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Servando Gutiérrez Ramírez

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CRECIMIENTO POBLACIONAL, POLÍTICA DE POBLACIÓN, FAMILIA Y DERECHOS HUMANOS EN MÉXICO

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PRIMER ENCUENTRO DE SOCIOLOGÍA EN LA UAM, 2007. “Dilemas, Retos, Perspectivas”

Del 16 al 18 de octubre, 2007.

CRECIMIENTO POBLACIONAL, POLITICA DE POBLACIÓN,

FAMILIA Y DERECHOS HUMANOS EN MEXICO1.

por

Servando Gutiérrez Ramírez2. En el artículo presente se muestra al lector un panorama amplio sobre las características más significativas que acompañaron el proceso evolutivo de la población mexicana durante el Siglo XX, la relevancia de las políticas de población que se instrumentaron para incentivar el crecimiento poblacional del país, y las implicaciones que ello ha tenido en torno al complejo tema de los derechos humanos de los mexicanos en el campo de la reproducción humana y su vinculación con la nueva formación y convivencia familiar en México. Asimismo, y considerando que el siglo XX ha sido denominado el siglo demográfico de México, el trabajo que aquí se presenta aborda el estudio de la dinámica poblacional que ha seguido el país a partir de 1900 hasta la dinámica demográfica observada en el año 2000. Consecuentemente, el hilo conductor de este trabajo está marcado por la idea de que México, desde los años 70´s, optó por una política de población cuya meta consistió en promover una fecundidad cada vez menor, toda vez que el importante aumento poblacional experimentado de 1940 a 1970 había generado un clima de preocupación por el futuro económico y social que dicho aumento depararía a los mexicanos. Por consiguiente, es conveniente iniciar señalando qué es lo que se ha entendido por política de población y cuál es la política que México adoptó para regular su crecimiento poblacional y la forma como ello modificó la estructura y dinámica de la vida familiar. Las definiciones de "políticas de población" son numerosas y variadas. Por citar algunos ejemplos, consideremos los siguientes: -Las medidas directas e indirectas formuladas por toda una gama de instituciones sociales, incluidas las gubernamentales, las cuales, ya sea en forma deliberada o no, pueden influir sobre el tamaño, la distribución y la composición de las poblaciones humanas (Driver, 1972).

1 Este documento es un capítulo del libro denominado Políticas e intervenciones familiares: sus concepciones e implicaciones socioculturales. Coordinado por Luis Leñero Otero, y se.encuentra en dictaminación. Libro colectivo del Cuerpo Académico: Métodos y Aplicaciones en Ciencias Sociales. 2 Profesor-Investigador adscrito al Departamento de Sociología, al Área de Investigación Sociología de la Cultura, y al Cuerpo Académico “Métodos y aplicaciones en Ciencias Sociales” de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

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-El esfuerzo deliberado del gobierno de un país por influir en las variables demográficas: fecundidad, mortalidad y migración (Organsky, Maestría en Demografía,1991-1993). -El conjunto de leyes coordinadas destinadas a alcanzar una meta demográfica (Bourgeois-Pichat, 1974). Ahora bien, considerando pertinentes las definiciones anteriores, cuando se hable de "políticas de población" debe distinguirse entre lo que se ha denominado políticas "explícitas" e "implícitas". Por ejemplo, una política de población explícita es aquella que consiste en la declaración o los documentos que emite un gobierno, en los cuales proclama su intensión o plan de influir al menos en el aumento de la población del país y en la composición y la distribución de la misma y que, sin duda, también impacta – directa o indirectamente -- la modificación de la estructura y dinámica familiar. Las políticas de población explícitas se han manifestado de muchas formas, entre otras: documentos publicados por ministerios y comisiones gubernamentales; legislación; secciones de planes de desarrollo; declaraciones de política por el partido gobernante; declaraciones del presidente de la nación u otros funcionarios de alto nivel. Sin embargo, debido a que con frecuencia se presta mucha atención a la variable fecundidad y al descenso de la misma, algunas veces se confunde la política de población con las políticas de fecundidad o planificación familiar. Por lo mismo, debe dejarse en claro que la política de población es algo mucho más amplio pues incluye tanto a las variables de estructura poblacional –sexo edad y otras categorías de la composición de la población-, a la migración, la mortalidad y la morbilidad, así como a la misma fecundidad y a la salud reproductiva. En contrapartida, las políticas de población implícitas incluyen las leyes, las reglamentaciones y otras directivas que aunque no se hayan formulado necesariamente con la intención de influir en el crecimiento, la distribución o la composición de la población, ejercen tal efecto (los ejemplos de China y la India son indicativos de este tipo de política de población). En el caso de nuestro país, es bien conocido por todos que México es uno de los países latinoamericanos que ha intentado influir sobre las tasas de crecimiento poblacional vía la aplicación de políticas de población explícitas. Por lo mismo, y para comprender cómo se ha llevado a cabo dicha influencia y los efectos subsecuentes, se hace necesario remontarse, con base a los fines de éste trabajo, a la situación demográfica que imperaba a principios de 1900. 1. MEXICO Y EL NACIENTE SIGLO XX. Independientemente de las críticas que se pudieran hacer al régimen dictatorial de Porfirio Díaz, se debe reconocer que durante los 33 años de porfiriato, el país experimentó importantes cambios económicos que sentaron las bases del México moderno. En este proceso, por ejemplo, se desarrolló el sistema ferroviario, con lo que se ampliaron las comunicaciones y las redes del mercado interno y se impulsó el desarrollo de la industria, la cual se logró con un alto costo social, ya que si bien en el tiempo de Díaz se crearon nuevas formas económicas y sociales, al amparo de una paz social

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duradera, las desigualdades sociales se incrementaron visiblemente. Así, la pobreza y la injusticia social fueron el costo de la modernización instrumentada en este periodo histórico (Cabrera, 1993). La política de población del régimen porfirista, al igual que en los gobiernos anteriores, se caracterizó por la idea predominante de que aumentando el número de personas se lograba la riqueza de un país. Por tanto, para alcanzar ese objetivo se implementó una política de atracción de inmigrantes extranjeros, en los que se cifraban las expectativas de desarrollo y cambio social (Alba, 1977). Sin embargo, esta política no tuvo la respuesta esperada y el aumento demográfico fue resultado del crecimiento natural de la población. México comenzó a poblarse por mexicanos (Alba, 1977; Cabrera, 1993). Con la realización del primer censo con características modernas, en 1895, dándose inicio al levantamiento continuo de censos en México, se calculó una población total de 12.6 millones de habitantes. Como puede observarse en la gráfica 1, para 1900, éste número había aumentado a 13.6 millones y en 1910 a 15.2 millones de personas. Este crecimiento tuvo lugar en presencia de niveles altos, tanto de la natalidad como de la mortalidad. La primera fluctuó alrededor de 46 nacimientos por cada mil habitantes y la segunda en 33 defunciones por cada mil habitantes (Cabrera, Maestría en Demografía,1991-1993). La población, mayoritariamente rural, se encontraba sometida a los grandes latifundistas por mecanismos de endeudamiento que reducían a los campesinos y sus familiares a un régimen cercano a la esclavitud. El descontento social ante tal situación y la crisis del sistema político se agudizaron, dando lugar al movimiento revolucionario de 1910, que marcaría el cambio hacia una nueva etapa en la historia de México. Por otra parte, puede decirse que el aspecto demográfico más importante de los años en que la Revolución Mexicana se desarrolló y hasta 1921, fue que la población no sólo interrumpió su crecimiento, sino que en términos absolutos disminuyó en aproximadamente un millón de personas (de 15 a 14 millones de habitantes). Sin embargo, debe tenerse en mente que la reducción del volumen de la población no sólo fue resultado de la contienda armada, sino también de otros factores indirectos como la epidemia conocida como "influenza española" la cual ocasionó un gran número de muertes, de la emigración de mexicanos que continuaron saliendo temporal y definitivamente a los Estados Unidos de Norteamérica, y de la separación temporal y a veces definitiva de matrimonios que redundó en un número menor de nacimientos, entre otros factores más (Cabrera, Maestría en Demografía, 1991-1993; CEDDU, 1981). Por consiguiente, la Revolución mexicana produjo cambios sustanciales que transformaron la realidad del país. Así, de los años que van de 1920 a 1940 México experimenta un lento proceso de recuperación económica y de consolidación política del nuevo grupo en el poder. Sin embargo, pasado el movimiento armado, el país continuó siendo fundamentalmente agrícola y dentro de la división internacional del trabajo, exportador de productos primarios: energéticos, minerales y agrícolas. En el plano social, el fin de la lucha revolucionaria no implicó en un primer momento la superación de las deterioradas condiciones de vida de la mayoría de la población, incluso esta situación fue agravada por el inicio de la crisis económica mundial de 1929, que afectó principalmente a la población obrera y por la sequía de 1930 a 1932 que provocó una gran escasez de alimentos.

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A pesar de la situación anterior, se presentaron nuevas características de la dinámica demográfica del país. La mortalidad inició una disminución constante, aunque modesta, pasando de 28.4 a 23.3 muertes por cada mil habitantes de 1920 a 1939. Por el contrario, la tasa de natalidad no presentó grandes fluctuaciones (Alba, 1977). El impacto de la leve disminución de la mortalidad, con una fecundidad que permaneció virtualmente constante, se refleja en las tasas de crecimiento de la población, las que pasaron de 1.1% anual de 1921 a 1931 a 1.7% de 1930 a 1940 (CONAPO, 1982).

Gráfica 1. EVOLUCIÓN DEL CRECIMIENTO POBLACIONAL EN MÉXICO

2. EL CRECIMIENTO ECONOMICO. Ha sido bastante documentado que durante el periodo cardenista se llevaron a cabo importantes reformas estructurales en México que revitalizaron el sistema económico, al tiempo que bajo la ideología nacionalista de la revolución, se consolida el sistema de dominación política y se establecen los cimientos del modelo de desarrollo económico que experimentó el país a partir de 1940 (Argüello, 1984). Debe recordarse que si a principios de siglo XX cuando México sólo contaba con casi 13 millones de habitantes, el re-poblamiento del país se constituyó en una verdadera necesidad. La pérdida entonces de más de la mitad del territorio nacional (anexión de Texas), luego los estragos de la Revolución y la concentración del grueso de la población en las altiplanicies del centro del país explican la orientación profundamente natalista de los gobiernos que se sucedieron hasta la séptima

FUENTE: INEGI.gob.mx. Estadísticas por tema. Series Históricas.

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década del siglo. Esta orientación se formalizó en 1936 con la promulgación, bajo la presidencia del General Lázaro Cárdenas, de la primera Ley General de Población. Esta ley que alentaba los matrimonios y la natalidad, veía en la expansión demográfica el medio más seguro para, a la vez, lograr un mayor aprovechamiento de las riquezas naturales y asegurar la integridad del territorio nacional. Igualmente, no puede pasarse por alto la histórica situación coyuntural provocada por la Segunda Guerra Mundial que generó en México la expansión de la industria y de los mercados internos y de exportación. Este periodo iniciado en 1940 y conocido como del "desarrollo estabilizador" se caracterizó entre otras cosas, por que el producto nacional bruto (PNB) crece, impulsado por altos índices de inversión pública y privada, a una tasa que sobrepasa el 6% anual durante la mayor parte de los 30 años que siguieron a 1940. Además, el éxito de la estrategia de sustitución de importaciones implementada por México en estos años se vio reflejada en el descenso de la proporción de bienes de consumo importados y en la diversificación de productos manufacturados. Asimismo, el crecimiento del sector industrial creó una amplia gama de oportunidades de empleo en áreas urbanas, lo cual permitió el acomodo de una proporción cada vez mayor de la población en las ciudades. Por ejemplo, el número de personas que vivía en áreas urbanas aumentó, entre 1940 y 1970, de 4 a 22 millones (Unikel, Ruiz, Garza, 1976). En suma, bajo el contexto antes citado, se puede decir que el proceso de desarrollo industrializador, el fuerte crecimiento de las ciudades en general y de la Ciudad de México en particular, la expansión de las clases medias, los subsidios gubernamentales a los alimentos básicos y al transporte, y el bajo costo de varios de los servicios proporcionados por el Estado, formaron parte del llamado "milagro mexicano" que ofrecía esperanzas y posibilidades mucho más promisorias que las del México pre-revolucionario. En lo demográfico se puede señalar que la política de población enmarcada dentro del proyecto de desarrollo mexicano, concebía la necesidad de aumentar el tamaño de la población, pero a diferencia de las disposiciones prevalecientes en épocas anteriores, ésta política postulaba el crecimiento poblacional en base al aumento de la natalidad y en la disminución de la mortalidad (Alba, 1977). La orientación de impulsar el crecimiento poblacional se desprendió de la idea generalizada de que el progreso económico de un país, donde los recursos eran abundantes y con la expectativa de un amplio proceso de industrialización, requería de un numeroso contingente de mano de obra. Esta política, expresada en la Ley General de Población, vigente durante 27 años, evidenció una dinámica demográfica del país que mostró transformaciones radicales, demográficamente hablando, y cuya característica principal la constituye el acelerado crecimiento de la población. Así, mientras que en 1900 a 1940, el número de habitantes aumentó en 6 millones, en los siguientes 30 años se registraron 28.5 millones de nuevos habitantes (ver gráfica 1), duplicándose con ello la población de 1940 a 1970 (CONAPO, 1982). Ahora bien, se pueden distinguir dos etapas en el ritmo de crecimiento de la población: de 1900 a 1940, un régimen de crecimiento moderado y de 1940 a 1970, un régimen de crecimiento en constante aceleración (Alba, 1977; Cabrera, 1993). En la década de los años sesenta el crecimiento medio anual llegó a ser de 3.4% tasa nunca antes experimentada por México y una de las más altas del mundo.

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Asimismo, el crecimiento de la población resultó más de la caída drástica de los niveles de mortalidad que de un aumento en los niveles de natalidad, los que prácticamente se mantuvieron constantes hasta 1970. La tasa bruta de mortalidad disminuyó de 23.4 defunciones por cada mil habitantes en 1940 a 10.1 en 1970 (SPP). Este fenómeno se identifica como la primera etapa de la transición demográfica, que en el caso de México fue posible debido al esfuerzo gubernamental en el campo de la salud, a la transferencia de tecnología médica del exterior y al efecto propio del crecimiento económico del país. Con la reducción de la mortalidad, la esperanza de vida al nacer aumentó de 26.9 años en 1930 a 61.9 años en 1970, lo que significó una ganancia promedio de 25 años (Benitez y Cabrera). Por su parte, la tasa de mortalidad infantil también mostró importantes reducciones (de 145.6 por mil en 1930 a 68.5 por mil nacidos vivos en 1970), aunque éstas fueron de menor magnitud que las observadas en la tasa bruta de mortalidad. Al disminuir la mortalidad de los menores de un año, el tamaño de la familia promedio ascendió a 6 o 7 hijos, provocando un efecto multiplicador de la población (Valdéz, 1980). Si bien el acelerado incremento de los volúmenes de población satisfacía las expectativas del gobierno mexicano, para finales de la década de 1960 se empezaron a manifestar algunos de los efectos que este crecimiento implicaba para el desarrollo social. Asimismo, desde esta perspectiva demográfica se puede argumentar que con el ya visible "agotamiento" del modelo de desarrollo económico seguido por México, también se agotaron los múltiples mecanismos de absorción en los que el país se había apoyado para lograr una solución de bajo costo al problema de acomodar a su creciente población. Aunado a lo anterior, la cada vez menor disponibilidad de tierra para distribuir (después de 1965), generó mayores dificultades para dar acomodo a la población rural y, por otro lado, la proporción de la población urbana que vivía en colonias proletarias aumentó considerablemente. Lo anterior demostró que las políticas económicas y sociales de las que México se había valido para proporcionar acomodo a la creciente población en las zonas urbanas se habían hecho cada vez más problemáticas y costosas, ya que se hacía más difícil dar alojamiento barato a la población urbana marginada y las cargas financieras para dotar a esta población de servicios básicos y subsidios a los productos de primera necesidad creaban dificultades presupuestales cada vez mayores. Asimismo, cuando los mecanismos de absorción, propios del modelo de desarrollo implementado después de 1940 se hicieron más problemáticos -- hacia finales de la década de los 60s -- también se hicieron difíciles muchos apoyos económicos de diversa índole. En la agricultura, por ejemplo, la base económica de las familias numerosas estaba siendo deteriorada por los cambios que buscaban mayor diferenciación y modernización de las técnicas agrícolas, y por una creciente proletarización. En el sector urbano informal, las pequeñas empresas familiares perdían terreno ante la expansión de las grandes empresas modernas dedicadas a los servicios y al comercio. La educación escolar y la renta de viviendas se habían encarecido mucho, aún para la clase media y alta, aunque el rendimiento económico de la educación había aumentado considerablemente desde que los títulos profesionales habían adquirido importancia en un mercado de trabajo que carecía de mano de obra calificada. En sí, pues, el modelo de desarrollo adoptado por México desde la posguerra, mostraba ya a finales de los años sesenta su incapacidad para satisfacer la creciente oferta de mano de obra. De igual

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forma se presentaban múltiples obstáculos para cubrir la demanda de alimentos, educación y vivienda de la población. El panorama poblacional y económico mencionado produjo una fuerte presión sobre el gobierno mexicano, induciéndolo a tomar medidas sanas que aliviaran al país de la presión demográfica y sus efectos respectivos. Debido que a corto plazo no se podrían dar las respuestas adecuadas al problema poblacional, se comenzaron a preveer las presiones que surgirían de mantenerse el ritmo de crecimiento poblacional seguido. Así, es hasta 1972 cuando aparece el primer pronunciamiento oficial de un cambio en la política de población del gobierno mexicano, que maduraría durante los siguientes dos años en una nueva ley de población, la cual formaría parte integral de las políticas de desarrollo económico y social, y en la cual se expresaba la conveniencia de un crecimiento demográfico más lento, que disminuyera la presión sobre la demanda de empleos, de bienes y de servicios públicos. 3. MEXICO A PARTIR DE 1970 Puede decirse que a partir de 1970 inicia en México la segunda etapa de la transición demográfica, es decir, la reducción de los altos niveles de fecundidad. La tasa bruta de natalidad, que hasta 1970 había permanecido estable, alrededor de 45 nacimientos por cada mil habitantes, disminuye a 37 en 1976, a 33 en 1979, a 28 en 1985, 21 en 2000, 19 en 2003 y, 18 en 2005 (CONAPO, 2003; CONAPO, 2006). La mortalidad, por su parte, continuó descendiendo, pero a un ritmo más lento, dado el nivel alcanzado a principios de la década. Por lo tanto, las variaciones de la tasa de crecimiento en estos años se derivaron principalmente de la reducción de la fecundidad. Los descensos de la tasa global de fecundidad (TGF) son notorios en el amplio rango de tiempo que va de 1970 al 2005 puesto que: de 1961-1966 pasa de 7.17 hijos por mujer a 5.74 entre 1972-1977, luego desciende a 4.04 en 1982-1987, llega a ser de 2.87 entre 1992 y 1997, y recientemente se ubica en 2.75 en el periodo de 1998 a 2003 (CONAPO, 2005). Datos más detallados muestran que la TGF en el nuevo siglo, el XXI, presenta las siguientes variaciones: en el 2000 es de 2.41, en 2003 pasa a 2.21 y en 2006 llega al 2.07 (CONAPO, 2006). Por lo mismo y con base en los datos anteriores, es muy plausible que la tercera etapa de la transición demográfica mexicana se lleve a cabo mucho antes de la primera mitad del siglo XXI. Como puede observarse, a lo largo de los últimos cinco decenios del Siglo XX, el panorama demográfico mexicano sufrió cambios muy profundos. El mejoramiento del nivel sanitario de la población permitió una importante y rápida disminución de la mortalidad infantil. La fecundidad, en cambio se mantuvo estable en niveles relativamente elevados aunque con tendencias al descenso pero que, mas sin embargo, aceleró el crecimiento demográfico en forma inesperada. La tasa de anual de crecimiento de la población que sólo era de 1.7% antes de 1940 sube a 2.7% durante el siguiente decenio, a 2.1% a lo largo de los años cincuenta y a 3.4% entre 1960 y 1970. En estos años de fin de siglo y con una población mayoritariamente urbana de unos 50 millones de habitantes --el triple de la de 1930-- sumada a una de las tasas de expansión demográfica más elevadas del mundo, los objetivos que había fijado la primera Ley General de Población estaban ampliamente rebasados. La expansión demográfica --se hablaba entonces de explosión demográfica-- se había convertido en un proceso fuera de control, fuente de múltiples disparidades y obstáculos al desenvolvimiento armonioso de la nación.

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Hizo falta esperar hasta 1972 para que el gobierno de ese momento se pronunciara a favor de la planificación familiar y de la paternidad responsable. Se crearon entonces, las primeras unidades de planificación familiar, centros piloto que no tardarían en multiplicarse por todo el país. Este mismo año, los incipientes servicios de planificación familiar se integraron en el programa de salud. La utilización de las infraestructuras disponibles garantizó así, desde el principio, audiencia y eficiencia. Al delegar a las instituciones del sector salud la responsabilidad de implementar las acciones en pro de la limitación de los nacimientos, se dio además de las políticas demográficas un toque que la nueva Ley General de Población de 1974 --que norma todavía las acciones emprendidas en este campo y que en 2004 cumplió 30 años de vigencia-- amplió y reforzó. De esta manera, la planificación familiar se fomentó en un marco que permitió relacionarla con los demás aspectos de las políticas de población: salud, educación, familia, emancipación e integración de la mujer al desarrollo, entre otros más. Los primeros intentos reales de coordinación de las instituciones involucradas (Secretaría de Salubridad y Asistencia, Instituto Mexicano del Seguro Social, ISSSTE y varias asociaciones civiles) datan de 1976. Se creó entonces el Consejo Nacional de Población, responsable de la información y de la política demográfica y encargado de fijar metas a mediano y largo plazo. Dicho organismo planteó así, reducir la tasa de crecimiento de población a 1.9% en 1988 y a 1% en el año 2000. De acuerdo con los datos más recientes del CONAPO (2003 y 2006), el crecimiento poblacional fue de 1.27 en el año 2000, de 1.11 en 2003, 1.02 en 2005 y ha alcanzado ya el 0.99 en 2006. Por otra parte y con relación a las medidas y programas que se establecieron para reducir los niveles de fecundidad, es indudable que el uso de métodos anticonceptivos se ha convertido en una variable intermedia de gran peso que permite explorar el impacto que éstos han ejercido en la reducción de la fecundidad. En México, en ausencia de medidas autoritarias como la imposición de una edad límite para el casamiento o de penalidades administrativas o tributarias a las familias numerosas, la difusión de los medios anticonceptivos mediante una orientación y asistencia gratuita, se convirtió en el principal componente de las acciones de control de la natalidad. De esta manera, la evolución del uso de métodos anticonceptivos modernos ha podido visualizarse como un excelente indicador del impacto de las políticas demográficas y de su potencial a corto y mediano plazos. Asimismo, no debe pasarse por alto que la participación directa del gobierno en las actividades de planificación familiar logró desarrollar un eficaz sistema de distribución de anticonceptivos (a principios de los años 60´s los métodos anticonceptivos no estaban al alcance de la mayoría de la población y las mujeres apenas conocían como controlar su fecundidad) y ello permitió montar una amplia red de información, de educación y de actividades que publicitaron los beneficios del control natal y promovieron la imagen de la familia pequeña en los medios electrónicos – televisión y radio – a partir de una campaña publicitaria interesante y llamativa que impulsaba la reducción de las familias bajo lemas o frases como “La familia pequeña vive mejor” o “Pocos hijos para darles mucho” (valdría la pena hacer un estudio sociodemográfico detallado que mostrara si de verdad en la actualidad las familias pequeñas viven mejor y si las familias que tienen pocos hijos verdaderamente “les han dado mucho” de los beneficios que se supone conlleva formar parte de una familia pequeña).

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Consecuentemente, de mediados de los años 70´s a finales del siglo XX y principios del XXI puede observarse así una difusión rápida de los medios anticonceptivos modernos, cuyo inicio coincide aproximadamente con la reorientación de las políticas demográficas a principio de los años 70. Hacia finales de 1973, se estimaba en 900 000 el número aproximado de usuarios de métodos modernos, o sea el 12% de mujeres unidas (casadas o en unión libre) en edad fértil. En 1976, esta proporción subió a 30%, a 37.8% en 1979 y alcanzó el 47.7% en 1982, en 1987 llegó a ser de 52.7, de 63.1 en 1992, de 66.5 en 1995, dos años después, 1997 fue de 68.5, alcanzó el 70.8 en el año 2000 y, para 2003 se ubicó en 74.5 por ciento (CONAPO, 2005). Asimismo, el incremento de la práctica anticonceptiva se encuentra asociado a la ejecución del Plan Nacional de Planificación Familiar, establecido en 1977, en el que se comprometió a las instituciones de Salud y seguridad social del Estado a la realización del Programa Nacional de Planificación Familiar. Estas instituciones han jugado un papel relevante en la distribución y accesibilidad de los métodos anticonceptivos, así como en la legitimación social del concepto y la práctica de la regulación de la fecundidad. Se puede destacar en este sentido, que poco más de la mitad de las mujeres usuarias en 1982, obtenía el método anticonceptivo en el sector público (53%) (END, 1982), tendencia que se ha mantenido constante hasta fechas recientes. 4. PLANIFICACIÓN FAMILIAR Y NUEVA FORMACIÓN FAMILIAR EN MÉXICO. Si bien la accesibilidad y la difusión de la metodología anticonceptiva, son condiciones necesarias para la rápida expansión en la práctica de la regulación de la fecundidad, existen diversas características estructurales del proceso de desarrollo que inciden en las condiciones de vida cotidiana de la familia y que también son determinantes en la decisión del uso de anticonceptivos. De lo anterior puede señalarse también que diversos estudios han hecho posible conocer cómo, por ejemplo, en el descenso de la fecundidad y en los cambios generados en la formación de la familia han tenido que ver, en buena medida, los siguientes factores: la actividad industrial, la vida urbana, la participación de las mujeres en las actividades económicas y, sobre todo, los niveles de escolaridad alcanzados por la población femenina (Gutiérrez y Valladares, 2006). En este sentido, vale la pena destacar que en los años recientes – de fines del siglo XX y principios del siglo XXI --, los análisis derivados de la relación interdisciplinaria entre sociología y demografía han hecho evidente cambios muy significativos en las primeras fases del proceso de formación de la familia, los cuales encuentran su base en la relación de eventos demográficos (nupcialidad, natalidad) y eventos sociales como la educación, el empleo femenino, el contexto de residencia, por citar solo algunos.

Los cambios mencionados pueden resumirse de la siguiente manera: i) la edad (particularmente de la mujer) al primer matrimonio o unión se está incrementando de manera cada vez más visible, dicho de otro modo, la mujer se casa a edades más tardías (Ojeda, 1989); ii) el número de parejas que cohabitan antes o sin matrimonio ha venido creciendo muy rápidamente y, como consecuencia de ello, hay un mayor número de registros de nacimientos fuera del matrimonio, y; iii) el número de hijos por mujer va en claro descenso y el tiempo transcurrido entre cada nacimiento se está haciendo cada vez más espaciado. Incluso, el intervalo que media entre el matrimonio y el nacimiento del primer hijo tiende a seguir dicho patrón (Ojeda, 1989; Juárez, 1982).

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Aunado a lo anterior, puede enfatizarse también que entre los procesos socioeconómicos que han favorecido la disminución de la fecundidad, pueden subrayarse, además, la proletarización de la fuerza de trabajo en la industria y los servicios, la ampliación de las capas medias urbanas, la penetración al mercado de bienes industrializados de los grupos populares, los mayores requisitos de cualificación en el mercado laboral, pero sobre todo, como ya se mencionó, la incorporación creciente de la mujer a los mercados de trabajo (Miró y Potter, 1983). En este sentido, debe enfatizarse también que la integración de los agentes sociales a estos procesos, que se desarrollaron en México con mayor fuerza a partir de 1940, dio lugar a diferentes condiciones de vida, cuyo efecto sobre las decisiones de la reproducción se reflejó en la incorporación de la práctica anticonceptiva en el seno de millones de unidades familiares. Pero esta adopción debe señalarse, se presentó en forma diferencial en los diversos ámbitos de la estructura social del país. Así, fue en aquellos grupos integrados a las esferas de la industria y los servicios, en las zonas más urbanizadas y en aquellas familias en donde los niveles educativos de los cónyuges hombres y mujeres fueron más elevados, los que adoptaron esta práctica más intensamente. Ya en 1976, alrededor de la mitad de las mujeres "casadas o unidas y en edad reproductiva" de las capas medias (representadas en el grupo de propietarios, profesionales y técnicos) regulaban su fecundidad; en los grupos urbanos más pobres (trabajadores por cuenta propia y asalariados sin calificación) una tercera parte de estas mujeres eran usuarias de métodos; y por el contrario, en los grupos agrícolas y entre las personas con bajos niveles de escolaridad, sólo una de cada siete mujeres practicaba la anticoncepción (ENF, 1976). Sin embargo, datos provenientes de encuestas más recientes (ENSAR, 2003) señalan que, de manera general, cada vez existe un mayor uso de métodos anticonceptivos el cual es posible desagregar por grupos etáreos en 2003, esto es: seis de cada diez mujeres casadas o unidas de 20 a 24 años de edad usaban la anticoncepción, más de siete de diez en el grupo de 25 a 29, ocho de diez entre los 30 y 44 años, y siete de cada diez en el último grupo de edad, 45-49. (CONAPO, 2005). Aunado a lo anterior, también puede señalarse que importantes sectores de la población, integrados al mercado de consumo de bienes industrializados, principalmente población asalariada urbana, han tenido que confrontar sus expectativas y posibilidades de satisfacción de consumo con el tamaño de su familia. La acelerada pérdida del poder adquisitivo que se desencadena a partir de mediados de los años setenta, simultánea al cambio constante de la norma social de consumo, creó un ambiente favorable para la rápida expansión de la anticoncepción y ello haya incidido a que las “nuevas familias” planearan de mejor manera el número de miembros que se esperaba tener. No es casual, por ejemplo, que las familias más modernas, del año 2000 a la fecha, se compongan ya de tan solo tres o cuatro miembros: papá, mamá y cuando mucho dos hijos. Este dato sin embargo, debe ser tomado con cautela, pues el dato estará haciendo referencia, de manera preponderante, a contextos modernos y urbanizados en los cuales también es posible observar familias conformadas por tan sólo dos o cuando mucho tres miembros (dos miembros: esposa/esposo o pareja sin hijos; tres miembros: papá, mamá y cuando mucho, un solo hijo). En los contextos no urbanos las unidades familiares todavía se componen de entre cuatro y seis miembros (Gutiérrez, 1998). Asimismo, entre la población no urbana, la práctica anticonceptiva ha sido asociada a las transformaciones en las condiciones de producción, resultado de la tecnificación de la agricultura y la subordinación de la economía campesina a las empresas agroindustriales. Por lo mismo, se ha

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observado que la disposición al control de la fecundidad es mayor cuando se tiene una mejor expectativa de sobrevivencia para los hijos, resultado de la reducción en los niveles de mortalidad. Sin embargo, debe señalarse también que la crisis económica y de la producción agrícola en particular, han deteriorado gravemente las condiciones de vida esta población, por lo que la regulación de la fecundidad en contextos no modernos ni urbanizados podría interpretarse como un medio para evitar una situación económica aún más desfavorable y ello ha posibilitado la aparición de nuevas pautas reproductivas en términos de la valoración cultural de la pertinencia de tener muchos o pocos hijos que contribuyan al mejoramiento de las condiciones de vida de estas unidades familiares en los contextos antes descritos (Gutiérrez, 1998). 5. DERECHOS HUMANOS, POLITICA DE POBLACION EN MEXICO Y NUEVA COMPOSICION FAMILIAR. Como se ha señalado en parte del presente artículo, el “supuesto problema” del acelerado crecimiento poblacional en México ha sido una de las mayores preocupaciones del gobierno a partir de 1970. Si bien es cierto que la puesta en marcha de los Programas de Planificación Familiar (PPF) ha sido positiva y benéfica para quienes han optado por ella, tales programas no han estado exentos de criticas por la forma de cómo empezaron a funcionar en algunos contextos del país. Trabajos como los de Figueroa (1991, 1992, 1994), Gutiérrez (1998) y CONAPO (2005), muestran como ha evolucionado la prevalencia de métodos anticonceptivos dirigidos a la población. Como puede observarse en las gráficas 2 y 3, el uso de los métodos “mas utilizados” por las mujeres, en edad reproductiva, casadas o unidas, de la población mexicana y el analizado en los trabajos de Figueroa y Gutiérrez, muestran un uso relevante de la oclusion tubaria bilateral, esterilización femenina o, como se le conoce popularmente, salpingoclasia, que llama poderosamente la atención.

GRÁFICA 2. PLANIFICACIÓN FAMILIAR EN MÉXICO, 1976-2003.

USO DE MÉTODOS ANTICONCEPTIVOS SELECCIONADOS.

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GRÁFICA 3. ESTERILIZACIÓN FEMENINA EN MÉXICO, 1976-2003.

10%

24%28%

36%

43%45%

51%

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

1976 1979 1982 1987 1992 1995 2003

Fuente: Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID 1992, 1997). Encuesta Nacional de Salud Reproductiva (ENSAR, 2003).

Fuente: Encuesta Mexicana de Fecundidad (EMF,1976). Encuesta Nacional sobre Fecundidad y Salud (ENFES, 1987). Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID, 1992 y 1997). Encuesta Nacional de Salud Reproductiva (ENSAR, 2003).

P o r c e n t a j e

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Los datos anteriores – los cuales se ejemplificarán más adelante con un estudio de caso en el Estado de Hidalgo – parecieran estar mostrando la existencia de una contraposición de intereses entre un crecimiento poblacional acelerado y la libertad en la regulación de la capacidad reproductiva pues si bien es cierto que el artículo 4o de la Constitución Mexicana dicta que "toda persona tiene el derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y espaciamiento de sus hijos", dicho artículo otorga la libertad reproductiva pero hace énfasis en una decisión responsable e informada. Sin embargo, la gran complejidad que se ha gestado de la convivencia humana ha provocado la intervención del orden jurídico-político en la esfera de las libertades individuales. Es así que bajo la pretensión de salvaguardar cierto tipo de valores que se piensa deben ser objeto de una legislación adecuada, se ha ampliado la actitud intervencionista del Estado que impone a los particulares ciertos parámetros y patrones de conducta. Por lo mismo, una tarea importante del Estado debe ser el favorecer a quienes hayan decidido limitar su reproducción biológica, por medio del impulso constante de información y métodos integrados de salud pública y cuyas medidas deben influir forzosamente en la salud de la población. Desde esta perspectiva, sólo así puede justificarse la intervención política y del derecho con el fin de controlar el incremento de la población cuando éste, se supone, “atenta” contra la subsistencia y el equilibrio social. En México, como ya se mencionó, el artículo 4o Constitucional proclama la libertad de procreación imponiendo a los órganos estatales la obligación pasiva de no condicionar, por actos de autoridad, el número de hijos que decida tener la pareja. "La disposición que comentamos es la base constitucional de lo que se llama planeación familiar, la cual de ninguna manera entraña el desconocimiento de la aludida libertad, sino una política de persuación que se debe implantar y desarrollar legislativa y administrativamente por el Estado, tendiente a infundir en el varón y la mujer una conciencia de responsabilidad en cuanto a la procreación de los hijos con el objeto primordial de controlar el crecimiento demográfico que tan graves problemas sociales, económicos, sanitarios y ecológicos provoca y cuyo estudio y pretendida solución han originado diversos eventos de carácter internacional en los que nuestro país ha intervenido"(Burgoa, 1989). Sin embargo y pese al señalamiento constitucional, la implementación y puesta en marcha de los programas de Planificación Familiar en el país no estuvo exenta de luces y sombras. Las luces, como ya se ha señalado en parte de este trabajo, permitió a las y los mexicanos tener acceso a formas de regulación de su reproducción biológica y ello se reflejó en los evidentes descensos de los niveles de fecundidad en México con su consecuente impacto en el crecimiento poblacional (menor volumen poblacional y familias cada vez más pequeñas). Las sombras, por su parte, llevaron a reflexionar sobre el cómo se estaba llevando a cabo dicha implementación en algunos sectores de la población. Si bien la gráfica 3 muestra la prevalencia de uso de la oclusión tubaria bilateral (esterilización femenina o salpingoclasia) en el país, la investigación cualitativa desarrollada por Gutiérrez (1998) en la zona del Valle del Mezquital en el estado de Hidalgo, es una muestra de los bemoles de cómo la Planificación Familiar empezó a ser promocionada en lugares como éste (AMEP-Fundación MacArthur, 1998).

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Los fragmentos de las entrevistas a profundidad que a continuación se reproducen y que fueron aplicadas a los que en dicha investigación se denominó “prestadores de servicios de salud” (médicos, enfermeras y trabajadoras sociales que colaboraban en los Centros de Salud de tres de los municipios que conforman el Valle del Mezquital: Actopan, Ixmiquilpan y Tula), parecen concordar con el señalamiento de la contraposición de intereses entre un crecimiento poblacional acelerado y la libertad en la regulación de la capacidad reproductiva de la población en estos lugares. Opinión de los prestadores de servicios de salud sobre las familias numerosas en estos lugares:

Con relación a las resistencias de dichas poblaciones a la planificación familiar: Sobre las acciones de Planificación Familiar:

“Pues, había señoras que tenían hasta 10, 11, 12 hijos. Eran demasiado grandes las familias. En la actualidad, pues, ya no hay tantas, máximo 5 o 6, algunas hasta 7, pero nosotros cuando llegan ese tipo de personas tratamos de hacerles ver los riesgos que corren de tener tantos hijos y convencerlas para que se hagan la OTB.” (Enfermera). “Actualmente ha ido disminuyendo el número de hijos por familia, se ha hecho campaña... para control de planificación familiar, ¿no? Y sobre todo, los métodos que más estamos manejando son los definitivos aquí en el hospital, que son los que más nos interesan, ¿no? Porque son pacientes ya con muchos hijos que para qué quieren más y eso es lo que hacemos?” (Médico)

“Casi todas –las mujeres del lugar- no aceptan la planificación familiar...casi todas tenían entre 10, 14, 15 hijos...En la actualidad son raras las pacientes que aceptan y se operan con 3 hijos. Sí, son raras. Por lo regular casi son 7, 8 y a veces 10 y aún así no se convencen” (enfermera), o más aún: “Hay grupos de familias todavía de 8, 9 hijos, algunos de 12 o 13 ese es el rango más o menos de los externos ¿Y actualmente? Actualmente, es raro ver ahorita familias que tengan 8 o 9 hijos, en promedio son 4 o 5 si se podría hablar de un promedio” (Médico). “...lo que es aquí a la redonda, ¿verdad?, porque en las comunidades no utilizan anticonceptivos. Lo que es aquí al rededor sí (cabecera municipal). Pero, lo que es en las comunidades, no aceptan ni el esposo ni la mujer. Son raras las pacientes que aceptan, este, el método. O muchas veces, ya les habla uno, las convence uno, y entonces, es cuando, este, aceptan ellas” (Enfermera) y que “muchas pacientes no aceptan ningún método hasta que no esté de acuerdo su esposo...nosotros les hacemos ver aquí que es decisión de la mujer porque es su organismo, es su cuerpo. Más sin embargo, insisten en el que el esposo esté de acuerdo” (Enfermera).

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"O sea, se les trata de hacerles ver las cosas. Y él por que se les va a hacer la OTB. Porque muchas veces tener muchos hijos corre peligro su vida de ellas, la matriz cada vez que se embarazan se va haciendo mas delgadita y les explican los médicos que hagan de cuenta que su matriz es un globo, que cada embarazo se va inflando y se va haciendo delgadito y algún día la matriz se truene, se rompa" (Enfermera). "A las mujeres que están por tener un parto se les pasa una visita en la mañana, se les comenta que cuantos bebes han tenido, que qué edad tienen y como están en cuanto a su situación económica. Cuando eso ya la paciente contesta esas preguntas, se le da información sobre esta operación. Se les dice que si se operan para ya no tener hijos, se les dan los beneficios que deben tener esta operación. Y otra cosa muy importante, que es gratis, que no se les va a cobrar nada..." (Médico). “<Dentro de los programas de planificación, doctor, ¿se planean metas de usuarias de todos los métodos anticonceptivos? > De todos no... Aquí no manejamos ni hormonales ni preservativos, ni los otros métodos. Manejamos nada más esos dos métodos y sí hay metas para esos dos métodos. <¿cuáles son esas metas, doctor?> Pues la meta es de que el 80% de todas las pacientes este, obstétricas deben de salir con algún método de planificación familiar: sea poslegrado, sea posparto o poscesarea ¿sí? Ya sea OTB o sea dispositivo, y si es con OTB mejor...(Médico).

"Si, aquí tratamos de influir bastante, ¿no?. Le digo, desde que llega la paciente tratamos a través del cartelón que vayan conociendo los métodos a través de los videos que se le pasan y en la enfermería desde que pasa ahí a revisión la paciente ya se esta platicando con ellas al respecto. La trabajadora social también. En la mañana pasa trabajo social y enfermería a platicar con todas las pacientes hospitalizadas para tratar de convencerlas. Cuando hay algún problemita que no quieren, acudimos nosotros para platicar con ellas también. Y también ya, desde la sala de labor en donde en el trabajo de parto se trata de hablar, es un poquito difícil porque están con dolor ni caso nos hacen. Pero, muchas si, cuando están calmadas nos hacen caso y ya desde ahí deciden operarse" (Médico).

"Nosotras, cuando vienen aquí, ya en trabajo de parto, les informamos. Les hacemos ver, pues, que ya no deben tener mas hijos, que deben de pensar en la actualidad, en la situación que estamos viviendo" (Enfermera).

“...El 100% es imposible, pero se toma casi siempre como el 80% de meta ¿sí? ...aunque no se llega a lograr casi siempre el 80% pero muchas veces andamos en el 75, en el 70, a veces se baja al 65, dependiendo de muchas situaciones y muchos factores, que llegan internos nuevos y se les pasa mucho que se les debe convencer –a las mujeres- del dispositivo, que tenemos residentes rotatorios y que pasan una semana y tal residente de ginecología es reacio y también tienen sus propios tabúes y se les tiene que dar un memorandum para que se le exija que, que éste, aplique los métodos y todo eso nos hace bajar el porcentaje” (Médico). “….metas, ah sí. Más que nada las programamos a partir de nuestro universo de trabajo ¿no? Tenemos tantos pacientes para parto, tantas de cesáreas, tantas de legrado, con tal edad, ¿sí? Entonces, ya de ahí, empezamos a ver cuantas salpingos tenemos que hacer, cuántos DIUs se tienen que colocar y aparte viendo las metas, ¿no? Por ejemplo, estamos no tengo ahorita bien el dato del año pasado, pero de salpingoclasias me parece que fueron como 600 que hicimos. Entonces, lo ideal sería ahorita rebasar las metas” (Médico).

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Como puede observarse en estas amplias citas textuales, sin duda alguna la implementación de los programas de planificación familiar en los lugares de estudio estuvieron marcados por una insistente y directa inducción de comportamiento reproductivo. ¿Cómo entender una disposición de este tipo? ¿Por qué manejar una “información” como la empleada por los prestadores de servicios de salud? ¿La respuesta a tales interrogantes estaría basada en que, por ejemplo, la población del municipio de Ixmiquilpan es mayoritariamente indígena? ¿O que la población del municipio de Actopan sea mayoritariamente rural? El caso del municipio de Tula es interesante, puesto que es un lugar más urbanizado, pues es un corredor industrial y por lo mismo representativo de cierta modernidad en el lugar. Sin embargo, en este último municipio, al igual que los otros dos, se llevaba a cabo la misma “información” y las actividades de planificación familiar eran muy parecidas. De lo anterior y con base en ello, podría señalarse que, en general, los programas de Planificación Familiar en lugares como los ejemplificados, se han preocupado esencialmente por el incremento de metas de cobertura y la reducción del número de hijos por mujeres sin tomar muy en cuenta otros aspectos educativos, culturales y sociales de dichas poblaciones. De esta manera, parece ser evidente un desajuste entre las acciones implementadas en los programas de planificación familiar y los preceptos y lineamientos establecidos tanto en la Constitución mexicana como en las Políticas de Población, en las que se considera a la Planificación Familiar como solución viable a los problemas del crecimiento poblacional acelerado ya que permite conciliar la libertad de los individuos y en consecuencia de las parejas, con la responsabilidad de coadyuvar en la búsqueda de un mejor nivel de bienestar social cifrado en un crecimiento poblacional reducido. Si esto último es así, entonces el orden jurídico e institucional en materia demográfica debe actuar no sólo ante la existencia del aparente "problema" del rápido crecimiento poblacional, sino que debe tratar de evitarlo con el fin de que no se concretice y no resulte drástica la aplicación de medidas enérgicas que tendrían como consecuencia necesaria el detrimento de la libertad humana. Una legislación acorde a las Políticas de Población aplicadas en un país como el nuestro debe, por consiguiente, preveer problemas futuros, no perdiendo de vista un régimen de bienestar y seguridad que permita el progreso de su sociedad y de los miembros que la componen (Gómez de León, 1999). Afortunadamente, y pesar de lo evidenciado en esta última sección del trabajo aquí presentado, puede señalarse que a diferencia de algunos programas intensivos realizados, por ejemplo, en China o la India, la política de población mexicana no se valió de incentivos económicos ni de la presión de las autoridades políticas o administrativas de las comunidades. Su fuerza se derivó del esclarecimiento de los objetivos y de las recompensas establecidas dentro del sector salud. Aunque todavía no hay suficientes elementos para juzgar el grado de presión que se ejerció sobre las parejas, parece ser que el descenso de la natalidad nacional se debió tanto a los intentos de influir la conducta reproductiva (en) cuanto a las penalidades y frustraciones derivadas de la imposibilidad de alcanzar las promesas del estilo de desarrollo expansivo que se gestaba a partir de 1940, y de que las familias pequeñas tendrían un mejor nivel de vida como resultado de contar con un menor número de miembros a los que, por el solo hecho de ser menos en términos numéricos “tendrían más para

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darles mucho”, consideración que no ha logrado concretizarse y mucho menos ser evidente en la mayor parte de los sectores de la población del país. La política demográfica o de población de México ha puesto énfasis en el principio emanado de la Conferencia de Bucarest de 1974 (Urquidi, 1984) con relación al respeto a los derechos humanos de la persona y la familia en materia de sus decisiones reproductivas. Por lo tanto, puede afirmarse que las medidas adoptadas en México para reducir los niveles de fecundidad se adecuaron, en el mayor de los casos, a los lineamientos referentes al respeto de la libertad de las parejas mexicanas a decidir el número y espaciamiento de los hijos que desea tener. Así pues, puede concluirse que la perspectiva que se vislumbra respecto a los derechos y los medios que las personas pueden emplear para conducir su reproducción es positiva, toda vez que la política demográfica mexicana ha hecho suyo el principio del respeto a los derechos humanos. No debe olvidarse que los preceptos en torno a las Garantías Individuales tienen rango Constitucional en México y, por lo tanto, las instituciones gubernamentales y no gubernamentales, así como todos los individuos que conforman la sociedad mexicana deben estar atentos sobre la manera de como se lleva a cabo el cumplimiento y respeto de los derechos fundamentales de las personas para garantizar la libertad de elegir la forma de manejar su reproducción biológica en contextos sociales, económicos, políticos y culturales como los que caracterizan a los países latinoamericanos – incluso los Asiáticos o Africanos --, pero sobre todo en países como el nuestro. B I B L I O G R A F I A: Alba Hernández, Franscisco (1977). La población de México: Evolución y dilemas. El Colegio de México. Asociación Mexicana de Población (AMEP) y Fundación MacArthur (1998). Los silencios de la salud reproductiva, violencia, sexualidad y derechos reproductivos. México. Arguello, G. (1984) "La crisis de 1929: el caso de México" en López Díaz, O. (coord). La crisis del capitalismo. Teoría y Práctica. México, Siglo XXI. Arriaga, Eduardo (1972). "Necesidad de Políticas de Población en América Latina", en Demografía y Economía. Vol. VI, núm.1 (16), El Colegio de México. Benítez Zenteno, Raúl (1984). "La Conferencia Internacional de Población. México, agosto de 1984" en Demografía y Economía. Vol.XVIII, núm. 4 (60), México, El Colegio de México. Benítez, Raúl y Cabrera Gustavo. Tablas Abreviadas de Mortalidad en al Población de México:

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