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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA Departamento de Psicología Social PROCESOS IDEOLÓGICOS ENTRE LOS INMIGRANTES MARROQUÍES EN LA COMUNIDAD DE MADRID MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Juan Ignacio Castien Maestro Bajo la dirección de la doctora Joelle Ana Bergere Dezaphi Madrid, 2001 ISBN: 84-669-2286-5

UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID - webs.ucm.eswebs.ucm.es/BUCM/tesis/inf/ucm-t25405.pdf · Las semejanzas y diferencias entre españoles y marroquíes 520 Conclusiones 527 Apéndice:

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  • UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

    FACULTAD DE CIENCIAS POLTICAS Y SOCIOLOGA

    Departamento de Psicologa Social

    PROCESOS IDEOLGICOS ENTRE LOS INMIGRANTES MARROQUES EN LA COMUNIDAD DE MADRID

    MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR

    PRESENTADA POR

    Juan Ignacio Castien Maestro

    Bajo la direccin de la doctora

    Joelle Ana Bergere Dezaphi

    Madrid, 2001 ISBN: 84-669-2286-5

  • UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS POLITICAS Y SOCIOLOGIA DEPARTAMENTO DE PSICOLOGIA SOCIAL

    PROCESOS IDEOLOGICOS ENTRE LOS INMIGRANTES MARROQUIES EN LA

    COMUNIDAD DE MADRID TESIS PARA LA OBTENCION DEL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR:

    JUAN IGNACIO CASTIEN MAESTRO BAJO LA DIRECCIN DE LA PROFESORA D JOELLE ANA BERGERE DEZAPHI, PROFESORA TITULAR DEL DEPARTAMENTO DE PSICOLOGIA SOCIAL DE LA U.C.M. 2001

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    A MI FAMILIA Y A CHELO

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    NOTA SOBRE LA TRANSCRIPCION DE LOS TERMINOS ARABES Al transcribir al alfabeto latino los trminos rabes, hemos utilizado dos criterios. Cuando ya exista una palabra en castellano (ej.: ulema), hemos optado por ella, en vez de una transcripcin ms estricta (en este caso alim). Para el resto de los trminos nos hemos decantado por la reproduccin ms fiel del sonido en rabe mediante el alfabeto castellano (ej.: majzen en vez de mahzen). Al adoptar esta decisin, hemos partido del hecho de que no nos estamos dirigiendo en lo fundamental a arabistas profesionales. Estos podrn reconocer fcilmente el vocablo al que nos referimos en cada caso, mientras que los no versados en la lengua rabe sacaran poco provecho de los signos encaminados a distinguir entre las diversas variantes del sonido s o j o entre las vocales largas o cortas.

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    INDICE Nota sobre la transcripcin de los trminos rabes 3 Indice 4 Introduccin 8 Primera parte 14 Captulo I: El sujeto, su actividad prctica y su ideologa 15 I.1. Algunas aclaraciones preliminares 15 I.2. Determinismo social y autonoma individual 15 I.3. La dialctica entre el sujeto y su entorno 26 I.4. El sujeto y su creatividad limitada 30 I.5. Un enfoque construccionista sobre la actividad y el pensamiento humanos 32 I.6. El concepto de "habitus" de Pierre Bourdieu 35 I.7. Pensamiento y lenguaje 38 I.8. Definiendo un objeto de estudio psicosocial 48 I.9. La categorizacin social 52 I.10. El caso del inmigrante marroqu 61 Captulo II: Cuestiones de epistemologa y metodologa 68 II.1. Teora, epistemologa y metodologa 68 II.2. La labor de teorizar 70 II.3. La necesidad de un mtodo etnogrfico 76 II.4. En busca de un equilibrio entre el cierre y la apertura 83 II.5. El papel indispensable de la observacin participante 87 II.6. Una observacin relativamente extensiva 90 II.7. La constitucin de la red de informantes 94 II.8. El dilogo con los informantes 101 II.9. El problema de la representatividad 103 II.10. El tratamiento de la dimensin temporal 105 Segunda parte 108 Captulo III: El proceso de categorizacin 109 III.1. El estudio de los procesos cognitivos 109 III.2. El concepto de categorizacin 110 III.3. La combinacin entre principios categorizadores. La articulacin 112 III.4. La articulacin horizontal y la vertical 114 III.5. La articulacin y la orientacin social 117 III.6. La combinacin constituyente de los principios complejos 119 III.7. El nivel de intensidad de una asociacin 121 III.8. Los encadenamientos de principios categorizadores 123 III.9. La asociacin igualitaria y la jerarquizada 125

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    III.10. Generalizacin y particularizacin 126 III.11 La flexibilidad en la combinacin entre principios 131 III.12 Factores limitadores de la flexibilidad cognitiva 137 III.13. Principios centrales y perifricos 138 III.14. La configuracin ideolgica 141 III.15. El ncleo duro de la configuracin global 144 III.16. Principios, categoras, valores y actitudes 146 Captulo IV: Pensamiento cotidiano y pensamiento intelectual 148 IV.1. El problema de la cotidianeidad 148 IV.2. La actividad cotidiana 150 IV.3. La orientacin cotidiana y la orientacin intelectual 154 IV.4. Orientacin y estilo de categorizacin 160 IV.5. El nivel de abstraccin utilizado en la construccin y combinacin de los principios categorizadores 163 IV.6. Generalizacin y particularizacin en el pensamiento cotidiano 166 IV.7. La transferencia de principios y configuraciones 167 IV.8. El tratamiento aproximativo de lo concreto 169 IV.9. La estructura de la combinacin constituyente 172 IV.10 El nivel de integracin de las configuraciones ideolgicas 173 IV.11. La interaccin entre ambos tipos de pensamiento 179 IV.12. Algunas condiciones de produccin del pensamiento intelectual 183 IV.13. El proceso de divulgacin 185 Captulo V: Las ideologas nacionalista y modernista 190 V.1. Introduccin. Tres ideologas 190 V.2. Ideologa y configuracin ideolgica 191 V.3. La ideologa nacionalista. 194 V.4. El principio nacional. 195 V.5. La preferencia hacia los connacionales 205 V.6. La centralidad del principio nacional 214 V.7. Nacionalismo, xenofobia, racismo y fundamentalismo cultural 216 V.8. La ideologa modernista 223 V.9. Algunos componentes ideolgicos generales 232 Captulo VI: La ideologa islmica 239 VI.1. La ideologa islmica como ideologa religiosa 239 VI.2. El concepto de religin 239 VI.3. Dios, el ser humano y el mundo 252 VI.4. Una globalidad limitada 257 VI.5. Islam y categorizacin social 266 VI.6. Universalismo y grupalismo en el Islam 270

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    Captulo VII: Incompatibilidades y refuerzos cognitivos 273 VII.1. Combinaciones entre principios y tensiones ideolgicas 273 VII.2. La incompatibilidad potencial 277 VII.3. El nivel de tolerancia hacia la incompatibilidad potencial 285 VII.4. La manipulacin de la "media ponderada" 293 VII.5. La flexibilizacin innovadora y la conservadora 298 VII.6. Factores que favorecen la preeminencia de la flexibilizacin conservadora 307 VII.7. El refuerzo ideolgico. Los argumentos auxiliares 310 VII.8. Refuerzo y compensacin 314 VII.9. La fabricacin de los argumentos auxiliares 315 Captulo VIII: Incompatibilidades y refuerzos entre el Islam, el nacionalismo y el modernismo 323 VIII.1. Introduccin 323 VIII.2. Modernismo y nacionalismo 324 VIII.3. Islam y nacionalismo 329 VIII.4. Islam y modernismo. 335 VIII.5. Las incompatibilidades potenciales 336 VIII.6. Las estrategias de flexibilizacin ms generales 341 VIII.7. La estrategia reformista 353 VIII.8. La estrategia "integrista" 367 VIII.9. Los argumentos auxiliares 371 VIII.10. Los contra-argumentos auxiliares 375 Captulo IX: Estilos de pensamiento conservadores e innovadores 378 IX.1. Estilos y estructuras 378 IX.2. Estilos conservadores e innovadores 381 IX.3. El funcionamiento de los dos estilos 384 IX.4. Estilos simplistas y complejos 386 IX.5. Estructuras configuracionales conservadoras e innovadoras 390 IX.6. La orientacin conservadora y la innovadora 394 IX.7. Asimilacin y acomodacin 397 IX.8. Conservadurismo y adaptacin a la realidad 408 IX.9. Factores determinantes de cada orientacin 410 IX.10. Las ideologas de estructura conservadora 411 IX.11. El caso especfico de las ideologas religiosas 414 IX.12. La influencia de la situacin social 416 IX.13. Estructura configuracional y componentes ideolgicos 420 IX.14. Autoritarismo versus liberalismo 423 IX.15. El grupalismo 427 IX.16. La dimensin temporal 429 IX.17. Una crtica a la metodologa de Rokeach 431 Tercera parte 435 Captulo X: Algunas trayectorias sociales 436

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    X.1. De vuelta a lo concreto 436 X.2. "Estrategias ", prcticas y relaciones sociales 437 X.3. Trayectorias y proyectos 448 X.4. Algunas consideraciones preliminares 452 X.5. La huida y el sacrificio provisional 455 X.6. La importancia del control social 463 X.7. La pervivencia de un modo de insercin 468 X.8. El camino hacia una nueva sntesis cultural 471 X.9. La bsqueda de una nueva vida 475 X.10. El tiempo de la transgresin 480 X.11. La escapada y la aventura 485 Captulo XI: Algunas construcciones ideolgicas 491 XI.1. Trayectorias, "estrategias" y configuraciones ideolgicas 491 XI.2. Los procesos ideolgicos en la emigracin 496 XI.3. Hiptesis fundamentales acerca de las relaciones entre las trayectorias sociales y las contrucciones ideolgicas 502 XI.4. La valoracin respectiva de los espaoles y los marroques 508 XI.5. Las semejanzas y diferencias entre espaoles y marroques 520 Conclusiones 527 Apndice: Glosario de trminos rabes 536 Bibliografa 539

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    INTRODUCCION Un precepto muy extendido, al cual nos hemos atenido aqu, aconseja no redactar la introduccin de una obra hasta que sta no se halla prcticamente concluida. Esta costumbre posee la indudable ventaja de que nos permite afrontar este ltimo tramo de nuestro camino disponiendo ya de una cierta visin de conjunto acerca de todo lo recorrido hasta el momento. Ello vuelve mucho ms sencilla la tarea de presentar al lector una primera exposicin general del mismo. Pero, al mismo tiempo, nos proporciona tambin una nueva oportunidad para volver la mirada sobre nuestros pasos anteriores. Con ello, nuestra exposicin se convierte asimismo en una suerte de balance personal sobre nuestras realizaciones. De este modo, las pginas que vienen a continuacin estn destinadas a ofrecer al lector una primera visin panormica acerca de nuestro trabajo, pero tambin pretenden ayudarnos a nosotros mismos a reflexionar un poco ms en torno a sus aspiraciones y sus resultados, permitindonos ordenar un poco ms nuestras ideas. Con el fin de cumplir ms fcilmente con esta doble misin, vamos a ir alternando la exposicin de los objetivos y los mtodos que han presidido nuestra investigacin con la de la trayectoria intelectual que nos ha llevado a optar por ellos, pero que tambin se ha hallado luego enormemente condicionada por esta eleccin. En esta tesis doctoral estudiamos algunos de los procesos sociocognitivos mediante los que los inmigrantes marroques afincados en la Comunidad de Madrid construyen sus propios sistemas ideolgicos. Nuestro inters ha recado sobre todo en aquellos componentes de estos sistemas ms directamente vinculados con la actividad prctica cotidiana. Ello nos ha llevado a centrarnos en los ms estrechamente ligados con los procesos de categorizacin social y con aquella vertiente de los mismos que ms se relaciona con su condicin de inmigrantes. As, hemos tratado de localizar los principales principios de categorizacin social que estas personas aplican sobre los espaoles, los otros marroques o los inmigrantes de otras nacionalidades. A partir de aqu, nuestro trabajo se ha desarrollado despus en dos direcciones. La primera ha consistido en establecer los marcos ideolgicos ms globales a los cuales podemos remitir estos principios de categorizacin social. De este modo, hemos pasado a concebirlos como aplicaciones parciales y concretas de varias ideologas ms generales combinadas entre s. Estas ideologas han sido fundamentalmente tres: la islmica, la nacionalista y la de la modernizacin. Hemos descrito los rasgos fundamentales de cada una de ellas, en especial los de la islmica, as como las articulaciones que ms frecuentemente se efectan entre los elementos que las componen, con todas las contradicciones ideolgicas que a veces pueden propiciar tales articulaciones. Nuestro enfoque ha sido de carcter construccionista. Hemos tratado de reducir, hasta cierto punto, la complejidad con la que en un primer momento se nos presentaban ante nosotros todas estas elaboraciones ideolgicas a una gama relativamente estrecha de elementos, combinados entre s mediante un reducido conjunto de procedimientos, bastante sencillos por lo dems. La segunda direccin que ha tomado nuestro trabajo ha apuntado hacia el esclarecimiento de las relaciones entre los distintos planteamientos ideolgicos que sustentan nuestros informantes y sus diferentes maneras de conducirse tanto ante los espaoles, como ante los otros marroques y tanto en el medio de origen, como en el de destino.

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    Nuestro enfoque reposa sobre una concepcin de los procesos sociocognitivos en los que estamos interesados como conjuntos de operaciones mediante los que el sujeto adapta su forma de pensar a las condiciones que le rodean, en lo cual coincidimos bsicamente con las tesis clsicas de Daniel Katz (1984). Partimos de la idea general de que, para cada persona, existe una dialctica entre el pensamiento, el comportamiento y el entorno. En virtud de ella, nuestro pensamiento determina nuestra actividad y ello repercute, en cierta medida, al menos, sobre el medio que nos rodea. Pero, al mismo tiempo, los cambios que se dan en este medio, y que, en cierta medida, son propiciados por nuestras propias acciones, nos fuerzan a amoldar nuestro pensamiento a la naturaleza de estas ltimas. De este modo, vivimos inmersos en un interminable proceso de desarrollo en forma de espiral. Esta investigacin se centra en la vertiente ms cognitiva e ideolgica de esta dialctica, otorgando al estudio del comportamiento una atencin mucho menor. Ello no se debe en modo alguno a la suposicin de que esta primera vertiente posea un mayor peso explicativo que la segunda. Nuestro punto de vista es en realidad el opuesto. Consideramos que las construcciones ideolgicas, a cuya elaboracin nos entregamos con tanto ahnco las personas, constituyen en gran parte una respuesta adaptativa a las condiciones sociales con las que nos enfrentamos. Ante los retos que le plantea su entorno, el individuo elabora una y otra vez el bagaje ideolgico con el que cuenta, a fin de alumbrar unas construcciones ideolgicas que, ms o menos, se correspondan con la conducta con la cual trata de responder a tales retos. Por lo tanto, para entender por qu alguien se decanta por unas determinadas opciones ideolgicas en particular, hay que tomar en consideracin en todo momento las circunstancias en las que se encuentra inmerso. Si, pese a este planteamiento, hemos optado por privilegiar el tratamiento de la dimensin ideolgica, ello se ha debido a que es la misma, hoy por hoy, la que ms nos interesa. Pero de esta temporal preferencia personal no debe deducirse ninguna supuesta prioridad desde el punto de vista terico. En este trabajo examinamos estos procesos sociocognitivos en el caso de un colectivo muy determinado, como lo es el de los inmigrantes marroques en la Comunidad de Madrid. No obstante, nuestros objetivos son ms ambiciosos. Pretendemos utilizar nuestra investigacin sobre el mismo como una suerte de trampoln para ascender desde l a un nivel de anlisis ms general, un nivel que abarque otros muchos colectivos humanos. Intentaremos alcanzar esta meta mediante dos vas complementarias. La primera consistir en servirnos de nuestros anlisis como de un laboratorio, en el cual podremos alumbrar algunas ideas, que esperamos que puedan luego aplicarse sobre otros campos. Y la segunda supondr el empleo de nuestro objeto de estudio como un banco de pruebas, en donde podremos calibrar la mayor o menor pertinencia de ciertos conceptos y de ciertas hiptesis, a la hora de volver ms inteligible un especfico sector de la realidad. Para que nuestro anlisis pueda desempear simultneamente estas dos funciones, es necesario que el objeto sobre el cual lo vayamos a aplicar rena una serie de caractersticas que hagan de l un buen representante de una gama mucho ms amplia de fenmenos. Es necesario, dicho con ms precisin, que presente de un modo especialmente acentuado una serie de rasgos comunes a una porcin de la realidad mucho ms extensa. Estos rasgos son bsicamente dos. El primero es consecuencia de la propia naturaleza de la emigracin. Esta constituye un tipo particular dentro de ese conjunto de procesos sociales mediante los cuales uno se adentra en un nuevo ambiente social y se aleja en mayor o menor medida de aquel del cual procede. Pero en este caso el cambio en el entorno tiende a darse con mayor amplitud y velocidad. La emigracin resulta, as, a menudo un proceso de cambio social, por as decir, a cmara rpida; los cambios que en otros casos abarcan generaciones se producen aqu en el lapso de unas dcadas. Todo ello coloca al sujeto frente a una modificacin de su entorno social mucho ms dramtica de lo habitual. Las respuestas prcticas

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    ante ella han de ser entonces, en multitud de casos, tambin de mayor calado. Van a suponer modificaciones en el comportamiento y en el pensamiento ms hondas y rpidas de lo acostumbrado. El segundo deriva del papel clave que juega el Islam entre la mayora de los marroques como ideologa organizadora de su visin de la realidad. Como ya hemos sealado ms arriba, el Islam es la ideologa a la que hemos dedicado una mayor atencin. Ello no se ha debido solamente a su papel preponderante entre la mayora de nuestros informantes, ni tampoco a la enorme importancia que ostenta esta ideologa en el escenario mundial, sino tambin a otros factores. El primero de ellos estriba en su escasa influencia entre el conjunto de los espaoles. Por ello, su profesin por parte de muchos marroques constituye un importante elemento diferenciador con respecto a la poblacin autctona, que va a condicionar necesariamente las relaciones mantenidas con sus miembros. Pero, sobre todo, lo que vuelve enormemente interesante al Islam para nuestros propsitos es su acusado carcter globalizador. Contiene al mismo tiempo una doctrina general sobre la naturaleza y el destino del mundo y del ser humano y una serie de preceptos, en muchos casos enormemente meticulosos, acerca del comportamiento que se debe seguir en la vida cotidiana. Por ello, cualquier modificacin en los modos de pensar y de actuar ms tradicionales, como las inducidas por la emigracin, pero tambin por las complejas transformaciones sociales que tienen hoy lugar en el medio de origen, puede desencadenar agudas contradicciones cognitivas entre estas nuevas formas de conducirse por el mundo y ciertos elementos constituyentes de la ideologa islmica. Estas contradicciones podrn ser despus afrontadas de diversas maneras, que iremos examinando a lo largo de este estudio. Se podr inhibir el cambio, para evitar la aparicin de la contradiccin; se podrn ignorar las contradicciones originadas por el mismo o se las podr intentar solventar reelaborando ms o menos profundamente los elementos ideolgicos afectados por ellas. Pero, de cualquier forma, resulta razonable suponer que el carcter global del Islam va a potenciar el desarrollo de todas estas operaciones cognitivas, tan comunes, por lo dems, a todos los seres humanos, en una escala muy superior a la habitual. Por estas y por otras razones, somos de la opinin de que el estudio de los colectivos inmigrantes y, particularmente, el de los oriundos de sociedades islmicas, constituye un autntico filn, que las Ciencias Sociales an no han aprovechado como debieran. En especial, nos parece que la mayora de las investigaciones sobre estos temas emprendidas en nuestro pas han tendido a limitarse demasiado al nivel de lo meramente descriptivo, por ms importante que ste sea desde un punto de vista no slo cientfico, sino tambin social, y han descuidado, en cambio, la tarea ms ambiciosa de teorizar acerca, pero sobre todo a partir de, sus particulares objetos de estudio. Por otra parte, consideramos que objetos de estudio como stos constituyen tambin una excelente oportunidad para que la Psicologa Social contine ampliando sus horizontes y superando su excesiva dependencia tradicional respecto al contexto cultural occidental, dependencia que ha constituido siempre una importante traba para sus aspiraciones universalistas. Del mismo modo, el inters cada vez mayor por investigaciones como stas, de ndole ms etnogrfica, supone un profundo enriquecimiento de nuestra disciplina, al suministrarnos una informacin mucho ms compleja y abundante que la basada en las encuestas y las experiencias de laboratorio. Con el fin de acometer la compleja tarea que nos hemos propuesto, ha sido preciso trabajar simultneamente en varios frentes. Por una parte, hemos debido ocuparnos de la vertiente ms terica de nuestra investigacin. Ello nos ha obligado a compaginar fuentes bibliogrficas muy diversas y a forjar una serie de instrumentos analticos hasta cierto punto originales. Al tiempo, hemos tenido que entregarnos durante aos a la labor de recolectar los datos empricos que necesitbamos, es decir, los referentes acerca de los planteamientos ideolgicos sustentados en el interior del colectivo que nos

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    interesaba y de las relaciones sociales desarrolladas por sus miembros. Para ello, nos hemos servido fundamentalmente de tcnicas "cualitativas", como la observacin participante y la entrevista semidirigida. Hemos recogido nuestros datos en diversos lugares de la Comunidad de Madrid, como Pozuelo de Alarcn, Mstoles, Fuenlabrada, Boadilla del Monte, Villalba, Torrejn de Ardoz, Alcal de Henares, los barrios de Lavapis, Atocha etc. En todos estos lugares hemos podido contactar con personas muy diferentes en cuanto al sexo, la edad, el nivel educativo, la profesin, la situacin jurdica en Espaa, los motivos y fechas de la emigracin, la regin de origen en Marruecos etc... conformando entre todas ellas un amplio abanico de perfiles sociolgicos. La informacin recogida ha sido adems cotejada y completada con la obtenida en algunas de las zonas de origen de algunos de nuestros informantes, como Tnger, Tetun, Alhucemas o Targuist. Nuestro afn de ponernos a la altura de las exigencias planteadas por nuestro trabajo nos ha hecho seguir una trayectoria un tanto complicada, y en ocasiones hay que reconocer que tambin un poco errtica. La idea general de nuestro proyecto naci cuando todava estudibamos la especialidad de Antropologa en la Licenciatura de Sociologa. En el ltimo ao de estudios tuvimos la valiosa oportunidad de trabajar en un proyecto de investigacin sobre la segunda generacin de inmigrantes en la Comunidad de Madrid, bajo la direccin del Profesor Carlos Gimnez, que constituy para nosotros una experiencia muy valiosa. Ante todo, nos hizo tomar conciencia de las dificultades prcticas de la investigacin emprica y la enorme complejidad que entraa la tarea de hacer encajar nuestros datos en el interior de las categoras propias de cualquier sofisticado marco terico. Poco a poco fuimos cayendo en la cuenta, adems, de que aquello que nos interesaba, y que, por supuesto, todava estaba definido nicamente de un modo muy borroso, guardaba estrechas relaciones con el campo de estudio de ciertas corrientes de la Psicologa Social. Ello nos indujo a decantarnos finalmente por cursar el doctorado en esta especialidad. As, a lo largo de nuestro trabajo hemos intentado, entonces, combinar las aportaciones de las disciplinas antropolgica y psicosocial, adems de las de otras vertientes de las Ciencias Sociales en general. Paralelamente a nuestra labor de formacin y elaboracin terica, nos fuimos sumergiendo progresivamente en el estudio de la cultura rabe en general y marroqu en particular, y emprendimos el estudio de la lengua rabe hasta alcanzar un manejo relativamente fluido de la misma. Todo ello ha requerido, evidentemente, de un enorme tiempo y esfuerzo. Asimismo, al tratarse de una investigacin transdisciplinar, que se ocupa de un campo de estudio enclavado en el cruce entre varias disciplinas, ha sido preciso tomar de cada una de ellas nicamente aquello que pareca realmente pertinente en relacin con nuestros intereses. Ello, evidentemente, podra convertirnos en blanco de las crticas formuladas por todos aquellos que desde su propia perspectiva disciplinar hubieran deseado una mayor profundizacin en aquellos temas que a ellos les parecen particularmente interesantes. Pero ste es un riesgo que no tenemos ms remedio que asumir, con la esperanza de que, pese a estas posibles carencias, nuestro trabajo tenga tambin algo valioso que decirles. La necesidad de compaginar en ella unas reflexiones tericas, en ocasiones un tanto abstractas, y unos anlisis bastante detallados de una serie de casos concretos nos ha llevado a adoptar un mtodo expositivo un tanto complejo. Vamos a ir alternando los captulos ms centrados en la teora con los ms orientados hacia la descripcin emprica. Pues cada vez que queramos adentrarnos un poco ms en la complejidad de nuestro objeto, tendremos que proveernos previamente de los elementos analticos necesarios para hacer posible esta profundizacin. De este modo, trataremos de conseguir un desarrollo acompasado de nuestras vertientes terica y emprica. En la primera parte definiremos a grandes rasgos nuestro propio punto de vista acerca de las relaciones entre el sujeto y su entorno, entre su actividad y su pensamiento y entre su pensamiento y su lenguaje. A partir de ah, trataremos de demostrar como el objeto de estudio hacia el que nos hemos

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    encaminado puede servir para ilustrar y poner a prueba estas concepciones. Asimismo, expondremos muy someramente las opciones metodolgicas por las que nos hemos decantado, el modo cmo ha discurrido nuestra investigacin y algunas de las incidencias que la han acompaado. Una vez trazado el contorno de nuestra investigacin, nos consagraremos en exclusiva a la dimensin ms cognitiva e ideolgica de nuestro objeto. Esta ser la tarea a la que nos entregaremos a lo largo de toda la segunda parte de la misma. Comenzaremos elaborando un pequeo aparato conceptual para abordar las ideologas desde una perspectiva construccionista. A continuacin lo aplicaremos sobre las tres ideologas que predominan entre nuestros informantes. Naturalmente, el Islam ser de estas tres ideologas la que recibir una mayor atencin por nuestra parte. Abordaremos adems algunas de las combinaciones que las personas de las que nos ocupamos establecen entre ciertos componentes de las mismas, con las contradicciones que ello puede suscitar a veces y con las distintas respuestas que pueden desencadenarse. En la tercera parte pasaremos de este nivel de anlisis, todava un tanto abstracto, a otro ya ms cercano a la realidad concreta. Nos ocuparemos, aunque ya ms someramente, de las relaciones que mantienen todas estas construcciones ideolgicas y todos estos procesos sociocognitivos con los distintos modos con los que los inmigrantes marroques afrontan la realidad que tienen ante s. De este modo, trataremos de articular nuevamente los fenmenos ideolgicos con la actividad prctica. Concluiremos nuestro trabajo con unas reflexiones tericas ms generales acerca del mismo, en el curso de las cuales propondremos una serie de vas de investigacin encaminadas a buscar respuestas a los distintos problemas surgidos a lo largo de su desarrollo. Son muchos quienes nos han ayudado a lo largo de estos aos y a quienes les estamos profundamente agradecidos. Sin su concurso, nos hubiese resultado imposible llegar hasta aqu. Sin nimo, desde luego, de agotar ninguna lista, tenemos que mencionar a algunas personas cuya ayuda ha sido de especial importancia para nosotros. En primer lugar, debemos que recordar a Radun Asuik, presidente de la Asociacin de Emigrantes Marroques en Espaa (A.E.M.E), y a Mohamed Anuar Haidour, de la Secretaria de Migraciones de C.C.O.O. Ambos nos brindaron su amistad y se convirtieron en nuestros primeros guas en un mundo del que an lo desconocamos casi todo, proporcionndonos valiosos contactos personales, a partir de los cuales pudimos ir construyendo luego nuestra propia red de informantes. En el mbito acadmico, tenemos que mencionar en primer lugar a Francisco Snchez Prez, quien, como profesor nuestro de la asignatura de Tcnicas de Investigacin en Antropologa Social, nos anim enormemente durante nuestros primeros pasos, antes de obtener la licenciatura, y nos brind generosamente una multitud de consejos prcticos para el trabajo de investigacin. Tambin tenemos mucho que agradecer al Profesor Bernab Lpez de la Universidad Autnoma de Madrid y a Angeles Ramrez, actualmente en la Universidad de Alicante. A Encarna Cabello le debemos su capacidad para compartir con nosotros parte de sus amplios conocimientos de primera mano acerca de la vida cotidiana de las clases populares marroques, algo de lo que por desgracia carecen muchos investigadores, demasiado propensos a frecuentar en exclusiva los circuitos universitarios. Y, ante todo, nos sentimos en deuda con nuestra directora de tesis, Joelle. A. Bergere, la cual siempre se ha mostrado accesible ante nuestras dudas e hizo gala en todo momento de una inmensa paciencia ante nuestras dudas y titubeos iniciales. Junto a todas estas personas, hay otras muchas que no podemos incluir aqu por razones de espacio, pero a las cuales queremos expresar nuestra ms sincera gratitud.

    Pero, por encima de todo, nada se habra conseguido de no haber sido por la colaboracin

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    absolutamente desinteresada de cientos de marroques que en Espaa o en Marruecos, nos brindaron su hospitalidad, su amistad y su colaboracin y estuvieron siempre prestos a compartir con nosotros sus opiniones, sus vivencias y sus aspiraciones.

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    PRIMERA PARTE

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    Captulo I EL SUJETO, SU ACTIVIDAD PRACTICA Y SU IDEOLOGIA I.1. Algunas aclaraciones preliminares De acuerdo al plan de trabajo expuesto en la Introduccin, en este primer captulo vamos a presentar muy someramente los principales principios tericos que han guiado nuestra investigacin. Como se podr ir apreciando a continuacin, hemos elaborado nuestro planteamiento a partir de una sntesis personal de las aportaciones intelectuales de autores muy diversos, si bien no aspiramos con ello ninguna originalidad especial. Tampoco hemos elaborado aqu estos planteamientos con toda la profundidad que hubiramos deseado. Pues, dado que nuestro trabajo trata de compaginar lo terico con lo emprico, nicamente nos entregaremos a la teorizacin en la medida en que ello nos resulte estrictamente necesario para volver ms inteligible nuestro particular objeto de estudio. Por ello, slo en ciertos casos nos adentraremos en cuestiones no directamente relacionadas con este objeto, y ello a pesar de nuestra aspiracin a que algunas partes de nuestro trabajo alcancen una utilidad terica ms general. Debido a estas restricciones que nos hemos impuesto a nosotros mismos, vamos a limitarnos aqu a hacer explcitos los presupuestos bsicos a partir de los que hemos ido edificando nuestro marco conceptual y con los que hemos ido tratando de dotar a nuestro objeto de estudio de una cierta inteligibilidad. Con esta explicitacin pretendemos que resulte ms fcil enjuiciar crticamente nuestra investigacin. Esta tarea de concienciacin nos parece indispensable. Despus de todo, nosotros no somos ms que un tipo peculiar de artesanos, que trabajamos con unas particulares herramientas, que son nuestros conceptos tericos. Cuanto mejor conozcamos estos instrumentos, mejor podremos servirnos luego de ellos. Con este fin, vamos a esbozar a continuacin los principales elementos con los que pretendemos construir un enfoque dinmico, interactivo y construccionista acerca de las relaciones entre el medio social y el sujeto, entre su actividad prctica y su pensamiento y entre su pensamiento y su lenguaje. I.2. Determinismo social y autonoma individual En una fecha tan temprana como 1923, Georg Lukcs (1985: Vol. II, p. 37-79) denunciaba con particular agudeza algunas de las antinomias que aquejaban a las corrientes de pensamiento predominantes en la moderna sociedad capitalista, tanto entre los intelectuales, como entre el conjunto de la poblacin. Una de estas antinomias estribaba en la contradiccin existente entre dos concepciones extremas y absolutistas acerca de las relaciones entre el sujeto y el medio social, que eran, sin embargo, sostenidas a un mismo tiempo. En la primera de ellas se haca del sujeto alguien completamente autosuficiente, libre de toda determinacin social y nica causa de sus propios actos. En la segunda la sociedad era presentada como una entidad que se desenvolva por s misma, de acuerdo a su propia lgica interna y con total independencia respecto a las acciones y la voluntad de los individuos integrados en ella. La afirmacin simultnea de la ms absoluta libertad e indeterminacin individual y la del ms categrico determinismo social conduca, y conduce, inevitablemente a una grave contradiccin interna dentro de estas corrientes intelectuales. Se dira que en ellas no se acierta a concebir al sujeto ms que como un autmata, mero ejecutor de una dinmica social, que escapa completamente a su control, o como una suerte de semidios, inmune a cualquier condicionamiento sociocultural y capaz de recrear todas las estructuras sociales segn su capricho. En

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    el primer caso, la naturaleza activa y creativa del sujeto queda anulada. En el segundo es hipostasiada, hasta el punto de que la dinmica social se ve desprovista de cualquier lgica propia y especfica. Para Lukcs, ambas concepciones, debido a su naturaleza parcial y unilateral, son incapaces de aprehender la verdadera complejidad de la dialctica entre la accin del sujeto y la del medio social. De ah, que al tomarse conciencia de las insuficiencias de una, se acostumbre a decantarse por la otra, y viceversa. Tiene, as, lugar una perpetua oscilacin entre el voluntarismo y el fatalismo ms exacerbados, sin que a la postre ninguno de los dos resulte nunca realmente satisfactorio. Las Ciencias Sociales, como vertiente particular del pensamiento imperante en nuestra sociedad, se han visto gravemente lastradas en su desarrollo por esta antinomia. Sin pretender hacer aqu ninguna historia resumida de este desarrollo, enseguida nos vienen a la mente algunas polmicas ya clsicas, como las que sostuvieron en su tiempo las escuelas de Tarde y Durkheim. Y al recordarlas, no nos parece exagerada la conclusin de este ltimo autor (1987: p. 111-122) referente a las de las concepciones del primer tipo, segn la cual las mismas suponen en ltima instancia la destruccin de las Ciencias Sociales, al privarlas de su especfico objeto de estudio. Pero Durkheim es ms bien un representante de la segunda concepcin y, por ello, resulta extremadamente difcil aprehender a partir de un planteamiento como el suyo el papel activo del sujeto a la hora de recrear el medio social en el que se encuentra enclavado. Simplificando al mximo, podramos decir que la primera concepcin no toma suficientemente en cuenta el hecho de que las personas actan en gran medida de un modo rutinario, no planificado, siguiendo simplemente los modelos ya aprendidos. Asimismo, adolece de una manifiesta incapacidad para captar y explicar cmo, independientemente del nivel de conciencia con el que sean llevados a cabo, los actos humanos constituyen a menudo, debido a su influencia sobre los dems, el factor desencadenante de un proceso de reacciones por parte de aqullos, con consecuencias finales no previstas inicialmente por sus autores. De este modo, no acierta a concebir los pensamientos y los actos individuales como momentos parciales de unos procesos colectivos ms amplios, dentro de los cuales se hayan englobados. En cuanto a la segunda, sus insuficiencias son tambin notorias. Habitualmente la dinmica social es presentada en su caso de un modo un tanto vago y abstracto. No se toma en consideracin el hecho de que el sujeto no es nicamente moldeado por la accin convergente de los que le rodean, sino que tambin l mismo es capaz de responder a esta accin modeladora, actuando por su parte sobre quienes influyen sobre l. Uno de los modos mediante los que responde a esta influencia ajena consiste en la intensa reelaboracin de las concepciones y de las normas de comportamiento suministradas por los dems a la que a veces se entrega. Esta capacidad del sujeto para relacionarse activa y creativamente con el exterior constituye el principal fundamento de la inmensa heterogeneidad existente entre las conductas de las distintas personas, incluso, en cierta medida, entre la de aquellas cuyo perfil sociolgico es semejante, as como de las propias variaciones que experimenta el comportamiento de un mismo individuo, en funcin de las circunstancias. Muy significativamente estos hechos suelen ser ignorados por los enfoques basados en esta segunda concepcin. Con ello, si bien se asume plenamente que la actividad mental y prctica individual supone un momento parcial dentro un proceso social ms amplio, no se reconoce, por contra, su relevancia dentro de este proceso, como necesario activador del mismo, sino que se le subsume dentro de l, hasta desdibujarlo casi por completo en su seno. En nuestra opinin, la enorme audiencia de la que vienen disfrutando hasta el momento estas dos concepciones contrapuestas deriva en buena medida de su comn naturaleza reduccionista. Esta confina a quien desee reflexionar sobre la dialctica entre el sujeto y su entorno dentro de una visin

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    absolutamente unilateral y empobrecedora acerca de ella, que le impedir sin duda aprehenderla en toda su complejidad. Pero, como contrapartida, la vuelve mucho ms sencilla y accesible para aquellos que no desean enredarse en excesivas complicaciones. Justamente por ello, aquellas concepciones que tratan de hacer justicia a su complejidad van a adolecer inevitablemente de un elevado nivel de dificultad, que va a desanimar a quienes quieran servirse de ellas. Esta es tambin seguramente una de las razones por las que hasta el momento la elaboracin de estas concepciones alternativas se encuentra tan poco avanzada. Por todo ello, poseen para nosotros un especial valor las contribuciones tericas de autores como Uli Windisch (1990) y, sobre todo, Pierre Bourdieu (1988b: p. 67-83 y 127-143; y 1991). Este ltimo ha profundizado notablemente en la crtica sistemtica de ambas concepciones y se ha esforzado por forjar los instrumentos conceptuales necesarios para superarlas. Su aportacin ostenta adems una precisin y una claridad muy superiores a la de las reflexiones de Lukcs, las cuales, pese a su enorme fecundidad, fueron expresadas en un lenguaje un tanto genrico e impreciso, que, en nuestra opinin, dificulta hoy en da su utilizacin como gua para una investigacin emprica. En el apartado I.6. examinaremos con cierto detalle algunas de las ideas de Bourdieu que nos parecen potencialmente ms tiles para nuestros propios fines. Junto al carcter simplista de las dos concepciones que estamos examinando, existe un segundo factor responsable de esa recurrente inclinacin hacia ambas. Se trata de un factor relacionado con las luchas polticas que incesantemente agitan la comunidad cientfica; unas luchas en las que el inters por el saber acaba habitualmente supeditado al inters por el poder. Ocurre, para empezar, que la misma simplicidad de estas dos concepciones extremas permite contraponerlas entre s con suma facilidad. Esta contraposicin puede extenderse luego tambin sin dificultad a los partidarios de una o de otra. Gracias a esta extensin es posible agruparse en torno a cualquiera de ellas y descalificar a quienes profesan la opuesta. Ello las convierte en un til instrumento para etiquetar positiva o negativamente a los dems, en el curso de esos conflictos entre escuelas, cuyos planteamientos son a menudo tan opuestos, como complementarios y, por lo tanto, mutuamente necesarios (Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 1976: p: 94-97). Con gran frecuencia cada uno de estos dos grandes enfoques tericos suele corresponderse con unos objetos de estudio especficos. De este modo, desde el primero se va a tender a estudiar a las personas como entes aislados. Con particular minuciosidad se van a escudriar los detalles ms singulares de su existencia, al tiempo que el medio social va a quedar reducido a un "contexto", concebido en muchas ocasiones como un simple trasfondo para el retrato individual que se trata de dibujar. Los estudios de corte biogrfico constituyen, por ello, un campo privilegiado para la aplicacin de estos enfoques. Por el contrario, cuando se profese la segunda concepcin acerca de las relaciones entre el individuo y la sociedad, se optar mucho ms probablemente, en el extremo contrario, por una aproximacin general a los hechos colectivos ms vastos y generales. En definitiva, la preferencia, ms o menos explcita, por una perspectiva terica u otra determina en gran medida la preferencia por un objeto ms o menos "macro" o "micro", de acuerdo a la jerga habitual en las Ciencias Sociales. Por supuesto, nosotros no vamos a negar aqu la legitimidad cientfica de ninguno de estos objetos de estudio. Nos parece que siendo todos ellos facetas particulares de la existencia social del ser humano, han de formar parte todos necesariamente del campo de estudio de las Ciencias Sociales. Pero justamente por ello, somos de la opinin de que la atencin exclusiva hacia cualquiera de ellos, desentendindose de los dems, va a conducir nicamente a una falta de atencin hacia una multitud de aspectos de nuestra existencia, correlativa de una visin terica ms bien pobre acerca de la misma. Es necesario un enfoque capaz de englobar estos diferentes aspectos de la vida social. Y este enfoque

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    tiene que basarse por fuerza en una concepcin terica que haga justicia a la complejidad de la relacin entre lo social y lo individual. En el caso concreto de la Psicologa Social podemos observar como las concepciones durante mucho tiempo hegemnicas acerca de esta relacin, y que todava hoy gozan de un importante predicamento, han tendido hacia un acentuado reduccionismo individualista. Justamente, la llamada crisis de la Psicologa Social de la que se viene hablando desde finales de los aos sesenta (Ibez, 1990) ha tenido como una de sus principales facetas el cuestionamiento de tal reduccionismo. Naturalmente, estas crticas han sido formuladas desde posiciones no slo muy diferentes, sino hasta opuestas. Aqu no tenemos intencin de hacer ningn inventario de ellas, ni de someterlas a ninguna revisin crtica. Nos basta con tomar nota de la existencia de este amplio movimiento de cuestionamiento de lo anteriormente asumido, sin tener que estar tampoco necesariamente de acuerdo con todas las alternativas propuestas desde el mismo. Cuando nos referimos a este reduccionismo individualista, estamos apuntando hacia un rasgo muy general, compartido por un gran nmero de enfoques tericos, por lo dems muy diferentes entre s. Por ello, aqu no vamos a emprender ningn anlisis a fondo del mismo, que nos obligara a embarcarnos en un estudio detallado sobre varias escuelas tericas. Vamos a conformarnos, por el contrario, con ofrecer una panormica global acerca del mismo. Somos plenamente conscientes de que cualquier panormica de este tipo puede ser fcilmente criticada por su escasa consideracin hacia los matices particulares. Pero asumimos este inconveniente, con la esperanza de que, an as, lograremos con ella poner de manifiesto una serie de hechos dotados muy importantes para el desarrollo de nuestra argumentacin. El principal rasgo de este gnero de reduccionismo consiste en una atencin prioritaria hacia el individuo, en detrimento de los distintos sistemas sociales, de mayor o menor escala, en los que aqul se encuentra inmerso. De este modo, el individuo se convierte en la unidad de anlisis fundamental. Con ello se convierten en un objeto de estudio privilegiado los distintos aspectos de su actividad mental- sus actitudes, valores o creencias -o de su conducta externa. Todos ellos son tratados como entidades radicadas nicamente en el sujeto, como simples propiedades o emanaciones del mismo. Por lo tanto, la explicacin de la particular naturaleza que pueden tomar ha de radicar tambin bsicamente en el propio individuo. Asimismo, las variables referentes al comportamiento suelen ser con frecuencia remitidas a las que ataen al nivel mental. La conducta es concebida, de este modo, como una simple manifestacin o exteriorizacin de ciertas entidades mentales presuntamente enclavadas dentro del sujeto. El estudio de estas manifestaciones exteriores va a suponer, por ello, una va de acceso bastante sencilla hacia tales entidades mentales, por ms que con el tiempo la experiencia emprica haya ido obligando a reconocer la complejidad de las relaciones entre estos dos niveles de nuestra existencia. Obviamente, esta visin del individuo como depositario casi exclusivo de las variables que se quiere estudiar y de los posibles factores explicativos de las mismas concuerda con extremada facilidad con la concepcin del mismo que hace de l un agente fundamentalmente autodeterminado y autnomo respecto al medio exterior. No obstante, esta concordancia debe ser asumida con prudencia. Ciertamente, no tiene por qu atribuirse a la persona ninguna suerte de libertad absoluta, en el sentido de una capacidad ilimitada para recrear su pensamiento y su conducta. Ms bien, con lo que nos encontramos en muchos casos es justamente con lo contrario. El sujeto es concebido como ampliamente determinado, pero no desde fuera, sino desde dentro de s mismo. Lo que le constrie no son las influencias externas, sino sus propios mecanismos internos. Son ellos los responsables de que

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    su capacidad para pensar y actuar de un modo innovador sea tan reducida y de que, en consecuencia, su pensamiento y su conducta resulten presuntamente tan predecibles. Pero la defensa de este determinismo interior supone, de todas formas, la de una acusada independencia frente al medio exterior y, en consecuencia, la de una acentuada autosuficiencia individual. Este determinismo desde dentro puede obedecer a diversas razones. Dejando aparte los minoritarios enfoques biologicistas, la tendencia predominante tiende a atribuir el origen de estos mecanismos internos a las particulares visicitudes experimentadas por el sujeto durante su proceso de socializacin, en especial el acaecido durante la ms temprana infancia. A este respecto, resulta paradigmtico el modelo de anlisis aplicado por Adorno y sus colaboradores (1965) para estudiar el autoritarismo. Las acciones y declaraciones calificables como autoritarias son consideradas en sus investigaciones como la manifestacin de un tipo de ideologa personal, fruto de un tipo especfico de personalidad individual, explicable a partir de las caractersticas diferenciales del proceso de socializacin experimentado. Dado que evidentemente tal proceso de socializacin se encuentra fuertemente condicionado por una serie de circunstancias objetivas exteriores, este modelo explicativo permite, en ltima instancia, reconocer la accin determinante del medio social sobre los modos de pensar y de actuar de la persona. Incluso, puesto que en ocasiones se atribuye a este proceso de socializacin un papel tan preponderante en la conformacin de esos mecanismos internos que tan estrechamente guan luego al sujeto, se puede acabar postulando, en ltima instancia un intenso determinismo social. Pero este determinismo social ser siempre un determinismo en ltima instancia. Consistir en una influencia ejercida desde una distancia temporal muy lejana. Pues las influencias del proceso de socializacin personal a las que se atribuya luego un papel determinante pueden haberse manifestado hace dcadas. En cambio, las condiciones sociales objetivas presentes en el momento actual pueden estar recibiendo una importancia mucho menor. Igualmente la gama de condiciones sociales a las que se confiera este papel relevante puede ser muy limitada. Por ejemplo, es frecuente que se otorgue una gran relevancia a la familia, y en cambio se dedique una atencin mucho menor a las grandes instancias polticas o econmicas. Es ste un hecho que ha sido criticado en varias ocasiones (Harris, 1978: 397-398). Como consecuencia de esta prioridad concedida a los acontecimientos del pasado lejano y a los ocurridos nicamente en el seno de ciertas instancias sociales, el determinismo social postulado resulta ser a la postre un determinismo un tanto dbil, perfectamente compatible con un enfoque centrado unilateralmente en el sujeto y que tiende a minusvalorar la influencia que el medio social parece estar ejerciendo sobre l. Resulta tambin muy significativo el que se acostumbre asimismo a dedicar una atencin muy escasa a las variaciones que siempre experimenta hasta cierto punto el comportamiento y el pensamiento de cualquier persona en funcin de las circunstancias externas (Antaki, 1988: p. 6-12). Todos nosotros hacemos y decimos cosas distintas en situaciones diferentes. E incluso las pensamos. Estos hechos claramente evidentes, revelados fcilmente por nuestra propia experiencia cotidiana, han sido objeto, sin embargo, con mucha frecuencia de un inters marcadamente insuficiente. De este modo, se ha tendido a concebir los modos de pensar y de actuar de la gente como acentuadamente inmunes a las variaciones contextuales. Por ejemplo, los estudios de carcter convencional sobre "actitudes" parten siempre del supuesto de que la persona posee una determinada "actitud" hacia un determinado objeto y que la sustenta de un modo persistente y con relativa independencia de los acontecimientos exteriores. Esta misma tendencia a cristalizar y a uniformizar actos y pensamientos ha sido criticada tambin en el caso del enfoque estructuralista de Lvi-Strauss (Kaplan y Manners, 1979: p. 282-300; Harris, 1978: 425-428; 1982: p. 188-240; Bourdieu, 1988b: p. 67-83). En todos estos casos el resultado final de esta presunta independencia del sujeto con respecto a su entorno es una

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    concepcin de su pensamiento y su comportamiento como bsicamente estables. Con ello, se desemboca en ltima instancia en una visin esttica acerca del ser humano. Esta concepcin terica tiene repercusiones inmediatas en el plano epistemolgico. Si las propiedades mentales del sujeto fuesen en efecto tan marcadamente inmunes respecto a la influencia externa como se pretende en este enfoque, su conocimiento resultara una tarea enormemente sencilla. El nexo entre ellas y sus supuestas manifestaciones conductuales se presentara entonces de un modo claro y difano. Por el contrario, este nexo se vuelve mucho ms oscuro, cuando se toman en cuenta los cambios que la conducta, incluyendo el propio discurso, experimenta en funcin de las variaciones contextuales. En estas condiciones, ya no se puede deducir con tanta facilidad la naturaleza de los pensamientos y los sentimientos de nadie a partir de lo que hace o dice. Este modelo terico simplificado acerca de las relaciones entre el pensamiento y la prctica no es desde luego exclusivo en modo alguno de ciertas corrientes de la Psicologa Social. Subyace igualmente a muchos estudios sobre "opiniones" o "actitudes" realizados mediante la tcnica de la encuesta. Se trata, por ello, del modelo sobre el que se asienta una gran parte de esa porcin de la investigacin social que, a travs de los medios de comunicacin, resulta ms conocida por el gran pblico. Y asimismo es un modelo que, como ya vimos, coincide plenamente con algunas de las concepciones de nuestra "sociologa espontnea" ms difundida, para usar la terminologa de Bourdieu y sus colaboradores (1976). Como respuesta al carcter reduccionista de este modelo, se hace necesario elaborar una concepcin alternativa, capaz de hacer justicia a la complejidad de la realidad con la que nos enfrentamos. Esta es la tarea a la que se han consagrado en las ltimas dcadas una serie de autores, de los cuales nos vamos a ocupar a continuacin. El examen de sus contribuciones nos va a mostrar los principales hechos que tendramos que tomar en cuenta forzosamente. Una vez dado este primer paso, podremos, ya en los apartados siguientes, dedicarnos propiamente a esbozar las lneas maestras de este nuevo modelo. Una vez ms, tenemos que recordar que nuestro propsito no consiste en ofrecer ninguna exposicin resumida de los planteamientos de estos autores, ni tampoco en sacar a la luz las posibles diferencias que puedan existir entre ellos. Lo que nico que pretendemos es recopilar una serie de ideas que nos parecen enormemente fecundas. Un primer hecho que tendr que contemplar, en nuestra opinin, este modelo es la naturaleza necesariamente dinmica del ser humano. El sujeto no debe ser concebido como algo acabado, sino como una entidad en devenir, como un ser que va cambiando progresivamente a lo largo del tiempo. En segundo lugar, la variacin de los modos de actuar y de pensar en funcin de los cambios contextuales debe pasar a convertirse en un foco de inters privilegiado para nuestros anlisis, en vez de en un hecho admitido tal vez formalmente, pero luego siempre ignorado en la medida de lo posible. Existen una serie de aportaciones relativamente recientes en la Psicologa Social que proporcionan algunos elementos muy tiles para lograr este propsito. Vamos a detenernos en dos de ellas en particular. La primera es la de Michael Billig (Billig, 1987; Crespo, 1995: p. 124-125 y 162; Martnez, 1990). Este autor presenta un modelo de sujeto, alternativo al del "cientfico naive" del cognitivismo. Se trata del "retrico", de la persona que pretende, y que hasta cierto punto consigue, formular argumentos relativamente consistentes, encaminados a convencer a los dems o a s mismo de la validez de sus puntos de vista. Estos argumentos van a cambiar, naturalmente, en funcin del interlocutor al cual vayan dirigidos. Y estas diferencias pueden incluso volverlos incompatibles de acuerdo a los criterios de la lgica formal.

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    En segundo lugar, Jonatham Potter y Margarett Whetterell (1987 y 1993) han introducido una serie de conceptos que pueden servirnos tambin para nuestros propsitos. El que ms nos interesa aqu es el de los "repertorios interpretativos". Estos consisten en una serie de "patrones", por medio de los cuales se explica y se valora cualquier hecho o acontecimiento. Segn las circunstancias, se recurrir a un repertorio u otro, y, con ello, se acabarn formulando interpretaciones diferentes acerca de hechos similares. Trtese de "argumentos" o de "repertorios", en cualquier caso ya no parece tan evidente a simple vista que los discursos consistan en una mera exteriorizacin de lo que se piensa acerca de cualquier tema. Se supona que este pensamiento se mantena uniforme a lo largo de un cierto perodo de tiempo. Pero ahora ya no se sabe con exactitud cul de los distintos discursos emitidos "refleja" realmente este pensamiento. Este problema hace necesario reflexionar ms a fondo sobre las relaciones entre el pensamiento y el discurso. De ello nos ocuparemos en el apartado I.7. El tercer rasgo que debe figurar en cualquier planteamiento terico que pretenda hacer justicia a la complejidad de la existencia humana consiste en la superacin de ese sesgo individualista que hace del individuo prcticamente la nica unidad de anlisis y el nico factor explicativo. Si el sujeto va cambiando con el tiempo y si en cada etapa de este proceso puede siempre hacer, decir o pensar cosas muy diferentes entre s, ello no puede deberse nicamente a la accin de un proceso de maduracin interno, ni a una simple versatilidad en su pensamiento y en su comportamiento. No puede tratarse de un hecho meramente endgeno. Tambin ha de deberse a la influencia del contexto exterior. Pues, es este contexto el que le plantea los retos a los que va a tener que ir respondiendo a lo largo del tiempo con acciones y pensamientos diferentes entre s. Ello le otorga un potencial explicativo que no podemos ignorar. Y el nico modo de no hacerlo es incluir ciertos elementos de este contexto dentro de nuestras unidades de anlisis. Al reconocerle al medio social un potencial explicativo que antes habamos depositado exclusivamente en los sujetos, estamos despojando a estos ltimos de unas propiedades que quiz les habamos estado otorgando inmerecidamente. En efecto, los planteamientos sesgadamente individualistas hacen del individuo aislado el agente causal de casi todo lo que le ocurre. As, se le hipostasia, en detrimento del todo social dentro del cual se haya enclavado, convirtindolo en un fetiche. Esta tendencia, como ya hemos visto, fue denunciada en su tiempo y con gran vehemencia por Georg Lukcs (1975: p. 64-72 y 1985: Vol. II p. 37-79). En cambio, cuando se considera al sujeto nicamente un fragmento importante, pero, a fin de cuentas, tan slo un fragmento, de un sistema ms amplio, en el cual figuran tambin ciertos elementos del entorno que le rodea, nos encontramos con que aquello que se crea suyo en exclusiva ha de ser transferido ahora a esa otra parte del sistema global en la que l mismo se encuentra enclavado, es decir, el contexto social. Pero no basta con defender la concesin de un mayor peso explicativo al contexto social. Es preciso justificar esta toma de posicin, aunque sea muy someramente. Para ello, vamos a recurrir a dos argumentos diferentes, aunque complementarios. El primero de estos argumentos se basa en el hecho de que el pensamiento no puede ser considerado en puridad como un proceso exclusivamente individual. Ello es as debido a que una gran parte de las "herramientas" mediante las que pensamos- los conceptos -han sido recibidas de otras personas. Evidentemente el canal ms importante por el que discurre esta transmisin ha sido la comunicacin verbal, tanto por va oral, como escrita. Pero no es el nico. Existen una multitud de

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    lenguajes, como el de los gestos, el mobiliario, el vestuario o la arquitectura, por citar tan slo algunos, que nos transmiten tambin unas determinadas formas de ver el mundo. Los antroplogos se han consagrado especialmente y durante dcadas al estudio de estos lenguajes y de los contenidos presumiblemente transmitidos por ellos, desarrollando para ello algunos instrumentos de anlisis enormemente valiosos. A modo de ejemplo, podemos recordar, las investigaciones de Pierre Bourdieu (1988a y 1991) acerca de la plasmacin recurrente de una serie de principios culturales muy sencillos en todos estos soportes fsicos tan variopintos, por medio de los cuales se recrea luego entre las personas una serie de disposiciones internas bsicas. No es ste el lugar para embarcarse en el estudio de ninguno de estos procesos de transmisin. Lo que nos interesa destacar aqu es la dependencia del pensamiento individual respecto a unos contenidos que en s eran inicialmente exteriores al mismo. El pensamiento de cada individuo trabaja con y sobre unos materiales de origen externo, fruto de un trabajo de elaboracin colectiva que ha abarcado generaciones y al cual l mismo tambin puede contribuir en una pequea medida. Este producto del trabajo colectivo del que se sirve el individuo constituye lo que habitualmente se entiende por "cultura". En vista de todo ello, podemos concluir afirmando que la psique individual se encuentra culturalmente conformada (Geertz, 1987: p. 43-85). El pensamiento, an siendo un proceso individual y frecuentemente ntimo, discurre gracias a los materiales tomados de una instancia colectiva y pblica, como lo es la cultura de cualquier grupo humano. De ah que las distintas entidades mentales afincadas en el sujeto, como sus "actitudes", sus "valores" o sus "opiniones", no puedan ser ya consideradas sin ms como una propiedad exclusiva del mismo. Son en parte producto de la cultura colectiva de la que l se apropia. No obstante, como ha sido sealado muchas veces (Kahn, 1975: Cap. introductorio) (Luque Baena, 1986: 84-129), el trmino de "cultura" es un concepto un tanto vago. Junto a las definiciones similares a las que acabamos de utilizar, que equiparan su significado al de un conjunto de smbolos, contenidos ideolgicos, normas, reglas, etc, figuran otras distintas, empezando por la ya clsica de Tylor (1975), que consisten ms bien en inventarios del conjunto de actividades que puede realizar el ser humano. Las definiciones de este tipo resultan demasiado generales para ser operativas. En este punto nuestro acuerdo con Clifford Geertz (1987: p. 20) es absoluto. Pero las definiciones como la de este autor, y como la que hemos empleado provisionalmente en el prrafo anterior, tambin plantean sus problemas. Pues tienden a reducir de facto toda la vida social a sus dimensiones mentales (Harris, 1978: 491-523 y 1982: 291-313). Esta reduccin concuerda acentuadamente con esa otra conversin de los actos en meras aplicaciones de un pensamiento preexistente a la que ya nos hemos referido. En el siguiente apartado someteremos a crtica este tipo de equiparaciones. Por el momento, nos basta con ir tomando algunas precauciones para evitar que la vida social en su conjunto se confunda con su dimensin mental. Para ello, vamos a adoptar una sencilla decisin. Consideraremos todos los elementos incluidos dentro de las definiciones restringidas del concepto de cultura como integrantes de diversos "sistemas ideolgicos", entendiendo lo ideolgico en un sentido relativamente amplio. Lo cultural no quedar entonces reducido ni a lo mental, ni a lo ideolgico, ni a lo simblico, ni a nada del mismo tenor. Estos sistemas ideolgicos colectivos estructuran y organizan la mente de cada persona, pues ellos mismos se hallan dotados de una lgica interna. Sus distintos componentes no se articulan entre s de un modo caprichoso, sino de acuerdo a un determinado orden lgico. La lgica que organiza las ideas y los sentimientos deriva en un gran parte de las de estos sistemas. Por ello, para llegar a conocer la primera, hay que conocer las segundas. El estudio de la estructura de la psique individual debe integrar, por esta razn, como uno de sus elementos bsicos, el de estas ideologas colectivas.

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    El principal corolario desde el punto de vista metodolgico de todo este planteamiento consiste en la necesidad de ampliar la extensin de nuestras unidades de anlisis. Pues el estudio de los sistemas ideolgicos debe convertirse en una parte indispensable de nuestras investigaciones. Tal estudio, como iremos viendo, ha de realizarse mediante una metodologa especfica. No ha de bastar ya con acumular estudios sobre individuos, para establecer luego una serie de tipos colectivos, ni con correlacionarlos luego con distintos perfiles sociolgicos. Es necesario cambiar de perspectiva. Se debe comenzar por estos sistemas ideolgicos colectivos. Es el conocimiento de los mismos el que nos servir de base luego para abordar el pensamiento y el comportamiento de los sujetos individuales, en el caso de que sea tal cosa lo que nos interese. Y el conocimiento de estos sistemas colectivos no se lograr nicamente agrupando los rasgos comunes de las acciones y las declaraciones de muchos sujetos. Ser preciso igualmente proceder al estudio de todas aquellas producciones culturales que podamos considerar plasmaciones, y al mismo tiempo vehculos, de un determinado sistema ideolgico, como puede ser el caso de las obras literarias, la arquitectura, las normas de cortesa, la organizacin del espacio en el seno del hogar etc... Nuestro segundo argumento en favor de la naturaleza colectivamente determinada del pensamiento y el comportamiento individuales discurre mediante otra va distinta, aunque complementaria de la anterior. El proceso de conformacin de la mente del individuo por parte de la colectividad es an ms profundo de lo que podra suponerse nicamente a partir de los prrafos anteriores. Todo pensamiento es un proceso semitico y sus formas ms complejas slo pueden desarrollarse gracias al uso de unos sistemas simblicos de origen colectivo (Vygotsky, 1995: Cap. VI), de los cuales el ms complejo es el lenguaje verbal. Estos lenguajes no se reducen, en consecuencia, a un mero instrumento de transmisin de los pensamientos, sino que constituyen igualmente un autntico instrumento para pensar. Esta afirmacin no implica, sin embargo, adhesin alguna a la tesis de que el lenguaje estructura el pensamiento de un modo unilateral, tal y como trataremos de explicar muy someramente en el apartado I.7.. Dado que todo lenguaje sirve ante todo para comunicarse y se aprende adems comunicndose, las actividades mentales ms complejas, realizadas por medio suyo, nicamente pueden tener lugar gracias a la interaccin social con otras personas y, en gran parte, en el curso de tal interaccin. En esta lnea, merece la pena recordar como ya G.H. Mead (1973) sostuvo que el sujeto alcanza su autoconciencia aprendiendo a adoptar la actitud de los dems hacia l, lo cual slo resulta posible gracias al empleo del lenguaje y en el curso de las relaciones que se sostienen con ellos. En consecuencia, una parte importante de la actividad mental del sujeto tiene lugar nicamente a partir de la interaccin con los otros. Por esta razn, es igualmente necesario ampliar la extensin de nuestras unidades de anlisis, con el fin de incluir en su seno, no slo al sujeto con sus pensamientos y sus actos, sino tambin a las relaciones sociales que entabla con otros sujetos, con sus pensamientos y actos respectivos. Justamente en este sentido nos parece muy pertinente el postulado de la escuela del interaccionismo simblico, de acuerdo con el cual el individuo concebido al margen de las relaciones sociales en las que participa no es ms que una abstraccin (Plummer, 1989: p. 58-66) Y ms an, una gran parte de su comportamiento, y, por lo tanto, de su pensamiento, no puede entenderse ms que como un componente ms de unas relaciones sociales en las que se hayan involucradas forzosamente una o ms personas. Esto es as, en primer lugar, porque una gran parte de la conducta de cualquier ser humano constituye una respuesta ante el conjunto del comportamiento de los dems. Esta respuesta no tiene por qu constituir una reaccin simple y automtica ante unas determinadas acciones por parte de otros. Es tambin en muchos casos una respuesta compleja frente a hechos a veces muy lejanos en el tiempo y que resulta posible gracias a esa mediacin entre los acontecimientos exteriores y el propio comportamiento, permitida por el pensamiento abstracto

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    apoyado en el lenguaje verbal (Gordon Childe, 1985: 23-28), el cual otorga al sujeto la capacidad de autodirigirse, al estimularse a s mismo con recuerdos del pasado o planes para el futuro (Mead, 1973: 158-167). Debido a este carcter de respuesta, ms o menos mediada, ante el entorno social de una gran parte de nuestro comportamiento, es preciso incluir igualmente dentro de nuestras unidades de anlisis aquellas relaciones sociales que, dejando aparte el tipo de actividad mental que adems puedan promover, constituyen el desencadenante imprescindible de su actividad prctica. A este hecho se aade, en segundo lugar, el de que con gran frecuencia las acciones individuales constituyen nicamente momentos parciales integrados dentro de unas actividades colectivas ms amplias. Esta actividad colectiva se encuentra estructurada mediante una articulacin entre los diferentes roles desempeados por los distintos individuos implicados en ella. Para mantener esta articulacin, cada individuo debe adecuar su propio comportamiento al de los dems. Por esta razn, la lgica con arreglo a la cual organizamos nuestras propias acciones ha de estar en parte supeditada a la que rige la actividad colectiva en la cual se hallan todas ellas integradas. En consecuencia, solamente podr llegar a conocerse esta lgica individual, si se consigue tambin captar la colectiva. Esta ltima puede remitirse parcialmente a la de los sistemas ideolgicos colectivos. Son ellos los responsables, como acabamos de ver, de una gran parte de la forma de pensar, y por lo tanto, de actuar de las personas, sindolo tambin, en consecuencia, de las relaciones que mantienen entre ellas. As, el estudio de las ideologas hegemnicas resulta necesario, no slo por su condicin de agente configurador del sujeto, sino tambin por la influencia similar que ejercen sobre su entorno. Las argumentaciones anteriores nos han llevado a la conclusin de que es necesario incluir el anlisis del pensamiento y el comportamiento individual dentro de un marco ms amplio. Es preciso sociologizar nuestro objeto de estudio. Pero, no obstante, debemos evitar igualmente el extremo contrario, disolviendo el momento individual dentro del proceso social del que forma parte. En realidad, este momento siempre se encuentra presente en cualquier teorizacin social, incluso aunque sea para negarle cualquier papel determinante y relegarlo al de mera correa de transmisin de los distintos procesos colectivos. Cualquier teora social, incluso aquellas que operan, legtimamente, en trminos ms "macro", como por ejemplo las grandes sntesis de los historiadores sociales, descansan sobre una serie de supuestos, ms o menos implcitos, acerca del funcionamiento de la psique individual. Toda elaboracin sociolgica presupone, pues, por ms implcitamente que sea, una teora sobre el sujeto, una teora psicolgica. Por supuesto, es perfectamente legtimo, en funcin de los particulares intereses de cada uno, no prestar especial atencin a este momento individual dentro del proceso social en su conjunto y arreglrselas con una serie de supuestos psicolgicos generales. Ello entraa, sin embargo, un grave riesgo. Pues tales presupuestos, por el hecho de ser implcitos, no quedan sometidos a ningn examen crtico y no se tiene, por lo tanto, ninguna garanta de que sean acertados. Esta es la razn de que frecuentemente las teoras psicolgicas implcitas que subyacen a muchas teoras sociolgicas suelan estar basadas directamente en el sentido comn y sean, en consecuencia, bastante toscas, simplistas y discutibles. Debido a estas consideraciones, nos parece que la teora social en su conjunto puede beneficiarse de una mayor atencin hacia aquella porcin de la misma centrada en la interaccin entre el sujeto y su entorno. Esta porcin es la que constituye para nosotros el campo especfico de la

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    Psicologa Social. Esta disciplina debe ocuparse de analizar en profundidad ese momento de los procesos socioculturales que las teoras sociales ms generales acostumbran a sobrevolar rpidamente. Con ello, podr ayudar a los enfoques sociolgicos ms "macro" a elaborar y explicitar los supuestos con los que forzosamente han de operar. Profundizando un poco ms en este planteamiento, la Psicologa Social puede resultar de utilidad a estos enfoques ms sociolgicos en dos casos distintos. En el primero, en el que se le concede menos importancia a su especfico nivel de anlisis, ste va a constituir una suerte de mecanismo mediador necesario para el funcionamiento de la vida social. En este caso, dado que el nivel especficamente psicosocial carecera completamente de autonoma, no podramos encontrar en l la respuesta a ninguna de nuestras preguntas acerca de los "por qu" de los procesos sociales. Pero an as, su estudio podra ayudarnos en parte a entender cmo funciona la vida social. En el segundo caso, que es por el que nos decantamos aqu, este nivel especficamente psicosocial disfruta de una cierta autonoma relativa. Por ello, no se le puede reducir a un mero canal de transmisin de ninguna influencia social. Continuando con nuestro smil, es capaz de modular, reorientar, anular y, en suma, transformar esta influencia. No bastar entonces con conocer cules son las influencias que recibe, para conocer los resultados a los que dar lugar. Pues, por su capacidad de moldear estas influencias, el nico modo de conocer lo que puede ocurrir finalmente con ellas estribar en estudiar en profundidad la naturaleza de este nivel. Este estudio nos va servir, en consecuencia, no slo para conocer el cmo, sino tambin para acceder a una parte del por qu de los procesos sociales. Podemos encontrar algunos interesantes paralelismos entre nuestra defensa de la necesidad de tomar en consideracin el momento psicosocial y el modo en que se articulan entre s algunas ramas de las Ciencias Naturales y de la tcnica. La teora de la evolucin de las especies fue formulada por Darwin cuando an no se haba desarrollado la Gentica. Pese a ello, la teora evolucionista, gracias al mecanismo de la seleccin natural, consigui vincular de forma muy convincente las entonces ya evidentes transformaciones en el medio con las ya tambin bastante evidentes transformaciones en los seres vivos. Sin embargo, segua sin saberse muy bien cmo se reproducan las especies, ya fuera con o sin alteraciones. Este momento del proceso era desconocido en s, pero, an as, mediante un conjunto de supuestos se consegua ligar los dos conjuntos de transformaciones que interesaba investigar. La aparicin de la Gentica bastantes aos ms tarde permitira revisar tales supuestos, reelaborarlos y corregirlos, volviendo la teora ms compleja y ms cientfica. La Gentica no nos explica por s sola la direccin del proceso evolutivo, pero s nos ayuda a entender cmo tiene ste lugar y por qu ciertas alternativas son ms probables que otras. Otra comparacin til para entender lo que pretendemos exactamente sera la que podramos establecer entre las relaciones que mantiene el estudio de la Ecologa y los procesos fisiolgicos de digestin y asimilacin del alimento. La Ecologa nos describe entre otras cosas la circulacin de la materia orgnica entre las diferentes especies vivientes. El estudio de los procesos alimenticios nos informa acerca de un momento dentro de ese proceso, como lo es el proceso de asimilacin de la materia orgnica tomada de otros seres vivos. Y gracias a este conocimiento, podemos tomar conciencia de algunos de los lmites que constrien la capacidad de cualquier organismo para aprovecharse de su entorno y le fuerzan a buscar su subsistencia mediante unas determinadas estrategias adaptativas. Se puede establecer, por ltimo, un tercer smil con la relacin entre el estudio del proceso de construccin de un edificio, que comprende una multitud de actividades de lo ms variopinto, y el

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    estudio pormenorizado de la actividad concreta de la albailera. La albailera, por sus propias limitaciones tcnicas, no permite la plasmacin de cualquier estructura arquitectnica imaginable. Y ello le otorga un papel relativamente determinante sobre la naturaleza de cualquier construccin. El contenido de este apartado no ha dejado de ser una primera declaracin de intenciones. Si queremos seguir avanzando por el camino que nos hemos marcado, tenemos que conseguir explicar de un modo algo menos abstracto que hasta ahora el modo mediante el que se produce la interaccin entre el sujeto y su entorno. Esta va a ser la tarea a la que nos vamos a consagrar a partir de este momento. I.3. La dialctica entre el sujeto y su entorno Para alcanzar este objetivo, contamos afortunadamente con la ayuda de un valioso instrumento terico, al cual, sin embargo, los prejuicios ideolgicos imperantes actualmente conducen con frecuencia a despreciar con demasiada ligereza. Se trata del enfoque dialctico, de raz hegeliano-marxista. Dado que este enfoque es bastante conocido en sus lneas generales, no vamos a dedicar aqu demasiado espacio a exponerlo. Podremos, as, centrarnos enseguida en aquellos componentes suyos que nos parecen ms tiles para nuestros propios fines. Pese a las grandes diferencias existentes entre las diversas corrientes tericas adscritas a este planteamiento, de las cuales Munn (1982) y Martn Cebollero (1995) nos han ofrecido unas sntesis muy completas, podemos afirmar que la mayora de ellas comparten una visin general semejante acerca de la insercin dinmica del sujeto dentro de su entorno. El dinamismo de esta insercin implica que tanto el primero como el segundo van experimentando ciertas transformaciones a lo largo del tiempo. Estas transformaciones van a ser adems recprocas. Los cambios en el uno van a propiciar los cambios en el otro y viceversa. Dentro de este proceso la actividad prctica del sujeto constituye un factor clave. Es por medio de ella como el individuo realiza su accin transformadora sobre el medio. Pero este proceso no tiene lugar en un solo sentido. Pues, al mismo tiempo que con su actividad prctica modifica en cierta medida el entorno exterior, este mismo entorno modificado influye luego sobre l, impulsndole a actuar de nuevo, e influyendo una vez ms sobre un ambiente que por su parte lo har ms tarde sobre l mismo. De este modo, esta interaccin se renueva constantemente, desarrollndose incesantemente en forma de espiral1.

    1. Podemos considerar lo que Castilla del Pino (1972: Cap. VII) denomina la dialctica de la liberacincomo un subtipo particular de esta interaccin entre el ser y el hacer del sujeto. En este caso particular la toma de conciencia respecto a una privacin lleva a la lucha por su superacin, la cual una vez conseguida hace al sujeto tomar conciencia de la existenc