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87 Miguel Alfonso Martínez-Echevarría Visiones racionalistas y románticas de la empresa

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febrero 2002© Instituto Empresa y Humanismo

Universidad de NavarraISSN: 1139 - 8698

Depósito Legal: NA 638/87Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, S. A.

Diseño y producción: ENLACE Comunicación Multimedia

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Índice

Los problemas de los enfoques positivistas de la acción ....................... 5Introducción ............................................................................................ 5La dimensión social de la acción: el sentido de la justicia ................ 6Teoría de la acción y lenguaje matemático ........................................ 11

Las bases de una teoría mecanicista de la acción ................................. 13La espacialización de la acción ........................................................... 13¿Es posible una teoría mecanicista de la empresa? .......................... 20

Las bases de una teoría biologicista de la acción .................................. 21La “temporalización” de la acción ....................................................... 21¿Es posible un modelo biologicista de empresa? ............................. 26Las contradicciones del esquema marshalliano ............................... 28

El llamado modelo neoclásico de la empresa ........................................ 31La reacción romántica a la teoría matemática de la acción .................. 34

Subjetividad y teoría de la acción ....................................................... 34El sentido económico de la producción ............................................. 37El empresario frente a la incertidumbre ............................................. 39

Teorías mecanicistas de la dirección de empresa .................................. 41Taylor: la dirección como ingeniería ................................................... 44Ford: la producción para una sociedad de masas ............................. 48Fayol: la dirección como planificación ............................................... 55Sloan: el control de los directores ...................................................... 56

Una visión romántica de la tarea directiva: la postura de Marshall ..... 61Bibliografía ................................................................................................. 64Notas ......................................................................................................................66

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Nota Biográfica

Miguel Alfonso Martínez-Echevarría es Catedrático de Economía yProfesor Ordinario de la Universad de Navarra. Es también Académicocorrespondiente de la Real Academia de Ciencias Económicas y Finan-cieras y Profesor Honoris Causa de la Universidad Católica de BuenosAires. En la actualidad es Sub-director del Instituto Empresa y Huma-nismo.

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Los problemas de los enfoques positivistas de la acción

Introducción

En las décadas finales del sigloXIX, los indudables éxitos prácti-cos y explicativos de la Física, jun-to a su creciente prestigio social,contribuyeron a que el método deesta ciencia se considerase un pa-radigma respecto a todo conoci-miento que quisiese ser verdadera-mente científico. Este prejuicio fo-mentó la idea de que el único mo-do de que la Economía llegase aser una “ciencia seria”, comparablecon la Física, sería construirla entérminos de lenguaje matemático.Quedaba así planteado el siguien-te reto: ¿era posible una teoríamatemática de la acción?

El primero en aceptar este retofue Cournot, quien estableció lossupuestos metodológicos y antro-pológicos para elaborar tal tipo deteoría. Posteriormente, Walras lle-vó el enfoque de Cournot a sus úl-timas consecuencias. A partir deese momento se desencadenó uninterminable debate sobre los prosy contras de una teoría matemáticade la acción. En un extremo esta-ban quienes, como Walras, no

parecían albergar ninguna dudasobre las posibilidades del análisismatemático en el campo de la ac-ción, y en el extremo opuesto quie-nes, como Menger, se mostrabanclaramente escépticos sobre lasposibilidades de tal intento. De lamultitud de posturas que entoncesbuscaban un camino intermedioentre las dos anteriores sólo pres-taremos atención a la de Marshall,por la gran influencia que ha teni-do en el desarrollo posterior de lasteorías de la Economía y, de modoespecial, en las actuales teorías dela empresa.

Realidades como la producción,la empresa y el empresario, some-tidas a los estrictos requerimien-tos formales de una teoría mate-mática de la acción, quedaron re-ducidas a tan drásticas simplifica-ciones que, durante mucho tiem-po, constituyeron un serio obstá-culo para entender el verdaderosentido económico de tales fenó-menos. Un repaso, aunque breve,de los intentos racionalistas deconstrucción de modelos matemá-ticos de la empresa puede arrojar

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mucha luz sobre las raíces últimasde ese obstáculo y sobre las vicisi-tudes de la posterior evolución delas teorías de la empresa.

Contra lo que en un principiopudiera parecer, donde más sepondrían de manifiesto las limita-ciones de una teoría matemáticade la acción sería en la actuaciónpráctica de los hombres de empre-sa. La reflexión de Taylor sobre elmodo de organizar los talleres; deFayol, sobre cómo dirigirlos; elmodo de Ford de entender y dise-ñar la producción; o los esquemasde Sloan para dirigir las grandesplantas de producción en masa re-flejan muy bien la mentalidad delos “hombres prácticos” que, co-mo inevitablemente sucede, tras-luce una cierta concepción, más omenos explícita, de una teoría dela acción. El estudio de cómo semanifestó esto en la actuación deesos empresarios constituye unpunto de referencia imprescindiblepara entender la evolución poste-rior de las teorías de la dirección yorganización de empresas.

La dimensión social de la acción: el sentido de la justicia

Aunque el prestigio del métodode la Física fuese una de las posi-

bles razones que pueden invocarsepara explicar la aparición de unateoría matemática de la acción,hay muchas otras que también po-drían citarse. De tal modo que,más que un conjunto de razones,sería más bien el ambiente intelec-tual de la época el que contribuyóal nacimiento de ese tipo de teoría.Por encima de razones más o me-nos coyunturales, puede decirseque esa teoría estaba de algún mo-do implícita en el proyecto de Eco-nomía Política que había formula-do Adam Smith casi un siglo antes.

Se trataba, según este último,de determinar aquellos principiosde jurisprudencia, entendidos co-mo normas de organización so-cial, a partir de los cuales fuese po-sible alcanzar un tipo de sociedadcada vez más rica y civilizada. Plan-teamiento que representaba un gi-ro copernicano en el modo de es-tudiar la acción. Hasta entonces sehabía otorgado precedencia a losprincipios sobre las consecuen-cias; ahora, por contraste, el dise-ño a priori de un resultado social,considerado óptimo, se tomabacomo punto de partida que permi-tiría deducir el tipo de conductaque debían seguir los individuos.De este modo, la acción, converti-

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da en conducta, aparecía comoefecto y no como principio. Un mo-do de enfocar el problema que estáen la esencia misma de la teoríamatemática de la acción desarro-llada en el siglo XIX.

Un conjunto de factores, entrelos que se puede destacar la Filo-sofía idealista, el bonapartismo,entendido como reacción a la efer-vescencia social de la RevoluciónFrancesa, el espíritu reaccionariodel primitivo socialismo, la menta-lidad positivista y las tesis de laBiología evolucionista, caracteriza-ba el ambiente intelectual de laFrancia de finales del siglo XIX. Notiene nada de extraño que fuese enese ambiente donde se plantearala necesidad de un diseño científi-co de la sociedad que permitiera ala humanidad avanzar por la sendaque se habían propuesto los inspi-radores de la Revolución Francesa,pero sin la brutalidad y la torpezade los modos políticos revolucio-narios. Establecido el diseño obje-tivo de una sociedad moderna yprogresiva, sería posible determi-nar de modo científico y objetivolas conductas que deberían seguirlos nuevos ciudadanos de esemundo.

Este proyecto, lejos de consti-tuir una novedad, venía a repetiruna vez más algo recurrente en laya larga historia del pensamientopolítico occidental. La República dePlatón constituyó uno de los pri-meros intentos de llevar a cabo unproyecto parecido: la plena realiza-ción de la justicia sobre esta tierra.La relativa novedad del proyectode los economistas ilustrados definales del siglo XIX consistía en elmodo positivista de entender lajusticia.

Reducida a la dimensión objeti-va de sus efectos externos, únicacompatible con un enfoque positi-vista, la justicia sólo podía enten-derse como un resultado estático yexterno al agente. Es decir, comoun modo óptimo de hacer compa-tibles las consecuencias observa-bles de la acción, que se suponendadas y perfectamente determina-das a priori. Algo que está detrás dela moderna idea de definir la justi-cia como reparto de lo que ya estárealizado: “dar a cada cual lo suyo”.Modo de entender la justicia quealgo tiene que ver con el métodode la Física.

Dejar de lado el estudio de lascausas finales del movimiento ycentrarse exclusivamente en sus

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manifestaciones mensurables, ha-bía permitido a la Física dar ungran paso adelante respecto a laFísica de Aristóteles. Si la cienciade la sociedad deseaba seguir elmismo camino debía también cen-trarse en las consecuencias de laacción, olvidándose del estudio desus principios. Con este cambio deenfoque metodológico, en lugar deuna utopía orientada al “bienser”,como podría calificarse el proyectode La República, surgiría un nuevotipo de utopía orientada al “bien-estar”, que era lo que se proponíael proyecto de la Economía Políti-ca. La justicia se entendía enton-ces como un cosmos, un ordenpredeterminado, manifestación defuerzas que, como las de la Física,actúan siempre, en todo lugar y delmismo modo.

La principal dificultad con quese había tropezado el proyecto deLa República había sido la imposibi-lidad de definir a priori una comuni-dad justa. Platón había calificadoel modelo más sencillo posible, enel que cada cual se limita a satisfa-cer las necesidades más básicas,como “ciudad de los cerdos”, posi-blemente como modo de destacarsu patente falta de humanidad.Esa dificultad tiene que ver con el

hecho de que la justicia, por supropia naturaleza, se desenvuelveen el ámbito de lo existencial, don-de la acción es incesante, razónpor la que nunca podrá alcanzar suplenitud. Sin embargo, algunoseconomistas franceses del sigloXIX creyeron que era posible supe-rar esa limitación mediante la ela-boración de una ciencia matemáti-ca del bienestar. Esta nueva cien-cia sería “sólo de medios”, es decir,desconectada de los fines, ya queestos últimos quedaban supuesta-mente implícitos en el modo obje-tivo y neutral de definir a priori quées una sociedad justa. Se tratabade un proyecto que, en lo esencial,no era más que un falso desenlacea la aparente aporía planteada enLa República.

Suele ser típico de las utopíasdescribir hasta en sus más peque-ños detalles el ideal de sociedadque propugnan, como también losuele ser la incapacidad de propor-cionar el procedimiento operativopara llevarlo a cabo. Y si en algúncaso lo proponen, es también deíndole utópica. Puede decirse quemientras más perfecto y detalladoes el diseño a priori, más son los as-pectos de la realidad que se esca-pan o quedan desenfocados, y me-

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nor es la viabilidad del proyectoque se propugna. Por ello, las uto-p ías parecen un argumentoontológico: cuanto mayor es laperfección del diseño que propo-nen, mayor es la necesidad de suexistencia, pero más obturadoqueda el camino para alcanzar eseobjetivo.

La pretensión de abarcar la to-talidad de lo que puede aconteceres la esencia del espíritu de la uto-pía, ansia de universalidad que lle-va de forma inevitable a una par-cialidad tan absoluta que degeneraen pura imposibilidad. La propianaturaleza abierta e indeterminadade la acción se resiste a quedar en-cerrada en cualquier diseño a prioride todas sus posibles consecuen-cias. Todo puede planificarse me-nos la sorpresa, y pretender ex-cluirla es lo mismo que negar laposibilidad de la acción. Este espí-ritu de dar por supuesto que el co-nocimiento puede agotar la reali-dad es lo más propio y esencial delespíritu racionalista que impulsa atodas las utopías. Es ésta una acti-tud que lleva a una especie de to-talitarismo especulativo que sólotolera aquellos “imprevistos” quede algún modo resulten compati-bles con la estructura lógica del di-

seño que se impone a priori. Unaactitud que por definición imposi-bilita el desarrollo de una verdade-ra teoría de la acción.

Este espíritu positivista de re-ducir la acción a sus consecuen-cias externas y observables es pa-tente en el modo en que las teoríasfísicas del siglo XIX enfocan esaespecie de acción divina que es lacreación del mundo. Entiendenque la creación debe reducirse a suresultado observable, a un sistemaque por la propia coherencia lógicade su diseño se habría hecho autó-nomo del acto creador, de tal mo-do que se mantendría en la exis-tencia por la fuerza de su propiaestructura intrínseca. Se trata deuna idea que suelen expresar recu-rriendo a la comparación con unmecanismo diseñado por un relo-jero divino, al que una vez se “hadado cuerda” se sostiene por laperfección intrínseca de su propiadinámica. Detrás de esta concep-ción del cosmos está una visióndel mundo como sistema encerra-do sobre sí mismo, donde todo loque puede llegar a suceder ocurriráinexorablemente, y donde no tienecabida lo inesperado o lo novedo-so. Esta idea está detrás del radicalde escasez característico tanto de

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la mecánica de Leibniz, como de laeconomía de Cournot y Walras.

Suponer que la justicia puedealcanzar la perfección en el senodel devenir histórico implica la im-posibilidad de entender el sentidopropio de la acción. La distensiónespacio-temporal de la acción ad-quiere su sentido sólo cuando seconsidera que la justicia es algomás que sus consecuencias exter-nas y mensurables, y entonces sereconoce que la justicia nunca po-drá alcanzar su pleno acabamien-to. Plantear la acción sub especie in-temporalitatis, como hacen las uto-pías, es saltar sobre el abismo quesepara el ámbito de la existenciadel plano de las esencias. Un saltoque si se da convierte la acción enun enigma.

Es indudable que el hombre tie-ne incoada la plenitud esencial desu humanidad, pero también lo esque nunca llegará a alcanzarla enel plano existencial, por larga quesea su vida. En otras palabras, ladistensión espacio-temporal, o loque es lo mismo, la historia, nopuede alcanzar su propio acaba-miento. Empeñarse en aplastar lajusticia, objetivo permanente de lahistoria, en el plano de lo matemá-tico sería contemplarla en la limi-

tada perspectiva de las esencias,donde ciertamente hay perfección,pero sólo para los conceptosmatemáticos y en ningún caso pa-ra la acción que esos conceptospretenden representar. Por su pro-pia esencia, la acción es intermina-ble e imprevisible y desbordasiempre todos los diseños estable-cidos a priori. La justicia sólo tienesentido en un mundo siempre per-feccionable, como fin siempre bus-cado, pero nunca plenamente al-canzado.

La pretensión de totalizar la so-ciedad y la historia, de agotarlasexistencialmente en el plano de lasesencias, es una tremenda falsifi-cación de la realidad, que tiene co-mo primera consecuencia la elimi-nación de la acción, y que cierra laposibilidad de entender el sentidono sólo de la justicia, sino tambiénde la sociedad y de la historia. Enel plano más concreto de la accióneconómica, como luego se verá,ese modo tan reduccionista de en-tender la acción hace muy difícilelaborar una verdadera teoría de laempresa. Cuando una racionalidadse concibe a sí misma como com-pleta, cuando considera arbitrarie-dad todo lo que excluye, se con-

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vierte ella misma en una suerte desuprema irracionalidad.

Teoría de la acción y lenguaje matemático

El lenguaje matemático seconstruye mediante un salto desdela compleja infinidad de lo cualita-tivo a la rotunda finitud de lo cuan-titativo. Por ejemplo, mientras locualitativo, como la blancura, ad-mite una infinitud de gradaciones,lo cuantitativo, como el númerocuatro, no puede ser más o menoscuatro. Por eso, cuando decimos,por ejemplo, que en la rama de unárbol hay cuatro pájaros, hemosdado ese tipo de salto que es labase del lenguaje matemático. Deese modo hacemos posible lasíntesis a priori de lo simple y de lohomogéneo. En la simple opera-ción que establece el concepto deunidad, que es lo primero que se leenseña al párvulo cuando se le di-ce que un pájaro es una unidad, nodeja de ocultarse una ficción, de laque el mismo párvulo, si no esmuy torpe, no deja de ser cons-ciente. A pesar de lo que sostienenlos positivistas, no hay nada empí-rico ni en los elementos, ni en elplano mismo del edificio matemá-tico. Todo se basa en una repre-

sentación, en el nivel de lo abstrac-to y continuo, de lo que por natu-raleza es singular y concreto.

El cálculo, por ejemplo, se fun-damenta en algo que por su propiadefinición es negativo, ya que el in-finito matemático es un límite quenunca puede alcanzarse. Como di-ría Zenón, Aquiles nunca llegará aalcanzar a la tortuga. Pero, asom-brosamente, aunque se reconoceesa imposibilidad, se toma comopunto de partida el supuesto deque ese imposible ha sido alcanza-do. De tal manera, la certeza finaldel cálculo queda fundada en unaficción inicial.

Mediante esa ficción, la contin-gencia puede tomar apariencia dedeterminismo, y se hace posibleexpresar en el lenguaje de relacio-nes cuantitativas invariables loque en la realidad es imprevisible yvariable. Por ejemplo, el cálculo in-finitesimal diseñado por Leibnizno deja de constituir una ficciónque se queda en lo ideal, y sin em-bargo resulta útil porque permitebuenas aproximaciones de lo con-creto. A través de la noción media-dora del infinito, las formas sensi-bles pueden reducirse a expresio-nes matemáticas.

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Cuando se recurre a las CienciasExactas para explicar la realidad, loque se hace es producir mediantelo abstracto y continuo una diver-sidad de fórmulas y teoremas queimiten lo mejor posible la contin-gencia de lo vital. Se busca conve-nir con la realidad de lo concreto,pero sin dar cuenta de la naturale-za de las cosas. Por ejemplo, decirque un pájaro pesa veintisiete gra-mos y mide seis centímetros deenvergadura es un intento de des-cripción que deja fuera su natura-leza. De este modo, lo compuestopuede ser resuelto en lo simple,saltando por encima de su intrín-seca complejidad. Como decía Leib-niz, el cálculo infinitesimal haceposible servirse de los simples pa-ra simbolizar los compuestos. Eséste un planteamiento que llevaconsigo un serio problema herme-néutico, como pudo comprobar eldesarrollo de la Física moderna aprincipios del siglo XX.

En cualquier caso, al término desus abstracciones, el análisismatemático nunca alcanza la reali-dad sensible. Lejos de lograr quelo cualitativo quede diluido en elseno de una fórmula abstracta, ha-ce resaltar todavía más su irreduc-tible originalidad. De tal modo que

ni las construcciones matemáticasproducen la síntesis de lo real, niel análisis real alcanza lo infinito.O dicho de manera más resumida,ni el cálculo llega hasta lo concretoverdadero, ni la experiencia puedellegar hasta lo abstracto puro.

Cuando lo que se pretende esaplicar el análisis matemático a laacción, el contraste entre el deter-minismo de la solución única y laradical contingencia de la acciónllega a tal extremo que el intentoresulta inviable. La acción se esca-pa de esta trampa lógica y sólo de-ja ese rastro externo y mensurablede lo que ya ha sucedido, de lo queha quedado muerto y convertidoen irreversible. La inevitable sor-presa del futuro, esencia de la ac-ción, es lo único que una teoríamatemática de la acción nunca po-drá expresar.

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Las bases de una teoría mecanicista de la acción

La espacialización de la acción

La competencia y dominio quetenía Cournot1 del análisis mate-mático le hizo mostrarse muy cau-to a la hora de valorar sus posibili-dades en el estudio del problemaeconómico. En su opinión, la prin-cipal ventaja del lenguaje matemá-tico era la economía de expresión,ya que permitía un rigor y una pre-cisión terminológica que no eraposible alcanzar dentro de la natu-ral ambigüedad del lenguaje ordi-nario. Por eso, siempre se mostrómuy reacio a la hora de emplear elcálculo para dar solución a proble-mas económicos reales. Era muyconsciente de que en la mayoría delas ocasiones las variables econó-micas no podían medirse de formaobjetiva, ni quedaban adecuada-mente representadas mediante ex-presiones algebraicas. A pesar detodo, y siempre con las debidascautelas, Cournot llevó adelantecálculos que consideraba aproxi-maciones burdas a problemas eco-nómicos muy sencillos. Siempreinsistió en que esos cálculos nun-ca debían emplearse para diseñarplanes de acción, cosa que nosiempre respetó2.

Una de las primeras dificultadescon que Cournot se tropezó al in-tentar aplicar el cálculo matemáti-co a la acción fue darse cuenta deque una característica del agentees que resulta afectado por su pro-pia acción. Esta característicaconstituía un serio obstáculo, yaque esa contingencia hace imposi-ble toda posibilidad de cálculo. Pa-ra salvar esa dificultad se vio obli-gado a introducir la hipótesis de la“competencia perfecta”, esencialpara el posterior desarrollo de lallamada Economía Matemática. Elobjetivo de esta hipótesis era eli-minar la posibilidad de que elagente quedase modificado por suacción, con lo que de algún modose imponía su práctica desapari-ción.

El cálculo diferencial puedeaplicarse al movimiento si previa-mente se impone un principio deconservación de la acción. Porejemplo, si las pérdidas por roza-miento llegasen a ser muy impor-tantes sería prácticamente imposi-ble el cálculo. Cournot, siguiendoesta misma idea, impuso, median-te la hipótesis de la “competenciaperfecta”3, que el agente no tiene

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“rozamientos”, es decir, que no re-sulta modificado por su propia ac-ción. De este modo, proponía uncerramiento del agente sobre símismo, que le dejaba convertidoen una regla abstracta y fija de cál-culo, en una conducta determinis-ta. Sólo de este modo se hacía po-sible que el resultado final de laacción fuese único y tan previsiblecomo la dirección que seguirándos sólidos después de un choque,tras suponer que los rozamientosson despreciables.

Es posible que Cournot viese lanecesidad de imponer la hipótesisde la competencia perfecta des-pués de sus repetidos intentos porbuscar una solución matemática amodelos muy simples de interac-ción entre agentes en el seno delmercado. Se dio cuenta de que unproblema tan sencillo como elduopolio no sería matemática-mente tratable mientras la acciónde cada uno de los dos agentesfuese inestable, es decir, mientrasno se eliminase el ciclo intermina-ble de acción-reacción entre ellos.No había posibilidad de soluciónpredeterminada mientras la acciónse comportase como un sistemaabierto o no conservativo. Imponerque la acción fuese siempre la mis-

ma, como si el agente estuvieseaislado o en “competencia perfec-ta”, era el único modo de cerrar laacción sobre sí misma.

La hipótesis de la competenciaperfecta también podría interpre-tarse como resultado de una ope-ración de “paso al límite” en el es-tudio del problema de la acción.En el caso de un monopolio, elagente dispone de casi todo el po-der del mercado. En el caso delduopolio, ese poder queda dividi-do entre dos agentes; en la medidaque se vaya considerando la pre-sencia de más agentes en el mer-cado, ese poder se irá dividiendo.Cabría entonces la ficción de unsalto al límite, caso del mercadocon una infinidad de agentes, don-de cada uno de ellos tendría un in-finitésimo de poder. De este modo,la hipótesis de la competencia per-fecta vendría a ser un tipo de fic-ción muy parecida a la que funda-menta el cálculo diferencial que,como es conocido, surgió para es-tudiar el movimiento local. En esteúltimo caso, llevando el movi-miento al límite se logra ese infini-tésimo de variación, donde de he-cho desaparece el movimiento. Enel supuesto de la competencia per-

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fecta lo que desaparece en el lími-te sería la misma acción.

Cournot era consciente de quela hipótesis de la competencia per-fecta representaba una drásticasimplificación de la acción, pero deun modo que revelaba muy bien elespíritu utópico de una mentali-dad racionalista. Cournot sosteníaque con el progreso y la extensiónde las relaciones comerciales lle-garía un momento en el que lascondiciones reales del mercado seirían aproximando cada vez más alas condiciones de “competenciaperfecta”. Esta manera de pensarpone de manifiesto su fe en unaespecie de progresiva racionaliza-ción de la sociedad que llevaría aque los mercados reales fuesen ca-da vez más parecidos a los merca-dos abstractos y perfectos de losmodelos matemáticos. Además,de acuerdo con la mentalidad de laépoca, la competencia perfectaconstituía una expresión racionaldel principio democrático de igual-dad entre los individuos, que ha-bía propuesto la Revolución Fran-cesa.

Vale la pena hacer ahora un co-mentario sobre lo que Cournotpensaba del sentido del dinero. Ensu opinión, la aparición del dinero

constituía un factor imprescindiblepara la progresiva racionalizaciónde la actividad económica, para lacontinua mejora de la predicción ydel cálculo. Así como el desarrollode la industria del vidrio había per-mitido la aparición de lentes, quehabían servido para impulsar eldesarrollo de la Astronomía y laMecánica Celeste, la aparición deldinero había reducido el “roza-miento” de la acción y había posi-bilitado una continua mejora de lavisión del problema económico.Según esto, la aparición del dinerovendría a confirmar su idea de queel avance de la civilización llevaríaa una continua aproximación entrelas relaciones económicas reales ylos modelos matemáticos a prioride esas relaciones. Es ésta una vi-sión del desarrollo de la acciónque no deja de ser contradictoria,ya que la tendencia a la “compe-tencia perfecta” implica el progre-sivo cerramiento del agente sobresí mismo. En tal caso, el dinero,expresión de un tipo de lenguaje,tendería a su propia eliminación.

En los modelos matemáticos deCournot, el agente, situado en unentorno abstracto de relacionesperfectamente establecidas a prio-ri, se limitaría a aplicar una regla fi-

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ja de cálculo. Este modo de enten-der al agente se hace especialmen-te patente en la idea de empresa-rio que Cournot deja translucir enesos modelos. Se trataría de unagente que, enfrentado con unmundo de consecuencias dadas yprevisibles, calcula la mayor dife-rencia posible entre las que le sonfavorables, traducidas en ingresos,y las que le son desfavorables, tra-ducidas en gastos. Como puedeverse, este agente no actúa, sinoque más bien le acontecen cosas,es decir, está determinado por lascondiciones del entorno.

Para Cournot, la actividad eco-nómica global de una sociedad erael resultado de las decisiones deuna multitud de agentes que se in-fluyen mutuamente, complejidadque impedía que el proceso se for-mulase en términos matemáticos.De todas maneras, como luego severá, su propia hipótesis de lacompetencia perfecta se empleócomo un modo de lograr una for-mulación simplificada y abstractadel proceso económico global.

Walras4, dejando a un lado lascontradictorias reservas concep-tuales y metodológicas5 de Cour-not, llevó a cabo el ambiciosoproyecto6 de formular en términos

de análisis matemático lo que élconsideraba el problema global deuna economía. El resultado fue laaparición de una teoría estática delintercambio, basada en el princi-pio de la utilidad marginal, raretéque desde entonces se ha conoci-do como modelo del “equilibriogeneral”.

El llamado modelo del equili-brio general supone que la econo-mía es un sistema cerrado, com-puesto por agentes que conocentodas las posibles consecuenciasde sus decisiones y que son capa-ces de calcular las combinacionesde esas consecuencias que les pro-porcionan máxima satisfacción.Las relaciones de intercambio quepermitirían efectivamente alcanzaresa situación de equilibrio, en laque nadie tendría motivos paracambiar, quedarían determinadascomo resultado de ese cálculo.

Este modelo matemático deequilibro general vendría a ser elexponente máximo de la visión po-sitivista de la justicia, entendidacomo una ordenación óptima y es-tática de consecuencias de la ac-ción que se suponen dadas y per-fectamente previstas. Para Walras,la Economía es una ciencia de losmedios, en la medida en que las

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consecuencias se suponen dadas yde algún modo han sido indepen-dizadas de la acción.

Con todas estas cualificacio-nes, la actividad global de una eco-nomía podría entonces formularseen términos matemáticos como unsistema de m ecuaciones, con m-1precios y m-1 bienes, que abarcaríatodas las posibles relaciones quese pudieran establecer entre unconjunto de agentes y un conjuntode bienes. Según Walras, este sis-tema de ecuaciones tendría unasolución única, el vector de pre-cios, que llevaría a la situación deequilibrio, en la que todos losagentes habrían alcanzado la asig-nación de bienes que les reportaríasu máxima satisfacción.

Dejando a un lado los proble-mas de coherencia lógica del dise-ño, que han dado lugar a una ina-cabable historia sobre las posibili-dades de solución matemática deeste problema, es patente el carác-ter utópico de este diseño, ya quesupone una clausura temporal dela acción. Algo que el propio Wal-ras se encargó de hacer evidente,cuando, contra lo que suele ser ha-bitual en los constructores de uto-pías, se propuso explicar cómo po-

día funcionar en la práctica esemodelo matemático de equilibrio.

Lo primero que llama la aten-ción de ese intento de explicaciónoperativa de su modelo es queWalras se viese obligado a introdu-cir un verdadero agente, el “subas-tador”, que no existía en su mode-lo matemático. Parece como si sediera cuenta de que alguien ten-dría que encargarse de formar losprecios, ya que los agentes sóloeran reactivos. Por otro lado, este“subastador” tendría que ser unagente omnisciente y benévoloque, sin buscar su propio interés,se encargaría de llevar adelanteesa tarea al servicio del bienestarde todos. Su función consistiría enir proclamando precios y en obser-var las reacciones de los agentes,corrigiendo al alza o a la baja, has-ta lograr la solución de equilibriogeneral. Aunque en realidad nopodría considerarse un agente hu-mano, este hipotético “subasta-dor”, auténtico deus ex machina, seríael único y verdadero agente, en elsentido pleno del término. Me-diante este proceso de tâtonnement,o aproximación al equilibrio portanteos virtuales, de los que se en-cargaba el “subastador”, Walrastrataba de explicar qué sucedería

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en el mercado si se cumpliesen lascondiciones de competencia per-fecta. Aunque no fue capaz de de-mostrarlo, Walras estaba convenci-do de que la solución teórica delsistema de ecuaciones de inter-cambio venía a coincidir con la so-lución práctica que alcanzaría elmercado a través de las sucesivasfluctuaciones de los precios provo-cadas por el “subastador”. Resultamuy significativo que para Walraslos intercambios sólo se llevarían acabo de modo efectivo cuando el“subastador” gritase los precios deequilibrio, con lo que venía a con-firmar que su modelo era radical-mente estático y de solución única,o lo que es lo mismo, incompati-ble con un sentido pleno de la ac-ción.

El modelo de Walras pone cla-ramente de manifiesto algo queestaba implícito en la hipótesis decompetencia perfecta de Cournot:que, en ese supuesto, el dinero y elempresario resultan realidades re-dundantes o superfluas. En unmundo donde todas las posibilida-des de intercambio se suponen da-das y se llevan a cabo de forma bi-lateral y simultánea, los agentesnecesariamente tienen informa-ción perfecta, con lo que el dinero,

cuya función es salvar el tiempoentre la compra y la venta, resultasuperfluo y sólo puede desempe-ñar una función de simple numera-rio. De hecho, en el modelo deWalras, cualquier bien puede ac-tuar como dinero. Por otro lado, enese mundo, el logro del equilibrioo eliminación de todo excedente,está garantizado, con lo que la pro-ducción, entendida como genera-dora de un excedente, se haceinexplicable. Además, si cualquierbien puede ser dinero, resulta im-posible medir la producción en tér-minos de dinero, ya que los bienesse multiplicarían por sí mismos, locual es imposible. El modelo deWalras supone un mundo sin ac-ción, donde todo ha sido produci-do, y que sólo contempla la posibi-lidad de un trueque instantáneoque lleve al único y posible equili-brio.

La explicación que Walras pro-porciona de la producción y de laempresa conduce a un absurdo. Elempresario se limitaría a actuarcomo una especie de agente coor-dinador que, para cada conjuntode precios que anuncia el “subas-tador”, aumentaría su producciónsi sus beneficios resultasen positi-vos, o la reduciría si resultasen ne-

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gativos. Sólo en el caso de los pre-cios de equilibrio, cuando el bene-ficio fuese nulo, dejaría de tenermotivo para variar la producción.Según esta explicación, el benefi-cio sólo existe fuera del equilibrio,pero como resulta que esas tran-sacciones tienen carácter virtual,se puede decir que el beneficioreal no existe. El motivo de la con-ducta del empresario, la búsquedade la ganancia, resulta así contra-dictorio. En principio, y según eldiseño de Walras, el empresario nodebería estar interesado en alcan-zar el equilibrio7, sino más bien enmantener el desequilibrio.

Una interesante consecuenciaque el mismo Walras dedujo de suplanteamiento es la irrelevancia dela propiedad de los medios de pro-ducción. Si en el equilibrio no haybeneficio, el capital no recibe retri-bución, con lo que o no existe onadie quiere ser su propietario. Enotras palabras, la propiedad no tie-ne sentido en un mundo estáticode información perfecta. Walrasllegó a sostener que cualquieragente8, tanto un capitalista, pa-gando los servicios de la tierra y eltrabajo, como un trabajador, pa-gando los servicios del capital y dela tierra, podría desempeñar la fun-

ción de empresario. De esta forma,el modelo de Walras coincide conla utopía socialista que negaba lanecesidad de la propiedad de losmedios de producción.

Otra importante consecuenciaque se sigue del modelo de Walrases que la producción sólo puedeadmitirse en cuanto pura relacióntécnica de transformación de unosbienes (insumos) en otros (pro-ducto). Relación que, como carecede explicación, se supone exógenaal modelo. Sobre esta base, Clark9

trató de elaborar una teoría mate-mática de la distribución10 queacabase de una vez por todas conlas luchas entre obreros y capita-listas. Según esa teoría, cada factorsería retribuido por el último incre-mento de producto que aportase.En otras palabras, “cada factor per-cibiría lo que produce”.

Según Clark la producción noera más que una función matemá-tica continua que permitía estable-cer relaciones unívocas con susfactores, lo cual no dejaba de serun modo solapado11 de imponerun criterio arbitrario de distribu-ción del producto. No es posibleque cada uno de los factores seaproductivo, ya que ello supondríasu creación de la nada. El síntoma

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más claro de que algo no funcionaen esta teoría matemática de ladistribución es que el empresario,que ha puesto en marcha la pro-ducción, ha buscado los recursos yha llevado el producto a los merca-dos, se quedaría sin beneficio. Co-mo puede verse, el concepto deproducción ha constituido desdesiempre un auténtico rompecabe-zas para los partidarios del enfo-que del equilibrio general12.

¿Es posible una teoría mecanicista de la empresa?

Es típico del racionalismo supo-ner la completa inteligibilidad ra-cional del mundo. Una inteligibili-dad que exige que todas sus partesestén estrechamente conectadaspor relaciones de necesidad, de talmodo que haya una perfecta armo-nía entre las partes y el todo. Esésta una manera de dar solución aesa especie de síntesis del todo encada una de las partes; es suponer,como hizo Leibniz, que estas últi-mas son mónadas, caracterizadasporque esa armonía universal estáde algún modo implícita en su pro-pia sustancia individual. Dicho deotra manera, no pueden actuarmás que del modo que está previs-to, que es compatible a priori con la

armonía de la totalidad. Esto im-plica un principio de plenitud se-gún el cual no hay auténtica posi-bilidad de que no llegue a realizar-se, o lo que es lo mismo, que todolo posible es real.

Lo que se acaba de decir en elpárrafo anterior es algo muy pare-cido a lo que hizo Cournot al ence-rrar al agente sobre sí mismo me-diante la hipótesis de la compe-tencia perfecta13. Lo dejaba con-vertido en una mónada que sólo po-día actuar de forma compatiblecon la armonía preestablecida,condición que juzgaba imprescin-dible para aplicar el cálculo, o loque es lo mismo, para que la inteli-gibilidad de la acción fuese com-pleta. Como luego se verá, esadrástica reducción de la acción im-plica una suerte de irracionalidadque hace fracasar todo intento deelaborar una teoría matemática dela acción. Por su propia naturaleza,la acción es incompatible con eldeterminismo cósmico de lasmónadas.

Siguiendo el modo en que Leib-niz construyó la Mecánica, la teoríamatemática de la acción que ela-boró Cournot se basó en una “es-pacialización”. Es decir, en reducirla acción a sus consecuencias ob-

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servables, que suponía dadas deuna vez por todas. De este modo,la acción se situaba fuera del ám-bito temporal y se expresaba me-diante el conjunto finito y numera-ble de sus consecuencias. La ac-ción, que en lo existencial es con-tingente, quedaba como aplasta-da sobre el plano de las esencias,donde aparecía como un conjuntofinito y perfectamente determina-do, susceptible de tratamientomatemático.

Convertido el agente en mónada,se limita a reaccionar a una infor-mación exógena que asegura la ar-monía de la totalidad del sistema.De este modo, la hipótesis de lacompetencia perfecta, el supuestode información perfecta y el equili-

brio general, son tres modos de ex-presar la misma idea de armoníauniversal de la acción.

La espacialización de la acción eli-mina de tal manera cualquier posi-bilidad de crecimiento o evolución,que hasta los más simples proce-sos de acumulación, no sólo de co-nocimientos, sino también de ma-teriales, quedan sin explicación.Fenómenos como el capital, el di-nero y la producción resultan unverdadero enigma. La teoría de laempresa, que no sólo presuponeesos tipos de acumulación, sinoque implica la distensión espacio-temporal de la acción, queda redu-cida a algo tan simple como unaoperación de cálculo en un entor-no perfectamente previsible.

Las bases de una teoría biologicista de la acción

La “temporalización” de la acción

Inicialmente, Marshall14 tratóde elaborar una teoría de la acciónsiguiendo el planteamiento deCournot, por quien siempre mani-festó una gran admiración. Prontose dio cuenta de las limitacionesde un diseño tan estático y meca-nicista. Lo que más le había atraí-

do del enfoque de Cournot era laidea de la existencia de una ten-dencia hacia la “competencia per-fecta” en el seno de la sociedad. Esdecir, que a medida que la civiliza-ción fuese progresando se iríanproduciendo condiciones quefacilitarían cada vez más la armo-nía de la acción. Posteriormentecayó en la cuenta de que el modo

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estático en que Cournot habíaplanteado la hipótesis de la “com-petencia perfecta” resultaba in-compatible con esa interesanteidea de tendencia hacia una pro-gresiva armonía de los planes detodos los agentes.

Marshall buscaba una teoría dela acción que hiciera compatible elequilibrio, la predicción y el cál-culo con la evolución, condiciónimprescindible para entender pro-cesos como la acumulación de co-nocimientos, sin los cuales es im-posible explicar el progreso de lacivilización y el crecimiento de laeconomía. Su objetivo ideal era lo-grar una especie de síntesis entreel diseño estático, pero riguroso,de Cournot, y el enfoque dinámico,pero impreciso, de Smith. Con estefin se propuso llevar a cabo unanueva formulación de la hipótesisde la competencia perfecta, quedio lugar al llamado método delequilibrio parcial. Marshall teníamuy claro que ser economista eraalgo muy distinto a ser matemáti-co, por eso buscaba un métodopropio, una síntesis entre el rigorlógico de la matemática y la infor-mal espontaneidad de lo vital.

De todos modos, Marshall man-tuvo el enfoque positivista de la

acción, es decir siguió estudiándo-la exclusivamente de acuerdo consus consecuencias observables. Enlugar de considerar que éstas esta-ban plenamente realizadas, comohabía supuesto Cournot, creyó quese iban manifestando gradualmen-te con el transcurso del tiempo.Marshall seguía considerando, portanto, un mundo donde todo esta-ba previsto, aunque no todo semanifestaba al mismo tiempo, si-no de forma secuencial y concate-nada.

Se puede decir que el métododel equilibrio parcial diseñado porMarshall, en lugar de llevar a cabouna espacialización de las consecuen-cias de la acción, realizaba una tem-poralización de las consecuencias dela acción. Se trataba de un modode interpretar a Cournot que Mar-shall consideraba muy superior almodelo del equilibrio general deWalras15. Marshall no se inspirabatanto en el mecanicismo de Leib-niz como en el evolucionismo bio-lógico de Darwin16, que había co-nocido a través de las teorías so-ciales de Herbert Spencer. Era ésteun enfoque que juzgaba muy ade-cuado a su objetivo, pues presen-taba la evolución y el determinis-

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mo como las dos caras de la mis-ma moneda17.

La hipótesis evolucionista man-tiene la idea de un mundo dondese niega toda posibilidad a lo im-previsible, donde lo posible se irámanifestando de modo necesario alo largo del tiempo. Según esa hi-pótesis, el mundo se comportaríacomo un proceso de inexorabledespliegue de lo que tiene que su-ceder, llevado a cabo mediantecambios infinitésimos, que se en-cadenan unos con otros, de acuer-do con un principio de optimiza-ción relativa. Marshall expresó estaconcepción evolucionista de larealidad a partir de los dos princi-pios básicos de su economía: el de“de continuidad” y el “de sustitu-ción”. El primero venía a decir quela realidad no procedía a saltos, yel segundo que no lo hacía de for-ma aleatoria, sino según un princi-pio de mínima acción. De acuerdocon esta visión, la sociedad y laeconomía evolucionarían lenta yprogresivamente, actualizando po-tencias que desde siempre estabanimplícitas en su seno, hacia una si-tuación de creciente armonía ybienestar.

Aunque el enfoque evolutivo deMarshall seguía entendiendo al

agente como una mónada, su con-cepción subyacente de la historia yde la acción se correspondía mejorcon la filosofía de Hegel que con lade Leibniz. La acción se entendíacomo un despliegue hacia su ple-nitud de una racionalidad que ha-bía estado implícita desde el prin-cipio del mundo.

En la concepción que Marshalltenía del mundo y de la sociedad,todo tendía lenta e inexorable-mente hacia una situación de ple-nitud final, pero no todo se movíaal mismo ritmo, ni por las mismascausas. Por ello, el autor británicopropuso dos enfoques a la hora deestudiar el cambio social: el corto yel largo plazo18. A corto plazo,cuando la acción se realiza en untiempo y espacio relativamentebreves y limitados, el agente puedeconsiderar que todo lo demás per-manece constante, que está en unequilibrio momentáneo y parcial.A largo plazo, cuando la distensiónespacio-temporal se ha realizado,la acción habrá llegado a su mani-festación plena y se habrá alcanza-do la perfecta armonía de los pla-nes de todos los agentes.

El equilibrio a corto plazo es re-lativo y aparente, ya que las conse-cuencias de la acción no han llega-

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do a manifestarse plenamente. Sinembargo, el equilibrio a largo pla-zo es permanente y definitivo, yaque la acción habrá llegado a suplenitud. Este último y definitivoequilibrio es consecuencia de laacumulación de todos los anterio-res equilibrios a corto plazo, quese habrían ido encadenando losunos a los otros de acuerdo conlos principios de continuidad ysustitución. Como puede verse, elequilibrio a largo plazo es paraMarshall una especie de fin de lahistoria, donde la racionalidad ha-bría alcanzado su pleno desenvol-vimiento.

Por otro lado, mientras el equi-librio a corto plazo sería el ámbitopropio de la acción intencional ydeliberada de los individuos, elequilibrio a largo plazo sería el ám-bito propio de las fuerzas suprain-dividuales que, de modo imperso-nal, gobiernan la marcha de la his-toria. Fuerzas que, aunque imper-sonales, eran para Marshall resul-tado de la acumulación incesantede las acciones de cada uno de losagentes que han ido viviendo encada lugar y en cada momento his-tórico, y que han ido tomando de-cisiones en situaciones de equili-brio a corto plazo. Algo que no ha-

ce más que exponer bajo otro ro-paje la misma idea de la mano invi-sible de Adam Smith y que, en últi-mo término, remite a la supuestatendencia a la armonía universal.

Puede ahora comprobarse queel concepto de equilibrio parcialde Marshall es una variante de lahipótesis de la competencia per-fecta. En efecto, no hace más quesuponer que cada agente, a cortoplazo, dispone de un poder o capa-cidad de acción que, con el trans-curso de la historia, se irá hacien-do infinitésimo. De este modo, laincesante acumulación de conse-cuencias de la acción acabará pordiluir en lo impersonal el poderque por un instante tuvieron losagentes de cada generación. Laventaja de esta variante que haceMarshall de la competencia perfec-ta es que el agente no actúa en unespacio abstracto, donde de hechocarece de poder, como sucedía enel modelo de Cournot. Por el con-trario, lo hace en el seno de un en-torno histórico concreto, dondedispone de un poder efectivo y, almismo tiempo, está limitado porlas consecuencias de la acumula-ción de las decisiones tomadas porlas generac iones que leprecedieron19.

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La cláusula ceteris paribus sirvepara determinar las condiciones deequilibrio parcial que permiten es-tudiar cómo cada agente se com-porta en función de las condicio-nes de ese entorno. De este modo,el método del equilibrio parcialpermite resolver la complejidaddel proceso global de la acción endecisiones parciales y provisiona-les que, con el paso del tiempo, seirán haciendo cada vez más gene-rales y estables, en una continuatendencia hacia un equilibrio ge-neral y definitivo.

Mediante el método del equili-brio parcial, Marshall pretendía asímismo hacer compatible el deter-minismo de la totalidad del proce-so a largo plazo con la libre espon-taneidad del agente individual acorto plazo. Desde su punto de vis-ta, la economía estaría reguladapor fuerzas supraindividuales queno son observables a corto plazo,pero que lenta y gradualmente lallevan a un equilibrio global que,de algún modo, se sirve de la deci-sión intencional de los agentes in-dividuales a corto plazo.

Se podría decir que mientras elplanteamiento de Cournot sacabala acción del ámbito de la historia,el planteamiento de Marshall, aun-

que propiamente no devuelva laacción al ámbito de la historia, almenos la sitúa en el plano de lobiológico, donde es posible unaevolución acumulativa, aunquesea de tipo determinista.

De acuerdo con el planteamien-to evolutivo de Marshall, la ofertadisponible en cada momento seríaconsecuencia de la capacidad pro-ductiva desarrollada en el pasado.Y por supuesto, también la estruc-tura de la demanda sería fruto decostumbres desarrolladas con an-terioridad. Es decir, para Marshallla oferta y la demanda no seríansimples operaciones mentales, co-mo sucedía en el esquema de Wal-ras, sino resultado de un complejoproceso social o histórico en elque se entremezclan estructurassociales con decisiones individua-les. Para Marshall, los precios nopodían surgir de forma atemporalo instantánea, mediante simplesoperaciones intelectuales llevadasa cabo por agentes perfectamenteinformados, sino que venían con-dicionados por las decisiones to-madas en el pasado por otras ge-neraciones. Por tanto, no sólo ac-tuando sobre los precios, sinotambién sobre las cantidades, eracomo los agentes buscaban la so-

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lución que más les satisfacía a cor-to plazo. Ciertamente, el problemacentral de la economía tenía quever con el logro de una coordina-ción de los planes de los agentes,pero eso no podía resolverse, deuna vez y de forma instantánea,mediante la solución de un siste-ma lógico de ecuaciones, sino me-diante un proceso de equilibriosparciales que se desarrollaban a lolargo del tiempo, y que servían pa-ra acercarse cada vez más a esa ar-monía general de los planes de to-dos los agentes.

Para Marshall, enfocar la econo-mía sólo desde el lado de la deci-sión de consumo, un acto instan-táneo y aislado, como había plan-teado Walras con su equilibrio ge-neral, no se correspondía con larealidad, sino que había que tenertambién en cuenta la producción,un proceso que se distendía espa-cio-temporalmente y que tenía na-turaleza social. Esta dualidad de en-foques obligaba, según Marshall, adistinguir entre precio de mercado,vigente en un instante, y precionormal o promedio, vigente duran-te un periodo considerable detiempo. En el primero predomina-ba el peso de la demanda, mien-tras que en el segundo primaba el

peso de la oferta. Las decisionesde compra y venta se adelantabano se retrasaban en función de loque se considerase precio normal.Luego, a corto plazo, el equilibriodel mercado se lograba variandotanto el precio como la cantidad. Alargo plazo, el equilibrio del mer-cado surgiría con el continuo desa-rrollo de la organización y del co-nocimiento.

¿Es posible un modelo biologicista de empresa?

En el enfoque evolutivo de laacción diseñado por Marshall lamisión de los empresarios consis-tiría en llevar a cabo la aplicacióndel “principio de sustitución”. Esdecir, en elegir en cada circunstan-cia concreta aquella combinaciónde recursos y precios que permitie-se llevar adelante la producción dela forma menos costosa posible.Se trataba por tanto de una tareade adaptación al medio que reque-ría estar vigilante para mejorar losresultados presentes, siempre quehubiera posibilidad de hacerlo.Una posibilidad que vendría indi-cada por la aparición de rendi-mientos marginales decrecientes,síntoma de un uso excesivo de unrecurso y ocasión de poner en mar-

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cha el “principio de sustitución”.Dicho de otra manera, la funciónde los empresarios sería llevar losrecursos disponibles hasta el ma-yor margen de aprovechamientoposible en cada circunstancia.

El motivo que lleva al empresa-rio a aplicar el principio de sustitu-ción es que le reporta beneficio.De este modo, al tiempo que persi-gue su propio interés, contribuyede forma no intencional al incre-mento y mejora de la organizacióny del conocimiento. Se trata de unplanteamiento que, como puedeverse, no dista mucho del realiza-do por Smith.

Aunque el empresario, tal comolo entendía Marshall, no se limita-ba a calcular la cantidad óptima deproducto en función de los preciosy la tecnología, como sucedía en elcaso de los supuestos de Walras,seguía siendo un agente reactivoque se adapta a los cambios delentorno. Su estructura era la de unagente que debe mantenerse aler-ta para aprovechar las oportunida-des que le brinda un entorno queva cambiando por razones en lasque él no interviene.

El empresario no sería más queun instrumento en manos de la

“razón del mundo” que, a través desu “mano invisible”, conduce lahistoria a su clausura intramunda-na. En este sentido, tanto Cournotcomo Marshall tienen una concep-ción ergódica de las consecuenciasde la acción; es decir, incompatiblecon algún tipo de novedad radical,de tal modo que al final no hay di-ferencia entre la espacialización y latemporalización de la acción.

La temporalización de las conse-cuencias de la acción llevada a ca-bo por Marshall implica una con-cepción cosmológica del tiempo,algo muy distinto de su concep-ción antropológica. Marshall en-tendía el tiempo como una abs-tracción que manifiesta el desen-volvimiento de lo que irremedia-blemente tendrá que suceder. Unconcepto que hemos calificado decosmológico en cuanto que esedesenvolvimiento del tiempo esabsolutamente determinista.

Las limitaciones del enfoqueevolutivo de Marshall tienen suraíz precisamente en esta visióncosmológica del tiempo. Una teo-ría de la acción que dé sentido a laactividad empresarial requiere unaconcepción antropológica deltiempo. Un tiempo que sólo es realen cada instante, que tiende un

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puente entre lo que ya sucedió y loque está por venir.

Las contradicciones del esquema marshalliano

El método del equilibrio parcialconstituía una versión de la com-petencia perfecta compatible conla evolución a lo largo del tiempo,pero seguía planteando un proble-ma al que Marshall tuvo que en-frentarse pronto. Si la evoluciónllevaba a un continuado progresode la tecnología y de la organiza-ción, habría un incremento conti-nuo de la potencia transformadorade la acción, lo que podría hacerque las empresas tuvieran cada vezmayor tamaño y ocupasen mayo-res cuotas de mercado, situaciónque se opondría al logro de lacompetencia perfecta20.

Marshall no podía admitir quese pusiera en peligro la supuestatendencia a la competencia perfec-ta, ya que no se trataba de unasimple condición metodológica,sino que de algún modo represen-taba un ideal de justicia al queinexorablemente caminaba el de-venir de la historia. Debía por tan-to encontrar una solución a estacontradicción entre eficiencia ycompetencia, ya que en caso con-

trario tendría que dar razón a losenfoques socialistas, para los queel progreso de la humanidad lleva-ría a una sociedad de planificacióncentralizada en la que el individuose convertiría en una pieza anóni-ma de un solo y gigantesco meca-nismo productivo, gobernado deforma intencional y centralizada.

Marshall buscó la solución ana-lizando con más atención lo quesucedía en los procesos biológi-cos, en los que la armonía de lomúltiple parecía compatible con lafuerza vital de lo singular. Porejemplo, en el caso de un bosque,su tamaño promedio puede consi-derarse en equilibrio a corto plazo,al mismo tiempo que en su senohay árboles en rápido crecimientoy otros a punto de morir. Esto seríaposible, según Marshall, porquepor un lado los árboles del bosquecompiten por los mismos elemen-tos nutrientes, pero también seayudan mutuamente medianteprocesos de simbiosis. Al tratar deadaptarse lo mejor posible a lascondiciones de su entorno, todoscontribuyen a la estabilidad totaldel bosque.

Siguiendo el modelo del bos-que, Marshall propuso considerarque las empresas formaban con-

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glomerados, “industrias”, que pro-ducían un mismo tipo de bien. Ensu interior, las empresas compe-tían por los mismos recursos, perotambién se ayudaban mutuamen-te, creando condiciones que favo-reciesen la producción. De estemodo, igual que sucede en el senodel bosque, donde ningún árbolllega a crecer tanto que acabe poreliminar a todos los demás, tam-poco ninguna empresa puede cre-cer tanto que elimine a las restan-tes. Al mismo tiempo que la indus-tria podía estar en equilibrio, en suseno habría empresas con rendi-mientos crecientes y otras con ren-dimientos decrecientes.

En el interior de cada industriahabría, según Marshall, condicio-nes que favorecen el crecimiento ycondiciones que lo frenan. A lasprimeras las denominó “econo-mías de escala” positivas, y a lassegundas “economías de escala”negativas. A su vez, estas condicio-nes podían ser comunes a todaslas empresas, “internas a la indus-tria”, o propias de cada empresa,“internas a la empresa”. La conjun-ción de esos factores afectaba a ca-da empresa de modo diferente, se-gún sus circunstancias, dando lu-gar a que, como los árboles de un

bosque, cada una se encontrase enuna fase del ciclo vital de creci-miento y muerte propio de cada in-dustria. Era éste un planteamien-to en el que una vez más se poníade manifiesto que, para Marshall,todo estaba regulado por un prin-cipio evolutivo extrínseco, destina-do a asegurar de forma determinis-ta un equilibrio a priori o un mode-lo ideal de lo que debía ser la so-ciedad.

No obstante, había un puntoque necesitaba aclaración. ¿Cómoera posible el equilibrio de una in-dustria a corto plazo? Esto impli-caba demostrar que la curva deoferta de la industria tenía pen-diente positiva, o lo que es lo mis-mo, que cada vez habría más difi-cultades para seguir creciendo.Con este fin, Marshall sostuvo quelas economías positivas, “internasa la industria”, eran decrecientes,es decir, llegaba un momento en elque la introducción de mejoras, yafuesen tecnológicas u organizati-vas, comunes a todas las empre-sas, se ralentizaban y acababanpor estancarse. De este modo, lasindustrias evolucionaban desdeuna fase inicial de rendimientoscomunes, rápidamente crecientes,hacia una fase final de rendimien-

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tos comunes decrecientes, quevendría a coincidir con su etapa deequilibrio o madurez.

Sraffa21 puso de manifiesto lospuntos débiles22 de esta soluciónde Marshall. En su opinión, el con-cepto de equilibrio parcial y el decompetencia perfecta se implica-ban mutuamente, de tal modo queresultaba incoherente apoyarse enuno para demostrar la existenciadel otro. Por ejemplo, para explicarque las economías de escala “in-ternas a una industria” eran decre-cientes, Marshall había supuestoque la industria estaba en equili-brio parcial, o aislada de lo que su-cedía en las restantes industrias.Sólo con ese supuesto, el uso in-tensivo de un determinado factorllevaría a su rendimiento decre-ciente y, en consecuencia, se po-dría justificar la pendiente positi-va de la curva de oferta de la indus-tria. Pero a pesar de que Marshallhabía tenido la astucia de definirlas industrias en función del pro-ducto, para Sraffa resultaba evi-dente que las industrias no se po-dían aislar unas de otras desde elpunto de vista del uso de los facto-res. Era prácticamente imposibleque una industria usase ella sola latotalidad de un factor.

La conclusión a la que llegabaSraffa era que en el diseño de unateoría de la acción no quedabamás remedio que elegir entre reco-nocer la realidad del monopolio oimponer la hipótesis de la compe-tencia perfecta23, tal como la habíaformulado Cournot, con lo que to-do el empeño de Marshall por su-perar las limitaciones del enfoquede Cournot no había conducido aningún lado.

Situado ante esta disyuntiva,Sraffa optó por pensar que las in-dustrias y las empresas tienensiempre una cierta capacidad demonopolio o control de su propiaacción. Nunca se limitan a aceptaren forma pasiva el precio del mer-cado, sino que en mayor o menormedida lo manipulan. Era ésta unapostura que adelantaba la idea deque el empresario es quien buscacontinuamente cómo distinguirsede los demás, que el valor tieneque ver con esa modificación in-tencional que el empresario haceen cada momento de su acción.

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El llamado modelo neoclásico de la empresa

El futuro de la teoría económica,y más en concreto de la teoría de laempresa, dependía de la respuestaque se diese al dilema planteadopor Sraffa. Por razones entre lasque no es nada despreciable el do-minio del positivismo en el am-biente intelectual de la época, seoptó por mantener la hipótesis dela “competencia perfecta”, en suforma de equilibrio general walra-siano. Surgió entonces una teoríade la empresa muy simple y unifi-cada, que se conoce como “modeloneoclásico de la empresa”, que hasido el que se ha enseñado en lasFacultades de Economía durantecasi todo el siglo XX.

Los motivos de esa elecciónquedan muy claros en las siguien-tes palabras de Hicks: “el abando-no del supuesto de la competenciaperfecta, y la admisión del supues-to universal del monopolio, traeríaconsecuencias destructoras para lateoría económica. Cuando existemonopolio, las condiciones de es-tabilidad se hacen indeterminadasy, como consecuencia, desapare-cen las bases sobre las cuales sepueden construir las leyes econó-micas”24. Seguir la línea marcada

por Hicks implicaba que el lengua-je matemático y sus aparentes po-sibilidades pasaban a convertirseen la sustancia misma de la teoríaeconómica.

Lo que ahora se conoce comoteoría neoclásica de la empresa sereduce a una serie de ejercicios teó-ricos de optimización con restric-ciones, en los que la empresa apa-rece como un agente abstracto que,a partir de unos precios y de unatecnología, que se suponen exóge-nos, determina el nivel de produc-ción óptimo, el que proporciona unmáximo de beneficios. Su estructu-ra se apoya sobre los siguientesprincipios: a) el empresario no tie-ne ningún poder sobre la fijación delos precios, es decir, actúa en “com-petencia perfecta”; b) la empresatiene un solo objetivo: maximizar elbeneficio monetario; c) la decisióndel empresario se guía por el princi-pio marginalista de comparaciónentre el coste marginal y el ingresomarginal; d) el óptimo a largo plazocoincide con el óptimo a corto pla-zo, con lo que se supone que nohay posibilidad de errores, ni incer-tidumbre en las decisiones del em-presario; e) el empresario es el pro-

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pietario de la empresa; f) lo que su-cede dentro de la empresa no es vi-sible; la empresa se considera “unacaja negra” en cuyo seno, medianteuna tecnología dada, se combinaninsumos adquiridos en el mercadode factores para obtener un produc-to que se venderá en ese mercado.

Por paradójico que pueda pare-cer, en la teoría neoclásica de laempresa prima la visión holista so-bre la individualista. En nombre dela posibilidad de predecir se impo-ne una hipótesis de equilibrio glo-bal, o competencia perfecta, quelleva implícita una conducta maxi-mizadora por parte del agente. Enotras palabras, conducta individualmaximizadora y equilibrio generalse exigen mutuamente.

En este modelo, el empresariopropiamente no actúa, sino queson más bien las fuerzas competi-tivas del mercado las que determi-nan su conducta adaptadora. Enrealidad, el empresario no necesitadesarrollar ninguna función direc-tiva, ya que toda su actividad se re-duce a aplicar una regla de cálculoa la información que, de modo pa-sivo, recibe del medio.

En este marco, el concepto deproducción se hace ininteligible.

En su lugar, aparece una llamada“función de producción”, una purarelación técnica y objetiva25. Estoexplica que la justificación de laestructura de la empresa se rela-cione más con la técnica que conla Economía, algo que no constitu-ye una novedad, ya que tanto Smithcomo Mill consideraban la produc-ción como una especie de “caja ne-gra” que, gobernada por la tecno-logía, convertía insumos, “labor” y“capital”, en producto. Lo que pu-diera suceder dentro de esa “cajanegra” se consideraba de naturale-za técnica, y no correspondía al ob-jeto de estudio de la Economía. Lateoría neoclásica de la empresanada puede decir de cambios en laproducción que no se deban a losprecios de los insumos o a la tec-nología, ni tampoco puede prestaratención a las motivaciones deobreros y directivos, a la estructurade la organización, a la cultura dela empresa o a la tecnología. Todoeso se considera exógeno a la fun-ción de producción y a la teoría dela empresa.

Las empresas quedan reducidasa sistemas cerrados que reaccio-nan a motivos externos aleatoria-mente originados. Todas se guíanpor una misma y simple regla de

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decisión racional, tan elementalcomo un cálculo de máximos ymínimos. Movidas por esta racio-nalidad instrumental de “salidaúnica”, las empresas “toman deci-siones”, supuestamente óptimas yunívocamente determinadas porlas condiciones del entorno. ¿Có-mo sería posible analizar proble-mas de acción tan complejos comola asignación óptima de recursosen un marco donde pudiesen apa-recer nuevos recursos, nuevas pre-ferencias, nuevos modos de hacery producir desde un enfoque tansimplificado? ¿Sería operativo bus-car un máximo en un mundo en elque los medios y los fines estuvie-sen en continua expansión?

Gran parte de las patentes limi-taciones del modelo neoclásico deempresa son atribuibles a que nofue elaborado para dar respuesta ala pregunta directa por la naturale-za de la empresa, sino que surgiócomo consecuencia secundaria delintento de dar una explicación po-sitivista de una sociedad justa, esdecir, de explicar el equilibrio ocoordinación global y óptima delos planes de todos los agentes.Como ya se ha visto, esto llevó asuponer que los conocimientos re-levantes para los agentes estaban

dados, sin que fuera posible la sor-presa y lo inesperado. Sólo así sehacía posible el determinismo cau-sal y la perfecta predicción.

Podemos concluir diciendo quela síntesis entre el enfoque de Wal-ras y el de Marshall, que es lo quede algún modo está detrás de lateoría neoclásica de la empresa, sebasa en una concepción ergódica delmundo, donde todo cambia perono hay posibilidad de novedad,donde lo posible y lo real se con-funden. La elección a favor de lahipótesis de la competencia per-fecta permitió elaborar una Econo-mía que podía arrogarse la elegan-cia de las formulaciones rigurosasde las Matemáticas y la aparienciade una ciencia respetable que lepermitiría codearse con cienciasprestigiosas como la Física. Prontose empezó a tomar conciencia deque lo que se había sacrificado, untanto precipitadamente, en aras dela elegancia formal, era parte de lamisma sustancia de la Economía y,quizás, de su parte más vital y ne-cesaria. La teoría de la empresa, encuyo seno se desarrolla la acciónhumana, fue la que más perdió enla transición desde la EconomíaClásica a la Neoclásica.

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La reacción romántica a la teoría matemática de la acción

Subjetividad y teoría de la acción

El calificativo de romántica na-da tiene que ver con una concep-ción novelesca e idealizada de laacción humana, sino con una acti-tud intelectual que tiene susraíces26 en la reacción del romanti-cismo alemán, no sólo contra elhistoricismo, que negaba la posibi-lidad de una teoría económica, si-no contra el positivismo, que pre-tendía que el método de las cien-cias naturales debía ser el únicoválido.Desde el punto de vista de lateoría de la acción, quien mejorrepresenta esta reacción román-tica es, sin duda, Carl Menger(1840-1921). El punto de partidade su planteamiento era que laacción no podía quedar encerradaen el plano de la objetividadexterna bajo ningún aspecto. Sehacía imprescindible tener encuenta su radical subjetividad.Los intentos racionalistas deencerrarla en una formalizaciónobjetiva a priori, ya fuera en formade espacialización o de temporalizaciónde sus consecuencias, dejaban sinsentido la existencia del sujeto, y

estaban por tanto condenados alfracaso y la esterilidad. En opi-nión de Menger, subjetivismo yequilibrio general eran incompati-bles.

Si una parte importante de laacción, por no decir su esenciamisma, pertenece al plano de lasubjetividad del agente, era evi-dente para Menger que el papelque podía desempeñar el análisismatemático en una teoría de la ac-ción era absolutamente secunda-rio. Ahora bien, esto no quería de-cir, sostenía Menger, que hubieseque renunciar al rigor de una ver-dadera ciencia a la hora de elabo-rar esa teoría. En su opinión, me-diante el recurso a la introspec-ción, sería posible establecer unossólidos principios básicos a partirde los cuales se pudiera construirde forma deductiva y rigurosa unateoría a priori de la acción. Aunquede este modo Menger optaba porun psicologismo que acabó porlastrar su teoría, hay que advertirque no resulta esencial para el de-sarrollo de la mayoría de los argu-mentos que la constituyen.

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En opinión de Menger, los plan-teamientos de codeterminación si-multánea de los planes de todoslos agentes, núcleo del método delequilibrio general, se ajustaban auna visión utópica y totalitaria dela sociedad, en la que todo era pre-visible a priori. Esto no quiere decirque Menger no se diese cuenta dela dependencia mutua entre losagentes. Por el contrario, pensabaque todo intento de codeterminar-la requería suponerla ya estableci-da, con lo que la subjetividad pro-pia de la acción quedaba elimina-da. En otras palabras, considerabaque la hipótesis del equilibrio ge-neral era incompatible con el indi-vidualismo metodológico. ParaMenger, el agente no se limitaba auna adaptación pasiva a las condi-ciones del entorno sino que, deacuerdo con la tradición del ro-manticismo alemán, trataba desingularizarse creando su propiapersonalidad.

La acción debía entenderse co-mo un sistema abierto, un procesoen continua evolución, que bajoningún concepto podía quedar re-ducido a un conjunto de conse-cuencias predeterminadas, ni so-metido a los límites de un modelomatemático de equilibrio. Se trata-

ba de una realidad creativa, siem-pre actual, que debía estudiarse deforma dinámica, desde la perspec-tiva de un sujeto que tiene un pro-yecto que llevar a cabo y que otor-ga una interpretación subjetiva alo que sucede a su alrededor. Se-gún Menger, sólo así sería posiblerespetar el hecho de que el agentees un sistema abierto que cambiacon su propia acción.

A pesar de que en una primeraimpresión el enfoque de Mengerparece tener algunos rasgos simi-lares al de Marshall, en realidadson muy diferentes. El enfoque deMarshall, inspirado en los proce-sos biológicos, no dejaba de seruna codeterminación temporal, nomuy distinta de la codetermina-ción espacial propuesta por Wal-ras.

Desde el punto de vista de Men-ger, lo importante no eran las rela-ciones observables entre conse-cuencias objetivadas, sino las mo-tivaciones que llevan a los agentesa establecerlas. Con el fin de estu-diar estas motivaciones, Mengerpropuso el concepto de Verstehen,término alemán que puede tradu-cirse como la actitud de ponerseen el punto de vista del agente pa-ra entender así sus motivos, te-

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niendo presentes sus circunstan-cias y posibilidades. Esto quieredecir que, desde el enfoque deMenger, lo posible y lo real nocoinciden, sino que el agente actúaa partir de motivaciones o inter-pretaciones subjetivas de la reali-dad. Carece de sentido, por tanto,preguntarse si el agente sigue unaconducta maximizadora, ya que nose enfrenta con una realidad in-conmovible y objetiva, sino con unmundo humano elaborado por lacontinuada tensión entre su visiónsubjetiva de las cosas y la de losrestantes agentes que le rodean.Una tensión en la que no es fácildistinguir entre lo objetivo y losubjetivo, entre lo que es cierto ylo que es simplemente probable.Tampoco tiene sentido plantear elconcepto de justicia como un equi-librio entre consecuencias objeti-vas de una acción que se suponeya completada. Para Menger, si-guiendo en esto la tradición del ro-manticismo alemán, la sociedadno debía estudiarse como una rea-lidad última y acabada, sino comoel ámbito que posibilita la perfec-ción del individuo. En este senti-do, se podría decir que para Men-ger la justicia tiene que ver con elmodo en que el sujeto une sus

motivaciones con las consecuen-cias previsibles de su acción.

El concepto de valor adquiereentonces verdadero carácter subje-tivo, queda ligado al diferencial deenfoques sobre el sentido de lascosas que suceden. No se reduce auna estructura estática de relacio-nes objetivas, dadas de una vezpor todas, sino de algo que surgede modo cambiante, subjetivo eintencional, en la medida en que laacción se desenvuelve. Mientraspara los enfoques objetivistas, co-mo el equilibrio general, el valor esalgo ligado a una información ob-jetiva al alcance de todos, paraMenger, el valor tiene que ver conla cambiante información subjeti-va de los agentes. Donde la infor-mación es perfecta y común, todose reduce a una misma y únicaconducta, a un único agente: el su-bastador walrasiano, situado fueradel modelo. En un mundo dondela información surge con la acción,y es propia de cada agente, lasconductas son diversas según lasdistintas motivaciones.

Aunque Menger admite el con-cepto de utilidad, se niega a darleexpresión matemática, ya que esosupondría admitir la existencia deun agente capaz de establecer una

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relación unívoca, estable y objetivaentre sus necesidades y las cosas.La utilidad no admite ese tipo deformalización debido a su caráctersubjetivo. El agente de Menger nose limita a reaccionar movido pasi-vamente desde fuera, sino que esfruto de una acción siempre reno-vada. De este modo, abre nuevasperspectivas y se le plantean dis-tintos modos de actuación. La so-ciedad en la que viven estos agen-tes no puede ser un resultado está-tico sino un proceso en continuaconstrucción, un continuo apren-dizaje de cómo vivir en común.

El sentido económico de la producción

Aunque, en apariencia, Mengerno prestase mucha atención alconcepto de empresa y de empre-sario, su visión de la acción contri-buyó decisivamente a poner losfundamentos de una teoría máscompleta de la función de estosdos agentes. Se daba perfectacuenta de que para que una econo-mía funcionase era necesario quetodos sus agentes se comportasencomo empresarios, como creado-res de valor, descubridores de nue-vas perspectivas sobre el modo deentender la realidad. Tanto el con-

sumo como la distribución o laproducción eran procesos relacio-nados con la creación de valor, al-go surgido del empeño del agentepor descubrir objetivos y motiva-ciones posibles. Por contraste, nin-guna de esas tres funciones eranfáciles de explicar en una econo-mía de información perfecta, don-de de hecho no existen agentes, si-no asignaciones realizadas de for-ma impersonal. Y más aún, dondeni siquiera la diferencia entre elprecio de compra y el de venta,medida monetaria de creación devalor, resultaba fácil de justificar.

Es significativo que fuese preci-samente Menger el primero endestacar la naturaleza económicadel proceso productivo. Aunqueno ignoraba que la producción ne-cesita de un inevitable sustratotécnico, lo consideraba algo su-bordinado a su esencial naturale-za económica. Para Menger, laproducción era el proceso de or-denación subjetiva de un conjun-to de recursos, no necesariamentedados, en función de un determi-nado proyecto destinado a satis-facer una posible necesidad co-mún. Esto quiere decir que lacreación de valor, inseparable dela producción, no surge del nece-

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sario proceso técnico, sino de lasubjetividad de la ordenación delos recursos, incluida la técnica, aun fin establecido.

Menger sólo podía dotar de ver-dadero sentido económico al con-cepto de capital a partir de esteconcepto de producción. Si la pro-ducción tiene que ver con la orde-nación de unos medios a un fin,cabe entonces distinguir entre bie-nes de primer orden, ya produci-dos y destinados directamente a lasatisfacción inmediata de las nece-sidades presentes, y bienes de or-den superior, que de modo directono satisfacen ninguna necesidad,pero que resultan imprescindiblespara la obtención de bienes desti-nados a la satisfacción de necesi-dades futuras. El sentido de la or-denación de estos bienes de se-gundo orden, que no puede redu-cirse a la materialidad de las cosas,ya que incluye desde conocimien-tos técnicos y organizativos hastarelaciones jurídicas, es lo queMenger entendía por capital. Setrataba de un concepto que no erani objetivista ni materialista, sinomanifiestamente subjetivista, yaque la razón de ser del capital esta-ba en su conexión a un proyecto,

es decir, a la peculiar motivaciónde un agente.

La producción y el capital cons-tituían, entonces, un proceso decontinuada ordenación de bienes yrecursos que se distiende en un es-pacio y en un tiempo. Ordenaciónque por su propia naturaleza esprovisional, incierta e insegura, yque por eso mismo requiere unacontinuada revisión, ya que es im-posible una plena y perfecta antici-pación del porvenir, o la garantíade que la ordenación viable en undeterminado momento lo seguirásiendo posteriormente. Es misióndel empresario decidir en cadamomento si esa ordenación conti-núa siendo viable, si conviene mo-dificarla o incluso si sería conve-niente abandonar el proyecto quedaba razón de su existencia. Enconsecuencia, el valor del capitalno es algo que resida en la objeti-vidad de las cosas, sino que de-pende del acierto en la eleccióndel fin y de la ordenación de losmedios.

Sobre la necesidad de bienespresentes es relativamente fácildecir las cantidades que se de-sean, pero respecto de los bienesfuturos son grandes las posibilida-des de equivocarse. Es precisa-

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mente esta conjunción de insegu-ridad y empeño por lograr el reme-dio de las necesidades futuras, laque Menger utilizó para explicar lanecesidad de un agente como elempresario y de una institucióncomo la empresa.

El empresario no debe cejar ensu búsqueda de información sobrela situación económica en la quese desenvuelve; tiene que hacercontinuas predicciones sobre ne-cesidades futuras, llevar a cabocálculos para ver si el proceso eseficiente y decidir en cada momen-to sobre la viabilidad económicadel proyecto. Una compleja misiónque tiene un gran parecido con loque hace el descubridor o inventor.

El empresario frente a la incertidumbre

Erigir el aprendizaje, como haceMenger, en elemento central delfuncionamiento de una economíaabre la posibilidad de un funda-mento antropológico más pleno dela acción del empresario. Suponereconocer que lo propio del agentees enfrentarse con la incertidum-bre, y que para eso debe estar con-tinuamente buscando y descu-briendo perspectivas, modifican-do sus visiones subjetivas de la

realidad. Desde el plano de lo ex-terno y objetivo, esta actividad semanifiesta en la generación denuevos y mejores cauces de infor-mación, de estructuras institucio-nales que ayudan a crear un entor-no más previsible para los proyec-tos de todos. De este modo, me-diante el incremento del capital, sepuede lograr una mayor estabili-dad de la totalidad del sistema.

En el planteamiento de la teoríade la acción esbozado por Mengersubyace una idea de la sociedad yde la historia que no es tan deter-minista como la de Cournot o la deMarshall, que daban por supuestala existencia de un hipotético esta-do de equilibrio, de un ideal positi-vista de justicia hacia el que nece-sariamente tiende el devenir de lahumanidad. Por ejemplo, en el es-quema de Menger el desenvolvi-miento de la acción no implica ne-cesariamente una reducción conti-nuada de la incertidumbre, de talmodo que haya una aproximacióna un estado de información perfec-ta en el que los planes de todos losagentes estén perfectamente sin-cronizados. Por el contrario, la in-certidumbre más que eliminarse serenueva, es decir, surge en formade nuevas perspectivas e interro-

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gantes. Algo que se adecua mejora la idea básica de que el agentequeda modificado por su propiaacción, o que su perspectiva de ac-ción nunca vuelve a ser la misma.Desde este enfoque, el empresariono queda reducido a un simplemecanismo coordinador, necesariopara lograr la situación de equili-brio, que pierde su sentido una vezalcanzado éste, como sucedía conel empresario walrasiano, sino quecon su propia acción genera otroshorizontes que renuevan y poten-cian la posibilidad de la acción. Es-te modo de entender la función delempresario queda patente en ladistinción que introduce Mengerentre incertidumbre tecnológica,algo objetivo y que tiende a desa-parecer con el paso del tiempo, eincertidumbre subjetiva, ligada a lamisma esencia de la acción y queno deja de renovarse continua-mente. Desde este punto de vista,el problema del empresario no se-ría primariamente la eficiencia téc-nica en la ejecución de sus planes,sino el sentido económico de laacción que lleva adelante27. Esteúltimo tipo de incertidumbre es laque da sentido a la función del em-presario y tiene poco que ver conla idea convencional del empresa-

rio como ejecutivo. Su actividadqueda dirigida a un futuro, es decir,a un resultado que ni es cierto niestá dado, sino que se espera quesurja como consecuencia de su ac-ción.

Es precisamente esta orienta-ción al futuro la que exige que elempresario tenga que apoyarse enla empresa, donde confluyen loinstitucional y lo organizativo. Estoexplica que, para Menger, el bene-ficio dependa en gran medida delos diversos grados de monopolioque cada agente es capaz de crearmediante la estructura institucio-nal que va generando su acción. Elmonopolio, propiedad esencial dela acción, no debe eliminarse, co-mo había tratado de hacer Cour-not, ya que entonces desaparece-ría la posibilidad misma de la com-petencia.

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Teorías mecanicistas de la dirección de empresa

Cabría esperar que esta visióntan abstracta y funcional de la em-presa no sería compartida fueradel campo de las teorías económi-cas, en el terreno más práctico yoperativo de la organización de losprocesos productivos. Pero, asom-brosamente, a pesar de que sus ac-ciones parecen desmentirlo, esmanifiesta la influencia que sobrelos hombres de empresa ha ejerci-do la antropología positivista do-minante en aquel tiempo. Sueleocurrir que los llamados “hombresprácticos” se dejan llevar por pre-juicios y opiniones vulgares conmás facilidad que los teóricos.

Ninguno de los personajes delos que vamos a hablar a continua-ción llegó a elaborar una teoría for-mal de la empresa o de la produc-ción, y mucho menos una teoría dela acción. Se trataba de hombresinteligentes, con buena prepara-ción técnica o industrial y gran ca-pacidad de trabajo, que llevaron acabo importantes proyectos indus-triales y que, en algunos casos, pu-sieron por escrito sus experiencias.En ese sentido, los comentarios yreflexiones que se exponen a con-tinuación son fruto más de una in-

terpretación a posteriori de lo queestos hombres llevaron a cabo,que de deducciones directas deunas concepciones teóricas quenunca llegaron a formular. Aún enel caso de los que dejaron por es-crito algunas reflexiones, se puededecir que no pasaron de unos co-mentarios más o menos ordena-dos de lo que habían experimenta-do durante sus años de trabajo enuna empresa.

Lo más interesante de la apor-tación que llevaron a cabo estoshombres de empresa es su modode organizar la producción o de di-rigir una compañía. Aunque en unprimer momento pudiera parecerque sus enfoques son muy distin-tos a los teóricos de la economía,posteriormente se comprobaráque tienen el mismo fundamento yse enfrentan con los mismos pro-blemas, ya que todos, de un modou otro, tratan de una misma reali-dad: el sentido de la acción. Enambos casos predominó, en mayoro menor medida, el enfoque posi-tivista de la acción humana, es de-cir, aquel que sólo atiende a susconsecuencias objetivas y mensu-rables.

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La mayoría eran ingenieros omecánicos con una gran admira-ción por los métodos de la Física ypor la eficiencia de los procesostécnicos. Algo que les llevó, en ma-yor o menor medida, a confundir elconcepto de producción con el deeficiencia técnica. Confusión pa-tente en el caso de Taylor y Fayol;menos patente en los casos deFord y Sloan.

Se puede decir que la raíz de lafamosa “teoría científica de la di-rección” elaborada por Taylor28 erala siguiente. Del mismo modo queel éxito de la teoría mecánica ha-bía consistido en prescindir de lascualidades secundarias de loscuerpos para quedarse sólo con lasmagnitudes abstractas y perfecta-mente mensurables, haciendo po-sible la formulación matemáticade los movimientos, el éxito de lasteorías de la organización indus-trial debía comenzar por prescindirde todo lo que fuese singularidad ymodos peculiares de hacer, paraquedarse con lo objetivo y cuantifi-cable, de tal modo que, mediantela medición y el cálculo, se pudie-ran establecer leyes de naturalezatécnica que permitiesen diseñarprocesos “óptimos” de producción.De este modo, organizar la produc-

ción sería algo muy parecido a loque hace el ingeniero cuandoconstruye una máquina.

Esta manera de entender el pro-ceso productivo se correspondecon una visión del obrero comouna especie de optimizador hedo-nista. Además, pretende demostrarque el logro de la máxima eficien-cia productiva se corresponde conel logro de la máxima satisfacciónpor parte de los obreros.

Al igual que para la totalidaddel orden social el equilibrio gene-ral de los mercados se correspon-de con el máximo de satisfacciónde los consumidores, en el seno dela empresa, la máxima eficienciaproductiva se corresponde con lamáxima satisfacción de los obre-ros. Y si para determinar de modocientífico el equilibrio general sehabía hecho necesario imponer lacondición de “competencia perfec-ta”, para determinar el máximo deeficiencia productiva de una em-presa habría que imponer una es-pecie de hipótesis de la “produc-ción perfecta”, que aislase a losobreros. En ambas situaciones, losagentes se consideran sujetos pa-sivos que sólo reaccionan frente auna información externa y objetiva.En un caso, a los precios del mer-

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cado y, en otro, a las leyes técnicasde producción.

Si la hipótesis de la “competen-cia perfecta” encerraba a cada con-sumidor en su propia estructura degustos y preferencias, lo que he-mos llamado hipótesis de “produc-ción perfecta” encerraría a cadaobrero en una tarea productivaperfectamente determinada. En elprimer caso, la conducta racionaldel consumidor consistía en lograrla máxima satisfacción con el míni-mo coste; en el segundo, la con-ducta racional del obrero sería lo-grar el máximo rendimiento pro-ductivo con el mínimo esfuerzo. Al-go en lo que Taylor se ajustaba ple-namente a la teoría de la produc-ción elaborada por Clark.

Taylor pensaba que medianteesta síntesis entre la producción yel consumo la acusación de explo-tación del obrero por parte del ca-pitalista, que Marx había lanzadocontra las relaciones capitalistasde producción, podría quedar su-perada. La “dirección científica”demostró que la máxima eficienciaen la producción se correspondíacon la máxima satisfacción delobrero. El obrero no era más queun consumidor que colabora conla máquina productiva de la em-

presa porque sabe que esa máqui-na tiene la virtud de convertir sulabor en consumo, de transformarsu esfuerzo en bienestar. De estemodo, y como una ventaja más dela concepción positivista de la jus-ticia, quedaba de manifiesto que elmáximo de satisfacción del agentese corresponde con el máximo desu eficiencia productiva.

Para lograr la máxima eficienciade un proceso productivo habíaque seguir un método muy similaral que se emplea para diseñar unabuena máquina. Había que co-menzar por determinar sus partesoperativas más elementales, acontinuación estudiar el modo óp-timo de hacer cada operación, parafinalmente ajustar todos esos ele-mentos en la totalidad del proce-so, de tal modo que todo funciona-se como una máquina sin pérdidasni fricciones. Por paradójico quepueda parecer, el objetivo de lasteorías científicas de la direcciónera hacer superflua la dirección: lo-grar que todo funcionase por go-bierno despótico, como sucede enlas máquinas.

El proyecto de Ford, al contrarioque el de Taylor, no tuvo por obje-tivo mejorar un proceso productivoya existente, sino diseñarlo total-

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mente en función de un determi-nado objetivo. Esto significaba uncambio radical en el modo de en-tender la producción. MientrasTaylor pensaba que la producciónóptima surgiría de la solución aun problema técnico, para Ford setrataba de un problema económi-co: ¿cómo construir automóvilesde tal modo que sus precios fue-sen asequibles al mayor númerode personas? Ford fue el menosracionalista a la hora de enfrentar-se con el problema de la acción.Puso de manifiesto que la crea-ción de valor tiene que ver con elmomento creativo e inesperadode la acción. Otra cosa es queFord no fuera capaz de darsecuenta de lo que él mismo habíallevado a cabo y, una vez conse-guido el éxito, se dejase influirpor planteamientos tayloristas.

Taylor y Ford se enfrentaron conproblemas de mejora o innovaciónen el diseño de procesos producti-vos, pero no se ocuparon de dise-ñar métodos para dirigirlos. Éstafue la aportación de Fayol29 ySloan, cuyos criterios de direcciónse corresponden de algún modocon los modos de organizar la pro-ducción desarrollados por Taylor yFord, respectivamente. Se puede

decir que, aunque Taylor y Fayolentendían la producción como unatarea “científica”, tuvieron concep-ciones divergentes a la hora de or-ganizarla, pues mientras Taylorpensaba que había que procederdesde las tareas más elementaleshacia el ajuste total del proceso,Fayol, que al contrario de Taylorsiempre ocupó la jefatura máximade una empresa, pensaba que ha-bía que proceder a la inversa: esdecir, desde la totalidad del proce-so a las tareas más simples y ele-mentales. La gran tarea de Sloanconsistió en diseñar un métodoque permitiera gobernar de modoeficiente fábricas de producción encadena organizadas según los es-quemas de Ford. Esto dio lugar auna especie de taylorismo financie-ro, destinado a desempeñar un im-portante papel en el desarrollo delas teorías de la dirección.

Taylor: la dirección como ingeniería

La teoría y, sobre todo, la prácti-ca de la acción no es algo que sedesarrolle en un vacío social, don-de no hay pasiones e intereses. Poreso, para entender el sentido de lateoría científica de la dirección de-sarrollada por Taylor es importante

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conocer, aunque sea a grandes tra-zos, la lucha que tuvo lugar a prin-cipios del siglo XX entre los sindi-catos y los empresarios america-nos para hacerse con el control delas empresas30. De acuerdo conuna tradición que se remonta a losgremios medievales, los sindica-tos, formados por obreros expertosy bien organizados, eran los quedesde siempre habían ejercido elcontrol del proceso productivo.Eran ellos los que conocían la tec-nología, los que dominaban losinstrumentos, normalmente herra-mientas muy sencillas que eran desu propiedad, los que decidían losmodos y ritmos de producción, lacalidad de los productos, los queseleccionaban a los empleados,los adiestraban, les asignaban lospuestos de trabajo y establecíanlas jerarquías en el seno de los ta-lleres. En otras palabras, eran losgremios o sindicatos los que dehecho dirigían las empresas. Algoque se consideraba tan natural queel mismo Adam Smith, o StuartMill, aceptaron sin reparos.

A medida que las máquinas sehicieron cada vez más complejas ycostosas, sustituyendo con ventajaa las herramientas manuales, lasposibilidades productivas no cesa-

ron de crecer. Además, el elevadoprecio de esas máquinas hacía im-posible que los obreros pudieranser sus dueños, como había suce-dido hasta entonces con las herra-mientas. Esto hizo surgir dos plan-teamientos distintos y encontra-dos. Por un lado, los sindicatos sedieron cuenta de que las nuevasmáquinas requerían un obrero conmenos conocimiento y prepara-ción, lo que constituía una amena-za para el control de la producción,que hasta entonces había estadoen sus manos. Por su parte, losempresarios, que se daban cuentade lo mismo, trataban de reducirlos costes laborales y aumentarconsiderablemente la producción,pero veían muy claro que no po-dían introducir las máquinas sin elconsentimiento de los sindicatos.Quedaba así planteada lo que se-ría una larga batalla por el controldel proceso productivo. Los em-presarios querían menos obreroscon menos cualificación, o lo quees lo mismo, menos costes labora-les y un ritmo de producción mu-cho más alto. Los obreros queríanmenos máquinas y más obrerosmejor cualificados, o lo que es lomismo, mayores salarios y menorritmo de producción. En conse-

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cuencia, empresarios y sindicatosse veían como antagonistas31.

En América del Norte, los em-presarios iniciaron una campaña afavor de lo que llamaban “tallerabierto” (open shop), o libertad paracontratar a obreros no sindicados,mientras que los sindicatos se de-clararon partidarios del “taller ce-rrado” (closed shop), u obligación decontratar obreros sindicados. Dosposturas que se mantuvieron in-flexibles y poco dispuestas a llegara un acuerdo. En principio, comoeran los sindicatos los que domi-naban la tecnología y la organiza-ción del trabajo en los talleres, te-nían el poder en sus manos. De to-das maneras, los objetivos dequienes propugnaban el “tallerabierto” eran irrealizables mientrasla formación profesional estuvieraen manos de los sindicatos. Poreso, cuando Taylor expuso su teo-ría de la dirección científica, losempresarios partidarios del “tallerabierto” creyeron encontrar la so-lución a su problema. El nuevo sis-tema posibilitaba que los conoci-mientos tecnológicos necesariospara llevar la producción se convir-tiesen en algo objetivo, que no fue-se motivo de disputa entre obrerosy empresarios, y que pudiera con-

trolarse de modo neutral por unaoficina técnica de ingeniería, enprincipio situada más allá de inte-reses corporativos o económicosde unos u otros.

El objetivo de Taylor era lograrque tanto los sindicatos como losempresarios conociesen los princi-pios técnicos de una organizacióneficiente de la producción. En suopinión, el origen del conflicto en-tre unos y otros era la ignoranciade ambos acerca de los modos óp-timos de hacer todas y cada una delas tareas que componen el proce-so productivo. Había que enseñara todos métodos científicos paraobservar la estructura de los proce-sos y medir los tiempos objetivosde realización32. Sólo así irían apa-reciendo los modos óptimos derealizar las tareas productivas. Es-to mejoraría el modo de trabajar yel salario de los obreros, al tiempoque aumentaría la productividaddel proceso y el beneficio de losempresarios. Según Taylor, el con-flicto social en el seno de la em-presa no era más que un puro pro-blema de desconocimiento de latécnica organizativa.

Pronto muchas empresas esta-blecieron un nuevo departamentode ingeniería, dependiente del em-

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presario y no de los sindicatos, cu-ya misión era determinar, de acuer-do con ese método científico, el“mejor modo” de realizar cada ta-rea. Este departamento era el en-cargado de fijar unos estándares alos que ajustarse en el modo detrabajar y de llevar a cabo las diver-sas tareas productivas. El obrerodisponía así de una referencia ob-jetiva en el modo de hacer y debíalimitarse a cumplir con el regla-mento que definía su tarea. El di-seño quedaba totalmente separa-do de la capacidad de ejecución.

Por un lado, el obrero se conver-tía en pura ejecución pasiva, coor-dinada científicamente con el rit-mo de las grandes máquinas y, porotro, el diseño de las tareas queda-ba en manos de los técnicos, queno servían ni a los intereses de lossindicatos ni a los de los empresa-rios, sino que se guiaban por losprincipios socialmente neutralesde la ciencia y la técnica33. Al mis-mo tiempo que surgía la figura delobrero proletario, que sólo poseesu labor, sin ningún conocimientoque le permita controlar lo que ha-ce y sin la pertenencia a un gremioo sindicato, surgía también la figu-ra del directivo profesional asala-riado, el técnico que de manera su-

puestamente neutral y objetiva de-termina las leyes de producción.

La teoría de Taylor34 abría el ca-mino para contratar obreros nosindicados, o lo que es lo mismo,sin entrenamiento profesional.Una teoría que parecía confirmar laidea walrasiana de que la empresa,desde el punto de vista económi-co, era como una “caja negra”, unafunción técnica de producción quenada tenía que ver con los intere-ses y las luchas por el poder.

Se suponía que el obrero, en-tendido como un agente pasivo yhedonista, era fácilmente manipu-lable a través de una retribuciónestablecida “científicamente”, deacuerdo con una teoría de la distri-bución como la establecida porClark. De este modo, la lucha declases35 quedaba resuelta median-te la mejora “científica” de la pro-ductividad. El logro de la especiali-zación y la optimización productivadebía erigirse en principio de inte-gración social, en el único caminohacia el objetivo del mayor bienes-tar social. Una manera pacífica yno revolucionaria de lograr la re-forma social36 que Saint-Simon nohabría dudado en hacer suya. Enuna sociedad de hombres-masa,sólo la abundancia podía eliminar

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el conflicto. En consecuencia, au-mentar la productividad era el úni-co modo de incrementar el bienes-tar.

Es asombroso el éxito del quedisfrutó el taylorismo en las fábricasde los países de socia l ismomarxista37. Sus principios fueronaceptados con el mismo o mayorentusiasmo con que lo fueron enlas fábricas capitalistas america-nas. Todavía es más llamativo quesiendo la producción, según Marx,la clave decisiva para la aparicióndel nuevo hombre socialista, fue-sen precisamente los marxistas losque más entusiasmo prestasen38 ala aplicación de un sistema queproletariza al obrero hasta extremosincreíbles. Muy pocos llegaron adarse cuenta de que el mismo ar-gumento de que esta teoría era lamejor manera de acabar con elconflicto entre los obreros y los ca-pitalistas era un indicio bastanteevidente de que la producción nopodía ser una simple cuestión téc-nica.

Ford: la producción para una sociedad de masas

En los primeros años del siglopasado, Ford se enfrentó con elproblema de diseñar un sistema

que produjera automóviles tan ba-ratos como fuera posible, para quelos pudiera comprar mucha gente.Se trataba de un planteamientoque parecía desafiar todos los su-puestos de la teoría económicahasta entonces vigente: no dabapor supuesta la existencia de unosprecios de equilibrio, ni de unatecnología dada, ni tan siquiera deun mercado ya constituido. Su pro-yecto constituía una radical nove-dad.

Con anterioridad, Ford habíaconstruido varios automóviles, pe-ro siempre de forma artesanal, detal modo que resultaban muy ca-ros. Lo propio del método artesa-nal consiste en el encadenamientode una serie de tareas que, realiza-das de forma lineal y secuencial,dan lugar al producto final. Se tratade un procedimiento productivoque en principio un solo individuopodría llevar a cabo.

Las primeras reflexiones sobrela división del trabajo, realizadaspor Smith, se referían al métodoartesanal. Si en ese método, un in-dividuo distinto realizase cada unade las tareas, se lograría un au-mento considerable de la produc-ción gracias al ahorro de tiempo.Babbage, unos años después, llegó

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a la conclusión de que la verdaderarazón de la ventaja de ese modo deproceder no estaba en el incre-mento de la velocidad, sino en queposibilitaba el empleo de mano deobra con menos preparación, y portanto más barata, que era precisa-mente lo que permitía contrataruna persona para cada tarea. Tam-bién las teorías de Taylor sereferían al método artesanal y se li-mitaban a definir y ajustar cadauna de las tareas que componenese proceso, de manera que seahorrasen todos los movimientos yesfuerzos innecesarios.

El nuevo método de producirque de manera práctica, medianteprueba y error, descubrió Ford eraradicalmente distinto. Se tratabade organizar la producción de talmanera que se pudiera realizar engrandes cantidades con el menorcoste unitario posible. Descubrióque esto era viable si distintos pro-cesos lineales de producción sedisponían de manera que se ali-mentasen unos a otros, y todos aun proceso lineal principal, que ac-tuaba como regulador de todos losdemás. El problema principal deeste nuevo modo de organizar laproducción era la coordinacióntemporal de los ritmos de ejecu-

ción de los diversos procesos, demanera que todo el sistema fun-cionase con regularidad para al-canzar el ritmo de producción queproporcionara el coste unitariomás bajo. Según fuese la longitudde los diversos procesos parciales,y el modo en que se alimentabanunos a otros, la cantidad de pro-ducto y su velocidad de ejecuciónpodían ser mayores o menores. Setrataba de hacer distintos ensayoshasta lograr que una multitud depiezas diferentes, fabricadas enprocesos diferentes, con materia-les diferentes, pudiesen llegar conel flujo adecuado y en el orden pre-visto a unos lugares determinados,donde se integraban en el produc-to final, de manera que se lograraun gran volumen de producción,un buen ritmo de ejecución y uncoste unitario lo más bajo posible.

Una sola persona no podía lle-var a cabo este nuevo modo deproducir, ya que tendría que reali-zar al mismo tiempo tareas dife-rentes en lugares distintos. Porello, habría que recurrir necesaria-mente a un conjunto de personasque actuasen de forma coordina-da. Ford se enfrentaba con un tipode problema organizativo que notenía solución única, ya que eran

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muchos los criterios para coordi-nar cada proceso parcial. El criterioprincipal seguido por Ford no erala simple eficiencia técnica, comoproponía Taylor, sino que tenía uncarácter estrictamente econó-mico39. Por primera vez se ligabade forma explícita y consciente eldiseño de la producción a la posi-bilidad de la venta. Dicho de otramanera: producir era lo mismo quecrear mercado.

Ford tuvo que ensayar una yotra vez40 hasta descubrir cuál de-bía ser el orden y la cadencia de fa-bricación, el criterio de integrar laspartes en el todo, el volumen y losritmos con los que tenía que fun-cionar cada proceso, de tal modoque la relación entre el volumen deproducción y su coste fuese el mí-nimo posible. Sólo después demuchos intentos descubrió que,regulando el principal proceso li-neal mediante una cadena dearrastre, que avanzaba a velocidadconstante y servía de referencia ala velocidad de los demás sub-pro-cesos, el proceso global funciona-ba con regularidad y en perfectoorden de ejecución.

Para facilitar su ajuste global re-currió a la homologación de laspiezas y las herramientas, tanto en

tamaño como en material y en cali-dad, lo que permitió la estandari-zación del proceso por medio demáquinas y herramientas diseña-das para funciones específicas muyrepetitivas. Eso le llevó a la estan-darización del producto, el famosomodelo T, de color negro y sin ape-nas variantes. Introdujo ademásbandas de transmisión que facili-taron el automatismo y la conti-nuidad de la entrega a la líneaprincipal. Mediante todos esos pa-sos, y con continuos ensayos y co-rrecciones, logró reducir los tiem-pos de espera, hasta que poco apoco alcanzó la sincronización glo-bal de todo el proceso al ritmoadecuado.

La puesta en marcha de la pri-mera cadena de montaje deautomóviles no salió perfecta yacabada hasta sus últimos detallesde la cabeza de Ford, sino que exi-gió muchos éxitos y fracasos, prue-bas y errores, en un proceso en elque participaron en pie de igual-dad Ford, sus ingenieros y los me-cánicos especializados, aprendien-do unos de otros. Ello demuestraque el diseño y la ejecución no sontan separables como pensaban loseconomistas e ingenieros de laépoca. Cuando por fin se logró la

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sincronización, todo cambió de re-pente, y ante sus ojos apareció unenorme sistema de producción deautomóviles a muy bajo coste y aun ritmo de producción impensa-ble hasta hacía poco. La demandase disparó y los beneficios no para-ron de crecer.

Paradójicamente, el sistema deFord, orientado al diseño de la to-talidad más que al diseño de la ta-rea individual, aumentó considera-blemente la eficiencia de las ope-raciones individuales, al mismotiempo que realizó una racionaliza-ción global a través de la sincroni-zación de todas las etapas de laproducción. Desde el principio,cuando se logró la sincronización,se consiguió también una conside-rable reducción de los stocks. Lasincronización suponía reducciónde tiempos perdidos y de materia-les acumulados.

Este reto constituyó una expe-riencia inolvidable para todos loque participaron en el proyecto deFord. Se trataba de formar una ca-dena de montaje que funcionaracon regularidad y continuidad, demodo que la producción fluyera auna velocidad fija, previsible y or-denada, logrando una perfecta sin-cronización desde la llegada de las

materias primas hasta el momentode ensamblar las piezas en la línea.Al contrario de lo que había soste-nido Smith, que la división del tra-bajo embrutecía al obrero, los me-cánicos especializados que lleva-ron a cabo la proeza de diseñar yponer a punto la fabricación en ca-dena de automóviles nunca olvida-ron la satisfacción que sintieron ensu trabajo de aquellos años, dondecotidianamente se enfrentaban aproblemas y dificultades que habíaque superar41.

Por contraste, el método de Tay-lor no fue innovador, ya que se li-mitaba, desde un punto de vistameramente técnico, a mejorar yajustar el proceso lineal tradicio-nal. Tampoco tenía que enfrentar-se con un problema de coordina-ción tan complejo como el que sele planteó a Ford. De hecho, nuncaconsideró como un problema lacoordinación secuencial, ya que sepodía resolver mediante la forma-ción de stocks que actuasen comoamortiguadores de las posibles di-ferencias de ritmos entre los dis-tintos puestos de trabajo. Siguien-do el prejuicio predominante hastaentonces, Taylor pensaba que ellogro de la eficiencia técnica lleva-ba implícito el mínimo coste eco-

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nómico. Esta mentalidad se co-rrespondía plenamente con el con-cepto de acción que subyacía en elmodelo de equilibrio general wal-rasiano, donde la reducción decostes sólo podía venir por el ladodel ajuste técnico, ya que los pre-cios necesariamente serían los deequilibrio.

Se puede decir que el plantea-miento de Ford era radicalmenteincompatible con la idea del equi-librio general. De hecho, construyóun método productivo que por supropio diseño tendía al monopo-lio. Sólo produciendo automóvilesen cantidades enormes en relaciónal mercado sería posible alcanzarcostes unitarios muy bajos. Esteplanteamiento ponía de manifies-to que la idea de Cournot de com-petencia perfecta era útil para elcálculo en mercados abstractos,pero no para la creación de merca-dos reales, y mucho menos paradar explicación del proceso pro-ductivo.

Aunque en el plano prácticoFord fue un innovador, en lo que serefiere a su visión teórica del modode realizar el trabajo pensaba, aligual que Taylor, que para el logrode la eficiencia había que aislar acada obrero en una tarea. A pesar

de la genialidad de su diseño, se-guía pensando en términos de pro-cesos lineales de producción, sóloque ordenados en jerarquías depreferencias y ritmos, subordina-dos unos a otros. Su sistema man-tenía la idea de que el obrero nodebía tener iniciativa; por el con-trario, estaba obligado a someter-se a los métodos y ritmos que se lemarcasen.

Una vez alcanzada la produc-ción masiva de automóviles, unagigantesca y compleja máquina deproducir, Ford se equivocó en eldiagnóstico sobre las causas de suéxito. Lo atribuyó a la técnica orga-nizativa, al nuevo método de divi-sión convergente del trabajo basa-do en la velocidad de ensamblaje.No se dio cuenta de que la razónera haber sabido dar la soluciónadecuada a una necesidad quehasta entonces no se había podidosatisfacer. Una vez que Ford, consus mecánicos, logró poner enmarcha la cadena de producción,cuando ya todo se hizo repetitivo yno hubo lugar para la innovación,cesó la creación de valor. Fue en-tonces cuando apareció lo queahora se llama el fordismo, un nuevotipo de taylorismo más drástico, des-tinado al logro del máximo rendi-

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miento del nuevo diseño de fabri-cación en cadena. Un máximo derendimiento que no tenía el límitede la eficiencia técnica, como suce-día en el taylorismo, sino que carecíade límite, pues el nuevo criterio deorganización era crematístico.

Los mecánicos especializadosque habían logrado la sincroniza-ción se aburrían con este sistemaque ya no planteaba dificultades niretos, y odiaban el nuevo ritmo demayor velocidad a destajo42. Mu-chos abandonaron. El nuevo dise-ño posibilitaba sustituir al obreroartesano por el obrero-masa, nor-malmente recién emigrado, sincualificación y, sobre todo, no sin-dicado. La tensión en el seno delas fábricas Ford era tan insoporta-ble que la rotación de la mano deobra era incesante, con el inconve-niente de soportar costes eleva-dos, debido a los continuos proce-sos de adaptación y aprendizaje denuevos obreros. La solución queadoptó Ford fue establecer un sa-lario muy por encima de lo que su-gería la ortodoxia taylorista. Impusoel famoso salario de los “cinco dó-lares a la semana”, que efectiva-mente hizo que se detuvieran lascontinuas fugas de las cadenas demontaje, y se formaran colas de-

lante de la factoría para conseguirun contrato. Ford parecía haberdescubierto la existencia de unaespecie de ley de Malthus de la re-tribución, según la cual, mientrasel salario crece linealmente, la pro-ductividad lo hace exponencial-mente, con lo que el aumento dela retribución no reduce los benefi-cios, sino que los hace aumentar.Rompía con el regusto socialistade los criterios de retribución deltaylorismo, y se alineaba con la so-ciobiología darwinista, según lacual el éxito era de los que seadaptaban a las nuevas condicio-nes de producción, de los que es-taban dispuestos a “trabajar duro”.Algo muy conforme con el “idealamericano”. No había que explo-tar al obrero, sino convertirlo enconsumidor de su propia labor.Ford no sólo diseñó la producciónen masa, sino también el consumoen masa.

Una vez lograda la paz y estabi-lidad en sus talleres, Ford recuperóla propiedad de su empresa. Du-rante el tiempo de su diseño la ha-bía compartido, a través de la par-ticipación y el diálogo, con sus ex-celentes mecánicos y especialistas,ahora obligados a marcharse. Delo que no se dio cuenta fue de que

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recuperaba la propiedad de unamáquina destinada a morir, quesólo daría beneficios, y cada vezmenores, mientras durara la posi-ción de monopolio que había lo-grado crear con la colaboración delos empleados que ahora le aban-donaban.

Del seno de la factoría Forddesapareció la creatividad y el di-seño o, mejor dicho, sólo quedóun diseño encaminado a reducircontinuamente los costes de eje-cución, acelerando los movimien-tos y reduciendo los tiempos. Perotampoco imperaba la objetividadtaylorista en la determinación detrabajos y retribuciones; se habíaacabado el imperio saint-simonianode ingenieros y tecnócratas socia-les, y se imponía el ritmo incesantey siempre creciente de la crematís-tica. Era éste un nuevo modo deproducción en el que los capitalis-tas manipulaban a los ingenierospara lograr un aumento continuodel rendimiento de sus inversio-nes.

Lo que Taylor había pretendidocon su diseño científico de lospuestos de trabajo había sido po-ner el control de la producción enmanos de los ingenieros, una tec-nocracia que debía mantenerse

equidistante de los intereses en-contrados de obreros y capitalis-tas, y sólo tenía que preocuparsepor la “objetividad” de una supues-ta eficiencia técnica. Por este moti-vo muchos empresarios desconfia-ron de la propuesta de Taylor. Sinembargo, aceptaron sin reservas elproyecto de Ford, que había de-mostrado el modo de poner la tec-nología al servicio de los interesesde los empresarios. Surgía así elfordismo, o versión capitalista de ladirección científica, que otorgabaal empresario, movido por el au-mento continuo de los beneficios,el papel central en el control de lasempresas.

Ford dejó claro que no existíauna supuesta objetividad de la in-geniería, como había pretendidoTaylor. La técnica era un instru-mento al servicio de un objetivoeconómico, y no había nada quese pudiera calificar de proceso na-tural y objetivo de producir. Erauna ingenuidad pensar que unavez logrado el diseño óptimo delmodo de ejecutar cada una de lastareas, la velocidad y el volumende fabricación serían estables, yque el beneficio y los salarios lle-garían a un máximo e insuperableobjetivo.

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Fayol: la dirección como planificación

Fayol desarrolló casi toda su ac-tividad profesional en una empresade minería que se movía en un en-torno estable de oligopolio. En suopinión, el proceso productivo erauna cadena de actividades ordena-das lógicamente a la consecuciónde una meta, que suponía clara, le-gítima y perfectamente establecida.La esencia de una buena direcciónera establecer con precisión la tota-lidad de ese esquema, para resol-ver los problemas de coordinacióny ajuste de cada una de las activi-dades que integran la empresa. Se-gún este modo de ver las cosas, eldirectivo era sobre todo un planifi-cador y un controlador.

Era éste un modo de entenderla teoría de la dirección que se co-rrespondía plenamente con losfundamentos de la teor íamicroeconómica neoclásica. Supo-nía que el empresario se enfrenta-ba a una tecnología y a unos pre-cios dados, y que se limitaba acomportarse como un científicoque, a partir de los datos del pro-blema, debía calcular la solución,en este caso el volumen óptimo deproducción que reportaría más be-neficios. Para abordar científica-

mente este problema, lo primeroque había que hacer era plantearlocorrectamente; a continuación, de-sarrollar un plan de acción consis-tente en descomponerlo en suselementos básicos, en seleccionarlos métodos óptimos y en seguirpaso a paso sus desarrollos hastacomprobar que la meta final habíasido alcanzada. Un modo de proce-der que hubieran compartido tantoCournot como Walras.

Estos eran, en esencia, los obje-tivos que se proponía Fayol en susescritos sobre principios de la di-rección, que para él era una técnicageneral de administración de ope-raciones; es decir, se reducía aunos pasos a seguir. Consistía enunas etapas lógicas y evidentesque constituían lo que llamaba“operaciones administrativas”: laplanificación, la organización, lacoordinación, las órdenes y el con-trol. De algún modo, el mismo Fa-yol intuyó que la dirección era algomás, y por eso estableció una dis-tinción entre principios y normasadministrativas. Pero a la hora dela verdad, y a pesar de su afán porsistematizar y racionalizar, se diocuenta de que los principios de-penden de las peculiaridades decada caso concreto. Al final vino a

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reconocer que no era fácil estable-cer esos principios generales de di-rección, pero a pesar de todo, se-guía pensando que la dirección nodejaba de ser una técnica. Dirigiruna empresa era algo muy pareci-do a la tarea de un arquitecto, quepuede planificar todo y limitarse acontrolar el orden y la secuenciapreviamente diseñados, hasta de-jar la casa construida.

Si la planificación puede y debellevarse hasta sus últimas conse-cuencias, eso quiere decir que, enopinión de Fayol, el directivo actúaen un entorno en el que toda incer-tidumbre puede eliminarse. Algoque se corresponde con la ideaneoclásica de un agente económi-co que dispone gratuitamente detoda la información que necesita, yque se mueve en un horizonte tem-poral en el que sólo puede ocurrirlo que se puede planificar y prever.

Las empresas con éxito sonaquellas que han realizado unabuena planificación, que tienenuna buena perspectiva de lo que vaa ocurrir. Todas las operaciones es-tán perfectamente previstas y ar-monizadas en el tiempo y en el es-pacio. El plan de dirección es co-mo un teorema materializado en laestructura administrativa, algo pa-

recido a una máquina que, una vezconstruida, se convierte en unamaterialización de los planes deun ingeniero. Es muy significativoque Fayol llegara a afirmar que sise pudiera eliminar el factor huma-no, sería bastante fácil construiruna organización productiva. Ni si-quiera se le pasó por la cabezaque, sin hombres, no sólo la cons-trucción de una organización, sinode una simple máquina, sería im-posible y un sinsentido.

Fayol pensó que la existenciadel factor humano en la empresaobligaba a distinguir entre habili-dad técnica y habilidad adminis-trativa. Cuanto mayor es la jerar-quía y la responsabilidad en el or-ganigrama de una empresa, mayores el número de personas que hayque manejar, y más importanciatiene la habilidad administrativasobre la técnica. Era ésta una dis-tinción que hubiera sido de granimportancia si no hubiera insistidoen que las dos son de naturalezacientífica y objetiva. De ese modo,Fayol sometía la habilidad admi-nistrativa a la habilidad técnica.

Sloan: el control de los directores

La Ford Motor Company fue, du-rante un tiempo, sinónimo de un

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estilo peculiar de organización ydirección. Constituía una gran or-ganización burocrática, muy cen-tralizada y jerarquizada en los pro-cesos de toma de decisión, conuna gran especialización funcional,una rigurosa definición de lospuestos de trabajo, una maquina-ria altamente especializada y unosproductos rigurosamente estanda-rizados, todo ello orientado a faci-litar la producción en masa. El es-tilo de dirección de Ford fue el pro-pio de un autodidacta que descon-fiaba de quien no fuera él: un po-der absoluto centralizado en supersona, aunque inevitablementeen muchos casos ejercido por de-legación. No deja de resultar iróni-co que la primera gran empresamoderna, surgida de la racionaliza-ción de la organización productiva,estuviese gobernada por un mo-narca absoluto.

Ford había tenido la genialidadde diseñar un nuevo modo de pro-ducir, pero fue incapaz de diseñarel sistema de gobernarlo. FueSloan43 quien puso las bases de unsistema de dirección adecuado pa-ra las grandes empresas de pro-ducción en masa. Se puede decirque el diseño de Sloan consistióen aplicar a la organización de di-

rección y control los mismos prin-cipios que Ford había puesto enpráctica en la producción. El resul-tado fue un modo no personalistade ejercer el poder a través del es-tablecimiento de rutinas y la nor-malización de procesos burocráti-cos. Este diseño dio lugar a la apa-rición de los directivos profesiona-les de empresas, los “ejecutivos”,un nuevo tipo de ingenieros exper-tos en la técnica crematística.

El objetivo de Sloan44 fue lograrque el proceso de dirección de lasgrandes empresas fuera fiable, quefuncionase de modo eficiente ycon la suavidad de una máquinabien ajustada. Se trataba, en ellenguaje de Weber, de crear unaburocracia empresarial que pudie-ra ceñirse al incremento de racio-nalidad productiva generada por elsistema de Ford. Para ello creó unaestructura basada en la armoniza-ción de un trabajo directivo dividi-do en segmentos de responsabili-dad siempre subordinados a unadirección centralizada y poderosa,capaz de controlar a los directivosintermedios, encargados de ejecu-tar los planes de la alta dirección.

A lo largo de veinte años al fren-te de la General Motors, Sloan defi-nió y estableció la estructura mul-

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tidivisional de la gran empresamoderna, estableciendo una claraseparación entre la dirección estra-tégica y la operativa, entre lasgrandes decisiones y su realizaciónen el día a día. Mediante un brevememorándum de 28 páginas titula-do “El estudio de la organiza-ción”45, Sloan diseñó, en 1920, unplan para evitar el inminente co-lapso financiero que por aquellosaños amenazaba a la General Motors.Esta compañía era un conglomera-do de pequeñas fábr icas deautomóviles que se habían unidopara competir con Ford y su famo-so modelo T. La tarea de dirigir eseconglomerado, con doce modelosdiferentes de coches, constituía unverdadero reto organizativo. Loque se propuso diseñar Sloan fueuna organización dividida y des-centralizada que fuera manejable,y que facilitase la sincronizaciónde las decisiones.

El resultado fue una organiza-ción estructurada en divisiones odepartamentos semi-autónomosque funcionaban totalmente sepa-rados. Al frente de cada uno deellos estaban situados unos direc-tivos jerárquicamente dependien-tes de la oficina central del grupo.Estos directivos se hacían respon-

sables de los beneficios obtenidospor su división, aunque siemprebajo las directrices de la estrategiaa largo plazo fijadas por la direc-ción central. Esta última se encar-gaba de asignar el capital disponi-ble en función de los rendimientosobtenidos por cada una de las divi-siones. En la génesis de este plan-teamiento incidían ideas de Fayolen cuanto a la planificación global,ideas de Taylor en lo que se referíaa la división y simplificación de ta-reas, e ideas de Ford en lo relativoa la sincronización y armonía de latotalidad.

El proceso de dirección, tal co-mo lo entendía Sloan, era un me-canismo en el que la cadena de je-rarquía actuaba de modo parecidoa como lo hacía la cinta transpor-tadora en la organización de laproducción. Todo el proceso de di-rección se basaba en una informa-ción común que alimentaba, mo-vía y dotaba de unidad a la totali-dad del sistema. En su seno habíacentralización de la toma de deci-siones y descentralización del con-trol de operaciones46. Es decir, setrataba de un diseño del procesode dirección en el que, del mismomodo que en el de producción, sellevaba a cabo una separación en-

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tre el diseño y la ejecución. Así co-mo la conjunción de taylorismo y for-dismo había dado lugar a la apari-ción del obrero ejecutante, elsloanismo dio lugar a la figura del di-rectivo ejecutivo, especie de fun-cionario empresarial que no seocupaba más que del logro de laeficiencia del nivel operativo, sinparticipar en la toma de decisiónestratégica. El problema de este ti-po de diseños es que, cuanto ma-yor sea la coherencia racional desus operaciones, mayor será su ri-gidez, de modo que acaban por ha-cerse ingobernables. De algún mo-do, estas organizaciones burocráti-cas se vuelven contra los fines desus propios creadores. El sistemadiseñado por Sloan para la direc-ción de las grandes empresas teníael mismo problema que tuvo el sis-tema diseñado por Ford para laproducción en masa. Una vez lo-grado el éxito, estos sistemas tien-den a esclerotizarse, pierden flexi-bilidad y se hacen cada vez más in-viables.

Un aspecto central en el diseñode Sloan fue el sistema de centrali-zac ión de la in formaciónfinanciera47. “El desarrollo de unasprácticas uniformes de contabili-dad permitía analizar las condicio-

nes internas de cada división ycomparar el rendimiento de cadauna de ellas”48. Del mismo modoque Taylor se había dado cuenta deque para dominar el proceso pro-ductivo toda la información técni-ca debía quedar en manos del de-partamento de ingeniería, Sloanadvirtió que el único modo de quela dirección central mantuviese elcontrol de las distintas divisionesera consiguiendo que los directi-vos de división no participasen enel diseño de los planes financieros.Esos planes debían ser tarea exclu-siva de un departamento de con-trol y finanzas, el único que de unmodo centralizado tenía toda la in-formación necesaria. En la moder-na empresa de producción en ma-sa, el departamento de ingeniería yel de control constituían los dosgrandes instrumentos para que elcapital mantuviese el control de laempresa.

La tasa de “retorno de inver-sión” se convirtió en el instrumen-to contable que utilizaba Sloan pa-ra controlar la función de los eje-cutivos al frente de las divisiones, yera el elemento clave en el que seapoyaba el control de la estructuramultidivisional. El poder de los in-genieros, que por obra del diseño

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de Taylor se habían hecho con elcontrol de la empresa, había pasa-do, por obra de Ford y Sloan, a ma-nos de los contables. Mediante elcontrol de las condiciones de ren-tabilidad financiera se establecíanlos límites de la autonomía de loque los ingenieros podían hacer.No era el criterio de los ingenieros,sino el de los contables, el que te-nía la última palabra. Significativa-mente, el nuevo e importante de-partamento de contabilidad pasó allamarse de control. Esta aplica-ción extensiva y normalizada delos principios de contabilidad ha-cía posible la aplicación del princi-pio del “panóptico”: todo lo que sehacía en las divisiones quedabapatente a los ojos de una direccióncentralizada. Los beneficios noeran algo fortuito sino el resultadode un proceso racional, predecibley, sobre todo, disciplinado y con-trolado.

Sloan implantó en el seno de laempresa un poder aparentementeimpersonal, rutinario, anónimo, novisible, que actuaba como incrus-tado en la misma arquitectura dela organización. Un estilo de direc-ción que encajaba con una propie-dad anónima que se movía por el

logro de resultados financieros acorto plazo.

Durante más de cincuenta añoslos principios de jerarquía y decontrol fueron el rasgo característi-co del gigante industrial norteame-ricano diseñado por Sloan. Pocodespués, como había pronosticadoWeber, adquirió cada vez mayorimportancia la figura del líder ca-rismático, capaz de luchar contra larigidez de la burocracia y de intro-ducir los cambios necesarios paraimpedir el colapso de una estruc-tura tan burocratizada.

La conjunción de los diseñosde Ford y Sloan había logrado ha-cer operativo el ideal neoclásicode una empresa cuya función eralograr beneficios bajo una situa-ción de equilibrio global de laeconomía, manifestado en lascondiciones del mercado de re-cursos financieros. Unos directi-vos convertidos en controladoresfinancieros sólo pueden saber loque ha pasado, e incluso puedeque lleguen a hacer proyeccionesfinancieras más o menos fiables,pero desconocen cómo hacer quela empresa crezca, cómo lanzarnuevos productos, cómo atendera las necesidades de un entornocambiante.

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Una visión romántica de la tarea directiva: la postura de Marshall

Exponemos en último lugar unavisión de la tarea del empresario,la de Marshall, que no se ajusta nia la visión práctica de los hombresde empresa que acabamos de ex-poner, ni es estrictamente una vi-sión que pueda calificarse comoracionalista. Por eso la hemos ele-gido como representativa de esaactitud contradictoria, propia de laépoca, que, por un lado, admiralos enfoques positivistas y, porotro, se da cuenta de que es nece-saria una visión más amplia de laacción, que complemente y hagamás comprensible lo que sucederealmente en el interior de unaempresa.

El empresario, tal como lo en-tendía Marshall, no era una figurapasiva, sino que tenía una impor-tante función en la coordinacióndinámica del orden social. Comobuen victoriano, muy en línea conesa versión británica del romanti-cismo que representaba el pensa-miento de Burke, sostenía que lasociedad comercial sólo sería via-ble si se apoyaba y de algún modomantenía vigentes los valores de la

antigua caballería. Su idea de em-presario encarnaba el prototipo degentleman victoriano, que se guiabapor su sentido de elitismo y lide-razgo social. Ser empresario eraotro modo de desempeñar unafunción social y de adquirir un ca-rácter. Algo que para Marshall eraesencial.

El funcionamiento de la econo-mía de mercado sólo era posible sise apoyaba en el progreso moral,en la continua difusión de un es-tándar de crecientes y sofisticadasformas de civilización. La compe-tencia, entendida como un usocompensado del poder del indivi-duo, constituía un medio excelen-te para el desarrollo de las virtudesy el cultivo del carácter49. Era ésteun enfoque en el que quedaban demanifiesto los rasgos románticoscon los que Marshall trataba de es-capar de l puro ut i l i ta r ismohedonista50.

Para explicar la necesidad socialde la figura del empresario, y en-tender mejor el sentido de la em-presa, Marshall introdujo una dis-t inc ión entre necesidades y

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actividades51. Las primeras, enten-didas como lo fisiológicamente ur-gente, regulaban la vida de los ani-males inferiores, pero no la delhombre. Este último, aunque ini-cialmente impulsado por la satis-facción de ese tipo de necesidades,pronto había sido capaz de situar-se en el plano de las actividades, lopropio de su naturaleza, que con-sistía en llevar a cabo objetivos ca-da vez más artificiales y, en estesentido, siempre novedosos. Es-tas actividades estaban destinadasa mejorar tanto al hombre como asu medio52. Desde este punto devista, Marshall entendía el progre-so como un proceso moral me-diante el cual la razón iba domi-nando con mayor facilidad las ne-cesidades; el hombre, adentrándo-se en el ejercicio de las activida-des, se hacía cada vez más racio-nal. Esta idea evolutiva de lacondición humana ayuda a enten-der por qué Marshall concedió tan-ta importancia a la necesidad desalvaguardar la competencia entrelas empresas como un modo de“selección natural”, imprescindi-ble para mantener el progreso y lamejora de toda la humanidad.

El empresario, según Marshall,era un tipo de un determinado ca-

rácter. Sus virtudes fundamentalesdebían ser: probidad, honradez, se-riedad comercial, orden y métodoen el trabajo. Estaba obligado a serracional por motivos éticos utilita-ristas y debía ponerse al serviciodel bienestar social. Una economíaindividualista de libre empresa,pero orientada al logro del bienes-tar común, era la palestra ideal pa-ra el entrenamiento de ese moder-no caballero que, a través de su es-píritu utilitarista, alcanzaría su pro-pia excelencia. Se trataba de unnuevo tipo de aristocracia al servi-cio de la progresiva civilización dela humanidad, del triunfo del ejer-cicio de la razón. La evolución so-cial, que podría resumirse en lahistoria del desarrollo de la libreempresa, consistía en la emanci-pación de la comunidad tradicio-nal mediante la aplicación de la ra-cionalidad instrumental a la accióneconómica.

En el plano de la objetividad ex-terna, la generación y acumulaciónde conocimientos, expresión delprogreso de la racionalidad, era elfruto más importante de la activi-dad del empresario. El progresotécnico, las mejoras organizativas,la mayor racionalidad en la tomade decisión, eran condiciones bási-

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cas para una sociedad más justa yhumanitaria. El empresario impul-saba el avance del conocimiento,llevaba a la práctica la continuaaparición de novedades; al tiempoque realizaba una labor estabiliza-dora y de consolidación de las es-tructuras de producción que se hu-biesen demostrado eficientes. Lafunción empresarial, tal como laentendía Marshall, desbordaba lametodología estática del margina-lismo, razón que puede explicarpor qué sus discípulos tendieron adejarla de lado.

Influido por el evolucionismosocial de Herbert Spencer, Mar-shall pensaba que el principio dela división del trabajo, que llevaconsigo especialización y organi-zación, y la competencia, que exi-ge continua renovación y actúacomo una especie de “selecciónnatural”, llevarían a la sociedad auna continua mejora de conoci-mientos y modos de hacer. Mejoraque abriría nuevas perspectivasde actividades, desatándose unanillo virtuoso de crecimiento ybienestar imparables.

La empresa sólo podía adaptar-se de manera dinámica a las cam-biantes condiciones del mercado através de la mejora del conoci-

miento y la organización. De otramanera, se interrumpiría la apari-ción de nuevos productos, nuevosprocesos y nuevas formas organi-zativas. Para eso era imprescindi-ble, según Marshall, la figura delempresario. Alguien lo suficiente-mente sagaz como para tomar ven-taja de las oportunidades de incre-mentar el beneficio. Alguien queno dudase a la hora de introducirnovedad en un entorno estático,sin interrumpir por eso la continuamarcha de la empresa. Alguien ca-paz de identificar la oportunidaden medio de una cambiante diver-sidad, de diseñar y poner en mar-cha el tipo de organización capazde explotar esa oportunidad. Co-mo puede comprobarse, para Mar-shall, el empresario se situaba porencima de la empresa y de su or-ganización. Esto puede explicarque siempre considerase la capa-cidad de dirección como algo se-cundario, un factor más de pro-ducción que podía adquirirse enel mercado.

Esta asimilación de la empresacon la figura del empresario ponede manifiesto que, para Marshall,las empresas eran unidades bioló-gicas que se comportaban de mo-do parecido a los árboles de un

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bosque. Es decir, que el éxito de ca-da una de ellas dependía no sólode las oportunidades que existie-sen en el mercado sino, sobre todo,del carácter y la vitalidad del em-presario fundador. Quedaba claroque para Marshall, la habilidad pa-ra competir, el tamaño y la diversi-dad de productos dependían sobretodo de la originalidad, versatili-dad, poder de iniciativa, perseve-rancia, tacto y buena suerte delcreador e impulsor de cada empre-

sa. Por eso, siempre llegaría, inexo-rablemente, el tiempo en el que,como sucede con los árboles en elbosque, la función empresarial, li-gada al vigor de una persona con-creta, decaería y desaparecería conel declinar de la vitalidad que la hi-zo surgir y la mantuvo hasta enton-ces. De acuerdo con la mentalidadromántica de su época, la empresano podía separarse de una determi-nada y vigorosa biografía, siempresingular e irrepetible.

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Notas

1. Antoine-Agustin Cournot (1801-1877).Profesor de Matemáticas y Física en laUniversidad de Lyon, fue rector de Gre-noble y Dijon.

2. Sobre este tema es muy interesante elcapítulo 10 de Ellerman, D. P. (1995), enel que el autor sugiere que Cournot, porimperativo de su idea mecánico-estadís-tica del equilibrio del mercado, se vioobligado a identificar los precios de

VISIONES RACIONALISTAS Y ROMÁNTICASDE LA EMPRESA

66 Miguel Alfonso Martínez-Echevarría

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CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

equilibrio con los multiplicadores de La-grange en la Mecánica Clásica, un modode eliminar toda posibilidad de arbitrajeo conducta estratégica.

3. En realidad la llamó “competencia ili-mitada”.

4. Leon Walras (1834-1910). Nacido enEvreux (Francia), se preparó para ingre-sar en la Escuela Politécnica de París,aunque fracasó dos veces en su intento.Ingresó en la Escuela de Minas de París,donde no finalizó sus estudios. Fue pro-fesor de Economía Política en la Facul-tad de Derecho de Lausanne y estuvomuy influido por la obra de Cournot.

5. Sobre las relaciones entre la Matemá-tica y la Economía y el contraste entreSmith y Walras vid. Pokorny, D. (1978).

6. Para tener una visión general del pen-samiento económico de Walras vid.Hicks, J. R. (1934), Friedman, M. (1955) yJaffé, W. (1980).

7. Algunos han llamado a esta figura“empresario Sísifo”. Vid. Screpanti, E. yZamagni, S. (1993), p. 176.

8. Vid. Walras, L. (1874), pp. 672 y 673.

9. John Bates Clark (1847-1938). Nacidoen Providence, Rhode Island, estudió enlas universidades de Brown y Heidelberg.Fue profesor de Economía en la Universi-dad de Columbia.

10. Vid. Clark, J. B. (1899).

11. Vid. Ellerman, D. P. (1992), pp. 219-225.

12. Para este asunto vid. Mirowski, P.(1989) y Martínez-Echevarría, M. A.(1996).

13. Sobre este tema es muy interesanteel trabajo de Elster, J. (1975).

14. Alfred Marshall (1842-1924). Nacidoen Clapham (Inglaterra), estudió Mate-máticas en el St. John College de Cam-bridge, universidad en la que tambiénfue profesor de Economía Política.

15. Vid. Moss, S. (1984).

16. Vid. Shackle, L. (1967), p. 44.

17. Vid. Loasby, B. (1971).

18. Vid. Parsons, T. (1937), p. 206.

19. La Biología Evolutiva intenta enten-der los orígenes históricos de las pobla-ciones. Vid. Putnam, H. (1994), pp. 133-134.

20. Para una visión más amplia de estetema vid. Macpherson, C. B. (1973).

21. Piero Sraffa (1890-1983). Nacido enItalia, fue estudiante de Economía conMarshall y posteriormente profesor en elTrinity College de Cambridge.

22. Vid. Loasby, B. (1971).

23. Vid. Sraffa, P. (1926).

24. Vid. Hicks, J. (1939), p. 93.

25. Para un análisis de la función de pro-ducción neoclásica vid. el capítulo VI deMirowsky, P. (1989) y Hodgon, G. (1991).

26. Alter, M. (1990), p. 510.

27. Martin, D. T. (1979), p. 277.

28. Frederick Winslow Taylor (1856-1915). Trabajó en una siderurgia dondecomenzó como maquinista u obrero es-pecializado hasta que finalmente alcanzófama como consultor de procesos deproducción. Vid. Urwick, L. y Brech, E. F.L. (1970) y Duncan, W. (1989).

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CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

29. Henry Fayol (1841-1925). Estudió enla Escuela Nacional de Minas de París ytrabajó como ingeniero en las minas deCemmentry-Fourchembault Co. Vid. Urwick,L. y Brech, E. F. L. (1970) y Duncan, W. J.(1989).

30. Para este tema vid. Bendix, R. (1956),p. 274 y Chandler, A. D. (1977), pp. 379 yss.

31. Esa falta de control por parte de losempresarios se traducía en la idea deque los obreros eran vagos e indolentesy se resistían a esforzarse en el interés delos dueños de las empresas.

32. Vid. Bell, D. (1960), p. 256.

33. Es muy significativo que Taylor pre-tendiera lo mismo que Saint-Simon: queel gobierno no fuera de hombres sino deprincipios científicos, que la administra-ción tratase sobre las cosas y no sobrelos hombres. De algún modo, como Fa-yol, pretendía eliminar la presencia delfactor humano.

34. Vid. Coriat, B. (1979), (1990) y (1991).

35. Sobre lucha de clases y productivi-dad vid. Dahrendorf, R. (1959) y Giddens,A. (1975).

36. Sobre el tema del taylorismo y la re-forma social vid. Maier, C. (1970).

37. Vid. Murphy, J. B. (1993), pp. 175 y ss.

38. Una excepción es el trabajo de Bra-verman, H. (1974).

39. Vid. Shimokawa, K. (1993).

40. Vid. Sorensen, C. (1956). Este inge-niero desarrolló y puso en práctica lasideas de Ford. Vid. también Ford, H.(1923).

41. Vid. Shimokawa, K. (1993).

42. Sobre los problemas del aumento develocidad en la cadena de Ford vid. Bell,D. (1960), p. 265.

43. Alfred Sloan (1875-1966). Fue presi-dente y organizador de la General Motors,la competidora de Ford.

44. Vid. Sloan, A. (1963).

45. Vid. Sloan, A. (1963), p. 47.

46. Las decisiones estratégicas se dife-rencian de las operativas en que no sonautogeneradas, no son respuestas a unproblema, sino que son ellas las quecrean el problema. En cierto sentido, lasdecisiones operativas vienen gobernadaspor los sucesos, mientras que las estra-tégicas gobiernan los sucesos.

47. Vid. McKinlay, A. y Starkey, K. (1998),pp. 111 y ss.

48. Vid. Sloan, A. (1963), p. 143.

49. Siguiendo el elitismo típico de laépoca victoriana, Marshall tenía la ideade que la lucha en la competencia co-mercial forjaba caracteres, y debía enten-derse como palestra donde se adiestra-ban los nuevos caballeros-burgueses delimperio británico. Para este tema Vid.Zaratiegui, J. M. (1996).

50. Para entender el concepto de utilita-rismo en Marshall vid. Raffaelli, T. (1996).

51. Vid. Parsons, T. (1937), p. 211.

52. Vid. Marshall, A. (1842), p. 89.

VISIONES RACIONALISTAS Y ROMÁNTICASDE LA EMPRESA

68 Miguel Alfonso Martínez-Echevarría

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CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

Nº 1 Aspecto financiero y aspecto humano de la Empresa

Vittorio Mathieu

Nº 2 La interpretación socialista del trabajo y el futuro de la Empresa

Leonardo Polo

Nº 3 La responsabilidad social del empresario

Enrique de Sendagorta

Nº 4 El sentido de los conflictos éticos originados por el entorno en el que opera la Empresa

Juan Antonio Pérez López

Nº 5 Empresa y Cultura

Fernando Fernández

Nº 6 Humanismo y Empresa

Cruz Martínez Esteruelas

Nº 7 Moralidad y eficiencia: líneas fundamentales de la ética económica

Peter Koslowski

Nº 8 La estrategia social de la empresa

Manuel Herrán Romero-Girón

Nº 9 El trabajo directivo y el trabajo operativo en la empresa

Carlos Llano

Nº 10 El altruísmo en la empresa

George Gilder

Nº 11 Ricos y pobres. Igualdad y desigualdad

Leonardo Polo

Nº 12 El utilitarismo en la ética empresarial

Joan Fontrodona

Nº 13 La empresa en la historia

Agustín González Enciso

Nº 14 La empresa entre la Economía y el Derecho

José Antonio Doral

Nº 15 La empresa ante la nueva complejidad

Alejandro Llano

Nº 16 Empresa y libertad

Jesús Arellano

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Nº 17 ¿Qué es el humanismo empresarial?

Rafael Alvira

Nº 18 El rendimiento social de la Empresa

Jose M. Basagoiti

Nº 19 Elementos configuradores de la actual valoración del trabajo

Tomás Melendo

Nº 20 Dirección y sistemas de mando

Manuel López Merino

Nº 21 La índole personal del trabajo humano

Tomás Melendo

Nº 22 La revolución social del management

Tomás Calleja

Nº 23 Indicadores de la madurez de la personalidad

Enrique Rojas

Nº 24 Empresa y sistemas de cooperación social

Ignacio Miralbell

Nº 25 Humanismo para la dirección

Miguel Bastons

Nº 26 Actualidad del humanismo empresarial

Alejandro Llano

Nº 27 Notas sobre la cultura empresarial

Rafael Gómez Pérez

Nº 28 La importancia de la dinámica política para el directivo

Manuel Alcaide Castro

Nº 29 El poder...¿Para qué?

Juan Antonio Pérez López

Nº 30 La empresa y el ambiente socio-político en el umbral del nuevo siglo

Daniel Bell

Nº 31 La gestión del cambio en la empresa

Juan A. Díaz Alvarez

Nº 32 Hacia un mundo más humano

Leonardo Polo

Nº 33 Estudio histórico sistemático del humanismo

Higinio Marín

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Nº 34 Humanismo estamental

Higinio Marín

Nº 35 Consideraciones sobre el activo humano de la empresa

Tomás Calleja

Nº 36 Ser el mejor. Hacer que otros también lo sean (Sólo para empresarios)

José María Ortiz

Nº 37 La Etica de la Sociedad de Consumo

Antonio Argandoña

Nº 38 Hacia una Economía Política Humanista

Ludwig Erhard

Nº 39 Las referencias sociales de la empresa

Tomás Calleja

Nº 40 Máximo Beneficio y Máxima Racionalidad

José María Ortiz

Nº 41 La inserción de la Persona en la Empresa

Armando Segura

Nº 42 Humanismo pericial

Higinio Marín

Nº 43 Dimensión humanista de la energía

Tomás Calleja

Nº 44 La empresa entre lo privado y lo público

Miguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 45 Competitividad y cooperación como valores institucionales de la empresa

Santiago García Echevarría

Nº 46 Filosofía de la economía I- Metodología de la ciencia económica

Alejo J. Sison

Nº 47 La lógica del directivo: el control necesario y la confianza imposible

Pablo García Ruiz

Nº 48 La 'revolución' institucional de la empresa. El reto al directivo y a los recursos humanos

Santiago García Echevarría

Nº 49 Filosofía de la economía II- El ámbito austrogermánico

Alejo J. Sison

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Nº 50 Valores éticos de la empresa

Juan Cruz

Nº 51 La empresa virtuosa

José María Ortiz

Nº 52 Las decisiones en la empresa: cálculo y creatividad

Miguel Bastons

Nº 53 Filosofía de la Economía III. Los fundamentos antropológicos de la actividadeconómica

Alejo J. Sison

Nº 54 La familia: un imperativo para la empresa

Ramón Ibarra

Nº 55 Variaciones sobre una crisis

Tomás Calleja

Nº 56 Pobreza, productividad y precios

Paolo Savona

Nº 57 Lo común y lo específico de la crisis moral actual

Rafael Alvira

Nº 58 La ética empresarial: una aproximación al fenómeno

Manuel Guillén

Nº 59 La dimensión política de la economía

Miguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 60 Sobre la cooperación competitiva

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Nº 61 Organizaciones inteligentes en la sociedad del conocimiento

Alejandro Llano

Nº 62 La economía social de mercado de Ludwig Edhard y el futuro del estado de bienestar

Ana Fernández y Carmelo Lacaci

Nº 63 La persona humana en la empresa de fin de siglo

Carlos Llano

Nº 64 Estado, sociedad civil y empresa

Tomás Calleja

Nº 65 Sobre la confianza

Richard Brisebois

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Nº 66 El protagonismo social de la empresa

Tomás Calleja

Nº 67 Dimensiones estéticas de la empresa

Rafael Alvira

Nº 68 La empresa como realidad estética

Ana Fernández

Nº 69 De la estética a la ética de la comunicación interna

Iñaki Vélaz

Nº 70 La respuesta empresarial a una nueva dinámica del empleo: ¿Eficiencia económica versus eficiencia social en clave ética?

Santiago García Echevarría

Nº 71 La profesión: enclave ético de la moderna sociedad diferenciada

Fernando Múgica

Nº 72 El empresario servidor-líder

Enrique de Sendagorta

Nº 73 Peter Drucker (I): Hacia una biografía intelectual

Guido Stein

Nº 74 Peter Drucker (II): Sobre empresa y sociedad

Guido Stein

Nº 75 La narrativa anglo-americana de la propiedad

Alejo Sison

Nº 76 La empresa como sujeto de las relaciones internacionales

Javier Herrero

Nº 77 Clima y Cultura empresarial

Iñaki Vélaz

Nº 78 Valores burgueses y valores aristocráticos en el capitalismo moderno: Unareflexión histórica

Agustín González Enciso

Nº 79 Hacia una nueva teoría de la empresa

Miguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 80 Los pliegues ocultos de las relaciones en la empresa

Tomás Calleja

Nº 81 La empresa entre el psicologismo y el conductismo

Miguel Alfonso Martínez-Echevarría

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Nº 82 La Tercera Vía en Wilhelm Röpke

Jerónimo Molina Cano

Nº 83 Teorías de la empresa y crisis de la modernidad

Miguel Alfonso Martínez-Echevarría

Nº 84 Adam Smith: interés particular y bien común

Raquel Lázaro Cantero

Nº 85 Violencia y modelos sociales. Una visión humanista

Tomás Calleja

Nº 86 El estado y la teoría económica. Ideas prospectivas del papel del estado en laeconomía

Ángel Rodríguez García-Brazales y Óscar Vara Crespo

Serie en inglés:

Nº 9 Managerial work and operative work within enterprise

Carlos Llano

Nº 10 The altruism of enterprise

George Gilder

Nº 15 Business and the new complexity

Alejandro Llano

Nº 17 Enterprise and Humanism

Rafael Alvira

Nº 22 The social revolution of management

Tomás Calleja

Nº 30 The socio-political environment that enterprise may face

Daniel Bell