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REBELIÓN EN ILAVE Discursos e Ideología Aymara Por: Eddi Miguel Sucari RESUMEN En la plaza mayor de Ilave es turturado y asesinado el alcalde Cirilo Robles. El pueblo ayamara se rebela ante el Estado Nación, postula una nación aymara auntonoma. Este ensayo examina cómo se entendió los acontecimientos, qué supuestos epistemológicos subyacen en las explicaciones o interpretaciones de los investigadores. Diversos autores, de diversas perspectivas, han intentado explicar o interpretar los móviles de esta rebelión, en todas ellas subyace la apuesta o rechazo, conciente o inconsciente, respecto a la constitución de una nación aymara. Los discursos construidos se enmarcan en las perspectivas espitemológicas del empirismo, positivismo lógico y racionalismo, con ciertas particularidades en cada autor o interprete. En estos esfuerzos de explicación o interpretación, hay mucho de lo mismo. Ninguno ofrece un entendimiento de la profundidad y complejidad de la rebelión de Ilave, ante ello urge investigaciones comprensivas más profundas, en el contexto de los problemas y la historia nacional. PALABRAS CLAVE: Rebelión ayamara, nación ayamara, epistemología, Estado, poder, partidos políticos, movimientos sociales, sistema democrático, fragilidad institucional, desencuentro cultural, medios de comunicaciòn, pobreza, contrabando, corrupción, exclusión, historia.

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REBELIÓN EN ILAVE Discursos e Ideología Aymara

Por: Eddi Miguel Sucari

RESUMEN

En la plaza mayor de Ilave es turturado y asesinado el alcalde Cirilo Robles. El pueblo ayamara

se rebela ante el Estado Nación, postula una nación aymara auntonoma. Este ensayo examina

cómo se entendió los acontecimientos, qué supuestos epistemológicos subyacen en las

explicaciones o interpretaciones de los investigadores. Diversos autores, de diversas

perspectivas, han intentado explicar o interpretar los móviles de esta rebelión, en todas ellas

subyace la apuesta o rechazo, conciente o inconsciente, respecto a la constitución de una

nación aymara. Los discursos construidos se enmarcan en las perspectivas espitemológicas

del empirismo, positivismo lógico y racionalismo, con ciertas particularidades en cada autor o

interprete. En estos esfuerzos de explicación o interpretación, hay mucho de lo mismo. Ninguno

ofrece un entendimiento de la profundidad y complejidad de la rebelión de Ilave, ante ello urge

investigaciones comprensivas más profundas, en el contexto de los problemas y la historia

nacional.

PALABRAS CLAVE: Rebelión ayamara, nación ayamara, epistemología, Estado, poder,

partidos políticos, movimientos sociales, sistema democrático, fragilidad institucional,

desencuentro cultural, medios de comunicaciòn, pobreza, contrabando, corrupción, exclusión,

historia.

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INTROITO “Chaco al zorro Cirilo Robles... lo sacaremos de la cueva más lejana, de la más pequeña o secreta” y “lo dormiremos”, se coreaba en aymara tras pancartas y ollas comunes en la plaza mayor de Ilave, al nor occidente en el lado peruano del legendario Lago Titicaca. Y así sucedió. Tras huelgas escalonadas, marchas multitudinarias y verbos sanguinarios, ha sido asesinado a mansalva el alcalde Cirilo Robles, acusado de corrupción, nepotismo y prepotencia. La noticia cundió como rayada de pólvora en todos los confines, idiomas y medios de comunicación del mundo. El crimen desencadenó acusaciones y puso en jaque al Estado, al gobierno, al orden establecido y a las leyes de la República.

Nos proponemos dar cuenta, en las páginas siguientes, no el cómo acontecieron los hechos, sino el cómo se explicó o comprendió la rebelión aymara de Ilave, cuáles fueron los yerros y aciertos de la interpretación, con qué ojos se miraron los cruentos procesos sociopolíticos de entonces que terminaron ensombreciendo la imagen del Perú y cautivando la opinión pública internacional; es decir, con qué supuestos epistemológicos se aproximaron los intelectuales del Perú y el mundo: al decir de Guillermo Briones (1996) còmo establecieron el objeto de estudio, los valores implicados en la creación del conocimiento, la estructura lógica de sus teorías, los métodos empleados en la investigación y en la explicación o interpretación de sus resultados y la confirmabilidad y refutabilidad de sus teorías.

En el curso de la rebelión y después de la rebelión, se ha producido abundante literatura periodística y científica, aquí analizaremos y reflexionaremos en torno a los textos y autores, cuyo alcance explicativo o interpretativo sea académicamente relevante. Enfatizaremos en los argumentos centrales de los autores e interpretes, los rebatiremos, compararemos los argumentos, y halagaremos cuando sea necesario. De acuerdo con Hans-Georg Gadamer (1960) nos entenderemos con los otros sobre un “texto”, conciente de que no es posible lograr una comprensión libre de todo prejuicio, la comprensión se realizará dentro de un “circulo hermenéutico”, en tanto comprensión histórica.

En este marco, en un primer momento nos aproximaremos a las razones históricas e ideológicas de la rebelión, y en sucesivos acápites dilucidaremos los postulados epistemológicos con que se pretendieron explicar o comprender los acontecimientos, finalmente concluiremos en un epílogo que plantea la hipótesis de un fantasma mayor entre los aymaras: desigualdad y exclusiòn, como las razones fundadas de la rebelión, además de precisar la necesidad de una comprensión històrica de la rebelión aymara. I. LAS RAZONES DE LA REBELIÓN Un hecho que lidia con la razón y la moral humana colapsó en muerte y sangre, y arrastró al Perú hacia el precipicio. En Ilave, distrito capital de la Provincia de El Collao, al sur de la Región Puno, centro neurálgico en el Lago Titicaca, tras 24 largos días de protestas y movilizaciones multitudinarias, el 26 de abril del 2004, ante el desafío y la negativa de renuncia de su alcalde, acusado de los delitos de peculado, malversación, nepotismo y autoritarismo -como en Fuente Ovejuna- el pueblo decidió tomar justicia por sus propias manos: asesinò al alcalde Cirilo Fernando Robles Callomamani, luego de una tortura pùblica espantosa y un vía crucis a expensas de la luz del día, ante los ojos de una multitud agobiada, escluida y disilucionada con el Estado y el poder político nacional. Apenas estalló la “anunciada” muerte, invadió por completo los encabezados internacionales de los medios de comunicación más importantes del mundo. Una ola de indignación recorrió el país y la opinión pública mundial se escandalizó ante la "barbarie" consumada.

La sangrienta jornada concluyó además con la desaparición de personas y hospitalización de 4 regidores; semanas despuès, el teniente alcalde Alberto Sandoval Loza, acusado como el principal instigador, fue tomado preso y encarcelado junto con otros regidores, además de varios ilaveños con orden de detención.

La mayoría de los intelectuales califican los sucesos de Ilave como un “linchamiento”, algunos de “asesinato”. A nuestro concepto fue mucho más que un simple linchamiento o asesinato. La cruel muerte del alcalde fue sólo el desenlace final y fatal de una lucha sostenida y escalonada que libró el pueblo de Ilave, cuyos móviles, tienen raíces y fines históricas, como veremos más adelante. Por tanto, estamos ante otra rebelión, esta vez de aymaras de Ilave. Es más, Ilave es apenas un pueblo emergente entre muchos otros, en el basto territorio sudamericano habitado por aymaras. No podemos pretender entender los acontecimientos de

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Ilave como algo fortuito, solapado o aislado de los procesos sociopolíticos e históricos mayores del Perú y Latinoamérica, tampoco, claro está, pretender idealizarlo. Incluso hay quienes han minimizado y ridiculizado esta convulsión social, a expensas de la conmovida opinión pública internacional, como hay quienes se han complacido con la innecesaria muerte y posterior dolor y desencanto de los ilaveños. Se trata pues de comprender y asumir críticamente los acontecimientos que aceleran o detienen la marcha de la sociedad. Las ciencias sociales felizmente nos ofrecen elementos valiosos para este propósito. Ilave es apenas un hito en la historia La rebelión en Ilave, para los líderes aymaras, es apenas un hito en el devenir de una revolución cultural e histórica y uno de los puntos más altos en la lucha contra el "poder colonial, centralista y criolla" subsistente en los pueblos quechuas y aymaras de Latino América.

Dos meses después del asesinato del Alcalde de Ilave, el 15 de junio del mismo año, sufrió el mismo destino el Alcalde de Ayo-Ayo, otro territorio aymara, esta vez en Bolivia. El Alcalde Benjamín Altamirano fue secuestrado, torturado, asesinado y quemado su cuerpo ante el espanto colectivo en la plaza mayor del mismo pueblo, hasta quedar convertido en un trozo de carbón. La muerte de Benjamín Altamirano (al igual que la muerte de Cirilo Robles), se debió, para los aymaras, a su corrupto y prepotente accionar, y al nulo accionar de la justicia formal estatal que no tiene agallas para procesar a corruptos. Para eso, dicen, debe utilizase la ancestral “justicia comunitaria” de los pueblos originarios (Luis Miranda 2004).

Después de la rebelión en Ilave, se produjo un “efecto Ilave”, de sucesivos levantamientos comunales, exigiendo revocatoria de sus alcaldes, por cargos de corrupción y abuso de autoridad. Sucedió con alcaldes provinciales y distritales de Perú y Bolivia. La mayoría de ellos, en el caso del Perú, concluyeron con la revocatoria o vacancia del alcalde, y la elección posterior de nuevos alcaldes, en elecciones complementarias. Un informe de la Defensoria del Pueblo señala que en el Perú decenas de pueblos han cuestionado a sus autoridades municipales. Igual en Bolivia, ocurrieron decenas de cuestionamientos, que en muchos de estos casos se comprobó después que los acusados o victimados eran inocentes. Los actos de "justicia por mano propia" se han ido incrementando y forman parte de la realidad cotidiana de Perú y Bolivia.

La cuenca del Titicaca está habitada por los aymaras. Según datos de la principal pagina web aymara (aymara.org) los últimos censos de Bolivia y Chile (1992) y del Perú (1993) registraron 1.237.658 aymaristas bolivianos, 296.465 aymaristas peruanos y 48.477 aymaristas chilenos. Estas cifras tienen más de una década de antigüedad y no toman en cuenta a los cientos de miles de indígenas y mestizos que se visten o practican la cultura aymara aunque hayan acabado adoptando la lengua oficial de sus respectivas repúblicas (Isaac Bigio 2004).

Restituir la Nación Aymará

Para los políticos, ideólogos e intelectuales aymaras, Ilave no es la excepción en la historia y lo ocurrido no es un hecho aislado, es más bien parte de una lucha histórica por la autonomía de la “nación aymara”, que aglutine a la cultura originaria de Bolivia, Perú y Chile. Para otros, simplemente, pone de relieve las fracturas estructurales del país.

Carlos Mamani (2004), miembro de Aymará Discussion List en Internet, considera que lo ocurrido en Ilave de ninguna manera es un hecho aislado y menos responde a la imagen estereotipada del viejo colonialismo, que remozado vierten los intelectuales de la inteligencia criolla. La nación aymara está emitiendo los mensajes inequívocos de su voluntad libertaria y libre determinista, en esa perspectiva no importan los ordenamientos jurídicos establecidos en las repúblicas que tienen descuartizados sus territorios. Lo ocurrido en Ilave, es parte integrante de un Movimiento que se manifestó primero con la quema del edificio de la ciudad de El Alto para extirpar a un alcalde misti y corrupto, y hace menos de una mes ha sido Ayo Ayo. En esta perspectiva ciertamente es el Qollasuyo, el Collao, que vuelve a manifestarse con el ejercicio, no de justicia comunitaria, sino de la administración de la pena capital en evidente desafío a los estados republicanos.

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María Rosales (2004), también miembro de Aymará Discussion List en Internet, propone que es posible organizar un autentico movimiento libertario donde participen los indígenas y todas las clases explotadas; este movimiento debe tomar en cuenta las màs sentidas necesidades de los indigenas como el derecho a ser dueño de la tierra que trabaja, el dereco a un empleo digno, el derecho a la educacion gratuita en su lengua y cultura, el derecho a una seguridad social digna, el derecho a participar en el gobierno local y nacional con su propio programa, para asì crear las bases de un poder de los desposeìdos para enfrentar realmente a los gobiernos titeres y cipayos que deciden la suerte de todos nosotros. Esta construcción pues, mi querido Alex (se refiere a otro miembro de la lista en intenet), es un proceso que creo en el caso de Bolivia se está construyendo. Como tu sabes, todos los procesos tienen sus pro y contra, sus defectos y virtudes, y, es sobre estas experiencias que debe construirse el verdadero poder de los indígenas y de las clases oprimidas. La apuesta por una “nación aymara” tiene precedentes importantes. Tupac Katari, el héroe de la cultura aymara, como nos recuerda Luis Miranda (2004), fue el primer caudillo en levantarse contra el imperio español en el año 1781, al sitiar por 109 días a la ciudad de La Paz con cuarenta mil indígenas. Katari, quien nació en las cercanías de Ayo Ayo, murió descuartizado tras aquella histórica revuelta. Erigieron un monumento en su memoria. A principios del siglo XX, cuando el gamonalismo se engullía tierras aymaras, un militar el Mayor Teodomiro Gutiérrez que fue enviado desde Lima para apoyar a los mistis en el despojo de las tierras indígenas se convirtió en indio Rumimaki, su acción así como su mensaje se irradió más allá de Puno, cruzó el Desaguadero y se convirtió en el cucu del gamonalismo paceño, quienes denunciaban a Rumimaki lideralizando a indios en rebelión. Hoy como hace cien años, el siglo XXI se avizora como el escenario de la reconstitución de la Nación Colla (Carlos Mamani, 2004). Otro de los dirigentes indígenas más importantes que los aymaras hayan tenido en su vida moderna es Felipe Quispe, mas conocido como Mallku, ha sido diputado, jefe sindical, icono de la lucha campesina y fundador del Ejército Guerrillero Tupac Katari, ya disuelto, que se opuso al gobierno central boliviano y proponía el establecimiento de una nación aymara. Para él, lo de Ayo Ayo es un asunto puntual que puede transformarse en una lucha mayor (Luis Miranda 2004). De otro lado, Mallku ha felicitado la revuelta de Ilave, llamando a los aymaras peruanos a rebelarse para reconstituir junto a sus pares bolivianos y chilenos el Collasuyo pre-hispánico (Isaac Bigio, 2004).

El altiplano ha sido tierra de numerosas rebeliones indígenas, las más importantes fueron las de Chucuito (1905); Huancané y Azángaro (1915); Hankoyo en Sandia (1917); Huancané, Puno, y Moho (1921); Wancho-Huancané (1923-24), entre otras. Todas estas rebeliones surgieron en respuesta a la expansión de las haciendas y los abusos de las autoridades locales (Panfichi, Aldo y Dammert, Juan Luis, 2005). Los aymaras, para Isaac Bigio (2004), tienen todas las características de una nación, pues poseen territorio, lengua, costumbres, cultura, historia y carácter psicológico comunes. Ellos al igual que los vascos, baluches o kurdos pueden reclamar que carecen de su propio Estado y que su territorio se haya esparcido entre dos o más estados. Sin embargo, mientras estos 3 pueblos euro-asiáticos han generado largas confrontaciones armadas, los aymaras aún no han desarrollado ningún movimiento armado significativo. Tampoco han logrado los niveles de autonomía que, por ejemplo, han adquirido los kurdos en Iraq o los vascos en España. Las Amèricas aun no han conocido los movimientos étnicos separatistas que han sacudido al viejo mundo, sobre todo tras la desintegración de la Unión Soviética y la Federación Yugoslava. Mas, esto no implica que la ola de nuevos movimientos étnicos en América no acabe en confrontaciones armadas y separatistas.

II. GRANDES DISCURSOS, POCO COMPROMISO

Se ha escrito bastante sobre la rebelión de Ilave. Abunda la literatura periodística. Aunque investigaciones propiamente dichas apenas hay unas cuantas. Diversos autores, de diversas perspectivas, han intentado entender o interpretar los móviles de esta rebelión, unas pretendidas otras trasnochadas, sin embargo en todas ellas subyace la apuesta o rechazo, conciente o inconsciente, respecto a la constitución de una nación aymara. La intelectualidad puneña, en particular los académicos de la universidad se han mantenido a la distancia,

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insensibles a la cautivante y dolorosa realidad ilaveña, salvo una excepción. Una vez más, estando tan cerca de los acontecimientos, han permanecido de espaldas a la realidad y la historia.

Los distintos autores que aquí analizaremos, han sostenido como los móviles de esta rebelión: la ausencia de Estado, fragilidad institucional, ausencia de partidos políticos, crisis del sistema democrático, rol errático de medios de comunicación, deslegitimación de las autoridades, burla de la autoridad, marco legal desfazada, desencuentro cultural, entre otros. Sin embargo, de acuerdo con nuestros propósitos planteados al inicio, los clasificaremos en función a los supuestos epistemológicos que subyacen en sus argumentos. Enfatizaremos así en la forma como construyen el objeto de estudio, en los valores implicados, en la lógica de sus teorías y los métodos empleados. En esta orientación los textos aquí analizados se enmarcan en las perspectivas epistemológicas del empirismo, positivismo lógico y racionalismo, con ciertas variantes, como veremos a continuación. Perspectivas empiristas Para la postura empirista de la ciencia social, todo conocimiento se basa fundamentalmente en la “experiencia” directa, en la experiencia de los “sentidos”. En esta perspectiva Hildegard Willer y José Luis Ayala, describen y reflexionan en torno a los acontecimientos de Ilave, cada uno con un estilo peculiar. La observación in situ, la entrevista, y el testimonio, son la base y fundamento de la argumentación. Empirismo crítico en el reportaje de Hildegard Willer Hildegard Willer (2004) en un reportaje titulado “Civilización y Barbarie” retrata el complejo y convulsionado momento político que vive el Perú durante y después de los acontecimientos de Ilave. Este reportaje es valioso para la compresión ética y reflexiva del Perú profundo. Willer, percibe un estallido del interior que compromete la estabilidad social y política del país. Hace una mea culpa por lo sucedido, invita a la acción, reconstruye críticamente la experiencia de confrontación y violencia vivida, ensaya todas las posibles causas que explicarían tamaña convulsión social aymara que reclama igualdad, justicia y atención del Estado, y por otro, el llamado al orden social, por parte de otros sectores del país, (los acomodados, minoría) que no logran entender, que prefieren ignorar, la profunda desigualdad y complejidad del país.

Willer no logra comprender las verdaderas razones históricas y culturales de los aymaras, por que sus ojos de foráneo y visitante vivido en otro planeta “el mundo moderno” no le ayudan. Recoge testimonios, realiza entrevistas, a diversos actores directa o indirectamente involucrados en el conflicto. Apoyado en la teoría social del conflicto, intenta un análisis exploratorio cualitativo, no en la intención de concluir en una explicación única y final, sino en la ambición de explorar todas las explicaciones habidas en el momento. En esa búsqueda, es un observador cuidadoso, le da valor a los indicios encontrados, contextualiza los hechos, revisa los acontecimientos previos y los otros conflictos presentes en la región de Puno, ausculta en los actores intereses y expectativas. Pone de relieve el lado malo del alcalde asesinado, sus defectos y desaciertos de autoridad. Se escandaliza de la ignorancia limeña respecto a los problemas y demandas de los pueblos del interior del Peru, critica la distorsión de los acontecimientos por los medios de comunicación nacionales, así para él, las investigaciones oficiales en el Peru aun están lejos de encontrar la verdad. Por ello espera investigaciones futuras más profundas y completas.

Somos un país de graves y complejos conflictos sociales. Conflicto que hemos ido sembrando laboriosamente, continua Willer, mientras las èlites nos hemos dedicado a (de) construir un país con todo irresuelto. Conflictos sociales que pueden estar latentes durante años, silenciosos, pero que estallan pronto, por las demandas y reivindicaciones que representan, pero también azuzados o manipulados por cualquiera que tenga interés y la habilidad para encender la mecha. ¿Qué actitud tomar? Obviamente, ni dejar hacer ni dejar pasar, por que la inacción o la parálisis solo empeorarían las cosas hasta hacerlas incontrolables y de un curso incierto, pero tampoco sirve de nada creer que todo se resuelve simplemente con mano dura. (...) un equilibrio difícil de lograr, sobre todo en medio de tormentas políticas que sacude el país, pero un equilibrio por ello mismo indispensable, casi una cuestión de sobrevivencia.

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Willer se pregunta ¿por qué una batalla entre dos caudillos locales pone en jaque al país? ¿Cuál fue el verdadero motivo del asesinato del alcalde Robles? ¿El narcotráfico, el contrabando, los ganaderos? ¿Los reservistas de Ollanta Humala; las prédicas de su correligionario boliviano Felipe Mallku Quispe, y personas ligadas a Sendero Luminoso? ¿Un desencuentro legal y cultural, una legalidad que no corresponde a la realidad del país? ¿Fiscalización mal entendida?. Intenta responderse, y encuentra lo siguiente:

Las versiones del crimen difieren diametralmente según el lugar donde son narradas: los púnenos dicen una cosa; los ilaveños, otra. Para los puneños (urbanos) han sido ellos, los campesinos, los aymaras, los ilaveños. Los otros, no nosotros. Por culpa de “ellos”, de los ilaveños, el turismo se ha reducido y la imagen de la región ha quedado dañada.

Fernando Robles profesor principal de sociología del UNAP, era un emergente de extracción campesina, militante de Patria Roja. Mientras que Alberto Sandoval, el teniente alcalde rival de Robles y acusado de instigar su muerte, ganadero de situación holgada trabajó muchos años en el magisterio; estuvo ligado al SUTEP „clasista‟ y después a Puka Llakta, una escisión de Patria Roja. En 1997 fue involucrado en un supuesto acto terrorista cometido por Sendero Luminoso y tuvo que dejar la Facultad de Educación de la UNAP. La versión puneña no deja dudas respecto de quién es el culpable: todos señalan a Alberto Sandoval. ¿Y quién es la víctima inocente?: Fernando Robles.

No cabe duda de que Fernando Robles fue la víctima, pero tampoco de que en Ilave no lo querían para nada. Por más muerto que esté, no hemos encontrado en el lugar a una sola persona que lo defienda. "Una persona autoritaria, soberbia, que decía „yo soy magíster‟": así lo recuerdan los ilaveños. El pueblo de Ilave quería una sola cosa: la vacancia inmediata de la alcaldía, y hubo incluso voces que reclamaban verlo muerto. Preocupó enormemente la incomunicación y que no se escuchase directamente a los pobladores. Robles fue golpeado y torturado durante horas hasta que murió. Entonces, y solo entonces, Lima despertó y se acordó que en el Perú hay un pueblo altiplánico llamado Ilave.

La historia completa, concluye Willer, sobre los sucesos de Ilave está aún por escribirse: un conflicto entre un alcalde soberbio y su población, enardecida por rivales políticos al mejor estilo caudillista-maoísta, ambientada en una región donde reinan tradiciones aimaras rurales junto con la informalidad del contrabando y del narcotráfico.

Sin embargo, el Willer foráneo y visitante vivido en el mundo moderno, comete un error condenable en las ciencias sociales, ipso facto da por hecho y cierto el testimonio (la versión) de los actores, sin mayor contrastaciòn y auscultación de los contenidos y trasfondos del discurso recogido, hecho que le quita riqueza y valor a su trabajo. Empirismo mágico en la acrónica de José Luis Ayala En un libro descollante titulado “Morir en Ilave. Acrónica de un conflicto de la Nación Aymara con el Estado Nación”, José Luis Ayala (2005), escritor puneño, aymara mestizo, nos narra los acontecimientos de Ilave, desde el lugar de los hechos, cercano a los hechos, con un discurso enclaustrado entre la cruda realidad social y la magia aymara. Ayala describe con facilidad la compleja y basta realidad social. Construye su discurso en el marco de la teoría Estado-nación, de moda en la década de los 90 del siglo pasado, y apuesta incontenible por la restitución de la nación aymara. Al igual que Willer, es un agudo observador, realiza entrevistas y recoge testimonios. En síntesis, para él, Ilave representa un conflicto de naciones -aymara versus criolla- cada ves distante e insalvable que podría dar paso a la “insurgencia de la nación aymara” en la hora undécima independiente y libre. Es un libro cautivante, llena de historia, magia, verdad y dolor. Es literatura comprometida con la causa aymara y crítica con el Estado peruano.

Los acontecimientos, ante los ojos de Ayala, demostraron el colapso del Estado-nación, el desfase de la inepta e improvisada clase política, el desprecio legal a la vida y existencia de los aymaras y desconocimiento imperdonable de la nueva realidad peruana. El peru es un país de promesas y sucesivas frustraciones. El pueblo de Ilave ha sido marginado, olvidado y segregado durante la Republica. Resultado, una larga acumulación de frustraciones y rencores, que explosionó incontrolable.

Entonces, resurgió otra vez, señala Ayala, como en Huancho Lima (1923) la necesidad de fundar la nación aymara, con un gobierno autónomo, capaz de solucionar los problemas del pasado y el presente. Una nación aymara de reivindicación, de justicia social, de libertad, del

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Peru esencial y la necesidad de leer de nuevo la realidad nacional. Una nación aymara aparece formándose en el altiplano peruano, boliviano, argentino, y chileno. Desde la perspectiva mitológica y social, la nación aymara espera el regreso y resurrección del Tunupa (cristo Aymara para Ayala), que fue tomado preso y desterrado por los españoles.

Ayala va más al fondo, suelta su imaginación y deseos ancestrales, refiere al final del su libro, que el Presidente del Consejo de Ministros del Perú, de ese entonces, sueña de manera extraña y le cuenta a su esposa: “...el presidente del Perú era un verdadero andino, un serrano, un cholo nada bamba, era una persona con identidad como dicen ahora, vestido con el atuendo de su pueblo, así como visten los cholos. El congreso también estaba lleno de ellos, habían mujeres con polleras que hablaban en quechua, aymará y otros idiomas de la amazonía”.

Ayala insiste reiteradas veces, como queriendo esclarecer responsabilidades: quienes han victimado al alcalde Cirilo Robles, han sido los mistis aymaras vividos en el pueblo de Ilave, ha sido “la furia ancestral contenida”. Hay una nueva clase social, los misti jaqis, mestizos aymaras. Y entre ellos los misti aymara “achorados”, violentos, racistas, revanchistas. Ellos azuzaron a un pueblo enardecido.

En un contexto de violencia, frustración y colapso del orden social, para los jóvenes hijos de la migración, en el caso de Ilave, para los hijos de los hijos del campo, nacidos y vividos en el pueblo, el método para poder sobrevivir es el de “achorarse”. Como señalara Zárate (1997), el achorado no tiene una identidad definida. “Ni indio ni Cholo”. Es un individuo que no cree en nadie, solo en el mismo, actúa con un radical desprecio hacia los demás. No respeta los derechos ajenos.

Para el actor principal, el Alcalde Cirilo Robles, de acuerdo con Ayala, el Estado-nación es solo un fantasma jurídico: “Ahora me ven –razona el alcalde- como la cabeza visible de un estado nación insensible y me culpan por todo el abandono social de los aymaras”. El alcalde, para Ayala, prefirió morir defendiendo sus principios éticos y políticos, acusado de una improbada malversación de fondos de la municipalidad, no tuvo debido proceso. Llama la atención que Ayala sea el defensor acérrimo del alcalde, cuando los aymaras y sus dirigentes condenaron permanentemente la actitud soberbia, solapada y poco transparente del alcalde, que ha sido ratificada en estudios posteriores; serà por que fueron amigos y mestizos ambos. Pero no solo por las calles y plazas de Ilave, añade Ayala, cabalga la violencia en su carroza negra con un pasamontañas negro en el rostro, sino por varios abandonados pueblos del Peru.

Veamos algunos pasajes de vivencias, magia y ficción en el libro de Ayala, que denotan presagios de mala señal en el pueblo. Desde la noche del día mismo de las elecciones, después de que fue proclamado por el JNE como ganador la lista de Cirilo Robles a la Alcaldía de la Municipalidad Provincial del Collao-Ilave:

Esa noche, un comerciante mientras conversaba con tres mujeres en la plaza de armas (de Ilave), vio cruzar a varios arrieros sin rostro, conduciendo una recua de mulas, llevando extraños bultos con olor a incienso quemado: se parecen a los arrieros que venian de Tucuman a las ferias del altiplano peruano -aseverò el comerciante. Se persignaron, vieron un relámpago que cruzó sobre sus sombreros y no pudieron ni hablar ni gritar. Empezaron a perder sangre por la nariz, pero observaron con nitidez que la recua se perdió en la entrada del antiguo templo.

Alguien vio todo: en el local del Jurado Electoral Especial (de Ilave) apareció un enorme búho blanco aleteando para romper los vidrios de las ventanas y huir, pero no podía. Una mujer se acercó para ver de cerca al ave y quedó horrorizada al constatar sus ojos grandes de sangre coagulada. Al día siguiente cuando Pelayo entró a la oficina, encontró plumas y abundante sangre adherida a las paredes. No dijo nada para no alarmar a los miembros del Jurado. Limpió toda la oficina y repentinamente, en un rincón encontró una carta conteniendo un anillo de plata y polvo de huesos humanos, envuelto en un pañuelo.

En otra ocasión, una niña que le pidió moneda (al Alcalde Cirilo Robles), al ser preguntado por su nombre contestó: cuidate, al momento de recibir esta moneda, he tenido un extraño presentimiento de dolor y amargura... le persigue una tragedia, lo van a traicionar.

Es una crónica especial, señala Rodrigo Montoya en el prólogo al libro, y continua: acrónica lo llama él (Ayala) por que se ha seguido los acontecimientos desde adentro, situándose en el pellejo de los aymaras, recreando e inventando ideas, convicciones y estados de ánimo de los actores en las orillas del conflicto. (...) Ayala, un aymara dolido, se desborda en cada pagina y ofrece un texto para ser leído críticamente como es debido.

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Qué duda cabe, Ayala es un aymara que conoce muy bien al hombre aymara, su cultura y sus ideales. Ayala es un intelectual de oficio, respetable, rebelde, un apacible y tierno encendiario del sueño aymara y de las causas justas. Hay quienes con cierta mezquindad, miopía y mediocridad agazapada en la academia, han calificado su obra de anecdotario. Ayala ya quisiera ser un científico social lúcido y profundo. No le ayuda su débil conocimiento de la teoría social contemporánea y los métodos de la ciencia social moderna. Ayala más que nada es un literato. Aunque peca de idealista soterrado y en cierta forma de racista incubierto. En su discurso se pierde la originalidad y riqueza aymara. Perspectivas positivistas Los positivistas de la ciencia social consideran que el conocimiento se basa en la experiencia sensible, por tanto, al igual que en las ciencias naturales, la observación y el experimento constituyen su fundamento y método. Además de estos elementos, la ciencia positiva lógica, incorpora en el análisis y la explicación, la lógica moderna y la verificación cuantitativa. En esta perspectiva, Carlos Iván Degregori y Ramón Pajuelo Teves, intentan explicar los acontecimientos de Ilave. Positivismo lógico de Carlos Iván Degregori Carlos Ivan Degregori, aporta nuevos y valiosos elementos en el análisis y entendimiento de los sucesos de Ilave; sistematiza muy bien lo ya escrito sobre el tema. Las entrevistas que recoje in situ, cuyos resultados incorpora cuidadosamente en su texto, resultan complementarios. El estilo de Degegori es un mirar desde lejos y a través de otros, propia de la intelectualidad asentada en lima, capitalina, centralista; històricamente percibida. Su positivismo se sustenta básicamente en las teorías de Estado y democracia y en la lógica moderna como elemento de análisis, siendo los datos cuantitativos un referente importante en su análisis y explicación. Sin embargo, Degregori minimiza la movilización aymara, invisiviliza la ideología aymara, visión propia de un “misti” diría un aymara de Ilave; además, susbtima de “antropólogos indiginistas” a cierta iltelectualidad comprometida con la causa de los pueblos originarios.

“Ilave: Desafíos de la gobernabilidad, la democracia participativa y la descentralización” texto de Carlos Iván Degregori, es uno de los mejores y màs serios estudios realizados en torno a Ilave. Describe el contexto sociopolítico y electoral de Ilave, hasta el gobierno de Cirilo Robles. Desarrolla una cronología de los sucesos de Ilave, que culminaron con el asesinato del alcalde. Intenta entender las razones de la convulsión social, y pone en cuestión el argumento de la falta de la presencia del Estado como causa de las movilizaciones y ausculta los móviles del movimiento social de Ilave. Finalizando en conclusiones y sugerencias. Veamos sus argumentos más importantes:

En Ilave la gran mayoría de la población sigue siendo rural y campesina, la población rural supera el 75%. Collao sigue siendo pobre, los pobres fueron los protagonistas más importantes de los sucesos. La situación no ha variado sustancialmente en la última década. Ni el comercio ganadero ni el contrabando han permitido cambiar la situación.

Los enfrentamientos entre Robles y Sandoval se iniciaron desde el inicio mismo de la gestión municipal. Ambos compartían un estilo autoritario (...). Tal vez el error más grave del alcalde fue que rompió, sin ningún criterio, la pauta de reparto de las transferencias del gobierno central, los concejos menores recibían un porcentaje de fondos hecho que se mantuvo inalterable durante varios períodos de gobierno. Robles redujo significativamente esos fondos y, sobre todo, su regularidad.

Uno de los tópicos más reiterados ha sido el de la ausencia del Estado, el olvido de los pueblos alejados, la persistencia de las brechas entre el Perú oficial y el Perú profundo. Todo esto es cierto, pero solo parcialmente. Si repasamos la cronología de los acontecimientos, constatamos la intervención de una variedad de agencias estatales. Más que ausencia del Estado, los hechos revelan entonces la tremenda ineficacia de los agentes estatales. En realidad, Ilave se produce en un contexto de crisis de legitimidad no solo del gobierno central sino también del gobierno regional.

Es extraño que un pedagogo con maestría en desarrollo rural se comportara como una suerte de tecnócrata chicha, suprimiendo o recortando las partidas para concejos menores y comunidades, contratando asesores foráneos como personal de confianza con sueldos

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mejorados, concentrando sus obras en el centro urbano y, sobre todo, regresando solitario a Ilave cuando tenía la batalla irremediablemente perdida.

Ilave es una situación límite, pero no un caso aislado. Expresa más bien, a diferentes niveles, la crisis de los gobiernos locales, del proceso de descentralización y de la transición democrática en general. Tampoco el gobierno de Cirilo Robles fue una excepción; parece, más bien, el compendio de las debilidades de la política en ámbitos locales de estos años.

Confrontando a un tal gobierno local, se alza una oposición con experiencia política y con organización, en la cual se juntan ex izquierdistas con comunidades rurales organizadas principalmente alrededor de los tenientes gobernadores. Sin embargo, es una oposición que no reclama la instalación del CCL, ni la reactivación de la MCLCP. Tampoco se interesa en transitar el camino legal para la revocatoria del alcalde. Opta por la vía informal, movimientista, arropada como democracia directa y, en la hora undécima, como "justicia aymara".

Los medios nacionales jugaron también un papel importante en la irrupción en primer plano del supuesto carácter étnico del movimiento. Un conflicto que se inició como fundamentalmente de gestión del gobierno local, por el buen uso de recursos económicos y administración de un territorio, comenzó a expresarse en un lenguaje étnico e inclusive racial, con beneplácito y en cierta medida incentivado por la prensa nacional. Especialmente después del linchamiento, los ilaveños pasaron a ser "los aymaras", aun cuando el componente étnico-cultural del movimiento haya aflorado tarde y nunca fuera predominante.

Es indispensable, por tanto, señalar los límites y peligros del discurso aymarista, que ha prendido en los medios de comunicación y entre los formadores de opinión, y que a mi entender, finaliza Degregori, corresponde más a ese reflejo de los dominantes frente a los sub alternos.

En su afán de minimizar la movilización aymara y el “discurso aymarista” en sus palabras, Degregori olvida que la propuesta de la restitución de la nación aymara, tiene precedentes históricos que datan desde hace dos siglos y que se han dado en gestas no solo del Perú sino también en Bolivia, como ya hemos referido en las primeras páginas. Y de ninguna manera sería un “reflejo de los dominantes”, sino por el contrario una afirmación cultural frente a la exclusión social histórica, como veremos más adelante. Positivismo lógico de Ramón Pajuelo Teves Ramón Pajuelo (2004) es otro positivista lógico, su análisis de las crisis políticas y protestas sociales del Perú contemporáneo se apoyan en la teoría del conflicto social ahora remozada en la teoría de movimientos sociales. Si bien en su análisis no aparecen datos cuantitativos, hay mucho de referentes empíricos concretos de protestas y movilizaciones sociales ocurridos en el Perú. Recurre para elaborar sus argumentos, al igual que Degregori, a estudios ya desarrollados. Su argumento central es que estamos lejos de los movimientos sociales de antaño, lo que hay hoy en el Perú son protestas sociales que desencadenan crisis políticas.

El texto “Perú: crisis política permanente y nuevas protestas sociales”, de Ramón Pajuelo, nos ayuda a comprender los sucesos de Ilave en el contexto nacional y latinoamericano. Para Pajuelo, en un escenario definido por las transformaciones post-guerra fría del poder global y el capitalismo neoliberal, la emergencia de nuevos movimientos sociales (y nuevas formas de protesta asociadas a ellos) parece mostrar nada menos que la vigencia y renovación de las luchas anticapitalistas... una de sus expresiones, sin duda la más famosa, es el llamado movimiento anti-globalización.

Pajuelo desentraña las (imposibles) promesas de la transición democrática después de la caída del régimen fujimorista, el aggiornamiento neoliberal de la sociedad, el tímido rebrote de las protestas sociales durante el fin del fujimorismo, el destape de las nuevas protestas sociales durante la transición democrática, la protesta social durante el año 2004, contexto en aparece nítida y alevosa la movilización social de Ilave. Aquí sus argumentos:

El suceso de Ilave mostró la gravedad de la crisis política y las profundas carencias del proceso de institucionalización democrática. (..) Asimismo, la compleja y conflictiva relación entre el poder estatal –representado por la Municipalidad Provincial– y la población rural, compuesta por campesinos indígenas aymaras.

Uno de los elementos que atizaron el conflicto entre el municipio y los campesinos parece haber sido la variación de las reglas de juego establecidas desde la creación de la provincia en 1991 (las cuales incluían la transferencia de recursos municipales a los centros

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poblados rurales, que el nuevo alcalde disminuyó). La facción opuesta había logrado canalizar el descontento de la población, sobre todo luego de un frustrado cabildo abierto que terminó en un enfrentamiento en plena plaza de Ilave el día 2 de abril. Desde entonces, y hasta el desenlace de los acontecimientos, los campesinos tomaron la ciudad exigiendo la renuncia del alcalde, sin lograr mayor atención por parte de las autoridades nacionales.

Sólo con la muerte del alcalde el resto del país centró sus ojos en Ilave, y entonces distintas autoridades regionales y nacionales trataron de aplacar los ánimos de campesinos y pobladores que seguían movilizados. Sin embargo, las negociaciones resultaron en un estrepitoso fracaso. La población desconoció las disposiciones del Jurado Nacional de Elecciones para el reemplazo del alcalde, y a lo largo de los meses siguientes ha realizado diversas paralizaciones, exigiendo el reconocimiento de un alcalde nombrado por ellos mismos.

Los sucesos de Ilave reflejan, en pequeña escala, la gravedad de la crisis de representación política del país, así como las dificultades del proceso de descentralización implementado como parte de la transición democrática (el cual incluye la creación de las nuevas regiones y la implementación de diversos mecanismos de concertación y participación ciudadana, que no funcionaron en Ilave).

Resulta muy difícil hablar, concluye Pajuelo, de la existencia de un movimiento social, o de varios movimientos sociales en el Perú (incluso entre comillas). A menos que decidamos utilizar dicho concepto para nombrar cualquier tipo de movilización o protesta social. Y en este caso, lo que estaríamos haciendo es incrementar la enorme imprecisión conceptual que acompaña el redescubrimiento de los movimientos sociales.

El texto de Pajuelo y de Degregori, tienen elementos en comùn. Entender la movilización de Ilave en el contexto del proceso de descentralización y democratización del Perú, es valioso en ambos. Pajuelo además, como ya señalamos, mira la “movilización” de Ilave en el contexto de otras movilizaciones y protestas sociales acontecidos en el Perú, y en el contexto de las confrontaciones globalización versus glocalidad, del que no está lejos la rebelión de Ilave. Perspectivas racionalistas Para los racionalistas de las ciencias sociales es posible conocer la realidad mediante el pensamiento puro, sin necesidad de ninguna premisa empírica, partiendo de los “axiomas más generales”. En esta perspectiva, varios intelectuales han pretendido entender los acontecimientos de Ilave. Veamos sus aportes. Racionalismo paternalista de Michael Shifter Michael Shifter (2004) en un articulo titulado “Malestar en los Andes”, desde los Estados Unidos percibe que se quema la montaña del sur y evoca al gigante “yanqui” piedad con los andes. Considera que la Media Luna Andina (Bolivia, Ecuador y Perú), famosa por mucho tiempo por su volatilidad social y desorden económico, está al borde del caos, y que Washington puede ayudar a convertir las crisis políticas que infestan a estos países en oportunidades de cambio.

En la visión paternalista de Shifter, La Media Luna Andina está fracturado, resentido y olvidado. Estados Unidos tiene un papel fundamental que desempeñar. (...) Pero esta promesa se verá frustrada si los dirigentes políticos de estas naciones no están dispuestos a reformar instituciones fosilizadas, entre ellos los partidos políticos y los sistemas de justicia, y si Washington no respalda esos esfuerzos, ayudando a reformadores comprometidos y trabajando en conjunto con otros actores externos.

Para Shifer. Ilave es un incidente que ha venido a simbolizar la fragilidad institucional y el déficit democrático de la nación. (...) La tragedia de Ilave pone de relieve la ausencia de un estado funcional legítimo, sobre todo de funcionarios políticos locales dispuestos a ejercer su propia autoridad y de un sistema judicial mínimamente eficaz para resolver disputas.

Si bien tienen claras diferencias, continua Shifer, un elemento común a las crisis políticas de Perú, Ecuador y Bolivia son: partidos políticos desacreditados y en bancarrota, liderazgos ineficaces, instituciones corruptas y sociedades golpeadas por una pobreza que no cede y por los efectos del narcotráfico, cada uno experimenta cierto grado de desintegración. Sin duda los problemas sociales y económicos que afligen a estas naciones son graves, pero la crisis actual es, sobre todo, de naturaleza política, y no habrá progreso sin una reforma seria. (..) La confianza en las instituciones políticas ha llegado a su punto más bajo en la historia. El

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dinamizado sector indígena -cuya voz ha estado creciendo a lo largo de décadas, aunque sólo se notó en fechas recientes complica aún más la situación... su participación en la vida política es un importante avance democrático.

En su libro Fire in the Andes, de 1934, el periodista estadounidense Carleton Velas escribió sobre el Perú: "el cordón umbilical no cortado del futuro sudamericano", que es su "dualidad [. . . ] es aún el secreto de la perturbación política y la frustración nacional. Hasta que esa dualidad sea reconciliada, Perú no podrá conocer una paz duradera, no podrá lograr una afirmación verdadera de su vida nacional" (citado por Shifter), y añade Shifter: setenta años después, esa dualidad no ha sido reconciliada en Perú ni en sus vecinos y, en consecuencia, la perturbación política y la frustración nacional han persistido.

En el Perú persisten: el Perú oficial y el Perú real, el Perú de provincias y el Perú de Lima, el Perú de la costa próspera y el Peru de los andes empobrecido, en contraste con una amazonía abandonada. Igual ocurre con los vecinos, en Bolivia las divisiones por líneas étnicas, que reflejan la geografía, son particularmente pronunciadas. La región de las tierras bajas, rica en petróleo e industrias, concentrada en Santa Cruz, ha adoptado reformas orientadas al mercado, y la mayoría indígena concentrada en los altiplanos ha rechazado el neoliberalismo en favor del desarrollo dirigido por el Estado. La esfera política ecuatoriana está notoriamente fragmentada. Pocos países tienen divisiones geográficas tan extremas, que en este caso enfrentan a la Sierra con la Costa, en tanto Quito, la capital, está en reñida competencia por recursos económicos e influencia política con la ciudad portuaria de Guayaquil.

En suma, para Shifter, las soluciones a los graves problemas de los países andinos deben venir de fuera, de los Estados Unidos de Norte América y otros piadosos salvadores; que el fondo del problema es la dualidad cultural y la fragilidad política e institucional de estas naciones, ante ello se debe reconciliar; subyace asì en su razonamiento la teoria de la dominación, la voluntad cristiana de piedad con los dèbiles, en la reflexión fría de una racionalista de acedemia, crìtico y piadoso con el débil; pero por conveniencia, en aras de la convivencia internacional que gartantice el orden y la hegemonia del capital. En esta percepción fría y lejana Ilave es un incidente, una tragedia, condenable pero comprensible. Que debería preocupar más a los gigantes de la economía. Se torna así en un intento pretendido de interpretación del conflicto local en relación a la dinámica de la sociedad global. Racionalismo comunicacionista de Omar García En un texto ágil y audaz “Las responsabilidades detrás del caso Ilave. El papel de los medios en la relegitimación del sistema democrático” Omar García (2004), pone en cuestión y centra el debate en torno al rol y la responsabilidad que le competen a los medios de comunicación en la sociedad. García se mueve en el marco de la teoría de la acción comunicativa. He aquí, tratado por otros de manera marginal, otro elemento para entender lo acontecido en Ilave.

Para García, hay un esquivo responsable de la tragedia: los medios de comunicación. Ni bien consumados los hechos y con una irresponsable ligereza, muchos de los medios de comunicación se lanzaron a la búsqueda de los culpables (...). Hay que decir, añade García, que en el caso del asesinato popular de Ilave, los medios tienen una gigantesca responsabilidad. Nunca consideraron como un tema relevante en su agenda, un levantamiento popular que llevaba 25 días incubando grandes dosis de violencia. Le restaron importancia a las constantes advertencias y llamados de atención de los propios pobladores y parecieron ignorar las solicitudes de garantías personales que la propia víctima intentó hacer llegar, tanto a las autoridades respectivas como a la opinión pública.

El problema de fondo, señala Garcìa, es la crisis del sistema democrático (...) y la falta de presencia del Estado en lugares alejados. (...) La anarquía que tuvo como corolario el asesinato de dos autoridades electas y el secuestro de otras tantas, es simple y lamentablemente una consecuencia más de la inoperancia e incapacidad del gobierno y de la repetición de una actitud en la cual muchos de nosotros, y no sólo aquellos que nos representan, caemos constantemente: la indiferencia y la exclusión social.

La urgente tarea de los medios, concluye García, es la relegitimación de la democracia. A primera vista la relación entre medios y sociedad aparece como jerárquica y desigual. Pareciera que son únicamente los medios los que proponen y los receptores los que toman pasivamente esa agenda como referente. Sin embargo, en un caso como el de Ilave

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descubrimos que frente a la desatención de un gobierno que incumplió su labor de administrar justicia y frente a unos medios que solamente le dedicaban escasas líneas a una huelga que venía prolongándose 25 días y que desacreditaban las advertencias y reclamos de un pueblo enardecido; los propios ciudadanos, aún los más alejados y excluidos de la agenda, también pueden sugerir los temas que debemos poner en el debate público y hasta gritarlos o reclamarlos violentamente.

Es innegable después del desenlace de los hechos en Ilave, añade García, que los medios actualmente muestran una aguda miopía y que sus selecciones y/o priorizaciones temáticas muchas veces están en función de intereses particulares y no nacionales. No obstante, los medios, más allá de sus relaciones de poder agazapadas que contribuyen a la descomposición de la democracia, tienen un inmenso potencial para salvar el sistema democrático recogiendo los problemas y demandas sociales. En cierta medida los medios pueden llegar a ser el brazo derecho de la democracia moderna y los sentidos de los ciudadanos, que a través de ellos pueden recuperar ciertos niveles de representatividad y poder en las instancias de la esfera política. Se vuelven casi el caballito de batalla de la sociedad civil en la lucha por reformar las instituciones y devolverle legitimidad al sistema democrático.

Sin embargo, esta posibilidad en el Perú real está aun lejos de producirse, los medios priorizan la violencia y la miseria de las calles con tal morbosidad que la vida esta tan próxima al infierno. Los periodistas, orientadores de la opinión pública, se mueven en función a prebendas y chantajes. Lo que sobra es la absoluta incomprensión de los acontecimientos por la prensa nacional y la clase política. Por eso Ilave, para la clase dominante, es apenas un incidente, y no una demanda social legítima e histórica, que los medios y el estado están en la obligación de encausarla y atenderla.

Racionalismo culturalista de Juan Rivera y Oscar del Álamo

En un artículo titulado “Aymaras: entre el conflicto y la resistencia”, Juan Rivera (2004),

sostiene que los hechos (de Ilave) tienen un sentido distinto desde la óptica aymara y es justamente desde esta perspectiva, que busca esclarecer lo sucedido. Para él, los investigadores de la cultura andina poco conocen del hombre aymara, ya que la mayor parte de los estudios realizados han sido hechos desde una óptica occidental y académica.

Desde la perspectiva cultural, hay varias aproximaciones a los acontecimientos de Ilave, la de Rivera es sin duda la más representativa. Los positivistas han considerado estas aproximaciones desde la cultura como “explicaciones fáciles”. Sin embargo, nos parece relevante, en la medida que aportan nuevos elementos para el análisis, por tanto enriquecen el debate y la comprensión. Veamos los argumentos centrales de Rivera:

Los sucesos de Ilave no pueden ser vistos como la obra o accionar de una turba enardecida, sino como la decisión de un pueblo que sólo buscó erradicar de raíz a una autoridad corrupta, ladrona, que rompió con la armonía de la sociedad aymara. El alcalde muerto era aymara. Conocía perfectamente las costumbres y tradición aymara. Sabía lo que sucedería si su accionar al frente del municipio de Ilave fuese contrario a los intereses de progreso de su pueblo. Cuando le piden que renuncie al cargo, es la comunidad en su conjunto que lo hace. Al pedirle la vacancia se le pedía que se fuera y no regresara más. Desobedecer la ley de la comunidad y retornar era una provocación, una burla a las leyes ancestrales. Trató de encontrar una salida política al problema, cuando éste ya era de carácter cultural.

Por la indiferencia del Gobierno, los Ilaveños empiezan a plantear claramente el asunto de la Nación Aymara, su reconocimiento, que se les permita vivir y organizarse de acuerdo a su cultura y leyes, en los territorios ocupados desde tiempos inmemorables por los aymaras. Es una nación que empieza a manifestarse abiertamente, después de haber sido marginada durante siglos.

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Se dice que las acusaciones contra el alcalde debieron haber sido resueltas por el Poder Judicial y dirimido por éste. Que por ello existen las leyes y las instancias legales que

permiten la correcta administración de justicia. Pero, ¿de qué justicia hablamos?... ¿de qué

leyes?... ¿las occidentales?. El hombre andino sabe que esas leyes no le hacen justicia. Que

cuando se aplican sólo sirven para maltratarlo y perjudicarlo. Por eso los aymaras no se amparan en leyes que no funcionan. Y la prueba más palpable es el tiempo transcurrido entre el 3 y 26 de Abril. A ninguna autoridad le interesó solucionar el conflicto.

Por primera vez se escuchó decir en el Congreso de la República, de la existencia de una Nación Aymara, dentro del país. Ilave a puesto sobre la mesa el asunto de las nacionalidades originarias. Es el primer brote de un problema que no puede seguir siendo ignorado. El Perú es un país, un estado, una república... pero no una nación. No existe la nación peruana, sino muchas naciones, que conviven en un mismo territorio, donde un Estado Centralista, instalado en la costa, se niega a aceptar esta realidad. En los próximos 10 años surgirán muchos Ilaves y, el ejemplo dado por la nación aymara en Perú es una muestra de que los originarios no van a permitir que la globalización los aplaste y extermine.

El Estado Peruano, en vez de buscar salidas políticas, debería preocuparse por encontrar una salida cultural. No es fácil ni sencillo, pues no saben como hacerlo. Y la razón es obvia... nunca valoraron nuestra cultura andina. Aun así, los primeros pasos que debería dar es aceptar que el Perú (al igual que otros países andinos) son estados plurinacionales, donde nuestras culturas han logrado sobrevivir durante más de 500 años. No como un lastre del pasado, sino como la raíz viva de nuestra identidad. En fin dar los primeros pasos para que el Perú, al igual que otros países andinos, puedan convertirse en Estados Federativos. El panorama que se nos presenta, es bastante complejo y a no dudarlo en los próximos años los conflictos no serán ideológicos o políticos, sino culturales.

Así, Rivera se mueve en el terreno de la teoría de la interculturalidad, aparece nítida su apuesta por un Perú pluricultural.

Oscar del Álamo ( 2004), en un artículo titulado “Linchamientos, la venganza aymara”, nos ofrece, elementos complementarios a considerar. Para él, en términos generales, se ha considerado que los actos de linchamiento, forman parte de la llamada justicia comunitaria, es decir, de los usos y costumbres del pueblo aymará. ¿Cierto? Rotundamente no.

Del Álamo, refiere que ninguno de los estudios antropológicos y etnográficos realizados en la última década autoriza la posibilidad de sostener que el linchamiento sea parte de la justicia comunitaria (...). El castigo que se aplica siempre es proporcional a la falta o delito que cometa un determinado comunario. Incluso en una primera instancia, la comunidad advierte al infractor que si reincide será castigado de acuerdo a la justicia comunitaria. Si la persona vuelve a cometer una infracción o delito recibe la sanción que le impone el tribunal conformado para tal efecto y que lo suelen componer las autoridades del lugar o los más viejos. Ésta comprende el castigo físico y, para los casos más extremos, el exilio de la comunidad (considerado como el peor castigo). Estas sanciones no están escritas, dependen de cada comunidad y se pactan en el momento en que la comunidad juzga el delito o falta. Pretenden ser morales y reparadoras; su objetivo es el modificar la conducta de la persona y reinsertarla en la comunidad preservando la armonía de ésta.

La pena de muerte, añade Del Álamo, en el derecho consuetudinario de los pueblos indígenas en América Latina figura sólo por vía de excepción aunque por lo general no se la pone en práctica. En todo caso, allí donde todavía se la considera vigente, implica un juicio donde comparece el acusado y donde varias personas deliberan y deciden la pena a ser aplicada en base a procedimientos establecidos o reconocidos por prácticas comunitarias. El linchamiento, en cambio, no es un procedimiento jurídico, ni consuetudinario, simplemente una práctica criminal; no forma parte de los códigos culturales ancestrales andinos ni tampoco es

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resabio de sus usos y costumbres. (...) No se puede justificar el linchamiento como símbolo de dicha identidad y menos como un artefacto de justicia comunitaria.

Racionalismo retórico de Álvaro Vargas Llosa En un artículo candente “Quién dice que falto Estado en Ilave”, Álvaro Vargas Llosa (2004), afirma de manera enfática: “No, no fue Estado lo que faltó en Ilave”. En la perspectiva de Vargas subyace la teoría del Estado, la identificación con la cultura aymara, se justifica para él la rebelión en Ilave como respuesta a la opresión estatal y expoliación del sistema injusto y desigual persistente. Así, Vargas, se muestra diametralmente opuesto a la postura de su padre el famoso escritor Mario Vargas Llosa, que diría todo lo contrario de acuerdo con su postulado de la “utopía arcaica” que desmerece de plano a las culturas aborígenes.

Ante la opinión generalizada de todos los sectores sociales y políticos de izquierda y derecha, que sostiene que en Ilave, faltó Estado, Vargas sostiene, que en Ilave sobró Estado. Que algunos profesionales del crimen –añade- azuzaran a la multitud, y que Ilave no sea la localidad más pobre del Altiplano, no significa, como cree la derecha, que no se tratara de una rebelión popular (y salvaje) contra el Estado. Que los habitantes de Ilave no tengan la agricultura abundante y los servicios puntuales que reclaman, no delata, como cree la izquierda, la ausencia de Estado, sino su exceso. En una interesante síntesis retórica, Vargas, nos conduce por los grandes estadios de la historia: El imperio aymara de Tiahuanaco, además de monolitos y cerámicas, creó una teocracia sofocante y colectivista. Cuando se disolvió, hacia el siglo 11, los pueblos se dispersaron y surgieron muchos reinos. Con ellos, vinieron guerras y expolios. Aunque muchas familias, antepasados de los actuales habitantes de Ilave, se concentraron en sus propiedades familiares, los choques entre señoríos y reinos perpetuaron la intromisión estatista. Luego, los incas, en el siglo 15, se apoderaron de los aimaras, incluyendo el reino de los lupacas del que quizá descienden los habitantes de Ilave, sometiéndolos. Sí, el Estado les permitió practicar sus cultos y labrar la tierra de sus ayllus, pero se apropió de su carne y su lana. Mediante tributos y dislocaciones, el Estado los continuó aplastando. En la Colonia, bajo el yugo español, el Estado explotó a los aymaras. La república oligárquica prolongó la Colonia. Ilave vio pasar la independencia desde el margen. El Estado era el instrumento por la cual una élite criolla monopolizaba todo, encuadraba a la población, sin consulta, dentro de su helada geometría política. Los puneños empezaron a rebelarse. Llegó la Reforma Agraria. El Estado destruyó el campo. (...) Sin propiedad privada ni por tanto inversión, la agricultura puneña murió de a pocos.

Llegó el Estado democrático. Con Belaunde, los campesinos parcelaron las tierras de la Costa; en Puno, aunque hubo parcelaciones, lo que más hubo fue agitación. La ilegalidad era la única respuesta posible contra el Estado. En 1986, el Estado aprista de Alan García anunció que repartiría a las comunidades puneñas las tierras que antes controlaban las SAIS. El Estado dictatorial de Fujimori corrigió algunas cosas con la ley de tierras de 1995 para facilitar la inversión privada, pero impuso su propia justicia en desmedro de los procesos de conciliación y solución de disputas de los propios campesinos, enredando aún más lo que ya estaba enredado. Un engolado candidato Toledo pasó por Puno, prometiendo carreteras, regiones y abundancias. La promesa estatista creó expectativas imposibles. Y el Estado envió burocracia, represión, corrupción. Tras esta saga estatista, ¿qué le quedaba a Ilave? Un recurso admirable: el contrabando, que es el libre comercio de los pobres. ¿Qué hizo el Estado? Tanto el de Fujimori como el de Toledo, los persiguió como delincuentes para proteger a productores que tienen voz y voto en Lima. Era cuestión de tiempo, concluye Vargas, antes de que, sirviéndose de tanta frustración, algunos profesionales del crimen hicieran pagar el pato a quien tuvieran más a la mano (el Alcalde Cirilo Robles), representante directo del Estado en el ámbito local.

En parte, compartimos los argumentos esgrimidos por Vargas, pero esa presencia del Estado ha sido y sigue siendo errático, ineficaz y miope, y más aun gregario con la cultura aymara. Racionalismo fantasmagórico de Alvaco Alvaco (2004) en un texto titulado “Chile estaría detrás de la violencia en Ilave”, cita en reiteradas ocasiones a la revista boliviana Siglo 21, e insinúa que los servicios de inteligencia del Perú y Bolivia tendrían indicios de que los cruentos sucesos producidos en Ilave serían

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promovidos por los servicios secretos chilenos, con la intención de “desestabilizar” a ambas naciones; y que además, algunos sectores chilenos incluso proveerían de armas en desuso de su ejército a los pobladores aymaras que participan de las revueltas, (..) por sus discrepancias en torno a la exportación del gas.

Asimismo, los servicios de inteligencia de Bolivia habrían conseguido las “pruebas” de la participación del líder indigenista boliviano Felipe Quispe en los sucesos de Ilave. Quispe, entonces secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia y máximo líder del partido radical Movimiento Indígena Pachacuti, (..) cobró notoriedad cuando instó a los aymaras del Perú a “levantarse” contra los “blancos” y mostró sus simpatías hacia los sangrientos hechos ocurridos en Ilave.

¿Será posible tamaña sagacidad de Chile? ¿Será posible un mesianismo continental de Quispe el Mallku? ¿Será posible manipular a los aymaras como a marionetas? ¿De haber de por medio armas del ejecito chileno por qué se victimó al Alcalde con arma blanca? Hay mucho de fantasía en el pensamiento puro de Alvaco. Al parecer Alvaco ya quisiera un conflicto cultural separatista en América andina de múltiples culturas. Sin embargo, su postura enriquece la basta y compleja literatura sobre la rebelión aymara y pone de relieve la posibilidad que intereses externos interfieran en el futuro sobre los conflictos del Perú. EPILOGO Los discursos construidos en torno a la rebelión aymara de Ilave se enmarcan en las perspectivas espitemológicas del empirismo, positivismo lógico y racionalismo, con ciertas particularidades en cada autor o interprete. Los empiristas nos ofrecen descripciones densas de los acontecimientos, los positivistas lógicos interpretaciones teóricas, y los racionalistas elucubraciones conceptuales. Ninguno ofrece un entendimiento de la profundidad y complejidad de la rebelión, ante ello urge la comprensión histórica, en tanto permita, conocimiento para el consenso y la vida.

La rebelión aymara tiene sus detractores académicos, pero sobre todo tiene defensores ideológicos acérrimos. En todos, empiristas, positivistas lógicos, y racionalistas, subyace la “teoría del estado”. Indistintamente, para unos, la rebelión se debió a la ausencia del Estado, para otros, el Estado sobró, pero débil e ineficaz; siendo este debate el centro de la pretendida explicación o interpretación. De manera complementaria aparecen en la escena otros auxiliares teoréticos como las teorías del conflicto social, movimientos sociales, dominación, interculturalidad, y acción comunicativa.

En lo que concierne a métodos empleados, los empiristas han basado su argumentación en la observación in situ, entrevistas y testimonios de los actores. Los positivistas lógicos además de entrevistas, en datos cuantitativos y referentes empíricos, y fundamentalmente en la lógica moderna. Por el contrario los racionalistas han basado su argumentación en conceptos, referentes teóricos y axiomas más generales. La perspectiva histórica es un elemento presente en todas, sobre todo en las aproximaciones empiristas y racionalistas, pero solamente como elemento subsidiario.

En los distintos esfuerzos de explicación o interpretación, hay mucho de lo mismo. Los argumentos esgrimidos como los móviles de la rebelión son: ausencia del Estado, falta de legitimidad política, crisis de representación de partidos políticos, fragilidad institucional, vacío de poder, abuso de poder, disputas de poder local, fracturas históricas, pobreza, marginación, exclusión, desencuentro cultural, presencia de movimientos de izquierda radicales, contrabando, corrupción, indignación, fragmentación y dispersión de la sociedad civil, debilidad de los gremios, mecanismos limitados de participación ciudadana, procesos de descentralización y democratización deficiente.

Para el teniente alcalde Sandoval, sindicado instigador, encarcelado y liberado, “la situación ocurrida en Ilave fue ocasional más no provocada. Se originó por la desatención de las autoridades a los problemas de la provincia: El pueblo luchó por un trato homogéneo; sin embargo hasta la fecha el gobierno no cumple sus promesas” (Citado por Rosalva Palao 2004).

De acuerdo con los estudios analizados, lo ocurrido en Ilave no representa un hecho fortuito, aislado y menos una excepción. A dos años y medio de la rebelión en Ilave ¿Qué ha cambiado? Poco o nada. Promesas incumplidas del gobierno nacional y el gobierno regional.

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Obras mal hechas. Puente histórico concluido con el 80% de presupuesto municipal presenta deficiencias técnicas. Carretera Ilave Mazucruz en pésimo estado. Programa Procuenca Ilave con marchas y contramarchas, sin legitimidad y sin recursos. En suma un Estado errático aun centralizado y frágil. Algo realmente positivo es que los presupuestos participativos a nivel municipal se están implementado. No obstante, persiste un clima de desconfianza e insatisfacción social y de amenaza a la gobernabilidad. Persisten movilizaciones a la capital regional con el propósito de exigir cumplimiento de promesas del Gobierno Regional. El fantasma entre los aymaras: desigualdad y exclusiòn El fondo y el horizonte de los acontecimientos de confrontación y violencia en el Perú de hoy sigue siendo la desigualdad y la exclusión. El enorme abismo existente entre la realidad rural pobre y olvidada de Ilave frente al dinamismo económico en torno al contrabando y mercado de carnes vinculado a poderes económicos regionales y nacionales, ilustra la desigualdad y exclusión persistente entre los aymaras. ¿Cuántos viven en Ilave del contrabando y el comercio de carnes? ¿Cuántos de la agricultura y el minifundio?

“....una minoría logra instalarse bien... pero la mayoría no. De la exclusión viejo principio colonial, deriva un enorme mal estar. El rechazo de esa exclusión es, al mismo tiempo, un fenómeno de afirmación cultural y religiosa. En otras palabras, “si no me dejan ser (peruano), mi única opción es ser (aymara)” (Montoya 2004).

Willer, con ojos de visitante y razonamiento infantil escribe: “El moderno palacio municipal, en la plaza de armas, deja ver que no es la zona más pobre del país: la gente vive del comercio –dizque contrabando en pequeña escala–, de la ganadería y de a agricultura. La feria de los domingos es el evento comercial más importante de la provincia”. Qué cosa más irresponsable y simplista. Ningún aymara que va a San Isidro-Lima, pensaría luego que el Perú es igual a su distrito con mayor IDH.

El Ilave distrito, la provincia de El Collao entera, como la gran parte del Perú de hoy, es esa sociedad de ciudadanos descalzos, de a pie, minifundistas, de economía de subsistencia, de niños con déficit nutricional, comunidades carentes de servicios de educación y salud adecuados, excluidos de los beneficios del conocimiento y la tecnología del mundo moderno, excluidos de los beneficios del crecimiento macroeconómico del país. El centralismo agobiante persistente debe acabar y dar paso a una regionalización y descentralización real, que acerque las desigualdades sociales y culturales y destierre la exclusión social en todas sus facetas. Necesidad de la perspectiva comprensiva Del conjunto de textos y autores que pretendieron explicar o interpretar los acontecimientos de Ilave, ninguno satisface realmente, unos han minimizado los hechos, otros han idealizado la gesta, hay quienes se han quedado en las explicaciones teóricas, o han descontextualizado los acontecimientos. Sin ir a las causas, sin la verdad reflexionada, veremos parcialmente los problemas. Sin evidenciar las complejas formas en que política y cultura se entrelazan, no tendremos respuestas certeras y válidas para la acción.

En suma, ninguno ofrece un entendimiento de la profundidad y complejidad de la rebelión, ante ello urge la necesidad de la comprensión histórica, en tanto permita conocimiento para el consenso y la acción. Urge investigaciones comprensivas más profundas y completas de la rebelión de Ilave, en el contexto de los problemas y la historia nacional. El pueblo aymara clama una efectiva presencia estatal en las regiones marginadas. Clama por la igualdad de oportunidades ante los beneficios de la modernidad. Reclama la igualdad social, tan ignorada hoy en el país, a propósito, por la clase dirigente.

Se trata pues, como diría Gisela Cánepa (2004), de interrogar los eventos en Ilave como parte del problema y la historia nacional, y en ese sentido también de asumir la responsabilidad de manera compartida por lo sucedido.

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