Ser Catequista Hoy

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  • SER CATEQUISTA HOY GAETANO GATTI

    QU ES SER CATEQUISTAS

    SER CATEQUISTA ES UNA VOCACIN

    SERVIDORES DE LA PALABRA DE DIOS

    EDUCADORES DE LOS HERMANOS EN LA FE DE LA IGLESIA

    MENSAJEROS DE JESUCRISTO SALVADOR

    ANUNCIADORES DE LA PASCUA DEL SEOR

    LA ESPIRITUALIDAD DEL CATEQUISTA

    LA FE: CREEMOS, Y POR ESO HABLAMOS (2 Cor 4,13)

    LA ESPERANZA: DISPUESTOS SIEMPRE A DAR RESPUESTA A TODO EL QUE OS PIDA RAZN DE VUESTRA ESPERANZA (1 Pe 3,15)

    LA CARIDAD: HEMOS CONOCIDO Y CREDO EN EL AMOR (1 Jn 4,16)

    EL TESTIMONIO: VOSOTROS DARIS TESTIMONIO DE MI (Jn 15,28)

    LA ALEGRA: HE AQU QUE OS ANUNCIO UNA GRAN ALEGRA (Lc 2,10)

    CATEQUISTAS EN LA IGLESIA

    EL SACERDOTE, AL SERVICIO DE LA COMUNIN ECLESIAL DEL MINISTERIO DE LA PALABRA

    LOS PADRES-CATEQUISTAS, SIGNO VIVIENTE DE LA NUEVA ALIANZA DE DIOS CON SU PUEBLO

    LOS LAICOS, TESTIGOS DE LA PRESENCIA DE CRISTO EN EL MUNDO DE HOY

  • INTRODUCCION

    HACERSE CATEQUISTA DIA A DIA

    Ser catequistas no es cosa fcil! Es mucho ms sencillo dar catecismo... a unas horas establecidas... con un texto que explicar en las manos... con un programa a desarrollar... Se incurre en este peligro cuando se convierte uno en catequista con demasiada precipitacin, en una situacin pastoral que muchas veces demanda con urgencia una contribucin inmediata a la educacin de los muchachos en la fe. Antes que nada es importante ser catequistas lo dems viene por si solo. T mismo tal vez, despus de haber adquirido el mtodo y

    asimilado mejor el mensaje cristiano, adviertes en este punto precisamente la necesidad de definir y cualificar tu identidad. Deseas convertirte en catequista, es decir, rehacer un camino que personalmente te compromete a lo largo y ancho de itinerarios de fe que te sitan junto a los muchachos para crecer con ellos en

    la vida de comunin con el Seor, en la escucha de la Palabra de Dios, en la oracin y en la participacin asidua en los sacramentos. El catequista, por lo mismo, no debe olvidarse nunca de que la eficacia de su magisterio, ms que a aquello que dice, sera proporcional a aquello que es, al calor que dimane de los ideales por l vividos y que irradie de todo su comportamiento. Su preocupacin primordial ser, pues, la de adecuar su propia vida espiritual a aquello que l ensea, cultivando la oracin, la meditacin de la palabra de Dios, la fidelidad en el propio

    cumplimiento del deber, la caridad para con los hermanos indigentes, la esperanza de los bienes eternos (Card. Giovanni Colombo). En este camino es donde me acerco a ti para estar juntos delante del Seor, de la Iglesia, ante nosotros mismos, en el

    silencio y en la meditacin, antes de anunciar la Palabra de Dios. Solamente de esta manera es posible llegar a descubrir la propia identidad de catequistas, que es un don antes que un compromiso, una.vocacin antes que una opcin personal, una respuesta de fe antes que un simple servicio de promocin humana. Puedes, sobre todo, releer en profundidad tu tarea catequistica, captarla en sus aspectos esenciales y especificos; adquirir un nuevo modo de relacionarte con los muchachos y formarte una

    imagen de ellos a la luz de Dios. De hecho, el catequista acierta a dar con las respuestas de fe tan slo cuando l en persona se pone con frecuencia a la escucha de la Palabra, la medita con sincera humildad y vive con entusiasmo su ministerio, redescubrindolo de continuo de una

  • manera nueva y gozosa. Este es el propsito que tiene que guiarte a lo largo de los tres itinerarios propuestos: bblico, teolgico y eclesial, para una relectura espiritual de tu servicio catequtico. Te recomiendo evitar la tentacin de la prisa. Detente ms de una vez, ya que no se trata de lecciones, sino de sugerencias para

    la meditacin personal o de grupo. Por ello, no busques aqu normas o mtodos, sino tan slo tu

    identidad de catequista a la luz de la palabra de Dios en la Iglesia actual. Advertirs que el lenguaje empleado, en los momentos de mayor intensidad, te interpela de una manera directa, a fin de que no te evadas de la provocacin que te supone. Podrs vivir esta experiencia solo o en grupo, durante un curso de formacin espiritual o en retiros para catequistas. Eso si, es necesario que recuperes la conciencia de la importancia bsica de la vida de comunin con Dios, a fin de cumplir con fidelidad tu servicio de la Palabra, que es un ministerio de gracia y exige competencia y santidad. Te deseo que el Espiritu del Seor te acompae en las reflexiones que puedan sugerirte estas pginas, a fin de llegar a hacerte cada da ms y ms catequista.

    GAETANO GATTI

    ABREVIATURAS Aqu tienes una lista de documentos que un catequista debe conacer y meditar si es que ha de ser fiel a su ministerio. Como son usados con frecuencia, los citaremos con las abreviaturas indicadas a continuacin. Te son ofrecidos por la Iglesia para que te conviertas en un autntico portavoz de ella. Es necesario remitirse a ellos si se quieren profundkar las reflexiones sugeridas en este libro. DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO II AA=Apostolicam actuositatem, decreto sobre el apostolado de

    los seglares. AG=Ad gentes, decreto sobre la actividad misionera de la

    Iglesia. GS=Gaudium et spes, constitucin pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual. LG=Lumen gentium, constitucin dogmtica sobre la Iglesia. PO=Presbyterorum ordinis, decreto sobre el ministerio y la vida sacerdotal.

    DOCUMENTOS DE LA SANTA SEDE QUE INTERESAN A LOS CATEQUISTAS DCG=Directorio catequtico general, de la congregacin para el clero (1971). EN=Evangelii nuntiandi, exhortacin apostlica de Pablo VI sobre

  • la evangelizacin en el mundo contemporneo (1975). GD=Gaudete in Domino, exhortacin apostlica de Pablo VI (1975). MSPD=Mensaje del snodo al pueblo de Dios (1977). DOCUMENTOS DE LA IGLESIA ITALIANA

    EM=Evangelizzazione e ministeri, documento pastoral del episcopado italiano (1977).

    ESM=Evangelizzazione e sacramento del matrimonio, documento pastoral del episcopado italiano (1975). CdB=Catechismo dei bambini (1973). CdF= Catechismo dei fanciulli: Io sono con vois (1974); 2. Venite con me (1975); 3. Sarete miei testimoni (1976). ICF=Iniziazione cristiana dei fanciulli, subsidio de pastoral catequtica, a cargo de UCN (1977). PSM=Preparazione al sacerdocio ministeriale, orientaciones y normas de la Cei para la preparacin al sacerdocio ministerial (1972). RdC=Rinnovamento della catechesi: aparece el ltimo en la lista, pero ser el mas citado en este libro, porque se trata del documento basico que el episcopado ha dado a la Iglesia

    italiana (1970) para que en l se inspire toda pastoral catequetica

    de nuestras comunidades.

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    ITINERARIO BIBLICO

    LOS CATEQUISTAS: SERVIDORES DE LA PALABRA

    EL MINISTERIO

    CATEQUETICO Est en uso hoy en da un nuevo lenguaje para definir la obra del catequista. Se dice de l que desempea un ministerio de hecho (EM 67) en la comunidad cristiana, dado que es un servidor de la Palabra. Ministerio catequtico: un

    trmino diverso para expresar las ideas acostumbradas? Vistas las cosas de una manera superficial, podra parece as, dado que en la catequesis, al menos exteriormente, no ha cambiado nada: un grupo de muchachos... un manual... unos medios y t mismo.. La novedad tiene que ser descubierta toda ella dentro de las relaciones que el catequista es invitado a

    asumir en la confrontacin con la Palabra de Dios que anuncia; dentro de la comunidad cristiana en la que acta; dentro del misterio de Cristo que hace presente con su servicio; del Espiritu Santo que le ha llamado a desempear esta misin en medio de los muchachos. De este entramado de relaciones es de donde arranca el primer

  • itinerario de fe de carcter bblico que te lleva a redescubrir de un modo nuevo, comprometedor, pero fascinante, tu tarea de catequista como un ministerio dimanante de una vocacin que hay que vivir dentro de la corresponsabilidad eclesial, con sencillez de vida, espiritu de oracin, caridad para con todos y especialmente para con los pequeos y los pobres, obediencia y

    humildad, desprendimiento de nosotros mismos y espritu de renuncia. Sin esta contrasea de santidad, nuestra palabra

    dificilmente se abrir camino en el corazn del hombre contemporneo, sino que corre el peligro de resultar vana e infecunda, (EN 76). UN MODO NUEVO DE SER CATEQUISTA Hay el peligro, en la tarea catequtica, de materializar las relaciones en trminos de cosas que poner en prctica, de tcnicas que aplicar, de contenidos que proponer, de plazos que respetar, sin implicar suficientemente en el empeo las actitudes interiores del catequista. De no percatarte de esto, tu servicio se ver privado de una eficacia significativa, que nace del convencimiento de estar

    ejercitando un ministerio orientado al crecimiento en la fe de los

    muchachos, a fin de que stos lleguen a alcanzar la estatura de Cristo, establecida por el Espritu Santo, que es el agente principal de la evangelizacin; l es quien impulsa a anunciar el evangelio y quien, en la intimidad de las conciencias, hace acoger y comprender la palabra de la salvacin (EN 75). De aqu es de donde dimanan los criterios de actuacin, los motivos, el fin, el mtodo y la misma pedagoga que caracterizan la originalidad del servicio catequtico en la Iglesia. Recuperas ante todo la identidad de servidor de la Palabra (Hech 1,2) en el Espiritu, en virtud de una vocacin que te es concedida como un don por el bautismo y la confirmacin y que tu condicin actual de casado, clibe, religioso. . perfecciona ulteriormente con la gracia. Descubres el sentido de la corresponsabilidad que te pone al

    servicio de la Iglesia, no en solitario, sino juntamente con otros, dependiente y necesitado del testimonio de toda la comunidad (cf. EN 60). Te sientes anunciador de Cristo salvador, introduciendo a los muchachos de hoy en da en la participacin de un misterio de muerte y resurreccin, de sacrificio y de alegra, que encuentra su ms alta expresin en las celebraciones litrgicas.

    Es una relectura nueva del acto de la catequesis, en la que las relaciones de fe animan los contactos pedaggicos, la pertenencia eclesial dirige la dinmica de los encuentros y el horizonte de la historia de la salvacin se convierte en la referencia obligada de tu servicio de la Palabra. Podr parecerte que te alejas de los problemas, de los

  • interrogantes, de las dificultades, de las incertidumbres vinculadas al dar catecismo. Creme, es menester conquistar esta perspectiva que te acerca en la fe a la Palabra de Dios, a tu grupo y... a ti mismo delante del Seor. Efectivamente, mientras trazas para tus muchachos un itinerario de crecimiento en el amor de Cristo, no puedes separarte del

    camino que ellos recorren, sino que debes avanzar a una con ellos en el redescubrimiento de la originalidad cristiana, es decir, en

    hacerse en el mundo de hoy signos vivientes del santo servidor Jess (Hech 4,27) con miras a la construccin de una Iglesia ministerial. Se requiere por consiguiente, de parte del catequista, una solida y permanente formacin espiritual (ICF 87), ya que solamente quien est en una profunda comunin con el Espritu Santo puede convertirse en anunciador del mensaje que vive (ibid).

    I

    SER CATEQUISTA ES UNA VOCACION

    CATI/VOCACION MIRIO-CATEQUISTICO: No me escogisteis vosotros a Mi, sino que Yo os escog a vosotros (Jn 15,16) Por qu te has hecho catequista? Es posible que no sepas dar una respuesta inmediata a esta pregunta. Si reflexionas y tratas de reconstruir el entramado de las circunstancias, a veces fortuitas, de las situaciones imprevistas, o de los encuentros ocasionales de los que ha brotado tu opcin de poner manos a la obra catequtica, te quedas desconcertado. Ha sido una invitacin... una toma de conciencia de tu condicin de creyente a fondo... una propuesta... un testimonio...

    un deseo de comprometerte con la comunidad cristiana?...

    No lo s; tal vez ni siquiera t mismo lo sepas. Todo esto, visto de un modo superficial, puede parecer que haya sucedido as, casi como por casualidad... Pero en realidad nada, a los ojos de Dios, ocurre por casualidad. Sobre todo cuando l escoge a sus colaboradores inmediatos, como lo es todo catequista. Seria una decisin irresponsable! Jess pasa una noche en oracin antes de llamar a sus discpulos: Subi al monte a hacer oracin, (Lc 6,13). En otra ocasin les afirma: No me escogisteis vosotros a mi, sino que yo

    os escog a vosotros (Jn 15,16). Ha sido el Seor quien ha entretejido la sabia trama de circunstancias en la que, en momentos diversos, te hacia saber su llamamiento.

    T no te percatabas, pero l es siempre el primero en actuar; nos precede, nos sorprende con sus gratuitas iniciativas que,

  • juntas todas en uno, constituyen nuestra vocacin. Has acogido su propuesta: ya eres catequista! Pero que no sea la tuya una acogida resignada a una invitacin que te llega acaso de un sacerdote, al que no pudiste decir que no porque su demanda tena el tono de la splica y el acento de la urgencia. Es necesario redescubrir el sentido de un gesto que

    tal vez te haya pasado inadvertido en su importancia y en su profundidad.

    No te has preguntado nunca por qu no ha llamado a otros? Con un asombro unido al sentido de la sorpresa, de la gratitud, de la responsabilidad, observa el evangelista Marcos: Llamando a los que quiso, vinieron a l' (Mc 3,13). Es importante volver al origen de este llamamiento que te ha sido dirigido tambin a ti, reconstruirlo, volverlo a escuchar de nuevo como la primera vez para responder hay como ayer, ms an, mejor que ayer, con tu si' gozoso a la invitacin del Seor que te enva a anunciar su Palabra. 1. LLAMADOS PERSONALMENTE A ANUNCIAR LA PALABRA DE DIOS VOCA/CR CR/VOCACION: Hay una manera equivocada de

    entender la vocacin que consiste en identificarla con elementos y

    aspectos extraordinarios, excluyendo todo lo que puede ser ocasional y cotidiano. La vocacin, que est en el comienzo del ministerio catequtico, es algo que pertenece al gnero de lo extraordinario por ser don y gracia del Espiritu Santo (EM 68), sin que esto implique manifestacin exterior excepcional alguna. La vocacin es siempre un gesto de predileccin. FE/V-ORDINARIA D/PROVIDENCIA MIRADA/FE J/LLAMADAS: Efectivamente, lo extraordinario hay que descubrirlo en la intimidad de las relaciones que el Seor establece contigo. Por desgracia, nuestra mayor limitacin es la de no acertar a ver las cosas extraordinarias por la sencilla razn de que se nos presentan de un modo familiar (Teilhard-de-Chardin). Es necesaria la mirada de la fe que nos permite descubrir a Dios actuando en medio de

    nosotros. Por lo dems, el modo como Jesucristo mismo llama a los apstoles y a los discpulos no tiene nada de excepcional. Invita a Juan y a Andrs a seguirle mientras stos van de camino: Venid y veris (Jn 1,39; llama a Mateo mientras ste se encuentra en su mesa de trabajo: Sigueme (Mc 2,14); a Pedro mientras se afana en arreglar las redes de pesca: No temas: de ahora en adelante sers pescador de hombres (Lc 5,11). Las situaciones cotidianas se convierten en el lugar en que resuena la palabra del Seor y

    donde los discipulos acogen su propuesta. Algo semejante, aunque en un tono diverso, ha ocurrido tambin en tu propia vida, constituyendo el comienzo de la historia de tu vocacin catequtica. El redescubrirlo en la fe te ayuda a sentirte de continuo un llamado, un escogido, y te responsabiliza cada vez ms.

  • Consagrado por Cristo (RdC 185) CR/PROFETA: La vocacin del catequista nace y se precisa dentro de la llamada sacramental, en la que encuentra su fundamento el ejercicio del ministerio de la Palabra. Aqu es donde el Seor invita, cita, otorga sus dones, envia en misin.

    La vocacin proftica de cada uno de los miembros del pueblo de

    Dios tiene su origen en la consagracin bautismal a Cristo; se desarrolla y se especifica, a travs de los otros sacramentos, en ministerios diversos... (RdC 197). Por tanto, todo cristiano es responsable de la Palabra de Dios segn su vocacin y sus circunstancias vitales... Es una responsabilidad enraizada en la vocacin cristiana. Brota del bautismo; es solemnemente vigorizada en la confirmacin; se califica de maneras singulares con el matrimonio y con la ordenacin sagrada; se sostiene con la Eucarista (RdC 183). La responsabilidad de la Palabra en el pueblo de Dios, es, pues, conferida a cada uno por el Espiritu segn la propia vocacin. En esta perspectiva tu llamamiento no tiene, pues, que ser entendido como un encargo ocasional, sino que proviene ante todo

    de la situacin inherente a tu estado de vida en la comunidad

    cristiana como bautizado, confirmado, desposado, clibe... Es, por consiguiente, una consagracin de toda la persona, a la que Dios mismo provee con la gracia sacramental haciendo madurar en el cristiano al catequista. Ests efectivamente comprometido a hacer patente la proclamacin de la fe en correlacin con tu experiencia de vida, a fin de que la salvacin se haga realidad y sea proclamada tambin a los dems. El llamamiento al ministerio catequetico no es una super-vocacin, aadida desde fuera, sino un modo concreto y especfico de responder en la comunidad a la invitacin del Seor. El catequista es consagrado y enviado por Cristo y puede tener su confianza puesta en esta gracia: mas an, debe solicitar la abundancia

    de la misma, a fin de hacerse en el Espritu instrumento adecuado de la benevolencia del Padre (RdC 185). La consagracin al ministerio catequetico es para ti una garanta de auxilios y de gracia que debes invocar con fe y con fervor en la oracin incesante al Espiritu Santo (EN 75). Enviado por el Espritu para la comunidad

    El ministerio de la Palabra nace de una vocacin especifica que el Espiritu suscita en la comunidad y para la comunidad. De hecho, todo ministerio es un servicio puramente eclesial en su esencia y en su finalidad (EM 68). Aquel que libremente acoge el ministerio de la Palabra, recibe tambin los dones adecuados para poder desempear eficazmente dicho servicio dentro de la

  • Iglesia. La vocacin no es nunca genrica, sino que se halla situada en relacin con toda la comunidad, donde adquiere sus contornos especficos y sus matices originales. Cada cual descubre, por lo mismo, el sentido de la corresponsabilidad conexa a la llamada del Espiritu dentro de la comunin eclesial. Los ministerios, efectivamente, son dones que el Seor hace a la

    Iglesia.

    El dio a unos ser apstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores... para la edificacin del Cuerpo de Cristo (Ef 4,11-12). El mbito del ejercicio de la vocacin catequtica es parte misma de la llamada del Espritu y no un simple corolario exterior. El Seor te enva efectivamente a anunciar su Palabra dentro de un ambiente preciso, a un determinado grupo, con una finalidad bien concreta. Al irte haciendo cada vez ms dcil a la accin del Espritu (RdC 40), te ser posible ir descubriendo este proyecto que l tiene sobre ti. Es cierto que no solamente t eres un llamado, sino que tambin tus muchachos, en la catequesis, son llamados a escuchar, en tu voz, la Palabra de Dios.

    Por consiguiente, tu vocacin se extiende tambin al grupo de

    catecismo que el Espritu ha escogido precisamente para ti, para que, en la fe y en el amor, construyas en l la Iglesia. El encuentro habitual con tus muchachos debe hacerte cada vez ms consciente de los dones que el Seor, a travs de tu voz y de tus gestos, quiere comunicarles a ellos. En un determinado sentido te conviertes en el mediador nico e insustituible de los mismos, en aquel momento y en aquel determinado ambiente. El reconocimiento de la Iglesia El catequista, para poder desempear el servicio de la Palabra, tiene necesidad de la fe de la comunidad, que reconoce en l los dones del Espiritu. Es efectivamente la Iglesia la que descubre su propio misterio en las palabras y en la vida de uno de sus

    miembros, le aprueba y le otorga el consentimiento para el ejercicio del ministerio catequistico (cf. RdC 197). La falta de catequistas no hay que achacarla a la carencia de instituciones o a defectos organizativos, sino que, ante todo, hay que atribuirla a una profunda crisis de fe de la comunidad entera, que no sabe vislumbrar en ella el paso del Espiritu. La Iglesia local, bajo la gula del Espiritu y la direccin de sus responsables, no crea ministerio alguno, sino que lo descubre, lo

    hace visible, a fin de que cada cual pueda asumir la propia responsabilidad en la construccin del Reino de Dios. El catequista, por su parte, al acoger la propuesta que le llega a travs de la comunidad, responde a la invitacin del Espiritu. Los pastores tienen autoridad para reconocer y alimentar la vocacin de cada cual, as como tambin para asignar tareas especificas en el

  • servicio a la comunidad. Toda mision catequtica se ve de esta manera robustecida tambin por la llamada que, de diversas maneras, lanzan los pastores para asociar a todos a su ministerio apostlico: en los encargos que el obispo y el prroco confien, es posible siempre percibir el mandato que, reconociendo los dones del Seor, los pastores confen en su nombre a los fieles para confirmar su mision (RdC I 97).

    Tu servicio catequetico es una expresin de la fe de tu

    comunidad en el Espiritu, que no la abandona nunca, sino que continuamente la renueva con sus dones. Te conviertes por tanto, ante tus muchachos, en un signo de la confianza de la Iglesia. 2. UNA VOCACION QUE ES GRACIA Y DON DEL ESPIRITU SANTO Puede suceder que el catequista, en el ejercicio de su ministerio, sobre todo frente a las dificultades, experimente incomodidad y turbacin y conozca el peso y la fatiga del compromiso que ha aceptado. Incurre fcilmente entonces en el riesgo de vivir su vocacin tan slo con un profundo sentido del deber y de la responsabilidad

    asumida ante la Iglesia, el grupo de los muchachos y sus familias,

    hasta el punto de perder de vista una dimensin importante de su servicio, es decir, el sentido de la gratuidad y de la predileccin. Ser catequista es una gracia y un don, ya que tu opcion no est vinculada a mrito particular alguno, sino nicamente al misterio de la llamada del Espiritu. CATI/VOCACION: La vocacin catequtica es, por encima de todo, un don que te sorprende, te maravilla y te invita a orar como la Virgen ante el anuncio del ngel: Engrandece mi alma al Seor y se alegra mi espirita en Dios, mi salvador; porque ha puesto los ojos en la humildad de su sierva (Lc 1,47). El servicio a la Palabra, por su propia naturaleza, es siempre superior a las fuerzas humanas, razn por la cual es desempeado siempre en la gracia del Seor.

    Un ministerio de hecho MIRIO-DE-HECHO: La vocacin del catequista se perfila a partir de la comunidad cristiana, en la que es invitado a desempear un ministerio especfico. Dicho ministerio es conferido a travs de su designacin e implica un servicio que hay que realizar en la Iglesia de un modo suficientemente estable. En la comunidad ese encuentran los llamados ministerios de hecho,

    es decir, aquellos ministerios que, sin titulo oficial alguno, desempean, en la praxis pastoral, constantes y consistentes servicios pblico a la Iglesia.... Uno de los ejemplos ms evidentes es el de los catequistas, que se encuentra entre los ms florecientes en no pocas iglesias locales. (EM 67).

  • El catequista, por consiguiente, desempea en la comunidad el ministerio de Cristo, que con la palabra convoca a los nios y los rene para anunciarles la buena nueva del amor del Padre. Tiene un papel propio e insustituible en orden a lograr que la Iglesia, en cuanto tal, pueda realizar y llevar a termino su misin de proclamar la Palabra de Dios

    La comunidad cristiana tiene necesidad de que t ejercites el ministerio catequetico que te ha sido conferido como un don por el

    Espiritu. Los seglares tienen que adquirir esta conciencia, que no proviene del hecho de constatar la necesidad de prolongar los brazos del sacerdote, el cual no puede llegar a todos los ambientes ni atender a todas las tareas. Proviene de algo mas profundo y ms esencial: Proviene del hecho mismo de ser cristiano (Pablo VI). La gracia de la Palabra VOCA-CATECA/ORIGEN MIRIO-DE-LA-PALABRA: El servicio a la Palabra que el catequista desempea es un modo de expresar la propia pertenencia activa y responsable a la comunidad cristiana. En esta proclama l haber recibido la gracia de la Palabra (RdC

    182) como un don que compartir con todos para poder reconocer y

    alabar al Seor, que lleva a cabo tales cosas en medio de su pueblo. El desempear la tarea catequtica nace sobre todo de la necesidad de manifestar a los demas el don recibido y no de motivaciones humanas. A diferencia de lo que ocurre en las relaciones entre las personas, en las que es posible la reciprocidad del favor, cuando se trata de Dios no existe reciprocidad alguna. MIRIO/GRACIA-DON: Aqu todo es don, solamente don y siempre don, aun despues de haber desempeado un ministerio. Pero, sobre todo, el servicio de la Palabra es gracia, ya que expresa el mximo de confianza que el Seor te otorga cada vez que te encuentras con tu grupo en la tarea eatequtiea. Por eso mismo ests en deuda para con quien te ha enviado a anunciar su mensaje a los muchachos. Al igual que el apstol Pablo, tambin

    tu vives esta experiencia saboreando en el espritu un profundo sentimiento de gratitud: Doy gracias al que me dio fuerzas, a Cristo Jess, Seor nuestro, porque me consider digno de confianza al colocarme en el ministerio (1 Tim 1,12). Adviertes en ti mismo el ansia de ser hallado digno de esta vocacin (Ef 4,1). La acogida de fe La actitud del catequista respecto a la llamada del Seor, ms

    que una decisin, es una respuesta de fe a la inivitacin del Espiritu que la ha precedido. Aceptar el ministerio catequetico equivale a acoger en la propia existencia al santo siervo Jesucristo (Hech 4,27), convertirse en discpulos suyos, es decir, compartir su proyecto de vida, seguir su camino y encontrar en el, promulgador de la Palabra del Padre, el modelo de prctica del

  • ministerio catequtico. Sin convertirte en amigo suyo no te es posible ser fiel al don recibido. De hecho, lo que capacita a los apstoles para el ministerio de la Palabra es la vida de comunin con Jesucristo, es decir, el haber vivido con el (Hech 2,13), haber comido y bebido con l (Hech 10,3941), el haber trabado con l unas relaciones de familiaridad y de confianza recproca. Son

    condiciones indispensables. Como catequista no eres llamado ante todo a responder a la invitacin de Jess: Id y ensead a todas

    las gentes (Mt 28,18), sino a acoger con fe y con amor su invitacin: Venid y veris'' (Jn 1,39), es decir, a permanecer con l en la oracin, en la meditacin, en el silencio y en la experiencia de la vida eucarstica. Del hecho de convertirte en discpulo de Cristo y, por consiguiente, del hecho de escogerle a l como persona con la que compartir tu propia vida, es de donde arranca la progresiva maduracin de tu respuesta de fe a la vocacin catequtica. 3. EL CATEQUISTA, PROFETA EN LA IGLESIA CATI/PROFETA: La identidad del catequista en la Iglesia es muy

    semejante a la figura del profeta, hasta el punto de que sta

    permite reconstruir aproximadamente algunos de los rasgos importantes de la fisonoma espiritual del ministerio de la Palabra. Se sigue de aqu una mayor conciencia de estar desempeando en la comunidad cristiana un servicio que te sita en la linea de los profetas y, por consiguiente, dentro de la historia de la salvacin, que hoy da se lleva a cabo tambien por obra y gracia de tu tarea catequtica. Mira que pongo mis palabras en tu boca (Jer 1,8) Ante el llamamiento de Dios a desempear el ministerio de la Palabra, el catequista puede compartir, como los profetas, un sentimiento profundo y sincero de incapacidad, de insuficiencia, que le asalta casi con idntico acento.

    No me van a creer ni van a escuchar mi voz (Ex 4,1). No s hablar, pues soy muchacho (Jer 1,6). Ay de m, que estoy perdido, pues soy hombre de labios impuros! (Is 6,5). Es el comportamiento caracterstico de quien supone que ha de desempear por s solo el ministerio que le ha sido conferido, partiendo de las propias fuerzas, lo cual le hace ver una serie de

    limitaciones que en un primer momento le inducen a declinar la invitacin. Tal verificacin es, por el contrario, un componente indispensable de tu misin catequetica, la cual, como la del profeta, nace de la conciencia de hablar en nombre de otro, de anunciar palabras que no te pertenecen, porque son de Dios.

  • De hecho, l mismo crea al profeta con algunos gestos simblicos: purifica con fuego sus labios (Is 6,5-7; Jer 1,8), le permite asistir al consejo del Seor (Jer 23,18) y lo introduce en la corte celeste (Ez 1,26-28). Es un conjunto de signos que expresan la familiaridad que Dios mantiene con aquellos a quienes envia a anunciar su Palabra.

    Dios no hace nada sin revelar su secreto a sus siervos, los profetas

    (Ams 3,7). Idnticas perspectivas se encuentran en el evangelio. Es Jess quien, a diferencia de los rabinos de la poca, llama personalmente a los discpulos, siendo as que, de ordinario, eran los discpulos los que buscaban al maestro (Mc 1,14-20; 2,13-17; 8,27-38). Jesus conversa con ellos como un rabino, establesiendo con ellos unas relaciones familiares y afectuosas que eliminan toda distancia. Les tranquiliza diciendo que en los momentos dificiles no deben preocuparse de lo que han de decir, porque ser el Espiritu quien hablar en ellos

    No os preocupe cmo o qu hablaris; porque se os dar en aquella

    hora lo que debis decir. No seris vosotros los que hablis, sino el Espiritu de vuestro Padre el que hable por vosotros (Mt 10,19-20). San Agustn comenta a propsito de esto: Si el Espiritu Santo habla en aquellos que, por Cristo, son entregados a sus perseguidores, por qu no habra de hablar en aquellos que entregan a Cristo a sus oyentes?. En el nombre y con la gracia de Cristo Salvador (EN 59) Eres un enviado en el nombre de Cristo, es decir, un representante suyo, no en el sentido puramente jurdico de quien est en el lugar de otro y se halla habilitado para sustituirle. El termino enviado expresa una realidad de comunin

    profunda en el lenguaje hebreo. Indica efectivamente que el enviado de un hombre es como otro l en persona. Tal aspecto est vivo en las palabras de Jess dirigidas a sus discpulos: Como el Padre me ha enviado a m, as os envo yo a vosotros (Jn 27,18-21). Los profetas eran profundamente conscientes de ser enviados, es decir, mensajeros de Dios, y lo expresan con la frmula habitual con que introducen sus proposiciones: Palabra de Dios,

    Orculo del Seor'> (Jer 28,1-2; 15-16; 1 Re 22,11; Ez 13,1). Es un modo de autentificar el anuncio, pero sobre todo es referirlo a aqul que es su autor y su fiador. El catequista, a diferencia de los profetas, no habla tan slo en nombre de otro, sino que con su propia persona, con sus palabras y sus gestos, hace Presente a Jesucristo. En un cierto sentido se

  • convierte l mismo en la primera encarnacin de la Palabra de Dios ante los muchachos. Por este motivo, slo en la medida en que tratas de identificarte con Cristo con tu propia vida, te conviertes en un autntico portavoz suyo, porque tu palabra puede ser verdaderamente la suya.

    Tu eres mi siervo, en el que manifestar mi gloria (Is 49,3)

    A travs de la palabra y la vida del profeta, Dios manifiesta su gloria, es decir, su presencia y su accin de salvacion en medio del pueblo. Por eso el silencio de los profetas es concebido como una seal de lejana de Dios y uno de los castigos ms temidos. Tambin hoy tu servicio de la Palabra se propone revelar a los nios la gloria de Dios, es decir, su misterio de amor tal como se ha manifestado en Jesucristo. De lo cual se sigue que, antes de insistir en la respuesta humana que puede brotar del encuentro con el Seor, es necesario subrayar an ms la voluntad y el deseo de Dios de dar a conocer su gloria, es decir, de entrar en comunin de vida con toda persona. El reconocimiento de la proximidad del Seor en la existencia de tus muchachos se convierte en un motivo de alabanza, que se expresa ya en la

    oracin durante el encuentro catequtico y est destinada a

    prolongarse en la asamblea litrgica. De esta manera, el ministerio de la Palabra tiene tambin una funcin cultual y constituye un ejercicio del sacerdocio universal de los seglares. Es un aspecto de tu misin catequtica que acenta ulteriormente la importancia de tu ministerio como iniciacin permanente de los nios a la participacin litrgica. PARA LA ORACION Sea cual sea mi edad, te seguir, como los obreros que fuiste a buscar a la plaza, a todas las horas, para que trabajasen en tu campo

    Te seguir aun cuando el mundo no comprenda y a veces desprecie a quien se entrega completamente a ti. Te seguir para realizar la obra que t has comenzado y quieres que nosotros, miembros tuyos,

    llevemos a buen trmino. Te seguir con la prontitud de Pedro y de Andres, de Santiago y de Juan, los cuales, dejadas las redes y a su padre,

  • se consagraron irrevocablemente a ti y a tu tarea. Te seguir y no buscar otro premio que t y tu amor, Dios mio. Amn.

    * * *

    T me llamas, Seor, y yo tengo miedo de pronunciar el s. Me quieres y yo trato de escaparme. Me pides que te permita aduearte de m y yo me niego. De este modo no llego a entender qu es lo que quieres de mi. T esperas el don completo: esto es cierto. Y yo tal vez estoy dispuesto a darlo, dentro de los limites de mis posibilidades. Tu gracia me empuja desde dentro, y entonces todo me parece fcil. Pero bien pronto me recobro, dudo, apenas me percato de qu es a lo que debo renunciar y de lo dolorosa que es la ruptura definitiva.

    Oh Seor, dame fuerza para no negarme!

    Ilumname en la eleccin de lo que quieres. Estoy dispuesto. (J. Lebrel)

  • II

    SERVIDORES DE LA PALABRA DE DIOS

    QUIEN A VOSOTROS ESCUCHA A MI ME ESCUCHA

    (Lc 10,16) PALABRA/IMPORTANCIA: La palabra es el modo habitual de entrar en comunicacin con los dems y, en un cierto sentido, de ponerte a su servicio. Nada hay ms personal que la palabra, ya que sta nos dice' a nosotros mismos y expresa, si es sincera, cuanto de ms intimo hay en cada uno de nosotros. Por este motivo tu palabra es siempre un don, pero es tambin una gracia que los otros te conceden cuando se encuentran contigo. Toda palabra, efectivamente, tiene en s misma una fuerza creadora que nos hace crecer recprocamente, nos libera y tambin nos abate. Por esta razn, ante una palabra profundamente escuchada nunca queda nadie indiferente: se la acoge, se la rechaza, se

    experimentan reacciones de alegra, de tristeza, de desaliento... La palabra deja siempre una huella en los dems, ya que tiende

    a modificarlos. Desde el momento en que el Seor te ha llamado a hacerte catequista, tu palabra, aun conservando toda esta carga humana, se enriquece con un nuevo significado, tiende a realizar otro encuentro, se convierte en signo de otra Palabra, se propone transformar a los muchachos a la luz de un proyecto que no te pertenece, porque es de Dios. De hecho, tambin a los catequistas les dice Jess: EI que a vosotros escucha a mi me escucha (Lc 10,16) Dios asocia su Palabra a la tuya, se sirve de ella, la hace presente en ella para entrar en comunin con los nios de hoy con la fuerza y eficacia que le es propia. De hecho, en la mentalidad hebraica la palabra no designa tanto el contenido lgico de una

    informacin cuanto el gesto vivo de una persona que entra en la existencia de otra a fin de llevar a cabo una comunin de vida.

    Es como para quedarse estupefactos cada vez que Dios confa a alguien la misin de hablar en su nombre. Recuerda a Moiss (Ex 3,4.10), a Isaas (6,5-10), a Jeremas (1,5-10), a Ezequiel (3,1-10) Y t, qu es lo que piensas de ello? Con qu actitudes vives tu servicio a la Palabra de Dios? 1.ATENTOS Y DCILES A LA PALABRA DE DIOS La Palabra de Dios es un bien tan grande que la primera

    preocupacin que hay que advertir es la de ser servidores fieles. El apstol Pablo, hablando de s como catequista, afirma: Que se nos considere, por tanto, como ministros de Cristo y

    administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, a los administradores no se les exige otra cosa sino que se muestren fieles (I

  • Cor 4,1-2). Ser catequista significa ser profundamente conscientes de sentirse al servicio de la Palabra. Tal misin cualifica y define tu verdadera identidad. Es una exigencia en virtud de la cual los problemas, los interrogantes, las experiencias de vida se resuelven

    ante todo a partir de la Palabra de Dios, a la que se concede toda prioridad significativa, a fin de poder leer a su luz los hechos, los

    proyectos del hombre y su propia historia. El ser servidor de la Palabra no es todava, propiamente hablando, relacin con la persona humana, con su fe y con el cristianismo, sino que es ante todo relacin con la revelacin (W. Esser). Por supuesto que no debes desviar tu mirada de las realidades humanas, a veces contradictorias, sino redescubrirlas en la fe, ya que la Palabra de Dios se preocupa de revelar al hombre a s mismo frente a Dios. Por lo dems, la Palabra de Dios no est constituida solamente por aquello que Dios opera, sino tambin por la respuesta, positiva o negativa, del hombre. Por este motivo, la mxima Palabra de

    Dios no es un hecho, sino una persona, Jesucristo, en el que a un

    mismo tiempo se revelan Dios que viene al encuentro del hombre y el hombre que cree en Dios. A la escucha religiosa de la Palabra PD/ESCUCHA: El primer servicio catequtico no consiste en el anuncio, sino en ponerse a la escucha religiosa de la palabra (vase RdC 11). De hecho, cuanto mas la escuches con fe, ms dispuesto te hallars a servirla, porque intuirs sus recodos profundos, sus matices, te dejars penetrar por ella para despus ofrecerla a los muchachos. Es indispensable crear en uno mismo el espacio para la acogida de la Palabra, con humildad y sencillez de corazn. Aun en la lectura de la Biblia se nos puede pasar por alto la dimensin personal del encuentro con el Seor, que se realiza mas all de la

    palabra escrita. Se trata de ponerse en comunicacin con alguien que se hace presente en ese momento. El catequista tiene un modelo de escucha de la Palabra en Mara, que conservaba con cuidado todas estas cosas (hechos y palabras), meditndolas en su corazn (Lc 2,19). Se subraya as la actitud de custodiar casi celosamente, no slo para s, sino para comunicar a los dems la propia experiencia, sin que nada se pierda, y se acenta la idea de meditar, es decir, de

    reinterpretar la Palabra confrontndola con las situaciones de la vida. Para Mara de Nazaret la Palabra de Dios no era una cosa cualquiera, sino una persona, Jesucristo, el Verbo hecho carne (Jn 1,14). Hacerse catequista significa familiarizarse cada vez ms con Jesucristo, de manera particular a travs de su palabra, para

  • conocer mejor cuanto l ha hecho por los hombres. Es indispensable una lectura frecuente y asidua de la Biblia como compromiso de fidelidad a la propia misin dentro de la Iglesia. Jernimo-san te sugiere: BI/LECTURA-FRECUENTE Que cuando despunte el sol te encuentres con el libro de la Escritura

    abierto sobre las rodillas. Que el sueo te sorprenda por la noche mientras tienes ante ti el cdice de la sagrada escritura y la pgina santa

    acoja tu cabeza cuando la doblegue el sueo. PD/ESCUCHA PREDICADOR/PD: La escucha religiosa supone determinadas actitudes interiores: Dejarse interrogar por la Palabra, es decir, reconocer que Dios habla aqu y ahora y est esperando tu respuesta. Descubrir la novedad que emerge cada vez que te acercas a la Biblia y te confrontas con las experiencias cotidianas. Convertirse a la Palabra, sintindose pobres y humildes delante del Seor. La lectura de la sagrada escritura debe ser acompaada por la oracin, a fin de que pueda tener lugar el coloquio entre Dios y el hombre; ya que le hablamos cuando oramos y le escuchamos cuando leemos los orculos divinos (DV

    25). Es vano heraldo de la Palabra de Dios hacia afuera quien no

    la escucha por dentro (San Agustn). Es cierto que la familiaridad con los textos de la revelacin confiere al mtodo catequtico una eficacia que intilmente se buscara en otras palabras, ya que en ellos es el Espritu Santo quien habla y quien acta (RdC 164). Alimentarse de la Palabra La capacidad para captar los autnticos sentidos de la Palabra no te vendr de una atencin pedaggica o de un mtodo puesto al da, sino de una verdadera sensibilidad espiritual que ayude a saber leer en los acontecimientos el mensaje de Dios (EN 43). PD/ALIMENTARSE: Es, por tanto, obra del Espritu Santo (RdC 17), a cuyo servicio se siente el catequista. Para poder liberar de

    un modo menos imperfecto la riqueza de los significados incluidos en la Palabra, tienes que alimentarte de la Palabra misma. No te extrae esta atrevida imagen, porque es bblica. La proximidad de la Palabra al alimento est presente en la vocacin del profeta Ezequiel: Hijo del hombre, come lo que se te ofrece, come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel. Yo abr la boca y me dio a comer el rollo... Lo com y fue en mi boca dulce como la miel (Ez 3,13).

    Jess mismo vuelve a proponer la misma imagen cuando, tentado en el desierto, dice a Satans: No slo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios (/Mt/04/04). Se acenta de esta manera para el catequista la importancia de interiorizar la Palabra de Dios. La Palabra debe ser asimilada hasta identificarse con la vida de

  • quien la proclama y confundirse con su persona, como ocurre con el alimento. La Palabra hace crecer al catequista, constituye su misma fuerza, el punto de apoyo de su vida y su alegra. De este modo puede afrontar como el profeta las dificultades que provienen de la proclamacin: Cual diamante, ms dura que roca, he dejado tu

    frente: no los temas ni tengas pavor ante ellos (Ez 3,9) Toda Palabra es importante (vase Mt 4,4), es decir, que no es

    menester hacer selecciones preferenciales. S. Cesreo de Arls sugiere: La misma atencin que empleamos para que el Cuerpo de Cristo no caiga al suelo, deberamos tenerla para que no caiga de nuestros corazones ninguna Palabra de Dios. El catequista es un amante de la Biblia (cf. RdC 105-108). Servir a la Palabra PD/SERVIRLA-FIEL: No eres dueo de la Palabra, porque, mientras la propones a los muchachos, la escuchas, te interpela y te juzga. Por este motivo, en cuanto servidor, no te es licito construirte tu propia imagen de catequesis segn tu propio gusto personal. Seria una traicin. La comunidad cristiana enva a los catequistas no a predicarse a si mismos o las propias ideas

    personales, sino a predicar un evangelio del que ni ellos ni ella son

    seores y propietarios absolutos que puedan disponer de l a su propio arbitrio, sino ministros encargados de transmitirlo con extrema fidelidad (EN 15). El servicio catequtico no tiende por encima de todo a persuadir o a convencer con sabidura humana (1 Cor 2,1), sino a hacer presente a Cristo y, por consiguiente, a prolongar su accin. El ministerio de la Palabra requiere la mxima disponibilidad, dado que tiende a desbaratar la propia vida. Slo de esta manera pudo Mara decir: He aqu la esclava del Seor, hgase en mi segn tu palabra (Lc 1,38). El siervo es un ser que cumple su propia misin sirviendo; en esto consiste su dignidad ante Dios. Aun despus de todo lo que habis hecho, sois unos siervos intiles (Lc 17,10). Para ti, servir a la Palabra de Dios quiere decir:

    sentirte pobre e impotente ante ella, porque precisamente cuando se es dbil, se revela la potencia de Dios. Pues cuando estoy dbil, entonces es cuando soy fuerte (2 Cor 12,10); Poner en crisis la propia experiencia catequtica, que corre el peligro de sobrevivir de una manera repetitiva, sin abrirse y renovarse en fidelidad a las exigencias de los tiempos; rechazar formas de claridad, que no permiten ya ni siquiera entrever el sentido del misterio y apagan el deseo de bsqueda y

    de profundizacin, porque se prefiere poseer tranquilamente las verdades cristianas. La Palabra de Dios no tiene tanta necesidad de catequistas que la expliquen, cuanto de servidores fieles que sean los primeros en hacer resonar en su propia vida el anuncio que proponen a los

  • muchachos. 2.TESTIGOS Y PARTICIPES DE UN MISTERIO MISTERIO/QUE-ES: Son diversas las maneras de entender la Palabra de Dios como misterio. Desde el significado habitual,

    aunque secundario, que guarda relacin con algo incomprensible y oscuro, hasta aquel otro, ms vlido, que expresa la idea de una

    realidad profunda, en la que se avanza mediante la reflexin y la contemplacin y que, en virtud de su grandeza y su riqueza, no llega jams a agotarse. (EN 73). El sentido del misterio, por lo tanto, postula siempre a Dios. Hay misterio all donde Dios y el hombre se encuentran, habitan juntos, actan juntos, forman unidad. El misterio es sagrado intercambio, comunin humano-divina (O. Casel). El sentido del misterio es, pues, connatural al anuncio de la Palabra, porque en sta se hace presente Dios, que acta, salva, se comunica y entra en dilogo con el hombre. De donde se desprende que los catequistas son testigos y participes de un

    misterio (RdC 185).

    Este misterio les trasciende infinitamente; y, con todo, el mismo misterio se consuma tambin a travs de su accin, que lo atestigua, lo explica, lo hace revivir (RdC 185). La Palabra de Dios es eficaz (/Hb/04/12) PD/EFICAZ: Ests al servicio de una palabra que se distingue de todas las dems, porque es la Palabra de Dios. A partir de algunas reflexiones acerca de sus cualidades especficas, es posible comprender la grandeza del misterio catequtico y la importancia de tu tarea dentro de la Iglesia. De hecho, la Palabra de Dios se hace presente en la catequesis por medio de la palabra humana. Pero existe el peligro de reducir la Palabra de Dios a la propia palabra, de confundirla con ella y de no advertir la eficacia y la

    potencia que le son propias y exclusivas. Cuando, en la Biblia, se nos remite a la Palabra de Dios, se presenta a Dios en accin (Gn 1,3; Ps 33,6), en dilogo con el hombre (Ex 34,28; Deut 4,13), en situacin de salvacin (Ex 14,19), en la que se hace presente su gloria. La Palabra de Dios es capaz de una eficacia que ninguna otra palabra humana conlleva ordinariamente. Es poderosa como el fuego (Jer 23,29), fecunda como la lluvia (Is 55,10-11).

    En Jesucristo, que es la mxima manifestacin del Padre, la Palabra de Dios perdona (Mc 2,10), resucita (Mc 5,41), cura (Jn 4,43-54), libera a los endemoniados (Mc 1,21-28), convierte el agua en vino (Jn 2,1-12), calma la tempestad (Mc 4,34-41), multiplica los panes (Mc 6,30-44), transforma el corazn humano (Lc 19,5).

  • Es una dimensin que la Palabra de Dios no pierde nunca y que ni siquiera se diluye con el tiempo, sino que la conserva aun en el grupo de tus muchachos a quienes tu la propones. La Palabra que viene de Dios posee el poder y la eficacia de Dios. Por ello no basta con profundizar nicamente su aspecto intelectual. Debes tambin desarrollar en ti mismo y en quienes te escuchan una

    actitud contemplativa, nacida de la narracin de las maravillosas obras que el Seor ha realizado y seguir realizando en medio de

    su pueblo. La Palabra de Dios es actual La Palabra de Dios, que resuena en medio de un grupo de muchachos, no vuelve simplemente a proponer el pasado ni se refiere a lejanos episodios cuyo recuerdo se quiere transmitir. En el ministerio catequtico est presente la gracia de la Palabra, poder de Dios para salvacin de todo aquel que crea (RdC 35) Tu principal preocupacin consiste en ponerte a ti mismo y a los muchachos delante de Dios, que habla ahora en Cristo Jess, sabiendo esconderte tras las palabras del Evangelio, persuadido de que es siempre el Seor el que suscita la fe.

    En muchas ocasiones el catequista debe ser mas hbil en el callar

    que en el hablar... Hay momentos en los que el catequista advierte que ha dicho ya bastante y que no puede insistir mas. (RdC 167). Presta atencin al peligro de darte a ti mismo, tu palabra, tu estima, tu confianza, tu amistad, tus dotes, en vez de dar, a travs de tu persona, la fuerza y la salvacin que solamente pueden venir de Jesucristo. De una manera inconsciente puedes estar siendo impedimento para el encuentro del Seor con tus muchachos. La simpata humana es un gran valor pedaggico, pero si es exclusiva y cerrada en s misma, no permite que se manifieste la relacin con un Dios que se hace presente. La personalidad del catequista debe enriquecerse de continuo con dotes y cualidades humanas, como servicio indispensable que permite al Seor manifestarse a

    los muchachos. El reino de Dios est cerca (Mc 1,15) PD/JUICIO: El comienzo del ministerio de la Palabra de Jesucristo coincide con la proclamacin del reino. Es un anuncio que se caracteriza por un tono de urgencia: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios est cerca: convertos y creed en el evangelio (Mc 1,15). El servicio catequtico conserva tambin

    este mismo acento, puesto que toda propuesta de la Palabra de Dios es un momento favorable que no hay que dejar pasar, ya que en si mismo comporta un juicio. El juicio, implcito en la Palabra de Dios, es rico en mltiples significaciones. No designa un ajuste de cuentas o una condenacin, sino que es antes que nada una clarificacin para la propia vida.

  • La urgencia que le acompaa deriva del hecho de que el reino de Dios, es decir, Dios mismo, se hace presente en la Palabra, por la que es indispensable sentirse implicados. El juicio que subyace a la Palabra debe, pues, ser anunciado a todos, a fin de que nadie se vea excluido de l.

    El catequista advierte profundamente este sentido de responsabilidad que le compromete junto con sus muchachos en la

    bsqueda de una respuesta inmediata a la Palabra, la cual no admite fciles y arriesgadas dilaciones, ya que maana podra ser demasiado tarde. 3.MINISTROS DE LA PALABRA Los modos de servir a la Palabra de Dios son mltiples y las personas empeadas en esta tarea actan con distintas competencias y cualificaciones. Entre estas personas te encuentras tambin t. Es toda la comunidad cristiana la que se halla siempre en religiosa escucha de la Palabra de Dios (RdC 11) para servirla: el papa, los obispos, los sacerdotes, los diconos, los cnyuges, los

    catequistas... Hay diferentes mbitos de profundizacin confiados a

    los telogos, a los escrituristas, a los catequetas, a los diversos investigadores, dentro de dos momentos fundamentales: la evangelizacin o primer anuncio cristiano y la catequesis o reflexin sobre la experiencia de la fe (DCG 17). T, que actas prevalentemente en este segundo sector, no tienes que considerarte el ltimo eslabn de una transmisin cristiana, como si desempearas el papel de repetidor y divulgador de unas proposiciones de fe suministradas por personas competentes y que te han sido confiadas por los responsables de la comunidad eclesial. Semejante forma de ver las cosas significarla desvalorizar la misin del catequista, reducindola a desempear la funcin de una cinta magntica que reproduce siempre, en todas partes, de la misma manera y en todo momento, lo que en ella est grabado.

    Resultara as seriamente comprometido el significado mismo del ministerio catequtico. El catequista, dentro de la comunidad y en dilogo con los diversos expertos, realiza un servicio original, especfico, propio y exclusivo, a la Palabra; servicio realmente importante, por humilde y escondido que pueda ser. En realidad, toda la tarea de autentificacin de la Palabra de Dios por parte de los responsables de la comunidad converge

    hacia la catequesis como a la fase ms delicada, es decir, hacia el encuentro con las realidades vitales y con la persona de los destinatarios. Todo puede resultar aqu comprometido o distorsionado si el catequista no est bien atento. Cronolgicamente, ocupas el ltimo puesto, es decir, el momento del anuncio; pero el primero por su

  • importancia, ya que en la catequesis es donde la Palabra de Dios se traduce en la vida y se integra en la existencia de los muchachos. Es indispensable que profundices la originalidad de tu ministerio para no caer en lo genrico ni desviarte de tu papel especifico. T eres catequista. Tu servicio se orienta a hacer evidente el hoy, el

    aqu y el ahora de la Palabra de Dios.

    A la escucha de la vida D/HABLA-HOY: Es hoy bastante frecuente oir decir: Dios habla tambin hoy; pero, como entender esta expresin en su autntico valor? La respuesta nos remite nuevamente a los profetas, los grandes protagonistas de la historia de la salvacin, que reconocen la Palabra de Dios en las experiencias de vida y en los acontecimientos, donde, por inspiracin de Dios, descubren los signos de su presencia y, consiguientemente, su verdadero significado. Hoy, lo mismo que ayer, Dios habla concretamente al hombre, es decir, le ayuda a reflexionar sobre cuanto le acaece, vive y experimenta a la luz del evangelio. Es la suya una Palabra-existencia que se capta cuando uno se pone a la escucha

    de la vida.

    La revelacin tiene lugar por medio de acontecimientos y palabras ntimamente conexos entre si, de manera que las obras realizadas por Dios a lo largo de la historia de la salvacin, manifiestan y refuerzan la doctrina y las realidades significadas por las palabras, y las palabras declaran las obras y esclarecen el misterio en ellas contenido (DV 2). Cada uno de nosotros se halla como inserto en una historia de salvacin, en cuyos hechos se encuentra uno con Dios Padre que, en Jesucristo, hace sus invitaciones, corrige, libera, ama... Por consiguiente, tu principal atencin ha de consistir en ponerte con los nios a la escucha religiosa de las experiencias de vida. En realidad, el catequista debe ser un agudo conocedor de la persona humana, de sus procesos espirituales, de la comunidad en la que cada hombre vive y se desarrolla. Secundando las

    intenciones de Dios y siguiendo los caminos del Espritu Santo, sabe l encontrar a los fieles en sus situaciones concretas y acompaarlos, da a da, a lo largo de un itinerario siempre singular (RdC 1 68). El servicio al hoy de la Palabra HOY/PD PD/HOY: La Palabra de Dios se manifiesta siempre y nicamente en el hoy. Hacer aflorar esta dimensin de

    contemporaneidad existencial para aquellos que la escuchan es el servicio especfico y original del catequista. Este tiene que poder encontrarse con sus muchachos para ofrecerles una Palabra de Dios nunca oda, porque es nueva e indita como la vida de cada da. Ms an, son ellos mismos quienes provocan esta inmediatez

  • interpretativa con sus intervenciones, que nacen de la multiplicidad de las situaciones. Dar catequesis es una tarea en la que quien da, recibe. Al dar la Palabra, el catequista recibe la Palabra. Al dar la fe, recibe la fe. Al enfrentarse a la dificultades del tiempo o a las oscuridades de la fe, abre

    su alma a la claridad del Evangelio' (G. Duperray).

    De tus muchachos recibes como don una nueva comprensin de la Palabra de Dios, que ellos te ofrecen a travs de los significados descubiertos en el interior de sus existencias. Son ellos los que te fuerzan a anudar continuamente la propuesta catequtica a su propia vida, a fin de descubrir en ella una respuesta concreta. Tal vez no aprendas nada nuevo con respecto al contenido del mensaje cristiano, pero s ciertamente un modo diverso, y tal vez indito, de vivirlo. El catequista, en cada encuentro con su grupo, como Jesucristo en la sinagoga de Nazaret, debe poder proclamar a sus muchachos: Hoy se cumple esta Escritura que acabis de oir (Lc

    4,~1).

    Te es indispensable, pues, una capacidad creadora, producto de una profunda sensibilidad espiritual, que te ayude a liberar la riqueza de los significados que subyacen a la Palabra de Dios. No basta con que te remitas frecuentemente a la Biblia para asegurarte de haber desempeado tu servicio a la Palabra; es necesario evidenciar la significatividad y la actualidad que le son propias. Ofrecer una dimensin personal en la Biblia La Palabra de Dios corre a veces el peligro de ser materializada en la Biblia, es decir, en un documento escrito. Y no es ste su primer aspecto. La Palabra de Dios se anuncia tambin y se expresa a travs de una relacin personal, ya que no es voz, informacin, sino una Persona que habla a otras personas.

    El catequista es aquel que se pone a si mismo al servicio de la Palabra, confirindole una dimensin personal. No en vano ...el catequista, a fin de cuentas, es el ultimo responsable. Todo le puede ser de utilidad, pero nada hay que pueda reemplazar a su propia competencia para emitir un juicio definitivo y para adoptar las opciones prcticas (RdC 181). Los medios ms modernos (diapositivas, posters, foto-montajes, discos, etc.) pueden hacer ms sugestiva la Palabra, pero

    corremos a veces el peligro de privarla de aquellas relaciones personales que nicamente se establecen en el entramado de las relaciones, cordiales y abiertas, que el catequista fomenta con sus muchachos. La Palabra de Dios se comunica, en el sentido ms completo, nicamente al hilo de los encuentros personales, ya que ella es la

  • ms personal de las palabras, es Jesucristo en persona. Todo eso exige al catequista una particular atencin a la acogida de los muchachos y al establecimiento con ellos de unas relaciones satisfactorias a nivel humano. En realidad, la Palabra de Dios se anuncia ya en su interior.

    PARA LA ORACIN

    Dgnate concederme, oh Dios bueno y santo, una inteligencia que te comprenda, una sensibilidad que te sienta, un alma que te saboree, una diligencia que te busque, una sabidura que te encuentre, un espritU que te conozca, un corazn que te ame, un pensamiento que se oriente a ti, una actividad que te glorifique, un odo que te escuche, unos ojos que te contemplen, una lengua que te confiese,

    una palabra que te complazca,

    una paciencia que te siga, una perspectiva que te espere. (S. Benito) * * * Te agradezco, Jess, tus palabras, hechas todas ellas de cosas. Para hablar como hablas t no necesito indagar en los libros, sino en torno a mi, entre los hombres, en el mundo. Cmo te las arreglaste para hablarnos del cielo usando tan solo cosas de la tierra? Cmo te las arreglaste para llamar a Dios Padre por

    nosotros, si nosotros, aun como padres, somos malos? Eres Salvador y todo lo que tocas, aunque no sea ms que con tu palabra, lo redimes, lo haces instrumento de salvacin. Ensame, Jess, a mi tambin, a hablar as,

    a repetir tus palabras, hechas todas ellas de cosas. Mi palabra no ser abstracta, vana, como si se hallara fuera del mundo. Mi palabra, como tus parbolas, narrara las cosas de la tierra y quien me escuche mirar a lo alto;

  • mi lenguaje ser jerga de familia y todos oirn que hablo del Padre, como t, con tu amor. (G. Medica)

  • III

    EDUCADORES DE LOS HERMANOS

    EN LA FE DE LA IGLESIA

    LO QUE HEMOS VISTO Y ODO, OS LO ANUNCIAMOS TAMBIN A VOSOTROS, A FIN DE QUE TAMBIN VOSOTROS

    TENGIS COMUNIN CON NOSOTROS (1 Jn 1,3) No s, cuando te encuentras con tu grupo de catecismo, en qu trminos te dirigirs a los muchachos, qu tipo de relaciones asumirs respecto a ellos. Hablas en primera persona?: Voy a hablaros hoy.... Te diriges individualmente al que te escucha?: Qu piensas t acerca de esto ?. O prefieres actuar de otro modo?: Hoy vamos a tratar de descubrir.... Qu opinis de esto...?. Todo esto no es algo marginal, ya que no se reduce a elegir simplemente un vocabulario o un lenguaje.

    Puede ser significativo de una mentalidad, de un estilo habitual de tu conversacin catequtica, que permite entrever actitudes interiores profundas. Dime qu lenguaje hablas en la catequesis y

    te dir cul es tu idea acerca de ella, de Dios, de la Iglesia, de la fe, de los sacramentos... Qu supone el simple cambio del singular al plural, del yo al nosotros, de lo individual a lo comunitario? A simple vista, tal vez muy poco; pero en su interior puede estar en juego la imagen que t tengas de la Palabra de Dios, el sentido de tu pertenencia a la comunidad cristiana, a cuyo servicio desempeas el ministerio catequtico y para cuyo desarrollo trabajas. No en vano, el apstol Juan, al dirigirse a las primeras comunidades, prefiere servirse de un lenguaje que exprese la profunda solidaridad que une a quienes anuncian la Palabra y la

    comunin eclesial que sta trata de promover en quienes la escuchan. Escribe Juan: Lo que hemos visto y odo, os lo

    anunciamos tambin a vosotros, a fin de que tambin vosotros tengis comunin con nosotros (1 Jn 1,3). 1. EL SERVICIO DE LA PALABRA, CORAZN DE LA VIDA DE LA IGLESIA

    Ante un grupo de muchachos reunidos para el catecismo, puedes tener la impresin de sentirte al margen de la accin de la Iglesia y de estar realizando un servicio perifrico en relacin a los grandes problemas que bullen en la comunidad cristiana. Existe el peligro de sentirse aislado o, por el contrario, de considerarse protagonista nico y autor de todo cuanto ocurre en

  • la catequesis. En un cierto sentido, no es el catequista el que anuncia la Palabra de Dios, sino la Iglesia a travs de su ministerio. Evangelizar no es nunca para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial (EN 60). El catequista no administra como algo propio la Palabra, sino

    que propone y testifica un mensaje que el pueblo de Dios entero vive trepidante y alegremente (RdC 166). En realidad, slo la

    Iglesia conserva para si misma el recuerdo total de Cristo, razn por la cual el anuncio de la Palabra es una competencia que le incumbe como comunidad que es, constituida por diversos ministerios convergentes y complementarios. A travs de ellos, la Iglesia, bajo la direccin del Espritu, se percata cada vez mas de la riqueza de los significados de la Palabra que hay que transmitir a las nuevas generaciones. El papel ministerial del catequista consiste, ante todo, en sintonizar la frecuencia de este servicio de actualizacin, a fin de transmitir a los muchachos de hoy la autntica Palabra de la Iglesia. Tu servicio, por consiguiente, hay que situarlo en la totalidad del ministerio de la comunidad cristiana, no como la parte de un todo, sino como un momento expresivo de su realizarse y de su hacerse

    presente en el grupo de los muchachos. Es una exigencia

    intrnseca a la naturaleza misma de la Palabra, que sita al catequista en el corazn de la Iglesia, all donde sta nace, crece y se desarrolla. Esto presupone que acta no a causa de una misin que l se ha arrogado, ni en virtud de una inspiracin personal, sino en unin con la misin de la Iglesia y en nombre de la misma (EN 60). Un ministerio vital Tu vocacin hunde sus races en la misin de la Iglesia que, por su misma naturaleza, es toda ella catequista (Cf. EN 59; RdC 12,182). Ejercitas, por tanto, un ministerio esencial para la vida de la comunidad cristiana, es decir, el anuncio y la transmisin de la Palabra, sin la que dejara de existir la Iglesia, que es una

    comunidad de hombres reunidos y convertidos por la escucha de la Palabra. La vida de la Iglesia est efectivamente suspendida del ministerio de la Palabra, palpita con su mismo ritmo, como resulta evidente de la lectura de los Hechos de los Apstoles (Hech 1,5; 2,4.13; etc.). En la comunidad cristiana todo comienza con la Palabra. Por tanto, la fe viene de la predicacin, y la predicacin tiene lugar por medio de la Palabra (Rm 10,17).

    El cristianismo no es tanto la religin del libro cuanto de la Palabra, de una Palabra que convoca y construye el pueblo de Dios como comunidad viviente en el Espritu del Seor resucitado. La experiencia de que la catequesis es una ley de vida para la Iglesia es profunda en el apstol Pablo: Cristo no me confi la

  • misin de bautizar, sino la de anunciar el evangelio (1 Cor 1,17). En consecuencia exclama: Ay de mi si no predicara el evangelio! (1 Cor 9,16). Es importante para el catequista: sentirse portavoz consciente de la Iglesia, de cuya experiencia de fe deriva la seguridad para el catequista (RdC 185);

    conseguir madurar en un profundo sentido de pertenencia a la propia comunidad, la cual reconoce en el catequista el don de la

    Palabra; responder con la fidelidad a la confianza que la Iglesia ha depositado en l y a las atenciones que ella misma le dispensa. Es seguro que la Iglesia est contigo y te acompaa en tu ministerio, porque ve en l un servicio vital para su crecimiento Los catequistas son siempre testigos de la Iglesia, que les enva a ser su ' voz' entre los nios (ICF 88). Para la edificacin del cuerpo de Cristo. (Ef 4,12) La actitud tpica del cristiano, por voluntad y por el testimonio de Jess, se identifica con el servir. Efectivamente, el Hijo del

    hombre no ha venido para ser servido, sino para servir (Mc

    10,45). En la actualidad Jess considera referidas a s mismo todas las formas de atencin, de bondad y de generosidad que cada uno de nosotros tiene para con aquellos que estn cerca de l. En verdad os digo: todo lo que hicisteis con el ms pequeo de mis hermanos, conmigo lo hicisteis>, (Mt 25,40). Como catequista no te limitas a encontrarte con Cristo, presente en tus muchachos, y a ofrecerle algo, sino que permites con tu palabra que ellos crezcan en su amor para construir en la comunin recproca su cuerpo, que es la Iglesia. Es un servir mas directamente al Seor en aquellos que son pobres, en significados cristianos para su propia vida y dispuestos como nios a aceptar nuevas perspectivas para su existencia, ya que tienen hambre y sed de justicia en la bsqueda de Dios.

    Hay quien es pobre de verdad, de amor, de esperanza; quien es ignorante o anda extraviado, dubitativo o lejano; y hay hasta quien ignora que sufre por la falta de un bien superior. (RdC 126). El ministerio catequtico es uno de los modos ms eficaces de proclamar y extender el amor de Cristo y, por consiguiente, de hacer madurar la comunin eclesial. En el evangelio te est

    garantizada una gran recompensa: El que practicare y enseare (los mandamientos), ste sera grande en el reino de los cielos (Mt 5,19). Tu ministerio es, por lo tanto, un servicio orientado a reconocer y reconstruir, en trminos de relaciones ms que de simples informaciones, la unidad en Cristo bajo la diversidad y la

  • multiplicidad de sus miembros, de lo cual el grupo de muchachos es una primera e inmediata expresin. Una Iglesia que se engendra en la Palabra La tarea del catequista es algo tan intimo y profundo que se convierte en un modo privilegiado de participar en la funcin vital

    de la comunidad cristiana que, con la Palabra y los sacramentos, engendra a los hijos de Dios

    La Iglesia entera, con diversos roles y competencias, ejerce una funcin materna que compartes t mediante el anuncio de la Palabra y el ministerio de la acogida, que ejercitas cada vez que te encuentras con tus muchachos en la catequesis. De la Palabra es de donde nacen los hijos de Dios (Jn 1,12) y crecen hacia la madurez (Ef 4,13). El que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene la vida eterna... ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5,24). Al catequista se le exige, por lo tanto, un amor fiel y constante a la Iglesia. Atento siempre a las posibilidades de los fieles, se presenta como un miembro responsable de la comunidad local, a la que da muestras de

    conocer y amar, con el espritu abierto a toda la Iglesia universal... Sus

    palabras no tratan de encubrir las debilidades de la Iglesia, sino que llevan a comprenderlas con caridad y a superarlas generosamente (RdC 166). 2. COMPARTIR JUNTOS LA IDNTICA MISIN DE LA IGLESIA El vinculo de comunin eclesial, que une a los catequistas entre si en el desempeo del ministerio de la Palabra, deriva del compartir solidariamente la idntica misin evangelizadora de la Iglesia. Tal comunin es don del Espritu que hay que reconocer y en el que tienes que reconocerte, en el convencimiento y en la certeza de que nunca te ser posible vivirla plenamente. En realidad, a fin de salvaguardar la comunin eclesial, el catequista sacrifica las propias preferencias, los gustos

    personales, las perspectivas parciales y un tipo de intervencin a veces individualista en relacin con los muchachos, para establecer relaciones de comunin y de acuerdo con todos aquellos que actan en la educacin de la fe. Aun cuando te encuentres comprometido en un sector especifico, no puedes desatender cuanto ocurre en otras instancias educativas cristianas. Debes poder hacer algo tambin por los dems, con objeto de adquirir juntos la conciencia de

    crecer como Iglesia. Ningn evangelizador es seor absoluto de la propia accin evangelizadora, ni est dotado de poderes discrecionales para desplegarla segn criterios y perspectivas individualistas, sino que debe hacerlo en comunin con la Iglesia y con sus pastores. (EN 60).

  • La solidaridad eclesIal El servicio de la Palabra, por su propia naturaleza, exige la dependencia de los otros ministerios. Ordenados: obispos, sacerdotes, diconos; Instituidos: lectorado, acolitado; ministerios de hecho, es decir, aquellos que concretamente se ejercitan en la

    comunidad (cf. EM 5067). No es una colaboracin que nazca de un acuerdo programtico,

    sino de un profundo sentido de solidaridad eclesial, de la que deriva para el catequista la humilde conciencia de sentirse, en la iglesia local, como una presencia necesaria, pero no exclusiva. Los educadores deben, ante todo, conocerse, estimarse, estudiar juntos. Aceptan el mbito de accin de las estructuras en las que actan, pero asumen solidariamente la responsabilidad de una educacin plena (RdC 159). De lo dicho se desprenden algunas observaciones: El sentido de complementariedad y de interdependencia de los ministerios se expresa en el respeto y en la estima de la originalidad de cada uno de los servicios y de su variedad, en cuanto que proceden del Espritu, que los distribuye en la Iglesia

    para el bien de todos.

    La corresponsabilidad eclesial del catequista se traduce concretamente en el establecimiento de relaciones intensas con los sacerdotes, religiosos y dems educadores, entre los que se encuentran particularmente los padres de los muchachos; con los diversos grupos que actan en la comunidad a nivel asistencial, recreativo, litrgico, etc. Resulta urgente la colaboracin con el consejo pastoral de la parroquia y con los dems organismos representativos, a fin de verificar la correlacin de la propia tarea con la reflexin de la comunidad. Por otra parte, los catequistas, dado que actan en nombre de la Iglesia, deben sentirse apoyados por la estima, la colaboracin y la oracin de la comunidad entera (RdC 1 84). Si actuasen en solitario, tendran una responsabilidad superior a

    sus fuerzas. La vida de comunin entre los catequistas Los catequistas viven una experiencia de vida de comunin eclesial al constituirse en grupo, donde establecen vnculos de amistad con los sacerdotes, con los otros catequistas, con los religiosos y con los padres comprometidos. La motivacin profunda del hecho asociativo deriva de la

    Palabra de Dios que les convoca, y no simplemente del deseo de un intercambio de experiencias y de una ayuda recproca. El encontrarse juntos es la primera respuesta de fe a la Palabra que une en la caridad mutua. Es un obedecer a Dios y un realizarse como signo de comunin para dirigirse, en nombre de la Iglesia, a los muchachos.

  • El grupo es el lugar en el que la voz del catequista asume mejor el eco eclesial en la meditacin y en la oracin comunitaria. Se trata de una exigencia implcita en la Palabra, que es escuchada a una con los dems, para anunciarla en comunin recproca, aun cuando se d una subdivisin material en grupos diferentes. En el grupo los catequistas no asumen nunca la actitud de

    intelectuales o de estudiosos que discuten acerca de la Palabra de Dios, sino ms bien la de personas que tratan de

    convertirse y descubrir en la fe la presencia del Seor en medio de ellos, a fin de vivir en comunin con l. Donde se hallan dos o tres reunidos en mi nombre, all estoy en medio de ellos (Mt 18,20). El sentido de la colaboracin, incluso pedaggica, deriva de la Palabra de Dios, que hace solidarios a catequistas jvenes y mayores, capaces de comprender las diversas mentalidades, de ayudarse recprocamente y de apoyarse en las diversas iniciativas. El grupo de los catequistas es, ante todo y siempre, una realidad de fe y no slo un instrumento de intercambio con miras a una adecuada comunicacin didctica del mensaje cristiano.

    Eco fiel de la iglesia local

    El catequista desempea su ministerio dentro del marco de la accin pastoral de una comunidad cristiana perfectamente concreta, ubicada y viviente, que se ofrece a los muchachos como lugar en el que la Palabra de Dios se hace visible y creble. En este sentido es el portador, dentro de su grupo de catequesis, del eco de todas las resonancias eclesiales en comunin con el Papa, el obispo, el prroco y sus colaboradores. Tu servicio se sita, pues, dentro de las normas diocesanas y en colaboracin con los sacerdotes de la parroquia. Hermano seglar, cuando en tu reducida parroquia, en tu grupo de muchachos, asumes el servicio de catequista y casi te sientes aislado, piensa que tu misin guarda una analoga con el celebrante de la Eucarista; al igual que el, continas la obra del Seor, pero no eres ni un

    delegado de poderes humanos que residan en otra parte, ni el representante permanente de una comunidad lejana. T, en realidad, en modo alguno procedes de la comunidad, sino que mas bien eres la comunidad, constituida por sacerdotes, religiosos y seglares unidos en Cristo y colaboradores en diversos servicios; eres tu comunidad, que en ti toma la palabra para hacer participe de la pascua del Seor a otra criatura. Y esta comunidad pascual que es la Iglesia te acompaa de verdad, t lo sabes; es para ti, ms que cercana, intima; y se hace

    presente en sus diversos rasgos, incluso visiblemente, cuando entra en tu vida y en tu servicio con todas sus dimensiones de comunidad diocesana, universal, parroquial, familiar e incluso con todas las dimensiones comunitarias no eclesiales de los hombres de tu tiempo. (Mons. Alberto Ablondi).

  • Se te pide, por consiguiente, el compromiso de una continua actualizacin y una profunda sensibilidad pastoral, a fin de que tu palabra se halle en plena armona con el plan educativo de tu iglesia local. Dado que evangelizar es siempre un acto profundamente eclesial, es indispensable una profunda sintona de los

    catequistas con el obispo, pastor, maestro y gua de la iglesia local, garante y custodio de la fe, signo de unidad en el pueblo de

    Dios (ICF 88) 3. PROMOVER LA COMUNIN ECLESIAL EN EL AMOR DEL ESPRITU La comunin eclesial acompaa siempre al servicio de la Palabra y se realiza concretamente en el modo de hacer la catequesis, de encontrarse con los muchachos, de establecer relaciones con sus padres y con la iglesia local. Con tu ministerio suscitas una respuesta de fe al Espritu, que invita a tus muchachos a vivir ya una experiencia de iglesia en el mbito del grupo. En realidad, eres t quien los educas en la fe, la esperanza y la caridad de la Iglesia, que se viven conjuntamente

    en la fraternidad del Seor resucitado.

    La Iglesia que nace en el grupo de los muchachos C-CRA/ORIGEN: Lo que origina la Iglesia, siempre que hay personas que se congregan a la escucha para convertirse en comunidad de creyentes, es la Palabra de Dios. En el grupo de catequesis la amistad, la simpata, los vnculos de vecindad, la pertenencia a la misma clase escolar, son criterios secundarios que slo adquieren valor dentro de una experiencia de fe La comunidad eclesial, en realidad, no es una conquista humana, por ms que requiera nuestra colaboracin, sino que por encima de todo es un don del Espritu Santo que hay que descubrir en la escucha de la Palabra, ms que en la intimidad de unas relaciones humanas satisfactorias y gratificantes. Ms an, estas ltimas pueden llegar a constituir un obstculo en algunos

    casos. El catequista, por lo tanto, extiende la comunin eclesial cuando est atento a crear solidaridad en torno a la Palabra de Dios que l mismo anuncia, porque slo de ella dimana la originalidad del estar-juntos cristiano, que se fundamenta en la fraternidad en el Seor resucitado. Las experiencias de participacin promovidas por la dinmica de grupo exigen ser interpretadas a la luz de las motivaciones de fe; de lo contrario corren el peligro de favorecer tan slo formas de

    colaboracin de tipo humanitario De aqu se siguen algunas reflexiones: El reunirse los muchachos en la catequesis no debe resultarles una exigencia didctica, porque, ante todo, es una respuesta de fe al Padre, que nos llama a escuchar juntos la Palabra para crecer en el amor del Espritu.

  • El grupo se convierte en lugar revelador de la Palabra, por consiguiente pequea iglesia, dado que los muchachos hacen comunin en torno a las reacciones que el Seor suscita en ellos, compartindolas, a fin de madurar las opciones de fe comunitarias. Los muchachos se constituyen en pequea comunidad

    ministerial cuyo primer servicio se verifica dentro del mismo grupo, para expresarse despus exteriormente a travs de actividades de

    caridad. Existe en la catequesis el peligro de promover tan solo el hacer juntos, con una dispersin de compromisos que no nace del cristiano estar juntos en la fraternidad del Seor resucitado, pero que ni siquiera lo favorece. La iglesia domstica de los muchachos Los muchachos viven cada da en la iglesia domstica (LG 11), es decir, en su propia familia, constituida como tal por el sacramento del matrimonio. Debe estar persuadido de que Dios mismo ha constituido a los padres en los primeros anunciadores de la fe para sus hijos (LG 11; AA 11). No puedes, pues, despojar

    a un padre y a una madre de esta cualificacin y tratar de

    sustituirles, sino brindarles tu colaboracin en nombre de la comunidad cristiana. Se tiene a veces la impresin de que lo que ocurre es lo contrario, es decir, que eres t quien reclama la colaboracin de la familia para que tenga xito tu servicio catequtico. Esto es volver del revs el plan de Dios. En realidad, existe un servicio relacionado con el anuncio de la Palabra y que hoy da es objeto de particular atencin: la promocin de la vocacin educativa de la familia de los muchachos a los que te diriges (cf. RdC 151-152; ESM 104; EN 71; EM 74). Ignorar esta realidad de la Iglesia o, cuando menos, infravalorarla, equivale a situarse al margen de la comunidad cristiana y a comprometer seriamente la dimensin eclesial de la catequesis.

    La familia es clula de la Iglesia, y quien hace la catequesis sin la familia o fuera de ella, acaso no esta separndose de la Iglesia, en tanto en cuanto que sta se realiza propia y autnticamente al nivel familiar? (J. Vimort). El dilogo con los padres tiene su origen en una mirada de fe que ve en la familia a la iglesia domstica que anuncia el pacto de alianza, de amor, de fidelidad del Seor para con toda persona

    (cf. Ef 5,32). Por tal motivo el catequista intensifica las relaciones y los encuentros con los padres con un gran sentido de esperanza en la gracia que el sacramento del matrimonio ha concedido a todo padre y a toda madre. El catequista busca todas las ocasiones, y hasta acierta a inventarlas, para hablar con los padres acerca de sus hijos y para visitarles en sus

  • propias casas; participa con sentido de responsabilidad y con espritu de servicio, hasta el lmite de sus posibilidades, en los problemas educativos, a fin de solidarizarse con las preocupaciones de la familia; compromete a los padres en el dilogo de fe con sus hijos,

    organizando encuentros y celebraciones familiares donde se renen los hijos con padres y madres.

    Es evidente que colaborar con los padres es una exigencia de fe que se deriva de la comunin eclesial y no algo simplemente aconsejado por la eficacia que pueda suponer el llegar a un entendimiento. La Iglesia que se rene en asamblea El catequista lleva a cabo una autntica labor de Iglesia cuando acierta a hacer que su palabra confluya hacia el momento culminante de la vida de la comunidad cristiana, es decir, hacia la celebracin de la Eucarista. De hecho, en cada encuentro preparas a los muchachos a vivir plenamente la participacin en la asamblea del pueblo de Dios que

    se congrega en torno al altar para sentirse, con Cristo, familia del

    Padre reunida por el amor del Espritu. No en vano los ministerios actualmente instituidos, el lectorado y el acolitado, hacen referencia al libro y al altar, es decir, a la celebracin de la Palabra y del sacramento del cuerpo y la sangre del Seor. En cuanto al lectorado, se afirma en particular: Su funcin es la de proclamar la Palabra de Dios en la asamblea litrgica, esforzarse por educar en la fe a los nios y a los adultos, prepararles a recibir dignamente los sacramentos. (EM 64). Es, por tanto, un servicio de la Palabra que procede de la asamblea eucarstica y converge hacia ella, como debe ser tambin el ministerio del catequista. De hecho, con tu servicio educas a los muchachos y les

    preparas a descubrir las maravillosas obras realizadas por el Seor, a fin de alabarle en las asambleas litrgicas. De esta manera, el catequista ayuda en sus funciones al ministerio ordenado y contribuye as, por su parte, a la formacin de la comunidad cristiana en el trabajo de su incesante fundacin, crecimiento y misin (EM 68) La intensidad de tu experiencia de vida eucarstica es la que comunica a la palabra esta dimensin litrgica que hace de tu

    anuncio algo genuinamente eclesial. PARA LA ORACIN Te doy gracias, Seor, por haberme admitido, a travs del bautismo, en tu Iglesia. Sin mrito alguno por mi parte,

  • he conocido siempre su solicitud y su ternura. A ella debo el privilegio de conocerte y de amarte, de participar en la misa y en los sacramentos. Ella me recuerda tu voluntad, me solicita y me llama a una vida ms bella y generosa. Ilumina mi camino,

    ampla mis horizontes y fortifica mi voluntad.

    Por esto me uno de todo corazn a los dems cristianos para llamarla Iglesia santa, madre nuestra; y te pido la gracia de conocer cada vez mejor sus enseanzas y de serle fiel en el tiempo con todo mi ser. (Lelotte)

  • IV

    MENSAJEROS DE JESUCRISTO SALVADOR

    VINO A BUSCAR Y A SALVAR LO QUE ESTABA

    PERDIDO (Lc 19,10) No te has preguntado nunca: para qu dar catecismo a un grupo de muchachos?. Las respuestas que podras encontrar son mltples. Algunas tienen el pretexto de la inmediatez: para prepararles a la reconciliacin sacramental... Para iniciarles a la primera comunin... Para disponerles a acoger al Espritu Santo en la confirmacin... Para.... Yo desearla ir ms all de estos momentos, que se presentan puntualmente cada ao, para tratar de dar con una respuesta ms profunda que las resuma todas, porque est en la base de todas ellas. Mira; se trata de descubrir el motivo por el que Jesucristo anunciaba ayer la Palabra del Padre y hoy vuelve a proponerla a

    los nios a travs de tu ministerio. El afirma de s mismo: EI Hijo del hombre ha venido a buscar y

    a salvar lo que estaba perdidos (Lc 19,10). Jesucristo es consciente de estar realizando una misin de salvacin en medio de los hombres. Es la finalidad principal que se trasluce en su mltiple actividad: predicacin, milagros, viajes, encuentros... Como discpulo, enviado en su nombre a divulgar su Palabra, es importante para ti precisar los motivos bsicos del ministerio catequtico, esclarecerlos de continuo, para que tu servicio resulte autntico dentro de la comunidad cristiana. Puede existir a veces el peligro de perder de vista la verdadera finalidad para la que el Seor te enva al grupo de tus muchachos.

    Tu misin se ver entonces seriamente comprometida.

    1. PROCLAMAR QUE JESUCRISTO ES EL NICO SALVADOR La fidelidad al ministerio catequtico comporta la exigencia de ponerse al servicio del fin que la Palabra de Dios pretende conseguir. Se trata de un cierto sentido decisivo de tu misin de catequista. No basta, por consiguiente, con presentar las verdades de fe, aunque se haga de una manera interesante, si no se deja traslucir, por encima de ellas, un mensaje de salvacin.

    Es una dimensin que depende, ante todo, de la conciencia que t mismo tengas de sentirte salvado. Todo catequista debe sentirse y mostrarse l mismo como salvado:

    como quien ha obtenido no por su propia cuenta, sino recibida de Dios, la gracia de la fe y se compromete a acogerla y comprenderla en una

  • actitud de humilde sencillez y de bsqueda siempre nueva. (RdC 185). En realidad, esta toma de conciencia interior es desde donde la palabra asume una particular eficacia significativa y se convierte en una interpretacin y un anuncio de todo cuanto el Seor ha realizado ya en la vida del catequista.

    Este, por lo tanto, se sita ante al grupo de sus muchachos como quien est en deuda con Dios, de quien no puede por

    menos de referir cuanto de l ha recibido. Tu ministerio catequtico se transforma en una accin de gracias que tiende a madurar, en quien te escucha, la fe en Jesucristo salvador y a introducirle en la comunidad cristiana, para llegar a una experiencia completa de la salvacin mediante los sacramentos. Un mensaje que salva MENSAJE/QUE-ES: La Palabra que anuncia el catequista se califica principalmente como un mensaje de salvacin que Dios nos ha enviado (Hech 13,26). Toda verdad revelada, anlogamente a cuanto ocurri en la encarnacin del Verbo, es para nosotros, los hombres, y para nuestra salvacin (DCG 42).

    La identificacin de la propuesta cristiana como un mensaje no es

    un recurso didctico para hacer sugestiva la Palabra de Dios, sino que es algo connatural a ella. El ponerlo de manifiesto en la catequesis es una respuesta de fidelidad a la pedagoga de la Biblia y a su contenido. El mensaje, por su propia naturaleza, es un anuncio que cuestiona la existencia de quien lo escucha, tanto por la novedad que representa como por las desconcertantes perspectivas que ofrece. Se trata, pues, de un hecho que tiende a trastornar una situacin, a transformarla de manera radical para mejorarla. Incluye, sobre todo, la idea de incapacidad y de expectacin por parte de quien lo acoge como una noticia capaz de devolver la confianza, la seguridad en s mismo y la fuerza para recomenzar de nuevo. Siempre que te encuentres con el grupo de tus muchachos,

    deberla ser para anunciarles un mensaje de salvacin que proviene de Dios como un don que procede de su libre iniciativa; una novedad absoluta que transforma al hombre desde dentro, con una accin innovadora que le convierte en nueva criatura (2 Cor 3,17); una oferta nica que no tiene otras alternativas capaces de igualarla.

    En la catequesis tienes que ser consciente de que actas al servicio de un plan de salvacin que el Seor quiere realizar en medio de tus muchachos. Es obligacin tuya, por tanto, disponerles a acoger no simples conocimientos religiosos, sino un mensaje ante el que nunca se puede perm