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Ovidio

LOS AMORES

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EPIGRAMA

Nosotros, que éramos antes cinco libros deOvidio Nasón, ahora somos tres. El autor de laobra así lo dispuso. Si no experimentas ningúnplacer con nuestra lectura, a lo menos aliviará tufastidio la supresión de dos libros.

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LIBRO PRIMEROELEGÍA I

Yo me disponía a cantar en tono elevado lasarmas y las sangrientas batallas, materia convenientea mis versos, el primero de la misma medida que elsegundo; Cupido, según dicen, se echó a reír, yarrebató al último uno de los pies. Niño cruel,¿quién te dió tal derecho sobre mis cantos? Losvates somos esclavos de las Musas, y no tuyos. ¿Quédiríamos si Venus tomase la armadura de la rubiaMinerva, y ésta agitase las encendidas antorchas?¿Quién vería sin extrañeza reinar a Ceres en losmontuosos bosques, y que los campos se cultivasenbajo las leyes de la virgen de la aljaba? ¿Quiénarmará, de aguda lanza a Febo, insigne por sucabellera, mientras Marte pulse la lira de Aonia? ¡Oh

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niño!, ya es demasiado grande y poderoso tuimperio. ¿Por qué aspira tu ambición a nuevosdominios? ¿Acaso porque reinas en los ámbitos delmundo, y son tuyos el Tempe y el Helicón,pretendes que Apolo pierda también su lira? Así queen la nueva página estampé el primer verso grandi-locuente, se me aproximó el Amor y debilitó todosmis bríos. No me ofrecen asuntos de poemas ligerosni un mancebo, ni una hermosa doncella de largoscabellos.

Apenas hube pronunciado estas quejas, Cupido,soltando de repente la aljaba, saca la flecha aguzadaque ha de herirme, encorva brioso el arco con la ro-dilla, y exclama: «Ahí tienes, poeta, el asunto quedebes cantar.» ¡Desgraciado de mí!, aquel muchachoestuvo certero al herir: me abraso, y el amor reina enmi pecho, antes vacío. Comience mi obra en versosde seis compases, seguidos de otros de cinco, ¡yadiós sangrientas guerras y metros en que soiscantadas! ¡Oh Musa!, ciñe tus áureas sienes con elmirto resplandeciente: sólo tienes que modular oncepies en cada dos versos.

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II

¿En qué consiste que la cama me parece tandura, la cubierta se cae de mi lecho, y he pasado estalarguísima noche sin conciliar el sueño, y aun meduelen los cansados miembros, que se revolvíanfaltos de sosiego? Si el amor viniese a inquietarme,creo que lo reconocería. ¿Acaso viene, y su astuciame atormenta con secretas emboscadas? Así era enverdad; sus leves saetas se clavaron en mi corazón, yriguroso tiraniza el pecho que acaba de someter.¿Cederemos, o con la resistencia encenderemos másla súbita llama? Cedamos; siempre es ligera la cargaque se sabe soportar. Yo vi crecer el fuegoencendido al removerse los tizones, y apagarsecuando nadie los agitaba. A los bueyes que se

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rebelan, oprimidos por la. dureza del yugo, se lescastiga mucho más que a los que soportan el pesodel arado. Dómase el potro rebelde con el freno dedientes de lobo, y el que corre brioso al combatetiene que sentir menos su dureza. El amor se enconamás cruel y despótico contra quien le resiste que conquien se reduce a tolerar su servidumbre. ¡Ah!, loreconozco, soy tu nueva presa, Cupido, y alargo lasvencidas manos, prontas a obedecerte. No se tratade guerrear: te pido la paz y el perdón; pocaalabanza te reportaría, vencer. con tus armas a unhombre desarmado.

Corona tus cabellos de mirto, apareja laspalomas de tu madre, y el mismo Marte teproporcionará el carro conveniente; tú, montado enél, y en medio de las aclamaciones que publiquen tushazañas, regirás con destreza las aves que loconducen; formarán tu séquito los jóvenessubyugados y las cautivas doncellas, y su pompaserá para ti un magnífico triunfo. Yo mismo, quesoy tu última presa, caminaré mostrando mi heridareciente, y, esclavo tuyo, arrastraré mi nueva cadena.Con las manos atadas a la espalda, seguirán tusvuelos la buena conciencia, el pudor y cuanto seatreve a luchar con tu poderío. Todos te temerán, el

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pueblo extenderá hacia ti los brazos, gritará en altoclamoreo : «¡Vítor, triunfo!» Al lado, teacompañarán la molicie, la ilusión y la furia, cortejoque sigue asiduamente tus pasos. Con tales soldadosdominas a los hombres y los dioses; si te privases desu auxilio, quedarías desnudo. Tu madre, orgullosa,aplaudirá al triunfador desde el alto Olimpo, yesparcirá sobre su rostro una lluvia de flores. Conlas alas ornadas de piedras preciosas, lo mismo quela cabellera, volarás resplandeciente en el carro deáureas ruedas, y entonces, si te conocemos bien,abrasarás a no pocos en tu fuego, produciendo tucarrera innumerables heridas. Aunque lo intentes,no podrán reposar tus saetas; tu férvida llama abrasahasta en el fondo del agua vecina. Así aparecíaBaco, al someter las tierras que baña el Ganges: tú,conducido por las aves; él, por los tigres. Puesto queyo, tengo que formar parte de tu sacro triunfo, novayas a perder los despojos de tu victoria sobre mí.Contempla las armas vencedoras de tu parienteCésar; protege a los vencidos con la misma manoque acaba de someterlos.

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III

Mis preces son justas: la linda joven que me fas-cinó, o me ame, o consiga que yo la ame siempre. -Ah!, pedí demasiado: con que consienta ser amada,habrá oído Citerea todos mis ruegos. Acoge bené-vola al que te ha de servir mientras aliente con vida,y escucha las protestas del que sabrá guardartefidelidad inquebrantable. Si los nombres ilustres demis antepasados no me recomiendan; si un simplecaballero es el autor de mis días; si no labran mistierras innumerables arados, y mi padre y mi madrevivieron con sobria economía, que me abonenApolo, las nueve hermanas y el numen plantador delas viñas, el amor que me entrega a tu poder, miconstancia, que ninguna abatirá, y mis puras

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costumbres, mi ingenua sencillez y el pudor quecolorea mi rostro. No me placen mil jóvenes a lavez; no soy mudable en amar, y, puedes creerme, túsola serás el norte de mi perenne inclinación. Asímerezca vivir contigo los años que me hilen lasParcas, y morir antes que profieras una sola quejacontra mí. Sé tú el tema dichoso de mis cantos, yéstos surgirán dignos del objeto que los inspira. Alos cantos debe la celebridad Ío, aterrada por suscuernos; Leda, seducida por el adúltero Jove, bajo lafigura de un cisne, y Europa, que atravesó el marsobre las espaldas de un toro engañoso, sujetandolos cuernos retorcidos con sus virginales manos.Nosotros asimismo seremos celebrados por todo elorbe, y nuestros nombres irán siempreinseparablemente unidos.

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IV

Tu esposo debe asistir al mismo banquete quenosotros. ¡Ojalá sea ésta la última cena de su vida!¿Conque podré contemplar a mi dulce tormentosólo como convidado, y otro tendrá el derecho deacariciarlo? ¿Darás calor a su seno reclinada junto aél, y cuando quiera te echará las manos al cuello?Cese de admirarte que, en el festín de sus bodas, lahermosa Hipodamia impulsara al combate a losfuriosos Centauros. Yo no habito, como ellos, lasselvas, ni mis miembros se adhieren a los de uncaballo, y apenas me parece posible dejar de ponersobre ti las manos. Oye, no obstante, lo que has deprocurar, y no permitas que mis palabras se las lleveel Euro o el templado Noto. Preséntate antes que tu

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marido; no sé lo que podremos hacer si vienesprimero; sin embargo, ven antes. Cuando se reclineen el lecho, acuéstate a su lado con aire modesto, yocultamente roza mi pie. Mírame, observa misgestos y lo que te dice mi rostro; recoge mis furtivasseñas, y contéstalas de igual modo. Sin hablar,expresaré mis pensamientos con el gesto, y leeráspalabras en mis movibles dedos y en las gotas devino que vierta sobre la mesa. Si asalta tu memoriael recuerdo de nuestros placeres, toca con laextremidad del pulgar tus purpúreas mejillas; sitienes que echarme a la callada alguna reprimenda,acaricia con suavidad el borde de tu oreja, y si tecomplacen mis dichos y acciones, luz de mis ojos,haz girar buen rato los anillos de tus dedos.Extiende la mano en la mesa como el sacrificadoren el ara, y desea a tu marido todos los males que enjusticia merece. Ordénale que beba el vino quemezcla para ti, y en voz baja pide al esclavo el quedeseas. Yo tomaré antes que nadie la copa quedevuelvas, y beberé en ella por la misma parte quehayas bebido. Si acaso te ofrece algún manjar que élgustase primero, recházalo, porque 1o ha tocado suboca. No consientas que ligue sus brazos a tu cuello,ni reclines tu linda cabeza sobre su helado cuerpo;

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no le dejes que introduzca la mano en tu seno tur-gente, y, sobre todo, evita darle ningún beso, pues sise lo das, me declararé a voces tu amante, gritando:«¡Esos besos son míos!», y extenderé hacia ti losbrazos. Esto al menos lo veré; mas lo que cela elcobertor de la cama, eso es lo que teme la ceguedadde mi pasión. Que no se atraviese su pierna con latuya, ni se choquen vuestras rodillas, ni tus pies deli-cados tropiecen con sus pies de gañán. ¡Ay, desgra-ciado!, temo muchas cosas, porque las hizo miinsolencia, y me atormenta el miedo de mi propiaconducta. ¡Cuántas veces mi voluptuosidad y la demi prenda supieron encontrar bajo el vestidodulcísimos entretenimientos! Tú no hagas cosasemejante, y para disipar mis sospechas, aligérate delmanto que envuelve tu cuerpo. Insta a tu marido aque beba sin cesar, mas no acompañes tus ruegoscon los besos; mientras bebe, echa furtivamentevino en la copa, y cuando caiga amodorrado por elvino y la embriaguez, tomaremos consejo del lugar yla ocasión. Al levantarte, dispuesta a volver a casa,nos levantaremos todos; apresúrate a mezclarteentre el bullicio de la turba, que allí me encontraráso te encontraré yo, y entonces pálpame con tu finamano cuanto puedas. ¡Ay infeliz1, mis advertencias

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sólo aprovechan pocas horas; la noche me obliga asepararme de mi dueño; por la noche su marido latendrá encerrada, y yo triste y anegado en lágrimas,sólo osaré seguirla hasta la puerta cruel. Ya tellenará de besos, ya no se satisfará con ellossolamente; los favores que me concedes en secretote los exigirá como débito; no se los concedas sinpesar (esto puedes hacerlo), como si cedieses a laviolencia: enmudezcan tus caricias, y que Venus segoce en atormentarle. Si mis votos y deseos algovalen, no experimentará ningún placer; si nadavalen, al menos no lo experimentes tú; mas seacualquiera el proceder que adoptes durante la noche,a la mañana siguiente júrame, que nada le has concedido.

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V

Era el estío; el día brillaba en la mitad de sucarrera, y me tendí en el lecho buscando reposar demis fatigas. La ventana de mi dormitorio, medioabierta, dejaba penetrar una claridad semejante a laque reina en las opacas selvas, o como luce elcrepúsculo cuando Febo desaparece del cielo, o lanoche ha transcurrido sin presentarse el sol todavía;luz tenue que conviene a las muchachas, pudorosas,cuya timidez busca los sitios retirados. De prontollega Corina con la, túnica suelta, cubriendo con suscabellos por ambos lados la marmórea garganta,cual se dice que la hermosa Semíramis se acercaba altálamo nupcial, y Lais acogía a sus innumerablespretendientes. Le quité la túnica, cuya transparencia

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apenas ocultaba ninguno de sus encantos; pero ellapugnó por conservarla, aunque con la flojedad de laque ansía la victoria, y se aviene de buen grado acaer vencida. Así que apareció a mis ojosenteramente desnuda, confieso que no vi en todo sucuerpo el más mínimo lunar. ¡Qué espalda!, ¡québrazos pude ver y tocar!, ¡qué lindos pechosoprimieron con avidez mis manos! Bajo su senodelicioso, ¡qué vientre tan recogido!, ¡qué talle tanarrogante y esbelto!, ¡qué pierna tan juvenil y bienformada! ¿A qué particularizar sus atractivos?Cuanto vi en ella merecía fervorosas alabanzas, yoprimí contra el mío su desnudo cuerpo. ¿Quién noadivina lo demás? Por fin, agotados, nosentregamos los dos al descanso. ¡Ay!, ojalá consigasaborear muchos mediodías semejantes.

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VI

Portero amarrado, ¡oh indignidad!, a la duracadena, haz girar sobre sus quicios esa puerta tandifícil de abrir. Te pido poca cosa, entreábrelasolamente, y por su media abertura penetraré delado. Un amor constante adelgazó mi cuerpo yredujo el peso de mis miembros de tal suerte, queles permite pasar cualquiera estrechez. Él me enseñóa caminar sin ruido a través de los guardianes, ydirige mis pasos sin que nadie me ofenda. En otrotiempo me infundían pavor la noche y sus vanosfantasmas, y me maravillaba que alguien tuviesearresto para vagar en las tinieblas. Al oírme Cupidocon su tierna madre, se puso a reír, y en tenue vozme dijo: «Tú también llegarás a ser bravo.» El Amor

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vino sin tardanza, y ya no temí las sombrasveladoras de la noche, ni las manos resueltas adarme muerte. Sólo temo tu excesiva lentitud, sóloquiero ablandar tu crueldad, y sólo tú vibras el rayoque puede aniquilarme. Mira y, levantando lainhumana barrera que me detiene, verás cómo lapuerta está humedecida con mis lágrimas. Sabes quedigo la verdad: en el momento que los azotes iban acaer sobre tu desnuda espalda, viéndote lleno detemor, intercedí con tu dueño; y las súplicas quetanto valieron otros días en tu favor, ¡oh crueldad!,¿no tendrán hoy en el mío ninguna eficacia? Pagalos servicios que te presté; debes ser agradecido.Como lo deseas, las horas de la noche vuelan; correel cerrojo del postigo, córrelo presto; así quedes porsiempre libre de tu dura cadena, y en adelante nobebas jamás el agua de los esclavos.

Portero inexorable, ¿no oyes mis súplicas? Lapuerta de duro roble permanece cerrada. La fortale-za de las puertas sirve de gran defensa en las ciuda-des sitiadas; mas en medio de la paz, ¿qué peligrosrecelas? ¿Qué harías con un enemigo cuando así re-chazas a un amante? La noche vuela ligera; corre elcerrojo del postigo. No vengo con séquito de solda-dos y pertrechos; llegaría solo, si el cruel amor no

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me acompañase; aun queriendo, me sería imposibleahuyentarlo, antes me vería yo separado de mi cuer-po. Así, el amor, un poco de vino en la cabeza y laguirnalda que se deshoja en mis cabellos perfuma-dos, son mis únicos compañeros. ¿Quién temerátales armas?, ¿quién no osará pararles frente? Lashoras de la noche vuelan; corre el cerrojo de lapuerta. ¿Es tu lentitud o el sueño, tan poco propicioal amor, lo que permite al viento que se lleve mispalabras sin tocaren tus oídos? Recuerdo quetiempo atrás, cuando pretendía substraerme a tusmiradas, aparecías despierto a la claridad de lasnocturnas estrellas. Acaso ahora mismo descansasen los brazos de tu amiga. ¡Ah, cuánto aventaja a lamía tu suerte! Por tal dicha, consentiría quedescargases sobre mí tus recias cadenas. La nochevuela ligera; corre el cerrojo de la puerta. ¿Meengaño, o sus hojas resuenan al girar los goznes, ysu ronco son me da la señal apetecida? Si meengañé, el ímpetu del viento la ha movido; ¡ay de mí,qué lejos se lleva mis esperanzas! ¡Bóreas, si teacuerdas aún del rapto de Critia, ven aquí yquebranta con tus fuerzas las puertas sordas a midolor! El silencio reina en toda la ciudad, y bañadasen las perlas del rocío, las horas de la noche vuelan;

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corre el cerrojo de la puerta. Si no, con el hierro oel, fuego de la antorcha que empuño colérico estoydispuesto a incendiar casa tan orgullosa. La noche,el amor y el vino nunca dan consejos demoderación: aquélla desconoce el pudor, el vino y elamor desafían al miedo. Ya agoté todos misrecursos; no te mueven ruegos ni amenazas; eresmás sordo que la puerta confiada a tu custodia; note convenía vigilar la mansión de una linda joven,sino prestar tus servicios en una cárcel. El lucero dela mañana resplandece en el cielo, y el canto delgallo incita al operario a sus faenas. Y tú, guirnaldaarrancada a mis tristes cabellos, quédate sobre esosumbrales, insensibles-toda la noche, y cuando alamanecer te sorprendan los ojos de mi dueño, leserás testigo del tiempo que aquí malgastéinútilmente. Pásalo bien, portero; ojalá sientas lapena de tu pretensión rechazada; pásalo bien,holgazán, que no te avergüenzas de mortificar a unamante; y vosotras, puertas crueles, umbralesdespiadados, compañeros en la dureza del siervoque os guarda, pasadlo bien.

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VII

Si me tienes por amigo, ahora que se me hapasado el furor, carga mis manos de hierro, puesmerecen las cadenas. La cólera me incitó a levantarlos temerarios brazos contra mí amada que llorabasintiéndose herida por Mi loca mano. Tal estaba yoentonces, que la hubiese emprendido con mis carospadres, sin respetar mis golpes crueles a los santosdioses. Pues qué, ¿Ayax armado de un escudoimpenetrable no degolló los rebaños sorprendidosen medio del campo, y Orestes, el funesto vengadorde su padre en la sangre materna, no se atrevió alanzar sus dardos contra las furias del Averno? ¿Yno pude yo de igual modo ensañarme en suspeinados cabellos?; mas el desorden en que los puse

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no les robó ninguno de sus atractivos. Aun asíestaba tan hermosa como la hija de Esqueneopersiguiendo con el arco las fieras del monteMénalo; como Ariadna cuando lamentaba que elrápido Noto se llevase los juramentos del pérfidoTesco, y como Casandra al caer desplomada en tutemplo, ¡oh casta Minerva!, sin que las cintassujetasen sus cabellos. ¿Quién no me hubiesellamado loco y tenido por un bárbaro? Pues ella nome dijo palabra; su lengua enmudeció de espanto,mas su rostro silencioso fulminaba gravesreproches, y me acusaban a la vez su boca muda ysus lágrimas. Antes hubiera querido que sedesprendiesen mis brazos de los hombros; podríavivir mejor sin una parte de mi cuerpo. Mi fuerza ymi delirio se revolvieron en contra mía y la propiaviolencia me impuso la condigna pena. ¿Quénecesidad tengo de vosotros, ministros de la sangrey el crimen? Manos sacrílegas, soportad el hierroque merecéis. Si golpeara al último de los plebeyos,sufriría el castigo; ¿y acaso tengo mejor derechosobre mi amada? Diomedes nos legó unmonumento infame de maldad, siendo el primeroque se atrevió a herir a una diosa, y yo el segundo;pero aquél resulta menos culpable; yo he maltratado

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a la que confesaba amar, y el hijo de Tideo fue cruelcon su enemiga.

Ve, pues, insigne vencedor, prepárate unmagnífico triunfo, ciñe tus sienes de laurel, ofrecetus votos a Jove y que la turba apiñada siga tucarroza gritando: «¡Gloria al fuerte, varón que havencido a una débil mujer!» Camine delante tu tristecautiva con el cabello suelto y toda blanca corno lanieve, menos sus lívidas mejillas. Mejor fuera que suboca delatase las señales de mis labios, y en sucuello se notaran las suaves caricias de mis dientes;y, en fin, si me arrebataba el impulso de unhinchado torrente, y la ciega cólera me había hechosu presa, ¿no era bastante amedrentar con mis gritosa una tímida joven, sin apostrofarla con amenazasharto crudas, o bien arrancarle con violencia latúnica hasta mitad de la cintura, y no pasar másadelante en el enojo? Mas no, llegué a mesarle elcabello de la frente, y clavé fiero las uñas en susdelicadas mejillas. Quedóse la infeliz atónita, páliday sin gota de sangre en el rostro corno el mármolque se corta en las canteras de Paros. Yo vi susfacciones sin vida y sus miembros temblorosos, cuallas ramas del árbol sacudidas por el viento, cual laverde caña que agita el Céfiro o la superficie de las

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olas que riza el templado Noto. Las lágrimassuspendidas largo tiempo resbalaron por su faz,como el agua en que se convierte la nieve derretida.Entonces comencé a sentirme de veras culpable; elllanto que derramaba me parecía gotas de mi sangre.Suplicante quise arrojarme tres veces a sus pies, yotras tantas rechazó ella las manos que había apren-dido a temer. La venganza aplacará tu dolor, no va-ciles en lacerar con tus uñas mi rostro, no perdonesmis ojos ni mis cabellos; la cólera dará bríos a tusdébiles manos, y para borrar las vergonzosas huellasde mi arrebato, vuelve a arreglar tu descompuestacabellera.

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VIII

Oiga el que desee conocer a cierta meretriz: esuna vieja llamada Dipsa; el nombre le viene deloficio: Jamás la sorprendió en ayunas la madre delnegro Memnón desde su carro ornado de rosas.Ella conoce las artes de la magia, las canciones deColcos y los conjuros que obligan a retroceder lasrápidas aguas hacia su fuente. Sabe muy bien lasvirtudes de las plantas, del lino arrollado en elrombo y del virus que destilan las yeguas en celo. Siquiere amontona las nubes en el vasto cielo, y siquiere brilla la luz del día en la atmósfera azulada.¿Lo creerás? Yo he visto a los astros destilar gotasde sangre, y he visto asimismo ensangrentado elpurpúreo cerco de la luna. Me sospecho que en vida

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revolotea entre las sombras de la noche con elcuerpo cubierto de plumas; lo sospecho, y es rumoracreditado que en sus ojos brilla una doble pupila yde las dos lanza rayos de fuego. Evoca de losantiguos sepulcros a sus remotos ascendientes y consus cánticos hiende la sólida corteza de la tierra. Sepropuso mancillar el tálamo púdico de los esposos,y no faltó a su lengua una pérfida elocuencia. Porcasualidad fui una vez testigo de sus discursos,oyéndola, detrás de la puerta que me ocultaba, dartales consejos: «Luz de mi vida, sabes que ayercautivaste a un joven opulento, que se detuvo yquedó largo rato suspenso contemplando tu lindacara. ¿A quién no cautivarás? A ninguna cedes enbelleza; pero, ¡qué desgracia!, el atavío de tu cuerpono responde a tus hechizos. Quisiera que fueses tanfeliz como hermosa, y yo no sería pobre viviendo túen la abundancia. Tuviste que sufrir el rigor de laestrella contraria de Marte; Marte ha desaparecido yVenus te favorece con sus señales. Observa suaparición, te es propicia, un rico amante te solicita yse dispone a darte cuanto te falta. Es además tanhermoso, que podría compararse contigo; si él nopretendiese comprar tus favores, deberías túcomprar los suyos.» La joven se ruborizó. «El pudor

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-continúa- enciende la blancura del rostro;disimulado aprovecha, y verdadero suele dañar.Cuando le mires bajando con modestia al suelo lavista, tus miradas deben guardar proporción con losregalos que te ofrezca. Tal vez en el reinado deTacio las adustas Sabinas no quisieran pertenecer amuchos amantes; pero hoy Marte impulsa a losromanos contra los pueblos extranjeros, y Venusreina en la ciudad de su Encas. Hermosas, gozadvuestra juventud: es casta la que ninguno pretende, ysi la cortedad no se lo impide, es la mujer la mismaque ruega. Desaparezcan luego esas arrugas quesurcan tu frente; las arrugas celan muchos crímenes.Penélope sometió a la prueba del arco las fuerzas desus jóvenes pretendientes, y el arco que acreditabalos bríos era de cuerno. El tiempo volador resbalasin sentir y se nos escapa como el impetuoso río seprecipita con las aguas que recibe en tributo. Elmetal se abrillanta con el frote, un buen vestidodesea que lo luzcan, y se deteriora la casaabandonada por su mala situación. La hermosuraenvejece pronto si nadie le rinde sus obsequios; nole basta uno que otro amante, la presa arrancada demuchos es más segura y se envidia menos; los lobosencanecidos buscan las mejores presas en los gran-

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des rebaños. Dime, ¿este tu amante poeta qué teregala sino nuevos versos? Tendrás que leer muchosmillares. El mismo dios de los vates resplandececon áureo manto y tañe las cuerdas de una lira deoro: el que te lo prodigue, valga para ti más que elgran Homero. El que da revela muy sutil ingenio.No desprecies al esclavo que consiguió comprar sulibertad; no es un crimen llevar los pies enyesados.No te seduzcan los títulos de una antigua nobleza;amante pobre, carga contigo tus ilustres abuelos. Elque por hermoso te pida una noche sin pagarla,vaya primero a sonsacar a su amante la cantidad quedebe ofrecerte. Muéstrate poco interesada al tenderlas redes, no se te huya la víctima; pero una vezprendida, destrúyela con tus exigencias. Lasimulación del afecto no perjudica; creaenhorabuena que le amas y que este amor no sea deltodo gratuito. A menudo le negarás tus nochesfingiendo dolores de cabeza o poniendo porpretexto las fiestas consagradas a Isis; después lerecibirás para que no se acostumbre a carecer de tucompañía, y a fuerza de repulsas se debilite supasión. Tu puerta sorda a los ruegos, ábrase a lasdádivas, y el amante que recibas oiga las quejas delque rechazas. Si le ofendes, monta en cólera como

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ofendida por él y desvanece sus inculpacionesabrumándole con las tuyas; mas no perdure turesentimiento largas horas; la cólera prolongadaengendró mil veces el odio. Además debenaprender tus ojos el arte de las lágrimas fingidas queresbalen humedeciendo tus mejillas. Si te proponesengañarle, no te asuste el perjurio; Venus hizo losnúmenes sordos a las quejas del burlado. Toma a tuservicio un esclavo y una sirvienta que le indiquenlo que debe comprar para ti, y para ellos pídanlecosas de poco valor, que sonsacándolas a muchos,pronto una y otra espiga se convertirá en un granacervo. Que tu madre, tu hermana y tu nodriza leasedien sin cesar; el botín anhelado se recogepronto por muchas manos. Si te faltan motivos paraexigirle un regalo, adviértele por medio de una tortaque es el día de tu natalicio. Obra de modo que nose considere libre de rivales; el amor dura poco si lequitas el miedo del peligro. Note en tu lecho losvestigios de otro afortunado, y en las lívidasmanchas de tu cuello señales de sus lascivas caricias,y vea, sobre todo, los presentes que otro te envió; sinada te ofreciese, pídele los objetos que se vendenen la vía Sacra, y después que te hayas sacadocuanto te proponías, aparentando no querer

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despojarle por completo, ruégale que te preste loque nunca le has de volver. Que la lengua te ayude acelar tus designios; arruínale con tus mimososhalagos; en la dulce miel se oculta el mortífero vene-no. Si sigues estos consejos, fruto de larga expe-riencia, y no dejas que el viento se lleve mis pala-bras, exclamarás muchas veces «vive feliz» y rogarásotras tantas que después de muerta descansen tran-quilos mis huesos.» Aun seguía el discurso, cuandomi sombra me traicionó y apenas pude evitar quemis manos no le arrancaran sus escasos y blancoscabellos, sus ojos que lagrimeaban con el vino y susmejillas surcadas por las arrugas. Que los dioses tenieguen el refugio de un hogar en tu vejezmiserable, y te castiguen con un invierno sin fin yuna sed eterna.

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IX

Todo amante es soldado, Cupido tiene susreales; créeme, Ático, todo amante es soldado. Laedad apta para la guerra es la que conviene a Venus.Vergüenza al soldado viejo, vergüenza al amor senil.Los años que requiere un jefe en el vigoroso reclutason los que exige una linda joven al compañero desu lecho. Los dos son vigilantes, los dos descansana menudo en tierra; el uno guarda las puertas de sudueño, el otro la tienda de su general. El que cursala milicia ha de emprender marchas penosas; elamante resuelto, si dispone un viaje su ídolo, leseguirá hasta el fin del mundo, franqueará losmontes contrapuestos, los torrentes engrosados porla lluvia y los peligrosos ventisqueros, y teniendo

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que navegar no le arredrará el Euro desencadenado,ni aguardará que las estrellas le indiquen elmomento propicio a la navegación. Quién sino elsoldado o el amante resiste los hielos de la noche yla nieve mezclada con raudales de lluvia? Al uno sele envía a descubrir los movimientos del enemigo, yel otro, como en un enemigo, tiene puestos los ojosen su rival. El primero sitia fuertes ciudades, elsegundo el umbral de su rigurosa amiga; aquél atacalas puertas y éste los postigos. Muchas veces lasorpresa del enemigo dormido alcanzó la victoria, yla gente indefensa cayó al rigor de las manosarmadas: así sucumbieron los feroces escuadronesdel tracio Reso y sus cautivos caballos vinieron apoder de otro dueño. Muchas veces los amantes seaprovechan del sueño de los maridos y mueven lasarmas contra adversarios que duermen. Escapar alas manos de los guardianes y a los ojos de losatalayas, constituye el empeño del soldado y delmísero amante. La suerte de Marte es dudosa y nomás segura la de Venus; los vencidos se reponen desus descalabros y caen por tierra los que juzgabasinvencibles. Cállese el que tildó de holgazán al amorque vive sometido a difíciles pruebas. El gran Aqui-les se abrasa por su cautiva Briseida que le acaban

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de arrebatar; troyanos, mientras le dura el enojo,destrozad las huestes de Argos. Héctor sedesprende de los brazos de Andrómaca paralanzarse a la batalla, y su esposa le pone el yelmo enla cabeza. El vástago de Atreo, primer caudillo delejército, en el momento de ver a la hija de Príamocon los cabellos esparcidos como una Bacante, sedice que enmudeció lleno de pasmo. El mismoMarte sorprendido cae en las redes de Vulcano;ninguna fábula es tan conocida en el cielo.

Yo también era perezoso y me entregaba a lamuelle desidia porque el lecho y la inercia habíanenervado mis ánimos; mas el deseo de enamorar auna bella joven me impulsó a tomar las armas en sudefensa, y desde entonces me veis ágil y dispuesto alas luchas nocturnas. Ame, pues, el que no quieraconsumirse en la desidia.

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X

Como Helena arrebatada a las márgenes delEurotas por las naves de Frigia, encendió la guerraentre sus dos esposos; corno Leda, a quien el sagazadúltero, bajo la apariencia de una ave, sedujo con lanitidez de sus plumas; como erraba por lossedientos campos Amimone con la urna en lacabeza, tal apareciste a mis ojos, y temía por ti aláguila y al toro y todas las transformaciones que elamor sugirió al omnipotente Jove.

Ahora no me aflige el temor, he sanado de midolencia y tu cara ya no es el recreo de mis ojos.¿Me preguntas por qué tal mudariza? Porque tevendes a las dádivas, motivo suficiente para que nome entusiasmes; mientras fuiste ingenua y sencilla,

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amé tu cuerpo y tu alma; hoy la degradación de éstaha disminuido mucho tu belleza. El amor es un niñodesnudo, sus años desconocen la maldad, desechalas vestiduras y quiere revelarse cual es. ¿Por quédisponéis que el hijo de Venus se prostituya al oro?Anda sin ropa y no tiene sitio donde ocultar el pre-cio de sus mercedes. Ni a Venus ni a su hijo convie-ne el rudo ejercicio de las armas; dioses tan débiles,no pueden pelear a sueldo. La meretriz se ofrece alprimero que llega por un precio establecido, y entre-ga su cuerpo por mísera ganancia; pero detesta latiranía del avaro rufián y hace por fuerza lo que vos-otras por gusto. Tomad ejemplo de las bestias priva-das de razón, y os avergonzaréis al advertir en ellasun natural más delicado. La yegua no pide nada alpotro, ni al toro la vaca; el carnero no cautiva condones a la oveja que le atrae. La mujer sola se enri-quece con los despojos del varón; ella sola pone asueldo sus noches, ella sola se alquila, vende el pla-cer que sienten los dos, que los dos anhelaban, y fijael precio en razón de los goces que espera. Si losdeleites de Venus han de ser gratos y comunes a losdos, ¿por qué la una los vende y el otro los paga?¿Por qué el goce ha de ser dañoso para mí y lucrati-vo para ti, cuando uno y otro realizarnos los

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mismos esfuerzos? Los testigos compradosdelinquen con sus perjurios; el arca de un juez sintacha nunca está abierta; es vergonzoso defender alos míseros reos por la retribución, y que un tribunalllegue a enriquecerse con sus fallos. El decoroprohíbe acrecentar la herencia paterna con losréditos del lecho y prostituir al lucro los hechizos deuna linda cara. Se debe agradecimiento a los favoresno comprados, jamás a los que se conquistan a vilprecio. El que los paga solventa su deuda, y una vezsatisfecha, el deudor no tiene contigo ningunaobligación. Hermosas, evitad pactar el estipendio delas noches que concedéis;, la ganancia impura traemalos resultados. No valían tanto los brazaletes delos sabinos, que aplastasen bajo el peso de losescudos la cabeza de una Vestal; un hijo atravesócon el acero las entrañas que le habían dado a luz, yun collar fue la causa de su crimen. Mas no halloindigno exigir del opulento que sea liberal; sóbraledinero para satisfacer al que le pide. Coged losracimos que penden de las cepas cargadas, y que losfértiles vergeles de Alcinoo os brinden sabrosísimosfrutos. El pobre pague con sus obsequios susservicios y su liberalidad; cada cual ofrezca a suamada aquello que posea. Yo sólo tengo ingenio que

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celebre en verso a las jóvenes que merecen estehonor, y la que ame será de todos conocida por miscantos. Se desgarrarán los fastuosos vestidos, lasperlas y el oro se quebrarán; pero será eterna la famade la que ensalcen mis escritos. No me indigna ysolivianta dar, sino que me exijan el precio; lo queniego a tus peticiones, lo obtendrás así que dejes depedirlo.

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XI

¡Oh!, tú, tan hábil en poner orden y concierto enuna cabellera descompuesta y que no debías perte-necer a la humilde clase de las sirvientas; tú, tan co-nocida por la sagacidad con que preparabas secretascitas nocturnas, como ingeniosa portadora detiernas misivas; tú, que a fuerza de exhortacionespusiste tantas veces en mis brazos a la indecisa Co-rina, y que en medio de mis percances siempre mehas sido fiel, recibe y entrega a tu ama por lamañana las tablillas que acabo de escribir, y triunfetu diligencia de cualquier obstáculo. Tu corazón noes de pedernal o duro corno el hierro, ni tusimplicidad pasa de la medida ordinaria; y aun creoque sentiste las flechas del arco de Cupido; defiende,

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pues, en mi ayuda una bandera que es también latuya. Si te pregunta qué hago, dile que vivo en laesperanza de obtener una de sus noches; lo demásse lo dirá la blanda cera notada por mi mano.Mientras hablo, la hora huye; entrégale estas tablillasen el momento, que la veas desocupada, pon lamayor diligencia en que las lea solícita, y observa susojos y su frente al leerlas, porque en su calladosemblante podrás adivinar la respuesta; vescorriendo y suplícale que conteste largamente a mimisiva; me disgusta que la blanda cera deje grandesespacios sin signos y prefiero que las líneas esténmuy apretadas y la vista se detenga mucho tiempoen leer lo escrito hasta el extremo de las márgenes.¿Mas qué necesidad hay de rendir los dedosmanejando el estilo? Que en toda la tablilla sóloaparezca esta palabra: «Ven.» Entonces noretardaré ceñir de hojas de laurel mis tablillasvencedoras, y suspenderlas con esta inscripción enel templo de Venus: «Nasón consagra a Venus lasfieles confidentas de sus cuitas que antes fueron untronco vil de acebo.»

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XII

Llorad mi desgracia: me han vuelto las tristes ta-blillas, y su letra fatal me anuncia que hoy es impo-sible verla. Los presagios no carecen de valor; elumbral lastimó el pie de Nape en el momento desalir; cuando te envíe otra vez afuera, cuida de atra-vesarlo con precaución, y que la sobriedad te per-mita levantar más el pie. Lejos de mí, tablillas des-dichadas de fúnebre leño, y tú, cera, que los signosde repulsa señalaron, creo que fuiste extraída de laflor de la alta cicuta, y que la abeja de Córcega telabró con su miel de ingrato sabor; aunque parecíasenrojecida por el bermellón, en realidad tu color erael de la sangre.

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Trozos de inútil madera, volad arrojados a lacalle, y que os triture el peso de la rueda al pasarospor encima. Persuadido estoy de que tenía lasmanos impuras el que os arrancó del árbol y dedicóa tales usos; aquel árbol sirvió sin duda de horca alcuello de un miserable; con sus ramas proveyó decruces infames al verdugo, prestó al buho funestasombra, y en su ramaje sostuvo los nidos del buitrey el quebrantahuesos. Y yo, loco, deposité en ellas eltestimonio de mis amores, y escribí en ellas lastiernas palabras que debían persuadir a mi amada.Mejor convenía su cera al señalamiento de un juicio,leído en tono adusto por el representante de la ley, yse acomodaría a las efemérides de un avaro que,viendo sus cifras, se lamenta de las sumas gastadas.Ahora comprendo la razón de que se os llamedobles, y por cierto que este número no es debuenos auspicios. ¿Qué os deseará mi cólera sinoque os carcoma y pudra la vejez, y la suciedadinmunda cubra vuestra tersa superficie?

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XIII

Abandonando el lecho de su viejo esposo, ya selevanta del Océano la rubicunda diosa que nos trae,el día en su carro de púrpura. ¿Adónde te precipitas,Aurora? Detente, y así las aves caigan todos losaños en solemne sacrificio ante la sombra deMemnón. Deléitame reposar ahora en los tiernosbrazos de mi amada, y oprimir otra vez contra elmío su pecho palpitante. Al amanecer, el sueño esdelicioso, el aire frío, y el ruiseñor modula las notasmás argentinas de su tenue garganta. ¿Adónde teprecipitas? Eres poco grata a los mozos, y menos alas jóvenes; recoge en tu purpúrea mano las riendascuajadas de rocío. Antes de tu aparición, elnavegante observa mejor las estrellas y no navega

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perdido en las olas. Levántase el viajero lleno defatiga así que amaneces, y el soldado empuña lasarmas belicosas. Tú ves la primera al labriego con laazada al hombro, y la primera unces los tardíosbueyes bajo el doble yugo; tú interrumpes el sueñode los niños y los diriges al aula. del maestro, dondesus tiernas manos sufren los crueles latigazos de laférula; tú llevas al tribunal la caución que puedepadecer grave detrimento por una sola palabra,siendo tan desfavorable al abogado, como al juez,pues uno y otro se ven obligados a dejar el lechopara entender en nuevos procesos; y tú, cuando lasmujeres podrían olvidar en el descanso las faenas,incitas sus manos laboriosas al hilado de la lana.Todo esto lo soportaría; mas despertar demadrugada a las jóvenes, ¿quién lo sufrirá sino elque no ame a ninguna?

¡Cuántas veces he deseado que la noche nodesapareciese a tu fulgor, y que las estrellas fugitivasno se ocultaran en tu presencia! ¡Cuántas vecesdeseé que el viento destrozase tu carro, o que cayerauno de sus corceles envuelto en espesa nube!¡Cruel!, ¿adónde corres? Si tuviste un hijo de pielatezada, debía su obscuro color al corazón de sumadre. ¡Como si en otro tiempo no te hubieses

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abrasado de amor por Céfalo! ¿Ibas a creer que tudeshonra nos era desconocida? Yo quisiera queTitón pudiese hablar de tus pasos: entonces nohabría mujer tan escandalosa en el cielo. Huyes desu tálamo porque la edad ha enfriado su sangre, y telanzas de mañana sobre el carro, que abomina suvejez; mas si oprimieses en tus brazos a otro Céfalo,te oiríamos gritar. «¡Corred lentamente, caballos dela noche!» Porque los años inutilizan a tu esposo,¿ha de ser castigado mi amor? ¿Acaso intervine yoen que te casaras con un viejo? Observa cuántashoras de sueño concede la luna a su gentil amante, ysu hermosura no cede en nada a la tuya. El mismopadre de los dioses no quiso verte con tantafrecuencia, y continuó sus dichas reduciendo a unados noches. Ya había puesto fin a mis querellas, ycomo si me hubiese oído, enrojeció su frente; el sol,sin embargo, no resplandeció más tarde que decostumbre.

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XIV

Le decía a menudo: «Desiste de teñir tuscabellos: ya no te queda uno solo que puedascambiar de color.» Si así lo hubieras hecho, ¿quéhabría más hermoso que los mismos cayendoondulantes hasta tus rodillas? Temías peinártelos,porque eran tan finos como los tenues tejidos conque se cubren los Seres atezados, o como el hilo quecon ligero pie extiende la araña al urdir su tramasutil en la viga abandonada. En verdad, no erannegros, ni tampoco rubios de oro, sino una mezclafeliz de uno y otro color. Tal en los húmedos vallesdel escabroso Ida se alza el arrogante cedro que haperdido la corteza. Además, sometíanse dóciles yobedientes a tus caprichos, y no te producían

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ningún dolor. Jamás la fina aguja, jamás los dientesdel peine se los llevaron tras sí, y tu peinadora jamásvió lesionado su cuerpo. Cien veces estuve presenteen su tocador, y ni una sola tomó la aguja parapincharle el brazo. Cien veces la vi de mañana,cuando aun no había puesto ordenen los cabellos,medio tendida en el purpúreo lecho, y a pesar de suabandono, estaba tan seductora como la Bacante deTracia, que deja reposar con languidez sobre elverde musgo su cuerpo fatigado. Ellos, tan sutilesque parecían un finísimo vello, ¡ay, cuántos daños yvejaciones hubieron de sufrir; con qué docilidadsoportaron el hierro y el fuego, al convertirse enrizadas trenzas que se enroscaban en espiral! Yogritaba: «¡Es un crimen, sí, es un crimen abrasartales cabellos!; al natural son más lindos; ahorra a tucabeza la visita del hierro, no los sometas a la vio-lencia, no merecen ser quemados; ellos mismosindican su lugar a la aguja que se les aproxima.»¡Ah!, pereció la hermosa cabellera que hubieseenvidiado Apolo, y Baco querido que adornase sucabeza, sólo comparable a la que Venus recogía consu húmeda mano, al salir desnuda de las marinasolas. ¿Por qué lamentas la pérdida de tus cabellosmartirizados?; ¿porqué, imbécil, con triste ademán,

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rechazas el espejo? Ya no te miras en él con el gustoque solías; para agradar aún, debes olvidarte de timisma. No te perjudicaron las hierbas encantadasde una rival; no los lavó una vieja hechicera en lasaguas de Hemonia, ni te los arrancó una graveenfermedad; ojalá este azote no caiga nunca sobre ti;ninguna lengua envidiosa te despojó de sus trenzasespesas; sientes el menoscabo que les ocasionó tuculpa con la propia mano, al verter sobre tu cabezatinturas venenosas.

Ahora la Germania te proporcionará loscabellos de sus cautivas, y te adornarán los regalosde la gente vencida por nuestras armas. ¡Oh!, ¡cómote llenarás de sonrojo si alguien ensalza tu cabellera,y exclamarás!: «Sólo aplaude los postizos quecompré; no sé al presente qué mujer Sicambra alabaen mi persona, y, sin embargo, recuerdo que en otrotiempo estos elogios se dirigían a mí.» ¡Ah,desventurada!, apenas reprime las lágrimas, cúbreseel rostro con la mano, y el rubor colorea sus tersasmejillas. No cesa de contemplar sobre su regazo losantiguos cabellos, ¡ay de mí!, no merecedores deestar en el sitio que a la sazón ocupan. Oculta. elsentimiento que tu cara delata; el mal no es

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irreparable; bien pronto serás admirada con tunatural cabellera.

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XV

¿Por qué, mordaz envidia, reprendes mi vidadesidiosa y llamas a mis versos fruto de un ingeniosumido en la pereza? Aunque alienta con brío miedad, no sigo las huellas de mis antepasados tras loslaureles polvorientos de la guerra; no aprendo ellenguaje ampuloso de las leyes, ni prostituyo mielocuencia en las luchas venales del foro. Lostrabajos que me ofreces son mortales, y yo ansíouna fama imperecedera que extienda mi celebridadpor los siglos en la redondez del Universo. Elcantor de Meonia vivirá mientras permanezcan ensu asiento la isla Tenedos y el monte Ida, y el Símoislance al mar su rápida corriente. Vivirá el poeta deAscra mientras la uva fermente en el mosto y la

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espiga de Ceres caiga al filo de la hoz encorvada;todo el mundo ensalzará siempre al hijo de Bato,más sobresaliente por el arte que por el ingenio; elcoturno de Sófocles dominará siempre la escena, yArato vivirá eterno, como el sol y la luna. En tantoque el esclavo sea falaz, el padre duro de condición,pérfida la alcahueta y fácil la meretriz, no pereceráMenandro. Ennio, poco conocedor del arte, yAccio, el de vigorosos alientos, han conquistado unnombre que desafía las injurias de los tiempos.¿Quién olvidará a Varrón, el primer barco, y laáurea piel del Vellocino conquistado por el jefeAusonio? Los versos de Lucrecio perecerán el díaque perezca el orbe. Títiro, los frutos campestres ylas hazañas de Eneas serán leídos mientras Romaimpere sobre el Universo, conquistado por su valor,y también lo serán los tuyos, tierno Tibulo, en tantoque el arco y el fuego sean las armas de Cupído.Galo será conocido de los pueblos de Occidente yla Aurora, y con Galo su hermosa Licoris: que si eltranscurso del tiempo desgasta las rocas y enmohecela reja paciente del arado, los poemas burlan lasamenazas de la muerte. Cedan a los cantos de lapoesía los reyes y sus pomposos triunfos, y conellos cedan asimismo los opulentos raudales del

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aurífero Tajo. Que el vulgo admire lo deleznable, yel rubio Apolo me permita apurar los vasos llenosdel agua de Castalia, y mi cabellera resplandezca conel mirto, que aborrece las escarchas, y sea leído unay mil veces por la solicitud del amante. La envidia sealimenta con sangre de vivos, a la muerte los deja, yentonces el varón insigne se protege con la gloriaque ha merecido. Así, cuando el fuego de la pirahaya consumido mis restos, aun viviré, y seráinmortal la parte mejor de mi existencia.

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LIBRO SEGUNDOELEGÍA I

Yo compuse esta obra, yo, aquel poeta Nasón,nacido en la lluviosa comarca de los Pelignos, quese divierte en cantar sus propios extravíos. Así melo ordenó el Amor. ¡Lejos de aquí, muy lejos,bellezas intratables, no sois público adecuado a mistiernos versos! Léame la virgen inflamada enpresencia, de su prometido, y el sencillo adolescenteque sufre por vez primera las angustias amorosas.Quiero que algún joven, herido por la misma flechaque yo llevo clavada, reconozca, leyéndome, lasseñales del fuego que le consume, y tras largaadmiración exclame: «¿Por dónde este poeta hapenetrado y descubierto mis ocultos dolores?»

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Yo me atreví, aun lo recuerdo, y no me faltaba elaliento necesario, a cantar la lucha de los diosescontra Gías, el de los cien brazos, cuando la Tierrasació su horrible venganza y el Pelión cayóderrumbado con el arrogante Osa, que pretendíaescalar el Olimpo. Yo tenía en mis manos losnublados, y a Jove con sus rayos, que vibrabaimpetuoso en defensa del cielo; mí amiga me cerróla puerta, y olvidé a Júpiter y sus rayos; sí, el mismoJúpiter se borró de mi mente.

Perdona, padre de los dioses: tus rayos no meservían de provecho, una puerta cerrada meinfundía más pavor. Volví a las caricias y ligeraselegías, armas que me pertenecen, y mis dulcesfrases quebrantaron la dureza de las puertas. Loscantos obligan a descender hasta nosotros la lunaensangrentada, y detienen en su carroza los blancoscorceles del sol; los cantos arrancan a la serpiente sudardo venenoso, y fuerzan al río a retroceder hastasu fuente; las puertas se han rendido a mis cantos, ymis cantos corrieron los cerrojos en los postes dedura encina. ¿Qué me hubiese aprovechado ensalzaral veloz Aquiles? ¿Qué habrían hecho en mi favorlos dos Atridas y el héroe que vagó errante por elmarlos diez años que perdió en la guerra, y el

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desdichado Héctor, a quien arrastraron los corcelesdel príncipe de Hemonia? Mas desde que alabé elrostro hermoso de una tierna joven, ella mismaviene a recompensar al vate por sus canciones. Granpremio han merecido. Nombres ilustres de loshéroes, pasadlo bien. Vuestro favor no meconviene. Muchachas hermosas, oíd con fazsonriente los versos que me dicta el Amor, derosadas mejillas.

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II

¡Oh Bagoa!, a quien confiaron la guarda de midueño, escúchame; tengo que decirte unas pocas ymuy importantes palabras. Ayer la vi que paseabapor el pórtico de las hijas de Dánao; me declaré sucautivo, y en seguida la envié por escrito mi súplica,y me contestó con mano temblorosa: «No es posi-ble.» ¿Y por qué no puedes? Replicó sin demora ami pregunta que tu vigilancia le era excesivamentemolesta. ¡Oh, guardiana!, si tienes prudencia,créeme, cesa de merecer el odio. Todos desean laruina del sujeto a quien temen. El marido estambién un insensato; ¿a qué tantas prevencionespor defender lo que se conserva sin necesidad devigilantes? Entréguese furioso, como quiera, a los

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arrebatos de la pasión, y juzgue casta a su esposa,que agrada a cuantos la ven; mas tú en secretoconcédele algún rato de libertad, ella te pagará concreces lo que le dieres; trabaja por convertirte en suconfidenta, y la señora quedará sometida a la sierva.¿Temes la complicidad?; finge que no la ves. ¿Lee asolas un escrito?; supón que le escribe su madre.¿Llega a hablarla un desconocido?; pues paseadelante como si lo conocieras. ¿Va a visitar unaamiga enferma de mentirijillas?; que la visite, yfigúrate que lo está realmente. Si viniese tarde, porno velar esperándola largas horas, échate a roncarcon la frente apoyada en las rodillas. No pretendassaber lo que pasa en el templo de Isis, la diosavestida de lino, ni te cause inquietud lo que sucedeen las gradas del teatro. El cómplice de un delito seve siempre colmado de mercedes: ¿hay ningún tra-bajo tan fácil como el de callar? Él es el predilecto,él gobierna la casa, él no teme los azotes, él estodopoderoso, y los otros soez rebaño que yace enla servidumbre. Oculta al marido los motivos dequeja verdaderos, inventándolos falsos, y los dos,como señores, aprobaréis lo que convenga a lamujer. Si el marido pone mala cara y arruga elentrecejo, una joven, con sus caricias, consigue

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pronto lo que pretende; sin embargo, de tarde entarde conviene que provoque una reyerta contigo, yllore fingidas lágrimas, y te llame verdugo, y que túle contestes con imputaciones que ella destruyafácilmente, y con su notoria falsedad impidan alesposo creer en los ultrajes reales.

Con tal conducta crecerán de día en día tushonores y verás cómo aumenta tu peculio; sigue misconsejos, y dentro de poco habrás recuperado lalibertad. ¿Ves a los delatores con el cuello cargadode cadenas? Un hediondo calabozo vino a ser elpremio de su perfidia. Tántalo muere de sed enmedio de las aguas, y ansía coger los frutos que se leescapan; castigo impuesto a la garrulería de sulengua. El guardián celoso en extremo con que Junoatormentó a Ío murió antes de tiempo, y ella es hoyuna diosa. Yo vi cargado de hierro, que amoratabasus piernas, al hombre que reveló a un marido elincesto de su mujer, y el castigo fue menor de lo quemerecía la culpa, pues con su lengua perversa causódos males: la pena del marido y la. ruina de la famade la esposa. Créeme, ninguno oye con gustosemejantes acusaciones; si les presta atención, lohace a su pesar; si no se indigna, pierdes la delaciónen sus oídos indiferentes, y si ama de veras, con tu

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oficiosidad ocasionas su desgracia. Aun la culpamanifiesta es difícil de probar, y la mujer se aseguracon la benevolencia de su juez: aunque él mismo veael delito, dará crédito a las negativas, condenará suspropios ojos, se reprenderá por sus sospechas, y almirar las lágrimas de su esposa, las derramarátambién, gritando: «¡Este Chismoso me lo ha depagar!» ¡Qué lucha tan desigual acometes! Al caervencido, te espera una tanda de azotes, mientras ellase sentará sobre las rodillas de su juez. Nomaquinamos ningún crimen, no nos escondemospara componer brebajes venenosos, no fulminamosla espada desnuda en nuestra mano: sólo deseamospoder amar sin riesgo gracias a tu favor. ¿Puedehaber cosa más inocente que nuestras súplicas?

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III

¡Ay de mí!; tú, que no eres hembra ni varón,guardas a mi amada; tú, incapaz de conocer losplaceres recíprocos de Venus. El primero quemutiló las partes genitales de un niño, debió padecerel mismo suplicio. Tú serías más complaciente ymenos sordo a los ruegos, si antes te hubiesesinflamado por alguna mujer. Tú no naciste pararegir un caballo ni manejar las pesadas armas; tusdébiles brazos no pueden sostener la lanza belicosa.Éstos son oficios varoniles y tienes que renunciar alos esfuerzos del varón. Obligado a seguir los pasosde tu señora, llénala de satisfacción con tus buenosservicios y aprovéchate de sus mercedes. Si llegas aperderla, ¿de qué servirás en el mundo ? Su linda

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cara y sus pocos años incitan al placer. Lahermosura no debe marchitarse en torpe abandono.Por mucho que extremes tu vigilancia, sabráengañarte con facilidad; siempre se realizan lasaspiraciones de los amantes, y como es mejorpartido acudir a las súplicas, te rogamos que nosfavorezcas ahora que puedes prestarnos excelentesservicios.

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IV

Yo no me atrevo a defender mis relajadascostumbres, ni a esgrimir las armas de la falsedad enpro de mis vicios: los confieso, si de algo aprovechadeclarar las propias culpas; los confieso y sigo comoun loco aferrado a mis extravíos: los odio, y aundeseándolo, no puedo ser otro del que soy. ¡Quépesado, soportar la carga que uno quisiera echar delos hombros! Me faltan las fuerzas para dominarmea mí mismo, y me dejo arrastrar como barcoimpelido por rápida corriente. No subleva mispasiones una sola belleza; son muchas las que meobligan siempre al amor. Si una doncella baja en mipresencia modestamente los ojos, me inflamo, y supudor se convierte en el enemigo de mi

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tranquilidad. Si la otra se presenta provocativa, mesubyuga, porque su resolución alienta la esperanzade mil placeres en el blando, lecho. Si veo unaintratable que imita la rigidez de las Sabinas, piensoque sabe querer y disimula con orgullo lo quequiere. La que juzga los versos de Calímaco sinprimor, comparándolos con los míos, revela que legusto, y bien pronto ella me rendirá a su vez; lacontraria que reniega del poeta y sus versos, no meofende, antes desearía yacer al lado de la que así memaltrata, Anda con aire diligente, y me cautiva consus andares; tiene duras las facciones y no, meimporta, ya se suavizarán al contacto del varón. Éstame fascina por su voz dulcísima que emite sinninguna violencia, y quisiera estampar mis besos ensu boca deliciosa; aquélla recorre con sus ágilesdedos las vibrantes cuerdas de la lira, ¿y cómodejaría de amar tan hábiles manos? Me sorprende labailarina que agita los brazos a compás, por el arteinsinuante, con que tuerce su cuerpo lascivo; y no sehable de mí que me inflamo por la menor causa,póngase ante ella Hipólito, y se convertirá enPríapo. Tú igualas con esa arrogante estatura a lasantiguas heroínas y puedes cubrir con tu cuerpo unlecho espacioso, y tú me vences por lo diminuta: las

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dos me encadenáis, las dos, alta y baja, convenís amis gustos. Es algo negligente, ¿y qué puede añadirel ornato a su belleza?; se ofrece ataviada con lujo, ybrilla su espléndida distinción. Me domina la blancalo mismo que la morena; en las de cutis obscuro noson menos gratas las delicias de Venus. Si loscabellos de ébano le caen sobre la garganta de nieve,recuerdo que la hermosura de Leda consistía en sunegra cabellera; si son rojos, que la Aurora sacudesus cabellos de color de azafrán, y me adapto porigual a todas las historias. Una novicia me atrae, unade edad madura me sugestiona; aquélla por suscarnes frescas, ésta por lo que sabe; en fin, que miamor ambicioso quisiera llamar suyas a todas lasbellezas que se admiran en la ciudad.

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V

Vete lejos con tus flechas, Cupido; ningunamujer vale tanto que me haga desear la muerte atodas horas. Sí, deseo morir cuando recuerdo tufelonía, joven nacida para mi eterna condenación.Las tablillas engañosas no me han revelado tuproceder, ni delataron tu crimen los regalos furtivosque recibiste. ¡Ay!, ojalá al recriminarte saliesesvictoriosa de la prueba.

¡Desgraciado de mí! ¿Por qué es tan justa micausa? Feliz el que ama y se atreve a defender en altavoz a su amiga, si ésta puede contestar: «Soyinocente.» Tiene un corazón de hierro y secomplace demasiado en dar pábulo a su cólera, elque corre tras una palma ensangrentada con el

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castigo de la culpable. Por desgracia, cuando mecreías dormido, vi yo mismo tu traición, porque nohabía apurado el vino que me sirvieron. Vi cómohablabais largamente con el fruncir del entrecejo;con vuestros gestos os entendíais a maravilla: tusojos no supieron callar, trazaste con vino en la mesalo que querías, y hasta tus dedos se convirtieron enletras. No os riáis a mi costa; he comprendidovuestros coloquios, descifré las palabras ocultas enlas señas que habíais convenido. Ya. muchoscomensales abandonaban la mesa sin manteles y noquedaban más que dos jóvenes detenidos, por laembriaguez. Entonces os sorprendí dándoosculpables besos, y me pareció oír que se chocabanvuestras lenguas: No eran los besos que da una her-mana a su honesto hermano, sino los que la tiernaquerida brinda a su arrebatado amante: no eran losque Febo imprime en el rostro de Diana, sino másbien los que Venus regala a su caro Marte. «¿Quéhaces? -exclamo-; ¿a quién concedes esos favoresque son míos? Estoy dispuesto a defender con lospuños mis derechos. Esos placeres sólo a mícorresponde darlos y exigirlos, son propiedadcomún de los dos. ¿Por qué un tercero ha departicipar de tales dichas?» Así desahogué lo que me

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dictaba la cólera, y ella, reconociéndose culpable, seencendió de rubor. Como, se pinta el cielo cuandoaparece la esposa de Titón, o la doncella que ve laprimera vez a su prometido; como brilla la rosapurpurina en medio de los lirios, o se detienen losencantados corceles de la luna, o cual tiñe la mujerMeonia el marfil de Asiria porque no se vuelvaamarillento con los años, así se pint6 de púrpura surostro, o con matices muy semejantes, y acaso nuncaresplandeció más hermosa. Miraba hacia el suelo, ¡yqué interesante estaba en su humildad!; la tristeza sereflejaba en su cara, multiplicando sus atractivos.Tuve la intención de mesar sus bien peinadoscabellos y golpear iracundo sus tersas mejillas; peromis robustos brazos postráronse ante la beldad, quesupo defenderse con las propias armas. Yo quepoco antes amenazaba, acudí rendido a las súplicaspara que no me diese por tal motivo besos menosardorosos. Ella se rió y me dio de corazón los másespontáneos, tales que podrían arrancar el mortíferorayo a las manos de Jove. Sólo me atormentaba elrecelo de que hubiesen sido tan sabrosos los queconcedió a mi rival, y quisiera que se los hubiesedado con menos ardor; porque, en efecto, revelabanmás arte del que yo le enseñé, y que había a mis

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espaldas aprendido algo nuevo. Me sobresaltémucho al saborearlos, pues nuestras lenguas sejuntaron rozando con suavidad los labios; mas noes esto lo que me desazona, no me quejo de losmuchos besos que os disteis, y ya son motivobastante a mi alarma, sino que tales lecciones sólopueden darse en el lecho, y no sé qué maestro harecibido por ellos un premio tan grande.

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Ha muerto el papagayo, ese pájaro de las IndiasOrientales que imita nuestras voces. Pájaros, acudiden tropel a sus exequias, acudid en demostración depiedad, golpeando con las alas vuestros pechos, yclavaos en las cabezas las uñas afiladas. En vez deplañideras que retuerzan sus cabellos, arrancaos lashirsutas plumas y que vuestros cantos resuenensubstituyendo a la fúnebre trompeta. ¿Por qué,Filomela, pregonas el crimen del tirano de Ismara?Los años han debido poner término a tus lamentos.No llores más que el fin lastimoso de esta rara ave:grande es la causa del dolor de Itis, pero ya muyantigua. Condoleos todos cuantos atravesáis lasaéreas regiones, y antes que todos, tú, fiel tortolilla.

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Vivió la vida entera con vosotros en armonía, y nien el postrer instante desmintió su acendradafidelidad: Lo que fue el joven de Focea para Orestesel de Argos, lo fué para ti la tórtola mientras viviste,¡oh papagayo! ¿De que te sirvió tanta fidelidad y lahermosura de tu raro plumaje? ¿De qué tu vozingeniosa que imitaba los sonidos humanos, y porúltimo haber hecho las delicias de mi amada desdeel día que entraste en su casa? ¡Infeliz!; tú, la gloriade las aves, ya no existes. Tus plumas podíaneclipsar las verdes esmeraldas, y tu pico encarnadocompetir con el rojo de la escarlata. No hubo en latierra pájaro que hablase con tanta facilidadrepitiendo los sonidos que oyese, y a pesar de tusprendas la envidia te mató. No te lanzabas asanguinarios combates, eras comunicativo y amantede las dulzuras dé la paz. Vemos a las codornicesque viven peleándose con saña, y acaso por estarazón llegan a la vejez. Estabas mantenido conpoco, y fuera de la necesidad de hablar, podías pasarlargo tiempo sin alimento: la noche te servía de pas-to, la adormidera te incitaba al sueño y unas gotasde agua templaban tu sed. Goza luenga vida el ávidobuitre, el milano que describe amplios círculos en el.aire y el grajo que anuncia la proximidad de la

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lluvia. Prolonga sus días la corneja aborrecida deMinerva, que apenas se prepara a la muerte despuésde nueve siglos, y ha muerto el pájaro locuaz quetan bien imitaba las voces humanas, el papagayo,presente que nos envían los últimos con fines delorbe.

Las manos avaras de la Parca casi siempre nosarrebatan de pronto las más óptimas cosas, y lasmás ínfimas tocan los últimos límites de laexistencia. Tersites vió los funerales del hijo deFilaces, y Héctor quedó reducido a cenizas cuandoaun vivían sus hermanos. ¿A qué referir los píosvotos que hizo en. pro de tu salvación mi tiernaamada, votos que empujó hacia el mar el Notopreñado de tempestades? Llegaste al séptimo díaque te negaba ver la mañana siguiente, pues la Parcahabía hilado el estambre, de su rueca; mas no porello se helaron las palabras en tu yerto paladar, y tulengua moribunda exclamó: «Corina, pásalo bien.» Ala falda del Elíseo álzase una selva de espesasencinas; la tierra húmeda se ve tapizada siempre deverde musgo, y si merecen crédito los cuentos de lafábula, dicen que en aquel lugar de las avesinocentes no son admitidas las carnívoras y rapaces.Allí los cisnes inofensivos pacen a su sabor con el

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fénix, la única inmortal de las aves; el pavón de Junodespliega altivo su brillante plumaje, y la palomabesa el pico de su ardiente esposo. Recibido porellos como un nuevo habitante de la selva, elpapagayo con su charla se atrae la benevolencia detan buenos amigos. Guarda sus huesos un túmulode grandeza proporcionada a tal cuerpo, y sobreuna pequeña losa se lee este breve epitafio:«Comprendo por este sepulcro que supe agradar ami dueña, y tuve para hablarla más talento del que -suelen las aves.»

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VII

¿Conque he de ser a todas horas víctima de nue-vas acusaciones? Estoy cansado de combatir tantasveces por la victoria. Si mis ojos se elevan a las últi-mas gradas del fastuoso teatro, escoges entre mil lamujer que justifique tu resentimiento. Si una cándidamuchacha pone en mí silenciosa sus miradas, laacusas de entenderse secretamente conmigo por losgestos del rostro. Si alabo a ésta, te mesas con furialos inocentes cabellos; si la difamo, sospechas quetrato de disimular el engaño. Que el color arrebatami semblante, me culpas de frialdad hacia ti; que pa-lidezco, en seguida crees que me muero por otra. Enverdad te digo que quisiera ser culpable del yerroque me atribuyes; al menos soportaría con entereza

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de ánimo el castigo merecido; mas ahora merecriminas sin motivo, y creyendo de mí todo lo quesospechas, tú misma destruyes los efectos de tucólera injustificada. Contempla al asno de largasorejas y suerte miserable: no acelera los pasos pormás golpes que lluevan sobre sus lomos. He aquí minuevo delito: Cipasis, tu hábil peinadora, es acusadade haberse revuelto conmigo en el lecho de suseñora. Los dioses me preserven, si abrigo algunavez intenciones pecaminosas, de entregarme a unamujer de condición despreciable. ¡Qué hombre librequerrá unirse con los lazos de Venus a una esclava yestrechar sus espaldas lívidas a fuerza de azotes!Añade que es la encargada del ornato de tuscabellos, y que debes excelentes servicios a susdiestras manos. ¿Había de solicitar a sierva tan fiel atu persona? ¿Qué iba a conseguir sino una repulsa yuna acusación? Te lo juro por Venus y el arco delniño volador, soy inocente del crimen que se meimputa.

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VIII

Cipasis, tan entendida en dar mil formas a unacabellera, que merecías dirigir el tocador de las dio-sas, yo te conocí no menos versada en los hurtosdeliciosos que dispuesta a servir a tu señora, y másdispuesta a condescender a mis ruegos. ¿Qué indi-cio dejamos escapar de la unión de nuestros cuer-pos? ¿Cómo Corina sospechó tus nochesplacenteras? ¿Acaso me delató el rubor o se meescapó cualquier palabra indiscreta que denunciasenuestros ocultos deleites? Pues qué, ¿no sostuve quesi alguien quería holgarse con una sirvienta era sinduda porque había perdido el seso? El héroe deTesalia se inflamó por la cautiva Briseida, y unasacerdotisa de Febo vióse amada por el rey de

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Micenas. Yo no soy más grande que el nieto deTántalo o el invencible Aquiles; lo que pudoconvenir a los reyes, ¿será en mí un estigma devergüenza? No obstante, cuando ella fijó en ti susojos hechos brasas, observé que toda la sangre seagolpaba a tus mejillas. Si por ventura te acuerdas,¡cuánta mayor fue mi serenidad, cómo juré Po-niendo por testigo el numen potente de Venus! ¡Ohdiosa!, te conjuro que ordenes al templado Notoarrastrar a las olas del Cárpato el perjurio de mi áni-mo sencillo! En pago del servicio, morena Cipasis,concédeme el dulce premio de estrecharte hoy enmis brazos. Ingrata, ¿rehusas y finges nuevostemores? Bastante es haber merecido la protecciónde uno de tus amos. Si te niegas, ¡insensata!, revelarélo que ha pasado entre nosotros, y seré yo mismo eldescubridor de mi falta: sí, Cipasis; contaré a tuseñora en qué lugar y cuántas veces nosencontramos y la variedad que supimos dar anuestros deleites.

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IX

¡Oh Cupido, nunca bastante indignado contramí, niño nunca perezoso en turbar mi sosiego!, ¿porqué me maltratas sabiendo que no deserté tusbanderas y me clavas tus flechas dentro de mipropio campo? ¿Por qué tu antorcha abrasa, por quétu arco hiere a los amigos? Alcanzarías más gloriahumillando a los rebeldes. Por ventura el héroe deHemonia después de hundir su lanza en el pechoenemigo, ¿no le sanó con ella la herida? El cazadorpersigue la presa fugitiva, la coge y la abandona,siempre afanoso por abatir otras nuevas. Nosotrosque nos reconocemos tus súbditos sentimos el rigorde tus armas, y tus débiles brazos se detienen ante elque te ofrece resistencia. ¿Qué ganas con embotar

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tus finos dardos en mis huesos descarnados, ya queel amor me ha reducido a los huesos? Hay muchosmozos que no aman y muchas jóvenes en la mismasituación; tu triunfo sobre ellos te conquistaríagrandes alabanzas. Si Roma no hubiese desplegadosus fuerzas en la inmensidad del orbe, no sería alpresente más que un hacinado montón de pajizascabañas. Harto de pelear, el soldado trabaja loscampos que se le han distribuído, deja la espada yecha mano a las rudas estacas. Los puertosespaciosos resguardan las naves de la tempestad; elpotro libre de su prisión corre a pacer en losprados; el viejo gladiador depone la espada y recibela vara que asegura el resto de sus días, y yo quetantas veces milité en las filas de Cupido, bienmerezco gozar al cabo una vida tranquila. Pero sí undios me dijese: «Vive por fin exento de cuitas», ledisuadiría: ¡son tan dulces las penas del querer!

Fatigado de la incesante lucha y con el fuego delcorazón casi extinguido, no sé qué vértigo se apode-ra aún de mi alma extraviada. Como el caballo dedura boca despeña en el precipicio al caballero im-potente para sujetarle con los frenos cubiertos deespuma; como un viento repentino rechaza el bar-quichuelo que próximo a tierra iba a tomar el abrigo

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del puerto, así me arrastra con frecuencia el soploincierto de Cupido, y el Amor de purpúreo rostrovuelve a lanzarme los dardos que ya conozco. Hiere,niño, te ofrezco mi cuerpo desnudo y sin armas;alardea de tus fuerzas y la habilidad de tu diestra.Como si las enviases, vienen a clavarseespontáneamente en mí tus saetas; acaso su aljabales sea menos conocida que mi pecho. Desgraciadodel que logra reposar toda la noche y considera elsueño un bien de alta estima. Imbécil, ¿qué es elsueño sino la fría imagen de la muerte? El destino tereserva largos siglos de descanso. Yo quiero que meengañen las dulces palabras de mi amiga; la solaesperanza del placer me proporciona inmensasatisfacción, y que ahora me. diga ternuras, ahorame promueva reyertas; que hoy se entregue en misbrazos, y mañana me envíe noramala. Por tu causa,Cupido, es dudosa la suerte de Marte; tu padrastromueve las armas siguiendo tu ejemplo. Eres versátily mucho más ligero que tus alas, y das y niegas losplaceres al tenor de tu capricho. Si a pesar de estooyes mis súplicas, Cupido, y las oye tu hermosamadre, no dejéis desierto mi corazón de vuestroimperio, y que la tropa demasiado voluble de los

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jóvenes se someta a tu poder; así serás venerado porlos hombres y las mujeres.

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Lo recuerdo bien: tú, Grecino, sostenías queninguno puede amar dos mujeres al mismo tiempo,y por ti he caído en el error, por ti mesorprendieron inerme, y amo torpemente a dos a lavez. Las dos son hermosas, las dos entendidas enlas artes hasta el punto de ser difícil declarar cuál deellas tiene superior talento. La una es más linda quela otra, y ésta más que aquélla, y ya me seduce la una,ya al reverso la otra. Como el esquife combatido porvientos contrarios, así estos dos impulsoscomparten mi corazón. ¿Por qué, Ericina, duplicasmis tormentos sin fin?; ¿no me producía una solabastantes zozobras? ¿Por qué esparces hojas sobrelos árboles, multiplicas las estrellas del cielo y

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viertes sobre el vasto mar las aguas de los ríos? Sinembargo, prefiero este embarazo a languidecer en laindiferencia. A mis enemigos deseo una vida sinsatisfacciones; a mis enemigos el dormir en un lechosolitario, y tender con lasitud el cuerpo sin dividirlocon nadie, y que el amor cruel interrumpa mi pesadosueño, y mis colchones no se hundan sólo bajo mipeso; que sin obstáculos una amiga agote mipujanza, si puede una sola, y si no, que sean dos.

Me agrada un talle ligero, aunque no sin brío;que no le abone la pesadez, pero sí el vigor de losnervios; la voluptuosidad dará a mis músculos lafuerza necesaria; en este punto ninguna joven fuépor mí engañada. Cien veces, después de pasar lanoche entera entregado al placer, me hallé a lamañana todavía fuerte y vigoroso. Feliz el quesucumbe en el ardiente certamen de Venus; quieranlos dioses que sea ésta la causa de mi muerte.Ofrezca el soldado su pecho a los dardos delenemigo, y conquiste con su sangre un nombreinmortal; corra el avaro, tras las riquezas, y alnaufragar, beba con perjura boca las olas salobresque barrieron su nave, y sea mi destino languideceren las contiendas de Venus, y que la muerte mesorprenda en medio de sus placeres, y que alguno,

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con los ojos arrasados de lágrimas, diga en mifuneral: «Tu muerte ha sido en todo conforme contu vida.»

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XI

El pino arrancado de la cumbre del Peliónabrióse el primero una ruta peligrosa por las olasasombradas del mar, y sorteando con audacia losescollos, que le salieron al paso, trajo de regreso,cual rico botín, el carnero de áureos vellones. Ojalálas funestas olas hubiesen devorado la nave deArgos, para que nadie en adelante bogase con losremos por el piélago extendido. He aquí quehuyendo del lecho que tan bien conoce Y losPenates domésticos, Corina se lanza a sus falacesderroteros. ¡Ay, desgraciada de mí!, por tu causahabré de temer el Euro y el Céfiro, el frío Bóreas yel templado Noto. Allí no admirarás ricas ciudadesni amenas selvas; la vista del mar cerúleo y pérfidoes lo que te aguarda. En medio del Ponto no

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tropezarás las conchas de nácar ni las pintadaspedrezuelas que esmaltan la húmeda arena de laplaya, y los blancos pies de las hermosas pisan conseguridad completa; mas el resto del camino ofrecegraves peligros. Otros os cuenten las batallas de losvientos, los mares que infestan Escila y Caribdis, ylas violentas acometidas de las rocas que dominanlos montes Ceraunios, en qué puntos se ocultan lasSirtes y en qué sitio el promontorio de Malea, queotros os lo refieran, y prestad crédito a sus relatos;ninguna tempestad amenaza al que los cree. Tardevuelve a tierra el que suelta las amarras y lanza subarco a toda vela por la inmensa llanura. Elnavegante, lleno de zozobra, ve tan próxima lamuerte como el agua al rugir de los contrariosvientos. ¿Qué será de ti si Tritón exaspera elhirviente oleaje? ¡Cómo la palidez se pintará en turostro! Entonces invocarás a los vástagos generososde la fecunda Leda, y gritarás: «¡Feliz el que vive enla tierra natal!» Es más grato frecuentar el lecho, leerlibros que interesen y pulsar con los dedos la lira deTracia. Mas si la furia del huracán ha de llevarse misvanas quejas, al menos que Galatea se muestre pro-picia a tu navegación. Nereidas, y tú, padre de todasellas, la muerte de joven tan encantadota se os im-

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putaría como un crimen. Parte acompañada de mirecuerdo, y vuelve con próspero viento cuyasimpetuosas ráfagas hinchen tus velas. Que el granNereo empuje las olas sobre estas riberas; que losvientos soplen hacia aquí, y hacia aquí el flujoimpela las aguas. Tú misma rogarás al Céfiro que teayude con su aliento, y con tu misma manoimpulsarás la turgente vela. Yo, desde el litoral,descubriré el primero tu nave, bien conocida, yexclamaré : «¡Esta me devuelve mis dioses!» Mearrojaré en tus brazos con aturdimiento, te daré milbesos, y caerá la víctima ofrecida por tu faustoregreso. Extenderé la arena en forma de lecho, ycualquier montículo nos servirá de mesa, y entre losbrindis de Lieo comenzarás tus largos relatos: nosexplicarás cómo tu nave casi fue tragada por elabismo; me jurarás que viniendo hacía mí no sentíasel frío de la noche ni la violencia del huracán, yaunque sea falso, todo lo creeré verdadero. ¿Por quéno creer regocijado lo que deseaban mis votos? Queel lucero de la mañana que hermosea el firmamentome traiga cuanto antes este día en su veloz carrera.

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XII

Laureles del triunfo, venid a ornar mis sienes:vencimos; al fin reposa en mi seno esa Corina que elesposo, el guardián, la puerta y tantos enemigos im-pedían que fuese víctima de la astucia. Aquellavictoria es digna de solemne triunfo, en que seconquista la presa sin derramar una gota de sangre.No escalé débiles muros, ni cualquier fortaleza conpequeños fosos, sino que una bella ha sido elpremio de mi hábil estrategia. Cuando cayóPérgamo vencida tras un asedio de diez años, ¿quéparte de alabanza cupo al hijo de Atreo, siendotantos los héroes? Pero mi gloria me pertenece deltodo; ningún soldado me ayudó a conquistarla,ningún otro puede ostentar los títulos de mi hazaña.

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El éxito coronó mis bríos como jefe y comosoldado; yo mismo fui el caballero, el infante y elportabandera; el azar no intervino nada en misbuenos sucesos, y el triunfo ha sido el galardón demi constancia.

Yo no daré motivos a nuevas guerras. Si no hu-bieras sido raptada, hija de Tindaris, no se hubieraturbado la paz entre Asia y Europa. Una mujerarmó las manos de los salvajes Lapitas y losbiformes Centauros, torpemente entregados a losexcesos de la embriaguez; una mujer impulsó a lostroyanos en tu reino, justo Lalino, a lanzarse denuevo a la feroz carnicería de las batallas, y unamujer, en los primeros tiempos de Roma, indujoasimismo a los habitantes a revolverse contra sussuegros. Yo vi a dos toros que se disputaban unablanca ternera, que, como espectadora del combate,alentaba su valor. A mí Cupido me ordenóenarbolar la bandera de sus numerosos, secuaces, yla he conservado sin manchas de sangre.

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XIII

La imprudente Corina ha puesto en peligro suvida, destruyendo con un abortivo el peso que abru-maba su vientre. En verdad que merece mi cólerapor exponerse a tanto riesgo sin mi conocimiento;mas la cólera cede ante el temor. Sin duda, o habríaconcebido de mí, o al menos así lo creo;acostumbro a dar por cierto aquello que es posible.Isis, que habitas Paretonio y las feraces tierras deCanopo, con Menfis y Faros ceñida de palmeras, ylas llanuras en que el rápido Nilo abandona su vastolecho y por siete bocas tributa sus aguas al mar, teruego por tu sistro y por la veneranda cabeza deAnubis, y así el pío Osiris acepte siempre gozosotus sacrificios, la serpiente aletargada se deslice con

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lentitud en torno de las ofrendas, y Apis, con suscuernos de oro, acompañe tu pompa, que vuelvas aesta parte tus miradas, y con la salvación de Corinasalves a dos, pues tú darás a ella la vida y ella a mí.Con frecuencia la viste celebrar sentada tus sacrosfestejos a la hora en que los sacerdotes Galos seceñían de laureles. Tú, que tanto compadeces en losdifíciles meses de la gestación a las madres queretardan el paso con el fruto de sus entrañas;compasiva Ilitia, ven y oye favorable mis preces; esdigna de contarse entre tus protegidas. Yo mismo,vestido de blanco, quemaré el incienso en tus arashumeantes y depositaré a tus pies las prometidasofrendas, grabando estas palabras: «Ovidio Nasón,por la salud de Corina.» Diosa inclínate a merecertal inscripción y tales ofrendas. Y tú, amada mía, sime es lícito aconsejarte, viéndote sobresaltada detanto temor, guárdate de repetir nuevamente lo queacabaste de hacer.

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XIV

¿Qué aprovecha a las jóvenes no verseobligadas a la guerra ni a seguir, con el escudo albrazo, los fieros escuadrones, si se hieren con susdardos, sin que Marte las provoque, y arman lasciegas manos contra la propia vida? La primera quese resolvió a abortar el feto de sus entrañas merecíacaer al filo de sus mismas armas. Pues qué, para queel vientre no delate con sus rugosidades tu falta, ¿eraindispensable arrasar el triste campo en quesostuviste la lucha? Si las antiguas matronassiguieran costumbre tan fatal, la raza de los hombreshubiese perecido por su culpa, y fuera preciso unnuevo Deucalión que, arrojando piedras en el orbedesierto, echase otra vez las semillas del humano

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linaje. ¿Quién habría quebrantado las huestes dePríamo, si Tetis, la diosa dé los mares, rehusaraalimentar nueve meses en su seno el frutoconcebido? Si Ilia ahogara en el hinchado vientrelos hermanos gemelos, hubiese perecido el fun-dador de la ciudad dominadora del mundo; si Ve-nus en su preñez expulsara con violencia a Eneas, latierra estaría hoy huérfana de los Césares, y tútambién, hermosa, hubieras muerto antes de nacer,si tu madre llegara a imitar tu conducta. Yo mismo,que tengo por gran suerte morir amando, no habríavisto la luz del sol, si mi madre me estrujara en sucuerpo. ¿Por qué despojas la fecunda viña de los na-cientes racimos y coges del árbol los frutos verdestodavía? Así que maduren, caerán de su peso. Dejacrecer lo que nació; la vida cobra alto valor con unapoca paciencia. ¿Por qué destrozáis vuestrasentrañas con el hierro mortífero, y propináis cruelesvenenos a los niños que aun no nacieron? Nadieperdona a Medea haber derramado la sangre de sushijos, y todos lamentan la suerte de Itis degolladopor su madre; una y otra fueron despiadadas; maspor tristes motivos, una y otra se vengaron de susesposos, en los hijos comunes. Decidme, ¿quéTerco, qué Jasón os incita coléricas a poner en

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vuestros cuerpos una mano criminal? Tamañaatrocidad ni la cometen los tigres en los antros deArmenia, ni la leona se atreve nunca a malograr suspartos, y lo ejecutan las tiernas jóvenes, aunque noimpunemente, pues muchas veces paga con la vidala madre que destruye en el útero el fruto de sufecundidad. Si sucumbe, con el cabello desgreñadose la tiende sobre el fúnebre lecho, y exclamancuantos la ven: «Mereció su fin.» Mas que mis dichasse pierdan en la atmósfera vacía y mis presagios notraigan tan fatales consecuencias. Dioses clementes,perdonad la primera falta de mi amada; habréishecho bastante, y que lleve el condigno castigo siosare reincidir.

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XV

Anillo que has de ceñirte al dedo de mi hermosodueño, y cuyo precio lo avalora el amor de quien loregala, corre a su casa como un grato presente quereciba con franca alegría; resbala en seguida por susflexibles articulaciones, y ajústate como ella a mí,siendo la medida exacta de su dedo, sin lastimarlo.Feliz anillo, serás el juguete de mi señora; yo mismo,desgraciado, aparezco envidioso de mis dones. Asípudiera de súbito convertirme en mi regalo por lasartes mágicas de Ea o del viejo de Cárpatos.Entonces intentaría rozar los pechos de mi amadacuando, su mano izquierda penetrase bajo la túnica,y por más sujeto que estuviera, resbalaría del dedo, ysuelto, gracias a mi habilidad, me dejaría caer sobre

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el turgente seno. Asimismo, cuando quisiera sellarlas secretas tablillas, para impedir que la cera seadhiriese a la seca piedra, rozaría el primero loshúmedos labios de mi hermosa, siempre que nosellase escritos que hubieran de afligirme. Si merelegara a permanecer oculto en el escritorio, merebelaría, contrayéndome y quedando sujeto en misitio. Que no sea, jamás para ti, vida mía, un motivode sonrojo, ni grave carga que tu mano delicadarehuse llevar. No me abandones, ya introduzcas tucuerpo en el agua caliente, ya resuelvas bañarte enlas ondas del río; aunque temo que viéndotedesnuda, el deseo despierte mis sentidos y el anillohaga el oficio del amante. Mas ¿a qué tantasprotestas inútiles? Marcha, regalo insignificante, aque ella vea en ti el testimonio de mi fidelidad.

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XVI

Estoy en Sulmona, tercer cantón del territoriode los Pelignos, comarca angosta, pero muysaludable por los arroyos que la atraviesan. Aunquedesde la ardiente constelación de la perra de Icarioel sol hienda la tierra con sus rayos abrasadores, loscampos Pelignos son regados por cien venascristalinas, y la fresca hierba tapiza el fecundosuelo. Tierra fértil en espigas, y aun más fértil enracimos, amén de producir alguno de sus campos laoliva consagrada a Palas. Los arroyos queserpentean entre el musgo renaciente extienden unaverde alfombra sobre la húmeda tierra; pero miamor está ausente de aquí; dije mal, está lejos la queme lo inspira, pues siempre lo llevo conmigo. Si me

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honraran colocándome entre Cástor y Pólux, lejosde ella, no quisiera habitar el cielo. Sufran unamuerte angustiosa y siéntanse oprimidos por lapesadez de la tierra los que emprendan largos viajespara recorrer el mundo, y ordenen que si losjóvenes han de vagar en interminables caminatas,las lindas muchachas vayan en su compañía.Entonces, aunque estremecido de frío escalase losventisqueros de los Alpes, me parecería delicioso elviaje yendo con mi amada; con ella osaría atravesarlas Sirtes de Libia y desplegar las velas al Notoenemigo; no me asustarían los perros portentososque ladran en las caderas de la virginal Escila, ni lospérfidos golfos de la costa de Malea, ni las olas quevomita y sorbe por la boca Caribdis, hinchada conlas naves que devora. Mas si los vientosdesencadenados vencen a Neptuno, y la ondaarrebata a los dioses que habían de socorrernos,cuélgate de mis hombros con esos brazos de nieve,y soportaré sin fatiga tan dulce carga. Cien veces eljoven Leandro, por ver a su Hero, atravesó las olasa nado, y lo consiguiera la última vez a no ocultarleel camino las obscuridad. Mas sin llevarte a mi lado,aunque esparza la vista por las tierras cubiertas deviñedos y los campos que riegan corrientes

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caudalosas, y vea al labrador que dirige por laacequia las ondas sumisas, y como el aura suavebalancea las ramas de los árboles, no creeréencontrarme en el sano país de los Pelignos, ni pisaren el pueblo natal los campos de mi padre, sino másbien en la Escitia, entre los fieros Cilitios y losBretones de verdosa tez, o en los peñascosenrojecidos por la sangre de Prometeo. El olmoama la vid, la vid no abandona al olmo; ¿por qué yome veo con tal frecuencia separado de mi prenda?¡Ah, tú jurabas ser siempre mi fiel compañera pormi dicha y por tus ojos, estrellas que guían misplantas. Las promesas de las jóvenes se las llevanpor doquier las aguas y los vientos más rápidamenteque las hojas caídas Si aun queda en ti un resto depiedad por mi aislamiento, comienza a traducir enhechos tus promesas. Engancha sin tardar a tu ligeracarroza los fogosos caballos, y que sacudan lasflotantes crines por estos lugares. Vosotros, montesaltivos, inclinaos a su llegada y ofrecedle porvuestros sinuosos valles un camino sin obstáculos.

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XVII

Si alguno considera cosa torpe el servir a unabella, quedaré a su juicio convicto de esa vergüenza;mas no me importa el dictado de infame, siempreque me trate con menos crueldad la diosa quereverencian Pafos y Citera batida por las olas. Ojalásea benigna la señora que me reduzca a laservidumbre, puesto que forzosamente he de perderla libertad por una hermosa. La belleza engendra elorgullo; Corina se enorgullece de su cara.¡Desgraciado de mí!, ¿porqué se conoce ella tanbien? ¡Claro!, su arrogancia crece al contemplarse enel espejo, y nunca se mira en él hasta después decomponerse a la perfección. Aunque la beldad te dasobre todos un absoluto señorío, y por ende ha

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conseguido fascinarme, no creas que te es lícito eldesprecio comparándome contigo: lo inferior sueleunirse a lo grande. Se dice que la ninfa Calipso,enamorada de un mortal, le detuvo a la fuerza en suisla; se sabe que una Nereida tuvo tratos íntimoscon el rey de Pthia, y Egeria con el justo Numa, yVenus con Vulcano, que al dejar el yunquepresentábase a su vista tiznado y tambaleándose conel pie cojitranco. Esta misma combinación métricaes desigual y el verso heroico se enlazaperfectamente con el segundo más corto. Así, pues,luz de mi vida, recíbeme afable con las condicionesque te plazca imponerme; pero díctame tus leyestendida en el lecho. Nunca me convertiré en tuacusador, ni vengaré tus desvíos, y no tendremosmotivos para renegar de nuestro mutuo afecto.Valgan para ti mis felices versos por una gran renta;son muchas las que quisieran que las nombrase enellos. Sé de una que en todas partes pretende pasarpor Corina; ¿qué no daría a trueque de serlo? Mas nise deslizan por el mismo cauce el frío Eurotas y elPo sombreado de álamos, ni otra ninguna serácomo tú cantada en mis libros. Tú serás la única queexalte la inspiración de mi ingenio.

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XVIII

Mientras tú, Macer, celebras en tu cantos alindignado Aquiles, y vistes las primeras armas a lospríncipes juramentados, nosotros reposamos a lasombra de la indolente Venus, y el tierno niñoquebranta nuestros audaces arrestos. No pocasveces dije a mi amada: «Retírate por fin»; y mecontestó sentándose de improviso sobre misrodillas. Otras le dije: «Tengo vergüenza»; y malreprimidas sus lágrimas, exclamó: «¡Desgraciada demí!, ya te avergüenza el amarme.» Ciñó mi cuellocon sus brazos y estampó en mi cara mil besos quefueron mi perdición. Caí vencido; mi ingenio ya nocantará encarnizados combates, sino mis guerraspersonales y las empresas que se realizan en la paz.

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No obstante, empuñé el cetro, la vocación meinclinaba al cultivo de la tragedia, y me sentí conaptitud para tan difícil empeño. El Amor se rió demi manto, mis pintados coturnos y del cetroempuñado por una mano que no acertaba asostenerlo: el influjo de mi tiránica amiga me apartóde la empresa, y triunfó del vate que se habíacalzado el coturno. Ya que sólo esto se meconsiente, enseñaré las artes de que se vale el tiernoAmor, y, ¡ay de mí!, soy la primera víctima de mispreceptos. Escribo la sentida carta de Penélope a suUlises, y cuento las lágrimas de Filis en suabandono; lo que han de leer París y Macareo, elingrato Jasón, el padre de Hipólito e Hipólitomismo; las quejas en que prorrumpe, la míseraDido, y las de la poetisa de Lesbos acompañada porla lira de Eolia.

¡Con qué prontitud mi amigo Sabino harecorrido el orbe trayéndome las respuestas de cienlugares distintos! La casta Penélope reconoció elsello de Ulises, y Fedra leyó la misiva de Hipólito.Ya el pío Encas respondió a la desgraciada Elisa, yFilis, si vive todavía, habrá leído la epístolaesperada. La carta fatal de Jasón ha llegado a manosde Hipsipila, y Safo, amada por Apolo, puede ya

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entregarle la lira que le ha consagrado. Tú, Macer,que bajo la tienda de campaña cantas las bélicasempresas, no olvides el amor en medio de losafanes de Marte. Allí está Paris con la adúlterafamosa por su crimen, y Laodamia que acompaña asu difunto esposo. Si no me engaño, tratas estosasuntos con el mismo placer que las guerras, y desdeel tuyo a veces te trasladas a mi campo.

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XIX

Estólido, si no tienes necesidad de vigilar lospasos de tu mujer, vigílala por mí y me la harásmucho más apetecible. Lo que se nos permite loestimamos en poco; lo que se nos prohíbe enciendenuestro ardor. Tiene un corazón de hierro el queacepta lo que otro le consiente; los amantesdebemos esperar y temer a la vez, y como estímulode nuestra ansiedad llevar alguna que otra repulsa. ¿De qué me sirve la fortuna si no puede engañarnunca mis aspiraciones? Yo amo lo que es capaz deocasionarme un tormento. La astuta Corina advirtióen mí este flaco, y adivinó con sagacidad los mediosmás hábiles para prenderme. ¡Ah!, ¡cuántas vecesestando sana fingió atroces dolores de cabeza, y me

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despidió y ordenó retirarme con paso lento!;¡cuántas a su capricho simuló conocer mistraiciones, y siendo ella la culpable aparecía con eldisfraz de la inocencia! Pero después de atormen-tarme y atizar el fuego casi apagado, satisfacía dulcey rendida mis exigencias. ¡Qué de caricias, qué tier-nas palabras me decía y qué de besos, grandes dio-ses, tan ardientes me prodigaba!

Tú que hace poco cautivaste también mis ojos,muéstrate temerosa de la falsedad; rogada niega tusfavores, y deja que tendido en el umbral de tu puertame hielen los rigurosos, fríos de una noche deinvierno. Así perdura mi pasión y cobra bríos sincesar; esto me estimula, éste es el alimento queconviene a mi ánimo. El amor tranquilo ydemasiado fácil acarrea pronto el tedio, como unmanjar dulce en extremo perjudica al estómago. Si,la torre de bronce no, encerrase nunca a Dánae,Júpiter no la habría hecho, madre; y mientras Junovigila a la coronada de cuernos, ésta aparece másgraciosa que antes a la vista del padre de los dioses.

El que se contenta con los placeres fáciles y líci-tos, vaya a coger las hojas de los árboles y tome elagua en la corriente de un río caudaloso. La que pre-tenda reinar largo tiempo, sepa engañar al amante.

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¡Ay de mí!; que no me vea atormentado por mispropios consejos. Sea lo que quiera, me repugna ungrato acogimiento a todas horas; huyo de la que mesigue, y acoso a la que huye de mí. Mas tú que vivestan seguro de la fidelidad de tu hermosa compañera,comienza a cerrar tu puerta a la proximidad de lanoche, comienza a indagar quién golpeafurtivamente sus umbrales, y por qué ladran losperros en medio del nocturno silencio; qué tablillasle trae y le lleva una ladina sirvienta y qué causa laobliga a dormir tantas veces en lecho separado. Queesta zozobra muerda alguna vez las medulas de tushuesos y preste ocasión y materia a mis astucias. Elque pueda amar a la esposa de un estólido, puede lomismo robar las, arenas de la desierta playa; y, enfin, te lo prevengo, si no vigilas celoso a tu mujer,no tardaré en dejar de ser su amante. He sufridomucho y por, largo tiempo esperé con paciencia queun día vigilases su conducta de modo que no meavergonzase yo de mis solícitos afanes, y sigues tantranquilo aguantando lo que no tolera ningúnmarido, y tendré que poner fin a unas relaciones quetú permites. ¿Seré siempre tan infeliz que nunca seme prohíba la entrada en tu casa? ¿No me asustaráninguna noche el vengador de sus ultrajes? ¿No

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temeré a nadie durante el sueño ni lanzaré suspirosde terror? ¿No harás alguna demostración por lacual yo desee con motivo tu muerte? ¿Qué tengo decomún con un marido tan tolerante que es elcómplice de su mujer? Tu vil consentimientoemponzoña mis placeres, ¿Por qué no buscas otroque se huelgue de tanta paciencia? Si quieres que yosea tu rival, prohíbemelo ser.

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LIBRO TERCEROELEGÍA I

Créese que se oculta el templo de una divinidadcierta antigua selva que en muchos años no haconocido los golpes de la segur; brota allí sagradomanantial bajo una gruta tallada en la roca, y lasaves gorjean dulcemente por todas partes; allí mepaseaba protegido por la sombra de los árboles,absorto en la obra que había de producir mi Musa,cuando se me acercó la Elegía con los cabellosperfumados y bien dispuestos, pareciéndome que eluno de sus pies. era más largo que el otro: el portedistinguido, la túnica transparente, el aspecto deenamorada y hasta el vicio de los pies contribuía arealzar sus gracias. Acercóseme también a grandes

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pasos la violenta tragedia, cuyos cabellos flotabanen la frente amenazadora, barriendo el suelo con elmanto; en la mano izquierda empuñaba orgullosa elcetro real, y el coturno de Lidia ennoblecía susplantas, y me dijo la primera: «¿Cuál será el fin detus amores, ¡oh poeta!, tan remiso en desenvolver tuargumento?» En los báquicos festines se comentantus locuras lo mismo que en las angostasencrucijadas. Con frecuencia el dedo de algunoseñala al vate que pasa, y exclama: «Éste es el que sesiente devorado por un amor intenso.» Sinpercatarte eres la fábula de toda la ciudad, cuandofalto de pudor relatas tus trapisondas. Ya es tiempode que empuñes el tirso con vigoroso aliento, hartohas descansado; acomete empresas de mayor brío.Achicas tu ingenio con la insignificancia de losasuntos; celebra las hazañas de los héroes, y gritaráscon razón: «Tal gloria estaba reservada a mi esfuer-zo.» «Tu ilusa juguetona se recrea en componer can-tos que repiten las bellas, y en tan frívolo empleopasaste la primera juventud. Ya es hora que por tugenio conquiste un nombre la tragedia romana; lotienes de sobra para desempeñar tan alta misión.»Así dijo, se irguió arrogante en los nobles coturnosy sacudió tres o cuatro veces la cabeza poblada de

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espesa cabellera. La otra, si mal no recuerdo, sonriómirándola de reojo. ¿Me equivoco, o llevaba en lamano una vara de mirto? «Orgullosa Tragedia -leresponde-, ¿por qué me intimidas con frases ame-nazadoras? No puedes dejar un momento tuseveridad. A pesar de esto te has dignado acudir alempleo de medidas desiguales, y me has atacadocon los versos que me son propios. Yo no pondréen parangón tus cantos sublimes con los míos; tusuntuoso palacio aplasta tu humilde cabaña. Soyligera y sólo trato de Cupido, tan ligero como yo, yno elevo el tono más de lo que conviene al asunto.Sin mí la madre del Amor retozón pierde sushechizos; soy a la par confidenta y compañera de ladiosa. La puerta que tú no conseguirías abrir con tufiero coturno cede con suma facilidad a mis caricias,y, no obstante, merecí más que tú, soportandomuchas cosas que no podrías tolerar sin fruncir elentrecejo. Por mí aprendió Corina a burlarse de suguardián y a romper la cerradura de una puerta bienasegurada; a descender del lecho medio cubierta conla túnica recogida, y mover los tácitos pies en lassombras de la noche. ¡Cuántas veces me suspendíante su puerta inexorable sin temer que mereconociese la gente que pasaba! Hay más: recuerdo

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que la criada me acogió un día en el seno hasta quesaliera el severo guardián de su ama. ¡Qué digo!, ¿nofui yo el regalo que le enviaste el día de su natalicio,y ella lo rompió colérica y arrojó los pedazos alagua? Yo he sido la primera que fecundizó losgérmenes de tu talento poético; lo que la Tragedia tepide, de mí sola lo recibiste.»

Cesaron de contender y tomé así la palabra:«Por vuestro propio honor os ruego que escuchéisatentas mis tímidas voces. La una me brinda el cetroy elevado coturno; y ya brotan frasesgrandilocuentes de mi boca entreabierta; la otra da ami amor una fama imperecedera; venga, pues, ésta yañada a los versos largos los cortos. Tragedia,concédela vate un momento de espera; tus obrasreclaman mucho espacio y las de la Elegía brevesinstantes.» Persuadida al fin, accedió a mi súplica:que los tiernos amores se apresuren a gozar laocasión; después me espera una obra de másgrandeza.

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II

No me siento aquí porque me interese el certa-men de los generosos corceles, aunque deseo quevenza aquel a quien favoreces; vine por hablar con-tigo, por acercarme a tu lado y porque no te sea des-conocido el amor que me infundes. La carrera atraetus miradas; yo pongo en ti las mías; contemplemoslos dos el espectáculo que nos place, y hártense en elde placer nuestros ojos. ¡Oh, feliz, sea quienquiera,el corredor que tú favoreces, puesto que alcanzó ladicha de tu preferencia! ¡Que no tuviese yo igualsuerte! Entonces, librando los caballos de laestrecha cárcel, me lanzaría a la carrera con ímpetuesforzado, y ya aflojaría las riendas, ya sacudiría ellátigo sobre los lomos, ya aproximaría las ruedascasi hasta rozar la meta; mas si llegaba a distinguirte

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en medio del torbellino, me detendría al instante, ylas riendas abandonadas se me caerían de lasmanos. ¡Ay!, mientras contemplaba tu rostrohermosa Hipodamia, cuán cerca estuvo Pelops decaer muerto por la lanza del rey de Pisa; pero alcabo venció, alentado por tu favor; así venzamostodos los jóvenes gracias a los votos de nuestrasqueridas. ¿Por qué te apartas en vano de mí? Lagrada nos obliga a estar unidos, las leyes del circonos ofrecen tales ventajas; mas tú no la estrujes,pues se siente molestada por el contacto de tuscodos, y tú, que asistes al espectáculo detrás denosotros, recoge por favor un poco las piernas y noclaves tus duras rodillas en su espalda. Veo que tumanto, medio desprendido, se arrastra por el suelo;recógelo, o lo levantará mí solícita atención. Sesentía celoso por cubrir tan lindas piernas; sí, sesentía celoso contemplándolas a su sabor. Taleseran las de la veloz Atalanta, que Milanión hubieraquerido tocar con sus manos; tales las de Diana que,con la, túnica a la rodilla, acosa intrépida las fierasdel bosque. Si me abraso por tales piernas que nologré ver, ¿qué me habría pasado al descubrir lastuyas? Añades fuego a la llama y aguas al mar. Por loque he visto, sospecho cuánto me enajenarían los

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tesoros, que velan tus vestidos transparentes. En elínterin, si quieres refrescarte la cara con un aireligero, mi mano se encargará gustosa de agitar elabanico. ¿O es, más bien que el temple del aire, elfuego de mi alma lo que te abrasa y un amorarrebatado prende en tu cautivo pecho? Mientrascharlo, tu blanco vestido se ha cubierto de negropolvo. Sucio polvo, huye de su níveo cuerpo.

Pero ya sale la pompa procesional; silencio yatención: llega el momento del aplauso, viene labrillante pompa. En primer lugar, resplandece laVictoria con las alas extendidas. Ven aquí y haz, ¡ohdiosa! que triunfe mi amor. Aplaudid a Neptuno losque os fiáis demasiado de las olas: yo no tengo nadaque ver con el piélago, y vivo contento en mi tierra.Soldado, aplaude a tu dios Marte; aborrezco lasarmas, soy amigo de la paz y del amor, que vive enmedio de sus dulzuras. Que Febo sea propicio a losaugures, Diana a los cazadores, y Minervareverenciada por los artífices manuales. Labriegos,alzaos en presencia de Ceres y el tierno Baco, elpúgil conquiste los favores de Pólux y el caballerolos de su hermano Cástor. Nosotros reservamos losaplausos para ti, dulce Venus, y el rapaz de potentesflechas; diosa, favorece el principio de mí empresa,

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infunde en mi amada nuevos pensamientos, paraque corresponda a mi predilección. Accede a misúplica, y con el gesto me ha hecho una señalfavorable. Lo que la diosa me concedió, te ruegoque lo prometas tú misma, y lo diré, con perdón deVenus: serás para mí una diosa mayor. Lo juro portodos los testigos presentes y por la pompa de losdioses: tú serás eternamente mi dueño adorado;pero tus piernas penden al aire; si gustas, puedesapoyar las puntas de los pies sobre estos listones.

Ya el circo se despejó; va a comenzar elespectáculo; el pretor da la señal, y las cuadrigassalen ala vez de sus cárceles. Veo por quién teinteresas; vencerá con tu favor; diríase que losmismos corceles penetran tus deseos. ¡Desgraciadode mí!; describe un gran arco en torno de la meta.¿Qué haces?; tú rival la pasa casi rozando. ¡Infeliz deti!; inutilizas los buenos deseos de mi amada; porfavor, recoge con vigorosa mano la riendaizquierda. Favorecimos a los inhábiles; pero,romanos, llamadlos de nuevo y dadle señal agitandolas togas por doquier. ¡Ah!, los llaman, y si quieresevitar que el movimiento de las togas descompongatus cabellos, puedes resguardar tu cabeza entre lospliegues de la mía. Ya se abren otra vez las puertas

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de las cárceles, y los combatientes con túnicas dedistinto color, lanzan sus bridones a toda rienda. Alo menos ahora toma la delantera, y vuela por elespacio que libre se le ofrece, esforzándose por quese cumplan mis votos y los de mi amada. Los votosde mi amada se han cumplido; restan sólo los míos;el vencedor recoge la palma, yo tengo que ganarlatodavía. Ella se rió, y con sus expresivas miradasme hizo alguna promesa. Me basta por hoy; mañaname concederá lo demás.

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III

¿Creeré en la existencia de los dioses? Se burlóde la fe jurada, y su rostro permanece tan hermosocomo antes; tan largos como eran sus cabellos antesdel perjurio lo son después de haber engañado a losnúmenes. Ayer las rosas purpúreas se fundían en lablancura de su tez, y hoy el rubor la colorea con másrojos matices; su pie era diminuto, y aun conservasu lindísima forma; alta fué y graciosa, y alta y gra-ciosa sigue siendo; tenía unos ojos provocado res, ytodavía resplandecen como estrellas los ojos conque me burló tan a menudo su perfidia. ¿Será quelos dioses permiten eternamente a las muchachaslos falsos juramentos, o que la hermosura es otraespecie de divinidad?

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Recuerdo que ella juró poco ha por sus ojos ylos míos, y sólo los míos han llorado. Decidme,dioses, si ella os burla impunemente, ¿por quésobrellevo el castigo que otra merece? ¿No osdeclarasteis sin reparo contra la virgen Cefea,condenándola a muerte por el orgullo que sintió sumadre viéndola tan hermosa? ¿No bastó que fueseispara mí testigos sin crédito, y que ella, incólume, seriera de mí y de los dioses? ¿Se redimirá del perjuriocon mi pena y, sobre engañado, seré además víctimade la engañadora? O el nombre de dios no tienerealidad y se le teme sin razón por la neciacredulidad de los pueblos, o si existe un dios sedeclara amante de las tiernas doncellas y les permiteatreverse a crueles iniquidades. Empuña Martecontra nosotros la mortífera espada, y coninvencible diestra Palas nos asesta su lanza; ennuestro daño se encorva el arco flexible de Apolo, yel potente brazo de Jove fulmina sobre nuestrascabezas el rayo; pero los dioses, aun agraviados, evi-tan ofender a la hermosura y hasta temen a las quedesafían su cólera. ¿Y hay quien se afane porquemar el piadoso incienso en las aras? Esindudable que los hombres debían alardear deánimo más esforzado. Júpiter, que lanza sus rayos

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sobre los bosques y las fortalezas, prohíbe a susdardos de fuego que hieran a las perjuras. Muchasmerecieron el castigo, y sólo abrasó a ladesventurada Semele, sólo ésta arrostró la pena desu excesiva complacencia. Si se hubiese substraído alos obsequios del amante, no habría llevado el padrela carga de Baco que correspondía a la madre. Mas¿a qué me lamento y revuelvo airado contra el cielo?Los dioses también tienen ojos, los dioses tambiéntienen corazón, y si yo fuese un dios consentiría, sindarme por ofendido, que la mujer con susembelecos engañase mi divinidad; yo mismo¿firmaría con juramentos que las doncellas no jura-ban en falso, y no dirían de mí que fuese un diosadusto; sin embargo, acostúmbrate a usar de suclemencia con moderación, o por lo menos, joven,ten piedad de mis ojos.

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IV

Rígido esposo que Pusiste un guardián a tu juvenilcompañera, son inútiles tus precauciones: la mujerse defiende con su propia virtud. Aquella es castaque no lo es por miedo, y la que no peca por falta deocasión, es como si pecara. Si tu vigilancia preservael cuerpo, su mente se goza en el adulterio, y nadiealcanza a vigilar a la qué rechaza los guardianes.Aunque asegures bien los cerrojos, no aprisionarásel pensamiento, y después de despedir a todos, eladúltero se quedará dentro de casa. El que puedefaltar sin miedo, falta menos, y sus apetitos langui-decen por la misma libertad que goza. óyeme, cesade irritar el vicio con la persecución; lo vencerásmás fácilmente con una obsequiosa complacencia.

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Yo vi poco ha galopar tan presto como el rayoun corcel indómito, que se revolvía contra el freno,y detenerse de súbito así que cesó la opresión ysintió flojas las riendas sobre las espesas crines.Apetecemos siempre lo vedadlo y deseamos lo quese nos niega, como el enfermo ansía el agua que sele prohíbe. Argos tenía cien ojos en la frente y otroscien en la cabeza, y el amor, siendo solo, le engañócuando quiso. Dánae fue enterrada virgen en latorre infranqueable de hierro y piedra, y allí seconvirtió en madre; y Penélope permanecióinmaculada entre sus jóvenes pretendientes, y esoque no la defendía ningún guarda. Anhelamos máslo que se nos veda, y la misma cautela llama alladrón.

Pocos aman los placeres que otro les consiente.Más que por la cara, ella seduce por el interés que,inspira al marido, y le supongo no sé qué hechizos,que lo cautivan. No sea virtuosa la mujer que vigila.su dueño, sino adúltera, y se verá amada. El temorque infunde le da más precio que la belleza. Indíg-nate enhorabuena; me gustan los placeres prohibi-dos, y sólo me place la que suele decir: «Tengomiedo.» Tampoco te asiste el derecho de esclavizar -a una mujer libre; este temor debe aterrar a las mu-

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jeres de pueblos extraños, para que el espía se jactede decir con seguridad: «Yo lo conseguí», de modoque resulte casta por los méritos de tu siervo. Esharto simple el que se siente ultrajado por el adulte-rio de su esposa, y no conoce bastante lascostumbres de la ciudad, en la que no nacieron sinmácula los hijos de Ilia y Marte, Rómulo y Remo.

Si la querías casta, ¿por qué la buscaste tan her-mosa? Estas dos prendas de ningún modo saben irjuntas. Si tienes discreción, sé complaciente con tuconsorte, no la trates con ceño severo, ni sustenteslos derechos de un rígido esposo; acoge benévololos, amigos que ella te dé, y serán muchos, y conpoco esfuerzo obtendrás grandes ventajas,pudiendo asistir cuantas veces quieras a los festinesde la juventud y llenar tu casa de regalos que no tecuesten dinero.

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V

Era de noche; el sueño cerró mis Ojosfatigados, y tales visiones sembraron el terror en miánimo. Sobre la falda de un monte expuesta alMediodía alzábase sacro bosque cubierto deencinas, en cuyas ramas se refugiaban innumerablesaves; al pie se extendía un prado rebosante deverdor, humedecido por el raudal sonoro de unpequeño arroyuelo. Quise defenderme del calor bajola sombra de los árboles, pero hasta al abrigo de susramas me sentía sofocado. De súbito, paciendo, lashierbas con las flores silvestres, se destacó ante mivista una ternera más blanca que la nieve cuandoacaba de caer y no ha tenido aún tiempo deconvertirse en líquidos raudales, y más que la

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espuma bulliciosa de la leche de la oveja en elmomento de ser ordeñada. Un toro la acompañaba,su feliz esposo; se recuesta junto a ella en el blandosuelo, y mientras tendido rumia lentamente lashierbas que le devolvía el estómago y se alimenta denuevo con lo ya pastado, el sueño viene de pronto aquitarle las fuerzas y deja caer en tierra su cabeza,temida por los cuernos. Entonces una corneja cortalos aires con rápidas alas; llega a posarse,graznando, sobre la verde alfombra, y hunde tresveces su insolente pico en el pecho de la blancaternera, arrancándole vedijas como la misma nieve.La ternera, indecisa breve rato, abandona por fin elprado y el toro, llevando en el blanco pecho la señalde una mancha negra, y así que ve a lo lejos su tora-da en los amenos pastos, pues más lejos pacía asabor las viciosas hierbas, corre presurosa amezclarse entre el rebaño y a buscar el sustento ensuelo más fértil.

Ea, dime, intérprete de las pesadillas nocturnas,seas quienquiera, si entrañan algo verdadero, ¿quésignifican estas visiones? Así le pregunté, y, así mecontestó el intérprete de los sueños de la noche,reflexionando con detenimiento sobre estasapariciones: «El calor que pretendías evitar con el

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toldo de las móviles hojas, sin conseguirlo, era elfuego de tu sangre; la vaca era tu amada; el blancocolor la conviene como a ninguna, y tú el toro queseguía sus huellas; la corneja que hundió el agudopico en su pecho es una vieja tercera que pretendecorromper su disposición; la vaca que abandonó altoro significa la indiferencia con que te abandona entu lecho solitario, y la lividez y las negras manchasadvertidas en su pecho revelan la torpeza deladulterio que mancilla a tu amada.» Así dijo elintérprete; palideció mi rostro, falto de sangre, y enmis ojos reinó una sombría noche.

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VI

Río que festoneas el limo de tus márgenes converdes cañaverales, corro a ver a mi amada; detén elcurso un instante; no tienes puente ni ligera barcaque, sin ayuda de remos, me conduzca a la otra ori-lla cogido al cable; recuerdo que eras de escaso cau-dal, y no temí atravesarte, porque el agua apenasmojaba mis talones, y ahora te precipitas conestruendo, engrosado por las deshechas nieves delmonte vecino, y revuelves tus profundas aguas enun lecho cenagoso. ¿Qué me sirvió la premura?;¿qué dedicar al sueño tan corto rato y juntar lanoche con el día, si había de detenerme aquí, noconsiguiendo por ningún medio poner el pie en laopuesta orilla? ¡Que no tenga yo las alas del heroico

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hijo de Dánae, que arrebató la cabeza erizada deterribles serpientes, o gobierne el carro de Ceres, delcual caían sobre un suelo inculto las primerassemillas! Mas éstos son falsos prodigios que abortóla fantasía de los antiguos poetas, que no hansucedido nunca ni tampoco sucederán.

Tú, río que derramas las aguas entre tandistantes riberas, así sea eterno tu curso; vuélvete alos antiguos límites. Créeme, reducido a torrente noserás víctima del odio que te persiga, si se sabe quehas detenido los pasos de un amante. Los ríosdeben ayudar a los enamorados en sus empeños,puesto que ellos mismos sintieron un día los efectosdel amor. Es fama que el pálido Ínaco, apasionadopor Melia la de Bitinia, se abrasaba en medio de susheladas ondas. El sitio de diez años aun no habíadestruído a Troya cuando Neera cautivo tussentidos, ¡oh Janto! Pues qué, ¿la ciega inclinaciónque le inspiró una virgen de Arcadia no obligó al ríoAlfeo a discurrir por diversas tierras? También secuenta de ti, Peneo, que escondiste en las comarcasde Phtiotida a Creusa, prometida de Janto. ¿Hablarédel Asopo, a quien subyugó la varonil Teba, quevino a ser madre de cinco hijas? Si pretendieseinquirir, Aqueloo, dónde tienes ahora tus cuernos, te

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lamentarías de habértelos roto la mano de Hérculesiracundo. Lo que no sintió por Calidón ni toda laEtolia, lo hizo por la sola Deyanira. El opulentoNilo, que por siete bocas paga al mar su tributo, ysabe tener oculta la fuente de sus aguas caudalosas,es fama que no pudo templar en el hondo abismo elardor que le abrasaba por Evadne, hija de Asopo;como el Enipeo, empeñado en obtener los abrazosde la hija de Salmoneo, mandó que las aguas seretiraran, y las aguas obedecieron su mandato. No tepasaré en silencio a ti, que, rompiendo entre lasduras peñas, riegas con tus espumosos raudales loscampos de Tibur Argeo; ni a ti, a quien sedujo Ilia,aunque descompuesta, mal vestida y delatando lasseñales de sus uñas en el cabello y semblante.Quejosa de la crueldad de su tío y el crimen deMarte, erraba por las márgenes solitarias; el río lavió desde sus rápidas ondas, y alzando por encimade ellas la cabeza, en ronca voz le dijo: «¿Por qué,¡oh Ilia!, linaje de Laomedonte el de Ida, recorresmis riberas con tal ansiedad?; ¿por qué desechas tusadornos?; ¿por qué vagas solitaria?; ¿por qué lablanca cinta no sujeta tu esparcida cabellera?; ¿porqué lloras y empañas el brillo de tus húmedos ojos,y con irritada mano golpeas el desnudo pecho?

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Tiene un corazón de roca o de hierro quien sinlástima ve deslizarse las lágrimas por una hermosacara. Ilia, depón el miedo; mi palacio te acogerá, ylos ríos formarán tu cortejo. Ilia, deja de temer;dominarás sobre cien o más Ninfas, porque en misondas habitan cien o más. Sólo te ruego, vástago dela sangre troyana, que no me desprecies, y ten laseguridad de que mis regalos excederán a mis pro-mesas.» Dijo, y ella, inclinando con modestia la mi-rada al suelo, humedecía en tibio llanto su seno.Tres veces quiso darse a la fuga, y otras tantasquedó inmóvil al borde de las próximas aguas: elmiedo le privó del aliento para huir; por fin, semesó con enemiga mano el cabello, y sus trémuloslabios prorrumpieron en amargas quejas : «Pluguieseal cielo que, virgen todavía, mis cenizas fuesenrecogidas y sepultadas en la tumba de mis padres.¿Por qué siendo vestal fui invitada a las antorchasde Himeneo, y con vergüenza mía quedéincapacitada para velar el sacro fuego de Ilión?¿Qué me detiene? Ya los dedos del vulgo meseñalan como una adúltera; acabe esta atrozignominia que delata mi frente.» Dice así, ycubriendo con el vestido los tímidos ojos, se preci-pita resuelta en la veloz corriente; mas el río lascivo,

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al caer, le puso las manos sobre el pecho, y se diceque la admitió en su tálamo a título de legítimaesposa.

Es harto creíble que te encendiera la sangrealguna otra beldad; pero los bosques y las selvasocultan tus hazañas. Mientras hablo, el raudal de tusondas va engrosando, y tu álveo profundo se niegaa contener las aguas que recibe. Río furioso, ¿quécuentas tengo contigo?; ¿por qué difieres los gocesde dos amantes?; ¿por qué interrumpes osado micamino? ¿Qué no harías si el propio caudal teconvirtiese en un río generoso, si tu nombre fueraconocido en todas las regiones? Pero no tienes unnombre, recoges tus aguas de los arroyos secos enverano, y ni conocemos la fuente de donde naces nila morada que habitas. Forman tu nacimiento laslluvias y las nieves derretidas que el inviernoperezoso te suministra por únicas riquezas en laestación de los hielos, y ya tu corriente se precipitallena de fango, ya durante el estío apenas humedecesu árido cauce. ¿Qué viajero sediento pudo entoncesapagar su ansiedad en tus ondas?; ¿quién te dijonunca con voz agradecida: «Corre eternamente»? Tucurso es funesto a los rebaños, y más funesto a loscampos; acaso otros sientan estos males, yo me

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quejo de los míos. ¡Ay!, en mi demencia le hecontado los amores de los grandes ríos, y mesonrojo de haber recordado nombres tan excelsos aun indigno riachuelo. No sé cómo contemplándolopude mentar los timbres insignes del Aqueloo y elÍnaco junto con el famosísimo Nilo. Sólo te deseo,en pago de tus méritos, torrente cenagoso, que noveas nunca más que soles abrasadores e inviernossin lluvias

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VII

¿Acaso esta joven no es hermosa y distinguidapor su elegancia, y no fué por mucho tiempo elídolo de mis votos? Sin embargo, la languidez meimpidió gozar sus favores, y, ¡qué sonrojo!, caí comouna masa pesada en el lecho perezoso. Yo anhelantede placer, y ella encendida en el mismo ardor, nopudimos saborearlo por la impotencia a que meredujo mi lasitud. Ella pasó en torno de mi cerviz elebúrneo brazo, más blanco que la nieve de Sitonia;su lengua ardiente estampó cien besos en mi boca,cruzó con la mía su pierna lasciva, me prodigó milternuras, me llamó su dueño, me dijo todas aquellaspalabras que excitan el vigor, y, no obstante, misfríos miembros, como si estuviesen emponzoñados

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por la cicuta, se negaron a satisfacer sus deseos.Yacía como un tronco inerte, como una estatua,como un peso inútil, y llegué a dudar si era uncuerpo o una sombra.

¿Cuál será mi vejez, si logro alcanzarla, cuandoen la misma juventud desfallecen mis fuerzas? ¡Ah!,me avergüenzo de mis años; soy un hombre joventodavía, y mi amiga no me encuentra ni hombre nijoven, y se alza del lecho como la casta sacerdotisaque ha de velar el fuego eterno de Vesta, o lahermana se aparta de su querido hermano, y eso quehace poco cumplí como bueno dos veces con larubia Clide, tres con la blanca Pitho y otras tantascon Libas, y estrechado por las instancias de Corina,recuerdo que en una corta noche repetí nueve vecesel asalto. ¿Entorpece mi cuerpo por ventura unveneno de Tesalia, o los ensalmos y las maléficashierbas han hecho mi desgracia? Tal vez algunahechicera escribió contra mí nombres siniestros enla cera de Fenicia, y me clavó en el mismo hígadosus agujas sutiles. Los dones de Ceres, sometidos alinflujo de un encantamiento, se convierten enhierbas estériles, y con el poder de los ensalmos seagotan los raudales de una fuente, la bellotaasimismo se desprende de la encina, las uvas caen

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de las cepas y los frutos del árbol, sin que nadiesacuda sus ramas. ¿Quién, pues, impedirá que lasartes mágicas paralicen mis nervios? Acaso suinfluencia convirtió mi cuerpo en un tronco insen-sible. Añádase el sonrojo por lo que me sucedía, queacrecentó mi flojedad y fué la segunda causa de laimpotencia a que me vi reducido. ¡Y qué hermosaestaba cuando la vi y la toqué tan cerca como latúnica que roza su lindo cuerpo! A tan dulce contac-to, el rey de Pilos hubiera podido rejuvenecerse, yTitón alcanzar fuerzas impropias de sus años. Ellase ofrecía a mi voluntad, y no encontró en mí unhombre. ¿Qué súplicas concebirán mis votos ahora?Creo que los altos dioses se arrepintieron defavorecerme en vista del mal uso hecho de lospresentes concedidos. Deseaba ser bienquisto, y lofuí; darle a mi ,gusto cien besos, y se los he dado;yacer junto a ella, y lo conseguí. ¿De qué me sirvenlas mercedes de la fortuna y poseer un reino sinreinar? Como rico avaro, guardé las riquezas sinusufructuarlas. Así el divulgador de los secretos delos dioses muere de sed en medio de las ondas, ycontempla próximas las frutas que nunca ha deprobar; así el esposo deja por la mañana el lecho dela tierna consorte y se acerca puro a las santas aras

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de los númenes. Pero tal vez no me prodigó losbesos más incitantes y ardorosos y no puso en juegotodas las habilidades que estimulan el apetito. Ellapuede ablandar con sus caricias las robustasencinas, el duro diamante y la insensible roca; ellatiene recursos para conmover a quien aliente convida y sea hombre; mas en aquel momento yo novivía, ni era hombre como antes. ¿Qué placerproporcionarán al que esté sordo los cantos deFemio, o una tabla pintada al miserable Tamiras? ¡Yqué goces me habían prometido mis secretos de-seos!; ¡cuántos diversos modos de holgarme no ima-giné y dispuse a placer!; pero mis miembros yacíantorpemente como muertos y marchitos, como larosa cogida el día anterior, y ahora, que no estiempo, lozanean vigorosos, se sienten con brío yreclaman el puesto a que los invita la lucha. ¿Por quéno te abates llena de confusión, torpísima parte demi ser? Así me dejé burlar anteriormente por tuspromesas. Tú engañaste a mi amada, por ti me halléinerme en la lid, y con no poca afrenta soportédaños gravísimos. Mi bella no se dignó acariciartecon su mano delicada, viendo que no conseguíaexcitar tu pujanza por ningún medio, y quelanguidecías olvidada de tus antiguas proezas. «¿Por

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qué me burlaste? -dijo-; insensata, ¿quién te obligó aextender los helados miembros en mi tálamo? Ouna hechicera de Ea te ha trastornado con susfranjas de lana, o vienes a mis brazos ya rendido enlos de otra.» Sin demora salta del lecho, cubierta conla tenue túnica, y con los pies descalzos huye lejosde mí; y a fin de que su sierva no creyese que salíaintacta de mi lado, disimuló esta afrenta lavándoseel cuerpo.

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VIII

¿Habrá quien admire todavía las bellas artes ycrea que tienen algún mérito los versos enternece-dores? En otro tiempo el ingenio se apreciaba másque el oro; hoy el no poseer nada es una gran bar-barie. Mis libros deleitaron a mi hermoso tormento;han podido penetrar en su casa, y a mí se me niegaeste permiso. Los alabó en extremo; pero despuésde alabarlos me cerró la puerta, y a pesar de migenio, vago sin rumbo fijo de acá para allá. Aparecióun rico de ayer, un caballero harto de sangre, que alprecio de sus heridas se labró una cuantiosa renta, yfue suya la victoria. Insensata, ¿podrás estrecharleen tus hermosos brazos y reposar en el lechooprimida por los suyos? Si lo ignoras, su cabeza

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solía cubrirse con el yelmo; el cuerpo que pretendesgozar ceñía la espada; la mano izquierda, en la quesienta mal el anillo de oro, traía el escudo, y si tocassu diestra sentirás aún su crueldad. ¿Serás capaz deoprimir sin repugnancia esa diestra cansada dematar? ¡Ay!, ¿dónde está aquella delicadeza de tucorazón? Repara en sus cicatrices, vestigios de laspasadas luchas; cuanto tiene, con su sangre lo hacomprado. Tal, vez te relate a cuántos hombresdegolló, y tu avaricia osará tocar las manos que loatestiguan; mientras yo, el sacerdote puro de lasMusas y de Febo, canto mis versos inútiles a tupuerta cerrada.

Los que sabéis vivir, no aprendáis las artes sinprovecho que cursamos, sino a seguir la carrera delas armas y los crueles campamentos. En vez decomponer inspirados versos, alístate, Homero, entrelos primípilos, y así conquistarás las caricias de tuamada. Júpiter, persuadido de que no había nada tanpoderoso como el oro, se convirtió en él paraseducir a una virgen. Sin el aliciente de las dádivas,fué duro el padre, la hija desdeñosa, las puertasinfranqueables y la torre de bronce; mas así que eladúltero astuto ofreció ricos presentes, Dánaedescubrió el pecho, accediendo a sus pretensiones.

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En la edad en que el viejo Saturno ocupaba el tronodel cielo, la tierra celaba en su seno tenebroso todoslos metales; el bronce y la plata, el oro y el pesadohierro pertenecían a los Manes, y no existían lostesoros; el suelo, en cambio, daba otros más ricos:sin romperlo el corvo arado, producía las espigas,los frutos y la miel destilada del hueco tronco de laencina; nadie abría los surcos con la aguda reja, ni elagrimensor señalaba los límites de los campos; losremos, aun desconocidos, no azotaban las olasimponentes, y la costa era el último confín de losmortales. La índole de los hombres, industriososcontra sí mismos, ingenióse en acarrear infinitosmales. ¿Qué ganó en ceñirlas ciudades de torres ymurallas, poniendo el hierro en las manos de lospueblos enemigos? Si te hallases contento en latierra, ¿para qué necesitabas surcar el piélago? ¿Porqué no intentaste escalar el cielo como un tercerreino? Mas en lo posible también aspiras al cielo.Quirino, Baco, Hércules y César tienen temploscomo los dioses. Despreciando los frutos, arran-camos a la tierra filones de oro, y el soldado granjealas riquezas adquiridas a costa de sangre. La curia secierra a los pobres; la renta concede los honores; deaquí salen el juez adusto y el bravo caballero;

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háganse dueños de todo, dominen en el campo deMarte y en el foro, sean árbitros de la paz y la guerrasanguinaria; mas no lleven su avidez hasta des-poseernos de nuestras queridas, y nos daremos porsatisfechos si permiten a los pobres poseer algunacosa. Pero hoy, aunque una joven iguale a las áspe-ras Sabinas, obedece como sierva a los que puedendar a manos llenas. El guardián me rechaza, ellateme verme víctima de la cólera del marido; si diesecon prodigalidad, el uno y el otro me franquearían lacasa. ¡Oh!, si hay algún dios vengador del amantedesdeñado, reduzca a polvo las riquezas tan mal ad-quiridas.

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IX

Si la madre de Memnón, si la madre de Aquileslloraron la muerte de sus hijos; si los mismos diosessienten los golpes de un destino cruel, tú también,lastimera Elegía, desata los trenzados cabellos, y asímerecerás, con razón el nombre que llevas. El vateque te cultivó tan solícito, que constituía tu gloria,Tibulo, al fin es un cuerpo exánime que consumenlas llamas de la pira. Contempla al hijo de Venuscómo lleva la aljaba invertida, rotos los arcos yextintas las antorchas; mírale avanzar, digno delástima, con las alas caídas, y de qué modo se golpeael pecho con los crispados puños; sus cabellos,esparcidos por la cara, se bañan de lágrimas, y suboca prorrumpe en violentos sollozos. Así,

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marchando a los funerales de su hermano Eneas, sedice, ¡oh hermoso Julo!, que salió de tu palacio. Ladesolación de Venus por la muerte de Tibulo no fuémenos intensa que la sentida cuando un feroz jabalídestrozó el pecho de Adonis.

Se nos llama a los vates seres sagrados yfavoritos. de los dioses, y hay quienes piensan quealentamos con un numen divino; pero la muerteintempestiva profana todo lo sagrado y pone porigual en todos las invisibles manos. ¿De qué lesirvieron su padre y su madre a Orfeo de Ismara, yhaber dominado con sus cantos las ferocesalimañas? Lino, que tuvo el mismo padre, Lino fuéllorado a los acordes de la lira en el fondo de lasselvas. No olvides al cantor de Meonia, fuenteperenne que brinda raudales de inagotableinspiración a los labios de los poetas; llególe suúltima hora y se hundió en el tenebroso Averno,Sólo los cantos se libran del rigor de las llamas; laobra del vate es imperecedera. Vive eterna la famadel sitio de Troya, y la de la tela interminable que laastuta Penélope destejía por la noche. Así Némesis yDelia alcanzarán un nombre inmortal: su cuitareciente la una, la otra su primer amor.

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¿De qué os sirven los sacrificios? ¿Qué osaprovechan ahora los sistros de Egipto, y el haberosabstenido de admitir a nadie en el lecho? Cuando eldestino fatal nos arrebata a los buenos, perdonad lablasfemia, llego a creer que no existen los dioses.Vive, piadoso, morirás; frecuenta devoto los altares,la muerte implacable te arrancará del templo parahundirte en la tumba. Confía en tus excelentes ver-sos; mirad cómo yace Tibulo: de su grandeza apenas,quedan los restos que caben en la urna cineraria.Tú, egregio vate, eres consumido por el fuego de lapira, que no temió alimentarse con tus despojos; elque ha cometido tan horrendo crimen, lo mismoconsumiría en las llamas los áureos templos de losinmortales. La diosa que reina sobre el monte Erixapartó la vista, y aun hay quien dice que no pudoreprimir el llanto; y con todo, fué preferible susuerte a que la tierra de Feacia lo sepultara ignoradoen extraño suelo. Aquí, al menos, su madre le cerrólos húmedos ojos al expirar, y ofreció a sus cenizaslos últimos dones; aquí su hermana, mesándose lo srevueltos cabellos, tomó parte en el dolor de lamísera madre. Némesis y tu primera amantejuntaron sus labios con los tuyos y no abandonaronun momento, la pira. Delia, al separarse, dijo: «Yo

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fuí la más venturosa de todas; viviste mientras teabrasaba el fuego de mi pasión.» Y Némesis lecontestó: «¿Vienes a insultar mi dolor? En su lechode muerte oprimió la mía con su mano desfallecida.»

¡Ah!, si de nosotros queda algo más que el nom-bre y la tenue sombra, Tibulo pisará los CamposElíseos, y con tu amigo Calvo saldrás a recibirle,docto Catulo, ceñidas de hiedra las sienes juveniles,y tú también, Galo, tan pródigo de la sangre y lavida, si es falsa la imputación de que ultrajaste a unamigo. Por éstas se verá acompañada tu sombra, sihay algo, de real en la sombra del cuerpo, y a suspiadosos acentos se mezclarán los tuyos, eleganteTibulo. ¡Ojalá tus restos reposen tranquilos en laurna que los guarda, y la tierra no caiga pesadasobre tus cenizas!

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X

Llegó el aniversario de las fiestas de Ceres; ladoncella descansa sola en el vacío lecho. RubicundaCeres, que coronas de espigas tus finos cabellos,¿por qué en el día de tu festividad nos prohíbes losplaceres? En todas partes, ¡oh diosa!, las gentes pre-gonan tu munificencia, y ninguna es tan favorable ala dicha de los mortales. Antes los incultos labriegosno conocían el pan, y la era fué entre ellos un nom-bre ignorado; mas las encinas que promulgaron losprimeros oráculos les sustentaban con su bellota;está y la tierna hierba arrancada del césped consti-tuían su alimentación. Ceres les enseñó la primera aarrojar en los campos la semilla, que luego sehinchaba, y a segar con la hoz las áureas espigas; la

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primera forzó a los toros a doblar sus cervices alyugo, y a remover con el corvo diente la tierraendurecida. ¿Quién creerá que se alegra con laslágrimas de los amantes y quiere ser festejada conlos tormentos de la continencia? Aunque ame loscampos feraces, no es una diosa rústica, ni su pechoestá cerrado al amor. Creta será testigo, y no todoson ficciones en Creta, tierra orgullosa de habernutrido a Jove. Allí, de niño, el soberano que reinaen los cielos bebió la leche con sus labios infantiles.Este testimonio merece fe completa; el testigo fuéalabado por el dios, y creo que Ceres confesará unaflaqueza harto conocida. La diosa de Creta vió aJasón por las faldas del Ida, atravesando con manovigorosa los costados de las fieras; lo vió, y así queel fuego prendió en la ardiente sangre de sus venas,el pudor y el amor comenzaron a disputarse lapresa. El pudor cayó rendido ante el amor, y vierasen seguida los surcos estériles y secos, sin produciruna mínima parte del grano que en ellos sedepositaba; los azadones cavaban esforzados elsuelo, la reja penetrante rompía el duro seno de latierra, las semillas se esparcían con igualdad por losanchos campos, y las ruines cosechas defraudabanlas esperanzas del cultivador. La potente diosa de

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los frutos erraba por los espesos bosques; laguirnalda de espigas habíase desprendido de sularga cabellera, y sólo la fértil Creta disfrutó un añoabundantísimo, pues todas las regiones que visitabala diosa se cubrían de ricas mieses. El mismo Ida lasvió crecer abundantes en sus bosques, y el ferozjabalí del monte se alimentó con su trigo. Ellegislador Minos deseaba a su patria años semejan-tes, y que fuese eterno el amor que embargaba aCeres. Rubia diosa, las noches tristes que lloraste enel desierto lecho, yo tengo que lamentarlas porfuerza en el día que se consagra a tu fiesta. ¿Por quéhe de entristecerme, cuando tú has encontrado unahija, una reina, que por azar de la suerte sólo reco-noce superior a Juno?: Los días festivos incitan alamor, los cantos y los festines: éstas son lasofrendas que debemos brindar a los diosesinmortales.

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XI

He sufrido mucho y por largo tiempo; tuperfidia acabó con mi paciencia: amor bochornoso,huye de mi pecho quebrantado. Al cabo ya soy libre,ya rompí las cadenas, y me avergüenza habersoportado tanto desprecio sin rubor. Vencimos ypisoteamos al tirano que nos esclavizaba, tarde sentíél ultraje d e mi altiva frente. Sufre y endurece tucondición: acaso el dolor te sea algún día deprovecho; un jugo amargo fortalece en milocasiones, al viajero cansado. ¿Conque después deverme rechazado cien veces de tu puerta, yo,hombre libre, llegué a reposar en sus umbrales?;¿con que yo, como un esclavo, me constituí en guar-dián de tu casa cerrada, en tanto que estrechabas en

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tus brazos a no sé qué rival? He visto a tu amanteque salía rendido de allí, con paso inseguro, comoun inválido del servicio; pero esto es una nonada enparangón del sonrojo que sentí al verme descubiertopor él : que ese oprobio confunda a mis enemigos.¿Cuándo dejaste de verme a tu lado en los paseos,siendo tu defensor, tu amante y tu fiel compañero?Todos saben que por mis cantos llegaste a ser que-rida del pueblo, y que nuestro amor fue el principiode otros muchos amores.

¿A qué recordar los torpes embustes de tupérfida lengua, y los juramentos hechos a los diosesque en m¡ daño burlaste?; ¿a qué insistir en lassecretas señales de los jóvenes que asistían al festín,y los signos convenidos para descifrar la intenciónde las palabras?; Me dijeron que estaba enferma;como un loco corrí precipitado, llegué, y vi que noestaba enferma para mi rival, Insensible toleré estossofiones y otros que me callo; búscate al que quieradesde hoy tolerarlos por mí. Ya he ceñido mi navecon la corona votiva, y segura en el puerto, oye elestruendo de las olas, Cesa de prodigarme tuscaricias y tus palabras, otros días poderosas; no soyun estólido como antes lo fui. Siento mi corazónversátil luchar de una parte con el amor, de la otra

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con el odio, y sospecho que vencerá el primero. Sipuedo, odiaré; si no, amaré mal de mi grado;tampoco el toro ama el yugo, y lo sobrellevaaborreciéndolo. Huyo su perfidia, y su beldad meimpide la fuga; aborrezco sus perversas mañas yamo la gentileza de su cuerpo. Así, no puedo vivirsin ti, ni contigo, y yo mismo no sé lo que deseo.Quisiera que fueses menos hermosa o menos falaz:tanta hermosura no encaja bien en tan ruinescostumbres. Tus actos merecen mi odio, tu rostro secapta ni¡ amor; desventurado de mí, que doy másprecio a los hechizos que a las falsías. Perdóname,por los derechos del tálamo que compartimos; portodos los dioses, que consienten tus repetidos enga-ños; por tu cara, que admiro como la de unasuprema divinidad, y por tus ojos, que cegaron losmíos. Seas como fueres, serás siempre mi amada;elige entretanto si quieres que te quiera de corazón oque te ame por fuerza. Desplegaré mejor las velas, yaprovecharé los vientos que las impulsan : puesaunque lo rehuse, me veré obligado a amarla.

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XII

¿Cuál fue el día, aves siniestras, en quepredijisteis que mis sucesos habían de ser siempredesgraciados?; ¿qué astro debo considerar como elenemigo de mis dichas?; ¿a qué dioses acusaré por laguerra que me declaran? La que ayer se dijo prendamía, la que sólo fué amada por mí, hoy recelo quetenga que compartirla con mis rivales. ¿Meequivoco?; ¿no la hicieron famosa mis versos? Asísucedió: mi ingenio la convirtió en una cortesana, ycon razón; ¿a qué pregoné tanto el hechizo de suhermosura? Yo tengo la culpa de que venda susgracias; yo la he servido de cebo; yo guié los pasosde sus pretendientes, a quienes abrí las puertas de sucasa. Dudo que los versos me aprovechen de nada,

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y estoy bien seguro de los males que me hanacarreado. Sí; ellos concitaron a los envidiosos demi ventura. Cuando pude cantar el sitio de Tebas, laruina de Troya y las hazañas de César, Corina fué laúnica que exaltó mi ingenio, ¡Ojalá las Musas se medeclararan enemigas al componer los primerosversos, y Febo me abandonase en la prosecución demi faena! Como se suele dar crédito al testimonio delos poetas, deseaba que mis ficciones no careciesende valor. Por nosotros, Escila, que cortó los canoscabellos a su padre, ciñe las caderas con una traíllarabiosa de perros; nosotros pusimos alas en lospies, sierpes en los cabellos, y condujimos vencedoral nieto de Abas, sobre alado corcel; nosotros dimosal gigante Ticio su enorme corpulencia, y sus tresbocas al Cancerbero erizado de víboras; dimos aEncélado los mil brazos con que arroja sus dardos,y forjamos los héroes sorprendidos por los cantosde una virgen hechicera. En las odres del rey deItaca encerramos los vientos huracanados de Eolia,y dejamos a Tántalo, por su indiscreción, morir desed en medio del río. A Níobe la transformamos enroca, y a una virgen la convertimos en osa. El ave deCecrops llora la tragedia del Odrisio Itis; Júpiter setransfigura ya en ave, ya en lluvia de oro, ya en el

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bruto que rompe las olas con una virgen sobre laespalda. ¿Hablaré de Proteo, y los dientes queengendraron a los tebanos, y los bueyes quevomitan llamas por la boca, y las lágrimas de ámbarque surcaron las mejillas de tus hermanas, desven-turado Faetonte, o de aquellas naves convertidas endiosas marinas, y del sol que huyó horrorizado delespantoso festín de Atreo, o de las duras rocas quesiguieron los acordes de la lira? La fecunda libertadde los vates recorrió los infinitos espacios sinsujetar sus creaciones a la fidelidad histórica; así osdebieron parecer falsos los elogios que tributé aCorina, y así, vuestra credulidad no ocasionaría mitormento.

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XIII

Como mi esposa nació en la comarca de losFaliscos, rica en vergeles, llegamos un día a tocar losmuros de la ciudad que expugnaste, ¡oh granCamilo! Los sacerdotes preparaban la fiesta de lacasta Juno y los célebres juegos en que se sacrificauna vaca indígena. Estos ritos valían la pena de queme detuviese a estudiarlos, sin retraerme por loescabroso del camino que conduce entre riscos allugar de la ceremonia, que es un antiguo bosquesagrado y casi impenetrable por la espesura de lasramas. Contémplalo, y no dudarás que en tal sitioreside un numen. El ara recibe las preces y elincienso de las almas piadosas; ara fabricada sin artepor la mano de nuestros antepasados. Aquí; luego

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que resuenan los acentos solemnes de la flauta, elcortejo anual pónese en marcha por veredascubiertas de césped; entre los aplausos del pueblo,son conducidas unas blancas terneras que alimentóla fresca hierba de los prados Faliscos, unosnovillos poco temibles por las cortas astas de susfrentes, un puerco, víctima menor arrancada a lahumilde choza, y un carnero, jefe del rebaño, conlos cuernos retorcidos hacia atrás. Sólo fa cabra esaborrecida de la potente diosa. Se dice que susseñales descubrieron la presencia de Juno en elespeso bosque, retrayéndola de proseguir en la fuga.En castigo, los niños la persiguen ahora con susdardos, y constituye el premio del que antes la hiere.

Por donde ha de pasar la diosa, los jóvenes y lastímidas doncellas convierten sus ropas en tapicesque cubren el camino; los cabellos de las vírgenesdeslumbran con el fulgor del oro y las piedras pre-ciosas, y un soberbio manto desciende hasta suspies, cuajados también de oro; y vestidas de blanco,según la costumbre de sus padres griegos, llevansobre las cabezas los objetos del culto que se lesconfían. El pueblo permanece silencioso a laaproximación del brillante cortejo, y la misma diosaviene detrás de las sacerdotisas. Es la imagen de una

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fiesta griega. Muerto Agamenón, Haleso huyó dellugar del crimen, abandonando los tesoros de supadre, y después de errar prófugo por tierras ymares, edificó con dichosos auspicios una ciudadceñida de fuertes murallas. Él enseñó a los Faliscosa conmemorar la fiesta de Juno, que así seafavorable siempre a mí y a mi pueblo.

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XIV

No pretendo que permanezcas inocente siendotan hermosa; mas tampoco creo que haya necesidadde que lo sepa, por mi desgracia; mi censura nointenta convertirte en una mujer irreprochable; sinembargo, querría que te esforzases por parecerlo.No falta la que sabe negar el delito: sólo la culpavanagloriosa trae la infamia. ¿Qué furor sientes desacar a la luz del día lo que oculta la noche, y revelarpúblicamente lo que hiciste en secreto? La meretrizque entrega el cuerpo al primer desconocido, apartaantes las miradas del público cerrando la puerta desu tugurio. Tú alardeas del oprobio que mancilla tufama y eres la pregonera de tus escándalos. Vuelve amejor acuerdo, imita a las honradas, y aunque no lo

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seas, que yo te admire como un dechado deprobidad. Lo que hiciste, hecho está; pero niégalorotundamente, y no te sonroje hablar en público ellenguaje de la modestia. Hay un sitio adecuado a lacrápula; llénalo con todas las impurezas, y que elpudor se aleje de allí; mas en el momento que loabandones, relega al olvido tu lascivia, y que tu camasola sepa tus desafueros. Allí no repares quitarte latúnica, ni cruzar tus piernas con las de tu amigo, nique roce con su lengua tus labios de púrpura, ni quela pasión invente mil modos de gozar; no cesen lastiernas promesas ni las palabras incitantes, yestremézcase la cama con la movilidad de vuestroscuerpos; pero al vestirte la túnica, toma el aspectode la inocencia temerosa, y que un falso pudordisfrace tus noches obscenas. Burla a la gente contus palabras; engáñame, déjame vivir ignorante, yque labre mi dicha una estúpida credulidad. ¿Porqué veo tantas veces las tablillas que envías yrecibes?; ¿por qué apenas advierto espacio de tulecho que no esté hundido?; ¿por qué tus cabellosandan más alborotados de lo que suele ponerlos elsueño, y distingo en tu cuello las señales impresasde los dientes? Sólo te falta realizar tus delitos apresencia mía. Si no te condueles de tu fama,

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conduélete de mi. Pierdo el seso y me pongo amorir cuantas veces me confiesas tus extravíos, y lasangre discurre helada por mis arterias. Te amo;deseo odiarte, y siento que me es imposible, yentonces quisiera morir, pero junto contigo. Nopretendo averiguar tus pasos, ni descubrir lo quetratas de ocultarme; estimo tus faltas como unaacusación desprovista de fundamento. Si tesorprendo alguna vez en medio de la culpa y misojos llegan a ser testigos del oprobio, aquello quehaya visto bien niega que lo he visto, y desmentiré amis ojos por creer tus palabras. Te será muy fácil lavictoria sobre el que desea ser vencido como tulengua se acuerde de decir : «Es falso.» Con estasdos voces puedes subyugarme a tu antojo; vence, sino por la justicia de tu causa, por la lenidad de tujuez.

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XV

Madre de los tiernos amores, busca un nuevovate; ya mis elegías pasan rozando la última meta,Los cantos que compuse yo, nacido en los camposPelignos, han hecho mis delicias y acrecentado mifama. Sí este honor vale algo, herede la dignidadecuestre de mis antiguos ascendientes, y no laconquiste en el tumulto de los campos de batalla.Mantua se enorgullece de Virgilio; Varona, deCatulo, y yo pretendo que se me aclame la gloria dela comarca de los Pelignos, a quienes la defensa desu libertad obligó a pelear por una causa justacuando Roma temía, llena de incertidumbre, losresultados de la guerra social. Y algún viajero quecontemple los muros de Sulmona, ceñidos depantanos que dejan pocas yugadas al labrador,

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exclamará : «Ciudad que pudiste engendrar poetatan ilustre, por pequeña que seas, yo te proclamogrande.» Amable niño, y tú, diosa de Amatunta,madre del mismo, llevad vuestras áureas banderaslejos de mi campo. Baco, el de los cuernos, muevecon fuerza el resonante sistro, y me incita a recorrermayor espacio con mis briosos corceles.Voluptuosas elegías, musa juguetona, pasadlo bien;la obra que voy a emprender me sobrevivirádespués de muerto.

FIN DE «LOS AMORES»

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NOTAS

LIBRO PRIMEROELEGÍA I

V. 1. Arma. - Alude al poema de laGigantomaquia, que comenzó en la juventud, y delcual vuelve a ocuparse en la primera elegía del librosegundo.

V. 4. Atque unum subrripuisse pedem. -Tieneimponderable gracia la imagen de Cupidoarrebatando un pie al verso heroico para formar eldístico de exámetro y pentámetro que tan felizmentese compadece con la elegía, va lastimosa, yaplacentera, y dar libre rienda a las penas ysatisfacciones del ánimo en versos menos gran-

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dilocuentes y aparatosos que los consagrados a lashazañas de los héroes.

V. 15. Tempe. -Valle pintoresco de Tesalia, entreel Olimpo y el Osa, regado por las ondas del Peneo,donde tuvo Apolo su favorita residencia.

IIV. 51. Adspice cognati Caesaris. -Los Césares,

descendientes de Venus, madre de Eneas, elfundador del Imperio romano. Ignoramos si estepenúltimo verso alude a julio César o a Octavio,como parece más verosímil, pues los dos sedistinguieron por su clemencia con los pueblosvencidos.

IIIV. 13. Sine crimine mores. -Nos engañamos con

harta frecuencia al valorar los quilates de nuestrahonradez, y buen testimonio de ello son las palabrasde Ovidio, que se proclama poco menos que undechado de virtudes en medio del libertinaje audazque alentaba en sus poemas.

IV

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V. 2. Ultima coena. -Los astutos y maquiavélicosconsejos de esta elegía corroboran el aserto de lanota anterior.

VV. 9. Ecce Corrinna venit. -Los elegíacos latinos

disfrazaron con nombres supuestos las heroínas desus cantos; mas la sagacidad de la erudición ha dadoa conocer los verdaderos de las amigas de Catulo,Tibulo y Propercio. No ha sucedido lo propio conrespecto a Corina. Los mismos contemporáneos deOvidio no consiguieron averiguar quién se ocultabacon este poético seudónimo: tanta y tan digna dealabanza fué la discreta reserva del autor, que susamigos se devanaron en balde los sesos, y no faltóalguna desvergonzada que se fingiese la auténticaCorina, pretendiendo usurpar la aureola decelebridad con que los versos del poeta lacoronaban.

V. 11. Semíramis. - La cuna, educación y bellezade esta reina de Nínive, así como sus empresasbélicas y sus maravillosas construcciones, máspertenecen a los dominios de la fábula que a losanales históricos, y no es aventurado suponer queesta relevante figura sea una creación del

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sentimiento religioso, tan exaltado entre losorientales.

V. 12. Lais. - Hubo en Grecia dos cortesanascélebres así llamadas: la una expuso en Corinto alpúblico la belleza de que el Cielo la había dotado, ycontó al filósofo Arístipo entre sus innumerablesamantes, y la ,otra, rival de Frine, sirvió de modeloal inmortal Apeles.

VIV. 26. Serva bibatur aqua. -Esto es, así recobres

pronto la libertad; porque los siervos no podían mez-clar el agua con el vino, teniendo que beberla pura; ysólo cuando se les manumitía la mezclaban cornolos demás ciudadanos, aquam biberam bibere.

V. 53. Memor Orithyae. -Oritia, hija de Erecteo,fué arrebatada por Bóreas a Tracia, y allí dió a luz aCleopatra, Quione, Zetes y Cálais.

V. 74. Conservae ... fores. -Puertas tan esclavascorno el encargado de vigilarlas.

VIIV. 13. Talem Schoeneida. -Las dos Atalantas que la

tradición menciona, la una hija de Jaso en laArcadia, y la otra de Esqueneo en Beocia, son tan

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parecidas, que no tiene nada de particular que lospoetas las confundiesen tomando la una por la otra.

V. 31. Tydides. -El impetuoso Diomedes, hijo deTideo y Deipile, luchó con sin igual bravura contraHéctor y Eneas, y hasta puso las atrevidas manos enVenus y Marte, defensores de la causa troyana.

V. 36. Forti victa puella viro. -Ironía delicada yamarga a la par con que se reprocha la acciónvituperable que el arrebato le impulsó a cometer.

VIIIV. 2. Nomine Dipsa. -Ovidio imita en esta elegía

la quinta del cuarto libro de Propercio, que retrata ala tercera Acantis, como se convencerá el que cotejeuna y otra composición. El nombre de Dipsaprocede de un verbo griego que Significa tener sed; ycuadraba de perlas a la repulsiva vieja que no viójamás el despuntar de la aurora sin hallarseembriagada, y a la que desea el tormento de una sedinextinguible, amén de una espantosa miseria.

V. 45. Quas frontis rugas. -No se refiere a lasarrugas de la vejez, que roban la tersura delsemblante, y se simulan lo posible con mejunjes yafeites, cuya confección da a conocer en el poemade los Cosméticos, sino a las que surcan un rostro

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juvenil, cejudo y sombrío, que delatan propósitossiniestros, capaces de infundir temor al amantemenos receloso. De rugiscrimina multa cadent.

V. 49. Volubilis aetas. - Que la edad resbala conpresteza aterradora es observación al alcance delentendimiento más romo; pero deducir de ella laconveniencia de entregarnos sin rienda a placeres ydiversiones sólo se ha ocurrido a los epicúreosconscientes o inconscientes, que en la satisfacciónde los apetitos fundan la dicha, y gloria de laexistencia.

V. 64. Gypsti... pedes. -Los esclavos puestos a laventa en el foro, como señal de su condición,llevaban los pies enyesados.

V. 65. Veteris quinquatria cerae. -Los romanos denoble alcurnia conservaban las imágenes de susascendientes labradas en cera, adornando con ellaslas galerías de sus casas respectivas, y sacándolas arelucir en los cortejos fúnebres.

V. 74. Isis erit. -Durante las fiestas de Isis, que seprolonga han en ocasiones hasta treinta días, lasmujeres se proponían observar una castidadirreprochable; de ahí que fuesen tan a menudomaldecidas por los amantes.

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V. 94. Natalem. -En el natalicio, como hoy en eldía del santo, las jóvenes recibían valiosos regalosde sus adoradores, y multiplicando por el númerode éstos las diversas fechas de aquél, las cortesanasinteresadas conseguían al cabo del año unaexcelente recolección.

IXV. 24. Agmina Rhesi. -La suerte de Troya pendía,

según el oráculo, de la de los caballos blancos comola nieve del príncipe Reso, hijo del rey de Tracia,que apenas llegado al territorio troyano, por excesode confianza, incitó a Ulises y Diomedes a penetraren su campamento, para darle muerte y arrebatarletan famosos corceles.

XV. 2. Conjugibus... duobus. -Los dos esposos de

Helena: Menelao, el legítimo, y Paris, el raptor.V. 7. Aquilamque... taurumque. -Júpiter se

transformó en águila para robar a Ganimedes, y entoro para seducir a Europa.

V. 6. Qualis Amimone. -Hija de Dánao y madre deNauplio, dió su nombre a la fuente Amímone, enArgos.

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V. 2l. Stat meretrix- Las meretrices de Roma y lasrestantes ciudades de Italia habitaban en casasdispuestas ad hoc para su inmundo tráfico,divididas por un largo corredora cuyos lados seabrían las celdas con los nombres verdaderos osupuestos de las que allí entregaban su cuerpo alprimer advenedizo que había pagado de antemanoel precio estipulado. Se las llamaba también profesas,por la obligación que se les imponía de declarar anteel pretor su voluntad de dedicarse a la vida alegre,profesión que se las permitía bajo la tolerancia de laautoridad. Sentadas en las puertas de los tuguriosesperaban la llegada del cliente, y vivían sometidas arigurosas prescripciones, de las que aparecencopiados en parte los reglamentos de higiene de lospueblos modernos.

V. 23. Lenonis avari. -En los antros deprostitución mandaba el alcahuete o rufián, leno, queexigía y cobraba el precio en que se tasaban losservicios de las rameras.

V. 42. Et faciem lucro .-La que prostituía sucuerpo quedaba declarada infame, al igual que losrufianes sus explotadores, los que comerciaban conlas gracias de sus siervas, y los taberneros yhosteleros que tomaban mozas desgarradas y

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dispuestas a servir a los parroquianos en toda clasede exigencias.

IXV.1. Colligere incertos... crines.- El oficio de las

peinadoras era más complicado en los tiempos delpoeta que al presente. No bastando una sierva alevantar el edificio de la cabellera, se empleabanhasta tres, que lucían su habilidad en la disposiciónde la misma. La primera ensortijaba los rizos ybucles en forma artística, la segunda esparcía sobreellos pomadas olorosas, y la tercera, la ornatrix, acuya clase pertenecía la inteligente Nape, terminabala difícil labor, según los caprichos de la moda o elgusto particular de su señora.

V. 23. Graphio. - Estilo o punzón con queescribían los romanos sobre tablillas enceradas,sirviéndose de su extremidad plana para borrar lasletras o palabras que necesitaban corrección. Elestuche en que iba encerrado se llamaba graphiarium.

V. 28. Vile fuistis acer. -Las tablillas enceradas queservían como hoy el papel, por lo regular sefabricaban de madera; pero los ricos solían usarlasde ébano, marfil y otras materias preciosas. Si se

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unían por una pequeña correa dos, tres más láminas,recibían los nombres de díptico, tríptico y políptico.

XIIV. 27. Duplices.- La palabra dobles entraña dos

sentidos: el literal, por referirse a dos, y elintelectual, de pérfidas o engañosas, por la repulsaque contenían.

XIIIV. 33. Si non Cephali. -La Aurora, rechazada por

Céfalo, que amaba tiernamente a su mujer Procris,se valió de hábiles estratagemas que le infundiesensospechas de la fidelidad conyugal que reinaba en sucasa, para obtener el acogimiento que solicitaba.

XIVV.40. Haemonia. -La Tesalia, famosa por sus

hechiceras.

XVV.11. Asecaeus. - Hesíodo.V.13. Battiades. - El hijo de Bato, Calímaco, autor

de numerosas elegías eróticas totalmente perdidas.

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V.16. Aratus erit. -El poema astronómico deArato mereció ser traducido por Cicerón.

V. 21. Varronem. -Varrón Atacino trasladó a lalengua del Lacio Los Argonautas, de Apolonio deRodas.

V.42. Vivam. - Ovidio, como Horacio, tuvo lacerteza de su fama imperecedera, y nunca esarrogante, aunque lo parezca, la profecía que el éxitose encarga de confirmar.

LIBRO SEGUNDOELEGÍA 1

V.12. Centimanumque Giam. -La leyenda pone alos Gigantes, monstruos nacidos de la unión deUrano con la Tierra, en las montañas volcánicas, loque induce a sospechar que la fantasía poéticaconsideraba sus violentas erupciones como luchaspavorosas con que aquéllos amenazaban al cielo,defendido por los rayos de Júpiter.

V. 23. Sanguinae Lunae. - El color sangriento dela luna, debido a la mayor o menor densidad de laatmósfera que atraviesa, según las creenciassupersticiosas de aquel tiempo, era la sangre que la

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obligaban a destilar los cantos de las hechiceras,forzándola con sus conjuros a descender sobre latierra.

V. 30. Atrides alter. - Los dos Atridas, Agamenóny Menelao.

V. 31. Quisquis tot errando. - Ulises.

IIV. 25. Linigeram... ad Isim. -Los sacerdotes de Isis

vestían de lino blanquísimo, color que simboliza lacastidad.

V. 45. Custos Iunonius. - Argos, el guardián de laninfa Ío, convertida en vaca por Juno.

IIIV. 2. Mutua... gaudia. - Los desdichados eunucos,

incapaces de comprender ni sentir los placeresrecíprocos del sexo.

IVV. 10. Centum sunt causae.-Sin juramento,

podemos creer en la sinceridad del poeta, que habíanacido para, el amor, no de una mujer, sino de todaslas que ofreciesen algún atractivo que mereciera lapena de consagrarles sus atenciones.

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V. 44. Leda. - La hija de Testio, seducida porJove bajo la figura de un cisne, puso dos huevos, delos que nacieron Helena y Clitemnestra, Cástor yPólux.

VV. 17. Conscriptaque vino. -Con poca razón se

lamenta de que Corina hubiese aprendido y puestoen práctica sus lecciones, aventajando la astucia delmaestro, prenda en que siempre descuellan lasmujeres; y es ya muy antigua costumbre en losenamorados el empleo de, signos convenidos queburlen la vigilancia de los que se oponen a susplanes amorosos, pues si la sospecha tiene cien ojos,el amor cuenta con mil disfraces y estratagemas quela pongan en ridículo y comprueben la perfectainutilidad de sus desvelos.

VIV. 7. Ismarii.. tiranni. -Terco, rey de Tracia,

designada aquí por el monte Ismaro.V. 10. Doloris Itis. - Víctima de la cólera de una

madre vengativa, el cuerpo del desgraciado Itissirvió de manjar en la mesa de su padre, y porúltimo viose metamorfoseado en faisán.

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V. 15. Fuvenis Phoceus. -Pílades, hijo de Estrofio,rey de la Fócida y amigo entrañable de Orestes.

V.41. Tristia Phylacidae Thersites. -Este campeón,de ruin catadura, charlatán y provocativo, excitó lavenganza de Aquiles por haberse burlado delsentimiento que le produjo la muerte de Pentesilea.Ovidio llama Philacides a Protesilas, porque eranatural de Filace, ciudad de Tesalia.

VIIV. 17. Cypassis. -Hábiles son y rotundas las

excusas del poeta, mas no bastaron a desvanecer losrecelos harto, fundados de Corina, que se sintióvergonzosamente humillada al descubrir que supeinadora la suplantaba en la predilección del quehabía jurado ser siempre de ella; y admira laserenidad imperturbable del delincuente querechaza las acusaciones como torpes calumnias,sabiendo que eran tan justas como desaprensivo ypoco digno su proceder.

V.27. Per venerem. -Poco podían persuadirlosjuramentos del que, siguiendo la general creencia,asegura repetidas veces que los de los enamoradoscarecían de valor, y los dioses absolvían de

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antemano al que los pronunciaba en los momentoscríticos del arrebato la cólera.

VIIIV. 11. Facie Briseidos. -Siempre acuden prontos

ala memoria del autor los extravíos de los héroes olos dioses que cohonestaban los suyos. «Si Aquiles-dice- se abrasaba por Briseida, y el rey de Micenaspor la hija de Crises, ¿habrá de parecer en míreprensible el enamorar a una sirvienta?» Claro quesí, porque Cipasis era la intermediaria de susrelaciones clandestinas y la sierva del ídolo de suspensamientos, a la que expone ala venganza furiosade los celos; y desleal con la una e inconsideradocon la otra, hubo de tolerar los reproches de laelegía anterior, en la que no queda muy bien paradasu formalidad ni el crédito de su palabra, puesta alservicio de la mentira y la traición.

V. 22. Fusca Cypassi. -A las consideraciones de lanota antecedente agréguese que Cipasis era una deesas esclavas negras de África que las damasopulentas escogían con predilección, porconsiderarlas insubstituibles en los serviciosdomésticos y listas sobremanera en las in trigasgalantes, y habremos de convenir en que el enojo de

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Corina no pasó de la raya, pues merecía mayorseveridad el que la puso en tal afrenta.

IXV. 7. Haemonius. - Telefo, rey de Misia, por su

casamiento con Laodice, hija de Príamo, secomprometió a pelear contra las huestes aqueas ytrató de impedir que desembarcasen en las costas desu reino; pero cayó al primer encuentro herido porla lanza de Aquiles, y sabedor luego por un oráculoque sólo curaría su herida la mano que la causó,trasladóse al campo enemigo como suplicante, yAquiles accedió a sus ruegos aplicándole laherrumbre del arma que se la produjo, yconvirtiendo en auxiliar de sus planes al que habíasido un resuelto adversario.

V. 22. Tutaque... rudis. -El gladiador que despuésde haber dado buena cuenta de sí, abrumado por losaños y achaques, se sentía incapaz de continuar ensu peligroso oficio, solicitaba ante el público elretiro, y se le concedía, entregándole una vara ensubstitución de la espada que esgrimió en loscombates.

X

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V.11. Erycina. -Sobrenombre de Venus por eltemplo que se le levantó al pie del monte Erix, deSicilia.

XIV. 2. Peliaco pinus. - La nave de los Argonautas

construyóse con madera de los pinos del Pelión,escarpado monte de Tesalia entre el lago Bebeis y elgolfo Pagaseo, en cuya cima se abría la caverna delcentauro Quirón.

V.19. Violenta Ceraunia. -Cadena de montañasque se extiende desde Iliria por la costa del Epiro, ycélebre por las horrorosas tormentas que sefraguaban en sus cumbres.

V.20. Syrtes... Malea. -Las sirtes, dos golfos delNoroeste de Africa, tan peligroso el mayor por susbancos de arena como el menor por las rocas quebordean su costa. Malea, promontorio al Sudeste deLaconia, que separa otros dos golfos.

V.29. Feminae sidera Ledae. -Cástor y Pólux,númenes propicios a los navegantes.

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V. 34. Galatea. - Una de las hijas de Nereo, aquien se invocaba especialmente al emprendercualquier expedición marítima.

XIIV. 20. Tyndaris. -Helena y Pólux se suponen

frutos del comercio de Leda habido con Júpiter lamisma noche en que concibió de su esposo Tíndaroa Cástor y Clitemnestra; por consiguiente, sólo bajoel aspecto que pudiéramos llamar legal cuadra aHelena el dictado de Tindaris.

V. 21. Femina. - Hipodamia.V. 23. Femina Troyanos. - Lavinia.V. 25. Femina Romanis. -Alude a la guerra

provocada por el robo de las sabinas.

XIIIV. 7. Paracionium... Canopi. -Paraetonio o Ammo-

nia, ciudad del Noroeste de Egipto. Canopo, situadaala desembocadura más occidental del Nilo, yfamosa por el lujo, la molicie y el refinamiento desus moradores.

V. 8. Memphin... Pharon. -A diez millas de laspirámides alzábase Menfis, segunda capital deEgipto, fundada por Menes. Faros, pequeña isla

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unida por un muelle, en tiempo de AlejandroMagno, a la ciudad de su nombre.

V. 11. Anubidis. - Divinidad egipcia, con cuerpohumano y cabeza de perro, que se identificaba conHermes o Mercurio.

V. 12. Osiris. -El esposo de Isis, civilizador deEgipto.

V. 14. Apis. -El toro sagrado de Menfis.V. 21. Ilithyia. - La diosa que ayudaba a las

mujeres en el crítico momento de dar a luz.

XIVV. 12. In vacuo... orbe. -La razón aducida no

admite réplica, y aun es más poderosa la del instintomaternal que hace llevaderos a las hembras losmayores trabajos por gozar las caricias del fruto desus entrañas.

V.13. Quis Priami. -Los argumentos con queprueba la tesis son tan evidentes, que losconsideramos de todo punto innecesarios.

V. 30. Itin. -La cólera pudo disculpar en partelos atroces crímenes de Procne y Medea; mas laimprudente Corina fué criminal por egoísmo; no

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tiene perdón: expuso su vida y echó al arroyo sufama por no sobrellevar los dolores del parto

XVV. 10. Aeais . - La isla de Circe.

XVIV. 1. Peligni... ruris. -Los Pelignos, de origen

Sabelio, ocupaban el centro de Italia, y en la guerrasocial pretendieron que su capital, Corfinio, lo fuesede toda la península.

V. 4. Icarii... canis. - La Canícula.V. 31. Petens Hero. -Sobre la historia de Hero y

Leandro escribió Museo un poema interesante ypatético, que nuestro celebérrimo Góngora se hallócasualmente -así lo asegura- en el bolsillo de losgregüescos, y se dispuso a narrarla en castellano,parodiándola en dos largos romances, con la graciapeculiar de sus poesías festivas, no superada porningún ingenio castellano.

V. 39. Cilicosque feros viridesque Britannos.- LaCilicia, al Sudeste del Asia Menor, se dividía en dosregiones: la montañosa y la llana; los habitantes dela primera, rudos y crueles, se entregaban al

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bandolerismo y, la piratería, no siendo dominadosen realidad hasta los tiempos de Vespasiano. LosBretones, según César, tenían la costumbre depintarrajearse la cara.

V. 49. Esseda. -Carros de dos ruedas que usabanlos bárbaros en la guerra; los romanos losadoptaron por su ligereza, y bien pronto llegaron aser vehículos de lujo y ostentación entre loselegantes.

XVIIV. 17. Phthio... regi. -La comarca de Phtia, al Sud-

este de Tesalia.V. 23. Mea lux. - Frase cariñosa que suena en

casi todos los idiomas. Nosotros decimos «luz demi vida», y por oculus meus, te quiero como a las niñasde mis ojos, y otras hipérboles que la pasión poneen boca de los enamorados.

XVIIIV.3. Macer. -Poeta contemporáneo y amigo de1

Virgilio, Tibulo y Ovidio, que escribió dos poemas:el uno titulado De Serpentibus y el otro De rebusTroyanis, y los dos completamente perdidos.

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V. 13. Sceptra tamen sumpsi. -En varios pasajesalude a la Medea que compuso, y por la cual sentíacierta orgullosa satisfacción, hasta el punto de haberestado más de una vez indeciso entre dedicarse alcultivo de la tragedia o al de la elegía, en que dabarienda libre a los sentimientos personales, y que alcabo triunfó de sus vacilaciones. La Medea, según eltestimonio de los que la conocieron, merecíaponerse al lado del Tiestes de Vario, y es de veraslamentable que no nos hayan quedado de ella másque dos versos, el citado por Quintiliano, y el quetraen las Suasorias de Anneo Séneca.Véase el primero:

Servare potui, perdere au possim rogas.Y el segundo: Feror huc illuc ut plena deo.

V. 33. Hypsipyle. -Un día determinaron lasmujeres de Lemnos matar a los varones de la isla;pero Hipsipila, más piadosa, halló el modo de salvara su padre, Toas, y cuanto los Argonautasdesembarcaron allí, se enamoró de Jasón, que lahizo madre de dos gemelos. Desterrada de la patriapor faltar al compromiso, cayó en poder de unospiratas, que la vendieron a Licurgo, rey de Nemea.

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XIXV. 25. In taedia nobis. –Tal es la humana

naturaleza la privación exalta el apetito, y una fácilvictoria humilla a quien la consigue. Más se estimanlas cosas por lo que cuestan que por el valorintrínseco, y nada amortigua tanto la pasión como laexcesiva libertad para satisfacer sus locos antojos.Mujer fácil, mujer despreciada; tal vez se renuncia ala demasiado dificultosa, pero no la ultraja eldesdén. La avisada y astuta sabe mantenerse lejos detales extremos, y triunfa en las situaciones máscomprometidas.

LIBRO TERCEROELEGIA I

V. 11.. Violenta tragoedia. -La tragedia romanajamás, alcanzó el florecimiento de la comedia. Losprimeros ensayos fueron simples traducciones orefundiciones de Sófocles y Eurípides, hechos porEnnio y Livio Andrónico; y aunque laperfeccionaron sus sucesores, no llegó, a realizar lasobras maestras que se representaron en el teatro de

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Atenas. Ovidio, que se sentía con fuerzas paraacometer el arduo empeño, vaciló largo tiempoentre seguir la ruta que Venus le señalaba,cultivando la elegía, erótica, o lanzarse a conquistarlos aplausos que tributan las muchedumbres a lasrepresentaciones escénicas interesantes yconmovedoras; y tras penosas indecisiones, optópor la primera, que se avenía singularmente con elestado de su ánimo, más pronto a deslizarse enraudales. de poesía ingeniosa, sutil y retozona, quedispuesto a. sembrar el terror en el público con lasviolentas catástrofes de la musa trágica. Noobstante, compuso la Medea, en competencia conEurípides, de la cual, según hemos dicho, sólo hanllegado a nosotros los dos versos conservados porSéneca y Quintiliano.

V. 49. Per me decepto. - Sigue las huellas de Tibulo,cuando incita a Delia a burlarse de los guardianes ya tener atrevimiento, porque Venus rehusa favorecera los tímidos y apocados.

IIV. 7 3. Revocate, quirite. -Cuando un carro se

quedaba rezagado en el circo, los espectadores lealentaban, a seguir la carrera agitando las togas.

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IIIV. 2. Et facies illi. -Era común creencia que los

griegos transmitieron a los romanos la deconsiderar a los dioses resueltos a castigar elperjurio de las hermosas afeándoles el rostro, lasuñas, los dientes o cualquier otra parte del cuerpo; yHoracio alude a ella en su oda a la encantadoraBarina; mas no, contaba menos prosélitos el dogmaopuesto, que suponía a Venus y Cupido sordos a losjuramentos amorosos, y les negaban todo valor,como pronunciados casi siempre en momentos dearrebato, cuando el perjuro no sabe lo que dice, o silo sabe, desea en el fuero interno que no se cumplalo que solicita de los dioses.

V. 15. Cepheia virgo. -Andrómeda, hija de Cefeo.V. 37. Semele miserabilis arrit. -No perdió a Semele

la lengua perjura, sino la curiosidad, empeñada atoda costa en contemplar a Jove en su imponentegrandeza..

IVV.3. Si qua metu demto, casta est. -Pensamiento que

desenvuelve de modo magistral Séneca en el tratadoDe Beneficiis, pues la honestidad fundada en el temor,

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tarde temprano se arroja a desafiarlo, y olvidándosede sí misma, halla en la victoria su ruina.

V.41. Quo tibi formosam. -Ignoramos siShakespeare recordaría estos versos al poner enboca de Hamlet una opinión muy semejante sobrelo difícil de que vivan concordes la honestidad y lahermosura. Juvenal y Petronio participaron de lasideas de Ovidio, creyendo que la extremada bellezaera poco compatible con la honradez femenina.

V. 31. Nocturnae imaginis augur. -El augurinterpretaba la voluntad de los dioses y declarabalos arcanos del porvenir; mas la superstición delvulgo, propensa a tomar los sueños como indiciosprecursores de sucesos infalibles, acudía a falsosintérpretes que, como los augures, desentrañaban susentido y satisfacían la curiosidad.

VIV. 13. Quas habuit pennas.-Perseo, hijo de Dánae y

Júpiter, conquistó de las Ninfas el casco de Plutón ylas sandalias aladas.

V. 25. Inachus. - Hijo de Océano y Tetis, y rey deArgos, que dió su nombre a este río.

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V. 28. Xanthe. -Riachuelo de la Tróada que naceen el Tauro, atraviesa la Licia y desemboca en elMediterráneo, cerca de Patara.

V. 29. Alpheon. -Alfeo, río del Peloponeso queen parte corre oculto bajo tierra, lo cual autorizó lafábula de sus amores con Aretusa. En sentir de losgriegos, así los ríos como las fuentes y los bosquesreconocían la tutela de un numen que lossimbolizaba, y hermosearon sus poemas con estasficciones llenas de encantadora poesía.

V.31. Penee. -El Penco de Tesalia surge en elPindo, y riega el valle de Tempe. Como dios fluvial,se tiene por hijo de Océano y Tetis, y padre de laninfa Dafne.

V.41. Asopon. -Entre las hijas de Asopo secuentan Evadne, Eubea y Egina.

V. 43. Acheloe. -El río más caudaloso de Grecia,que brota en el Pindo, cruza entre la Etolia y laAcarnania y se precipita en el Jonio. Luchó conHércules, bajo la forma de un toro, disputándole elamor de la bella Deyanira.

VIIV. 13. Veluti gelida... cicuta. -Preparábase con la

cicuta una especie de brebaje que extinguía los

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ardores de Venus, y los sacerdotes de CeresEleusina lo usaban a fin de guardar mejor lacontinencia.

V. 41. Pylius juvenescere bossit. -Néstor, respetado,por su sabiduría y prudencia, y entre los príncipesque acudieron al sitio de Troya el más anciano, puesllegó a reinar sobre tres generaciones.

V. 61. Phemius. -Célebre cantor que divertía a lospretendientes de Penélope en el palacio de Ulises.

V. 62. Thamiras. -Quiso disputar a las Musas elpremio del canto, y éstas, en venganza, lo dejaronciego.

VIIIV.27. Primunt...pilum. -El primípilo, centurión del

primer manípulo de los triarios, a quien se confiabael águila, y se distinguía con el derecho de asistir alas deliberaciones de los jefes.

V. 28. Pretium... ipse fuit. -Júpiter burló a Dánae,convertido en lluvia de oro, lo que induce al poeta aproferir en este rasgo atrevido y feliz que convierteal mismo dios en el precio de la corrupción de unavirgen.

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V. 49. Affeclas coelum. -¿Qué diría hoy Ovidio si,resucitara y viera los prodigios de la navegaciónaérea?

IXV. 1. Memnona si mater. - La Aurora.V. 76. Et sit humus. - Frase consagrada en el

ritual de las inhumaciones, porque se creía que latierra pesaba muy ligera sobre los restos de losmortales bienaventurados.

XV. 1. Annua venerunt Cerealis. - El día quinto de

los idus de abril tenían lugar las fiestas de Ceres coninusitado esplendor, y las mujeres no podían asistirdignamente a sus misterios si antes no sepurificaban con la abstinencia del trato sexual,privación muy sentida del poeta, que se sublevacontra la diosa, afrentándola con el recuerdo de susantiguos devaneos.

V. 19. Cretes erunt testes. - Los cretenses nogozaban fama de testigos irrecusables; mas nosiempre faltaban con descaro a la verdad.

XI

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V. 6. Venerunt capiti cornua sera meo. - Latraducción literal es los cuernos brotaron tarde en mifrente, y en el lenguaje de la procacidad aun llamamoscornudo al marido que se deja engañar mansamentepor su consorte y al que mantiene una amiga que leafrenta con otros rivales.

V. 37. Sic ego nec sine te. - Pensamiento delicadoque traduce un popular cantarcillo nuestro,diciendo:

Ni contigo ni sin titienen mis penas remedio;contigo, porque me matas,y sin tí, porque me muero.

XIIV. 21. Per nos Scyl1a. - Ovidio confunde a la hija

de Niso con el monstruo espantable que aúlla en elestrecho de Sicilia.

V. 24. Victor Abantiades. - Abas, rey de Argos yabuelo de Perseo.

V. 28. Ambignae... virginis. - Circe.V. 31. De virgini fecimus ursam. - Calixto, amada de

Júpiter, víctima de los celos de Juno y puesta poraquél, en el número de las constelaciones con elnombre de Osa.

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V. 32. Cecropis... ales. - La golondrina en quequedó transformada Procne, esposa de Tereo ymadre de Itis.

XIIIV. 1. Pomiferis... Fáliscis. - Los Faliscos de Etruria,

después de sostener una lucha tenaz con Roma,fueron sometidos por Camilo: descendían de lacolonia que Haleso condujo a Italia para pelear enfavor de Turno contra Eneas y los troyanos.

XIVV. 1. Non ego ne pecces. - A Pesar de las continuas

infidelidades de Corina, se le ve en esta penúltimaelegía, batallar entre el resentimiento y lainclinación, que pone la súplica en sus labios,cuando debieran estallar en amarguísimosreproches.

XVV. 20. Superstes opus. -Tal vez alude al grandioso

poema Las Metamorfosis, llamado la Biblia de los poetas.