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NICOLA [email protected]
EL PROBLEMA DE LAS REFORMAS POLITICAS EN MEXICO: UN MODELO
AGOTADO
Es indudable que el presidencialismo mexicano se ha caracterizado por ser un
caso excepcional.
Sin embargo, es importante señalar que eso se ha debido más que a los arreglos
constitucionales, que no son disímiles a los de otros países regidos por sistemas
similares, a la presencia de un partido hegemónico, el PRI, que ha permitido un
gobierno indiviso y unitario.
La presidencia, en la constitución material que ha venido consolidándose desde
1940, ha gozado entonces de muchos más “poderes” de los que la constitución
formal, fundamentales garantista, le otorgaba. En la práctica, quedó anulada la
división de poderes vertical y horizontal establecida por la Constitución, creándose
un sistema político que hacía de la Presidencia el centro de todas las redes de
poder, en otras palabras el eje rector de la vida nacional.
La transición democrática ha llevado consigo una gobernanza con poderes
divididos, donde se ha estado experimentando desde gobiernos de minoría (2000-
2003 y de nuevo 2009-2012) hasta gobiernos sin mayoría (1997-2000 y 2006-
2009). Eso en un contexto socio cultural acostumbrado a considerar que “ la culpa
de lo bueno y lo malo es del Presidente”, con crecientes áreas de traslape entre
poderes, la hegemonía de un tripartidismo ideológicamente distante (Pri, Pan, Prd)
y sin mayoría además de una clase política fundamentalmente inmadura.
En otras palabras, México ha pasado de contar con una Presidencia Imperial a
una Presidencia débil, en la cual los pesos y contrapesos que establece la
Constitución han empezado a hacerse sentir de manera desmedida respecto a las
intenciones de los Constituyentes.
La Presidencia de la República se ha vuelto sustancialmente una institución débil,
cuya oportunidad de influir en la vida nacional se vuelve cada vez menor, lo que,
dado el contexto socio cultural de nuestro país, explica la inestabilidad que se
traduce en una sustancial parálisis, como demuestra la incapacidad de llevar a
cabo las reformas trascendentales que se necesitan.
Hoy en día, y dado el entorno, el Presidente de México es un presidente débil: “se
enfrenta” a un Congreso fuerte, frente al cual la Constitución le otorga
relativamente pocos poderes, donde no cuenta con mayoría y que se ha vuelto el
iniciador de cambios en las política públicas.
Consecuentemente la joven democracia mexicana se caracteriza por un sistema
político presidencialista, pero con un presidente débil, por un Congreso cada vez
más poderoso, pero tripartidista sin mayoría y a su vez con partidos muy
disciplinados, y por un esquema federal, que bien podría definirse feudal y
además con municipios fuertes. Todo aunado a un nivel de hartazgo sobre la clase
política entre la ciudadanía preocupante.
El actual desenlace impone con urgencia reformas constitucionales de largo
alcance, fundamentadas sobre las características peculiares de México.
Eso haría, por ejemplo, fuera de discusión una transición hacía un régimen
parlamentar, algo que históricamente en América Latina ha resultado un rotundo
fracaso. Para que el parlamentarismo funcione se necesitan partidos capaces de
jugar en ese contexto: profesionales, altamente disciplinados, técnicamente
preparados y con posiciones ideológicas que sean hasta un cierto punto
reconciliables, sin grandes diferencias sobre la visión de País que se persigue, y
facilitadoras de coalición. Tengo mis dudas de que ese sea el caso de México: el
riesgo de fracaso (deriva hacía el asemblearismo como en la IV República
Francés) de ese cambio radical es muy alto.
Entonces, ¿Cómo salir de la parálisis? La opción es reforzar aquella institución
que más se ha identificado como la más apta para operar en el actual entorno
mexicano, es decir la Presidencia de la República.
México necesita tener una nueva visión de presidencialismo, un presidencialismo
más fuerte acompañado de reformas sustanciales a las instituciones, reformas que
vayan en contra de los grandes tabúes de la vida pública nacional.
En extrema síntesis y con base a las ideas de “presidencialismo alternativo” de G.
Sartori, se propone:
1. Reelección sin límites para legisladores: es importante generar mecanismos
de rendición de cuentas (por ejemplo con “listas abiertas” y un sistema
electoral similar al francés) y profesionalizar el trabajo parlamentar;
2. Hacer efectivo el derecho de veto parcial introduciendo prácticas como la
ley en paquete (Francia) y la guillotina británica;
3. Reconducción presupuestal, garantizando la efectividad del manejo
presupuestal con mecanismos similares a las constituciones de Chile,
Francia e Italia;
4. Garantizar más legitimidad a los elegidos, introduciendo la segunda vuelta a
nivel presidencial (entre los 2 primeros) y tal vez legislativo (entre los que
superen un umbral, por ejemplo del 10%);
5. Simplificar el trámite legislativo, introduciendo tiempos de resolución bien
determinados para los asuntos de iniciativas presidencial
En virtud de esos cambios, es mi opinión que la Presidencia podrá ejercer otra
vez un papel influyente en la vida política nacional, dentro los pesos y
contrapesos típicos de un sistema presidencial adaptado a la peculiar realidad
de México.
Bibliografía de referencia:
Apuntes de las sesiones del DAPE, modulo 1 y 2 Benito Nacif, Instituciones Políticas y Transición a la democracia en México,
Documento de Trabajo División de Estudios Políticos, México, CIDE, 2003. María Amparo Casar, “Las bases político-institucionales del poder presidencial en
México”, Política y Gobierno, vol. 3. N. 1, 1996. Josep M. Colomer y Gabriel L. Negretto, “Gobernanza con poderes divididos”, en
Política y Gobierno, vol. X, num. 1, 2003, pp. 13-61
Giovanni Sartori, Ingeniería constitucional comparada, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, pp 221-238
Giovanni Sartori, Ingeniería constitucional comparada, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 97-156 y 176-210.
María Amparo Casar, “Las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo: el caso de México”, en Política y Gobierno, vol. VI, núm. 1, 1999, pp. 83-121.
Benito Nacif, “Las relaciones entre los poderes ejecutivo y legislativo en México tras el fin del presidencialismo”, en Política y Gobierno, vol. XI, núm. 1, 2004.