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LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833- 1868) Las Regencias y el Problema Carlista (1833-1843). La Década Moderada (1844-1854). El Bienio Progresista (1854-1856), la vuelta al moderantismo (1854-1868) y el territorio de Castilla Castilla-La Mancha con Isabel II. Isabel II (1833-1868) TEMA 04 HISTORIA DE ESPAÑA – 2º de Bachi

TEMA 10 · Web viewEl final de la guerra en el Maestrazgo (1839 – 1840). El general Cabrera y sus tropas no aceptan el Convenio de Vergara y siguen luchando, hasta que Espartero

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LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1868)Las Regencias y el Problema Carlista (1833-1843). La Década Moderada (1844-1854). El Bienio Progresista (1854-1856), la vuelta al moderantismo (1854-1868) y el territorio de Castilla Castilla-La Mancha con Isabel II.

Isabel II (1833-1868)

TEMA

04

HISTORIA DE ESPAÑA – 2º de Bachi

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TEMA 4.LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL

INTRODUCCIÓN.........................................................................................................3

I. EL REINADO DE ISABEL II. LAS REGENCIAS (1833-1843)........3

1. EL PROBLEMA CARLISTA.....................................................................................3

2. LA REGENCIA DE Mª CRISTINA (1833 – 1840)....................................................6

2.1. LA TRANSICIÓN (1833 – 1835).......................................................................6

2.2. LA RUPTURA (1835 – 1840)............................................................................6

3. LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840 – 1843)....................................................7

II. EL REINADO PERSONAL DE ISABEL II (1843-1868).................8

4. LA DÉCADA MODERADA (1844 – 1854)...............................................................8

5. EL BIENIO PROGRESISTA (1854 – 1856).............................................................9

6. LA VUELTA AL MODERANTISMO (1856 – 1868)................................................10

7. CASTILLA-LA MANCHA DURANTE EL REINADO DE ISABEL II........................12

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INTRODUCCIÓN

Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) se opera en España el tránsito real del antiguo régimen absolutista a un régimen liberal, que traerá consigo un sistema de monarquía parlamentaria, no exenta de conflictos políticos, como el carlismo y los continuos pronunciamientos; una lenta y parcial industrialización, principalmente en el norte y Cataluña, con fuerte inversión y financiación extranjera (minas, ferrocarril,…), pero con un escaso desarrollo del comercio interior; un afianzamiento de una minoría terrateniente y una burguesía apegada a la tierra, con una gran masa de campesinos en pésimas condiciones y la aparición y desarrollo lento del proletariado urbano.

El reinado de Isabel II se divide en dos etapas:1) 1833-1843. Minoría de edad de la reina (que llega al trono con 3 años). Se

estableció una regencia, ejercida primero por su madre, la reina Mª Cristina (1833-1840), y posteriormente por el general Espartero (1840-1843).

2) 1843-1868. Corresponde con la mayoría de edad, y finaliza con una revolución que implantó por primera vez la democracia en España.

Sin embargo, en el comienzo de esta época de cambios se sitúa el problema sucesorio, que alcanza su momento más crítico cuando el rey agoniza: don Carlos declara que no aceptaría la sucesión de Isabel, por lo que Fernando VII se vio en la necesidad de desmantelar las instituciones que creó para combatir el liberalismo, ya que ahora veían a don Carlos como el mejor defensor del Antiguo Régimen. El grupo de isabelinos, los más moderados, se vieron obligados a crear un partido a la infanta, para lo cual contaron con los liberales, que no participaban en política desde 1823.

Fernando VII, que inició su reinado en los albores de una guerra (1808) muere el 29 septiembre 1833, iniciándose inmediatamente levantamientos carlistas y dando comienzo a una nueva guerra civil. El 6 de octubre Mª Cristina asume la regencia, iniciándose medidas a favor de un sistema liberal. Todo se completa con el juramento de Isabel como princesa de Asturias en noviembre.

I. EL REINADO DE ISABEL II. LAS REGENCIAS (1833-1843)

1. EL PROBLEMA CARLISTA

El prolongado problema carlista está causado principalmente por el problema sucesorio, ya descrito, pero tiene como trasfondo un evidente enfrentamiento ideológico, pues los carlistas eran enemigos acérrimos del liberalismo y las medidas que implicaba. Constituyó, por tanto, la “extrema derecha” ideológica del siglo XIX: como rezaba su divisa Dios, Patria y Rey, defendían el tradicionalismo, el Antiguo Régimen y la monarquía de origen divino. Reivindicaban, además, el mantenimiento de los fueros y privilegios tradicionales (foralismo), frente a la política centralizadora del régimen liberal, según la cual las regiones debían mantener sus instituciones de gobierno autónomas, su sistema propio de justicia y la exención fiscal y de quintas para el servicio militar.

Pese a carecer de aparato estatal, los principales apoyos del carlismo fueron:

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campesinos, especialmente pequeños propietarios, ya que temían convertirse en jornaleros o arrendatarios de los grandes terratenientes;

baja nobleza del norte de España, que se sentía amenazada por la desaparición de los mayorazgos y de la exención de impuestos;

sectores más conservadores de la Iglesia (clero secular y regular), contrarios a las medidas desamortizadoras y a la supresión de las órdenes religiosas;

grupos de artesanos de las ciudades de la meseta norte, que temían la desaparición de los gremios;

algunos oficiales del ejército, descontentos por la evolución del país o debido a su situación profesional, que no les resultaba satisfactoria;

áreas rurales, debido a las relaciones de protección y clientelismo; País Vasco, Navarra y norte de Cataluña, así como áreas del este

peninsular (comarca del Maestrazgo) y Castilla, que querían salvaguardar sus costumbres, fueros y tradiciones.

Sin embargo las grandes ciudades apenas los apoyaron, ni la burguesía comercial, industrial o financiera. Los trabajadores de las ciudades, las altas jerarquías eclesiásticas, la alta nobleza y la mayor parte del ejército se mantuvieron fieles a la reina Isabel II. En el ámbito internacional, también hubo división:

a) Francia, Portugal y Reino Unido firmaron con el régimen isabelino la Cuádruple Alianza (1834) y se comprometieron a apoyar los regímenes liberales de España y Portugal. Tanto Francia como Reino Unido prestaron ayuda financiera y enviaron voluntarios a luchar en el bando isabelino.

b) Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios (el papado rompió relaciones diplomáticas con el régimen liberal español en 1836), apoyaron a Carlos Mª Isidro.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840) se desarrolló en cuatro etapas:1) Formación del foco de insurrección vasconavarro (1833 – 1835). Los

carlistas intentaron provocar una insurrección general del país. Al no lograrlo, se inició la guerra civil. Los isabelinos reprimieron los núcleos carlistas, excepto País Vasco y Navarra, donde el coronel Zumalacárregui creó un auténtico ejército, aunque este no pudo ocupar ninguna capital vasca ni Pamplona, lo que les restó credibilidad y reconocimiento internacional. Además, Zumalacárregui muere en el primer sitio a Bilbao, en junio 1835.

2) Las expediciones nacionales (1836 – 1837). Los carlistas organizan dos expediciones1 desde los núcleos que controlaban: desde el País Vasco-Navarra y el Maestrazgo, donde se había hecho fuerte el general Cabrera. Nuevo fracaso carlista en el asedio a Bilbao, gracias a la victoria del general isabelino Baldomero Espartero, que se convierte en ídolo militar y popular.

3) La iniciativa isabelina: el Convenio de Vergara (1837 – 1839). Los isabelinos, liderados por Espartero, pasan a la ofensiva. El general carlista Maroto es partidario de negociar el final de la guerra, que se sella con un abrazo entre los dos generales, firmando el Convenio de Vergara (Guipúzcoa, agosto de 1839), que pone fin a la guerra e implicó la admisión de los militares carlistas en el ejército isabelino. El gobierno se comprometió a remitir la cuestión foral a las Cortes. Carlos Mª Isidro, contrario al convenio, se exilió a Francia.

1 La Expedición Gómez, con 4.000 hombres, recorrió más de 20 provincias desde Galicia a Cádiz, sin grandes obstáculos pero sin ningún resultado. La Expedición Real, dirigida por Carlos Mª Isidro, partió de Estella y enlazó con Cabrera en el Maestrazgo, llegando a las puertas de Madrid, sin llegar a presentar batalla. Esta última expedición pretendía lograr apoyo internacional y presionar al gobierno de Madrid para negociar.

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4) El final de la guerra en el Maestrazgo (1839 – 1840). El general Cabrera y sus tropas no aceptan el Convenio de Vergara y siguen luchando, hasta que Espartero toma Morella (Castellón). En julio de 1840 los carlistas cruzan la frontera con destino a Francia.

Tras esta guerra, el carlismo se mantuvo activo militarmente a lo largo del XIX, reivindicando el mantenimiento de los fueros y provocando otros conflictos:

La Segunda Guerra carlista (1846 – 1849) o guerra del matiners (madrugadores), se desarrolló en Cataluña y tuvo como pretexto inmediato el fracaso de la planeada boda entre Isabel II y el pretendiente carlista al trono (Carlos Luis de Borbón), lo que habría resuelto el problema dinástico. Los carlistas iniciaron guerrillas, apoyadas a veces por partidas de republicanos. El general Cabrera intentó sin éxito crear un ejército. Entre abril y mayo de 1849 cruzan la frontera las últimas partidas.

La “Ortegada” (1860). Intento frustrado de pronunciamiento por parte del capitán general de Baleares, que desembarcó un ejército de 3.000

hombres en Cataluña, con el objeto de alzar al trono al pretendiente. La sublevación fracasó, Ortega fue fusilado y el pretendiente carlista y su hermano fueron detenidos, y liberados a cambio de firmar su renuncia al trono.

La Tercera Guerra Carlista (1872 – 1876). Tras el derrocamiento de Isabel II en 1868, se revitalizó militarmente el carlismo, iniciándose un conflicto en Cataluña, País Vasco y Navarra. Fracasan en el intento de ocupar Bilbao y también se produjeron expediciones al interior de la Península (saqueo de Cuenca, 1874). Sin embargo, la derecha monárquica, tras la experiencia de la I República, se aglutinó en torno a la restauración en los descendientes de Isabel II. De nuevo, el pretendiente carlista cruzó la frontera hacia Francia.

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2. LA REGENCIA DE Mª CRISTINA (1833 – 1840)

Durante la minoría de edad de la reina, la regente Mª Cristina se apoyará en los liberales más moderados, iniciándose el desmantelamiento del Antiguo Régimen de manera gradual, diferenciándose varias fases:

2.1. LA TRANSICIÓN (1833 – 1835) La transición entre el estado absolutista y el liberal presentó estos rasgos: Estuvo protagonizada por monárquicos reformistas (Cea Bermúdez,

Javier de Burgos) y por liberales moderados (Martínez de la Rosa). Estos eran partidarios de combinar el antiguo Estado y los principios liberales: suprimir las normas económicas del antiguo régimen y realizar solo las reformas políticas imprescindibles.

El texto jurídico fundamental de esta etapa fue el Estatuto Real (abril de 1834), una Carta Otorgada que pretendía ser una “tercera vía” entre el liberalismo y el absolutismo.

Se realizaron algunas reformas: división territorial en provincias (1833); liberalización del comercio, la industria y los transportes; libertad de imprenta, aunque con censura previa; renacimiento de la Milicia Nacional (Milicia Urbana, luego Guardia Nacional).

El régimen de la transición fracasó en su intento de conciliar absolutismo y liberalismo: los carlistas, en armas, no contribuyeron a la estabilidad política; el ala izquierda de los liberales (progresistas) solicitaban reformas más radicales. A la situación política se unían las violentas revueltas populares (matanza de frailes en Madrid, en 1834; incendio de la fábrica textil de Bonaplata en Barcelona, en 1835).

2.2. LA RUPTURA (1835 – 1840) Los gobiernos de esta fase, especialmente los ministros progresistas,

impulsaron la ruptura con el Antiguo Régimen. Las características del período son: la principal figura del período fue Juan Álvarez Mendizábal. Su cese en el

Gobierno provocó el pronunciamiento militar de los Sargentos de La Granja de San Ildefonso (1836), donde estaba la reina regente. Esta sublevación consolidó a los progresistas, ya que obligó a la reina a reimplantar la constitución de 1812, que poco después fue reformada.

Un nuevo texto: la Constitución de 1837: más breve y moderada que la de Cádiz, aunque era de inspiración progresista intentó dar cabida a todas las tendencias liberales.

- Admitía la soberanía nacional, en teoría, pero reconocía a la corona un papel mayor que la de 1812, ya que podía incluso vetar definitivamente las leyes que no considerase aceptables. Se mantenía la división de poderes, así como la responsabilidad de los ministros ante el parlamento. También aparecen sistematizados los derechos individuales.

- La soberanía era compartida (las potestad de hacer leyes descansa en las Cortes con el rey).

- Cortes bicamerales: Senado, formado por grandes propietarios; la mitad los nombraba el monarca, y la otra mitad elegida por sufragio censitario; y

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Congreso de diputados, elegidos por sufragio directo y censitario. No había representantes de las colonias.

Se retomaron las medidas desamortizadoras, con el objetivo de convertir la propiedad vinculada del Antiguo Régimen en propiedad libre que podía circular en el mercado. Destacaron varias medidas: - la Desamortización de los bienes del clero regular (1836-1837),

que conllevaba la supresión de numerosas órdenes religiosas. El objetivo de estas medidas era conseguir financiación para sufragar la deuda pública y los gastos de la guerra civil.

- Decreto de desaparición de los señoríos y mayorazgos (1836-1837)- Supresión de la Mesta y la disolución de los gremios

Políticos de la Regencia de Mª CristinaMARTÍNEZ DE LA ROSA, Javier de BURGOS, CEA BERMÚDEZ, Juan Álvarez MENDIZÁBAL

Sin embargo, los progresistas tuvieron problemas para consolidar su dominio frente a los moderados, que, con el apoyo de la reina regente, dominaron los gobiernos entre 1837 y 1840. Los progresistas, justificándose en el descontento provocado por la Ley de Ayuntamientos2, recurrieron a la insurrección militar, encabezada por Espartero, para recuperar el poder. El héroe de las guerras en Hispanoamérica y contra los carlistas desplazó a la reina Mª Cristina como regente y respaldó a los progresistas. La regente se exilió a Francia.

3. LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840 – 1843)

En este período se impuso un régimen de liberalismo autoritario apoyado en el ejército, especialmente en su grupo de fieles, los ayacuchos3. Este caudillismo militar suscitó la oposición de numerosos progresistas que, en principio, habían colaborado con Espartero. El poder que adquirió propició también la aparición de rivales dentro del ejército4, personajes que serán relevantes en la política de España durante todo el período: Juan Prim, Francisco Serrano, Ramón Mª Narváez y Leopoldo O’Donnell. Los gobiernos de este período establecieron estas medidas importantes:

La desamortización de los bienes del clero secular (desde 1841) y la abolición del diezmo, con la fuerte oposición de la Iglesia y del Papado.

El intento de firma de un acuerdo de librecambio con Reino Unido, que le granjeó dos nuevas enemistades: de Francia, porque se daba preferencia al comercio con Reino Unido; y de la industria textil catalana, que reivindicaba mayor protección a sus productos y altos aranceles que gravaran la importación de tejidos británicos. El enfrentamiento con el gobierno se concretó en la Revuelta urbana de Barcelona (1842), de carácter antifiscal y republicano, sofocado con bombardeando la ciudad.

2 Los moderados pretendían que los alcaldes fueran elegidos por el gobierno, y no elegidos por los ciudadanos del municipio, algo que perjudicaba a los progresistas.3 Militares que habían combatido en las guerras de independencia de las colonias en América. Constituyeron un grupo de presión encabezada por el propio Espartero. Hace referencia a la Batalla de Ayacucho (Perú, 1824).4 Sublevación de Quiroga y Diego de León, que son fusilados

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Espartero disolvió las Cortes e instauró una dictadura personal. Todos los elementos de oposición convergieron en una insurrección general, civil y militar (mayo – julio 1843). En el transcurso del levantamiento, Narváez derrotó a las tropas del gobierno en Torrejón de Ardoz. Espartero se exilió a Reino Unido, aunque su prestigio entre las clases populares continuó a lo largo de todo el siglo.

II. EL REINADO PERSONAL DE ISABEL II (1843-1868)

En 1843 las Cortes decidieron adelantar la mayoría de edad de Isabel II, que con 13 años pasa a reinar. Durante esta época se procedió a la auténtica construcción del nuevo Estado liberal. El protagonismo político de esta época correspondió a los moderados, aunque se pueden diferenciar varias etapas en el período.

4. LA DÉCADA MODERADA (1844 – 1854)

Narváez, líder de los moderados, dirigió esta etapa, que se caracterizó por:1. La estabilidad. El sistema político fue oligárquico, en el que la

representatividad popular fue escasa, pues primaba el orden sobre la libertad. Las cortes fueron suspendidas a menudo, se falsearon elecciones, se extendió la corrupción administrativa y se marginó a los progresistas. Contaban con el respaldo de las élites sociales, económicas y militares. Narváez y Bravo Murillo (ministro en varios gobiernos y presidente del consejo de ministros al final de la década) estaban bien relacionados en la corte. Temeroso de la revolución, consideraban que las reformas políticas y sociales ya estaban concluidas. Esta versión restringida, conservadora y antidemocrática del liberalismo es la conocida como liberalismo doctrinario, defendida en España, entre otros, por Jaime Balmes, Juan Donoso Cortés y Antonio Canovas del Castillo.

2. La aprobación de una nueva constitución (1845), que reforzó los elementos conservadores que ya tenía la de 1837: catolicismo como religión oficial, limitación de libertad de imprenta, aumento de poder legislativo y político de la corona; soberanía compartida; cortes bicamerales: Senado (número ilimitado de miembros vitalicios de designación real) y Congreso (diputados elegidos por sufragio censitario muy restringido: propietarios, profesionales con estudios universitarios, intelectuales,… solo el 1% de la población).

3. El control de la administración local y provincial. Se creó el cargo de gobernador civil, normalmente líder de los moderados de la zona. El gobierno nombraba los alcaldes de las ciudades más importantes, y el gobernador civil a los del resto del municipio. Este sistema favorecía la manipulación de los resultados electorales, y pervivió durante todo el XIX y parte del XX.

4. Supresión de la Milicia Nacional y creación de la Guardia Civil (1844), cuerpo militar encargado del orden público y la defensa del Estado

5. La promulgación de leyes de ámbito nacional, con el objeto de crear un Estado nacional centralizado. Se adoptó un único sistema de pesos y medidas, el métrico decimal. Se reguló la instrucción pública (educación) con el Plan Pidal (1845) y se promulgó un nuevo Código Penal (1848), quedando un proyecto de Código Civil (1851).

6. La reforma de la Hacienda, dirigida por el ministro Alejandro Mon y su colaborador Ramón de Santillán (Ley Mon-Santillán, 1845): se simplificaban los impuestos, se establecieron principios de igualdad y proporcionalidad, se realizó un presupuesto estatal general anual y se potenciaron los impuestos indirectos (“consumos”, que perjudicaban sobre todo a las clases populares).

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7. El acercamiento a la Iglesia católica. Se suspendieron la venta de bienes desamortizados, se firmó un Concordato (1851) por el cual el Estado se comprometía a reservar una parte de su presupuesto (dotación de culto y clero) para hacer frente a los gastos eclesiásticos. Así se compensaba a la Iglesia por la pérdida de sus bienes desamortizados.

POLÍTICOS DE LA DÉCADA MODERADARamón Mª NARVÁEZ, Juan BRAVO MURILLO, Alejandro MON y Ramón de SANTILLÁN

El autoritarismo de los gobiernos se fue incrementando a principios de la década de 1850. Por ello, a la oposición de los carlistas (Segunda Guerra Carlista) y de los progresistas se unió el sector izquierdista de los moderados (puritanos).

En estos años surge el Partido Demócrata (1849), desgajado del ala izquierda de los progresistas: reivindicaban el sufragio universal, las Cortes unicamerales, la libertad religiosa y de asociación sindical, la reforma de los “consumos”, la instrucción primaria gratuita y la intervención del estado en las relaciones laborales. Este programa constituía un ejemplo de liberalismo democrático, al calor del movimiento revolucionario europeo de 1848.

5. EL BIENIO PROGRESISTA (1854 – 1856)

Esta etapa se inició con un pronunciamiento organizado por los moderados izquierdistas y protagonizado por las tropas del general O’Donnell, que iniciaron la sublevación en Vicálvaro. Para atraerse a los progresistas y a la población civil, proclamaron el Manifiesto de Manzanares (Ciudad Real), el 7 de julio, solicitando una reforma de las leyes electoral y de imprenta, la descentralización del poder estatal y el restablecimiento de la Milicia Nacional. La sublevación se extendió por las grandes ciudades, y tuvieron gran importancia las clases populares con su demanda de reformas sociales. Se daban en este momento tres sublevaciones: la de las élites descontentas frente al sistema moderado (representadas por la incidencia de O´Donnell), la de los progresistas con intención de abrir el marco político en pro de una mayor democratización del país y, por último, la de las capas populares en búsqueda de mejoras políticas, sociales y económicas.

Tras los sucesos, Isabel II encargó a Espartero la formación de un nuevo gobierno al frente de los progresistas, en colaboración con el ala izquierda de los moderados, dirigidos por O’Donnell. Durante esta etapa no se alteraron los principios ni el funcionamiento del Estado liberal, aunque se frenaron las aspiraciones democráticas y populares de la revolución de julio. Las principales reformas fueron:

1. La restauración de leyes e instituciones de la década de 1830: Ley de Imprenta, Ley Electoral, gobierno local y Milicia Nacional.

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2. Elaboración de un proyecto de Constitución (1856), la nonata, que no llegó a promulgarse. Similar a la de 1837, mantenía el bicameralismo, aunque electivo para ambas cámaras, y la potestad legislativa compartida entre las Corte y el rey. Afirmaba la soberanía nacional y ampliaba la lista de derechos individuales.

3. La culminación del proceso desamortizador (Desamortización de Madoz, 1855), que afectó no solo a las posesiones de la iglesia, sino también a las tierras y propiedades de los municipios y del Estado. se subastaron todos los bienes raíces que no perteneciesen a individuos privados.5

4. La reordenación económica para consolidar un mercado de ámbito nacional e impulsar el crecimiento con la aprobación de normas como la Ley de concesiones ferroviarias (1855) y las leyes bancarias de 1856, que dieron lugar a la creación del actual Banco de España.

POLÍTICOS DEL BIENIO PROGRESISTA Baldomero ESPARTERO y Pascual MADOZ

Durante el Bienio estallaron conflictos sociales de diversa índole:a) En la industria, huelgas organizadas por incipientes sociedades obreras en

Barcelona y su entorno, que culminan con una huelga general en julio de 1855.

b) En el campo, motines de subsistencia por la carestía de grano en Castilla, en el verano de 1856, duramente reprimidos.

c) En las ciudades se produjo la resistencia armada de la Milicia Nacional, especialmente en Madrid en julio de 1856, que apoyaba los motines.

Toda esta situación provocó la crisis de los gobiernos progresistas, que a partir de ahora dejó de ser el sector radical del liberalismo. En adelante, el ala izquierda sería ocupada por los demócratas. Era el final del Bienio Progresista.

6. LA VUELTA AL MODERANTISMO (1856 – 1868)

La preocupación era reinstaurar el orden, para lo cual se practicó un liberalismo pragmático y realista que no contó con oposición por parte de las élites del país. En estos años se producirá la alternancia en el Gobierno entre dos fuerzas políticas:

a) los moderados, dirigidos por Narváez.b) la Unión Liberal, partido creado y dirigido por O’Donnell, que pretendía ser

de centro y aglutinar a los moderados de izquierda y a los progresistas. En esta fuerza política destacaron militares como Francisco Serrano, Juan Prim y Juan Bautista Topete, o civiles como Antonio Canovas del Castillo. Sus miembros también eran llamados unionistas.

5 Las tierras municipales se dividían en bienes de propios, que incluían las tierras cultivadas en lotes por los vecinos, y los bienes comunes o de aprovechamiento común, como las dehesas para el ganado y las zonas forestales. La venta de estas tierras perjudicó a los campesinos que utilizaban esos bienes para completar sus escasas rentas. A largo plazo, estas medidas contribuyeron a aumentar la conflictividad social en el campo.

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Tres ejes guían el análisis de esta década:1. La economía. Se insiste en el progreso económico como objetivo

supremo de la política. Para ello se incrementan las inversiones públicas6, destacando el tendido ferroviario (1856-1866) y el Canal de Isabel II (1858).

2. La política exterior. Se trabajó por restablecer el prestigio de España y restaurar su papel como potencia internacional, siempre de acuerdo con los intereses de Francia y Gran Bretaña. Con esta política se fomentaba el nacionalismo en la opinión pública. La intervención militar más importante tuvo como escenario Marruecos (1859-1860).7

3. La política interior. La actuación se fundamentó en los principios moderados de la Constitución de 1845, aunque volvió a fracasar en el intento de lograr la alternancia pacífica en el poder de los distintos grupos liberales. Los equipos ministeriales eran nombrados o destituidos según el favor y confianza de la reina y sus camarillas; para acallar a la oposición el gobierno clausuraba las cortes y reforzaba la represión.

Los progresistas y los demócratas comenzaron a colaborar, alentando conspiraciones y protestas contra el Gobierno y contra la reina (Noche de San Daniel, 1865: protesta estudiantil duramente reprimida; Sublevación de los Sargentos del cuartel de San Gil, Madrid 1866).

Las distintas fuerzas de oposición promovieron desde el exilio un acuerdo de actuación, el Pacto de Ostende (Bélgica, 1866). Tras la muerte de los dos principales apoyos de la reina, O’Donnell (1867) y Narváez (1868), incluso los unionistas se adhirieron al pacto. Este descontento, unido a la recesión económica de 1866-1868, desencadenó el proceso revolucionario de 1868, sublevación general antidinástica encabezada por los sectores más avanzados del Ejército, dentro de los cuales destacarán políticamente las figuran de Juan Prim y Francisco Serrano. La nueva Revolución, la “Gloriosa”, acabará entonces con el trono de Isabel II, después de un período, basado en la constitución de 1845, que puso en entredicho las garantías mínimas de un sistema parlamentario.

6 Vinculadas en numerosas ocasiones a los negocios particulares de muchos dirigentes políticos.7 Con el pretexto de defender Ceuta y Melilla de los ataques se las tribus del Rif (Norte de Marruecos), se entabló una guerra por la que España obtuvo el territorio de Ifni, región del Suroeste de Marruecos que disponía de bancos pesqueros. En esta guerra adquirió prestigio militar y popular el general Prim.

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Leopoldo O’Donnell

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7. CASTILLA-LA MANCHA DURANTE EL REINADO DE ISABEL II

La división provincial de Javier de Burgos configuró las actuales Toledo, Ciudad Real, Albacete, Cuenca y Guadalajara en un área de baja densidad de población, donde esas cinco provincias quedarían muy vinculadas al propio devenir de la capital del Estado, Madrid.

Los procesos desamortizadores, especialmente los de 1837 y 1855, asentaron el principio de propiedad, como elemento nodal de las nuevas relaciones de mercado. Sin embargo, no se favoreció la presencia de ahorradores populares, por lo que los nuevos propietarios acabaron siendo individuos acaudalados, muchos de ellos llegados de otras regiones. En resumen, asistimos a una gran traslación de la propiedad dentro de una dinámica de concentración de riqueza en pocas manos, que deriva, por tanto, en un comportamiento político tendente al conservadurismo institucional en el marco de la constitución de 1845, donde las élites pretendían controlar en lo local y en lo nacional el proceso político, con el consiguiente descontento de las clases medias y de las capas populares, que no vieron cumplidos los proyectos progresistas.

Es por ello que, al finalizar el reinado de Isabel II, las estructuras sociales son muy similares al pasado. En 1860 el 74% de la población activa desempeña su trabajo en la agricultura, con una abrumadora mayoría de no propietarios, jornaleros y braceros. En ese año, los habitantes de las provincias de la actual Castilla-La Mancha representaban solo el 7,78% de la población total del país.

La implantación del ferrocarril (Alcázar de San Juan, 1854; Albacete, 1855; Albacete-Almansa, 1857; Madrid-Toledo, 1858; Alcázar-Ciudad Real, 1861; Manzanares-Sta. Cruz de Mudela, 1862; Ciudad Real-Puertollano, 1865), abrió mercados, con las consecuentes posibilidades y oportunidades, pero generó una mayor diferencia entre las áreas transformadas a lo largo de su trazado y las que quedaron alejadas de su influencia, abriendo amplias fisuras entre modernización y atraso a lo largo de toda la región. Este hecho, unido a la paulatina transformación de los grandes núcleos urbanos hacia usos y valores contemporáneos, nos dará el pequeño indicio de modernidad en la región.

En 1833 la actual Castilla-La Mancha se caracteriza por el agotamiento económico y el atraso tecnológico, componiéndose básicamente de pequeños mercados con alto grado de autosuficiencia, alejados de cualquier estímulo de competencia. Durante los años que dura su reinado, los sectores económicos no variarán sustancialmente.

La producción agrícola, basada en el cereal, se completa con la producción de leguminosas, aceituna, patata y la extensión de la vid en paralelo al tendido ferroviario.

En el sector secundario el nivel técnico es mínimo, por lo que es más propio hablar de talleres que de fábricas, con una producción muy dispersa y limitada al consumo local. Destacan los paños de estameñas (paños a partir de la lana),; los encajes y blondas de Almagro, los azulejos y cerámica en Talavera de la Reina, los cueros en Toledo y Guadalajara, el salitre en Alcázar de San Juan y la pólvora en Ruidera; las navajas y hoces en Albacete y La Solana; el jabón el Alcázar, Valdepeñas, Quintanar de la Orden; tinajas en Villarrobledo; alfarería en Mota del Cuervo,…

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Mapa de la división provincial de Javier de Burgos

Mapa la división

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Mapa de la desamortización de MendizábalCompras de fincas rústicas del clero hasta 1845

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Mapa de la desamortización de Madoz

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Cuadro de los partidos políticos en el siglo XIX

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