypotenció abiertamente las visitas deConde: «Mario, ven a ver a papá. Dice

que se aburre con todos menos contigo.No quiere verme a mí, ni al príncipe, nia las infantas», le decía el rey.

Después se comentó, además, queMario Conde se había encargado depagar la factura de la clínica, cosa que,si fuera cierta, sería un regalo muygeneroso por su parte, pero en ningúncaso justificado por la falta de fondosdel padre del rey, como se ha queridopresentar.

Pero volviendo a su amistad conJuan Carlos… Desde que en 1987Conde se hizo cargo de la presidenciadel Banesto —elegido por las familiaspropietarias para hacer frente a los

tradicionales competidores del Bilbao ydel Vizcaya, que habían intentadoabsorber el banco —, dio un paso másen su camino hacia La Zarzuela. Uno desus hombres de confianza, yvicepresidente del Banesto, era RicardoGómez Acebo («Ricky»), marqués deDeleitosa, cuñado de la hermana mayordel rey y asesor financiero de la familiareal desde hacía años. También en estosaños Conde llegó a la Fundación deAyuda contra la Droga (FAD), presididapor la reina. Un curioso club quealgunas personas han calificado de«poder en la sombra», del cualformaban parte los prohombres más

influyentes del Estado, muchos de ellosíntimamente conectados con La Zarzuela(entre otros José María López deLetona, Ricardo Martí Fluxá, EduardoSerra, Plácido Arango, José MaríaEntrecanales y Manuel Prado), a loscuales se irían uniendo los nuevos ricosdel PSOE (Enrique Sarasola, JesúsPolanco, etc.). Y precisamente en unareunión del patronato, Conde conoció aManuel Prado, el amiguísimo del rey,con el que más tarde hizo negocios.

El objetivo de Mario Conde duranteestos años no era ganar dinero. O, almenos, no era sólo ganar dinero. Lo quequería era poder. Su ambición se puso

de manifiesto en las conocidosoperaciones que llevó a cabo paraconseguir influencia en los medios decomunicación. Intentó entrar en elaccionariado de Prensa Española(editora de ABC), para lo cual recurrió ala ayuda de Don Juan.

Pero, a pesar de los pesares, Ansónno permitió ni siquiera que seaproximara. También tuvo escaso éxitoen sus intentos de hacerse con LaVanguardia. En lugar de esto, adquirióacciones de lo que pudo: de El Mundo(oficialmente, alrededor del 4% delcapital del diario), y de Época (elsemanario derechista por excelencia, en

el que consiguió ejercer el controlmayoritario). Bueno, él personalmenteno. Mario Conde no era un capitalistachapado a la antigua. Más bien utilizabael capital para sus operaciones, que escomo en los últimos tiempos se hacenlas cosas en los círculos de podereconómico: quien manda es el directivo,no necesariamente el propietario de ungran paquete de acciones. Se juega conlos dineros de otras personas (lospequeños accionistas), que son quienesal final pagan el pato cuando hay undescalabro. Por otro lado, como sabíaque el grupo más importante y poderosoera Prisa —y allí sí que no tenía ninguna

posibilidad de entrar —, hizo todo loposible para aproximarse a JesúsPolanco. «Si no puedes con ellos, únetea ellos», como dice el refrán. Y, en sumomento, le hizo algunos favores. Pesea que era uno de los hombres máspoderosos de todo el Estado, Polanco notenía relaciones con el rey, ni buenas nimalas, hasta que en 1990 Mario Condele introdujo en palacio. Pero, como lepasa a casi todo el mundo, Mario nosupo comprender la confusa relación dePrisa con el PSOE, en la cual no es fácildistinguir realmente quién manda más.Conde pensaba ingenuamente que podríallegar a aliarse con Polanco, incluso

contra Felipe González, y su osadíaacabó costándole cara.

El banquero y el rey se solían reunira menudo en La Zarzuela o en casa dePaco Sitges para intercambiarimpresiones. Charlaban, se tuteaban, sedecían que se apreciaban e incluso seles escapaba alguna lagrimita cuando, yatras muerte, recordaban al malagueñoDon Juan. «Todo mi afecto pasado haciaDon Juan es hoy para el rey», dijo aJuan Carlos, llevado por la emoción, suamigo Mario, en una de las primerasentrevistas que mantuvieron tras elfallecimiento del conde.

Pero todo esto no era un mero

entretenimiento. Lo que la amistad delrey podía ofrecer a Conde era, sobretodo, información. Juan Carlos recibía atodo el mundo y después se lo contabatodo a Conde.

Si Narcís Sierra estaba a favor delrelevo de Solchaga, si Felipe Gonzálezestaba pensando en disolver las cortes yconvocar elecciones, si sus relacionescon la reina iban de mal en peor… Elpeligro consistía en el hecho de que,igual que se lo contaba todo a él, cuandosalía por la puerta también largaba todoa quien viniera después: «Mario me hadicho…», «Mario opina…», «Marioquiere…». Y le iba colocando, sin darse

cuenta muy bien de lo que hacía, en suestilo habitual, en una situación muydifícil, buscándole más enemigos de losque se podía permitir. Además deinformación, Conde anhelaba influir a unnivel mucho más efectivo y real sobre elmonarca, con el fin de intervenir en lavida pública. Y, tras ganarse suconfianza, pasó a aconsejarle tanto comopudo sobre lo que tenía que hacerrespecto a Felipe González, Aznar,Sabino… En un momento determinado, acomienzos de los noventa, se emperró enque tenía que ponerse fin a lacorrupción.

Paradojas de la vida. Formaba parte

de una campaña de cambio de imagenpersonal, para la cual había adecuado sudiscurso en una línea crítica con ladenominada cultura del pelotazo, enclaro declive desde el final del boomeconómico con la guerra del Golfo.Declaró ante muchas personas, porejemplo, que era «peligroso instalar lacultura de que hay que ganar muchodinero en el menor tiempo posible». Élestaba más por otro estilo, menosmarrullero, más fundamentado engrandes operaciones económicas de uncapitalismo salvaje, pero lejos delchoriceo cutre del socialismo, de losescándalos de pésimo gusto como el de

Juan Guerra. Y, curiosamente, supeculiar cruzada coincidió con laspolémicas palabras del rey en Granada,pronunciadas en su viaje oficial del 26de junio de 1991, en las que hablaba de«la desidia y la corrupción que hanmalogrado tantas cosas en España». Erala primera vez que se refería a lacorrupción, y la prensa no tuvo ningunaduda del cambio de actitud frente alGobierno: «El aguijón del rey para conel PSOE ha sido evidente», se publicó.El PSOE salió mal parado de aquellacampaña.

Pocos meses después del discursodel rey, Alfonso Guerra anunció su

dimisión aunque, como se deberecordar, el presidente Felipe Gonzálezhacía un año que repetía hasta lasaciedad que esta dimisión no seproduciría y que, si se producía,dimitiría él mismo («tendrán dos por elprecio de uno»), cosa que, desde luego,no hizo. Con todo esto, para podertrabajarse al rey, Conde se veíaobligado a bregar casi cada día con susecretario, Sabino Fernández Campo,cosa que resultaba realmente incómoda.Desde sus primeros intentos deaproximación a La Zarzuela, Sabino sehabía colocado en una postura de francaoposición al banquero, la cual no

requiere profundos análisis paraentender a cuento de qué venía.Sencillamente, quería proteger a laCorona de una influencia externa quepretendía utilizarla en beneficio propiocon las peores mañas. El fiel Sabino nolo podía consentir. En 1988, después deque el consejo de administración deBanesto fuese recibo en audienciaoficial, Conde envió al rey (pagado porBanesto, claro está) un valioso reloj deoro, un Patek Phillippe modeloNautilius, valorado en medio millón depesetas, según la versión del banquero;aunque, según la de Sabino, se tratabade un reloj de bolsillo, una valiosa pieza

de coleccionista adquirida en unasubasta de Londres, que el tasador depalacio había valorado en unos tresmillones de pesetas. Fuera como fuese,el precio no tenía ninguna importancia.El rey ya había aceptado otros regalosbastante más caros con elconsentimiento de Sabino. Precisamenteeste mismo año, en enero, con motivo desu aniversario, un grupo de empresarioscatalanes (entre los que estaba Javier dela Rosa) le habían regalado un PorscheCarrera de 24 millones, sin másproblemas ni escándalos. Pero lo deSabino con Conde era un asuntopersonal, y prácticamente obligó al rey a

rehusar el obsequio. El mismosecretario general de la Casa se encargópersonalmente de devolverlo, para locual acudió al despacho de lapresidencia de Banesto, que entoncesocupaba Conde, en el Paseo de laCastellana. El rey prefería, según él, laspruebas de amistad que no tuvieranvalor económico. En aquella entrevistafirmaron la declaración de guerra.

Mientras intentaba librarse deSabino, Conde ya se había convertido enel banquero de confianza del monarca,desplazando a quien hasta entonceshabía desempeñado ese papel, AlfonsoEscámez, entonces presidente del Banco

Central Hispano.El 27 de diciembre de 1992 el

Consejo de Ministros ratificaba ladecisión real de otorgar a Escámez elmarquesado de Águilas, un gesto clarode despedida. Conde ya había vencidotambién al secretario, y consiguióintervenir en la redacción del mensajedel monarca que se retransmitiría portelevisión, introduciendo algunas ideassuyas sobre «la gran política quenecesitamos». Más de una cuarta partedel discurso estaba dedicada a defenderuna Europa «sin obsesiones niprecipitaciones», que era el últimoleitmotiv del banquero, con evidentes

similitudes con la alocución que élmismo pronunció poco después, en suinvestidura como doctor honoris causa.Pero aunque creía que, a quienescortaban el bacalao en política, estetema les provocaría menos inquietudesque las cuestiones de economía interna,Conde se había metido en un terrenomuy resbaladizo al hablar de Europa.Tenía planes para presentar una listacivil a las elecciones de 1994 alParlamento europeo, y hablaba tambiénde la necesidad de hacer un referéndumsobre el euro. Demasiado para unhombre que patinaba en susdesavenencias privadas con el PSOE y

no dominaba lo más mínimo la políticainternacional. Su medida estaba másbien en la guerra que había iniciado(contra el jefe de la Casa Real). En subatalla más victoriosa consiguió nosolamente librarse de Sabino, sino,además, introducir a un hombre suyo enel puesto de Fernández Campo. No fueuna tarea fácil, aunque en aquella épocael rey le consultaba prácticamente todo.Cuando se había tomado la decisión delrelevo de Sabino, el monarca le pidió:«Hazme un perfil del hombre quenecesitamos». Y entre Manolo Prado,Paco Sitges y Conde acordaron enprincipio que fuera un diplomático, para

romper la tradición de que siemprefueran militares.

El mes de diciembre de 1992 fue elmomento oportuno para forzar uncambio que se hizo efectivo el 8 deenero de 1993. Mario había pensado ensu amigo Fernando Almansa, undiplomático con título de vizconde delCastillo de Almansa, hijo de quien habíasido representante granadino de la causajuanista. En aquel momento ocupaba lasubdirección general de la EuropaOriental del Ministerio de AsuntosExteriores, aunque pensaba abandonarpronto este destino para incorporarse ala Embajada de España en Washington

como número dos de la legacióndiplomática española.

Aparentemente era perfecto para elcargo. Conde, unos meses antes, habíaempezado a darlo a conocer en fiestas ysaraos de la jet. Después había tenidoque vencer la resistencia de ManoloPrado, que, por su cuenta, intentabacolocar en La Zarzuela a uno de lossuyos, el marqués de Tamarón. Condeganó la partida a Prado en una cena ensu casa de Sevilla, a la que tambiénasistía el rey. Los tres sólo trataron deltema. Los argumentos de Conde ante elmonarca para defender su candidatoresultaron definitivos: «Si es una

persona a la que no conozco, yo nopuedo comprometerme a ayudarte», dijomás o menos al rey. Y asustado ante laposibilidad que Mario dejara de ser suconsejero político favorito, Juan Carlosdecidió nombrar a Almansa en aquelmismo momento. Para el cargo desecretario general de la Casa se escogióa Rafael Spottorno, recomendado porJesús Polanco, con quien Mario Condeintentaba llevarse todo lo bien quepodía.

Spottorno era un hombre próximo alGobierno socialista, que entoncesocupaba la jefatura del gabinete delministro de Asuntos Exteriores, Javier

Solana. Y como jefe de Protocolo senombró a otro diplomático, RicardoMartí Fluxá, que formaba parte de lafundación de la reina Sofía contra ladroga.

La coronación de Conde, en laplenitud de su éxito, tuvo lugar el 10 dejunio de 1993, cuando fue investidodoctor honoris causa por la UniversidadComplutense en una ceremoniapresidida por el rey, a la que tambiénasistieron otros destacadosrepresentantes de los Borbón, como elprimo del monarca, Carlos de Borbón yDos Sicilias, y su hermana Margarita deBorbón, acompañada de su marido,

Carlos Zurita. Conde todavía lo estabacelebrando cuando el 16 de agosto, elnúcleo central de la familia real, con lasniñas, la reina y el príncipe, le visitaronen su barco, el Alejandra, en la isla deSan Conillera. Pero aquel verano iba aser el último de su edad dorada. Losrumores de su entrada en la políticafueron cada vez más fuertes enseptiembre. Los delirios de grandezahabían llevado a Conde a pensar quepodría sustituir a Felipe González en LaMoncloa. Estaba tan exaltado que yacreía que el rey, en caso de que en lassiguientes elecciones generales ni Aznarni González lograran la mayoría

absoluta, resultado previsible teniendoen cuenta el clima político, podríaquerer nombrar a un presidenteindependiente que pusiera fin a la etapade crispación. Tras Torcuato FernándezMiranda (en 1977) y Alfonso Armada(en 1981), era el tercero que alimentabael sueño de presidir un «gobierno desalvación nacional» sin pasar por lasurnas. El rey estaba muy preocupado porla decadencia de Felipe, por losescándalos del PSOE, no conectaba conAznar… Y Mario estaba convencido deque al rey le habría extasiado que élfuera presidente del Gobierno.

Llegó incluso a tratar con Suárez y

con Miquel Roca la posibilidad deorganizar una opción de centro. El sueñose desvaneció después de un viaje deJuan Carlos a los Estados Unidos, en elmes de octubre. Al volver dejó claroque, si en algún momento habíaconsiderado los planes políticos deMario Conde, el encantamiento ya sehabía roto sin remisión. Aznar fuerecibido en La Zarzuela el 25 deoctubre, el 28 se reunió para cenar en LaMoncloa con el presidente González, ylos días siguientes la prensa (tanto ElPaís como ABC) publicaba que se habíasellado un pacto entre ellos paratranquilizar la tensión, en el cual parecía

que el monarca había hecho deintermediario. Conde todavía tuvo laoportunidad de reunirse con Juan Carlos(trascendió una cena con él y con Pradoel 29 de noviembre), pero el rey ya nohablaba mal del PP. La suerte de MarioConde estaba echada.

El 28 de diciembre de 1993, día delos Santos Inocentes, el Banco deEspaña intervino. Parece que Condeintentó todo el día hablar con el rey,pero no consiguió que se pusiera alteléfono hasta el día siguiente, en que sehizo pública la intervención. JuanCarlos estaba en Baqueira Beret,jugando al mus, preocupado pero sin

perder del todo la concentración en eljuego. «Es que Mario se habíatransformado en un personaje incómodopara mucha gente», se le oyó decir. El11 de enero de 1994, Conde acudía auna rueda de prensa con una gran sonrisade circunstancias, en la que se dedicó adesmentir las acusaciones del Banco deEspaña. El rey le telefoneó por la nochepara felicitarle por su discreción: «Tehas comportado como se esperaba de ti,porque tú no podías convertirte en unnuevo Ruiz Mateos». Unos cuantosmeses después, el 23 de diciembre, fuetrasladado para que ingresara en laprisión de Alcalá-Meco, tras prestar

declaración en el Juzgado de DelitosMonetarios, acusado de estafar más de7.000 millones. Aunque 39 días despuéssalió en libertad bajo fianza de 2.000millones, había caído en desgraciadefinitivamente. Y como ya había hechocon otras personas anteriormente, el reyno movió ni un dedo para evitarlo.«Bueno, Mario, yo te llamo, y cuando tedigo yo, ya sabes quién soy yo, paradecirte que estamos contigo plenamentey que ánimo», le había dicho ManuelPrado por teléfono para levantarle lamoral, un día antes de que lo metieran enla cárcel. «Palabras, palabras,palabras…», que diría Shakespeare.

«Jesus del gran poder»

Jesús Polanco, conocidopopularmente como «Jesús del granpoder», tuvo una relación con el reycompletamente diferente, que ni siquierase tuvo que disfrazar de amistad parallegar a ser mucho más efectiva en lapráctica que la de Mario Conde. Se lehabía empezado a recibir en La Zarzuelaen 1990, precisamente por mediación deConde. Pero fue después, en 1994,coincidiendo con la caída en desgraciadel banquero, que pasó a ser unainfluencia decisiva. Mario Conde, sinproponérselo, tuvo bastante que ver en

el ascenso de Polanco.Todo empezó tras el ingreso en

prisión del presidente del Banesto.Alcalá-Meco se había convertido en lasede de un selecto club del más altonivel. Allí Conde tuvo noticias de lo quetramaba Javier de la Rosa. El banquerose enteró de que Manuel Prado, elamiguísimo del rey, había cobrado 100millones de dólares de KIO gracias alfinanciero catalán, que pensaba utilizarla información, involucrandodirectamente a la Corona, paraconseguir librarse de sus problemas conla justicia.

Muy preocupado, al salir de prisión

Conde telefoneó a Fernando Almansacon la intención de informarle del caso.Pero el jefe de la Casa, como si elasunto no fuera con él, le remitió a laAsesoría Jurídica Internacional. «Pero¿tú eres bobo?», le dijo Conde, queempezaba a dudar si había acertado alescoger a Almansa. El banqueroconsiguió hablar directamente con elmonarca y, poco después, con el mismoPrado (en marzo de 1995, en el HotelVillamagna). Pero Prado no quería queConde se metiera donde no le llamabany se limitó a negarlo todo. Se trataba deuna mentira grosera nacida de laimaginación de Javier de la Rosa. Mario

Conde, que todavía no se acababa decreer que el rey se hubiera olvidado desu amistad tan repentinamente, queríahacerle un favor previniéndole contraManolo Prado. Pero no consiguió nada.Nadie podía hacer nada contra Prado enel entorno del monarca. Es la únicapersona de quien Juan Carlos, hastaahora, no se ha desentendido, llegada laocasión, para salvar su propio pellejo.Y, en cambio, Conde se ganó laenemistad del embajador real, que, porsu parte y a su estilo, ya estaba dedicadoa hacer gestiones para librarse de lainculpación en el caso KIO, de modobastante marrullero, por cierto.

Por el momento, lo que interesa esque Prado buscó el apoyo de quiencreyó que podía tener más poder paraayudarle: Jesús Polanco, con su potenteaparato mediático, el grupo Prisa. Peroel paraguas del grupo de comunicaciónmás influyente de España no eragratuito. Prado tuvo que ponerse enmanos de Polanco, y le pasabainformación de toda clase. El escándaloKIO sirvió en bandeja al amo de Prisala posibilidad de convertirse en elverdadero poder fáctico del Estado,porque a partir de aquel instante dispusode los secretos mejor guardados delmonarca. Juan Carlos se había

convertido en su patrimonio informativode futuro. El PSOE, desde entonces, notuvo complejos en lanzar veladasamenazas contra el monarca pararesolver sus conflictos. La técnicaconsistía, básicamente, en atribuir aMario Conde, o a otras personas,presuntos intentos de intimidación a laCorona, para sacar a la luz que disponíade información contra el rey sobre losmismos temas en que la opinión públicaatacaba al Gobierno en aquel momento.Era una especie de advertencia de que,si caían ellos, también caería el rey. Enseptiembre de 1995, El País publicó queMario Conde había pretendido dar un

ultimátum al Gobierno con loscentenares de microfilms que el coronelPerote se había llevado del CESID (quedemostraban la íntima relación entre elGobierno del PSOE y los GAL), ydejaba entrever que el rey tambiénestaba en peligro. Poco después, el 10de noviembre de 1995 (esta vez a travésde Diario 16, pero con información quesólo podría haber aportado ManuelPrado), se lanzaba una nueva historia de«Chantaje al rey», por parte de Javier dela Rosa y, nuevamente, de Mario Conde,en una segunda entrega de lo que seinterpretó como una conspiración paraderrocar al Gobierno y a la monarquía.

Por ahora, es suficiente decir que lainformación con que el PSOE desafiabaindirectamente al monarca se podríaresumir en dos ideas fundamentales: queel rey no era ajeno a la actividad de losGAL, y que el rey estaba involucrado encasos de corrupción económica (enparticular, en el caso KIO). Aparte delapoyo incondicional del rey al PSOE enlas batallas políticas que le tocóentablar, como consecuencia de los asesinformativos que se guardaba en lamanga, Polanco consiguió, además, quela Casa Real interviniera en su favor enel caso de Sogecable, convirtiéndolo enuna cuestión de Estado. Hace falta

recordar que el juez Javier Gómez deLiaño había abierto diligencias contra lasociedad (del grupo Prisa) por presuntaestafa con los depósitos de los abonadosde Canal Plus. Pero cuando en mayo de1997 citó a declarar a Juan LuisCebrián, responsable directo comoconsejero delegado de Sogecable, Aznarempezó a recibir llamadas telefónicasdel rey, muy preocupado por el asunto.Aznar y su equipo no tenían ningúninterés, desde luego, en ayudar a Prisa(de hecho, Polanco y su entorno no handejado de quejarse de que era elGobierno del PP quien tenía interés enmeterlos en prisión), pero cedieron a las

presiones. El vicepresidente ÁlvarezCascos fue el encargado de hacer lasgestiones oportunas con la ministra deJusticia, Margarita Mariscal, y de avisaral fiscal general del Estado para parar eltema. Y lo pararon. Las cosas funcionanasí. El juez acordó suspender lacomparecencia y pedir el amparo delConsejo General del Poder Judicialalegando coacciones. Y, como todo elmundo sabe, lo que consiguió fue acabarél mismo condenado por prevaricación.Tras quitarse de encima a Mario Conde(y de paso, a Francisco Sitges, otro buenamigo del rey, inculpado con elbanquero en el caso Banesto), y con

Prado completamente en sus manos,Polanco se ha convertido en la nuevainfluencia a tener en cuenta en el entornodel monarca.

Al parecer, también hubo un intentode desembarazarse de FernandoAlmansa, en 1995, porque era amigo ytestigo de Mario y podía seguir siéndolefiel. Pero al final, tras tratar con él,creyeron que no hacía falta. En efecto,Conde no había acertado demasiado a lahora de escoger. A pesar de su éxitofulgurante, el banquero, con su caída,acabó descubriendo que en realidad nocontaba con ningún incondicionalsincero. Los últimos años, los reyes se

han hecho asiduos de las cenas y saraosorganizados por Jesús Polanco. En unode estos saraos, a finales de junio de1999, celebrado en casa de PlácidoArango, íntimo amigo de Polanco, JuanCarlos y Sofía bailaron tras la cena,agarrados los dos como en los mejorestiempos, una ranchera lenta.

CAPÍTULO 18

MANIOBRAS REALES EN LAGUERRA DE LOS GAL

Primera intervención real

Si nunca se ha podido llegar aestablecer, al menos en el terrenojudicial, la participación de FelipeGonzález en los GAL, mucho menos seha podido decir de la responsabilidaddel rey Juan Carlos.

Sin embargo, se ha especulado sobrela posibilidad de que el monarcahubiera estado enterado desde elcomienzo de las acciones del grupoterrorista organizado desde el Gobierno,y existen datos sobre su intervención,fundamentalmente dirigida a parar elproceso de investigación sobre algunas

de las acciones llevadas a cabo por losGAL. El presente capítulo, en estesentido, es poco ambicioso. Sirealmente existieran pruebascontundentes que involucraran elmonarca, estarían en los juzgadoscorrespondientes. Y no existen. Decimosesto de antemano para advertir que loúnico que se pretende aquí es revisaralgunos datos, conocidos y probados,para que el lector saque sus propiasconclusiones. Hay «rumores» quehelarían la sangre del más monárquico,pero son sólo eso: rumores.

La primera cuestión que hapreocupado a quienes han investigado la

trama del GAL, con respecto al rey, hasido descubrir si Juan Carlos sabía loque estaba pasando, y desde cuándo losabía. En este sentido, es importanteseñalar que el inicio de la guerra suciade los GAL se sitúa en octubre de 1983,en una reunión del entonces ministro deDefensa, Narcís Serra, con la Junta deJefes del Estado Mayor (JUJEM),integrada por los jefes del Estado Mayorde cada una de los ejércitos y por unpresidente, que era Álvaro Lacalle, en laque con toda probabilidad se habló delos GAL. Según las declaraciones deSerra en el juicio por el secuestro deSegundo Marey, la JUJEM, a raíz del

atentado contra el capitán MartínBarrios, pidió intervenir directamentecontra ETA. Algunas fuentes sostienenque aquella reunión estuvo presidida porel rey, extremo que ha sido desmentidopor La Zarzuela. Formalmente no teníapor qué presidirla, aunque el monarcahabía de estar enterado a la fuerza,según la cadena de mando, porque el reyes el jefe supremo de la Junta de Jefesdel Estado Mayor, la máxima autoridad,el último escalón. Además, hay un actade aquella reunión y está confirmado porlo demás, que fue «cubierta» por elCESID, que sacó una copia sonora de loque se dijo. En todo caso, el monarca

tenía que conocer, a través de losdespachos semanales que mantenía conel presidente del Gobierno, FelipeGonzález, cualquier operaciónantiterrorista que hubiera en marchaincluyendo las planificadas para«responder al terrorismo etarra con susmismas armas», como han descrito laactividad de los GAL algunosimplicados, si es que lo eran.

Por otro lado, Jesús Gutiérrezdeclaró en el juicio por el secuestro deSegundo Marey que, cuando volvió aEspaña tras ser excarcelado en Franciael 8 de diciembre de 1983, recibió milesde telegramas y cartas de felicitación,

«de altos cargos, de alguien del TribunalSupremo, de la familia real…». Unadeclaración que, si bien parece que notiene demasiado sentido niverosimilitud, cuando menos se puedeinterpretar como un intento por parte deGutiérrez de señalar los niveles deresponsabilidad en la trama de la guerrasucia. Jesús Gutiérrez Argüelles habíaparticipado el 18 de octubre de 1983 enla segunda operación de los GAL, juntocon otros policías de la JefaturaSuperior de Bilbao (con el comisarioFrancisco Álvarez al frente de laoperación). Habían intentado secuestrara José María Larretxea Goñi en Francia

pero todo había salido mal. Empezaronpor atropellar a Larretxea con el cocheen que iban y, después, cuandointentaban recoger el cuerpo eintroducirlo al vehículo, fueronsorprendidos por un gendarme francés,que los detuvo a todos. A Larretxea lollevaron a un hospital, y los cuatrofuncionarios españoles fueronencarcelados. El entonces ministro deInterior, José Barrionuevo, dijoliteralmente respecto a aquellaoperación: «Se trataba simplemente deuna acción humanitaria destinada asalvar la vida del capitán Barrios», enaquel momento secuestrado por ETA. La

responsabilidad de los hechos la asumiópúblicamente el comisario FranciscoÁlvarez, jefe superior de la Policía deBilbao, y sus cuatro policías fueronpuestos en libertad el 8 de diciembretras comprometerse por escrito y «porsu honor» a volver a Francia paracomparecer en el juicio en contra suyo.Pero el 12 de junio se tuvo que celebrarsin su presencia, y los funcionariosespañoles fueron condenados porrebeldía a 18 meses de prisión. ElGobierno español no los cesó ni losentregó nunca a la justicia francesa.

Es necesario advertir además, paralos más incrédulos, que el rey suele

estar enterado en realidad de muchasmás cosas de las que, en principio,parece que le corresponden. Se sabe,por ejemplo, que en los años noventa laCasa Real negoció una mediación conETA. Javier Abasolo, un empresariovasco relacionado con los socialistas deVizcaya, tuvo contactos con miembrosde la organización armada mientrascumplía condena en prisiones francesaspor intentar cobrar un pagaré sin fondo.Y Perote, amigo y ex-socio de Abasolo,más tarde le hizo llegar una propuesta demediación en nombre de la Casa Realespañola en el tema de ETA. Parece quede aquellas negociaciones, que

continuaron durante años, surgiófinalmente la tregua de 1999, segúnreivindica el mismo Perote.

Como mínimo, en 1987 el rey setendría que haber enterado por laprensa, como Felipe González, de quelos GAL estaban formados pormiembros de los cuerpos de seguridaddel Estado. Fue entonces cuando variosdiarios empezaron a revelar datos sobrela participación de José Amedo yMichel Domínguez. Además, ya se habíapublicado también que los GAL habíandesaparecido tras los acuerdos entre losministerios del Interior de España yFrancia (dato que fue información de

primera página de Diario 16 en junio de1986), cuando ya habían perpetrado 29asesinatos. Estaba claro que su objetivohabía sido colaborar en la políticagubernamental frente al Estado francés,y que lo habían conseguido. Primerofueron las deportaciones; después, losconfinamientos, las entregas inmediatasy las extradiciones; más tarde, elaumento del control de la gendarmeríasobre los refugiados. Y, al final, Franciahabía exigido la desaparición de losGAL. Es lógico pensar que el presidentey el rey debían haber tratado de todosestos temas en sus audiencias semanales.

En 1989, cuando el juez Baltasar

Garzón empezó a instruir lainvestigación inicial de los GAL (en elproceso contra Amedo y Domínguez),explicó delante de doce personas, en unágape en el restaurante Y'Hardy deMadrid, que el rey le había llamado a LaZarzuela y le había dicho: «Yo de ti noavanzaba eso del GAL. Hombre, los dossabemos que es un tema de Estado…».Cuando Garzón se dio cuenta de cómoreaccionaban todos ante lo que lesestaba explicando, se despidióapresuradamente y sin postre. Un mesdespués, hablando nuevamente del temaGAL, delante de algunas de las mismaspersonas que habían estado en aquella

mesa, Garzón comentó: «Yo no creo queen el GAL estuvieran ni Felipe Gonzálezni el rey». Sus contertulios le recordaronentonces lo que había explicado la otravez, y el juez lo negó rotundamente:«¡Yo nunca he dicho tal cosa!» hechoque sorprendió a todo el mundo. Fueracomo fuese, Felipe González en aquellafase del proceso consiguió neutralizar aGarzón, convirtiéndole en suinseparable número dos de cartelelectoral y prometiéndole una brillantecarrera política en el Ministerio delInterior. Aunque después no resultó. En1991, durante el juicio contra Amedo yDomínguez, los altos cargos de Interior

(Vera y Barrionuevo) mantuvieronsiempre que los GAL habían sido gruposinconexos, no terroristas, que erancontratados de atentado en atentado. YAmedo y Domínguez no desmintieronentonces su versión. De este modo,consiguieron que ellos fueran los únicoscondenados, a 108 años de prisión.

Pero después se supo que, durante eltiempo que estuvieron en chirona, habíanestado cobrando cantidades millonariasmensuales de los fondos reservados deInterior. El Gobierno les habíaprometido, además (a través de JoséLuis Corcuera, Juan de Justo y losabogados Jorge Argote y Gonzalo

Casado), que pasarían poco tiempo enprisión, que la condena sería leve,porque el Supremo rebajaría lasentencia, y que serían indultados en unplazo breve (una cosa similar a lo quehabía pasado con el general AlfonsoArmada tras el juicio por el golpe deEstado del 23-F, que en total sólo pasósiete años en prisión pese a haber estadocondenado a la pena máxima).

«Sólo La Zarzuela puedepararlo»

Pero el Supremo ratificó la sentenciay, después de unos cuantos años enprisión, el indulto se retrasó. A Amedo yDomínguez les seguían diciendo que eracuestión de semanas, que no sepreocuparan. Pero los policías seempezaron a poner nerviosos. FelipeGonzález había nombrado ministro deInterior y Justicia a Juan AlbertoBelloch, cosa que sorprendió a todo elmundo, convencido de que podríasolucionar el caso GAL y el caso

Roldán. No se supo nunca por quémedios Belloch pretendía conseguirlo,porque sus gestiones fueron un fracaso.Lo que sí quedó claro es que no tuvocomplejos a la hora de hacer lo quehiciera falta a expensas de los antiguossubordinados de González. Belloch yahabía demostrado su estilo cuando erajuez en Bilbao y quiso encarcelar aJulián Sancristóbal (entoncesgobernador civil de Vizcaya). En susprimeras decisiones como ministro, en1994, cerró el grifo de los fondosreservados, dejó de pagar el sueldo querecibían las esposas de Amedo yDomínguez y, a la vez, siguió

demorando el indulto. En noviembre de1994, tres ex de la lucha antiterrorista,Juan Alberto Perote, Francisco Álvarezy Julián Sancristóbal, se reunieron en elHotel Tryp de Madrid. Los tres yaestaban trabajando para la empresaprivada, sin cargos oficiales, peroestaban preocupados por lasconsecuencias que pudieran tener lasdecisiones del ministro Belloch.Sancristóbal, en concreto, recibíapresiones de José Amedo y MichelDomínguez, que amenazaban con hablar.Se jugaban el cuello y necesitabanconvencerles —tanto a ellos como aotros policías relacionados con los GAL

— de que era necesario que siguierancallados. Pero esto no sería posible sialguien no frenaba a Belloch. JuliánSancristóbal, asustado, pidió perdón aPerote: «Juan, dile a Manglano», que erael director del CESID, «que esto va aestallar y que sólo la Zarzuela puedepararlo. Ya sabes que Felipe no quiereoír hablar de este tema y lo que nos pasea nosotros le importa un bledo».

Pero el rey, al parecer, no pudo o noquiso hacer nada en aquel momento. Elex-secretario de Estado para laSeguridad, Rafael Vera, también estabapreocupado, y, por su parte, intentóconseguir el apoyo del rey cuando vio

que la cárcel sería inevitable. Empezó amover todos los hilos para que JuanCarlos le recibiera. Incluso recurrió algeneral Sabino Fernández Campo paraque le gestionara la audiencia, aunqueéste ya había sido cesado de su cargo enla Casa Real y ni podía ni tenía ningúninterés en ayudarlo. De todos modos,por otras vías (no se sabe cuáles), Veraacabó siendo recibido en La Zarzuela.Pero tampoco consiguió la ayuda delmonarca. Como resultado, en diciembrede 1994, Amedo y Domínguez relatarona El Mundo el principio y el fin de losGAL y empezaron a colaborar con eljuez Garzón, que volvía a encargarse del

caso, tras romper relaciones con FelipeGonzález (aunque el sumario delsecuestro de Segundo Marey ya lo habíareabierto antes el juez García Castellón,a instancias del fiscal Ignacio Gordillo,cuando Garzón todavía estaba enInterior). Gracias a las declaraciones delos dos policías, Garzón empezó allevar a cabo una serie de arrestos encadena de toda la cúpula del Ministeriodel Interior: Rafael Vera, JuliánSancristóbal, Francisco Álvarez, MiguelPlanchuelo, Justo, Damborenea… Enotra de sus brillantes actuaciones, elministro Juan Alberto Belloch consiguiótraer a Luis Roldán a España, en una

rocambolesca operación en la que loengañaron con unos papeles falsosdonde se negociaba su extradición.

Curiosamente, la primeracomparecencia en los tribunales deRoldán, que había jurado «tirar de lamanta», coincidió con el descubrimientode los restos de José Lasa e IgnacioZabala, los dos jóvenes secuestrados el16 de octubre de 1983, y despuéstorturados y asesinados por miembrosde la Guardia Civil, en la que fue laprimera acción de la guerra sucia. Elcaso GAL seguía adelante.

Por otro lado, el coronel Perote yotros no estaban dispuestos a aceptar

que sólo pagaran unos pocos. JuanAlberto Perote, en concreto, habíaabandonado el CESID tres años antes,coincidiendo con su ascenso a coronel, yhabía pasado a ser asesor de seguridadde Repsol. Pero, antes de irse, habíalimpiado su despacho de papeles ydisponía de 1.245 folios, que secorrespondían con 23 microfilms delCESID, entre los cuales se hallaba el«acta fundacional» de los GAL. En1995, en prisión por segunda vez acausa de sus propios problemas, que notenían nada que ver con los GAL, MarioConde contactó en Alcalá-Meco conJulián Sancristóbal, quien lo puso al

corriente de algunos detalles de la tramaGAL. En marzo, justo tras salir deprisión, el banquero se entrevistó conPerote. Al ex-agente del CESID leinteresaba la influencia de Conde en losmedios de comunicación (en particularEl Mundo) para dar caña al tema GALen favor de sus amigos; y Conde noestaba dispuesto a desaprovechar laoportunidad de conseguir una valiosainformación.

Tras varias reuniones, pensaron quelos «papeles del CESID» que poseíaPerote quizás no tenían valor judicial,pero, en cambio, sí podían servir parapresionar. Perote y Conde acordaron

hacer «frente común», aunque pormotivos diferentes, a la hora de utilizarlos papeles ante el Gobierno del PSOE.La intención de Perote era que «nodejaran tirada a la gente». Amenazandocon hacer pública aquella información,pretendía obligar al Gobierno de FelipeGonzález a hacer algo efectivo para queno condenaran a sus amigos (PacoÁlvarez, Julián Sancristóbal, etc.). Unade dos, o solucionaban la cuestión comofuese, o todos tendrían que rendircuentas ante la justicia (o, al menos, antela opinión pública). Y con respecto aConde, pretendía solucionar sus asuntospendientes. Consideraba que lo más

justo era volver a la situación en la quese encontraba antes de la intervenciónde Banesto (había sido propietario de untotal de siete millones de acciones, quecon la cotización de aquel momento, a2.000 pesetas cada una, suponían unacifra de 14.000 millones de pesetas). Apunto de entregarle los papeles delCESID, Perote, que conocía la amistadde Conde con el monarca, le preguntó:«Hay una cosa que no entiendo bien.¿Cómo es posible que el rey no hayapodido evitar que las cosas hayanllegado hasta donde están?». Condecontestó: «Ése es un tema difícil deexplicar… Lo único que se me ocurre

decirte es que Su Majestad no tiene lalibertad que algunas veces quisiéramosy así lo tenemos que aceptar».

Sin embargo, fue el rey quien facilitóla negociación de estos dos con LaMoncloa. A estas alturas Conde ya notenía unas vías de acceso fáciles a LaZarzuela, y recurrió a Adolfo Suárezpara que pusiera al monarca al corrientedel asunto. Después, una vez queinformó de que aquello iba en serio y dela necesidad de negociar, Juan Carlosrecomendó a Felipe González querecibiera a Conde. En primer lugar, enmayo de 1995, Perote hizo llegar aBarrionuevo un informe-resumen sobre

los GAL, redactado por él mismobasándose en la documentación delCESID que tenía en su poder. Queríaprovocar una guerra de nervios. Enaquel momento Julián Sancristóbal y elcomisario Miguel Planchuelo estaban enla cárcel de Guadalajara, y Barrionuevofue a visitarlos muy agitado, porquecreyó que las informaciones proveníande ellos. Sobre todo, estaba inquieto porla idea de que el informe, igual que lehabía llegado a él, pudiera llegar aGarzón. Sancristóbal y Planchuelonegaron que tuvieran nada a ver.Barrionuevo seguramente salió ya deaquella reunión con la idea de que el

informe provenía de Perote y Conde. Elinforme de Perote circuló por loscanales previstos hasta que llegó a LaMoncloa y provocó la ira de FelipeGonzález. Era lo que quería Perote parapreparar el terreno. Felipe tenía queconocer la dimensión de lo que ellostenían para avenirse a pactar algo. En unprincipio, González quiso solucionarlopor la vía expeditiva. El generalSantiago Bastos, jefe de la División deInterior del CESID, se dirigió a Perotecon amenazas más o menos explícitas.Pero entonces el rey intervino para queFelipe González recibiera a Santaella, elabogado que habían designado Conde y

Perote para llevar el asunto, y para quenegociara con él. El mismo González loreconoció implícitamente un poco mástarde, cuando, para justificar su reunióncon Jesús Santaella, dijo: «Yo creía queera interesante desde el punto de vistade la seguridad del Estado haber hechoesta reunión. No sólo lo creí yo, sinotambién personas a las que tengo muchorespeto» («personas», en plural). Lareunión con Santaella, en La Moncloa,tuvo lugar el 23 de junio de 1995. Perola negociación no fue bien. FelipeGonzález no podía o no quería hacernada por sus subordinados. Alguientenía que cargarse el muerto y, desde

luego, no sería él.En septiembre las negociaciones con

La Moncloa se dieron por rotas yenseguida se volvieron a utilizar otrosmétodos más resolutivos y decididos. ElPaís publicó aquel mes que MarioConde y Juan Alberto Perote habíanpretendido chantajear al Gobierno y alrey con información reservada que elex-agente había robado del CESID. Setrataba de intentar neutralizar elpotencial de la documentación quepodría meterlos a todos en prisión,convirtiéndola en ilegal. El coronelPerote ingresó en prisión aquel mismomes, el día 29 (dos años después, en

julio de 1997, el Tribunal MilitarCentral le acabó condenando a sieteaños de prisión por haber reveladosecretos militares).

Pero otro de los objetivos deGonzález, no menos importante, erapresentar las investigaciones en torno ala trama GAL como una conjura paraacabar con el Gobierno… y lamonarquía. De paso, se hacía una veladaadvertencia al monarca —y a todo aquélque pudiera estar interesado en seguircon el asunto —, puesto que nada menosque el rey era también susceptible de serobjeto de un chantaje con los papelesdel CESID, cosa que daba a entender

que estaba involucrado en la trama. Sicaía Felipe, también caería lamonarquía. Poco después, el 10 denoviembre, esta vez a través de Diario16, se lanzaría una nueva historia de«Chantaje al rey», por parte de Javier dela Rosa y, nuevamente, de Mario Conde,en una segunda entrega de lo que seinterpretó como una conspiración paraderrocar al Gobierno y la monarquía,ahora relacionada con escándaloseconómicos.

El tema de los papeles del CESIDtrajo cola unos cuantos años. Peroadelantemos ya que, aunque acabaron enlos medios de comunicación (al menos,

una parte importante), no fuerondesclasificados porque podían serutilizados como prueba en un juicio. Losúltimos de la fila del tema GAL norecibieron más ayuda por parte del reyque unos cuantos gestos de buenavoluntad.

Pero cuando la justicia intentaraelevar el listón de lasresponsabilidades, entonces seríadistinto. El rey ya estaba advertido.

El «apagafuegos» real lograponer punto y final

Tras la primera ronda dedetenciones (Sancristóbal, Álvarez,Planchuelo, Vera, etc.), la cosa seempezó a complicar de verdad. Elsiguiente que podía caer era el ex-ministro de Interior, José Barrionuevo,que ya constituía una pieza de cazamayor. El 12 de octubre de 1995, en larecepción en el Palacio Real del día dela Hispanidad, el rey le cogió del brazoe interrumpió el curso del besamanos.«Pepe, ¿cómo te encuentras?». Contestó

la mujer del ex-ministro: «Bien,Majestad, muchas gracias». Barrionuevoya estaba convencido de que seríaprocesado y condenado y, en ciertomodo, lo tenía asumido. Pero su círculofamiliar, en especial su mujer,Esperanza Huélamo, le presionaba paraque no se dejara hundir en el fango niinvolucrara a González; y el presidenteya sabía lo que estaba dispuesto a hacer.Aquella fue una etapa de grandes gestosy muy buenas palabras para conseguirevitar que la moral del ex-ministro sederrumbase. Pero era necesario hacermás cosas. Las complicacionesaumentaron cuando, el 3 de marzo de

1996, el Partido Popular ganó laselecciones generales. Aznar ya habíapactado antes con Felipe González unfinal «pacífico» a los escándalos delPSOE, incluyendo el tema GAL, en lasconversaciones que mantuvieron enotoño de 1993, impulsadas por el rey, enlas que entre los dos se pusieron deacuerdo para quitarse de encima aMario Conde. Pero habían pasadomuchas cosas desde entonces. Entreotras, la aparición de los papeles delCESID, que el nuevo partido en elGobierno se había manifestadopartidario de entregar a la justiciadurante la campaña electoral.

Precisamente, uno de los que habíandefendido públicamente esta idea,Rafael Arias-Salgado, era el candidatodel PP para ocupar la cartera deDefensa y a primeros de abril ya habíaempezado a visitar el Ministerio, cuandotodavía era titular Gustavo SuárezPertierra, para ir poniéndose al día, porejemplo, del envío de tropas a Bosnia.

Cuando se supo, González le pasó elencargo a Juan Carlos por medio deAdolfo Suárez, que se reunió con el reyen La Zarzuela el 9 de abril para tratarel tema. Y allí mismo, delante deSuárez, Juan Carlos telefoneó a Aznarpara citarlo al día siguiente por la

mañana.Aclaremos, por si con tanta

martingala se llega a crear confusión,que el rey no tiene ninguna clase deautoridad para imponer a un ministro nivetar a otro. Y recordemos que Aznarllegó al poder con promesas de«regenerar España tras más de unadécada de corrupción». Por lo tanto, siel líder del PP aceptó las presiones delmonarca, lo hizo por su cuenta y riesgo,aunque a un cierto sector de lapoblación le pueda resultarcomprensible e incluso aceptable que lohiciera para salvar a la monarquía deuna quema segura y no, sin duda, para

echarle una mano a Felipe González. Elpueblo español ha tenido durantemuchos años la dudosa fortuna de teneresta clase de salvadores de la patria,para que decidan por él lo que convieneo no conviene defender. Y Juan Carlosha salido beneficiado de esto muchasveces a lo largo de su reinado. Dicho loanterior, volvamos a la narración de loshechos.

Tras su audiencia con el rey en LaZarzuela, el mismo día 10 de abril almediodía, José María Aznar se reunióen La Moncloa con Felipe González yAdolfo Suárez. La noticia se filtró a laprensa con bastante ajetreo, sobre todo

porque Leopoldo Calvo Sotelo, comoex-presidente, se sintió marginado,puesto que era el único que faltaba en lareunión y el único que no sabía por qué.La prensa no dijo de qué hablaron.Como después fue quedando claro,Aznar había negociado nombramientosimportantes que afectaban a Defensa,Interior y el CESID. La cartera deDefensa fue para Eduardo Sierra, que yahabía sido subsecretario a las órdenesde Narcís Sierra en el mismo Ministerioy era, además, un hombre de confianzaen La Zarzuela. Jaime Mayor Orejaocupó, como estaba previsto, el cargode ministro del Interior. Pero su

segundo, el secretario de Estado para laSeguridad, Ricardo Martí Fluxá,procedía de la Casa Real (había sido eljefe de Protocolo). El nuevo directorgeneral del CESID, el general JavierCalderón, había compartido conEduardo Sierra la dirección de laFundación de la reina Sofía contra laDroga, en la que también militaba MartíFluxà. Y el 2 de agosto, al amparo delverano para no llamar la atención, elnuevo Gobierno decidió no desclasificarlos papeles del CESID. Arias-Salgadofue compensado con la cartera deTransportes y Comunicaciones donde,en lugar de protagonizar una brillante

cruzada contra la guerra sucia, tuvo laoportunidad de lucirse dandoexplicaciones, durante la etapa másdesastrosa de los aeropuertos españoles,ante hordas de pasajeros que seamotinaban contra las tripulaciones delos vuelos. Pero en el tema de los GALtodavía no se podían lanzar lascampanas al vuelo. El punto álgido fueel juicio del caso Marey, el ciudadanofrancés secuestrado por los GAL enHendaya el 4 de diciembre de 1983…por error.

El juez Garzón estaba fuera decontrol. En 1996, con su habitual faltade discreción, el monarca, con Julio

Anguita y delante de una botella de vinode Moriles, expresó como si nada suopinión de que el instructor delprincipal sumario de los GAL era «unfantasma», con demasiadas ansias deprotagonismo y notoriedad. Másadelante su comentario trascendió yGarzón, muy ofendido, comenzó a decira diestro y siniestro: «¡Parece mentira!¡Con los favores que yo le he hecho…!»

Inmediatamente, Juan Carlostelefoneó a Garzón para «aclarar» lascosas, pedirle disculpas, y certificarlelo mucho que se le quería en LaZarzuela… para que, al menos, las cosasno empeoraran.

Como preparación del juicio, en elque estaban encausados el ex-ministrode Interior José Barrionuevo y el ex-secretario de Estado para la SeguridadRafael Vera, hubo de todo. Entre otrascosas, la denuncia de una terceraconspiración para derrocar al Gobiernoy la monarquía, esta vez centrada entransmitir la idea de que el tema GALhabía sido una maquinaciónperiodística. Para ello contaron con laayuda inestimable de Luis María Ansón,por lo que el episodio fue bautizadopopularmente como «la ansonada». Enenero de 1998, Ansón concedió unaentrevista a un presunto periodista,

hermano del ex-ministro Juan AlbertoBelloch, que se publicó en el semanarioTiempo.

Relataba que Felipe González habíasido víctima de una conspiración paraponer fin al Gobierno que presidía, en lacual él mismo había participado juntocon un grupo de periodistas de variosmedios de comunicación (entre loscuales figuraban Pedro J. Ramírez,Antonio Herrero, Pablo Sebastián,Manuel Martín Ferrand y otros).Siguiendo la tradición de los dosintentos de chantaje denunciadosanteriormente a la prensa, incluyótambién a un personaje de carácter. Si

antes los protagonistas habían sidoMario Conde y Javier de la Rosa, estavez le tocó el turno a Antonio GarcíaTrevijano. Y, desde luego, también en lalínea de las anteriores conjuras contra elGobierno, aseguró que el anhelo últimoera derrocar a la monarquía. Se teníaque destacar tantas veces como hicierafalta que los destinos de FelipeGonzález y el rey Juan Carlos estabanindefectiblemente unidos. Esto enconcreto daba un toque un pocosurrealista a la historia, viniendo de unmonárquico redomado como Luis MaríaAnsón; pero el director de ABC noahorró detalles, hasta fijar el escenario

de las reuniones en su propio despacho,para dar verosimilitud al relato.

Más tarde se supo que «laansonada», una epopeya que casi nadiese llegó a creer nunca, había sido enrealidad urdida durante un ágape en elrestaurante El Cenador de Salvador, alcual asistieron Ansón, Vera,Barrionuevo y Corcuera, poco antes dela publicación de la entrevista. Por lomenos hacía un año que los antiguosdirigentes de los GAL presionaban portodos lados para conseguir un tratofavorable en el juicio que teníanpendiente, chantajeando a variospersonajes públicos con vídeos sexuales

y otras pruebas documentales que teníancontra ellos. Según varias fuentes (queconstan en un sumario instruido por eljuez Garzón en 1998), entre estaspersonas estaba incluso el ministro deInterior, Jaime Mayor Oreja. Aunque,sin duda, el caso más conocido fue el dePedro J. Ramírez, porque parece que nose dejó chantajear y el famoso vídeo delcorsé rojo acabó saliendo a la luz. Elvídeo del director de El Mundo, filmadounos meses antes, se había distribuidopor correspondencia en octubre de 1997y después circularon copias de mano enmano por toda España.

Pero también aparecieron fotos en el

diar io Ya, entonces dirigido por elabogado Emilio Rodríguez Menéndez,defensor del Dioni, entrevistador delfalso Anglés, víctima de un intento deasesinato por encargo de su propiaesposa y gran amigo de Rafael Vera, aquien se ha visto en fiestas en su chaléjunto al adivino Rappel y a Jorge Argote(abogado del Ministerio del Interior),entre otros especímenes del zoológicoprivado de don Emilio.

Nunca se ha sabido con quéargumentos fue presionado Luis MaríaAnsón para colaborar con Vera yBarrionuevo. Ni se sabrá, como eslógico suponer, tras el alto precio en

prestigio personal que el periodista tuvoque pagar. Para los artífices del invento,la peripecia tuvo su pequeñacompensación cuando la teoría de laconspiración salió a la luz durante eljuicio en el Tribunal Supremo por elsecuestro de Segundo Marey. En sudeclaración como testigo, Narcís Serra,ex-ministro de Defensa, dijo: «LuisMaría Ansón me advirtió que iba acomenzar una campaña para obligar aGonzález a dejar el Gobierno y con lamonarquía como objetivo final». Perotampoco sirvió de mucho.

Consciente de que aún estaba todoen el aire, Felipe González redobló sus

esfuerzos los meses previos a la vista dela causa, enviando múltiples mensajes almonarca por diversos conductos. Ytodavía continuó infatigablementedurante el juicio, que se celebró a lolargo de los meses de junio y julio de1998.

En la vista, Vera y Barrionuevo noperdieron los papeles y dejaron a sussuperiores fuera de todo el asunto. Almargen de esto, fue un verdadero circoen el que no faltó de nada. Fuera de lasala del Tribunal Supremo también sesucedían las comparecencias de unos yotros, en más de una docena deentrevistas de dos en dos, en diversos

escenarios: entre González y SabinoFernández Campo (uno de los canalesque utilizó el ex-presidente por encargodel rey); entre Aznar y el rey; entreGonzález y el rey; entre Aznar y laministra de Justicia… Todas orientadasa ver cómo se solucionaba todo aquello.El compromiso definitivo lo sellaronJuan Carlos y José María Aznar, una vezfinalizado el juicio, en agosto, en lo quese conoció como el «pacto deMarivent». El gran defensor del respetoa las decisiones judiciales, Aznar,acudió a un despacho oficial enMallorca con el árbitro y moderador delbuen funcionamiento de las instituciones,

Juan Carlos, y al parecer, el encuentrofue un poco tenso. Aun así, acabaronllegando a un acuerdo.

La sentencia se conoció el 10 deseptiembre. Rafael Vera y JoséBarrionuevo habían sido condenados a10 años de prisión cada uno, y FelipeGonzález los despidió a la puerta de laprisión de Guadalajara pocos díasdespués. Pero ni el ex-secretario deEstado para la Seguridad ni el ex-ministro de Interior se quedarondemasiado tiempo haciendo footing en elpatio del módulo que tenían para ellossolos. No había acabado el año 1999cuando les llegó el indulto.

CAPÍTULO 19

EL CASO KIO, UN EXPEDIENTEABIERTO

Javier de la Rosa acusa

En la actualidad, una de laspreocupaciones más grandes queintranquilizan el ánimo del rey JuanCarlos es el expediente abierto del casoKIO. Ya era una inquietud por lo menosdesde 1993, debido a la implicación enel caso de su querido amigo ManuelPrado y Colón de Carvajal.Sosteniéndose por un hilo como sesostenía la cabeza de su queridoManolo, era lógico pensar que el rey sepreocupara por sí mismo, sobre todoteniendo en cuenta que al ex-embajadorreal los problemas con la justicia le

llegan en un momento delicado de salud.Al final, los tribunales quierenamargarle los últimos momentos. Esto aun amigo de verdad le tiene que doler enel alma, tanto como si el afectado fueraél mismo. Sin embargo, por ahora, lacosa está bastante peor desde que Javierde la Rosa, el 26 de octubre del año2000, presentara en la AudienciaNacional una declaración en la queinvolucraba directamente al monarca. Elcaso KIO fue la obra máxima delsistema de corrupción imperante en elEstado español durante la etapa deGobierno del PSOE. Las cifras que semanejaron no tenían ni punto de

comparación con las de otros casosfamosos. Ni tampoco la categoría de lospersonajes involucrados. Aquí esimposible hablar de inculpados de«última fila». No hay sicarios ejecutoresque puedan pagar el pato por sussuperiores. Como una pieza clave en unrompecabezas misterioso e invisible, elcaso KIO los va reuniendo a todos,aunque algunos sólo estén relacionadosde una manera marginal o sóloparticipen como «enterados» de lujo:Manuel Prado, De la Rosa, Sarasola,Felipe González, Juan Carlos deBorbón, Ruiz Mateos, Sabino FernándezCampo, Mario Conde, Luis María

Ansón… Quienes acusan, losperjudicados, no están bajo el control delas instituciones del Estado español, sonextranjeros. Es necesario recordar, unavez más y antes de empezar a narrar loshechos, que el rey es inmune. Javier dela Rosa ha acusado formalmente a JuanCarlos de haber hecho de intermediarioen el pago de 100 millones de dólaresde KIO (unos 15.000 millones depesetas entregados a Manuel Prado yColón de Carvajal, entre 1990 y 1992).Para ello ha presentado un voluminosoescrito de 68 folios ante el Juzgado deInstrucción número 3 de la AudienciaNacional, en el que la jueza Teresa

Palacios investiga el caso Torras-KIO.Antes, en mayo de 1997, Manuel Pradoya había reconocido el cobro ante lostribunales. El dinero, como aclaró lainvestigación judicial, había sidodepositado en dos cuentas de la SGA(Sociedad General Alsaciense) enSuiza, donde Prado tiene fijada suresidencia oficial desde 1985. Lo que nose acabó de explicar fue por qué, qué sepretendía pagar con una suma tanelevada. Prado pretendió justificarlocomo pago por sus dictámenes ytrabajos de asesoría realizados para elcatalán, pero nadie le ha creído y lasinvestigaciones siguen adelante cada vez

más enmarañadas.Hacía unos cuántos años que Javier

de la Rosa se quería aproximar a LaZarzuela, cuando tuvieron lugar estoshechos. En 1988, se unió a un grupo deempresarios catalanes para regalar alrey un Porsche Carrera de 24 millonespara su aniversario. Pero las relacionesempezaron a ser más próximas ypersonales desde que hizo negocios conPrado, en 1990. Entre otras cosas, Pradollegó a ser vicepresidente de GranTibidabo, el gran proyecto de De laRosa para Cataluña. Y fue Prado quienintrodujo a De la Rosa en palacio. Elfinanciero catalán, gracias a él, fue

recibido en privado con su mujer y sushijos por el rey, que les invitó a comer.Uno de los hijos de De la Rosa hizofotos como recuerdo. Y después De laRosa presumió mucho en todas partes desu gran amistad con el monarca, cosaque aprovechó para sus negocios. Enfechas próximas a las de las peripeciasrelacionadas con el cobro de los 100millones de dólares, Sabino FernándezCampo, cuando todavía era secretariode la Casa Real, a petición del monarcaacudió un día al piso que Javier de laRosa solía utilizar durante sus estanciasen Madrid, en el Paseo de la Castellana,para transmitirle un mensaje: «Dile que,

de parte del rey, todo está arreglado yque muchas gracias». Esta entrevista fueconfirmada por el mismo Sabino,después de que lo publicaran variosmedios, cuando el ex-secretario fuellamado a declarar, aunque se limitó adecir que había ido por motivospersonales. De la Rosa también aseguraque tiene un vídeo, filmado en el HotelClaridge de Londres, en el que don JuanCarlos le da las gracias en privado porlos dineros de KIO. Que se vieron enese hotel está confirmado, aunque elvídeo no lo vio nunca nadie. Claro estáque, en un cacheo a Javier de la Rosadespués de que ingresara en prisión por

el caso Tibidabo, se le encontró mucha«documentación comprometedora», queel juez Joaquín Aguirre ordenó destruiry es posible que, si alguna vez existió,ya no exista.

Una guerra muy rentable

El caso KIO tuvo su origen en lainvasión de Kuwait por el ejército deSaddam Hussein (agosto de 1990), quemotivó la intervención norteamericana ybritánica para expulsar a los iraquíes. Elinterés de las grandes potencias en elconflicto no era altruista. Kuwaitsuministraba el 6% del petróleo que seconsumía en Occidente. Aquel mismomes de agosto, De la Rosa habló conEnrique Sarasola (el amigo de FelipeGonzález) y con Carlos Solchaga(entonces ministro de Economía) parapoder desbloquear las cuentas de KIO y

operar con sus fondos, puesto que elgrupo quería colaborar en los gastos dela guerra de su país (para comprararmamento, contratar mercenarios…).Y, desde luego, obtuvo carta blanca. Amuchos se les pusieron los ojos comoplatos pensando en el enorme pastel quehabía para repartir. Las guerras suelenresultar muy rentables para unoscuantos. Y ésta no iba a ser menos. Pero,del dinero que manejaba De la Rosa, sele perdió el rastro a una sumaconsiderable. Tras el conflicto armadoen el Golfo, a los de KIO no lescuadraban las cuentas.

Descubrieron que habían

desaparecido unos 60.000 millones depesetas de las cuentas que la KuwaitInvestment Office (KIO) tenía en sufilial española, el grupo Torras.

En octubre de 1992 empezaron lasquerellas en Londres y Madrid contralos responsables de KIO en Kuwait, ycontra De la Rosa en España. Aparte detodos los detalles sobre dónde había idoa parar el dinero, querían que éste lesfuera devuelto. Uno de los beneficiadoshabía sido Manuel Prado y Colón deCarvajal. Sus negocios con De la Rosahabían empezado poco antes, con elproyecto del Castillo de los Gracianos(un negocio ruinoso para el que Prado

necesitaba financiación; un complejourbanístico de 200 hectáreas con campode golf, chalés y un hotel en Jerez de laFrontera). A comienzos de 1990, Pradose había hecho socio de Javier de laRosa, con quien firmó un acuerdo através de Prima Inmobiliaria (queformaba parte del imperio de KIO). Enla versión que ahora ha presentado a laAudiencia Nacional, el financierocatalán dice que Prado le había pedidoque hiciera un favor al «patrón» (enreferencia al rey), adquiriendo una fincaen Jerez por 1.500 millones de pesetas,un valor muy superior al del mercado.Tras la guerra del Golfo, en 1992, las

deudas de Prima Inmobiliaria acabaronsiendo superiores a los 45.000 millones.Pero el pago de KIO propiamente dicho,lo que ahora investigan los tribunales, secorresponde con una nueva petición quePrado le hizo en 1990, ya iniciada laguerra, cuando la élite del podereconómico se puso a hacer cuentas paraver qué podrían sacar de los kuwaitíesaprovechando la ocasión, con la ayudade De la Rosa. Según la reciente versiónque el financiero catalán ha dado en losjuzgados, Prado le pidió que tramitarauna petición a KIO de 100 millones dedólares «como pago por sus servicios».El dinero estaría destinado a liquidar el

famoso crédito del rey Fahd, concedidopor la familia real saudí 10 años antes.KIO parece que rechazó la petición, yentonces intervino directamente el rey.Según De la Rosa, en agosto de 1990recibió una llamada telefónica de JuanCarlos desde Marivent, en la que locitaba para cenar en Londres al díasiguiente. La supuesta cena tuvo lugar enel Hotel Claridge, y en el transcurso dela misma el rey le pidió personalmenteque hiciera de intermediario en lapetición de dinero a KIO. De la Rosacontó más tarde en los juzgados deLondres que la desaparición de fondosde la caja del grupo Torras (la filial de

KIO en España) se justificó ante loskuwaitíes diciéndoles que se habíautilizado, en buena parte, para el pagode favores políticos realizados en prode la liberación del emirato. Según elfinanciero catalán, para que la aviaciónnorteamericana pudiera disponer comoquisiera de las bases aéreas españolasde Rota y Torrejón, había hecho falta«untar» a los políticos y Javier de laRosa se había encargado de hacerlo.Una parte del dinero, según susdeclaraciones a los tribunalesbritánicos, fue a parar precisamente aSarasola, el amigo de Felipe González.Otra parte, a Manuel Prado.

Independientemente de losargumentos utilizados ante los kuwaitíes,finalmente, tras todos los trámites, Pradorecibió una primera entrega de 80millones, en octubre de 1990. Entre1991 y 1992, De la Rosa dice querecibió «constantes llamadas del señorPrado y, en algunas ocasionas, de SuMajestad el Rey, normalmente en midespacho de Barcelona, urgiendo que secompletara la cifra total pedidainicialmente, a la que Su Majestad elRey se refería siempre como "la cuenta"pendiente». Prado acabó recibiendo los20 millones que faltaban en junio de1992, el mismo día que De la Rosa

dejaba la vicepresidencia ejecutiva delholding. Cuando empezaron losproblemas en los juzgados de Londres,la primera medida de De la Rosa fuehablar con Prado para que devolviera suparte. Pero Prado no estaba por la labor.Se le ocurrió, en cambio, que podrían irtrampeando la situación si maquillabanlos pagos y luchaban poco a poco en lostribunales. La demanda civil en lacapital británica se llevaba con calma.Ninguno de los implicados llamaba atestigos para declarar y el tema sedilataba hasta que quedó prácticamenteparado.

Pero los kuwaitíes seguían acosando

a De la Rosa. De todos modos, cuandoDe la Rosa se enfadó de verdad, conPrado y con el resto, fue cuando cayó endesgracia por el caso Gran Tibidabo.Aquí empezaron los verdaderosproblemas para todos. Prado tambiénestaba implicado. Aparte del caso deCastillo de los Gracianos y de los 100millones de dólares limpios de KIO,estos años el ex-embajador real habíatenido más negocios confusos con De laRosa. Entre otros, a través deExpovillas SA había vendido a GranTibidabo (el gran proyecto catalán deDe la Rosa), con derecho a recompra(es decir, que aquello era un préstamo),

unas fincas en Dos Hermanas (Sevilla),de otro de sus negocios inmobiliarios: laurbanización Las Palmeras deCondequinto. La operación se acercabaa los 1.600 millones de pesetas, aunquePrado había adquirido los terrenosapenas dos años antes por tan sólo 125millones. El negocio era muy favorablea Prado, pero Gran Tibidabo necesitabaque les guardaran las espaldas en lasaltas esferas. Con la operación, De laRosa creía que estaba comprando apoyopolítico. Y para asegurarse bien,nombró a Manuel Prado vicepresidentede Gran Tibidabo. De la Rosa, que no sefiaba demasiado del ex-embajador real,

en la fecha de venta firmó una carta antenotario en que decía: «[…] quierodeclarar que ninguna compraventa seráfirmada en esta operación, si el citadodon Manuel de Prado y Colón deCarvajal deja dicha vicepresidencia deGran Tibidabo». Ya veía venir quepodría traicionarlo en cualquieramomento y de hecho, seis días despuésde la venta, el 27 de diciembre de 1992,llegó la carta de dimisión de Prado.Prado ponía como excusa que le habíanpropuesto la presidencia de Partecsa,filial de Cartuja 93, y no podíacompatibilizar ambas cosas. El 14 deabril de 1993 su dimisión quedó

recogida en un acta de Gran Tibidabo yPrado rompió relaciones con De la Rosaoficialmente. Fue francamente oportuno,porque se salvó por los pelos delestallido de uno de los escándaloseconómicos más sonados de los últimostiempos, principio del fin de Javier de laRosa.

Aunque Prado tampoco pudo evitarsalir salpicado. Una auditoría de Ernst& Young, correspondiente a 1993,reveló un agujero de entre 6.000 y11.000 millones de pesetas en GranTibidabo. No se sabe muy bien quiénimpulsó el asunto contra el financierocatalán, aparte de los pequeños

accionistas afectados. Pero el PP,todavía en la oposición, lo aprovechópara cargar contra Convergencia i Unió,y pidió que se creara una comisión deinvestigación en el Parlamento catalán.

También se presentaron denunciasen los juzgados, y el fiscal jefe deBarcelona, Carlos Jiménez Villarejo,acabó viendo por lo menos tres delitosen las actuaciones de Javier de la Rosa:estafa, apropiación indebida y falsedaden documento mercantil.

Gestiones y amenazas

Javier de la Rosa había tenidonegocios con todo el mundo y habíarepartido dinero a todo el mundo:bufetes de abogados, periodistas,consultores, asesores, banqueros,políticos estatales y autonómicos…Presumía de tenerlos enganchados atodos, y hablaba mucho, que era lo peor.En cualquier sitio explicaba, porejemplo, que había sido recibido en elVaticano por Juan Pablo II, que le habíadicho: «La Iglesia está pasandodificultadas financieras, no sé si losabe... Yo le pido a usted que nos

ayude». De la Rosa también aseguró quehabía dado dinero a Adolfo Suárez parapagar la sede del CDS, a Convergencia iUnió; que había entregado una maleta dedinero a un dirigente del PP, y un largoetcétera. De manera que, si de una partequienes habían cobrado habían de estarcontentos, por la otra estabanatemorizados por la verborreadesmesurada del financiero. Lo cierto esque, cuando cayó en desgracia, todospasaron de él.

El verano de 1993, el abogado deDe la Rosa, Joan Piqué Vidal, siguiendosus instrucciones, se entrevistó conManuel Prado en el aeropuerto de

Barajas y le pidió, sin tapujos, queintercediera ante el rey para queparalizara las diligencias del sumario enel Juzgado de Instrucción número 1 deBarcelona, relacionado con el proyectoGran Tibidabo. Piqué le dijo claramenteque De la Rosa estaba decidido allevarse por delante a todo el quehiciera falta, incluso al mismo rey, siacababa en prisión. En la primavera de1994, Manuel Prado acudió a la calleGénova para hablar con Aznar.

Pero el líder del PP no se mostróreceptivo y, al parecer, le aseguró queen caso de crisis institucional, el PartidoPopular nunca le apoyaría en un

escándalo de corrupción económica quesalpicase la Corona, o si el rey noactuaba como garante de la unidad deEspaña. La gestión del ex-embajadorreal, en definitiva, no sirvió de nada,pero De la Rosa continuó amenazando ypresionando. Fue entonces cuandodeclaró ante el juez sobre los dinerosevaporados de KIO: «Este dinero seempleó en comprar voluntades políticaspara crear un clima favorable a la causakuwaití».

No pudo, empero, evitar ingresar enla prisión de Can Brians el 17 deoctubre de 1994.

Inmediatamente después, se ordenó

el cacheo de su domicilio pero no seencontró nada. En un segundo cacheo(una semana después) en la casa deArturo Piñana Bono, uno de sushombres, en Sant Just Desvern, sí queaparecieron cintas, informes,falsificaciones bancarias ydocumentación comprometedora paramucha gente; el juez Joaquín Aguirre,incomprensiblemente, ordenó ladestrucción (para no dañar la imagen deterceros). Al cabo de un mes de estar enchirona, al parecer sirviéndose de lamediación del cura de la prisión quediariamente daba la comunión alrecluso, De la Rosa dio instrucciones a

su esposa, Mercedes Misol, para queenviara telegramas al rey, a Jordi Pujoly a Aznar, en los que les recordaba: «Hapasado uno más y todavía sigo aquí».También intentó sin éxito que el rey larecibiera en La Zarzuela; pero, trasnumerosas gestiones, no lo consiguió. Sila situación continuaba, De la Rosaadvertía que rompería su silencio. Peronadie movía ni un dedo por él. Cuandoel financiero catalán salió de prisión el22 de febrero de 1995, tras depositaruna fianza de 1.000 millones de pesetas,pesaba 22 kilos menos y estaba muyenfadado: «Lo que han hecho conmigono tiene nombre. Les he convertido en

ricos a todos y el que acaba en el talegosoy yo. ¡No te jode!»

Las gestiones de De la Rosa a partirde este momento fueron múltiples ydiversas. Por ejemplo, se reunió con unalto cargo policial del Ministerio deJusticia e Interior, Gabriel Fuentes,enviado por el ministro Belloch, un parde semanas después de salir de prisión,en un conocido restaurante gallego deBarcelona. Después, siguieron encontacto a través de otros mediadores(Alfredo Fraile, por parte de De laRosa). De la Rosa amenazaba conrevelar supuestos favores prestados apolíticos y empresarios, con una

explosiva carta que había escrito enprisión. También entró en contacto conMario Conde, que no se perdía ni una yno podía faltar en este lío. Entrediciembre de 1994 y enero de 1995,Javier de la Rosa le explicó el asunto delos 100 millones de dólares que ManuelPrado había cobrado de KIO. Más tarde,cuando ya estaba fuera, se lo confirmóenseñándole los documentos de lacuenta suiza que demostraban el ingreso.Como ya hemos explicado en otrocapítulo, Conde hizo gestiones paraponer al rey al corriente del caso, sinconseguir que el monarca tomaramedidas contra su ex-embajador.

Prado, a su vez, también estabadedicado en cuerpo y alma a hacergestiones para librarse de lasimputaciones que se le hacían, y de unamanera bastante marrullera, por cierto.Entre sus brillantes iniciativas, sostuvouna conversación telefónica de más deseis horas con el emirato kuwaití. Lespedía documentación con la que pudierainculpar definitivamente a Javier de laRosa, ya fuese en los juzgados o en laprensa. En concreto hablaba de El País,que citaba como el único diario decente.En estos momentos Prado ya estaba en elbando de Felipe González y Polanco.Pero no se sabe cómo las grabaciones

acabaron en manos de Javier de la Rosa,que también estaba negociando a títuloindividual con los de Kuwait. Y elfinanciero catalán, en su habitual estilodesbocado, hizo circular las cintas pormedio mundo. También las pasó alMinisterio del Interior, cuyoslaboratorios certificaron que la voz quese escuchaba era realmente la de ManuelPrado y Colón de Carvajal. En aquellasconversaciones, en perfecto francés,Prado apelaba al rey, denominándolo«mon patron», «mon ami le patron»,«sa majesté», «il connais tout»…Además, detallaba la existencia de unascuentas comprometedoras en

Liechtenstein; y citaba la numeración(letras y números). Y también decía queel Gobierno del PSOE estaba alcorriente.

Javier de la Rosa «ofreció» lascintas al rey Juan Carlos, pero el rey nolas quiso. Seguía junto a Prado. Lo quehizo, en cambio, fue pedir al príncipeFelipe que escribiera una carta dirigidaal príncipe heredero de Kuwait, en laque se comentara la necesidad de«arreglar las cosas entre nuestros dospueblos hermanos…», misiva de la cual,al parecer, dio cuenta la televisiónkuwaití.

Luis María Ansón, que es otro que

tampoco se pierde ni una, tuvo tambiénla oportunidad de escuchar las cintas ypensó que hacía falta prever laposibilidad de que el escándalo, sillegaba a estallar, se llevara por delantea don Juan Carlos I. Viajó a Sevilla paraentrevistarse con Prado y conminarle aque firmara un documento que al parecerel periodista había redactado, unaespecie de declaración o manifiesto a lanación que si era necesario se haríapúblico. Se separaban sus negocios delas finanzas de la Casa Real, y Prado sehacía personalmente responsable de loque había pasado, eximiendo al monarcade toda responsabilidad. Además,

pretendía que Prado abandonara Españapara instalarse definitivamente enLausana. Ansón no consiguió nada, peroun poco más tarde sacó una espectacularprimera página en ABC, con el titular«Trifulca entre financieros», y con unartículo editorial que recogía las ideasbásicas de su escrito. Solicitaba a Pradoque «cuando sea oportuno haga unadeclaración escrita, pública, completa yrigurosa diciendo la verdad: que todoeste asunto empieza y termina en él».

Mientras tanto, Londres continuabapresionando a De la Rosa para queconcretara los nombres de losbeneficiarios de los dineros de KIO. En

mayo de 1995 le dieron el ultimátum. Delas múltiples acusaciones que habíaafrontado previamente, los tribunalesbritánicos mantuvieron dos: el pago de100 millones de dólares a Prado, y latransferencia de 27 millones de dólaresa Sarasola. Felipe González aprovechótodo esto para reforzar sus tesis de unaconspiración contra el Gobierno y laCorona por parte de Javier de la Rosa yMario Conde.

El 10 de noviembre de 1995, Diario16 sacó la famosa portada «Chantaje alRey», acompañándola de un capítulo dell ibro El saqueo de España, de DíazHerrera e Isabel Durán. Manuel Prado

había sido la principal fuente deinformación, convencido de que esto eralo mejor para él. El mismo día, El Paíspublicaba las cartas con el sello de laCorona que se habían enviado a KIO, enlas que se agradecía a Kuwait lasupuesta remisión de cantidadesmillonarias. Y se decía que habían sidofalsificadas por Javier de la Rosa paracoaccionar al rey. La publicación de lascartas en El País fue una manera deneutralizarlas. Dos días después, eldomingo 12 de octubre, Juan Carlos sereunió con Felipe González en LaZarzuela. La tormenta periodística erade mil demonios. El caso estaba en su

punto álgido. Lo que se publicaba era,sin el menor asomo de duda,escandaloso y salpicaba a la Corona, loquisieran o no. Pero, al final, sirvió paralo que pretendían: neutralizar lasacusaciones de De la Rosaenmarcándolas en un episodio dechantaje.

Cortando flecos judiciales

Pese a las graves acusaciones que sehabían publicado en Diario 16 (contraDe la Rosa por el hecho de quererchantajear al rey; y contra Prado y el reyporque habían cobrado, si la versión deDe la Rosa era cierta, por intervenir enla decisión política de apoyar a Kuwaiten el conflicto armado con Irak), laFiscalía General del Estado no formulóninguna denuncia por tales hechos. Tansólo ordenó la incoación de diligenciasinformativas, en el transcurso de lascuales prestaron declaración De laRosa, Prado, y los periodistas Isabel

Durán y Díaz Herrera. Pero el 25 denoviembre de 1995 el fiscal general,Carlos Granados, aseguró que don JuanCarlos I y la Casa Real estaban almargen de los negocios privados de Dela Rosa y Prado e informó que no estabaprevisto practicar nuevas diligencias enrelación con este asunto. Por su cuenta yriesgo, como cualquier ciudadanopodría haber hecho, José María RuizMateos presentó primero una denuncia,y después una querella contra Javier dela Rosa y Manuel Prado. Quería,sencillamente, que la justicia españolano evitara la apertura de diligencias y sepersonase en el ejercicio de la acción

popular. Naturalmente, detrás debíahaber intereses políticos o ideológicos.Hace años que Ruiz Mateos se presentacomo acusación particular en los casosque afectan al PSOE. Pero esto nosignifica que tenga razón. En este asuntoen concreto, el empresario de Jerezconsideraba, como por lo demásconsideraría cualquier persona que lohubiera leído, que lo que se habíapublicado era muy grave: en primerlugar, que había una apropiaciónindebida de entre 12.000 y 60.000millones de pesetas; en segundo lugar,que se habían producido o bien«injurias» al rey, o bien una

intervención ilegítima por su parte, conmotivación económica de por medio; entercer lugar, se había acusado a De laRosa de maniobrar con la intención deprovocar la abdicación del rey, cosa quesupone un delito de alta traición. Almargen de las informacionesperiodísticas, Ruiz Mateos aportabacomo indicios otras cosas. Pero eljuzgado de la Audiencia Nacional ledenegó «la admisión como prueba dedeterminadas grabaciones deconversaciones entre personas cuyaidentidad no tiene objeto revelar en estaresolución, que decía haber adquirido enun mercadillo». Denegó además que se

personara en el caso, con curiososfundamentos jurídicos: «Resulta, cuandomenos, sorprendente que seaprecisamente el señor Ruiz Mateosquien quiera constituirse en parteprocesal acusadora en defensa del honorde Su Majestad el Rey […]», decía elescrito del 9 de enero del JuzgadoCentral de Instrucción número 3 de laAudiencia Nacional. «No se discute elabstracto derecho a hacerlo porcualquier ciudadano, pero sí que seaprecisamente él, que se encuentraprocesado por el tipo de delito queahora imputa a otros». ¡Como si unladrón no tuviera derecho a presentar

una denuncia si alguien le roba!Sobre los delitos de De la Rosa, en

la misma resolución se aseguraba: «Lospensamientos no delinquen y loscomentarios, aun groseros, en ocasiónde la salida de la cárcel de De la Rosa[…] deben quedar en dicho ámbito y almargen de todo reproche penal». El 10de enero, el juez Bueren resolviósobreseer y archivar el caso,dictaminando que no se tendría por partequerellante a Ruiz Mateos si nodepositaba una fianza de 100 millonesde pesetas. Al día siguiente, CarlosBueren dejaba la Audiencia Nacional yse iba a trabajar al bufete de Aurelio

Menéndez y Rodrigo Uría, casado conMónica Prado y Colón de Carvajal,sobrina de Manuel Prado, en la plazaque acababa de dejar vacante JaimeAlfonsín al ser nombrado secretario delpríncipe Felipe.

Pero tras el intento en vano de RuizMateos, todavía quedaban asuntosjudiciales que iban a traer cola durantevarios años. Ya en la etapa del PP, elGobierno de Aznar colaboró con el reypara cortar algunos flecos, sobre todocuando Sabino Fernández Campo fuellamado a declarar sobre la entrevistaque había tenido con De la Rosa. Esteepisodio llegó a los juzgados porque

Javier de la Rosa había presentado unaquerella contra el periodista ErnestoEkaizer (por un libro, Banqueros derapiña, en el que, entre otras cosas,daba cuenta de aquella entrevista). Ennoviembre de 1996, Sabino recibió lacitación del Juzgado de PrimeraInstancia número 13 de Madrid paradeclarar como testigo e inmediatamenteinformó al rey. Unos días después, el ex-jefe de la Casa Real recibió una llamadatelefónica de Francisco Álvarez Cascospara pedirle amablemente que pasarapor su despacho en La Moncloa. Cascosexplicó que el presidente había tenidonoticia de una citación judicial y que el

Gobierno quería ayudarlo «porque elasunto es delicado». Delante del mismoSabino, Cascos telefoneó al abogado delEstado y después le dijo que el letradoopinaba que lo mejor era no ir adeclarar; que no pasaba nada… en todocaso una multa. Había que ganar un pocode tiempo mientras pensaban cómopodían solucionar el lío. Tambiéntelefoneó a Sabino Ramón RodríguezArribas, presidente de la AsociaciónProfesional de la Magistratura (APM),«de parte de la ministra Mariscal deGante», para insistir en lo mismo:«Nosotros arreglaremos el asunto… Laministra invoca razones de Estado», le

dijo Ramón Rodríguez. FernándezCampo acabó por aceptar quedarse encasa y lo justificó con un informemédico de una amenaza de gripe.Naturalmente, hubo una nueva citación(y una nueva llamada telefónica delmonarca, un nuevo contacto con elvicepresidente del Gobierno, etc.). Perose había ganado el suficiente tiempo y,cuando al fin prestó declaración,admitió que habían estado reunidos, porcuestiones privadas, y la cosa quedóaquí. El juez no quiso profundizar en elasunto, y Sabino no tenía nada más quedeclarar.

Una de las abogadas de la acusación

quería saber de qué se había tratado enla conversación si llevaba un mensaje…Pero el juez la cortó por lo sano: denególa pregunta. Y extendiendo el acta de sudeclaración, ordenó a FernándezCampo: «A ver, firme ahí. Ya puedeirse».

Pero la cosa continúa…

Javier de la Rosa volvió a ingresaren prisión en 1998 por el caso KIO y,mientras estaba allí, acabó la instruccióndel caso Gran Tibidabo. El fiscal lepidió 14 años en chirona. Prado, alcontrario que Javier de la Rosa, no haingresado nunca en prisión, todavía. Selibró por los pelos a finales de 1995,cuando el juez Aguirre, encargado de lainstrucción del caso Gran Tibidabo, leimpuso una fianza de 150 millones depesetas, que se vio obligado a pagaraunque en principio tuvo la obligaciónde enviar al juzgado una relación de

bienes por un importe de 2 millones.El 13 de mayo de 1997 Prado

comparecía de nuevo, esta vez ante lajueza Teresa Palacios, encargada delcaso Torras-KIO en la AudienciaNacional. Prado siguió insistiendo endesvincular al monarca, y en lascomparecencias judiciales y loscomunicados públicos declaró que surelación con De la Rosa era mercantil ypersonal, y siempre en el extranjero. El22 de enero de 1998, la jueza Palacios,atendiendo a una petición de la FiscalíaAnticorrupción, impuso a Prado unanueva fianza de responsabilidad civil de2.000 millones de pesetas, que tuvo que

depositar para evitar que le embargaranlos bienes. Los 2.000 millones secorrespondían con una parte de los12.000 que había recibido de De laRosa, la parte que en este momentoinvestigaba la jueza en lo que seentendió que había sido una operaciónde «sustracción a través de una facturafalsa emitida por la sociedadWardbase». Y es que el cobro se habíajustificado como una factura por uncontrato del asesoramiento que Prado (através de Wardbase) ofrecía al grupoTorras; es decir, por unos informestécnicos que en realidad no existieronnunca. Mientras la cosa se vaya

solucionando con unos cuantos miles demillones de fianza no hay problema, almenos para él. No es lo mismo para las40.000 personas despedidas que generóla suspensión de pagos del grupoTorras. No se han calculado los costessociales de la quiebra de la sociedadGran Tibidabo, que se hizo efectiva enlos juzgados el 18 de octubre de 1999.

Pero desde este otoño el caso hacobrado nuevos aires, con las últimasdeclaraciones de Javier De la Rosa enla Audiencia Nacional. El tema sigueadelante y al parecer lo peor todavíaestá por llegar.

Mientras su amigo pone la barba a

remojo, el rey Juan Carlos escucha ycalla. Preocupado por el cariz que estántomando las cosas últimamente, en unasrecientes declaraciones ante un grupo deperiodistas se dejó llevar por lanostalgia al afirmar que, por ahora, yano podría volver a colaborar en un librocomo el de Villalonga de 1993, basadoen conversaciones con el monarca,«porque ya no hay cosas que se puedancontar».

QUINTA PARTE

¿LA MONARQUÍA VA BIEN?

CAPÍTULO 20

EL REY CON EL PP

Tras una larga y azarosa etapa dereinado con el PSOE que todavía colea,el rey Juan Carlos entró en una nuevafase política con el Partido Popular. Enun principio, mucho más pacífica. Trastantos escándalos, sobre todo en torno aleje neurálgico del complicado 1992, lafamilia real volvía a reinar en el papelcouché con sus mejores galas, en bodas,bautizos y funerales. Tras la fastuosaboda de la infanta Elena en Sevilla, en1995, la Casa Real se dio cuenta de queaparecer en la portada del Holadisparaba los índices de popularidad dela institución mucho más que milartículos del ABC, y desde entonces lo

tuvo claro. Las infantas dejaron deaprovechar la ropa vieja de mamá y sededicaron a lucir con la mejor plantaposible modelitos de los diseñadores demás alto vuelo. La imagen de Elena deBorbón con grandes pamelas, y la de sunuevo esposo con extravagantespantalones que dieron mucho que hablaren Tómbola, se prodigaron cada vez másen actos mundanos de toda clase.

A la infanta Cristina también le llegóel turno, cuando se anunció uncompromiso que parecía casi como eldel resto de la humanidad, aunque elnovio, Iñaki Urdangarín, se lo habíarobado a otra que no era princesa. No

podía haber escogido nada mejor que unjugador de élite, aunque fuera debalonmano, en una etapa en que las«anitas obregón» del mundo perseguíana futbolistas, que, junto con los toreros,se convirtieron en la última década delsiglo en la especie más perseguida porlas aspirantes a famosas. La boda deCristina en Barcelona, realizada paraTelevisión Española por Pilar Miró, queantes ya se había encargado de la de lainfanta Elena, fue un nuevo éxito deaudiencia. Un espectáculo en toda regla.Después vinieron los hijos de las dos, ylos profesionales de la prensa tuvieronque hacer horas extras para no perderse

ni un minuto de la larga espera ante lasclínicas privadas en las que nacieron. Elpueblo español no se podía perder losprimeros mohínes de Froilán, elpequeño Juan Urdangarín y VictoriaFederica, y las cadenas de televisióninterrumpían sus emisiones habitualespara anunciar en directo tan buenasnoticias.

La muerte de la madre del rey,María de las Mercedes, condesa deBarcelona, en enero de 2000, acabó dedar la última capa de barniz dehumanidad a la familia real, que tantonecesitaba ésta tras varias tentativas delPSOE de conjurar a la Corona. En el

funeral, como ya habían hecho en el deDon Juan, el rey y la reina aparecieronjuntos, llorando emocionados, ynuevamente la prensa dio un ecodesproporcionado al gesto, como sillorar la muerte de una madre fuese unhecho extraordinario. Francisco Umbral,entregado en los últimos años a explicaral país cómo era de humano el rey «queno quiso ser Franco» (cosa que sepodría entender en un doble sentido, sinla mayúscula en Franco, aunque no erala intención del escritor), publicó en sucolumna diaria en El Mundo: «Este ReyJuan Carlos, que tanto ha enseñado areír a los ásperos españoles, es un

hombre que llora cuando le pasan cosas.A la gente le gusta saber eso». Aunquetambién decía: «El Rey llora con un ojo,pero me mira con el otro…». Elmonarca miraba a su alrededor, comodiciendo «¡A ver qué pasa…!». Y esque la llegada al poder de Aznar le teníaque haber devuelto a las actividadesdeleitosas de las vacaciones con el yatey los casorios, sin más preocupaciones.Pero todavía no se podía bajar laguardia. Hizo falta seguir todavía variosaños, hasta el día de hoy, con un ojoabierto para vigilar lo que pasaba en eldesenlace final de todos los sumariosque se instruían en los juzgados. El

PSOE había dejado demasiado rastro.Antes de conseguir llegar a La Moncloa,pese a los escándalos del PSOE quetrabajaban a su favor (sobre todo eltema GAL, que en el modelo favoritodel poder político establecido enEspaña, el de los Estados Unidos,habría acabado con la dimisión deFelipe González mucho tiempo antes), elPartido Popular no lo tuvo nada fácil.No porque contara o dejara de contarcon la confianza de la banca o la CEOE,o con la simpatía o antipatía delmonarca. Es que ante los españolesdefraudados por los presuntossocialistas, la derecha no era realmente

una alternativa. Desencantarse por elchoriceo del PSOE y huir hacia el PPsólo se les podía ocurrir a los queestaban atrapados en la sensación dehuir del fuego para caer en las brasasque el sistema democrático de lamonarquía parlamentaria habíaconseguido consolidar a lo largo de losaños. En el PP lo sabían y se esforzaronen hacer una campaña para moversehacia el centro, aunque fuera a costa deunos cuantos jefes —«cráneosprivilegiados», que diría Valle Inclán—del PP más recalcitrante.

Pero antes de ganar las eleccionesen 1996, por pura desesperación de un

electorado cuya alternativa eraabandonarse a la abstención en masa, aAznar le pusieron la zancadilla unascuantas veces. Al rey Juan Carlos, muyen particular, le costaba bastante aceptarel hecho previsible de que el PP llegaraal Gobierno un día no muy lejano. Sehabía sentido demasiado cómodo conFelipe González y, sobre todo, atado aél por los secretos compartidos. Durantela campaña electoral de 1993, en undebate en directo con el líder del PSOEen Antena 3, José María Aznar dijoalgunas cosas que todo el mundo teníaganas de oír acerca de los escándalos decorrupción económica y la guerra sucia.

Viniendo de él, no era para lanzar lascampanas al vuelo, pero ya era algo, yaparte de ser un éxito de audiencia, eldebate dio al líder del PP como claroganador. Pero inmediatamente después,mientras el público esperaba impacientela segunda entrega, que debía tener lugaren el plató de Telecinco entre losmismos adversarios, Aznar recibió unallamada telefónica con el consejo realde no tensar demasiado la situación.«Menos crispación», era la consigna. El31 de mayo de 1993, toda España estabaenganchada a Telecinco como si fuerana emitir la final de la liga… O más,porque el debate preelectoral logró unas

cifras de audiencia que no fueronsuperadas ni por los momentos máscalientes de Gran Hermano. Fue elrécord de la cadena en toda su historia,nunca batido hasta el día de hoy. Sinembargo, Aznar desaprovechó laoportunidad y defraudó. El público sequedó perplejo ante la imprevisible yanodina desaparición de las referenciasa la corrupción. El PP redujo la ventajaque había adquirido en el debateanterior. Acabó perdiendo laselecciones. Con todo, los ocho millonesde votos que obtuvo en la derrota de1993, la falta de otras alternativas, elpunto de vista del Gobierno yanqui

sobre el contencioso… ya situaban aAznar como inevitable futuro presidentede cara a las siguientes elecciones.

Como ya hemos comentado en otrocapítulo, en círculos próximos almonarca se especulaba sobre laposibilidad de una «tercera vía» conMario Conde al frente para dar salida ala situación, pero esta opción quedódescartada definitivamente después deun viaje de Juan Carlos a los EstadosUnidos, en octubre de 1993. Cuandovolvió, Aznar fue recibido en LaZarzuela y después se reunió en laMoncloa con Felipe González paraempezar una especie de «traspaso de

poderes» de antemano, con variosacuerdos para desembarazarse de MarioConde de manera definitiva (el 28 dediciembre siguiente el Banco de Españaintervino) y pactar un punto final para eltema GAL. El 3 de marzo de 1996, elPartido Popular ganó las eleccionesgenerales. Pero, para la tranquilidad delPSOE, Aznar se avino a negociar, pormediación del monarca, importantesnombramientos que afectaban a losministerios de Defensa (con EduardoSierra al frente) e Interior (con RicardoMartí Fluxá como segundo de MayorOreja), y también al CESID (con elgeneral Javier Calderón como nuevo

director. Después, el 2 de agosto,decidió no desclasificar los papeles delCESID. Y, tras el juicio del caso Mareycelebrado en verano de 1998, concedióel indulto a Vera y José Barrionuevo,que no llegaron a pasar ni un año enprisión. El Gobierno del PP tambiénayudó a Polanco y Cebrián en el casoSogecable a petición del rey. Conrespecto al caso KIO, Aznar habíaempezado por explicar a Manuel Prado,cuando recurrió a él por primera vez, enuna entrevista que tuvieron en laprimavera de 1994, que el PP no semojaría por el rey en un escándalo decorrupción económica (o si el rey no

actuaba como garante de la unidad deEspaña). Pero no se debe olvidar queuno de los destinatarios de lostelegramas que Javier de la Rosa enviódesde prisión en noviembre de 1994,junto con el rey y Jordi Pujol, fue JoséMaría Aznar. No se sabe a ciencia ciertaqué podría significar una advertencia deaquella clase, aunque De la Rosa hahablado alguna vez de una «maleta dedinero» entregada a un dirigente del PP.Fuera como fuese, tras las elecciones de1996, en noviembre de aquel mismoaño, el Gobierno de Aznar yacolaboraba con el rey cuando SabinoFernández Campo fue llamado a

declarar sobre la entrevista que habíatenido con De la Rosa, a través delvicepresidente del Gobierno FranciscoÁlvarez Cascos. Se sigue diciendo que«no hay química» entre el rey y el líderdel PP, aun cuando la primera dama,Ana Botella, se esfuerce en resultarsimpática. Delante de testigos, JuanCarlos ha criticado y ridiculizado aAznar en múltiples ocasiones («¡Peroqué corto, qué hombre tan corto!», dicenque exclamó). Aparte de esto, elmonarca no se ha contenido lo másmínimo y se ha comportadodescaradamente varias veces. Comocuando anunció el compromiso

matrimonial de la infanta Cristina elmismo día en que Aznar era recibidopor el presidente Clinton; o cuandoabrazó efusivamente a Felipe Gonzálezante una muchedumbre de fotógrafos,después de un sobrio apretón de manoscon Aznar, en la recepción para celebrarsu santo en los jardines del Campo delMoro, en junio de 1998. Pero todo estodeja de tener importancia cuando, en loque realmente cuenta, reina la armonía.Aznar ya había advertido a ManuelPrado, en 1994, que lo que más leimportaba, como Franco, era la «unidadde la patria». Y en este punto, por lo quese ve, el rey se está comportando.

Al margen de una breve etapa, yasuperada, en la que la tregua de ETAparecía que anunciaba una negociaciónfinal al conflicto (que, según algunasfuentes, podría haber sido potenciada encierto modo por el secretario de Estadopara la Seguridad, Ricardo Martí Fluxá,el segundo de Mayor Oreja en lnterioren esta etapa, y antes jefe de Protocolode la Casa Real), el Gobierno delPartido Popular vuelve a estar dondequería estar. Como todo el mundo sabemuy bien de qué va la cosa, para lo cuallos telediarios están todos los días conel mismo tema, sobran lasexplicaciones. Eso sí, el «nacionalismo»

español de Aznar sigue con las mismascaracterísticas curiosas que siempretuvo en las distintas etapas políticas dela Transición. Durante su Gobierno sehan dado impulsos importantes ydecididos para la «integración» delEstado español en organismosinternacionales como la OTAN y laEuropa comunitaria, con decisionesvinculantes que afectan a la defensa y laindependencia económica del Estado,naturalmente sin hacer ninguna consultapopular; ¿para qué?

Precisamente estas cuestionesprovocaron la única crítica al rey desdelos foros políticos institucionalizados

que se haya podido constatar en los 25años que hace que reina. Se la lanzóJulio Anguita, y no precisamente comoun requiebro, justo antes de que lacampaña de «acoso y derribo» contra élle costara la cabeza. «Lo que tiene quehacer el rey es callarse», afirmó Anguitaen septiembre de 1996 en una rueda deprensa, dos días después de haberhablado, además, en el mítin de latradicional fiesta anual del PCE enMadrid, de la República, el federalismoy el derecho de autodeterminación delos pueblos (incluyendo el español).Estas palabras eran una réplica a variosdiscursos en los que el monarca se había

referido a la OTAN y a Maastricht. Elrey había dicho sin tapujos que larenovación de la OTAN tendría quepermitir la plena participación de lospaíses que la componían y abogaba poruna reforma que facilitara la plenaintegración de España en la Alianza. Fueen el discurso que pronunció en la sedede la OTAN, en Mons, Bélgica, el 25 deabril de 1996, redactado inicialmentepor José de Carvajal Salido, entoncesdirector general de Seguridad yDesarme, y después terminado de puliren La Moncloa (Felipe González todavíaera presidente en funciones, pero eldiscurso real, por cortesía, tuvo lugar en

la sede del PP). Juan Carlos tambiénhabía tratado el tema de Europa endiversas alocuciones públicas (entreotras, la del 30 de agosto de 1996, conmotivo del Consejo de Ministrospresidido por él mismo en La Zarzuela),en las que defendía los acuerdos deMaastricht: «Los objetivos que, a plazofijo, España desea alcanzar en el senode la Unión Europea exigirán decisionesimportantes por parte del Gobierno y unesfuerzo considerable de todos losciudadanos…», dijo aquel día. Y todoesto provocó que el entonces líder deIzquierda Unida dijera: «El Rey, con eltema de la OTAN lo mejor que podía

hacer era callarse. Y, en el tema deMaastricht, callarse. Y si no se calla enestos temas, hombre, que le eche unamano a la justicia en el sentido de todolo que está pasando. Pero yo creo que esmejor que se calle, cumpliendo su papelconstitucional». Lo de «que se calle» deAnguita no lo tuvieron que contestar niAznar ni el rey, porque ya se encargógente como Felipe González o CristinaAlmeida (que dijo que Anguita estaba«hablando de otro mundo»).Convirtieron sus reacciones ante laspalabras del comunista en una defensade la monarquía. El tema del papel delEstado español en los organismos

internacionales ni se debatió. Pero, esosí, durante semanas las tertuliasradiofónicas polemizaron sobre si sepodía criticar públicamente al rey o no.Y naturalmente llegaron a la conclusiónde que, en todo caso, aunque se pudiera,no se tenía que hacer. Para ampliar susinformaciones sobre el tema, la COPEencargó una encuesta a la empresaSigma Dos sobre la opinión de losespañoles respecto, entre otras, a lacuestión: «¿Es, por lo general,aconsejable o desaconsejable el hechode que se le planteen críticas al rey?».El mero hecho de ponerlo en entredichoresultaría objetable en un Estado que

establece la libertad de opinión y deexpresión como derechos fundamentales;pero sólo el 15,8% de los consultadosentendieron que sí estaba bien analizar,y reprobar si hacía falta, las actuacionesdel rey. Una agobiante mayoría daba larazón a las consignas del pensamientoúnico.

CAPÍTULO 21

Y TRAS JUAN CARLOS, ¿QUÉ?

La enrevesada lista deherederos

En una guía de organizaciones nogubernamentales, fundaciones,asociaciones, colectivos, etc., editada enMadrid en 1999, «por un errortipográfico», según han asegurado susautores, se situaba la FundaciónInstitucional Española (FÍES) en elapartado de «ecologistas», como entidadespecializada en la «protección deespecies en extinción». Fue un errorcurioso, teniendo en cuenta que la FÍASen realidad es una fundación cultural

privada, creada en 1976, que tiene comoobjetivo «la difusión de las ventajas dela Institución Monárquica» (es decir,que tampoco tiene nada que ver con lospresos del Fichero de seguimientoEspecial). Su trabajo se materializa enproyectos de «educación ciudadana», enlos que colaboran económicamente,entre otros, entidades como el BancoHerrero, el Club Internacional del Libro,Falomir Juegos, Uniarte, El Corte Inglés,Marks & Spencer, o el grupo denegocios inmobiliarios Masa. Editan unarevista, organizan el concurso infantilanual «¿Qué es un rey para ti?» y,además, dan premios de periodismo a

quienes han destacado por su tarea deapoyo a la monarquía. Hasta ahora losgalardonados han sido Fernando Ónega,Antonio Burgos, José María GarcíaEscudero, Baltasar Porcel, PilarCernuda, Francisco Umbral, SabinoFernández Campo (¿periodista?), larevista Hola, Alfonso Ussía, ManuelHidalgo y Carmen Henríquez (estaúltima, en representación de losservicios informativos de TVE quecubren a la familia real).

Este año seguro que la fundación depropaganda monárquica no le da elpremio ni a Jaime Peñafiel, ni a JuanBalansó, ni a Pedro J. Ramírez,

personas declaradas no gratas por elhecho de publicar cosas que no le gustan(aunque es necesario aclarar que laúltima de las personas mencionadas, eldirector de El Mundo, ya vivió mejoresépocas con la FÍES, cuando en losochenta trabajó con Ramón Pino y PilarCernuda en el libro de encargo quesaldría al mercado con el título Todo unrey). Actualmente la preocupación máslógica de la FÍES tendría que serempezar a «promocionar» al sucesor,puesto que los estudios de opinión quemanejan les han advertido que, si bien el«juancarlismo» está consolidado, no haynada firme en cuanto al apoyo popular a

sus continuadores.España sigue sin ser monárquica.

Pero, curiosamente, éste es un tema tabú.Han recibido la consigna de la CasaReal de que cualquier cosa que sepublique sobre el tema de los herederos,sea la que sea, es mala. Y cuanto menosse hable del príncipe Felipe, mejor… almenos mientras no se case. Y es que lacuestión sucesoria, que con elnacimiento de Felipe en 1968 parecíadefinitivamente solucionada, podríaentrar de nuevo en un periodo deincertidumbres si el príncipe, que yatiene 32 años, no garantiza lacontinuidad con un hijo. Ésta es su

función más vital, no lo olvidemos.Ningún problema sería más serio.Veamos el ejemplo de Carlos deInglaterra, que ha pasado por losescándalos de su divorcio einfidelidades mutuas; conversacionesgrabadas, como la famosa del támpaxcon su amante; la muerte en extrañascircunstancias de Lady Di; y hasta hatenido que soportar que se publique queel segundo hijo de su ex-esposa no essuyo. La monarquía británica lo puederesistir todo porque sabe que, en últimainstancia, Carlos podría abdicar en suhijo e Inglaterra, incluso, saldríaganando. Aquí, en cambio, si Felipe

fallara, ¿qué? Tras el anómalo acceso altrono de Juan Carlos como sucesor deFranco y no de su padre, de lasrenuncias poco claras de los hermanosmayores de Don Juan, de la exclusión delas hermanas de éste en función de susbodas con hombres que no eran desangre real, de la postergación de lasmujeres en favor de los hombres… yanadie sabe de cierto a quiéncorrespondería heredar el trono si nofuese Felipe el tocado por el dedo deDios.

Haremos un breve repaso de las quese supone son las normas vigentes pararegular los derechos sucesorios de los

Borbón. Felipe V, el primer Borbón,promulgó en 1713 la ley sálicaespañola, en la que establecía que enEspaña no podrían reinar mujeres. Perocomo aparte de esta norma la leycontenía además otras que no leconvenían, Carlos III la abolió en 1789y estableció, convocando las Cortes yaprobándola sin debate, la PragmáticaSanción, que es semisálica, puesto queestablece que los herederos masculinossólo tienen preferencia. Pero no lapublicó ni se aplicó hasta que en 1830,Fernando VII, casado por cuarta vez conMaría Cristina de Nápoles, pensó en loque podría pasar si sólo tenía

descendencia femenina. Eso permitióque, al morir él, heredara el trono suhija de sólo tres años, Isabel II. Suhermano Carlos nunca la aceptó y sealzó en armas, se autoproclamó CarlosV y, así, empezó la primera guerracarlista. En la Convención Internacionalde Nueva York del 18 de diciembre de1979 se estableció la «eliminación detodas las formas de discriminación de lamujer». Pero el tratado se firmó un añodespués de ser promulgada laConstitución de 1978, en la que seconsagraba la preferencia dinástica delhombre. Cuando el Estado españolratifica la Convención, en 1983, se hizo

la expresa excepción de que susdisposiciones no afectarían a las normasconstitucionales en materia de sucesiónde la Corona.

Ahora bien, si se respeta laPragmática Sanción de Carlos III conrespecto a dar prioridad a los hombres,haría falta respetar también el principioque establece que sus príncipes oprincesas tienen que casarse con alguiende sangre real. Una norma que siempreha coexistido con las distintasconstituciones españolas. TeóricamenteFelipe de Borbón puede elegir entre unatreintena de princesas (que ya esbastante; Juan Carlos sólo tenía a dos

para escoger). Pero nunca a una plebeya,o quedaría excluido del trono. Si estanorma se rompiera con él, entoncesharía falta retroceder en el tiempo paraque las hermanas de Alfonso XIIItambién recuperaran sus derechosdinásticos, y sus descendientes pasaríana ocupar un sitio en la lista de posiblessucesores. Por ahora, tampoco está clarosi las niñas, casadas las dos conplebeyos, han desaparecido de esta listao no. De los hijos de la infanta Elena, yde ella misma, se suele hablar como deposibles herederos, pese a sumatrimonio morganático con Jaime deMarichalar. En fin, que es un caos del

cual nadie consigue sacar nada en claro.Si Felipe de Borbón muriera sin tener undescendiente, la sucesora de Juan Carlossería, en principio, la infanta Elena, y elsiguiente en la lista sería su hijo Froilány después su hija Victoria Federica. Lasiguiente en el orden sucesorio sería lainfanta Cristina, y su hijo Juan y el quevenga.

Después seguirían sus tías, aunquetampoco se casaron con príncipes, Pilarde Borbón y su descendencia (Gómez-Acebo, Juan, Bru, Beltrán, Fernando,Simoneta y sus hijos…), y la hermanapequeña de Juan Carlos, Margarita (ysus hijos, Zurita, Alfonso, María, etc.).

Después vendrían los descendentes delos hermanos de Alfonso XIII. De unaparte, la dudosa línea de Jaime, elsordomudo, que se retractó de surenuncia al trono, iría a parar al bisnietode Franco, Luis Alfonso de Borbón-Dampierre Martínez-Bordiú. Y por laotra, la de la infanta Beatriz, casada conAlessandro Torlonia, a través de suprimogénita, Sandra, acaba enAlessandro Lecquio y susdescendientes: el hijo que tiene conAntonia Dell'Atte y el que tiene con AnaObregón si, según la legislación vigente,se equipara a los hijos nacidos dentro yfuera del matrimonio. Esto último nos

llevaría, además, a tener enconsideración la línea del hermanoilegítimo de Don Juan, Leandro Ruiz deMoraga, hijo de Alfonso XIII y la actrizCarmen Ruiz Moraga y, por lo tanto, tíodel rey Juan Carlos I, con prioridad a lalínea femenina de la infanta Beatriz. Y,por otra parte, se debería introducir enuna posición inmediatamente anterior ala que ocupa la infanta Elena, es decir,inmediatamente tras el príncipe Felipe, aPaola de Robiland, la presunta hijailegítima del rey Juan Carlos, si sedemostrara la paternidad, puesto que esla mayor.

Como cualquier persona puede

suponer, ante este caos, es mejor nopensar siquiera en la posibilidad de queel príncipe Felipe pudiera renunciar altrono, de que no tuviera hijos o murieraprematuramente. En este capítulo, sinembargo, nos centraremos en los treshijos reconocidos del rey Juan Carlos,como descendientes más posibles einmediatos.

Elena, más chistes que elLepe

Sólo la prensa extranjera se atreve ahablar de la enfermedad de la primerahija de los reyes. Y lo hace con ciertanaturalidad: «La infanta Elena nacióenferma, como muchos de susantepasados, y todavía hoy se tiene quesometer a continuas terapias», publicabala monárquica revista italiana Oggi en1988. En España es un tema tabú y,cuando se habla de él, es en la estrictaintimidad y en secreto. Claro está que,para compensarlo, la crueldad popular

se ha provisto de infinidad de bromas.Esto es lo que la Casa Real haconseguido con su secretismo: que lainfanta Elena cuente por ahora con máschistes que el Lepe, cuya antología —suponemos— no se podrá publicar enmenos de 100 años. El conocidocolaborador de televisión catalán QuimMonzó ya sufrió en su día la censura, araíz de un programa emitido con motivode la boda de su hermana en Barcelona.

La «infanta amazona», como la llamala prensa, siente en efecto una granpasión por los caballos, aunque no esdemasiado diestra. Desde su primerembarazo, empero, ya no se la ve

practicar como antes. Hace años lohacía con frecuencia, para lo cual acudíaa las caballerizas de la Guardia Real enel Pardo. Una vez, delante de multitudde testigos, mostró su genio con la fustasobre los lomos de un joven corcel, enuno de los ataques de ira a que tieneacostumbradas a las personas máspróximas. La irascibilidad colérica,combinada a ratos con una grancordialidad y familiaridad, es un rasgocaracterístico que muchos historiadoreshan detectado en el temperamentoborbónico. Y al parecer, la niña lo haheredado de su padre, a juzgar por loque algunos autores han escrito sobre las

iras domésticas del monarca, de lascuales se dice que fue testigo, y muchasveces incluso víctima propiciatoria, suayudante de cuarto, Blas Leyva Moreno,y que fueron motivo de que más de unadoncella de la reina abandonara elservicio en La Zarzuela, sin que la CasaReal lo haya desmentido hasta ahora.

Aunque siempre ha estado bajo laatenta mirada de una psicóloga argentina(y del mismo Sabino Fernández Campo,que acudía a su consulta por encargoreal para monitoritzar los progresos dela joven princesa), Elena hizoMagisterio, estudios que finalizó contitulación oficial. Incluso después hizo

algunas prácticas en el colegio privadoSanta María del Ando, situado en Puertade Hierro (Madrid), en la época en queera directora Isabel Carvajal Urquijo(hermana de Jaime, ex-compañero deestudios del rey desde sus primerosaños en España y colaborador políticosuyo en los últimos años del franquismoy los primeros de la Transición).Finalizada su etapa de formación, Elenase dedicó, como la infanta Cristina, acolaborar en actos oficiales querequerían la presencia de algúnrepresentante de La Zarzuela. Losasuntos culturales se los dejó a suhermana y ella se especializó en temas

de educación y en niños discapacitados,aunque con algunas reservas.

En 1991, Elena, con su mejorintención, aceptó de motu propio lapresidencia de los Juegos Paralímpicosespañoles. Pero cuando la Casa Real seenteró, no lo encontró nada oportuno.Según la versión oficial, había variosgrupos de poder introducidos en esteorganismo y no era aconsejable que unmiembro de la familia real se mezclara.Parece que el entonces presidente delConsejo Superior de Deportes, JavierGómez Navarro, tuvo que intervenirpersonalmente para deshacer el entuerto.Sabino Fernández Campo exigió que, a

partir de ese momento, la Casa Realtuviera constancia de toda clase deactividades del príncipe y de lasinfantas. Y que no se aceptara nada sinconsultar. En 1994 se anunció elcompromiso oficial de la infanta conJaime de Marichalar y Sáenz de Tejada,un chico de buena familia, el hijo másfeo del conde de Ripalda, sin el menorasomo de titulación universitaria, sólo elbachillerato, y empleado de banca enParís. La boda de la infanta, que secelebró en Sevilla el 18 de marzo de1995, fue todo un acontecimiento en lasrevistas del corazón, que disparó denuevo la popularidad de la familia real

en las encuestas de opinión pública,después de haber pasado por instantesmuy bajos. Por ello, no le tuvieron encuenta al pueblo sevillano querebautizara popularmente su HospitalInfanta Elena como «La Tonta», ni quehicieran bromas sobre si el rey dudabaentre otorgarle el título de duquesa deLugo o el de condesa de Formentera.Cosas de la grasia andaluza. Inclusopasaron por alto que, en Madrid,determinados barrios Populares comoLas Ventas se llenaran de pintadasfirmadas por un tal «Comando MateoMorral», que decían: «Basta deexperimentos genéticos. No a las bodas

reales».Después de una breve estancia en

París, Marichalar y Elena se instalaronen Madrid, donde viven actualmente. Yya tienen dos hijos: Felipe Juan Froilán,que con cierta precocidad ha sidoadmitido en una antigua instituciónhistórico-nobiliaria de la Rioja, y larecién nacida Victoria Federica.

Cristina, la infanta lista

Desde que nació, Cristina tuvo pocoprotagonismo en la vida pública. «Ay,qué rica… es niña. Bueno, ya llegará elniño, ya llegará», dijo la entoncesprincesa Sofía, con mucha tranquilidad,cuando se la trajeron. Don Juan nisiquiera fue a su bautizo. Según algunoshistoriadores, es «la infanta más lista delos Borbones». Disfruta de óptima saludy fue una estudiante poco problemática,que complementaba sus estudios conclases de piano en casa y la práctica dedeportes, sobre todo la vela, a la que esuna gran aficionada. Estudió en el

colegio de Los Rosales, y después en elde Santa María del Ando. Más adelantehizo la carrera de Ciencias Políticas ySociología en la UniversidadComplutense de Madrid, sin planes deestudios especiales ni ningún otroprivilegio salvo el de poder escoger losprofesores que le gustaran más. Como lade Elena, su vida pública de infanta sebasa en asistir a varios actos y, en sucaso particular, a apadrinar desdeRegimientos de Ferrocarriles hastaaviones de Iberia y corbetas de laArmada.

La prensa rosa no dejó de atribuirlenovios que, a excepción del empresario

Pepe Barroso, eran todos de sangre real,o casi: Felipe de Bélgica, Cayetano deAlba, el príncipe de Noruega, Demetride Yugoslavia… Pero estos supuestosnoviazgos, si es que existieron, nocristalizaron. Y tal vez tuviera algo quever la maldición de la hemofilia, queafecta a la línea femenina de su familia,como posibles transmisoras, desde quela introdujo su bisabuela VictoriaEugenia de Battenberg, que desdeentonces las ha convertido a todas en«malos partidos» para la aristocracia.

Sea como sea, Cristina acabóescogiendo para casarse a todo un atleta,capaz de regenerar él solo toda la sangre

de la familia: Iñaki Urdangarín, plebeyo,aunque con un antepasado obispo ymártir a manos de los mandarines (SanValentín de Berriotxoa, canonizado en1988 y hoy patrón de Vizcaya), y unaestrella del deporte pese a susproblemas de oído, que le incapacitaronpara hacer el servicio militarobligatorio. Se casó el 4 de octubre de1997 en Barcelona, ciudad donde ella yaresidía antes por su trabajo en la Caixa.Como pareja, ostentan el título deduques de Palma y ya van por elsegundo hijo. El primero, a quienpretendían poner un nombre sencillo,por cuestiones de protocolo lo tuvieron

que llamar Felipe Juan Alfonso Pablo deTodos los Santos Urdangarín de Borbón.Ofició el acto religioso el cardenalarzobispo de Madrid, monseñor Rouco,con agua traída expresamente del ríoJordán, como se hace para todos losbautizos de la Casa Real.

Felipe, el príncipe soltero

El príncipe Felipe no cuenta con elarsenal de chistes y gracietas de suhermana Elena. Un solo chiste fuesuficiente para que la Casa Realmostrara su profundo desagrado, por loque el director del diario en el queapareció, Pedro J. Ramírez, olvidó darexplicaciones y pedir disculpaspúblicamente. En la viñeta de ElMundo, firmada por Ricardo y Nacho,que en palacio causó un gran enojo, elpríncipe salía anunciando al rey, supadre: «Papá, ahora que está a punto decasarse Cristina quiero darte dos

noticias, una buena y otra mala… Labuena es que he encontrado pareja… Yla mala es que es Alberto de Mónaco».Aunque el príncipe acababa haciendo unguiño a su padre —«¡Que era broma,hombre!»—, lo único que le faltaba alsoltero de oro era que la corte seempezara a burlar de él en el mismotono en que se hablaba de su colega, elheredero de Mónaco, siempre rodeadode modelos espatarrantes y de rumoresincesantes sobre su homosexualidad, unacondición absolutamente respetable perocomplicada e incluso peligrosa paraalguien que tiene como único objetivoen la vida garantizar la continuidad de la

dinastía. El problema del príncipeFelipe es que pasan los años y se sigueresistiendo a encontrar una compañera.Y eso que la revista norteamericanaPeople lo seleccionó en 1993 como unode los 10 hombres más atractivos delmundo, y a pesar de la multitud denovias que se le atribuyen para disiparcualquier rumor.

Entre las aristócratas se le harelacionado prácticamente con todas lasposibles, incluyendo algunas primas oparientes próximas como María Pilar deOrleans-Borbón, Carolina de Borbón yParma, Alexia de Grecia o Victoria deBorbón y Dos Sicílies. En la lista de las

plebeyas hay un poco de todo. Chicas debuena familia, como Vicky Carvajal oGabriela Sebastián de Erice; y otras dedudosa reputación, como la modelonoruega Eva Sannum o la camareraAlice Krejlova. Pero las dos únicas conlas cuales ha sido fotografiado en actitudcariñosa, sin la distancia entre ellos quepudiera ponerlo en entredicho, fueronIsabel Sartorius y Gigi Howard. Enambos casos es necesario destacar el líode intrigas y de presiones a la prensaque rodeó las aventuras, al más puroestilo de las peripecias protagonizadaspor su padre en diferentes momentos dela vida del monarca, con algunas de sus

conocidas ex-amantes, y con SabinoFernández Campo de «apagafuegos»real.

Isabel Sartorius, hija de losmarqueses de Mariño, fue la que máscerca estuvo de ser la novia oficial deFelipe de Borbón. Su relación sedesarrolló entre 1989 y 1991, aunquealgunas fuentes aseguran que sesiguieron viendo en secreto unos cuantosaños más. La joven se ganó enseguida elcorazón de la prensa rosa española, quela bautizó como la «novia de España».No era de sangre real. Aún más, erasobrina del conocido ex-comunistaNicolás Sartorius, el mismo que, cuando

en octubre de 1960 el entonces príncipeJuan Carlos intentaba acudir «deincógnito» a sus clases en la Facultad deDerecho, participaba en las protestaspara que se volviera por donde habíavenido, a su Casita del Escorial. Perotodo aquello era ya agua pasada. Cuandofue nombrado rey, Juan Carlos quisorelacionarse con sus condiscípulos,incluyendo a los díscolos, en unas cenasmensuales que se encargó de organizaruno de sus amigos más discretos, elconsultor Antonio Álvarez Couceiro. YSartorius, ya en otra línea, fue un asiduode aquellos encuentros; y de otros encasa de su tío, el embajador Manuel

Bermúdez de Castro, en los que losreyes confraternizaban con un grupo demilitantes de izquierda, entre los cualesestaban, aparte de Nicolás Sartorius,Antonio Gutiérrez, Cristina Almeida,Diego López Garrido y Antonio Elorza.Pero, por otros motivos, La Zarzuela noaceptó a Isabel. Como ya comentamosen otro momento, a la reina y SabinoFernández Campo se les atribuye elhecho de haber roto la pareja, en 1992.En aquel mes de junio en que el reyestaba desaparecido en Suiza y no sepresentaba a sus obligaciones oficiales,tampoco se hallaba disponible elpríncipe Felipe, que, según se dijo,

estaba demasiado afectado por el grandisgusto que le había provocado laruptura con Sartorius, aunque laexplicación oficial de su ausencia fueque estaba entrenando con el equipoolímpico de vela. Después Sabino, elmes de agosto del mismo año, tuvo queocuparse de los asuntos del hijo comoya tantas veces lo había hecho con losdel padre, para conseguir evitar que eldiario Claro sacara el historial con lasdrogas de la madre y el hermano deIsabel Sartorius, motivo por el cual,presuntamente, la reina había impedidoque el compromiso de la parejaprosperara. La discreta Isabel Sartorius

lloró en silencio sus penas de amor, y en1995 se trasladó a Londres. Desde allíse informó un día de que estabaembarazada, aunque la prensa, quenunca había dejado de acosarla, no leconocía ninguno novio. Meses despuésse casó con el aristócrata Javier Soto, unmatrimonio que todos los mediosinterpretaron como «de conveniencia» ydel cual nunca se llegó a tenerdocumentación legal. En 1997 volvió aEspaña para dar a luz su hija Mencía.Unos días después anunció suseparación matrimonial.

Otro embrollo grotesco del príncipeFelipe fue el que protagonizó con su

novia norteamericana, la multimillonariaGigi Howard, con la que lesorprendieron en actitud cariñosa en unaidílica playa de la isla de Saint Martin,en el Caribe. Se habían conocidomientras el príncipe estudiaba un másteren los Estados Unidos, no lo bastantelejos de los paparazzi de la prensa rosaespañola. Después de haberlos cazadoen Saint Martin, Hugo Arriazu (el mismoreportero que había descubierto a lainfanta Elena en su secretísima luna demiel) continuó el seguimiento de lapareja, cosa que acabó provocando suingreso en prisión en junio de 1995, enuna trama al estilo del cine negro

americano.Acusaron al periodista de espionaje

telefónico por haber pinchado,supuestamente, las líneas de la Howard,acción que, en cambio, había efectuadoun confidente de la Policíanorteamericana que no resultó acusadode nada. En el juicio, la acusacióncontra Arriazu se basó en el testimoniodel agente Hunker de la Policía yanqui.Pero estuvo rodeado de contradiccionesy zonas oscuras. Por ejemplo, el juezinterrumpió la declaración de Hunkercuando los abogados de Arriazuintentaban averiguar quién le habíaordenado controlar los movimientos del

periodista, incluso su cuenta corriente,antes de los hechos que se le imputaban.Lo único que al final quedó claro fueque, a instancias de no se sabe quién, laPolicía norteamericana habíacolaborado activamente en el acoso alreportero, que al final tuvo que serabsuelto. Y así están las cosas acomienzos del nuevo siglo, mientras el«campechano» rey de España continúaasegurando como si nada que su hijo secasará «cuando le dé la gana».

Aventuras sentimentales aparte,otros datos interesantes en su biografíapasan por la promulgación del decretoque le proclamaba príncipe heredero,

siete meses después de las primeraselecciones generales, en enero de 1978,cuando estaba a punto de cumplir diezaños. En septiembre de 1987, JuanCarlos mencionó por primera vez, enuna entrevista con Jim Hoagland, delWashington Post, que llegaría el día enque cedería el trono al príncipe deAsturias. Y unos años después, en 1992,llegarían las tensiones surgidas en lapareja real que, presuntamente, llevarona la reina a pensar en la abdicación delrey en favor de su hijo, como unamanera de liberar a su marido de lasservidumbres que impone la institución.Los rumores se difundieron justo en los

momentos previos a la salida de Sabinode la Casa Real, coincidiendo tambiéncon la célebre conjura «republicana»,más adelante revelada por José MaríaAnsón en su famosa «ansonada». Pero esdudoso que el príncipe tuviera nisiquiera conocimiento de todo esto en sudía. A lo largo de todos estos años, suactividad se centraba en su formaciónacadémica y militar. En la EscuelaNaval de Galicia, siguiendo la tradicióndel centro, compartía habitación con trescamaradas que cambiaban regularmente,cosa que permitía que todos los alumnosde la Marina se conocieran entre ellos.

Después dio la vuelta al mundo en el

Juan Sebastián Elcano, como ya habíahecho su padre, y todavía se lo pasómejor, de escándalo. Fue su segundo añode formación militar y era el benjamínde su promoción. Con 72 compañeros depromoción, hizo una travesía de cincomeses de duración, pasando por lasCanarias, Río de Janeiro, Buenos Aires,Montevideo, El Salvador, SantoDomingo y Baltimore, hasta acabar surecorrido en Cádiz.

La preparación académica de Felipe—bajo la atenta mirada de su tutor,cargo que ocupó el general Alcinadurante diez años (de 1984 a 1994), alcual muchos conocían familiarmente

como «la niñera»— pasó en primerlugar por un colegio de la burguesíamadrileña y, después, por la Facultad deDerecho de la Universidad Autónoma deMadrid, con un plan de estudiosespecial. A continuación se consideróconveniente que completara suformación con períodos de estudios enuniversidades extranjeras. Primeroconvalidó el COU en Lakefield(Canadá) y después hizo un máster deRelaciones Internacionales en laUniversidad de Georgetown(Washington), centro regentado porjesuitas donde se prepara a la clasedirigente norteamericana y de los

principales países desarrollados. Allíestudiaron, por ejemplo, el ex-presidente Bill Clinton y variosmiembros de la familia Kennedy. Apartede su perro Puskis, el diplomáticoEnrique Pastor como tutor y los escoltas(que aprovecharon para hacer un cursode inglés y recibieron sus diplomas almismo tiempo que el príncipe), leacompañó su primo Pablo de Grecia,que conoció allí a su actual esposa, larica heredera Marie Chantal Miller,íntima amiga de Gigi Howard, porcierto. Además de estudiar, Felipepracticó la vela, y en 1992 fuedesignado miembro del equipo español

que representó a España en los JuegosOlímpicos de Barcelona, y provocótiernas lágrimas de emoción en suhermana Helena cuando se paseó comoportabandera en la ceremonia inaugural.Y además siente pasión por la ecología,que hoy en día vende mucho y le llevó aprotagonizar la serie La España salvajede TVE que, pese a su presencia, fue unfracaso rotundo de audiencia.

Actualmente, en su profesión deheredero, para la cual fijó desde 1995su residencia en Madrid, cuenta con laayuda de la Secretaría del Príncipe,organismo oficial que depende de laCasa del Rey.

El secretario general es JaimeAlfonsín Alfonso (antes socio en elbufete de Aurelio Menéndez y 203Rodrigo Uría, casado con Mónica Pradoy Colón de Carvajal, sobrina de ManuelPrado). Y tiene tres «ayudantes decampo», los comandantes de Tierra,Mar y Aire, Emilio Tomé de Vega, JuanRuiz Casas y Francisco López Sillero; yvarios administrativos asignados. Entrelas actividades a que dedica el día,Felipe, al parecer, gasta mucha tinta ensus discursos, y los retoca una y otra vezhasta que quedan a su gusto. LaConstitución no determina un papeloficial para el heredero y, para

resolverlo, el Ministerio de AsuntosExteriores firmó tras el verano de 1995un acuerdo con la Casa Real por el cualse le asignaba en la práctica el papel dealgo así como un embajador de lujo, aquien corresponde de manerapermanente la representación del Estadoen las tomas de posesión de los jefes deEstado de Iberoamérica y Portugal.

En el ámbito empresarial le vamejor. Felipe de Borbón y Grecia es elpresidente de la empresa «SociedadEspañola de Estudios para lacomunicación fija a través del Estrechode Gibraltar SA». De esta mismacompañía eran consejeros su abuelo

Juan de Borbón y Battenberg y otrosilustres personajes, como MuhammadKabbaj, Alí Benbouchta, AzeddineGuessous (embajador de Marruecos) oAntonio de Oyarzabal Marchesi(embajador de España en Dinamarca, enQuito, ex-director general deCooperación Técnica Internacional,gobernador de Guipúzcoa, de Tenerife,y director de la OID).

CAPÍTULO 22

EL «PUDRIDERO REAL»

El rey Juan Carlos sabe contar losaños, siente la Parca más cerca, y quiereunas vacaciones permanentes. Muchaspersonas próximas a él aseguran que susdeseos actuales están encaminados a«jubilarse» y disfrutar de la vida antesde lo inevitable. Dicen que en el fondode su corazón existe el espíritu de unfuncionario de Estado y que ya hacumplido su período de ejercicio. Ahoraquiere pasar a las clases pasivas. Sehabla de su deseo de abdicar a favor deFelipe, aunque la soltería de éste y lacarencia de candidata para continuar ladescendencia no dejan demasiadomargen de juego al relevo. Unos apuntan

que se instalará permanentemente enMallorca; otros piensan que residirá conla reina Sofía en Londres, adonde ellaviaja frecuentemente, y donde vivedesde hace 20 años su hermano, el ex-rey Constantino II. Sería, en los doscasos, una manera tranquila de acabar y,además, sin dar tiempo a que elproblema sucesorio, o cualquier otro,llegara a poner en peligro la pervivenciade la monarquía en España.

No podemos olvidar que lainstitución, por lo general, está en claroretroceso en la historia de los paísesadelantados, por mucho que una buenalista de aspirantes a restaurar coronas se

emperren en mantener la ilusióncontraria. Insisten en reinar, aunque nohan llegado a convencer sobre losbeneficios que pueden aportar a susregias patrias, entre otros, Oto deHabsburgo (para revitalizar el Imperioaustrohúngaro) Miquel Romanov (lasolución viviente a la caída de la UniónSoviética), Víctor Manuel de Saboya(para devolver a Italia el antiguoesplendor del Imperio romano),Alejandro I (para solucionar losconflictos étnicos reunificando laderrota Yugoslavia), o el mismo LuisAlfonso de Borbón-DampierreMartinez-Bordiú (primo del rey Juan

Carlos, bisnieto de Franco, neofascista yaspirante al palacio de Versalles y, sifuera posible, también al de España).

Sólo la octava parte de los paísesdel mundo cuentan hoy con un Régimenmonárquico como sistema político.Claro está que a la mayoría es mejor nosacarlos a pasear mucho por la ONU,porque son capaces de pedir que lossúbditos vuelvan a llevar cadenas en lospies. Swazilandia, Bután, Tonga,Camboya, Lesotho, Marruecos, elNepal, Omán o Tailandia son ejemplosque hacen desear algo mejor para suspueblos. Un pequeño grupo son paraísosfiscales más que países, como, por

ejemplo, Mónaco o Liechtenstein. Yotros, filiales de las multinacionales delpetróleo, como Brunei, la Arabia Saudí,los Emiratos Árabes Unidos, Qatar oKuwait.

En la Europa occidental todavíaquedan unos cuantos reinos sólidamenteconsolidados (Bélgica, Dinamarca,Suecia, el Reino Unido…). Pero nada eseterno. La dinastía española de losBorbón es la más antigua, puesto que hareinado desde el año de gracia de 1700,pero, como es bien sabido, su recorridohistórico ha pasado por toda clase deavatares, incluyendo a cuatro regiasfiguras que salieron por piernas del país

mientras el pueblo hacía fiesta en lascalles. Carlos IV, sitiado por las masas,abdicó en favor de su hijo Fernando VII.Se fue al exilio, de donde ya no volvió.Murió en Nápoles en 1819. Ya antes, en1808, su sucesor, Fernando VII, tambiénhabía sido expulsado. Dejó el trono a suhija Isabel II. Con ella el pueblo fue mássevero: no permitió que dejara a otroBorbón en su puesto cuando tuvo quesalir escopetada, en 1868, e instauró laprimera República. Poco 205 después,sin embargo, Alfonso XII volvió arestablecer la monarquía en olor demultitudes: fue en 1874 y el jovenBorbón tuvo una acogida tan apoteósica

en Madrid que, inclinándose sobre sucaballo, dijo a un hombre que leaclamaba: «Gracias, gracias». A lo cualel hombre respondió: «Esto no es nada.¡Sí hubieseis visto cómo gritábamoscuando echamos a su madre!». AlfonsoXII aguantó en el trono hasta que murió,cuando a una edad temprana, segúnrumores que corrían por Madrid y quefueron recogidos por los historiadores,estaba «hecho polvo de tanto joder». Ydejó «la menor porción posible de rey»,en palabras de Sagasta, porque setrataba de una cosita que apenas teníaunos meses, pero que era un rey al fin yal cabo. Fue la madre de Alfonso XIII,

María Cristina, quien le guardó el tronocomo regente hasta que tuvo la mayoríade edad, dejando que Cánovas y Sagastase alternaran en el poder, fiel a losúltimos consejos de su esposo, que, yaagonizante, le dijo en su lenguajecastizo: «Cristina, guarda el coño, y deCánovas a Sagasta y de Sagasta aCánovas». Pero Alfonso XIII tambiénfue expulsado, como su abuela, en 1931,con la declaración de la SegundaRepública. Antes, el abuelo de JuanCarlos todavía tuvo tiempo de apostarpor el general golpista Primo de Rivera.Después se fue deprisa y corriendo yllegó tan cerca de Dios como pudo, ante

el Vaticano, esperando que el designiodivino le devolviera al Palacio deOriente tras un nueve golpe de Estado.No llegó a consumarse en favor suyo, ysu puesto lo ocupó el Caudillo, que,marchando bajo palio y con el brazoincorrupto de Santa Teresa en las manospara demostrar que él también tenía eldesignio divino de su parte, actuó comoregente de Juan Carlos hasta su muerte.

No hay nada que pueda hacer pensaren una nueva caída de la monarquía, porahora. Aunque ya decía Miguel Maura,aquel monárquico que fue ministro deInterior del primer Gobierno de laRepública en 1931, cuando ofrecía

consejo a un eventual nuevo rey deEspaña: «¡Que no deshaga las maletas!No vaya a ser que no tenga tiempo devolver a hacerlas si las cosas seestropean». José Luis de Villalonga selo recordó una vez al rey Juan Carlos,para ver cómo reaccionaba ante laimpertinencia. Respondió de maneraimperturbable: «Procede de unpesimismo que ya no tiene fundamento.Miguel Maura no podía imaginarse quenuestra actual monarquía sería del gustode muchos republicanos de toda lavida». A esta afirmación se podríaañadir, empero, que sólo los reyes soncapaces de provocar el fervor

republicano. Sea como sea, y aunque seasin república ni cambio de régimen, nisiquiera con jubilación de por medio,algún día llegará un final para el reinadoy la vida de Juan Carlos. Puesto que estelibro es una biografía que por su fechahistórica se ha quedado necesariamenteinacabada, sin ánimo de ser morbosos ymucho menos agoreros, adelantaremosalgunos datos de lo que, comodesenlace, podemos prever que pasará.

Juan Carlos I ocupará, como el restode los Borbones de su dinastía y algunosAustrias, un sitio en lo que se ha erigidocomo monumento fúnebre en elmonasterio de San Lorenzo del Escorial.

Adentro, en el Panteón de Reyes,están enterrados los monarcas. Se tratade una pequeña joya del barroco, unaposento octogonal que apenas tiene 10metros cuadrados, cubierta de mármol,donde hay 26 urnas sepulcralessostenidas por zarpas de león de broncedorado. Se encuentra en el subsuelo dela Basílica, concebida por Felipe IIcomo una parte del monumentorepresentativo de su poder, puesto queentonces reinaba sobre un imperio quetenía su leyenda negra pero en el que nose ponía el sol. Allí reposan los restosde todos los reyes de España desdeCarlos I (con sus esposas, si habían sido

madres de un rey, puesto que si no, lotenían vetado). Y sólo faltan dos: FelipeV, que encontraba lúgubre El Escorial yprefirió ser inhumado en La Granja deSan Ildefonso; y Fernando VI, queescogió la iglesia de Las Salesas paraestar junto a su esposa, Bárbara deBraganza, que no había tenidodescendencia. Incluso para morir hayclases, al menos con respecto alenvoltorio. Y tan importante es para lamonarquía este monumento, que una delas grandes preocupaciones de AlfonsoXIII desde que se exilió en Roma en1931, tras proclamarse la segundaRepública, fue qué pasaría con los

sepulcros.Miguel Pinto, marqués de Bóveda de

Limia, uno de los primeros generalesque entraron en Madrid al frente de lastropas de Franco, tuvo que desplazarseal Escorial antes que a su casa parainformar al monarca exiliado de que lastumbas no habían sido profanadas.Ignoramos de qué clase de ostentación,cuando llegue el momento, puedarevestirse la ceremonia en honor de JuanCarlos I.

Podría, como él mismo adivinó,estar llena de muchos republicanos deboquilla, de los que llevan añosadulándolo, a falta de una corte

aristocrática de verdad, que nunca se hatrabajado demasiado en vida, en la queha mantenido un distanciamientomanifiesto del estamento nobiliario. Yeso que en los últimos tiempos haredoblado los esfuerzos por conseguirsu afecto, presidiendo la últimaasamblea de la Diputación de laGrandeza (celebrada en marzo del2000). Esta entidad es algo así como elsindicato de la nobleza, que vela por suintegridad y pureza, y que actualmentereconoce unos 2.700 títulos vigentes(entre señorías, baronías, vizcondados,condados, marquesados, ducados y«grandes de España»). Una lista que el

rey Juan Carlos ha ayudado a agrandar,integrando, además de sus yernos, a másde 20 plebeyos a los cuales ha otorgadotítulos. Entre otros, en este censo estánCarmen Polo, Josep Tarradellas,Alfonso Escámez, José Manuel Lara,Camilo José Cela… No están, encambio, porque consideraron que eltítulo no les encajaba y rehusaron elhonor, Severo Ochoa y Pedro LaínEntralgo. También Franco habíaasumido por decreto (del 4 de junio de1948) el derecho de otorgar títulos, y lohizo 38 veces, procurando que loselegidos vistieran el uniforme del rangomilitar más alto. Casi todos fueron

generales de la Guerra Civil (Mola,Moscardó, Queipo de Llano, CarreroBlanco…), o falangistas (como porejemplo Julio Arteche o José AntonioPrimo de Rivera).

Quizás el dicho de «nobleza obliga»la aplicaron los dos, Franco y el rey,como modo de asegurarse la fidelidadde los ascendidos a condes y duques aúltima hora. Llegado el momento,quienes no podrán rendir honores ante elrey, aunque quisieran, serán algunos desus mejores amigos. A lo largo de todasu vida y de su reinado, para JuanCarlos ha sido una constante el hecho decontar con alguien a su lado, como

consejero o colaborador, a veces comotutor. Pero también ha sido una constanteir sustituyéndolos a unos por otros, enfunción del que más le conviniera segúnlos tiempos, y dejarlos en manos deldestino como juguetes rotos cuandofinalizaba la etapa. Así pasó conTorcuato Fernández Miranda (su tutoruniversitario y tutor político durante losprimeros años de la Transición, ahoramuerto), Alfonso Armada (su secretarioparticular y gran amigo hasta el 23-F),Adolfo Suárez (su primer presidente yfiel colaborador hasta que se cansó deél), Sabino Fernández Campo (sudirector de escena en la representación

teatral de la monarquía durante muchosaños), Mario Conde (que acabó en lostribunales por delitos económicos sinque su amigo de La Zarzuela pudierahacer nada por evitarlo), FranciscoSitges (en las mismas circunstancias),Javier de la Rosa (benefactor delmonarca hasta que se sintió traicionadoy se convirtió en su espada deDamocles), el príncipe Tchokotua (quese pasa por los tribunales de vez encuando como encausado en algún casode malversación de fondos, pese a sularga relación de afecto con el rey),Manuel Prado (hoy con un pie en laprisión por delitos en los que también

puede involucrar a su amigo másíntimo), etc. A todos, uno detrás de otro,Juan Carlos los fue dejando en la cuneta,en el mejor de los casos con un títulonobiliario, en el peor en la cárcel,asumiendo responsabilidades quepresuntamente habían compartido. Claroestá que él es impune y esto lo sabe todoel mundo. No hay ninguna razón, pues,para que algunos se hayan sentidotraicionados. Hablando sobre laamistad, el mismo rey Juan Carlosmatizaba: «En España empleamos lapalabra "amigo" con demasiadaligereza. Termina por no querer decirnada».

Volviendo al destino que espera almonarca en el Escorial, hace faltaexplicar, aunque pueda resultar un pocodesagradable, que antes de sertrasladados al Panteón, los cadáveres delos reyes pasan un tiempo en el«Pudridero Real». Se trata de unaposento todo hecho de piedra, con elsuelo de granito y el techo abovedado,de unos 16 metros cuadrados,distribuido en tres cuartos a manera dealcobas, sin luz ni el menor rastro deventilación. Un descanso, si no eterno,al menos pleno. Allí se depositan loscadáveres para que entren en realdescomposición, durante un tiempo

prudencial, de 20 a 40 años. Lo que seestime necesario para que culmine elproceso biológico de su reducciónnatural. Unos tardan más y otros menos.Alfonso XII, por ejemplo, sólo esperó13 años (de 1885 a 1898) antes de pasaral Panteón Real. Se pudrió enseguida. YAlfonso XIII ni siquiera llegó a pasar.

Había muerto en Roma en 1941 ytranscurrieron 40 años hasta que fuetrasladado a España, en 1980. Sinembargo, planteó problemas. Comoestaba embalsamado, no cabía en la urnay hubo que romperle las piernas en unaceremonia que le tocó presidir alentonces jefe de la Casa Real, el

marqués de Mondéjar. No debía serprecisamente una fiesta y no es extrañoque el príncipe Felipe, en una entrevista,cuando le preguntaron qué le habíaimpresionado más en su vida, recordaraaquel momento: «En El Escorial, cuandola transferencia de las cenizas deAlfonso XIII…»

Para facilitar la descomposición delos cuerpos, se depositan en una cajadentro del cuarto, sobre cuatro falcas demadera que la sostienen a dos o trespulgadas del suelo. El féretro se apoyasobre una bandeja de cal tras hacerleunos agujeros en la base para que salgala materia orgánica y se desinfecte en

contacto con esta sustancia. Y fuera secoloca una sencilla lápida de mármolnegro con el nombre de aquél a quienpertenecen los restos. Allí se quedanhasta que, cuando se ha consumido lahumedad y ya no dan olor, se trasladanal Panteón en una urna más pequeña(apenas de l metro de largura y 40centímetros de anchura).

No hay ningún documento que recojala fecha de creación del Pudridero Real,aunque seguramente fue próxima a la delPanteón (inaugurado en 1654, bajo elreinado de Felipe IV). El primertestimonio de su existencia es de 1854.Estaba custodiado por una comunidad de

padres agustinos, un colectivo de 51miembros religiosos en la actualidad,que lleva los asuntos entre Dios y susdesignados para reinar, y que guardan elmonasterio desde 1885. Entrar alPudridero está prohibido paracualquiera otra persona (los 700.000turistas que cada año visitan elmausoleo, por ejemplo), y en cuanto apermanecer dentro, no hace falta nidecirlo. Ni siquiera tiene puerta. Cadavez que se accede, los albañiles tienenque derribar un tabique, y volverlo alevantar después. Si todo esto tieneimportancia aquí y ahora es porque elPudridero Real será, con toda

probabilidad, el destino definitivo delrey Juan Carlos I, puesto que en la criptaoctogonal no queda espacio para nadiemás.

El 8 de noviembre de 2000 setrasladó, desde el Escorial hasta lacatedral de Santa María la Real deAlmudena, a María de las Mercedes, laprimera esposa de Alfonso XII (la de laspelículas y la copla de Juan IgnacioLuca de Tena ¿Dónde vas AlfonsoXII?). Pero el traslado de sus restosmortales no significa que se haya hechoespacio en el Panteón Real para unnueve inquilino, puesto que ella estabaenterrada en la Basílica, hasta que

llegara la hora en que se pudierancumplir los deseos de Alfonso XII.

Actualmente en el Pudridero hay trescadáveres en descomposición, en esperade plaza definitiva: el de la reinaVictoria Eugenia, abuela de don JuanCarlos (muerta en 1969 y trasladada en1985 al Escorial procedente deLausana); el de Don Juan, conde deBarcelona (desde su muerte, en abril de1993, y que no fue rey pero seráenterrado como tal por expreso deseo desu hijo); y el de la condesa deBarcelona, madre del rey (que murió el4 de enero de 2000). Con el paso deestos tres cadáveres al Panteón, el

aposento quedara completo. De todasmaneras, la entrega del cuerpo alPudridero Real no está exenta delceremonial digno de un rey, cosa que nosucede con el traslado habitual desdeallí al sepulcro definitivo. Este trasladose hace normalmente en la intimidad,exceptuando la presencia de un miembrode la comunidad agustina como testigo,de un arquitecto del PatrimonioNacional que dirige la operación, de dosoperarios, y de un médico que es testigode que el proceso de descomposición hafinalizado. A la ceremonia delPudridero, en cambio, asiste hasta elministro de Justicia, que tiene que

pronunciar las palabras: «Padre prior ypadres diputados, reconozcan vuestraspaternidades el cuerpo delseñor/señora… que conforme al estilo yla orden de su majestad que ha sidodado voy a entregar para que lo tengáisen vuestra guarda y custodia».

Después el prior y los ancianospadres agustinos presentes contestan:«Lo reconocemos». Se cierra el féretro,se levanta un acta de la entrega y losagustinos se hacen cargo de la llave delataúd. La tradición también manda quese den tres fuertes golpes en la caja delmonarca difunto, y se lo llame por sunombre, tras lo cual el jefe de la Casa

Real tiene que declarar solemnemente:«Puesto que el rey no responde, estámuerto».

NOTAS DELEDITOR DEL

PRESENTE EPUB

[1] Sobre quién está detrás de esteseudónimo existen diversas teorías(Pepe Rei, Antonio Martínez Inglés,Jesús Cacho), pero ninguna de ellas hapodido ser probada, incluso algunos delos presuntos autores lo ha negadotaxativamente. Otras hablan de unaautoría colectiva de periodistasvinculados con la izquierda. <<

[2] Editado en 2000 por Ardi Beltza,apenas se vendió en librerías y,fundamentalmente, se distribuyó entrelos circuitos próximos a la izquierdaabertzale, hasta que se agotó. Otraspequeñas editoriales/revistas de losmismos circuitos (Arakatzen, Miatzen,Kale Gorria, Gráficas Lizarra) lovolvieron a editar en pequeñas tiradas,estando igualmente agotadas.Hoy en día, aunque el libro no estáoficialmente censurado, es casiimposible conseguirlo, salvo enpréstamo en algunas bibliotecaspúblicas del País Vasco. En cambio, es

fácil encontrarlo en formato PDF enmuchas páginas de Internet. <<

[3] Mal escrito en euskera (vascuence).En este idioma no se ponen «m» antes de«b» o «p», por tanto debería decir:«Erregeak kanpora». <<

[4] Traducción incorrecta. El termino«kanpo» no significa «campo», sino«fuera» y, declinado en nora? (¿adónde?), se traduciría como «afuera».Por tanto debería decir: «Afuera losReyes» o «Fuera los Reyes». Similar ala expresión inglesa Go home (p.e. laconocida Yankees Go Home ), «Iros acasa», dando a entender como: «Iros deaquí, que no sois de aquí y aquí no se osha perdido nada, y no sois bienrecibidos». <<