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SOPHI A Revista T eosofica Mme. ANNIE BESANT Presidente de la Sociedad Teosofica.

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SO PH I A Revista Teosofica

Mme. ANNIE BESANT

Presidente de la Sociedad Teosofica.

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I O * Í A

f{et í i s tQ * p ® ° s ó f i c aJSatyat násti paro dharmah

NO HAY RELIGIÓN Má s e l e v a d a q ij e la v e r d a d

T.n Sncieriuri Teoaóflca qd as responsable ele las opiniones emitidas on los artículos «le estn Revista» siéndolo de c»uiu articulo el flruuuvte, y de los no firmados la Dirección.

D e e h o s n a t u r a l e s y D o g m a s r e l i g i o s o s , {1)

Motas de una Conferencia dada por ftrs. flnnie Gesant en el Queen's (Small) hall, Londres, en 23 de Junio de 1902.

Los Poderes del Creyente.Conclusión (3)

Se h a lla , después de continuados y reiterados experim entos, que es p erfectam en te posible producir lesiones y daños corpora­les por la acción de la voluntad, por el pensam iento del opera­dor. C uántas ve ce s en la Salp étrióre, en P arís, han sido hechas aparentes quem aduras y lesiones de todas clases en los cuerpos de aquellos infortunados p acien tes, por la m era sugestión hipnó­tica, como se llam a en la m oderna fraseología, del doctor que los hahía puesto en estado de tran ce, y recordad que no es en modo alguno necesario p a ra p rodu cir estas lesiones que la persona se halle en tran ce cuando la lesión ap arece . U na lesión de este g é ­nero puede h acerse a p a re ce r en el cuerpo de una persona cuando ésta se h a lla ap arentem ente en un estado tan norm al como vosotros ó yo en este mom ento, y son indistinguibles, en la a p a ­riencia, de las heridas causadas por el h ierro candente, por el cuchillo ó por otros instrum entos que puedan d añ ar la carn e hu­m ana. A h ora, es m u y claro que estos resp etab les operadores franceses habrían sido acusados de h ech icería en la Edad Media,

(1) Curso de cinco conferencias pronunciadas por Mmc. A. Besant, en Lon­dres, el año 130S, y hasta hoy inéditas.

(2) Véase el número anterior, pág. 125.

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Tn. SO < M Á (Abril194

y que la prueba dada podía ser perfectamente verdadera y pa­recer imparcial. Os encontráis aquí cara á cara con identidad de fenómenos, sólo que en un caso se conoce cómo se obtienen, y en el otro las gentes ignorantes no sabían que tal acción caía dentro del poder del pensamiento concentrado, dentro del poder de laeducada v disciplinada voluntad.

No solamente halláis tales casos bajo el título de brujería, sino también bajo el do milagro entre las gentes religiosas, tanto del pasado como de abora.

Aquellas heridas en las manos y en los píes de los santos, cíe que se habla como de sagrados estigmas, no son necesariamente supersticiosos engaños: son, sencillamente, los resultados del pensamiento concentrado, de una idea'largamente continuada, trabajando en nn cuerpo sensitivo. Tenéis en la ordinaria pro­ducción de tales estigmas todas las definidas condiciones del re­sultado hipnótico producidas en el devoto, en el extático; tenéis lo que sería ahora científicamente llamado auto-hipnotismo, a obtención de cierta condición bajo una idea fija, y esa idea tra ­bajando por medio del sistema nervioso en la carne del cuerpo. Y asi, igualmente en la brujería y en el milagro, vemos produci­dos fenómenos que son bien conocidos entre los fenómenos hip­nóticos del dia. Doy esto por bien conocido, porque creo que ahora, ninguno que haya estudiado el asunto, recusará la reali­dad de los fenómenos hipnóticos, por diferentes que sean las opiniones que puedan conducirles á su explicación.

No está lejos do este grado de ejercicio de la voluntad el pró­ximo en que, en lugar de causar una lesión, podéis curar una enfermedad. Justamente lo mismo que una idea fija producirá una herida, asi, una idea fija producirá la curación de una enfermedad ya existente. Eso de que se habla como curación mental, puede ser ilustrado, no sólo por veintenas y centenares de casos de personas que han sido así curadas, sino por una perfectamente bien entendida teoría, actuando de un modo definido. En muchi simos de estos casos lo que es usado es simplemente una fuerza física, una energía física, que es conocida como la energía mes- mérica. Ahora bien; ¿qué es realmente la fuerza mesmérica. o es más que una energía vibratoria, estrechamente empar en ta a con la eléctrica y magnética, una fuerza física, un modo de ac­ción del éter, ni más ni menos milagroso que el calor ó la luz ó la electricidad ordinaria. Por las actividades ordinarias, as actividades animales del cuerpo vivo, se produce esta energía a par que las corrientes eléctricas y magnéticas que la ciencia nos dice que existen continuamente en el cuerpo humano. Siempre que pensáis ponéis en marcha estas corrientes en el cere ro.

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hechos; natukai.es y dogmas reugtososr 9 i2 j J9ÍEllas acompañan á la acción del pensamiento, y, aunque no se entienda el modus operandi, la concomitancia del pensamiento y de las comentes, que son demostradas por el galvanómetro, está definitivamente reconocida. Ahora bien, la energía vibratoria especial que algunas veces se llama mesmerismo ó erróneamente el fluido mesmérico—no es juicioso usar la palabra fluido—, esa energía es una energía física, tan física como el calor ú otros mo­dos del movimiento del éter. Por el poder del pensamiento, por la acción de la facultad imaginativa, la cual es enormemente útil en todos estos casos, cualquiera que conozca su propio cuerpo, pro­duciendo, por decirlo así, una imagen de estas fuerzas actuando alrededor de esc cuerpo, puede entonces pensar en estas corrien­tes vibratorias como llevadas á formar un foco en cualquier punto particular de su propio cuerpo, y después, habiendo así acumu­lado estas corrientes, puede proyectarlas, por un acto de volun­tad, hacia el cuerpo de la persona á quien él desea curar. En iguales circunstancias, mientras más sepa, más poderosa será su capacidad para curar. Podéis tener dos hombres con la misma cantidad de poder mesmérico, uno de los cuales conociese mucho y el otro fuese ignorante—en tales casos, el primero produciría curas mucho más notables que el segundo, á causa de que éste querría simplemente que la voluntad curase, sin conocer cómo tienen quo ser dirigidas las fuerzas que han de producir la cura­ción, mientras que el primer hombre que tenía conocimiento, será capaz de construir una imagen de la condición existente en sí mismo y de la que él desea producir en su paciente, y así, por un esfuerzo de la voluntad, mucho menor, y también de la fuerza mesmérica, puede obtenerse el mismo resultado—. Tener cono­cimiento significa economía en el gasto de la fuerza, significa un inmenso aumento en el número de las curas que pueden ser al­canzadas con éxito.

Ahora bien; en todos estos casos de curación por la energía mesmérica nos encontramos muy dentro del plano fisico, y esta­mos usando de medios que no pueden ser sino productores de bien. Digo que no pueden ser sino productores de bien, pero debo hacer una limitación. Si la persona que está usando el po­der—que está, literalmente, enviando una parte de su propia vida hacia el cuerpo de su paciente—, si esta persona fuese de vida pura, de pensamientos puros, de intención benéfica, enton­ces no puede hacer daño alguno; pero si su vida no fuese pura, si su pensamiento no es puro, entonces estará enviando una co­rriente de vida que puede dañar á la persona, mental y moral- mente, más que lo que la beneficia físicamente, y así sembrará los gérmenes de una enfermedad más peligrosa al mismo tiempo

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que está eliminando la otra. De aquí que sea de vital importan­cia, cuando cualquiera se somete á una cura mesmérica ó se so­mete al poder me entérico en cualquier forma, que él escudriñe cuidadosamente el carácter, la naturaleza de la persona cuya vida elige para participar, y recordar que cualquiera impureza en la vida del operador le será precisamente aportada en el pro­ceso de la curación. En este ramo, pues, podéis encontrar proba­dos algunos de los viejos poderes.

Y la misma frase que halláis puesta en la boca del Cristo cuando dice: «Estas señales seguirán á ios que creen; ellos pon­drán sus manos sobre los enfermos y los sanarán», la enunciación misma de esto, muestra que las palabras, ya fuesen dichas por el Cristo ó no, fueron dichas por alguien que conocía la natura­leza de las curas que iban á ser efectuadas. Pues es sabido por aquellos que han estudiado la acción, verbi gracia, de la corrien­te eléctrica, que se descarga mucho más fácilmente por las pun­tas que por una superficie lisa y redondeada; que una esfera, por ejemplo, no la descargará como lo haría una varilla puntiaguda, y asi, cuando operáis con lo que podéis llamar esta forma huma­na de electricidad, es mucho más fácil descargarla por las puntas del cuerpo que por la superficie general.

La superficie general lanzará comparativamente poco, pero de las puntas de los dedos fluirá una poderosa corriente. De aquí que la aposición de las manos ha acompañado siempre á la cura mesmérica; en parte, debido á la razón que he dado, de que la corriente mesmérica fluye más fácilmente por las puntas de los dedos, y, en parte también, por el hecho de que, tratándose de esto, la acción externa ayuda á la concentración mental y pone ambas mentes, la del operador y la del paciente, en una condi­ción en la cual la fuerza trabaja más fácilmente que lo haría de otro modo.

Ahora bien; paréceme que no será difícil para cualquiera de vosotros comprobar el hecho de que existe una cierta corriente que sale por los dedos de vuestras manos, pues un simple experi­mento que podéis ensayar, es poner todas las puntas de los dedos reunidas. Hay muy pocas personas que mantengan sus dedos en esta posición durante unos pocos minutos, generalmente por mu­cho menos tiempo, antes de notar que se establece en los dedos un distinto hormigueo, y probablemente ocurrirá cierta vibración que se ocasiona en las manos, si tomáis los reóforos de una bate­ría galvánica ordinaria. Así, si queréis, podéis experimentar (1)

(O Los estudiantes que deseen más detalles sobre este asunto, liarán bien en leer la conferencia del Dr. J. M. Peebles, publicada en el L o n d o n Paycho- Therapeutic, Jou rn a l, de Septiembre de 1902.—(X. del T.)

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HECHOS NATURALES Y DOGMAS RFXICIOSOS1 9 I 2 J í 97con vuestras propias corrientes mesméricas y comprobar su exis­tencia de esa sencillísima manera, Y es á causa de este hecho, que la unión de las manos en la plegaria es tan común, y como dicen las gentes, un gesto natural. Aquellos que ensenan la prác­tica definida que desarrolla muchas de estas sutiles fuerzas en el cuerpo humano, dirán continuamente á sus discípulos que inter­cepten las extremidades del cuerpo y asi impidan escapar á su propio magnetismo personal. Los dedos de las manos serán colo­cados unos contra otros, las puntas de los pies serán semejante­mente protegidas, y muchísimas de las curiosas posturas que podéis haber observado en los diseños de .gentes que están prac­ticando la evolución de estos poderes, están sencillamente basa­das en las reglas científicas ordinarias, que conservan el mag­netismo de la persona circulando por su propio cuerpo, y así aumentan bus poderes si ella desea ejercerlos fuera de sí misma. Y do ahi también el trípode con patas de cristal ó substancia no conductora, y las muchas otras cosas que recordaréis haber leí­do en conexión con los antiguos procedimientos mágicos, como éstos eran llamados. Con esta linea de conducta pueden ser ejer­cidos muchos de los poderes en cuanto se refiere á la curación de enfermedades.

Pero hay poderes mucho más sutiles que este poder físico de que he estado hablando, y aunque pava las enfermedades físicas los poderes físicos son los remedios más seguros de usar, es siempre peligroso hacer descender fuerza superior al plano físico, por la muy sencilla y obvia razón de que si traéis altos tipos de vibra­ción á formas de materia que no son capaces de responder á ellos, corréis un serio riesgo de desorganizar la forma á que los traéis, y de determinar poderosas vibraciones que serán destruc­tivas más que curativas. Afortunadamente para la mayoría., las voluntades de las gentes y su poder de pensamiento son tan extremadamente débiles que, aun cuando tratan de trabajar di­rectamente por medio de esta fuerza en los cuerpos de los demás, las vibraciones son tan débiles en su carácter, que, como regla general, no producen muy dañosos resultados.

Los poderes de la mente son rectamente usados en el mundo men­tal y no en el mundo físico de la grosera materia. Las sutiles ener­gías del pensamiento, de la voluntad, son nuestras para usarlas en nobles propósitos, para altos fines. Cuando nosotros pensamos, proyectamos una determinada energía vibratoria; eea energía debería ser usada para el mejoramiento del poder pensante de aquellos que nos rodean, para la creación de una atmósfera de pensamiento que pueda ser útil á todos los que entren en ella. Estos poderes del pensamiento que son ejercitados siempre que

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pensamos noblemente, puramente, benévolamente, éstos deter­minan energía vibratoria en el mundo mental, que afectará álos poderes mentales de las personas que nos rodean, y serán usados para ayudar á nobles causas, para la producción de intentos filantrópicos, para el fortalecimiento de todas las buenas corrien­tes de influencia y debilitación de todo lo que tienda á dañar. Es bueno usar el poder del pensamiento para el fortalecimiento, por ejemplo, de los pensamientos que trabajan por la paz, cuando vemos el conflicto á nuestro alrededor, cuando vemos disturbios en la na­ción, cuando hallamos los pensamientos y los sentimientos de los hom­bres en un estado de conmoción y de contienda. Si vemos que la co­rriente del pensamiento nacional se dirige hacia objetos bajos, en vulgares direcciones, entonces es él momento de tratar de pensar bien y noblemente, y si muchas gentes lo hacen reunidas, el. poder del pensamiento que ellos ejerciten será enormemente intensificado. Po­cas cosas mejores para el bien público pueden hacerse, que re­unirse hombres y mujeres de buena voluntad y educada inteli­gencia, para promover algún noble intento y dirigirle las corrien­tes de su simpático pensamiento; y siempre que una vasta masa de poder pensante va en una dirección, allí ejerce enorme fuerza para producir lo que se desea y se quiere.

Ahora podéis observar que en aquellas palabras puestas en boca del Cristo, que he citado, aparece una extraña frase: «Estas señales seguirán á los que creen.» Ninguna limitación—tanto ahora como en cualquier otro tiempo - de la historia del mundo; y los poderes de que se habla aquí particularmente, lo mismo que la curación de los enfermos, son, podéis recordarlo: beber mortales venenos, coger serpientes, lanzar malos espíritus, ha­blar nuevas lenguas. Ahora, considerad una de las cosas que pa­recen más inverosímiles: el beber una droga ponzoñosa. Es muy cierto que no encontraríais hoy muchos creyentes que quisieran testimoniar su fe sometiéndose á tal prueba, y sin embargo, tam­bién aquí el cambio que puede hacerse cambiando el veneno en una bebida inofensiva, no está, en modo alguno, fuera del enten­dimiento de cualquiera que esté acostumbrado á las enseñanzas de la Química moderna, pues es perfectamente conocido que, sin añadir ó quitar de una substancia dada, sin introducirle ó qui­tarle una simple molécula, la que es ponzoñosa puede ser cam­biada en inofensiva. Los que se llaman compuestos isoméricos, compuestos en los cuales el mismo número de átomos de ciertos elementos son agrupados en diferentes maneras, en distinto or­den, son bien conocidos por todo estudiante de Química; y lo que se necesita en el caso de mi veneno es ser capaz de hacer que la potencia eléctrica de la atmósfera vuelva á poner en orden este

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compuesto, justamente como lo haríais si lo trataseis química­mente. El punto en que la persona moderna fracasaría seria en el eslabón que une á la voluntad, que es el poder mental, con la corriente eléctrica, que es la potencia física. El eslabón entre los dos es lo que está faltando al conocimiento moderno, y, sin em­bargo, permanece cierto que por la práctica del poder de la vo­luntad, por el conocimiento preciso de las condiciones que ne­cesitáis obtener y de las condiciones que deseáis cambiar, re­presentándoos esto claramente en la mente, por el poder de la imaginación, y cambiando entonces en el pensamiento una ima­gen en otra, entonces las fuerzas físicas seguirán á las mentales y produciréis por esa acción en el cerebro, que es substancia física, produciréis por este cambio en el cerebro los cambios eléctricos que se necesitan para obtener el cambio químico que deseáis. Los pasos de eso pueden ser explicados teóricamente, y su prác­tica puede hacerse por el adiestramiento del poder de la voluntad en la concentración.

En estos dos hechos reside el poder de hacer. ¿Por qué, enton­ces, es introducida la palabra «creer» en las que he citado? Por­que la fe es una absoluta condición para el éxito, fe en una de dos cosas: ó en el poder divino dentro de vosotros mismos, el Cristo en vosotros, fe en que ese divino poder es más fuerte que la materia y puede gobernarla, ó fe en el Cristo fuera de vos­otros, por cuyo poder, puesto en movimiento por vuestra plega­ria, sería alcanzado el resultado. Ahí tenéis los dos modos de ejecutar lo que se llama un milagro; en un caso, cuando el hom­bre considera lo divino como exterior á sí mismo y se esfuerza en mover este poder por súplica á producir el resultado que anhela. De este modo muchos santos ejecutaron sus milagros, convirtiéndose, por decirlo así, en un canal de la divina ener­gía. Pero completamente igual puede un hombre ejecutar tales milagros, no por ninguna súplica al Dios externo, sino por el ex­teriorizado poder del Dios interno, por la acción de su propio di­vino espíritu: creyendo en ese poder divino dentro de sí mismo y exteriorizándolo con la energía de ceta fe, él puede ejecutar esos mismos milagros igualmente que el santo que ruega al divi­no poder exterior. En uno y otro caso es necesaria la fe, una con­dición necesaria para la efectiva exteriorización del poder que es en nosotros mismos. Cuando dudáis de vuestro propio poder, fracasáis continuamente en la tentativa de hacer lo que deseáis. /Siempre que creáis completamente en vuestro propio poder para eje­cutar, responderá el resultado á la voluntad. Lord Rosebery no hablaba sin garantía cuando dijo que el hombre más peligroso del mundo era el místico que fuese también un hombre de acción,

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pues el poder del hombre de acción que es también un místico, reside en esta energía de la te. Creed, y todas las cosas serán posibles para vosotros—eso es literalmente cierto—. En propor­ción á la fuerza de vuestra fe será la energía de la exterioriza- cíón de la voluntad será el resultado que podréis obtener en el mundo exterior.

Y así venimos á lo que tan á menudo os he presentado como la condición de la vida grandiosa, la condición de] poder, creer en el Dios que está dentro de vosotros, que es vosotros mismos y que tiene el poder de subyugar las cosas. Si los hombres arrojasen de sí totalmente la vieja menguada creencia de que ellos son esen­cialmente malos, débiles, pecadores, miserables y creyesen en la di­vinidad de su propio destino, en la gloria del Díob que mora en su interior, en la realidad del Espíritu Divino, que es su más pro­fundo yo, si quisiesen hacer esto, la faz del mundo cambiaría y se vería que todas las cosas son posibles. Por tan largo tiempo como penséis que sóis débiles, durará la debilidad. Creed plena­mente en vuestra propia divinidad, y os encontraréis los gober­nantes de vosotros mismos y también del mundo exterior.

(Traducido por ■a.n miembro de la Rama «Fraternidad», de SerilJ a)»

F I L O S O F I A H E R M É T I C A

CON CLUSIÓ N (1)Se concede mucho espacio en los escritos herméticos á la des­

cripción de las manifestaciones progresivas externas del Uni­verso y el desarrollo paralelo ó emergencia de vida sobre el plano físico. La descripción de esta obra y el método de su ejecución por agencia de los dioses, titanes y constructores, es eminente­mente la enseñanza de la Teosofía de hoy; al mismo tiempo, el procedimiento por el cual los planetas, ó más bien sus regentes, contribuyen, cada uno á su modo, para la formación del sór hu­mano, es muy sugestivo. Es efecto bien digno de ser reproducido aquí el pasaje referente á este punto, que es como sigue: «Y cuan­do Éi (el Señor del Universo) trató de la creación del hombre, preguntándose qué es lo que cada gran sér pudiera proporcionar á la raza próxima á nacer, el Sol primero replicó: «Iluminaré á ría Humanidad.» La Luna prometió iluminar á su vez, añadiendo que ya había ella creado el Temor,el Silencio, e-1 Sueño y la Me­moria. Kronos anunció que ól había engendrado la Justicia y la Necesidad. Zeus dijo: «AI objeto de economizar á la raza futura

(1) V éase el núm ero anterior, p ág . 141.

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FILOSOFÍA HERMÉTICA 201igra]perpetuas guerras, he engendrado la Fortuna, ía Esperanza y la Paz.» Ares so declaró padre del Conflicto, del Celo impetuoso y de la Emulación. Afrodita no esperó á ser llamada. «En cuanto á mi ¡oh, Maestro! — dijo — proveeré á la Humanidad del Deseo, los goces voluptuosos y la alegría, para que los sufrimientos que han de caer sobre nuestras almas hermanas, no pesen sobre ellas de un modo demasiado duro.» Estas frases de Afrodita ¡oh, hijo mío! fueron aceptadas regocijadamente. «Y yo —dijo Hermes— dotaré á la naturaleza humana de la 'Sabiduría, la Templanza, la Persuasión y la Verdad, y no dejaré de mezclarme yo mismo en los inventos. Yo protegeré la vida mortal de los hombrea que han nacido bajo mis signos, puesto que el Creador y Padre me ha atribuido en el Zodíaco los signos del Conocimiento y la In­teligencia, sobre todo cuando el movimiento que tienen las es­trellas esté en armonía con las fuerzas fisieas individuales.»

Esta es sólo una de las muchas aualogías, todas más ó menos paralelas á los versículos de La Doctrina .Secreta.

La transmigración de las almas ó, mejor expresado, la reen­carnación, es un punto capital de la doctrina hermética, y revi­sando el vasto campo de la literatura alquímica y oculta que so produjo en la cristiandad durante los siglos vil y VIH de nuestra Era, sorprende ver cuán poco parece haberse enseñado esta ver­dad vital. De hecho, la teoría de la reencarnación, así como la explicación de muchas anomalías de la vida humana, parece ha­ber sido más ó menos perdida de vista, y esto asombra más si con sideramos la gran reverencia que siempre han tenido los estu­diantes ocultistas por los escritos canónicos de Hermes. A no du­darlo, sí estas doctrinas se hubieran difundido en el Occidente como lo fueron en el Orion te desde tiempo inmemorial, las con­diciones de existencia de la cristiandad se hubieran mejorado, y la Historia de los últimos diez y ocho siglos contaría menos luchas y se aproximaría más á i a. de las pacificas naciones buddhistas. El notable y práctico efecto en la vida diaria individual de tener siempre presente esta verdad, es uno de los factores espirituales más activos en el mundo del pensamiento, porque inseparable­mente ligada á ella está la aplicación de la ley de causa y efecto al mundo moral, y encontramos esa doctrina de Karma tan cla­ramente expuesta en los escritos herméticos, como pueda estarlo en cualquiera otro de los libros sagrados del Oriente. En La Vir­gen del Mundo, Osiris, el Supremo Sér, so representa dirigiéndose en esta forma á las almas prontas á reencarnarse en nuevos cuer­pos: «No he dispuesto vuestro destino según el azar. Sí obráis mal, vuestro destino será peor. Será mejor si vuestras acciones son dignas de vuestro nacimiento. Yo soy, y no otro, quien será

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vuestro Testigo y vuestro Juez..... En cuerpos diferentes, comoya os lo he dicho, vuestros renacimientos serán diferentes. La disolución será un beneficio que restaurará vuestra anterior con­dición dichosa. Pero si vuestra conducta es indigna de Mi, vues­tra prudencia se ciega y retrocedéis tomando por fortuna lo que es realmente un castigo, llegaréis á temer una suerte realmente mejor, como si fuera un cruel perjuicio que se os ocasiona.»

Este proceso de la reencarnación es indispensable para que el Ego pueda aprender las grandes lecciones de la experiencia y, enfocando el divino espíritu en el alma, logre su inmortalidad, al paso que se expresa claramente que «quien, cayendo en el error del amor, amó el cuerpo, permanece errante en la obscu­ridad, sensible, sufriendo las cosas de la muerte». Porque desde el momento de la asociación del alma con la materia, aquélla es aprehendida por las atracciones sensuales de su parte mortal, y se inclina al olvido, y hasta que la naturaleza astral se purga y purifica por completo en el tormento ígneo del sufrimiento, no puede el alma concebir el gran tesoro, la piedra de la sabiduría y el principio por el cual la regeneración se efectúa. «El ince­sante torbellino de la rueda» de la serpiente astral sólo es domi­nado por el paso del alma á través de los «cuatro estados simbo­lizados por los cuatro elementos», y de allí á los Siete Mundos, «los Mundos de Reposo Eterno». Tal perfección necesariamente supone el flujo y reflujo de muchas vidas, porque esta floración espiritual es hija del tiempo. En tal respecto, Mr. Maitland ha indicado una correspondencia interesante al decir que asi como el cuerpo usa y desecha muchas veces su cubierta externa de piel, pluma, concha ó pelo, sin hablar de nuestros artificiales vestidos, así el alma reviste y desecha muchos cuerpos.

De acuerdo con la doctrina hermética, el retroceso de almas humanas á cuerpos de animales es imposible, porque el alma «no puede compararse á la de las bestias terrestres, sino á los seres celestes que son llamados dioses». Se señala, sin embargo, el he­cho de que «si alguno se hace culpable de un crimen más grave, si pierde de vista y se retrocede el fin para el que fuimos crea­dos, entonces llegará á no poder habitar ni en el cielo ni en cuer­pos humanos, sino en los de animales irracionales». Esta afirma­ción es comentada por el mismo Hermes, que dice á Horus: «Y tal alma ¡oh, hijo! no tiene espíritu racional; por lo tanto, no puede ser llamada humana.» Esta terrible contingencia es la mis­ma á la que se refieren los escritos cristianos como «segunda muerte», porque la ley del progreso igualmente admite ia evolu­ción regresiva, y do este modo se ve claramente señalada la gran cuestión de la responsabilidad.

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FILOSOFÍA HERMÉTICAta] FILOSOFIA HERMETICA 203

Otro de los capitales puntos de la doctrina hermética es la in­sistencia sobre la absoluta pureza del cuerpo y mente como esen­cial al proceso de la regeneración. La elevación del aspecto espi­ritual de nuestra naturaleza sólo es posible á expensas, ó más bien, por la transmutación délos instintos animales y pasionales, y por esto se recomienda en A adeptos «un régimen puro sin carne animal* como una de las condiciones más precisas para la pleni­tud de la visión beatífica. Este precepto es al mismo tiempo el de compasión divina y vida pura; sin embargo, aquí es dictado por algo más que el mero sentimiento, y tiene un profundo signi­ficado oculto, debido al hecho de que la sangre, tanto del hombre como del animal, está cargada en alto grado de cierta naturaleza astral que, desde un punto de vista espiritual, turba la armonía magnética del organismo humano que la ingiere. En el proceso de la grande obra, la voluntad humana tiene que unirse á lo di­vino, y si los elementos magnéticos de nuestra naturaleza per­manecen rebeldes á la voluntad central del sistema, el objetivo no puede alcanzarse. Hablando del triunfo sóbrelas pasiones y la elevación del verdadero director á su gobierno original, Hermes dice: «Porque tú necesitas ante todo dominar á tu cuerpo y al­canzar la victoria en esta contención y vida de lucha, y cuando hayas vencido, vuelve.»

Otro punto de las obras herméticas es la doctrina de los espí­ritus elementales ó de la Naturaleza, que se encuentra más ó menos velada en varios pasajes. En Asdepios se explica lo racio­nal de la adoración á imágenes en tal forma, que no puede por menos de ilustrar al lector. «Nuestros antepasados—dice Her­mes—erraban extraviados en materias de fe concernientes á los dioses, é incapaces de elevar sus almas al conocimiento divino y religioso, descubrieron el arte de fabricar dioses, y habiéndolo descubierto, invistieron á bus productos con virtudes apropiadas extraídas de la naturaleza del mundo. Y como no podían hacer almas, evocaron á los espíritus de los genios y ángeles y dotaron con ellos á las santas imágenes y sacramentos, haciendo posible asi á sus Ídolos el ejercitar el poder para bien ó mal.»

Estos genios ó elementales que ayudaron de tal modo á la efi­cacia de los ídolos, se dice que habitan con el hombre, es decir, en las capas inferiores de la atmósfera, y son, por lo tanto, los habitantes de los elementos de la Edad Media.

Estas observaciones han sido confinadas á lo que puede lla­marse esquema general de este sistema. Entrar en aspectos más detallados y prácticos dentro de los límites de un corto artículo de esta clase, es imposible. Ilay, sin embargo, un aspecto más fascinante relacionado con este asunto, y es el que se refiere á las

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enseñanzas alquím icas de Triraegisto: Ningún escrito sobre filo­sofía herm ética puede om itir referen cias á la celebrada tabla sm aragdina, de la cual escribe E liphas L eví: «Esta tabla de es­m e r a ld a contiene toda la m agia en una sola página.» U na r e li­quia herm ética tan celebrada y una confirm ación tan singular de la doctrina teosófica, es bien digna de cuidadosa atención en m a­nos del estudiante ocultista. L eíd a con propiedad se dice que contiene el secreto de la la p is p h ü o z o p h o m m . «La culm inación de la obra secreta — dice H. P, B .— es el hombre perfecto espiritual en prim er térm ino de la línea; la unión de los tres elem entos es el disolvente oculto en el A lm a del Mundo, el A lm a cósm ica ó luz astral en el otro extrem o, y en el plano m aterial es el hidrógeno en su relación con otroB gases.»

E l tratado M in e r v a M u n d i , atribuido á Ilorraes, contiene, bajo las m ás poéticas y profundas alegorías, el dogm a de la em ana­ción de seres (self-creation) ó de la le y de creación que resulta del concurso de dos tuerzas, las que los alquim istas llam an la fija y la vo látil, v que son en lo absoluto lib ertad y necesidad. H ay dos corrientes m agnéticas en la constitución hum ana, de igu al modo que h a y dos fuerzas (centrífuga y centrípeta) en e l M acro­cosmos, y son estas dos corrientes (pasiva y activa) las que han sido sim bolizadas por la cruz desde tiempo inm em orial (1): «Cuan­do— dice L e v í— los alquim istas nos dicen que se requiere poco tiempo ó dinero para lle v a r á cabo la o b la de la ciencia oculta; cuando, sobre todo, ellos afirman que un solo recip ien te se p re ­cisa; cuando hablan del grande y único crisol que todos pueden usar, que está en manos de todos y que todos poseen sin saberlo, aluden á la alquim ia filosófica y moral, puesto que de hecho una voluntad fuerte y decidida podrá en corto espacio de tiempo lle ­g a r á la absoluta independencia, y todos poseemos el instrum ento aiquím ico que sirve p ara separar lo sutil de lo grosero y lo fijo d é lo vo látil. Este instrum ento, tan com plejo como el mundo y de precisión m atem ática, se indica por los sabios bajo el em blem a del P en tágram a ó estrella, de cinco puntas, que es el signo abso­luto de la in teligen cia hum ana. Im itaré a l sabio no nombrándolo; es dem asiado fácil de adivinar.»

F ijar lo vo látil en lenguaje herm ético significa m aterializar el espíritu; v o la tiliza r lo fijo es esp iritualizar la m ateria.

Sep arar lo sutil de lo grosero ce lib ertar el alm a de todo p re ­juicio y vicio . Esto se efectúa por el uso de la Sal filosófica, es de­cir, de la Sabiduría; del Mercurio, es decir, de la aptitud y labor personal; del A zufre, que representa la en ergía v ita l y el ardor

(1) Véase Sopiii a, 18H4.

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205r 9 l 2 J FI LO Sí) FÍA HERMÉTICA

de la voluntad. A sí se consigue la transm utación en oro espiritual de cosas de valor in ferior y aun de ías cosa9 v iles de la Ti

Es innecesario llam ar la atención sobre el valor de un sistem a que, tratando de e leva r lo eterno y perm anente sobre lo tempo* ra l y evan escente, establece verdadera base de m oralidad, ilu­minando el in telecto con la efulgencia de ]a gnosia espiritual porque la filosofía h erm ética no es Bna crilda concepción de la deidad o mera, contem plación estéril del alm a y cosas religiosas; es depósito directo de una revelación prim itiva y el can al por el cual se ha transm itido la doctrina 8eereta, y siempre atrajo ia atención de los m as luminosos y perceptivos espíritus del pasado. 1 si un mundo insensible es hoy incapaz de ap reciar y com pren­der la b e lleza y m agnificencia de estas concepciones, olio es por­que la raza mism a es espiritualm ente retrógada ó, m ás bien, por­que la le y del progreso actúa por un movimiento altern ativo que h ará que el presente olvido de las cosas espirituales sólo sea el preludio de una ilum inación más clara y u n iversa l. E l respeto y re v e ie n cía que in sp ú ab an antiguamente los Misterios nunca fué resultado de la superstición ni ignorancia, sino debido á una ló­g ic a apreciación del lado espiritual de nuestra n atu raleza. El cuerpo era considerado como la privón del alm a, el lu ga r de apren dizaje y casa de corrección, gi sa p ía p a rn a , ú hombre- planta, tem a sus raíces en el cielo, porque, como se dice en el P y m a n d e r : «El hombre terrestre es un dios m ortal, y el Dios ce­leste es un Hom bre in m ortal.* El aima h abía perdido sus alas, lim itada por la viscosidad de la a t e r ía : sólo las podría reco­b rar si se separara de ésta y volviera á com enzar su vuelo hacia la cim a. Pero el Cielo de las Siete \htudes v la pura luz no po­día ser alcanzado por quienes permitían al cuerpo dom inar sobre el a lm a ó sucum bían en el conüicto con su n atu raleza inferior,a l paso que el fin do la «buena lucha» era la inm ortalidad de los dioses.

Los sacerdotes egipcios cuentan que H erm es dijo al morir: «Hasta ahora he estado desterrado de mi verd ad era patria; ahora vuelvo á e lla . No lloréis por mi; vuelm á ese pais celestial al que cada uno irá cuando llegu e su vez. M i está Dios. E sta vid a sólo es una muerte.»

L a fllosofia herm ética es, ante tolo, un lazo de unión entro la razón y el instinto religioso; ofrece una c la v e p ara in ter­p retar los m isterios del sér, y es un testimonio de la aspiración etern a en el hom bre al sentimiento religioso de confundirse con lo divino.

P. Ylí. B U l i l i O C i í .

^Traducido por J. H.)

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Conferencia de Ame. Le Ptongeon.

Conclusión (i}

T e n e m o s nuestraB razones para creer que si las circunstancias lo perm itieran, podríamos descubrir varios volúm enes M aya que han perm anecido ocultos desde los prim eros tiem pos de la era cristiana, cuando los sabios los ocultaron en ciertas construccio­nes p ara salvarlos de ser destruidos por los invasores Nohualt. T ales libros ilum inarían sin duda el obscuro pasado, y es nuestra sincera esperanza que si no nos es posible encontrarlos, algún otro explorador, en un no lejano futuro, pueda tentarlo y ver que el éxito corona sus esfuerzos. Dejando aparte los tesoros litera rios, h ay muchos bellos objetos de arte ocultos entre las ruinas, salvados, en cuanto al presente, de manos destructoras, Nos­otros hemos desenterrado varias obras escultóricas y las hemos vuelto á enterrar cuidadosam ente, porque no estaba en nuestro poder lle v a r la s á un lu gar seguro. N uestras prim eras e x cav acio ­nes fueron hechas en la tum ba de cierto individuo, cuyo nom­b re — Coh, ó Chaacm ol, es decir, Leopardo— , se ha hecho famoso luego, á causa de su estatua, que nosotros desenterram os. Puede seros in teresante oir una b reve narración de este punto, porque conoceréis cómo los M ayas disponían de sus muertos. Un estudio de los frescos que he m encionado y de ciertas inscripciones, nos condujo á buscar en cierto punto el lu gar de yacim iento de los restos de un individuo que, hace m uchas centurias, jugó un papel im portante en la historia de aquel país. Lo que fué en su día bello mausoleo, se h abía convertido en un montón casi informe do escom bros. Felizm ente las piedras de los ángulos quedaban en su lu g a r propio, y se podían contar los escalones que condu­cían á la cim a por los cuatro lados de la estructura cuadrangu- lar. L a s piedras más ornam entadas estaban en su sitio, cuatro en cada esquina; dos tenían esculpidas aves, las otras dos leopardos.

( 1.) Véase nuestro núm ero anterior: pág. Ut'i.

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LOS MAYAS1 9 1 2} 207

Eran los totems ó nombres figurados de un famoso guerrero y su herm ana y m ujer, la P rincesa Mo. H abía m uchas piedras escu l­pidas esparcidas por el suelo, unas representando calaveras, otras gigan tescas cabezas de serpiente; de éstas, algunas estaban aún en su sitio, al pie de la gradería. E ntre los esco m b ro s encon­tram os un cuerpo, un leopardo reclinado, con tres hendiduras en el lomo, como asimismo otro leopardo en bajorrelieve las tenia. E staba sin cabeza, indicando ser heridas de lanza la causa de su m uerte, que le diera un herm ano celoso, y cerca encontram os una cabeza hum ana con expresión de moribundo. Con la espe­ran za de que pudiera pertenecer al leopardo, la pusimos Bobre el cuello de éste y vim os con a le gría que las dos partes encajaban perfectam ente. ¡De modo que allí, en el Y u catán , teníam os una verd ad era esfinge! Su sitio original había estado en la cim a del monumento, donde encontram os aún la piedra oblonga, donde h a­b ía estado quella esfinge. Después de m edir todo cuidadosam ente p a ra que el D r. Le Plongeon pudiera en su día restaurar el que fué bellísim o mausoleo, procedim os á e x cav ar. A rdua tarea , por­que nos faltaban útiles apropiados. Un muro de ciuco pies de es­pesor, de sólida albafiilería , form aba el revestim iento del mauso­leo, y con gran sorpresa vim os el interior lleno de piedras suel­tas, ninguna de menor peso que veinte libras; se había colocado m ortero líquido entre ellas, pero no lo suficiente p ara form ar un bloque sólido de conjunto. L a excavación en esas piedras fué una labor fastidiosa, porque, después de haber hecho un pozo en el centro, el arran car una piedra de uno de los lados llev ab a con­sigo la caída de un centenar. Y o teníam os tablas, cuerdas ni c la ­vos; el m a c h e te am ericano tenia que servir p ara todo. Con arbo- lillos de la se lva hicim os una em palizada para im pedir que las piedras cayeran sobre nosotros. Los arbolillos fueron sujetados unos á otros con gruesos bejucos, llam ados en el país c u e r d a s de

la m a le z a . Con esos prim itivos medios, el D r. Le Plongeon también logró construir una p olea— ó á lo menos que hacía servicio de ta l— , un artefacto como los usados en Egipto y otras partes de O riente para sacar agua de sitios profundos. Nosotros sacábam os piedras, Nuestros peones indios no querían abrir la tum ba, cre­yendo que, si tocaban en e lla , el alm a del príncipe les m aldecirla y caería sobre ellos la enferm edad ó la m uerte antes del año; por eso trabajaban m al y despacio. Seis pies bajo la cim a encontra­mos un piso p erfectam ente llano, de pocas pulgadas de espesor, construido de cem ento, con la p arte superior cubierta de fino yeso pintado de am arillo brillante. (Excuso decir á ustedes que, é n tre lo s M ayas, cad a color tenía su significado especial.) Bajo . ese piso había más piedras, hasta el n ive l mismo del terreno;

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208E O ' f c l A [ A bril

luego un segundo piso. Lo rom pim os y esperábam os encontrar­nos de nuevo con ásperas piedras. Pero, tras unas horas de tra ­bajo, principiam os á recoger de entre ellas curiosos botones r e ­dondos, de hueso a l parecer, con dobles agujeros perforados por la p arte de atrás. Pronto apareció una gran urna redonda de piedra. P a ra quitarla de donde estaba se necesitaron tres hom­bres. A pesar de su tam año, la urna contenía sólo a lgo de polvo, que pensamos serían los restos de un cerebro humano, y un collar redondo, de jadita color verde m anzana. A l n ivel de esa urna y m uy cerca, pronto se descubrió una cabeza de piedra b lanca finam ente esculpida. Los trabajadores llam aron inm ediatam ente á esta figura «un R ey encantado». L a cabeza era sobre el doble del tam año natural, y comenzamos á especular sobre la form a y postura del tronco de la estatua, oculta aún bajo irregu lares y pesadas piedras. A l siguiente di a encontram os un tercer piso, elevándose la cabeza y hombros de la estatua en medio de un hueco que ex istía en él. Rem ovido ese piso, encontram os otra urna, m ás grande que la prim era y conteniendo m aterias p a r­cialm ente incineradas, el corazón y visceras de la persona rep re­sentada por la estatu a. Esos restos han sido analizados. Tam bién se encontró una cabeza oblonga de jadita, de esa peculiar color verd e m anzana, que se encuentra sólo en Birm ania, como la más rara de las jaditas. Seria de interés que un psicóm etra tra za ra la historia de esa piedra. En la mism a urna había pequeños anillos planos de n ácar y algo de cinabrio rojo.

E n la base, que era de una p ieza con la estatua, encontram os til puntas de flechas, ¿12 á cad a lado, unas blancas, otras verdes, que nos dijeron de jado (l), aunque lo dudamos, porque el ja.de era dem asiado duro p ara ser trabajado como lo están esas pun­tas aparentem ente, por desgaste. L a estatua era demasiado gran ­de, siendo su peso de 3.000 lib ras, p a ra que nuestros hombres pu­dieran e le va rla sin una máquina; asi es que lo que hicim os fué una abertura en uno de los lados d el monumento y un plano in­clinado h acia la estatua, que estaba algunos pies bajo el n ivel del terreno. E ntonces, con un tronco de árbol en forma de hor­quilla y un cilindro de piedra, formamos un cabrestante rudi­m entario, con e-1 cual pudimos m anejar el monolito. N ecesitáb a­mos cuerdas: nuestros hombres las fabricaron con la coi teza flexible de un árbol llam ado k a b ín . Por estos procedim ientos, y después de ven cer la obstinada desobediencia de parte de aque­llos hombres, pudimos sacar la estatua, al cam po. Su postura se describe en el volum en y a m encionado, pero a llí se da una idea

P ied ra m u y d u ra del A m azonas.,

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LOS MAYAS i o n1 9 1 2 ]

im p erfecta d é la b elleza de esa antigua obra de arte, tal como era cuando primero la vimos. Un lado del cuerpo era p erfecta­m ente blanco, el otro oscuro, del color de los indígenas del país. Los aros de las piernas, los brazaletes y las corroas de las san­dalias eran de (‘olor rojo y am arillo; una cinta que rodeaba, el cuello también era roja. D e ésta pendía un m uy curioso pectoral, como algunos usados ahora por los altos oficiales en Birm ania. E ntre las manos, extendidas y posadas sobre el abdomen, se h a llaba una placa c ircu la r, como un plato sopero moderno, r e ­presentando la bahía de Honduras, puesto que la postura de la estatua indicaba, como se ha dicho, el contorno de lo que fué en su día el Imperio M aya.

Sin clavos ni tornillos, el Dr. L e Plongeon se ingenió, in ven ­tando un rudim entario vehículo p ara transportar la estatua. T u ­vim os también que a b rir y n ivelar un cam ino. A l cabo de quince días pudimos pasar los lim ites del territorio de los indios y en trar dentro de las lineas m ilitares del Estado. En aquel tiempo h abía estallado una revolución en fa vo r de Porfirio D íaz, luego P re s i­dente de Méjico. No se perm itió y a á nuestros hombres lle v a r a r ­mas, y no pudimos o b ligarles á trab ajar en lugares tan exp u es­tos, sin medios de defensa. En la se lva construimos una ch oza sobre la. estatua y nos fuim os á estudiar las ruinas existentes en islas cercanas á la costa del Y u catán . D urante nuestra ausencia, y m ientras el Dr. Le Pióngcon había sido gravem ente herido, la estatua fué confiscada por las autoridades m ejicanas y llevad a á la cap ital, donde se h a lla ahora en el Museo Nacional M exicano. No se tuvo gran cuidado de ella, y cuando visitam os aquel m useo vim os que no sólo los colores habían desaparecido, sino que se h abía formado moho sobre la piedra. Sin em bargo, cuando el d o c ­tor L e Plongeon pidió perm iso p ara sacar un molde de la estatu a, el Gobierno mejicano le envió un permiso escrito, con la c o n d ic ió n d e q u e no h a b ía de e s t r o p e a r la .

E l Gobierno am ericano, siem pre apático en cuanto so refiere á la protección de sus ciudadanos, se negó á realizar gestiones p ara defender nuestro derecho ante el robo de aquella estatua, á pesar de que las le y e s d el Estado del Y u catán conceden la m itad del valor á los que en cuentran algún tesoro de arte ó antigüedad.

Respecto al individuo de que tratam os, mucho puede d ecirse, más de lo posible en e ste discurso. Por asombroso que pueda p a ­recer, os aseguro que ese personaje parece haber sido el o rig e n v ivo del mito de Osiris en E gipto. H a y muchos hechos que t ie n ­den hacia esa conclusión y no podemos cerrar los ojos ante c lin ; cuando se publique la n u ev a obra del D r. Le Plongeon, m uchos lectores probablem ente le ap oyarán .

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£ 0 <&l A (Abril2 T ÓYa he m encionado algunos frescos que encontram os en un sa ­

lón de las ruinas. E staban en un a lta r construido á la m em oria de esa m ism a persona. La dedicatoria del cornisam ento ex terior del edificio, dice asi: «Mó* (que era el nom bre de su esposa, y to­dos sabemos que Isis e ra tam bién llam ada Mo, pronunciando Mau). «Mó desea ard ien tem ente invocar á Coh, el guerrero de los guerreros» (1). Un g ran pórtico conducía a l in terior, donde estaba el a lta r, y allí excavam os bajo los escom bros del derru i­do techo, encontrando un a lta r soberbio, sostenido por quince figuras al modo de cariátides. Nos recordó los a lta re s erigidos en la en trada de las tum bas egipcias, sobre los cuales se p re se n ta ­ban ñores y frutos anualm ente, como hacían los M ayas, á las a l­mas de los difuntos. El a lta r, en sí mismo es casi wa. facsímile de c iertas estructu ras que aún existen en la v ie ja ciudad de Angor- Tliom, en el Cambodge. Las cariá tides e ran todas diferentes. A lgunas ten ían un trip le pectoral, m andil tria n g u la r y un c in tu­rón curiosam ente ceñido al cuerpo; tres cosaB iguales ex ac ta ­m ente á las que vem os usadas por los oficiales superio ies en B irm ania. Esto sólo es un eslabón m ás añadido á la la rg a cadena de sem ejanzas que ligan á los países orientales y occidentales, m ostrando que, en rem otas edades, deben haber existido re lacio ­nes en tre ellos. ;Si pudiérais ver los a lta res M aya y de Indo­c h in a unos al lado de otros, quedaríais adm irados an te la asom­brosa igualdad! Recordaréis que V alm iki, en su bellísim o poema «El B am ayana», nos dice que M aya, el terrib le guerrero mago, y arquitecto de los Da van as, tomó posesión y se estableció en el Sur de la India, en el D ekkan particu la rm en te (2); que M aya e ra un g ran navegan te , cuyos buques cruzaban del Occidente á Oriente", del Norte al Sur, en todos los m ares. Y, ex trañ a cosa, la etimología de la pa lab ra «Davana» es, en idiom a M aya, «el que tiene su casa sobre las aguas saladas». Os pido, pues, indulgen­cia p a ra que, sin tener en cuenta otros hechos en que nos basa­mos, os afirme que nos hemos visto llevados á la conclusión de que esa antigua civilización am ericana, si no m adre de las a n ti­guas naciones históricas, fué a l menos un g ran factor en la e la­boración de esas nociones cosmogónicas y tradiciones prim itivas, así como en la transm isión á ellas de m uchas de sus a rtes y

(1) Interesante seria, en efecto, el que se probara que Osiris \ iv io y no ue meramente un mito solar. Pero el manuscrito 1 roano muestra que los ¡ a>as «personificaban las fuerzas de la naturaleza», como los egipcios.— ■ « •

(a) Se tab la aquí de Maya, en su aspecto masculino, como mie de los Ka- biri, los royes guerreros. Maya, en su aspecto tomeui.no, se ve bajo os nom brea de Mai, Ma, Mo ó Moon, es decir, la Luna (Moon en inglés), ó Isis—natu­raleza pasiva,—T, P. S.

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LOS MAYASIOI2 ] 2 I iciencias. ¿No so adm ite acaso por los geólogos que el continente occidental es el más viejo? Por lo tanto es el prim ero en que las condiciones biológicas necesarias á la existencia del hombro deben haberse desarrollado. ¿No es verdad que parece que la civ ilización, como los cuerpos celestes, siguiendo su carrera hacia el Oriente, después de com pletar un ciclo de diez mil anos, a l fin del cual, según los antiguos egipcios, las alm as que habían ido al Occidente debían volver y com enzar una nueva existencia te rres tre (ó civilización), después de muchos vaivenes vuelve á au lugar de origen á recoger en el seno de su m adre nuevo vigor­an tes de em prender de nuevo su peregrinación alrededor del mundo? O bservad su m archa. Ved cómo la civilización occidental va invadiendo el Japón, China, India y otros países asiáticos La historia se rep ite . Su actual línea de desarrollo es la que siguió en edades rem otas.

D uran te una segunda expedición á las ru inas de Cinchen abrim os la tum ba del herm ano m ayor del guerrero Coh de un elevado sacerdote llam ado Cay ó H uancay, p a lab ra que significa en idioma M aya «el sabio pez», lo que nos recuerda á Oannes, el personaje, medio pez medio hombre, que dice Beroso llevó la civilización á M csopotamia. El exterior del monumento estaba ornam entado con bellas p iedras talladas, caídas en su mayor p arte . Unas rep resen taban peces, otras símbolos sagrados. En la m ayor de todas estaba esculpida una ca ra hum ana dentro de las fauces ab iertas de una serp ien te . Alrededor de la cara vemos el nom bro Cay, escrito en jeroglíficos egipcios y también m ayas.

a tum ba misma, como la de Coh, era cuadrada; sus cuatro caras se hallaban orientadas á los cuatro puntos cardinales, Trece es- calones á cada lado conducían á la cima de la plataform a, que estaba 13 pies sobro el terreno y tenia 52 pies cuadrados. En su centro había una g ran losa, sobre la cual anteriorm ente estaba una esta tua , sobre el doble del tam año natu ral, en igual postura que la de Coh. En la base del monumento encontramos la parte m erio r de la esta tua. Al lado Norte del m onumento abrimos una trinchera y apreciam os estaba construido igualm ente que el otro.I avimos que sostener las piedras como antes. T ras diez días de traba jo llegamos al centro del mausoleo. Allí encontramos, al n ivel del terreno, una figura yacen te , cubierta con espesa capa de m ortero suelto. Tenia una p ierna ro ta por la rodilla, pero la encontram os bajo la esta tua, y la ajustam os en su sitio para ha­cer un dibujo. La cabeza descansaba sobre una piedra pintada

e rojo brillan te, represen tando una lengua de serpiente. L a es- a tu a estaba en una postura recogida, pero de p ie hubiera tenido

unos seis pies de a lta , E ra de p ied ra b lanca y p in tada de color

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212 V o <I> I A [ Aer1loscuro. La cabeza era pequeña y aparentem ente calva, p in tada de azul, y sobre ese color, de la Trente á los hombros, había ray as rojas. A no dudarlo, cada una de estas cosas tenia un significado. Los ojos estaban abiertos y los párpados pintados de azul. Los labios e ran rojos. Las orejas estaban perforadas, así como la parte de a trás de la parte superior de la cabeza. En la palm a y muñeca de la mano derecha había una ranura , como si s irv iera para haber encajado en ella un bastón. La expresión g ro tesca y las manos eran características; Iob dedos de manos y pies es ta ­ban provistos de uñas de conchas pulim entadas, cuidadosam ente adaptadas. Casi todo se desprendió. Tenía cubierto el abdomen con una pequeña vestidura, como la antiguam ente llevada por los trabajadores egipcios. El pie derecho torcido hacia dentro, como si la persona hubiera tenido el pie contrahecho. L as sanda­lias ten ían ornamentos y estaban sujetas con lazos rojos. Después de despejar el sitio de piedras y mortero, vimos que la esta tua había descansado sobre pilares cónicos, colocados horizontal­mente unos al lado de otros. Había cuatro, de tres pies y tres pulgadas de altura y un pie en su m ayor diám etro, pintados de azul, color emblemático de santidad y de duelo entre los M ayas, y muy usado en los funerales por los antiguos egipcios. AdemáB de esos cuatro pilares, encontramos otros 178. Se extendían ellos sobre un espacio de veinte pies cuadrados y se hallaban á tres ó cuatro pies de profundidad. Los dos tercios eran azules, los otros rojos. Esos pilares cónicos nos recuerdan el que represen taba al dios fenicio, Baal. Los encontrados por nosotros eran p robab le­mente emblemas del culto solar. El núm ero 182 e ra el de la m itad de los días del año Maya, que era igual a l nuestro. D ividían ellos también el año en meses lunares, y , como los egipcios, ten ían una epacta de cinco dias nefastos, en la misma época del año que el pueblo del Nilo. Al mismo nivel de los p ilares había tam bién doce cabezas de serpiente, con plum as y otros signos exquisita­mente trabajados, que estaban colocadas frente á varios puntos del recinto. De lo alto de cada cabeza salía una especie de plum a ó llam a, y sobre las narices había otro ornam ento perpendicular, como cuernos. Estos, lo hemos descubierto, represen tan el fruto del árbol ceiba, sagrado para los M ayas, siendo el árbol un em ­blema de su propio país. Los adornos de los cuerpos de las se r­pientes eran verdes, las escamas del v ien tre am arillas y tam bién el borde de las fauces. El interior de la boca y la lengua ahorqui­llada eran rojos; los colmillos y dientes, blancos. El blanco de los ojos era de conchas finamente pulim entadas, m uy bien sujetas, con un hueco redondo en el lugar donde debiera esta r la pupila. Esas doce serpientes, totems de doce reyes de la dinastía Can

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LOS MAYAS191*1 2 1 3

(Can significa serpiente en idiom a M aya), cuyos retratos se ven en alto re lie ve en una fach ad a de Cinchen, recuerdan los doce dioses que dice Herodoto haber gobernado á los egipcios antes del reino de Henes, su prim er rey terrestre. En el lado Sur de la excavación , en el de la estatua, pero bajo ella, había una urna blanca, redonda, de unos dos pies y medio de diám etro. Con difi­cultad cuatro hombres levan taron la tapa, descubriendo dentro sólo una substancia roja y una pieza cuad rada de jadita. verde, con una cara hum ana y letras grabadas en ella. Tam bién había un tubo de la mism a piedra preciosa, pero los extrem os se con­virtieron en polvo cuando los cogimos. Bajo esto encontram os entre la m ateria roja m uchas piezas pequeñas de turquesa y uu globo de cristal natural, posesión especial del sumo sacerdote y profeta. R etiradas la urna y las serpientes, encontram os un piso llano. Dos pies bajo éste descubrim os un pequeño montón de huesos, los de un cocodrilo, y á cada lado de él h abía puntas de lanzas de obsidiana ahum ada, de unas siete pulgadas de largo; tam bién muchos fragm entos de cerám ica, de gran variedad. Bajo los huesos había un piso de cemento perfectam ente liso y pintado de rojo, extendido por todo el montículo. Dos pies m ás aba,jo ha­bía otro piso, el sép tim o del monumento, color am arillo brillante. Creyendo habría aún algo m ás, oculto continuamos la e x c a v a ­ción en el lado Sur, en la dirección de las puntas de lanzas. Pronto encontram os un sólido bloque de m anipostería, y en él, con su superficie ta llad a h acia el Oriente, una piedra oblonga cubier­ta de símbolos pintados de azul, am arillo y rojo. Más tarde en­contram os dos como ésta y tam bién un pez esculpido, pintado de rojo.

L legam os á la conclusión de que las va ria s cosas encontradas en la tum ba de C a y eran objetos sagrados del templo en que h a­bía oficiado, siéndolo también la curiosa estatua que hemos des­crito. L a del sacerdote mismo se h allaba sobre la plataform a su­perior, y sus cen izas se h allaban en la urna interior. Los M ayas quem aban sus muertos, preservando las visceras en urnas, como los egipcios. En otra parte encontram os un bellísimo retrato de C ay, esculpido en un m edallón en puro mármol blanco, no pu li­mentado, sino im itando la contextura de la p iel hum ana. T u v i­mos la a le g r ia de v e r esa obra exquisita, ta l como era cuando el artista le dió el últim o retoque; porque, debido á algún acon teci­m iento que no podemos ahora conjeturar, la herm osa escultura había sido ocultada en el interior de sólida m anipostería en cuan­to se term inó. P ara que tal hermoso objeto no fuera estropeado, y recordándonos de lo ocurrido con la estatua de Coh, escondimos m uy bien el retrato de C a y ,

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214 £ O <í> I A \ A muí.Una conferencia sin ilnstraciones es por fuerza pesada, y es­

pero sinceram ente tener el gusto de presentaros en otra ocasión las m uchas m uestras y dibujos que tenemos. Entonces podremos en tra r más profundam ente en el asunto y podré hablaros de m u­chos puntos in teresan tes, que es imposible a c la ra r sin ilustracio­nes. P a ra daros una idea de lo vasto de la m ateria , puedo deciros que el D r. Le Plongeon, en Marzo último, dió siete conferencias; él y su auditorio hubieran deseado duplicarlas. Loa m anuscritos del D r. Le Plongeon están ahora ¡i punto de publicarse; han sido exam inados por eruditos y éstos afirm an que producirán sensa­ción entre los historiadores y científicos, siendo ellos tan bonda­dosos que—añaden—se ven forzados á reconocer que se tra ta de una de las grandes obras de nuestra época.

f3a.do.ma f l , D, liH PliO JiGHOfi

[Traducido de 2 \ Sifiinga, por J. OK R<)

A L Q U I M I A

PELIGROS Y DIFICULTADES DE SU ESTUDIO

Non ti fidiaru- ai alchemista povero ó medico ammalato .

Desde los tiempos más remotos á que podemos alcanzar en nues­tras investigaciones, el oro y la plata han constituido la base de las transacciones comerciales, facilitando el intercambio de los diferentes productos.

Siempre se obtuvieron de las m inas con que la N aturaleza dotó á algunas regiones p riv ileg iadas; pero cuando á favor del comercio se extendió la riqueza y el lujo se hizo general, es ló­gico suponer que en la m ente de los hom bres brotase el deseo de acum ular grandes cantidades de estos preciosos m etales que por su eficacia puram ente comercial parec ían producir directam ente el b ienestar y la comodidad. Ahora bien; nada tiene de p a rticu ­la r que surgiese la idea de fabricarlos siguiendo ó im itando el proceso de su form ación natu ra l, dada la parsim onia con que la N atura leza los dá. É indudablem ente así sucedió, puesto que vemos m encionado el oro siem pre inim itable, desde la más rem ota antigüedad; sin em bargo, no se ha descubierto aún ningún indi­cio que nos pueda hacer suponer el nacim iento de la Chrusopoieia antes de que aparezca, en la H istoria Herm cs Trism egisto, el cual parece ser que, bajo condiciones especíales, trasm utaba los me-

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ALQUIMIA191 2 2*5tales; pero no puede h acerse la mism a afirm ación respecto á sus sucesores. A sí debió ser, pues de suponer lo contrario es e v i­dente que la cantidad de oro y p lata a r t i f ic ia l , que hubiera sido lanzada al m ercado, h abría hecho descender el valor intrínseco del m etal, y esto no sucedió. Por otra parte, se dice que Creso obtuvo sus enormes riquezas de las arenas auríferas del Pactólo, en L y b ía , y es lo cierto que Strabon afirm a que nadie pudo en­contrar en su época sem ejante río.

E l mundo científico y la m ayor parte de las que se llam an gentes instruidas afectan un g ra n desprecio acerca de todas es­tas afirm aciones de la antigüedad y aun de las aseveracion es de testigos m ás modernos, aunque éstos se llam en Pico de la M irán­dola, H elvetíu s, Atanasio K irch er, etc. Nosotros no escribim os p ara ellos ni hemos de intentar convencerlos. E l mundo científico está dem asiado lleno de prejuicios para que esta labor pudiese ser fructífera; sólo el tiempo podrá hacerlos evolucionar. L a con­ducta del verdadero m ago, está regulada por una firme auto­d iscip lina, A fin de que su mente esté en perfecto equilibrio y pueda ser d esarraigad a hasta la sombra del prejuicio, telaraña difícil de quitar de ante los ojos, pero de ta l n atu raleza, que con e lla no es posible distinguir el m ás corriente modo de verdad. Por esto se ha dicho: «Solamente aquellos que son como los niños, pueden en trar en el reino de los cielos.»

No hemos de hacer, por lo tanto, un elogio del vellocino de oro; pero como quiera que asistim os al despertar del Ocultismo en O ccidente, nos p arece que no estarán de m ás unas cuantas consideraciones derivadas de las b iografías de los que se propu­sieron reform ar la M agnun Opus.

Tomamos como base de las siguientes líneas el libro de Edw ard A rthur W aite , titulado V id a s d e A lq u im is ta s filó so fo s . En la intro­ducción del libro, seguido de la teoría y p ráctica de la Magnun Opus, exam ina Mr. W aite, en elocuentes párrafos, algun as obras de escritores modernos sobre esta m ateria, y declara su fírme creencia en que la busca constante de los alquim istas, más bien que á la trasm utación de los m etales se referia á la p erfecta r e ­generación física y m oral del hombre.

Mr. W aite declara tam bién que es más que probable que aquellos que habían llegado á a lcan zar la M agnun Opus em plea­ban la. «facultad intuitiva» en sus investigacion es. En esto esta­mos com pletam ente de acuerdo con el autor, pues que p ara lle ­v a r á fe liz térm ino esta clase de investigaciones, es im prescin­dible desarrollar el poder m ental hasta un grado ta l como no se concibe generalm ente; de lo contrario, aquello que se busca es­taría A n ivel c o n los conocim ientos ordinarios de la hum anidad.

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¿I O 4> 1 A216 A hkil

E xistió en la India el hombre inspirado, es decir, in tuitivo, Muni, hijo de la raza aria., y á él debemos la sublimo ciencia de las M atem áticas (A lgeb ra, Astronomía., etc.), que alcanzaron gran desarrollo en esta dirección, por lo cual hemos de suponer razonablem ente que penetró intuitivam en te en los grandes m is­terios de la n a tu ra le za , y vió por inspiración d ivina de qué m a­nera el oro se form a en la tierra . Pero el A lg eb ra representa so­lam en te una pequeña porción de sus conocim ientos, como más abajo se dem uestra, lo que añade n ueva fuerza á la sospecha de que conocía la m anera de trasm utar los m etales. E xisten tra ta ­dos en sánscrito sobre esto que aclaran la cuestión. Conocida es la íntim a relación que existía entre E gipto y la India, y que los m israim itas ó m ezzoranianos ó egipcios estaban grandem ente versados en las ciencias ocultas es uu hecho que está fuera de duda; H erm es Triem egisto es una realidad. Por esto debemos creer que el prim itivo Egipto fué poblado por gentes venidas de la A tlántid a, de donde trajeron la cien cia de la M agia.

Cualquiera que sea el origen de los arios y m ezzoranianos, sa ­bemos que llorínes Trism egisto les dió le y e s p ara gobernarse que se perpetuaron en los tiempos á tra vés de las dinastías. A cerca de esto Ragon cita en su M a s o n e r ía O c u lta , el (E d ip u s s E g ip t ia c u s , del sabio jesuíta A tanasio K irch er (t. II, p. 2: De alquim ., c. 1), el cual se expresa a ce rca de H erm es de esta m anera:

«Es cierto que fué el prim er hom bre que poseyó el a r te d e h a ­

c e r o r o , obteniéndolo de cualquier m ateria ó por trasm utación de m etales, pudiendo decirse que quien lo niegue se acredita de ig ­norante. Los sacerdotes, los re ye s y los cabezas de fam ilia lo sabian p erfectam ente. Sin em bargo, esta ciencia se m antuvo siem pre en el m ás profundo secreto, y sólo en los tem plos y en los más ocultos laboratorios se realizab an operaciones de a lq ui­m ia. E l ingenioso Hermes m antuvo prudentem ente el secreto de su saber bajo la obscuridad de los jeroglíficos sim bólicos,sabiendo el peligro que significaba d ivu lgar sem ejantes conocimientos.»

R agon añade; «Esto dem uestra evidentem ente que el sabio padre jesuíta sabía hasta qué punto es una realidad la llam ada piedra filosofal.» Adem ás, en la H is to r ia d e ¡a f ilo s o fía h e r m é tic a ,

escrita por el P. L an glet du F resn oy (t. II, p ág. 51), se lee; «Un joven, in cansable buscador de la piedra filosofal, recibió la visita de un extranjero conocedor del m o d a s o p e r a n d i, y m ediante su poder, logró convertir una. gran cantidad de m ercurio en purísimo oro.» E l hecho no se niega; pero queda por a verig u a r quién era el desconocido visitan te. E l P. K irch er, de acuerdo con la doc­trina. de la Ig lesia , declara que fué el demonio.

R agon hace notar tam bién que la cantidad de oro y p lata que

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ALQUIMIA1912 217

representan hoy las inm ensas construcciones suntuarias, re lig io ­sas, a grarias, e tc., que cubren el suelo de E gigto, no p arece que hubieran podido ser realizad as con el m etal que naturalm ente se obtiene de las m inas, puesto que seguram ente no habría, sido suficiente; h a y que añadir el que salió de los laboratorios.

Confirma esta teoría el hecho conoddo de ser ei H ierarea de los reyes sacerdotes un adepto verdadero de las ciencias ocultas, el cual gobernaba a l pueblo, ayudándose y sirviéndose de los co­nocimientos y poderes que la iniciación lle v a consigo,única razón de ser de su gran d eza, m antenida por lo mismo en el más pro­fundo secreto. D e aquí el em pleo de los jeroglíficos y del simbo­lism o, inventados (como otras antiguas escrituras) con el solo fin de perpetuar estos conocim ientos entre los adeptos e x c lu siv a ­m ente. Es indudable que la tabla de Isiac contiene una relación in iciá tica del proceso trasmití atorio. Constituía la iniciación una prueba do ta l n atu raleza, que sólo aquellos que reunían e x tra ­ordinarias facultades, podían suirirla , como sucedió con Moisés, P itágoras, Platón, Apolonio de Ti ana. y muy pocos m ás. A lca n ­zado de este modo el conocim iento del adepto, no había temor á que se em please torcidam ente; la mism a prueba era la g a ­ran tía (1).

Pero si es d ifícil penetrar en el m isterio de la Chrusopoieia, lo es mucho más determ inar algo en concreto acerca de la v e r ­dadera n atu raleza de los adeptos. Mr. W aite hace referen cia á la sem ejanza que existe entre el proceso requerido p ara alcan zar la piedra filosofal y el necesario para lograr la perfección del hom bre, porque— entre m uchas otras cosas ■ solam ente aquel que había subyugado por com pleto stis pasiones, podía p asar la prueba y aprender el contenido de la Chrusopoieia. E xiste tam ­bién, en conform idad con esta idea, el hecho observado por todos los escritores m odernos de esta m ateria, de ser m uy sem ejante el proceso trasm uta torio á la que se refiere, á la unión entre los p rin ­cipios superiores é inferiores del hombre. ¿No es con vertir en oro puro la m ateria física a lcan zar el conocim iento de sí mismo?

Los filósofos herm éticos conocían perfectam ente el doble sim ­bolismo de su arte, es decir, la d iferencia existente entre los m e­dios físicos y los psíquicos, como dem uestra Sir G eorge B íp ley en la «Bodleian L ibrary» , de Oxford (un largo rollo que contiene simbolismo herm ético). A l principio, aparece la figura del Bobo, ó sea el hombre norm al, ajustado exactam en te á la cifra cero, ó

(1) Véase Historia de la M agia á través de los tiempos, de Christian, p á ­ginas 106 á 143; y tam bién Iniciaciones e». ¡os Misterios de luis en la Pirám ide de Menphis, é Iniciación en los M isttrios de Mit.hr a de las Ciencias Mágicas de A siría y Caldea, de H enil Oelaage, Ediciones francesas.

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2iS üO<í> l A [Abril

sea el prim er símbolo del Tarot; en el extrem o opuesto se v e la cab eza perfectam ente desarrollada y equilibrada de un adepto. E l cero puede ser el hom bre-m ateria, 6 bien el Caos, la M ateria Prim a de los alquim istas. E l espacio que m edia entre el Bobo y el adepto contiene varios símbolos ap licab les á los d iferentes ca­tados del proceso de la busca de la piedra filosofal ó dé la re g e ­neración del hombre.

Muchos son— y nosotros conocemos íl va rio s— los que actu al­m ente tratan de penetrar el m isterio d el arte herm ético. A nues­tro juicio, han acom etido una em presa desesperada, porque sólo se alcan za ta l conocim iento m ediante una iniciación regu lar y un método persistente. De otro modo, el resultado es fatal; a l lado de los m uy pocos que han logrado a lle g a r algún conocim iento, están los innum erables casos de los que han perecido lam enta­blem ente y sin fruto.

Mr. W a ite da una lista de m ás de cincuenta — verdaderos ó falsos adeptos— , desde Deber A C agliostro. De ellos, únicam ente los que dominaron sus pasiones y despreciaron todo objeto te ­rreno, han sido quienes gozaron del éxito en sus pesquisas. T a l es, indudablem ente, el caso de Monks, Roger Bacon, Basilio V a ­lentino, Sir G eorge R ip ley , etc. Éstos, traspasaron los lím ites que á m uy pocos es dado percibir.

N icolás F lam el es uno de los pocos que, según piensan los mo­dernos tratadistas de A lquim ia, llegó á ser un verdad ero adepto; sin em bargo, no alcanzó la m eta deseada durante su v id a . Mu­chos anos trabajó con gran p erseveran cia en la concentración, en la contem plación y en el aniquilam iento de sus pasiones. Em ­picó su riq u eza en la construcción de iglesias, asilos y hospitales, y su conducta fué verdaderam ente ejem plar. E liphas L e v i (1) hace observar que el secreto de su éxito está en la preparación personal que siguió. ¿No es, como antes deciam os, una iniciación p rogresiva ta l método?

D ice Mr. W aite que la reputación que tenía N. E lam el de po­seer la piedra filosofal, hizo que el r e y desease verle; pero ad v er­tido á tiem po por sus am igos del peligro que corría en acceder á ir á la corte, hizo que su m ujer apareciese como m uerta, y dis­poniendo la m ism a tra za p ara sí mismo, después del doble su­puesto entierro, huyeron á otra nación, en donde v iv ió muchos años. Pero su adeptado estaba lleno de p eligros, cualquiera que fuese el lu ga r de su residencia y á pesar de su gran prudencia y habilidad. N uevam ente demandólo el re y su secreto, y como se negase á ello, term inó sus días en la B astilla, bajo el reinado de Carlos V I,

(1) J?ogme ef R i t u a l de la B a u t e Magie, tomo I, pAg. l.r>5.

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LA V U ELTA DEL CRISTO F.N LA BIBLIAIQIZJ a i9Bernardo T revisan pasó toda su vid a buscando en vano

p ied ra filosofal. Gastó toda su fortuna en ello, y vivía en sus timos años reducido á la más extrem ad a pobreza; pero cutm^ contaba setenta y cinco años logró descubrir el secreto. La m¡^ ma observación hecha a l principio respecto á Nicolás Flamei ap licab le á T revisan . Es indudable que el descubrimiento de ^ piedra filosofal significa la consecución del ndeptado, y única_ m ente es esto posible cuando al fin de una vida pasada por eopj. pleto en la abstración, se elevó por este esfuerzo sobre si m isp^ SVedem borg fue viden te á los cincuenta y siete años, y Cardq11; á la m ism a edad. Bernardo T revisan consiguió por su colosal es. fuerzo un adoptado físico. L eu glet du Fresnoy escribe acerca (je él (1): «Poco consoladora es la p ersp ectiva que nos ofrécela vida de T revisan : p asar sesenta años en la más grande pobreza, verSe reducido á exp atriarse y exp erim en tar mil molestias y sinsabo­res á costa de una riqueza p roblem ática que alcanza allá en aug últimos años, cuando la decrepitud y los desengaños sufridos han dejado en su corazón seguram ente un deseo ni una aspita. ción digna de ser perseguida.» Estas palabras son una confirma., ción de nuestra idea; su satisfacción y su premio fueron de otm mundo, de otro ja ez de ideas, y seguram ente mucho mayores qiJe las que hubiera conseguido del em pleo m aterial de la rique2a conquistada. Su ejem plo nos es, por consiguiente, de mucha uti­lidad.

p u l í HBOL» HflOS

{Traducido dol T. F. S-, por E L , deElojjjf C o n c lu ir á ) .

Lfi U U ELTfl D EL CRISTO En L f i BIBLIR

Bienaventurado el que lee.'" los qua 0j,Snlas palabras de esta profecía y ufuaidan ljg cosas en ella escritas, porqossl tiempo ostá carca, I, 3*

E x iste n en la B iblia una, porción de textos que están de acuerdo con lo que Mad. B esant nos dice sobre la m uy próxima vuelta del Cristo. P articularm ente en A m érica y en Inglaterra, hay gentes que nos hablan de lo mismo, y es fácil, recurriendo á sU9 escritos, encontrar las citas de las Santas Escrituras donde Se afirm a esta profecía.

(I) Phüosophie Hcrm eUque, tomo I, púg. ¿?44.

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220 £ O d> I A [ A bril

No resultan m uy claras estas profecías en el Antiguo T esta ­mento, pues siem pre ocurre la duda, de si los profetas se refieren á la prim era ven id a del Cristo ó á la segunda, aq uella que nos­otros esperam os.

Reúno los textos en tres grupos:1. ° Aquellos pasajes que anuncian la vu elta del Cristo.2. ° Los textos en que se describen en p á rte la s circunstancias

y situaciones en las que se encontrará la hum anidad á la vu elta del Cristo. Esto es m uy im portante, porque nos m anifiesta que la vu elta está evidentem ente próxim a, en prueba de que la situa­ción descrípta en la B ib lia corresponde en todo con las actu ales circunstancias.

3. ° Los textos que dicen cómo el Cristo en su próxim a ven ida creará una religión m undial, tan grande, que el mundo entero podrá creer. Los textos de este tercer grupo resultan los menos claros.

Cuando los E van gelios dicen y repiten que el Cristo á su v e ­nida estará rodeado de sus santos, creo quiere decir que los egos que le han sido fieles en una precedente encarnación, reen carn a­rán p ara servirle de nuevo en el trabajo que ahora quiere hacer, lo cual está tam bién conform e con lo que Mad. Besant nos dijo.

He prescindido de todos aquellos textos que podrían e x p li­carse de un modo diferente á aquel que en estos momentos nos interesa. D e no haber procedido así, podría añadir aquí un nú­mero m uy considerable de citas.

L — La vuelta del Cristo.

I s a í a s , X I , 11 . Asimism o acon tecerá en aquel tiem po que Jehová tornará á poner o tra vez su m ano p ara poseer las reli­quias de su pueblo...

Oseas, V I, 3. Y conocerem os, y proseguirem os en conocer á Jehová: como el alba está aparejada su salida, y ven drá á nos­otros como la llu via, como la llu v ia tardía y tem prana á la tierra.

Z a c a r ía s , X II, 10. Y derram aré sobre la casa de D avid y so­bre los m oradores de Jerusalón espíritu de g ra c ia y de oración; y m irarán en mí, á quien traspasaron.

Zacarías, X IV , 4. Y afirmarAnse sub pies en aquel dia sobre el Monte de las O livas, que está en frente de Jerusalón. . . .

S a n M a te o , V , 8. B ienaventurados los de lim pio corazón: por­que ellos verán á Dios,

S a n M a te o , X Y I , 27. Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su P adre con eus ángeles; y entonces p agará á cada uno conforme á sus obras.

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LA VUELTA DEL CRISTO EN LA BIBLIA 2 2 1I9I2JSan Mateo, XXIV, 30. Y entonces se m ostrará la señal del

Hijo del hom bre en el cielo; y entonces lam en tarán todas las t r i ­bus de la tie rra , y v e rán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo, con grande poder y gloria.

San Mateo, XX IV , 36. Em pero del dia y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo.

San Mateo, XXIV, 42. V elad pues; porque no sabéis á qué hora ha de ven ir vuestro Señor.

San Mateo, XXV, 13. Velad pues, porque no sabéis el día ni la hora, en que el Hijo del hom bre ha de venir.

San Mateo, XXV, 31. Y cuando el Hijo del hom bre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con El, entonces se sen ta rá sobre el trono de su gloria.

San Mateo, XXVI, 64. Jesús le dijo: Tú lo has dicho: y aun os digo, que desde ahora habéis de ver a l Hijo del hom bre sentado á la d iestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo.

San Marcos, V III, 38; San Lucas, IX, ¿6. Porque el que se avergonzare de mí y do mis palabras en esta generación adu lte­rina y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará tam bién de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ánge­les. (San Mateo, X , 33.)

San Marcos, X III, 26. Y entonces verán al Ilijq del hom bre, que vendrá en las nubes con m ucha potestad y gloria.

San Marcos, XIV, 62. Y Jesús le dijo: Yo soy: y veréis al Hijo del hom bre sentado á la d iestra de la potencia de Dios y viniendo en las nubes del cielo.

San Lucas, X II (35-40), 36. Y vosotros (estéis) sem ejantes á hom bres que esperan cuando su Señor ha de volver de las bodas; p a ra que cuando v iniere, y llam are, luego le ab ran .

San Lucas, X II, 40. Vosotros, pues, tam bién estad apercib i­dos: porque á la hora que no pensáis, el Hijo del hombre vendrá.

San Lucas, XV II, 24, 25. Porque como el relám pago re lam ­pagueando desde una parte de debajo del cielo, resp landece hasta la o tra debajo del cielo, asi tam bién será el Hijo del hombre en su dia.

Mas prim ero es necesario que padezca m ucho, y sea repro­bado de esta generación.

San Lucas, X V II, 28-30. Asimismo tam bién como fué en los dias de Lot.....

Como esto será el dia en que el Hijo del hombre se m ani­festará .

San Lucas, X V III, 8. Os digo que los defenderá presto. Em pero cuando el Hijo del hom bre viniere, ¿hallará fé en la tierra?

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a22 S O ‘I* 1 A [A bril

San Lucas, X X I, 27. Y entonces verán al Hijo del hom bre, que v en d rá en una nube con potestad y m ajestad grande.

San Juan, X IV , 3. Y si me fuere, y os ap arejare lu gar, vendré otra vez, y os tom aré á mí mismo; p ara qne donde yo esto y, vos­otros tam bién estéis.

San Juan, XIV, 18. Xo os dejaré huérfanos: vendré á vosotros.San Juan, X IV , 19. Aun un poquito, y el mundo no me v e rá

más; em pero vosotros me v e ré is . . . .San Juan, X IV , 23....... E l que me ama; mi p a lab ra guardará;

y mi P adre le am ará, y vendrem os á él, y harem os con él m orada.San Juan , X IV , 26. E l Consolador, el Espíritu Santo, a l cual

el P ad re en viará en mi nom bre. . . . (San Juan , X V I, 13.)San Juan, X IV , 28. H abéis oído cómo y o os he dicho: «Voy®,

y vengo á vosotros...San Juan , X V I, 16. Un poquito y no m e veréis: y otra vez un

poquito y m e v e ré is ...San Juan, X V I , 22. T am bién, pues, vosotros ahora c ie rta ­

mente tenéis tristeza: mas otra vez os v e ré , y se gozará vuestro corazón.. . .

San Juan, XX I, 22. D icele J esús: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué á ti? .....

Los Hechos, I, 11....... este mismo Jesús que ha sido tomadodesde vosotros arrib a en el cielo, así ven drá como lo habéis visto ir al cielo.

Los Hechos, III, 19-21....... pues que vendrán los tiempos y en ­v ia rá á Jesucristo, que os íué antes anunciado; a l cual, de cierto, es m enester que el cielo tenga hasta los tiempos de la restau ra­ción de todas las cosas, que habló D ios. . . .

1.a Corintios, I, 8....... p ara que seáis sin fa lta en el día de N ues­tro Señor Jesucristo.

1.a Corintios, IV, 5. A sí que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual tam bién a cla rará lo oculto de las tin ieblas, y m anifestará los intentos de los corazones; y entonces cada uno tendrá de Dios la alaban za.

1.a Corintios, X I, 26. Porque todas las veces que com iereis este pan y bebiereis esta copa, la m uerte del Señor anunciáis hasta que ven g a.

1 .a Corintios, X V , 22-23. Porque así como en Adam todos mue­ren, así tam bién en Cristo todos serán vivificados.

Mas cada uno en su orden: Cristo las prim icias; luego los que son de Cristo, en su venida.

1. a Corintios, X V I, 22. El que no am are a l Señor Jesucristo, sea anatem a M aranatha. (M aranatha: E l S e ñ o r v ien e .)

2. a Corintios, I, 14 . Como también en parte habéis conocido

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la vuelta del cristo en la biblia1913 233

que somos vu estra g loria , así como tam bién vosotros la nuestra, hasta el día del Señor Jeme,

FilipeiLíes, T, 6. Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la p erfeccion ará hasta el día de Jesu­cristo.

Filipenses, I, 10........ que seáis sinceros y sin ofensa p ara eldía de Cristo.

Filipenses, II, 16. Reteniendo la p alabra de vida, p ara que yopueda gloriarm e en el día de Cristo.....

Filipenses, III, 20. H as nuestra viv ien d a es en los cielos; de donde tam bién esperam os al Salvador, al Señor Jesucristo.

Filipenses, IV , 5....... El Señor está cerca.Colosenses, III, 4. Cuando Cristo vu estra vid a se m anifestare,

entonces vosotros tam bién seréis m anifestados con él en gloria,1.a Tesalonicenses, I, 9-10. Porque ellos cu en tan ... esperar á

su Hijo de los cielos, a l cual resucitó de entre los m uertos. . . .1 .a Tesalonicenses, II, 19. Porque ¿cuál es nuestra esperanza,

ó gozo, ó corona de que me glorié? ¿No sois vosotros delante de Nuestro Señor Jesucristo en su venida?

i . 11 Tesalonicenses, III, 16. . . . . . . irreprensibles delante de Dios ynuestro P adre p ara la venida de Nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.

1.a Tesalonicenses, IV , 14-16. Porque si creemos que Jesús mu­rió y resucitó, así tam bién traerá Dios con Él á los que durm ie­ron en Jesús.

Por lo cual os decimos esto en p a lab ra del Señor: que nos­otros que vivim os, que habrem os quedado hasta la venida del Se­ñor, no serem os delanteros á los que durm ieron.

Porque el mismo Señor con aclam ación, con voz de arcángel, y con trom peta de Dios descenderá del cielo: y los muertos en Cristo resu citarán prim ero.

1.a Tensalonicenses, V , 2. Porque vosotros sabéis bien, que el día del Señor ven drá así como ladrón de noche. (San Mateo, X X IV , 36; Hechos, I, 7.)

1. a Tesalonicenses, V, 23.... p ara que vuestro espíritu, y alm a,y cuerpo, sea guardado entero sin reprensión p ara la venida de Nuestro Señor Jesucristo,

2. a Tesalonicenses, I, 10. Cuando vin iere p ara ser gloriñcado en sus santos, y á hacerso adm irable en aquel día en todos los que creyeron: (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vos­otros).

2.a Tesalonicenses, I I , 1-3. Em pero os rogam os, herm anos, cuanto á la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y nuestro recogi­miento á Él.

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2¡4 E f D M A [ Abril

Que no os m ováis fácilm ente de vuestro sentim iento, ni os con­turbéis ni por espíritu, ni por la p a la b ra , ni por carta como nuestra, como que el día del Señor está cerca.

No os engañe nadie en ninguna m anera; porque no ven d rá sin que ven g a antes la apostasia, y se manifieste el hombre de pe­cado, el hijo de perdición.

2.a Tesalonicenses, II, 8. Y entonces será m anifestado aquel inicuo, a l cual el Señor m atará con el espíritu de su boca, y des­tru irá con el resplandor de su venida. (Isaías, II, 4.J

1. a Timoteo, VI, 14-15. Que guardes el m andam iento sin m ácu­la, ni reprensión, hasta la aparición de Nuestro Señor Jesucristo.

L a cual á su tiempo m ostrará el B ienaventurado y solo P ode­roso, R e y de reyes y Señor de los señores.

2. a Timoteo, IV , 1 ..... Jesucristo, que ha de ju zgar á lo s \dvosy los m uertos en su m anifestación y en su reino.

2.a 'Timoteo, IV, tí.......... la corona de justicia , la cual me da ráel Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo á mi, sino tam bién á todos los que am an su ven id a.

Tito, II, 13. Esperando aquella esperanza bien aventurada, y la m anifestación gloriosa del g ra n Dios y Salvador nuestro, Je­sucristo.

Hebreos, IX , 24-28. P orq ue. . . . entró C risto . . . . en el mismocielo p ara presen tarse ahora por nosotros en la p resen cia de Dios.

Y no para ofrecerse muchas veces á sí mismo, como entra el pontífice en el santuario cada año con sangre ajena.

D e otra m anera fuera necesario que hubiera padecido m uchas veces desde ei principio del mundo: mas ahora, una vez en la con­sum ación de los siglos, p ara deshacim iento dei pecado, se p re­sentó por el sacrificio de sí mismo.

Y7 de la m anera que está establecido á los hom bres, que m ue­ran una vez y después el juicio,

Asi también Cristo fuó ofrecido una vez para agotar los pe­cados de muchos; y la segunda vez, sin pecado será visto de los que le esperan para salud.

Hebreos, X , 25, No dejando nuestra con gregación . . . . y tantom ás cuanto véis que aquel día se acerca,

Hebreos, X , 37. Porque aún un poquito, y e l que ha de ven ir vendrá, y no ta rd ará . (Habacut, II, 3-4.)

Hebreos, XTT, 26... . . . . Aún una vez, y yo conm overé no sola­mente la tierra , más aún el cielo. (Haggeo, II, 7.)

Santiago, V , 7-8-9. Pues herm anos, tened pacien cia hasta la ■ venida del Soñor.. . .

Tened tam bién vosotros paciencia: confirmad vuestros cora­zones; porque la ven id a del Señor se acerca.

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LA VUELTA DEL CRISTO EN LA BIBLIA 225i g i z j

...... he aquí, el Juez está delante de la puerta.1.a San Pedro, I, 7. Para que la prueba de vuestra fé, mucho

más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado.

1.a San Pedro, I, 13....... esperad p erfectam ente en la graciaque os es presentada cuando Jesucristo os es manifestado.

1. a San Pedro, V, á. Y cuando apareciere el Principie de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.

2. a San Pedro, Til, 10. Mas ei día del Señor vendrá como la­drón en la noche.....

2.a San Pedro, III, 11-12....... , que tales conviene que vosotrosseáis en santas y pías conversaciones.

Esperando y apresurándoos p ara la venida del día de Dios.. . .1 .a Epístola de San Juan, II, 28. Y ahora, hijitos, perseverad

en Él; p ara que cuando ap areciere, tengam os confianza, y no sea­mos confundidos de É l en su ven ida., h a Epístola de. San Juan, III, 2-8....... pero sabem os que cuando

E l ap areciere, seremos sem ejantes á Él porque le verem os como É l es., X cualquiera que tiene esta esperanza en É l, se purifica, como

É l tam bién es lim pio. (San Mate o, V , 8.)2.a Epístola de San Juan, 7. Porque muchos engañadores en ­

tran en el mundo, los cuales no confiesan que Jesucristo viene en carne. Este tal, el engañador, es el A nticristo (1).

Epístola de San Judas, 14-, De ioscuale3 tam bién profetizó Enoc séptim o desde Adam , diciendo: He aqui; el Señor es venido con sus santos m illares. (Génesis, V, 1 8 .)

A p o c a lip s is , I, 3. B ienaventurado el que lee, y los que oyen las p alabras de esta profecía, y guardan las cosas en ellas escritas: porque el tiempo está cerca.

Apocalipsis, I, 7. l íe aquí que vien e con las nubes, y todo ojo le verá , y los que traspasaron; y todos los linajes de la tierra selam entarán sobre É l. . . . (DanuUos V II, 13; Zaca rías, X II, 10; SanM a te o , X X IV , 30.)

Apocalipsis, II, 25. Em pero la que tenéis, tenedla hasta que y o ven g a.

Apocalipsis, Ilt, 8......... Y si no velares, vendré á ti como la-drón, y no sabrás en qué hora vendré á ti.

Apocalipsis, III, 11. l ie aquí, yo vengo presto.....Apocalipsis, X V I, 15, He aquí; yo ven go como ladrón. Bien­

aventurado el que v e la .. . .(I) Este tex to se tra d u ce como si tratase del pasado. F.l texto griego habla,

en presente, y tam bién puede aplicarse al futuro.

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2 ^ 6 SO*J>IA [ A b r il

A p o c a l ip s is , X X II, 7. Y he aquí, vengo presto: Bien av en tu ­rado el que guarda las p a lab ras de la profecía de este libro.

A p o c a l ip s is , X X II, 10...........No selles las p a lab ras de la p rofe­cía de este libro; porque el tiem po está cerca .

A p o c a l ip s is , X X II, 1 2 . Y he aquí; yo vengo p res to .....A p o c a l ip s is , X X II, 20. El que da testim onio de estas cosas

dice: C iertam ente vengo en breve. Am én, sea así. Ven, Señor Jesús.

í i a i m a n d o v b q

(Se concluirá).

RAFAEL DE ALBEAR Y 5 A1DT 1U5 T(Secretario Gral. de la Seccián Cubana de la S. T.)

Uno de los Miembros de la Sociedad Tcosófica que m ás han tra ­bajado y trab a jan en el desarrollo de la m ism a y la propaganda de la Teosofía es D. R afael de A lbear, de quien tenem os el gusto de pub licar algunos datos biográficos, aportados por un Hermano que lo conoce con b astan te in tim idad .

Nació en la H abana el 4 de A bril de 1870, y fué su padre el Exorno. Sr. D. F rancisco de A lbear y L ara , b rigad ier de In­genieros del E jército español (autor y ejecutor de la m agna obra de ingen iería p a ra la conducción de aguas desde los m anantiales de Vento á la H abana; sabio ingeniero cuya m em oria ha sido pe rpe tuada por la erección de una e s ta tu a en el P arque de Al­bear, en la H abana).

En sus prim eros años tuvo a lguna c lariv idencia , la que en ocasiones le serv ia de a leg ría y d istracción , y o tras veces de pe­sar y desagrado, según fueran las im ágenes quo se le presenta­ban. A los once años empezó á sen tir una irresistib le atracción por lo m aravilloso y lo desconocido, á la vez que no comprendía idea m ás grandiosa que la de la m uerte por la p a tr ia . La intui-

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S O P H I A Revista Teosófica

D. RAFAEL DE ALBEAR Y SAINT JUST

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ción del m ás a llá y la belleza del sacrificio e ran las im ágenes que alim entaba, y, como niño, todos sus ocios los dedicaba á or­gan izar con sus amigos com pañías de soldados ó á p rác ticas de física rec re a tiv a .

E ra su c a rác te r, entonces, violento y colérico, hasta un día (teniendo unos trece años) en que, después de una fuerte rey e rta con un com pañero, se sorprendió a l no tar que le tem blaban la voz y los labios y que sen tía un g ran m alestar á ra íz de haberse dejado lleva r por la cólera. D arse cuenta de ello y resolver no encolerizarse más, fueron cosas sim ultáneas. Algún tiem po des­pués oyó h ab la r de lo que sufren las personas nerviosas y , reco" nociéndose este inconveniente, determ inó, como le hemos oído decir, «suprim ir sus nervios». Am bas cosas las consiguió casi por com pleto.

D escendiente de m ilitares y educado entre ellos, siguió la c a ­rre ra de las arm as, ingresando en la A cad em ia de la H abana en 1886, pasando á la de C a b allería de V allad olid en 1888, de la que salió do segundo teniente en 1890.

Un episodio curioso fué el que le ocurrió en Mayo de 1890. Du­ran te el curso p ráctico de la A cadem ia de C aballería , hizo, en unión de sus profesores y com pañeros, una m archa de p rácticas desde Burgos á V alladolid, llegando un día á Peflafiel. E ra la p rim era vez que ve ía esta población, inm edia ta á la cual y sobre una colina hab ía un castillo arru inado, de la Edad Media. Varios com pañeros quisieron ir á v isita r el inhabitado castillo , y A lbear, sin d a r im portancia a l asunto, dijo que él les serv iría de guía. Así lo hizo, enseñándoles ei castillo como quien hace los honores de su p rop ia casa, cosa que ni él ni sus com pañeros se explica- bao, y lo tom aban á brom a y á casualidad. Llegados á lo alto de la torre del hom enaje, A lbear pensaba que «ya él hab ía visto aquello», y , sin saber por qué, se sintió invadido de una mezcla de a leg ría y m elancolía, de la que fué sustraído por sus com pa­ñeros, que proponían eu regreso al pueblo, fío dió m ás im portan­cia A lbear a l suceso, pero años después ha tenido indicios, casi pruebas, do una ex istencia suya en el castillo de Peñafiel, cuan­do ei condado de Peñafiel estuvo vinculado en la casa de L ara .

M archó á Cuba en 1891 y se casó en 1893, siendo y a prim er teniente. AI em pezar la g u erra sep aratista en 1895, p restaba ser­vicio en la Sección de C a b allería del Cuerpo de Orden Público, en el que perm aneció h asta 1898 en que, term inada la guerra, embarcó p ara España en unión de las fuerzas á que p ertenecía, dejando á su fam ilia en Cuba. Cum plido su deber m ilitar, regresó á Cuba á cum p lir con sus deberes fam iliares.

En 1895, una tarde , jugando al a jedrez , vió un libro sobre

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ciencias ocultas. Lo leyó , y según le hemos oído re fe rir, todas aquellas ideas que le ia por prim era ve z , le eran fam iliares. D es­de entonces empezó á estudiar obras de ocultism o, especialm ente las de E liphas L e v y . En aq uella época no se conocía en la Haba-, na la T eosofía, y él se encontraba sólo, aiBlado. En 1901 ingresó en la Orden M artinista, la que dejó en 1902 p ara in gresar en la Sociedad Teosófica.

Exam inem os su gestión como Secretario genera l de la Sección Cubana. En Julio de 1908, al fallecim iento del Sr. D. José M aría Massó, fué elegido P residente de la Logia «Annie Besant* y Se­cre tario genera l. En aquella fecha ten ia la Sección 26 Logias y 290 Miembros, y ahora cuenta con 36 Logias y cerca de 558 Miem­bros. La Revista que publica la Sección ha progresado con nota­bles am pliaciones y reform as, la situación financiera ee flore­ciente, pues habiéndose hecho cargo de la Sección sin fondos ni propiedades, hoy cuenta siem pre con un superábit y rec ien te ­m ente se ha trasladado á un local apropiado y adquirido el mo­biliario necesario . Se ha extendido grandem ente el trabajo de p ropaganda y se han estrechado los lazos de unión y fra tern idad en tre todas las Logias. «Todo esto—dice A lbear— es el trabajo de todos: vo no soy m ás que el recopilador de los datos.» Es innega­ble que es el trabajo en cooperación, pero es A lbear quien ha suprim ido el trabajo aislado é im pulsado el trabajo unido de to ­dos. Es ev idente que á su tacto , á su método, á su sistem a de organizador se debe el desarrollo de la Sección C ubana, en la que muchos y difíciles problem as ha tenido que resolver, y los ha resuelto siem pre con g ran tacto, con inmenso cariño hacia todos, con inagotable to lerancia y tam bién con inquebrantab le firmeza, cuando ha sido necesaria .

Sus desvelos é interés por la organización y p royectos de la Sociedad Teosófica en el centro de A m érica , han sido recom pen­sados, en p arte, por la confianza con que todos los Miembros de la Sección le distinguen, habiéndole elegido otra v e z en Julio del año último como su Secretario general.

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Rasgaduras en el Velo del Tiempo.

LAS VEINTICUATRO VIDAS DE ORION( T r a d u c c ió n d ir e c t a d e l in g l é s p o r F e d e r ic o C l im e n t T e r r e r )

C ontir.V a3íó n (1)

IV

L l e g a m o s ahora á una notable serie de tres vidas que pueden conside­rarse bajo diversos aspectos como una sola, pues no hay intervalo en­tre ellas. La primera existencia de esta serie transcurrió en la Serra­nía de íu lg iri, donde nació la niña Orion en el seno de una de las tribus montaneras del Sur de la India, Fra muchacha de muy buen parecer y de las más lindas de su tribu, con agudeza bastante para alcanzar cuantas cosas apetecía, aunque poco escrupulosa en los medios deque para ello se valía, .he propuso salir adelante en el camino de su vida, y, al efecto, aprendió á leer y escribir la lengua tamil, y tuvo con ello inaudita erudición entre las mujeres de su raza. Voluntaria­mente entró al servicio de una noble señora tamil, que residía cerca de Bangalore, á fin de aprender las costumbres de Jas gentes civiliza­das. Tenía Orion un hermano (Egeria) á quien tiernamente amaba, pero no obstante, aún era más profunda su ambición de poderío, y así se apartó de su hermano y de su casa para dedicarse por completo al o cío elegido, después de rechazar despectivamente á varios jóvenes

e su misma tribu que la solicitaban en matrimonio. Fué destinada n o n al inmediato servicio de la hija de la señora tamil, una joven

e íez y ocho años llamada Iota, y tan bien supo captarse ¡as simpatías de au ama, que muy luego fué su confidente.

Aquella familia tamil poseía en herencia una enorme esmeralda, á a que se le atribuían mágicos poderes. Había sido magnetizada en

Lerra de atlantes por uno de los señores de Faz Tenebrosa, y se ase-

( F V é a se el mimero anterior, págin a 1)0 .

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guraba que su dueño obtenía cuanto le iba al antojo, aunque al fin y al cabo traía consigo desgracia, porque el que la empleaba, se conver- tía en instrumento del primitivo magnetizador, iota recabó de su amautísimo padre que le cediese la maravillosa piedra, y al prupio tiempo concertara su matrimonio con un reyezuelo vecino llamado Tedoro, pues si bien no era ella de regia estirpe, el poder de la esme- raída allanaría el camino para que el padre lograra aquel propósito. Como el mensajero que fuó con la pretensión, ponderó hasta lo indeci­ble la hermosura de la joven, el reyezuelo aceptó la oferta y envió una escolta que la acompañara en el viaje. Según costumbre de la época, antes de salir de la casa paterna se puso Iota un tupido velo que sólo habla de quitarse en presencia de su marido, y tomó con ella tres criadas, de cuyo mímoro fué nuestra heroina. E l viaje duró varios días y por la noche acampaban en tiendas.

En el camino le asaltó á Orion un tentador pensamiento, pues con­siderando que el rey no había nunca visto á su prometida esposa, ui tampoco los soldados de la escolta, por ir velada, y que ella era de la misma estatura y de muy parecido aspecto á su ama, concibió el pro­pósito de asesinarla, apoderarse de la mágica esmeralda, y suplantarla en su destino. Después de pesar el pro y el contra de la fechoría, r e ­solvió intentarla y, en efecto, mató á la joven mientras ésta se halla­ba entregada al sueño. Una de las otras sirvientas, que había notado algo, acudió presurosa, pero también perdió la vida á manos de Orion, quien entonces despertó á la tercera criada, llamada Kappa, con la que había contraído amistad, y amenazóla de muerte si no guardaba el secreto y la ayudaba á realizar el plan. Atemorizada la sirviente, prometió hacer cuanto se le pidiera, y entre las dos sepultaron sigilo­samente los cadáveres, no sin salvar graves dificultades, pues les fué preciso trasponer el campamento de la escolta por un paraje donde era menos celosa la vigilancia de los centinelas apostados alrededor del recinto. Libre ya de esta pesadumbre recobró Orion toda su pre­sencia de ánimo.

A la mañana siguiente ordenó Orion á Kappa que participase á la escolta el despido de dos sirvientes por voluntad de la novia que las había mandado á su casa. Como la difunta Iota tenia fama de antoja­diza, todos creyeron que aquella determinación era una nueva mues­tra de la veleidad de su carácter, y la comitiva siguió adelante sin sospecha alguna, hasta llegar al término de su viaje. Orion se bahía apoderado, como es de suponer, de la fatal esmeralda, y el rev T eo­doro, fascinado por ella, quedó muy satisfecho de su prometida, que era en verdad de gallarda apostura y había tomado todo el aiie de su difunta dueña. Se celebró fastuosamente la boda, y el rey, rendida­mente enamorado, se condujo muy delicadamente con su joven espo­sa. A l principio estaba Orion siempre temerosa de que se le descu-

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briera el crimen, pero poco á poco se fue tranquilizando hasta aficio­narse en extremo á su marido y lograr sobre él mucho ascendiente del que por lo general se valía con rectas intenciones. ’

Era el rey apasionado por la caza y atendía mayormente á la satis­facción de este deporte que al gobierno de sus estados. Orion tomó k costumbre de escuchar, escondida tras una celosía, las solicitaciones de justicia expuestas ante el rey por los vasallos, y como su intuitivo conocimiento de la vida social la capacitaba para juzgar con pronti­tud y acierto, el rey tomaba consejo de ella en todos los casos, y asi cobró fama de prudente y justiciero, con lo que aún más amor le tuvo á su esposa. Sin embargo, no era Orion inaccesible al soborno en los asuntos de mayor cuantía. Tuvo varios hijos, y hubiera sido feliz á no acosarla frecuentemente el temor de verse descubierta. En una ocasión fué el padre de su difunta ama á visitar á la que creía hija auy a7 y Para impedir que la viese, se veló el rostro con extraños arti­ficios, por cuyo incidente cobró tama de altanera y dura de corazón, aunque el padre supuso que se había negado á la entrevista por no ser él de estirpe regia.

Amaba Orion en extremo á su hijo mayor Cisne, muchacho de ga­llarda presencia. Al cabo de diez años se casó el rey por razones de estado con una joven princesa del reino vecino, pero como nuestra heroína conservaba su indisputable ascendiente, toleró á la nueva es­posa, si bien tratándola con cierto menosprecio. L a joven reina tuvo también un hijo y una hija.

Hin embargo, la sirviente Kappa, quo poseía el secreto de Orion, le dió motivos de pesadumbre. Cuando la desaparición de las otras dos, se hicieron pesquisas por ai al regresar á su casa habían caído en manos de salteadores ó sobrevenídoles algún accidente, pero nada se supo de cierto, Kappa, que por el favor de Orion ocupaba elevado cargo en la corte y había contraído matrimonio con un noble do la guardia, reveló el secreto á su marido, quien desde luego puso en amenazas á la reina. Así continuaron las cosas durante algún tiempo, y por si el guardia la vendía, llevaba Orion consigo una ponzoña para matarse en caso ex­tremo. A l fin, envalentonado por el éxito de sus amenazas, tramó el marido de Kappa una conjura para apoderarse del trono, y puso á la reina en la precisión de unirse á los conspiradores; pero descubierta la intentona, reveló el noble al rey todo el secreto á condición de sal­var la vida. Indignóse el rey por la ofensa hecha á su estirpe al enga­itarle con una mujer plebeya, y después de reducir á prisión á la im ­postora, la condenó á muerte y desterró á sus hijos. Amarga fuó la desesperación de Orion al ver fracasados sus planes, pero lo que más sentía era que su hijo mayor no heredase la corona, y aunque trató tenazmente de obtener el perdón, ó por lo menos que se le dulcificase la pena, el rey se mostró inflexible.

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*3Z r o <t> i a[ Abril

Llegado el día de la ejecución, sobreexcitóse nuestra h«oina haeta tal punto, que como último extremo recurrió a la esm > *._poderes evocó apasionadamente. Entonces se le aPa™C1“ . n ácapuéa zada figura de un hombre de duro y tenebroso ros , Jl ellade escuchar con despectiva apostura las suplican e8 i ’le mostró por entre los barrotes de la ventana ¿ una nina (bigma) que jugaba en el patio, y le dijo:

«Tírale la esmeralda á esa niña y te salvare.» A1Así lo hizo ella, y al punto le ordenó él que tomase .

propio tiempo que Orion dejaba su cuerpo, cala _ eu ¿oporque el mago negro transfundió el Ego de non Sigma y el de ésta en el de Orión.

A l principio todo le pareció ó Orion muy «I*-»®, porque no podía acostumbrarse al cuerpecito que ocupaba Sin ern eJ^ en_guió por breve tiempo, y sugirióle la idea de oculta te la esmeralda. Cuando los guardias entraron en la cdda de la r e i^para conducirla al lugar de la ejecución, a a a™n . j q ai3ria no fué posible dar con la esmeralda, supusieron que ^ - U hab robado. La pequeña Sigma, en cuyo cuerpo estaba a ra hija del rey y de su segunda esposa. Orion que o 0 t s0_durante algún tiempo, y apesar del dominio que pro Da(ir e s quebre sí, no pudo lograrlo del todo, por lo que creyere Recobrarse se le había turbado la razón, y aunque mas ar e P** ,bargo.algún tanto, nunca fué para ellos la misma de como apenas contaba seis años, nadie sino su madidanza de carácter. . S11 mafri-

Fué creciendo la niña y, todavia muy joven, con Recordabamonio con Leo, principe heredero de nn r -n o vecino^ Rebordabaperfectamente Orion su vida pasada, y tuvo muc L in ar su palabra, pero poco á poco logró noviese conforme con sus anos. Sin embargo, de cu a lengua-cuidaba esta precaución y volvía á las formas e * QUe I vecesje de la anterior existencia, por lo que su ma rt, q e_arestuviese obsesionada por la difunta reina. 1* uuca se a 1 rala esmeralda, pero antes de casarse con el príncipe la desenterró para

“ T Í a S t hombre de buen natural, aunque algo « ¡ Tpropenso á la pasión si se le deparaba coyuntura y no obstai disolutos hábitos, amaba tiernamente á su esposa. j j f imt0Be latiempo le enseñó ésta la esmeralda, diden o 1lie e r * aieeraron de había dado de niña. Tanto Leo como el rey su padie, se a eg

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R A S G A D U R A S K N E L V E L O D E L T I E M P OI911! 233poseer tan famosa joya, sin sospechar en lo más mínimo su verdadera historia.

Según ya hemos dicho, la esmeralda había sido magnetizada m u­chísimo tiempo antes por uno de ios señores de la Faz Tenebrosa, y ligaba al magnetizador con su dueño, de modo que éste se convertía en instrumento de aquél. La voluntad del poseedor para conseguir cuanto desease estaba acrecentada por )a del mago, que de sus pensa­mientos había saturado la preciosa piedra. Asi, el dueño de ella podía obtener todo lo que apeteciese, y este deseo se aplicaba generalmente al amor de una persona del otro sexo, ó á rendir la voluntad de a l­guien. Por el magnetismo de la esmeralda logró Orion dominar á su marido, y como éste gobernaba en nombre de su padre una provincia del reino, volvió olla á sus viejas mañas para satisfacer el ansia de po­derío que la dominaba. La ambición la incitó á sugerirá su marido la idea de obtener del rey que se retirase al yermo y abdicara la corona, al cual efecto sobornó á los consejeros espirituales del anciano monar­ca, quien por fin cedió á las instancias, y Leo fué proclamado rey, cuya voluntad quedó supeditada á Orion que era la verdadera sobera­na. No satisfecha todavía, maquinó multitud de intrigas para dilatar el territorio y extender así su poderío, y en consecuencia, sobrevinieron guerras con dos reyezuelos vecinos, cuyos ejércitos coligados desafia­ron el poder de Orion, quien entonces solicitó el auxilio del imperio atlante. Los soberanos de la Atlántída se arrogaban por aquel tiempo la nominal soberanía de gran parte del Sur de la India, y aunque en algunos puntos tenían gobernadores, en los más el reyezuelo local ejercía su autoridad sin otra cortapisa que el pago de un ligero tributo. El reino de Leo era del todo independiente, pero Orion convenció á su marido de que valía más rendir nominal vasallaje al lejano empe­rador tolteca que caer en manos de los vecinos. En consecuencia, envió Leo una embajada al virrey tolteca del Sur de la India, dieiéndole que deseaba obtener la protección del emperador contra ios reyezuelos enemigos. El virey aeeptó el ofrecimiento en nombre del Divino go­bernador do laS Puertas de Oro, y conminó á los reyezuelos con la hostilidad del imperio tolteca si atacaban al rey Leo. Atemorizados con esta amenaza, desistieron de su propósito, y quedó triunfante la política do Orion, aunque <i costa de la independencia del país, por lo que el pueblo manifestó mucho disgusto.

Posteriormente se sintió Orion atacada de una dolencia interna que fué debilitando poco á poco sus fuerzas, y cuando pudo conven­cerse de que no había remedio para ella y estaba próximo su fin, evo­có de nuevo al mago de la esmeralda. Durante algún tiempo no res­pondió nadie á la evocación, hasta que, por último, se le apareció en sueños, dieiéndole que le era forzoso infundirse en el cuerpo de su propia hija Teseo, á quien tiernamente amaba. Ella so rebeló contra

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V ( ) 4 » U [A bril234esta exigencia, pero ¿1 le replicó con dureza que asi había de ser y no de otra manera. Reflexionando entonces sobre el caso, no quiso Onón resolverse á vivir á costa do su propia hija, pero como los sufrimientos se agravasen, mudó de propósito y determinóse á la obra. El mago la había instruido en sueños dieiéndole que ahogase á la niña, y después de colgar la esmeralda del cuello del cadáver, se tirase ella al agua para, una vez muerta, infundirse en el cuerpo de aquélla. Con no poca y horrible repugnancia cumplió el siniestro programa. Tras muchos esfuerzos logró sumergir á l ’eseo en el río hasta que perdió el conoci­miento, y extendiendo entonces el' cuerpo sobre la orilla, le colgo del cuello la esmeralda y se arrojó al agua. La corriente arrastró su ca­dáver, y al punto quedó su Ego infundido en el cuerpo de Teseo, le­vantado á poco por un criado de la corte que le hizo recobrar el cono­cimiento.

Y I

Algún tiempo tardó Orion en advertir la mudanza realizada y acostumbrarse á su nuevo vehículo. Al principio la turbaron los remordimientos, pero muy luego desechó todo escrúpulo en interés de su nueva existencia. Bajo diversos aspectos mostraba carácter de persona mayor, pero como este cuerpo estaba ya más desarrollado que el que tomara la otra vez, tropezó con mayores dificultades para adap­tarse á él. E ra de muy impulsivo temperamento, y sólo pensaba en si misma, sin cuidarse de las molestias que á los demás ocasionaba con sus caprichos. El cuerpo en que se habla infundido, contaba diez años de edad, y según fue creciendo, tuvo mayor dominio ¡sobre él; pero en este cuerpo no pudo aconsejar á Leo, quien por su propio juicio, no acertó en el gobierno del país.

Había crecido el descontento entre ios vasallos por el impopular vasallaje al poderío tolteca, determinando con ello una rebelión cuyos caudillos derrotaron á las tropas leales en una batalla que costó la vida al monarca. El virrey tolteca mandó un ejército contra los rebel­des, que pronto fueron sojuzgados, y entonces quedó encatgado del gobierno uno de los generales, mientras se recibían instrucciones de a Atlántida. Alcione, hijo de Leo, tenía incontrovertible derecho a la corona de su padre, como no ignoraba el virrey; pero era preciso te 11er en cuenta muchas circunstancias y se tropezaba con no pocas i ficultades, pues por la conducta de Orion estaba excitado el pueblo contra la dinastía, y no era posible que se consolidase en el trono sin mucha sangre, cuyo derramamiento le repugnaba. Así fué que tras consultar detenidamente con su prudente esposa Heracles y el sacer dote Mercurio, resolvió Alcione que las cosas prosiguiesen su curso, y tan luego como se convenció de que su deber no le consentía empuñar

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* 9 * 2 I R A S G A D U R A S E N E L V E L O D L L T I E M P O ^

las armas, renunció alegremente á la política, que no satisfacía sus afi­ciones, y entregó su vida al estudio.

Su hermana Orion, viendo claramente que la independencia del país tocaba á su fin, tomó el partido de fascinar al general royente, v como era astuta y hermosa, logró fácilmente su propósito, hasta el punto de cobrar gran ascendiente sobre él. Sin embargo, fu ó lo bas­tante precavida para no darle mano de esposa, pues sospechaba que de la Atlántida vendría un gobernador definitivo, y reservaba sus p la­nes para rendir al que viniese. Al cabo de dos años fuó nombrado go­bernador del país, Sirio, hombre de carácter grave y de unos treinta años de edad, precisamente la misma del cuerpo de Orion, aunque ésta sólo hacía veinte que moraba en ól. Empezó ella á tenderle amo­rosas redes, que al principio supo eludir el gobernador, pero según fué más frecuente el trato, sintióse Orion profundamente conmovida por su carácter hasta prendarse con locura de él. Dominada por este senti­miento dio de mano á los embelecos para adoptar una más natural ac­titud respecto á Sirio, quien entonces mostró mayor interés hacia ella. Si bien Orion había concebido el proyecto de casarse con el goberna­dor que llegase, experimentaba ahora entreverados sentimientos de amor y temor. Al fin pidió Sirio formalmente ¡a mano de Orion á su hermano Alcione, quien accedió á la petición y se celebró el m atri­monio. Era él hombre de rectos principios y religiosos sentimientos, cuya influencia motivó que su esposa mirase bajo distinto aspecto la conducta anteriormente seguida, y á menudo reflexionaba en io que pensaría él si lo supiese, pues de- su proceder noble y sincero era de esperar desdén y menosprecio para quien faltase á estas virtudes. Por esto se alegró Orion de que Sirio ignorase sus antecedentes, pero sin darse cuenta, según crecía su amor á él, se veía tentada á confesárse­lo. La lucha entre tan encontrados sentimientos fue más empeñada con el tiempo, hasta el punto de apesadumbrarla de modo que le parecía como si la desgarraran en dos seres opuestos.

Advirtió Sirio la tribulación de su esposa, pero nada le dijo. Al fin se determinó ella á confesarle en secreto el caso á Mercurio, docto instructor espiritual cuyo trato había evitado basta entonces, y le pidió consejo. Respondióle Mercurio diciendo que para romper el hechizo era necesario un penoso sacrificio, pues debía hundir la esmeralda en e mar, declarárselo todo á su marido y renunciar á. él y á sus seis

ijos para retirarse á la vida ascética. Descorazonóse Orion al oir esta respuesta, pero se resolvió ¿cum plir las instrucciones recibidas, y el mismo Mereurio la acompañó á la playa, desde donde lanzó la esme­ralda al mar t-an lejos como pudo. Entonces el instructor pronunció ante ella una solemne invocación, la bendijo y la despidió para casa con orden de contárselo todo á su marido.

Sirio quedó trastornado y confuso ai escuchar la revelación. Al

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fi i IO < M A [ A bril

principio no supo hacer otra cosa que consolar á su m ujer, pero re­puesto del tra sto rn o , protestó contra la separación exigida por Mercu­rio á quien fueron á ver los esposos para exponerle nuevam ente el caso. Sirio reconoció que era terrible asunto estar ligado con la magia negra, pero alegaba que por esta misma razón debían los dos perm a­necer juntos, pues obligado estaba el marido á ayudar y m antener a su esposa, aparte de que sería muy penoso para jlas seis criaturas sepa­rarlas de su madre. Depuso el instructor que todo aque o era cier o, pero insistió en que el marido debía pensar en los beneficios mo- rales de su mujer al Terse libre de la m agia negra, y no CU1 ar sólo de su común satisfacción y dicha en esta vida. Orion convino en ello y eligió á su amiga H elios por madre adoptiva de sus hijos; pero aunque trató de inducir á Sirio á que la tom ara por m ujer, no quiso éste por no quebrantar la fidelidad que á Orion debía.

Nuestra heroína renunció entonces á su fam ilia y al muu pi e. 1 rándose á una cueva, donde se entregó á la vida ascética. Sirio hizo cuanto pudo para aliviar su situación, y recabó del instructor permiso

■ para visitarla una vez al mes, BÍn que faltara á ello en los restantes

veinte años.Durante mucho tiempo la siguió turbando el mago con frecuencia,

y se la aparecía á intervalos, ordenándola que se entregase á e . ms lazos que los unían le daban al mago ventaja para acometerla, pero fiel á los consejos de M ercurio, resistía sin desmayo con todas sus fuerzas, aunque las agotaba en la lucha. M ercurio la sostenía ardoro^ saínente diciendo que aquel agudo sufrim iento era parte de la pena satisfactoria de la culpa, y que manteniéndose firme, aseguraría a definitiva victoria para quedar Ubre en futuras vidas de tan maligno influjo. A l cabo de algunos años de incesante batallar, cobro tuerzas bastantes para recibir casi con indiferencia los ataques del mago, que

fueron menguando hasta cesar por completo. _Entonces la felicitó Mercurio y le trajo un mensaje de otra entidad

más elevada, diciéndole que había cum plido con su deber, aunque tan sólo en parte, pues todavía lo quedaban muchas flaquezas por e ími nar y muchas cualidades por adquirir á costa de penosos su rimieu os, pero que tras la tempestad se explayaría la flor de su alma, y 1 egan a á ser un «maestro constructor del templo y en ella se regocijaría

mundo». _ .Murió Orion en la cueva de sus austeridades, y todos a tuvieron

por santa. Sirio dimitió el cargo de gobernador, para el que fué nom brado otro oficial, y se restituyó á la A tlántida en com pañía e cione, según relatam os oportunamente.

De todas las vidas que hemos exam inado, este grupo de tres son las más notables bajo diversos aspectos, si bien podemos incluir en a nota las seis que tan siniestra modalidad han ofrecido al lector. Con

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íc>1 2 ] r a sg a d u r a s e n e l v elo d e l t ie m p o

seguridad que en mayor ó menor grado todos hemos tenido nuestra parte en la magia negra durante pasadas vidas, y acaso nos hundiera en ella el deseo de conocer cosas ocultas; pero lo que le ocurre á Orion va mas alia del simple contacto con la magia negra, pues entraña va­rios asesinatos á sangre fría. L a undécima vida de Alcione puede con­siderarse hasta cierto punto análoga á ésta de Odón, pues nació en desfavorable ambiente entre gentes dadas á nefandas prácticas reli­giosas, aunque por otra parte las miró siempre con horror y al fin rom­pió con ellas á costa de la absoluta renunciación al mundo.

Sin embargo, el caso de Alcione es muy distinto del de Orion por­que salta á la vista que éste en su vida de Hawai siguió las costum­bres de sus compatriotas y no parecía extraño entre ellos, aunque los aventajaba en agudeza. Persistió en la misma actitud mental hasta esta sexta vida en que la influencia de Mercurio, Helios y Sirio rea­vivaron en el cualidades dormitantes, y le pusieron en condiciones de que el lío superior prevaleciera de nuevo contra el inferior.

Sin embargo, es evidente que en las tres primeras vidas de Orion advertimos, no el gradual progreso de un Ego perteneciente al semi- salvaje nivel de las gentes entre quienes vive, sino más bien el de quien esta mucho más evolucionado, pero que ha caído entre ellos por acción kármica, dimanante tal vez de algún grave fracaso no muy antes del punto inicial de esta serie de vidas. Que algo de esto debió haber sucedido, nos |o demuestra el hecho de que el año 70000 antes de J . C. fue Orion hija de Mercurio y su nieta el de 32.000, resultan­do con ello evidente que formó parte del grupo en época muy tempra­na. También notamos que el karma de dicha caída no está ya lejos

e extinguirse, pues en la actual existencia (la vigésimaquinta con arreglo a la serie) Orion tiene el honor de estar en el sendero proba- tono bajo la guía de Mercurio.

En La Tida Interna hemos dicho lo que esto significa, y allí pue­de verse que un Maestro nunca admite á nadie á prueba, si no le con­sidera capaz de entrar en la segunda etapa (discípulo aceptado) du­rante aquella misma encarnación. Así hay motivo para esperar que, según pasen los anos, Orion seguirá las huellas do Alcione para ser su tdoneo lugarteniente. Los rápidos progresos de Alcione en la vida ac- 11 a sori 61 q u i t a d o de la serie de sus existencias, y no todos son ca­

paces de realizarlos. Sin embargo, la meta del discípulo es la misma para o os, aunque nos encaminemos á ella por distintos caminos y con pasos mas ó menos presurosos según nuestras disposiciones.

PERSONAJES DRAMÁTICOS V i d a IV .

Hija de una dama tamil. Servidores, Orion, Kappa,Iota

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£0<t>IA [Auril* 3 8

O rion.....Teodoro...

Orion

Hermano, Egeria. _ , ,Rr.tj. Primera esposa, Orion. Hijo , Cisne. Ihp( de la se­

gunda esposa, Sigina.

V i d a V .

(En el cuerpo de Sigma). Marido, Leo. Albireo. Bijas, Theseo, Beatriz..

V i d a V I .

Hijos, Al cione,

MercurioOrion . ■ .

Instructor espiritual-(En el cuerpo de Theseo.) Marido, Sirio. E o d m a de su

hijo, Helios,Nota. Para una lista completa de los Personajes dramáticos, pnede con­

sultarse la tercera vida de Alcione (So raí i a, 1 9 1 0 , pag- doo,.¡ C o n t in u a r á ) .

Comentarios á “La Hoz del Silencio,,

(CONTINUACIÓN]

I I

D ice la Gran Ley: «Para llegar á ser Conocedor del YO ENTERO, debes primeramente ser conocedor del Yo». Para lograr el conoci­miento de tal Yo, tienes que abandonar el Yo *1 No-Yo, el Sel' * No-Ser, y entonces podrás tú reposar entre las alas de la Gran M . Sí, dulce es el reposo entre las alas de aquello que no ha nacido m muere: antes bien, es el AUM á través de las eternidades.

Así em pieza e s ta o tra porción de La Voz del Silencio, donde p a rece tom ar de nuevo el hilo de las cua lidades req u e r id as p a r a a lca n za r el Dhdraná. Lo expuesto en este p á r ra fo exige m ay o r cuidado y m editación, si se qu iere co m p ren d er cu á n ta enseñanzaenc ie rra , . ,,

En él se h a b la de v a r ia s form as de conocim iento , y en el sealudo á distintos Pos.

M uchas veces hemos visto el térm ino M dn a lo g a , pe ro muy pocos h a n m editado lo que esto qu ie re ex p re sa r . .Mdna 91^ niüca el d iscern im iento esp iri tual; la visión d iv ina: sab iduría , ílfW,ít>-

(1) Véase pág. 1 7C,

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roi2|(-'(■ ■ MENTAS LOS A «LA VOZ DEL SILENCIO» 2 3 9

7 ,ta m biéü conocimiento. M ana Yoga ea la fl disom* ' U1 11 0 lclontificacióii con la sab iduría divina por el diseennm iento espiritual; algo así, en el lenguaje vu lgar como

c x p f e í f e u n ' n l f 01'1* la s,lblimidad de Ia ciencia. Pero ¿ato se J - d rf í d-° mas C01'reeto diciendo: la realización del Yo

po> medio d d conocimiento. Este es el verdadero conocimiento: el Atmajnana de que nos hab la la nota puesta en el libro en opo-n o ^ L t c T otro re lativo conocim iento, T a t u a b a , corres­pondiente a la n atu raleza hum ana y objetiva *

, n r . 0T " F *,Í tr “ , «»« el conocimiento puede dividirse m ,1“ ' 1 ““““Cimiento que corresponde a] espíritu v aquel otro que corresponde a la mente. El primero es el verdadero eonoei-YO m r a T 0 dC. t0d!* 8aMd“™. patrimonio exclusivo del

E s,e§'uild0 3011 Ia9 especulaciones de la m ente, dón­eme «o e fi°ra t0di0 Ilumail° s;iberi Ia9 experiencias especulativas que se refieren al universo objetivo y á las condiciones hum anas.M u ñ o im plica el conocim iento de Am ia , el Único, el Supremo,f v exce encda; °^ro se refiere a l conocimiento de nues­tro 1 0 , logrado por la m editación de nuestro Ib inferior

Esta es una nueva explicación del D háram ; porque La Voz del oil en cío no escatima, medio alguno que pueda ser convenien­te p a ra hacer com prender cuál es ese estado conocido por tal nom bre.

Al ac tu a r nuestra conciencia en los diferentes mundos y por medio de distintos vehículos, asume el papel de otros tantos Yos.

si, nuestro Yo, aquella lim itación de la conciencia, nuestra m en­te actuando en lo pasional y físico, ha de ser dominado v abando­nado al A o-ser; todo aquel sentim iento de separa tiv idad ó lim i­tación objetiva, á aquel YO que p a ra nosotros, desde este mundo ae ilusión, puede parecem os la negación del ser.

Sumido en el conocimiento de ATM A, el YO ÚNICO se alT i m t 1 ™ laS, alaS de la CtEAX AVE> el Kola llamea, elAUM. Esta ORAN AVE es la expresión con que se representa lo mas sublim e y elevado, de lo cual no podemos tener exacta concepción sin llegar á Dhdraná y aun p a sa r de este estado, rú e s el Aala tíatmta es aquella ave con la cual no reza el tiempo m el espacio; es B rahm án, el Absoluto; es el Padre E terno,

sim bolizado por el cisne y el Aum enc ie rra un g ran m isterio. Este dominio del saber, por lo que á lo lim itado se refiere, ha

e a canzarse en el Ave de Vida, donde rad ica el verdadero co­nocimiento, y por eso dice:

Monta en el A ve de V ida si pretendes saber. Abandona tu vida si quieres vivir.

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2 0 T 1 A ÍAtiril24Onue es lo mismo que dice el E v a n g e lio d e S a n J u a n (X II, 25): «El que am a su vid a, la perderá; y el que aborrece su vida en este m undo, p ara v id a eterna lo gu ard ará.*

pero no se pide al discípulo que abandone su v id a real, pues ha de entenderse aquí «la v id a de este mundo*, «la v ida de la p e r s o n a lid a d física», ni tam poco quiere significar que aborrez- eam os la v id a en este mundo, sino que no nos dejemos su b yu gar por ella . Que no constituya esta vida nuestro único y prim ordial objeto, y que no supeditem os á e lla nuestra, conciencia como si fu era la* única realidad, pues entonces nuestro Y o , el pensador, p a recerá dormido por la halagadora ilusión é insensible á la re a ­lidad verdadera, cuyos destellos no herirán sus ojos, y no podrá com prender y a lcan zar el único saber y pleno conocim iento.

E s ta v id a es n e c e s a r ia ú n ica m e n te en n u estro s p rim ero s p a ­sos; es e l p r im e r p e ld añ o en n u e s tra a sce n sió n . A s í.

T res Vestíbulos, ¡oh, fatigado peregrino!, conducen al término de los penosos trabajos. Tres V estíbulos, ¡oh, vencedor de M ara!, te con­ducirán por tres diversos estados al cuarto, y de a llí á los siete m un­dos, á los mundos del Eterno Reposo.

Cuáles sou estos V estíbulos v e rá el lector en L a V oz d e l S i le n ­

c io , y cuáles son ese otro estado, el cuarto, y los siete mundos del E terno Reposo. Y aquí deben tenerse presentes los elem entales conocim ientos que se dan en las obras de carácter teosófico con­sagrad as p a ra los que em piezan estos estudios. .

M ara, el «Dios de las Tinieblas», es el Demonio de las religio­nes, el K arm a de los indos, un A sura entre los buddhistas, la p er­sonificación de los vicios y pasiones hum anas. Conviene fijarse en que L a V oz d d S ile n c io no dice en este p asa je «has de ser puro, has de dominar tus pasiones», sino que hahla eu el sentido de que se dirige á uno que y a ha realizado este esfuerzo, y a ha dominado esta difícil porción del cam ino; y por eso llama, a l p e ­regrino «¡oh, vencedor de Mara!». Y esto nos re v e la la im portan­c ia del libro y lo transcendental de sus enseñanzas, las cuales no se recom iendan p ara una purificación p rev ia y elem ental, pues se supone que quien ab riga las e levad as aspiraciones de que aquí se trata , y a ha vencido todo aquello que con eu parte pasional y v iciosa se refiere. No es esto que sigue p a ra aquellos que com ienzan á sentir el prim er m ovim iento de su alm a, la pri­m era volición hacia algo elevado y suprem o, sino p ara los que convencidos de que h a y un m ás a llá , una m ayor perfección que lo g ra r, una aspiración sublim e que rea liza r, habiendo practicado los prim eros pasos del Y o g a, que y a dejam os especificados on

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[9 [2] COMENTARIOS Á «LA VuZ DEL SILENCIO» ¿

com entarios anteriores, se p reparan , m ejor dicho, están dispues tos á p racticar el D h á r a n á .

Vencido M ara, si quieres a va n za r en tu cam ino, ei deseas co­nocer esos vestíbulos y mundos porque debes pasar,

Si deseas saber sus nombres, oye y recuerda:L l nombre del primer Vestíbulo es A v id y a (Ignorancia),

. el ^estíbulo en que tú viste la luz, en que vives y en que mo­rirás. ^

Este es el mundo físico. En la filosofía Y o g a se distinguen cuatro condiciones ó estados de conciencia; cada una de ellas co­rresponde á un mundo, Estos estados son: l.° , J á g r a t , estado de v ig ih a , que corresponde a l mundo físico; 2.°, S v ca p n a , ó estado de sueno, que corresponde a l mundo astral; 3.°, S u s h u p t i, e l sueño profundo, que corresponde a l mundo m ental, y , 4,°, T u r y a , u n

estado de elevad a conciencia espiritual, que exced e a l estado de sueño profundo, y que corresponde al mundo búddhico. Este ú lti­mo es aquel cuarto estado de que h ab la L a V os d e l S ile n c io , c o m o

el que inm ediatam ente antecede á los siete mundos del Eterno Reposo (1).

En el mundo fisico tenem os nuestro estado de conciencia, que es aquel que llam am os v ig ilia , y en la filosofía y o g a J á g r a t. En esa mism a filosofía corresponden á J á g r a t cinco causas de sufri­mientos ó S le a h a s , que diría un sanscritista: con m ás propiedad, cinco K le s h a - k á r im . Estas causas de sufrim ientos son: 1 . a , A v id y a ,

la ignorancia; 2 J , A s m itd , e l egotism o, la preponderancia del yo personal; 3.<l, R a g a , e l deseo; 4.a, D v e s h a , la aversión, y , 5 .a A b h i- n iv e s h a , e l apego á la v id a .

A poco que se reflexione, pronto se v e que todas estas causas de sufrim iento radican en 1a, prim era: la ignorancia. E sta es la cau sa de todos nuestros m ales, nuestros dolores, y únicam ente por la ex p erien cia del dolor llegam os á conocer el V a lor rea l de las cosas, no pidiéndolas, ni la satisfacción perenne que de ellas esperam os, ni la felicidad que no pueden otorgarnos. Matando la ign orancia llegam os á ser dueños de las cosas, en lu gar de some­ternos á ellas como esclavos.

(1) Aquí podría darse una explicación de lo que significan, y son esos siete mundos de Eterno Keposo á que alude el párrafo de La Voz del Silencio; pero esto nos apartaría muclio del tema principal que se desarrolla en el libro. El mismo autor parece no querer desviarse de su propósito fundamental, y sólo hace una alusión, como de pasada, á esos mundos. Baste, para el estudiante, saber que se refiere aquí á aquellos siete planos que están por encima del mundo físico, del astral y del mental, y que sobre esto encontrará gran ins­trucción en la última parte del volumen III de La Doctrina Secreta.

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SO <t>l k [Abril242

E l sabio no presta atención á su yo personal, ñor de una v id a , engalanado con vestiduras fu gaces, halagado con goces y satis­facciones que no pasan m ás a llá , y sólo procura d ejar tras de si un arom a de bendiciones que á todos aproveche y que á él le sos­tenga en otros mundos más elevados. P ero su nom bre, los aplau- soslrib u tados á su persona, las envidias que estas dem ostracio­nes causan, su aparente saber y los lauros que por esto le tr ib u ­ten, son cosas que pertenecen á algo que se ha de quedar fu era de la estrecha puerta que da acceso a l Sendero.

El deseo es otro gran m anantial de dolor. N uestra ign oran cia nos lle v a á desear hoy una cosa y m añana otra. Buscam os a lg o y , tras las fa laces ilusiones que nos ofrecen las cosas m ipertec- tas y transitorias, sólo cosecham os desengaños; y es que tom a­mos por jovas valiosísim as las p reseas de oropel. N ecesitam os la dolorosa desilusión, una y otra v e z , p ara arrancarnos del e rro r.

L a aversión, consecuencia del predominio que concedem os á nuestro y o personal y de la repugnan cia que nos causa el deseo defraudado, es m otivo tam bién de hondo dolor y profundo su frir. Nosotros mismos hacem os que las cosas nos parezcan odiosas, por nuestro afán de considerarnos aparte de ellas. L as pedim os lo que no pueden dar, y , al vernos defraudados, procedem os como el loco que ju zga á todos conform e á su desvarío.

Y á pesar de tanto motivo de pena, y aun con tanta con tra­riedad, nos apegam os á una v id a efím era, de la que tam bién so­licitam os lo que no tiene ni puede dar. Siem pre, constantem ente, nuestra ignorancia nos lle v a á equivocarnos, nos conduce a l

error, a l juicio falso, p ara que en él aprendam os la lección de cómo y por qué son las cosas; p ara que lleguem os a l conocim ien­to de este mundo, prim er vestíbulo, sa la de la ign orancia, dondenuestra conciencia adquiere experiencias délo grosero y lim itado.

El nombre del segundo es Yestibnlo de la In str u c c ió n (R a sd ). En él encontrará tu alma las flores de vida, pero debajo de cada flor una serpiente enroscada.

Este es el mundo astral, el plano de R a s á , la sensación, a l cual corresponde el estado de sueño, donde nuestro ap asion a­miento y deseo se acrecien ta por aquellas sutiles sensaciones que percibim os sin que actúen como vehículos de ellas los ó rg a ­nos de nuestros sentidos. ,

E stas sensaciones son “las flores de vida», > aquella serpien que en sus tallos se enrosca es la serpiente del deseo inferior.

(1) Leadheater, A d y a r taUm, I, pág, IOS.

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*9111 C O M E N T A R IO S Á « L A VO Z D E L SIL E N C IO »;43Este vestíbulo «68, ciertam en te, el lu gar de la instrucción n m

»batona, porque cuando se abren los centros astrales vem os 1 ' seño m ás de lo que veíam os en el plano físico, que antes nos tv," »recia contener realm ente todo, aunque después, con un m avór ^desarrollo, nos damos cuenta de que no es así» ( i ) . 5 ° r. Tam bien es ei vestíbulo de la instrucción, porque ese deseo inferior que cada ñor oculta y que con ilusión acariciam os nos estim ula p ara despertar en nosotros el deseo superior: 4 a asm, ración». A quel afecto egoísta puede cam biarse, e le va rse de n i­ve l, por el afecto m ás alto, puro y desinteresado, el cual v a no puede ser transcendido, porque es lo que ca ra cte riza a l L oaos mismo, y constituye una cualidad n ecesaria p ara poder p ro ere sar en el Sendero. ^

iíl nombre del tercer Vestíbulo es S a b id u ría , inda allá del cual se extienden las aguas sin orillas de A K S IIA K A , la fuente inagotable de Omnisciencia.

. E s t e es eI raundo m ental, a l que corresponde el estado de con­ciencia del sueño profundo. E s el lu gar de sabiduría, pero de aquella sabiduría in ferior de que antes hablam os, más a llá del cual existe la región de la plena conciencia espiritual, A c h a r a

lo im perecedero, Brahm án, y desde la cual v a no h a v peligró alguno de rom per el puente, A n tá h k a r a n a íl) , p ara aquel que la ha alcanzado.

¿Cómo se salvan estos tres mundos? ¿Cómo se trasponen es­tos Vestíbulos con sus modos de conciencia, que cau tivan v arrebatan? ¿

Si quieres cruzar seguro el primer Vestíbulo, haz que tu mente no tome por la Luz del Sol de Vida los fuegos de concupiscencia que allí

E sta es la constante advertencia, el reiterado aviso de que dominemos nuestra m ente, p ara que ésta no v e a realidades en as cosas perecederas. Esos «fuegos de concupiscencia», esos

apetitos y deseos por los bienes m ateriales son las férreas cade­nas que nos traen una y otra vez á un mundo ilusorio, crevendo que aq uélla es la verd ad era Luz, el verdadero Sol, m anantial de L u z y V ida.

Sin em bargo, es ta l nuestra inexperiencia, y tan im presa está en nosotros la costum bre de ju zga r las cosas tomando por base

íl) L a Doctrina .Secreta, III, págs. 4 6 2 -5 3 .

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S04>I A tABRn-44el mundo físico, que, advertidos y avisados, nos ereemos^ aptos p ara form ar de todo un concepto exacto y volvem os á dar im por­tancia á lo que no la tiene.

En esto está el secreto de nuestra fa lta de desarrollo de la concien cia, y aquella dificultad casi insuperable que se opone á que no podamos transportar nuestras sensaciones de un mundo á otro. Lo físico nos obsesiona, y y a en el mundo astral, y a en el mundo m ental, cuando volvem os á nuestro modo de conciencia, que llam am os estado de v ig ilia , todo lo referim os á cosas y sen­saciones físicas. R azón es ésta por la cual, las m ás de las veces, no recordam os ó traducim os m al las sensaciones y experiencias de los otros mundos donde actú a nuestra conciencia de modo tan d iferen te.

E l mundo físico encierra sus lecciones útilísim as p a ra el pro­greso d el ego; este mundo efím ero es p arte del p lan del Logos; pero no debem os abrum ar nuestra conciencia con sus im presio­nes y hemos de dejar lu gar á las de los otros mundos, tan n ece­sarias y tan útiles como las de éste.

Pero aquellos mundos que aquí no recordam os ó no sabemos d istinguir, tam bién son causa de error.

Si pretendes cruzar sano y salvo el segundo, no te detengas á aspi­rar e) aletargador perfume de sus flores. Si de las cadenas kármícas quieres libertarte, no busques tu G u rú (Maestro) en aquellas xnayávi- cas regiones.

Este precepto está lleno de sabias y previsoras advertencias que cuadran adm irablem ente con aquella del principio que alude á los peligros de los Siddis in feriores. P a ra el m ejor orden en el com entario, em pezarem os por la ú ltim a advertencia referente al Jyí postro»

A quellos que pueden actuar en el mundo a stra l, se encuen­tran en condiciones de m ás fá c il acceso con las corrientes que dim anan de los M aestros de Sabiduría y bus discípulos, á la par que ellos reparten su influencia llen a de amor y afecto al Maes­tro v pueden h acer p artícip e de e lla á todos los que están cerca y con quienes m antienen un trato m ás íntim o. P ero tam bién es cierto que en aquel mundo es m ás fá c il encontrarse con aquellas otras entidades que no están anim adas de buenos deseos para con nuestros M aestros y su obra. EBte peligro no es despreciable, porque m uchas veces estas entidades procuran realizar sus p la ­nes por medio de estas gentes, p ara lo cual asum en la form a y ap arien cia del M aestro, á quien saben se reveren cia y respeta, im itando en un todo la ap arien cia física, y únicam ente encon-

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19 *2 ] MRS. BESANT EN LONDRES „ .- « *^5tran do dificultad, como dice m uy bien Mr. L ead b eater, en im itar la re cta expresión de la m irada.

P a ra quien ha desarrollado la visión en los planos superiores no puede haber engaño, pues es totalm ente im posible á esas en­tidades im itar el cuerpo cau sal del M aestro.

H e aquí el por qué de la advertencia de L a Voz d e l S ile n c io : «no busques tu G u r ú en aquellas m a yávicas regiones». No a cep ­tes la enseñanza de a lgu ien que en el mundo astral so erija por sí mismo en p receptor tuyo, sino tóm ala con la previsión y re ­se rv a conveniente, como procederías en el plano físico con los consejos procedentes de una persona extrañ a. A cép talos por lo que v a le r pudieran, deséchalos ó tóm alos según te dicte la con­cien cia , sin p restar atención á su supuesto origen.

Aquel que ha de darte nacinjieuto búscale en el Vestíbulo de Ja Sabiduría, el Vestíbulo que está situado más allá, en donde son des­conocidas todas las sombras y donde la luz de la verdad brilla con gloria inmarcesible.

!«. TUBVIjio V VUtliH.(Continuará.)

Mrs. Besant en Londres.

D e n uevo m e ha favorecido la suerte, pues que me ha perm itido v e r en Londres á nuestra ven erad a Presidenta. Su aspecto es bueno, y aun puede decirse que está m ejor que el verano p asa­do; la acom pañaban A lcione, M izar, diñara jadea a, A lcíone ha perdido su aspecto in fantil y con el cabello cortado tiene todo el aspecto de un joven europeo.

E l domingo 3 de M arzo pronunció Mrs. B esant la prim era conferen cia de la serie de cinco que ha de d ar en Q ueen's-Iiall; m ás do 2.300 personas la escucharon atentam ente, y si se tiene en cuenta la enorme dificultad que significa reunir público en In g la terra el día de domingo y en la m añana, nos rep resen tare­mos el interés que h abía en escuchar su p alab ra. Una prueba de ello es que, á la salida, se vendieron 18 lib ras esterlin as de fo lle ­tos con enseñanzas teosóficas.

Habló la conferenciante del sendero de la Iniciación, siem pre abierto p a ra aquellos que de buena fé lo buscan y que no es p re ­cisam ente la T eología ni la religión, sino el sacrificio y el olvido de si mismo en p resencia de la d esgracia de los demás. Todos

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246 [Abril

cuantos la escuchaban, seguram ente vieron p asar ante sus ojos la vida de continuo sacrificio de Mrs. Besant, por lo cual la idea del engaño no había de cab er bajo sus canas venerables; el sendero ha de estar, pues, abierto p ara todos.

En este dia h ab lab a la in fatig ab le oradora por cuarta ve z , pues con antelación á ésta h abía dado tres conferencias de hora y m edia de duración, y separadas con intervalos de m edia hora; la ú ltim a versó sobre la Orden de la E strella de Oriente, y fuó tam bién de una im portancia cap ita l. Mostró, ante su m a ra v illa ­do auditorio, los progresos tan rápidos que esta L iga ha re a liza ­do y predijo los que h ará en sus últim os años, é hizo tam bién m ención del suceso ocurrido en B enarés el 28 de D iciem bre du­rante el reparto de diplom as á los miembros de la Orden. Los clariv id en tes tuvieron ocasión de observar una enorme espiral de luz azul cuyo vértice descansaba sobre la cab eza de A lcione, y en cu ya p arte superior b rillab a una herm osa cruz color de rosa (ó sea el símbolo tan conocido del Maestro Jesús) m ientras que toda la parte superior de la sala estaba ocupada por una es­trella de la que fluía la resplandeciente luz. E ra el Señor Mai- tre y a que se m anifestaba por medio de Alcione.

E sta reunión se verificó en un pequeño edificio que existe pro­visionalm ente, y en cuyo em plazam iento será construido el nue­vo cuartel central; en él no h a y todavía instalación de luz y la reunión term inó con el crepúsculo en medio del m ás em ocionan­te momento, cuando A lcion e pronunció una bendición sobre nos­otros. Todo el mundo sintió una oleada de beatitud inenarrable cuando esto se realizó en nombre del Más M isericordioso de Todos.

E l m iércoles 6 de M arzo, nos expuso Mrs. Besant la diferencia existente entre las enseñanzas dadas por Mrs. B la v a tsk y , de ella m ism a, de M. L eadbeater y de M. Sinnet (y las cartas del M aes­tro que éste ha publicado) por un lado, y del D r. Steiner por otro. D aré cuenta por separado y detalladam ente de esta confe­rencia.

E l viern es 8 con m otivo de un té ofrecido p o r 'la vizcondesa de Churchild y Mme. K err, muchos teoso Astas y no teosofistas pudieron v e r á la Presidenta, A lcione, M izar, Jinarajadesa y otras im portantes personalidades de la S. T., en el C u artel general, 19, T aviatock Square. L a reunión resultó deliciosa, y como las in vitacion es fueron escasas, había poca gente, lo que hizo m uy agradab le la conversación.

f^airnundo van

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DISCURSO PRESIDENCIALd a n d o p o r t e r m i n a d a l a s e s i ó n d e l X X X V I a n i v e r s a r i o

d e l a S o c i e d a d T e o s ó f l c a .

D e s p u é s de haber oído á los representantes de varios países, la Presidenta dijo: «Amigos: En esta reunión anual han sido rep re­sentados unos quince países. De Europa, de A u stralia , de A m é­rica^ de Norte á Sur, de L evan te á Poniente, ambos sesos han acudido uniéndose en comunidad de fé y de esperanza. D iversos son^nuestros pensam ientos, numerosos nuestros idiomas, nuestra R eligión in clu ye las grandes religiones del mundo; pero por mu­cha que sea tal d iversidad, todos somos unos en devoción á un gran Ideal: el serv icio de Dios por medio del servicio del prójimo, y el esfuerzo en procurar que sea reconocida la mutua fratern i­dad de todos. No sé de ningún sitio, excepto nuestras salas de reunión, donde se puedan ver hombres y m ujeres de diferentes colores y credos juntos en una sala, y tocios atentos y con el co­razón abierto á la esperanza, á la labor, a l ideal que inspira. E stuve mirando el otro día el aspecto de nuestra sala , y v i á todos a l lado unos de otros, am istosam ente y á modo de hermanos, ig ­noradas literalm ente las diferencias de color, de credo, de raza ó sexo .^Seguramente una reunión sem ejante es una promesa de los años venideros, cuando la v id a del Espíritu nos h a y a unido, transcendiendo los muros que dividen, que son construidos de m a­teria , y cuando el amor h a y a rebosado en todos los países del mundo en el reconocim iento de esa fraternidad en la que se cifran las esperanzas de la hum anidad. Hemos oído aquí h ab lar va ría s lenguas, pero el tem a siem pre es el mismo, expresión de una g o ­zosa em ulación entre los oradores, todos afanosos en ser los pri­m eros en serv ir, en ser á quien m ás útil. ¡O jalá llegu e pronto el día en que las naciones que ahora son r iva les en com ercio é inte­reses, prontas á dirim ir sus cuestiones con la punta de la espada, se gocen sólo en las rivalid ades de paz, de corazón, de ciencia, de em ulación en serv icio de la humanidad! Pues esto es lo que espe-

)■ ram os de la raza ven idera, cuando el E spíritu h a y a llegado á do­m inar sobre la razón, y sea el que im pere en un mundo pacifico. Vemos por todas partes progreso, asi en número y m ateria como en intelecto y espíritu, LoS viejos prejuicios va n m uriendo, los

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í 48 2 o <t> l A r A bril

viejos recelos se desvanecen poco á poco. A l leer, como leí el otro día, que H. P. B la v a tsk y y A . Besant son dos em baucadoras, me sobrecogió de sorpresa, pues pensaba que sem ejante idea había caído en el olvido, y me sorprendió ei verla otra vez expresada. Pero todas estas expresiones sólo nacen de la ignorancia, son h i­jas m ás bien de la ign orancia que de la m alicia. Y las gentes no comprenden una conducta recta, cuando no ven el m otivo. Es m uy fácil, facilísim o, pensar m al, y cuando se consideran las cosas desde el punto de vista del mundo, bien puede considerársenos á todos algo locos. Eijáos en cuál es uuestro m otivo. Querem os a y u ­dar á otros. Y esto es enteram ente opuesto á la m áxim a corriente: «Sé fuerte, arro lla al débil y asciende sobre las espaldas de tu rival.» Nosotros no competimos por los codiciados prem ios de la tierra , y ¿quién sino un m aniático d ejará de com petir por ellos? No nos esforzam os en conquistar m edallas y títulos; entonces ¿qué otra cosa podemos ser sino m aniáticos ó'em bau cadoces? No existe otra a ltern ativa . Toda persona necesita algún motivo p ara m overse; pretende algo p ara sí. Y si lleg á is á ser tan irracionales, según el público sentir, que os dediquéis á prestar auxilio á vues­tros herm anos con perjuicio propio, en tal caso no tenéis por qué extrañaros si se os tilda de incom prensibles; y lo incom prensible siem pre es antipático. Poco á poco, sin em bargo, irá surgiendo y esparciéndose un nuevo sentir entre las gentes, de que el ser­v icio es m ás elevado que el deseo de enaltecerse, de g a n a r en influencia y fam a m undanal. después de todo algo tenemos que nos a lie n te e n esta nuestra locura, y es que si m iram os atrás en la pasada historia de los hombres, vem os que los nombres que b ri­llan con más v iv a luz, no son los de los grandes conquistadores, sino más bien los de los grandes siervos de la hum anidad. ¿Quién, osará hoy com parar el brillo del nombre de Jerjés, el poderoso conquistador persa, con la luz que se desprende del nombre de Pitágoras, el gran filósofo, el instructor, el inspirador de hombres? Si queréis c ita r los nom bres m ás grandes que el mundo conoce y ven era sin tasa, no tom aréis los de conquistador ó m onarca, sino el de Buddha y el de Cristo. E l hombre am a m ayorm ente á aquellos grandes Instructores espirituales que le orientaron hacia lo Eterno, y le elevaron de lo terrenal. ¿Quién de vosotros cedie­ra el canto"del Señor, el B h a g a r a d -G U A salido de los divinos la ­bios de Shrí K riehna, y consintiera perder esta joya de la lite ra ­tura m undial á cam bio de cien reinos que conquistasen los Jerjés de la tierra? Aquellos de cuyos labios cae la d ivina m elodía de inm ortalidad, vindicada p ara el alm a espiritual y no p ara la m a­teria, esos son los R eyes del reino espiritual, esos son R eyes sobre los corazones de los hombres. Y nosotros que con toda hum ildad tomamos á Esos por nuestros modelos, y procuram os débil y la ­boriosam ente sacar una pálid a copia de Su incom parable y uni­versa l servicio , bien podemos cobrar ánimos, cuando se nos des­autoriza por locos, al recordar que los m ás excelsos de este mun­do sentaron el ejem plo de esa locura que nos esforzam os en seguir por las huellas que Ellos dejaron atrás.

Apartándonos del pasado, volvam os la v ista á lo futuro. El porvenir del trabajo , ese tam bién es nuestro. V a is á regresar ahora, dejando esta, antigua ciudad, á vuestros hogares lejanos adonde llevaréis la inspiración aquí recogida. Dad á otros la luz

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D I S C U R S O P R E S I D E N C I A L1 9 1 2 ] 2 4 9

que aquí habéis sentido inflam ar vuestros pechos. Trasm itid á otros la inspiración que os m ueve á dedicaros a l servicio . En una reunión como esta todos tenemos nuestros corazones ardiendo llenos de entusiasmo y energía. T rasladad esa fuerza al trabajo! convertid vuestro entusiasmo en acción. Fom entad vuestro a r­diente anhelo de servicio de tal m anera que cuando volvam os A juntarnos el año próximo en nuestra m eridional residencia de A d y a r, tengam os un hermoso estado de servicios por donde surja el progreso para nuestra am ada Sociedad, corazones más puros y_un am or más hondo, mejor entonado p ara corresponder a l ser­v icio de Fraternidad á que aspiram os.

Han sido hechas varias alusiones, como era natural y debía ser, á esa gran labor de preparación que se extiende ante nos­otros, Y en nuestra literatura, Teosófica se lee de cuando en cuan­do un párrafo que se relacion a con alguna n ueva señal de la pró­xim a ven id a de ese gran Señor que los indos llam an el Jagad- G-uru, el Instructor del Mundo, los buddhiatas el B odhisattva, A quél cuya, esencia es Sabiduría, y los cristianos el Cristo, el un­gido de Dios. Es m otivo de gran satisfacción p ara la Sociedad Teosófica el que ningún creyen te de cualquier religión pierda nada de ella cuando la luz de la Teosofía alum bra su creencia, sino que a l contrario gan a m il veces más; y en la, emisión de esa luz conocemos que aquellos á quienes veneram os son solo uno. No es necesario convertir á un hom bre de un credo á otro, pues en su propia fé tiene al mismo poderoso Sér á quien se dirigen sus preces, de quien procede la bendición. Recordáis cómo Shri K rieh n a, el Señor de Amor, declaró que quienquiera que adore cualquier form a, «ese me adora A Mí». Honda es esta gran v e r ­dad; pues no h a y sino un solo Instructor del Mundo, désele el nom bre que se quiera, así como no h a y sino un solo supremo Ishvara, por muchos que sean Sus atributos y por muchos nom­bres bajo ios cuales se le adore. L iteralm ente, un Dios y un gran Instructor h acia el cual todas las religiones del mundo vu elven sus ojos suplicantes.

A quí tengo una nota que m e p arece de sumo interés, y que me fué en viada el otro día. (Aquí la Presidenta lee unas cuantas sen­tencias del sermón del canónigo Agustín; véase T h e T h e o s o p h u t de M arzo.) ¿De dónde procede esto? No ha venido de un diario de Teosofía, ni de una conferen cia Teosófica. Fué predicado por un canónigo de la Ig lesia de In glaterra en la gran C atedral de Y ork. En In g laterra es de gran significancia esto,"que se oiga á uno de los altos dignatarios de la Ig lesia Inglesa, predicar en esa C ate­dral A rchiepiscopal sobre la próxim a venida del Señor. L a Ig lesia C ristiana em pieza á preocuparse y concebir esperanzas con res­pecto á un nuevo advenim iento relacionado con el nombre que es más grato á su corazón, el Cristo, como otros lo son á las tierras de oriente, Shri K riehna, Bodhisattva, Cristo, ¿qué im porta el nombre si todos so aplican al mismo Señor de Amor? A sí como en el mundo celeste cada uno encuentra el objeto de su adoración, y la D eidad se m anifiesta en las form as más gratas al corazón del devoto, de tal modo que nadie puede sentirse solitario en el otro mundo, sino que tiene para adorarle al Sér á quien aquí tuvo por dilecto, asimismo ese Dios, ese Señor es el mismo para todo co­razón humano, no obstante con qué nombre se le adora ó con qué

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titulo es conocido. L a Sociedad Teosóflea se presenta sobre la tie­rra como el m ensajero de la B lanca H erm andad, porque ésta se halla detrás de ella, y la h a delegado en el mundo p ara en tregar su m ensaje. Esto lo proclam am os con voz segura y sin titubeos; declaram os la realidad de la ven id a, y os instamos á que a lcé is los ojos h acia el poderoso H im a laya , esperando la ven id a de aq u el Jagad-Gurú que pisará vu estras tierras y andará por vuestros caminos antes de que m uchos años h ayan transcurrido.

A n n i e BH SH flT(Traducido del Adyar BuUctin por J . F.)

flotas, Recortes y Moticias.

L ig a de la E duca* Jie aquí lo que unoa buenos franceses, que aunque ci6n Nacional. n0 son teosofistas parecen aproximarse extrañamen­

te á nuestro ideal, han discurrido para elevar la educación de los niños á una muy noble y justa aspiración.

La Liga de Educación Nacional, que está fundada únicamente con el fin de hacer respetar las instituciones establecidas y es por completo ajena á todo ideal político ó religioso, tiene por objeto:

1P Dar á la nación, con el sentimiento de su propia fuerza, una con­fianza justa y razonable en sus destinos y ayudar á mantener su prestigio en el exterior.

2.° Iiestaurar la noción de la disciplina, de la autoridad y de la je­rarquía, indispensables en una democraciafundada en la responsabili­dad individual.

A este objeto se propone llegar la Liga, mediante la educación de los niños y la reeducación de los adultos. Tara ello adopta el sistema seguido en Inglaterra, con el nombre de Boy Scouts, de las pequeñas agrupaciones de muchachos que en Francia llaman gastadores. Estos deben tener de once á diez y nueve años; cada grupo de cinco á veinte y estar dirigido por uno de ellos, nombrado por elección, que habrá de titularse capitán. Se le debe obediencia y será responsable del buen aspecto y de los progresos de su grupo.

En cuanto á los adultos, establece la Liga que, sólo por el hecho de su inscripción, se comprometen, bajo palabra de honor, á no deni­grar jamás la Patria , sobre todo delante de extranjeros, y á hablar •poco de lo que es malo, callar lo mediocre y exaltar lo bueno.

El muchacho que entra en la Liga comienza por ser quinto, y se le entregará una insignia con las iniciales R , F . (República Francesa), que él deberá interpretar así: R, reflexivo, robusto y rápido; F, franco, fiel y fuerte, puesto que son las cualidades fundamentales en el carác­ter de todo verdadero hombre. Suponen el espíritu caballeresco, el culto á la palabra empeñada, la alegría, el dominio de sí mismo y lai

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1 9 1 a i NOTAS, RECORTES Y NOTICIAS zj,

práctica diaria de la higiene. He aquí los diez mandamientos del gas­tador francés:

1 Ama á tu Patria por cima de todo.2. ° Ten el culto á Injusticia, al honor y á la palabra dada.3. “ Detesta la mentira y la cobardía.4. ° Sé duro para ti mismo y blando y servicial para con todos.5. ° Obedece alegremente.6. ° No seas nunca fanfarrón, sino tenaz en tus empresas.7. “ Está siempre pronto á ayudar al débil y á intentar un salva­

mento, aun con peligro de muerte.8. ® Sé sobrio, alegre y sereno.9. ® Sé bueno siempre para con los animales.10. Iiigéniate para hacer todos los días una buena acción.Tal es, en extracto, el fundamento de la Liga do Educación fran­

cesa, y no es necesario esforzarse mucho para comprender hasta qué punto sería beneficioso trasplantar á España una institución semejan­te. Somos, por desgracia, loa españoles muy dados á ensalzar lo ex­tranjero á costa de lo nuestro, y esta verdadera calamidad de nuestro carácter tendría, ya que no remedio, por lo menos alivio si por este camino encauzásemos las mentes de los niños. Precisamente existe en ellos la tendencia á la organización, y de un modo grande, como pode­mos ver con sólo mirarlos jugar á «justicias y ladrones», «marro», «soldados», etc. ¿Por qué no aprovechar esta inclinación que expontá- neamente se nos ofrece y tomar esto bueno que viene de Francia aho­ra, ya que tanto malo hemos copiado de fuera?

Personalmente, nos tienen á su disposición aquellos que quieran iniciar este movimiento de resurrección de la fe Patria en los niños españoles. Bienvenidos serán aquellos que cooperen al resurgimiento de nuestra grandeza, aletargada por obra de quienes erraron lo que son Honor, Patria y Gloria.

p . E,

D e Q u ím ic a O c u l t a . Quizá interese á aquellos que se alegran al ver que la ciencia corrobora las afirmaciones de la Teosofía, saber que en el Tieport ofthe Bociety of Chemists, de Londres, correspondiente á 1911, sobre los pesos atómicos, éstos se aproximan más á los consignados en La Química Oculta (por Mme. Besant y Jfr, Leadbeater) que los pesos dados en la misma lista del ano 1905.

La tabla que sigue muestra algunos ejemplos tomados de los Pro- ceeiliny s ofthe Chemical Socie/tp 1905 y 1911, y de La Química Oculta (edición original inglesa) [1).

(1) En la tañía une se dió en S o p u i a , tomo XIX, págs. 114 á 116, se hacia notar nuc los pesos atómicos habían sido lomados de la Lista Internacional de Í9 1 0 .—(La Dirección,}

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2g2 £0<t>I A [A b r il

1905 1911 Oculto.

Carbono . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11,90 12 12Sodio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22,88 23 23,22Cripto .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81,20 82 81,33Meta-Cripto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . — — 83,66O r o . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195,74 197,2 197X eno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127,10 130 127,66Meta-Xeno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . — — 130Osmio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189,55 190,9 190,55Radio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226,4 227,50 i

Aún no se había determinado en 1905 el peso del Radio, pero ina­dame Currie, cuando lo descubrió, le asignó el de 225, y después, cuando pudo hacerse con una cantidad mayor y dedicarse á cálculos más satisfactorios, fné determinado su peso como 226,2, que se acerca al peso oculto. E l cuerpo que nuestros investigadores señalan con el nombre de Meta-Cripto es aún desconocido de la ciencia; pero como los pesos de los químicos empiezan á aproximarse á los números ocul­tos, es posible que los químicos estén inconscientemente en contacto con el Meta-Cripto. Lo mismo ocurre con el Xeno y el Meta-Xeno. Conviene hacer notar que el Hidrógeno, partiendo del cual se calculan los pesos de los otros cuerpos, se haya dado como 1, pero ya alcanza el valor de 1.008, lo cual eleva, por razón natural, su proporción con los otros pesos, como lo han consignado los autores de L a Q uím ica

O cu lta . De todos modos resulta evidente que no es esta razón lo bas­tante para explicar las diferencias de pesos que se notan entre las lis­tas de 1905 y 1911.

ti. WíHUIiS

e o i e c c i f t n d * En un horroroso incendio acaecido en Bañes, Or.S O P H IH , 1903. ei 29 de Enero último, que destruyó varias

casas, perjudicando á muchas personas, entre ellas á algunos Miem­bros de la Sociedad Teosófica, perdió nuestro querido amigo D. Ma­nuel Moreno Solano bu colección de S ofhia de 1903 que, como todos saben, está agotada. Del Centro de Propaganda Teosófica que con el nombre de B esa n t-L e a d b ea te r funciona en Santiago de Cuba, también ha desaparecido el tomo de 1903.

Como el iucompletarse estas colecciones causa un gran perjuicio á la difusión de nuestros ideales en aquella parte de la isla de Cuba, nos ruega el Sr. Moreno Solano publiquemos esta noticia, por si hay quien poseyendo ese año de Sophia no tuviera gran interés en conser­varlo y quisiera cedérselo mediante la retribución de 5 pesos. Dirigir­se á D . Manuel Moreno Solano, calle José Martí, núm. 18, Palma So- riano, Or. (Cuba).

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fieiídeacía de la S. T. en Adrar (Madría)-

MOVIMIENTO TEOSÓFICOD*' en*ra*1 G** leem os en el A d y a r B u lk t i n de Febrero: Adyar

estará casi desierto durante el verano. Y a han mar­chado el Presidente con sus pupilos y Mr. Jinarájadása. Mr. Leadbea- ter fué á Europa para una labor especial. M is . Sharpe y el Dr. Roche están en las montañas. Mrs, Yan Hook y Mr. Hnbert Yan Hook han marchado á América del Norte. Mrs. Kirby con Mr. Irying 8. Cooper han vuelto á sus respectivos países para continuar su obra. Mr. Clarke ha ido á Inglaterra. Mr. Nerr también nos ha dejado. Aun cuando po­cos, los que aquí quedamos continuaremos el trabajo según nuestro mejor saber y modestas cualidades, esperando el feliz regreso de nues­tros queridos instructores.

O r g a n i z a c i ó n C e n t r a l d e (a S o c i e d a d T e o s ó f i c a .

S e c r e t a r l o A r c h iv e r o ! Mr, J . R . A r ia .

C O N S E J O IN T E R N A C I O N A L

América del N orte. . . . . . . . . . . . .In d ia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Inglaterra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Australia y Nueva Zelandia..Francia y B é lg ica .. . . . . . . . . . . .Países Bajos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Java. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Italia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .A lem ania. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Rusia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Bohemia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Miss de Leemv.Mr. B . Ranga Reddy, Mrs. Sharpe.Miss "SVare.Baronesa d'Asbeck.Mr. Jolían Yan Manen. Mr. J. Huidekoper.D. Fabrizio Ruspoli. Mr. Cordea.Miss K am ensky,Mr. Beer.

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i O <|> 1 A [A bril254Suiza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mr. Schwarz.Sur de África. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mayor Peacocke.Suecia y Noruega. . . . . . . . . . . . . . Misa Blytt,Dinamarca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Miss Struckmann.Escocia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Miss Godd.H u n gría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ■ • ■ Miss Neff.Finlandia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mr. Brown.Qub a .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mrs. James.América del Sur.. . . . . . . . . . . . . . Miss Severs,España. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Condesa Hertha Schack.Irlanda. . . . . . . . . . . . . . . ...... , , . Mr, R ansom ,

L a labor d e l Secretario A r c h iv e r o .

1. El Secretario Archivero permanecerá en relación con los Secre­tarios Generales, y

a) Recibirá de ellos por detallado, y siempre que sea necesario, to­das las noticias, informes, etc., que se refieran á la obra en sus respec­tivas Secciones.

b) Inspeccionará en general la labor de los Representantes Nacio­nales en Adyar, vigilando y dirigiendo á éstos.

2. El Secretario Archivero conservará, siempre que sea posible, en legajos toda la correspondencia, comunicaciones, noticias, informes, etcétera, y ordenados al día.

3. El Secretario Archivero reunirá las noticias de la labor teosófica en todo el muudo y hará de ellas el uso que estime conveniente.

L a labor de los R ep resen ta n tes N a cion a les.

La labor de los Representantes Nacionales consiste en:1. a) Recibir, ordenar y poner en carpetas todos los informes re­

ferentes á la labor y progresos de la Sociedad Teosófica en las comar­cas que cada uno represente.

b) Permanecer en contacto con la crítica del público, favorable ó desfavorable, respecto á la Teosofía y á la Sociedad Teosófica, sus Jefes y sus miembros.

2. Estar en constante comunicación con el Secretario General (ó su representante) de la Sección de la cual es él el embajador en Adj ar.

3. Mandar copias de las conversaciones de Adyar y conferencias, bajo la dirección del Secretario Archivero, para uso de la Revista de la Sección, para las reuniones de las Logias ó para la obra de propaganda.

4. Escribir todos los meses una crónica breve para T h e Theosopkist y el A d y a r R id U U n .

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19 IZ ] m o v im ie n t o t e o s ó f ic o

Espero que esto Consejo pueda hacer de 5a Sociedad Teosófica un cuerpo más íntimamente unido y reunir ios deseos, tan frecuentemente expresados, de que se conozca cómo se marcha en todo el mundo.

a n u l a B B S H J iT

P. S. T.

Llamamientosio« E l 28 de Diciembre de 1911 se han cumplido los por ¡a stbtoteca primeros cinco lustros de la existencia de la Biblio-

* teca de Adyar. La celebración más adecuada de estafecha ha sido la conmemoración de su fundador, el Coronel H. S. 01- eott, que hizo posible con su previsión y energía la existencia brillante de la Biblioteca y su rápido crecimiento en el corto espacio de veinti­cinco años.

Hoy posee la Biblioteca gran cantidad de libros extremadamente raros, tanto orientales, como occidentales, y sobre todo la colección de manuscritos originales (Samskrt M. S. S.) que es seguramente la mejor del mundo.

Pues bien, el grupo titulado «Textos buddhistas», en el que figuran; todo el Tripitika ó Canon, primera edición Cali hecha por el difunto Rey de 8iam; la primera edición de los Pali Text Soeietv; un valioso manuscrito Pali del Canon; un ejemplar completo de la edición de Tokio de la recopilación china, y diferentes versiones del sánscrito está incompleto, pues falta solamente el Kandjur y Tandjur, versión tibe- tana en 100 y 225 volúmenes respectivamente. Por una casualidad ex­traordinaria ha habido la posibilidad de adquirir estos ejemplares, que completan el grupo susodicho en la cantidad de 5,000 rupias (j : 3.350, #1.670), pero como quiera que este dinero nos ha sido facilitado sin in­terés por algunos amigos, se abre esta suscripción á fin de devolverlo cuanto antes.

A este fin se ha constituido el siguiente Comité:Presidente, 8ir 8. Subramania Iyer, K . C. I. E. (Canciller 8. T.);

Secretario, Johan Van Manen, Lsq. (Director Adjunto de la Biblioteca de Adyar); Tesorero, A. Sehwartz, Esq. (Tesorero 8. T.).

Los donativos deben dirigirse al Tesorero: A . Sehwartz, Esq.— Theosophical Society.— Adyar.-—Madras S .— India.

Recomiendo grandemente á los interesados por la Biblioteca coope­ren á esta obra,

n e n i a B H S flJ iT

P. S. T.

L a adquisición de Tandjur y Kandjur es de suma importancia para el estudio del Buddhismo, así como también es preciosa para toda la la literatura sánscrita, pues contiene trabajos originales de varios tex-

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3S$ Í O ' M A [Abril

tos sánscritos hasta ahora desconocidos. Harán un verdadero servicio á la Biblioteca los que contribuyan á su adquisición,

s. otto s<nutAofiIi> si*. D.(Director Ce la Biblioteca Adyar.)

Lista de las cantidades recaudadas hasta la fecha:Rupias. A* p.

Mr. Annie B esant. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 0 0Sir Subramania Iy e r . .. . . . . . . . . . . . . . . 100 0 0A . Schwartss. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 0 0The Theosophiste Office, Adyar . . . 50 0 0Mrs. C- Bayer de B ruin. . . . . . . . . . . . . . 50 0 0

T otal rupias. . . . . . . . . . . . 40 0 0 0

Se admiten y se agradecen donativos por pequeños que sean.Á d y a r , E n e r o , 19 1 2 .

Cotizaciones so» Habiendo terminado en l.° de Abril el año econó- ciedaa Teosotica. niic0) se ruega á ioa m . S. T . que no lo hayan hechoabonen sus cuotas de 1912. _ .,

Los miembros sueltos deberán hacer este pago por mediación de Sr. Treviño, Secretario de la Agencia Presidencia] en España, y los afiliados á una Rama por conducto de sus oficiales.

Biblioteca de ia Nuestro amigo Sr. Pérez Alcorta hace por núes- universidad de tro conducto un llamamiento á todos los teosofistas Granada. para que ¡e remitan libros con destino á la Biblio­

teca de la Universidad. Los envíos deben dirigirse á D . Miguel Pérez Alcorta, Capitán del Keg. Infan. de Córdoba núm. 10, en Granada.

Traducciones ai Nuestro amigo querido D. Joaquín S. Pujol, que esoafioi. reside en Palma de Mallorca (Baleares), está tradu­

ciendo el interesante y ameno libro de la Srta. Aimée Blech titulado Om hres et L im ü r e s , que contiene una selecta colección de cuentos teo- sóficos, algunos de los cuales, L a P r u e b a y E l A n g e l de la M uerte y el

d e loa R en a cim ien to s, han sido publicados en Sophia.El Sr. Garrido (D. Julio) ha comenzado la traducción del libro

de Bhagavsui Las L a C ien cia de la. organización socia l ó las L ey es de M a n ú á la lu z de la T eo so fía , obra de interés grandísimo hoy que tan­to preocupan las cuestiones do sociología en todas las naciones otei dentales.

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2 i MOVIMIENTO TEOSÓFICO ^

S “ “« d| U H « . “ 4 n ' E ¡ C ‘>T,S r08° ó C onvención de la Sección Ita liana tendrá lu g a r este año en T u r ín los días 7 y 8 do

A b r i l . Mme. B esan t, aprovechando su estancia en E u rop a, presidirá este C ongreso, y hablará en Ja sala do la E s c u e la «Víncenzo T roya» sólo á los m iem bros a llí reunidos, dando al otro día una conferencia pública en el mismo local.

K\ Com ité ita liano se a leg raría fueran m iem bros de E sp añ a, F r a n ­cia y S u iza para asistir á las sesiones de ese Congreso, aprovechando ht oportunidad de v e r y escuchar á nuestra P res iden ta. D u d am os que esto sea posible, por falta material de tiempo, pues la noticia l lega tan tarde que es casi im posible que nuestros m iem b ros la conozcan con la antelación necesaria,

Respondiendo al l lam am ien to del Com andante de la E xp ed ición M ilitar á la T r íp o lita n is , para que se rem itan libros á los soldados que forman ese ejército, se in v ita á los m iem bros de la Sociedad Teosófica en I ta lia para q u e coopereu á esta idea m andando obras teosóficas de propaganda.

Homenaje ai e # . L os teosofistas de A m é r ic a del Sur, queriendo tes-

P erñ & n d ex W cariño y gratitud al C o m an dan te D . F e ­derico W ásbín gton F e rn á n d e z por sus afortunadas

gestiones como D e le g a d o que fu ó de la P res idencia de la Sociedad Teosófica, celebraron el 21 de F e b re ro una fiesta fratern al, en treg án ­dole una m edalla de oro artísticam ente labrada en conmemoración del acto, que resultó brillantísim o por los muchos herm anos que asistieron á ¡a fiesta y los e locuentes discursos pronunciados llenos de amor y simpatía.

Desde aquí unim os nuestras sinceras y entusiastas felicitaciones al S r . í ernández por su acertada labor y á todos Jos que se han unido de corazón á tan herm osa fiesta, llena de corrientes de bondad, que es como se siem bra un k a r m a fácil para el p o rv en ir y se a yu d a al p rogre­so de la hum an idad.

,nI ? Í UtB Teof 6fi' H a sido abierto en F ra n c ia — Cou-d’Ait {Alpes-'’ Jraritimos) un Instituto Toosófico ó Escueta de altos

estudios científicos, morales, ocultos y religiosos,Cap-d'Ail es una peque.ña localidad de Cote d’A z u r , lim ítrofe del

l r iu c ip a d o de Monaco y á doce k ilóm etro s de tas cercanías de F ic e .

Fondo M. 6.Pesetas.

Suma anterior..................... 158,00D. J. Gadea.......................................... 5,00

Totau 163,00

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2Sg £ 0 *1*1 A [A br il

Girado á Mr, J . I . W egw ood, Secretario General de la Sección In ­glesa, por mediación del Cródit Lyonn ais de M adrid, el 9 de Marzo de 1912, habiendo hecho las 163 ptas., deducidos giro y cam bio, .£5-19-5.

Madrid, 10 Marzo, 1912.)H. TÍ?BVIfÍ0 V VIltliR

Orden de la Estrelle de Oriente.

do ir o mam rento. Com o e sta orden no c u e n ta in g re so a lg u n o p or co tiza c io n e s, n i d e re ch o s de n in g u n a e s p e c ie ,

p ero si t ie n e que r e a l iz a r desem bolsos p o r g a sto s de co rreo , im ­p reso s o fic ia les , fo lle to s de p ro p a g a n d a , e tc ., p re c is a c u b rir éstos por m edio d e d on acio n es v o lu n ta r ia s q u e h a s ta h o y h a n co rrid o de c u e n ta de lo s o fic ia le s de la O rd en . P e ro el n ú m ero de adh e- re n te s au m en ta con r a p id e z , por lo que todos nos co n g ra tu la m o s, h a c ie n d o q u e e l tra b a jo se a m a y o r , a s í com o los g a s to s , y esto nos o b lig a , á p e s a r nu estro , á a cu d ir á los que p u ed an a y u d a r ­nos, ro g á n d o le s se p o n g a n de a cu e rd o co n lo s O fic ia le s de su d e­m a rc a c ió n . A todos a n tic ip am o s n u estro a g ra d e c im ie n to , p u es es in d u d a b le q u e nos p re s ta rá n su v a lio s o co n cu rso .

ja. TUHVirio Y YIllIlH

Segundo fo lleto . H em os re c ib id o e l F o lle to núm . 2 d e la s p u ­b lic a c io n e s de L a O rd en d e la E s tr e lla d e O rie n ­

te. E s tá re d a c ta d o por e lR e v . C. W . S co tt-M o n crieff. M. A ,, y t ie ­n e por titu lo The Corning Christ and The Order of the star in (he East (E l C risto que v ie n e y la O rd en de la E s tr e lla de O rien te). E s p e ra m o s p o d er d a r le pron to á co n o cer á n u estro s aso ciad o s, en esp añ o l.

H ab ién d o se d ir ig id o n u estro q u erid o J e f e , Ña6ÍonniI1en1,|a J. K rish n a m u rti, á D . F e d e rico W . F e r n á n d e z , R e p ú b lic a a r o fre c ié n d o le la re p re se n ta c ió n d e L a O rd en d é la gem ina. E s tr e lla de O rien te , en la R e p ú b lic a A r g e n tin a ,

y no p u d ie n d o a c e p ta r ta n h on rosa com o e le v a d a m isión , h a d e ­sign ad o á D . A d riá n A . M a d ril, que es e l a c tu a l D e le g a d o de la P re s id e n c ia de la S o cied ad T eo aófica en A m é ric a d el S u r,

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I 9 1 2 } BIBLIOGRAFÍA

P a r a in form es so b re la O rd en d ir ig irs e á D , A d riá n A . M ad ril, C a lle C ó rd ob a, núm . 174 9 , R o sa rio d e S a n ta F é (R ep ú b lica A r ­gen tin a ).

r c p r t sentan te G ra n ea tis fa c ió n ex p e rim e n ta m o s a l poder co-Naeionni p a r» m im ica r á n u estro s am igos que h a sido nom bra-

eantr™ é * 1 6 “ do R e p re s e n ta n te N a c io n a l en C u b a , n u estro q u e ­rido co m p añ ero D , R a fa e l de A lb e a r , c u y a b io­

g r a f ía podrán v e r n u estro s le c to re s en otro lu g a r de este n ú m ero. L a d ire c c ió n d el S r . A lb e a r , es: A p a rta d o 365, H a b a n a (Cuba).

B I B L I O G R A F Í A

6 . W . L e a d b e n te r . — E l mds atld de ¡a muerte. Traducido del inglés por Fe­derico Ciiment T e r ree .—Biblioteca Orientalista, Barcelona, 1911.

A l ocuparnos ahora de la versión castellana de esta im portante y laudab le obra, hemos de repetir lo que ya en E n ero del pasado año d ij im os al referirn os á la edición francesa; las páginas de este vo lum en están «dedicadas á desterrar de la mente de las gentes ese pueril terror hacia la m uerte, que tanto leB perturba en v id a y aun lea trastorna en el otro mundo».

E xten d ern o s en más consideraciones daría por resultado apartar al presunto lector de aquel objeto principal que el autor se propuso. P e r o tam bién creemos deber nuestro indicar que aparte de tan im ­portante propósito, desarrollado com petentísim am ente, contiene esa obra una g ra n cantidad de enseñanzas primordiales. Y a dimos en 9 o - p h ia , tomo X I X , páginas 33 y 138, una m uestra de estas instruccio­nes, en aquel sugestivo articulo titulado Como se desarrolla la clarivi­dencia, que no es otro q u e el capítulo X X X I del l ibro. Oreemos que quien h aya leído lo que a ll í se exp on e, consultará E l más allá de la muerte y nos agradecerá la recom endación q u e de éi hacemos, en la seguridad de que, en tre un estilo am eno, ve rá lógicam ente resueltos m uchos prob lem as que á diario se le presentan.

je. T.

H. P . S l n n e t t . —El ¿Mundo Oculto, nueva edición traducida del inglés al fran­cés por X... y al castellano por Rhayra, M, S. T. —H ab an a -1906.

C u a n d o tradugim os la biografía del actual V icep residen te de laS. T . (véase S ophia de Enero), al c itar los libros con que ha ayudado al progreso y perfeccion am ien to de la h u m an id ad y -h a c e r referencia de E l Mundo Oculto, pusimos una nota donde expresábam os nuestro sentim iento porq ue atín no había en castellano u n a versión seria de

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A3 6 0A b r il

tan interesante obra, «pues la de nuestro difunto am igo, D . J . G im é ­nez Serrano, está com pletam ente desfigurada.* E n torado D. .Rafael de A lb e a r , Secretario G e n e ra l de la Sección C u b a n a , dei contenido de esa nota, ha tenido la atención de rem itirnos un e jem p lar de la versión castellana de E l Mundo Oculto, hecha por l i l i ay ra, M. S. T . , fineza que en m ucho le agradecem os, pues no conocíamos, ó no recordamos

haber visto, esta edición.l ío nos place poner defectos á la labor de los dem ás, pero y a que

aquí v ien e á cuento, nos creemos obligados á dar una explicac ión de a q u ella nota que desmerece la traducción del que fué nuestro h e rm a ­no m u y apreciado, D . José G im én e z Serran o, persona culta y d is t in ­guid ísim a que llevó á la Is la de C u b a las enseñanzas teosóficas cuando allí estuvo destinado. C u a n d o escribíam os la biografía de C a m o d ar , que se publicó en Sophia hace algo m ás de un año, un nuestro am igo, miembro de la Sociedad Teosófica, nos habló de ciertos datos sobre este asunto contenidos en E l Mundo Oculto. F u im o s á consultar, in c i­tados por esta noticia, las ediciones inglesa y francesa, sin encontrar nada que hiciera referen cia á Damodar. P ero no era esto lo que se nos h a b ía dicho, y ante nuestra insistencia , nos presentó el am igo en cuestión, la versión del S r . G im én e z Serrano. A l l í se ve, como si fuera D am odar el protagonista, aquel artículo que se publicó en Sophia de 1896, p á g . 374, tom ada de Five Y car o f Theosophy, que se t itu la Cómo encontró un Chela á su Gurú, que er un extracto de una carta dirigida á Damodar, entonces Secretario A d ju n to de la S. T . , porS. R a tn a sv m n ie r , relatando una exp erien c ia de este ú lt im o. E l error es m anifiesto, y de igu a l m onta pudim os observar a lgunos otros. No nos exp licam o s por qué y cómo hizo esto e l Sr. G im én e z, in trod u cien ­do textos en El Mundo Oculto que n u n ca formaron parte de este libro, y atribuyéndolos á personas q u e n in gu n a parte tomaron en ellos. H e aquí el por qué hem os considerado a q u ella versión como errónea y

perjudicia l .P e ro hoy nos hem os de ocupar de la edición am erican a. A ú n no

hem os podido term in ar su lectura , pero corno es conocido de nosotros el libro de Mr. A . P. S in n ett , y lo que de esta versión llevam os leído lo encontram os correcto y claro, no hem os querido dem orar más la noticia de su publicación, para que todos nuestros amigos que arden en deseos de leer E l Mundo Oculto, sepan que ya pueden hacerlo, pues está fielm ente traducido al español.

S in embargo de esto, no podemos decir nada sobre cuál es su coste, ni si h a y ejem plares á la venta, ni donde se puede adquirir, porque el e je m p la r que tenem os á la vista carece de todas esas indicaciones, ostentando sólo el sello de la Sección C u b a n a . Y creemos sería m u y convenien te conocer todo esto para que su lectura se difundiera, y se cu m p liera así el laudab le propósito del traductor. R ep etirem os núes-

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BIBLIOGRAFIA 36[I 9 12 ] BIBLIOGRAFIA

tra gratitud al Sr, A lb e a r por la donación de este e jem plar y las más sinceras felicitaciones á I lh a y r a por su vorsión castellana.

W. T.

J . C» d t i a t t e r j i . — La Xisióndc los Sabios de la India (El Sendero de perfec­ción), Conferencia dada en París por el autor y publicada en La Verdad de Buenos Aires, y ahora editada por el «Centro de Propaganda Teosó- fica» para su distribución g ra tu i ta ,—Buenos Aires, 1911.

Mr, C h a tte r j i , c u y a elocuencia y dominio de estos asuntos ya es conocida de todos por su bellísim o libro La Filosofía Esotérica de la India, dio un sucinto resumen de las enseñanzas indas, donde se e x ­ponen en form a sen cil la los puntos capitales de esta filosofía. A c e r ta ­dos estuvieron los que tomaron esta conferencia como e lem en to valioso de propaganda, pues a ll í se conduce al sabio occidental, por un p r o ­ceso lógico, hasta lo que constituye la base del conocimiento de los sabios de O rien te , invitando y estim ulando al investigador im parcial, p a ra que prosiga su estudio en un campo basta hoy ignorado. Creemos que este folletito será util ís im o en manos de muchos occidentales.

L o s que deseen ejem plares pueden pedirlos al sCentro de P ro p a­g an d a Teosófica», C a s i l la de Correo, 390, Buen os A ires.

]W. T.

Paulino Diamico.— Theosophia em sitas ¡inhas geraes—Porto Alegre- 1911, •

Con verdadera satisfacción hem os leído la herniosa Conferencia, dada el 15 de O ctubre del pasado año, por nuestro compañero en ideas D . P a u l in o D iam ico , en el local de la L o g ia Masónica «ftegeneragao», de Porto A le g r e .

E l 8r. D iam ico desarrolló el tema La Teosofía presentada en sus lineas generales; es de notar el curioso detalle de que siendo e s ta la p r im era ocasión en que de un modo público se realiza un acto de teosó- íica prop agan da en la m encionada localidad, se verificase en un templo masónico, es decir, en el sitio más adecuado para la difusión de toda a lta idea de fraternidad universal y de desinteresado amor á las enat- ñanzas de la verdadera luz del saber.

L a conferencia de nuestro distinguido correligionario constituye una herm osa exposic ión de principios y, con notable acierto, el autor hace resaltar las inm ensas m ejoras de ellos deducibles en el orden práctico de la v ida social y moral.

In d u d ab lem en te las disertaciones teosóficas de esta tan estimable índole, producen, honda impresión en todo espíritu im parcial, en todo cerebro abierto á las sublim es renovaciones m entales que son la con­secuencia in m ed iata traída al mundo de Occidente por la expansión de nuestras gloriosas doctrinas. No puede sorprendernos el legítimo triunfo a lcanzado por el 8r. D iam ico, y con el m ayo r gusto sumamos

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, 6 l SOdHA [Abril

nuestro a p la u s o á lo s q u e ta n ju s ta m e n te le tr ib u tó el d is t in g u id o

au d ito rio q u e lle n a b a e l lo c a l de la L o g ia de P o rto A le g r e .B, de Hld«o.

ti odo l io S t e i n e r . -La Iniciación ó el conocimiento de los mundos superiores, traducción de Joaquín Sánchez Pujol.— Biblioteca Orientalista. — Bar­celona— 1911.

H e m o s r e c ib id o la e x c e le n te tra d u c c ió n q u e de e ste b ie n p e n sa d o

libro h a h ech o n u e s tro q u e rid o a m ig o e l e n tu s ia s ta y c u lto teosofis^a

S r. S á n c h e z P u jo l. E l s u m a rio d e la o b ra m o s tra rá á n u e stro s le c to r e s

la im p o r ta n c ia d e ta l tr a b a jo , h e c h o p a r a s u g e r ir p ro fu n d a s id e a s q u e

nos guíen en e l s e n d e ro q u e p r e c e d e á la l le g a d a a l u m b ra l sa g ra d o

del v e rd a d e r o p ro ce so in ic iá t ic o .1 .* p a rte : Camino de la Iniciación, C a r a c te r e s d e la C ie n c ia e s p ir i­

tu a l. L a P re p a r a c ió n , L a I lu m in a c ió n . L a I n ic ia c ió n . D is p o s ic io n e s

m o ra le s ú t i le s a l ca n d id a to . C o n d ic io n e s in d is p e n s a b le s a l c a n d id a to .

2 .1 p a rte : Fenómenos orgánicos que preceden y acompañan á la Ini­ciación. L o s C e n tro s a s tr a le s . O r g a n iz a c ió n d e l cu e rp o e té re o . S u efío

y v ig i l ia . D is o c ia c ió n d e la p e rso n a lid a d * E l p r im e r G u a rd iá n d e l

V e s tíb u lo . E l se g u n d o G u a rd iá n . L a V id a y la M u e rte .o. o. B.

P O R L A S R E V I S T A S

•B o le tín de Hdyar> Fot as del Cuartel General.(Febrero, 1912). Alocución de la Presidenta p a r a d a r té rm in o a l

m itin de a n iv e r s a r io , q u e p u b lic a m o s en otro lu g a r d e e s te n u m e ro .

Mitin de aniversario n u m e ro 36 de la S o c ie d a d T e o s ó fic a , p o r G u i­

lle rm o H . K i r b y . D o n d e d a c u e n ta d e l c a r á c te r g e n e r a l q u e este a cto

r e v is t ió e l añ o a c tu a l c o m p a r a t iv a m e n te con an o s a n te r io r e s . E s to s

dos g r a n d e s p e n sa m ie n to s , d ic e , la p r ó x im a v e n id a d e u n In s tr u c to r

m u n d ia l y e l id e a l de s e r v ic io , s e r v ic io d e sp re n d id o y co m p leto en

p r e p a r a c ió n p a r a S u v e n id a , son lo s q u e h a n im p re so su s e llo p a r t ic u ­

la r , s ie n d o la s n o ta s d o m in a n te s d e l m itin 36 de la S o c ie d a d T e o s ó f i­

c a . Y te r m in a p o r el e m o cio n a n te r e la to d é l a e sc e n a q u e se d e s a rro lló

a l ir lo s n u e v o s m ie m b ro s á r e c o g e r u n o p o r u n o su s c e r t if ic a d o s d e la

O r d e n d e la E s t r e l la de O r ie n te do la s p ro p ia s m an o s de A lc io n e .

« A p e n a s se in ic ió e ste a cto , u n a e x tr a ñ a im p re s ió n de se r e n a q u ie tu d se e x te n d ió por to d a la s a la . E n to n c e s a s is tim o s á u n e s p e c tá cu lo q u e

n a d ie p u d ie ra h a b e r im a g in a d o . P u e s im p r e s io n ó to d o e l a u d ito r io p o r c ie r ta in f lu e n c ia q u e se r e la c io n a con la g e n e ra l a tm ó s fe ra d e la sa la y con la s e n c illa a c t itu d d e A lc io n e q u e p u d ie ra in te r p r e ta r s e á b e n -

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POR LAS REVISTASIQI2 263d ic ió n , de r e p e n te , y co n u n a e s p o n ta n e id a d e x c lu s iv a d e la m e n o r

s o m b ra d e r e t ic e n c ia , tod o s, h o m b re s y m u je r e s , n iñ o s y a n c ia n o s , de

r o d illa s si e u r o p e o s , p o stra d o s si in d o s , p re se n ta ro n á A lc io n e p a p e ­

le s , o b je to s , p re n d a s p a ra q u e la s to ca se , y g r a n d e e r a la em o ció n q u e

r e fle ja b a n su s ro stro s a l h a c e r e s to , N in g u n o d e los q u e p r e s e n c ia r o n

e l a cto , e s p e c ia lm e n te c u a n d o á lo ú lt im o su p ro p io h e rm a n o le r in d ió

h o m e n a je , es ca p a z de o lv id a r lo ja m á s ; y á m í p e rs o n a lm e n te n o m e

ca b e la m en o r d u d a q u e en a lg u n a é p o c a d e l p o r v e n ir , q u iz á s cu an d o

sea d e m a sia d o ta rd e , q u e d a rá r e g is tra d o p o r la h is to r ia . P e r o n o estén

c o n fu n d id o s en su a p r e c ia c ió n a q u e llo s q u e lo m ira n todo con o jo s de

c r ít ic a ; no fu é a n te el m u c h a c h o , n i s iq u ie r a a n te e l m ism o A lc io n e

q u e e l p ú b lico se p ro s te rn ó . F u é a n te todo a q u e llo q u e se h a l la d e ­

trá s d e é l , a n te a q u e llo q u e p a ra to d o s a s u m e la re p r e s e n ta c ió n d el a u to r d e A los pies del Maestro. F u é a n te e l p ro p io id e a l d e c a d a u n o ,

a n te la p ro p ia e s p e r a n z a , a n te e l m ás a lto , ín t im o y sa g ra d o a n h e lo y

a s p ir a c ió n d e cad a a lm a q u e c a d a u n o d e los p re s e n te s se in c lin ó , y

to d o s v ie r o n e n fo c a d a en a q u e lla jo v e n y h e rm o sa fa z la o casió n y el im p u ls o de r e n d ir ta l h o m e n a je .»

Verdad y armonía en las actividades de una logia, p o r M rs . J . M .

H e n d eT so n , ¿ D ó n d e b u sca r e l o r ig e n d e la a rm o n ía n e c e s a ria p a ra q u e

u n a lo g ia l le n e e l r e q u is ito d e su e x is te n c ia ? S e nos d ic e q u e si la s v i ­

b ra c io n e s de u n a re u n ió n de lo g ia s n o son a rm ó n ica s , es im p o s ib le á

los M a e stro s u t i l iz a r d ic h a re u n ió n p a ra e s p a rc ir su in f lu e n c ia m ás

a llá d e los lím ite s de la lo g ia . U n os d ic e n q u e la c o n d ic ió n fu n d a m e n ­

ta l es l o l e r a n c ia . E s t e es un h erm o so a tr ib u to , p e ro es p re c iso p r e v e ­

n ir s e co n tra e s e e x c e s o d e to le ra n c ia q u e co n s is te en d e ja r p a s a r sin

re c tif ic a c ió n to d o lo q u e es c o n tr a r io á la v e r d a d , en c u y o caso es m á s

b ie n in d o le n c ia m e n ta l, Y e r d a d es e l fin p e rs e g u id o , y s í b ie n d eb e

tr a ta r s e de a s e g u r a r p o r m ed io de u n a c r ít ic a b e n é v o la , la c r ít ic a es

n e c e s a r ia , p ero s ie m p re c e ñ id a a l r e s ta b le c im ie n to d e la v e rd a d , y j a ­

m á s a l e s c a rn io d e l in d iv id u o . M u ch o s teó so fo s c o n s e rv a n p r e fe re n c ia

p a r a c ie r ta fo r m a r e lig io s a y d ir ig e n su c r ít ic a c o n tra las d e m á s, y ese

u n ila te r a lis m o es in a r m ó n ic o ; á to d a s la s r e lig io n e s d e b e m o s a lg o , p a r a to d a s h a y q u e s e r le a l.

a. f .b « T h e o i o . S u m a rio : Un estudio sobre Karma, p o r A n m e B e -

P h ls t* . Adyar. , , , , , t . ,, j{F e b re ro , 1912.) B an t> Aquí no hay muerte, p o e m a , p o r JVl. F o l la r d .

Ventanas de los cielos, por E v a M . M a r tín . Utrutn?, p o e m a , p o r J . S e o tt. Buddhi: La intuición de la sabiduría, p o r AY.

M e lv i l le - N e w t o n . Catolicismo, p o r e l R d o . M o n s. H u g h B e n s o n , L os misterios de Etruria, p o r N in a d e G e r n e t . Dionisio el Areopajita, p o r

A . W ilk in s o n . Rasgaduras en el Velo del Tiempo, v id a X X I I I d e O r io n . En el crepúsculo. La visión del peregrino, p o r A im é e B le c h , e tc é te r a , etc .

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I A264 A bril

, b i T«6»olo>, S an Y a h a a p a r e c id o e s ta r e v is t a d e la B a m a « L u z en J u a n de P u erto e] S e n d e ro » , de q u e n o s o c u p a m o s e n este m ism o

1912” < F eb rero ' lu g a r e l m e s p a sa d o .N o lia lle g a d o á n o s o tr o s e l n iím e r o l . ° , e l q u e

te n e m o s á la v is t a es e l 2 .° , c o rr e s p o n d ie n te a l 15 d e l p a s a d o . É s t e

tr a e u n in s p ira d o a r t ic u lo d e D . E u lo g io H o r ta ; s ig n e o tro e s c r ito t i ­

tu la d o Bosquejo te osó tico, s in c o n s ig n a r e l a u to r . Eco#1 y variedades, e t c é te r a , e tc . A d e m á s i lu s tr a n e ste n ú m e ro e l r e tr a to d e l S r , H o r ta y

u n a fo to g r a fía d o n d e a p a re c e n to d o s n u e s tr o s h e r m a n o s q u e c o n s t itu ­

y e n la B a m a « L u z e n e l Senderos*. B e p e t im o s a q u í n u e s tr a s in c e r a

e n h o r a b u e n a y fr a te r n a l s a lu d o .

« P a r o o r l e n - H a l le g a d o á n u e s tr a s m a n o s , g a la n te m e n t e c e - tai>. M ontevideo d id o , el p r im e r n ú m e ro d e e s ta r e v is t a m e n s u a l.

* 0* 1912! ) ^ S 11 ta m a ñ o r e d u c id o la h a c e c ó m o d a p a r a l le v a d a en c u a lq u ie r b o ls i l lo , e s p e r a n d o u n m o m e n to d e

c a lm a e n q u e p o d e r c o n s u lta r su e s c o g id o t e x t o . L a id e a e s p r á c tic a y o r ig in a l , su im p re s ió n c la r a y l im p ia , co n p r e c io s a s i lu s tr a c io n e s ;

su s u m a rio c a s i to d o é l n o ta s teoBÓ ficar, e s tu d io s e s p ir itu a le s , e sc r ito s

d e p a z y a rm o n ía .P a r a n o s o tr o s c o n s t itu y e u n a e s p e r a n z a e s ta n u e v a r e v is t a , p u e s

p o d rá l le v a r m o m e n to s s u b lim e s á m u c h o s c o ra z o n e s y d e s p e r ta r la s

m e n te s d e o tro s h a c ia lo s e s tu d io s te o só fico s.N u e s tr o q u e r id o a m ig o S r. F . D ía z F a lp h a e m p re n d id o e s ta p u ­

b lic a c ió n l le v a d o d e su s m e jo r e s d e s e o s , y n o s o tr o s le fe lic ita m o s u n a

v e z m á s p o r su s in ic ia t iv a s p a r a f a c i l i t a r y fo m e n ta r e l p r o g re s o d e

lo a h o m b re s .

V a ria s. Lumen, r e v is t a c ie n t ífic o - filo s ó fic a d e E s tu d io s

p s ic o ló g ic o s , B a r c e lo n a , F e b r e r o . = Theosophy in Nena ¡Sealand, A u c k la n d , E n e r o . — Teosofisk T ü h k riff, ó r g a n o o fic ia l

d e la S e c c ió n E s c a n d in a v a , S to c k o lm o , F e b r e r o .s = De Theosodscke Beweging, ó rg a n o o fic ia l d e la S e c c ió n N e e r la n d e s a , A m s t e r d a m , M a r­

zo . = B u lletin Tiiéosophigue, ó r g a n o o fic ia l d e la S o c ie d a d T e o s ó fíc a de F r a n c ia , P a r ís , M a r z o ,= L a Estrella de Oriente, P o n e e ( P u e r to B ic o ) ,

F e b r e r o . = Path d e L o n d r e s , p u b lic a d o p o r e l B la v a t s k y I n s t i t u ­

to , M a rz o . = Theosophia, A m s te r d a m , M a r z o . = L u z Astral, C a s a b la n -

c a (C h ile ) , E n e r o ,= Helios, M é jic o , F e b r e r o .— L e Théosophe, P a r ís ,

M a rzo . = Virya, S a n J o sé d e C o s t a - B ic a , F>nero.— Eevüe du Socialisme Bationnel, B r u s e la s , M a r z o.— Theosophie, L ie p z ig , M a r z o .

Artes Gráficas- J. Palacios, Arenal, 27. Madrid-