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Suplemento Especial Mayo 21, 2009 Boston, Massachusetts El periódico hispano más leído de Nueva Inglaterra 1-B 2-B Wilmo Moreta, de Shushufindi, Ecuador, dice que la Texaco ha dejado contaminantes que le han causado enfermedades de la piel. 4-5-B 8-B Además... Realizan rastreo de la influenza porcina Intentan identificar a bebedores problemáticos Resentimiento chorrea después de la partida de petrolera Moisés Saman, The New York Times En Ecuador:

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Suplemento Especial Mayo 21, 2009 • Boston, Massachusetts El periódico hispano más leído de Nueva Inglaterra1-B

2-BWilmo Moreta, de Shushufindi, Ecuador, dice que la Texaco ha dejado contaminantes que le han causado enfermedades de la piel.

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Realizan rastreo de la influenza porcina Intentan identificar a

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Resentimiento Resentimiento En Ecuador:

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Mayo 21 al 27, 2009 • Suplemento Especial

SHUSHUFINDI, Ecuador. Si Anita Ruiz oye mencionar el nombre del gigante petrolero Chevron, empieza a temblar de ira. En su choza de madera aquí en el bosque amazónico, donde flamas de proyectos petroleros iluminan el cielo nocturno, ella apunta a un retrato de su hijo menor, quien murió siete años atrás de leucemia, a los 16 años.

“Nosotros creemos que los petroleros estadounidenses crearon la contaminación que mató a mi hijo”, dijo Ruiz, de 58 años de edad, la cual vive en un claro donde Texaco, la empresa petrolera de Estados Unidos que Chevron adquirió en 2001, solía verter desperdicios del petróleo en fosas usadas décadas atrás para perforar sus pozos.

Los obreros de Texaco se marcharon hace ya mucho tiempo atrás, pero la densa y grasosa sustancia negra de los fosos se filtra al suelo superfi-cial aquí y en docenas de otros lugares en la selva nororiental de Ecuador. En últimas fe-chas, los únicos empleados de Chevron que visitan lo que otrora eran yacimientos petro-líferos, en una región donde abunda el resentimiento hacia la empresa, lo hacen escoltados por guardaespaldas armados. Ellos representan una de las partes en una amarga lucha que se está desarrollando hasta la mayor querella ambiental del mundo, con 27,000 millones de dólares en pagos por daños potenciales.

Chevron se está preparando para el fallo de un solo juez en un diminuto juzgado de la sala superior de un centro comercial en Lago Agrio, poblado repleto de barriadas que Texaco fundó en los años 60 como su campa-mento base en el Amazonas.

Sin embargo, no es probable que su fallo ponga fin al caso. De hecho, la discusión ya es tema de intenso cabildeo en Washington, que aplicaría pre-sión a Ecuador en nombre de Chevron. Si la empresa pierde, está lista para buscar apelacio-nes en Ecuador y, si es nece-sario, ir en busca de arbitraje internacional.

Texaco tendió los cimientos aquí en los años 60, y empezó a producir petróleo a principios de los años 70, cuando Ecuador aún estaba bajo el mandato militar. Antes que el petróleo empezara a fluir, la región estaba habitada por tribus del bosque, incluidos los cofán y los siona-secoya.

La tensión política prevaleció con la presencia de Texaco en

Ecuador durante buena parte del tiempo que operó ahí, en sociedad con el gobierno, y para cuando estaba preparada para marcharse a comienzos de los 90, hacía falta una limpieza de sus operaciones.

Así que Texaco alcanzó un acuerdo por 40 millones de dólares con Ecuador para lim-piar una parte de las fosas de desperdicios en su sector de concesiones, absolviéndola de responsabilidad futura. Con todo, esa limpieza, llevada a ca-bo en los 90, quedó lejos del ni-vel que Texaco habría esperado alcanzar. Más bien, pobladores en Ecuador quedaron conven-cidos que estaban enfermando a raíz de la contaminación que dejaron tras de sí.

Entablaron una demanda le-gal en Estados Unidos en 1993, y posteriormente alegaron que sus pesares no estaban cubier-tos por el arreglo alcanzado con Texaco.

A medida que el caso se fue abriendo paso furtivamente a través de cortes estadouniden-

ses, todo parecía indicar que Ecuador se deshacía en pedaci-tos, pasando por 10 presidentes en una década para el año 2006. Con el tiempo, la demanda esta-dounidense fue descartada, con base en que el caso no debería ser juzgado en Estados Unidos, y los querellantes la reformula-ron y la entablaron aquí.

Actualmente, Chevron ya absorbió a Texaco, al tiempo que Ecuador ha pasado por una metamorfosis bajo el Presidente Rafael Correa, perteneciente a la izquierda. Él se ha puesto del lado de los querellantes en repetidas ocasiones, refiriéndo-se al pasado de Chevron en Ecuador como “un crimen en contra de la Humanidad”.

Ese sentir tiene un gran atractivo para quienes alegan que personas de la localidad, como el hijo de 16 años de la señora Ruiz, están muriendo de la contaminación que Texaco generó. Citando estudios, los querellantes alegan que quí-micos tóxicos de las fosas de desperdicio de Texaco, incluido benceno, del cual se sabe que induce la leucemia, se han filtrado por décadas al suelo, mantos subterráneos y arroyos. Un informe emitido el año pasado por Richard Cabrera, geólogo y experto nombrado por la corte, estimó que 1,400 personas en esta región sel-vática -- quizá más -- habían muerto de cáncer debido a la contaminación del petróleo.

Chevron rechazó los alegatos, arguyendo que Cabrera no tenía evidencia médica para sustentar su conclusión en el sentido que

la empresa debería pagar 2,900 millones de dólares sólo para compensar por un exceso de muertes por cáncer.

La demanda aquí se centra más en una limpieza ambiental que en las muertes por cáncer, pero el tema aún se discute acaloradamente, en particu-lar después que un juez en California desechara un reclamo aparte en contra de Chevron por muertes a causa del cáncer, en 2007, hallando el aboga-do del querellante, Cristóbal Bonifaz, había expuesto alegatos espurios. Esta persona fue ins-trumental para lanzar la lucha en contra de Texaco en los años 90, pero ya no está relacionado con la demanda. De la misma forma, casi todos los detalles del caso se ponen en duda, con la excepción de uno: Chevron y los querellantes coinciden en que la expansión de la explora-ción petrolera en el noreste de Ecuador arruinó lo que otrora había sido una selva prístina.

Más de cuatro décadas des-pués, la evidencia de la conta-minación también es ineludible en sitios cercanos al Lago Agrio y otros poblados en la región.

Algunos estanques de des-perdicios excavados por Texaco, que combinan nocivo lodo de la perforación y petróleo crudo aún yacen expuestos bajo el sol, filtrándose hasta sistemas de acuíferos en la cercanía.

Otras fosas, que Texaco su-puestamente había limpiado después que la empresa hu-biera entregado las operacio-nes a la empresa nacional del petróleo, Petroecuador, tienen

cantidades variables de conta-minantes cerca de la superficie, lo cual da origen a encontrona-zos entre científicos de ambas partes con respecto a los nive-les exactos y sus implicaciones para la salud. El propio registro ambiental de Petroecuador es pobre y enfrenta críticas por al menos 800 derrames de petró-leo desde 1990.

En lo que pudiera ser la parte más contenciosa de la batalla legal, Chevron argumenta que no puede ser considerada res-ponsable por daños ocasiona-dos por Petroecuador después que tomara el control del sitio, o por el mayor proyecto del gobierno ecuatoriano enfocado a la colonización de su frontera selvática, lo cual atrajo a más de 40,000 colonos a la región para los años 70, usando caminos que Texaco había construido.

Los querellantes alegan que Chevron debe ser considerada responsable del daño en el si-tio donde Texaco solía operar, hasta el presente, alegando que los sistemas que Texaco puso a trabajar permitieron que Petroecuador siguiera con-taminando. Si Chevron tiene algún problema con eso, dijo Steven Donziger, uno de los abogados de los querellantes, entonces debería demandar a Petroecuador.

“Los daños causados por Texaco siguen lastimando más de 18 años después que Texaco cesara sus operaciones, y seguirá siendo así por siglos hasta que se limpie”, agregó Donziger.

Todo parece indicar que el esfuerzo de cabildeo en Washington va encaminado a presionar a Ecuador para que venga a la mesa y llegue a un acuerdo. Quizá Texaco se haya ido, pero el destino de personas cerca de Lago Agrio sigue estando entrelazado con el de Estados Unidos, y la ira es intensa aquí. Quienes alegan que han sufrido el mayor daño están ante varios años de de-moras, en el mejor de los casos, antes de recibir pago alguno. Algunos pudieran no vivir para ver el caso resuelto.

José Guamán, de 62 años de edad, reconoce esa posibilidad. Él vive cerca de un pozo que solía ser operado por Texaco. Al ir guiando a un visitante por su propiedad, señaló una fosa de desperdicios cubierta en la que cayó una vez su difunta esposa, María, y salió cubierta de grasa negra. Murió a los 45 años de edad, dejando tras de sí dos hijos. Guamán dijo que él no sabía qué había causado su muerte.

“Pero, si algo sé, es que el pe-tróleo maldice a cualquiera que lo toque”, comentó Guamán. “Si eso se aplica a nosotros, entonces también debería apli-carse a los estadounidenses”.

Demanda por $27 mil millones:

ses, todo parecía indicar que Ecuador se deshacía en pedaci-tos, pasando por 10 presidentes

Resentimiento chorrea después de la partida de petrolera

Wilmo Moreta, de Shushufindi, Ecuador,

dice que la Texaco ha dejado contaminantes

que le han causado enfermedades de la piel.

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Simón Romero y Cli� ord KraussThe New York Times/Siglo21

Residentes de Shushufindi lavan y se bañan en el agua contaminada del río Santa Fe, donde se desplazan los productos químicos tóxicos.

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Mayo 21 al 27, 2009 • Suplemento Especial

Anita Barry, una veterana inves-tigadora de enfermedades, del ayuntamiento de Boston, estaba en el Aeropuerto Internacional Logan informando a los fun-cionarios de un virus nuevo preocupante, cuando sonó su teléfono celular.

Te necesitamos de regreso en la oficina, dijo quien la llamó. En este instante, la influenza porcina había aterrizado en Boston.

Barry escuchó con apre-hensión creciente. Esta nueva influenza se había enraizado en el campus médico de Harvard, a la sombra de uno de los hospi-tales más famosos del mundo. Estaba enfermo un estudiante de Odontología que atendía pacientes, y las pruebas de labo-ratorio indicaban sólidamente que estaba infectado con el virus misterioso que los titulares de esa mañana advertían había matado a más de 150 personas en México.

Y no era el único que se sentía enfermo.

“Pensé: éste podría ser un problema real”, recordó Barry. “Y de todos los lugares donde esto podría pasar, que tuviera que suceder en el Area Médica Longwood, era casi la tormenta perfecta”.

En las siguientes 10 horas de ese jueves de hace más de una semana, a medida que la tarde se desvanecía en la noche, los investigadores del ayunta-miento y los administradores de Harvard se embarcaron en una carrera para detener la propagación del virus. Harvard es un templo de conocimiento médico donde se desconocen los egos y la arrogancia, pero, según se cuenta, los más altos funcionarios de la universidad trabajaron continuamente con los experimentados detectives de enfermedades de Boston.

El equipo de Boston había pasado años preparándose para este momento, alistado para la acción después de los ataques con ántrax en 2001, y, más re-cientemente, por los temores de una epidemia mundial avivada por la influenza aviar. Barry, una doctora, ha dedicado más de dos décadas de su vida a

rastrear gérmenes en Boston, desde sarampión hasta sida y tuberculosis. Es famosa por su serenidad en una crisis, sus palabras medidas, por ser imperturbable y directa.

Ahora, después de todos los simulacros, no había tiempo que perder mientras los investi-gadores buscaban pistas que les dijeran dónde había estado el virus, y hacia dónde se dirigía.

“Esto nos va a poner a prueba”Se trata de una historia de enfermedad y de cazadores de enfermedades en el siglo XXI, cuando los virus emigran por todo el mundo en días, y se tienen que tomar decisiones en cuanto a lo que hay qué hacer en horas, con frecuencia en medio de gran incertidumbre y consecuencias graves.

“Estoy pensando: ¿podría-mos haber tenido un primer ca-so más complicado en Boston? Esto nos va a poner a prueba”, comentó Barbara Ferrer, la jefa de Barry en la Comisión de Salud Pública de Boston.

La influenza porcina, causa-da por el virus H1N1, exigió la atención inmediata de las autoridades de salud mundiales, cuando el mes pasado, salieron de la Ciudad de México infor-mes de que era responsable de la muerte de docenas de adultos y niños. De golpe, el virus hizo su debut en California y Texas, lo que generó alarma en todo Estados Unidos.

Llegó el lunes, 27 de abril por la noche a una clínica nocturna muy cerca de la Plaza Harvard. Un estudiante de la Escuela de Odontología entró quejándose de fiebre y tos. Le dieron una receta para el antiviral Tamiflu y le dijeron que se quedara en su casa y no asistiera a clases. Al día siguiente, se envió una muestra suya para que la examinaran.

Temprano en la tarde del 30 de abril, el laboratorio estatal en Jamaica Plain llamó al ayun-tamiento para darle noticias alarmantes: el estudiante de Odontología había dado posi-tivo de un caso probable de influenza porcina.

Una enfermera del departa-mento de salud llamó inme-diatamente al estudiante. Una compañera de clase también se sentía mal, el estudiante dijo a la

enfermera. El novio de esa mu-jer, un estudiante del Instituto Tecnológico de Massachusetts, había regresado de un viaje a México con síntomas similares a los de la influenza.

Y los dos estudiantes de Odontología habían ido a una fiesta la noche del viernes anterior en el Vanderbilt Hall, un dormitorio al otro lado de la calle de la avenida Longwood, en el cuadrángulo que es la maraca arquitectónica distintiva del campus médico de Harvard. Los otros invitados incluyeron a estudiantes del tercer año de Odontología y Medicina.

Tierra fértil para el virusLos estudiantes de Odontología en Harvard pasan los dos pri-meros años en clases con sus contrapartes de la escuela de medicina, y algunos comparten el mismo dormitorio. Cada gru-po de Odontología tiene unos 35 estudiantes y está dividido en lo que la escuela denomina so-ciedades. Son cuatro: Peabody, Holmes, Castle y Cannon.

“Se entra a ellas desde el primer día”, comentó la doctora Elsbeth Kalenderian, decana adjunta de asuntos clínicos de la Escuela de Odontología. “De esa forma, hay una relación muy estrecha con tus compañeros de sociedad. Es casi como una fraternidad”.

Un virus de influenza, transmitido con un apretón de manos o un estornudo o tos sin haberse cubierto, podría encon-trar tierra fértil entre estudiantes tan estrechamente unidos.

Así que, en oficinas en Boston y Cambridge, por medio de líneas telefónicas abiertas continuamente durante horas, representantes del ayunta-miento y de la Universidad empezaron a tomar una serie de decisiones rápidas. Mientras Barry regresaba a su casa en coche desde Logan, Julia Gunn, quien ayudó a dirigir la investi-gación, despachó a un equipo de respuesta rápida integrado por enfermeras y epidemiólogos a la Escuela de Odontología.

Ferrer, sentada en su oficina, en una esquina del sexto piso de las oficinas centrales de la Comisión de Salud, habló con funcionarios de Harvard, inclui-da Anne Berg, la directora de admisión y asuntos estudiantiles de la Escuela de Odontología.

Eran cerca de las 3:30 p.m., menos de dos horas después de que el laboratorio estatal informara de los ominosos resultados de las pruebas. Dentro del área de atención de pacientes odontológicos, prose-guía el zumbido y el silbido de los instrumentos. Berg preguntó si sería posible atender todas las citas de ese día.

“En realidad, no. Necesito cerrar la clínica hoy, ahora”, contestó Ferrer, y Berg estuvo de acuerdo de inmediato.

Conforme se vaciaron las áreas de atención, se instruyó a estudiantes, docentes y per-sonal administrativo para que se reunieran en el auditorio. Les dijeron que gente del de-partamento de salud municipal estaba en camino porque se sospechaba que al menos dos de sus compañeros portaban el virus de la influenza. Las 80 butacas tapizadas en rojo estaban llenas, y cerca de 50 personas más estaban paradas junto a las paredes.

“Se preguntaban qué hacían allí, y estaban algo confundidas, como si pensaran: Vámonos”, dijo Kalenderian.

Parada al frente del salón, Barry estaba determinada a relajar la tensión.

“Bueno, Harvard es de nuevo la número uno, y esta vez se tra-ta de tener un caso de influenza porcina en la ciudad de Boston. Felicidades”, Barry recordó haber dicho, provocando risas.

Los rastreadores de enferme-dades del ayuntamiento habían elaborado un cuestionario para que estudiantes y docentes de Odontología lo respondieran, con preguntas sobre su salud y sus actividades, incluida la de con quién habían tenido con-

tacto. Se llamó a cada persona a uno o dos salones de clase, donde estaban trabajadores de salud con cubrebocas.

En total, se entrevistó a 117 personas en las siguientes dos o tres horas. Cinco estudiantes más reportaron síntomas que concordaban con los de la influenza y se les envió a la sección Longwood del servicio de salud para estudiantes.

Entre tanto, los administra-dores de Harvard -- incluido el vicerrector Steven E. Hyman, segundo a bordo después del rector Drew Gilpin Faust -- llegaron a una conclusión ineludible: no sería suficiente cerrar la clínica dental y can-celar las clases en la Escuela de Odontología. Dada la extensa interacción entre los estudian-

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En Harvard

Stephen SmithThe Boston GlobeThe New York Times/Siglo21

Realizan rastreo de la influenza porcina

En menos de 24 horas, el conteo de posibles casos de influenza porcina reportados se había incrementado a nueve en la Escuela de Odontología. Posterior-mente, se identificó a dos estudiantes más. Las pruebas confirmaron seis casos, y un séptimo casi seguro que es influenza porcina.

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Suplemento Especial • Mayo 21 al 27, 2009 5-B

tes del campus médico de Longwood, también se tomó la decisión de suspender las clases en las escuelas de Medicina y de Salud Pública.

Y se ordenó a los estudiantes de Medicina -- incluidos los de tercer año que debían comenzar con las rotaciones clínicas ese viernes -- que se mantuvieran alejados de hospitales y clínicas.

“Fueron decisiones agresi-vas”, comentó el doctor David Rosenthal, director de los Servi-cios de Salud de la Universidad de Harvard. “No conocíamos la infectividad del virus, no conocíamos la severidad, no sabíamos qué tan contagioso era”.

Las consecuencias de la serie de casos que se estaban presen-tando tuvieron efectos fuera de la comunidad.

Un ejemplo fue que Barry tenía programada una cirugía en el Beth Israel Deaconess Medical Center, y le dijo a la pa-ciente que tenía que encontrar a alguien que la remplazara.

A medida que cayó la noche, Gunn se llevó los cuestionarios al lúgubre laberinto de oficinas donde trabajan los especialistas en enfermedades contagiosas en la Comisión de Salud. Trabajó hasta bien entrada la noche, es-perando saber cuántas personas estaban enfermas o lo habían estado en los días anteriores, y

qué tan lejos se extendía la red de la enfermedad.

“Es como un libro realmente bueno, y tienes a todos estos personajes”, dijo Gunn. “Y todo tenía sentido y te contaba la historia”.

Esa narrativa la condujo, principalmente, hacia dos de las sociedades del tercer año. “Dentro de estos grupos, había más enfermedad que en ningún otro que había visto en todas las 117 personas”, expresó.

Eso les dijo a los investiga-dores que parecía que el virus estaba relativamente contenido, y también ayudó a que, a la mañana siguiente, la Escuela de Odontología integrara rápidamente una lista de los pacientes que tuvieron contacto con estudiantes potencialmente infecciosos.

Se enviaron cerca de 40 cartas a pacientes en las que se les exhortaba a buscar atención médica si presentaban síntomas de influenza; no se conside-raron necesarias medidas más urgentes porque sólo había una inquietud leve en cuanto a la exposición de los pacientes.

En efecto, ni el ayuntamiento ni la Universidad han recibido algún informe sobre un paciente infectado.

En menos de 24 horas, el conteo de posibles casos de influenza porcina reportados

se había incrementado a nueve en la Escuela de Odontología. Posteriormente, se identificó a dos estudiantes más. Las pruebas confirmaron seis casos, y un séptimo casi seguro que es influenza porcina.

Una semana después de que se presentó la enfermedad, todos los estudiantes se habían recuperado. Parecía que se había detenido la transmisión del virus. Y a las nueve de la mañana del jueves pasado, el estado de ánimo era claramente optimista, los estudiantes y docentes se reunían de nuevo en el auditorio para recibir la bienvenida.

Para Barry, la ansiedad ha-bía comenzado a disiparse a principios de la semana pasada, cuando los informes nacionales mostraban que, aún cuando el virus circulaba ampliamente, no amenazaba la vida de la mayoría de los pacientes. Se relajaron las inquietudes aún más para mediados de semana, cuando no enfermó ningún estudiante de Harvard.

“Mi idea”, dijo ella, “es que tuvimos mucha suerte de tener esta oportunidad de ver cómo funcionaron las cosas con este virus que mostraba poca mor-talidad en la gente. Todo este episodio fue un gran ejemplo de lo que podría venir con otro nuevo virus de la influenza”.

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Mayo 21 al 27, 2009 • Suplemento Especial6-B LIBROS

N u n c a imaginé que la p r i m e ra l e c t u r a q u e hice del uruguayo M a r i o Benedetti,

iba a coincidir prácticamente con la muerte del escritor de 88 años.

Hace unos días, en una visita relámpago que hice a la ciudad de Aventura, en el Estado de la Florida, entré en una librería Barnes & Noble, y sin mucho buscar encontré un libro que, por su tamaño, me llamó mu-cho la atención.

El libro solamente cuenta con 112 páginas, y esto me motivó a autorretarme con una lectura sin pausa, en menos de dos horas. Lo más curioso es que hacía varios días que mi maestro, el escritor y periodista José Carvajal, me había reco-mendado leer a Benedetti, pero todavía no me decidía.

Y cuando al fin me decido, lo hago a manera de juego —la literatura en sí es un juego, en el que no se sabe quién gana o quién pierde—. Empecé a leer el pequeño libro —que resultó ser uno de los más grandes del autor uruguayo— y en menos de media hora estaba que languidecía del hambre, pues ya había pasado el mediodía y aún no había almorzado. Pero me fui adentrando poco a poco en la narración, que cuando me vine a dar cuenta estaba leyendo la frase final de la obra: “¿Quién de nosotros juzga a quién?”

Como de costumbre, antes o después de haber leído una obra, me gusta hacer algunas averiguaciones sobre la misma, y anotar algunos de los datos relevantes en mi bitácora perso-nal de lectura. Fue entonces que descubrí que la corta novela que acababa de leer era nada más y nada menos que la primera obra narrativa de Mario Benedetti.

“Quién de nosotros” me dejó perplejo, la verdad, pues en ella se condensa un mensaje que se

detiene en la premisa de que las cosas negativas suceden, en muchas ocasiones, atraídas por

nuestros presagios y falta de op-timismo. Vemos que uno de los protagonistas y narradores de la

historia (Miguel) aumenta día a día el desamor de su esposa Alicia tras la decisión mental de que ella no lo quería, sino que amaba a su rival llamado Lucas.

Y esto es confirmado en la misma historia, cuando Alicia —que abandona a su marido para irse con Lucas— le escribe una carta en la que le da las razones de por qué se fue. A pesar de que el tema de la nove-la, el triágulo amoroso, ha sido bastante tratado en la literatura, sin duda alguna esta obra es un maravilloso medio que el autor utiliza para develarnos algo más relevante aún: la soledad humana.

“Quién de nosotros” es una excelente novela, tanto por el tema, el mensaje y las técnicas del autor, como por la extensión de la misma. Creo que Benedetti puso punto final a la historia cuando debió ponérselo. Considero que en la literatura esto es un arte que va más allá de escribir bien, pues muchas obras mueren ahogadas en sus propias letras

cuando rebasan en tamaño el final apropiado.

Nunca me imaginé, aquella tarde de mayo en que leía la primera obra narrativa de Benedetti, que el autor estaba apostando los últimos días de su vida; como tampoco me imaginé que dicha novela iba a influir tanto mi vida durante los próximos días, pues todavía antes de escribir el presente artículo, estaba pensando en el principal mensaje que nos quiso dar el autor: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

Del autor no podemos decir lo mismo, pues su pérdida no ha sido completa, ya que de él ha muerto lo que algún día tenía que morir; lo demás ha quedado vivo, y seguirá viviendo mientras curiosos lectores vayan a las librerías en busca de obras cortas —y largas— de excelente calidad literaria. Como dijo el cuen-tista dominicano Juan Bosch: “Nadie se muere de verdad si hay en el mundo quien respete su memoria”.

Rafael Rodríguez Hernández*

*RAFAEL RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ nació en 1986 en La Vega, República Dominicana. Es autor de la novela “La cruz de nadie”, publicada por Isla Books Publishing.

A propósito de Mario Benedetti

Oficinas Legales

Inmigración• Visas basadas en negocios• Visas basadas en estudios y contratos de trabajos• Visas temporales y extensiones• Visas permanentes• Ciudadanía Americana• Defensa en casos de deportación• Asilo Político

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”Quién de nosotros”

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Suplemento Especial • Mayo 21 al 27, 2009 7-BOPINIÓN

D e s p u é s de larga agonía el mayor te-rrateniente de la región murió y se desataron comenta-rios que

dan qué pensar. Su agonía fue lenta y dolorosa, y sus vecinos más cercanos dicen que a los que les tocaba cuidarlo por las noches la pasaban muy mal, pues los que tenían luz notaban a un hombrecito de color oscuro que esperaba, pacientemente y sin inmutarse, la muerte del agonizante. Una experta se presentó frente al moribundo y exclamó: ¡Jacinto tiene que expulsar el resguardo que se tragó y desatar el pacto que se hizo en mi presencia hace cincuenta años!

Cuando el moribundo era joven fue de familia muy pobre y siempre vivía inconforme con su situación. Se acercó a un centro de magia negra e hizo los

rituales necesarios para asegurar su futuro. Este compromiso requiere entre otras cosas poner garantías a cambio de que las fuerzas del mal le den riquezas y poder, pero por otra parte es que la persona tiene que sus-tentar muchas veces a animales demoníacos llamados Bacá.

También es común la pérdida de familiares que en determina-das edades fallecen. En este caso en particular, el protagonista era dueño de un bacá, este animal se prepara con un huevo del que no siempre sale un ave, sino un animal que se transforma en otros diferentes y puede adquirir diferentes tamaños que amedrentan o aterran a quienes lo ven.

Dicen los que saben que si usted tiene una propiedad sembrada y su cosecha está hermosa, este animal entra en ella y toma su producción y se la lleva a la propiedad del dueño del bacá, dejando alrededor destrucción y amargura. Hay testimonios de afectados que ponen a pensar a cualquiera.

El señor que murió poseía un bacá; y no sólo eso, se res-guardó, y este par de ritos lo hicieron invencible, hasta que le llegó la muerte. Siempre hay

un testigo que conoce el secreto y es la persona que conoce la revocación del compromiso, en este caso la señora. Ella colectó agua de siete tinajas, ceniza de

siete fogones y borra de café robada de siete coladores. Un colador es una bolsa de tela que se usa para colar el café.

Todo esto mezclado con

sumo de ruda colado, y santi-guado con oraciones en donde se invoca el perdón de Dios, se le da a tomar al moribundo y se revoca la presencia maligna que se disputa con el bien el alma del autor del pacto.

Después de tres cucharadas, la persona vomita o defeca el resguardo que debe ser quemado rápidamente; acto seguido el moribundo expira, y al hacerlo muchas veces convulsiona y hasta aúlla.

Dicen que si esto ocurre en luna llena, los perros del vecindario se dejan sentir en tétrico concierto. Con respecto al bacá, cuando el dueño mue-re queda este satánico animal vagando y todas las riquezas adquiridas se evaporan como por arte de magia.

Más de una persona, si dejamos buzón abierto, puede dar testimonio de éste y otros temas como la existencia de la ciguapa, los galipotes y las brujas que vuelan, etc. Todo parte de una vida que transcurre normalmente.

Temas espirituales

*ÁGUEDA VILLAMÁN es autora de libros especializados en temas espirituales. Dirige el Centro Espiritual Águeda, en Nueva York.

Águeda Villamán*

Bacás, pactos y resguardos

Carmen Chalas“La Embajadora”Productora y conductora

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Entrevistas y comentarios• Noticias con corresponsales • en New York, República Dominicana y Puerto RicoVariedades • ¡y mucho más...!•

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Page 8: Siglo21 NYT_473

Mayo 21 al 27, 2009 • Suplemento Especial

Parte II de II. La mayoría de la gente que bebe alcohol no es alcohólica y nunca lo será. Sin embargo, el Instituto Na-cional de Abuso del Alcohol y Alcoholismo de Estados Unidos sabe muy bien que millones de estadounidenses beben en cantidades o patrones que los ponen en riesgo de padecer una dependencia al alcohol y tener que encarar los consiguientes problemas médicos, legales y sociales.

Con base en un sondeo na-cional entre 2001 y 2002 entre 43,000 adultos, conducido por el Instituto Nacional de Salud, el citado Instituto del Alcohol estima que 30 por ciento de las personas de 18 años de edad en adelante bebe a niveles que elevan su riesgo de convertirse en alcohólicos. Y debido a que resulta más fácil ayudarles a esas personas a identificarse a sí mismas antes que se metan en problemas con el alcohol que tratar el alcoholismo, dicho Instituto ya lanzó un innovador programa de prevención cono-cido como Rethinking Drinking (Reconsiderando la Bebida).

Este programa incluye un folleto de 16 páginas para el público general (“Reconside-rando la bebida: El alcohol y tu salud”), producto programado para facultativos con un folleto de 34 páginas (“Cómo ayudar-les a los pacientes que beben en exceso: Guía del facultativo”) y un sitio interactivo en Internet para gente que bebe: ethinking-Drinking.niaaa.nih.gov, con todo y cuestionarios, calculado-ras y otras herramientas.

Los materiales pueden ser descargados del sitio en Internet o puede ordenarlos por teléfono al 301-443-3860, en Estados Unidos. Juntos, representan un enorme cambio en el enfoque al abuso del alcohol; identificar y atender patrones de riesgo en la bebida antes que ocurra cualquier calamidad.

Haciendo ajustes “Este es un proyecto de bienestar, fundamentado en el concepto de reducción de riesgo empleado en la preven-ción de otras enfermedades

crónicas, como males cardiacos y diabetes”, dijo el Dr. Mark Willenbring, principal arquitec-to del programa (con Maureen Gardner), en una entrevista. “Al igual que con la reducción del colesterol o la presión arterial alta a fin de prevenir males cardiacos, la idea radica en una identificación de patrones de riesgo con bebidas alcohólicas en las primeras etapas y una expedita intervención en vez de esperar hasta que la persona esté crónicamente enferma”.

Willenbring, quien dirige la División de Investigación de Tratamiento y Recuperación del Instituto, agregó: “Una vez que saben quiénes son, la mayoría de las personas en riesgo de terminar abusando del alcohol puede reducir su consumo etílico y reducir su riesgo. Sabemos que muchos bebedores de grandes canti-dades son capaces de cambiar por cuenta propia”.

Para aquellos cuyo consumo de alcohol ya raya en abuso, el nuevo programa puede ayudar-les a que reconozcan su proble-ma y busquen tratamiento en las primeras etapas, antes que sufran irreversibles problemas de índole médica o social como males hepáticos y del cerebro,

dificultades legales, pérdida de empleo o divorcio.

La belleza de Reconsideran-do la bebida está en que se puede usar en la intimidad del hogar o en consultorio médico, evitándole a las personas la vergüenza y el estigma que a menudo acompañan al re-conocimiento público de un problema relacionado con el alcohol y el ingreso a un pro-grama de tratamiento.

“Una sola sesión con un fa-cultativo --apenas cinco minu-tos de consejos-- puede tener perdurables efectos en la re-ducción del consumo etílico de una persona”, dijo Willenbring. No obstante, muchos médicos de cuidado primario no saben identificar un problema poten-cial con la bebida en sus pacien-tes o qué hacer si sospechan que se pudiera desarrollar.

“Más de 90 por ciento de los programas de tratamiento de alcohol ofrecen asesoría grupal o Alcohólicos Anónimos”, notó Willenbring. “Esto no es un mo-delo médico. No hay médicos involucrados”.

Los materiales del Recon-siderando la Bebida también se pueden emplear en otros ambientes, como en campus universitarios, sitios laborales e

iglesias, así como en el sistema de justicia penal. Un estudiante que despierta frecuentemente con resaca sin saber lo que hizo la noche anterior pudiera con-sultar el programa y modificar su conducta. Alguien que recibe un citatorio por conducir bajo la influencia del alcohol pudiera ser referido al programa y ex-hortado a que controle mejor su consumo de alcohol antes que ocurra un desastre.

Guías de utilidadMuchos bebedores albergan no-ciones erróneas de qué constitu-ye “un trago” y con frecuencia no están conscientes de la cantidad exacta de alcohol que consumen en cualquier momento dado, destacó Willenbring. Reconsi-derando la Bebida suministra los siguientes equivalentes de una bebida: 12 onzas de cerveza común equivalen a 8 a 9 onzas de licor de malta, que equivalen a cinco onzas de vino de mesa, equivalentes a 1.5 onzas de alcohol de más de 38 grados. De manera similar, muchas cervezas ligeras tienen casi la misma cantidad de alcohol que la cerveza regular, y un solo trago mezclado puede contener tres o más bebidas estándar.

El Instituto antes mencio-nado define el bajo riesgo en el consumo de alcohol entre varones como no más de cuatro copas en cualquier día y no más de 14 copas por semana. Para las mujeres, el límite equivale a tres copas en cualquier día y no más de siete copas por semana. Se considera que cualquier con-sumo mayor a estas cantidades en un día o durante una semana es de riesgo o excesivo.

Incluso con estos límites, algunas personas pueden te-

ner problemas con el alcohol, particularmente las que tienen problemas de salud y personas mayores de 65 años de edad. A los hombres y mujeres de edad avanzada se les recomienda que no consuman más de tres copas al día y siete a la semana. “Incluso los niveles moderados de consumo (hasta dos copas por día para varones o uno para mujeres) puede resultar excesi-vo bajo algunas circunstancias”, declara el programa.

Identificación de síntomasEl Instituto del Alcohol y Alco-holismo enfatiza que las per-sonas que creen tener una “alta tolerancia” al alcohol -- esto es, que pueden beber mucho sin actuar como o sentirse borrachos -- no están protegidas contra el alcoholismo y los problemas de salud provocados por el alcohol. Todo lo contrario.

El nuevo programa ayuda a los bebedores a que precisen si ellos están listos para cambiar sus hábitos en la bebida, iden-tificar beneficios personales de hacerse el cambio y reconocer posibles obstáculos y formas de evitarlos o superarlos. De manera similar, proporciona nueve estrategias para reducir el consumo alcohólico, incluido el aprendizaje de administrarse y llevar cuenta de la cantidad que están bebiendo.

Willenbring enumeró cinco de los primeros síntomas que indican que un bebedor ya está abusando del alcohol o está en riesgo de hacerlo: 1. Bebe repetidamente más allá de los límites autoimpuestos. 2. Tiene un persistente deseo de dejarlo o reducir su consumo. 3. Maneja y bebe. 4. Pasa demasiado tiem-po bebiendo. 5. Presenta resacas o desórdenes del sueño.

“El alcoholismo ya no es lo que solía”, destacó Willenbring. “Lo que solíamos conocer al respecto venía del estudio del extremo más severo del espec-tro: las personas con una enfer-medad crónica que toca fondo”. Actualmente se sabe que mucha gente presenta episodios limita-dos de dependencia al alcohol, y si se reconocen y se enfrentan desde sus primeras etapas, se puede evitar muchos problemas relacionados con el alcohol.

Salud personal:

Intentan identificar abebedores problemáticos

Las personas que estén en este tipo de circunstancias deberían evitar el alcohol por completo:◗ Mujeres que están

embarazadas o intentándolo (aún no se ha establecido un nivel de alcohol seguro para el feto en desarrollo).

◗ Personas que planean conducir u operar maquinaria peligrosa.

◗ Personas que toman medicamentos que interactúan con el alcohol.

◗ Personas con problemas de salud que empeoran con el alcohol.

Jane E. BrodyThe New York Times/Siglo21

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