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REVOLUCIÓN INDUSTRIAL La revolución industrial es un cambio económico y social dado en Inglaterra hacia fines del siglo XVIII, el cual derivó a una nueva forma de producción, dejando de lado el sistema servil que caracterizó al feudalismo. La industrialización capitalista persiguió el beneficio privado conduciendo a las transformaciones tecnológicas. Fue la primera en la historia, dando la característica fase moderna de la historia, el crecimiento económico auto sostenido por medio de una constante revolución tecnológica y transformación social. La Revolución industrial no puede explicarse puramente en términos británicos, ya que Gran Bretaña formaba parte de una economía mundial de los estados marítimos europeos; dependientes de colonias formales, puntos de comercio y dominio; y sectores que atendían las demandas de las zonas avanzadas. A pesar de esto la génesis de la Revolución Industrial se da en Gran Bretaña debido a las condiciones con las que cuenta, más allá de los factores geográficos, climáticos o la distribución de recursos naturales, una determinada estructura económica, social, institucional y política. Se trató de una revolución burguesa ya que fue impulsada por las clases en ascenso, que desde la crisis feudal del siglo XIV, impusieron los acercamientos de las parcelas agrícolas, que anteriormente pertenecían a campos comunales. Después del siglo XVI, los terratenientes mercantiles monopolizan la tierra, y luego la arriendan. Dichos arrendatarios poseen mano de obra asalariada, y son quienes trabajarán la tierra. En 1760, con las “Leyes de cercamiento” se eliminó la economía aldeana y se impulsaron perfeccionamientos técnicos y métodos más eficientes para la agricultura y la implantación de nuevos cultivos. Esto consistió en la revolución agrícola que solucionó los problemas de las hambrunas y pestes derivadas de la crisis feudal que contrajo muchas muertes.

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revolución industrial y francesa

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REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

La revolución industrial es un cambio económico y social dado en Inglaterra hacia fines del siglo XVIII, el cual derivó a una nueva forma de producción, dejando de lado el sistema servil que caracterizó al feudalismo. La industrialización capitalista persiguió el beneficio privado conduciendo a las transformaciones tecnológicas. Fue la primera en la historia, dando la característica fase moderna de la historia, el crecimiento económico auto sostenido por medio de una constante revolución tecnológica y transformación social.

La Revolución industrial no puede explicarse puramente en términos británicos, ya que Gran Bretaña formaba parte de una economía mundial de los estados marítimos europeos; dependientes de colonias formales, puntos de comercio y dominio; y sectores que atendían las demandas de las zonas avanzadas. A pesar de esto la génesis de la Revolución Industrial se da en Gran Bretaña debido a las condiciones con las que cuenta, más allá de los factores geográficos, climáticos o la distribución de recursos naturales, una determinada estructura económica, social, institucional y política.

Se trató de una revolución burguesa ya que fue impulsada por las clases en ascenso, que desde la crisis feudal del siglo XIV, impusieron los acercamientos de las parcelas agrícolas, que anteriormente pertenecían a campos comunales. Después del siglo XVI, los terratenientes mercantiles monopolizan la tierra, y luego la arriendan. Dichos arrendatarios poseen mano de obra asalariada, y son quienes trabajarán la tierra. En 1760, con las “Leyes de cercamiento” se eliminó la economía aldeana y se impulsaron perfeccionamientos técnicos y métodos más eficientes para la agricultura y la implantación de nuevos cultivos. Esto consistió en la revolución agrícola que solucionó los problemas de las hambrunas y pestes derivadas de la crisis feudal que contrajo muchas muertes.

Son cuatro los factores clave que dieron origen a la revolución industrial del siglo XVIII:

La población es una cuestión primordial (si el aumento fue causa o consecuencia de factores económicos no se puede determinar) el crecimiento de la misma produjo más trabajo y más barato, lo que a su vez dio un aumento en el consumo y un estímulo al mercado interior.

El Mercado Interior Preindustrial fue la principal ventaja por su gran tamaño y estabilidad, funcionando de amortiguador para las fluctuaciones y colapsos que la industria de la exportación sufría por su dinámico crecimiento.

La Industria de Exportación: la demanda exterior se multiplicaba, trabajando de manera muy distinta al mercado interior y potencialmente más revolucionaria expandiéndose

El Gobierno, el cual funcionaba como articulador de los dos primeros factores en pos de un mayor crecimiento

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Por lo tanto, entre los años 1760 y 1830, se produjo un aceleramiento económico, aumentó la capacidad productiva, se multiplicó la cantidad de habitantes, así como los bienes y servicios, y se instauró una economía capitalista. Esto produjo un salto, desde la subsistencia de los campesinos en las tierras comunales o familiares dependiendo de un señor feudal, a la creación de campos cercados con arrendatarios (que por lo general eran los más beneficiados) y mano de obra asalariada, de la cual, parte de ella se trasladaron a las ciudades en busca de trabajo en las fábricas que estaban en comienzo de surgimiento.

El hecho de que la producción, luego de la revolución agrícola, creara consumidores con ingresos monetarios, produjo que la producción no sirviera como medio de autoabastecimiento sino que se creara para ser incorporada en el mercado.

Por un lado, el mercado interno, más estable, fue el principal impulso para la industrialización y para saciar la demanda de los nuevos consumidores, que se basa en las industrias textiles, alimentarias, carbón, el hierro y el acero). . El mercado interior proporcionó la base necesaria para una economía industrial generalizada, a través del proceso de urbanización, el incentivo para mejoras fundamentales en el transporte terrestre para ciertas innovaciones tecnológicas. El gobierno ofreció su apoyo sistemático al comerciante y al manufacturero con determinados incentivos para la innovación técnica y el desarrollo de las industrias de base. Las políticas empleadas por el gobierno no solo tenía fines comerciales y financieros, también ponía énfasis en los grupos de presión manufacturero. Las medidas proteccionistas fortalecieron el mercado interno y su política exterior quedaba relegada a fines comerciales a través de objetivos bélicos. Por otro lado, el mercado externo que surgió para saciar las necesidades, principalmente, del imperio colonial. Esto consistió en la monopolización del mercado de la industria textil por parte de los ingleses y, llevó a que, los antiguos exportadores de textiles como la India, se convirtieran en receptores de mercadería. A su vez, en el mercado externo se exportaron algodón y también trató la compra y venta de esclavos. Esto generó la multiplicación de la producción y su comercialización ultramarina.

Estos cambios, igualmente, surgieron de una transformación en el plano político en Inglaterra en 1688, denominada la “gloriosa revolución”, la cual instauró una monarquía limitada, por un lado se encontraba la cámara de lores, y por otro lado, la cámara de comunes. Estos últimos, relativos al mercado, pretendían, desde una intervención política, la protección de los comerciantes y los armadores británicos.

Desarrollo de la revolución Industrial (mecanización de la producción)

La primera fase de la revolución consistió en la etapa textil. La novedad radicaba en la disposición mental de la gente práctica para utilizar la ciencia y la tecnología que durante tanto tiempo habían estado a su alcance y en el amplio mercado que se abría

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de productos, con rápida caída de costos y precios. La solución práctica encaminaba el pensamiento de los hombres hacia problemas solubles.

Esta situación fue muy afortunada ya que dio un enorme impulso y la puso al alcance de un cuerpo de empresarios y artesanos cualificados, no especialmente ilustrados, ni ricos en demasía que se movían en una economía floreciente y en expansión cuyas oportunidades podían aprovechar con facilidad.

En esta, se trató de equilibrar el tiempo entre el proceso del hilado (el cual era lento e ineficiente) con el del tejido (que debido a la existencia el telar mecánico manual, su proceso era más rápido y productivo). En 1780, se incorporaron nuevas tecnologías, las cuales exigieron la producción en fábricas. Estas consistieron en innovaciones sencillas y baratas al alcance de muchos, su uso de mano de obra fue masivo y de barato coste, lo cual impulsó un proceso de acumulación del capital (poder del oro), requería pocos conocimientos científicos y escaza especialización técnica. Evolucionó como industria fabril a partir de una suerte de métodos gremiales de artesanos, que descentralizaría y desintegraría la estructura comercial algodonera; dando nuevos métodos de producción, una nueva sociedad, tras la mecanización, la división minuciosa del trabajo y reduciendo los salarios al mínimo de subsistencia con fines capitalistas y acumulación de beneficios. A su vez, al aumentar la producción, se expandieron los mercados a nivel mundial (especialmente hacia las colonias) y aumentó después de 1815 con las guerras napoleónicas (post revolución francesa.

La segunda fase de la revolución consistió en la etapa del ferrocarril. En 1830 se dio la primera crisis de la etapa industrial inglesa. Consistió en un problema de sobreproducción debido a la falta de mercados y venta de los productos textiles, a la caída de precios, el aumento de los costos de producción y el descontento social de población de Gran Bretaña que produjo el estancamiento del comercio interno, por lo que había un excedente de productos pero poca demanda. Esto produjo que las clases con más capital acumulado de la etapa anterior, la burguesía industrial, invirtiera el capital en nuevas industrias. En 1815, durante las guerras napoleónicas, hubo una mayor demanda de armamentos, por lo cual aumentó la producción de hierro. Gran Bretaña funcionó como taller del mundo, expandiéndose el índice de importaciones; debido a la creciente industrialización en el resto del mundo. Y la gran acumulación de capital hacia las inversiones rentables. Los ingleses aceptaron estas revolucionarias formas de vida como naturales y se adaptaron a ellas.

Más tarde, con el crecimiento de las ciudades, se buscó incorporar un nuevo medio de transporte, el ferrocarril, el cual resultó ser una transformación revolucionaria; representando una fase de industrialización mucho más avanzada, su organización, métodos de trabajo y su recurso a la nueva tecnología basada en la ciencia carecía de precedentes; e impactaría política, económica y socialmente en Gran Bretaña.

Este contrajo un aumento en la producción de hierro y carbón y sirvió como nuevo transporte de la producción para expandir mercados, generar nueva mano de obra,

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alcanzar puntos más lejanos, promover la circulación del capital y funcionó como estímulo para la creación de productos de base como el hierro, el acero y el carbón.

Las mejoras en el empleo en general y la transferencia de la mano de obra a otros sectores y mejores pagos, suavizan las tenciones sociales y el nivel de vida. Aparecieron así las sociedades obreras y los sindicatos; a su vez por medio de una reforma política se aceptó en el sistema electoral el voto del obrero.

Gran Bretaña se estancó luego de un gran depresión a nivel mundial, mas tarde dejando de ser el taller del mundo y tuvo que re direccionar su economía a un imperialismo; ya sea formal (en el reparto de África), semi-formal de consorcios internacionales o internacionales (encargándose de la dirección financiera de países débiles) o un imperialismo informal (invirtiendo en el extranjero).

CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Por una parte, la revolución industrial fue ventajosa para algunos sectores como la antigua aristocracia, quienes aumentaron sus ventas, y al ser propietarios del suelo y subsuelo, se vieron más beneficiados. Así mismo, las antiguas burguesías mercantiles que poseían una poderosa y extensa red mercantil, tuvieron un ascenso social y privilegios y procuran ser de la nobleza. Los primeros industriales textiles del siglo XVIII, la clase burguesa capitalista en ascenso, considerados en un principio como clase media o burguesía industrial en ascenso. Estos reclaman derechos y poder, mayor participación política, luchan por el ascenso ya que no poseían herencias ni fortunas de sus antepasados. Esta clase se enfrenta a la antigua aristocracia, caracterizada por el prestigio y honor heredado por tradición, y las riquezas por título.

La burguesía industrial pretendía establecer una economía liberal, que les facilitara el comercio tanto interno como externo, con pocas o nulas restricciones de la corona o el Estado, y sin participación de la religión, que imponga obstáculos a las ganancias. Formaban a esta clase los hombres de negocio, dirigentes fabriles, y capitalistas financieros, que debido a su cantidad no podían ser parte de las clases altas. Fueron los pioneros en reorganizar el trabajo y realizaron reajustes humanos en la producción fabril. Es decir, la creación de bienes estaría, a partir de fines del siglo XVIII concentrada en las fábricas. En estas, tomaron gran importancia, los trabajadores asalariados, quienes vendían su fuerza de trabajo para producir un objeto (con valor de uso) que sería llevado al mercado (mercancía), con el fin de obtener una remuneración. En este proceso, el burgués, sería dueño tanto del producto como del trabajo realizado por los obreros. Estos últimos, por lo tanto, dependían económicamente del capitalista y estaban sometidos a él, por lo que aceptaban las precarias condiciones de trabajo.

Así, surgió entonces, una nueva clase social luego de la revolución burguesa y su imposición de un nuevo modo de producción: el proletariado o clase obrera (los “trabajadores pobres”). Esta clase está formada por los antiguos artesanos, trabajadores domiciliarios y campesinos de la sociedad preindustrial. Se encontraban concentrados en

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las fábricas, en las que trabajaban tanto niños como madres que, al mismo tiempo, cuidaban a sus hijos, y por salarios incluso menores que los hombres. El trabajo estaba, ahora, controlado por horarios luego de la instalación del reloj como método de control; las jornadas eran más largas y carecían de privilegios o francos. El trabajo se encontraba divido según funciones, y cada uno realizaba su parte, con una formación anterior limitada (más tarde, la división del trabajo resurgió a nivel mundial, en la que había países desarrollados que transformaban en manufacturas a las materias primas importadas de los países subdesarrollados), y las condiciones laborales en las que se encontraban eran deplorables y el salario que recibían era escaso.

A partir de 1820 aproximadamente, los trabajadores se homogeneizaron en una misma clase social, ya que debido a las condiciones laborales dadas por la clase burguesa y los nuevos modos de producción, los trabajadores se agruparon en barrios obreros, en los cuales había hacinamiento de personas que conllevó a pestes, hambrunas, contaminación por las fábricas, desmoralización, ya que carecían de servicios públicos y de seguridad social. Esto produjo que los trabajadores, por un lado, lucharan y se rebelaran, a partir del siglo XVIII con los movimientos de resistencia, como por ejemplo, el ludismo con el fin de obtener mejoras salariales, reducción de la jornada laboral y, a su vez, evitar ser reemplazados por las nuevas maquinarias que se imponían ante la contratación de mano de obra.

Otros, en cambio, se inspiraron en los movimientos radicales de la revolución política contemporánea, la revolución francesa (1789). El jacobinismo, agrupó a integrantes de la clase media, que procuraba la instauración de una democracia política y la declaración de los derechos del hombre. Estos reclamos, sumados a los de la clase obrera, anhelaban una ampliación del sistema electoral, el derecho de asociación de los trabajadores en sindicatos (el primer sindicato se creó en 1830: La Unión General de Protección al Trabajo). En 1832 se instauró la reforma electoral que permitió mayor representación de la clase media, pero excluyó a los trabajadores. Por esto mismo, en 1838, a través de La Carta del Pueblo, los trabajadores exigieron el derecho al sufragio universal, y en 1842, surgió el movimiento cartista, por el cual los obreros lucharon por sus derechos.

REVOLUCIÓN FRANCESA

La revolución Francesa fue un proceso de cambios ideológicos y políticos. Francia proporcionó el vocabulario y los programas de los partidos liberales y democráticos de la mayor parte del mundo y ofreció el concepto y contenido del nacionalismo. Esta revolución tuvo repercusiones mundiales, pues significo un hito en la historia europea alcanzando zonas sumamente alejadas como Hispanoamérica. Aproximadamente, se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799. Si bien la organización

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política de Francia osciló entre monarquías absolutistas y repúblicas después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del absolutismo, y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía, y en ciertas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la fuerza política dominante en el país. Por ende, la Revolución Francesa se encuadra dentro del ciclo de transformaciones políticas y económicas que marcaron el fin de la Edad Moderna y el comienzo de la Edad Contemporánea. La independencia de EE.UU y el desarrollo de la Revolución Industrial, iniciada en Gran Bretaña, son los otros dos grandes procesos que señalan esta transición histórica.

El final del siglo XVIII fue una época en la cual surgieron las ideas conocidas como la Ilustración. Estas ideas, reflejo de las necesidades y tensiones de una sociedad cambiante se basan en el nuevo conocimiento científico del siglo XVII, que engendró una nueva fe en la razón y en el progreso. Esto llevó a un rechazo de la autoridad y a una afirmación de los Derechos del Hombre, expresados en la famosa declaración de Rousseau de que: “el hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado”. Por otro lado, estas ideas fueron una inspiración para los monarcas, que empezaron a concentrar el poder en sus propias manos y a gobernar mediante agentes burocráticos nombrados por ellos, dichas actividades centralizadoras encontraron resistencia en todos aquellos que tenían intereses creados en el Antiguo régimen, Iglesias, gremios y corporaciones y la aristocracia. Se denomina Antiguo Régimen al conjunto de costumbres e instituciones políticas y económicas existentes en Francia y en Europa hasta fines del siglo XVIII.

Aunque era más probable que ocurriera una rebelión en las regiones donde la aristocracia podía contar con el apoyo de los campesinos libres; en Europa Oriental estos últimos aún eran ciervos, con pocas probabilidades de revelarse para apoyar a los terratenientes que eran sus opresores directos. Sin embargo, los campesinos en contra de las innovaciones a veces luchaban por conservar su forma de vida tradicional.

CONTEXTO SOCIAL DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

La vida política

La organización política de Francia, hacia 1789, era monárquica. El rey pretendía que su poder derivaba de Dios, a quien únicamente debía cuenta de sus actos. Sus súbditos no tenían ningún derecho, pero sí el deber de obedecer. El rey declaraba la guerra y hacía la paz; comandaba los ejércitos; determinaba los gastos y fijaba los impuestos; nombraba y destituía a los funcionarios y dirigía la administración entera. Este creaba las leyes, que eran la expresión de su voluntad personal las cuales solían ser contradictorias y vagas respecto a las costumbres del momento. Además, el rey dirigía la administración de justicia, pues esta se dictaba en su nombre y por funcionarios que el designaba. Existía la censura previa y no existía la libertad de consciencia.

La vida social

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En la sociedad francesa se distinguían tres estados o clases; en primer lugar, el clero, la primera de las clases sociales privilegiadas. Conservaba un gran prestigio e influencia. Recibía los diezmos de los fieles y poseían extensas propiedades. Estos eran eximidos del pago de impuestos. En segundo lugar, la nobleza, la segunda clase privilegiada formada por un número de personas similares al del clero, que poseían tierras de parecida importancia y extensión. Esta clase, tenía la propiedad de los campesinos, que vivían en sus tierras, los antiguos derechos feudales, y sólo pagaban impuestos en casos especiales. Por último, el Tercer Estado donde se distinguían distintas categorías, alguna de las cuales había logrado privilegios. La clase en ascenso era la burguesía, la cual poseía una ideología liberal producto de la francmasonería (Asociación secreta donde se divulgaban las ideas liberales); la clase inferior, eran los obreros y campesinos, quienes eran oprimidos. Estos últimos soportaban pesadas cargas y debían pagar los impuestos al estado, el diezmo a la iglesia y los derechos feudales al señor.

La vida económica

La industria estaba obstaculizada con excesivas reglamentaciones e impuestos. Existían aduanas internas; las pesas y medidas variaban según las regiones; algunos artículos, como los cereales, debían consumirse en el lugar de producción; se aplicaban derechos de aduna que en muchos casos anulaban el intercambio.

CAUSAS QUE POSIBILITARAN LA REVOLUCIÓN

La revolución francesa abarca un período de 10 años (1789-1799), durante los cuales se establecieron en toda Europa nuevas formas de organización política, social y económica, y surgieron nuevos usos y costumbres y triunfaron nuevos modos del pensamiento y nuevas tendencias espirituales. Las causas substanciales de la revolución francesa fueron en primer término las arbitrariedades y abusos del antiguo régimen y en segundo lugar la acción de los filósofos y eruditos. Sin embargo, la debilidad de carácter del nuevo Rey Luis XVI y la grave crisis financiera fue la causa fundamental que brindó el impulso y permitió el desarrollo de la misma.

Más de un siglo antes de que Luis XVI ascendiera al trono (1774), el Estado francés había sufrido periódicas crisis económicas motivadas por las guerras emprendidas durante el reinado de Luis XIV, la mala administración de los asuntos nacionales en el reinado de Luis XV, y el aumento de la deuda generado por los préstamos a las colonias británicas de Norteamérica durante la guerra de la Independencia estadounidense. Sumado a los defensores de la aplicación de reformas fiscales, sociales y políticas comenzaron a reclamar con insistencia la satisfacción de sus reivindicaciones durante el reinado de Luis XVI. Dada la grave crisis financiera el rey se vio obligado a llamar al gobierno a dos personajes de reconocida honestidad: R. Jaques Turgot, era un ministro de hacienda, un hombre de ideas liberales que instituyó una política rigurosa en lo referente a los gastos del estado y Malesherves quien intentó garantizar los derechos de los ciudadanos, pero que también fracaso al igual que Turgot. Entonces el antiguo régimen se restableció con todo su vigor.

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Obtuvo grandes empréstitos que pasajeramente aliviaron la situación financiera. Pero estos remedios resultaron ineficaces, porque aumentaron los gastos públicos como consecuencia de la guerra que estallo entre Inglaterra y Francia, al apoyar esta última a las colonias inglesas de América del Norte.

Los estados generales

La gravedad de la situación obligó a Luis XVI a llamar a Nécker, este sugirió al rey la convocatoria de los Estados Generales, una asamblea formada por representantes del clero, la nobleza, y el tercer estado, exigida también por el pueblo.

Nécker, a quien el monarca había vuelto a nombrar interventor general de Finanzas en 1788, estaba de acuerdo con Luis XVI en que el número de representantes del Tercer estado (el pueblo) en los Estados Generales fuera igual al del primer estado (el clero) y el segundo estado (la nobleza) juntos, pero ninguno de los dos llegó a establecer un método de votación.

A pesar de que los tres estados estaban de acuerdo en que la estabilidad de la nación requería una transformación fundamental de la situación, las contrariedades estamentales imposibilitaron la unidad de acción en los Estados Generales. El objetivo de las propuestas era conseguir el voto por individuo y no por estamento, con lo que el Tercer Estado, que disponía del mayor número de representantes, podría controlar los Estados Generales. Este desafío al gobierno monárquico, que había apoyado al clero y la nobleza, fue seguido de la aprobación de una medida que otorgaba únicamente a la Asamblea Nacional el poder de legislar en materia fiscal. Luis XVI se apresuró a privar a la Asamblea de su sala de reuniones como represalia. Ésta respondió comprometiéndose a no disolverse hasta que se hubiera redactado una constitución para Francia. En ese momento, las profundas disensiones existentes en los dos estamentos superiores provocaron una ruptura en sus filas, y numerosos representantes del bajo clero y algunos nobles liberales abandonaron sus respectivos estamentos para integrarse en la Asamblea Nacional.

La asamblea constituyente

El rey respecto a la “Asamblea Nacional” declaró nulos sus actos y sostuvo que los tres órdenes debían seleccionar por separado. La asamblea no acató la indicación. Esto significaba que la monarquía había sido vencida por la asamblea, pues el poder legal quedaba limitado por el de ésta. Los revolucionarios fundaron en Versalles una sociedad política a la moda inglesa, conocido como el Club de los Jacobinos, porque se reunía en el antiguo y deshabitado convento de ese nombre.

El rey se vio obligado a ceder ante la continua oposición a los decretos reales y la predisposición al amotinamiento del propio Ejército real. Ordenó a la nobleza y al clero que se unieran a la autoproclamada Asamblea Nacional Constituyente. Luis XVI cedió a las presiones de la reina María Antonieta y dio instrucciones para que varios regimientos extranjeros leales se concentraran en París y Versalles. Al mismo tiempo, Nécker fue nuevamente destituido. El pueblo de París se reveló ante estos actos de provocación y las

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multitudes asaltaron y tomaron La Bastilla (una prisión real que simbolizaba el despotismo de los Borbones, el 14 de julio).

La burguesía parisina, temerosa de que la muchedumbre de la ciudad aprovechara el derrumbamiento del antiguo sistema de gobierno y recurriera a la acción directa, se apresuró a establecer un gobierno provisional local y organizó una milicia popular, denominada oficialmente Guardia Nacional. No tardaron en constituirse en toda Francia gobiernos provisionales locales y unidades de la milicia. El mando de la Guardia Nacional se le entregó al marqués de La Fayette, héroe de la guerra de la Independencia estadounidense. Luis XVI, incapaz de contener la corriente revolucionaria, ordenó a las tropas leales retirarse. Volvió a solicitar los servicios de Nécker y legalizó oficialmente las medidas adoptadas por la Asamblea y los diversos gobiernos provisionales de las provincias. Otras de las consecuencias de la toma de la bastilla fue la revolución agraria y social en la campiña francesa. Los campesinos en armas asaltaron castillos y residencias señoriales; incendiaron los edificios de las oficinas de recaudación de los impuestos. Los campesinos destruyeron así, violentamente el régimen feudal; la asamblea al saberlo lo aniquiló legalmente.

La   redacción   de una constitución

La Asamblea Nacional Constituyente comenzó su actividad movida por los desórdenes y disturbios que estaban produciéndose en las provincias (el periodo del 'Gran Miedo'). El clero y la nobleza hubieron de renunciar a sus privilegios, la Asamblea aprobó una legislación por la que quedaba abolido el régimen feudal y señorial y se suprimía el diezmo, aunque se otorgaban compensaciones en ciertos casos. En otras leyes se prohibía la venta de cargos públicos y la exención tributaria de los estamentos privilegiados.

A continuación, la Asamblea se dispuso a comenzar su principal tarea, la redacción de una Constitución. En el preámbulo, denominado Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, los delegados formularon los ideales de la Revolución sintetizados más tarde en tres principios "Libertad, Igualdad, Fraternidad". Este borrador del documento suprimía la división provincial de Francia y establecía un sistema administrativo cuyas unidades eran los departamentos, que dispondrían de organismos locales elegibles. Se ilegalizaron los títulos hereditarios, se crearon los juicios con jurado en las causas penales y se propuso una modificación fundamental de la legislación francesa. La Constitución disponía que el electorado quedara limitado a las clases alta y media. El nuevo estatuto confería el poder legislativo a la Asamblea Nacional, compuesta por miembros elegidos por un sistema de votación indirecto. Aunque el rey seguía ejerciendo el poder ejecutivo, se le impusieron estrictas limitaciones, pues era la Asamblea quien tenía el control efectivo de la dirección de la política exterior. El poder judicial sería desempeñado por jueces elegidos por el pueblo. Se impusieron importantes restricciones al poder de la Iglesia católica mediante una serie de artículos denominados Constitución civil del Clero, de los cuales suponía la confiscación de los bienes eclesiásticos. A fin de aliviar la crisis financiera, se permitió al Estado emitir un nuevo tipo de papel moneda, los asignados, garantizado por las tierras confiscadas. Asimismo, la Constitución estipulaba

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que los sacerdotes y obispos fueran elegidos por los votantes, recibieran una remuneración del Estado, prestaran un juramento de lealtad al Estado y las órdenes monásticas fueran disueltas.

Este proceso, que se extendió rápidamente por toda Francia gracias a los clubes de los jacobinos, y de los cordeliers. El grupo más exaltado de revolucionarios halló en la traición del rey un argumento decisivo para abolir la esclavitud y establecer la república, pero la asamblea quiso limitar los poderes del rey sin suprimir la monarquía. A fin de cuentas, para poder redactar una constitución moderada, para una monarquía liberal, el rey aceptó la constitución y juró solemnemente acatarla y cumplirla en todos sus detalles. Finalmente en 1791, los constituyentes declararon terminada su misión, iniciándose el nuevo régimen.

La asamblea legislativa 1791-1792

Dentro del nuevo sistema de gobierno, el poder legislativo lo desempeñaba la Asamblea Legislativa, compuesta por una sola cámara de 745 diputados políticos, ya que a propuesta de Robespierre, la anterior asamblea aprobó la prohibición de reelegir a sus miembros. A la asamblea legislativa le tocó aplicar la constitución de 1791. La monarquía constitucional no duró demasiado, pues la inestabilidad interior y el comienzo de las guerras de la Revolución con Europa, provocaron una segunda revolución en 1792, que acabó con el sistema monárquico y estableció la primera república.

Diversas circunstancias crearon un ambiente desfavorable para la consolidación de la monarquía constitucional. En primer término, el propio rey buscó ayuda extranjera para acabar con la revolución. En segundo lugar, los nobles difamaron el nuevo régimen y trataron de conseguir la invasión de Francia por las fuerzas imperiales. En tercer lugar, los católicos indignados con la constitución civil del clero, se sublevaron en algunas regiones de Francia. Por último, los mismos revolucionarios estaban divididos. Los constitucionales sostenían la aplicación estricta de la constitución y el mantenimiento integral de los poderes del rey. Los jacobinos buscaron reformar la constitución, reduciendo los poderes del rey. Entre los jacobinos se destacó un núcleo de diputados llamados girondinos, que provenían del departamento de la Gironda, y se convirtieron en dirigentes de la Asamblea Legislativa.

El grupo girondino desarrolló una política cada vez más violenta contra Luis XVI. Para desenmascarar al rey, y con la ilusión de extender por Europa los principios revolucionarios, los girondinos propiciaron la guerra, convencidos de que con ella unificarían a los patriotas frente a enemigos comunes. El deseo de entablar una guerra se extendió rápidamente entre los monárquicos, que confiaban en la derrota del gobierno revolucionario y en la restauración del Antiguo Régimen y entre los girondinos, que anhelaban un triunfo definitivo sobre los sectores reaccionarios tanto en el interior como en el exterior. En 1792 la Asamblea Legislativa declaró la guerra al Sacro Imperio Romano.

APORTES RELEVANTES

La lucha por la libertad

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La Asamblea Legislativa declaró el estado de excepción, después de que Cerdeña y Prusia se unieran a la guerra contra Francia. Se enviaron fuerzas de reserva para aliviar la difícil situación en el frente, y se solicitaron voluntarios de todo el país en la capital.

El descontento popular provocado por la gestión de los girondinos, que habían expresado su apoyo a la monarquía y habían rechazado la acusación de deserción presentada contra La Fayette, hizo aumentar la tensión. Los insurgentes, dirigidos por elementos radicales de la capital y voluntarios nacionales que se dirigían al frente, asaltaron las Tullerías y asesinaron a la Guardia suiza del rey Luis XVI y su familia se refugiaron en la cercana sala de reuniones de la Asamblea Legislativa, que no tardó en suspender en sus funciones al monarca y ponerle bajo arresto. A su vez, los insurrectos derrocaron al consejo de gobierno parisino, que fue reemplazado por un nuevo consejo ejecutivo provisional, la denominada Comuna de París.

La revolución popular tuvo grandes consecuencias, se suspendió al rey, cesando por consiguiente la vigencia de la constitución de 1791. Se nombró un consejo Ejecutivo provisional, encargado de las funciones ejecutivas, dirigido por Dantón, verdadero jefe del nuevo gobierno. Además se elegiría, por sufragio universal una convención encargada de revisar la constitución y se reconocía la Comuna de París como poder legítimo del estado. Esta comuna estaba en mano de los jacobinos, dirigidos por Roberspierre y Marat. Muchos monárquicos y presuntos traidores fueron apresados en diversos lugares de Francia, fueron sometidos a juicio y ejecutados. Los elementos desencadenantes de las denominadas 'Matanzas de Septiembre' fueron el temor de la población frente al avance de los ejércitos aliados contra Francia y los rumores sobre conspiraciones para derrocar al gobierno revolucionario.

La convención

Un día después de la victoria de Valmy se reunió en París la Convención Nacional recién elegida. La primera decisión oficial adoptada por esta cámara fue la abolición de la monarquía y la proclamación de la República. El consenso entre los principales grupos integrantes de la Convención no fue más allá de la aprobación de estas medidas iniciales. Sin embargo, ninguna facción se opuso al decreto presentado por los girondinos, por el cual Francia se comprometía a apoyar a todos los pueblos oprimidos de Europa. La primera gran prueba de fuerza se decidió en favor de estos últimos, que solicitaban que la Convención juzgara al rey por el cargo de traición y consiguieron que su propuesta fuera aprobada por mayoría (El monarca fue declarado culpable de la acusación con voto casi unánime, Luis XVI fue guillotinado al día siguiente).

La influencia de los girondinos en la Convención Nacional disminuyó tras la ejecución del rey. La falta de unidad mostrada por el grupo durante el juicio había dañado irreparablemente su prestigio nacional, favoreciendo a las tendencias jacobinas. Otro factor que determinó la caída girondina fueron las derrotas sufridas por los ejércitos franceses tras declarar la guerra a Gran Bretaña, las Provincias Unidas (actuales Países Bajos) en 1793, y a España que se habían unido a la Primera Coalición contra Francia. Las propuestas de los jacobinos para fortalecer al gobierno ante las cruciales luchas a las

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que Francia debería enfrentarse desde ese momento fueron firmemente rechazadas por los girondinos.

En la Convención creó el Comité de Salvación Pública, que habría de ser el órgano ejecutivo de la República, y reestructuró el Comité de Seguridad General y el Tribunal Revolucionario. Se enviaron representantes a los departamentos para supervisar el cumplimiento de las leyes, el reclutamiento y la requisa de municiones. La rivalidad existente entre los girondinos se había agudizado durante este periodo. A partir de ese momento, la facción jacobina radical que asumió el control del gobierno desempeñó un papel decisivo en el posterior desarrollo de la Revolución. La Convención promulgó una nueva Constitución en la que se ampliaba el carácter democrático de la República. Sin embargo, este estatuto nunca llegó a entrar en vigor. La presidencia del Comité de Salvación Pública fue transferida a los jacobinos, que reorganizaron completamente las funciones de este nuevo organismo. La indignación pública ante este crimen hizo aumentar considerablemente la influencia de los jacobinos en todo el país. Los poderes del Comité fueron renovados mensualmente por la Convención Nacional desde 1793 hasta 1794, un periodo que pasó a denominarse “Reinado del Terror”.

Desde el punto de vista militar, la situación era extremadamente peligrosa para la República. Los insurgentes monárquicos y católicos controlaban gran parte de La Vendée y Gran Bretaña. Caen, Lyon, Marsella, Burdeos y otras importantes localidades que se hallaban bajo el poder de los girondinos. Además de estas medidas, el Comité reprimió violentamente la oposición interna (Campesinos que fueron incentivados por la monarquía y el clero). El Comité, movido por el deseo de establecer una República de la Virtud, alentó la devoción por la república y la victoria y adoptó medidas contra la corrupción y el acaparamiento. Así en 1793, la Comuna de París ordenó cerrar todas las iglesias de la ciudad y comenzó a promover la religión revolucionaria, conocida como el Culto a la Razón. Esta actitud, auspiciada por el jacobino y sus seguidores extremistas, acentuó las diferencias entre los jacobinos centristas, liderados por Robespierre, y los fanáticos seguidores de Hébert, una fuerza poderosa en la Convención y en la Comuna de París. Durante este tiempo, el signo de la guerra se había vuelto favorable para Francia. El general derrotó a los austríacos en 1793, iniciándose así una serie de importantes victorias francesas, como el hecho de que el Comité de Salvación Pública aplastó la mayor parte de las insurrecciones de los monárquicos y girondinos.

La lucha por el poder

La disputa entre el Comité de Salvación Pública y el grupo extremista liderado por Hébert, concluyó con la ejecución de éste y sus principales acólitos en 1794. Dos semanas después, Robespierre emprendió acciones contra los seguidores de Danton, que habían comenzado a solicitar la paz y el fin del reinado del Terror. Georges-Jacques Danton y sus principales correligionarios fueron decapitados. Robespierre perdió el apoyo de muchos miembros importantes del grupo de los jacobinos (especialmente de aquéllos que temían por sus propias vidas) a causa de estas represalias masivas contra los partidarios de ambas facciones. Las victorias de los ejércitos franceses, incrementó la confianza del pueblo en el triunfo final. Por este motivo, comenzó a extenderse el rechazo a las medidas

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de seguridad impuestas por Robespierre. El descontento general con el líder del Comité de Salvación Pública no tardó en transformarse en una auténtica conspiración. Robespierre, Saint-Just, Couthon y sus seguidores fueron apresados en 1794 y decapitados al día siguiente. Se considera que el 9 de termidor fue el día en el que se puso fin a la República de la Virtud.

La Convención Nacional estuvo controlada hasta finales de 1794 por el “grupo termidoriano” que derrocó a Robespierre y puso fin al Reinado del Terror. Se clausuraron los clubes jacobinos de toda Francia, fueron abolidos los tribunales revolucionarios y revocados varios decretos de carácter extremista, incluido aquél por el cual el Estado fijaba los salarios y precios de los productos. Después de que la Convención volviera a estar dominada por los girondinos, el conservadurismo termidoriano se transformó en un fuerte movimiento reaccionario. En 1795, se produjeron en París varios tumultos, en los que el pueblo reclamaba alimentos, y manifestaciones de protesta que se extendieron a otros lugares de Francia. Estas rebeliones fueron sofocadas y se adoptaron severas represalias contra los jacobinos y sans-culottes que los protagonizaron.

La moral de los ejércitos franceses permaneció inalterable ante los acontecimientos ocurridos en el interior. La sucesión de derrotas provocó la desintegración de la coalición anti francesa. Prusia y varios estados alemanes firmaron la paz con el gobierno francés en el Tratado de Basilea de 1795; España también se retiró de la guerra, con lo que las únicas naciones que seguían en lucha con Francia eran Gran Bretaña, Cerdeña y Austria. Sin embargo, no se produjo ningún cambio en los frentes bélicos en breve espacio de tiempo. La siguiente fase de este conflicto se inició con las Guerras Napoleónicas.

Se restableció la paz en las fronteras, y un ejército invasor, fue derrotado en Bretaña. La Convención Nacional finalizó la redacción de una nueva Constitución, que se aprobó oficialmente en 1795. La nueva legislación confería el poder ejecutivo a un Directorio, formado por cinco miembros llamados directores. El mandato de un director y de un tercio de la asamblea se renovaría anualmente de 1797, y el derecho al sufragio quedaba limitado a los contribuyentes que pudieran acreditar un año de residencia en su distrito electoral. La nueva Constitución incluía otras disposiciones que demostraban el distanciamiento de la democracia defendida por los jacobinos. Este régimen no consiguió establecer un medio para impedir que el órgano ejecutivo entorpeciera el gobierno del ejecutivo y viceversa, lo que provocó constantes luchas por el poder entre los miembros del gobierno y sucesivos golpes de Estado. Sin embargo, la Convención Nacional, que seguía siendo anticlerical y antimonárquica a pesar de su oposición a los jacobinos, tomó precauciones para evitar la restauración de la monarquía. Promulgó un decreto especial que establecía que los primeros directores y dos tercios del cuerpo legislativo habían de ser elegidos entre los miembros de la Convención. Los monárquicos parisinos reaccionaron violentamente contra este decreto y organizaron una insurrección de 1795. Este levantamiento fue reprimido por las tropas mandadas por el general Napoleón Bonaparte, jefe militar de los ejércitos revolucionarios de escaso renombre, que más tarde sería emperador de Francia con el nombre de Napoleón I Bonaparte. El régimen de la Convención concluyó y el nuevo gobierno formado de acuerdo con la Constitución entró

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en vigor. Muchos de los problemas surgieron a causa de los defectos estructurales inherentes al aparato de gobierno; otros, por la confusión económica y política generada por el triunfo del conservadurismo. Aunque la mayoría de los líderes jacobinos habían fallecido, se encontraban en el extranjero u ocultos, su espíritu pervivía aún entre las clases bajas. En los círculos de la alta sociedad, sus miembros hacían campaña en favor de la restauración monárquica. Las agrupaciones políticas burguesas, decididas a conservar su situación de predominio, no tardaron en apreciar las ventajas que representaba reconducir la energía desatada por la población durante la Revolución hacia fines militares. Además, el absolutismo, que por naturaleza representaba una amenaza para la Revolución, continuaba dominando la mayor parte de Europa.

EL ASCENSO DE NAPOLEÓN AL PODER

Al momento que el Directorio asumió el poder, comenzó la primera fase de las Guerras Napoleónicas. Los tres golpes de Estado que se produjeron durante este periodo, reflejaban simplemente el reagrupamiento de las facciones políticas burguesas. Las derrotas militares sufridas por los ejércitos franceses en 1799, las dificultades económicas y los desórdenes sociales pusieron en peligro la supremacía política burguesa en Francia. Los ataques de la izquierda culminaron en una conspiración iniciada por el reformista agrario radical François Nöel Babeuf, que defendía una distribución equitativa de las tierras y los ingresos. Esta insurrección, que recibió el nombre de 'Conspiración de los Iguales', no llegó a producirse debido a que Babeuf fue traicionado y ejecutado en 1798. Se consideraban que esta crisis sólo podría superarse mediante una acción drástica. El golpe de Estado derrocó al Directorio. El general Napoleón Bonaparte, en aquellos momentos héroe de las últimas campañas, fue la figura central del golpe y de los acontecimientos que se produjeron posteriormente y que desembocaron en la Constitución en 1799 que estableció el Consulado. Bonaparte, investido con poderes dictatoriales, utilizó el entusiasmo y el idealismo revolucionario de Francia para satisfacer sus propios intereses. Sin embargo, la involución de la transformación del país se vio compensada por el hecho de que la Revolución se extendió a casi todos los rincones de Europa durante el periodo de las conquistas napoleónicas.

Napoleón instituyó durante el Consulado una serie de reformas. Fundó el Banco de Francia, que en la actualidad continúa desempeñando prácticamente la misma función: banco nacional casi independiente y representante del Estado francés en lo referente a la política monetaria, empréstitos y depósitos de fondos públicos. La implantación del sistema educativo, comenzó durante el Reinado del Terror y concluyó durante el gobierno de Napoleón; la Universidad de Francia y el Institut de France fueron creados también en este periodo. Todos los ciudadanos, independientemente de su origen o fortuna, podían acceder a un puesto en la enseñanza, cuya consecución dependía de exámenes de concurso. La reforma y codificación de las diversas legislaciones provinciales y locales, que quedó plasmada en el Código Napoleónico, ponía de manifiesto: la igualdad ante la ley, el derecho de habeas corpus y disposiciones para la celebración de juicios justos. El procedimiento judicial establecía la existencia de un tribunal de jueces y un jurado en

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las causas penales, se respetaba la presunción de inocencia del acusado y éste recibía asistencia letrada.

LAS TRANSFORMACIONES PRODUCIDAS POR LAS REVOLUCIONES

Una consecuencia directa de las Revoluciones fue la abolición de las monarquías absolutas tanto en Francia como en Inglaterra, así como la pérdida de poder de las antiguas clases feudales y el surgimiento del proletariado y ascenso de la burguesía, en un sentido económico y político. La instauración de un sistema capitalista el cual implicó el libre comercio, cambios en el modo de producción (asentamiento de mano de obra asalariada en fabricas) y asentamientos urbanos, denominado proceso de urbanización.

Asimismo, estos procesos pusieron fin a los privilegios de la aristocracia y el clero. La servidumbre, los derechos feudales y los diezmos fueron eliminados; las propiedades se disgregaron y se introdujo el principio de distribución equitativa en el pago de impuestos. Gracias a la redistribución de la riqueza y de la propiedad de la tierra, tanto Francia como Inglaterra pasaron a ser el país europeo con mayor proporción de pequeños propietarios independientes. Otras de las transformaciones sociales y económicas iniciadas durante estos periodos fueron la supresión de la pena de prisión por deudas, la introducción del sistema métrico y la abolición del carácter prevaleciente de la primogenitura en la herencia de la propiedad territorial. Desde el punto de vista político es importante destacar la participación de mayores sectores de la sociedad como la burguesía; así como la ampliación del padrón electoral para las clases en ascenso, lo cual permitió que desde su posición facilitaran un sistema económico, del libre comercio y protección a sus industrias y al mercado interno.

Las Revoluciones también desempeñaron un importante papel en el campo de la religión. Los principios de la libertad de culto y la libertad de expresión tal y como fueron enunciados en la Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano, pese a no aplicarse en todo momento en el periodo revolucionario, condujeron a la concesión de la libertad de conciencia y de derechos civiles para los protestantes y los judíos. La Revolución inició el camino hacia la separación de la Iglesia y el Estado. Los ideales revolucionarios pasaron a integrar la plataforma de las reformas liberales de Inglaterra y Francia en Europa en el siglo XIX, así como sirvieron de motor ideológico a las naciones latinoamericanas independizadas en ese mismo siglo, y continúan siendo claves de la democracia.