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Universidad Pedagógica Nacional Licenciatura en Filosofía Seminario de filosofía contemporánea y actual Cristian Camilo Sánchez Rodríguez. De la relación entre la singularidad existencial y la universalidad proposicional. A continuación me ocuparé en un primer momento de realizar una reconstrucción de los problemas abordados por Kierkegaard en la figura de Johannes Climacus en lo que toca a la relación de su vida con la llamada filosofía eterna. En un segundo momento me remitiré a tratar algunas cuestiones que se consideran pueden ser puestas en discusión. Con el subtítulo ¿Cómo se relaciona el individuo con esa proposición? Johannes Climacus continúa en una indagación por el modo en que el individuo entabla un vínculo con la primera de las tres proposiciones enumeradas que versa de la siguiente manera: La Filosofía comienza con la duda. Asunto que lo inquietaba y que lo hacía referirse a las expresiones de los denominados filosofadores, quienes se remitían a la proposición con argumentos como el siguiente: «esta proposición no pertenecía a ningún filósofo particular, es una proposición de la filosofía eterna, quien quiera que deba pertenecer a la filosofía debe adherir» (Kierkegaard, pág 61). Dicha remisión le parecía inquietante, pues lo motivaba a precisar ¿qué se quería decir con la expresión filosofía eterna? Posiblemente que era una filosofía que escapaba a la esfera de la temporalidad, pero si escapaba a la temporalidad era algo que también era esquivo para el acceso del individuo a causa de su condición temporal. Este asunto de la eternidad viene desarrollándose desde el apartado anterior con inquietudes por parte de Climacus como esta: «Pensaba que fuera un misterio que la filosofía moderna fuera histórica y eterna a la vez, y, aún más, que ella misma fuera consciente de ello. Ésta es ciertamente una unión como la unión de las dos naturalezas en Cristo» (Kierkegaard, pág.55) Si fuera el caso, desde una mirada preliminar el intérprete podría asumir que en la modernidad hay casos similares al de Cristo, con hombres que parecen moverse dentro de lo eterno y lo temporal, de ahí que 1

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Universidad Pedagógica Nacional Licenciatura en Filosofía

Seminario de filosofía contemporánea y actualCristian Camilo Sánchez Rodríguez.

De la relación entre la singularidad existencial y la universalidad proposicional.

A continuación me ocuparé en un primer momento de realizar una reconstrucción de los problemas abordados por Kierkegaard en la figura de Johannes Climacus en lo que toca a la relación de su vida con la llamada filosofía eterna. En un segundo momento me remitiré a tratar algunas cuestiones que se consideran pueden ser puestas en discusión.

Con el subtítulo ¿Cómo se relaciona el individuo con esa proposición? Johannes Climacus continúa en una indagación por el modo en que el individuo entabla un vínculo con la primera de las tres proposiciones enumeradas que versa de la siguiente manera: La Filosofía comienza con la duda. Asunto que lo inquietaba y que lo hacía referirse a las expresiones de los denominados filosofadores, quienes se remitían a la proposición con argumentos como el siguiente: «esta proposición no pertenecía a ningún filósofo particular, es una proposición de la filosofía eterna, quien quiera que deba pertenecer a la filosofía debe adherir» (Kierkegaard, pág 61). Dicha remisión le parecía inquietante, pues lo motivaba a precisar ¿qué se quería decir con la expresión filosofía eterna? Posiblemente que era una filosofía que escapaba a la esfera de la temporalidad, pero si escapaba a la temporalidad era algo que también era esquivo para el acceso del individuo a causa de su condición temporal. Este asunto de la eternidad viene desarrollándose desde el apartado anterior con inquietudes por parte de Climacus como esta: «Pensaba que fuera un misterio que la filosofía moderna fuera histórica y eterna a la vez, y, aún más, que ella misma fuera consciente de ello. Ésta es ciertamente una unión como la unión de las dos naturalezas en Cristo» (Kierkegaard, pág.55) Si fuera el caso, desde una mirada preliminar el intérprete podría asumir que en la modernidad hay casos similares al de Cristo, con hombres que parecen moverse dentro de lo eterno y lo temporal, de ahí que siendo personajes anclados históricamente puedan referir un adhesión con la eternidad.

Este tipo de argumentos que proponen lo eterno de la filosofía lo inquietaban llevándolo al punto de la preocupación, casi a las instancias de un desaliento en el alma, posiblemente por no encontrar el camino que lo vinculara con la filosofía eterna, pero, quizá existía una esperanza como se cuenta en el relato, que se posicionaba en la segunda parte de lo dicho por los filosofadores: «cualquiera que tenga la intención de pertenecer a la filosofía, deberá adherir a esto (es decir, la filosofía eterna)» (Kierkegaard,pag.61). Esta expresión de sus contemporáneos parecía no sacarlo del todo de su desaliento pues «pensaba que las palabras eran tan bellas que no podía dejar de escucharlas, así como uno, cuando se siente melancólico, no aparta la mirada del pájaro silvestre en el cielo. Cualquiera que tenga la intención de pertenecer a ese mundo debe unirse a ellos, y sin embargo, nunca nadie lo ha visto volando con ellos» (Kierkegaard, pág 62). En esta cita se trata de exponer la situación por la que estaba pasando Johannes Climacus, pues si bien de un lado se abría la esperanza de encontrar un sendero para adherirse a la filosofía eterna, del otro el sendero no tenía una señalización, y la distancia entre la adhesión y la intención era tan amplia que se podía comparar con el vuelo de ese pájaro silvestre, lejano y distante.

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Bajo ese estado de la cuestión su preocupación investigativa versaba sobre « (...) Cómo el individuo singular debe relacionarse con esa proposición y, consecuentemente, cómo el individuo singular debe unirse a la filosofía» (Kierkegaard, pág. 62) Asunto que en un principio no dejó de generarle más dolencia pues no comprendía por qué los filosofadores no intentaban formular una suerte de carta de navegación, es decir, un ¿cómo? en relación a la vinculación con la proposición. Esto en vista de que a su parecer la posibilidad de adhesión en términos de enunciación estaba para ser contemplada, pero no exista un atisbo del proceder en ese relacionarse de la idea con su singularidad.

En relación con su preocupación, entra en la escena de los argumentos otra remisión por parte de los filosofadores que si bien reconocían que la filosofía comenzaba con la duda, ahora escuchaba que «el comienzo de la filosofía es triple; el comienzo absoluto es el concepto, que es además el fin del sistema, el concepto del Espíritu absoluto; el comienzo objetivo es el absolutamente indeterminado concepto de ser, la más simple determinación que existe; el comienzo subjetivo es acto de la conciencia, por el cual esta se eleva a sí misma a pensamiento, o coloca la abstracción» (Kierkegaard,pág 62) Dicha cuestión parecía no satisfacer el espíritu inquieto de Johannes Climacus, pues ahora no solo se manifestaba que el comienzo de la filosofía era la duda, sino que la remisión contenía una definición triple en la que se hablada de un comienzo absoluto, el concepto del Espíritu absoluto, un comienzo objetivo, y un comienzo subjetivo. Es decir, antes de tener una claridad en relación a la propuesta de que la filosofía comienza con la duda se estaban dando tres definiciones más, sin una clara relación entre la primera y las últimas propuestas.

Ante dicha situación, Climacus opta por encontrar un comienzo de la filosofía en las últimas proposiciones: «Si alguno de los comienzos mencionados fuera ese por el que preguntaba, entonces sabía bien que debía ser el tercero, pues la reflexión sobre el comienzo absoluto y objetivo de la filosofía debía cederse a aquellos que ya habían llegado a ser filósofos» (Kierkegaard, pág. 63). Así, en su opinión el comienzo subjetivo era el acontecer del neófito en filosofía, y esto se relacionaba con su situación particular y posible vínculo con el filosofar.

Ahora bien, una vez se hubo manifestado que el comienzo subjetivo era aquel en que el neófito se comenzaba a convertir en filósofo, Johannes Climacus se ocupa de dar una definición más precisa de la categoría comienzo subjetivo ante la que manifestó: «es la obra de la conciencia, por medio de la cual ésta (es decir , la conciencia) se eleva a sí misma sobre el pensamiento, o a colocar la abstracción»(Kierkegaard, pág. 63) Cuestión que no tardó en llevarlo a otra encrucijada pues esta elevación parecía conducirlo al mismo lado al que lo llevaría la duda, es decir «Si, de este modo, para llegar a filosofar se elevara a sí mismo sobre la sensación y otro por la misma razón dudara de la sensación, quizás ambos llegaran al mismo lugar, más el movimiento sería diferente, y el movimiento era efectivamente eso por lo que él preguntaba más particularmente»(Kierkegaard, pág. 63) Es decir, en efecto su preocupación esencial radicaba en el llamado movimiento que no podría ser el mismo y necesitaba precisión. Por ello, decidió continuar indagando, siguiendo el deseo de la pregunta como se enuncia en la narración, un deseo que se encontraba en su alma.

Para continuar con la indagación decidió dar un giro a la interrogante. Ahora se preguntaba ¿Cómo se relaciona el individuo con esta proposición que enuncia? Para tratar de encontrar una solución a esta segunda interrogante se ocupa en un primer momento de examinar la posibilidad de que la relación con la proposición fuese de tal modo que sin necesidad de una

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previa enunciación por parte del enunciador su querer decir fuese algo que se comprendiera. Es decir, a pesar de que no existiera una manifestación previa en el lenguaje existiría un tipo de contenido semántico. Así, su intención se hace explicita con un ejemplo que para el caso podría conducir a cuestionar la proposición que embarga su sentir. Dicho ejemplo tiene que ver con el concepto de admiración: «Por ejemplo, aunque nunca nadie hubiera explicado qué significa admirar todo ser lo habría hecho de todas maneras» (Kierkegaard, pág. 64) Remisión que convoca a pensar que además de la proposición central y sus exclusiones a periodos históricos precedentes, si se examinan bajo la misma óptima del contenido y no de la enunciación, lo que se hizo en la antigüedad también merecería la categoría de comienzo, pues es algo de lo que se participa a pesar de que no fuese en principio colocado en el lenguaje. Cuando se dice que el ejemplo puede implicar un cuestionamiento es en la medida de que no solo la filosofía habría comenzado con la duda, sino también con la admiración, que a pesar de ser algo que no se enuncia como en la primera proposición es un proceso que posibilita la filosofía.

Una vez se hubo transitado por esta ejemplificación, Johanes Climacus se pregunta si « ¿la proposición habría existido en sentido eterno en todos los tiempos pero, sin embargo, habría sido descubierta en el tiempo? (Kierkegaard, pág. 64) En otras palabras, de un lado se preguntaba por la posibilidad de que la inquietante proposición tuviese características semejantes a las de la matemática. Y del otro se sumaba el hecho de que para un intérprete desprevenido de lo que se dice en la narración no exista extrañeza en el hecho de captar lo eterno desde lo temporal, asunto que en ultimas conduciría de nuevo a la cuestión de la temporalidad y si se quiere al bien conocido ejemplo sobre la naturaleza de Cristo.

Ahora bien, este interrogarse continuo de Johannes lo conduce a preguntar por la personalidad de quien enuncia la proposición. Esto en la medida que se explora la posibilidad de que la relación del individuo con la proposición que enuncia tenga algo que ver con esferas como el carácter o la personalidad. De ahí que dependiendo de esta esfera se manifieste que en el caso de las proposiciones matemáticas sin importar quien la enuncie esta seguiría siendo la misma, pero al contrario en el caso de las no matemáticas entre las que cuenta las religiosas o las éticas podría terminar siendo una suerte de charlatanería.

Para continuar la argumentación en relación a la esfera de la personalidad y la proposición central se elabora una remisión a la enunciación de las proposiciones matemáticas, de modo tal «Para enunciar una proposición matemática se requiere un talento matemático (…) de que uno que no posee talento, pudiera hacerlo, la proposición entonces conservara su verdad, su verdad matemática, es decir su verdad esencial (…)» (Kiekegaard, pág. 65) cuestión que se contrapone a lo que sucede con las proposiciones no matemáticas en las que «si alguien posee talento suficiente para ver todo lo que implica una proposición tal, talento suficiente para enunciarla, no se sigue de allí que él mismo crea en ella o que la realice (…)» (Kiekegaard, pág. 65) Esto en últimas deja ver la diferencia que existe entre los dos tipos de proposición, que radica en el hecho de que las primeras sin importar el quién de la enunciación sostienen su verdad esencial, mientras que las segundas por más que exista un quién de la enunciación que tenga el talento para enunciarla, de eso no se sigue la consecuencia de que éste tenga creencia en ella, ni mucho menos de que en ella exista una especie de verdad en esencia. En últimas lo que quiere exponer el autor con esta comparación es que el tipo de proposición pertenece a una categoría en la que no se puede exigir una necesidad de tipo matemática. Por lo tanto, el comienzo de la

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proposición debería ser subjetivo, es decir, que aquel que la enunciara debería descubrirla si se quiere en un proceso autónomo.

Ante lo anterior es conveniente resaltar el hecho de que esa pregunta por ¿cómo se relaciona el individuo con esta proposición que enuncia?, de fondo expone la inquietud de Johannes por comprender cómo se relaciona él mismo desde su vida con la proposición en el momento en que la enuncia.

En cuanto se terminó de transitar por el anterior cuestionamiento que en últimas propone que el comienzo de proposición debería ser subjetivo, Johannes Climacus continúa preguntando por ¿Cómo se relaciona el individuo que recibe esta proposición con quien la enuncia? En otras palabras, se preguntaba por el tipo de relación que en su vida personal entablaría no solo enfocándose en la proposición de manera autónoma, sino pensado en un posible quién que la enuncia. Dicho asunto lo conduce a otras interrogantes que a mi parecer exponen situaciones y preocupaciones existenciales de Johannes

(…)¿Debe ser creída de tal manera que el individuo no hace lo que la proposición dice pero cree que el otro lo ha hecho? (…) En tal caso, por cierto, la proposición no fue enunciada de modo totalmente correcto pues la filosofía no comenzó entonces por el individuo que duda sino por la creencia de que el filósofo tal ha dudado por él (Kierkegaard, pág. 66)

Esta remisión expone que Johannes se encontraba inquieto por la posibilidad de que en su vida tuviese que aceptar al enunciador como una suerte de mesías, que en algún momento pudo filosofar por todos, por lo cual ahora no queda más que creer en dicha regla de oro, pero sin optar por tomar las riendas del pensamiento y la existencia atreviéndose a pensar por sí mismo. Esta última parte merece relevancia, pues si la filosofía comienza con la duda, en ese caso la relación con el enunciador y la creencia en que este último lo ha hecho todo podría asumirse como una inconsistencia, pues no habría una apropiación de la propuesta sino un culto con una figura a la que se le concede haber dudado.

Para continuar, es conveniente resaltar el hecho de que el asunto no se quedó alrededor de la inquietud por si hubo un filósofo particular que dudo por todos, y que como Cristo se sacrificó en términos de universalidad, de lo que se sigue que no hay que llevar a la vida personal la proposición sino solo creer en ella. Más bien, Johannes se preguntaba por un tipo de apropiación en la que el discípulo promovería una muerte figurativa a su maestro, de manera tal «El primero que primitivamente había descubierto que uno debe comenzar con la duda no había estado en este apuro (…) En cambio, el individuo que debe aprender esto de otro está en un apuro y si su maestro no es suficientemente rápido, éste será sacrificado a su sabiduría» (Kierkegaard,pág.67)Remisión que sintetiza la alusión al guerrero que al momento de recibir la espada encantada del ogro siente deseo de usarla y de blandirla contra aquel que la ha depositado en sus manos. Con esta figura literaria se busca proponer que si bien el discípulo se apropia de la proposición, la relación existencial con el otro de la enunciación sería de aniquilación. Esto en la medida del advenimiento de un dudar sin rescate a ningún aporte de la tradición y de sus predecesores.

Este asunto de la relación con aquel que la enuncia se retoma más adelante, más concretamente con el papel del maestro y el discípulo, donde se manifiesta que si bien existen maneras en las que se da un trato entre la figura del maestro y el discípulo en diferentes culturas, el hecho de

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aceptar la duda como comienzo de la filosofía es otorgarle una autonomía al discípulo. Más específicamente romper los lazos que vinculan al discípulo con el maestro para que el primero se remita a un ejercicio autónomo. Cosa que de entrada no parece maravillar a Johannes, pues este se siente ante esta situación de abandono invadido por fuertes sentimientos que lo llevan a manifestar «me siento angustiando por haber llegado a la mayoría de edad tan joven, soy como una muchacha que contrae matrimonio demasiado joven (…)»(Kierkegaard, pág. 70) Alusión que a mi parecer sirve para explicar el sentir que cobijaba al neófito, pues este tendría que encontrarse y asumirse solo, y sin la esperanza de un tutor, de un vigía, se tenía que lanzar al mar abierto de una relación con la filosofía sin una figura que lo orientara.

Ahora, las preocupaciones del joven Johannes no terminaban por el hecho de verse embarcado y remando sin un horizonte de comprensión claro, pues en su afán de seguir indagando por la proposición y ¿cómo relacionar su vida con ella? decidió de nuevo prestar atención a uno de los filosofadores que agregó «uno no debe perder el tiempo dudando, debe comenzar rápidamente con la filosofía» (Kierkegaard, pág. 72) Propuesta que al momento de la interpretación se muestra inconsistente con lo que se ha venido trabajando. Esto en cuanto la proposición clave La filosofía comienza con la duda se ve problematizada al no reconocer ahora el comienzo de la filosofía a partir de la duda.

Ante circunstancias de este tipo Johannes Climacus prefiere abandonar a los filosofadores y buscar su propio camino. Para ello se ocupa de una nueva interrogante en procura de seguir indagando alrededor de posibles relaciones entre su vida y la filosofía. Para dar inicio a esta labor autónoma formula la siguiente cuestión ¿Cuál debe ser la naturaleza de la existencia para que la duda sea posible? Lo que significa que emprende la búsqueda de una condición que posibilite que en la existencia, y más comprometidamente en su existencia pueda conducir a la duda. Ante esto empieza por manifestar «(…)no sólo esto que suscita la duda en el individuo podía ser extremadamente diferente, sino que podía ser lo opuesto, pues si uno para despertar la duda en el otro hace un discurso sobre la duda, podrá de este modo suscitar precisamente la fe, lo mismo que a la inversa, la fe podría suscitar la duda»(Kierkegaard, pág. 74) Esto último implica el hecho de que la cuestión no se podía sintetizar en un discurso por la posibilidad de que se terminara generando efectos contrarios.

Bajo esta situación manifiesta que «debería tratar de hallar la posibilidad ideal de la duda en la conciencia» (Kierkegaard, pág.74) Asunto que como se verá expone la apertura a un tipo de relaciones en las que emergen categorías que se verán relacionadas con la duda. Empezando por una búsqueda de orientación en la conciencia donde algo debería permanecer inmutable a pesar del aparecer del fenómeno. Esto se realiza con el fin de precisar que los factores que producen la duda pueden ser diversos, pero si en la conciencia no existe una posibilidad para la duda, en definitiva esta no se originaría ante el acontecer del fenómeno.

Para ampliar esta cuestión Johannes reflexiona sobre la relación de la conciencia con la duda en el niño, cuestión que busca desentrañar el tipo de dinámica entre estas dos categorías. Asunto que en últimas lo conduce a proponer que la conciencia en el niño no está determinada, esto a causa de la inmediatez. Es decir, la conciencia no se define por una relación de sujeto y objeto (en relación a la duda), sino que más bien existe una inmediatez.

Dicha categoría de inmediatez genera otra interrogante « ¿No puede entonces la conciencia permanecer en la inmediatez?»(Kierkegaard, pág. 75) Cuestión que para el neófito en filosofía

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merece mayor precisión, lo que conduce a proponer una definición de inmediatez en la que se entiende que esta es la realidad, sin olvidar que dicha realidad tiene una relación de tipo mediático con la palabra. Esta relación mediática es categorizada como mediatez que para el caso en concreto es el lenguaje con el que se hace una remisión a la realidad.

A partir de esta precisión de tipo conceptual Johannes propone que «la posibilidad de la duda descansa en la conciencia, cuya esencia es una contradicción que es producida por y produce ella misma una duplicidad» (Kierkegaard, pág. 75) De dicha contradicción se pudo precisar que la conciencia se puede definir como un tipo de relación entre la realidad y la idealidad. Ahora, que si se habla de contradicción es en la medida de que al momento de realizar una enunciación de la realidad, la contradicción surge pues la realidad no es idéntica a lo enunciado, ni mucho menos lo enunciado es una mimesis de la realidad.

El siguiente paso en la reflexión del danés es realizar una precisión remitiéndose a las categorías de conciencia y reflexión: «la reflexión es la posibilidad de la relación, la conciencia es la relación cuya primera forma es la contradicción» (Kierkegaard, pág. 76) Dicho asunto se hace explicito con la incursión de las categorías de dicotomía y tricotomía, de manera tal, la reflexión se relacionaría con la esfera de las dicotomías, mientras que la conciencia es una forma de concreción en la que no se piensa en términos de dualidad sino de un ipse, es decir de otro que en este caso es el tercero que incursiona en lo dicotómico. Este tercero es la conciencia ya no como posibilidad propia de la reflexión, sino como una relación-contradicción.

Este punto es significativo pues el danés a partir de la tricotomía propone un acercamiento más certero a la duda pues « si no hubiera otra cosa que dicotomías, entonces no existirá ninguna duda, pues la posibilidad de la duda reside justamente en el tres, que coloca a dos en relación mutua» (Kierkegaard, pág. 76) Lo que en perspectiva del neófito es una forma de expresar que la duda es una categoría que inaugura la tricotomía, es decir que la duda no está al final del trípode sino que lo precede.

Esta propuesta se complementa con una última vinculación de la duda, con la categoría de interés «(…)Por eso, si alguien pensara que el así llamado pensamiento objetivo superaría la duda, sería un malentendido, porque la duda posee una forma superior que la de cualquier pensamiento objetivo, pues lo presupone pero tiene algo más, un tercero que es el interés o la conciencia»(Kierkegaard, pág 77) Con lo se quiere mostrar que la duda se presupone, atraviesa y se mantiene desde el inicio de la contracción entre lo ideal y lo ideal.

En últimas, para concluir la etapa de la reconstrucción haré mención de un tema que se deja esbozado en el último párrafo del documento que se relaciona con el concepto de repetición y que surge del examen de ese toque entre realidad e idealidad:« Que lo exterior es, eso lo veo, pero en el mismo instante lo pongo en relación con algo, que también es, algo que es lo mismo, y que además explicará que lo otro es lo mismo»(Kierkegaard, pág. 78)

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Cuestiones a discutir:

a.

La primera cuestión hace referencia al título del escrito: De la relación entre la singularidad existencial y la universalidad proposicional. Asunto que atraviesa el texto, y que me atrevería a decir se mantuvo en una tensión constante, posiblemente a causa de la situación de la hipóstasis que ha sufrido la proposición en discordia y que terminaba excediendo lo límites de una comprensión. Esto en la medida de que se tenía de un lado a un individuo anclado espacial y temporalmente que pretendia entablar una relación con algo que se expone en principio ajeno a una apropiación.

Ahora bien, una vez se llega a lo fórmula de que esta proposición debería pertenecer al comienzo subjetivo surge en mí una inquietud por el tercer componente que puede emanar de una relación dialógica entre la proposición y el individuo que la enuncia. Es decir, en el momento que se puede entablar esa relación de comienzo subjetivo me atrevería a decir que se empieza a gestar una tercer categoría que sería el sentido, es decir un proyectarse de la individualidad que consigue entrar en diálogo con la proposición.

b.

El segundo tema que se traerá a la discusión es el concierniente a ¿qué es dudar? Pues si bien se hace conveniente reconocer que esta pregunta abrió la posibilidad de plantear la relación tripartita entre la conciencia-la realidad-idealidad, a juicio personal en ese apartado del texto no se percibe de manera explícita una definición concreta a la pregunta del apartado. Sin embargo, cabe reconocer que hay matices que orientan un dudar como acto relacionado desde el momento de la reflexión y que atraviesa la contradicción.

c.

Para concluir, quisiera remitirme a un tema que si bien en principio no parece de suma relevancia, termina por ser un aporte significativo dentro de la reflexión de Johannes. Con esto me refiero a las remisiones que realiza este en situaciones que lo angustian durante sus meditaciones. Estas remisiones se pueden apreciar como relatos cortos en los que se expone la situación de expectantica y preocupación por no entablar un vínculo existencial con la proposición universal.

Estas narraciones breves se consideran parte constitutiva en la apuesta del danés por dar relevancia a su existencia, y prescindir de ellas durante la interpretación podría significar aislarse del sentir de un neófito en filosofía que busca relacionar su existencia y su sentir con determinadas máximas proposicionales.

Bibliografía.

Kierkegaard S: Johannes Climacus o el dudar de todas las cosas.Editorial Gorla. Traduccción, Notas y Estudio preliminar por Patricia Carina.

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