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el tercer mundo

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  • . ideas10

    Leemos la carta de tragos.Nada nos llama la aten-cin. Globalizacin, multi-culturalismo, postmodernidad, nue-vo contrato social, emancipacin,polticas de la identidad, movimien-tos sociales, colapso de la cienciamoderna y la teora crtica, reinven-cin del Estado y de la democracia.Llega el barman. Pone todo enuna coctelera. Mezcla, deja repo-sar, nos sirve un vaso. Presupo-nemos sabores convencionales.Comenzamos la degustacin conmuy pocas expectativas. Mientrasofrece su bebida, nos habla deconstruir una nueva teora de lahistoria, lanza convites a supe-rar los preconceptos euro-norte yoccidente-cntricos de la cienciasocial moderna y a elaborar con-secuentemente una epistemo-loga del Sur. Pero, aqu en elSur, no habamos bebido todoesto antes, tantas (demasiadas)veces?Primera, gratificante sorpresa:

    este cctel sabe diferente. Sucreador, el socilogo portugusBoaventura de Sousa Santos, nosha descolocado. Por suerte, laprometida renovacin de la teorade la historia reniega del lugarprepotente y vanguardista delmanual de instrucciones. Quiereelaborar un humilde pero desa-fiante ensayo de una teora delpresente capaz de ampliar elpresente, para poder hacer unsitio a la pluralidad de experien-cias sociales desperdiciadas, si-lenciadas, ignoradas por las mo-noculturas del saber y de laprctica dominantes. Por otro la-do, una teora que pueda con-traer el futuro, sustituyendo laretrica teleolgica del progresopor la bsqueda de unas alterna-tivas a la vez realistas y utpicas.Segunda sorpresa, igualmente

    agradable: su epistemologa delSur se instala en un campo glo-bal de indagaciones tericas ypolticas, y reflexivamente se opo-ne a cualquier prioridad esencia-lista por las cosas nuestras (la Na-cin, la comunidad). Adems,cuestiona los mecanismos esta-blecidos de import-export de pro-ductos culturales, entre los quese destacan los pretendidamenteneutros y universales conceptosde las ciencias sociales.En suma, la diversificada obra

    de Santos constituye un notable einusual esfuerzo por renovar lateora, pero adems por pensar lapoltica. As, se instala en el cam-po de tensiones entre viejos valo-res de la modernidad (como li-bertad e igualdad) y otros msrecientes (por ejemplo, el del re-conocimiento de las diferen-cias). Por todo esto, su cctel sa-be distinto. Resulta refrescantebeberlo, sentados en el variadopero a menudo tambin aburridobar de los mil y un brebajes cul-turales. Lo que sigue es el nece-sariamente superficial protocolode una cata, de la que quiz sur-jan estmulos para nuevas degus-taciones.Con el advenimiento de la mo-

    dernidad, igualdad, libertad

    y ciudadana fueron reconoci-dos por primera vez como princi-pios emancipatorios de la vidasocial. Consecuentemente, ex-clusin y desigualdad tuvieronque ser justificados en el mejorde los casos como excepcionesincidentales, carentes de legitimi-dad. Las sociedades modernas seconstituyeron histricamente enla tensin entre principios deemancipacin (tendientes a laigualdad y la integracin) y prin-cipios de regulacin (que rigenlos procesos de desigualdad y ex-clusin que el propio desarrollocapitalista produce).Si bien todo este proceso se ini-

    ci mucho antes, a partir del si-glo XIX se produjo un encierrode la experiencia de la moderni-dad en los rgidos moldes de lamodernizacin capitalista, lo cualtermin transformando todos losesfuerzos emancipadores en dis-positivos reguladores. Para San-

    tos, asistimos desde hace unastres dcadas a la crisis terminalde aquel paradigma moderno,entendido como una forma parti-cular de organizar y vivir la vidasocial y a la vez como un modode reflexionar acerca de ella.Se trata, pues, de excavar en las

    ruinas y tratar de comprender laemergencia de un nuevo paradig-ma societal y sociolgico, que nova a poder ya establecerse sobrelas bases culturales y episte-molgicas de la ciencia moderna,pues justamente fue ella una delas responsables de que la ecua-cin entre modernidad y capita-lismo slo haya logrado expandirel polo de la regulacin y con-traer el de la emancipacin. As,el postmodernismo de oposi-cin que propone Santos articu-la la crtica de la modernidad conla crtica de la teora crtica de lamodernidad: un intento de reno-vacin de la teora crtica que ata-

    PABLO DE MARINIS

    Cada pas tienesu Tercer MundoAutor deunaobra original que abarca desde la sociologa del derechohasta lanueva teora social, Boaventura deSousaSantos vino aBuenosAires apresentar sus libros Reinventar la democracia: reinventar el Estado y Launiversidaddel sigloXXI. Tambindebati con especialistas y estudiantes.Aqu, una reflexin sobre esos debates yuna entrevista al analista portugus.

    Difcil de encasillar, naci en el semiperifrico Portu-gal; se form en sociologa, derecho, economa yciencia poltica; se doctor en Yale; es profesor enlas Universidades de Coimbra y Wisconsin-Madison;y estudia problemas sociales y polticos actuales,tambin del que sola llamarse Tercer Mundo. Hastahace poco, su obra era conocida por un ncleo redu-cido de especialistas. En los ltimos tiempos adquirirenombre, pero no por haber dado el complacientesalto al mundo de la divulgacin y la propaganda sinopor su rigor analtico y creatividad poltica. Cabalgaentre lo que suelen hacer los cientficos (escribe li-bros, da clases, investiga), pero tambin los intelec-tuales pblicos (debate en los medios) y ciertos acti-vistas polticos (participa en los Foros Sociales Mun-diales, entre otras iniciativas). De su obra en espaolse destacan Estado, derecho y luchas sociales, Dela mano de Alicia: lo social y lo poltico en la postmo-dernidad y La globalizacin del Derecho.

    SANTOS BASICO

    COIMBRA 1940 SOCIOLOGO

    sociolog

    a

    GERMAN GARCIA ADRASTI

  • ca, a la vez, las concepciones he-redadas de teora y de crtica.No se trata de un mero juego

    de palabras. Para Santos, las dis-crepancias entre experiencias yexpectativas de la modernidad noson procesables ni comprensi-bles con medios modernos. Losmedios modernos que cuestionason aquellos que han promovidouna serie de monoculturas: lamonocultura del saber cientfico(que desacredit todo conoci-miento alternativo), la del tiempolineal (que dibuj una carrera enla que el tiempo de los pasescentrales marcaba el ritmo de losdems), la de la naturalizacin delas diferencias jerrquicas (de ra-za, de casta, de gnero), la de lalgica de la escala dominante (in-capaz de comprender las variadasdimensiones de los procesos deglobalizacin) y, finalmente, lamonocultura del productivismocapitalista (violentamente reaciaa admitir formas no capitalistasde producir, distribuir y consu-mir).Estas monoculturas son la ex-

    presin ms acabada de unarazn indolente, perezosa, quedesperdicia la experiencia y nocomprende los mltiples contex-tos de la vida social. Una raznque no hizo ms que producirausencias, invisibilidades, queahora deben ser vueltas a presen-te, pero no simplemente paraabonar nuevos monismos decuo opuesto, sino para alimen-tar otras visiones tericas y for-mas de accin inconformista.As, Santos enfrenta a las mono-culturas con unas ecologas,siempre en plural: ecologas de ladiversidad de los saberes, de lastemporalidades, de los reconoci-mientos, de las escalas mltiplesy de las productividades. Todasestas ecologas expanden, dilatanel presente y se esfuerzan, sincaer en el relativismo, por tradu-cir las experiencias de uno a lassemnticas del otro (y viceversa).El futuro, a su vez, es como elnoch nicht de Ernst Bloch: lo posi-ble pero todava no disponible,un futuro no totalmente abstrac-to y escindido de las prcticas so-ciales reales y actuales. Un futuropor el que las personas y los co-lectivos, ya mismo, de modos di-versos, estn luchando, aunqueno sepan qu formas podr y de-ber asumir.Para el socilogo portugus no

    hay promesas incumplidas de lamodernidad, sino apenas pro-mesas cuyo cumplimiento sesga-do ha producido efectos perver-sos. As, la promesa de la igual-dad result en una brutal dispari-dad de bienestar entre regiones ydentro de ellas. La promesa de lalibertad encierra otra paradoja: elavance en todo el mundo de pro-cesos democratizadores del siste-ma poltico tiene lugar codo a co-do con fenmenos de esclavitud,violencia policial, criminalizacinde la protesta, limpiezas tnicas,discriminacin masiva por raza,sexo, edad. La kantiana promesade la paz perpetua se ve refutadapor la proliferacin de conflictos

    armados. La promesa de la domi-nacin de la naturaleza avanzahacia la destruccin de la biodi-versidad.Ante este sombro panorama,

    sera fatal no reconocer que hancambiado los parmetros tantode la teora crtica como de lasprcticas polticas de resistencia.El occidente-centrismo es desa-fiado por las nuevas realidadesmulticulturales. El aumento de lacomplejidad de las relaciones so-ciales intra e interestatales impi-de reconocer un principio nicoo fundamental de dominacin(de clase) y de transformacin so-cial (hacia un futuro socialista).Ya no es posible identificar agen-tes histricos privilegiados. La in-dustrializacin ha demostrado noser el motor del progreso. La glo-balizacin de los ltimos 30 aosno sigue un patrn nico y ho-mogneo de uniformidad. Poreso Santos prefiere hablar deg loba l i z a c i ones , a l a vezeconmicas, polticas, sociales,culturales, religiosas, jurdicas.Ellas establecen entre s comple-jas relaciones y no encajan en pa-trones nicos de desarrollo, sinoque implican una articulacin deprocesos de universalizacin des-diferenciadora y de localizacinparticularista, que dan lugar anuevas estratificaciones y formasde opresin y resistencia.En la sociedad y en las cien-

    cias sociales tenemos problemasmodernos para los que no haysoluciones modernas, afirmaBoaventura de Sousa Santos. Poreso, se impone revisar el catlogode formas disponibles de accinpoltica contestataria que, sin pa-sar por alto la contundencia delos procesos de globalizacin encurso, sean capaces de producirg loba l izac iones contrahe -gemnicas, reinventando el Es-tado y reinventando la demo-cracia.Estos ltimos dos temas po-

    dran hacernos evocar la mayorparte de la produccin de lasciencias sociales latinoamerica-nas de los aos 80, desencanta-das con el marxismo revoluciona-rio y esperanzadas con las posibi-lidades abiertas por la transicindemocrtica. Sin embargo, laposicin del socilogo portugusdifiere en muchos sentidos deaquellas lecturas y, en cierto mo-do, 20 aos despus, se funda ensu fracaso. Santos admite quenunca antes se dio en la historiatal expansin de la democratiza-cin poltica en gran parte delmundo, pero ella coexiste sinmayores dificultades con el fas-cismo social, una curiosa cate-gora que describe la desigualdadextrema en el acceso al poder ycapital sociales a travs de la cuallos ms fuertes alcanzan un de-recho de veto sobre la supervi-vencia de los ms dbiles. Estoes, un conjunto de procesos so-ciales globales por los cuales ma-sas extensas de poblacin sonmarginadas o expulsadas de cual-quier clase de contrato social yarrojadas a una suerte de estadode naturaleza hobbesiano, ya sea

    porque nunca han sido parte decontrato social alguno (como losjvenes de los guetos urbanos) oporque han sido excluidas y de-sechadas de cualquiera de loscontratos sociales de los quehaban formado parte con ante-rioridad (como los trabajadoresprecarios del postfordismo).Reinventar el Estado significa,

    primero, reconstruir su genea-loga, el largo y complejo procesoque va del liberalismo al keyne-sianismo hasta el ms reciente yvigente neoliberalismo. Este lti-mo, lejos de liquidar el Estado,propuso un Estado Mnimo enalgunas de sus funciones (parafacilitar la expansin del capitalglobal) y muy activo en otras (pa-ra contener y reprimir la protestasocial). Luego, se trata de pensarqu formas polticas pueden acti-varse para la reinvencin de lademocracia, para la cual Santospropone un largusimo catlogode propuestas entrelazadas, queincluye desde la bsqueda dedemodiversidad (buscando ex-pandir nuestra trivializada de-mocracia de baja intensidad ha-cia formas participativas), pasapor una especificacin de los al-cances y potencialidades del ter-cer sector y de las formas alter-nativas de produccin y trabajo yllega hasta repensar las tareas dela universidad pblica.Boaventura de Sousa Santos es

    un barman poco convencional.No pretende caer simptico antetodo el mundo. No se aferra asus recetas consagradas. Experi-menta continuamente nuevosccteles de complejas texturasterico-polticas. No slo quierebatallar con los colegas de su gre-mio (John Holloway, Toni Negri,Michael Hardt, Anthony Gid-dens, Manuel Castells), sino en-trar en dilogo con pblicos mul-ticulturales, del Norte y del Sur,en bares poliglotas como el delForo de Porto Alegre, con parro-quianos tan diversos como ecolo-gistas chinos, piqueteros argenti-nos, feministas noruegas y cam-pesinos sin tierra de Brasil.Para este bebedor, el portugus

    peca a menudo del excesivo uto-pismo de avizorar posibilidadesdonde quizs slo tengamos evi-dencias empricas de riesgos ypeligros. Pero le resultan particu-larmente atractivas su concep-cin plural de la globalizacin ysu reelaboracin postliberal ypostmarxista de una teora delEstado y de la sociedad civil.Tambin simpatiza con sus visio-nes acerca de los lmites tanto delreformismo como de la revolu-cin. Finalmente, admira su inu-sual sensibilidad para no des-perdiciar experiencias, su bs-queda de una teora de la traduc-cin de diferentes deveniresemancipator ios . Aqu en elSur, seguiremos bebiendo sustragos, los que quizs nos inspi-ren para imaginar un mundodonde podamos tener derecho aser iguales cada vez que la dife-rencia nos inferioriza y derechoa ser diferentes cada vez que laigualdad nos des-caracteriza.

    .11 7.5.2005

    ENTREVISTA

    La utopa de una democracia sin fin

    Cul es el motor de la volun-tad de cambio social?Primero, es muy importantesostener que hay una alternati-va donde se puede ejercitar esavoluntad. La primera tarea esreinventar un pensamiento al-ternativo de alternativas, por-que las que conocimos ya nomovilizan. Tambin hay que in-tensificar la voluntad. Las cien-cias sociales y la poltica estncreando subjetividades confor-mistas y hay que crear subjeti-vidades rebeldes. La sociologase preocup mucho por la dis-tincin entre estructura y ac-cin, pero ms importante esdistinguir entre accin confor-mista y accin rebelde, lo queexige reinventar la emancipa-cin social y crear subjetivida-des colectivas.Qu papel tienen los sindi-catos y los partidos en la rein-vencin de la democracia?Los dos son importantes, perono son los nicos para organi-zar una transformacin social.En la modernidad, los partidosfueron una identidad centralpara la organizacin poltica delos intereses y por mucho tiem-po se pens que eran las nicasinstituciones legtimas para or-ganizarlos; por eso a muchospartidos no les gustan los movi-mientos sociales e intentan ma-nipularlos o marginarlos.Cmo democratizar estasinstituciones que se volvieronfuerzas conservadoras?Yo hablaba bsicamente de lospartidos. Tambin necesitamosun nuevo sindicalismo de mo-vimiento social, donde las cues-tiones de ciudadana sean tanimportantes como las del traba-jo. Y otra estructura democrti-ca. La nueva subjetividad insur-gente no se moviliza sin razo-nes. No se pueden seguir las r-denes de un comit central.Hay que tener razones y cono-cerlas. Los movimientos socia-les tienen que procurarse estademocracia interna y terminarun poco con el fundamentalis-mo antipartido. En el Foro So-cial tuvimos un gran debate so-bre la necesidad de que movi-mientos y partidos compartanuna forma de accin poltica.Cmo interfiere el clientelis-mo en este proceso?El clientelismo est muy arrai-gado por la debilidad de las ins-tituciones y porque la gente nose siente realmente representa-da y forja una relacin casi per-sonal. La alternativa es la movi-lizacin colectiva. El clientelis-mo no funciona con sujetos co-lectivos: le es ms fcil relacio-narse con las favelas que conuna asociacin de vecinos.Pero esa iniciativa tendraque surgir de los propios suje-tos o de alguna institucin?

    Para m los grandes cambiosvienen desde abajo. Pero tam-bin hay que repensar el Esta-do, porque hoy es institucional-mente muy vulnerable a la co-rrupcin y la promiscuidadeconmica. Con la privatizacinde la economa se privatiz elEstado, y si antes tenamos mo-nopolios estatales ahora tene-mos monopolios privados. An-tes haba al menos un controlparlamentario; ahora ya no haycontrol y los regulados domi-nan a los reguladores. Tambinhay otras instituciones, como launiversidad pblica, cuyo roldebe replantearse para renovarel pensamiento y la culturapoltica y cientfica. Pienso enuna universidad ms involucra-da en el desarrollo local, y tam-bin en la red nacional y global.Si los excluidos no se alan,se puede generar una fuerzaque la emprenda contra lasnuevas formas de socializa-cin. Lo que usted llama lopara-estatal Cmo evitarlo?Tenemos que revisar el con-cepto de lumpen-proletariadoporque ste se basa en una con-cepcin del trabajo formal co-mo motor de la ciudadana queest en crisis. Es necesario ha-cer del trabajo un factor de ciu-dadana ampliando su base so-cial, incluyendo lo informal. Hasido un error de la izquierdapensar que slo los obrerosseran la vanguardia de la trans-formacin social. Hoy en da te-nemos un concepto ms am-pli de opresin que incluye alos indgenas, a los desocupa-dos y a las mujeres; una basesocial de riesgo, porque puededar lugar a movimientos de ex-trema derecha como los quesurgieron en Europa y EE.UU.Las fuerzas de izquierda, los go-biernos y los partidos progresis-tas tienen la responsabilidad deevitar que estas formas de frag-mentacin social vayan en unadireccin antidemocrtica.En su visin, la democraciaes una forma que se reinventaa s misma todo el tiempo. Serefiere a una revolucin cons-tante en la propia democracia?Si el socialismo tiene una defi-nicin, es democracia sin fin.Se trata de democratizar cadada ms las relaciones sociales.Pero la democracia radical, param, no est confinada slo al es-pacio pblico. Hay seis espaciosestructurales espacio domsti-co, produccin, comunidad,mercado, ciudadana y espaciomundial; formas de poder quedeben ser sustituidas por for-mas de autoridad compartida.Es un horizonte utpico, peroes la base de una utopa realis-ta. Ese horizonte es para m lademocracia sin fin.PAULO DE SANTIS