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XII. LA RESOLUCIÓN DE LAS REVOLUCIONES

Los LIBROS de texto que hemos estado examinan-do sólo se producen inmediatamente después deuna revolución científica. Son las bases para unanueva tradición de ciencia normal. Al ocuparnosde la cuestión relativa a su estructura, está claroque hemos omitido una etapa. ¿Cuál es el procesomediante el que un candidato a paradigma reem-plaza a su predecesor? Cualquier interpretaciónnueva de la naturaleza, tanto si es un descubri-miento como si se trata de una teoría, surge ini-cialmente, en la mente de uno o de varios indivi-duos. Son ellos los primeros que aprenden a vera la ciencia y al mundo de una manera diferentey su habilidad para llevar a cabo la transición esfacilitada por dos circunstancias que no son co-munes a la mayoría de los demás miembros desu profesión. De manera invariable, su atenciónse ha concentrado intensamente en los problemasprovocadores de crisis; además, habitualmente,son hombres tan jóvenes o tan novatos en el cam-po en crisis, que la práctica los ha comprometidomenos profundamente que a la mayor parte desus contemporáneos en la opinión sobre el mundoy sobre las reglas determinadas por el antiguoparadigma. ¿Cómo pueden y qué deben hacerpara convencer a toda la profesión, o al subgrupoprofesional pertinente, de que su modo de ver ala ciencia y al mundo es el correcto? ¿Qué haceque el grupo abandone una tradición de investi-gación normal en favor de otra?

Para ver el apremio de estas preguntas, re-cuérdese que son las únicas reconstrucciones quepuede suministrar el historiador para satisfacera las inquisiciones de los filósofos sobre las prue-

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bas, la verificación o la falsación de teorías cien-tíficas establecidas. Hasta el grado en que sededique a la ciencia normal, el investigador es unsolucionador de enigmas, no alguien que ponga aprueba los paradigmas. Aunque durante la bús-queda de la solución de un enigma particularpuede ensayar una serie de métodos alternativospara abordar el problema descartando los queno le dan los resultados deseados, al hacerlo noestará poniendo a prueba al paradigma. En lugarde ello, será como el jugador de ajedrez que,frente a un problema establecido y con el table-ro, física o mentalmente ante él, ensaya variosmovimientos alternativos para buscar la solución.Esos intentos de prueba, tanto si son hechos porel jugador de ajedrez como si los lleva a cabo elcientífico, son sólo pruebas para ellos mismos,no para las reglas del juego. Sólo son posibles entanto se dé por sentado el paradigma. Por con-siguiente, la prueba de un paradigma sólo tienelugar cuando el fracaso persistente para obtenerla solución de un problema importante hayaproducido una crisis. E incluso entonces, sola-mente se produce después de que el sentimientode crisis haya producido un candidato alternativoa paradigma. En las ciencias, la consolidaciónde la prueba no consiste simplemente, como su-cede con la resolución de enigmas, en la compa-ración de un paradigma único con la naturaleza.En lugar de ello, la prueba tiene lugar como partede la competencia entre dos paradigmas rivales,para obtener la aceptación por parte de lacomunidad científica.

Al examinarla de cerca, esta formulación mues-tra paralelos inesperados, y probablemente im-portantes, con dos de las teorías filosóficas con-temporáneas más populares sobre la verificación.Pocos filósofos de la ciencia buscan todavía cri-

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terios absolutos para la verificación de las teoríascientíficas. Al notar que ninguna teoría puedeexponerse siempre a todas las pruebas posiblesy pertinentes, no preguntan si una teoría ha sidoverificada sino, más bien, sobre sus probabilida-des, teniendo en cuenta las pruebas que ya exis-ten. Y para responder a esta pregunta, una es-cuela importante se siente impulsada a compararla capacidad de diferentes teorías para explicarlas pruebas que se encuentran a mano. Esta in-sistencia en comparar teorías es también carac-terística de la situación histórica en la que seacepta una nueva teoría; es muy probable queindique uno de los sentidos en que se dirigiránlas futuras discusiones sobre la verificación.

Sin embargo, en sus formas más habituales,todas las teorías de verificación de probabilidadesrecurren a uno u otro de los lenguajes de obser-vación puros o neutros que estudiamos en lasección X. Una teoría de probabilidades exigeque comparemos la teoría científica dada con to-das las demás que puedan imaginarse, para quese ajusten al mismo conjunto de datos observa-dos. Otra exige la construcción imaginaria de to-das las pruebas a que pueda someterse a la teoríacientífica dada.1 Aparentemente, parte de esaconstrucción es necesaria para el cálculo de lasprobabilidades específicas, absolutas o relativas,y es difícil ver cómo puede lograrse una cons-trucción semejante. Si, como ya hemos señalado,no puede haber ningún sistema de lenguaje o deconceptos que sea científica o empíricamente neu-tro, la construcción propuesta de pruebas y teo-

1 Para obtener un bosquejo breve de los principalescaminos que conducen a las teorías de la verificaciónprobabilistas, véase Principles of the Theory of Probability,Vol. I, núm. 6, de Ernest Nagel, International Encyclopediaof Unified Science, pp. 60-75.

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rías alternativas deberá proceder de alguna tradi-ción basada en un paradigma. Con esta limitación,no tendría acceso a todas las experiencias o teo-rías posibles. Como resultado de ello, las teoríasprobabilistas disimulan la situación de verifica-ción tanto como la iluminan. Aunque esta si-tuación, como insisten, depende de la comparaciónde teorías y de muchas pruebas presentadas, lasteorías y observaciones en cuestión están siempreestrechamente relacionadas con otras ya existen-tes. La verificación es como la selección natural:toma las más viables de las alternativas reales, enuna situación histórica particular. El hecho de siesta elección es la mejor que pudo hacerse si sehubiera dispuesto todavía de otras alternativaso si los datos hubieran sido de otro tipo, no esuna pregunta que pueda plantearse de maneraútil. No hay instrumentos que puedan emplearsepara encontrar las respuestas pertinentes.

Un método muy distinto para abordar todoeste conjunto de problemas ha sido desarrolladopor Karl R. Popper, quien niega la existencia detodo procedimiento de verificación.2 En su lu-gar, hace hincapié en la importancia de la falsa-ción, o sea de la prueba que, debido a que suresultado es negativo, hace necesario rechazaruna teoría establecida. Claramente, el papel atri-buido así a la falsación se parece mucho al queen este ensayo atribuimos a las experiencias anó-malas; o sea, a las experiencias que, al provocarcrisis, preparan el camino hacia una nueva teo-ría. Sin embargo, las experiencias anómalas nopueden identificarse con las de falsación. En rea-lidad, dudo mucho que existan estas últimas.

2 K. R. Popper, The Logic of Scientific Discovery(Nueva York, 1959), sobre todo los caps. I-IV. Versiónal español: La lógica del descubrimiento científico. Ed.Tecnos.

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Como repetidamente hemos subrayado con ante-rioridad, ninguna teoría resuelve nunca todos losproblemas a que en un momento dado se enfren-ta, ni es frecuente que las soluciones ya alcanza-das sean perfectas. Al contrario, es justamentelo incompleto y lo imperfecto del ajuste entre lateoría y los datos existentes lo que, en cualquiermomento, define muchos de los enigmas que ca-racterizan a la ciencia normal. Si todos y cadauno de los fracasos en el ajuste sirvieran de basepara rechazar las teorías, todas las teorías debe-rían ser rechazadas en todo momento. Por otraparte, si sólo un fracaso contundente en el ajustejustifica el rechazo de la teoría, entonces los se-guidores de Popper necesitarán cierto criterio de"improbabilidad" o de "grado de demostraciónde falsación". Al desarrollar un criterio, es casiseguro que se enfrentarán al mismo tejido dedificultades que ha obsesionado a los partidariosde las diversas teorías de verificación proba-bilista.

Muchas de las dificultades precedentes puedenevitarse reconociendo que tanto las opinionesprevalecientes como las opuestas, con respecto ala lógica básica de la investigación científica, hantratado de comprimir en uno solo dos procesosmuy separados. La experiencia anómala de Pop-per es importante para la ciencia, debido a queproduce competidores para un paradigma exis-tente. Pero la demostración de falsación aunqueseguramente tiene lugar, no aparece con el surgi-miento, o simplemente a causa del surgimientode una anomalía o de un ejemplo que demuestrela falsación. En lugar de ello, es un procesosubsiguiente y separado que igualmente bien po-dría llamarse verificación, puesto que consiste enel triunfo de un nuevo paradigma sobre el ante-rior. Además, es en este proceso conjunto de

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verificación y demostración de falsación en dondedesempeña un papel crucial la comparación pro-babilista de teorías. Creo que esa formulaciónen dos etapas tiene la virtud de una gran vero-similitud y puede capacitarnos también para co-menzar a explicar el papel del acuerdo (o deldesacuerdo) entre el hecho y la teoría en el pro-ceso de verificación. Para el historiador al menos,tiene poco sentido el sugerir que la verificaciónes establecer el acuerdo del hecho con la teoría.Todas las teorías que tuvieron significado histó-rico estuvieron acordes con los hechos; pero sóloen forma relativa. No existe ninguna respuestamás precisa para la pregunta de si una teoríaindividual se ajusta a los hechos y hasta quépunto lo hace. Pero pueden plantearse pregun-tas muy similares a ésas, cuando se toman lasteorías colectivamente o por parejas. Cabe pre-guntar cuál de dos teorías, reales y en competen-cia, se ajusta mejor a los hechos. Por ejemplo,aunque ni la teoría de Priestley ni la de Lavoisierconcordaban precisamente con las observacionesexistentes, pocos contemporáneos dudaron másde una década en llegar a la conclusión de que, delas dos, la teoría de Lavoisier era la que mejor seajustaba.

Sin embargo, esta formulación hace que la ta-rea de escoger entre paradigmas parezca másfácil y familiar de lo que es en realidad. Si nohubiera más que un conjunto de problemas cien-tíficos, un mundo en el que poder ocuparse deellos y un conjunto de normas para su resolu-ción, la competencia entre paradigmas podría re-solverse por medio de algún proceso más o menosrutinario, como contar el número de problemasresueltos por cada uno de ellos. Pero, en realidad,esas condiciones no son satisfechas completa-mente nunca. Quienes proponen los paradigmas

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en competencia se encuentran siempre, por lomenos ligeramente, en pugna involuntaria. Nin-guna de las partes dará por sentadas todas lassuposiciones no empíricas que necesita la otrapara poder desarrollar su argumento; como Prousty Berthollet, cuando discutieron sobre la compo-sición de los compuestos químicos, estarán, hastacierto punto, obligadas a hablar sin entenderse;aunque cada una de ellas podrá esperar conven-cer a la otra de su modo de ver su ciencia y susproblemas, ninguna de ellas podrá esperar pro-bar su argumento. La competencia entre paradig-mas no es el tipo de batalla que pueda resolversepor medio de pruebas.

Ya hemos visto varias razones por las que losproponentes de paradigmas en competencia nece-sariamente fracasan al entrar en contacto com-pleto con los puntos de vista de los demás. Co-lectivamente, estas razones han sido descritascomo la inconmensurabilidad de las tradicionescientíficas normales anteriores y posteriores alas revoluciones, y sólo necesitaremos repetirlasbrevemente. En primer lugar, los proponentes deparadigmas en competencia estarán a menudo endesacuerdo con respecto a la lista de problemasque cualquier candidato a paradigma deba resol-ver. Sus normas o sus definiciones de la cienciaserán diferentes. ¿Debe una teoría del movi-miento explicar la causa de la fuerza de atrac-ción entre partículas de materia o puede simple-mente notar la existencia de esas fuerzas? Ladinámica de Newton fue ampliamente rechazadadebido a que, a diferencia de las teorías de Aris-tóteles y de Descartes, implicaba la última res-puesta a la pregunta. Por consiguiente, cuandose aceptó la teoría de Newton, una pregunta fueeliminada de la ciencia. Sin embargo, la relati-vidad general podría públicamente enorgullecerse

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de haber resuelto esa pregunta. También la teo-ría química de Lavoisier, diseminada a lo largodel siglo XIX, impidió a los químicos plantear lapregunta de por qué se parecían tanto los meta-les, pregunta que la química del flogisto habíaplanteado y respondido. La transición al paradig-ma de Lavoisier, como la que tuvo lugar al deNewton, significo no solo la pérdida de una pre-gunta permitida sino también la de una soluciónlograda; sin embargo, tampoco esa pérdida fuepermanente. En el siglo xx, las preguntas res-pecto a las cualidades de las substancias químicashan sido nuevamente incluidas en la ciencia, jun-to con algunas respuestas.

Sin embargo, está implicado algo más que lainconmensurabilidad de las normas. Puesto quelos nuevos paradigmas nacen de los antiguos, in-corporan ordinariamente gran parte del vocabu-lario y de los aparatos, tanto conceptuales comode manipulación, que previamente empleó el pa-radigma tradicional. Pero es raro que empleenexactamente del modo tradicional a esos elemen-tos que han tomado prestados. En el nuevo para-digma, los términos, los conceptos y los experi-mentos antiguos entran en relaciones diferentesunos con otros. El resultado inevitable es lo quedebemos llamar, aunque el término no sea abso-lutamente correcto, un malentendido entre lasdos escuelas en competencia. El profano quefruncía el ceño ante la teoría general de la rela-tividad de Einstein, debido a que el espacio nopodía ser "curvo" —no era exactamente eso—,no estaba simplemente equivocado o engañado.Tampoco los matemáticos, los físicos y los filó-sofos que trataron de desarrollar una versióneuclideana de la teoría de Einstein.3 Lo que an-

3 Sobre las reacciones de los profanos ante el conceptodel espacio curvo, véase Einstein, His Life and Times,

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teriormente se entendía por espacio, era necesa-riamente plano, homogéneo, isotrópico y no afec-tado por la presencia de la materia. De no serasí, la física de Newton no hubiera dado resul-tado. Para llevar a cabo la transición al universode Einstein, todo el conjunto conceptual cuyasramificaciones son el espacio, el tiempo, la ma-teria, la fuerza, etc., tenía que cambiarse y esta-blecerse nuevamente sobre el conjunto de la na-turaleza. Sólo los hombres que habían sufridojuntos o no habían logrado sufrir esa transfor-mación serían capaces de descubrir precisamenteen qué estaban o no de acuerdo. La comunica-ción a través de la línea de división revoluciona-ria es inevitablemente parcial. Por ejemplo, tó-mese en consideración a los hombres que llamaronloco a Copérnico porque proclamó que la Tierrase movía. No estaban tampoco simple o comple-tamente equivocados. Parte de lo que entendíanpor 'Tierra' era una posición fija. Por lo menos,su tierra no podía moverse. De la misma mane-ra, la innovación de Copérnico no fue sólo moverla Tierra; por el contrario, fue un modo comple-tamente nuevo de ver los problemas de la físicay de la astronomía, que necesariamente cambiabael significado de 'Tierra' y de 'movimiento'.4 Sinesos cambios, el concepto de que la Tierra semovía era una locura. Por otra parte, una vez

de Philipp Frank, trad. y ed. por G. Rosen y S. Kusaka(Nueva York, 1947), pp. 142-46. Sobre algunos de los in-tentos hechos para preservar los triunfos de la relatividadgeneral dentro de un espacio euclideano, véase Einsteinand the universe, de C. Nordmann, trad. J. McCabe(Nueva York, 1922), cap. IX.

4 T. S. Kuhn, The Copemican Revolution (Cambridge,Mass., 1957), caps, III, IV y VII. Uno de los temasprincipales de todo el libro es el punto sobre hasta dónde elheliocentrismo fue algo más que una cuestión estricta-mente astronómica.

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llevados a cabo y comprendidos, tanto Descartescomo Huyghens comprendieron que el movimien-to de la Tierra era una cuestión que carecía decontenido para la ciencia.5

Estos ejemplos señalan hacia el tercero y másfundamental de los aspectos de la inconmensu-rabilidad de los paradigmas en competencia. Enun sentido que soy incapaz de explicar de maneramás completa, quienes proponen los paradigmasen competencia practican sus profesiones en mun-dos diferentes. Unos contienen cuerpos forzadosque caen lentamente y otro péndulos que repitensus movimientos una y otra vez. En un caso, lassoluciones son compuestos, en otro, mezclas. Unose encuentra inserto en una matriz plana del es-pacio, el otro en una curva. Al practicar susprofesiones en mundos diferentes, los dos gruposde científicos ven cosas diferentes cuando miranen la misma dirección desde el mismo punto.Nuevamente, esto no quiere decir que puedenver lo que deseen. Ambos miran al mundo yaquello a lo que miran no ha cambiado. Pero, enciertos campos, ven cosas diferentes y las venen relaciones distintas unas con otras. Es por esopor lo que una ley que ni siquiera puede ser esta-blecida por demostración a un grupo de científi-cos, a veces puede parecerle a otro intuitivamenteevidente. Por eso, asimismo, antes de que pue-dan esperar comunicarse plenamente, un grupoo el otro deben experimentar la conversión quehemos estado llamando cambio de paradigma.Precisamente porque es una transición entre in-conmensurables, la transición entre paradigmasen competencia no puede llevarse a cabo paso apaso, forzada por la lógica y la experiencia neu-

5 Max Jammer, Concepts of Space (Cambridge, Mass.,1954), pp. 118-24.

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tral. Como el cambio de forma (Gestalt), debetener lugar de una sola vez (aunque no necesaria-mente en un instante) o no ocurrir en absoluto.Entonces, ¿cómo llegan los científicos a haceresta trasposición? Parte de la respuesta es quecon mucha frecuencia no la hacen. El coperni-canismo obtuvo muy pocos adeptos durante casiun siglo después de la muerte de Copérnico. Eltrabajo de Newton no fue generalmente acepta-do, sobre todo en la Europa continental, durantemás de medio siglo después de la aparición delos Principia.6 Priestley nunca aceptó la teoríadel oxígeno, ni Lord Kelvin la teoría electromag-nética y así sucesivamente. Las dificultades deconversión han sido notadas con frecuencia porlos científicos mismos. Darwin, en un pasajeparticularmente perceptivo al final de su Originof Species, escribió: "Aunque estoy plenamenteconvencido de la verdad de las opiniones expre-sadas en este volumen..., no espero convencer,de ninguna manera, a los naturalistas experimen-tados cuyas mentes están llenas de una multi-tud de hechos que, durante un transcurso muygrande de años, han visto desde un punto de vistadirectamente opuesto al mío... Pero miro confirmeza hacia el futuro, a los naturalistas nue-vos y que están surgiendo, porque serán capacesde ver ambos lados de la cuestión con imparcia-lidad".7 Y Max Planck, pasando revista a su propiacarrera en su Scientific Autobiography, escribiócon tristeza que "una nueva verdad científica notriunfa por medio del convencimiento de sus

6 I. B. Cohen, Franklin and Newton: An Inquiry intoSpeculative Newtonian Experimental Science and Fran-klin's Work in Electricity as an Example Thereof (Fila-delfia, 1956), pp. 93-94.

7 Charles Darwin, On the Origin of Species... (edi-ción autorizada de la 6a ed. inglesa; Nueva York, 1889),II, 295-96.

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oponentes, haciéndoles ver la luz, sino más bienporque dichos oponentes llegan a morir y creceuna nueva generación que se familiariza con ella".8

Estos hechos y otros similares son demasiadocomúnmente conocidos como para necesitar in-sistir en ellos. Pero sí necesitan ser reevaluados.En el pasado a menudo han sido consideradoscomo indicación de que los científicos, debido aque son sólo seres humanos, no siempre puedenadmitir sus errores, ni siquiera cuando se en-frentan a pruebas concretas. Yo más bien afir-maría que en estos temas no son pruebas nierrores los que están cuestionados. La transfe-rencia de la aceptación de un paradigma a otroes una experiencia de conversión que no se puedeforzar. La resistencia de toda una vida, sobretodo por parte de aquellos cuyas carreras fecun-das los han hecho comprometerse con una tra-dición más antigua de ciencia normal, no es unaviolación de las normas científicas, sino un ín-dice de la naturaleza de la investigación científicamisma. La fuente de la resistencia reside en laseguridad de que el paradigma de mayor anti-güedad finalmente resolverá todos sus proble-mas, y de que la naturaleza puede compelersedentro de los marcos proporcionados por el pa-radigma. En épocas revolucionarias, inevitable-mente esa seguridad se muestra como terca ytenaz, lo que en ocasiones incluso llega a ser.Pero es también algo más que eso. Esta mismaseguridad es la que hace posible a una ciencia,normal o solucionadora de enigmas. Y es sólo através de la ciencia normal como la comunidadprofesional primeramente logra explotar el al-cance potencial y la justeza del paradigma más

8 Max Planck, Scientific Autobiography and Other Pa-pers, trad. F. Gaynor (Nueva York, 1949), pp. 33-34.

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antiguo y más tarde, aislar la aporía de cuyoestudio pueda surgir un nuevo paradigma.

No obstante, el pretender que la resistencia esinevitable y legítima y que el cambio de paradig-ma no puede justificarse por medio de pruebas,no quiere decir que no haya argumentos perti-nentes o que no sea posible persuadir a los cien-tíficos de que cambien de manera de pensar.Aunque a veces se requiere de una generaciónpara llevar a cabo el cambio, las comunidadescientíficas se han convertido una vez tras otraa los nuevos paradigmas. Además, esas conver-siones no ocurren a pesar del hecho de que loscientíficos sean humanos, sino debido a que loson. Aunque algunos científicos, sobre todo losmás viejos y experimentados, puedan resistirseindefinidamente, la mayoría de ellos, en una uotra forma, podrán ser logrados. Las conversio-nes se producirán poco a poco hasta cuando, des-pués de que los últimos en oponer resistenciamueran, toda la profesión se encuentre nueva-mente practicando de acuerdo con un solo para-digma, aunque diferente. Debemos por consi-guiente, inquirir cómo se induce a la conversióny cómo se encuentra resistencia.

¿Qué tipo de respuesta puede esperarse a estapregunta? Tan sólo debido a que se refiere a téc-nicas de persuasión o a argumentos y contra-argumentos en una situación en la que no puedehaber pruebas, nuestra pregunta es nueva y exi-ge un tipo de estudio que no ha sido emprendidoantes. Debemos prepararnos para una inspecciónmuy parcial e impresionante. Además, lo queya se ha dicho se combina con el resultado deesta inspección para sugerir que, cuando se pre-gunta algo, más sobre la persuasión que sobrelas pruebas, el problema de la naturaleza de laargumentación científica no tiene una respuesta

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única o uniforme. Los científicos individualesaceptan un nuevo paradigma por toda clase derazones y, habitualmente, por varias al mismotiempo. Algunas de esas razones —por ejemplo,el culto al Sol que contribuyó a que Kepler seconvirtiera en partidario de Copérnico— se en-cuentran enteramente fuera de la esfera aparentede la ciencia.9 Otras deben depender de idiosin-crasias de autobiografía y personalidad. Inclusola nacionalidad o la reputación anterior del inno-vador y de sus maestros pueden a veces desem-peñar un papel importante.10 Por tanto, en últimainstancia, debemos aprender a hacer esa preguntade una manera diferente. No deberemos inte-resarnos por los argumentos que de hecho con-vierten a uno u otro individuo, sino más bienpor el tipo de comunidad que siempre, tarde otemprano, se reforma como un grupo único. Voy,sin embargo, a aplazar este problema para la sec-ción final, examinando mientras tanto algunos delos tipos de argumentos que resultan particular-mente efectivos en las batallas sobre cambios deparadigmas. Probablemente la pretensión simplede mayor

9 Con respecto al papel del culto al Sol en el pensamiento de Kepler, véase The Metaphysical Foundations ofModern Physical Science, de E. A. Burtt (ed. rev.; NuevaYork, 1932), pp. 44-49.

10 Sobre el papel de la reputación, tómese en consideración lo siguiente: Lord Rayleigh, en una época en quesu reputación estaba ya bien establecida, sometió a laAsociación Británica un documento sobre varias paradojas de la electrodinámica. Por inadvertencia, su nombre fue omitido cuando se envió el documento por primeravez y dicho escrito fue primeramente rechazado comoobra de algún "hacedor de paradojas". Poco después,con el nombre del autor en su lugar, el documento fueaceptado con toda clase de excusas (R. J. Strutt, 4° BarónRayleigh, John William Strutt, Third Baron Rayleigh[Nueva York, 1924], p. 228).

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relevancia que plantean quienes proponen unnuevo paradigma es la de que pueden resolverlos problemas que condujeron al paradigma anti-guo a la crisis. Cuando de manera legítima puedehacerse esta pretensión con frecuencia es la másefectiva posible. En el campo en que se propone,se sabe que el paradigma se encuentra en dificul-tades. Estas dificultades han sido exploradas re-petidamente y las tentativas para vencerlas hanresultado vanas una y otra vez. Se han recono-cido y atestiguado "experimentos cruciales" —losque son capaces de establecer una discrimina-ción particularmente clara entre los dos para-digmas—, antes de que se inventara siquiera elnuevo paradigma. Copérnico pretendía, en esaforma, que había resuelto el problema que sehabía resistido durante tanto tiempo sobre la lon-gitud del año del calendario, Newton que habíareconciliado la mecánica terrestre con la celeste,Lavoisier que había resuelto los problemas deidentidad de los gases y de las relaciones de pesoy Einstein que había hecho que la electrodiná-mica fuera compatible con una ciencia del mo-vimiento revisada.

Las pretensiones de este tipo tienen muchasprobabilidades de tener éxito si el nuevo para-digma muestra una precisión cuantitativa sor-prendentemente mayor que la de su competidormás antiguo. La superioridad cuantitativa de lastablas Rudolphine de Kepler sobre todas las quehabían sido calculadas desde la aparición de lateoría de Tolomeo, fue un factor importante parala conversión de los astrónomos al copernicanis-mo. El éxito de Newton para predecir observa-ciones astronómicas cuantitativas fue probable-mente la razón singular más importante deltriunfo de su teoría sobre sus competidoras másrazonables, pero más uniformemente cualitativas.

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Y en este siglo, el sorprendente éxito cuantitativotanto de la ley de la radiación de Planck como dela del átomo de Bohr, persuadieron rápidamentea los físicos de que debían adoptarlas, aun cuan-do, viendo la ciencia física como un todo, esasdos contribuciones creaban muchos más proble-mas de los que resolvían.11

La pretensión de haber resuelto los problemasprovocadores de una crisis, sin embargo, rara-mente es suficiente por sí sola. Además, no siem-pre puede hacerse de manera legítima. En efecto,la teoría de Copérnico no era más exacta que lade Tolomeo y no condujo directamente a nin-gún mejoramiento en el calendario. O también,la teoría ondulatoria de la luz no tuvo, durantevarios años después de haber sido proclamada, nisiquiera el mismo éxito que su rival corpuscularpara resolver los efectos de polarización, queeran una de las causas principales de la crisisde la óptica. A veces, la práctica floja que carac-terice a la investigación no-ordinaria produciráun candidato a paradigma que, inicialmente, nocontribuya en absoluto a resolver los problemasque provoquen la crisis. Cuando eso suceda, de-berán obtenerse pruebas de otros lugares del cam-po, como de todas formas sucede con frecuencia.En estas otras zonas pueden desarrollarse para-digmas particularmente persuasivos si el nuevoparadigma permite la predicción de fenómenostotalmente insospechados cuando prevalecía el pa-radigma anterior.

Por ejemplo, la teoría de Copérnico sugirió quelos planetas debían ser similares a la Tierra,

11 Con respecto a los problemas creados por la teoríacuántica, véase The Quantum Theory, de F. Reiche (Lon-dres, 1922), caps, II, VI-IX. Con respecto a los demásejemplos de este párrafo, véanse las referencias anterioresde esta sección.

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que Venus debía mostrar fases y que el Universodebía ser muchísimo más grande de lo que hastaentonces se había supuesto. Como resultado deello, cuando, sesenta años después de su muerte,los telescopios descubrieron repentinamente mon-tañas en la Luna, las fases de Venus y un númeroinmenso de estrellas cuya existencia no se sospe-chaba siquiera, esas observaciones dieron a lanueva teoría muchísimos adeptos, principalmenteentre los no astrónomos.12 En el caso de la teoríaondulatoria, una de las causas principales de laconversión de profesionales resultó más dra-mática. La resistencia opuesta por los francesesse derrumbó de repente y de una manera relati-vamente completa, cuando Fresnel logró demos-trar la existencia de un punto blanco en el centrode la sombra de un disco. Era un efecto que nisiquiera él había esperado, pero que Poisson,inicialmente uno de sus oponentes, había demos-trado que era una consecuencia necesaria aunqueabsurda de la teoría de Fresnel.13 A causa de lavalía de su impacto y de que de manera evidente,desde un principio, no habían sido incluidos enla nueva teoría, argumentos como estos resultanespecialmente persuasivos. A veces esa fuerzacomplementaria puede explotarse, incluso a tra-vés de fenómenos que han sido observados muchoantes de que se presentara la teoría que los ex-plica. Por ejemplo, Einstein no parece haberprevisto que la relatividad general explicara conprecisión la conocida anomalía en el movimientodel perihelio de Mercurio y experimentó el triunfoconsiguiente cuando lo logró.14

12 Kuhn, op. cit., pp. 219-25.13 E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether

and Electricity, I (2a ed.; Londres, 1951), 108.14 Véase ibid., II (1953), 151-80, sobre el desarrollo de

la relatividad general. Con respecto a la reacción de Eins-tein sobre el acuerdo preciso de la teoría con el movi-

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Todos los argumentos en pro de un nuevo pa-radigma que hemos presentado hasta ahora, hanestado basados en la habilidad comparativa deun competidor para resolver problemas. Paralos científicos, esos argumentos son ordinaria-mente los más importantes y persuasivos. Losejemplos anteriores no deben dejar dudas sobreel origen de su inmensa atracción. Pero, porrazones que veremos dentro de poco, no son niindividual ni colectivamente apremiantes. Afor-tunadamente, hay también otro tipo de considera-ción que puede conducir a los científicos a recha-zar un antiguo paradigma, en favor de otro nuevo.Éstos son los argumentos, raramente establecidosexplícitamente, que hacen un llamamiento al sen-tido que tienen los individuos de lo apropiado yde lo estético: se dice que la nueva teoría es"más neta", "más apropiada" o "más sencilla"que la antigua. Es probable que esos argumen-tos sean menos efectivos en las ciencias que enla matemática. Las primeras versiones de la ma-yoría de los nuevos paradigmas son aproximadas.Para cuando puede desarrollarse toda su atrac-ción estética, la mayor parte de la comunidad hasido persuadida por otros medios. Sin embargo,la importancia de las consideraciones de estéticapuede ser a veces decisiva. Aunque a menudosólo atraen a unos cuantos científicos hacia unanueva teoría, es posible que su triunfo finaldependa precisamente de esos pocos. Si por fuer-tes razones individuales no lo hubieran tomadoa su cargo rápidamente, el nuevo candidato a pa-radigma pudiera no desarrollarse nunca lo sufi-ciente como para atraer a la comunidad científicacomo un todo.

miento observado del perihelio de Mercurio, véase Incarta citada en Albert Einstein, Philosopher-Scientist, deP. A. Schilpp (ed.), Evanston, III., 1949), p. 101.

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Para ver las razones de la importancia de esasconsideraciones más subjetivas y estéticas, re-cuérdese qué es un debate paradigmático. Cuan-do por primera vez se propone un candidato aparadigma, es raro que haya resuelto más queunos cuantos de los problemas a que se enfrentay la mayoría de las soluciones distarán muchotodavía de ser perfectas. Hasta Kepler, la teo-ría de Copérnico apenas había logrado mejorarlas predicciones de posición planetaria que ha-bía hecho Tolomeo. Cuando Lavoisier vio eloxígeno como "el aire mismo entero", su nuevateoría no podía enfrentarse en absoluto a los pro-blemas presentados por la proliferación de nue-vos gases, un argumento que utilizó con granéxito Priestley en su contraataque. Los casos comoel del punto blanco de Fresnel son extremada-mente raros. Ordinariamente, es sólo mucho mástarde, después de que el nuevo paradigma hasido desarrollado, aceptado y explotado, cuandose desarrollan argumentos aparentemente decisi-vos, como el péndulo de Foucault para demos-trar la rotación de la Tierra o el experimento deFizeau para demostrar que la luz se desplaza másrápidamente en el aire que en el agua. El pro-ducirlos es parte de la ciencia normal y su fun-ción no se desempeña en el debate paradigmá-tico sino en los libros de texto posteriores a larevolución.

Antes de que se escribieran esos libros de tex-to, mientras tiene lugar el debate, la situaciónes muy diferente. Habitualmente, los adversariosde un nuevo paradigma pueden legítimamentepretender que incluso en la zona de crisis éstees muy poco superior a su rival tradicional; porsupuesto, resuelve mejor algunos problemas ydescubre algunas regularidades nuevas. Pero esprobable que el antiguo paradigma pueda articu-

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larse para satisfacer esas condiciones, como loha hecho antes con otras. Tanto el sistema astro-nómico geocéntrico de Tycho Brahe como lasúltimas versiones de la teoría del flogisto fueronrespuestas a desafíos planteados por un nuevocandidato a paradigma, y ambas tuvieron un éxitocompleto.15 Además, los defensores de la teoría ylos procedimientos tradicionales pueden casisiempre señalar problemas que su nuevo rivalno ha resuelto pero que, desde el punto de vistade ellos, no son problemas en absoluto. Hastael descubrimiento de la composición del agua, lacombustión del hidrógeno era un fuerte argumentoen pro de la teoría del flogisto y en contra deLavoisier; y después del triunfo de la teoríadel oxígeno, todavía no podía explicar la pre-paración de un gas combustible a partir del car-bono, fenómeno al que los partidarios del flogistohabían recurrido como apoyo firme para su teo-ría.16 Incluso en la zona en crisis, el balance delargumento y del contraargumento pueden ser muysimilares y fuera de esa zona, la balanza, con fre-cuencia, favorecerá a la tradición. Copérnico des-truyó una explicación mucho tiempo reconocidadel movimiento de la Tierra, sin reemplazarla;Newton hizo lo mismo con una explicación másantigua de la gravedad, Lavoisier con las propie-

15 Con respecto al sistema de Brahe que, desde elpunto de vista geométrico, era absolutamente equivalenteal de Copérnico, véase A History of Astronomy fromThales to Kepler, de J. L. E. Dreyer (2a ed.; Nueva York,1953), pp. 359-71. Con respecto a las últimas versiones dela teoría del flogisto y sus éxitos, véase "Historical Stu-dies on the Phlogiston Theory", de J. R. Partington y D.McKie, Annals of Science, IV (1939), 11349.

16 Sobre el problema presentado por el hidrógeno,véase A Short History of Chemistry, de J. R. Partington(2a ed.; Londres, 1951), p. 134. Sobre el monóxido de car-bono, véase Geschichte der Chemie, III (Braunschweig,1845), 294-96.

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dades comunes de los metales, y así sucesiva-mente. En resumen, si debe juzgarse un nuevocandidato a paradigma desde el principio porpersonas testarudas que sólo examinen la capa-cidad relativa de resolución de problemas, lasciencias experimentarían muy pocas revolucionesimportantes. Añádanse los argumentos contra-rios, generados por lo que hemos denominadoantes la inconmensurabilidad de los paradigmas,y es posible que las ciencias pudieran no sufrirrevolución alguna.

Pero los debates paradigmáticos no son real-mente sobre la capacidad relativa de resoluciónde problemas aunque, por buenas razones, se ex-presen habitualmente en esos términos. En lugarde ello, lo que se encuentra en juego es qué para-digma deberá guiar en el futuro las investiga-ciones que se lleven a cabo sobre problemas queninguno de los competidores puede todavía re-solver completamente. Es necesaria una decisiónentre métodos diferentes de practicar la cien-cia y, en esas circunstancias, esa decisión deberábasarse menos en las realizaciones pasadas queen las promesas futuras. El hombre que adoptaun nuevo paradigma en una de sus primeras eta-pas, con frecuencia deberá hacerlo, a pesar delas pruebas proporcionadas por la resoluciónde los problemas. O sea, deberá tener fe en queel nuevo paradigma tendrá éxito al enfrentarsea los muchos problemas que se presenten en sucamino, sabiendo sólo que el paradigma antiguoha fallado en algunos casos. Una decisión de estaíndole sólo puede tomarse con base en la fe.

Ésa es una de las razones por las que resultatan importante una crisis anterior. Los científi-cos que no la hayan experimentado, raramenterenunciarán a las pruebas poderosas de la reso-lución de problemas para seguir lo que fácilmente

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pueda resultar y será considerado como un fuegofatuo. Pero la crisis sola no es suficiente. Debehaber también una base, aun cuando no necesiteser racional ni correcta en definitiva, para tenerfe en el candidato particular que se escoja. Algodebe hacer sentir, al menos a unos cuantos cien-tíficos, que la nueva proposición va por buencamino y, a veces, sólo consideraciones estéticaspersonales e inarticuladas pueden lograrlo. Hayhombres que se han dejado convertir por ellas,en momentos en los que la mayoría de los argu-mentos técnicos articulables señalaban en direc-ción opuesta. Cuando fueron presentadas porprimera vez, ni la teoría astronómica de Copér-nico ni la teoría de la materia de De Broglietenían muchos otros puntos importantes de atrac-ción. Incluso hoy en día, la teoría general deEinstein atrae a los hombres principalmente so-bre bases estéticas, atractivo que pocas personasfuera de la matemática han podido sentir.

Esto no quiere decir que los nuevos paradigmastriunfan en definitiva mediante alguna estéticamística. Contrariamente, son muy pocos los hom-bres que abandonan una tradición sólo por esasrazones. Quienes lo hacen, con frecuencia se dancuenta de haber sido llevados a conclusioneserróneas. Pero para que un paradigma puedatriunfar deberá ganar algunos primeros adeptos,hombres que lo desarrollen hasta el punto de quepuedan producirse y multiplicarse argumentostenaces. E incluso estos argumentos, cuando sonproducidos, no son individualmente decisivos.Debido a que los científicos son hombres razo-nables, uno u otro de los argumentos persuadiránen última instancia a muchos de ellos. Pero noexiste ningún argumento único que pueda o debapersuadirlos a todos. Lo que ocurre, más que laconversión de un solo grupo, es un cambio cada

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vez mayor en la distribución de la fidelidad pro-fesional.

Al comienzo, un nuevo candidato a paradigmapuede tener pocos partidarios, y a veces los mo-tivos de esos partidarios pueden resultar sospe-chosos. Sin embargo, si son competentes, lo me-jorarán, explorarán sus posibilidades y mostraránlo que sería pertenecer a la comunidad guiadapor él. Al continuar ese proceso, si el paradigmaestá destinado a ganar la batalla, el número y lafuerza de los argumentos de persuasión en su fa-vor aumentarán. Entonces más científicos se con-vertirán y continuará la exploración del nuevoparadigma. Gradualmente, el número de experi-mentos, instrumentos, artículos y libros basadosen el paradigma se multiplicará. Otros hombresmás, convencidos de la utilidad de la nueva vi-sión, adoptarán el nuevo método para practicarla ciencia normal, hasta que, finalmente, sóloexistan unos cuantos que continúen oponiéndoleresistencia. Y ni siquiera podemos decir que es-tén en un error. Aunque el historiador puedeencontrar siempre a hombres que, como Pries-tley, se mostraron irrazonables al resistirse du-rante tanto tiempo como lo hicieron, no hallaráun punto en el que la resistencia se haga ilógicao no científica. Cuando mucho, puede deseardecir que el hombre que sigue oponiendo resis-tencia después de que se hayan convencido todoslos demás miembros de su profesión, deja ipsofacto de ser un científico.