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Unidad didáctica I Tema 1 Introducción: Tema 2 Los comienzos de la profecía bíblica: los profetas no escritores

Tema 1 Profetas

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Apuntes teología

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  • Unidad didctica I

    Tema 1

    Introduccin:

    Tema 2

    Los comienzos de la profeca bblica: los profetas no escritores

  • I. Los libros profticos

    2

    Tema 1

    Introduccin1

    Sumario: 1 La identidad del profeta. 2 La profeca en el entorno de Israel. 3 El

    corpus proftico. 4 Las formas profticas. 5 Principales temas profticos.

    1. La identidad del profeta: el heraldo de la Palabra

    Comenzamos sealando su etimologa. El trmino profeta procede de la palabra griega prophetes, compuesta de la preposicin pro (en lugar de, por) y del verbo phemi (decir). Por tanto, dicho trmino no tiene el significado que se le suele atribuir de predecir, sino de hablar en nombre de. Etimolgicamente, el profeta sera aquel que habla en lugar de otro, ese otro en la Biblia es Dios. Si bien, nosotros usamos una sola palabra para referirnos a unos personajes que la Biblia

    designa con ttulos muy distintos; basta leer, como ejemplo, el texto de 1Sam 9, donde

    encontramos los siguientes trminos para denominar a Samuel: Hombre de Dios (vv. 6.7.8.10), vidente (vv. 9.11.18.19), profeta (v. 9). El ttulo hombre de Dios es mucho ms frecuente en el AT que el de vidente, y la mayora de las veces se aplica Eliseo (29x), Elas (7x), Moiss (6x), Samuel (4x), David (3x). Pero el ttulo que

    sobresale es el de profeta (en hebreo nab), con un total de 315 apariciones. El sustantivo nab parece derivar de nab, vocablo de origen acdico que puede tener el

    significado activo de llamar, el profeta sera el hombre que llama; o bien pasivo, entonces el profeta sera el llamado por Dios. En este segundo significado adquiere una gran importancia la vocacin proftica, es decir, la llamada de Dios a una

    determinada misin.

    Las caractersticas ms significativas de la vocacin proftica son la fuerte

    experiencia de Dios y de su presencia en la vida del profeta, una profunda conviccin de

    que Dios llama al profeta a una misin especial, y el cambio real en la vida del profeta

    como consecuencia de dicha llamada. El profeta es bien consciente de que la palabra

    que l anuncia proviene de Yahv, razn ltima de su autoridad y de las consecuencias

    que se derivan de su acogida (posesin de la tierra, es decir, salvacin) o de su rechazo

    (exilio o perdicin). Por todo ello, la identidad del profeta le viene dada por la palabra

    de Yahv, de la cual es su portador. De aqu, que el profeta sea, ante todo, el heraldo de

    la Palabra. Muestra de ello son las continuas expresiones que aparecen en los libros

    profticos y que lo confirman: Palabra de Yahv o del Seor (241x), as dice el Seor (425x), orculo del Seor (365x), dice el Seor (69x), habla el Seor (41x), vino la palabra del Seor a X o me vino la palabra del Seor (130x) y me dijo el Seor o dijo el Seor a X (133x). Si propio del sacerdote es la ley y del sabio el consejo, del profeta lo es la palabra (cf. Jr 18,18).

    La intimidad de Dios con el profeta es la que hace posible que sea el portador de

    su Palabra. Por esta intimidad se entiende que el profeta por excelencia en el AT sea

    Moiss. En efecto, l es el gran referente proftico. A este respecto es muy significativo

    el texto de Dt 18,18-19: el profeta esperado ser semejante a Moiss, caracterizado y

    autorizado por ser el hombre de la palabra de Yahv. El mismo libro del Deuteronomio

    termina constando, con afliccin, que esta profeca an no se ha cumplido: No ha

    1 Tomado, en su gran mayora, de J.L. BARRIOCANAL GMEZ, ABBA! Enciclopedia del

    Cristianismo Contemporneo en Espaa y Latinoamrica , E. Bueno de la Fuente R. Calvo Prez (dirs.), Editorial Monte Carmelo, Burgos 2011, 188-194.

  • Tema 1. Introduccin

    3

    vuelto a surgir en Israel un profeta como Moiss, a quien Yahv trataba cara a cara (Dt 34,10). Tal sera el epitafio escrito sobre su tumba. En la vocacin del profeta Jeremas

    (cf. Jr 1,4-10) se pueden encontrar todas estas notas caractersticas de la vocacin

    proftica: la llamada divina como don (antes de haberte formadoprofeta te constitu; v. 5), la misin de anunciar la palabra de Yahv (adondequiera que yo te enve irs, y todo lo que te mande dirs; v. 7; mira que he puesto mis palabras en tu boca;v. 9), la asistencia divina (no les tengas miedo, que contigo estoy; v. 8), la autoridad del profeta que le viene de su Dios (desde hoy mismo te doy autoridad; v. 10.

    Moiss no es un rey, es un profeta. Su figura muestra a Israel que la salvacin no

    viene de los reyes o de los ejrcitos, sino de los profetas. Por esto, podemos decir que la

    historia de Israel es una historia proftica, es decir, una historia escrita principalmente por los profetas y que contiene un mensaje proftico, el cual lo encontramos en los

    llamados libros profticos. Moiss muestra que Israel slo debe esperar la salvacin del cumplimiento de la ley divina.

    2 La profeca en el entorno de Israel

    La existencia del fenmeno proftico fuera de Israel, incluso en culturas distintas

    de las del Antiguo Oriente, es un hecho que nadie pone en duda actualmente. Adems,

    la misma Biblia da testimonio del hecho proftico fuera de los mbitos de su propia

    religin y cultura. Basta recordar la figura de Balan, moabita que pronuncia orculos

    del Seor (cf. Nm 22-24), o el enfrentamiento de Elas con los cuatro cientos profetas de

    Baal en la cima del monte Carmelo (cf. 1Re 18). Pero a diferencia de Israel, en esos

    otros pueblos nos encontramos con pocos textos profticos y con ningn libro; en

    segundo lugar, el impacto de la profeca en Israel ha sido mucho ms fuerte que en las

    otras culturas; stas se pueden comprender sin los textos profticos, no as la historia de

    Israel. Por tanto, se puede afirmar que el fenmeno proftico no es exclusivo de Israel,

    pero s que es singular.

    3 El corpus proftico

    Por qu disponemos de libros profticos slo a partir de la mitad del s. VIII

    a.C., cuando conocemos la existencia de profetas como Samuel, Natn, Gad, que

    anteceden al menos dos siglos? Es difcil hacer depender su explicacin simplemente

    por la especial novedad del mensaje de estos profetas ms recientes. Dado que para los

    contemporneos de los profetas su palabra era palabra de Dios, el elemento

    determinante para ellos no era el contenido de sus palabras, sino el origen divino de su

    autoridad. Nos parece preferible buscar una respuesta en la difusin del arte de la

    escritura. Hasta la poca de los reyes, la escritura era patrimonio de las clases superiores

    empleadas en la corte y en el templo. Slo a partir del s. VIII en adelante, la escritura se

    difunde entre las clases populares.

    Los mismos libros profticos nos permiten comprender el paso de mundo oral al

    mundo de la escritura. Encontramos indicios de ello en los tres profetas mayores: Isaas,

    Jeremas y Ezequiel. Los tres aluden a la anotacin de los orculos. El profeta Isaas

    recibe dos veces la orden de poner por escrito sus orculos (Is 8,1-4.16). Comprobamos,

    tambin, en el v. 16 cmo Isaas confa su mensaje a sus discpulos. Un siglo despus,

    Jeremas habla, no de discpulos, sino de un secretario, Baruc (Jr 3,4.32). Este profeta

    dicta un rollo a su secretario Baruc (vv. 1-4), que lo lee en el templo ante el pueblo y

    ante notables y autoridades (vv. 5-20). Este cap. 36 muestra, en primer lugar, cmo no

    puede destruirse la palabra proftica, sino solamente su soporte material, el rollo; en

  • I. Los libros profticos

    4

    segundo lugar, los oyentes sern juzgados segn reaccionen ante la lectura 8vv. 23-25).

    Ahora es el rollo el que ocupa el puesto mismo del profeta. El mensaje para los lectores

    del libro de Jeremas, y de los dems libros, es claro: tambin stos sern juzgados

    segn reaccionen a la lectura del libro que tienen en sus manos. De este modo, el libro

    de Ezequiel nos permite comprender que hemos pasado verdaderamente del mundo oral

    al de la escritura.

    El principal problema que plantean estos libros es el de su formacin. Nosotros

    estamos acostumbrados a atribuir una obra literaria a un solo autor, sobre todo si al

    principio nos da su nombre, como ocurre en los libros profticos. Pero, en este caso, no

    es cierto que todo el libro proceda de la misma persona. Es razonable concluir que

    pequeas colecciones de dichos fueron compuestos durante la vida del profeta, por el

    profeta o por los discpulos. Los discpulos o seguidores de los profetas contribuyeron

    en la redaccin de los libros, especialmente en cuatro direcciones: 1) redactando textos

    biogrficos; 2) reelaborando algunos de sus orculos; 3) creando nuevos orculos, 4)

    agrupando textos: orculos, visiones; lo que denominamos colecciones. As, un escriba fij por escrito los dichos de Jeremas en el 605 a.C., los ley en pblico y los

    volvi a escribir bajo dictado cuando la primera copia fue destruida (Jr 36). En algunos

    casos los dichos y narraciones se pondran por escrito por los crculos prximos al

    profeta cuando estos comenzaban a olvidarse. Los desastres del inicio del s. VI (cada y

    destruccin de Jerusaln con las sucesivas deportaciones) habran contribuido a la

    preservacin de los dichos profticos. Probablemente data de este tiempo la primera

    recopilacin del material proftico. La voluntad de hacer las profecas actuales, o sea, de

    encontrar una respuesta a los problemas de las generaciones posteriores, condujo no

    slo a la reelaboracin de las profecas, sino tambin a nuevas composiciones aadidas

    al texto primitivo2. Por lo tanto, los libros profticos que conocemos son obras que

    contienen las palabras originales de los profetas pero interpretadas y comentadas por sus

    discpulos y por los escribas que copiaron una y otra vez los textos. Podemos asegurar

    que hacia el ao 200 a.C. los libros profticos estaban ya redactados en la forma que los

    poseemos actualmente. As se deduce de la cita que hace de ellos Eclo 1,24 y de las

    copias encontradas en Qumrn.

    Los libros profticos constituyen la segunda parte de la Biblia hebrea. Esta se

    compone de tres secciones. La primera est constituida por los cinco libros de la ley,

    Tor o Pentateuco. La segunda, Nebm (profetas), comprende los libros histricos, desde Josu hasta los libros de Reyes, y los quince libros atribuidos a los autores

    profticos. Estos son conocidos como Profetas anteriores (libros histricos o historia

    deuteronomista) o Profetas posteriores (los libros profticos), distincin desconocida

    por el judasmo del perodo bblico. Dentro de estos ltimos, la distincin entre Profetas

    mayores y menores es posterior, e indica ms la extensin del escrito que su

    importancia. La tercera seccin, los Escritos (Ketbm) abarca el resto de los libros de la

    Biblia hebrea.

    La Biblia hebrea incluye, en el bloque de libros profticos, a Isaas, Jeremas,

    Ezequiel y los Doce (Oseas, Joel, Ams, Abdas, Jons, Miqueas, Nahm, Habacuc,

    Sofonas, Ageo, Zacaras, Malaquas)3. La traduccin griega de los LXX realiza algunos

    2 As, el Oseas profetiz en el reino del Norte, unos aos antes de la cada de Samara. Es por lo

    que sus orculos se dirigen a este reino. Sin embargo, hallamos una serie de referencias al reino de Jud

    (cf. Os 1,7; 2,2; 6,11; 2,1). Se trata, en general, de actualizaciones del texto realizadas por escribas de

    Jud que, tras la cada del Norte, recogieron los textos del profeta y los adaptaron a una nueva situacin.

    Podemos decir lo mismo sobre un orculo contra Jud en Am 2,4-5. La serie de orculos se complet

    cuando el libro de Ams pas al reino de Jud. 3 Los profetas menores, a diferencia de los mayores, intervienen en circunstancias que no

    siempre son fciles de sealar. Joel contiene una amplia liturgia penitencial y diversas reflexiones sobre

    un peligro que no se concretiza. En Nahn hallamos un canto jubiloso que acompaa en Israel a la cada

  • Tema 1. Introduccin

    5

    cambios en el orden dentro de los Doce y los sita delante de Isaas. Nuestras ediciones

    acostumbran incluir tambin entre los libros profticos a Daniel, aunque los judos lo

    colocan en los Escritos (Ketubm)4. Tal decisin parece acertada, ya que Daniel es, al menos en parte, el representante ms genuino de la literatura apocalptica, hija espiritual

    de la profeca.

    Las traducciones protestantes de lengua inglesa, y tambin las alemanas, a partir

    de la Biblia de Lutero, y a diferencia del canon hebreo, interponen habitualmente los

    libros sapienciales hebreos (Job, Salmos, Proverbios, Qohelet y Cantar de los cantares)

    entre los libros histricos y los profticos. Tambin las traducciones catlicas

    contemporneas, siguiendo a la Vulgata, han optado por situar a los libros profticos

    despus de los sapienciales; incluyendo entre los sapienciales, despus del Cantar,

    Sabidura y Ben sira o Eclesistico. A qu se debe este cambio en el orden de los libros

    respecto al que haba adoptado la Biblia Hebrea? Quizs se debi a la consideracin de

    los profetas como anunciadores de un mundo nuevo, el del Nuevo Testamento. La

    proximidad fsica en la Biblia de los profetas al NT, era signo de la funcin atribuida a estos libros.

    Como consecuencia del largo proceso de elaboracin y composicin, en los

    libros bblicos se han ido sedimentando ideas, perspectivas, preocupaciones e intereses

    teolgicos de distintas pocas. Este proceso ha tenido lugar en la historia concreta del

    pueblo de Israel. Conocer esta historia es de suma importancia para una correcta

    comprensin e interpretacin de tales libros, pues en ella y de ella han surgido. Dado

    que cada profeta proclama la palabra de Dios en una determinada situacin histrica, es

    importante tener en cuenta su contexto. Una fecha histrica nos sirve para situar o

    enmarcar el conjunto de los profetas, de los textos o libros, y comprender los temas

    teolgicos dominantes: el exilio.

    de Nnive, capital de Asiria. Abdas expresa el malestar de Jerusaln contra Edom por haber colaborado

    con los babilonios en la destruccin de Jerusaln en el 587 a.C. (cf. Sal 137,7). Habacu expresa el terror

    que invade a Jerusal al verse amenazada por el imperio babilnico. Sofonas, se aproxima al mensaje de

    Jeremas, se rebela contra Jud y Jerusaln por la falta de discernimiento poltico y por la perversin del

    culto. Ageo se ocupa de recordar sus deberes a los exiliados tras la vuelta a la tierra, especialmente, la

    reconstruccin del templo. En Zacaras encontramos reflexiones sobre la situacin conflictiva existente

    tras la vuelta de los exiliados. Malaquas hace una severa crtica al clero postexlico y anuncia el retorno

    de Elas para preparar la venida de da del Seor. 4 Si bien la importante traduccin de la TOB (Traduction Oecumnique de la Bible, realizada

    su primera edicin en el 1975, ubica el libro de Daniel dentro de los Escritos, al igual que la Biblia hebrea).

  • I. Los libros profticos

    6

    4 Las formas profticas

    Dos son las formas literarias profticas ms importantes: relatos y orculos.

    Dentro de estas dos se encuentran otros subgneros literarios, como son,

    principalmente, las visiones (cf. Am 7-9) y las acciones simblicas (cf. Is 20,1-6; Jr

    16,1-9; Ez 12,1-16). Respecto a los relatos, encontramos relatos biogrficos; un claro

    exponente es Jr 26-29 y 34-45. Estamos ante narraciones cuyo personaje principal es el

    profeta. Aunque, claro est, la dimensin biogrfica est al servicio de un mensaje

    teolgico (cf. Os 1-3). Otro tipo importante son los relatos de vocacin. Los tres grandes

    libros profticos ofrecen narraciones de este gnero (cf. Is 6; Jr 1; Ez 1). En ellos

    encontramos los elementos estructurantes de dicho gnero literario: manifestacin de

    Dios, misin confiada al profeta, objecin del mensajero, signo o prenda dada por Dios

    para confirmar dicho envo.

    La segunda forma son los orculos. Dicho trmino designa, en general, las

    formas no narrativas utilizadas por los profetas en sus intervenciones. Los ms

    abundantes, por su nmero, son los orculos de salvacin (cf. Am 9,11-15; Is 41,8-13) o

    de condenacin (cf. Am 1-2; Is 13-19; Jr 46-51; Ez 25-32). Entre estos orculos destaca

    el rb o controversia proftica. Se trata de una de las formas ms importantes de la

    literatura proftica (cf. Is 1,2-20). Se entiende por rb un conflicto jurdico entre dos

    partes, por un asunto que afecta al derecho y cuya resolucin depende de ambos

    litigantes: Yahv, quien a travs del profeta, demanda a Israel. Se presupone que ambos

    sujetos estn interrelacionados por un vnculo de naturaleza jurdica, que define la

    naturaleza de la relacin de cada una de las partes: su comportamiento, el respeto

    recproco, los derechos y deberes. Entre Yahv y su pueblo este vnculo es la alianza,

    representada, a veces, como una relacin entre padre e hijo, o entre esposos.

    De cara a la comprensin del mensaje proftico es importante la distincin entre

    palabra de Yahv y palabra del profeta. ste es el primer paso que se ha de dar cuando

    586 a.C.

    PREEXILIO EXILIO POSTEXILIO

    Fuera de la tierra

    Promesas de vuelta

    De nuevo en la Tierra

    Reconstruccin del Templo

    En la tierra.

    Amenaza de perderla. Llamada a la conversin

  • Tema 1. Introduccin

    7

    nos acercamos a un texto bblico, sin el cual es difcil que captemos la riqueza

    significativa del texto. Es posible esta distincin? No encontraremos con textos en que

    no es fcil establecer esta diferencia: no se sabe si habla Yahv o el profeta. Se deber

    tener en cuenta esta ambigedad. Pero no es esto lo dominante. El discurso divino suele

    ser introducido mediante una serie de expresiones, que pueden agruparse en torno a dos

    bloques: 1) las que constan la llegada de la palabra divina al profeta: vino la palabra del Seor a X, me vino la palabra del Seor, me dijo el Seor, dijo el Seor a X; 2) las que aseguran que la palabra transmitida es palabra de Dios: as dice el Seor, orculo del Seor, dice el Seor, habla el Seor. Este grupo es el dominante5.

    5. Los grandes temas profticos

    El mensaje proftico se puede sintetizar en torno a cinco grandes apartados: la

    eleccin de Israel como compromiso; la relacin culto, justicia y conocimiento de

    Yahv; la alianza; la relacin entre juicio y salvacin; y la esperanza6.

    5.1 La eleccin de Israel como compromiso

    La conciencia de ser el pueblo elegido ha permitido a Israel mantener su

    identidad a lo largo de una historia, a menudo, trgica y dolorosa. Los profetas,

    dependiendo de la situacin histrica en que les toc vivir, han silenciado, criticado o

    despertado dicha conciencia. Los profetas del pre-exilio han hecho una crtica a la

    teologa de la eleccin, porque sta alimentaba una falsa seguridad, que le serva como

    base para rechazar el mensaje proftico, el cual anunciaba la destruccin de Israel por

    las tropas asirias en respuesta a su infidelidad. sta es la contestacin de Yahv ante la

    falsa seguridad del destinatario: A espada morirn todos los pecadores de mi pueblo, esos que dicen: No se acercar, no nos alcanzar la desgracia! (Am 9,10; cf. 6,1). Los profetas no niegan el hecho de la eleccin, sino que ofrecen la recta interpretacin del

    mismo: la relacin particular entre Dios y su pueblo no se ha de ver en clave de

    privilegio, sino como llamada de compromiso a vivir como pueblo suyo y, de este

    modo, a darlo a conocer ante las naciones como el nico Dios (cf. y comparar Am 3,2

    con 9,7). En cambio, durante el perodo del exilio se subraya el tema de la eleccin de

    Israel, como respuesta a la situacin de crisis que cuestionaba tanto la identidad del

    pueblo como la de su Dios. Ahora, los profetas releen la eleccin con vistas a suscitar la

    confianza y la seguridad de un pueblo desesperanzado ante su presente y futuro (cf. Jr

    39; Is 40).

    5.2 Relacin culto, justicia y conocimiento de Yahv

    Los profetas, en general, y especialmente los anteriores al exilio, critican un

    culto meramente ritualista, que descuida la prctica del derecho (cf. Am 3,14; 4,4; 5,5;

    Os 4,4-10; Miq 3,11-12; Is 8,9-10; 22,8-9; 28,7; Sof 3,4; Jr 23,9-40; Ez 13,1-4; Zac

    13,2). Del mismo modo reprochan la falsa seguridad fundamentada en dicho ritualismo. Sin la conversin personal y el verdadero conocimiento de Yahv de nada

    sirve la alianza, el Templo, la Ley (cf. Jr 8,8), el ser hijos de Abrahn (cf. Ez 33,24). No

    se trata de multiplicar las ofrendas y de ir al Templo, sino de buscar a Yahv mediante la prctica del bien (Am 5,4.6.14; cf. tambin Os 10,12). Frente a una religin

    5 Proponemos como ejercicio prctico la lectura de Am 5. El alumno debe distinguir entre la voz

    del profeta y la voz de Yahv. Se debe preguntar por la relacin existente entre ambas voces. Comprobar

    cmo el profeta no hace sino repetir literalmente la palabra de Yahv recibida, o bien, hacer un

    comentario o explicacin teolgica de dicho discurso divino. 6 A este ltimo tema dedicaremos la ltima leccin del profetismo bblico, que servir de

    recapitulacin del mensaje proftico, titulada: El Mesianismo y las expectativas salvficas.

  • I. Los libros profticos

    8

    puramente ritual, sin exigencias de justicia, los profetas afirman la prioridad absoluta de

    una relacin personal y verdadera con el Dios viviente (cf. Is 29,13). A menudo se

    afirma que los profetas han obrado el paso de una santidad cultual a una santidad moral.

    En verdad, ellos han afirmado esencialmente que la santidad o la religin cultual, cuyo

    centro era el Templo, exiga una santidad o una religin moral.

    5.3 La alianza

    Cuatro son los grandes profetas de la alianza: Oseas, Jeremas, Ezequiel y el

    Deutero-Isaas. La misma vida del profeta Oseas, concretamente su matrimonio con

    Gomer, es la plasmacin visible de la alianza de Yahv con su pueblo (cf. Os 1-3). Se

    trata de una alianza de amor, rota por su pueblo, pero no por su Dios que permanece

    siempre fiel. Por ello, curar el espritu de infidelidad de Israel para que vuelva a su Dios. Es el amor de Yahv el que va obrar esta sanacin (cf. Os 14,12-5). En Jeremas

    encontramos esta misma imagen de curacin (cf. Jr 30,12-17). Presenta a Jerusaln

    como un cuerpo herido, cuya gravedad es tal que est cercano a la muerte. Con la

    metfora: Te sanar de tus heridas (v. 17), se profetiza para Jerusaln una futura restauracin. La cual se hace realidad en la promesa de la nueva alianza de Jr 31,31-34. Esta sanacin consiste en la interiorizacin de la Ley y en el perdn de los pecados.

    Ezequiel da un paso adelante. No habla de herida, sino de muerte. sta es la imagen

    para describir el estado de desesperanza en que se encuentra el pueblo en el exilio por

    haber roto la alianza (cf. Ez 37,1-14). La vuelta a la vida consiste en volver a la tierra

    gracias a la renovacin de la alianza. Esta buena noticia ser posible por la efusin del

    espritu de Yahv, verdadero agente de la conversin del pueblo (cf. Ez 36,22-31;

    37,14). El Deutero-Isaas, aunque la menciona slo cuatro veces, es la estructura

    fundamental de su mensaje. Se trata de una alianza de paz (54,10), de un don definitivo ofrecido por Dios a su pueblo, esto es, de una alianza eterna (55,3).

    5.4 Juicio y salvacin

    La relacin entre juicio y salvacin es un tema dominante en la literatura

    proftica. El esquema final de estos libros tiende a colocar las palabras salvficas tras los

    orculos de juicio, pero no siempre se vincula uno al otro en trminos de causalidad o

    condicin. Se puede decir que la forma final de los libros indica, en trminos generales,

    el juicio como etapa anterior a la salvacin. Segn la perspectiva proftica, juicio y

    salvacin no se excluyen. La salvacin no elimina el juicio, pero la salvacin priva a

    ste del poder de ser la ltima palabra y le da un nuevo sentido, integrndolo como

    medio para conducir a la salvacin.

    El juicio es condicin para la salvacin en un mundo marcado por el pecado y

    por la obstinacin. En este sentido, debe considerarse que: a) el juicio debe acontecer

    para evidenciar la contradiccin entre la trasgresin y la voluntad divina; b) el juicio

    condenatorio es fruto de la falta de conversin del pueblo, que no corresponde a las

    amonestaciones divinas; c) el juicio es medio para eliminar la realidad opuesta a Dios

    generada por el pecado y crear las condiciones para el establecimiento de una nueva

    realidad; d) la necesidad del juicio no elimina la iniciativa divina de la salvacin, sino

    que indica la importancia de la colaboracin humana. No hay, pues, incompatibilidad

    entre juicio y salvacin, puesto que Dios mantiene su misericordia y su voluntad

    salvfica, incluso en medio de una situacin de juicio (cf. Os 11).