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I I ese proyecto de Estado, Medina Peña desta- ca su eficaz estrategia de integración de la so- ciedad. Vn-d posible conclusión de este volu- men, lleno de enseñanzas, es que el momento actual de la vida política de México se deba- te entre la democratización y la inclusión, en- tre la competencia e(|uitat¡va por el poder y la capacidad de articulación social del Esta- do. Sí, Mé.xico, como insiste Luis Medina Peña a lo largo de su libro, es excepcional. Pero su experiencia política resume el princi- pal dilema de cualquier transición a la demo- cracia, esto es, la necesaria complementa- riedad de derechos sociales y políticos, de justicia y libertad. (^ EL SILENCIO DE LOS QUE SE DECÍAN INOCENTES Rogelio Aragón IGoldensohn, León. Las entrevistas de Núremberg. México, Taurus, 2005, 590 p. Mace 60 años, tras la capitulación de ,\\c- mania y el fin de la guerra en Europa, las po- tencias aliadas se dieron a la tarea de localizar y capturar a los altos dirigentes nazis que con- tinuaran con vida. Ya desde no\iembre de 194.^ se pensaba en la posibilidad de llevar a cabo ejecuciones sumarias de miles de ofi- ciales del ejército y funcionarios del partido de Hitler, con las que Rooseveit y Stalin pa- recían de acuerdo pero que (^hurchill conde- acremente en un principio. Otros, como Henry Srimson -Secretario de la Defensa de Estados Unidos-v Molotov, se inclinaban por el establecimiento de un tribimal inter- nacional que se encargara de juzgar a los cri- minales de guerra. Tras la (Conferencia de Québec, en agosto de 1944, Rooseveit pare- cía haber convencido a (Ihurchill sobre la in- \ iabilidad de procesar a "archicriminales como Hitler, Himmler, (íoring y Góbbels", llegando a la conclusión de que la forma más práctica de lidiar con los altos dirigentes nazis era la ejecución sin juicio previo. Para ese momento, Stalin había cambiado de pa- recer y se inclinaba por la instauración de un tribunal y de juicios similares a los que ya se habían llevado a cabo en la Unión Soviética en 194.^, en los cuales se juzgó y ejecutó pú- blicamente a altos mandos del ejército ale- mán atrapados en territorio soviético tras el contraataque del Ejército Rojo. Aprovechando esta situación, Stimson convenció a Rooseveit de que un juicio era más perrinente que las ejecuciones sumarias y, junto con el Secretario de Estado Cordell Hull y el de Marina James Eorrestal, envió un documento al Presidente con los pormenores para (|uc fueran discuridos en la Conferencia de Yaita. Sin embargo, el cambio de la políri- ca estadounidense respecto a los criminales de guerra ocurrió con la muerte de Rooseveit y la toma de posesión de Harrv' IVuman. A principios de mayo de 1945, a escasos días de la rendición del Tercer Reich, Estados Uni- dos, (íran Bretaña, la llnión Soviérica y la re- cién liberada Francia firmaron en San Fran- ci.sco un acuerdo para la organización de los juicios. Los estadounidenses y los británicos impusieron su estilo judicial y, en conse- cuencia, los juicios se realizarían con las ca- 157

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I I

ese proyecto de Estado, Medina Peña desta-

ca su eficaz estrategia de integración de la so-

ciedad. Vn-d posible conclusión de este volu-

men, lleno de enseñanzas, es que el momento

actual de la vida política de México se deba-

te entre la democratización y la inclusión, en-

tre la competencia e(|uitat¡va por el poder y

la capacidad de articulación social del Esta-

do. Sí, Mé.xico, como insiste Luis Medina

Peña a lo largo de su libro, es excepcional.

Pero su experiencia política resume el princi-

pal dilema de cualquier transición a la demo-

cracia, esto es, la necesaria complementa-

riedad de derechos sociales y políticos, de

justicia y libertad. (^

EL SILENCIO DE LOS QUE SE DECÍAN INOCENTES

Rogelio Aragón

IGoldensohn, León. Las entrevistas de Núremberg.

México, Taurus, 2005, 590 p.

Mace 60 años, tras la capitulación de ,\\c-

mania y el fin de la guerra en Europa, las po-

tencias aliadas se dieron a la tarea de localizar

y capturar a los altos dirigentes nazis que con-

tinuaran con vida. Ya desde no\iembre de

194.^ se pensaba en la posibilidad de llevar a

cabo ejecuciones sumarias de miles de ofi-

ciales del ejército y funcionarios del partido

de Hitler, con las que Rooseveit y Stalin pa-

recían de acuerdo pero que (^hurchill conde-

nó acremente en un principio. Otros, como

Henry Srimson -Secretario de la Defensa de

Estados Unidos-v Molotov, se inclinaban

por el establecimiento de un tribimal inter-

nacional que se encargara de juzgar a los cri-

minales de guerra. Tras la (Conferencia de

Québec, en agosto de 1944, Rooseveit pare-

cía haber convencido a (Ihurchill sobre la in-

\ iabilidad de procesar a "archicriminales

como Hitler, Himmler, (íoring y Góbbels",

llegando a la conclusión de que la forma más

práctica de lidiar con los altos dirigentes

nazis era la ejecución sin juicio previo. Para

ese momento, Stalin había cambiado de pa-

recer y se inclinaba por la instauración de un

tribunal y de juicios similares a los que ya se

habían llevado a cabo en la Unión Soviética

en 194.^, en los cuales se juzgó y ejecutó pú-

blicamente a altos mandos del ejército ale-

mán atrapados en territorio soviético tras el

contraataque del Ejército Rojo.

Aprovechando esta situación, Stimson

convenció a Rooseveit de que un juicio era

más perrinente que las ejecuciones sumarias

y, junto con el Secretario de Estado Cordell

Hull y el de Marina James Eorrestal, envió un

documento al Presidente con los pormenores

para (|uc fueran discuridos en la Conferencia

de Yaita. Sin embargo, el cambio de la políri-

ca estadounidense respecto a los criminales

de guerra ocurrió con la muerte de Rooseveit

y la toma de posesión de Harrv' IVuman. A

principios de mayo de 1945, a escasos días de

la rendición del Tercer Reich, Estados Uni-

dos, (íran Bretaña, la llnión Soviérica y la re-

cién liberada Francia firmaron en San Fran-

ci.sco un acuerdo para la organización de los

juicios. Los estadounidenses y los británicos

impusieron su estilo judicial y, en conse-

cuencia, los juicios se realizarían con las ca-

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I I I

raaerísticas de aquellos dos países: orales, en

donde se van presentando las distintas prue-

bas al juez por parte del fiscal y la defensa,

interrogándose a los acusados y testigos de

ambas partes.

El médico y psiquiatra l^eón (íolden-

sohn ingresó en 1943 al ejército de Estados

Unidos y sirvió en los frentes de Francia y

Alemania. A principios de 1946 recibió el en-

cargo de velar por la salud, física y mental, de

los prisioneros nazis recluidos en Núrem-

berg, ciudad elegida como sede del tribunal

internacional que los enjuiciaría. Durante los

siete meses que duró su encargo, conversó

en repetidas ocasiones con los encausados y

los testigos, tomando notas de todo lo que

hablaban: sus antecedentes familiares, deta-

lles biográficos y, sobre todo, su percepción

de los acontecimientos y sus acciones. Ro-

bert Gellately, profesor de Historia en la

Universidad de Florida y estudioso del tema,

se encargó de seleccionar y editar las entre-

\istas, así como de elaborar notas a pie que

aclararan puntos importantes, en esta prime-

ra edición que sale a la luz pública.

Entre los entrevistados destacan perso-

najes de capital importancia: Alfred Rosen-

berg, Hermann (joring, Rudolf Hess, Rudolf

Hoss, Joachim Von Ribbentrop, Erich von

dem Bach Zelewski. Existe un elemento co-

mún en casi todas las entrevistas: al ser cues-

tionados por su participación en o su conoci-

miento de las atrocidades cometidas durante

la guerra contra judíos, prisioneros de guerra

y población civil, la primera reacción es negar

haber tomado parte en o tener conocimiento

de lo (|ue ocurría. Bajo el pretexto de que

Hitler nunca comunicaba a los demás sus

planes v de que únicamente estaban siguien-

do órdenes, la inmensa mayoría de los enjui-

ciados y tesugos niega su parricipación en los

crímenes de guerra y contra la humanidad de

los que se les acusa, argumentando (lue fue

únicamente hasta el juicio que tuvieron noti-

cia de tales hechos. Y no contentos con ello,

dejan toda la responsabilidad a los tres gran-

des ausentes, Hitler. Himmlery Bormann, la

responsabilidad de la Eiidlosung, los campos

de concentración, las ejecuciones masivas de

judíos v prisioneros de guerra, el uso de ma-

no de obra esclava para la industria y del fra-

caso militar del lerccr Reich. Esta tendencia

a responsabilizar a Hitler de todas y cada una

de las acciones políticas y militares de su ré-

gimen es muy notoria en las biografías y los

apuntes escritos por los generales alemanes,

publicados en su mayoría en los años cin-

cuenta, (pie contribuyeron en gran parte a

crear el mito de omnipresencia y absoluto

monopolio del poder por parte del dictador

alemán, tan cuestionado por la historiografía

reciente.

Mención aparte merecen los testimonios

de Hermann (ióring, el excéntrico coman-

dante en jefe de la l.ujncaffe. y el de Rudolf

Hoss, el tristemente célebre comandante en

jefe del campo de concentración de .^us-

chwitz. Ambos personajes no sólo reconocen

su entera responsabilidad en sus respectivos

campos de acción, sino (|ue se asumen como

culpables de todos los cargos y consideran

(|ue deben ser castigados con la pena máxi-

ma, (llaro está (jue fioring logró evadir la ac-

ción de la justicia y prefirió cjuitarse la \ ida

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I I I

un par de horas antes de ser ejecutado, a di-

ferencia de Híiss, entregado a los polacos,

juzgado por un tribunal militar y ejecutado

en Auschwitz en abril de 1947. Kl testimonio

de este último es francamente desgarrador:

narra con lujo de detalle, con un cierto aire

de orgullo y con una frialdad sorprendente,

los métodos empleados para llevar a cabo la

Endlosungcn los tres Auschwitz, ideados por

él, que llevaron a la muerte a cientos de mi-

les de seres humanos.

¿■(¡uál es el valor historiográfico de estas

entrevistas.' ¿Cambian en algo la percepción

que se tiene del Tercer Reich.' La historia es

una constante revisión del pasado. Lejos ha

ijuedadü el ideal decimonónico de que apli-

cado un método riguroso y agotadas las fuen-

tes existía como resultado un estudio cerrado

y definitivo. Los acontecimientos pretéritos

están abiertos y la bústjueda del conocimien-

to histórico se enfoca cada vez más en la

comprensión y no en la precisión. V.an el sur-

gimiento de nuevas fuentes y con la idea de

que hacer historia significa enfrentarse una y

otra \ ez al pasado con diferentes herramien-

tas, hipótesis y métodos, las entrevistas de

(íoldensohn aportan un testimonio de capital

importancia para nuevos análisis y compren-

siones de uno de los capítulos más crueles y

sombríos de la historia contemporánea. (^

¿HOMBRE O DEMONIO?

Rogelio Aragón

ILukacs, John. 0 Hitler de la Hilaria. Juicio a los bió-

grafos de Hitler. México, Turner/Fondo de Cultura

Económica, 2003. 293 p.

Illingún personaje y acontecimiento del si-

glo XX han recibido más atención que Hitler

y la Segunda Guerra Mundial. Historiadores,

profesionales y amateurs han dedicado cien-

tos de miles de páginas a estudiar y analizar

uno de los periodos más sombríos de la histo-

ria y al hombre que lo detonó.

A 60 años de la muerte de Hitler y del

fin de la guerra, ¿cuál es el balance de la his-

toriografía.' ;Ha cambiado en algo la percep-

ción que tenemos del dictador nazi.' John

Lucaks inicia su análisis de las biografías de

Hitler con las palabras del historiador alemán

(íerhard Schreiber: "Wir siiid mit Hitler noch

lange nirhtfertig". ai'm estamos lejos de acabar

con Hitler. Ahora que los historiadores se

han desembarazado del concepto decimo-

nónico de un pasado (lue una vez estudiado

quedaba cerrado, y con plena conciencia de

que, dada la acumulación continua de infor-

mación, es prácticamente imposible agotar

las fuentes, se estudia el pasado con la meta

no sólo de alcanzar un cierto grado de preci-

sión sino con la de aportar elementos para su

comprensión. De esta forma, no importa la

cantidad de obras escritas sobre un mismo

tema. Esto no garantiza -como todavía mu-

chos creen- que un nuevo estudio, incluso

sobre un tema que parecería "agotado" en el

sentido decimonónico, no tenga nada nuevo

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T I i

que aportar. Parafraseando a Michel de (xr-

teau, mientras exista alguien que no esté en

paz con el pasado siempre habrá la posibili-

dad de revisarlo, reinterpretarlo y reescribirlo.

Lo mismo aplica para Hitler. .'\ lo largo

de más de medio siglo, han aparecido no sólo

textos de historia sino novelas, películas y

documentales televisivos que han abordado

desde las más diversas perspectivas la vida y

obra del autoproclamado Fühnr. El análisis

de Lukacs se centra en los más de cien estu-

dios biográficos publicados desde inclu.so an-

tes de la Segunda Guerra y que plantean una

serie de problemas hisioriográficos sobre el

papel de Hitler en la recuperación económi-

ca de Alemania, su relación con las potencias

democráticas occidentales y con la Unión So-

\ iética, sus muy particulares prejuicios racia-

les y nacionalistas, su obsesión con los judíos,

sus habilidades como estratega militar y su

carácter y personalidad, elementos todos que

le han ganado un lugar ambiguo en la histo-

ria alemana y un considerable séquito de de-

tractores, admiradores y defensores, declara-

dos y ocultos.

Todos estos problemas planteados por

I litler a los historiadores y la forma en que

Lukacs los analiza con gran detalle son de-

masiado extensos para ser tratados en unas

cuantas líneas. Sin embargo, es importante

detenerse en un aspecto que está presen-

te en todas las obras escritas sobre el perso-

naje en cuestión. ;Kra Hitler un hombre o

un demonio.' La pregunta, a primera vista,

parece ingenua y hasta innecesaria, pero

oculta toda una concepción histórica y una

\ isión del pasado (|ue ha enfrentado cambios

y resistencias.

El mito de im Hitler todopoderoso y om-

nipresente empezó con el fin de la guerra. Las

memorias y biografías de generales alemanes

aparecidas en los años 50 contribuyeron a re-

presentarlo como un hombre sediento de po-

der que centralizaba todas las decisiones y

que no dejaba margen a la discusión y mu-

cho menos a la contradicción, que actuaba

mo\ ido por un odio y una impulsividad abso-

lutamente irracionales. Así, de un plumazo,

toda la responsabilidad de los descalabros

militares cayó sobre los hombros de Hitler.

Ksta situación se reflejó también en la obra

de académicos, literatos y cineastas. Hitler

apareció como el único responsable de todos

los males de Alemania y de Europa, de las

matanzas, los exterminios y las atrocidades,

eximiendo a todos sus seguidores y subordi-

nados de cualijuier responsabilidad, como si

hubieran actuado bajo el influjo, bajo el he-

chizo de un ente sobrehumano, sobrenatural

y ahistórico.

Sin embargo, existe la opinión contraria

que presenta a Hitler como un personaje

producto de su momento y sus circunstan-

cias históricas, que no únicamente recibió el

apoyo y la admiración de amplísimos .secto-

res al interior de Alemania sino también al

exterior, incluidos Estados Unidos y Gran

Bretaña, y que, en algún momento, fue visto

por muchos como el adalid de la civilización

occidental frente al peligro del comunismo y,

no por pocos, como una alternativa viable a

la decadente democracia. Sobra decir que la

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I I I

mayoría de quienes han adoptado la tarea de

historizar a Hitler se confunden con aquellos

que han intentado hacer una apología de él,

y han caído en el mismo saco de incorrección

política, por lo que la postura de la "demoni-

zación" parece ser, todavía, la más viable

para evitar cualquier acusación de simpatizar

con el líder nazi. A pesar de esta situación, la

tendencia de historizar a Hitler -y, por ende,

presentarlo como a un humano producto de

su tiempo y su entorno- ha ido ganando te-

rreno en los últimos años. Lukacs advierte.

veladamente, (|ue la historización de Hitler

debe llevarse a cabo sin perder de vista los

terribles actos c|ue propició y sus consecuen-

cias, con la finalidad de que, en estos tiem-

pos cada vez más convulsionados por la bar-

barie, no se le considere como "una especie

de Diocleciano, el estricto art|uitecto de un

iiltimo orden imperial", ante la amenaza,

nada descabellada, de que en un futuro la ci-

vilización occidental amenace con colapsar-

se. Pero, claro está, "este libro es obra de un

historiador, no de un profeta". (^

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