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22 23 TENTADERO CLASE CREATIVA Hubo un día en el que Polaroid dominó el mundo, pero el progreso estuvo a punto de borrar del mapa las imágenes instantáneas. Cuando parecía que estaban abocadas a la extinción, los locos de las polas las han recuperado para la era digital IMPOSSIBLE PROJECT INSTAGRAM, YO SOY TU PADRE Texto Andrea Lazarov M uchos millennials puede que no sepan de qué les hablamos, pero Polaroid no solo inspiró el forma- to y los filtros de Instagram, sino que fue básicamente el Apple de los 70 y los 80. Era la empresa tecnológica más admirada por los consumidores, algo que se traducía en colas kilométricas para comprar sus cámaras. Cada familia tenía una. Pero el tiempo y los avances —unidos a décadas de mala gestión, todo sea dicho— llevaron a la Polaroid a la extinción. O casi. La era digital estuvo muy cerca de borrar del mapa las fotografías instantá- neas, con su marco blanco y su imagen agradablemente difusa pero, igual que hay asociaciones para la supervivencia del lin- ce ibérico, unos activistas de otro tipo se propusieron evitar que las polas cayeran en el olvido. En 2008, el biólogo austria- co Florian Kaps salvó in extremis la última fábrica de Polaroid aún en pie. Irónicamen- te, lo logró gracias al dinero ganado con la reventa de carretes descontinuados y cá- maras reparadas de esa marca. Kaps basó su cruzada en una cita del fundador de la compañía, Edwin Land: "No te embarques en un proyecto a menos de que sea mani- fiestamente importante y casi imposible". Había nacido The Impossible Project. Un año antes, la empresa que popula- rizó las imágenes instantáneas anunciaba que dejaba de fabricar películas para sus cámaras, después de entrar en bancarrota en 2001. Precisamente estos carretes, que permitían tener en tus manos la ima- gen que habías captado tan solo unos mi- nutos antes, supusieron el gran reto de The Impossible Project. Aunque consiguieron evitar que se destruyera maquinaria única en el mundo, casi todo en la fábrica había sido desmantelado. Pronto descubrieron también que la mayoría de las empresas que suministraban químicos a Polaroid habían trabajado únicamente para ella, por Más luz, más suave. La I-1 es la única cámara instantánea con un flash anular. Además, se ilumina para indicar las fotos que quedan en el carrete. Apunta y dispara. Antes de que las cámaras tuviesen pantalla, el visor era indispensable para encuadrar la imagen. La I-1 lo recupera para la causa. Polas de colores. Impossible no solo replica los carretes de Polaroid; también incorpora distintos colores a los tradicionales marcos blancos. No te líes. La cámara de Impossible solo tiene un botón. Si te equivocas, la fotografía no es lo tuyo. Bueno, ni eso ni nada más. «Hubo momentos en los que pensamos que este proyecto era realmente imposible» lo que habían desaparecido casi a la vez. Y, para complicarlo aún más, muchos de los productos usados en sus películas es- taban caducados o eran ilegales a día de hoy. "Hubo momentos que pensamos que realmente era un proyecto imposible", nos explica el CEO de The Impossible Project, Oskar Smolokowski. "Tuvimos que em- pezar todo el proceso químico de cero", añade este joven de 26 años que tomó el relevo de Kaps al frente de la compañía cuando su padre, un empresario ucrania- no, invirtió dos millones de dólares en ella. La recreación de la película perdida se convirtió entonces en la búsqueda del Santo Grial de los amantes de la Pola- roid. La tarea estuvo encabezada por el ingeniero químico de la empresa, Stephen Herchen. Por supuesto, no fue nada fácil. "Este material es lo más complicado quími- camente que existe en el mundo hecho por el ser humano", explica él mismo. Para dar- le un poquito más de emoción a la historia, mientras su equipo usaba técnicas de in- geniería inversa para intentar reproducir esos dichosos carretes, Fujifilm se hacía con el nicho de mercado con su cámara Instax. Las primeras películas que The Impossible Project consiguió crear tarda- ban casi una hora en revelarse, con lo cual apenas podían competir con la compañía japonesa. "Eran casi inutilizables", admitió más tarde Smolokovski. El proyecto, más que imposible, parecía maldito. Después de ocho años de búsqueda, esta odisea llegó a su fin. Gracias a quí- micos, ingenieros y fotógrafos, Impossible ha conseguido ser la única empresa que suministra película para cámaras instan- táneas en su formato original, salvando así a 200 millones de máquinas Polaroid de la obsolescencia. Pero no solo eso. El pasado mes de abril asistimos a las conferencias de diseño de Bloomberg Businessweek en San Francisco, donde Smolokowski presentó al más puro estilo Steve Jobs su nuevo producto estrella, I-1: la primera cámara de fotografía instantánea de The Impossible Project. Quizás por haber aprendido de los erro- res de su predecesora, la I-1 no es una simple revisión de la Polaroid original, sino que es la cámara analógica reinventada para la era digital. Aúna las virtudes de estos dos mundos con un diseño sencillo e intuitivo —solo tiene un botón lateral—, y es mucho más ecológica que sus predece- soras, ya que se carga mediante USB y no necesita pilas. Es la única cámara instan- tánea en tener un flash anular incorporado, que sirve a la vez para ofrecer una luz sua- ve y como un contador luminoso de la fotos restantes en nuestro carrete. La simbiosis con el mundo digital se ex- perimenta a través de una app propia. Co- nectando nuestro smartphone a la cámara a través de Bluetooth, controlamos ajustes en la apertura, el tiempo de exposición y el flash. Asimismo, podemos acceder al dis- parador remoto y jugar con herramientas más creativas, como la doble exposición o "pintar con luz" como Picasso. "Tenemos muchas ganas de ver como diferentes ar- tistas usan la cámara con la aplicación", cuenta un sonriente —y, por fin, satisfe- cho— Smolokowski. El precio de la I-1 se parece bastante a una Polaroid vintage: 299 euros. Pero, si no vendisteis vuestra antigua cámara por Wallapop, Impossible también ha am- pliado la variedad de carretes, con opcio- nes en colores amarillo y negro (su rein- terpretación del blanco y negro), o con marcos redondos. Al final, lo imposible se volvió posible, y lo instantáneo ya no es solo sinónimo de lo digital. Oskar Smolokowski y su compañía, The Impossible Project, son los responsables de que las Polaroids sigan con vida. Han tardado ocho años, pero han conseguido recrear los carretes instantáneos y han adaptado sus cámaras a la era digital.

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TENTADEROCLASE CREATIVA

Hubo un día en el que Polaroid dominó el mundo, pero el progreso estuvo a punto de borrar del mapa las imágenes instantáneas. Cuando parecía que estaban abocadas

a la extinción, los locos de las polas las han recuperado para la era digital

IMPOSSIBLE PROJECT

INSTAGRAM,YO SOY TU PADRE

Texto Andrea Lazarov

M uchos millennials puede que no sepan de qué les hablamos, pero Polaroid no solo inspiró el forma-

to y los filtros de Instagram, sino que fue básicamente el Apple de los 70 y los 80. Era la empresa tecnológica más admirada por los consumidores, algo que se traducía en colas kilométricas para comprar sus cámaras. Cada familia tenía una. Pero el tiempo y los avances —unidos a décadas de mala gestión, todo sea dicho— llevaron a la Polaroid a la extinción. O casi.

La era digital estuvo muy cerca de borrar del mapa las fotografías instantá-neas, con su marco blanco y su imagen

agradablemente difusa pero, igual que hay asociaciones para la supervivencia del lin-ce ibérico, unos activistas de otro tipo se propusieron evitar que las polas cayeran en el olvido. En 2008, el biólogo austria-co Florian Kaps salvó in extremis la última fábrica de Polaroid aún en pie. Irónicamen-te, lo logró gracias al dinero ganado con la reventa de carretes descontinuados y cá-maras reparadas de esa marca. Kaps basó su cruzada en una cita del fundador de la compañía, Edwin Land: "No te embarques en un proyecto a menos de que sea mani-fiestamente importante y casi imposible". Había nacido The Impossible Project.

Un año antes, la empresa que popula-rizó las imágenes instantáneas anunciaba que dejaba de fabricar películas para sus cámaras, después de entrar en bancarrota en 2001. Precisamente estos carretes, que permitían tener en tus manos la ima-gen que habías captado tan solo unos mi-nutos antes, supusieron el gran reto de The Impossible Project. Aunque consiguieron evitar que se destruyera maquinaria única en el mundo, casi todo en la fábrica había sido desmantelado. Pronto descubrieron también que la mayoría de las empresas que suministraban químicos a Polaroid habían trabajado únicamente para ella, por

Más luz, más suave. La I-1 es la única cámara instantánea con un flash anular. Además, se ilumina para indicar las fotos que quedan en el carrete.

Apunta y dispara. Antes de que las cámaras tuviesen pantalla, el visor era indispensable para encuadrar la imagen. La I-1 lo recupera para la causa.

Polas de colores. Impossible no solo replica los carretes de Polaroid; también incorpora distintos colores a los tradicionales marcos blancos.

No te líes. La cámara de Impossible solo tiene un botón. Si te equivocas, la fotografía no es lo tuyo. Bueno, ni eso ni nada más.

«Hubo momentos en los que pensamos que este proyecto era realmente imposible»

lo que habían desaparecido casi a la vez. Y, para complicarlo aún más, muchos de los productos usados en sus películas es-taban caducados o eran ilegales a día de hoy. "Hubo momentos que pensamos que realmente era un proyecto imposible", nos explica el CEO de The Impossible Project, Oskar Smolokowski. "Tuvimos que em-pezar todo el proceso químico de cero", añade este joven de 26 años que tomó el relevo de Kaps al frente de la compañía cuando su padre, un empresario ucrania-no, invirtió dos millones de dólares en ella.

La recreación de la película perdida se convirtió entonces en la búsqueda del Santo Grial de los amantes de la Pola-roid. La tarea estuvo encabezada por el ingeniero químico de la empresa, Stephen Herchen. Por supuesto, no fue nada fácil. "Este material es lo más complicado quími-camente que existe en el mundo hecho por el ser humano", explica él mismo. Para dar-le un poquito más de emoción a la historia, mientras su equipo usaba técnicas de in-geniería inversa para intentar reproducir esos dichosos carretes, Fujifilm se hacía con el nicho de mercado con su cámara Instax. Las primeras películas que The Impossible Project consiguió crear tarda-ban casi una hora en revelarse, con lo cual apenas podían competir con la compañía japonesa. "Eran casi inutilizables", admitió más tarde Smolokovski. El proyecto, más que imposible, parecía maldito.

Después de ocho años de búsqueda, esta odisea llegó a su fin. Gracias a quí-micos, ingenieros y fotógrafos, Impossible ha conseguido ser la única empresa que suministra película para cámaras instan-táneas en su formato original, salvando así a 200 millones de máquinas Polaroid de la obsolescencia. Pero no solo eso. El pasado mes de abril asistimos a las conferencias de diseño de Bloomberg Businessweek en San Francisco, donde Smolokowski presentó al más puro estilo Steve Jobs su nuevo producto estrella, I-1: la primera cámara de fotografía instantánea de The Impossible Project.

Quizás por haber aprendido de los erro-res de su predecesora, la I-1 no es una simple revisión de la Polaroid original, sino que es la cámara analógica reinventada para la era digital. Aúna las virtudes de estos dos mundos con un diseño sencillo e intuitivo —solo tiene un botón lateral—, y es mucho más ecológica que sus predece-soras, ya que se carga mediante USB y no necesita pilas. Es la única cámara instan-tánea en tener un flash anular incorporado, que sirve a la vez para ofrecer una luz sua-ve y como un contador luminoso de la fotos restantes en nuestro carrete.

La simbiosis con el mundo digital se ex-perimenta a través de una app propia. Co-nectando nuestro smartphone a la cámara a través de Bluetooth, controlamos ajustes en la apertura, el tiempo de exposición y el flash. Asimismo, podemos acceder al dis-parador remoto y jugar con herramientas más creativas, como la doble exposición o "pintar con luz" como Picasso. "Tenemos muchas ganas de ver como diferentes ar-tistas usan la cámara con la aplicación", cuenta un sonriente —y, por fin, satisfe-cho— Smolokowski.

El precio de la I-1 se parece bastante a una Polaroid vintage: 299 euros. Pero, si no vendisteis vuestra antigua cámara por Wallapop, Impossible también ha am-pliado la variedad de carretes, con opcio-nes en colores amarillo y negro (su rein-terpretación del blanco y negro), o con marcos redondos. Al final, lo imposible se volvió posible, y lo instantáneo ya no es solo sinónimo de lo digital.

Oskar Smolokowski y su compañía, The Impossible Project, son los responsables de que las Polaroids sigan con vida. Han tardado ocho años, pero han conseguido recrear los carretes instantáneos y han adaptado sus cámaras a la era digital.