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1 EL ANILLO DE HIERRO DE SATURNO Manuel González Riquelme Quién mató a Walter Benjamin DIRECCIÓN: David Mauas. PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Miguel Àlvarez y David Mauas. PRODUCCIÓN EJECUTIVA TELEVISIÓ DE CATALUNYA: Jordi Ambròs. DIRECCIÓN EJECUTIVA NIK MEDIA: Annette Betsabel. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Rachel Russinek. MONTAJE: Pau Valiente y Víctor Vidal. MÚSICA: Xavier Maristany. SONIDO DIRECTO: César Fernández y Shinya Kitamura. COORDINACIÓN DE PRODUCCIÓN: Esther Prim y Montserrat Guiu. GUIÓN: David Mauas y Joan Ripollès. VOZ EN OFF: Jordi Boixaderes, Eduard Farelo, David Mauas, Brendan Price, Arnim Schulz. Esta película ha sido posible gracias al apoyo de: Dani Karavan; Kosme de Barañano (Institut Valenciá d´Art Modern); David Grebler (Fundación Baruch Spinoza); Siegfried Zielinski (Kunsthochschule für Median Köln); Ursula Wahl (Goethe-Institut); Lena Stanley (European Association for Jewish Culture). El anillo de hierro de Saturno Las ilimitadas posibilidades a la construcción en hierro aparecen en una viñeta de Grandville que proviene de un libro de 1844, Otro mundo, que relata las aventuras de un fantástico duendecillo que quiere orientarse en el espacio cósmico: “Un puente del que no se podían divisar a la vez ambos extremos y cuyos pilares se apoyaban en planetas, conducía, sobre un asfalto maravillosamente alisado, de un orbe a otro. El pilar trescientos treinta y tres mil descansaba en Saturno. Vio entonces nuestro duende que el anillo de este planeta no era otra cosa que un balcón que discurría a su alrededor, en el que los habitantes de Saturno tomaban el fresco por las tardes” (Walter Benjamin, Libro de los pasajes. Edición de Rolf Tiedemann. Traducción de Luis Fernández Castañeda [alemán y textos en inglés], Isidro Herrera [francés menos los fragmentos J y N] y

El anillo de hierro de Saturno

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Walter Benjamin en Portbou.

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EL ANILLO DE HIERRO DE SATURNO

Manuel González Riquelme

Quién mató a Walter Benjamin

DIRECCIÓN: David Mauas.PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Miguel Àlvarez y David Mauas.PRODUCCIÓN EJECUTIVA TELEVISIÓ DE CATALUNYA: Jordi Ambròs.DIRECCIÓN EJECUTIVA NIK MEDIA: Annette Betsabel.DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Rachel Russinek.MONTAJE: Pau Valiente y Víctor Vidal.MÚSICA: Xavier Maristany.SONIDO DIRECTO: César Fernández y Shinya Kitamura.COORDINACIÓN DE PRODUCCIÓN: Esther Prim y Montserrat Guiu.GUIÓN: David Mauas y Joan Ripollès.VOZ EN OFF: Jordi Boixaderes, Eduard Farelo, David Mauas, Brendan Price, Arnim Schulz.Esta película ha sido posible gracias al apoyo de: Dani Karavan; Kosme de Barañano (Institut Valenciá d´Art Modern); David Grebler (Fundación Baruch Spinoza); Siegfried Zielinski (Kunsthochschule für Median Köln); Ursula Wahl (Goethe-Institut); Lena Stanley (European Association for Jewish Culture).

El anillo de hierro de Saturno

Las ilimitadas posibilidades a la construcción en hierro aparecen en una viñeta de Grandville que proviene de un libro de 1844, Otro mundo, que relata las aventuras de un fantástico duendecillo que quiere orientarse en el espacio cósmico: “Un puente del que no se podían divisar a la vez ambos extremos y cuyos pilares se apoyaban en planetas, conducía, sobre un asfalto maravillosamente alisado, de un orbe a otro. El pilar trescientos treinta y tres mil descansaba en Saturno. Vio entonces nuestro duende que el anillo de este planeta no era otra cosa que un balcón que discurría a su alrededor, en el que los habitantes de Saturno tomaban el fresco por las tardes” (Walter Benjamin, Libro de los pasajes. Edición de Rolf Tiedemann. Traducción de Luis Fernández Castañeda [alemán y textos en inglés], Isidro Herrera [francés menos los fragmentos J y N] y Fernando Guerrero [Textos en francés de los fragmentos J y N]. Akal, Madrid, 2005 p. 877). Podemos ver allí a Walter Benjamin, asomado al balcón del anillo de Saturno contemplando los mundos, las constelaciones, el azul profundo del universo y los ciclos de nacimiento y muerte de las estrellas, como el flâneur, a través del cristal de sus lentes, fumando su pipa, perfectamente sincronizados al reloj de caballero que la policía encontró entre sus pertenencias, el ritmo perfecto de la geometría de los diamantes de Spinoza, escribiendo en dirección a la Tierra: “En realidad, no me siento obligado a tratar de ir en la cabeza o a la cola de esta condición del mundo. En este planeta un gran número de civilizaciones han perecido en sangre y horror. Naturalmente, uno debe desear que un día el planeta experimente una civilización que haya abandonado la sangre y el horror; de hecho, me siento… inclinado a pensar que nuestro planeta lo está esperando. Pero es dudoso saber si nosotros podemos aportar dicho regalo a su centésimo o cuadragésimo-millonésimo cumpleaños. Y si no lo hacemos, el planeta terminará por castigarnos, sus nada precavidos bienquerientes, presentándonos al Juicio Final” (Hannah Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad. “Walter Benjamin 1892-1940”. Traducción de Claudia Ferrari y Agustín Serrano de Haro, Gedisa, Barcelona, 2008, p. 199)

La rosa náutica de la historia

La función de la rosa náutica de la historia es mostrar cuál de los cuatro rincones del mundo está soplando el viento de la historia: “Con su inscripción ‘el bien hace la fuerza’, apunta hacia el Paraíso, con ‘La fuerza hace lo malo’, hacia el Purgatorio, con ‘El mal hace la fuerza’, hacia el

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Infierno, pero con ‘La fuerza hace el bien’, hacia la vida ordinaria en la tierra; y como lo que amenaza una y otra vez con rugir sobre la humanidad es la tormenta del diablo, el hombre por lo general se contenta con el mundano ‘La fuerza hace el bien’, aunque espera las brisas paradisíacas –cuando ya no haya pena de muerte en el vasto orbe de la Tierra- y sabe, al mismo tiempo, que no se producirá el milagro a menos que se lo fuerce a ello. El milagro de “El bien hace la fuerza’ requiere principalmente que el bien esté provisto de fuerza” (Hannah Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad. “Hermann Broch 1886-1951”, op. cit, p. 158). La rosa náutica de la historia apuntaba hacia el infierno “El mal hace la fuerza” la tarde del 25 de septiembre de 1940 en Portbou. La luz de aquella tarde debió ser opaca. La carta de Grete Freund a un destinatario desconocido fechada el 9 de octubre de 1940 es muy explícita: “En lo que concierne a la muerte de M. Benjamin sé indicarle los hechos siguientes: en camino [el paso por los Pirineos] estábamos cuatro amigos, cuando nos encontramos con Mme. Gurland, a su hijo de dieciséis años y medio y a M. Benjamin que tenían la intención de seguir la misma dirección que nosotros. M. Benjamin estaba ya muy fatigado cuando sufrió una crisis cardíaca en el camino. Fue obligado a acostarse unas horas sobre el suelo. Recuperó fuerzas y continuó sorprendentemente la marcha que nos llevó 14 horas sin encontrar posibilidad de comer o de beber. En la frontera española en Port-Bou fuimos directamente a la policía para obtener el visado obligatorio de entrada que nos fue categóricamente denegado pese a que teníamos en regla los papeles de viaje, provistos del visado de tránsito español. El jefe de policía pretendía haber recibido nuevas instrucciones de Madrid prohibiendo el acceso al territorio español a todos aquellos cuyos papeles de viaje llevaban la mención ‘nacionalidad indeterminada’ o sin nacionalidad. Quería que regresáramos esa misma noche por la misma vía que habíamos tomado, declarando que el cónsul español en Perpiñán tenía que pedir a Madrid para nosotros un visado especial y si no obedecíamos esta orden sus guardias nos conducirían a un campo de concentración en Figueras para ser, finalmente, puestos a disposición de las autoridades alemanas. Era para nosotros imposible retomar el camino de regreso, por eso accedió a nuestras demandas de pasar la noche en un hotel [Hotel de Francia], vigilados por los guardias, para retomar el camino al día siguiente a las diez de la mañana. M. Benjamin estaba completamente desesperado y declaraba por la tarde en el hotel que no volvería a partir aunque saliera bien. Tratamos de calmarle prometiéndole telefonear a primera hora al cónsul americano en Barcelona para que tuviera una recomendación especial y al que pediríamos para Benjamin ayuda y asistencia. A pesar de nuestros esfuerzos, él parece haber tomado un estupefaciente [fuerte dosis de morfina] durante esa misma noche y cuando mandamos venir a un médico [El doctor Gorgot], no se pudo transportar a M. Benjamin y entró en coma. Murió esa misma noche alrededor de 24 horas después de nuestra llegada y su entierro tuvo lugar al día siguiente en Port-Bou hacia las tres de la tarde. Con los 70 $ que llevaba consigo, en el hotel, pagamos al médico y al enterrador. El mismo día tuvimos todavía muchas dificultades, nos condujeron, efectivamente, a la frontera y sólo porque un milagro en forma de una tormenta muy violenta pudimos entrar en España y llegar a Lisboa. Por tanto, lo más trágico es que M. Benjamin habría podido finalmente pasar con nosotros. No es su muerte la que salvó la situación, sino otra cosa (…). Habíamos telefoneado al cónsul americano en Barcelona que se negó a intervenir porque no se trataba de un americano”.

La fotógrafa Henny Gurland escribió una carta dos días después, el 11 de octubre de 1940 dirigida a Arkadi Gurland, un primo del entonces marido de la remitente, expresándose en los mismos términos: “En Marsella, entable amistad con Benjamin y él me aceptó como compañera de viaje. En el camino de los Pirineos nos encontramos con la señora Birmann, su hermana la señora Lipmann y esa señora Freund del Diario. Estas doce horas fueron para todos nosotros un esfuerzo verdaderamente terrible. Desconocíamos por completo el camino, en algunos tramos tuvimos que hacerlo a cuatro patas. Por la tarde, llegamos a Port-Bou y fuimos a la gendarmería para que sellaran nuestros papeles. Cuatro mujeres y nosotros tres, estuvimos sentados una hora entera, llorando, suplicando, desesperados ante los funcionarios, mostrándoles nuestra documentación completamente en regla. Estábamos todos sin nacionalidad, y nos dijeron que hace unos días habían llegado órdenes de no permitir cruzar España a personas sin

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nacionalidad. Nos permitieron pasar una noche en el hotel, soi-disant, bajo vigilancia, colocándonos tres policías de guardia que debían acompañarnos por la mañana a la frontera francesa. La única documentación que yo poseía era la americana, pero para José y para Benjamin eso significaba ir al campo de concentración. De modo que nos retiramos, con gran desesperación a nuestras habitaciones. A las 7 de la mañana, la señora Lipmann me llamó para que bajara porque Benjamin había preguntado por mí. Benjamin me dijo que ayer a las 10 de la noche, había ingerido grandes cantidades de morfina y yo debía tratar de hacer pasar aquello como una enfermedad, me dio una carta para mí y para Adorno Th. W [¡sic!], después perdió la conciencia. Llamé a un médico [el doctor Pedro Gorgot] que diagnosticó derrame cerebral. Ante mis continuas súplicas para trasladar a Benjamin a un hospital, esto es, a Figueras, el médico declinó toda responsabilidad, declarando que estaba agonizando. Pasé el día [el día 26] con la policía, el alcalde y el juez, que examinaron todos los documentos y encontraron una carta a los dominicos españoles. Tuve que ir a buscar al cura y recé de rodillas a su lado, una hora entera. Pasé una angustia indescriptible por José y por mí, hasta que a la mañana siguiente se expidió [27 de septiembre] el certificado de defunción. Como dije antes, a la mañana siguiente al día de la muerte de Benjamin [27 de septiembre] recogieron a las cuatro mujeres. A José y a mí nos dejaron en el hotel porque habíamos llegado con Benjamin. Estuve allí, por tanto, sin visado de entrada y sin pasar la inspección de la aduana, que se hizo luego en el hotel. Conoces a la señora Birmann y puedes juzgar nuestro estado si te digo que ella, junto con los otros, se negaron a continuar una vez llegados arriba a la frontera, afirmando que preferían que los llevasen al campo de concentración de Figueras. Entretanto, yo estaba en la gendarmería con un certificado del médico, quedando el jefe muy impresionado por la enfermedad de Benjamin. Y así fue como las cuatro mujeres consiguieron el sello (también hubo que pagar no poco dinero). Yo lo recibí al día siguiente. Tuve que confiarle al juez el dinero y todos los papeles, encargándole que enviara todo al consulado americano de Barcelona, a donde había llamado Birmann. (La gente de allí se había negado a ocuparse de nosotros, pese a muchas explicaciones). Compré una tumba para cinco años, etc. En realidad, no te puedo describir con más exactitud cómo era la situación. De todos modos era tal, que tuve que destruir, después de leerla, la carta dirigida a Adorno y a mí. Decía en cinco líneas, que él, Benjamin, no podía seguir adelante, que no veía ninguna salida y que yo se lo contaría, como también a su hijo”. ¿Por qué destruyó la carta? ¿Qué tipo presiones recibía Henny Gurland? Intimidación, coacción, amenazas… Gestapo, falange, policía franquista… el campo de concentración en Figueras, la deportación ¿Por qué? ¿De qué fue testigo la señora Gurland? ¿Por qué son tratados como parias, delincuentes? Tenían el visado sellado en Marsella de tránsito por España y Portugal. ¿Qué trágica combinación de hechos tuvo lugar? La frontera era un negocio lucrativo en muchos sentidos. Los refugiados viajaban con grandes cantidades de dinero necesario para cualquier contingencia del viaje. ¿Por qué ser tan despiadado? No fue por dinero. Hubo algo más: ensañamiento y premeditación. En la sala del Hotel Terminus se reunía el alcalde, la falange, policía franquista. Simó Granollers ex trabajador del Hotel Terminus afirma haber oído una conversación en la cual se dice que a Benjamin “se lo han sacado de encima”. ¿Qué significa “se lo han sacado de encima? Y ¿por qué “sacárselo de encima”? ¿Qué amenaza representaba el filósofo enfermo?

El mismo 11 de octubre de 1940, Max Horkheimer envió desde Nueva York una carta a las autoridades locales requiriendo los detalles de la muerte del señor alemán. Le respondieron de la Dirección General de Seguridad, Comisaría de Investigación y Vigilancia de la Frontera Oriental (Figueras), Gerona, España, Comisario Jefe: “Muy señor mío, en contestación a su carta 11 actual referente al Doctor en Filosofía Don Benjamin Walter, le participo que este señor entró en España por Port-Bou, por la mañana del 25 de septiembre último a las 20 horas con una autorización de entrada para los [E. U.] expedida por el consulado americano en Marsella y visado español de tránsito para Portugal; manifestando dicho señor que había salido de Francia clandestinamente por carecer de autorización y que venía andando desde Banyuls (Francia) y que había cogido una insolación y se encontraba bastante enfermo. En vista de ello pasó a hospedarse a un hotel e inmediatamente fue visitado por un médico de Port-Bou, cuyo facultativo certificó que dicho Sr. Walter padecía una congestión cerebral y catarro bronquial que le obligaba

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a guardar cama. El mismo médico anterior certifica que don Benjamin Walter ha fallecido a las 22 horas del día 26 del mismo mes a consecuencia de una hemorragia cerebral. Dicho señor no prestó ninguna declaración. Como puede V. ver por lo del certificado médico, no se trata de un suicidio, sino de muerte natural. En dicha desgracia intervino el Juzgado Municipal de Port-Bou, haciéndose cargo del equipaje del Sr. Walter, consistente en una cartera de piel de las usadas por los hombres de negocios; un reloj usado de caballero; una pipa; seis fotografías; una radiografía; unas lentes; varias cartas; periódicos y algunos papeles más de los que se ignora su contenido, como también alguna cantidad en dinero, de la que deducidos los gastos ocasionados, quedan actualmente 273 pesetas”. Firmado: Antonio Sols” (Walter Benjamin, Libro de los pasajes. Edición de Rolf Tiedemann. Traducción de Luis Fernández Castañeda [alemán y textos en inglés], Isidro Herrera [francés menos los fragmentos J y N] y Fernando Guerrero [Textos en francés de los fragmentos J y N]. Akal, Madrid, 2005, pp. 976-978).

El Hombre de pie en piedra negra

Elias Canetti conoce a Fritz Wotruba en el otoño de 1933, cuando éste último cuenta con 26 años. Canetti es sólo dos años mayor que él: “Wotruba ha sido el personaje más salvaje que ha habido en mi vida”. La relación de Wotruba con la piedra era violenta. Como una pantera negra se alimentaba de piedra, la desgarraba y la mordisqueaba. Jamás sabíamos hacia qué punto de la piedra saltaría en el instante siguiente. Todos los saltos era lo que más hacía pensar en un felino. No partían de un lugar alejado sino que iban de un punto a otro de la figura. La fuerza con la que esculpía era como la del final de un salto felino dado desde cierta distancia. “Lo que Wotruba estaba representando delante de mí era un asesinato. Hasta mucho tiempo después no descubrí que Wotruba se veía forzado a asesinar (…). Wotruba perpetraba el asesinato durante todo el tiempo que fuera necesario hasta que quedaba allí convertido en monumento”. Canetti descubre en su primera visita al taller de Wotruba, debajo del viaducto del ferrocarril suburbano la gran estatua erguida de un hombre, esculpida en basalto negro. “Me coloqué delante y mientras la miraba escuchaba el retumbar del ferrocarril suburbano que pasaba por encima del viaducto. Lo escuché varias veces, tan largo rato estuve allí plantado ante la escultura. En mi recuerdo no puedo separarla de aquel ruido” (Elias Canetti, Historia de una vida: la lengua salvada, la antorcha al oído, El juego de los ojos. Edición dirigida por Juan José del Solar. Traducción de Genoveva Dieterich, Juan José del Solar y Andrés Sánchez Pascual. Prólogo de Martín Bollacher, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores. Barcelona, 2003, pp. 882-901). La escultura ha desaparecido, como las pistas de Walter Benjamin en Portbou. La enterraron durante la guerra y ya no fue posible encontrarla. Portbou en 1940 era un nido de avispas. Las secuelas de la Guerra Civil española podían apreciarse en la pequeña city fronteriza. Hacía diecinueve meses que el conflicto armado había terminado. La División del Comandante Enrique Lister cruzó Portbou en retirada. Antonio Machado con su madre de 88 años, huyó de Franco por esta vía. Medio millón de refugiados cruzaron la frontera tras la caída de Barcelona. Un país en retirada. Un Estado en retirada. El concepto de frontera siempre tan arbitrario. La línea fronteriza siempre tan laxa. Los personajes fronterizos siempre tan desdibujados y crueles. Los protagonistas de esta farsa: el médico pusilánime Ramón Vila Moreno; el médico culpable Dr. Pedro Gorgot, Jefe de la Falange; el alcalde Guixeres, instrumento del régimen; el juez prevaricador Fernando Pastor Nieto; el cura Mossèn Andreu Frexa, vengativo y cainita; el director del Hotel de Francia, Joan Suñé y su esposa colaboracionista Eva Raffegeau, todos comediantes absurdos de un escenario fantasmal responsables de la tragedia. Juntos escenificaron su particular Guerra Civil contra la figura de un refugiado alemán, judío, cardiópata, melancólico, de 48 años, que había ingerido una dosis de morfina ante el miedo de ser deportado, sin fuerzas para seguir adelante. No es la carta de un suicida. Es la carta de alguien que le fallan las fuerzas. Fechada el 25 de septiembre de 1940 dirigida a Henny Gurland [¿y a Adorno?]: “En una situación sin salida, no tengo otra elección que terminar. En un pequeño pueblo de los Pirineos donde nadie me conoce mi vida va a acabarse. Le ruego que transmita mis pensamientos a mi amigo Adorno y que le explique la situación en que me encuentro. No me queda suficiente tiempo para escribir todas las cartas que hubiese querido escribir”. No es la

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carta de un suicida es la carta de un desesperado rodeado de buitres a la espera de su muerte. Contrabandistas, extorsionadores, criminales de guerra, homicidas, granujas, ladrones todos ellos fueron culpables. “Una figura de color negro de tamaño superior al natural. Mantenía oculta detrás de la espalda una de las manos, la izquierda. La parte superior del brazo izquierdo estaba llamativamente separada del cuerpo y formaba un ángulo recto con el antebrazo. Esto hacía que el codo quedase violentamente separado del cuerpo, como si se dispusiera a rechazar a quienquiera que se le acercase demasiado. El triángulo formado por el pecho y las dos partes del brazo, único espacio de toda la escultura vacío y llamativo, tenía algo de amenazador. Y esto estaba relacionado con la mano que no estaba a la vista y que uno se sentía obligado a buscar. Era como si la mano estuviese no denegada sino escondida. La otra mano sí era visible. En la zona derecha reinaba la calma. El brazo derecho se hallaba estirado a lo largo del cuerpo, la mano abierta llegaba hasta cerca de la rodilla, y esta mano parecía estar tranquila y no abrigar ninguna intención hostil. Tan tranquila era que no se pensaba en ella, dado que la otra se retraía tan violentamente. La mano sustraída se encontraba -de improviso- extendida transversalmente enorme, sobre la zona lumbar. Las yemas de los dedos estaban vueltas hacia fuera y eran de un tamaño superior al natural, incluso en relación a las dimensiones de la escultura y, en verdad, la violencia de aquella mano me dio miedo. No es que se la pudiera acusar de nada malo pero aquella mano era capaz de cualquier cosa. Aún hoy estoy convencido de que la escultura entera surgió en razón de aquella mano y de que el hombre que la extrajo del basalto tenía que ocultarla porque era demasiado poderosa. También estoy convencido de que lo que la boca, que no quería hablar, silenciaba, era ella, la mano y de que lo que el codo, amenazadoramente dirigido hacia fuera, protegía era el acceso a dicha mano. Estuve innumerables veces en el viaducto. Mi pasión por esta escultura llegó a convertirse en el núcleo de mi amistad con Wotruba (…). Uno de sus hermanos era Caín, que había matado, y el miedo a verse obligado a matar alguna vez le hizo sufrir durante toda su vida. A la piedra debía el no haberlo hecho nunca; con el Hombre de pie en piedra negra dio a entender, al menos para mí, la amenaza que se cernía sobre él” (Elias Canetti, Historia de una vida: la lengua salvada, la antorcha al oído, El juego de los ojos, op. cit., p. 899). El Hombre de pie en piedra negra es Caín. La mano izquierda esconde el homicidio perpetrado. El nombre de la víctima es Walter Benjamin.

El Trauerspiel

A los treinta y tres años Benjamin acaba El origen del drama barroco alemán. Lo entrega a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Frankfurt am Main como tesis de habilitación. Fue rechazado. Allí encontramos una teoría de la culpa que es premonitoria de su propio destino: “El destino conduce a la muerte, que no es castigo, sino expiación ya que expresa la sujeción de la vida marcada por la culpa a la ley de la vida natural. La culpa encuentra su elemento en el destino y en el drama del destino. Esta culpa que se imponía a los hombres desde afuera mediante la desgracia, el héroe la asume en el transcurso de los acontecimientos trágicos internalizándola. Al reflejarla en la autoconsciencia, éste consigue escapar a su jurisdicción demoníaca. La culpa que el héroe asume dentro de la tragedia consiste en una orgullosa conciencia de culpa. Lo que dice Lukács vale para el héroe trágico y sólo para él: ‘pues visto desde fuera no hay culpa alguna, ni puede haberla; mediante la culpa el hombre dice sí a todo lo que le ha ocurrido… y los grandes hombres… no pierden nada que en alguna ocasión haya pertenecido a su vida: por eso la tragedia es su privilegio’. Estas palabras son una variante de la famosa frase de Hegel: ‘el honor de los grandes caracteres consiste en ser culpables’. Esta es siempre la culpa de los que son culpables, no por la acción sino por la voluntad, mientras que en el ámbito del destino demoníaco es sólo el acto de lo que, por un azar sardónico, arrebata a los inocentes al abismo de la culpa general. La antigua maldición, transmitida hereditariamente a través de las generaciones, en la poesía trágica se convierte en patrimonio íntimo y hallazgo propio del personaje heroico. Y es así como tal maldición se extingue” (Walter Benjamin, El origen del drama barroco alemán. Versión castellana de José Muñoz Millanes. Taurus, Madrid, 1990, p. 122). Walter Benjamin es un héroe trágico. Un personaje heroico que afronta un destino inabarcable. La antigua maldición se extingue con su actitud: no seguir adelante. El último acto

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de su drama barroco se representó en Portbou. Su paso por los Pirineos es ya épico. La carta a Henny Gurland es premonitoria. El filósofo berlinés, consciente de sus fuerzas, no puede seguir adelante. La omisión de los cuidados médicos es un factor añadido. Aun así escribe: “Ruego transmita mis pensamientos a mi amigo Adorno y le explique la situación en la que me encuentro”. Un suicida no escribe esto. La otra carta que escribe el mismo 25 de septiembre es una referencia indirecta que Hans Mayer resume, dirigida a Juliane Favez: “A finales de septiembre de 1940 me llamó por teléfono la señora Favez, la secretaria de la sede del Instituto de Horkheimer en Ginebra. Debía ir enseguida a la calle Lausanne. Había allí una postal de Walter Benjamin, escrita desde Port-Bou, en la frontera francoespañola. Debía de llevar, como se puede deducir hoy, la fecha del 26 [recte: 25] de septiembre, Benjamin escribió a Ginebra porque era allí donde se habían organizado todos los detalles de su emigración y entrada en los Estados Unidos. Informaba ahora de que no le dejaban pasar: al parecer le faltaba algún visado. La postal aludía también a un fallecimiento que le había afectado mucho. Se veía que no sabía cómo salir adelante (Hans Mayer, Ein Deutscher auf Widerruf Erinnerungen [Retractación de un alemán. Recuerdos], I. Frankfurt/M, 1982, p. 257. Citado por Rolf Tiedemann en Walter Benjamin, Libro de los Pasajes, op. cit., p. 982). Un suicida no escribe pidiendo explicaciones a la secretaría en Ginebra del Instituto para la Investigación Social de Horkheimer y Adorno. El paso por los Pirineos es épico como lo registra Lisa Fittko. A su dificultad cardiorrespiratoria se unía el hecho de que transportaba una cartera de mano grande y negra que contenía su “nuevo manuscrito”. La cartera ha desaparecido y el manuscrito también. El manuscrito era más importante que su propia vida. Lisa Fittko registra esta actitud: “El hijo de la señora Gurland, José –tenía cerca de 15 años-, nos turnamos para llevar la cartera negra; era terriblemente pesada; (…) Trepamos entre vides, cargadas de las uvas de Banyuls, oscuras y dulces, casi maduras. Recuerdo aquello como un talud casi vertical, pero los recuerdos a veces distorsionan el espacio. Aquí por primera y única vez, Benjamin vaciló. Más exactamente, lo intentó, no lo consiguió, y anunció entonces que esta subida sobrepasaba sus posibilidades. José y yo lo cogimos por los hombros y le izamos, junto con la cartera, a lo alto de la colina. Respiraba pesadamente, pero no emitió ninguna queja, ni un suspiro. Solamente siguió mirando de reojo la cartera negra” (Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit. p. 973).

Bilis negra

Walter Benjamin escribe en El origen del drama barroco alemán que “La codificación de este complejo de síntomas se remonta a la alta Edad Media y la forma dada en el siglo XII a la teoría de los temperamentos por la escuela de medicina de Salerno a través de su principal representante, Constantino el Africano, siguió en vigor hasta el Renacimiento. Según esta teoría, el melancólico es ‘envidioso, triste, codicioso, avaro, desleal, timorato y de tez terrosa’ y el humor melancholicus se consideraba el ‘complejo menos noble’. La patología humoral veía la causa de estas manifestaciones en el exceso del elemento seco y frío en el hombre. Se pensaba que este elemento era la bilis negra (bilis innaturalis o atra, por oposición a la bilis naturalis o candida), del mismo modo que se creía que el temperamento húmedo y caliente (el sanguíneo) estaba basado en la sangre, el húmedo y frío (el flemático) en el agua, y el seco y caliente (el colérico) en la bilis amarilla. Además, según esta teoría, el bazo tenía una importancia decisiva para la formación de la funesta bilis negra. La sangre ‘áspera y seca’ que afluye a ese órgano, condicionando su funcionamiento, inhibe la risa humana y suscita hipocondría” (El origen del drama barroco alemán, op. cit., p. 138). Según este cuadro de síntomas, Benjamin no es un melancólico. No es “envidioso”, “codicioso”, “avaro”, “desleal”, “timorato” y de “tez terruna”. Ni mucho menos un débil melancólico. Sí es triste. Una mezcla entre sanguíneo y flemático. Es verdad que Benjamin era un tipo serio y hasta cierto punto hipocondríaco pero el 11 de enero de 1940 renueva su carnet de lector de la Bibliotèque Nationale, en París, que era laboratorio de sus ideas. Ningún melancólico hace eso. La Wehrmacht marcha triunfante por Europa y el renueva su carnet de biblioteca. Después de Polonia y cubiertas las espaldas con el pacto Ribbentrop-Molotov, Hitler desvía su objetivo hacia Holanda, Bélgica y Francia. La amenaza es real. La catástrofe ha llegado. Su mundo se desmorona. La sensación de caída es inminente. El vértigo es la condición

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del presente. El 22 de febrero informa a Horkheimer de que acaba de terminar cierto número de tesis sobre el concepto de historia que deben servir como “armazón teórico” al ensayo de Baudelaire. Estas tesis deben establecer “una escisión irremediable entre nuestra manera de ver y lo que sobrevive del positivismo, que a mi parecer, marca tan profundamente incluso los conceptos de la historia que, en sí mismos, nos son más próximos y familiares” (Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 967). Marxismo y mesianismo, Ilustración y positivismo un cruce de caminos peligroso de la modernidad que aventa las alas del ángel de la historia en forma de progreso. Las ondas sísmicas que producen los rodamientos mecánicos de los Panzer no le impiden escribir. Junto con su hermana Dora se dirigió al Sur de Francia no ocupado. El 15 de junio llegaron a Lourdes, el lugar de peregrinación en el extremo norte de los Pirineos. A través de Horkheimer, que envió un affidávit, recibió por fin el visado de entrada en los Estados Unidos. Lamentablemente, tuvo que dejar sus manuscritos en París. En la carta de Dora Benjamin a Adorno fechada el 13 de febrero de 1946 desde Zúrich se encuentran las pistas de los manuscritos de Benjamin abandonados en París: “Supongo que le habrá llegado por la señora [Juliane] Favez la carta que dejó mi hermano, encontrada en Port-Bou, y que por ella estará informado de la última voluntad de Walter, a saber, que usted recogiera todos sus trabajos. Con arreglo a este deseo le pedí en 1941 al abogado señor [Martin] Domke, con ocasión de dejar Francia, que llevara consigo una cartera con los manuscritos de Walter para que se la confiara a usted. Espero que haya sido así. Walter y yo estuvimos juntos hasta agosto de 1940 en Lourdes, por tanto no mucho antes de su muerte. Allí en Lourdes me dijo que una parte de sus manuscritos había quedado bajo la custodia del señor Georges Bataille en la Biblioteca Nacional” (Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 885). La salvación del manuscrito principal del Libro de los pasajes se lo debemos a George Bataille y a Pierre Missac.

El avisador de fuego

Walter Benjamin representa una alegoría de sí mismo. Es “el avisador de fuego”. El fuego de los 50 millones de muertos, el fuego de Auschwitz, la onda expansiva de Hiroshima y Nagasaki. El fuego de Varsovia, las ruinas de Berlín o Dresde. Él mismo víctima civil del conflicto. Benjamin escribe en su tesis número 2: “Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos” (Walter Benjamin, Discursos interrumpidos I. Tesis de Filosofía de la historia. Prólogo traducción y notas de Jesús Aguirre. Taurus, Madrid, 1990, p. 178). ¿A qué cita secreta se refiere Benjamin? ¿En qué consiste la flaca fuerza mesiánica? La fuerza mesiánica tiene que ver con la salvación. ¿Quién tiene que ser salvado? No la historia oficial sino la infrahistoria. Las víctimas del horror, del terror, los débiles tienen que ser salvados. La historia es una ciencia a posteriori, dotada de la mirada del ave de Minerva, sólo al atardecer alza el vuelo. Nada es más susceptible de distorsión, tergiversación y perversión que la memoria. La amnesia es la salvaguarda del poder. El poder se asienta en el presente con la coacción y el miedo, no le interesa el pasado. El futuro es la frontera pirenaica. “Igual que las flores que tornan al sol su corola, así se empeña lo que ha sido, por virtud de un secreto heliotropismo, en volverse hacia el sol que se levanta en el cielo de la historia” (Walter Benjamin, Tesis de Filosofía de la historia, op. cit., p. 179). Benjamin involuntariamente se convierte en un alegorista. El historicista entra en empatía con el vencedor y el botín que se queda es la cultura. Para un refugiado, la regla es el estado de excepción. Pero el estado de excepción que constituía la Francia ocupada es la mejor posición en la lucha contra el fascismo. Testigo de la historia construye su propio tableaux vivant en Portbou. Noche del 25 de septiembre de 1940, madrugada del 26. La dirección: Hotel de Francia, Avenida del General Mola, 6. El escenario: habitación número 4, el teléfono número 9. La factura: 166,95 pesetas. El atrezo: morfina, 5 gaseosas con limón y un cadáver. Benjamin centra su atención en el primer plano. Escribe que “todo lo que la historia desde el principio tiene de intempestivo, de doloroso, de fallido se plasma en un rostro, o mejor dicho: en una calavera. Y, si bien es cierto que esta carece de toda libertad ‘simbólica’ de expresión, de toda armonía formal clásica, de todo rasgo humano, sin embargo, en esta figura suya (la más sujeta a la naturaleza) se expresa plenamente

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y como enigma, no sólo la condición de la existencia humana en general, sino también la historicidad biográfica de un individuo” (Walter Benjamin, El origen del drama barroco alemán, op. cit., p. 159). El primer plano, la calavera, trata de abarcar todo el curso de la historia universal. El significado del objeto alegórico es el que le presta el alegorista. Benjamin afirma: “Si es en la muerte cuando el espíritu se libera a la manera de los espectros, de igual modo es sólo también cuando el cuerpo alcanza la plenitud de sus derechos. Pues esto se comprende por sí mismo: la alegorización de la physis no puede llevarse a cabo con la suficiente energía más que gracias al cadáver. Los personajes del Trauerspiel mueren porque sólo así, en cuanto cadáveres, pueden ser admitidos en la patria alegórica. Perecen, no para acceder a la inmortalidad, sino para acceder a la condición de cadáveres. Contemplada del lado de la muerte, la vida consiste en la producción del cadáver. No es sólo con la pérdida de los miembros o con las alteraciones que el cuerpo sufre con la edad como el cadáver se va desprendiendo del cuerpo, sino también pedazo a pedazo, a lo largo de todos los procesos de eliminación y purificación. No es una casualidad que precisamente las uñas y el pelo que, en su calidad de materia muerta, se cortan del cuerpo vivo, continúen creciendo en el cadáver. Hay en la physis, que constituye la mneme por excelencia, un memento mori en vela” (Walter Benjamin, El origen del drama barroco alemán, op. cit., p. 214). Hay un memento mori en vela en Walter Benjamin. Siempre lo estuvo. Nunca dejó de crecer. Un memento mori convertido en objeto alegórico que propone una nueva mirada. La mirada del avisador de fuego.

Las promesas de Satán

En una breve carta escrita el 21 octubre de 1940, Gershom Scholem tiene noticia de la muerte de Benjamin acaecida entre el 26 y el 27 de septiembre [en realidad, entre el 25 y el 26] de Hannah Arendt quien por entonces se hallaba todavía en el sur de Francia. Cuando Arendt llegó meses más tarde a Portbou, buscó en vano su tumba: “No encontré nada, ni tan siquiera su nombre”. Como sabemos Henny Gurland había comprado en septiembre un nicho por cinco años. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué borrar las pistas de Benjamin en Portbou? Arendt describió el lugar: “El cementerio da a una pequeña ensenada, en tales nichos de piedra se introducen los ataúdes. Es con mucho uno de los lugares más fantásticos y bellos que he visto en mi vida”. Hannah Arendt escribió un poema para su amigo, una despedida y un saludo bajo el sencillo título de “W. B.”: “Algún día volverá de nuevo la oscuridad./ Las noche descenderá de las estrellas./ Reposarán nuestros brazos extendidos/ En las cercanías, en las distancias./ Desde la oscuridad suenan suavemente/ pequeñas melodías arcaicas. Escuchémoslas,/ Separémonos,/ rompamos por fin las filas./ Voces distantes, tristezas cercanas./ Ésas son las voces y estos son los muertos/ que hemos enviado como mensajeros,/ para conducirnos al sueño” (Hannah Arendt, Una biografía, Elisabeth Young-Bruehl. Traducción de Manuel Lloris Valdés y González Torné de la Guardia para el prefacio de la 2ª edición. Paidos, Barcelona, 2006, p. 234). Años más tarde era mostrada en uno de los dos cementerios (el que la filósofa vio) una tumba de Benjamin con una cerca de madera y su nombre garabateado en la madera. “Estas fotografías que tengo ante mí indican con claridad que esta tumba absolutamente solitaria, del todo aislada de las auténticas sepulturas, es una invención de los guardas del cementerio que, al ser preguntados varias veces por ella, se quisieron asegurar así algunas propinas. También algunos visitantes que estuvieron allí me confirmaron la misma impresión. Ciertamente, el lugar es bello; la tumba es apócrifa”(Gershom Scholem, Correspondencia 1933-1940. Epílogo a la correspondencia. Edición de Gershom Scholem. Traducción de Rafael Lupiani. Trotta, Madrid, 2011, pp. 269, 270). El Trauerspiel continuó después de la muerte de Benjamin. La farsa continuó. Una tumba falsa. Un nombre falso: Benjamin Walter. Un cristiano falso en el cementerio católico. Una última burla de Mossèn Andreu. Una risotada o un escarnio. Es la comicidad infernal del intrigante: la risa sarcástica. Benjamin advierte: “Si Sócrates puede estar equivocado al enseñar que el conocimiento del bien lleva a hacer el bien, esta afirmación es más aplicable en lo que al conocimiento del mal respecta. Y ese saber no adopta la forma de una luz interior, de una lumen naturale que surge en la noche de la tristeza, sino la de un resplandor subterráneo que despunta del seno de la tierra. A aquel que tome este resplandor como objeto del rumiar de su

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pensamiento se le enciende la mirada penetrante y rebelde de Satán” (Walter Benjamin, El origen del drama barroco alemán, op. cit., p. 226). Sabemos que el mal no consiste en obrar sino en saber y que la Biblia introduce el mal mediante el concepto de saber. Satán cumplió con dos de sus tres promesas en la figura de Benjamin: la ilusión de libertad, en la exploración de lo prohibido; la ilusión de la independencia, al separarlo de la comunidad de los devotos; la tercera promesa se cumplió en sus contrafiguras, la ilusión de lo infinito en el abismo vacío del mal.

Asja Lacis

“Armas y municiones” es un pequeño comentario de apenas doce líneas de Calle de dirección única escrito en 1928. Benjamin enamorado visita Riga. En 1924 conoció en Capri a Asja Lacis directora y actriz de teatro letona. Sus líneas expresan la emoción del instante perdido en la ciudad previo a su encuentro: “Había llegado a Riga para visitar a una amiga. Su casa, la ciudad, el idioma me eran desconocidos. Nadie me esperaba, nadie me conocía. Deambulé dos horas solo por las calles. Nunca he vuelto a verla así. De cada portal, brotaba una llamarada, cada guardacantón lanzaba chispas, cada tranvía surgía de improviso como un coche de bomberos. Sí, bien podía ella salir de este portal, doblar la esquina y sentarse en el tranvía. De los dos tenía que ser yo, a toda costa, el primer en ver al otro. Pues de haberme rozado ella con la mecha de su mirada, yo habría volado por los aires como un depósito de municiones” (Walter Benjamin, Calle de dirección única. “Armas y municiones”. Traducción de J. del solar y Mercedes Allendesalazar. Alfaguara, Madrid, 1988, p. 49). ¿En qué pensó la noche del 25 de septiembre de 1940? ¿Qué ciudades visitó? París, Berlín, el Mediterráneo, Jerusalén. ¿Pensó en Dora Kellner? ¿En su hijo Stefan? Seguro que en Baudelaire, Kafka, algún recuerdo para Gershom Scholem, para Brecht. ¿Acaso pensó en Adorno o en Horkheimer? ¿En New York, la gran metrópoli que le esperaba impaciente? No lo sabemos. Lisa Fittko escribió: “De vuelta a Banyuls, tras mi primer viaje por la ruta Lister, pensé: el bueno del viejo Benjamin y su manuscrito están a salvo al otro lado de las montañas. (…) Nos enteramos al cabo de una semana, más o menos: Walter Benjamin había muerto. Se quitó la vida en Port-Bou la noche después de su llegada. Las autoridades aduaneras españolas habían informado al grupo de que serían devueltos a Francia. Acababan de recibir nuevas órdenes de Madrid: no podía entrar nadie en España sin el visado francés de salida. (Hay distintas versiones del motivo que España dio por entonces para cerrar la frontera que los apátridas no podían cruzar a España, o que los visados españoles de tránsitos emitidos en Marsella no eran válidos). Sea por lo que sea, la orden fue pronto anulada. Si hubiera habido tiempo para que las noticias llegaran al otro lado de la frontera, se hubieran detenido todos los intentos de cruzarla hasta ver en qué quedaban las cosas. Vivíamos en la ‘Época de las Nuevas Directrices’: todas las oficinas gubernamentales en todos los países de Europa parecían entregadas a tiempo completo a decretar, revocar, poner en marcha y anular órdenes y normativas. Uno tenía que aprender a colarse por los agujeros, a girar, enredarse y desenredarse en medio de todo ese laberinto siempre cambiante si quería sobrevivir. Pero Benjamin no era tan hábil”. (…) “Lo que contaba era que su manuscrito y él estuvieran a salvo de la Gestapo. El paso de la frontera le había agotado y no creía que pudiera hacerlo otra vez –eso me dijo durante nuestra ascensión-. También aquí había calculado todo con antelación: tenía suficiente morfina como para quitarse la vida varias veces”. (Walter Benjamin, Libro de los pasajes, op. cit., p. 975). “Tenía la suficiente morfina como para quitarse la vida varias veces” pero tener morfina no implica necesariamente que Benjamin muriera a causa de ella. Probablemente, el Doctor Vila Moreno atendió a Benjamin la noche del 25 de septiembre. Según consta en la factura: “cuatro visitas con inyecciones, toma de presión arterial y sangría” El antídoto de la morfina es la apomorfina. Además se le practicó una sangría. La sangría consiste en extraer mediante una punzada aproximadamente 150 centímetros cúbicos de sangre. Esta actuación es suficiente para que Benjamin, en estado de somnolencia, pudiera escribir una carta de cinco líneas para Henny Gurland y Adorno. La conclusión: Benjamin no ingirió la suficiente morfina o si la ingirió no estaba bajo sus efectos cuando escribió la carta, luego no murió por efecto de la morfina. ¿Qué le provocó la muerte? La pérdida del conocimiento por sí sola no es una consecuencia de la morfina. Por su enfermedad un bloqueo aurículo-ventricular o una

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hemorragia cerebral, como finalmente se certificó, pudieron ser las causas de la muerte. Pero Henny Gurland testifica que el doctor, ahora sí, el doctor Gorgot se negó a trasladar al enfermo al hospital de Figueras. Esta fue su sentencia de muerte. ¿A quién le importaba un apátrida? ¿Y qué si moría? “Seguro que los adivinos, que le preguntaban al tiempo qué ocultaba en su regazo, no experimentaron que el tiempo fuese homogéneo y vacío. Quien tenga esto presente, quizá llegue a comprender como se experimentaba el tiempo pasado en la conmemoración: a saber, conmemorándolo. Se sabe que a los judíos les estaba prohibido el escrutinio del futuro. En cambio, la Thora y la plegaria les instruyen en la conmemoración. Esto desencantaba el futuro, al cual sucumben los que buscan información en los adivinos. Pero no por eso se convertía el futuro para los judíos en un tiempo homogéneo y vacío. Ya que cada segundo era en él la pequeña puerta por la que podía entrar el Mesías” (Walter Benjamin, Tesis de filosofía de la historia, Tesis 18, B, op. cit., p. 190). Cada segundo podía ser la pequeña puerta por la que podía entrar el Mesías. Pero el Mesías no entró a la habitación número 4 del Hotel de Francia sita en la Avenida del General Mola, 6 el 25 de septiembre de 1940 sino la muerte de ojos grises y manto plateado que una vez Walter Benjamin pudo atisbar desde el anillo de hierro de Saturno.