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1 UNIVERSIDAD VERACRUZANA DIRECCIÓN GENERAL DE CIENCIAS DE LA SALUD CENTRO PARA EL DESARROLLO HUMANO E INTEGRAL DE LOS UNIVERSITARIOS CEnDHIU- TALLER: PROMOCION DE LA SALUD ANTOLOGIA: PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS ILÍCITAS RESPONSABLE: PSIC. CONCEPCIÓN ITA ANDEHUI HERNÁNDEZ SOSA OCTUBRE 2015

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UNIVERSIDAD VERACRUZANA

DIRECCIÓN GENERAL DE CIENCIAS DE LA SALUD

CENTRO PARA EL DESARROLLO HUMANO E INTEGRAL DE LOS UNIVERSITARIOS –CEnDHIU-

TALLER: PROMOCION DE LA SALUD

ANTOLOGIA: PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS ILÍCITAS

RESPONSABLE:

PSIC. CONCEPCIÓN ITA ANDEHUI HERNÁNDEZ SOSA

OCTUBRE 2015

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INDICE

Presentación

-Nuestra actitud ante el consumo de drogas.

-Definiciones y conceptos.

-La prevención del consumo de drogas

-¿Quiénes son los muchachos más protegidos?

-Encuesta Nacional de Adicciones 2011

-Clases de drogas sometidas a fiscalización internacional

-Norma Oficial Mexicana NOM-028-SSA2-2009 Para la Prevención Tratamiento y control de las Adicciones.

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NUESTRA ACTITUD ANTE EL CONSUMO DE DROGAS

Se ha vuelto común escuchar frases como “vivimos la era de las drogas”; “el consumo de

sustancias psicoactivas ya es parte de la cultura, hay que verlo como algo natural”; “la batalla

contra las drogas está perdida, más vale que no se prohíban”; “enseñemos a usarlas

responsablemente”, etc. Se expresa así no sólo desaliento ante el fenómeno moderno del

consumo de sustancias psicoactivas entre los jóvenes, sino también la aceptación sin crítica de

lugares comunes que, bien analizados, resultan ser sólo generalizaciones sin fundamento

científico. Deseamos empezar este libro con una llamada alerta contra esa actitud de derrota. La

humanidad ha pasado por otras épocas de amenazas graves pero resistió y luchó exitosamente.

Nada respalda científicamente la afirmación de que <<el hombre siempre ha buscado la felicidad a

través de sustancias que le provocan placer”. Ciertamente, éstas han estado a su alcance, las ha

usado en contextos religiosos o con la esperanza de cambiar el curso de ciertas enfermedades,

pero siempre con la sabiduría suficiente para reconocer que en circunstancias distintas no se

justifica, e incluso es peligroso el consumo de las drogas que cambian el estado de ánimo. Hoy día

tenemos los conocimientos suficientes para señalar con toda certeza los riesgos que se corren

cuando se usan estas sustancias.

Independientemente de la norma jurídica que (por lo menos hasta ahora) sanciona la

producción, la venta y el consumo de gran cantidad de drogas, y cuya aplicación representa el

primer gran obstáculo para el consumidor.

La adicción produce trastornos físicos y psicológicos severos, amén de que significa la

pérdida de la capacidad del adicto para dejar de consumir la droga. Ya bien establecida la

dependencia, ésta conlleva nuevos peligros. Los más graves son el empleo de una sobredosis

capaz de producir la muerte y el dramático fenómeno del síndrome de abstinencia, que ocurre

cuando no se dispone de la droga para su consumo y que también representa un riesgo potencial

de suma gravedad. La adicción se acompaña de otras situaciones amenazantes: las actividades

ilícitas ligadas a la adquisición de la droga, los daños materiales y a otras personas que se cometen

bajo sus efectos, la incapacidad para vivir autónomamente, la infelicidad, el fracaso, entre otros.

Las drogas que nos ocupan no son peligrosas por ser ilícitas; su ilegalidad por sí sola no

produce daños al hombre ni a la sociedad. Son ilegales porque su consumo es peligroso. Sólo

hemos señalado una parte de los riesgos, pero debe quedar claro que la decisión de los gobiernos

de prohibir ciertas sustancias obedece al conocimiento, adquirido con los años, sobre la amenaza

que significan para la salud individual y social. Las drogas de las que se ocupa este libro,

ciertamente, son productoras de estados placenteros para muchas personas. De no ser así, no

representarían mayor problema; en virtud del daño que pueden producir, simplemente serían

calificados como “tóxicos” o incluso “venenos”, como es el caso de tantas sustancias peligrosas

que el organismo, lo que bastaría para que todos las evitáramos. Pero ocurre que tranquilizan,

estimulan producen euforia y alejan de los estados depresivos; por ello es que el hombre las

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consume, lo que parecería lógico y hasta deseable. Sin embargo, como hemos visto, sus efectos a

veces son otros muy distintos y, sobre todo, se trata de sustancias potencialmente adictivas.

Quiérase o no, su uso repetido produce necesariamente el fenómeno bien estudiado de la

neuroadaptación, que constituye la base fisiológica y anatómica de la adición. Si no fuera por ello,

las drogas psicoactivas podrían valorarse de manera muy distinta.

Llegamos a una primera conclusión: El consumo de las drogas psicoactivas que pueden producir

adicción es peligroso por diversas razones. La prohibición de su producción y consumo obedece,

además, a otros factores que también se tratan en este libro. Todo esfuerzo realizado para evitar

que los niños y jóvenes se inicien en el consumo de las drogas se justifica plenamente. Si

queremos tener éxito, aun reconociendo que no puede ser un éxito total es muy conveniente

tener en cuenta los hechos que enumeramos a continuación:

1. Los adolescentes y los niños mayores están expuestos a las bebidas alcohólicas, al tabaco

y, cada vez más notoriamente, a las drogas ilegales. Sabemos que es relativamente fácil obtenerlas

y que muchos jóvenes y adultos están dispuestos a iniciar a los menores en la práctica del

consumo de estas sustancias. Se trata de un peligro real, aunque las circunstancias que la

producen difícilmente se pueden modificar, por lo menos en el futuro inmediato.

2. Los jóvenes que consumen alcohol y otras drogas suelen ser víctimas de actos de violencia,

sufren accidentes con mayor frecuencia, practican relaciones sexuales sin protección y disminuyen

su rendimiento escolar o abandonan los estudios. Las estadísticas obtenidas de investigaciones

confiables así lo muestran en diferentes países, independientemente de su estado de desarrollo.

3. Cuando se empieza a fumar tabaco desde temprana edad aumentan las posibilidades de

llegar a beber alcohol en exceso y consumir drogas ilícitas. Este dato también está respaldado por

investigaciones incuestionables. No que la nicotina del tabaco tenga características tales que

induzcan a los individuos a la búsqueda de otras sustancias, sino que algunos adolescentes y niños

mayores son más vulnerables al desarrollo de estas conductas censuradas por la sociedad y por las

leyes. Definitivamente: el problema no está en la droga, está en la persona. Sin embargo, esto no

quiere decir que las propiedades psicoactivas y el mayor o menor poder adictivo de cada sustancia

no sean un factor importante a considerar.

4. En México, durante los últimos años el consumo de drogas ilegales se ha mantenido

relativamente bajo, pero indudablemente va en aumento. Es preocupante el uso cada vez más

elevado de cocaína y de drogas sintéticas con las metanfetaminas. En lo que concierne a la

mariguana y a la cocaína, nuestro país, en 1998, se ubica en el mismo nivel de consumo en el que

se encontraban los Estados Unidos al inicio de la década de 1960, cuando muy pocos pensaban en

un aumento notable del número relativo de consumidores, mucho menos al grado que se alcanzó

ocho a diez años después.

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5. La mayoría de los adolescentes no perciben claramente los peligros del consumo de

drogas. La escasa información que reciben no es suficiente para sensibilizarlos sobre el riesgo que

corren; reconozcamos que en México, pese a esfuerzos meritorios, no se ha realizado la tare a

preventiva como es deseable y de acuerdo con lo que aconsejan los organismos internacionales y

los expertos más reconocidos. Nuestros esfuerzos han sido aislados, dispersos, desiguales,

insuficientemente coordinados. Y hay que hay que decir también que la participación de la

comunidad, de los padres de familia y del ciudadano ha sido escasa, poco entusiasta y con notable

desconocimiento del problema.

A pesar de ello, y de los datos comprobables que hemos mencionado, terminaremos esta nota

inicial con una actitud optimista sobre el futuro del problema que nos ocupa. Dijimos que antes

que los hombres han mostrado más de una vez a través de la historia su capacidad para enfrentar

con éxito los grandes problemas que los asediaron. Pero no es un acto de fe en la humanidad lo

que ha de inducirnos a esperar confiados en que desaparecerá el consumo de drogas como

práctica común. El esfuerzo que somos capaces de hacer ante esta amenaza real, cuyas causas y

efectos conocemos cada vez mejor, es el que debe darnos confianza. Pero antes debemos de estar

convencidos de que el uso de drogas adictivas es altamente dañino para el individuo y para la

comunidad por sus efectos negativos sobre la salud, la vida social y familiar, la economía, y el

bienestar individual y colectivo. Después de aceptar tan amarga realidad, hay que considerar esta

otra más esperanzadora: El problema se puede contener, la lucha se puede ganar. Tampoco aquí

hablamos de meros actos de fe. Hay naciones que han logrado reducir el consumo de drogas

psicoactivas y adictivas casi a dimensiones epidemiológicamente tolerables. ¿Victorias sólo

parciales? Tal vez, pero se han logrado con acciones inteligentes, ordenadas y firmes, sin medidas

jurídicas extremas e insensatas como la legalización que proponen los que sienten que la batalla

está perdida. Digámoslo desde ahora: en nuestra opinión, fundada en las investigaciones

científicas de organismos internacionales, la legalización provocaría, con certeza, un aumento

notable del consumo de drogas y, en cambio, no se puede asegurar que terminaría con el

narcotráfico y los delitos que éste genera.

Entonces…¡A trabajar contra este flagelo! Todos tenemos una tarea y ya conocemos los caminos

que, aunque arduos, llevan a buen fin. Los adultos, en especial los maestros y los padres de

familia, somos parcialmente responsables de esta amenaza grande para nuestros alumnos y

nuestros hijos. No debemos esperar todo de los organismos más oficiales; no basta con que

señalemos lacras y errores, somos corresponsables de la respuesta que debe darse al problema.

Velasco Fernández, R. (2011).La familia ante las drogas (págs. 13 -18). México: Trillas

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Capítulo 1

Definiciones y conceptos básicos

“Si va usted a discutir conmigo, le suplico

Defina los términos que usará”.

Voltaire.

Hemos elegido como epígrafe de este capítulo introductorio una frase célebre de Voltaire quien

fuera, además de gran pensador, excelente orador, temible cuando ocupaba la tribuna. Tal vez al

acuñar esa expresión tenía en mente el pensamiento de Sócrates, quien más de 2000 años antes

expresó que “la definición de los términos que usamos es el principio de toda sabiduría”. De

acuerdo con ambos filósofos, intentaremos aclarar los conceptos en torno al tema que nos ocupa,

sobre el cual todo el mundo cree saber suficiente como para inventar soluciones. No

propondremos una nueva interpretación de los términos en uso, sino una descripción de lo que

han expuesto los expertos, a fin de que contemos con un lenguaje común en materia, avalado por

la experiencia y, cuando sea posible, también por la ciencia. Afortunadamente, esta última

respalda casi en su totalidad lo que diremos y, donde aún existan dudas, nos apoyaremos en los

especialistas en este campo, sobre todo los de la Organización Mundial de la Salud. (Ver Cuadros

1,2 y 3).

CUADRO NÚM.1

Prevenir Preparar, precaver, evitar; del latín praevenire: adelantarse, preceder, venir antes (de “pre”, antes y “venire”, venir).

Prevención Acción de prevenir. En medicina, la prevención es el conjunto de medidas y acciones que se realizan para evitar que se presenten enfermedades.

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CUADRO NÚM.2

Prevención primaria

Intenta evitar la aparición de nuevos casos de farmacodependencia, impidiendo que los individuos, principalmente los niños y los jóvenes, empiecen a consumir drogas adictivas.

Prevención secundaria

Intenta identificar a quienes ya consumen drogas pero aún no han desarrollado la farmacodependencia, para proporcionarles tratamiento.

Prevención terciaria

Intenta el tratamiento y la rehabilitación del adicto para reinsertarlo en la familia y en la sociedad.

CUADRO NÚM.3

Prevención

Primaria a) Para disminuir la oferta } Legalización

Represión Penalización

b) Para disminuir la demanda } Legislación

Administración Educación

Prevención secundaria a) Identificación “temprana” de casos de “probadores” y de consumidores ocasionales. b) Tratamiento oportuno para evitar el paso a las etapas siguientes.

Prevención Terciaria a) Tratamiento especializado del adicto b) Rehabilitación c) Reinserción social.

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En el campo de la medicina, pues, la prevención se refiere al conjunto de acciones

destinadas a eliminar las causas las causas de las enfermedades a fin de que éstas no se presenten.

Existe una primera e inevitable limitante: no conocemos bien del todo la causa de ciertas

patologías, aunque sepamos lo suficiente como practicar una prevención útil. Veamos, por

ejemplo, lo que ocurre en el campo del consumo de drogas.

En esta obra usaremos con frecuencia la expresión “reducción de la demanda”, que engloba todas

las actividades encaminadas a disminuir el consumo de drogas comprendidas en los tres niveles de

prevención, en especial en la prevención primaria, aplicada a la población que no ha consumido

nunca o lo hizo sólo ocasionalmente.

La etiología (causa) de las adicciones, que constituyen verdaderas enfermedades según lo

veremos después es conocida en lo esencial: el consumo de sustancias capaces de producir

dependencia (dependencia y adicción son términos sinónimos), es el antecedente necesario para

que se presente la enfermedad; pero el conocimiento de cómo es que sólo una minoría de las

personas que empiezan a consumir llega a la adicción-enfermedad, es asunto no totalmente

sabido. Respecto a los factores que inducen a iniciarse en el consumo de esas drogas, sabemos lo

suficiente como para asegurar lo siguiente: atribuir a un solo factor causal el uso inicial, la

adquisición de un hábito, y finalmente la adicción, resulta totalmente alejado de la ciencia, e

implicaría un costoso error por sus consecuencias teóricas y prácticas. El fenómeno que

estudiamos es, definitivamente, multifactorial.

Lo anterior nos lleva a recordar lo que aconsejaban los viejos textos sobre patología, acerca de

distinguir entre las causas propiamente dichas de una enfermedad y la forma en que éstas actúan

para desarrollar el proceso, hasta que se presentan las manifestaciones clínicas que dan identidad

a cada trastorno. En otras palabras, es preferible hablar de etiopatogenia (de “etios”, causa;

“patos”, enfermedad y “geno”, que causa o engendra) y no sólo de etiología. La causa del

alcoholismo, qué duda cabe, es el alcohol etílico bebido en exceso; pero saber por qué

determinados individuos beben sin control durante mucho tiempo, es asunto más complicado.

Intervienen, hoy lo sabemos, factores heredados, psicológicos y sociales cada vez mejor

identificados que se relacionan unos con otros para desarrollar el proceso de convertirse en

alcohólico. Así, la causa del alcoholismo no es el alcohol aisladamente considerado, aunque es

evidente que sin esa sustancia adictiva no se produciría la enfermedad.

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Desde hace casi un siglo, en el área de la medicina se usan ciertos términos para distinguir

las diferentes estrategias de prevención.

Fueron los médicos sanitaristas quienes principalmente emplearon una clasificación simple de

prevención. Aunque su origen ocurrió en referencia a las enfermedades transmisibles, pronto se

advirtió que resulta aplicable a la mayoría de las entidades patológicas. Se estableció que en

relación con el proceso de enfermarse, se puede intervenir antes de que éste se inicie: prevención

primaria; es posible identificar los primeros síntomas y ejecutar acciones para detener procesos:

prevención secundaria, y, finalmente, se puede proporcionar tratamiento adecuado una vez que la

enfermedad se ha desarrollado, para cuidarla si es posible y evitar las secuelas propias de cada

trastorno y, en fin, para lograr la rehabilitación con la total reinserción a una vida normal:

prevención terciaria.

Desde 1983, el Dr. R. Gordon propuso una clasificación de los programas preventivos,

aplicable al caso de las adicciones, para distinguir entre las poblaciones objetivo de la acción

preventiva. Prevención universal llamamos a la estrategia dirigida a la población general para

disuadirla del consumo de drogas; selectiva es el término que se asigna a la prevención dirigida a

la población expuesta a los factores de riesgo ya conocidos que inciden para favorecer el consumo

de drogas; y, finalmente, focalizada², a la estrategia de prevención que se dirige, específicamente,

a una población altamente expuesta por razones principalmente psicosociales, ya bien conocidas y

que puede incluir a quienes han empezado a consumir sustancias adictivas.

Hacemos notar que las dos clasificaciones se complementan, no se contraponen. No es asunto de

preferir una o la otra; ambas deben emplearse. La primera se refiere al momento en que se actúa,

considerando el proceso que se desarrolla desde el primer consumo hacia la adicción –

enfermedad, La segunda, en cambio, se refiere a las poblaciones específicas a las que se dirige la

acción preventiva.

Esta última es más aplicable a los diferentes tipos de programas preventivos, y aquélla a las etapas

ya conocidas del proceso patológico (Cuadro Núm. 4)

CUADRO NÚM.4

A quiénes se aplica Cuándo se aplica Universal Primaria

Primaria } se complementan { Secundaria

Selectiva Terciaria

Es necesario dejar en claro el significado de otros términos de uso corriente en el campo de las

adicciones. Simplemente proponemos las definiciones de quienes actuamos en la prevención del

consumo de drogas. Provienen de los expertos invitados por la OMS precisamente para el fin de

ordenar los conocimientos adquiridos y establecer un lenguaje común. No podemos olvidar el

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hecho de que ciertas definiciones aportadas por los expertos resultan complementarias, a veces

hasta algo diferentes de las que nos proporcionan los diccionarios de cada idioma. No nos

referimos a los neologismos que irremediablemente se producen con el avance tecnológico y

científico, y que los hacedores de diccionarios simplemente aceptan (a veces a regañadientes);

hablamos de vocablos como “droga”, que obligan a pedir a los conocedores de la ciencia

involucrada una definición más útil basada en su propio conocimiento.

Del término droga, el diccionario de la Real Academia Española proporciona esta definición:

Nombre genérico de ciertas sustancias minerales, vegetales o animales que se emplean en la

medicina, en la industria y en las bellas artes. 2. Sustancia o preparado medicamentoso de efecto

estimulante, narcótico o alucinógeno. 3. Medicamento.4. En México y en otros países, deuda (a

veces, lo que no se piensa pagar).

Por otra parte, la palabra tiene otros significados ajenos a nuestro propósito de precisar su uso en

la ciencia médica.

La medicina, la disciplina más relacionada con este tipo de concepto, nos dice que droga es toda

sustancia, excepto aquellas que son necesarias para mantener la vida, que introducida en un

organismo vivo produce algún cambio en sus funciones y a veces hasta en su estructura. Véase que

esta definición abarca un amplio número de sustancias, no sólo los medicamentos. Sin embargo,

en los textos dedicados a la prevención, generalmente se entiende por “droga” cualquier

estupefaciente y otras sustancias que se mencionan en los tratados de fiscalización internacional.

Así, pues, cuando se dice “uso de drogas”, se hace referencia a un acto ilícito.

Las drogas se clasifican considerando diversos factores, por lo que tenemos diferentes “códigos”.

A nosotros nos interesa la clasificación que se basa en los efectos que producen en el organismo

humano. Se llaman drogas psicoactivas aquellas que producen sus efectos principalmente en el

psiquismo del ser humano (las funciones cerebrales en general, desde la emociones, hasta el juicio

y el razonamiento, en su conducta y en su manera de sentir. Pero no todas las drogas psicoactivas

son adictivas, y éstas últimas son las que más nos importan.

Cuando entramos al campo de las adicciones, las drogas que son objeto de nuestro estudio son las

psicoactivas adictivas (o “adictógenas”, es decir que generan adicción). Consideramos además,

como lo dice el diccionario, que “fármaco” y “droga” son sinónimos, lo mismo que drogadicción y

farmacodependencia, sí: se es adicto a una droga o fármaco o bien dependiente de esa sustancia.

A su vez, aquellas que se merecen los calificativos de adictivas o adictógenas son objeto de

clasificaciones según el interés particular de cada autor. Nuestro empeño por aclarar conceptos y

definiciones no va más allá, en este contexto, de proporcionar la clasificación que creemos la más

aceptada y que procede de la que los expertos de la OMS propusieron anticipando que el progreso

científico favorece los cambios que sin duda la irán mejorando.

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Clasificaciones

1. Por su uso:

Médico.

No médico.

2. Por su origen:

Naturales o sintéticas.

3. Por su potencia de riesgo – beneficio:

Grupos I, II, III (Sustancias de uso médico sujetas a control para su producción, venta y

distribución).

4. Por el papel o rol social y el significado que se les otorga:

Legales.

Ilegales.

5. Por su efecto en el SNC³

Depresoras.

Estimulantes.

Alucinógenas.

Otras.

También los usuarios de drogas adictivas pueden clasificarse según la frecuencia y

gravedad de su consumo. Nosotros preferimos la clasificación que se recomienda en el programa

preventivo de Suecia, prácticamente igual a la que proponen los expertos de la OMS:

Probadores. Se incluye aquí a quienes sólo han probado una droga adictiva, pero que no repiten la

experiencia.

Consumidores ocasionales. Esta categoría engloba a quienes recurren a una sustancia adictógena

sólo de vez en cuando sin llegar a la verdadera intoxicación (la dosis es insuficiente para

provocarla).

Estos son, sin proponérselo, los principales propagandistas de las drogas, porque llevan a los más

jóvenes a creer que es fácil dominar su consumo sin llegar necesariamente a la adicción. Pero el

hecho de que, efectivamente, algunos muchachos puedan eventualmente sostener esa conducta e

incluso abandonarla después de cierto tiempo, no modifica esta realidad que ya expresamos: uno

de cada 10 a 15 probadores seguirán consumiendo hasta llegar a la adicción, independientemente

de su voluntad.

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Consumidores habituales. El término es muy adecuado: el usuario adquirió ya un hábito. No

podemos llamarlo adicto porque no sufre el síndrome de supresión, es decir, si se ve obligado por

alguna razón a no consumir la droga de su elección, no se presentan síntomas desagradables como

ocurre en los verdaderos adictos. En cambio, los consumidores habituales desarrollan tolerancia,

descrita como la necesidad de consumir dosis cada vez más altas para alcanzar el efecto deseado.

En el caso del alcohol ello se traduce en una situación muy conocida por todos: el bebedor

habitual “aguanta” cada vez más.

Consumidores adictos. En este rubro se encuentran todos aquellos que exhiben los cambios

psicológicos y conductuales que caracterizan a la adicción, tal como los describiremos más

adelante. Como norma aceptada, podemos emplear la definición del DSM IV de la American

Psychiatric Associaton, que permite una buena comunicación entre profesionales.

La clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-10) de la OMS, como la clasificación de la

American Psychiatric Associaton (DSM-IV), ha conferido un lugar a la adicción entre las

enfermedades mentales. En el DSM-V, aún no ha publicado, se reserva un sitio al “Substance use

dirsorder” bajo la descripción (que no definición) que transcribiremos a continuación, pese a que

no aprobamos el vocablo “disorder”, pues su traducción al Español como “desorden” no se ajusta

a lo que en inglés se quiere decir con ese término. Nos hubiera parecido mejor llamarlo

“síndrome”, palabra que los autores se vieron obligados a usar de todo modos. Copiaremos

directamente de la propuesta que los expertos formulan para la revisión Núm. V de la clasificación

de la APA, procurando una respetuosa traducción al Español.

Desorden por uso de sustancias.

a) Un patrón de síntomas y comportamientos clínicamente identificables, presente por lo menos

en el curso de un año, manifiesto por dos o más de los siguientes datos:

1. Consumo regular de una sustancia, que se acompaña de una clara disminución de la capacidad

para la realización con éxito las obligaciones normales de trabajo, estudio y deberes del hogar

(ausencias repetidas, bajo rendimiento laboral, faltas en la escuela con bajo aprovechamiento

académico, suspensiones o expulsiones, negligencia en el cuidado de los niños, etcétera).

2. Consumo recurrente de una o más sustancias, durante actividades riesgosas como conducir un

vehículo, manejar maquinarias, o estar a cargo de menores.

3. Uso continuado de una sustancia, pese que es evidente que esa conducta provoca ya problemas

interpersonales debido a los efectos de la droga (discusiones, disputas físicas, estado de

intoxicación, etcétera).

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4. Tolerancia entendida como:

a) Necesidad marcadamente creciente de consumir cada vez mayores cantidades para

alcanzar el efecto deseado.

b) Efecto claramente disminuido con el uso continuado de la misma cantidad de la droga.

5.- Síndrome de abstinencia, caracterizado por:

a) El típico grupo de signos y síntomas según la sustancia que se consume, que se presentan

al interrumpir el consumo.

b) Uso de la misma sustancia (o del mismo tipo) para combatir exitosamente los síntomas de

la abstinencia.

6. La droga se consume en dosis más altas o por un tiempo más largo de lo que se había planeado

originalmente.

7. Existe un persistente pero inefectivo deseo de suspender o controlar el consumo.

8. Se dedica mucho tiempo a las actividades necesarias para obtener la droga, usarla y sentir sus

efectos.

9. Disminución de las actividades sociales y ocupacionales, debido al consumo de la sustancia.

10. Consumo permanente y continuado, pese a que se reconoce con certeza que produce o

aumenta los problemas ya identificados.

11. Compulsión (“craving”) hacia la sustancia específica, que se calma sólo con su consumo.

Velasco Fernández, Rafael (2011).El consumo de drogas: la tarea preventiva (págs. 13 -43). Xalapa - Veracruz: Secretaría de Educación

Pública-Subsecretaría de Educación Superior-Dirección General de Educación Superior Universitaria.

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LA PREVENCIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS.

Lo primero que el educador debe saber es que el problema del uso de sustancias adictivas entre

los jóvenes se puede prevenir. Parecería que estamos formulando una afirmación innecesaria,

pero no es así. Todavía existen intelectuales y académicos (por alguna razón casi siempre son

escritores y economistas) que dicen lo contrario, para ellos la prevención fracasa, la batalla contra

las drogas está perdida y lo mejor que podemos hacer es disminuir los daños que de todos modos

se producen. Nada de extraño tiene que muchos de ellos estén a favor de la legalización de una o

de todas las sustancias ilícitas, por cierto con argumentos nada científicos y con un

desconocimiento sorprendente del fenómeno de la adicción, que es, en la última instancia, el

problema a prevenir.

Una evidencia abrumadora sustenta nuestro dicho que las adicciones son prevenibles. Aún en los

países como EUA que tiene un grave problema de consumo, se han obtenido logros notables. En el

año 2004 se anunció una baja ostensible del consumo de mariguana y otras drogas entre la

población juvenil, aunque de ninguna manera se puede asegura que esos países se encaminan ya

hacia la disminución progresiva e irreversible del fenómeno. Las naciones del norte europeo

representan la mejor muestra de los avances preventivos. Suecia y Noruega, por ejemplo, han

bajado los niveles de consumo de drogas, incluido el alcohol, a un grado suficiente para afirmar

que es un problema de salud controlado. En otras regiones se ha logrado por lo menos detener el

avance de este moderno fenómeno, y existen razones para esperar mayores éxitos.

Sería equivocado concluir que estos datos prometedores se deben a cambios sociales que no

conocemos bien, pero que influyen en los jóvenes para no iniciarse en el consumo de drogas. Si

bien tales cambios deben existir, la razón más probable del éxito son más de 30 años de esfuerzos

preventivos que ha permitido identificar las estrategias y acciones más efectivas, mismas que ya

forman parte de los programas de los últimos tiempos. Digámoslo así: la prevención es ahora

mejor y sus bases son realmente científicas. Ha terminado por fortuna el tiempo de las

<<ocurrencias>>, de las ideas de <<expertos>> (que muchas veces no lo eran) que dominaban

temporalmente, y hasta de las distorsiones de la realidad que permitían abrigar esperanzas

infundadas.

Decíamos que en Suecia sea logrado grandes avances en materia de prevención del consumo de

drogas. Es conveniente que sepamos a qué se deben sus triunfos, ya que seguramente hay en las

estrategias elementos aplicables en los países en desarrollo. Brevemente mencionaremos los

puntos esenciales del enfoque sueco, con la seguridad de que tienen utilidad y dan al maestro una

visión más general de las acciones que deben incluirse en los programas preventivos. Todas

tienen que ver, unas más que otras, con las funciones encomendadas a los maestros de educación

primaria, secundaria y bachillerato. Simplemente las enumeramos, incluyendo breves

comentarios.

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1.No-permisividad social hacia las drogas. Sin concesiones, la sociedad sueca ha creado un rechazo

firme al consumo de sustancias ilegales. Se ha logrado una sensibilización de las familias para no

aceptar, por principio, el uso de drogas que causan adicción. Y no se aceptan la división que suelen

hacer otros países entre drogas <<blandas>> y drogas <<duras>>. Por supuesto, se conocen las

diferencias respecto a la capacidad de generar adicción y sobre los riesgos para la salud; sin

embargo, para efectos de la prevención todas las drogas ilegales se consideran igualmente

peligrosas.

2. El programa preventivo de Suecia incluye la información, en la escuela y fuera de ella, sobre los

efectos de cada droga en el organismo a corto y largo plazos, usando principalmente las técnicas

interactivas y los medios de comunicación masiva. Dentro y fuera de la escuela los jóvenes reciben

información verídica, realista y objetiva sobre los riesgos de consumir sustancias adictivas.

3. Se practica una prevención secundaria muy efectiva para diagnosticar los casos iniciales y hacer

su referencia forzosa a los servicios de salud para su atención. La obligatoriedad de establecer un

tratamiento involucra a la escuela, a la familia y al consumidor.

4. Se considera al adicto un enfermo con derecho a recibir tratamiento adecuado. Se emplean

para ello modelos de atención a pacientes ambulatorios y modalidades institucionales (clínicas,

hospitales, centros de rehabilitación, etc.), practicando las técnicas terapéuticas que han probado

plenamente su validez y efectividad.

5. Se establecen penalidades altas por sesión de drogas ilegales y se persigue y reprime a quienes

comercian con ellas.

6. Se refuerza la lucha implacable contra el narcotráfico. Se evita lo más posible que existan drogas

<<a la mano>>, o que se puedan adquirir con facilidad por parte de los jóvenes.

En los países en desarrollo los programas preventivos tienen menos probabilidades de éxito por

tres factores principales en opinión del autor: a) se encuentra con escasos recursos para ese fin; b)

se siguen estrategias y políticas equivocadas que ya fueron aplicadas en el pasado sin logros

visibles, y c) se carece de personal suficiente, verdaderamente capacitado, para llevar a cabo las

acciones programadas.

Sobre el primer hecho sólo diremos que se debe, en el mejor de los casos, a que los países pobres

destinan mayores fondos a otros problemas de salud más apremiantes; pero también a que, en

otras ocasiones, no se tiene conciencia clara del fenómeno de consumo de drogas y de su

peligrosa expansión. En lo que toca el señalamiento de que se emplean malas estrategias, sólo hay

que ver las que se proponen en foros y reuniones, sin la aportación de evaluaciones objetivas. Son

buenos propósitos sin fundamento científico que ya no deberían ocurrir, y que la relacionan con el

tercer obstáculo señalado: no contamos con el número suficiente de personas bien capacitadas

que se encarguen de las acciones que exige un buen programa.

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Nuestros especialistas, que afortunadamente son muchos e idóneos para actualizar las políticas,

estrategias y líneas de acción del gran programa integral preventivo y los subprogramas relativos

al alcoholismo, tabaquismo y la adicción a drogas ilegales, no tienen el soporte suficiente de

personal capacitado para asegurar un esfuerzo eficaz permanente y continuo en esta lucha para

reducir la demanda de drogas. Quienes van al campo de batalla no cuentan con las armas

necesarias.

Ante este panorama se puede formular la propuesta de extender la acción educativa capacitadora

mediante un gran proyecto que debe de contar con el respaldo de la sociedad entera. Un capítulo

importante, sobresaliente, es el de la capacitación de los maestros en las tareas preventivas sobre

el consumo de drogas entre los jóvenes, como ya lo mencionamos en la introducción de este

texto. Pero no los atiborremos de información inútil por excesiva. De hacerlo así, casi ponemos las

bases para asegurar la ineficacia de su participación.

La prevención en la escuela

En Algunos documentos oficiales que se proporcionan a los maestros se habla de prevención de

las adicciones, como por ejemplo en la guía para maestros publicada por el Consejo Nacional

Contra las Adicciones titulada Hacia una escuela sin adicciones. Se trata de un buen documento

que debe incluirse en el material que los profesores reciban como apoyo a sus actividades. Sin

embargo, siguiendo a los expertos, diremos que es preferible hablar de la prevención del consumo

de drogas. Son varias las razones, pero aquí señalaremos sólo dos:

a) Si decimos a los jóvenes que lo que hay que prevenir es la adicción, podrían asumir que un

consumo ocasional no representa riesgos. La realidad es que cualquier uso de una sustancia

psicoactiva representa peligros, uno de los cuales es que se puede llegar a la adicción; muchos

jóvenes caen en ella después de unas pocas <<probadas>>. Además, tratándose de sustancias

ilegales, siempre existe la posibilidad de entrar en problemas con la justicia. Por último,

constantemente se reportan casos en los que el efecto de la primera vez que se consume un

inhalable, la mariguana o la cocaína, pueden ser no sólo muy desagradables sino francamente

peligroso: el desarrollo de un estado delirante, alucinaciones, trastornos cardiorrespiratorios, etc.

Es necesario comunicar lo anterior a los jóvenes como parte de nuestra acción educativa

preventiva, ya que se trata de una realidad (no una exageración como algunos creen).

b) Está aceptado que el esfuerzo preventivo debe dirigirse a que los niños y jóvenes no se inicien

en el consumo de drogas. Hay que insistir en que no las <<prueben>>. Ello contribuye a crear un

clima social de no aceptación del uso de sustancias psicoactivas. En la medida en que se logre esto,

se estará evitando la verdadera adicción o dependencia. No empezar a consumirlas, esa es la

consigna.

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La escuela es una instancia que proporciona a los alumnos defensas para no iniciarse en el

consumo de sustancias psicoactivas. Es decir, asistir a la escuela es un factor protector contra esa

práctica indeseable. El ámbito escolar, junto con el familiar, debe de proveer a los niños y jóvenes

los instrumentos prácticos y morales para desenvolverse sanamente en la vida. Al tiempo que se

transmiten conocimientos y valores, se moldean las actitudes y se afianzan o rechazan costumbres

y prejuicios. El maestro, con su ejemplo y autoridad moral, está en situación ideal para influir en la

conducta de sus alumnos. Tomar conciencia de ello es asunto importante, si de verdad los

profesores aceptan la responsabilidad de participar en un programa preventivo del uso de

sustancias adictivas. Las escuelas en las que prestan sus servicios juegan un papel primordial,

porque es ellas donde se puede brindar información actualizada sobre las drogas y sus efectos. Por

otra parte, en el ámbito escolar se ponen en práctica muchas de las acciones que los buenos

programas recomiendan para la prevención, más allá de la información indispensable.

Una tarea importante es la identificar a aquellos que por primera vez prueban una droga o que la

usan ocasionalmente, y a quienes ya tienen el hábito del consumo. Sin duda el ámbito escolar da

al maestro una excelente oportunidad para reconocer los problemas personales, familiares y

sociales que se relacionan con el uso de sustancias capaces de provocar adicción. Por eso es que

una parte importante de su capacitación debe dirigirse a darle elementos para lograr ese

diagnóstico. Es necesario que los docentes conozcan con cierta profundidad los efectos de las

drogas más usadas en nuestro medio y aprendan a reconocer los problemas físicos y psicológicos

que provoca su consumo.

Para terminar este breve capítulo, de manera esquemática informaremos a los maestros lo que

algunos expertos señalan como las acciones de mayor valor preventivo en el ámbito escolar.

Acciones educativas e informativas

a) Enseñar los efectos de la drogas a corto y largo plazos utilizando métodos interactivos

sencillos, respetuosos y amenos. Sin dramatizar.

b) Informar sobre lo que establecen las leyes y las consecuencias de violarlas, haciéndolo con

objetividad y sin excesos. No atemorizar.

c) Colaborar con los alumnos a establecer metas positivas personales y colectivas a corto y

mediano plazos. No <<sermonear>>.

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Acciones preventivas directas

a) Favorecer la práctica del deporte, al mostrar las ventajas para su salud física y mental.

b) Estimular las actividades artísticas y creativas (música, teatro, artes plásticas, elaboración

de artesanías).

c) Desarrollar la camaradería entre los alumnos formando grupos para la ejecución de los

trabajos escolares y otras actividades.

d) Motivar a los muchachos a que favorezcan la comunicación con sus padres y maestros.

Es fácil ver que todo lo que aquí se recomienda es positivo para un desarrollo individual y social

sano, generador de bienestar y felicidad. No es sólo una estrategia contra el consumo de drogas.

Velasco Fernández, R. (2006) La escuela ante las drogas. Serie Hablemos de educación (págs. 15 -21). Xalapa – Enriquez: Secretaría de

Educación del Gobierno del Estado de Veracruz.

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¿Quiénes son los muchachos más expuestos?

El profesor de secundaria, que atiende alumnos entre los 12 y 15 años, puede identificar

fácilmente a los chicos que están en mayor riesgo de iniciarse en el consumo de tabaco, alcohol y

drogas ilegales. Sobre todo si sabe algo de su situación familiar, lo cual ocurre con frecuencia en

las poblaciones rurales y en las ciudades no muy grandes. En los últimos años los especialistas han

trabajado mucho en el campo de los indicadores de peligro, y también sobre las circunstancias que

protegen a los niños y a los jóvenes. Es conveniente conocer estas características porque permiten

reconocer a los chicos que están más expuestos.

Recientemente un grupo de investigadores del Instituto Nacional contra el Abuso de Drogas de los

Estados Unidos hizo una recopilación cuidadosa de los estudios realizados durante más de 20

años, a fin e definir con certeza cuáles son los indicadores de peligro y los de seguridad relativa.

Bajo el nombre de factores de riesgo se identificaron lo que continuación se escriben (después

haremos lo mismo con los factores protectores)

Si decidimos ir de lo más general a lo particular, hay que señalar primero estas tres

circunstancias que se refieren al hogar:

1 Hogares (caóticos): No existen reglas de comportamiento, no hay comunicación verdadera, cada

uno (hace su vida), ausencia física de uno o ambos padres, etc. Se trata de situaciones negativas,

aún peores si los propios familiares adultos consumen drogas, o si padecen alguna enfermedad

mental.

2 Educación errónea n el hogar, especialmente cuando los hijos tienen dificultades de

temperamento (falta de control y agresividad o, por lo contrario, timidez extrema y aislamiento).

3 Falta de afecto genuino en la familia, el desamor y alejamiento emocional entre padres e hijos y

entre los padres mismos.

Esos tres primeros factores constituyen situaciones extremas, muy desventajosas para los chicos,

no sólo respecto a la posibilidad de empezar a usar drogas, sino para sus expectativas ante la vida

en general. Sin embargo, no son circunstancias definitivas. Con mayor frecuencia de lo que se

cree, algunos chicos superan tales adversidades y se desarrollan más o menos sanamente, sin caer

en conductas antisociales. Hasta pueden ser de los que alcanzan éxitos inesperados, por encima

de lo que logran sus compañeros de familias bien integradas. Pero la realidad es que estas son las

excepciones que confirman la regla.

Existen factores de riesgo que se relacionan más con la escuela y con la comunidad. Veámoslos:

1 Fracaso escolar o fallas académicas. Por supuesto son muchas las razones que pueden llevar a

ello, desde la incapacidad real de aprendizaje hasta la inasistencia frecuente a clases, no siempre

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imputable al muchacho. Pero en ausencia de esas y otras causas, el mal aprovechamiento en la

escuela es un predisponente para empezar a consumir drogas.

2 Pobre adaptación social con malas relaciones interpersonales, lo mismo si se trata de

muchachos <<conflictivos>> por irritables o intolerantes, que de otros con características

diferentes: timidez, tendencia a la soledad, incapacidad para las relaciones interpersonales francas

y alegres como correspondería a su edad.

3Percepción, por parte del chico, de que los amigos y la comunidad en general aceptan el

consumo de alcohol y otras sustancias como algo << no tan malo en realidad>> esta permisividad

social se ha identificado como un factor de suma importancia: es << el foco rojo>> de una sociedad

que vivirá un aumento notable del consumo de drogas.

4 Asociación con jóvenes de conducta parasocial o francamente antisocial, dentro o fuera de la

escuela (generalmente esto último).

5 Acceso fácil a las sustancias adictivas. Muchos jóvenes comienzan a consumirlas si se ponen a su

alcance a bajo costo y con pocos riesgos de ser descubiertos; se facilita así el proceso de adquirir el

hábito y, eventualmente, de llegar a la adicción.

6 Exceso de tiempo libre. Este es un factor en el que se reflexiona poco, pero que

comprobadamente influye en muchos jóvenes, sobre todo en quienes no llenan su tiempo de ocio

con actividades positivas y saludables.

Debemos decir que los estudios psicosociales señalan que hay más de 50 circunstancias y hechos

que influyen para desviar el desarrollo normal de la personalidad, que ocurren justo en la etapa de

la adolescencia inicial y durante los años siguientes. Pero los que hemos citado son los más

relacionados directamente con la adquisición del hábito de consumir sustancias adictivas. Ciertos

autores los han agrupado para distinguir entre los que, aun siendo indicadores de peligro, implican

pronósticos diferentes. Dado que la validez de esta clasificación se ha comprobado en

investigaciones realizadas en distintos países, la transcribimos aquí configurando dos conjuntos:

a) Grupo de pronóstico benigno: jóvenes que buscan <<pasarla bien>>, sentir algo nuevo,

<<excitante>>. En ellos, los programas educativos y las intervenciones preventivas de

padres y maestros suelen ser exitosas

b) Grupo de mal pronóstico: jóvenes que previamente al uso de drogas sufren problemas

emocionales o trastornos mentales. Buscan los efectos de la sustancia para combatir la

angustia, la depresión, los estados de mal humor e irritación. En estos muchachos el riesgo

de llegar a la verdadera adicción es muy alto y es preferible buscar ayuda profesional, al

tiempo que se les brinda apoyo familiar incondicional. Recuerde el lector que estamos

hablando de quienes ya consumen sustancias ilegales.

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Vale la pena distinguir entre los factores que inducen al uso de las drogas psicoactivas por primera

vez, y los que intervienen como <<reforzamiento>>, de una conducta que ya se estableció, aun

cuando no llegue a constituir un hábito. Los que orillan más al primer consumo son:

1. Tener 14 años o más, dentro de la etapa de la adolescencia (pero puede ser antes)

2. Sentirse insatisfecho con la vida escolar, ser mal estudiante (tener bajas calificaciones, faltar a

clases, llegar tarde…).

3. Sentirse (o ser) rechazado en el hogar.

4. Considerarse impopular (séalo o no en la realidad).

5. Tener amigos que consumen mariguana.

Estos últimos datos se obtuvieron de un estudio realizado en New Hampshire, EE. UU. Se citan

aquí porque en opinión del autor coinciden en lo general con los que se pueden identificar en

México, de acuerdo con su propia experiencia.

¿Cuáles son los muchachos más << protegidos>>?

En principio, puede decirse que los factores protectores son todos aquellos hechos y

circunstancias que configuran situaciones opuestas a los riesgos que hemos descrito. Una familia

bien integrada unida por afecto genuino; por ejemplo, es una buena barrera para las conductas

desviadas de los hijos. Sin embargo, ello no garantiza la inmunidad contra los malos hábitos, ya

que los otros factores negativos, los que provienen del medio social, pueden ser tan fuertes que

derriben esa aparente salvaguarda. Entre los principales agentes defensivos, como también puede

llamárseles, éstos son los más citados:

1. Fuertes ligas emocionales en la familia.

2. Conducción firme del hogar por los padres, con reglas de conducta claras (no inflexibles), e

involucramiento en la vida y en las actividades de los hijos (y viceversa).

3. Éxito escolar, por lo menos, logros académicos aceptables.

4. Relación sostenida y continuada con instituciones prosociales, como otras familias y amistades,

la escuela, organizaciones religiosas, deportivas o humanitarias.

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5. Adopción, por convencimiento propio y decisión personal, de las normas en torno a las drogas y

al comportamiento social.

6. Asistencia a una escuela que cuente con programas preventivos contra el consumo de drogas.

Se entiende por pro – social toda conducta dirigida a proporcionar beneficios a las personas en

general, más que a uno mismo.

Se puede ver que este acontecimiento de los peligros y las protecciones, de los riesgos y los

amparos obliga a introducir en los programas preventivos acciones que tiendan a evitar los

primeros y a desarrollar y fortalecer los segundos. Si el maestro los revisa con cuidado encontrará

que, si bien sobre algunos de ellos es poco lo que puede influir, en otros la escuela resulta ser la

institución más adecuada para emprender estrategias que debiliten lo indeseable y vigoricen lo

positivo de las vidas de sus jóvenes alumnos. Si el profesor acepta plenamente la responsabilidad

que en estos asuntos le corresponde, es mucho lo que puede logara siempre que se lo proponga

sinceramente. Descubrirá sin duda que no es empresa tan complicada y que el esfuerzo rinde

grandes satisfacciones, como sólo las puede obtener quien educa en el más amplio sentido del

término. Pero es condición que sus acciones se funden siempre en el conocimiento de la realidad,

no sólo en expectativas emocionales y motivacionales afectivas.

Estas últimas, por supuesto, también son un ingrediente necesario.

Rafael, V. F. (2006). Hablemos de educación: La escuela ante las drogas. ¿Quiénes son los muchachos más expuestos (págs. 59 -63).

Xalapa - Veracruz: Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de Veracruz.

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Naciones Unidas Oficina contra la Droga y el Delito. Clases de drogas sometidas a fiscalización

internacional. Eslovaquia 2007. Disponible en:

https://www.unodc.org/pdf/26june0709/typesofdrugs_brochure_sp.pdf

Secretaria de salud. Norma Oficial Mexicana NOM -028-SSA2-2009 Para la prevención, tratamiento

y control de las adicciones. México D.F. Disponible en:

http://www.conadic.salud.gob.mx/pdfs/norma_oficial_nom.pdf

Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz; Instituto Nacional de Salud Pública;

Secretaria de Salud. Encuesta Nacional de Adicciones 2011. Reporte de Drogas. México D.F.

Disponible en: http://www.conadic.salud.gob.mx/pdfs/ENA_2011_DROGAS_ILICITAS_.pdf