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1 UDS., TIENEN UNA GRAN HISTORIA QUE CONSTRUIR RADIOGRAFÍA DE UNA VIDA RELIGIOSA MÍSTICA Y PROFÉTICA 1 . José Ma. Guerrero sj*. “ Uds., no solamente tienen una historia gloriosa para recordar y contar sino una gran historia que construir. Pongan los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu impulsa para seguir haciendo con Uds., grandes cosas” ( VC,110). INTRODUCCIÓN: ¿ NUBARRONES EN EL HORIZONTE? Las palabras de Juan Pablo II suenan a elogio y a desafío. La historia de la vida religiosa está llena de páginas ilusionantes y heroicas que escribieron nuestros antepasados. No podemos ser “ hijos pigmeos de padres gigantes” decía un joven religioso sorprendido e interpelado por la película La Misión. Pero esta audacia e intrepidez no se agotó en los comienzos. A lo largo del tiempo, muchos hombres y mujeres de a pie se sintieron apenados al descubrir que sus Institutos y Comunidades se habían opacado y que eran incapaces de transmitir y contagiar los valores del Reino; que ellos simbolizaban, en lenguaje inteligible y vivenciable. La iniciativa no era de ellos, que se sentían hombres y mujeres débiles, sino del Espíritu que los arrastraba, en fidelidad creativa a sus fundadores y fundadoras y a su tiempo, a recrear respuestas nuevas a desafíos nuevos. No gastaron energías en conservar y retener una figura de vida religiosa que no tenía ni garra, ni mordiente evangélico y que, por lo tanto, no reen cantaba , ni entusiasmaba, ni seducía a nadie, ni significaba nada. Piensan algunos/as que hoy la vida religiosa tiene mucho más de museo que de tienda de campaña, que la sal se ha vuelto insípida y que la levadura de la vida religiosa ha perdido hoy su fuerza evangélica para transformar el corazón y las estructuras de la humanidad. No cabe duda que, a veces, e incluso con alguna frecuencia: DUELE Descubrir una vida religiosa encorvada sobre si misma, más preocupada de su supervivencia que de extender el Reino de Dios; atenazada más por el miedo a ser pocos que por el miedo a ser significativos; ____________________________________________________________ * Director del Centro de Espiritualidad Loyola, Profesor del Centro de Estudios de CONFERRE y del Consejo de Dirección de TESTIMONIO. 1 GUERRERO, J. Mª., En tiempos “ recios”urge la mística y el testimonio: desafío y tarea para la vida consagrada, Revista de la CLAR nº 1/ Enero-Marzo, 2008, pp.41- 54. Habrá que tener como telón de fondo lo que allí expresé.

UDS., TIENEN UNA GRAN HISTORIA QUE … Ante esto una pregunta que a uno le asalta es ¿ No habrá decaído la mística en esas vidas religiosas? Y una vida religiosa así no produce

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UDS., TIENEN UNA GRAN HISTORIA QUE CONSTRUIR    RADIOGRAFÍA DE UNA VIDA RELIGIOSA  MÍSTICA Y PROFÉTICA1.  José Ma. Guerrero sj*.    “ Uds., no solamente tienen una historia gloriosa  para recordar               y contar  sino una gran historia  que construir. Pongan los ojos              en  el futuro, hacia el que el Espíritu  impulsa para seguir hacien‐             do con Uds., grandes cosas” ( VC,110).  INTRODUCCIÓN: ¿ NUBARRONES EN EL HORIZONTE?      Las palabras de Juan Pablo II suenan a elogio y a desafío. La historia de la vida religiosa está llena de páginas ilusionantes y heroicas  que escribieron nuestros antepasados. No podemos ser “ hijos pigmeos de padres gigantes” decía un joven religioso sorprendido e interpelado por la película  La Misión. Pero esta audacia e intrepidez no se agotó en los comienzos.  A lo largo del tiempo, muchos hombres y mujeres de a pie se sintieron apenados al descubrir que sus Institutos y Comunidades se habían opacado y que eran incapaces de transmitir y contagiar los valores del Reino; que ellos simbolizaban, en  lenguaje inteligible y vivenciable. La iniciativa no era de ellos, que se sentían hombres y mujeres débiles, sino del Espíritu que los arrastraba, en fidelidad creativa a sus fundadores y fundadoras y a su tiempo, a re‐crear respuestas nuevas a desafíos nuevos. No gastaron energías en conservar y retener una figura de vida religiosa que no tenía ni garra, ni mordiente evangélico y que, por lo tanto, no re‐en cantaba , ni entusiasmaba, ni seducía a nadie, ni significaba nada.  Piensan algunos/as que hoy la vida religiosa tiene mucho más de museo que de tienda de campaña, que la sal se ha vuelto insípida y  que la levadura de la vida religiosa ha perdido hoy su fuerza evangélica para transformar el corazón y las estructuras de la humanidad. No cabe duda que, a veces, e incluso con alguna frecuencia:   DUELE   Descubrir una vida religiosa encorvada sobre si misma, más preocupa‐ da de su supervivencia que de extender el Reino de Dios; atenazada más por el miedo a ser pocos  que por el miedo a ser signifi‐ cativos; ____________________________________________________________ * Director del Centro de Espiritualidad Loyola, Profesor del Centro de Estudios de CONFERRE y del Consejo de Dirección de TESTIMONIO.    1GUERRERO, J. Mª., En tiempos “ recios”urge la mística y el testimonio: desafío y tarea para la vida consagrada, Revista de la CLAR nº 1/ Enero-Marzo, 2008, pp.41- 54. Habrá que tener como telón de fondo lo que allí expresé.

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 aletargada y pasiva ante los gritos de auxilio de los más  empobrecidos  y  marginados;            *    que haya personas que se interesan más por  vivir  una vida religiosa                  “puerto  seguro de náufragos” que por lanzarse al mar abierto, no bus‐                  cando seguridades sino atreviéndose a correr  el riesgo de  echar                  las redes mar  adentro.  PREOCUPA :  que tengamos miedo al Espíritu  que es siempre creativo, libre, rompedor de  moldes y que queramos encerrarlo en normas, determi‐ naciones, costumbres  para domesticarlo; que nuestro profetismo sea débil  y el temor al riesgo, en cambio, sea tan fuerte; ese cierto anacronismo que, a veces, arrastramos rutinariamente  sin darnos cuenta del  desfase que las personas desprejuiciadas sienten en nosotros y la autosuficiencia que  nace de la inseguridad; el consumismo y la  instalación que se nos  cuela  por las rendijas de nuestras casas religiosas  con el peligro de mundanizarnos. el pesimismo que, a veces, reflejan nuestras vidas achatadas, y medio‐ cres  y desilusionadas.  el descubrir a religiosos y religiosas desmotivados, que se aburren de su condición de consagrados. que nos esforcemos más  por ser excelentes profesionales que por ser       “ testigos” del Dios de  la Vida  que genera pasión, esperanza y alegría.       Y podríamos seguir así…  ¿Qué está pasando con la vida religiosa?2 ¿Cuáles  son los bloqueos que experimenta hoy la vida religiosa?  Sin pretender ser exhaustivo enumeremos los más significativos, reconociendo, además,  que hay religiosos  y religiosas que son una interpelación evangélica y  una lección magistral de humanización y  apasionamiento por Cristo y  su Reino.          BLOQUEOS:  un debilitamiento motivacional bastante generalizado3. Cuando  el tesoro por el que vendimos todo para comprarlo se devalúa, otros tesoros surgen  que acaparan nuestra 

2 José Cristo Rey García, bien conocido por todos y gran amigo mío, acaba de publicar una breve comunicación:¿ “ Qué pasa a la vida religiosa? Boletín de Vida Religiosa, nº 3,Vol.107,pp.35-37. Interesante lo que dice pero yo miro desde otra perspectiva sin negar la suya. 3 … Se trata de un problema de pasión-convicción , que no ha de simplificarse como un problema generacional, sino que ha de centrarse en la conciencia y voluntariedad con que,tanto jóvenes como mayores, nos estamos tomando en serio el bautismo : “ vivir como vivió Jesús”. Se trats, en definitiva, - no conduce a nada hacerse el distraído y mirar para otro lado-, de un problema de debilitamiento motivacional generalizado: Iglesias, I., Otra vida religosa ¿es posible? TESTIMONIO 212(205) 67-68.

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libertad.  Si no hay pasión, no hay convicción. Esa convicción que crea necesidad de vivir, que me hace dar el salto a la vida. Sin convicciones, contribuiremos a acumular indiferencia‐“ frustración”, “hastío”, “ desencanto”, nuevos rostros de indiferencia‐ en un mundo rebosante ya de ella. Precisamente lo que espera el mundo  de nuestra sobreabundancia de gratuidad y de amor  son “ razones para esperar”. Las que nos llenan de sentido esta vida. Nos  atenaza el miedo a los cambios, a enfrentar lo nuevo, a perder seguridades y poder, al riesgo , al futuro incierto, es decir a lo descono‐ cido;  nos ronda, a veces, la tentación del aburguesamiento y la instalación que hace exclamar a algunos: ” son como nosotros”; un activismo enajenante que no favorece la creatividad, que relativiza la vida comunitaria y hasta la misma oración , secando las vías afectivas por la falta de encuentro personal y revitalizante con el Señor; la búsqueda de una realización personal de nosotros mismos más que del  Reino de Dios. un individualismo invasor que se expresa “en el sacrosanto ´ cada uno para sí´ en detrimento de la vida religiosa y el trabajo en equipo”4,  faltando lucidez, sintonía y coraje para entender la sociedad plural en la que nos tocado vivir y servir5  Algunos/as viven desilusionados, arrastrando una vida aburrida, sin  espe‐ ranza ni futuro, como una carga que les pesa y sin la alegría de haber acertado con el sueño de Dios sobre ellos que equivale a la propia felicidad, encerrados en el sin‐sentido de una opción que un día hicieron con entusiasmo y pasión. Se sienten fracasados/as. Se les han muerto las motivaciones más profundas y ya no son capaces de soñar y menos de realizar sus sueños. Todo es cuesta arriba y sienten que no vale la pena seguir en algo en que no creen.  Dolores Aleixandre se atrevió a decir  con la lucidez y la libertad que la caracterizan, ante más de 700 Generales ( ellos y ellas), en el Congreso de la Vida Religiosa del 2004,en Roma, QUE “la sinceridad nos obliga a reconocer la existencia de vidas ´a medias´ supeditadas al funcionamiento de instituciones, asfixiadas por la inercia de un orden inamovible y unas tradiciones  incuestiona‐  bles, deshabitadas en su corporeidad. Con la iniciativa y la espontaneidad sofocada, raramente invitadas a pensar en sí mismas, a expresar libremente sus opiniones, sus desacuerdos, sus deseos o sus sueños. Ciertamente, habría que calificar como de ´no‐vida‐no‐religiosa´ a la que produce semejantes sujetos necrosados en su seno estéril, cuando quienes llegaron a ella venían buscando la vida en abundancia prometida por  el viviente” 6 

4 P. KOLVENBACH, P.H., Carta del P. General de la Compañía de Jesús :” Sobre la vida comunitaria, del 12 de Marzo del 1998. 5 He oído mucho de lo que aquí digo en una Asamblea Nacional de una Conferencia de Superiores Mayores de A.L. Y sentí que era el parecer de la gran mayoría. He procurado ir al fondo de lo que allí , a veces, sólo se insinuaba y he tratado de reformularlo más explícitamente y completarlo. 6 ALEIXANDRE, D., Buscadores de pozos y caminos. Dos iconos para una vida religiosa samaritana,, en Pasión por Cristo y Pasión por la Humanidad ( Congreso Internacional de la Vida Consagrada. Roma 23-27 de Noviembre de 2004). Ed. Claretianas. Madrid, 2005, p.138.

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 Ante esto una pregunta que a uno le asalta  es ¿ No habrá decaído la mística en esas vidas religiosas?  Y una vida  religiosa así no produce alegría contagiosa, ni fuerte atractivo, ni estimulante optimismo. No despierta gracia y simpatía y no interpela ni cautiva, ni seduce a nadie. ¿ No estaremos necesitando una “ auditoria evangélica” de nuestras propias personas como religiosos/as y nuestras comunidades?  SIGNOS DE VITALIDAD DE LA VIDA RELIGIOSA  No quiera cerrar este impresión no muy alentadora sin aclarar que no todo es oscuro y sin horizontes en la vida religiosa. También hay signos de vitalidad Innegables que resultan esperanzadores. Enumeremos algunos: la coherencia y encarnación en el presente que hace que la vida consagrada esté allí donde están los excluidos de nuestra sociedad, donde hay pobres, marginados de cualquier índole; que los retos que vemos van acompañados de una espiritualidad viva, con libertad, con pasión; deseos de una mayor radicalidad carismática: fuerte señal de sana y responsable independencia en comunión; conciencia de eclesialidad sin renunciar a un sano espíritu crítico; mirada más abierta y encarnada; preocupación por una mejor formación de los miembros; cierta simplificación de estructuras; sed de vida comunitaria y deseos de re‐crearla, haciéndola más legible, etc.…7   I.  NI NOSTÁLGICOS NI AVENTUREROS.  Ni a la vida religiosa ni a la Iglesia les está permitido anquilosarse, inmovilizarse, vivir de espaldas al mundo en que les ha tocado servir.  La historia es elocuente.  Cuando surge un cambio histórico de paradigmas, aparecen procesos históricos de refundación.  A cada etapa crítica de la historia en la que el hombre cambia de manera de entenderse a sí mismo y de entender sus relaciones con el grupo y con lo trascendente, ha correspondido una nueva forma de vida religiosa que fuera significativa para ese hombre nuevo.      Vivimos tiempos desconcertantes: de incertidumbre y de esperanza.  Nos hemos adentrado a pasos agigantados en un tiempo nuevo confuso y, al mismo tiempo, apasionante.  “Vivimos cambios culturales inesperados; vemos cómo procesos sociales y culturales radicales cambian el mundo y asistimos al nacimiento de culturas y subculturas, de símbolos y estilos de vida nuevos”8.  Esto interpela a la vida religiosa, la cuestiona y la impulsa a buscar una “figura histórica” más significativa para el hombre de hoy.  En este momento histórico, aferrarse al pasado, añorando nostálgicamente 

7 FERNÁNDEZ DE BARRAJÓN, A., cfr. Signos de vitalidad y decrepitud en la vida consagrada, en Vida eligiosa 4, vol.105 (2008)29-39. Tiene intuiciones interesantes. 8 SCHALUCK, H., “Todo es posible, nada es cierto. Vocaciones religiosas en tiempos postmodernos”, en Vocaciones a la Vida Consagrada en el mundo moderno y postmoderno. II Calamo, 1999, p. 37.

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algo que nunca volverá, lleva a una inevitable decadencia porque la vida religiosa o es actual o no es significativa. Si no significa nada, no tiene ni razón de existir.  Esta es una tentación.  La otra tentación no es menos perniciosa y es subirse a la primera novedad que aparezca en el horizonte sin discernir con madurez evangélica si nos impulsa en la dirección del Espíritu que “sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a donde va( Jn 3,8).  Se le acusa a la vida religiosa de “insignificancia crónica” o de “infiltración del espíritu del mundo”. Para unos los religiosos son unos nostálgicos; para otros, unos aventureros. Tal vez son interpretaciones sesgadas y generalizadas. Creo que el  problema de fondo es saber si la vida religiosa responde o no – y cómo – a los “signos de los tiempos” desde los que habla el Espíritu, interpelándonos sin cesar.  La alternativa es abrirse al Espíritu o simplemente convertirse en reliquias de un noble pasado que se admira, pero que hoy no dice nada – o muy poco – al hombre actual.  Y si es así, ¿para qué sirve la vida religiosa?9  II. LA VIDA RELIGIOSA TIENE FUTURO, PERO NO TODA FORMA DE VIDA RELIGIOSA LO TENDRA.  La Vida Religiosa tiene futuro, pero ciertas formas de vida religiosa anacrónicas, obsoletas, anticuadas que  dicen muy poco o nada, no permane‐ necerán, aunque aparentemente tengan cierto éxito por lo que conllevan de seguridad y de poder. Por lo tanto, la vida religiosa tiene futuro pero en la medida que sea testimonial y significativa y nos abramos a los cambios culturales, sociales, tecnológicos, y con fidelidad creativa seamos capaces de descubrir las raíces de nuestros carismas y replantearlas en el humus nuevo de nuestros tiempos. El futuro, por tanto, está en las manos de Dios pero también depende, en gran medida, de la capacidad que tengamos para renovarla, recrearla, refundarla. Es una profecía vida en acción de ciertos valores del Reino, que no son exclusivos de la vida religiosa, pero que ella debería acentuarlos provocativamente y que no pueden faltar en la Iglesia, como el amor gratuito y sin fronteras, el compartir en solidaridad y comunión desde una vida sencilla, modesta y gozosa, el buscar apasionadamente la voluntad del Padre para hacerla con pasión‐ lo que equivale a nuestra propia felicidad‐,la fraternidad cálida más allá de la carne y de la sangre que acoge, apoya, estimula, perdona… compartiendo la vida y la misión de Jesucristo que nos llama a trabajar en su viña a tiempo completo y a corazón pleno y a pleno  riesgo.  La vida religiosa no la hemos inventado nosotros.  Ni la dirigimos nosotros.  El Espíritu que crea, recrea, transforma y hace nuevas todas las cosas es el que la impulsa a mantenerse siempre fiel y actual al servicio de este Pueblo de Dios que camina, lucha, 

9 ¿No habría que rastrear por aquí la desaparición de muchos institutos a lo largo de la historia? No deja a de ser significativo que el 76% de todos los grupos religiosos fundados antes del 1500 hayan desaparecido y el 64% de los que surgieron antes del 1800 ya no existan. Sobre este punto, véase: AGUDELO ROLDAN, M., La refundación. Conferencia de Religiosos de Nicaragua, 1999. El autor cita a O’MURCHU, D., The Religious life, a prophetic vision. 1991. “Y hoy han desaparecido aproximadamen- te un 39% de las congregaciones masculinas fundadas hasta mediados del siglo XX”: MARTINEZ, F., La Frontera actual de la vida religiosa. Bases y desafíos de la refundación. Ed. Paulinas. Madrid. 2000, p. 69.

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sufre y espera. Pero si no obedecemos a esa aciión del  Espíritu, la vida cristiana y la vida religiosa se apagan.  III.  ALGO NUEVO  ESTÁ NACIENDO:    Crisis de “ revitalización”  Desde hace tiempo, algo nuevo esta naciendo entre nosotros, al compás de otras realidades que mueren, obsoletas tradiciones y estilos, instituciones mortecinas.  Nos afecta la agonía de lo que muere y la confianza en lo que nace”. Aunque no acabamos de ver claro aquello que el Espíritu está haciendo nacer en la vida consagrada, sin embargo, ya identificamos algunos brotes de novedad 10.  Que la vida religiosa esté en crisis, nadie lo discute pero para muchos/as de nosotros es una crisis de revitalización”. Se ha iniciado, hace ya algún tiem‐po, un proceso de re‐creación, de fidelidad creativa, de discernimiento en frater‐  nidad  para descubrir por dónde parece soplar el Espíritu  y poder así en‐ rumbar la ruta  correcta por la que quiere conducirnos. Y hacerla con  apasiona‐ miento, llenos de esperanza y de gozo. Queremos vivir con radicalidad y coherencia la dimensión mística y profética de nuestra vida religiosa.  Esto no significa que inventemos una vida religiosa nueva (no ha empezado con nosotros).  El pasado tuvo su grandeza y ahí están tantos santos para atestiguarlo11, pero vivimos nuevos tiempos que nos exigen no repetir el pasado sino mirar al futuro y responder a los desafíos que se nos plantean hoy.  Y ya vemos que está surgiendo algo nuevo.  Creemos que el futuro de la vida religiosa está en las manos de Dios, pero también de nuestra respuesta lúcida, creativa y coherente a los llamados que nos hace el Espíritu Santo.  Hay que ser dóciles a sus llamadas y hacer “arder” ese don que se le ha dado a la Iglesia. Es un llamado de Dios – 

10 * el deseo de “ nacer de nuevo”, desde la lógica de la encarnación (NMI,52) y la súplica al Espíritu para que así sea ( refundación) *la fascinación que hoy ejerce sobre la vida consagrada la figura de Jesús, que en la cruz manifiesta en plenitud su belleza y el amor de Dios (VC,24) y su Evangelio ( alianza). * la centralidad de la lectio divina, en la que proclamamos, meditamos, compartimos, oramos desde la vida y desde la historia la Palabra de Dios ( obediencia). * el eje de la misión realizada según nuestros carismas particulares y comparatida, que excita nuestra imaginación y nos lanza a iniaciativas nuevas, audaces, periféricas, fronterizas en el ámbito del anuncio de Jesucristo a través de la inculturación, el diálogo interreligioso e interconfesional, la inserción desde la opción por los últimos y excluidos, las nuevas fronteras de misión y opción por los pobres ( pobreza). * la búsqueda de una comunión y comunidad basada en relaciones profundas, inlusivas, la extensión progresiva de la vivencia comunitaria a la parroquia, la diócesis, la humanidad (celibato y comunidad). *la necesidad de una nueva espiritualidad que integre lo espiritual y lo corporal,, lo femenino y lo masculino, lo personal y lo comunitario, lo natural y lo cultural,,lo temporal y lo escatológico, lo intercongregacional e intergeneracional y nos acompañe en todo lo que vivimos y hacemos; * el tránsito de una vida que huye del mundo a una vida consagrada, encarnada y testigo de transcendencia” (Documento del Congreso Internacional de Roma, 2004. Pasión por Cristo, pasión por la Humanidad. Ed. Claretianas,Madrid. 2005, p.356 11 “ Grandes hombres y mujeres de la vida religiosa en el pasado, han dado lo mejor de sí mismos en los últimos días de sus vidas. Y esos son los modelos que debemos mirar y las dinámicas que tenemos que saber recrear. Una vida realizada, que a pesar de las contradicciones del presente sigue provocando mejores días es el mejor aliciente para el futuro y el mejor testimonio para las nuevas generaciones del presente, agotadas en la ilusión de lo provisorio y saturadas por la inmediatez y la imagen pasajera”: MADERA, I., en la Conferencia: “Otra vida religiosa es posible” en la Asamblea Nacional de la Conferencia de Guatemala, Enero del 2009.

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El lleva la iniciativa ‐ y entonces lo importante es responder con lucidez y coraje. No debe obsesionarnos tanto la  cantidad como la calidad los religiosos y religiosas.   Estamos convencidos que este DON del Espíritu continuará vivo en la Iglesia, pero nos exigirá vivirlo con radicalidad y sin protagonismos, en comunión y complementariedad, no en solitario, en apertura y disponibilidad, sin miedos y rigideces y, sobre todo, muy atentos al Espíritu que “ sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde vine ni adónde va” ( Jn 3,8).   La pregunta que nos surge ahora es  por qué pistas tirar en este proceso para recrear un vida religiosa que dé razón de su esperanza y  sea un aporte de humanización, de futuro y de alegría.   IV. CON EL ROSTRO RADIANTE COMO MOISÉS:      DIMENSIÓN  MÍSTICA: experiencia fascinante de Dios.  En el Congreso de Roma del 2004 se palpaba también en el ambiente una sed del Dios vivo que le da sentido a nuestra vida y que es su única razón de ser.  Hoy se manifiesta esta DIMENSIÓN MÍSTICA en una experiencia fascinante del Dios encarnado.  Este encuentro cara a cara con El debería dejar nuestro rostro radiante, como le pasó a Moisés, por haber hablado con Yahvé” (Ex, 34, 29).  Este exponernos a su Espíritu, que es el que crea, recrea, transforma y renueva todas las cosas, nos cambia el corazón, nos saca de nuestros desencantos, de nuestras frustraciones y de nuestros egoísmos, es decir de nosotros mismos, nos lanza a los demás y nos conduce hacia la unidad del ser y del hacer, de lo personal y lo comunitario.  A pesar de las diferencias raciales, culturales, sociales... ‐ ¡que eran tantas y tan patentes! – todos hablábamos en el Congreso de Roma el mismo lenguaje y sentíamos los mismos anhelos:  poner en el corazón de la vida consagrada, un amor apasionado por Jesucristo y por la humanidad, que se siente herida y medio muerta, excluida y empobrecida, sin hogar, violentada e insegura, enferma y hambrienta. Sentimos la necesidad de vivir una profunda experiencia de Dios como experiencia fundante, expresada en una conviven‐ cia cordial, sencilla, transparente, leal, en una palabra, fraterna. Y en una misión para dar vida y acelerar la venida del reino que nos haga exclamar, como a S. Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizare”! (1Cor 9, 16). El místico nos contagia esa pasión por  Dios que le quema por dentro. Y Pablo es un ejemplo deslumbrador. Cuanto más cerca de Dios más comprometido con lo de Dios que es que el hombre tenga vida y vida en abundancia . Es, por lo tanto, un luchador por la promoción de todo hombre y de todo en  el hombre: DIMENSIÓN PROFETICA, es decir que anuncia  los sueños de Dios y denuncia y es juicio de Dios  sobre  sus sueños inhumanos de tantos y tantos hombres.  Sin esta experiencia teologal, sin esta pasión por Cristo que siente pasión por los hombres  la vida religiosa se convierte en una carga pesada, en un martirio sin gloria, en una sucesión meramente ritualista de comportamientos y palabras vacías o degenera en una simple profesión.  Si no somos capaces de vivir un talante alternativo y, por lo tanto, “contracultural”, si la vida consagrada consiente que se domestique su 

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función profética, si se desdibuja su talante simbólico, si pierde su garra escatológica, si no aligera sus estructuras, a veces tan pesadas que pueden asemejarse a la armadura de los caballeros de  la edad media que casi no les permitía moverse, si no afina su sensibilidad frente a los jóvenes, si no se atreve a ser pionera en la defensa del rol y misión de la mujer en la Iglesia y en el mundo, si no decide meterse en la caravana de este pueblo peregrino que camina, sufre y ama para acompañarlo sin protagonismos de ninguna especie, desde una vida humilde, sencilla y modesta, el futuro de la vida consagrada será no tener futuro.   a)  Inmersos en el Espíritu de Dios:      Calidad de nuestra vida  religiosa.  Lo que se sentía en el Congreso de Roma, lo que se palpaba en el ambiente era un no más a la instalación y el aburguesamiento, un no más a la mediocridad y al desencanto, un no más a la pasividad, al conformismo y al miedo, un no más a una vida consagrada “descafeinada”, un no más a “funcionarios de la Iglesia” e incluso del Evangelio, un no más a “empresarios apostólicos” y “profesionales honrados”, y menos aún a escándalos morales que puedan satisfacer la voracidad periodista de ciertos medios de comunicación.  Todos sentíamos el grito de una sociedad que espera y reclama de la vida consagrada que seamos “testigos” de Jesucristo con una vida de pobreza que no necesite muchas explicaciones, con una vida célibe por el Reino que nos haga cálidos, integrados, armoniosos, disponibles y alegres, con una vida de obediencia que nos haga libres y no esclavos de nadie ni de nada y que nos comprometa a buscar y vivir no nuestros caprichos y anarquías, sino el sueño de Dios para cada uno de nosotros, que es el que nos hará felices, con una vida comunitaria que entusiasme a todos los que aspiran a salir de un ambiente achatado, egoísta, e insolidario y ansían vivir el mandamiento del Señor (cfr. Jn 13, 34) y finalmente con una misión fascinante por lo osada y atrevida a favor de todo hombre y mujer y de todo en ellos, especialmente de los más empobrecidos, marginados y desechables.  El 19 de Octubre del 2008 escribía el P. General a los jesuitas: “ Todos los jesuitas están llamados a una profunda espiritualidad. Tenemos muchas cualidades personales diversas, pero debemos siempre procurar profundizar nuestra relación con Dios y con el mundo en el que Dios se muestra tan activo. La Iglesia espera de nosotros esta profundidad de relación. Estar inmersos en el Espíritu de Dios es más importante que todos nuestros talentos, títulos académicos o habilidades. Es también lo que hace eficaz nuestra actividad apostólica”.   b) ¿ La calidad de nuestra vida religiosa :      ¿Se puede ser místico de ojos abiertos si sermístico con       los  ojos cerrados?  Es urgente más que nunca cuidar y velar por la calidad de nuestra vida religiosa. No seremos fuegos que encienden otros fuegos sin calidad de vida religiosa. Las cenizas no 

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calientan ni iluminan nuestra vida y misión. No tendremos la libertad interior para jugarnos  todo enteros en una misión de  frontera ni la disponibilidad para, con la alforja al hombro y el bastón en la mano, ir adonde el Espíritu nos impulse y nos urja con su soplo,  si nuestra vida no está arraigada en el Señor como fruto de una relación personal cada vez más exigente y más gratificante. El  sólo es el lugar de integración de nuestra vida: nuestros  deseos más  apasionados de amar y servir a su estilo, sobre todo, a los que no cuentan, ni tienen ni voz ni voto, e incluso son desechables para la sociedad, arrumbados como trastos viejos por una sociedad marginadora. Si esta experiencia del encuentro con El que, “ es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida” ( Aparecida, nº. 29),  no le anunciaremos con gozo y no sentiremos  las fogosas palabras de Pablo: “ Ay de mi si no lo evangelizare” ( 1 Cor  9,16).   Podríamos ser hombres y mujeres generosos y abnegados, conscientes de sus límites y fragilidades, incluso entregados pero sin fuego. O mejor dicho, sin fuego que enciende otros fuegos como se dijo de S. Alberto Hurtado, o si quieren con una relación personal con el Señor que no se ha cuidado o que se ha ido desgastando en la batalla del día a día de la entrega. Como Marta parece que nos afanamos en muchas cosas descuidando la más importante. En el camino de lucidez que vamos haciendo sobre nuestros procesos y límites, sobre nuestros deseos y sueños, ¿nos hemos preguntado ¿ qué lugar ocupa esta relación personal con el Señor al que queremos seguir incondicionalmente en su estilo de vida y misión? ¿Cuál es la calidad de nuestra vida y de nuestra entrega. Hombres y mujeres que no se exponen a la relación personal con el Señor se exponen a anunciarse a sí mismos y a realizar sus propios proyectos.    El P. Arrupe decía que si  un jesuita usaba la misión recibida para no rezar debía representar ya que era una misión mal dada. ¿ Cuáles son las excusas que tenemos o damos para  no dedicar en nuestra vida cotidiana un tiempo de calidad a la oración, la eucaristía y el examen? Cada uno puede tener sus propias razones pero muchas veces esas razones son falacias, negaciones, defensas que ponemos al encuentro con el Señor. Nos defendemos porque el encuentro afecta la vida, nos hace volver la mirada, reordena nuestros afectos y desenmascara nuestros engaños. Entiendo la intensidad de la vida apostólica  que muchas veces llevamos pero a mi modo de ver ella no puede ser en detrimento de la vida de oración y comunitaria.   Algunos  de entre nosotros y nosotras  pudieran considerar que las urgencias de la misión no dejan tiempo para la oración formal y cotidiana, para el encuentro y la intimidad, ¿se puede sostener nuestra vocación sin esa relación personal? ¿Se puede ser místico de ojos abiertos sin serlo con los ojos cerrados? ¿Se puede ser contemplativo en la acción sin aprender a mirar y conocer al Señor en la contemplación de su vida y su misión? (cfr. Mc 3, 13‐15).  Esta es nuestra oferta al mundo:  ser un recuerdo provocativo de Jesús  que acoge, cautiva, sana y entusiasma y que es capaz de darle sentido último a nuestra vida y descubrirnos la  verdadera felicidad. Lo que el mundo esera de la vida religiosa es, como acaba de decir Benedicto XVI ( evocando VC 19 y 22) que sea  una “ prolongación 

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de la presencia de Jesús” en el mundo.  Espera de nuestra sobreabundancia de gratuidad y de amor “ razones para esperar” .  En último término habrá que armar la vida desde otras claves, como el servicio, la capacidad de misericordia, la acogida de lo diverso, del diferente, el respeto y la tolerancia, etc. Un persona capaz de `proponer un modo de ser humano sobre el modelo de Jesús que se proyecte como vida plena, llena de  esperanza y de alegría. Se trata de un signo y modelo contracultural.   Una vida abierta y dócil al Espíritu es entusiasmante y contagiosa, pero no descubrimos ningún encanto en una vida achatada y  aburruida. Si nos abrimos al Espíritu, El nos empujará hacia la radicalidad de nuestro testimonio de vida, una radicalidad en la que las entrañas de misericordia desborden la lucha por la justicia; la debilidad y la pequeñez nos descabalguen, como a Pablo, de la fatua confianza en lo grande y en lo fuerte; la gratuidad deshiele nuestro espíritu de contrato; el generoso compartir sustituya al cauteloso atesorar.  Y esto nos permite optar por una vida más  radical. Hablar de radicalidad apuntar a las raíces. Y es obvio que  se crece desde las raíces y no pegándole hojas y flores al tronco. Hablar de radicalidad no es vivir de fachada sino de la coherencia del corazón motivado por un amor irrestricto a Jesucristo y la Humanidad. Hablar de  radicalidad no es contentarse con ir tirando sino  esforzarse, con la fuerza del Espíritu, en  compartir incondicionalmente la vida y la misión de Cristo Resucitado.  V. RECUERDO PROVOCATIVO DE JESÚS:      a) Una profecía viva en acción.  Permítaseme una aclaración previa: El profeta es alguien que vive en una  experiencia de inmediatez de Dios que lo elige para que sea su portavoz. No hablará de lo suyo sino de lo de Dios. Le quemarán por dentro no sus proyectos sino el proyecto de Dios que todos nos sintamos sus hijos y que vivamos en plenitud toda la vida sin que la dignidad de nadie quede aplastada y escarnecida ( cfr. S. Ireneo ). De  ahí que el profeta se sienta involucrado en la historia humana. Por ser místico es un luchador contra la idolatría y la injusticia. Cuanto más místico más profeta12  A pesar de la debilidad de los que secundamos el llamado del Espíritu a seguir a Cristo a corazón pleno y a tiempo completo, a pleno riesgo y con mucho gozo, y las inevitables deficiencias que, incluso, a veces , pueden ser ocasión de escándalo, éramos conscientes en la Asamblea del valor de nuestra opción, avalada por el testimonio de hermanos y hermanas que nos miran sin prejuicios y agradecen nuestra opción por Jesús y su Reino que a muchos interpela y a otros, los anima a seguir en fidelidad el  estilo del Señor.  Claro que todavía tiene más de proyecto que de historia.  Ellos y ellas nos hablan de que la Iglesia y el mundo necesitan de la vida consagrada.  Y ésa es también nuestra convicción.  

12 GUERRERO, J. Mª.; En tiempos “ recios” urge la mística y el testimonio: desafío y tarea para la vida consagrada”: Revista CLAR, nº 1 / Enero-Marzo ( 2008) 41-54.

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El mundo, aunque lo ignore o lo niegue,  y la Iglesia necesitan personas célibes por el Reino y, sin embargo, integradas, maduras, armoniosas, disponibles y gozosas  cuya relación no viene regulada por ningún miedo ni represión sino por la polarización efectiva en Alguien que tal vez ellos no conocen, hombres y mujeres abiertos, con un trato sencillo pero sin prejuicios, cordial y sin apegos, respetuoso de la dignidad y de la libertad humana y, a la vez, cálido y cercano (voto del celibato por el Reino).  El mundo y la Iglesia necesitan el testimonio alegre de una vida sencilla y modesta que se contenta con lo necesario, que es poco, y que deja lo superfluo, que es mucho; suele sorprender y desconcertar en esta sociedad de un consumismo salvaje y tanta mentira y apariencia.  Por lo demás, extraña un talante sin protagonismo y que se percibe, sobre todo, en un trato de igualdad, de escucha, de respeto a todos y sin preferencias por los ricos, los que pueden, los que saben, los que deciden, que no trabajamos por sueldo o por prestigio, sino por la promoción integral de la persona y en especial por aquellos cuya dignidad está aplastada y escarnecida.  Nuestra pobreza en clave de solidaridad y comunión, desde una vida modesta y sencilla que la haga creíble, es algo que desconcierta, sorprende y admira.  Es evidente, por lo demás, que nuestra pobreza en comparación con la miseria del mundo más que llamativa se hace misteriosa para los que nos ven vivir de cerca ( voto de pobreza ).  El mundo y la Iglesia necesitan una alternativa nueva de vivir la libertad que no se confunda con el capricho, la anarquía o el libertinaje porque Dios no quiere esclavos sino hijos y en vivir como hijos está nuestra felicidad (voto de obediencia)    Nuestro mundo, desgarrado por rivalidades y violencias de todo tipo y fragmentado por etnias, ideologías y religiones, y nuestra Iglesia, a veces, tan dividida por visiones tan distintas, necesitan un ambiente “ecológico” – que es la comunidad ‐  donde se oxigene el alma y se vivan unas relaciones humanizadoras : cálidas y abiertas, llenas de comprensión, de tolerancia  amorosa, de acogida y de perdón.  Nuestro mundo intoxicado de egoísmo e insolidaridad necesita de comunidades donde se respire amistad, transparencia, lealtad y franqueza ( vida comunitaria)  El mundo y la Iglesia necesitan ver a los religiosos y religiosas en la “línea de fuego”, en la primera fila de una lucha sin cuartel por la humanización de todos, es decir por la solidaridad, la justicia y la reconciliación, y que están allí donde hay más riesgo que correr y más necesaria es su actitud profética (la misión).    ¿No es todo esto una profecía viva en acción en medio del mundo que nos ha tocado  vivir?  b) El riesgo de una oferta  sin gran calidad.  Sí quería  añadir  que para que nuestra vida religiosa interpele, encante, seduz‐ca y  testimonie los valores del Reino tiene que pasar inevitablemente por  una gran radicalidad,  es decir que debe ser de mucha  calidad. Estamos en una época en la que los signos para ser leídos y entendidos y, sobre todo, para que conciernan a las personas, las inquieten y cuestionen, necesitan ser  muy vivos  evangélicamente. La 

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oferta evangélica corre el riesgo de ser una más en el supermercado de los hombres atestado de todo tipo de ofrendas. La nuestra puede ser mirada como una simple curiosidad y respetada con indiferencia, aunque ahora comienza a aparecer mucha agresividad contra ella.  No cualquier pobreza interpela y despierta una  fuerte atractivo hoy. No cualquier dedicación a los empobrecidos y marginados estremece hoy. En una sociedad enloquecida por un consumismo desenfrenado, con un afán insaciable de enriquecerse y aparentar, con un modelo  de dominación mundial cuya ideología es un neoliberalismo que recrudece la situación de miseria, de marginación y exclusión de tantos hermanos y hermanas que se convierten en  sobrantes y desechables, nuestro voto de pobreza debe ser una profecía viviente de solidaridad y comunión con los empobrecidos y marginados de la tierra y con la lucha cristiana por sus legítimas causas . Por eso la opción preferencial por los pobres  debe ser inspiración fundante y motivadora de toda vida religiosa. No es una opción más, sino la opción que atraviesa transversalmente toda nuestra vida y misión.   No cualquier celibato por el Reino sorprende, admira y entusiasma. En una sociedad donde lo sexual se alaba, se fomenta, se exhibe y ha pasado a ser una manera de entretenerse, una función zoológica, un hecho insignificante y despersonalizado, el celibato por el Reino tiene que manifestar la “ sin medida” del amor de Dios que es libre, desinteresado y sin fronteras, denunciando sin glosas el egoísmo alienante, posesivo y explotador tanto a nivel personal como institucional. Es un voto a la dignidad de la persona.  No puede dejar de llamar la atención  ver personas célibes por el Reino y, sin embargo, realizadas, integradas, serenas, disponibles y gozosas, cuya relación no viene regulada por ningún miedo ni represión, sino por una polarización afectiva en Alguien que tal vez ellos no conocen, hombres y mujeres abiertos, con un trato sencillo pero sin prejuicios, cordial y sin apegos, respetuoso de la dignidad y de la libertad humana y a la vez cálido y cercano.  Nuestro celibato debe ser tan luminoso que hiera los ojos hasta de los que no quieren ver. Y esto porque se traduce en comunión con todos y al servicio de todos, en disponibilidad y en un amor sin fronteras de raza, color, de parentes‐ co, de ideología o religión y de situación social, en  alegría serena y gozosa. Nuestro celibato sólo será comprendido como  amor extremo  sin reservas personales ni discriminación de los destinatarios, si no es la preferencia por los que no tienen, no pueden, no saben.  No cualquier obediencia es retadora y entusiasmante sino la que plenifica al hombre y a la mujer y los libera de sus  anarquías, caprichos y esclavitudes. Vivir el proyecto que Dios tiene sobre uno, lleva a la realización personal y a la felicidad. Si no la persona se convierte en un hueso desencajado que duele y hace doler. La novedad de ejercer la autoridad como servicio humilde a los hermanos y la obediencia en la vida religiosa, que es un grito de libertad  y de fe, es una  denuncia subversiva de las ambiciones  de poder donde se busca escalar puestos, figuración, aupar a unos y someter a otros. Es, al mismo tiempo, anuncio de un nuevo modo de vivir en libertad y de organizar la 

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sociedad  en la que todos juntos busquen el proyecto  de Dios que quiere instaurar el Reino de justicia, de verdad, de libertad , de amor y de paz.  No cualquier vida comunitaria cuestiona, admira y contagia la alegría de vivir unidos en fraternidad. En un mundo desgarrado por las rivalidades y violencias de todo tipo, fragmentado por etnias, ideologías, religiones, situación social…, a pesar de una globalización desde arriba que a todos nos cerca pero sin hacernos más vecinos, ¿no serán los  religiosos como una fuerte interpelación   de que es posible la fraternidad porque es posible el amor? A nuestra sociedad  le falta “ alma, es decir, un clima ecológico donde se oxigene el corazón y se vivan relaciones cálidas, abiertas y llenas de comprensión amorosa, acogida, de estímulo, apoyo y perdón. Ante esta desafiante situación ¿no será misión de los religiosos ser despertadores de esperanza, y creadores de comunión y testigos de solidaridad?  No cualquier experiencia de Dios, de la que hablé más arriba, despierta en la gente la pregunta vital sobre Dios mismo. Tenemos que traducir de tal modo nuestra vida  que se ponga a hablar. No somos una noticia verbal sino una noticia viviente. Una noticia verbal puede darla un periodista, una noticia viviente sólo puede darla un testigo porque involucra a toda la persona.  Es necesario que los religiosos y religiosas sean percibidos como un  recuerdo provocativo de Jesús. Que en ellos se vea, se escuche a Jesús, que por ellos El se haga presente y actúe. La vuelta radical a Jesús es necesaria para que la vida religiosa recupere originalidad, credibilidad y fecundidad. Quizás el gesto evangélico más  significativo sea el de Bartimeo (cfr. Mc 10, 46‐52) cuando se quita el manto y echa a correr tras Jesús. En este paradigma, la vida y la misión se orientan “a ver a Jesús”.  He querido detenerme sin prisas en esta experiencia fundanle, en esta relación personal con Cristo personal  cada vez más exigente y más gratificante sin la que resulta imposible dar un  solo paso en la vida religiosa. Lo que ven‐ drá a continuación son algunos hitos más significativos de esta forma histórica  de vida religiosa por donde el Espíritu parece impulsarnos hoy a los religiosos y religiosas. Pero sin esta dimensión mística no podremos ser profetas.  VI. VIVIR A LA INTEMPERIE DE LOS HOMBRES:   a) El convento ¿fortaleza amurallada o tienda de campaña?    No habrá refundación si los religiosos y religiosas no vivimos  disponibles para la misión, una misión, por supuesto, que tiene al Señor en su centro.   El prototipo de este nuevo modelo de vida religiosa  ya no será el convento sólido e inmenso, arraigado como una fortaleza , sino la tienda de campaña, el vaso frágil, la semilla que muere para dar vida. Por supuesto que la misión  tiene que ser discernida desde nuestros  propios carismas y desde los desafíos de hoy que golpean a la puerta de nuestros institutos. Los sordos a los lla‐ mados del Espíritu y los miedosos de las exigencias que entrañan no serán los albañiles de la refundación.   Esto puede suponer abrir obras nuevas, cerrar viejas que ya no dicen nada, reorientar otras… Y  todo por fidelidad al Espíritu. 

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   Pero  esta misión, que es hacia todos los hombres, privilegia a algunos.   Si la opción por los oprimidos y marginados... por lo pequeños y cuantos fueron   considerados y tratados como los “últimos” de la sociedad 13 configuró la vida y la misión de Jesús (cfr. Lc 4, 18), también debe configurar la de todos sus seguidores porque pertenece  al corazón mismo del Evangelio y es una dimensión del Reino de Dios14.  Este llamado  nos viene de Jesús y su Evangelio.   La historia  de esta opción se confunde con la historia de la vida religiosa.   El Espíritu nos urge a vivir esta opción preferencial por los pobres en solidaridad y compromiso  con la vida de esos sobrantes  y desechables del sistema neoliberal; nos exige el jugarnos por sus derechos humanos tan atropellados hoy, nos impulsa a ser signos de honestidad y verdad evangélica y a apoyar los proyectos de los desvalidos y marginados, pues a través de ellos el Espíritu crea en nosotros la profecía de Jesús15.    Y esta opción preferencial  por los pobres se hace cada vez más urgente, porque la brecha entre ricos y pobres no sólo no se ha zanjado desde Puebla, sino que,  al revés, se ha ido ensanchando y ahondando (cfr.  DSD, 179).   Una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo, dijo Juan Pablo II,  consiste precisamente en esto: en que son relativamente  pocos lo que poseen mucho, y muchos lo que no poseen casi  nada16.   El hecho es que hoy hay más pobres que hace 22 años y los pobres de hoy son más pobres que aquéllos.  Ante un proyecto neoliberal que se extiende como la única alternativa eficaz posible de crecimientos de los pueblos y que, sin embargo, no mejora la calidad de la vida de los que más poseen y que degrada más   todavía la situación de miseria inhumana y la exclusión de los pueblos, el Espíritu nos urge a vivir esta opción preferencial  por los pobres en la solidaridad y el compromiso con la vida y con la lucha por la promoción integral y la dignidad de la persona, por la justicia, la paz y la libertad (y  no sólo ni principalmente a través del asistencialismo),   con los derechos humanos, a ser signos de honestidad y apoyar los proyectos de los desvalidos y marginados, pues a través de ellos el Espíritu recrea en nosotros la profecía de Jesús.  b) Yahvé se revela poderoso en la flaqueza del pobre.  En toda la historia de la revelación de Dios y de la sanación de Israel hay una vertiente que se va agrandando cada vez con más fuerza: Yahvé se revela  poderoso en la flaqueza de los pobres y los excluidos,  de los que no tienen voz en la sociedad.   Ese Dios que se hace  defensor del pobre, del huérfano, del extranjero, de la viuda, de los esclavos (cfr. Ex 22,  20‐26; Dt  15,  7‐18; 14, 28‐29, etc.) es el Dios vivo y verdadero,  el que se va a revelar de manera todavía más escandalosa en la historia de Jesús de Nazaret.   Si esta opción configuró su vida y su misión, no puede menos de configurar   13 JUAN PABLO II: Esos son para él los pobres: VC 82. 14 JUAN PABLO II, en VC 82. Cfr. también LIBANIO, J.B. Missao da vida religiosa no momento actual, en Convergencia 251 (1992) 163. 15 Ver mi artículo: Hacia una nueva comprensión de la opción preferencial por los pobres. TESTIMONIO 169 (1998) 12-19 (con amplia bibliografía). 16 Sollicitudo rei socialis, núm. 27.

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la nuestra.  Él quiso hacer de los pobres los privilegiados de la Buena Nueva y el criterio para discernir  la presencia o ausencia del Reino.   Si la praxis de Jesús es normativa para sus seguidores, entonces hay que  reconocer que, sin la opción preferencial por los pobres,  sin asumir su causa y comprometerse con su liberación, le faltará algo constitutivo a nuestra pretensión de ser  seguidores de Jesús17.  Y una manera –no la única pero sí la más privilegiada‐ de vivir esta opción es precisamente la inserción.   Y el  pobre más que  un lugar geográfico o      social es un “lugar teológico”.  No  olvidemos, sin embargo, que cambiar de lugar físico y social siempre ha sido uno de los modos más usados de la vida religiosa para rehacerse desde e nacimiento del Císter hasta Carlos de Fou‐ cauld. Por eso las fundaciones y refundaciones han sido el resultado de una decidida vuelta  a la pobreza evangélica.   Nuestra pobreza evangélica  (hecha de sencillez, modestia, solidaridad y alegría) no debería exigir muchas aclaraciones.   ¿Se descubre fácilmente hoy en nuestro talante de vida y en nuestra misión?.  Esto supuesto, ¿qué   nuevas formas de expresión nos exige hoy la opción preferencial por los pobres?  Frente a este nuevo panorama, sin renunciar a las “líneas – fuerzas” que impulsaron a los religiosos hacia  la  periferia, el desierto y la frontera,  hemos de acentuar otras: el acompañamiento respetuoso y fraterno, la presencia silenciosa, cercana y esperanzada,  la modestia, la paciencia, la solidaridad sin protagonismos en sus legítimas  causas, la creatividad en el Espíritu, que es fruto de la imaginación e intrepidez, y es motivada por el amor, capaz de discernir respuestas nuevas a nuevas situaciones históricas.  c) ¿Dónde están nuestras prioridades:      estamos con los excluidos o con los excluyentes?  Esta es una pregunta clave y que entraña otra: ¿ de dónde viene el dinero con que vivimos? Estamos de parte de los excluidos o de los excluyentes? Los niños de la calle  que vagabundean por las calles sin rumbo y sin esperanza, los que vuelven a la casa con alforja vacía y oyen los llantos de  Sus hijos hambrientos, los ancianos arrumbados como trastos viejos y solos, los refugiados y emigrantes en tierra extraña, que arrastran su precariedad hasta límites increíbles, los sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza ni futuro…¿ nos descubren a su lado  o nos sienten enredados  en una religión de muchos rezos y poco compromiso evangélico, codeándonos con los grandes del mundo? No actuó así 

17 FREITAS C., de: ¿Todavía la opción por los pobres? Boletín CLAR 6 (1995)

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el Maestro y, por lo tanto, tampoco deben actuar así sus discípulos. No olvidemos que los despreciados y pequeños de ahora serán nuestros futuros jueces (cfr. Mt 25,31‐46).     d) En la frontera de alguna deshumanización.  Por otra parte, todas las familias religiosas han nacido en la frontera de alguna deshumanización. Esa fue y es su verdad. Y lo seguirá siendo mientras se dejen colocar por el Espíritu en ella, porque “ Dios siempre mayor”  revela su  grandeza precisamente en el apasionamiento por el “ hombre siempre menor”18  Si allí nacieron, allí tendrán que  volver a beber en su propio pozo. Ese estar en la frontera, signo de que el Espíritu  guiador está en acción, será criterio de discernimiento para buscar lo que a Dios le agrada. Protegerse en la retaguardia, donde no se arriesga nada, ni hay nada que experimentar y cobijarse al resguardo del soplo del Espíritu es signo de decadencia  y  la recreación de una vida religiosa más significativa es imposible.    VII. OPCION POR LA JUSTICIA Y LA SOLIDARIDAD Luchar por un orden social que no excluya.   La globalización económica – y su motor neoliberal‐ se presentan como la única alternativa posible  para crear un mundo paradisíaco, de bienestar para todos.  Es una gran falacia.  La dura y cruda realidad dice lo contrario, es decir, a “los señores de la globalización” no les conmueve el corazón – al menos, no lo demuestran – el ver las masas de empobrecidos, sobrantes y desechables, que genera el sistema neoliberal.  Más aún la globalización económica,  como está hoy planteada, no puede arreglar la desastrosa situación en que viven millones de seres humanos.  El mismo Fondo Monetario Internacional lo ha dicho a través de su ex director, M. Camdessus:  “El mercado no es capaz de reconciliar lo económico con lo social porque el mercado no tiene horizonte social”.   Así de claro.  Es verdad que el mercado, base de la globalización económica, produce riqueza, pero ¿ a qué costo y cómo se distribuye?  Los hechos son incuestionables.  Y éste es el fracaso de la “civilización de la riqueza”:  el no poder dar de comer al planeta ni hacer que las personas se sientan a gusto en esta tierra.  La globalización “desde arriba”, que dirigen y fomentan las grandes multinacionales y los gobiernos e instituciones internacionales al servicio de sus intereses es un atentado contra la miseria de muchos pobres cada vez más pobres y excluidos del banquete y de la fiesta.  ¿Cómo no va a ser hiriente y descorazonador que las tres personas más ricas del mundo tengan una riqueza equivalente a la de 600 millones de habitantes de los países pobres?  Las críticas en avalancha que les caen encima a los defensores de esta globalización son durísimas y contundentes.  ¿Cómo responden?.  Soplando sobre las ascuas mortecinas de tantos y tantos el deseo desordenado de poseer, alimentando la  18 IGLESIAS, I., Servidora de la persona y dependiente del Espíritu.. Vida Nueva 2016(1995) 2-16.

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codicia, la ostentación, el consumismo y el ansia de ganar por encima de lo que sea a costa de quien sea.  Hay que ser un miope para no ver la hiriente contradicción de esta justificación, que ni ellos mismos creen, con la actitud de muchas personas y pueblos que consideran primordial lo comunitario, la moderación, la solidaridad y el compartir, la equidad y la austeridad.  Junto con esa falta de solidaridad que entraña la globalización, hay otra vertiente, que es como la otra cara de la moneda, y es el afán de figurar y aparentar  que encandila al hombre de hoy quizás más que en otras épocas.  Los valores de la modestia y la humildad no se cotizan demasiado en la bolsa de un mundo como el nuestro autosuficiente y orgulloso, tan encandilado por el prestigio social y el poder.  El vivir con sobriedad no se estila en un mundo atestado de propuestas consumistas19. La cultura de los suficiente y la solida‐ ridad no se traduce en hechos.  La persona hoy se va aislando más del resto y repite, con frecuencia, con Caín: “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano”?  (Gn 4,9).  El horizonte del ser  humano hoy, educado en esta cultura de la “globalización desde arriba”, es muy achatado y miope:  no ve lo que pasa a su alrededor. ¡Que lejos  estamos de esa “civilización de la pobreza”, en la que los  pobres  y las víctimas tengan vida y dignidad, palabra y nombre,  ocupen  el centro, y, de este modo, “el mundo de abajo pueda generar y ayudar a que demos pasos a la utopía!” (Jon Sobrino).  b) La globalización “desde abajo”.  La Iglesia no puede aceptar y denuncia sin ambigüedades ese neoliberalismo que discrimina, que se desentiende de los pobres y los convierte así  en excluidos y sobrantes.   En esta coyuntura histórica que atravesamos la opción preferencial por los pobres está llamada a ser la raíz  y la fuente inspiradora de nuevas formas de compromiso, capaces de articular un proyecto de justicia y solidaridad que  dé nuevo rostro y  nuevas manos a la  opción preferencial por los pobres y haga transparente la veracidad del seguimiento de Jesús. Es verdad que jamás la vida religiosa por sí misma conseguirá  este cambio, sólo muestra posible y deseable.  Estamos  viendo con asombro, no exento de perplejidad y de miedo, cómo la globalización económica  avanza a un ritmo galopante, orquestada y empujada por un fenómeno avasallador de tecnología y comunicación     masiva.  No pocos creen  que puede traer grandes  beneficios, pero, al mismo tiempo,  estamos viendo que la realidad, de hecho, es bien distinta  porque lo que está ocasionando es injusticias a escala masiva: exclusión y empobrecimiento  de grandes masas, atropello de culturas  

19 Véase el excelente artículo de IZURQUIZA, D., Vivir sobriamente combatiendo el consumismo: Sal Terrae 983 (1995) 717-741. “Una de las cuestiones recurrentes en la predicación de los profetas es la crítica a la idolatría (puede verse, p ej., Is 44, 6-20); y ya S. Pablo afirmaba que la codicia es una forma de idolatría (Col 3,5). Hoy podemos decir lo mismo del consumismo, que no es sino un modo de adorar vital y “culturalmente” ciertos objetos hechuras de las propias manos humanas: con su becerro de oro (la televisión), sus templos (grandes almacenes), sus falsos oráculos (la publicidad) sus sacrificios (la cuesta de enero) sus fiestas (1 día de la madre o de los enamorados, o de lo que sea), sus altavoces diseminados por la ciudad ( vallas publicitarias...), su paraíso-tierra prometida (mostrado en las telenovelas)...

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por esa modernización homogenei‐ zante que destruye la identidad y los valores tradicionales de culturas distintas, etc.     En justicia la Iglesia no puede cruzarse de brazos ante esto.   Hay que trabajar por construir un orden social basado en la solidaridad, donde todos puedan ocupar su puesto, al que tienen derecho  como hijos de  Dios.   No basta compartir con los pobres, es necesario  luchar por sus legítimas causas y su promoción integral.  Para llegar a vivir un estilo de vida marcado por la modestia y la sencillez hay que poner la solidaridad en el corazón de nuestra vida.   La economía y la política de la solidaridad y la sencillez, la educación en el compartir y vivir sobriamente  son urgentes.  Nuestra opción por la justicia y la solidaridad  nos tiene que hacer lúcidos e intrépidos.   No está en nuestras  manos cambiar con un golpe de timón esta situación que crea la “globalización desde arriba”, que va sembrando exclusión, miseria y desesperanza en grandes masas de personas y de pueblos, ya que se presenta como camino único e indiscutible para el progreso de la humanidad.   Sin embargo, algo se está moviendo.  Muchos piensan que “un mundo distinto es posible y todos estamos llamados a construirlo”.   El “movimiento global contra la globalización” ha puesto al descubierto su vulnera‐     bilidad.    Ante la globalización construida sobre cimientos de exclusión, empo‐ miento, falta de respeto a la dignidad de la persona y de no reconocimiento y  valoración de las diferentes etnias y culturas, se trata de buscar una sociedad alternativa que no excluya  a nadie, donde quepan todos y que haga de la persona y, en concreto, del pobre y excluido el centro de la economía, la preocupación social y no atropelle y destruya ninguna etnia o cultura.   Estamos ante el reto  de emprender esfuerzos a todos los niveles para que la globalización esté marcada por la solidaridad, equidad, la sostenibilidad, la inclusión. En esta nueva etapa del mundo queremos una globalización solidaria, respetuosa de los servicios, de la justicia social, de la igualdad y de la soberanía de todos los pueblos.   Es lo que se ha llamado la “globalización des‐ de abajo”.    En esta legítima lucha por la justicia y la promoción de todos los hermanos, y especialmente de más pobres y excluidos, todos los creyentes en Jesucristo y su proyecto de vida  deberían estar  en primera fila, como exigencia ineludible de su fe que los lleva a vivir la cultura de los suficiente, compartirlo con los demás y  rechazar todo ese mundo de lo superfluo, de la ostentación y el lujo.   No deberían   dejarse dominar por un sentimiento de impotencia (“no hay  nada que hacer”) frente al poder del sistema neoliberal, orquestado por una propa‐ da machacona y mentirosa.   Y esta resistencia habría que traducirla con creati‐ vidad,  lucidez y coraje en metas posibles a corto y mediano plazo:  Educar en una cultura de lo suficiente. Enseñar valores de solidaridad  y sencillez. 

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Formar líderes en las clases medias y en los medios populares que sepan defender sus derechos. Defender las culturas autóctonas y la ecología y, Optar por una presencia solidaria y transformadora entre los pobres y excluidos, etc…    VIII. CADA UNO OÍA HABLAR EN SU PROPIA LENGUA:        La inculturación.  La vida religiosa  nace en una coyuntura histórica determinada. Cada Instituto es suscitado por el Espíritu frente  a deshumanizaciones de una realidad histórica concreta. Los fundadores y fundadoras, a  pesar de la genialidad espiritual con que, por la fuerza del Espíritu, sobrepasan su época dejan una impronta muy marcada de la impronta  de su tiempo. Para la vida religiosa  inculturarse significa hace inteligibles y vivenciables en otros categorías históricas y culturales las intuiciones  primigenias‐ la gracia carismática‐ que el Espíritu les concedió a nuestros fundadores o fundadoras.  Refundar el propio Instituto es el reto que se nos presenta a cada generación de religiosos y religiosas. Estamos muy al comienzo de este prroceso de inculturación de nuestros carismas fundacionales que debe inspirar el estilo de formación, de experiencia comunitaria, de proyectos apostólicos… Es  evidente que las grandes  transformaciones socio‐culturales  en este mundo plural afecten  a la vida religiosa, la condicionen e incluso la configuren. Uno tiene la impresión que, a veces, no nos descodificamos lo suficiente de nuestros propios símbolos, categorías, costumbres importadas, etc., para codificarnos en los valores propios de otras culturas en las que debemos servir. Y esto se traduce en una descorazonante ineficacia apostólica.  Ni el Evangelio ni la vida religiosa se identifican con ninguna cultura, pero no pueden darse sino  inculturados. Encarnar el Evangelio en cada cultura  es imperativo de Jesucristo. Jesús asumió todo lo humano menos el pecado, en la cultura de su pueblo para realizar la misión que el Padre le confió. Sus discípulos no podemos actuar de otra manera. El es nuestra inspiración, nuestra fuerza y nuestro camino.  En efecto, en el Documento de Santo Domingo (DSD,230) se sugiere  considerar la inculturación  a la luz de los tres grandes misterios de la salvación: la  Encarnación que expresa el triple movimiento de cercanía, de la solidaridad de Dios  hasta llegar a la identificación, la Pascua que conduce a través del sufrimiento a la purificación ( la inculturación es juicio y es salvación tanto para los que son enviados como para la cultura misma; potencia todos los valores de la cultura en que se anuncia el Evangelio y purifica los gérmenes de pecado que en cada cultura existen), y Pentecostés que, por la fuerza del Espíritu,  posibilita a todos entender en su propia lengua las maravillas de Dios.  Mi convicción profunda es que sin inculturación no es posible llegar al corazón del hombre que habla otra “ lengua”, se expresa en otros símbolos y categorías culturales… y más en un mundo tan plural.  

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 La inculturación, por otro lado, no es algo que  ha de hacerse en los “ laborado‐ rios” de una Curia Generalicia o en un Capítulo General. Es, por definición, par‐ ticular y por eso y tiene que partir desde abajo, de aquellos y aquellas que están en contacto cotidiano con la cultura, a veces tan distinta de la tradición occidental que, en general ,impregnó el espíritu y la letra de nuestras Constituciones y tradiciones.  A lo largo de la historia, la vida religiosa ha sido pionera, aunque con  algunas  fases opacas como entre el 1800 y 1950. Sus esfuerzos de inculturación no siempre fueron comprendidos ni alentados por las autoridades de la Iglesia. Un ejemplo impactante fue el jesuita P. Nobili, allá en los comienzos del siglo XVII. Se hizo  saniassi ( hombre dedicado a las cosas de Dios) en la India – siendo él un noble italiano‐ y se vistió con una ropa color ocre‐rojo, un signo triangular de sándalo sobre su frente, y altas sandalias de madera en sus pies y se confinó en una húmeda y calurosa cabaña, comiendo solamente hierbas, arroz y frutas. Aprendió el sánscrito para dominar el libro de los Vedas. Y todo para anunciarles a  sus hermanos de las India  la Buena Nueva de Jesucristo el Señor. Fue un hombre  inculturado, una profecía viviente y estimulante para tantos y tantos que siguieron sus huellas, a pesar del rechazo de la Iglesia. Hoy, en cambio, admiramos su visión profética, su audacia y sus sacrificios para llevarla a cabo.  La inculturación  es un llamado de Dios a asimilarnos al misterio de Cristo, a que aceptemos experimentar ese misterio en nuestra propia carne. Y no olvidemos que la inculturación es fruto de mucha contemplación, de exigente desprendimiento y de amor muy grande a las personas que viven otra cultura y a la que somos enviados.  IX.  HAMBRIENTOS DE UNA VIDA COMUNITARIA Y            HARTOS DE UNA VIDA EN COMÚN.  ¿Hogar u hotel?   En el Congreso Internacional de Roma del 2004 hubo un grupo de jóvenes invitados. Tuvieron  tres breves intervenciones. Y en ellas la tónica fue la misma: “tenemos sed de vida comunitaria  como expresión de  relaciones cálidas y fraternas y como lugar para compartir nuestra fe y nuestros carismas, es decir lo que somos, lo que sentimos y soñamos”. Uno de ellos me comentaba un tanto decepcionado que están “ hartos de vida en común pero hambrientos de vida comunitaria”. No acaban de entender  por qué hay tantos religiosos y religiosas que viven solos a pesar de estar juntos. No compartir nuestra fe, ni nuestra razón de ser  y trabajar, lo que pensamos, lo que sentimos y proyectamos es simplemente  un sin‐sentido y una frustración. Querían que sus comunidades fueran un hogar y no un hotel.  Como muchos de nosotros estaban convencidos que  una comunidad es “ mucho más  que compartir un mismo techo, una misma mesa y un mismo reglamento… no somos voluntarios de una organización multinacio‐ nal ni huéspedes más o menos contribuyentes de una  casa” . ( Carta del P. Peter Hans Kolvenbach a  la Compañía  de Jesús, siendo todavía General ).  

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Todos hambreamos comunidades que sean como esos espacios verdes en las ciudades, donde se respira aire de Dios y de humanidad: lugares de encuentro y de amistad, de acogida y de apoyo, de perdón, serenidad y fiesta. Necesitamos  comunidades que sean, al mismo tiempo, espacios en donde se respire franqueza, lealtad, transparencia, ayuda fraterna, comprensión y alegría. Añoramos comunidades cálidas y acogedoras con mucho sabor a hogar. Y la palabra hogar evoca rápidamente un clima de familiaridad, naturalidad donde reinan la confianza, la comunicación, la liber‐ tad interior, la intimidad y el compartir gozoso. El  hogar, a diferencia de un nido protector y egoísta, proyecta hacia fuera y comparte con otras personas lo mejor que vive en su interior. Necesitamos el  hogar para crecer vitalmente, para realizarnos como personas, para ser felices. Nuestras comunidades nos tienen que hacer gozar  más que sufrir.  Mi convicción profunda es que si la vida religiosa tiene hoy una oportunidad y un papel que desempeñar es el crear en todas partes, suscitar, animar y sostener  hogares de vida  auténticamente fraterna que irradien a los demás amistad, estímulo, apoyo, paz y reconciliación. Da pena de ver a tantas multitudes de gente solitaria, presa de sus ocupaciones y agobios, lo cual hace que vivan encerradas en sí mismas.  “ En este tiempo se multiplican las personas que viven cada vez más de relaciones puramente  virtuales, y parecen como naufragos del espíritu a la deriva, sobre balsas online.  Desde algunos aspectos es como si se dieran una nueva identidad fluida, intercambiable , a puzzle. De hecho están como en un laberinto, sin metas ni salidas, donde perderse  es lo mismo que encontrarse. Al mismo tiempo que metanetwork  conecta a todos y a todo, la vida ya no tiene secretos, es la muerte de la intimidad y la ternura, de los secretos y de la libertad” 20  b) Creadores de fraternidad, despertadores de esperanza.  Si la vida religiosa  es la  matriz de la que nacen y llegan a la plenitud hombres y mujeres liberados de si mismos, de su cerrazón, de sus egoísmos, de sus desalientos, de lo que retiene al hombre y a la mujer en sus esclavitudes, unificados y serenos, gozosos en espera del futuro, hermanos de todos, ¡ qué interpelación para todos los que viviendo, a veces, juntos, se sienten, sin em‐ bargo, solos!   En un mundo tan desgarrado y agresivo, cada vez más fragmentado por etnias, ideologías, religiones…, al que se le han muerto las ilusiones de fraternidad afectiva y efectiva y es incapaz de soñar utopías ¿ no serían los religiosos y re‐ ligiosas como un aguijón  inquietante hacia un futuro más solidario y fraterno,  creadores de fraternidad y despertadores de esperanza?  Una vida religiosa fraterna vivida  en radicalidad es una denuncia  profética contra una sociedad individualista  y ambiciosa  que margina a grandes masas de desposeídos y una  invitación profética a la justicia  y  la reconciliación.  c) El encanto de vivir unidos en la diversidad.  

20 SECONDIN, B., y Papa, D., Del pozo a la posada. En el Congreso Internacional de la vida consagrada, Roma, 2004.

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Sin pretender  hacer una larga y exhaustiva reflexión sobre la comunidad   que ya hemos hecho en otras oportunidades, sí quisiera dar unas pinceladas que sugieran  la comunidad que soñamos y sus dimensiones  mística y profética.  1ª  Tendrá que pasar  de ser una vida en común a una comunidad de vida, rica en relaciones personales de acogida, respeto y valoración del otro, del diferente; de diálogo y discernimiento, en libertad responsable, en la preo‐cupación por el otro, en la que más  que  la presencia física lo que cuenta es la  compenetración de espíritu  y la unión de corazones. 2ª Habrá  que pasar  de estructuras que aniñan a apoyos que forman en la libertad. No ha sido raro que, con buena voluntad, se hayan multiplicado los apoyos estructurales que han forjado personas aniñadas sin creatividad ni imaginación, más fieles ejecutoras de órdenes que discernidoras desde la propia responsabilidad y su leal saber y entender, para vivir la misión que se les confió. No se ayuda a crecer en madurez y en responsabilidad coaccionando sino promoviéndola. ¿No hay todavía comunidades excesivamente reglamenta‐ das  que impiden caminar con holgura y libertad hacia exigencias de una vida comunitaria seductora por lo fraterna, comprometida en la misión, disponible siempre y gozosa?   3ª  Es  necesario pasar de una uniformidad imposible a la unidad en la diversidad. Toda comunidad cristiana y religiosa es una pálida imagen de la co‐ munidad trinitaria. Y la comunidad trinitaria se hace en la diferencia y no en la uniformidad: cada persona divina es distinta y actúa distintamente. La  unidad en la Santísima Trinidad está hecha de oposiciones y diferencias entre las tres personas distintas, compartidas en el amor.¿Qué significa entonces ese cierto afán por nivelar a las personas?   4ª Hay que pasar de la trinchera fortificada al campo abierto  donde se lucha por el Reino. Una comunidad introvertida es una comunidad neurotizada. La mejor manera de desdramatizar los pequeños conflictos y problemas de  dentro de nuestras comunidades es sumergirse en las tragedias que viven nuestros hermanos.  Nuestras comunidades vivirían más aireadas y sanas si abrieran sus puertas y ventanas al mundo, bajasen a la calle y se metieran en la caravana de los hombres y mujeres y escucharan con el corazón lo que sufren, luchan y aman. Nuestro lugar  no es la retaguardia cómoda donde no se corre ningún riesgo sino la “ línea de fuego” donde se lucha por la justicia, la solidaridad y la paz.  d) Madurez humana y espiritual de los religiosos/as.  No quisiera terminar este apartado sin decir algo sobre un punto que  considero de vital importancia en la comunidad.  Todo lo anterior supone un tema de calidad, es decir, de madurez humana y espiritual en los religiosos y religiosas. Hay que aprender a madurar muy hon‐ damente las propias experiencias humanas: encontrar  la paz y la reconcilia‐ ción consigo mismo; asumir su propia historia personal  con paz. Una dimen‐ sión muy especial de esa madurez personal tiene que ver con la madurez afectiva: capacidad de dar y recibir afecto, de apertura e intimidad, de gratuidad y generatividad, de  serenidad para enfrentar la vida, de dominio de las propias  pulsiones corporales y de la propia 

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sensualidad, configuración de la propia identidad sexual, de la plena integración  de las dimensiones masculinas y femeninas ( la problemática del género), etc. Esto agudiza  la conciencia de la propia pequeñez y debilidad: es un sabernos esencialmente frágiles. Igualmente  es indispensable madurar  el propio camino espiritual. Encontrarse con el Dios creador que late en lo hondo de cada uno de nosotros y que es en verdad nuestro único Señor. Aprender a crecer en el amor de Dios, a confiarse en ËL ( no es fácil porque  no conocemos la gratuidad plena y porque nos gusta “ ganarnos” lo que necesitamos) a fin de poder ser gratuitos en la propia entrega   X. LAICOS Y RELIGIOSOS ¿ COMPAÑEROS DE MISIÓN?  A lo largo de las últimas décadas hemos ido descubriendo que los religiosos/as  no monopolizamos nuestros propios carismas. Y hemos llegado a la conclusión que “ nuestro carisma puede ser compartido con los laicos” (VC,54), es decir que hay personas llamadas vivir nuestros carismas pero  laicalmente.  Esto significa tenerlos como compañeros de misión y no como simples colaboradores.    Y esto nos exigirá  una actitud de apertura, respeto y valoración, y dar los pasos necesarios parta aceptar y agradecer su aporte desde lo propiamente laical.  Habrá que abrir espacios de  autonomía en comunión para que puedan ser ellos mismos, no intentando falsas seguridades, ni escondiendo complejos de superioridad o manipulación. Reconocer la madurez de los laicos en hechos de participación y corresponsabilidad no es demagogia  sino  que es comunión.    Nuestra colaboración con los laicos será tanto más fructífera cuanto más se salvaguarde la propia identidad de los religiosos y los laicos (cfr. VC,70). Los religiosos/as les recordamos a los laicos “que este mundo puede ser transformado sólo desde el espíritu de las bienaventuranzas” (LG,31). Podemos aportarles nuestra propia espiritualidad que también puede vivirse  laicalmente. También hemos creado plataformas apostólicas, inspiradas en la misión que podemos ofrecer para que los laicos realicen su misión. Puede ser también significativa para ellos nuestra sabiduría acumulada: espiritual, comunitaria, organizativa, etc., abriéndose así un abanico de posibilidades de formación. Los laicos, por su parte,  que no son cripto‐religiosos, nos ayudan a los religiosos/as en nuestro camino espiritual y pastoral desde  su  dimensión secular de compromiso en lo temporal. Y finalmente  la misión de muchas  Congregaciones depende de hecho, con frecuencia, de lograr  la participación de estos compañeros de misión. ¿Cuál es el desafío de la vocación laical? “Colaborar efectivamente para que el “ espíritu de Jesús y el Reino  penetre en la sociedad y en las estructuras generando vida”21    Es, además, evidente que hoy se tiene mayor conciencia de la  dimen‐ sión laical de muchos de los Institutos y que la vida religiosa del futuro estará cada vez más abierta al laicado, en general, en la línea de la comunión y participación en cuanto a la espiritualidad, el trabajo y la comunión de vida. Parece claro que  cada día tiene más peso y protagonismo lo laical.    CONCLUSIÓN.   21 MURAD, A., fms., Religioso y laicos al servicio de la misión” en TESTIMONIO 232(2009) 65

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Quiero concluir esta larga reflexión  con unas palabras del P. José Rodríguez Carballo, Ministro General de los Franciscanos. Habló a los Obispos  de Galicia y a los Provinciales y les sugirió tres grandes  acciones  que se completan de cara al futuro de la vida religiosa que se complementan: centrarnos, concen‐ trarnos y descentrarnos.  CENTRARNOS Significa que hay que optar carismáticamente con más radicalidad  por  ese   “estilo de vida” al que el Señor nos llamó para compartir su vida y su misión. Lo que importa es que descubramos cuál es nuestra identidad y nuestra oferta carismática en esta Iglesia a la que queremos servir.  No somos para  todo.  CONCENTRARNOS. Significa atender a lo esencial y no dejarnos enredar ni perdernos en lo que no pasa de ser circunstancial. En el seguimiento incondicional de Jesucristo hay pocas cosas definitivas. Hay que descubrirlas y vivirlas apasionadamente.  DESCENTRARNOS. Significa salir hacia el mundo y hacernos presentes en la vanguardia de la Iglesia, en la frontera, en la franja liminar. Eso es lo nuestro.