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Título: “Identidad organizacional y discurso grupal”
Nombre del autor: Mtro. Zenaido Cruz Herrera Nombre de institución de procedencia: UAM-Azcapotzalco; Departamento de Administración; Doctorado en Estudios Organizacionales. Dirección y teléfonos institucionales: UAM-Azcapotzalco; Departamento de Administración; Doctorado en Estudios Organizacionales; Tel; 53189124. Correo electrónico: [email protected] Mesa de participación: Cultura en las Organizaciones
Resumen Comprender los mecanismos que permiten la construcción de la identidad organizacional partir del discurso grupal es muy importante, como también diferenciar los discursos que se entrecruzan sobre todo si identificamos tres dimensiones discursivas que se cruzan: la del sujeto, la del grupo y la organización. La definición dialéctica de la identidad muestra una estructura que permite en cada uno de sus momentos significados particulares y, como modelo de entendimiento nos puede permitir entender el proceso por la cual transitan tanto los sujetos como los grupos y las organizaciones. Acceder el proceso de construcción de la identidad a partir del discurso grupal constituye un reto.
Desarrollo del trabajo
A manera de introducción
Cuando hablamos de identidad por sentido común nos lleva a suponer quienes
somos, por lo pronto, refiere a una definición, si le preguntamos a una persona que
nos diga ¿Quién es? Empezara a “decir cosas de sí mismo”. Una persona tiene el
interés de conocer, la otra persona tiene el interés de narrar, o decir cosas de sí.
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¿Podemos hacer la misma pregunta a una organización, sobre quién es?, no es tan
fácil responder pero de aquí se desprenden implícitamente dos preguntas, para
poder escuchar lo que “diga una organización sobre sí misma”.
La primera ¿Qué es una organización?, y la segunda ¿Qué es la identidad?,
haremos una breve revisión. Históricamente el funcionalismo ha sido una de las
tradiciones metatéóricas que han elaborado aproximaciones en torno la existencia de
la identidad en las organizaciones, para ella, es desde el exterior donde encontramos
que la identidad es: un hecho dado, estructurado, donde la organización es
moldeada en su singularidad, el contexto define y determina forma y contenido de la
identidad. Es un planteamiento determinista, donde se adapta a un orden mayor, lo
que fue, lo que es y lo que será está marcado desde su exterioridad, por lo tanto, la
identidad tendrá una función adaptativa, puesto que requiere de ser legitimado desde
el exterior, su razón de ser, sus “emociones” y comportamiento aunque singulares,
no son mas que un repertorio que ha sido objetivado en las estructuras cognitivas.
Otras de las tradiciones “han ubicado” la centralidad desde dentro de ellos mismos,
la fuente de la decisión de quien “ser” esta acotada por la organización. Desde esta
postura la metacognición juega un papel relevante, la definimos como la capacidad
de auto-referencia e implica “mirarse así mismo”; entenderse y explicarse requiere de
hacer una lectura a partir de la dotación de ciertos contenidos referenciales,
contenidos objetivados durante su historia relacional. La organización hace una labor
interpretativa. Codificamos y decodificamos signos y símbolos del mundo externo,
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como referentes diferenciadores. Es desde esa estructura donde se construye la
identidad organizacional.
Digamos que estas han sido las grandes tradiciones que han contribuido en la
definición de la identidad. Sin embargo en esa supuesta dicotomía se haya el
significado de la identidad.
Lo que está en juego es la relación entre los dos planos, ¿dónde centraremos la
atención ahora? En la relación ¿entre que y que?: entre lo exterior y lo interior de la
organización. La relación implica mediación, la diferencia es el significado y lo que
otorga el sentido a las partes implicadas en la relación, podemos accedernos
mutuamente a partir del lenguaje, mas que una función integradora, organiza las
singularidades y permite compartir generalidades, ya que el lenguaje no sólo tiene
una función integrativa, sino formativa, desde ahí las acciones de los sujetos se
hayan significadas. Aquí se pone en juego el reflejo de nuestra mismisidad (la
identidad) donde el lenguaje intenciona los objetivos de la relación.
El sujeto
Dentro de la relación comunicativa, cuando hablamos, decimos cosas de nosotros,
del “yo”, el “yo” se pone en juego, no puede desprenderse de las palabras por que el
yo es palabra, es lenguaje, ahí está contenida la identidad, es por ellos que Gergen
(1996) plantea que la autonarración es un instrumento para conocer la identidad del
sujeto, ese “yo”, es en el relato de sí mismo y para los demás donde “atrapamos” la
concepción del sujeto”.
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Desde esta postura postmoderna se plantea una visión muy reveladora sobre la
identidad, la relación está hecha de lenguaje, es por ello que plantea:
“Quiero proponer un enfoque relacional que considera la autoconcepción no como una
estructura cognitiva privada y personal del individuo sino como un discurso acerca del “yo”:
la representación de los lenguajes disponibles en la esfera pública. Sustituyó la
preocupación tradicional en torno a las categorías conceptuales (autoconceptos,
esquemas, autoestima) por el “yo” como una narración que se hace inteligible en el seno
de las relaciones vigentes” (Gergen: 1994:23
¿Cómo se construye la identidad?
Kenneth Gergen (1994) propone desde una visión pragmática la acción humana,
en ese proceso relacional entre los sujetos. La identidad cuando es hablada por el
“yo” sólo es inteligible (cognoscible) sólo en el seno de la relación vigente. La
identidad tiene una estructura que emerge cuando el “yo” esta en situación de habla
con el “otro”, el habla es una estructura pero a la vez es estructurante.
En este sentido la auto-narración es un discurso del “yo”, la identidad emerge como
“pieza arqueológica”. La narración del propio “yo” desentraña una estructura
particular y, más aun, de mirarla como objeto inerte, la narración del “yo” es
acción comunicativa, es construcción en el acto. Este hecho nos da a entender
que la “pieza está viva” (el “yo”). De hecho, la existencia emerge cuando acciona
sobre el mundo inmediato desde lo cotidiano.
Es por ello que Kenneth Gergen refiere que no sólo es el pasado (historia) sino que
es futuro (la próxima significación de su “yo”) cuando esta ya en juego la identidad en
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pleno acto conversacional. Esto último, lo abordaremos después, aquí nos
detendremos para clarificar la función de la auto-narración, que nos muestra quienes
somos, nuestra identidad, viene antecedida por una argumentación, como tal
convincente, lógica, lo que emerge como “texto” en el discurso se encuentra
preestablecido, dotado de significación sobre la existencia del “yo” y de las
relaciones tenidas, que de alguna manera contribuyeron en la construcción de su
propia “identidad”.
Para Kenneth Gergen (1996: 234) “las exposiciones narrativas están incrustadas en
la acción social, hacen que los acontecimientos sean socialmente acontecimientos
futuros”. Esto nos hace reconocer, como una característica, que la auto-narración es
una acción social, no sólo es producto de las relaciones, sino que además es
productor de nuevas situaciones. La auto-narración es un medio para la construcción
de la identidad de los sujetos, es proyección al futuro, por lo que no sólo es “reflejo”,
sino que también contribuye a la construcción de la realidad social. Bajo esta
premisa, la narración está presente no sólo en el plano de lo cotidiano, sino que
también se presenta en otros órdenes lógicos (planos de lo social), es decir, en los
propios espacios institucionales, como la propia ciencia. Por ello, para Kenneth
Gergen (1996:235) “las narraciones, más que reflejar, crean el sentido de “lo que es
verdad”.
¿Cómo se construyen las narraciones? ¿Qué elementos deben de tomarse en
cuenta para que un discurso sea creíble? (recordemos de que esta de por medio la
identidad del sujeto y por lo tanto, la legitimación del “yo”).
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Kenneth Gergen plantea seis elementos básicos con los cuales una narración
deberá ser lo suficientemente creíble y sólida, y tres modos básicos de estructurar el
discurso del “yo”. A partir de estas dos cualidades (elementos y modos), el sujeto del
discurso podrá desplegar posibilidades discursivas de su identidad.
Lo más importante es que las convenciones narrativas no rigen, por consiguiente la
identidad, sino que inducen determinadas acciones y desalientan otras. El discurso
expuesto ha sido ordenado de una manera tan especial que la memoria de si mismo
(el “yo”), lo que digo de mí, ha sido tan importante y significativo por que ello justifica
mi existencia, en este aquí y ahora. Sin embargo Kenneth Gergen señala que “las
narraciones no son el producto de la vida misma, sino construcciones de vida y que
podrían ser de otro modo”, es decir, están sujetas al cambio.”
Los recursos narrativos dan cuenta no solo de la manera de significar al “yo”, sino
que, deben de tener en cuenta los elementos básicos para construirlos. Recordemos
que las formas de entendimiento de las narraciones son sujetas a convenciones,
<acuerdos> narrativos disponibles.
Ante la posibilidad de una diversidad de autonarraciones, se pone en tela de juicio
una identidad nuclear que dirige al sujeto, esto lo podemos entender como una
estructura básica de que despliega las posibilidades del sujeto (un sujeto en franca
“locura” desmonta esta estructura básica). Para Kenneth Gergen (1996:250) “si lo
“yoes” se realizan en el interior de encuentros sociales, existen buenas razones para
creer que no hay ningún relato que contar”
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.
Nuestra participación en la cultura típicamente nos expondrá a una variedad de
formas narrativas desde lo rudimentario a lo complejo. Objetivamos un espectro de
posibilidades convenidas, esto da la posibilidad de organizar y construir nuestras
relaciones cotidianas y dotarle de una variedad de sentidos. La socialización efectiva
nos instrumenta para interpretar cómo fue nuestra vida.
La identidad es dialógica, es decir, descansa inevitablemente en el diálogo, en esa
dimensión engarza al “yo” en un contínum, proyecta y construye el futuro, como parte
de una historia queda sujetado a otros, que juegan con el “yo”, un juego en el sentido
de las relaciones, y sus reglas inherentes, “los inciden característicamente tejidos en
una narración son las acciones no sólo del protagonista sino también de otros;... la
construcción del “yo” requieren de todo un repertorio de participaciones de apoyo”.
Aunque Kenneth Gergen los otros “yo´s” son “aquellos” con los que establecemos
una relación cara a cara, la significación de mi identidad, la objetivación de esa
relación que le da sentido a mi persona en este aquí y ahora, queda sedimentada
como parte de mi historia, el “yo” pasa al plano simbólico y como tal entra en juego
como parte de este complejo de relaciones. Por lo que las relaciones sociales se
establecen en dos planos intrasujetiva e interrelacional.
La inteligibilidad del “yo” depende por consiguiente de un acuerdo con los otros,
donde se confirman que los acontecimientos “así fueron”, esto nos lleva a
reconocernos como interdependientes, sujetados (somos sujetos sujetados. Gergen
hace referencia de Shapp (1936) al argumentar que “cada uno de nosotros esta
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“soldado” en las construcciones históricas de los demás del mismo modo que ellos
están en las nuestras”. Como esta delicada interdependencia de narraciones
construidas sugiere, un aspecto fundamental de la vida social es una red de
identidades en relación de reciprocidad, y en el momento en que cualquier
participante escoge faltar a su palabra, de hecho amenaza a todo el abanico de
construcciones interdependientes.
¿Qué características tiene la identidad?, primero que tiene una permanencia en
tiempo y espacio gracias a ello, le permite al sujeto tener conciencia en un tiempo
determinado de sus acciones, de sus implicaciones, tener instituido una estructura
que implica todo un constructo de ideas y comportamiento incluyendo emociones. La
identidad es referencia y como tal requiere de permanencia, de una perdurabilidad.
Sólo desde ahí, puede manejarse en su historia. La perdurabilidad le permite
manejarse en el plano temporal, pasado, presente y futuro. Es por ello que el sujeto
puede decir <digamos> quién fue, quién es, y quién será. De esta manera, damos
cuenta que la identidad es una constante del hombre.
Segundo, la Identidad permite a los sujetos poder diferenciarse de los “otros”, que
también tienen una identidad, si somos diferentes, esto nos distingue, por lo tanto la
distintividad permite la singularidad, pese a que compartimos el mismo espacio
tiempo (social y históricamente determinados) y contenemos por lo tanto
generalidades como especie social, lo distinto hace la diferencia, marca las fronteras
o los límites entre el “yo” y los “otros”; entre “nosotros” y “aquellos”
.
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Por último ¿Desde dónde de organiza dicha identidad? ¿Cuál es el punto que
permite articular, o estructurar a la identidad? Encontrar el centro organizador de la
identidad ha requerido históricamente, darle ubicuidad, sólo desde ahí podríamos
entender la lógica que articula y da sentido a la identidad. ¿Desde dentro de sí
mismo, como lo planteaba el propio Freúd? ¿Desde afuera como pretendieron los
propios conductistas? Independientemente de las tradiciones teóricas que intentaron
ubicar la centralidad como organizadora de la identidad, lo que si es cierto que el
consenso implícito es: desde dónde.
El proceso de la identidad
La identidad, entonces es un referente que ha sido instituido en un sistema simbólico,
cuya función le permite hacer una diferenciación de “sí misma” de otros sub-
universos simbólicos. Los subsistemas simbólicos al ser autoreferencias y
referencias para otros, constituyen un peligro y amenaza entre sí, en la medida que
al establecer una relación entre ambas, sus estructuras se pondrán en juego; el
sentido de la relación está en función de las características estructurales de ambas.
Deslegitimar es un evento de defensa conceptual para un subsistema simbólico, lo
que está en juego es la sobreviviencia de una estructura.
En cada relación entre los subsistemas simbólicos se pone en juego sus propias
estructuras y las relaciones están mediadas por objetos de necesidad, cada
subsistema de referencia tiene “algo” que “yo” necesito para mantener una
estabilidad, pero a la vez intenciono al “otro” subsistema de referencia”, para mis
fines, por lo tanto la identidad es “incidir sobre el otro”.
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“Esto nos muestra que la identidad lejos de ser una re-presentación estructural,
la identidad es acción que intenciona cambios, la identidad es acción.”
La identidad pese a que es un concepto, este toma cuerpo en los sujetos, el hombre
encarna el referente de sí mismo, como también otros referentes, por eso cuando
una persona entra por primera vez a una organización, lo que acontece es que entra
a una nueva dimensión discursiva, lo organizacional, sea por cuestiones laborales o
de otra índole, los sujetos tienden a concretar sus relaciones con grupos específicos,
muchos de ellos acotados por áreas, secciones, u objetivos, por lo que se entra a
otra dimensión, lo grupal. El grupo constituye un referente concreto de relación, no
escogemos a dónde incorporarnos, nos designa la organización el lugar, se impone
desde una verticalidad, el grupo, el objetivo, y los compañeros, horarios y contextos.
El sujeto ahora tiene dos sistemas de referencia, la primera es la organización y la
segunda su grupo impuesto de modo exógeno, pero los sujetos tienen otras
posibilidades de agruparse, esto se debe a que muestran intereses semejantes entre
ellos mismos, identificación proyectiva. René Kaës (1977) en su obra: “El aparato
psíquico grupal”, plantea el hecho de que ciertos elementos del aparato psíquico
individual posee propiedades grupales o están formados por estructuras grupales.
De esta manera se reconoce que dentro de la estructura interna que define a los
sujetos se haya las condiciones de una relación, toda vez que la identidad se
conforma en relación con los “otros”. Los “otros” nos contienen, sólo se necesita un
objeto que nos permita reunirnos como una “totalidad en curso” para poder
satisfacerla de colectivamente.
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Esto quiere decir que conformamos grupos dentro de un espacio específico y
concreto <geográfico> en la organización, o establecemos agrupaciones dentro de
un espacio simbólico, aun fuera del geográfico determinado por la organización: los
pasillos, el comedor, el patio, la calle, la casa el bar, etc.; Desde aquí reconocemos
por lo tanto que el sujeto se ve influenciado por tres sub-universos simbólicos,
cuando “entra” a una organización entra también en un grupo dado por la dirección,
pero también “sale” de él, cuando establece relaciones no legitimadas por la
organización para conformar un grupo de acuerdo a los intereses de quienes lo
conforman.
Pero el grupo, al igual que la organización como concepto se haya en plena
construcción, ¿cuál sería el nexo que nos puede ubicar dentro de esta problemática
fronteriza entre dos realidades, la grupal y la organizacional? Considero necesario
rescatar el trabajo desarrollado por Sarte 1960 en su trabajo sobre “Crítica de la
razón dialéctica”, donde plantea que el desarrollo de las sociedades en la historia ha
sido posible gracias a un devenir de la praxis individual al las organizaciones.
Podemos decir que las organizaciones forman parte de un momento dentro de la
historia del hombre, pero que antes de conformarse como tal y existir como totalidad,
“surgió desde la fusión, donde el grupo se constituye a partir de una necesidad o de
un peligro común y se define por el objetivo común que determina su praxis común”
(Martínez, Contreras 1977:385); Será el Juramento el primer paso hacia la
organización, para que el grupo siga existiendo; pero requerirá del conjunto de
deberes coercitivos que todo miembro del grupo adquiere a modo de contraparte de
los derechos alcanzados por el juramento, y para garantizar la continuidad del grupo
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se requiere del terror; a partir de ello emerge lo que Sarte llama: la organización
Esta actividad implica que los miembros del grupo cumplan funciones claramente
definidas, pues la acción aquí, a diferencia de la del grupo en fusión, será “en frío” y
tendrá que ajustarse a un proyecto determinado de antemano y no una consigna
surgida “en caliente” durante la acción” ; “la praxis al interior del grupo, por lo tanto,
es el “reparto de las tareas” (Ibid. 376).
Un grupo, por lo tanto, puede devenir en organización; Una organización puede
contener diversas grupalidades en procesos diferentes; Los sujetos pueden transitar
constantemente entre dimensiones narrativas grupales u organizacionales; la
identidad de los hombres es múltiple en función del contexto que la oriente y, los
legitime como tal; bajo esta misma premisa, la identidad de los grupos se legitima así
mismo y en referencia con los “otros” grupos, como también de las “organizaciones”
por donde transite.
Si la identidad la hemos definido como un espacio simbólico, de autoreferencia y en
construcción permanente con el contexto inmediato es evidente que
independientemente el sub-universo simbólico que nos refieramos <sujeto, grupo u
organización> la identidad estará en crisis permanente, está inacabada, se haya
fragmenta en cada proceso de relación. Atrapar a la identidad como totalidad es una
ilusión, es por ello que cuando se indaga sobre la identidad: ya sea para describirla
<funcionalismo>, para comprenderla <hermenéutica> o para cambiarlas <teoría
crítica>,
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En esta definición sartreana, la organización, como el propio grupo o el sujeto, se
niega a morir, “dejar de ser”, su lucha será constante para permanecer como
concepto, con una identidad estable, en tiempo. La identidad total en sí misma es
una utopía, sólo puede “ser” definida transitoriamente y de modo parcial o
singular.
Ante este hecho, la identidad tiene características conceptuales, es decir, pretende
ser “marco de referencia”, de “si mismo”, donde como subsistema simbólico haga
lecturas sobre la realidad e intencione de modo singular sus acciones, para
mantenerse con vida. Francisco Varela ( 2000), en su obra: “El fenómeno de la vida”,
plantea que la identidad es un concepto que permite entender la existencia de las
cosas como unidades relativamente autónomas, existimos en la medida que
tenemos identidad, es decir estamos vivos, y esta identidad que emerge, sea de un
organismo, un sujeto, un grupo u organización “proporciona el punto de referencia
para el dominio de interacciones.
De esta manera, la identidad como subsistema simbólico no es otra cosa que una
totalización conceptual, de una serie de referentes. “Es” y “no es”. “Es” como
totalidad definida, como síntesis; “No es”,en la medida en que se haya en pleno
proceso de construcción, en totalización. Así como cada tradición teórica “atrapa”
una porción de la totalidad del concepto de identidad.
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Por lo tanto:
• La identidad “es” un pasado organizado, conceptualmente significado.
• La identidad “no es”, como presente implica acción y se proyecta hacia el
futuro.
• La identidad “es” una totalidad, en la medida que involucra un esfuerzo de
síntesis transitoria.
• La identidad “no es”, ya que al quedar destotalizada y vuelta a retotalizar se
niega constantemente como concepto y como síntesis, por lo tanto, adquiere
diversas texturas, en cada uno de sus momentos significativos.
Es por ello que cuando hablamos de fragmentación estamos refiriéndonos a una
ruptura, que niega un estado de totalidad, por la falta, una la falta niega la totalidad,
que transgrede un orden simbólico, así que:
1. La fragmentación es destotalización conceptual.
2. La construcción de la identidad es un proceso de retotalización.
3. La identidad es totalidad conceptual.
Del grupo a la organización.
Cuando habla el grupo y narra cosas de sí y de los “otros”, que pueden ser “otros
grupos”, o el “otro” llamado organización, la pregunta que tenemos que hacernos es
¿desde qué estructura grupal se está estableciendo el discurso?, si partimos de la
tesis que lo grupal implica un proceso <de la fusión, al juramento, del juramento al
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terror y del terror a la organización>, se vuelve necesario diferenciar tipos de
discursos.
El discurso de la organización es semejante al discurso grupal, y lo podemos
ejemplificar con la metáfora del crucigrama, según Mercedes Baudes (1992)
“El discurso crucigramático en grupo ejemplifica la función en que los distintos
discursos significantes se entrecruzan y producen efectos. Cada integrante queda
colgado, enhebrado en el discurso colectivo, que va ligándose con los demás; (…) en
un grupo, ese discurso, de cada uno de los participantes es interrumpido por el otro,
que asocia al anterior y se complementa o no, se distorsiona o nó, pero que inicia, sin
duda un entrecruzamiento específico de la tarea grupal, imposible en el psicoanálisis
individual” (Mercedes Baudes (1992: 34)
Así como la analista mantiene un rol como diferenciadora de un proceso y como
integradora de un discurso, las organizaciones tienen un dispositivo que les permite
mantener el poder sobre los diversos actores.
Por eso cuando una organización se narra a sí misma Czarniswska (1997), esto es
dicho por sujetos y grupos en concreto, por los diversos actores que lo conforman;
cada uno de los actores liga y establece relaciones, sin embargo el discurso de la
organización tiende a homogenizar el discurso al final, para dar forma de acuerdo a
los fines de la organización. Podemos decir que dentro de las organizaciones existe
un dispositivo que co-ordina la producción discursiva, y que es la existencia de un
trasfondo ideológico y manejo del poder.
Así, lo que parece caótico y ambiguo a la primera, adquiere orden y es racionalmente
comprensible después.
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Existen elementos que como organizadores de alguna manera tiene la función que
Gergen plantea para hacer inteligible las autonarraciones, son condiciones para que
la historia narrada sea creíble, por lo que no interesa si es verdad o mentira, sino la
capacidad de argumentación para ser creíble dicho discurso: “las narraciones, más
que reflejar, crean el sentido de lo que es verdad” (Gergen (1996:235), es decir la
forma de estructurar la narrativa son los elementos que permiten argumentar una
historia factible, dotarle de certeza al discurso, y para ello requiere de identificar
hacia dónde se orienta la atención y qué buscamos del hecho de narrar;
seleccionamos acontecimientos relevantes, como puntos de referencia que
organizan un camino lógico; no es una selección secuencial, sino construcción de
eventos e interpuestos bajo la intención del que narra; la identidad de los actores
presentan estabilidad dentro del relato, tienen una identidad inmutable y juegan un
rol dentro de la historia narrada; se van estableciendo vinculaciones causales dentro
de la historia hasta su final; las narraciones tiene signos de demarcación, mediante
una diversidad de dispositivos regidos por reglas que indican cuando uno entra en el
mundo relatado.
Lo grupal emerge como un dispositivo para el análisis de la identidad
organizacional, porque:
• Primero, porque los hombres encarnan de modo concreto a las
organizaciones, y es a través de ellos que la palabra cobra existencia, como
también la identidad de los hombres se haya influida por la organización, la
identidad es un acto social colectivamente organizada;
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• Segundo, porque los grupos reales y simbólicos forman parte de una totalidad,
denominada organización.
• Tercero, porque se establece un diálogo entre lo grupal y lo organizacional, y
conocer y comprender como lo grupal incide en la construcción de la identidad
de las organizaciones es una tarea importante para el estudio de las mismas:
las organizaciones.
• Cuarto, porque en los grupos, se ponen en juego tres identidades, la del
sujeto, la del grupo y la de la organización.
El análisis del discurso grupal es una estrategia que se perfila para tal propósito, el
de conocer desde esta perspectiva los modos en que la identidad de la organización
se construye.
¿Desde dónde vamos a partir par tal propósito? Si hemos considerado que en
términos de identidad, la visión posmodernista ha generado una alternativa sobre la
inteligibilidad de las identidades a partir de la narración del “yo”, ¿a caso no es así
como se construye socialmente el mundo? Entonces ¿por que no mostrar en un
mismo lance la construcción teórica de las organizaciones a través de un acto
conversacional entre diferentes identidades y que al mismo tiempo resuelva el
problema sobre la inteligibilidad de la misma dentro de las organizaciones como
objeto empírico. ¿Cuál es la diferencia? Como procedimiento ninguno, aquí el acto
conversacional deberá ser utilizado no solo como instrumentos técnico sino
como artefacto analítico al mismo tiempo, nos damos cuenta que en el acto de la
conversación cuando decimos cosas, las decimos en función de nuestra identidad
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(teórica), la identidad conceptual va cobrando nuevo sentido. Esta fue la intención de
Whetten, David A. y Paul C. Goodfrey (1998), para poder construir el concepto de
identidad de las organizaciones.
El investigador se inserta como un actor más dentro de las organizaciones ya que en
este acto conversacional, sobre la construcción de la identidad organizacional se
inicia un nuevo proceso <intencionado> en la medida que un dispositivo “organiza” la
discusión donde se hablará en torno a la identidad, aquí me refiero al propio
investigador, clave en este trabajo, es un co-ordinador, es un acompañante del
proceso que intenciona según propósitos, comprender los modos en que se
construye la identidad de las organizaciones a partir del discurso de los actores.
Da forma y estructura en el proceso, algo que al término consideraremos como un
producto, el producto tendrá las misma consistencia de lo que está hecho la
identidad: centralidad como instancia organizadora de la construcción de la
identidad; perdurabilidad como objeto relativamente convenido bajo una
significación en particular; distintiva como concepto teórico que se diferencia de
otros: “identidad organizacional”.
Lo que dice de si misma la organización se configura como objeto de análisis e
interpretación; pero no sólo dice cosas la organización sino que intenciona cosas,
ello implica una posibilidad de estructurar o dar significado de otra manera no solo
nuestro mundo inmediato, sino que también con la posibilidad de establecerse en la
historia.
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Desde esta la autonarraciòn que aflora de “boca del grupo” se construye no sólo un
dispositivo que permite indagar sobre las características de las identidades de las
organizaciones, sino que también, al momento de hacer referencia desde una
postura postmodernista, nos liberamos de la vieja suposición <como lo plantea el
funcionalismo>, que la identidad de las organizaciones está dada y son un hecho
objetivo; o en su caso, desde una visión interpretativa, la identidad como
representación. Las palabras no sólo dicen cosas del mundo sino que también
accionan sobre el mundo.
A manera de conclusión
• Los estudios organizacionales sobre la identidad fudamentalmente se basan
en tres tradiciones: funcionalistas, interpretivistas y posturas postmodernitas.
• Dentro de las últimas los modelos narrativos permiten entender no sólo los
modos de re-presentación sino el sentido de las acciones de los actores que
conforman las organizaciones.
• Dos problemas se desprenden de esta postura:
1. En torno a la organización: no son entidades abstractas en sí mismas,
están encarnadas en sujetos de relaciones. Sin embargo entre los
sujetos y la organización existe un espacio real y simbólico poco
discutido de modo crítico y desde una perspectiva crítica y desde una
postura construccionista, que es: lo grupal.
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2. En torno a la identidad: cuando hablamos desde una perspectiva
costruccionista la autonarración no solo nos permite comprender
estructuras, sino también entender como la identidad intenciona y
acciona sobre la realidad desde el que narra, pero ¿Quién narra?: ¿El
sujeto, el grupo o la organización? Y lo otro ¿a quién se intenciona?
Es por ello que identificamos tres dimensiones discursivas que se cruzan: la del
sujeto, la del grupo y la organización.
• La del grupo que puede llegar a institucionalizarse a través de un proceso <de
la fusión a la organización> llegar a tener categoría de organización dentro de
una organización (Sartre).
• Y el de la organización la cual puede permitir la emergencia de un proceso
institucionalizador (Lourau).
Comprender los mecanismos que permiten construir la identidad organizacional
partir del discurso grupal es muy importante, como también diferenciar los discursos
que se entrecruzan; Analizar lo organizacional a partir de lo grupal constituye un reto,
sobre todo si lo que pretendemos es entender los procesos por los cuales una
organización constituye su identidad.
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BIBLIOGRAFIA:
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Teun A. Van, com; El discurso como interacción. Estudios sobre el discurso II;
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• Lourau, René; 1980; “El estado y el inconsciente”; ensayo de sociología política; Ed. Kairós.
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