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Recensión de libro realizada por: José Calero Martín
Alumno de 2º A
Universidad para los Mayores – UCM
Madrid, 22 de Enero de 2014
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Índice
Página
Ficha bibliográfica …………..…...........….............................................. 3
El autor y sus publicaciones ………….................................................... 4
Estructura y argumento ……………........................................................ 7
Cuestiones de forma ................................................................................ 14
Valoración personal ………….…...................................….................... 14
3
Ficha bibliográfica
Ficha del libro
Título ¿QUÉ ES FILOSOFÍA?
Edición definitiva
Autor JOSÉ ORTEGA Y GASSET
Editorial Austral editorial
2012 Madrid
www.australeditorial.com
Colección Humanidades
www.planetadelibros.com
Edición Décimo octava edición,
Abril 2012
Introducción Ignacio Sánchez Cámara
Ilustración de la
cubierta
Shutterstock
Impreso en Black Print CPI Ibérica, S.L.
08740 Sant Andreu de la Barca
Barcelona
Formato 13 x 19 cm
Nº de páginas: 280
Encuadernación: edición de bolsillo
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El autor y sus publicaciones
José Ortega y Gasset nació en Madrid el 9 de Mayo de 1883 en el seno de una
familia madrileña acomodada, que pertenecía al círculo de la alta burguesía de la capital.
Entre 1891 y 1897 estudiaría, primero en el Instituto Gaona y, más tarde, en el Colegio
San Estanislao de Kostka de la Compañía de Jesús, ambos en Málaga. Su abuelo, Eduardo
Gasset y Artime, había fundado el periódico El Imparcial, que después dirigió su padre,
José Ortega Munilla. Así pues, Ortega y Gasset se crió en un ambiente culto, muy
vinculado al mundo del periodismo y la política.
Su etapa universitaria comienza en la Universidad de Deusto, Bilbao (1897–1898)
donde inicia estudios de Derecho y de Filosofía y Letras. Prosigue ambas carreras en la
Universidad Central de Madrid (1898–1902) y, aunque abandona la de Derecho en 1901,
se licencia en Filosofía y Letras en 1902.
Doctor en Filosofía de la Universidad de Madrid (1904) con su obra Los terrores
del año mil. En 1905, 1907 y 1911 realizó tres viajes de estudios a Alemania, pasando
por: Leipzig, Núremberg, Colonia, Berlín y, sobre todo, Marburgo, donde estudia el
idealismo, que será la base de su primer proyecto de regeneración ética y social de España.
De regreso a España gana las oposiciones a profesor numerario de psicología,
lógica y ética de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid (1908), y en octubre de
1910 gana por oposición la cátedra de metafísica de la Universidad Central, vacante tras
el fallecimiento de su anterior titular, Nicolás Salmerón.
En 1910 se casa con Rosa Spottorno. En 1911 nace su primer hijo, Miguel Ortega
Spottorno, que será médico. En el año 1914 nace en Madrid su hija, Soledad Ortega
Spottorno, quién en 1978 creó la Fundación José Ortega y Gasset, de la que será su
presidenta de honor. En 1916 nació su hijo José Ortega Spottorno, que fue ingeniero
agrónomo.
Colaborador del diario El Sol desde 1917, donde publica bajo la forma de
folletines dos de sus obras más importantes: España invertebrada y La rebelión de las
masas. En 1923 funda la Revista de Occidente, siendo su director hasta 1936. Desde esta
publicación promoverá la traducción y comentario de las más importantes tendencias
filosóficas y científicas, con nombres tales como: Oswald Spengler, Johan Huizinga,
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Edmund Husserl, Georg Simmel, Jakob von Uexküll, Heinz Heimsoeth, Franz Brentano,
Hans Driesch, Ernst Müller, Alexander Pfänder, Bertrand Russell y otros.
Durante la II República es elegido diputado por la provincia de León con la
Agrupación al Servicio de la República. Permaneció en el escaño solamente un año, pues
dimitió tras criticar públicamente el curso que la República tomaba, en su célebre discurso
conocido como «Rectificación de la República» de diciembre de 1931.
Cuando comenzó la Guerra Civil Española en julio de 1936, y a pesar de sufrir
una grave enfermedad, huyó de España ese mismo mes (lo que consiguió gracias a la
protección de su hermano Eduardo, persona de valimiento cerca de diversos grupos
políticos de izquierda) y se exilió; primero en París, luego en los Países Bajos y Argentina,
hasta que finalmente en 1942 fijó su residencia en Lisboa. A partir de 1945 su presencia
en España fue frecuente, pero habiéndosele impedido recuperar su cátedra en la
Universidad Central de Madrid, optó por fundar un «Instituto de Humanidades» donde
impartía sus lecciones. Durante estos años, y hasta su muerte en 1955, fue fuera de España
—sobre todo en Alemania—, donde recibió el crédito y las oportunidades de expresión
que correspondían a su prestigio.
Ortega y Gasset ejerció una gran influencia en la filosofía española del siglo XX
no sólo por la temática de su obra filosófica, sino también por su estilo literario ágil,
descrito por algunos como próximo al Quijote, que le permitió llegar fácilmente al público
general.
En sus escritos de Vieja y Nueva Política, Meditaciones del Quijote y Ensayo de
Estética a manera de prólogo expone su programa de una modernidad latina alternativa.
En 1916 emprende su primer viaje a la Argentina, de gran importancia en su trayectoria
profesional, y para las relaciones culturales con Iberoamérica. En 1921 publica en forma
de libro su diagnóstico de la situación de España con el expresivo título de España
invertebrada. Y en 1923 ofrece el análisis de su época como El tema de nuestro tiempo,
consistente en la necesidad de superar el idealismo y volver a la vida, núcleo de su teoría
de la razón vital. Esta es fruto de la nueva sensibilidad que advierte en el siglo XX,
ejemplificada en el arte nuevo como La deshumanización del arte (1925). Su ruptura con
la Dictadura de Primo de Rivera tiene lugar en 1929 con ocasión de su famoso curso ¿Qué
es filosofía? (que ha sido objeto de nuestro trabajo anterior). En 1930 publica La rebelión
de las masas que tiene una gran repercusión internacional. Promotor de la Asociación al
Servicio de la República, no se adscribe a ningún partido, y tiene que exilarse en 1936,
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pasando de París a la Argentina (1939-1942), para recalar finalmente en Lisboa. Aquí
prepara buena parte de lo que queda como obra póstuma: el Velázquez, Sobre la razón
histórica, el Leibniz, El Hombre y la Gente, Epílogo...
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Estructura y argumento
Esta edición del libro que comentamos está prologada por Ignacio Sánchez
Cámara, mediante una extensa Introducción que nos ayuda a entender mejor lo que a
continuación nos va a contar Ortega. Sánchez Cámara es Doctor en Derecho por la
Universidad Complutense de Madrid (1983), y en la actualidad es catedrático de Filosofía
del Derecho de la Universidad de La Coruña, cargo que ostenta desde desde 1996.
La obra en cuestión se estructura en esa Introducción ya citada, articulada en tres
secciones; y diez Lecciones a modo de capítulos, que se corresponden realmente con las
diez lecciones impartidas por Ortega y Gasset durante los meses de abril y mayo de 1929
en los teatros Rex y Beatriz de Madrid. En realidad, la primera lección la impartió dos
veces, la primera en su clase de la Universidad Central de Madrid (más tarde Universidad
Complutense), y la segunda ya en la sala Rex, al haber dimitido unos días antes de su
cátedra en aquella Universidad por causas políticas. En esa sala Rex, Ortega continuó el
curso ¿Qué es filosofía? hasta la quinta lección, momento en el que, por insuficiencia de
aquel local, tuvo que trasladarse al Teatro Infanta Beatriz donde impartió las cinco
lecciones restantes. Este curso permaneció inédito hasta su primera edición en Madrid,
Revista de Occidente, 1957.
Al día siguiente de cada clase, Fernando Vela publicaba un amplio extracto en el
diario El Sol, que luego era comentado por el profesor Manuel García Morente. Esto
solamente fue un reflejo del amplio éxito que consiguió Ortega con este curso. Hasta tal
punto que, en un artículo publicado por el propio Fernando Vela en la Revista de
Occidente (núm. LXXI, Madrid, 1929, pág. 268), concluía diciendo, tras alabar la
seducción provocada por Ortega con el curso, que: «Ha escogido usted para tentarnos el
encanto más terrible: el de las ideas. Estamos perdidos para siempre. ¡Ortega, usted
merece la cicuta!»
Ya en el primer libro escrito por Ortega, Meditaciones del Quijote (1914), aparece
su frase quizás más célebre y que se ha convertido en un tópico: “Yo soy yo y mi
circunstancia”, pero habitualmente se suele omitir la segunda parte de la misma: “y si no
la salvo a ella no me salvo yo”. Con esta frase completa Ortega nos quiere decir que la
circunstancia no es algo ajeno al yo, sino que constituye parte esencial de él. El yo sólo
puede salvarse, la vida sólo puede cobrar sentido a través de la circunstancia. La vida
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humana es un complejo entramado entre libertad y fatalidad, es libertad en la fatalidad.
Este enunciado puede considerarse la base del curso ¿Qué es la filosofía?. En su
argumentación, Ortega analiza desde el Ser Cósmico aristotélico, pasando por el ser
subjetivo de Descartes y los filósofos modernos, para superar el idealismo de estos
últimos y llegar a su concepción del ser vida.
Ya en la primera lección, Ortega avisa de que el curso que va a impartir no va a
ser una mera introducción a la filosofía, sino todo lo contrario, aunque asegura que tratará
por todos los medios a su alcance de hacerse entender por la audiencia, como dice: «la
claridad es la cortesía del filósofo». También afirma en esa misma lección que en filosofía
el camino más corto no suele ser la vía recta, sino que “los grandes temas filosóficos solo
se dejan conquistar cuando se los trata como los hebreos a Jericó –yendo hacia ellos
curvamente, en círculos concéntricos, cada vez más estrechos e insinuantes.” La trama de
la lección I es la pretensión de Ortega de analizar el porqué durante los últimos 60 años
del siglo XIX la filosofía se retrajo, y en los primeros 30 años del siglo XX se estaba
expandiendo.
En la lección II se preocupa de explicar el comportamiento de la ciencia y su
paralelismo con la actividad filosófica, diciendo cosas como: “el vigor intelectual de un
hombre como de una ciencia se mide por la dosis de escepticismo, de duda que es capaz
de digerir, de asimilar. La teoría robusta se nutre de duda y no es la confianza ingenua
que no ha experimentado vacilaciones, no es la confianza inocente –sino, más bien, la
seguridad en medio de la tormenta, la confianza en la desconfianza”, o “en definitiva,
llama realidad el físico a lo que pasa si él ejecuta, una manipulación. Sólo en función de
ésta existe esa realidad”, para acabar concluyendo: «yo propongo que, al definir la
filosofía como conocimiento del Universo, entendamos por tal un sistema integral de
actitudes intelectuales, en el cual se organiza metódicamente la aspiración al
conocimiento absoluto», ya que como ha argumentado anteriormente: “la verdad
científica es una verdad exacta, pero incompleta y penúltima, que se integra forzosamente
en otra especie de verdad, última y completa, aunque inexacta, a la cual no habría
inconveniente en llamar mito.”
Ya en la lección III, Ortega afirma haber terminado ese primer giro que anunciaba
en un principio y atisba una primera respuesta a la pregunta ¿qué es filosofía?, diciendo
que “filosofía es una cosa… inevitable”, aunque tras una densa exposición argumental
concluye ampliando su definición inicial a que: «Filosofía es conocimiento del Universo
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o de todo cuanto hay»
La lección IV arranca con Ortega recordando que el problema de la filosofía es el
más radical imaginable y además archiproblemático, por lo que es el esfuerzo intelectual
por excelencia, comparado con el cual todas las otras ciencias, inclusive la pura
matemática conservan un resto de practicismo; después asevera que la filosofía es un
enorme apetito de transparencia y una resuelta voluntad de mediodía. Su propósito radical
es traer a la superficie, declarar, descubrir lo oculto o velado; y termina manifestando por
comparación, como hace muchas veces, con la ciencia actual, que: “si física es todo lo
que se puede medir, filosofía es el conjunto de lo que se puede decir sobre el Universo.”
Al inicio de la lección V el conferenciante nos anuncia haber llegado a la
conclusión del segundo giro y por lo tanto, al arranque del tercero. Nos avisa también que
este nuevo círculo es de una calidad muy distinta a la de los dos anteriores. Recuerda así
mismo de la lección pasada que filosofía no es más que una actividad de conocimiento
teorético, una teoría del Universo, pero no es el Universo, no es ni siquiera el trato
inmediato con el Universo que llamamos “vivir”. Es decir, no vamos a vivir las cosas,
sino simplemente a teorizarlas, a contemplarlas. Y contemplar una cosa significa estar
fuera de ella, es decir, mantener una distancia prudente entre ella y nosotros. Si nuestro
problema es conocer cuánto hay o el Universo, lo primero que debemos hacer es de qué
cosas entre las que acaso hay, podemos estar seguros de que las hay. En el Universo puede
haber cosas que hay y desconocemos, y cosas que imaginamos que hay pero que quizá
no hay. Debemos por lo tanto distinguir claramente tres clases de cosas: las que acaso hay
en el Universo sepámoslo o no, las que equivocadamente creemos que hay pero en
realidad no las hay y, finalmente aquellas que sabemos que hay con toda seguridad. Estas
últimas serán las que estén a la vez en el Universo y en nuestro conocimiento, es decir,
serán las que indudablemente tenemos de lo que hay, lo que del Universo nos es dado
incuestionablemente, en resumen datos del Universo.
En la lección VI Ortega nos recuerda la división de las cosas en tres categorías
que hizo en la lección anterior, para después informarnos que de la tercera categoría (la
de las cosas que podemos estar seguros que las hay) tenemos que hacer una nueva división
en: objetos de los que inferimos su existencia basándonos en un razonamiento, en una
prueba, etc. (si vemos humo deducimos que hay fuego aunque no lo veamos), esta
seguridad por inferencia, por prueba o mediante razones, llega a afirmar la existencia de
una cosa partiendo de otra seguridad previa más radical y primaria que no necesita prueba
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ni inferencia. El que haya cosas cuya existencia podemos y necesitamos probar, significa
que hay cosas cuya existencia no podemos ni necesitamos probar porque se prueba a sí
misma. Estas cosas cuya existencia es indubitable, que rechazan toda duda posible, son
los datos del Universo, pero no es lo único que hay en el Universo, o si se quiere, ni
siquiera lo único que seguramente hay, sino que son lo único que con toda seguridad hay,
cuya existencia se basa en una seguridad especialísima, en una seguridad de carácter
indudable, o como dice Ortega en la archiseguridad. Estos datos indubitables del
Universo son los que se propone buscar. Tras desarrollar un amplio razonamiento Ortega
concluye que “lo único indubitable es la propia duda”, como ya dijo Descartes
inaugurando con ello el pensamiento moderno: “cuando dudo yo no puedo dudar de la
existencia de mi duda”, es pues ésta un dato radical, una incuestionable realidad del
Universo. La idea de subjetividad es la que define e inaugura el pensamiento de la Edad
Moderna, al revés que en la vida de los cuerpos, en la vida del espíritu, las ideas nuevas
o ideas hijas, llevan en el vientre a sus madres. El nombre que después de Descartes se le
da al pensamiento como ser para sí, como darse cuenta de sí, es consciencia o conciencia,
no alma o ánima (que significa aire o soplo), sino consciencia, es decir, darse cuenta de
sí. Así aparece el atributo fundamental del pensamiento: la conciencia es reflexividad, es
intimidad y no es sino eso. Cuando decimos “yo” expresamos lo mismo, decir “yo” es
decir mí mismo, vuelvo sobre mí, me retraigo hacía mi propio ser; por eso,
indeliberadamente, al decir yo volvemos el dedo hacia nuestro pecho como señal invisible
de reflexividad (los estoicos –de doctrina siempre materialista- veían en este gesto una
prueba de que el alma principal del hombre, el yo, habitaba en el esternón).
En el comienzo de la lección VII el autor nos recuerda lo tratado en la lección
anterior sobre la conciencia y los contenidos de la misma, del yo, del sujeto pensante.
Toda otra realidad de las cosas más allá de la que tienen como ideas nuestras es
problemática y, en el mejor caso, derivada de esta primaria que poseen como contenidos
de la conciencia. El mundo exterior está en nosotros, en nuestro pensar, el mundo es mi
representación (como dijo Schopenhauer), la realidad es idealidad. En rigor y en pura
verdad existe sólo el ideante, el pensante, el consciente: yo “yo mismo”. Más adelante
Ortega nos recuerda que el descubrimiento de la subjetividad tiene dos hondas raíces
históricas: una negativa que es el escepticismo y, otra positiva que es el cristianismo, pero
afirma categórico que ni aquélla sin ésta ni ésta sin aquélla hubieran podido dar resultado.
Analizando estas dos doctrinas nos adentra en lo que para Descartes y San Agustín era la
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conciencia, llegando a cerrar el círculo con la expresión “cogitatio est”, el pensamiento
existe.
En la lección VIII nos recuerda que: sean los que sean nuestros designios y
nuestros intentos de innovación y progreso filosófico, ha de entenderse que no podemos
retroceder del idealismo al realismo ingenuo de los griegos ni de los escolásticos. Ortega
propone ir más allá del idealismo dejándolo atrás como una etapa en el camino ya hecho,
pero llevándolo con nosotros, es decir, conservándolo. En este punto, dice Ortega que
empieza el último círculo de nuestra espiral y, como siempre al iniciar un giro resuena la
definición inicial de filosofía –que es conocimiento del Universo o de cuanto hay. En la
lección anterior concluíamos que el pensamiento existe –cogitatio est-, pero Descartes no
decía solo eso, sino que va más allá y dice “pienso, luego soy, existo” «cogito, ergo sum».
Es decir, la expresión cartesiana tiene dos miembros: uno dice “pienso” y el otro “luego
soy”, lo que por adición de ambas nos conduce a concluir: “el pensamiento existe, es,
luego yo existo, soy”. Más adelante, Ortega afirma que: «las cosas son, por lo pronto, no
más que -contenidos de la conciencia-», como se decía, como término más usado, en la
filosofía del siglo XIX. Después nos indica la necesidad de corregir el punto de partida
de la filosofía, ya que el dato radical del Universo no es simplemente “el pensamiento
existe o yo pensante existo” sino que, si existe el pensamiento, existen de inmediato yo
que pienso y el mundo en que pienso, y existe el uno con el otro, sin posible separación;
pero ni yo soy un ser sustancial ni el mundo tampoco, sino que ambos somos en activa
correlación: yo soy el que ve el mundo y el mundo es lo visto por mí. Pero la verdad es
que no sólo existe la conciencia, el pensar, el yo, sino que existo yo con mi mundo y en
mi mundo, y yo me ocupo de ver mi mundo de imaginarlo, pensarlo, odiarlo, moverme
por él, transformarlo y sufrirlo. Nada de ello podría ser cierto si el mundo no coexistiera
conmigo, ante mí, a mi alrededor. Este hecho radical de alguien que ve y ama y odia y
quiere un mundo, y en él se mueve, y sufre por él es lo que desde siempre se ha llamado
«mi vida», y esto es la realidad primordial, el hecho de todos los hechos, el dato para el
Universo, lo que nos es dado es… «nuestra vida».
La lección IX comienza recordándonos que: para los antiguos realidad, ser,
significaba “cosas”; para los modernos, ser, significaba “intimidad, subjetividad”; para
nosotros, ser, significa “vivir”, por lo tanto, intimidad consigo y con las cosas. Afirma por
esto Ortega, que hemos llegado a un nivel espiritual más alto ya que, en el “vivir” están
conservadas e integradas una con otra y superadas la antigüedad y la modernidad. Más
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adelante dice que vivir es lo que hacemos y nos pasa (desde pensar o soñar hasta jugar en
la Bolsa y luchar en las batallas), pero bien entendido, nada de lo que hacemos sería
nuestra vida si no nos diéramos cuenta de ello, este es el primer atributo decisivo que nos
encontramos. También dice que: todo vivir es ocuparse con lo otro que no es uno mismo,
todo vivir es convivir con una circunstancia: es decir, nuestra vida no es sólo nuestra
persona sino que de ella forma parte nuestro mundo, nuestra vida consiste en que la
persona se ocupa de las cosas o con ellas, por lo que lo que nuestra vida sea, depende,
tanto de lo que sea nuestra persona como de lo que sea nuestro mundo; por muy seguros
que estemos de lo que nos va a pasar mañana lo vemos siempre como una posibilidad,
este es otro y dramático atributo de nuestra vida, que va unido al anterior. El hecho real
es que el vivir es un sentirnos forzados constantemente a decidir lo que vamos a ser, es
decir, somos un ser que consiste, más que en lo que es, en lo que va a ser, por tanto, en lo
que no es aún, «esta esencial y abismática paradoja es nuestra vida. Yo no tengo la culpa
de ello» es lo que afirma Ortega al final de esta lección. Y ahora, estando donde estamos,
nos basta según él, con sacar la inmediata consecuencia de todo esto: si nuestra vida
consiste en decidir lo que vamos a ser, quiere decirse que en la raíz misma de nuestra vida
hay un atributo temporal: decidir lo que vamos a ser, por tanto, el futuro. Es decir, nuestra
vida es ante todo toparse con el futuro, no es el presente o el pasado lo primero que
vivimos, sino que la vida es una actividad que se ejecuta hacia adelante, y el presente o
el pasado se descubre después, en relación con ese futuro.
En la lección X Ortega repasa lo dicho en las anteriores, así, recuerda como la idea
antigua del ser cósmico valía para una realidad en la que aún no se había descubierto el
hecho más radical de la conciencia, y más tarde, la idea del ser subjetivo sería un concepto
válido si no hubiese existido una realidad previa al sujeto mismo que es la vida. El primer
problema de la filosofía no es averiguar qué realidad es la más importante sino qué
realidad del Universo es la más indudable, la más segura, aunque sea la menos importante
y la más humilde e insignificante. Es decir, que el primer problema filosófico consiste en
determinar qué nos es dado del Universo –el problema de los datos radicales. Más
adelante expresa que durante el curso ha definido lo que es la doctrina filosófica y ha
avanzado en ella hasta encontrar la vida, para acabar concluyendo que: Todo lo 1que no
sea definir la filosofía como filosofar y el filosofar como un tipo esencial de vida es
insuficiente y no es radical. Dice también que vida es, a la vez, fatalidad y libertad, es ser
libre dentro de una fatalidad dada, que nos ofrece un repertorio de posibilidades
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determinado, inexorable, es decir, nos ofrece diferentes destinos, nosotros aceptamos la
fatalidad y en ella nos decidimos por un destino, ¡vida es destino!. Y como vimos en la
lección anterior, «vida es esa paradójica realidad que consiste en decidir lo que vamos a
ser, es decir, en ser lo que aún no somos, en empezar por ser futuro», al contrario que el
ser cósmico, el viviente comienza por lo de luego, por después.
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Cuestiones de forma
El título elegido para esta obra, o quizás sería mejor decir para este curso de
conferencias, parece concordante con el objetivo de la misma, ya que, contiene un análisis
radical de la actividad filosófica, a la vez que es una guía perfecta para conocer el
pensamiento de Ortega y Gasset.
Aunque ya en la primera lección, el autor nos indica que va a intentar hacerse
entender por la audiencia, por todos los medios a su alcance -pero con profundidad-, «la
claridad es la cortesía del filósofo» dice, no deja de ser un texto difícil de seguir tanto por
el tema ciertamente enrevesado que está tratando, como por el uso en él de vocablos
infrecuentes y en algunos casos hasta inexistentes según el DRAE.
También resulta complicado seguir los razonamientos de Ortega, por el uso que
hace de ciertos giros gramaticales, y por el estilo de puntuación que utiliza.
Valoración personal
Debo de reconocer en primer lugar que no me ha sido nada fácil el inicio de la
lectura de este libro. Quizás por mi formación académica de perfil técnico, y el desarrollo
posterior de mi vida profesional efectuado en empresas de ingeniería, mi cabeza esté
estructurada hacia planteamientos más pragmáticos y simplificadores de la realidad, que
me hayan supuesto una traba a la hora de asimilar los conceptos filosóficos en él
expuestos.
Pero cierto es también, que según he ido avanzando en la lectura del mismo, me
he ido familiarizando con la forma de escribir de Ortega y con su manera de argumentar
los conceptos que quiere transmitir.
Finalmente, justo es decir que, sin estar para nada habituado a este tipo de textos,
la lectura de este libro me ha curado de la prevención inicial que tenía a acometer tratados
filosóficos.