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Historia Universal II (HI2) – Material de clase Universidad de Piura EL CISMA INGLÉS * EL REINADO DE ENRIQUE VIII La historia de la reforma en Inglaterra revistió unas particularidades con escasos paralelos en otros países, finalmente ganados hacia el protestantismo. En su origen se trató solamente de la separación de la Iglesia inglesa respecto a Roma, sin diferencias doctrinales. En el año 1500, la Iglesia Católica parecía tan firmemente asentada en Inglaterra, como en el continente europeo. Un siglo más tarde, la iglesia de Inglaterra se había separado de Roma y había llegado a ser una iglesia nacional independiente llamada anglicana o iglesia de Inglaterra, con el rey como su cabeza. Este cambio nació en gran parte de los sucesos que ocurrieron en el reinado de Enrique VIII (1509-1547). Enrique VIII era el segundo rey de la dinastía Tudor, que comenzando con Enrique VII, había pacificado Inglaterra al final de la Guerra de las Dos Rosas y había obtenido un firme control sobre el gobierno y sobre el Parlamento. Los ingleses, como el resto de europeos, habían estado influidos por las críticas sobre los abusos de la Iglesia y por los grandes humanistas y sabios tales como Colet, Tomás Moro y Erasmo de Rotterdam. Las enseñanzas luteranas habían llegado a Inglaterra hacia el año 1521 y habían dado lugar a discusiones en las universidades de Oxford, Cambridge y Londres, pero a pesar de un fuerte sentimiento nacional y de un deseo entre muchos de una 1

Reforma Anglicana - Enrique Viii

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Historia Universal II (HI2) – Material de clase Universidad de Piura

EL CISMA INGLÉS

* EL REINADO DE ENRIQUE VIII

La historia de la reforma en Inglaterra revistió unas particularidades con escasos paralelos en otros países, finalmente ganados hacia el protestantismo. En su origen se trató solamente de la separación de la Iglesia inglesa respecto a Roma, sin diferencias doctrinales.

En el año 1500, la Iglesia Católica parecía tan firmemente asentada en Inglaterra, como en el continente europeo. Un siglo más tarde, la iglesia de Inglaterra se había separado de Roma y había llegado a ser una iglesia nacional independiente llamada anglicana o iglesia de Inglaterra, con el rey como su cabeza. Este cambio nació en gran parte de los sucesos que ocurrieron en el reinado de Enrique VIII (1509-1547).

Enrique VIII era el segundo rey de la dinastía Tudor, que comenzando con Enrique VII, había pacificado Inglaterra al final de la Guerra de las Dos Rosas y había obtenido un firme control sobre el gobierno y sobre el Parlamento.

Los ingleses, como el resto de europeos, habían estado influidos por las críticas sobre los abusos de la Iglesia y por los grandes humanistas y sabios tales como Colet, Tomás Moro y Erasmo de Rotterdam. Las enseñanzas luteranas habían llegado a Inglaterra hacia el año 1521 y habían dado lugar a discusiones en las universidades de Oxford, Cambridge y Londres, pero a pesar de un fuerte sentimiento nacional y de un deseo entre muchos de una total reforma de la iglesia, no había, a la subida de Enrique VIII ningún signo de que la revolución religiosa fuera inminente.

Además, Enrique VIII, durante muchos años, pareció ser el hijo más devoto de la Iglesia Católica. Fue incluso especialmente considerado por el Papa como el Defensor de la Fe cuando escribió un tratado antiluterano en el que mantenía la doctrina católica sobre los sacramentos. Desde entonces este título lo siguen llevando irónicamente los reyes de Inglaterra. Desde luego, es difícil imaginar que con estos antecedentes Inglaterra se hubiese separado pronto de la Iglesia Católica, si no hubiese sido por asuntos personales de su rey.

Enrique VIII había estado casado muchos años con Catalina de Aragón, con la que había tenido seis hijos, de los que todos salvo una, su hija María Tudor, habían muerto. Al rey le pareció improbable que ella le pudiese dar el heredero varón que tanto deseaba, dada la preocupación por asegurar su sucesión y el intento de evitar las guerras civiles que habían convulsionado el reino durante el siglo XV, cuestión que lo llevó a eliminar a los posibles pretendientes al trono y a buscar un descendiente varón. Además el rey se prendó de los encantos de Ana Bolena, dama de

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la corte. Enrique VIII trató de que su matrimonio con Catalina fuese anulado. Es posible que el Papa Clemente VII hubiera escuchado la petición del rey. Sin embargo, el contexto no podía ser peor. Catalina de Aragón era tía del nuevo emperador Carlos V, y lo último que deseaba el pontífice era enfrentarse con él. Por ello el Papa prefirió no tomar ninguna decisión, esperando que mientras tanto el asunto se resolviese por sí mismo.

A partir de 1527 el monarca inglés intenta conseguir sus fines. El clero es atacado en el Parlamento en 1529, que vota diversas medidas contra la acumulación de bienes y los abusos financieros. En 1531 pudo forzar una reunión de clérigos para que le reconociesen como “la cabeza suprema de la iglesia inglesa”. Tomás Cranmer, agente activo de la política real, se convierte en arzobispo de Canterbury, dejando sin efecto el matrimonio real (mayo de 1533) y legaliza la nueva unión del rey con Ana Bolena.

A la condenación de Roma, que se negó a concederle el divorcio, responde con la famosa Acta de Supremacía de 1534, elaborada por el Parlamento Inglés, que supuso la ruptura definitiva con Roma. Según esta carta el rey se constituía en jefe único, después de Cristo, de la Iglesia de Inglaterra, atribuyéndosele el derecho a luchar contra las herejías, el de excomulgar y el de exigir el juramento de obediencia a todos los súbditos ingleses. De esta manera a Enrique VIII, se le atribuyó la plenitud del poder civil y de la jurisdicción eclesiástica. Por otras disposiciones, el rey se reserva la facultad de nombrar y disponer de los obispos. De hecho nada se había cambiado sustancialmente, fuera de la obediencia que se negaba al Papa.

Enrique VIII no simpatizaba en absoluto con la Reforma Protestante e incluso respondió a los intentos de los protestantes por extenderla, condenándolos a muerte. La defensa que continuó haciendo de una teología católica, aunque separada de la obediencia al Papa, explica en buena medida que el Pontífice no lo excomulgara hasta 1538. A fin de cuentas, Enrique VIII era un cismático, y no un hereje. Una vez consumada la ruptura con Roma, era necesario organizar la Iglesia de Inglaterra. Enrique VIII deja esta tarea a su consejero y ministro Thomas Cromwell y a Thomas Cranmer (arzobispo de Canterbury), convertidos a las ideas luteranas y partidarios de la Supremacía del Estado sobre la Iglesia. La oposición católica es desmantelada: John Fischer, obispo de Rochester y Tomás Moro son juzgados y ejecutados (1535). La reforma apunta a la confiscación y venta de las tierras del clero y a la supresión de las órdenes religiosas: en 1536 se suprimen 370 monasterios de unos 800 existentes, y los demás son secularizados en 1539 y sus bienes confiscados. Esta medida se llevó a cabo frente a la resistencia encarnada por los franciscanos, cartujos y agustinos.

Con la apropiación de los bienes de la Iglesia se benefició la corona y la burguesía, siempre anticlerical – no se olvide que los obispos formaban parte de la Cámara de los Lores –, que acusaba al alto clero de contribuir a la bancarrota financiera en la que se iba sumiendo la Corona, pero también porque veían desaparecer competidores en el campo de la producción textil, así como la posibilidad de invertir en la compra de las tierras enajenadas a los monasterios y

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conventos. Por otra parte, el humanismo inglés, si bien profundamente religioso, se había mostrado muy crítico frente a la escolástica1, a los monasterios que la sustentaban, así como a las devociones populares muy extendidas entre el pueblo piadoso. Esta pugna se hacía patente en las universidades, anhelosas de sacudirse de encima el tutelaje que ejercía sobre ellas la facultad de teología. La secularización de la cultura era el debate que enfrentaba a clérigos y burgueses.

* LA REFORMA ANGLICANA

Desde el punto de vista meramente doctrinal un grupo de obispos, de los que muchos son favorables a las tesis luteranas redacta una primera confesión de fe, los Diez Artículos (1536). En ellos se establece lo siguiente:

Si bien se reducen a tres los sacramentos de institución divina (bautismo, penitencia y comunión) se les reconoce un valor a los demás.

Admiten que las obras inspiradas por la caridad ayudan a la justificación. Respetan la veneración a la Virgen. Se permite honrar a los santos, como ejemplos de vida, aunque se rechace su intercesión. La doctrina de la Eucaristía sigue siendo la misma que la doctrina católica: se afirma la

presencia real de Cristo y la transubstanciación. Se suprimen los votos religiosos (castidad, pobreza, obediencia), pero subsiste el

sacerdocio.

Por estas fechas podría hablarse de que el anglicanismo es un catolicismo no romano, un cisma más que una herejía.

Los católicos ingleses esperaban una vuelta al seno de Roma, pero los grupos ganados por las ideas reformistas lo que quieren es acentuar la ruptura. Esta situación se hará más radical a partir de la muerte de Enrique VIII.

En torno a 1536 fueron aflorando y tomando fuerza los grupos seguidores de Lutero, que se habían ido formando en los círculos universitarios de Cambridge (1521). La situación iba pasando del mero cisma a la confusión doctrinal, antesala forzosa de tensiones sociales en manera alguna queridas por el rey. El Acta para abolir la diversidad de opiniones (28 junio de 1539) vino a poner remedio. Sus seis artículos mantenían una postura básicamente católica y parecían llamados a evitar el desbordamiento protestante. Y así en esta ley de los seis artículos se afirma:

Que Cristo está realmente presente en la Eucaristía. No es necesaria la comunión bajo las dos especies, aunque pueda permitirse en algunos

casos. Que los votos de castidad y de obediencia obligan en conciencia.

1 Escolástica: Sistema teológico – filosófico característico de la Edad Media. Representó un intento de hacer compatibles la razón natural y el conocimiento revelado; especialmente necesario desde que los pensadores árabes, como Averroes y Avicena, herederos de la tradición aristotélica y platónica, hicieron aparecer la razón incompatible con la fe.

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Sigue siendo obligatoria la confesión auricular. Se conserva la misa privada. Por ninguna causa se ha de perseguir a los sacerdotes y religiosos. Esto último no lo

cumplió del todo Enrique VIII.

* DESPUÉS DE ENRIQUE VIII

A Enrique VIII le sucede en el trono Eduardo VI (gobernó en 1547). Aunque era muy joven cuando accedió al trono, había sido educado en la doctrina reformada, por ello decide convertir la Iglesia Anglicana en una confesión protestante. Por encargo de Eduardo VI, Cranmer redacta los Treinta y nueve artículos de Fe, en los cuales se incluían ideas luteranas y calvinistas. Posiblemente habría logrado la reforma total de la Iglesia Anglicana de no haber muerto tan joven y no haber sido sucedido por una católica tan convencida como María Tudor (hija de Catalina de Aragón). En 1553, María inició gestiones ante la Santa Sede con la finalidad de llevar a Inglaterra a reconciliarse con Roma, además de derogar todas las normas vigentes dadas bajo el reinado de Eduardo con marcado carácter protestante.

El matrimonio de la reina María (que merecía el apelativo de Bloody – Sanguinaria – por las matanzas de protestantes realizadas siguiendo sus órdenes) con Felipe II de España pareció asegurar que Inglaterra volvería a ser conquistada por la Iglesia Católica en breve. Sin embargo aquel matrimonio no tuvo sucesión y poco después falleció la reina.

Después de la muerte de la reina María Tudor el trono inglés fue ocupada por Isabel I, (1558-1603) hija de Enrique VIII con Ana Bolena. Al igual que su padre, pero a diferencia de Eduardo VI, Isabel no sentía ninguna simpatía especial por la causa de la reforma, pero encontraba hasta cierto punto beneficioso la consagración del cisma.

Si decidió confirmar el giro protestante de la Iglesia Anglicana se debió primero, a la excomunión contra ella por el Papa y, segundo, al temor a un golpe de Estado promovido por la Santa Sede y apoyado por España.

Finalmente Isabel I dio la organización definitiva a la Iglesia Anglicana, síntesis de catolicismo (del cual conservó gran parte de la jerarquía, la misa y muchos ritos), de luteranismo (doctrina sobre la eucaristía y reducción de sacramentos) y de calvinismo, sin embargo, tanto los calvinistas y luteranos como los católicos o “papistas” fueron igualmente perseguidos con gran crueldad. Años más tarde los puritanos perseguidos emigraron a Norteamérica y fundaron varias de las trece colonias.

TOMÁS MORO

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Político y humanista inglés (Londres, 1478 -1535). Estudió en la Universidad de Oxford y accedió a la corte inglesa en calidad de jurista. Desde 1504 fue miembro del Parlamento, donde se hizo notar por sus posturas audaces en contra de la tiranía. En 1529 ocupó el cargo de Canciller de la Corte de Inglaterra.

Su obra más relevante como pensador político fue Utopía (París, 1516). En ella criticó el orden político, social y religioso establecido, bajo la fórmula de imaginar como antítesis una comunidad perfecta; su modelo estaba caracterizado por la igualdad social, la fe religiosa, la tolerancia y el imperio de la Ley, combinando la democracia en las unidades de base con la obediencia general a la planificación racional del gobierno.

A pesar de haber mantenido en el plano teórico estas aspiraciones premonitorias del pensamiento socialista, Moro fue prudente y moderado en cuanto a la posibilidad de llevarlas a la práctica, por lo que no combatió directamente al poder establecido ni adoptó posturas ideológicas intransigentes. Más bien ayudó al rey a conservar la unidad de la Iglesia de Inglaterra, rechazando las doctrinas luteranas.

Como hombre fiel a sus creencias y a su conciencia se opuso al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación de matrimonio y cuando vio que era incompatible con su religión el someterse a Enrique VIII como cabeza de la Iglesia en Inglaterra, presentó su dimisión, intentando vivir una vida tranquila con su familia, sin más complicaciones. Pero por su postura opuesta a la política del monarca fue apresado y confinado a la Torre de Londres.

Después de varios meses de encierro en la Torre de Londres, en condiciones lamentables, fue decapitado, prefiriendo morir antes que dejar de ser consecuente con sus principios.

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