OTHN, PICA VOZ
DE LA MONTAA.TARSICIO HERRERA ZAPIN
GOBIERNO DEL ESTADO DE SAN LUIS POTOS
EDITORIAL PONCIANO ARRIAGA
BIBLIOTECA OTHONIANA 4OT
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OTHN, PICA VOZ DE LA MONTAA.
OTHN, PICA VOZ DE LA MONTAA.
~ Ensayo estilstico ~ Sus estrofas majestuosas ~ Sus fuentes
clsicas latinas ~ Sus fuentes barrocas ~
TARSICIO HERRERA ZAPIN
Mxico, 2010
Fernando Toranzo FernndezGobernador Constitucional del Estado
Fernando Carrillo JimnezSecretario de Cultura
Armando Herrera SilvaDirector General de Desarrollo CulturalJos Armando Adame DomnguezDireccin de Publicaciones y Literatura
Primera edicin, 2010
D.R. 2010 Tarsicio Herrera ZapinD.R. 2010 Gobierno del Estado de San Luis Potos
Secretara de CulturaDireccin de Publicaciones y Literatura
Editorial Ponciano ArriagaVallejo Nm. 300
Barrio de San Miguelito / C.P. 78330Tel: (01 444) 814 07 58
e-mail: [email protected]
Impreso y hecho en Mxico Printed and made in Mxico
A mi esposa y a mis tres hijas,
a mis tres yernos y a mis cuatro nietos.
9PREMBULO
... tienes para tus penas un amigo,
en ese fuego salvador abrigo
y un inmenso palacio: la montaa.
Psalmo del fuego, M.J. Othn
Cmo pudo Manuel Jos Othn capturar la
desafiante majestad de los bosques tropicales y estar
presente en los momentos ms gloriosos de la vida de
las selvas y los valles, de los abismos y las cumbres?
Ello se debi ante todo a su amor hacia la
poesa, por el cual no poda presenciar un momento
memorable de la inmensa vida silvestre sin lanzarse
a expresar sus emociones en rotundos sonetos y en
magnficas estrofas.
Se debi, adems, a que nunca encontr una
profesin satisfactoria en la cual pudiera obtener
10
ingresos suficientes para poder vivir desahogado al
lado de su amada esposa.
As que la parte ms significativa de la vida del
poeta que naci y muri en San Luis Potos, eran las
horas ms felices de cada jornada, aquellas en que
tomaba su rifle al amanecer y sala al campo a practicar
su deporte favorito: la caza. A veces regresaba sin
piezas de cacera en la mochila, pero con memorables
estrofas en la fantasa. El poeta Armando Adame
anota que llegaba a poner en riesgo su precaria salud
ante los rigores del clima a la intemperie.1
Todava a fines del siglo XIX, lo que el estudioso
conoca de Manuel Jos Othn eran sus grandes
poemas y romnticas leyendas, y se pasmaba de sus
desarrollos emotivos y de sus desenlaces impactantes.
Tales eran los contenidos de poemas othonianos
como Los amores de la tierra y La loca de las olas, de 1880, y
hasta de su Cristbal Coln, de 1876.
Mas poco a poco el poeta se va trasladando
hacia los austeros prados y las serenas estrofas del
1 Adame, Armando, M.J. Othn. En el desierto. Idilio salvaje. San Luis Potos, 2006. Introduccin, p.4.
11
modernismo. As, sus vivencias lricas se volvern
ms mesuradas. Sus producciones, de tres o seis
sonetos cada una, mostrarn un estado de nimo
sereno y sonriente.
As suceder en pginas como el soneto titulado A
Augusto Comte, o como en las dcimas A Cervantes, todo
ello publicado en Nuevas poesas de 1883.
Pero, de pronto, el lector se topa con un Othn
renovado: el del volumen Poemas rsticos, de 1902. All
surgen revelaciones como el Himno de los bosques, de 1891
y, pginas despus, la Noche rstica de Walpurgis, de 1897,
y el Psalmo del fuego, de los mismos aos.
Es entonces cuando se vuelve a encontrar el lector
con el narrador poderoso y fulgurante que gusta
de entreverar sus visiones lricas con sus actitudes
dramticas.
Y as, encontramos a un Manuel Jos Othn
que ya es modernista en lo atildado de sus imgenes
lricas, pero que todava recuerda sus juventudes de
dramaturgo y de narrador de leyendas en obras como
su culminante En el desierto. Idilio salvaje, de 1904.
12
Todo ello aparece al fin sabiamente coleccionado
en el libro Poesa(s) completa(s) de Manuel Jos Othn, por
obra de don Joaqun Antonio Pealosa, en 1974.2
Y as encontramos a un Manuel Jos Othn que
ya es modernista en lo relevante de sus imgenes
lricas, pero que todava recuerda sus juventudes de
dramaturgo y de narrador de leyendas.
Por eso Othn, el cantor de las montaas y de los
desiertos, resuena a nuestros odos con una voz lrica
pero tambin marcadamente pica. Porque sus ciclos
poticos tienen una actitud heroica y un mensaje
poderoso. Ellos son los que lo han inmortalizado.
DE LAS SOMBRAS A LA INMORTALIDAD
Porque ha resultado que Othn se catalogaba a s
mismo como un oscuro cantor de los campos, pero
las generaciones sucesivas lo han exaltado.
As, Othn cierra su Noche rstica de Walpurgis en
2 Manuel Jos Othn, Poesa(s) completa(s), recopilacin, prlogo y notas de Joaqun Antonio Pealosa. Mxico, Editorial Jus, 1974. Es un significativo volumen de 512 pginas. Luego, el propio investigador reuni toda la produccin del egregio potosino en M.J. Othn,Obras completas, Fondo de Cultura Econmica, dos volmenes, 1997.
13
1897 cantndole a Jos Pen y Contreras, objeto de su
dedicatoria, quien era dramaturgo, mdico y senador:
T al teatro, a la clnica, al Senado;
yo a vegetar tranquilo y olvidado
en el rincn oscuro de mi aldea.
Mas hoy da, a un siglo de la muerte de Othn,
el encumbrado objeto de la dedicatoria es slo un
dramaturgo romntico entre tantos, mientras que el
autor de este ciclo rstico y pico se alnea entre los
astros de la poesa mexicana.
Hay que aadir en esta visin inicial de Othn
como poeta, que todava hoy es motivo de debates
acerca de numerosas estrofas y versos sueltos los
cuales, o l nunca public en libro, o los public
varias veces en revistas, retocndolos en cada ocasin.
Esto nos recuerda el caso de un pintor francs
que, en una exposicin de pintura impresionista, sac
su caja de pinturas al leo y comenz a retocar con
decisin uno de los cuadros expuestos. Cuando un
vigilante le dijo: Quin es usted, y cmo se atreve a
retocar una pintura en exposicin?, l contest: Yo
soy Pierre Bonnard, autor de este cuadro.
14
El vigilante le prohibi a Bonnard tocar, ni menos
retocar, ningn cuadro all expuesto. En cambio, nadie
poda impedir a Othn retocar interminablemente sus
sonetos, en busca del ms pequeo matiz adicional.
Por ello mismo, aunque Othn siempre viva
escribiendo, su produccin lrica no pas de dos o tres
lbumes publicados, pese a que dej manuscritos otros
tantos. Y, adems, dej slo anunciados los ttulos de
otros dos libros lricos: Poemas del odio y Poemas brutales.
Adems, su libro que l titul Pginas internas qued
disperso, mas don Joaqun Antonio Pealosa lo tiene
ya incluido en sus Obras completas. Seccin Poesa no
coleccionada.
Qu diferencia con muchos otros poetas de hoy,
cuyas obras son conocidas en edicin completa, y a
veces casi abrumadoramente completa, hasta en una
media docena de volmenes!
Por lo dems, mientras Othn lleg a firmar
muchas poesas un tanto dbiles, es autor de algunos
de los versos ms poderosos del Parnaso mexicano.
Bstenos recordar pasajes como:
15
El esqueleto rgido y monstruoso
de un muerto sol pesando sobre el mundo
(Las montaas picas, I)
Por tal motivo, nos concentraremos en estudiar la
creacin lrica de Othn, y dejaremos de lado por ahora
sus cuentos de espantos, novelas rsticas y novelas
cortas, en su mayora incompletas o extraviadas. Slo
aadiremos un ltimo captulo referente a sus seis
dramas escenificados y publicados, impresos casi
todos desde 1877 a 1886 (excepto dos, hoy perdidos), y
su nica comedia (La sombra del hogar), que se imprimi
en 1878.
Es cierto que Othn se inicia como dramaturgo
en 1877 con Herida en el corazn. Pero, como anota
acertado don Rafael Montejano y Aguiaga en su
magistral biografa de Othn, el poeta acab por
opacar al dramaturgo3.
MI PROSPECTO
He decidido estudiar primero los poemas mayores de
Manuel Jos Othn: Himno de los bosques (1891), Noche
3 Montejano y Aguiaga, Rafael, Manuel Jos Othn y su ambiente, San Luis Potos, Universidad Autnoma de S.L.P., 1984, reimpresin 2001, p. 76.
16
rstica de Walpurgis (1897), y En el desierto. Idilio salvaje
(1904). Los llamo poemas regios.
Analizo luego sus poemas de mediana amplitud,
que denomino principescos: Psalmo del fuego, Angelus
Domini, Pastoral, Las montaas picas, Oda a la inauguracin
del Teatro de la Paz y sus varias Elegas.
Completar luego mi anlisis de los Poemas rsticos
menores, as como el de otras poesas de especial
inters, aunque no las haya publicado el poeta durante
su vida. Los llamar joyas familiares.
Terminar aadiendo un breve captulo referen-
te a sus obras teatrales, las cuales curiosamente
fueron las que le dieron celebridad mientras viva, en
tanto que hoy da ya en su mayora estn olvidadas.
Y lo ms lamentable es que Othn ya tena en la
imprenta potosina de Bruno E. Garca un segundo
libro ordenado por l, titulado Nuevas poesas. Ya
estaba impreso en 1883. Empero, dentro de la misma
lnea de Edgar Allan Poe, no logr reunir un poco
de dinero para completar el pago de un libro suyo
ya impreso. En el caso del norteamericano, como
pasmoso contrapeso, la carta en que Poe lo comunic
17
as al editor, hace pocos aos fue subastada en muchos
miles de dlares.
Mas, en el caso de Othn, por fortuna el editor
no cumpli del todo la amenaza que haba hecho al
poeta de destruir toda la edicin ya terminada. El
licenciado Primo Feliciano Velzquez conserv un
ejemplar, que ya don Joaqun Antonio Pealosa ha
logrado rescatar para la posteridad en las citadas
Obras completas.
Gracias a esta edicin magnfica del poeta y
crtico que las edit en 1997, dos aos antes de morir,
hemos podido disfrutar de la poesa completa (hasta
donde cabe) de las 210 poesas que nacieron del
atormentado genio lrico de San Luis Potos, en cuya
Noche rstica de Walpurgis ha encontrado el suscrito un
extenso reflejo del Primero sueo de Sor Juana Ins de
la Cruz, que parece ser el primero en sealar.
Subraya gallardamente este centenario mortal de
Othn el poderoso MEMORIAL OTHONIANO que
el poblano maestro de poetas Salvador Cruz pone
a los pies del vate potosino para aadir una nueva
corona a dicho centenario. Lo ha tejido con relevante
18
habilidad. Son 17 sonetos en bronce mayor, los cuales
llevan al frente el siguiente
OFERTORIO
Dueo y seor de la rural escena:
te traigo mis saudades como pauta,
al tenue son de la silvestre flauta
del dios Pan o de Ttiro la avena4
4 Cruz, Salvador, MEMORIAL OTHONIANO, Homenaje en el primer centenario luctuoso del poeta Manuel Jos Othn. Puebla, diciembre de 2006. Es algo as como la propia Noche rstica de Walpurgis que entreteje don Salvador Cruz en honor de su precursor Othn.
19
CAPTULO I
SUS ALTIBAJOS VITALES Y EDITORIALES
Manuel Jos Othn es el escritor ms prestigiado
de San Luis Potos, donde nace el 14 de junio de
1858. Su resonancia tiene eco hasta en la capital de la
literatura espaola.
Ahora bien, surge una duda ocasionada por la
historia de esa ciudad. Cuando Mxico haba tenido
que ceder en 1848 todo Texas y la Alta California
a los Estados Unidos, el estado de San Luis Potos
qued situado en el centro estratgico de la repblica
y se volvi el eje de todas las actividades sociales,
polticas y comerciales del pas. Pero justamente por
su importancia, su capital, ocupada polticamente
por conservadores, sufri un saqueo ms terrible que
nunca en junio de 1858.
20
Pues bien, si la familia Othn viva en el nmero
225 de la calle llamada Diamante, Jimnez, o
bien Sacrista de Catedral, y haba provisto a los
conservadores diversos funcionarios, era probable
que ellos anduvieran temerosos a salto de mata
durante ese ao en que atacaba a la ciudad un temible
cabecilla liberal, el fronterizo Zuazua. Por ello,
Manuel Jos pudo haber nacido en pleno monte,
cerca de Ojo Caliente, S.L.P. Empero, la mayora
sostiene que naci en el domicilio de la familia5.
Es sintomtico saber que su padre, Jos Guadalupe
Othn, fue descendiente de alemn y de andaluza,
cosa que se refleja especialmente en las poesas
juveniles de Manuel Jos, en las que hay huellas del
romanticismo alemn y espaol. Por lo que hace a su
madre, Pudenciana Vargas originaria de Coahuila; ella
le infundi al poeta el amor a las cosas de la propia
tierra y del ms all, como se ve en sus poemas mayores.
5 Montejano y Aguiaga, op. cit. , p 34 s.
21
Manuel Jos curs en forma regular sus estudios
de bachillerato en el Seminario Guadalupano Josefino
de San Luis Potos, desde 1869 hasta 1875. Es sabido
que los seminarios eran los centros de educacin
media por excelencia en el siglo XIX mexicano. O
sea que muchos jvenes vean el seminario como un
excelente centro de cultura, y adems asimilaban en
l una buena informacin eclesial. All fundament
Manuel Jos su inspiracin del todo religiosa, y
descubri y cultiv su acendrado gusto por la lengua
latina. Por cierto, se dice que desde que termin la
primaria haba comenzado a estudiar latn con un
fraile franciscano.
A su vez, casi todo muchacho que deseaba hacer
una carrera relacionada con la literatura o con la vida
pblica, no vea la hora de trasladarse a cursar Leyes.
As lo hizo Manuel Jos en el Instituto Cientfico y
Literario de la capital potosina.
Posea el talento necesario para ser profesionista,
pero no para ser jurista, pero siempre le entusiasmaron
22
ms las revistas que trataban de las actividades
literarias de la capital del pas e inclusive de las de
Espaa, que los sesudos estudios jurdicos. Manuel
Jos viva ms en los teatros y salas musicales que en
las aulas. Bstenos decir que, durante su cuarto ao
de jurisprudencia, hay constancia de que acumul
ms de ciento treinta faltas de asistencia a clases.
De l se cuenta esa ancdota que a tantos uni-
versitarios les ha sucedido. Su novia, Josefa Jimnez
Muro, lo enfrent a un ultimtum: o te apuras a
terminar la carrera de abogado y a presentar tu
tesis profesional, o no hay boda. Inclusive hablaba
Josefa de un plan de irse a Espaa a profesar con las
Carmelitas Descalzas. Manuel, ya con cinco aos de
noviazgo con Josefa, reanud sus estudios y prometi
recibirse en menos de un ao..., o bien, de dos.
Finalmente se recibi de abogado en 1881
con una tesis que trataba del principal medio de
enriquecimiento que se conoca por entonces en la
zona centro norte del pas: De la hipoteca y el registro
sobre las acciones mineras. Regulacin antigua
Era ya el momento de casarse con Josefa, si bien
en un plan de absoluta austeridad.
23
Se cuenta, para colmo de lo inslito de la boda de
Othn, que cuando sus amigos lo esperaban en casa
de la novia para ir a la ceremonia en el templo de San
Sebastin, l no llegaba. Fueron los amigos a su casa, y
lo encontraron dormido. Valle Arizpe, con su picaresca
fantasa, declara que se haba pasado la noche en vela,
leyendo. La realidad fue que, tras las desveladas previas
al examen profesional, el da de la boda Manuel sufri
una recada de sus males bronquiales. Y es sabido que
le ocasionan sopor al enfermo.
Fue se un mal ao para Manuel. Su padre, quien
haba sido causa de interminables noches de desvelo
para el poeta, falleci un mes despus de que ste se
casara. El poeta estaba ya muy enfermo de enfisema
pulmonar y de irregularidad cardaca. En vez de
viajar en luna de miel, tuvo que guardar cama.
Pero, apenas pudo, procedi a desempearse como
abogado. Claro que trabajaba sin dejar su amada vida
bohemia, la cual aumentaba sus afecciones cardacas
y pleurticas, bajo las cuales fue marcada su carrera.
Y la enfermedad siempre encuentra la manera de
conectarse con la pobreza.
24
Pues Othn fue siempre poeta por esencia,
abogado por accidente, como ha sido peculiar de va-
rios otros relevantes escritores.
As, ya recorriera puestos de Juez del Registro
Civil en diversas cabeceras del estado, o ya viajara a
labores administrativas o incluso a declamar en otras
poblaciones sus poesas ms sonadas o algunos versos
de ocasin, siempre vivi achacoso.
LA ODISEA PROFESIONAL DE OTHN
Qu extrao fue el periplo de la vida profesional de
Othn! No por nada se autodenominaba abogado
de la legua.
Se habl de que, recin casado, le ofrecan el
Registro Pblico de la Propiedad, empleo jugoso que
nunca le otorgaron. De inmediato la pareja viaj a
Santa Mara del Ro para vivir l como juez de paz.
Qu tan incmodo se sentira all Manuel Jos, el
poeta de los inmensos campos, que en un par de aos
decide regresar a San Luis, pero cesante? Consigue
entonces un nuevo empleo de juez en Cerritos. Claro
que a los tres aos ya se est ahogando el poeta en su
25
oficina y renuncia al juzgado. Decide entonces viajar
a Guadalczar, y lo hace en varias ocasiones, sin duda
buscando algunas oportunidades de hacerse de algn
modesto capital, cosa que no consigue.
Regresa la pareja a San Luis Potos. All Manuel
Jos vuelve a la vida bohemia, sin empleo alguno.
Tngase en cuenta, como comenta tambin Montejano
(op. cit, p. 121) que Othn estaba inadaptado para
el ejercicio de la abogaca por su carcter franco,
bonachn y bohemio. Ni las letras le dieron para vivir
ni la profesin le satisfizo... Ni pudo jams morar
en un solo lugar, pues si encontraba los corazones
abiertos, en cambio topaba con los bolsillos cerrados.
No le quedaba ms remedio que emigrar. Y emigr.
Se convirti en frase de l (arriba citada) en
abogado de la legua6
Hasta se lleg a hablar de un intento de suicidio
bebiendo arsnico y casi ahogndose con el cido
carbnico que emanaban numerosos jarrones de
flores. Como es natural, este infundio lo fantase
Valle Arizpe.
6 Montejano y Aguiaga, op. cit., 121.
26
Como quiera que haya sido, comenta Montejano,
su inspiracin, lejos de las ciudades, tom la forma
original que le dio valor a su poesa (Ibdem, p. 128).
Por esa poca, sabe l de buenas perspectivas para
trabajar como administrador en Tula, Tamps., y all
van. Sin haber logrado nada, regresan a San Luis
durante tres aos, en el 94.
En el 97 vuelve a conseguir Othn un empleo de
juez de paz en Santa Mara del Ro. Mas el ansia de
viajar lo hace salir hacia Saltillo. En busca de algn
buen negocio, Othn decide pasar a Torren. Y su
odisea contina hacia Ciudad Lerdo, Dgo., de la cual
sali varias veces hacia los alrededores, en especial a
la Hacienda de No, propiedad de los Lavn.
Entonces el poeta se vuelve solo a San Luis, de-
jando a Pepita en Ciudad Lerdo. Y todava hizo viajes
a diversas ciudades entre 1904 y 1906. Todava el ao
1906, el de su muerte, titubeaba entre quedarse en
Ciudad Lerdo o venir a recitar su Elega a Rafael ngel
de la Pea en el teatro del Conservatorio de Mxico.
An as, el padre Montejano aade en su clsica
biografa (p. 111) que Manuel Jos no habiendo
27
tenido hijos propios supo hacer de padre a tres
sobrinos polticos, hijos de su cuado Antonio
Jimnez. l y Josefa firmaron las participaciones de
boda de su sobrina Felcitas.
Eso es lo que se llama vivir desposado con la
pobreza y dar al ms pobre lo que a uno mismo
le escasea. Montejano insiste con toda razn en la
paradoja de la vida de Othn:
En nuestro poeta advertimos una contradi-
ccin: voluntariamente se encerr en poblados
de segunda categora, y era feliz en el campo
donde, en el contacto con la naturaleza, enri-
queca y fortaleca su numen; pero, al mismo
tiempo, padeca una intensa aficin por las
grandes ciudades7.
Por su parte, el padre Pealosa nos da una clave
ms de dicho amargor de mi ostracismo:
La tensin constante y enfermiza de Othn,
que padeca tuberculosis, hallaba descanso y
alivio en la contemplacin de la naturaleza...
por prescripcin mdica pas una temporada
7 Montejano, Ibdem, p. 129. Cap. VI El amargor de mi ostracismo
28
de campo en El Salitre, preciosa quinta a una
legua de Tula8.
Los ingresos de Othn siempre fueron inferiores a
sus necesidades, y cuando intentaba realizar algunos
sencillos negocios entre la gente rica de Torren y de
Saltillo, el dinero se le iba de entre las manos.
En muy contadas ocasiones lleg a recibir ciertas
cantidades, pero entonces sala a relucir lo que l
mismo llamaba su carcter derrochador, carente de
facultad retentiva9. Acaso ese carcter derrochador
haya sido exhibido en las que con buen humor son
llamadas casas de salud. Lleg a escribir a su
esposa: Porque en materia de dinero soy, no un
Quijote, sino un... que viene a ser lo mismo10.
La enfermedad no le daba tregua. Ya en 1898,
tres una excursin por las sierras de Chihuahua, pas
un mes de reumas inflamatorias, sin movimiento ni
para comer, pues por manos ajenas yantaba... A un
gustazo, un trancazo11. Es difcil creer que Othn
8 Pealosa, J. A., en Montejano, op. cit., p. 132-133. 9 Montejano, loco citato, p. 118.10 M.J. Othn, Epistolario, Glosa, esquema, ndices y notas de Jess Zavala, Mxico, UNAM, 1946, p. 23.11 Montejano, op. cit., p 181.
29
haya decidido emprender una excursin por cumbres
heladas, exponiendo a lo peor su punto ms frgil:
los pulmones.
Cuando agrav fue en 1900. Le escriba a Pepita
desde Mxico: Estuve dos das en cama, pero no
por enfermedad, sino por miedo, pues haca un fro
horrible, y ya sabes que me dan unas bronquitis
horrorosas (Ibdem).
A esas pocas corresponde la ancdota que refiere
Alfonso Junco en su discurso Manuel Jos Othn en mi
recuerdo y en mi entraa12.
All cuenta que el poeta, cuando iba a participar
en un homenaje a Benito Jurez por invitacin del
general Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo Len, a
quien reconoca como su primero y nico mecenas,
coment que se senta dbil de la garganta. Por lo
dems, Othn nunca destac como recitador. Lea en
el teatro de manera deficiente, aferrando las manos
al papel contra la luz de las candilejas. Entonces don
Bernardo le recomend hacer grgaras de coac.
12 Junco, Alfonso, Othn en mi recuerdo y en mi entraa. En Memorias de la Academia Mexicana. Mxico, Tomo XVII, 1960. p. 72.
30
De qu?pregunta intencionadamente
Othn.
De coac.
No puedo, porque me las trago.
Estaba presente don Celedonio, padre de don
Alfonso Junco, y de inmediato le improvis este
epigrama:
Buen Manuel, para que hables
bien maana en el teatro,
tmate unas tres o cuatro
grgaras de las potables.
Justamente cuando haba acudido a la ciudad
de Mxico en 1906 con el fin de declamar para la
Academia Mexicana de la Lengua, en el Conserva-
torio, su Elega a la memoria del maestro don Rafael ngel de
la Pea, Manuel Jos fue vctima de una crisis tanto
pulmonar como cardaca.
As que, cuando apenas contaba 48 aos, regres
grave a San Luis Potos en 1906. Lleg a la casa de
su hermana Mara, pues su esposa segua en Ciudad
Lerdo. La llam a San Luis, prometindole que la
llevara a Tampico, a un clima clido. Pero, como
31
escribe Jos Lpez Portillo y Rojas, permaneci
varios das en su ciudad natal, retenido, quiz, por
un destino misterioso que quiso cavar su fosa al pie
mismo de su cuna13.
Fue entonces, estando ya grave, cuando le escribi a
su esposa este telegrama: No tengas cuidado. Quiero
vengas para irnos. Recibirs fondos. Escrbeme.
Montejano escribe: Lo del viaje fue pretexto:
la llamaba para que estuviera con l en sus ltimos
momentos14.
All, el da del cumpleaos de su esposa, acab
dndole, como trgico obsequio, su propio funeral.
La viuda del poeta, Josefa Jimnez, qued en total
penuria. Aos despus obtuvo del gobierno federal
una modesta pensin. En agradecimiento, ella puso
en manos del doctor Pedro de Alba todos los papeles
que conservaba de su esposo.
Esa acumulacin de versos y prosa fue publi-
cada en la SEP, en 1928, con el nombre de Obras de
M.J. Othn, en un conjunto del todo desordenado y
13 Lpez Portillo y Rojas, Jos, Obras, I, XXXIXIX.14 Montejano, op. cit., p. 185.
32
plagado de erratas. Por ello, don Francisco Gonzlez
Guerrero escribe que es preferible considerarlo
como inexistente.
As que nos quedamos con las Poesas completas
que le edit el doctor Pealosa, y con el libro
complementario de Jess Zavala, Manuel Jos Othn,
Epistolario, de 194615.
Ya se ve que la vida del vate supremo de San Luis ha
quedado satisfactoriamente dilucidada por la esmerada
y amorosa labor de don Rafael Montejano y Aguiaga,
quien, despus del concurso del Cincuentenario
de la muerte de Othn (1956), ha sufrido un grave
desaire al participar en el certamen del Centenario
de su nacimiento (1958). Particip en el certamen
Francisco Estrada, pero fue declarado desierto.
Toda nuestra admiracin para don Rafael
Montejano, bigrafo sumo de Othn, y para don
Joaqun Antonio Pealosa, recopilador de sus Obras
completas en dos volmenes, los cuales dan as un total de
1134 pginas: el primero, con 573; el segundo con 561.
15 Manuel Jos Othn, Epistolario. Glosa, esquema, ndices y notas de Jess Zavala. Mxico, UNAM, 1946.
33
LOS INFORTUNIOS EDITORIALES
Nos preguntamos por qu motivo Othn, quien
toda su vida la pas retocando sus propias poesas y
corrigindolas de nuevo cada vez que decida publicar
una de ellas en alguna revista literaria o hasta en algn
diario importante, haya elaborado una coleccin de
sus primeras creaciones juveniles en un libro cuyo
manuscrito conserva la Universidad Potosina.
En un ejemplar copiado a mano, ese libro inicial
de Othn se denomina Ensayos poticos, y est fechado
en 1879. Suma 92 pginas numeradas y forma un
libro manuscrito, que se conserva empastado. Un ao
despus saldra a la luz con el ttulo de Poesas.
Don Joaqun Antonio Pealosa16 seala que ese
libro inicial se alnea decididamente bajo el rubro
del romanticismo. Era lo que poda esperarse de un
pecho sensitivo y joven sumido en la moda literaria
de finales del siglo XIX.
Los tpicos peculiares de la poca eran, como lo
especifica el mismo crtico, fides, amor, Patria. Tanto los
16 Idilio salvaje, de Manuel Jos Othn. En Memorias de la Academia Mexicana de la Lengua, Tomo XVII, Mxico, 1960. p. 61 ss.
34
asuntos como los desmayos de los vates de la poca
giran entre esos tpicos apasionados: el Creador, la
mujer y la patria.
Pues bien, la ocasin para que Othn reuniera su
primer centenar de pginas lricas es la siguiente. Por
ese tiempo, don Victoriano Ageros buscaba entre la
juventud potosina a algn talento lrico prometedor.
Todos los jvenes de la bohemia le sealaron a
Manuel Jos Othn.
As fue como, a peticin de Ageros, qued reunido
el librito inicial de Othn, titulado Poesas, y formado
por dos partes contrastantes. La primera parte se
titula Violetas y contiene 35 poemas breves. En cambio,
la segunda, denominada Leyendas y poemas, encierra seis
piezas narrativas, todas de enorme dramatismo, cada
una compuesta por media docena de pginas o pocas
ms. Se edit en San Luis Potos, en 1880.
Muy pronto se declar insatisfecho Othn con
este su libro de primicias juveniles, en el cual an no
se manifestaba la originalidad de su talento lrico.
Inclua, en cambio, las narraciones poderosas que
Othn gustaba crear por entonces. Su emotividad
35
estremecedora nos recuerda mucho a las Leyendas de
Bcquer.
Por el contrario, cuando ocho aos despus llev
a la imprenta su nuevo libro con el nombre de Nuevas
poesas, impreso en 1888, fue el poeta mismo quien no
logr su publicacin, pues no pudo reunir el importe
de la impresin.
Adems, dej al nivel de proyecto sus Poemas del
odio, y Poemas brutales. En carta a Juan B. Delgado17
refiere que la primera serie proyectada ya estaba
escrita en parte, y que en cambio la segunda estaba
slo en proyecto. Bajo esos ttulos tengo la impresin
de que se trataba de piezas que seguan la citada
tendencia de las baladas romnticas de Bcquer, as
como de los poemas patticos de Espronceda, Nez
de Arce y el Duque de Rivas.
Al mismo gnero pertenece El canto de Lodbrok,
escrito en 1882, que cierra la serie de sus Nuevas poesas
de 1888, al igual que los inditos cantos El lago de los
muertos (de 1879) y el poema fantstico El viaje del alma,
que en los manuscritos de la Universidad Autnoma
17 En el Epistolario citado. Carta del 22 de noviembre de 1901.
36
Potosina se titula tambin Caminos eternos.
As que el nico libro publicado a su gusto por
Manuel Othn fue el titulado Poemas rsticos, su obra
maestra de 1902, que probablemente le patrocinaron
sus amigos de la ciudad de Guadalajara, tales como
don Jos Lpez Portillo y Rojas. A esa ciudad dedica
el volumen. En l concentraremos principalmente los
anlisis estilsticos de esta obra.
37
CAPTULO II
POEMAS REGIOS: EL HIMNO DE LOS BOSQUES
Conocamos ya el gusto de Othn por desplegar escenas
dramticas en largos poemas, como los de la parte final
de su primer libro de Poesas, editado en 1880.
Despus emprendi en sus Nuevas poesas de 1883,
una mesurada depuracin del dramatismo romntico
inicial cuando, por ejemplo, crea su balada La noche
buena en un estado de fra depresin, y cuando le dirige
un enrgico soneto A Augusto Comte, donde le espeta:
Esa es tu pena!
por un sabio hay mil tontos que a porfa
unen a ti su voz.
Queda subrayado su despertar al modernismo
cuando ha apuntado a la deshumanizacin del
arte. Podemos destacar las estrofas y pasajes ms
38
majestuosos de Othn, como cuando concluye al
entonar su soneto Morituri te salutant:
Bien venido y acrcate, Progreso!...
La humanidad que muere te saluda.
Pero de pronto vemos que el Othn ya asomado
al modernismo se decide a combinar su entusiasmo
hacia la escena narrativa con el cincel certero del vate
atildado.
Aqu surge la famosa anttesis interna de Othn
que apunta certero Evodio Escalante: No podra
sugerirse, por ms que esto pueda rayar en la paradoja,
que Othn se vuelve moderno en la medida en que se
opone al espritu de su tiempo?18. Y Evodio contina
citando a Amado Nervo, quien declara que el Othn
que prefiere es el parnasiano (entindase: el autor de
castigadas composiciones de tpico corte buclico)19.
Y as nacen tres poemas mayores: el Himno de los
bosques, de 1890-91, la Noche rstica de Walpurgis, de 1897,
y En el desierto. Idilio salvaje, de 1904. Es hora de saborear
las bellezas de cada uno.
18 Escalante, Evodio, El dios en el precipicio. La poesa de M.J. Othn, S.L.P. Biblioteca othoniana, 3. 2006, p. 22.19 Escalante, Evodio, Ibdem, p. 33.
39
Comencemos por el Himno de los bosques. Es sabido
que lo dedic Othn en 1891 al entonces goberna-
dor de San Luis Potos, don Carlos Dez Gutirrez.
Le escribe que el poemita (as se autodenigra el
genial vate) naci luego de leer a Manuel Puga y
Acal (Brummel), quien anota que se quejaba de no
encontrar en Mxico un poeta que comprendiera,
amara y describiera la naturaleza20.
Por lo dems, debe recordarse el famoso ensayo
de Othn titulado El padre Pagaza21, donde se
declara un fiel admirador de este poeta mexiquense,
y lo elogia ampliamente: De qu manera la poesa
de Pagaza se ha abierto amplio espacio en el campo
de las hispanas letras... La voz dulce y acariciadora de
esa poesa, cuando lleg por primera vez a acariciar
mis odos... (Yo) abra el libro de Pagaza... y lea y lea
y lea... Y lleg a tal grado mi entusiasmo y amor por
la buclica, que despertse en m la ya dormida y casi
muerta inspiracin, y escrib, escrib versos a los que
intent dar sabor y colorido campestres.
20 Carta de Othn al gobernador Carlos Dez Gutirrez, S.L.P., 1891.21 Publicado en La repblica literaria, Mxico, marzo 1889, pp. 538-542.
40
Artemio de Valle Arizpe afirma que el citado
gobernador le haba prometido al poeta una copa por
cada diez versos del poema. Es una total deformacin
del autor del Anecdotario de M.J. Othn, uno de los libros
ms plagados de trampas maliciosas. Se debe a
la inquina de un escritor que pretende acrecentar el
dudoso prestigio propio con el ataque soez a otro
escritor mucho ms encumbrado que l.
Coincidimos del todo con Marco Antonio
Campos, en que una cosa es real: entre Valle Arizpe
y Alfonso Toro (estara de acuerdo Montejano)
parece haber existido una contienda para ver quin
escriba la mejor obra de ficcin sobre el amigo22.
En efecto, es sabido que Othn gustaba de acu-
mular los brindis, pero nunca habra compuesto un
poema de esta calidad si hubiera estado envuelto en
los vapores bquicos. Por lo dems, el poeta lleg
a acumular tal cantidad de correciones para cada
verso, que ello no correspondera a una produccin
realizada bajo impulsos simplemente festivos.
22 Campos, Marco Antonio, El San Luis de M.J. Othn, Biblioteca othoniana, 1. 2006, p. 39.
41
Y, dato fundamental, Valle Arizpe conoci a un
Othn en los ltimos aos de su vida, ya cuando el
confesado vicio del vino estaba muy menguado en l.
Adems, esta composicin es una serie de cuadros
que van describiendo el concierto de un da tropical.
Es demasiado resplandeciente para ser fruto de las
grgaras potables.
En un enfoque certero, el poeta Marco Antonio
Campos ha escrito que el Himno de los bosques es una
de las maravillas rtmicas de la lengua espaola. Una
maravilla de maravillas... Para conseguir una sinfona
verbal semejante, el joven director de orquesta escuch
en minucia cada instrumento que tocan los seres del
orbe vegetal y animal en el mbito de los bosques a
fin de recobrarlos en endecaslabos armnicos23.
Qu soador acento horaciano resuena desde la
primera estrofa del soneto inicial de este himno!:
En este sosegado apartamiento,
lejos de cortesanas ambiciones,
libre curso dejando al pensamiento,
quiero escuchar suspiros y canciones.
23 Campos, Marco Antonio, Ibdem, pp. 5759.
42
Este incipit de Othn con la variante inicial
vengo a escuchar suspiros y canciones es, con toda
seguridad, tambin el inicio del podo II de Horacio:
Beatus ille qui procul negotiis (Dichoso aquel que lejos de
inquietudes).
Es curioso que don Gabriel Mndez Plancarte
no haya sealado en su Horacio en Mxico24 las huellas
horacianas de esta inspirada introduccin, mientras que
s localiz al Horacio del Exegi monumentum aere parennius
(Oda III, 30, 1), en el soneto Al seor general Daz. Me
refiero al segundo y cuarto versos de esa convencional
poesa Paladn, caballero... de 1906. All leemos:
erigiste, seor, un monumento (...)
aere perennius, contra el mar y el viento25.
El ms de la UAP seala una serie de variantes.
En las Poesas completas leemos: Estrofa ardiente de los
antros brota. Y all se seala la variante: De los senos. En
el prrafo II del poema, Othn dio dos versiones de
sus versos 3 a 5. La edicin publicada dice:
24 Mndez Plancarte, Gabriel, Horacio en Mxico, UNAM, 1937.25 Othn, M.J., Poesa(s) completa(s) citadas, p. 43.
43
Los mochuelos ocltanse medrosos
en las ruinas, y exhalan los alcores
sus primeros alientos deleitosos.
Y en el ms de la UAP se lee:
El mochuelo a sus antros cavernosos
va a esconderse, y derraman los alcores
los primeros perfumes deleitosos.
Es sorprendente que tantas variantes en cada
verso, no cambien la vivencia lrica y la emocin
penumbrosa, sino slo ciertas minucias de la
inspiracin. Y ello se debe a que, para Othn, el
verso es la msica del idioma. Y en cada estrofa la
rima era su preocupacin constante. As transcribe
Montejano en su magnfico libro citado26.
Luego, al iniciarse el prrafo III, admira el lector
todo el orquestal podero del Othn de las pocas
en que se complaca en poemas como La loca de las
olas, de 1879. Ahora, ya en 1891, Othn canta con
un seero entusiasmo:
26 All cita unos Recuerdos de M.J. Othn en Tula, por el maestro Manuel Villarreal Ortiz.
44
All, tras las montaas orientales,
surge de pronto el sol como una roja
llamarada de incendios colosales,
y sobre los abruptos peascales
ros de lava incandescente arroja.
Despus, en la segunda silva del mismo prrafo
III, nos sorprende por ensima vez el gusto de Othn
por ir variando verso tras verso. As es un cuarteto
en la versin dada a la revista El Estandarte en 189027:
Bala el ganado que al majuelo llevan
silbando los pastores mansamente,
pacen los bueyes y mugiendo abrevan
en las lmpidas ondas de la fuente.
Mas la versin definitiva de 1891 opta por estos
acordes, igualmente polcromos:
Mugen los bueyes que a los pastos llevan
silbando los vaqueros, mansamente,
y perezosos van , y los abrevan
en el remanso de la azul corriente.
27 Redaccin inicial en la revista El estandarte, S.L.P., 1890, antes de la definitiva, de 1891, dedicada al gobernador Carlos Dez Gutirrez.
45
Y todava contina el bardo potosino variando
algn acento y matizando algn epteto. Es cierto
que en 1890 haba anotado:
Arrojan las campanas de la aldea.
Mas en 1891 asume un humor juguetn y tintinea as:
Forman las campanitas de la aldea...
Surge luego el prrafo IV. Othn sigue compla-
cindose en retocar el acorde de algn endecaslabo.
El verso 12 deca primero:
Las ureas puntas de la espiga blonda.
Un ao despus vibra as:
rozando apenas las espigas blondas.
Los versos 16-17 sonaban as en 1890:
Y sobre la onda de cristal fundido
caen los escarabajos de colores.
Pero al ao siguiente ya tiene esta nueva resonancia:
sobre el glido estanque adormecido
zumba el escarabajo de colores,
Y luego, todava leemos otra travesura del poeta.
Antes deca en el verso 22:
El manantial palpita y gorgorea.
46
Mas ya en 1891 juguetea as:
El limpio manantial gorgoritea
A tal grado era minucioso el vate para bordar los
perfiles de un endecaslabo, que as ha ido formando
aqu una de las ms rotundas cosechas de la poesa
buclica de nuestro continente.
Cuando proced a revisar el prrafo V, me com-
placi leer un pasaje en que Manuel Jos aproxima
traviesamente las rspidas lagartijas a las roncas
cigarras que pasean por la gloga II de su amado
maestro Virgilio. Othn canta en estos versos:
y las ondas armnicas desgarra,
con desacorde son, el chirrante
metlico estridor de la cigarra.
Corre por la hojarasca crepitante
la lagartija gris;
Es una de las mismas juguetonas lagartijas de
Virgilio en el pasaje donde canta:
Nunc virides etiam occultant spineta lacertos...
Raucis / sole sub ardenti resonant arbusto cicadis
(gl. II, 9 y 13).
47
(An ahora las espinas ocultan a los verdes
lagartos... Bajo ardiente sol resuenan arbustos
con roncas cigarras).
Podemos imaginarnos aqu al slido compositor
Miguel Bernal Jimnez, cuando compona las osadas
pginas de su cantata El himno de los bosques, creando los
ms rspidos y poderosos pasajes orquestales una vez
que hubo ledo el episodio conclusivo de este prrafo V.
Al ser gloriosamente estrenada esta obra en
Morelia, se oy al actor dramtico Narciso Busquets
leer con su magnfica voz de bartono el pasaje
culminante de la partitura de Bernal:
En tanto yo, cabe la margen pura,
del bosque por los sones arrullado,
cedo al sueo embriagante que me enerva
y hallo reposo y plcida frescura
sobre la alfombra de tupida hierba.
AGONA SINFNICA EN EL BOSQUE
Hasta aqu haba llegado la msica instrumental de
Bernal Jimnez para este Himno de los bosques de Manuel
Jos Othn. Por cierto que all escribi Bernal pasajes
48
tan angustiosos, que parecen transparentar el decado
estado de su salud.
El compositor escriba en el acogedor saloncito
que le haban preparado en Len, Guanajuato los
familiares de su esposa Kitty para que estuviera a sus
anchas durante las vacaciones veraniegas de la Loyola
School of Music en la Universidad de Nueva Orleans,
donde l era director.
Era el 28 de julio de 1956. Don Miguel sinti
fuerte opresin en el pecho y sali a la calle para
golpear a la puerta de sus suegros, que vivan all
enfrente, cruzando la calle.
Cuando el seor Macouzet abri su puerta, el
compositor ya se haba desplomado en plena banqueta,
vctima de un infarto masivo. Su corazn no resisti
que l volviera a Mxico slo para trabajar jornadas
dobles, tanto como maestro cuanto como compositor.
Si haba sido un enfisema pulmonar el que haba
atrapado al poeta Othn a sus 48 aos en 1906,
fue un infarto cardaco el que, medio siglo exacto
despus, ahog al compositor Bernal Jimnez todava
ms joven, a los 46. Paralelos ante el arte, paralelos
ante la muerte.
49
EPLOGO DECLAMADO
A continuacin, el prrafo VI es una especie de scherzo
donde tintinean pasajes como el inicial:
Trepando audaz por la empinada cuesta
y rompiendo los speros ramajes,
llego hasta el dorso de la abrupta cresta,
donde forman un himno a toda orquesta,
los gritos de los pjaros salvajes.
Con los temblores del pinar sombro
mezcla su canto el viento, la hondonada
su salmodia, su alegre carcajada
las cataratas del lejano ro.
Y aqu y all contina esa inagotable algaraba
musical que pocos vates han hecho resonar mejor
que Othn:
y al mirarle por tierra destrido,
expresin de su clera sombra,
aterrador y lgubre graznido
unen a la tremenda sinfona.
El creador de aquellos efectistas dramas como
Despus de la muerte, hace desarrollar esos mismos
50
efectos al huracn y al terremoto, para cerrar el
pasaje VI:
Se desgaja el esplndido follaje
del viejo tronco que al rajarse cruje;
el huracn golpea los peones,
su ltima racha entre las grietas zumba
y es su postrer rugido de coraje
el trueno que, alejndose, retumba
sobre el desierto y lbrego paisaje...
Si analizamos esta sinfona verbal que es el Himno
de los bosques, encontramos que su conclusivo prrafo
VII, en forma paralela a la introduccin musical
del movimiento cumbre de la Novena Sinfona de
Bethoven (Coral), es una recapitulacin de las vivencias
magnficamente sonoras que la obra ha recorrido. Se
puede decir que ya no necesitaba ms msica que su
propio contenido verbal. Y suena as:
Son las ltimas notas del concierto
de un da tropical (...)
Ya empiezan melanclicos los grillos
a preludiar en el solemne coro (...)
y la balada azul, la precursora
51
de la noche tristsima y sombra...
Todo ese inmenso y continuado arpegio,
Y Othn todava tiene aliento para crear un pa-
saje culminante que sin duda el compositor Bernal
Jimnez ansiaba convertir en un coro magnfico
para voces y orquesta. Se lo habr llevado al Paraso
dentro de su fantasa:
Y en el instante mstico en que al cielo
el ngelus se eleva, condensando
todas las armonas de la tierra,
el himno de los bosques alza el vuelo
sobre lago, colinas, valle y sierra;
y al par de la expresin que en su agona
la tarde eleva a la divina altura,
del universo el corazn murmura
esta inmensa oracin: Salve, Mara!
Para el uncioso corazn de Manuel Jos, nada
mejor para culminar su Himno de los bosques, que un
impulso hacia el ms all.
52
CAPTULO III
DEL PRIMERO SUEO DE SOR JUANA
A LA NOCHE RSTICA DE WALPURGIS
Ya veamos que, en su Himno de los bosques, le nace
espontnea a Othn la descripcin de todo un da
en pleno bosque a travs de los siete episodios que
acabamos de analizar.
All brota fluidamente de la fantasa de Othn
la sucesin de episodios del pleno da, del atardecer
y del anochecer, hasta formar toda una sinfona de
una jornada estival en medio de la hojarasca boscosa!
Ello se insertaba en el decidido gusto de Othn
por referir escenas dramticas en largos poemas. Lo
desarroll desde su libro inicial Poesas, de 1880, cuya
segunda parte, titulada Leyendas y poemas, ya
hemos dicho que despliega extensas narraciones de
poderoso ambiente romntico.
53
Pues esto mismo esperbamos encontrar en la
Noche rstica de Walpurgis. Inclusive eso sugiere el ttulo
que inicialmente haba dado Othn a esta obra: La
noche de las selvas. Sinfona dramtica.
Empero, en este ciclo cincelado de abril a mayo
de 1897 en la pequea poblacin de Cerritos, y
por cierto sin la necesidad habitual en Othn de
dedicar semanas enteras al cincelado de cada soneto,
sino slo uno o dos das, no hay ya una sucesin
directamente narrativa.
Es ms bien un desfile de miniaturas refinadas
y modernistas. Dice bien Hugo Gutirrez Vega:
Othn, enemigo jurado de los modernismos,
prob la justicia del refrn que afirma que ms
pronto cae un hablador que un cojo y, para nuestra
fortuna, dej que el virus modernista se metiera por
la puerta entreabierta e infectara maravillosamente
algunas de sus obras28. Lo que aqu nos topamos
es una magistral sucesin de 22 sonetos iridiscentes
y polcromos, que describen la noche de brujas (30
28 Gutirrez Vega, Hugo, Acercamientos a Manuel Jos Othn. Biblioteca othoniana, 2. S.L.P., 2006, p. 22.
54
de abril), que se menciona en el Fausto de Goethe.
Mas aqu nos acecha un hallazgo absolutamente
inesperado.
Othn se ha acordado del Primero Sueo de Sor
Juana, en cuanto que es ste un ciclo en que el vate se
sumerge en las sombras de la noche para experimentar
serenamente sus diversas emociones.
A continuacin musita sus temores. Y final-
mente se regocija del retorno de la aurora y de las
actividades diversas del pleno nuevo da, que lo relaja
de los escalofros de la noche.
Nos encontramos ante una especie de vela de las
armas de un caballero que se lanzar das despus a la
lucha contra las injusticias del mundo. Claro que, con
la actitud pattica que complace a Othn, desde sus
primeros versos convoca a su encumbrado amigo el
mdico, dramaturgo y senador Jos Pen Contreras.
As lo proclama calurosamente la inicial Invitacin
al poeta:
Coge la lira de oro y abandona
el tabardo, desclzate la espuela,
deja las armas, que para esta vela
no has menester ni daga ni tizona.
55
As Othn comienza con este primer fragmento
magistral del teln de fondo:
T que de Pan comprendes el lenguaje,
ven de un drama admirable a ser testigo.
Ya el campo eleva su cancin salvaje;
Venus se prende el luminoso broche...
Sube al agrio pen, y oirs conmigo
lo que dicen las cosas en la noche.
El vate recuerda entonces el misterioso inicio del
Primero sueo, donde canta Sor Juana:
Piramidal, funesta, de la tierra
nacida sombra, al Cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las Estrellas;29
SURGEN LAS SOMBRAS
Y l no se quiere quedar atrs de los cultismos de
Sor Juana. Ante todo, se acuerda de que ella es una
privilegiada latinista en hexmetros como aquel del
Neptuno alegrico:
29 Sor Juana Ins de la Cruz, Primero sueo, Obras completas, Tomo I, Lrica personal. Mxico, FCE, 1951, p. 335.
56
Clarus honor caeli mirantibus additur astris30
(El claro honor del cielo a los astros pasmados
se aade).
Y decide titular a su soneto II Intempesta nox (esto
es, en el latn de Virgilio, Noche desfavorable,
avanzada). Y entonces canta exttico:
Media noche. Se inundan las montaas
en la luz de la luna transparente
que vaga por los valles tristemente
y cobija, a lo lejos, las cabaas.
Y, si Juana Ins comenz a cantar los misterios
de la noche evocando una piramidal sombra, Othn a su
vez se refiere a otros rsticos misterios, y proclama
que lanzas de plata en el maizal las caas /semejan al
temblar. El vate vibra luego a tono con las sutilezas de
los pasajes sucesivos de Sor Juana, la cual canta all:
si bien sus luces bellas
exentas siempre, siempre rutilantes
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la pavorosa sombra fugitiva (vv. 5 ss.)
30 Idem, Neptuno alegrico, epigrama I. En Obras completas, Tomo IV, Comedias, Sainetes y prosa, Mxico, FCE, p. 388.
57
En su turno, Othn murmura en su soneto III,
El (h)arpa, o bien El rbol:
Cuando, como a travs de fino encaje,
el rayo de la luna tremulento
pasa, desde el azul del firmamento,
la verde filigrana del follaje,
desbartase en haz de vibradores
hilos de luz que tiemblan, cual taidos
por un plectro que el cfiro menea.
Luego, lo que Sor Juana invadiendo terrenos
musicales llama meldicamente Este, pues, triste
son intercadente, Othn lo denomina con una
intencin an ms canora, eligiendo un instrumento:
(H)arpa inmensa del campo! Sobrecogedora ha
sonado luego Juana Ins al esbozar este paisaje:
En los del monte senos escondidos,
cncavos de peascos mal formados (...)
cuya mansin sombra
ser puede noche en la mitad del da, (vv. 97 ss.)
Othn, a su vez, canta con voz tenue en su soneto
IV, El bosque:
58
Bajo las frondas trmulas e inquietas
que forman mi baslica sagrada,
ha de escucharse la oracin alada,
no el canto celestial de los poetas.
Y volvemos luego hacia el soneto V, El ruiseor.
Sor Juana cant acerca de las aves en la noche, con
estos versos:
Y en la quietud del nido,
que de brozas y lodo instable hamaca
form las ms opaca
parte del rbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta, alado movimiento. (vv. 123 ss)
Othn toma aqu una direccin opuesta. l
proclama los muchos acentos del ruiseor nocturno
que lleg inclusive a dar consuelo al dulce Rab de
Galilea:
Todo eso hay en mis cantos. Me enamora
la noche; de los hombres soy delicia
y paz, y, entre los rboles cubierto,
slo yo alc mi voz consoladora
con una blanda y celestial caricia
cuando Jess agoniz en el huerto.
59
PAUSA LUMINOSA
El soneto VI, El ro, es, decididamente, junto con
el numerado como VIII, un parntesis dentro del
paralelo de esta Noche rstica con el Primero Sueo. Othn
desborda aqu una efervescencia de metonimias y
metforas:
Soy vuestro padre el ro. Mis cabellos
son de la luna plidos destellos,
cristal mis ojos del cerleo manto.
Es de musgo mi barba transparente,
palos desledos son mi frente
y risas de las Nyades mi canto.
Y, aunque Othn se est alejando un poco del
poema de Sor Juana, todava en el soneto VII, Las
estrellas31, recuerda este pasaje del Sueo:
... aqullas
que intelectuales claras son Estrellas, (...)
en s, maosa, las representaba
y al alma las mostraba.
31 Titulado Canto de las estrellas en El estandarte.
60
La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial sr y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto Ser, centella
que con similitud en s gozaba; (vv. 295 ss.)
Othn parece recordar el contenido trascendente
de esta participada de alto Ser, centella por ser
Dios, en las mentes humanas, que Juana Ins ha
cantado en este pasaje, y entonces tanto la monja
como el vate deciden subrayar aqu la alta dignidad
del espritu humano. Y es all cuando Othn entona
su deslumbrante soneto Las estrellas:
Quin dice que los hombres nos parecen,
desde la soledad del firmamento,
tomos agitados por el viento,
gusanos que se arrastran y perecen?
No! Sus crneos que se alzan y estremecen,
son el ms grande asolador portento:
fraguas donde se forja el pensamiento
y que ms que nosotras resplandecen!
61
Bajo la estrecha cavidad caliza
las ideas en gnea llamarada
fulguran sin cesar, y es, ante ellas,
toda la creacin polvo y ceniza...
Los astros son materia... casi nada!
y las humanas frentes son estrellas!
En este soneto la participada de alto ser centella
de Sor Juana se ve reflejada en las fraguas que ms
que nosotras resplandecen.
Tan fulgurante soneto merece que lo inter-
pretemos en el latn inmortal del gusto medieval
que Juana Ins cultivaba en varios villancicos, unos
navideos y otros mariolgicos, todos ellos medidos
de odo y rimados:
Quis dicit viros nobis simulare,
A solitdine inde firmamenti,
Atomos quos furtivi gitant venti,
Vermes nati perire atque reptare?
Non! Cranei eriguntur, agitantur,
mximum sunt irradians mirculum,
officina ut forgetur cogitatio
62
unde plus vobis lux irradietur!
Subter vacuum cranei subtilis
Ideae, sicut flammae urentes belle
Flgurant indefesse, et coram illis
Totus mundus est pulvis et est cinis...
Sdera sunt materia!... Nil fere!
At sublimes humanae frontes stellae.
Una apacible pausa es a continuacin el soneto
VIII (El grillo) que es llanamente una tierna
evocacin de la infancia:
Luces, flores, perfumes, armonas,
sueos...
EL PAVOR RETORNA
Y vuelve Othn a recordar El sueo en su soneto IX
(Los fuegos fatuos). Sor Juana evocaba as las
ttricas sombras nocturnas:
En los del monte senos escondidos,
cncavos de peascos mal formados
de su aspereza menos defendidos
que de su oscuridad asegurados, (vv. 97 ss.)
63
Y as lo refleja hoscamente Othn:
Bajo los melanclicos saces
que sombrean el ftido pantano
y en la desolacin del muerto llano
sembrado de cadveres y cruces,
Llegamos al soneto X (Los muertos) de Othn.
La evocacin del Sueo es tenue, pero inconfundible.
Sor Juana cantaba as a la muerte:
El alma, pues, suspensa (...)
no, a los de muerte temporal opresos
lnguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo, (vv. 190 ss.)
Y, por su parte, Othn lo canta como queja de
los muertos mismos dirigida a los propios deudos
supervivientes mientras son rodos por los gusanos:
Si oyerais el roer de los gusanos
en el hondo silencio, cmo espanta,
sintirais oprimida la garganta
por invisibles y asquerosas manos.
64
Y escuchamos luego el murmullo del soneto XI
(Las aves nocturnas). Sor Juana ya haba cantado
en torno a ellas:
del orbe de la Diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta, (...)
sumisas slo voces consenta
de las nocturnas aves,
tan oscuras, tan graves,
que aun el silencio no se interrumpa.
(vv. 10-20 ss.)
Con el mismo acento aterrador, dicen las aves
nocturnas del soneto XI de Othn:
A seguir a los pjaros perdidos
de la arboleda entre la sombra oscura
y con la garra ensangrentada y dura
a darles muerte y a asolar sus nidos!
Llega aqu el soneto XII, Intermezzo (llamado por
otro nombre El poeta). Se refiere al aquelarre.
Las aves y dems fieras nocturnas han seguido
proliferando en El sueo:
65
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas hierba, (...)
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficosas, digo,
atrevidas Hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas.
(vv. 39 ss.)
Y Othn vuelve insistente en su respectivo soneto
sobre ellas y sobre el propio demonio, que la gente
del campo llama desenfadadamente El Vaquero
Marcial:
Tras nahuales y brujas el coyote
ulula clamoroso, y aletea,
sobre negro pen, el tecolote.
La lechuza silbando horrorizante
se junta a la fatdica ralea
y el Vaquero Marcial llega triunfante!
El aquelarre se expande en el soneto XIII (Las
brujas). Ya El sueo contena vagos antecedentes de
amantes atormentadas:
66
Con tardo vuelo y canto, del odo
mal, y aun peor del nimo admitido,
la avergonzada Nictimene acecha (vv. 25 ss)
y entre ellos, la engaosa encantadora
Alcione, a los que antes
en peces transform, simples amantes,
transformada tambin, vengaba ahora,
(vv. 93 ss)
Pero Othn no muestra menos energa al hacer
ganguear a estas mefticas criaturas:
Sin ojos, pues as se ve en lo oscuro,
como ven los murcilagos, yo vuelo
hasta escalar del camposanto el muro.
Trae un cadver fro como el hielo.
Yo a los hombres dar del vino impuro
que arranca la esperanza y el consuelo.
El soneto XIV (Los nahuales) es uno de los
pocos que no contienen antecedentes en El sueo.
En ste, Sor Juana se eleva desde la tierra hasta el
firmamento, pero no desciende al reino infernal. El
terceto final suena as en Othn:
Oh, representacin de los mortales!,
67
mostrad aqu vuestro asombrado gesto
en la danza infernal de los nahuales.
ESPLENDORES MATUTINOS
Por el contrario, el soneto XV (El gallo), s vena
ya anunciado en El sueo. Nos parece, incluso, que
Othn se enamor de la metfora capital del clarn
con que Sor Juana personifica el canto del gallo al
amanecer. Juana Ins cantaba:
tocando al arma todos los saves
si blicos clarines* de las aves
(diestros, aunque sin arte,
trompetas sonorosos), (vv. 920 ss.)
Y Manuel Jos canta con similar euforia en su
soneto XV:
Hombre, descansa. De tu hogar ahuyento
el nocturno terror y estoy en vela.
Sombras de muerte cuyo soplo hiela
con mi agudo clarn* os amedrento. (...)
Ya pondr fin a su croar la rana,
y yo, con alegrsimo sonido,
entonar la jubilosa diana.
*Subrayado del autor
68
El soneto XVI (La campana) es todo un clamor
de victoria en que Othn vuelve a aludir a Sor Juana.
No bien amanece, la campana proclama:
... La muerte est vencida,
ya en todo se oye palpitar la vida,
ya el surco abierto la simiente espera.
Pero, a rengln seguido, nos evoca la sentencia
medieval de enrgico colorido:
Vivos voco, mortuos plango, fulmina frango.
(A vivos convoco, a muertos sollozo, los rayos
destrozo).
Othn la formula as:
Convoco a la plegaria a los vivientes,
plao a los muertos con el triste y hondo
son de sollozo en que mi duelo explayo.
Mas esto no es todo. El vate se acuerda aqu de un
poderoso hexmetro de Virgilio, el cual le servir para
formular el ltimo terceto de este soneto magnfico:
Luctantes ventos tempestatesque sonoras
(Eneida, I, 53; I, 80)
(Luchantes vientos y tempestades sonoras).
69
Y entonces Othn canta:
Y, al tremendo tronar de los torrentes
en pavorosa tempestad, respondo
con frrea voz que despedaza el rayo.
Llega luego el soneto XVII (La montaa). Sor
Juana hablaba de aquellas montaas en las que se
aprendieron voces blasfemas, cuando cantaba:
Estos, pues, Montes dos artificiales
(bien maravillas, bien milagros sean),
y aun aquella blasfema altiva Torre
de quien hoy dolorosas son seales
no en piedras, sino en lenguas desiguales,
porque voraz el tiempo no las borre
los idiomas diversos que escasean (vv. 412 ss)
Y, a su vez, Othn canta acerca de esa voz del
Gnesis:
La piedra tiene acentos. Vibra cada
roca, como una cuerda, intensamente,
que en sus moles qued perpetuamente
del Gnesis la voz petrificada.
Ya desde el soneto XVIII (Un tiro), Othn
se aleja de Sor Juana y estampa de pronto todo un
desfile fulgurante de sujetos armferos.
70
lo producen lo mismo el caminante
y el guarda, el asesino y el suicida.
Despus, El perro del soneto XIX tiene la
misma perennidad clsica del soneto Il bove de
Carducci, aquel que contempla
Il divino del pian silenzio verde
(el divino del plan silencio verde)
Toda su apacible magia queda encerrada en este
solo dstico:
Soy compaero fiel en tus fatigas
y celoso guardin junto a tu puerta.
El soneto XX (La sementera) contiene viven-
cias memorables, como esta visin conmovedora del
proceso fecundante:
Oye cul se hincha el grano rubicundo
que el sol ardiente calent en la era.
Y luego tenemos el soneto XXI (Lumen). Significa
el resplandor, muy diverso en latn de lux, que es
llanamente la luz. (Ya se ve que Othn tena el
latn clsico entre las uas). All, desde el comienzo
en que las sombras palidecen, el vate personifica
jubilosamente la llegada de la madrugada, la cual:
71
va a empaparse en el agua sonrosada
que ya muy pronto verter la aurora.
COLOFN LRICO
En el soneto XXII (Adis al poeta), nuestro vate
agradece a la Santa Naturaleza:
y disipaste con tu soplo intenso
la nube del dolor que me envolva.
Luego, el terceto final subraya la versatilidad
profesional del destinatario de esta corona de
veintids sonetos, el doctor Jos Pen Contreras:
t al teatro, a la clnica, al Senado;
yo a vegetar tranquilo y olvidado
en el rincn oscuro de mi aldea.
En efecto, Othn escribi este conciso poema
pico lrico en la que entonces segn ya hemos
dicho era una modesta aldea llamada Cerritos.
Disponiendo de todo el tiempo del mundo, lo cincel
gilmente de abril a mayo de 1897.
Desde luego, el vate llamaba as tenuemente
la atencin del senador Jos Pen Contreras para
solicitarle algn puesto ms relevante que el de simple
juez en un poblado.
72
Con toda razn, Manuel Jos esperaba conseguir
cuando menos alguna triunfadora actuacin en la
que pudiera lucir la que llamaban su voz de trueno.
Y esto, ms como poeta que como litigante, que no
era su fuerte.32
Y sabemos bien que es algo ms que una hu-
morada del poeta Salvador Cruz cuando le ha cantado
a Othn en su reciente homenaje citado:
La soledad fue tu verdad primera.
Con esta intimidad leve y sonora
de la provincia rancia, que a deshora
tu voz de trueno coagul en ronquera33.
Ahora bien, si Othn nunca obtuvo nada a cam-
bio de su poema egregio, resulta que hoy da Jos
Pen Contreras casi est olvidado, pues su gnero
teatral se centra en dramas del gnero de conflictos
familiares que Othn abandon a finales del siglo
XIX. En cambio, este vate entr en el siglo XX con
32 Montejano, op. cit, p. 106.33 Salvador Cruz, Memorial othoniano citado. Puebla, 2006. Cito aqu una estrofa del soneto V de Salvador Cruz. As resume travieso este poeta la situacin ya citada de un Othn que buscaba alivio a su tuberculosis en campos y montaas.
73
la publicacin de sus Poemas rsticos (1902). Con ellos
se inmortaliz.
Le sucedi ni ms ni menos que a Mozart frente
a Salieri, quien (al margen del exagerado drama de
Pushkin Mozart y Salieri) era el msico ms admirado
de su generacin en Viena, pese a no ser austriaco
como lo era Mozart, el salzburgus.
Era Salieri nada menos que el Director de la
Orquesta de la Corte de Viena, y en cambio Mozart,
aun siendo uno de los creadores musicales de la
historia, viva slo de sus honorarios por encargos
ocasionales como compositor.
Pero, al igual que Mozart, Othn, que pas toda
su vida en extrema pobreza, despus de muerto es
rico en prestigio e incluso ha producido beneficios a
sus investigadores.
ENSAYO GENERAL
Un poco conocido manuscrito de la Universidad
Autnoma de San Luis Potos, bajo el nombre actual
de Noche rstica de Walpurgis, despliega un ndice de
doce sonetos, entre los cuales se cuentan cinco que s
74
aparecen en la versin definitiva. Son: Intempesta nox,
Los fuegos fatuos, Las campanas, Las brujas
y Amacuzac (que tal vez sea el que Othn titul
finalmente Lumen).
Ahora bien, es de gran inters anotar que en ese
ndice iban los ttulos de otros ocho sonetos que no
se conservan. Son los siguientes: Las lucirnagas,
Los murcilagos, Los tecolotes, La violeta,
Las sabandijas, Las ranas, Los coyotes, El
rancho.
Ya se ve que predominan en esta lista de sonetos
desconocidos, los ttulos referentes a animales muy
mencionados a nivel popular.
Inclusive, muestran un aire ligeramente humo-
rstico, ttulos como Los tecolotes, Las sabandijas
y Los coyotes. O sea que en su admirada Noche rstica
de Walpurgis Othn haba descubierto varios rincones
que acab por dejar en el misterio.
75
CAPTULO IV
EL IDILIO SALVAJE.
TESTAMENTO SECRETO DE OTHN
Ya el Himno de los bosques, de 1891, o la Noche rstica de
Walpurgis, de 1897, habran bastado para inmortalizar
a Manuel Jos Othn. Pero todava nos esperaba otra
hazaa an ms memorable de su pluma: su Idilio salvaje.
Con la maestra que haba alcanzado el vate a sus
46 aos, sintetiz en un breve ciclo de seis sonetos, ms
uno de prlogo y otro de eplogo, una aventura ama-
toria inquietante que muestra todas las caractersticas
de ser el nico desliz grave sufrido por un poeta que
vivi enamorado de su esposa Josefa Jimnez durante
los 26 aos que la vida les concedi convivir.
Es un ciclo potico secreto porque Othn lo lea
a sus amigos ms ntimos con gran sigilo y an en voz
76
baja, escribe Joaqun Antonio Pealosa con ocasin
del centenario natalicio del mayor vate potosino34.
Es una obra paralela a la Suave Patria de Lpez
Velarde en cuanto que fue el ciclo potico postrero
de la vida del poeta. Luego, tuvo dos o tres versiones
definitivas, con lo cual comenz a volverse una
obra legendaria.
Todo comienza por el ttulo mismo. Unos lo llaman
En el desierto. Idilio salvaje. Otros lo llaman concisamente
Idilio salvaje.
Adems, en agosto de 1904, Othn transcribi
para su amigo Juan B. Delgado casi todo su poema,
sin el prlogo ni el eplogo. Luego, algunos amigos del
poeta presentaron su obra a El mundo ilustrado, revista
que lo dio a conocer el 16 de diciembre de 1906. Por
su parte, el autor haba destinado su obra a la Revista
Moderna de Mxico, la cual lo public pstumamente en
enero de 1907.
34 Pealosa, J.A., El Idilio salvaje de M.J. Othn citado, en Memorias de la Academia Mexicana. Tomo XVII. Mxico, 1960, p. 61-69. Ya hemos sealado que este estudio fue presentado por Pealosa en la sesin solemne de homenaje por el centenario natalicio de Othn en que tambin disert Alfonso Junco.
77
A su vez, el historiador Alfonso Toro, destina-
tario del soneto inicial del poema, hizo despus
varias rectificaciones:
1) El mundo ilustrado haba publicado la obra sin
permiso del autor;
2) l, como slido historiador, protestaba
porque haban suprimido el soneto inicial;
3) protestaba tambin porque haban eliminado
la dedicatoria A Alfonso Toro, que mucho lo
honraba;
4) sealaba que haban transcrito brisa y no
grisa35, como haba escrito el poeta.
UN POEMA CON VASTEDAD DE IMGENES
Emociones intensas e imgenes inditas caracterizan
a este poema nico en su gnero.
Es una unidad cerrada y clsica por su equili-
brio entre continente y contenido, entre sustancia y
accidentes. Resulta un excelente ejemplo de transicin
entre romanticismo y modernismo.
35 El Diccionario de la Real Academia Espaola anota: grisa: femenino, anticuado, piel de una especie de ardilla de Siberia
78
Yo he encontrado en este ciclo de Othn toda
clase de marcas virgilianas. La derivacin de la
Eneida se perfila hasta en el hecho de que la aventura
amatoria del vate con una india brava se consuma
en una caverna.
En efecto, la Eneida refiere que Dido y Eneas han
salido en tumultuosa cacera, pero que de pronto los
sorprende una tempestad. En esa circunstancia
Speluncam Dido dux et Troianus eandem/deveniunt
(En la misma caverna Dido y el jefe troyano/
se refugian. Aen. IV, 165 s).
Con el mismo sentido se lee en el soneto IV de
este Idilio:
Y en el regazo donde sombra eterna,
del peascal bajo la enorme arruga,
es para nuestro amor nido y caverna,
las lianas de tu cuerpo retorcidas
en el torso viril que te subyuga
con una gran palpitacin de vidas.
En el citado ensayo El Idilio salvaje de M.J.
Othn, Joaqun A. Pealosa seala como peculiar
79
de este ciclo de Othn la atmsfera picamente
virgiliana.
Para Pealosa, es virgiliano todo el acento del
Idilio salvaje. Lo demuestran esas:
... guilas serenas,
como clavos que se hunden lentamente.
Y lo muestran tambin versos como:
La llanada amargusima y salobre,
Porque son peculiares de Virgilio los superlativos
con fuerte carga lrica: laetssima Dido, gratssima tellus.
Son igualmente inseparables de Virgilio vocablos
como lento, sereno, llanto. profundo. Ese
epteto amargusimo que pasa del soneto 1 al 4.
Y, ante todo, el vocablo sombra, que aparece tanto
en los sonetos 4 y 5, como en el Envo postrero.
Dicha sombra es el mximo acento de la poesa de
Virgilio, pues tan slo en la Eneida aparece docenas
de veces. Umbra(s) es, ni ms ni menos, el vocablo
conclusivo de la Eneida en el hexmetro
Vitaque cum gemitu fugit indignata sub umbras
(Y con gemido la vida indignada escap so las
sombras).
80
Llega a haber pasajes del Idilio salvaje que podran
haber sido escritos por Virgilio si el espaol hubiera
sido su lengua. Por ejemplo el citado verso:
es para nuestro amor nido y caverna.
LAS COINCIDENCIAS VIRGILIANAS
El citado terceto de Othn encierra notables coin-
cidencias con pasajes virgilianos como ste:
Ingenti ramorum protegat umbra.
(Con la enorme sombra de sus ramas te guarde.
Gerg. II, 489)
Y todava encontramos un pasaje del mantuano
que acaso contiene ms coincidencias en vocablos y
en emociones:
Sub rupe cavata
Arboribus clausi circum atque horrentibus umbris
(Bajo una roca excavada. En torno envueltos
por rboles y por sombras horrendas.
Eneida III, 229 s.)
Encontramos aqu, en ureo latn, la sombra, y
la enorme arruga del peascal que nos ha cantado
Othn.
81
Y estas sombras horrendas de Virgilio son, sin
ms ni ms, la aterradora lobreguez del mismo
soneto IV de Manuel Jos. Incluso, la propia voz
caverna(s) es inseparable de Virgilio. Quin no
recuerda el penitusque cavernas (Aen. II, 20) y el gemitumque
dedere cavernae (Aen. II, 53).
OTHN EN SONETOS LATINOS
De modo que vale la pena versificar en endecaslabos
latinos, ritmados y rimados, cada uno de los sonetos
de este ciclo de Othn. Yo ya los haba versificado en
198636. Aqu recapitulo esas versiones mas e imitando
la costumbre cara al propio Othn les hago varios
retoques.
(Prembulo)
A fuerza de pensar en tus historias
y sentir con tu propio sentimiento,
han venido a agolparse al pensamiento
rancios recuerdos de perdidas glorias.
36 Herrera, Z. Tarsicio., M.J. Othn ante Horacio y Virgilio. II.Latn virgiliano para el Idilio salvaje, NOVA TELLUS, 1986, p. 147-179.
82
Y evocando tristsimas memorias,
porque siempre lo ido es triste, siento
amalgamar el oro de tu cuento
de mi viejo romn con las escorias.
He interpretado tu pasin? Lo ignoro,
que me apropio al narrar, algunas veces,
el goce extrao y el ajeno lloro.
Slo s que, si t los encareces
con tu ardiente pincel, sern de oro
mis versos, y esplendor sus lobregueces.
Doy ahora cadencias latinas al soneto en estas
estrofas:
Saepe, volvuntur tuae dum historiae
Partemque sumo tuae affectionis,
Meae acervatur cogitationi
Evocatio prisca amissae gloriae.
Dumque voco tristssimas memorias,
Nam quod recessit triste est semper, sentio
Commixtum aurum magni tui eventus
Vteris nostri amoris inter scorias.
Tuam flammam percepi? Id ignoratum,
83
Nam narrans, aliquando feci lusus
Alus meos, aliusque planctum.
Agnosco tantum quod, si tu celebras
penicillo flammato, meos versus
Fcies aurum, lucem tum tenebras.
Y vuelve en el soneto I del Idilio salvaje, el superlativo
amargusimo del verso en el mar amargusimo y
salobre.
I
Por qu a mi helada soledad viniste
cubierta con el ltimo celaje
de un crepsculo gris?... Mira el paisaje,
rido y triste, inmensamente triste.
Si vienes del dolor y en l nutriste
tu corazn, bien vengas al salvaje
desierto, donde apenas un miraje
de lo que fue mi juventud existe.
Mas si acaso no vienes de tan lejos
y en tu alma an del placer quedan los dejos,
puedes tornar a tu revuelto mundo.
84
Si no, ven a lavar tu ciprio manto
en el mar amargusimo y profundo
de un triste amor, o de un inmenso llanto.
Cur glidum eremum advenisti
Cinrei crepsculi adoperta
Extrema nube? Panorama specta
ridum, triste, immenso more triste.
Si venis a dolore in quo nutristi
Tuum cor, bene veni usque ad perustum
Desertum ubi vix dispersum frustum
Mea a longinqua juventute exsistit.
Si autem forsan non venis a tam longe
Et adhuc aestus restant tuo in corde,
Verti potes ad tuum sparsum mundum.
Sin, lava tuos Cyprios amictus
Inter mare amarissimum, profundum
Tristis amoris vel immensi fletus.
DENSA SNTESIS DRAMTICA
Pealosa sostiene, en el mismo ensayo del centenario
natalicio othoniano, que en ningn otro poema
85
logr Manuel Jos Othn una sntesis tal, ni sus
paisajes jams, como ste, se transformaron en carne
y en espritu, en amor y odio, en viva humanidad...
Como en Virgilio, las cosas tienen un roco de
lgrimas37.
El estudioso le ha aadido tambin al carcter
virgiliano de Othn en lo buclico y en lo pico, el
rasgo de emotividad propio del mantuano. Alfonso
Reyes, por su parte, declara que un divino pudor de
su alma y el deseo de no lastimar a su compaera con
versos de aventura lo o de sus propios labios le
haban impedido publicarlo antes. Por fin escribi un
soneto al frente de los dems, donde aplic la historia
a un amigo, cuyos sentimientos fingi cantar, y los
dio a la estampa38.
Clsicamente humanista es tambin este rasgo: De
un desierto inmvil y asordado, surge el dinamismo
musculoso, el estrpito del galope, los berrendos
salvajes que anticipan el desenfreno de las pasiones39.
37 Pealosa, J.A., ensayo citado, p. 66.38 Reyes, A., Conferencia sobre los Poemas rsticos. Recurdese que Othn era amigo del general Bernardo Reyes, padre de Alfonso Reyes.39 Ibdem. Por el norte de Mxico cruzan los desiertos las manadas de berrendos, o antlopes americanos, comunes tambin en el oeste de Estados Unidos y de Canad. Son de vientre blanco y lomo castao, coloracin peculiar del ganado que tambin llamamos berrendo.
86
Dar mi versin latina del soneto , que as canta:
II
Mira el paisaje: inmensidad abajo,
inmensidad, inmensidad arriba;
y en el hondo perfil, la sierra altiva
al pie minada por horrendo tajo.
Bloques gigantes que arranc de cuajo
el terremoto, de la roca viva;
y en aquella sabana pensativa
y adusta, ni una senda, ni un atajo.
Asoladora atmsfera candente
do se incrustan las guilas serenas,
como clavos que se hunden lentamente.
Silencio, lobreguez, pavor tremendos
que viene slo a interrumpir apenas
el galope triunfal de los berrendos.
Panorama specta: infra, immensitatem,
Immensitate(m), immensitatem supra:
In fintima lnea, alta juga
Quae subter horrent ob profunditatem.
87
Moles radcitus evulsae immanes
A terraemotu ex rupis sinu aperto;
Et in cogitabundo illo deserto
Asperoque, nec smita nec trames.
Athmsphaera debellans propter aestum,
Ubi figuntur quilae serenae
Ceu clavi permeantes altum, lentum.
Silentium, tenebrae, horrendus pavor
Quae quandquidem tantum rumpit aegre
Cervorum vctor agitatus fragor.
LA INDIA BRAVA
Alfonso Toro, a quien fue dirigido el soneto encu-
bridor, testificaba haber visto en Aguascalientes,
durante la Revolucin, a la india brava, llamada
Guadalupe Jimnez40.
Inclusive, algn otro amigo de Othn hasta oy a
la propia Guadalupe referir su aventura con el poeta,
por lo cual s hay ciertas pruebas de que la aventura
40 Por cierto que la nota respectiva del editor crtico puede llegar a entenderse en el sentido de que Alfonso Toro no desea que se conserve su nombre y su soneto inicial. En realidad, el historiador protesta por los desaciertos de la edicin de El mundo ilustrado, que no estaba autorizada.
88
cantada en el Idilio salvaje fue real. Sera inverosmil,
por lo dems, que el ms excelso vuelo de Manuel
Jos hubiera sido un trabajo de encargo, cosa que no
se suele ver ni al alto numen de Sor Juana.
Veamos ahora el soneto sucesivo, con mi latini-
zacin. Comienza as:
III
En la estepa maldita, bajo el peso
de sibilante grisa que asesina,
irgues tu talla escultural y fina
como un relieve en el confn impreso.
El viento entre los mdanos opreso
canta como una msica divina,
y finge, bajo la hmeda neblina,
un infinito y solitario beso.
Vibran en el crepsculo tus ojos
un dardo negro de pasin y enojos,
que en mi carne y mi espritu se clava:
y destacada contra el sol muriente,
como un airn, flotando inmensamente,
tu bruna cabellera de india brava.
89
Sub pndere, in planitie exsecrata,
Brumae quae sbilans nos interfecit,
Scultrea figura tua stetit
Ut facies in fnibus calcata.
Ventus, quem rtinet harena oppressum,
Cntitat talis ut divina msica,
Caliginemque figit subter hmidam
sculum quoddam solum, indefessum.
Vibrant culi tui sub crepsculum
Aestus et irae ttricum venbulum
In carne in animoque meo immersi;
Et ante solem morientem micant,
Quasi vexillum quod immense vibrat,
Indae saevae capilli tui tetri.
DOS CORRECTORES MORIBUNDOS
El bardo potosino present al director de la Revista
Moderna el ciclo inmortal, y alcanz a corregir las
pruebas de imprenta. En dicha revista aparece la
versin definitiva en enero de 1907, dos meses despus
de fallecido el poeta.
90
All se rectifica la versin incompleta que haba
dado a conocer un mes antes, y sin autorizacin, El
mundo ilustrado.
Sorprende el paralelismo entre el testamento
lrico ertico de Othn, En el desierto. Idilio salvaje, y el
testamento lrico patritico de Lpez Velarde, La
suave Patria. Uno y otro bardo dieron el visto bueno a
su poema culminante en el lecho de muerte.
La perspectiva clsica de los ocho sonetos que
forman el Idilio salvaje es vista por Pealosa en varios
sentidos: Todo, todo es aqu inmenso: inmensa la
serrana, inmensa la llanura, inmenso el desierto,
inmenso el cielo... El paisaje como protagonista,
como agona, pasin y vida.
Doy aqu mi latinizacin del soneto sucesivo, que
comienza as:
IV
La llanada amargusima y salobre,
enjuta cuenca de ocano muerto,
y en la gris lontananza, como puerto,
el peascal, desamparado y pobre.
91
Unta la tarde en mi semblante yerto
aterradora lobreguez, y sobre
tu piel, tostada por el sol, el cobre
y el sepia de las rocas del desierto.
Y en el regazo donde sombra eterna,
del peascal bajo la enorme arruga,
es para nuestro amor nido y caverna,
las lianas de tu cuerpo retorcidas
en el torso viril que te subyuga
con una gran palpitacin de vidas.
Planus ille amarssimus, salober,
Sicca concha ubi exstinctus fuit pontus;
Et in fusca longinquitate, ut portus,
Saxorum massa, derelicta et pauper.
Linit vesper in meo vultu algenti
Perhorrentes tenebras, et perustum
Slibus super cutim tuum, cuprum
Atque saxorum spiam deserti.
Et in gremio ubi umbra fere aeterna,
Saxorum massa sub ingenti ruga,
92
Nostro est amori nidus et caverna,
Volutum corpus tuum lianarum
Per viri latera quae te subjugant,
In palpitatione alta vitarum.
LA SILUETA A CONTRALUZ
Y no menos clsica es la visin a contraluz de la prota-
gonista, que en el soneto III haba sido captada con la
pupila y el cincel: Irgues tu talla escultural y fina
El editor crtico cierra su ensayo sealando otros
dos rasgos delicados en Othn: primero, el epita-
lamio es narrado con ritmo acelerado, no con
morosa delectacin.
Y, en fin, Manuel Jos se duele de la aventura
con un arrepentimiento tan hondo y tan veraz,
que le conturba el paisaje circundante y le estremece
la conciencia... El campo de amor es campo de
matanza.
Don Octaviano Valds subraya el recurso de la
reiteracin del mismo vocablo: Esta insistencia, tan
caracterstica de la poesa othoniana, se desenfrena en
93
el Idilio, produciendo la sensacin de un arco siempre
ms y ms en tensin41.
As comienza el soneto siguiente, que sucesi-
vamente procedo a latinizar:
V
Qu enferma y dolorida lontananza!
Qu inexorable y hosca la llanura!
Flota en todo el paisaje tal pavura,
como si fuera un campo de matanza.
Y la sombra que avanza, avanza, avanza,
parece, con su trgica envoltura,
el alma ingente, plena de amargura,
de los que han de morir sin esperanza.
Y all estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.
En un cielo de plomo el sol ya muerto,
y en nuestros desgarrados corazones
El desierto, el desierto... y el desierto!
41 Valds, Octaviano, Amado, Manuel Jos y otros exmenes, ediciones Las hojas del mate, Mxico, 1975.
94
Quam aegrotans longnquitas, quam tristis!
Inexorbilis quam fusca vallis!
Vibrat in agro toto terror talis,
Campus si foret plenus ut occisis.
Umbraque quaedam pergens, pergens, pergens,
Videtur, trgico in paludamento,
Anima immanis, quassa sub tormento
In morituris spe privatis degens.
Atque ibi nos versamur tunc, oppressi
Angustia cunctarum passionum
Pndere mnium sub oblivionum.
In plumbeoque caelo astrum confertum
Inque crdibus nostris jam disjectis
Est desertum, desertum... et desertum!
EL AMOR PROHIBIDO
Don Joaqun Antonio considera que de la misma
hondura del hombre bueno que cant la armona
del universo, brot este canto al episodio de amor
prohibido. l supo, como Nervo, que pecar en la
creacin es disonancia.