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Rosa Agost - El Concepto de Equivalencia Traductora

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Artículo extraido de la Revista de la Facultad de Humanidades y Lenguas Modernas (2007) Lima: Universidad RIcardo Palma.

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El concepto de equivalenciatraductora:

perspectiva histórica

Rosa Agost Canós

1. EQUIVALENCIA:UN CONCEPTO CENTRALEN LA TRADUCTOLOGÍA

El concepto de equivalenciaha estado, desde siempre,presente en el trabajo delos investigadores de los

estudios sobre la traducción. Muchos deellos entienden el concepto de equivalen-cia de formas distintas, y pueden o noestar de acuerdo con el uso de dichotérmino, pero no dejan de admitir queéste ocupa un lugar fundamental en latraductología: “the big bugbear oftranslation theory, more argued aboutthan any other single idea” (Chesterman1997: 9).

Steiner (1975: 261) dice que “onecould say that all theories of translationare variants on a single question: in whatways can or ought fidelity to be achieved”para afirmar que “the can/ought ordescriptive/evaluative distinction iscrucial in any attempt to pin down theconcept of equivalence”. Emery (2004:143) recuerda las palabras de Catford(1965) sobre el hecho de que en la traduc-ción se intenta encontrar los equivalentesen lengua de llegada para poner de mani-

fiesto que la equivalencia no es tan soloun problema de la teoría de la traducciónsino que es el problema central de lapráctica de la traducción y que, por tanto,el concepto de equivalencia se halla im-plícito en el de traducción. Esta situación,por otra parte, ha traído consigo lacircularidad sobre la definición de la tra-ducción. Este es el caso que apunta Pym,quien titula uno de los capítulos de suobra de 1992 “Equivalence definestranslation”. De esta frase, se deduce unarelación evidente entre los conceptos deequivalencia y traducción. El mismo Pym(1992b: 38-39) ofrece una serie de defini-ciones sobre la traducción que otros auto-res han basado en el concepto de equiva-lencia.

Chesterman (1999) realiza una des-cripción clara del estado de la cuestiónrespecto a la equivalencia en la que éldenomina época prescriptiva dominadapor el enfoque lingüístico: la equivalen-cia estaba en el centro de la definiciónesencialista de la traducción. La traduc-ción es un texto que es equivalente a otrotexto en otra lengua. ¿No hay equivalen-cia? No hay traducción. Una preocupa-ción que, aunque de manera bien distinta,fue compartida también por todos los

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seguidores de la Escuela funcionalistaalemana. La importancia, y la necesidad,de la definición de la equivalencia radica-ba en el hecho de que si se podía definircuándo hay una relación de equivalencia,se podía afirmar cuándo un texto es o noes traducción. En este sentido, Lvóvskaya(1997: 98) afirma que “la única caracte-rística exclusiva de la traducción es larelación de equivalencia comunicativaque deben guardar el TO y el TM”. Raba-dán (1991: 280) también insiste en estaidea cuando dice que:

[…] el TO y su TM han de tener“algo” en común, “algo” que defina alTM como traducción de su TO; es loque llamamos equivalencia. Esta no-ción básica se convierte en núcleocentral de todo modelo teórico y enpropiedad definitoria de la traducción.

La traducción se convierte en un con-cepto relativo y, a veces, hasta sin límites.Así, Toury (1980: 43) proclama que lacultura receptora es la que decide qué esy qué no es traducción.

Este cambio en la definición de tra-ducción afecta también al concepto deequivalencia. Los seguidores de la cono-cida como Manipulation School(Hermans, 1985a: 158) defienden la ideade que no sirve para nada preguntarsesobre la equivalencia de los textos. Paraellos, lo interesante es investigar qué tipode relación existe entre dos textos y porqué se da esa y no otra. Así, la investiga-ción sobre la equivalencia se ve substitui-da por la investigación sobre las normas,ya que según esta escuela, son ellas lasque determinan el tipo de relación que seestablece entre un original y una traduc-ción. Toury (1980: 61) considera que las

normas determinan el tipo y el grado deequivalencia que tienen las traduccionesrespecto de sus originales. Esta idea pre-supone un cambio importante ya que sepasa de una concepción prescriptiva yahistórica a una concepción descriptiva ehistórica.

2. PROBLEMAS RELATIVOSA LA DEFINICIÓN DE LAEQUIVALENCIA

En los Translation Studies, la caracte-rización del concepto de equivalencia nosiempre es unívoca. Podemos comprobarque, en un mismo estudio, pueden co-existir varias definiciones. Snell-Hornby(1988) llamaba la atención entre las dife-rencias existentes entre equivalence yÄquivalenz, mucho más moderno y sur-gido de la lógica. Otro ejemplo que ilus-tra esta situación es el de Delisle (1993a:29), quien confirma la multiplicidad dedefiniciones con la siguiente aproxima-ción al término:

Équivalence1. (Sens général) Relation

d’identité entre deux unités de sens delangues différentes et ayant la mêmeou presque la même dénotation. Dansnotre terminologie, les équivalencessont toujours établies au niveau dudiscours à la suite d’une interprétationvisant à dégager le sens du TD. Ellessont réalisées à la jonction de laconnaissance de la langue et de laconnaissance des réalités auxquellesrenvoient le TD, tous les paramètresde la communication étant pris encompte. Note: L’expression“équivalence discursive” esttautologique. V. CORRESPONDAN-

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CE, CRÉATION DISCURSIVE,REMÉMORATION, REPORT,TRADUCTION, TRANSCODAGE.

2. Résultat de l’opération detraduction. SYN. TRADUCTION

3. (Sens restreint) Notion de laSCFA. Procédé de traductionconsistant à rendre une expressionfigée de la LD par une autre en LA qui,bien que différente, correspond à lamême réalité. Ex.: “Once bitten, twiceshy: Chat échaudé craint de l’eaufroide”. V. ADAPTATION

Halverson (1997), después de anali-zar una serie de definiciones existentesen diccionarios de la lengua, observa unavariedad terminológica en este aspecto yconsidera que hay tres características quese repiten sistemáticamente en todas lasdefiniciones (Halverson, 1997: 209) yque nos aportan una primera visión muyesquemática del término:

- Hay un par de elementos entre losque se establece una relación

- Hay un concepto de similitud, igual-dad, semejanza

- Hay una serie de cualidades quecaracterizan esa relación

Estas ideas suelen ser el punto dereferencia de la mayoría de las caracteri-zaciones del concepto de equivalencia.Sin embargo, como indica la mismaHalverson, existen también otros traba-jos que parten de una perspectiva distin-ta. Se trata de los enfoques que focalizanla atención, no en las similitudes entreoriginal y traducción, sino en las diferen-cias.

Otro trabajo que aborda la indefini-ción terminológica del concepto de equi-valencia es el de Schäffner (1999). Asíaparece reflejado en el debate sobre laequivalencia que recoge esta autora, en el

que intervienen teóricos como Newmark,Toury, Hermans, Malmkjaer, Faiq,Anderman, y la propia Schäffner (1999:77).

La reflexión llevada a cabo de losproblemas relativos a la definición deequivalencia nos permite señalar las di-ficultades que asoman en la descripciónde este concepto. Como hemos visto, laprincipal es la multiplicidad y diversidadde los enfoques. Para algunos autores,como Faiq, sin embargo, estas discrepan-cias no son negativas (cf. Schäffner, 1999:77). Con una postura diferente, Hermansinsiste en que lo que debemos hacer esadoptar una actitud crítica y reflexionarsobre la terminología que utilizamos (cf.Schäffner 1999: 77). Esto implicaría, des-de el punto de vista de Toury (cf.Schäffner, 1999: 72-73), un cambio ex-cesivo ya que ya hay una cierta tradiciónterminológica, estemos más o menos deacuerdo con ella, en los Estudios sobre latraducción. Cambiar o sustituir la nociónde equivalencia, para ser coherentes, su-pondría modificar o redefinir la nociónmisma de traducción, y esto no resultarealista. Chesterman (1999: 133-140), re-sumiendo esta situación, dice que uno delos aspectos más débiles de los Estudiossobre la traducción es que todavía no seha elaborado un aparato teórico adecua-do a la relevancia histórica y a la comple-jidad conceptual de la traducción. Laterminología es algo básico para ello (cf.Mayoral 2001: 112).

3. EL CONCEPTO DEEQUIVALENCIA DESDE UNAPERSPECTIVA HISTÓRICA

En este apartado, vamos a presentaralgunas de las reflexiones sobre el con-

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cepto de equivalencia realizadas, en sumayoría, por traductores desde los ini-cios de la reflexión en traducción hasta laprimera mitad del siglo XX. Estas re-flexiones se materializaban en los prólo-gos de sus traducciones, en los que inten-tan justificar sus elecciones, o en peque-ños tratados hechos con la intención deguiar a los traductores y recomendarlesun método de traducción válido. Comien-zan en la época de Cicerón y finalizan conalgunos comentarios sobre la traducciónpor parte de Benjamin. Consideramosque esta visión histórica puede ayudar-nos a entender la multiplicidad de postu-ras existentes en la actualidad en torno alconcepto de equivalencia.

El primer problema con el que nosencontramos cuando analizamos estosprólogos, prefacios, cartas, y pequeñostratados es, de nuevo, el de la terminolo-gía. La relación existente entre original ytraducción ha preocupado constantementea los traductores, que tenían en común labúsqueda del mejor método para tradu-cir, para encontrar esa “equivalencia”, ytambién un interés por aportar guías quepuedan ayudar al traductor en su tarea.Pero, en estos siglos, aún no aparece lapalabra equivalencia. La discusión secentra en la dicotomía entre traducciónliteral y traducción libre, entre fidelidad einfidelidad, entre traducibilidad eintraducibilidad.

3.1. En defensa de la igualdadabsoluta

No debemos olvidar que uno de losprimeros debates en la historia de la tra-ducción estuvo marcado por la tarea detraducir los textos religiosos. Este hechoes uno de los que inicia la polémica, aún

vigente, de la relación entre original ytraducción (Ballard, 1992). En el casoconcreto de la traducción bíblica, el pro-blema radica en el hecho de que la Bibliaes la palabra de Dios. La palabra es lacosa; por tanto, la traducción debe man-tener esta relación: la traducción es eloriginal y debe haber una igualdad total.En estos términos, el único método quecabe es el calco y la traducción literal(palabra por palabra) se convierte en elmejor método para garantizar la igual-dad, la fidelidad, entre original y traduc-ción. Esta sacralización del original serepite en algunas épocas posteriores. Estees el caso, por ejemplo, de Fray Luis deLeón, en el “Prefacio a la traducción delCantar de los cantares” (1561) y de DuBellay, en Deffence et illustration de lalangue française (1549). Para este últi-mo, la traducción es lo mismo que eloriginal. Pero como la identidad absolutacon el original es imposible, consideraque la traducción en sí también lo es.

Breitinger, en Forsetzung DerCritischen Dichtkunst (1740), concreta-mente en el capítulo VI “Von der Kunstder Ubersetzung” (cit. en Vega 1994:174-177) también reflexiona sobre la equi-valencia. Las ideas sobre la fidelidadbasadas en el concepto de igualdad y latraducción palabra por palabra se hacenevidentes en el texto de Breitinger.Breitinger es consciente de la diferenciaexistente entre dos lenguas distintas, queprovoca en muchos casos una imposibili-dad de traducir palabra por palabra (loque sería una especie de equivalenciacompleta); a pesar de ello, hace descan-sar en la relación de equivalencia (depensamiento y de expresión), “todo elarte de traducir de una lengua a otra” (op.cit. 175).

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Esta idea de buscar una identidad en-tre original y traducción vuelve a apare-cer en Schopenhauer (El lenguaje y lapalabra, 1851), para quien la equivalen-cia es un fenómeno que se da entre pala-bras. Habla pues, como la mayoría deestos autores de la equivalencia en elplano de la lengua. La no corresponden-cia exacta entre las palabras de una len-gua con otra lo lleva a pensar en la idea dela imposibilidad de la traducción. De ahísu visión negativa de la traducción cuan-do dice que las traducciones se confor-man con un à peu près, que una bibliotecade traducciones se asemeja a una galeríade pinturas llenas de copias o que lastraducciones de los escritores de la Anti-güedad son a los mismos lo que la achico-ria es al café: un sucedáneo (cit. en Vega,1994: 258).

Finalmente, me gustaría referirme aBenjamin (Die Aufgabe des Übersetzers1923) quien, en sus complejas teoríassobre la traducción, en las que concibe ellenguaje de forma mesiánica, acabadecantándose por la traducción más lite-ral. Benjamin considera que la traduc-ción consiste en encontrar la intención enla lengua de llegada que despierte el ecodel original. En este sentido, considera latarea del traductor sublime y habla delconcepto de lenguaje puro (Bush, 1998),un lenguaje divino que puede recuperar-se a través de la traducción. El debatesobre la fidelidad no tiene sentido para él,puesto que el traductor no tiene por quérespetar los límites de la lengua propia nitampoco debe pensar que las traduccio-nes deben ser leídas como originales. Suapuesta es la traducción literal mediantela cual podemos llegar a la intención deloriginal, porque la traducción no consiste

en comunicar, en transmitir un mensaje,sino en transmitir una forma:

A real translation is transparent; itdoes not cover the original, does notblock his light, but allows the purelanguage, as though reinforced by itsown medium, to shine upon the origi-nal all the more fully. This may beachieved, above all, by a literalrendering of the syntax which proveswords rather than sentences to be theprimary element of the translator (cit.en Chesterman 1989: 21-22).

3.2. En defensa de una relación desemejanza

Sin embargo, estas opiniones tan ex-tremas han coexistido con otras máspermisivas que defendían una posturadonde la equivalencia ya no se corres-pondería estrictamente con igualdad, sinomás bien con conceptos como semejan-za, o analogía, o conservación. Así lohace, por ejemplo, San Jerónimo cuandodefiende la tarea y la capacidad de lostraductores que traducen según el senti-do, sin ceñirse a la letra (Carta aPanmaquio, 405):

Terencio tradujo a Menandro,Plauto y Cecilio a los cómicos anti-guos. ¿Acaso andan asidos a las pala-bras y no tratan más bien de mantenerla gracia y elegancia en la traslación?Lo que vosotros llamáis fidelidad dela traducción, la llaman los doctoskakozelia o mal gusto. (cit. en Vega,1994: 85)

Se me acabaría el día si quisieraalegar los testimonios de todos los quehan traducido según el sentido. Baste

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por ahora citar al confesor Hilario,que tradujo del griego al latín lashomilías sobre Job y muchísimos tra-tados sobre los salmos. Hilario no seciñó a la letra somnolienta ni se retor-ció con la maloliente interpretaciónde los rústicos, sino que, a ley devencedor, traspuso, por así decirlo,cautivo el sentido a su propia lengua.(cit. en Vega, 1994: 86)

También de cómo conseguir la equi-valencia nos habla Maimónides (Carta aBen Tibbon, 1199) cuando dice:

Aquel que pretenda traducir de unalengua a otra y se proponga traducirsiempre una palabra dada únicamentepor otra que le corresponda, guardan-do el orden de los textos y el de lostérminos, tendrá que esforzarse mu-cho para finalmente conseguir unatraducción incierta y confusa. Estemétodo no es correcto. (cit. en Vega,1994: 87)

En ocasiones, estas ideas sobre la se-mejanza entre original y traducción re-sultan todavía muy actuales. Por ejem-plo, cuando Bruni (De interpretationerecta 1440) comenta la diferencia queexiste entre saber qué quiere decir unapalabra aislada y esa misma palabra den-tro de una expresión más amplia:

Qué es gerere i qué mos, lo entiendehasta el más rudo lector; pero quésignifica la expresión, eso ya es otracosa bien distinta. Desiderati militescentum, si lo traducimos al pie de laletra significa una cosa, pero si aten-demos al uso de la expresión significaque han muerto. Lo mismo cabe decirde los demás ejemplos expuestos, yaque las palabras designan una cosa, y

el sentido de ellas otra cosa distinta(cit. en Gallén et al. 2000: 54)

¿Acaso no podríamos pensar que opi-niones como esta son un antecedente delconcepto de equivalencias fuera de con-texto y equivalencias contextuales(Delisle, 1980, Hurtado, 1989), o de equi-valencias fijas y dinámicas (Nida y Taber,1982)? O cuando Lutero justifica enSendbrief von Dolmetschen (1530) sutraducción de la Biblia y dice:

Denn mann muß nicht die Buchstabenin der lateinischen Sprache fragen,wie man soll Deutsch reden, wie dieseEsel tun, sondern man muß die Mutterim Hause, die Kinder auf der Gassen,den gemeinen Mann auf dem Marktdrum fragen, und denselbigen auf dasMaul sehen, wie sie reden und darnachdolmetschen; da verstehen sie es dennund merken, daß man deutsch mitihnen redet. (cit. en Gallén et al. 2000:88)

no hay que preguntar a las letras dellatín cómo se debe hablar en alemán,tal y como hacen los borricos; hay quepreguntar a la madre en casa, a losniños en la calle, al hombre corrienteen el mercado y mirarles en la bocacuando hablan y según ello traducir;de esta manera ellos entenderán y sedarán cuenta de que se habla alemáncon ellos.

¿Acaso no podría interpretarse comoun preludio de lo que las teoríasfuncionalistas han defendido a partir delos años 80? ¿No podemos establecer unparalelismo entre las ideas de Lutero y elconcepto de equivalencia comunicativa?Lutero tiene en cuenta el texto origenpero no olvida a su lector.

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El concepto de equivalencia como unpunto intermedio entre la liberalidad y latraducción libre aparece también en Vi-ves (“Versiones seu interpretationes”, enDe ratione dicendi, 1532) y el de equiva-lencia como conservación en el tercerprincipio de Dolet (La manière de bientraduire d’une langue en aultre, 1540).

Otro ejemplo claro de cómo la equiva-lencia va convirtiéndose en un conceptomás amplio nos lo ofrece Chapman que,en el prefacio de su traducción de Iliads,de Homero (1560) comenta lo que para élson las características que debe tener larelación entre original y traducción y diceque la tarea de cada intérprete es noseguir el número y orden de las palabras,sino los propios asuntos materiales, so-pesar las frases diligentemente y revestir-las y adornarlas con palabras, estilo yestructura que sean equivalentes a las dela lengua que se traduce. (cit. en Vega,1994: 132). Para Chapman, la equivalen-cia consiste en alejarse de la igualdad ensu máxima expresión, que sería ir palabrapor palabra. Por tanto, la equivalencia,según los autores, se va moviendo de laigualdad a la semejanza.

3.3. En defensa del métodode traducción

En la historia de la traducción, estadicotomía entre lo equivalente y no equi-valente, la buena traducción y la malatraducción, lo fiel o lo infiel, también seha verbalizado en torno a la reflexiónsobre los métodos de traducción.

Concepción y método de traducción(así como, implícitamente, equivalencia)son conceptos que encontramos muy uni-dos en Huet (De Interpretatione Libriduo, quórum prior est de optimo genere

interpretando; alter de clarisinterpretibus, 1680). En este, encontra-mos las dos maneras de traducir (hacia ellector o hacia el autor) que haría famosasmás tarde Schleiermacher. Resulta inte-resante que Huet ya distinga entre dosmétodos de traducción, dos maneras detraducir, para poder conseguir esa repre-sentación: una, en la que se priman laspalabras del autor; otra, en la que se primael sentido. En su razonamiento aparecen,de nuevo, los conceptos de reproducción,de una voluntad de dar algo que quiere sercomo el original y carga las tintas en elhecho de que la relación entre original ytraducción es una relación de dependen-cia de la traducción respecto al textofuente, al autor (Vega, 1994: 142).

Dryden, en su Preface to thetranslation of Ovid’s Epistles (1680),entiende que la relación entre original ytraducción puede manifestarse en trescategorías diferentes de traducciones: lametáfrasis (traducción palabra por pala-bra), la paráfrasis y la imitación. Drydenapela al mantenimiento del sentido delautor, para él “sacred and inviolable”(Gallén et al. 2000: 152), y aboga por unarelación entre original y traducción “equi-librada”, en tanto en cuanto consideraque imitación y la versión palabra porpalabra son los dos extremos que debenser evitados.

Capmany, en su Arte del traducir delidioma francés al castellano (1777), co-menta que “en cualquiera arte, el originalse ha de mostrar en la copia, y en el detraducir ésta debe ser siempre fiel al sen-tido, y si es posible, a la letra del autor”(cit. en Vega, 1994: 196). Aboga, deforma implícita, por un método de tra-ducción que prime el texto de partida, elautor. En este sentido, lo podemos rela-

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cionar estrechamente con Schleiermacheru Ortega y Gasset.

Tytler, en su Essays on the Principlesof Translation (1790), propugna una so-lución intermedia entre el método literaly el libre, que califica de “extremos opues-tos”. En su definición de traducción po-demos entrever un concepto de la equiva-lencia relativamente próximo a las tesisfuncionalistas. Para él, la buena traduc-ción es aquella en la que el mérito de laobra original se ha trasladado hasta talpunto a otra lengua que se comprendeclaramente y percibe con fuerza tanto porel nativo del país al que dicha lenguapertenece como por aquellos que hablanla lengua de la obra original (Vega, 1994:212).

Finalmente, en 1813, SchleiermacherescribeÜber die verschiedenen Methodendes Übersetzens. En este tratado sobre latraducción, el autor pone de manifiestosu idea de la equivalencia como una rela-

ción de igualdad entre original y traduc-ción, imposible de conseguir, según él,en el convencimiento común de que esimposible hallar una expresión equiva-lente. La diferencia entre las lenguas serevela como un escollo para conseguir laigualdad de modo que, como más tarderepetirá Ortega y Gasset, Schleiermacheerdice: “Erscheint nicho das Uebersezen,so betrachtet, als ein thörichtesUnternehmen?” (Gallén et al. 2000: 244)(“¿No parece la traducción, así entendi-da, algo insensato?”). Para realizar unatraducción, el traductor sólo puede seguirdos métodos: ir hacia el autor original ohacia el lector. Schleiermacher consideraque todas las discusiones que se realizansobre la traducción pueden reducirse alproblema del doble movimiento por élseñalado. Este doble movimiento sustitu-ye, en el fondo, a la dicotomía literal/libre, continúa con la polémica entresourciers y ciblistes y es precursora delos que defienden que el problema de latraducción estriba en la elección entreadecuación y aceptabilidad (Toury 1995),cuya solución, como veremos más ade-lante, está en las normas.

3.4. En defensa de la traducción“libre”

Esta historia lejana de la reflexiónsobre la traducción también ha contadocon posturas opuestas a la idea de laequivalencia como igualdad, inclusocomo semejanza. Se trata de posturas quehan sido duramente criticadas por serdefensoras de la traducción libre pero quetienen puntos de contacto con algunaspropuestas muy actuales. Además, for-man parte de esa historia de la reflexión ydeben también ser tenidas en cuenta en

Antoni Capmani(Barcelona, 1742 - Cádiz, 1813)

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una visión panorámica que se pretendamínimamente completa.

Dacier, en su prefacio a la traducciónde la Iliade (1699) (cf. Vega 1994: 156),apunta cuáles son sus ideas acerca de larelación entre original y traducción. Estaautora defiende la libertad del traductor,libertad en el sentido de no tener quepermanecer esclavo a la idea de la traduc-ción palabra por palabra. Dacier utilizalas palabras semejanza y diferencia parahablarnos de su concepción de la traduc-ción. Contrariamente a muchos de loscolegas que la precedieron, Dacier en-tiende que ser excesivamente literal, “ser-vil”, lleva a realizar traducciones infie-les; la otra opción, supone que el traduc-tor al procurar conservar sobre todo elespíritu, se mantiene en sus grandes li-bertades, fiel también a la letra; apuntaque gracias a esto se convierte no sólo enla copia fiel de su original, sino en unmismo segundo original (Vega, 1994:160). Como observamos, para Dacier larelación entre original y traducción noconsiste en la igualdad conseguida a tra-vés del calco, de la traducción literal.Rechaza la metáfora del traductor comoimitador servil, la traducción como lacopia de un cuadro original. Ella entiendeque la traducción es algo que se diferen-cia del original pero no considera queesto sea negativo, sino todo lo contrario.

Ya Ablancourt, gran defensor de lesbelles infidèles, en su “Epistre à M.Conrart”, en el prólogo a su traducción deLucien (1654), hacía unas reflexionesmuy interesantes sobre el concepto detraducción y cuál es el método que siguepara traducir. En definitiva, una reflexiónsobre cómo entiende él la relación entreoriginal y traducción. Ablancourtdesacraliza el original, y también al autor

del original, da prioridad al destinatario,a la aceptación del lector y por ello en-tiende que es del todo normal “modifi-car” (“manipular” dirían otros) el origi-nal: “Je ne m’attache donc pas toujoursaux paroles ni aux pensées de cet auteur;et demeurant dans son but, j’agence leschoses à notre air et à notre façon.” (Gallénet al. 2000: 116) (“[…] no me atengo a laspalabras del autor, ni siquiera a sus pen-samientos. Yo guardo el efecto que élintentó producir en la mente, y dispongodel material según la manera de nuestraépoca”. (cit. en Vega, 1994: 162). Consi-dero que su visión relativa de la traduc-ción es muy actual y podría ponerse enrelación, mutatis mutandis, con algunosde los planteamientos de Toury (1995) oHermans (1999). Ablancourt afirma que,tal y como se entiende en su época latraducción, lo que él hace quizás podríano denominarse traducción, aunque sejustifica diciendo que muchos autoresclásicos hicieron lo mismo que él y elresultado final fue recibido como traduc-ción. Ablancourt se hace una preguntaque algunos continúan haciéndose hoy

Anne Dacier(Saumur, 1647 - París, 1720)

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en día: “mais il n’importe du nom, purvuque nous ayons la chose” (“¿qué importacómo llamemos la cosa, mientras exis-ta?” (Gallén et al. 2000: 116-118). Esconsciente de que hay muchos que noaceptan este relativismo suyo, este modode alterar el original, y nos descubre queparte de este rechazo o de esta formadistinta de entender la traducción se debea una veneración por el original; concre-tamente, él habla de aquellos que se pos-tran ante cada una de las palabras y cadauno de los pensamientos producidos porlos escritores de la Antigüedad. Este des-apego que Ablancourt y todos los segui-dores de les belles infidèles muestranrespecto a los autores del original, es algoque volveremos a ver en la épocaposmoderna con la apropiación, en elcampo de la traducción, de la idea de lamuerte del autor de Barthes.

Me gustaría destacar también las ideasde Delille, que en su prefacio a la traduc-ción de las Georgics de Virgilio (1769),rechaza completamente el concepto deequivalencia como relación biunívoca depalabras o expresiones. Rechaza tam-bién, y muy taxativamente, el método detraducción literal, por considerar que lle-va a traducciones infieles. Rehúye hablarde comparar línea por línea el texto origi-nal con el texto traducido, por conside-rarlo injusto. Aporta un nuevo elementoa la discusión como es intentar reproducirel efecto que el autor ha producido encada instante (Vega 1994: 192-193). Eneste sentido, se podría conectar a esteautor con aquellos que, siglos más tarde ycon una terminología actual, hablan deequivalencia comunicativa. Desde lue-go, lo que sí queda claro es que rechaza laidea de conseguir la equivalencia, enten-dida como identidad absoluta.

En los inicios del siglo XX, destacanen este sentido, las palabras de Croce. Ensu obra de 1902, Estetica come scienzadell’espressione linguistica generale, dejaclaro que la semejanza no implica igual-dad; por ello, precisamente, entiende quela traducción sí que es posible:

E in siffatte somiglianze si fondala possibilità relativa delle traduzioni;non in quando riproduzioni (chesarebbe vano tentare) delle medesimeespressioni originali; ma in quandoriproduzioni di espressioni somigliantie più o meno prossime a quelle. Latraduzione, che si dice buona, èun’approssimazione, che ha valoreoriginale d’opera d’arte e può stare dasé.

Y es justamente en estas semejan-zas donde se basa la posibilidad rela-tiva de las traducciones; pero no comoreproducciones (puesto que sería inú-til cualquier intento para conseguir-las) de las mismas expresiones origi-nales, sino como producción de ex-presiones semejantes, y más o menosparecidas a aquéllas. La traducciónque se juzga como buena es una aproxi-mación que tiene valor original deobra de arte y tiene absoluta autono-mía (vale de por sí). (cit. en Vega,1994: 230)

Estas palabras, como tendremos laocasión de ver más adelante, conectancon algunos aspectos de teóricos actualescomo Hermans y Chesterman (1999: 92).

3.5. Una puerta abiertaal relativismo

Las posibilidades de análisis de larelación entre original y traducción au-

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mentan con la postura de Arnold. Esteautor, en On translating Homer (1861)plantea en términos muy actuales, desdemi punto de vista, algunos de los proble-mas de la traducción. Ante la pregunta dequé objetivo debe trazarse el traductorcuando se enfrenta a un original, él diceque aún no se ha encontrado una solu-ción. Apunta las dos direcciones señala-das por Schleiermacher y señala que losseguidores de ambas coincidirían en pen-sar que lo primero que debe hacer untraductor es ser fiel. Y es ahí donde poneel dedo en la llaga y señala la relatividadde los conceptos en traductología: “butthe question at sigue between them is, inwhat faithfulness consists” (cit. en Gallénet al. 2000: 312). Para Arnold, la soluciónes que el traductor someta su trabajo a unanálisis y evaluación por parte de huma-nistas, “They are the only competent tri-bunal in this matter” (op. cit. 314). Arnoldbusca parámetros objetivos con los quevalidar las traducciones. Esto es un ele-mento importante que conecta con el tra-tamiento actual del problema de la equi-valencia.

3.6. Conclusión

Este repaso a la reflexión durante XXsiglos nos sirve para entender el origendel debate de la equivalencia, para serconsciente de la relación que hay entredicho concepto y el de traducción, paracaptar la multiplicidad de enfoques posi-bles y para observar la evolución de lasrelaciones entre unas posturas y otras.Las ideas presentadas en estos cinco apar-tados previos dibujan un espectro muyamplio en el que pasamos de la idea de laimposibilidad de la traducción por consi-derar que nunca podrá ser como el origi-

nal a la sublimidad de la traducción porser consciente de que no es un original.

Se trata de formas de entender la rela-ción entre original y traducción que ten-drán su correlato en los distintos enfo-ques contemporáneos traductológicos.

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