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Ensayo sobre la teoría de la cultura en Bogotá
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Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Filosofía Contemporánea I: Teoría Crítica. Daniel Ribero. Cod: 2536928 Ensayo final Comentario: Un intento de problematizar acerca del carácter afirmativo de la cultura en casos de la vida cotidiana.
En su Acercamiento a la cultura afirmativa, Marcuse busca encontrar la relación entre el
pensamiento filosófico y la teoría, práctica y crítica social. Allí inicia su reflexión desarrollada en
la descripción de dos momentos históricos para llegar a un tercero. A saber, la concepción del
mundo desde la filosofía aristotélica, luego el desarrollo de esta filosofía en la edad media para
llegar a la época del dominio del poder social, político y económico de la clase burguesa. En
esta última etapa desarrolla una crítica social a la forma que ha tomado la cultura para definirla
como cultura afirmativa, producto de la sociedad burguesa de su época. Finalmente llega al
despliegue de esa cultura afirmativa en su desarrollo histórico de su momento histórico
totalitario. No hace falta recordar que todo esto está mirado bajo el contexto histórico alemán.
Siguiendo la reflexión del autor del texto, la dicotomía que se presenta actualmente, en
su forma moderna, entre alma y mundo (Descartes), coincide en origen con la separación que
dio la filosofía aristotélica entre cultura y civilización. Donde una élite era la capacitada y
elegida para llevar a cabo aquellas actividades humanas libres de toda perturbación material.
Esta actitud ante la vida se conservó y fortaleció durante la aparición del luteranismo en
Europa, a través de la internalización de la vida frente al surgimiento de la economía reglada
por las lógicas mercantiles hegemónicas de la burguesía alemana. Es decir, “la división entre lo
funcional y lo necesario, lo bello y placentero, es el comienzo de un proceso que deja libre el
campo para el materialismo de la praxis burguesa por una parte, y por otra, para la satisfacción
de la felicidad y del espíritu en el ámbito exclusivo de la cultura”.
Aunque esta reflexión que hace la teoría crítica de la cultura pueda ser aplicable de
manera clara para la realidad alemana, esto no excluye, ni incluye en su totalidad, la
interpretación de algunos elementos en la realidad actual bogotana.
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Se podría decir que con el desarrollo del imperialismo y el pensamiento hegemónico
que este ha desplegado por el mundo, históricamente desde la expansión y romanización del
occidente de Europa incluyendo el actual modelo cultural que se ha afianzado en Colombia de
vida y consumo Estadounidense, no es muy loco suponer que estas estructuras culturales
pueden ser sometidas a interpretaciones divergentes. Es decir, si se supone que estos
procesos de globalización se dan en escala y medidas globales, mediados por los procesos
históricos de los pueblos donde se desarrollan, podríamos encontrar caracteres comunes. Sin
embargo, todo esto serían presupuestos que deben ser sometidos a un análisis más sesudo.
Así pues, dentro de esta suposición podríamos aceptar que la interpretación de estos
fenómenos culturales viene mediada por un tipo de experiencia existencial del entorno donde
se vive. En el caso de Marcuse se puede sentir, a pesar de ser una traducción, cierto asco y
repudio frente al proceso materialista burgués, el cual menciona bajo el nombre del carácter
afirmativo de la cultura.
Entonces, aceptando que de alguna manera y en cierta medida (inciertas aún) la tesis
del carácter afirmativo de la cultura puede aplicarse al caso bogotano podemos atrevernos
generar ciertas sencillas reflexiones que pueden mostrar que la tesis aplica, pero no en su
totalidad.
En el caso del fútbol, caso tan polémico en un país con tantos problemas sociales y
políticos, podemos intentar empezar a generar distinciones del fenómeno en búsqueda de
claridades.
Siendo más precisos, en el caso del fútbol lo que genera el fenómeno no es tanto el partido
como tal, sino la celebración y el festejo después de la victoria: es decir, en principio, aparente
felicidad. Siguiendo a Marcuse “en aquella forma de existencia afirmativa que corresponde a la
cultura afirmativa la felicidad de la existencia … es sólo posible como felicidad en la apariencia.
Pero la apariencia tiene un efecto real: produce satisfacción”.
El aparte anteriormente citado ofrece varias problemáticas a analizar. En un primer
momento es cuestionable lo que se entiende por felicidad. Según la discusión que da Marcuse
dentro de este mismo escrito son las relaciones y condiciones materiales, de miseria
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explotación y alienación (podría suponerse con veracidad) no permiten la felicidad. Es decir,
hasta que no cambien estas condiciones materiales impuestas por la sociedad burguesa
traicionando sus principios libertarios históricos la felicidad no será posible.
Si bien es cierto que estos momentos de alegría momentánea son expresiones de la
profunda desolación y aislamiento en la que viven los seres humanos en la actualidad, también
puede interpretarse de manera negativa. Esta interpretación de manera negativa implicaría
haber negado la felicidad de la actualidad, para luego negar la tesis de la felicidad expuesta por
Marcuse y encontrar que es a través de estas demostraciones de aislamiento que los seres
humanos buscan romper su condición de aislamiento a través de la búsqueda de comunidad a
través de símbolos. Estos símbolos termina tomando formas comunes o de totems. Según una
interpretación sociológica del concepto de tótem en Durkheim, en su libro Las formas
elementales de la vida religiosa, los tótems son objetos que permiten que los grupos más
primitivos de humanos generen una cohesión y prácticas sociales alrededor de estos objetos,
los cuales, eventualmente terminan cobrando un significado simbólico. En el caso que
queremos analizar, el de los partidos de fútbol, el equipo con su historia, su escudo, su
camiseta y demás representaciones culturales que se gestan alrededor del equipo al alcanzar
una victoria, permite encontrar un punto de encuentro, una felicidad mediada materialmente, de
aquellos individuos que de otra manera se encuentran aislados.
En términos de Marcuse, no sin contradecirlo, la felicidad es un esfuerzo por romper esa
dicotomía entre lo que es el alma, sus pasiones y sentimientos, y el producto material
producido por el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas materiales de la civilización
occidental actual. Continuando en el esfuerzo por desarrollar la contradicción, podemos
encontrar como las nacionalidades ya no son un impedimento para encontrar esa comunidad
en equipos de fútbol y clubes extranjeros. A pesar de toda la especulación posible que se
puede dar alrededor de este proceso, lo cierto es que esa separación entre igualdad abstracta
y la igualdad real, procura solucionarse dentro de las condiciones que presta la igualdad
abstracta. Es decir, en el momento de la convivencia, esa igualdad abstracta, mediada por la
felicidad interior expresada en las formas materiales, trasciende a formas de convivencia en
igualdad real.
Por supuesto, con sus límites materiales y espacio temporales. Aunque también es
cierto que muchas veces esas igualdades abstractas nivelan de alguna u otra manera las
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igualdades reales. Un ejemplo de esta última afirmación sin dejar de ser un razonamiento
hipotético es el caso de los egresados de la Universidad de los Andes, cuya tasa de
desempleo es casi nula. Según una interpretación sociológica es porque se crean enclaves de
grupos o colectivos sociales el en mercado, es decir, los grupos o personas posicionados
dentro del mercado, dan prioridad a los miembros de su mismo grupo: lo que comúnmente se
conoce como “la rosca”. En otras palabras, es la igualdad abstracta (cultural) de sentirse
interiormente ligado a una identidad, la que determina las condiciones para la construcción de
una igualdad real y material.
Otro ejemplo que sirve de ejemplo para problematizar la descripción que da Marcuse
sobre la felicidad es la práctica social que en inglés se llama el “show off” y en español se
traduce vagamente como un “lucirse”. Este “lucirse” corresponde al gusto de las gentes
bogotanas (y de la gran mayoría de los habitantes de la globalización capitalista) de sentirse
tan valiosos como el valor de intercambio de la mercancía que poseen. “Los hombres pueden
sentirse felices, aún cuando no lo sean en absoluto. La apariencia vuelve incorrecta la
afirmación de la propia felicidad. El individuo es reducido a sí mismo, aprende a soportar y, en
cierto modo, a amar su propio aislamiento”.
De nuevo, el aspecto problematizador es la relación entre esa felicidad como expresión
trágica paradójicamente del aislamiento individual. En un primer momento se puede apelar al
argumento del narcisismo y la búsqueda de amor propio cómo única interpretación de la
relación de valor individual frente al valor de intercambio de la mercancía que se posee. Sin
embargo, y al contrario, son varios los casos que desde los que se puede plantear que esa
expresión de felicidad en los términos que utiliza Marcuse, implique justamente lo contrario, un
esfuerzo por salir de ese aislamiento individual. Veamos.
Un primer caso puede tomarse de la cotidianidad de las prendas de vestir. Cada vez es
más difícil vestirse de manera apropiada y más fácil uniformarse (incluso bajo el criterio de
exclusividad al usar marcas como Zara o Diesel, el cual a todas luces es un falso criterio).
Vestirse de manera apropiada consiste en la selección de atuendos que expresen de manera
justa la relación simbólica que se desea expresar con el entorno. Cada vez los uniformes son
menos simbólicos y mediocremente funcionales (obsolesencia programada). En cualquier
caso, la apariencia en la vestimenta continúa aportando significaciones simbólicas, incluso de
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intenciones de uniformidad, es decir, no salirse del modelo para pasar desapercibido. En este
sentido existe una necesidad de apariencia frente a los otros y frente a sí mismo donde las
cualidades, de lo que Marcuse menciona como alma o vida interior, se ven expulsadas para ser
materializadas en la mercancía y en sus usos. Resultando en casi que una transferencia de las
seguridades ontológicas hacia la mercancía. Todo esto para encontrarse en el otro a través del
reconocimiento (incluso en su forma de rechazo) que pueda generarse. Es así como tenemos
gente bien vestida y gente mal vestida.
Es por supuesto que esto reproduce lógicas de mercantilización tan denunciadas por
toda clase de marxismos, sin embargo de esta afirmación, esta mercantilización, en algunos
casos, puede llevar a romper esas dicotomías entre la igualdad abstracta y la igualdad real,
incluso dentro del mismo capitalismo. Estos consiste en las referencias simbólicas comunes
que unen a los hombres y mujeres alrededor de tótems, sea una pretensión sino ideal, al
menos hipotética de encontrar una subversión al orden establecido de las bases del
funcionamiento cultural capitalista. Es decir, que los hombres y mujeres se encuentren en
realidad real, en comunión, a través de la incorporación de producciones inmateriales (De la
Garza) en los procesos de trabajo, en las mercancías que producimos como sociedad
capitalista.
Para finalizar, podemos plantear volver al principio. Es decir, encontrar la necesidad de
problematizar nuestras concepciones culturales a la luz, no sólo de los desarrollos culturales de
otros pueblos, sino también, a la sombra de las intenciones implícitas que experimentamos
como seres humanos que vivimos dentro de la oscuridad (i)racional y desorden capitalista.
Para finalizar este breve comentario, los elementos interesantes de la crítica de la
cultura que se realiza en lo que se conoce como la Escuela de Frankfurt residen en la
ampliación de la crítica del capitalismo, reducido a las diversas formas críticas de las variantes
de pensamiento mecánicomarxistas, con intención de denunciar los procesos totalitarios y
fascistas que asechan desde el corazón mismo del capitalismo. Aunque, sin embargo, dentro
de estos mismo procesos podemos tener la utópica esperanza de encontrar las salidas al
sufrimiento y el flagelo de nuestro momento histórico actual.
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El desarrollo de la idea es un intento por realizar la pretensión de un pensar justo, es
decir, trata de pensar como “una forma de ser pasa a otra, y de que cada forma particular sólo
puede ser determinada por la totalidad de las relaciones antagónicas en las que esta forma
exista”. En último grado, la pretensión de este ensayo es una pretensión dialéctica, como la
representación y el ejercicio de “tendencia contraria a cualquier forma de positivismo” de
interpretación de la cultura. Hay una necesidad constante de la reflexión filosófica ya que,
compartiendo la posición tal como lo anota el mismo Marcuse sobre las corrientes
empiropositivistas: los hechos en sí mismos no poseen autoridad.
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Bibliografía.
De la Garza Toledo, Enrique (2011 Más allá de la fábrica: los desafíos teóricos del
trabajo no clásico y la producción inmaterial. revista Nueva Sociedad 232, Marzo Abril 2011
Marcuse, Herbert. (1978). Acerca del carácter afirmativo de la cultura. En: Cultura y
Sociedad. Ed. Sur, Argentina.
Marcuse, Herbert. (1984) Razón y Revolución. Ed. Alianza Editorial. Madrid.