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NUEVOS CONOCIMIENTOS, NUEVOS PUESTOS DE TRABAJO: LOS EFECTOS DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS Un desafío que hay que asumir en el marco de la Asociación euromediterránea Tema estudiado por los Consejos Económicos y Sociales de: Argelia – España – Francia – Grecia – Italia - Túnez Ponente: Sr. Jean-Claude PASTY, Miembro del Consejo Económico y Social de Francia

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NUEVOS CONOCIMIENTOS, NUEVOS PUESTOS DE TRABAJO:

LOS EFECTOS DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

Un desafío que hay que asumir en el marco de la Asociación euromediterránea

Tema estudiado por los Consejos Económicos y Sociales de:

Argelia – España – Francia – Grecia – Italia - Túnez

Ponente: Sr. Jean-Claude PASTY, Miembro del Consejo Económico y Social de Francia

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ÍNDICE

I – INTRODUCCIÓN …………………………………………………..….…….…… 2 II – SITUACIÓN ACTUAL ……………………………………………………….…….. 4 A – Población joven, numerosa y en edad de trabajar: una baza y un enorme desafío para

los países del sur y del este del Mediterráneo..............................................…..... 5 B – Persistencia de las enormes disparidades entre el norte y el sur del

Mediterráneo en materia de acceso a las fuentes del conocimiento………….. 12 III – APLICACIÓN DE UNA ESTRATEGIA DE CODESARROLLO: un desafío crucial para la Asociación euromediterránea ……………....…. 23 A – El papel estratégico de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (NTIC) ………………………………………………………………………………..…… 23 B – ¿Cómo nivelar las dos orillas del Mediterráneo en materia de acceso a las fuentes del

conocimiento?………………………………………………………………...…...….. 24 IV – CONCLUSIÓN ………………………………….…………………..………… 35

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En la Cumbre de Atenas de 2002, los Consejos Económicos y Sociales de los países ribereños del Mediterráneo confiaron al Consejo Económico y Social de Francia la tarea de elaborar un informe sobre el tema: “Nuevos conocimientos, nuevos puestos de trabajo: los efectos de las nuevas tecnologías” en colaboración con los Consejos de Argelia, Túnez, España, Grecia e Italia. El grupo de trabajo, integrado por miembros de todos los Consejos mencionados, se reunió en dos ocasiones: en Túnez, los días 26 y 27 de septiembre de 2002, y en Marsella, los días 12 y 13 de diciembre de 2002. El presente documento, cuyo ponente es el Sr. Jean-Claude PASTY, surge de esa reflexión común.

* * *

“No hay más riqueza que los hombres”. Michel de MONTAIGNE I – Introducción: la revolución científica y tecnológica se acelera y crea amenazas de ruptura y fractura duraderas si no se aplican unas políticas adecuadas para ponerles remedio. 1- Características de la “nueva revolución científica y tecnológica”:

a) aceleración de la innovación tecnológica debido a los siguientes factores:

- la creciente interactividad entre los distintos sectores del conocimiento (matemáticas, física, química, biología) y entre las ciencias básicas y las tecnologías (por ejemplo, las ciencias básicas han encontrado una herramienta extraordinaria en el aumento sin precedentes de la capacidad de cálculo en tiempo real resultante de la tecnología digital);

- el paso acelerado del descubrimiento a la invención: por ejemplo, el descubrimiento

del genoma humano y los progresos realizados en materia de ingeniería genética abren la vía a nuevas terapias;

b) la aceleración de la innovación tecnológica se debe en gran parte a la globalización

de las economías, que intensifica este proceso: supresión de las distancias gracias a la posibilidad de comunicarse en “tiempo real” en cualquier punto del planeta con tal de disponer de un acceso fácil y barato a Internet;

c) desarrollo de una economía inmaterial paralela a la economía material tradicional, con

la posibilidad de que se produzca una ósmosis entre las dos.

Dependiendo de las estrategias aplicadas, dicha ósmosis puede verse favorecida o perjudicada, lo que a veces tiene efectos nada despreciables sobre el desarrollo económico y social de los países de que se trate. 2- Las ventajas y amenazas que conllevan las nuevas tecnologías, en particular las NTIC,

plantean nuevos desafíos sociales que hay que detectar para poder asumir.

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Las NTIC, al igual que la lengua de Esopo, de la que sin duda constituyen su expresión contemporánea más elaborada, pueden ser una gran ventaja o un gran inconveniente, dependiendo del uso que se haga de ellas.

a) Las NTIC ofrecen múltiples oportunidades:

- creación de nuevos puestos de trabajo, de forma directa (en los equipos, los servicios asociados y los “productos” de las NTIC) e indirecta (por los efectos de dinamización del tejido económico y social que ejerce la difusión de las NTIC);

- posibilidad ofrecida por el teletrabajo de distribuir mejor el empleo en el conjunto

del territorio y de luchar contra el fenómeno de la urbanización incontrolada y de la desertización de las zonas rurales y, en general, de crear empleo allí donde se encuentre mano de obra disponible, lo que reduce el riesgo de migraciones no controladas;

- modificación del propio contenido del trabajo al disponer el trabajador de más

iniciativa y responsabilidad en la organización de sus tareas; - más flexibilidad en el funcionamiento interno de las empresas; - mejora cualitativa de numerosos servicios personalizados:

• en medicina: posibilidades de telediagnóstico o de operaciones a distancia; • en educación: apoyo pedagógico gracias a la puesta a disposición, por parte de

los docentes, de productos digitales que favorecen el aprendizaje de las lenguas y de las disciplinas fundamentales (enseñanza a distancia);

- un acceso más fácil a la cultura en todas sus formas (museos virtuales, música

digital, etc.); - libertad de elección casi ilimitada de los consumidores, gracias al nacimiento de un

mercado a escala mundial asociado al comercio electrónico; - posibilidad de entablar un diálogo a escala mundial en el que participan los

ciudadanos (foros digitales, teleconferencias) y que abre nuevas vías a la democracia.

b) Las ventajosas oportunidades que ofrecen las NTIC pueden transformarse en amenazas de incremento de la desigualdad, incluso de exclusión, si la mayor libertad que aportan degenera en individualismos exacerbados y no se compensa con nuevas formas de solidaridad y de regulación social.

La cara positiva de la moneda siempre tiene un reverso negativo. Así:

- la extensión de las nuevas tecnologías puede provocar una destrucción masiva de puestos de trabajo en sectores enteros de la economía tradicional si ésta última no es capaz de utilizarlas en su provecho y ve mermada así su competitividad a escala nacional o mundial;

- si la utilización de las NTIC se concentra en las zonas geográficas más desarrolladas, podrían agravarse los desequilibrios económicos y demográficos entre el Norte y el Sur, entre las ciudades y el campo, y acelerarse el éxodo de competencias o fuga de cerebros en detrimento de los países menos desarrollados.

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Si no se lleva a cabo una cierta descentralización de las actividades, o al menos una distribución más homogénea de las mismas con respecto a la mano de obra disponible, la emigración del Sur al Norte será la única alternativa posible;

- una mayor iniciativa individual en la organización del trabajo y en el funcionamiento interno de las empresas puede destruir la solidaridad existente y las relaciones contractuales resultantes del diálogo social si no se tienen en cuenta todas las consecuencias de la introducción de las NTIC en el mundo laboral;

- si no se garantiza el acceso de todos a las NTIC, las desigualdades ya observadas

entre países ricos y pobres en materia de calidad de vida (políticas de sanidad, de educación, de cultura y de extensión del debate democrático) no podrán sino agravarse y ahondar un poco más la brecha que separa el Norte y el Sur;

- por último, toda ampliación de las libertades individuales propicia el desarrollo del

sentido de la responsabilidad de cada individuo, y tiene como límite el respeto del otro. Esto implica la aceptación consensuada de un código deontológico, de una ética y de una regulación, cuya observancia deben imponer las autoridades administrativas y judiciales.

Así, la revolución tecnológica del siglo XXI presenta a las políticas, a los ciudadanos y a todos los agentes sociales nuevos desafíos, a menudo inéditos, que aquéllos deben asumir imperativamente para que el progreso científico y tecnológico se ponga al servicio del hombre, de la paz, de un mejor equilibrio del planeta y de su conservación para las generaciones futuras. Ésta es la definición comúnmente admitida de desarrollo sostenible. Las estrategias que se apliquen y la cooperación entre Norte y Sur que se establezca para alcanzar este objetivo serán tanto más eficaces si se apoyan en un análisis objetivo de los parámetros que caracterizan actualmente la situación en los distintos Estados en relación con la aplicación de las nuevas tecnologías (situación actual), y en la detección de los principales dispositivos que hay que poner en marcha para conseguir una evolución positiva. En virtud de ese análisis habrá que elaborar propuestas concretas de acción que puedan aplicarse rápidamente en el marco de la Asociación euromediterránea, cuyas bases sentó la Conferencia de Barcelona en 1995 y cuyos objetivos generales tardan en materializarse. II – Situación actual: hondas desigualdades caracterizan actualmente a los Estados de las

dos orillas del Mediterráneo en cuanto a su capacidad para aplicar a gran escala las NTIC.

El principal desafío es pasar de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento. Para sacar provecho del desarrollo de las NTIC, hay que tener capacidad para transformar la información en conocimiento. Se habla de sociedad del conocimiento cuando se hace hincapié en la producción, gestión y asimilación adecuadas de éste a partir del volumen creciente de información disponible, y no sólo en el acceso a la misma. El mejor modo de expresar esta idea es el siguiente: la información es la materia prima del conocimiento, que la inteligencia humana debe explotar, y no un fin en sí misma. El paso de una sociedad de la información a una sociedad del conocimiento depende de dos factores: el nivel general (cuantitativo y cualitativo) de formación de la población, y la

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capacidad del sistema productivo para utilizar la masa de información disponible para la innovación. ¿Cuál es la situación en los distintos Estados ribereños del Mediterráneo desde estos dos puntos de vista?

A - Población joven, numerosa y en edad de trabajar: una baza y un enorme desafío para los países del sur y del este del Mediterráneo.

1. Datos demográficos:

a) El fuerte dinamismo demográfico del sur y del este del Mediterráneo contrasta con el estancamiento del Norte. En los nueve países del sur y del este del Mediterráneo (incluido Israel) que participan en la Asociación euromediterránea, la población total ha pasado de 103 millones de habitantes en 1980 a 167 millones en 2000, lo que representa un aumento de 64 millones de habitantes en 20 años, algo más que la población actual de Francia o Italia.

Según las previsiones del Banco Mundial, esta población seguirá aumentando a buen ritmo, si bien se puede anticipar cierta disminución de la tasa de crecimiento (transición demográfica), hasta alcanzar los 214 millones de habitantes en 2015, lo que representa un aumento adicional de la población de 47 millones de habitantes, superior a la población actual de España.

Por tanto, las relaciones demográficas entre un lado y otro del Mediterráneo sufrirán profundos cambios.

Actualmente, los cinco países de la Unión Europea situados al norte del Mediterráneo (Portugal, España, Francia, Italia y Grecia) suman 197 millones de habitantes, es decir, una cifra ligeramente superior a los 167 millones de habitantes del sur y el este del Mediterráneo.

En 2015, habida cuenta de la evolución demográfica previsible y de la gran caída de la tasa de fecundidad registrada en algunos países europeos (en especial en España, Italia y Grecia), la relación demográfica se invertirá claramente a favor del sur y el este del Mediterráneo.

Éste es un dato ineludible que hay que tener absolutamente en cuenta si se desea adoptar una perspectiva dinámica de la evolución de la Asociación euromediterránea.

En cambio, las relaciones demográficas en el interior de la zona sur y este del Mediterráneo se verán poco afectadas por la evolución previsible.

b) Una población joven en el sur y el este del Mediterráneo contrasta con una población visiblemente más envejecida en el norte.

La juventud de la población del sur y el este del Mediterráneo es una consecuencia directa de las tasas de fecundidad registradas en los últimos 15 años.

En los tres Estados más poblados (Egipto, Argelia y Marruecos), la población menor de 15 años representa más de la tercera parte de la población total (en torno al 35%); en Israel y Túnez, este porcentaje desciende ligeramente por debajo del 30%, y en Siria y Jordania, se sitúa en el 40%.

En los cinco países del norte del Mediterráneo, los porcentajes se reducen a menos de la mitad de los observados en el sur y el este: 14,4% en Italia, 15% en España, 15,3% en Grecia, 16,8% en Portugal y 18,9% en Francia.

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Del mismo modo, el porcentaje de personas mayores de 65 años es consecuencia del descenso de las tasas de fecundidad observado en los Estados que han emprendido antes la transición demográfica: 6,1% en el Líbano y 5,9% en Túnez, frente al 4,1% en Argelia, Egipto y Marruecos y sólo el 3,1% en Siria y el 2,8% en Jordania.

Con todo, estos porcentajes siguen siendo muy inferiores a los registrados en el norte del Mediterráneo, en donde todos superan el 15% (excepto en Irlanda, los Países Bajos y Luxemburgo, donde se sitúan entre el 11,2% y el 15%).

Estas divergencias en la estructura de la población entre el norte y el sur del Mediterráneo no dejan de tener consecuencias sobre los principales desafíos económicos y sociales a que se enfrentan unos y otros.

Mientras que los países del norte experimentan ya (y todavía experimentarán más en el futuro) dificultades de contratación, en particular en determinados oficios abandonados por sus nacionales, y problemas de financiación de los regímenes de pensiones, los países del Sur tienen un enorme desafío que superar, el de la formación y el empleo de una numerosa población joven. Para éstos últimos, la juventud de la población representa una gran ventaja en la competencia mundial, a condición de que apliquen políticas activas de desarrollo de los recursos humanos, que permitan atraer a los inversores y favorezcan el espíritu de empresa y la creación de empleo.

Hay que señalar que, gracias a las políticas sanitarias y de mejora de la cobertura del riesgo de enfermedad aplicadas por los países del Sur, a las que han contribuido los fondos MEDA con un importe de 293 millones de euros en cinco países (Egipto, Marruecos, Túnez, Siria y Territorios Palestinos), la esperanza de vida al nacer (70 años en promedio), salvo en Egipto y Marruecos, donde es menor (67 años), tiende a aproximarse al nivel europeo, que es también el de Israel (78 años en promedio).

En cambio, las tasas de mortalidad infantil acusan todavía disparidades muy importantes,

pues oscilan entre el 3 por 1.000 y el 6 por 1.000 en los países del Norte e Israel, y son de 4 a 10 veces superiores en los países del Sur, donde van del 24 por 1.000 en Siria al 45 por 1.000 en Marruecos.

Es evidente que hay que realizar importantes esfuerzos por desarrollar las infraestructuras y el personal sanitarios en este sector, a fin de reducir estas disparidades moralmente inaceptables. Será preciso analizar en qué medida el recurso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación puede contribuir a ello, en particular en el campo de la formación del personal sanitario y del desarrollo de la medicina a distancia.

2. Datos relativos a la población activa

El paso de la población en edad de trabajar (arbitrariamente definida como la perteneciente a las edades comprendidas entre los 15 y los 64 años) a la población efectivamente trabajadora obedece a numerosos parámetros (tasa de desempleo, tasa de invalidez, que hace a una parte de la población no apta para el trabajo, edad media de acceso al trabajo debido a la duración de la escolaridad, edad media de salida del mundo laboral vinculada a las condiciones de jubilación y de jubilación anticipada), que deben interpretarse con gran prudencia debido a la falta de armonización de las estadísticas disponibles y a su relativa fiabilidad.

No obstante, los datos sobre la población activa y su evolución son absolutamente necesarios para fundamentar las políticas de aprovechamiento de los recursos humanos y, así, poder responder mejor a los requisitos de los futuros puestos de trabajo.

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Por último, al margen de las reservas que puedan tenerse sobre los datos disponibles, éstos reflejan tendencias que, como sucede en materia demográfica, ponen de manifiesto importantes disparidades entre el norte y el sur del Mediterráneo.

Estas diferencias tienen que ver, en particular, con la tasa de actividad (porcentaje de la población que trabaja con respecto a la población total), la tasa de desempleo, la tasa de escolarización y de formación profesional, y las disparidades en el acceso al empleo debidas a las desigualdades entre hombres y mujeres.

a) Aumento generalizado de la tasa de actividad en todos los países de la región

euromediterránea, pero más acusado en el Sur que en el Norte.

El cuadro nº 1, elaborado a partir del Informe sobre el empleo en el mundo (1998-1999) publicado por la OIT, pone de manifiesto tendencias muy significativas, pues se ha observado un período bastante largo de 17 años (1980-1997).

Primera observación: todos los países de la región registran una tasa de crecimiento de la población activa más rápida que la de población total, lo que provoca un aumento general de las tasas de actividad.

Segunda observación: las tasas de crecimiento de la población activa observadas en el Sur son significativamente superiores (del 2,1% en el Líbano al 5,3% en Jordania) a las registradas en la Unión Europea, donde, con la sola excepción de los Países Bajos (+1,5%) y España (+1,2%), son todas inferiores al 1%, alcanzándose una tasa extremadamente baja del 0,4% en el Reino Unido, Portugal y Bélgica.

Se ha producido, pues, un fenómeno de nivelación de las tasas de actividad entre las dos orillas del Mediterráneo. En 1980, dicha tasa acusaba una enorme diferencia entre el Norte y el Sur: del 23,8% en Jordania al 50,6% en Suecia. En 1997 se estrechó sensiblemente, con un mínimo del 28,9% en Jordania y un máximo del 54,2% en Suecia.

Este fenómeno puede explicarse por el mayor crecimiento demográfico de los países del Sur, que se traduce en un rejuvenecimiento de su población frente a la tendencia al envejecimiento que se observa en el Norte. No obstante, sigue habiendo diferencias considerables entre los países de la orilla norte y los países de la orilla sur y este del Mediterráneo. En los primeros, las tasas de actividad se sitúan en una horquilla del 41% al 54,2% frente a un intervalo del 28,9% al 39,1% en los segundos.

b) Las tasas de actividad de las mujeres se han incrementado en toda la región, pero con más intensidad en los Estados de la Unión Europea que en los de la orilla sur y este del Mediterráneo, lo que abre todavía más la brecha que existe entre los primeros y los segundos.

Así, en los Estados miembros de la Unión Europea (excepto Irlanda), la tasa de actividad de las mujeres sigue siendo superior al 31%, mientras que alcanza un máximo del 27,1% en Marruecos, y sigue siendo inferior al 20% en Argelia, Jordania, Siria y el Líbano.

Mientras que, en los países del Sur, la tasa de actividad de las mujeres sólo representa del 30% (Jordania) al 45% (Túnez, Egipto) de la tasa de actividad de los hombres (la única excepción es Marruecos, con una tasa del 53%), en los Estados miembros de la Unión Europea, aquélla oscila entre el 50% (Irlanda) y el 90% en Suecia, donde prácticamente se ha alcanzado la igualdad entre hombres y mujeres en materia de acceso al empleo. Existen, pues, profundas diferencias entre el Norte y el Sur, pero también dentro de cada uno de estos subconjuntos.

Estos contrastes tienen su origen en las desigualdades de desarrollo económico (las oportunidades de empleo femenino aumentan a medida que se desarrolla el sector terciario de los Estados), en los condicionamientos sociales (cuando la población se desplaza del campo a la

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ciudad, la necesidad de un trabajo asalariado de las mujeres se hace más apremiante), en la presencia desigual de servicios públicos sociales (en los países desarrollados con un alto nivel de ingresos, la existencia de infraestructuras de acogida y escolaridad precoz de los niños pequeños libera a las madres, ofreciéndoles la posibilidad de ejercer una actividad remunerada) y, por último, en las diferencias de enfoque cultural sobre el papel de la mujer en la sociedad (la conquista de la autonomía política, civil y profesional de la mujer es un logro reciente en los países de la Unión Europea, y las cifras anteriormente citadas demuestran que los países del norte de Europa han emprendido antes ese camino que los de la Europa mediterránea).

Hoy, en todos los países de la Unión Europea, el envejecimiento de la población total resalta aún más el incremento de la tasa de actividad profesional de las mujeres.

Paralelamente, la necesidad de que los países del sur del Mediterráneo aumenten la tasa de actividad profesional de las mujeres para reforzar sensiblemente su potencial de desarrollo no es tarea fácil, pero, sin duda, es una exigencia ineludible. Así se destaca en el informe elaborado por expertos procedentes del mundo árabe y publicado bajo la égida del PNUD con el título Informe sobre Desarrollo Humano Árabe 2002.

En dicho informe se destaca que “ninguna sociedad puede alcanzar un nivel deseable de bienestar y desarrollo humano, o ser competitiva en el marco de la globalización, si la mitad de su población permanece marginada y privada de medios de acción. El desarrollo exige que todos aúnen sus esfuerzos”. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación pueden aportar los instrumentos para esa liberación si se inscriben en estrategias respaldadas por una voluntad política fuerte.

3. Los datos socioeconómicos, tal como aparecen con toda su crudeza en las

estadísticas, ponen de manifiesto la existencia de un desajuste entre las aspiraciones legítimas de una población joven a un mejor desarrollo humano y los insuficientes resultados obtenidos actualmente por las economías del sur y el este del Mediterráneo.

Este contraste provoca una enorme desesperanza en los jóvenes de esos países, que se traduce, según el informe publicado por el PNUD ya citado, en un deseo muy fuerte de emigrar. Según un sondeo de opinión efectuado entre la juventud árabe por el equipo que elaboró el informe, el 51% de los adolescentes de más edad y el 45% de los más jóvenes expresaron su anhelo de emigrar, justificándolo por las condiciones actuales en su país de origen y las insuficientes perspectivas de futuro.

Con el fin de invertir estas previsiones, que serían desastrosas para toda la zona sur y este del Mediterráneo, es necesario elaborar primero una evaluación de la situación actual en la que se señalen los principales frenos o lastres heredados del pasado que se oponen a un desarrollo económico y social más dinámico.

a) Los desequilibrios del mercado de trabajo se traducen en la persistencia de una elevada tasa de desempleo, que afecta especialmente a las mujeres y a los jóvenes en toda la zona euromediterránea, pero con un alcance claramente mayor en los países de la orilla este y sur que en los de la orilla norte.

Los cuadros 2 y 3 se han elaborado a partir de los datos recogidos por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT). Las estadísticas proporcionadas por el CNES (Consejo Nacional Económico y Social) de Argelia permiten precisar los datos relativos a este país.

De un modo general, aunque algunos países de la Unión Europea registraban en 1996 elevadas tasas de desempleo de dos cifras, incluso muy altas en el caso de España (22,2%) y de Finlandia (16,1%), la situación era aún peor en el sur del Mediterráneo, con tasas superiores al 15% (15,3% en Túnez, 18,6% en Marruecos) y hasta del 28% en Argelia.

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A partir de 1996 se redujeron esos porcentajes, siempre de forma más significativa en el Norte que en el Sur (la tasa de desempleo argelina permaneció estable), con lo cual se acentuaron las diferencias entre las dos orillas del Mediterráneo.

En Argelia, la elevada tasa de desempleo se debió a que la oferta de empleo aumentó cerca de un 50% menos que la oferta de mano de obra, como se muestra en el cuadro nº 3. Sin duda, la situación ha mejorado desde 1995, con una tasa media anual de crecimiento del empleo del 3%, pero aún se revela insuficiente con respecto al crecimiento de la oferta de mano de obra. En Túnez y Marruecos, el crecimiento del empleo, igual al de la mano de obra, no ha permitido reducir de forma significativa la tasa de desempleo. En Egipto, si bien la tasa de crecimiento del empleo se ha cuadruplicado, ha permanecido por debajo de la tasa de crecimiento de la mano de obra, lo que ha provocado un aumento del desempleo.

El ejemplo de estos cuatro países muestra que, en tres de ellos, las importantes tasas de crecimiento del PIB (entre el 4,5% y el 5,1%) no permitieron reducir de forma significativa la tasa de desempleo, debido al fuerte dinamismo de la oferta de mano de obra por razones demográficas o como consecuencia del traslado de población del campo a la ciudad (en particular en Marruecos). En Argelia, la aplicación de políticas de ajuste estructural impuestas por las instituciones internacionales y el descenso del empleo en el sector público explican los malos resultados obtenidos en materia de crecimiento del PIB y el consiguiente deterioro del mercado de trabajo.

En todos estos países, aunque en distinta medida, la emigración sigue siendo la única salida al deterioro aún mayor que sufre el mercado de trabajo local ante la falta de políticas que persigan un crecimiento sostenido y exigente de puestos de trabajo. En este sentido, es necesario señalar los sectores de actividad más prometedores en el futuro para este tipo de crecimiento.

La lucha contra el flagelo del desempleo, fuente de exclusión y de pauperización, es una exigencia social acuciante, en la medida en que afecta con mayor virulencia a las categorías de población más vulnerables: los jóvenes, las mujeres y los trabajadores con discapacidad.

Según el informe de la OIT, en 1994, más del 30% de las mujeres de las zonas urbanas de Marruecos estaba en paro, frente a un 17% de hombres. Por otra parte, cerca de la mitad de los solicitantes de empleo que poseían un cierto nivel de formación eran mujeres, sin duda porque a éstas les resulta más difícil expatriarse.

Según los datos proporcionados por el CNES de Argelia, el 70% de los desempleados tienen menos de 30 años, y la mayoría de las 250.000 personas que cada año entran en el mercado de trabajo carece de formación o ha recibido una formación inadecuada para los nuevos puestos de trabajo ofrecidos (el 46% de las personas que solicitan empleo por vez primera tiene menos de 25 años).

Más preocupante resulta que, si bien el 75% de los solicitantes de empleo carece de cualificación, en el año 2000 se encontraban desempleados 100.000 titulados. Por otra parte, el desempleo de larga duración va en aumento (el 55% de los desempleados buscan trabajo tras más de un año en paro y el 34% tras más de dos años).

El CNES observa con preocupación que un gran número de desempleados ha perdido toda voluntad de buscar trabajo debido a la escasez de creación de empleo y a la ineficacia de los servicios de empleo a la hora de aproximar la oferta a la demanda de trabajo.

Por lo que se refiere al empleo femenino, en 2000, la tasa de desempleo de las mujeres seguía siendo muy alta (cerca del 30%) pero igual a la de los hombres, mientras que en 1995 era superior. La llegada más numerosa de mujeres jóvenes al mercado de trabajo hace que éste último sea aún más competitivo.

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b) La evolución de la distribución de la mano de obra por grandes sectores de actividad revela disparidades significativas entre el Norte y el Sur, pero también dentro de cada uno de los dos subconjuntos.

Por lo que se refiere, en primer lugar, a la agricultura, que engloba también la pesca, la caza y la silvicultura, se observa una tendencia general a la baja, pero mucho más acentuada en el Norte que en el Sur, lo que genera un aumento de las disparidades, ya muy importantes de partida. Las comparaciones se refieren a un período de 17 años, comprendido entre 1980 y 1997 (véase el cuadro n° 4).

Mientras que en 1980, en los países del Norte, el porcentaje de población ocupada en la agricultura oscilaba entre el 2,6% en el Reino Unido y el 31,2% en Grecia, las cifras correspondientes a 1997 ascendían al 1,4% en Alemania.

La aplicación de la Política Agrícola Común (PAC) en la Unión Europea promovió una modernización acelerada de la agricultura, que explica en buena medida la gran disminución de la tasa de actividad en este sector. Al sur del Mediterráneo, sólo Israel y el Líbano (donde la actividad agrícola se ha convertido en marginal, con una tasa de actividad del 1% del empleo total) han registrado una evolución comparable a la del Norte. En efecto, en todos los demás países de la zona, el porcentaje de puestos de trabajo en la agricultura y la pesca sigue siendo muy elevado, y oscila entre el 14% en Jordania y el 37,5% en Marruecos, con tasas superiores al 21% en Argelia, Túnez, Egipto y Siria.

En lo que respecta a la industria, que engloba cuatro subsectores (industria extractiva; industrias manufactureras; electricidad, gas y agua; construcción y obras públicas), la evolución entre el Norte y el Sur está llena de contrastes y da buena cuenta de las desigualdades relativas al desarrollo económico entre las dos orillas del Mediterráneo.

En todos los países de la Unión Europea y en Israel, el número de trabajadores de la industria ha disminuido en una proporción menor que en la agricultura; no obstante, la merma ha sido significativa. En 1997, esta cifra se situaba en una horquilla del 21% (Reino Unido, Bélgica) al 35% (Austria, 34,9%; Portugal, 32%; Alemania, 31%), mientras que en 1980 se encontraba entre el 28,5% de Grecia y el 45,4% de Alemania.

La disminución del empleo industrial afecta muy especialmente a la industria manufacturera, si bien ésta sigue siendo la principal proveedora de empleo del sector: en Finlandia, el empleo en las industrias manufactureras sólo representa el 13,6% del empleo total; en el Reino Unido, el 14,5%; y en Francia, Bélgica y los Países Bajos, algo más del 16%.

A diferencia de los países del Norte, el empleo en la industria manufacturera sigue creciendo de forma muy significativa en los países del Sur: Egipto, Marruecos y el Líbano acusan un incremento de más del 50% en los dos últimos decenios, mientras que el empleo en este sector permanece prácticamente estable en Argelia, Túnez, Siria y Jordania.

Estas divergencias en la evolución se explican sin duda por el desplazamiento de empresas del Norte al Sur que se registraron en dicho período y que afectaron sobre todo a la industria manufacturera, y en particular a los sectores textil y de la confección.

Según datos estadísticos de 1997 de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) sobre la tasa anual de evolución del empleo entre 1980 y 1994 en determinados sectores industriales representativos de los países en desarrollo, en Egipto, el empleo en el sector textil ha disminuido en promedio un 0,9% anual, pero ha aumentado un 14,2% en el sector de la confección, un 12% en el sector de la fabricación de máquinas y material científico y técnico, y un 2,7% en el sector de la fabricación de material y máquinas eléctricas. En Bangladesh, los porcentajes de aumento han sido respectivamente del 10,3%; 56,3%; 10,3% y 21,9% y, en China, del 0,3%; 18,8%; 7,1% y 7,5%.

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Las comparaciones internacionales constituyen una fuente de preocupación, pues

muestran cómo se ha intensificado la competencia mundial, y qué ventajas comparativas pueden obtener de ello los países en donde los salarios y el estatuto social son más bajos. Es un dato que los Estados vinculados a la Asociación euromediterránea no pueden ignorar, y que exige encontrar modos de cooperación que permitan hacerle frente.

Por otro lado, la participación del sector de los servicios en el empleo total ha aumentado

considerablemente en los países de la Unión Europea e Israel, debido a la regresión de la población activa en los sectores de la agricultura y de la industria, y, en una proporción menor, en los países del Sur, donde ha seguido aumentando el empleo en la industria. En seis países de la Unión Europea y en Israel, el porcentaje de la población activa que trabaja en el sector terciario asciende al 70% o supera esa cifra, con un máximo del 77% en el Reino Unido, Bélgica y Luxemburgo. En otros seis países, dicho porcentaje es también muy alto y se sitúa entre el 60% y el 70%. En los tres países situados en último lugar (Austria, Portugal y Grecia), éste oscila entre el 57,4% y el 59,3%.

En los países del Sur, con excepción del Líbano y de Jordania, que presentan tasas del

64,8% y el 62,6% respectivamente, los índices de participación en el sector de los servicios son inferiores al 50% y se sitúan en una horquilla del 34,8% en Marruecos al 48,3% en Siria; Argelia, Egipto y Túnez tienen respectivamente tasas del 45,6%, 45,3% y 44,2%.

Entre las tasas más bajas registradas en la Unión Europea y las observadas en el Sur, la

diferencia en 1997 ascendía a 22,6 puntos, mientras que en 1980 sólo era de 13,9 puntos. Por tanto, en los dos últimos decenios, la distancia aumentó más de un 50%. Ahora bien, estas cifras deben interpretarse con prudencia, ya que el vastísimo sector de los servicios engloba actividades muy diversas, como el comercio, los transportes, las comunicaciones, los servicios financieros, los servicios de salud y de enseñanza, y los servicios personalizados. Por otra parte, la existencia de un sector informal, más o menos desarrollado, pero siempre presente en los países del Sur, y que es difícil aprehender desde el punto de vista estadístico, puede introducir un sesgo en las comparaciones entre Norte y Sur.

No obstante, si se considera que el desarrollo económico se traduce en una presencia

cada vez mayor del sector de los servicios en el empleo y en la creación de riqueza, las cifras que acaban de indicarse reflejan un desfase creciente entre el Norte y el Sur, que es preocupante.

La contribución de cada uno de los tres grandes sectores a la formación del Producto

Nacional Bruto (PNB) confirma y amplifica estos resultados (cuadro n° 5). En los países de la Unión Europea se observa una notable convergencia de sus

estructuras económicas, que sin duda es consecuencia del proceso de integración en un gran mercado unificado. Con excepción de Grecia, la participación de la agricultura, de la silvicultura y de la pesca (sector primario) en la formación de la riqueza nacional es extremadamente baja y se sitúa en la horquilla del 1% al 4%, mientras que la participación de los servicios es claramente preponderante (del 60% al 72%).

En los países del Sur, la agricultura sigue siendo un sector importante (del 10% al 24%

del valor añadido) y la participación del sector de los servicios presenta enormes disparidades, del 35% en Argelia (debido a la considerable importancia (55%) del sector industrial) al 66% en el Líbano. Sin embargo, hay que señalar que, en materia de servicios, Jordania, el Líbano y Túnez, así como Turquía, presentan cifras comparables a las observadas en la Unión Europea.

¿Registrarán esos países una evolución comparable a la de los países de la Unión

Europea, donde el sector agrícola ha sufrido en los últimos 40 años una profunda transformación, que ha conducido a una transferencia de mano de obra, primero hacia el sector de la industria y

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después a los servicios, lo que acarrearía un fuerte crecimiento de éstos últimos en los países del Sur?

Si esta evolución se produjese de forma no controlada, podría plantear enormes

problemas de ordenación del territorio (riesgo de abandono de zonas enteras condenadas a la desertización), que acarrearían una urbanización salvaje y desestructuradora.

Desde una perspectiva más general, la búsqueda de un modelo de desarrollo sostenible,

adaptado a la situación de los países del Sur y que evite las externalidades negativas (según la denominación de los economistas) que han sufrido los países del Norte, debería ser una de las preocupaciones fundamentales de los socios euromediterráneos.

El Informe sobre el empleo en el mundo (1998-1999) publicado por la OIT contiene

indicaciones interesantes sobre la participación de las profesiones intelectuales y científicas (que incluye entre otros a los ingenieros, investigadores y docentes) y de las profesiones intermedias (técnicos) en el empleo total, independientemente de los sectores en los que se inscriban las actividades de estos profesionales (cuadro n° 6).

Las tasas de empleo de estas profesionales en Israel y Jordania, en la orilla sur, son

comparables a la media de los países europeos, y la de Egipto es equiparable a los índices más bajos que se registran en Europa. Por el contrario, en países como Grecia y Portugal, Marruecos, Túnez, Siria y Turquía se observan tasas muy inferiores a la media europea (más de la mitad).

En el cuadro indicado se muestra asimismo que los porcentajes de empleo de científicos

en la Unión Europea han aumentado mucho en los últimos 15 años (han llegado a triplicarse en España y Portugal, y casi a duplicarse en Irlanda y Grecia, los países más pobres de la Unión Europea en 1980), mientras que sólo han registrado un ligero incremento en Egipto e Israel, los dos únicos países de los que se dispone de datos comparativos para el mismo periodo.

La realización del mercado común integrado en la Unión Europea ha constituido sin duda

un factor fundamental de convergencia entre los Estados que la componen. A falta de un estimulante como éste en los países del sur del Mediterráneo, cabe temer que las disparidades actuales, lejos de reducirse, puedan agravarse, lo que constituye otro desafío fundamental para la Asociación euromediterránea.

Esta constatación nos induce a medir las diferencias existentes entre las diversas políticas

de educación y formación, cuyos resultados condicionan en gran medida el aumento del potencial de desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y de acceso a las mismas en los países del sur del Mediterráneo.

B - Persistencia de las enormes disparidades entre el norte y el sur del Mediterráneo en materia de acceso a las fuentes del conocimiento

A pesar de la aplicación de políticas voluntaristas en los ámbitos de la educación básica

y de la formación profesional, siguen observándose diferencias muy importantes entre las dos orillas del Mediterráneo.

Debido a la diversidad de fuentes estadísticas, insuficientemente armonizadas, se impone la prudencia a la hora de interpretar estos datos, que no deben considerarse en sus valores absolutos sino como indicadores de disparidades que, por su magnitud, son indiscutibles. No obstante, es posible hacer algunas afirmaciones:

1. Retroceso general del analfabetismo, si bien subsisten grandes disparidades entre países y entre sexos.

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En primer lugar, el porcentaje de analfabetos estimado en 2000 para todos los países de la Unión Europea con respecto a la población total mayor de 15 años era inferior al 1%, excepto en Portugal (8%) y Grecia (3%), mientras que en la orilla sur y este del Mediterráneo, el porcentaje oscilaba entre el 10% en Jordania, donde se registraba el índice más bajo, y cifras muy elevadas en Egipto (45%) y Marruecos (51%) (cuadro n° 7).

Esos porcentajes son más altos para la población femenina que para la masculina, y también son más elevados en el campo. Por ejemplo, en Argelia, las tasas de analfabetismo en 1998 eran del 24% para los hombres y del 40% para las mujeres, del 26% en las capitales de distrito (wilaya), del 35% en las poblaciones de segundo orden y de más del 51% en las zonas dispersas. Las cifras de 1999 ponen de manifiesto una enorme disparidad entre los hombres y las mujeres, por lo general en una proporción de uno a dos, y en ocasiones de uno a tres, como en Jordania (si bien la tasa total es una de las más bajas), Siria, el Líbano o Turquía.

Sin embargo, estas disparidades se observan también en tres países del sur de la Unión Europea (Italia, Portugal y Grecia), que mantienen una tasa residual de analfabetismo. Esto demuestra, en principio, que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres es esencialmente un problema cultural que afecta a todos los socios euromediterráneos. No obstante, se observa una tendencia positiva: en general, la tasa de analfabetismo se está reduciendo en todos los países como consecuencia de un mayor índice de escolarización de los jóvenes, que constituyen la población más numerosa. En el caso de Argelia, en un decenio (de 1987 a 1998), el porcentaje de analfabetos entre la población de 10 años o más pasó del 43,6% al 31,9% (es decir, –11,7 puntos) y, entre las mujeres, del 56,7% al 40,3% (es decir, –16,4 puntos), lo que representa una reducción significativa de las diferencias entre sexos.

Las cifras publicadas por la UNESCO sobre la tasa de analfabetismo en las edades comprendidas entre los 15 y los 24 años, es decir, después de la educación primaria y secundaria, demuestran que en los últimos diez años se ha realizado un esfuerzo de escolarización considerable.

En Jordania, prácticamente ha desaparecido el analfabetismo entre los jóvenes, y se ha reducido considerablemente en el Líbano y Turquía, pero sigue siendo superior al 6% para las niñas en los dos últimos países. Sólo es del 3% para los niños, pero del 12% para las niñas en Túnez, y respectivamente del 5% y el 22% en Siria, y del 8% y el 16% en Argelia. En Egipto y Marruecos, estas mismas tasas siguen siendo muy elevadas (24% para los niños, y 38% a 43% para las niñas).

Sigue habiendo desigualdades muy acusadas entre los sexos, aunque en los últimos años se hayan reducido las diferencias. El retroceso del analfabetismo entre las generaciones jóvenes es consecuencia directa de una escolarización más eficaz en la enseñanza primaria, que dura de 5 a 6 años, tanto en el sur como en el norte del Mediterráneo (cuadro nº 7).

Las estadísticas publicadas por la UNESCO demuestran (cuadro nº 8) que las tasas netas de escolarización en la enseñanza primaria han mejorado de forma significativa en todos los países del Sur en los últimos 15 años, y se han aproximado a las de la Unión Europea, donde prácticamente se ha alcanzado el objetivo de la plena escolarización, con la única excepción notable de Grecia e Irlanda.

En los países del Sur, sólo Marruecos y el Líbano acusan un retraso significativo, con unas tasas de escolarización del 74% y el 76% respectivamente. Por último, mientras que en los países de la Unión Europea la tasa de escolarización de niños y niñas es idéntica, en el Sur sigue habiendo diferencias importantes en detrimento de las niñas: de 5 a 6 puntos en Siria y Argelia, 10 puntos en Egipto e incluso 18 puntos en Marruecos, donde una niña de cada tres no está escolarizada. En cambio, se alcanza la paridad en Jordania, y en Túnez y Turquía están muy próximos (sólo 3 ó 4 puntos de diferencia).

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Los cuadros publicados en los informes anuales de la UNESCO sobre la eficacia interna de los sistemas de enseñanza primaria (cuadro nº 10 para el año 2000) tienen en cuenta los porcentajes de repetidores y una cohorte de edad (en este caso la cohorte escolarizada en 1995) que alcanza respectivamente el 2º y el 5º curso del ciclo.

Estas comparaciones, que hay que tomar con ciertas reservas en cuanto a la fiabilidad y a la armonización de los datos estadísticos considerados, ponen de manifiesto unos resultados escolares inferiores en los países del sur del Mediterráneo, con excepción de Egipto y Jordania, que en la Unión Europea. El CNES de Argelia señala que el número de alumnos que fracasan o quedan excluidos del sistema escolar asciende anualmente (en todos los niveles) a más de 520.000 y que la tasa de éxito en el examen de paso de primaria a secundaria sólo fue del 79,5% en 2000.

Con todo, hay que llamar la atención sobre el hecho de que el número de alumnos por docente de primaria en los países de la orilla sur es cerca de dos veces superior (24 a 28 alumnos) al de la Unión Europea, donde se sitúa en torno a 12 alumnos (véase el cuadro nº 11).

En conclusión, en los últimos 15 años, los países del sur del Mediterráneo han emprendido un esfuerzo significativo de escolarización en la enseñanza primaria que ha hecho retroceder el analfabetismo. Sin embargo, es necesario proseguir e intensificar ese esfuerzo para conseguir la plena erradicación del analfabetismo y del analfabetismo funcional entre los menores de 25 años, prestando especial atención a la reducción de las diferencias entre sexos, iniciada pero aún insuficiente para establecer la igualdad, y entre regiones urbanas y zonas rurales.

Por último, por lo que se refiere al analfabetismo de los adultos que no han tenido acceso a una enseñanza básica, el problema sigue intacto y debería ser objeto de atención por parte de los socios euromediterráneos con vistas a proponer y aplicar programas de acción destinados a este grupo. Deberían realizarse estudios de viabilidad sobre la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación por parte de los formadores, o para su propia formación.

Por otra parte, la enseñanza primaria constituye la base indispensable para la posterior adquisición de conocimientos más especializados y facilita el acceso a las distintas facetas de la cultura y al aprendizaje necesario para el ejercicio de una actividad profesional, que requiere una renovación incesante de las competencias.

La adquisición de dichos conocimientos y competencias debe continuar más allá del ciclo de la enseñanza primaria y, de hecho, los itinerarios de formación no cesan de prolongarse en el tiempo, ya se trate de la duración de los estudios iniciales o del nuevo concepto de aprendizaje permanente.

¿Qué medios deben movilizarse para afrontar el nuevo desafío que representa la renovación acelerada de las competencias, para que no aumente aún más la brecha entre quienes tienen acceso a los conocimientos y quienes están excluidos de ellos?

La erradicación del analfabetismo podría convertirse en una lucha desfasada si no abriera a las personas recién instruidas vías de acceso a las nuevas formas del saber.

2. Existencia de una gran desigualdad en cuanto a las capacidades de formación posteriores al ciclo de primaria

Entre los Estados de la Unión Europea y los de la orilla sur del Mediterráneo existen disparidades muy importantes en materia de capacidades de formación posteriores a la enseñanza básica.

Dichas disparidades se observan en la enseñanza secundaria, superior y técnica y profesional. Antes de hacer balance de la capacidad actual de formación a partir de primaria en los

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distintos países vinculados a la Asociación euromediterránea, conviene comparar los medios que cada país consagra a la política de educación, en función de sus capacidades contributivas (que son desiguales).

Varios parámetros permiten medir los medios empleados a tal fin.

Con respecto al gasto público total, es muy significativo comprobar (cuadro n° 12) que los Estados del sur y del este del Mediterráneo destinan un porcentaje más elevado de su presupuesto a los gastos de enseñanza (del 13,6% en Siria al 24,9% en Marruecos) que los Estados de la Unión Europea (del 9,1% en Italia al 15,4% en Suecia, situándose la media entre el 10% y el 12%). Estas diferencias pueden explicarse en parte por el lugar que ocupa en los Estados del Norte la enseñanza privada, que no siempre recibe ayudas estatales, pero con todo atestiguan la prioridad política concedida por los Estados del Sur a las políticas de educación.

En cuanto al porcentaje de la riqueza nacional, medida respecto del PNB, el lugar ocupado por el gasto público en enseñanza arroja resultados más contrastados, pero confirma la prioridad concedida a la formación por los Estados del Sur. Así, Jordania, con una tasa del 7,9% (comparable a la de Israel: 7,6%), y Túnez, con un 6,7%, sólo son superados en Europa por los países escandinavos, mientras que Argelia (más del 6%), Marruecos (5,3%) y Egipto (4,8%), se sitúan en la media de los países de la Unión Europea (Italia 4,9%, España 5%, Francia 6%).

Hay que señalar la presión que ejerce el coste de la enseñanza sobre la utilización que se hace en cada país de los recursos nacionales disponibles, puesto que el gasto en enseñanza compite naturalmente con otras asignaciones de finalidad social, como el gasto sanitario o los gastos asociados a la mejora del hábitat y de los equipamientos públicos.

El cuadro nº 11 muestra que en todos los países, tanto en el Norte como en el Sur, el gasto por alumno o estudiante aumenta de forma significativa al pasar del ciclo primario al ciclo secundario, y de forma aún más significativa, cuando se pasa a la enseñanza profesional o superior.

Según las cifras comunicadas por el CNES de Argelia, en este país, el coste medio de un alumno en prácticas de formación profesional es dos veces mayor al de un alumno del ciclo primario o secundario, y el coste de formación de un estudiante de enseñanza superior, cinco veces mayor a éste último.

Esto significa sin lugar a dudas que en los países del sur del Mediterráneo, donde el coste por alumno de secundaria o por estudiante de enseñanza superior con respecto al PNB por habitante es más alto que en los países del Norte, esta presión aumentará mucho en el momento en que más alumnos de primaria accedan a los ciclos superiores. Ahora bien, la prolongación de los estudios obedece a una necesidad del desarrollo económico y social, que sigue estando muy ligado al porcentaje de estudiantes de un curso universitario que estén en condiciones de formar.

Las disparidades que actualmente se observan en los ciclos secundarios y superiores entre las dos orillas del Mediterráneo dan una idea del inmenso esfuerzo que hay que realizar y de los medios que hay que movilizar si realmente se quiere reducirlas.

El cuadro nº 13 publicado por la UNESCO, en el que estima el promedio de años de estudio mediante la suma de las tasas actuales de escolarización en los distintos ciclos, pone de manifiesto la existencia de una diferencia muy importante entre los países pertenecientes a la Unión Europea, donde la duración media de los estudios oscila de 16 a 17 años, y los del sur del Mediterráneo, donde no pasa de 10.

Si se observa la evolución en el tiempo a lo largo de un decenio (1985-1996), es interesante observar que tanto en los países del Norte como en los del Sur (con la única excepción de Siria) las tasas de escolarización en secundaria (brutas o en netas) han evolucionado

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positivamente, con un efecto de recuperación especialmente espectacular en Túnez y Portugal, donde se han duplicado, y muy significativo en Egipto, Argelia, y Turquía, donde la progresión oscila entre el 22% y el 38%.

Del mismo modo, la diferencia entre la tasa de escolarización de los niños y la de las niñas se redujo significativamente en Argelia, donde pasó de 15 a 3 puntos; en Egipto, de 22 a 10 puntos; en Marruecos de 14 a 10 puntos y en Túnez de 14 a 3 puntos.

Sin embargo, la diferencia entre las tasas de escolarización del Norte y del Sur sigue siendo muy acusada y las disparidades no han desaparecido. Así, en la Unión Europea, las tasas de escolarización en 1996 se situaban entre el 86% (Irlanda) y el 99% (Suecia), y convergían en una tasa media del 90%, excepto en Portugal, donde la tasa era sólo del 78%.

En cambio, en los Estados del sur del Mediterráneo, esta tasa es inferior al 60% en Argelia, Túnez, Turquía y Marruecos, y sólo alcanza el 67% en Egipto.

La situación es mucho más preocupante en la enseñanza superior, donde las disparidades se acusan aún más claramente (cuadro nº 14).

Si se considera el número de estudiantes por cada 100.000 habitantes, entre los países del Maghreb y la media de los países de la Unión Europea se observan diferencias del orden de uno a tres (de 1.107 a 1.341 estudiantes por 100.000 habitantes en el primer caso, y de 2.600 a 4.000 en el segundo). Dichas diferencias se reducen a una relación de uno a dos en Egipto y Siria, con unas proporciones de 1.895 y 1.559 estudiantes respectivamente. Sólo el Líbano, con una proporción de 2.717 estudiantes, presenta unos índices comparables a las cifras más bajas de los Estados miembros de la Unión Europea, incluso superiores a las de Alemania.

Si nos situamos en una perspectiva de evolución histórica (cuadro nº 15) durante un decenio (de 1985 a 1996), sólo dos países de la zona sur, Turquía y Túnez, aumentaron a más del doble su proporción de estudiantes. No obstante, al mismo tiempo, dicha proporción disminuyó mucho en el Líbano (-17%) y Siria (-9,7%).

En Argelia, la tasa de crecimiento (55%) se sitúa entre la de Francia (52%) y la de Italia (58%). Por el contrario, en Egipto la tasa es sólo del 10%, y en Marruecos del 39%, muy inferiores a las de la gran mayoría de los países de la Unión Europea, que oscilan entre el 41% y el 75%: en un extremo se sitúa Alemania, que sufre prácticamente un estancamiento y, en el otro, Portugal, que experimenta un enorme aumento (triplicación del número relativo de estudiantes).

En el futuro, estas tasas deberían invertirse debido a las divergentes dinámicas demográficas en el Norte y en el Sur (la población total del sur tendrá un porcentaje mayor de jóvenes), siempre que los países más afectados demuestren una voluntad real de dar prioridad al aumento del nivel de formación de sus futuras élites, y dispongan de los medios financieros y humanos para hacerlo.

El cuadro nº 14, en el que se indica la tasa bruta de matriculación de estudiantes (es decir, la relación entre el número de estudiantes, sea cual sea su edad, efectivamente matriculados en un ciclo de enseñanza superior, y la población del grupo de edad quinquenal siguiente a la edad de finalización de la enseñanza secundaria), demuestra la gran distancia que hay que acortar entre los países del Sur y los del Norte en materia de acceso a la enseñanza superior.

En los países de la Unión Europea, la tasa bruta de matriculación aumentó mucho entre 1985 y 1996, y oscila entre el 47% y el 56%, con algunas excepciones en ambos extremos (39% en Portugal, 41% en Irlanda y 74% en Finlandia). No obstante, los países que mayor retraso acusaban en 1985 son los que más han progresado.

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Los avances han sido mucho más lentos en los países del Sur, donde las tasas de crecimiento más elevadas apenas superan el 20% en Egipto y Turquía y están comprendidas entre el 11% y el 13,7% en los países del Maghreb.

Estas cifras no tienen en cuenta a los estudiantes originarios de esos países que cursan estudios en centros de formación europeos o norteamericanos, pero se sabe que muchos de ellos se quedarán en el extranjero al finalizar el ciclo de estudios, lo que representa una pérdida de personas cualificadas para los países de origen, perjudicial para su desarrollo si adquiere demasiada importancia.

Otra diferencia notoria entre el Sur y el Norte reside en la distribución de los estudiantes por sexos. Si bien en el Sur, la tasa de matriculación de los chicos sigue siendo superior al de las chicas en una proporción que puede llegar a ser de un tercio, se observa exactamente la tendencia opuesta en los países de la Unión Europea, con la única excepción de Alemania, Grecia y los Países Bajos.

3- La formación no siempre se adecua a la nueva economía

El reparto de estudiantes y titulados por grandes ramas es interesante, pues permite evaluar la adecuación de los sistemas de formación a las necesidades del desarrollo económico y social. Dicha adecuación dista mucho de haberse realizado en algunos países, como demuestra la contribución del CNES de Argelia, que destaca la existencia de disfunciones que se traducen en la existencia de un elevado número de titulados en desempleo, en particular en las disciplinas de la vertiente literaria o jurídica.

El cuadro nº 16, extraído del Informe mundial sobre la educación publicado en 2000 por la UNESCO, debe interpretarse con prudencia, ya que el reparto de los estudiantes entre las distintas ramas presenta a veces riesgos o incertidumbres, en particular entre las ramas de educación y letras.

A pesar de esa dificultad, este cuadro comparativo pone de manifiesto algunas tendencias significativas.

Por lo que se refiere en primer lugar a la rama tecnológica por excelencia, que agrupa las ciencias exactas y naturales, las ciencias de la ingeniería y de la agricultura, se observa una convergencia bastante considerable en la zona euromediterránea en torno a un porcentaje de matriculados del 25% al 31% (17 de los 23 países estudiados, tanto en el sur como en el norte del Mediterráneo se sitúan dentro de esta horquilla). Argelia presenta una tasa muy elevada de matriculación en esta rama (50%), al igual que Finlandia en la Unión Europea (37%).

En cambio, entre los países mediterráneos, Egipto (15%), el Líbano (17%) y Turquía (22%) presentan tasas claramente más bajas, así como los Países Bajos en Europa.

Por lo que se refiere a las ciencias médicas, los resultados son mucho más dispares y los índices de matriculación presentan divergencias muy significativas. Si se considera que la tasa media se sitúa entre 9 y 11, sólo nueve países de 23 se situarían dentro de esta horquilla, de los cuales tres (Argelia, Jordania y Turquía) se encuentran al sur del Mediterráneo.

Las diferencias más significativas se observan entre las tasas más bajas, que corresponden a Marruecos y el Líbano (3%), Irlanda (5%), Portugal (6%) e Israel (6%), y las tasas más altas, que se observan en Suecia y Bélgica (13%) y, sobre todo, en Finlandia y el Reino Unido (16%).

El reparto de los estudiantes en función del sexo es enormemente instructivo. Por un lado, confirma la menor presencia de las mujeres jóvenes en la enseñanza superior en los países

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del Sur. Las tasas más bajas se registran en Turquía (38%), Marruecos (41%) y Egipto (42%), frente al 47% de Jordania y el 49% del Líbano.

Por el contrario, en algunos países de la Unión Europea, la feminización de la enseñanza superior es muy alta, como sucede en Francia (55%), Suecia (56%) y Portugal (57%). Se trata de resultados medios para todas las ramas, pero las disparidades entre sexos son muy marcadas en algunas de ellas.

La rama médica se ha convertido en una opción mayoritariamente femenina en todos los países de la Unión Europea, con unas tasas que superan el 80% en los países escandinavos (Dinamarca y Finlandia), el 70% en Suecia, Reino Unido, Portugal, Países Bajos y España, y el 60% en los demás países europeos, con excepción de Italia (57%).

Seis países de la orilla sur alcanzan o superan el 50%. Se trata de Argelia (50%), Túnez (55%), Jordania (54%), el Líbano (53%), Turquía (64%) e Israel (69%).

En menor grado, pero de forma muy significativa, también cabe destacar la feminización de las ramas de la educación, las letras, el derecho y las ciencias humanas. Esta evolución puede ser fuente de preocupación si va acompañada de una remuneración de las mujeres más baja a la salida de la universidad, algo que puede observarse tanto en los países del Norte como en los del Sur. Algunos comentaristas llegan a hablar incluso de una relativa pauperización de las ramas en que se emplean mayoritariamente las mujeres (educación, sanidad y justicia).

En cambio, la infrarrepresentación de las mujeres en la rama científica y tecnológica es flagrante. Afecta tanto a los países del Norte como a los del Sur. El porcentaje de mujeres matriculadas en esas ramas raras veces supera el 33%: Irlanda (34%), Italia (35%), Argelia y Jordania (36%), Portugal y el Líbano (37%).

En este caso se impone una conclusión: todos los socios euromediterráneos deberían preocuparse por reequilibrar las ramas en función de las salidas profesionales, reforzar la rama científica y tecnológica, y dentro de cada una de las ramas, armonizar las opciones según los sexos, con el fin de alcanzar los objetivos a medio plazo de la Declaración de Barcelona.

La adaptación a las exigencias del mercado de trabajo y, más en concreto, la búsqueda de la mejor adecuación posible de la formación a las ofertas de empleo debe ser una preocupación central de los sistemas escolares, más allá de la educación básica impartida por las escuelas primarias.

Es ésta una preocupación dominante de los centros que imparten principalmente una enseñanza técnica y profesional, incluso de los centros de enseñanza general que alternan la enseñanza teórica con la formación práctica en empresa, como es frecuente en Alemania.

Sin embargo, la enseñanza técnica y profesional impartida en los centros especializados presenta disparidades entre los países del Norte y los del Sur. Como se muestra en el cuadro n° 17, si se considera el número de alumnos escolarizados en la enseñanza técnica y profesional con respecto al número global de alumnos escolarizados en el ciclo secundario, la tasa media pasó entre 1980 y mediados del decenio de 1990, del 12,1% al 15% en el Sur, y del 22,9% al 30,4% en el Norte, lo que significa que las diferencias se han incrementado en vez de reducirse.

Estas diferencias medias ocultan disparidades de gran magnitud dentro de los dos subconjuntos. Así, en el Sur, si Egipto y Turquía alcanzan la tasa media europea, Argelia, Marruecos y Túnez presentan una relación de uno a cinco con respecto a esa misma tasa.

En el grupo europeo, Irlanda, Portugal y Grecia se encuentran en una relación de uno a tres o de uno a dos con respecto a la media. Está claro, pues, que en muchos países del Sur,

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incluso en algunos países del sur de Europa, la enseñanza técnica y profesional es un punto débil, que habría que tomarse muy en serio reforzar.

En su contribución, el CNES de Argelia llama la atención sobre la grave situación existente en dicho país. La demanda de formación es apremiante, pues acumula diversos problemas: el abandono escolar (para todos los ciclos de enseñanza), que afecta a 500.000 alumnos; los jóvenes en paro, que representan el 80% de los 2.300.000 desempleados censados (de los cuales 3 ó 4 no se han beneficiado de una formación cualificadora aunque poseen un nivel de instrucción primario y/o secundario) y los adultos que son víctimas de despidos económicos o que deben adaptarse a cambios en su empleo. Sin embargo, el aparato movilizable para responder a ella es muy insuficiente, y sólo permite hacer frente a las demandas más urgentes.

Por otra parte, el CNES observa que la implantación geográfica de las estructuras de formación obedece más a normas administrativas dictadas por la división administrativa que a criterios objetivos relacionados con las vocaciones naturales y económicas de las regiones. Esto ha acentuado la orientación del aparato de formación más hacia el sistema educativo para abordar el abandono escolar que hacia el mundo laboral y sus exigencias.

Si bien en las estructuras existentes prácticamente se ha logrado la igualdad entre niñas y niños (45% de niñas en 2001), el CNES lamenta que los cursos de formación nocturnos y a distancia, con el 4,98% y el 3,03% respectivamente del número total de alumnos acogidos, estén débilmente representados, cuando ofrecen perspectivas nada despreciables por su flexibilidad y bajo coste. Dichas perspectivas deberían estudiarse detenidamente, en particular mediante el recurso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Por otra parte, hay un público que se tiene insuficientemente en cuenta, el de los trabajadores con discapacidad, que sólo representan el 0,25% de los matriculados, si bien su número está aumentando mucho: ha pasado de 586 alumnos en 1999 a 8.111 en 2001, y se van a crear 1.000 plazas más.

Por último, según el CNES, el sistema existente no tiene lo bastante en cuenta las demandas de cualificación procedentes del mercado de trabajo (en formación presencial, la informática sólo absorbe el 15,15% de los alumnos en prácticas y el 22,15% de los aprendices), ni la elevación del nivel de instrucción de los solicitantes de formación. El porcentaje de titulados de formación profesional de nivel 5 (técnico superior) no supera el 5%, lo que está muy por debajo de la demanda de las empresas.

Hay que señalar asimismo que, desde 1991, la oferta privada de formación profesional completa la oferta pública, y ofrece una capacidad pedagógica de 46.000 plazas frente a las 188.000 del sector público, una cantidad nada despreciable.

El ejemplo argelino ilustra perfectamente hasta qué punto algunos países se han concienciado de la necesidad de aumentar en gran medida sus capacidades pedagógicas en materia de formación técnica y profesional, y de lograr una mejor adaptación de las formaciones impartidas a los perfiles y competencias que exigen los nuevos puestos de trabajo ofertados.

4- El diverso grado de penetración de las nuevas tecnologías en la sociedad muestra la

existencia de una brecha entre las dos orillas del Mediterráneo que hay que reducir imperativamente para conseguir una convergencia real de los niveles de desarrollo económico y social

a)- Una situación caracterizada por grandes disparidades

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Si se toman como referencia, a pesar de sus imperfecciones, los índices sintéticos publicados por las grandes instituciones internacionales para medir las diferencias de desarrollo económico o humano, la brecha entre las dos orillas del Mediterráneo es muy acusada.

Por lo que se refiere en primer lugar a la renta nacional por habitante en dólares

estadounidenses, expresada en paridad de poder adquisitivo, se observa una notable convergencia de los países de la Unión Europea, donde el nivel de este indicador se situaba entre 24.000 y 28.000 dólares en 2001, con sólo un nivel más bajo en dos países, Grecia (17.860 USD) y Portugal (17.270 USD)

El nivel alcanzado por Israel (19.330 USD) está próximo al europeo, y el de Singapur,

al que se ha dado la apelación de “dragón asiático”, es igual al nivel medio europeo. No obstante, todos los países de la Unión Europea presentan un retraso significativo con respecto a los Estados Unidos, donde este indicador es de 34.870 USD, lo que arroja una diferencia a favor de los Estados Unidos del 24% al 45% dependiendo de los países europeos.

En los países de la orilla sur del Mediterráneo, la renta media por habitante, en paridad

de poder adquisitivo, es en promedio cuatro o cinco veces inferior al nivel más bajo de la Unión Europea, incluso siete veces en Siria (el índice más bajo) y más de seis veces en Marruecos y Egipto.

El índice de desarrollo humano elaborado por el PNUD es un indicador compuesto que

integra varios parámetros (esperanza de vida al nacer, tasa de alfabetización de adultos, tasa de escolarización, PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo) elegidos arbitrariamente, y que podría dar resultados sensiblemente diferentes si se considerasen parámetros diferentes.

Su inconveniente es que integra factores de evolución lenta, como la tasa de

alfabetización o la esperanza de vida al nacer, que en las comparaciones internacionales perjudican a los países con más retraso. No obstante, dado que hace hincapié en dos factores importantes del desarrollo económico y humano, que son la salud y la educación, es un buen indicador de las disparidades actuales, y contribuye a poner claramente de manifiesto los esfuerzos que hay que realizar para encontrar una solución.

Así, en el último cuadro publicado (véase el cuadro nº 18bis) se clasifican 173 Estados

del mundo en tres grupos: el de los países con un desarrollo humano alto (cuyo indicador es igual o superior a 0,800), que engloba 53 países, el de los países con un desarrollo humano medio (indicador situado entre 0,500 y 0,800), que comprende 84 países, y por último el de los países con un desarrollo humano bajo (índice comprendido entre 0,275 en Sierra Leona y 0,500), en el que se encuentran los 36 países más pobres.

No sólo todos los países de la Unión Europea figuran en el primer grupo, incluidos los

10 futuros miembros, sino que los quince Estados miembros actuales están situados a la cabeza del mismo, al igual que Israel, mientras que todos los demás países de la orilla sur se encuentran clasificados en el segundo grupo, donde figuran también Rumania y Bulgaria, así como Rusia.

Sin embargo, si se considera la evolución de este indicador en los 20 ó 25 últimos años,

se observa una reducción de las diferencias, con tasas de crecimiento ostensiblemente más altas en los países del Sur (40% o más en Argelia, Túnez, Marruecos y Egipto) que en los países de la orilla norte (tasas comprendidas entre el 9% y el 13%, con excepción de Portugal, que registra un 19%).

Sin embargo, las diferencias siguen siendo muy importantes, ya que el índice de los

países del Sur situados a la cabeza de su grupo (el Líbano, Turquía, Túnez y Jordania) se sitúa al mismo nivel que el índice que tenía Portugal (último país europeo en esta clasificación) hace 25 años.

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b)- ¿Puede acelerar la revolución tecnológica, al difundir más ampliamente la innovación en todos los sectores de la sociedad y de la economía, la convergencia de los niveles de desarrollo económico y social entre las dos orillas del Mediterráneo?

La respuesta a esta pregunta es todo un reto si nos remitimos a la situación actual. El PNUD ha elaborado recientemente un índice de desarrollo tecnológico (IDT) al que

pueden hacerse las mismas críticas que al índice de desarrollo humano, en particular, por la elección arbitraria de los parámetros considerados para su cálculo.

Los parámetros elegidos son el número de patentes concedidas a residentes en el país

(por millón de habitantes), los ingresos percibidos por cánones y derechos de licencia (en dólares estadounidenses por 1.000 habitantes), el número de ordenadores conectados a Internet (por 1.000 habitantes), las exportaciones de contenido tecnológico medio o alto (en porcentaje del total de exportaciones de mercancías), el número de teléfonos (fijos y móviles), el consumo de electricidad (kwh por habitante) y, por último, la media de años de escolarización y la tasa bruta de matriculación en las ramas científicas de la enseñanza superior.

No obstante, dado que varios de los parámetros elegidos hacen referencia a tecnologías

recientes (Internet) o más antiguas (teléfono fijo), este indicador constituye un elemento de análisis interesante. Puesto que algunos parámetros pueden evolucionar muy rápidamente, como por ejemplo el número de ordenadores conectados a Internet o el de teléfonos móviles, este indicador presenta una volatilidad mayor que el índice de desarrollo humano, pero ¿no es ésta una característica fundamental de la revolución tecnológica en curso, fomentar una mayor variedad en la utilización de los factores de producción y en la situación de los individuos, los grupos sociales o los Estados en este contexto?

En relación con este índice, el PNUD clasificó a 72 países, de los cuales pudieron

clasificarse datos significativos en cuatro grupos (cuadro nº 19). En el primer grupo, llamado grupo de los líderes, figuran los 18 países en los que el

índice de desarrollo tecnológico alcanza valores superiores a 0,500. A la cabeza de este grupo, del que forman parte nueve países de la Unión Europea e Israel, figura Finlandia, que se sitúa por delante de los Estados Unidos, Suecia, Japón y Corea del Sur. En los tres primeros países, el número de ordenadores conectados a Internet (más de 125 por 1.000 habitantes) y el consumo de electricidad (más de 11.800 kwh por habitante) son especialmente elevados.

El segundo grupo, denominado grupo de los líderes potenciales, agrupa 19 países, entre

ellos cuatro países del sur de Europa (España, Portugal, Italia y Grecia), en los que el índice se sitúa entre 0,350 y 0,500. En estos países, los cánones y derechos de licencias percibidos son claramente más bajos que en los países del primer grupo, así como el número de ordenadores conectados a Internet (de 16,4 a 30,4 en los cuatro países europeos de este grupo), y, en una proporción menor, el consumo de electricidad por habitante.

El tercer grupo se denomina grupo de seguidores dinámicos (de las nuevas tecnologías)

y está compuesto por 26 países, cuatro de los cuales pertenecen al sur del Mediterráneo, que son, en orden decreciente del índice de desarrollo tecnológico (situado en este grupo entre 0,200 y 0,350), Túnez, Siria, Egipto y Argelia. Figuran también en este grupo China y la India.

En este tercer grupo, el número de patentes concedidas o los cánones y derechos de

licencias percibidos son iguales a cero o extremadamente bajos, la media de años de escolarización y la tasa bruta de matriculación en las ramas científicas de la enseñanza superior son claramente inferiores a las observadas en los dos primeros grupos, el número de ordenadores

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conectados a Internet no se conoce o es muy poco significativo y el número de abonados de teléfono sigue siendo bajo (de 8 a 15 veces menos que en Grecia o en Portugal).

Por último, el cuarto grupo, con nueve países, engloba Estados del África subsahariana,

Pakistán, Nepal y un Estado sudamericano (Nicaragua) en los que todos los elementos del índice de desarrollo tecnológico son extremadamente bajos y, por ello, pueden considerarse al margen de la utilización no sólo de las nuevas tecnologías (Internet), sino también de las tecnologías antiguas (teléfono).

Cuatro países del sur del Mediterráneo (Jordania, el Líbano, Marruecos y Turquía) no

figuran en esta clasificación, por no disponer de datos completos de ellos, pero a partir de los índices parciales recogidos, deberían situarse en el tercer grupo, el de los seguidores dinámicos.

Por último, el PNUD ha censado 46 polos tecnológicos o grandes centros de innovación

tecnológicos, que reflejan una distribución muy desigual de los polos de conocimiento en la superficie del planeta: 13 se sitúan en los Estados Unidos, 16 en Europa, 2 en Japón, 2 en Singapur, 1 en la India, 3 en China, 1 en Corea del Sur y 1 en Malasia (en total, 10 en Asia), 1 en Canadá, 2 en Brasil, 1 en Australia, 1 en Sudáfrica, 1 en Túnez y 1 en Israel, es decir, sólo 2 en países de la orilla sur del Mediterráneo.

Otros dos indicadores parciales confirman estas desigualdades en materia de

capacidades científicas y tecnológicas. Así, el porcentaje de los gastos de investigación y desarrollo con respecto al PNB

(cuadro nº 20) es extremadamente bajo en el sur del Mediterráneo (del 0,2 al 0,5%) mientras que se sitúa en general entre el 2 y el 2,8% en el Norte, con excepción de las tasas más bajas de Italia (0,5%), Portugal (0,6%) y España (0,9%) y la más alta de Suecia (3,8%). Las tasas europeas son comparables a la de los Estados Unidos (2,6%).

La participación de las empresas en la financiación de los gastos de investigación y

desarrollo es sustancial en Europa y los Estados Unidos, donde oscila por lo general entre el 50% y más del 60%, mientras que es inexistente o inferior a un tercio (Turquía) en los países del Sur.

Estos datos ponen de manifiesto la existencia de un círculo vicioso. La debilidad del

tejido industrial o de servicios de los países del Sur, y el predominio de pequeñas empresas con medios financieros muy reducidos hacen que la financiación de la investigación y el desarrollo descanse casi exclusivamente en el sector público, que, debido a los programas de ajuste macroeconómicos impuestos por las instituciones financieras internacionales, no puede suplir la ausencia de empresas privadas.

Ahora bien, el sector privado sólo puede resultar eficaz y liberar márgenes operativos

que le permitan invertir en investigación y desarrollo si tiene acceso a la innovación y a las tecnologías aplicadas por las empresas de los países más avanzados.

Si se considera el número de científicos e ingenieros empleados en investigación y

desarrollo por cada 100.000 habitantes, las diferencias son enormes, pues llegan a alcanzar una proporción de 1 a 6 con respecto a la media europea en Egipto, de 1 a 20 en Túnez y de 1 a 25 en Jordania.

Todos estos datos presentan un panorama muy elocuente de la brecha que separa, en

materia de producción y difusión del conocimiento, a los países que el PNUD califica de líderes o líderes potenciales y los que sólo son hoy, a falta de infraestructuras suficientes, seguidores de las innovaciones producidas en otros lugares. La reducción de las desigualdades en los niveles de desarrollo tecnológico pasa inevitablemente por superar progresivamente esa brecha.

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¿Cómo podría la Asociación euromediterránea contribuir hoy, y a medio plazo, a asumir este desafío, que constituye uno de los objetivos centrales de la Declaración de Barcelona: construir una zona de prosperidad común a ambos lados del Mediterráneo?

III – Aplicación de una estrategia de codesarrollo para que los países de la orilla

sur y este del Mediterráneo puedan beneficiarse plenamente de los efectos positivos de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación: un desafío crucial para la Asociación euromediterránea.

A – El papel estratégico de las NTIC

El Informe sobre Desarrollo Humano 2001, publicado por el PNUD, hace hincapié

en la importancia estratégica de las NTIC para el desarrollo humano y social. En dicho informe se afirma lo siguiente: “Los países en desarrollo no deberían ser rehenes perennes de las agendas de investigación establecidas en función de la demanda del mercado mundial.

Si hay alguna forma de desarrollo que sea fuente de potenciación en el siglo XXI, es el desarrollo que libera la creatividad humana y crea capacidad tecnológica. Muchos países en desarrollo ya están haciendo frente al reto. Las iniciativas mundiales que reconozcan esta situación no sólo proporcionarán soluciones a la crisis inmediata, sino que también fomentarán los medios de hacer frente a crisis futuras.

El significado, en última instancia, de la era de las redes es que puede ampliar los medios de acción de las personas, posibilitando que utilicen los conocimientos colectivos existentes en el mundo y contribuyan a ellos. Y el gran reto del nuevo siglo es velar por que toda la humanidad tenga acceso a esa potenciación, y no sólo unos pocos afortunados”.

Por otra parte, el último informe del FEMISE (red que agrupa a institutos de investigación económica y social de las dos orillas del Mediterráneo y que tiene por objeto analizar los distintos problemas de la Asociación euromediterránea y presentar propuestas de acción a tal efecto) adoptado en Marsella en julio de 2002 como resultado de una reunión del taller de trabajo de su Comité de orientación, hace gran hincapié en una nueva estrategia de crecimiento para los países socios fundamentada en el concepto de “economía basada en el conocimiento (EBC)”.

Tras recordar que “inscribirse en la economía del conocimiento es sin duda un modo de tomar atajos en la Historia, y no hacerlo quizás provoque un retraso aún mayor que en la anterior revolución industrial, y amenace elementos civilizadores fundamentales”, el informe del FEMISE define de forma precisa este nuevo concepto de economía basada en el conocimiento. Su característica específica es generar un proceso de crecimiento autosostenido, en el que la reserva de conocimientos es menos importante que su tasa de renovación, y que en esto se distancia del criterio de la escasez, en el que se basan numerosas teorías económicas, dado que el recurso básico, el conocimiento, es a priori ilimitado y renovable.

El proceso central de la economía basada en el conocimiento es el aprendizaje, que permite renovar sin cesar los conocimientos y difundirlos a todos los segmentos de la sociedad. En este tipo de economía, son los sectores de alta tecnología y los servicios las principales fuentes de creación de empleo. Por otra parte, las estructuras organizativas, ya se trate de las empresas o de los sistemas de formación, deben adaptarse constantemente a la evolución permanente de los conocimientos, lo que aumenta la necesidad y la demanda de formación.

El informe del FEMISE hace especial hincapié en la dificultad de conciliar la evolución hacia una economía basada en el conocimiento, que requiere cambios profundos en las estructuras existentes, y la transición económica que han emprendido los países del sur del

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Mediterráneo, que limita considerablemente las posibilidades de intervención del poder público para hacer esta evolución socialmente aceptable. Por último, según el FEMISE, es necesario a la vez “diseñar una estrategia nacional coordinada y establecer mecanismos descentralizados que impulsen a los agentes económicos y a la sociedad civil en su conjunto a utilizar de forma permanente estos sistemas de producción y difusión de los conocimientos, y a intensificar las relaciones entre sí”.

Para aplicar estas estrategias en un contexto de rigidez institucional, marcado también por un cierto inmovilismo en el comportamiento, es esencial detectar las palancas de cambio. En este sentido, la política de formación (inicial y continua) desempeña un papel fundamental, pues es evidente que la sociedad del conocimiento no puede implantarse “si la mayor parte de la sociedad no sabe interpretar y seleccionar la información, difundida ahora a escala mundial”1.

El objetivo se perfila claramente. El principal problema que se plantea es hacerlo operativo. ¿Cuál puede y debe ser desde esta perspectiva la contribución de la Asociación euromediterránea en su propio marco regional?

La estrategia de difusión de los conocimientos y del saber, como fundamento esencial de toda política de desarrollo económico y humano, sólo puede tener éxito si permite simultáneamente:

- reducir la brecha existente entre las dos orillas del Mediterráneo en materia de acceso a la formación (inicial y continua), a la investigación y el desarrollo, a los centros científicos de excelencia (universidades y polos tecnológicos), y a las redes de Internet que se constituyen a escala mundial;

- reforzar el tejido económico y social de los países de la orilla sur y este haciendo especial hincapié en las pequeñas o medianas empresas e industrias (PYME y PYMI), las microempresas del sector informal y las asociaciones sin ánimos de lucro.

El éxito de esta estrategia depende también del establecimiento de un marco político

mundial favorable a la innovación, a la responsabilidad de los agentes económicos y sociales y al espíritu de iniciativa y de empresa.

B – ¿Cómo nivelar las dos orillas del Mediterráneo en materia de acceso a las fuentes del conocimiento?

El objetivo de erradicar por completo de aquí a 2015 el analfabetismo de los jóvenes, para lo cual se generalizará la enseñanza primaria entre todos los niños de ambos sexos, que se fijó en la Cumbre Mundial del Milenio organizada por las Naciones Unidas, es sin duda una condición previa indispensable, pero no puede constituir en modo alguno una finalidad última, y debe ser superado.

En efecto, la adquisición de una formación básica inicial constituye sólo una etapa en la adquisición de los conocimientos, una llave de entrada en la sociedad del conocimiento. El capital adquirido debe actualizarse constantemente para que su poseedor pueda adaptarse a la evolución cada vez más rápida de los conocimientos científicos y tecnológicos.

Por otra parte, quienes no hayan tenido la posibilidad de adquirir una formación básica no deben quedar excluidos del mundo del conocimiento; de ahí la importancia del

1 Informe FEMISE.

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aprendizaje permanente, que resulta aún más imperativo en un mundo en transformación, por no decir en revolución continua.

Por último, un objetivo meramente cuantitativo sería extraordinariamente restrictivo y no se adecuaría a las necesidades del mundo moderno. La calidad de la formación impartida es una baza capital para el éxito escolar y la inserción social y profesional.

Toda persona debe aprender a aprender, ya se trate de formación puramente intelectual (cultura general) o de formación más pragmática, con fines profesionales y adaptada a las demandas del mercado de trabajo.

Los centros de formación, cualquiera que sea el nivel de educación al que responden, no pueden satisfacer esta exigencia cualitativa si están desconectados de los focos de investigación y desarrollo, cada vez más estructurados en torno a los polos tecnológicos, que agrupan universidades, centros de investigación pública y privada, y empresas innovadoras. Ahora bien, en este ámbito es donde se observan las disparidades más acentuadas entre el Norte y el Sur.

El Informe del PNUD de 2001 revela que, en 1998, los 29 países miembros de la OCDE, que poseen un 19% de la población mundial, gastaron 520.000 millones de dólares estadounidenses en investigación y desarrollo (un importe superior en cerca de un 40% al PNB combinado de los países del sur del Mediterráneo, excepto Israel). Estos mismos países concentran el 99% de las 347.000 patentes expedidas en 1998.

La diferencia es gigantesca y exige la creación de polos tecnológicos y centros de excelencia en la orilla sur, que requerirá tiempo, por lo que debería constituir una acción de alta prioridad. Entre tanto, urge mejorar las posibilidades de acceso de las universidades y centros de investigación del sur del Mediterráneo a las redes Internet. Se han establecido ya enlaces, pero conviene darles una mayor densidad, favoreciendo la creación de una o varias universidades virtuales euromediterráneas, creando sinergias y facilitando una estrecha cooperación entre docentes e investigadores de las dos orillas del Mediterráneo.

Estas universidades virtuales, abiertas a las empresas y a la sociedad civil, podrían constituir “cabezas de red” y desempeñar un importante papel de interfaz en la difusión de los conocimientos hacia todos los segmentos de la sociedad.

A tal fin, deben emprenderse las siguientes acciones:

1. Reformar en profundidad los sistemas educativos para responder a las necesidades de una economía basada en el conocimiento.

En la contribución del CNES de Argelia se exponen las rigideces de los sistemas educativos existentes, que no responden satisfactoriamente a las exigencias de la nueva revolución tecnológica y que son objeto de un análisis muy profundo en el informe del FEMISE. Por lo demás, dichas rigideces no son exclusivas de los países de la orilla sur, pues algunas de las disfunciones observadas se encuentran asimismo en países de la Unión Europea.

Se trata, en particular, de la poca eficacia de los sistemas educativos, que se traduce en:

- unas tasas de repetición de curso importantes en primaria y secundaria, que a menudo conducen a una selección por fracaso en la enseñanza superior;

- la tendencia a la reproducción de forma idéntica de sistemas demasiado exigentes por parte de los docentes, lo que conduce a favorecer las ramas generales en detrimento de las

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ramas científicas y tecnológicas, así como las ramas largas con respecto a las cortas, que responden mejor a las necesidades de la economía;

- el consiguiente desprestigio de las ramas profesionales y de la formación continua, que asumen la función de acoger a los excluidos del sistema escolar general;

- la falta de atención a la valoración de las competencias y los logros profesionales.

A esto hay que añadir una dificultad específica resultante de la ausencia de una política coherente en materia de enseñanza de idiomas. Para un buen uso de las nuevas tecnologías es necesario un buen conocimiento de varias lenguas: la lengua o lenguas maternas (en los países que existe el bilingüismo), que permiten el arraigo a una cultura, una lengua vehicular, que será cada vez más el inglés y, si es posible, una o varias lenguas de países asociados desde el punto de vista económico o cultural.

Las políticas de enseñanza exclusiva del árabe, tal como se aplicaron en algunos

países, tuvieron efectos negativos al suprimir el aprendizaje de otras lenguas sin favorecer realmente una buena práctica del árabe (que hubiera sido lo deseable), enraizada en una cultura regional que se hubiera visto de este modo reafirmada.

En efecto, el número de libros traducidos al árabe es extremadamente bajo (300

libros al año según el Informe sobre Desarrollo Humano Árabe publicado por el PNUD, es decir, cinco veces menos que en Grecia), sobre todo en las disciplinas científicas. Las políticas mencionadas han tenido como consecuencia una segregación social entre los estudiantes que han aprendido lenguas extranjeras, pertenecientes por lo general a las clases dirigentes, que tienen la posibilidad de cursar los estudios superiores en Europa o Norteamérica, y la gran masa de estudiantes que salen del ciclo secundario, que son discriminados si sólo hablan árabe. Ahora bien, la enseñanza de varias lenguas es posible a condición de que se inicie en el ciclo primario, lo que debería permitir un recurso intensivo a las nuevas tecnologías.

Por último, a falta de unos lazos estrechos entre los centros docentes y la esfera

económica, muchos estudiantes titulados se encuentran en paro. Este fenómeno se ve agravado por la disminución de los puestos de trabajo que ofrece el sector público como consecuencia de la aplicación de las políticas de ajuste estructural, y que la oferta procedente del sector privado no compensa suficientemente.

Por otra parte, el propio desarrollo de la escolarización en la enseñanza primaria y en

el primer ciclo de secundaria, que en los últimos dos decenios ha absorbido importantes recursos presupuestarios, y la demanda que empieza a manifestarse en las empresas cuando la economía se diversifica exige una auténtica reorientación de las instituciones educativas en la enseñanza secundaria y superior y en las ramas profesionales para afrontar tanto la presión de los estudiantes como las necesidades de las empresas.

El último informe del FEMISE recomienda:

- conceder más valor a las ramas profesionales y desarrollarlas en consecuencia;

- crear pasarelas entre la enseñanza profesional y la enseñanza general;

- desarrollar la formación profesional en las PYME-PYMI;

- fomentar el desarrollo de centros de formación privados;

- recurrir a incentivos fiscales para desarrollar dichos centros;

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- propiciar la evolución de la pedagogía;

- generalizar la evaluación “externa” de los resultados de los centros de formación profesional.

El informe del FEMISE resalta también la práctica inexistencia en los países socios de dispositivos que ofrezcan a los trabajadores un aprendizaje permanente, para que puedan poner al día los conocimientos adquiridos, adquirir otros nuevos y cubrir los riesgos del cambio y la inserción en un mundo cada vez más globalizado.

Para remediar esta situación, el informe del FEMISE preconiza una serie de vías de acción:

- luchar contra el analfabetismo utilizando los medios y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y conseguir que cada alumno posea, al finalizar la escolarización obligatoria, un conjunto de competencias básicas que pueda después mejorar o que le permitan adquirir otras nuevas para adaptarse a la evolución tecnológica.

Se debería ofrecer una segunda oportunidad a las víctimas del fracaso escolar; - dar más valor a la competencia técnica y profesional delimitada y acreditada, con

respecto a la cualificación otorgada por un diploma que requiere dispositivos institucionales de larga duración, costosos y casi exclusivamente concentrados en las ciudades importantes y que, por ello, sólo pueden llegar a una élite minoritaria;

- utilizar al máximo las NTIC para la enseñanza y la acreditación a fin de, por una parte, obtener una mejor difusión de los contenidos pedagógicos, reducir los costes de la acreditación y, por otra, desarrollar una industria del software educativo, a semejanza de lo que se hace en Egipto;

- por último, el esfuerzo de formación continua es ante todo una cuestión de voluntad individual, que debe estimularse y aportar a los trabajadores que se comprometan ventajas salariales y de promoción, en particular para acceder a los puestos ejecutivos.

Es indispensable movilizar a los interlocutores sociales, empresarios y sindicatos de trabajadores con respecto a este objetivo.

Los Consejos Económicos y Sociales recomiendan este enfoque.

2. Orientar más las actividades de investigación básica y aplicada hacia la satisfacción de las necesidades de los países en desarrollo y colmar las lagunas del mercado, que responde prioritariamente a las necesidades expresadas por la demanda solvente.

En el Informe del PNUD de 2001 dedicado a las nuevas tecnologías se enumeran algunas de las prioridades en materia de investigación orientada a la satisfacción de las necesidades de los países más pobres.

a) En el ámbito médico, hay que citar el desarrollo de vacunas contra el paludismo, el VIH y la tuberculosis, que obedecen a la necesidad de luchar contra las pandemias más graves, pero también de vacunas que permitan erradicar epidemias más localizadas, como la enfermedad del sueño o la oncocercosis (ceguera de los ríos).

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b) En el ámbito agronómico, deberían emprenderse numerosas investigaciones encaminadas a poner a disposición de los agricultores de los países en desarrollo nuevas variedades de productos alimenticios básicos (maíz, sorgo, mandioca), adaptados a las condiciones agroclimáticas de dichos países, para luchar contra el flagelo de la malnutrición, que afecta a gran parte del África subsahariana. Ahora bien, demasiado a menudo, también en la zona mediterránea, se descuidan los cultivos comestibles en beneficio de los cultivos de exportación, que aportan divisas pero que, al mismo tiempo, agravan la balanza alimentaria mundial debido al fuerte aumento de las importaciones de productos alimenticios básicos, que no se producen en cantidad o calidad suficiente por falta de incentivos adecuados.

c) En el ámbito digital, sería deseable impulsar la investigación aplicada para la puesta a punto de ordenadores a muy bajo precio y que puedan conectarse sin cable, así como de programas informáticos con tarjeta inteligente prepagada para el desarrollo del comercio electrónico.

d) En el sector energético, la puesta a punto de pilas de combustible y células fotovoltaicas baratas permitiría descentralizar el suministro eléctrico a unos costes económicos y medioambientales bajos, y luchar así contra el éxodo rural.

e) Las tecnologías de tratamiento del agua, de riego y de desalación del agua de mar revisten también una gran importancia para la región. La creación de algunos centros de excelencia en la zona mediterránea, orientados hacia estas nuevas formas de “investigación aplicada al desarrollo”, y conectados a los centros de investigación del Norte, que trabajan también en estas cuestiones pero de forma no prioritaria, constituiría un formidable incentivo para desarrollar a un lado y otro del Mediterráneo un nuevo tipo de cooperación en materia de investigación.

f) Paralelamente, es necesaria una reflexión más general sobre los medios (públicos y privados) de financiación de la investigación y una gestión equitativa de los derechos de propiedad intelectual e industrial resultantes de las patentes depositadas.

Actualmente, el Acuerdo ADPIC (acuerdo sobre los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio), celebrado en el marco de la OMC, autoriza a los Estados a expedir licencias obligatorias que permitan a las empresas fabricar productos patentados por otros (medicamentos genéricos, por ejemplo), para luchar contra situaciones de monopolio o restricción resultantes de la competencia. Ahora bien, la experiencia demuestra que estas cláusulas de salvaguardia, dirigidas a evitar una protección abusiva, sólo son utilizadas por los países más desarrollados, dado que los menos desarrollados carecen de las instituciones y las competencias jurídicas y técnicas necesarias. Habría que ayudar eficazmente a estos países a dotarse de las herramientas necesarias y, con el mismo espíritu, a hacer efectivas las disposiciones recogidas en numerosos acuerdos de cooperación tendentes a favorecer las transferencias de tecnología del Norte al Sur. A falta de tales disposiciones, la investigación en el Sur seguirá siendo débil y estará pilotada casi exclusivamente por los países dominantes, situados en el Norte, en función de los intereses comerciales de éstos últimos.

Finalmente, se plantea la cuestión de la financiación de la investigación, que los mecanismos de mercado no permiten garantizar.

Como demuestra el informe del PNUD, las cantidades que deben movilizarse (10.000 millones de dólares estadounidenses en todo el mundo) no están fuera de alcance a poco que exista realmente una voluntad política. Bastaría orientar hacia la investigación no comercial parte del esfuerzo adicional que los Estados o las instituciones internacionales se comprometieron a destinar a los países en desarrollo en la Cumbre de la Tierra, así como una fracción de los créditos procedentes de la conversión de la deuda pública que esos mismos Estados o instituciones han liberado a fin de acompañar y corregir los efectos negativos de las políticas de ajuste estructural.

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A esta financiación pública habría que añadir financiaciones privadas procedentes de fundaciones y empresas, que podrían fomentarse útilmente con incentivos fiscales adecuados.

Los Consejos Económicos y Sociales comparten este análisis, que responde a sus preocupaciones.

3 - Movilizar de forma prioritaria la mayor cantidad posible de medios a favor de un desarrollo rápido de las NTIC en todos los países de la orilla sur del Mediterráneo.

Como prolongación de la acción fundamental encaminada a elevar el nivel de competencias del capital humano, así como su aptitud para adquirir otras nuevas, en todos los países en que la evolución anterior haya demostrado su carácter altamente prioritario, es conveniente realizar acciones más focalizadas, dirigidas a aumentar al máximo el número de personas que usan las NTIC.

Esta política orientada a las NTIC requiere la aplicación coordinada de cuatro ejes de acción:

- establecimiento de las infraestructuras de telecomunicación indispensables;

- programación de la implantación en todo el territorio de terminales que permitan acceder a Internet al mayor número de personas;

- formación de formadores;

- fomento del desarrollo de una industria de contenidos (software).

a) La modernización de las infraestructuras de telecomunicación y su extensión a todo el territorio no sólo son indispensables para la generalización de las NTIC, sino que constituyen una condición imprescindible para todos los inversores exteriores que deseen desarrollar sus actividades en el sur del Mediterráneo.

Todos los agentes económicos, tanto nacionales como extranjeros, deben poder gozar de un acceso a la red que responda a sus necesidades, que sea fiable y que tenga un coste razonable, es decir, que sea competitivo con respecto a otras localizaciones posibles.

Para lograr este objetivo deberá propiciarse la competencia de los distintos operadores (lo que excluye cualquier monopolio público o privado), delimitada por obligaciones de servicio público recogidas en un pliego de condiciones que las autoridades de regulación independientes tendrán la misión de hacer respetar. La mayoría de los países asociados del sur y el este del Mediterráneo ha emprendido las reformas necesarias del sector público de las telecomunicaciones para abrirlo a la competencia.

La Unión Europea acompaña estas transformaciones financiando con cargo a fondos MEDA un programa específico titulado NATP (Nuevos enfoques de las telecomunicaciones entre los socios mediterráneos, por sus siglas en inglés), dotado con 2,15 millones de euros.

Este original programa pretende fomentar intercambios de experiencias y de información entre los socios mediante la organización de conferencias regionales anuales y de sesiones de formación, con vistas a proporcionar a los responsables políticos y a los reguladores las herramientas necesarias para diseñar y aplicar los programas de reforma.

Este proyecto tiene también un componente importante de información y comunicación, cuyo principal elemento es la creación de un observatorio virtual de las telecomunicaciones mediterráneas, que permitirá un intercambio entre los participantes en las

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distintas actividades, así como con un público más vasto. Se contemplan específicamente los operadores actuales y los futuros participantes en el sector de las telecomunicaciones, los inversores, los usuarios (industria y comercio, asociaciones de consumidores), los expertos, los universitarios, los periodistas y los sindicatos, es decir, los principales agentes de la sociedad civil.

Aunque este programa puede favorecer la financiación privada de las infraestructuras de telecomunicación, habrá que prestar una atención muy especial a la financiación de las obligaciones de servicio público impuestas a los operadores. Hay que garantizar la satisfacción de las necesidades del público desfavorecido (por su nivel de renta o por su alejamiento de las zonas de concentración urbana), que no responden a los criterios habituales de rentabilidad financiera de los operadores privados. Muy probablemente será necesario mantener las intervenciones de regalía y la financiación pública.

b) Los cuadros estadísticos que hemos comentado con anterioridad muestran una

diferencia muy acusada entre Norte y Sur en cuanto al número de ordenadores conectados a Internet a disposición de la población.

Sería ilusorio pensar que la reducción del precio de compra de los ordenadores bastará por sí sola para reducir las considerables diferencias observadas actualmente, pues la experiencia nos enseña que se vuelven obsoletos muy rápidamente en cuanto a sus capacidades, lo que exige una renovación frecuente de los mismos. En efecto, a pesar del descenso constante de precio, estos materiales seguirán siendo inaccesibles para quienes sólo dispongan de unos pocos euros al día para cubrir sus necesidades vitales, que constituyen aún la mayoría de la población de los países del Sur.

Es necesario, por tanto, ayudar a estos países a diseñar y aplicar programas de implantación de los ordenadores para favorecer el acceso a Internet en el marco de estructuras que permitan su utilización colectiva, como las bibliotecas, que ponen ya a disposición colectiva los soportes más tradicionales que son los libros.

Los centros de enseñanza, desde la escuela a la universidad, poseen una vocación natural para acoger estos terminales, como se hace ya en la mayoría de los países desarrollados, que se han fijado como objetivo dotar a cada escuela de su territorio, desde la fase de la enseñanza primaria, de este tipo de equipos.

Esta elección está aún más justificada en los países emergentes o en desarrollo, donde, a diferencia de lo que sucede en los países desarrollados, los alumnos no tienen la posibilidad de utilizar en su casa los ordenadores personales de sus padres, ya que éstos carecen de ellos, lo cual genera nuevas desigualdades.

Como destaca con razón el Informe mundial sobre la educación de la UNESCO (1998), la introducción del ordenador en la escuela no sólo tiene la ventaja de desarrollar entre los alumnos el aprendizaje del uso de las NTIC, sino que ofrece, siempre que se reúnan otras condiciones que examinaremos más adelante (formación de los docentes y puesta a punto de software educativo adaptado a los programas de enseñanza), nuevas herramientas pedagógicas que mejoran la eficacia de la enseñanza.

Las empresas privadas o las entidades (municipios, bibliotecas, etc.) que disponen de equipos digitales podrían desarrollar, en condiciones por definir, formas de aprendizaje del uso de las NTIC dirigidas a un público más vasto que el escolar, lo que permitiría ofrecer también acceso a Internet en lugares de convivencia más ampliamente frecuentados como los cibercafés, que tienen ya un enorme éxito en algunos países del Sur.

Del mismo modo, las escuelas o universidades que disponen de los equipos necesarios deberían “abrir sus puertas” a todos aquéllos que deseen familiarizarse con el uso de

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las NTIC, o perfeccionarse en su utilización, a fin de obtener el mayor efecto posible de sinergia y multiplicación, mediante la apertura de las fuentes de acceso a los nuevos conocimientos.

c) La formación de un número suficiente de formadores capaces de enseñar de un

modo simplificado y lo más rápidamente posible cómo se utilizan las NTIC es una exigencia ineludible para el desarrollo de éstas últimas y su difusión en la sociedad.

Esta exigencia tiene diferentes matices según se trate de formaciones impartidas en el marco del sistema educativo, de las actividades económicas y financieras, o de la sociedad civil en sentido amplio.

En el primer caso, las universidades y las escuelas normales que forman a los docentes se sitúan en primera línea; en el segundo, corresponde a las empresas públicas y privadas, a las cámaras consulares y a los movimientos asociativos y sindicales tomar las iniciativas pertinentes.

Las autoridades políticas que orientan los programas de formación, a escala nacional o local, tienen la responsabilidad de velar por que el aprendizaje del uso de las NTIC forme parte integrante de los programas educativos, si es posible desde la escuela primaria, y de prever una formación consecuente de los docentes. Dichas autoridades pueden alentar al sector privado a desarrollar el aprendizaje de las NTIC mediante incentivos adecuados, en particular de orden fiscal.

d) El desarrollo de una industria “de contenidos” (software) adaptados a las

necesidades específicas de los países del Sur, en la actualidad prácticamente inexistente, constituye un enorme desafío, que sólo podrá superarse mediante una cooperación Norte-Sur muy intensa.

Esta exigencia se hace sentir esencialmente en materia de programas informáticos elaborados con fines educativos. Los contenidos disponibles en el mercado de los países desarrollados no pueden adaptarse tal cual a las necesidades de los países del Sur, como destaca el informe de la UNESCO ya citado. En efecto, como se observa ya con los manuales escolares tradicionales, estas herramientas pedagógicas deben integrarse en un contexto lingüístico y cultural familiar a los alumnos, por lo que han de estar diseñados específicamente en función de ese contexto, y no ser una mera transposición de herramientas concebidas en un contexto profundamente diferente.

Estas herramientas sólo pueden ser realizadas por equipos multidisciplinares integrados por especialistas de las distintas disciplinas, lingüistas y pedagogos. Antes de que puedan ser objeto de una difusión generalizada, que permita las indispensables economías de escala, la elaboración de estos programas informáticos requiere costosos esfuerzos de investigación y desarrollo y la experimentación de proyectos piloto destinados a comprobar la adecuación de los mismos.

Por su magnitud, este esfuerzo puede parecer fuera de alcance, pero, si se emprende, será portador de progresos considerables en materia de mejora y eficacia de los sistemas educativos de los países del Sur del Mediterráneo, tanto desde el punto de vista cuantitativo (desarrollo de nuevas formas de enseñanza a distancia para los excluidos del sistema escolar) como cualitativo, y constituye una baza capital para una la difusión más amplia posible de las NTIC. Su éxito depende de la intensificación tanto de la cooperación Norte-Sur como de la cooperación Sur-Sur, pues la experiencia de uno es útil para todos.

Por todas estas razones, los Consejos Económicos y Sociales que han cooperado en el presente informe proponen que esta baza capital que es la creación de una industria de contenidos digitales en el Sur se considere una de las prioridades de la Asociación Euromediterránea.

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4 – Favorecer la puesta en red de los principales centros de difusión del conocimiento; clave

del éxito para la introducción de las NTIC en las sociedades mediterráneas.

La revolución que han supuesto las NTIC con respecto a las tecnologías de la información del siglo anterior (radio, televisión, teléfono) reside tanto en su carácter multimedia, que asocia textos escritos, sonido e imágenes que pueden difundirse en tiempo real, como en la posibilidad de comunicación interactiva, también en tiempo real.

Su máxima repercusión se alcanza cuando las distintas personas que navegan por las autopistas de la información están interconectados en redes y pueden intercambiar datos en cualquier momento, es decir, no sólo información, sino también experiencias, opiniones, preguntas y dudas, que, como es bien sabido, constituyen el principal motor de los descubrimientos científicos.

Por ello, hay que celebrar la iniciativa de desarrollo de la sociedad de la información euromediterránea, el denominado programa EUMEDIS, adoptado por la Comisión Europea en el marco de la Asociación, que responde concretamente a este objetivo de establecimiento de redes de difusión del conocimiento a un lado y otro del Mediterráneo.

Esta iniciativa ha sido el resultado de los trabajos emprendidos por los expertos a raíz de la Conferencia Ministerial celebrada en Roma los días 30 y 31 de mayo de 1996 sobre el tema central “la construcción de la sociedad de la información euromediterránea”.

Dado que los 26 proyectos seleccionados para una financiación con cargo al programa EUMEDIS no se pusieron en marcha hasta comienzos o mediados del año 2002, no es posible evaluar sus efectos ni resultados, pero con todo presentan, independientemente de los sectores de aplicación considerados, características comunes que parecen muy adaptadas al objetivo buscado: una utilización inteligente (y no anecdótica) de las NTIC en las sociedades mediterráneas.

Todos los proyectos piloto tienen una base regional amplia, que agrupa un número consecuente de socios de las dos orillas del Mediterráneo, lo que resulta muy alentador. No obstante, es lamentable que la participación de socios del norte de la Unión Europea (Reino Unido, Alemania, países escandinavos) sea mucho menos importante que la de países ribereños del Mediterráneo. Esta tendencia debería corregirse en el futuro, para que la cooperación euromediterránea se perciba verdaderamente como una baza política capital para toda la Unión Europea, sobre todo tras su ampliación al Este.

Los proyectos seleccionados tienen por objeto también procurar beneficios inmediatos las comunidades de usuarios, que son los hospitales (sector sanitario), los centros de formación e investigación (sector educación), las empresas y más concretamente las PYME (sector innovación y comercio electrónico), los operadores turísticos y los museos (sector turismo). Desde esta perspectiva, el papel de los animadores de estos proyectos, y en particular de las federaciones profesionales o las administraciones públicas, es crucial para que los logros sean ampliamente difundidos y beneficien realmente al mayor número de personas. Es un aspecto fundamental de la evaluación ex-post de los proyectos, que por lo demás debería permitir alcanzar el objetivo de autofinanciación de las redes implantadas una vez concluido el período de experimentación, que goza de un apoyo muy importante, de casi el 80% de los fondos MEDA.

El programa EUMEDIS es una iniciativa ambiciosa e innovadora de cooperación regional en un sector clave para el futuro desarrollo económico y social de los países socios: la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación por el mayor número posible de agentes económicos y sociales.

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Su éxito dependerá en buena medida del apoyo prestado tanto por las autoridades políticas y administrativas de ámbito nacional y local, como por los distintos interlocutores de la sociedad civil, que serán a la vez actores y beneficiarios principales.

5 – Promover la movilidad de estudiantes, docentes e investigadores entre las dos orillas del

Mediterráneo, una exigencia ineludible para el aprendizaje y la difusión de las NTIC a)- Favorecer la movilidad en la enseñanza superior y la investigación

La puesta en red de los centros de difusión del conocimiento sólo tendrá plena eficacia si va acompañada de una mayor movilidad de los docentes y de los alumnos.

La Unión Europea ha llevado a cabo experiencias en este ámbito que han resultado muy innovadoras y han tenido un gran éxito en los Estados miembros. Así, el programa ERASMUS, que tiene por objeto favorecer los intercambios de estudiantes en la enseñanza superior integrando en el plan de estudios ciclos efectuados fuera del país de origen, beneficia hoy a 100.000 estudiantes, con un grado de satisfacción de los interesados muy destacable.

Paralelamente, la Unión Europea ha desarrollado el programa TEMPUS, dirigido a desarrollar la cooperación en el ámbito educativo, primeramente con los PECO (países de Europa central y oriental), después con los Estados de la antigua Unión Soviética, y más recientemente con los países socios mediterráneos. Este programa incluye el fomento de la movilidad, pero persigue el objetivo más amplio de modernizar los sistemas educativos de los países socios.

El interés prestado a esta forma de cooperación por los socios mediterráneos es manifiesto, pues todos han solicitado beneficiarse de ella en el marco de las financiaciones del programa MEDA, por un importe de 41 millones de euros, que representa el 13% de todos los créditos asignados al sector de la educación, un porcentaje considerable si se tiene en cuenta que TEMPUS sólo contempla la enseñanza superior.

Aún más recientemente, la Unión Europea lanzó una nueva iniciativa llamada ERASMUS WORLD, que fue examinada por el Parlamento Europeo en el Pleno de abril y va dirigida a todos los terceros países. Los socios mediterráneos tendrán pues acceso a ella, pero no de forma exclusiva.

El programa ERASMUS WORLD, que el ponente del Parlamento Europeo propone rebautizar como ERASMUS-MUNDUS para sustituir el inglés, lengua vehicular internacional, por el latín, lengua antigua y símbolo universal de la cultura, es muy ambicioso puesto que se dirige a instituir másters de la Unión Europea en los que participen al menos tres centros de enseñanza superior de tres Estados miembros diferentes de la Unión Europea.

Estos másters estarían abiertos a estudiantes de la Unión Europea y de terceros países. Éstos últimos podrían beneficiarse de becas por un importe de 1.600 euros al mes, al igual que los universitarios que vengan a enseñar o a realizar investigaciones en el marco de los másters seleccionados.

El programa prevé la posibilidad de establecer acuerdos de asociación entre los másters de la Unión Europea y centros de enseñanza superior de terceros países para permitir una movilidad en sentido inverso, de la Unión Europea a los terceros países. Sin embargo, estos acuerdos de cooperación no son obligatorios, lo que sin duda es lamentable y confiere a la iniciativa un carácter un tanto elitista y unilateral.

Si bien la preocupación de la Unión Europea por atraer a esas universidades a los mejores estudiantes de los terceros países, como hacen los Estados Unidos y Canadá, es totalmente legítima, ello no debería eximirla de establecer acuerdos de asociación con los países

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de origen de los estudiantes con vistas a apoyar las estructuras de enseñanza superior de dichos países.

Por esta razón, los Consejos Económicos y Sociales euromediterráneos deben seguir la recomendación formulada por la ponente del Parlamento Europeo, la Sra. de SARNEZ, de dar prioridad en la selección de los másters de la Unión Europea a aquéllos que hayan celebrado dichos acuerdos de asociación.

Para la celebración de este tipo de asociación con los futuros másters de la Unión Europea, deberían tenerse en cuenta prioritariamente los centros de formación superior de los países mediterráneos que son activos en el marco del programa TEMPUS. Es absolutamente esencial que la movilidad de los estudiantes, de los docentes y de los investigadores se realice en los dos sentidos, a fin de reforzar las capacidades de los países del Sur. Con este espíritu, sería necesario que los períodos de formación completados en terceros países pudieran convalidarse, en determinadas condiciones por definir en los acuerdos de asociación, con los planes de estudios universitarios, como ya se hace en la Unión Europea.

b) – Ampliar la movilidad a los demás tipos de formación, en particular la

formación profesional de los jóvenes y el aprendizaje permanente para los adultos que tienen ya una vida profesional activa

El programa TEMPUS, en su versión ampliada a los países socios mediterráneos, contempla principalmente la enseñanza superior, al igual que el programa ERASMUS-MUNDUS, cuando en dichos países se han observado importantes necesidades en materia de formación profesional de jóvenes y adultos. La experiencia adquirida por la Unión Europea en la materia debería ponerse al servicio de la Asociación euromediterránea.

El programa LEONARDO DA VINCI, especialmente dedicado a la formación profesional de los jóvenes europeos, recibió una dotación cuantiosa (1.150 millones de euros) para su segunda fase, comprendida entre el 1 de enero de 2000 y el 31 de diciembre de 2006. En su fase inicial, de 1995 a 1999, este programa movilizó 750 millones de euros, y favoreció la movilidad de 130.000 personas en formación, principalmente jóvenes.

Por otra parte, el capítulo GRUNDTVIG del programa SÓCRATES está dirigido específicamente al aprendizaje permanente de adultos, y durante el período 2000-2006 se beneficiará del 7% de la dotación total del programa, es decir, cerca de 13 millones de euros.

Los Consejos Económicos y Sociales euromediterráneos proponen que los socios mediterráneos que lo deseen puedan participar, en el marco del programa MEDA, en los programas europeos LEONARDO DA VINCI y GRUNDTVIG.

c) – Hacer que la financiación pública europea a favor de las estancias de

formación fuera del país de origen de los alumnos sirva como catalizador de financiaciones públicas adicionales en el marco de acuerdos nacionales bilaterales o de cooperación descentralizada, y de financiaciones privadas, procedentes de fundaciones, empresas u organizaciones profesionales, como las cámaras consulares

Las iniciativas europeas descritas en los apartados anteriores han tenido el inmenso mérito de abrir vías muy prometedoras en materia de estancias de formación, basadas en la movilidad de los formadores y de los alumnos. No obstante, son víctimas de su propio éxito y tropiezan con las limitaciones presupuestarias de la Unión Europea, ya se trate de las acciones internas o de las externas.

Es necesario, por tanto, buscar financiaciones adicionales procedentes de:

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- los Estados miembros de la Unión Europea, que tienen un interés evidente en fomentar estas formas de movilidad mediante la concesión de becas a estudiantes o candidatos a la formación, con vistas a difundir sus propios sistemas de formación;

- las entidades territoriales, en el marco de los acuerdos de cooperación descentralizada, con el fin de respaldar acciones de desarrollo emprendidas por otras partes, que sólo tendrán plena eficacia si incluyen un capítulo importante de formación;

- grandes fundaciones privadas, empresas y organizaciones profesionales activas en el sector de la formación, que pueden desarrollar acciones de formación en alternancia, ofrecer prácticas cualificadoras en empresas o incluso favorecer la financiación de la movilidad mediante la concesión de becas.

La Fundación Europea de Formación, con sede en Turín, que está facultada para prestar asistencia técnica a los programas de formación profesional elaborados para los países socios mediterráneos, podría desempeñar un papel activo en materia de promoción de la movilidad, por ejemplo, mediante la creación de una bolsa de intercambios (ofertas y demandas de movilidad) en su página de Internet.

d) – Adoptar una política de visados favorable a la movilidad de todas las personas

que participan en la Asociación euromediterránea La movilidad de los estudiantes, de los docentes y de los investigadores requiere

facilidad de desplazamiento, que actualmente se ve obstaculizado con frecuencia por las formalidades exigidas para la obtención de los visados.

Para todas las personas activas en el marco de la asociación y de los intercambios

relacionados con ésta, los Consejos Económicos y Sociales euromediterráneos proponen que dichas formalidades se aligeren considerablemente, por ejemplo, mediante la concesión de un visado de larga duración (de hasta cinco años) que permita idas y vueltas frecuentes entre la Unión Europea y los Estados mediterráneos socios, en los sentidos Sur-Norte y Norte-Sur.

* * *

CONCLUSIÓN El acceso a las NTIC por parte de los países ribereños del sur y el este del Mediterráneo en unas condiciones que no los marginen, sino que, por el contrario, les permitan poner fin a su retraso de desarrollo económico y social debe convertirse en uno de los objetivos principales de la cooperación y de la Asociación euromediterránea, ya que esta cuestión condiciona la plena integración de estos países en la sociedad del conocimiento, que constituye hoy en día una prioridad a escala mundial. En efecto, si la Unión Europea, al adoptar con acierto la estrategia de Lisboa en marzo de 2000, hizo hincapié en el aprovechamiento de los recursos humanos para adaptarse y hacer frente a los desafíos de la globalización y de la revolución tecnológica, esta exigencia resulta aún más acusada en los países del Sur debido a su situación demográfica y a la existencia de una gran

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población joven, hoy insuficientemente formada. Por el contrario, los países europeos, cuya población envejece, deben hacer frente a una perspectiva de disminución de su población activa. En consecuencia, existe el riesgo real, y ya perceptible, de que los países más desarrollados asuman la formación de los jóvenes originarios de los países del Sur. Dichos países tendrían que soportar las cargas de formación inicial de esos jóvenes sin beneficiarse de ello cuando éstos entraran en la vida activa y pudieran contribuir al desarrollo económico de su país. Es imperativo, por tanto, velar por que la elevación del nivel de formación de los jóvenes o de los trabajadores en activo que se beneficien de la formación continua vaya acompañada de una mejora del tejido económico y social que favorezca el empleo en el país de formación. Esta exigencia remite al incremento de los flujos de inversión directa (también en formación) y de las transferencias de tecnología a los países del Sur, que era uno de los grandes objetivos de la Asociación euromediterránea, iniciado en la Conferencia de Barcelona, pero cuya materialización se hace esperar. Si bien la movilidad de las personas es beneficiosa en sí misma porque permite una renovación de las experiencias y de los conocimientos, puede tener consecuencias muy desfavorables desde el punto de vista social si siempre se realiza en el mismo sentido, es decir, de los países pobres a los países ricos. Los primeros pueden experimentar dificultades reales para dar una acogida digna a esos flujos de inmigrantes y garantizarles su integración en las mejores condiciones, mientras que los segundos pierden una parte considerable de sus recursos humanos, lo que puede acentuar su retraso de desarrollo, aunque sólo sea porque el mercado nacional no se desarrolle lo suficiente, y no resulte así atractivo para las inversiones extranjeras, o ni siquiera para las nacionales. Desde esta óptica, el efecto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación sobre la creación de empleo no puede disociarse de la localización de éstas últimas. ¿Cómo lograr que las NTIC no sólo creen más empleo sino que contribuyan también a una distribución equitativa del mismo y de las actividades asociadas entre los territorios? Es un nuevo y formidable desafío que se plantea a la Asociación euromediterránea. Este reto sólo podrá superarse si los países del sur y el este del Mediterráneo que lo deseen pueden ser parte de pleno derecho en la estrategia de Lisboa, que deberá tener en cuenta sus características específicas, al igual que en el caso de los futuros Estados miembros de la Unión (PECO). Sin embargo, esta asociación a la estrategia de Lisboa únicamente tendrá éxito si se integra en una política de cooperación mundial que tenga plenamente en cuenta todas las variables estratégicas del desarrollo (equilibrio macroeconómico, cohesión social y territorial, buena gobernanza, modernización y estabilidad del marco jurídico e institucional, desarrollo del espíritu de empresa, integración progresiva del sector informal en la economía), que deberían constituir cada vez más los ejes principales de la Asociación euromediterránea.