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El tritón

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Ariol era uno de los hermosos príncipes que vivía junto a sus hermanos y su madre la reina, en el reino de Atlántida.

Ariol era muy alegre, le encantaba bailar al compás de la marea, cantar para que las almejas se abrieran soltando esas pompitas que le hacían tantas cosquillas en la cara, por otra parte, siempre intentaba verse bien y estar perfecto, así cuando se miraba al espejo se sentía tan bello como realmente era.

Pero lo que de verdad le apasionaba era subir nadando a la superficie y observar las estrellas y la Luna de noche, y el Sol y las nubes de día, también algún que otro barco que pasaba por allí. En realidad ya estaba cansado de ver siempre lo mismo, por supuesto que amaba el océano, pero él era aventurero y curioso y ya se había aburrido.

En secreto deseaba ser como los terrestres y alguna vez conseguir unas bonitas piernas, con las cuales caminar y sentir la arena de la playa entre los dedos.

Le apasionaba aquel maravilloso mundo.

Una noche cuando decidió navegar sola se desencadenó una gran tormenta, y provocó que el barco colisionara contra una roca y este se hundiese hasta llegar al fondo del mar. Ella quedó inconsciente y cayó a las aguas junto a él.

Ariol vió algo precipitarse y sigilosamente se fue acercando… para su sorpresa había un ser humano deslizándose hasta el fondo como si de un alga se tratase. Por todo lo que había leído, él

sabía que lo humanos no podían respirar bajo el agua, así que sin pensarlo fue a rescatarlo.

Erika era una apuesta princesa, valiente y fuerte, que amaba navegar por los mares en busca de nuevos territorios que conquistar.

Ariol se acercó a comprobar el estado de aquella extraña mujer.

Ésta no despertaba, y Ariol comenzó a preocuparse bastante, pues aún sin conocerla, Ariol tenía un gran

corazón y no podía evitar sentir tristeza por la muchacha, por lo cual decidió mantenerse junto a ella hasta que

recuperase el conocimiento.

Al desvelar, Erika no pudo evitar sorprenderse al ver un “tritón” junto a ella, por lo que se levantó rápidamente y quiso defenderse,

pero Ariol consiguió calmarla a tiempo y explicarle quién era él.

Y al calmarse ambos y mirarse a los ojos el uno al otro, no se podía negar que existía una conexión especial entre ellos.

Después de salvarla de aquel accidente, estrecharon una preciosa relación y todos los días quedaban en las orillas del mar.

Ariol insistió en que quería enseñarle el fondo del mar y con mucha ilusión pidió a su madre la reina un poco de magia para darle cola a Erika durante media hora.

Juntos en las profundidades pasaron una de las mejores medias horas de sus vidas.

Hasta que con el paso del tiempo ambos descubrieron que entre ellos existía algo más que una simple amistad.

Ariol se sentía muy solo, cuando no estaba con Erika, ni siquiera la compañía de sus hermanos llenaba el vacío que en su interior residía diariamente.

Él quería piernas para poder vivir en tierra firme con su amada Erika y ya que su madre se negó rotundamente a dárselas él comenzó a llorar y llorar, y no tuvo más opción que buscar otros medios, digamos, más oscuros...

Recurrió al brujo pulpo de los fondos más profundos y más oscuros del océano, Úrsulo.

Ariol pidió desesperado cualquier pócima, cualquier magia, cualquier cosa, para poder tener piernas y vivir como un ser humano corriente.

Y tras rogar y rogar, Úrsulo le contó que para conseguir sus piernas debería beber un pequeño frasco que contenía mermelada de alga, tinta de calamar dorado y un trozo de uña de los pies de humano.

Tendría que beberlo en la superficie cerca de la orilla...

Ariol bebió la pócima, y sintió un cosquilleo en la cola, efectivamente aquella escamosa extremidad de la cual muchas criaturas marinas disponían, se había convertido en dos carnosas y preciosas piernas.

Rápidamente Ariol llamó a Erika y le enseñó su nueva adquisición, algo que le permitiría vivir junto a ella. Los dos se pusieron superfelices.

Erika lo enseñó a andar y sin ninguna duda lo llevó a palacio, para presentarle a su familia, a ese chico misterioso con el que se veía tan seguidamente.

Al principio le fue un poco difícil adaptarse ya que no sabía para qué servían un montón de artilugios que nunca había visto.

Conoció al hermano gemelo de Erika, Eric y Ariol pensó que era muy simpático y agradable, se llevaban bastante bien.

Ariol y Eric empezaron, a reunirse con más frecuencia para hablar y pasar el rato juntos, lo pasaban en grande.

Erika seguía haciendo sus rutas marítimas por lo tanto pasaba menos tiempo en palacio.

Sin quererlo, Ariol sabía que al mirar esos ojos azules del príncipe Eric sentía algo muy dentro de él.Por decirlo de otra manera Eric le aportaba felicidad.

Un día mientras estaban juntos, Ariol notó un dolor muy fuerte en las piernas y de repente todo se volvió borroso a su alrededor.

Al abrir los ojos, descubrió que sus piernas se habían ido y que la escamosa cola estaba de vuelta aferrada a su cuerpo.

Eric que ya sabía los orígenes de Ariol, ya que él se los dió a conocer, lo llevaba al mar porque si su cola se secaba podría perderla para siempre.

Como todos sabemos ya, ellos estaban enamorados y no podrían soportar estar lejos el uno del otro.

Esto ocurriría si un ser de origen marino, procedente del reino Atlántida y de la casta real, besaba a un ser humano.

Y así fue.

Investigaron como si la vida les fuera en ello hasta descubrir que la única forma de estar juntos era dándole cola a Eric.

Como almas gemelas e inseparables vivieron en el reino de Atlántida.

Dónde tuvieron un precioso hijo, el cual creció rodeado del amor y el cariño que sus papás le daban.

Seguro te preguntarás cómo es que dos hombres concibieron a un hijo, y es muy sencillo, los tritones y sirenas tienen los órganos sexuales exactamente iguales, no hay ni un ápice de diferencia, por lo tanto; tanto hombres con hombres y mujeres con mujeres pueden procrear a un heredero/a.

REALIZADO POR:

Selena Gómez Vinuesa y

Laura Rossoni Esteban