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En la Iglesia Una Iglesia pobre y para los pobres D urante este año 2014 esta- mos presentando en esta sec- ción las ideas fundamenta- les de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Dentro de ella, el papa Francisco dedica un espa- cio muy amplio, nada menos que 30 números (del 186 al 216), a hablar de la inclusión social de los pobres. Desde hace algo más de un año vienen resonando en todo el mundo unas palabras suyas, pronunciadas en su primera comparecencia ante periodistas de todo el mundo, el 15 de marzo de 2013, y luego repetidas por escrito en Evangelii Gaudium: “Quiero una Iglesia pobre para los po- bres” (EG 198). ¿De dónde sale esta preocupación? ¿Es simple moda o populismo, como han sugerido algunos? Francisco mis- mo responde a esta objeción por an- ticipado: “De nuestra fe en Cristo he- cho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocu- pación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad” (EG 186). En realidad es toda la Sa- grada Escritura, no solo los evange- lios, la que muestra que esa preocu- pación por los pobres es esencial: “Basta recorrer las Escrituras para descubrir cómo el Padre bueno quie- re escuchar el clamor de los pobres: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores y conozco sus su- frimientos. He bajado para librarlo… Ahora pues, ve, yo te envío…» (Ex 3,7- 8.10), y se muestra solícito con sus ne- cesidades: «Entonces los israelitas clamaron al Señor y Él les suscitó un libertador» (Jc 3,15). Hacer oídos sor- dos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyec- to, porque ese pobre «clamaría al Se- ñor contra ti y tú te cargarías con un pecado» (Dt 15,9)(EG 187). La opción evangélica por los pobres Continúa Francisco diciendo que “cada cristiano y cada comunidad es- tán llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad […]. La falta de solidaridad en sus necesidades afecta directamente a nuestra relación con Dios” (EG 187). Eso es así porque “el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo «se hizo pobre» (2 Co 8,9)” (EG 197). Esta opción por los pobres no es facultativa, no es una elección entre varias posibles, sino que es funda- mental: “La belleza misma del Evan- gelio no siempre puede ser adecua- damente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe fal- tar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descar- ta y desecha” (EG 197). “Nadie debe- ría decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos [...]. Nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social” (EG 201). Por poner un ejemplo prác- tico, cuando el papa Francisco ins- tituyó hace unos meses una comi- sión económica (formada por 8 cardenales y 7 laicos, tanto hombres como mujeres) para garantizar una gestión transparente, justa y eficaz del dinero de la Santa Sede, puso como uno de sus principales objeti- vos hacer posible que esos fondos atiendan a un mayor número de per- Visita del Papa a las favelas de Río de Janeiro, 2013. 8 BS Junio de 2014

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En la Iglesia

Una Iglesia pobre y para los pobres

Durante este año 2014 esta-mos presentando en esta sec-ción las ideas fundamenta-

les de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Dentro de ella, el papa Francisco dedica un espa-cio muy amplio, nada menos que 30 números (del 186 al 216), a hablar de la inclusión social de los pobres.

Desde hace algo más de un año vienen resonando en todo el mundo unas palabras suyas, pronunciadas en su primera comparecencia ante periodistas de todo el mundo, el 15 de marzo de 2013, y luego repetidas por escrito en Evangelii Gaudium: “Quiero una Iglesia pobre para los po-bres” (EG 198).

¿De dónde sale esta preocupación? ¿Es simple moda o populismo, como han sugerido algunos? Francisco mis-mo responde a esta objeción por an-ticipado: “De nuestra fe en Cristo he-cho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocu-

pación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad” (EG 186). En realidad es toda la Sa-grada Escritura, no solo los evange-lios, la que muestra que esa preocu-pación por los pobres es esencial: “Basta recorrer las Escrituras para descubrir cómo el Padre bueno quie-re escuchar el clamor de los pobres: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores y conozco sus su-frimientos. He bajado para librarlo… Ahora pues, ve, yo te envío…» (Ex 3,7-

8.10), y se muestra solícito con sus ne-cesidades: «Entonces los israelitas clamaron al Señor y Él les suscitó un libertador» (Jc 3,15). Hacer oídos sor-dos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyec-to, porque ese pobre «clamaría al Se-ñor contra ti y tú te cargarías con un pecado» (Dt 15,9)” (EG 187).

La opción evangélica por los pobresContinúa Francisco diciendo que “cada cristiano y cada comunidad es-tán llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad […]. La falta de solidaridad en sus necesidades afecta directamente a nuestra relación con Dios” (EG 187). Eso es así porque “el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo «se hizo pobre» (2 Co 8,9)” (EG 197).

Esta opción por los pobres no es facultativa, no es una elección entre varias posibles, sino que es funda-mental: “La belleza misma del Evan-gelio no siempre puede ser adecua-damente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe fal-tar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descar-ta y desecha” (EG 197). “Nadie debe-ría decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos [...]. Nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social” (EG 201). Por poner un ejemplo prác-tico, cuando el papa Francisco ins-tituyó hace unos meses una comi-sión económica (formada por 8 cardenales y 7 laicos, tanto hombres como mujeres) para garantizar una gestión transparente, justa y eficaz del dinero de la Santa Sede, puso como uno de sus principales objeti-vos hacer posible que esos fondos atiendan a un mayor número de per-

Visita del Papa a las favelas de Río de Janeiro, 2013.

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i Jesús Rojano

sonas pobres, a través de la consecución de una ma-yor austeridad en los diversos organismos vaticanos: consejos, congregaciones, dicasterios, etc.

El Evangelio para los sencillosEstos deseos de Francisco suscitan un gran consenso hoy en la Iglesia y fuera de ella, aunque queda mucho que hacer en las realizaciones concretas. Sin embargo, falta añadir un matiz muy importante, que también propone el papa Francisco: “Quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramen-tos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los po-bres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria” (EG 200).

A veces pensamos que los pobres no están prepara-dos para oír hablar de Dios porque hay otras tareas prioritarias, como su promoción social. Sin embargo, pasamos por alto que Jesús ofreció el Evangelio, ante todo, a los sencillos. Y ellos eran los que mejor reci-bían su mensaje.

Como dijo el papa anterior, Benedicto XVI, en Mú-nich el 10 de septiembre de 2006, “la cuestión social y el Evangelio son realmente inseparables. Si damos a los hombres sólo conocimientos, habilidades, capacidades técnicas e instrumentos, les damos demasiado poco”.

Ahora bien, además, según Francisco, la evangeli-zación no es unidireccional, pues los pobres “tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sen-sus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo su-friente. Es necesario que todos nos dejemos evange-lizar por ellos. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpre-tarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG 198).

Así pues, el Papa Francisco invita a la Iglesia a ser solidaria con los pobres y evangelizarlos; pero tam-bién a dejarse evangelizar por ellos. i Daniel Díaz-Jiménez Carmona

Noticias de la Iglesia

El 27 de abril el papa Francisco, junto con la pre-sencia del papa emérito Benedicto XVI, pro-

clamó la santidad de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II y pidió, en una multitudinaria ceremonia en la Plaza de San Pedro en la Ciudad del Vaticano en Roma, que ambos pontífices fueran inscritos en los libros de los santos de la Iglesia católica.

Los dos nuevos santos fueron, según Francisco, “sacerdo-tes, obispos y papas del siglo XX. En ellos, Dios fue más fuer-te”. Durante su breve homilía, Francisco destacó que “san Juan XXIII” fue “el Papa de la docilidad del Espíritu Santo”, mientras que “san Juan Pablo II” fue “el Papa de la familia”. Uno y otro, añadió, “restauraron y actualizaron la Iglesia se-gún su fisonomía originaria”.

Después de la proclamación, las reliquias de los nuevos san-tos fueron colocadas junto al altar mayor. La de Juan XXIII -un trozo de piel extraído en 2001 durante la exhumación para su beatificación- fue llevada por sus familiares y la de Juan Pablo II -una ampolla de sangre- por Floribeth Mora, la mujer costarricense de 51 años cuya curación de un aneurisma ce-rebral fue considerado el segundo milagro del papa polaco.

La celebración fue un record absoluto, según los organiza-dores. Las cifras de esta doble canonización fueron dignas de un evento único: en la ceremonia participaron 150 car-denales, 1.000 obispos, 6.000 sacerdotes, 93 delegaciones oficiales y 24 jefes de Estado entre reyes (como por ejem-plo don Juan Carlos I y doña Sofía o los Reyes de Bélgica) y presidentes de distintas naciones. Los fieles asistentes a la ceremonia se calcularon en torno a los ochocientos mil. Los periodistas acreditados fueron unos 3.000.

La figura del Papa Bueno, de san Juan XXIII, ha quedado unida a la Historia con la convocatoria y la celebración del Concilio Vaticano II. En ello hay una inspiración, una gracia especial del Espíritu, que llevó a Juan XXIII a emprender el camino de un Concilio, cuyas dimensiones y significado no podía imaginar, y que no vería concluir.

La figura de san Juan Pablo II retomó en multitud de docu-mentos y predicaciones los grandes temas conciliares, pero sobre todo realizó en la práctica su mandato pastoral, yendo al encuentro de los pueblos, las culturas y las religiones del mundo, de los hombres de todas las clases y países.

En resumen, “dos hombres que conocieron las tragedias del siglo XX, pero que no se abrumaron ante ellas”, en palabras del papa Francisco.

i Daniel Díaz-Jiménez Carmona

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