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MIÉRCOLES 25 DE NOVIEMBRE DEL 2009 388 Escrituras Sangre caliente Dos libros incisivos de Màrius Carol. Uno novela las vivencias de Truman Capote en la Costa Brava; el otro reporta el hedonismo sexual en Barcelona Página 6 Espacios Paisaje del desasosiego Asociamos el otoño a un estado de ánimo decaído. La melancolía busca los escenarios que corresponden a este arquetipo paisajístico Página 22 Cuerpos tóxicos El organismo humano está contaminado por sustancias de consumo habitual. ¿Una factura por cómo vivimos? Páginas 2 a 5 En directo Pantallas para el bel canto Los grandes estrenos operísticos del mundo se retransmiten en directo. El público no va al cine a ver un filme, sino a vivir la función como si estuviera allí Página 24

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MIÉR COLES25

DENOVIEM

BREDEL2009

388

EscriturasSangre calienteDos libros incisivos deMàrius Carol. Uno novelalas vivencias de TrumanCapote en la CostaBrava; el otro reportael hedonismo sexual enBarcelonaPágina 6

EspaciosPaisaje del desasosiegoAsociamos el otoñoa un estado de ánimodecaído. La melancolíabusca los escenarios quecorrespondena este arquetipopaisajísticoPágina 22

CuerpostóxicosEl organismohumano estácontaminadopor sustanciasde consumohabitual.¿Una facturapor cómovivimos?Páginas 2 a 5

En directoPantallas para el bel cantoLos grandes estrenosoperísticos del mundo seretransmiten en directo.El público no va al cinea ver un filme, sino avivir la función como siestuviera allíPágina 24

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Protesta de activis-tas de Greenpeacecontra vertidos deDDT en el río Cincaen agosto del 2004PABLO OTÍN / EFE

Miquel Porta Serraes investigadory catedrático deSalud Pública en elInstitut Municipald'InvestigacióMèdica yen la facultadde Medicinade la UniversitatAutònoma deBarcelona

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TEMA

MIQUEL PORTA SERRAYa sería el colmoque el viejo dicho“lo que no mata engorda”, acabasesiendoverdad. Verdad enun senti-do radicalmente nuevo y quizácruel: estudios recientes indicanque los contaminantes tóxicos per-sistentes (CTP) contribuyen a en-gordar. Lo que parece que no ma-ta, si nomata, engorda. Es una ideamuy alejada de la ancestral culturapopular, en la cual la grasa era untesoronutritivo; y amayor abunda-miento, libre de química artificial.Hoy la grasa es un enemigo y losCTP refuerzan –racionalmente–temores muy posmodernos. Re-cientemente, en efecto, investiga-dores muy respetados han acuña-doo construido el término obesóge-nos ambientales para nombrar esacapacidad que los CTP parecen te-ner de favorecer la acumulacióncorporal de grasas.Hablamos, fun-damentalmente, de agentes o resi-duosquímicos fabricadospara acti-vidades agrícolas e industriales (ypara múltiples usos cotidianos) oemitidos como desechos (caso delas dioxinas), ricos en átomos decloro, que contaminan los alimen-tos grasos en casi todo el mundo.Se considera que más del 97% delos niveles corporales de CTP delciudadanomedio occidental se de-ben a la contaminación alimenta-ria. La reacción emocional, intelec-tual y prácticaque tenemos ante es-te tipo de informaciones es emi-nentemente cultural: indiferencia,curiosidad, rechazo, perplejidad,miedo...La impregnación corporal por

CTPesotra verdad incómoda, para-fraseando el lema deAlGore sobreel cambio climático, con el que tan-tas similitudes tienen los tóxicosquenos ocupan.Entre lasmás inte-resantes (¿o debo decir inquietan-

tes?): la enorme escala temporal yfísica en la quedespliegan sus efec-tos, las incertidumbres acerca delamagnitudde sus efectos (toleran-cia a la incertidumbre y necesidadde certezas: otro tema clásico), lanegación –o negacionismo– con elquemuchos reaccionamos ante losnuevos conocimientos científicos,el aparente escaso peso de las ac-ciones individuales frente a las co-lectivas, el enraizamiento de suscausas en nuestra organización so-cial... o su invisibilidad cotidiana.Hagamos pues visible lo invisi-

ble y mirémoslo a los ojos (fíjese:esta propuesta de actitud no es ensí científica, es... ¿cultural, ética?).En el sudeste español, NicolásOlea ha analizado los niveles de 16CTPen 150placentas. En todasha-llaron por lo menos un residuo,con una media de 8 plaguicidaspor placenta (mínimo: 3 plaguici-das, máximo: 15). Compuestos co-moelDDE,DDT, endosulfán y lin-dano se encontraron en más del50% de las muestras. En Tenerife,Luis Domínguez ha estudiado laimpregnación intrauterina en cienchicas embarazadas: en el 67% delas muestras de líquido amnióticohallaron alguno de los 7 PCB y 18plaguicidas clorados. Una síntesisde estos y otros estudios está en ellibroNuestra contaminación inter-na. Si en él insisto en una idea esesta: los significados y las implica-ciones culturales de los estudioscientíficos no se desprenden jamásautomáticamente de sus resulta-dos empíricos.Y, como bien explicaba La Van-

guardia el pasado 19 de agosto, enla población general catalana na-die está libre de alguno de los 19compuestos que analizamos. El62% tiene más de 10 compuestos;la mayoría, en concentracionesmuy inferiores a las de una relativaminoría. El 88% tiene restos del in-secticida DDT, cuyo uso se prohi-bió en España hace más de treintaaños. Es un ejemplo (¿o un símbo-lo?) de uno de los retos culturalesmás difíciles: la escala temporal, lacronicidad, el arraigo o enraiza-miento–iba adecir encarnizamien-to– sociocultural de los contami-nantes persistentes.Hablamos de incorporación de

CTPenel sentidobiomédico tradi-cional de exposición, absorción ydepósito, pues nuestra fisiología esincapaz de metabolizarlos. Es unhecho.Algomáscapazde excretar-los es nuestro sistema o corpus so-cial. Demodo que incorporación serefiere también a cuerpo, como elanglosajón embodiment, conceptoclaveen antropología y saludpúbli-ca. Si necesitamos razonar sobrenuestros cuerpos individuales y so-ciales, ¿dóndeestán las ciencias so-ciales? ¿Y los filósofos, lingüistas,artistas...?Unade lasmuchas cosasque necesitamos es integrar mejorcultura, biología, medio ambientey salud pública.Los resultados deAndalucía, Ca-

narias o Catalunya que he esboza-

do no tienen nada de raro: hallaz-gos similares se han obtenido enCalifornia, Canadá o Suecia, en to-das las sociedades cuyas organiza-ciones ciudadanas e institucionespromueven sistemas de vigilanciasobre el impacto que la contamina-ción ambiental tiene en la salud co-lectiva (advierta: creo que partedel debate es sobre quiénmueve elmundo...). Podríamos decir queesos resultados son normales. Peroquizá sea mejor llamarlos habitua-les –usted dirá...–. O mejor decirquehoy endía sonhabituales, dadoque durante millones de años lonormal (esta vez sin cursiva) fueque sus concentraciones en los se-res vivos fueran cero. Sólo desde elfin de la Segunda Guerra Mundialempiezan los CTP a contaminarde forma generalizada la especiehumana. El perfil de contaminan-tes que hoy almacenan los cuerposde nuestras poblaciones es una au-téntica huella de nuestra historiaeconómica y cultural. Si hablamosde cuerpos y medio ambiente, delo interior y lo exterior, de indivi-duos y poblaciones, de conciencia,alienación, políticas, ¿por qué elmundo de la cultura habla tan po-co sobreCTP? ¿Ydónde está la po-lítica? Pues a veces sí está, lo sien-to. Un ejemplo entre bastantes: elinforme de la Generalitat de Cata-lunya sobre los CTP.¿Qué hacer? ¡La pregunta es in-

herentemente sociocultural y polí-tica! ¿Qué hacemos los científicossolos improvisando respuestas deaficionado? Ah, sí, una cosa pode-mosdecir con certeza: con los tóxi-cos persistentes no hay lugar don-

de esconderse, apenas hay escapa-toria individual, sólo colectiva. Só-lo si individual y colectivamenteimpulsamos cambios económicosy socioculturales de calado y siste-masdeprotección colectiva, dismi-nuiremos la contaminación indivi-dual y colectivade la generación si-guiente a nuestros nietos. Es otrohecho (¿existen hechos?, algunoscreen que no, yo creo que sí). Po-dríamos discutir las implicacionesculturales que tiene decirlo. Peroesto no es el colesterol o el taba-quismo.Unonopuede ir a la pesca-dería y preguntar “¿cómo va hoy elsalmón de PCB?”CTP: cualesquiera fronteras que

haya entre el exterior y el inte-

Cuerpostóxicos

Miquel Portay cols.Nuestra contamina-ción interna.Concentracionesde compuestostóxicos persisten-tes en la poblaciónespañolaLIBROS DELA CATARATA, 2009

Miquel Portay cols.Distribució de lesconcentracionssèriques de Com-postos OrgànicsPersistents en unamostrarepresentativa dela població generalde CatalunyaDEPARTAMENT DESALUT, GENERALITATDE CATALUNYA, 2009

Amartya SenThe idea of justicePENGUIN, 2009

Geoffrey RoseLa estrategiade la medicinapreventivaMASSON, 1994

Marshall Marinker(ed.)Constructiveconversationsabout health,policy and valuesRADCLIFFE, 2006

Claes BernesPersistent OrganicPollutants: aSwedish view ofan internationalproblemSWEDISHENVIRONMENTALPROTECTION AGENCY,1998

Instituteof MedicineDioxins anddioxin-likecompounds in thefood supply.Strategies todecrease exposureTHE NATIONALACADEMIES PRESS,2003

Everet M. RogersDiffusionof innovationsFREE PRESS 2003

Christophe DejoursTrabajoy sufrimientoMODUS LABORANDI,2009

Serge Moscovici,Gabriel Mugnyy Juan AntonioPérez (eds.)La influencia socialinconscienteANTHROPHOS, 1991

Serge MoscoviciPsicología de lasminorías activasMORATA, 1981

EN INTERNET

www.ecodes.org

www.istas.net

www.imim.es/pro-gramesrecerca/epi-demiologia

www.proyectoin-ma.org

www.fmcs.urv.cat/ribefood

www.ehponline.org

www.mma.es/portal/seccio-nes/calidad_contaminacion/quimi-cos/pops/plan_nal_conv_estocolmo.htm

www.epa.gov/internatio-nal/toxics/pop.htm

www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed

La contaminación humana por compuestostóxicos persistentes (CTP) es la factura porcómo vivimos (pero no el castigo). Tomamoslos CTP como ejercicio y reflexionamos sobresus significados e implicaciones culturales

En la ancestral culturapopular, la grasa eraun tesoro; hoy la grasarefuerza temores muyposmodernos

La reacción antelos CTP es cultural:indiferencia,curiosidad, rechazo,perplejidad, miedo...

Bibliografía

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BERTA CHULVI (doctora en Psicología So-cial y periodista).Lacontaminaciónhu-manapor agentes químicos ambienta-les (AQA)plantea especiales dificulta-des en el terreno de la sensibilizaciónde la población por dos razones. Pri-mera: es un fenómeno que se producesinque el sujeto tenga evidencia y con-trol. Segunda: la gravedad de sus re-percusiones. La combinación es ex-plosiva: si hay algo sobre lo que la gen-te no quiere saber es aquello que pue-dematarle (odañar a los suyos) y fren-te a lo que no puede hacer nada. Sinembargo, es un imperativo ético ha-cer algo; sobre todo para las personasque sabenque la utilizacióndedetermi-nados productos daña la salud de laspersonas y su descendencia (Christo-phe Dejours, 2009). Siguiendo a Eve-rett Rogers (Diffusion of innovations,1962), es necesario que la poblaciónmejor informada se implique en accio-nes que permitan que entre un 15 y un20 por ciento de la población esté bieninformada sobre los efectos de losAQAy las alternativas que existen. Es-te grupo actúa entonces como agentede sensibilización a partir del cual sepuedeesperar que despegueunproce-so de sensibilización suficiente. Tam-bién la teoría de la influencia socialminoritaria (Serge Moscovici, JuanAntonioPérez)hadivulgado losmeca-nismos que permiten generar proce-sos de conversión cuando la fuentedel mensaje está enminoría. Además,en el caso de los AQA es clave la ac-ción de gobierno. Como elmiedo antelo que nopodemos controlar es el res-ponsabledeque lamayoríade los suje-tos sean impermeables a la informa-ción sobre los efectos de los contami-nantes ambientales, la mejor manerapara que se quiten ese chubasquero estener pruebas de que sí se pueden ha-cer cosas para evitar el riesgo. La úni-ca manera de desatar el nudo gordia-no quehace que la poblaciónmire ha-cia otro lado es que desde la adminis-tración se impulsen medidas que de-muestren que sí es posible hacer algopara evitar la contaminación de laspersonas.Cuantomás cercana a la ciu-dadanía sea la administración queadopte medidas, mejor.

FERNANDO G. BENAVIDES (catedráticode Salud Pública, UPF).Ahora que ya losabemos, la pregunta es qué hacer. Lacontaminación química es un hechonuevo en la historia de la humanidad.Pero podemos aprender del impactopositivo que han tenido vacunas, anti-bióticos, o la potabilización del agua.Así hemos ido construyendo nuestroactual sistema de salud. Ahora hemosde lograr que nuestro sistema de sa-ludnos ayudea construir una respues-ta global para proteger la salud de to-

dos los ciudadanos, los ya contamina-dos y los que aún no lo están. La pre-vención es lo único razonablementefactible que podemos hacer. Pensaren los hijos de nuestros hijos nos llevaa imaginar un sistema de salud que nose limita a diagnosticar y tratar a indi-viduos enfermos, sino que actúa en losámbitos económicos y políticos en losque se modela la salud de la sociedad.

DOLORES ROMANO (ingeniera agróno-ma). En el mercado europeo existenunas 150.000 sustancias químicas, se-gún los datos publicados en junio del2009 por la Agencia Europea de Sus-tancias y PreparadosQuímicos.Hastaesa fecha todos creíamos que eranunas 104.000.Hasta que a fabricantese importadores se les ha exigido queinformen sobre qué sustancias quie-ren fabricar o importar enmás de unatonelada al año. ¿Cómo es posible queno se sepa qué sustancias fabrican oimportan las empresas europeas?Mezclando estas 150.000 sustanciasse fabrican millones de artículos deconsumo (cosméticos, productos dehigiene, pinturas, ordenadores, jugue-tes, textiles). Se han realizado evalua-ciones de los riesgos para la salud y elmedio ambiente de 101 de estas sus-tancias, únicamente. Sí, sólo se hanrealizado estudios suficientementecompletos de los riesgos para la saludyelmedio ambientede ciento una sus-tancias, no es un error de imprenta.Además, se conocen algunas de las ca-racterísticas toxicológicas, ecotoxico-lógicas ypeligrosas deunas 8.000 sus-tancias y se sabe que al menos unas1.500 son cancerígenas, mutágenas,tóxicas para la reproducción, alteranel sistema endocrino, sonmuy persis-tentes o muy bioacumulativas... o to-do ello a la vez. ¿Cómo es posible quehaya un desconocimiento generaliza-dode las propiedadesde la ampliama-yoría de las sustancias presentes enlos lugares de trabajo y hogares? Elnuevo sistema europeo que pretendeponerordenen esta situación, el regla-mentoReach, exige que las sustanciasmáspreocupantes requieranunaauto-rización para poder ser comercializa-das, y prevé gestionar unas diez auto-rizacionesde sustancias al año. ¿Cuán-tos años será necesario que pasen pa-ra evitar la presencia de estas sustan-cias en los productos de consumo?¿Podemos vivir sin estar expuestos atóxicos? ¿Queremos exigirlo quienespodemos hacerlo?

RICARD TRESSERRAS (médico, expertoen promoción de la salud). En nuestroimaginario, la enfermedad en un indi-viduo tiende a relacionarse con sushá-bitos de vida y actitudes personales.Así, el efectode las exposicionesnega-

Eldebate cultural sobre la contaminaciónhumanaporcompuestos tóxicospersistentes tienemúltiples facetas.Recogemos la aportaciónde algunos expertos

Lo colectivo es atractivo (y factible)rior, ellos las cruzan. Disueltosen las grasas de los indispensablesalimentos, en concentraciones infi-nitesimales. No hay frontera, pla-centa, mucosa, membrana que val-ga. CTP, la poderosa metáfora.Nuestra pertenencia al mundo ex-terior. Lo invisible, real. Lo real, in-visible.El hecho es que en muchas po-

blaciones del mundo detectamosCTP y otros tóxicos (mercurio, ar-sénico, plomo...) en todo tipo dematrices biológicas: sangre veno-sa, sangrede cordónumbilical, teji-do adiposo, placentas, líquido am-niótico, leche materna... Si la co-nexión con los correspondientesprocesos–embarazo, lactancia, ali-mentos... infertilidad, desarrollo in-fantil, enfermedad, vejez, muerte–no tiene relevancia cultural, quevenga Dios y lo vea.

Sistema del sistemaLa contaminación humana porcompuestos tóxicos persistenteses la factura por cómo vivimos,una de ellas; pero no un castigo. LacontaminaciónporCTPes un con-flicto (¿o le suena mejor proble-ma?) socioecológico y sanitario in-herente anuestrosmodelosde eco-nomía y cultura. Los contaminan-tes tóxicospersistentes son sistémi-cos: un elemento característico delsistema. La distribución poblacio-nal de los CTP es el resultado denuestra organización social, cultu-ra, hábitos individuales y colecti-vos. Consecuencia de las políticaspúblicas y privadas que promove-mos o aceptamos (consumidores,sindicatos, cooperativas, empre-sas, grupos de presión). Es el resul-tado de las componentes más acti-vas de esas políticas y de las másnegligentes: de sus omisiones y ru-tinas cómplices, de quienes eligenno visualizar los muertos, el sufri-miento y los gastos (económicosconvencionales y no) que los CTPcontribuyen a causar.Entonces, ¿a quién le damos la

culpa? Porque hay que buscar cul-pables, ¿no? O responsables, o...“Piove, porco governo”... Lamalva-da industria, la incineradora... Su-gerencia: pensemos en la lentitudcon la quenuestras conductas coti-dianas responden a las propuestasde reducción del uso de plásticos.Aunque en él sólo habla un poco

de salud pública –y nada de CTP...,faltaría–, en su último libro (Theidea of justice) Amartya Sen es per-suasivo al subrayar las sólidas co-nexiones causales que existen en-tre valores, democracia, justicia, li-bertad, economía, medio ambien-te... y la capacidad real de llevaruna vida humanamente plena. LosCTP son un buen cauce para pen-sar cómovivimos. Ymorimos. Pro-pician un esencial debate sobrenuestros valores.Debemos y pode-mosdesear, ganar, ejercer ydisfru-tarmás libertad.Entremuchosmo-tivos, para no pagar la cruel factu-ra que nos cobran los CTP. O co-mo prefieran llamarla. |

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tivas para la saludpasa a ser responsa-bilidad del individuo y este, a su vez,puede ser visto como culpable de suenfermedad. La verdad es que existenalgunos riesgos para la salud que seencuentran muy lejos de las decisio-nes personales. La contaminación porcompuestos químicos ambientales es-tá en ese ámbito de los posibles ries-gos globales. Posibles, porque no to-das las cosas que nos afectan global-mente son un riesgo para la salud.Nos abruma y asusta que algo que novemos y contra lo que personalmenteno podemos hacer nada pueda dañarnuestra salud. ¿Quéhacer? Saber y ac-tuar.Aunque la acciónpersonal parez-ca irrisoria, es posible ser un agenteactivo en el ámbito ciudadano, exi-giendo las medidas de control y pro-tección necesarias. Los esfuerzos lle-vados a cabo desde la administraciónsanitaria para conocer los niveles ac-tuales de contaminación humana porcompuestos químicos persistentesson encomiables: implican la volun-tad de saber y el compromiso de vigi-lar y controlar. Es además una formaadecuada de abrir un espacio de de-bate necesario, sin generar miedo nialarma.

ANDREUSEGURA (presidente de la Socie-dad Española de SaludPública y Adminis-tración Sanitaria, Sespas). La presenciade compuestos tóxicos persistentes(CTP) en los organismos animales, in-cluidos los seres humanos, es conse-cuencia de los cambios que experi-menta la biosfera con el desarrolloadoptado por la humanidad. Un mo-delo basado en el crecimiento econó-mico que ha conducido a una expan-sión extraordinaria de la especie hu-mana en el planeta. El desarrollo ex-ponencial de las actividades humanasresulta positivo a corto plazo para laexpansión demográfica, pero implicamodificaciones biológicas sensibles,cuyas consecuencias sobre la saludson –aunque inciertas– suficiente-mente preocupantes. Las consecuen-cias patológicas de la exposición a losCTP son, además, un ejemplo de pro-blemas de salud cuyos determinantesbásicos son sociales, culturales y eco-nómicos. Por ello, nopueden afrontar-se individualmente, sino que requie-ren intervenciones colectivas –políti-cas, en el sentido más genuino de lapalabra–. La inteligencia y, más parti-cularmente, la tendencia de los huma-nos a buscar explicaciones de los pro-cesos que observamos fue, en sus orí-genes, una aptitud favorable paraadaptarnos al entorno. Necesitamosahoraque esta capacidadde compren-sión de la vida sirva para modular lasconsecuencias denuestras propias in-tervenciones, no sólo individuales y lo-cales, sino sociales y globales. Y enuna escala temporal que nos trascien-de. Algo insólito para cualquier espe-cie biológica. Tal vez es el momentode continuar el sueño del conceptomismo de humanidad.

FERRAN BALLESTER (investigador en sa-lud ambiental). Desgraciadamente, a

menudo la valoración de los riesgospara la salud asociados al consumo dealimentos se realizademanera separa-da de la de sus posibles beneficios pa-ra la salud.Unejemplo es el del consu-mo de pescado durante el embarazo.El pescado contiene proteínas y otrosnutrientesde alta calidad, y pocas gra-sas saturadas, que aumentan el riesgocardiovascular. Una dieta equilibradaque contenga pescado ayuda a preve-nir problemascardiovasculares y favo-rece el desarrollode los niños. Sin em-bargo, algunos tipos de pescado con-tienen productos tóxicos, como mer-curioopoliclorobifenilos.Dichos tóxi-cos podrían constituir un riesgo parael desarrollo de las funcionesdel siste-ma nervioso en grupos de poblaciónvulnerables (como el feto o los niñosmáspequeños). Por todo ello, las prin-cipales agencias de salud del mundorecomiendanque lasmujeres embara-zadas y los niños pequeños consumanpescado dos o tres veces a la semana,pero que eviten comer los que tienenmás mercurio: los depredadores, losmás grandes y los más grasos (comoel pez espada o emperador). Existenmuchos tipos de pescado de conteni-do bajo en mercurio (la mayoría delos pescados blancos, y también sardi-na, boquerón, sepia, calamar, pulpo).En uno de nuestros estudios hemosvisto que, al nacer, el 72% de los 554niños analizados presentaba un nivelsanguíneo demercurio superior al re-comendadoporun respetado organis-mo gubernamental norteamericano(5,8 microg/l); el 14% superaba los 22microg/l. En dicha contaminación in-fluye el consumo materno de ciertostipos de pescado. Es, pues, urgenteque las autoridades adopten accionespara minimizar la exposición de laspoblaciones vulnerables a tóxicos.Los otros agentes sociales deben tam-bién contribuir a construir estosmen-sajes teniendo en cuenta las posibili-dades cotidianas de la gente corriente.Las medidas más eficientes, igualita-rias y justas serán lasmedidas colecti-vas que eviten la contaminación demedio ambiente, aire, agua y, sobre to-do, de los alimentos.

JESÚS IBARLUZEA (epidemiólogo). Lostejidos que acumulanCTP se parecena los estratos de hielo de los glaciares.Se dice que en ellos podemos leer al-gunas características denuestra civili-zación. Con otra precisión cronológi-ca, nuestro organismo también nospermite conocer algo de la historia denuestra vida, incluso de la denuestrosprogenitores. La representación dedeterminadas actuaciones en los me-dios de difusión y el manoseo de tér-minos no siempre produce los efectosdeseados. Cuando todo el mundo ha-bla de un problema no sabemos quiénasume la responsabilidad de resolver-lo. ¿No se estará también producien-docierto efectode diluciónde respon-sabilidades? Aunque algunos se lo es-tán tomando en serio, en el batiburri-llo sobre losCTP todavíahaymás ima-gen que verdad. |INTERVENCIONES RECOGIDAS POR MIQUEL PORTA SERRA

En las imágenes, unaavioneta fumigaAtenas (Grecia) conDDT en 1946 paraprevenir una epide-mia de cólera; usodoméstico de DDTpara matar insectos

en los años 50; enEE.UU. a mediadosdel pasado siglo,fumigación de niñoscon DDT, lo que seconsideraba inocuo;y tres muestras decarteles publicitarios

de productos domés-ticos que conteníanDDT para combatirlos insectosFOTOS ARCHIVO / GETTY

IMAGES