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Escuela Normal Experimental de El Fuerte “Profe. Miguel Castillo Cruz” Extensión Mazatlán Proyectos de interv ención socioeducativ a Texto argumentativ o sobre la conv iv encia escolar Velarde Vázquez Xiomara Karina Grupo: 3°D Profe: Víctor Manuel Sandov al Ceja

Texto convivencia

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Page 1: Texto convivencia

Escuela Normal Experimental de El Fuerte “Profe. Miguel Castillo Cruz”

Extensión Mazatlán

Proyectos de intervención socioeducativa

Texto argumentativo sobre la conv ivencia escolar

Velarde Vázquez Xiomara Karina

Grupo: 3°D

Profe: Víctor Manuel Sandoval Ceja

Page 2: Texto convivencia

Actualmente la historia de la escolaridad ha sido, de esta manera, la de la

búsqueda de la inclusión social de todas las chicas y chicos; una tarea llevada

adelante respetando las diferencias, removiendo prejuicios y rechazando toda

forma de discriminación. Sin embargo, en los últimos años la escuela se ha

convertido en un espacio donde es bastante usual que se registren actos de

segregación.

Entre las víctimas de las prácticas discriminatorias se encuentran alumnos con

discapacidades físicas, jóvenes provenientes de países limítrofes y de naciones

asiáticas, chicas y chicos carenciados y menores que profesan, como sus padres,

cultos diferentes de los mayoritarios.

La creciente presencia de la intolerancia en las escuelas ha sido constatada por el

Instituto Nacional Contra la Discriminación (INADI), organismo que estima que el

14,7 por ciento de los hechos discriminatorios denunciados en 1998 se produjeron

dentro de ámbitos escolares. Se han constatado casos de maestros que

discriminan a los alumnos por su color de piel. También se registraron situaciones

de intolerancia de los directivos de escuelas hacia chicos con discapacidad

motora. El INADI, que tiene a su cargo un programa de políticas educativas y de

igualdad, considera que la discriminación se manifiesta contra quienes padecen

una discapacidad motriz-sensorial y mental, contra quienes padecen algún tipo de

enfermedad; también la nacionalidad y el nivel socioeconómico suelen motorizar a

tos discriminatorios.

La fuerza igualitaria de la escuela parece debilitarse, y con ello disminuye su

capacidad de contribuir a la remoción de falsas creencias y al fomento de valores

como la solidaridad y la ayuda recíproca.

Esta realidad reclama acciones en varios frentes. Por un lado, es necesario

evaluar la situación de los grupos donde se producen los hechos que se comentan

para realizar tareas de educación para la convivencia. En un sentido más general

no puede obviarse que muchas actitudes discriminatorias o conductas violentas

son consecuencia del deterioro de valores provocado por la crisis laboral y la

marginación. Por eso, la lucha contra la discriminación debe tener en cuenta la

necesidad de mejorar las perspectivas de vida de la población.

La mejora de la convivencia en los centros educativos constituye un reto

compartido, en el cual ha de participar el profesorado, el alumnado, las familias y

el resto de agentes sociales. La clave del progreso reside en la implicación y la

unidad de actuación del colectivo y en la planificación y puesta en práctica de

actuaciones coordinadas y complementarias desde los distintos ámbitos de

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intervención. Cuanto más grande sea el número de profesionales implicados,

cuanto más homogéneos sean los criterios de intervención, mayor posibilidad de

conseguir resultados positivos. Inversamente, cuando la actitud mayoritaria es la

indiferencia, cuando los criterios de actuación no son claros o se aplican de

manera errática, de poca cosa sirve el esfuerzo de un número reducido de

personas.

La docencia tiene en su raíz un mandato semioculto de omnipotencia (Hargreaves,

1997). Este supuesto de que un docente todo lo puede resolver atenta contra el

reconocimiento de su humanidad y la de sus alumnos, porque la humanidad no es

omnipotencia sino limitación, error y vulnerabilidad. La necesidad de posponer la

meta y recorrer un camino incierto, las dudas y la confusión parecen “demasiado

humanas” para ser soportables a una cultura escolar omnipotente. Para que los

vínculos humanos puedan ser abordados productivamente es necesario volver a

otorgar “patente de humanidad” a todos los actores educativos. Concederles que

no todo lo pueden, reconocerlos como autores de una narración (Ricoeur, 1994).