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A Ñó 32 Panamá, República de Panamá, 30 de Abril de 1905,

NUM, 32

EL HERALDO DEL lSTMOREVISTA

Director: GUILLERMO ANDREVE.

ILUSTRADA---"

"Dien faire et 1aisser dire."

LvJ:

>_- 3511

I

EL DESEO.

\T las frondas, á la hora matinal, lospájaros cantan, en una orquestación

LLLLL~~~~~~~ de modulaciones diatónicas.cuelgan de las ramas, en variedad multicolora, losfrutos. Las flores, cubiertas de rocío, se abrenen delicioso éxtasis perfumando el ambiente.Difúndese el olor penetrante de la tierra húme-da y se aspiran con el aire gérmenes fecundosque van á mezclarse en las arterias con lasangre. la purifican y la vigorizan. Es elreinadode Pan, de Pomona y de Eros.

Dos muchachuelos, cogidos de la mano,avanzan lentamente por las sendas cubiertas dehojarasca. Van sin prisa, deseosos de verlo vde adivinarlo todo y se detienen á cada paso,ya á escuchar arpegios y fioritaras de cantoresalados, ya á coger alguna flor silvestre, peque-ñita y olorosa . De distinto sexo, son ambos deuna edad y muestran diferencias físicas nota-bles. El chicuelo, delgado, nervioso, de gran-des ojos negros de pupilas brillantes, revela entodos sus movimientos energía, fuerza y deci-sión. Su ancha frente despejada, que coronanrizos indóciles, anuncia ya á su edad la torturadel pensamiento_ Su compañera, antítesiscompleta, es rubia como la flor del canafístolo.Sus ojos azules, tan claros que parecen crista-lizados, la dan un aire ingenuo. La boca, es roja cereza que incita con su frescura y su color.Sus manitas son blancas y regordetas y sus pan-torrillas firmes y finas . Se apoya en sucompañero con un abandono infantil y despliega alandar todos los artificios femeninos. La pareja no suma, reuniendo las edades, veinte añosjustos.

Un ruido de alas y de arrullos detiene á loschicuelos al pie de un árbol florido . En lacopa, dos palomas se acarician largamente, dulcemente- Y del árbol caen florecillas á los piesde los muchachos arrobados. Sa difunde entorno olor de liríos que los embriaga. Mudosante la escena imprevísta, sienten de pronto des-pertarse un deseo extraño .. un ansia inusitadade cosas que no conocen . La sangre les arde.y la respiración se les hace difícil . Y mientraslas palomas, sin susto ni congojas, siguen aca-riciándose en lo alto del árbol florido, el muchacho clava en los ojos íngenuos de su compañe-ra los suyos, negros como obsidiana, y le mur-mura en voz baja y trémula, ves? - . - . ves? - . - . Ysu mano aprieta rudamente la muñeca de, ella ysus uñas. en un acceso nervioso que él no se explica, se hunden en la carne rubia y sedosahasta hacerle daño.

II .

MAS . - -

En un rincón de la sala. cerca del píanoabierto como una interrogación enorme están

sentados en un sofá dos amantes, Acaban de in-terpretar á todos los grandes maestros--Beetho-ven, Glilek, Chopin, Schubert, Rossini, Mozart,Mendelsohn, Haydn, Wagner, Lizt—y del teclado sonoro han brotado como por mágico conju-ro las grandes creaciones musicales. Ahora,cansados de la ejecución, se han refugiado en elhueco de una ventana, y mudos los labios, enlazadas las manos, fijas las miradas, dejanvagar libremente la imaginación por el país azuldel ensueño en que Psiquis reina sobre súbdi-tos de veinte años. Ansias de cosas desconoci-das, ultra-terrenas, han despertado en ellos lossonidos. Sienten vagos deseos indefinibles,

Frente al Arco del TriunfaLos Bárbaros.Francia. Los Bárbaros. cara Lutecia!

bajo áurea rotonda reposa tu gran Paladín.del cíclope al golpe ¿qué pueden las risas de Grecia:

¿que pueden las Gracias . si Herákles agita su orín!

En locas faunalias no sientes el viento que arrecia.el viento que arrecia del lado del férreo Berlín.y allí bajo el templo que tu alma pagana despreciatu Vate hecho polvo no puede sonar su clarín.

Suspende. Bizancio . tu tiesta mortal y divina_

oh. Roma. suspende tu fiesta divina y mortal!Hay algo que viene como una invasión aquilina

que aguarda temblando la curva del Arco TriunfalTannhauser! resuena la marcha marcial y argentina

y amara á lo lejos el águila de un caso imperial.

RUBÉN DARIO.

de transformaciones irrealizables, y sus almasse sumergen en un nirvana delicioso.

Un ligero ruido los saca de, su abstracción ylos vuelve á la vida real . Recuerda el mozo en-tonces que se halla al lado de la mujer deseada,aspirando su aliento, sintiendo el calor de sucuerpo, víendo temblar bajo las sedas y los en-cajes su carne tibia y tentadora, con los labios deella al alcance de los suyos . Y siente ardores ensu piel que quema, y se estremece, y atrae á su

amante junto á sí, y besa sus labios, sus meji-

llas, su cuello, sus ojos, pero no siente nuncasaciado su deseo de besar, de besar mucho debesar siempre, de besar continuamente . . ..

Y luego, cuando ya en la calle la brisa dela noche réfresca su mente y pone en orden susideas, piensa que en el fondo de todo placer hayun sedimento de amargura, que nunca la satis-facción del deseo es plena y que siempre se an-hela más, mucho más de lo que se alcanza árealizar.

JIL

EL ADIOS.

En la tarde gris, frente al mar inmenso, ladespedida tiene mucho de angustiosa. Ella llo-ra á mares y él, sin poderlo remediar, tiene losojos llenos de lágrimas . El buque, como lla-mando, se balancea allí cerca . Los hombres deá bordo comienzan á izar las velas y á levar elancla, prontos á partir para países lejanos,mas allá de los horizontes . Acompañan su tarea con un canto monótono cuyos sones, comoquejidos hondos, se deslíen en la tristeza dellugar y de la hora. Las olas vienen mansa-mente á morir en la orilla y besan los pies delmancebo que ni siquiera se da cuenta de ello.Tras una escena desgarradora de sollozos y delágrimas se separan los amantes y queda lahembra triste en la playa solitaria. Hincha lasvelas un viento fresco y el buque se aleja de laorilla fugazmente, como una blanca gaviota dealas desplegadas.

Junto á la borda, con los ojos fijos en unpunto de la playa, agita el viajero su pañueloblanco en una interminable serie de adioses co-rrespondidos largamente. La sombra crece; elbarco avanza, y no es ya mas que unamanchanegra sobre el mar. En la playa la niña deso-lada sólo sé alcanza á distinguir como un puntoindeciso que se pierde en la lejanía. Y piensa,el mancebo en viaje a Iejanos países, en la qui-mera de su juventud, en su .ansia dilecta de seramante y poeta á un tiempo mismo, y en quetal vez—así lo cree al menos—no llegó á serefectivamente,ni poeta ni amante . - _ _ .

Y ella, la que se queda, la abandonada,ante el mar y con su dolor por compañero único,llora, llora mucho, y piensa á su vez que masinmensa que esa mar sin límites es la inmensasoledad de su alma atribulada .

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El Heraldo del Istmo - 58

WagnerUNA tarde de Noviem-

bre, Stelio Effrenaregresaba del Lido.

en un vapor. acompazadode Daniel Glauro. Habíandejarlo atrás el Adriático,tempestuoso, el

entre chocar de las olas blancas yblancas sobre las arenas de-sertas ; los árboles deSan-Níccolo, despojados por unviento voráz ; los torbelli-nos de las hojas muertas;los fantasmas heróicos delas partirlas y los retornos;el recuerdo de los alabarde-ros, luchando -por la cintaescarlata, y los galopes delord Byron, devorando eldeseo de sobrepasar su des-tino.

-Yo también-dijoEffrena, burlándose de símismo, irritado por la me-díocridad de la vida- yotambién daria hoy un reinopor un caballo . . . . Ni unaalabarda, ni un caballo enSan Niccolo, y ni siquierael valor de un remero! Perge andacter-...Hénosaquí,

sobra este innoble cascaróngris, humeante é hiriente

como una marmita . - . Mira a Venecia, danzante allá lejos!

La cólera del mar se propagaba sobre la la-guna. Las aguas estaban agitadas por estre-mecimiento rudo, y parecía que esta agitaciónse comunicara hasta los cimientos de la ciudad.Veíase los palacios, las cúpulas, los campaniles.balancearse como navíos . Las algas, despren-didas de los fondos marinos, flotaban con todassus raíces blancas. Legiones de gaviotas vol-teaban en el viento ; y h intervalos escuchában-se sus extraños gritos sobre las crestas de la

borrasca.-Wagner!-elijo en voz baja Daniel Glau-

co, sobrecogido de brusca emoción, indicando áun anciano apoyado en la borda de la proa--Allá. con Franck Litz y con Doña Cosiuta . I LcYes? -

El corazón de Stelio palpitó más fuerte.Desaparecieron para él las figuras circtmdantes:int,rrumpióse el tedio amargo : cesó la opresiónde lainercm. Y el único sentimiento que sub-sistió fué el de sobrehumana potencia . desper-tado por aquel nombre ; y la sola realidacI quese cernió sobre todos esos fantasmas indistintos,fué el mtmdo ideal evocado por aquel nombreen torno del pequeilo anciano. inclinado haciael tumulto de las aguas.

El genio victorioso, la fidelidad de amor, laamistad inmutable, supremas aspiraciones elela naturaleza heróica, estaban allí, reunidas unavez inás. bajo la .tempestad, silenciosamente.Una misma blancura deslumbrante coronaba álas tres personas vecinas- Sus Cabellos eranblancos sobra sus pensamientos tristes . Unatristeza inquieta se traslucía en sus rostros, ensus actitudes. como si un mismo presentimien-to obscuro abrumara, sus corazones acorjes.La mujer ostentaba en su rostro níveo una her-motta, robusta boca.. formada por líneas firmes.reveladora ele una alma tenaz ; y sus ojos, déclaro acero permanecían continuamente fijsen el que la había elegido por conpaYlera: vela-ban con adoración sobre el que, después ele ha-ber vencido todos los esfuerzos hostiles, -seríaímpotente liara vencer á la muerte, cuya ame-naza sin cesar le acosaba. Esa mirada fomeni-na, de viglaucia y de temor, oponíase á la ni -rada invisíble ele la .,t,

y croaba en torno rlel

(CAPÍTULA DE "EL FUEGO.")

anciano, así protegido, una vaga sombra fú-nebre.

-Parece él sufrir-clijo Daniel Glauro .—No ves? Creyérase que va caer desfallecidosobre el puente. ¿Quieres que nos aproxi-memos'?

Effrena contemplaba, con indecible emo-ción, esos cabellos blancos, estremecidos porel rucio viento sobre la nuca senil, bajo las am-plias alas del sombrero de fieltro : y esas orejaslívidas, de lóbulo hinchado. Aquel cuerpo, quesostuvo tantas luchas, por un arrogante instin-to de dominación, ofrecía ahora la aparienciade un jirón de algo inútil que las ráfagas arre-batarían.á lo desconocido.

--Ah! Daniel, 1 qué podemos hacer porél?—dijo, cediendo á una n&cesidad religiosade manifestar por algún signo su respeto y supiedad por aquel gran corazón oprimido.

- t Qué podemos hacer ?- repiti6 DanielGlatiro, contagiado en seguida por esta volun-tad ferviente de ofrecer algo de sí mismo al hé-roe que arrostraba la suerte humana.

Y ambos no fueron sino una alma sola, enel acto de gratitud y de fervor, en la súbita.exaltación de su profunda-generosidad . Perono podían dar más de lo que daban. Alada eracapaz de interrumpir la obra oculta del mal.Y se entristecían viendo los cabellos blancosagitaise sobre la nuca riel anciano al soplo ve-hemente que. viniendo de lejos, traía a la lacni-na asombrada la voz y las espumas del mar . . ."Ah! mar soberbio, tú me llevarás otra vez:La salud que busco en la tierra no la hallaréjamás. Os seré fiel, oh ondas del mar in-menso - - - .'.

Así despertaban las aruromas impetuosasele] li,lgiu• F'ínrt,1x,r,n en la 1r.etno~ia de Efircna,con el llamado sin esperanza qt :e las penetra eletiempo en tiempo. Y parecíale escuchar denuevo, -en el viento, la cancíón salvaje de losgaleotes sobre el navío de velas rojas . - - . ' `Ioho-hé, iobohé! Desciende á tieixa, ó negra c ap :-tán : han transcurrido siete artos!•' . . ..

Y con la imagina--ión reconstituía la figura,de Wagner joven ; le evocaba, solitario, extra-viado en el viviente horror de Paris, miserableé indómito, consumido por una fiebre maravi-llosa, con les ojos fijos en su estrella, y resueltoá obligar al mundo á reconocerla, En el mitode su ópera, en el pálido navegador, el expa.triado reencontró la imagen de su propia ca-rrera jadeante, de su lucha fu ios<a, de su espe-ranza suprema. `Pero un día el hombro páli-do podrá ser libertado, si encuentra en la. tierratma nuijer que le sea fiel hasta la muerte!"

Traduoción de DArrío Ht:c ;c ;r;¢.~

Esa mujer estaba allí, aI lado riel br nre.conto guardiana siempre vigilante. Ella tam-bién, como Scala . conocía la ley soberana de lafidelidad ; y la muerte estaba á punto de r•uut-plir el voto sagrado . - . .

-"•"""" .

.Excitadas por el gran víeuto, las falan -jr :s

de nubes combatían en los espacios, d,sordena-damente. Las torres, Ias cúpul s . ondulabanen el fondo del agua, y parecían deformarsetambién. Y las sombras de la ciudad• v i :rtisombras clel cielo, igualmente vastas y inóvilr :,sobre las ondas erizarlas, confundíanse v sr• al-teraban, como si hubieran sido produc•iaa, Ixrrcosas asimismo próximas á disolverse.

-Mira al rlladgyar. Daniel. Sin infla r-,un espíritu generoso : ha servido al héroe r<,nabnegación y fe sin límites. Y inás que l«- -aarte, es glorioso por esta servidumbre . 1 'r•rove cómo ese sentimiento tan sincero Y tan fuer-te le inspira una afección casi histrionesra, l-rrla continua necesidad de imponer á los r S1A r t a-dores una magnífica imagen ele sí mismo, receles asombra'

El abate reerguía su busto flaco y angttlr -cerrado como en una cota de malla : y se alzabacon toda su estatura, sedescubríalacabeza liaraorar, para dirigir su muda plegaria al Dir r~ delas tempestades . El viento descomponía su r :,.

pesa cabellera blanca, la cabellera leonina rlcdonde habían partido tantos estremecimicurosy relámpagos, turbadores de la multitud v rlelas mujeres. Sus ojos magnéticosconvertían,eá las nubes, mientras que las palabras no lar~-

nunciaclas dibujábanse sobre sus largos . lino,labios, extendiendo un soplo místico . en n ido

aquel rostro atormentado ele arrugasy de verrugas enormes. (1)

—Z Qué importa?—dijo DimielGlauro.—Posee la divina facoitaddel fervor: tiene el gusto oe la tnr•t•-za omnipotente y de la pasión d<ani.nadora. E No aspira en su arte ba<-iaPrometeo, Orfeo, Dant e, Tasso : 11 asido atraído por Wagner conto i„a•Ias grandes energías naturales . r~ttr-

`l

zás ha escuchado en él lo que trató

4

de expresar en su poema sinfóuir o

~'

"Lo que se escucha en la moutaúa - "'-Es cierto : dijo Effrena.Pero ambos temb1.a•on viendo

al anciano volverse de pmnto . r•~ra

el gesto de un hombre que jar1c:o•aen las tinieblas, y agarTar:;e r,nt-vulsivamente á su compañera, craclanzó un grito. Los dos jovenes ar n-dieron. Los demás p;tsalero,, trisimitaron, sobrecogidos por artur .lgrito de angustia, y se estrecb :o•„nen torno de é1. Una mirada tic lamujer bast6 para impedir qur• eaproximaran al cuer-1xr• que l arce =a

inanimado. Ella lo sostuvo, lo ace u-(, c u r 1banco, le tomó el pulso• se inclinó para ats-cultarle el corazón. Su amor y su dolor traza-ban en torno del enfermo inerte un círculo nt-víolablc. Todos retrocedieron y esperaron si-lenciosos, espiando con ansiedad, sobre ariuelrostro lívido• los indicios de la rnut i-te Ó de lavida.

El rostro permaneció inmóvil, abando-nado sobre el regazo ele la mujer. Dos surcosprofundos descendían Ú lo largo de las m ejillashacia la boca entreabierta• ahondándose c errade las alas de la nariz imperiosa. L.as ráfa~~asagitaban los cabellos ralos y finos sobre la fren-te convexa, el blanco collar de barba sobre elmentón cuadrado, donde el vigor de los hue.- ,,maxilares era visible al través rle les pliegiwsfiácidos de la piel . Las sienes se cubrían rae unsudor viscoso, y un débil temblor sao ndía uno

(1) Lit..

ANCON. —ZoNA ngr. CA\Ar. . —Vista del t1Iuelle "

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E1 HEraldo dEl lstmo - 59

de los pies colgante. Los menores detalles deaquella figura lívida se intprímieron para siem-pre en el espíritu de los dos jovenes.

¿Cuánto duró aquel suplicio'?El paso de las sombras continuaba sobre

las aguas lívidas, interrumpido de tiempo entiempo por el gran haz de rayos que parecíatraspasar eI aire y hundirse en ellas con pesa-dez de flechas . Oíase el ruido cadencioso de lamáquina, y, por momentos, la risa burlona delas gaviotas, mezclados -va aI rumor sordo queIlegaba del Gran CanaL el vasto gemido de laciudad combatida por la borrasca.

—Le transportaremos—dijo al oído de suamigo Stelio Effrena, embriagado por la triste-za de las cosas y la solemnidad de sus visiones.

El rostro inmóvil daba apenas indicio devolver á la vida.

— Sí, ofrezcamos nuestros brazos!—dijoDaniel Glarro palideciendo.

Miraron á la mujer de faz de nieve ; avan-zaron, muy pálidos; ofrecieron sus brazos . . ..¿Cuánto duró el transporte terrible? Cortaera la distancia del buque á la orilla ; pero esospocos pasos valieron por una larga jornada . Elagua reventaba contra los pilares del desembar-cadero ; el aullído salía del Canal como mean-dros de una caverna; las campanas de San\íarco tocaban á vísperas ; pero aquel ruidoconfuso perdía toda realidad inmediata y pare-cía infinitamente profundo y lejano, como unalamentación del mar_

Llevaban en sus brazos el peso del Héroe-,llevaban el cuerpo desvanecido de aquel quehabía difundido sobre el mundo la potencia (le

su alma océanica ; la carne mortal del Revela-dor, que, para la religión de los hombres, trans-formó en canto infinito las esencias del Univer-so. Con un estremecimiento inefable de espan-to y de júbilo, tamo el honrbre que viera un ríoprecipitarse desde una roca, un volcán fundirse,un incendio devorar una floresta, un deslum-brante meteoro ocultar el cielo estrellado : comoel hombre al aspecto de una €uer7ar uatmnl, im-prevista, irresistible, Effrena sintió bajo su ma-no, colocada en el costado para sostener el bus-to,—se había detenido un segando para reco-brar fuerzas, y contemplaba aquella cabezablanca apoyada en su pecho—sintió bajo sumano palpitar de nuevo el corazón sagrado . . ..

GABRIEL D'ANNUNZIO.

(po

NOCTURNO V.PARA EUGENIO J . GHEVA LI ER

—; Cómo han caído en mis robus-tos brazos, temblando y macilentos.los que parecían pujantes. fuertes éinvencibles!

¡Cómo he visto en deleznablesbriznas convertidas las ambicionesáureas, y tántos rudos empeños mer-cantiles !

Venían de lejos, y parecían efe-bos y deidades no ha mucho surgidosesplendentes de bosques ínmortales!esos llevaban azulosas brumas septen-trionales en las pupilas y un bruñidocolor de oro fino en los cabellos : estostenían en su cabellera y sus pupilas to-da la sombra v negrura endrina de la

—= eternidad y del olvido; y aquella tur-ba, gente tosca., anónima y viajera, no

sé de donde, pero siempre de lejanos puertos,también la subyugué, la exterminé despótica:

¿Por qué á mí sola me enojan y molestancon el horrible estrépito de su marcha acelera-da y ruda, y con el bullicio caótico y confuso desus palabras extrañas y vibrantes? . . .

Bajo el cielo ardoroso de mis comarcas, yotengo muchísimas hermanas, y á ellas se lesdesigna con nombres raros que en mis oídossuenan como bárbaros ; las dicen diaforética, ti-foidea, sinoad y otras cosas más, y no sé sí porodio, advertencia ó por pavor; empero, entreellas, yo soy la única que poseo un sentimientodefinido de adversión á todo lo que brilla comode lejos climas : que vive penetrada de una pa-sión caníbal á todo lo extraflo, á todo lo de fue-ra, y que no dejo un solo instante de recorrermis selvas y mis costas predicando el extermi-nio santo de lo exótica.

Mirad! allá vienen] Ah! los pobrecitos!dejadles venir, que el grande y colosal steu»ter,á semejanza de enorme leviatán ferruno, losconduce á mis comarcas arrullados por los ru-mores de marinos vientos y el bullicio de salo-bres ondas.

;Oid mi verbo de esplendor sombrío! Oid!vosotros que errantes buscáís y perseguís á miamiga obscura, loca, indefinible : la Fortuna!

¡Oid canción terrífica en las ardientcét sole-dades de mis costas y en el confin de mis regio-nes cenagosas! ¡Qué en donde habito yó y quéen cual lugar no puedo estar? Bien lo sabéisha tiempo, porque mi ubicuidad en mis domi-nios os llena de asombro y (le terror!

Venís de lejos, de ilustres urbes populosas,en donde finge un edén pagano la excelsitud dela belleza de las artes y la fuerza y la virtud delmúsculo creador.

Venís de lejos, de acrópolis sagradas, pala-cios opulentos y babilónicos pensiles y es-to, qué me importa? . . . _

En la jurisdicción de mis pantanos, en elinmenso y negro cendal de mis insectos que,nútrense feroces con la robusta sávia de mis

orquídeas venenosas, en el velo deletéreo quecubre mi rostro de las tibias emanaciones queenfloran mis verdes bosques de manzanillo, enla majestad cesárea que circunda el poder demis dominios, qué me puede importar el origende vuestras cunas? . . . .

Tras el duro torax de vuestros pechos traéisel corazón robusto de sanas energías . vuestrosmúsculos acerinos pretenden domenar la fierezade los obstáculos y bajo vuestros cráneos, comoen ardiente nido de águilas, se esconden los

Rojo simbólicoA GuiIlermo Andreve

~ZIa enamora lo rojo, porque hoy rojoen el rnb¡, en la. fresa, en la granada,y >orgne en rojo tímese la espadadel ruliente que la hunde con arrojo.

Xeenarnora lo rojo que es sonrojoen, las blancas mejillas den¡¡ untada,y el que en la toriolilla enamorudu,con la eltispa de amor, enciende el ojo.

.líe ennntora lo rojo que burbotadel volcán en la cumbre y lo engulana,el que en las ondas trémulo rebota,

Y el qus á Ua faügosa caracananttteatra la tierra. sacra, allá remota,envuelta en la explosión de una mariana.

LEON A. I;OTO.

Tus ojosVuelve, sí, tu mirada hacia la mía:

;,qué idealidad de ensueño, qué hechicerafascinación, qué mística quimerapuso Dios en tus ojos que extasía!

;,Qué tienes en los ojos? no podríaen mis versos decirlo aunque quisiera:ha tiempa que los ví por ver, primeray los estoy mirando todavIa . _ _ .!

¡Tus ojos!_ su mirada resplandececon placidez de luna que tranquiladestellara su luz en- dos abismos.

;Ohl vuelve á mi tus ojos que pareceque tienen en su lánguida pupilano se qué irresistibles hipnotismos!

A. QUJRON F~S .

vastos planes, los propósitos férreos y brillan-tes, á mas de un continuo y raudo chispeo desaber que admiro con asombro encantador. Es-to es verdad ; y qué me importa á mí? . . . _Yo to-mo todo eso, lo junto, lo confundo y lío en unsolo haz, y sin dares tiemps para pensar si-quiera, lo disuelvo ardorosa en la ictericia demi cólera, y luégo, todo informa, hedíondo, re-pugnante y con mas intenss amarillez que eloro que buscáis, lo arroja todo mi potestad so-berana á la noche de la muerte y del olvido.

Y después, allá lejos, acaso en lo más apar-tado y lejos de otro hemisferio; allá, digo, sequedan aguardando las misivas y noticias delausente; allá, digo, se quedan esperando el áu-reo vellocino del caudal acumulado, mientrasque yo os tongo deprimidos, sojuzgados bajo in-mensa capa de polvo negro, de donde es impo-sible el levantaros porque ya sois mfos . . . .ypara siempre míos!

¿Queréis que aún diga más? Esto es, ¿pen-sáis estrecharme, vencerme 6 eltinguirme conla pertinacia ó el empcño que domina en vues-tras almas? ¿Venceréis al fíe? . . . ; no losé . ..acaso— . _talvéz_ _ .s610 Dioslo sabe!

Y en aquella larga noche sentí como un va-go y tenebroso pesar en mis ideas, recrudecidopor la atroz vaporización que subía á mi cere-bro, consecuencia de un sordo y profundo des-contento que invadía mi espíritu ; un soplo he-lado y tembloroso me rozaba de continuo losoídos, y en aquel silencio frío y extenso sentíque me era odioso hasta el ruido que cansabanmis pisadas; miré las estrallas, y pensando querisueñas me miraban, sospeché que estaban le-jos, muy lejos las olorosas claras del día ; con-templé con atención la masa informe de edifi-cios que en ringlera descubría entre la obscuri-dad de la desierta calle, y devorando mis pupi-ltts con avidez toda aquella larga sombra, ima-giné por un instante que del revuelto y estre-cho surco efectuado por la construcción dela~are:hleto, se erguía, se levantaba somnoleute,como fautasina color (lo azufre hnniuoso, la fie-bre magna, la fiebre maldita, la fiebre que sunombre en la caución bautizan LA AMARILLA . _.

Y esto fué un instante no más, porque des-venecióse la visión ; en tanto que por efecto delas linternas colocarlas sobre la tierra removida,me pareció que la negra y desierta callo estabaempedrada de diamantes y rubíes .

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Ei Hc-r°alclo ciE1 Fstmo 60

OR, VICTOR Re CARDENAS Incargado de Negociosv('drtsnl General del Pent

ell Peilaará.

lloura hoy sus coluitulas Er, HERALDO DF.L

Is•nw (•ou el retrato de-1 señor Doctor VíCTORR. (ilnl>li\,15 . IPllcagado de Negocios y CónsulGem ral del Perú en la República. Es el señorCárdenas persona meritoria, culta, afable é ihls-tr•a,ia, y une á estas cualidades uu cariZO vehe-mente por mrestra tierra que lo hace acreedorá todas nuestras simpatías.

Refiriéndose al señor doctor CÁRDENAS.

dice nuestro estimado colega La Prt•ianr ]'rru-.In+,rirroar,deLima, en su número correspon-diente á Mayo del afio próximo pasado, lo si-guiente:

"El doctor Cárdenas es joven todavía . Na-(ió en Marzo de 1869 en la ciudad de Arequipa.Sus estudios de primera y segunda enseñanzalos hizo en los principales planteles de esa ciu-dad intelectual del Perú . Los ole jurispruden-cia y ciencias políticas los comenzó en la Univer-sidadole San Agustín de Arequipa y los concluyóen las respectivas facultades de la UniversidadMayor de San Marcos ríe Lima . Dedicado p.3rinclinación á los estudios diplomáticos, sus te-sis (le bachiller v doctor sobre Plebiscitos iarrr-urrci,nudesy sobre El .v+rlrrrgiu aairersal y dirrclnmerecieron el aplauso de sus catedráticoe y dla prensa.

En 1885 ingresó á la carrera consular comooficial segundo de la Sección en el i'slinisterio deRelaciones Exteriores. Antes había hecho lacampaña constitucional que terminó con eltriunfo del general Cáceres en Diciembre deaquel año . En 1886 fué nombrado Jefe de lasSecciones Diplomática y Consular, puesto quedesempefió hasta 1899 . Después fué nombradoSecretario de primera clase de la Legación delPerú en Bolivia, y después desempeñó el puestode Encargado de Negocios . Sus trabajos en esalegación han merceido caluroso elogio de partede sus jefes, particularmente la memoria quepresentó en 1900 sobre nuestra cuestión de lí-

C no soy supersticioso.Y Ni espiritista. Ni creo

.en ninguna, de esas papa-rritelras macabras, donde en anti-guas consejas de vejetes ya sin fós-toro en la mollera . modelan terri-bles v er-zantes relatos de duen-des y ánimas, brujas y encantamientos, diablos v cálcalas. Y sin em-bargo : á pesar de que ridiculizo e-sas exageraciones y anatematizola necia vulgaridad de entes faltos

l

de una regular instrucción, cíe se-res débiles y neurasténicos, tengo.

+i j

forzosamente, porque lo he palpa-f, + do, y aunque sacrificando mis tran-quilas creencias al respecto, quecreer ciegamente en una cosa, en unalgo inexplicable á satisfacción pa-

ira n_f y par-v uru•. hcs (aunque seaumc aceptable explicación 'la que

prencuta Plaulrnarión sobre los casos de telepa-tíar ,í telasri•:; ;a }-aunque ina mayorfaso lo expi¡-car•:í meu cía, :uuente á su manera y modo con.:olo adicionar un pago de ánimas en pena áun(yl,íritti vagabundo . ó algo por elestilo) ; se tra-ta( de c,er ios "' pr<rsagios luuestos'; pero no deesa :~•dnudancia de nnhecilidades que suponenx'ann-r+. nurclu;e, de mal agüero, como ser larol 11r., de nn cspejo, la caída de la sal ; el derra-mo d, , tinta el bacrz girar trua sala, etc. Se„ .al i, vi el p-rscrte caso de '7>resagios serios”,por decirlo así : de f(•nónunos probablementepsfgniros que tal vez no haya nunca quién losah . ; . . . á res:, :r-er. xlga qac Do explicará Tara-zón llunr :ucr sieiga•e 1,w1)— l'ara juzgar esos fe-

mitas con la República de la Altiplanicie.Ultimamente desempeñaba comisiones hon-

rosas en la Cancillería y á su . iniciativa se debela adopeióu de los timbres consulares que hanaumentado esa renta, y la adopción del Regla-mento General Consular que redactó.

Dados estos honrosos antecedentes, no esde dudar que se hará digno (le la estimación delgobierno ante el cual se le ha acreditado . Lodeseamos por el honor del annigo v por el pres-tigio de la patria ."

nómenos denominados ultra terrenos ó sobre-naturales, ese misterioso allp, enamorado posi-blemente de algún incognoscible sexto sentido,el de las visiones extrarraciouales . . ..

a

Elaño 1899 tuvimos en casa á nuestro ser-vicio un mozo de comedor ]lama(lo Manuel A-cuña, español de unos 2l años, individuo defuente complexión física y moral . quién variasveces me relató minuciosamente lo que signe:

El año anterior estaba en -1Iontevideo sir-viendo en una casa de buena v respetatble fami-I ;a . Una noche oyó llamará la puerta, ( le calle,corrió .á inquirir quien era el visitante, y leer-diendo la noción del sitio en que estaba, ¡cuálno sería su sorpresa al contemplar, atónito, enel zaguán, el desfile cíe una compacta y ninre-rosa procesi0u (le pigmeos, con todos los ele-mentos y atributos concerniente fr aquella : . . ..

Cuando el mielo se lo permitió, voly : ásus quehaceres, pero esa noche ya no pudodormir . Esto mismo se repitió en idéntica for-ma durante varias noches seguidas y lo espe-cial del caso es que, aunque Manuel temblabaal oír llamar (siempre á la misma hora) y que-ría á veces mandar algún compañero . una a-tracción irresistible, á la que no po(ia sni ,a_traerse lx>r más esfuerzos que hiciera, lo arras-traba hacia la puerta cancel y -a1llí lo enclavabahasta que la visita (lesapare .ía por completo.Enton- es el infeliz quedó en escaso términotan delgado, nervioso y hasta enfermo (le mie-lo, que hubo ete abandonar el servicio de aque-lla casa. llegando su terror al extremo de dejartambién á Montevideo, por tenor de volver ásufrir uqucllas ahrciu:u iones . Entonces vino j,

nuestra capital y atlgunos días mas tarde sipoque el dueño de aquella casa, ltonibre de e,lallavanzad :c. par ., sarmó y r;>buito, h-rbía falle-M>repentinamente.

* aa

Un (lía del ines de Noviembre de 1901 gra-ba yo (le visita es casa de la familia D . .va l leIndependencia, cuando entre risas y pulla, umfrré referido por unade las niñas lo siguh•nr•:La noche anterior, á eso de las doce. estando viltodos acostados, sintieron llamar precipeceta-mente en la puerta de uno de los dornrinn•i,, :;uadie de la casa faltaba y atribuyeron el rnil-,á cualcjuier causa, tal vez á una racha rel~ -al i-na de aire ; pero como el llamado se repia ;~•a•auín con mas fuerza, levantáronsc, corr ;cr., .a :íabrir y entonces pudieran coalpzoirar• qm• io

solo no había absolutamente uaraie . siu:S •pm

taiupoco soplaba la mas leve brisa : no sup , r ,uqué pensar. pero se abstuvieron de hac, , e , „-mentaaios y, conto la cosa no se repitió . u ., v.el-

vieron á acordarse de lo acaecido sinó en 1 nc„

de broma . Citando después de unos días re :a•,-vé m¡ visita, encontré desolada á la faucilb 1, ..deplorando la impensada pérdida de un

,-a,-

te cercano, acaecida en el cauipo en la

m

hora y día que sintieron resonar lo, cél,• •r,•.

golpes.

ID abuela materna venía padeciendo d, - L•muchos años atrás una afección (rónia a . 9 a

que ya tan acostumbrados estábamos (Irn• a :{caso se le hacía . El invierno del xño ] s~, ., ¡-pasaba relativamente bien y sin guar•,bu , •! . n.

de cama como en años anteriores : ni si,¡ s¡,- -,ala visitaba nuestro médico, el iuteligenta• p ., ° 1

logrado facultativo, é inol idable amigo I : -tor Angel Anido----

En Sau Antonio de Areco (Prov-ivaia ne

Buenos Aires) se había organizcudo para f• -r :•

jar el día patrio de Julio, un expléndido P, :, . L•á realizarse en los salones de la ~Inni_ ip.a!•L,Jel 8; en esa pobláción había yo veranead„ ! es-

tantes veces, y tenía relaciones queá asistir á la fiesta dicha.

Partí pues por la estación Retiro el 7 •1••Julio con ánimo de regresar el olía 9 poi la } :ar-de para no perder mis obligaciones del 1+1 I .r

todo petate llevaba una valija con solo uu IL(>"manto traje negro y can pufíos . cuellos. --iibrote, y zapatos fiamautes también; non . :, opuse el oficio que iban á desempeñau• eso, rr•, : -pos que yo destinaba á una fiesta en el qu•• l .•e-saba divertirme como nunca . . ..

A las 9 p. in. del día 7 arrancaba la 1•- .-o-inotora que conducía el convoy al Rosa ri•• 1usando por San Antonio, Me había iu,la :, b,en un vagón casi va_ío, hacía una uo :-lu•e,ial y si no temblaba de frío era mer, :e•1 :í Fuibuena manta y á una .botellita ole (o ¡la(- . Comenté á entretenerme con algnuos dia, , i•,=.pero apenas habíamos pasado la Recoleta

0minutosde Buenos Aires) cuando creí ln• ; :ihiralgo como un débil y continuo suspirar, nonlejanalamentación: enun principio - ho Li,•ecaso, pero las quejas, los ayes . fueron el mimento y . sin saber porqué,

,,,Io.me sentí in(víctinnrs de inexplicable malest .•ut de indom uables zozobra y sobresalto, que no sabía tí qua•

causa atribuir. Abrí la ventanilla y al silL :aren mis oídos el helado viento, oí con iar.}. ,a'fuerza el tétrico susurro de los genrelnau,I,+sayes . . . . Si el tren hubiera arrollado,1--pensaba yo--solawente se hubiera oa

ídl,g, uionua

fuerte grito, el de agonía, y nn este cont ínuogemir . En la penumbra del vv-agón ví :r do, ,tres conrpafieros de viaje que leían tranquila-mente.e _ . Pero, ;,es que ellos no sent ball( t .::tensión de iris nervios era extren>ada, ) ;iilierrto enorme : creí que iba áuna afliecfóu s,d q~u(•+ds ice ahogaba; sentí inapeiosa necesidad de aspirar ina ho, pero nnrolio tiro y de convencerme de si no habría ; :!guien entre las ruedas del vagón : esto eraa iva-posible, pero la fiebre ice lo sugería con futurade, verdad inc•ourbatible, y á pesar de que la c-nornlc víbora do ]cierro se desliaba cOli irrilada rapidez sobre los rieles, trepidando y cru-jiendo conTo cxtromeeidas por la uoctnrua oN-(uridad y rasgando con fuerza el aire . abaiolo-

T—A I FIRE;S1 iGT09

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El 7HEra 1 do dEl lstmo - 61

X-1ca ~Z c ch I issu•,' tl :i asiento, corrí á la plattforula y ciego.sin ver que iii3 exponía á tuna unte_ te desastro-sa. bajé la esca'erilla basta su último tea:no, yallí agacháuelome en convulsivas conte Locionesele felino, preten?í escndrifflir el auno do lainexplicable soinl r_L que -todo lo casual, ía . . ..\a,la pude ver, pero aún alcancé á o un dolo-r.lso gemido que me hizo temida_ de Inie .lo . . ..En un esfuerzo supremo . algo instintiva lo-g_, subir á la plataforma y volver á entrar enel coche- Cuando ocupé de unevo un asiontonre ví en el espejillo incrustrado, cerca de la ven-tanillalívido, desencajado, erizados los cabellosy me sentí helada la carne, mientras mis dien-tes batían un desigual castañetea ; estuve nue-vamente á punto ele perder el sentido, pero conuu ;:rrallcglte ele volUntad conseguí r ponermeuu l> ,,o abrigándome bien y tornando amas go-tas de coñac•.

La reacción vino, unas quedé corno fatig.do por un vivo es_uerzo mental, - - -

C•u udo Locas horas después á la una y pi-co de la madrugada. llegué á San antonio deAre(o, miraba receloso á ni¡ alrededor, espe-ran(io sinduda, ver ale recen iustaatáuea_nentealgún terrible fantasma: y en el carruaje. en-suelto en el sobretodo y la manta, tiritaba ner-viosalnente oprimiendo con fuerza uu revól-ve Bolo me consideré seguro cuerudo me víen eI seno ele la familia que me aguardaba y sino les relaté en ese momento el caso, fué por-que yo comenzaba á creer que habría sido víe-t,nia ele alguna pesadilla . . ..

Y á todo esto are de agregar aun otro (lator.:ny uge,cnte : per regla general tengo tauidea ce_eb.oqueduerino á cualquier hora,. noesi raúo el le_- ho, nunca tengo pesadillas ni en-sueilos. y soy inuy, capaz de dormir quince ho--ras consecut_vas : pues bien en la madrugada áque me efierj. siendo las cuatro, dí tan trenien-t?osa?toenIacama queme despertésobresaltado} rio pade, á pesar de ni¡ cansancio . recobrar elf-ueLO: solo conseguí amodorrarme.

Cuando á las 7.30 me praparaba á desavu-n:t mc, sin hacer ya caso de tan ¡musitarlosa o:ntecir~i-n res atribuidos tal vez á ni¡- estre-nr:u u: rc7íos:da,1, re_ibí el telegrama que trans-(ril, .) pul ?,r fria liNrinr:

Jfrnrt•i lrrllrrir

! 1 .11tr cusrr¡rrrlu.

Luego supe que había• (lejano de existir ál ,is 1 a. In. y también he pensado seriamentemuelias veces, no sin fundamento. si lo acaeci-do aquella céle=me noche del día 7 y madruga-(la del S de Julio de 1599, fué ó no un presagio -clel luctuoso ar outecimiento . Tan inesperadoera bl fallecimiento ele mi pobre abuelitz.

A las 3 de la tarde torné el tron (le regreso,y volvía ya de luto v descorazonarle : ft las 7 pa-b-ariasllegaba á casa eucoutrando •í rni tnadredesolat1n y ii rr,r,,,,itrr en medio ce los lúgubrescirios- destacando la nívea bla:ncurzt ele stus rí-gidas facciones . sobre el btisáceo-obscuro tintede un hábito franciscano : era MI últiuta y pia-dosa voluntad, ej~rutaila por el hoy nta.(liátrdel convento de Han FranciscoenL•a Plata, 1`i•ayBernardino Iglesias- . -

Y para anotar un sarcasmo. al simiente(lía 9 de Julio. cn medio de las nlarcialea yalegres dianas á cavo sóll desfilaban las tropas,partía ele la casa calle Caugallo 913• el cortejofúnebr_- de la que en vicia se llaina a Cont ep-cíón P. de los Ríos de Lorenzo.

Y el Hammlte traje aseasen 3` demás efectosque creí estrenar en el aurlielado baile de SanAntonio ele Arec o, los utilic( para ir en el co-che ele duelo ele uní segluula rmulre . . ..

m, i AL BLAZQUEZ.

La Platal. (R. A-) 1 .904-

Conto prueba ínequívoca, de amistad sinceray como homenaje á sus méritos : unen talento ygraciosfsima belleza, publicamos por segundavez el retrato ele nuestra buena amiga M kníA

%_1CHItI.4soN, que desde allá, desde la patria oléBvron, nos envía con galante dedicatoria.

Reprasenta la Líbertad nuestra amiga, y albaile ele fantasía al coral asistió, dió realco de fijocon toda su belleza meridional y su decir sien .7pre agradable y oportuno.

Vaya nuestro recuerdo catii-icso á la, amigaque en la vieja Europa pasa ahora su vicia en urícolegio nutriendo con savia de ciencia su firmecerebro y echando ele menos—llena de nostalgiatal vez—el bello sol de su— tierra v el arrallo d(1Pacífico.

IBE todos los placeres que puede proeu-

ramos N Literatura, el más delicadoes ciertamente éste : "No ser com-

prendiclos!" Esto nos vuelve á ungstro puesto.al delicioso aislamiento ele que inútil azt vidaclnos había hecho salir ; as confina en nuestra .casa y nos obliga á tocar el violín sólo para lasaraffas. que ellas sí son sensibles á la música.

lil yrrr-,ro coor)„rorrL no es sensible ni á la .música ni á la lógica. Es sordo,r.'pero no esmuelo, v va gritando por todas partes :--?1r, „r,r•ot„l„'elrrlo . Está orgulloso por su falta de inte-ligencia y con esas palabras haraposas que vis-ten.su desnudez intelectual, como otros lo estáncon su talento y con sus ideas . Se exhibe, secree invencible, y tan pronta como siente ala-bada por sus iguales la vanidad de iio rmaprer,-dí,r, le brota por detrás un abanico de plumas-depavo real, cada una de -las cuales luce á guisade ojo un redondel en que está escrito : ?p, norrrr,q,ren d r~.

Esta facultad lo hace estimable para aque-llos que tampoco comprenden, pero que no seatreven á decirlo, porque les ola vergüenza deello. Lo buscan, su aplomo les cía valor, y taupronto como lo oyen, se, dicen los unos! á'losotros: "l:zlr• hrn,poen r•on,pu•r,rd,, y, sin enl Vargo,no se avergüenza de ello, al contrario!"

Al contrario, conáce„suu valor y se compla-ce en lucirlo : su cola de.piLvo real, con sus pre-ciosos reclondeles, es un estandarte cómodo ymuy visible. aun á larga dístancia . No lo reco-gió en niul;ún campo de batalla, pero tampocose lo ha robarlo : le brotó atrás espontáneatnen-te, le pertenece, y es claro que no lo despliegapara conducir sombras al asalto ele -0-anos idea-les-

h1 q,re r,o cnnrj„r>,rlr• es, en efecto, un hom-bre práctico, que explota eficazmente la virtudde no ron¡,rerzrlr-r y saca provecho de ella . To-dos los periódicos le brindan sus columnas ygana cuanto quiere c'•on solo escribir, envueltoen finos' sobreentenclidos, su ímnortal yo noeU111¡11'/'11 r1/, .

Si no le abren alg na puerta, la golpea consu espléndida cola, y en el acto cedeá su esfuer-zo. Es un ac.tiparrtrlor. la prenSa grande y res-petable no le basta : delega sus tenientes al laprensa menuda v la llena toda eii su próvecho,aun cuando á veces sus tenientes- exajeran lamedida y lucen una estupidez que desacreditasus funciones, por cierto, honorables y lucrati-vaS. , . .-:

Vivo contento: todos los días encuentrolox r¡ro•,nL cmal,rer,rlen, gozo con sil ignorancia,franca é inocente

. y-Los quiero porque me iriilu-

cen á seguir mi verdadera vocación : el silencio.

Como no sov ni inspirado ni visionario, de-be suponerse que la idea ele el gire ,eo rr,ur¡nr„rlrme fué sugerida por algún bebedizo que aleolieron para, perjudicarme No me quejo deesto, y antes lo cuento por si logro distraer álos aficionados . Sí, seúores, diviértause uste-des, que jamás podrán divertirse conuligo tan-to como me divierto yo con t1 !¡ru' leas r•ou,1,r'nuir•-

En ocasiones anteriores he expuesto nuisideas ó fantasmas de ia~ts ltuniuOSas c•onxltodo fantasma y de evidencia £osfór(sccntosobre estos sencillísimos puntos:

1.9 La libertad en Arte ó corno deseo elArte libre;

2.9 La renovación ele la palabraulo, para que sirva de denominación colorín• en-tre el público lector, á una deceun de escritores,menores de treintay cinco aLos, unirlos cu i(Mii-tica aspiración; y

3.9 La verdadera significación do ]a pala-bra Jrlrrelisuu,, que intentaba fijar, no sin algoele presunción de mi parte.

Pues bien, este modesto clamor en tresnotas, estaprimítiva melodía, tan sellcílla quese la asimila en el acto todo escolar que la oiga,llegó al oido de elijio, lao• er,n,~„ende--aquel essordo, pero no es mudo—}- sólo percibió un va-go ruido, semejante al quejido de los álamos,que lo hizo gritar viewlZOSO : ?¡o uo cu,irprnrdu!

"rrí ;t %1e1i19p8on . the lovell• littledzilghter of the Consul for 1'rrsmn.rt•f,rtl,culed Ulierty in ph•ated rcl s ofwhite . with -1-aeefirl drvi4i - of blueand :girdle of gold . :wd a red l .i•uri.ycap n-re-athcd u-ith laurel love, `ct m,her dark h :;_r.

11T,I que no comp 0- Dde

~bAfML lqrs-

(TRADTTCC16N ESPECIAL) .

-- ' . . . . . . . . . . . . . .

Elie dirs . li C .•int ees very tout rempli, d'elle:Queue est done cratc femme é lit ne comprCOdr.t pas.D _ARVEP.S .

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Ei H<-=ráldo dEl Istmo 62

Estas sílabas, couiplacieute y vanidosamen-te repetidas, y la rectitud, la marcha, la frentey el ojo de el qm• uo ewup,c,ule, muestran claro—¿por qué no atreverme á decirlo?—su esencialfalta de inteligencia . Se le ve, sí, se le ve sinnecesidad de que marche iuflado, ni de que luz-ca su geroglíficu cola, ni aun siquiera de queescriba-

Pero seamos indulgentes y no olvidemosque el que no romprende marcha, se pavonea yescribe para una clientela de ineptos snobs, ín-capaces de alcanzar el grado eminente de su ¡u-becilidad. Además, y esta es repetición, su la-bor es fructuosa.

Otra cosa . El que no comprende es un hom-bre malo? lEs un envidioso? Como todos losnecios es malo y es envidioso, pero accesoria-mente: su maldad es infinitesimal, su envidiaes mezquina- Cuando cree matar, pica comopulga. Esto no hace sufrir, ni provoca cólera,ni incita á la venganza; hostiga y nada más, pe-ro no puede evitarse . El ómnibus literario es-tá, como todos, lleno de parásitos.

Así, pues, el q+uc ,ro couipreeíde es inofensivo:su picadura apenas causa cosquillas, que hacenreír y descongestionan el cerebro : son saluda-bles. Uno puede hasta despancijar el bicho,pero lo despancija con lástima.

El que no eottrprende—límite fijo, adoquíninconmovible— es, además, pasivo y negativo.Pasivo, su facultad de iuconrpreus;ón. es limitaday siempre igual á sí misma; negativo, esta fa-cultad se modela como cera sobre el sujeto queno dcbe ser comprendido, y se sobrepuja á símisma en las cuestiones abstractas . Pasa casicomo con los guardias de la canción:

Ils vous parlent de la gloire,Nous qui n' y comprenons ríen;Mais s' ils vous parlaient de boire,Tous les gardes ils le savent bien.

IGUELdeCervan-tes nació en 1547 ymurió en 1616. En

el siglo último, es decir, en elabo 1s47, no fué por de con-tacto posible á Espata celebrartranquilamente el tercer cen-tenario del nacimiento d elgrande hombre, pues en estosdías otros quehaceres menosagradables la desazonaban yembargaban, desgarrada co-mo estaba entonces la naciónpor las pretensiones de tantosgenerales ambiciosos . Ahoraes costumbre bien establecidacelebrar las fechas importan-tes de la historia literaria ypolítica, de todos los paises, yCervantes, claro está, tienemás derecho que ninguno áser constantemente recordadoy exaltado. Pero esperar has-

1947 para conmemorar elfausto suceso de su nacimien-to es consuelo remoto, y elaniversarió de la muerte, que

está más prOxirno, es cosa por fuerza triste queno se acomoda bien á festejos y banquetes . Poresto sin duda se ha decidido aprovechar lacoin-cidencia feliz de cumplirse en 1905 y en estemismo mes de Enero tres centurias de la apari-ción del Qa;jatc• ; mejor dicho, de la primerapar-te de Dro, Q,r ;jota, pues la segunda, que Goethey algunos buenos míticos ingleses consideransuperior, uo se publicó hasta 1615.

Débese á la Real Academia Espatola la ini-ciativa de esta conmemoración, pero el primercuerpo oficial que ha celebrado la fiesta ha sidola li, it;sh Acndenry en muy lucido banquete el25 de Enero en el local de la Sociedad de Antí-cuaríos de Londres, al que entre otros muchos,asistieron hístoriadores, poetas, sabios, profeso-res, Bryce, Edmund Goss, Lord Reay, Gollan-

-Yo camprender la idea pura y ,?o coarpreu;ler

la idea desinteresada, inamonedable, invencible,es el triunfo del hombre de la cola de pavo real.Para él y para todos los intelectos rudimenta-rios, no hay sino ideas concretas : la literaturaes una pluma de ganso ; el genio, Emilio Zola;la poesía, una estampilla de cincuenta centavos;el simbolismo, un palikaro de magestuosos bi-gotes; la música, un pianista, etc ., etc.

Dé usted explicaciones, dígales que la lite-ratura es un modo de actividad ; que el genio esuna realización; que la poesía es una florescen-cia. del alma; que el simbolismo es la expresiónestética del idealismo ; que la música es el len-guaje de lo inconsciente y lo desconocido, etc .,etc . ; dígales usted todo esto, y por claro que selos diga, ellos no percibirán sino ruidos vagos,como de quejas de alerces piramidales, y leresponderán:

—Sí, señor, estamos de acuerdo, pluma deganso, Zola, estampilla; palikaro, pianista . . ..

Hé aquí la razón por la cual el que ,m conr-prc•,ule desarrolla á su alrededor y hasta los con-fines del mundo conocido, una vanidosa atmós-fera de jovialidad, surcada por los rayos de in-genio, chispazos á su manera . . . .Inocentes dis-tracciones, placeres cuasi campestres entre losmás delicados que puede dar la literatura.

¡loro ser coníln•enclidol Esto nos vuelve ánuestro puesto, nos confina en nuestra casa ynos obliga á tocar violín sólo para las arabas!

En cuanto á mí, vuelvo á mi verdadera vo-cación: el silencio .

REMY nE GOURMONT

(De La Qninceaa)

cz, y en el que oyeron todos con interés un tra-bajo de primer orden de Mx. J. F4tzmaurice-Kelly sobre la influencia de Cervantes en la LIte-ratura inglesa, trabajo de sólida, impecable eru-dición, digno—como del extracto publicado enel Times bien se comprende—le quien en Ingla-terra es llamado el primero de los Cervantistas;y por mi parte no sé si en otra región, si en Es-pata misma ha demostrado alguien en nuestrosdías conocer mejor á Cervantes que Fitzmauri-ce-Kelly en su edición del texto primitivo y enlos prólogos admirables del Cervantes completoen inglés, de que lleva ocho volúmenes publica-dos una casa edítora de Glasgow.

Nada nuevo hay en realidad ahora que de-cir sobre la inmortal novela, nada que agregará lo que tantos ilustres admiradores han escrito.Habría que quitar más bien que alladir, supri-miendo no poco de los comentarios de los Cer-vantófilos exagerados, que en España han pre-tendido convertir al autor en ídolo y su obra enmonumento misterioso lleno de significacionesabstrusas é insondables profundidades. Ambaspartes del Quijote se encuentran hoy minuciosa-mente escudribadas por eruditos muy sagaces,como nunca otro libro castellano lo ha sido . Noes esto negar que aun queden puntos obscuros,pormenores inexplicados, quizás inexplicables.Ignórase siempre el nombre verdadero del llama-do Avellaneda; no se comprende por qué moti-vo copió Cervantes servilmente y ensartó en ladedicatoria frases enteras de la edición de poe-sías de Garcilaso hecha por Herrera. Hastaayer no se fijó bien cuál era la primera ediciónde la obra y todavía no está bien averiguadoqué eran los "duelos y quebrantos" que comíalos sábados el ingenioso hidalgo, pues la expli-cación de Pellicer no á todos satisface . 1* sicde a9eris.

Vamos en suma conociendo bien el Quijotey en muchos casos ha bastado la evidencia, in-terna para aclarar las dudas. También á Cer-vantes lo vamos conociendo mejor, gracias ámultitud (le documentos que en estos últimos

treinta abon han aparecido y completado de unmodo por lo menos parcialmente definitivo losrasgos de la interesantísima figura, permitién-donos fijar el hombre mismo conforme á datosauténticos, á•hechos incontrovertibles, iniagi-narlo tal como fué y tal como luchó contra losazares de una vida miserable y arrastrada . cualquizás no se encuentra otra más triste en la hi-,-toria de las literaturas.

Cuando Cervantes, después de sus cincoabos de soldado en las guerras de español(_, eitalianos contra el turco, volvía á su país, fué,como es sabido, apresado en el mar por piratasberberiscos y llevado á Argel, donde viví„ ro-mo esclavo otros cinco años . Entró por fin li-bre en España en 1850, y media, desde esa f(4-lía

hasta la de la publicación del Qrrij,.tr•, un espa-cio de veinticinco años desgraciados, en que sinexageración puede afirmarse que apuró hastalas heces el infortunio . Establecido en Ma,lridintentó en balde vivir del producto de su talen-to literario . Ni la Gulateu ni las dos doe,vr .rs

de comedias que compuso lograron ayurhrrio ásubsistir decentemente ; despechado salió en ba-ca. de un empleo del gobierno, creyéndose á anocon justicia acreedor por sus servicios milita : r,y su martirio de Argel . Esta nueva carrera rio

leresultó mejor. Nombrado proveedor ansi-liar de la Invencible Armada trájole el e.irg~, -bre todo sinsabores ; en dos ocasiones varios :vr•-

sesdeprisi6n ypor último expulsión ignominio-sa del servicio-público por irregularidad(-- r•nsus cuentas. En el intermedio había solis ita,l,,

en vano un empleo vacante en América 1„ u•medio de memorial muy razonado al pié ielcual puso Felipe A, por fortuna: Busque

ea qué lelaiga merced, pues muy probableureutr•si se embarca no hubiera habido /loo Q . . í ;•,r• -

Vivió de ahí en adelante bajo la perpetua ame-naza de nuevo encarcelamiento, amenaza rin,-más de una vez se trocó en palpable y punzan-te realidad durante los años en que, náufragode la vida, luchó en Sevilla, sumido en abye,-tapobreza, probablemente como memorialist r ci

escribiente público, la más humilde de las „eti-paciones que la mala suerte podía imponer ú uuhombre de talento ; hasta que la Real Hac•i(~rr•la-no dándose por satisfecha con la prisión par r. lsufrida y deseosa de finalizar su expedieritu- Y-

liquidar su situación, le ordenó comparecer eaValladolid, la corte, á principios de 1604- C, > ti

-vencida al fin de que no era posible extraer detan pobre deudor la suma exigida, se ab,tnrude perseguirlo más. Pero diríase que habíasiempre donde estaba algo que lo empujaba á lacárcel, pues allí mismo en Valladolid, c-íuuírloya había aparecido la obra maestra que habíade ponerlo á la cabeza de los espacoles l,:i,a,loti.

Presentes Y futuros, un alcalde de casa y c•,a•tedictó contra él y toda su familia auto de pri :i ,uen la causa seguida con motivo de la muerte eleun don Gaspar de Ezpeleta. Y á la cárcel fue-rqn todos; pero eran inocentes ; á los pocos ,líasel alcalde puso á Cervantes en libertad bajofianza, y la causa paró en nada. Basta reer,rrerese sumario, que se ha publicado hace poco r r in-forme al original que existe en la Acatlerma.para darse cuenta de la condición, triste 1,¡ ij,,todos conceptos, en que vivía Cervantes.

Al viaje á Valladolid debióse en cierto (na-do la publicación del Quijote, pues dió eutr,ucr scon editor que le comprase é imprimiese el li-bro, acabado ya meses antes, comenzado, sornaen el prólogo advierte, en una (no se sabe cual)de las diversas cárceles en que estuvo encerrarlr,-

La obra vendida por un pedazo de pan allibrero Francisco de Robles, y en cuyo valor ils-te apenas fiaba, como demasiado lo revelan e•Ianal papel y la peor impresión de torio el tour,,,tuvo seis ediciones durante el primer ato, notardó en ser reimpresa fuera de España y 1„u udespués apareció traducida en Francia v en In-glaterra- Maravilla la rápida fortíma tic voh5-men, tan grueso relativamente, en aquellos díasen que las comunicaciones eran tan difíciles.

Pero aquí me tengo- No es posible eonr-pendiar en breve artículo la historia riel fauí,»olibero. bli única idea ha sido apuntar, recordar.con motivo del tercentenario, el contraste pro-fundamente significativo, que tocaos han do no-tar, entre libro tan sereno, tan imparcial, tuu

F,n honor del Quijote

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El HEraldo dEl Istmo - 63

región donde se forman las tormentas . Si que-réis conservar vuestro hígado, si estimáis la sa-lud de vuestro estómago, dejad quieto el amor.Pero esta receta se parece mucho á la que reco-mendaba un sabio higienista para prolongar laexistencia : "El que quiera vivir mucho queviva poco."

Pero la vida que no se vive, la que se pro-longa en somnolencia definida, la que no vibra,palpita y se afana, la que está exenta de luchasy se arrastra penosamente en la insustanciah-dad de la sombra y del silencio, antes semejala muerte.

¿Qué más da la inmovilidad del sepulcroque la de esos espíritus enter r ados en la fosade un cuerpo? ¿Pues para qué hay sangre enlas arterias, sino para que circule y se agolpe yen ondulaciones rítmicas responda á los estadosde conciencia? ¿Para qué hay sistema nervio-so sino para que sirva de vehículo á las impre-sienes aer mrerior que nan ete enocar con lasalmas? ¿Para qué queréis todo este andamia-je, lámpara sin aceite, iglesia sin fe, cerebro sinluz, ave sin alas, corazón sin latidos? Si sois

avaros de la vida, guardad vuestro dinero, perojamás, inó, jamás! digáis que sois ricos, nuncadigáis que habéis vivido . Eso que llamais vi-vir no es tal ; es un engaño de la existencia, unpretexto para, no ocupar un nicho . Pensáis so-bornar á la muerte; pero ésta no os quiere,porque yasois suyos, porque no necesitáis meriros para dejar de existir.

No temáis al amor que mata! No os res-guardéis de • "esta fuente de aberraciones que elhigienista, el médico legal y el legislador, estánllamados á prevenir 6 á interpretar," segúnconsta en el diccionario de Medicina de Nysten;es bueno que alguna vez acuse fiebre vuestropulso; es bueno que améis una vez ó dos . . . . 6siempre. Y cuando se ha amado una sola vez,se ha estado al borde del abismo ; casi se ha sido

3 candidato á reo . ¿ Qué os faltó para no ser lle-vados al banquillo de los delincuentes? Osfal-tó una sóla cosa : haber amarlo más.

Yo os digo que el crínu•n pasional todavíaprueba una gran cosa: que la humanidad no hallegado á ese exceso de madurez repulsiva queacusa un agotamiento en la fuerza vital de losindividuos ; porque cuando una raza ó una na-

ción, ha dicho un pensador ilustre, ha llegadoal punto final de su carrera, los individuos pier-den la facultad de amarse; rebájanse las sensa-ciones del sistema nervioso, huye un sexo del

LázaroLázaro, ven!

GritóleEl Salvador, y del sepulcro ycrtoEl cadáver alzóse entre el sudario,Ensayó caminar á pasos trémulos,Olió, palpó, sintió,'dió un grito

Y lloró de contento.

Cuatro lunas más tarde, cntre las brumasDcl crepúsculo gris, en el misterioDel lugar y la hora, entre las ruinas

De antiguo cementerio.Lázaro estaba sollozando á solas

Y envidiando á los muertos.

JOSE; AsuNCIóN SILVA.

otro, y desprovistos de su "afinidad afectiva, 11—para emplear la designación que Goethe tomóde la química,—serán dos cuerpos que podránencontrarse eternamente, y esto no será másque una yustaposición sin vida, que no condu-chei á niv agún efecto dinámico.

No os alarméis por la proporción en 'quefiguran los crímenes pasionales en las Crónicas(le Albert Bataille ; prueba que todavia la ]lo-manida d poseo grandes reservas de elementossanos. Entre Verlaine y Otello, la elección noes dnclosa: la verdad, la salud, están al lado delceloso veneciano.

Dichosos los que aún se encuentran en ele-vada condición moral para sentirse heridos delamor (¡no mata.

CARLOs DiAz DUFOO.

sin amargura y la vida desastrada, intranquila_sin goces ni consuelos de su infortunado autor.Era un hombre inaduro de cincuenta y sieteateos cuando entregó al editor el manuscrito dela primera parte, un anciano cíe sesenta y sieteanos cuando concluyó la segunda, que no esmenos risueña ni menos alegre ni menos suave-mente ir ónica que la otra . Ambas sin dudadestilan finamente el amargo caudal de lágri-mas acopiado en una vida entera, de disgustos ypesadumbres, fiero el tono constante de resig-nación y tolerancia mitiga siempre su amargu-ra. El trágico contraste, presente sin cesar,impregna de alta poesía los episodios más apa-i entemente vulgares y la imagen del autor y dei us penas no se aparta del lector. Contraste dra-mático y perpetuo, fuente inagotable de belleza

ríe simpático interés, que alimenta á medida,1110 se van conociendo los ara istiosos detallesue tan larga vida de contrariedades y miserias.

FNRIQuFPI- EIRO.

París . Énero 31, 1905.

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EI General Davis en su coche en la entrada delHospital de Ancón.

Amor que mata

RECORRIENDO esas Cróni-cas ríe los Tribunales queAlbert Bataille lanza anual-

mente á la publicidad, y fijandoun poco la atención en esos crí-menes que se han dado en llamarya ..ir» udrs . no puede menos ríetraerse á la memoria aquellas pa-labras cíe Saint-Beuve : "el amor

ii

de rios seres en este nnmdo, no esM~ con frecuencia más que el privi-

!egio de proporcionarse rmo alotro los más grandes dolores."

Arpar mucho. es odiar mu-clro: es vivir una existencia desufrimientos intensos ; es tenderun plienta entre el ciclo de los ac-tos heróicos y el abismo (le las co-sas infames. Leandro ó Desdrieux : escojed entre entos dos,stremos. Amar nn poco menos,

no es ya amar. Matar por amor5, = es natural. es humano, es casi= plausible. Ei delincuente es el

drlLrcurun• )~anrado del poeta español ; se le ab-suelve por la misma razón que Cristo absolvióá la Magdalena: por haber amado mucho . En-tre el hombre. que perdona, y el hombre quemata, creo que la nuijer prefiera al segando.En amor, el perdón es nua gran infamia.

Tiene este inmenso egoísmo de la pasiónrasgos ale cruéhlad tau inaudita que no hay serhumano que no prefiera ver desgrruánda á lapersona amarla, a] lado suyo, que verla feliz allado de otro. Aliméntase el amor de ferocida-des excelsas y de exquisiteces de fiera; aconrpá-ñanlo instintos de terrible destruCCión. y aun-que véais el emnicio sereno, pensad en que es la

DOCTOR ODOARDO LEON PONTERegistra hoy EL HERALDO DEL ISTMO COn

profunda pena, una ingrata noticia : la muertedel doctor ODOARDo LEóN PONIrE, Director-Ge-rente del Diario de. Paaaanuí, ocurrida en el Hos-pital de Ancón, tras cortos días de enfermedad,en la madrugada del veinticuatro.

El acontecimiento, por lo inesperado, nosconmovió hondamente. Sabíamos bien que elbuen amigo y compañero era aficionarlo á losviajes, pero nunca creímos quo tan pronto em-prendiera el viaje largo al país de donde jamásse vuelve.

Eia el doctor PONTE infatigable obrero deltrabajo y del progreso. Periodista, y empresa-rio, ponía siempre su inteligencia y sus haberesal servicio de la Verdad y del Bien. Firme en susprincipios, lo sorprendió la muerte luchando.Descubrámonos, pues, con respeto ante el gla-diador caído en la arena, de cara al sol, blan-diendo su lanza y embruzando su escudo.

La leyenda del corazonjE51Z5 L otro día ha ocurrido en París rm pe-

I U _ quito suceso que da pie apenas paraun párrafo de la crónica policial de un

diario, pero que en el fondo es una muestra delbuen humor fecundo é inacabable de la granciudad.

Un comerciante, dice un diario parisiensede donde tomamos el hecho, de la calle de Ar-tes y Oficios, M. Adrien R . . . . descubrió que sumujer le era infiel . Como él á su vez no laamaba, no quiso tomar el asunto en serio y re-solvió simplemente dar una lección á su espo-,sa . Un sentimiento de amor propio, por otraparte, le alentaba á tomar tal resolución.

Hombre de sentimientos pacíficos, odiabael drama y la sangre, y le repugnaba hacersejusticia por sí mismo, á balazos, como tantosotros.

Después de reflexionar largamente tuvo,dice el diario la idea de "modernizas" la terri-ble "leyenda del corazón% y para turbar unpoco la quietud de su esposa, la condujo unanoche á oir la pieza de Jean Aicard . En ella se_ve un esposo engañado que después de muchosafanes arranca, el corazón al amante de su mu-jer y hace que ésta se lo coma.

Madame R . . . . se impresionó profundamen-te con esta representación . Su miedo fué á ca-da. instante mas grande, pues M. Adrien R. . ..la miraba desde el otro dia con rostro severo yno le hablaba sino por monosílabos.

El marido apuraba con delicia inefable suvenganza. La prolongaba con mil procedimien-tos. La esposa temblaba de horror ante él.Aquella leyenda terrible del corazón iba anidaá ese hombre de rostro austero y ojos fulminan-tes, que solo le hablaba por monosílabos.

Un día 61 quiso precipitar (le una vez el de-senlace. En vez-de imitar al personaje de Ai-card, quiso mejor hacer como "el señor de Ver-gy% personaje de opereta que estaba muy enboga en aquel tiempo. Compró en una carni-cería un corazón y volvió á su casa llevándoleenvuelto en un pequeño paquete ens .•tngreutado.

—¿Qué traes ahí? gritó Madamo. R . . . . es-pantada.

—Un corazón, respondió él, tú lo acomoda-rás para la hora del almuerzo.

El corazón, fué en efecto, servido al co-mienzo del almuerzo, y Madame R . . . . que nopodía dejar de pensar en la leyenda, se vió obli-gada á comer, constreñida por su manido .

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Ei tiEraldo dEl Istmo 64

Pero apenas hubo comicio ella alguns boca-dos. M. Adrien R - - - -hizo oir un siniestro re-chinamiento (le clientes.

'—; Ah! ;allí -citó, con los ojos salidos de las

órbitas, ya estoy vengado!—¿Vengado? . . ..—Sí, seilora, esta maIIaua. he muerto á

vuestro amante, le he, arrancado el corazón ; es-te corazón que tenéis delante de vuestros ojos,y del vital vos acabáis de comer! !

\Madame R : Sintió que perdía su corazón:sin tener conciencia de sus actos, se levantó dela mesa. abrió la ventana, y antes que su ranrido hubiese podido prevenir su mo«miento, searrojó á la calle desde la altura del primer piso.

Este desenlace inesperado sobrepasaba elfin que M. R. se había propuesto. Corrió ále-yantar á su mujer, la cual, en su caída, se ha-bia roto una pierna. Acudió en seguida á con-tar la aventura al comisario.

Parece que Dlonsicur R. y -Madame R. hanentablado de común acuerdo una demanda dedivorcio .

MONT-CALM.

ContrastesHap en los mares vórtices profundos,

Hay en la tierra simas pavorosas;Y cubriendo el abismo de esos mundos,Sobre el uno, las olas misteriosasSobre el otro, los gérmenes fecundos.

Imagen de ese estado es en el hombreEl pensamiento, de contrastes lleno:En su cima, virtud, grandeza y nombreEn su abismo, maldad, infamia y cieno.

ANDRÉS VILLARREAL E.

r(otas_ ~W19,

ARCHIBALDO E. BoyD, un buen compañero dejuventud, ha dicho adiós á la vida de soltero yentrado con fervor en la cofradía de San Anto-nio. Obraron el prodigio unos ojos negros bellísi-mos colocados en una carita de cielo, y una ado-rable gentileza de princesita de cuento de ha-das . Aporta el buen ami go al matrimonio uncaudal de buenas cualidades ;la novia, Sta. SABINAPANIzA, lleva su belleza, su juventud risueña yun amor inmenso por el que desde el día 27 en lamadrugada es su compañero eterno ante Dios yante los hombres.

La fclicidad, pues, con sus alas azules cobi-jará siempre el hogar que acaba de fundarse yno tendrá ocaso para los contrayentes la luna demiel de que ahora disfrutan.

Muy pronto ha de llegar á esta viuda el Doc-tor Manuel Felipe Rodríguez, periodísta venezo-lano, director de El Pregonero, diario de Caracasde gran circulación, fundado por nuestro malo-grado amigo el doctor ODOARDO LEóN PONTE.Viene el doctor Rodríguez con el propósito deconducir á Caracas el cadáver embalsamado delDoctor PONTE, cumpliendo así voluntad expresadel extinto.

El paso de PONTE entre nosotros ha sido rá-pido, pero no podemos decir de él quc se alejósin dejar huella. Los seres quc poseen cualida-des superiores de energía y de inteligencia dejantras de sí una memoria que los perpetúa en elrecuerdo de las gentes . El Diario de Panamá,periódico llamado á un gran porvenir, hará eter-no entre nostros cl recuerdo del caballero y delamigo que se fué para siempre.

SEGUN dice la 1teu:istu -110d-rna de ,1léxico,Enrique de Sienkesvicr., el conocido cscritorpolaco, cuya popularidad se hizo de la noche ála mañana con la publicación de " g Quo Vadis T'novela tan mediocre, histórica y literariamente,y que, por su mediocridad y por su dogmatismo,priva tanto entre el vulgo, va á publicar una tri-logía que titulará: — En el campo de la gloria,"tomando por héroe principal al Rey Sobieski.

Sieukclvicz trabaja actualmente en su nuevaobra, á la sombra de los viejos árboles quc rodeanel regio castillo que, no ha mucho, le oU,equiaronalgunos de sus admiradores compatriotas.

Se cree que "Ida el campo de la gloria," su-perará notablementc a todas las novelas anterio-

res del popular escritor, y que su aparición cn elmundo de las letras marcará una huella profunda.Eso, á lo menos, se deduce del bombo inusitadoque los editores comienzan á hacerle.

ACUSAMos recibo á don Feliciano Molino A.del acróstico que áS. E. el Presidente de la Re-pública ha compuesto .

_

Del Exterior

50° LOGOGRIFO NUMÉRICO:

1234567 droga.745632 vasija36147 verbo

5672 nombre propio de mujer672 conjunción

74 nota musical5 . Letra.

511—CERVANTINA

"LA CRUDA FUERZA DE UN NOTORIO ENGAITO "Nombrar la obra de Cervantes en que apare-

ce este verso, con indicación precisa de la com-posición á que pertenece el verso.

Las primeras soluciones que recibamos deestas Recreaciones, serán premiadas con las si-guientes obras:

49"—dlistrr8,, de Conway.50fl—4%muís G""n>'rlrirfJj de Gorki.51"— Monoria .s de; nna doineríla, cle ^AUrbeau.

Las soluciones deben remitirse á la Tipo-grafía Chevalier, Andreve & Cs. un día despuésde la salida del periódico ._ en cubierta cerradadirigida al Director de la Revista.

SOLO ADMITIREMOS LAS SOLUCIONES QUE NOSENVIEN, FIRMADAS, NUESTROS SUSCRITORES.

Las soluciones que .sean echadas por debgjo dela puerta, estando cerrada la Pipoyrtcfía, no setonurrón ea anrafderacimr .

Informedel Gobernador de la Provincia de Pam7-múásu Excelencia el Presidente de la República, acer-ca de dos visitas pasadas á los distritos de su juris-dicción.

blforore \r" 1" del Secretario de Fomento á saExcelencia el Presidente de la República . acerca delas obras públicas cn las provincias de Bocas delToro y Chiriquí.

Soluciones del Número anterior:

46"—Muchos consejos y advertencias buenasDe mis amigos todos recibí.Recibí á manos llenasPara consuelo de mis hondas penasPruebas de afecto y de interés por mí.Paciencia, me decían,Los que otorgarme protección querían.Pero con tanta protección no obstanteBien pudiera haber muerto,Si un hombre fiel, intrépido arroganteNo mehubiera amparado en mi desierto.Hombre intrépido y fiel! . . . . agradecidoPorque por él no he sucumbido,Mi gratitud sinceraEterna será siempre como es hoy.Mas no puedo abrazarlo aunque quisiera.Porque el hombre que obró de tal maneraYO mismo, y nadie más, yo mismo soy!

47a—Ay de los vencidos!

Frase pronunciada por Breno al pesar eloro que los romanos le ofrecían como rescateel alío 390 A. de J.

481 —Soldado . Mikado. Recado. Relanudo.

- Obtuvieron premio: por las 46 q v 489 Ra-món Noriega; por la 47" César A . Mendoza.

Envió también solución de la 47^ DomingoJiménez A.

49 ."—SALTODE CABALLO

CUdfFLENOS presentar nuestro pésame sine-

Dos Púginas de Política Intercontinental dineriro a estimado compañero de labores pperiodísti- cana, por Juan Bautista Lameda, Caracas.cas don Darío Vallarino, Redactor de El. Cronista, Españay_lmlmicü .—lfonoyruJías }topndares--Rr-por la muerte de su tierno hijo Luis ERNESTO, ocu- pública Argentina,por Emilio H. Villar. Publica-rrida en esta ciudad el día 21 del mes que termi- ción hecha de cuenta de la Unión Ibero-Anierica-na hoy.

na. Madrid-Mensaje del Presidente de Guatemala á ta Ainm-

blea Nacional Legislativa en sus sesiones de l :ro5.-HEZtos recibido los siguienses folletos :

-Guatemala.

Locales :

Agradecemos debidamente el envío dc esto,Boletín Estadístico N^ 1 9 publicado por la Sc- folletos, y prometemos, leerlos con detención . ocu-

cretaría de Fomento y Obras Públicas .

pándonos próximamente de algunos de ellos.

Recreaciones Sntelectuales

el pri- dá- fué me- (Es- tu quí- co- en-

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FOLLETÍN DE "EL HERALDO DEL IS7 MO" - 8

Blanca de Varel 'IesNOVELA OE P/4516N

--- DE JEAN DE LA HIRE *Aww ---

Traducc16n de I;V£RARDO VELARDE

CAPITULO SEGUNDO.

II

Omnia vincit Amor.

V IROILiO.

(Coleiinara<:iúu)_

—Del tono enérgico conque habéis di-cho_ Vamos! parece que teméis que os seanecesario para ello energía.

—El camino es difícil'.'

—Vais á ver. Hélo allí!

Un angosto sendero entre espesos zar-zales, abríase ante ellos. Internáronse porél y bien pronto llegaron á la barranca.

Bastante grande primeramente, y lle-na de pequeñas praderas sembradas degruesas piedras grises, que se estrechabanluego poco á poco, levantándose, - nublan-do sus flancos y encajonándose de maneratal que no dejaban entre las rocas perpen-diculares de la montaña sino un estrechopaso al agua . Esta derramabase en- numero-sas cascadas, de roca, en roca, con saltosde espuma y un ruido, que intimidaba.Blanca y Jacobo caminaban lentamente,apoyándose en sus bastones, agarrándoseá los arbustos, asidos á las hendiduras delas rocas, hundiéndose a ' eces hAsta las ro=dillas en los aguazales que formaba la lím-pida corriente, mas sin entreabrir los la-bios, pues el aspecto salvaje del lugar losoprimía.. De súbito la barranca se alargó,se espació, produciéndoles una alegría ma-ravillosa. El arroyo corría dulcemente en-tre praderas ensangrentadas de pequL-ilasrosas rojas, elevándose de cada lado de losflancos de la montaña, no menos tristes ynegros que las enormes rocas allí esparci-das, pero cubiertas de un barullo intrinca-do de árboles y de plantas de colores múlti-ples, de todos los matices, desde el verdegris oscuro, vejete, del olivo, hasta el verdesombrío, severo y brillante del ciprés, y elverde tierno, ostentoso dé ' alegría de la hi-gruera. Madroños, laureles silvestres, pi-nos, encinas cubiertas de enredaderasunidas las unas á las otras por lianas capri-chosas, dejando entrever de aquí y de alláespesuras de ginetas y del ramaje pro-fundo, el canto de los pájaros deixámándo-se en perlados trinos, acompaílado delbajo-lejano del arroyo en las cascadas de la som-bría barranca. Blanca caminaba sonreíday despreocupada. de suerte que se entriste-ció cuando, á las indicaciones de Jacobo,tuvo que abandonar las riberas del agua

para seguir un sendero que dominabapres-to la barranca y que llevaba al pié mismodel pico de las Abejas.

El reloj de Blanca señalaba las oncecuando llegaron. Algunas ligeras nubesempujadas por el viento que soplaba en lasaltas regiones de la atmósfera, rozaban lacresta, del monte, atravesando vertiginosa-mente el-valle y perdiéndose detrás de Mo-deloch. Un gran silencio cernía.se

Blanca y Jacobo encontrábanse en loslindes de una selva de encinas, cerca de unmanantial que brotaba de una roca verde-musgo y que se perdía en el suelo entapiza-do de berro.

A algunos metros de distancia el sen-dero cortábase en ángulo recto serpentean-do en innumerables emboscadas alrededorde la montaña para internarse luego en unbosque que, debido á la coloración variadadel ramaje podía creerse formado con todaclase de árboles.

Jacobo, dijo la niña, yo tengo muchahambre, y vos?

—No hemos llegado aún . . ..

_—Descansemos, queréis? hemos hecho.una buena jornada hoy.---Ved qué sombratan deliciosa hace aquí, y la fuente! Podre-mos coger berro ; á vos os gusta bastante,creo'.

Habiéndose desembarazado Jacobo desu saco, Blanca se apresuróa vaciarlo y,como Jacobo permanecía aún indeciso, ellasacó del bolsillo un estuche con cigarrillos,haciéndolo xeflejar al sol.

--Dadme'. dijo Jácobo-

-Venid á tomarlo.

—Dadme'

—Cogedlo!

Y aquello fué una divertida persecu-ción que, después de todo, no se prolongómútuo, porque la agilidad de Blanca no po-día-luchar con las fuertes y vigorosas pier-Das del joven. La asió con una. mano por eltalle, mientras que, con la otra, procurabaapoderarse del estuche ; fácilmente Blancase dejó vencer, y volvieron á orillas de lafuente.—Jacobo se sentó y encendió un e¡-

Fuma tranquilamente, dijo Blanca,yo voy á ver si hay fresas en el bosque.

Pronto regresó; no había encontradofresas pero. trala .un. inmenso ramillete deflores silvestres dile la envolvían en la ale-gría de sus vivos colores y en la voluptuosi-dad de suaves perfumes. Por una ingenuacoquetería, había adornado sus cabellos conespigas de clemátides y rodeado su cinturade delicadas¡ Hanas de largas hojas verdes,mientras que en la escotadura de su blusa ;flores escarlatas de granada se entreabríanhorrorosas de sensualidad salvaje . La ninaarrojó toda su odóríñoa cosecha á los piésde Jacobo.

—Tomad! no hay fresas en el bosque,pero hay flores, flores, muchas flores! Ha-bría querido cojerlas todas, para habernoshecho asientos y camas de flores, pero nohe podido . . ..

Esperó que Jacobo hubiera terminadode fumar y luego extendiendo una serville-ta sobre la hierba, arregló sobre ella lasprovisiones llevadas, puso la botella de vinotinto -i al fresco bajo la corriente, recogiógran copia de rábanos que trató de limpiary arreglar, y cuando todo estuvo listo.

—Y ahora, almorcemos! dijo con ado-rable acento é infantil alegría.

Almorzaron gozosos.

Le reían al sol, á las flores á los -inanja .-ros, á: los vinos; á los cuchicheos de la fuen-°te y ad murmullo de los árboles del bosque.

Blanca sonreíale á su felicidad, á su ape-tito, á su juventud, al caluroso empuje devidaque sentía vagamente en sí .--A lospostres. destaparon una. botella de Cham-pagne, recibiendo-Con aclamaciones y gri-tos la escapada de la perfumada espuma.Blanca,. tanta era su excitación, que no seapercibía que bebía rápidamente, uno trasotero varios vasos. Jacobo encontraba mascómodo beber en la botella.

Así que todo hubo terminado,. Blanca,invadida por una voluptuosa languidez, seinstaló cómodamente sobre la hierba, paradormir. Jacobo estaba ya sumido en profundo sueno. lilas una fuerza muy vagasostenía los ojos de la niña contínuamenteabiertos.—Con el 'fin de distraerse, quisocontar las flores de un granado; silvestreque ostentaba su tupida frondosidad á, losconfines del bosque. Las flores rojas des-tacábanse en el verde del ramaje cual unvibrante repiqueo de clarines en medio ,cip-un concierto á la sordina de violines y dé,flautas, ó como de Iabios sensuales, temblo-rosos de deseo, en un rostro pálido.

(Con.tia1a1ara) .

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