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1º nombre: «Platero y yo» C.P. Maestro José Acosta Ángeles Lara Parrado «Platero». 1 Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo sus ojos son duros como dos escarabajos negros. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia con su hocico las florecillas rosas, celestes y gualdas. Lo llamo y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe. Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, las mandarinas, las uvas y los higos morados. Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las calles del pueblo, los hombres del campo se quedan mirándolo: - Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

Lecturas "Platero y yo"

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Page 1: Lecturas "Platero y yo"

1ºnombre: «Platero y yo» C.P. Maestro

José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«Platero».

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Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando porfuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.Sólo sus ojos son duros como dos escarabajos negros.

Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia con suhocico las florecillas rosas, celestes y gualdas. Lo llamo yviene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe.

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, lasmandarinas, las uvas y los higos morados.

Es tierno y mimoso igual que un niño, que unaniña; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra.Cuando paso sobre él, los domingos, por las calles delpueblo, los hombres del campo se quedan mirándolo:

- Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

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1ºnombre: «Platero y yo» C.P. Maestro

José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«El loco».

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Vestido de luto, con mi barba y mi sombreronegro, debo tener unextraño aspecto cabalgando sobrePlatero.

Cuando cruzo las últimas calles blancas, loschiquillos gitanos corren detrás de nosotros, chillando:

- ¡El loco! ¡El loco! ¡El loco!.Delante está el campo verde. Frente al cielo, mis

ojos se abren recibiendo esa tranquilidad que vive enel horizonte.

Y quedan allá lejos, unos gritos entrecortados yaburridos:

- ¡El lo.......co! ¡El lo.........co!.

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José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«La púa».

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Entrando en la dehesa de los Caballos, Platero hacomenzado a cojear. Me he echado al suelo......

- Pero hombre, ¿qué te pasa?.Platero ha dejado la mano derecha un poco levan-

tada, mostrando la ranilla.Le he doblado la mano y le he mirado la ranilla

roja. Una púa larga y verde está clavada en ella.Estremecido del dolor de Platero, he tirado de la púa;

y me lo he llevado al pobre al arroyo para que el aguale lama la heridilla.

Después, hemos seguido hacia el mar, yo delante, éldetrás, cojeando todavía y dándome suaves topadas en laespalda.

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José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«El canario vuela».

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Un día, el canario verde, no sé cómo ni por qué,voló de su jaula. Era un canario viejo al que yo nohabía dado libertad por miedo a que se muriera de hambreo de frío, o de que se lo comieran los gatos.

Anduvo toda la mañana entre los árboles delhuerto y por las lilas. Los niños estuvieron toda lamañana sentados mirando los vuelos del pajarillo. Platerose divertía jugando con una mariposa.

A la tarde, el canario se vino al tejado de lacasa grande, y allí se quedó largo tiempo. De pronto, ysin saber nadie cómo nipor qué, apareció en la jaula, otravez alegre.

¡Qué alegría en el jardín!. Los niños saltaban, to-cando las palmas y riendo Diana los seguía ladrando,Platero movía en el aire las patas delanteras, y poniéndoseen las manos, daba coces al aire.

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José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«La sanguijuela».

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Espera. ¿Qué es eso, Platero?. ¿Qué tienes?. Platero estáechando sangre por la boca. Tose y va despacio. Comprendo todoen un momento. Esta mañana bebió en la fuente de Pinete y, sinduda, una sanguijuela se le ha agarrado a la lengua o al cielode la boca..........

Le pido ayuda a Raposo, el aperador y entre los dos in-tentamos abrirle a Platero la boca.

Raposo intenta atravesarle un palo entre las quijadas. Noes fácil. Platero levanta la cabeza, huye, se revuelve......Por fin, elpalo entra en la boca. Raposo se sube al burro y con las dosmanos tira hacia atrás de los salientes del palo para que Platerono se suelte.

Sí, tiene, llena y negra, la sanguijuela. Se la arranco condos palos hechos tijera. Para que no saque sangre a ningún bu-rro más, la corto en el arroyo que en un momento se tiñe derojo de la sangre de Platero.

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José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«Darbón».

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Darbón, el médico de Platero, es grande como unbuey, rojo como una sandía. Pesa once arrobas. Cuenta, se-gún él, tres duros de edad.

Cuando habla, en lugar de palabra, le sale unescape de aire. Inclina la cabeza, da manotadas, se queja dela garganta y echa salivas en el pañuelo.

No le queda muela ni diente y sólo come migajón depan, que ablanda primero en la mano. Hace una bola y ¡ala boca!. Allí la tiene, revolviéndola, una hora. Luego, otrabola, y otra. Masca con las encías.

Es tan grande que en la puerta del banco, tapa lapuerta. Pero es tierno igual que un niño , con Platero. Y sive una flor o un pajarillo, se ríe abriendo toda su boca yllora al mismo tiempo.

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Ángeles Lara Parrado

«Amistad».

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Nos entendemos bien. Yo lo dejo ir a su antojo, yél me lleva siempre adonde quiero.

Sabe Platero que, al llegar al pino de la Corona,me gusta acercarme a su tronco y acariciárselo, y mirar alcielo a través de su copa; sabe que me gusta la veredillaque va a la Fuente vieja.

Yo trato a Platero como si fuese un niño. Si elcamino está lleno de piedras, me bajo para aliviarlo. Lobeso, lo engaño, lo hago rabiar...........Él comprende bien quelo quiero, y no me guarda rencor. Es tan igual a mí, tandiferente a los demás, que creo que sueña mis propios sue-ños.

Platero de nada protesta. Sé que soy su felicidad.Hasta huye de los burros y de los hombres....

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José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«Alegría».

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Platero juega con Diana, la perra blanca que se parece ala luna, con la vieja cabra gris, con los niños.....

Salta Diana delante del burro, sonando su campanilla yhace como que le muerde el hocico. Y Platero, poniendo las orejasen punta como dos cuernos, la embiste y la hace rodar sobre lahierba.

La cabra va al lado de Platero, rozándose a sus patas,tirando con los dientes de las plantas de la carga. Con unamargarita en a boca, se pone frente a él, le toca en el testuz, ybrinca y bala alegremente, mimosa como una mujer......

Entre los niños, Platero es de juguete. ¡Con qué pacienciasufre sus locuras!. ¡Cómo va despacito para que no se caigan!.¡Cómo los asusta con un trote falso!.

En las tarde de otoño de Moguer, se oyen balidos,rebuznos, risas de niños, ladreos y campanillas.

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1ºnombre: «Platero y yo» C.P. Maestro

José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«Susto».

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Era la comida de los niños.Las niñas comían como mujeres; los niños discutían

como algunos hombres. Al fondo, dando el pecho alpequeñuelo, la madre, joven, rubia y bella, los mirabasonriendo. Por la ventana del jardín, la clara noche deestrellas temblaba, dura y fría.

De pronto, Blanca huyó, como un débil rayo, a losbrazos de la madre. Hubo un repentino silencio, y luego, enun ruido de sillas caídas, todos corrieron tras de ella, conun rápido alborotar, mirando espantados a la ventana.

¡El tonto de Platero!. Puesta en el cristal su cabezotablanca, agigantada por la sombra, los cristales y el miedo,contemplaba, quieto y triste, el dulce comedor encendido.

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1ºnombre: «Platero y yo» C.P. Maestro

José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«La niña chica».

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La niña chica era la gloria de Platero. En cuanto la veíavenir hacia él, entre las lilas, con su vestidillo blanco y su som-brero de arroz, llamándolo mimosa: «¡Platero, Plateriiiillo!», elasnucho quería partir la cuerda, y saltaba igual que un niño, yrebuznaba loco,

Ella pasaba una vez y otra bajo él, y le pegabapataditas, y le dejaba la mano en aquella bocaza rosa, llena degrandes dientes amarillos; o, cogiéndole las orejas, que él ponía asu alcance, lo llamaba con todas las variaciones de su nombre:«¡Platero, Platerón, Platerillo, Platerete, Platerucho!».

En los largos días en que la niña navegó en su cuna,río abajo, hacia la muerte, nadie se acordaba de Platero. Ella, lollamaba triste. Desde la casa oscura y llena de suspiros, se oía, aveces, la llamada del amigo. Después del entierro, huyendo de loshombres, me fui a la cuadra y me senté a pensar con Platero.

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1ºnombre: «Platero y yo» C.P. Maestro

José Acosta

Ángeles Lara Parrado

«La muerte».

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Encontré a Platero echado en su cama de paja conlos ojos tristes. Lo acaricié hablándole, y quise que se le-vantara....

El pobre no podía. Entonces lo acaricié de nuevocon ternura, y mandé venir a su médico.

El viejo Darbón lo vio.- Nada bueno, ¿eh?.Contestó que el infeliz se iba. Que un dolor......Que no

sé qué raíz mala.......A mediodía, Platero estaba muerto. La barriga de

algodón se le hinchó como el mundo, y sus patas se ele-vaban al cielo.

Por la cuadra en silencio, volaba una bella mari-posa de tres colores.......