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psicologia social wainstein
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Facultad de Psicología UBA
Cátedra de Psicología Social I
Adjunto regular a cargo: Prof. Dr. Martín Wainstein
Prof. Dr. Martín Wainstein
Actitudes, cogniciones, atribuciones
Ficha de cátedra
Actitudes
¿Cual es tu opinión sobre los planes sociales? ¿Cuál sobre el aborto? ¿Acerca de
la pena de muerte? ¿Las ideas “garantistas” en cuestiones judiciales? ¿Los
“trapitos” cuida-coches? ¿El casamiento igualitario? ¿Los controles de
alcoholemia a automovilistas? ¿Qué hacer con los “barras bravas” en el fútbol?
Cualquiera de estas preguntas formuladas a una persona, a uno mismo, en un
grupo social o familiar de cualquier tipo o clase social, en la televisión, la radio o
un medio gráfico ponen en marcha un cúmulo de argumentos a favor o en contra
de cada uno de esos “objetos sociales”.
Ante esos estímulos respondemos con ciertas ideas, hipótesis, emociones y por
que no, acciones como los gestos airados o un dramatizado “-¡No me hables!” al
cual puede seguir una conducta como retirarnos enojados de la escena.
¿River o Boca?. El hincha sabe que su respuesta es entrañable, literalmente viene
de sus entrañas. La respuesta lo “habita”, está en él y la sensación es que, desde
“adentro” de él, se dirige muchas veces no muy racionalmente, hacia eso que
“River” o “Boca” representan en su mente y en su vida cotidiana, en ese mundo
que comparte con otros, que pueden ser de River, de Boca, o “neutros”.
Si nos detenemos a pensar en esto, descubrimos de inmediato una disposición
psíquica, para algo o hacia algo. Sea nuestro equipo favorito, o un sandwich de
jamón y queso.
Esa disposición es resultado de una internalización de acciones antecedentes que
se organizan en el individuo como ideas a través de la experiencia. Es adquirida
mediante el aprendizaje social y resulta de la integración de elementos
indiferenciados biológicos expuestos ante estímulos socioculturales específicos.
“¡Ponele actitud!” escuchamos a veces,. Es como decir “ponele disposición”.¿ A
qué? A estas tendencias que nos “habitan”. A ellas, la Psicología Social las
denomina “actitudes”.
La palabra, de uso común en el lenguaje popular, como la mayor parte de las
palabras de la Psicología, se comenzó a transformar en un concepto cuando los
primeros psicólogos (conductistas) hacia 1930 comenzaron a definirla e intentar
“medir” su “valencia o valor positivo o negativo” y su “intensidad”.
El concepto nos refiere también a una tendencia a responder de igual manera en
circunstancias similares. Predice una forma de actuar de una persona, el
comportamiento que establece un patrón que emplea un individuo para hacer las
cosas. En este sentido, se puede decir que es su estilo de actuar, cierta forma
de motivación de carácter, secundaria, en contraposición a la motivación biológica,
de tipo primario que impulsa y orienta la acción hacia determinados objetivos y
metas. Una definición sintética diría:
“Predisposición aprendida a responder de un modo consistente a un objeto social”.
En la Psicologia Social las actitudes son elementos de gran valor para la
predicción de conductas ya que, si bien la relación entre actitudes y conducta no
esta definida por una influencia directa, de hecho la actitud no es la conducta. De
allí que detectar que un grupo esta contra ciertas políticas de contaminación
ambiental, no significa que este adoptando acciones contra ella.
De todos modos, en tanto refieren a un sentimiento a favor o en contra de un
objeto social, el cual puede ser una persona, un hecho social, una cosa, una
situación o cualquier producción de la actividad humana, permiten suponer cierta
afinidad entre la disposición y la conducta probable..
Se ha definido a las actitudes también como una organización duradera de
creencias, dotada de una carga afectiva a favor o en contra de un objeto definido,
que predispone a una acción coherente con esas creencias y afectos relativos a
dicho objeto.
En el campo de la investigación en psicología, las actitudes son consideradas en
general variables intervinientes, al no ser observables, o posibles de ser
controladas directamente, pero si pasibles de inferencias observables.
Para que exista eso que llamamos una actitud, es necesario, en primer lugar, que
exista también un constructo de un objeto. Ese constructo esta formado por las
percepciones, las evaluaciones de esas percepciones en base a la información
que disponemos y la construcción de creencias hacia un objeto. Los objetos no
conocidos o sobre los que no se posee información no pueden generar actitudes.
En un segundo aspecto, esta el sentimiento en favor o en contra de un objeto. Es
el componente más característico de las actitudes. Aquí radica la diferencia
principal con las creencias y las opiniones - que se caracterizan por su
componente cognoscitivo. Otra diferencia coloca en un tercer lugar el componente
conductual es la tendencia a reaccionar hacia los objetos de una determinada
manera. Es el componente activo de la actitud.
En su forma mas clásica la actitud se define como un estado interno de la
persona, ya que no es una respuesta manifiesta visible y observable. Desde una
perspectiva interaccionista es un resultado de cierta interacción particular entre un
individuo con un potencial biológico natural y un orden social que tiene
determinadas expectativas acerca de él. Se concibe como algo que media
entre los aspectos del ambiente externo (estímulos), y las reacciones de las
personas (respuestas evaluativas manifiestas).
Esas respuestas evaluativas desde cierta tipificación determinan una valencia ó
dirección de carácter positivo o negativo que se atribuye al objeto de la actitud y
cierta intensidad o gradación de esa valencia. De todos modos la actitud no es el
proceso de categorización sino su resultado.
Las actitudes y las respuestas humanas
Las actitudes se determinan como un constructo científico en el ámbito de la
Psicología Social mediante tres dimensiones de la conducta humana.
La evaluación positiva o negativa de un objeto se produce a través de
pensamientos e ideas, designados en los estudios sobre actitudes como
"creencias" (incluyen tanto los pensamientos y las ideas, como su expresión o
manifestación externa). Téngase en cuenta que los pensamientos, las ideas o
creencias y las acciones son conductas.
Solo en las concepciones del “conductismo radical” de los primeros años de la
Psicología se sostuvo que las ideas, creencias y otros productos de la actividad
subjetiva no eran objeto de estudio por no ser observables o medibles. En el
mismo conductismo posterior y, como se vera mas abajo, en la evolución de la
disciplina hacia perspectivas mas cognitivas la idea de inferir conductas no visibles
paso a formar parte central de la teoría psicológica.
La evaluación de las actitudes por medio de las respuestas de los sujetos ocurre
en una doble secuencia:
Inicialmente se establece una asociación de naturaleza probable entre un objeto y
algunas de sus propiedades. Tomemos un ejemplo: “Los psicólogos tienen una
alta probabilidad de modificar la conducta de alguien en una dirección favorable
para su vida.”
Mediante escalas de medición de actitudes, por ejemplo las escalas Lickert, se
evalúa la dirección positiva o negativa que el contenido de esta proposición
estímulo tiene para los sujetos. Las escalas están constituidas por un conjunto de
afirmaciones cuya dirección (favorable/desfavorable) o su intensidad (alta/baja)
puede ser medida mediante ítems del tipo muy de acuerdo/de acuerdo/no se/en
desacuerdo/muy en desacuerdo. Cada uno de ellos tiene un puntaje, cuando el
sujeto responde obtiene una puntuación para cada ítem y una total por la totalidad
de las respuestas. Estos resultados pueden ser tratados mediante estadísticos
cuando se cuenta con un número de sujetos adecuado.
También pueden medirse las repuestas afectivas, que son los sentimientos, los
estados de ánimo y las emociones asociadas con una proposición de ese tipo. el
objeto de la actitud. Una escala de aceptación-rechazo de una proposición que
incluya un sentimiento emocional puede medir eso.
.
Las respuestas conativo-conductuales también pueden ser medidas mediante
escalas que representen un continuo actitudinal. Una escala que presente
preguntas estímulos del tipo “Frente a los sapos” (+) “me tienta acariciarlos”,
hasta (-) “solo quiero escapar” , puede permitir evaluar una respuesta conductual.
En esto debe tenerse presente que las respuestas de afectos y acciones mediante
cuestionarios están mediatizadas siempre por constructos ideativos que las
refieren. En un laboratorio de psicología se pueden registrar respuestas
emocionales mediante instrumentos adecuados como la respuesta
electroencefalográfica, psicogalvánica, los niveles de cortisol en sangre que
indican niveles de estrés, cambios en el reflejo de orientación, etc.
Las actitudes se expresan a través de estas tres vías que se diferencian entre sí
pero que convergen en cierta medida porque comparten un sustrato o base
común, ya que todas representan la misma disposición.
Cada tipo de respuesta actitudinal se puede medir con la utilización de índices
diferentes. La relación entre estos índices diferentes de la misma respuesta, debe
no sólo ser positiva sino también intensa. Por ejemplo si una persona tiene ideas
favorables acerca de los sapos ("son divertidos") es de esperar que reaccione
ante ellos con afectos o emociones favorables ("me gusta"), y que muestre
conductas de aproximación.
No siempre y no con todas las actitudes la consistencia entre los índices que
valoran cada tipo de respuesta es alta. Ello muestra la existencia de distintas
dimensiones y cierta independencia de cada dimensión de la conducta humana.
Las cogniciones humanas
Llegaste al aula en una primera clase de Psicología Social. Tratas de hablar con
un compañero. En tanto le estas hablando el no te mira, mira hacia otros lados del
aula y claramente te das cuenta que escucha a medias lo que le estas diciendo.
Sea por la razón que fuere, entendes que no tiene interés en conversar con vos.
¿Cuánto tardarás en “darte cuenta” de qué es lo que está pasando?
Casi todo el tiempo, en la realidad de tu vida cotidiana te encontrarás en
situaciones de este tipo.
La pregunta del Psicólogo Social es ¿Cómo tipificas tan rápidamente una
situación relativamente particular y nueva?
Se supone que hace años que participas de situaciones similares en tu vida
educativa. Situaciones en las que desarrollas un cierto “guión” llegas a una nueva
clase, tratas de acercarte a alguien para socializar, inicias una conversación,
esperas un respuesta favorable.
Como resultado de estas experiencias has construido cierto marco mental para
entender estas situaciones, que incluyen una expectativa acerca del
comportamiento de otros en ellas. Estos “marcos” o “esquemas” contienen
información relevante de acontecimientos específicos, que una vez establecida,
nos permiten interpretar esa situaciones y lo que ocurre en ellas y como
afrontarlas.
Supongamos que tu compañero esta vestido, tiene un estilo de actuar y ciertas
facciones que te resultan atractivas. ¿Afectaría esto tu manera de entender su
conducta? Seguramente es así, porque también tienes un esquema de persona
establecido para “enmarcar” los compañeros nuevos que conozcas. Como todos,
en la vida cotidiana, necesitas reducir la complejidad de los hechos que enfrentas,
no tienes horas para estudiar cada cosa y formarte una idea de cómo actuar. Las
actitudes señalan una predisposición, los esquemas, que también son aprendidos,
constituyen verdaderas configuraciones o “estructuras cognitivas”, conjuntos
organizados de ideas que te permiten “tipificar la realidad de las personas,
situaciones o cosas con las que te encontras en cada momento de tu vida”.
Si la primera impresión te llevo a ubicar a tu compañero en el esquema de lo que
podrías definir como un tipo “genial” y en realidad no te presta atención, podes
reaccionar en términos de un esquema acerca de tu “autoestima”: “Yo no soy
suficientemente valiosa para ser atractiva para este `tipo`”.
Los esquemas influyen mucho en la manera en que pensamos el mundo.
Básicamente en tres procesos claves de toda cognición.
Organizan nuestra atención. Desde los aspectos mas inmediatos de la percepción
inicial mediante los cuales seleccionamos que vemos, que atendemos mas o
menos. La codificación mediante la cual una vez que la información es
seleccionada queda almacenada en nuestra memoria. No todo quedará
almacenado, la codificación es también una selección. ¿Recuerdas si la persona
que viajaba en el primer asiento individual del colectivo en el que llegaste a la
Facultad traía paraguas o no? Probablemente no. Salvo que te hayas topado con
el único precavido y durante tu viaje haya comenzado a llover. En ese caso, ese
pasajero hubiera sido “notable” para vos y para otros probablemente; quedando
retenido en tu memoria y siendo “recuperado” cuando ya en la Facultad,
comentes sobre la lluvia y digas –“ Me avivé que podía llover cuando vi uno en el
colectivo con paraguas, era el único, pero ahí me di cuenta que no pensé que
podía llover”. La “recuperación” de información de nuestra memoria depende de
la importancia que tuvo para nuestra vida el suceso y si por eso fue registrado o
no y desde que marco presente solicitamos retornar el evento registrado. Esto
dependerá en ambos casos de la organización que nuestros esquemas le dan a la
información.
Los esquemas influyen sobremanera en nuestro conocimiento de la vida cotidiana.
Nuestra atención se fija mucho más ante acontecimientos inconsistentes con
nuestros esquemas que en aquellos casos en que la situación es consistente con
ellos. Es decir, nos orientan en las situaciones inesperadas más que en las
acostumbradas. Esto también esta reforzado por el hecho de que una vez que los
esquemas han sido formados, la información relativa a ellos se recuerda más que
la que no lo es.
Los esquemas cumplen un papel importante en la constitución de estereotipos
sociales que dan lugar también cuando son negativos a los prejuicios y a las
conductas discriminatorias.
Los esquemas en muchos casos influyen distorsionando nuestras conductas. Un
caso típico es el de la distorsión optimista de los planes.
A menudo pensamos que podemos terminar una tarea antes de lo que realmente
podemos. Eso pasa casi siempre en el sector público, también en la empresa
privada o en las tareas más sencillas que iniciamos en nuestra vida personal. Se
podría hablar de una falacia de la planificación. Buheler, Griffin y Ross, (1994)
detectaron que cuando las personas planifican algo lo hacen como una narración,
se centran en el futuro y ponen poco el acento en recordar cuanto les llevo hacer
tareas similares en el pasado. Se “disipa una comprobación de la realidad
conocida” que puede desviarlos hacia un “sesgo optimista”. Por otra parte cuando
reflexionamos sobre experiencias pasadas en las cuales las tareas nos tomaron
más tiempo del esperado tendemos a hacer atribuciones que disminuyen la
importancia de tales reflexiones. Entendemos por ejemplo, que los errores de
cálculo pasados dependieron de factores externos, ajenos a nosotros o fuera de
nuestro control.
Las atribuciones: como entendemos las conductas propias y de los demás
No solo cuando evaluamos porque algo no salió como pensábamos, atribuimos
alguna razón a ello. Continuamente evaluamos y tratamos de tener un
conocimiento exacto acerca del pensamiento y los sentimientos de las personas
que nos rodean. Saber que experimentan los otros puede sernos de utilidad para
manejarnos en la vida cotidiana.
Los psicólogos sociales creemos que el interés por esto se debe en gran parte a
tener explicaciones sencillas de causa y efecto en el entendimiento del entorno
social. No se trata de obtener solo descripciones fenoménicas de cómo ocurren
las cosas sino también de obtener comprensiones de por que ocurren.
En Psicología Social esto se denomina atribución. Este concepto ha sido
estudiado durante décadas proporcionando muchas teorías para explicar su
funcionamiento. Las fuentes de conocimiento que esto ha abierto son muchas
para entender la vida social. Aquí nos detendremos en algunas ideas.
Volvamos al ejemplo de la primera clase de Psicología Social “Tratas de hablar
con un compañero. En tanto le estas hablando el no te mira, mira hacia otros lados
del aula y claramente te das cuenta que escucha a medias lo que le estas
diciendo”. ¿Cómo explicarías esto? Hay muchas posibilidades de que pienses “es
un creído”. Es posible que sea así. Pero también es posible que esté atento
buscando a alguien que lo esta esperando en un aula a la que llega por primera
vez y esta llena de gente que no conoce.
El hecho de considerar los factores externos (alguien lo espera en un contexto
poco habitual) como menos probable que los factores internos (narcisismo,
egolatría) es el llamado error fundamental de atribución. Este se refiere a
nuestra tendencia a explicar la conducta de los demás en términos de causas
disposicionales (internas) mas que situacionales (externas). Dicho en un
lenguaje coloquial, porque son “ese tipo de persona”, más que a causa de otros de
los muchos factores (externos) que pueden estar influyendo en su conducta.
En algunos casos la tendencia no es tan extrema pero igualmente predomina la
atribución de causa “interna” sobre los factores “externos” que podrían ser causa
de la conducta (Briñol, DeMarree, 2012).
Otros sesgos atribucionales
En la Copa Mundial de Futbol de EEUU en 1994, Diego Maradona fue sorteado
para realizarse el control antidoping que dio positivo luego del partido frente a
Nigeria, lo que lo dejo fuera del mundial. Independientemente de todo lo que
pueda comentarse acerca de este suceso, aquí nos interesa la reacción del
entorno social-periodístico alrededor de este suceso “mundial”, centrado en la
conducta de una persona particular, muy representativa en el mundo. En el diario
más popular de la Argentina en ese momento y en los medios en general se
publicaron dos tipos de “columnas” periodísticas. Aquellas que atribuían el
“problema” o “destino” del jugador a las causas (internas), propias de una
“personalidad transgresora”, claramente manifestada en su conducta de “evasor
de impuestos” (32.7 millones de euros) que lo llevo a dejar Italia, en su agresión
con un rifle de aire comprimido a un grupo de periodistas, a su portación de
cocaína, sus conflictos sobre paternidades varias en las que se negó a aceptar
pruebas de ADN, etc. Por otra parte otro sector del periodismo ponía el acento en
otras “causas” (externas): las características de su representante Coppola, “el
entorno que marcó su infancia en Villa Fiorito, entre inmigrantes pobres de países
limítrofes y esa ribera junto al Riachuelo”, la desterritorializacion propia de la fama
y las migraciones deportivas, etc.
Como en este caso, la atribución de ciertas consecuencias a la “naturaleza” de las
personas, su “ser”, o a su “entorno” o “condiciones externas determinantes”, es no
solo una constante, sino fuente de controversias históricas en la ciencia, la
política, pero también, sobre todo en nuestra vida cotidiana.
Un sesgo atribucional relacionado con el anterior es el que se refiere a atribuir
nuestra propia conducta a factores situacionales y las de otros a causas internas.
Hay un sesgo actor/observador. Si estamos manejando y detenemos nuestro
automóvil sobre el cruce peatonal, es a nuestro entender porque “el tráfico esta
imposible y es difícil calcular cuando detenerse”. Si somos peatones no dudamos
en cambio “del desprecio por los peatones y sus derechos”, típico de los
automovilistas que se quedan sobre la senda. En estos ejemplos nosotros somos
objeto de las situaciones y los otros actúan según sus disposiciones.
Otro sesgo común es visible en el clásico comentario ante un aplazo, “-¡Me sonó
mal!”, diferente del “-¡Aprobé!”, ante un buen resultado. Tenemos tendencia a
atribuir los resultados positivos a nuestros propios recursos internos y los
negativos a afectos de la realidad externa. Las hipótesis cognitivas sugieren que
nos guiamos por esquemas de éxito, así, procesamos los buenos resultados
como algo propio y los malos como derivados de factores que están fuera de
nuestro control.
La interpretación motivacional sugiere que de este modo protegemos nuestra
autoestima (Brown y Rogers, 1991). Este sesgo lleva a que muchas personas
vean sus propias acciones como más comprensibles y disculpables y las de otros
como incomprensibles e imperdonables. Esto es fuente de muchos problemas
interpersonales en la vida cotidiana, en el trabajo, en las relaciones familiares y
amorosas.
Tanto las actitudes, provenientes del marco teórico de la psicología conductual de
los años treinta, como las cogniciones y atribuciones , herederas del pensamiento
cognitivo posterior a la segunda guerra mundial confluyen hoy en un ideario
integrado. Tras un largo predominio del paradigma conductista en la Psicología, a
lo largo de los sesenta ese paradigma fue sustituido por los aportes del
paradigma de procesamiento de la información, de matriz sistémica y cognitiva.
Según esta perspectiva el ser humano es predominantemente un procesador de
información, un interprete de lo que ocurre mediante el procesamiento cognitivo y
social de los estímulos ante los que esta expuesto en el marco de una praxis
social colectiva.
Normas culturales de su etnia de pertenencia, roles desempeñados, grupos de
pertenencia y referencia, actitudes, prejuicios, ideologías, etc.; constituyen una
realidad compleja en y desde la cual se construye la intersubjetividad que da lugar
al surgimiento de la subjetividad personal. Cada vez que un niño ingresa al mundo
trae con él una unidad de memoria vacía que le da la oportunidad de ir llenando en
el largo proceso de socialización que lo llevara a convertirse en persona. Cada vez
la sociedad se abre a la oportunidad de que nuevos individuos re signifiquen los
contenidos del orden social establecido.
Bibliografía
Briñol, P.; DeMarree,K.G. (2012) Social metacognition, Taylor y Francis Group,
LLC, USA.
Brown J.D. ; Rogers,R.J. (1993) Self-Esteem: The Puzzle of Low Self-Regard Roy
F. Baumeister, Ed, Library of Congress
Brown J.D.; Rogers, R.J. (1991) Self-serving attributions: The rol of Psychological
arousal: Personality and Social Psychology Bulletin, 17, 501-506
Buheler, R.; Griffin,D.; Ross.,M. (1994) Exploring the “planning fallacy”: Why the
people underestimate their task completion times. Journal of Personality and
Social Psychology 67, 366-381.