Realidad, ficción e identidad - filosevilla2011 · PDF fileNociones de realidad y ficción En un sentido puramente funcional, no es difícil obtener de cualquier persona una respuesta

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  • REALIDAD, FICCIN E IDENTIDAD

    DANIEL PINO SNCHEZ

    Trabajo basado en las lecturas de Niebla y Cmo se hace una novela

    de Miguel de Unamuno

    A N T R O P O L O G A F I L O S F I C A1 de Fi losof a / Turno de tarde

    R e a l i d a d , F i c c i n e I d e n t i d a d / A n t r o p o l o g a F i l o s f i c a / D a n i e l P i n o S n c h e z / 1 F i l o s o f a Tu r n o d e t a r d e

  • Nociones de realidad y ficcin

    En un sentido puramente funcional, no es difcil obtener de cualquier persona una respuesta a la de-limitacin del mbito de la realidad y del mbito de la ficcin. Con mayor o menor esfuerzo, y reduciendo las definiciones al mnimo, un individuo podra concluir que lo real se define como lo tangible, lo constata-ble, lo que es por todos compartido, mientras que lo procedente de la ficcin es lo imaginario, lo impostado, lo creado, lo concerniente al terreno de la fantasa.

    Seran, pues, nociones contrapuestas, en tanto que la ficcin surge necesariamente de la realidad, habi-tada por seres con la capacidad de construir esos espacios imaginarios, donde precisamente delimitamos el mbito de lo ficticio.

    Esta categorizacin vale para estados de anlisis superficiales, aunque se hace ms compleja a medida que hundimos los objetos de estudio en un territorio ms concienzudo, y de hecho la lnea que separa ambos conceptos se diluye a medida que gana en profundidad la inmersin.

    La realidad, efectivamente, es una construccin colectiva, consensuada y aceptada por los habitantes del mbito de lo real. Es un estado creador, inmvil y en cierto modo infinito. Lo real es lo que existe ms all de los hechos y cosas que existen. Es para el ser consciente, en palabras del propio Unamuno, la patria su eternidad. 1

    La ficcin, sin embargo, est lastrada de cierta contingencia. Al menos, en estado aparente. Las ficcio-nes tienen un principio y un fin: una estructura. Aqu encontraramos una primera aproximacin entre esta nocin y la de su contraposicin en la realidad: la tangente que podra establecerse entre el carcter estructu-ral de una ficcin con el mbito de lo real, en tanto que en ste los sujetos distinguen en su naturaleza exis-tencial un inicio necesario y un fin inexorable, representado en la propia muerte.

    El terreno de lo real no puede, no obstante, acotarse en las estructuras que podran reconocerse en las ficciones, ya sea en la lrica -con formas de muy diversa naturaleza-, la dramaturgia -con tres o cinco actos-, la pintura -limitada en los espacios del lienzo o en las instalaciones dpticas, trpticas o seriales-, el cine -de nuevo, acomodndose en la narracin en actos- o cualquier otra manifestacin de lo propio de la ficcin.

    Sea cual sea, es precisamente en la nocin de lmite donde se hace distinguible la ficcin. Al menos, insistimos, en modo aparente, en tanto que los bordes de una construccin procedente de la fantasa, la ima-ginacin, la reconstruccin o, en definitiva, que parte de la creacin humana pueden solaparse con la cons-truccin intersubjetiva que procede de la participacin de otro individuo. As, el mdico que asiste a Augus-to Prez en el tramo final de Niebla, sentencia diciendo que uno mismo es quien menos sabe de su existen-cia... No se existe sino para los dems. 2 Trasladando esta idea al terreno de la manifestacin propia de la ficcin, en la lectura del texto quedan derrumbadas las murallas donde se acomoda este en la propia ficcin antes de entrar en contacto con el lector.

    Lo ficticio en oposicin a lo ficcional

    Desde un punto de vista puramente normativo, la distincin entre lo ficticio y lo ficcional ya participa en la idea misma de cmo se comportan una y otra nocin en relacin al mbito de lo real.

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  • Mientras lo ficticio se equipara a lo fingido, imaginario o falso lo ficcional se limita a lo puramente perteneciente o relativo a la ficcin. El matiz es evidente, y mientras el primero se entiende en una dimen-sin negativa u opuesta al mbito de lo verdadero o lo veraz, el segundo se acomoda en la asepsia semntica de lo que pueda entenderse por ficcin, sin que ello tenga que entenderse, en modo alguno, en relacin a lo verdadero o lo falso: el referente se centra en la oposicin a lo real.

    Pese a todo, esta forma de abordar ambos conceptos puede incluso retorcerse un poco ms, ya que si bien el mbito de lo ficcional encuentra su oposicin en el de lo real, teniendo en cuenta que esto ltimo es precisamente lo aceptado como verdadero por los sujetos que lo habitan, lo ficcional podra entenderse igualmente como el territorio de lo imaginario o falso, que es la nocin relativa a lo ficticio.

    Si nos centramos en esta distincin es porque, como veremos ms adelante, la delimitacin es una construccin artificiosa que puede desintegrarse a partir de la participacin del individuo en el texto ficticio o ficcional, siendo el propio sujeto el que determine el grado de verdad o el grado de falsedad que constitu-yen en s los seres, sucesos y espacios de la ficcin.

    La idea ms all de la realidad y la ficcin

    En los prolegmenos de la anagnrisis que vive Augusto Prez en Niebla durante su aproximacin a la revelacin de s mismo como una invencin procedente de la caprichosa imaginacin de Unamuno, este ser nivolesco3 reconoce su inmortalidad en tanto que se admite como idea, no tanto como ser real o ficcio-nal -o ficticio-:

    Pero no, no!, yo no puedo morirme; slo se muere el que est vivo, el que existe, y yo, como no

    existo, no puedo morirme... soy inmortal! No hay inmortalidad como la de aquello que, cual yo, no ha

    nacido y no existe. Un ente de ficcin es una idea, y una idea es siempre inmortal...3

    En este punto conviene parcelar la nocin de idea. Vamos a alejarnos de concepciones platonistas o ms o menos metafsicas. La situacin nos invita a aproximarnos a un espacio conceptual de carcter psico-social, cercano quizs a la jurisdiccin del inconsciente colectivo jungiano. Las ficciones, narrativas o no, transgreden las barreras del soporte -escrito, oral, pictrico, filmolgico- para diseminarse en la realidad a travs de la la experiencia ntima del lector, que activa las formas inertes del relato para insuflarles vida me-diante la evocacin. As lo sugiere el propio autor de Cmo se hace una novela cuando dice que la accin es contemplativa, la contemplacin es activa4

    Y es que la clave est, precisamente, en esa activacin de la ficcin, ese pasar del letargo de la palabra escrita a la accin, al movimiento, de un organismo que se pone en marcha en las manos de ntimas manos del lector ante el universo ficcional. Unamuno lo llega a decir as:

    Una novela, para ser viva, para ser viva, tiene que ser, como la vida misma, organismo y no mecanis-

    mo. Y no sirve levantar la tapa del rel. Ante todo porque una verdadera novela, una novela viva, no tiene tapa, y luego porque no es maquinaria lo que hay que mostrar, sino entraas palpitantes de

    vida, calientes de sangre. 5

    La vida del texto ficcional, su carcter orgnico, es sin embargo posterior al letargo de ese mismo uni-verso como idea previa, a la espera de entrar en contacto con la experiencia lectora. Entrara en juego aqu lo

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  • que podra describirse como la construccin colaborativa de la ficcin, donde el autor de la obra canaliza un proceso de creacin en un momento inicial, que contina necesariamente en manos de los lectores.

    Es precisamente en ese trasvase donde la realidad del ente ficcional trasciende la realidad misma de su creador, en tanto en cuanto pasa a a ser re-creado en el lector. Es la idea la que subyace a ese proceso de transformacin que acaba por invertir el orden de los momentos entre realidad y ficcin, ya que si bien una acaba nutriendo a la otra, en el momento en que la accin del lector hace que el organismo cobre vida, la idea misma acaba por independizarse, siendo capaz de sobrevolar arrojando su sombra sobre ambas nociones.

    La idea, por tanto, es el primer y ltimo momento en la relacin del ser humano con los entes ficciona-les del universo narrativo, ya que la idea es condicin sine qua non para que el autor conciba a los seres que habitarn en las ficciones de su imaginacin, y que se transformarn en seres vivos -reales- cuando entren en contacto con los lectores.

    Pero an es ms. Unamuno lo tiene claro, y de hecho tortura a su juguete ficcional -que acaso, acabe escupindole su propia realidad al rostro de su creador-creacin- con este principio cuando en Niebla, Victor Goti -amigo de Augusto Prez, y quizs cmplice del propio Unamuno en el universo ficcional de la nivola- advierte al protagonista y si me apuras mucho te digo que t mismo no eres sino una pura idea, un ente de ficcin.... 6

    El relato y la identidad: el lector frente al espejo

    La macabra pesadilla que vive U. Jugo de la Raza (a la sazn, sacrificado alter ego unamuniano, crea-do ex professo para ejemplificar el proceso de Cmo se hace una novela) a lo largo del ftico periplo tiene en el espejo un nada casual leitmotiv cargado de significado. As cuando por un instante separndolos [los ojos] de las pginas del libro los fija en las aguas del Sena parceles que esa aguas no corre, que son las de un es-

    pejo inmvil, 7 o de tiempo en tiempo tena que levantarse a beber agua; se le ocurri que beba el Sena, el

    espejo. 8

    La idea del espejo es fundamental a la hora de enfrentar las nociones de realidad y ficcin en relacin con la identidad de los entes ficcionales, as como la del propio autor y los lectores del relato. En Cmo se hace una novela, Unamuno explicita el concepto de forma evidente, aunque en Niebla opta ms por la manifesta-cin de esa nocin en relacin con la propia identidad de los entes que participan del relato. Por ejemplo, su Augusto Prez llega a decir:

    Muchas veces se me ha ocurrido pensar, Orfeo, que yo no soy, e iba por la calle antojndosem