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Capitalismo y Prosperidad
Tres casos históricos
Por Bambino
Introducción
"Nadal y Federer me han obligado a mejorar. Esa rivalidad ha sido esencial
para el deporte. Ellos dominaban cuando Andy (Murray) y yo llegamos. Antes
no estaba contento de haber coincidido con ellos, pero luego me dije que había
que mejorar, ser más fuerte para ganarles, luchar contra esos dos grandes
campeones y eso hizo que mi nivel se incrementara". Estas palabras de Novak
Djokovic son un ejemplo contundente de lo que logra la competencia en todos
los niveles. A casi nadie se lo ocurriría proponer que un tenista, por ser mejor
que el resto, debería jugar con los ojos vendados para igualar sus capacidades;
o hacer que un equipo que es muy superior juegue con menos integrantes para
darles más opciones a su adversario de menor nivel. Es más la gente disfruta
de la competencia entre atletas, los concursos televisivos en los que aquellos
que tienen más conocimientos y habilidades se imponen sobre otros que no
llegan a ese nivel o las entregas de premios a los mejores en sus disciplinas.
La pregunta es por qué esta misma lógica no se aplica en el ámbito de las
relaciones sociales, y más específicamente en la economía, siendo que esto es
lo que permite alcanzar un mejor nivel de vida para la gran mayoría de las
personas, como ha quedado demostrado en aquellas sociedades en las que la
existencia de un mercado libre permite que haya mayor generación de riqueza
para un mayor número de personas.
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Lamentablemente, el proceso de creación de riqueza ha sido poco
comprendido por la mayoría de la gente y, especialmente, por las clases
dirigentes. De manera equivocada, se cree que la riqueza está disponible en la
naturaleza y que el problema de la pobreza se resuelve con una distribución
eficiente; de manera equitativa o igualitaria entre todas las personas, para de
este modo tener justicia social. Así, la función principal del gobierno sería la de
actuar como un gran agente redistribuidor de riqueza para lograr la felicidad de
todos. Lo que no tienen en cuenta, los que así piensan, es que la riqueza que
existe en el presente no se creó de la nada, sino que fue producto del
surgimiento del sistema capitalista que a comienzos del siglo XIX de la mano
de la revolución industrial, produjo una riqueza nunca antes vista ni imaginada.
Por el contrario, los redistribucionistas creen que la riqueza siempre existió y
que el problema está en la distribución de la misma. Esta idea, generó una
serie de incentivos negativos que hizo, que en muchos países en los que
todavía no se había creado riqueza, se detuviera el proceso de cambio y las
posibilidades de progreso que se venían experimentando desde mediados del
siglo XIX en las sociedades más avanzadas. Fue así, que a través de los
medios masivos de comunicación –creados por las mismas sociedades
capitalistas que tanto critican- los gobiernos aprovecharon para difundir la idea
equivocada de que el problema de la pobreza se solucionaba con la
redistribución, sin hacer énfasis en la creación.
Una explicación de este fenómeno, es que existe en los seres humanos la idea
de que alguien nos va a proveer los medios de satisfacer nuestras
necesidades. Como señala Bertrand de Jouvenel, desde niños somos
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educados en un sistema en el que siempre los adultos están pendientes de
nosotros y que en última instancia, sin importar cuál haya sido nuestro
comportamiento, en situaciones de peligro o necesidad nuestros padres
siempre estarán allí para socorrernos. Esta sensación de que el poder superior
vendrá al rescate se transfiere también a la autoridad política, esperando
siempre que venga a ayudarnos cuando nuestras necesidades están
insatisfechas.1 De este modo, a medida que el individuo crece se presenta una
tensión constante entre la búsqueda de libertad y la necesidad de asistencia
por parte de terceros. Desde los comienzos de la humanidad el hombre ha
buscado –a la vez- formas de liberarse de los límites exteriores al tiempo que
necesita vivir en comunidad para potenciarse como tal. De manera que, no
tardan en aparecer las tensiones inherentes al hombre, como ser la búsqueda
de libertad y los límites que vienen desde el contexto que lo rodea. Por un lado,
queremos hacer y disponer de nuestra persona como mejor nos parece; y por
el otro, dependemos del marco social en el que nos encontramos. Por esta
razón, es inevitable que el ejercicio de nuestra libertad siempre encuentre un
límite.
La cuestión a analizar es dónde está el mismo. En este sentido, la regla de oro
reza: “mis derechos terminan donde comienza el de los demás”. Claro que en
un mundo, donde a lo largo de la historia, casi siempre se ha impuesto el más
fuerte, se hace difícil acceder a consensos donde se respeten los derechos
individuales. Es más, podríamos decir que los casos donde estos estuvieron
1 de Jouvenel, Bertrand, 2000, The Pure Theory of Politics, Liberty Fund: Indianapolis, pp. 64-68
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plenamente en vigencia han sido los menos. De todos modos, a manera de
aproximación podríamos decir que en aquellas naciones donde hubo mayores
grados de libertad fue posible una mayor generación de riqueza, la cual tarde o
temprano terminó por mejorar las condiciones de vida de sus integrantes.
El objetivo de este ensayo es mostrar que en aquellas sociedades donde esos
límites fueron menores y la libertad mayor, ésta no solo se pudo aplicar a la
consecución de los objetivos individuales de cada persona, sino que a su vez
posibilitó un mayor grado de desarrollo económico que nos permitió acceder a
más cantidad de bienes y servicios, los cuales hicieron nuestro paso por este
mundo un poco más confortable. Para mostrar cómo es este proceso,
tomaremos algunos casos emblemáticos de la historia para mostrar cómo la
generación de riqueza estuvo íntimamente ligada a mayores grados de libertad
y a un orden espontáneo que facilitó el intercambio de ideas y bienes que no
solo beneficiaron a los emprendedores, sino especialmente a los consumidores
a los que estaban dirigidos estos bienes. De alguna manera, en todos estos
casos se aprecia claramente la famosa sentencia de Adam Smith con respecto
a la mano invisible.
Para señalar cómo el progreso y la libertad van de la mano, analizaremos tres
casos históricos donde se aprecian el momento de creación de riqueza y su
íntima relación con un sistema de libre competencia. A su vez, estos tres casos
nos sirven para mostrar cuál ha sido la ruta de la libertad, y por qué la mayor
riqueza y creatividad estuvieron presentes en determinados momentos de la
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historia y con una ubicación geográfica determinada. El primer caso es el de la
aparición de los mercaderes medievales europeos; el segundo, es el caso de la
revolución industrial en Inglaterra; y el tercero, es el de Estados Unidos al
momento de su despegue económico en la segunda mitad del siglo XIX. A lo
largo de este derrotero, se podrá apreciar claramente que existe un camino de
libertad que siguen los emprendedores que necesitan actuar sin restricciones a
la hora de iniciar el proceso creativo, que por cierto nunca asegura el éxito sino
solamente la posibilidad de la búsqueda del mismo.
CASO 1: LA EDAD MEDIA, del manor al mercado.
“Sea cual fuere el origen de los grandes mercaderes medievales, una cosa es cierta: su poderío económico va unido al desarrollo de las ciudades, centro de sus negocios.”2
Generalmente cuando se habla de la Edad Media se suele referir a un período
oscuro en el cual casi toda Europa se vio signada por siglos de atraso y de una
economía rural de subsistencia. Pero en realidad, este período que abarca casi
mil años, entre el 500 y el 1500 de nuestra era, tuvo una etapa en la cual a
partir del siglo XII comenzó a desandar un proceso de recuperación económica
–que algunos autores asocian con el pre-capitalismo- impulsado por una
reactivación del comercio y el resurgimiento de las ciudades, en el cual cumplió
un rol fundamental la burguesía. Esta clase social, se sumó a las dos
existentes hasta ese momento como lo eran la nobleza y los campesinos. La
burguesía aportó un ímpetu innovador a la Edad Media que hizo que la misma
2 Le Goff, Jacques, 1980, Mercaderes y Banqueros en la Edad Media, EUDEBA: Buenos Aires, p. 54
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pudiera subdividirse en dos períodos bien marcados como ser: la Alta Edad
Media y la Baja Edad Media, con su punto de inflexión en el siglo XII.
Precisamente en ese momento terminan las invasiones de los pueblos del
Este, dando paso a una lenta pero constante recuperación del comercio,
primero con el surgimiento de las ferias y luego con la reactivación de las
ciudades, en las que los burgueses desarrollarían su actividad comercial y
política.
Fueron precisamente los mercaderes medievales los que introdujeron una serie
de cambios y mejoras que impulsarían una revolución en el mundo de los
negocios, contagiando su espíritu innovador al mundo del conocimiento y las
artes. Su ámbito de acción fue el burgo, en el cual el burgués dio rienda suelta
a ese espíritu, liberándose de las tradiciones y costumbres de la sociedad
feudal. El mercader medieval retomó una vieja tradición de comercio con el
Lejano Oriente que se había perdido a la caída del Imperio Romano de
Occidente y con ello entró en contacto con nuevas ideas y modos de pensar la
sociedad. De hecho, un factor fundamental para este cambio fue la adopción
del fin de lucro como algo que era positivo para el desarrollo de la actividad
comercial. Claro que para que ello fuera posible debieron contar con algún tipo
de aceptación por parte de los reyes, que por aquellos años buscaban
recuperar parte del poder cedido a los señores feudales, en este sentido los
mercaderes que comenzaron a generar riqueza fueron funcionales al poder
real, ya que para obtener libertad y autonomía dentro de las ciudades, pagaban
impuestos a los reyes. Así, cuanto mejor les iba a los burgueses más ganaban
los reyes. Lentamente, ganar dinero dejó de ser mal visto y ello motivo la
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adopción de nuevos instrumentos que facilitarían las tareas de los burgueses,
quienes buscaron mejorar su eficiencia para generar mayores volúmenes en
sus intercambios. Todo esto, provocó un gran crecimiento de las ciudades y las
economías regionales en Europa.
Liberado el potencial creador de los burgueses, éstos no tardaron en introducir
mejoras de todo tipo en la sociedad. Movidos por el afán de generar más
riquezas promovieron cambios e innovaciones que terminarían por impulsar a
Europa a salir de un encierro de casi ocho siglos para ir a conquistar el mundo.
Los cambios que impulsaron no solo se vieron reflejados en el comercio sino
que también afectaron las relaciones en el ámbito rural. Al retomar el contacto
con mercados lejanos, se incentivó la producción de excedentes agrícolas para
poder ser comercializados, esto motivó la introducción de mejoras en la
explotación del campo, generando más alimentos para la población y para el
comercio. A su vez, los campesinos que hasta ese momento estaban atados a
la tierra y al señor feudal, ahora encontraban nuevos ámbitos en los cuales
desempeñarse como la ciudad; lo cual los liberó de la servidumbre señorial, ya
que podían migrar a nuevas tierras pacificadas que les permitía producir para
vender en la ciudad. Por su parte, aquellos que vivían en los burgos fueron
introduciendo mejoras que facilitaron la actividad comercial. Desde 1200 en
adelante vemos la aparición de las sociedades comerciales, las compañías de
seguros, el sistema de partida doble, la letra de cambio, la introducción del
crédito comercial y la adopción de los números arábigos. Todo lo cual, estuvo
acompañado por mejoras en los sistemas de navegación, tanto por la
modernización de las naves como de los instrumentos que éstas utilizaban
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como la brújula magnética, el astrolabio, el catalejo y el estudio de las
corrientes marinas y la astronomía.
Todos estos cambios y adelantos tecnológicos no fueron producto de la
decisión de un príncipe o un rey, sino que fue producto de la interacción libre
de los comerciantes con sus pares de otras culturas. De hecho, muchas de
estas herramientas fueron tomadas de los comerciantes árabes con los que
interactuaban regularmente, en este caso las diferencias religiosas no
representaban un obstáculo. En el mundo de los negocios, uno se ocupa por la
eficiencia y la mejora permanente, con lo cual el emprendedor está atento para
ver qué cosas puede tomar o copiar para mejorar la eficiencia de su negocio.
Para ello fue crucial que estos mercaderes burgueses gozaran de mayores
grados de libertad que el resto de sus contemporáneos. La ciudad medieval fue
el ámbito en el que los burgueses pudieron desarrollar su espíritu
emprendedor. Un gran adelanto fue el establecimiento de escuelas burguesas
que promovieron el método de ensayo y error, abandonando el método basado
en el principio de autoridad que se utilizaba en la educación tradicional. Los
mercaderes necesitaban verificar empíricamente sus conocimientos, ya que en
ello les iba el éxito de sus emprendimientos. Todo esto, desató una oleada de
artesanos dedicados a buscar nuevas explicaciones al mundo en que vivían.
Ya no bastaban los escritos del pasado, si no que todo se puso en duda, dando
paso a una corriente de pensamiento como el humanismo, cuyo correlato
artístico sería el renacimiento. Esta nueva actitud produjo la secularización del
conocimiento, el cual fue quitado del monopolio que hasta ese momento ejercía
la Iglesia, así el hombre liberado de sus ataduras ancestrales comenzó a
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manifestarse sobre casi todos los temas. Esto, lógicamente, despertó la
reacción de la Iglesia que a través de su influencia en el poder político
comenzaría a prohibir la publicación de aquellos textos que pudieran
comprometer su autoridad religiosa. Así, al poner límites a la expansión del
conocimiento, terminarían por empujar a los hombres de negocios y ciencias
hacia otras tierras donde hubiera más libertad.
Si observamos la región del Norte de Italia por aquellos años, vemos que
gracias a estos burgueses se convirtió en la zona más próspera y adelantada
de su época. Las mentes más brillantes se concentraron allí, junto con las
mayores fortunas y los mejores artistas. Este fenómeno no fue casualidad sino
que fue producto de la libertad de la que gozaron estos mercaderes y del
contacto que tuvieron con otras civilizaciones, todo lo cual les permitió
progresar a un ritmo que no se había visto en los siglos precedentes, cuando
Europa se encontraba encerrada en sí misma y los niveles de libertad individual
eran muy bajos. Es interesante observar que este cambio no fue producto una
transformación racial o religiosa; sino que era la misma gente, en la misma
región pero con más libertad, más incentivos y mayor contacto con el exterior.
Es decir, que se dieron las condiciones para que el orden espontáneo surgiera
y liberara la capacidad creadora de los mismos individuos que durante siglos
vivieron en la pobreza por estar en una sociedad cerrada. Génova, Venecia,
Florencia y Pisa, fueron centros culturales y comerciales por excelencia en
aquellos años. Aprovecharon su posición estratégica entre el Norte de Europa y
el Cercano Oriente para tomar lo mejor de ambos mundos y aplicarlo a los
negocios, el conocimiento y las artes.
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Todo este proceso de acumulación y difusión de conocimiento fue potenciado
espectacularmente a inicios del siglo XVI con la difusión de la imprenta de tipos
móviles desarrollada por Johannes Gutenberg en 1455. Esta máquina, fue uno
de los inventos más revolucionarios en la historia de la humanidad, comparable
con lo que representa internet y la telefonía móvil en nuestros tiempos. La
imprenta liberó la imaginación, potenció el conocimiento y permitió la
publicación de nuevas ideas sin las restricciones religiosas y políticas de la
época. De todos modos, las autoridades de ese entonces no se quedaron de
brazos cruzados y comenzaron a impulsar listas de libros prohibidos, para
acallar las voces que aparecían para cuestionar a la autoridad, las tradiciones y
los conocimientos aceptados hasta ese momento. Pero más allá de los intentos
por controlar las publicaciones, éstas se siguieron realizando, en algunos casos
en forma clandestina en otros los autores decidieron migrar a tierras donde
hubiera más libertad para poder seguir en la búsqueda de nuevos
conocimientos y darlos a conocer. Una vez que la imprenta hizo su aparición el
cambio ya no se podría detener a lo sumo se lo retrasaría, perjudicando a la
sociedad donde se impusieran más controles. Por su parte, los emprendedores
económicos y del conocimiento seguirían el camino de la libertad que los
conduce a donde la autoridad es más limitada, otorgándoles mayores
posibilidades de progreso.
Paradójicamente, la aparición de la imprenta a mediados del siglo XV, produjo
una revolución en la generación y difusión del conocimiento que como
contrapartida hizo que los controles sobre lo que se publicaba fueran cada vez
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más estrictos. Los cambios que se venían gestando desde hacía un par de
siglos ponían en jaque todo el esquema político y religioso que había sido el
sustento de la sociedad medieval. Especialmente lo relacionado con el
desarrollo de la economía y de un sistema político basado en el esquema de
los tres órdenes: nobleza, iglesia y tercer estado, que incluía a los campesinos
y los burgueses. Fueron precisamente estos últimos los que impulsaban
mayores grados de libertad para poder llevar adelante sus actividades
comerciales. Y si bien, las mejoras económicas no se podían negar, por otro
lado y como una consecuencia no deseada, aparecían nuevas ideas que
ponían en duda todo el cuerpo de creencias de la sociedad medieval,
especialmente por la autoridad religiosa, la cual además, en esos años, estaba
atravesando la crisis que representó el cisma protestante. Así, la reacción fue
la de aferrarse a la tradición, impulsando la censura sobre todas aquellas
publicaciones que pusieran en duda su autoridad, aunque ello implicara acallar
las voces de astrónomos y científicos, cuyos avances podrían ser aplicados
para generar más riqueza.
Así las cosas, el próspero Norte de Italia encontró cada vez más obstáculos en
su camino de progreso. Lentamente, lo que fuera la cuna del renacimiento con
el avance de la tecnología, el comercio, las artes y la literatura, se vio
intervenida por los controles a la libertad de pensamiento y el intento de los
políticos de hacerse con la espectacular riqueza que habían generado los
burgueses. Así las cosas, a éstos no les quedó otra alternativa que buscar
nuevas oportunidades de desarrollo en regiones que tuvieran grados de
libertad similares a los que habían gozado hasta ese momento. De manera tal,
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que comenzó una migración de talento hacia el norte donde el poder político
era más limitado y la libertad más amplia. Los Países Bajos sería el destino de
los emprendedores y científicos, los cuales atraídos por las condiciones
favorables, llegaban desde distintos lugares de Europa buscando la posibilidad
de seguir desarrollando sus habilidades y conocimientos sin interferencias de
las autoridades políticas y religiosas, dando inicio a la expansión de ultramar y
el progreso económico que gozarían en los siglos XVII y XVIII; al tiempo que el
Norte de Italia veía cómo disminuía su influencia por la restricciones a la
libertad individual y el consecuente éxodo de sus emprendedores.
CASO 2: INGLATERRA, el gobierno limitado y la Revolución Industrial.
“Rara vez suelen juntarse las gentes ocupadas en la misma profesión u oficio, aunque sólo sea para distraerse o divertirse, sin que la conversación gire en torno a alguna conspiración contra el público o alguna maquinación para elevar los precios. En rigor, es imposible impedir esas reuniones por medio de una ley viable, o que sea compatible con la libertad y la justicia. Pero si la ley no puede impedir que las gentes de la misma profesión se reúnan algunas veces, por lo menos no debe hacer nada para facilitarlas, y, mucho menos, para convertirlas en necesarias.”3
Se suele de decir que el capital busca seguridad y libertad. En consecuencia,
los emprendedores -que son los verdaderos creadores del mismo- son los que
llevan a cabo esa búsqueda. La explicación de por qué en algunas sociedades
hay riqueza y en otras no, está dada por la existencia de estos emprendedores.
Éstos surgen en aquellos lugares donde la libertad individual y el derecho de
propiedad están claramente establecidos y cuando ello no es así, pues
3 Adam Smith, 1987, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Fondo de Cultura Económica: México, p. 125
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entonces la ocurrencia de los mismos se ve seriamente limitada. Esto no
implica la inexistencia de emprendedores, pero sí la limitación de los mismos
en cuanto a la cantidad de riqueza que puedan crear. Cuanto mayor es el
grado de libertad y de seguridad jurídica mayor será la posibilidad de creación
de riqueza. Como muestra el párrafo de Adam Smith que da inicio a este caso,
esto no implica que los emprendedores busquen competir a toda costa, por el
contrario si se les da la oportunidad de obtener rentas extraordinarias gracias al
favor del gobierno lo harán, por eso es crucial la libertad de entrada y salida del
mercado para que nuevos competidores puedan desarrollar su tarea creadora.
De alguna manera, esto se asocia con la cita de Novak Djokovic en la que el
tenista sostiene que al principio hubiera preferido no tener que competir con
grandes campeones como Nadal y Federer. Claro que como él no pudo evitar
esa competencia, finalmente gracias a ella se convirtió en un mejor jugador de
lo que hubiera sido. Es por esta misma razón que la competencia en un
mercado desregulado y abierto son claves en el proceso de creación de
riqueza, ya que los emprendedores deben competir unos con otros por el favor
de los consumidores.
Como vimos al final del Caso 1, las condiciones que posibilitaron el
extraordinario crecimiento en el Norte de Italia comenzaron a cambiar hacia
mediados del siglo XVI, lo que produjo una emigración de emprendedores y
hombres de ciencias hacia el norte de Europa. Podríamos decir que se abría
una nueva ruta de generación de riqueza e innovación. Los controles que se
fueron imponiendo en las ciudades estado italianas, junto al descubrimiento de
América y la presencia cada vez más inquietante del Imperio Turco en el
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Mediterráneo, hicieron que el epicentro del mundo comercial y tecnológico se
desplazara primero hacia los Países Bajos y de allí a las Islas Británicas donde
tendría lugar la primera revolución industrial. Se respiraba en aquellas tierras
mayor libertad en todo sentido. De alguna manera, esto estaba sustentado en
la ausencia de una autoridad política y religiosa fuerte que pudiera imponer sus
condiciones de manera arbitraria a los nobles y la alta burguesía. No menos
importante es que en esos países había triunfado la reforma religiosa que al
desconocer la autoridad de Roma y favorecer la lectura de la biblia de manera
individual, provocó una externalidad positiva como ser la alfabetización de gran
cantidad de personas, que de no haber sido impulsadas por la necesidad de
leer las sagradas escrituras, seguramente hubieran demorado mucho más su
aprendizaje de lectura. Así, una vez que la población tuvo la posibilidad de leer,
se le abría todo un mundo a otras disciplinas que luego se verían reflejadas en
la revolución científica del silgo XVII. Como sostiene Max Weber en La ética
protestante y el espíritu del capitalismo, no es que la Reforma tuviera ese
objetivo pero sí que sin querer contribuyó a esos cambios, ayudado
principalmente por la existencia de gobiernos más limitados, mayores grados
de libertad y textos más accesibles gracias a la imprenta.
Por lo general, cuando se habla de la revolución industrial se suele hacer
hincapié en la explotación de los obreros, especialmente de las mujeres y los
niños; así como también se hace referencia a las interminables jornadas
laborales y las condiciones insalubres de los lugares de trabajo. Y si bien todo
eso es cierto, no lo es menos que esas eran las condiciones de trabajo que
habían predominado a lo largo de la historia para las clases más bajas, que en
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el período previo a la revolución industrial superaba el 80% de la población. La
realidad, es que no solo la revolución no produjo esas condiciones si no que
con el transcurrir del tiempo contribuyó a mejorarlas notablemente. Antes de la
gran migración del campo a la ciudad, los campesinos trabajaban de sol a sol,
sin ningún tipo de reparo y bajo las peores condiciones; ya que una cosa era
ser el dueño de la tierra y otra muy distinta era ser un campesino o un siervo.
En este sentido, si uno compara las condiciones de trabajo en los países más
desarrollados con los más pobres, verá que en los primeros las condiciones
laborales son mucho mejores que en los segundos, y esto no se debe a que en
unos países los empresarios son más buenos que en otros, sino a la existencia
de una estructura de capital que permite brindar mejor condiciones, sumado a
ello que la competencia por la mano de obra aumenta el salario real de los
obreros, quienes al tener más oferta de trabajo pueden elegir dónde trabajar.
Cuando por el contrario, existen pocos empleadores, éstos pueden ofrecer
peores condiciones laborales ya que saben que a los empleados no les queda
otra alternativa que la de ir a trabajar a su establecimiento. Este es otro punto
en favor de la libre competencia, ya que no sólo beneficia al consumidor sino
también a aquellos que buscan empleo.
En el caso de la revolución industrial inglesa, esta confusión fue promovida por
la prédica de los intelectuales que a mediados del siglo XIX lanzaron una
campaña en la que se idealizaba la vida en el campo y en contra de la vida en
las grandes ciudades y el trabajo en las fábricas. Para ello se valieron de un
factor contundente: que las miserables condiciones de vida en los barrios
obreros estaban a la vista de todos, mientras que las mismas miserables
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condiciones en el campo no se observaban a simple vista, salvo que uno
viajara a las zonas rurales. De hecho, las paupérrimas condiciones de vida en
el campo fueron las que empujaban a las personas hacia la ciudad en
búsqueda de oportunidades. Los campesinos migraban voluntariamente,
empujados por la apremiante condición en la que se encontraban. Está claro,
que aquellos que llegaban a las ciudades en semejantes circunstancias
difícilmente encontraban las mejores condiciones para vivir. Además, la
mayoría de éstos eran analfabetos y con habilidades que no se adecuaban a
los nuevos requerimientos de la sociedad industrial, con lo cual los trabajos a
los que podían aspirar eran los más rudimentarios y peores pagos.
Si nos quedamos con esta fotografía, podríamos dar crédito a las críticas que
se realizaron a la revolución industrial pero si se deja correr la película, se
puede observar que las condiciones de estas personas iban mejorando de
generación en generación. Este proceso de mejoras estuvo íntimamente ligado
al desarrollo del, injustamente criticado, sistema capitalista. Fue la
incorporación de capital al sistema productivo, lo que permitió a los campesinos
poder aumentar su productividad y su salario real a medida que pasaban las
décadas. Las máquinas y el sistema estandarizado de producción no solo no le
quitaron trabajo a las clases más bajas, sino que les dieron oportunidad de
trabajo a los menos preparados, ya que los oficios que antes se demoraba
entre 5 y 6 años en aprender, gracias a implementación de maquinarias, se
podía aprender en mucho menos tiempo. Como señala Carlo Cipolla, este
progreso tecnológico fue producto de un estudio más sistematizado y científico,
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que permitió la aplicación de las nuevas maquinarias a la producción, lo cual
fue clave en el proceso de producción masiva industrializada.
Por su parte, T.S. Ashton hace hincapié en que la producción industrial que se
realizaba en esa época estaba destinada principalmente a los sectores más
pobres. Así las cosas, la revolución industrial no sólo incrementó la oferta de
trabajo para aquellos que no lo tenían en el campo, sino que además produjo
bienes que hasta ese entonces no estaban disponibles para estos sectores
sociales. Siguiendo este razonamiento, si la revolución industrial hubiera tenido
como objetivo que los pobres se volvieran cada vez más pobres y los ricos
cada vez más ricos, entonces no tenía sentido producir bienes de manera
masiva para venderlos solo a las elites, que por otra parte no consumían esos
productos. Adicionalmente, como los mismos procedimientos industriales
también se volcaron al sector de los alimentos, se mejoró la dieta con harina de
trigo, carne y papa, así como también se incorporó el carbón para tener comida
caliente y hogares calefaccionados. Todas estas mejoras en la calidad de vida
de las personas, generalmente pasan inadvertidas, ya que la mayoría de los
habitantes del mundo desarrollado creen que éstas existieron desde siempre,
lo cual presupone un gran desconocimiento de la historia universal; ya que
antes de la era capitalista nada de eso existía.
Este aumento de los bienes para los sectores más pobres no solo se relacionó
con los alimentos y la vestimenta, sino que al vivir en la ciudad además
tuvieron acceso a la educación, la salud y el entretenimiento. Las grandes
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ciudades, tan denostadas, ofrecieron oportunidades de trabajo en mejores
condiciones de las que había en el campo. De hecho, como consecuencia de
los mayores controles, las fábricas que no querían adaptarse a las nuevas
demandas obreras, solían migrar a las zonas rurales donde ofrecían peores
condiciones laborales, aprovechando que no existían los controles que había
en las ciudades. Mientras tanto, en éstas las fábricas lentamente iban
mejorando las condiciones laborales, aunque lógicamente distaban de ser
ideales.
Lo que acabamos de mencionar, no significa que las condiciones de vida en
aquella época eran perfectas ni que todo el mundo vivía libre de necesidades,
una situación que no existió ni existirá, ya que las necesidades son infinitas y
los recursos escasos. Pero lo que sí decimos, es que debemos analizar cómo
ha sido la evolución de las condiciones de vida, sobre todo de los más pobres,
a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Si hacemos ese ejercicio,
podremos apreciar los siguientes avances como ser: la educación pública, que
dio la posibilidad de acceder a la misma a muchos hijos de estos trabajadores e
inclusive a los propios obreros, que gracias a la difusión de la iluminación
artificial podían continuar con su educación al terminar la jornada laboral. Por
otra parte, sus hijos lentamente dejaron de trabajar, no solo por las leyes que
comenzaron reglamentar su trabajo, sino sobre todo porque los padres al tener
mayores salarios reales, ya no necesitaban que sus hijos trabajen para ganarse
el sustento diario. En este sentido, es interesante comprar la situación de los
niños en los países desarrollados y en los subdesarrollados, por lo general en
los primeros no trabajan y en los segundos hay una mayor presencia de niños
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trabajando. La explicación a este fenómeno, no pasa porque los padres en los
países pobres son indolentes y en los ricos no. Sino en la estructura de capital
que hay en los países desarrollados, la cual permite a sus trabajadores ser
mucho más productivos y, en consecuencia, generar ingresos suficientes para
poder alimentar a su prole. Lamentablemente, a los padres de los países
pobres no les queda otra que mandar a sus hijos a trabajar. Así las cosas, el
sistema capitalista es el que mejores condiciones genera para los niños.
Para cerrar este caso, quisiéramos referirnos a por qué la revolución industrial
se produjo en Inglaterra y en ese momento. Desde el enfoque de los recursos
naturales y la geografía se ha argumentado que el caso de Inglaterra es
excepcional porque contaba con el combustible de la revolución, es decir el
carbón mineral. Al contar con abundante provisión del mismo estuvo en
inmejorables condiciones de hacer uso de éste. Claro que primero debieron
crear un sistema para hacer que las minas fueran explotables, ya que los
accidentes y las inundaciones de las mismas la hacían poco menos que
inviables a comienzos del siglo XVIII. Nuevamente, aquí se ve la mano del
hombre introduciendo cambios que hagan posible el aprovechamiento de los
recursos naturales, ya que la existencia de éstos por sí mismos no garantiza
nada. Por otra parte, también se ha mencionado el carácter insular del país, lo
cual fue beneficioso por dos motivos: primero, porque mantuvo a Inglaterra
aislada de las guerras permanentes que tenían lugar en el Continente, y aun
cuando Inglaterra participara de las mismas, su territorio se mantenía al
margen, evitando todos los deterioros implícitos en los conflictos bélicos; por
otra parte, al ser una isla, su litoral costero le permitía tener reducidos costos
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de transporte entre las distintas regiones del país, sumado a ello la cantidad de
canales navegables que se habían construido en su territorio. Todos estos
factores, fueron importantes aunque no determinantes, ya que los mismos se
pueden encontrar en otras partes del mundo, donde no se produjo la revolución
industrial.
Por esta razón, consideramos que el aspecto determinante, a la hora de
explicar el surgimiento industrial de Inglaterra, es la existencia de un gobierno
limitado, que se regía más por las costumbres y el derecho consuetudinario,
que por el capricho del monarca. En este sentido, Inglaterra fue pionera con
respecto al resto de los países. Especialmente, a partir de la Revolución
Gloriosa de 1688 que se encargó de poner límites claros al monarca. Este
episodio tuvo una importancia trascendental para el desarrollo de la revolución
industrial, ya que al exigir al nuevo monarca que respete y vele por los
derechos individuales de sus súbditos, creó las condiciones y los incentivos
necesarios por generar excedentes que luego a través del sistema financiero
se irían canalizando hacia el desarrollo de la industria de mediados del siglo
XVIII. Al estar claramente definidos los derechos de propiedad y los límites de
la autoridad del monarca, se incentivó el desarrollo de algunos factores claves,
como ser: el desarrollo de un sistema de investigación científica, que se
aplicaría a la tecnología, y la existencia de recursos disponibles para invertir en
los nuevos emprendimientos, mayoritariamente provenientes de las mejoras
introducidas gracias al cercamiento de los campos y de los ahorros que se
hacían en otros países pero que terminaban en Inglaterra debido a la seguridad
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jurídica que brindaba este país al tener un gobierno respetuoso de los derechos
de propiedad.
Todos estos factores, contribuyeron al intercambio espontáneo de
conocimientos e innovaciones que terminaron por dar forma a la industria
moderna. Y si bien todo el mundo conoce a este proceso como Revolución
Industrial, podríamos hablar más de evolución de la industria moderna, como
sostiene Rondo Cameron. En este sentido, esta interpretación, se acerca más
a la de los autores escoceses de los siglos XVII y XVIII que preferían hablar de
evolución espontánea más que de una revolución. Si observamos la presencia
de todos estos factores, el tiempo transcurrido desde finales de la Edad Media
y las innovaciones tecnológicas que se introdujeron, lo extraño hubiera sido
que no se produjera la revolución industrial, ya que la misma fue una
consecuencia lógica de un proceso de liberación de las capacidades
individuales y la cooperación en el mercado.
CASO 3: ESTADOS UNIDOS, de la escasez a la abundancia.
“La genialidad del sistema de libre mercado es simplemente una: los productores compiten contra los productores, y los consumidores compiten contra los consumidores. Cuando las personas, gracias al gobierno civil, pueden competir abiertamente, sin amenazas de uso de la violencia por parte de sus competidores o la amenaza del uso de la violencia por parte del gobierno, la mayoría de los hombres de negocios pierden, y la mayoría de los consumidores ganan.”4
4 North, Gary, en John Chamberlain, 1991, The Enterprising Americans. A Business History of the United States, Institute for Christian Economics; Texas, pp. XIV-XV
22
En pocos lugares del mundo, la sentencia de Gary North ha sido tan cierta
como en los Estados Unidos de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Cómo
se produjo el paso de la escasez a la abundancia es algo que analizaremos
brevemente en el último caso de este ensayo. Cuando uno analiza el
poblamiento de lo que hoy es Estados Unidos, encuentra que los primeros
pobladores que llegaron a las costas del Atlántico Norte durante el siglo XVII,
pudieron establecerse en esas tierras porque los españoles las habían dejado
inhabitadas un siglo antes. ¿Por qué los más grandes conquistadores de
América dejaron esas tierras libres? Sencillamente porque no había riquezas ni
población para explotar. Si uno observa el mapa de la conquista verá que el
imperio español va desde lo que es Florida, Texas y California hasta el sur de
Argentina y Chile. Está claro, que si pudieron dominar tan extenso territorio,
también pudieron haber controlado fácilmente el territorio que luego se
convertiría en las trece colonias inglesas sobre el Atlántico. No lo hicieron
porque allí no había población autóctona para hacer trabajar, ni minas, además
de tener un clima hostil por los duros inviernos. Así, al estar deshabitado, los
primeros colonos ingleses pudieron establecerse, aunque no sin penurias,
producto de todo lo mencionado. Así mismo, como esas tierras no podían
aportar riquezas, tampoco fueron tentadoras para la corona británica que dejó a
estos colonos a su suerte, dedicándose a controlar las más rentables colonias
del Caribe y Asia.
De este modo, estos colonos se fueron organizando en gobiernos autónomos,
basados en una cultura del trabajo que les permitiera subsistir. En última
instancia, si ellos no producían no comían. Estos primeros pobladores, a
23
diferencia de los conquistadores españoles, debieron procurarse el sustento sin
ningún tipo de privilegio. De alguna manera, ellos trajeron consigo el principio
de la igualdad de derechos que rompía con la tradición de los privilegios de
nacimiento. Esta comunidad de agricultores y comerciantes fue creciendo a lo
largo del siglo XVIII, creando sus propios gobiernos locales, los cuales debían
responder directamente a sus habitantes, ya que al tratarse de pequeñas
comunidades, los que gobernaban y los que aportaban sus impuestos para el
sostenimiento del gobierno tenían un contacto cotidiano y directo. Así, el
principio de igualdad ante la ley y la libertad individual fueron claves para la
evolución de estas colonias. Pero en 1763 (después de la Guerra de los siete
Años) cuando la Corona Británica quiso imponer mayores controles e
impuestos la reacción de los colonos no se hizo esperar. Éstos se levantaron
para defender su libertad y su propiedad. En este sentido, la diferencia de la
independencia de Estados Unidos con respecto a la de las naciones
hispanoamericanas está dada en que los primeros lucharon para conservar una
libertad de la que gozaban desde hacía décadas, mientras que los segundos lo
hicieron para liberarse del control peninsular.
Los padres fundadores de Estados Unidos, no buscaban la independencia sino
la igualdad de derechos con respecto a los ciudadanos ingleses, no quería
evadir los impuestos sino estar representados en el parlamento que
sancionaba los mismos. De alguna manera, volvían a los principios de la
Revolución Gloriosa de 1688. Sus argumentos estaban totalmente alineados
con los de los pensadores liberales clásicos de los siglos XVII y XVIII. La
cuestión es que los ingleses los veían como simples colonos y no les querían
24
dar representación en el parlamento, lo cual desembocó en la guerra de
independencia, la cual se terminaría por declarar el 4 de julio de 1776.
Paradójicamente, los mismos principios que le permitieron a los ingleses
convertirse en una nación industrializada fueron los que impulsaron el
movimiento independentista, los cuales quedarían consagrados en la
Constitución de 1887: gobierno limitado, libertad individual y respeto a los
derechos de propiedad. De alguna manera, lo que se observa en Estados
Unidos es más una continuidad que una ruptura al momento de declararse la
independencia. Esta es otra de las grandes diferencias que se encuentran con
respecto al caso de las colonias españolas, las que al independizarse no tenían
esa tradición de gobierno limitado e igualdad ante la ley. Algo que todavía,
doscientos años después de nuestra emancipación, no hemos conseguido en
la mayoría de los países hispanoamericanos.
De todos modos, las primeras décadas de vida independiente de Estados
Unidos estarían signadas por las luchas entre federales y antifederales; y luego
por la búsqueda de consolidar el territorio nacional, a lo cual recién se llegaría a
mediados del siglo XIX. Y si bien, este período fue de crecimiento, el gran salto
hacia la industrialización llegaría al terminar la guerra de secesión en 1865, la
cual, si bien se identifica con la abolición de la esclavitud, en realidad fue
producto de una rebelión fiscal por parte de los estados sureños que
rechazaban los impuestos que creaban los estados del norte que tenían mayor
representación en el congreso. Precisamente, en la segunda mitad del siglo
XIX, convergen cuatro factores que posibilitaron el espectacular crecimiento de
Estados Unidos, como ser: el aumento en la velocidad de las transacciones
25
comerciales; el desarrollo de las comunicaciones y los transportes; el tamaño
de las empresas (tanto en el número de empleados como en el capital
invertido); y un amplio territorio que abarcaba miles de kilómetros cuadrados
desde el Atlántico al Pacífico y desde Canadá a México. Esta gran expansión,
cambió la forma en la que se venían administrando las empresas, ya que a
partir de ese momento, ningún hombre de negocios podría seguir controlando
su empresa en la forma en que lo venía haciendo hasta ese momento. Todo
esto, además ofreció ventajas adicionales a los emprendedores
norteamericanos que no tenían otros países industrializados de ese momento
como Inglaterra, Alemania o Francia; nos referimos a una mayor libertad
política y económica, más continuidad institucional, amplitud del mercado
interno y su juventud empresarial.
Como primera ventaja, debemos tomar en consideración el mayor grado de
libertad, tanto política como económica, así como también el clima de paz del
que gozaron los norteamericanos. Si comparamos el tipo de gobierno y los
conflictos bélicos que tuvieron lugar en Europa y Estados Unidos, vemos que a
lo largo de los últimos 200 años, en el territorio de este último país sólo se dio
una lucha armada en dos ocasiones: la primera, en 1812-14 en la guerra contra
Gran Bretaña por la zona de Canadá; y la segunda, durante la Guerra de
Secesión en 1861-1865 (en el caso de la Conquista del Oeste los
enfrentamientos se daban en territorios que todavía no eran de Estados
Unidos). En el mismo período, en Europa no sólo se dieron conflictos en el
siglo XIX, quizás el más notable las Guerras Napoleónicas, sino que también
estuvieron las dos Guerras Mundiales en el siglo XX. En segundo lugar, es
26
importante destacar la continuidad institucional que tuvo Estados Unidos a lo
largo de todo este período. Más allá de las restricciones que uno le pueda
atribuir a la democracia estadounidense (especialmente en lo relacionado a la
integración de la población de raza negra), el poder de sus gobiernos siempre
fue mucho más limitado y sujeto a la ley que las monarquías absolutas
europeas del siglo XIX, o los gobiernos de corte totalitario que tuvieron lugar
durante la primera mitad del siglo XX, los cuales no sólo amenazaban a los
habitantes de sus propios países, sino que también creaban una sensación de
inseguridad en el resto del Continente.
El tercer factor a tener en cuenta como ventaja de Estados Unidos, es la unidad
y amplitud de su mercado interno. Esta característica permite que exista una
gran competencia entre empresas norteamericanas dentro de su propio
territorio. El crecimiento del mercado tiene dos componentes principales: uno
es el territorial, caracterizado por la constante expansión hacia el Oeste y hacia
la región Sudoeste como consecuencia del triunfo en la guerra contra México;
el segundo componente es el aumento de la población producido por el
crecimiento vegetativo, al que se le sumó el aluvión migratorio europeo. En
este contexto, los empresarios norteamericanos se vieron obligados a competir
abiertamente, ya que no contaban con la existencia de tarifas aduaneras que
los protegieran de otros emprendedores. Precisamente, esta situación es la
inversa de la que se produjo en Europa, donde los gobiernos proteccionistas
desalientan la competencia a por medio de controles y barreras de entrada al
comercio exterior, provocando ineficiencia en la industria europea. El cuarto
factor ventajoso para Estados Unidos, aunque para algunos autores éste es
27
más discutible que los anteriormente mencionados, es la juventud de la
sociedad norteamericana frente a la “ancianidad” de la europea. Hemos visto
en los casos 1 y 2, que el gran impulsor de los cambios que venimos
reseñando en este trabajo fue la Europa Occidental desde la Baja Edad Media
en adelante, fueron casi nueve siglos impulsando innovaciones políticas,
sociales, económicas y tecnológicas; de modo que no debería sorprendernos
que en algún momento la posta en todos estos cambios la tomara otra región.
Algo similar sucede a las grandes empresas que llegadas a un nivel de
maduración alto, se empiezan a anquilosar y a resistir a los cambios que
promueven nuevos emprendedores que quieren entrar al mercado. Fue así que
al ir perdiendo el impulso innovador, Europa “cedió” el liderazgo a Estados
Unidos que en el siglo XIX era una nación joven que pretendía progresar
indefinidamente. Para ello contó con la inestimable colaboración de una gran
masa de inmigrantes que no podía satisfacer sus necesidades de progreso
personal en el “viejo continente”, las cuales encontraron en América la
posibilidad de realizar todo su potencial innovador, gracias a los tres factores
previamente mencionados.
Todo lo que acabamos de reseñar, se vio refrendado por el accionar de miles
de emprendedores que construyeron las bases de la nación más poderosa del
mundo. La mayoría de ellos eran hombres de trabajo que se hicieron desde
cero. Su gran motivación era progresar, para lo cual -a mediados del siglo XIX-
no había mejor lugar en el mundo que Estados Unidos. La infatigable búsqueda
de superación por parte de estos hombres, los llevó a ser innovadores
obsesivos. Desde el sector del transporte, las comunicaciones y el comercio se
28
fue creando espontáneamente una nación industrializada que sería el faro del
siglo XX. Seguramente, el primer lugar entre estos emprendedores se lo lleven
los empresarios del ferrocarril que permitieron conectar todo el país en poco
más de cuarenta años. Este sector no sólo acortó los tiempos de viaje y el
costo del transporte, sino que además introdujo nuevas formas de administrar
los negocios que luego serían replicadas en otros rubros como la industria del
acero, la de los barcos a vapor, la del refinamiento del petróleo y, a comienzos
del siglo XX, la del automóvil.
La sociedad norteamericana entraba así al siglo XX siendo una de las naciones
más pujantes del mundo. Si echamos la mirada al momento de la conquista
observamos que los españoles descartaron ese territorio porque no ofrecía
oportunidad de extracción de riqueza, de manera que cuando cien años
después llegaron los primeros colonos ingleses se pudieron instalar sin ningún
problema, aunque pudieron sobrevivir a duras penas durante las primeras
décadas de asentamiento. ¿Qué fue lo que posibilitó que esa región se
convirtiera en potencia mundial? Si lo tenemos que definir en un solo concepto
diríamos: libertad de emprendimiento. Se podría que Estados Unidos es una
sociedad de emprendedores. Si se mira a los líderes de la independencia se
observa que muchos de ellos eran hombres de negocios. Este espíritu
emprendedor fue lo que dominó gran parte de su historia. Podríamos
argumentar, siguiendo a Deirdre McCloskey, que una concepción favorable del
burgués emprendedor y la dignidad del trabajo fueron determinantes en el
desarrollo de Estados Unidos.
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Consideraciones finales
En la economía no existen los milagros -ingles, americano, alemán o japonés-
ni las tragedias, salvo en los casos de los desastres naturales que no se
pueden evitar. Lo que sí existen son las causas y consecuencias de las
políticas y medidas tomadas por los gobiernos de turno. Los 3 casos
analizados en este trabajo sirven como referencia para observar que cuanto
más libertad hay más posibilidades de generar riqueza y prosperidad para los
habitantes. En todos estos ejemplos hemos visto que cuando existe un
gobierno limitado que respeta los derechos individuales y la propiedad privada,
se crean condiciones propicias para liberar la capacidad creadora de las
personas. Por el contrario, si estas condiciones desaparecen, la misma
sociedad que fue capaz de innovar y progresar, pierde su ímpetu y se convierte
en una comunidad que se estanca y, hasta, retrocede.
Adicionalmente, hemos visto que aquellos emprendedores que impulsan la
innovación tecnológica, no siempre son bien vistos por las elites del momento,
ya que cuando se introducen cambios en la sociedad ven peligrar sus
privilegios. Por esta razón, es importante ver que aquellas sociedades que se
benefician más de la existencia de estos emprendedores son las que tienen
una mirada más receptiva con respecto al hombre de negocios. Esta actitud se
pudo apreciar en los casos de las ciudades medievales del norte de Italia, en la
Inglaterra del siglo XVIII y en Norteamérica de los siglos XIX y XX. Como
sostiene McCloskey, no sólo la acumulación de capital y el desarrollo
tecnológico es importante a la hora de explicar el progreso de los países
industrializados, sino que tanto o más importante es que la percepción de los
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burgueses como agentes creadores de riqueza sea positiva. Ya que esto le da
a los mismo una legitimidad y un aura que no solo permite que existan, sino
que los convierte en modelos a imitar por el resto. Esto en última instancia
genera una cultura del trabajo que permite construir una sociedad más
próspera, ya que la riqueza solo existe en potencial hasta que la mano y el
ingenio humano la hacen realidad. Los países con abundancia en recursos
naturales no son ricos por la existencia de los mismos, sino que se convierten
en ricos cuando se le agrega el trabajo y el ingenio humano que los hace
disponibles en el mercado.
Esa potencialidad se concreta y se difunde a mayor número de personas
cuando la tecnología facilita el proceso de creación de riqueza. En este sentido,
la tecnología siempre fue aliada de los más pobres, ya que abarató los costos
de producción, desde la invención de la rueda hasta el presente. Seguramente,
la riqueza primero llega al emprendedor que la produce pero éste vende sus
bienes y servicios a las masas. El sistema capitalista no es un fenómeno de
suma cero, como sucedía en la era pre-capitalista cuando la cantidad de bienes
era muy limitada, con lo cual lo que obtenía uno se lo quitaba a otro. Lo que sí
suele suceder, es que la velocidad en que la riqueza llega a las personas es
diferente según la posición que uno ocupe en la sociedad, con lo cual
lógicamente las clases más bajas tardan más en acceder a ciertos bienes que
los que ocupan posiciones más altas. Pero ello no quita que todos mejoren
comparativamente con respecto a su situación anterior. Esta movilidad
ascendente solo se observa en las sociedades capitalistas donde la
competencia nos permite sacar lo mejor de cada uno y progresar. Como dice la
31
frase de Novak Djokovic que abre este trabajo: “luchar contra esos dos grandes
campeones [Nadal y Federer]… hizo que mi nivel se incrementara".
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