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Tema 3 La España de la Restauración (1875-1902) Con la Restauración en 1875 de la monarquía borbónica personificada en el hijo de la depuesta Isabel II, el joven Alfonso XII, podemos considerar que el sistema liberal- burgués español entra en una etapa de definitiva consolidación, y tal cosa ocurre mediante la implantación de un sistema político ideado por el personaje clave del periodo, Antonio Cánovas del Castillo y que se materializa en la Constitución de 1876. Es el sistema conocido como turnismo, llamado así porque se prevé un turno o alternancia pacífica y previamente concertada de los dos grandes partidos del momento, el conservador de Cánovas y el liberal de Práxedes Mateo Sagasta. Por debajo de las apariencias de régimen parlamentario, basado desde 1891 en el sufragio universal, latía sin embargo un régimen corrupto, cuyo fundamento era un sistema social marcado por el predominio de los caciques locales y que consistía básicamente en amañar las elecciones al gusto de los grandes partidos dinásticos En respuesta a esa situación, en la Restauración surgen o se consolidan unas fuerzas políticas emergentes y que se mantienen en la periferia del sistema, participando sólo en la medida que se lo permitían los grandes partidos y luchando por sus propios intereses: se trata del republicanismo, del socialismo, ya conocidos, y de los nacionalismos, de los que cabe decir que es ahora cuando adquieren carta de naturaleza. Son ideologías y tendencias políticas de oposición que, en mayor o menor medida, marcarán la historia de España durante el siglo XX y que, salvo quizá el republicanismo, en la práctica desaparecido de la escena política, marcan aún la realidad española en este comienzo del siglo XXI. También analizamos en el presente tema los acontecimientos que condujeron a la pérdida de los últimos vestigios de nuestro en otro momento inmenso imperio colonial. En concreto, nos centraremos en la Guerra de Cuba. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, el Desastre sin más, provocó una profunda crisis de identidad colectiva en España que dará lugar al Regeneracionismo en el tránsito del siglo XIX al XX. En estas circunstancias, España se encaminaba a un convulso primer tercio de siglo XX que contempló una crisis del liberalismo, una dictadura, una república, una guerra civil y una nueva y más recalcitrante dictadura. 192

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Page 1: Tema 3 La España de la Restauración (1875-1902) · periodo, Antonio Cánovas del Castillo y ... pérdida de los últimos vestigios de nuestro en otro momento inmenso imperio colonial

Tema 3 La España de la Restauración (1875-1902) Con la Restauración en 1875 de la monarquía borbónica personificada en el hijo de la depuesta Isabel II, el joven Alfonso XII, podemos considerar que el sistema liberal-burgués español entra en una etapa de definitiva consolidación, y tal cosa ocurre mediante la implantación de un sistema político ideado por el personaje clave del periodo, Antonio Cánovas del Castillo y que se materializa en la Constitución de 1876. Es el sistema conocido como turnismo, llamado así porque se prevé un turno o alternancia pacífica y previamente concertada de los dos grandes partidos del momento, el conservador de Cánovas y el liberal de Práxedes Mateo Sagasta. Por debajo de las apariencias de régimen parlamentario, basado desde 1891 en el sufragio universal, latía sin embargo un régimen corrupto, cuyo fundamento era un sistema social marcado por el predominio de los caciques locales y que consistía básicamente en amañar las elecciones al gusto de los grandes partidos dinásticos En respuesta a esa situación, en la Restauración surgen o se consolidan unas fuerzas políticas emergentes y que se mantienen en la periferia del sistema, participando sólo en la medida que se lo permitían los grandes partidos y luchando por sus propios intereses: se trata del republicanismo, del socialismo, ya conocidos, y de los nacionalismos, de los que cabe decir que es ahora cuando adquieren carta de naturaleza. Son ideologías y tendencias políticas de oposición que, en mayor o menor medida, marcarán la historia de España durante el siglo XX y que, salvo quizá el republicanismo, en la práctica desaparecido de la escena política, marcan aún la realidad española en este comienzo del siglo XXI. También analizamos en el presente tema los acontecimientos que condujeron a la pérdida de los últimos vestigios de nuestro en otro momento inmenso imperio colonial. En concreto, nos centraremos en la Guerra de Cuba. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, el Desastre sin más, provocó una profunda crisis de identidad colectiva en España que dará lugar al Regeneracionismo en el tránsito del siglo XIX al XX. En estas circunstancias, España se encaminaba a un convulso primer tercio de siglo XX que contempló una crisis del liberalismo, una dictadura, una república, una guerra civil y una nueva y más recalcitrante dictadura.

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HISTORIA DE ESPAÑA

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LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1902)

19. EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN Y EL SISTEMA CANOVISTA. LA CONSTITUCIÓN DE 1876 19. 1. LA RESTAURACIÓN DE LA DINASTÍA BORBÓNICA: LA MONARQUÍA DE ALFONSO XII Como ya sabemos, la etapa histórica anterior a la que analizamos en este tema —el Sexenio Revolucionario— se caracterizó, en sus aspectos positivos, por ser la primera auténticamente democrática de nuestra historia, pero al mismo tiempo también se caracterizó en el lado negativo por una enorme inestabilidad política (un monarca que tuvo que abandonar el país, una república con cuatro presidentes en un año, dos guerras sin resolver —carlista y Cuba—, una sublevación cantonalista, dos pronunciamientos...). A la altura de 1874, durante el mandato de Serrano, la sociedad española se mostraba muy cansada de tanto ensayo político, por lo que fue tomando cuerpo la idea de proclamar de nuevo la monarquía en la persona del hijo de Isabel II, el que luego sería Alfonso XII. El personaje clave en ese proceso será Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897)

Antonio Cánovas del Castillo será la gran figura política de la Restauración española. Ya lo vimos, de la mano de O'Donnell, como figura destacada del pronunciamiento de 1854 —la Vicalvarada— que dio paso al Bienio Progresista. Pese a ello, era un conservador por formación y por convicción y un profundo admirador del sistema político inglés, basado en un casi estricto bipartidismo —sólo dos partidos con posibilidades de gobernar que se van alternando en el poder y que, desde el gobierno o la oposición tiene como meta el servicio a la Patria—. Su proyecto era implantar ese sistema en la España de Alfonso XIII, cosa que efectivamente haría, como veremos a continuación. En su honor, se llama canovista a ese sistema.

Alfonso XII, rey de España entre 1875 y su muerte en 1885

Cánovas fue quien redactó a principio de diciembre de 1874 un documento, el Manifiesto de Sandhurst, (que firmó el joven Alfonso como si fuera él el que lo hubiera escrito), en el que se proclamaba la necesidad de la vuelta a una monarquía constitucional tras la experiencia del Sexenio. Pero los acontecimientos se precipitaron a una velocidad mayor que la

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HISTORIA DE ESPAÑA

deseada por el propio Cánovas —que quería una implantación legal y no forzada de la monarquía—, de modo que el día 29 del mismo mes el General Martínez Campos se pronunció en Sagunto (Valencia) y proclamó a Alfonso rey de España. Se iniciaba así la etapa de nuestra historia que se conoce como Restauración.

Podemos distinguir una serie de etapas claras que se suceden en la historia de España en las siguientes décadas: a) Desde 1875 hasta 1885, que corresponde al reinado de

Alfonso XII b) Desde 1885 hasta 1902, años de la regencia de Mª Cristina. c) En 1902 se inicia el reinado de Alfonso XIII, que será

analizada en el siguiente tema

Antonio Cánovas delCastillo (izada.) y Práxedes –Mateo Sagasta, artífices del turnismo

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LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1902)

19.2 LA CONSTITUCIÓN DE 1876

TEXTO DE APOYO

EL MANIFIESTO DE SANDHURST "He recibido de España un gran número de felicitaciones con motivo de mi cumpleaños, y algunas de compatriotas nuestros residentes en Francia (...) Cuantos me han escrito muestran igual convicción de que sólo el restablecimiento de la monarquía constitucional puede poner término a la opresión, a la incertidumbre y a las crueles perturbaciones que experimenta España (...).

Huérfana la nación ahora de todo derecho público e indefinidamente privada de sus libertades, natural es que vuelva los ojos a su acostumbrado derecho constitucional y a aquellas libres instituciones que ni en 1812 le impidieron defender su independencia ni acabar en 1840 otra empeñada guerra civil. Debióles además muchos años de progreso constante, de prosperidad, de crédito y aún de alguna gloria ( ... ).

Por virtud de la espontánea y solemne abdicación de mi augusta madre, tan generosa como infortunada, soy único representante yo del derecho monárquico en España. Arranca éste de una legislación secular, confirmada por todos los precedentes históricos, y está indudablemente unida a las instituciones representativas, que nunca dejaron de funcionar legalmente durante los treinta y cinco años transcurridos desde que comenzó el reinado de mi madre hasta que, niño aún, pise yo con todos los míos suelo extranjero. (...)

Por todo esto, sin duda, lo único que inspira ya confianza en España es una monarquía hereditario y representativa, mirándola como irreemplazable garantía de sus derechos e intereses desde las clases obreras hasta las más elevadas.

Afortunadamente la Monarquía hereditaria y constitucional posee en sus principios la necesaria flexibilidad y cuantas condiciones de acierto hacen falta para que todos los problemas que traiga su restablecimiento consigo sean resueltos de conformidad con los votos y la conveniencia de la nación.

No hay que esperar que decida yo nada de plano y arbitrariamente; sin Cortes no resolvieron los negocios arduos los Príncipes españoles allá en los antiguos tiempos de la Monarquía, y esta justísima regla de conducta no he de olvidarla yo en mi condición presente, y cuando todos los españoles están ya habituados a los procedimientos parlamentarios. Llegado el caso, fácil será que se entiendan y concierten las cuestiones por resolver un principio leal y un pueblo libre.

Nada deseo tanto como que nuestra patria lo sea de verdad. A ello ha de contribuir poderosamente la dura lección de estos tiempos, que si para nadie puede ser perdida todavía lo será menos para las honradas y laboriosas clases populares, víctimas de sofismas pérfidos o de absurdas ilusiones.

Cuanto se está viviendo enseña que las naciones más grandes y prósperas, y donde el orden, la libertad y la justicia se admiran mejor, son aquellas que respetan más su propia historia. [ ... ] ALFONSO DE BORBÓN, Nork Town (Sandhurst), a 1 de diciembre de 1874."

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HISTORIA DE ESPAÑA

Para Cánovas era necesario hacer una síntesis entre “lo nuevo y lo viejo”, es decir, entre la tradición política española y los ideales progresistas del Sexenio. Por ello consideró que era necesario un acuerdo entre las dos principales fuerzas políticas del liberalismo español —herederas de los partidos progresista y moderado del reinado de Isabel II— que se reflejara en una Constitución ampliamente consensuada. De ese modo se eligieron una Cortes constituyentes por sufragio universal (y ello por mantener la legalidad electoral del Sexenio) que aprobaron una Constitución en 1876.

TEXTO DE APOYO LA CONSTITUCIÓN DE 1876. 'Don Alfonso XII, por la gracia de Dios, Rey constitucional de

España; a todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: Que en unión y de acuerdo con las Cortes del Reino actualmente, hemos venido en decretar y sancionar lo siguiente: ( ... )

Art. 4. Ningún español, ni extranjero, podrá ser detenido sino en los casos y en la forma que las leyes prescriban.

Todo detenido será puesto en libertad o entregado a la autoridad judicial, dentro de las veinticuatro horas siguientes al acto de la detención. ( ... )

Art. 6. Nadie podrá entrar en el domicilio de ningún español, o extranjero residente en España, sin su consentimiento, excepto en los casos y en la forma expresamente previstos en las leyes. ( ... )

Art. 9. Ningún español podrá ser compelido a mudar de domicilio o residencia sino en virtud de mandato de autoridad competente, y en los casos previstos por las leyes.

Art. 11. la religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado. la Nación se obliga a mantener el culto y sus ministros.

Nadie será molestado en territorio español por sus opiniones religiosas, ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral cristiano.

No se permitirán, sin embargo, otras ceremonias ni manifestaciones públicas que las de la religión del Estado.

Art. 13. Todo español tiene derecho: De emitir libremente sus ideas y opiniones, ya de palabra, ya por

escrito, valiéndose de la imprenta o de otro procedimiento semejante, sin sujeción a la censura previa.

De reunirse pacíficamente. De asociarse para los fines de la vida humana. De dirigir peticiones individual o colectivamente al Rey, a las

Cortes y a las autoridades. (...) Art. 18. la potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con

el Rey. Art. 19. las Cortes se componen de dos Cuerpos Colegisladores,

iguales en facultades: el Senado y el Congreso de los Diputados. Art. 20. El Senado se compone: 1.º De senadores por derecho propio. 2.º De senadores vitalicios nombrados por la Corona. 3.º De senadores elegidos por las corporaciones del Estado y

mayores contribuyentes en la forma que determine la ley. El número de los senadores por derecho propio y vitalicios no

podrá exceder de ciento ochenta.

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LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1902)

Este número será el de los senadores electivos. Art. 21. Son senadores por derecho propio: los hijos del Rey y del sucesor inmediato de la Corona, que

hayan llegado a la mayoría de edad. los Grandes de España (...) los capitanes generales del Ejército y el Almirante de la Armada. El Patriarca de las Indias y los arzobispos. El Presidente del Consejo de Estado, el del Tribunal Supremo, el

del Tribunal de Cuentas del Reino, el del Consejo Supremo de la Guerra y el de la Armada, después de dos años de ejercicio. (...)

Art. 27. El Congreso de los Diputados se compondrá de los que nombren las Juntas electorales, en la forma que determine la ley. Se nombrará un Diputado a lo menos por cada cincuenta mil almas de población. (...)

Art. 30. los diputados serán elegidos por cinco años. Art. 75. Unos mismos Códigos regirán en toda la monarquía, sin

perjuicio de las variaciones que por particulares circunstancias determinen las leyes. En ellos no se establecerá más que un solo fuero para todos los españoles en los juicios comunes, civiles y criminales.

Art. 89. (...) Cuba y Puerto Rico serán representadas en las Cortes del Reino en la forma que determine una ley especial, que podrá ser diversa para cada una de las dos provincias. (...)."

1. - La Constitución de 1876 sería, a la postre, la de más larga implantación en nuestra historia hasta el presente (fue suspendida en 1923 y sustituida por otra en 1931) y fue concebida como un equilibrio entre la moderada de 1845 y la democrática de 1869. Se puede considerar una Constitución flexible, adaptada a los dos grandes partidos burgueses, pero es fundamentalmente de inspiración moderada o conservadora. Sus características más señaladas son: a) Una amplia declaración de derechos, al estilo de la de la

Constitución de 1869. Me refiero a los derechos a la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia, la libertad de conciencia, expresión, reunión y asociación, entre los más significativos. Pero como en 1845, su concreción se remitía a leyes ordinarias posteriores, que tendieron a restringirlos.

b) En relación con la anterior, se establece la confesionalidad

del Estado, pero por primera vez esa confesionalidad se hace compatible con la libertad de culto muy limitada, ya que se exige para la práctica de otros cultos que se ajusten a la moral católica (!) y se prohíbe sus manifestaciones públicas. Se mantiene la dotación de culto y clero.

c) Siguiendo el modelo del 45, se establece implícitamente el

principio de soberanía compartida entre el rey y las Cortes. El rey tiene amplias competencias en relación al poder legislativo y ejerce a través de sus ministros el ejecutivo.

d) En materia de sufragio, no se establecía claramente un

modelo, permitiéndose tanto el censitario como el universal. e) El poder ejecutivo, como decimos, es ejercido por el Rey a

través de sus ministros, que son los auténticos responsables de su propia gestión. El rey elige libremente, sin estar

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HISTORIA DE ESPAÑA

obligado por la composición de las Cortes, al jefe del Gobierno, que a su vez sólo responde de su gestión ante el monarca y no ante las Cámaras1.

f) Las Cortes se estructuran en dos Cámaras, el Congreso de

los Diputados y el Senado. El primero era, como ya venía siendo tradicional, la cámara de representación popular, con diputados elegidos por distritos uninominales2 y por mayoría, mediante sufragio directo. El Senado dejaba de ser de representación popular, pero tampoco se volvía a la fórmula de designación real pura de 1845. Estaba conformado por tres tipos de senadores:

- Por derecho propio: grandes contribuyentes. - Por designación real. - Por designación de una serie de instituciones, como la

Iglesia, las Universidades, etcétera.

g) EL poder judicial seguía siendo independiente y se mantenía la unidad del ordenamiento jurídico para todo el territorio del Estado.

h) Se intensificó el centralismo, al quedar bajo el control del

Gobierno tanto los ayuntamientos como las diputaciones. Por otro lado, los fueros vascos, mantenidos con ocasión de la resolución de la Primera Guerra Carlista, fueron suprimidos.

2. – Como complemento de la Constitución, en 1878 se promulgó —por el gobierno conservador de Cánovas— la Ley electoral que regulaba la elección de los diputados, estableciendo un sistema de sufragio censitario que sólo permitía el voto al 5% de la población. Ello supone, y hay que destacarlo, una vuelta a un sistema electoral propio de épocas que ya se creían superadas en España. Es cierto que más tarde, en 1890, durante una de las presidencias del liberal —burgués progresista— Sagasta, una nueva ley electoral terminó por implantar el sufragio universal masculino para los mayores de 25 años, pero pronto veremos que el régimen se basó en un sistema electoral corrupto que despreciaba la auténtica voluntad de los votantes y que respondían exclusivamente a los intereses de las cúpulas dirigentes de los dos grandes partidos y del rey. Se trata del caciquismo.

1 Llamo tu atención sobre este aspecto: no se trataba de un régimen parlamentario como el actual de 1978, en el que es el Parlamento (en concreto el Congreso de los Diputados) el que designa al nuevo Presidente del Consejo de Ministros y el que controla su gestión, pudiendo en último extremo, relevarlo de su cargo mediante una moción de censura. En la Constitución de 1876, por el contrario, se otorga un papel central en el sistema político al rey, que pone y quita gobiernos, quienes a su vez pueden disolver las Cámaras a su conveniencia (más adelante veremos cómo se utilizó esta posibilidad en la concreción real del sistema) sin estar controlados por ellas. 2 A diferencia de la actual regulación en distritos electorales plurinominales (las provincias), en los que se elige a un número variado de diputados, atendiendo fundamentalmente a la población de la provincia, el sistema uninominal consistía en establecer tanto distritos como escaños a elegir, de modo que en cada uno salía elegido el candidato con más votos. Este sistema, si bien se piensa, favorece la formación de mayorías y a los grandes partidos y dificulta el acceso al Parlamento de las minorías a partir del tercer partido más representativo, que sólo excepcionalmente conseguiría ser en alguna circunscripción el partido más votado. En definitiva, se trata de in sistema diseñada para favorecer la creación de un régimen bipartidista, que era precisamente la intención de Cánovas.

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19.3 EL FUNCIONAMIENTO REAL DEL SISTEMA: EL CACIQUISMO Como antes he comentado, fue la admiración que Cánovas sentía por el sistema político ingles —bipartidismo— la que le llevó a concebir la vida política española sobre la base de dos partidos políticos que aceptaran el marco constitucional y estuvieran dispuestos a turnarse en el poder. Son los llamados partidos dinásticos, dada la perfecta colaboración que se dio en la práctica entre los mismos y el rey Alfonso XII primero y su viuda y regente, Mª Cristina, después. Esos partidos son los siguientes: a) Partido Conservador, dirigido por el propio Cánovas, era de

tendencia más derechista y fue el continuador de los antiguos partidos moderado y unionista (Unión Liberal). Sus apoyos sociales eran las clases altas Cánovas y

Sagasta, turnándose para comer el caldo gordo; la sirvienta es España. Dibujo de una revista satírica de la época

b) Partido Liberal, dirigido por el otro personaje clave del periodo, Sagasta; era de tendencia más cercana al antiguo partido progresista. Sus principales apoyos los encontró entre las clases medias.

Es necesario aclarar que los dos partidos dinásticos, tanto el Conservador como el Liberal, son, ambos, típicos partidos de ideología liberal-burguesa, por lo que el hecho de que uno de ellos reciba el nombre de Liberal no debe hacer pensar que el otro no respondía, también, a esa misma ideología liberal.

En el período 1875-1898 concluye pues, la construcción del Estado liberal y centralizado. Se promulgan códigos de todo tipo y progresivamente se garantizan las libertades básicas de expresión, de asociación y de reunión. Pero ¿cómo se garantizaba el turno de ambos partidos? Hay que tener en cuenta que la Constitución aparentemente consagraba un sistema político parlamentario, supuestamente limpio. Pero, por lo pronto, recordemos que desde 1876 existía un sufragio censitario, por el que solamente podían votar aquellos que tenían propiedades o cierta fortuna, un 5 % de la población. Había además gran desinterés por parte de la sociedad, pues se sabía cuál iba a ser el resultado electoral debido al fraude y a la manipulación de resultados.

En el sistema político de la Restauración era necesario teóricamente contar con el apoyo de las Cortes para poder gobernar, pero en realidad la mecánica del turnismo o canovismo actuó en sentido inverso, es decir, no de abajo a arriba, sino de

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arriba abajo: Los dos partidos dinásticos decidían de mutuo acuerdo y con el beneplácito del rey, que había llegado el momento de proceder a una alternativa de gobierno, de ceder el gobierno al partido de la oposición. De ese modo, el rey, perfectamente enterado de la maniobra y de acuerdo con ella, designaba como presidente del gobierno al jefe del otro partido. Y lo que se hacía posteriormente era convocar unas elecciones con el resultado amañado de antemano, para conseguir que las Cortes resultantes tuvieran la composición que conviniera al nuevo gobierno, para legitimar el cambio y facilitar la tarea al nuevo gobierno. De ese modo, realmente el Gobierno no era consecuencia de la composición de las Cortes, sino al contrario, las Cortes se confeccionaban a la medida del Gobierno que acababa de entrar. La mecánica concreta era tal y como sigue.

Esta caricatura satírica dividía España en tantas provincias como grandes caciques

1.— Una vez convocadas las elecciones, el ministro de la Gobernación (el equivalente al actual ministro del Interior) realizaba lo que en lenguaje de la época se llamaba “encasillado”, es decir, decidía con nombres y apellidos los diputados que habían de ser elegidos por cada distrito electoral y el de aquellos que habían de “competir” por el escaño; es decir, decidía —salvo sorpresas muy puntuales— cuál sería la composición de las Cortes entrantes, cuidando que uno de los partidos tuviera una cómoda mayoría y el otro una minoría digna. Pero, para salvar las apariencias, lo que de cara a la población se hacía era acudir a unas elecciones aparentemente limpias. Pura hipocresía política, como puedes comprobar. 2. — El gobernador civil de la provincia (miembro del partido que acaba de acceder al gobierno), insisto que con el beneplácito de

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ambos partidos dinásticos y en colaboración con los caciques de dicha provincia, manipulaba las elecciones En efecto, las elecciones resultaban totalmente manipuladas, recurriendo para ello a la compra de votos, a la coacción (se podía amenazar con negarles a darles empleo a los que no votasen lo decidido por los caciques o con la violencia física, si era necesario) o, en último extremo, si las cosas no iban como se esperaba, acudiendo al llamado pucherazo, es decir, al fraude electoral sin más, metiendo en la urna las papeletas que fuera necesario, o cambiando los auténticos datos salidos de las urnas mediante el falseamiento del acta de escrutinio, todo ello con la connivencia del notario, del juez o del jefe del puesto de la Guardia Civil. Todo un espectáculo bochornoso por todos conocido y casi por todos aceptado. 3. — Para entender este singular sistema político hay que aclarar el concepto de cacique. Los caciques eran personas de enorme poder económico en cada provincia, comarca o pueblo, alrededor de los cuales existían importantes clientelas, grupos de personas que recibían de los caciques prebendas, cartas de recomendación para este o aquel empleo, influencias, favores y servicios de todo tipo a cambio de su sumisión. Estómagos agradecidos, podíamos decir. El hecho de que la sociedad española de la época fuera mayoritariamente rural, subdesarrollada y analfabeta hacía el resto. La incultura propiciaba que muchos los votantes vieran en los caciques locales (señoritos, se les llamaría en Andalucía) como a seres dotados de una autoridad y una aureola casi sobrehumana, por lo que la obediencia a sus instrucciones se daba por descontada. 4. — Pero caeríamos en un error si pensamos necesariamente en el cacique como un opresor. El cacique bueno era una figura presente en los pueblos y en las capitales. Aun cuando no eran infrecuentes los abusos, eran también muchos los casos en los que había que agradecerle al cacique local la canalización de aguas, la instalación de un hospital, la pavimentación y la iluminación de las calles, la construcción de una carretera o un puente... De alguna forma, el cacique se convertía así en el representante de las aspiraciones de su zona frente a las elites políticas de Madrid. Votos a cambio de favores, sería la idea. Si bien se piensa, es un sistema muy próximo al feudalismo que teóricamente había sido fulminado con la implantación del liberalismo. Donde antes existía un señor ahora había un poderoso burgués, el cacique; donde vasallo, ahora había vecinos o clientes. 5. — Una cuestión adicional era la lucha entre aquellos que aspiraban a ser designados como los candidatos que debían ser elegidos por uno y otro partido, es decir, los nombres elegidos en el “encasillado”, lo que propiciaba frecuentes enfrentamientos en el seno de los propios partidos. De ese modo, la política española se convertía en una actividad de intrigas y zancadillas. Apareció así la figura del diputado cunero, es decir, aquel que no residía ni tenía nada que ver con el distrito que representaba (por ejemplo, se elegía para “representar” a Almería a un político madrileño que en su vida había estado en Almería). El interés que desplegaban por su distrito estos diputados era, como se puede suponer, nulo.

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HISTORIA DE ESPAÑA

En consecuencia, el caciquismo garantizaba el turno pacífico en la misma medida que significaba un alejamiento entre la España oficial y la España real, cuya opinión política era simplemente despreciada. Se trataba de un sistema inmoral y que propiciaba la corrupción, pese a lo cual es innegable que dio estabilidad a la vida política española.

TEXTO DE APOYO OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO, SEGÚN EL REGENERACIONISTA JOAQUN COSTA. No es, no es nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, según es uso entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias. 0, dicho de otro modo, no es el régimen parlamentario la regla, y excepción de ella los vicios y las corruptelas denunciadas en la prensa y en el Parlamento mismo durante sesenta años; al revés, eso que llamamos desviaciones y corruptelas constituyen el régimen, son la misma regla. […] Nos enseña, en primer lugar, que el problema de la libertad, que el

El Ministro de la Gobernación, el Gobernador, el alcalde y el cacique local, caricaturizados como piezas del engranaje del sistema electoral corrupto

El Ministro del Interior, los gobernadores, los alcaldes y los caciques locales, protagonistas del sistema electoral corrupto, según una revista satírica de la época

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LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1902)

problema de la reforma política no es el problema ordinario de un régimen ya existente, falseado en la práctica, pero susceptible de sanearse con depurativos igualmente ordinarios, sino que es un hecho, y positivamente, todo un problema constitucional de cambio de forma de gobierno; que se trata nada menos que de una revisión de¡ movimiento revolucionario de 1868, y, más aún, de la revolución misma de todo el siglo XIX, respuesta al estado de problema. Nos enseña, en segundo lugar, que mientras esa revolución no se haga, que mientras soportemos la actual forma de gobierno, será inútil que tomemos las leyes en serio, buscando en ellas garantía o defensa para el derecho. […] Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en «partidos». Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación de ella, y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de los Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos. JOAQUÍN COSTA, 1901.

María Cristina de Habsburgo, regente de España entre 1885 y 1902

19.4 LA REGENCIA DE MARIA CRISTINA (1885-1902): LA CONSOLIDACIÓN DEL TURNISMO

El 25 de noviembre de 1885 fallecía Alfonso XII y la reina María Cristina daría a luz seis meses después al que con el tiempo sería Alfonso XIII. La monarquía constitucional, con menos de diez años de rodaje, se enfrentaba con posibles levantamientos carlistas o republicanos. Los partidos del poder, conservadores y liberales, cerraron filas en torno a la regente y al futuro rey, y concluyeron un acuerdo de caballeros (el llamado Pacto de El Pardo) para mantener el sistema y el turno. En esta época, por tanto, se producen cambios en la fisonomía externa del régimen: en la jefatura del Estado, que pasa a María Cristina, y en la orientación general de la política. El sistema, sin embargo, no varía. Un gobierno cae cuando el partido al cual representa pierde su coherencia, la confianza de la Regencia, o cuando las elites políticas pactan o se ven obligadas, para mantener el sistema, a un relevo en el poder. Un gobierno no

cae nunca, o casi nunca, por una votación adversa en las cámaras.

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HISTORIA DE ESPAÑA

María Cristina de Habsburgo, viuda de Alfonso XII, jura la Constitución de 1875 al convertirse en regente

Así pues, como primer gesto, Cánovas dejó que se encomendara el gobierno a Sagasta tras recibir las Cortes el juramento constitucional de María Cristina. Los liberales ganan las elecciones de abril y gobiernan de 1885 a 1890: es el llamado “Parlamento largo”, período en que aplican una legislación más liberal y avanzada que la de los conservadores, como la Ley de Asociaciones, que permitirá la actuación legal de sindicatos y asociaciones obreras; la legalización de todos los partidos; la instauración del juicio por jurados, y la institución del sufragio universal (masculino) en 1890. Esto permite que las elecciones del año siguiente sean mucho más democráticas que todas las anteriores y lleguen al Congreso treinta diputados republicanos. Los años noventa supusieron la continuidad del turnismo, pero dos graves acontecimientos, el asesinato del creador del sistema, Cánovas del Castillo, en 1897, y el inicio de la guerra de Cuba, van a suponer el principio del fin del sistema. 19.5. OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO EN ANDALUCÍA Aunque el caciquismo se dio en toda España, en Andalucía tuvo arraigo especial. El hecho de que en Andalucía el caciquismo conociera su máxima expresión hay que explicarlo por una multiplicidad de factores que se interrelacionan entre sí:

a) Estamos en una región donde la mayoría de la población habitaba en el mundo rural; un mundo rural marcado por la existencia de un latifundismo extremo, dominando estos caciques o sus representantes gran parte del mercado de trabajo. Los escaños que más fácilmente se escapaban al control del sistema eran los de las circunscripciones

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urbanas; el predominio rural garantizaba el correcto funcionamiento del mismo.

b) La incultura, el analfabetismo y el aislamiento de la gran

masa campesina, fenómenos todos ellos tristemente muy representados en Andalucía, fueron caldo de cultivo propicio para la existencia del caciquismo.

c) Por otra parte existía una gran pasividad ante la política,

pasividad promovida desde el anarquismo dominante en Andalucía, que como sabemos rechazaba la participación en el sistema electoral burgués-liberal, sin preocuparse por lo tanto sobre si era limpio o corrupto; o desde la resignación histórica de quienes creían que nada era posible hacer para mejorar las condiciones de vida, la estructura social o la limpieza de los procesos electorales.

d) Por último, hay que destacar la existencia del miedo. Un

miedo generalizado a que la tormenta arruine la cosecha, a que el señorito no llame a trabajar a determinadas personas, un miedo causado por las sucesivas represiones a las sublevaciones campesinas o un miedo simplemente ala violencia física contra quien se mostrara reacio a participar o tolerar aquel estado de cosas.

La red de caciques era amplísima habiendo jerarquía entre ellos (había caciques de primer orden, provinciales, que se entendía directamente con la oligarquía o cúspide de los partidos en Madrid, y de segundo, tercero y sucesivos órdenes) y abundantes disputas que tenían que ser solucionadas por el gobernador civil. Citaremos algunos de los apellidos más famosos, algunos de ellos aún hoy día muy conocidos. En Sevilla, los Rodríguez de la Borbolla (en cuya familia nacería más tarde un Presidente de la Junta de Andalucía del PSOE en los años 80); en Granada, los Chica, los Rodríguez Acosta o Natalio Rivas; en Málaga, Romero Robledo, ministro de gobernación y el gran urdidor del caciquismo, o la familia Larios; en Huelva, los Burgos y Manso; y en Cádiz los Domecq. Entre ellos los hubo de ideología liberal y de signo conservador, pero todos ellos fueron colaboradores fieles y eficaces en la maquinaria electoral corrupta al servicio del sistema de la Restauración.

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HISTORIA DE ESPAÑA HISTORIA DE ESPAÑA

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20. EL REPUBLICANISMO Y EL MOVIMIENTO OBRERO EN LA RESTAURACIÓN Como hemos tenido ocasión de ir viendo a lo largo del curso, tanto el republicanismo como el movimiento obrero vieron su primer impulso en la época de Isabel II. Así, el republicanismo fue una tendencia del ala izquierda del liberalismo burgués, cercana a la demócrata (defensa del sufragio universal, de la libertad de expresión en todas sus modalidades y de otros derechos y libertades, soberanía nacional, rechazo al impuesto de consumos y a las quintas…) pero diferenciada ideológicamente precisamente en el rechazo a la monarquía. Aunque su ideología partía del tronco común del liberalismo de base burguesa, esta tendencia política estuvo muy cercana durante los decenios centrales del siglo XIX y fue de la mano en sus actuaciones concretas del movimiento obrero. El republicanismo burgués español tuvo su primer momento de protagonismo real, más allá de su tradicional papel de facción minoritaria y exaltada del liberalismo, con ocasión de la elaboración de la Constitución de 1869, cuando por primera vez se llegó a plantear seriamente la posibilidad de instaurar una república en España, y sobre todo, en 1873, cuando nuestro país pasó por la experiencia de su Primera República. Ya por entonces, los republicanos se presentaron seriamente divididos en torno a dos grandes modelos: la república unitaria y la federal. Por su parte, vimos cómo el movimiento obrero se fue gestando durante las décadas de 1830 a 1860 y eclosionó en el Sexenio Revolucionario. Recordarás que este periodo acabó con un retorno a actitudes más intransigentes por parte de las autoridades respecto del breve periodo de tolerancia y con una ruptura entre anarquistas españoles, mayoritarios, y los marxistas o socialistas, que tras ser expulsados de la FTRE fundaron la Nueva Federación Madrileña, germen del futuro PSOE. 20.1. EL REPUBLICANISMO La experiencia de la Primera República había sido un banco de pruebas para poner de manifiesto las muchas diferencias existentes en el seno del republicanismo. Dada la distinta personalidad de sus jefes —los exponentes de las variadas ideas republicanas- y los diversos intereses y características sociales de los grupos, la vida de éstos entre 1875 y 1890 tuvo muy poco en común, si se exceptúa su posición a la izquierda y fuera del sistema de la Restauración, junto con anarquistas y socialistas. Precisamente la consolidación de éstos y la aparición de los nacionalismos periféricos restaron apoyos a los republicanos, al perder la exclusividad de dos de sus principales señas de identidad: la defensa de los derechos de las clases populares y la lucha contra el centralismo; junto a ellas hay que destacar la posición anticlerical. En ambientes intelectuales y universitarios, así como en amplios sectores de la prensa, el republicanismo siguió contando con un fuerte respaldo En medio de esta diversidad de opiniones podían percibirse por lo menos tres grandes grupos:

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1. El llamado posibilista o republicano histórico, que seguía a Castelar, se mostraba a favor de una democracia conservadora que no comprometiera la unidad nacional ni el orden social.

2. Los federales de Pi y Margall, que en conjunto eran los mejor

organizados y los más cercanos a las asociaciones obreras, buscaban un reformismo social que armonizara los intereses del capital y del trabajo. Sin embargo, al estar sus propuestas planteadas desde una actitud burguesa, tuvieron que aceptar una continua deserción de los trabajadores en favor del partido socialista.

3. El tercer grupo era el de los republicanos progresistas-

demócratas, dirigidos por un ex-miembro del partido demócrata (monárquico), Ruiz Zorrilla, quienes desde el principio optaron por intentar provocar, por medio de acciones subversivas, el cambio del régimen establecido y que promovieron uno de los últimos pronunciamientos del siglo XIX, el del general Villacampa.

De este modo, entre 1875 y 1890, las distintas elecciones fueron proporcionando diputados republicanos. Cuantitativamente, la representación republicana en las Cortes durante todo el periodo fue escasa (unos veinte por término medio) y en el Senado solamente lograron sentarse algunos posibilistas de Castelar. Pero las intervenciones de sus diputados hicieron que los liberales de Sagasta se vieran obligados a intentar hacer democrático el sistema de Cánovas. A la altura de principios del siglo XX apenas si tenían fuerza, y habría que esperar la irrupción de Alejandro Lerroux para que el republicanismo español adquiriera nuevos brios. 20.2. EL MOVIMIENTO OBRERO Mientras el republicanismo ejerció una oposición exclusivamente política al régimen de la Restauración, el movimiento obrero se opuso frontalmente a todo el sistema. En 1872 se había celebrado un congreso de las organizaciones afiliadas a la Internacional. En él se produjo (como ya vimos) la escisión del movimiento obrero en dos tendencias: una anarquista, que luchaba contra el Estado y se oponía a toda participación política, y otra socialista-marxista, que defendía la necesidad de participar en la vida política para llegar a dominar el Estado y, desde él, proceder a la emancipación de los trabajadores. A los pocos días del golpe de Estado del general Pavía -3 de enero de 1874- con el que se inició la República Unitaria de Serrano (por lo tanto, aún en el Sexenio), un decreto disolvía las secciones dependientes de la Asociación Internacional de Trabajadores y las obligaba a entrar en la clandestinidad, en la que se mantuvieron en los primeros años de la Restauración. La fecha de 1881 marca la vuelta a la legalidad de las organizaciones obreras, que a lo largo de este periodo se vieron reforzadas por la aprobación de la Ley de Partidos (1887) y la nueva Ley electoral de 1890, que establecía el sufragio universal.

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La guerra de Cuba y la oposición a un servicio militar discriminatorio fueron también factores de consolidación del movimiento obrero. A partir del inicio de la Restauración, anarquismo y marxismo van a tener evoluciones diferentes e inversas. Mientras que la primera tendencia irá de más representatividad y fuerza entre los trabajadores a menos, hasta que llegados los años 90 prácticamente desaparezca, al socialismo marxista le ocurrirá justo lo contrario: comenzará de forma muy modesta para ir consolidándose a lo largo del periodo 1879-1910. A. LOS ANARQUISTAS En esta opción, que significaba la separación del mundo obrero de la política oficial, no cabe duda que influyó la deslealtad de los políticos para cumplir las promesas de mejora social hechas en la revolución de 1868, contribuyendo a empujar al obrerismo a un odio contra el Estado, de cualquier signo, y a la desconfianza en todo tipo de acción política reformista. El área geográfica de mayor implantación del anarquismo coincidía en general con la del movimiento cantonal de 1873, y en especial Barcelona, Zaragoza y las provincias de la Baja Andalucía. En 1881 el gobierno del Partido Liberal de Sagasta hizo que el anarquismo retornara a la legalidad. Las nuevas circunstancias trajeron una recomposición de las organizaciones, dispersas geográficamente, para afrontar la nueva realidad, y el resultado fue la reconstitución de la Federación de Trabajadores de la Región Española y la incorporación en masa de nuevos afiliados.

TEXTO DE APOYO

LA POSTURA DE LOS ANARQUISTAS

La Federación de Trabajadores anárquico-colectivista […] no espera ni quiere nada del Estado y sí de la organización de la clase trabajadora, organización distinta y opuesta a la de todos los partidos políticos; porque éstos aspiran a la conquista del gobierno y los anarquistas deseamos la desaparición de todos los poderes autoritarios; y porque nos ofrecéis la mejora y nosotros queremos la completa emancipación del pueblo […]. Si aceptaseis el pacto y la federación como los aceptan los anarquistas, sería fácil entendernos para trabajar sin tregua ni descanso en pro de la única revolución posible, […] LA LIBRE FEDERACIÓN UNIVERSAL DE TODOS LOS MUNICIPIOS LIBRES. Crónica de la FTRE, 1883

Los componentes de la comisión nacional de esta Federación optaron por abandonar la idea de la destrucción del Estado y organizar una resistencia solidaria y pacífica a través de las

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huelgas generales, pero las mismas, defendidas por los sectores industriales de Barcelona y Madrid, donde las concentraciones de obreros garantizaban su éxito, resultaban ineficaces en el campo andaluz, a causa de la dispersión campesina y la facilidad con la que los patronos conseguían desactivarlas. Por todo ello, los anarquistas andaluces se agruparon en sociedades secretas y decidieron actuar como grupos subversivos. Así surgió la "Mano Negra", una especie de organización secreta que fue acusada de algunos asesinatos, lo que provocó la detención de cientos de personas en Jerez, Cádiz y Sevilla. La represión gubernamental consiguiente y, sobre todo, las luchas internas debilitaron a la organización, de forma que a finales de siglo, el movimiento obrero anarquista se encontraba limitado a grupos terroristas incontrolado, entre cuyas acciones cabe destacar el atentado en el Liceo de Barcelona (22 muertos) y el asesinato, en 1897, del propio Cánovas del Castillo. B. LOS SOCIALISTAS La otra tendencia del movimiento obrero iba a tener más implantación en Extremadura, Castilla la Nueva y, especialmente, Madrid. Desde aquí se extendería a los núcleos mineros e industriales de la periferia asturiana, vizcaína y valenciana. Esta tendencia se limitaba en 1874 a unos reducidos núcleos de seguidores de las ideas de Marx para quienes la Asociación de Arte de Imprimir, convertida en sociedad de resistencia al entrar en la clandestinidad, servía de refugio. En mayo de aquel año, Pablo Iglesias fue llamado a presidir la asociación, que contaba con cerca de 250 miembros, y fue convenciendo a sus compañeros de la necesidad de pasar a la acción y formar un partido, hasta que, por fin, el 2 de mayo de 1879, decidieron constituir el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y crear una comisión encargada de redactar el programa y el reglamento. En julio se celebró una asamblea para aprobar dicho trabajo, que estaba directamente inspirado en los acuerdos de la Internacional. Su ideología era netamente marxista y resaltaba la necesidad de la participación política de la clase trabajadora y de la formación de un partido obrero capaz de enfrentarse con el régimen político y con el sistema económico vigente.

Pablo Iglesias

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TEXTO DE APOYO PROGRAMA FUNDACIONAL DEL PARTIDO SOCIALISTA, 1879 Considerando que esta sociedad es injusta, porque divide a sus miembros en dos clases desiguales y antagónicas: una, la burguesía, que, poseyendo los instrumentos de trabajo, es la clase dominante; otra, el proletariado, que, no poseyendo más que su fuerza vital, es la clase dominada. […] Que éste [antagonismo] ha alcanzado en nuestro días su mayor grado de desarrollo, como bien claro lo revela el cada vez más reducido número de los inmensamente ricos y el siempre creciente de los inmensamente pobres; Que la explotación que ejercen aquéllos sobre éstos es debida únicamente a la posesión de los primeros de la tierra, máquinas y demás instrumentos de trabajo; Que dicha posesión está garantizada por el poder político del cual se vale para dominar al proletariado, hoy en manos de la clase explotadora; es decir, de la clase media [...]. Que la sujeción económica del proletariado es la causa primera de la esclavitud en todas sus formas: la miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia política. Por otra parte: Considerando que la necesidad, la razón y la justicia exigen que la desigualdad y el antagonismo entre una y otra clase desaparezcan, reformando o destruyendo el estado social que las produce; [ ... ] Por todas estas razones, el Partido Socialista Obrero Español declara que su aspiración es: Primero.- La posesión del Poder político por la clase trabajadora. Segundo.- La transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad común de la sociedad entera. Entendemos por instrumentos de trabajo: la tierra, las minas, los transportes, las fábricas, máquinas, capital, moneda, etc. Tercero- La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos del trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros el producto total de su trabajo, y la enseñanza integral a los individuos de ambos sexos en todos los grados de la ciencia, de la industria y de las artes. Y como medios inmediatos para acercarnos a la realización de este ideal los siguientes: Libertades políticas. Derecho de coalición [asociación] o legalidad de las huelgas. Reducción de las horas. Prohibición del trabajo de los niños menores de nueve años [...]. Leyes protectoras de la vida y la salud de los trabajadores [...]. Creación de comisiones de vigilancia, elegidas por los obreros, que visitarán las habitaciones en que éstos vivan, las minas, las fábricas y los talleres [...]. Creación de escuelas gratuitas para la primera y segunda enseñanza y de escuelas profesionales [...]. Servicio de las armas obligatorio y universal y milicia popular [...]. Adquisición

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por el Estado de todos los medios de transporte y de circulación así como de las minas, bosques, etc., etc. En suma: el ideal del Partido Socialista es la completa emancipación de la clase trabajadora. Es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres e iguales, honrados e inteligentes. [ ... ]

El Partido Socialista proponía tres bases como condiciones imprescindibles para el triunfo del proletariado: a) La posesión del poder político por la clase trabajadora; la

transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad colectiva, social o común —se consideraban instrumentos de trabajo la tierra, las minas, las fábricas, las máquinas, el capital-moneda etc.

b) La segunda contenía lo que más tarde se llamó el "Programa

máximo o aspiraciones finales del partido", esto era: la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores dueños del fruto de su trabajo.

c) Y la tercera se refería a las medidas políticas y económicas de

inmediata realización para alcanzar el fin propuesto: la pugna por los derechos de asociación y de reunión, libertad de prensa, sufragio universal, jornada de ocho horas de trabajo, salario igual para los trabajadores de uno y otro sexo, etc.

Quedó, pues, desde sus inicios confirmado como un "partido de clase", un partido exclusivamente obrero, que pretendía enfrentarse a los partidos burgueses en la lucha por el poder a través de las elecciones. La crisis económica de 1887, que trajo el cierre de fábricas, el incremento del paro, etc., llevó al partido socialista a fundar, en agosto de 1888, en Barcelona, de la Unión General de Trabajadores (UGT). Su fin era puramente sindical, o lo que es igual, económico-laboral, esto es, luchaba, frente a los empresarios y no frente al gobierno, directamente por la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, y los medios para obtener las reivindicaciones precisas serían la negociación con los patronos y la huelga. Con unos mismos planteamientos ideológicos, el partido sería el instrumento de la acción política, y el sindicato —UGT—, el instrumento de las cotidianas exigencias laborales. A partir de 1891, con la implantación del sufragio universal, el PSOE concentró sus esfuerzos en la política electoral, no admitiendo ninguna alianza con los partidos burgueses. Tras obtener escasos resultados, a principios del XX (1910) se formó la Conjunción Republicano-Socialista, junto a los republicanos de Lerroux, que llevó al primer diputado socialista, precisamente Pablo Iglesias, a las Cortes.

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TEXTO DE APOYO LAS DEMANDAS DE LOS TRABAJADORES. En el año 1890 comienza una seria depresión económica de alcance internacional que tiene fuertes repercusiones en España. Justamente ese año tendrá lugar la primera gran movilización obrera, en la que tiene un papel protagonista la recién creada UGT. El negocio de las empresas de Bilbao florecía a ojos vista, pero las condiciones de trabajo seguían siendo tan penosas como quince años atrás. En el informe que años después redactó el Instituto de Reformas Sociales se señalan como principales causas de la huelga de 1890 la jornada de trabajo (de doce y hasta trece horas), los bajos salarios, la obligatoriedad de albergarse en los barracones de la empresa durante toda la semana y de comprar los artículos alimenticios en las tiendas de la empresa o de los capataces, la falta absoluta de garantías en cuanto al despido o admisión de trabajadores, etc. (...) La chispa que encendió la hoguera fue el despido de cinco obreros de «La Orconera» por su participación en la manifestación del 4 de mayo. Al día siguiente del despido, el 13 de mayo, la huelga comenzó en las minas «Orconera», «Lejona» y «Precavida». Los obreros fueron recorriendo en manifestación todo el distrito minero para incitar a la huelga a los gritos de «¡Vivan las ocho horas de trabajo!, ¡Viva la unión de los trabajadores! ¡Vivan los socialistas!» (...) A la mañana siguiente estaban en huelga cerca de nueve mil mineros. (...) la huelga se extendía como mancha de aceite y en aquel atardecer había 21.000 trabajadores en huelga, es decir, el 99 por 100 del censo obrero de Bilbao y la periferia Los objetivos de la huelga fueron fijados en la nota que el comité presentó a la patronal y a las autoridades (...). 1º. Que la jornada de trabajo no exceda de diez horas. 2º. Que se supriman por completo las «tareas». 3º. Supresión absoluta de los cuarteles o barracones, dejando, por tanto, en completa libertad a los trabajadores para que se administren comestibles donde lo crean conveniente. 4º. Admisión de los individuos que han sido despedidos de sus trabajos. Estas son las resoluciones adoptadas por los mineros en huelga, los cuales se hallan decididos a mantenerla. La Arboleda, 15 de mayo de 1890. NÚÑEZ DE ARENAS, M., Y TUÑÓN DE LARA, M.: Historia del movimiento obrero español, Barcelona, Novoterra, 1970, pp. 137-138.

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21. LA APARICIÓN DE LOS REGIONALISMOS Y LOS NACIONALISMOS 21. 1. ASPECTOS GENERALES Debo insistir en que el modelo de Estado adoptado por el liberalismo español desde los años treinta, a imitación del francés, fue profundamente uniformista, basado en el principio liberal de la igualdad jurídica de los ciudadanos que exigía como corolario la igualdad jurídica de los territorios, y dio por supuesta la existencia de una "unidad nacional" española a fin de eliminar las viejas singularidades regionales que habían caracterizado al Antiguo Régimen —y que desde los Decretos de Nueva Planta3 de Felipe V se habían querido borrar de la historia de España. De esta forma, la nueva organización centralista, profundamente homogeneizadora, del Estado, con la división territorial basada en las provincias, pretendió desconocer las realidades regionales existentes y disolverlas en un proceso de integración común. Bien es verdad que, siguiendo las pautas de otros estados, las elites burguesas encargaron a intelectuales e historiadores que elaboraran historias generales de España, que mostraran la permanencia de esa cohesión a lo largo de los siglos; pero todo quedó en un intento cultural desde arriba que no dio el fruto apetecido; el hecho es que a importantes sectores de determinadas zonas tales tendencias historiográficas no lograron convencer de que eran más lo elementos comunes de lo español que los elementos diferenciadores de sus respectivas regiones. A esto hay que añadir que fue muy reducida la acción del Estado liberal en favor de una auténtica integración nacional basada en la nivelación de los niveles de vida en todas las regiones y del mundo urbano y el rural o en la creación de una adecuada red de infraestructuras. Así, la España del XIX fue un país de centralismo legal pero de localismo y comarcalismo real, en definitiva, un conjunto de comarcas mal comunicadas y poco integradas entre sí. Ello implicó la aparición, como ya vimos, de una industrialización dispersa —por muy regionalizada—, muy sectorializada —básicamente textil y siderúrgica— y muy dependiente de la política económica de los Gobiernos. A finales de siglo, Cataluña y el País Vasco eran unas sociedades relativamente evolucionadas gracias al impulso industrializador, en contraste con el resto de España, básicamente agraria y atrasada. De ahí

3 Ver página 36 de estos apuntes. Los Decretos de Nueva Planta fueron concebidos por los catalanes como un punto de inflexión, como un antes y un después en su historia. Antes, incorporados por los avatares históricos a un conjunto de territorios llamado España, gozaron de sus privilegios y libertades y de cierto nivel de autogobierno frente a la Monarquía habsburguesa de Madrid. Después, perdieron esas libertades y se vieron sometidos a un proceso de asimilación política y cultural (especialmente lingüística) por parte de Castilla.

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que pueda afirmarse que, por esos años, no había una burguesía "nacional española" con un proyecto "nacional” sino burguesías regionales distintas y separadas entre sí. Este conjunto de motivos propició el redescubrimiento de la España plural y el regionalismo. A partir de 1875, frente a la tendencia uniformizadora y centralista de los partidos políticos gobernantes, volvieron a resurgir antiguos planteamientos pluralistas, que dieron fuerza al recuerdo histórico de los países que integraban la Corona de Aragón, o a las peculiaridades forales del País. Ello permitió la manifestación espontánea de una diversidad regional o nacional, que se hizo especialmente evidente en Cataluña y en el País Vasco, precisamente las regiones con más independencia económica.4 21.2. EL NACIONALISMO CATALÁN A. LOS ANTECEDENTES DURANTE EL SIGLO XIX En Cataluña, el idioma catalán, pese a la tendencia castellanizante de los Decretos de Nueva Planta y del reformismo borbónico del XVIII, se había mantenido como lengua de uso popular. A partir de los años treinta fue surgiendo un movimiento cultural, la Renaixença, que abarcaba los más diversos campos de la actividad intelectual —Historia, Literatura, Artes...— que tuvieran relación con Cataluña, utilizando como instrumento cada vez más la lengua catalana, auténtico símbolo en torno al cual se articuló el nacionalismo de esta región y que fue adquiriendo carácter de lengua culta y literaria. Desde 1859 se reinstauran los Jocs Florals (Juegos Florales), que eran una especie de competición tradicional catalana para premiar composiciones poéticas en catalán. La recuperación del idioma avanzaba a marchas agigantadas Autores destacados de este movimiento fueron Bonaventura Carles Aribau, Àngel Guimerá, Jacint Verdaguer y Joan Maragall Junto con este renacer de la cultura específicamente catalana, diversos aspectos de la política de los liberales en el poder tenían seriamente preocupados a los catalanes. Por un lado, el proceso de elaboración de un Código Civil para toda España, con lo que por fin se ponía en pie la pretensión expresada reiteradas veces desde la Constitución de 1812. Este Código ponía en peligro la pervivencia de derecho civil catalán (especialmente en materia de familia y herencias) que había sido respetado por los Decretos de Nueva Planta. Por otro lado, la política librecambista,

4 Es conveniente recordar en este punto la tensión entre centralismo y autonomía que habían protagonizado en su momento (años 40 a 60) los moderados y los progresistas. En ese caso, la tendencia centralista de los moderados consistía básicamente en el control de los ayuntamientos por parte de la Administración central (dos y sólo dos eran los niveles de las administraciones del Estado español); mientras, los progresistas exigían la autonomía de los ayuntamientos, cifrada en la posibilidad de que los alcaldes fueran elegidos por los vecinos. En ningún caso los progresistas llevaban su defensa del principio de autonomía a la propuesta de creación de comunidades autónomas (en terminología actual) o, lo que viene a ser lo mismo, gobiernos regionales o Estados federados o comoquiera que puedan ser denominados. En tal sentido, los progresistas —y los liberales de Sagasta en el ámbito cronológico de este tema— eran tan centralistas como los moderados —ahora conservadores de Cánovas.

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defendida especialmente por los progresistas —ahora liberales— ponía en peligro la industria catalana, al menos desde de punto de vista de sus propietarios. Finalmente, hay que recordar las tendencias federalistas del republicanismo español del Sexenio, en las que también se apoyó en sus orígenes el catalanismo, como evidencia el Pacto de Tortosa de 1869, de tipo federalista. Finalmente habrá que insistir en que las bases sociales de este nacionalismo las constituyen los grupos de burgueses industriales y urbanos, cuyo desarrollo hay que vincular al éxito de la industrialización catalana, como se ha venido indicando en distintas ocasiones.

B. EL DESARROLLO INICIAL DEL CATALANISMO HASTA 1902 Pero habrá que esperar a la década de los 80, ya durante la Restauración, para poder hablar del inicio real del catalanismo político. El planteamiento del nacionalismo catalán en estos momentos era autonomista, y no independentista, de modo que se afirmaba que la unidad de los pueblos dentro del Estado no debía ser impuesta a la fuerza desde el centro. La propuesta, más idealista que real, era una Cataluña capitalista y europea que debía estar dirigida por una burguesía urbana e industrial dispuesta a transformar el Estado español a modo y semejanza suya.

Enric Prat de la Riba

TEXTO DE APOYO MEMORIAL PRESENTADO A LA REGENTE EN 1888 Deseamos que vuelva a poseer la nación catalana sus Cortes

Generales libres e independientes abiertas por el Jefe del Estado o su Lugarteniente […] Que sea Cataluña dueña y señora del gobierno interior de su suelo y señale por sí misma el contingente del ejército para el Principado, no por sorteo ni con levas forzosas, sino proveyéndose de soldados voluntarios y a sueldo, lo cuales no deben salir, en tiempo de paz, de nuestro territorio. Que la lengua catalana sea la oficial de Cataluña para todas las manifestaciones de la vida de este pueblo, que se use la lengua catalana para la enseñanza en Cataluña. Que sean catalanes los tribunales de justicia, y todas las causas y litigios se fallen definitivamente dentro del territorio; que sean los mismos catalanes los que elijan a los que deben desempeñar cargos en la nación catalana […] Que el Jefe del Estado venga a jurar a Cataluña sus constituciones fundamentales, condición indispensable de antiguo establecida para ejercer la soberanía en el Principado […].

Recogido en TUÑÓN DE LARA, Manuel, y otros: Historia de España, vol.

8. Ed. Labor, Barcelona, 1981. En 1882 Valentí Almirall fundó el Centre Catalá, de tendencia más radical, a quien se deben sendos Memoriales, a Alfonso XII

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HISTORIA DE ESPAÑA

(1885) y su viuda (1888) en los que expresaba su defensa de la personalidad política catalana, el rechazo a la monarquía centralista de la Restauración y su deseo de vuelta a la situación previa a los Decretos de Nueva Planta. En 1887 los conservadores fundaron la Lliga de Catalunya que presentó a la reina regente María Cristina de Habsburgo un programa regionalista que mantenía, al mismo tiempo, la fidelidad a la monarquía y la búsqueda de una amplia autonomía. En 1891 se encontraron el Centre y la Lliga gracias al esfuerzo conciliador de Enric Prat de la Riba y el resultado fue una nueva organización, la Unió Catalanista. En su primera asamblea, celebrada en Manresa en 1892, se suscribieron las bases para una constitución regional catalana (conocidas por ello como las Bases de Manresa), una síntesis de la concepción federal de integración del Estado catalán en el Estado español y de las ideas del catalanismo conservador. La pérdida de Cuba, como veremos, produjo una profunda crisis moral y política, que el catalanismo aprovecho para verter sus críticas contra el sistema centralista. A ello se unió la pérdida de los mercados para la industria catalana, lo que provocó el aumento de las adhesiones al catalanismo por parte de la burguesía catalana. En 1901 irrumpe con fuerza la vida política nacional una nueva formación catalanista de signo monárquico y conservador y talante conciliador, la Lliga Regionalista de Prat de la Riba y Francesc Cambó. Este último será el encargado de defender durante las siguientes décadas ante el gobierno central la petición de autonomía. Pero la falta de contenido social de este partido le restó buena parte de su fuerza.

TEXTO DE APOYO LAS BASES DE MANRESA (1892) “PODER CENTRAL

Base 1ª. Sus atribuciones - A cargo del poder central estarán: a) Las relaciones internacionales. b) Ejército de mar y tierra, las obras de defensa y la enseñanza

militar. c) Las relaciones económicas de España con los demás países, y

en consecuencia, fijar aranceles. […] d) La construcción y conservación de carreteras, ferrocarriles,

canales y puertos que sean de interés general. […] e) La resolución de todas las cuestiones y conflictos interregionales, f) La formación del presupuesto anual de gastos. PODER REGIONAL

Base 2ª. En la parte dogmática de la Constitución Regional Catalana se mantendrá el carácter amplio de nuestra legislación antigua, reformando, para ponerlas de acuerdo con las nuevas necesidades, las sabias disposiciones que contiene respecto a los derechos y libertades de los catalanes.

Base 3ª. La lengua catalana será la única que con carácter oficial podrá usarse en Cataluña y en las relaciones de esta región con el

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poder central.

Base 4ª. Únicamente los catalanes, ya lo sean por nacimiento o bien por naturalización, podrán desempeñar cargos públicos en Cataluña, aun tratándose de los gubernativos y administrativos que dependan del poder central. También deberán ser desempeñados por catalanes los cargos militares que supongan jurisdicción. [...]

Base 6ª. Cataluña será la única soberana de su gobierno interior; por tanto, dictará libremente sus leyes orgánicas; cuidará de su legislación civil, penal, mercantil, administrativa y procesal; del establecimiento y percepción de impuestos, de la acuñación de moneda, y tendrá todas las demás atribuciones inherentes a la soberanía que no correspondan al poder central según la base primera.

Base 7ª. El poder legislativo regional radicará en las Cortes catalanas, que deberán reunirse todos los años en una época determinada y en un lugar distinto.

Las Cortes se formarán mediante sufragio de todos los cabezas de familia, agrupados en clases basadas en el trabajo manual. […]

Base 8ª. El poder judicial se organizará restableciendo la antigua Audiencia de Cataluña. […].”

27 de marzo de 1892.

TEXTO DE APOYO

EL PENSAMIENTO DE PRAT DE LA RIBA

“España no es cuestión de lengua ni de corazón, sino de vientre. Para los que viven de ella, España es una realidad providencial indiscutible; para los demás es una expresión geográfica o bien la denominación impropia de una sola de las nacionalidades españolas, la nacionalidad castellana...” Clarín, 1 de abril de 1896. “Enclavada Cataluña en el área geográfica conocida con el nombre de España, somos españoles de la misma manera que somos europeos por estar comprendida España dentro del continente Europa. Gobernada España por el Estado español, los catalanes somos españoles como miembros de ese Estado, como ciudadanos de esa sociedad política. No somos, pues, enemigos de España, tomada en este sentido (que es el único real), ni al combatir al Estado español queremos otra cosa que rehacerlo con equidad y justicia, y con una organización más adecuada y perfecta, dentro de la cual Cataluña pueda encontrar una vida de libertad y progreso.” PRAT DE LA RIBA, E.: Nacionalisme catalá i separatisme espanyol, 10 de abril de 1900.

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21.3. EL NACIONALISMO VASCO A. BASES IDEOLÓGICAS Y SOCIALES

En el País Vasco no se produjo a lo largo del siglo XIX un fenómeno similar al de la Renaixença catalana, entre otros motivos porque el vascuence o euskera era un idioma muy minoritario, al borde de la extinción (se usaba sólo en el ámbito rural), e insuficiente para una expresión literaria y culta: un hecho destacable es que ninguno de los grandes autores vascos de la época (Ramiro de Maeztu, Pío Baroja, Miguel de Unamuno) usaron este idioma, sino que antes al contrario, se sintieron profundamente preocupados por la cultura y la situación política del conjunto de España. Los fundamentos de la aparición de nacionalismo vasco hay que buscarlos más bien en aquello que había sido la base de la ideología del carlismo, la defensa de los fueros vascos. Hay que recordar que los tres fueros vascos, el de cada uno de los tres “territorios históricos” o provincias más el de Navarra, habían sido objeto del intento de abolición por los liberales de la regencia de los años treinta y ello motivo en buena medida la adhesión de estos territorios a la causa del pretendiente don Carlos María, defensor de los mismos. El Convenio de Vergara (1839) estableció el respeto a los fueros, pero con la Restauración (1876) fueron definitivamente abolidos. No obstante, se conservaron dos importantes privilegios: ciertos aspectos del derecho civil y la autonomía fiscal, consistente en que las provincias vascas (cada una por separado) y Navarra recaudan directamente todos los impuestos y posteriormente pagan al Estado una cantidad en concepto de la parte proporcional de los gastos que el Estado, la Administración central, dedica a estos territorios. Tal cantidad, denominada cupo, se negocia con la Administración central, actualmente (el sistema sigue en vigor) mediante el Concierto Económico (País Vasco) o Convenio Económico (Navarra).

Otros aspectos del nacionalismo vasco que derivan directamente del carlismo son su carácter profundamente católico y su defensa de la patria vasca y de la vida e instituciones tradicionales frente a la industrialización y a la llegada corruptora de los inmigrantes del resto de España a los que llamaran despectivamente maketos. Historiadores e ideólogos afines se encargaron de elaborar la teoría de que ello había supuesto la pérdida de la “edad dorada” por lo que todo se magnificó y adquirió otras dimensiones, en un momento en que la industrialización y la masiva llegada de inmigrantes planteaban graves problemas a la sociedad tradicional vasca. De ahí que los enemigos fueran el gobierno liberal español y la inmigración del resto de España.

Por lo tanto, quizá se pueda concluir que en buena medida el nacionalismo vasco surgió a finales del siglo XIX como una nueva rama, más radical, del carlismo recientemente derrotado5. Sin embargo, un elemento nuevo e inquitante se vino a añadir al ideario carlista: el racismo. El nacionalismo vasco arrancará con una batería de ideas profundamente racistas, que consideran la superioridad sustancial de la raza vasca y de sus tradiciones frente a la degenerada raza castellana, que por diversas causas

5 Sin embargo hay que decir que el carlismo, que sobrevivió a la Tercera Guerra y aún hoy sobrevive, no aceptó ni acepta el nacionalismo vasco por su fuerte componente separatista.

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había devenido en invasora y opresora infame del noble pueblo vasco. Toda colaboración, imitación o mezcla con los castellanos era rechazada y denostada por poner en peligro la pureza de los vascos. Por otro lado, el vascuence o euskera, pese a su marginalidad y debilidad, habría de ser considerado el elemento más claramente distintivo frente al opresor, por lo que habría que regenerarlo y difundir su uso, en sustitución del español, que debería ser abandonado.

En el colmo del delirio intolerante, se llegó a proponer que no se enseñara vascuence a los invasores españoles y que si éstos llegaban a conocer y usar el idioma, se abandonara por otro desconocido, como el ruso o el finlandés (sic).

En cuanto a las bases sociales, el nacionalismo tendrá, al menos inicialmente, más difusión en el ámbito rural y entre la clase media urbana que entre la burguesía industrial de las ciudades, más apegada a la monarquía conservadora de la Restauración.

B. EL DESARROLLO INICIAL DEL NACIONALISMO VASCO

El propulsor del nacionalismo vasco, Sabino Arana, desde una perspectiva fuerista tradicional, se limitó en los años noventa a recoger y dar coherencia a estas ideas que flotaban en la sociedad, y las depuró: para un pueblo "diferente" —de raza y, sobre todo, lengua distintas— recuperar los fueros totales era recuperar la plena soberanía, la cual significaba independencia.

Alcanzarla no era sino volver a la libertad originaria, a la esencia histórica del pueblo vasco, a la Ley Vieja, y ello venía ungido por Dios: el lema nacionalista vasco era Dios y Ley Vieja, o sea, fueros y tradiciones.

El 31 de julio de 1895 se fundó el primer Partido Nacionalista Vasco (PNV, que aún existe) con una solemne declaración antiespañola y con una voluntad de restaurar en el territorio vasco, al que él llamo Euzkadi (y que comprendía los tres territorios históricos, Navarra y el País Vasco francés) el orden jurídico tradicional. Pero el partido no fue capaz de conseguir nada mientras se mantuvo en la órbita de los primeros seguidores de Arana —la clase media bilbaína tradicionalista—: los carlistas navarros recelaban de su separatismo, mientras que los sindicalistas de la UGT, con gran fuerza en Vizcaya, les consideraban católicos reaccionarios. Por ello se vio obligado a ampliar sus bases hacía una burguesía más moderna e industrial.

Fue entonces cuando apareció la tensión interna entre los defensores de la independencia y los que buscaban, como objetivo más viable y práctico, la autonomía dentro del Estado español. Estos últimos, urbanos, industriales y con dinero imprescindible para el partido, se impusieron en el control del PNV y desde 1902 entraron en la línea autonomista catalana,

Sabino Arana Goiri

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copiando la idea de "rehacer España" desde, en este caso, el País Vasco.

TEXTO DE APOYO

EL PENSAMIENTO DE SABINO ARANA

Libre e independiente de poder extraño vivía Bizcaia, gobernándose y legislándose a sí misma, como nación aparte, como Estado constituido, y vosotros, cansados de ser libres, habéis acatado la dominación extraña, os habéis sometido al extranjero poder, tenéis a vuestra Patria como región de país extranjero y habéis renegado de vuestra nacionalidad para aceptar la extranjera. Vuestros usos y costumbres eran dignos de la nobleza, virtud y virilidad de vuestro pueblo, y vosotros, degenerados y corrompidos por la influencia española, o lo habéis adulterado por completo, o lo habéis afeminado y embrutecido. Vuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero más singular aun por no tener ningún punto de contacto o fraternidad ni con la raza española ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del mundo, era la que constituía a vuestra Patria Vizcaya; y vosotros, sin pizca de dignidad y sin respeto a vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la más vil y despreciable de Europa. Poseías una lengua más antigua que cualquiera de las conocidas, […] y vosotros las despreciáis sin vergüenza y aceptáis en su lugar el idioma de gentes groseras y degradadas, el idioma del mismo opresor de vuestra Patria.

ARANA, Sabino, Bizcaitarra, 30 de octubre de 1894.

SOBRE EL IDIOMA Y LA RAZA

Los catalanes quisieran que no sólo ellos, sino también todos los demás españoles establecidos en su región hablasen catalán; para nosotros sería la ruina el que los maketos residentes en nuestro territorio hablasen euskera. ¿Por qué? Porque la puereza de la raza es, como la lengua, uno de los fundamentos del lema vizcaíno, y mientras la lengua, siempre que haya una buena gramática y un buen diccionario, puede restaurase aunque nadie lo hable, la raza, en cambio, no puede resucitarse una vez perdida.

ARANA, Sabino: Errores catalanistas, 1894

21. 4. OTROS NACIONALISMOS. EL REGIONALISMO ANDALUZ El nacionalismo gallego teorizó sobre la naturaleza nacional de Galicia -territorio, raza, lengua, historia y conciencia nacional- de forma que los planteamientos de sus principales ideólogos -Manuel Murguía, Alfredo Brañas o Aureliano Pereira- serán recogidos sin alteraciones sustanciales por los pensadores nacionalista del siglo XX. Con todo, este galleguismo no pretendía alcanzar un Estado independiente, sino un modelo jurídico-político de descentralización designado con el término de autonomía.

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Finalmente, el regionalismo andaluz comenzó a caminar, según algunos historiadores, a partir de los movimientos cantonalistas de 1873. Blas Infante, el creador de este nacionalismo, indicó años más tarde, ya en el siglo XX, que esta fecha fue fundamental para la formación de la conciencia andaluza en el marco de una República Federal. En 1883 —décimo aniversario de la República—, se proclamó en Antequera la Constitución Federalista Andaluza y se solicitó expresamente una "Andalucía soberana y autónoma". Sin embargo, no se alcanzó la consolidación de un partido andalucista burgués, posiblemente por la vinculación de la propia burguesía andaluza con el poder central o por la derivación del movimiento obrero andaluz hacia el anarquismo, contrario a todo pacto con la burguesía. Habrá que esperar al reinado de Alfonso XIII y a la figura de Blas Infante para ver consolidado este regionalismo.

TEXTO DE APOYO CONSTITUCIÓN FEDERALISTA DE ANDALUCÍA Título primero. Condiciones y objeto de la Federación. Art. 1 º Andalucía es soberana y autónoma; se organiza en una democracia republicana representativa, y no recibe su poder de ninguna autoridad exterior al de las autonomías cantonales que le instituyen por este Pacto. Art. 2º Los Cantones contratantes delegan en la Federación regional las atribuciones que señala el apéndice III Art. 30 Toda atribución no expresamente delegada, pertenece al Cantón o al Municipio, según sus respectivas Constituciones. Art. 4º la Federación andaluza tiene por objeto: a) Mantener el reposo interior y asegurar la independencia e integridad del territorio. b) Realizar, mantener y garantizar la libertad y la igualdad, por medio de las instituciones republicano democrático federales. c) Aumentar el bienestar general y la instrucción pública; realizar el derecho humano, cumplir la justicia, acelerar el progreso y el desarrollo general; fomentar los intereses morales y materiales del país. Aprobado por la Asamblea de Antequera del Partido Republicano Demócrata Federal a propuesta del diputado andaluz en Cortes, Saurnill, 1883. ACOSTA SÁNCHEZ, S.: La Constitución de Antequera. Estudio teórico-crítico, p. 157.

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22. LA CAÍDA DEL IMPERIO COLONIAL: LA PÉRDIDA DE CUBA Y LA CRISIS DEL 98 22.1 LOS ANTECEDENTES DE LA GUERRA HISPANO-NORTEAMERICANA: CUBA HASTA 1898 La isla de Cuba, situada a la entrada de mar Caribe y del golfo de México, a escasas millas del sur de la península norteamericana de Florida, era posesión española desde que en 1492 Colón la descubriese durante su primer viaje a América, siendo desde entonces de un enorme valor estratégico para España, que la utilizó para la posterior conquista de Méjico (1519, en época de Carlos I de Habsburgo) y como base de defensa de las colonias en Tierra Firme y escala de las flotas comerciales. Veamos ahora qué ocurrió en Cuba durante el siglo XIX. 1. Desde principios del siglo XIX el interés de España por Cuba fue creciendo debido a que la isla se convirtió en la primera productora mundial de azúcar de caña. La industria azucarera cubana estaba en manos de ricos hacendados de la aristocracia criolla a los que en principio sus intereses económicos les hicieron preferir mantenerse bajo la dependencia española que optar por la independencia como habían hecho las otras colonias españolas en América en los años 10 y 20 del siglo XIX. 2. En torno a mediados de siglo la tendencia se invirtió en el sentido del crecimiento de las ideas independentistas de la aristocracia azucarera cubana, al verse amenazados sus intereses económicos por las medidas abolicionistas de la esclavitud que, por presiones internacionales, estaba adoptando España, a la que se sumó una fuerte crisis económica debida a la bajada de los precios internacionales del azúcar debido a la competencia de la remolacha azucarera europea. 3. De 1869 a 1878.— Aprovechando la crisis política por la que atravesaba España como consecuencia de la “Gloriosa Revolución” de 1868 (inicio del Sexenio Revolucionario), el rico hacendado criollo Manuel de Céspedes inicio en octubre de ese mismo año —con lo que se conoce por “el Grito de Yara”, nombre de su hacienda azucarera—la primera guerra por la independencia de España, larga guerra que recibe el nombre de Guerra de los Diez Años (1869-1878). Los independentistas contaron con la circunstancia favorable de que los regímenes españoles (desde el de Amadeo I hasta el de Alfonso XII, pasando por la Primera República) tuvieron que hacer frente simultáneamente y en el territorio metropolitano a la III Guerra Carlista de 1872 a 1876. Una vez concluida ésta, el gobierno español pudo concentrar sus esfuerzos en el problema cubano, enviando al general Martínez Campos al frente de un ejército de 100.000 hombres. Bajo la promesa de una amplia amnistía y de autonomía, la guerra concluyó con la Paz de Zanjón (1878).

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4. Periodo de relativa pacificación de 1878 a 1895. -—Pero tras la paz, España no llegó a cumplir sus promesas, lo que provocó un nuevo intento de guerra de independencia rápidamente sofocado (1879-1880) y, sobre todo, el desarrollo de un movimiento independentista liderado por José Martí —poeta, abogado y periodista exiliado en Estados Unidos—, fundador del Partido Revolucionario Cubano en 1892 y que, junto a otros importantes personajes, dio comienzo a la segunda guerra de independencia de Cuba con el llamado Grito de Baire de febrero de 1895. Los rebeldes proclamaron la República de Cuba, que por supuesto no fue reconocida por España. 5. La guerra entre España y los independentistas cubanos (1895-1898).— En España la consecuencia política fue la sustitución, siguiendo los mecanismos ya conocidos del turnismo, del gobierno del Partido Liberal —Sagasta— por un nuevo gobierno del Conservador —Cánovas—, que envió de nuevo a Martínez Campos a Cuba, con la esperanza de repetir los éxitos de los años 70. Sin embargo, ello no fue posible y el propio Martínez Campos se mostró partidario de una línea más dura. Con esa intención fue sustituido en 1896 por el general Weyler, que impuso una durísima estrategia antiguerrillera, con la que comenzó a reconquistar terreno. En ese momento el gobierno de Cánovas decidió aprovechar su posición de fuerza para sustituir a Weyler por un militar de línea menos dura, el general Blanco, y ofrecer autonomía para la isla, que entró efectivamente en vigor el 1 de enero de 1898. Por aquel entonces Cánovas había sido asesinado por un anarquista. Pero la oferta de autonomía llegó demasiado tarde, porque los cubanos sólo se conformaban con la independencia total. En este contexto es en el que se produce la decisiva intervención de Estados Unidos en el conflicto. Analizaremos a continuación los antecedentes de esta intervención norteamericana y las causas y desarrollo de la misma. 22.2. EL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO Y LAS CAUSAS DE SU INTERVENCIÓN EN CUBA. LA GUERRA HISPANO-NORTEAMERICANA A la altura de 1898 los Estados Unidos se habían convertido en una potencia mundial y estaba construyendo su imperio colonial al mismo tiempo que España a duras penas podía mantener el suyo. 1. La base económica del imperialismo norteamericano. — El imperialismo norteamericano tenía su base en un gran potencial económico que se había desarrollado sobre todo desde el final de la Guerra de Secesión6 (1861-1865). Fue entonces cuando este país se incorporó con enorme fuerza a la revolución industrial con la creación de enormes grupos empresariales liderados por personajes como Ford (el fundador de la empresa automovilística del mismo nombre) o Rockefeller (relacionado con empresas petrolíferas). En tales circunstancias, Estados Unidos necesitaba 6 La Guerra de Secesión —ojo, no de “Sucesión”— vino motivada por el intento de los Estados del sur (Georgia, Alabama, Tennessee...) de separarse de la Unión a causa de los planes del presidente Lincoln de abolir la esclavitud, base de la economía de estos Estados tabaqueros y algodoneros.

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ampliar sus mercados para vender su producción industrial y para colocar sus capitales excedentarios, y puso sus ojos en todo el continente americano. 2. La ideología sobre la que se apoya el imperialismo.— Ya desde el primer cuarto del siglo se había desarrollado una ideología para justificar su intervención en Sudamérica. Se trata de la llamada Doctrina Monroe (por el presidente que la elaboró) de 1823, que se organizaba en torno el lema “América para los americanos”, que en principio venía a querer expresar una voluntad de que los europeos abandonaran definitivamente América y que, en el fondo, lo que proponía, de forma bastante cínica, era que el histórico control del continente por parte de Europa debía ser simplemente sustituido por el de Estados Unidos. A esa doctrina se unió más tarde la llamada Doctrina del Destino Manifiesto (1845) que defendía la superioridad de la raza anglosajona y su misión histórica de “anglosajonizar” a la Humanidad. Sobre estas bases ideológicas Estados Unidos comenzó su intervencionismo en América Latina desde mediados de siglo. En los años noventa, además, aparece una corriente de opinión en Estados Unidos, la de los jingoístas, que reclamaba para su país nuevos territorios, centrando su atención en el Pacífico y el Caribe... precisamente las zonas donde nuestro país aún tenía colonias. España, débil económica y políticamente, prácticamente aislada internacionalmente, se constituyó en un simple estorbo para los americanos. La guerra fue aceptada por nuestra parte como una cuestión de honor, sabiendo que estaba perdida de antemano.

TEXTO DE APOYO EL ULTIMÁTUM A ESPAÑA POR PARTE DE EE.UU.

Considerando que el aborrecible estado de cosas que ha existido en Cuba durante los últimos tres años, en isla tan próxima a nuestro territorio, ha herido el sentimiento moral del pueblo de los Estados Unidos; ha sido un desdoro para la civilización cristiana y ha llegado a un periodo crítico con la destrucción de un barco de guerra norteamericano y con la muerte de 266 de entre sus oficiales y tripulantes, cuando el buque visitaba amistosamente el puerto de La Habana (...)

El Senado y la Cámara de Representantes, reunidas en Congreso, acuerdan: Primero: Que el pueblo de Cuba es y debe ser libre e independiente, Segundo: Que es deber de los Estados Unidos exigir, y por la presente su gobierno exige, que el gobierno español renuncie inmediatamente a su autoridad y gobierno en Cuba y retire sus fuerzas terrestres y navales de las tierras y mares de la isla. Tercero: Que se autoriza al presidente de los Estados Unidos y se le encarga y ordena que utilice todas las fuerzas militares y navales de los Estados Unidos (...) en el número que sea necesario para llevar a cabo estos acuerdos. Cuarto: Que los Estados Unidos, por la presente, niegan que tengan ningún deseo ni intención de ejercer jurisdicción ni soberanía, ni

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intervenir en el gobierno de Cuba, si no es para su pacificación, y afirman su propósito de dejar el dominio y gobierno de la isla al pueblo de ésta, una vez realizado dicha pacificación Washington, 18 de abril de 1898

3. En estas circunstancias se produce una importante resolución conjunta del Senado y la Cámara de Representantes (las dos Cámaras que componen el Congreso de los Estados Unidos, es decir, su Parlamento). En dicha resolución el Congreso, tras denunciar las horribles condiciones que han existido en la isla de Cuba desde 1895 y recordar la reciente destrucción de un acorazado de los Estados Unidos (hecho del que hablo más abajo), proclama:

a) El derecho de Cuba a su independencia b) El (supuesto) deber de los EE.UU. de pedir a España que

abandone Cuba c) La autorización al Presidente de los EE.UU. (que en aquel

momento era el republicano William MacKinley) a intervenir militarmente en el conflicto.

d) La intención de EE.UU. de no ejercer soberanía, jurisdicción o autoridad sobre la isla una vez haya quedado independiente de España.

e) El establecimiento de un plazo muy breve (ultimátum) de sólo cuatro días para que España satisfaga las peticiones del Congreso, pasado el cual el Presidente procedería a ordenar la intervención armada, la guerra, contra España.

4. Las auténticas intenciones de EE.UU. — Pese a la literalidad de la resolución, las intenciones de EE.UU. eran muy diferentes. En realidad lo que venían intentando desde hacía tiempo era hacerse con el control de Cuba y la guerra se había convertido a la altura de 1898 en la única posibilidad real, tras varios intentos de compra a España desde 1843 hasta marzo de 1898 (es decir, unos días antes de tan solemne como hipócrita resolución). Las causas de dicha pretensión, ya apuntadas antes, serían la necesidad de nuevos mercados y la sensación de que el control de Cuba era esencial para asegurar la seguridad de la costa sur de EE.UU. Pero el Congreso oculta dichas intenciones y causas reales ante la opinión pública internacional alegando razones humanitarias y la “provocación” que había supuesto la destrucción del acorazado que cité anteriormente. Se trataba del Maine, hundido en el puerto de La Habana el 15 de febrero anterior. Dicho hundimiento se produjo por razones nunca aclaradas, entre las que se citan desde una explosión accidental de las calderas hasta un sabotaje de los propios norteamericanos para tener un pretexto para la guerra, pasando por la responsabilidad de los independentistas cubanos que esperaban así forzar la intervención norteamericana. Sin embargo fue la idea menos verosímil, la de que habían sido los españoles los responsables, la que se difundió en EE.UU. por medio de la prensa sensacionalista que alentó la idea de la guerra contra España, con el lema “Recordad el Maine, al infierno con España”.

5. La guerra hispano-norteamericana y la resolución del conflicto.— Sea como fuere, el caso es que, en efecto, EE.UU. declaró la guerra a España en abril de 1898. En Madrid la noticia

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de la declaración de guerra norteamericana lanzó a la gente a las calles para manifestar su patriotismo y la prensa contribuyó irresponsablemente a lanzar a la opinión pública a un belicismo que conducía necesariamente a una derrota sin paliativos.

La desproporción de potencial bélico era tan abrumadoramente favorable a las fuerzas norteamericanas que la guerra supuso un auténtico desastre para España. La guerra se desarrolló en dos escenarios: las Filipinas y el mar de las Antillas, y en realidad sólo hubo tres episodios importantes: Cavite, Manila y Santiago de Cuba. En las Filipinas la población española era escasa y los capitales invertidos eran poco significativos. Durante siglos la presencia colonial se había mantenido gracias a unas tropas escasas y a la existencia de diversas órdenes religiosas. La insurrección había comenzado en 1892 cuando José Rizal fundó la Liga Filipina, con el programa de expulsar a los españoles y sus órdenes religiosas para lograr la independencia. Desde 1896 la insurrección se extendió por el país y tras la condena a muerte de Rizal su puesto fue ocupado por Emilio Aguinaldo. La reacción militar española consiguió que los independentistas filipinos tuvieran que firmar un pacto por el que se cerraba la crisis momentáneamente. Cuando en 1898 EE.UU. declaró la guerra a España, una escuadra de ese país salió de Hong-Kong con destino a Manila. A la escuadra española, compuesta por antiguos buques de casco de madera que poco tenían que ver con los de hierro de los norteamericanos, sólo le quedaban dos opciones: impedir su acceso a la bahía de Manila o permitir su entrada en la misma para luchar con el apoyo de la artillería del fuerte de Cavite. Se optó por esta segunda idea, pero nada pudo hacer frente a la enorme superioridad norteamericana, por lo que Cavite hubo de rendirse a las pocas horas. Manila se rindió el 14 de agosto de 1898. Por lo que respecta a Cuba, fue decisiva la derrota en la ciudad de Santiago de Cuba.

Cuando la escuadra española del almirante Cervera entró en su puerto en busca de aprovisionamiento de carbón se encontró con que dicho puerto estaba bloqueado por la escuadra norteamericana. Pese a lo desesperado de la situación, el almirante Cervera recibió órdenes directas desde Madrid para que entablara combate con los norteamericanos —pura cuestión de honor— de modo que el día 3 de julio nuestra flota fue literalmente machacada por la de EE.UU. en unas horas. Días mas tardé cayó la propia ciudad de Santiago de Cuba y la isla de Puerto Rico, con la intención conservarla en un futuro como base militar en el Caribe. España tuvo que rendirse en el mes de agosto. En diciembre de 1989, mediante el Tratado de París, España cedía a EE.UU. Puerto Rico, Filipinas y otras islas del Pacífico en concepto de indemnización de guerra y concedía la independencia a Cuba.

TEXTO DE APOYO EL TRATADO DE PAZ DE PARÍS (10/ 12/1898). "Art. 1 .º España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención a que dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos, los Estados Unidos, mientras dure su ocupación, tomarán sobre sí y cumplirán

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HISTORIA DE ESPAÑA

las obligaciones que por el hecho de ocuparla les impone el derecho internacional, para la protección de vidas y haciendas. Art. 2.º España cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que están ahora bajo su soberanía en las Indias Occidentales, y la isla de Guam en el archipiélago de las Marianas o ladrones. Art 3.º España cede a los Estados Unidos el archipiélago conocido por las islas Filipinas ( ... ) Los Estados Unidos pagarán a España la suma de veinte millones de dólares dentro de los tres meses después del canje de ratificaciones del presente tratado ( ... ) "[Hasta 17 artículos.]" Aprobado por el Senado estadounidense el 6 de febrero de 1899.

La independencia de Cuba fue más nominal que real, debido a la “protección” que EE.UU. empezó a ejercer desde entonces sobre la isla, de modo que en realidad se convirtió en su protectorado, ocupándola militarmente entre 1899 y 1902, bajo el pretexto de proporcionarle las condiciones necesarias para el inicio de su andadura independiente. En 1901 una resolución del Congreso autorizó EE.UU. a intervenir en la isla “para defenderla” cuando lo estimase necesario. En 1903 un tratado comercial cubano-norteamericano en teóricas condiciones de reciprocidad sirvió en realidad para reforzar y garantizar la dependencia económica cubana respecto de su vecino del norte. La actual situación —la existencia de un bloqueo comercial norteamericano contra la Cuba comunista y antinorteamericana de Fidel Castro, que dura ya más de treinta años— tiene mucho que ver con la consideración que los EE.UU. tiene de Cuba como su “patio trasero”, como algo que de la forma más natural les pertenece. 22.3. LA CRISIS DEL 98 Y EL REGENERACIONISMO Con el Tratado de París España perdía definitivamente todas sus posesiones coloniales de Ultramar —salvo excepciones minúsculas de las que no tardó en desprenderse. Se cerraba así una larga etapa histórica de España iniciada con el descubrimiento de América y se iniciaba una profunda crisis de identidad de un país con un sistema político corrupto, inmoral e hipócrita —el caciquismo—, muy atrasado económicamente en comparación con los países del entorno, aislado internacionalmente y que se quedaba sin lo que había constituido su motivo de orgullo durante más de cuatro siglos: las posesiones americanas. Las repercusiones concretas del Desastre fueron, entre otras, el resentimiento de los militares contra los políticos, a quienes culpaban de haberles conducido a una guerra inútil y sin medios, resentimiento que provocará en breve su vuelta a la vida política. Por otro lado, se despertó un profundo antimilitarismo popular, dado que, debido a la posibilidad de eludir el reclutamiento mediante una redención en metálico, sólo fueron a la guerra los más desfavorecidos; las campañas antimilitaristas de la izquierda provocaron, a su vez, la animadversión hacia ésta de los militares. En el plano económico, la pérdida del mercado colonial se intentó compensar con una vuelta al proteccionismo, elevando los aranceles que habían sido rebajados en 1891 e iniciando una larga etapa que sólo terminará con el Plan franquista de

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LA ESPAÑA DE LA RESTAURACIÓN (1875-1902)

Estabilización en 1959. En política exterior, la frustración por la pérdida motivaría que inmediatamente se volviera los ojos a otra zona de expansión, Marruecos, lo que costaría otro largo conflicto y otra riada de sangre. En 1898 España “se había quedado sin pulso” en expresión del político de la época Silvela, con Cuba había perdido el norte como nación y tenía que buscar una salida y revisar los presupuestos ideológicos que la habían llevado a esa situación. Un deseo de regeneración se extendió entre los intelectuales, los políticos y entre amplias capas de la sociedad. En ese contexto surge la corriente de opinión llamada precisamente Regeneracionismo, con figuras destacadas como las de Ángel Ganivet, Ramiro de Maeztu, Macías Picavea y sobre todo Joaquín Costa; todos ellos señalan los males de España, sus causas y apuntan soluciones que pasaban por una moralización de la vida política, rechazando explícitamente el sistema electoral corrupto y el sistema social del caciquismo, y una mejora en el sistema productivo (por ejemplo, con el desarrollo de infraestructuras de regadía) y un desarrollo de la educación (Despensa y escuela era el lema de Joaquín Costa) como elementos clave para la modernización de España, que se identificaba con su europeización. El sistema de la Restauración se veía pues abocada a una crisis que terminaría por liquidarlo con el tiempo.

TEXTO DE APOYO “ESPAÑA SIN PULSO”, ARTÍCULO PUBLICADO EN EL TIEMPO DE MADRID, 16 DE AGOSTO DE 1898 Quisiéramos oír esas o parecidas palabras brotando de los labios del pueblo; pero no se oye nada; no se percibe agitación en los espíritus ni movimiento en las gentes. Los doctores de la política y los facultativos de cabecera estudiarán, sin duda, el mal, discurrirán sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios; pero el más ajeno a la ciencia que preste alguna atención a asuntos públicos observa este singular estado de España: donde quiera que se ponga el tacto, no encuentra pulso. Monárquicos, republicanos, conservadores, liberales, todos los que tengan algún interés en que este cuerpo nacional viva, es fuerza que se alarmen y preocupen con tal suceso. Las turbulencias se encauzan, las rebeldías se reprimen, hasta las locuras se reducen a la razón por la pena o por el acertado régimen; pero el corazón que cesa de latir y va dejando insensibles todas las regiones del cuerpo, anuncia la descomposición y la muerte al más lego. La guerra con los ingratos hijos de Cuba no movió una sola fibra del sentimiento popular. Hablaban con elocuencia los oradores en la Cámara, de sacrificar la última peseta y derramar la postrer gota de sangre... de los demás; obsequiaban los Ayuntamientos a los soldados, que saludaban y marchaban sumisos, trayendo a la memoria el "Ave Cesar" de los gladiadores romanos; sonaba la marcha de Cádiz; aplaudía la prensa y el país inerte dejaba hacer Se hace la paz, la razón la aconseja, los hombres de sereno juicio no la discuten; pero ello significa nuestro vencimiento, la expulsión de nuestra bandera de las tierras que descubrimos y conquistamos [...]; todos esperaban o temían algún estremecimiento de la

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conciencia popular; sólo se advierte una nube general de silenciosa tristeza que presta como un fondo gris al cuadro, pero sin alterar vida ni costumbres ni diversiones, ni sumisión al que sin saber por qué ni para qué le toque ocupar el Gobierno [...]. En vano la prensa de gran circulación [...] se ha esforzado en mover la opinión llamando a la puerta de las pasiones populares [...]. Con visible simpatía mira gran parte del país la censura previa; no porque entienda defiende el orden y la paz sino porque le atenúa y suaviza el pasto espiritual que a diario le sirven los periódicos y lo pone más en armonía con su indiferencia y flojedad de nervios [...] En vano la prensa de gran circulación [...] se ha esforzado en mover la opinión llamando a la puerta de las pasiones populares [...]. Con visible simpatía mira gran parte del país la censura previa; no porque entienda defiende el orden y la paz sino porque le atenúa y suaviza el pasto espiritual que a diario le sirven los periódicos y lo pone más en armonía con su indiferencia y flojedad de nervios [...] Hay que dejar la mentira y desposarse con la verdad; hay que abandonar las vanidades y sujetarse a la realidad, reconstituyendo todos los organismos de la vida nacional sobre los cimientos, modestos pero firmes, que nuestros medios nos consientan [...]. No hay que fingir [...] y hay que levantar a toda costa, y sin pararse en amarguras y sacrificios y riesgos de parciales disgustos y rebeldías, el concepto moral de los gobiernos centrales, porque si esa dignificación no se logra, la descomposición del cuerpo nacional es segura. El efecto inevitable del menosprecio de un país respecto de su poder central es el mismo que en todos los cuerpos vivos produce la anemia y decadencia de la fuerza cerebral, primero la atonía y después la disgregación y la muerte. La degeneración de nuestras facultades y potencias tutelares ha desbaratado nuestra dominación en América y tiene en grave disputa la del Extremo Oriente; pero aún es más grave que la misma corrupción y endeblez avance a los organismos más nobles y precisos del tronco, y ello vendrá sin remedio si no se reconstituye y dignifica la acción del Estada Engañados gravemente vivirán los que crean que por no vocear los republicanos en las ciudades, ni alzarse los carlistas en las montañas, ni cuajar los intentos de tales o cuales jefes en los cuarteles, ni cuidarse el país de que la imprenta calle o las elecciones se mistifiquen, o los ayuntamientos exploten sin ruido las concejalías y los gobernadores, los juegos y los servicios, está asegurado el orden y es inconmovible el Trono, y nada hay que temer ya de los males interiores que a otras generaciones afligieron; si pronto no se cambia radicalmente de rumbo, el riesgo es infinitamente mayor; por o mismo que es más hondo, y de remedio imposible si se acude tarde; el riesgo es el total quebranto de los vínculos nacionales, de la ordenación por nosotros mismos de nuestros destinos como pueblo europeo. Aparecido sin firma, en El Tiempo, el 16 de agosto de 1898, se suele atribuir a FRANCISCO SILVELA

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