Tema 6 Etica Antropologia

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Tema 6 Etica Antropologia

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TEMA 6 TICA Y ANTROPOLOGAI. INTRODUCCIN. ENTRE UNIVERSALISMO Y MULTICULTURALISMO: Usos y abusos de la AntropologaEl estudio de las relaciones entre tica y Antropologa es absolutamente necesario en nuestro mundo contemporneo. Hay dos fenmenos que as lo requieren: La globalizacin: Cualquier propuesta tica que se formule hoy en da ha de tener en cuenta un horizonte de universalidad, y por ello razones de: Hecho, porque la internacionalizacin de la nueva economa neoliberal, con la desregulacin del comercio, de los flujos financieros, de los flujos migratorios y del mercado de trabajo, configura un mbito global de interconexiones en interdependencias entre naciones y culturas. Derecho, porque la Ilustracin europea ha generado un marco y un proyecto normativo que tienen de suyo virtualidades universalizadoras. En este sentido, entendemos que el proyecto de una tica universalista no imperialista podra inspirarse en un universalismo interactivo. Desde tal punto de vista hay que promover el dilogo intercultural y es aqu donde tiene importancia solicitar la aportacin de la antropologa. Esta disciplina nos aporta una informacin y unas interpretaciones acerca de las mltiples formas en que el comportamiento humano ha sido normativizado en las llamadas sociedades etnolgicas. El multiculturalismo entiende que cada cultura es un sistema autorreferido de significados, creencias, pautas de conducta De este modo, cualquier prctica de cualquier grupo humano debera entenderse y justificarse slo en relacin con las normas que emanan de dicha cultura.Precisamente de aqu se deriva el relativismo cultural: los discursos y las prcticas de cualquier grupo humano se validaran solamente por referencia al contexto cultural que les da sentido.Ejemplo: Por tanto, prcticas como la muerte por lapidacin no deberan ser interpeladas, porque se justificaran en su propio horizonte de valores. Cualquier intento de irracionalizarlas o prohibirlas se considerara como la imposicin externa de normas y valores que no tienen sentido en la cultura en la que se tratan de aplicar.Pero desde estos planteamientos, el multiculturalismo hara un mal uso de la antropologa, un abuso evidente. Pues, el concepto reificado de cultura en el que se basa puede ser impugnado desde las propias enseanzas de la antropologa, ya que: Las culturas nunca han estado aisladas entre s: han interactuado, se han contrastado, han evolucionado. Incluso en su propio seno hay conflictos y disensos. Si no ha habido nunca un aislamieno cultural, a fortiori no puede haberlo en un planeta globalizado como el nuestro. De derecho, en nombre de qu se debera impedir que las culturas sean interpeladas y que las legitimaciones que de ellas se han dado sean sometidas a discusin?Estas legitimaciones pueden y deben ser en muchos casos irracionalizadas desde la perspectiva de otra cultura que las somete a sus propios criterios para que les sea otorgada una convalidacin. Con la condicin de que la cultura en nombre de cuyos principios y valores se interpela a la otra se someta a su vez a la interpelacin de las dems.As, las culturas daran cuenta de sus prcticas en trminos de racionalidad interactiva, en la medida en que estas: Sean disonantes con respecto a los valores de cualquier cultura que la interpele. Sean incoherentes con los principios mismos de la cultura que es interpelada.De este modo se implementara a escala mundial lo llamado por KAMBARTEL, cultura de razones. Ira emergiendo en los procesos de universalismo interactivo e apelacin intercultural en los que se inscribe el buen uso de la antropologa.II. EL PASO DEL "ES" AL "DEBE": Una excepcin antropolgica?Para una cultura como la nuestra, que se considera la cultura hegemnica mundial y de la supremaca, resulta especialmente interesante someterse a la mirada distanciada de un antroplogo. Una mirada tal nos proporciona una conciencia ms lcida de nuestro propio ethos. La misma prctica de la Antropologa se retrotrae al impulso crtico-reflexivo que anim nuestra Ilustracin europea: La ilustracin, en su versin rousseauniana, construy al buen salvaje como teln de fondo normativo sobre el que se haca destacar la realidad de nuestra propia decadencia (ROUSSEAU). En las versiones que conceban la historia como progreso, los salvajes o primitivos quedaban reducidos a meras etapas superadas por nuestros desarrollos cientfico-racionales. As, el punto de vista antropolgico y la investigacin historiogrfica nos eran necesarias para el esclarecimiento crtico sobre nosotros mismos. El carcter colonizador de nuestras sociedades occidentales construy el conocimiento acerca de los Otros sobre la base de parmetros radialmente diferencialistas, excluyendo al otro en virtud de su exotismo. Las distorsiones cognoscitivas historiogrficas y antropolgicas son complementarias y en el fondo remiten a lo mismo: al gesto desptico que confunde el conocimiento del Otro con la asignacin del espacio al que este mismo gesto le destina. Por eso mismo, a nuestra cultura occidental, le resulta instructivo ser sometida a la mirada extraa de ese Otro.Veamos as cmo somos vistos por la mirada experta de un antroplogo, en concreto LOUIS DUMONT, cuya portacin a la antropologa consiste en un estudio del sistema de castas de la India tal como expone en Homo Hierarchicus. En esta obra pone de manifiesto que la jerarqua y el holismo son lo que vertebra la concepcin del mundo de los hindes. Esta concepcin aparece reconstruida al compararla con la nuestra, basada en iconos horizontales, en su obra Homo Equalis.En Ensayos sobre el individualismo, DUMONT se sita en la lnea de MARCEL MAUSS y KARL POLANYI, quienes constataron que la civilizacion moderna difiere radicalmente de las dems civilizaciones y culturas. DUMONT identifica esta diferencia con el nominalismo, que asigna realidad a los individuos y no a las relaciones, a los elementos y no a los conjuntos. El nominalismo sera otro nombre del individualismo o, ms bien, otra de sus facetas. Por individuo podemos entender el individuo emprico, en tanto que muestra particular e indivisible de la especie humana, tal como lo podemos encontrar en todas las sociedades. No es ste el individuo al que se refiere DUMONT cuando afirma que el rasgo definitorio de nuestra modernidad occidental es el individualismo. Se refiere a que para nosotros el individuo es el ser moral independiente y autnomo, el sujeto sin ms de la vida moral, el depositario de los valores morales.Pues bien: entender que el individuo es la instancia suprema de imputacin del valor implica una determinada concepcin de los valores, tan diferente de la de otras sociedades y culturas como lo es el propio individualismo. Si el sujeto de la vida moral es la sociedad como un todo, o bien partes que orgnicamente la componen sobre la base de una vertebracin jerrquica, entonces es el propio cuerpo social aquello de lo que emanan los valores. Y los valores dimanarn de este cuerpo precisamente porque estn adheridos a la representacin del mismo en tanto que es compartida por los miembros de la sociedad. En estas condiciones no es un problema lgico lo que nosotros llamamos la falacia naturalista, el paso de un enunciado descriptivo en el que se figura un es a un enunciado normativo en el que se figura un debe. El cuerpo social est constituido como debe ser, por tanto cada cual ajustar su conducta desde lo que su forma de insercin en cada una de las partes dictamine. La descripcin de este cuerpo social no est separada de su percepcin como normativa por parte de los agentes que en l actan. Estas configuraciones organicistas de lo social suelen estar articuladas con unas cosmologas que funcionan como sus referentes de sentido y legitimidad. Es imposible as abstraer los valores de la propia concepcin del mundo: estn incardinados en su propia arquitectura. Ideas y valores forman un slo tejido.Pensando, por el contrario, en metforas legitimadoras del poder poltico como las que configuran las teoras occidentales del contrato social, vemos que estas nuevas metforas se han vuelto necesarias porque el proceso de la modernidad europea ha ido erosionando la legitimidad de una organizacin estamental de la sociedad que se basaba en la voluntad divina.En este proceso, los individuos se han ido independizando de su adscripcin a los estamentos a los que pertenecan por su cuna. Instancias emergentes de legitimacin, como el mrito personal, van yuxtaponindose y sustituyendo a aquellas que dependan de sus caractersticas adscriptivas, es decir, vinculadas al nacimiento. De este modo, el mundo del contrato va desplazando progresivamente al antiguo mundo del estatus y as se va configurando el homo oeconomicus, el individuo que, absuelto de otros vnculos y de otras motivaciones, actuara impulsado por maximizacin de los beneficios econmicos.KARL POLANYI en su libro La Gran Transformacin (1944) hace una gran reconstruccin, desde el punto de vista antropolgico e histrico, del origen del homo oeconomicus.En el Estado de naturaleza no hay ms que individuos discontinuos y autnomos. Para que alguien pueda gobernar a individuos as, que nacen libres e iguales, de una manera legtima hay que apelar a su consentimiento.Esta metfora se inspira por el paradigma mecanicista consolidado por la ciencia moderna: los elementos ltimos de inteligibilidad y de realidad son los tomos, que se comportan de acuerdo con una seria de regularidades codificadas como leyes de la naturaleza. En la cosmovisin que desde este nuevo paradigma se configura no hay teleologa alguna.1.Segn la concepcin aristotlica, la naturaleza tiene un significativo componente teleolgico. El ideal de la vida buena se configuraba en relacin con este trasfondo teleolgico. La nocin del bien estaba adherida as a la propia concepcin jerrquica del mundo.Por el contrario, el panorama ontolgico[footnoteRef:1] que nos ofrece la ciencia moderna es el de un mundo desencantado, dnde slo se describen objetivamente los hechos y las supuestas regularidades a que stos se someten [1: Ontologa: Parte de la metafsica que trata del ser en general (qu entidades existen y cules no) y de sus propiedades trascendentales.]

Qu normatividad moral se podra deducir de la ley de la gravedad, por ejemplo?Es evidente que hay que buscar esta normatividad en otro lugar. Este lugar podra ser la religin, pero hay que tener en cuenta que en la Europa de los siglos XVI y XVII, la religin misma fue sometida tambin a un proceso crtico-reflexivo. Y a lo largo de este proceso se fue creando un consenso para privatizar la religin, instalarla en la esfera ntima de cada individuo y promover as una cultura de la tolerancia. La tica y la religin culminan un proceso de separacin que se vena produciendo desde el Renacimiento.De esta manera se han cortado los puentes entre el es y el debe de la antigedad en un nuevo mundo desencantado, con una religin privada y una sociedad horizontalizada. Y no hay modo de recomponer lgicamente ese trnsito (del es al debe).Tras estudiar todo esto se entiende que, desde el punto de vista antropolgico, extrae la clebre falacia naturalista[footnoteRef:2], pues somos en la formulacin de la misma la excepcin, lo peculiar y lo idiosincrtico con respecto a las sociedades que estudian los etnlogos: [2: Falacia naturalista: cree que podemos llegar a conclusiones ticas a travs de conclusiones de otros estudios ajenos a la tica, como la naturaleza, la psique humana, la metafsica, etc. Se basa en confundir bueno con lo bueno y por ello pasar del pensamiento de que todos los elementos x son buenos al de que los elementos x son lo bueno y conforman el conjunto de todo lo bueno.]

Como dice DUMONT, si nos situamos en el interior de la cultura moderna, es imposible deducir lo que debe ser de lo que es. No se puede realizar una transicin de los hechos a los valores porque los juicios de realidad y los juicios de valor son de diferente naturaleza. En primer lugar, la ciencia es suprema en nuestro mundo, y para hacer posible el conocimiento cientfico hemos modificado la condicin del ser, excluyendo de l precisamente la dimensin del valor.En segundo lugar, la insistencia sobre el individuo ha llevado a interiorizar la moral, a reservarla a la conciencia individual mientras se la separaba de los dems fines de la accin y se distingua de la religin. El individuo y la separacin concomitante entre el hombre y naturaleza han separado de esta manera el bien, lo verdadero y lo hermoso, y han introducido un abismo profundo entre el ser y el deber ser..La ciencia es suprema en nuestro mundo y para hacer posible el conocimiento cientfico, para permitirlo, hemos modificado la definicin misma del ser, excluyendo de l precisamente la dimensin del valor (recordemos que ya no nos encontramos en el panorama teleolgico, sino en el ontolgico). En paralelo a esto, la insistencia en el individuo ha llevado a interiorizar la moral, a reservarla a la conciencia individual.Ahora bien, si, siguiendo la estrategia antropolgica, nos distanciamos y nos situamos fuera de la falacia, la idea de que lo que el hombre debe hacer no guarda ninguna relacin con la naturaleza de las cosas, con el universo y, en consecuencia, el lugar que ocupa en el universo aparece como algo extrao e incomprensible. En este punto, DUMONT se remite a que la mayora de las sociedades se basaban en el orden de las cosas tanto naturales como sociales, copiaban, digamos, sus convenciones a partir de los principios de la vida o el mundo.As, el sujeto ilustrado, sera una rara avis desde el punto de vista antropolgico. Este sujeto, cuya identidad es electiva, cuya autonoma le lleva a la emancipacin de toda tutela, tiene que reincorporar los valores al mundo, al actuar conforme a principios que debe darse a s mismo. Un individuo de este tipo exige que la sociedad delegue en l parte de su capacidad de fijar los valores.DUMONT entiende que aqu la capacidad del individuo es limitada, dado que o: Ejerce una eleccin entre unos valores existentes. Construye una nueva idea-valor (cosa poco frecuente).En las configuraciones socioculturales organicistas y jerrquicas, las jerarquas de valores estn prescritas en el sistema mismo de las representaciones; mientras que en las concepciones individualistas son los sujetos los que instruyen las jerarquas de valores al elegirlos y realizarlos. Estamos as ante dos configuraciones exclusivas: El valor se vincula al todo respecto a sus partes, es decir, est prescrito por el mismo sistema de representaciones. El valor se vincula al individuo, lo cual trae consigo el resultado de separar idea y valor. De este modo, la libertad de eleccin se ejerce en un mundo en que las totalidades ya no cumplen la funcin de orientacin, de valor.No se explica cmo pueden producirse la innovacin moral y la ampliacin del horizonte de universalidad para la accin y la vida moral. En la configuracin jerrquica, parecera como la imaginacin tica se encontrara en la figura del renunciante, que slo puede ser individuo fuera-del-mundo. En la segunda configuracin, parece que infravalore la carga y la posibilidades de los individuos.Aun cuando estos se limitan a elegir entre el repertorio de valores dados por el conjunto de normas y referentes valorativos constituyentes del ethos que una comunidad determinada asume acrticamente y con el que se identifica como con su herencia histrica (Sittlichkeit), pueden producirse nuevas jerarquizaciones y combinaciones que resignifican y redefinen este repertorio mismo, enriqueciendo la experiencia moral.Ejemplo: Los movimientos sociales como el feminista, el pacifista y el ecologista se definen, en consecuencia, como una forma de percibir la realidad; vuelven controvertido un aspecto de sta que antes era aceptado como normativo. Tienen capacidad para producir nuevas normas, por lo que se convierten en una especie de laboratorios de innovacin moral.As pues, la sociedad de individuos parece ser un punto sin retorno: muchos seres humanos que viven en ella la valoran y otros muchos la desean.III. PUEDE LA ANTROPOLOGA IDENTIFICAR UNIVERSALES TICOS?A. LA MORAL DE LA RECIPROCIDAD DE MARCEL MAUSS. La prestacin total y el PotlatchEn el apartado anterior hemos adoptado el punto de vista de la Antropologa para poner en perspectiva la tica de las sociedades modernas, individualista y crtica de la falacia naturalista. Ahora vamos a invertir nuestro enfoque y vamos a contrastar algunas reconstrucciones antropolgicas con criterios normativos propios de la tica ilustrada, es decir, vamos a echar una mirada al pasado.Para ello veremos la obra Ensayo sobre el don de MARCEL MAUSS, porque: Este trabajo es un proyecto tico con implicaciones de reforma social para nuestras sociedades contemporneas.No se violenta el enfoque de MAUSS aplicndole estndares ticos extraos a su reconstruccin del funcionamiento de las sociedades etnolgicas: l mismo los hace entrar en juego en la medida en que su empeo se inspira en la autocrtica de nuestra propia sociedad. La comparacin entre sociedades y perodos histricos diferentes. La moral de la reciprocidad es propuesta para regenerar nuestras propias sociedades en las que el individualismo es egosmo y el intercambio es explotacin, porque interpreta que es esa moral la que se encuentra en el ncleo mismo de la estructuracin de las sociedades humanas cuya reproduccin como tales sociedades ha podido se rsostenida y cuya nocin de la vida buena ha podido ser vivida como deseable.Sin embargo, considerar la moral de la reciprocidad de MAUSS como un universal antropolgico plantea dificultades, dado que en las sociedades etnolgicas que l estudi, sta moral no sera una moral en el sentido que nosotros entendemos como el mbito exclusivo de las normas morales, separado de las normas polticas y jurdicas. La moral de la reciprocidad en estas sociedades est incrustada en las relaciones que constituyen el funcionamiento y la vida de la sociedad como un todo, no es un espacio independiente.POLANYI, en La gran transformacin, seala que, hasta la constitucin en el siglo XIX de una economa de mercado autorregulada (la propia de las sociedades capitalistas) no existan instituciones econmicas separadas de la poltica y de las dems instancias de la vida social. Las actividades y las relaciones econmicas estaban ligadas, unidas a las relaciones sociales, a diferencia de lo que ocurre en nuestras sociedades donde lo econmico se regula por una determinada legalidad independiente.En estas condiciones, actuar de acuerdo con el principio de reciprocidad no tiene el sentido de atenerse a una norma tica en la que se encarnara un valor moral: el valor del prjimo como fin a quien no debemos instrumentalizar, pues de lo contrario cometeramos una gran injusticia. En nuestras sociedades modernas, dar a cada uno lo suyo, el principio de la justicia, se traduce en el principio de la reciprocidad de acuerdo con el cual debemos dar segn nos dan.Contrariamente, en las sociedades etnolgicas, comportamiento social, comportamiento econmico y comportamiento moral son todo uno.Siguiendo con POLANYI, en estas sociedades primitivas el sistema econmico es una simple funcin de la organizacin social, hay un ajuste entre modelos institucionales y principios de comportamiento. No existe en ellas una economa separada y los individuos no tienen cdigos ni principios ticos que no estn funcionalmente vinculados a la organizacin social como un todo.Por lo tanto, el homo oeconomicus, lejos de ser un universal antropolgico, es un espcimen histrico que slo aparece en las sociedades capitalistas. Puede que lo mismo ocurra con el homo eticus, si se le puede llamar as, en tanto que ser humano cuyas reglas de moral han dejado de solaparse con las que hacen posible el funcionamiento del orden social.Con el homo eticus, constituido en la modernidad, estaramos en el polo opuesto de las sociedades (etnolgicas) estudiadas por MAUSS, cuyas formas de vida interpret como hecho social total o sistemas de prestaciones totales.En los derechos-economas que nos han precedido, nunca se ver el cambio de bienes o riquezas durante la compra llevada a cabo entre individuos. En el sistema econmico de estas antiguas sociedades son las colectividades las que se obligan mutuamente. Las personas que estn presentes en el contrato son personas morales (clanes, tribus, familia que se enfrentan y oponen, ya sea en grupos en el lugar del contrato o representados por sus jefes). Lo que intercambian no son exclusivamente bienes o riquezas, son sobre todo gentilezas, festines, ritos... Estas prestaciones y contraprestaciones nacen de forma ms bien voluntaria por medio de presentes y regalos, aunque, en el fondo, sean rigurosamente obligatorias bajo pena de guerra privada o pblica. Nuestra idea es el llamar a todo esto sistema de prestaciones totales. En un sistema as se encuentra la moral de la reciprocidad de MAUSS. En l todo se mezcla, en nuestras sociedades todo se separa. Tratemos de distinguir los diversos aspectos del sistema:Hay prestacin total en el sentido de que es todo el clan el que contrata por todos, por todo lo que posee y por todo lo que hace, por medio de su jefe. Pero esta prestacin reviste por parte del jefe, un carcter agonstico, pues se trata de una prestacin fundamentalmente usuaria y suntuaria, y sobre todo, de una lucha entre notables con el fin de asegurar entre ellos una jerarqua que posteriormente beneficia al clan.MAUSS introduce aqu el trmino potlatch, una ceremonia de intercambio de regalos practicada por los pueblos indios de la costa del pacfico en la que se observan las relaciones jerrquicas entre los grupos. Esta ceremonia se basa en 3 obligaciones:1. La obligacin de dar. Un jefe que quiera mantener su honor debe dar, debe organizar aparatosas ceremonias de gasto a las que invitar a sus partenaires. 2. La obligacin correlativa de recibir. Estos no pueden eludir la obligacin de aceptar lo que les es ofrecido, comportarse de otro modo se interpretara como temos a no poder corresponder. 3. La obligacin de devolver. La obligacin de recibir implica quedarse en deuda con respecto a quien nos ha dado. Y esto no consiste en reponer mediante algo equivalente, sino que hay que pujar, competir en generosidad y ganar la partida, en lo que nos va el honor y el prestigio. En la medida en que las tres obligaciones son interdependientes, MAUSS esboza una teora general de la obligacin para dar un fundamento a la moral de la reciprocidad.El hombre est mediado por la cosa en tanto que la cosa est mediada por el hombre dice SARTRE. Por esta doble mediacin, las cosas producidas por los hombres se impregnan de humanidad. Este fenmeno se pone de manifiesto en la percepcin que los indgenas tienen de la instancia de la que dimanan sus obligaciones: la identifican con la cosa misma recibida e intercambiada. Las cosas no son inertes, sino que tienen su propia virtud por la cual tienden a volver a su propietario de origen marcan la direccin en la que deben de circular.Aqu se introduce otra mediacin fundamental, la del tercero. SI yo debo devolver con creces lo que se me ha dado es porque la cosa circula dotada de una plusvala simblica de la que el tercero la inviste. Retenerlas, monopolizarlas, producira un fatal desenlace. Si la reciprocidad binaria no fuera mediada por un tercero, girara recurrentemente sobre su propia bisagra en defecto de una referencia que instituyera simblicamente la tasacin del valor.Los individuos y los grupos humanos se reconocen entre s e institucionalizan sus ceremonias de reconocimiento sobre la base de un reconocimiento social testimoniado en la asignacin de rangos, honores, prestigioEs el espritu de las cosas aquello que rige y por lo que se rigen los mecanismos de la transitividad social, retenerlo producira un cortocircuito. As, la devolucin con intereses al primer donante por parte del ltimo receptor, convertido ahora en donante, otorga a este autoridad y poder sobre el primer donante. Este vnculo jurdico es a la vez moral, poltico y religioso.EN le derecho maor encontramos la obligacin de derecho, por las cosas, es una obligacin entre almas, ya que la cosa tiene un alma. Se encuentra aqu el ncleo de a teora de la obligacin que traducira la forma consciente y reflexiva en que los indgenas se representan la razn y el sentido de sus prcticas.Lo que aparece prima facie como paradjico en esta moral, que se identifica con la vida social misma, es el carcter a la vez voluntario y constrictivo que revisten las obligaciones de donacin, aceptacin y devolucin.En este tipo de sociedades, un principio como el imperativo categrico de KANT, que podra traducirse como el querer que la sociedad se organice de acuerdo con la mxima que rige la accin, es decir, querer que todo el mundo se comportara de acuerdo con ella, sera una simple redundancia Pues el imperativo categrico e hipottico se identificaran: si quieres que la sociedad funcione, la mxima de tu accin ha de ser tal que deber coincidir con las reglas mismas por las cuales la sociedad funciona como un todo. No hay que representarse idealmente lo que sera un mundo (social) en el que la mxima por la que se rigen nuestras acciones se universalizara. As, podramos decir que en las sociedades de prestaciones totales la reproduccin social y la reproduccin moral son coextensivas.B. RECIPROCIDAD, HONOR Y RECONOCIMIENTOConsiderando el Potlatch como un comercio, hay que reconocer que es un comercio noble. No tiene como fin la ganancia inmediata, sino que estamos frente a una tica de caballeros, con el lema tpico de estas ticas, la nobleza obliga. Desde esta perspectiva, el homo oeconomicus moderno es un cutre y ha sido necesario ejercer una buena dosis de violencia antropolgica para generar un espcimen as.Si tomamos las tres obligaciones del potlatch desde el punto de vista del compromiso subjetivo que implican: La obligacin de dar la podramos traducir como dar la cara. De lo que dimana el prestigio del jefe noble es la disposicin a gastar mucho para festejar al otro a la vez que lo emplazamos a que nos haga los honores como mnimo en el mismo nivel. Ello le permite hacer frente con orgullo a la mirada desafiante del otro. Es en este sentido, la persona, el portador de un personaje social valorado y reconocido, lo que est en juego en su iniciativa de organizar el potlatch. Esta invitacin-competicin le permitir convalidar e incluso superar su rango, en el mejor de los casos, o, en el peor, perderlo como se puede perder en la guerra o en un mal golpe de fortuna. Tenemos as formulado el principio de la invitacin obligatoria, en trminos tales que si no se produce, equivale a un desreconocimiento del no convidado, que puede incluso conllevar una declaracin de guerra. En cuanto a la obligacin de recibir, su incumplimiento es interpretado como temor a no ser capaz de devolver, a no estar a la altura, y equivale por ello a perder el peso del propio nombre. Es prejuzgar la propia posicin o rango comodados de una vvez por todas y esquivar su contrastacin, como autoubicndose como invencible a priori o como ya vencido.La asuncin del desafo se identifica con la masculinidad como rango que habilita para obtener cualquier rango. Sobre la obligacin de devolver, el individuo que no est en condicin de corresponder un potlatch queda desacreditado para siempre. Hasta tal punto que la sancin consiste en la esclavitud por deudas, perdiendo el rango de hombre libre.C. EL ESSAI SUR LE DON COMO PROYECTO TICO DE REFORMA SOCIAL.MAUSS piensa que la moral de la reciprocidad es una de las bases de las sociedades modernas. Y deduce de ella algunas conclusiones morales que conciernen a problemas que plantean la crisis de nuestro derecho y de nuestra economa (se public en 1926).Para l, habra que re-moralizar un contrato social desmoralizado y se debera restaurar el gasto noble como deber de solidaridad de los ricos con los pobres as como limitar los beneficios de la especulacin y de la usura.MAUSS propone as un equilibrio entre el esfuerzo individual, que no debera ser sustituido por instancias colectivas y la recuperacin de la clula social, en el que la nueva moral ha de ser el resultado de una mezcla de realidad y de ideal. Hay que volver a lo antiguo, a lo elemental, hay que volver a cuidar a todas las personas (friendly societies).MAUSS no sucumbe a la tentacin rousseauniana del antroplogo: la idealizacin del buen salvaje en su estado de naturaleza. En l, prima el sentido de un compromiso poltico, tratando de complementar la lgica del intercambio mercantil moderno con otras lgicas ms morales, en tanto quee ms humanas y sociales.La moral se basa parar MAUSS en una antropologa negativa, entendida como una posicin que no canoniza acrticamente toma a priori una concepcin del hombre o lo humano como referente normativo privilegiado desde el que articular la crtica moral de nuestro presente.Para l, la figura del homo oeconomicus no es la figura normal de lo humano, que es lo que piensa la economa liberal de mercado para usarlo como legitimacin de la misma. Deja claro que el homo oeconomicus es una excepcin en la historia de las sociedades humanas, y en ningn caso la regla.Ser volviendo a los principios que inspiraron la moral de la reciprocidad (que haba regido las sociedades antiguas) como podremos recuperar los fundamentos constantes del derecho, el principio que preside una vida social normal. Es necesario que el ciudadano posea un sentido profundo de s mismo, pero tambin de los dems, de la realidad social, porque este mismo conocimiento es el que fundamenta la moral, que es eterna y la misma, tanto para las sociedades ms desarrolladas como para las ms atrasadas.Las enseanzas de MAUSS, que crea en los universales ticos, son muy oportunas en nuestras sociedades contemporneas, donde la globalizacin econmica neoliberal ha convertido los intercambios en un gigantesco potlatch a nivel mundial en el que la reciprocidad se ha cortocircuitado: los ricos y grandes establecen las reglas del comercio y los pobres se ven condenados a la dependencia poltica, obligados a dar, recibir y devolver sin poder convertir jams a los otros en deudores, es decir, sin intercambio de roles.IV. INTERPRETACIONES Y DEBATES EN TORNO A LA MORAL DE LA RECIPROCIDAD DE MAUSSToda la obra de MAUSS est plagada de implicaciones ticas y tericas acerca de la naturaleza misma de la sociedad y ha dado lugar a interesantes debates.A. La reciprocidad como derivacin de la naturaleza del orden simblicoEn primer lugar veremos la lectura de LVI-STRAUSS de la obra maussiana expuesta en su Introduccin a la obra de Marcel Mauss.LVI-STRAUSS adopta como modelo metodolgico para la antropologa la lingstica estructural de SAUSSURE y el modelo fonolgico de JAKOBSON. A causa de esta opcin metodolgica, reduce la sociedad a un sistema de significaciones, simblico, regido por unas estructuras que no varan.En este marco terico, la reciprocidad se desplaza de la relacin entre agentes humanos reglada por cierta exigencia de simetra a una derivacin de la estructura misma del pensamiento simblico.En la concepcin LVI-STRAUSSIANA, la moral de la reciprocidad no es un entramado de normas de comportamiento cuyo sentido es comprendido de forma transparente y consciente por parte de los sujetos, sino que pertenece ms bien a la estructura misma del pensamiento simblico, que es inconsciente. Y en virtud de las leyes del pensamiento simblico inconsciente, los seres humanos intercambiamos por la misma razn por la que hablamos. A su vez, hablamos por la misma razn que somos exgamos, por la que el tab del incesto rige en todas las sociedades conocidas. El tab del incesto no es sino la misma regla de la exogamia, segn se formule: Positivamente: Debers dar en forma de matrimonio a tu parienta a un varn que no pertenezca al grupo de consanguneos. Negativamente: No tendrs relaciones sexuales con tu hermana.En el modelo fonolgico de JAKOBSON, los fonemas se organizan segn un modelo de correlaciones y oposiciones para constituir la significacin por simple diferencia entre unos y otros. De modo anlogo, en los sistemas de parentesco, cuya lgica reconstruye LVI-STRAUSS, se establece una distincin sistemtica que se centra en la mujer como objeto de la transaccin. sta es percibida desde dos puntos de vista diferentes, como: Posible cnyuge Prohibicin (por el tab del incesto).As, las mujeres consanguneas debern ser ofrecidas en matrimonio a un varn del otro grupo de referencia en el intercambio, constituyendo as una alianza que genera una deuda en los varones del grupo receptor, con la consiguiente obligacin de compensarla. Las mujeres vendran a ser las mediadoras simblicas de un intercambio recproco entre varones. Ellas, por su parte, no seran sujetos en las relaciones de reciprocidad, sino los objetos de las transacciones de los pactos masculinos. Existe para LVI-STRAUSS un isomorfismo entre la prescripcin de la exogamia y la institucion del lenguaje que remitira a esa representacin desdoblada que pertenece a la funcin simblica: dado que ciertos trminos se perciben como simultneamente valiosos para el que habla y para el que escucha, la nica forma de resolver esta contradiccin consiste en intercambiar valores complementarios, a lo que es reducida toda existencia social. Las mujeres ocuparan, en los sistemas de intercambio simblico, una funcin anloga a la de las palabras en el lenguaje. La razn es que son un estimulante natural y estmulo del nico instinto de cuya satisfaccin puede ser diferida: el nico por el cual en el acto de intercambio y por la percepcin de la reciprocidad puede operarse la transformacin de estmulo en signo.La institucin del tab del incesto y la del propio lenguaje remiten a un a priori de la funcin simblica. Este a priori tendra su raz en un inconsciente que para LVI-STRAUSS sera estructural y combinatorio, consistira en un conjunto formal de funciones de correlacin y oposicin que pueden ser aplicadas a mbitos diferentes. La exigencia de la reciprocidad estara de este modo, inscrita en lo que puede considerarse la invariante estructural de todo sistema simblico: la necesidad de intercambiar como manera de resolver la representacin desdoblada propia de la forma en que son dados los objetos a la capacidad de simbolizacin. Por la emergencia de esta capacidad y no a la inversa, hay sociedad. La reciprocidad estara de este modo al lado de las estructuras y no del lado de las prcticas, ms o menos conscientes, de los agentes humanos.Desde este presupuesto, tendramos que hablar ms de una lgica de la reciprocidad que de una moral de la reciprocidad, porque: Transgredirla como regla no tendra tanto el sentido de una falta moral como el de un dficit de simbolizacin. Lo que los individuos interpretan como el sentido de sus prcticas no responde a los mecanismos lgico-simblicos que estn en la base de estas prcticas mismas y que operaran de forma inconsciente.El rendimiento del planteamiento LVI-STRAUSSIANO desde los intereses de la tica es, por tanto, limitado.B. LA RECIPROCIDAD COMO RECONOCIMIENTO ENTRE LAS LIBERTADESEn primer lugar, critic de la preeminencia que, desde el modelo lingstico, LVI-STRAUSS le ha conferido a los entramados simblicos sobre las prcticas humanas: Las prcticas sin estructuras seran vacas, pero las estructuras sin prcticas estaran ciegas. La comprensin de los indgenas de las prcticas en las que se encuentran insertos hace posible la reactualizacin permanente de unas estructuras que se reproducen por la prctica de los agentes. Para que esta reproduccin tenga lugar, los agentes deben interiorizarlas y vivirlas como sistemas determinantes de derechos y deberes.SARTRE introduce en el punto de vista de MAUSS lo que l llam prctica juramentada, una especie de invento reflexivo que en determinadas circunstancias llevaran a cabo los grupos humanos.En la reflexin del grupo sobre s mismo, se producira por parte de sus miembros el cuestionamiento de sus vnculos prcticos, lo que ayudara a descubrir a cada uno que la continuidad del grupo est en funcin de que se mantenga una estructura de reciprocidad mediada.Esta reciprocidad se dara entre los miembros de dos grupos ms el tercer mediador, que tendra la funcin de consolidar, estabilizar los vnculos entre los otros dos agentes (la relacin entre A y B est mediada por C; pero a su vez, la relacin entre A y C estara mediada por B y la de B y C por A).A esta textura de reciprocidades SARTRE la denomina estructura JURAMENTADA del grupo y consiste en que cada cual deposita en otro su palabra de no volverse jams un traidor para el grupo.A diferencia de lo que pensaba L.S. de la reciprocidad y su raz en la propia estructura del orden simblico, SARTRE la restituye al orden de las prcticas humanas.En resumen, para L.S., la reciprocidad remite a lo inconsciente (porque es condicin a priori del funcionamiento simblico).Para SARTRE, las prcticas juramentadas requieren ser basadas en la actualizacin comprensiva de estas mismas prcticas, por lo tanto no son inconscientes.C. LA RECIPROCIDAD BAJO LA HERMENUTICA DE LA SOSPECHA[Hermenutica: interpretacin]Algunos aspectos de la interpretacin de SARTRE de la reciprocidad de MAUSS indican la ambigedad y la inestabilidad como caractersticas de la reciprocidad del reconocimiento entre los humanos.Muchos investigadores han desarrollado el concepto maussiano de reciprocidad en otras direcciones, con el fin de hacer de l un concepto ms operativo.As, para SUSANA NAROTZKY y PAZ MORENO, el tratamiento de la reciprocidad ha estado ligado tradicionalmente al tema de la estabilidad social as como al imaginario del contrato social moderno.ADAM SMITH, a su vez, llev la moralidad poltica postulada en el contrato social al dominio de la transferencia de los bienes, transformando de esta manera el mercado en una analoga de la sociedad.Se asuma de este modo que la propia moralidad era generada junto con el contrato social(para MAUSS y POLANYI, la reciprocidad es la fuerza institucional que crea la unin social y hace referencia a un sistema de moralidad).En los aos sesenta (60) se hicieron diferentes esfuerzos tericos para sistematizar el concepto de reciprocidad.Aplicando la hermenutica de la sospecha al tratamiento terico de la reciprocidad, la contribucin de BOURDIEU es esencial (1980).ste autor relaciona ntimamente la reproduccin de los sistemas de dominacin con la transformacin del capital econmico en capital simblico. En esta transformacin cumple una funcin clave el que se pueda, o no, producir. Este punto de vista, que poda haber pasado desapercibido, es una aportacin importante a la maussiana, porque para tener algo que dar, previamente se tienen que haber producido los bienes. Y estos probablemente han sido extrados de los miembros ms dbiles de la sociedad.Tambin es importante considerar la relacin de la reciprocidad con la justicia.Cuando un grupo percibe que otro grupo no est actuando en conformidad con el orden moral establecido, habr que invocar la restauracin del consenso moral deteriorado o establecer un nuevo orden de relaciones recprocas.En este sentido es importante sealar que la reciprocidad, en el marco de un consenso moral vigente en una sociedad determinada, no implica justicia ni igualdad. Simplemente hace referencia al carcter de mutualidad de las obligaciones, pero ests no tienen porqu ser justas. La reciprocidad se cumple en la medida en que se intercambia algo por algo y el intercambio es validado dentro de las concepciones morales compartidas, independientemente de que sea justo o no.As, cuando la disimetra es tal que se produce una ruptura del consenso, podramos hablar de una INMORALIZACIN. En este momento reflexivo se producira una reinterpretacin del algo (del objeto) que debe ser recibido.4.4. Heterodesignaciones versus identidadPAZ MORENO hizo un estudio importantsimo de la vida de los internos en el campo de concentracin de Auschwitz.Aqu sealaremos lo ms relevante para la tica.En primer lugar, el ingreso en el campo significaba el despojo de todos los signos y referentes de identidad: pertenencias, ropas, nombres, cabellos, etc.En segundo lugar, este despojo de la identidad se combinaba con sistemas de clasificacin muy complejos (un tringulo rojo significaba prisionero poltico, uno verde un delincuente comn, etc.). Estos indicadores eran tiles para el control burocrtico y no permitan crear lazos entre los prisioneros.A parte de esto, el campo destacaba por una estructura jerrquica (haba prisionerosaristcratas que mediaban entre las rdenes de los nazis y el resto de prisioneros, prisioneros de base y abajo del todo los llamados musulmanes).A pesar de todo esto, a la larga se crearon vnculos sociales.La organizacin jerrquica del campo llevaba a muchas vctimas a disociar las acciones que les permitiesen sobrevivir de la trascendencia que tenan los actos realizados (para mantener el sistema). La estructura les obligaba a pensar que su conducta importaba.La paradoja que se produca era que la racionalidad de la conducta individual estaba disociada de la racionalidad de sus acciones porque stas contribuan a mantener el sistema de los campos de concentracin tal como haban sido diseados por los nazis.La clave de todo este funcionamiento estaba en el trmino organizar. Ninguno de los objetos necesarios para la supervivencia le era proporcionado al prisionero (ni cucharas, ni jabn, etc.). El prisionero aprenda que eso se lo tena que agenciar por su cuenta. As, los bienes no circulaban de manera abierta, sino a travs de canales de poder estrictamente jerrquicos.Analizando memorias y diarios de aquella experiencia, se observa que la moral se encontraba permanentemente bajo el signo de la ambigedad.Cmo podan resolver los prisioneros sus dilemas morales?Algunos daban nuevo significado a la organizacin (los que procedan del Socialismo, por ejemplo, presentaban la organizacin como una forma de distribucin). Otros establecan una distincin entre los comportamientos que haba que mantener con unos por un lado y con el resto de los presos por otro (una especie de tica mafiosa). Hubo otros que reorganizaron su cdigo moral, distinguiendo entre los vivos y los muertos (tomando slo algo de los que ya haban muerto).Resumiendo, estas dos autoras, destacan el lado oscuro de la reciprocidad. Proponen redefinir las tres obligaciones maussianas para hacerlas ms operativas y adecuarlas a la complejidad de la realidad social.Quedara conceptualizado as:1. Tomar para dar. 1. Pedir para recibir. 1. Conservar para ser. Cuando la moral hegemnica integra los intereses de todos los grupos (reciprocidad positiva), aparecen los segundos miembros de los tres pares, ocultando as los primeros.Si, por el contrario, en contextos de crisis o suspensin del orden moral vigente, nos vemos frente a la reciprocidad negativa, se destacan los primeros miembros de los tres pares a expensas de los segundos.A modo de ltima frase y justificacin final del tema tratado en relacin a la reflexin tica, el dialogo con la antropologa es importante porque nos ayuda a situar el reino de los fines en la tierra, y no en el cielo.