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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE NUEVO LEON FACULTAD DE PSICOLOGIA PSICOLOGIA CLINICA IV “El discurso histérico” NOMBRE: Juan Francisco Vázquez Juárez. GRUPO: 10° B MATRICULA: 1314753.

Verden Sayo

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Psicoanalisis

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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE NUEVO LEON

FACULTAD DE PSICOLOGIA

PSICOLOGIA CLINICA IV

“El discurso histérico”

NOMBRE: Juan Francisco Vázquez Juárez.

GRUPO: 10° B MATRICULA: 1314753.

Monterrey, Nuevo León a miércoles, 26 de mayo de 2010.

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I. Introducción.

Si existe algo que podría llamarse la esencia del psicoanálisis, es la importancia

otorgada a la palabra, a la puesta en palabras, a la apuesta de que el inconsciente

se estructura como un lenguaje. Esto lo sabemos desde el principio, desde Freud

hasta Lacan y su famoso retorno. Pero no estuvo solo en este descubrimiento.

Estuvo acompañado por esa figura sufriente, desdeñada, quejosa, víctima de un

útero errante que marcaba el cuerpo. De brujas y hechiceras del Malleus

Malleficarum a trastornos histriónicos de la personalidad en el actual Manual

Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Bien dice Braunstein (2006)

que una cierta tradición impone que el analista comience a hablar acerca de la

histeria y de las histéricas haciendo un elogio y manifestando su gratitud porque

ellas son las inventoras del psicoanálisis, las que forzaron al Freud medico a callar

y las que enseñaron a escuchar. La represión, el deseo, los fantasmas, las

formaciones del inconsciente, los chistes, los actos fallidos. Ellas dieron las claves

de las neurosis y del aparato psíquico.

Sin embargo, así como la histérica hace al analista, el análisis mismo también

produce histéricas. ¿Cómo es esto? Es necesaria la existencia de una estructura

histérica para que el mismo dispositivo comience, la existencia de una demanda

de saber hacia el Otro, una queja que genere una duda. Demanda que por medio

de la llamada neurosis de transferencia hacia la figura del analista, el sujeto que

supuestamente sabe. Y la histeria hablara si el análisis así lo pide.

Hable de la palabra. Evocadora del goce en tanto que goce y palabra se limitan

uno y otro, de un otro al Otro. Así lo muestra la experiencia analítica. Pues solo

hay goce en el ser que habla (parlêtre según un neologismo lacaniano en tanto ser

que habla y porque habla es ser) y porque habla. Así Freud, al abandonar las

concepciones médicas puramente visuales y al comenzar a escuchar; es que se

encontró con un goce trasvasado en la palabra, el deseo y la división; aquí es

donde Lacan fue más lejos, al otorgarle una estructura discursiva, de vínculo

social. De esto es de lo que nos ocuparemos.

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II. Desarrollo.

Hagamos un poco de historia. Freud fundo un nuevo paradigma de estudio de la

humanidad en contraposición de los modelos clínicos de la medicina, los cuales

por medio del enfoque científico partían de la observación y descripción a la

clasificación y generalización. Un “diagnostico correcto” será aquel que por medio

de una serie de entrevistas se llegara a la clasificación del paciente dentro de los

ejes de los trastornos por medio de sus características. Es decir, serás

esquizofrénico si cumples con al menos seis elementos de ocho…Sobra decir que

esto es estúpido, ya que inmediatamente nos damos cuenta de que nadie entra en

esta psicología de manual.

En cambio, el método freudiano escuchaba a todos los pacientes y de cada

historial surgía una única categoría, el propio analizante; cuyos núcleos se

encontraban en el mito: Edipo, Narciso. Y qué decir del mito creado del padre

primordial de Tótem y Tabú. Aquí es donde entra Lacan, al avanzar desde el mito

hacia la estructura formal que los gobierna, cuyo resultado es la teoría de los

cuatros discursos. Citando a Verhaeghe (1999) los criterios diagnósticos basados

en este modo de pensar al sujeto, sujeto del lenguaje en tanto que al dar una

estructura lingüística proporciona un punto de partida; el otro recibe un lugar

prominente en el diagnostico; el núcleo del sistema tiene que ver con el goce y es

generador de un cierto tipo de vinculo social, definición lacaniana de un discurso.

Nos interesa en este momento la estructura del discurso histérico. Deberemos

admitir en el lector cierto conocimiento sobre los conceptos, ya que no es fin de

este ensayo hacer una extensa revisión.

Este es la estructura básica del discurso. Se compone de cuatro elementos.

Vayamos por partes. En el nivel superior tenemos una relación básica, el discuros

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inicia cuando alguien habla, el agente. Y el que habla lo hace para dirigirse a otro.

De esta relación entre emisor y receptor hay un efecto, una producción. Si nos

damos cuenta, casi no hay diferencia entre esto y la teoría de la comunicación

clásica. Donde aparece la originalidad del psicoanálisis es lo que se encuentra

debajo del agente, la posición de la verdad. Esto es completamente freudiano, el

hablante es impulsado por una verdad, verdad que no tiene porque ser conocida.

El agente en sí mismo es un semblante de esa verdad que se encuentra debajo de

él. Esta verdad también produce que el acto mismo de comunicación sea

quebrado, puesto que, y también en Freud; una verdad no puede decirse toda.

Nunca existirá una relación de satisfacción con el otro en tanto que no es posible

decir todo, con la demanda nunca satisfecha por este corte, un decir a medias que

lleva a la repetición.

Además de estos cuatro elementos, encontramos dos disyunciones: en el nivel

superior, la disyunción de imposibilidad; y en el nivel inferior la impotencia. La

primera, la de imposibilidad. Puesto que el agente es solo semblante de la verdad

de su deseo que lo impulsa, verdad que no puede verbalizarse completamente al

otro. La comunicación perfecta está marcada por esta imposibilidad. Disyunción de

impotencia. Puesto que es imposible la comunicación perfecta con el otro, la

producción del discurso nunca coincidirá con la verdad del agente. Si existiera la

posibilidad de una verbalización completa de la verdad hacia el otro, este otro

respondería con una producción apropiada. Ninguna producción responde a la

verdad del agente.

Los cuatro discursos son formas diferentes de adoptar una posición en relación al

fracaso del principio del placer y cuatro maneras de evitar el goce. Representan

cierto deseo y su fracaso. Las posiciones son las mismas, los términos serán los

que rotaran. Términos surgidos de la concepción lacaniana del inconsciente y la

estructura del lenguaje. Para que exista una estructura lingüística mínima es

necesario la existencia de por lo menos dos significantes: S1 como lo que

representa al sujeto (sujeto dividido $) ante el resto de los significantes S2. Por

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último y no menos importante, el objeto @, el objeto perdido más allá del lenguaje,

imposible de aprehender.

Ahora bien, ¿Cómo se ubican estos elementos dentro del discurso histérico y cuál

sería su dialéctica?

En el lugar del agente, el sujeto dividido más allá de la satisfacción, pues su

verdad es el objeto ya perdido. Ella encarna el deseo, deseo siempre insatisfecho.

Deseo dirigido al otro en forma de demanda por efecto de los significantes. Pero

no a cualquier otro, sino a un Otro, un amo que responda a la demanda de saber,

saber sobre el deseo y deseo sobre el saber. Un saber que nunca coincidirá con el

objeto @, siempre escurridizo.

Así niega su castración dirigiendo la demanda de su deseo al amo al extremo de

producirlo para que le otorgue el saber. Se presta a ser aquello que necesita el

otro para que llegue a ser ese Padre Primordial potente. Pero de su potencia

deberá dar pruebas, pruebas que nunca serán las que ella quería, “no era eso lo

que quería…” la impotencia del saber producido por el amo frente al deseo nunca

alcanzable. Esto da sentido a lo que comúnmente se dice: “si lo tienes, ya no lo

quieres; y si no lo tienes lo quieres”.

Un cuarto de giro a la izquierda, el amo. Y a la derecha, el analista. Así se ubica el

discurso histérico, entre el amo que crea y analista que la escucha. La misma

pregunta es dirigida al analista, el sujeto supuesto saber en turno. Este último

deberá encarnar la posición del objeto vacio, de la nada en donde se puede ubicar

el deseo. O en palabras de Laura Cevedio (2006), “la cura psicoanalítica confirma

el discurso histérico invitando al paciente, sin tener en cuenta su estructura, a que

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hable, con la consigna de que hablando mostrara su división y asi podrá encontrar

su posición subjetiva”.

III. Conclusiones.

Si bien resulto un poco difícil el decidir el objeto de este ensayo y la lectura

necesaria no es completamente accesible para cualquier persona, creo que he

logrado (o al menos así lo pienso) dar aunque sea una pequeña visión de la

noción del discurso, su función y estructura en lo que se llama discurso histérico.

Discurso que vincula en tanto establece formas de relación con el otro, el deseo y

el goce. Debo decir también que por los fines mismos del ensayo, he tenido que

verme en la penosa necesidad de escindir lo que es una teoría del inconsciente

bastante amplia y de contenidos escabrosos. Cualquier pregunta que haya

quedado en el lector, puede remitirse a las fuentes originales o a los autores que

le han dado continuidad a la obra psicoanalítica.

Como se dijo, este discurso no es exclusivo de aquellos cuya estructura

corresponde a la histeria, sino que más bien es condición del análisis el

establecimiento de la demanda de saber sobre el síntoma. ¿Analistas o amos?

¿Damos respuestas o invitamos a la pregunta? La moneda esta en el aire…

IV. Bibliografía.

André, S. (2002) ¿Qué quiere una mujer? Siglo Veintiuno Editores. Buenos Aires.

Braunstein, N. (2006) El Goce. Un concepto lacaniano. Siglo Veintiuno Editores. .

Buenos Aires.

Cevedio, L. (2006) La histeria. Entre amores y semblantes. Editorial Síntesis.

Madrid.

Verhaeghe, P. (1999) ¿Existe la mujer? Paidos. Buenos Aires.