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SIN OPCIONES GERARD PADUA MARINA RODRÍGUEZ GUILLEM SIMÓN BERTA TAMBORERO JÚLIA TORRA

SIN OPCIONES

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Es una história poco normal sobre una adolescente inconprendida i un montón de gente a su alrededor, entre ella, gente que la ayuda y gente que le hace la vida imposible,

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Page 1: SIN OPCIONES

SIN

OPCIONES

GERARD PADUA

MARINA RODRÍGUEZ

GUILLEM SIMÓN

BERTA TAMBORERO

JÚLIA TORRA

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Capítulo 1

Mientras me columpiaba junto a mi hermana, notaba la brisa marina en mi cara. Era

oscuro, aún no había salido el sol pero no podíamos dormir después de lo que nos

habían explicado. Yo ya tenía diecisiete años; pero me resultaba imposible imaginar la

vida sin mi madre, sin sus ojos brillantes, sin su cicatriz en la ceja izquierda, sin sus

problemas; era cierto que en realidad los odiaba, pero creía que los echaría de menos.

Odiaba que no pensara en mis sentimientos, que se casara con un hombre que apenas

conocía, pero si era su deseo, ¿quién era yo para juzgarla?

Mi madre nunca fue la mejor y pocas veces me entendía, pero era duro asimilar que le

quedaban semanas, días, tal vez solo horas. Aunque los médicos decían que podía

aguantar años, yo la veía muy desmejorada e intentaba vivir cada momento con ella

como si fuera el último.

Mi padrastro era un hombre frío, cerrado y pocas veces le había oído hablar, tenía

unos ojos oscuros y amarillentos que me miraban fijamente cuando decía alguna cosa

que no le gustaba. Cada día le notaba más distante, ya no abrazaba a mi madre, ya no

se preocupaba por ella. Dónde estaba ese hombre que conseguía decir a mi madre

todo con tan solo una mirada, que la dejaba pocas veces sola, ¿Qué le había hecho

cambiar de opinión tan rápidamente? Quizás era el hecho de que se estaba

convirtiendo en otra persona, a la que le costaba recordar los nombres o que ya solo

era un ‘trasto’ para Igor. De cualquier forma, yo no pensaba permitir que le hiciera

daño a mi madre.

Empezaba a salir el sol y mi hermana y yo habíamos pasado horas sin decir

absolutamente nada, aún era muy pequeña para entenderlo, así que le dije:

- No podemos confiar en Igor.

Mi hermana no entendía por qué decía eso pero en sus grandes ojos azules podía ver

que me haría caso. Se fue saltando para casa y su vestido preferido, uno azul con

puntitos negros, no paraba de moverse arriba y abajo. En la mesa de la cocina

teníamos preparadas dos grandes tazas de leche y mi madre esperaba a que

llegáramos para empezar su desayuno. No me gustaba que me trataran como una niña

pequeña pero en ese momento era mejor no discutir y sonreír.

Nos sentamos las tres a desayunar pero Igor no apareció, una cosa poco frecuente en

él, que no le importó a mi madre. Yo intentaba no planteármelo pero en un momento

de silencio pregunté:

- ¿Qué le pasa a Igor?

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Mi madre cogió aire y contestó:

- Ayer discutimos y se ha ido. Dudo mucho que vuelva.

Al ver mi cara de intriga, continúo explicándome:

- Modificamos mi testamento y en él decía que no dejaba nada a Igor y todos mis

bienes serían para vosotras. A él le afectó mucho porque pensaba que era parte de

mi vida y, sin embargo, no le dejaré nada más que el recuerdo y el dolor de

imaginar lo que podríamos haber llegado a vivir juntos.

Yo no sabía cómo reaccionar, ni qué decir pero sabía que tenía que actuar rápido o mi

madre estallaría a llorar y aunque me costó encontrar mi voz, dije:

- No te preocupes, si de verdad te quiere volverá, si le importas te llamará. Esto no

puede acabar así porque se nota que os queréis y dudo que pueda aguantar mucho

tiempo fuera de casa.

Ella se secó la lágrima que le caía del ojo y se rehízo su trenza; aunque le quedó igual

de despeinada. Entonces dijo:

- ¿Queréis ir a mi sitio preferido de cuando era pequeña? Y así nos olvidamos un

poco de todo esto.

A mí, sinceramente, no me importaban los problemas que tenía con Igor; pero me

apetecía hacer algo con mi madre y respirar aire fresco.

Sacó el coche y nos hizo subir, era consciente que con los problemas mentales que

tenía no podría conducir muy bien, por eso, para no desanimarla, dije que me apetecía

llevar el coche y ella aceptó.

Me fue dando indicaciones hasta que llegamos a un sitio lleno de árboles llorones,

bajamos del coche y nos acercamos a un pequeño lago. A mi madre le costaba caminar

y necesitaba utilizar unas muletas. Mientras yo las cogía, mi hermana iba saltando

hacia un árbol.

Cuando llegamos al lado del lago, nos sentamos y no dijimos nada, simplemente

disfrutábamos de las vistas. Era mediodía y el sol brillaba con toda su fuerza,

estábamos solas en ese inmenso paraíso.

Entonces, cogí a mi hermana en brazos y fui corriendo al agua, empezamos a reír y mi

madre se quiso apuntar, ya no recordaba la última vez que hacíamos algo las tres

juntas, ni siquiera recordaba cómo era mi madre cuando estaba feliz.

Estuvimos horas en el agua y cuando salimos ya estaba atardeciendo, el cielo tenía

tonos lilas y a penas se veía el sol. Volvimos para casa, sin reír, sin decir nada, sin

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comentar lo mucho que nos habíamos divertido; quizás era que estábamos cansadas o

que no hacía falta recordar lo mucho que lo echábamos de menos.

Cuando estábamos llegando, vimos que las luces de la casa estaban encendidas, sin

dudarlo pensé que era Igor y casi seguro que estaba enfadado.

Mi madre no parecía que quisiera entrar en casa, pero acabó venciendo su miedo y

entró. Igor la esperaba furioso sentado en la mesa de la cocina, ella me miró y con su

mirada supe que tenía que llevar a mi hermana a la cama. Cuando ya estaba allí,

reflexionado sobre mi día; oí gritos de mi madre y bajé a ver qué pasaba. Estaba en el

suelo desangrándose y gritando, no sabía qué hacer ni cómo actuar, cogí el móvil y

llamé a la policía. Cuando volví a ver a mi madre, la vi con los ojos cerrados y corrí a

ayudarla, no tenía pulso y aunque intenté reanimarla me resultaba imposible. La

policía llegó; Igor se había ido y la había dejado allí tirada, había dejado a su mujer

morir. Por mucho que los médicos intentaran salvarla, parecía que no lo conseguirían y

yo iba perdiendo toda esperanza.

Mi madre había muerto, nos había dejado a mi hermana y a mí solas y nuestro nuevo

tutor había desaparecido. La policía le llamó varias veces para preguntarle lo sucedido

pero ninguna contestó. Hasta que finalmente, apareció por la puerta con una bolsa de

la compra. En seguida que llegó, todo el mundo se abalanzó sobre él y empezaron a

preguntarle:

- ¿Qué ha pasado?

- ¿De dónde viene?

- ¿Ha matado a su esposa?

En cuando le preguntaron eso, me pareció que el tiempo se paraba, yo sabía que si la

había matado pero también pensaba que era un episodio muy trágico que habría

borrado de su memoria sin quererlo, sin forzarlo. Creía que habían discutido y cuando

Igor se enfada se puede poner muy violento y al día siguiente no recordar exactamente

lo que pasó.

No recuerdo muy bien cómo, pero consiguió que la policía le dejara en paz y nos

fuimos a dormir, había sido un día demasiado duro para mí y aún no me podía acabar

de creer lo que había pasado, pensaba que todo era un sueño y que cuando me

despertara solo tendría ganas de abrazar a mi madre.

Mi hermana me despertó llorando, acababa de descubrir que nuestra madre no estaba

y no se lo podía creer; me senté en la cama y le cogí la mano, le expliqué todo lo que

sabía, me miró con los ojos llenos de lágrimas y preguntó:

- ¿Al menos la podremos enterrar?

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Aún no me había planteado que hacer con su cuerpo, pero parecía que Igor lo tenía

todo planeado porque nos vino a ver y dijo:

- Sé que es un momento muy difícil para vosotras, pero quiero que sepáis que me

tenéis a vuestro lado para todo lo que podáis necesitar. Dicho esto, vamos.

No sabía a donde iríamos pero necesitaba tomar el aire. Salimos de casa y entramos en

el coche, mis ojos se empezaron a cerrar porque no había dormido nada durante toda

la noche, pero no quería dejar a mi hermana sola con Igor porque aunque lo había

hecho sin querer, tenía que aprender a controlar-se y si se enfadaba, a saber de qué

era capaz. Pero finalmente me dormí.

Capítulo 2

- ¡Despiertaaa! Ya estamos en el lago, Igor ha dicho que le sigamos, él sabe el

camino. Venga hermanita, no duermas más, tenemos que tirar las cenizas de

mamá al lago, como a ella le hubiera gustado. Bueno, cuando te levantes vente con

nosotros, te esperaremos allí, frente a esos árboles tan grandes.

Aún me acuerdo de su vocecita inocente y dulce diciéndome que me despertara, pero

estaba tan cansada que no podía abrir ni un ojo, la muerte de mamá no me había

dejado dormir. Entonces, analicé lo que Jackie acababa de decirme, que me esperaban

junto a unos árboles, pero ese no era el problema. ¡El problema era que estarían ellos

dos solos! ¿Y si Igor le hacía daño a mi pequeña? Ella no sabía que él había sido el

causante de la muerte de nuestra madre, así que no sabía lo peligroso que era.

De repente reaccioné, me levanté y fui corriendo hasta los dos grandes árboles donde

Jackie me había dicho que estarían. Mientras corría, empezaron a caerme lágrimas,

unas lágrimas frías, llenas de tristeza y miedo, miedo de perder a mi hermana, ¿A caso

no era ya demasiado perder a mi madre? Pero yo seguía corriendo. Tropecé. ¿Qué más

da?- Pensé. ¿Es más importante un simple rasguño o el perder a mi hermana para

siempre? La respuesta era clara, tenía que levantarme y seguir corriendo para

asegurarme de que mi hermana seguía bien. Pero, al llegar al lugar, no me fijé en nada

más que en el agua, allí se encontraba Jackie , gritando, pidiendo ayuda, llorando,

tosiendo y con una mirada perdida. Me tiré al agua sin pensarlo dos veces, el agua

estaba congelada y muy tranquila, aunque, bastante sucia. Empecé a nadar hacia ella,

pero ya era demasiado tarde, al cogerle la mano ya no respondió. La llevé hacia la

orilla del lago, allí intenté reanimarla, pero no sabía cómo hacerlo. Así que me tiré al

suelo junto a su cuerpo, y la abracé, me sentía culpable por no haberla protegido, era

mi deber, y fallé. Mientras lloraba, muchas preguntas me vinieron a la cabeza. ¿E Igor?

¿Dónde estaba? ¿Era tan cobarde de desaparecer después de cometer tantos errores?

¿Después de arruinar la vida de una familia? No podía creerlo, necesitaba encontrarle

y darle su merecido, pero a la vez, no podía parar de pensar en cómo sería mi vida de

ahora en adelante. Estaba completamente sola.

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Oí unas fuertes pisadas que hicieron crujir las hojas, era Igor, el hombre más

despreciable del mundo. No pude definir bien su rostro, tenía los ojos llenos de

lágrimas, y me era muy difícil ver con claridad. Mientras Igor nos rodeaba caminando,

yo seguía abrazada a mi hermana, me dolía mucho la barriga, la cabeza me daba

vueltas, no me sentía bien, solo tenía ganas de morir, no quería seguir viviendo con

una vida así, tenía miedo de ser la siguiente. ¿Qué tenía pensado hacerme a mí? Pero

al instante mi turno llegó, Igor me cubrió la cara con un saco, ¿qué me pasaría? Todo

quedaba por ver.

Noté su robustos brazos cogiéndome para que me levantara, pero yo no quería, no iba

a dejar el cuerpo de mi hermana ahí tirado. Pero el hombre insistió y consiguió

levantarme. Estaba desorientada, no veía nada, el saco me agobiaba y me daba calor.

Durante unos cinco minutos estuvimos caminando, él me tenía cogida por las manos

para que no me escapara y, entonces, entré en el coche, o al menos eso me pareció.

Yo seguía llorando, intentaba tranquilizarme, pero no podía. El coche arrancó. ¿Y si me

llevaba a algún sitio extraño? Me ponía nerviosa por momentos, no tenía ni la menor

idea de dónde me llevaría, pero me pareció que no lo descubriría, ya que de repente

Igor me gritó que callara, que estaba harto de oír gritos y, al ver que no paraba, me dio

un golpe con algo, no sabía el que, pero sin tiempo de pensar, me quedé inconsciente.

Al despertarme ya no llevaba el saco en la cara, estaba sudada, intenté reponerme y

pensar en lo ocurrido pero, eso fue peor ya que al recordarlo la tristeza se me tiró

encima como una bestia feroz que quería hacer añicos mi corazón. El coche seguía

avanzando, Igor solo miraba al frente, desde el retrovisor podía ver su mirada segura y

malvada, esas ganas de deshacerse de mí. Pasada la autopista, a través de mi ventana

podía ver cómo estábamos entrando en una carretera. Estaba asustada, mis

pantalones se habían roto por la parte de la rodilla al haberme caído corriendo antes.

Pensaba en mi hermana, no la había protegido, al pensar en ese momento en que la

saqué de la orilla y no respondía me ponía a llorar más fuerte, y la rabia me dominaba.

Tenía las manos atadas con una cuerda, así que pensé que podía utilizar los pies y

empecé a dar patadas al asiento de delante, donde se encontraba Igor. Cogía el

volante con las dos manos, y a ratos movía una mano para cambiar de marcha. Tenía la

radio encendida, era un programa que no había escuchado nunca; La hora de los libros.

Yo seguía dándole patadas al asiento, pero Igor, ni se inmutaba. El sol ya se escondía,

como más avanzábamos menos árboles había, hasta que de lejos, pude distinguir un

gran edificio. Era un poco extraño, se veía viejo y siniestro. ¿Qué era? Tenía un letrero,

pero aún estábamos muy lejos para que pudiera leerlo. Le pregunté a Igor, pero claro,

él no respondió, en esos momentos le odiaba mucho. Me había destrozado la vida, ya

no tenía familia y encima ahora me llevaba a algún sitio extraño del cual no tenía ni

idea. Se iba acercando, hasta que frenó bruscamente, me balanceé hacia delante pero

el cinturón me frenó. Igor se lo quitó y cerró la puerta de malas maneras, entonces,

entró en el extraño edificio sin olvidarse de cerrar el coche, claro. Al verme allí dentro

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sin escapatoria decidí mirar por la ventana para ver en qué sitio me encontraba. Leí el

letrero, y no pude creérmelo. El manicomio. ¿A caso estaba yo loca? ¿A caso no era él

el que debería quedarse ahí para siempre? Nunca había visto un manicomio, pero

había oído hablar. Decían que era el peor sitio donde podías estar. Los pasillos y

habitaciones estaban llenos de locura. También había oído que te torturaban de

maneras muy crueles. Me fijé en las ventanas, estaban todas cerradas, menos una. De

aquella una salía una persona, ésta estaba gritando y parecía llorar. Pude ver como de

la puerta salía otra vez Igor. Él sonreía, yo temblaba. Abrió la puerta del coche, y me

sacó, me dijo que debía quedarme allí. No podía creerlo, tenía tanto miedo que no

podía ni caminar. Me pude fijar en que en la puerta del manicomio había dos personas,

parecían ser enfermeras, estas indicaban con la mano a Igor que se acercara. Él les hizo

caso, y me llevó hasta ahí. Las chicas le dijeron que no se preocupara por nada, que ahí

estaría segura. Sin poder pensarlo les dije que por favor no me metieran ahí, que yo no

tenía problemas, el que tenía problemas era Igor, que había matado a mi madre y a mi

hermana, pero él, lo único que dijo fue:

- Bueno, ya ven, siempre está igual, dice mentiras, habla sola… Y otros montones de

problemas más. En definitiva, debe quedarse aquí. –Y se fue.-

Las dos enfermeras me llevaron hacia mi habitación. La compartía con otras dos

personas. Una estaba mirando por la ventana, lloraba y gritaba, así que pensé que

debía ser la que yo había visto des del coche. La otra persona era también una mujer,

ésta sostenía un libro en las manos que parecía ser la Biblia, la iba leyendo muy

detenidamente, como si buscara algo entre las palabras y las letras. Realmente, me

daban pena, y no quería acabar como ellas, pobrecitas, nadie se merecía estar ahí.

Seguidamente las enfermeras me dijeron:

- Bueno, pues aquí está tu habitación de aquí a unos momentos vendremos a

recogerte para llevarte a las pruebas iniciales del manicomio.

Miedo, otra vez, ahora todos los momentos estaban llenos de miedo. ¿Pruebas?

¿Cómo que pruebas? No podía ni imaginarme lo que serían capaces de hacerme. En

aquellos momentos necesitaba a mi madre y a mi hermana, las quería allí, a mi lado.

Yo no estaba loca, ni mucho menos, y no podía seguir ahí. Ahora no podía confiar en

nadie ni contarle a nadie mis problemas, solo podía pensar por mí misma, y conseguir

salir de ahí, necesitaba un plan pero tardaría en hacerlo ya que estaba todo lleno de

llaveros, es decir, de vigilantes. Estos vigilaban todas las “celdas” una por una, y si

había algún problema entraban y hacían su trabajo, o al menos eso me había parecido

a mí durante los cinco minutos que había estado allí.

Ya no lloraba, ni temblaba, me sentía fuerte. Tenía ganas de planear algo y salir de ahí

y después, vengarme de Igor.

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Por la puerta apareció una enfermera de las que me habían llevado hacía la habitación,

pude leer que en la bata llevaba cosido su nombre, Paula. Me cogió de la mano y me

pidió que le siguiera sin rechistar. Por el camino iba hablando conmigo pero yo no le

escuchaba, yo miraba a mí alrededor. A mi derecha había muchas más habitaciones, la

mayoría tenían unas rejas como ventana en la puerta por las cuales intentaban sacar la

cabeza las personas de dentro. Caminábamos por un pasillo muy largo hasta llegar a

un sitio que parecía ser el comedor, allí había solo unas cuatro personas, una estaba

acompañada por otra enfermera, y los otros comían de manera muy extraña pero sin

supervisión de nadie. Al fin llegamos a un extraño pabellón. Estaba lleno de cacharros

que no había visto en mi vida. Uno era una silla con detrás un pequeño estanque de

agua, eso sí que lo había visto en algún documental de la tele, la persona se sentaba a

la silla, y con un mecanismo bajaba al agua y entonces no podía respirar. También

había una silla de electroshock y otros instrumentos de tortura. No puedo imaginarme

lo mal que lo pasaría allí, espero no tener que soportarlo, pensé. Una vez pasado el

pabellón entramos en una pequeña salita donde había una mesa de madera,

estanterías de madera de la misma tonalidad y muchos libros. Detrás de la mesa, en

una silla, estaba sentada una chica, más o menos creo de treinta años llamada

Ramona.

Primero me dijo que me presentara, y que intentase decir porque estaba allí. Yo

empecé, dije mi nombre y mi edad. Mientras yo hablaba ella miraba una serie de

papeles que tenía en mano, y yo en ver que no me escuchaba, me callé. Ramona me

miró y se disculpó:

- Perdón, sólo miraba tu ficha, es extraño, no pareces tener ningún problema.

¿Serías capaz de contarme por qué estás aquí?

¡Bien! ¡Tal vez ella me creyera! Con un poco de suerte, podría salir de ahí, sólo tenía

que contarle todo lo pasado. Así que empecé. Se lo conté todo, la muerte de mamá, la

de mi hermanita, le expliqué quién era Igor… Entre frase y frase se me escapaba alguna

que otra lágrima, pero tenía que aguantar y seguir adelante. Pasaron unos siete

minutos y yo seguía hablando con decisión, mi voz era segura. La chica a ratos hacía

alguna mueca, y yo me asustaba, tenía miedo de que no me creyera, pero no me

detenía. Al terminar hubo un pequeño silencio, solo se oía la lluvia que empezaba a

caer y el murmullo de las hojas de los árboles que se balanceaban. Ramona rompió el

silencio, no le salían las palabras, no sabía que decirme, la mujer estaba perpleja y es

que no me extrañaba, no cada día te cuentan una cosa así aunque trabajando en un

manicomio debería empezarse a acostumbrar… Lo único que hizo fue coger el

teléfono, me fijé, marcó tres números 566 esperó y de repente contestó:

- ¿Hola? Sí, soy yo, Ramona, acabo de hablar con la chica nueva, sí la que acaba de

ingresar.

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Cuando acabó la frase hizo un gesto con la mano para que me fuera, pero no le hice

caso, me quedé allí, no quería irme sin saber lo que hablaba, ya que se trataba de mí.

Siguió hablando:

- Ehm… No sé, dice que su padrastro mató a su madre, su hermana y algo más, en su

ficha dice que tiene trastornos mentales, y ahora empiezo a ver porqué. ¿En qué

planta se encuentra? Vale, vale, de acuerdo, pues sugiero que le cambiéis de

habitación, sus compañeras tienen problemas bastante diferentes y lejanos al

suyo, así que no tendría que estar con ellas. Bueno, en fin, sobre la medicación ya

hablaremos, luego me paso por ahí y hablamos con más calma.

¿Con quién debería estar hablando? Supongo que con recepción o los archivadores de

datos, no sé, pero ahora lo único que me preocupaba era que me creyera, y por lo

visto, no funcionó. Abrió la puerta, y le dijo a la enfermera que me llevara al comedor,

era hora de cenar. Yo obedientemente seguí a la enfermera hacia el comedor, no

tenía ganas de discutir, ni replicar, ni hacer nada. Llegamos al comedor, estaba lleno de

enfermeras y enfermeros que ayudaban a comer a las personas, algunas lloraban otras

pegaban golpes a la mesa… Estaba muy asustada, no quería estar con esas personas

tan extrañas. Comí un… Bueno no sé qué era eso, parecía un puré, pero no de un color

normal era más o menos un verde amarillento. Al acabar de cenar Paula me llevó a la

habitación y me dijo que era hora de dormir. Fuera de mi habitación oía ruidos de

personas que también eran acompañadas a las habitaciones para dormir. Un metro a

mi derecha se encontraba mi compañera durmiendo con la biblia en la mano, cómo

no, y a su lado, en otra cama, la otra señora. Cerraron las luces y Paula seguía allí

controlándome, y aunque me costó, me dormí. Solo quería que llegara el próximo día

para poder escapar de ahí, o al menos, intentarlo.

Capítulo 3

Me desperté por el ruido que hacían los enfermeros al trasladar mis antiguas

compañeras de habitación, parecía que se las llevaban a otra planta, cuando de

repente, entró una chica y me dijo que era mi nueva compañera, se llamaba Inma, y no

parecía tener ningún problema, tal vez se encontraba con una situación similar a la

mía. Era delgada, bajita, con el pelo castaño claro, tenía un ojo de color azul y el otro,

azul verdoso, además era bizca. Nos quedamos quietas sin nada que decir. Al cabo de

unos instantes, llamaron otras dos chicas, Melanie y Ruth, y nos dijeron que eran las

compañeras de la habitación de enfrente, entraron, hablamos y así fue el inicio de

nuestra amistad.

Esa noche mis nuevas amigas y yo estuvimos hablando de nuestras vidas antes de

entrar aquí, pero estuvimos controladas por un vigilante muy amable que nos dejaba

quedar un poco tiempo más por las noches, pero llegado un momento nos decía que

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era la hora de acostarse, esta era la causa de que cada mañana me levantaba muy

cansada.

Una mañana, me desperté y decidí bajar a dar una vuelta y en la planta baja me

encontré con un chico. Era alto, corpulento y llevaba un gorro viejo de color verde. Nos

estuvimos quietos unos instantes y entonces se presentó, se llamaba Josh y tenía 27

años. Me preguntó cómo me llamaba; pero no respondí, nos quedamos mirándonos

mutuamente como quien quiere estar pasando un buen rato, mirando a la persona

que tiene delante sin saber qué decir, ni qué preguntar, o simplemente sin moverte

para no perder ni un detalle.

Luego, me llevaron a unas salas dónde “mejoraban” la enfermedad de la gente, o al

menos eso decían, ya que en realidad lo que conseguían es que estuviéramos más

débiles, pero a mí no me daba el mismo efecto porque yo era más fuerte y resistía

más, hasta llegado a un punto en que ya no me hacía efecto. Josh, el chico ese que

conocí esa mañana resultó que también iba. Por lo que había oído decir a las

sanitarias, tenía una enfermedad que se llamaba narcolepsia. Paula me explicó que

una persona con narcolepsia se duerme de forma involuntaria, por la noche puede

tener comportamientos extraños y algunas extremidades de su cuerpo podían

moverse involuntariamente. Por todo esto, hacía falta una atención constante con este

tipo de pacientes.

Cuando salí de esa horrible sala, era ya media tarde. Me encontré con Josh, que

precisamente iba con Paula a hacer la revisión diaria para controlar sus movimientos

involuntarios. Les seguí, se dirigieron a otra de las salas de torturas que era la peor de

todas, aún no la había visto. Entré, me escondí en un rincón y en silencio observé como

Paula ataba a Josh estirado encima de una mesa, la cual le torturaba estirándole aún

más cada vez que se moviera. Josh gritaba desesperadamente pero como no

controlaba sus movimientos, cada vez lo estiraba más y más. Era terrorífico, nunca

pensé que en un manicomio pudieran llegar a hacer eso, y menos Paula. Así estuvieron

hasta la cena en la que casi no comí nada y me limité a pensar en lo que había visto.

Esa noche no hubo reunión con las amigas pero lo que sí que hubo fueron unas

horribles pesadillas. Una novedad en mi vida que apareció justo en el momento en que

el maldito Igor me internó en este manicomio.

En las pesadillas me veía a mi misma estirada en la misma mesa de tortura que Josh y

Igor daba instrucciones a Paula para que la mesa me estirara mucho, quería matarme

como hizo con mi hermana y mi madre. En el sueño, yo me armaba de valor, rompía

las cuerdas y justo cuando iba a empezar mi venganza me desperté y la cara de Josh

delante de mí me tranquilizo.

Le pregunté cómo estaba y me respondió que mejor, ya no le dolían las heridas que le

habían hecho mientras le torturaban. Después del almuerzo, estuvimos hablando un

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buen rato ya que como era domingo, ninguno de nosotros tenía “terapia”, cuando

pasaron mis amigas cerca de dónde estábamos las seguí e Inma me dijo que estaban

dando una vuelta. Les dije que si querían ir a la habitación y jugar a algún juego de

mesa para que no nos aburriéramos. Inma dijo que a ella le parecía bien, Ruth y Melani

asintieron con la cabeza, nos fuimos directamente a su habitación. Al llegar lo

preparamos todo y al cabo de diez minutos entró Josh, hacía muy mala cara, pero dijo

que se encontraba bien y que si podía entrar a jugar con nosotras; todas asintieron a la

vez y se colocó a mi lado. Estuvimos horas jugando y riendo, no pasó nada especial

hasta llegar la noche en la que de imprevisto entraron tres enfermeros desconocidos

que vestían con una bata negra y cogieron a Ruth. Le dijeron que la cambiaban de

manicomio. Un escalofrío nos invadió. ¿Sería verdad?

Empecé a gritar y a pegar a los desconocidos. No quería que Ruth se fuera. Tenía

miedo!

De repente apareció Ramona, la psicóloga, y me inyectó una droga tranquilizante.

Me despertó una enfermera a media mañana, me dijo que había dormido mucho, que

era muy inusual. Tenía mucho sueño y aún estaba con cara de dormida; pero me lavé

la cara, los dientes, las manos y fui a ver a Josh. Por el camino no entendía nada y me

preguntaba si lo de la noche anterior era verdad.

Al llegar a su habitación, vi que no estaba y busqué por el comedor. Lo vi en una mesa

almorzando. Me vio y me dijo con gestos que en un rato nos encontrásemos en su

habitación. Mientras nos decíamos esto, se durmió con la cabeza encima de la mesa.

Su narcolepsia había vuelto a dejarlo dormido otra vez. La verdad es que me espanté

pero al mismo tiempo no pude evitar una pequeña sonrisa viendo donde se había

dormido con el bocadillo del desayuno a medio comer enganchado en la cara. Al final

tuve que aguantar un pequeño cargo de conciencia por esto.

Vinieron corriendo unas sanitarias a por Josh y se lo llevaron a la sala de tortura. Les

seguí y me volví a esconder, vi que Josh a causa de las estiradas que le hacían y los

chorros a toda presión que le lanzaba una “congeladora x”, iba reanimándose y

volviendo a su estado de antes. Cuando Josh se recuperó, lo llevaron unos guardias de

seguridad de primera clase muy preparados a su habitación. Yo decidí salir de la sala

de torturas pero Paula me vio, montó en cólera y gritando me cogió y me ató a la

mesa. Mi pesadilla se empezaba a hacer realidad. Pero no, Paula me perdonó el

castigo, y me dijo que solo lo había hecho para asustarme ya que ella no me haría

nunca una cosa como esa, me había cogido mucho cariño.

En esa misma tarde, después de quedar con mis amigas, me dirigí a la habitación de

Josh para ver cómo estaba y pensé que pasaríamos un largo rato mirándonos y sin

hablar. Josh estaba sentado en la cama pero con muy mala cara, estaba deprimido

después de todo lo que había pasado.

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Luego nos fuimos a cenar y a la cama. Me puse a dormir y tuve otra pesadilla. En esta

yo estaba paseando por el jardín del manicomio y me acercaba a mirar unas flores

cerca de la valla exterior. De repente una manada de perros guardianes salía de sus

jaulas y empezó a perseguirme. Igor había abierto la jaula y gritaba a los perros para

que me mordieran. Yo corría como una loca y al cabo de un rato tropezaba, caía al

suelo y un perro empezaba a morder-me con ferocidad un pie. En ese momento me

desperté. Estaba sudada y cansada. Por suerte era un sueño pero... también se

convertiría en realidad.

Como era muy temprano fui a ver a mis amigas, aún estaban durmiendo así que fui a

ver a Josh, pero al pasar por delante vi que ya había una enfermera vigilándole, así que

volví a la cama y estuve ahí pensando hasta la hora de comer. Tenía miedo y no quería

ver a nadie. Más tarde vino Inma y me dijo que era la hora de comer, fuimos a comer

todas juntas, luego ellas tenían que ir a hacer una sesión de terapia, a mí no me

tocaba, Josh estaba haciendo trabajos con una enfermera, y decidí encerrarme otra

vez en mi habitación pero esta vez me vino a buscar la odiosa psicóloga Ramona.

- ¿Vamos a hacer un paseo por el jardín?

- No, no tengo ganas, tengo miedo de salir al jardín seguro que estará Igor con unos

perros que me morderán.

- En el jardín no hay perros, no digas tonterías. Vamos.

Me cogió de la mano y me forzó a salir. El día era claro y lucía el sol. Paseamos y no

sucedió nada raro. Ramona me dijo:

- Te dejo un momento que me llaman.

Al poco de irse Ramona el cielo se cubrió de nubes, todo se volvió oscuro y de golpe oí

unos perros ladrando. Empecé a correr. Mi última pesadilla se volvía realidad, por

suerte no tropecé y pude llegar sana y salva al interior del manicomio.

No quería volver a dormir nunca más para no volver a soñar.

Era ya la hora de cenar, tocaba judías verdes que tenían muy mala pinta, al terminar,

fui directamente a mi habitación, cerré las persianas y me puse a dormir, pero no pude

ya que entró Josh, acompañado de una enfermera que me dijo que él quería estar

conmigo. Josh entró y como tenia frío, le dejé un jersey que me iba muy grande, se lo

puso y se sentó en la cama de Inma apoyándose contra la pared, y nos quedamos

mirándonos mutuamente otra vez. Luego estuvimos hablando.

Esa misma noche soñé en Josh, estábamos juntos por la playa cogidos de la mano, y

disfrutando de un día de sol.

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Pero el sueño terminó, me desperté y vi que seguía encerrada en el manicomio, mi

habitación era la de siempre pero la enfermera estaba intentando despertarme,

diciéndome de que Josh se había dormido de golpe mientras bajaba las escaleras y se

había caído. Lo habían trasladado a su habitación pero estaba muy nervioso, que si

podía ir a calmarlo. Fui, me vio, y se tranquilizó de repente, como si quisiera decirme

algo. Las enfermeras se fueron y otra vez nos estuvimos mirándonos mutuamente,

parecía una auténtica obsesión, cada vez nos mirábamos más intensamente hasta

que… Josh se durmió y luego yo me fui otra vez a mi habitación.

A la mañana siguiente, me puse mala, estuve a 40ºC, tenía fiebre. Recibí muchas

visitas, mis amigas, Josh y la enfermera. Así estuve unos días hasta que se me pasó. Los

días seguían, yo ya no podía más, ya llevaba allí más de tres meses. Mis mejores

momentos eran dormir, era un momento en qué desconectaba de todo, y soñaba…

Capítulo 4

Me desperté y me sentía sola otra vez. Hacía un esfuerzo para parecer feliz pero no

lograba conseguirlo. Decidí bajar a desayunar y ahí, en el comedor frío y vacío, me

encontré a Josh. No había ningún alimento que me apeteciera tomar y al final no cogí

nada. Estuvimos un rato callados y fue él quien rompió el hielo.

- Acabo de ver por la ventana a Inma, estaba ayudando a Melanie a levantarse, se ha

caído y le sangra la pierna.

Yo no dije nada... No sabía qué decir. Más tarde decidimos levantarnos y fuimos a ver

como estaba Melanie.

Cuando entramos en su habitación estaba todavía Inma que la consolaba. Su rodilla

estaba roja. Le dieron unas muletas para caminar ya que no podía apoyar la pierna.

Al cabo de un rato, los cuatro salimos a pasear por los jardines que rodeaban el centro

y estuvimos hablando sobre cuál era nuestro sueño. Todos queríamos salir de allí, ya

no aguantábamos más tiempo dentro de aquella prisión sin libertad, nos estaba

volviendo más locos de lo que estábamos. Inma y Josh ya llevaban dentro unos nueve

meses, Melanie unos seis; el mío era el cuarto y me sentía como si llevase ya años.

Pasaron dos semanas y Melanie ya caminaba sin muletas, ya podía andar. Aquel día

fue un día muy largo, no paraba de entrar gente nueva, unos más viejos, otros no

tanto, algunos daban miedo de lo locos que llegaban a estar. Más tarde me tocó la

visita con aquella psicóloga que odiaba tanto, Ramona, ¡la odiaba! Nunca me creía y

siempre me llevaba la contraria, no me servía para nada y no me ayudaba a solucionar

ningún problema, ni me escuchaba tan solo me hablaba mal, era horrible; pero, al fin y

al cabo, sé que me quería, y yo a ella. Cuando salí de la sesión fui a la habitación, no

me gustaba encontrarme con ellos después de ver a Ramona, así que empecé a leer un

libro que me regaló mi tía cuando era pequeña, me encantaba, se llamaba “La nariz

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sonrojada”. Ese libro me traía muchos recuerdos, echaba de menos a mi madre… mi

mamá… Belinda.

Me quedé dormida leyendo el libro y cuando me desperté estaban ahí Inma, Melanie y

Josh, me habían traído pasteles. Era mi aniversario. Estar ahí dentro me hacía perder la

noción del tiempo, no sabía a qué día estábamos. Les agradecí mucho el detalle que

habían tenido conmigo y nos comimos todo el pastel de chocolate con virutas de

colores, era muy bonito y sobre todo estaba muy rico. Entonces, me sentía feliz de

tener unos amigos que se preocupaban y se acordaban de mí, me sentía querida por

ellos, pero a la vez me sentía fatal. No estaba mi familia conmigo, mi madre ya no

estaba, mi hermana tampoco. Solamente recibí una carta, era de mis abuelos, en ella

ponía:

Querida nieta:

Hace mucho que no nos vemos, estamos solos, te echamos de menos a ti y a tu familia,

nos preocupa no poderte ir a visitar ni un solo día, este centro está a muchos

kilómetros de nosotros y, como entenderás, en nuestras condiciones no podemos ir a

verte. Ayer vimos a tus tíos, te dan muchos recuerdos y dicen que algún día ya vendrán

a verte. Las cosas aquí han cambiado, ahora en vuestra casa viven unos coreanos, son

muy agradables, nos ayudan cuando tenemos alguna dificultad en la casa o cuando no

podemos traer cosas pesadas. Hace poco vimos a Carlota, la mujer de tu primo, dice

que tiene ganas de conocerte, cuando nos vemos nos pasamos horas hablando de ti,

nunca me canso. Bueno… y a ti ¿Cómo te van las cosas? ¿Nos echas de menos? ¿Tienes

amigos en el centro? Te dejamos aquí un poco de dinero, para que puedas hacer algo

con él, no te lo gastes en chucherías, te conocemos muy bien. Aparte de todo esto

mándale saludos a Ramona de parte nuestra, también tenemos ganas de verla.

Me encantó recibir esa carta, me llenó de alegría, pero también me entraron ganas de

llorar, pensar que mi casa estaba ocupada por otras personas, que mis tíos no

mostraban el mínimo interés por verme, mis abuelos andaban mal… Dentro de la carta

habían puesto dinero, es verdad, normalmente me los gastaba es chucherías cuando

me daban, pero esta vez no tenía ganas de gastármelos en eso, había crecido y no

tenía los mismos gustos, además, ¿dónde podía encontrar una tienda de chucherías en

un manicomio? Esta vez sabía que servirían para otra cosa, pero aun no sabía en qué.

Cuando terminamos de comer aquel maravilloso pastel que habían hecho mis amigos,

bajamos al piso de abajo, oímos muchos ruidos y teníamos curiosidad en bajar y saber

qué era, ya que en ese lugar no se podía hacer gran cosa más. Entramos en el pabellón

497, vimos a una mujer muy delgada, no paraba de chillar, nos asustamos y nos

fuimos. Cuando estábamos saliendo ella nos vio y no nos dejaba marchar, quería que

estuviésemos con ella, pero no le hicimos ni caso.

Eran más o menos las siete de la tarde y decidí ir a las duchas. Me estaba duchando y

sin querer se me cayó el jabón al suelo, rebotó contra la pared y entonces me fijé que

un azulejo, se rompió, sonaba a vacío. Miré dentro y estaba oscuro, decidí romper los

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otros azulejos, pero no podía así que me fui y avisé a Josh, a Melanie y a Inma para que

me ayudaran.

Subí a las habitaciones para encontrarlos, pero no los localicé. No los vi en ningún sitio,

busqué en la cocina, en cada una de sus habitaciones, en el patio… Fui al comedor y sí,

estaban ahí. Ya era demasiado tarde como para enseñarles lo que vi en las duchas, así

que decidimos quedarnos ahí, en el comedor, para comer algo, había sido un día muy

largo.

Cuando desperté, era el día en que posiblemente íbamos a salir de ese terrible lugar, el

centro de asistencia médica y psiquiátrica Buen Pastor. Tenía ganas de descubrir qué

era aquello que encontré en las duchas, así que fui rápidamente a buscar a Josh. En

primer lugar, le di un beso de buenos días, seguidamente fuimos a buscar a Melanie y

después a Inma.

Atravesamos el largo pasillo blanco y abrimos las luces, a continuación entramos en la

ducha, aquella ducha en que se me calló el jabón. Les enseñé lo que había ocurrido y el

agujero que hice. Cuando decidí meter la cabeza dentro recordé todos mis malos

ratos, mis malas experiencias y el motivo por el cual estaba allí. De repente rompí a

llorar, no podía continuar mirando, algo no me dejaba así que le dije a Melanie que lo

hiciera ella. Poco rato después, Melanie afirmó que allí dentro había un pasillo, pero

no se sabía hacia dónde iba así que con la ayuda de los cuatro empezamos a sacar los

azulejos de la pared. De repente, oímos ruidos y, rapidísimamente, cerramos la puerta

de la ducha en la que estábamos y nos mantuvimos en silencio. Oímos la voz de Paula,

la enfermera, estaba hablando por teléfono.

- Si, está correctamente… No… Igor, esto ahora mismo no importa… Pobre… Pero ella

no lo sabrá… si… venga, adiós.

Esas fueron las palabras que se oían saliendo de la boca de Paula. ¿Igor? ¿Estaba

hablando con Igor? ¿Se refería a mí? Justo en aquel momento me entraron muchas

dudas. Estaba pensando que se tramaban algo… Ya tenía demasiados problemas con

Igor, aquel nombre me entraban arcadas solo en pensar en él y ahora… ¿Paula? No

podía ser, ¡la pesadilla me seguía! Tenía unas ganas terribles de salir de eso, ojalá fuera

un sueño pero no, era mi vida y la tenía que controlar yo misma, así que dejé de

pensar en todo lo malo y empecé a poner manos a la obra para salir de ahí. Al cabo de

media hora picando a la pared de la ducha y sacando ladrillos, por fin teníamos un

largo pasillo en frente nuestro. Decidimos entrar, así que pasó Josh por delante de

nosotros. Era un pasillo largo, sucio, estaba lleno de ratas y arañas, hacía miedo, pero

era la única manera de salir del centro, la única.

Pasaron más o menos quince minutos desde entonces y llegamos hasta al final del

pasillo. Había una puerta grande, era blanca pero estaba llena de hongos y telarañas,

era repugnante pero estábamos tan desesperados que nos daba igual tocar la puerta.

Estaba fuerte, Inma la intentó abrir pero no podía, yo y con la ayuda de Melanie fuimos

a investigar por las habitaciones sucias del pasillo, encontramos un hierro. El hierro nos

sirvió para abrir la puerta tan dura. Una vez abierta salimos corriendo pero nos frenó

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un obstáculo, un muro de ladrillos. Con el hierro rascamos el cemento que había entre

ladrillo y ladrillo para poder separarlos. Finalmente se separaron lo suficiente para

poder travesarlo, nos estuvimos unas dos horas y al fin y al cabo salimos. ¡Estábamos

libres! ¡No me lo podía creer! ¡Madre mía! Por fin, una vez en tantos meses me sentía

mejor que nunca, era la alegría más grande que viví.

Oímos voces, eran los llaveros del manicomio, nos habían pillado. Todos empezamos a

correr, pero solo Josh y yo logramos escapar, a las demás las cogieron.

Capítulo 5

Al fin ya estábamos fuera de ese horrible y oscuro manicomio. En parte, estábamos

contentos por haber podido salir pero por otra, estábamos tristes por haber dejado a

las demás dentro. Lo primero que hicimos fue entrar en una tienda y robar algo de

ropa para que no nos reconocieran con los batines del manicomio.

Estábamos perdidos en el mundo, no sabíamos dónde ir y pensamos un plan para

poder volver y rescatar a nuestras amigas. Pero a Josh le entró hambre y tuvimos que

parar en un bar para poder comer algo y coger fuerzas.

Mientras nos comíamos unos bocatas, entraron los agentes de seguridad del

manicomio. Yo avisé a Josh y nos fuimos al baño, a ver si podíamos escapar por una

ventanilla que daba a la calle. El camarero les dijo a los agentes:

- Los chicos están a…No lo entiendo, ¡estaban ahí hace un momento!

Un hombre mayor que estaba al lado de la puerta del baño les dijo que dos jovencitos

entraron corriendo ahí. El hombre de seguridad entró y me vio saltar por la ventana

del baño. Empezó a correr tras nosotros, Josh y yo decidimos entrar en un centro

comercial, pero vimos que nos seguía pisando los talones. Entramos en un

supermercado, se me ocurrió tirar toda la fruta que encontraba por el camino y

conseguir que el guardia de seguridad tropezara, eso les frenó unos segundos

suficiente tiempo para que Josh viera una salida de emergencia por la que nos

escapamos. Después de un buen rato corriendo nos dimos cuenta que ya no nos

seguían.

Estuvimos casi dos horas escondidos detrás de un contenedor en un callejón sin salida,

ese callejón era oscuro. Yo estaba temblando de miedo y Josh me dijo que estuviera

tranquila que él no dejaría que me pasara nada. Yo le dije que nos fuéramos a otra

ciudad i ahí idear un plan, porque esta ciudad estaba llena de agentes de seguridad de

manicomio buscándonos.

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Josh me dijo que no sería necesario y yo pensé que quizás se equivocaba pero si

teníamos otro susto como la persecución de ese día tendría que irme a otra ciudad con

él o sin él. Ahí idearía un plan para ayudar a las demás a salir del manicomio.

Josh de repente me paró y me dijo que mirase a una pared, vi un cartel con nuestra

foto y un mensaje: se buscan. Me dijo que tenía razón en lo de irnos de la ciudad a

idear un plan. Pero lo difícil sería coger un medio de transporte para poder largarnos.

Josh me dijo que sabía conducir y yo le dije:

- ¿Cómo conseguimos un coche?

- Robaremos uno y haremos un puente –contestó. Un puente es una unión entre

dos cables para poder poner en funcionamiento el circuito y así poder

arrancarlo.

Yo le dije que lo mejor sería ir primero a por alguna especie de palo para poder hacer

palanca. Estuvimos un buen tiempo buscando pero no conseguimos encontrarlo. Josh

me dijo que sería mejor romper el cristal con una piedra y una vez dentro intentarlo

arrancar. El siguiente paso era encontrar un coche lo suficientemente viejo para que al

romper el cristal no sonara la alarma. Pensamos que sería mejor hacer el robo por la

noche, cuando no hubiera mucho tráfico. Pero nos dimos cuenta que aún eran las 8 de

la tarde y que aún nos faltaban como mínimo cuatro horas para que no hubiera mucha

gente. Así lo hicimos, estuvimos en un callejón hablando… pero cuando llegaron las

11:30 de la noche Josh se estaba quedando dormido y le dije que lo mejor sería hacer

turnos para que estuviéramos más descansados.

Eran casi las 3 de la madrugada y decidimos ir a hacer la operación robo de coche.

Josh cogió una piedra y la tiró al primer coche que encontró, le ayudé a entrar por la

ventana. La verdad es que todo salía demasiado bien y eso me extrañó. Le dije a Josh

que era muy raro que todo saliera tan bien. Pero el coche llevaba un chip localizador y

si el dueño no veía el coche, con una llamada a la policía ya podía saber dónde

estábamos. Íbamos por la carretera tan tranquilos cuando, de repente, oímos las

sirenas de la policía y Josh empezó a acelerar. No me gustaba la velocidad, le pregunté

dónde había aprendido a conducir tan bien y rápido y me dijo que en realidad no había

conducido nunca, era su primera vez.

Aunque Josh y yo fuéramos muy rápido no había manera de despistar a la policía, le

dije que nos metiéramos por la siguiente salida a ver si dábamos con algún pueblo o

ciudad para poder despistarles más rápido.

Yo estaba muy asustada porque ya llevábamos horas huyendo y pensaba que como

nos cogieran volveríamos al manicomio, y tanto Josh como yo no queríamos volver a

ese horrible sitio. Después de estar horas de persecución al fin pudimos despistarles, la

verdad es que los dos no supimos como los pudimos despistar porque de repente

dejamos de oír las sirenas y ya no los vimos más. Le dije que lo mejor sería seguir a pie

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o intentar robar otro coche. Él me dijo que necesitaba comer algo porque se estaba

muriendo de hambre y la verdad es que yo también. Así que decidimos entrar en un

bar. Josh le dijo al camarero que quería una Coca-Cola y un bocadillo de chorizo con

tomate, aceite y sal, yo le dije que quería lo mismo que Josh. Mientras nos comíamos

intentamos idear un plan para poder volver a rescatar a nuestros amigos.

Lo que pensamos fue que nos intentáramos colar como si fuéramos del servicio de la

limpieza, y cuando los encontrásemos los meteríamos en los carritos de la ropa sucia

donde meten: las sabanas, la ropa… y salir, lo difícil seria colarse, porque lo más

seguro seria que nos reconocieran, pero habría que arriesgarse. Josh me dijo que

sería más que imposible colarse en el manicomio. Le dije que ya lo sabía, pero que lo

tendríamos que intentar, porque eran nuestros amigos. Al final decidimos hacerlo. El

primer paso sería entrar en el manicomio y coger ropa de empleado de la limpieza, el

segundo paso sería buscar el corro de la ropa, el tercero buscarles, reunirles, meter-los

en el carro e irnos. Ahora todo eso habría que anotárnoslo en un papel, y estudiárnoslo

para que pasara todo a la perfección.

Esa noche tuvimos que dormir en un callejón, tuvimos suerte de encontrar un colchón

viejo i roto, pero al menos no dormimos en el suelo. Tardé horas en dormirme, entre el

ruido, los perros, los gatos y que no conseguía coger el sueño pensando en todo lo que

nos estaba pasando. Aunque me costó horrores dormirme, al fin lo conseguí. Al día

siguiente Josh me despertó, eran sobre las 9:00 de la mañana. Me dijo que era el gran

día, el día de rescatar a nuestros amigos. Primero lo que hicimos fue decidir la hora de

ir al manicomio, quedamos en ir a las 12:00 de la mañana. Eran las 10:16 de la mañana

y teníamos que repartirnos las tareas.

La primera era buscar ropa adecuada para limpiar, la segunda tarea era conseguir un

carro para llevar la ropa sucia. Josh decidió que el buscaría la ropa y yo el carro de la

ropa, yo estaba de acuerdo.

Quedamos en quedar a la calle de al lado del manicomio. Yo tenía la tarea más fácil,

encontrar un carro de la ropa sucia, solo tuve que entrar en un hotel y robarlo.

Josh no hico nada porque pensó que no podía comprar cualquier ropa si no que tenía

que coger la que fuese del manicomio.

Cuando quedamos en la calle le dije que porque no había traído nada. Y él me dijo que

era porque teníamos que conseguir la ropa de la limpieza que fuese la del manicomio.

Entramos por la puerta principal, con la cabeza, mirando hacia el suelo. Entramos en

una habitación donde guardan todos los productos de la limpieza, la ropa… nos

pusimos la ropa, metimos un par de sabanas para cada carro y nos fuimos en busca de

nuestros amigos. Decidimos separarnos para facilitar la búsqueda, quedamos que a las

14:00 de la tarde quedaríamos en la puerta principal para huir con ellos, Josh se fue

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por un pasillo y yo por otro. Me pase horas buscando y preguntando si habían visto a

mis amigos y todo el mundo me decía que desde hacía unas horas no les habían visto.

En cuanto gire de pasillo me encontré el director del centro con dos agentes de

seguridad, estaba tan asustada que me quede paralizada, no sabía qué hacer, durante

ese tiempo de shock los agentes me cogieron. Me llevaron a la habitación 101, cuando

entré vi a mis amigos, solo faltaba Josh. Pero al cabo de un par de minutos entró con

el director, y dijo que él ya había cumplido su parte del trato y que ahora le tocaba a

él.

El director dijo que era mentira y que nunca le dejaría salir, lo empujo dentro de la

habitación y cerró la puerta. Le pregunte: ¿cómo has podido hacernos esto? Y él me

respondió: ¿Te acuerdas cuando nos repartimos las tareas? Pues me cogieron, y me

llevaron con el director, este me dijo que si le decía el plan que teníamos para entrar y

rescatar a nuestros amigos me dejaría salir.

Nunca lo entendí.

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Argumento:

La protagonista tiene una madre, Belina,

que está enferma psicológicamente y una

hermana pequeña, además vive con Ígor,

el padrastro. Ígor se da cuenta de que

Belina tiene mucho dinero y quiere

quedarse con todo. Él quiere quitarla del

medio, así que decide matarla. Pero ella

en su testamento, reparte todo el dinero

entre las dos hijas; Ígor no está de

acuerdo con esa idea, de tal manera que

también decide deshacerse de las hijas.

Primero asesina a la pequeña, Jackie. La

protagonista, tras la muerte de su madre

y su hermana, queda traumatizada e Ígor

la interna en un manicomio. La chica, en

el centro psiquiátrico, encuentra a tres

compañeras muy diferentes a ella, Ruth,

Melanie e Inma, que es la que más

destaca en esta historia. Aparte de estas

tres compañeras, conoce a Josh, otro

compañero con el que se verá cada día y

tendrán un trato especial. Entre todos

intentarán salir del manicomio.

Berta Tamborero (Autora del capítulo 1)

Nació al 9 de Mayo de 1999 en Barcelona. Estudia

en el colegio Vedruna Gràcia y está en segundo de la

ESO. Vive en el barrio de Gràcia. Decidió empezar a

escribir gracias a un trabajo de castellano. Le

gustaría tener un trabajo estable. Su hermano

también empezó a escribir gracias al mismo trabajo

de castellano.

Marina Rodríguez (Autora del capítulo 2)

Nació en Barcelona el 20 de mayo del año 1999.

Estudia en Vedruna Gràcia, donde cursa el segundo

año de la ESO. Decidió dedicarse a escribir a causa

de un trabajo de castellano, pero desde siempre le

entusiasmo redactar. En su tiempo libre, intenta leer

porque le gusta sumergirse en las historias y

desconectar del mundo por un instante; otra de sus

aficiones es la pintura.

Guillem Simón (Autor del capítulo 3)

Nació el 24 de Mayo de 1999 en Barcelona. Realiza

sus estudios en la escuela Vedruna Gràcia,

concretamente el segundo curso de la ESO. Primero

quería ser jugador de baloncesto, pero después

decidió empezar a dedicarse al mundo de la

escritura. En su tiempo libre juega a baloncesto y va

leyendo historias de ciencia ficción.

Júlia Torra (Autora del capítulo 4)

Julia ha estudiado en la escuela concepcionistas de

Barcelona y, actualmente, cursa segundo de ESO en

el colegio Vedruna Gràcia. Nació el 27 de enero en

el año 1999 en Barcelona. Empezó a escribir gracias

a un trabajo de castellano. En primaria ganó tres

concursos literarios de San Jordi.

Gerard Padua (Autor del capítulo 5)

Nació el 21 de Enero de 1999 en

Barcelona. Realizó sus estudios en

Vedruna Gràcia. De pequeño quiso ser

astronauta, y pasaba horas y horas

simulando que estaba en el espacio.

Ahora, en su tiempo libre, juega a

baloncesto con sus amigos para

divertirse.