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Última entrevista con Carlos Castro Saavedra Por: Isaías Peña Gutiérrez Era la primera vez que lo veía y a las tres semanas supe que había sido la última. Después de varios intentos fallidos, ahora llegaba a su casa a entrevistarlo para Lecturas Dominicales y a pedirle una selección de su poesía para la revista Hojas Universitarias, aunque, en el fondo, sólo quería conocer al autor de tantos poemas y columnas que había leído en mis años de estudiante. Iba acompañado con la directora de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, Gloria Inés Palomino, su viejo amigo de cafés y letras, Rogelio Echavarría, y del recién galardonado en el Premio Enka de Literatura Infantil, Andrés Elías Flórez. Le dije que no lo torturaría con un interrogtorio infinito. Todos sabíamos de sus dolencias. Prendió su cigarrillo, tosió y le escuchamos como una tormenta en su pecho. Luego pasamos a la mesa del comedor, mientras su esposa ("Cuando yo digo Inés olvido los agravios") atendía a los demás. Traté de prender la grabadora para sumar su voz a la de mi archivo de escritores latinoamericanos. Me pidió que "así no más". Su cara tenía el tono de aquellos versos suyos que dicen "Una extraña ternura me conmueve, cuando veo la sal sobre la mesa". Y en esa mesa me contó de su niñez, al lado de su padre, el Comandante Eduardo Castro, de su madre tolimense, doña María Saavedra, cuando viajaron hasta Quibdó atravesando selvas y montañas, a caballo, en jornadas de días enteros. Allá vivieron dos años, frente al Atrato, en medio de las tempestades y de la pobreza de un pueblo qu él nunca ha olvidado. Regresaron a Medellín, donde había nacido en agosto de 1924; estudió con los jesuítas en San Ignacio y en el Liceo de la Universidad de Antioquia, sin que llegara a pasar de 4o. bachillerato. Desde los 9 años había comenzado a escribir poemas y ese sería su destino, en el que lo apoyaba su padre y su tío, el cuentista antioqueño Alfonso Castro. Le pregunto por los poetas y los personajes importantes en su juventud y me cita a Barba Jacob, León de Greiff, Ciro Buendía, López Pumarejo, Jorge Zalamea, Germán Pardo García, Jorge Eliécer Gaitán, Abelardo Forero Benavides, entre los colombianos. Y me habla con respeto y admiración de César Vallejo y Vicente Huidobro, de Gabriela Mistral y de Pablo Neruda. En cuanto a sus poemas -me dice-, los principió a publicar hacia 1941, en diarios y revistas de Medellín, por ejemplo, en El Diario, que dirigía Emilio Jaramillo; ahí mismo escribió su primera columna, "Luminaria", oficio que prolongaría más tarde en El Tiempo, El Colombiano, El Mundo, Occidente y otros periódicos colombianos, hasta llegar a contabilizar más de diez mil columnas escritas hasta ahora, con títulos como "Camino de la patria", "Zona verde", "La voz del viento", nombre este último que le dió a la finca de su familia, cerca de Rionegro. Castro Saavedra recuerda muy bien el Medellín de los años cuarentas. Poetas, cuentistas, novelistas, escultores, caricaturistas, periodistas, todos confluían en las redacciones de los diarios o en los cafés de la esquina. Con regocijo me cita nombres: Manuel Mejía Vallejo, Miguel Arbeláez, Otto Morales Benítez, Belisario Betancur, Rodrigo Arenas, Hernán Merino, Alberto Aguirre, Balmore Alvarez, José Horacio Betancur, Alipio Jaramillo, José Alviar Restrepo -el "hermanito José" que "murió de río cuando estaba lavándole las manos a la patria"-, Ciro Mendía, Hernando Escobar Toro. Por esos días, en 1946, apareció su poemario, Fusiles y luceros, costeado por el municipio, con un tiraje de mil ejemplares y bien recibido por la crítica. Le pregunto el por qué del título, y me sorprende. Los fusiles eran mi padre, que era oficial del ejército, liberal, y los luceros, lo universal -me dice-, la violencia vendría después, pero ahí ya quedaba anunciada de manera intuitiva. Y le pregunto por qué ya ese primer libro suyo no le gusta, siendo que la crítica lo considera entre los mejores. Me parece -me responde dudoso- que en él había un poco de demagogia y hoy encuentro en él, también, algunos bajones.

Última Entrevista Con Carlos Castro Saavedra

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Entrevista a Carlos Castro Saavedra, gran poeta colombiano.

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ltima entrevista con Carlos Castro Saavedra

Por: Isaas Pea GutirrezEra la primera vez que lo vea y a las tres semanas supe que haba sido la ltima.Despus de varios intentos fallidos, ahora llegaba a su casa a entrevistarlo paraLecturas Dominicalesy a pedirle una seleccin de su poesa para la revistaHojas Universitarias, aunque, en el fondo, slo quera conocer al autor de tantos poemas y columnas que haba ledo en mis aos de estudiante. Iba acompaado con la directora de la Biblioteca Pblica Piloto de Medelln, Gloria Ins Palomino, su viejo amigo de cafs y letras, Rogelio Echavarra, y del recin galardonado en el Premio Enka de Literatura Infantil, Andrs Elas Flrez. Le dije que no lo torturara con un interrogtorio infinito. Todos sabamos de sus dolencias. Prendi su cigarrillo, tosi y le escuchamos como una tormenta en su pecho. Luego pasamos a la mesa del comedor, mientras su esposa ("Cuando yo digo Ins olvido los agravios") atenda a los dems. Trat de prender la grabadora para sumar su voz a la de mi archivo de escritores latinoamericanos. Me pidi que "as no ms". Su cara tena el tono de aquellos versos suyos que dicen "Una extraa ternura me conmueve, cuando veo la sal sobre la mesa". Y en esa mesa me cont de su niez, al lado de su padre, el Comandante Eduardo Castro, de su madre tolimense, doa Mara Saavedra, cuando viajaron hasta Quibd atravesando selvas y montaas, a caballo, en jornadas de das enteros. All vivieron dos aos, frente al Atrato, en medio de las tempestades y de la pobreza de un pueblo qu l nunca ha olvidado. Regresaron a Medelln, donde haba nacido en agosto de 1924; estudi con los jesutas en San Ignacio y en el Liceo de la Universidad de Antioquia, sin que llegara a pasar de 4o. bachillerato. Desde los 9 aos haba comenzado a escribir poemas y ese sera su destino, en el que lo apoyaba su padre y su to, el cuentista antioqueo Alfonso Castro.Le pregunto por los poetas y los personajes importantes en su juventud y me cita a Barba Jacob, Len de Greiff, Ciro Buenda, Lpez Pumarejo, Jorge Zalamea, Germn Pardo Garca, Jorge Elicer Gaitn, Abelardo Forero Benavides, entre los colombianos. Y me habla con respeto y admiracin de Csar Vallejo y Vicente Huidobro, de Gabriela Mistral y de Pablo Neruda. En cuanto a sus poemas -me dice-, los principi a publicar hacia 1941, en diarios y revistas de Medelln, por ejemplo, enEl Diario, que diriga Emilio Jaramillo; ah mismo escribi su primera columna, "Luminaria", oficio que prolongara ms tarde enEl Tiempo, El Colombiano, El Mundo, Occidentey otros peridicos colombianos, hasta llegar a contabilizar ms de diez mil columnas escritas hasta ahora, con ttulos como "Camino de la patria", "Zona verde", "La voz del viento", nombre este ltimo que le di a la finca de su familia, cerca de Rionegro.Castro Saavedra recuerda muy bien el Medelln de los aos cuarentas. Poetas, cuentistas, novelistas, escultores, caricaturistas, periodistas, todos confluan en las redacciones de los diarios o en los cafs de la esquina. Con regocijo me cita nombres: Manuel Meja Vallejo, Miguel Arbelez, Otto Morales Bentez, Belisario Betancur, Rodrigo Arenas, Hernn Merino, Alberto Aguirre, Balmore Alvarez, Jos Horacio Betancur, Alipio Jaramillo, Jos Alviar Restrepo -el "hermanito Jos" que "muri de ro cuando estaba lavndole las manos a la patria"-, Ciro Menda, Hernando Escobar Toro. Por esos das, en 1946, apareci su poemario,Fusiles y luceros,costeado por el municipio, con un tiraje de mil ejemplares y bien recibido por la crtica. Le pregunto el por qu del ttulo, y me sorprende. Los fusiles eran mi padre, que era oficial del ejrcito, liberal, y los luceros, lo universal -me dice-, la violencia vendra despus, pero ah ya quedaba anunciada de manera intuitiva. Y le pregunto por qu ya ese primer libro suyo no le gusta, siendo que la crtica lo considera entre los mejores. Me parece -me responde dudoso- que en l haba un poco de demagogia y hoy encuentro en l, tambin, algunos bajones. Hoy busco otro tono, ms universal, y creo que lo he encontrado en un nuevo libro que estoy escribiendo,El yelmo y la medusa.Cuando le pregunto por la poesa colombiana actual me dice que ha evolucionado, que existen grandes temperamentos poticos, pero que muchos se pierden en un caos ilegible, y no comprende por qu pareciera no interesarles su pas. Tal vez ahora recuerda su primer premio en el concurso internacional de poesa que gan con "Plegaria desde Amrica", avalado por Baldomero Sann Cano y Jorge Zalamea, y que le sirviera de trampoln para salir del pas, en plena violencia colombiana, en 1951, y as conocer Berln y casi toda Europa. O tal vez recuerda su libroMsica en la calle(1952), del que dijera Garca Mrquez: "Quienes hayan ledo este libro, tienen en l un respaldo suficiente para poder decir que Castro Saavedra es el ms grande poeta de Colombia". O el libro que publicara en 1953,Despierta joven Amrica, para el que Pablo Neruda le ofreci escribirle aquel prlogo que comienza: "Pienso que la poesa colombiana despierta de un letargo adorable pero mortal, este despertar es como un escalofro y se llama Carlos Castro Saavedra".Nadie le crey -me dice- que l pudiera escribir una novela, pero en 1982 se gan el Premio Jorge Isaacs de Novela conAdn Ceniza, y en estos momentos -lo dice con entusiasmo- escribe dos novelas ms, que ya les tiene ttulos:El largo ro de la sangreyYa no cabemos en el mundo. En teatro ha publicadoEl trapecista del vestido rojoeHistoria de un jaulero, y tiene un drama sobre la violencia, pero una violencia con esperanzas, que se llamaLa noche grande.Cules son sus libros preferidos? Son muchos, me dice sin mucha espera, y me cita los primeros:Toda la vida es lunes, El sol trabaja los domingos, El buque de los enamorados. Y sus poemas? Tal vez -me contesta-, entre tantos, "Camino de la patria", "Y no hay blancura en tu vestido blanco", "Elega", y "El buque de los enamorados".En su nueva poesa, por ejemplo, enJugando con el gato, ha abandonado toda solemnidad ("Quiero sentir/ que no nace la luz para morir/ sino para rerse de la aurora"), y como en otras ocasiones, en que hizo poesa para los nios, el humor ha saltado a sus versos.Ha prendido otro cigarrillo, y cuando tose su pecho es una turbina rota. Por lo dems lo veo bien, mejor de lo que me haban dicho, y tiene que ser as para poder pensar en tantos proyectos -tambin me ha contado de los ltimos cien cuadros que pint, para descansar, en "Llanogrande", en la finca, y que expuso en Medelln y Cali el ao pasado. Nos vamos a despedir del poeta del amor, de lo social, de lo cotidiano. Me acuerdo de su poema "Soy un hombre sonoro" y de sus primeros versos: "Sueo con el viento que pasa,/ con la hoja que cae,/ con la gotera de humo/ que cae sobre el cielo". Y jams me imagino que aquel hombre a quien abrazo para agradecerle -sin decrselo- su odio a la violencia y su infinito amor a la vida, est -como en su mejor poema- "empujando la noche de la vida/ hacia la madrugada de la muerte".

http://www.isaiaspenagutierrez.com/index.php?option=com_content&task=view&id=50&Itemid=15