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SALUD MENTAL Y TRABAJO Wanderley Codo y colaboradores 1

Wanderley Codo - Salud Mental y Trabajo

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SALUD MENTAL Y

TRABAJO

Wanderley Codo y colaboradores

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TRADUCCIÓN: Jacob A. J. Pierce

REVISIÓN: Marianna Coelho de A Lopes

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Índice La Psicología y el Trabajo

Wanderley Codo .............................................................................................................6

El hacer y la conciencia

Wanderley Codo ……………………………………………………..……………………….. 17

En busca de la Psicología

Wanderley Codo, Alberto Hitomi, Jackson Sampadreo……………………...………….. 24

El hombre no es un Ser Social

Wanderley Codo, Alberto Hitomi, Jackson Sampadreo ………………………..………...41

La magia del trabajo

Wanderley Codo, Alberto Hitomi, Jackson Sampadreo................................................ 50

Afecto y Trabajo

Wanderley Codo, Alberto Hitomi, Jackson Sampaio……………..………………….……72

Salud Mental & trabajo: una revisión sobre el método.

Wanderley Codo, Lucia Helena Soratto………………..…………………………….87

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Calidad, Participación y Salud Mental: Muchos puntos muertos y algunas salidas para

el trabajo en el fin del siglo.

Wanderley Codo…………………………………………………………………………….109

El arte de nada hacer ¿El funcionario público hace lo que hay que hacer realmente ?

Wanderley Codo y Ione Vasques-Menezes …………………………………………..132

Histeria: Enfermedad profesional.

Andrea Gazzotti e Wanderley Codo............................................................................140

Prototeoría: El Síndrome del trabajo vacío (Una incursión en la psicoeconomía de la

depresión narcísica)

Wanderley Codo ………………………………………………………………….…182

Bibliografía ……………………….…………………………………………….… 204

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PARTE 1. MARCOS TEÓRICOS

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La Psicología y el Trabajo Wanderley Codo

La Psicología es la ciencia que estudia el comportamiento humano. ¿Pero, qué

comportamiento humano estudiar? ¿Cómo iniciar el análisis? Hagamos un ejercicio. Por algunos momentos cerremos los libros que ya se escribieron sobre Psicología y pensemos ingenuamente en el camino que debemos seguir. Empiezo por mí ahora: escribo un texto que debe formar parte de mi tesis de doctorado.

El escenario

Estoy sentado en una silla con un bolígrafo en la mano, de frente a un pedazo de papel; un estante, libros, paredes, interruptor de luz, lámpara encendida. Todo lo que compone el ambiente en que me encuentre tiene una característica en común, es el resultado del trabajo humano. Para que existiesen cualquier uno de esos objetos, hombres se reunieron, se organizaron, el trabajo fue dividido, realizado y vendido. Si no fuese por la organización social que generó la silla, yo no estaría sentado, o el bolígrafo y yo no escribiríamos, o el papel, o las paredes... Puedo concluir que me comporto de esa forma porque los hombres transformaron la naturaleza, la pusieron a mi servicio, y yo me comportaría de otra forma si el trabajo humano diese otros resultados.

Partiendo de lo que me circunda inmediatamente, encontré la respuesta a la pregunta formulada al inicio.

El psicólogo debe estudiar el trabajo humano. Los que entiendan cómo los hombres transforman la naturaleza, cómo se organizan para producir, entenderán mucho sobre cómo y por qué el hombre se comporta.

Pero el escenario no es el único punto de partida, puedo prescindir del ambiente inmediato y tomar como punto de referencia el verdadero gesto, mi comportamiento.

¿Qué hago entonces?

1) Escribo, o sea, imprimo en un papel (p-a-p-e-l), utilizo un instrumento capaz de

marcar (bolígrafo), muevo mi herramienta y provoco un cambio en el espacio que dispongo. Descubro que estoy haciendo con el bolígrafo y con el papel lo mismo que el ebanista hizo para producir la silla en que me siento: utilizo las propiedades encontradas en la naturaleza y les doy un sentido nuevo, transformo la naturaleza a mi imagen y semejanza. Llego a la misma conclusión, debo estudiar el trabajo del hombre.

2) Escribo, imprimo marcas en un (p-a-p-e-l), pero no dejo ninguna marca, uso símbolos que fueron desarrollados antiguamente y que me fueron inculcados en la infancia, unifico los símbolos de determinada manera, que también tienen la misma historia. Escribo papel y tú lees papel, tuviste una experiencia próxima a la mía, fuiste alfabetizado como yo. Yo escribo y tú lees porque nuestra sociedad se organizó para colectivizar las experiencias que la Historia le permitió a nuestros antepasados. Y entonces me veo yo nuevamente hablando de Historia, de trabajo, del Hombre que se hominiza al humanizar la naturaleza.

En fin, bajo cualquier aspecto que examine mi comportamiento, desde cualquier punto que yo parta (del presente, del pasado, del futuro, de mi cerebro a mi brazo o viceversa,

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desde mi sociedad hasta mi comportamiento o viceversa), llego a la misma conclusión: urge estudiar el trabajo.

Pero tal vez ese no sea todavía, el punto de partida adecuado, tal vez mi comportamiento sea avis rara una excepción. Debería entonces, partir desde el punto que los otros comienzan. Veamos.

Escenario

- Calles, casas, carros... asfalto, concreto, hierro, aluminio, ambiente en el cual los hombres se mueven.

- Tiendas, bodegas, supermercados que los hombres frecuentan y donde compran, venden, se encuentran, conversan.

- Radio, televisión, cine, diarios, revistas donde los hombres producen informaciones sobre hombres y para los hombres, o donde hombres informan sobre producciones de los hombres para que los hombres conozcan y consuman.

- Fábricas, donde los hombres se organizan para transformar la naturaleza a su imagen y semejanza, se jerarquizan con base en el dominio que poseen sobre la producción y los medios de producción, dividen (desigualmente), el producto por toda la sociedad, y, con esa división, alimentan a sus familias con mayor o menor eficiencia, pagan sus habitaciones en este o en aquél punto de la ciudad con más o menos comodidad, educan a sus hijos formal e informalmente, siempre dependiendo del lugar que ocupan en la producción.

- Oficinas que estructuran la organización de los hombres que transforman la naturaleza y se jerarquizan y todo se repite. Escuelas que instrumentalizan al hombre que se posicionará en esas estructuras de producción y consumo.

- Empresas enteras (hombres y máquinas producidas por hombres), dedicadas a transportar hombres a sus puestos de trabajo.

Comportamiento

Veamos rápidamente, el comportamiento de un individuo "normal" que trabaje en cualquier oficina, y que ejerza una función burocrática. Supongamos que sea un oficinista, que tenga como función llevar y traer documentos, realizar visitas a las firmas, etc.

El lugar donde él trabaja determina el horario en que debe levantarse de la cama, por tanto, el horario de acostarse. Debe "preocuparse con la apariencia”, o sea, vestir un determinado tipo de ropa, por ejemplo, saco y corbata, lo que significa que parte del presupuesto doméstico debe ser usado en la indumentaria y que verse al espejo es obligatorio, antes de salir de casa. Los "deslices" que pueda cometer (una camisa mal planchada, una corbata jorobada), provocarán una interferencia de las personas con las cuales él se relaciona en el trabajo, directa o indirectamente: su jefe inmediato puede ordenarle que corrija los defectos; sus colegas de trabajo pueden hacer comentarios jocosos; o puede tener dificultad para ser recibido en una u otra empresa. Por otro lado, recibe elogios al presentarse "bien vestido ": una ropa nueva merece comentarios encomiásticos, manifestaciones de envidia (lo que puede llevar a nuestro funcionario a demorarse delante de las vitrinas y a escoger, con más criterio, su barbero adoptando en fin, una postura, o un proyecto (un sueño), de postura reforzado cotidianamente por todas sus relaciones de trabajo.

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Su lenguaje sufre interferencias directas del trabajo que ocupa. El trabajador utiliza términos que, para los otros mortales (no integrados a ese trabajo), son desconocidos o inusitados, como papel para comunicaciones o avisos, requerimientos, protocolos, listados para no citar la “jerga” de la función.

En los días libres o después de salir del trabajo, se reúne con sus colegas de oficina y los eventuales amigos que hizo a lo largo de su vida. Probablemente, tiene una recepcionista como novia u organiza un equipo de fútbol que disputará con la oficina de al lado un premio “cedido” gentilmente por uno de sus jefes, y/o hará un curso de dactilografía, de inglés, de contabilidad, etc.

Las relaciones de trabajo determinan su comportamiento, sus expectativas, sus proyectos para el futuro, su lenguaje, su afecto.

Pero tomemos otro ejemplo, un obrero. Tal y cual para nuestro funcionario de oficina, sus horarios están controlados por el trabajo, sus relaciones sociales también y sus proyectos también lo están. Diferentes ambientes de trabajo determinan, sin embargo, individuos radicalmente diferentes. Las manos del obrero son grandes y ágiles, sus ropas escogidas por criterios de longevidad, sus palabras y los bares que frecuenta son otros.

El análisis más profundo de cuánto las tareas intervienen en el comportamiento del obrero, será realizado más adelante en el transcurso del texto.

Las afirmaciones anteriormente expuestas, son válidas para un comerciante, una enfermera, un ejecutivo, un industrial. Cada gesto, cada palabra, cada reflexión, cada fantasía nos trae la marca indeleble, irrefutable, de su clase social, del "lugar que el individuo ocupa en la producción".

Pues bien, seamos entonces más pragmáticos y busquemos una actividad que sea fundamental. El hombre está vivo porque se alimenta. Su alimentación la logra a través de su trabajo. Partiendo de la supervivencia del hombre, llegaremos a la misma conclusión.

Nosotros, psicólogos, estamos siempre afirmando que el hombre es un ser social, un ser histórico. ¿Pero, qué significa eso exactamente? Cuando afirmamos que el hombre es un ser histórico, estamos afirmando que su relación con el medio ambiente se da a través de la sociedad. Según Engels, el único hecho histórico que existe es que el hombre necesita sobrevivir. Y lo que cambia no es lo que se produce en un determinado período histórico, son las relaciones de producción, son las relaciones sociales que están presentes o que significan, stricto sensu, la relación entre los hombres. La comida que mantiene el hombre de pie, el sexo que mantiene la sucesión de las generaciones. La forma de expresión del hombre siempre estuvo presente en cualquier momento histórico que se tome como ejemplo. Lo que cambia y se transforma son las relaciones sociales que los hombres utilizan para esa producción.

En nuestro caso, vivimos en una relación social muy bien establecida, una definición de las formas de producción muy clara, que establece el papel del hombre, las relaciones que él debe o no mantener con sus semejantes. Se trata del modo de producción capitalista. Ese modo de producción transita, literalmente, por toda la actividad del hombre: "con quien tú te relacionarás”, "lo que tú generas”, "lo que consumes", "de qué manera lo generas”, "de qué manera lo consumes".

Notemos que estamos viviendo un período en donde los medios de comunicación están bastante desarrollados y todos ellos, bañados por las relaciones de producción de una forma directa. Estamos viviendo en la Era de la televisión, del consumo de masas, de los

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electrodomésticos, lo que maximiza la relación entre el sistema social y el comportamiento humano, ese último, objeto de estudio de la Psicología.

Veremos a continuación cómo el sistema modifica el propio trabajo e introduce al hombre en una determinada relación social distinta. Se trata, entonces, de darnos cuenta que, aquí, más que nunca, cualquier acto humano, cualquier comportamiento que sirva como objeto de estudio a cualquier psicólogo, está lleno, necesariamente, de las relaciones de producción. El1 gesto del hombre es un gesto en el mundo, insertado necesariamente, (lo quieran los psicólogos o no, se den cuenta o no), inmediatamente en esas relaciones de producción desarrolladas por el ser humano.

A cada gesto puede ser atribuido el contenido de clase. Y aquí nuevamente, tenemos la misma conclusión: el estudio de la Psicología debe partir de las relaciones de producción, reconocer como el comportamiento está determinado a partir de esas relaciones de producción.

Anteriormente, cuando analizábamos las diversas razones que nos llevan a estudiar las condiciones de trabajo humano y la respectiva inserción del hombre es ese proceso, hablamos principalmente sobre el comportamiento del hombre. Caben algunas observaciones.

Es necesario señalar que estamos hablando de determinación y no de subordinación. La diferencia es esencial, no se trata de afirmar que todas las acciones humanas están subordinadas a un sistema capitalista o cualquier otro sistema de producción. Para ejemplificar, podemos tomar la relación entre padre e hijo, utilizando un método bastante común en Psicología, el de reducir la realidad a sus términos más sencillos, para tratar de explicarla. Después volveremos a la cuestión que nos interesa.

Podemos decir que la vida del hijo, o su comportamiento actual está determinada por la relación que él tuvo anteriormente con sus padres, lo que no significa que esté subordinada a la relación con los padres. Un hijo no reproduce a sus padres. Un padre, que haya sido un dentista, no tendrá un hijo dentista. Podrá, por ejemplo, tener un hijo que tenga rabia, horror, que se aísle de la profesión del padre y que se convierta en un sociólogo. El hecho de que un hijo sienta horror por la profesión de dentista, está determinado por la profesión del padre, por la relación que padre e hijo tuvieron durante su historia, pero no significa que la elección de la profesión esté subordinada literalmente al comportamiento del padre. O incluso, un padre idealista, desconectado absolutamente de las problemáticas concretas de la supervivencia, "preocupado más con el arte que con el pan”, puede tener un hijo absolutamente mezquino, preocupado con cada kilo prieto que pueda ser economizado para garantizar su futuro. Aunque el hijo se desarrolle en la misma2 profesión que el padre, continúa valiendo el mismo razonamiento, ya que se trata de un nuevo sujeto en que podremos estudiar la determinación del comportamiento del hijo por el padre, sin reducir el fenómeno a la subordinación. Cuando hablamos de determinación

1 (1) cuando nos referimos a las relaciones de producción, queremos designar las relaciones de trabajo en una sociedad capitalista, donde el trabajo toma la forma de mercancía y el objetivo es la extracción de la plusvalía. 2 (2) El choque entre determinación y subordinación es común en un abordaje mecanicista, que desde el inicio queremos repudiar. Como los extremos se tocan, el mecanicismo materialista puede llevar a una postura metafísica, como ya fue indicado por Merani, A. L. (Psicología Alienación).

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social, estamos usando el mismo significado. Reconociendo que el comportamiento del hombre está determinado por la sociedad en que vive sin que se reduzca a aquella sociedad.

Si el sistema produce alienación, no necesitamos, necesariamente, tener obreros alienados, porque junto con la alienación el sistema genera una insurgencia, la explotación de la clase determina el desarrollo de una nueva conciencia de ese y la lucha por un nuevo sistema social.

Al comienzo del texto nos preguntamos: ¿qué estudiar en Psicología? Partiendo del medio ambiente inmediato en que los seres humanos viven hoy por hoy, de las relaciones culturales que se establecen entre los hombres o de los hechos que garantizan nuestra supervivencia, llegamos a la misma conclusión: tenemos que estudiar el trabajo humano, saber cómo las relaciones de producción determinan el comportamiento del hombre.

Pero decíamos que esa reflexión fue hecha con los libros de Psicología cuando estaban cerrados, ¿recuerdan?

Al abrirlos, llega a impresionarnos el distanciamiento que nuestra ciencia mantiene sobre esas cuestiones.

Apenas para citar un ejemplo, el Handbook of Social Psychology (Lindzey & Aronson, 2.ed.), cinco enormes volúmenes que recorren casi todas las áreas de estudio en Psicología Social, dedica exactamente diez páginas para discutir el problema del trabajo humano.

Veamos el problema más de cerca, invitando al lector a abrir cualquier número del Psychological Abstract, por ejemplo, el de enero de 1980 (el último número de que dispongo, mientras escribo), publicación que reseña todos los últimos trabajos de Psicología.

Buscaremos la palabra worker (trabajador), y la revista nos remite a la palabra Personnel, que en inglés significa "personal", "grupo de empleados", más o menos como la utilizamos en portugués, Departamento de Personal, Selección de Personal, etc.

Bueno, aquí tenemos una visión clara del significado de la palabra trabajador. Según el Psychological Abstract, el trabajador le interesa a la Psicología en razón del Departamento de personal.

Continuemos nuestra investigación, y veremos que "trabajo” aparece en Psicología, con algunos significados bastante precisos:

1) como una variable de intervención, o sea, un factor que puede interferir en "otros" aspectos de la vida del individuo. Veamos el artículo de K. King (1978), que cuestiona cómo los adolescentes se dan cuenta del relacionamiento entre los familiares, cuando sus madres trabajan;

2) como una institución extraña, independiente del individuo que trabaja. Como, por ejemplo, los trabajos de previsión de turn-over, donde los objetivos del psicólogo son los de saber cuál es la probabilidad, cuando una empresa contrata a un individuo, de que él se mantenga en el empleo. Ver, por ejemplo, el trabajo de F. Suzene et al., que muestra que cuando la expectativa de sueldo es muy alta o cuando vive muy lejos de la fábrica, la mujer abandona más frecuentemente el empleo o, incluso, cuáles son los factores que garantizan la permanencia en el trabajo (ver los artículos sobre job satisfaction).

Resumiendo, la Psicología toma el trabajo a partir de las relaciones de producción capitalistas. Veamos cuál es el sentido que el capitalismo engendró al trabajo, o incluso

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cuál es la diferencia entre la "formulación original" de trabajo y el estadio de desarrollo actual de las fuerzas de producción.

El trabajo hoy

Todo cambio acaecido en las relaciones de producción, tuvo como objetivo libertar al

hombre del yugo del feudalismo y hacerlo un hombre libre para vender su fuerza de trabajo. Pese a las luchas de clase, o sea, la explotación de una clase sobre la otra, haberse iniciado mucho antes de ese período, la forma de explotación se modifica radicalmente. Por primera vez en la historia, el hombre pasa a vender su fuerza de trabajo.

Esa transformación, el advenimiento de la plusvalía, y la transformación del trabajo en mercancía, tienen efectos profundos en la sociedad humana y también en el comportamiento humano que, por ende, ocurrieron dialécticamente relacionados. Aquí, en razón de los límites de descripción, separaremos los diversos puntos, teniendo siempre presente, que no son eventos estancados o aislados. Muy resumidamente, enumeraremos algunas transformaciones para análisis.

1) A los valores de uso (satisfacción de necesidades humanas), que los objetos producidos por el hombre contienen, se le suma, a través de la división social del trabajo, otro valor, el valor de intercambio. Los objetos necesarios "al estómago" o "a la fantasía” humanos, pierden su especificidad, un traje no lo es más, apenas algo que me proteja del frío, también es una mercancía que se puede cambiar por cualquier otra.

El factor ecualizador de los diferentes valores de uso es el trabajo humano, "cada mercancía individual se considera como un ejemplo promedio de su especie, mercancías que contienen cantidades iguales de trabajo, o que pueden ser producidas sin el mismo tiempo de trabajo, poseen, consecuentemente, un valor en la misma magnitud. El valor necesario para la producción de una es el mismo tiempo de la producción de la otra" (El Capital, p. 47).

Si el producto del trabajo vale apenas por las horas de trabajo que en él están insertadas, el vínculo trabajo-satisfacción de necesidades obtiene un nuevo eslabón: se transforma en trabajo-intercambio de equivalentes-satisfacción de necesidades, lo que hace que las necesidades del Hombre sean contingentes al dinero (equivalente), y no a su propia tarea. Por la misma razón, subordina el uso a la capacidad de intercambio y no a la capacidad de producción. En otras palabras, la supervivencia del hombre pasa a depender no de su acción (o de su trabajo), y sí del trabajo social (acción social), y por otro lado, obviamente, su acción deja de ser definida por sus necesidades y pasa a ser definida por criterios sociales.

Ocurre aquí un primer proceso de alienación, en el sentido de separación entre acción y supervivencia humana, el trabajo humano pierde su especificidad y se transforma en un valor abstracto, confundiéndose con la moneda que lo representa.

2) Para que exista mercancía es necesario que exista división de trabajo; si todos produjesen todo no habría necesidad de intercambio, por tanto, no habría necesidad de equivalentes. La división del trabajo crea, acto seguido, una clase de comerciantes,

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3responsables por el intercambio de mercancías entre los consumidores, lo que hace con que, "por primera vez en la historia universal, todo individuo dependa del mundo entero para la satisfacción de sus necesidades" (La Ideología Alemana, p. 56).

Sucede que, el valor de intercambio que se le atribuye a la mercancía, se expresa pura y sencillamente en la cantidad de trabajo “inyectada" a la naturaleza, o sea, el trabajo humano es lo que se está negociando.

Se trata de la materialización social del fenómeno indicado en 1, "Recibo lo necesario para mi vida a través de un intermediario, o sea, ni siquiera conozco al individuo y/o al proceso de producción responsable por la satisfacción de mis necesidades; igual destino sufre lo que produzco”.

La acción del hombre pasa a pertenecer a la sociedad, a ser regulada por las leyes de oferta y demanda, acumulada como capital. "La forma mercancía es la forma general del producto de trabajo, como consecuencia, la relación de los hombres entre sí como poseedores de mercancía es la relación social dominante..." (El Capital, p. 70). El trabajo se representa a través del valor del producto del trabajo, la duración del tiempo por la magnitud de ese valor, fórmulas que pertenecen claramente a una sociedad en que el proceso de producción domina al Hombre y no el Hombre domina al proceso de producción social... (La ideología Alemana, p.8).

3) Pues bien, el trabajo no es apenas una mercancía, sino lo único capaz de producir excedente, por ser el único valor de uso capaz de crear valor, consumir trabajo y crear trabajo (El Capital. cap. III). Se trata del único eslabón en la cadena que genera mercancías, que puede ser explotado para generar plusvalía (más valor), ya que el trabajo se vende como cualquier mercancía, por el precio de costo de su producción (el precio del sustento del trabajador y de su familia, producción y reproducción de la fuerza de trabajo), y puede o debe producir más valor de lo que costó, a diferencia de un tronco de madera que no puede producir más que un número "x" de4 sillas, por ejemplo. La utilidad, por tanto, solo puede provenir de la explotación del trabajo ajeno por parte del capitalista.

Hasta aquí el trabajador produce mercancías que no consume, consume mercancías que no produjo, su acción y su supervivencia se le escapan, pero, es más que eso: se invierte la correlación entre esfuerzo y supervivencia, más trabajo continúa significando más producción, más valores de uso, pero no para el trabajador sino para el capitalista. Y peor todavía, la superproducción es la razón del pauperismo (“el trabajador es más pobre mientras más riqueza produce” - Manuscritos Económicos y Filosóficos). En la medida en 3 (3) Observemos que, si el Proceso terminase por aquí, la alienación a que nos referimos no dependería de clase social (lugar que el individuo ocupa en la producción), en la medida en que, incluso el dueño de los medios de producción, no ejerce el eslabón producción-auto-satisfacción de necesidades, lo que denota dos cosas: 1) que no es el surgimiento del equivalente el responsable solitario por el surgimiento de las clases, como veremos a continuación; y 2) que el surgimiento del capitalismo no aliena apenas al trabajador, sino también al dueño de los medios de producción.

4 Eso tal vez explique por qué gran parte de lo que se acostumbra a llamar ocio contemporáneo, sea del tipo Do-it-Yourself. Apenas para ejemplificar, un campamento, para donde una familia viaja horas y donde "pierde días para encender una hoguera y asar un conejo (cosa que se puede hacer en dos horas con una llamada y apretando un botón), o incluso buena parte de los juegos preferidos por una buena tajada de la población, ¿no significarían el rescate del control sobre la tarea? ¿O incluso la recuperación del eslabón producción-satisfacción de necesidad?

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que la función de la compra del trabajo es la expropiación de él mismo (creación de la plusvalía), el papel del trabajador es el de producir riqueza para el otro y, acto seguido, para su propia miseria.

Si hablamos de alienación, ahora podemos hablar de robo, el hombre se transforma al transformar, por el dominio, la naturaleza, se construye a sí mismo: cuando vende su trabajo, vende la transformación que la naturaleza opera en sí, su hominización que, a su vez, como mercancía, le aparece como objeto independiente, vendido al trabajador en cambio del salario.

4) El advenimiento del capitalismo, trae en sus entrañas el desarrollo de la maquinaria. El hecho histórico señalado antes, la transformación del trabajo en mercancía, capaz de generar plusvalía, trae como consecuencia la necesidad de aumentar el rendimiento del trabajador, disminuyendo el tiempo que se ha gastado por unidad de producto, o el tiempo de "trabajo socialmente necesario", obviamente sin reducción del número de horas que el individuo dedica a la fábrica.

Aunque sea fruto del mismo proceso, la maquinaria introduce un fenómeno cualitativamente distinto en el fraccionamiento del trabajo humano.

Se trata de promover, tanto longitudinal como transversalmente, una fragmentación de la acción humana. Longitudinalmente, el trabajo no se asume por entero por parte del trabajador, cada par de brazos realiza una parte de la tarea, y la división de los frutos se realiza secundando las características de las máquinas y/o de los dictámenes de la “racionalización”, siendo que, mientras mayor sea la división de tareas, mayor será la eficiencia, MAYOR será la producción, mientras MENOR sea el gesto.

Transversalmente, el obrero que aprieta un botón, desencadena un proceso que se inició en una mina de hierro que produjo lingotes, que produjo máquinas, que producen herramientas, que por fin componen el producto.

El capital, que ya alienó al hombre del producto de su trabajo, ahora le roba el gesto, el movimiento de su brazo es algo que no le pertenece, y que no está determinado por el trabajador.

5) el desarrollo del capital no se dio por igual, en la medida en que desarrollarse, para el capitalismo, es la maximización de las desigualdades. A nivel internacional, tales diferencias reproducen mercados diferenciados, lo que comienza a servir al propio desarrollo del capital, que explota, con maestría, las desigualdades que creó.

Entra en escena el Capitalismo Multinacional. Vimos anteriormente, como las relaciones sociales de producción engendran la alienación del Hombre, le roban el gesto. Se cumple entonces la profecía de Marx y Engels: "El Hombre pasa a depender de todo el planeta para la satisfacción de sus necesidades". Con la internacionalización del capitalismo, se radicaliza esa tendencia y otra vez, cambia de calidad; el Hombre pasa a depender del mundo entero para la producción de bienes, la materia prima se produce en un país, las herramientas en otro, las piezas en un tercer lugar, los ensamblajes finales en un cuarto país, el producto final se consume en todo el planeta.

Aquí la fragmentación del trabajo alcanza las relaciones sociales de producción. Las ganancias, la expropiación del trabajo dejaron de tener un nombre, apellido y dirección, como en la época en que la limusina del jefe aparecía a la puerta de la fábrica con un superestatus, que parecía acumular las energías que se le sacaban al trabajador. Hoy por

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hoy, “jóvenes ejecutivos dinámicos” transmiten “órdenes superiores” recibidas, a su vez, de ejecutivos menos jóvenes, que, a su vez, también recibieron órdenes superiores, per omnia.

La internacionalización del capital roba el ladrón del producto del trabajo.

Síntesis Reproducimos aquí la manera violenta como los modos de producción capitalistas se

apropian del productor. Hasta ahora hablamos del trabajo humano, o sea, de la apropiación del comportamiento del hombre.

Buscamos demostrar como el trabajo se inmiscuye y determina el comportamiento del Hombre cuando no se identifican ni una cosa ni la otra.

El trabajo, hoy por hoy, es el trabajo alienado, aislado del Hombre que realiza, expropiado. Es así que la Psicología lo concibe, reeditando la producción como instancia independiente, extraña al productor.

Nuestro objetivo aquí, es hacer el camino inverso. Tomar la problemática del trabajo alienado no como un dato, sino como un proceso, lo que implica, a cada instante, en buscar el movimiento histórico, reconocerlo contradictorio.

Al buscar en Psicología, parámetros de análisis que permitan rescatar esa relación dinámica en el trabajo, hay que tener en mente que el problema que se trae a colación es este: entender, a nivel del individuo, cómo se presenta la transformación del trabajo en su lado opuesto. De instrumento de dominio de la naturaleza por el Hombre en un instrumento de Dominio del Hombre por la "naturaleza”. (El Capital, libro 1, sección III, cap. V, p. 130).

Solo existe un hecho histórico, el de que el Hombre necesita sobrevivir (Max y Engels, La Ideología Alemana). Sobrevivir es exactamente controlar el medio ambiente, transformarlo a su imagen y semejanza. Apenas por esa razón, podemos darnos cuenta de que: 1) lidiar con el control que el individuo posee sobre el medio es lidiar con todo el comportamiento de cualquier individuo, en cualquier sistema social y, concomitantemente, 2) cualquier escala, o experimento, por más completo que sea, no será capaz de lidiar con el fenómeno como un todo, transformándose en un instrumento tosco o fluido.

Kelly (1955) afirmaba: "...Es una costumbre decir que los científicos desean la previsión y el control... sin embargo, curiosamente, los psicólogos raramente creen que sus sujetos experimentales tengan aspiraciones semejantes... ¿Es necesario que el hombre individual, cada cual a su manera, asuma la estatura de un científico para tratar de predecir y controlar el curso de los eventos en los cuales está involucrado?"

Freud decía que el objetivo de la psicoterapia era el de "destruir la coerción que pesa sobre la vida del individuo", a través del conocimiento de las representaciones del inconsciente (p. 1012), o incluso que "el individuo debe encontrarse con él mismo... educarse para mirar hacia su pasado y retratar en él su presente y su futuro".

Si quisiésemos citar las referencias de Skinner sobre la cuestión del control del individuo sobre su propio medio, gastaríamos páginas y páginas. Basta recordar el final del libro, sobre el behaviorismo, donde el autor manifiesta la esperanza de que "el hombre controle su propio destino".

El problema del control del hombre sobre su medio y/o sobre sí mismo es fundamental para la Psicología, y no podría ser de otra forma.

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La Psicología surgió en un período que podría ser delimitado, a grandes rasgos, entre 1880 y 1920, con los primeros trabajos de William James (1875), Dewey (1887), Ebbinghaus (1880). Pavlov (1900), Watson (1912). Kohler (1912). Wertheimer & Kofka (entre 1910 y 1912) y Freud (entre 1880 y 1890).

No se trata del inicio de la reflexión sobre el hombre, pues esa tarea siempre fue ejercida por la filosofía desde Aristóteles, se trata de transformar la reflexión del hombre en ciencia.

Filosofía es sof(í)a amigo, amistad, involucrando una relación íntima, promiscuidad, identificación; ciencia es apropiación, aislamiento, es objetiva, se refiere al objeto, por tanto, lo diferencia del sujeto. La preocupación del hombre para consigo mismo siempre existió, sin embargo, la Psicología fue una de las últimas a constituirse como rama científica "independiente". O sea, la historia demoró a exigir que el conocimiento del hombre se apartase de él mismo, se objetivase.

Entre 1880 y 1920 el mundo sofría una transformación, cuja marca más fuerte fue la transformación del trabajo en mercancía, como ya vimos.

La Revolución Burguesa trató de transportar el proceso de expropiación, de diferenciación entre las clases, del dominio divino-hereditario para el plano de la libre competencia (el poder heredado cede terreno al poder adquirido). La trama económico-social pasa a depender de la capacidad de apropiación del trabajo ajeno, la plusvalía surge entonces, en la proporción en que el trabajo del hombre pueda ser controlado, en la medida en que los dictámenes de sangre se reemplacen por los dictámenes de la producción.

Tiempo de Taylor, tiempo en que la producción humana, en última instancia, instrumento de transformación de la naturaleza por parte del hombre y del hombre por la naturaleza, debe someterse al capital, tiempo en que el hombre vende su capacidad de transformación (y de auto transformación), por el sueldo, o sea, se aliena de sí mismo.

Tiempo en que la capacidad de acumulación del Capital es inversamente proporcional al control del hombre sobre su propio medio ambiente.

En ese momento, el pensamiento humano necesita transformar la reflexión sobre el hombre en la intervención sobre el hombre. Reclaman que la Psicología abandone a la Filosofía, la promiscuidad entre sujeto y objeto, y forme parte de la ciencia, transformándose de Re-flexión en control.

La Psicología es, por tanto, un producto directo y dilecto de la transformación del hombre en mercancía, al mismo tiempo en que, como producto de la división social del trabajo, reproduce e impulsa esa misma división.

El espacio de la Psicología, por imposición histórica o por definición proveniente de su práctica, si inserta en la contradicción que el carácter doble del trabajo engendra, entre la alienación, la tortura del trabajo que se convirtió en mercancía y el ser/venir-a-ser que representa el Hombre construyendo a sí mismo. Si no, veamos lo siguiente:

El síntoma obsesivo compulsivo se caracteriza por una imperiosa necesidad de pensar o ejecutar algún acto independiente del deseo consciente del individuo. Podemos ejemplificar sencillamente lo siguiente: determinada joven se ve obligada compulsivamente a evitar todas las aberturas de las aceras, caminando con una preocupación ansiosa de no pisarlas, ya que imagina que si se equivoca y su pie entra en algunas de esas aberturas, en ese exacto momento en algún lugar distante, su madre podrá caerse y romperse la columna

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vertebral. La interpretación analítica del fenómeno podrá explicar que lo que existe inconscientemente es un odio dirigido contra la figura materna que insiste en avanzar sobre el Ego, y la ansiedad que esa amenaza produce se controla a través del síntoma obsesivo-compulsivo que objetivaría anular ese deseo hostil e inconsciente.

Una de las explicaciones behavioristas para ese fenómeno lo sería el hecho de que se trata de un comportamiento supersticioso, o sea, contingencias accidentales hicieron con que aumentase la frecuencia de la respuesta de no tocar con los pies las aberturas o, mutatis mutandis, la respuesta de pisar fue castigada accidentalmente y a partir de ese momento se generalizó.

Técnicamente hablando, tanto un behaviorista como un analista, reiteran la misma cosa, se trata de una elaboración humana que trae como resultado recuperar mágicamente el control sobre sí mismo y/o sobre el medio, a través de la "auto transformación" del propio comportamiento, y aquí tenemos nuevamente el concepto de trabajo que Marx elucida.

Filosóficamente (en el sentido de una cosmovisión), el mensaje analítico podría ser sintetizado así: el Hombre no es el dueño de sí mismo, realiza cosas cuyas causas no conoce, está controlado por fuerzas que escapan a su control. Secundando el mismo camino, el behaviorismo afirma: el Hombre no es dueño de sí mismo, está controlado por el medio ambiente.

El ejercicio de la clínica psicoanalítica y behaviorista es el mismo, devolverle al individuo el control de sí mismo y/o de su universo.

Ambos enfoques son víctimas del mismo pecado, hijos que son de un mundo donde el trabajo se convirtió en mercancía, consideran como inherente al ser humano lo que es inherente al Capital. Por eso, la Psicoanálisis corre el riesgo de propugnar por un hombre libre de su conflicto con la vida, o sea, adaptado al mundo, en el sentido más conservador que esas palabras puedan poseer, y por el lado contrario del behaviorismo, corre el mismo riesgo de transformarse en Ingeniería ignorando al Hombre como sujeto de su Historia.

El Hombre no es ni esclavo ni señor (de sí mismo o del mundo). Es la dialéctica del esclavo y del señor, o como ya dijimos antes: "Parafraseando Engels, el único hecho psicológico es el de que el Hombre necesita sobrevivir. Someterse al mundo como un simple mortal, proyectar y recrear el mundo a su imagen y semejanza, como un Dios".

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El hacer y la conciencia Wanderley Codo

Lehninger, en su tratado de Bioquímica, diferencia la materia viva de la materia no

viva entre otras características por el hecho de que el organismo extrae y transforma la energía de su medio ambiente en "una relación funcional", o sea, la energía es retirada del medio para construir y mantener la propia estructura del organismo vivo. Secundando sus palabras, "los organismos vivos son sistemas abiertos, pues intercambian tanto energía como materia con su medio ambiente y, al hacerlo, transforman a ambos".

La estructuración de un organismo vivo a través de la transformación de energía de la materia inanimada se da, necesariamente, por una relación entre ambos que se define con base en la reciprocidad (doble relación), que envuelve la transformación de la naturaleza a la imagen y semejanza del organismo y, condición sine qua non, lo contrario; o sea, la transformación del organismo a la imagen y semejanza de la naturaleza que lo acoge.

En otras palabras, ocurre una relación de doble apropiación, la existencia misma del organismo vivo implica en la apropiación de la naturaleza que exige, que condiciona la apropiación del organismo por parte de la naturaleza. Así, una ameba, al extender sus pseudópodes y apropiarse de una partícula que la alimentará, tiene que conformarse a la estructura de la partícula para hacerla parte de sí misma; de cierta manera, la ameba es su alimento al representar su apropiación.

En un organismo más complejo, las relaciones tienden a ser más claras. Un ratón, al alimentarse de un queso, lo “ratifica” (con o sin comillas), o sea, ratificar, hacer que el queso sea queso y "ratificar", hacer que el queso sea ratón. En el primer sentido, porque queso también significa, además de su significado físico (moléculas estructuradas de una determinada forma), el alimento energizador del comportamiento del ratón. En el segundo sentido, el ratón ratifica el queso al transformarlo en sí mismo.

Si lo vemos al contrario, el ratón se "quesifica" en el sentido físico del término, forma parte del queso transformado, en el sentido biológico de la palabra, su saliva, su estómago e intestinos se estructuran a partir del alimento que deben digerir, y también en el sentido psicológico, su percepción, olfato, ojos y oídos aprenden; gracias al queso, a distinguirlo del no-queso, en la naturaleza.

La supervivencia de un organismo depende, en última instancia, de la capacidad física, biológica y psicológica de transformar el medio a su imagen y semejaza y, por tanto, de auto transformarse a la imagen y semejanza del medio.

Estamos, por tanto, en el plano de la Historia Natural y evidentemente, las ciencias se dividen mientras recortan este o aquel lado de ese mismo fenómeno básico.

Así, la genética toma para sí la comprensión de la transformación de la especie por parte del medio durante las generaciones, la biología celular estudia las múltiples relaciones entre la célula y el medio externo.

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La Psicología como nos interesa estudiarla más de cerca, se preocupa con los mecanismos de supervivencia del organismo en términos de percepción, aprendizaje, motivación, etc. 5

En otras palabras, conociendo exactamente como un animal sobrevive, sabremos mucho más sobre cómo se comportará (ahí está la etología que no nos deja mentir).

Aunque estemos en el límite de la Psicología animal, ya se recupera la especificidad de esa ciencia con relación a sus primas. En el plano bioquímico o genético, en casi todo el universo de la biología, el científico tiene la "potestad" de poder lidiar con un fenómeno discreto mientras que en la Psicología nos deparamos con la dificultad de tratar un fenómeno continuo. Así, a pesar de conocer el movimiento entre la célula y su medio, podemos estudiarla como una unidad relativamente discreta, o sea, teniendo bien comprendidos los límites que distinguen a la célula de la no-célula. En el caso de la Psicología, el objeto real de estudio es la relación organismo-medio, el ejercicio de la Psicología no consiste en considerar las variables que intervienen en el medio ambiente concreto y buscar a través de la introspección, la conciencia humana en su dimensión "pura".

Algunos científicos, no consideran al individuo como una tabla lisa en la cual el medio escribe su historia. El objetivo de la Psicología consiste en estudiar la actividad del organismo.

O como dice Leontiev, ya refiriéndose a seres humanos: "...en la propia organización corporal de los individuos, está la necesidad de entrar en una relación activa con el mundo exterior; para existir deben actuar... al influir sobre el mundo exterior lo modifican, con eso se modifican también a sí mismos. Por eso, lo que los hombres son está determinado por su actividad, la cual está condicionada por el nivel ya alcanzado en el desarrollo de sus medios y formas de organización".

Tomemos entonces al hombre y veamos cómo se da esa doble relación organismo-medio. ¿Ocurre en el hombre el mismo fenómeno que ocurre en los animales?

Sí y no al mismo tiempo, ésa es la respuesta. Sí, porque el Hombre también tiene su historia natural, también es el bistec que

huele y deglute (o pretende deglutir) en el almuerzo. No, porque se acopla a esa ya compleja relación, la naturaleza esencialmente social

del Hombre. ¿Qué eso quiere decir? El Hombre produce su propia existencia, por tanto se produce a sí mismo, para tanto

se relaciona con los otros, por tanto produce y es producido por el otro. Por eso, la doble relación indicada antes entre organismo y medio se da a través de la doble relación consigo misma.

Al comer un tomate, por ejemplo, el hombre entra en relación de doble apropiación con todo el planeta y con toda la historia de la Humanidad literalmente.

5 Es obvio que un animal no solamente se alimenta, también huye, procrea, etc. En cada una de las actividades la relación es la misma, utilizemos apenas la alimentación en ese contexto, solamente como un ejemplo.

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Resaltemos la afirmación anterior, ya que ella nos interesa particularmente. El hombre no encuentra el tomate listo en la naturaleza, necesita sembrarlo. Hasta

este momento no tenemos nada nuevo, ya que la araña produce su tela; la diferencia es que el ser humano no sabe sembrar antes de nacer, necesita aprender. Mientras la araña para construir la tela tiene una tarea por delante, el hombre tiene un problema que depende de una técnica y de un proyecto. Bueno, el aprendizaje de la técnica y el proyecto presuponen uno al otro.

En otras palabras, la técnica presupone una división de trabajo tanto longitudinal como transversal.

Transversalmente, el hombre se divide para producir, por ejemplo, unos espantan la caza, mientras que otros la matan.

Longitudinalmente, cada generación perfecciona parte de la técnica que el hombre aprende en un dado momento. Fue así desde la rueca de hilar, pasando por la mule-jenny (una de las primeras máquinas de hilar), hasta las hilanderas modernas.

En el centro de esa cuestión está el problema de la división del trabajo. Y es esa división del trabajo que pasa a través del lenguaje, los instrumentos, el pensamiento, la conciencia.

Hagamos una revisión de la actividad productiva del hombre, buscaremos demostrar cómo el uso de la actividad al formar parte de la categoría central de la Psicología, puede ser revelador.

Tomar el fruto de la tierra llevárselo a la boca, deglutir. Como ya vimos, la "mera" actividad de apropiación proviene de una relación dialéctica hombre-naturaleza:

1) el fruto se transforma (se conforma) a la imagen y semejanza del hombre; y 2) al mismo tiempo, el hombre se transforma (se conforma) a la imagen y semejanza

del fruto del cual se apropió. En 1) el fruto se convierte en hombre, en el sentido físico (moléculas que se

incorporan y pasan a componer nuestro cuerpo), biológico (energía que se transforma por las y para las células del hombre) y psicológico (el fruto comienza a significar un fruto para el hombre, se incorpora a él un significado humano).

En 2) el hombre se convierte en el fruto por las mismas razones físicas y biológicas, desde el punto de vista psicológico, el fruto enseña al hombre a distinguirlo del no-fruto, nuestras sensaciones, a través de la visión, sin embargo, están estructuradas por el fruto.

Además de las sensaciones, la apropiación de la naturaleza produce la acción del hombre, establece relaciones de contingencia entre los comportamientos, dispone el refuerzo, dispone sobre el gesto del brazo, las manos, boca y sobre todo, el fruto suministra un significado al gesto, le incorpora un telos, una finalidad. Sensaciones, acción y también percepción. La naturaleza apropiada conecta el ojo a la nariz.

Sembrar la semilla, cuidar la planta, cosechar el fruto. Aquí permanece la misma relación dialéctica (no cuesta repetirla, el hombre está

siendo transformado por la naturaleza mientras se transforma a la imagen y semejanza de la misma) pero en un nivel cualitativamente superior.6

6 el análisis del sembrar presupone el uso de instrumentos y al mismo tiempo del lenguaje. Aquí, por cuestiones didácticas, apenas vamos a separar los procesos.

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Al sembrar, el hombre modifica a su favor el medio externo, ya no se puede hablar de naturaleza en el sentido de contraposición a lo Humano, el mundo alrededor toma la cara del Hombre, se pone a su servicio, se somete a sus necesidades y por tanto a sus deseos. En ese sentido, la doble relación Hombre-Naturaleza, indicada anteriormente, obtiene un nuevo eslabón, el hombre transforma la naturaleza que lo transforma.

Pero sembrar presupone también el fruto presente-ausente, o sea, el proyecto del fruto, es necesario que el fruto esté presente en la conciencia del Hombre, aunque esté ausente de la naturaleza. El fruto, por el Hombre, se hace trascendente, se eterniza en la actividad de la siembra.

El uso de instrumentos de trabajo

¿Qué es un instrumento de trabajo? Marx nos dice: "El medio de trabajo es una cosa o un conjunto de cosas que el hombre interpone entre él y el objeto de su trabajo, como conductor de su acción".

Por tanto, el instrumento tiene un carácter mediador en la medida en que funciona concretamente como extensión del hombre, y ampliando o necesitando sus gestos lo eterniza. Un hacha, por ejemplo, es el acto del hombre objetivado, perenne, inmortalizado, en una palabra, trascendente al propio Hombre. En ese sentido, el instrumento de trabajo es un mediador entre el Hombre y su trascendencia, en otras palabras, su Historia.

Otro carácter mediador está amparado por el hecho de que, aunque sea hijo legítimo de la acción, el instrumento de trabajo presupone la acción no realizada, o sea, un proyecto. Así, el instrumento transforma a través del trabajo, la reflexión en acción materializada y como se vio, trascendente. Los medios de trabajo ejercen la mediación entre la reflexión y la Historia.

Fabricado por el Hombre como mediador entre él y la naturaleza (medio de trabajo), el instrumento se amolda a su creador. Es la naturaleza hominizada y medio de hominización de la naturaleza al mismo tiempo.

Creado por el Hombre a su imagen y semejanza, lo eterniza, transforma la actividad individual en Historia, la creación crea al creador.

Acción y medio de acción sintetizadas y eternizadas, la creación se libera por el creador, el hacha que hice, al mismo tiempo que inmortaliza mi gesto, recrea el gesto del otro a mi imagen y semejanza, el hacha presenta nuevamente al Hombre individual, la Historia de la Humanidad, conforma e inserta al individuo, a su propia especie; al contrario, el instrumento viabiliza la intervención del Hombre en toda su Historia, por la vía de la actividad, el hacha, perfeccionada por mi sucesor, transforma el hombre individual en un ser genérico, la evolución de su gesto trae en sí la revolución de la Humanidad. A través del instrumento de trabajo, el hombre transforma la historia de los hombres y a su vez ella lo transforma.

El instrumento es productor y producto de la abstracción. El concepto duro (o débil), no emana directamente de la naturaleza, ¿cómo puede haber en la conciencia humana algo que no se encuentra en el mundo?

El concepto de duro es el reflejo de una interacción entre dos objetos de densidades diferentes. Al golpear con el hacha en un árbol, el hombre interactúa con los dos elementos en discusión y principalmente con la relación entre ellos, la mediación del gesto realizado

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por el instrumento informa una dimensión de lo real que antes ni se sospechaba, arma el hombre con la posibilidad de interpretación del mundo.

Eso es verdad para cualquier abstracción, cualquier pensamiento. Sucede que, a menudo, el instrumento de intervención del hombre en el universo es la propia palabra que reorganiza relaciones de los hombres entre sí, funcionando prioritariamente como un instrumento de intervención en el otro o del otro en mí. (No se hará aquí un análisis del lenguaje, apenas se resalta su papel como instrumento).

Aunque sea hijo legítimo de la acción, la construcción del instrumento de trabajo presupone la acción no realizada, o sea, un producto de la acción, un instrumento de trabajo engendra la reflexión y la materializa. En otras palabras, el uso de medios de trabajo realiza la circunferencia completa, promueve la conciencia de la cual es producto, genera la conciencia que promueve.

En suma, el instrumento de trabajo transforma al hombre de animal en ser trascendente: a través de la acción mediatizada, el hombre transciende a sí mismo, en dirección a su proyecto, por tanto con relación al otro, por tanto en dirección a la Historia.

El hombre y el otro

Evidentemente que el trabajo como modo de producción de su propia existencia exigió del hombre la convivencia en grupos, el desarrollo del lenguaje y la división del trabajo.

Los procesos grupales y el lenguaje serán abordados en otras fases de este libro. Puedo entonces privarme de ese análisis y abordar algunos aspectos de la división del trabajo que considero relevantes para el análisis en discusión.

La división de trabajo une y separa (une porque separa, separa porque une), a los hombres al mismo tiempo. Si la caza es grande y peligrosa lo suficiente para que el hombre no pueda cazarla por sí mimo y se organizan grupos encargados de cazarla y otros encargados de espantarla, esa división de trabajo tiende, por una cuestión de competencia, a cristalizarse, lo que implica que percepciones, abstracciones y también conciencias diferentes de la realidad se establezcan en hombres diferentes. Por otro lado también se hace obligatorio que los mismos hombres "separados" por las actividades diferenciadas se unan en un plano superior, que es el plano del proyecto y de los objetivos de la actividad en pauta. Así, es necesario que los hombres estén vinculados entre sí por el producto de su trabajo (actividad objetiva), para que puedan sobrevivir. La caza no sería cazada si cada hombre no cejase en sus instintos inmediatos y formase parte del proyecto del grupo.

Como se verá más adelante, esa dialéctica unión-separación es fundamental para el proceso de concientización, como también lo es la relación hombre-hombre, hombre-naturaleza, que analizaremos a continuación.

Ya repetimos ad nauseam, o sea, hasta la saciedad, que la relación práctica del hombre con la naturaleza y su actividad es lo que lo constituye. En el trabajo productivo ese carácter de determinación de la práctica aparece de forma cristalina; es la caza que instruye al cazador con la fuerza del golpe.

Al mismo tiempo que la actividad eminentemente práctica empuja el hombre para el contacto vis-à-vis con la naturaleza, su modo de ser social e histórico, y por tanto

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trascendente, lo obliga a una relación con el otro implicando “aislamiento” (resaltemos las comillas), con la naturaleza. Veamos.

La construcción de instrumentos junto con el lenguaje permite que la maquinaria, la creatividad, la competencia de un trabajador en particular transcienda a sí mismo y pase a pertenecer a toda la humanidad. Con rigor, basta que un hombre en una tribu primitiva invente el arco y la flecha para que esa actividad objetivada en el producto de su arte pase a pertenecer a toda la colectividad, imprimiendo su existencia en el existir del otro, que a su vez lo reformula, hasta que alcanzamos todos nosotros el nivel de la bazuca, por ejemplo.

Recorriendo el camino al contrario: el acto de un hombre particular con un hacha particular al golpear un árbol está rodeado de toda la historia de la humanidad hasta ese momento. Aquí, la doble apropiación hombre medio (transformar y ser transformado por la naturaleza), se funde y tiene como requisito la doble apropiación hombre-hombre, (transformar y ser transformado por el otro).

El hacha es una vía de conciencia del mundo y de lo social porque es el hombre genérico, toda la historia, toda la sociedad representada, cuanto más técnica se perfecciona más el medio ambiente natural del hombre se hace humano. Hoy por hoy, encontramos obreros trabajando con máquinas hechas por máquinas, per omnia, generando la vida de personas a través de la electricidad que no sabemos a ciencia cierta en cuál momento histórico fue producida por primera vez.

Así se promueve un "aislamiento” aparente que se concreta por un poder cada vez mayor sobre la naturaleza por la vía social, o sea, histórica.

Mi actividad mediada por la actividad del otro por la vía del lenguaje y del instrumento de trabajo, es exactamente lo que permite que la actividad se le vuelva a presentar a un sujeto particular como un "reflejo de la realidad concreta a parte de las relaciones que existen entre ella y el sujeto, o sea, un reflejo que distingue el sujeto, un reflejo que distingue las propiedades objetivas estables de la Realidad".

Estamos hablando del fenómeno de la conciencia humana. Marx nos revela que el lenguaje es la conciencia práctica. O sea, es la actividad de

los hombres presentada a un sujeto individual, por tanto, permite que sea reproducida en la ausencia del mundo objetivo inmediato al mismo tiempo en que permanece fiel a él.

Vimos que la actividad productiva humana, por la vía del desarrollo dentro del lenguaje, de los instrumentos de trabajo y de la división de trabajo, produce la conciencia a través de la dialéctica hombre/naturaleza, hombre/hombre que se expresa por una tensión perenne entre el individuo como sujeto individual y colectivo de su propio destino, contradicción esa que sólo podrá evolucionar a través de la apropiación colectiva del destino individual.

Tal vez un ejemplo pueda dejar las cosas más claras. Tomemos como ejemplo a un obrero que entra hoy a una fábrica y que allí

encuentra, ya construido, un modo de producción colectivizado altamente evolucionado que lo inserta en toda la historia de la humanidad, cada producto realizado, cada gesto reapropia y transforma el mundo y los hombres. Al apretar un botón que hace funcionar una máquina, nuestro obrero es invadido por la historia y se convierte en su portador, se inserta en su clase y en la lucha de su clase en la medida en que se organiza colectivamente.

Al mismo tiempo, encuentra el producto del trabajo deshecho, separado del productor. El producto de su trabajo se le presenta como un ser extraño, independiente del

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producto según nos dice Marx, el trabajo es alienado, por eso dividido entre trabajo intelectual y trabajo brazal, o sea, el gesto es expropiado de la creación. El trabajo colectivizado y las relaciones de trabajo competitivas, el hermano del cual el trabajo depende y por el cual el producto se crea nuevamente como enemigo.

El obrero vivirá entre esos dos fuegos todo el tiempo, la apropiación de sí por parte del propio mundo y la reapropiación del mundo. El momento de la huelga, por ejemplo, al promover la ruptura de la producción alienada (aunque sea parcialmente), rompe también con el aislamiento de un individuo para con el otro. La no-producción produce un productor activo de sí, del otro, del mundo. A través de la lucha, vía acción, recomponiendo, recreando la actividad hasta el momento en que el hombre se reencuentra consigo mismo, hasta que el existir colectivo reencuentre al sujeto individual.

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En busca de la Psicología Wanderley Codo, Alberto Hitomi, Jackson Sampadreo

Hagamos aquí un ejercicio de imaginación: Tratemos de explicarnos las diferentes

áreas, líneas y abordajes en que se subdivide la Psicología en la actualidad. Son tantas y tan distanciadas que de vez en cuando se inventan “nuevas Psicologías”, y la primera sensación es de desánimo.

Existe una Psicología fisiológica, y ahí deberíamos convencernos de la existencia de un gesto humano, una acción, un comportamiento no fisiológico, o sea, pese a la Biología. Solo así la creación de un área se justifica. Estaríamos muy próximos, sin duda, del Espíritu que Descartes formulaba e incluso él mismo fue llevado por la coherencia a ubicarlo en la glándula pineal.

Tal y cual sucede con la Psicología Social, obligada a inventar un ser a pesar de las relaciones sociales que lo conforman y que lo explican. Tal vez provenga de allí la pasión de los psicólogos por ratones, planarias*, monos, animales con la curiosa propiedad de que no cuestionan (por lo menos inmediatamente), la Epistemología y el investigador.

Es necesario fundamentar una Psicología inmune a la experiencia, al delimitar la Psicología Experimental, o pese al yo, al inaugurar una "self psychology", psicología por sí misma.

El problema está en que esas áreas no son áreas, en el sentido de una delimitación del fenómeno a ser abordado, son concepciones diferentes a respecto del mismo fenómeno y de sus determinaciones. Así la Psicología Fisiológica y la Social, por ejemplo, se dividen en la medida en que conciben al ser humano como determinado biológica y socialmente. En otras palabras, al contrario de un esfuerzo interdisciplinario en torno de un objeto tan complejo, lo que resta de los accesorios casi teóricos de los psicólogos es la fragmentación del propio objeto, un verdadero ejercicio de disección.

Al entrar sucesivas veces en un laboratorio de Psicobiología y en una clínica psiquiátrica, tenemos la seguridad de que los profesionales involucrados están trabajando con sujetos distintos, el hombre en estudio reaparece como Frankenstein, mal cosido y con vocación para destruir a su creador.

El eje de esa danza consiste en aproximar nuestro objeto de estudio a veces de la Biología, o a veces de la Sociología, provocando en los psicólogos el malestar típico de quien encuentra amenazada la propia identidad, provocando explicaciones como por ejemplo “porqué lo que estamos haciendo debe ser considerado Psicología”. Estamos, nos guste o no, en la incómoda situación de practicantes de una ciencia en busca de su propio objeto.

¿Podemos entonces entender a través de un presupuesto, que ese verdadero calidoscopio también compone una ciencia, en el sentido de la búsqueda por la comprensión de un objeto? En otras palabras, a pesar de las idiosincrasias, cualesquiera que ellas sean, ¿es posible incluso hablar de Psicología?

* Nota del Traductor: especie de babosa o limaza.

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Si abstraemos de cada una de ellas varios abordajes, las divergencias con que psicólogos y psiquiatras acostumbran a divertirnos, si miramos no hacia el método sino hacia el objeto de estudio, la unidad se rehace en un abrir y cerrar de ojos. El problema teórico siempre es el mismo: cómo desarrollar una ciencia del individuo.

La demarcación de territorios entre la Biología y la Sociología, mientras sea posible, se ejerce en la medida en que nuestras preocupaciones se aparten de la especie o del género, como desean los biólogos. Cada vez que nos preocupamos con las diferencias entre el aprendizaje de un sujeto con relación al otro o cuando analizamos los efectos que la ideología ejerce sobre este o aquél individuo, estaremos en el territorio de la Psicología.

El desafío de la Psicología es el de la construcción de una ciencia del individuo. Pero, ¿cómo emprender una ciencia del individuo? La ciencia presupone el hallazgo

de leyes generales, de regularidades; como someter al individuo, único por definición, a una comprensión que en el momento mismo en que se engendra destruye la característica fundamental que lo distingue de los otros universos. O incluso, si un objeto se caracteriza exactamente por ser igual a sí mismo (Gianotti, 1983), ¿cómo construir un objeto a partir de un ser que se distingue exactamente por la eterna diferencia de sí mismo? La tentativa del Behaviorismo, por ejemplo, ¿no fue un proyecto de una Psicología sin sujeto? ¿Proyectar leyes que expliquen el comportamiento a pesar del agente que aparece? ¿La Psicoanálisis no tuvo que reportarse a una extensa y oscura red instintiva, hacerla dueña de los hombres, para permitirse estudiar al Hombre a pesar de él mismo? La llamada Psicología Humanista ha marcado su resistencia a través de la negativa sistemática del método científico, inventando, como en Rogers, un sujeto a pesar del mundo.

Quien se disponía a escribir la Historia de la Psicología será obligado a reproducir una auténtica epopeya semejante a un juego de los escondidos, la eterna construcción de un objeto de estudio que insiste en ser otro al momento en que la reflexión lo detecta, y peor todavía, se metamorfosea por el ejercicio de congelamiento que la ciencia necesita componer para reconocerse como tal.

En primera instancia, el individuo aparece como indivisible tal y cual el punto para la geometría, la partida antes de la cual la Psicología se esfuma, después de la cual se resuelve. Sin embargo, la impresión se desase en el primer toque, como la esfinge al contrario, que, cuando se descifra, se devora.

En los límites estrechos de la Etimología se revela la contradicción: “individuo = (lógica). Sujeto lógico que admite atributos, no pudiendo, sin embargo, él mismo ser atributo de ningún otro” (Ferreira, 1975). Cómo pensar en Psicología, una ciencia de lo que sería un “sujeto puro”, esencia última, sin atributos.

Ahora se puede entender la eterna confusión metodológica que reside en la introducción de los compendios de Psicología desde Wundt; o la negativa de Pavlov en pensar la Psicología, constructor por ironía de una teoría que hasta los días de hoy la Psicología paga su justo tributo. La danza que los psicólogos están obligados a realizar, entre la Biología y la Sociología, entre el comportamiento y la conciencia, determinantes externos o internos de la conducta, es una discusión que por sí misma no tiene significado excepto como reflejo de las dificultades epistemológicas con que nos habituamos a convivir. Es que la tentativa de encontrar regularidades entre las diferencias, nos ha empujado al estancamiento, tanto en la Sociología, como en la Biología, invariablemente con el mismo resultado: la Psicología promueve el culto de lo que desea explicar o implica

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en una tentativa de transformar al sujeto en objeto, el individuo en igual a su semejante, ahora destruyendo lo que prometía comprender. Sea cual sea la vertiente, un absurdo lógico.

En otras palabras, la Psicología parece haberse convertido en una víctima de la maldición de Descartes. A él pertenece la clasificación de las "cosas" en cogitans y resistans. Condenando el ergo sum a lo incognoscible, el sujeto del conocimiento no se podría convertir en un objeto, ya que, por conocer, no podría ser conocido.

Parece que, la única forma de captar el individuo es buscar el movimiento de la individualización. O sea, debemos dejar de lado la ilusión de un individuo colocado a pesar de la historia, algo como un a priori de la Humanidad. Al contrario, preferimos partir del proceso de individualización: "El ser es el devenir" (Heráclito); “La verdad no está al inicio, ni a la llegada, está en la trayectoria” (Guimarães Rosa), creyendo que, apenas en el movimiento, en la rueda mágica que la Historia insiste en dibujar, solamente ahí el individuo podrá revelarse a nuestras conciencias.

Antes, incluso, de enfrentar el problema, debe ser útil echarle un ligero vistazo a algunas de las contradicciones que mencionamos anteriormente. Exclusivamente con preocupaciones paradigmáticas, veamos como el individuo aparece, o desaparece, en la Psicoanálisis.

En la única citación, en toda su obra, sobre los trabajos de Marx, Freud comentaba: “No se comprende en general cómo es posible prescindir de los factores

psicológicos mientras se trata de reacciones de seres humanos vivos (...) que no pueden hacer otra cosa a no ser poner en juego sus impulsos instintivos de auto-preservación, su agresividad, su necesidad de amar y su tendencia a conquistar el placer y a evitar el sufrimiento (...) Si alguien pudiese indicar con detalles esos distintos factores, la disposición instintiva, generalmente humana, sus variantes raciales y sus transformaciones culturales, cómo inhiben o fomentan, bajo las condiciones del orden social, de la actividad profesional y las posibilidades adquisitivas: si alguien pudiese hacerlo así” (Freud, 1975).

Aquí parece quedar particularmente claro lo que el conjunto de la obra psicoanalítica busca descubrir. Psicología es sinónimo de juego de impulsos instintivos, un animal pulsando en el hombre a pesar de él. “Podemos comparar el Yo, en su relación con el Id, al caballero que dirige y frena con fuerza su cabalgadura, superior a la suya (...) pero así como el caballero se ve obligado, de vez en cuando, a dejarse llevar para donde su caballo desea, también el yo se ve forzado, en algunas ocasiones, a transformar en acción el deseo del Id, como si fuese la suya misma” (Freud, 1975).

Lo que traducimos por Id (ello), en la obra de Freud corresponde en el original a "Es"; un pronombre en la tercera persona, equivalente al inglés "It". Otro no humano, el "Homo freudianus", vive persiguiendo o siendo perseguido por un animal en sí, frente a un solo tiempo de sus cicatrices y de su posible realización, síntesis mágica del infierno y/o del paraíso. Solo se puede comprender el individuo si buscamos en determinaciones biológicas, diferentes de él, su modo de ser.

Por cuestiones de método expositivo, abandonamos hasta ahora la cuestión de la dinámica tal y cual se revela en la Psicoanálisis y tomamos como referencia apenas sus presupuestos teóricos. Tratamos de darnos cuenta de que la necesidad de encontrar regularidades, hacer una ciencia del individuo, obliga a Freud a retirarse de su territorio para poder explicarlo, predicar lo que no se puede predicar. Con esos presupuestos teóricos,

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la Psicoanálisis termina por destruir el objeto que eligió. Colocado como una especie al servicio de sus propios instintos, el "Homo psicanaliticus" no se vanagloria sobre nada más que la eterna presentación de las idiosincrasias de aquellos. Cada gesto, cada palabra dicha o no, solamente puede ser interpretada como una manifestación de un animal que no está allí, un instinto que me determina porque yo no (me) conozco. Tal vez por eso Freud solo pudiese ver con extremo pesimismo, cualquier tentativa de libertar a los hombres de sus neurosis, exactamente cuando las mismas son sabidamente provenientes de la estructura social. (Ver Malestar en la Civilización, in Freud, 1975).

Ahora podemos retornar a la dinámica psicoanalítica: los hallazgos de Freud se han mostrado, cuando nos referimos al modo de actuación de los seres humanos, bastantes sólidos. Sin embargo, curiosamente, el modo de intervención analítico ha seguido un rumbo contrario al desarrollo de la teoría psicoanalítica. Veamos entonces: ¿cuál fue la principal discusión introducida por Jung? El origen del Id. ¿Al introducir la cuestión del arquetipo no desplaza la determinación del comportamiento de una oscura biologicidad para un territorio que no sea controlable, por lo menos que se puede prever, en la medida en que se desplaza del eje de la historia natural para la historia de los hombres? ¿Y en cuanto a Wilhelm Reich? Partiendo de los hallazgos básicos de la Psicoanálisis, Reich se contrapuso exactamente en las consecuencias sociales de la aplicación de aquella teoría y, por consiguiente, propone su reformulación, principalmente en lo que se refiere al carácter inevitable de la represión como promotora del desarrollo humano. Por él habría un trabajo a ser realizado que implicaría en una revolución, destruir la sociedad opresiva (el capitalismo) y construir en su lugar una sociedad que sería inclusive sexualmente libre. Palabras semejantes podrían ser dichas sobre la obra de Marcuse y toda la Escuela de Frankfurt. Más modernamente, otros freudomarxistas se encargaron de la misma tarea: recuperar el modus operandi de la propuesta psicoanalítica, a pesar de descartar sus fundamentos teóricos. No es necesario, sin embargo, reportarse a grandes tentativas de reformulación para observar ese fenómeno: incluso los psicoanalistas ortodoxos han seguido un camino bastante curioso, todos se valen del complejo de Edipo aunque ninguno de ellos crea en el mito de comida totémica, o ni siquiera permanece en la invencibilidad de esa específica dinámica familiar. Por tanto, existe una cultura psicoanalítica formada, fundamentalmente, por el ejercicio cotidiano de la interpretación, que continúa leyendo las obras del viejo maestro y relativizando sus presupuestos teóricos. Escucho las afirmaciones siempre en el sentido del abandono, aunque sea inútil, del determinismo biológico estricto senso, que es notable en cualquier una de las formulaciones freudianas. Si es posible que un cuerpo teórico conserve su operatividad descartando los principales postulados, eso es algo que le debe quitar el sueño a los psicoanalistas y no a nosotros. A nosotros nos cabe destacar que nunca le faltó a Freud, como suele suceder con un gran científico, respeto por lo que sucede delante de sí. Tal vez por eso algunos adeptos más intranquilos hayan llegado a la conclusión de que la Psicoanálisis es "dialéctica". Sucede que Freud se esforzó para registrar e intervenir en el movimiento (real), que sus clientes podían mostrar y ese movimiento sólo podría ser aprendido integralmente con una metodología dialéctica, lo que significa en su totalidad, que Freud la haya utilizado. Se conservan, como modo de intervención, los hallazgos relativos a la dinámica de la personalidad que debemos a la Psicoanálisis, porque la misma es la hija de un ojo particularmente perspicaz. Se descartan paulatinamente los presupuestos teóricos, principalmente cuando los mismos pretenden

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circundar la última determinación del individuo en el terreno bio-diáfano que Freud inventó. Desde el punto de vista teórico, continuamos órfanos, obligados al ejercicio de una ciencia sin objetivo. En su autobiografía editada en 1935, Freud reconoce que ocupó sus últimos años con "problemas culturales... aunque la última explicación resida en la Psicoanálisis". Esos estudios, aunque sean originarios de la Psicoanálisis y aunque se aíslen mucho de ella, tal vez hayan despertado más simpatía del público que la propia Psicoanálisis. Con lucidez, Freud reconoce en su propia producción teórica un aislamiento de su ruta original. ¿No es una curiosidad el hecho de que, hasta para su creador, la Psicoanálisis cuando se radicaliza, pierde su lugar teórico original?

El nombre de la determinación biológica del ser humano para Freud lo fue la sexualidad, aunque, por las mismas razones citadas antes, el sentido literal haya dado lugar a una energía libidinosa más genérica. Incluso hasta el final de la Psicoanálisis, la misma se basa en el veredicto de Breuer, que tanto impresionó a su joven discípulo: "Pennis eretus repitatur".

Transpira por toda la cultura psicoanalítica la idea de una sexualidad inmanente, en el sentido de una existencia a pesar de la sociabilidad, o por lo menos, más allá de la sociabilidad. Su estatuto biológico es siempre resaltado en apoyo a la tesis de la inmanencia de la sexualidad: por pertenecer al hombre, la sexualidad explica el hombre. ¿Sería necesariamente así?

Que sea una analogía: comer es una actividad biológica que está intrínsecamente vinculada a los seres humanos, ¿por eso obtiene inmanencia? ¿Cómo explicar, por ejemplo, el ayuno político, la abstinencia, el régimen estético, la obesidad? O incluso, ¿cómo comparar el mensajero que se traga rápidamente un sándwich con una cena de conmemoración de cumpleaños? ¿La voracidad de un desnutrido con la voracidad de los bien alimentados en un banquete de lujo? ¿Dónde encontrar un nexo heurístico capaz de enredar toda esa miríada de significados que el acto de comer asume? En ningún lugar. Por ser un atributo biológico de un ser social, el comer está condenado a la realización a través de la estructura social donde se incrusta. Si nos referimos a una sociedad donde impera la división de clases, otros platos, la presencia o no de empleados, los cubiertos utilizados, la cantidad o la calidad de los alimentos, en fin, el propio comer se alimenta de toda la sociabilidad, presentándose como una síntesis mágica de toda la existencia humana. Una cena a dos, la luz de las velas, el vino, muestran mis ingresos, mi renta y la relación afectiva que poseo o aspiro a poseer con mi compañera. Por su relación ontológica con la humanidad, el acto de comer aparece con un carácter siempre de sincretismo de la sociabilidad, tan indisoluble que se pueden clasificar a los seres humanos por sus hábitos a la mesa. Sin embargo, para desesperación de los positivistas, siempre correlacionado a la sociabilidad, en ningún momento podría explicarla. No determina las clases sociales, aunque indisolublemente esté vinculada a ellas. Tantas veces la apariencia aparece que corre el riesgo de ser confundida con la esencia. ¿No estaría sucediendo lo mismo con la sexualidad?

La Historia del Animal dentro del Hombre

Recordemos un poco la Historia. El surgimiento de la Psicoanálisis coincide con la revolución industrial, particularmente con el surgimiento de las fábricas más o menos como

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las conocemos en la actualidad, transformadoras del trabajo en mercancía. El sistema se convierte en el portador de la contradicción entre la libertad (en el consumo), y la expropiación (en la producción). De hecho, el Capitalismo inventa el consumidor libre, que depende de él, a partir del trabajador disociado del propio trabajo, del que también depende. "La primacía de la alienación" (Marx & Engels, s/f).

El trabajo es el portador de la subjetividad humana, a pesar del hombre. A partir de la posibilidad de trascendencia podemos reconocernos pues el ejercicio de la subjetividad humana depende de la objetivación de sí en el trabajo (Codo, 1987 b). Al presentar el trabajo al trabajador como un elemento extraño, el ser humano queda impedido de ejercer su trascendencia y la posibilidad de hominización queda restringida a la reproducción de la fuerza de trabajo: comer, dormir, hacer el amor, actividades que cohabitamos con los animales.

Por eso, "en el Capitalismo el hombre se siente un animal cuando ejerce actividades humanas y humano cuando ejerce actividades animales" y, acto seguido, "pasa a perseguir o ser perseguido por su animalidad, fuente de todo el placer, modo de resubjetivación posible, y a huir de todo el trabajo, fuente de toda la tortura, ladrón de sí mismo" (Codo, 1987 b).

Desde un punto de vista más concreto (con-crescere), las sociedades precapitalistas no presentaban una delimitación nítida entre la producción y la reproducción de la fuerza de trabajo. Si en muchas ocasiones, como en el Feudalismo, la familia, locus de reproducción, era también una unidad productiva, en el Capitalismo la gran industria convierte en autónomas a las dos estructuras: la familia y el trabajo pasan a tener como único punto tangencial el salario, circunscribiendo el ejercicio de la hominidad a la reproducción y deshumanizando el trabajo.

Aquí tenemos el doble hombre que se acuesta en el diván de Freud: en busca de la hominización por el animal en sí, animalizado en lo que posee de humano. La teoría sólo podría enunciar la sexualidad como motor y motivo de la vida, la sociabilidad invencible como represión del ser. El animal es bueno, la sociedad es la que no le permite a él ejercer esa bondad; o, lo que es lo mismo, el animal es destructivo, la sociedad lo contiene. De cualquier manera dos hombres dentro del hombre, en una lucha de vida y muerte, el yo consigo mismo.

La ruptura entre el hombre del hombre y el animal del hombre, razón y pasión, amor y trabajo, es un producto histórico, o sea, depende del desarrollo de las relaciones de producción. Apenas en el Capitalismo se transforma en conflicto con las señales invertidas: El animal como designio, el hombre exorcizado. El mundo invertido por el capital se reproduce en la teoría psicoanalítica también de cabeza para abajo, lo que acaba siendo episódico en la historia de la humanidad surge en Freud como trascendental (el trabajo como tortura, la sexualidad como reducto de la felicidad). La búsqueda por la felicidad, al producir el mundo con las propias manos (trabajo), en Freud aparece como patología. Técnicamente hablando, buscar el animal del hombre es rigurosamente una "sublimación" en una sociedad que impide el reconocimiento de sí por el trabajo. En la Psicoanálisis, el trabajo que es Eros en su legítima expresión, por ahora sometido a la tortura, aparece como síntoma de la muerte, maldición eterna, aunque todavía sea promotor de la hominidad.

Hasta ahora ¿a qué llegamos? Es la historia y no los genitales la cuna de nuestras fantasías. Si hoy la sexualidad le aparece al científico perspicaz como mentora de la

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subjetividad humana, es porque ese mismo momento histórico le robó al hombre su existencia, su alteridad, dejándolo a merced del propio ombligo. La Subjetividad Cercada

Es una característica del Capitalismo la ruptura entre trabajo y afectividad, que se concreta en una división de papeles entre el hombre y la mujer, donde el hombre aparece como portador de la "razón capitalista", o sea, el fetiche de la mercancía, y la mujer como representante de la afectividad de la pareja, tal vez por eso haya sido ella el principal sujeto en el diván.

Así se establece en la mujer el gusto estético más delicado, una mayor sensibilidad, una tendencia a privilegiar la intuición, la sexualidad estricto senso como medio de expresión afectiva. Mientras en el hombre se produce una tendencia a la objetividad, a la moda con características instrumentales, una tendencia a la deducción y al análisis, a la afectividad como medio para alcanzar la sexualidad, un énfasis genital al lidiar con el sexo.

Sin embargo, el propio desarrollo del sistema solicita una extensión de las relaciones de producción por todas las necesidades humanas: lo que sucedió durante la historia fue la subjetividad misma, la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo, que se transformó en mercancía. De esa forma, la pornografía, que hace veinte años atrás cumplía una función casi didáctica en la iniciación sexual del adolescente (Da Matta), rápidamente asume la perspectiva de un próspero mercado multinacional, que se sofistica técnicamente con grandes pasos, o sea, se adueña objetivamente (transforma en mercancía), del propio ejercicio de la subjetividad. Otros ejemplos serían encontrados en la proliferación de las telenovelas, presentando nuevamente y con competencia, los dramas afectivos cotidianos, auténtica industria de sueños, hoy también internacionalizada.

Paralelamente se observa el ingreso de la mujer al mercado de trabajo, por un lado un paso importante para la igualdad entre hombres y mujeres, por otro, sometiendo a la mujer a las relaciones capitalistas de producción, desprovistas de la posibilidad de subjetivación del trabajo, inaugurando así una crisis de la reproducción de la fuerza de trabajo. En la medida en que la reproducción va siendo asumida por el Estado o por la iniciativa privada, la mujer deja de comparecer como portadora de la afectividad a las relaciones familiares, su único representante hasta hace poco tiempo. Simplificando se puede decir que la familia actual se encuentra huérfana de la afectividad. Si la alienación del trabajo cercó toda la expresión afectiva en la familia, al transformar a la familia por el ingreso de la mujer a la producción, se desmantela la clásica división de papeles y se desmorona la posibilidad de que el afecto permanezca en la familia. Es allá que debe estar, pero el allá no es más el allí.

Por último, pero no menos importante, tenemos que el cuadro actual es de crisis en el Capitalismo, o sea, el trabajo muerto obtiene una supremacía sobre el trabajo vivo, comparémoslo con el papel que tienen los intereses, la deuda externa y la inflación en la economía de los países latinoamericanos. Con eso, crecen asustadoramente los trabajadores sin producto, administradores del trabajo muerto; los burócratas, los vendedores, una buena parte del sector de subcontrataciones de la economía. La característica principal de esos trabajos es que el único valor de uso que producen es el propio valor de intercambio, el capital. Así, es el trabajo del bancario, por ejemplo, el que genera, en última instancia,

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capital, cuyo valor social se circunscribe a sí mismo, en la propia generación de más capital. Desde el punto de vista psicológico, si la sociabilidad del hombre está posibilitada por la materialización de sí mismo en el producto, la ausencia del producto empuja el hombre hacia sí mismo, o mejor dicho, a la imposibilidad de reconocimiento entre sí mismo y el mundo. Se conforma aquí una sociedad narcísica como bien lo enfatizó Lasch (1983). Otra vez, el placer animal reaparece como un posible reducto de la existencia, paralela y complementariamente a la imposibilidad de establecer vínculos permanentes, yendo más allá del encanto inmediatamente sexual.

Evidentemente que los aspectos positivos de ese cuadro son la eliminación de estereotipos. Hombres y mujeres tienden a convertirse en seres iguales en la medida en que se igualan sus condiciones de trabajo. Pero existe un precio: la orfandad del afecto.

Los resultados más aparentes de ese cuadro se revelan en una sociedad con una profunda crisis familiar, en la explosión de la sexualidad como un fin en sí mismo, en el crecimiento avasallador de la pornografía, en el culto al narcisismo, en la dificultad cada vez mayor de una organización política. Y como no podría dejar de ser, la Psicoanálisis (al contrario de lo que quería Freud), se transformó en una "visión de mundo". El mensaje (poco oculto), parece ser: la felicidad reside en encontrar el animal del hombre, la sexualidad es sinónimo de la subjetividad, la afectividad se hace sinónimo del placer libidinoso.

Fue el propio Freud que nos enseñó el concepto de regresión: impedido de reencontrarse con el otro por la alienación del trabajo, al hombre le restan los modos más primitivos de recuperación de la alteridad. Como un niño que vuelve a usar el biberón cuando nace su hermano más joven, recorremos al sexo (lo otro más inmediato a la disposición cuando la subjetividad, embutida en el trabajo nos escapa de las manos). Ni el niño recupera la atención de los padres por el biberón, mero portador simbólico del afecto, mucho menos recuperamos la hominidad por el ejercicio obsesivo del animal en nosotros, menos todavía por la teoría del animal en el hombre, una Psicoanálisis estricto senso que el mismo Freud abandonó al ver maduradas sus formulaciones. Fue el trabajo que impidió el encuentro del otro, pero es allí donde él se encuentra y donde podrá haber una recuperación del otro, de la alteridad que soy YO.

Pero la Psicoanálisis no fue, durante la historia, la única tentativa de una Psicología Radical. Ella divide el cetro con el Behaviorismo, su archienemigo en los repetitivos Congresos de Psicología. Evidentemente como Psicología Radical, el comportamentalismo solo podría exorcizar de su análisis al propio objeto de estudio. ¿No se trata nuevamente de una Psicología sin sujeto? ¿No está colocado fuera del individuo su propia manifestación y determinación? ¿No es en el expurgo de cualquier teleología que Skinner funda su ciencia? Si en Freud el hombre aparece casi como un pretexto para el ejercicio del instinto, en Skinner aparece como mera rearticulación de las idiosincrasias de un medio que actúa más allá y a pesar del sujeto. Coherentemente, Skinner se obliga a eliminar de su universo teórico, conceptos como el de libertad o conciencia. Otra vez el individuo se esfuma, aparece como un mero momento de articulación biunívoca entre estímulos y respuestas, y ni siquiera puede presentarse como elemento sintetizador, resignificando el medio. A menos que ese ejercicio se afiance en otras asociaciones arbitrarias trasladadas en el tiempo, determinado estímulo comparece destacado hoy a través del condicionamiento, o sea manteniéndose extraño a la determinación del individuo, mero representante de

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asociaciones anteriores. La crítica interna de esa desobjetivación de una ciencia del sujeto está hecha por Gianotti, es él quien nos hace recordar que "existe más en la Psicología que en la subjetividad, existe el trabajo de los hombres, existe la Historia, en resumen, ver en cada parcela de lo real una cosa a mano, cuya presencia no se agota en la neutralidad del estímulo, simple miembro indiferente de un conjunto, sino que vibra en su relacionamiento con el otro, en la medida en que aparece, en momentos diferentes en posiciones diversas, en el interior de múltiples acciones. No es solamente un objeto provisto de sentido, simplemente porque existe en el cruce de referencias noemáticas que una conciencia soberana posee; es, ante todo, una cosa que se da en la calidad terminal de un sistema productivo, que, si en realidad funciona en su dorso, necesita comparecer en ella determinándola formalmente como uno de sus momentos. Solamente así anima la conducta, pues su faz muestra la presencia de otras conductas pasadas o futuras. La cosa es el síntoma de múltiples acciones". (Gianotti, 1974).

Existiría incluso la llamada tercera fuerza, la Psicología Existencialista, a ser analizada en el caso de que esa corriente no fuese apenas una insistencia en reafirmar y reafirmar y reafirmar la existencia del individuo, a veces asumiendo incluso la conspiración ingenua de conciencia disgustada con la crueldad de la ciencia. En el debate con Skinner, Rogers afirma que "si la ciencia tiene razón y puede controlar el comportamiento del ser humano, yo me rehúso a creer en eso". Delante de la contradicción de una ciencia del individuo, Rogers prefiere, como en la religión, ejercer el culto de lo que desearía explicar.

El individuo es nuestra totalidad concreta, síntesis de múltiples determinaciones. Las determinaciones más próximas son ambientales, familiares y personales, que constituyen su entorno y su biografía. Y en esas determinaciones están los procesos sociales más amplios que en ellas existen mediatizados, como una particularización, singularización de procesos más amplios. Pero apenas en la singularización tales procesos pueden ser comprendidos, ya que el singularizarse, el individualizarse, es la propia totalidad a ser aprendida. El hombre no es un ser social, es un ser que construye su individualidad en sociedad. El todo solo existe a partir de sus partes.

Al ensayar la búsqueda del individuo, sin respetar su inserción como todo-parte, la Psicología promueve el culto o la eliminación de su propio objeto. Incluso cuando la teoría admite la sociabilidad como punto de partida, la cuestión no se resuelve porque el individuo no es un mero producto social o un mero ser social. Individuo y sociedad son la negación uno del otro, aunque el individuo tenga una esencia objetiva social y la sociedad tenga una esencia subjetiva y humana. Individuo y sociedad se equivalen y se distinguen, concomitantemente, en una relación de contradicción o de doble negación. ¿Qué es el Individuo?

La palabra individuo es una traducción latina del atomon griego, de Demócrito, lo que no puede ser dividido. Ya Boecio definía individuo como múltiple y aplicable a lo que no puede ser subdividido de ninguna forma, como la Unidad o el Espíritu; y por su solidez, no puede ser dividido, como el acero; y que teniendo contenido propio, no se identifica con otras semejantes.

Cuando, en el senso común, existe una referencia al individuo, también trasparece esa idea de unicidad. Cuando alguien nos pide "respete mi individualidad", parece decirnos

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"fíjese, soy diferente de usted y quiero ser visto como tal". El riesgo de "perder" la individualidad es el peligro de confundirse con el otro, de eliminar las diferencias que me distancian de él.

A través del étimo o por el cotidiano tenemos aquí una primera aproximación con el problema, ser un individuo es ser (exclusivamente), igual a sí mismo, diferente del otro. Preguntar si cierto hombre es un individuo, nos pide una respuesta sobre si puedo diferenciarlo de todos los otros hombres que conozco. Bueno, la definición de individuo es por tanto negativa: uno, no el otro, que se caracteriza por una cascada de exclusiones: soy un hombre como tú, pero tengo pelos castaños; soy castaño como tú, pero soy profesor; soy profesor como tú, pero enseño Psicología Social, soy como tú, pero... per omnia. De las infinitas exclusiones y apenas de ellas se compone el individuo.

Sin embargo, el justo proceso de exclusión presupone identidades, como el ejemplo que anteriormente revela. La mera exclusión, si es radical, implica en la no concesión de atributos. Estaríamos delante de la imposibilidad lógica deL análisis, tal vez de una mera referencia. La existencia del individuo demanda ahora la construcción de identidades, es delante de los hombres que Pedro se identifica como Pedro, es delante de los profesores que veo la diferencia entre ellos y yo, otra vez indefinidamente, cada exclusión referida imponiendo otra identidad.

¿No vinimos de la constatación de que la referencia al individuo está marcada por la diferencia? Ahora estamos obligados a definirlo por la igualdad. ¿Cómo evitar la voltereta? Somos hombres iguales ente sí, ¿y por eso somos diferentes? ¿Somos individualidades porque somos identificados entre sí? Por tanto, es lógico y permisible preguntar: ¿uno igual al otro, definido como uno, no otro?

Es que la misma existencia del individuo presupone el otro, pero no solamente eso, presupone mi existencia a pesar del otro. Como ya vimos, la delimitación del individuo es, en primera instancia negativa, el no otro, por eso necesariamente uno, no yo. La negación primaria del otro que compone la individualidad requiere mi negación, o sea, el individuo solo existe a partir de un proceso de doble negación, de sí y del otro. Se presenta ahora como un no-no otro, o lo que es lo mismo, un doble reflejo de sí en el otro y del otro en sí. De esa forma tenemos: soy profesor en la medida de la existencia de los alumnos que sólo lo son en la medida de la existencia del profesor; mi existencia como tal, que empieza y niega la existencia de mis alumnos, en parte porque niega y viceversa, o sea, mi existencia se centra en la doble afirmación de mí por el otro y viceversa, la doble negación mía y del otro.

En cámara lenta, para que yo sea un individuo necesito diferenciarme de ti, y lo hago en la medida en que, además de pelos castaños también soy profesor, esa segunda identidad me niega como diferente de los otros. Me identifiqué con varios otros, por eso me diferencio de los alumnos cuando me presento como "Profesor de Psicología Social", expulso de mi individualidad a aquellos iguales que, hasta aquí, la componían a través de otra negación de mis diferencias, y, lo que es lo mismo, igualándome a otros tantos como yo.

De la manera más sintética, individuo y sociedad son la negación uno del otro aunque en el individuo aparezca una esencia objetiva social y en la sociedad una esencia subjetiva y humana. En otras palabras, individuo y sociedad se equivalen y se distinguen concomitantemente en una relación de contradicción o de doble negación. Como quería

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Horkheimmer "la vida humana es, esencialmente, convivencia", pero al contrario de sus deducciones, eso no "pone en tela de juicio el concepto del individuo como unidad social fundamental", al contrario, decíamos que en la sociedad reposa el único modo de existencia posible de la individualidad. A su vez, no existe sociedad posible si no se está en el doble, o mejor dicho, en el múltiple reflejo de individuos.

Avancemos un poco más. Hasta aquí va el cuadro montado que se parece a una infinita serie de círculos concéntricos, y el individuo representado por el menor de ellos; soy un ser humano, entre ellos masculino, entre ellos adulto, entre ellos profesor, de Psicología Social, en la Universidad X, en la Facultad Y, Departamento Z, para el sexto semestre, etc. ... etc.

Es una pena que la vida sea más complicada. Además de todo eso, me gusta la música, como a miles de otros no profesores; estoy casado, como tantos hombres y mujeres. Se destruye por lo tanto el efecto concéntrico. La única forma de comprensión del individuo es capturar el movimiento de doble negación/afirmación en que consiste la sociabilidad.

El primer acápite necesario para la conformación y la comprensión del individuo es, por tanto, las condiciones objetivas de la existencia del hombre además de él mismo. En realidad, construir su objetividad a través de la impresión de sí fuera de sí, en principio, arrancando la supervivencia de los árboles, después produciendo árboles idénticos a sus necesidades, y por esa vía, encontrar en el otro el reflejo de sí mismo. La construcción del individuo es la historia del trabajo. Inicialmente, el individuo aparece como un repositor de los distintos otros. La disolución de la apariencia de las reposiciones se da a través del trabajo, el trabajo es, por tanto, una manera para que el individuo exista, se objetive y, al objetivarse, se subjetive.

Evidentemente no se trataría de reducir la Psicología al estudio del trabajo humano, pero sin lugar a dudas, sería igualmente imposible realizar Psicología con la ausencia de su análisis. Un Viejo Handicap

Si fuese posible sintetizar la imagen del ser humano que la Psicología y la Psiquiatría han venido esbozando en todos esos años, tendríamos un cuadro bastante similar al de los modernos personajes de las telenovelas: el "Homo psicologicus" es un animal que no trabaja, siempre involucrado en interminables conflictos familiares, a menudo preocupado con pasiones o en la búsqueda de ellas, donde padres e hijos se divierten en transformarse entre ellos mismos. Cuando la vida insiste en introducir el trabajo como problema para el ser humano, el psicólogo o psiquiatra insiste en minimizarlo, en transformar el estándar en un ardid, en una metáfora que significa el padre. En resumen, el saber psicológico se mantiene púdicamente aislado de las relaciones de producción, o sea, del hombre concreto, y se ha exilado en la familia como único instrumento de análisis social del hombre.

Por otro lado, se articula lo que ya se llamó Psicología Industrial Organizativa y que insiste en inventar un ser humano desprovisto de afectos, asexual, o como se dice en la Teoría de las Relaciones Humanas, en instrumentalizar el afecto como forma de aumentar la productividad. La terminología se invierte, al contrario de conflictos existenciales lo profesional lidia con "motivación", "selección", "entrenamiento". Aquí todo el esfuerzo

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consiste en transformar al individuo en instrumento de trabajo. Lo más correcto sería decir transformar el trabajo en fuerza de trabajo. Y cuando ese individuo se muestra agresivo, es por no estar adaptado a la estructura de la producción. El máximo de esfuerzo que se observa es su camino hacia un psicólogo clínico o hacia un psiquiatra, situado estratégicamente fuera de la fábrica, donde nuestro héroe vuelve a recordar a la familia y a la sexualidad. Lo más curioso es que incluso en una Psicología que ya conocimos como Psicología del Trabajo, la categoría trabajo está ausente, como si su tarea fuese colocar la ciencia a servicio del Trabajo, el que se presenta sin que se sepa lo que significa y/o podría significar para el ser humano.

Existen psicólogos que se ocupan de la vida mucho más allá de las puertas de la fábrica sin nunca haberse preguntado lo que sucede del otro lado y hay psicólogos, cercados dentro de la fábrica, impotentes, sin poder mirar hacia fuera después del fin de la jornada de trabajo.

Teóricamente, esa esquizofrenia se traduce en dos concepciones distintas del hombre: fuera de la fábrica la búsqueda está marcada por el contenido emocional, (el hombre es interpretado a partir de su irracionalidad, cada vez más fortaleciendo la investigación del inconsciente, al mismo tiempo en que se afirma que el mismo es incognoscible). En Jung (1983), por ejemplo, la formulación es didáctica: "el inconsciente es el objeto de la Psicología y nunca podrá ser revelado". Eso transforma nuestra ciencia en la eterna búsqueda por un ciego, en un cuarto oscuro, de un gato negro que tal vez no esté allá. Aquí, la sexualidad surge con todo su ímpetu, determina el comportamiento humano, debe ser objeto de una eterna investigación, asumiendo, en última instancia, un carácter mágico de elixir alquímico. O incluso, una verdadera piedra filosofal que posee todos nuestros secretos. Todo ocurre como si a través de la sexualidad, se pudiese revelar el mapa del paraíso o del infierno. La Psicología que se construye fuera del trabajo refleja, en el ser humano, su carácter irracional, no se cansa de revelar un animal dentro del hombre, ávido por manifestarse e impedido por la sociabilidad.

La otra Psicología está acompañada por otro ser humano. Dentro del trabajo la teoría busca "motivación”, “liderazgo", "fatiga", "cociente de inteligencia", "análisis de desempeño", "capacitación", "habilidad". Toda estructura teórica se fundamenta en la racionalidad humana, el modelo de ser humano bien adaptado se asemeja al de un eunuco: al cruzar el Departamento de Personal, el hombre pierde la familia, el afecto, motores de la Psicología externa, y resurge como fuerza de trabajo, lo que importa ahora es la eficiencia, la productividad. En el caso de que ese instrumento de trabajo insista en llevar a su puesto las idiosincrasias afectivas, será aconsejado a buscar psicoterapia. En la consulta, a su vez, el profesional le enseña pacientemente que las alusiones que hace a su trabajo no pasan de traslados, proyecciones, probablemente oriundas de traumas de la infancia. Como parte del trabajo, el hombre que va al terapeuta es recortado en sus aspectos racionales tan esquizofrénicamente como lo fue el anterior; por un lado la razón, por el otro la emoción, por un lado el ser productivo, por el otro el animal insatisfecho.

Desdichadamente, el síndrome tele novelístico no tiene raíces apenas en las teorizaciones de los psicólogos, que no han hecho otra cosa a no ser reproducir espectacularmente las condiciones sociales en que trabajan. El corte Vida x Trabajo, y su correlación inmediata, la ruptura Hombre del Hombre (racional) x Animal en el Hombre (irracional), tiene sus raíces en la Historia, eterna cuna de nuestras fantasías.

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Si queremos entender la sincronía entre la Psicología (Ciencia del Hombre), y el trabajo (la marca que hace el hombre parecido consigo mismo), tendremos de ver nuevamente la inserción del hombre en la producción, y a partir de ahí, comprender cuál ser humano se acostó o se acuesta en el diván.

El surgimiento de la clase obrera como clase, categoría, y la hegemonía política del capital sólo pudieron desarrollarse a través del siguiente proceso: para que el trabajo pudiese ser comprado, era necesario que el trabajador estuviese libre, era necesario destruir el Feudalismo, o sea, la posesión del individuo, y transformarla en algo totalmente distinto, la posesión del trabajo de hecho. Libertad, Igualdad, Fraternidad. En el análisis de Sweezy (1986): en el Feudalismo existían los que eran poseídos; en el Capitalismo, los que no poseen. Tomar el trabajo y pagar por él presupone un hombre libre y consciente de sus acciones. Anteriormente, la clase explotadora poseía el sujeto que explotaba como propiedad, si por casualidad el señor feudal perdiese parte de sus tierras, con ella perdería también a sus siervos, los hombres eran los medios de producción feudal, los trabajadores estaban vinculados fuertemente a la tierra y al dominio de los nobles. Al mismo tiempo, como dueños de los medios de producción, garantizaban su supervivencia, independientemente del intercambio que allí asumía un carácter secundario.

En el Capitalismo, las cosas son diferentes, es necesario libertar a los trabajadores de la tierra, o sea, despojarlos para que sean doblemente dependientes del capital, por un lado libres para vender su fuerza de trabajo, por el otro, subordinados al comercio de productos necesarios para la supervivencia. Para el desarrollo del comercio pasa a ser esencial para la libertad de consumo.

El hombre del Capitalismo pasó a tener dos vidas, se presenta como ciudadano libre y, al mismo tiempo, tiene su trabajo expropiado. Ésa es la división tal y cual aparece en la Psicología. No hay más qué explicar: controlar al otro pasa a ser una imposición histórica.

Por otro lado, otra Psicología ensaya la reapropiación del hombre y parece afirmar: "no somos dueños de nosotros mismos, es necesario que nos encontremos!". Es esa corriente la que encontramos en la Psicoanálisis: el hombre está controlado por fuerzas que no conoce ni controla, es un extraño delante de sí mismo.

Si el sistema capitalista retiró al hombre del centro de sí en razón de la apropiación del trabajo, la Psicología toma para sí la reinvención de la pérdida al depararse con un hombre que no se conoce.

Las relaciones sociales expropian del hombre el derecho sobre su propio destino, el transcurso teórico que se impone es el Behaviorismo y la Psicología Industrial (ciencia de la acción del hombre), colocando toda su fuerza en el medio ambiente, más que eso, en la necesidad de racionalizar el medio social. Paralelamente, la Psicoanálisis se impone a la búsqueda de un animal dentro del hombre, los instintos, el placer, el inconsciente. Como vimos, el animal pasa a ser sinónimo de la libertad humana.

El hombre produce su propia existencia en la medida en que trabaja, creando la estructura social con sus propias manos, la misma estructura que le servirá de hábitat; el hombre es el medio ambiente del hombre.

Sucede que la evolución de las fuerzas productivas, principalmente con el advenimiento del capital, trajo como consecuencia una inversión. Trabajo, sinónimo de hominización, por tanto libertad, se transformó en algo extraño, en la pérdida de sí, por tanto tortura. Con la internacionalización de la economía, el comercio exige que la

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animalidad del hombre (lo que cohabita con nuestros antecedentes biológicos, nuestro ser natural), permanezca libre: comer, beber, dormir, hacer el amor, presentados como símbolos de libertad.

La Psicología parida en esa y por esa estructura social, no tenía escapatoria. Colocada delante de ese ser humano, pretende comprenderlo como es y con eso eleva la alienación al estatuto de ciencia. Aquí el hombre, ya inicialmente, surge dividido en dos; su sociabilidad y su biologicidad antagonizadas y para Freud, en una lucha de vida o muerte.

Lo que nos es humano, el trabajo, asume el estatuto de un demonio a ser exorcizado. Lo que es animal se presenta como sinónimo de humanidad. De ahí proviene el hecho de que la Psicología hasta ahora ha presentado la relación salud/enfermedad mental como un extraño ballet que tiene como trastienda el ocio.

A esa altura, nuestra tarea en ese texto nos impone un aislamiento: ¿se hace necesario dirigir la atención a una cuestión que emana de la enfermedad mental, o, de manera más restricta, lo que antecede a la clasificación de un "set" de comportamientos como característica de una "enfermedad"?

Que sea el ejemplo del Narcisismo, tal como Freud lo definió. En su época, el fenómeno era considerado como una patología, con posibilidad de intervención terapéutica. ¿Por qué?

A pesar de las crisis cíclicas, el Capitalismo estaba en expansión, o sea, promoviendo el desarrollo de las fuerzas productivas. En tales condiciones, es fácil comprender la preocupación social que subyaz a la clasificación del Narcisismo como conducta a ser erradicada; era necesario trasladar el conjunto del esfuerzo social para la producción. Hoy por hoy, no solamente el problema desapareció de la órbita de las preocupaciones de la Sicopatología como también empiezan a surgir líneas psicoterapéuticas que tienden a transformarse en una "Pedagogía Narcísica", donde el criterio de salud mental es la auto admiración.

¿Por qué? En la actualidad, el Capitalismo se encuentra marcado por la caída de la producción (recesión), lo que implica en la valorización del trabajo muerto (capital financiero, intereses, etc.) en contraposición al trabajo vivo (producción propiamente dicha, inversiones industriales). Bajo esa circunstancia, se hacen necesarias la promoción del desempleo y las inversiones de capital en áreas improductivas, como la guerra y la pornografía, por ejemplo. Bueno, con eso la moral burguesa tiende a estar entre una valorización del trabajo y la renuncia de sí, como en la época de Freud, para una supervalorización de cierta ociosidad que asume el simpático eufemismo de "placer". De nuevo los reflejos en la Sicopatología son evidentes, el Narcisismo deja de ser reconocido como enfermedad mental y se transforma en criterio y/o vía para la salud mental.

¿Qué conclusiones se pueden sacar de ese escueto ejemplo? 1) La distinción salud/enfermedad mental es histórica, o sea, no resiste a los cambios

sociales y económicos de un período al otro. 2) El motivo determinante del baile que la nosología está obligada a realizar es siempre

económico. Eso no significa una subordinación de la superestructura a la infraestructura, o cualquier relación simplemente lineal, sino apenas que las últimas causas del fenómeno pueden y deben ser encontradas en las transformaciones infra-estructurales.

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3) Que una determinada nosología adquiere, por esa óptica, la propiedad de revelar por el otro lado, la estructura del momento histórico que le sirvió de soporte. Así, la inclusión o no del Narcisismo como patología en una determinada sociedad nos revela la división del trabajo y/o de los roles entre los sexos.

4) Por último, y lo más importante: la clasificación psicopatológica depende de un proyecto político. No se sujeta, y ni se podría sujetar, a la mera traducción técnica de una sintomatología actual. Por el contrario, se arrastra necesariamente por el devenir social representado hoy. Al aconsejar la contemplación del yo como forma de disminución de la incomodidad presentada por determinado cliente, un terapeuta se convierte (lo quiera o no lo quiera), en un portador de un venir a ser embutido en la praxis social contemporánea.

Dicho eso, es posible explicitar dos criterios que permiten identificar cuál "set" de comportamientos y/o representaciones constituye hoy "la enfermedad mental", y porqué.

Cualquier estudioso sabe que tiene la obligación de partir de algunos presupuestos sin lo cual su trabajo se hace imposible. Un biólogo que quiera estudiar una especie animal, un oso hormiguero, por ejemplo, debe partir del análisis de lo que la especie es, o sea, de lo que ella se diferencia de un no-oso hormiguero. En el caso de que esa respuesta no sea posible, hay que partir del análisis de lo que el animal hace, o sea, de cómo sobrevive. Más que eso: los biólogos saben que una respuesta conlleva a otra.

De esos parámetros la Psicología (tampoco) escapa. ¿Qué diferencia los hombres de los otros animales? El trabajo. ¿Cómo sobreviven? A través del trabajo. Cualquiera que sea la respuesta a tales cuestiones, imposible será el aislamiento de las condiciones concretas en que ese hombre vive. Sin embargo, la Psicología se ha esforzado por construirse como ciencia en la ausencia de la categoría trabajo, lo que equivale a tratar de comprender el hombre a pesar de su vida.

Pero no todo es extraño en el universo "psi". ¿Cuáles son los aportes que podemos recoger de la intervención de psicólogos o psiquiatras que, en esos años, hayan tratado de entender al hombre vinculado al trabajo?

Tomemos el concepto del estrés. Proveniente de la Bioquímica y de la Fisiología, se refiere a un conjunto de reacciones del organismo en situación de ataque/defensa contra cualquier factor que perturbe su equilibrio homeostático (Houssay, 1969). Eso presupone que el organismo tiene la posibilidad de mantener un status quo, ya que si no, un mínimo de estabilidad para el reconocimiento de la identidad no tendría lugar, pero también tener la condición de reequilibrarse a otro nivel, porque sino el crecimiento no acaecería. Además de que el estrés tiene un doble aspecto (conservador/ transformador), los indicadores que se usan para medirlo son las cantidades sorológicas de determinadas sustancias, las catecolaminas, liberadas en la corriente sanguínea a causa de un desequilibrio, pero que "desconocen" la naturaleza placentera o dolorosa del estímulo que originó ese desequilibrio. Por ejemplo, el volumen de adrenalina liberado en la sangre puede ser el mismo si el individuo se emociona intensamente por presenciar un asesinato o por ganar él solo en la Lotería Deportiva. Entonces, la forma en que se mide ese indicador, sin la debida comprensión contextual y sin la dimensión del significado, pierde todo su valor explicativo.

Mucha responsabilidad o falta de ella, la ausencia de la participación en decisiones o el exceso de decisiones a tomar, "role conflict", "role ambiguity", relacionamiento con el superior jerárquico o con los colegas, la carga mental cuantitativa o cualitativa, la falta de

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claridad de los objetivos, la presión del relacionamiento o la falta de soporte social adecuado etc etc etc, EN RESUMEN ¿TODO PROVOCA ESTRÉS? Con la falta de la comprensión sobre el trabajo, los investigadores del área salen buscando una cantidad enorme de fenómenos y encuentran siempre polos de conflicto que en realidad no saben identificar. Es que, en última instancia, lo que está en juego es la apropiación de los hombres de su propio destino. El carácter del trabajo necesita ser recuperado plenamente, incluso para revalorar el concepto de estrés, desde el origen empírico y genérico, hoy poco discriminatorio, que camufla, especie de placebo, de panacea, enemigo inventado en la ignorancia del enemigo real.

En el acápite de Salud Mental el cuadro se presenta más complejo: La forma más obvia de estudiar las interrelaciones entre Salud Mental y Trabajo

sería un examen del ya vasto material compilado por la Sicopatología y a partir de él estudiar las interrelaciones entre los términos de la ecuación. Tal camino se revela inmediatamente imposible. Por ejemplo, que se tome para examen una anamnesis, ¿que datos podemos compilar allí?

Podemos saber cuáles fueron los problemas del embarazo que la madre del futuro cliente tuvo antes que ese hijo naciese, cómo fue su curiosidad por los órganos genitales en la primera infancia, cuál es la actitud de los padres frente a la masturbación, si los padres deseaban o no el niño, etc etc etc. Todas esas informaciones son evidentemente importantes, pero, ¿y sobre el trabajo? Las únicas preguntas que se hacen son si el individuo trabaja, cuál es su profesión y otras dos o tres más generalidades del mismo tipo. El clínico se contenta con la información de que el cliente es comerciante, por ejemplo, lo que literalmente no revela nada sobre su cotidiano profesional.

Varios estudios de caso son publicados, donde la única información sobre el fantástico universo que se revela frente a alguien que se haya preocupado en estudiar el trabajo, aparece para el clínico más o menos así: situación económica media.

No es necesario detallar más ese cuadro, el trabajo no tiene la mínima importancia desde el punto de vista del universo clínico, y, como vimos, no podría ser de otra forma, pues, si es en la familia que psicólogos y psiquiatras aprendieron a leer todo el significado de la existencia humana, si es a través del desarrollo sexual que el hombre se revela frente a sí mismo, esperamos que el modo de supervivencia concreta del ser que se presenta a nuestros servicios técnicos sea sometido a la misma higienización de las telenovelas, o sea, ausente de la construcción de su propia existencia.

El mismo cuadro aparece en las propias concepciones etiológicas. Si probamos un determinado grupo profesional en lo que se refiere al aparecimiento de determinadas características psicopatológicas, siempre habrá quien pregunte: ¿será que no se trataba de personas ya "enfermas " y que por eso "escogieron " ese trabajo?

Pese a la falta de atención, una vez u otra la vida se impone: − En 1917, cuando Freud publicaba sus Nociones Introductorias de Psicoanálisis, el

primer número del Mental Hygiene Journal nos avisaba sobre los disturbios emocionales y de personalidad de los desempleados a causa del desempleo.

− En 1919, Engineering Foundation of New York, solicitó una investigación sobre los disturbios emocionales del trabajo y, en 1933, en Brasil, con base en la existencia de una

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supuesta "psiconeurosis bancaria", la jornada de trabajo de los bancarios fue reducida a 6 horas/día.

Sucede que el área Salud Mental y Trabajo no ha logrado desvencijarse de la traba que indicamos aquí. Por estar inserta (y no podría ser de otra forma), en el esqueleto teórico de las ciencias que la originan, los viejos fantasmas reaparecen. Clásicamente los estudios sobre etiología de la enfermedad mental se encuentran conectados a una metodología que prioriza, cuando no es exclusiva, casos individuales, para no decir individualizantes. En toda la perspectiva psicanalítica, la inserción del individuo como trabajador prima por la ausencia sistemática. Por otro lado, estudios epidemiológicos preocupados con las condiciones y/u organización del trabajo, realizan aproximaciones casi sociológicas del problema, donde desaparece la dinámica individual de la Sicopatología. Aquí tienen lugar las condiciones de trabajo cotidianas, pero la inserción de ellas en el modo de producción capitalista termina por desaparecer.

En fin, que desdichadamente, las investigaciones sobre Salud Mental y Trabajo, no pueden darse el lujo de instalarse como una rama aplicada de la Psicología o de la Psiquiatría. Ellas nos obligan a poner en tela de juicio el conjunto del esqueleto teórico construido hasta ahora para explicar el proceso salud/enfermedad mental, más todavía, nos obligan a reorientar toda la concepción del ser humano.

La conclusión es sencilla. La vida de los hombres sin duda alguna, no se reduce al trabajo, sino que también no puede ser comprendida en su ausencia. Donde quiera que estén las causas del sufrimiento de los hombres, estarán sus propias vidas.

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El hombre no es un Ser Social Wanderley Codo, Alberto Hitomi, Jackson Sampadreo

Uno de los riesgos del oficio de cualquier científico es convertirse en una víctima de

lo que resultó. Como las palabras tienen vocación para universalizar, algunas buenas palabras tienden a entusiasmarnos y, acto seguido, mares extraños las llevan a producir conclusiones todavía más extrañas. De esa forma sucedió con Freud por ejemplo, cuando explicaba correctamente el concepto de sexualidad, sin duda se sorprendería con los actuales psicoanalistas, convictos de que analizando un poquito cada gesto del hombre se encontrará el pene del padre.

Así sucede con la teoría marxista, tantas veces adoptada o abandonada por permitir la comprensión de la sociabilidad, a menudo sucumbe frente a lo que de mejor obtuvo como conquista, por eso tantos neomarxistas se dedican a inventar el mito de la sociabilidad natural, creyendo, honestamente, que de esa manera estarían combatiendo el idealismo, la metafísica del hombre natural. Los textos se inician con la constatación de que "el hombre es un ser social" para terminar después de arduas reflexiones, con la conclusión exuberante que "el hombre es un ser social". Poca distancia separa esa comprensión de sociabilidad de la connotación del hombre como ser gregario, tanto es así que se coloca en discusión la cuestión de la "comunidad", del "grupo", todo sucede como si a causa de una filiación del individuo, a ese o a aquel agrupamiento, el problema de la determinación del comportamiento estuviese resuelto a priori.

Parece oportuno analizar nuevamente esa cuestión en Marx, pero antes se hace necesario una advertencia. La peor manera de escribir es aquella que permanece obsesivamente vinculada a citaciones, entrecortando el texto propio y el ajeno. Si la elección recae sobre esa manera es porque tantas veces se escribe sobre lo que dijeron que alguien dijo que Marx habría dicho que es imperativo ir directo a la fuente.

¿Cómo Marx formula la cuestión de la sociabilidad del hombre, o, para Marx, el hombre es un ser social?

El único lugar en que esa afirmación aparece en Marx es en el Tercer Manuscrito (Marx, 1985 a), donde el problema planteado es el de una crítica de la economía política, particularmente al concepto de propiedad privada en Ricardo y en los Fisiócratas.

"Hemos visto como, dado el presupuesto de la superación positiva de la propiedad privada, el hombre produce al hombre: como el objeto, que es la realización inmediata de su individualidad, es al mismo tiempo su propia existencia para otro hombre, la existencia de ese y la existencia de ese con respecto a él. Pero, igualmente, tanto material de trabajo como el hombre como sujeto son, al mismo tiempo, el resultado y el punto de partida del movimiento ... El carácter social es, pues, el carácter general de todo el movimiento; así como es la sociedad misma que produce al hombre como hombre, como también es producida por él".

Algo a destacar en los primeros reglones. Se trata de una reflexión que parte del ‘presupuesto de la superación positiva de la propiedad privada', o sea, el comunismo. A partir de ese punto el 'carácter social', la sociabilidad misma, solo existe a partir de la interrelación entre los hombres y, como se ve más adelante, del hombre para consigo mismo. No se trata de una relación de anterioridad conformadora de la existencia humana.

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Además de eso, ya se coloca aquí la coexistencia dialéctica de dos totalidades, hombre y sociedad, sujeto y movimiento social, intermediadas por el trabajo, acción humana concreta. Si las relaciones de producción están más allá de la “superación positiva de la propiedad privada”, entonces, como veremos a continuación, la interrelación entre los individuos y la sociedad varía.

"La actividad y el placer también son sociales, tanto en su modo de existencia como en su contenido; actividad social y placer social. La esencia humana de la naturaleza ya no existe para el hombre social, pues sólo existe para él como vínculo con el hombre, como existencia suya para con el otro y existencia del otro para con él, como elemento vital de la realidad humana; solo existe como fundamento de su propia existencia. Solamente entonces se convierte para él en su existencia humana, la naturaleza en hombre. La sociedad es pues, la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza".

No solo necesitamos considerar la sociedad como una unidad esencial del hombre con la naturaleza, sino también lo contrario, el hombre sólo puede aparecer en el análisis como siendo una unidad esencial, síntesis representativa de la sociedad. La dinámica hombre-sociedad fundamenta las existencias del uno y del otro en lo que Gianotti (1983) llamaría “un doble reflejo” donde cada cual se completa o se realiza a través del otro.

"La actividad social y el placer social no existen, ni siquiera en la forma única de una actividad inmediatamente comunitaria y de un placer inmediatamente comunitario, si bien que la actividad comunitaria y el placer comunitario, o sea, la actividad y el placer que se exteriorizan y se afirman inmediatamente en la sociedad real con otros hombres, se realizarán donde se quiera que aquella expresión inmediata de la sociabilidad se funda en la esencia de su ser y se adapte a su naturaleza".

La actividad humana como "actividad inmediatamente comunitaria" no aparece como forma dominante de manifestación de la sociabilidad. Más adelante veremos que, apenas en la comunidad primitiva, según Marx, es posible imaginar ese ser inmediatamente gregario, social sensu estricto, exactamente porque las condiciones de la producción todavía no le permitían al hombre el alcance de la hominidad.

"Sin embargo, incluso cuando yo actúo científicamente etc, en una actividad que yo mismo no puedo llevar hasta el fin en conjunto inmediato con otros, también soy social, porque actúo como hombre. No sólo el material de mi actividad (como el idioma, subordinado a lo que opera el pensador), me es dado como producto social, sino que mi propia existencia es la actividad social, porque lo que yo hago lo hago para la sociedad y con conciencia de ser un ente social".

Mi conciencia general es solo la forma teórica de aquello cuya forma viva es la comunidad real, es el ser social, tanto que hoy en día, conciencia real es una abstracción de la vida real y como tal se le enfrenta. Por tanto, la actividad de mi conciencia general como tal, es mi existencia teórica como ser social.

Esa frase, extraída del contexto, puede sufrir una lectura reduccionista, cualquier cosa similar a "si comprendemos cómo funciona la sociedad, comprenderemos el comportamiento de los hombres", o incluso “el individuo nada es sino un reflejo de la sociedad”. Veamos como la explicita Marx.

“Se debe evitar antes de todo el hacer (..) de la “sociedad” una abstracción frente al individuo. El individuo es el ser social, su exteriorización vital (aunque no aparezca en la

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forma inmediata de una exteriorización vital comunitaria, que se cumple en conjunto con los demás), es así mismo una exteriorización y una afirmación de la vida social. La vida individual y la vida genérica del hombre no son distintas, aunque necesariamente, el modo de existencia de la vida individual sea un modo más particular o más general de la vida genérica, o sea, que la vida genérica es una vida individual más particular o general”. “... El hombre entonces, por más que sea un individuo particular (y justamente es su particularidad la que lo convierte en un individuo y en un ser individual real), es en la misma medida, la totalidad ideal, la existencia subjetiva de la sociedad pensada y sentida para sí, del mismo modo que también en la realidad existe como institución y placer de la existencia social y como una totalidad de exteriorización vital humana".

No se afirma aquí “el hombre es un ser social”, y sí, “el individuo es el ser social”, una cosa muy distinta, como se ve en la primera afirmación en el primer término (hombre) que aparece en una relación de inclusión con el segundo (ser social), todo ocurre como si “el hombre” fuese un particular insertado en lo universal, la sociedad. Se niega aquí la universalidad del hombre o, lo que es lo mismo, se somete su universalidad a la sociabilidad.

Marx nunca haría eso. Así como no debemos "hacer una abstracción de la sociedad frente al individuo,

tampoco es posible lo contrario, o sea, abstraer el individuo frente a la sociedad, y mucho menos en el capitalismo, donde “las cosas llegaron a tal punto que el hombre ya se relaciona apenas consigo mismo” (Marx, 1985 a). El individuo aparece como una totalidad, que se realiza al mismo tiempo en que se exterioriza por otra totalidad, la sociedad. El hombre aparece aquí como un todo-parte, en sí y se realiza a través de su otro lado al mismo tiempo. Entonces la vida genérica (social) y la vida particular aparecen en conflicto mutuamente realizadora, nunca con relación de inclusión.

No solamente Marx nunca trabajó con la “idea” de que el individuo estaría categóricamente sometido a las fuerzas sociales, como tampoco la criticó en Feuerbach. “La teoría materialista de que los hombres son un producto de las circunstancias y de la educación... se olvida de que son los hombres, precisamente, los que hacen cambiar las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado”. (Marx & Engels, s/f)

El hombre no aparece, por tanto, como un “ser social” sino como un ser que construye su individualidad en sociedad. Como se verá a continuación, es apenas en el marco del Capitalismo que la individualidad puede ser pensada. No se realiza y menos todavía puede ser comprendida fuera de la evolución de las relaciones de producción.

Incluso en el terreno del Tercer Manuscrito, cuando se plantea la distinción del hombre genérico (la sociedad a la cual la moderna Psicología Social desea reducir al hombre), y el hombre concreto, el individuo, al unísono como síntesis y sintetizado de la sociedad y por la sociedad.

“En la industria material habitual, tenemos delante de nosotros, bajo la forma de objetos sensibles o bajo la forma de alienación, a las fuerzas esenciales objetivas del hombre. Una Psicología para la cual permanece cerrado este libro, o sea, justamente la parte más actual y accesible de la Historia no puede convertirse en una ciencia efectiva, provista de contenido y realidad. ¿Qué podemos pensar de una ciencia que orgullosamente se abstrae de esa gran parte del trabajo humano y que no se siente incompleta, mientras que

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la tan propagada riqueza del actuar humano no le indica otra cosa que no sea lo que se puede, tal vez decir en una sola palabra: necesidad, vulgar necesidad?”

Es un recado directo, sin equivocaciones, a los psicólogos. Marx no hacía una Psicología, sino que estaba atento a ella y a sus necesidades.

“Se puede referir a la conciencia, a la religión y a todo lo que se quiera tener como una distinción entre los hombres y los animales; sin embrago, esa distinción sólo empieza a existir cuando los hombres inician la producción de sus medios de vida, un paso adelante que lo constituye la consecuencia de su organización corporal. Al producir sus medios de existencia, los hombres producen su propia vida material”.

Es una tentación añadir sociabilidad a la lista de referencias. Cuando el problema colocado es la búsqueda del trazo distintivo del hombre, lo que le permite al ser humano convertirse en humano, lo que aparece es la producción de la propia existencia. Trabajo, en síntesis, doble transformación de sí y del mundo (o del otro), que camina en dirección a engendrar el hombre, ese ser de necesidades e imaginación, capaz de construir sus condiciones y existencia, por tanto su sociabilidad.

“La forma como los hombres producen esos medios depende en primer lugar, de la naturaleza, o sea, de los medios de existencia ya elaborados y que les es necesario reproducir...”

Depende de la naturaleza, pero no se subordina a ella. Marx dice que la naturaleza adquiere el estatuto de anterioridad necesario, pero el modo de desarrollo del hombre es capaz de conquistar autonomía con relación a sus vínculos naturales.

Así, es necesario “no considerar ese modo de producción desde ese único punto de vista, o sea, como una mera reproducción de la existencia física de los individuos. Por el contrario, ya constituye un modo determinado de actividad de tales individuos, una forma determinada de manifestar su vida, un modo de vida determinado. La forma como los individuos manifiestan su vida refleja, exactamente, aquello que ellos son. Lo que son coincide por tanto, con su producción, o sea, tanto con aquello que producen como con la forma en cómo lo producen. Aquello que los individuos son, depende por ende de las condiciones materiales de su producción”.

La producción de los medios de existencia continúa marcada con el trazo distintivo entre los hombres y los animales, en referencia al individuo, no más a una “sociedad” comprendida como sinónimo de “gregarismo”, como sucede con las hormigas, los monos o las abejas. La construcción de la individualidad a través de las vías de producción, es el proceso de hominización.

A continuación destacamos premisas históricas que debemos analizar en el proceso de hominización.

“La primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se encuentren para hacer historia, en condiciones de poder vivir. Pues bien, para vivir, hace falta, antes de todo, comida, bebida, vivienda y ropa. El primer hecho histórico es, por tanto, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de esas necesidades, o sea, la producción material misma, y no cabe duda de que ese es un hecho histórico, una condición fundamental de toda la historia, que como hoy o hace mil años, se necesita cumplir todos los días y en todo momento, simplemente para asegurar la vida de los hombres.”

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“Lo segundo es que la satisfacción de esa primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición de instrumentos necesarios para eso, nos lleva a nuevas necesidades y esa creación de necesidades nuevas constituye el primer hecho histórico.”

Aquí se explica mejor el carácter de la relación con la naturaleza: colocada como anterioridad, dueña generadora de otras determinaciones fundamentales.

“El tercer elemento que aquí interviene desde el comienzo en el desarrollo histórico es el hecho de que los hombres que renuevan diariamente su propia vida empiezan al mismo tiempo a crear otros hombres, a procrear: es la relación entre marido y mujer, entre padres e hijos, la familia. Esa familia que, al principio, constituye la única relación social, más tarde, cuando las necesidades se multiplican, crean nuevas relaciones sociales y a su vez, al aumentar el censo humano, surgen nuevas necesidades, pasa a ser una relación secundaria.”

La sociabilidad misma aparece como producto de la producción y/o de las necesidades que ella engendra.

“La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación: por un lado, como una relación natural, y por el otro, como una relación social, social en el sentido que por esa palabra se entiende como la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se deduce que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre junto a sí un determinado modo de cooperación o un determinado nivel social, modo de cooperación que es, a su vez, una fuerza productiva, una suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre, lo que condiciona el estado social. La historia de la humanidad se elabora, por tanto debe ser estudiada, siempre en conexión con la historia de la industria y del comercio”.

Aquí tenemos la delimitación más clara de lo que Marx comprendía como social, “la cooperación de diversos individuos” en la producción material de la propia existencia. Se trata de individuos colocados con relación unos a los otros, lo que se reconocen de alguna manera (veremos cómo), como tales. A su vez, esa cooperación no es nada más y nada menos que el estadio de desarrollo de las fuerzas productivas.

“Solamente ahora, después de haber considerado ya cuatro momentos, cuatro aspectos de las relaciones originales históricas, nos damos cuenta de que el hombre tiene también conciencia. Pero tampoco ésa es desde el comienzo, una conciencia pura. El espíritu ya se encuentra lleno de la materia, que aquí se manifiesta bajo la forma de capas de aire en movimiento, de sonidos, en una palabra, bajo la forma de lenguaje. El lenguaje es tan antiguo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, empieza a existir también para mí mismo; el lenguaje nace, como la conciencia de la necesidad, como un producto de la relación con los otros hombres. Donde existe una actitud, ella existe para mí, pues el animal no posee actitudes con relación a nada, o en general, podemos decir realmente que no tiene ninguna actitud. Para el animal, sus relaciones con los otros no existen como tales. La conciencia, por tanto, es ya de antemano un producto social, y lo seguirá siendo mientas seamos seres humanos".

Tenemos aquí un concepto precioso para la Psicología Social: la actitud. Etimológicamente estamos delante de una “representación”, utilizada inicialmente para

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referirse a actores en escena (Martin-Baró, 1983). Ese significado recorre todas las principales formulaciones sobre el concepto. En Allport también. Bueno, representación presupone mi existencia, la del otro, la del otro en mí y la mía en el otro; o sea, interdependencia y cooperación. Otra vez en busca de la delimitación de la especificidad humana, nos vemos obligados a recurrir al juego del doble reflejo que atraviesa la sociabilidad.

Hasta ahora nos confrontamos, básicamente, con el Tercer Manuscrito. Analizar la Ideología Alemana nos permitirá comprender la propiedad como un proceso. En el texto original faltan cuatro páginas, probablemente comidas por los ratones, lo que no perjudica la comprensión general: el trabajo ya está colocado como modo de hominización, se trata de ver como evoluciona el hombre.

“Se manifiesta aquí, por tanto, la diferencia entre los instrumentos de producción naturales y los creados por la civilización. El campo y el agua, por ejemplo, pueden ser considerados como instrumentos naturales de producción. En el primer caso, cuando se trata de instrumentos naturales de producción, los individuos se ven subordinados a la naturaleza; en el segundo caso, a un producto de su trabajo. Por eso, en el primer caso, la propiedad (territorial), aparece también como un poder directo y proveniente de la naturaleza y, en el segundo caso, como poder del trabajo especialmente del trabajo acumulado, del capital. El primer caso presupone que los individuos aparezcan agrupados por cualquier vínculo, sea de la familia, de la tribu, de la tierra etc; en el segundo caso, al contrario, se supone que sean independientes los unos de los otros y relacionados solamente por medio del intercambio. En el primer caso, el intercambio es fundamentalmente un intercambio entre los hombres y la naturaleza, donde se intercambia el trabajo de los primeros por los productos de esa última: en el segundo caso, se trata antes de todo, de un intercambio entre los hombres”.

La evolución del hombre para Marx se da a través del desarrollo de la producción, veamos el control cada vez más fuerte de la naturaleza por la destrucción del carácter meramente gregario. Bajo el capital, encontramos individuos que “se suponen independientemente unos con relación a los otros y relacionados apenas a través del intercambio”. No sería una exageración marcar la hominidad, o sea, reconocer como siendo su trazo distintivo la individualidad, construida históricamente por el trabajo.

Se asume como posible tarea la reconstitución de la historia del individuo a partir de la producción, del consumo y el intercambio. Partiendo de la crítica del truismo “el hombre es un ser social”, encontramos en Marx una formulación radicalmente distinta; el eje no está en la mera reducción por la abstracción del hombre a su sociabilidad, al contrario, la tarea es exactamente la de comprender también por la abstracción, el desarrollo de la individualidad interpenetrado por la sociabilidad.

Por eso Marx se obliga a insistir en que la única forma de comprensión del individuo es capturando el movimiento de la doble negación/afirmación en que consiste la sociabilidad. El primer acápite necesario para la conformación, por tanto la comprensión del individuo, sólo podría ser las condiciones de la existencia del hombre además de él mismo, una marca de sí en el mundo, la construcción de su subjetividad a través de la impresión de sí fuera de sí.

El hombre es un ser a pesar de sí, un ser trascendente. A todos nos es posible pensar en el hombre genérico, como es y como debería ser: “brasileño, y que lo que realmente le

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gusta es el fútbol”, “el hombre que es hombre no llora”, “la mujer que se valora no debería...”. Cada gesto o palabra siempre está insertada en una miríada de significados, reportándose siempre a los diversos yos conviviendo dentro del yo. Los gestos clavan significados a pesar de la presencia del sujeto e independientemente de su existencia. En la feria, la presencia del consumidor ya estaba allá incluso antes de que él saliese de su casa y permanece allá cuando vuelve, por haber adquirido alguna cosa y dejado allá un representante financiero de sí mismo, el dinero. Decir un poema, por ejemplo, me convierte en el representante de innumerables otros. A través de la voz del declamador los otros son impuestos y después que él sale permanece un ritmo, una idea, una manera de articular los sentidos.

Solamente ahora podemos hablar de actitud. El hombre se diferencia de los animales por su trascendencia y lo que en ese

contexto es fundamental, marca su individualidad exactamente por el ejercicio de la trascendencia. Es a partir de la posibilidad de expresión objetiva de la subjetividad que alguien se diferencia del otro.

Proviene de la Antropología la constatación de que nuestra supervivencia depende del desarrollo (simultáneo, parece), del lenguaje, de los instrumentos de trabajo y de la cooperación. Aquí no nos importa reconstruir la Historia estricta de la hominización, incluso porque eso es una tarea que la Arqueología ha venido realizando desde hace años y años, fósil sobre fósil. Lo que nos importa es desglosar las implicaciones de esa tríada en el proceso de individualización (modo en que el individuo se convierte en él mismo). Que sea la cooperación, el ser gregario que marca nuestra existencia desde los primordios, es la condición necesaria para el hombre, pero sin duda es algo insuficiente. Aquí estaríamos tal y cual lo están las hormigas, las abejas o los monos, que sucumben sin sus pares, conforman su venir a ser a partir de una “comunidad” y ni por eso se aproximan a la hominidad. La cooperación humana proviene del proceso de división del trabajo, ella es su especificidad, en ese sentido se hace ocioso discutir la cooperación en sí.

Originalmente el desarrollo del lenguaje se identifica con el de los instrumentos de trabajo, modo de intervención en el otro y del otro en mí, conformando el hombre a la imagen y semejanza de sus pares. Incluso hoy por hoy, y pese a la causa de su desarrollo, valen para el lenguaje las mismas reflexiones que serán hechas sobre el instrumento de trabajo. Evidentemente no se podría reducir el lenguaje a esa función, pero no se puede, seguramente, ignorarlo.

Veamos la cuestión de los instrumentos de trabajo. Aquí estamos a priori en el territorio de la hominidad, ningún animal lo utiliza. Que sea un hacha por ejemplo.

Inicialmente, la mera aplicación del poder del brazo parte y se explica por la mano que lo engendra. Ninguna ruptura entre el ser y el gesto. Pero, por eso mismo, el hacha congela el gesto, implica en una existencia de la mano además de ella misma, la mano que mata un animal, que alimenta un hombre ahora reposa en la ausencia del creador. Sucede que la existencia misma del instrumento es recurrente, presupone la acción no realizada, el proyecto de la acción, o sea, el gesto del hombre colocado delante de sí en su ausencia, en otras palabras, el instrumento es producto y productor de la trascendencia. La articulación específica de ese movimiento es un problema que los arqueólogos deben resolver. En el transcurso de este capítulo, basta constatar que el grado de desarrollo de las relaciones de producción implica en un nivel de trascendencia posible, ya en la fase a que nos

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reportamos, incluso el territorio estricto de la caza y la recolección, donde no habrá modo de reconocimiento de sí que se coloque por delante de las parejas de la misma horda, el individuo aquí “pertenece a la horda como la abeja pertenece a la colmena”. Soy mi gente y viceversa. Si un miembro es ofendido, toda la horda debe vengarse.

Sucede que la existencia misma del instrumento es recurrente. Presupone la acción no realizada, el proyecto de la acción. El instrumento es producto y productor de la trascendencia.

El próximo paso es el de la despersonalización sensu estricto del instrumento. Él pasa a pertenecer no al individuo que lo fabricó sino a la colectividad que se beneficia con él, lo que sucede a través de la sofisticación técnica que impone una división del trabajo. Ahora, la dialéctica entre el hombre y su otro fuera de sí obtiene una dimensión que engloba la colectividad a que pertenece. Un recién nacido encuentra delante de sí un universo que se compone por la acción ajena, toda la vida de la comunidad congelada en cada instrumento y que remite al nuevo componente de la tribu el designio de representante sincrético de todo el pasado y de todo el futuro. El hombre es una miríada compuesta y repuesta infinitamente por todos sus pares.

A esa altura debe quedar claro que el grado de desarrollo de las relaciones de producción define la posible individualidad. El primer rubro necesario para la conformación es, por tanto, la comprensión del individuo y la construcción de la subjetividad humana. La historia del individuo es la historia del trabajo, o incluso, la historia contemporánea del hombre se expresa a través de la realización de la sociabilidad individual mediada por las relaciones de producción.

El Capital (Marx, s/f), como se sabe, fue publicado por Marx hasta su primer tomo, los otros dos fueron compilados y a veces escritos por Engels, después de la muerte de Marx. En los Grundrisses (Marx, 1985 b), además de estar seguros de la homogeneidad del autor, ganamos también en la libertad textual. Temas se entrecruzan, ideas se registran para la elaboración posterior, otras áreas que no son la Economía Política se abordan con generosidad.

En los Grundrisses nos deparamos con un Marx, que Martin Nicolaus llamó “desconocido”, delineando las interrelaciones entre individuo y sociedad, reconquistando la historia de la individualidad hasta el desarrollo del Capitalismo.

(Hablando sobre el dinero en las comunidades primitivas...) “... Las relaciones de dependencia personales (de inicio sobre una base totalmente natural), son las primeras formas sociales donde la productividad humana se desarrolla solamente en un ámbito restricto y en lugares aislados…”

Allí, las ausencias obligaban a la asociación restricta entre los miembros de la horda y más incluso, la posibilidad de representación del otro en sí y del sí en el otro, o sea, la construcción de la individualidad se realiza, y sólo podría ser así, en el aspecto vital accesible, construyendo una identidad del individuo en unión con su colectivo inmediato. Si el intercambio se limita a la tribu, la exteriorización del sí también se limitará a la tribu. Aquí tenemos un ser social.

“... La independencia personal fundada en la dependencia con respecto a las cosas es la segunda forma importante a la cual llega a constituirse un sistema de metabolismo social general, un sistema de relaciones universales, de necesidades y capacidades universales. La libre individualidad, fundada en el desarrollo universal de los individuos y en la

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subordinación de su productividad colectiva, social, como patrimonio social, constituye el tercer estadio".

Ese tercer estadio es el “del comercio, del lujo, del dinero, del valor del intercambio” en fin, es el Capitalismo.

(Porque..) “...La dependencia mutua y generalizada de los individuos recíprocamente indiferentes constituye su nexo social. Ese nexo social se expresa en el valor de intercambio, y solamente en él la actividad propia o el producto se transforman para cada individuo en una actividad o en un producto para él mismo..."

Es el dinero universal que instala el individuo universal, “su nexo social cada uno lo lleva en el bolsillo”. El tema es recurrente por todo el Grudrisses. Podemos reencontrarlo en el Cuaderno B del mismo con relación a la ley de apropiación.

“Esa diversidad natural de los individuos y de sus necesidades constituye el motivo de su integración social como sujetos del intercambio. En el momento del intercambio, ellos se enfrentan como personas que se reconocen mutuamente como propietarios, siendo personas cuyo deseo se impregna en las mercancías, y para las cuales la apropiación recíproca mediante la alienación recíproca solamente se da en ese acto en razón de su deseo común, y por ende y en esencia, por intermedio del contrato. Se introduce aquí el momento jurídico de la persona y de la libertad inherente a ella. Por eso es que, en el período romano se define correctamente el servus como alguien que no puede adquirir por medio del intercambio.

Si el humano se constituye en la medida en que se objetiva, en el tiempo histórico de la objetivación universal, moneda universal, intercambio universal, aquí y sólo aquí es posible la individualidad universal que se logró a partir de la alienación universal. Vale recordar que el Capitalismo posee la misma edad que la Psicología y que Jung ya nos dijo que en la Edad Media no existía el inconsciente.

En Marx el hombre no es un ser social, al contrario, la historia hasta el Capitalismo destruye las relaciones gregarias y las repone como individualidad, a través del intercambio universal de productos y necesidades. Ser para el otro le permitió al hombre construirse como sujeto libre, en la exacta medida de la interrelación entre todos los hombres del mundo. Por ahora debemos concluir que existe la imposibilidad de abandonar la tensión perenne que Marx resalta entre el individuo y la sociedad, y algo no menos importante, que es imposible la comprensión del individuo a pesar de la Economía, a menos que se quiera hacer ciencia como los magos: retirando conejos del sombrero sin explicar cómo llegaron allí.

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La magia del trabajo Wanderley Codo, Alberto Hitomi, Jackson Sampadreo

Los estudios que hasta hoy analizaron la comprensión del trabajo, parecen olvidarse

que el trabajo es mágico, o sea, es siempre sincrético de un universo latente, escondido de los ojos del observador ingenuo, no siempre es lo que aparece, siempre se parece con lo que no es. El trabajo es mágico porque es doble, lleva en sí la maldición de la mercancía, los fantasmas del dinero: Por un lado se muestra como valor de uso, realizador de productos capaces de atender a las necesidades humanas, por el otro, como valor de intercambio, pagado como salario, creador de mercancía y él mismo una mercancía en el mercado.

El trabajo es doble, y ha sido enfocado como si fuese simple: a partir de las tareas que inicia o, como máximo, de las relaciones sociales que promueve. Se habla de rutina, liderazgo, motivación, estrés, en fin, haciendo desaparecer la mercancía, o la alienación que la mercancía trae. Se administra el carácter contradictorio del trabajo, el antagonismo entre el valor de uso y el valor de intercambio por la sencilla eliminación de uno de los polos antitéticos.

Como valor de intercambio, como cualquier otra mercancía se sufre la universalización del trabajo humano, la posibilidad de extensión del significado del gesto a cualquiera de los hombres del planeta: o sea, la abstracción radical del trabajo específico construida por la equivalencia de todos los trabajos, intercambio universal, dinero.

El trabajo como valor de uso es el acto de dar significado humano a la naturaleza, construcción de significado personal e intransferible, individual. Si trabajamos en cooperación, si nuestro trabajo implica en la transmisión de un significado social a la naturaleza, entonces trazamos nuestra individualidad en esa extensa trama de reflejos que se dibuja a cada momento, igualándose y diferenciándose de cada uno y de todos.

La inevitable tensión que se establece entre el trabajo como valor de uso (aquí entendido como sinónimo de trabajo concreto), y valor de intercambio (trabajo abstracto), representa necesariamente un factor determinante en la conformación de la identidad del trabajador.

Nuestra experiencia ha revelado que el proceso de trabajo no enfrenta de modo homogéneo la contradicción que indicábamos en el doble carácter del trabajo y que, mucho menos el modo de articulación entre sus dos lados se hace visible a priori.

Sucede que la doble convivencia del valor de uso y valor de intercambio que componen la mercancía, es intrínsecamente contradictoria. Veamos lo siguiente.

Valor de Uso Atiende a las necesidades humanas; por

tanto, es infinitamente diversificado como ellas. Un mismo producto puede atender a distintas necesidades para seres humanos distintos. Así, una camisa puede representar un valor estético, status, abrigo, homenaje a un tercero. Las mercancías, por ende, deben traer en sí la posibilidad de asumir todas esas fases.

Valor de Intercambio Vale por su reversibilidad con cualquier

otra mercancía, homogeniza productos distintos que obedecen a necesidades distintas, ecualiza lo desigual, crea la diferenciación en todo lo que era distinto. Bajo la hegemonía del valor de intercambio, ninguna diferencia existe entre el zapato y la posada. Ignora la especificidad, la multivariación de las necesidades, solo se establece, como tal, cuando las borra.

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Todo se diferencia de todo por el valor de uso y todo se iguala a todo por el valor de intercambio. Sin embrago, convivimos sin ningún problema con esa esquizofrenia. Imaginemos la compra de un zapato, por ejemplo: Cuando alguien va a la tienda, compara los precios, la cantidad del cuero, el acabado etc. En fin, actúa rigurosamente midiendo y comparando, o sea, ecualizando todos los zapatos a su alrededor, ese está caro porque el cuero es igual al de aquél que, a su vez tiene un mejor acabado que el otro y regateando con el comerciante aparecen las diferencias entre los diferentes pares. Existe aquí un consumidor que intercambia cosas iguales en valores iguales, tal zapato cuesta tantos reales y lo comprará en vez de comprar un saco o una cena.

En cuanto llega a su casa, abre el paquete, guarda la factura, se mira en el espejo y listo, en un pase de magia ese mismo zapato pasa a ser único, encantado por el uso que tuvo en aquel pie, se convierte en un portador de afecto, estética, función y valor únicos. Si una crisis financiera obliga a su dueño a venderlo, nuevamente el zapato cae en el mundo común del valor de intercambio, comparado con todos los otros zapatos, que entran en todos los pies, compitiendo con todos los otros productos del mundo. Si el dueño decide regalárselo a un amigo, aquí se transmuta, cambiando de significados, el escenario otra vez, se convierte en el otro.

No obstante, existe una mercancía que no dispone de esa flexibilidad, no se transmuta así a gusto del consumidor, exactamente porque también es el consumidor. Se trata de la fuerza de trabajo.

Por ejemplo, entre los aeronautas, la división del trabajo protege a los pilotos y a los mecánicos de a bordo de la comparación pública con el usuario, a costa de la exposición del comisario de bordo, imputándole la tarea de representante de la empresa delante del consumidor. En ese puesto de trabajo, se realiza un sincretismo de las contradicciones del trabajo, un sincretismo de las polarizaciones entre el consumidor y la empresa prestadora del servicio. La función del comisario de bordo es inmediatamente una función doble: para el consumidor, la venta de servicios casi superfluos; para la empresa, su lado visible, su representante. Los significados reales del trabajo se esconden, y no son revelados a la primera mirada, dependen de un análisis riguroso, exhaustivo, donde se hacen obligatorias la observación del cotidiano, las representaciones del trabajador, los designios de la empresa.

El trabajo como valor de uso, trabajo concreto, no se comporta de manera homogénea con relación a su otro, el trabajo como valor de intercambio, trabajo abstracto. Cabe aquí entonces arriesgarnos en una taxonomía de esos dos trabajos inyectados entre el trabajo. Trabajo Abstracto

El trabajo en el sistema capitalista se considera productivo en la medida en que

produce capital, entra en el circuito de producción de mercancías, realiza la plusvalía, entra en circulación, produce más valor (Marx, s/f). Aquí estamos hablando sobre el trabajo que se hizo abstracto, desapareciendo, en ese nivel de análisis, las funciones sociales o las necesidades humanas, y con ellas la especificidad del trabajador en lugar de donde se hace presente la fuerza de trabajo aplicada al producto, y el tiempo de producción que se le alquila al capital, sueldo y jornada de trabajo negociados en el mercado. Esa negociación engloba el trabajo acumulado en la figura de un trabajador en particular. Así, ninguna diferencia entre la compra en el mercado de un dactilógrafo o de un soldador, ambos valen

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como fuerza de trabajo capaz de realizar mercancía, ambos son pagados por el valor de la reproducción de esa misma fuerza de trabajo. El salario se diferencia en la medida en que esa o aquella función necesita un tiempo de trabajo acumulado mayor o menor. Si un curso de un año o una capacitación anterior de una semana son necesarios, se reflejarán en la nómina de pago.

Uno de los obvios desgloses de ese cuadro, es que el trabajador le interesa al propio capital por su capacidad de conversión de trabajo en capital, a pesar de la especificidad de esa o de aquella mercancía. Son las leyes del mercado (oferta y demanda), las que definen la importancia de ese o de aquel profesional. Si una ebanistería, en una determinada coyuntura económica, evalúa como de más utilidad la transferencia de capital para las inversiones financieras, en vez de la ampliación de su parque industrial, puede presentar un crecimiento de capital, pese al estancamiento del nivel de empleo y/o de la capacidad productiva, o incluso valorar diferencialmente ese o aquél producto a pesar de la total inyección de trabajo concreto realizada. En un banco, la cantidad de cajeros puede ocupar gran parte de los funcionarios de una agencia, mientras que en el sector de inversiones, captación y venta de dinero, que de lejos es el sector que más ganancias genera, posee una baja ocupación. Pero los salarios no varían, porque no varía el costo de la reproducción de la fuerza de trabajo. Se instala entonces una paradoja: más ganancias no significa más trabajo inyectado en la mercancía (en el banco el dinero). Situación imposible desde el punto de vista económico, si no fuese por una segunda paradoja que explica la primera: y es que, para captar en niveles suficientes los recursos de donde extrae su principal plusvalía, un banco necesita cumplir una función social junto al público consumidor, atenderlo en su demanda de depositar y mover economías. La realización del trabajo abstracto (capital), depende indirectamente de la realización del trabajo concreto (prestación de servicios al consumidor). Teóricamente, con la falta de una comprobación de plusvalía significativa, se encuentra en el rol de prestación de servicios del banco un acápite: “el deposito al contado” cuya ventaja para el cliente es el servicio y para el banco “acceso a los demás productos; tradición y credibilidad del banco”.

Una primera conclusión: Mientras más se diversifica la economía, mientras más el sector financiero adquiere importancia, mientras mayor sea el nivel de automatización y mayor sea la complejidad de la división del trabajo, o sea, mientras más el sistema capitalista “progresa”, mayor será la independencia aparente entre el trabajo concreto (realización de valor de uso), y el trabajo abstracto (realización del valor de intercambio). A pesar de ya aparente, cuando gravitamos nos movemos en la órbita de la economía política, esa ruptura asume una importancia decisiva al entrar en el territorio de la Salud Mental y el Trabajo, en la exacta medida en que asume, como veremos, dimensiones sociales definitivas, interviniendo en la determinación de la identidad y en el control del trabajador sobre el producto de su trabajo.

El análisis del Trabajo a partir de sus determinaciones como elemento abstracto implica en la problematización del sueldo, el valor de la fuerza de trabajo del mercado y la posibilidad de reapropiación en la esfera del consumo, el sueldo materializa en lo cotidiano el trabajador como una mercancía. Además de eso, se impone el estudio de la jornada de trabajo, tiempo de trabajo socialmente necesario y tiempo excedente. Para el trabajador, la jornada organiza sus posibilidades de uso del tiempo libre en la reproducción de la fuerza de trabajo y consumo.

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Trabajo Concreto El trabajo como valor de uso también posee su historia, siempre determinada por las

relaciones de producción, confundiéndose con ella, pero con una historia específica. Le es posible al historiador trazar el desarrollo de la producción propiamente dicha, de la maquinaria, de la división social del trabajo, y encontrará a cada paso de su camino, obviamente, la economía. Pero al mismo tiempo, podrá disponer, al final del recorrido, de un abanico concreto del desarrollo del trabajo. Llamemos a esa evolución, proceso de trabajo, del tren a vapor al tren electro electrónico, del barro al hierro y de ese al acero, del ábaco al computador.

Llamamos proceso de trabajo al conjunto de operaciones realizadas por uno o varios trabajadores, orientados para la producción de una mercancía o la realización de un servicio. Ambos, mercancías y servicios, son reconocidos por la sociedad consumidora como valores de uso, individual o colectivo. Ejemplo: El proceso de trabajo del cual resulta la fabricación de un ómnibus o un camión, y que aglutina a decenas de trabajadores en una unidad industrial automovilística. Se trata, incluso, de uno de los más complejos procesos de trabajo existentes, que introdujo la producción robotizada, hasta hace poco tiempo inimaginable. O incluso, el conjunto de operaciones técnicas de lo cual resulta la producción del azúcar o el alcohol. Esas operaciones realizadas por centenares de trabajadores se extienden como una nueva tecnología, a las actividades de corte mecanizado de la caña de azúcar, lo que redefinirá el perfil de ese proceso de trabajo a corto plazo.

No se trata aquí de construir la historia del proceso de trabajo, apenas de ubicar sus tendencias, como amparo conceptual a la tesis a ser desarrollada. ¿Cuál es la dirección general de esa historia? ¿Por dónde evoluciona el trabajo concreto?

1. de la artesanía a la gran industria internacionalizada. 2. del reemplazo de la fuerza física por la maquinaria. 3. del trabajo individual al trabajo colectivo. Por extensión tenemos: El valor de uso, que antes se reflejaba inmediatamente en el consumidor, pasa a tener

en cuenta la necesidad de la humanidad en sentido genérico. Así, del artesano que producía su arte hecho al gusto y tacto del cliente, cuando la necesidad de ese sujeto aparecía físicamente dentro del proceso productivo, hasta una industria de cartuchos plásticos donde la necesidad de acomodación de los cartuchos guardados, aparece de manera genérica y el consumidor que decida si lo utiliza para muñecas o para tomates.

La interacción cada vez más generalizada de la mediación técnica entre el productor y el producto se traduce en una colectivización, una socialización de la producción. La técnica deja de comparecer como atributo de ese o de aquel trabajador ingenioso y pasa a significar patrimonio de toda la humanidad. Antes, la habilidad del ebanista, la intimidad con la madera, su lado particular en el producto; ahora, la sierra eléctrica, portadora del conocimiento de los ebanistas, electricistas, mecánicos, el espíritu de todos los trabajadores nuevamente en la mano de ese ebanista en particular. Antes, la confrontación entre la historia del arte individual enfrentando a la naturaleza bruta; ahora, el trabajador como correa de transmisión entre dos universos ya promiscuidos por la historia del hombre. Aquellos que confunden alienación con desconocimiento del proceso productivo, transformando el concepto en un ejercicio meramente psicológico. Como Erich Frohm, podríamos al menos darnos cuenta, que la artesanía es cosa del pasado. No habrá lucha

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ideológica capaz de hacer con que la humanidad abandone el tractor cambiándolo por la guataca, en cambio del control individual sobre el proceso productivo.

Lo mismo da si el ojo se dirige a la producción o al consumo. La tendencia general se reproduce. El trabajo se universaliza, siempre será el metabolismo entre hombre y naturaleza que Marx indicó. Antes, un tour de force entre ese hombre y ese producto: ahora, un arreglo gigantesco donde comparecen todos los hombres, toda la técnica, todas las fuerzas del universo. El trabajo real es el metabolismo, no le pertenece más a ese individuo, sino a toda la humanidad con la naturaleza.

Un Ejemplo: Después de modificar el doble carácter del trabajo y el antagonismo entre valor de

uso y valor de intercambio, tal vez valga la pena operar el análisis a través de un ejemplo, por lo menos con objetivos de explicación: Que sea un banco estatal:

Como cualquier empresa capitalista, el banco estatal vive una ruptura radical entre valor de uso y valor de intercambio. La llegada de los carnés cumple su función social (valor de uso), en la medida en que le economiza tiempo y mortificaciones al usuario. Ya para las empresas que emiten los carnés, el valor de uso de ese servicio es el de la ampliación de su red de clientes. Para el banco, el servicio le interesa en la medida en que sea posible la aplicación del dinero de los carnés, en los días que se intercalan entre la llegada al cajero y el día del vencimiento. Las utilidades de esa operación depende de los niveles de inflación, en una relación directamente proporcional. A raíz del Plan Cruzado, los bancos introdujeron aranceles porque creían que los servicios no serían más interesantes a partir de la caída, por lo menos nominal, de la inflación. De manera más o menos sutil, ese servicio puede ser ofrecido, con mayor o menor competencia, velocidad o burocratización, dependiendo del interés puntual en un determinado momento económico.

Desdichadamente, las dificultades de análisis no terminan aquí. Al refinar la investigación nos damos cuenta de que un gran banco estatal cumple por lo menos tres o cuatro designios empresariales distintos. Veamos:

Como banco estatal, él esta obligado a ofrecer servicios que no se vinculen necesariamente con la acumulación de la plusvalía, pudiendo, en algunos casos inclusive, ser los responsables por el déficit. Ése es el caso del crédito agrícola, donde el banco interviene en el mercado agrícola del país comprando a precios mínimos establecidos por el gobierno federal (el objetivo de esa política es, por un lado, proteger al agricultor de las grandes oscilaciones del mercado y, por el otro, proteger a la nación del desabastecimiento de ese o de aquel producto esencial). De ese modo, un determinado año que presentase superproducción y, consecuentemente, caída en los precios de un producto, podría desincentivar a los agricultores con respecto a la siembra de cantidades suficientes de aquel producto para el año siguiente. El precio mínimo garantiza las tasas de ganancias del agricultor para que la producción se estabilice. El banco realiza esas operaciones con fondos provenientes del mercado financiero, retirando una parcela significativa del capital que podría ser aplicado en la inversión de plusvalía, para utilizarlo en una actividad que por definición es deficitaria. Otros servicios se encuadran es esa función social del banco, que aquí aparece como brazo financiero de la política social. Se trata de ejecutar las operaciones necesarias para que esa o aquella prioridad política se concrete.

Como empresa del sector financiero de la economía, su principal función es la de actuar junto con los sectores productivos, industriales por ejemplo, subsidiando y viabilizando sus actividades. Ése es el caso de la cobranza de títulos. Una determinada empresa puede transferir al banco la cobranza de sus títulos en otras ciudades, servicio ese

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viabilizado por el gran número y extensión geográfica de cobertura de sus agencias en el país y en el exterior, y con eso ampliar geográficamente su mercado sin los encargos del ensamblaje de un sector especializado en cobranzas, ramificado por donde la empresa tenga intereses. O incluso, los préstamos a personas jurídicas para la implantación o implementación de los medios de producción.

Colocando entre paréntesis esos dos objetivos, el banco es una empresa como cualquier otra, que objetiva la realización de ganancias y que por eso entra en la disputa de mercado con sus pares en busca de la captación de depósitos al contado. Ahora le interesa lo que de más valor se recoge al final del recorrido, el incremento del real capital. Por ejemplo, algunos bancos comerciales operan la informática como forma de vender facilidades a sus clientes y con eso lograr una mejor tajada del mercado. Para hacerle frente a esa competencia, el banco puede instalar un sistema de informaciones por teléfono, aumentando la comodidad del cliente en la medida en que evita que él vaya hasta la agencia, buscando estar a tono con la comodidad ofrecida por la electrónica de sus competidores. En la disputa por el mercado entran la propaganda, la seducción realizada por funcionarios, las comisiones, como en cualquier otra institución del ramo. Llamemos esos tres bancos en uno solo, como social, financiero y empresarial.

Evidentemente, ninguno de ellos son independientes, la división aquí obedece apenas a motivos de exposición. Pero incluso así continuemos el análisis.

La dilaceración del trabajo entre valor de uso y valor de intercambio, no se revela inmediatamente a los ojos del observador, por más atento que él esté, al contrario, se esconde cuidadosamente dentro de las gavetas más protegidas de los altos ejecutivos. En el caso de los bancos reposa seguro, protegido por la tenue marca de “secreto bancario”. Veamos más de cerca ese juego de los escondidos.

Para el banco estatal, la función explicitada de los precios mínimos agrícolas, es la de “proteger al agricultor de las desventuras de la zafra y/o del mercado y, al mismo tiempo, garantizar el abastecimiento”. Aquí todos los agricultores son iguales frente a la ley. Pero, de hecho, el cotidiano de las decisiones económicas del gobierno garantiza que algunos sean más iguales que otros. Si por ejemplo, el mercado internacional de soya sufriese una retracción, en razón del hallazgo de algún equivalente más ventajoso, el gobierno podría tomar la medida de reducción de los precios para tratar de frenar la siembra, provocando una merma que desanimase al productor más reticente, o incluso, si el mercado está en alta, nada heremos, dejando que las propias leyes del mercado establezcan precio competitivo. Eso ocurre en el plano macro económico y/o político. En el plano micro, una determinada categoría profesional puede haber apoyado explícitamente a un candidato oponente del gobierno federal en una elección importante y sufrir por eso las represalias de los gobernantes vía estrangulamiento financiero; o incluso, un productor específico puede ser un contribuyente generoso a los fondos de campaña de un candidato victorioso y recibir por eso un tratamiento diferenciado en los préstamos. A ese nivel de análisis suponemos una coordinación entre los niveles federales, estatales y municipales, lo que está lejos de la verdad. Es común que la política federal aconseje la “desaceleración” de un determinado sector de la economía mientras las fuerzas políticas municipales imponen la “aceleración” de ese mismo sector, y la confusión se arrastra infinitamente, siempre en secreto, siempre sin mostrarse por definición.

Igual destino tendrán los bancos "financiero" y "empresarial" que se articulan dentro del banco estatal.

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Sucede que, tampoco existe una compatibilidad tácita, ¡jamás!, entre los tres bancos en el banco: como “empresa” se apartaría de las actividades de alto coste y/o bajas ganancias; como “social” se aproximaría de las actividades independientemente de su tasa de ganancias, en la medida en que puedan operar objetivos políticos; como el “financiero” oscila dependiendo de la producción internacional de mercancía. Son, por lo menos, tres grandes fuentes de determinación activas y relativamente independientes: El mercado financiero nacional e internacional. El desarrollo de las fuerzas productivas nacionales e internacionales y la política nacional e internacional.

El siguiente cuadro está lo suficientemente complejo para esbozar una síntesis:

Observen el siguiente diagrama.

VALOR DE USO VALOR DE INTERCAMBIO

B-EMPRESA B-EMPRESA

B-SOCIAL B-SOCIAL

B-FINANCIERO B-FINANCIERO

O sea, cada uno de los tres bancos existe a través del antagonismo entre valor de uso

y valor de intercambio, y cada uno de ellos puede desarrollar antagonismos con el otro, por su valor de uso y/o por su valor de intercambio.

Son tres bancos. Valor de uso y valor de intercambio están en conflicto en cada uno (3 posibilidades), valor de uso de uno en conflicto con valor de uso de los otros dos (3 posibilidades), valor de intercambio de uno en conflicto con valor de intercambio de los otros dos (3 posibilidades), valor de uso de uno en conflicto con valor de intercambio de los otros dos (6 posibilidades). Son 15 ejes de conflictos dominantes.

Teóricamente hablando, cada decisión del trabajo cotidiano solo podría ser tomada a partir del examen objetivo de cada una de esas posibilidades de conflicto. Es evidente que en la práctica, las cosas no suceden así. ¿Cómo el banco opera en el trabajo cotidiano ese absurdo funcional? Las decisiones se toman, y las acciones se realizan con fundamento en la experiencia concreta de los administradores y, por eso, al convertirse en algo administrable para la administración, suministran un asunto para la comprensión del proceso de trabajo. Desdichadamente, para el investigador, esa operación es idiosincrásica y depende, por tanto, de la investigación empírica de cada grupo de instituciones, por ramo de la producción, cuando no ocurre en cada organización en sí.

Prácticamente, la empresa sabe muy bien administrar la comodidad entre los trabajos del trabajo: El trabajador vale exactamente lo necesario para la reproducción de él mismo, o sea, vale por su valor de intercambio; así, si ese trabajo necesita una especialización, el trabajador especializado será pagado por su reproducción además de un quantum que vale teóricamente por el costo de su producción, como especialista. Eso funciona apenas en el plano de la economía política, incluso el más frío de los capitalistas

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está obligado a considerar el valor de uso de la fuerza de trabajo, que aquí es su posibilidad concreta de poseer más valor. De ese modo, si un herrero vale diez monedas en el mercado, el capitalista monta un tremendo aparato de selección de personal para escoger, por ejemplo, uno que sea más rápido. El razonamiento vale para la demanda de la vendedora más bonita, de la secretaria más eficiente, etc. Administrar el antagonismo entre el valor de uso y el valor de intercambio, cuando la mercancía es la propia fuerza de trabajo, es la función del sector de la empresa que se llama, eufemista y metafóricamente “Relaciones Humanas”, asesorado de cerca por la "Psicología Organizativa".

En el plano teórico, el problema de los trabajos no ofrece grandes problemas para la Economía Política después de Marx.

Ninguna diferencia entre la mercancía de trabajo y la mercancía zapato: El trabajador como productor, agente metabólico de las transformaciones de sí y del mundo, desaparece al atravesar el portón de la fábrica, vuelve a recuperar la individualidad como consumidor.

Como asalariado, no importa si es ebanista o actor, lo que importa es el coste de la fuerza de mi trabajo en el mercado, medido a su vez, por el tiempo de trabajo. Somos todos iguales, indiferenciables. “La producción produce al hombre no apenas como una mercancía, como mercancía-hombre, como hombre en función de mercancía, sino que lo produce, y además, de acuerdo con esa determinación, lo produce como un ser deshumanizado tanto física como espiritualmente (...) Su producto es la mercancía con conciencia de sí misma y con actividad propia (...) la mercancía humana (...), por eso, Los hombres se deshacen frente al trabajo.(...) no se debe decir que una hora (de trabajo), de un hombre vale una hora de otro hombre, sino que un hombre de una hora vale otro hombre de una hora. El tiempo lo es todo, el hombre no es nada más; es, como máximo, el caparazón del tiempo”.

Aparte del trabajo como consumidor, el hombre se metamorfosea, libre, cargado de afectos, significados. Sintéticamente diremos: el Hombre está desapropiado de sí en el trabajo y se reapropia de sí en el consumo. La esfera del trabajo es la esfera de la producción, la del consumo es la reproducción.

Nos urge recordar que estamos en el terreno de la economía política. Hasta aquí nos deparamos con un círculo cerrado; el juego simétrico entre desapropiación y reapropiación pone la rueda en movimiento: uso - intercambio - uso - intercambio, compramos - producimos - compramos - producimos, necesidades - mercancías - necesidades. La Fórmula es clásica, M-D-M y después D-M-D.

Es verdad que una buena parte de la economía política puede ser explicada con el desdobleamiento de esa danza. Para la Psicología, la Sociología, para las ciencias sociales, los problemas empiezan aquí.

Veamos entonces que en cada uno de esos momentos, que el trabajo sigue siendo doble. Dentro de la fábrica el zapatero continúa produciendo zapatos (uso) mientras llena el bolsillo del patrón (intercambio). Su trabajo continúa dependiendo de sus gestos, aunque esos sean ínfimos (trabajo concreto), mientras añade valor al valor (trabajo abstracto). Ídem para el consumo, la reproducción de la fuerza de trabajo.

Aquí las Ciencias Sociales y la Psicología en particular se pierden. Frente al trabajo alienado, cuando el producto se divorcia del productor y por tanto

el productor se aparta de sí mismo, estamos lidiando con un fenómeno que equivale a la muerte (física, psicológica o “social”) del trabajador. El problema es que el trabajador no se murió en ninguno de esos sentidos, continúa allá, con sus sentimientos, esperanzas, sueños,

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fantasías. Hasta ahora se ha abusado de la ideología para rastrear esa insistencia en sobrevivir: si el trabajador quiere mejorar su vida, se le da ideología, si prefiere una máquina que le reste esfuerzo físico, se le da ideología. El modelo es pobre y no disimula bien nuestra incompetencia.

Frente al trabajador concreto, realizador de sí y del mundo, lleno de existencias y de fantasías, casi siempre se sucumbe frente a la trágica constatación del trabajo alienado. Estudiamos entonces representaciones, actitudes, opiniones, en última instancia robinsonadas*, aunque se dedique a grupos más o menos extensos, se inventa la "comunidad" la "institución", se persigue el imaginario. Las pomposas oraciones nos divierten al comienzo, pero nos cansan después. El Gesto

Tomemos el gesto productivo propiamente dicho: La palabra gesto se utiliza aquí

como táctica de diferenciación de la palabra comportamiento marcada por el uso en la teoría Behaviorista, donde aparece definiendo los actos del organismo a pesar de la teleología. Al hablar de gesto, pretendemos enfatizar el significado de la actividad humana, su contenido simbólico y necesariamente teleológico, admitimos a priori, que la acción del trabajador no está determinada en última instancia en la esfera de él mismo, al contrario, es externa a lo que los behavioristas llamaban situación de estímulo. Podríamos haber escogido la palabra acción, como lo hizo Leontiev, en la medida en que ella posee el mismo significado teleológico que quisimos resguardar, “gesto” apenas se diferencia en ese contexto, de acción, en la medida en que la última se refiere a la actividad en general, mientras que la primera se inserta en el contexto de una actividad específica: el trabajo.

En el nivel del gesto, la relación es inherente al propio trabajo y está determinada por una división de competencias entre el capital y el trabajador, intermediadas fundamentalmente por la tecnología: la pregunta pasa a ser, cuánto de la competencia del trabajador puede determinar ritmo, precisión o perfeccionamiento del trabajo. En un punto de la continuación, el trabajo artesanal cargado de subjetividad, generador del maestro, dueño de sus habilidades y de su resultado; en otro punto, la determinación por la máquina, del tiempo, del ritmo y de los pasos del cual la tarea se compone. Lo que cabe investigar aquí es la dinámica objetividad/subjetividad de ese o de aquel puesto de trabajo en particular. Así, por ejemplo, aunque el nivel de alienación de un metalúrgico en una línea de ensamblaje y el de un ebanista en una empresa de medio porte, sean indiferenciables desde un punto de vista general, el grado de control que cada uno de esos trabajadores posee sobre su trabajo, el sentido de pérdida y/o recuperación del contenido subjetivo impregnado en el producto, hará con que las relaciones del trabajador con su trabajo, evidentemente, se presenten de formas distintas, debiendo, por tanto, traer consecuencias psicológicas distintas.

El gesto productivo ha sido analizado por la Ergonomía, y de ella emana una trayectoria didáctica de la antigua esperanza, heredada de Taylor, de constituir una ciencia específica y bien delimitada del universo del trabajo: Nacida de una concepción técnica estricta de adaptación del Hombre a las necesidades industriales, y que rápidamente se ve

* Nota del Traductor: robinsonadas aquí proviene de una crítica filosófica hecha por Marx a los economistas clásicos que se basan en el hombre como un ser aislado. Retirado de la Parte I de la introducción del libro: “Aporte a la Crítica de la Economía Política”, de Karl Marx.

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obligada a enfrentar la Ingeniería Industrial, la Fisiología, la Economía, la Psicosociología, a punto de ser definida actualmente como un “arte” y considerarse intrínsecamente interdisciplinaria. Es propio del trabajo ser extenso, como la línea del horizonte, sus secretos siempre están un poco por delante de todo. Aquí es aconsejable evitar ilusiones, partir a priori de la desilusión en tratar de circunscribir el gesto, asumir a priori su múltiple determinación. La rutina que tantas veces ha sido indicada como fuente de estrés en el trabajo, asume un lado de instrumento de combate al mismo estrés. Por ejemplo: en el ejercicio de tejer, después del trabajo, que reinstala, ahora lúdicamente la rutina y el estereotipo de la oficina; en el bombardeo de informaciones ávidamente procurado por el usuario de vídeojuegos en los momentos de diversión, el mismo bombardeo negado en el trabajo con informática, por elevar la carga mental a un nivel insoportable.

Es posible examinar el gesto productivo a partir de variados ángulos y objetivos, por la empresa o por el trabajador, por la seguridad o productividad, etc. Cualquier uno que fuere el punto de vista, la contradicción será la misma: Como mercancía como cualquier otra, es portador de valor de intercambio, aparece aquí indiferenciado e indiferenciable (fuerza de trabajo), como la mercancía; lo mismo da vender leche, libros o dinero, lo mismo da comprar un artesano, un burócrata o un poeta. Sin embargo, la realización social del valor de intercambio exige el valor de uso, es necesario que la leche alimente a los niños, los libros al espíritu y el dinero al capitalista para que puedan transformarse en más valor, lo mismo ocurre con los burócratas y los poetas.

La doble convivencia (valor de uso e intercambio), que compone el valor se transforma, en el plano del gesto del trabajador, en batalla campal, en una confrontación inagotable y cotidiana. Veamos la constatación:

El trabajo es más caro (intercambio) mientras más precioso es (uso) y viceversa, más barato (intercambio), mientras más desechable (uso). Así, a la empresa le interesa convertirlo en algo impreciso, independiente de la habilidad del trabajador, y al trabajador exactamente lo contrario: una confrontación entre trabajo y fuerza de trabajo.

El trabajo vale más (intercambio), mientras más trabajo esté acumulado en la historia del trabajador (uso), en la jerga de los departamentos de personal eso se llama especialización. Le interesa al trabajador concentrar en su figura la acumulación de la competencia para intercambiarla por más sueldo, a la empresa le interesa reemplazar la experiencia personal por la experiencia genérica acumulada en la maquinaria, hacer con que el trabajador sea reemplazable.

¿Cómo se da esa lucha? En primer lugar, a través de lo que llamaremos confrontación entre el hábito y la

habilidad. Hábito significará, para nosotros, lo mismo que significa para el Aurélio (Ferreira, 1975): disposición duradera adquirida por la disposición frecuente de un acto. El énfasis se da por la rutina, por tanto no se trata de ningún comprometimiento que podríamos llamar habilidad y que, según el mismo diccionario, significa: aptitud para alguna cosa, competencia. Para explicar la distinción, utilizamos el viejo ejemplo de caja de Skinner, donde tendríamos, en dos momentos diferentes del condicionamiento del animal, el significado de esas dos expresiones. Hablaremos sobre la habilidad al examinar, por ejemplo, el tiempo necesario para que el animal aprenda la tarea (el número de gotas utilizadas en el modelado). Mientras más hábil sea el sujeto, menor será el número de tentativas, suponiendo obviamente el comportamiento del experimentador, como constante. Hablaremos del hábito al tomar el propio condicionamiento ya establecido en una frecuencia constante. Digamos que el animal está más habituado mientras menos

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oscilaciones existan en la curva de frecuencia. En el plano de la actividad humana, se diferencian fácilmente los dos conceptos indicados aquí. Abordemos el hábito de fumar, en la habilidad de escribir, o incluso, el hábito de escribir, cuando se trata de escribir constantemente a un amigo, por ejemplo, o la habilidad cuando se trata de aprender a escribir.

La estructura de la fábrica se monta para exigir el hábito y disminuir la habilidad. La minimización de la tarea, la propia división del trabajo, es más eficiente mientras menos cuente con una involucración de habilidades específicas del trabajador y, por contraposición, hacer con que la tarea dependa de la rutina del hábito. En ese sentido, la tarea del departamento de entrenamiento no es la de enseñar sino la de exponer al obrero a una situación que, al límite, no depende de aprendizaje específico.

Ya sea en razón de la "eliminación del trabajador", o sofisticando sus mecanismos de control, la propuesta, el objetivo, siempre es el mismo: el de la transformación del trabajo en fuerza de trabajo. Obviamente que esa relación no es linear, ni la distinción hábito y habilidad involucran categorías mutuamente exclusivas y, como consecuencia, la transformación de trabajo en fuerza de trabajo no se realiza a no ser de forma contradictoria. Es unánime, entre los obreros, la valoración de capacitación. Se habla bastante sobre “tener una profesión”, y los obreros buscan los cursos de la especialización, tanto para los que son promovidos en la propia fábrica, en instituciones como el SENAI, SESI etc, como también para los cursos remunerados en el área de electrónica. Cuando un obrero tiene la oportunidad de realizar cualquier uno de esos cursos, no la deja pasar, y se enorgullece de haber sido “elegido” para la especialización. El departamento de capacitación lo ve casi como un beneficio para el obrero, naturalmente porque la necesidad de especialización se identifica como un aumento de sueldo, pero no se limita a eso, como veremos a continuación.

Es común explicar esa búsqueda de especialización bajo una perspectiva de ascensión del obrero en la jerarquía de la industria. El individuo estaría contaminado por una ideología extraña a su propia clase (burguesa), asumiendo la perspectiva competitiva incentivada por el sistema capitalista. No se trata apenas de eso, la necesidad de especialización puede ser vista como una perspectiva de ascensión, en la industria, pero no directamente vinculada a las relaciones de poder y/o a la cuestión salarial, sino vinculada directamente al control sobre el producto. El ejemplo de la búsqueda por un trabajo en el sector de control de calidad en las industrias electrónicas está muy claro: no existe diferencia salarial entre C.C., y el mecánico, pero sí que existe diferencia evidente en lo que se refiere al acápite (I), al control sobre el propio proceso de solución y (II), al “ser necesario para la fábrica”.

La especialización aparece principalmente como un mecanismo de preservación del individuo en el empleo, al mismo tiempo en que implica en un control mayor, por parte del obrero, del proceso de producción en la medida en que aumenta su conocimiento sobre los procesos y tareas que existen en la línea de ensamblaje, su capacidad de intervención en el producto realizado y, como suele ocurrir, su poder de jaloneo o negociación con la fábrica.

En una palabra, ocurre con los obreros el proceso inverso al descrito anteriormente con la fábrica. Se trata de una valorización de la habilidad contra el hábito, la búsqueda de la capacitación, de la especialización, de la profesión, es la búsqueda por el rescate del significado original del trabajo y de la posibilidad de reemplazo inmediata que la fábrica engendra a través de los procesos de producción.

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Existen otros mecanismos menos transparentes, en que ese proceso ocurre. Uno de ellos es el que podremos llamar supervalorización de la propia función. Observando un mecánico en la fábrica de electrodomésticos, podemos caracterizar su trabajo como bastante sencillo: él necesita examinar dos o tres curvas de un osciloscopio y separar las piezas buenas de las malas. Sin embargo, cuando es entrevistado puede referirse “a los millones de curvas del osciloscopio”, con el cual trabaja y que constituyen “un trabajo difícil que exige usar mucho el coco”. Dicho sea de paso, que esa valorización de “usar la cabeza” aparece, de forma más o menos clara, en varias ocasiones, supervalorando las pruebas de selección, los cursos de especialización realizados, en fin, siempre que exista la chance de autovalorización.

Como vimos, la fábrica no busca una “daptación” del Hombre a la máquina, ya que eso implicaría someter al empleado, en la misma medida en que logra someterlo; al contrario, la fábrica busca prescindir del trabajador y no transformarlo en su imagen y semejanza.

La involucración de la Fábrica en la lucha por la “eliminación” del trabajador, como elemento activo en la relación Hombre-naturaleza, por otro lado, crea, acto seguido, un movimiento de resistencia en el obrero, que lo lleva a supervalorizar el Hábito, en contraposición a la habilidad, usando los instrumentos de que dispone: un curso, el tiempo de profesión o la fantasía.

La apropiación de la naturaleza “trabajo” se da por la negación del trabajo mismo “fuerza de trabajo, fragmentación” que rebosa trabajo acumulado. La reapropiación del trabajo se da a través de la negación del gesto fragmentado y/o la lucha por la reconquista del trabajo como forma de reapropiación de la naturaleza.

La Tarea Ahora es necesario enfocar la cooperación entre los trabajadores, la división de

trabajo longitudinal dentro de una empresa. Llamaremos ese nivel de análisis de tarea. Por la difusión e importancia en las industrias contemporáneas, enfoquemos la línea

de ensamblaje. La línea de ensamblaje es, por excelencia, un dispositivo que secciona el trabajo,

permitiendo que los obreros, en conjunto, produzcan un televisor, sin que ninguno de ellos necesite tener el menor conocimiento de electrónica.

Sucede que la línea, al mismo tiempo en que fracciona el trabajo, impone un ritmo colectivo a la producción, que no puede ser modificado, so pena de comprometer la sección entera. Eso impone la necesidad de “reservas”, obreros capacitados en todas las tareas de las líneas, capaces de reemplazar cualquier interrupción o de recuperar el ritmo en caso de atraso.

El control sobre la tarea, robado por la línea de ensamblaje, reaparece en la “reserva”. Lo mismo sucede con el revisor, el que cambia las piezas, el mecánico, el control de calidad. Todas esas son funciones que implican, por definición, un control sobre el producto y todas ellas, en sí mismas, especies de subproductos “bastardos” de la fragmentación del trabajo.

Si colocamos por un momento entre paréntesis su significado histórico, la máquina puede ser considerada como un instrumento que potencializa la acción del hombre, como cualquier herramienta lo hace. En ese sentido, la máquina no es más que una herramienta “ideal”, o sea, la función de la herramienta es la de ampliar la fuerza del hombre, extender la capacidad de su cuerpo, aumentar su fuerza (por ejemplo una palanca). La máquina, en la

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medida en que puede aumentar casi indefinidamente la capacidad del hombre y/o reducir al máximo su esfuerzo, continúa realizando las mismas funciones de una forma ampliada.

Al reintroducir la máquina en el contexto histórico del Capitalismo, donde ocurre un corte entre la fuerza de trabajo y la posesión de los medios de producción, la maquinaria pasa a ejercer una función opuesta a la descrita anteriormente. Pasa a reemplazar al trabajador o a disminuir, en gran medida, la importancia del trabajo (basta apretar un botón).

Pero, ¿que es una máquina sino trabajo acumulado? En el plano de su construcción, como también en su mantenimiento. Y de nuevo tenemos el mismo carácter contradictorio: la máquina, instrumento de “minimización de la tarea” es “tarea acumulada” y exige conocimiento acumulado que se traduce en la especialización del mecánico de mantenimiento.

Retomando: el objetivo del capital, de transformar el trabajo en fuerza de trabajo (esfuerzo que estamos llamando “eliminación del trabajo”), se concreta por medio de la división de la tarea y/o por la maquinaria, ambas generadoras de una disminución drástica en la importancia del trabajador individual en la producción, y acto seguido, de la capacidad de control del trabajador.

Como en toda la naturaleza, la capacidad de control sobre el medio no se pierde, se transforma, surge nuevamente dentro de la propia gama de funciones en la fábrica.

La transformación del trabajo en mercancía, al “eliminar” el trabajador individual como agente de transformación del medio inmediato, recrea el trabajador como clase social, agente de transformación de la Historia, porque es el “dueño colectivo” de la fuerza de trabajo.

En la fábrica, la apropiación del trabajo se materializa por la apropiación del trabajo concreto, producto y productor de capital.

El robo del trabajo se realiza a través del trabajo acumulado. La máquina es trabajo acumulado, que elimina trabajo y recrea el mecánico de mantenimiento.

La fábrica, dueña del gesto apropiado, es el agente de la reapropiación del gesto por parte del trabajador.

La Empresa como Grupo. Al observador de una situación de trabajo, el primer aspecto que se le presenta es el

hecho de que allí aparecen varias personas organizadas para un fin común. Es posible, y ha sido común, interpretar una empresa así, en sus determinantes institucionales.

Como cualquier otra institución, la empresa elabora todo un conjunto de normas, a que el trabajador debe someterse. Comúnmente, esas normas se le presentan ya en el primer momento al trabajador, como rituales de “bienvenida” de la empresa, por ejemplo, una “semana de integración”, donde entra en contacto con el conjunto de las normas de convivencia.

El proceso de trabajo, que se entiende como análisis de las relaciones sociales en la empresa, ha acumulado una vasta literatura en los últimos años, y casi se confunde con toda un área de la Psicología llamada “Psicología Organizativa”. La fusión fue tanta que las diversas concepciones de grupo social, desglosadas en técnicas de dinámica de grupo, relaciones humanas, grupos de encuentro y sensibilización, frecuentan el cotidiano de las empresas: un joven psicólogo disfrazado de ejecutivo y comportándose como un show man, con esfuerzos y sonrisas para convencer a los trabajadores, en general jefes y gerentes, de que la vida depende de que tengamos oídos aguzados para oír las quejas ajenas.

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Esencialmente, el límite estructural de esas o de aquellas prácticas de “relaciones humanas en la empresa”, han sido exactamente la insistencia en hacer callar, en sus concepciones de trabajo, quien diría, al trabajo mismo. Todo ocurre como si la situación de trabajo pudiese ser reducida a su lado visible: un grupo humano involucrado en una acción común.

Es necesario destacar aquí una concepción opuesta. La relaciones humanas en la empresa están determinadas por la organización del trabajo y raramente pueden ser comprendidas sin ellas, por eso, cuando la fábrica publica un manual de integración y ejerce un control sobre el comportamiento que el sujeto debe tener en el baño, el objetivo parece ser el del mantenimiento de estándares de higiene aceptables para la vida colectiva; cuando disciplina la circulación por los pasillos de la línea de ensamblaje, el objetivo puede ser el de la preservación de la seguridad del trabajador. Sin embargo, esas normas de la buena convivencia se establecen a partir de la posición que esos o aquellos individuos ocupan en la estructura productiva, el resultado final será siempre algún tipo de intervención en el comportamiento del trabajador y\o en las relaciones sociales de trabajo.

El trabajador aparece en la organización ocupando un cargo y desempeñando una función. Él ya encuentra, esperándolo, una serie de tareas que debe cumplir. Encuentra también, los objetivos y los medios con los cuales tendrá que producir algo provechoso, un producto. En otras palabras: su trabajo ya está determinado. A él solo le resta trabajar.

Dada la división del trabajo, el producto del trabajo solo puede ser obra de ese trabajador colectivo, sea por la composición mecánica de productos parciales autónomos, o por la secuencia de procesos y de manipulaciones interconectadas.

La tarea de cada trabajador es la determinación concreta de las metas, de los objetivos organizativos, que son, en última instancia, las ganancias, la valoración del capital. Las innumerables actividades y a veces, las diversas categorías profesionales que trabajan en una organización, deben su unidad al hecho de haber vendido su fuerza de trabajo al mismo capital. Ni siquiera los objetivos e instrumentos de trabajo aparecen como tales, sino que aparecen bajo la figura del capital fijo, en la forma de una maquinaria, edificios, instalaciones.

En resumen, la organización y todos los trabajadores están empeñados en la producción de mercancías y esa producción es de responsabilidad del capital, es tarea de la administración, la entrega de mercancías, sea fuerza de trabajo, maquinaria o instalaciones. La forma de administrar unas y otras es diferente y posee también un costo diferente.

Para que la producción no cese, las máquinas y equipos deben tener un mantenimiento periódico, lubricación, reparación, reemplazo de piezas. Los engranajes deben funcionar. Lo mismo sucede con la fuerza de trabajo, el llamado “personal”. Se hacen necesarias normas de conducta y seguridad, reglas de disciplina jerárquica.

Una fábrica que estudiamos normaliza, a través de un “manual de integración”, desde las conversaciones formales e informales con cualquier ocupante del espacio de la industria, hasta el uso de las íntimas femeninas. Esas normas están siempre debidamente acompañadas de instrucciones precisas, minuciosas. Ese código incluye el movimiento sensu estricto, o sea, la circulación dentro de la sección o intersecciones, la sencilla prohibición de la salida del local de trabajo, salvo “casos de urgencia”; determina las conversaciones entre los obreros, prohibiéndolas en horarios de producción y limita las conversaciones con los superiores a la comunicación formal. La intervención que nos parece más violenta, sin embargo, es la que llamamos transformación del evento privado en evento público, cuyo resultado implica en reducir, a niveles ínfimos, la privacidad del

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obrero. Los horarios en que debe ir al baño, el tiempo que permanece allá y su conducta en la satisfacción de las propias necesidades son objeto de normalización por parte de la fábrica. Lo mismo sucede a la hora de escoger la ropa, el tipo de peinado etc. (“Deje la vanidad fuera del trabajo”).

El lenguaje utilizado por los manuales y por los supervisores, oscila entre autoritario y paternalista (“Cuando se le entrega la gorra, créalo usted, no se trata de un adorno o regalo, se trata de protegerlo para evitar que la máquina del enrollado le arranque de cuajo los pelos de la cabeza”), como si el presupuesto básico fuese el de la total irresponsabilidad del obrero sobre sus propios movimientos.

Además de la violencia que proviene de la lectura de los manuales de “integración” y de la declaración de los obreros, manifestadas en el plano del control sobre el otro, existen algunas características que es necesario resaltar:

Las normas para la ida al baño, por ejemplo, no son muy diferentes de cualquier código no escrito en cualquier grupo humano. O incluso las normas escritas de una institución como la escuela, por ejemplo. Las diferencias entre el código de conducta de la fábrica y el código de otros espacios, que acojan un número relativamente grande de personas, no se deben al contenido de las normas, sino a las formas de decisión y/o aplicación de las sanciones. Se trata de burocratizar, en el sentido weberiano. Para Weber (citado por Lefort, 1970), “burocratización es la racionalización de las actividades colectivas, lo que se manifiesta entre otras cosas, en la concentración desmedida de las unidades de producción y, en general, de todas las administraciones, en el desarrollo dentro de ellas de un sistema de reglas impersonales, tanto en lo que se refiere a la definición de funciones y determinación de responsabilidades, como al ordenamiento de la carrera”. Una adolescente que fuese considerada indiscreta en sus hábitos higiénicos podría ser castigada en una casa de familia, pero seguramente ese castigo no se encuentra escrito en ningún código de dominio público. Ya el tipo de control que la fábrica usa para garantizar higiene y condiciones de trabajo, acarrea, como subproducto, la invasión de la privacidad del obrero. La característica burocratizada de la estructura empresarial y la subsiguiente transformación del evento privado en evento público, transforman frecuentemente las relaciones institucionales en un ejercicio de apropiación de la privacidad.

Son muy comunes los movimientos reivindicatorios dentro de las unidades productivas los cuales comienzan con una trasgresión individual o colectiva de esas normas dentro de la fábrica. Ejemplo digno de destaque fue el que ilustra que una huelga se inició a partir de la prohibición de la salida de un grupo de obreros a la hora del almuerzo, para tomar un aperitivo en el bar de la calle de enfrente. Otras declaraciones nos dan la clara noción del destacado papel que las restricciones de movimiento ocupan en las reivindicaciones, y de la ira que provoca ese tipo de apropiación. Otro ejemplo: cierto obrero que, al burlar la vigilancia para tomar un café, fue sorprendido y reprendido individualmente, pero que, acto seguido, su disputa personal con la Dirección tuvo dimensiones colectivas.

Sucede que la apropiación del producto del trabajo del obrero encuentra varios obstáculos entre el gesto y el consumo; entre ellos podríamos citar la tecnoburocracia de la empresa, los mecanismos de marketing y toda la estructura comercial, que ejercen una mediación física, inclusive, en el proceso de expropiación. Lo mismo puede decirse a lo que llamamos apropiación del gesto, que se inicia en el exterior, pasa por la “inteligencia” nacional y se transforma por el departamento de ingeniería industrial en “modus operandi” del robo del gesto en la fábrica. Resumiendo, la apropiación es siempre mediada, lo que

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transfiere a veces la reivindicación y/o la altercación o revuelta para esas diversas instancias de mediación. En el caso de las relaciones sociales dentro de la empresa, porque está burocratizada y es autoritaria, la relación de apropiación aparece no mediada, la expropiación es directa. El Jefe, el supervisor de producción, vigila cotidianamente los movimientos del trabajador. La apropiación se da sin término medio, lo que cuadra con la violencia de la desprivatización del comportamiento del obrero, indicada anteriormente, con la presencia directa y cotidiana de los agentes de la opresión.

Retomemos la problemática. No existe nada que diferencie esa “alienación de la privacidad” de otras formas que la alienación tome dentro de la fábrica. Mucho menos podemos diferenciarla, bajo el punto de vista de la reivindicación obrera. Se encuentra, en la industria, además de una apropiación del producto del trabajo y del gesto, una apropiación de las relaciones sociales de producción, que involucra la privacidad del trabajador. A pesar de ser fundamentalmente idéntica en los procesos a otras formas de apropiación, presenta algunas características que se destacan: su carácter inmediato (no mediatizado) y de intervención directa en lo cotidiano.

Para efectos de paradigma, tomemos las normas disciplinarias. En primer lugar veamos la forma escrita: Las normas se presentan debidamente acompañadas de sus respectivas sanciones, vestidas de un lenguaje autoritario, severo. El presupuesto del conjunto de normas, publicado en el manual de integración, parece ser el de que en cada comportamiento del obrero, en cada momento, debe estar el control de la producción. Pues bien, tomadas en conjunto, tales normas son imposibles de ser obedecidas al pie de la letra. Veamos, por ejemplo, los atrasos a la hora de la entrada (tolerancia de 5 minutos por tres veces al mes). Bueno, el turn over de la fábrica sería mucho mayor si esa regla fuese rigurosamente cumplida; lo mismo podríamos decir sobre la circulación dentro de la fábrica o en otros puntos.

Cuando se observa a través de entrevistas, el discurso de las personas que están involucradas directamente con el cumplimento y la inspección de tales reglas, el cuadro se presenta drásticamente diferente. Se habla mucho sobre la complacencia, en una “pequeña solución”; el lenguaje, antes absolutizado, aparece ahora con un colorido relativo, todo depende del momento, de la persona involucrada, del modo como cada jefe enfrente el problema. En fin, las normas relativizadas.

Los criterios que orientan la relativización son claros y aparecen de forma transparente en las respuestas del jefe de Selección de Personal: “Si él se atrasa, para él el motivo del despido es el atraso, para nosotros lo es la huelga”. El espacio existente entre la formulación rigurosa de las reglas y la relativa complacencia de su aplicación, se utiliza como una especie de carta guardada en la manga, al alcance de la fábrica, para cuando sea necesario despedir o castigar de cualquier forma a un obrero, pese a cualquier legislación que por ventura pueda proteger al trabajador. Las reglas se crean no para ser cumplidas, sino como instrumento adicional de control, fantasmagórico, flotando en la fábrica sobre los trabajadores.

Si la génesis de la relativización de las normas se encuentra donde la señalamos, su utilidad transciende la mera utilización en casos de exención y gana el estatus de un triunfo adicional en el cotidiano de la fábrica. Sucede que la no aplicación de los castigos disponibles también es un instrumento de control, ya que crea una relación de dependencia personal entre el obrero “condonado” y el jefe “comprensivo”, transformando el derecho al trabajo en una deuda personal, acumulando “favores” que podrán ser exigidos cuando a la fábrica le interese o cuando le interese al jefe en particular. Al mismo tiempo en que es una

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inversión que garantiza obediencia futura, la relativización garantiza, o trata garantizar, una supervivencia en el presente, al colocar al trabajador en la condición de deudor.

Es ese el espacio que se abre para lo que los obreros llaman “guataquería”, los hincha pelotas, los aduladores; pequeños favores, adulaciones, regalos, invitaciones para bautismo, en fin, un pequeño poder que puede ser ejercido por el jefe en su beneficio personal, al menos en el plano del “prestigio”, lo que, en última instancia, significa control sobre el otro. Es importante recordar que un jefe que “no se olvidó de donde vino”, que “no abusa de su poder”, es extremadamente considerado por el trabajador.

Desde el punto vista del obrero, podremos notar la forma que asume la reivindicación de normas rigurosas. El trabajador aspira a la eliminación de espacio que existe entre la formulación y el cumplimento cotidiano de cada regla; “si es una ley, es una ley para todos”. El trabajador está contra la relativización, o mejor dicho, contra el hiper control que la relativización acarrea.

Cuando salió la primera edición del Case History, de Skinner, él mismo hizo publicar en el American Psychologist una tira cómica que, mucho tiempo después, sería reproducida en el Time. Se trata de dos ratones en una caja de condicionamiento, uno de ellos le dice al otro: - “Logré condicionar a este sujeto que está aquí encima, cada vez que aprieto la barra, él me manda un montón de comida”.

Constatado en el sentido humorístico, el carácter contradictorio del control (Controlar al otro es someterse a él) nunca, parece, se asumió como categoría de análisis en la psicología. Se trata del mismo fenómeno en el contexto de la fábrica. La norma rígida es el cuchillo que corta hacia cualquier lado que se le dirija. Se castiga al obrero cuando se equivoca, al mismo tiempo se le orienta por donde el mismo puede o no pude caminar; cohíbe injusticias, o por lo menos, suministra instrumentos de lucha contra ellas; recupera la dignidad del trabajador en la medida en que transfiere las relaciones con sus jefes inmediatos del plano del favoritismo personal para el cumplimiento (a veces mutuo, dirección/empleado, como en el caso de las normas relativas a la seguridad) de “leyes bien establecidas”; y por último, permite la reivindicación colectiva de la alteración de esas mismas reglas, cuando son consideradas inadecuadas o injustas.

Categoría Profesional*. Todas las relaciones sociales aparecen como relaciones de intercambio. La

mercancía sumió la hegemonía económica, se reconvirtió en el fundamento de la sociabilidad: aparece como la mediación invencible en el relacionamiento entre los hombres y del hombre consigo mismo. En ese contexto, el sueldo, el pago por el tiempo de trabajo vendido a la empresa, pasa a representar para el trabajador el vínculo entre la producción y el consumo, una forma de reapropiación de su identidad como sujeto. Un determinado rango salarial determina el acceso a la educación, a la cultura, a las formas de utilización del tiempo libre, a la creación y satisfacción de las necesidades. El sueldo y junto con él el locus que existe en la red de profesiones, aparece como fundamento de la posible ciudadanía. “Cada cual lleva su identidad social en el bolsillo”, decía Marx.

Un determinado estándar de inserción como fuerza de trabajo tiende a permanecer constante en la vida del trabajador, su presencia como consumidor instala un determinado nivel y posibilidades de realización como ciudadano. Siendo así, constantes, esas determinaciones tienden a desaparecer del horizonte científico de la interpretación.

Si en las sociedades capitalistas el hacer se involucra bajo la forma de trabajo asalariado y capital, si todo está revestido de una u otra forma, ambas no dejan de ser relaciones concretas entre seres sociales determinados. La condición de sujeto determinado

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acaba por delimitar el saber y el hacer. Optando por la identificación de ese saber productivo junto a los trabajadores asalariados, es frente al capital que su dimensión se explica. Y es en esa unidad con el capital que los trabajadores reunidos expresarán su condición de existencia como trabajadores asalariados en general, como trabajadores singulares de perfil productivo diferenciado. A esa diferenciación, que también expresa un determinado modo de ser de los trabajadores asalariados, se le puede denominar categoría profesional.

Si se estudia en su cotidiano y a través de su jornada de trabajo, la categoría profesional está configurada por la relación trabajo asalariado y capital, ese apareciendo bajo la expresión jurídica de empresa.

Si se observa en su quehacer material, en sus acciones individualizadas en la red de operaciones que ejecuta, lado a lado con otros trabajadores, cuyas relaciones serán siempre intermediadas por herramientas, máquinas, mercancías, o incluso, por instalaciones, desde las más sencillas a las más complejas.

La categoría profesional aparece, en un primer momento, como parte de la fuerza de trabajo potencial extraída del mercado de trabajo, articulada a determinado tipo de capital, integrada a una unidad empresarial. Pero, a través del análisis de la rotación, de la experiencia cotidiana y de la representación de los trabajadores sobre el trabajo, se observa que ella definitivamente se constituye dentro de un determinado ramo de producción, donde el trabajador realiza la experiencia de clase social. Es una intermediación para el ejercicio de clase, es un modo de expresión de las relaciones de clase, que sólo pueden ser entendidas en la unidad en que la contradicción capital/trabajo se da, pues es fuerza de trabajo en realización, no trabajo potencial. Mientras más intensa sea su integración en el proceso de trabajo, más revelará las condiciones de existencia.

Las categorías profesionales en la literatura sociológica no asumieron un significado dominante en los estudios de esos últimos veinte años. Los trabajadores fueron tomados como población en permanente flujo migratorio o como base de los movimientos políticos sindicales. En la década del setenta, la temática se transfirió para el papel del Estado en la realización de los objetivos económicos dominantes y en la constitución de un nuevo orden democrático-liberal, como se manifiesta en Ianni (1963) y Cardoso (1969). Después de algunos años, surgen estudios sobre la dinámica de los sectores fundamentales de la economía, revelando una alteración en el perfil de la demanda social, de la producción, del consumo de la fuerza de trabajo y de la dimensión del tiempo de trabajo necesario para la generación de excedentes realizados por Singer (1979). Pero su esfuerzo no obtiene la solidariedad de las demás ciencias sociales, como dice la bibliografía especializada contemporánea a su obra.

La literatura internacional en el área de la sociología del trabajo es vasta y consagrada en la investigación de esa temática. Es el caso de la escuela de Naville, fundada a partir de sus estudios sobre formación profesional y vida promedio del trabajador productivo en Francia, que se evidencia en el libro Le Nouveau Leviathan (Naville, 1970) y en la edición del Traité de Sociologie du Travail (Tratado de la Sociología del Trabajo), Friedman & Naville, 1973. Pertenecen al Traité (Tratado), las siguientes referencias históricas: Veltz vislumbró caminos para el entendimiento de la informatización de las industrias manufactureras y de la intelectualización de la producción. Pharo estudió la inserción profesional diferenciada de los trabajadores y la conciencia profesional implícita en las opciones de compromiso con el mercado de trabajo. Broda identificó tres fuentes de fundamentación del diagnóstico psicosocial de categorías profesionales, a saber: presión de

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lo horarios, presión jerárquica y tipo de perspectiva profesional. Esos esfuerzos recientes están dirigidos para el entendimiento de la dramaticidad implícita a la integración profesional de los personajes colectivos, que son las categorías profesionales, en el universo de la producción capitalista.

El concepto de categoría profesional no posee significado unívoco. Para el Sindicato de los Bancarios, el que trabaja dentro de un banco es bancario, sea cajero o custodio. Para el Sindicato de la Alimentación, los panaderos y obreros de una fábrica de alcohol forman homogéneamente una misma categoría. Siempre es necesario preguntar cuál es el nivel analítico (¿económico, político, psicológico?), cuál es el momento de acción (¿huelga, guerra?, ¿producción de representaciones?) y cuál es el sujeto (¿Estado, gobierno, capital, empresario, fuerza de trabajo, trabajador?).

Para el Estado, para el capital y para la fuerza de trabajo, serán fundamentales las categorías que realicen sus lógicas de reproducción. Para el empresario y el trabajador, la lógica estará impregnada por las variables de producción de las representaciones, lo que nos remite a la conciencia política de los sujetos y a sus biografías.

Si la tomamos desde su individualidad, trabajador a trabajador, en su existir peculiar, en la ecuación que ese trabajador construye frente a lo real y a lo imaginario de su cotidiano, en la asociación o disociación que esa ecuación pueda significar frente a su subjetividad, ese individuo no se integra a un circuito particular, solo suyo, en el mundo de la producción, pero él también no deja de ser una individualidad concreta, una personalidad. Él tiene un nombre, un color, sexo, edad, y todo forma parte de la subjetividad presente en su existencia. Y será junto a otros trabajadores que ella se manifestará, al mismo tiempo en que esa unidad solo aparece en la sociedad capitalista, en el espacio construido por los asalariados unidos al capital. Por supuesto que esa unidad es contradictoria, pero es solamente en ella que el trabajador se convierte en expresión social de su significado como trabajador, que el proceso de trabajo imprime a su existencia.

La dualidad del trabajo como mercancía, como valor de uso y valor de intercambio tienen correspondencia inmediata con su modo de expresión, como trabajo concreto y abstracto, según su valor delante de la sociedad. Tenemos entonces el trabajo abstracto, que se ve y que existe y la condición de creación de valores cristalizados en cada mercancía, independientemente del valor de intercambio que ellas puedan asumir en las presiones y contrapresiones del mercado. El trabajo abstracto, como forma de actividad humana, es una referencia para identificar la actividad profesional de cada categoría y, en esa medida, la concepción del trabajo abstracto en Marx se convierte en una categoría explicativa.

Forma de producción, sectores de producción, ramos de actividad productiva, unidades empresariales de producción o servicios, trabajadores integrados como categoría profesional a esas unidades. Todos esos planos de la realidad social pueden ser percibidos a través de la unidad dialéctica entre trabajo abstracto y concreto que en ellas existe.

Todo individuo es portador de esa doble dimensión social, y se explicita su potencia social cuando se integra, principalmente al mercado de trabajo próximo a él. Ese mercado es el espacio social ocupado por los poseedores del capital, compradores de la fuerza de trabajo de los individuos que reúnen el saber productivo pero que no son poseedores de medios materiales de realización de ese saber.

Lo que le puede interesar a la psicología social y a la Psicopatología es exactamente como ese quehacer productivo se realiza a nivel del cotidiano de cada individuo trabajador asalariado, y de qué forma, en su día a día, transforma ese quehacer, su potencia transformadora. En otras palabras, puede haber una preocupación de esos campos de

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investigación en estudiar el impacto del trabajo cotidiano en la reproducción del equilibrio individual necesario para su continuidad.

Si el razonamiento hasta aquí desarrollado es coherente, se puede afirmar que las categorías profesionales son objetos privilegiados del trabajo interdisciplinario, en la investigación de procesos sociales amplios, psíquicos, psicopatológicos y epidemiológicos. Como objetos privilegiados, permiten revelar, en el trabajo de campo y de la reflexión teórica, la propia dimensión de clase de la cual son portadoras.

Esa afirmación exige una demostración empírica. Tomemos entonces el ejemplo de una metalúrgica del ramo de la electrónica, veamos apenas el aspecto salarial en la composición de esa categoría profesional, preguntando siempre sobre sus intermediaciones en la composición de la identidad del trabajador: Consultemos apenas el “manual de descripción de función”.

En primer lugar, la empresa establece diferencias entre cargo y función. El primero define el sueldo y la posición del trabajador en la jerarquía de la empresa, el segundo, define las tareas que el trabajador realizará.

Lo que está en juego cuando hablamos de “cargo” es el trabajo abstracto; cuando se habla de función la referencia pasa a ser el trabajo concreto. Lo que merece destaque aquí es el hecho del doble significado del trabajo (valor de uso y valor de intercambio), ocupar espacios diferentes en la propia organización del capital. Tanto es así, que cargo y función logran independencia operacional para los trabajadores, ambos pueden estar realizando trabajos diferentes y se encuadran en el mismo cargo si el valor arbitrado para la fuerza de trabajo alquilada por la empresa presenta equivalencia.

Los factores que entran en la composición del cargo son: instrucción, experiencia anterior, grado de responsabilidad, grado de desgaste y grado de riesgo.

El grado de instrucción: “Ese factor evalúa el grado mínimo de conocimiento en términos de cultura general y/o técnicas exigidas para el ejercicio satisfactorio del cargo. Esos conocimientos pueden ser adquiridos a través de la enseñanza escolar y/o cursos sistemáticos y/o estudios independientes”. La empresa contabiliza y transforma en salario el trabajo anterior inyectado a la mercancía trabajador, destacando el número de años necesarios para esa o aquella formación específica.

Experiencia anterior: El período de tiempo necesario para que el ocupante del cargo ejecute correctamente las tareas pertinentes al mismo; cuando el cargo así lo exija, se deben considerar los conocimientos adquiridos en otras funciones además del período de adaptación. Aquí también se considera cuanto tiempo de trabajo anterior se acumula, pero con una diferencia: en instrucción, la experiencia acumulada es genérica, no se encuadra en el ejercicio de esa función en particular, por tanto, forma parte del patrimonio del trabajador, transferible con él a otras situaciones de trabajo. Ya en “experiencia anterior” ese mismo tiempo inyectado no se transfiere con facilidad para otro ramo de la producción, dependiendo del nivel del progreso tecnológico de otra empresa.

Bueno, instrucción y experiencia se exigen como cualificación para el ejercicio del trabajo en esa empresa y al mismo tiempo como tales, son componentes que se arrastran acompañando la vida del trabajador, además de y pese al estricto límite de la jornada: los metalúrgicos se reconocen como tales, y a partir de ese punto, definen jergas y cultura, modos de presentación social, ropas y hábitos colectivos, el acceso a informaciones y bienes de consumo, diferenciadamente.

Esfuerzo físico: “Dividido en niveles de 1 a 4, desde el esfuerzo físico casi inexistente [el ocupante que normalmente trabaja sentado (...)], hasta el cargo que exige de

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su ocupante un esfuerzo físico bastante elevado: asume normalmente posiciones incómodas y maneja pesos elevados, que, combinados, acarrean un desgaste físico intenso al final de la jornada de trabajo”.

Seguridad: “En que el ocupante del cargo está sujeto a sufrir y/o provocar accidentes de naturaleza grave, tales como aplastamientos, fracturas...”.

Aquí las cosas quedan bien claras: está incluido en la definición del cargo estrictamente el grado de desgaste de la mercancía fuerza de trabajo. Se transfieren para la composición de la identidad del trabajador, condicionantes físicos y mentales que lo definirán frente a sí mismo y a los otros con quien entre en contacto, por ejemplo: sus miedos y sus ataques se estructuran a partir de su categoría profesional. Un ejemplo drástico puede ser encontrado en lo que Dejours (1987) llamó “ideología defensiva” en los trabajadores de la construcción civil, donde la cultura del heroísmo y la descalificación de los accidentes graves, aparece como forma de convivencia cotidiana con el riesgo.

Uno de los resultados obvios de ese cuadro, es que el trabajador le interesa al capital por su capacidad de conversión de trabajo en capital, a pesar de la especificidad de esa o de aquella mercancía. En otras palabras, son las leyes del mercado las que definen la importancia de eses o de aquel profesional. Si una ebanistería, en una determinada coyuntura económica, avalúa como más lucrativo la transferencia de capital para las inversiones financieras, al contrario de ampliar su parque industrial, puede, in limine, presentar un crecimiento de capital a pesar del estancamiento del nivel de empleo y/o de la capacidad productiva, o incluso, valorar diferencialmente ese o aquel producto, a pesar de la inyección de trabajo concreto realizada, porque la economía, bajo el comando del capital financiero, necesariamente desencadena en el proceso de acumulación de capital, un circuito de reproducción parcialmente separado del sector productivo. Lo dramático es lo que la parcela financiera del capital termina por determinar, el desarrollo de la producción.

Una primera conclusión podemos deducir hasta aquí: Mientras más se diversifica la economía, mientras más el sector financiero asume importancia, mientras más grande es el nivel de automatización, más grande es la complejidad de la división de trabajo, o sea, mientras el sistema capitalista “progresa”, más grande es la independencia aparente entre el trabajo concreto (realización de valor de uso), y el trabajo abstracto (realización de valor de intercambio). A pesar de aparente, en la órbita de la economía política, esa ruptura asume una importancia decisiva, se transforma en real, cuando entramos en el territorio de la construcción de la identidad del trabajador, en la exacta medida en que asume, como veremos, dimensiones sociales definitivas, interviniendo en la determinación de la identidad y en el control del trabajador sobre el producto de su trabajo.

Si el proceso de trabajo asume un aspecto predominantemente abstracto, la cuestión se reposiciona a nivel de cualificación del trabajador en particular. La especificidad del trabajo concreto, al subordinarse al trabajo abstracto, invierte la condición de realización cotidiana del trabajador concreto (su especificidad). Lo que era un genio y arte se configura ahora como categoría profesional. Así, el metabolismo individual e intransferible entre hombre y naturaleza, que marca la construcción de la subjetividad humana, reaparece plasmado en un grupo de poseedores de cierta especialización, un quantum de trabajo acumulado y cualificado en su representación social.

Desde un punto de vista empírico, las primeras manifestaciones de reconocimiento de la identidad están colocadas en el sueldo predefinido por el mercado. Así, un metalúrgico mandrilador vale más que un tornero mecánico, un profesor universitario vale

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más que un profesor primario, y así será en todas las categorías o subcategorías profesionales que existan.

La permanencia de un trabajador en una categoría profesional instala un juego de reflexiones en la trama social, que la hace una referencia conceptual obligatoria en el análisis del fenómeno de la identidad social.

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Afecto y Trabajo Wanderley Codo, Alberto Hitomi, Jackson Sampaio

Afecto y Trabajo

Nuestra casa está repleta de fantasmas. La mesa donde escribimos la construyó un

ebanista y en ella depositó un poco de su alma. Fue aquí que conversamos con las personas por quien sentimos afecto y un poco de ese afecto quedó impregnado en la madera. Aquí nos angustiamos con un momento difícil de vivir, y ahora la mesa y los muebles que reponen esa angustia. Este cuadro fue un regalo de una persona, usarlo llena el cotidiano de recuerdos, de símbolos que nos traducen. Cada objeto nos trae la carga inexorable de la historia: cuando un relacionamiento se establece va contaminando, buscando contaminar las cosas a su alrededor; inventa una canción que retoma una música ejecutada en aquel baile…; acumula cosas “inútiles”, una nota mal escrita en una servilleta, la camisa del primer encuentro. Cuando se rompe un relacionamiento, es necesario construir el divorcio con las cosas, casi siempre trasladarnos de casa o trasladar la casa: una canción con la letra de Vitor Martins describe el recorrido: “Rompí tu plato, tranqué tu cuarto, bebí tu licor. Arreglé la sala, ya hice tus maletas, las puse en el pasillo. Limpié mi vida, te saqué de mi cuerpo, te saqué de las entrañas, hice un tipo de aborto…Y por fin, nuestro asunto acabó, ya se murió…” La referencia demuestra las marcas que la vida va inventando, el significado transpuesto del “yo”, del “él”, para las cosas, la no distinción entre el mundo y cada uno de nosotros: la fusión contradictoria entre la objetividad y la subjetividad, ser como ser en el mundo, con él y por él.

Por ahora, es necesario que no confundamos esa trascendencia, el existir fuera de sí, con el fetiche a que Marx se refería. Allí, el individuo se reemplaza por la cosa, pasando a no existir (¿desistir?), a costa de la existencia de las cosas que se hicieron independientes, con vida propia, pese al autor. Aquí, es el individuo el que se exterioriza, se hace universal, conquista la existencia en la medida en que magnetiza el mundo con sus afectos, aquí lo que está siendo discutido es el antiguo metabolismo hombre – naturaleza, que hace de cada uno de nosotros, un ser plural porque es histórico: estamos hablando de praxis, en el sentido más suave que esa palabra posee como actividad humana.

El punto de partida es sencillo: toda actividad humana está condenada a la mediación. Es, al mismo tiempo, objetiva, subjetiva y transubjetiva, está inserta necesariamente, en esas tres dimensiones. Al mismo tiempo en que las mediaciones están presentes, existen, en el gesto del hombre, las reacciones inmediatas: mi contacto con el otro, al mismo tiempo en que disemina por las cosas los fantasmas de las personas, lleva consigo un sentido primitivo, el otro inmediato. Llamémosle afecto, en el sentido de “afectar, tocar”, del latín affectare, a ese contacto inmediato (1) para constatar que incluso él le aparece al ser humano mediatizado, traspasado por la trascendencia. Poca atención le ha sido dedicada a esa dimensión humana en la Psicología. Goffman (1974) detectó el problema por el otro lado. Al analizar la deterioración de la identidad,

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alcanza el rescate que la institución total opera en los “cuerpos de identidad”, “los ingresados pueden estar obligados a cambiar de cuarto una vez por año, a fin de que no se queden conectados a ella (...), existe una deformación personal que proviene del hecho de que la persona pierde su conjunto de identidad (...) son formas de desfiguración y de profanación a través de las cuales el sentido simbólico (...) deja de confirmar su concepción anterior del yo”. Solamente cuando el cristal se rompe es que su estructura se hace visible, como recordaba Freud. De ese modo es más fácil darse cuenta de la importancia de esas intermediaciones cotidianas cuando las perdemos. Bosi (1983), al revisitar la memoria de los viejos, supo aprender esas dimensiones afectivas del espacio; la casa, las cosas, “el centro geométrico del mundo”.

Y en el trabajo, ¿cómo actúa allí ese universo de simbolismos que repartimos por los lugares, ese cohabitar por los otros inmediato y mediatizado al mismo tiempo?

¿Qué le sucede a cualquier trabajador desde el punto de vista afectivo? Cualquiera que sea el modo de producción o la tarea, existe siempre una transferencia de subjetividad hacia el producto: trabajar es imponerle a la naturaleza nuestra cara, el mundo queda más parecido a nosotros y por lo tanto nuestra subjetividad depositada allí, exteriormente a nosotros nos representa. El que tenga dudas que tome cualquier guía turístico que se preocupe en describir el pueblo de un país, no existe otra forma a no ser describir su trabajo: la arquitectura, la cultura, la alimentación. Cuando trabajamos en condiciones agradables, nos gusta el producto realizado, algunos incluso se enamoran de él, como los escritores, por ejemplo. Pero cuando trabajamos subyugados, impregnamos el producto con nuestra rabia.

Por más alienado que sea el trabajo, por más antipáticas que sean esas o aquellas personas, siempre la carga afectiva dejada en los escritorios o burós de trabajo, o en los asientos es grande: seducción o intriga, afecto o picardía, chismes o solidariedad, cariño o demagogia, sonrisas o civilidad. No se trata de un mero accidente cultural, estamos hablando ni más ni menos, de la supervivencia.

¿De qué forma históricamente el trabajo ha venido conformando el afecto? Es posible distinguir a grades rasgos tres períodos, tres cortes distintos en las relaciones de afecto y trabajo:

1. Originalmente encontramos la unión entre afecto y trabajo. Los hombres marcaban su lanza y enterraban a sus congéneres junto con ella. Antes de la división en clases sociales, el trabajo se encuadraba en lo que Marx, en el V Capítulo de El Capital (s/f), llamó “trabajo genérico, el metabolismo entre el hombre y la naturaleza”. Allí, el instrumento de trabajo aparece como la presencia del otro y la omnipresencia del sujeto frente al otro. El trueque es la forma simbólica por excelencia de la triple fusión entre la doble transformación del mundo objetivo y del sujeto, la igualmente doble transformación yo-otro, mundo transubjetivo, la subjetividad construida en esa amalgama.

Vale la pena refrendar empíricamente lo que fue dicho antes: Jeness recogió de los indígenas que estudió el siguiente relato, “sabemos lo que hacen los animales porque, antiguamente, los hombres se casaban con ellos y adquirían ese saber de sus esposas animales, hace miles de años, y hace ya mucho tiempo que los propios animales nos instruyeron...”. El texto fue citado por Lévi-Strauss (1970), ilustrando el “sentimiento de identificación profundo” con la naturaleza, para después comentar que “los seres que el pensamiento indígena reviste de significado, son concebidos como algo que presenta cierto parentesco con el hombre, un saber desinteresado y atento, afectuoso y tierno, adquirido y transmitido en un clima conyugal y filial...”. La fusión entre los hombres y entre ellos y la

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naturaleza, aparece siempre que se observa una comunidad primitiva, definida como Gianotti (1983) lo hizo por “bastarse a sí misma”. No es obligatorio ir más atrás en la historia para documentar ese tipo de relación hombre-naturaleza-hombre: un niño lleno de afecto, le da alma al pedazo de paño viejo que se lleva a la hora de dormir, conversa con él, y le es más fácil soportar la ausencia de sus padres cuando el viejo y sucio trapo está presente; o incluso, el hombre enamorado que guarda con cariño en la gaveta de la oficina el primer regalo, aunque sea algo sin importancia, inútil, que la amada le regaló, para ser visto siempre que la presencia se imponga a pesar del cotidiano. Si identificamos como “primitiva” esa fusión dialéctica con el afecto, eso significa, primero, y no traspasando por la historia.

2. Con el surgimiento de la esclavitud, se instala una dinámica cuyo centro es la existencia definida por el otro. Los afectos se anulan al representarse con el lado del señor. El escudo es el arquetipo por excelencia. La fidelidad se confunde con la grandeza de espíritu, como Sancho Panza clavando su individualidad en la omnipresencia de Don Quijote. Ontogenéticamente, encontramos aquí la confusión que un niño opera entre su cuerpo y el de la madre; la pérdida de identidad que la mujer experimenta al hacer de la boda una profesión, pierde el nombre y los deseos, pasa a representarse social y personalmente por su familia, jurídicamente por el apellido del marido; o incluso, el ser enamorado que sólo piensa en su amada, adivina lo que ella piensa, siente lo que ella siente, como describió Tolstoi.

Hasta aquí, y aunque con vectores diversos, en una situación y otra no ocurre rompimiento entre afecto y trabajo. Desde la comunidad primitiva hasta la crisis de la Edad Media, no había distinción entre la estructura productiva y la estructura reproductiva. En la casa grande o en el aposento de los esclavos, las personas vivían en promiscuidad entre el otro inmediato y las intermediaciones del otro, porque no existía ruptura entre el producto y el productor del trabajo, no existía alienación3.

3. La ruptura entre el afecto y el trabajo. Con el advenimiento del capitalismo, el mundo enfrenta por primera vez la ruptura

entre la producción de la existencia y la reproducción de la vida. El mundo del trabajo y el mundo del afecto pasan a desarrollarse en dos universos distintos, la fábrica y el hogar. Cuando el modo de producción separa al productor de su producto, transforma los trabajos diferentes, por tanto, portadores de subjetividades diferentes en iguales, mercancía como cualquier otra a ser vendida en el mercado, transformación del trabajo en fuerza de trabajo,

7 Esa tesis es polémica y mal discutida por los marxistas. La opinión predominante es la de que la alienación existe siempre si la división de clases existe. Por tanto, el hombre primitivo ya estaría alienándose con respecto al jefe de la tribu. Sin tal vez, la profundidad necesaria, Gianotti (1983) defiende la tesis opuesta: “Sólo es posible hablar de alienación en el capitalismo”. En ese texto, acatamos la posición de Gianotti. Consideremos la diferencia entre alienación y expropiación: cuando el trabajo se vende por un precio menor que su valor, cuando el capitalista realiza utilidades sobre el trabajo del otro, sólo entonces se estarán creando las condiciones para las alienaciones productor/producto y productor/sí mismo. La expropiación no hace al sujeto extraño a sí mismo, la expropiación anula al sujeto. Cuando un ladrón roba una bicicleta, no aliena lo robado de la cosa robada, ni aliena lo robado de sí mismo, lo que hace es tomar parte de él, bueno, en ese caso, desaparece la tensión entre ser y no ser. Marx (s/d) decía que, en la comunidad primitiva, el individuo “pertenece a la tribu como la abeja pertenece a la colmena”. Sobre el exclavo podemos decir que no podría estar alienado, ya que no era individuo, era objeto de producción y consumo, como un arado. Recordando a Aristóteles, en La Política, el esclavo era un intrumento hablante (el bueye, semihablante; el arado, mudo). Esa discusión se encuentra mejor planteada en Codo (1987b).

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impidiendo la subjetivación del individuo en el trabajo y empujando al ser subjetivo del hombre hacia afuera de la fábrica, restringido al hogar.

Desde un punto de vista formal, al incluir el trabajo en el capital, el capitalismo incluye el afecto al trabajo, por la eliminación del primero. El banco de trabajo de un obrero, la mesa de un teclista o el conjunto de los cajeros electrónicos de un banco, son casi tan pobres desde el punto de vista de las marcas afectivas como lo son las instituciones totales descritas por Goffman (1974). Aquí también, de vez en cuando, los uniformes desnudan al trabajador de sus “estuches de identidad”, el mejor trabajo es el que es capaz de eliminar la marca personal del trabajador: el gesto perdió el estilo. Transformado en fuerza de trabajo, plasmando las diferencias que él mismo inventó, actuando como agente de diferencias frente al mercado, como valor de intercambio, trabajo y trabajador significan la misma cosa, cantidad de trabajo que se inyecta a la mercancía.

Sin embargo, desde un punto de vista genérico, el trabajo siempre será un ejercicio “metabólico” entre el hombre y el medio y por eso, el demiurgo del sincretismo entre la objetividad y la subjetividad: a través de él, el hombre realiza en el mundo su trascendencia y se realiza en sí mismo por las mismas vías, se conforma en la medida en que transforma al universo, se confirma en la medida en que se ejerce. Por tanto, si el foco está centrado en el trabajador, hay que discernir que el trabajo permanece como portador de la identidad, en el sentido de la articulación de la percepción de sí frente al mundo. La falta de afecto impuesta por la lógica de la acumulación no se da sin lucha, al contrario, se instala en el territorio del trabajo un enfrentamiento de guerrilla, la búsqueda por el afecto también cotidiana.

1. En los chismes e ironías distribuidas a la hora de tomar el café, en el receso del trabajo, espacio para la reconquista de la individualidad. Allí se comenta con picardía la ropa que ese o aquel usa, la forma como esa o aquella le queda, las miradas del jefe, los espejuelos del cliente.

2. El privilegio de distribuir marcas personales por el trabajo pasa a corresponder, con raras excepciones, a una disposición jerárquica. Así, en la oficina, el jefe tiene una sala propia, cuadros en la pared, fotografía de la familia sobre la mesa, tarjeta personalizada guardada en cajitas ídem, revistas sobre su hobby; ya su secretaria, en general, tiene su mesa en un lugar de paso público, le resta una gaveta para sus cosas guardadas y la posibilidad de imprimir su estilo en la organización del archivo, y con qué disposición ella toma posesión de esa situación. De ella al mensajero, que no tiene mesa, gavetas y ni siquiera escoge la ropa de trabajo. En las profesiones donde esa jerarquía no se manifiesta, donde las marcas afectivas se exponen, llega a ser emblemático el uso del espacio en el sentido de volver a dar afecto al cotidiano: el chofer de un camión con sus fotos en el panel (“papá no corras”), el revestimiento en colores chillones de la cabina, las cosas colgadas en el espejo retrovisor; o los vendedores o mecánicos de neumáticos, los mecánicos en sus pequeños talleres, paredes repletas de recortes de revista, mujeres desnudas en posiciones provocantes.

3. Mientras más el trabajo se aparta de su espacio genérico, del metabolismo entre hombre y naturaleza, mientras menos el trabajador tiene acceso psicológico al producto de su trabajo, más se desarrollan vías “transportadas”, canales inmediatos para la expresión afectiva de la tensión cotidiana, la tensión permanece y el afecto explota, la seducción generosamente distribuida en las relaciones interpersonales o el exceso de intriga por los bares después del trabajo, la afectividad usurpada del trabajo resurge con la misma fuerza en las relaciones sociales de producción, imantando a esas últimas con una carga afectiva

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particular que compone la rutina del trabajador. Un trabajador puede y lucha por ascensión profesional, lo que representa, cualquiera que sea su contenido ideológico, una forma de reasumir el control. Lo mismo sucede afectivamente, o sea, redes de seducción llamadas eufemísticamente por los psicólogos, relaciones informales en el trabajo, desempeñan un papel de lucha por el poder de sí y del otro, constituyéndose en “armas secretas” no previstas en el cronograma.

De esa forma, mucho más en las oficinas que en los talleres, mucho más en los bancos que en las ebanisterías, se yergue una abarcadora red de seducción, donde todos fingen interesarse sexualmente por todos y cada uno trata de actualizarse sobre quien seduce a quien; miradas indiscretas al decote de la secretaria se transforman en polémica en el bar de la esquina al final del trabajo.

Las relaciones de producción se estructuran de manera a operar una ruptura entre el afecto y el trabajo, haciendo con que el primero quede restricto al hogar y a la familia, expulsando el segundo de la producción, así el trabajo quedaría sin afecto, por tanto sería insoportable. A eso el trabajador reacciona con táctica de guerrilla, dando de nuevo afecto a su ambiente de trabajo, inventando lazos, resistiendo a la impersonalidad del trabajo. El designio de ruptura entre razón y pasión no puede realizarse bajo pena de eliminar el sentido humano del trabajo, los afectos se recrean clandestinamente. En ese sentido, estamos frente a una contradicción: bajo el capital, el trabajo reaparece en doble, como conformador de la interrelación entre objetividad y subjetividad, constituyendo la identidad, al mismo tiempo y antagónicamente revela un lado alienado, transformado en fuerza de trabajo, plasmando las diferencias que él mismo inventó, actuando como agente indiferenciador frente al mercado. Como valor de intercambio, trabajo y trabajador significan cantidad de trabajo inyectada a la mercancía. Como valor de uso no pierde y no puede perder su dimensión conformadora de la identidad, también afectiva, igualmente subjetiva: ninguno de los polos, valor de uso o valor de intercambio, puede desaparecer, aunque uno de ellos solamente pueda sobrevivir a causa de la eliminación del otro. Afecto y trabajo aparecen ahora como siameses y enemigos.

Hasta ahora tratamos de la cuestión de manera aislada, afecto en el trabajo, afecto en la familia; se hizo necesario por la lógica de la exposición, pero las cosas no ocurren así. Que sea un estudio de caso.

Hace algunos años que estamos estudiando el Trabajo y la Salud Mental de los bancarios. Como su objeto de trabajo son las relaciones humanas y su producto es abstracto, la única poción que sobra es la afectividad de las propias relaciones humanas. Un ejemplo cotidiano de esos que todos nosotros ya enfrentamos, lo podría aclarar mejor.

La primera vez en que uno de nosotros se vio involucrado en la tarea de lograr un Cheque Especial, o sea, conquistar el derecho a la deuda, las cosas ocurrieron más o menos así: hicimos amistad con el cajero, que en cierto momento recordó (casi como un consejo íntimo, camarada), que el privilegio existía y podría ser logrado; recomendó hablar con el gerente, y que sería mejor si me acompañase algún profesor de la Facultad donde trabajaba, y que le cayese en gracia al “hombre”. Solamente en ese momento, con esa presentación hecha por un amigo común de prestigio, las cosas serían más fáciles. El sentimiento de gratitud para con aquel bancario fue tan grande que, por curiosidad, nadie se recordó de darse cuenta que él guardaba esos misterios a causa del saldo promedio. Consejo secundado, se dirigieron a la sonriente secretaria que, después de las presentaciones de costumbre y de otras amenidades, (¡cómo era bonita la secretaria!), informó que, desdichadamente el gerente estaba muy ocupado en aquel momento, pero que el subgerente

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podría atenderlos, con muchísimo gusto. Los abandonó en la silla por algunos momentos, se dirigió a la mesa del subgerente, intercambió algunas rápidas palabras y al volver abría las puertas del Banco. Otras presentaciones, otros cariños, otro cafecito, y el patrono de la candidatura, que estaba allí prestando prestigio-mercancía a un amigo, entró en el asunto. Un nuevo ciudadano normal, consumidor, que se endeudaba, salía feliz de aquellas salas de granito y cortinas, sin darse cuenta de los reales motivos que determinan la concesión de un Cheque Especial.

La red afectiva descrita anteriormente, no es privilegio del cliente. En el mundo de los negocios, en el “frío” mundo de las finanzas, las posibilidades de carrera, de ascensión en el trabajo, están acompañadas, invariablemente, del principio del QI, o sea “Quien Indicó”. Estar bien con los jefes es una obligación profesional, lo que implica en transformar tolerabilidad en mercancía, en anestesiar el espíritu para que se hagan tolerables los viejos chistes, sin gracia, infinitamente repetidos, de cualquier gerente antipático.

Los cajeros que entrevistamos atribuyen sus dificultades a la necesidad de, por las características del trabajo, dedicarse a la adulación de los jefes. La seducción, tal y como lo es el dinero, es una moneda corriente en los bancos. Aunque sea imaginaria, la seducción circula abiertamente en paralelo con las relaciones jerárquicas.

Sucede que el desarrollo de las relaciones de producción obedeció, en cualquier sector, en los bancos inclusive, a la misma regla general: la fragmentación horizontal de la tarea. Esa misma división recrea una correspondiente jerarquización transversal del trabajo. Así, el pantalón vestido ahora fue hecho en sesiones, una de ellas apenas hizo el corte, la otra lo cosió, la otra realizó el acabado, y así va, en lo que llamamos plan horizontal. Paralelamente, et pour cause, se estructura una estructura necesariamente jerárquica y burocratizada, tal cual entendida por Weber, que fragmenta el proceso de decisión; cada encargado tiene una parte, a veces ínfima, de poder, al mismo tiempo en que representa todo el poder del Capital. Esa articulación del poder personal de los presupuestos de dirección y del patrón más elevado, desarrolla una dialéctica complicadísima que no es nuestro objeto de discusión aquí. Se espera entonces, que tal jerarquización se presente más compleja mientras más complejo el trabajo fuere y dependiente de decisiones cotidianas, y se simplifica cuando la producción pueda definirse a priori, en una planificación más a medio plazo. Así, una fábrica puede aventurarse a simplificar la jerarquía cuando cuenta con una producción constante, mientras que un banco está obligado a estratificar el trabajo en la exacta medida de la variación de sus actividades.

Para los bancos, sector sensible a las oscilaciones cotidianas de su mercado, la división transversal del trabajo es un imperativo. Micro, mini y maxi decisiones se toman minuto a minuto, lo que conforma las divisiones longitudinal y transversal casi equilibradas, tanto en tamaño como en importancia. Bueno, ese proceso de decisión así jerarquizado y burocratizado presenta un carácter profundamente contradictorio; por un lado, es un mecanismo de expropiación (la responsabilidad sobre el propio gesto robada de la línea de ensamblaje es reapropiada por la burocracia colocando nuevas expropiaciones), por otro lado, esas expropiaciones se reintegran como reapropiaciones, porque la antipatía de un jefe puede ser fatal para un mensajero. Cada nueva sección creada derrumba el trabajo y con él la posibilidad de autonomía del trabajador, tal y cual lo inventa un nuevo jefe a quien ese trabajador está obligado a rendir pleitesía.

El trabajo cotidiano con decisiones, estructura una generosa red afectiva que necesariamente tiene que funcionar como una segunda moneda corriente en las relaciones

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de trabajo. Llegamos al reconocimiento de la carga afectiva que involucra necesariamente una decisión. Por último cabe resaltar que la afectividad usurpada del trabajo del bancario resurge con la misma fuerza en las relaciones sociales de producción del bancario, imantando a esas últimas con una carga afectiva particular que compone, del mismo modo que la compensación de cheques, la rutina del trabajador.

El bancario se encuentra frente a un trabajo de mucha tensión, cotidianamente repetitivo, sin embargo que exige una precisión fundamental. La compleja jerarquía suministra un canal inmediato para la expresión afectiva de la tensión cotidiana, la tensión permanece y el afecto explota, pierde el objeto, retorna a sí mismo. Lo que era una huída un escape, se transforma en arma, envenena con la propia saliva, destruye lo que debería preservar, o sea, la afectividad. Antes, la seducción generosamente distribuida en las relaciones interpersonales o la intriga esparcida por los bares después del trabajo, hoy los consultorios de los psiquiatras y psicólogos con convenio.

Al mismo tiempo en que ese mecanismo de usurpación ocurre, se dibuja un complejo ejercicio de control sobre el propio trabajo que toma la forma de jerarquía y/o burocracia. Así, el trabajador se pelea con otros trabajadores en una ingente lucha por la ascensión profesional, inmediatamente buscando mejorar los ingresos, inmediatamente buscando cambiar la escala de poder, reasumir el control sobre sus propios gestos y objetivos. Lo mismo sucede en las llamadas relaciones informales, o sea, toda la trama social-afectiva que describimos, como una expropiación de la afectividad, también, y por la misma razón, desempeña un papel de lucha por el poder de sí y del otro. La sonrisa protocolaria del bancario está cargada necesariamente de esa ambigüedad: por un lado, una subordinación extra; por el otro, la esperanza de someter a quien decide. No podría ser de otra forma. Todo proceso de decisión, (y los psicólogos conocen eso muy bien), está necesariamente cargado de emociones. ¿No es eso lo que dicen los estudios de motivación que hablan sobre “flight or fight?” ¿O lo que Festinger supo explotar en la Teoría de la Disonancia Cognitiva? No importa aquí explicar los mecanismos por los cuales la decisión está cargada de afectividad, nos basta constatar que siempre lo está. Por tanto, al reconocer una estructura de toma de decisión dentro del banco, estamos fatalmente identificando la vía por donde el afecto se presenta nuevamente.

Al saber que estudiamos Salud Mental y Trabajo y que los bancarios eran uno de nuestros casos en análisis, un trabajador de un banco estatal nos buscó. Su exigencia era terapéutica y nuestro grupo le parecía una forma de tratar de abordar sus problemas sin el alto coste que una psicoterapia conlleva, además de suponer que tendríamos más conocimientos específicos sobre trabajo. Le explicamos que nuestro objetivo no era terapéutico, aunque pudiésemos ayudarlo en la medida en que tal vez comprendiésemos mejor su trabajo, y acordamos que conversaríamos sobre los problemas que estaba enfrentando. Pedimos supervisión a la especialista en Psicoterapia y en el caso de que hubiese necesidad de formalizar tratamiento, haríamos las debidas recomendaciones. Durante las primeras conversaciones quedó claro que el caso no era tan característicamente clínico y pudimos continuar en el nivel de contrato de la investigación.

1. La queja. B se quejaba de impotencia sexual situacional. No lograba hace algunos meses relacionarse sexualmente con la esposa. Antes de eso, nunca tuvo dificultades, se relacionaba muy bien con ella y decía que la amaba. Todo lo que pudimos averiguar nos mostraba un relacionamiento bastante cariñoso, con un nivel de erotismo bastante satisfactorio.

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Para él, la impotencia se debía al hecho de que su esposa había descubierto una amante suya y había peleado con él y con la amante de forma “escandalosa”. En fin, el conflicto afectivo lo habría dejado imposibilitado de retomar las relaciones sexuales con su mujer.

2. La historia del trabajo. Persona tranquila y no aventurera, B trabajaba administrando haciendas hasta que conoció a su mujer y quiso casarse. Entonces, como el empleo de administrador no le daba seguridad, decide hacer unas oposiciones para el banco estatal y lo aprueban. No se involucró nunca en luchas sindicales. No tenía el hábito, muy común entre los bancarios, de pasar por el bar con los colegas después del trabajo, hablaba poco durante el trabajo y mucho menos se metía en “chismes” y “conversaciones inútiles”. Muy dedicado, competente, subió rápidamente en la carrera, alcanzando el cargo de subjefe de servicios, después del cual solo quedaba el cargo de jefe del puesto de servicios donde trabajaba.

B no tenía modos de reapropiación afectiva secundarios muy comunes en las oficinas, no participaba en las ruedas informales, no hacía el juego de seducción habitual, no participaba de sindicato o asociaciones, no le gustaba la política ni desarrolló ningún hobby fuerte, su circuito afectivo se encontraba en el relacionamiento familiar y en la competencia en el trabajo, una de las esferas interviniendo rápidamente en la otra, “de la casa para el trabajo y del trabajo para la casa”.

A esa altura, apareció una fuerte posibilidad de ascensión, su jefe inmediato se jubiló, y además de él solo había otro jefe. B Había conquistado el derecho moral a la promoción, todos reconocían su honestidad y competencia, lo que no sucedía con el otro candidato natural al cargo. El jefe ya había manifestado su preferencia por él, llegando a indicarlo a los escalones superiores. Sucede que el otro subjefe busca la indicación de un político influyente en la cuidad y logra, por vías dudables, la propia ascensión. B no se quejó, se tragó la derrota en silencio como era su costumbre aunque sabía que era injusta.

Hasta que en una fiesta de confraternización del banco, algunos tragos más lo traicionaron. Cuando los gerentes subieron al palanque para un pequeño discurso, B gritó desde su asiento: “¡Abajo los gerentes!” El gesto le valió la suspensión y por el reglamento, la imposibilidad de la promoción funcional en los próximos tres años. Otra vez respondió con el silencio.

3. Afectivamente, con la familia, su relación presentaba dificultades. Estaba taciturno, sin paciencia con los nietos, con los hijos, con la mujer. En ese momento, surge el asunto “affair” con la esposa de un funcionario del banco que terminaría con la propia esposa descubriéndolo y con la crisis de impotencia.

4. Hipótesis inicial del trabajo. Al inicio, todo parecía indicar la dinámica común de una boda tradicional; un relacionamiento normal en casa contrabalanceando con una amante realizadora a nivel sexual, la frustración del relacionamiento extraconyugal contamina el relacionamiento en casa, todo eso con el agravante de los problemas en el trabajo. Los hechos nos hicieron abandonar rápidamente esa primera interpretación:

A) Como ya se dijo, sus relaciones sexuales con la esposa nada tenían de normal, era bastante conquistador y cariñoso, al contrario, y sorprendentemente la involucración sexual con la amante era lo que se relataba como fría, casi una obligación del rol. Refería muchas conversaciones donde él hablaba de la propia vida y oía sobre la de ella. Papel próximo al de un amigo clandestino.

B) Dos semanas (dos sesiones), de conversación posterior, y B reaparece diciendo que no pretendía más encontrar a la amante, no estaba interesado, volvió a relacionarse

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sexualmente con la mujer, frecuentaban una posada días atrás. Evidentemente, un cambio tan repentino podría suponer la disimulación. Pero por lo que fue posible deducir, el cambio era real.

¿Cómo entender el proceso? El tipo de trabajo en el banco impide las manifestaciones del afecto. Por cuestiones vinculadas a la personalidad estructurada anteriormente (recuerden que B entra al banco después de una larga historia de escolaridad, trato profesional con producción agrícola y vida amorosa), él no se involucraba en las recuperaciones escondidas ya citadas antes, al contrario, reproducía el binomio casa-trabajo, razón y emoción, hasta que la demanda afectiva emocional en el trabajo subió a un nivel insoportable y tuvo que expresarla así: (“¡abajo los gerentes!”). La coacción sobrevino tan fuerte como lo fue la reacción emocional, lo que de nuevo lo dejó sin canal de expresión. La amante reemplazó el espacio faltante: por un lado, se vengaba del banco “traicionando” a sus colegas pues fue traicionado, por otro lado, encontraba un locus afectivo donde podía expresarse sin comprometer las relaciones en casa, recomponiendo un vínculo de expresión de las cosas del trabajo. Al surgir la oportunidad del contacto semiterapéutico con nosotros, la necesidad de la amante se deshacía, nuestras conversaciones pasaban a cumplir ese papel. El improvisado terapeuta conocía la realidad del banco para comprender sus quejas, fijarse bien en sus sueños de volver a dedicarse a la tierra, comprando una finca en los alrededores, y lo mejor de todo, sin clandestinidad o riesgos de comprometer sus relaciones con la esposa.

Más resumido de lo que debería, ese caso fue relatado aquí por ser paradigmático de lo que es necesario indicar. Entre la imposibilidad formal de expresión del afecto y el carácter necesariamente afectivo, el trabajo escoge la vía de la ruptura: el lugar del afecto es en casa, rodeado de la reproducción de la fuerza de trabajo; familia, mujer e hijos. Con eso, es muy común que la afectividad tome el camino regresivo y transportada por el trabajo vuelva a depositarse en los relacionamientos primarios, frecuentemente en la órbita sexual.

Cada trabajo, dependiendo del ramo de producción en que está inserto y de otras variables como las relaciones sociales de producción y de la propia cultura organizativa, cada organización por tanto, dibuja una forma de impedimento y acto seguido de reapropiación del afecto: Las guarderías, por ejemplo, andan en un límite muy estrecho entre la producción y la reproducción; algunas empresas públicas terminan desarrollando verdaderos guetos afectivos, donde toda la rabia y las pasiones se expresan en un enfrentamiento de gran dimensión; otras organizan equipos de fútbol que se debaten con empresas transformadas en rivales (los ejemplos son infinitos).

Como regla general, exactamente al contrario de lo que Freud decía, no se trata de que la involucración en el trabajo signifique una sublimación de necesidades sexuales mal resueltas, sino la imposibilidad de satisfacción emocional afectiva en el trabajo que inventa una sexualidad omnipresente, convertida en una única forma de expresión de sí. Quien dude de eso, basta oír a un trabajador burocrático típico y sus insatisfacciones, el papel omnisciente que le presta al sexo, y después oír a uno de esos raros trabajadores que tienen la oportunidad de enamorarse del trabajo, y de darse cuenta de como allí la sexualidad no es más que otra forma de encuentro. El trabajo, mientras más vacío, mas construye la teoría de la pansexualidad que Freud resucita con la ayuda de los psicólogos y psiquiatras, y que como Taylor y Ford, no saben vislumbrar el trabajo como un acto humano, además y por en cima de la mercancía, de la alienación.

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El papel del psicólogo en la organización industrial (notas sobre el "lobo traicionero" en psicología

7) Wanderley Codo

El movimiento social en los últimos tiempos se ha mostrado con una tendencia

innegable a una concentración urbana industrial. Gracias al desarrollo del capitalismo en Brasil, cada vez más y más obreros se concentran en grandes industrias, lo que por sí sólo es relevante para los psicólogos, incumbidos por misión y profesión de comprender y/o transformar el comportamiento humano. Pero, además del argumento meramente estadístico, existe una razón todavía más fuerte e igualmente evidente: la industria es el motor de la sociedad, el locus donde se generan las relaciones entre las personas, entre las clases. La actuación del psicólogo dentro de la industria debería ser la niña de los ojos de ese profesional, los puestos más codiciados entre los estudiantes. La realidad no es esa.

Al contrario, mientras más crece la importancia de la industria en la sociedad contemporánea, más crecen las críticas que la Psicología, principalmente en el ámbito académico, hace a la actuación del psicólogo en la industria. Aunque sea muy difícil operacionalizar esas formulaciones, se ve con bastante claridad, que los profesores y alumnos de Psicología se refieren a esa especialidad como a una especie de hermana menor de la Psicología, una mezcla de asco y conmiseración común a la madre (prendada), que se refiere a una hija que se entregó a la prostitución.

El examen de esa contradicción nos obliga a recorrer a la teoría y a la práctica del psicólogo industrial, como también a las críticas que se le hacen a su actuación.

Empezando por la función teórica del psicólogo industrial: el departamento de selección de personal se orienta por el presupuesto fundamental de “adecuar los individuos con las ocupaciones con las cuales se habilita”8. El prerequisito básico para el cumplimiento de ese papel, es el de que exista una determinación explícita de funciones, un cronograma de la empresa, tanto a nivel de tarea como a nivel de producción. A partir de ese punto, la selección debe elaborar pruebas capaces de detectar habilidades y/o características que puedan prever el grado de adaptación del individuo a la tarea, objetivando, por un lado, aumentar la satisfacción en el trabajo y, por el otro, aumentar la productividad disminuyendo el turn-over.

Paralelamente al desarrollo de los métodos de selección, debe acaecer, como aconsejan los manuales de Psicología Industrial, una evaluación periódica del desempeño, con la función de orientar las posibles promociones y, al mismo tiempo, funcionar como prueba periódica, evaluando los criterios de la selección y retroalimentando el sistema. El resultado previsto es el aumento de la eficiencia, partiendo del presupuesto de que un individuo se desempeña mucho mejor mientras más adaptado esté a su función.

7 Los datos de ese trabajo fueron compilados del volumen. I de la tesis de Doctorado de Wanderley Codo, "La Transformación del Comportamiento en mercancia. PUC, São Paulo, 1981. 8 Tìffin, Joseph y MeCormick, Emest J., Psicología Industrial, São Paulo, Ed. Herdar, 1969, p. 113.

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En la capacitación se mantienen los motivos y cambian los métodos. Se trata de enseñarle al trabajador las especificidades de un trabajo determinado, aumentando su rendimiento en la medida en que lo capacita para el trabajo.

Sea en la selección o en la capacitación, el principio que vale es el de mantener al hombre adecuado en el lugar adecuado, y también, adecuar al hombre a la máquina, disminuyendo así al mínimo la probabilidad de errores.

Sobre la crítica de la función teórica del psicólogo industrial, ya se transformaron en lugar común las afirmaciones de que esas actividades, descritas escuetamente antes, son intrínsecamente reaccionarias, el psicólogo se pone al servicio de la industria como instrumento adicional de explotación del trabajador, al revés de transformar la estructura productiva para que satisfaga las necesidades del ser humano; transforma al ser humano a la imagen y semejanza de la industria, invirtiendo, por tanto, su misión de aportar para la felicidad del hombre y corroborando en la alienación del trabajador transformándolo en dócil y tranquilo objeto de explotación del Capital.

Algunos críticos más intranquilos llegan a responsabilizar a toda la Psicología, acusándola de estar a servicio de las clases dominantes, sirviendo como instrumento de esas contra el trabajador.

De paso es bueno destacar que, no es privilegio de la Psicología y mucho menos de la Psicología Industrial, su compromiso con las clases dominantes. Es un hecho muy conocido, que el dominio de una clase sobre la otra trae como resultado el dominio de las ideas de la clase que está en el poder y que la ciencia no escapa a través de algún ejercicio mágico de neutralidad. Al contrario, al producir el conocimiento que necesariamente implica poder, la ciencia es poseída por las clases dominantes y utilizada en su beneficio.

Sin embargo, al comprobar esa relación entre ciencia y poder no podemos correr el riesgo de “tirarlo todo por la ventana”. Veamos: si el psicólogo al declarar que la Psicología Industrial está al servicio de la gran industria, se rehúsa a trabajar en el área, está siguiéndole la corriente a viejos estandartes que proclaman la neutralidad de la ciencia, y ella sí que es un producto ideológico típico de las clases dominantes. En otras palabras, la crítica que produce la no intervención es una crítica defectuosa, cobarde, que se lava las maños y se niega a invertir el papel de la ciencia. Que no se somete a correr los riesgos del poder para tratar de revertirlo.

Es verdad que el psicólogo industrial es un empleado del patrón, contratado para hacerle frente al obrero. Por eso mismo el psicólogo consciente debería estar en la industria reflexionando concientemente para tratar de revertir sus funciones. Frunciendo la nariz y negándose a cumplir tan “vil papel”, los defensores de ese tipo de crítica, se juntan al sistema, pues reivindican por el otro lado la neutralidad de la ciencia, y la denuncian como falsa, salvando a los industriales la incomodidad de tener en sus filas un profesional preocupado con la defensa de los derechos del trabajador.

Imaginemos que un obrero, al estar conciente de la explotación a la que está sometido, se negase a trabajar en la fábrica al revés de organizar su clase dentro de la fábrica. Triste e irónico entendimiento entre la conciencia y la cobardía, en una palabra, falsa (pseudo) conciencia, que se traduce en omisión.

Pero no es solamente en el plano genérico que esas críticas se muestran endebles. Tuvimos la oportunidad de realizar un estudio del caso de una industria, relatado en un trabajo anterior, que indica funciones que el psicólogo ejerce de hecho en la industria. Teníamos razones para suponer que los datos colectados puedrían ser generalizados, teniendo la debida precaución para con los posibles cambios que ocurran de una fábrica

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para la otra, pero que, en nuestra opinión, no alteran el contenido básico de las observaciones que realizamos. Veamos, entonces, cuáles son de hecho, las atribuciones del psicólogo en la industria:

Tratándose de selección, la industria generalmente divide sus funcionarios en dos categorías: la de los que trabajan por hora y la de los que trabajan por mes. Los primeros están encargados directamente de la producción, obreros más o menos cualificados, y los segundos son funcionarios de lo que llamamos Tecnoburocracia, diversas oficinas de control, ingenieros, psicólogos, etc. Cabe resaltar que los que trabajan por hora son la gran mayoría (de un 70% a un 90%), del total de los empleados de la fábrica.

Para los obreros, no hay selección literalmente, no se aplican pruebas psicológicas ni de personalidad ni de inteligencia, apenas una entrevista que indaga cosas como el lugar donde el obrero vive, el número de hijos que tenga, la dependencia del salario y la experiencia anterior, entendida en el sentido de ya haber trabajado en una fábrica antes “para no desilusionarse”, en las palabras de la psicóloga que entrevistamos.

Dicho sea de paso, no podría ser de otra forma porque el propio pedido de mano de obra no detalla la función que el obrero debe realizar. En la fábrica que estudiamos había varios trabajos diferentes colocados bajo el mismo título: “ensamblador”; el que define qué tipo de trabajo el recién llegado realizará, es el jefe de sección y no la selección de personal.

De ensamblador, el obrero puede pasar a varias otras funciones hasta alcanzar la de encargado de personal. Todas esas promociones se realizan por criterios establecidos y determinados por el jefe de producción, no pasando, por tanto, por el colador de la selección de personal.

Para los que trabajan por mes, encargados en última instancia de controlar el comportamiento del obrero, el departamento de selección ya sigue rigurosamente los manuales de Psicología Industrial, se aplican las pruebas basadas en la descripción de función, etc.

El departamento de capacitación sigue las mismas directrices básicas, gran parte de su atención está dirigida a cursos de relaciones humanas y de liderazgo, evaluación de desempeño (aplicado apenas a los que trabajan por mes), y cursos de inglés o español para los gerentes.

Para los obreros, el departamento de capacitación se limita a algunas instrucciones de cómo funciona la fábrica, llamada pomposamente “semana de integración”, y a la capacitación, cuya instrucción dura, en el caso de tareas más completas, un promedio de 15 minutos y se hace a través de una ex obrera promovida a instructora. Después de eso, basta que el obrero reproduzca la tarea bajo supervisión hasta que llegue al ritmo exigido por la producción.

La fábrica, como se ve, no necesita la intervención del psicólogo en la elección de sus funcionarios y en el mantenimiento de una buena puesta en marcha de la producción. Eso se da a causa de dos mecanismos básicos: primero, a través de la intervención de la Ingeniería Industrial, que se dedica al estudio pormenorizado del trabajo, objetivando la optimización de las utilidades por medio de la simplificación ad extremum de la actividad del obrero, lo que no sólo agiliza, (por la división del trabajo en la línea de ensamblaje), la consecución del producto final, sino que también, y no menos importante, hace con que el obrero sea fácilmente reemplazable (aquí tenemos el verdadero agente de control del comportamiento dentro de la fábrica); y segundo, por un ejército industrial de reserva

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exprimido a las puertas de la fábrica a la espera de despidos que le faciliten al trabajador el acceso cada vez más raro al trabajo.

Veamos, ahora lo que esas medidas descritas anteriormente provocan en el obrero. Su admisión al cargo le aparece como aleatoria, el ejercicio de las tareas diarias, repetitivas, insignificantes, o, como plantea Georges Friedmann, “el hombre es más grande que el gesto”, su cese como arbitraria, su promoción dependiente, en última instancia de los caprichos del jefe de la producción.

El obrero resiste a esa alienación de varias maneras, pero algunas nos interesan aquí particularmente: supervalora su propia selección, llegando a inventar pruebas que no fueron realizadas y atribuyendo su admisión a la inteligencia, la perspicacia, etc y, dentro de la fábrica, reivindica y/o no pierde la oportunidad de realizar algún curso técnico con el que pueda perfeccionarse. Los mecanismos son evidentes, se trata de contraponer, a la desvalorización a que la fábrica lo somete, una revalorización de sí mismo, aunque sea a través de la fantasía.

Retomemos las cuestiones iniciales. Toda la crítica que se ha hecho a la Psicología del trabajo tiene como objetivo predilecto la tentativa de escoger el hombre correcto para el lugar correcto (right man to the right place), desde el punto de vista de la selección el mejor presupuesto de “adaptar al hombre a la máquina”, objetivo que en última instancia, reproduce en el plano de la capacitación la misma ideología de la selección. Eso se ve en la fábrica cuando el objeto de estudio son los obreros, y cuantitativamente la aplastante mayoría de los trabajadores y cualitativamente los responsables directos por la producción. No es ninguna tentativa de adaptación del individuo a la industria, al contrario, se trata de la eliminación del individuo que trabaja, por lo menos desde el punto de vista psicológico.

En otras palabras, se trata de transformar el trabajo del obrero en fuerza de trabajo y utilizarla como cualquier otra fuerza (eléctrica, mecánica), en el proceso productivo. Trabajar el comportamiento productivo de su dignidad, expropiar el trabajador del control del propio proceso de trabajo, transformar el gesto productivo, humano por excelencia, en fuerza de tracción.

Es que la filosofía del right man in the right place tiene sentido en un capitalismo en expansión, con tasas de crecimiento superiores al crecimiento vegetativo de la oferta de mano de obra, máquinas funcionando a todo vapor, nuevos ramos industriales en expansión. Estamos viviendo en otra fase del capitalismo: recesión, desempleo en larga escala, crecimiento de los sectores financieros de la economía en detrimento de los industriales, aumento de la capacidad ociosa de las unidades productivas en funcionamiento, bancarrota de pequeñas y medianas empresas. En una palabra, vivimos en un estancamiento económico, nombre teórico que los economistas encontraron para bautizar una situación donde se combinan altas tasas de inflación con el estancamiento de la economía en sí.

El modo de operación de una economía capitalista, en la medida en que reposa sobre la producción colectivizada y la posesión individual de los medios de producción, lleva en sí la contradicción de necesitar, por un lado, la mano de obra especializada, al mismo tiempo en que debe operar para retirar de los trabajadores el poder que le es inherente a la especialización, lo que hace (teóricamente), de la Psicología organizativa, un instrumento importante en la administración de los conflictos entre capital y trabajo. Un cuadro de recesión y desempleo aumenta en gran medida la oferta de mano de obra y las inversiones en tecnología que hacen el péndulo oscilar en dirección a una mano obra cada

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vez más desechable. Si alguna frase puede reemplazar el right man in the right place, sugiero en oposición a cualquier cosa semejante la nowhere man in any place.

Tal situación, que en síntesis promueve la transformación del trabajo eliminando la dignidad del trabajador, coloca a los críticos de la ideología de la adaptación del hombre al trabajo, en la posición de Don Quijote, luchando contra molinos de viento, o como ya dijo el poeta, tratando de matar mañana el viejo enemigo que se murió ayer.

Si durante el período de recesión existiese una política industrial que efectivamente seleccionase y capacitase a los obreros en sus funciones, lo que sucedería sería una valoración del obrero a través de la valoración de los puestos de trabajo, dificultando el reemplazo de un hombre por el otro, al mismo tiempo en que aumentaría la seguridad psicológica del trabajador en su propia capacidad. En una palabra, contribuiría en el sentido de fortalecer el obrero frente a la industria, al revés de debilitarlo.

Imaginemos que los psicólogos coherentes, al revés de mirar atravesado la Psicología Industrial, busquen ocupar los puestos que les caben en la fábrica y cumpliesen exactamente sus funciones: 1) buscando seleccionar y clasificar de hecho a hombres más capacitados para el ejercicio de sus funciones, extendiendo la selección a cada obrero de la fábrica y, como reza en nuestra ética profesional, informándole al candidato los resultados de las pruebas a que fue sometido, así como los criterios que subyacen a su aprobación o suspensión; 2) conquistando la extensión de la evaluación de desempeño para todas las funciones en la fábrica, lo que, acto seguido, implicaría en la definición de criterios objetivos para la promoción, la destitución de cargos o el despido de cada obrero; 3) actuando efectivamente en el sentido de capacitar a los obreros no apenas en su función específica sino también, mostrando el funcionamiento de toda la estructura de producción.

Sin duda alguna, el psicólogo que actúe de esa forma, estaría aportando para la concientización del obrero, para el aumento de su poder de negociación frente a la fábrica y para la seguridad y la dignidad como ser humano, tan escasas en las condiciones actuales. Todo eso sin necesitar enarbolar la teoría marxista desde afuera de la fábrica y ni de volver a inventar la Psicología neutra, con las ventajas de cambiar los viejos himnos cantados por la Universidad, por una actuación directa con la clase obrera, clase revolucionaria por excelencia, que, si no fuere favorecida con la ayuda técnica de los psicólogos, por lo menos los ayuda a comprender mejor la historia.

En otras palabras, ya es hora de hacer la crítica de la crítica de la actuación del psicólogo industrial que, para ser competente, necesita ser emprendida desde adentro de la propia fábrica, locus sin duda alguna menos cómodo que los burós de la Universidad, pero por eso mismo, concreto.

Es evidente que tal actuación está lejos de ser posibilitada sin riesgos; los psicólogos están dispuestos a actuar dentro de la industria pero para eso necesitarían, acto seguido, una organización como categoría, con fuerza suficiente para cuidar por el mantenimiento del propio empleo y por la vigilancia de los principios éticos en sus actuaciones.

Como siempre, es posible que todas nuestras consideraciones estén equivocadas. Si así fuere, la única forma de darnos cuenta es en la práctica, lo que termina por constatar las conclusiones antes mencionadas. Estamos seguros de que el debate que profundice, acate o niegue las reflexiones que exponemos puede aclararnos el camino, si se basa en el obrero concreto, en la fábrica real y en la actuación del psicólogo de forma fidedigna. Estaremos, sin dudas, mejor fundamentados en la práctica y menos susceptibles a las trampas propias de los cuentos de hadas.

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PARTE 2. ¿CÓMO HACER?

(LA CUESTIÓN DEL MÉTODO)

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Salud Mental & trabajo: una revisión sobre el método.

Wanderley Codo, Lucia Helena Soratto9

De médico, loco y analista de salud mental en el trabajo, cada uno tiene un poco.

Eso es verdad cuando caminamos por las calles y cuando conversamos con las personas. Es común oír cosas como: “¡Con un trabajo como ese, cualquier uno se vuelve loco!”. Es que la idea de que el trabajo puede ser responsable por el sufrimiento psíquico es evidente, visible a simple vista; es como si fuese posible ver el sufrimiento en la cara, en el caminar de las personas, en el ceño fruncido de las profesoras, en la mirada de desistencia de los bancarios, en las marcas del esfuerzo de las arrugas precoces del trabajador del campo.

No apenas en el senso común, “se sabe” que el trabajo es el responsable por la salud y/o la enfermedad mental. Los grandes pensadores, ancestrales de las ciencias humanas, sabían lo suficiente para indicar el trabajo como determinante en la salud mental.

Adam Smith (in1983), en 1776 afirmaba: “...Gran parte en el hombre está necesariamente formada por su condición de

empleo. El hombre cuya vida está perdida en la realización de algunas operaciones sencillas de las cuales los efectos son siempre los mismos, o casi los mismos, no tiene chance de ejercer su capacidad de comprensión, o de ejercitar su creatividad (...) Él, naturalmente, pierde el hábito de crear y, generalmente, se convierte en un estúpido e ignorante al punto más alto que un ser humano pueda llegar…” Karl Marx (1958) se queja de los psicólogos:

“En la industria material común (...) tenemos frente a nosotros, bajo la forma de objetos sensibles o bajo la forma de alienación, las fuerzas objetivas del hombre. Una psicología para la cual permanezca cerrado ese libro, o sea, justamente la parte más actual y accesible de la historia, no puede convertirse en una ciencia efectiva, provista de contenido y realidad. ¿Qué se puede decir de una ciencia que orgullosamente se abstrae de esa gran parte del trabajo humano y no se siente incompleta...?” En la obra “Análisis Terminable e Interminable”, en el cual se formula el conflicto del instinto como una relación de fuerzas entre los instintos y el ego, Freud (1973) describe:

"Si la fuerza de ese disminuye (la fuerza del ego), ya sea por la enfermedad, o por el cansancio, o por alguna causa semejante, todos los instintos que hasta ese momento habían sido dominados con éxito, pueden reforzar sus exigencias y esforzarse por obtener satisfacciones reemplazantes a través de maneras anormales". Freud continúa el razonamiento en un pie de página:

"Tenemos aquí una justificación del derecho a la importancia etiológica de factores no específicos, tales como el trabajo excesivo, el choque etc.” Esos factores siempre tuvieron el reconocimiento general, pero fueron relegados a un segundo plano exactamente por la psicoanálisis.

Henri Ford (S/F), considerado justamente como el pionero de las líneas de ensamblaje, en su libro “Mi Vida y Mi Obra”, lo vemos por un lado, refutando estudios que indican un perjuicio del trabajo repetitivo aunque sea pequeño, para la creatividad de los 9 Ese trabajo fue realizado por el Laboratorio de Psicología del Trabajo del instituto de Psicología, Departamento de Psicología Social y del Trabajo de la UNB, Brasilia, en el cual los autores están involucrados. Todos los miembros del laboratorio merecen crédito y agradecimiento.

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hombres y, por el otro, más modesto, declarando que es necesario resolver el problema de la rutina. Aquí también las citaciones serían excesivas si fueren necesarias.

Pero no es necesario abusar de la paciencia en busca de coleccionar citaciones, basta decir que, cualquier que sea el ancestral que se escoja, desde Augusto Comte hasta Karl Marx, desde Freud hasta Watson, siempre se encontrará la formulación al mismo tiempo obvia y reveladora: la forma como los hombres viven (nuestro trabajo), determina la forma como los hombres son (nuestra identidad). O incluso, lo que se entienda por salud, o enfermedad mental, está vinculado a lo que el hombre realiza, a como construye la propia supervivencia. Ésa es la idea central que anima las investigaciones en salud mental y trabajo, y que nos espera en cualquier uno de los clásicos que inspiraron la invención de la Psicología, Sociología, Psiquiatría, de cualquier una de las áreas en ciencias humanas.

Quien prefiere considerar ciencia como siendo la expresión formal de lo que los científicos hacen, deberá extender su consulta a los comienzos del siglo veinte, o sea, coincidentemente al inicio de la Psicología y de la Psiquiatría como se conoce hoy:

El libro “Psychology and industrial efficiency” de Munsterberg, editado en 1913, según Leplat y Cuny (1977) discute el sufrimiento psíquico en el trabajo y la necesidad de promoción del bienestar psicológico del trabajador.

El Journal of Mental Higyene, en su primer número, en 1917, nos hace un llamado sobre el sufrimiento psíquico de los obreros recién instalados por Ford en la línea de ensamblaje.

En 1957, el médico francés Le Guillant, publicó en el N° 18 de “La Raison”, el trabajo sobre “La neurosis de las telefonistas”. En aquel artículo, el investigador retoma un camino ya iniciado por Dr. Julliard en 1910, el cual reporta el hecho de que “las telefonistas están nerviosas por un trabajo que exige una gran tensión espiritual...”

Las telefonistas fueron objeto de artículos en 1918 (Fontegue et Solari apud Guillant, 1984) y en 1940 (Pacaud, apud op. cit.). La neurosis es citada en la enciclopedia francesa consultada por Le Guillant, ya como una neurosis “dite profissionnelle”. La dimensión del problema:

Son escuetas las estadísticas disponibles en salud mental. Las que existen, fueron

construidas a pesar del trabajo y, en general, con objetivos epidemiológicos y/o vinculados a la problemática de salud pública, en las cuales poca o ninguna atención se le da a la situación del trabajador. Eso se debe al hecho de que desde un punto de vista teórico, hasta hace pocos años atrás, el trabajo no era considerado como un agente etiológico digno de nota, por tanto, no fue incluido como variable dependiente a la hora de sacar las cuentas; y/o porque los objetivos sociales que llevan a la caracterización de la enfermedad mental abordan el problema de una forma que tiende a separar apenas patologías graves, como por ejemplo, la proporción a definir de las camas psiquiátricas en políticas de salud. Incluso así, los pocos relatos que existen contabilizan resultados asustadores:

• en una encuesta realizada por el National Halth Interview Survey, en los EUA, en 1985, 11.000.000 de trabajadores reportan “estrés mental en el trabajo”, apenas el ruido excesivo en el trabajo fue más reportado. La segunda causa fue la del estrés;

• de un cuarto a un tercio de los trabajadores suizos consideran su ambiente de trabajo estresante, según resultados publicados en 1971 por Bolinder y Washlund;

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• según Canadian Health Association, el 60 % de los trabajadores en ese país muestran “estrés negativo”, un 35% reportan efectos psicológicos adversos, contra un 11% que reportaron efectos físicos adversos. Los efectos a nivel de la salud mental rebasan los del orden biomédico;

• los cálculos publicados por Harwood en 1984, sugieren que el costo de los desórdenes psicológicos vinculados al trabajo, incluyendo gastos técnicos de personal, de salud y absentismo o reducción de la productividad, sugieren algo que varía entre 50 a 100 mil millones de dólares anualmente;

• solamente el “estrés mental” responde ya por un 11% de los reclamos por enfermedades en los EUA. Según los datos del National Council on Compensation Insurance de 1985, esos reclamos se duplicaron desde 1980 a 1982;

• de las 20 ocupaciones que más crecen en los países llamados desarrollados, la mitad está relacionada a la salud y a campos vinculados con la informática, ambas categorías consideradas de riesgo en cuanto a problemas mentales en el trabajo; y

• de cada 10 nuevos empleos, nueve son en el sector de servicios, según Colligan 1977, otra categoría que viene mostrando riesgos crecientes de desórdenes mentales asociados al trabajo.

En Brasil, lo que faltan son las estadísticas, todo lo restante del cuadro se repite: una economía que rápidamente desarrolla el sector de servicios, un cuadro de creciente instabilidad económica, una indefinición sobre los caminos de la economía, generando, entre otras cosas, reorganizaciones relámpagos en las condiciones de trabajo. La revista Exame (1995), publica datos mostrando que Japón le gana a Brasil en la implantación de programas de cualidad y reestructuración, lo que provoca un brusco rompimiento de las expectativas y la revisión de los hábitos y del estilo de vida en los trabajadores, además de la amenaza evidente del desempleo, factores que hace mucho tiempo son conocidos como determinantes de problemas de salud mental.

En fin, a pesar de la falta de estadísticas, existen buenas razones para creer que la incidencia en Brasil no debe distanciarse mucho de los datos indicados anteriormente. La constitución de un método. Dos equivocaciones de éxito.

Si en los comienzos de la salud mental y trabajo hay coincidencias con la Psicología

como tal, también coinciden las primeras formulaciones de las teorías que tuvieron validez en la historia y, otra vez, más o menos en los mismos períodos. Cabe ahora una rápida mirada a esos orígenes, incluso para que las posteriores observaciones tengan sentido.

Antes de revisar las concepciones modernas sobre salud mental y trabajo, tal vez fuese sensato aislar dos equivocaciones bajo las cuales el área ha venido sufriendo desde su formalización, particularmente porque las mismas todavía son muy comunes en los estudios brasileros. Para eso, consideremos dos vertientes fundamentales, en torno de las cuales se estructuraron dos formas antagónicas e independientes de enfocar las relaciones entre salud mental y trabajo: las teorías sobre estrés, surgidas fundamentalmente en los EUA, y la llamada sicopatología del trabajo, creada por Le Guillant (1984) y que en Brasil se conoce a través del trabajo de Cristhope Dejours (1987). El primado de lo visible inmediato: los primeros abordajes sobre estrés en el trabajo.

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Selye, en 1936, utilizó el término estrés, para designar “un conjunto no específico de reacciones del organismo (...) un gran placer, un gran dolor, el miedo o la fatiga etc”. Lo más importante de esa formulación está en el etc del final, o sea, su carácter inespecífico permitiría transformar el concepto en un “ómnibus” en el cual cabrían todas las variables que la Psicología detectaba como promotoras del sufrimiento en el trabajo. Rápidamente, el concepto fue importado de las ciencias biológicas y se transformaría en un fuerte impulsor de investigaciones de la situación de trabajo. Ivancevich et al. contó más de 1200 artículos sobre el tema entre 1976 y 1985.

Piense en alguna variable que se pueda observar en cualquier trabajo ajeno. Sin duda, se encontrará una investigación sobre estrés y/o salud mental asociada a ella. Cito, a continuación, algunas de las variables que vienen siendo investigadas sin tener, con eso, el objetivo de agotar una revisión bibliográfica:

• el ambiente social del trabajo (Loscocco & Spitze, 1990; Repetti, 1987); • contenido y aspectos operacionales de la tarea (Stellman, 1987; Solodovnikova, 1986); • factores de riesgo físico y ergonómico (Davezies, 1990; Klitzman & Stellman, 1989;

Shephard, 1988); • carga de trabajo (Vinet, Brisson & Vezina, 1986; Tang, 1989); • control sobre el trabajo y/o control no compatible con la demanda (Pugliesi, 1988; Tetrick

& LaRocco, 1987; Roche, 1990; Jones e col., 1991; Loscocco, 1990); • ritmo determinado por la máquina, involucrando un control limitado del trabajador

(Shephard, 1988); • turno de trabajo (Bosch & De-Lange, 1987; Felicetti, 1990; Monk, 1990; Seibt y col.,

1990; Totterdell & Smith, 1992), turnos rotativos y nocturnos (Bohle & Tilley, 1989; ; De-Haan & Jansen, 1990);

• ambigüedad de roles (Piechowski,1992); • baja auto confianza, alta tensión y bajo nivel de satisfacción, aumento de la presión y

tensión arterial (Rahman, 1989; Tang, 1989); • seguridad en la carrera (Ferguson, 1989); • relaciones interpersonales pobres con los colegas supervisores y con los subordinados

(Donovan, 1989; Repetti y col., 1989); • relaciones sociales dentro y fuera del trabajo, soporte social (Himle y col., 1989;

Piechowski, 1992; Marshall & Barnett, 1992; Bamberg y col., 1986; Pugliesi, 1988). Los métodos varían menos: la elaboración de escalas comprobadas a través de

cuestionarios, un tratamiento estadístico basado en curvas de regresión y/o análisis de variación, un tratamiento de muestra. En nuestra opinión, no hay problemas con ese método o en los análisis que realiza. El problema está con lo que no hace.

Raramente la creación de variables va seguida de una observación directa del trabajo, igualmente rara es la tentativa de cualificar los instrumentos a través de entrevistas de profundidad que pudiesen hacer más concretas las respuestas solicitadas, y, en el otro extremo, faltan las entrevistas profundizadas para los resultados compilados, en la tentativa de cualificar y/o aprender la dinámica de las respuestas cuantificadas. Es común encontrar un reporte o informe “paper”, reportando la alta incidencia de insatisfacción del oficinista, lo cual deja en tinieblas cuestiones tan sencillas como, lo que es el trabajo de oficina (personas con alguna experiencia en observación del trabajo podrían clasificar decenas de trabajo diferentes en una misma empresa), o mucho menos, lo que quiere decir

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insatisfacción para aquellos trabajadores. Por conclusiones, el ‘paper’ aconseja que el asunto merece una mejor investigación, ¡imagínense! El discurso por sí mismo.

El término sicopatología del trabajo fue usado por primera vez, salvo alguna equivocación, por Le Guillant, el médico comunista francés que se hizo famoso con el clásico estudio sobre la neurosis de las telefonistas.

En el estudio de las telefonistas cabe resaltar algunos detalles: a) Le Guillant parte de las estadísticas de incidencia de los problemas “nerviosos” (el entrecomillado es de él), pocas y escuetas disponibles en aquel tiempo. Los registros pasaron de 75 casos en 1948, para 639 en 1955. b) Aunque relate estudios de casos clínicos, basa sus observaciones en un estudio de Pacaud, de 1948 (apud Guillant, 1984), en el cual, además de una rigurosa observación del autor, consta que el mismo se empleó como telefonista para tener una experiencia lo más próxima posible al trabajo a describir. c) La búsqueda al recorrer los síntomas de las telefonistas, es la de la regularidad entre las expresiones idiosincrásicas. Cada telefonista es un caso, pero conforma un cuadro neurótico que transciende las meras manifestaciones anecdóticas individuales.

Después de Le Guillant, otros autores se dedicaron al tema, vale citar Claude Veil, que, además de sus propios trabajos, desempeña un rol importante en la recuperación de la memoria de los estudios de Le Guillant.

El psicoanalista Cristophe Dejours se considera un continuador de la sicopatología del trabajo10, y actúa como tal en el CNRS. Bastante activo en Francia y poco conocido fuera de ella por motivos que no compete analizar ahora, es bastante citado en Brasil. Por eso examinaremos su trabajo más detenidamente.

Tomemos el trabajo “El miedo y el conocimiento de los riesgos en la construcción civil: “métiers du bâtiment”, publicado en el libro “Psychopatologie du Travail”, organizado por él, Claude Veil et Alain Wisner (1985), y por lo que sé, sin traducción al portugués.

El estudio fue escogido por ser un caso concreto, aunque raro, en las publicaciones del autor conocido por sus ensayos más que por sus análisis sobre el trabajo.

Observemos ahora los aportes y/o conclusiones de ese artículo: “Un aporte decisivo de la “sicopatología del trabajo” es la de que “la resistencia de la clase obrera a las medidas de seguridad prescritas y a las actitudes de desprecio por el peligro (...) se articulan en sistemas coherentes que objetivan controlar el miedo que engendra el peligro del trabajo. Son las ideologías defensivas del trabajo (de métier)”.

Veamos como Dejours concluye su “decisivo aporte”. El trabajo se inicia así: “Por sus discursos y sus actitudes, los trabajadores de la construcción civil parecen desconocer los riesgos de accidente y de miedo”.

¿Qué trabajadores? ¿Cuáles actitudes? ¿Cuáles son los riesgos efectivos? ¿Cuáles son los índices efectivos de accidente? Ninguna de esas cuestiones parece preocuparle al autor. Tampoco ¿qué discursos “parecen”, qué actitudes? Después, mucho tiempo después, sabemos que el autor habla a partir de una encuesta realizada en Paris, y solo eso.

10 Dejours decidió cambiar el nombre de la asignatura, ahora se llamaría “psicodinámica del trabajo” (Dejours 1993), todo lo que se escribe aquí, sin embargo, permanece válido a pesar del bautismo más reciente. Para una actualización de esas diferencias, ver el artículo de Elizabethe Antunes en la revista ‘Psicología, Ciencia y Profesión, 1998.

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Seamos fieles sin embargo, a la metodología de Dejours. El punto de partida debe ser una demanda y una demanda que parta de los propios trabajadores (escribe Dejours en un apéndice sobre “La methodologie en Psychopathologie du Travail”, in Plaisir et souffrance dans le travail, en 1988). Por tanto, no se trata de la caracterización de un problema objetivo, sino de un requerimiento de los trabajadores como trabajadores. Siendo así, se justificaría el desprecio por datos tan sencillos como los indicados anteriormente.

Pero si es así, qué tal revelar la demanda, por lo menos. Bueno, si son trabajadores accidentados, o miembros de una comisión de seguridad en el trabajo, las razones para “despreciar el peligro” (suponiendo que tal desprecio exista), ¿no serían diferentes? Continuemos:

Al delinear sus argumentos, Dejours se refiere a una regla de oro de la profesión: aquel que empieza un trabajo debe terminarlo, según él, una tradición entre los obreros de la construcción civil.

Bueno, estamos lejos de una tradición, la “regla de oro” no pasa de una imposición de las condiciones objetivas de trabajo. Como el propio Dejours se da cuenta, ese tipo de trabajo, a pesar del desarrollo tecnológico, se encuentra siempre frente a una faceta artesanal. Al levantar una pared de ladrillos, una serie de correcciones debe ser realizada a causa de irregularidades del piso, del propio ladrillo etc...Cada trabajador posee un método diferente de corrección, algunos utilizan la masilla, otros buscan ajustar los ladrillos con la pala etc.

Con esas características de trabajo, si uno empieza y el otro termina, aumenta mucho la probabilidad de que se produzca un error en el producto final, el muro construido pierde calidad. No existe ninguna razón para suponer que allí habría de tener lugar la tradición.

¿Por qué Dejours no vio eso? Simplemente porque no observó el trabajo. En el artículo de metodología citado

antes, no se hace referencia a la observación del trabajo, excepto por una visita que debe ser realizada por algunos de los que solicitan la encuesta, y cuyo objetivo “no es el de lograr una descripción objetiva del trabajo”, sino el de “adquirir la base concreta necesaria para comprender de qué hablan los trabajadores”. La diferencia entre “base concreta” y “descripción objetiva”, el autor no la explica.

Sería divertido continuar punto por punto ahondando en el artículo, pero la falta de espacio nos aconseja a ir directamente al final, incluso porque ya está demostrado uno de los puntos que nos interesaba resaltar.

Seamos generosos, vamos a suponer que la hipótesis de la ideología defensiva, alardeada durante el artículo, se refiera a una ideología. Cualquiera que sea la concepción, deben haber decenas de ellas, y no sabemos a cual Dejours se refiere, ya que la única citación del artículo es la de otro artículo de él mismo.

Ya que no existen datos, ni siquiera sobre el discurso de los trabajadores, ni siquiera sobre el hecho de cuánto y cómo ellos desprecian las normas de seguridad, estamos autorizados a pensar en otras hipótesis.

Por ejemplo, el desprecio a las normas de seguridad se debe a formulaciones de las mismas (como es común), por parte de técnicos sin la consulta a los trabajadores, y sencillamente no son la mejor forma de garantizar la seguridad. O el modo de construir las normas retira el control del trabajador sobre el proceso de trabajo, la falta de respeto a ellas, por tanto, sería una forma de recuperar el control (Codo, 1981). O el hablar sobre los riesgos tiene un efecto de aversión, porque nos obliga a recordar accidentes ya acaecidos. O

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un trabajo que depende mucho de la habilidad personal podría estar desarrollando trazos de delirio, los cuales no permiten, por sus características de omnipotencia, recordar sus fallos o sus riesgos. O...

Lo que quiero decir es que, cualquier hipótesis es posible, cualquier conclusión puede ser formulada cuando, por un lado, no dejamos claro el problema a enfrentar, y después, interpretamos la postura de alguien sobre un objeto que insistimos en desconocer.

Volvamos al fundador de la sicopatología del trabajo, Le Guillant. Una atención especial y analítica al discurso, aliada a una fuerte base empírica y a un agudo senso de observación de la vida real, suscitó hallazgos que resisten a los años. La elección del discurso, a pesar del trabajo aliado a un desprecio flemático por el rigor del análisis, conduce Dejours a un retroceso con relación a la misma sicopatología del trabajo que dice esbozar.

Así como concluimos antes que la mera compilación de respuestas a cuestionarios llegue a la comprensión de los fenómenos del estrés en el trabajo, diremos aquí que la elección del discurso en sí mismo no hará más que comprender el discurso en sí mismo, igualmente lejos del trabajo concreto y del sufrimiento inherente a él. Diversos caminos y las mismas conclusiones.

La tentativa (originada en los EUA), de inventar una variable sencilla capaz de reunir toda la magia del trabajo, o la reducción analítica de Dejours de reducir el trabajo al discurso sobre él, ilustran otra vez, el fracaso del reduccionismo en Psicología, particularmente cuando se trata del Trabajo. Se busca un método no reduccionista, o sea, que respete la tensión entre el sujeto y el objeto, al revés de eliminarla (Farr & Codo 1996). O, según las palabras de Gertrud Lewin (Lewin S/F), sobre la obsesión del marido:

“la construcción de un puente sobre un abismo, que separa la teoría completa del “‘caso individual”. (...) el investigador solo puede lograr eso si, como resultado de una “intensa y constante tensión”, conserva tanto la teoría como la realidad por entero dentro de su campo de visión”. Si eso es verdad para la Psicología como ciencia, en salud mental y trabajo se transforma en una imposición. La salud y\o enfermedad mental nos afecta en lo que tenemos de más subjetivo, en el sentido de pertenecer estrictamente al sujeto, territorios inexpugnables para el otro y por regla general, para nosotros mismos. No existe y no pueden existir dos delirios iguales: los dolores que el histérico/hipocondríaco inventa, duelen en la exacta medida de su radical idiosincrasia, de su imposibilidad también radical de dividir, compartir, de la ausencia de una racionalidad exteriorizada, de su falta de respeto por la anatomía; quien sufre es el sujeto, no los músculos de su cuello. La salud/enfermedad mental obliga al investigador a enfrentar el dilema del individuo, siempre otro, en el momento en que la lógica pretende descubrirlo. Sin embargo y no raramente, la enfermedad mental está determinada exteriormente al individuo, por factores que llamaremos objetivos, en el sentido de que son independientes del sujeto: algunos fármacos, por ejemplo, provocan invariablemente alucinaciones, los efectos de los traumas sexuales en la infancia son conocidos lo suficiente para permitirle a los educadores trazar un camino profiláctico en la escuela o en la familia. Aquí encontramos al investigador obligado, recorriendo ahora el camino contrario: se impone entonces la “'eliminación” de la idiosincrasia, la búsqueda de variantes, lo que, a pesar de nuestras diferencias individuales, está provocando aquellos síntomas.

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Es así, particularmente en el área que Le Guillant llamaba sicopatología del trabajo, que hoy llamamos salud mental en el trabajo, por más que el trabajo le parezca extraño al sujeto que lo realiza, por más que inserte su historia en momentos ajenos a la existencia de ese trabajador en particular, se ha revelado capaz de provocar sufrimientos, en el sentido más íntimo que esa palabra puede poseer. La construcción del puente entre el individuo y la sociedad, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre la teoría y la realidad, ha venido siendo construida bien despacio.

Kurt Lewin, entre 1930 y 1940, se coloca cuidadosamente entre el árbol y el bosque, no permite en ningún momento que uno se reduzca al otro, para eso construirá una dinámica de los grupos que casi se destruyó frente a las tecnicidades con que Allport (in Lewin, S/F) trató de dominarla, y a una propuesta de investigación-acción, donde las urgencias sociales y la curiosidad del investigador caminarían en la misma dirección.

Leontiev (1978), escribe “El Desarrollo del Psiquismo” para recoger, en Marx, una teoría de la actividad, cuyo objeto de análisis, es otra vez, no más el sujeto o las variaciones del medio, sino el doble proceso de transformación entre el sujeto y el medio.

Psicólogos alemanes, como Hacker, Volpert y más recientemente Frese, influenciados por Lewin y Leontiev, construyeron la Psicología de la acción, poco conocida en Brasil, pero influenciando las almas pensantes por todo el planeta, particularmente las propuestas recientes en desarrollo de una “Psicología del trabajo” (Frese & Sabini, 1985).

En Latinoamérica, Martin Baró en El Salvador, Maritza Montero en Venezuela, Pablo Cristhieb en Méjico, Lane y Codo en Brasil, apenas para citar algunos ejemplos (Codo, 1987), desarrollaron todo un esfuerzo de construcción en prol de una psicología social y del trabajo no reduccionista.

No hay espacio aquí para comentarios más detallados, fue necesario anunciarla para rescatar algunos principios que constituyeron, a través de los años, una metodología de estudio en salud mental y trabajo, por ejemplo:

• Un abordaje interdisciplinario, donde epidemiología, psicología organizativa y del trabajo, sociología, macro-economía, psicología clínica y/o psiquiatría convergen para abarcar el fenómeno.

• Una comprensión holística y dialéctica de la empresa y del trabajador, la comprensión del fenómeno a ser investigado como un sistema abierto en la metáfora desarrollada por la socio-técnica de Tavistock.

• La interpenetración entre factores objetivos, como el desarrollo de la tecnología; de factores ínter subjetivos, como el grado de cooperación y competición en el trabajo; y subjetivos, como la afectividad o el empoderamiento (enpowerment), se transforman en objeto de análisis. Ahora concebido en la ausencia de un polo determinante al contrario, el problema aparece como multideterminado.

• La organización del trabajo siendo enfrentada como un proceso en eterna constitución. La empresa, el trabajador, como el río de Hieráclito, no es un lugar que se frecuenta dos veces, es siempre otro. Hay que comprenderlo en evolución.

• Acción e investigación no se piensan y/o se realizan cada cual por su turno o en sus nichos, se retroalimentan en el mismo espacio físico e intelectual. De la práctica surgen las hipótesis, que son comprobadas allí mismo, en la práctica. La vida debe ser el laboratorio de la ciencia del trabajo ajeno.

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Un Diagnóstico del Trabajo (En Busca del Placer)

Wanderley Codo

Psicología del trabajo El ejercicio de construcción de una disciplina consiste en hacer girar el universo

comprensivo en torno de la categoría que se considera central, determinante, en torno de la cual las otras aparecen como determinadas. Si funcionó la construcción de una Psicología Organizativa o Social, es porque la vida nos ha venido enseñando que la Ciencia tenía razón: existen cosas que están determinadas por las organizaciones y por la estructura social.

La vida también sabe que el trabajo determina las cosas de la vida, pero la ciencia ha maltratado un poco más a esa categoría que a las otras.

A esa actividad mágica, sinónimo de la omnipotencia humana, de nuestra trascendencia, nuestra hominidad, Aristóteles la llamó “poiesis”, la historia se encargó de abandonar a la poesía y de reemplazarla por “tripalium”. Al ser sometido al aplastamiento a partir de la segunda revolución industrial, el trabajo de los hombres parece haber destruido la posibilidad de comprensión de su real importancia, inclusive por parte de las Ciencias Sociales.

Pero el trabajo existe y determina nuestras vidas hoy, más que en otras eras. Eso es lo que este texto quiere mostrar.

Apostamos en una Psicología del Trabajo, este texto quiere ser un paso más para convertirla en algo operacional. Aproximar un poco más, siempre más, la ciencia de la vida. ¿Qué es el trabajo?

Imaginemos un ama de casa, de aquellas que hacían con que nuestras abuelas se enorgullesesen pero que humillaban a nuestros coetáneos.

Se levanta de la cama muy temprano, prepara el desayuno para los hijos y el marido, en cuanto ambos se van, prepara el almuerzo, se ocupa de la ropa, de la limpieza, de las compras. Es una fábrica completamente concentrada en una sola persona, cada milímetro de su cuerpo, de su cerebro, de su afecto, realiza funciones que ocuparían toda una empresa con varios especialistas y en el caso de que algún alumno de un curso de administración decidiese hacer una planificación, ¡pobre de la supuesta empresa!, difícilmente lograría los niveles de competencia de “Doña María”, esposa de fulano y madre de dos o tres siclanitos. Nuestra ama de casa trabaja mucho.

Si alguien le pregunta a Doña María, cuál es su profesión, probablemente la respuesta sería: “Yo no trabajo”. Si le preguntamos a su marido, la respuesta seguramente será la misma.

El ejemplo es banal pero es didáctico: El concepto de trabajo toma la forma dominante y excluye, acto seguido, a cualquier otra. Nuestra “Doña María” no es considerada una trabajadora porque no produce ninguna mercancía vendible en el mercado, no recibe un sueldo, no aporta a la Previsión Social, no está registrada oficialmente como trabajadora.

Lo mismo sucede con los escritores que se pasan todo el día mirando a las musarañas en busca de una inspiración para su próximo personaje, con las prostitutas que deciden con rigor el color de la ropa, con los estudiantes que buscan durante la noche la

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comprensión de los teoremas que les serán exigidos en las pruebas, con el “desempleado” que frecuenta las terminales de ómnibus vendiendo “souvenirs”, el retirado que cultiva huertos en el fundo del patio y cuida a los nietos: Ninguno de los trabajadores ejércitos citados antes se le considera trabajador, cualquier uno de nosotros, si observásemos sus actividades, consideraríamos sin duda alguna, que se trata de trabajo, todos ellos, de alguna forma, son considerados no trabajadores por el senso común.

No es apenas en el senso común que esa equivocación se da. Georges Friedman, al introducir el clásico “Tratado de Sociología del Trabajo”

(Friedman & Naville, 1962) considera “perder tiempo el filosofar sobre trabajo separándolo de los grupos sociales, étnicos, de los conceptos culturales en donde se dio”; el mismo autor en el mismo texto donde nos hacen recordar que el trabajo es “un trazo específico de la especie humana”, “un denominador común y una condición de toda la vida en sociedad”. Bueno, es necesario recorrer toda la existencia del hombre, en todas las épocas, naciones, sistemas sociales y culturas y definir trabajo con la diferencia que existe en cada una de ellas; de alguna forma Friedman trata, y se obliga a puntualizar, características como la fatiga, la opresión, los disturbios de personalidad, las necesidades, grupo de trabajo, la lista queda siempre incompleta y nos deparamos, finalmente, con la misma ausencia de una definición.

En 1994, Rifkin escribió un libro que será bastante divulgado a causa de la repercusión que causó, el libro se llamó “The end of work”, ¿el trabajo se habría acabado, o se estaría acabando? Curiosamente, los traductores en la edición brasileña, efectuaron correcciones de errores y del propio libro que llegó a las librerías con el nombre de “El fin del empleo” (1996), traduciendo con precisión el objetivo del autor, se trata de mostrar que el empleo, tal como estamos acostumbrados a entenderlo, se acabó; y anuncia nuevas formas de trabajo: esa vez quien traicionó el texto fue el propio autor y la fidelidad le cupo al traductor.

Definir trabajo se muestra una tarea ardua exactamente gracias a su omnipresencia, porque el trabajo siempre estuvo donde cualquier sociedad humana está.

Difícil, pero obligatorio. Llegamos a dos conclusiones:

1) El trabajo toma el lado del trabajo dominante, por tanto; 2) Si queremos entender el trabajo es necesario apartarse de su primera impresión.

En la práctica eso nos obliga a definir trabajo a pesar de su expresión dominante. Tal vez sea más fácil empezar por lo que el trabajo no es.

El trabajo no es mercancía. La forma mercancía es la forma universal que el trabajo adquirió cuando el

capitalismo se hizo universal, las fechas son imprecisas, pero podemos pensar en que fue a comienzos de siglo; desde entonces, más y más se universaliza y más y más se confunde con la propia definición de trabajo: El cuidado con los niños, por ejemplo, ha venido abandonando la plenitud de los hogares para convertirse en una especialidad de trabajadores especialistas y asalariados.

Durante toda la Edad Media, la totalidad de las comunidades “primitivas”, toda la Historia anterior al capitalismo estaría excluida de esa concepción, sería como decir que el capitalismo inauguró el trabajo. En los tiempos modernos, las instituciones sin fines de lucro también no estarían en las cuentas del trabajo.

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El trabajo no es empleo. Nunca lo fue y cada vez menos lo será. La bancarrota del welfare state, la

imposibilidad técnica de los sistemas de previsión nacionales, el crecimiento y la diversificación de la economía con relación a los servicios, la proliferación de las franquicias, el desempleo crónico y estructural provocado por la carrera tecnológica en las empresas y por las nuevas tecnologías de trabajo, v.g. down sizing, la subcontratación, en fin, esos y otros factores empujan al conjunto de la fuerza de trabajo para la economía informal, para lo que Rifkin (el fin de los empleos, 1993-6), llamó tercer sector, para los trabajos temporales, veamos la discusión sobre contrato de trabajo que viene ocurriendo en Brasil, impulsada inclusive por sectores sindicales.

Hay que mencionar otro sentido en que el trabajo no puede ser confundido con el empleo: El proceso de globalización de la economía, el fin de la estabilidad en el empleo, inclusive en el sector público, la velocidad con que las tecnologías se superan, ha hecho con que la fuerza de trabajo se defina más y más en el sentido de la búsqueda por un currículo individual, como forma de garantizar su trabajo, y no más su carrera. Presenciamos el fin del empleo vitalicio, quien se califica lo hace en una habilidad no en una empresa porque, hoy por hoy, más importante que hacerse amigo de los jefes es hacerse dueño de un savoir faire de un saber que le permitirá encontrar un lugar para trabajar; quien no esté cualificado corre en busca de la cualificación, consciente de que de ella depende su inserción en el mercado de trabajo y no más de una oposición.

La estabilidad en el empleo é un derecho y como tal las personas están autorizadas a luchar por él. La estabilidad es una ventaja desde el punto de vista social, las personas pueden dormir más tranquilas sabiendo que su empleo lo espera impávido en la mañana siguiente.

Un derecho y una ventaja correctos, pero en cambio de una mayor previsión, el empleo vitalicio ofrece un menor control sobre el propio trabajo, a servicio de la estabilidad. Por ejemplo, un funcionario del Estado, pierde muchas y muchas horas en infinitas conversaciones, litros de café y mucha energía desperdiciada en angustia, en la tentativa de adivinar lo que sus jefes desean, a dónde irán los vientos a partir de la próxima elección, cualquier uno de esos funcionarios sabe que su posición es más estable, mientras más sepa inclinarse al sabor de las andanzas de los políticos del momento. En contraposición, que sea un trabajador de informática, cada software nuevo que domina aumenta su poder de negociación por empleo y sueldo, el control sobre su vida crece en la misma proporción que el control sobre su trabajo, mientras que para el funcionario de carrera, el poder sobre su vida es inversamente proporcional al control sobre su trabajo.

Los reglones anteriores deberían confirmar la aseveración de que, la imposición de definir trabajo a pesar de su aparición inmediata, es más que una demanda de rigor científico, es una exigencia práctica, ya que estamos en plena transformación radical de las propias relaciones de trabajo. Una definición de trabajo.

No será en la Psicología o en la Sociología que buscaremos la inspiración, son ciencias demasiado derivadas, de resultas de una fragmentación del conocimiento que, si bien demostraron su valor heurístico a través de la Historia, no ahondan en categorías ontológicas.

La Filosofía y la Economía serán más útiles, lo veremos.

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11Henri Bergson: “El trabajo humano consiste en crear utilidad” Francis Bacon: Arte (en el sentido de artes y oficios) “El hombre sumándose a la naturaleza” (Ars homo additus Naturae).

C. Colson: “El trabajo es el empleo que hace al hombre con sus fuerzas físicas y morales para la producción de riquezas o servicios”.

Karl Marx: “El Trabajo, antes de todo, es un acto que se da entre el hombre y la naturaleza... Al mismo tiempo en que actúa, por ese movimiento, por la naturaleza exterior y la modifica, modifica su propia naturaleza y desarrolla facultades que en ella dormitaban”.

La lista no está completa, ni siquiera nos remite a todos los economistas y/o filósofos importantes que discutieron el asunto, apenas ilustra la búsqueda de la conceptualización del trabajo, en su dimensión más esencial: una doble relación de transformación entre el hombre y la naturaleza.

Pero no cualquier transformación. La acción más fugaz de cualquier animal, por ejemplo, un ratón comiendo un

pedazo de queso12 ya implica en una transformación de la naturaleza y del organismo involucrado en ella. Si nos detuviésemos aquí, no habría cómo distinguir trabajo de cualquier otra actividad, de cualquier otro organismo.

Otra vez: “Trabajo es una relación de doble transformación entre el hombre y la naturaleza, generadora de significado”, de forma más sintética: “El Trabajo es el acto de transmitir significado a la naturaleza” . La diferencia entre la acción del ratón y la del trabajador es que, la primera, presenta un circuito doble y la segunda una triple relación, ver esquema. Figura 1. Figura 1 ACCIÓN TRABAJO S O S O Significado

En la acción vulgar, el sujeto se transforma al transformar el objeto y viceversa, en el trabajo, el circuito se abre para una tercera relación, un signo que queda (signo-ficare), el significado, el cual a su vez, se transforma y es transformado por la acción recíproca del sujeto y/o del objeto. El significado se define por la permanencia más allá y a pesar de la relación con el objeto, o sea, se define por la trascendencia a la relación S<->O. Abre indeterminadamente, por tanto, el circuito de la acción. Antes de proseguir, tal vez sea útil ejemplificar la acción de tomar un vaso de agua. La mano aguanta y mueve el vaso, el agua entra en la boca, es llevada a la garganta, va a las células del cuerpo, cumple sus funciones fisiológicas, el circuito se multiplica en innumerables e infinitas transformaciones entre el sujeto (tú) y el objeto (el agua), pero la acción no es trascendente, ninguno de esos procesos se le escapa a la dinámica establecida entre S<->O.

11 La compilación fue retirada de Friedman ,G & Naville, P. tratado de sociología del trabajo, Cultrix, 1962 12 Ver Codo, W. en Psicología Social, El Hombre en Movimiento, Lane & Codo, Brasiliense 1987.

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Ahora, imaginemos el mismo gesto siendo realizado por una propaganda en la televisión, queriendo convencernos de que aquella agua es mejor que las otras que están en el mercado. El porte atlético/seductor del/la modelo espera crear una identificación con otras hazañas, asociaciones con salud, bienestar, placer, el mercado moviéndose, los obreros trabajando, en fin, otra vez innumerables significados se producen y se transforman por aquel gesto. Ahora, el gesto transcendió a él mismo, permanece más allá y a pesar de sus agentes, involucra sueldo, técnica, mercado. Es trabajo.

La transfiguración del gesto en trabajo no depende del mercado. Hacer una silla es trabajo, aunque sea hecha en un taller de principiantes en el fondo de un patio con el objetivo de regalársela al nieto: produce un significado, trasciende al productor, permanece incluso si el autor se va.

Por otro lado, el mercado, por ser él mismo trascendente, puede transformar en trabajo rigurosamente, cualquier acción, como el hecho de beber agua del ejemplo anterior.

Definir las cosas así, tiene una ventaja y un problema. La ventaja es la reducción de algunas ambigüedades: El poeta trabaja cuando “inventa algunas palabras y crea otras más bellas” (Carlos Drumond de Andrade), el militante trabaja al convencer a las personas a proteger el bosque, aunque esté apenas gastando su dinero con eso, sin ganar nada; por otro lado, el relaciones públicas está trabajando cuando coloca su sonrisa a servicio del mercado y nuestra ama de casa mencionada anteriormente, está trabajando cuando enseña al hijo a no derramar la leche en la alfombra.

El problema es que, para saber si esa o aquella acción es trabajo, se exige un esfuerzo retrospectivo y/o de prospección. La foto de Sharon Stone cruzando las piernas no nos informa si está trabajando o no, es necesario saber que desempeñaba su papel como actriz, del gordo anticipo que aquellas piernas merecidamente reciben, de su contrato con empresas cinematográficas, etc, etc, etc... Calma, pues el trabajo es histórico por excelencia, ¿cómo podríamos definirlo sin recurrir a la Historia?

Resta aclarar algo. El significado por definición es eterno (signo que queda), al abrir la acción más allá

de sí misma, al transformar en trascendente el gesto, el trabajo lo inmortaliza, los humanos son un animal histórico exactamente en esa medida y por esas vías, los gestos del ama de casa, del ebanista, del muchacho propaganda, de Sharon Stone, y de cuantos más ejemplos nos recordemos, siempre formarán parte de la vida de todos nosotros, más allá y pese al autor. Al depararse con el trabajo muerto nuevamente, tendemos a borrar su dimensión, denominando a una mujer sumisa “Amelia”, sin rehacer los vínculos con la canción de Mario Lago, o tendemos a tomar la creación colectiva de un prejuicio por ejemplo y nos olvidamos del trabajo acumulado en él durante años y años de historia.

Queda pendiente la discusión de las interrelaciones entre lenguaje y significado y por tanto, entre trabajo y lenguaje, no hay espacio para tanto aquí, pero incluso así espero, el poder heurístico de esas definiciones puede ser examinado. Identidad y Trabajo

La discusión teórica sobre las relaciones entre identidad y trabajo están en el capítulo de Graça Jacques, en este libro y también en el libro Individuo, Trabajo y Sufrimiento (Codo & Sampaio, 1994), en el cual nosotros mismos pudimos profundizar en ese tema. Las formulaciones precedentes permiten que nos detengamos aquí en los aspectos operacionales y de intervención.

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Al hablar sobre identidad la pregunta inmediata es: ¿Quién soy yo? Y la respuesta obligatoria sería, quien soy yo con relación al otro. La teoría ya sabe (Ciampa) que la identidad se construye, la pregunta se responde en un juego de igualdades y similitudes entre el yo y el otro. Figura 2 = ≠

≠ = Soy un Hombre, igualándome a los otros hombres, diferenciándome de las mujeres,

profesor, igualándome a los profesores, y así continúa. Leontiev, al preguntarse porqué las ideas aparecen en el cerebro de los hombres si no estaban en la naturaleza, responde: “al golpear un árbol con un hacha, el hombre adquiere la sensación del hacha y del árbol, pero obtiene más la diferencia de la percepción entre el hacha y el árbol, el hacha es dura, el árbol es suave (citación libre de actividad y conciencia), el concepto de duro y suave, por tanto, es dimensión subjetiva construida por la relación objetiva hombre-mundo así, con la identidad, las relaciones objetivas con el mundo y con el otro determinan objetivamente en nosotros la diferencia subjetiva entre cada uno de nosotros y todos los demás.

Como en la Figura 2, cada igualdad se construye en confrontación directa con cada diferencia (con el mundo, con el otro), cada igualdad construida es diferente de la igualdad anterior, y el proceso es irremediablemente abierto, siempre soy yo, siempre soy otro (Ciampa, 1994). El proceso de construcción de la identidad presupone la relación de equivalencia a un tercero (otro o cosas), que no soy sino yo mismo, cada circuito de igualdad y diferencia anterior crea un tercero: mi igualdad contigo crea una categoría (profesor), que no soy yo y que no eres tú, pero que al mismo tiempo somos yo y tú.

Caímos, como se ve, en el primer esquema de ese texto, estamos otra vez hablando de la construcción de significados y se queremos sintetizar, estaríamos frente al siguiente diagrama:

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SIG S O SIG SIG O S SIG

Por eso es que el circuito se abre indefinidamente y cada significado coloca las

condiciones objetivas para otro juego de reflejos entre la igualdad y las diferencias y así per omnia.

Por eso es que el trabajo es fundamental en la construcción de la identidad. Una síntesis anticipada.

La actividad humana, en contraposición a los otros animales, es una actividad forzosamente mediada, estamos condenados a la mediación, mientras la actividad animal es inmediata: Para los animales, el vínculo S<->O se cierra en sí, para los hombres y mujeres, el mismo vínculo se abre a través de mediaciones, construyendo un signo que permanece, un significado 13.

Trabajo es una actividad humana por excelencia, el modo como transmitimos significado a la naturaleza; la Identidad exige los significados para establecerse, el trabajo aparece, por tanto, como uno de los elementos esenciales para la constitución de la identidad (a pesar de no ser el único)14. Una palabra sobre el placer en el trabajo.

Nuestros placeres, otra vez en contraposición a los “placeres” animales, son también siempre mediados, están siempre rellenos de significados, obedecen al esquema triangular en la relación sujeto-objeto (s<->o) que describimos antes, no comemos apenas por hambre, no bebemos apenas cuando tenemos sed, no hacemos sexo cuando entramos en celos (si es que tenemos algo similar). El comer, el beber, la sexualidad, están siempre rellenos de significado y cada uno de esos placeres básicos puede, literalmente, asumir cualquier significado, comemos y bebemos por rabia, poder, prestigio, sometimiento...

Pero es a respecto del placer en el trabajo que debemos concentrarnos. En primer lugar, una constatación obvia: el circuito que veníamos dibujando,

Sujeto-Objeto-Significado (S-O-Sig), es extremada y profundamente placentero. Como el ejemplo de la culinaria, porque es una actividad reconocidamente placentera y al mismo tiempo, un “tremendo trabajo”.

Un punto de comienzo podría serlo una idea, la idea es preconcebida en la mente, en los olores, la apariencia, el gusto va tomando los sentidos, entrando por los siete huecos de la cabeza. Después, una búsqueda desordenada en los anaqueles de la cocina y la idea se va

13 El modo de construcción del significado es un problema, si no es EL problema que la linguística se propone a resolver. 14 Símobolos, conceptos, identificaciones, por ejemplo, son otros modos de construcción de la identidad que no son objeto de esos reglones.

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transformando en confrontación con la despensa, ¿el yogurt podría reemplazar la crema de leche? Los ingredientes que están en la mesa al lado del lavadero, en el orden en que fueron imaginados, un vaso de cualquier bebida puesto al lado, el dedo irreverente con la disculpa de probar el condimento predisfrutando el sabor final del plato, las maños sucias y limpias en un paño improvisado y sucias y limpias nuevamente. Una conversación despreocupada con un amigo ocasional, la elección rigurosa del modo de cortar la cebolla, los olores exhalando, actualizando el plato que ya estaba dentro de la cabeza, la sutil transformación de los olores y de los gustos por la alquimia de la cocción, del añadir las hierbas y los condimentos, la magia de volver a ver cada cosa siendo otra cosa a través de nuestras maños, la mezcla creadora, todo ya estaba allí, todo nuevo, de nuevo, de nuevo...El momento de decisión, una cierta angustia que antecede al riesgo de la pérdida de un placer cultivado durante horas de planificación, de elaboración. Se anuncia el plato ya listo, va a la mesa, exhalando dedicación y portador del cariño del artífice, y es saboreado con el respeto que el trabajo merece, casi sagrado, mágico, no se trata más de comer, hablemos de degustar, un ritual de reverencia, homenaje, placer a cada momento, al corte de cada pedazo de tomate, cada vez que nos llevamos el tenedor a la boca.

Estuvimos hablando de trabajo, del acto de transmitir significado a la naturaleza. Y al mismo tiempo, hablamos de placer, mucho placer. Hablamos de construir el mundo a nuestra propia imagen y semejanza, omnipresentes y eternos como cualquier uno de los dioses que la humanidad ya inventó, hablamos de inclinarnos sobre la tiranía del mundo, de someternos al planeta, ser diferentes porque nuestra acción nos diferencia de nosotros mismos. Trabajo es placer, repito.

Ahora imagínese si algo equivocado sucede. El gas se acaba en el punto crucial del proceso, la persona que queremos agraciar

detesta el plato que usted ha preparado, azúcar en vez de sal en la carne, demasiada pimienta derramada por accidente en la salsa, o incluso, la rutina, el asalariado, la super-explotación, la división taylorista del trabajo.... Frustración, ansiedad, sufrimiento, en una palabra: ausencia de placer.

Pues bien, cualquier trabajo es portador del circuito anunciado anteriormente, en cualquier trabajo es posible entrar en el circuito orgásmico del placer de transformarse, no hay límites, las personas se olvidan de comer, de dormir, no ven pasar el tiempo.

Cualquier trabajo, en cualquier momento puede ver el circuito mágico de la construcción roto, y el resultado es el sufrimiento, mucho sufrimiento, llegando al límite: la enfermedad mental. Trabajo y fuerza de trabajo: Ida y vuelta.

La ascensión y la caída del imperio soviético demostró que una revolución no ocurre repentinamente, al contrario, se va insinuando, lo nuevo por dentro de lo viejo, hasta que el derrocamiento del antiguo poder y el triunfo del nuevo pasen por un mero ritual de intercambio de puestos, metafóricamente denso, es verdad, pero ni siquiera así es más que un ritual, la llegada al poder no es la revolución, es la metáfora de la revolución ya impuesta por las relaciones de producción.

Fue así que sucedió con la primera y la segunda revolución industrial, Inglaterra, por ejemplo, se dio el lujo de mantener la pompa del antiguo poder e invertir apenas la circunstancia, y no fue por eso que alguien pueda imaginar que estemos hablando de un país feudal.

Está siendo así con la tercera revolución industrial. Hoy, demasiado cerca por tanto, para que sepamos lo que ella es y como estaremos en breve. La literatura está llena de

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hipótesis y busca nomenclaturas, los números parecen contradictorios, la lectura de los mismos números obtiene un significado contradictorio dependiendo de la hipótesis del cliente. Aquí no trataremos otras hipótesis o nombres, apenas vamos a satisfacernos con la constatación de que “hay algo de nuevo bajo el sol”, y no son aviones de propulsión a chorro.

El inicio del siglo marcó el trabajo con la hegemonía taylor-fordista, si existe alguna unanimidad en ese final de siglo, es la de que aquel modelo no sirve más15.

Las características determinantes del taylor-fordismo, son: 1. Separación planificación - ejecución. 2. Repartición de las tareas. 3. Reducción del ciclo de trabajo; perdieron toda la funcionalidad en el trabajo

contemporáneo, es lo que trataremos de demostrar a continuación. Esbocemos un pequeño ejemplo: Hace diez años atrás, la velocidad de la dactilografía era una de las exigencias fundamentales en el trabajo de una secretaria hoy, la habilidad de la dactilografía fue reemplazada por la necesidad de conocimiento en la operación de un editor de texto. Un buen dactilógrafo es un trabajador que debe escribir sin saber lo que está haciendo, mientras más automática fuere la tarea mejor, el trabajo exige de él que borre los nexos entre su propio esfuerzo y las consecuencias, un buen dominio de un editor de texto exige, al contrario, una conciencia clara de lo que hay que hacer.

¿Qué ha pasado? El computador concentró muchas habilidades y las redistribuyó a través de todos los burós de trabajo, eliminó el trabajo repetitivo y le exigió a cada uno el dominio de todo el proceso de trabajo de la oficina.

Antes, el jefe redactaba, le dictaba a la secretaria, ella tecleaba, revisaba el texto, el jefe revisa otra vez, lo firma. Ahora, jefe, secretaria y los otros redactan directamente, la secretaria de lleno en el computador ofrece un estilo de carta, revisa el texto, y el modelo queda listo para la próxima carta del próximo cliente. Poco a poco avanza vertiginosa y ciegamente con los dedos, ahora es necesario tener cabeza para saber en qué directorio fue archivado el modelo de memorando, para reunir tres o cuatro párrafos de cartas diferentes para componer una quinta carta... Antes, la rutina podría ser esta: La orden parte del jefe que la dirige a la secretaria, esa se conecta a la sección que posee las informaciones, las recoge (manuscritas), y las dirige al sector de dactilografía, donde un jefe tiene que buscar a un dactilógrafo para teclear los datos. Realizado el trabajo, vuelve al jefe de la oficina y va al revisor, aprobado, vuelve a la secretaria que lo revisa (un error en cualquier uno de esos pasos implica en el retorno del proceso), lo lleva al jefe que lo examina y lo altera, otra vez va a la secretaria, después para la oficina de dactilografía, etc. Como promedio, estaríamos frente a la existencia de cinco versiones dactilografadas antes del producto final. En la actualidad, con el computador, la forma del informe ya estaría allí, y los datos colectados directamente por el sector generador, accesibles al jefe o a la secretaria, o a cualquier uno: en rigor no hay necesidad de dactilografía, ni siquiera de la secretaria, tal vez nadie pida un informe, apenas bastaría colocarse en el directorio adecuado.

15 En el capítulo: ‘....’ del libro LER, Vozes 1995, hay un análisis detallado de la bancarrota del modelo Taylor- Fordista, no existe razón para repetirlo aquí, me detendré entonces en aspectos importantes para ese análisis y remito al autor a aquellos reglones.

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Antes, sería más eficiente la oficina donde el dactilógrafo teclease, la secretaria hiciese llamadas y apenas el jefe dirigiese. Hoy, es más eficiente la oficina donde, desde el auxiliar menos cualificado hasta el jefe, fuesen capaces de partir de cero y llegar a la carta ya lista.

Hubo una eliminación del trabajo brazal, una democratización del acceso a la decisión, a la tecnología y a la tendencia de que cada trabajador haga el proceso por entero, una extensión del ciclo de trabajo. Hoy por hoy, al trabajador ideal se le considera contrario al trabajador ideal del taylor-fordismo, antes era necesario que los brazos funcionasen casi que desconectados del cerebro, de la subjetividad, hoy cada movimiento necesita recuperar sus nexos. En el campo económico... La industria despide y el sector de comercio y servicios crece, en el sector de servicios no hay lugar para la división de las tareas, no existen formas de construir una línea de ensamblaje para la venta de electrodomésticos. Las empresas subcontratan sus actividades y se concentran en la actividad final: Aumenta con eso la posibilidad de control sobre el proceso de trabajo. Especialistas en la limpieza de una empresa de limpieza están encargados de la limpieza y deben dominar su medio, hacer el trabajo mejor y trabajar más que sus competidores. Las empresas disminuyen (down sizing) y/o se subdividen en unidades autónomas. El proceso de producción como un todo queda físicamente accesible a cada trabajador, metas y resultados también. En el campo organizativo... Mientras más horizontalizado sea el proceso mejor, nadie se enorgullece más en crear puestos de supervisión, como Taylor lo hacía, por el contrario, se trata de hacer con que cada trabajador sea el jefe de sí mismo. Al revés de racionalizar el trabajo concentrado en los procesos, se busca la concentración en la actividad objetivo (ver calidad total), rehacer los vínculos con el cliente final, el producto reina en el lugar de la definición rígida de las tareas. Al revés de la reserva regulada por la burocracia, la producción comandada por las necesidades del mercado (ver just in time). Se piensa en flexibilizar los horarios de trabajo, al revés del tiempo, el interés es exigir la participación de los trabajadores, antes el reloj marcador de tarjetas para la entrada al trabajo era el símbolo del trabajador ideal, hoy lo es el nivel de comprometimiento. En el campo del trabajo/trabajador... Rotación de tareas, trabajador plenipotenciario, grupos autónomos, células de producción.

Resumiendo (?), la organización productiva ideal del inicio de siglo estaba compuesta por enormes galpones llenos de gente donde cada trabajador casi ni conocía a los demás y preferentemente ni siquiera sabía lo que él mismo estaba haciendo (la complexión física e intelectual de un buey, en las palabras de Taylor). Hoy por hoy, la organización ideal se compone de uno o dos trabajadores interconectados a centenares de otras organizaciones del mismo tamaño, cada cual haciendo su producto, de la concepción a la venta y todos interconectados por un modem (no hay lugares disponibles para cualquier buey).

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El designio de la elección al inicio de siglo parecía ser el de eliminar al trabajador y colocar en su lugar la fuerza de trabajo, alguien sería seleccionado por el número de kilos que pudiese levantar; al final de siglo, la relación se invierte, la fuerza física queda a cargo de la tecnología, y la demanda es a favor de la participación, capacidad de control sobre el proceso de trabajo, comprometimiento, involucración, formación de equipo, cooperación: La fuerza de trabajo vuelve a ceder terreno al trabajo, tal y cual lo definimos. Una advertencia: Esa sección empieza con un aviso de que estamos en plena revolución del trabajo, ¡las cosas están sucediendo ahora! Vale añadir; en ritmos bastante idiosincrásicos: algunas empresas ya redefinieron todo su espacio y ahora piensan en cómo avanzar, por ejemplo, para la participación en las utilidades, otras están preguntándose por la salida, muchas implantaron copias de programas de calidad (por ejemplo), y no tardarán en darse cuenta que las modificaciones necesarias van más allá de algunas conferencias animadas y/o el cambio de nombres que acompañan un paquete a ser comprado en mostradores de “consultoría”, la tendencia es aquella, el ritmo como se implantará depende de suerte y competencia; quien es empresario y/o administrador del trabajo ajeno, sabe que no tiene mucho tiempo. ¿Y ahora? Cada cual establece sus metas y medidas según sus creencias y profesión. Calidad total, reestructuración, benchmarking, just in time; no importa, vale destacar que todas ellas, sin excepción, consideran de vital importancia los factores subjetivos en el trabajo, la subjetividad forma parte del orden del día, todos la tienen en cuenta, todo indica que la cuestión debe ser enfrentada. Y rápido.

Tenemos aquí un aspecto, como mínimo, irónico. Durante el reinado de la fuerza de trabajo, cuando se buscaba aliviar el gesto de

trabajo de su propio significado, las cuestiones vinculadas a la subjetividad en el trabajo se restringían a los críticos “del sistema”, como mínimo desechadas solemnemente y como máximo, perseguida por los administradores; la tortilla se viró y no deja de ser divertido ver en el discurso de los hombres preocupados con más utilidad y mejor calidad, el mismo discurso encontrado antes en la voz de quien trataba de “libertar a los trabajadores”, a su vez, los libertarios de hoy se preocupan en saber cuál es el truco, porqué el cambio de discurso y tratan a veces, de evitar el discurso del cual antes abusaban.

Divertido pero peligroso. El riesgo es el de enfrentar la cuestión de la subjetividad de manera subjetiva: el

vacío entre la ausencia de preocupación con la relación subjetiva del trabajador y su trabajo por parte de las escuelas de administración tradicional y la negación de la “izquierda” en operacionalizar sus críticas al modo como el trabajo se organiza, ha traído como resultado la tendencia de tratar el problema como si fuese ideológico, como si fuese moral, mera cuestión de deseo u opción. No lo es. Se trata de una imposición objetiva de las relaciones de producción: La construcción de la frase es una paradoja, los vínculos subjetivos del trabajador con su trabajo es una necesidad objetiva del actual estado de división del trabajo.

Quien no se da cuenta de eso trata, por ejemplo, de realizar un programa de calidad sin alterar el control del trabajador sobre el proceso de trabajo y el resultado, cuando existe, es trágico.

Además de colocar en el orden del día la cuestión del rescate de los vínculos de la subjetividad, de identidad, de significado, el cambio que veníamos dibujando tiene otra consecuencia importante: entierra de una vez por todas las posibilidades de actuación en el mercado al por mayor, condena las soluciones para los óbices que el trabajo atraviesa en el

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mercado al por menor, sin fórmulas listas, sin paquetes que se puedan comprar. Por definición cada caso es, antes de todo, un caso, cada empresa es una empresa, cada trabajador es un trabajador. En otras palabras, la nueva realidad impone la necesidad de un diagnóstico, antes, durante y después de la intervención.

Recoja en una pincelada cualquier empresa pública o privada: Si el dinero y/o el tiempo que se gasta en recursos humanos, desarrollo de personal, concientización de los trabajadores, no ofreciese como retorno el cumplimiento de un 5% de los objetivos a que se propone, el trabajo de hoy sería el mejor del mundo, los balances estarían a kilómetros de la línea roja del diagrama. No es lo que vemos.

Por el contrario, el escenario nos recuerda el de un incendio en el gallinero; el departamento de salud corriendo para un lado, el de beneficios para el otro, capacitación para el otro, selección para el otro y la administración atónita, todas las acciones prometiendo solemnemente que esa vez el problema va a ser solucionado.

No se trata de un brote de incompetencia apenas el cambio objetivo y demasiado reciente de las condiciones de trabajo.

Veamos entonces si no es así: Todos los datos de que disponemos indican que las células autónomas producen

más y mejor que la línea de ensamblaje, en ese último caso, los métodos eran conocidos; se monta un facsímile de la producción, se realiza un estudio cauteloso de tiempos y métodos, se escoge un número de obreros con criterios insignificantes como la distancia que hay desde el trabajo y alguna (no mucha) experiencia anterior, una semana (casi eso), para adaptarse al ritmo de trabajo (llamada pomposamente “capacitación”) y allá vamos. En la célula autónoma, otras variables se hacen determinantes; los trabajadores necesitan conocer todo el proceso de trabajo, los grupos deben conversar entre sí, lo que abre la cuestión de las relaciones sociales de trabajo, el jefe necesita preocuparse con algo más que la velocidad de la producción, necesita organizar y dirigir personas y así vamos, cosas nuevas que exigen un conocimiento de la realidad donde el viejo reinado de la experiencia, aunque sea todavía necesario, no es suficiente. Pero si como decíamos el resultado compensa, el precio a pagar es el de un mejor y más profundo conocimiento del territorio en donde estamos.

La tesis no necesita una defensa más elaborada: Ha llegado la hora de prestar más y más atención a las condiciones psicosociales para el desarrollo de la subjetividad en el trabajo y un diagnóstico, si ya era sensato se hace ahora obligatorio. El laboratorio de Psicología del Trabajo de la UNB, ha venido estructurando un diagnóstico del trabajo que pueda hacer operacional el análisis y la intervención con base en los principios expuestos hasta aquí. El Diagnóstico del Trabajo (DIPSIT)

Un diagnóstico del trabajo, según la concepción defendida aquí, parte de un presupuesto relativamente sencillo: el circuito sujeto - objeto - significado, o lo que es lo mismo, sujeto - significado - objeto, mientras más completo más complejo, más implica en placer en el trabajo, trabajador realizador, compositor y re-compositor de la identidad del sujeto al romper el ciclo (por ejemplo, al no encontrarse una relación entre esfuerzo y consecuencia), tenemos por un lado, un problema para los administradores del trabajo, (por ejemplo, el departamento de recursos humanos). El reconocimiento del circuito de construcción de significados que ese o aquel trabajo engendra y las rupturas que existan, es un poderoso instrumento de gestión, uno de los pocos que puede prever un problema

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organizativo antes que él se dé, o incluso, y lo más importante, es capaz de reconocer modos “transferidos” de resolver el conflicto.

La ausencia de oposiciones en el Banco do Brasil por mucho tiempo y la búsqueda para llenar plazas a través de pasantes, creó derechos diferenciados y relaciones entre trabajo igual y derechos diferentes, la “ruptura” aparece en los discursos dentro del banco, como un espacio faltante, “gap” entre las diversas generaciones, los viejos y los nuevos del banco, lo que parece ser una cuestión cultural, aparece en el análisis como un problema estructural de trabajo.

También desde el punto de vista del administrador, estamos hablando de la posibilidad de una planificación global y estratégica de acciones y prioridades en recursos humanos, de la salida de la posición defensiva de “apagar incendios”, para una acción preventiva que se basa en un diagnóstico más abarcador de las relaciones entre trabajo y trabajador.

Desde el punto de vista de la actuación sindical, se trata de romper con la histórica tradición de actuar exclusivamente tomando como base el reclamo inmediato, aquel que se da en el mostrador. Un determinado sindicato en el interior de São Paulo, denodó sus esfuerzos en la conquista de un programa de financiación de casas populares. Al medir efectivamente la demanda, era un problema para menos del 2% de los trabajadores en la base, por coincidencia, algunos de ellos insistían con la reivindicación.

Se podría abandonar entonces la perspectiva exclusivamente corporativista y economicista, que transforma al sindicato en un agente de búsqueda de mejores salarios, ignorando, dejando exclusivamente para los técnicos de las empresas la compleja y sufrida discusión sobre las condiciones de trabajo, como si eso no tuviese la más mínima importancia para los trabajadores.

Estábamos hablando del reconocimiento del circuito de significados, desde el punto de vista del trabajador, cuando el mismo se rompe existen dos alternativas, o el individuo encuentra un “modo de reapropiación”16, o la ruptura implicará en sufrimiento, pudiendo implicar también en problemas de salud mental17.

Para algunos problemas estructurales del trabajo, la única salida que nos resta es paliativa, encontrando formas de poner a disposición modos de reapropiación capaces de auxiliar a los trabajadores.

Profesionales de enfermería y otros vinculados al trabajo de cuidar, necesitan establecer vínculos afectivos importantes con sus clientes para cumplir su función, al mismo tiempo, necesitan un distanciamiento afectivo que les permita tomar medidas técnicas y/o los protejan de las pérdidas inevitables (si por ejemplo, el paciente muere o se aleja de la empresa). Es necesario que se encuentren formas de lidiar con el punto muerto, a través del aumento de la resistencia del trabajador, o actividades que permitan la transferencia, la administración de su energía afectiva. Ya que el reinado de la técnica haría

16 Individuo, .... 17 La neurosis podría ser definida, en ese contexto, como una forma específica de reapropiación que tiene como característica el hecho de ampliar el abismo sujeto-objeto al revés de suturarlo. Así, la depresión es un modo de administración de la pérdida que perpetua el sentimiento de que “soy un perdedor”, “es mejor no tratar otra vez”... la locura, un modo de interiorizar la vigilancia frente al riesgo. Convirtiéndose en su propio enemigo. La estructura de algunos puestos de trabajo construyen rupturas pero también “fuerzan”, aumentan la probabilidad de que los modos de reapropiación disponibles estén “enfermos”. Ver El Síndrome del Trabajo Vacío o la Locura en los Teclistas, Sufrimiento.

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su trabajo insoportable, como también la “adopción afectiva de cada cliente”, por esa vía se explican también los fuertes contenidos de seducción que aparecen en el imaginario de esos trabajadores.

Pero la mayor parte de los problemas que encontramos pueden ser resueltos con intervenciones en las condiciones del trabajo y/o con capacitación para los responsables.

Desde un punto de vista del “sufrimiento/placer” en el trabajo, un liderazgo “laissez-faire” es el peor liderazgo, los subordinados quedan a la deriva, una misma respuesta puede producir resultados contradictorios, por eso, algunos sectores reivindican salidas autoritarias para determinados puntos muertos organizativos, es mejor alguna dirección que ninguna dirección, “por lo menos así yo sé qué hacer”. El hecho es muy común en la administración pública, donde las relaciones jerárquicas nos remiten “misteriosamente” siempre a un punto más allá, y en la práctica las orientaciones aparecen como que “provenientes del espíritu santo”.

Por ser estructural al trabajo, la intervención en esos parámetros usualmente, al mejorar las condiciones de trabajo y concientizar sobre las trampas del trabajo propiamente dicho, le interesa a los trabajadores como también les interesa el aumento de la productividad. No hay trabajo que rinda el máximo que podría rendir cuando menosprecia el rol que ejerce en la identidad del trabajador. En ese sentido, vale recordar que el encuentro de mecanismos de reapropiación adecuados o no, no exime de la responsabilidad de alterar las condiciones de trabajo, en el sentido de eliminar las rupturas que el diagnóstico constató.

El desarrollo de una red de chismes entre los trabajadores contra las Direcciones, puede permitir que un determinado sector conviva “pacíficamente” con una política de dirección arbitraria “la mujer de fulano lo traiciona con el panadero”, el problema puede no aparecer en una observación lega y perdurar por tiempo indeterminado, pero si se le enfrenta podría ampliar considerablemente los niveles de productividad y/o de satisfacción en el trabajo. A manera de conclusión

Los momentos de cambio, como esos que nos tocan vivir, invierten las señales y lo que no es importante ocupa el centro de la escena. El Trabajo siempre fue esencial, tanto lo fue que casi pasó desapercibido, pero siempre estuvo allí y no nos exige atención. Ahora el trabajo se diseminó, exige que lo revisemos. Ahora es el momento de darnos cuenta plenamente de su importancia.

Es posible darnos cuenta de que, si fue capaz de promover tanto sufrimiento es por su infinita capacidad de donar placer. Si fue tan despreciado, es por su omnipresencia.... Todavía hay tiempo.

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Calidad, Participación y Salud Mental: 18Muchos puntos muertos y algunas salidas para el trabajo en

el fin19 del siglo. Wanderley Codo - UNB/PST

El encanto de un tema como ese consiste exactamente en su arrogancia, la

imposición de un tema como ese está en su urgencia: mientras más grande es la confusión del presente, más grande es la dificultad de reflexionar sobre el futuro; grande, enorme es la confusión que reina en el mundo del trabajo, ¿cómo alguien osaría tratar de entender dónde la tónica es exactamente la ausencia de propuestas? Por otro lado, cuando lo que se ve en el horizonte es solamente el hecho de que nada está claro, mayor es la necesidad de enfrentar el dilema. Nos urge entonces recopilar toda la arrogancia disponible y enfrentar la tarea. ¿Para dónde va el trabajo en este final de siglo?

La pregunta por sí sola muestra la respuesta, es necesario primero, dibujar, aunque sea a grandes rasgos, los determinantes del trabajo es este siglo que termina, solamente después será posible especular sobre su futuro.

El siglo veinte vio el trabajo estructurándose en torno a tres pilares fundamentales: la universalización de las relaciones de intercambio, la transformación del trabajo en fuerza de trabajo y lo que llamaremos provisionalmente “institucionalización de la lucha de clases” (que se noten las comillas).

Los Tres Pilares

Quien quiera comprender cualquier sociedad, debe fijarse muy bien en tres puntos fundamentales: cómo se produce, cómo se organizan los intercambios entre los productores y qué relaciones sociales se definen, o sea, el caparazón político ideológico que regula la sociedad.

El primer pilar, las relaciones de intercambio. El objetivo de la Psicología coincide, mucho más de lo que ya notamos, con el

objetivo de la Economía: ambas ciencias buscan comprender las relaciones de intercambio del Homo Sapiens. Comencemos entonces por las relaciones de intercambio entre los hombres, sin cuestionarnos por ahora si estamos hablando de Economía o Psicología.

El intercambio humano con la naturaleza se diferencia del intercambio animal por la trascendencia. En su metabolismo con la naturaleza, animal/naturaleza se transforman en el límite estricto de la díada que se estableció. Para los hombres, cada relación con la naturaleza es más grande que ella misma: por la vía de la construcción de los símbolos, a través del lenguaje y el trabajo (no necesariamente en ese orden), cada intercambio humano se incorpora al ser y al venir a ser del hombre, conformando ahora su historicidad.

18Las ideas originales de ese artículo, se suscitaron del trabajo conjunto y de las proficuas discusiones con Luis Lima, consultor de la Intercorp, Porto Alegre. 19 Ese capítulo fue escrito al final del siglo pasado.

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Tomemos la relación madre – hijo, tal como el psicoanálisis la describe. Madre e hijo aparecen primeramente como una identidad narcísica. El hijo es objeto para la madre, pero no puede colocarse a sí mismo, no puede constituirse como objeto. Si madre e hijo continuasen en un mero metabolismo entre uno y otro, no sería posible su constitución como objeto. Ser parte de la madre, componer sus deseos, satisfacerlos con y por la madre no basta para constituir el hijo como objeto. La pregunta “¿qué soy para ti?” que para el psicoanálisis es una de las preguntas centrales, solo puede ser estipulada por la constitución de otro sujeto a pesar de la madre: por la presencia del padre, vía triangulación edípica. A través de la constitución del aparato simbólico engendrado por el lenguaje, el niño es designado, obtiene un lugar en la estructura simbólica, pasa a tener un nombre, a sentirse como constitución de un ser además y a pesar de la madre, solamente así puede preguntar “¿qué soy para ti?”, solamente así puede abandonar la posición de indiferenciación de la madre, el narcisismo original. La presencia del padre como el que interviene en la relación madre e hijo, la presencia del lenguaje como el otro de la relación diádica, que entusiasmó los estudios de Lacan, posibilitan la relación de objetivo. A partir de un tercero el padre, la ley, la palabra, el hijo puede establecerse como el otro que complementa y que se diferencia de la madre. Pero la triangulación a que nos referíamos no es exclusividad de los vínculos familiares. El pez es para el pescador la satisfacción de su necesidad inmediata. Al ser pescado, imanta los instrumentos utilizados (vara y anzuelo), con sus marcas. Cierran un circuito, pez, necesidad, instrumentos, pescador. (Recordemos que no hay un orden definido en ese proceso, mucho menos un momento inicial o final. Se trata, evidentemente, de un “moto-contínuo”). Por los instrumentos el pez pasa a ocupar un espacio en la vida del pescador, más grande y trascendente a su necesidad inicial. El pez demarcó su espacio, definió su presencia autónoma. A pesar del hambre, pasará ahora a formar parte del universo simbólico del pescador y su troupe, podrá comparecer a las fiestas como un símbolo de aquella cultura. El vínculo metabólico inmediato pez-hambre/pez-pescador, las relaciones diádicas que el metabolismo animal suele establecer, son transformados en relaciones triádicas donde pescador y pez nos remiten a su símbolo, donde el símbolo pez trasciende al pez y al pescador y continúa su recorrido, imantando a los instrumentos, el lenguaje, la cultura, constituyéndose así en un objeto que posee y que pierde. Trate de convencer a ese pescador de que la carne de soya tiene más proteína y es más económica, que usted se dará cuenta de que el pez es mucho más grande que sí mismo. Es un objeto para el pescador, que no alcanza su composición proteínica, escapa, desobedece a la física. Frente al objeto así constituido, no existe ni siquiera un gramo de materia, es abstracción pura, y no es por eso que es menos real, menos presente en el cotidiano, omnipresente en la conciencia. Es objeto como condición. Otra vez un objeto como condición, en la exacta medida de su construcción. Otra vez se independiza de la materialidad tácita en dirección a una materialidad engendrada en el mismo momento en que se ejerce, independiente de la díada original. Si nos contentamos con el ejemplo del pez es apenas por falta de espacio. Los mismos elementos podrían ser encontrados al describir un adolescente tragándose una hamburguesa en el Mac-Donald. Las mediaciones están construidas a través del trabajo, exactamente porque Trabajo es el acto de depositar significado humano en la naturaleza. En una sociedad fundada en la cooperación y en el intercambio, desaparece cualquier otra forma que no sea el significado social del trabajo, lo que altera sutilmente la definición anterior. El Trabajo entonces, pasa a

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ser definido como el acto de depositar significado social en la naturaleza. Siempre determinó el modo de organización social y por eso mismo pasa a ser determinado por él: los Hombres organizados de esa o de aquella forma, informan a los gestos humanos su función, demarcando por ejemplo las diferencias entre trabajo y esparcimiento, comportamiento productivo y lúdico (el comportamiento lúdico pasa a ser el acto de depositar significado individual en la naturaleza, mientras que el trabajo pasa a ser significado social). La forma contemporánea de la organización social es la forma de la mercancía, o sea, la universalización del trabajo humano; la posibilidad de la extensión del significado del gesto a cualquier uno de los hombres del planeta; o incluso la abstracción radical del trabajo específico construida por la equivalencia de todos los trabajos, intercambio universal, dinero. Entre otras cosas, se deduce que no es la doble representación como valor de uso y valor de intercambio, la que marca la forma mercancía (esa ya existía cuando los indios usaban las conchas como moneda), pero sí su abstracción de cualquier trabajo particular o de cualquier intercambio en particular; el reemplazo, vía moneda, de la necesidad humana por la necesidad humana genérica. Desde la pesca de consumo al escritor de libros, se van construyendo mediaciones entre el hombre y el hombre mismo. La reapropiación inmediata ahora mediatizada, omnipresente y por eso mismo no explicitada, latente, determinando con el disgusto de la conciencia cada significado. Al producir, el hombre transforma el medio a su imagen y semejanza y se transforma con él, es su producto, su producto lo presenta nuevamente lo representa. Durante la evolución del trabajo, el Hombre ha venido sufriendo sucesivas “pérdidas” en su proceso de construcción de sí mismo. A cada una de ellas debe contraponerse una forma de reapropiación. Ejemplo: en la producción colectiva, diez personas se dividen para hacer algo, se pierde el “savoir faire” individual y se obtiene la “identidad de grupo”, lenguaje, modo de vestir, “modo de ser” común. La mercancía continúa siendo el modo como el trabajo se organiza hoy por hoy, la primera apariencia, la esencia del Capital. Un lado de la mercancía posee vocación universalizadora, continúa ocupando todos los espacios, tiempos, corazones, mentes... Otro lado se ahoga en lo idiosincrásico, lo subjetivo, personal e intransferible. Estoy refiriéndome al doble valor de la mercancía, valor de intercambio y valor de uso. Como valor de intercambio, la mercancía se deshace en el dinero. Se equilave. Nada distingue a la mesa del plato, cigarros, TV, un poema, los brazos o el ingenio de un trabajador, el cuerpo de una prostituta, el computador. Entre los elementos universales con que convivimos, ella aparece universal por excelencia. Hasta el lenguaje tiene patria, se une a su nicho de origen: un bookmaker no es un escritor; un amante no es quien ama. La mercancía no. Por el valor de intercambio se desgarra de su productor, del momento histórico de la producción, de los afectos de quien hizo y realiza la compra. Existe más allá y a pesar de los Hombres. Como valor de uso su itinerario es contrario: depende de la necesidad humana, está sujeto a sus locuras. Ahora una camisa se transforma en esa camisa particular, obtiene colores, cortes, estatus, afectos, en fin, existe en el reino de lo idiosincrásico. Desde el abismo entre valor de uso y valor de intercambio, de la oposición entre la mercancía y ella misma proviene la alienación ya se sabe, pero no es eso lo que me interesa aquí, nuestros caminos serán otros.

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Estamos frente a una realidad hermética como, por ejemplo, delante de una molécula de agua: fuerzas antagónicas y equivalentes atraen y repelen al hidrógeno y al oxígeno, menos atracción o más repulsión explota ese universo cerrado y el agua no lo será más. Lo mismo sucede con la sociedad capitalista: si modificamos el valor de uso, si desaparece la necesidad, (recordemos, en última instancia individual e idiosincrásica), o el valor de intercambio, la paridad universal; desaparece el capital, porque le faltaría su célula básica, la mercancía. Hermética y antagónica, la vocación del valor de uso, como vimos, es destruir el valor de intercambio en la exacta medida en que se construye por su especificidad, tal y cual el valor de intercambio que apenas existe en la medida en que funde e indiferencia las necesidades. La universalidad sólo se conquista con la moneda universal que, a su vez, se conquista con el intercambio universal, o sea, la paridad: el equivalente debe equivaler. La crisis en las relaciones de intercambio La paridad universal sufrió graves desestructuraciones con las dos grandes guerras. Las naciones aliadas estaban al borde de la ruina en 1944. Tres décadas de recesión, fracasos financieros y guerras mundiales habían hecho un estrago ostensible en las finanzas mundiales. Las guerras tienen el don de reunir una gran necesidad de fondos y la imposibilidad de trabajar para producirlos. La forma encontrada por los gobiernos siempre fue la de resolver el problema a través de la gráfica del Tesoro, emitiendo dinero y olvidándose de su real valor. Era necesario hacer algo. Cuarenta y cuatro países, representados por más de 700 delegados, realizaron una gigantesca conferencia para pensar en una salida: Mount Washington Hotel, Bretton Wood. La reunión fue conocida como el acuerdo de Bretton Wood, que creó el fondo monetario internacional y el Banco Mundial de Desarrollo. Reconocido el desorden económico internacional, el sistema previa una combinación del estándar oro con el insurgente dólar, estableció paridades fijas de moneda. Los veinte y cinco años posteriores fueron marcados por una innegable expansión económica. “Más acero, automóviles, buques y bienes de consumo fueron producidos muchísimo más que en toda la historia de la humanidad. Ninguna recesión o pánico serio se dio en ese período”. Bretton Wood logró durante aquel tiempo, alcanzar su principal objetivo: “proporcionar un clima monetario estable a fin de facilitar la retomada del comercio internacional”. (Moffit, 1985). Así como antes la hegemonía de los intercambios mundiales se suscitaba bajo el estándar libra esterlina-oro. Con el declive de Inglaterra y la hegemonía posguerra de los EUA, el estándar dominante pasaría a ser el doble dólar-oro. La paridad de la moneda, aunque todavía bajo la hegemonía conquistada por el dólar, permitió “la mayor expansión económica de la historia”. (Moffit, pg 14). Planificada para estabilizar la economía mundial por supuesto, bajo la hegemonía de los EUA, se puede decir que Bretton Wood cumplió su cometido. A partir de ese entonces, el sistema financiero internacional pasa a vivir bajo la siguiente contradicción: el poder de los EUA ejerce la función estabilizadora de los intercambios internacionales, pero al mismo tiempo, hace que el sistema como un todo, sea dependiente de los destinos de los EUA y por tanto susceptible a sus crisis internas. La guerra de Vietnam; la emergencia de Japón y Alemania en la disputa por la hegemonía; el

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hecho de que los EUA podrían resolver sus crisis de balance de pago trabajando en gráfica y produciendo la moneda fuerte en casa (lo que a su vez provocaría un fuerte desequilibrio en su balance de pago); la desconfianza del entonces bloque socialista en depositar sus reservas en dólar dentro del territorio norteamericano; todo eso provocó un cambio en el escenario. Al sentir que la especulación financiera podría escaparle de las manos, los EUA elaboran una serie de medidas con el objetivo de controlar la actividad bancaria. La respuesta de los bancos es sencillamente transferirse de los EUA para Wall Street, donde podrían operar sin los controles norteamericanos. El bloque soviético, ve en Wall Street la chance de operar financieramente en el mercado internacional, sin correr el riesgo de ver su rico dinerillo comido por los puercos imperialistas. Por ejemplo, la Unión Soviética pasa a controlar en Paris, un banco llamado Banque Comerciale pour L’Europe du Nord, donde incluso China efectuaba sus depósitos. Los propios bancos norteamericanos rápidamente se dieron cuenta de la ventaja de instalarse en el mercado europeo, a la moda de los apátridas, y empezaron a transitar por las mismas calles de Wall Street. La paridad fija, uno de los principales avances de Bretton Wood fue resquebrajada unilateralmente por los EUA en 1971 al separar el dólar del estándar oro. El sistema que pasa a valer es el del cambio flexible, lo que hace con que los gobiernos pierdan, en gran parte, el control sobre el cambio. Esas y otras cuestiones traen, por primera vez a colación, un mercado internacional de moneda. Claro que la moneda siempre fue una mercancía, siempre tuvo por tanto, su valor de uso y de intercambio; lo que empieza a suceder es la aparición de la moneda como mercancía generando más valor a sí misma, no más como equivalente de otra. De esa forma, hasta la ruptura del acuerdo de Bretton Wood para hacer más dinero, era necesario construir la ecuación D-M-D (dinero- mercancía- dinero), después de eso fue posible encontrar la plusvalía a partir de la ecuación D-D (dinero - dinero) pero en su ausencia, es mejor insistir en cualquier otra mercancía presente en la transacción. Para que tengamos una idea del volumen de ese mercado, si tomamos como base el año de 1977, 50 billones de dólares cambiaron de dueños. En el mismo año, el volumen total comercializado en todo el mundo rondó los dos billones de dólares. La conclusión podría ser que, la gran mayoría de ese dinero camina por sí mismo, no corresponde a ningún producto comercializado. Las últimas cuentas nos hablan de cerca de 13 billones de dólares navegando por los mercados financieros en busca de especulaciones, cuantía más que suficiente para erguir o para destruir a cualquier país en cuestión de días. Otro dato revelador que Moffit llama economía de papel, es el de que “para cada dólar de préstamos, los más grandes bancos norteamericanos poseen tres y cinco centavos de capital y reservas”. Durante el más abarcador período de bancarrotas bancarias de la historia (décadas de 20 y 30), las razones capital-título eran como promedio de un 10%. La cuenta es aterradora. Si los clientes de cualquier banco decidiesen recuperar su dinero apenas 3 en cada 100 saldrían con algo en el bolsillo, el resto no existe, excepto como moneda fiduciaria. Constatamos que las relaciones de intercambio son la piedra fundadora de la individualidad (en el capitalismo, sujeto universal se construye por el intercambio universal), después nos dimos cuenta del deterioro de las relaciones de intercambio a partir de 1971, vía construcción de una “economía” basada en la especulación financiera. Socialmente hablando hay reflejos visibles.

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Hablamos sobre la deterioración de las relaciones de intercambio, de la imposibilidad de parámetros, de medidas. Son esas relaciones de intercambio que nos definen como sujetos, como personas diferentes: yo soy Wanderley Codo, diferente de ti, en la medida exacta de mis relaciones de intercambio. Me reconozco en el espejo por mi capacidad de trabajo, de intercambiar cosas, por la forma como me visto, el carro que compro o no compro etc. Cuando se deterioran las relaciones de intercambio, también se deterioran las relaciones sociales, las posibilidades de reconocerse y/o reconocer al otro. Es la bancarrota del contrato social. Lash, en un libro llamado “Mínimo Yo”, hablando sobre los Estados Unidos, revela lo que llamó “sociedad narcísica”, una sociedad que no reconoce la diferencia entre cada uno de nosotros y el otro. Una sociedad que es incapaz de hacer proyectos, que vive un día a cada momento, que es incapaz de llegar a una organización política, sin partidos, sin sindicatos, con excepción de movimientos de preservación, cuyo gran mensaje es que el mundo puede acabarse mañana por la mañana. Estamos por tanto, frente a una condición social donde no se establece contrato, no se impone su propia individualidad. No apenas frente al otro, sino frente a sí mismo. La demanda clínica cambió; no encontramos más un loco depresivo, histérico, esquizofrénico. Encontramos al sujeto que le paga al psicólogo, al psiquiatra, para responder a una sola pregunta: “¿Quien soy yo?”. Ésa es la gran demanda de la clínica contemporánea. Se desorganizan los diagnósticos clásicos, las personas no saben exactamente con lo que están lidiando. Una de las consecuencias directas de la pérdida de la paridad es la imposibilidad del establecimiento del contrato social, la crisis de identidad elevada al estatuto de una epidemia social, la bancarrota de la política vía la imposibilidad de realización de proyectos debidamente acompañada de la búsqueda del fanatismo, el único modo que la sociedad conoce de construcción de una identidad en la ausencia de la noción de futuro. El segundo pilar. La transformación del trabajo en fuerza de trabajo. En una fábrica típicamente taylor-fordista20 el escenario podría ser este: quince segundos para la realización de tareas siempre absolutamente iguales; un cronometrador nervioso en busca de algunos segundos más; la negociación mezquina por el tiempo; el temible y temido control de calidad al final de la línea de producción capaz de responsabilizar a cualquier momento a ese o a aquel obrero por un error que para él sería fatal; las manos que se mueven como si estuvieran desconectadas del cerebro como las pupilas que se dilatan a la luz, sin vínculos con la conciencia del autor del gesto; las tareas divididas y divididas ad infinitum. Que Taylor hable por sí mismo, ya que ha sido más criticado que conocido: “Siempre que un norteamericano juega baloncesto o un inglés juega cricket, se esfuerzan por todos los medios para lograr la victoria de su equipo... si algún integrante deja de dar todo lo que es capaz en el juego, lo consideran un traidor... Sin embargo, el trabajador va a trabajar al día siguiente, casi siempre busca hacer menos de lo que

20El análisis de Taylor fue retirado del Libro: LEER, Tratamiento, Diagnóstico y Prevención, Vozes 1994, artículo de Wanderley Codo.

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realmente puede y produce mucho menos de lo que es capaz; y si él se interesase en producir más cantidad, sería perseguido por sus colegas de trabajo.” “Esa indolencia o pereza en el trabajo proviene de dos causas. Primeramente, una tendencia o instinto nativo de hacer el menor esfuerzo, lo que puede ser llamada indolencia natural....No existe duda alguna de que la tendencia del hombre común, en todos los actos de su vida, es trabajar despacio y cómodamente...En segundo lugar, las ideas y razonamientos más o menos confusos, provenientes de la intercomunicación humana a la que le cabe la denominación de indolencia sistemática…” “Tal propensión al menor esfuerzo se agrava considerablemente cuando se reúnen varios hombres, a fin de realizar trabajo parecido... Bajo ese sistema, el mejor trabajador, gradual e inevitablemente disminuye su rendimiento al nivel de los más débiles e ineficaces” El combate al deseo natural de no querer trabajar, por un lado, y a la lucha contra el sistema en boga en la época de iniciativa e incentivos, en moda en las teorías de la administración en aquel entonces es lo predominante. Taylor aconseja a escribir los Principios de la Administración Científica, de donde las palabras anteriores salieron. Es del mismo libro el relato de Taylor sobre Smith, nombre ficticio de un cargador de lingotes de la Bethlehem Steel Company. Taylor tiene razón, Smith es paradigmático de toda la lógica de la administración científica. Se trata de un gran hecho: transformar la carga de lingotes para que aumentase la capacidad de las actuales 12 toneladas, para ni más ni menos que 47 toneladas en el mismo día. Acompañemos el diálogo de Taylor con Smith. “Nuestro problema entonces, se limitaba a lograr que Schmidt cargase 47 toneladas de barras de hierro por día y que él realizase ese trabajo con satisfacción. Procedemos de la siguiente forma: a Schmidt lo llamaron en particular y le comentaron más o menos lo siguiente de esta forma:

- Schmidt, ¿tú eres un obrero calificado? - No le entendí bien señor. - Deseo saber si tú eres o no eres un obrero calificado.

- Realmente todavía no lo entendí bien. - Fíjate bien. Tú respondes a mis preguntas y listo. Quiero saber si tú eres un obrero calificado, o uno de esos pobres diablos que andan por ahí. Quiero saber si tú quieres ganar $1,85 dólares por día o si estás satisfecho con los $1,15 dólares que ganan esos tontos que trabajan contigo. - ¿Me pregunta usted si quiero ganar $1,85 dólares por día? ¿Es eso lo que significa ser un obrero calificado? Entonces sí que lo soy. - Oye, tú me irritas. Naturalmente que quieres ganar $1,85 por día; todos quieren. Tú sabes perfectamente que eso no es lo suficiente para llegar a un obrero calificado. Por favor, responde mis preguntas y no me hagas perder el tiempo. Ven conmigo. ¿Ves esta pila de barras de hierro?

- Sí. - ¿Ves este vagón? - Sí.

- Muy bien. Si tú eres un obrero calificado, llevarás todas esas barras al vagón mañana, por $1,85 dólares. Piénsalo bien ahora y respóndeme la pregunta. Dime si eres o no un obrero calificado.

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- Bueno, ¿voy a ganar $1,85 dólares por todas esas barras de hierro que lleve al vagón mañana? - Sí, naturalmente te pagaremos $1,85 dólares para cargar una pila como esta todos los días durante todo el año. Eso es ser un obrero calificado y tú lo sabes tan bien como yo. - Muy bien, ya lo entendí todo. ¿Debo cargar las barras y llevarlas al vagón mañana por $1,85 dólares y también los otros días?

- Exactamente. - Siendo así, soy un obrero calificado.

- Espera, despacio hombre. Tú sabes tan bien como yo que un obrero calificado debe hacer exactamente lo que se le diga a partir de mañana por la noche. ¿Tú conoces a aquel hombre que está allá? - No, nunca lo vi. - Bien, si tú eres un obrero calificado, debes hacer exactamente lo que ese hombre te diga desde por la mañana hasta por la noche. Cuando él diga que levantes la barra y camines, tú te levantas y caminas y cuando él te diga que te sientes tú te sientas y descansas. Lo harás así durante todo el día. Y sin quejarte. Un obrero calificado hace justamente lo que le ordenen y no se queja nunca. ¿Entendiste? Cuando ese hombre te mande a caminar, caminas; cuando te diga que te sientes, deberás sentarte sin decir nada. En resumen, empiezas mañana y antes de que se ponga el sol sabrás si eres realmente un obrero calificado o no.” ¿Qué nos muestra la experiencia con Schmidt? Vamos por partes. 1. La separación entre planificación y ejecución. Alguien, especializado y que pertenece a la administración, debe organizar el trabajo, nunca el obrero. El método tiene dos afirmaciones contradictorias en dos momentos distintos. En un primer escenario, se trata de un proceso de expropiación, los obreros dominan su oficio, el patrón no. “La ignorancia del patrón a respecto de las etapas para realizar el trabajo, auxilia al obrero en el propósito de disminuir sus posibilidades de producción”. El segundo escenario está marcado por el creador encantado con la criatura: los obreros son los que no tendrían y ni siquiera deberían tener el conocimiento suficiente para comprender o elaborar la ciencia del trabajo ajeno; además el obrero no debe pensar, debe realizar el trabajo. Mientras más automatizados sean los movimientos, mejor. “Uno de los primeros requisitos para un individuo que quiera cargar lingotes como ocupación regular es ser tan estúpido y flemático que se parezca más en su constitución mental a un buey.” (La frase es clásica y se refiere a Schmidt.) 2. La división de las tareas y la reducción del ciclo de trabajo. Con Ford eso se transforma en la línea de ensamblaje. La segmentación de los movimientos en unidades de fuerza y energía necesarias están presentes, tanto como en Taylor. Es posible decir que Ford operacionalizó lo que Taylor concibió. Incluso hoy por hoy, ¿cuántos trabajadores existen que se dedican todos los días por meses y por años a un trabajo en que la operación completa se encuentra en el intervalo de dos o tres segundos? Las justificaciones son conocidas: aumentan la velocidad, disminuyen la necesidad de especialización. Otra vez impiden a los obreros el control sobre el proceso productivo.

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3. La tarea como categoría central de análisis. Taylor considera fundamental en su sistema la idea de tarea (lo que debe ser hecho, cómo hacerlo, además del tiempo exacto concebido para su ejecución), lo que inaugura un ejército de controladores, cronometradores, en fin, la ideología del control de calidad: alguien siempre preparado, vigilando el trabajo de los obreros, determinando si pueden o no y cuándo pueden conversar; cómo, cuándo y cuánto hacer; qué movimientos utilizar.

Mucho más podría ser expuesto, pero se escapa al objetivo de este texto, basta que continuemos adelante. La industria alcanzó los niveles de productividad gracias también a los aportes de Taylor & Ford. Con la llamada administración científica del trabajo, la producción pudo ampliarse sensiblemente y en un período de tiempo bastante corto. El triunfo se debe al hecho de que los objetivos se cumplieron: por un lado se expropió el trabajo, por el otro, se creó la expresión colectiva del trabajador, el sindicato y el partido político de clase. Sin embargo, incluso si hacemos una abstracción del fuerte combate que el movimiento sindical y la intelectualidad progresista enfrentaron contra el taylorismo, incluso así por dentro de los ritmos de la propia producción, rápido nos dimos cuenta que la productividad alcanzada en un corto periodo de tiempo traía como colofón un límite, rápidamente alcanzado y muy difícil de ser rebasado.

Figura 1.

Aumento de la productividad bajo la lógica tayorista- fordista (aproximación

teórica)

Si una curva que ejemplificase la productividad del sistema Taylor-fordista pudiese ser trazada, el resultado sería algo como se muestra en la figura 1: un gran aumento de la productividad en un período relativamente corto y después un nivel sólido que exige un abandono progresivo de la lógica taylorista para ser superado.

La crisis del taylorismo. ¿Por qué el taylorismo falló en aumentar siempre progresivamente la productividad? No fue a causa del desarrollo tecnológico sensu estricto. No fue la falta de máquinas apropiadas la responsable por el estrangulamiento de los límites de productividad que se observa en los días actuales. A fin de cuentas, cualquier laboratorio de investigación se encuentra lleno de novedades a la espera de la tolerancia de las industrias para ser probadas. En el ramo de la informática por ejemplo, existe una solución de hardware para cada invención que el mercado de software juzgue necesario.

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La dificultad está en el otro extemo de la máquina: en los trabajadores que deben operarla. La dificultad está allí mismo donde Taylor la detectó y se atrevió a afirmar: por las mismas razones. Taylor llegó al objetivo y al diagnóstico, una fábrica estrictamente taylorista en 1995 llegaría también al objetivo pero se equivocaría en el diagnóstico. La reducción planificada del ritmo de trabajo que él detectó no era y no se debe a nada que se asemeje a un vagabundeo genético, sino a una parte inherente de la economía capitalista, aquella misma que Taylor ayudó a desarrollar.

Si consideramos que “La Economía es la ciencia que estudia la actividad productiva”, debemos “estudiar las variaciones y las combinaciones en la alusión a los factores de producción”.

4- Es posible constatar a cualquier nivel de abstracción la anterior afirmación. Desde el punto de vista de las relaciones de intercambio bajo la forma monetaria (claro que esa no es la única), lo que ocurre simplemente es la compra y venta de la fuerza de trabajo. Existen dos formas básicas de abaratar el costo de la mano de obra: disminuyendo el precio de compra o aumentando la producción por el mismo número de horas trabajadas. Al otro lado del espejo también existen esas mismas dos formas, el aumento del salario o la reducción real de las horas efectivamente trabajadas, en el lenguaje de Taylor “hacerse el trabajador”.

Ése es el juego y tanto empresas como los trabajadores crean sus respectivas partes, en la eterna disputa por los indicadores de reajuste sueldo o negociando indicadores de productividad. Ese conflicto es básico, inherente a la lógica de la producción, Capital X Trabajo. ¿Cuál es el modo de operar con él que las fuerzas productivas engendraron en aquellos tiempos y del cual Taylor fue el mejor traductor?

La propuesta es transparente en el trabajo con Schmidt al que me referí antes. Lo que subyace a la lógica del capital en esos tiempos es la mera y simple eliminación del trabajador. La administración científica nos enseña a entender el trabajo estrictamente como fuerza de trabajo: cuántos kilos pueden ser transportados y en qué espacio de tiempo. Ninguna diferencia entre las cuentas que se hacen entre los “schmidt’s” y las esteras o las grúas.

Desde el otro lado la lógica era la misma: existían los ludistas que simplemente se dedicaban a romper las máquinas pues ellas aparecían como ladronas del trabajo de los hombres; estaban los partidos obreros, en aquel entonces empeñados en acabar físicamente con el capitalista y tomar también físicamente su lugar.

La evolución del movimiento obrero hasta las posiciones contemporáneas es demasiado compleja para ser tratada aquí, dentro de los límites de este texto. Debe bastarnos la constatación de que la industria capitalista casi fue derrotada gracias a su propio proyecto: al eliminar el trabajador, casi elimina con él las posibilidades del trabajo.

Schmidt fue seleccionado porque no pensaba y si corriese el riesgo, era capacitado a no tentar. La tarea exigía cargar 47 toneladas de lingotes por día. Pero de los laboratorios que Taylor introdujo en el taller aparecieron, además de los ingenieros contando tiempos y métodos, ingenieros que aportaron a la producción con una grúa movida a energía eléctrica, capaz de cargar 47 toneladas a cada 5 minutos. ¿Y ahora? Allá está Schmidt de frente a un panel con 30 botones preguntándole al obrero en tono desafiante: ¿Tú eres un obrero calificado?

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Sin dudas no hay espacio en esa fábrica para el buey. Es necesario un hombre capaz de tomar decisiones, adivinar los problemas a tiempo de prevenirlos y tenemos también los departamentos de recursos humanos, invirtiendo todas las señales. Ahora es necesario decisión, participación, involucración por parte de los trabajadores. Dicho y hecho.

En rápidas pinceladas, primero llegó el movimiento de relaciones humanas: psicólogos y pedagogos sonriendo empeñados en inventar la humanidad del trabajador, ejercicios de comunicación y de cooperación en salas ventiladas introduciendo, en un leguaje divertido, los infortunios del aislamiento social. Después de las “clasecitas”, que a veces acababan con discursos sentimentales y el “grupo” de manos dadas, era necesario volver a la línea de ensamblaje, organizada con mucho criterio para que el trabajador no pudiese conversar ni siquiera mirar a sus colegas de trabajo.

No fue difícil darnos cuenta de que había que caminar más. Desde allí hasta la reorganización de los espacios de trabajo, células cada vez más autónomas, trabajadores cada vez más plenipotenciarios, fue una cuestión de tiempo, poco tiempo.

En resumen, por imposición del desarrollo de las relaciones de producción, el capital fue obligado a darse cuenta del carácter indudable del conflicto capital X trabajo y lo peor, del carácter impulsor de ese conflicto para la propia evolución social. Cada vez que un obrero hace menos sabiendo que puede producir más y mejor, estará presente un perjuicio registrado en la contabilidad de ese día, pero está allí también para el que sepa verlo, una chance de oro de perfeccionamiento de los procesos productivos. Que aparezcan los problemas cuánto antes mejor, pues están llamando y con razón al movimiento por la calidad total.

El tercer pilar “la ideología oficial de la lucha de clases”. Althousser nos recordó que a un sistema social no le basta con la producción de su

existencia, sino también la reproducción de las condiciones de su existencia, es lo que el autor identificaba como siendo una de las funciones centrales de la ideología21. La pregunta sería: ¿Qué concepción ideológica tecían las relaciones sociales de trabajo hasta ahora?

El siglo XX se vio, desde el inicio, sacudido por el furor de los partidos de clase. Ya en 1917, la creación de la Unión Soviética fue capaz de transformar un país económicamente atrasado en una superpotencia que desvelaba al occidente. El resultado fue la diseminación del llamado socialismo real por casi un tercio del globo terrestre y la presencia casi obligatoria de los ideales del socialismo utópico por todos los países bajo la égida de un gobierno “capitalista”.

Estoy hablando de una lógica: nos acostumbramos a convivir después de la segunda Guerra con una lógica polarizada, estábamos o de un lado o del otro de esa relación. En aquella época, hablar sobre un trabajador, sobre sus derechos era ser acusado de subversivo, revolucionario, motivo suficiente para la prisión.

La revolución soviética dirigida por Lenin dividió el mundo en dos bloques antagónicos y complementarios, cada cual impulsando el desarrollo del otro. El mundo del trabajo pasa a estructurarse según una lógica estrictamente dualista. Los intereses del trabajador, donde y como se presentaban, eran inmediatamente considerados como socialistas, fenómeno del cual el macartismo fue apenas el lado más cómico y la dictadura militar en Brasil y en otros países de América Latina, uno de sus momentos más crueles.

21El trabajo de Althousser consiste en notas disgregadas que deben y que pueden ser criticadas aquí, por razones operacionales, si se toma apenas esa definición separada, por tanto, de sus lecturas de Marx, con las cuales yo particularmente estoy en desacuerdo.

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Por otro lado, cualquier iniciativa de los empresarios era inmediatamente analizada en lo que se refiere al aumento de la capacidad de explotación de la clase obrera.

El planeta como un todo se estructura según la lógica paranoica. Toda la geopolítica se organiza a partir de la presencia escondida del enemigo, omnipresente, ocupando todas las esquinas, todas las conciencias. El muro de Berlín es el mejor símbolo de aquella división del mundo en dos bloques antagónicos y complementarios.

Allport, en un texto clásico sobre la Historia de la moderna psicología social, atribuye y con toda razón, al crecimiento del comunismo, uno de los principales impulsos del desarrollo de las técnicas que hegemonizaron las intervenciones sobre el trabajo. Estamos hablando de las actitudes, de la dinámica de grupo, de los estudios sobre liderazgo, en fin, de toda la tecnología que es la definición como se reconocen hoy en día los recursos humanos.22

Ése es apenas un ejemplo de los parámetros que se estructurarán a partir de la cortina de hierro. Toda la cultura, todas las ciencias humanas se organizarán en base a un dualismo fundamental: sí x no, verdad x mentira, bien x mal, capital x trabajo. La bancarrota de la lógica paranoica.

El muro de Berlín cuando fue derrumbado, en una mezcla de derrota y rendición,

deja a toda la sociedad occidental con la necesidad de un enemigo. Bueno, pero el peligro del comunismo había sentado ya las bases bajo las cuales aquella sociedad se organizaba, ¿cómo sobrevivir ahora sin un buen enemigo?

Lo que es bueno para el obrero es malo para el patrón y viceversa. El dualismo es una miopía cómoda, la vida es más complicada. La existencia de antagonismos estructurales entre los intereses de los dueños de los medios de producción y los vendedores de la fuerza de trabajo (y ellos existen), no tiene ningún nexo con el hecho de que, por ejemplo, la competencia en el ejercicio del trabajo le interese a los dos polos de aquel conflicto.

Es fácil “organizar” el trabajo o cualquier otra cosa al combatir un enemigo externo. Los problemas pueden aparecer, tomar su real complejidad, es cuando nos deparamos con la posibilidad de ser nuestro enemigo. Si hoy en día las cosas no funcionan, no habrá más comunistas escondidos para echarles la culpa. Si hoy en día la empresa no está funcionando, la empresa se verá obligada a analizar lo que falló. De nada más nos sirve llamar a la policía, no es ella la que va a resolver los problemas de falta de competencia de las organizaciones/instituciones.

Paralelamente a eso, se pierde el sueño fácil de la revolución conquistada a golpes rápidos en el aparato político. El cambio solo podrá ser alcanzado cotidianamente con métodos que se organizan y se solidifican también en la práctica cotidiana, hay que cambiar todos los días, enfrentar cada opresión, cada injusticia, allí donde la encontremos. La

22El texto de Allport aparece en el Handbook of Social Psychology, Lindzey and Aronson, cuya primera edición se publica en 1954 y es el único a ser preservado en las segundas y terceras ediciones, 1968 y 1985. Vale notar que la Psicología Social norteamericana ha sido hegemónica suministrando bases teórico-técnicas para la intervención en recursos humanos y los parámetros trazados por Allport, tomados como referencia dentro de ella, quien adopta esos cánones o quien los critica, tiene en aquel texto, las bases teóricas de la discusión, allí está el énfasis positivisto (Allport elige Comte como antepasado de la Psicología Social), que puede definir las bases filosóficas de la Psicología Social Contemporánea.

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historia ya nos dio pruebas de que la eliminación de la opresión mayor no destruye las opresiones menores.

Resumiendo... Cualquier sociedad se estructura a partir del intercambio entre sus miembros, de la

producción de sus medios y de la reproducción de relaciones sociales en sus instituciones. El siglo que termina está en un trípode: Relaciones de intercambio internacionalizadas a través de la paridad de la moneda, división taylor-fordista del trabajo y dualismo paranoico socialismo/capitalismo. Los tres iconos que escogimos como parámetros de análisis fueron el acuerdo de Bretton Wood, el taylorismo y el muro de Berlín. De tan sólido, aquel trípode se deshizo en el aire. Con la ausencia de parámetros empieza la crisis del trabajo o sea, el momento histórico donde lo viejo ya se fue pero lo nuevo todavía no llegó. Sobre si lo viejo verdaderamente acabó, espero haberlo demostrado en los fugaces reglones anteriores, ahora, sobre cuán nuevo se propone, ése es el objetivo de nuestra discusión a partir de ahora. Las tres propuestas

A lo loco y sin la debida comprensión más exacta de lo que está de hecho sucediendo, mucho más por la urgencia que por la conciencia, tres movimientos han venido conquistando terreno en el mundo del trabajo: calidad, participación y salud mental. En los días actuales se transformaron en lugar común en el discurso sobre el mundo del trabajo, todos ellos están dispuestos a suministrar una respuesta para los problemas de producción que el cambio de parámetros que describimos anteriormente promovió. Vamos a ellas. Calidad

Los certificados de calidad como el ISO 9000 se transformaron en una industria en la actualidad, los programas de calidad total se convirtieron en una verdadera moda, cualquier revista especializada discute el tema hasta agotarlo. Claro que se trata de una moda y tal vez cuando ese texto salga de la editorial, otra moda ya haya reemplazado a aquella. Pero el hecho de tratarse de una moda revela mucho la búsqueda que el mundo del trabajo realiza, del esfuerzo en transformar radicalmente a sí mismo. Según Campos, los objetivos de los programas de calidad total serían: 1º la calidad considerada globalmente, objetivando la satisfacción total de los clientes. Para eso es necesario la calidad integral del producto o servicio (ausencia de defectos y características que agraden y satisfagan al consumidor), la calidad de la rutina de la organización (las operaciones, métodos y procesos tienen que ser previsibles y confiables), la calidad de la capacitación, de la información, del sistema, de los servicios de ingeniería, etc. 2º el costo del producto o servicio. El cliente debe tener productos/servicios cada vez con más calidad y más baratos, estando directamente vinculados al costo. 3º La atención en el lugar, en el plazo y en la cantidad requerida.

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La primera constatación a ser realizada es la de que esos objetivos son tan anticuados como la línea de ensamblaje. Ford, el creador de la primera de ellas, afirmaba en su libro “Mi vida y Mi obra” que la preocupación central debería ser la atención al cliente. Tenía como norma ofrecer sus carros cada año más baratos, llegando a veces incluso a devolver dinero a los consumidores cuando, en un determinado año, se dio cuenta que el costo sería menor que el primer cálculo prenunciaba. En fin, Ford sería un fuerte candidato a cualquier premio de calidad en 1995. ¿A qué debemos entonces esas anticuadas novedades? Si no están dentro de los objetivos, veamos las estrategias elaboradas para alcanzarlas: 1º División de la fábrica en pequeñas fábricas: "El contenido central de ese concepto de acuerdo con Harmon y Peterson (1991), consiste en reorganizar las fábricas complejas existentes en "múltiples y menores fábricas dentro de una sola fábrica". Esas fábricas dentro de una sola fábrica, pueden ser llamadas de varias formas: sub-fábricas, mini fábricas o unidades focalizadas. Entre las ventajas para la adopción de esa reorganización están: la reducción del tiempo de fabricación, economía de mano de obra directa e indirecta necesarias, la reducción de los restos de producción y los trabajos rehechos, reducción radical de las reservas de productos acabados en procesos y de materias primas, reducción del espacio necesario, de las distancias recorridas, etc. Además de eso, según Harmon y Peterson (1991) encontramos una excelente comunicación, un cuadro administrativo reducido, todos en la organización se sienten involucrados en todos los aspectos de la fabricación, servicios de apoyo industrial siendo normalmente ejecutados por operadores de máquinas y ensambladores incluyendo aquí, tanto el mantenimiento de corrección como el de prevención, la posibilidad de definir índices de productividad que sean capaces de premiar colectivamente a las personas, etc." (Lima, Nonnenmacher y Antunes Jr., 1992. p. 03).

Aquí comienzan a aparecer las novedades con relación a los parámetros de Taylor y/o Ford. El principio de reunión de todas las unidades en una sola fábrica, implementado tan radicalmente por Ford, tenía el objetivo de centralizar el control, la pulverización sugerida por el modelo japonés objetiva exactamente lo contrario, la colocación del control dentro de la producción misma reduciendo el personal burocrático. 2º Producción complicada y trabajosa según las necesidades del mercado.

Se invierte la regla básica del sistema anterior de producción, donde los sectores productivos fabricaban grandes cantidades de productos y esos se metían desde el inicio del proceso productivo en el sector de ensamblaje/expedición/ventas. Ahora el cliente realiza el pedido y la producción va siendo ejecutada desde el sector de ventas hasta el sector de producción. Producir en el exacto momento de vender. Uno de los medios utilizados para facilitar eso es el uso de comunicadores visuales. 3º Estandarización de las actividades: El Principio taylorista clásico que adquiere gran énfasis. Según Campos (1989) es el principio de la estandarización el que le da a la empresa el carácter de la previsión.

Los productos o servicios se hacen regulares cuando mantenemos la obediencia de los estándares. Lo que Shonberger (1988a) expresa de forma más amplia cuando dice que existen dos objetivos globales de la Fabricación Clase Universal: reducción del desvío (llegar cerca del cero defecto y acercarse al "lead-time" o período de fabricación también cero) y de la variabilidad (el enemigo universal de la producción).

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4º Producción de lotes cada vez menores con sistema ideal de producción caracterizado por: un lote=una pieza, asociado a la disminución global de todos los tipos de reservas (productos finales, intermedios, materias primas, etc).

Ése es uno de los puntos centrales del “modelo japonés”. Cuando disminuimos las reservas y el tamaño de los lotes de producción, tenemos la posibilidad global de visualizar mejor y con más rapidez los problemas que puedan existir. 5º Control de calidad en el inicio, o sea, directamente en la producción.

La idea cambia con relación a las ideas pregonadas por Taylor. Al revés de rellenar pospuestas de inspección y verificación de la calidad, el propio trabajador se encarga de hacer eso. ¿Cómo? Ofreciéndole una capacitación más elevada para que él mismo sepa interpretar los problemas y también creando las condiciones objetivas para cuando los problemas aparezcan (vía reducción de reservas, producción en pequeños lotes, división de la empresa en pequeñas empresas, la creación de la relación cliente suministrador, etc). 6º Acciones diversas que objetivan asegurar que la producción no sea interrumpida y que no haya reducción en los niveles de calidad: 6.1 - Estímulo a la creación de grupos de calidad.

Una de las técnicas más utilizadas de reunir trabajadores para que ellos mismos discutan y descubran soluciones a problemas cotidianos de sus oficios, fue a través de los Círculos de Control de Calidad - CCCs. El CCC consiste en una reunión semanal o quincenal de una hora de duración (generalmente en el horario de trabajo), con la participación de 5 a 10 personas que deben discutir soluciones para los problemas diagnosticados según técnicas estandarizadas de solución y análisis de problemas. Generalmente, los grupos son premiados de acuerdo con los proyectos presentados sea en dinero o fiestas, encuentros, etc. 6.2 - Disminución del tiempo de preparación de los equipos para evitar daños en la entrega de los productos o servicios tanto internamente (cliente interno), como externamente (cliente externo). Con eso aumentamos la rapidez general del proceso productivo. 6.3 - Polivalencia de la mano de obra/mayor nivel de capacitación.

Con el objetivo de poder controlar la calidad en el inicio del proceso y de encontrar soluciones rápidas a los problemas, los trabajadores reciben más capacitación, con un aumento en el número de las tareas ejecutadas. Así, lo ideal es que los trabajadores sepan trabajar en diversos puestos de trabajo con la misma eficiencia que trabajarían en un único lugar. 6.4 - Reorganización del ambiente fabril – énfasis en la limpieza y la organización. 6.5 - Introducción de premios de productividad y calidad, generalmente datos colectivos. 6.6 - Disminución de los índices de absentismo y turn-over.

En realidad, la política de recursos humanos de la empresa tiene necesariamente que ser modificada, principalmente en razón de la capacitación dada a los trabajadores. Si antes las empresas tenían como mano de obra un obrero muy especializado y que fundamentalmente no se preocupaba con el control de calidad al inicio del proceso, ahora es ese mismo obrero el que realiza más tareas (polivalencia), y el que se preocupa en encontrar soluciones para problemas cotidianos de la esfera de la producción, además de preocuparse con la cuestión de la calidad de su cotidianeidad. Bueno, con la cuestión de la capacitación en el interior de la fábrica, es absolutamente necesario que la empresa mantenga a ese trabajador por más tiempo en la empresa, al mismo tiempo en que propicie incentivos para que él no falte al trabajo.

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6.7 - Política de involucración de los trabajadores vía incentivos salariales y beneficios de los más variados posibles. 7º Introducción del Mantenimiento Preventivo con el objetivo de anticiparse a los problemas. El principio es el de la “ruptura cero”, o sea, máquinas no deberán parar por problemas. Las paradas deberán ser siempre planificadas.

Excepción hecha al principio 3, la lógica se estructura en el sentido de: 1. Sustituir el control de la administración y transmitirle el trabajador el control sobre el proceso productivo, inclusive en lo que se refiere a los vínculos con el cliente. 2. Crear instancias de decisión colectivas, responsabilidades colectivas sobre el proceso productivo, lo que haría con que Taylor y/o Ford se revolviesen en sus respectivas tumbas. 3. Énfasis en la prevención de problemas y en la transparencia del proceso productivo. ¿Qué es entonces el movimiento de calidad total?

Una moda, como tantas que existen en las organizaciones y como tal reveladora de las exigencias del Trabajo en este fin de siglo: La imposición de rehacer los vínculos (objetivos y subjetivos) entre el trabajador y su trabajo.

La pérdida de la paridad como vimos antes, cierra las puertas de la reapropiación abstracta (vía valor de intercambio), entre el producto y el productor. La pérdida de la representación de clases (vía destrucción de la utopía del poder de clases), cierra las puertas de la reapropiación subjetiva del trabajador. La lógica taylorista se agota, los vínculos deben ser recuperados justamente donde se perdieron en las relaciones entre los hombres y sus trabajos. Los trabajadores, la división en pequeñas unidades productivas, el equipo de trabajo, la eliminación del mantenimiento ajeno a los trabajadores, el mercado determinando a la producción para resumir toda la secuencia de medidas que constan en la receta de un programa de calidad, poseen apenas aquel objetivo: cerrar el circuito entre el productor y su producto, entre el productor y el consumidor para llegar a la recuperación de los vínculos entre el trabajador y su propia identidad. No es por gusto que la fórmula proviene del Japón.

Allí donde los vínculos feudales más perduraron, no se imagina un trabajo ignorando la subjetividad del trabajador. En el feudalismo no estaba listo el caparazón jurídico, político e ideológico que rompió con las relaciones entre afecto y trabajo (ver Codo, individuo...) Los límites y los riesgos de los programas de calidad serán discutidos más adelante. Participación

Antes de cualquier otra cosa, sería muy juicioso separar democracia de demagogia nominalmente: la elección directa de las Direcciones, procedimiento adoptado en algunas organizaciones públicas, no pasa de un juego político inocuo, cuando no es peligroso para las organizaciones. Quien tiene el control es el que controla el proceso productivo y no quien vota o es votado para los cargos de dirección. Atribuir poder a quien no puede ejercerlo es confundir el poder con su liturgia. Por otro lado, si trabajamos en el sentido de democratizar el control sobre el proceso de trabajo, la elección de cargos directivos haría lo que debería hacerse, o sea, formalizar la distribución de poder que efectivamente ya estaba allá. Democratizar cualquier cosa en particular el trabajo, no es garantizar el derecho de dar indicaciones o corazonadas, es ampliar el poder de determinación del propio destino. El nombre de la democracia en las organizaciones es el control sobre el proceso de producción.

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Examinemos este escenario: Trabajadores reunidos en torno de un equipo unido y consciente de todos los pasos

de cada tarea que compone la producción; discutiendo y decidiendo en conjunto con los otros, los ritmos y los procesos, inclusive su horario de trabajo; trabajadores asumiendo la creación y la responsabilidad de sus productos hasta el consumidor; riesgos del trabajo descubiertos y prevenidos colectivamente.

Hace diez años atrás, pensaríamos que se trataba de una alucinación romántica, hoy se trata de un lado cada vez más probable de encontrar esas incidencias en la industria. Fábricas pioneras como la Volvo, la Toyota y la ABB, enfrentan con seriedad la tarea de reestructurar las relaciones de trabajo. En la actualidad no se puede más contar con los dedos de las manos las empresas que rompieron con el taylorismo, o mejor dicho, no sería una exageración decir que, actualmente, se hace difícil encontrar una industria que no haya modificado o por lo menos cuestionado, algunos de los viejos principios tayloristas.

El movimiento de relaciones humanas, la necesidad de involucrar al trabajador con el trabajo y más recientemente, las células semiautónomas, el énfasis en los procesos provenientes de los programas de calidad, la flexibilización de los tiempos, las gestiones participativas, en fin, todas las llamadas “nuevas tecnologías”, parecen mancomunadas en un mismo proyecto: aumentar la participación del trabajador en el proceso de trabajo.

¿Cómo se construyó esa enorme hegemonía contra la vieja y perversa línea de ensamblaje donde el trabajador bovino de Taylor era la regla? Por supuesto que existió el papel siempre bienvenido de los hombres de buena voluntad, pero habría sido más difícil si no existiesen también los fuertes imperativos de la propia producción. Los métodos de gestión que llaman al trabajador a tener cada vez más control sobre el propio trabajo no se habrían impuesto tan rápidamente si no hubiesen demostrado que podrían ganarle a Ford en su propio territorio: la productividad, la calidad y la eficiencia.

Resumiendo, los movimientos por participación y/o democratización del trabajo realizan, en el plano de las relaciones sociales de producción, lo que el movimiento de calidad sueña para el proceso productivo. Vale repetir la misma frase: la imposición de rehacer los vínculos (objetivos y subjetivos), entre el trabajador y su trabajo alarga otro hilo del mismo tejido, allí se investigan las tareas, las máquinas, los gestos productivos, aquí, el modo como el trabajador como agente colectivo recupera el control sobre el proceso de producción. Salud Mental y Trabajo

Hemos vivido los últimos diez años entre consultoría e investigación, más investigación que consultoría en salud mental & trabajo en empresas y sindicatos. No nos deja de causar un cierto espanto que los primeros estudios, realizados desde 1986 hasta 1988, fueron realizados casi que clandestinamente. Nosotros “pedíamos por favor” que se hiciera un diagnóstico de salud mental en el trabajo en las empresas. Apenas diez años después, las mismas empresas que con miedo se negaban a realizar un estudio que sería peligroso (exactamente por revelar sus problemas), nos invitan como consultores remunerados para el mismo diagnóstico. Existe una demanda cada vez más creciente de salud mental en el trabajo dentro de las organizaciones.

No se trata de un fenómeno apenas de Brasil. Podemos leer en el American Psychologist de 1990 (apenas en 1990), que el The

National Institute for Occupational Safety and Health (NIOSH) en los EUA, acaba de

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reconocer los desórdenes psicológicos ocupacionales como un problema prioritario. Los autores festejan: “eso representa la primera tentativa para elaborar una estrategia nacional en el sentido de promover y proteger la salud psicológica de los trabajadores”, es una recomendación de un grupo de trabajo debido al “rápido desarrollo de los desórdenes psicológicos vinculados al trabajo”, no había en 1990, una posición oficial sobre el asunto.

En Brasil menos todavía pero también se dieron avances. La NR 17, norma que reglamenta las acciones jurídicas y políticas en la salud, que tiene efecto de ley, resguardada por la CLT, que a su vez cuida de lesiones por esfuerzos repetitivos, también de 1990, toma en cuenta la organización del trabajo “adaptadas a las características psicofisiológicas del trabajador”. Todavía no se trataba del reconocimiento tácito de problemas psicológicos provenientes del trabajo, pero fue reverenciada por los profesionales del área y efectivamente así lo es, como un gran avance.

La imposición, la explosión del área, la necesidad de una intervención en el trabajo son internacionales. Han llamado a intervenir en empresas a sociólogos, psicólogos, etc. Ésa es la gran área de actuación al final del milenio.

El hecho de que trabajo y salud mental están íntimamente relacionados es obvio lo suficiente para darnos cuenta a través de cualquier persona que a cualquier momento haya gastado cinco minutos para pensar en la etiología del ser social (como nos hacemos parecidos con nosotros mismos). Por eso no escapó de la observación de cualquiera de los grandes maestros que escogimos para construir el edificio de las ciencias humanas, desde Augusto Comte a Karl Marx, desde Adam Smith a Sigmund Freud. ¿Por qué solamente al final del siglo se hace interesante para las organizaciones?

¿Qué cambió en el trabajo, en la sociedad en los últimos veinte años llevó a la salud mental y el trabajo hacia el centro de las atenciones?

Si los pilares sobre los cuales se estructura el siglo de la producción en masa desaparecen, ¿cuáles serán las consecuencias que esas organizaciones encuentran en ese final de siglo?

A veces, el esfuerzo científico tiene el mérito de explicitar lo que es evidente: si cada vez más el esfuerzo físico viene dando lugar al esfuerzo intelectual; si el producto de los trabajos se hace cada vez más complejo y abstracto; si la crisis internacional nos permite, a cada uno de nosotros, la previsión del futuro y nos obliga a “vivir un día a cada momento”, por supuesto que se hace más y más importante la intervención organizada, sea a través de selección y capacitación, sea a través del desarrollo organizativo, en el bienestar psíquico de los trabajadores. ¿No son esas, por ejemplo, las más fuertes quejas que hacen los usuarios de bienes o servicios? ¿El mal humor de los empleados frente a los clientes, la falta de involucración en las tareas, la falta de comprensión o paciencia de los funcionarios?

Existen muchos aspectos de cualquier trabajo que no pertenecen a la lógica racional. ¿Cuántas veces grandes proyectos se hicieron inviables porque una de las Administraciones no pudo controlar la envidia de su colega de trabajo? Cuanto más compleja es una organización y mientras más difíciles son sus obligaciones, más y más los motivos irracionales están presentes para explicar sus dificultades. Bueno, cada organización tiene sus complejidades, su identidad, por tanto, necesita ser conciente de los problemas que el individuo que en ella se integra y que con ella interacciona, enfrenta.

Pero eso también siempre fue verdad. Sucede que antes todo el esfuerzo era hecho en el sentido de expulsar del trabajo los afectos del trabajador, en limpiar el trabajo de cualquier manifestación subjetiva. Como vimos antes, el proyecto fue inviabilizado por la Historia. Al necesitar la participación del trabajador, acto seguido, los desórdenes afectivos

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provocados por el trabajo ocupan la escena; o los afectos se incorporan a la órbita de preocupaciones de los recursos humanos, o a cada tentativa de modernización del trabajo aparecen el sentimiento de frustración típico de quien le tira al conejo y mata el perro.

Ahora la cuestión la enfrentamos con todas sus letras: la crisis del trabajo en este final del siglo pone en jaque a la identidad del trabajador a través del trabajo. Estamos frente a la tercera incógnita de la misma ecuación. El proceso de trabajo, nuevamente analizado por la discusión de calidad, las relaciones sociales de producción, denunciadas por el movimiento de democratización del trabajo, y las investigaciones /intervenciones en salud mental en el trabajo, en busca de la relación del trabajador consigo mismo. Tres lados, una moneda

Partimos del problema en que se encuentra el trabajo en este final de siglo, aprendemos que el ciclo del cual Taylor es el icono más emblemático se acabó, para examinar las alternativas que la búsqueda empírica de salidas ha venido presentando. Hagamos una rápida retrospectiva, recogiendo aquí y allá las conclusiones a que hemos venido llegando: -La tarea que Taylor intuyó era la de la retirada del control del trabajo de las manos del trabajador, en el lenguaje de la economía política, la transformación del trabajo en fuerza de trabajo. -A la desapropiación le siguió la estructuración de los modos de reapropiación, a la ruptura de los vínculos entre trabajador y el producto de su trabajo se le siguió la configuración del trabajador como figura colectiva, sindicato, partido político. -El desarrollo del modelo tuvo consecuencias contradictorias, por un lado le dio impulso, en moldes nunca antes soñados a las fuerzas productivas, por el otro preparó su propia superación. Es que, al libertar al individuo de la sumisión con el otro (las marcas de la Edad Media), y crear al individuo pleno (igual a sí mismo), pasó a depender del trabajo para configurar la identidad que las relaciones de intercambio prometían. - El doble fracaso. Por un lado el socialismo en la tentativa de disputar el poder económico manteniendo al trabajador ajeno al control sobre los medios de producción y por el otro, el capitalismo, en la búsqueda de inventar al ciudadano participante por dentro de una estructura social que le impedía la participación exactamente en el trabajo. En el modo como se construye el individuo y el ciudadano, dejaron como alternativa la transformación del trabajo, desde siempre el único modo de realizar individuo y libertad. - A pesar de los errores históricos, o tal vez a causa de ellos, se abren alternativas de cambio del trabajo por las organizaciones de trabajo; calidad, participación y salud mental. - Ahora es posible darnos cuenta de que, estratégicamente, no existe la mínima diferencia entre esas propuestas. Haga un sorteo y resuelva por dónde empezar.

Si las cartas indican un programa de calidad al aproximar el trabajador de la necesidad del cliente, al suministrar indicadores claros de producción, productividad y calidad, usted se dará cuenta que está favoreciendo las condiciones para que el trabajador cierre el circuito mágico que se establece entre él y el producto, y la conciencia de que “el obrero hace a la cosa y la cosa hace al obrero” estará siendo realizada, o sea, estamos en el territorio de la salud mental en el trabajo. Cree grupos de calidad total durante el trabajo y verá a los trabajadores aumentando significativamente la democracia en el ambiente de trabajo.

Si quiere, empiece por un programa de mayor participación del trabajador y la voz que se escuchará será la de una mejor comprensión del circuito de trabajo, las sugerencias

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de alteración del proceso productivo. Sin darse cuenta, usted estará en el territorio de la calidad y/o discutiendo salud mental en el trabajo.

Por último, trate de intervenir en salud mental en el trabajo y mucho más rápido verá que es imposible si no se aprueba la participación y la calidad del trabajo/producto.

Nuestra inserción en ese extenso territorio, ha sido para contribuir con investigación e intervención en salud mental y trabajo, porque es el único diagnóstico en las empresas que tiene en cuenta la subjetividad del trabajador con la complejidad que el tema merece, ya que partimos del presupuesto que es exactamente en la reconstrucción de los vínculos subjetivos con el trabajo, que está el problema y la salida para la crisis de paradigmas que nos ocupan es ese texto.

De esa forma, parece que los problemas centrales del trabajo en ese final de siglo si no están resueltos o por lo menos bien ecuacionados, estaremos todos nosotros cerca del trabajo competente y feliz. En la práctica las cosas son diferentes, bien diferentes. Sucede que áreas como la Psicología Organizativa, la Psicología del Trabajo, Administración de Empresas y afines, sufren crónicamente de praticologismo. Todo se da como si cualquier programa solo pudiese ser considerado efectivo si cupiese, exactamente, en una diapositiva. El resultado que en las jergas del área se conoce como “objetividad”, acostumbra a ser un montón de cosas obvias vinculadas entre sí por un gracioso conjunto de flechitas. A cada afirmación obvia le sigue la otra afirmación obvia anterior. Los riesgos de los programas de calidad, participación y salud mental en el trabajo.

Es común ver los programas de calidad transformándose o en un ejercicio de convencimiento de doctrinas, o en una serie drástica de modificaciones, técnicas que no nos dicen a qué vinieron o lo que estarían haciendo allí. Me explico:

En la primera vertiente, se contrata a un simpático consultor para administrar conferencias y más conferencias sobre calidad, cuyo resultado es el de convencer a todos los presentes que lo están haciendo todo equivocadamente, pero que lo harán todo correctamente cuando cambien los nombres de lo que están haciendo.

En la segunda vertiente, el programa se instala a partir de reuniones con la Dirección y cae como un ladrillo sobre toda la organización un lunes por la mañana.

El resultado o es inofensivo, o implica en ampliar la segmentación y la extrañeza de los trabajadores en el trabajo, ahora con un taylorismo de las decisiones más llamativo pero igualmente limitante en lo que a la eficiencia se refiere. Un neo-taylorismo ahora en busca del divorcio de la planificación y de la acción también en las conciencias de los agentes responsables por el trabajo.

Es común también ver los programas de participación siendo objetos de apelos emocionados para que el trabajador “enarbole el estandarte de la empresa”, o sea, tomar para sí la bandera del señor y llevarla hasta donde y como el señor desee. Eso es lo que hace un buen jugador de fútbol, defiende el equipo y obedece fervorosamente al técnico.

Es una pena que un juego de fútbol sea una guerra, producir allí es derrotar al otro. La lógica de la productividad aquí consiste exactamente en cooperar con el otro no en aplastarlo, pues en el trabajo solo ganamos cuando ganamos todos.

Sinceramente, en nuestras relaciones con las empresas no soñamos, ni siquiera pretendemos que el trabajador defienda la empresa. Deseo fervientemente, que cada trabajador defienda su empresa, que actúe colectivamente reconociéndose a sí mismo como

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diferente de todos los otros: un sujeto particular, único, contribuyendo con su especificidad para un objetivo común. En el caso contrario y es más común de lo que puede parecer, el resultado es una especie de feudalismo tardío donde el colectivo que compone la situación de trabajo se transforma en un enarbolador de banderas de los liderazgos de la empresa. El único resultado práctico es una amplificación de los errores de los dirigentes, una fidelidad canina, ahora democráticamente diseminada por toda la jerarquía.

Nosotros no estamos en busca de un neofeudalismo, una nueva servidumbre al señor gerente, reemplazando el endiosamiento del capital por el endiosamiento de la política de recursos humanos de la empresa.

En cuanto a la salud mental en el trabajo, muchas y muchas veces se ve el diagnóstico transformado en una fábrica de denuncias pret-a-porter, un muro de lamentaciones como por ejemplo, “pobrecito el trabajador” sufre tanto... El resultado es que se crea exactamente lo que se quiere combatir. Si una de las causas del sufrimiento psíquico en el trabajo es exactamente el estrés y si la conciencia del riesgo en la ausencia del conocimiento de como evitarlo es estresante, entonces los estudios de salud mental y trabajo, en la vertiente de la denuncia fácil son iatrogénicos.

Hay que añadir la irresponsabilidad de algunos de ellos. Conocemos uno que se contenta con entrevistas de seis sujetos, todos ellos líderes sindicales muy buenos, para concluir sobre los problemas de salud mental en la categoría de los bancarios. Aquí, la falta de servicio es más elevada, se banaliza el sufrimiento humano. Los bancarios tienen problemas en la relación con su trabajo, problemas complejos, que merecen la debida atención.

Técnicamente hablando, las cosas serían mucho mejor si antes de vender y comprar cualquier paquete con las últimas maravillas del mercado, se enviase un diagnóstico lo más completo posible de la situación efectiva del trabajo. Ya pasó la época en que el brillo de ese o de aquel administrador /consultor, basado estrictamente en la experiencia, bastaba para encontrar salidas a los problemas de la organización. Hoy los problemas son mucho más complejos. Desde el gesto productivo hasta la superestructura cultural e ideológica de la empresa y su ambiente, se transformaron en variables fundamentales de análisis e intervención. La complejidad del trabajo contemporáneo no cabe más en la experiencia individual. Por supuesto, nadie quiere prescindir de la experiencia, hay que reconocer, sin embargo, que no es suficiente. Las ciencias humanas han venido desarrollando un extenso arsenal de instrumentos confiables de medida, la estadística de datos cualitativos se sofisticó enormemente en las últimas décadas, no hay razón alguna para que los administradores y/o consultores se contenten con el sencillo cálculo de porcentaje, algo como la vieja escala de Maslow, un 51% quiere mejores sueldos, un 49% desearía un mejor relacionamiento en el trabajo. Con ese nivel de exactitud y capacidad de análisis que no se reclame después sobre si los departamentos de recursos humanos fueren tratados como un trapo en las reuniones de la Administración.

Defendemos que ese diagnóstico debe contar, y si fuere posible iniciar, con un fuerte criterio de evaluación del estado subjetivo de los trabajadores, lo que llamamos aquí salud mental en el trabajo. Sin eso, todo el universo de significados que por definición no es visible a simple vista, permanecerá escondido debajo de la alfombra, resistente a cualquier intervención y fuera de cualquier diagnóstico. Es bueno recordar las afirmaciones del inicio de este texto: el trabajo es más que el empleo, es el acto de atribuir significado al medio y por tanto a sí mismo y al otro.

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Como conclusión Las bases sobre las cuales se construyen las relaciones de trabajo en este siglo que

termina se acabaron, con eso entra en jaque la identidad de la sociedad, de ella misma y de cada uno de sus individuos. Las señales de desestructuración pululan en cada esquina: el fanatismo creciendo en proporciones asustadoras; los grupos marginados de la configuración “mafia”, como narcotraficantes, juegos de azar prohibidos etc, proliferando y definiendo Estados y gobiernos paralelos; sindicatos y partidos políticos mezquinos en un corporativismo descarado; hombres y mujeres sin parámetros para definir sus relaciones afectivas, ni la familia ni un modelo alternativo; el misticismo y el charlatanismo frecuentando todos los ambientes y conquistando más y más espacio, inclusive en los departamentos de recursos humanos. Todo eso y mucho más en un momento en que las utopías desaparecieron sin dejar sucesoras.

La tesis defendida aquí es sencilla, se fue el trabajo que no logró cumplir sus promesas, vendrán del trabajo las respuestas que necesitamos. El análisis de los movimientos que el trabajo ha venido experimentando: Calidad, Participación y Salud Mental en el trabajo, demostraron que existen pistas para seguir en el sentido de llamar al demonio por su propio nombre.

La crisis es el agotamiento del modelo que exige la ruptura entre afecto y trabajo, la salida y la búsqueda de la identidad allí mismo donde ella se construye en el ejercicio de construcción del mundo, de los otros y de sí que se da en las sillas y burós.

O enfrentamos la tarea de construir un trabajo que reconstruya nuestra ciudadanía, o viviremos en busca más y más de la venta de la identidad a cada esquina, sometida a trucos como “mire al espejo para saber quién es usted”. No hay más tiempo para ilusiones, no hay espejos, nos urge construir uno.

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PARTE 3. LOS HALLAZGOS

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EL ARTE DE NADA HACER ¿EL FUNCIONARIO PÚBLICO HACE LO QUE

HAY QUE HACER REALMENTE? Wanderley Codo23, Ione Vasques-Menezes

El mito del trabajador holgazán en Taylor.24

Cualquier uno de nosotros ya vivió este drama en Brasil en los últimos 100 años. Al necesitar en algún momento una decisión, una medida, una dirección, una acción del aparato del Estado, se dio cuenta que su solicitud sufría una “inexplicable” e incomprensible demora. Acciones que técnicamente podrían ser finalizadas en horas ocupan años.

Quedó instituida inclusive, la figura del despachante. Profesional misterioso, poseedor del arte de despachar, palabra que entre otras cosas significa desembarazar. Los DETRAN*, hasta hace poco tiempo, eran la mina de oro de esos profesionales que hasta hoy tienen un espacio garantizado en el DETRAN de Rio de Janeiro o de São Paulo. Aquí en Brasilia, en el servicio público, ese despachante se sofisticó, pero continúa existiendo bajo nomenclaturas variadas que van desde asesor hasta lobistas, pero que no tiene empresa o estado, que no los tienen para desembarazar sus procesos e intereses en la capital. Parece un cuento de Jorge Amado.

Es eso exactamente lo que parece, todo ocurre como si las acciones del Estado estuviesen todas complicadas, como si fuese necesario buscar el principio de un hilo imaginario, donde empieza y donde termina la confusión. ¿Pero, qué es lo que origina el atraso?

Extraños deseos esos con los que convivimoss. Todos nosotros estamos seguros que el mundo sería mejor si las cosas sencillas fuesen resueltas de forma sencilla. Al ciudadano común parece como si el servidor público fuese é un ser dotado de la misteriosa propiedad de hacer difícil lo que sería fácil, de crear dificultades al revés de resolver problemas; un cuño, una firma, adquiere sorprendentemente el don de transformarse en una interminable epopeya.

Existen muchas y muchas formas de abordar el problema. Todas contribuyen en mucho pero ninguna de ellas logró resolverlo; la discusión sobre la burocracia y sus perversiones, los movimientos para el aumento de la calidad del servicio público, los intentos para el

23 Psicólogo, Doctor en Psicología Social por la PUCSP, Posdoctorado por la London School of Economics – IK, Profesor Titular de la Universidad de Brasilia y Coordinador del Laboratorio de Psicología del Trabajo de esa Universidad. 24 El texto que viene a continuación es un resultado parcial del diagnóstico integrado del trabajo desarrollado por el Laboratorio de Psicología del Trabajo de la Universidad de Brasilia. Se trató de la aplicación de instrumentos “cuantitativos” y “cualitativos” aplicados durante el año 2000 a un organismo publico del Distrito Federal. Aquí serán relatados los resultados provenientes de la metodología basada en entrevistas y reuniones de grupo. Uno de los subproductos de ese diagnóstico, disponible para consulta, es la disertación de Maestría de Lucia H. Soratto, defendida en el 2000 con el titulo: Funcionario publico, el mito del trabajador que no quiere trabajar. (UnB – 2000).

* Nota del Traductor: El DETRAN a que el autor se refiere, es el Departamento de Tránsito de Brasil.

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aumento de la transparencia en los servicios. En fin, utopías que se presentan todas como vestigios de esperanza, esta vez lograremos el milagro. Esta vez los tiempos necesarios para la realización de ese o aquel procedimiento serán cumplidos y las cosas continuarán tal y como siempre fueron.

Aquí se hará otro intento. Esta vez partiendo del trabajo del servidor público en su función más primitiva. Se preguntará sobre el gesto, sobre la acción propiamente dicha: qué es el hacer y el no hacer del servicio público. No se espera resolver el problema, antes suministrar un subsidio para quien quiera y pueda enfrentarlo.

Nuestra pregunta, como ya vimos, será sencilla tal y como lo es nuestra respuesta; ¿qué es el hacer y el no hacer del servicio público?

Pensemos en un servicio de protocolo. Existe porque el aparato del estado necesita el registro de la historia de sus acciones, entonces tomaremos el sector como un ejemplo para iniciar nuestra discusión.

La empresa privada o el ciudadano común dialoga con sus necesidades y trata de resolverlas. El Estado, además de eso, dialoga también con todos los ciudadanos y a través de los tiempos ahí tenemos la razón de la existencia de un sector de protocolo. Por ejemplo comprar papel. Veamos cómo deben comportarse un agente privado y un agente público frente a la tarea.

Para una empresa privada, basta que alguien se dé cuenta que el papel acabó. Se llama a dos o tres proveedores para preguntar sobre el menor precio y la mejor calidad posible, hacer la solicitud por el teléfono, recibir el papel y pagar lo que se debe. Listo. El problema está resuelto. En la empresa pública, es necesario tener en mente que los ciudadanos pueden y deben tener acceso al examen de esa operación. Impuestos nos son cobrados a todos. Tenemos derecho constituido a cada uno de los servicios, hoy y siempre; en cualquier momento alguien podrá cuestionar la compra del papel; ¿sería necesario realmente? ¿Se compró un papel bueno y barato? Ayer hoy o mañana, no importa, el gesto del administrador público tiene que estar registrado de alguna forma: ¿Quién solicitó el papel? ¿Para qué? ¿Quién lo compró, de quién, cuál y por cuánto? A través del protocolo todos esos gestos obtienen teóricamente la trascendencia que les caben, pueden potencialmente dialogar con todos los ciudadanos, a cualquier momento. ¿ Realmente pueden?

Claro, el tiempo de las dos operaciones está necesariamente diferenciado. Si en la empresa privada el tiempo necesario entre la llamada telefónica y la llegada del papel a la oficina, digamos que es X (el tiempo para que el sujeto A se comunique con el sujeto B y viceversa), el tiempo público es de 10 X (necesario para las diversas comunicaciones entre los diversos sujetos que reciben y envían las comunicaciones). Sucede que a menudo el tiempo supera la necesidad que el propio procedimiento exige; treinta minutos serían necesarios para comprar el papel en el mundo ordinario, 5 horas en el servicio público. Lo que se observa es que transcurren 50 días, digamos, hasta que el papel llegue al sector disponible para el uso. Por más intrincada que sea la burocracia es necesario admitir que alguien no hizo lo que debería haber hecho. ¿Pero quién fue esa persona?

Hacer y no hacer dentro del trabajo nos trae a todos una comprensión unánime, compartida y consensual a cualquier nivel de análisis en que nos encontremos. Valdrá la pena describirla para que podamos discutirla:

1. Hacer es trabajo; no hacer es negar el trabajo. 2. Hacer exige competencia, conocimiento, habilidad, deseo; no hacer es

producto por tanto, de la incompetencia, de la ignorancia, de la falta de habilidad, de la pereza. Hacer exige esfuerzo: no hacer ahorra el esfuerzo.

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3. Hacer es un modo de crecer; no hacer es un modo de estancar. 4. Hacer es un modo de integrarse a un modo de trabajo, a un grupo, un equipo, es cooperar; no hacer es convertirse en un parásito, es priorizar al sujeto al revés del grupo, es usar el esfuerzo de la colectividad en beneficio propio.

El objetivo de esas líneas es demostrar que el censo común miente sobre la vida real, ya que ninguna de esas afirmaciones anteriores, a pesar de universalmente aceptadas, son correctas, por lo menos cuando se trata del trabajo público, del servicio público.

Continuemos con el protocolo. Imagínese usted un trabajo que consiste en el envío de un documento X que viene de una sección A para una sección B. La rutina es la misma siempre y siempre sencilla. Se trata de redactar un documento con las mismas palabras con la honrosa excepción de una o dos líneas. Imagínese ahora que el hacer y el no hacer estén confrontados a partir de los truismos vistos anteriormente.

1. Hacer el trabajo nos llevaría cinco minutos, no hacerlo nos llevaría mucho más tiempo si entendemos trabajo como acción orientada para un fin específico: guardar el documento en una gaveta frente a los colegas y/o el jefe, o cambiarlo de posición cuidadosamente en la fila de documentos, o inventar una duda que sólo podría ser resuelta por alguien que en ese momento no está allá, o cometer pequeños errores que implicarían en la devolución del documento sin comprometer el propio empleo. Las estrategias son innumerables y todas ellas implican en más trabajo. Primero el truismo negado por la práctica: no hacer aquí implica en mucho más trabajo que hacer.

2. Realizar el envío del documento en nuestro ejemplo no exige práctica ni habilidad. Cualquier niño de 10 años aprendería pocas y escuetas reglas en un editor de texto. Eso consiste en una operación que involucra dos o tres pasos; abrir un modelo, introducir un asunto con nombre, grabar con un nuevo nombre, imprimir. No hacer es un arte que exige gente grande y experimentada. ¿Qué disculpas pueden ser articuladas y para quién? ¿Qué documentos pueden y deben esperar en la gaveta y por cuánto tiempo, obedeciendo a un cálculo minucioso que al mismo tiempo tenga en cuenta riesgos y beneficios? ¿Qué estrategias diferenciadas deben ser utilizadas en un caso u otro? No hacer requiere mucho más habilidad que hacer. No hacer exige mucho más esfuerzo físico e intelectual que hacer. No hacer exige estrategia, táctica y astucia.

3. Imagínese ahora que usted está trabajando en una entidad política y que ese o cualquier otro documento que pase por sus manos, siempre será una expresión de un interés de un grupo social organizado. Poco importa la honradez o seriedad y/o la magnanimidad del interés en cuestión, lo mismo da que sea para favorecer a un amigo de fulano de tal o promover la justicia social. Lo que importa es que la presunta acción del documento que usted posee será decisiva para alguien, por alguna razón, aunque usted no sepa cuál sea. Bueno, hacer o cumplir con la tarea sin negociarla, es una forma de pasar desapercibido. Usted es un mero punto de paso entre una secretaria y otra, entre una unidad y la otra. Un conflicto se establece. Quien hace, no hace más que su obligación. Se queda de pie, estancado, exactamente por el hecho de cumplir su presunta obligación. No se ve. Ya quien no hace, corre el riesgo de recibir una llamada muy amiga de otro interesado, de una secretaria vecina, de aquel que nunca le dio los buenos días pero que de pronto y muy amigablemente, preguntará de forma muy atenta sobre aquel dolor de cabeza que su tío político sufría hace dos años atrás. Resumiendo, usted es visto y antes de ser criticado por la ineficiencia, lo miman y le dan mucha importancia en el proceso. ¿Quiere subir en la carrera? ¿O quiere quedarse tirado en un rincón, parado en el mismo lugar? ¡Entonces no

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haga! Será la única forma de que se acuerden de usted. Puede ser duro. Puede ser triste. ¡Pero lo peor es que es la realidad!

4. Intereses antagónicos emanan del documento que usted posee. Extensas negociaciones fueron realizadas hasta que la norma pudiese ser dirigida de una Unidad a la otra y usted, escritor anónimo de una carta formal, está fuera del juego. Dos grupos en negociación, ¡usted será un mero punto de paso entre un interés y el otro! Hombre, ¡fíjese usted por favor! ¡Usted puede ser importante!... Ésa es la voz de la diablita sensual llamada burocracia. Si usted no hace, entonces ocurre un milagro. Usted pasa a formar parte de la lista de los aliados de los dos grupos en enfrentamiento, pasa a formar parte del juego, a formar parte de un grupo u otro. Usted es el único en el juego que puede escoger su bando, y un lujo mayor incluso, integrarse como parte de los dos grupos, sin tener ni siquiera que deberle nada a ninguno de los dos. Para todos los efectos, usted está haciendo apenas su servicio. Es una perfecta integración totalmente grupal de la que nadie puede quejarse.

Totalmente al contrario de lo que muestra el censo común: no hacer implica en más trabajo, más habilidad, una mayor integración, mayor cooperación, más competencia etc. Todo al contrario de lo que indicamos al inicio.

Sucede que llegamos a un primer resultado en nuestras reflexiones: el no hacer del servicio público no se iguala al no hacer de nuestro cotidiano. No puede ser confundido con la no acción, al contrario, es activo, implica en acción y una acción más compleja, más costosa, más próxima al trabajo que al no trabajo. Cuando alguien de algún departamento no envía un documento hasta la próxima sección, no está siendo relajado como cuando uno de nosotros deja de ir al supermercado para quedarse en la cama un poco más en una mañana lluviosa. Él está siendo un funcionario dedicado, experimentado, sofisticado, queriendo dar lo mejor de sí en su trabajo, habilidad que está lejos de ser trivial. Pero, de cualquier forma, no está cumpliendo con su trabajo, aquel para el cual fue contratado.

Quien dude de lo que aquí dijimos que lo compruebe por sí mismo. Si su vecino se entera que usted es amigo de un gerente y le pide que lo llame para presentárselo, usted está frente a una tarea trivial. Basta llamarlo y decirle dos o tres frases. Ahora, trate no hacer ese favor y usted verá el tremendo trabajo que eso le da; tener mucho cuidado para no utilizar el elevador a la misma hora en que el vecino lo utiliza, crear una historia que convenza, interpretarla de forma convincente, correr el riesgo de que la mentira se le descubra, de que sus relaciones entre la vecindad se resquebrajen, ¡caramba! Usted estará cansado al final de tantas batallas. Podremos acusarlo de cualquier cosa, menos de dejado u holgazán, o de relajado. Todos esos atributos que nos acostumbramos a brindarle al funcionario público.

Nuestra tarea ahora consiste en buscar las razones que están en esa magia: cómo el no hacer se transforma en trabajo. Para eso, no veremos obligados a utilizar algunos conceptos clásicos para los estudiosos del trabajo ajeno como la división entre actividad objetivo y la actividad medio y sus relaciones con el producto del trabajo. Objetivo y medio, una división didáctica que no siempre nos es tan útil como debería serlo.

Es trivial la división de los sectores de una empresa o industria en áreas de actividad objetivo y medio siendo, para las actividades objetivo, aquellas que están vinculadas directamente con el producto final, y las actividades medio, aquellas que suministran las condiciones para que las unidades del área objetivo produzcan. Así, un ebanista es un trabajador de la actividad objetivo en una ebanistería y se convierte en medio en una escuela ya que el reparo de las sillas forma parte de las condiciones para que las clases puedan ser dadas. Actividades administrativas son, comúnmente, consideradas medio en

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cualquier empresa; regularizar los papeles en un departamento de personal son los medios para que los trabajadores estén trabajando.

Eso es verdad, pero también es verdad apenas para una mirada de lejos, útil, por tanto, apenas para quien necesita mirar le lejos. Quien quiera o tenga que llegar más cerca verá que las cosas son más complejas. Complejas mientras más complejas también fueren las formas de definir el producto del trabajo de aquella institución.

Que sea el trabajo de un(a) recepcionista, típicamente considerado como actividad medio. Existe una gran diferencia en ser recepcionista de un hospital y en ser recepcionista de una oficina especializada en cobros. Un hospital vende cuidado, salud, reparos para el dolor ajeno. Quien viene a un hospital está sufriendo, por sí mismo o por alguien que le es querido. Una oficina de cobros tiene como objetivo principal actuar como intermediario entre un “perjudicado” e un “perjudicador” que no cumplió con sus compromisos, que está debiendo algo a alguien, o que lo coloca, a priori, en una posición dudosa sobre los motivos por los cuales, como mínimo, dejó de pagar o de cumplir a tiempo con sus compromisos. Esa diferencia de finalidad que existe entre el hospital y la oficina de cobros también genera diferencias en la forma de actuación de las dos recepcionistas aunque ambas pertenezcan al grupo de las actividades medio. Pensemos en eso.

Muy bien, ahora coloquemos el/la recepcionista de la firma de cobros en un hospital y la escena podría ser más o menos esta:

Cliente ansioso: Quiero saber noticias sobre la paciente fulana de tal y saber si puedo verla.

Recepcionista impávido: ¿Usted tendría algún comprobante de que esa persona está realmente en este hospital?

Cliente atónito: ¡¿Como?! Recepcionista impaciente: Comprobante... ¿es usted pariente?... ¿ella lo conoce?…

¿por qué quiere usted verla? Cliente desesperado: Pero señora, ¡se trata de mi madre, fue operada ayer de un...

yo quiero verla y sanseacabó...! Recepcionista en una demostración de afecto: Sí claro, todos cuentan la misma historia... siempre es la madre... (y le autoriza la entrada).

La parodia quiere demostrar que al aproximar un poco la mirada, nos damos cuenta que las actividades medio son medios para un determinado objetivo. Tienen lógicas diferentes. Un lenguaje propio. El dolor que es el objeto de trabajo de un hospital y el cuidado, que es su producto, invaden y determinan la acción de su actividad medio, así como también las actividades tácitamente hostiles de una firma de cobros impregnan su esencia en todas las acciones que allá se desarrollan. Los movimientos de calidad total saben perfectamente sobre eso y tratan resolver la cuestión haciendo con que todos los trabajadores participen, lo más de lleno posible, de la realización del producto eliminando siempre las distancias entre trabajador objetivo y medio.

Si nuestro problema es el de entender las causas del no hacer activo del funcionario público, es necesario que nos preguntemos cuál es la actividad objetivo del servicio público y cómo imprime sus modos de hacer en los sectores medio. Eso lo haremos más adelante y con más detalles en otro informe. Pero todavía necesitamos llegar más cerca.

No todas las empresas poseen el mismo tipo de relación entre medio y objetivo. Por regla general, mientras más taylorizado y más taylorizable fuere el trabajo, más será

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posible, o incluso necesario, construir una dinámica independiente entre actividad medio y objetivo. El propio principio de separación entre planificación y ejecución implica en una gran tajada de aislamiento entre las diversas actividades de la empresa. Por eso, en una línea de ensamblaje de una fábrica “clásica” hasta hace algún tiempo atrás era posible considerar deseable que, digamos, el departamento de personal se aliase, física y comportamentalmente, a la línea de producción. Mientras menos contacto, mientras más diferentes sean los procedimientos y la cultura de cada sector, mejor será. Ya en una escuela tal división se hace imposible y echaría por tierra lo que se constata allí que es que todos los funcionarios, sean medio u objetivo, tienen la tarea de educar, se involucran y/o son involucrados de forma extremadamente promiscua con la actividad objetivo a punto de ser imposible, en última instancia, la separación. La secretaria que matricula a los alumnos se transforma, acto seguido, en la “tía” de la secretaria y forma parte, lo quiera o no, de la misión de la institución, pasando a ser ella misma una educadora. Eso sucede porque, vale repetir, la educación no se puede taylorizar.

La segunda pregunta que heredamos es: ¿puede el servicio público ser taylorizado? Lo que nos obligará a discutir sobre el producto de ese trabajo y de esos trabajadores.

Después de esa digresión, podemos retomar el cierne de esas líneas. El producto del servicio y del servidor público.

¿Qué hace y para qué sirve el Estado? En una palabra, un órgano político existe para hacer política. La afirmación no

necesita ninguna explicación. Según el lema del diccionario de ciencias humanas, POLÍTICA es el dispositivo estructural que organiza la dinámica de una sociedad en función de las desigualdades presentes en cualquier cuerpo social. En otras palabras, define y ordena correlativamente las oposiciones y la cooperación en el grupo. El funcionamiento de la política pone en juego, concretamente, principios de autoridad y la estructura de poder.

Organizar en función de las desigualdades implica tomar posiciones a favor de alguien, contra alguien, en fin, implica en formar parte de un grupo en la dinámica social con relación a otros grupos, implica en una definición de sí que sólo se da en la polarización con el otro, en un grupo en relación con el otro, definir y ordenar colectivamente la cooperación haciendo intervenir autoridad y poder. La acción política, por tanto y por definición, presupone siempre la representación. Uno de los desgloses inmediatos que nos interesa destacar aquí es el carácter completo, absoluto de cada gesto, en la exacta medida en que cada gesto está allí en el lugar de otro, en la función de representación. Cuando un judío le da las manos a un palestino, puede estar apenas saludando a un vecino. Cuando un político judío le da las manos a un político palestino, el gesto representa, o sea, cada cual está allí como defensor de intereses antagónicos a los del otro, en conflicto o no, son pueblos que están expuestos a través de las manos de sus representantes. En la política cada acción está completa. Un candidato a cualquier cargo público sabe perfectamente eso que acabé de decir, por donde anda, lo que come, con quien habla, todo significa potencialmente un aliado, un voto, o un enemigo, el voto en el otro.

En el plano cotidiano de las tareas, como suele suceder, las mismas relaciones se mantienen. Obtener el apoyo del Ministerio o la acción de un diputado, es algo que se realiza tomándose un café o discutiendo al teléfono, lo que puede demorar unos cinco minutos o días enteros. El trabajo que invade nuestra vida ocupa todas las horas, no se divide en una jornada, no puede ser medido, fragmentado, separado escrupulosamente entre

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quien piensa y quien ejecuta, no obedece a ninguno de los dictámenes organizados por Taylor para la buena producción.

Parece que las dos preguntas propuestas están respondidas: ¿qué hace un organismo público? Política. Una actividad más grande que cualquier otra. Imposible de ser dividida entre función objetivo y función medio.

Por más obvias que puedan ser o que parezcan, esas respuestas nos bastan para seguir adelante. Vale repetir que: la política no puede ser taylorizada, sin embargo, muchas veces lo es.

Cuando un ministro, por ejemplo, no está de acuerdo con la orientación del gobierno, no se alía a los mismos intereses, está obligado a pedir el despido o se ve en la inminencia de ser despedido. Eso sucede realmente por detrás del telón. Ningún funcionario tiene la más mínima idea de cuáles habrían sido las razones de su caída ni mucho menos conocen las nuevas directrices de quien entra. Vemos la inquietud de esos movimientos visible en cada pasillo. Cada funcionario trata vorazmente de descubrir en las raras señales de humo que se diseminan por los despachos lo que sucedió: ¿porque claudicó? ¿fue escogido por cuál motivo? ¿Qué va a cambiar? ¿Quién permanecerá?

Antes, determinado diputado era bien y rápidamente atendido por el jefe; ahora está sin ser notado en el salón de espera hasta que alguien le avise de que hoy el Dr. Fulano no podrá recibirlo. Antes, las acciones de determinado departamento fluían rápidas y eficaces, ahora, es imposible lograr que aparezca ni siquiera la tinta para la impresora. Un rompimiento ocurre de pronto, todas las puertas se cierran, asesores corriendo como locos entran y salen con el ceño fruncido; puede ser una declaración hecha por alguien en algún diario, puede ser una visita inesperada, puede ser el comportamiento equivocado de esa o de aquella commoditie en el mercado, ¿quién sabe? Sea lo que sea, los días amanecen diferentes. Lo que era urgente ayer se quedó congelado en una profunda hibernación. Lo que sufría idas y venidas, infructífero a fin de cuentas, es urgente ahora.

Las razones para la taylorización del estado son muchas y complejas y no van a ser analizadas aquí. Nos contentamos en mostrar a través de esos pocos ejemplos, que el Estado funciona de forma taylorista y en su mayor principio, su guía, su norte: la radical separación entre la planificación y la ejecución. Principio que, incluso orienta y determina las restantes consecuencias preconizadas por Taylor, la fragmentación de tareas incluso.

El servicio público, un trabajo imposible de ser taylorizado, se presenta taylorizado, ¿qué hace el funcionario frente a esa contradicción? Hace lo único posible para sobrevivir: política. A fin de cuentas, él trabaja en un organismo político, sobrevive con la política. ¿Qué más podría hacer? Otra política, pues ya que no tiene acceso a aquélla que se decide en los despachos, hace otra, inventa otra, cualquier otra.

Si no nos sentamos más en sillas, los ebanistas que las producen se quedarán sin trabajo. Si cambian las sillas, los mismos ebanistas se mudarán con ellas. Si cambia la política, el funcionario público debe cambiar junto con ella. Si se niega a hacer política, corre el riesgo de perder el empleo, si no de forma real, por lo menos de forma simbólica. ¿Cómo culpar a un trabajador que cuida de su oficio y que realiza a cada momento la misión de la institución en que se encuentra? ¡Es una pena que la política que el servidor realiza cotidianamente esté tan diametralmente aislada de la política que se practica en el piso de arriba de la jerarquía! ¡Es una pena que nadie le contó cuál política debería hacer!

Partimos de la pregunta sobre el no hacer trabajoso del servidor, preguntábamos cómo se realizaba la magia de ese magnífico esfuerzo realizado, con el único objetivo, de

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no salir del lugar. Preguntábamos porqué ese costoso no hacer reemplazaba las sencillas medidas a ser tomadas para que el barco continúe andando. Tenemos algo como respuesta.

El servidor público de las actividades medio está todo complicado cotidianamente en la siguiente situación: Algo de vital sucede, no sé qué es y tampoco sé cómo, pero para que ese misterio llegue a un buen entendimiento alguien necesita, por alguna razón, el documento que tengo en las manos. Si lo enviamos rápidamente, si los sellos y las firmas se logran rápidamente y lo enviamos, continuaré siendo solemnemente ignorado por la historia, por mis superiores. Continuaré a la margen de mi propio trabajo en una alienación que ni siquiera el mismo Taylor se atrevió a pedirles a sus obreros calificados. Pero si el documento se traba, si yo me siento encima de él, si invento formas hábiles de complicar la situación (al contrario de enviarlo), entonces soy elevado a la condición de alguien importante, seré el centro de las atenciones. Con suerte me enteraré de porqué aquello es tan importante. Las personas me llaman al teléfono, los asesores sonríen, estoy, en fin, integrado a mi trabajo. No es difícil prever cuál será la elección del servidor. En su lógica, así como el ebanista, él también tiene que dejar su impronta. Si no tiene otra forma de hacerse importante, la política del no hacer es la que está a su alcance.

Entonces, ¿qué será que le pasaría si los servidores fuesen llamados a compartir los misterios de su organización, si fuesen con ellos compartidos los objetivos de las acciones políticas que la institución inventó o recibió? ¿Si los planes, los objetivos, fuesen discutidos con quienes, en última instancia, son los responsables por su realización?

Tal vez entonces, el hacer y el no hacer vuelvan a su estado normal. Tal vez el hacer fuese otra vez igual a ser activo y el no hacer igual a ser indolente. En fin, podríamos saber si los funcionarios públicos son negligentes. Por ahora, lo que sabemos es apenas que necesitan sobrevivir.

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Histeria: Enfermedad profesional. Andrea Gazzotti, Wanderley Codo

Entre todos los tipos enfermedades que afligen al psiquismo humano la histeria fue,

sin duda alguna, aquella que más se menospreció en el transcurso de la historia de la salud mental, sobre todo en la historia de la psiquiatría. Originalmente nacida en el siglo IV A. C., principalmente con el trabajo de Hipócrates, pero habiendo muchas especulaciones acerca de un origen todavía más antiguo, se definía por ser esencialmente una enfermedad de las mujeres.

Casi diez años de estudios en salud mental y trabajo, una gran diversidad de categorías profesionales han comprobado la participación del trabajo como generador de un sufrimiento psíquico incluso mostrando que determinados tipos de trabajo propician una mayor incidencia de histeria. Podemos colocar como marco el año de 1989, cuando se inició el “Proyecto Salud Mental & Trabajo, un abordaje psicosocial”, desarrollado bajo la coordinación de Wanderley Codo y que durante seis años desarrolló estudios a respecto de las condiciones de trabajo y salud mental de trabajadores de diversas categorías profesionales, con la colaboración de alumnos de pregrado, investigadores a nivel de postrado, psicólogos clínicos y sociólogos. Ese proyecto propiamente dicho ya no existe y se ha extendido en parte al que realiza hoy por hoy el Laboratorio de Psicología del Trabajo del Departamento de Psicología Social y del Trabajo (Instituto de Psicología), de la Universidad de Brasilia, pero algunos de los trabajos realizados en ese período nos llevaron a establecer una estrecha relación entre la histeria y la actividad de cuidar.

Ese paralelo fue trazado de forma empírica y a partir de solicitudes bastante diferentes, constituidas desde la solicitación de sindicatos y organizaciones para el diagnóstico de salud mental en el trabajo, abarcando las tesis de maestría con interés en categorías profesionales específicas, donde despertó la atención del grupo la prevalencia de la histeria sobre las otras escalas clínicas investigadas en trabajadores de enfermería, recreadores de guarderías y profesoras, pudiendo considerar a partir de ahí, mi inserción en el grupo, en el momento como bancario de iniciación científica. Ese interés terminó desglosándose en tres estudios más con amas de casa, profesores y trabajadores de otras categorías que no se preocupaban con el prójimo (trabajos donde la inversión en afecto no es el resultado natural de la realización de la actividad: trabajadores administrativos, metalúrgicos y trabajadores de una fábrica de alcohol), cuyos resultados indicaron que la histeria podría estar desarrollándose en razón de conflictos afectivos desencadenados por la estructura del trabajo. La Historia habla por sí misma.

Pese a haber entrado en el dominio de la medicina en el siglo IV A . C., y a través de la figura de Hipócrates (quien la condujo con sabiduría), el origen de la histeria se remonta a 2000 años A. C. en el antiguo Egipto. Incluso no teniendo todavía un nombre propio, el mal del que las mujeres sufrían y que permanecía lejos de las preocupaciones masculinas, era la causa de innumerables perturbaciones atribuidas a los movimientos uterinos. El útero se transfería para la parte superior del cuerpo y la terapéutica consistía en atraer nuevamente al “animal” para abajo a través de agradables perfumes y rechazarlo de la parte superior por la inhalación de olores desagradables, cuadro que encontraremos siempre descrito como “sofocación de la matriz”.

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Es bueno recordar que el término histeria deriva de la palabra griega hystera, que significa útero, y que era aplicada a una gran variedad de males femeninos, tales como: dificultades respiratorias, dolores en varias partes del cuerpo, pérdida de los sentidos, diuresis, pérdida del apetito, cansancio, dolores de cabeza y ataques violentos (Satow, 1979). Para Hipócrates, que utilizó el término por primera vez y le concedió todo un capítulo de sus Obras Completas a las “enfermedades de las mujeres”, la movilidad del útero en el interior del cuerpo servía para explicar muchas de las enfermedades femeninas, y no solamente la “sofocación histérica” (histerike pnix): “Las reglas no podrán encontrar una salida mientras la matriz no fuere repuesta en su condición natural. Esa enfermedad se produce, principalmente, en aquellas que poseen el orificio uterino estrecho. Si hay un caso de esos en que la mujer no tenga relaciones sexuales y el vientre se vacíe más que lo necesario en virtud de algún sufrimiento, la matriz sufre un desplazamiento, pues no está húmeda por sí misma, ya que no hubo coito y ella tiene espacio visto que el vientre quedó vacío; de modo que ella se desplaza en razón de su sequedad y de su levedad mayor que lo habitual (...) Por el contrario, cuando la matriz está húmeda por el coito y el vientre no se vacía, ella no se desplaza fácilmente.” (Hipócrates, apud Trillat, 1991, p. 19).

La matriz era considerada como poseedora de deseos propios, como un animal vivo. Esa idea se extendió por la medicina de aquel tiempo y llegó también a la filosofía. En Platón, contemporáneo de Hipócrates, la misma noción se encuentra presente en El Timeo: “En la mujer, lo que se llama matriz o útero es un ser vivo, con el deseo de hacer niños. Cuando, durante mucho tiempo y pese a la estación favorable, la matriz permanece estéril, ella se irrita peligrosamente; ella se agita en todos los sentidos por todo el cuerpo, tranca las entradas de aire, impide la inspiración, mete el cuerpo y en las peores angustias, le ocasiona otras enfermedades de todas las especies”. (Platón, apud Trillat, 1991, p. 23).

La cuestión básica a discutir en esa que podemos llamar de prehistoria de la histeria, es el papel de la mujer. Ese ser capaz de generar vida, que fascina y deja perplejos a los estudiosos de la época (todos hombres). La mujer para el filósofo, se distingue del hombre por albergar en su vientre a un animal que no tiene alma. Esa animalidad proviene del hecho de que ella no es una criatura de Dios, sino un producto de una “metempsicosis”, de una transformación, en la cual los machos más cobardes y que no habían vivido de forma correcta, fueron transformados en hembras. Por eso, como ser superior, el hombre no podría realmente estar sujeto a esos afectos de la sexualidad femenina.

Durante los siglos venideros, el Occidente destruido perderá sus referencias culturales, políticas y religiosas. La medicina sin valor, ve el arte de curar llegando al conocimiento popular. Dos mil años pasarán hasta el Renacimiento donde, por analogía, podemos suponer que se trata nuevamente de histeria, nuestra vieja conocida. Aquí, los textos de Galeno se retoman e interpretan según la necesidad de la época: las “fuerzas antinaturales que penetran en la alma humana” y que son reconocidas como artimañas del diablo. La afinidad entre histeria y melancolía, proviene de esa época; acometidos por un humor negro, los melancólicos atraen el demonio que vive en sus cuerpos que ya tuvieron una disposición natural. La bruja, a su vez, no es melancólica; y porque así lo quiere, hace un pacto con el diablo. Si para el melancólico el exorcismo es el tratamiento que concilia medicina y religión, para la traición de la bruja no hay otra solución que no sea la hoguera. Época esta bastante conturbada, la caza a las brujas se inicia justamente en el momento en que el humanismo del Renacimiento comienza a resquebrajar el orden fundado bajo la alianza del feudalismo y la Iglesia. En las palabras de Trillat, “el orden milenario se rompe (...) las epidemias de peste hacen desaparecer un tercio de la población de Europa, las

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guerras comienzan con violencia... ¿A qué atribuimos todas esas desgracias, o mejor dicho, a quién? A una minoría que va a servir de chivo expiatorio a las brujas y a través de ellas, a la sexualidad encarnada por la mujer” (Ibid, p. 46).

Jean Wier, discípulo de Agrippa fue quien, por primera vez, abordará la posibilidad de una enfermedad mental. Médico particular del duque Guillaume de Cleves, Wier entra en contacto con las perturbaciones mentales, principalmente la melancolía, con la cual el duque sufría, pero también observa varios parientes suyos, enfermos mentales, con síntomas muy similares a las manifestaciones de las brujas. Por supuesto que los demonios existían, Wier no sería tan tonto de negarlos, pero las brujas eran pobres mujeres inocentes y de espíritu perturbado bajo el abuso de esos seres maléficos. Preferentemente eran todas melancólicas. Sin embargo y pese a no impedir la “purificación” por el fuego, el trabajo de Wier lanzó una semilla de discordia entre los llamados “peritos en brujería”, cuya función pasó a ser la de distinguir si los fenómenos dependían de una enfermedad conocida de simulación o de posesión demoníaca.

Al final del siglo XVII, toda la discusión se centraba en tratar de descubrir si la histeria es una enfermedad como las demás, obedeciendo por tanto, a las leyes naturales, o si ella es algo de otra instancia. Quien soluciona el dilema es Sydenham, colocándola en un plano paralelo desde donde la histeria imitaría los síntomas de todas las otras enfermedades: “una enfermedad que no es, aunque de hecho lo sea” (Trillat, 1991, p.60). Estando el pensamiento médico de la época bastante impregnado todavía por las teorías de Hipócrates, Platón y Galeno, surgen los espíritus animales y las perturbaciones; la histeria migra del útero al cerebro. En las palabras de Trillat, “se pueden distinguir los autores que permanecen partidarios a la teoría uterina y los partidarios de la teoría cerebral”. Se encuentran en el primer grupo, los especialistas de las enfermedades de las mujeres (ginecólogas, parteras) y en el segundo los neurólogos. Los primeros desarrollan teorías vaporosas inspiradas por las primeras investigaciones en el dominio de la química y de la física de los gases; los otros, teorías neurológicas modernas, permaneciendo sin embargo, fieles a los espíritus animales. Unas y otras continúan refiriéndose a la teoría humoral. Para aumentar la confusión, los “vaporosos” no se privan de utilizar los nervios para hacer pasar sus vapores, ni de recurrir a los espíritus animales” (Ibid, p.61).

Si es verdad que los vapores se mueven y llegan al cerebro, su canal de conducción son los nervios, una vez que, descubierta la circulación sanguínea, el paso por los vasos ya no era más posible. Un exponente en los trabajos de esa época es Lange, que escribió su Tratado de los Vapores. Había varios tipos de fermentos susceptibles de provocar vapores; los que soltaban vapores histéricos eran los fermentos seminales, caracterizando una vez más la prevalencia del carácter sexual de la enfermedad: “los efectos producidos por esos vapores histéricos dependen de la manera por la cual ellos se diseminan por el organismo. En las “personas sabias”, los vapores se disipan de manera continua con una presión regular y constante. Son personas dulces, buenas, amorosas, de trato agradable. Ellas no tienen problemas sexuales. En el hombre, los fermentos seminales sueltan vapores demasiado volátiles para que puedan ir hasta el cerebro. El hombre estaría, por tanto, al abrigo de accidentes histéricos. En compensación, la semilla de la mujer contiene, además de los fermentos volátiles como en el hombre, fermentos fijos, pesados, muy poco volátiles. Eso frena el transporte de los vapores para los lugares que la naturaleza les destina: los órganos sexuales. Las cosas se agravan con la abstinencia voluntaria o forzada. La semilla se acumula y, no encontrando salida en el ejercicio de la sexualidad, los vapores nacidos en esa fermentación suben al cerebro por el canal de los nervios provocando la convulsión

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histérica, la confusión, el delirio, la hinchazón del vientre, la manía o la posesión demoníaca” (Ibid, p.64). Esos son los vapores que provocan los movimientos desordenados de la matriz.

Sydenham, contemporáneo de Willis, quedó en la historia y hasta hoy es citado por la mayoría de los autores como uno de los primeros a hacer de la histeria una enfermedad diferente de las otras. Separando las patologías en dos grupos (agudas y crónicas), la clasifica como crónica y responsable por un sexto de la patología. Ella sería, por sí misma, capaz de simular los síntomas del conjunto de las enfermedades crónicas (se coloca aquí por primera vez, la cuestión del diagnóstico diferencial con el cual los médicos hasta hoy se deparan): “Cuando las mujeres me consultan sobre alguna enfermedad cuya naturaleza yo no sabría determinar por los indicios ordinarios, tengo siempre el gran cuidado de preguntarles si el mal de que ellas se quejan las ataca principalmente cuando tienen dolor o cuando su espíritu está perturbado por otra pasión. Si ellas confiesan que la cosa es así, entonces yo tengo la plena seguridad de que su enfermedad es una afección histérica”. (Sydenham, apud Trillat, 1991, p.74). Los principales síntomas descriptos por Sydenham son: el forúnculo histérico (fuertes dolores de cabeza seguidos de vómitos), tos, crisis dolorosas, contracciones, etc.

Un paso adelante se da por Raulin que en su Tratado de las Afecciones Vaporosas del Sexo, publicado en 1758, donde derrumba la teoría de los vapores. Para él, las causas de la enfermedad estarían en la determinación cultural: ociosidad, falta de ejercicios físicos, la existencia, en fin, artificial y fútil de la mujer de la sociedad, la lectura de romances, la imaginación desenfrenada, entre otros. El punto final definitivo es dado por Robert Whytt que, reemplazando la palabra “vapores” por “enfermedad de los nervios”, explica la transmisión de las sensaciones desde un punto al otro del cuerpo a través de los mismos. El término “simpatía” (transmisión nerviosa), acaba por marcar época para Raulin como también la “neurosis” (de origen neurológico), es utilizada por primera vez más tarde por Cullen (1712-1790). Distante del sexo y de los vapores de deseos pecaminosos, el puritanismo de la época ya podía aceptar la histeria como una enfermedad, transformando a los médicos en moralistas que intervendrán en la educación de las jóvenes para evitar que caigan en la ociosidad, recomendando que se dediquen a trabajos manuales y a ejercicios físicos.

Con el Renacimiento, las nociones medievales son rechazadas y se busca una explicación más racional. La teoría de Hipócrates es retomada como punto de partida y la conexión entre los síntomas histéricos y las emociones sexuales se fortalece. Cullen, en 1760, considera el lugar de la histeria dentro del orden de los espasmos, donde esta es atribuida a "movimientos irregulares de los músculos o fibras musculares, donde la causa aproximada estaría en un coágulo de sangre en el útero o en otras partes del aparato genital" (Mace, 1992).

Con Ferriar en 1795, el término "conversión histérica" aparece por primera vez a pesar de que el uso de "conversión" ya haya sido encontrado entre los relatos del siglo XV sobre Avicenna y más tarde tome fuerza en los relatos de Freud: "conversión histérica... el cuerpo posee el poder de representar la mayor parte de los desórdenes arriesgados, sin incurrir en peligro de falsificación o de gran peligrosidad en el sistema circulatorio, sin alteraciones concretas de los movimientos de producción de la locura, conciente de sus extravagancias y de influir en las sensaciones agudas". (Ferriar, 1795, apud Mace, 1992).

El romanticismo que se extendía influenciaría también la forma de enfrentar la histeria como “enfermedad femenina”, una vez que la mujer era entonces valorada en sus

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cualidades y diferenciada del universo masculino. En ese contexto, era necesario que se diferenciase nuevamente histeria de hipocondría y ya que eran neurosis diferentes, no podrían tener el mismo origen: “para la hipocondría, que se manifiesta esencialmente por quejas relativas al funcionamiento de las vísceras, hay dos tipos de explicación: una fisiológica, con relación a las perturbaciones del sistema simpático que enervan esa o aquella víscera, y la otra psicológica, que hace del hipocondríaco un enfermo imaginario. “Es la imaginación la que está enferma y la hipocondría entra, entonces, en la clase de las alienaciones mentales”. (Trillat, 1991, p.111).

Para Louyer-Villermay (1776-1838), las pasiones tempestuosas, el odio, la ambición y las emociones conturbadas, están en la naturaleza del hombre y lo predisponen a la hipocondría, mientras que en la mujer las pasiones son suaves, siendo el amor un sentimiento siempre presente. Es interesante notar que la descripción de la mujer romántica, amorosa y seductora, que despierta el deseo del hombre sin jamás satisfacerlo, coincide con la descripción actual de la histeria habiendo ya caído en el menosprecio.

El hecho es que, todavía aquí en pleno siglo XIX, sexo y útero todavía se encuentran fuertemente vinculados a la afección histérica. Aquí encontramos una descripción de la crisis conforme manda la tradición: “el aura, la fase convulsiva, las expresiones emocionales o afectivas, las perturbaciones del entendimiento con un delirio más o menos onírico, la posible aparición de una apoplejía histérica con su estado de muerte aparente, el fin del acceso por disminución progresiva de los accidentes está dado por la emisión de orinas claras y abundantes y por la expulsión de excreciones útero-vaginales que a veces están seguidas de sensaciones voluptuosas” (Ibid, p.114).

Bueno, ¿no sería esa la descripción detallada del orgasmo femenino? También Pinel, a pesar de los trabajos de origen neurológico y de colocar la histeria entre las neurosis, insiste en el origen uterino recomendando a sus pacientes la ruptura con la abstinencia sexual. Ese cuadro se mantendrá hasta que Georget (1795-1828), retoma los trabajos de Sydenham y le atribuye nuevamente un mismo origen a la histeria y a la hipocondría: el cerebro.

Con el advenimiento de la medicina anátomo-clínica, los vapores se disipan y la teoría uterina definitivamente queda enterrada. Surge un vocabulario técnico para el cual los sujetos histéricos no están más en lo femenino; son apenas “los enfermos”.

Varios casos de histeria masculina se publican: en 1870, Breuillard reúne treinta publicaciones y Klein en 1880, ochenta casos. Por lo que parece, es el fin de una enfermedad exclusivamente femenina.

Paul Briquet, a través de la observación de los pacientes del hospital donde era médico interno, trata de atribuirle un sentido a la crisis, dado por la historia personal del histérico: “…una mujer cuya crisis inicial fue provocada por tristezas profundas, reproducirá en las crisis ulteriores lágrimas, espasmos de opresión y de estrangulación... En otra mujer, donde el miedo está en el origen de la crisis, esa se traducirá principalmente en temblores, gritos y convulsiones muy fuertes...” (Ibid, p.121).

Braid, en 1873, publica un trabajo donde relata sus experiencias con hipnosis, palabra utilizada preferentemente al magnetismo animal de Mesmer, donde observa ser posible reproducir en el individuo los síntomas histéricos. Sin embargo, a pesar de todos esos esfuerzos, la histeria acaba siendo retirada por los alienistas de la “gran neurosis”; no pudiendo pertenecer a la patología general y siendo indeseable como patología mental (las crisis, los caprichos y el comportamiento ruidoso del histérico acabaron molestando el curso del tratamiento de los alienados), los histéricos acaban siendo puestos junto a los

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epilépticos, categoría igualmente indeseada. Ese procedimiento es el que va a dar otro rumbo al estudio de la enfermedad en las próximas décadas, iniciado por las observaciones de Charcot en la Salpêtrière.

Sobre ese hecho, Pierre Marie, por ocasión del centenario de Charcot, afirma claramente: “...por vivir así, entre las epilépticas, por aguantarlas cuando se estaban cayendo, por cuidarlas cuando su mal las destruía, las jóvenes histéricas eran impresiones tales que, dadas las tendencias miméticas de sus neurosis, reproducían en sus crisis toda la apariencia del ataque de epilepsia puro”. (Marie, apud Trillat, 1991, p.139). Ese sin duda alguna, no es un mero detalle en la historia de la enfermedad. Por ahora, nos detendremos en los avances de ese ilustre neurólogo.

El cuadro clínico montado por Charcot comprende cuatro fases: el aura que anuncia el inicio de la crisis, y que también puede ser el dolor de los ovarios, el ataque con grito, palidez, pérdida de la conciencia y rigidez muscular (fase epileptoide), después los grandes movimientos, contorciones, gesticulaciones teatrales imitando pavor, odio, etc (fase clónica) y finalmente la fase resolutiva, marcada por sollozos, llanto y risas. Sus investigaciones involucraron la utilización de electricidad, de imanes (magnetismo) y, por fin, la hipnosis. Es el camino de los magnetizadores siendo nuevamente trazado solo que esta vez con estatuto científico. La investigación del estado hipnótico permite que se reproduzcan contracciones histéricas en sujetos sanos, descubriéndose más allá de la histeria natural, la experimentalmente provocada. Gracias a Charcot la hipnosis pudo entrar a la Academia de Ciencias en 1882.

Bien, llegamos entonces a aquel que no necesita presentaciones, el polémico Dr. Freud. Bastante influenciado por los trabajos de Charcot, muy interesante es la repercusión que causó su conferencia titulada “Sobre la histeria masculina”. Pese a las versiones contradictorias que suscitó, no se puede pasar por alto el hecho de que tocó profundamente el chauvinismo vienense. Una vez más, una cuestión mucho más cultural que de género. Dando continuidad al trabajo de Charcot, Freud reúne en su teoría sobre la neurosis histérica, los más divergentes pensamientos de sus seculares antecesores (Mc Grath, 1993). La base sexual de la enfermedad se conserva, como también la incompatibilidad anímica de la Edad Media, sin desconsiderar la herencia genética de Charcot. En su Etiología de las Neurosis, afirma: “la neurastenia de una mujer casada deriva de la neurastenia del marido o es producida simultáneamente con esa. En tal caso, casi siempre aparece combinada con la histeria constituyendo la neurosis mixta común a las mujeres (...) el elemento histérico concomitante es el resultado directo de la retención de la excitación durante el acto sexual (...) las neurosis son el resultado de las insatisfacciones debidas al empleo de los recursos anticonceptivos (...) no hay dudas de que se adquiere, tanto por el hombre como por la mujer en el transcurso de las relaciones matrimoniales, debiéndose entonces al efecto del coito interrumpido (...) las alternativas son: la masturbación, con neurastenia en el hombre e histeroneurastenia en la mujer, o la sífilis en el hombre, con heredosífilis en la siguiente generación...” (Freud, 1893). Es importante recordar la insistencia con que Freud afirmaba que los hombres también podrían ser histéricos que se opone a la tradicional idea difundida de que ése era un desorden exclusivamente femenino (Satow, 1979). Además de eso, retoma la denominación “conversión histérica” propuesta por Ferriar. Veamos lo que dice al relatar el caso de su paciente Emmy de N, en 1890: "Cuando tales estados hipnoides ya existen antes del aparecimiento evidente de la enfermedad, constituyen el terreno en que el afecto instala la recordación patógena con sus

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fenómenos somáticos consecutivos. Esa circunstancia corresponde a la predisposición de la histeria. Hemos comprobado en nuestras investigaciones que un trauma grave (como el de la neurosis traumática), o una penosa represión (por ejemplo, la del afecto sexual), pueden también producir en el hombre, ya predispuesto, una disociación de grupos de representaciones. Ese sería el mecanismo de la histeria psíquicamente adquirida" (Freud, 1890). En otro episodio, relata: "Emmy de N traía, al inicio, una tara neurótica hereditaria, pues sin tal disposición es imposible, probablemente, enfermarse de histeria. Bueno, tampoco tal disposición se basta por sí sola para producir la histeria; son igualmente necesarios otros factores que, además de eso, tienen que ser adecuados. Así, con la disposición, aparecerá una determinada etiología (...) tenemos que considerar un factor neurótico, o sea, la circunstancia de que la paciente mantenía hace años, una completa abstinencia sexual, motivo frecuentísimo de tendencia a la angustia" (Ibid). La idea de disociación o sentimientos incompatibles aparece más claramente en el caso de Lucy R (1892): “Una condición indispensable para la adquisición de la histeria es que entre el YO y una representación que le corresponda, surja una relación de incompatibilidad (...) La forma de defensa (para la cual es necesaria una especial capacidad), consiste en la conversión de la excitación en una inervación somática, logrando así que la representación insoportable sea expulsada de la conciencia, la cual acoge, en su lugar, la reminiscencia somática nacida por conversión y sufre bajo el dominio del sentimiento vinculado con mayor o menor claridad a tales reminiscencias”. Es en el caso de Katharina, analizada en las montañas, que Freud se refiere por primera vez al término conversión: “...la conversión, o sea, la creación de los fenómenos histéricos, no se desarrolla inmediatamente después del trauma, sino después de un intervalo de incubación. Charcot daba a ese intervalo el nombre de “época de elaboración psíquica”. Relatando el caso de Isabel de R, concluye: “No es posible considerar la histeria aisladamente, separándola del conjunto de las neurosis sexuales”. Freud, desde el inicio, hablará de afecto. No es apenas afecto sexual, sino afecto en un sentido más amplio. Trillat resume en tres aspectos la primera formulación de Freud sobre la histeria: “Los síntomas histéricos son atribuidos a la imposibilidad de evacuar por las vías normales el excedente de excitación. La descarga se hace por vías anormales; sea el gran ataque de Charcot, sean las perturbaciones permanentes; esas descargas anormales y por consiguiente los síntomas histéricos permiten restablecer un equilibrio amenazado y reconducir la suma de la excitación a un nivel constante. La histeria entra así en una economía general del sistema nervioso (...) Todas las operaciones de descargas anormales se dan fuera de la conciencia clara del sujeto en un segundo estado de la conciencia (...) La imposibilidad de la descarga normal o bloqueo del afecto se le atribuye a un estado particular de la conciencia en el momento en que se produjo el exceso de excitación, o sea, porque la histeria quiere separarse, hacer desaparecer intencionalmente alguna cosa que en él es aceptable por la conciencia” (Trillat, 1991, p.232). A partir de ese punto, el carácter notoriamente sexual se va configurando; en 1895 Freud y Breuer afirman: “Es la sexualidad la fuente de los traumatismos psíquicos y el factor motivador del rechazo y de la represión de ciertas representaciones externas de la conciencia y que posee un papel dominante en la patología de la histeria” (Freud & Breuer, 1895, apud Trillat, 1991, 237). Avanzando en sus formulaciones, Freud desarrolla entonces la teoría del trauma sexual. En La Etiología de la Histeria, afirma: “sospecho del siguiente hecho: la histeria está determinada por un incidente sexual primario que ocurrió antes de la pubertad y que estuvo acompañado por el

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disgusto y por el terror...” (Freud, 1896). El sentido oculto del síntoma y la defensa serán introducidos en el estadio siguiente de su formulación, para después la propia histeria ser abandonada para dar lugar a los ensayos sobre la dinámica del inconsciente. Como Freud no parte de la descripción de síntomas y sí de algo por él descubierto que juzga ser muy anterior, la defensa se hace difícil al compararla a sus antecesores a no ser por medio exclusivamente de esos mismos síntomas. Solo así es posible cerciorarnos de que se trata de la misma enfermedad a pesar de actuar con una psicodinámica completamente innovadora. Indiscutible, sin embargo, es el hecho de que todavía en Freud el origen de la histeria aparece como siendo de orden sexual.

Después de eso, el término “conversión” fue rápidamente ocupando lugar en el vocabulario de los psicoanalistas pos-freudianos. Una reelaboración más radical fue ofrecida por Ferbairn, en 1954 (Mace, 1992), que definió conversión histérica como una “sustitución de un estado del cuerpo por un problema personal”. La referencia de Ferenczi al “lenguaje simbólico peculiar” de los síntomas de conversión ha sido citada y se elabora en la definición de Fenichel, en 1945, en su tratado sobre conversión como “representaciones muy específicas del pensamiento que pueden ser traducidas por su lenguaje somático en el original mundo del lenguaje” (Mace, 1992).

La segunda mitad de este siglo nos remite, a pesar de los esfuerzos de Charcot, de Freud y de sus seguidores, a nuevamente un descrédito en torno del tema de la histeria. Adoptada oficialmente por los manuales de Psiquiatría, parece que el carácter sexual de la enfermedad fue suprimido de su etiología como forma de tratamiento: “...las mujeres histéricas son con frecuencia una cruz para sus maridos; por eso, si son solteras, el sacerdote debe tener mucho cuidado en aconsejar o permitir que se casen. Porque, contra lo que antes fue una opinión común, el matrimonio no siempre es una cura para la histeria" (Veld y Odenwald, 1954). En los tratados de Psiquiatría contemporáneos observamos una tendencia a la increduliad con relación a los pacientes y a sus síntomas: “se le llama histeria a un comportamiento expresivo que, por su intención, se presenta como no auténtico. Sin embargo, el individuo que reacciona de forma histérica, ignora la intención y la finalidad de su comportamiento; vive su enfermedad aparente como alguna cosa importante, que lo hace sufrir. Existen varios grados de transición entre la histeria y la simulación (...) en el caso de los síntomas histéricos de conversión, está bien clara su función apelativa, la significación pantonímica del discurso somático que revela el estado de ánimo y exige atención”. (Spoerri,1972).

La tensión original, sin embargo, parece haberse mantenido pese a que actualmente para el diagnóstico de histeria es necesario mucho más que una sencilla observación de los síntomas; el nivel de las relaciones con el objeto, el funcionamiento egoico y la ansiedad también son considerados de forma que un paciente con síntomas conversivos puede convertirse en realidad tanto en un neurótico, un caso límite o incluso en un psicótico. Síntomas de conversión no significan necesariamente histeria, al contrario de lo que Freud creía, de la misma forma que las fobias también no garantizan la presencia de histeria de ansiedad (Satow, 1979). En cuanto a la denominación “histeria de conversión”, obtenemos la siguiente descripción: “...no se observa la parada de la onda emocional en un determinado lugar o el nivel de su curso eferente, sino la aparición de un desvío de la misma para órganos que se encuentran sensibilizados y que les sirven de continua expresión, produciéndose así una conversión (transformación o somatización), de los contenidos de tensión psíquicos en diversas disfunciones corpóreas. Las diferencias entre

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esas manifestaciones somáticas de histeria de conversión y las de cualquier organoneurosis son más teóricas que prácticas” (Lopez, 1957).

Actualmente, la histeria se disipó. Aquellos síntomas teatrales desconcertantes que tanto atraían a los médicos desde la Antigüedad se hicieron cada vez más raros. Lo que resta es la personalidad histérica que, según Trillat, sería la parada del desarrollo afectivo, que permanece en un estadio infantil: “... hablaremos de infantilismo afectivo, de atraso afectivo, de psico-infantilismo. Para muchos autores, ese trazo de carácter sería fundamental y de él surgirían otras particularidades dadas como típicas de la histeria: el gusto de hacerse notar, la necesidad de captar la atención del adulto; esa propensión a inventar historias, a crear un mundo imaginario, a encarnar personajes como en el teatro, a identificarse con esa o aquella vedette; esa tendencia a inventar enfermedades para atraer el cariño y la compasión del prójimo. Una vez instalado el síntoma, el histérico, preso en su propio juego, no puede más abandonarlo a no ser perdiendo su prestigio (...)

“…El comportamiento sexual de la mujer histérica es considerado como característico: él reúne conductas de seducción evitando toda y cualquier relación sexual. La histérica sería el tipo de la provocadora que encuentra su satisfacción en los deseos que hace nacer en su compañero...” (Trillat, 1991, p.282). Excluyendo el trazo de la personalidad histérica, nada más le resta a ese autor: “ella se llevó consigo sus enigmas para el túmulo”. ¿Será?

Una investigación realizada en 1965 mostró que entre un millón de personas atendidas, el diagnóstico de histeria había sido realizado en apenas un 5,5% de los casos por psiquiatras (Satow, 1979). Además de eso, la histeria no se encuentra entre las tres enfermedades más frecuentemente diagnosticadas en hombres y mujeres que llegan a los servicios de atención psiquiátrica de los Estados Unidos.

Vale destacar que todavía hoy en día la psiquiatría sufre gran influencia del legado del psicoanálisis con relación a la etiología de la enfermedad. En diferentes momentos de la obra de Freud, encontramos diferentes formulaciones para el origen de la histeria. Eso es porque sus ideas fueron evolucionando de acuerdo con la formulación de su teoría y la comprensión de los mecanismos del aparato psíquico. De cualquier forma, el autor, más que nadie, vinculó los síntomas histéricos a los conflictos sexuales. Una explicación bastante sencilla sin dejar de ser explicativa con relación al origen de la histeria, nos es suministrada por Mezan (1987) en su estudio de la construcción de la teoría freudiana: “al surgir la idea incompatible (que en el sexo femenino proviene de ideas y sentimientos sexuales), la paciente la rechaza. Pero el intento de tratar la idea como si en ella hubiera ocurrido, fracasa, porque el trazo mnémico dejado por ella y el afecto correspondiente no pueden ser extirpados de la psiquis. El ego busca entonces debilitar la idea, retirando de ella la suma de la excitación, que necesitará ser desviada para otra dirección (...) en la histeria, la excitación se somatiza por el mecanismo de conversión...”.

Lo que más nos interesa en los estudios y en los hallazgos de Freíd, es la existencia de un conflicto en cualquier estadio de la formulación de su teoría. En la sociedad en que vivió, teniendo en cuenta toda la constitución de un pensamiento burgués europeo de comienzos del siglo, es perfectamente aceptable que las cuestiones sexuales reprimidas por la moralidad social generasen un conflicto en la mentalidad de algunas mujeres de aquella época. Sin embargo, ¿qué podría generar un conflicto en la actualidad en tan amplia escala como las cuestiones sexuales de comienzos de siglo, manteniendo la histeria presente?

Un paseo por la literatura actual nos permite dividir las investigaciones que han sido realizadas sobre el tema en 6 categorías.

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La primera gran área de estudio está relacionada a la histeria de masa. Para Ali-Gombe, Guthrie y McDermott (1996), diferentes síntomas estarían representando síndromes distintos. Rothman y Weintraub (1995) discuten las enfermedades causadas por la contaminación del aire, refiriéndose a una “building síndrome”, que afectaría a arquitectos, trabajadores de oficinas y obreros, cuyos síntomas serían la irritación de las mucosas, la piel y los ojos. Esos síntomas ocurrirían con más frecuencia en mujeres empleadas en trabajos de estatus y en pacientes con estrés tanto físico como psicológico, lo que lleva a una cierta confluencia entre la “building síndrome” y la histeria de masa. Las causas no son identificadas en un 75% de los casos, según los autores.

La Histeria de masa y la enfermedad psicogénica de masa son tratadas muchas veces como sinónimos (Bartholomew, 1994a). Según algunos autores, los episodios de histeria de masa se dan siempre en períodos de crisis social y de estrés (Bartholomew, 1994b). Se sugiere incluso, que el término histeria de masa sea cambiado por “emociones colectivas exageradas”, defendiendo la cuestión cultural como determinante en la etiología del fenómeno (Batholomew, 1990). Desde nuestro punto de vista, sin embargo, esos episodios podrían ser comprendidos como fenómenos epidemiológicos desencadenados por cuestiones ambientales (ya sea en el trabajo, en casa o en cualquier otro tipo de institución con características bien delineadas). Otra línea que podemos llamar como segunda gran categoría, enfoca directamente la visión psicoanalítica de la enfermedad, alternando relecturas de los trabajos de Charcot, Freud y sus seguidores (o disidentes). Esencialmente teóricos son esos trabajos, como el de Libbrecht y Quackelbeen (1995), que discuten la influencia de las ideas de Charcot en las primeras formulaciones de Freud con relación a la histeria traumática y a la histeria masculina. Costa (1995), discute el proceso de identificación en la formación del carácter histérico con base en las primeras formulaciones de Freud y en las experiencias de separación y pérdida vividas en la infancia. La cuestión de la triangulación edípica en la formulación de la histeria es discutida por Rupprecht-Schampera (1995). Stoloff (1995) discute los tres estadios de la formulación teórica de la histeria en el trabajo de Freud, mientras que Bonnafe (1995) discutirá la implicación de la castración y la formación de la identidad sexual en la etiología de la enfermedad. Guimarães de Lemos (1992) aborda la cuestión de la identidad entre lo femenino y la histeria a través de una lectura lacaniana. Widlocher y Dantchev (1994) también discuten los aportes de Freud y Paul Janet en la formulación de la histeria de Charcot, como Bonomi (1994) también analiza la cuestión de la castración en la etiología de la histeria.

Sopena (1993), hace una retrospectiva de la evolución del trabajo de Freud, describiendo las características histriónicas del histérico como el desempeño de un actor. La escena primaria y el complejo de Edipo con su diferenciación sexual serían la base de la formación de la personalidad histérica, como lo es para la mayoría de los psicoanalistas. Torres (1992) propone que se utilice el pronombre “él/ella” para designar la diferenciación sexual de la histeria.

Una tercera gran corriente busca fundamentos fisiológicos para la enfermedad, partiendo, en gran parte de las veces, de un síntoma específico para explicarla. Aunque siendo pocos, esos trabajos se presentan como bastante específicos, como lo es el caso de Zeller (1990), que discute casos de “brujería” del siglo 17 alegando que los síntomas presentados pueden estar relacionados con bajos niveles de calcio en el organismo, lo que se confirma con el tipo de alimentación y el estilo de vida de aquella época. Wilbourn

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(1995) relata la posibilidad de distinción entre síntomas de conversión histérica y lo que él llama “fingimiento” a través de examen electrodiagnóstico.

Una cuarta línea de trabajos trata sobre el instrumento. Incluso pudiendo ser considerado antiguo, el Inventario Multifacético Minnesota de Personalidad (Multifasic Minnesota Personality Inventory - MMPI) que continúa siendo el inventario más utilizado en las investigaciones experimentales cuando se habla de histeria. Sujetos con insomnio presentan niveles más altos de depresión e histeria, conforme encontramos en Bonnet and Arand (1995). Ziegler y Paolo (1995) encontraron índices más elevados de histeria en el MMPI-2 en 52 pacientes que sufrían dolores de cabeza asociados a niveles elevados también en las subescalas de hipocondría, depresión, psicoastenia e introversión social con relación a los 58 sujetos del grupo control. En un estudio con la participación de 387 operadores de máquina, 336 carpinteros y 426 oficinistas durante tres años, Pietri-Taleb et al. (1995) encontraron una relación significativa apenas para histeria entre los trabajadores que presentaron dolor ciático durante el estudio (todos trabajadores operacionales). Entre los trabajadores asalariados o autónomos que registraron el dolor, ninguna correlación fue encontrada. En una investigación anterior, los autores habían encontrado síntomas somáticos y depresión entre los trabajadores de máquinas e histeria entre trabajadores de oficina (Pietri et al., 1994). Wetzel et al. (1994) compararon pacientes con el “síndrome de Briquet” (histeria) y pacientes con desorden afectivo primario, encontrando menos consistencia y lógica en las respuestas al MMPI entre pacientes histéricos.

Gagliese, Schiff, Bernard y Taylor (1995), probando la hipótesis de que dolores en el lado izquierdo del cuerpo tendrían consecuencias más graves que en el lado derecho porque activan el hemisferio derecho (depresogénico), encontraron índices más elevados de histeria e hipocondría en las escalas del MMPI de los pacientes con dolores del lado izquierdo.

Drake (1993) relata la aparición de síntomas neurológicos que sugerían la conversión histérica en 5 mujeres entre 16 y 41 años que presentaban lesiones en el hemisferio cerebral dominante. El MMPI detectó diagnóstico de conversión en dos de esas mujeres.

Autores como de-Benedittis y Lorenzetti (1992) encontraron altos índices de hipocondría, histeria y psicoastenia en pacientes con dolor de cabeza (“primary headache”) en las escalas del MMPI. Akerlind, Hornquist y Bjurulf (1992) también utilizaron el MMPI en pacientes con dolor crónico. Fan, Gu y Zhou (1995) estudiaron un grupo de inmigrantes japoneses en sus intervalos de frecuentes dolores de cabeza: aplicando la versión china del MMPI, esos sujetos presentaron índices más elevados en las escalas de neurosis (hipocondría, histeria, depresión y psicoastenia), como también de introversión social y esquizofrenia que el grupo control. Inan, Soykan et al. (1994) también estudiaron sujetos que sufren de dolores de cabeza, encontrando niveles mucho más elevados de histeria en las escalas del MMPI que en el grupo control. Señales de neurosis histérica también fueron detectados en trabajadores de microelectrónica (predominantemente mujeres), cuando Bowler et Cols (1992) realizaron un estudio de dos años utilizando el MMPI.

Siempre predominante entre las mujeres, actualmente no podemos hablar sobre la histeria sin necesariamente abordar la discusión sobre sexo. Esa sería nuestra quinta línea de investigación, donde podemos citar el trabajo de Dio-Bleichmar (1992), que insiste en la importancia del concepto de sexo en el desarrollo psicosexual, enfocando que diferentes estructuras tendrían diferentes cursos y formas de organización de acuerdo con el sexo. Shirali y Bharti (1993), estudiando la incidencia de histeria entre mujeres de la colina,

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notaron que las mujeres con histeria de conversión tienen en su mayoría menos de 35 años, siendo las diagnosticadas con casos de posesión más viejas. Generalmente pobres, analfabetas, casadas y trabajando en el campo, en su mayoría con solamente un pariente vivo. Una vida estresante parece haber influido más en los casos de histeria femenina que en la masculina, notándose una predominancia de eventos negativos en sus vidas. Rockney y Lemke (1994) también reafirman la predominancia entre el sexo femenino. Isaak (1991) discute cómo la mujer ha sido representada como histérica de resultas de una interrelación entre las relaciones sociales de producción y las diferencias de clase y sexo, dentro de una perspectiva también sociológica de la enfermedad. White (1991) examina casos de disturbios en la alimentación (anorexia, bulimia), a través de una perspectiva sociopolítico-cultural feminista, estableciendo un paralelo entre histeria, depresión y esos disturbios. Para Shorter (1990), el declive en el número de casos de histeria se debe a tres circunstancias conjuntas: los cambios demográficos, los cambios sociales que aumentaron o disminuyeron la presión sobre la mujer, y los cambios culturales que modificaron el estándar de comportamiento de determinados individuos. El autor invierte fuertemente en la cuestión de la histeria como un elemento de construcción cultural. En las palabras de Brown (1990), “la histeria es esencialmente un fenómeno sociopolítico”. Para Chakraborty (1993), “las expresiones de ansiedades colectivas varían en diferentes culturas dependiendo de la dinámica del ser social”. Según el autor, el aumento de esos fenómenos psicológicos de masa en la India en el inicio de esta década, habrían tenido una relación con los cambios sociales que allí se dieron. Abusah (1993) también enfoca la importancia de la diferenciación cultural, afirmando que esas diferencias influyen en el diagnóstico de la histeria, como también otras enfermedades mentales, pero es Satow (1979), quien mejor ilustra esa variación cultural cuando describe el caso de las mujeres puertorriqueñas que, encontrándose en las mismas condiciones de sumisión, dependencia y castidad a que eran sometidas las mujeres del siglo XIX, sufren ataques siendo que esos ataques no se consideran histéricos, sino fruto de la posesión de espíritus, vista como normal durante las sesiones espirituales. En una cultura de fácil acceso psiquiátrico, esas alucinaciones serían diagnosticadas incluso como esquizofrenia, dependiendo de las circunstancias. Finalmente, y no por casualidad colocada como sexta y última categoría, tenemos un enfoque que considera aspectos del trabajo en el desarrollo de la enfermedad. Ya en 1700, Bernardino Ramazzini (apud Almeida, 1995, p.25), establecía la correlación entre enfermedad y ocupación de las personas. Cuando habla sobre salud mental, Tyrer (1994) destaca que la incidencia de los síntomas de lesión por esfuerzo repetitivo es más fuerte en organizaciones que poseen un ambiente de trabajo pobre, con altos índices de estrés e incomodidades, poca posibilidad de variación y bajos índices de satisfacción en el trabajo, siendo que una histeria epidémica siempre llega a ser considerada, habiendo controversias en cuanto a la definición del diagnóstico. En la literatura se encuentran varios estudios enfocando el trabajo de cuidado relacionado al aparecimiento de problemas de salud mental. En inglés, el término para designar la categoría es “caregiver”, también variando para “careworker”, siendo que la mayoría de las investigaciones se refiere a las personas que cuidan pacientes con la enfermedad de Alzheimer. A pesar de que esos estudios no utilizan el mismo instrumento de investigación, Hooker, Monahan, Shifren y Hutchinson encontraron altos niveles en esos individuos del factor N (neuroticismo) a través del inventario NEO-FFI (apud Costa & McCrae, 1989), que relaciona ansiedad, depresión,

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impulsividad, vulnerabilidad y hostilidad; muy similar a la escala de histeria del MMPI (escala 3 ).

Brodsky (1977) realizó un estudio sobre estrés a largo plazo en profesores y custodios de prisiones que, según el autor, “desde una perspectiva más amplia, ambos actúan como guardianes de las personas que están bajo su cargo no por elección, sino a causa de la ley”. El autor considera que el hecho de que los profesores y los custodios de prisiones actúen como intermediarios entre la sociedad y los “grupos con los cuales la sociedad no puede progresar”, los pone en una posición contradictoria generadora de conflictos de roles y produciendo tensiones y enfermedades. Servirían no solamente como “defensa”, sino como “chivos expiatorios” y algunos hasta aceptarían esos roles pacíficamente, mientras otros reaccionarían desarrollando síntomas.

Lo que podemos constatar en esa miscelánea de tendencias y corrientes es que casi no hay comunicación entre ellas. Sin embargo, algo permanece fuerte en todas: la vía de la sintomatología. A pesar de ser un espectro muy grande, existe un núcleo común que define la histeria para todas esas corrientes. Cuando preguntamos sobre lo que todos están hablando, es la cuestión de la conversión que surge como núcleo común y permite afirmar que estamos hablando de un fenómeno único. En última instancia, es el síntoma del cual no se encuentran causas orgánicas. Incluso aquí tenemos la divergencia clara que podemos encontrar entre la tendencia norteamericana y la europea: los trastornos conversivos (código F44 por la CID), se clasifican junto a los disociadores en la CID-10, a diferencia de la DSM-IV que los coloca como un tipo de trastorno somatomorfo. Secundando la afirmación de Nunes, Bueno y Nardi (1996) de que esa diferenciación es una cuestión mucho más teórica que clínica, optamos por no considerar esa distinción.

La incidencia de histeria detectada por el MMPI, elegido por unanimidad el instrumento más utilizado cuando se habla de histeria, indica individuos que reaccionan frente a situaciones de tensión y evitan la responsabilidad, desarrollando síntomas físicos. Presentan normalmente dolores de cabeza y de pecho, debilidad, taquicardia y ataques de ansiedad, siendo que sus síntomas aparecen y desaparecen de repente. Son psicológicamente inmaduros, narcisistas y egocéntricos, preocupados con el fracaso en la escuela y en el trabajo. Para que se pueda detectar una histeria de conversión, es necesario que se analice la escala de hipocondría (escala 1), ya que los individuos que presentan niveles de histeria a nivel borderline, frecuentemente presentan la escala de hipocondría también comprometida. La confluencia de las escalas 1 y 3 (hipocondría e histeria, respectivamente), representa individuos que consideran a sí mismos como normales, responsables y sin defectos. Utilizan excesivamente la negación, proyección y la racionalización, culpando a los demás por sus dificultades. Prefieren las explicaciones médicas para sus síntomas y les falta el “insight” sobre los factores psicológicos que están subyacentes a ellas, siendo difíciles de motivarse en una terapia tradicional (Graham, 1987).

De acuerdo con la actual Clasificación de Trastornos Mentales y de Comportamiento de la CID-10, que reemplaza a la histeria por trastornos disociadores o conversivos, la característica común es una pérdida parcial o completa de la integración normal entre las memorias del pasado, de la conciencia de identidad, de las sensaciones inmediatas y del control de los movimientos corporales. Esos trastornos son presumiblemente psicogénicos de origen, estando íntimamente asociados en el tiempo a eventos traumáticos, problemas insolubles e intolerables o relacionamientos perturbadores. El término conversión, ampliamente aplicado a algunos de esos trastornos, implica

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en que el afecto sin placer generado por los problemas y conflictos que el paciente no puede resolver es de alguna forma transformado en síntoma. Esas personas presentan muchas veces una notable negación de problemas y dificultades que pueden ser obvios para otras personas. Para que el trastorno disociador sea diagnosticado, es necesario que no haya ninguna evidencia de trastorno físico que pueda explicar los síntomas y que haya evidencia de causa psicológica, en la forma de una clara asociación en el tiempo con sucesos y problemas estresantes o relacionamientos perturbados, aunque el individuo los niegue. Esa definición incluye histeria de conversión, reacción de conversión, histeria y psicosis histérica, excluyendo apenas la simulación. Entre las especificaciones de esos trastornos, tenemos: amnesia disociadora, fuga disociadora, estupor disociador, trastornos de transe y posesión, trastornos disociadores de movimiento y sensación, trastornos motores disociadores, convulsiones disociadoras, anestesia y pérdida sensorial disociadora, trastornos disociadores o conversivos mixtos y otros trastornos disociadores (o conversivos). La clasificación nos remite también a otros trastornos de ansiedad especificados, incluyendo ahí la histeria de ansiedad.

Ahora bien, si tomamos como base el DSM IV, encontraremos algo equivalente a la histeria entre los disturbios disociadores y somatoformes, donde además de las características definidas por el CID 10, existe también una referencia a los síntomas sexuales: debe haber historia de por lo menos un síntoma sexual o reproductivo que no sea el dolor.

Aunque no se haya llegado todavía a un consenso en cuanto a su origen, para una enfermedad considerada a punto de extinguirse, se ha producido mucho ya sobre el tema. Una investigación sin compromisos a una respetable base de datos indicó nada menos que 400 trabajos, entre artículos y libros publicados en los últimos siete años, que traen la histeria como palabra clave. Parece que lo que se busca es una redefinición del lugar a ser ocupado por la enfermedad, no su sepultura. Plagiando Harrus-Revidi (1990), tal vez la capacidad generadora del concepto de histeria no haya sido debidamente abordada. En ese sentido, entendemos histeria como un dolor para el cual no se encuentra una causa concreta. Dolor como sufrimiento, porque no es necesariamente físico y se concreta como una causa que no puede ser entendida por el propio individuo. No siendo privilegio de las mujeres (o infortunio, como quieran llamarlo), todo parece indicar que la histeria estaría siendo causada por otras variables y no únicamente las de origen sexual. Hasta aquí nos llegaron muchos de los trabajos citados. La presencia de la conversión también parece ser un punto moderado, además de una tendencia reciente de englobar las cuestiones macroestructurales de cultura, contextos y situaciones específicas, perspectiva esa en la cual el trabajo también podría ser insertado. El presente estudio surgió a fin de investigar mejor esa cuestión.

Nuestra hipótesis: la involucración afectiva que determinados tipos de trabajo exigen del profesional, estarían generando un conflicto que se resolvería a través de la descarga de energía en el cuerpo del propio individuo, dando margen al desarrollo de síntomas histéricos, pero en una relación no necesariamente puntual y llena de una serie de interrelaciones que trataremos de comprender mejor.

Los estudios que relataremos ahora forman parte de los trabajos realizados en los últimos diez años por el entonces Proyecto Salud Mental & Trabajo (hoy parte del Laboratorio de Psicología del Trabajo del Departamento de Psicología Social y del Trabajo del Instituto de Psicología de la Universidad de Brasilia – UnB).

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Todo empezó con la investigación de algunos datos para una disertación del programa de Maestría en Planificación del Desarrollo (PLADES), del núcleo de Altos Estudios Amazónicos de la Universidad Federal de Pará. Los datos compilados en 4 escuelas de primaria (del primero al cuarto grado), tenían el objetivo de realizar un estudio acerca de la salud mental de los profesores. Utilizando como instrumento el MMPI, constatamos que las escuelas estatales se caracterizaban por la triple neurótica Hs-Hy-D (hipocondría, histeria y depresión), cuyos porcentajes eran respectivamente 59,3% , 55,6% y 51,9%, siendo que la elevación de los niveles “T” era proporcionalmente mucho mayor en el nivel patológico que en el nivel borderline, además que en una de las escuelas la Prevalencia de la Sospecha de Sufrimiento Psíquico (PSSP) llegó a un 40%. Para las escuelas municipales, el porcentaje significativo de afectación fue encontrado solamente en la escala Hs (68,8%), lo que indicaba las variables de la situación de trabajo como responsables por el sufrimiento psíquico. Según las palabras de la propia autora: “Considerando que las profesoras son trabajadoras asalariadas, cuyo valor de uso es la educación/formación/instrucción del aluno (...) y cuyo valor de intercambio, a medio o largo plazo, es la preparación de la fuerza de trabajo para el capital; que el significado social de su trabajo, o sea, educar/formar/instruir la fuerza de trabajo para el capital, se equilave con el significado personal de su trabajo, o sea, medio de subsistencia (trabajar para ganar dinero -el sueldo- para sobrevivir); que los intentos de unificación/apaciguamiento de esa contradicción, por medio del discurso ideológico ya no surten el efecto esperado (...), se supone que habría una tensión en las contradicciones que pasan por sus relaciones con el trabajo, generando una ruptura entre subjetividad y objetividad, sin perspectivas o posibilidades reales de resolución de los problemas, por lo menos a medio plazo, conllevando así al sufrimiento psíquico. La contradicción trabajar para educar/formar/instruir X trabajar para sobrevivir afecta probablemente, de forma profunda, la identidad del profesor como tal y la relación afecto-trabajo (...) Diríamos que el profesor podría transferir ese afecto al producto de su trabajo (la formación del aluno), rodeado por las relaciones de producción, para otras esferas compensatorias dentro del contexto de trabajo: la amistad con otras profesoras, una cita con los colegas (sus semejantes), los fines de semana o al final del horario de trabajo, etc. Pero esas vías compensatorias de recuperación de la afectividad en el trabajo no siempre son realizables, por lo menos para las profesoras que encuestamos...” (Khoury – Carvalho, 1995, p.137-138).

Otra disertación de maestría, con el objetivo de investigar la salud mental en una categoría aparentemente distinta, acabó por dar continuidad a ese trabajo. La investigación de Isabel Cristina Borsoi con trabajadores de enfermería trajo a colación, además de resultados interesantes, una gran semejanza con lo que estaba ocurriendo con las profesoras de Pará, mostrando el perfil histérico en un 19,5% de la población encuestada. La constitución de los grupos por servicio de enfermería destacaba la gineco/obstetricia con un 33,3% de casos, seguida de las clínicas médica y pediátrica con un 21,3% y un 20,3%, respectivamente, además de la otorrino/oftalmo/ortopedia con un 18,4% y la clínica quirúrgica con un 10%. Dividiendo el grupo por función, encontramos un 17,6% de casos entre las enfermeras, un 19,6% entre las auxiliares y un 20,3% entre las recepcionistas: “Es interesante notar que parece haber una tendencia a aumentos de casos en la relación directa con el más cuidado, en la medida en que es el auxiliar y el recepcionista el que se mantiene más tiempo junto al paciente, porque normalmente son ellos los responsables por las enfermerías y por los cuidados directos como las medicinas aplicadas, alimentación, baño

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etc.” (Borsoi & Codo, 1995, p.144). Con relación a las diferencias de las franjas etarias, la mayor incidencia prevalece entre las trabajadoras de 40 años o más (29,3%), seguidas de las trabajadoras entre 31 y 39 años (16,8%) y de las más jóvenes (13,6%). En otras palabras, el grupo que trabajaba hace más de 18 años presentó el índice más alto de casos con ese perfil (35,7%).

Otro dato interesante encontrado en ese estudio se refiere al turno de trabajo. Clásicamente se conoce que el turno alternado ofrece más situaciones de sufrimiento psíquico para el trabajador. Sin embargo, en ese caso, la mayor concentración de casos de histeria osciló entre los trabajadores del turno diurno fijo (33,3%), seguido del turno alternado (24,4%) y del nocturno fijo (15,4%). Son los propios autores que levantan una posible explicación para el fenómeno: “...ese resultado tiene sentido en la medida en que es en el turno diurno donde se concentra la mayor parte de los cuidados (baño, el cambio de las sábanas de las camas, la alimentación, la recepción de los pacientes, altas, mayor frecuencia de verificación de señales vitales y de administración de medicamentos etc) y también una mayor presión sobre la realización de las tareas.” (Ibid, p.145). Ese estudio, sin embargo, como el anterior, consideró apenas las mujeres como sujetos de investigación.

Secundando la línea de las profesiones tradicionalmente femeninas, Codo (1995) relata el caso de 42 sujetos divididos en dos grupos: trabajadores en las guarderías (TC) y trabajadores administrativos o, como el propio autor denominó, “trabajadores no-guarderías” (TNC). Nos llama la atención la alta prevalencia de histeria encontrada en el grupo TC cuando se le confronta con el grupo TNC (31,7 % e 8,7%, respectivamente. La escala de hipocondría también se presentó bastante elevada en esa población: 21,0% para TC y 8,7% para TNC. Como las trabajadoras administrativas no presentaron niveles significativos de perfil histérico, el autor pudo concluir en razón de la influencia de las diferencias de función: “La histeria de prevalencia es mayor entre las mujeres. No obstante, las trabajadoras del grupo TNC de la misma institución y aproximadamente de la misma edad, no aparentan tener el mismo cuadro, lo que fortalece la hipótesis de que son las condiciones de trabajo las responsables por las diferencias encontradas en esa escala.” (Codo, 1995, p.187). Una vez más, sin embargo, se trataba de considerar apenas sujetos del sexo femenino. Además, incluso utilizando un grupo control sometido teóricamente a las mismas reglas institucionales, todavía quedaban una serie de variables que no se podían controlar. Estábamos en el año 1993.

Con el fin de disminuir el número de esas variables no controladas, surgió la necesidad de buscar un grupo donde no hubiese mediación en la relación entre trabajo y producto cuando se habla en cuidar al otro, además de exención de las relaciones institucionales tradicionales. En ese sentido, surgió la investigación con las amas de casa; mujeres que se dedican al trabajo de cuidar en tiempo integral. Ese análisis involucró 62 mujeres casadas, con hijos y sin ninguna actividad profesional remunerada (“amas de casa”), que trabajaban apenas en las actividades domésticas y de cuidado al marido y los hijos. Cuando se analizaron por separado los índices de histeria para las amas de casa, observamos que un 17% presentan un nivel borderline, sin ningún caso patológico. Sin embargo, ese porcentaje cae para un 2% cuando se analiza la escala de hipocondría, no caracterizando por tanto, una histeria de conversión. Si la actividad de cuidado está propiciando el aparecimiento de la enfermedad, ¿por qué en las amas de casa, mujeres que ejercen la actividad de cuidado 24 horas por día, no ocurre eso?

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Bueno, parece que la cuestión no estaba centrada directamente en el cuidado, sino en su institucionalización. Si fuese así, los hombres que ejerzan ese tipo de trabajo también estarían sometidos al mismo tipo de sufrimiento psíquico. Nuestro próximo paso fue en esa dirección y la respuesta llegó más rápido de lo que esperábamos. Compilamos los datos del MMPI y las entrevistas clínicas y de trabajo de 30 profesores del sexo masculino que trabajaban con grupos de primero y sexto grados de la primaria, tanto de la red pública como de la particular. En esa muestra no se registraron hombres que trabajasen con preescolar, lo que nos forzó a utilizar como criterio de corte la franja etaria de la clientela (hasta 12 años, como promedio). Analizando esa categoría de hombres que ejercen la actividad de cuidado, obtuvimos un índice de histeria de un 26,7%. (Gazzotti, Debera & Codo, 1994, p.188).

Por lo que nuestros datos indicaban, no solo la ayuda a un enfermo como el propio Freud creía, sino otros tipos de trabajo que involucran cuidado, también estarían relacionados con la incidencia de histeria. A fin de verificar la hipótesis de la actividad profesional, buscamos probar la variable del sexo para averiguar su posible influencia, una vez que las profesiones que involucran el cuidado con el otro son actividades tradicionalmente femeninas. De esa forma, el próximo trabajo tuvo como objetivo comparar actividades que involucrasen el cuidado con las actividades donde el cuidado no está involucrado con relación a hombres y mujeres, y verificar su correlación con la incidencia de histeria.

A la muestra ya compilada de profesores hombres y de amas de casa, se le sumaron algunos datos de categorías profesionales, cuyo estudio ya había sido realizado anteriormente a través de un levantamiento epidemiológico hecho por el “Proyecto Salud Mental & Trabajo”, a saber: 143 pasantes, 33 funcionarios administrativos de banco, 74 profesoras del primero al cuarto grado de la primaria, 26 agentes de salud, 86 alumnos de enfermería, 21 recreativos de guarderías y 163 funcionarios administrativos de la policía militar. Todos los datos se obtuvieron a través de la aplicación del MMPI y de entrevistas realizadas con el objetivo de investigar características particulares con el trabajo de los sujetos y datos personales. Los resultados mostraron una diferencia significativa (p < 0,05) para las escalas de hipocondría (Hs) e histeria (Hy) con relación a las variabilidades de sexo y profesión. Cuando se realizó la correlación entre histeria y sexo, los porcentajes fueron muy cercanos: un 17,5% de los hombres presentaron histeria y un 14,8% de las mujeres quedaron entre los índices borderline.

El vínculo entre histeria y trabajo era muy claro, ya que un análisis de regresión logística mostraba que la variable trabajo siempre estaba presente (Gazzotti, Debera & Codo, 1995, p.211). Pese a todos esos trabajos que indicaban una relación entre histeria y cuidado, nuestros datos se obtuvieron a través de muestras bastante limitadas y de procedimientos de análisis bastante primitivos (básicamente proporciones en porcentajes y comparaciones con X²). Además, anamnesis pilotos realizadas ya habían revelado una tendencia del inventario (MMPI) en presentar falsos positivos en algunas escalas. Se hacía necesaria entonces la utilización de un instrumento más sensible a las características histéricas y una muestra más representativa del universo encuestado. Además de eso, si había cuestiones de trabajo involucradas y hasta ese momento todos los datos lo indicaban, era necesario ahondar más desglosando las interfaces de esa relación para un mejor entendimiento y comprensión del fenómeno. Teniendo en cuenta esas cuestiones, surgió el presente estudio, que tuvo por objetivo investigar el papel del trabajo como actividad de cuidado en el desarrollo de síntomas histéricos.

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La oportunidad apareció con la investigación nacional “Relaciones de Trabajo, Organización y Salud de los Trabajadores en Educación en Brasil”, en una asociación de la Confederación Nacional de los Trabajadores en Educación (CNTE) y el Laboratorio de Psicología del Trabajo (Departamento de Psicología Social y del Trabajo - Instituto de Psicología - Universidad de Brasilia), en el período de marzo de 1996 a octubre de 1997, contando con el auspicio financiero del CNPq y de la UNICEF.

Participaron en ese estudio 19860 profesores de la red oficial de la enseñanza, distribuidos igualmente en las 27 unidades federativas del país. La distribución regional de los sujetos puede ser observada en la siguiente tabla:

Tabla 1: Distribución de profesores a través de las regiones administrativas de Brasil

Región Frecuencia % Norte 3565 18,0 Sur 2552 12,8

Nordeste 5640 28,4 Sudeste 4715 23,7

Centro oeste 3388 17,1 Total 19860 100

Con relación a la clientela encuestada, 8736 profesores trabajaban con preescolar

hasta el cuarto grado, 7070 profesores con quinto y sexto grado y 4054 con Secundaria Básica. Profesores que trabajaban con más de una de esas categorías, fueron eliminados de la muestra. Las frecuencias en número y proporción están en la siguiente Tabla 2:

Grados Frecuencia % preescolar 8736 44,0

de primero a cuarto grado 7070 35,6 de quinto a sexto grado 4054 20,4

Total 19860 100

De los encuestados, la mayoría era del sexo femenino (83,0%), casada o vive con

compañero, (60,4%) tenía hijos (68,5). En su mayoría eran universitarias (61,0%), siendo que una minoría afirmó tener solamente la primaria completa o incompleta (1,1%), no estando por tanto con la calificación mínima exigida para tal función.

El promedio de edad de esos profesores era 37,8 años, con un tiempo promedio de 10 a 15 años en la función y trabajando predominantemente en una sola escuela (74,5%). Apenas una pequeña parte de la muestra ya recibía un retiro como profesor: 3,8%, mientras que un 4,9% estaba en desvío de función, o sea, fuera de las clases.

Tabla 2: Distribución de profesores por los grados con los cuales trabaja

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La gran mayoría (38,7%) de los profesores trabajaba con uno o dos grupos, pero encontramos un porcentual significativo de la muestra trabajando con hasta 8 grupos (75,3%). 5.2 Instrumentos En ese estudio utilizamos 7 escalas clínicas, inclusive una escala para detectar la predisposición a la histeria, escalas de evaluación de las condiciones de trabajo y variables demográficas. a. La Escala de Histeria

La escala de histeria utilizada en ese estudio fue construida con base en la escala 3 -

Hy del MMPI (Vasques, Barbosa & Codo, 1996). Compuesta por 13 acápites que abarcan aspectos de malestar físico/conversión,

problemas de sexualidad y dificultades en la construcción del vínculo afectivo, la escala fue validada a través de un proceso de analisis de factores realizado por medio del paquete estadístico SPSS 7.5 for Windows, utilizando el PAF con rotación oblimim, carga factorial mayor de .30 y eigenvalue superior a 1, con un coeficiente de precisión (alpha de Crombach) de .80. Los acápites se configuran en forma Likert de 7 puntos, en donde 1 indica discordancia total y 7 concordancia máxima con relación a las afirmaciones propuestas. Los rubros se encuentran enumerados a continuación: 1 - Hay días en que siento un malestar tan grande que no tengo deseos de salir de la cama. 2 - Constantemente me parece que me duele toda la cabeza. 3 - Cuando deseo mucho a alguien, prefiero alejarme. 4 - Es difícil recibir ayuda incluso cuando estoy necesitado/a. 5 - Veo problemas serios con mi sexualidad. 6 - Siento constantemente una sensación de peso sobre los hombros. 7 - No sé qué hacer cuando alguien me elogia. 8 - Al sentirme atraído/a por alguien, tengo mucho miedo de sufrir. 9 - A veces, sin causa aparente, siento muchos dolores por todo el cuerpo. 10 - Me gustaría nunca sentir necesidad por sexo. 11 - Algunas veces la parte superior de mi cabeza se pone muy sensible. 12 - Tengo dificultad para satisfacerme sexualmente. 13 - Tengo muchos problemas en el estómago.

El objetivo de esa escala es detectar la presencia de las condiciones para el desarrollo de la patología; una predisposición o “tendencia a”, no poseyendo por tanto, pretensión de una clasificación diagnóstica para efectos de intervención (incluso porque estamos investigando individuos en situación de trabajo, lo que supone ofrece un cierto soporte psíquico y no pacientes en tratamiento psiquiátrico).

Optamos por esa escala preferentemente al MMPI, a pesar de que ese sea el instrumento cuantitativo más utilizado por la literatura del área. Esa elección se debe al hecho de que el MMPI fue construido en la década del 40 con base en las respuestas de pacientes psiquiátricos (y de esa forma presenta un desfase con relación al avance de la teoría en Sicopatología y/o a los cambios sociales acaecidos desde entonces). Además de

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eso, el carácter de investigación del trabajo asumido por la investigación exigía que el instrumento pudiese ser aliado a cuestiones referentes a la percepción de las condiciones de trabajo y, en ese caso, una escala con 13 cuestiones posibilita su dilución dentro de un instrumento más abarcador con escalas referentes a las características del trabajo. c. Entrevistas Las entrevistas de profundidad tuvieron 2 objetivos. Inicialmente, para la verificación en cuanto a lo fidedigno de las escalas con el tema y la definición del punto de corte y, en un segundo momento, para calificar los resultados encontrados, en el sentido de ofrecer mayores detalles para la comprensión del problema.

Esa entrevista está semiestructurada y consta de una planilla con los rubros básicos sobre todas las escalas con los síntomas más significativos de cada una de ellas. Los aspectos obtenidos en las entrevistas se basan en una escala de 1 a 7, considerando 1 para la ausencia del síntoma y 7 para la intensidad máxima de su incidencia (ver protocolo de entrevista en anexo).

Los datos se dividieron en 3 bloques (del preescolar al cuarto grado, del quinto al octavo y secundaria básica), y sometidos inicialmente, a un análisis de regresión logística jerárquica (stepwise - forward), donde puede ser analizada paso a paso la variación de la variable dependiente con respecto a la inclusión de cada variable en el modelo según los criterios estadísticos (en carácter exploratorio porque el método de regresión muestra la relación entre las variables, pero no implica en una causalidad). Optamos por la utilización de ese método de regresión por ser el más indicado según la literatura para prueba de hipótesis (Tabachnick & Fidell, 1989), pues permite la utilización de variables tanto dicótomas como continuas y no presupone la linealidad, la normalidad y la homocedasticidad que son inherentes a la regresión linear, además de las limitaciones provenientes de la presencia de “outliers” uni o multivariados y de la multicolinealidad.

La variable histeria fue utilizada como dependiente, teniendo las variables demográficas y las escalas de trabajo ya anticipadas. Fueron investigadas un total de 27 variables, siendo 13 de ellas demográficas (estado civil, región, número de hijos, grado de escolaridad, edad, sexo, tiempo de función, desvío de función, jubilación, participación en la renta familiar, número de alumnos, número de grupos y número de escuelas en que trabaja) y 14 escalas de trabajo (carga, centralidad en el dinero, comprometimiento, condiciones de trabajo, control, cooperación, percepción de la cualificación inferior a la que el trabajo exige, producto, relacionamiento con el jefe, relacionamiento con colegas, rutina, soporte afectivo, soporte social, conflicto entre trabajo y familia). Debido al tamaño de la muestra, inicialmente se realizó un corte en los tres grupos para trabajar con muestras menores, con el objetivo de subsanar un posible sesgo. Como los resultados se mostraron bastante similares, optamos por trabajar con la muestra más abarcadora en los análisis realizados. Un primer análisis en nuestros datos indica que no hay una diferencia significativa en la proporción de histeria por estado civil, ni ninguna concentración significativa en determinado período de la vida del sujeto, contrariando datos de la literatura que indican una mayor incidencia de la enfermedad entre individuos más jóvenes y del sexo femenino. La cantidad de alumnos, el turno de trabajo y el clima organizativo, también se mostraron indiferentes.

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Con relación al grado de escolaridad, la Tabla 3 nos muestra un dato bastante interesante:

Tabla 3: Distribución de la presencia de histeria por el grado de escolaridad de los profesores

Presencia de Histeria Grado de escolaridad No Sí

%

N 164 46 210 Primaria completa e incompleta % 78,1 21,9 100

N 5286 773 6059 Secundaria básica

completa e incompleta % 87,2 12,8 100

N 10960 1159 12119 Universidad y Maestria o Doctorado % 90,4 9,6 100

N 16410 1978 18388 Total % 89,2 10,8 100

La proporción de histéricos decae conforme aumenta el nivel de escolaridad. Considerando que nuestro instrumento de medida se basa en la autopercepción, podemos inferir que formas más elaboradas de pensamiento y de leguaje utilizan mecanismos de defensa a la hora de la respuesta, mientras que personas más sencillas responden de forma más directa. Esa diferencia, pese a ser estadísticamente significativa, no aporta a la explicación del fenómeno que estamos queriendo investigar, lo que puede inclusive ser confirmado por el resultado del análisis de regresión logística. Haber estudiado más no es, y nunca fue, por sí solo, una garantía de salud mental. Pero ese dato de cierta forma corrobora la afirmación de Satow (1979), que atribuye como una de las causas de la disminución de la incidencia de histeria, el creciente acceso a la universidad. La región sudeste presenta la menor proporción de histeria. Eso no se sustenta cuando analizamos las proporciones entre la capital y el interior, por ejemplo. Al verificar separadamente cada estado, veremos que los más altos índices (por encima del 16%), están en Goiás, Tocantins, Espírito Santo, Acre y Paraíba.

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Tabla 4: Distribución de la presencia de histeria por las regiones administrativas del país

Presencia de Histeria Región No Sí

%

N 3186 379 3565 Norte % 89,4 10,6 100

N 2263 289 2552 Sur % 88,7 11,3 100

N 5020 620 5640 Nordeste % 89,0 11,0 100

N 4369 346 4715 Sudeste % 92,7 7,3 100

N 2877 511 3388 Centro Oeste % 84,9 15,1 100

N 17715 2145 19860 Total % 89,2 10,8 100

Para los profesores de primero a cuarto grados, de los 8736 casos 23 fueron excluidos por el programa SPSS - Logistic Regression debido a la ausencia de datos (missing data), llegando a un total de 8713 casos válidos. Los datos perdidos presentaron una dispersión aleatoria, tanto con relación a la variable dependiente (presencia de histeria), como con relación a las variables independientes. Fueron 14 las variables incluidas en el modelo: tiempo de función, carga en el trabajo, región, centralidad en el dinero, comprometimiento, cooperación, percepción de cualificación inferior al trabajo, producto, relación con los jefes, rutina, participación en la renta familiar, soporte afectivo, soporte social y conflicto entre trabajo y familia. Esas variables predicen un 98,00% de éxito para los sujetos normales y un 29,13% para los histéricos, llegando a un 89,65% el índice de éxito encuestado total. El índice de ajuste del modelo (-2 log likelihood = 4514,481 registró niveles significativos diferentes con relación al modelo solamente con la constante (6399,7708, con X² = 955,862 y p < ,0000). En la siguiente tabla (Tabla 5), podemos ver los coeficientes de regresión (Beta), las estadísticas Wald, las razones odds (cambios de la probabilidad de incidencia de la variable de histeria, caso existan los cambios de una unidad en la variable independiente), y los intervalos de 95% de confianza para cada uno de los datos previos:

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Tabla 5: Análisis de regresión logística de la histeria como consecuencia de las variables demográficas y de trabajo para profesores del preescolar al cuarto grado de la Enseñanza Primaria.

Intervalo de confianza para

las razones odds

Variables

Beta

Prueba Wald

Razón odds Inferior Superior

Tiempo función

,0297 7,6528 ,0699 1,0206 1,1268

Carga ,1291 108,5932 ,3569 1,3362 1,5282 Región ,0694 38,8070 Región (1) - ,0109 2,7636 - ,1936 ,6558 1,0353 Región (2) - ,0266 6,5140 - ,4020 ,4913 ,9109 Región (3) - ,0216 4,9721 - ,2431 ,6333 ,9710 Región (4) - ,0736 36,6751 - ,7749 ,3586 ,5921 Central dinero

,0703 33,6627 ,1746 1,1225 1,2630

Comprometido

,0715 34,6825 ,2435 1,1764 1,3834

Cooperación ,0218 5,0525 ,0777 1,0100 1,1567 Cualif. Inferior

,1189 92,5335 ,2587 1,2288 1,3654

Producto - ,0250 6,0038 - ,1358 ,7832 ,9732 Relac. Jefes ,0947 59,4536 ,2422 1,1980 1,3550 Rutina ,0690 32,4803 ,1961 1,1373 1,3015 Particip. renta

- ,0261 6,3442 - ,0845 ,8605 ,9814

Soporte afectivo

- ,1201 94,3387 - ,3622 ,6470 ,7489

Soporte social

- ,1091 78,1227 - ,2694 ,7195 ,8108

Conf.Trab Fam

,0725 35,6562 ,1859 1,1330 1,2800

(Constante) 92,7693 -4,3912 La variable sexo no mostró poder de determinación en esa población que trabaja con

preescolar a cuarto grado, además de no existir diferencia entre las proporciones de hombres y mujeres con tendencias histéricas (12 y 10%, respectivamente). A fin de investigar un posible sesgo a causa de la pequeña cantidad de hombres incluida en la muestra (reflejo directo de la proporción de hombres y mujeres en el universo estudiado), el mismo análisis de regresión logística se realizó en una muestra menor de sujetos (211 hombres y 211 mujeres), y nuevamente la variable sexo no registró poder de determinación en el modelo de predicción de la enfermedad con prevalencia de las variables de trabajo. Ese resultado nos autorizó a utilizar la población inicial.

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Un estudio de la correlación variada entre esas variables (Pearson > ,30) nos permitió realizar un ejercicio de interpretación como una actuación y las interrelaciones entre esas variables a la luz de nuestra hipótesis inicial. A continuación tenemos la tabla con la correlación de esas variables (p < ,0000 con Pearson > ,30 ): Tabla 6: Correlación entre las escalas de trabajo y la escala de histeria para los profesores del preescolar al cuarto grado de la Enseñanza Primaria.

Carga Dinero

Compr

Coopera

Calif Producto

Rel Jefes

Rutina

Sop afect

Sop soc

Conf txf

Histeria

Carga 1,000 - - - - - - ,382 - - ,447 ,437 Dinero - 1,000 - - - - - ,346 - - ,311 ,330 Compr - - 1,000 ,409 - ,441 - - - - - - Coopera - - ,409 1,000 - ,301 -,314 - ,397 - - - Calif - - - - 1,000 - - - - - - ,431 Producto - - ,441 ,301 - 1,000 - - - - - - Rel Jefes - - - -,314 - - 1,000 ,324 - - - ,363 Rutina ,382 ,346 - - - - ,324 1,000 -,316 - ,368 ,436 Sop afect

- - - ,397 - - - -,316 1,000 ,428 - -,453

Sop soc - - - - - - - - ,428 1,000 - -,320 Conf txf ,447 ,311 - - - - - ,368 - - 1,000 ,420 Histeria ,437 ,330 - - ,431 - ,363 ,436 -,453 -,320 ,420 1,000

* Las variables que presentaron correlación de Pearson < ,30 para todas las escalas fueron excluidas de la tabla para una mejor visualización.

Los datos indican que existe una relación directa entre histeria y carga. Mientras más grande es la proporción de histéricos, más grande es el sentimiento de tristeza y pena con relación al trabajo realizado. Un comprometimiento en la escala de carga en el trabajo también significa una relación directa con rutina y con conflicto entre trabajo y familia que se relaciona de forma igualmente directa también con la aparición de la histeria. La tabla 7 nos muestra la proporción entre histeria y carga en el trabajo. Los valores son significativamente diferentes con el nivel de significado < ,000, con X² = 568,074 por la prueba de Pearson

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Tabla 7: Distribución de la presencia de histeria por la percepción de la carga en el trabajo

Presencia de Histeria Carga em el trabajo No Sí

%

N 6754 637 7391 Normal % 91,4 8,6 100

N 866 345 1211 Moderada % 71,5 28,5 100

N 68 66 134 Mucha % 50,7 49,3 100

N 7688 1048 8736 Total % 88 12 100

La correlación entre la escala de carga en el trabajo y las cuestiones de la escala de histeria, mostraron ser el factor dolor / conversión el que está ejerciendo una influencia en la respuesta de los sujetos. Siendo así, una elevación en la escala de carga en el trabajo no significa meramente una consecuencia de síntoma de la característica de quejas del histérico. No es reclamar por reclamar, sino un reclamo proveniente de la percepción física de las consecuencias del ejercicio de la actividad, de su “peso”. Si esa percepción de tristeza aumenta conforme aumenta la proporción de los histéricos, aumenta también conforme aumenta el grado de conflicto entre trabajo y familia. Vimos que esa escala investiga el sentimiento de que el trabajo está robando un tiempo que debería estar siendo dedicado a la familia, a su preocupación y cuidado. De esa forma, la relación parece estar configurándose en el siguiente orden: conflictos y preocupaciones provenientes del trabajo le roban el tiempo que en la percepción del sujeto debería estar siendo dedicado a su familia. Ocupar el tiempo de la familia para realizar un trabajo hace con que la percepción de tristeza con relación a él sea cada vez mayor. Esa relación no se acentúa en determinados grados, lo que sería esperado considerando la diversidad de actividades de un grado al otro. En ese sentido también la rutina y el conflicto entre trabajo y familia aparecen fuertemente correlacionados con la centralidad en el dinero. El peso con relación a un trabajo entendido como rutina, sin retos y que impide una dedicación mayor a la familia, hace con que lo que trae gratificación sea apenas la remuneración recibida por su realización. La siguiente tabla (Tabla 8) nos muestra que existe una proporción mucho mayor de histéricos entre los individuos que le atribuyen a la remuneración la principal preocupación con relación al trabajo. Las diferencias son significativas a nivel de p < ,000 con X² = 309,210 para la prueba de Pearson.

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Tabla 8: Distribución de la presencia de histeria por la importancia que el individuo le atribuye al dinero

Presencia de Histeria Importancia del dinero No Sí

%

N 7189 812 8001 Poca % 89,9 10,1 100

N 443 204 647 Moderada % 68,5 31,5 100

N 56 32 88 Mucha % 63,6 36,4 100

N 7688 1048 8736 Total % 88 12 100

Existe más histeria entre los individuos que encuentran en el dinero la principal preocupación con relación al trabajo. Es de esperarse que la necesidad de trabajar como forma de garantizar el sustento de la familia, entre en choque con los verdaderos deseos del individuo de estar con ella, de darle más atención, en fin: cuidar. Muy bien, el individuo no puede cuidar a su familia, pero el cuidado con el otro es inherente a su trabajo. ¿Cómo justificar para sí mismo que está cuidando al otro pero no a los suyos? A través de la necesidad del dinero. Estoy dejando de cuidar a mi familia para cuidar a mis alumnos, pero hago eso por el dinero. Incluimos aquí familia en el sentido de lo que ella significa para el sujeto, sea nuclear, familia de origen, o cualquier otra configuración que para el individuo esté siendo representada en el momento de la respuesta.

Mientras más aumenta la participación del sueldo en el total de los ingresos de la familia, más aumentan los índices de sujetos con presencia de tendencias histéricas. A pesar de que esas diferencias no son significativas, podemos observar el declive:

165

Presencia de Histeria Participación en los ingresos

familiares No Sí %

N 1727 334 2061 Toda la renta % 83,8 16,2 100

N 1633 226 1859 La mayor parte % 87,8 12,2 100

N 1885 218 2103 La mitad % 89,6 10,4 100

N 2267 233 2500 La menor parte % 90,7 9,3 100

N 7512 1011 8523 Total % 88,1 11,9 100

Tabla 9: Distribución de la presencia de histeria por la participación en los ingresos familiares en los profesores del preescolar al cuarto grado de la Enseñanza Primaria

En la misma dirección, encontramos la dificultad del individuo con características

histéricas de estar relacionándose con el producto de su trabajo. La Tabla 10 nos muestra esa relación, con p < ,000 y X² = 95, 740. Mientras menor es el sentimiento de que el trabajo tiene producto, mayor es el nivel de histeria. Esa escala investiga la percepción del trabajador sobre la importancia del resultado (producto), de su trabajo: si el trabajador siente que su trabajo tiene importancia, si el producto de su trabajo tiene sentido o, por otro lado, si siente que su trabajo es algo vacío, inútil o innecesario.

Tabla 10: Distribución de la presencia de histeria a través del nivel de relación con el producto del trabajo en los profesores del preescolar al cuarto grado de la Enseñanza Primaria

Presencia de Histeria Relación com el producto del trabajo No Sí

%

N 7369 931 8300 Buena % 88,8 11,2 100

N 249 92 341 Soportable % 73,0 27,0 100

N 70 25 95 Preocupante % 73,7 26,3 100

N 7688 1048 8736 Total % 88 12 100

166

Aquí, esa percepción del trabajador aparece como una estrategia de defensa. Para evitar el sufrimiento generado por la situación de conflicto, que proviene de la necesidad de afecto que la actividad de cuidar impone y al mismo tiempo de la imposibilidad de concretarlo, es mejor que el vínculo no se establezca.

Manteniendo una cierta distancia del objeto, el sujeto hace con que la actividad no esté llena de significado, lo que imposibilita el reconocimiento de su producto. En otras palabras, el trabajo pierde su razón de ser.

Analizando ahora las escalas sociales, obtenemos inicialmente la siguiente tabla. Las diferencias entre las proporciones son significativas a nivel de p < ,000 con X² = 466,467. Más del 30% con índices preocupantes en la escala de soporte afectivo son histéricos.

Tabla 11: Distribución de la presencia de histeria por nivel de soporte afectivo en los profesores del preescolar al cuarto grado de la Enseñanza Primaria

Presencia de Histeria Soporte afectivo No Sí

%

N 7003 717 7720 Bueno % 90,7 9,3 100

N 568 261 829 Soportable % 68,5 31,5 100

N 117 70 187 Preocupante % 62,6 37,4 100

N 7688 1048 8736 Total % 88 12 100

Podemos entender que esos individuos no están encontrando en otras esferas de relación, un espacio para dar rienda suelta a los conflictos afectivos que la tarea les impone, yendo hacia una nueva dirección de la carga afectiva de sí mismos, lo que estaría desembocando en síntomas histéricos. Si esa interpretación está correcta, las demás escalas que evalúan las relaciones sociales, también deben estar comprometidas con los sujetos que presentan histeria. Mientras mayor sea la proporción de individuos histéricos, menor será el soporte social con el cual ellos cuentan, o sea, mayor será la proporción de individuos en situación de comprometimiento en esa escala (esas diferencias son significativas con p < ,000 y X² = 385,925). El aumento en las proporciones de una categoría para la otra en la escala es brutal, llegando prácticamente a duplicarse de una categoría a la otra. La escala de soporte afectivo y la de soporte social están fuertemente correlacionadas y esas a su vez con la histeria en una relación inversa.

167

Tabla 12: Distribución de la presencia de histeria a través del nivel de soporte social en los profesores del preescolar al cuarto grado de la Enseñanza Primaria

Presencia de Histeria Soporte social No Sí

%

N 6597 692 7289 Bueno % 90,5 9,5 100

N 929 230 1159 Soportable % 80,2 19,8 100

N 162 126 288 Preocupante % 56,3 43,7 100

N 7688 1048 8736 Total % 88 12 100

La otra escala a ser considerada es la de la dificultad en el relacionamiento con los

jefes. En ese caso, la relación no se invierte: mientras mayor sea el comprometimiento en el relacionamiento con el jefe, mayor será la proporción de histeria como puede ser observado en la tabla que a continuación aparece. Esas diferencias son significativas para p < ,000 y X² = 435,632. (Tabla 13). Aquí la cuestión va más allá del mero soporte emocional: los jefes son los representantes institucionales; es la representación de la mediación de la inversión afectiva que el cuidado requiere para la realización del trabajo, que se requiere para la realización del trabajo. Un relacionamiento malo con los jefes significa depararse con la barrera de las reglas, de los estándares preestablecidos, con la burocracia de la organización escuela. Eso acaba actuando como un factor desencadenante del conflicto, una vez que imposibilita el circuito de concretización del vínculo afectivo.

Presencia de Histeria Relacionamiento com los

jefes No Sí %

N 6767 680 7447 Bueno % 90,9 9,1 100

N 817 289 1106 Soportable % 73,9 26,1 100

N 104 79 183 Preocupante % 56,8 43,2 100

N 7688 1048 8736 Total % 88 12 100

Tabla 13: Distribución de la presencia de histeria por el tipo de relacionamiento con los jefes entre los profesores del preescolar al cuarto grado de la Enseñanza Primaria

168

La agresión (en sentido subjetivo), no viene del jefe sino de la institución como un

todo. De la institución que no reconoce el valor de su trabajo cuando ofrece poca remuneración, de la institución que lo sobrecarga con aulas repletas de alumnos, de la institución que impone reglas que le impiden dar más atención a aquel alumno que claramente lo necesita, de la institución que lo obliga a castigar con la suspensión al alumno que tanto aprecia, de la institución responsable por causar todo ese sufrimiento psíquico. La imposibilidad de concretización del vínculo afectivo hace con que la energía afectiva vuelva al propio cuerpo en la forma de conversión. Todo ese sentimiento de impotencia frente a la institución que genera su trabajo trae una sensación de falta de preparación, de falta de calificación. La tabla 14 nos muestra la relación entre la proporción de histéricos y la escala de calificación inferior a la necesaria para el trabajo (diferencias significativas para p < ,000 y X² = 632,787).

Consujeto de qmientras mmanifiesta. calificaciónpor la vía dsíntoma hiscreer en ldescalificac Cabsolutamentiempo que

Tabla 14: Distribución de la presencia de histeria por la percepción del individuo de su calificación con relación al trabajo

Presencia de Histeria Percepción de la calificación No Sí

%

N 7028 690 7718 Adecuada % 91,1 8,9 100

N 568 266 834 Inferior a la

necesaria % 68,1 31,9 100

N 92 92 184 Muy inferior a la necesaria % 50,0 50,0 100

N 7688 1048 8736 Total % 88 12 100

forme aumenta la proporción de histéricos, aumenta también el sentimiento del ue su calificación es inferior al trabajo realizado. Eso equivale a decir que enos el individuo se siente adecuado al trabajo que realiza, más la histeria se

Como no existe ninguna correlación significativa entre esa escala de inferior y las demás, esa relación también puede ser interpretada, por otro lado, e la sintomatología. En ese caso, el sentimiento de inferioridad proveniente del térico influencia la percepción de cualificación para el trabajo. Tendemos a a dialecticidad de esa relación: un sentimiento de menosprecio y de ión que se retroalimenta. on relación a la variable tiempo de función, notamos una característica te peculiar. Si analizamos la tabla de correlación, veremos que la cantidad de

el individuo está ejerciendo en la función no se encuentra relacionada a ninguna

169

de las demás variables anteriormente expuestas, ni incluso con nuestra variable dependiente. La estadística Wald también nos dice que no se trata de una variable muy poderosa. Sin embargo, la curva de frecuencia de tiempo de función por histeria nos revela un fenómeno ya observado anteriormente en los primeros estudios sobre histeria y trabajo citados: en los primeros años de ejercicio de la función la histeria sigue una línea ascendiente, declinando después de 15 o 20 años de trabajo. Bueno, parece que la tendencia de la enfermedad es la de intensificarse al inicio de la carrera y en los años siguientes, para declinar después de los 20 años de profesión. Eso contribuye para reforzar la hipótesis del origen de la enfermedad en el trabajo, ya que lo que está sucediendo es un fenómeno de habitualidad; después de 15 o 20 años de trabajo, el individuo desarrolla otros mecanismos para evitar el conflicto del vínculo afectivo y los síntomas histéricos tienden a disminuir.

Ese fenómeno ya se había observado en trabajos anteriores, con enfermeras (Borsoi & Codo, 1995) y profesoras (Khoury – Carvalho, 1995), donde parece haber un aumento creciente del nivel de histeria rondando los 10 a 15 años de trabajo, cuando ese índice comienza a declinar. Con relación a ese fenómeno, Khoury – Carvalho (1994) afirma:

“...parece difícil comprender que, en una profesión donde el 83,3% de las entrevistadas la evalúan como desgastante o estresante, justamente las que tienen más tiempo de profesión son las más sanas (...) podemos suponer que con el paso del tiempo y la inevitable acumulación de experiencias, las profesoras descubran y pasen a emplear alguna especie de mecanismo de defensa que las proteja durante el trabajo, que las ayude a enfrentarlo y las impida de desarrollar un sufrimiento psíquico o, por lo menos, les imposibilite lidiar con el sufrimiento sin volverse “locas de capirote” de una vez. La línea ascendiente demuestra la dificultad inicial en lidiar con el conflicto, lo que se va recrudeciendo con el transcurso de los años y, cuando declina, significa que a partir de determinado momento esos sujetos acaban encontrando formas de canalizar sus sentimientos, trasfiriéndolos a otros objetos que no son más el propio cuerpo. Como en cualquier tipo de enfermedad mental en el trabajo, aquellos profesores que no logran hacerlo probablemente no están más trabajando, alejados o incluso jubilados por motivos de salud. Ilma Khoury- Carvalho (1994) buscó lidiar con esa variable en su estudio, realizando una investigación en la División de Asistencia al Servidor (DIASE) y en el Sector de Servicio Social de la Secretaría de Educación del Estado de Pará (SEDUC), donde constató que entre los profesores que habían solicitado una readaptación de función entre 1988 y 1990, el diagnóstico era de disturbios de la voz en un 39,3% de los casos, seguido por los trastornos mentales (20,3%), con destaque para los trastornos neuróticos, y en tercer lugar los problemas alérgicos (18,9%). En nuestro estudio no consideramos profesionales por alejamiento, y sí muchos reubicados por los mismos tipos de problemas descritos por la autora.

Para el grupo de profesores que trabaja con alumnos del quinto al sexto grado de la enseñanza primaria, la misma forma de análisis fue realizada sobre la variable presencia de histeria: regresión logística jerárquica tipo Stepwise Conditional, obteniendo las mismas variables demográficas y de trabajo como guías. El análisis de una muestra balanceada con relación a la variable sexo no presentó diferencia con relación a la muestra original, optando una vez más, por la utilización de esa última. De los 7070 casos de ese grupo, 18

170

casos fueron excluidos por el programa a causa de datos ausentes, permaneciendo un total de 7052 casos válidos. La dispersión de esos datos excluidos se mostró aleatoria. Fueron incluidas por ese método, 15 variables en el modelo final: tiempo de función, carga, región, centralidad en el dinero, comprometimiento, condiciones de trabajo, número de hijos, cualificación inferior al trabajo, producto, relación con los jefes, rutina, sexo, soporte afectivo, soporte social, y conflicto trabajo familia. Ese modelo explica un 17,7% de la variación según las pruebas de Cox & Snell y Nagelkerke, obteniendo un índice de aciertos de un 98,38% para los sujetos normales y de un 25,30% para los histéricos, con un índice general de un 90,48%. El índice de ajuste del modelo (-2log likelihood = 3423,043) se mostró significativamente diferente del modelo que está solamente con la constante (-2Log likelihood = 4799,9852 con X² = 1376,942 y p < ,0000). Trataremos aquí solamente las diferencias con relación al análisis anterior, para que el mismo tipo de descripción de resultados no sea demasiado extensivo. La Tabla 15 nos muestra los coeficientes de regresión, las estadísticas Wald, las razones odds y los intervalos de un 95% de confianza para cada una de esas variables guías: Tabla 15: Análisis de regresión logística de la histeria como consecuencia de las variables demográficas y de trabajo para profesores del quinto al sexto grado.

Intervalo de confianza para las razones odds

Variables Beta Prueba de Wald

Razón odds

Inferior Superior

Tiempo función

,0627 20,8469 ,1294 1,0767 1,2032

Carga ,1214 72,6859 ,3306 1,2900 1,5017 Región ,0217 10,2505 Región (1) - ,0182 3,5903 - ,2968 ,5468 1,0103 Región (2) ,0000 ,1064 - ,0503 ,7032 1,2861 Región (3) - ,0191 3,7432 - ,2622 ,5899 1,0034 Región (4) - ,0340 7,5440 - ,3989 ,5048 ,8920 Central dinero ,0279 5,7464 ,0854 1,0157 1,1670 Comprometido ,0715 26,5305 ,2312 1,1540 1,3760 Cond trabajo - ,0466 12,4169 - ,1099 ,8428 ,9524 Número hijos ,0255 7,1147 Num. hijos (1) ,0000 ,4342 - ,1633 ,5225 1,3806 Num. hijos (2) ,0292 6,0899 ,2726 1,0577 1,6309 Cualif. Inferior ,1651 132,8221 ,3507 1,3379 1,5074 Producto - ,0638 21,5449 - ,2697 ,6814 ,8557 Relac. Jefes ,0617 20,2719 ,1615 1,0955 1,2609 Rutina ,0451 11,7682 ,1326 1,0585 1,2316 Sexo ,0585 20,4482 Sexo (1) ,0000 ,2041 - ,1664 ,4113 1,7429 Sexo (2) - ,0619 20,3940 - ,6263 ,4073 ,7015 Soporte afectivo

- ,1393 95,0776 - ,3928 ,6239 ,7306

171

Soporte social - ,0843 36,1372 - ,2111 ,7558 ,8674 Cnfl.TrbFam ,0959 46,1680 ,2504 1,1950 1,3807 (Constante) 41,0754 -3,3255

Para que sigamos nuestra línea de pensamiento, dos cuestiones básicas deben aquí

ser retomadas. Primero, que no existe diferencia en la proporción de hombres y mujeres cuando hablamos de histeria para los profesores del preescolar al cuarto grado. Incluso siendo una actividad típicamente femenina, donde son muy pocos los hombres que se aventuran, los cortes realizados en la base de datos en el sentido de ecualizar esa relación no nos mostraron que existiese alguna diferencia. En segundo lugar, que si nuestra interpretación está correcta, y la histeria está surgiendo como consecuencia de un conflicto que surge de la relación de cuidado que está siendo establecida por el trabajo, cuando hablamos de una clientela cuya interacción se da de forma diferente, la relación establecida también deberá ser de otro orden. La principal diferencia parece ser la aparición de la variable sexo como valor de guía. Bueno, realmente y analizando las proporciones de histeria para esa población, notamos que las mujeres presentan casi el doble de histeria que los hombres, como puede ser visto en la siguiente tabla (Tabla 16). Las diferencias son significativas con p < ,000 y X² = 23,705.

Tabla 16: Distribución de la presencia de histeria por el sexo de los profesores del quinto al sexto grado de la Enseñanza Primaria

Presencia de Histeria Sexo No Sí

%

N 1213 91 1304 Masculino % 93,0 7,0 100

N 5010 658 5668 Femenino % 88,4 11,6 100

N 6223 749 6972 Total % 89,3 10,7 100

La prueba de Wald nos muestra que el peso de la variable está completamente concentrado en el sexo femenino, ya que tenemos 20 para los hombres y 20,4 para las mujeres. Además de eso, un análisis de correlación indica ser esa una variable que no se encuentra correlacionada significativamente con las demás. En última instancia, el sexo parece estar aportando con la predicción del conjunto, pero está habiendo una relación entre histeria y mujeres que no pasa por la vía del trabajo. La siguiente tabla nos muestra las correlaciones entre las variables:

172

Tabla 17: Correlación entre las escalas de trabajo y la escala de histeria para los profesores del quinto al sexto grado en la Enseñanza Primaria. Carga Diner

o Compr

Cualif Producto

Rel chef

Rutina

Sop afect

Sop soc

Conf txf

Histeria

Carga 1,000 - - - - - ,382 - - ,475 ,439 Dinero

- 1,000 - - - - ,338 - - - -

Compr

- - 1,000 - ,462 - - - - - -

Coopera

- - - - - - - - - - -

Cualif - - - 1,000 - - - - - - ,403 Producto

- - ,462 - 1,000 - - - - - -

Rel Jefes

- - - - - 1,000 ,313 - - - ,319

Rutina

,382 ,338 - - - - 1,000 -,303 - ,351 ,382

Sop afect

- - - - - - -,303 1,000 ,429 - -,467

Sop soc

- - - - - - - ,429 1,000 - -,329

Conf txf

,475 - - - - - ,351 - - 1,000 ,414

Histeria

,439 - - ,403 - ,319 ,382 -,467 -,329 ,414 1,000

* Las variables que presentaron una correlación de Pearson < ,30 para todas las escalas fueron excluidas de la tabla para una mejor visualización.

Incluso para esa población del quinto al sexto grado, también el conflicto trabajo-

familia se muestra con fuerza. Podríamos pensar entonces que son las mujeres las que sienten el tiempo de la familia siendo robado por el trabajo, característica esa propia de la formación diferenciada de la mujer. Analizando solamente la población comprometida en esa escala, no encontramos una diferencia significativa en la proporción de histeria para hombres y mujeres. Bueno, cuando sometemos hombres y mujeres a las mismas condiciones de trabajo, conflictos de la misma índole se manifiestan.

La preocupación con el dinero claramente marcada en los grados iniciales como una forma de justificar para sí mismo la atención de la familia, sufre una caída en su peso de 33,66 para 5,74.

Como el trabajo del quinto al sexto grado, a pesar de ya ser en su esencia diferente, todavía puede estar favoreciendo una relación un tanto ambigua, observamos lo que sucedía con los profesores de la secundaria básica. Los datos fueron sometidos al mismo tipo de análisis de regresión de los grupos anteriores sobre la variable presencia de histeria y las mismas variables independientes se utilizaron. De los 4054 casos, 19 fueron excluidos por

173

el programa a causa de ausencia de datos, siendo considerados 4035 casos válidos. Las variables consideradas significativas fueron: carga, centralidad en el dinero, comprometimiento, percepción de cualificación inferior a la exigida por el trabajo, producto, relacionamiento con los jefes, rutina, sexo, soporte afectivo, soporte social y conflicto entre trabajo y familia. Esas variables explican un 16,3% de la variación por las pruebas de Cox & Snell y Nagelkerke. El índice de previsión permaneció en un 98,65% para los sujetos normales y en un 26,11% para los histéricos, llegando al índice total de un 92,59%. El índice de ajuste del modelo (-2 log likelihood = 1598,992) se mostró estadísticamente diferente al modelo con la constante (- 2 log likelihood = 2318,3614), con X² = 719,370 y p < ,0000.

En la siguiente tabla aparecen los índices estadísticos:

Tabla 18: Análisis de regresión logística de la histeria como consecuencia de las variables demográficas y de trabajo para profesores de Secundaria Básica.

Intervalo de confianza para las razones odds

Variables Beta Prueba de Wald

Razón odds

Inferior Superior Carga ,1311 41,8544 ,3855 1,3083 1,6525 Centr. Dinero ,0296 4,0343 ,1058 1,0026 1,2325 Comprometi/o

,0839 18,3292 ,2909 1,1708 1,5281

Cualif. Inferior

,1185 34,5625 ,2760 1,2020 1,4448

Producto - ,0476 7,2566 - ,2248 ,6781 ,9406 Relac. Jefes ,0775 15,9205 ,2150 1,1156 1,3779 Rutina ,1098 29,9510 ,2991 1,2116 1,5011 Sexo ,0932 24,1378 Sexo (1) ,0000 ,8319 ,3779 ,6478 3,2873 Sexo(2) - ,0933 22,1889 - ,7259 ,3577 ,6545 Soporte afectivo

- ,1478 52,6523 - ,4541 ,5617 ,7179

Soporte social

- ,0872 19,6096 - ,2329 ,7146 ,8783

CnfTrabFam ,0498 7,7382 ,1479 1,0447 1,2868 (Constante) 36,8672 -4,1285

Para la Secundaria Básica, donde la relación establecida con el alumno es otra, el

conflicto entre trabajo y familia aparece con menos poder de determinación en la regresión (la prueba Wald con índice de 35,6 para el grupo desde el preescolar al cuarto grado y un 46,17 para el del quinto al sexto grado cayendo para 7,74 para la secundaria básica). En la tabla 6.17 podemos hacer un seguimiento de los índices de correlación:

174

Tabla 19: Correlación entre las escalas de trabajo y la escala de histeria para los profesores de Secundaria Básica. Carga Diner

o Compr

Cualif Producto

Rel Jefes

Rutina

Sop afect

Sop soc

Conf txf

Histeria

Carga 1,000 - - - - - ,319 - - ,482 ,440 Dinero

- 1,000 - - - - ,360 - - - -

Compr

- - 1,000 - ,491 - - - - - -

Coopera

- - - - - - - - - - -

Cualif - - - 1,000 - - - - - - ,384 Producto

- - ,491 - 1,000 - - ,314 ,326 - - -

Rel jefes

- - - - - 1,000 - - ,305 - - ,357

Rutina

,319 ,360 - - - ,314 - 1,000 - - ,318 ,398

Sop afect

- - - - , 326 - ,305 - 1,000 ,473 - -,492

Sop soc

- - - - - - - ,473 1,000 - -,340

Conf txf

,482 - - - - - ,318 - - 1,000 ,397

Histeria

,440 - - ,384 - ,357 ,398 -,492 -,340 ,397 1,000

* Las variables que presentaran una correlación de Pearson < ,30 para todas las escalas fueron excluidas de la tabla para una mejor visualización. Para esos profesores de secundaria básica, la relación pasa por tantas mediaciones que la actividad de cuidado prácticamente no se configura. Aquí, la demanda de la clientela es otra. Una relación que ya se delineaba un poco entre los profesores del quinto al sexto grado, aquí queda más clara. En ese caso, el profesor es el modelo, aquel a ser imitado y criticado. No estamos más hablando de niños que necesitan cuidados básicos, sino de adolescentes y adultos. La trama de las relaciones afectivas permanece, incluso porque existe una necesidad de empatía para la realización de la tarea. Pero hombres y mujeres tendrán que vérselas con la cuestión de forma diferente. La tabla 20 muestra la diferencia en la distribución de las proporciones de histeria por sexo. Las diferencias son significativas para p < ,000 y X² = 30,146.

175

De l

existe una cvariable depconsiderabade trabajo analiza unaactividades mucho más

Buenel peso de trabajo, queetc. Mujeredel hombreespacio del mujer desdemociones, que no son menos que como en los

En eimplican enestar influcaracterísticpreescolar aextraer tres influenciandforma diferse da de fo

Tabla 20: Distribución de la presencia de histeria por el sexo de los profesores de Secundaria Básica

Presencia de Histeria Sexo No Sí

%

N 1503 83 1586 Masculino % 94,8 5,2 100

N 2164 243 2407 Femenino % 89,9 10,1 100

N 3667 326 3993 Total % 91,8 8,2 100

a misma forma en que sucede con la población del quito al sexto grado, no orrelación significativa entre la variable sexo y las demás: ni con relación a la endiente, ni con relación a las independientes. En los grados iniciales, donde se que la actividad fuese esencialmente femenina, hombres dentro de ese contexto presentan un perfil histérico de la misma forma que las mujeres. Cuando se población que trabaja con una clientela más adulta y que no requiere esas de mantenimiento del bienestar, las mujeres presentan un índice de histeria

alto. o, parece que aquí son otras las cuestiones que están en juego. Primeramente, la diferenciación cultural. Estamos hablando de mujeres en el mercado de venden su fuerza de trabajo, que tienen doble jornada, familia, hijos, etc, etc, s que aprendieron a lidiar con sus conflictos afectivos de forma bien diferente . Mientras a ese último le fue enseñado por generaciones y generaciones que el trabajo, el espacio público, es un lugar esterilizado de emociones y afectos, a la e siempre le fue enseñado a ser afectiva, sensible, en fin, a exteriorizar sus a permitirse sentir. Y ese conflicto de afectos proviene de muchas otras esferas la esfera del trabajo. Al hombre, desdichadamente, eso no le está permitido. A él esté ejerciendo una actividad en la cual eso sea una condición necesaria, grados iniciales de la primaria. l capítulo de resultados vimos que diferentes categorías de función de profesor diferentes formas de construcción del vínculo profesor - aluno, que parecen

enciando la relación entre trabajo y salud mental en el sentido de desarrollar as histéricas. A partir de los análisis de regresión para los tres grupos (del l cuarto, quinto y sexto grados, extensivo a la secundaria básica), podemos puntos culminantes con relación a nuestros datos: las variables de trabajo están o el comportamiento de la escala de histeria; esa influencia se manifiesta de

ente para los tres grupos, lo que nos lleva a creer que la relación con el trabajo rma diferente para cada uno; y en el trabajo donde hay obligatoriedad de una

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inversión afectiva a través de la actividad de cuidado, hombres y mujeres desarrollan síntomas histéricos con la misma incidencia.

Las amas de casa, como ya citamos anteriormente, a pesar de ejercer la actividad de cuidado, no presentaron un índice alto en las escalas de histeria e hipocondría (lo que caracteriza la conversión histérica para el MMPI). La diferencia básica del trabajo de esas mujeres para con las otras categorías de cuidado es la ausencia de la mediación a través de la remuneración, de la técnica y de la burocracia institucional, o sea, para las amas de casa, la relación afectiva sujeto – objeto es directa, y el circuito del vínculo que se establece puede completarse. De esa forma, la inversión afectiva del objeto se recupera en la medida en que ella reconoce y puede estar a todo momento reapropiándose del producto de su trabajo, pues no existen mediaciones. No fueron pocas las amas de casa que describieron detalladamente su jornada de trabajo diaria: las actividades realizadas, la autonomía para decidir cómo y cuándo hacer... en fin, un trabajo sobre el cual el individuo posee un amplio control del proceso.

Cuando cuestiones externas a ese vínculo directo son insertadas, se produce un “rompimiento” en el circuito afectivo que se establece en la relación con el otro. En el caso de los profesores (y aquí estamos hablando tanto de mujeres como de hombres), la demanda afectiva se caracteriza por una contradicción: se recibe un sueldo para ejercer determinada función que, a su vez, para ser bien ejercida, exige que se invierta en la actividad con una carga afectiva. El afecto transformado en mercancía está sometido a las leyes de la técnica y de la organización, de forma que el circuito afectivo jamás puede ser completado.

En el espacio de dominio público, las relaciones son mediadas por cuestiones objetivas, pero la relación con el producto de ese tipo de trabajo, exige una involucración afectiva. En el caso de esos profesores que trabajan con alumnos del preescolar al cuarto grado de la primaria, el tipo de relación que el trabajo proporciona requiere un vínculo afectivo, pero al mismo tiempo, ése no puede estar completo, pues siempre habrá un rompimiento (los alumnos se van al final del día, son suspendidos, no hay posibilidad por más que se quiera, de darle más atención a aquel alumno con más dificultad, etc). Se debe crear el vínculo afectivo que la propia actividad exige, pero al mismo tiempo, no se puede, y ahí tenemos el conflicto que cuando encuentra espacio para su expresión, acaba solucionándose sin mayores complicaciones, dependiendo de la estructura psíquica de cada individuo. Cuando no hay espacio para esa expresión, el síntoma histérico surge como una “válvula de escape” de las tensiones psicológicas del individuo. La cuestión del cuidado se hace presente todo el tiempo en el discurso de los profesores que se colocan siempre en el papel de “padres”: “Ellos son como mis hijos, me preocupo con ellos del mismo modo; así como deseo un buen futuro para mis hijos, también quisiera poder garantizarles a mis alumnos que ellos tengan un empleo seguro cuando salgan de aquí...”. En otros momentos, la afectividad también está presente por los pasillos del colegio: “mi aula es la mas ruidosa de todas, pero eso no quiere decir que ellos no me respeten....es maravilloso cuando usted encuentra un ex-aluno en la calle y él lo saluda con una sonrisa; hace con que uno se sienta cultivando algo que dará buenos

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frutos...Si alguien empieza a faltar mucho, no se preocupa con los estudios, rápidamente me le acerco, o ellos mismos acaban desahogándose conmigo, pidiéndome consejos...”.25

Analizando las declaraciones de los sujetos que participaron desde el inicio de nuestros estudios sobre el tema, pudimos notar que los discursos estaban llenos del conflicto “vincularse versus no vincularse”. Ese, se manifiesta a la hora de la competitividad con relación a las madres de los niños, que “destruyen” todo el trabajo de educación y establecimiento de límites de los niños con relación a los médicos que “no saben lo que sucede con los pacientes porque no están presentes todo el tiempo”. Bueno, ¿quién sino las propias madres que vienen a buscar los niños al final del día para imponer la realidad de que en realidad aquellos niños no son suyos? ¿Quién sino los médicos para mostrar que, a pesar de estar acompañando todo el sufrimiento del paciente, la enfermera no puede administrar ningún fármaco para disminuir el dolor sin el consentimiento de aquel médico que “nunca está cuando se le necesita”?

Es interesante observar que, algunas amas de casa, con índices más elevados en la escala (y que fueron nuevamente visitadas en el momento del estudio), relataron el mismo tipo de conflicto como si ninguna de ellas estuviesen siempre “entre la cruz y la espada”, tratando de conciliar lo que el marido quiere con lo que los hijos desean. Una de esas señoras describió más claramente el conflicto con su historia: casada hace ya muchos años, cuidaba ahora a su padre que había sufrido un derrame cerebral y se encontraba tirado en una cama. Aunque lo quisiese mucho, se quejaba que el cuidarlo le ocupaba mucho tiempo y le daba mucho trabajo y desde su llegada el relacionamiento con el marido ya no era el mismo pues no lograba más relacionarse sexualmente con él. En realidad, ella veía su trabajo de cuidar al padre incompleto, ya que necesitaba también dedicarse a los dos hijos adolescentes, al tiempo en que sentía el deseo de cuidar a sus hijos y al marido robado por los cuidados que tenía que darle a su padre.

El mismo tipo de conflicto parece estar presente en los profesores, que sufren por no poder darles a los alumnos la atención que necesitan. Si hacen eso, no logran cumplir el programa. Si se apuran con los contenidos, los alumnos con mayor deficiencia se quedan atrás y acaban suspendiendo el año. El ofrecerse demasiado a los alumnos a veces es una culpa: “me preocupo mucho con los alumnos; creo que no está correcto que niños de siete y catorce años convivan en la misma sala (...) me asusté con el nivel de violencia del actual grupo (...) rezo por ellos, pongo sus nombres en mis oraciones, les hablo de amor, respeto, doy refuerzo para los que necesitan en los momentos de apoyo pedagógico o después, creo que están mejorando (...) me encanta la escuela, doy clases desde los 15 años, pero si trabajase menos podría estar más tiempo con mis dos hijos [llanto], doy clases por la tarde y por la noche; cuando llego ellas ya están durmiendo..."

Si estamos discutiendo la influencia del trabajo de cuidado en la aparición de la histeria y si ese cuidado está determinado por el tipo de vínculo que el trabajo realizado por el individuo impone, cuando ese vínculo no es obligatorio la diferencia en la forma con que hombres y mujeres lidian con la afectividad es ya esperada. A fin de cuentas, históricamente ese tipo de actividad viene siendo atribuida como parte del universo femenino. Una discusión sobre sexo nos llevaría muy lejos, visto la infinidad de material 25 con relación a eso, cabe también resaltar el papel de la “tía” , que acaba forzando un vínculo afectivo mayor, aunque

actualmente exista un movimiento en sentido contrario que tiende a considerar que “tía es tía y profesora es profesora”.

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actualmente producido sobre el tema. Para que no nos distanciemos demasiado de la discusión central, vale recordar que en nuestra retrospectiva de la historia de la histeria, en el capítulo inicial de ese trabajo, demostramos que la histeria masculina es casi tan antigua como la femenina. Lo que impedía su equivalencia era todo un pensamiento dirigido a una creencia en la superioridad masculina que llevaba a admitir que los hombres se enfermaban realmente, pero de melancolía y nunca de histeria. Sutilezas del segmento dominante.

El cuidado se define como una relación inmediata que implica en transformación o mantenimiento del bienestar del otro. Si hacemos una pequeña retrospectiva, veremos que tradicionalmente en la sociedad occidental, la mujer siempre fue la hacedora de las actividades de cuidado de la prole, mientras que el hombre salía para buscar la alimentación. Así, la actividad femenina era la de reproducción y el mantenimiento de la familia, en contrapartida a la actividad de producción masculina. Cuando la mujer salía para ejercer las actividades fuera del ámbito doméstico, sus funciones acababan siendo muy similares a las realizadas en casa: cuidar a los niños, a los enfermos, acompañar a los ancianos, educar y enseñar, administrar la dinámica de las residencias, limpiar, arreglar, etc. Con el desarrollo del capitalismo, principalmente en los períodos durante y después de la posguerra, la mujer fue obligada a salir al mercado de trabajo en reemplazo a la mano de obra masculina en las fábricas. Se amplía entonces la demanda de las actividades por ellas antes ejercidas: surgen las guarderías, los niños van cada vez en edad más temprana a la escuela, aparece la necesidad de que alguien cuide la casa. El hecho es que esas funciones que antes eran una “obligación” de la mujer fueron siendo cada vez más profesionalizadas, institucionalizadas. Se consolidaron así categorías profesionales consideradas hasta hoy como tradicionalmente femeninas. Nos parece previsible, por tanto, que exista un número mucho mayor de mujeres que hombres actuando en esas profesiones: en la práctica, todavía hoy cuidar es una tarea femenina.

El propio Freud, en el momento de la formulación de su teoría sobre la etiología de la histeria, veía en la actividad de cuidado y auxilio a un enfermo, la condición propicia para el desarrollo de la histeria: “el hecho comprobado de que el auxilio a un enfermo desempeñe un papel importantísimo en la prehistoria de las afecciones histéricas, nada tiene de singular. Gran parte de los factores que pueden actuar en tal sentido rápidamente se ve. Así, la perturbación del equilibrio físico por la interrupción del reposo, por la negligencia de los habituales cuidados personales y de los efectos de la constante preocupación sobre las funciones vegetativas (...) la persona cuyo pensamiento se encuentra absorto durante meses seguidos por miles de cuidados que imponen el auxilio a un enfermo, se habitúa en primer lugar a reprimir todas las manifestaciones de la propia emoción y en segundo, aparta la atención de todas las impresiones susceptibles de afecto, no claramente percibidas y, desde luego, no debilitadas mediante la “derivación por abreacción”, creándose así, el material de una histeria de retención. Si el enfermo se cura, todo ese material pierde su valor, pero si muere, viene un período de tristeza y luto, durante el cual sólo lo que se relaciona con el desaparecido adquiere valor para el sobreviviente. Llega entonces el momento de las impresiones retenidas, que esperan la derivación y después de un intervalo de agotamiento, surge la histeria, cuya semilla fue sembrada durante la época de auxilio al enfermo” ( Caso Isabel de R, 1891). En la discusión de sus casos clínicos, muchas veces el autor se deparó con pacientes cuya involucración en actividades de cuidado era evidente. “Miss Lucy”, por ejemplo, trabajaba como preceptora en el domicilio del director de una fábrica instalada en Viena. Habiendo perdido el olfato, se veía perseguida por una o dos sensaciones olfativas

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que eran de origen puramente subjetivas, además de una analgesia general, pero conservaba toda la sensibilidad y el tacto. Con relación al origen de sus males, Fred dice: “Esa sensación era al inicio objetiva, como se suponía y se encontraba íntimamente vinculada a un suceso, una pequeña escena en que habían entrado en conflicto afectos contrarios, el sentimiento de abandonar a los niños y los disgustos a que la forzaban”. (Sobre el Mecanismo Psíquico de los Fenómenos Histéricos, 1892). Dora, una de sus pacientes más famosas cuando se habla de histeria, cuidaba a los hijos del hombre amado como si fuesen suyos, mientras que Isabel de R y Anna O se responsabilizaban por el cuidado de los enfermos, como también Emmy de N, sobre quien Freud dice: “desde mi punto de vista, parte de los dolores de la enferma estaba orgánicamente determinado por aquellos leves disturbios (reumáticos) musculares, disturbios más dolorosos para los nerviosos que para los normales. En cambio, otra parte de sus dolores era probablemente un símbolo mnémico de las épocas de excitación en que tuvo que ayudar a enfermos de su familia, épocas que tanto lugar habían ocupado en la vida de la paciente” (caso Emmy de N). A pesar de esos indicios, el cierne de la cuestión fue en dirección (y se restringió), a los conflictos de orden sexual. Incluso hoy por hoy, es con la diferenciación sexual del niño que la personalidad histérica se construye: “El Edipo se genera de diferentes maneras en cada sexo. Mientras el proceso masculino se da en la dependencia de una amenaza, el femenino se da por el hecho en sí (...) El complejo de Edipo femenino no pasa por una destrucción; puede él ser abandonado lentamente, ser víctima de una represión o perdurar por mucho tiempo en la vida psíquica de la mujer (...) el individuo normal disolvería su Edipo, mientras aquel destinado a la neurosis simple lo reprimiría...” (Mezan, 1987). Retornando una vez más a la historia de la histeria, veremos que el abanico de versiones para su etiología no es tan diversificado como parece. Cuando Hipócrates, hace más de 2000 años atrás, buscaba las causas naturales para la enfermedad a través de la necesidad de un órgano del aparato reproductor femenino que ejercía su función, la sexualidad estaba presente en su forma más primitiva. Durante La Edad Media, la Iglesia Católica no podría permitir otra explicación para la enfermedad mental que no estuviese impregnada de todo el misticismo que se vivía en aquel tiempo, incluso porque el sexo y la religión no correspondían. La mentalidad renacentista tomaba como base esas explicaciones antiguas y a partir de eso buscaba explicaciones más racionales, pero el útero nunca fue abandonado de una vez, pese a los esfuerzos de la fisiología en tratar de responder al fenómeno. Al final del siglo pasado, con toda la revolución que Freud provocó con su teoría acerca del funcionamiento psíquico, la enfermedad volvió a pertenecer a los conflictos sexuales.

Nos parece que la histeria de hoy viene para ocupar un espacio mucho más abarcador que el que le fue reservado en el transcurso de la historia. Si tradicionalmente se trataba de comprender la histeria estudiando la sexualidad como determinante, eso era lo que ella mostraba. Dificultades en la esfera sexual podrían ser la manifestación de más síntomas (y hoy sabemos que es una de las vías, en conjunto con la conversión y la dificultad en el relacionamiento interpersonal), pero acabó utilizando el síntoma para explicar el fenómeno. En última instancia, se juzgó el todo por solamente una de las partes. Es fácil comprender la confusión: cuidar era una actividad femenina. Por lo tanto, la atención se dirigió a lo femenino, y no para el cuidado. Incluso porque mujer y cuidado estaban tan simbióticamente identificados, que la distinción ni siquiera se pensaba. A todo eso se le suma el hecho de que, bajo la misma perspectiva, la actividad femenina no era vista como trabajo, la historia solo nos permite formular tal hipótesis ahora, cuando el

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hombre ejerce las mismas funciones y podemos observar la incidencia del mismo fenómeno.

Antes, eran los problemas con la sexualidad los que producían la histeria, cuyos síntomas acababan interfiriendo en las relaciones de trabajo. Hoy, lo que se configura son los conflictos generados por las relaciones de trabajo que están propiciando la aparición de la enfermedad y que, como uno de sus síntomas, termina por desencadenar también dificultades de orden sexual, además de la conversión y de la dificultad en el establecimiento de vínculos afectivos, algo como el esquema que a continuación trata de explicar:

De: sexualidad > histeria > trabajo > conversión

Para: trabajo > histeria > sexualidad > vínculo afectivo Es evidente que no se puede descartar la hipótesis de que conflictos de orden sexual

puedan desencadenar la aparición de síntomas histéricos. Sin embargo, todo indica que las características histéricas detectadas a través de nuestra escala, parecen estar siendo originadas por conflictos afectivos pertenecientes a un ámbito más abarcador, de resultas de la ambigüedad con que el mundo del trabajo dificulta el espacio para la manifestación de la afectividad y al mismo tiempo la requiere en las actividades donde el cuidado se hace necesario, surgiendo la imposibilidad de crear el vínculo en la relación mediación / inmediación.

Es posible, por tanto, comprender el origen de la histeria a partir del trabajo incluso en los tiempos de Freud, lo que cambió fue el trabajo, porque antes el cuidar era femenino, ahora forma parte del cotidiano de millones de trabajadores, de hombres y mujeres.

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Prototeoría: El Síndrome del trabajo vacío (Una incursión en la psicoeconomía de la depresión

narcísica) Wanderley Codo26

Un alerta:

En los estudios sobre salud mental y trabajo en los bancarios, nos deparamos con lo que llamamos “síndrome del trabajo vacío”, publicado en el libro Sufrimiento Psíquico en las Organizaciones. En ese texto expusimos la epidemiología del síndrome, aquí, tratamos de revelar su psicodinámica. Clínicamente el fenómeno se traduce en una combinación de depresión e histeria encontrada entre los adolescentes, por tanto lo que la literatura llama depresión narcisica (Codo, 1995) Ese artículo fue escrito con la intención de comprender la psicodinámica de la depresión narcísica; se trata, como veremos, de un primer esbozo teórico (prototeórico), y también herético. Me explico, incursión clínica realizada por un psicólogo del trabajo que nunca se sentó frente a un “paciente”, y la incursión sobre la psicoanálisis de un autor que no es ni siquiera psicoanalista. Tal vez la mirada extraña pueda ser útil, tal vez la incursión de un extranjero sirva por lo menos para instigar a los que lidian cotidianamente con las idiosincrasias del sujeto que sufre, para evitar las dudas decidí publicar estas reflexiones iniciales, si tomamos en cuenta el carácter exploratorio, tal vez sean útiles. Si me permiten la intromisión herética. Trataremos entonces de iniciar el trabajo con un relato de los bancarios tal y cual aparecen en nuestras investigaciones para después retirar de allí las posibles implicaciones teóricas de nuestros hallazgos. Un ejemplo: ¿Cómo aparecen los bancarios? 1. La seducción Al conversar con un bancario, tendremos una chance en cuatro de encontrar a alguien más o menos así: Corre por los burós del banco, con la misma velocidad de la tasa de interés diaria, en un fuerte juego de seducción. Sonrisas, miradas, alusiones. Es común que una determinada sección (con excepción, tal vez, de los cajeros, donde el contacto entre los trabajadores es menor), desarrolle una extensa trama afectiva, ya sea en el sentido de la mutua seducción, o en el sentido de pequeñas quejas sobre este o aquel colega de trabajo. 26 Laboratorio de Psicología del Trabajo/UnB

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Aquí, el pudor ético me impide reproducir los casos tal y cual los escuché en la entrevista, son maridos que deciden enamorarse exactamente de la mejor amiga de la esposa, jefes que extienden su relación con los subordinados y viceversa, para la posada. Comentarios sobre fulano o fulana que logró un puesto más alto y deseado por razones que ni de lejos tienen relación con la competencia profesional. En los bares, después del trabajo, uno de los asuntos preferidos es “quién se jama a quién”, o sea, “quién se acuesta con quién”, la saya más corta de esa o de aquella colega; para los hombres, la forma atrevida de mirar las piernas; para las mujeres, la pelea con la mujer o el marido que fulano mantuvo por teléfono. La sospecha de homosexualismo que toma la forma de una investigación de aficionados, regada con cerveza, y en donde corre suelta la maledicencia: “Fulano se acaba se separar de la mujer y ayer lo vi con fulana, saliendo del carro, no era un botella o stop, porque él vive en el barrio X, y ella vive en la dirección contraria”, “a mí me había parecido extraño que él estuvo cuatro veces en la mesa de ella hoy dando cada disculpa sin pie ni cabeza, nada más para poder conversar con ella”. El que llegue más cerca de ese “caso”, corre el riesgo de encontrar una sencilla consulta sobre una receta culinaria entre colegas de profesión, pero en los bares, el asunto amoroso ya fue confirmado. Encontré casos de colegas que empezaron a relacionarse amorosamente de manera clandestina, sin tener otra razón aparente, a no ser la de evitar los malos comentarios de los colegas. Dos lógicas debemos resaltar, por un lado, nuestros entrevistados revelando un estado de confusión en sus relaciones afectivas: casarse o no, separarse o no, amo/no amo, parecían relacionarse con sus afectos como quien carga una papa caliente en las manos, algo que oscila entre tener el objeto en las manos y tirarlo hacia arriba. Por otro lado, como si no bastasen sus propias confusiones afectivas, el bancario se ocupa con las de sus colegas, transformando el lugar de trabajo en una plaza clandestina, como si fuese obligatorio ocuparse de la vida ajena, además y pese al trabajo como un todo, vigilando cada mirar, contabilizando las glorias y cicatrices de cada cual con sus afectos, faltas de afectos y aventuras. Debo notar que, paralelamente a los dramas afectivos con que el bancario convive, se desarrolla algo fútil en esas referencias sobre el afecto ajeno, la palabra que me viene a la mente ahora es chisme; aquel comentario grave, impublicable que se hace sobre el vecino, la noticia que se inventa simplemente porque no hay nada para hacer.

...Si yo tuviese amigos que solo fuesen bancarios, sería más problemático. Yo pienso así. - ¿Por qué? - Porque hay algo entre nosotros los bancarios que es muy común. Por ejemplo, usted sale por la calle y va a reunirse con los amigos en un bar de esquina y dependiendo del personal, parece que solo están allí haciendo hora extra (risas). - Es verdad, porque si usted no está hablando sobre el servicio, está hablando sobre las personas...sobre el chisme aquel. Si usted no tiene valentía para resolver las cosas en el futuro, entonces acaba hablando por atrás del telón. Cuando nosotros nos reunimos en ese encuentro fuera del banco, creo que se impone el lado que yo acostumbro a hacer con mis amigos, o sea, nadie habla sobre el banco. La conversación acaba dándose, entiende ¿no? Sin embargo, si usted persiste 100% en ese asunto creo que acaba trayendo problemas, porque entonces acaba no permitiéndose conocer a la persona, ver el otro lado. Eso es lo que creo. No creo que esté equivocado, pero tampoco lo veo muy correcto. Hay personas que están aquí desde el 81 y que solo las conozco por el nombre. O peor incluso, solo de fachada, o sea, yo sé quién trabaja por allá, pero ni siquiera sé sus nombres. Si tuviese otro tipo de relación tal vez tuviese otro tipo de condiciones.

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2. La búsqueda La ciudad contemporánea está repleta de bazares donde se alquila una identidad a precios módicos. Institutos de gimnástica, de baile. Misterios milenarios del oriente transformados en paquetes baratos a ser ofrecidos al frecuentador ocasional, basta una o dos visitas semanales al final de la tarde. Si usted aprende la forma correcta de menear las caderas podrá ser otro, si las manos se mueven en el ritmo correcto está garantizado el reino de la felicidad, si toma una cucharadita de ese o de aquel té antes o después de algo, entonces... Nunca una filosofía de vida estuvo tan disponible de la noche al día. Cambiando la manera de respirar o la cantidad de zanahoria que va a la mesa, el comensal puede creer que tiene una creencia. Son templos a los cuales les falta la grandeza de la idea de un Dios, el que realiza el culto y el que lo recibe no se arriesgan más allá del ombligo de la víctima. Son ideologías donde falta el proyecto, visiones de mundo que se contentan en idolatrar las agujas de la balanza de la farmacia de la esquina. Una nueva personalidad que se vende por un plato de lentejas sin exigir esfuerzo, disciplina o utopía, mucho menos una rebelión. No se vende o se compra el cielo, o la felicidad eterna, o la salud perfecta, que los antiguos charlatanes vendían de puerta en puerta, la oferta y la demanda son otras: El sujeto que las frecuenta está en busca apenas de eso, ser un sujeto, dejarse seducir, repito, por una identidad de alquiler. Por eso, la insistencia en el propio cuerpo, en una obsesión que llamé, en otro texto, cuerpo-latría .

¿Cómo es su relacionamiento con las personas? Tá bien, no mucho, soy un tipo medio amargo, toy medio... tanto que toy buscando otro siquiatra de nuevo. El hecho de volver a fumar me molesta bastante; significó dejar de una vez de cuidarme que taba siendo... que taba siendo importante, inclusive una cosa que la familia tampoco acepta, taba poniéndome una mala cara... les gusta ponerme mala cara.... me iba a los ejercicios y la familia decía que debía ir a trabajar, no debía tar yendo a hacer karate. Y pa mí era importante mantener mi físico... mi deporte pa mí y siempre...Con 16 años yo era gordo cantidad, tenía 1,60m y casi 90k. Entonces ligué la primera niñita (16,17 años) que me gustaba, que me dijo que no se quedaba conmigo porque yo era gordo (se ríe), yo discutí mucho, salí de mi casa pa hacer ejercicios. Pedí dinero pa pagar un gimnasio y hacer ejercicios, que yo quería adelgazar. Entonces pude adelgazar, me puse como un palito de fósforos después. (ríe) Tengo el álbum de graduación mío que es una cosa de loco... Cuando entré a la universidad taba muy, taba con 63 kilos, pero ya era demasiado ¿no? Durante la universidad..., pero siempre me mantuve por lo menos el fin de semana siempre jugaba fútbol. Antes, cuando yo empecé a hacer el curso para las pruebas de ingreso: "o tú haces la preparatoria, o sino ejercicios, tú tienes que estudiar pa entrar en la universidad." Hice tres años de preparatoria. Yo no estudiaba mucho en los primeros años, después fue cuando empecé a ir a las fiestas también, a las mujeres, toda esa confusión. Yo nunca había tenido esas cosas, un poco de libertad. ¡Oíste jefe!, preparatoria pa mí fue la libertad, la preparatoria es el comienzo de la universidad.

Le falta a esa religión la idea, siempre grandiosa, de la trascendencia, la fuerza de la creencia de que el mundo y las cosas y nosotros mismos somos más de lo que a simple vista se ve, por ese camino somos llevados a creer que somos más grandes que nosotros mismos viendo la insistencia, en casi todas las religiones, en la inmortalidad. Aquí los gurús se contentan con una mezquina búsqueda por sí mismos. Les falta a esas ideologías la pretensión de un proyecto, un mundo para conquistar, no se busca en la rebelión la construcción de una utopía, una razón producto del presente y

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proyectada al futuro. En las ideologías, como “el mundo debería ser justo”, “los alemanes son superiores”, “los hombres deben merecer iguales oportunidades pese a sus razas”, transpira un mundo nuevo que se basa en el modo como el mundo realmente es. En los mostradores de identidad de que hablamos, al contrario la matriz de donde se parte es la ausencia de un proyecto, o peor todavía, la triste constatación de la imposibilidad de la existencia de cualquier proyecto. El bancario de quien estamos hablando es cliente preferencial de los especialistas en “construcción de la identidad”, yogas vulgarizados, artes marciales transformados en gimnástica para el relajamiento, música y danza metamorfoseadas en una dieta para adelgazar, la lucha por la preservación del planeta disfrazada en un fan club del monito en extinción, el cuerpo que se mide por el diámetro de la cintura.

- ¿Tiene usted religión? - Muchas. Creo que incluso por eso fue que lo dejé todo. Mi tío, un hermano de mi mamá, es cura. Mi mamá era católica apostólica romana, que uno tenga que ir a la iglesia todos los domingos es de anpanga. Yo era monaguillo, leía unos pedazos de la Biblia. Ahora ella es espiritista (risas). Entonces es muy teórico. Nunca llegué a ninguna religión que me llenase ni un poquito así. Entonces estuve leyendo, me puse en contacto con la Antroposofía, encontré unas personas muy dinámicas, conocí a un Sr…, un viejo, no me acuerdo de su nombre ahora. Fui a una conferencia de él, me gustó mucho pero en aquel momento cuando empecé a leer, dije: “¡Recórcholis! esas personas quieren explicar lo que no tiene explicación” Yo no creo en nada. - ¿Cree usted en Dios? - A veces sí, a veces no.

Frecuenta esas casas y se pone impaciente en ellas, hoy Taichichuan, mañana

microbiótica, después jazz. Después vegetariano, después... Cada moda vista como algo definitivo, capaz de cambiarle la vida para siempre, en seguida abandonada en la última gaveta del último closet. Otra moda asumida con voracidad, china hoy, hindú mañana, la moda verde la semana que viene. Lo que pasa es que el producto alquilado puede ser incluso una farsa, pero la búsqueda es real. No se trata de los cursos de gimnástica olímpica, usado por madres que saben de antemano que un hijo nunca será un gimnasta, pero logran un tiempo extra para las compras y de paso, con la innegable excusa de que aquello, por lo menos, mal no le hará.

- ¿Cuáles son sus hobbys? - Pues sí, que tengo algunos y también ya no son muy bien aceptados tampoco. A mí me gusta mucho la artesanía, las armas (risas), meterme con ese tipo de cosas. Hacer una vaina para un cuchillo, pa mí, es una cosa que me gusta mucho, cuando no tengo nada pa hacer. Afilar un cuchillo, yo tengo un montón de cuchillos, una colección. Cada uno tiene su colección. Están los que coleccionan recortes, sellos, yo colecciono cuchillos, armas, revólver. Me gusta. Pero no es una cosa agresiva, es una cosa que me gusta. Tirar, me gusta tirar. - ¿Tú practicas tiro al blanco? - No. No, porque tá caro cantidad, pero cuando tengo la oportunidad doy unos tiritos por ahí. Y pescar. - ¿Es sistemático? - Ahora sí. Pescar sí. Era una cosa que yo siempre tuve ganas de hacer, pero en casa era prohibido porque los hermanos de mi papá son dos alcohólicos y siempre estaban borrachos. Tanto era así que a uno le gustaba pescar, y mi papá nunca nos llevó pa pescar. Yo conocí la pesca hace poco tiempo atrás, hace unos 3 años. Yo sé pescar. Saber que podría

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comprar una bobina, una vara y pescar. Eso ni me pasaba por la cabeza. Sabe, tanta cosa en contra, alcoholizado y siempre iba a pescar porque conocía el negocio aquella sociedad que se reunían, iban pal pantano en guagua, iba pal pantano nada, iba a una ciudad y montaban el guateque, con las mujeres, compraba pescado y volvía, entonces esa era la cosa de pesca pa ellos. No es la pesca que hacemos hoy en Cananea yo y los hermanos de Adriana. Nosotros cogemos la lancha y vamo pal mar y traemo el pescao, sí, el pescao, entonces es una cosa deliciosa, me encanta. Y el karate también me encanta. Agresivo, también, ¿no? Pero yo nunca me debatí con nadie en toda mi vida (risas).

Aquel bancario está emprendiendo una búsqueda real, necesita con urgencia un espejo, recorre el supermercado hasta encontrarlo, se entrega a él con cariño, se decepciona enseguida, y enseguida también se enamora de otro, otra y otra vez. ¿Quién o qué el bancario está buscando? Ésta es una de las discusiones centrales de esas líneas, por ahora basta destacar lo que ya vimos en los párrafos anteriores: No es el otro, como suele sucederle a los seres sociales, ni El Otro a que se refería Lacan, se trata de una incesante y al mismo tiempo desencantada búsqueda por sí mismo.

3. ¿Quién soy o qué es lo que quiero?

Pregunta: ¿Qué tú quieres ser cuando crezcas?

Respuesta: Médico.

La pregunta hecha al niño es reveladora: al responder sobre nuestro trabajo estamos respondiendo sobre lo que somos. Soy profesor, o sea, el quehacer de profesor forma parte inherente del proceso de construcción de mi identidad, permite que me reconozca en el espejo como igual a mí mismo, diferente de ti y de los otros. Claro, no es apenas del trabajo que compongo mi imagen, soy hombre, brasileño, otros quehaceres componen el cuadro, aquí basta resaltar la importancia que el trabajo tiene en ese ejercicio de hacerse a sí mismo (esa discusión será profundizada más adelante), un profesor habla, piensa, se viste, tiene sus novias como profesor e incluso, conforma su futuro, su hacer mañana, a partir del hacer de hoy.

Algo intrigante sucede con el bancario, él raramente se reconoce en lo que hace. Se define a sí mismo, a pesar del trabajo que realiza (cuántas veces no se enreda al ser preguntado sobre sí mismo), es como si respondiese: Soy lo que no hago.

Ejerce la profesión hace mucho tiempo, sin embargo la abandona mañana por la mañana, siempre mañana por la mañana. A veces, la idea difusa de buscar otro camino profesional, de continuar una vieja vocación nunca antes ejercida o un curso superior que un día terminará y el banco aparece como un mero punto de transición entre la formación y el ejercicio profesional, o incluso la aproximación subestimada de la jubilación son “apenas diez años más” y después... El después siempre está más allá, siempre en una línea en el horizonte, visible e inalcanzable, siempre para después.

Otras veces una actividad secundaria asume insistentemente el lugar central, soy un músico, el banco es “apenas” el lugar de donde saco mi supervivencia. El que saque las cuentas verá que la actividad de músico ocupa algo como dos noches a la semana, el ejercicio del rol de bancario ocupa el resto del tiempo hábil, no importa, es así que el bancario se presenta: como un Músico.

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Al preguntar sobre los planes para el futuro M responde así. - No, desdichadamente todavía no los tengo. Digo desdichadamente porque hay un montón de cosas...A veces yo pienso en hacer algo, a veces no...Quería llegar en un punto en que pudiese decir: “!Bueno, ahora voy a hacer eso y sanseacabó!” A veces yo pienso en hacer un postrado; a veces pienso en dar clases de nuevo...Esa indefinición es mala pa mí, porque me incomoda aquí dentro de la empresa; yo no me asiento mucho y por eso no progreso. No logro desvencijarme totalmente de esa idea de dar clases. La definición que tengo es la de que voy a continuar en el banco, a no ser que el sistema cambie mucho y yo empiece a cobrar mal y el servicio empiece a molestarme psicológicamente, o sea, no aguantar más y tener que irme. Pero como está, se puede aguantar 16 años más y entonces jubilarme (se ríe). Más adelante en la entrevista dice creer que se va a morir trabajando en el banco, “estoy casi seguro de eso”. Fue a buscar una carrera alternativa (ingeniería), después de entrar al banco, terminó el curso y nunca ejerció la profesión. Parece construir una alternativa profesional para que no sea ejercida nunca. La función de otra profesión es exactamente esa, permanecer como un modo de autodefinición siempre a mano, siempre como punto de fuga que nunca va a merecer una opción real pero que ocupa el espacio de una identidad profesional que no puede ver en su trabajo real. El cuadro aparece como sufrimiento, malestar, algo que perturba su relación consigo mismo, algo malo.... - Mira compradre, algo que me molesta bastante y siempre me molestó, fue la indefinición de mi vida. ¿Qué voy a ser...seré bancario, profesor, o las dos cosas?...entonces uno no hace ninguna cosa bien hecha, ¿entiendes? Esas siempre me molestaron; caramba, toy con 40 años y todavía no me definí, no sé lo que quiero enfrentar con seriedad... Paralelamente a la nostalgia de los tiempos en que su trabajo lo definía...ser profesor. Yo era de esa forma así mira... (enseña el carné del banco con una foto suya con barba y da una impresión de satisfacción y de añoranzas). Yo me acuerdo de esa época de barbudo cuando daba clases. Caramba..., a veces da deseos de volver corriendo... - Hábleme más de esos tiempos. - Ah...era un medio en que siempre estábamos ávidos por conocimientos, locos por aprender, era muy rico poder transmitir ese conocimiento a los muchachos. Era algo que queríamos mucho. Yo me acuerdo que una vez los muchachos me llevaron una prueba de matemática pa resolver porque ellos se la habían robado y me pidieron que resolviera los ejercicios. Me presionaban y me probaban (risas) a todo momento. Era muy rico todo eso. Aquí en el banco, no hay esas cosas que motivan. El principal factor de cambio, el principal motivo por el cual estoy aquí, es el financiero. Aquí tú tienes estabilidad de empleo, ayuda médica y social, cuando uno tiene familia piensa en esas cosas. Lo que me une a esto no es el servicio. Es la seguridad del empleo. - En el banco él no es, en el banco él está.

Ya existió el que definió la profesión de bancario como “lo provisional definitivo”,

(*romanelli) es como si faltase algo al mirarse en el espejo, la búsqueda por el reconocimiento de sí mismo debe estar fuera de la forma como sucede la construcción de sí mismo. Es a causa del trabajo, decíamos, que nos presentamos: psicólogo, profesor, metalúrgico, enfermero, ese soy yo. La pregunta, ¿quién soy yo? se confunde con la pregunta, ¿qué hago yo?, la respuesta define una manera de hablar, de relacionarme con el otro. Para el bancario, la respuesta a la indagación quién soy, está del lado de afuera de las cosas que hago. El encuentro conmigo mismo está programado para mañana, del otro lado del cotidiano. Se trata de una cruel combinación de urgencia y pasividad. Algo de radical debe ser hecho ahora, pero no lo hago. Y el sueño difuso de otra vida va tomando el espacio de esta vida misma, soy aquel que será mañana, como si el venir a ser bastase para llenar el espacio

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del ser. Una triste utopía. La fantasía; motor y motivo de todos los cambios, de todas las revoluciones, ocupó el lugar del cambio, se transforma en la forma de disimular, del mal disimular, la monotonía. Sueño, por eso no lo hago. Fíjese usted en un bancario verá un bancario; como en cualquier profesión, el trabajo invadió al sujeto, conformó su cuerpo, sus ropas, sus gestos. Todos sabemos eso, menos él, como si fuese otra persona disfrazada de bancario, como si fuese bancario hoy y llevase por debajo de la camisa su verdadero ser, como Clark Kent escondiendo al super hombre. Existe algo en el banco que le dificulta al trabajador la construcción de su identidad como trabajador. Es bueno ya de antemano descartar el prejuicio social. Un torturador en Brasil hace algunos años atrás, no podría presentarse a los otros como un torturador, ni a un usurero le gustaría que lo conociesen como tal. No recae sobre los bancarios ningún estigma, nadie tiene nada en contra de los bancarios en la sociedad, al contrario, algunos bancos tienen el estatus de sus trabajadores a buen recaudo, provocan incluso envidia. Es el bancario el que no puede o no quiere reconocerse como tal. Es común la respuesta: Trabajo en el Banco X, y no soy bancario. Bueno, cuando el metalúrgico dice soy metalúrgico, está resaltando que su profesión es más importante que el hecho de estar en esa o en aquella empresa, pero para el bancario trabajar en ese banco es transitorio, provisional, accidental y es justamente eso lo que él quiere resaltar. 4. Los miedos y recelos Trauma, neurosis, estrés son palabras constantes cuando se le pide al bancario que hable sobre su trabajo, si ya hizo o piensa en hacer psicoterapia, conoce las jergas de la psicoanálisis, muchos hacen o lamentan no haber hecho psicología. Quien prefiere o no logra hacer psicoterapia, puede hacer también taró, astrología, cartas. No trate de preguntarle qué es lo que lo llevó a uno de esos cuerpos de guardia de espíritus, la respuesta siempre será difusa, imprecisa, algo semejante a una insatisfacción genérica, un cierto desagrado, todo ocurre como si estuviese invertida la lógica de la clínica: dado el diagnóstico buscamos la superación, ya ellos parecen frecuentar el diván buscando el diagnóstico. Para el psicólogo, al recibir esas quejas sobre sí mismos que los trabajadores hacen, y a través de las cuales han buscado ayuda, parecen apenas cuestiones existenciales, humanas, de esas que nadie escapa por el mero hecho de estar vivo, a esos trabajadores tales dilemas los espantan: Yo y tú tenemos dudas en cuanto al noviazgo y/o matrimonio, para ellos debe tratarse de una inseguridad básica adquirida en la infancia, o una conjugación mal pensada de dos astros que llegaron a su casa del amor. Algunos bancarios que entrevistamos, cambian la búsqueda de psicoterapia o equivalentes por una cierta insistencia en coleccionar pequeñas quejas, el estómago, el dolor de cabeza, la mujer, los hijos, el jefe, los padres, el País. En las reuniones de las CIPAs (Comisiones internas de prevención de accidentes de trabajo), o en las reuniones sindicales sobre salud del trabajador, existe una mórbida certidumbre de que el bancario tiene problemas de salud mental en el trabajo, varios participantes son capaces de citar de memoria algunas investigaciones epidemiológicas. Siempre que me llaman, comienzo mi intervención diciendo lo contrario, no se trata de enfermedad mental (veremos más adelante el por qué), frecuentemente los trabajadores, al revés de alivio, muestran indignación.

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Las quejas sobre disturbios psicológicos parecen ejercer sobre los bancarios la extraña función de un mórbido consuelo, el alivio que se conquista al inventar un nombre para el propio dolor.

Yo creo que mi voz es fea, ya tuve complejo, hoy no lo tengo más. Hubo un día que una persona me dijo que mi voz le parecía sexy al teléfono, entonces me comenzó a gustar mi voz, pero la creía muy fea. ... Era acomplejada, porque mi padre era soltero, mi padre es de una familia tradicional, tiene un nombre en la ciudad. Entonces yo era acomplejada un poco por ser así prietecita, mis primas son rubias, con todo el pelo lacio, bonitas. De pronto yo pensé, ¡caramba, mi prima era la reina de la ciudad, yo tenía muchos más amigos que ella! Era mucho más amada que ella. Después vi que eso no tenía nada que ver. Tenía complejo de mi voz que parecía de hombre y así por el estilo. Yo jugaba Balonmano que era un deporte violento, qué sé yo. Hasta hoy me gusta el Balonmano. Era una manera de agredir a las personas, era una manera de lucirme. ... Tengo miedo siempre de equivocarme. Creo que el miedo de equivocarme a veces me hace equivocarme, ni siquiera me doy cuenta que uno se puede equivocar un poquito aquí y allá... (Por el miedo de equivocarme, me equivoco y el miedo de equivocarme no me deja darme cuenta de que me equivoqué, se cierra un circuito que empieza y termina en el propio sujeto, que empieza y termina en el mismo punto, resta al final la insatisfacción difusa consigo mismo) ... Yo ya casi ni me gustaba yo misma. Hoy gusto más de mí misma. ¿Qué me hizo cambiar? Yo era un poco acomplejada, yo era, qué sé yo, yo era un poco más cerrada, porque mi papá es muy cerrrado.... Entonces, mientras tanto es así, insegura como siempre sucede. Siempre resuelvo las cosas en el último momento. Digo que lo hago, en el último momento digo que lo hago. Hace mucho tiempo que yo soy así, todavía no logré cambiar. ... Yo vivo en un albergue de estudiantes. Vivo yo, mi prima y otra muchacha. A mí no me gusta vivir con los parientes. Estoy cansada del albergue de estudiantes. Pero antes me gustaba mucho, tuve amigos, hacía fiestecitas. Hoy no toy más con paciencia para fiestecitas, de albergue de estudiantes, de esas reunioncitas. ...Yo ya era más extrovertida, loquita y todo. Hoy me quedo loquita solo cuando me meto unas cervecitas. Hoy toy más quitecita. No sé por qué yo cambié, cuando viene el feriado, me divido, no sé si voy a pasear con los amigos o si voy pa mi casa. Me quedo en ese dilema. A veces voy pa mi casa, es pesado, me gustaría estar en otro lugar. (le gusta vivir en el albergue de estudiantes, no le gusta vivir con la familia y no le gusta, todo ocurre como si fuese necesario inventar un dilema, la frase clave es “me gustaría estar en otro lugar”, siempre en otro lugar.) ... Cuando se le preguna sobre su relación con el novio: Es buena, él me gusta. Sé que le gusto también. Creo que le gusto demasiado. A veces él me ahoga. A veces él quiere hacerme pensar y que haga las cosas de la manera correcta y eso me irrita. A veces peleamos a causa de eso. Yo peleo, digo, tú quieres mandarme, quieres llevar las cosas pa ese lado. Él dice que no ese eso, yo toy dando mi opinión. Entonces le digo que no quiero su opinión. A veces él quier estar todo el tiempo cerca de mí, a veces él ta en casa y yo voy a la cocina y él me sigue pa ver lo que toy haciendo. Tenemos una relación bien abierta, hace 5 años que estamos juntos, ya era pa tar casada, pero los dos estudiamos, está un poco... En estos días yo estaba nerviosa y empecé a preguntarme por qué, por qué yo quería tener un espacio pa mí, un tiempo pa mí, quería estar sola, sin nadie cerca de mí. Pero él no entiende eso, él cree que si me quedo sola, voy a entrar en depresión,

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que voy a llorar, a él no le gusta verme llorar. Pero nuestra relación es excelente. Yo lloro, pa que tengas una idea, yo lloro con una música que me gusta, por la tarde. En la Novela de las 7, yo lloro. Por qué, no sé. De vez en cuando, cuando toy ahogada así, yo lloro y me siento un poco mejor. Yo lloro, después me lavo la cara, y toy lista pa salir, pa ir a una fiesta o a cualquier lugar. A veces me irrito, creo que llorar pa mí es bueno. (su reclamo parece ir en el sentido de que la relación es buena [?]) .... A veces me pongo brava. Yo tengo una tía que la vida entera se burló de mí, queriendo destruirme realmente. Es una envidia tonta y ella va a esos lugares de brujería, a hacer trabajos, ya me enteré de todo eso que ella me hizo. Me envidia porque mi papá es socio de su marido,.. Yo soy hija única y allí hay gato encerrado, hay cosas que no están correctas y ella tiene miedo de que yo las descubra... Entonces creo que el miedo de ella es que yo vuelva a descubrir alguna cosa allá. De vez en cuando se pone triste que no sé por qué, a veces cojo un pase y la mujer me dice que toy pesada, cargada. De vez en cuando me doy un pase, a veces voy a la misa, a veces me voy a bendecir. Cuando toy muy nerviosa, sofocada y tú no sabes por qué, entonces voy. Creo que es diferente. Por ejemplo, toy hablando contigo, creo que me tá haciendo bien, porque a veces lo extraño. Porque con el novio, uno conversa, pero no es la misma talla que uno tiene con una amiga. ...Amiga, amiga realmente pá conversar y todo eso yo no tengo. A veces lo extraño, sentarme en un bar, hablar boberías, llorar, qué sé yo, creo que eso es necesario. Yo lo digo, caramba, que extraño todo eso. A veces llamo por el interurbano a alguna amiga, principalmente cuando me tomo una cervecita. Antes tomaba más cerveza, hoy toy más casera, hoy soy más como una mujer casada. El portero del edificio dice: su marido llegó.

5. ¿Qué sacamos de todo eso? Vemos las cuatro características que describí antes ahora reunidas: ♦ Los afectos confundidos y profusos, las cosas del corazón ocupando insistentemente

el cerebro. Horas y horas ocupadas con la vida ajena, como persiguiendo el lugar de cada uno, tal vez el suyo mismo.

♦ El zigzaguear por el mercado en busca de una identidad de alquiler, una filosofía de vida, una razón para ella.

♦ La sensación de que está en el lugar equivocado, la búsqueda incesante de un camino, de cualquier lugar, siempre que no sea aquel donde estoy, la dificultad de se reconocerse en el espejo.

♦ La eterna disposición de sentarse en el diván para darle un nombre al propio dolor. La asociación parece inevitable: Todo ocurre como si estuviésemos delante de un

adolescente. El problema es que estamos hablando de personas con más de treinta años, con una profesión y familia consolidadas, estables en el empleo, buenos sueldos...

La cuestión es que el adolescente tiene razones obvias para mostrarse así; recién salido de una estructura de su identidad por las vías predominantemente familiares, recién llegado al problema de construcción de su identidad profesional. La pregunta que se impone es muy conocida, “¿Qué lugar quiero para mí en este mundo?” “¿Qué lugar puedo alcanzar pese a él?” “¿Qué quedará de todas las fantasías, cariñosamente erigidas delante de la televisión?”.

¿Y el bancario? Después de responder con un éxito envidiable para quien vive en este país a aquellas preguntas que venían de la adolescencia. Al encontrarse con la vida, con la supervivencia por lo menos resuelta. Después de sobrevivir al torbellino que atormenta a los adolescentes, se presenta así, ¿Un adolescente tardío?

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Ya vimos que el resultado clínico encontrado entre los bancarios fue la combinación entre depresión e histeria, depresión narcísica. Tenemos ahora condiciones para hacerle frente a la etiología de esa afección. Tener y perder en Freud Freud se propone a aclarar la “esencia de la melancolía”27 (depresión), a partir de comparaciones con el luto, “afecto normal paralelo a ella”.

“El luto es, en general, la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el ideal, etc.”28

La depresión se presenta de la misma forma, con una diferencia: “la perturbación del amor propio”; la búsqueda de Freud se sitúa en esa diferencia, ¿por qué a la pérdida del luto, la depresión añade el sentimiento de menosprecio con relación a sí mismo?

“¿En qué consiste el trabajo (labor) que el luto lleva a cabo?...el examen de la realidad nos mostró que el objeto amado ya no existe y exige que la libido abandone todos sus vínculos con el mismo. Contra esa exigencia surge una oposición super natural, pues todos sabemos que el hombre no abandona por gusto ninguna de las posiciones de su libido, a no ser cuando ya haya encontrado un reemplazo. Lo normal es que el respeto a la realidad obtenga la victoria. Pero su mandato no puede ser llevado a cabo inmediatamente, y solamente se realiza de un modo paulatino, con gran gasto de tiempo y de carga de energía, continuando mientras persiste la existencia psíquica del objeto perdido. Cada uno de los recuerdos y esperanzas que constituyen un punto de enlace de la libido con el objeto es sucesivamente despertado y sobrecargado, realizándose en él la extracción de la libido. Al final del trabajo de luto, el yo vuelve a ser libre y exento de toda y cualquier inhibición” ¿Y en cuanto a la depresión?

En una serie de casos constituye también evidentemente, una reacción a la pérdida de un objeto amado. Otras veces, cuando las causas estimulantes son diferentes, observamos que la pérdida es de naturaleza más ideal. El sujeto no se murió, sino que se convirtió en algo perdido como objeto erótico. Por último, en otras ocasiones, creemos mantener la hipótesis de tal pérdida pero no logramos distinguir claramente lo que el sujeto perdió y tenemos que admitir que tampoco el sujeto mismo puede darse cuenta concientemente de lo que perdió.

A este caso se le podría reducir también a aquel en que la pérdida, causa de la melancolía, se conoce en el enfermo, el cual sabe a quién perdió, pero no lo que perdió. De ese modo somos conllevados a relacionar la melancolía a una pérdida del objeto substraída a la conciencia (el entrecomillado es nuestro).

27Es digno de nota para una ciencia compartimentalizada, diríamos partidarizada como la Psicología, líneas tan diferentes como el Behaviorismo, la Fenomenología o el Psicoanálisis que presentan un alto grado de concordancia en lo que se refiere a la “etiología” de la depresión: La pérdida de la pérdida, síntesis a extraer de la siguiente discusión, podría resultar idéntica si partimos tanto de una u otra corriente. Como ejemplo, veamos la discusión de Ey en su Tratado General de Psiquiatría, o la Teoría de Desamparo Aprendido, desarrollada por Martin Seligman en la mejor tradición ya vista de la línea behaviorista. Aquí las formulaciones psicoanalíticas se escogieron por mero oportunismo. La corriente puesta en marcha por Freud, tiene la ventaja de incluir, como uno de sus centros neurales, la noción de una economía psíquica lo que ahorrará trabajo al tratar de hacerle frente, más adelante, a las artimañas de las relaciones entre la Economía y la Psicología. Que se prevenga el lector, sin embargo, pues tendrá que caminar por formulaciones ancladas en el psicoanálisis hechas por un no psicanalista. 28Todas las citas (Freud), son extraídas del texto Luto y Melancolía, Freud, 1915, republicado en 1917, Obras completas, página 2091, edición Biblioteca Nueva (español).

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La depresión, por tanto, es causada por una “pérdida desconocida” por el propio sujeto que perdió. Tener y perder componen el binomio explicativo, la depresión aparece como la pérdida de la pérdida. El hallazgo merece comentarios; abandonemos, aunque sea al inicio, el texto de Freud para retornar a él más tarde. Tener y perder. Perder lo que perdió29. Vale la pena ahondar más atentamente sobre los términos de esa ecuación. ¿Qué es tener? o, por ejemplo ¿cómo un vecino se transforma en un amigo? La primera condición es que el vecino esté allá, su mera presencia física abre las posibilidades de vivencias que se calificarán llenando la relación de significados, dicho de otra manera, la actividad cotidiana se va rellenando con su propia historia. Un encuentro casual al salir del trabajo al encontrar a mi vecino y comentar el desempeño de mi equipo de fútbol preferido, descubriendo en él las mismas preferencias, en el próximo juego, estamos juntos delante de la televisión, se conjugan allí las maneras de apreciar el juego, las mismas admiraciones por los mismos atletas, el consumo de la misma cerveza. Delante de las identidades preexistentes, otras se van construyendo, aprendo y me gusta un modo de hacer la parrillada que no conocía. Leo un libro que por él mismo se hace accesible, elegimos el autor como asunto de las charlas de domingo. Mientras más el asunto amoroso “affair” tenga éxito, mientras más tiempo y experiencias ocurran, más y más se descubrirán y/o inventarán las necesidades a ser doblemente llenadas, las mías por él y las de él por mí. Puede ser incluso que, algunos momentos dramáticos sean llenados por su presencia (Si no fueses tú, no habría quien llevase mi hija al hospital...). El ejercicio del escritor de ciencia ficción principiante está aquí para resaltar dos cosas importantes: 1. El llenado de mis necesidades que la figura de mi amigo ocupó, no son tan mías como el buen censo quiere que creamos, fueron construidas en la propia historia de mi relación con la persona, apenas reconozco como mías, a posteriori, las necesidades que la convivencia me enseñó. 2. Como correlativo inmediato de la primera constatación, tenemos que hubo no una elección, sino la construcción de un objeto (en el sentido freudiano, objeto de amor, u objeto de deseo). Inútil sería separar lo que ya estaba allí y lo que fue producido por la relación misma, ¿por qué entré en contacto con el vecino por primera vez? Tal vez por una necesidad básica, de esas que solamente mi mamá, o Freud explica, tal vez por pura falta de lo que hacer, o por reglas de buena conducta aprendidas con la maestrita en la escuela, poco importa. Lo que importa es que la relación misma es la que construye sus propios significados, que la vivencia de ella misma borra los límites entre el yo y el otro. En otras palabras, todo lo que tengo también es mío, también soy yo; por eso y solamente por eso, el luto es posible. La pérdida de aquel amigo deja un vacío como herencia de necesidades que él mismo inventó, y aquí estoy yo conmigo

29Otra lectura, bastante común, se le atribuye a la aparición de la depresión relacionada al tipo de pérdida que llega al ego. Así, pérdidas del objeto “real” serían las responsables por el luto, pérdidas “idealizadas” serían las portadoras de la depresión. No hay, en todo el texto de Freud, ningún intento de distinguir pérdidas y pérdidas. Y no podría haberla. Antes de todo porque, cualquier tener y/o perder es al mismo tiempo real e ideal, en la medida en que pertenece al medio y a mí, como se aclarará a continuación, si las pérdidas pudiesen ser clasificadas en verdaderas o no, estaríamos concibiendo lo inconsciente como un ardid, que puede ser clasificado con las idealizaciones entre falsas y verdaderas, lo que tranportaría el psicoanálisis del plano de la ciencia al plano de la moral. La confusión sin embargo se justifica: Como se verá a continuación y como Freud recordaba, es más probable que una pérdida de orden abstracto no pueda presentarse a la consciencia, porque los propios vínculos no pueden ser fácilmente reconstruidos, la experiencia clínica puede traer confusión en el sentido de que apenas las abstracciones, a grandes trazos, las idealizaciones, aparecen en la psicodinámica de la depresión.

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mismo, reconociendo mis faltas, llenándolas con los otros, inventando otras necesidades, tiempos de tristeza, de cicatrizaciones, de reinversión, otros vecinos, otro compartir. Ahora, imagine que el mismo caso resumido antes sea portador de una necesidad inconfesable por ejemplo: Trabajo como gerente de una boutique, cuya propietaria es una señora rica que abrió el negocio para librarse del aburrimiento y como si no bastase, también se divierte en ostentar su lujo humillándome, le encanta enseñar a cada momento el carro, las ropas, las joyas que tiene, siempre dejando claro que en mi condición no las mereceré nunca. Al tiempo en que, imagine también que el empleo es bueno el sueldo lógico, el trabajo soportable, en fin, no vale la pena abandonar a la señora, es mejor encontrar maneras de convivir con la señora engreída, e ir tirando. Aquí encuentro en mi vecino la chance de proyección, su carro es mucho más viejo que el mío, tengo funcionarios a los cuales mando, el pobre sólo recibe órdenes, etc. Inconscientemente, allí encuentro la chance de vengarme, de proyectar hacia el vecino las humillaciones que mi mujer se divierte en imponerme. El deseo es inconsciente porque es inconfesable, innombrable; cómo puedo admitir que hice con que el pobre tipo viera el juego de fútbol conmigo, apenas para divertirme con el hecho mezquino de que mi televisión es mejor que la de él. Imagínese también que por cualquier razón, el susodicho vecino entre y realice el papel complementario. Ya está el cuadro creado; mi conciencia estima al amigo fiel, mi inconsciente se rellena, pérfido con mis limitaciones proyectadas. Si el pobre diablo se gana el gordo, o se muda a otro barrio me deprimo, perdí lo que no sabía que tenía, estoy frente a una pérdida, tal y cual el luto del vecino de antes, ahora innombrable, inconsciente. Estoy conmigo mismo, “llorando” una pérdida que yo mismo no puedo admitir, ¿cómo reelaborar el objeto, cómo reordenar los afectos? Qué me resta a no ser la autocomiseración, lo que Freud llamó “disminución del amor propio”. Incluso como en el luto, los objetos fueron construidos por mis relaciones con el mundo, por las relaciones del mundo conmigo pero esa vez, los vínculos no pueden ser reconstruidos por la labor del luto, me queda a mí mismo el dolor, el reproche dirigido a mí mismo. La depresión. Dos lecciones pueden ser inferidas de esa incursión. La primera es negativa: Estuvimos hablando de libido, energía invertida y reinvertida en el medio, apropiada, elaborada y reapropiada por el yo, metabolismo eterno entre el yo y el mundo. Y no es la sexualidad. Las relaciones entre libido y sexualidad, los significados que el término sexualidad posee, lo que Freud dijo o quiso decir con el término, cultural o biológico. Son juegos que divierten a los psicoanalistas hace mucho tiempo. Aquí debo resaltar que es posible ver una luz en la economía psíquica responsable por la depresión absteniéndose, dejando en lo oscuro, a la polémica sobre las relaciones entre sexualidad y libido, o sobre los diversos sentidos que el término sexualidad pueda asumir. En resumen, es posible hacer Psicología mientras esperamos que los psicoanalistas se entiendan. Llamo a formar parte de mi defensa a Freud (él mismo), en una obra que quedó inacabada, impedida por un cáncer de salir a la luz de los lectores, pero que fue construida para “reunir los principios del psicoanálisis y confirmarlos, como si se tratase de dogmas”. Allí, al redactar lo que sin sustos podría ser visto como su testamento. Allí, Freud avisa que Eros tiene como exponente a la libido, lo que “adquirimos estudiando la función sexual, lo que en la concepción popular, pero no en nuestra teoría, coincide con Eros". Me siento autorizado a leer, en el lugar de la sexualidad, estricta y popularmente

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rodeada de las relaciones eróticas, el concepto más amplio de libido, energía vital, metabolismo hombre-naturaleza, relación hombre-otro. La segunda es positiva: Podemos comprender porque, la experiencia clínica, forzó a Freud a reconocer, en la depresión, la posibilidad de que la afección se situase en un terreno abstracto, moral, ideal. Es de la lógica de la construcción de las abstracciones, de la moral, de los ideales, el hecho de que no está allá, está sobre el objeto del yo, pero no se reconoce en él. La envidia, la gloria, la dignidad no están en ningún lugar. Aquí tenemos una paradoja, nuestra vida se estructura a través de nuestras actividades y al mismo tiempo, aquellas actividades construyen abstracciones que las rebasan, se sitúan en el objeto pero se escapan de ellos mismos, son abstracciones que se construyen sobre lo concreto, candidatas ideales, como vimos, a ser portadoras de la depresión. Si la depresión es la pérdida de la pérdida, el ardid se construirá más fácilmente cuando el objeto de partida, no esté más allá. Volvamos al texto de Freud.

“Conforme a la analogía de esa enfermedad con el luto, fuimos llevados a deducir que el paciente sufrió la pérdida de un objeto; pero por sus manifestaciones inferimos que la pérdida tuvo un efecto sobre el propio yo”. Aquí tenemos el segundo dilema que Freud decide enfrentar, ¿por qué la pérdida se aloja en el propio yo? Es en el concepto de narcisismo30 que encontrará respuesta.

"Fácilmente podemos reconstruir ese proceso. En principio existía una elección del objeto, o sea, un enlace de la libido con una determinada persona. Por la influencia de una ofensa real o de una desilusión, producido por la persona amada, surgió una conmoción de la relación objeto, cuyo resultado no fue el normal, o sea, la substracción de la libido de ese objeto y su desplazamiento a un objeto nuevo, sino otro muy distinto, que parece exigir, para su génesis, varias condiciones. La carga del objeto demostró tener poca energía de resistencia y quedó abandonada; pero la libido libre no fue desplazada a otro objeto, sino restringida al yo y encontró en él una aplicación determinada, sirviendo para establecer una identificación del yo con el objeto abandonado. La sombra del objeto recae sobre el yo; ese último, a partir de ese momento, puede ser juzgado por una instancia especial como un objeto y en realidad como el objeto abandonado. De ese modo, se transformó la pérdida del objeto en una pérdida del yo...

Sobre el carácter narcisico de ese cambio de objeto en dirección al yo... Tiene que haber existido una enérgica fijación en el objeto erótico; y por otro lado,

en contradicción con la misma, una escasa energía de resistencia de carga del objeto. Esa contradicción parece exigir que la elección del objeto se dio sobre una base narcísica; de manera que, en el momento en que surja alguna contradicción, pueda la carga afectiva retroceder al narcisismo. La identificación narcísica con el objeto se convierte entonces en un sustituto de la carga erótica, en consecuencia de la cual no puede ser abandonada....

30Por razones que quedarán claras en el transcurso de este texto, es necesaro repetir aquí el aviso de Cristhopher Lasch en su instigante “El mínimo yo”; "Es la confusión entre el yo y el no yo - y no el egoismo que distingue la situación de Narciso. El yo ...narcisista es antes de todo, un yo inseguro de sus propios límites, que bien quiere recostruir el mundo a su propia imagen, o bien desea fundirse con su ambiente en una extasiada unión." Es sobre eso que estaremos siempre hablando cada vez que nos refiramos al narcisismo, la fidelidad al mito griego, también será supuesta cuando recorramos a Freud.

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Si todo el tener y el todo perder se remite a mí mismo, ¿cuál es la diferencia entre la pérdida cuya consecuencia es el luto y la pérdida de la pérdida cuya consecuencia es la depresión? Sutil, nos dice Freud: es el yo el que sufre por la pérdida del objeto en el luto, es el yo que se toma a sí mismo como objeto en la depresión, ¿por qué eso ocurre? Freud indica algunas razones en el sentido del desarrollo de la personalidad31, fijación en el lado oral, por ejemplo. Pero el esquema teórico trazado nos permite pensar en otras. Es posible pensar en un objeto abstracto ya vimos, como un ideal por ejemplo, constituyéndose como objeto para el yo y al mismo tiempo es necesario pensar en una “enérgica fijación al objeto y una escasa energía de resistencia de carga”. Bueno esa es, exactamente, la característica central de los objetos abstractos. Veamos entonces. Que sea un ideal del yo, por ejemplo, la competencia (podría ser la honestidad, la valentía, la dignidad, etc; podría ser también el amor a la Patria, a la revolución, como nos recordó Freud). Como cualquier abstracto, la competencia se construye por medio de lo concreto32, o por modelos que la vida me va presentando que encarnan la característica que deseo ver en mí, lo que me permite, en un primer momento, fijar un objeto donde proyecto la característica que deseo, enseguida, en el camino de la transformación de ese objeto en un valor abstracto, cada relación que se va constituyendo, cada gesto significativo se va impregnando de aquellas marcas, hasta que se transforme en una marca que está en todos los gestos, o sea, no está en ningún lugar. En el trabajo, por ejemplo, al haber realizado con éxito una y otra y otra vez las tareas distintas, me transformó en un trabajador competente, en el deporte con los amigos, en las horas de esparcimiento, en la labor doméstica con la familia, la competencia empieza a ser una marca de mi identidad. Aquí tenemos un objeto con una fuerte energía de fijación, pero al contrario de la persona amada, la energía no está concentrada en ningún lugar, transfiéndole al mismo tiempo, lo que Freud llamó escasa energía de carga. No estar concentrada en ningún lugar significa también que puede ser presentada nuevamente con cualquier relación, a cualquier momento. Hablemos de algo más en ese proceso: Todos nos equivocamos y acertamos aquí y allá, pero algunos somos conllevados a construir en nuestras relaciones la imagen de competentes, otros de independientes al límite del grado en que aciertan o se equivocan. Fijada la imagen, ella tiene el poder de dirigir la percepción (la nuestra y la ajena), en la dirección en que fue fijada. Si un competente se equivoca fue una casualidad, si un incompetente acierta fue suerte.33 La falla del trabajador competente en algún momento crucial del trabajo o una secuencia de fallas que puedan resquebrajar la imagen construida, puede romper el ciclo que compone la imagen de competencia y por el hecho mismo de ser generalizada, diseminarse rápidamente por todos los rincones, haciendo al yo más sensible para la falla en otras esferas, incluso ejerciendo un efecto perceptivo en el sujeto a la hora de la representación construida de sí mismo. ¿A quien atribuir esa pérdida? A nadie, a no ser a mí mismo. 31Fenichel, en su “Teoría psicoanalítica de las neurosis” crea con esa conceptualización, una formidable confusión teórica, que sin embargo no deja de tener un valor didáctico. 32No necesariamente lo concreto experimentado por ese sujeto en particular y registrado en su biografia, tal vez la experiencia histórica de esa familia y/o clase social, de donde el sujeto hereda sus valores morales, o incluso la costrucción misma de la historia de la humanidad, que se piense, por ejemplo, en el horror al incesto como nos enseñó Levi-Strauss y sobre lo cual el mismo Freud dijo algo. 33Ese proceso es conocido en Psicología Social bajo el nombre de “Profecía que se autorealiza”.

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Freud camina ahora dentro de sus formulaciones sobre la relación entre narcisismo y depresión, no sin antes reconocer la precariedad de las hipótesis que trazará seguidamente, sadismo, depresión y manía, la función del insomnio en el deprimido, etc. Pero a esa altura, podemos abandonar el texto pues ya tenemos lo suficiente para seguir adelante. Antes de continuar, cabe evitar algunos riesgos que el desarrollo de los argumentos podría traernos. No volvemos a tratar la Depresión pues vale recordar que son muchas y no hay hasta ahora, razones para admitir que compartan la misma etiología, ni siquiera estaría autorizada la lectura de este texto como una argumentación en torno de la así denominada depresión situacional, o reactiva, o neurótica. Estuvimos y estamos en torno del concepto de depresión narcísica, fue ese fenómeno y porque fue observado entre los bancarios, que el ejercicio se impuso. No tratemos de hacer con que esas reflexiones entren en territorios en los cuales es una extranjera y para las cuales no está o no fue creada. Son tres, de manera esquemática los mecanismos que transitan en la dinámica psíquica de la depresión narcísica: La pérdida de la pérdida, el retorno del luto para el propio yo y la posibilidad del surgimiento de la ambivalencia. Parece posible admitir que mientras más abstracto es el objeto con el cual el sujeto está lidiando, mayor es la posibilidad de que esa tríada actúe y mayor es la posibilidad de que esos síntomas aparezcan. El componente histérico de la depresión narcísica. Se puede comprender la depresión como una lógica que parece aprisionar al sujeto en un ardid, siempre presentando nuevamente un camino que a ningún lugar nos lleva, excepto a la autodesvalorización del sujeto. Al hablar de histeria al contrario, estaremos hablando de vínculos, de una banalización (trágica) en la expresión de Francois Richard (depression narcisique). A mi juicio, la banalización trágica se presenta en una doble vía: ya sea banalizando inversiones importantes de afecto, como si no debiesen ser tenidos en cuenta por el sujeto, o no pudiesen para el yo, asumir la importancia que tienen, o ya sea eligiendo pseudovínculos y atribuyéndoles un estatuto fatal, moriré si...., como si la vida afectiva ya disminuida, sólo encontrase amparo en el afecto menor de los vínculos. El histérico parece decir: amo y no amo, deseo y no deseo, a veces entregándose, a veces expulsando e inventando un objeto de amor y/o odio que nos aparece como fútil y que a él le aparece como fatal dibujando la fatalidad bajo la máscara de lo trivial. No será posible aquí continuar la estrategia de la sección anterior, no me fue posible encontrar algo semejante a una cierta unanimidad entre las corrientes en Sicopatología que lidien con el fenómeno, menos incluso algo como un texto denso lo suficiente para servir de vínculo descriptivo. Por dentro de la obra freudiana, la histeria va tomando un lado diferente en cuanto los años avanzan, hasta que casi desaparece en los últimos escritos de Freud. Tal vez sea eso mismo, tal vez la histeria, ella misma sea así, como quería Henri Ey (EY, Henri, BERNARD, P. & BRISSET, C. - Manual de Psiquiatría. Traducción de Paulo Cesar Geraldes y Sonia Ioannides. 2a ed. São Paulo, Ed. Masson, s/f.), según quien “el histérico debe ser definido con relación a la estructura de su persona caracterizada por la psicoplasticidad, sugestionabilidad y formación imaginaria de su personaje”. O como prefiere Jaspers “En toda la índole de los histéricos se nota la sugestión por la adaptabilidad

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a cualquier medio; y tan influenciables son que ya ni parecen poseer índole propia, comportándose tal y cual se presenta el ambiente momentáneo: criminales, laboriosos entusiastas de las ideas sugestivamente suministradas, que tan rápidamente las defienden con más vigor que quien las creó, todo lo que abandonan para entregarse a influencias posteriores”. (pp. 479-480)"(JASPERS, Karl - Psicopatología General. Traducción de Samuel Penna Reis. 2a ed. Rio de Janeiro-São Paulo, Librería Atheneu, 1979.) Tal vez su plasticidad también se ajuste a su tiempo, vaya teniendo otros nombres y otras formas con el transcurso de la Historia. Francois Richard comenta la tendencia en considerarla hoy como “encarnada’ en los llamados cuadros “border-line”. Porque ese fenómeno se metamorfosea, o porque todavía no pudimos comprenderlo, no importa voy a irme por un atajo. Fue por la vía de los adolescentes que François Richard nos enseña el cuadro de depresión narcísica a nivel sintomático como vimos, una combinación de depresión e histeria y a través de ellos buscaremos alguna comprensión del fenómeno. El adolescente tiene como su principal tarea, tal vez su misión, la construcción de sí mismo, todo lo que la sociedad espera de él, todo lo que soporta de sus idiosincrasias y lo que aspira el adulto que será. El adolescente es, antes de todo, el portador de un adulto que vendrá, digamos que el adolescente es el esclavo de su propio proyecto, de su venir a ser. Lo divido entre el niño que ya está en él y el adulto que será. Es desde el niño que se reconoce a sí mismo, se construye, en simbiosis con su familia, sus padres y después su escuela. Es sobre los vínculos (simbiótico con la madre, edípico con el padre), que el psicoanálisis aspira y logra comprender una parte importante de la formación de la psiquis humana. En el universo de la conformación de la identidad social, el niño está en una situación semejante al miembro de una tribu primitiva, construyéndose en un juego de espejos o reflejos entre sí mismo y sus parientes mas próximos. Es su madre, después su familia, después las diferencias que se construyen o se inventan entre cada uno de sus pares. Kestemberg34, llamará a ese proceso identificación, en contraposición al proceso de construcción de la identidad, como característica de la vida adulta. Adoptemos esa terminología en la infancia, la construcción de la identidad, tal y cual ocurre en la tribu primitiva que se da por la identificación. Al adulto por la vía del trabajo, el sujeto le aparece frente al espejo como un ser universal, un individuo, igual a sí mismo35, portador de una identidad madura, producida por el intercambio con el mundo en contacto con todo el planeta. Y el adolescente, ¿cómo es la parte que le cabe en el camino a hacer entre la identificación que es el punto de partida en el desarrollo para la identidad como uno de nuestros puntos de llegada?

“Podemos, en efecto, postular, que en los adolescentes identidad e identificación son prácticamente uno solo y el mismo movimiento. Eso se encontrará en la adolescencia gracias a una reminiscencia biológica y de forma particularmente aguda, la constante comunicación ansiosa entre el otro y sí mismo, entre identificación e identidad”. Existe una división, decíamos, entre la identificación y la identidad. La encrucijada es omnipresente: Su cuerpo abandona la disformia, algo bisexual que marca la infancia, se anuncia en cada poro el hombre y la mujer, todavía se conserva allí sin embargo, un cierto 34citado por François Richerd, op cited. 35Para una descripción más detallada de ese proceso ver Codo, et al, Individuo trabajo y sufrimiento, 1993.

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infante desmantelado. Sus sueños oscilan entre el dominio del mundo conviviendo con cierta nostalgia de los juguetes, sus pasiones son definitivas y fugaces, sus dramas, siempre, fugaces y definitivos. ¿Qué ropas, qué profesión, qué ideología, qué lugar tengo, qué lugar quiero? El adolescente es un ser trágico. De la gracia y del encanto de esa adorable confusión, todos sabemos un poco pero, ¿qué riesgos tiene ella con respecto a la psiquis? Para ese ser que todavía no abandonó la infancia y que todavía no conquistó al adulto. Alguien ya definió crisis como el espacio donde lo viejo ya abandonó el terreno y lo nuevo todavía no llegó, ¿qué crisis es esa que indaga la adolescencia?

Una tal confusión entre identificación e identidad define a la adolescencia como una patología, al unísono (tout à la fois) histérica (el mirar del otro garantiza el ser del sujeto), narcísica (la imagen identificadora indisociable del otro Narcísico) y límite (si la identidad tiende a fundirse con el movimiento de identificación, se desvanece y renace sin parar). Antes de todo, del sujeto a las dificultades de identificación y a las simulaciones... que se entrañan...

Depresión porque perdió o tal vez, no encuentre algo que él mismo no sabe lo que es (a sí mismo), narcísica, porque los modelos de la infancia no le sirven, los del mundo adulto todavía no los conoce, solamente le queda, otra vez a sí mismo, esclavo del propio espejo, perdido en la vana tentativa de diferenciarse del otro, en una confrontación exclusiva con su propia imagen de sí y por último, con una conformación histérica, ¿cómo establecer y mantener vínculos si yo mismo no sé quién soy?, ¿cómo evitar el nerviosismo entre objetos de deseo si lo que busco en los otros, por un lado no está allá y por el otro, está en todos ellos? Una “melánge” de histeria y narcisismo diría Francois Richard, el adolescente acaba tomando el lado de un “inquieto extranjero (étrangeté), tal es el nombre del territorio del exilio del adolescente, expulsado de la ley por la propia ciudad, se auto proclama enfermo de lo social, actor del cuestionamiento de todo y de todos. Edipo es el nombre de ese adolescente que quiere olvidar sus orígenes, amnésico del nombre de sus padres, vino de otro país para conquistar un reino que ahora se revela... Veamos una de las estrategias más comunes que el adolescente utiliza para proteger a su ego de la depresión narcísica, incluso porque tales mecanismos nos serán útiles para enfrentar la explicación de los fenómenos entre los bancarios. ¿Qué sucede en la formación de la “gang”, tan común en cualquier país, en cualquier clase social entre los adolescentes? Por ejemplo, ¿el ritual obsesivo de las diferencias entre nosotros y ellos como la ropa, los cabellos, la moral? Causaría espanto, si no fuese tan común la construcción de un grupo, al mismo tiempo con lazos tan poderosos entre sí y al mismo tiempo tan fútiles; la marca del tenis debe ser aquella, los pelos deben estar peinados así, en fin, todo un proyecto estético construido para mantener la diferencia con el resto del mudo, al mismo tiempo en que garantiza la igualdad radical entre los miembros del grupo. El mismo rigor se establece a nivel moral, efectivo, etc. Los secretos son compartidos generosamente entre los miembros del grupo con el mismo cuidado con que son guardados “en contra” del resto del mundo, ¿cuántas veces esa forma de relación entre los adolescentes no asume la forma caricaturesca de una conspiración con respecto a banalidades? 1. Sucede una reinvención confortadora de la tribu que el adolescente recién abandonó, ahora sin la humillación de lo que siente, en esa fase como un cierto inexistir que la tribu le imponía.

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2. un escudo que permite la introducción, igualmente ritualizada, a las leyes de hierro del mundo adulto que lo espera atrás de la esquina. 3. Al mismo tiempo, una forma de agredir al universo en el cual no logra entrar tal como es. 4. Se presenta al mundo adulto y lo ataca, con quien esté obligado a conquistar a la fuerza un espacio al cual acaba de llegar, como también un espacio que desea y al cual detestaría llegar. La gang en suma, preserva al niño en su crepúsculo, al mismo tiempo en que prepara al adulto que la adolescencia aspira y odia, vía construcción de una identidad de transición, simulación de lo que la vida fue, ensayo de lo que la vida será, pero principalmente una identidad a ser defendida con uñas y dientes, con ferocidad, arrogantemente, hasta que la otra llegue. Depresión Narcísica entre los bancarios Volvamos a nuestros bancarios. El banco que estudiamos es una jaula de oro. Un lugar privilegiado para trabajar en el Brasil de hoy. Un buen sueldo, estabilidad en el empleo, excepto algunos reclamos en cuanto al aire acondicionado (o por alergia, o porque los computadores exigen un ambiente más frío que al habitante de Ribeirão Preto le gustaría), ningún factor responsable por la insalubridad. El turn-over es bajo, la búsqueda por oposiciones para la entrada al banco es altísima. El trabajo es limpio, no existen señales de que la carga en el trabajo sea particularmente pesada, en fin, todo nos lleva a creer que se encontraría allí un trabajador satisfecho con su profesión. Sin embargo, cuando usted le pregunta al trabajador sobre la satisfacción en el trabajo, podrá oír respuestas como estas: “Ansiedad. Creo que es una cosa que el trabajo aumenta. Yo fumo mucho más aquí adentro. Pero en el consultorio, en los viajes y los fines de semana con mi novia, no fumo. Dejé el cigarro también cuando estaba en tratamiento, bajo la presión de aquellos miedos. Yo perdí los miedos. Debía haberme quedado con ellos. “¡Qué mierda!, un servicio que no satisface es ansiogénico. Hablar con un cliente es bueno. Aquí solo veo monotonía. Es mecánico, repetitivo, monótono. .... Pero la primera cosa es salir de aquí porque a mí no me gusta eso, no me gusta y no me gusta (EXPRESIÓN DE ASCO). Creo que eso es terrible, es peor que una línea de ensamblaje trabajar aquí, todos los días las mismas cosas.... Hago un trabajito rico hoy que ni te cuento (ironía), más inútil que qué sé yo. ¿Te acuerdas de aquel personal del IBGE* que anda por ahí haciendo el censo? Un mes después de haber empezado ya lo habían terminado todo. Aquí nunca se acaba. ..... - ¡Exactamente! me aburre el trabajo, no aguanto más lo que hago. ¡Caramba!, hace 4 años que tengo la misma rutina. ¡Cojones, que se me acaba la paciencia! Entonces me pongo con aquella ansiedad de romper la rutina y hacer otra cosa, y no sé lo que hacer, si cambio o si no cambio...Yo siempre fui criado con aquella idea de seguridad por encima de todo. Y por otro lado existe aquel otro sentimiento de querer abandonar las cosas ¿entiende?....

* Nota del Traductor: IBGE es el Instituto Brasileño de Geografia y Estadísticas.

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- (Sonrisa nerviosa). Entonces me voy pa la Plaza 15 a trabajar como merolico o ambulante...Ah, siempre hay cómo escaparse ¿no?, si nos ponemos a pensar para tener valentía y decir: - ¡Caballero, no es eso lo que yo quiero...Ah, caramba hombre, tás muy preguntón hoy (risas). Pero mira, eso es duro. Tú haces eso, aquello y cuando te das cuenta no te sobra tiempo para pensar en lo que realmente quieres. Cuando piensas en alguna cosa, ya te llega la rutina del trabajo de nuevo y no sales de eso nunca más. Creo que falta valentía. A veces me dan deseos de despedirme del banco y recoger todo mi dinero e irme de una vez. Porque eso de quedarte justo en la ciudad, en el servicio y en la rutina de siempre, te dificulta una idea nueva y salir de toda esa rutina. ... Pa mí, un bancario era un tipo que taba bien financieramente y que trabajaba en un ambiente muy agradable (se ríe). Fue una tremenda decepción.

¿Qué insatisfacción es esa? ¿Qué es lo que en ese trabajo aparece como tortura? ¿Cuál es el demonio que debemos exorcizar? Otra vez es necesario oírlos, pues los bancarios saben lo que está equivocado con su propio trabajo. Veamos... (B)... el trabajo del bancario es ridículo, me parece ridículo... No hay nada difícil para hacer. Creo que cualquier mono bien entrenado puede hacer nuestro trabajo por aquí, y sí que lo hace, principalmente en el.... Allá no hay casi nada que exija un poco de razonamiento. No necesita ni rapidez, sólo vivacidad, una facilidad para coger las cosas. No entiendo cómo la gente allá no entiende ciertas cosas, cómo se demoran pa entender, ¿entiendes? El servicio de bancario es solo eso mi amigo: recordarse de algunas reglitas y cumplirlas ¿no? .... La valoración también es peligrosa pues ellos te exigen mucho más por cada cosa que te conceden. Son peores que mi madre. !Qué mierda!, si me pongo a emitir documentos dos horas seguidas sin decir nada, me vuelvo loco. No sé lo que es peor, si teclear o chequear los documentos, teclear o marcar, ¡Dios mío! Me quedo haciendo boberías unas dos horas por día y después hago cosas que exigen reflexión, pensamiento. Esos tíos piensan que es necesario tener competencia pa ser bancario. Mira, cualquier mono puede ser bancario (se ríe). (F) En el banco en general, yo me siento un prostituto. Trabajo por dinero. ¡Es verdad! (se ríe)..... Mi trabajo aquí no es importante pa mí, cualquier maquinita podría hacerlo. Qué importancia psicológica puede tener comprobar cuentas, cerrar los balances, comprobar los libritos de apuntes, los cuadernitos y los computadores. Soy un oficinista informatizado. Pienso que trabajo tiene que ver con creación, llegar a alguna cosa con satisfacción. Nos quedamos prisioneros del dinero pero él no es importante psicológicamente para el placer, para la satisfacción creativa. Quién sabe yo no tengo una herencia multimillonaria esperándome, entonces será cuando me veré libre de la necesidad del dinero. Todas las semanas juego en la Loto. .... (A) ¿Pa hacer lo que hago allí? Ninguna habilidad especial (se ríe). Basta no ser un retrasado mental que lo logras ¿no? (se ríe). ¿Capacitación? Ninguna. Lo vas aprendiendo sobre la marcha. No, pero yo sí que la tuve. En la grabación yo me metí la semana entera copiando números en un papelito, porque existe un orden, el lugar

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correcto en la calculadora, entonces yo tenía que estar mirando dónde quedaban los números. La primera semana es pa que uno trate de lograr hacer aquello sin mirar. Después de un mes ya estás volando (imita y se ríe). ¡Dios Mío! Yo nunca había escrito a máquina y de pronto en dos meses yo taba... Porque está el alfa y el numérico, y entonces copias el nombre, tecleas un número y de pronto tú también te conviertes en una maquinita. Lo que yo hago es algo que no tiene la menor utilidad. Yo empecé a hacer eso desde el comienzo de este año. Hay días que llego aquí y me siento simplemente en mi mesa y no hago nada. Disimulo hojeando informes y no pasa nada. El jefe sabe que no estoy haciendo nada, no estoy escondiéndole que no estoy haciendo nada. Él no me exige porque cuando hay que trabajar realmente, que aparece algo pa hacer, yo lo hago. El único significado que el trabajo tiene pa mí hoy es el dinero de la supervivencia. Tanto es así, que él solamente existe pa mí entre la hora en que entro y la hora que salgo. Después del trabajo yo ni me acuerdo que el banco existe en mi vida. ..... (L) En el banco uno no puede usar su imaginación, todo está listo ya, las cosas vienen de arriba, tú tienes que ser como un robot, hacer las normas que te son impuestas. Pa eso te tiene que gustar ese sistema, a mí no me gusta mucho, creo que no tiene nada que ver con mi persona. Lo que me gratificaría más sería trabajar con tecnología, comercio, prestación de servicios, donde uno puede usar su imaginación. (M) En el banco es más difícil que a uno le gusten las cosas porque todo es mecánico... siempre es la misma cosa, uno llega y tiene que hacer siempre aquella... entonces me gusta cambiar... hay gente que está restricta a un solo sector, a una tarea solamente, todos los años lo mismo... Ahora no me gusta estar más en un solo lugar ¿entiende?. Me gusta aprender varias cosas, me gusta saber de todo, de dar vueltas por ahí, me gusta hacer el servicio que tiene que ser hecho, pero me gusta también aprender de todo. (O) ¿Producto? ¿Cómo producto? ¿Las cuentas terminadas? ¿La información que sacamos de los documentos? ¿El camino de los documentos? No sé. Son cosas que da lo mismo si uno u otro las hace. Yo hago lo que cualquiera haría... da lo mismo... (S) El producto es el dinero...No, el producto de mi trabajo es el siguiente: son los 90 documentos que yo tengo que cortar hasta el final del día (se ríe). Mira, toy jugando contigo pero creo que ésa es la cosa, ¿entiendes? No hay nada palpable. No, no lo hay. Significa algo para la empresa pero pa mí no tienen ningún significado esos 90 papeles que corto. - Mira, en el banco no existe tanto esa cosa de gustar o no gustar, ¿sabes tú? Es eso mismo... el dato está en el papel y tienes que llevarlo a cabo y listo. Yo vine más por la plata, para ser reemplazante de comisionado. No vine a causa del trabajo; en términos de servicio no hay mucha escapatoria ¿copiaste? (se ríe). La forma de hacer las tareas es siempre la misma. No me hace sufrir mucho; es como ya te dije, evito pensar sobre ese asunto pa no ponerme bravo. Vengo al trabajo, lo hago y sanseacabó; cuando llega la hora de salida me voy y sanseacabó. Soy un tipo que no se amarra a las cosas que no me corresponden, que no tienen nada que ver conmigo. Como ese trabajo por ejemplo.

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El mito griego de Prometeo es una de las más bellas metáforas para entender el papel del trabajo en la construcción de los hombres.

"Habría sido Prometeo el creador de la raza humana, hizo al Hombre a partir de la arcilla y del agua, tal vez haya sido con sus lágrimas y para servir a su criatura, robó de los dioses un poco de fuego"

El fuego es la diferencia entre lo que está crudo y lo que está cocinado, entre recoger el alimento en la naturaleza tal como está, y transformarlo a nuestra imagen y semejanza, el fuego instala el control sobre la naturaleza por eso era un instrumento divino. El dominio sobre la naturaleza transforma al Hombre en un semidiós, robamos de los dioses una centella de inmortalidad al hacer del árbol una silla. Al trabajar, el Hombre somete a la naturaleza y al mismo tiempo permanece más allá. Pese a su existencia biológica y por robar una centella de inmortalidad de los dioses, Prometeo sería castigado.

“Por orden de Zeus, Prometeo fue encadenado al monte Cáucaso por cadenas indestructibles. Un águila debería picarle el hígado que, devorado durante el día, renacería a la noche. Sin embargo, Prometeo no se entregó, ni se cubrió de orgullos ni de rabia”.

Por imitar a los dioses, conquistar la naturaleza y dejar allí su espíritu, es el cuerpo del hombre el que se consume, el hígado se consume y se rehace. El cuerpo consumido no derrota la dignidad. Al consumirse en la fábrica, el hombre inventa otro hombre, otro cuerpo, consumido y recreado otra y otra vez. Por más grande que sea el castigo a pagar por el trabajo, el hígado, el corazón o la mente, el trabajo me da el hombre en que me reflejo, me consume y me construye. Zeus es severo en la venganza a Prometeo, porque él le roba a los dioses la centella divina, aquella que le permite al hombre ser un hombre, la diferencia entre nosotros y todos los mamíferos: el Trabajo. La fábrica roba los gestos del metalúrgico y le entrega nuevamente sus pares, inventa un hombre que se reconoce como metalúrgico en el espejo, se reúne con metalúrgicos, tiene sus manos, su cuerpo y su lenguaje construidos por la misma forja. (*Codo, alienación y hombre en movimiento). Volvamos a la condenación de los dioses. “Zeus también se vengó de Sísifo, el más astuto de los

mortales que logró encadenar a Tanatos, la muerte, alcanzó la muerte, permaneció en la tierra hasta una bien avanzada edad y cuando murió fue condenado a empujar una piedra enorme hasta una montaña muy alta, y llegando a la cima, la piedra volvía a caer por su propio peso. Sísifo recomienza la tarea y es y será siempre así por toda la eternidad”.

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No es del cuerpo consumido que Sísifo retira su existencia, es de la astucia, de la palabra, su condenación es el antitrabajo, la acción sin sentido en el mundo, por eso sin sentido para el actor. Camus (*albert camus), buscará en Sísifo el intento de comprender el absurdo, “Los dioses habían pensado, con sus razones, que no existe castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanzas”... “el suplicio indescriptible en que todo ser se ocupa en no completar nada”. El bancario de quien hablamos parece tener añoranzas de Prometeo.

Ése es el problema que ese texto analiza: un trabajador privilegiado, el bancario se presenta como una víctima de una jaula de oro, de la cual quiere salir mañana por la mañana y en la cual permanece. Víctima de un trabajo que no hace. Se queda en el banco y sufre junto a él. Sufre en busca de sí. Busca intensamente un no sé qué, en los gimnasios, en los templos de religiones exóticas, en el estómago, por los bares. Busca terapias en busca de una queja. ¿De dónde viene ese malestar? ¿Qué le falta a ese hombre? ¿Qué es lo que está vacío?

Tenemos condiciones espero, de circunscribir lo que se llama Depresión Narcísica en el contexto de nuestras investigaciones: una combinación de Depresión + Histeria, donde lo que ya está en juego es la conformación de la identidad del sujeto, o las dificultades de conformación de la identidad. Depresión porque hubo una pérdida que el sujeto mismo es incapaz de percibir: perdió la propia pérdida. No se trata de una mera cuestión subjetiva que un ejercicio pedagógico pueda resolver, como si bastase explicarle al individuo lo que perdió y cómo encontrarlo: el fenómeno no es del orden del preconsciente como quería Freud, sino del orden del inconsciente. Quiero decir que, ninguno de nosotros puede admitir que no sabe quién es. Imagínese tratando de convencer a un adolescente, en quien cada pelito algo significa, o mejor dicho, exige un estilo inconfundible, que está deprimido porque no logra reconocerse en el espejo. La “crisis narcísica” es portadora de un ardid, genera una falta a ser llenada compulsivamente, crea un espacio vacío que implica en dolor y por eso trabaja para proteger al ego, estructurando la ilusión de que el individuo está pleno de lo que en realidad le falta. El espacio vacío aparece bajo la forma de una abundancia. Sentirse como alguien incapaz de representar a sí mismo es insoportable, lo que fuerza al individuo a buscar más y más cosas (ver los ejemplos que citamos en el primer capítulo de identidad de alquiler), cada uno de ellos es portador de una trampa que ilusiona prometiendo que resolverá. Quien no sabe de sí, ¿cómo puede amar? Así los contornos se tornan histéricos. Lo que se llame amor, depende de un yo y del otro. La precondición de la entrega es el auto-reconocimiento. Un yo que se entrega antes de más nada necesita existir. La cercanía peligrosa que termina por enlazarme a ti, exige que yo tenga algo para entregar, algo que confunda. Si mi yo está en busca de sí mismo, puedo enamorarme, dejar que su identidad me represente delante de mí mismo, tome mi lugar en el espejo, pero no puedo amar. No existe manifestación de motivo mayor del yo, que la capacidad de amar. Solamente quien tiene puede dar. Un yo dilacerado por las dudas sobre sí, se fragiliza y al revés del amor, va en búsqueda de lazos, se entrega rápidamente a ellos, más rápidamente descubre que el espacio para llenar está allá y ahí lo tenemos, en la búsqueda del otro y otro más: El resultado es lo que llamamos banalidad trágica, relacionamientos y/o vínculos que exigen una involucración (elecciones reales de objeto del deseo, en la jerga psicoanalítica), son banalizados en la exacta medida en que no llenan aquello que el

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individuo busca. Por otro lado, y en la misma dirección, vínculos fútiles, vínculos sin mucho fundamento, le aparecen a un individuo necesitado de sí como fatales, como si la vida entera estuviese dependiendo de un plato de lentejas, tal vez realmente dependa. El producto visible es una especie de soledad poblada, un encanto que desea todo y a todos y que no alcanza nunca a mí mismo. Los bancarios perdieron a sí mismos, porque es imposible construirse sin construir el mundo, sin saber lo que se perdió. Entonces, ¿cómo buscarlo?

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