Una universidad patriarcal: la Autónoma de Baja California
Aidé GrijalvaInstituto de Investigaciones Sociales
Universidad Autónoma de Baja California, MÉXICO
INTRODUCCIÓN
Las mujeres y la profesión académica en México
Los estudios sobre la profesión académica femenina en México no son recientes. Desde la
década de 1980, a raíz de la participación de la mujer como académica, principalmente en
el ámbito universitario público, se dieron a conocer las primeras indagaciones y reflexiones
sobre este fenómeno. El trabajo pionero de Mercedes Carrera (1985) abrió brecha. Le
siguieron muchos más al punto que actualmente existe una abundante bibliografía sobre
este tema, en el que se abordan una multiplicidad de aspectos del mismo. Elva Rivera
Gómez publicó un balance historiográfico sobre el estado que guardaban los estudios sobre
las académicas e investigadoras de las universidades públicas de México durante los
últimos 25 años del siglo XX (Rivera, 2004).
Una buena parte de estos trabajos, además de describir el fenómeno, ha tenido un
enorme interés en detectar ciertas prácticas y actividades que pasan inadvertidas o que
forman parte de las costumbres de instituciones universitarias que menoscaban las
posibilidades del desempeño profesional de las mujeres. Son ciertas normas, reglas de
juego, usos y costumbres aceptadas tácitamente que “dificultan la visibilidad de la
subordinación y desigualdad” (Graña, 2004).
En la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) la situación no difiere
mucho del entorno nacional. A pesar del contexto fronterizo y de la cercanía a Estados
Unidos, la resistencia y discriminación se manifiesta en otros niveles. Uno de ellos, la
ausencia de una política institucional sobre género.
Aunque formalmente en las universidades no existe la discriminación debido a una
supuesta igualdad jurídica relativa a derechos y obligaciones, en los hechos, en la vida
personal de las mujeres investigadoras, salta el tema de la doble jornada femenina, ya que
éstas, con muchas dificultades, logran conciliar la vida familiar y la profesional. Mercedes
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Carreras, que en 1985 realizó un trabajo considerado pionero al abordar el estudio
del personal femenino en la UNAM, señala que los factores que podrían interpretarse como
discriminatorios se encuentran en esferas que se interrelacionan: la familiar, la cotidiana y
la generacional.
La UABC
La participación de la mujer mexicana en la vida académica y universitaria es reciente.
Hace menos de medio siglo las opciones profesionales para las mujeres eran el magisterio,
la contaduría privada, la enfermería y la carrera secretarial. Como afirma un estudioso “los
datos históricos muestran que no hace muchos años el rezago y la escasa participación de
las mujeres formaba parte de lo cotidiano” (Osorio, 2005: 146).
La ausencia de universidades fue una de las razones, pues las instituciones de
educación superior (IES) estaban localizadas en las principales ciudades de la república
mexicana: Ciudad de México en el centro, Guadalajara en el occidente y Monterrey en el
norte. En éstas, parafraseando a Graña, las mujeres universitarias eran un puñado de
náufragas en un océano masculino (Graña, 2008: 77).
Esta situación se modificó partir de la década de 1970, cuando el Estado mexicano
fomentó el desarrollo de las universidades públicas estatales. Una consecuencia inmediata
fue la incorporación paulatina de la mujer en la vida académica (Galaz, 1999). En este caso,
hablaremos del caso de la UABC, la universidad pública estatal del estado de Baja
California, la entidad que ocupa la parte norteña de la península del mismo nombre.
Fundada en 1957, la UABC se consolidó en los últimos 35 años y presume ser una
de las diez primeras universidades públicas mexicanas. Tiene unidades académicas
distribuidas por todo el estado: en Mexicali, Tijuana y Ensenada. En Tecate-Valle de las
Palmas, San Quintín, San Felipe y en el valle de Mexicali tiene abiertos pequeños centros
universitarios, en un afán por estar presente en todos los núcleos de población, en un estado
deshabitado en gran parte, pues el 92% de su gente vive en las ciudades localizadas en la
zona fronteriza colindante con Estados Unidos.
Desde entonces, la UABC es la institución que atiende la principal demanda de
carreras universitarias en el estado. De acuerdo a datos oficiales, a principios del siglo XXI
atendía alrededor de la mitad de la demanda estudiantil en licenciatura, entre el 49 y el
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51%, pero a partir de 2005, esta situación se modificó y para el ciclo escolar 2014 atendió
casi el 60% de ésta (UABC en Cifras, 2015).
FEMINIZACIÓN DE LA MATRÍCULA UNIVERSITARIA
Al hacer una revisión de las series históricas referentes a su matrícula escolar, sorprenden
varios aspectos: el primero, la duplicación en los últimos siete años del número de alumnos
admitidos pues en el año 2007 la cifra fue de 38 mil alumnos y según los datos a octubre
de 2014, éstos ascienden a más de 61 mil.
La segunda sorpresa sucede al desagregar los datos, y percatarnos que ahora la población
estudiantil femenina rebasa a la masculina. De acuerdo a Osorio (2005), según información
proporcionada por la ANUIES, si en 1970 solo el 17% de la matrícula universitaria
correspondía al sexo femenino, a partir de la siguiente década, ésta se incrementó cada
quinquenio en casi cinco puntos, por lo que para 2002 era ya el 48% del total de los
estudiantes universitarios mexicanos (Osorio, 2005: 146).
El caso de la UABC es ejemplar pues de acuerdo a las siguientes gráficas, podemos
afirmar que el aumento de la matrícula ha repercutido en una feminización del perfil
estudiantil de la UABC, fenómeno al parecer no exclusivo de esta universidad pública
estatal ni de México, pues la feminización de todas las carreras universitarias es un proceso
irreversible en el mundo occidental (Graña, 2008:77).
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Pero no solo eso, al examinar el índice de reprobación, encontramos que los hombres
tienen índices más altos que el de las mujeres. Las mujeres no solo tienen acceso a todas las
carreras universitarias sino que además suelen ser mejores estudiantes. (Graña, 2008:78).
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FEMINIZACIÓN DE LA MATRÍCULA VS. PROFESIÓN ACADÉMICA UNIVERSITARIA
FEMENINA
Lo anterior implicó el aumento de un mercado profesional feminizado que demanda
espacios laborales, uno de ellos el académico. El crecimiento de la población femenina en
la educación superior en México podría hacer parecer que las condiciones y posibilidades
de desarrollo al alcanzar este nivel educativo son ahora casi iguales para hombres que para
mujeres (Osorio, 2005: 146) y que la discriminación sexista en las universidades es cosa del
pasado. Sin embargo, hay indicios de que esto no es así. Por ejemplo, al comparar las cifras
de estudiantes universitarias con el de las profesoras de tiempo completo (PTC) de la
misma UABC, observamos que la profesión académica universitaria sigue siendo un sector
indirectamente vedado para el sector femenino.
Al analizar la cifra de los profesores de tiempo completo (PTC) de la misma
institución, nos encontramos que de un total de 1 282, solo 539 (42%) son mujeres y 743
(58%) son hombres, lo que nos habla del predominio masculino en el profesorado en esta
institución educativa. Al desagregar esta información por campus, encontramos que en uno
de ellos, Ensenada, la proporción es del 37% de PTC mujeres contra 63% hombres. En esta
ciudad, puerto del Océano Pacífico, se realiza la investigación relacionada con las ciencias
del mar, pues ahí se encuentran el Instituto de Investigaciones Oceanológicas y las escuelas
en donde se forman a los físicos, biólogos, matemáticos, oceanólogos, además de
ingenieros y arquitectos.
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Esta desventaja femenina laboral se repite con los profesores de tiempo parcial,
PTP, como se les designa en la UABC a los profesores de asignatura, ya que de un total de
5 397, poco más de la mitad, 3 238 (60%) son hombres y el resto, 2 159 (40%) mujeres.
Gabriela Delgado (2001), al investigar en 1995 sobre la contratación de académicas en la
UNAM, con sorpresa encontró que la mitad de éstas eran profesoras de asignatura, y que
de la otra mitad, 30% lo eran de medio tiempo y solo el 20% PTC (Delgado: 2001, 61-74).
Sin embargo, las tendencias nacionales parecen más alentadoras. Galaz et al.,
(2009) señalan que en 1992 el 30.9% de los PTC en las IES mexicanas eran mujeres,
porcentaje que llegó a 35.7% en 2007. Más aún, mientras que en 1982 el 25.9% de los
nuevos PTC o profesores de medio tiempo eran mujeres, durante el periodo 1999-2007 tal
porcentaje aumentó a 40.7%. Para el caso de la UABC, el comportamiento es muy cercano
a la media nacional (Galaz et al., 2009).
Cuando revisamos la distribución de esos PTC por áreas de conocimiento,
encontramos que el predominio masculino se da precisamente en aquellas relacionadas con
las ciencias exactas, como nos lo muestra la siguiente gráfica:
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Las áreas de las ciencias exactas están dominadas por PTC hombres, algo que es
una tendencia común en otras IES mexicanas. Además, al revisar los números absolutos,
nos percatamos de casos particulares como el de las escuelas de Deportes, donde el
personal académico femenino es mínimo. Solo hay dos PTC mujeres, una con licenciatura
y otra con doctorado, ambas adscritas a la unidad académica de Mexicali. En las de Tijuana
y Ensenada no hay ningún PTC mujer.
El asalto de las mujeres a las carreras universitarias masculinas, de la que nos habla
François Graña (2008) en un estudio sobre la Universidad de Uruguay aún no se refleja en
la UABC y podemos afirmar que la presencia de las mujeres en el claustro académico suele
ser variado (Osorio y Martell). “Ellas se siguen orientando preferentemente hacia las letras
y las “humanas”, en tanto que las disciplinas científicas permanecen predominantemente
masculinas” advierte Graña (2008: 80). Las mujeres académicas suelen inclinarse por
aquellas áreas del conocimiento que prolongan roles maternales y domésticos vinculados al
cuidado del cuerpo y de la mente: educación, salud y carreras sociales (Leonard 2001:124).
La progresión histórica de la feminización de la matrícula escolar universitaria no ha
modificado estos sesgos; la distinción entre carreras más “femeninas” y otras más
“masculinas” sigue siendo tan neta en 2014 como en 1974. Podemos así concluir que el
incremento del acceso femenino a la Universidad no conduce por sí mismo a una
distribución homogénea de ambos sexos en las diversas orientaciones (Graña: 2008, 81).
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El caso que nos ocupa confirma dicho aserto, pues Enfermería tiene más del 80% de
sus PTC femenino y es el 75% en Pedagogía, Medicina y Gastronomía., aunque llama la
atención que sea el 76.47% en la de Ingeniería y Negocios de Tecate. Una posible
explicación es que en esta unidad académica además de varias licenciaturas en Ingeniería
(en Mecatrónica, Industrial, en Computación y Electrónica), se imparten también las
licenciaturas en Contaduría y Administración de Empresas, consideradas como carreras
feminizadas.
Extraña la poca participación femenina como profesionales académicas en el terreno
de las Artes. La UABC abrió hace diez años escuelas de artes en sus tres principales
campus, en donde se imparten las carreras de danza, medios audiovisuales y artes plásticas.
Podríamos decir que no se trata de un campo usualmente masculino, pero en la UABC
presenta esa particularidad, compitiendo en porcentaje con el perfil de los PTC del Instituto
de Investigaciones Oceanológicas. Incluso, en una de las unidades, la de Mexicali, no hay
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ningún PTC femenino y en las ubicadas en Ensenada y Tijuana solo hay una en cada
unidad, mientras que hay 15 PTC hombres repartidos en las escuelas de artes de los tres
campus.
Las cifras globales tienden a engañar, pues éstas encubren la reproducción de
disparidades, como es el caso de las artes, englobadas dentro del área de las humanidades.
Eso lo podemos comprobar a continuación cuando hacemos el análisis por áreas de
conocimiento:
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Con esto constatamos que en la UABC, las ciencias naturales y agropecuarias, junto con las
ingenierías son espacios educativos dominados por docentes masculinos, en donde la
participación femenina con dificultades llega al 30%, evidencia de una premeditada
exclusión relacionada con el género. Aunado a esto, al revisar las áreas de conocimiento en
donde las mujeres docentes son el sector mayoritario, con aprietos éstas rebasan el 50%,
por lo que podemos afirmar que en salud, educación, administración y humanidades existe
equidad de género, al existir una presencia igualitaria de hombres y mujeres, debido a que
estas últimas han ido ganando terreno de manera paulatina, desplazando a sus colegas
varones y corroborando lo ya señalado por Leonard (2001).
Conclusiones
El caso de la UABC nos ilustra sobre la tendencia ascendente de la participación femenina
en la profesión académica en México, comportamiento que no difiere del resto de las IES
mexicanas ni de la media nacional. Podemos congratularnos de que en la actualidad, en la
UABC por cada 100 académicos, 42 son mujeres, duplicando el promedio nacional de hace
35 años. Lo importante es que las mujeres estamos presentes en los claustros académicos,
aunque esta presencia varíe de acuerdo a las disciplinas y sigamos siendo minoría en las
ciencias exactas, pues como señala Lourdes Pacheco “la ciencia es un asunto masculino”
(Pacheco: 2010, 21).
Romper con modelos históricos masculinos no ha sido fácil pues “existe una
aceptación acrítica de la preeminencia de los varones en casi todos los órdenes del saber
(Graña: 2008, 80) y siempre se ha privilegiado y reconocido la capacidad intelectual de los
hombres sobre el de las mujeres (Rivera: 2004, 2). Los datos aquí aportados reflejan,
además de discriminación, la preeminencia de un sexismo en la docencia universitaria,
razón por la cual consideramos a la UABC como una universidad patriarcal.
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REFERENCIAS
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