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P tolomeo y Cleopatra. Estas dos palabras labra-
das en una roca permitieron a Jean François
Champolion descifrar, en 1822, el mensaje que
contenía la llamada piedra de Roseta. Champolion, un
oficial del emperador Napoleón, tardó 23 años en diluci-
dar lo que escondía ese documento escrito en una mez-
cla de jeroglíficos, idioma demótico y griego.
Así, a partir de los signos representativos del primero
y el último de los gobernantes de la llamada dinastía de
los Ptolomeos o lágidas (de Lagos, padre del primer Pto-
lomeo), se comenzaron a abrir nuevas páginas de la his-
toria de una familia que gobernó a Egipto entre los años
305 y 30 a.C. Durante estos casi 300 años, los Ptolomeos
se distinguieron por ser unos monarcas respetuosos de
Los Ptolomeos
UNA DINASTÍACONDENADA
A TRESCIENTOSAÑOS DE SOLEDAD
por ANDRÉS PIÑEROS
las costumbres de los indígenas egipcios, a pesar de tener
un origen macedónico. Aunque sin dejar de ser guerre-
ros, los quince reyes de esta dinastía, que se sucedieron
en el poder, manejaron toda una serie de tácticas diplo-
máticas y alianzas estratégicas para lograr mantener su
dominio en una región asediada por los romanos y en
constante pugna con los gobiernos vecinos, especialmen-
te el de los Seléucidas, quienes dominaban Persia y se
disputaban con los Ptolomeos el control de Palestina y
las islas del Egeo.
La historia de esta casa imperial que se desarrolla prin-
cipalmente en la ciudad de Alejandría, fundada por Ale-
jandro Magno en el año 331 a.C., termina con la muerte
de Cleopatra, quien se suicidó en el año 30 a.C., y el
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asesinato de su hijo Cesarión, luego de lo cual Egipto se
convierte en provincia romana. Esta dinastía se caracteri-
zó, entre otras cosas, por las relaciones incestuosas entre
sus miembros, al parecer siguiendo una costumbre de los
faraones egipcios. Fuera de los matrimonios entre herma-
nos, tíos y sobrinos, se presentaron asesinatos entre pa-
rientes para conseguir el poder. A esto se sumaron los
casos de corrupción y las prácticas de sobornos para que,
a pesar de su decadencia, los Ptolomeos pudieran mante-
nerse en el trono.
Esta monarquía actuó como una especie de bisagra
que permitió que se cerrara la puerta de la cultura griega
helénica para que se abriera la del imperio romano. Como
herederos de Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles,
los Ptolomeos no sólo se preocuparon por los avances
militares y de conquista, sino que velaron por mantener
e investigar la cultura, la historia, la religión y las ciencias
de Egipto y los pueblos vecinos.
Para conseguir este objetivo, organizaron la magnífi-
ca Biblioteca de Alejandría, en la cual se concentró toda
la memoria del mundo de ese tiempo. El espíritu abierto
de estos reyes permitió que allí se conservaran documen-
tos de todas las culturas comunicadas a través del mar
Mediterráneo. Es así como a Ptolomeo II se le atribuye la
iniciativa de la traducción al griego de la Biblia hebraica.
Todo este trabajo de recopilación intelectual se logró me-
diante el uso del papiro, que permitía mayor facilidad en
el manejo de los textos. Además, gracias a las condicio-
nes climáticas, con muy bajo nivel de humedad, suma-
das a la organización bibliotecológica, se consiguió que el
saber de aquellos tiempos perdurara hasta nuestros días.
Además de la Biblioteca, los Ptolomeos edificaron un
Museo, palabra que viene de Musa, es decir, cada una de
las inspiradoras de las artes. El Museo servía como acade-
mia de artes y ciencias, y en sus varios patios los eruditos
enseñaban bajo la sombra de los árboles. Esta iniciativa
se logró gracias a la mentalidad de los reyes lágidas, ya
que como afirma el estudioso George Sarton: “Los Ptolo-
meos fueron también suficientemente griegos como para
advertir que la prosperidad sin el arte y sin la ciencia
carece de valor y es despreciable”.
Alejandría fue célebre también por su faro, que esta-
ba localizado en la isla de Faros. A 1.500 metros de la
costa, Faros le proporcionaba una protección natural al
puerto. Con una altura de 120 metros, no sólo servía
como monumento, sino que guiaba a los navegantes, quie-
nes lograban divisar su luz desde mar adentro en el Medi-
terráneo. Esta estructura fue considerada como una de
las siete maravillas del mundo antiguo, junto con los jar-
dines colgantes y la muralla de Babilonia, las pirámides
de Egipto y el Coloso de Rodas, entre otras.
RELIEVE(fragmento)en el que aparecePtolomeo II,a la izquierda,ante Isis
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Aunque la dinastía lágida se conoce hoy en día bási-
camente por Cleopatra VII, su última gobernante. Al estu-
diar el proceso de helenización de Oriente, los historia-
dores comienzan siempre por Egipto y esta monarquía,
gracias a que allí reposan las principales fuentes escritas
de información de la época. De la antigua Alejandría se
conservan, tanto en papiro como en piedra, los docu-
mentos más valiosos y precisos del proceso de coloniza-
ción del imperio griego y del tránsito hacia la conquista
romana, mientras que de la expansión helénica en Asia
sólo quedan indicios y piezas arqueológicas que difícil-
mente permiten conocer su historia.
Los avances en la ciencia y las artes, además de los
monumentos de la dinastía de los Ptolomeos no hubie-
ran sido posibles sin la riqueza económica de los pueblos
involucrados y los sistemas avanzados de comercio. Con
la especialización por regiones en la producción de mine-
rales y alimentos, las comunicaciones marítimas convir-
tieron al mar Mediterráneo en la principal vía de distribu-
ción de mercancías. De España partía la plata, el cobre de
Chipre, el hierro del mar Negro, el trigo, el lino y el papi-
ro de Egipto, norte de África y Crimea, el aceite de oliva
de Atenas, la lana de Asia menor, la madera de Macedo-
nia, el mármol de Paros y Atenas; mientras que Rodas y
Telos actuaban como intermediarios.
Ptolomeo I: el protectorAunque los Ptolomeos llegaron a convertirse en una espe-
cie de herederos de los faraones, consiguiendo el respeto e
incluso adoración de las tribus egipcias, su origen se re-
monta a Alejandro Magno, de quien Ptolomeo I era
uno de sus más valientes y prestigiosos generales. Co-
nocido con el nombre de Sóter, el protector, des-
pués de ganarse el aprecio de Alejandro y a la muer-
te de éste, recibió el control de Egipto. Con el car-
go de Sátrapa, extendió sus dominios hacia Cirene
y conquistó la isla de Chipre, y luego la de Cos,
importante por la fabricación de seda y refugio
de los reyes y sus parientes en épocas difíciles.
Gracias a estos logros militares, Ptolomeo
se ganó la admiración de sus súbditos, que se
vio acrecentada por el respeto hacia las creen-
cias religiosas de los egipcios, que además fomen-
tó. Este rey se supo ganar también el favor de los
sacerdotes, a quienes permitió administrar las leyes del
país como lo hacían en los tiempos antiguos. A cambio
de esto, Ptolomeo recibió los honores acostumbrados a
los monarcas. Frente a los judíos, les aseguró que serían
tratados de la misma manera que los griegos, y a los que
vivían en Alejandría les otorgó la ciudadanía macedónica.
En esta ciudad, ellos construyeron un barrio y una sina-
LA PIEDRA DE ROSETA.Roseta.Época ptolemaica,196 a.C.Museo Británico de Londres.
Como clave usada para descifrar los jeroglíficos, la piedrade Roseta se convirtió en la piedra angular de la nuevaciencia que estudia el antiguo Egipto y, a la vez, en uno desus monumentos más famosos.
A pesar de que el imperio estaba a sus pies, a Ptolomeo le bastaba tan sólo con ser rey deEgipto y conseguir que Alejandría fuera el centro del mundo helenístico.
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pota y pomposo. Pero según lo cuentan los historiado-
res, y como quedó grabado en las monedas que llevan su
rostro, él era sencillo, modesto y de trato afable. “Un rey
debe enriquecer a los demás, no a sí propio”, fue una de
sus frases célebres. El hecho de haber abdicado a favor de
su hijo Ptolomeo Filadelfo, al considerar haber perdido
sus facultades, dice mucho del fundador de la dinastía de
los Ptolomeos, que gracias al impulso que él le dio perdu-
ró casi tres siglos.
Dinastía incestuosaGabriel García Márquez habla en su obra de
las estirpes condenadas a cien años de sole-
dad. En el caso de los Ptolomeos, puede
decirse que estuvieron condenados a tres
siglos de soledad, tres siglos en los cua-
les se repitieron continuamente las rela-
ciones incestuosas entre hermanos, tíos
y sobrinos. Esta conducta se explica tal
vez como una extraña forma de mante-
ner las líneas de poder, o por el hecho de
sentirse en una tierra extraña a pesar de
que pasaran los siglos. Otros hablan
de que así se seguía una tradición
faraónica.
Sea cual sea la razón, esta costum-
bre se inicia con Ptolomeo II, que por tal
motivo toma el nombre de Filadelfo, es de-
cir, el que ama a su hermana. Filadelfo era hijo de Ptolo-
meo I y su segunda esposa Berenice. Él se casó inicialmen-
te con Arsinoe I, hija de Lisímaco, y luego lo hizo con su
hermana Arsinoe II, viuda de Lisímaco y de Ptolomeo
Keraunos. Es decir, no sólo era su hermana, sino la viuda
de su medio hermano Keraunos. Ptolomeo II, al contrario
de su padre, no era un hombre de acción, sino de pensa-
miento, por lo que las guerras fueron dirigidas por hom-
bres expertos, mientras en el campo de las relaciones con
los países del cambiante imperio, su hermana y esposa fue
quien lideró esa difícil política. Se dice, además, que Arsinoe
LOS PTOLOMEOSse hicieron represen-tar tanto según elestilo griego, comosiguiendoel modelo de losfaraones.Busto de broncede un Ptolomeo.
Hildesheim,Pelizaeus- Museum
goga, lo que sirvió para desligarlos de Jerusalén y así evi-
tar la influencia que los reyes de Siria ejercían sobre ellos.
Otro de los mecanismos utilizados por Ptolomeo para
mantener unidos tanto a griegos como a egipcios fue el
de fusionar los cultos religiosos, lo que consiguió a través
del dios Serapis, que era la representación de Zeus para
los griegos y de Amón para los egipcios. La leyenda dice
que el rey soñó una noche que Serapis le pedía que lo
llevara a Alejandría, por lo que él envió una nave a reco-
gerlo a Sínope, y al regresar a la ciudad, la estatua
desembarcó por sí sola. El culto de Serapis y
de la diosa Isis se propagaron inclusive
hasta Roma.
Otra figura que utilizó Ptolomeo
fue la de Alejandro Magno, cuyo
cuerpo fue traído a Alejandría para ser
adorado. Apoyado en los mitos y
adivinaciones, trajo a colación lo que ha-
bía dicho Aristandro de Temisos, quien
vaticinó a la muerte del conquistador que
el cadáver del rey haría próspera la tie-
rra donde descansase. De esta ma-
nera creía que Egipto se manten-
dría en pie, aunque el resto de los
dominios cayera en ruinas.
A pesar de que el imperio estaba a
sus pies, a Ptolomeo le bastaba tan sólo con
ser rey de Egipto y conseguir que Alejandría fuera el
centro del mundo helenístico. Y así lo logró; esta ciudad
se convirtió en la más bella de su tiempo, además de la
más densa y con mayor variedad. Allí se reunían griegos,
indos, asiáticos, africanos, celtas, persas, judíos y carta-
gineses. En este lugar se comerciaban productos de todo
el mundo. Allí se daban cita los escritores y pensadores
más ilustres de su tiempo. Como dice el historiador Juan
Bautista Weiss: “Alejandría fue la Nueva York de la Anti-
güedad…”
Siendo uno de los hombres más poderosos de su tiem-
po, podría esperarse que Ptolomeo fuera un hombre dés-
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Los papiros se obtenían de los juncos, y de acuerdo con el tema que se quería escribir, seutilizaba uno de diferente calidad. El más grueso para los documentos,
y el más fino para las cartas. A partir de este material se elaboraron los librosy se creó la más famosa biblioteca de todos los tiempos.
mandó asesinar a quien consideraba ponía en peligro la
estabilidad de su hermano-esposo en el trono.
Alrededor de estas historias, que parecen tomadas de
uno de los mitos griegos de Sófocles, este Edipo de carne
y hueso consiguió, sin embargo, que Egipto floreciera, y
que la ciudad de Alejandría pasara a ocupar definitiva-
mente el puesto de capital del reino. Ptolomeo II, en lugar
de buscar mantener su poder por la fuerza de
las armas, basó su estrategia en el manejo
de sus relaciones con sus parientes grie-
gos, con los nacientes conquistado-
res romanos y con los egipcios.
Frente a estos últimos, logró
continuar y fortalecer la mez-
cla de creencias. Además,
instauró una administración
y una burocracia que seguía los
parámetros tradicionales de los nativos del
valle del Nilo. Es así como el rey era el
primer propietario; luego venían los ad-
ministradores, o dioecetes, apoyados en
regidores e interventores; con este sistema
se lograba recaudar una buena cantidad de
dinero para las arcas reales. Por otro lado,
los nomoi o distritos se mantuvieron ini-
cialmente bajo el control de un goberna-
dor de origen griego, que luego fue reem-
plazado por uno egipcio. Así, en el marco
de unas historias familiares de luchas e intriga
por el poder, la dinastía ptolemaica continuaba
floreciendo.
A Ptolomeo II le sucedió su hijo Ptolomeo
Euergetes, “el Bienhechor”, fruto no de la unión
con su hermana, sino con su primera esposa,
Arsinoe I. Así como sus abuelos, él se inclinó
por la guerra y por la conquista de los anti-
guos territorios imperiales. Es así como con-
siguió anexionarse mediante su ejército a
Mesopotamia, y con su fuerza naval ocupó
Cilicia, la península de Gallipoli y su puerto. Hacia el Áfri-
ca dominó las ciudades de Etiopía y las tierras altas de
Abisinia. Con la estrategia del matrimonio por convenien-
cia, se casó con Berenice para recuperar Cirenaica, región
que había permanecido cincuenta años independiente. Para
lograr mayor dominio de sus extensos territorios, Ptolo-
meo II delegó parte de su poder en su hijo, Ptolomeo de
Éfeso. Éste gobernó el Asia menor, pero al rebelarse contra
su padre fue asesinado por sus soldados.
A pesar de su espíritu guerrero, este Ptolomeo tam-
bién tuvo tiempo para otras actividades, como la funda-
ción de unos juegos olímpicos, a la manera de las Olimpía-
das de Atenas. A estas justas deportivas les puso el
nombre de Ptolemaia, en honor de su hermana.
Como reza el principio antiguo de mente sana
en cuerpo sano, los Ptolomeos tuvieron la polí-
tica de construir gimnasios en diferentes ciu-
dades para que sus súbditos se ejercitaran.
Fue tal la popularidad de este rey, que
llevó a que le construyeran un trofeo de
victoria en mármol blanco, sobre el cual se
grabaron sus victorias. Este monumento aún
se conserva, y es prueba de la admiración
que le rindieron sus súbditos a este monar-
ca, por encima de sus predecesores.
Contra propios y extrañosA Ptolomeo III le siguió su hijo Ptolomeo IV,
Filopátor, quien subió al trono en el año 320
a.C. Este rey no heredó ni la actitud guerrera de
su padre ni la intelectual de su abuelo. Califica-
do de perezoso y corrompido, delegó el gobier-
no a sus ministros Sosibio y Agatocles, quienes
luego de la muerte de su padre lo indujeron a
matar a su hermano Magas, a su madre Berenice
y a su hermana-esposa Arsinoe III. A pesar de ven-
cer a Antíoco Megas, uno de los grandes gue-
rreros de su tiempo, no logró ampliar sus
dominios y, al contrario, perdió el control
PTOLOMEO ISOTER,
tetradracma
PTOLOMEO II,FILADELFO.
Estatua erguidaprocedente de
Heliópolis.Hacia 260 a.C.
Granito rojoVaticano,
Museo GregorianoEgipcio
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del alto Egipto, cuando las tropas formadas por veinte
mil indígenas se rebelaron. Ante esta situación, Ptolomeo
IV buscó ayuda en los sacerdotes, quienes se aprovecha-
ron y le quitaron parte de sus tesoros. Paradójicamente,
este soberano fue el primer Ptolomeo que se adjudicó el
título de faraón.
Otra de las luchas que desarrolló este rey fue contra
el príncipe Cleomenes, quien por presión de su ministro
Sosibio apoyó los magnicidios de Ptolomeo. Sin embar-
go, al descubrir que sólo querían aprovecharse de su ayu-
da y luego de que lo pusieron preso, intentó rebelarse
contra el emperador y su ministro y organizar un levanta-
miento popular. Su intento no prosperó debido al temor
que sentía la gente por su emperador y especialmente por
su cruel ministro Sosibio. Finalmente, en un acto de in-
menso valor, Cleomenes y sus compañeros se dieron la
muerte a sí mismos. “No moriré de muerte vil y oscura.
Haré sí un hecho decoroso y noble, de que siempre hablará
la edad futura”, fueron las palabras de despedida de este
príncipe.
Este período estuvo en manos de los ministros de Pto-
lomeo IV; además de Sosibio, que se caracterizaba por ser
astuto, intrigante y perverso, estaba Agatocles, quien en
compañía de su hermana Agatoclea se dedicaba a beber de
día y de noche mientras se aprovechaba de cuanta mujer
caía en sus manos así fuera casada o virgen, aprovechando
el enorme poder que había conseguido ante la debilidad
de su rey. A pesar del disgusto que producía al pueblo, éste
no se atrevía a oponerse, ya que le tenían un enorme terror
y no encontraban quién fuera capaz de liderar un levanta-
miento en su contra. De manera paciente esperaban los
egipcios que Ptolomeo reaccionara contra su ministro, cosa
que no sucedió, ya que Agatocles le sobrevivió a este rey,
actuando luego como tutor del siguiente Ptolomeo.
Así comenzó una etapa decadente de esta dinastía. Sien-
do un niño, Ptolomeo V, Epifanes, “el Ilustre”, recibió un
reino donde los ministros de su padre se disputan el gobier-
no. Mientras tanto, Antíoco III de Siria y Filipo V de Macedo-
nia, enemigos permanentes de los Ptolomeos, firmaron un
acuerdo para repartirse sus territorios. Sólo la intervención
de los romanos y la derrota de Antíoco permitieron que se
salvara el reino.
Con la regencia de su madre, Cleopatra I, cuando era
menor de edad, Ptolomeo VI Filomátor, “el que ama a su
madre”, fue secuestrado por Antíoco, por lo que se pro-
clamó como rey a su hermano Ptolomeo VII Neo-Filopátor.
Al ser liberado gracias a la intervención de los romanos,
el reino fue dividido entre los hermanos. Luego, al pelear-
se con Ptolomeo VII, debió exiliarse en la isla de Chipre.
Luego retomó el gobierno y le entregó a su hermano el
PTOLOMEO VIII,(Evergetes II)coronado reyde las Dos TierrasporNekhbety Wadyet,diosas delAlto y BajoEgipto.Edfú, templo de Horus.Período ptolomaico,hacia 180 a.C.
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control de la Cirenaica. Participó en las luchas dinásticas
de los Seléucidas y consiguió ser nombrado rey de Siria
junto con su cuñado Demetrio. Murió como consecuen-
cia de las heridas recibidas al buscar el dominio de Siria.
Al contrario de Ptolomeo VI, quien fue con-
siderado un rey bondadoso, prudente y valien-
te, su hermano es descrito como un ser brutal
y violento. Además, ha pasado a la historia por
una vida familiar bastante complicada. Se casó
con la esposa de su hermano, Cleopatra II, lue-
go con su sobrina, Cleopatra III, hija de la an-
terior y su hermano. Disputó con ambas mu-
jeres el poder del reino. A la primera le debió
dejar el gobierno al tener que huir a Chipre,
y a la segunda la tuvo que expulsar a
Siria para poder regresar al tro-
no.
Las disputas familiares
continuaron con los siguien-
tes gobernantes. Ptolomeo
VIII se enfrentó a su prima Cleo-
patra III, ya que ella apoyaba a Pto-
lomeo Alejandro. Mientras, por el lado
de la dinastía de los Antíocos también había dis-
putas. Finalmente, Cleopatra III logró derrocar a Ptolo-
meo VIII en favor de Ptolomeo Alejandro, quien tomó el
nombre del Ptolomeo IX. La disputa entre estos dos re-
yes, apoyada por los seléucidas, continuó y terminó con
el destronamiento y muerte de Ptolomeo Alejandro. Mien-
tras, Ptolomeo Apión, quien había heredado de Ptolo-
meo VII la Cirenaica, se la cedió al pueblo romano en el
año 89 a.C.
Esta historia, digna de
una telenovela, continuó
con el retorno de Ptolomeo
VIII, quien debió enfrentar
rebeliones del pueblo en un
lugar llamado La Tebaida,
mientras veía cómo Mitria-
des VI luchaba con los romanos por el dominio de las islas
del Egeo, tradicionalmente fortín de los Ptolomeos. Al morir
Ptolomeo VIII no dejó herederos, por lo que Berenice III go-
bierna hasta que aparece Ptolomeo X, el hijo de Ptolomeo IX
Alejandro, quien apoyado por Roma huye de
Mitriades, regresa a Alejandría y asesina a
Berenice. Finalmente, él también es asesinado.
El siguiente Ptolomeo es llamado Auletes,
“el flautista”, o Nothos, “el bastardo”, ya que
es hijo ilegítimo de Ptolomeo VIII. Con su
coronación, la crisis se ahonda más, ya que
aparece un supuesto testamento de Ptolo-
meo X, en el cual dejaba sus dominios a
los romanos. Además, este rey se enfren-
ta a los intereses de Antíoco XIII y su her-
mano, que se dirigieron a Roma
para hacer valer sus derechos
sobre Egipto. Ante esta si-
tuación, este Ptolomeo se
valió de un sistema que
aún hoy es muy frecuente,
como era el de sobornar a altos
funcionarios y políticos romanos para
conseguir que su causa fuera aceptada.
Gracias a esta treta y a las considerables rentas que
manejaban los soberanos egipcios, las cuales alcanzaban
a los 6.000 talentos, Auletes consiguió que César lo reco-
nociera como rey en el año 58 a.C. Así, mientras Chipre
era anexada a Roma, Egipto permanecía independiente.
Sin embargo, esta costosa política llevó a que la adminis-
tración fuera embargada y a que Ptolomeo XI debiera per-
manecer tres años fuera
de su país. Esta situación
creó un enfrentamiento
entre el gobernante y su
hija Berenice IV, quien al
regreso a Egipto ordenó
su muerte.
Otro de los mecanismos utilizados por Ptolomeo para mantener unidostanto a griegos como a egipcios fue la de fusionar los cultos religiosos,
lo que consiguió a través del dios Serapis, que era la representaciónde Zeus para los griegos y de Amón para los egipcios.
SERAPIS.Dios inventado por
Ptolomeo I Sotercomo símbolo
de prosperidad.Museo
Greco-romanode Alejandría
LAS PLACASDORADAS
para la fundaciónde un templo
de Serapisen Alejandría
se redactaronen dos idiomas,
griego y egipcio.Este proviene
de la épocade Ptolomeo II.
Alejandría,Museo
Grecorromano.
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La dominación de RomaSiguiendo la tradición faraónica, el siguiente emperador
fue hijo de Auletes y su hermana Cleopatra VI, quien a su
vez se casó con su hermana Cleopatra VII, la Cleopatra
que hoy conocemos. Aunque el gobier-
no debía ser compartido por los her-
manos, Ptolomeo XII buscó alejar a
su hermana del poder. Luego hizo
asesinar a Pompeyo, quien se refu-
giaba en Egipto. A la llegada de Cé-
sar, éste obligó a Ptolomeo a que
compartiera el trono con su herma-
na, ante lo cual él se declaró en abierta
rebeldía y murió ahogado en el Nilo en
una batalla.
Lo reemplazó su hermano Ptolomeo XIII,
quien con tan sólo doce años fue designado rey de Chipre
por Julio César, y luego él lo casó con Cleopatra, quien
presuntamente lo envenenó cuando regresaban de un viaje
a Roma. Según lo muestran documentos que han llegado a
nuestros días, Cleopatra era una mujer de gran belleza y
extraordinaria habilidad política. Quiso ser emperatriz de
Roma al unirse con Julio César, pero al morir él en el 44
a.C., sus esperanzas se vieron truncadas. Luego sedujo a
Marco Antonio, y a la muerte de éste, ella se suicidó deján-
dose picar por una serpiente.
Y aquí aparece el último de los reyes de la dinastía
lágida, Ptolomeo XIV, conocido como Cesarión, nacido
de la unión de Cleopatra y César. Su madre lo aso-
ció al poder, pero después de la batalla de Accio,
Octavio lo mandó ejecutar. Y de esta manera,
terminaron 275 años de una dinastía que
mantuvo en pie la tradición de un im-
perio heredero de los antiguos
faraones, por una parte, y de los grie-
gos y su emperador Alejandro Mag-
no, por el otro.
Los romanos toman entonces el
control de Egipto y del Cercano
CLEOPATRA VII.Mármol. Probablementeprocedente de Mauritania;posterior al año 30 a.C.SMPK, Museode Antiguedades,Berlín.
JULIO CÉSAR.Mármol.Museo ArqueológicoNacional. Nápoles.
Oriente. Los Ptolomeos desaparecen dejando en su lugar a
un pueblo “cuya fuerza no estaba en su imaginación crea-
dora sino en la voluntad y la sensatez”, según dice Juan
Bautista Weiss. El faro, el Museo y la Biblioteca de Alejan-
dría son muestras de esta imaginación creadora. Además,
gracias al espíritu de esos reyes, hoy se conoce a través de
manuscritos la historia de los pueblos que hicieron parte
de esa época de oro del mundo antiguo.
Los Ptolomeos tuvieron una idea de la política here-
dada de Alejandro Magno, en la que se respetaba al pue-
blo conquistado, no imponiendo sus principios, sino lle-
vando a que se copiara la cultura helénica, a la manera
como un hijo aprende de su padre. Las rela-
ciones incestuosas, las pugnas familiares y
la corrupción hicieron que la dinastía
lágida desapareciera; sin embargo, tan fir-
mes serían las bases cimentadas por Ale-
jandro y su general Ptolomeo, que a pesar
de las costumbres de sus herederos, este
imperio perduró por 275 años.
FUENTES
EL TIEMPO. Historia Universal.DICCIONARIO LAROUSSE ILUSTRADO.Enciclopedia Hispánica.MEGALOPOLITANO, Polibio. Historia Universal de la República Ro-
mana.WEISS, Juan Bautista. Historia Universal, vol. 3, 1920.JOUGET, Pierre. Imperialismo macedónico y la helenización del Orien-
te, Uteha, 1958.Documentos en Internet.
ANDRÉS PIÑEROS
Titulado en Comunicación Social dela UJTL.
MARCO ANTONIORelieve en piedra.Palacio de Cleopatra.Alejandría.