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1 SALMO 133 ¡Qué bueno, qué grato convivir los hermanos unidos! QQHHEstoy en el Vallde Piura, disfrutando y admirando la belleza y el perfume que destilan los verdes y coloridos paisajes que danzan armoniosamente como si celebraran la bendición de las lluvias que, por estos meses, caen en la serranía de esta región. No obstante, un sentimiento de nostalgia se apodera de mí como efecto de mi distanciamiento temporal de nuestra Madre Logia. De hecho, estoy bien, pero sé y siento que estaría mejor si estuviese entre vosotros, pues como reza el Salmo 133 ¡Qué bueno, qué grato convivir los hermanos unidos! En este espacio y tiempo, mientras escucho el sonido de la lluvia y hago memoria de vosotros, tengo ante a mis ojos el VLS, abierto en el salmo 133. Como un niño en las rodillas de su madre trataré de articular mis primeras palabras y entre tartamudeos esbozar este trazado de emulación. ¡Qué agradable y delicioso es que los hermanos vivan unidos! Es como ungüento perfumado derramado por la cabeza, Que baja por la barba de Aarón hasta el borde de su ornamento. Es como rocío del Hermón que destila por las colinas de Sión. Allí envía el Señor la bendición, la vida para siempre. ¡Qué agradable y delicioso es que los hermanos vivan unidos! O ¡Qué bueno, qué grato convivir los hermanos unidos! Ante la lectura y relectura de este verso, no es posible escapar de la fuerza de las preguntas ¿Qué sentimientos circundaban la existencia del autor a la hora de burilar tales expresiones? ¿Qué intenciones tenía? Me atrevo a pensar que con esta expresión el salmista celebra la alegría de estar juntos, degusta y saborea el sentido de la unidad, y ensalza sobremanera la belleza y la riqueza de la fraternidad. Es más, es la traducción del alma de alguien que ha experimentado la fraternidad y se sabe hombre fraterno; es el desvelamiento del interior de alguien que atina a describir lo que ve y lo que vive, lo que es y lo que tiene. Así pues, agradable y delicioso son los adjetivos que mejor califican el acto de ver hombres libres y de buenas costumbres vivir unidos. En lo personal, me ayudan a sintetizar, en parte, el perfume de fraternidad que percibí en vosotros –aun sin conocerlos ni saber sus nombres– desde mi experiencia de iniciación. ¿Qué razones o sentimientos tuvo –el autor– para echar mano de símbolos como “ el rocío” , “el ungüento perfumado” , “ la barba” , etc., para comparar a la fraternidad? Frente a tales interrogantes, resultan ser pobres las explicaciones, pues mejor se responde con implicaciones, pues como diría Heidegger, la “piedad de la pregunta” se mantiene cuando se sabe escuchar y resistir a la prisa del pensamiento 1 . Y es que el pensamiento, especialmente el conceptual, tiene el ansia de la aprehensión, de agarrar, de pretender explicarlo todo, sin respetar ese resto intrasmisible de la pregunta que apunta a la otra orilla de la realidad. 1 HEIDEGGER, M. El ser y el tiempo. FCE; Mexico 1993.

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Salmo 133 freemasonry

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SALMO 133

¡Qué bueno, qué grato convivir los hermanos unidos!

QQ∴HH∴ Estoy en el Vall∴ de Piura, disfrutando y admirando la belleza y el perfume que destilan los verdes y coloridos paisajes que danzan armoniosamente como si celebraran la bendición de las lluvias que, por estos meses, caen en la serranía de esta región. No obstante, un sentimiento de nostalgia se apodera de mí como efecto de mi distanciamiento temporal de nuestra Madre Logia. De hecho, estoy bien, pero sé y siento que estaría mejor si estuviese entre vosotros, pues como reza el Salmo 133 ¡Qué bueno, qué grato convivir los hermanos unidos!

En este espacio y tiempo, mientras escucho el sonido de la lluvia y hago memoria de

vosotros, tengo ante a mis ojos el V∴L∴S∴, abierto en el salmo 133. Como un niño en las rodillas de su madre trataré de articular mis primeras palabras y entre tartamudeos esbozar este trazado de emulación.

¡Qué agradable y delicioso es que los hermanos vivan unidos! Es como ungüento perfumado derramado por la cabeza,

Que baja por la barba de Aarón hasta el borde de su ornamento. Es como rocío del Hermón que destila por las colinas de Sión.

Allí envía el Señor la bendición, la vida para siempre.

¡Qué agradable y delicioso es que los hermanos vivan unidos! O ¡Qué bueno, qué grato convivir los hermanos unidos! Ante la lectura y relectura de este verso, no es posible escapar de la fuerza de las preguntas ¿Qué sentimientos circundaban la existencia del autor a la hora de burilar tales expresiones? ¿Qué intenciones tenía? Me atrevo a pensar que con esta expresión el salmista celebra la alegría de estar juntos, degusta y saborea el sentido de la unidad, y ensalza sobremanera la belleza y la riqueza de la fraternidad. Es más, es la traducción del alma de alguien que ha experimentado la fraternidad y se sabe hombre fraterno; es el desvelamiento del interior de alguien que atina a describir lo que ve y lo que vive, lo que es y lo que tiene. Así pues, agradable y delicioso son los adjetivos que mejor califican el acto de ver hombres libres y de buenas costumbres vivir unidos. En lo personal, me ayudan a sintetizar, en parte, el perfume de fraternidad que percibí en vosotros –aun sin conocerlos ni saber sus nombres– desde mi experiencia de iniciación. ¿Qué razones o sentimientos tuvo –el autor– para echar mano de símbolos como “el rocío”, “el ungüento perfumado”, “la barba”, etc., para comparar a la fraternidad? Frente a tales interrogantes, resultan ser pobres las explicaciones, pues mejor se responde con implicaciones, pues como diría Heidegger, la “piedad de la pregunta” se mantiene cuando se sabe escuchar y resistir a la prisa del pensamiento1. Y es que el pensamiento, especialmente el conceptual, tiene el ansia de la aprehensión, de agarrar, de pretender explicarlo todo, sin respetar ese resto intrasmisible de la pregunta que apunta a la otra orilla de la realidad.

1 HEIDEGGER, M. El ser y el tiempo. FCE; Mexico 1993.

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Vosotros bien sabéis que en masonería la fraternidad es nuestro modo de ser en el mundo, pues no existe vida masónica si no es como fraternidad. Es decir, no tener experiencia de ser y sentirme hermano ni de dar cobijo a la trascendencia del otro que me sale al “encuentro”, es equivalente a no ser: no ser masón. De ahí que se diga que debemos procurar cultivar el AMOR FRATERNAL, porque es la base y la piedra angular, el cemento y gloria de esta antigua fraternidad2. ¿Qué es la fraternidad? A esta pregunta no se puede responder con explicaciones, sino con implicaciones, es decir no se trata de verbalizarla, sino de experimentarla en el seno de la logia y en lo ancho del mundo, hacer primar la acción sobre la palabra. Lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciéndolo, dice Aristóteles. En este sentido, no es la conceptualización la que tiene la última palabra sino la praxis y la calidad de vida. Con razón el salmista entiende que no son los conceptos sino los símbolos los que mejor se prestan para mostrar un vestigio de lo que es la verdadera fraternidad. No es casual que la COLUMNA B del Templo (columna del aprendiz) esté coronada con granadas para significar que los miembros de una logia son como los granos de la granada y que, por tanto, deben formar un todo compacto, cualesquiera que sean sus opiniones y que deben estar unidos por los lazos de la fraternidad y de la solidaridad3. Esto implica que si bien la fraternidad se recibe, es decir se encuentra ya existente al ingresar a la Orden, sin embargo no es algo ya acabado o que se dé por descontado, sino algo que hay que construir e incrementar incesantemente. Esta gracia de la fraternidad es como el “perfume del ungüento” –simbología que usa el salmista– que penetra por los sentidos: se huele, se olfatea, gusta, atrae y contagia. En este sentido, el buen olor de la fraternidad se comunica por “contagio”, no por tracción sino por atracción, y se lo encuentra más por el camino del sentir que del pensar. Decir lo que se siente y sentir lo que se dice –nos lo recuerda Séneca– es un gran paso para contagiar y construir fraternidad. Decía en el párrafo anterior que el buen olor de la fraternidad se transmite o se comunica por “contagio” y se expande como el rocío del Hermón que destila por las colinas de Sión. Hablo aquí del “contagio” desde el punto de vista de transmisión de hábitos, actitudes, simpatías, por efecto de la convivencia con otras personas. En efecto, aquél que entre en contacto con un hermano libre y de buenas costumbres, que talla su piedra bruta incesantemente, terminará siendo afectado, “contagiado” por éste, puesto que el bien se expande por naturaleza. Por ello cabe preguntarnos ¿Qué “contagiamos” en la vida a quienes conviven con nosotros? La suavidad sedosa de la barba de Aarón –que dice el salmista– la podríamos entender como el símbolo de aquella caricia fraterna que acoge, cuida, valora y ama con madurez y responsabilidad al hermano que le sale al encuentro; como una actitud de respeto, que se preocupa, que muestra solidaridad y compasión por el otro; y, finalmente, como una actitud de humildad y sencillez de aquél que está dispuesto a perdonar y ser perdonado, a corregir y ser corregido. En consecuencia, la madurez y fuerza de la fraternidad se medirán por la presencia o ausencia de estas cualidades y por el tipo de relación que los hermanos mantengan entre sí. Para esto necesitamos del amor fraternal y el afecto que simboliza la TRULLA O LLANA, pues la verdadera fraternidad tiene el deber de perdonar

2 BUTLER, J. y MENDOZA, E. Manual del aprendiz masón. Lima 1981. pág 54 3 Ibid. pág 78

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las faltas de sus hermanos y suavizar todas las asperezas que puedan encontrar en el camino de su propia perfección4. La fraternidad es como el rocío del Hermón que destila por las colinas de Sión. La delicadeza y suavidad del rocío entra en contacto con todo aquello que encuentra, sin excluir a ningún ser, animado o inanimado. Esta realidad podríamos simbolizarla con la tercera de las luces inanimadas del templo, el Compás, que viene a significar el amor fraternal a todos los hombres de la humanidad sin excepciones ni exclusiones5. Amor fraternal sin exclusiones ni excepciones que debería extenderse a todo cuanto existe.

En este contexto, la masonería tiene una gran responsabilidad y mucho que decir frente a la crisis ecológica que vivimos, pues justamente la raíz del problema se halla en el modelo de fraternidad o en el tipo de relación que los seres humanos venimos manteniendo con la tierra y sus recursos: una relación de dominio de no reconocimiento de su alteridad, con falta de cuidado y de respeto.

La fraternidad cósmica en cuanto construcción es un reto para la masonería. Ella debe brotar de la mirada atenta que el hombre haga de sus semejantes y de toda la obra del

G∴A∴D∴U∴, reconociendo que todos los seres en el cosmos tenemos el mismo origen y el mismo destino común. La fraternidad cósmica tiene que nacer del hombre que se sabe Tierra en su expresión de conciencia, de libertad y de amor6, y, en cuanto tal, se sabe responsable de ella. Finalmente, la fraternidad cósmica debe emerger del hombre que se experimenta polvo de estrellas, hermanado materialmente al cosmos, que conoce EL TEMPLO, y que, por tanto, admira, respeta y venera a todos los seres en su diversidad y complejidad.

Sin duda, esta nueva visión del mundo nos llevaría a re-inaugurar la gran fraternidad cósmica que, jugando a ser dioses, perdimos. Los seres humanos ya no se pondrían sobre, por encima, contra la naturaleza, sino a su lado y junto a ella7.

Los masones somos Hermanos y nuestra misión es difundir el buen olor de la fraternidad

a la humanidad entera hacia todo el universo por ser obra del G∴A∴D∴U∴ Al mismo tiempo recordar siempre que la fraternidad es don y tarea. Tarea porque exige nuestro

esfuerzo y don porque es la bendición del G∴A∴D∴U∴ que nos la da como regalo y es vida para siempre.

He cumplido V∴M∴

Vall∴ de Piura, marzo de 2014. Q∴H∴ Ronaldo Cruz Huamán R∴L∴S∴ “Unión, Perseverancia y Fortaleza” Nº 171

4 Ibid. pág 98 5 BUTLER, J. y MENDOZA, E. Manual del aprendiz masón. Lima 1981. pág 68 6 BOFF, L. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Trotta 1996. Pág 28 7 Ibid. Pág 29