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Trabajo Final: Cómo entiende la Iglesia la política. Materia: Relaciones Estado-Iglesia II Profesora: Dra. Maria Gabriela Aguirre Cristiani Semestre: 8° Grupo: 0010 Alumno: Gilberto Orozco Cadena Fecha: 26 de Mayo del 2011

Trabajo Final II

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Cómo entiende la iglesia a la política. Una visión de esta relación en la segunda mitad del siglo XX.

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Trabajo Final: Cómo entiende la Iglesia la política.

Materia: Relaciones Estado-Iglesia II

Profesora: Dra. Maria Gabriela Aguirre Cristiani

Semestre: 8° Grupo: 0010

Alumno: Gilberto Orozco Cadena

Fecha: 26 de Mayo del 2011

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Relaciones Estado-Iglesia II Dra. María Gabriela Aguirre Cristiani. Grupo 0010 25/05/11

CÓMO ENTIENDE LA IGLESIA LA POLÍTICA

Introducción

En su tercer mes de pontificado, Juan Pablo II enfrenta varios problemas; en

Europa la Guerra Fría y la necesidad de tener contacto estrecho con naciones

bajo el bloque soviético, entre ellas la misma Polonia. Otros países de América

Latina, como México, tienen una inclinación anticlerical de más de medio siglo y no

tienen relaciones diplomáticas con el Vaticano. También enfrenta una marcada

disminución de las vocaciones sacerdotales que ya hace mella en las filas

eclesiásticas, está creciendo la influencia de las sectas evangélicas en América

Latina y en general en el Tercer Mundo ha tenido auge un movimiento cristiano

beligerante conocido como Teología de la Liberación, amén de que modificaciones

litúrgicas, como el rito en lenguas vernáculas, está empezando a ganar un lugar

en la feligresía. En México, los someros avances logrados a partir del sexenio de

Ávila Camacho se truncan con el distanciamiento que surgió con el régimen a

partir de 1968, está surgiendo una nueva actitud integralista entre algunos obispos

en el momento en que una crisis económica y política agobia al gobierno

mexicano, que necesita acercarse a la Iglesia para legitimarse ante la inminencia

de un grave conflicto con el empresariado. Una de esas manifestaciones de

reivindicación de la Iglesia es el Documento de Anenecuilco, que le pedía al

entonces candidato Echeverría adecuar las leyes a la realidad cotidiana1. Otro

esfuerzo de legitimación gubernamental es una Reforma Electoral que pretende

abrir la participación política a más actores sociales, en este marco el Partido

Comunista propone restituir a los prelados sus derechos cívicos electorales,

nugatorios desde las reformas constitucionales de 1917. Esta causa revuelo en el

ámbito nacional en un momento en que están ocurriendo dos eventos importantes,

la III CELAM en Puebla y la primera visita del Papa a México, lo que coincide con

un período de intenso diálogo interno entre los clérigos, una autocrítica de la

misma cúpula y una depuración eclesial institucional de motu proprio y obligada 1 Danés Rojas, Edgar, Noticias del edén. La Iglesia católica y la Constitución mexicana, México, Miguel Ángel Porrúa-Universidad Autónoma de Tamaulipas, 2008, p. 196.

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también por las circunstancias2 en las que se hacían llamados a la doble fidelidad

en presencia de un laicado y un presbiteriano contestatarios3 que dio origen, por

ejemplo, a la desincorporación del Secretariado Social Mexicano (SSM) del

Consejo del Arzobispado Mexicano4. El contenido de los documentos producto de

esos eventos sugiere que parte importante de la agenda de los mismos era

establecer una postura clara y tajante respecto a la actividad política del clero, en

particular con relación a la influyente corriente de la Teología de la Liberación, y en

México más coyunturalmente con la propuesta del PCM y las próximas elecciones

legislativas y luego presidenciales a fines del período que nos ocupa.

La participación en la política ha sido una fuente inagotable de

enfrentamientos entre el clero y el gobierno, pues ambos se acusan mutuamente

de intromisión. Para entender cabalmente qué concibe la Iglesia por esto he

querido presentar una pequeña evolución del tema con algunos hitos pertinentes

desde el sexenio de Ávila Camacho para comprender mejor cómo se ha dado esta

dinámica dentro de la Iglesia, y hacia fuera de la misma, para poder explicarme

cómo es que lo entiende la iglesia tan diferente al Estado. En este discurso he

creído necesario, después de mencionar algunos aspectos sobresalientes de este

problema desde los setentas al período que nos ocupa, el sexenio de José López

Portillo, enfocar mi interés en las expresiones explícitas que la Iglesia ha hecho

para detallar qué es para ella esta actividad política y cómo el asumirla es una

obligación de todo el cuerpo eclesial, ya que se cuentan con múltiples documentos

que puntualizan claramente el tema. Para esto he revisado y anotado algunos

puntos importantes de los documentos de la III CELAM y, sobre todo, los

discursos del Papa en su primera vista a México, donde queda muy claro esa idea

de política del que, si no detectamos no sólo las sutilezas, sino sus fundamentales

diferencias conceptuales, nunca nos explicaremos porqué es tan difícil el

entendimiento entre Estado e Iglesia, al grado que por hablar lenguajes distintos,

un posible diálogo se convierte en un coloquio entre sordos.

2 Ibidem, p. 200.3 Ibidem, p. 205.4 Ibidem, p. 210.

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La idea de participación política de la Iglesia es evangélica, lo que significa

de predicación con cobertura universal, no partidaria, y sus fines no se concretan a

lo inmediato material, sino al fin último de la salvación del alma. En los siguientes

párrafos veremos cómo una y otra vez se plantea esta idea desde diferentes

ángulos.

Desarrollo

La difícil situación que enfrentó la Iglesia en el primer cuatrienio del

gobierno de Cárdenas dio paso a un período de mayor acercamiento y esperanza

de cambio con el gobierno de Manuel Ávila Camacho, que aunque no fue tan

ostensible como se esperaba, se caracterizó por varios contactos entre

presidentes mexicanos y la Santa Sede.5 La euforia que despertaba el ”milagro

mexicano” que se evidenció a partir del sexenio alemanista no era universalmente

celebrada, porque algunos se habían percatado que la transición de la sociedad

agrario-urbana que caracterizaba a México, al pasar a otra urbana-industrial,

también trajo consigo la depauperación de amplio sectores poblacionales que

evidenciaban las asimetrías inherentes al capitalismo y que se hizo presente con

algunas luchas de reivindicación de masas en Colombia, Perú, Argentina, Bolivia,

Chile y una gran movilización campesina en México.6 Estos contrastes de

opulencia y miseria, ostensibles en un ambiente de diálogo interno y autocrítica

eclesial hizo evidentes controversias en el seno de la Iglesia respecto de su actitud

frente a conflictos con el gobierno, a flor de piel desde la suspensión de cultos de

1926.7 Algunos laicos y prelados se afiliaron a un escorzo cada vez más popular y

extendido en los llamados países del Tercer Mundo, sobre todo latinoamericanos,

llamado Teología de la Liberación que profundizó diferencias entre la jerarquía y

5 Echeagaray, José Ignacio, “Contexto histórico de las relaciones Iglesia-Estado en México” en Molina Meliá, Antonio (coord.), Las libertades religiosas. Derecho eclesiástico mexicano, México, UPM, 1997, (Selecta UPM, 8), p. 74.6 Carta del editor, “Puebla, política y Puebla”, Contacto, año 15, n° 1, feb. 1978, p. 5, (Cuadernos Bimestrales del SSM).7 Chávez Sánchez, Eduardo, La Iglesia de México entre dictaduras, revoluciones y persecuciones, México, Porrúa, 1998, p. 243.

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algunos clérigos y seglares simpatizantes, al grado que en la Segunda CELAM

(Conferencia del Episcopado Latinoamericano), en septiembre de 1968, en

Medellín, Colombia, se detectó un continente desgarrado en el que crecían en

número los que abiertamente eran receptivos a ideologías otrora imponderables

para los cristianos. En México, al poco tiempo ocurrió la Matanza de Tlatelolco,

que ahondó más estos agravios. De estos sectores nació una corriente

denominada Sacerdotes para el Pueblo (SSP).8 En este contexto el Comité del

Episcopado Mexicano (CEM) busca colegialidad episcopal para apegarse a los

preceptos expresados en las encíclicas Humana Vitae y Octogesima Adveniens,

de Paulo VI, que marcan directrices en un mar de conflictos sociales. 9 Esto

generó un distanciamiento entre laicos (Unión Nacional de Padres de Familia,

UNPF) y CEM en esta coyuntura política en nuestro país; internacionalmente se

daba un cisma en el rito que amenazaba extenderse a la doctrina por la vía de la

Iglesia Popular.10 Los apologistas de estas nuevas actitudes argumentaban que no

existía conflicto, pues se trataba de la suma del cristianismo y el socialismo,11 y lo

consideraban irreversible porque entendía política y emancipación como una

obligación cristiana12 que exigía la negación de la praxis religiosa dominante como

algo evangélicamente legítimo, así como la fundamentación teológica de esta

praxis como algo sospechoso de ideologías.13 Se preconizaba la urgencia de

reformular la fe14 para expresarla personalmente entablando la lucha ideológica

desde la crítica de la religión.15 En una de esas encíclicas, Paulo VI reconocía la

inclinación de los cristianos por el socialismo, pues en Europa la Acción Católica

contribuía con muchos adeptos a los partidos socialistas,16 pero esta atracción

8 Romero de Solís, José Miguel, El aguijón del espíritu. Historia contemporánea de la Iglesia en México (1892-1992), México, IMDOSOC, 2006, p. 508.9 Ibidem, p. 511.10 Ibidem, p. 521.11 Fierro Bardaji, Alfredo, Mate Ruperez, Reyes, Cristianos por el socialismo, Navarra, Editorial Verbo Divino, 1975, p. 177, (Conciencia y Revolución, 16).12 Ibidem, p. 180.13 Ibidem, p. 183.14 Ibidem, p. 190.15 Ibidem, p. 188.16 Sorge, Bartolomé, “Posiciones doctrinales de El ‘Movimiento de cristianos por el Socialismo’”, La Civilta Cattolica, n° 2972, 20 de abril 1974, p.5

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también la experimentaba el clero.17 Este movimiento nació en Chile y se exportó a

Europa, denunciando el capitalismo y sus secuelas en las actas del Primer

Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo, en abril de 1972, en

Chile y en el que hubo correspondiente de Europa. Aquí subyacen tres tesis: la

revolución y el socialismo como necesidades históricas ineludibles; la ausencia de

conflicto doctrinal con el marxismo y la necesidad de repensar la Iglesia, la

teología y la fe, pero no como una opción libre, sino como necesaria porque no se

ha reformado realmente el sistema.18 Da por hecho que el conflicto es ineludible y

que se requiere una “nueva opción teológica”19 que enuncia la tesis de la primacía

de lo temporal sobre lo espiritual, implicando una crítica a la jerarquía por aliarse a

los ricos contra los pobres, esto es una contradicción que implica abandono de la

Iglesia y de la fe.20

En la II CELAM Paulo VI aceptó una realidad distinta e independencia de

pensamiento de la Iglesia Latinoamericana respecto de Roma y repetidamente

manejó el concepto de liberación aludiendo a esta situación21 y aceptando que la

justicia era una condición esencial para la paz, a cuyos planteamientos uno de los

grupos que más resistencias opuso fue el mexicano, que pensaba que sus

conclusiones estaban bien para Sudamérica, no para México. De ahí se derivó

una pastoral que aceptaba que la Iglesia no debía vivir en la opulencia y alejarse

de la pobreza de espíritu, que implicaba no estar al lado de las masas oprimidas22.

Esto exigía la participación de las asociaciones de laicos.

La actitud del episcopado mexicano ante las conclusiones de Medellín fue

trabajar en dos niveles: 1) un “estudio” global de Medellín a nivel diocesano y

provincial y 2) la Conferencia Episcopal abordaría 1 ó 2 asuntos en su sesión

plenaria,23 es decir, obedecieron, pero no cumplieron.

17 Ibidem, p. 6.18 Ibidem, p. 16.19 Ibidem, p. 32.20 Ibidem, p. 37.21 Pacheco Hinojosa, María Martha, La Iglesia Católica en la Sociedad Mexicana 1958-1973, México, IMDOSOC, 2005, p. 179, (SSM, Conferencia de Organizaciones Nacionales).22 Ibidem, p. 192.23 Ceballos Ramírez, Manuel, Romero S., J. Miguel, Cien años de presencia y ausencia social cristiana 1891-1991, México, IMDOSOC, 1992, p. 227.

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Este choque entre la línea intransigente y conservadora se confirmó con el

deslinde del SSM, en 1973, aprovechando la muerte de su fundador y dirigente

Manuel Velázquez.24 El SSM solicitó al CEM dejar de ser un órgano de la

jerarquía porque 1) la acción pastoral debería estar integrada por todo el pueblo

de Dios, no sólo la jerarquía; 2) la pastoral social correspondía más a los seglares

y 3) porque la sociedad pedía estar más vinculada a los seglares que a la

jerarquía25. En realidad, la desvinculación del SSM hizo menos operativa la

pastoral social.26

La división en la curia también se evidencia en la Carta de Anenecuilco, del

9 de junio de 1970, en que el obispo progresista Méndez Arceo reclama que “se le

exige a la ciudadanía vivir en un régimen de ficción e inmadurez cívica”27 con el

que en realidad los actos de la alta jerarquía no parecían discrepar por

acomodarse con el gobierno de Echeverría, no obstante que en 1972 se emitieron

mensajes que se alineaban con la Octogesima Adveniens de Paulo VI, que

concretaba el compromiso cristiano ante las opciones sociales y la política, pero

sólo en lo evangélico, cuando Méndez Arceo propugnaba por una participación

mucho más activa en lo político, incluso socialista28, con base en el activismo de

las Comunidades Eclesiales de Base (CEB).29

Los fundamentos de esta controversia tienen antecedentes en posturas

explícitas en la Convención Americana sobre Derechos humanos, en San José de

Costa Rica, el 22 de noviembre de 1969, en la que se pedía la eliminación de

todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las

convicciones30. En la Asamblea General de la ONU el pacto y las declaraciones

fueron firmadas por el gobierno mexicano, aceptando el concepto del “latente

cultural” como un elemento que invade todo el campo de acción del hombre, en lo

individual, social y religioso (“iure condenado”).31

24 Chávez Sánchez, op. cit., p. 193.25 Ceballos Ramírez, op. cit., p. 230.26 Ibidem, p. 237.27 Ibidem, p. 245.28 Ibidem, p. 247.29 Ibidem, p. 250.30 Olimón Nolasco, Manuel, Los Derechos Humanos, México, IMDOSOC, 1993, p. 174.31 López Dávalos, Miguel, “El derecho individual de la libertad religiosa en la legislación mexicana” en Molina Meliá, Antonio (coord.), Las libertades religiosas…, op. cit., p. 204.

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Toda esta concepción parte de la idea, con Ortega y Gasset, de que las

“creencias constituyen el continente de nuestras vidas”, que no son ideas que

tenemos, sino que somos.32 Las circunstancias forman parte de la identidad o

mismidad y se hace extensivo al hombre en sociedad, a la organización de los

pueblos y su coherencia consigo mismos y sus actos políticos.

Con toda esta historia se realiza la III CELAM en Puebla, en cuyo seno se

hace el diagnóstico de que el continente ya está inmerso en cambios culturales,

sociales, políticos y técnicos y el mayor riesgo es el indiferentismo que se ha

extendido33, particularmente el apego exclusivamente sacramental, la

propagación de doctrinas sectarias y, sobre todo, la secularización. Desde la

CELAM I, en 1955, la Iglesia percibe que su principal tarea es la evangelización. El

temor al marxismo esconde la opresión del capitalismo liberal.34 Las CEB inician

en 1968 y son instrumento de cambio bajo la guía episcopal35. Surgen y se

discuten temores por la falta de empleo y estudio y prevén la inversión

demográfica36 y emiten la propuesta de atender más a los medios masivos de

comunicación y apoyarse cada vez más en las CEB.37

Del mismo modo censuran la visión determinista, psicologista,

economicista, estatista y cientista del ser humano contra la versión integral

cristiana bajo la “dignidad y libertad de la Iglesia”.38 Piden un mayor control de la

catequesis y la religiosidad popular encauzada39, pero indican que se requiere

dinamizar los movimientos apostólicos, vgr. los parroquiales, las CEB40 y no

descuidar el campo, pero reformular la atención a los núcleos urbanos

industriales.41 El principal giro de timón sería empuñar una teología de la

32 Molina Meliá, Antonio, “El hecho religioso y su dimensión individual y social” en Molina Meliá, Antonio (coord.), Las libertades religiosas…, ibídem, p. 44.33 CEM, III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, Puebla, CEM, 1979, p. 55.34 Ibidem, p. 57.35 Ibidem, p. 58.36 Ibidem, p. 62.37 Ibidem, p. 66.38 Ibidem, p. 97.39 Ibidem, p. 118.40 Ibidem, p. 122.41 Ibidem, p. 123.

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predicación, no de la liberación,42 que en todo caso corresponde a los laicos, no a

los pastores (sacerdotes, ministros de unidad, diáconos).43Nunca se justifica el

crimen como camino de liberación44 y se debe distinguir la evangelización de las

ideologías, pues éstas últimas son parciales y pueden crear idolatrías. Sólo debe

apoyarse la doctrina social de la Iglesia45 y censurar las doctrinas de seguridad

nacional.46 Finalmente, se encarece la promoción de las CEB, según el espíritu de

Medellín47 y los criterios de la encíclica Evangelii Nuntiandi48, que en esencia

ordena el estricto apego al evangelio, así como el control eficaz de los laicos.49 La

opción preferencial por los pobres debe acometerse sin crear tensiones fuera de la

Iglesia50, puesto que desde Medellín se detectó una tendencia a la pauperización y

exclusión crecientes.51

Las conclusiones de la III CELAM tienen su origen en la encíclica

Populorum Progressio de Paulo VI, el aggiornamiento promovido por Juan XXIII en

el Concilio Vaticano II, el alejamiento de lo que Luhmann calificó como “desarrollo

parásito de la religión”52 que indujeron una mayor atención e involucramiento en lo

político, pero por la vía del evangelio, no por el partidismo.53 Se enfrenta una

realidad socioeconómica y se incorpora a lo religioso54 alejándose del pecado y

viendo por el bienestar comunitario, no de grupos particulares. Esto exige

militancia, pero evangélica,55 haciendo a los pobres artífices de su propia

liberación bajo la guía del clero, a través de la fe.56

En medio de este conflicto de ideas y posiciones ocurre la visita del Papa

Juan Pablo II a México, que no sólo era la primer visita de un Papa a este país, 42 Ibidem, p. 132.43 Ibidem, p. 133.44 Ibidem, p. 135.45 Ibidem, p. 136.46 Ibidem, p. 138.47 Ibidem, p. 155.48 Ibidem, p. 158.49 Ibidem, p. 178.50 Ibidem, p. 227.51 Ibidem, p. 238.52 Soriano Núñez, Rodolfo, En el nombre de Dios. Religión y democracia en México, México, IMDOSOC-MORA, 1999, p. 85.53 Ibidem, p. 93.54 Ibidem, p. 99.55 Ibidem, p. 103.56 Ibidem, p. 110.

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también traía una agenda del propio Vaticano que no era ajena a estas

controversias. Para comenzar, la Iglesia expresaba su deseo de ser universal, no

nada más de los pobres57 y dejar en claro que no sólo se busca la satisfacción

material, el lineamiento está en la Rerum Novarum58 y se tiene que respetar la

justicia. Según palabras de Juan Pablo II, la concepción cristiana de la liberación

pasa por el ciclo del perdón y la reconciliación59, no es retaliativa. En su discurso

inaugural de los trabajos de la CELAM a los sacerdotes, el 28 de enero de 1979,

dijo: “no sois dirigentes sociales, líderes políticos o funcionarios del poder

temporal. No debéis diluir el carisma en problemas temporales”.60 Y en la víspera,

la inauguración de la CELAM: “se han hecho interpretaciones contradictorias del

amor preferencial por los pobres, que no debe ser exclusivo”.61 A los delegados

del CELAM les espetó en la Palafoxiana: “se ha querido ver a Jesús como

comprometido políticamente, como luchador contra la dominación, incluso

implicado en la lucha de clases,62 como el subversivo de Nazareth; esto no se

compagina con la catequesis de la Iglesia. Se requiere el ciclo amor-perdón-

reconciliación, no la confrontación”. También señaló que las “relecturas” del

evangelio son frágiles e inconsistentes y que no ignoraba los problemas de

América Latina, pero que debían encararse a través de la promoción de la

dignidad humana, no de la confrontación.63

El Papa pronunció varios discursos durante su estancia en México, pero por

su importancia y el público a quien lo dirigió, resalto los siguientes detalles:

En la Inauguración de la III Conferencia General del Episcopado

Latinoamericano, pronunciado el 27 de enero de 1979 en la Basílica de

Guadalupe, hace una semblanza de la historia de la Iglesia en América Latina y

recuerda que tras cinco siglos de evangelización, casi la mitad de toda la Iglesia

se encuentra en el pueblo latinoamericano, formando una identidad propia64, con

57 Arizmendi, Felipe, Así piensa Juan Pablo II, México, Librería Parroquial de Clavería, 1990, p. 64.58 Ibidem, p. 87.59 Fernández, Juan M. (comp.), La palabra del Papa en México, México, el autor, 1979, p. 45.60 Ibidem, p. 79.61 Ibidem, p. 105.62 Ibidem, p. 121.63 Ibidem, p. 130.64 Ibidem, p. 103.

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lo que reconoce la singularidad e importancia de esta región, aceptando una

diferencia con el resto del mundo católico. Hace memoria de la II CELAM y sus

conclusiones que, apunta, señalaron que el amor hacia los pobres debe ser

preferencial, pero no exclusivo, y reflexiona que esta década quizás permitió

interpretaciones distintas, no siempre claras, de esas afirmaciones,65 pero ahora

pide por que los laicos actúen de acuerdo a la ley de Jesucristo para que su

principal meta sea su salvación y la tierra sea más humana.66

Al día siguiente, en el Seminario Palafoxiano de Puebla dijo una homilía en

la que señaló a las familias que “sufren los resultados más negativos del

desarrollo”, que viven no sólo en la pobreza, sino en la miseria y en condiciones

inhumanas, que él quisiera decirles una palabra de aliento que aumentara la

“sencilla alegría de los pobres”, pero les pide que no se desanimen y que, “sin

tener el lujo por ideal, ni la riqueza como principio de felicidad” busquen con la

ayuda de todos [no dijo quiénes] superar las dificultades y esperar días mejores,

encareciéndoles no acrecentar su privaciones con “la amargura o la

desesperación”, asegurándoles que “las ama con delicadezas de Padre”.67 Pero el

mismo día, a los Delegados de la III CELAM les espetó al iniciar sus trabajos que,

de hermano a hermanos les conminaba a discernir serenamente, con oportunidad

crítica y clara toma de posición las conclusiones de la II CELAM, sin olvidar que

existen interpretaciones incorrectas de las mismas y que deberán ajustarse a la

guía del Evangelii Nuntiandi de Paulo VI al efecto.68 Les recordó que, antes que

nada son pastores, que no están congregados “como un parlamento de

políticos”,69 que su cristología debe ser sólida y que todo el que anuncie un

evangelio distinto sea anatema,70 como las relecturas del evangelio que confunden

y se comunican temerariamente como catequesis. Les recuerda que Jesús no

acepta la posición de quienes mezclaban las cosas de Dios con actitudes

meramente políticas, recordándoles su misión más profunda, consistente en la

65 Ibidem, p. 105.66 Ibidem, p. 107.67 Ibidem, p. 116.68 Ibidem, p. 118.69 Ibidem, p. 119.70 Ibidem, p. 120.

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salvación integral que pasa por un amor pacificador, el perdón y la reconciliación71

que tiene que pasar por la concordia y unidad, siendo la Iglesia el factor de

integración; cualquier mutilación o acentuación inadecuada es ajena a la

evangelización y es pretexto para una “piedad falsa”72. Que Cristo es pleroma,

pero que, siguiendo a Cipriano, no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a

la Iglesia por Madre, y eso exige fidelidad y confianza y adhesión a los

documentos del Concilio73 que señalan que al evangelizar no hay sujeción a

poderes discrecionales e individualistas, sino a una comunión eclesial. Que los

compromisos sociopolíticos son secularistas y no necesariamente coinciden con la

salvación en Jesucristo74, pues la visión parcial del hombre, sea económica,

biológica o síquica es alienante. Para eso exhorta a la unión episcopal75 y de éstos

con su laicado y con su clerecía, siendo los primeros quienes agrupados en

organismos del apostolado deben consagrar el mundo a Cristo.76 La Iglesia se

hace presente en la defensa de la dignidad del hombre, pero aunque se

identificará con los desheredados, defenderá su integridad, no sólo lo material,

sino todos los Derechos Humanos.77 Respecto a la propiedad privada, la Iglesia

reconoce que grava una hipoteca social que debe redimir con la predicación,

siempre protegiendo la paz, pero aclara que una vida digna no se limita a tener

más, sino a aspirar a ser más.78 Ante la violencia, la única arma de la Iglesia es la

evangelización, para transformar el corazón del hombre,79 evitando

reduccionismos y ambigüedades, pues de lo contrario la Iglesia perdería su

significación más profunda y se prestaría a que su mensaje fuera acaparado por

los partidos políticos.80 Dice que los fieles humildes y sencillos distinguen cuándo

71 Ibidem, p. 121.72 Ibidem, p. 122.73 Ibidem, p. 124.74 Ibidem, p. 125.75 Ibidem, p. 127.76 Ibidem, p. 129.77 Ibidem, p. 130.78 Ibidem, p. 132.79 Ibidem, p. 133.80 Ibidem, p. 134.

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la iglesia sirve al evangelio, y cuándo a otros intereses, por eso se debe ser fiel a

la doctrina social de la Iglesia, lo que vale particularmente para los laicos.81

A los representantes de las Organizaciones Católicas Nacionales los recibió

el 29 de enero en la delegación apostólica y les dijo que se habían abierto

renovadas expectativas y vastas exigencias para su acción derivadas del decreto

“Apostolicam Actuositatem”, que en esencia señalaba que apreciaba sus formas

asociativas afines al ser comunitario de la Iglesia y las exigencias de la

evangelización, y que les refrendaba la petición de doble fidelidad, a esas

asociaciones y al Magisterio de la Iglesia para que atestiguaran valientemente a

Cristo.82 Les recordó la Carta Magna de la evangelización, el “Evangelii Nuntiandi”,

y les dijo que su base eran las CEB para enfrentar los “mundos” emergentes y

complejos de los intelectuales y universitarios, del proletariado y los tecnócratas,

les pidió que guiaran a la juventud fuera del consumismo y la ideología.83

La postura del Papa era muy clara, pero no estuvo libre de interpelaciones,

pues en su visita un miserable zapoteca le dijo: “…nosotros los pobres de

Latinoamérica somos la esperanza de la Iglesia. Pues mira cómo vive esa

esperanza”.84 A pesar de lo cual su consejo iba en el sentido de censura de que la

Iglesia no debería de apartarse del evangelio e incurrir en lo político que, aunque

planteó como paradoja, quedó bastante clara.85 El contexto comunitario de la CEM

incluía el mensaje del Papa,86 que concordaba con el Vaticano II y la encíclica

Centesimus Annus, que alerta contra el favoritismo de grupos sectarios o de élite,

otro aspecto son las crisis económicas y sus consecuencias y la pérdida de la

vigencia del modus vivendi. Los obispos y prelados son pastores que cuidan a

todas las ovejas, no a unas cuantas.87

En la idea de muchos quedó que la intención del Sumo pontífice era poner

un alto a la expansión de los movimientos que simpatizaban con la Teología de la

Liberación, pero no hay nada explícito en los documentos consultados.

81 Ibidem, p. 135.82 Ibidem, p. 145.83 Ibidem, p. 146.84 Ceballos Ramírez, op. cit., p. 257.85 Ibidem, p. 262.86 Soriano Núñez, op. cit., p. 199.87 Ibidem, p. 206.

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En este contexto se inserta la propuesta del Partido Comunista Mexicano

que a cinco meses de iniciado el gobierno de José López Portillo propone la

restitución de los derechos electorales de los prelados como parte fundamental de

la apertura democrática que ofrecía el gobierno.88 Como se dijo, la reacción

eclesiástica para nada fue uniforme. En esencia, de acuerdo con los lineamientos

arriba expresados por la parte más elevada de la curia, se argumentaba que los

fieles de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política.89 Ya Paulo

VI, en el Sínodo Episcopal de 1974 había afirmado: “Hay en la Iglesia una

conciencia renovada de la justicia en su ministerio” y Juan Pablo II completó

después: “No sería verdaderamente digno del hombre un tipo de desarrollo que no

respetara y promoviera los derechos humanos personales, sociales, económicos y

políticos, incluidos los derechos de las naciones y de los pueblos”.90

En este sentido, la respuesta del Episcopado Mexicano, mediado por la

intervención del Delegado Apostólico, sin duda fue colegiada, como se puede

reconocer en los siguientes comunicados. Las aclaraciones destacan que no se

abandona la obligación de velar por el bienestar del Pueblo, pero que esta

actividad es universal, no coyuntural. Cualquier desviación a título personal no

corresponde a toda la comunidad de la Iglesia, que reconoce la titularidad del

Estado para instrumentar los métodos que considere necesarios para alcanzar sus

fines de procuración del bienestar comunitario, en tanto no esté reñido con las

enseñanzas evangélicas.

88 Danéz Rojas, op. cit., p. 222.89 Bonnín Barceló, Eduardo, “Laicos con responsabilidades públicas”, La Cuestión Social, año 19, n° 1, ene-mzo 2011, p. 23.90 Ibidem, p. 25.

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COMUNICADO CONJUNTO DEL DELECADO APOSTOLICO EN MEXICO y DEL SECRETARIO

GENERAL DE LA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO

Los Sacerdotes no deben opinar sobre política electoral, la que está reservada

exclusivamente al gobierno y a los partidos y asociaciones políticas nacionales.

Por otra parte y dentro del campo espiritual que les corresponde a los sacerdotes,

éstos no pueden eludir las cuestiones que afectan al bienestar del pueblo y por lo mismo

las opiniones que sobre este particular se emitan, no deben entenderse como crítica al

gobierno o a la legislación nacional.

Las declaraciones de los sacerdotes, contrarias a estos lineamientos, no

representan el punto de vista del Episcopado Mexicano, que actúa con respeto pleno al

marco jurídico del país y de las instituciones nacionales que el pueblo se ha dado para

gobernarse. México, D.F., 27 de julio de 1981.

Jerónimo Prigione. Delegado

Apostó1ico

Genaro Alamilla Arteaga Secretario General de la Conferencia del Episcopado

Mexicano91

91 Prigione, Girolamo, Alamilla, Genaro, “Comunicado conjunto”, DIC, año IX, n° 32 y 33, 6 y 13 de agosto de 1981, p. 570.

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El Episcopado Mexicano también se pronunció:

MENSAJE DEL EPISCOPADO MEXICANO SOBRE EL PRÓXIMO PROCESO

ELECTORAL: PUNTOS MÁS

IMPORTANTES.

l. Los obispos no estamos influenciados por algún partido o ideología. No buscamos poder político alguno.

2. La participación política es una de las formas más nobles de

comprometerse al servicio de los demás.

3. La Iglesia impulsa a los cristianos al compromiso político.

4. Es un deber de los cristianos participar en la vida política.

5. La política en sentido amplio mira al bien común tanto nacional como internacional. En este sentido es competencia de todos.

6. La realización concreta de las tareas políticas fundamentales se hace a través de los partidos políticos.

7. Por nuestra misión de Promotores de unidad, los sacerdotes hemos renunciado a comprometernos en cualquier política partidista.

8. En torno a la sucesión presidencial suelen existir presiones de origen nacional e internacional.

9. El voto ha de ser considerado como obligatorio en conciencia.

10. Los católicos son libres en sus opciones políticas sin más límite que las exigencias de su fe y los principios del Evangelio.

11. Es un deber ineludible de todos los católicos mexicanos el actuar eficazmente y con crecido interés durante todo el próximo proceso de renovación del Poder Ejecutivo Federal.

12. Por parte del Estado, debe garantizarse a los ciudadanos la libertad plena en el ejercicio de su derecho de elegir.

El mensaje fue presentado a los Medios de Comunicación el miércoles 9 de septiembre de 1981 a las 11 de la mañana en la Curia de la Arquidiócesis de México por Mons. Genaro Alamilla Arteaga, Secretario General del Episcopado Mexicano.92

92 EM, “Mensaje del Episcopado Mexicano sobre el próximo proceso electoral”, DIC, año X, n° 37, 10 de septiembre de 1981, p. 652.

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Tenemos entonces una reacción de unidad del cuerpo eclesiástico en estas

manifestaciones que refiero, pero no eran todas las que se expresaban en ese

momento, aunque sí las que traigo a colación para dilucidar qué entiende la Iglesia

cupular por política y qué les expresó el Papa en su mensaje, secundado por la

alta jerarquía episcopal.

Conclusión

La Iglesia entiende como una de sus prioridades el cuidar de toda la

comunidad y para ello mantiene un papel proactivo que es irrenunciable y que con

ese carácter deben compartir sus afanes los demás miembros de la comunidad.

Como institución que abarca feligresía y clerecía, no asume un papel de juez de

su grey, pero la invita a reflexionar sobre la obligación de procurarse unos a otros

en un esfuerzo mancomunado por alcanzar la salvación.

Ante las injusticias derivadas de las desigualdades socioeconómicas se

esfuerza por promover el perdón y la reconciliación, nunca con una intención de

confrontación, menos de retaliación. La Iglesia no busca satisfactores materiales,

sino la salvación de las almas y su visión es universal y trascendente, por lo que

no está limitada, como el Estado, a buscar esencialmente la satisfacción de las

necesidades materiales para alcanzar el bienestar comunitario.

En esta labor, cada miembro del cuerpo eclesiástico tiene una tarea. A los

obispos les corresponde dirigir, colegiadamente, bajo la doctrina; a los prelados

difundir el evangelio entre los fieles, sin reinterpretarlo, y a los laicos agruparse

para extender estas enseñanzas hasta hacerlas prioritarias para toda la sociedad

y ser fieles a la Iglesia y a sus comunidades apostólicas, es decir, a ellos les obliga

una doble fidelidad.

En la persecución de sus fines, es normal que el estado se dirija a grupos

particulares y se agrupe en afinidades de intereses que faciliten su logro, pero

nunca debe olvidarse que sus fines y métodos son sustancialmente distintos de

los que persigue la Iglesia. La diferencia es fundamental para comprender qué

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significa política para cada uno de ellos. Para el Estado denota integrar un equipo

homogéneo, ideológicamente afín, que le permita instrumentar estrategias que

beneficien secundariamente a toda la comunidad, en el caso ideal, pero sus logros

deben ser tangibles y concretos y es completamente válido que para tal efecto se

agrupe excluyendo disidencias, es decir, fomenta una racionalidad formal,

eficientista, utilitaria, en la que el fin justifica los medios. La Iglesia, en cambio,

tiene como meta ayudar a todos y cada uno a alcanzar su salvación, para ello se

vale del cuidado y la propagación de la fe y la reforma de las costumbres y sus

metas son sustantivas, determinadas por fines éticos que permiten sólo medios

afines a esa ética, siempre bajo el cobijo de la religión. La expresión de ambas

instituciones hacia la comunidad, es decir, la política, tiene contenidos

completamente diferentes para cada una; para la Iglesia la participación en la

misma, en sus términos, es obligatoria para todos sus miembros, para el Estado

sólo cuentan los que comparten el mismo proyecto de gobierno, por eso la Iglesia

es universal y el Estado partidista. Las desviaciones que miembros de ambas

comunidades han expresado a lo largo del tiempo no representan los propósitos

de cada institución, como comunidad, cuando se trata de ver por el bienestar

colectivo. Mientras no se perciba esta diferencia abismal, se perpetuarán los

malos entendidos cuando de ir hacia la sociedad se trate.

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