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La relación quechua · aru en debate
En el número anterior de Revista Andina (año 4, No. 2, diciembre de 1986), en la sección "Estudios y Debates", se publicó el artículo de Willem F.H. Adelaar "La relación quechua-aru: Perspectivas para la separación del léxico", con comentarios, entre otros, de Martha Hardman y Bruce Mannheim. Ofrecemos a continuación la respuesta de W.F.H. Adelaar a estos dos comentarios que, por razones de orden postal, no pudieron ser considerados por el autor en la réplica que hizo en el número anterior a los demás comentaristas de su estudio (X. Albó, L.T. Briggs, L. Carpenter, R. Cerrón-Palomino y G. Taylor).
RESPUESTA
Los comentarios de Hardman y de Mannheim sostienen de manera elocuente el punto de partida principal de mi argumentación: el quechua y el aru ( o jaqi) no son emparentados y las semejanzas son tipológicas o se deben a convergencias. Sobre
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este punto los tres estamos de acuerdo, aunque los matices que he señalado en mi exposición parecen haber suscitado dudas respecto a mi posición. Mannheim da una admirable sinopsis de los aspectos metodológicos relacionados con el establecimiento
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de vínculos de parentesco entre lenguas. Con referencia a este punto , nos informa de que técnicamente no se puede hablar de parentesco genético cuando éste, como consecuencia de una larga separación en el tiempo de los grupos lingüísticos involucrados, ya no está sujeto a verificación . Comparto esta opinión.
No quisiera , sin embargo, adherirme a la temeraria afirmación de Hardman ( 1985: 61 9) en el sentido de que "el ay in ara y el quechua no pueden haber sido derivados de una sola lengua madre , no en los últimos 50,000 años, ni en los Andes". Es altamente probable que hace 50,000 años no hu hiera población humana en las Américas y el solo hecho de mencionar tales fechas en relación con la historia de las lenguas andinas es arbitrario.
Resulta difícil enfrentar la crítica de la profesora Hardman sin discutir los trabajos en los que expone sus ideas respecto a la rel ac ión quechua-aru . Me refiero a Hardman 1979 y 1985. En estos dos artículos, esencialmente con el mismo contenido, Hardman atribuye casi todas las semejanzas léxicas que se dan entre el quechua y ·el aru a movimientos de préstamos del aru al quechua. No considera la posibilidad de un proceso en el sentido contrario, que consistiría en una influencia temprana del quechua sobre el aru . En su comentario indica que es erróneo suponer que el quechua haya sido siempre la lengua de mayor auge.
Es evidente que no tenemos seguridad al respecto. El aru/aymara tuvo una expansión considerable en Bolivia (ver BouysseCassagne 1975) y en d sur del Perú , como lo demuestran, entre otras fuentes, las Relaciones Geográficas de Indias y Guarnan Poma de Ayala (ver Torero 1 972). Sin embargo , esta situación no excluye que el quechua pueda haber sido de igual o mayor importancia en la época preincaica, ni tampoco que la expansión del aru/aymara hacia el sur pueda haber ocurrido a raíz de la presión de poblaciones quechuahablantes. En mi opinión, en oposición a lo que afirma Hardman , los hechos lingüísticos indican un predominio del quechua también en la época del primer con tacto entre las dos lenguas.
En H ardman ( 1979, 1985) y en su comentario a mi exposición hallamos dos
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errores fundamentales. El primero se relaciona con el tratamiento del material quechua; el segundo, con la interpretación histórica del inventario foném ico del jaqaru. (En la discusión que sigue mencionaré entre paréntesis los símbolos usados en la ortografía elaborada por Hardman para el jaqaru, permitiendo así una mejor apreciación del argumento) .
Hardman acentúa las diferencias fonológicas entre las distintas lenguas aru, pero ignora las distinciones igualmente importantes que se dan entre las lenguas del grupo quechua. Este procedimiento ya ha sido criticado en detalle por Cerrón-Palomino ( 1982: 23 2-7), pero vuelvo a m encionarlo aquí.
El proto-quechua conoció la distinción *~/*e (ex/ch), que actualm ente se encuentra en jaqaru y en un gran número de dialectos quechuas pertenecientes a los grupos 1, IIA y 118 de la clasificación de Torero ( 1964 ). Aquella distinción, ya establecida por Parker ( I 963) y Torero ( 1964 ), se mantiene en forma invariada en la mayor parte de los dialectos del departamento de J un ín , en las provincias de Cerro de Paseo y Sihuas ( quechua I) ; en la provincia de Yauyos (quechua I y IIA) ; alrededor de Cajamarca , en la zona de Cañaris, departamento de Lambayeque, en Aurahuá, departamento de H uancavelica ( quechua IIA); y en la región de Chacha poyas ( quechua 118); ver Adelaar ( 1977), Cerrón-Palomino ( 1976), Escribens ( 1977), Gálvez ( 1983), Puente ( 1977), Quesada ( 1976), Taylor (I 979, 1982, 1984), Torero ( 1968). Otro caso aparte es el dialecto quechua del Callejón de Huaylas, que mantiene la distinción *~/*e (ex/ch) en forma modificada e/e (ch/tz); ver Parker y Chávez ( 1976). Por último, hay también dialectos que muestran la despalatalización de *e (ch) a e (tz), como, por ejemplo, Yanahuanca (Escobar 1967) y Picoy, provincia de Chancay (Creider 1967), o de *e (ch) as, por ejemplo, Pacaraos, provincia de Huaral (Adelaar 1982, 1986b), y que mantienen la africada retrofleja *~ (ex) invariada. En estos dialectos, la africada alveopalatal e (ch) fue reintroducida posteriormente, dando origen a una nueva oposición ~/e (ex/ch).
El Léxico Proto-Quechua de Parker ( 1969b) contiene un número casi igual de
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entradas con *~ (ex) y con •e (ch) inicial (aproximadamente treinta de cada categoría) . Entre las formas con ·~ (ex) inicial, h, gran mayoría, que yo sepa, no ocurre en las lenguas aru, por ejemplo, •~aski- (cxaski-) ' recibir', *~usku (cxusku) 'cuatro', *{i~u (cxicxu) 'preñada', *~ina (cxina) 'hembra', etc. Es decir, no pertenecen al léxico compartido quechua-aru. Además, en los dialectos quechuas que conservan ~ (ex), esta consonante tiene menos restricciones fonotácticas que e (ch), porque puede ocurrir en final de palabra ; pues-~ (-ex) es la forma postvocálica del sufijo dubitativo 'quizás' . Todo esto bastará para demostrar que la distinción *~/*e (ex/ch), reconstruida para el proto-quechua, está fuera de duda .
Hardman (1979: 76-77, 1985 : 630) coteja formas del jaqaru y del aymara con formas de una variedad quechua que la autora no especifica. Esta variedad manifiestamente tiene e (ch) donde el proto-quechua tenía *~ (ex). Hardman ( 1979: 76) afirma que " el quechua tiene ch donde el protojaqi (y jaqaru y kauki modernos) tenía cxi es justo lo que esperaríamos de quienes no tuvieran ex como parte de sus sistemas oclusivos, y por eso escuchan mal la distinción". Ignorando la distinción ~/e (ex/ch) en quechua, Hardman sugiere una mayor variedad dentro del grupo aru y afirma que los hablantes del quechua no fueron capaces de captar la diferencia entre las dos africadas. Menciona los lexemas quechuas cunka (chunka) 'diez', pacak (pachak) 'cien' y quca (qucha) 'lago' y los considera préstamos del aru.
Sin embargo, ya vimos que la proto-forma de estas raíces tenia *~ (ex) tanto en aru como en quechua . Las formas reconstruidas para el proto-quechua son *~unka (cxunka), *pacak (pacxak), y *quca (qucxa), y no hay ninguna indicación de que éstas fueran prestadas del aru. De esta manera, también la afirmación de Hardman (1985: 640-641) de que "las lenguas jaqi eran lenguas de la montaña, donde hay lagos", explicando así que los hablantes del quechua tomaron el concepto de 'lago' de los hablantes del aru, resulta enteramente infundada. Además, en quechua se usaba la palabra *qu~a ( qucxa) también para designar el mar.
Es mucho más probable que estas pala-
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bras hayan sido tomadas del quechua por el aru . En el caso del aru pa~aka (pacxaka), 'cien' en el jaqaru actual , es casi seguro que así sucedió, como lo prueba la prese ncia de la a final, característica propia de las palabras prestadas al aru.
La presencia de la distinción *~/*e (ex/ch) tanto en 4uechua como en aru y el hecho de que esta distinción fue reconocida para el proto-quechua permiten dos conclusiones que se excluyen mutuamente: (a) las palabras con ~ (ex) en jaqaru y en kauki (y con t en aymara) fueron prestadas del quechua y el proto-aru desconocía tal distinción ; o (b) tanto el quechua como el aru conocían de origen tal distinción y, en consecuencia, no hay modo de establecer la dirección de los préstamos *~unka (cxunka), *qu~a (qucxa), etc. En el primer caso, la influencia habría ocurrido del quechua al aru; en el segundo, los sistemas fonológicos de las proto-lenguas se parecerían más de lo que Hardman quiere admitir. Esta última alternativa, sin duda, es la correcta , porque tenemos en jaqaru la raíz hunfu üuncx'u) y en aymara hunt'u 'caliente', formas que no pertenecen al léxico quechua. A este caso podemos añadir aquel de chaycasna, forma aru encontrada en el texto· 'Cle Huarochirí (ver el comentario de Taylor y mi respuesta al mismo), que corresponde con aymara tayka. Ambos casos muestran que también para el léxico aru no compartido se puede reconstruir la serie de africadas retroflejas.
El procedimiento de Hardman con relación a la distinción ~/e (ex/ch) en quechua constituye un rechazo de todo el trabajo realizado por dialectólogos e investigadores del quechua durante los últimos 25 años. Sería demasiado largo enumerar todos los estudios descriptivos que aportan testimonio de la distinción ~/e (ex/ch) en formas actuales del quechua. En este aspecto, Hardman no actúa de manera diferente que Orr y Longacre ,einte años antes, cuando se negaron a tomar en cuenta resultados obtenidos por sus colegas en el mismo campo de investigación.
En su comentario a mi artículo ( e implícitamente también en Hardman 1979: 76 y en Hardman 1985: 630) , Hardman admite la existencia de ~ (ex) en quechua, pero afirma que ~ (ex) en quechua pertenece a
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otro sistema que en aru, recurriendo para tal efe<.:to a Parker ( 1969) y a Torero ( 1974 ). En el traba.io de estos autores se ve que Parker ( 1969d: 123) clasifica ~ (ex) como "stop" y que Torero ( 1974: 16) la describe como "africada". Tienen toda la razón . Hay una serie de oclusivas y africadas en ambas lenguas y en este aspecto sus sistemas fonológicos no se diferencian, como lo afirma la profesora Hardman.
Dirijamos ahora la atención hacia el inventario fonémico del jaqaru, del que debemos a Hardman ( 1 966, 1983) una descripción sincrónica. Hardman opina que las ocho series de oclusivas y africadas del jaqaru represen tan el sistema original del proto-aru . En ningún momento considera la posibilidad de que algunas de estas series puedan ser el producto de innovaciones. Sin embargo, la serie africada alveolar e (tz) podría ser el resultado de un cambio *e (oh) > e (tz), como ocurrió en el quechua de Ancash; la serie africada alveopalatal e (ch) podría ser el producto de una reintroducción, como ocurrió en el quechua de Yanahuanca y en el de Pacaraos; y la serie oclusiva alveopalatal tY (tx) podría ser el efecto de una palatalizac ión de *t (y quizás de *~) en ciertos ambientes.
Estas hipótesis, que surgieron en varias conversaciones sostenidas con A. Torero y con R. Cerrón-Palomino, hacen necesaria una investigación de la totalidad del material léxico , que desgraciadamente, como lo admite la profesora Hardman, no está disponible para los investigadores en general.
Particularmente, en el caso de la serie tY (tx) son tantos los ejemplos en que tY (tx) ocurre ante i (situación ideal para que se produzca una palatalización), que a mi parecer debemos re.;onstruir *yati-, o quizás *ya~i- (yacxi-), para jaqaru yatYi(yatxi-) ' aprender' y *t'impu- para jaqaru tY'impu- (tx'impu-) 'hervir'. Eh el caso de jaqaru inti 'sol' (Hardman 1966: 125), puede tratarse de un préstamo del quechua posterior a la palatalización. Los casos aparentemente pocos en que tY (tx) ocurre ante u o a, por ejemplo, atYama(atxama-) 'avisar' y utYutYulYqo (utxutxullqu) 'duende' (Hardman 1966: 123, 128), necesitan más atención. utYutYulYqu (utxutxullqu) recuerda al quechua I ucuk ulYqu (uchuk ullqu) 'hombre · pequeño'
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(Taylor 1984) y parece reflejar la práctica de palatalización con función simbólica disminutiva, que existe en dialectos quechua I del Perú central (ver Adelaar 1977 : 292). La forma atYama- (atxama-), que es atama- en los diccionarios aymaras de Bertonio y de Torres Rubio , athama- en el aymara tratado por Franco Inojosa ( 1966: 94) y achama- en una variedad del aru representada en la obra de Guarnan Poma de Ayala ( 1936: 366), por su singularidad necesita una investigación más detenida.
Resumiendo, podemos decir que estos dos puntos, el tratamiento de la distinción ~/e (ex/ch) en quechua y el supuesto arcaísmo del sistema fonológico del jaqaru y del kauki, invalidan el esfuerzo de Hardman de establecer la direccionalidad de los préstamos que afectaron al quechua y al aru en la fase de su contacto inicial.
No tengo ninguna dificultad en aceptar las diferencias fundamentales que separan al quechua y al aru , pero no puedo seguir a Hardman en su observación de que la única semejanza importante es el sistema de tres vocales . En el sector morfológico, las dos lenguas tienen mucho en común. Comparten un buen número de categorías gramati.cales cuya expresión formal es distinta, pero cuyo uso y significado son prácticamente idénticos. Algunos ejemplos serían los sufijos direccionales, como aymara -ni-, quechua -mu- 'hacia aquí', y los sufijos que denotan los conceptos 'hacia arriba', 'hacia abajo', 'hacia adentro' y 'hacia afuera', que se dan tanto en aymara como en quechua I (Adelaar 1977 : 136, 144-145 ; Parker 1976: 123-126), pero no en el quechua surperuano. Tales semejanzas no constituyen de ningún modo una indicación de parentesco genético , pero sí demuestran un contacto intenso y no una vaga conformidad tipológica, como aquella que puede existir entre el quechua y el turco o el japonés, casos mencionados por Hardman en su comentario .
Hardman tiende a agrandar las diferencias, negando al proto-quechua la existencia de la africada retrofleja ( error ya señalado arriba) y la distinción entre el plural inclusivo y exclusivo (Hardman 1985: 635). Declara que la situación ecuatoriana, en la que se desconoce la distinción entre 'nosotros con inclusión del oyente' y ' nosotros
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con exclusión del oyente', representa la situación original del quechua, mientras que el quechua cusqueño la habría adquirido a través de la influencia del aymara. Esto es falso. Dicha distinción existe tanto en los dialectos quechua I como en los dialectos quechua 11. Es posible reconstruirla para el proto-quechua y puede haberse originado bajo la influencia del aru, pero en una época muy anterior a aquella que Hardman afirma.
El quechua ecuatoriano constituye un conjunto de dialectos muy transformado, que se ha alejado de las variedades conservadoras del Perú y de Bolivia. La pérdida de la distinción inclusivo/exclusivo fue una de las innovaciones del quechua ecuatoriano, en que las formas de la primera persona del plural inclusivo llegaron a denotar el plural de la primera persona en general.
Dicho sea de paso, actualmente disponemos de muchas fuentes antiguas y recientes (Cole 1982, Muysken 1977, Ross 1963, Stark y Muysken 1977, Torero 1964, 1984, etc .) que nos informan acerca de la existencia de consonantes aspiradas en el quechua ecuatoriano, tanto en el pasado como en la actualidad. Estas fuentes indican que el trabajo de Carpen ter ( 1982), aunque importante, no constituye ni la primera, ni la última palabra al respecto. Geográficamente, el fenómeno de la aspiración puede ser limitado, pero hay que tomar en cuenta que el quechua de Otavalo, por ejemplo, muestra evidencias de la presencia de consonantes aspiradas en el pasado. Tiene f y x reflejando •ph y ·•kh, respectivamente . Ejemplos muy claros se hallan en el diccionario de Stark y Muysken ( 1977); ver también mi respuesta al comentario de Taylor. Es incorrecto decir, como lo hace Hardman, que yo "hago pensar" que la aspiración en el Ecuador es más de lo que es. Además, su simple presencia es significativa, aun si se hubiera encontrado en una sola comunidad.
Hardman interpretó mal mis palabras tanto en el caso del t(atamiento de la eliminación vocálica por Bertonio, como en mis observaciones respecto a la pertinencia de la aspiración y de la glotalización en reconstrucciones históricas. No he dicho en ningún momento que las eliminaciones vocálicas del aymara fueran un fenómeno postconquista . Al contrario, estoy convencido
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con Hardman de que se trata de un rasgo heredado del proto-aru. Sólo hice la observación que en Bertonio (y en otras fuentes de la época) se nota en menor grado que en el aymara actual la presencia de las secuencias consonánticas causadas por elim ¡. naciones vocálicas. A este dato habría que buscarle una explicación, sin necesidad de acusar a Bertonio de deformación normativa deliberada, como lo hace Hardman . Obviamente, Bcrtonio tenía ante sus ojos una situación lingüística muy distinta de la actual, sobre todo en el campo de la variación dialectal dentro del aymara.
En cuanto a la aspiración y la glotalización, "dejarlas de lado" significa en el caso de mi exposición "no tomarlas en cuenta al determinar la procedencia idiomática de raíces". Esto no significa que la presencia de consonantes aspiradas y glotalizadas en determinados vocablos no requiera una explicación. Véase el comentario de Mannheim para un cuadro teórico que permite explicar en parte la presencia de consonantes aspiradas y glotalizadas en raíces quechuas. El uso simbólico y metafórico de la articulación aspirada o glotalizada forma el motivo de su no-concordancia con otros datos pertinentes de la historia de la lengua, como--aquellos relacionados con la estructura de raíces. En quechua, la aspiración y la glotalización obviamente tienen una dinámica propia, que es diferente de su uso quizás más estable en las lenguas aru. Es muy importante reconocer que una raíz quechua puede haber adquirido la aspiración o la glotalización sin la interferencia directa de una lengua aru . De no ser así habría que considerar todas las raíces con consonantes aspiradas o glotalizadas como préstamos del aru (inclusive raíces tan quechuas como mikhu- 'comer', que se encuentran sólo en esta lengua).
Lo indefendible de esta posición se ve claramente ilustrado por el caso de timpu-/ t'impu- 'hervir'. Esta palabra se encuentra sobre todo en quechua, aunque el jaqaru tiene tY'impu- (tx'impu-), junto con aylYi(aylli-) -aylYu- (ayllu-) según Farfán (1961 : 29)-, y el aymara, según Bertonio, tenía t'impu-, al lado de walYaqi- (wallaqi-), siendo esta última forma la usada en el aymara actual. Hardman opina que timpu-/t'impu- es de origen aru y que la pro-
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to-forma fue *tY'impu- (tx'impu-), como en el jaqaru actual. Ya he señalado que tY (tx) ante i en jaqaru puede ser el resultado de una innovación . Podemos entonces reconstruir *t'impu-. Si asignáramos esta forma al aru en base a la presencia de una consonante glotalizada, el proto-aru quedaría con tres raíces posibles para 'hervir', *t'impu-, •aylYi- (aylli-) y •walYaqi(wallaqi-), y el proto-quechua con ninguna. La solución más probable es que timpu- o t'impu- es de origen quechua y procede de *timpu-, adquiriendo glotalización en variedades quechuas en contacto con el aru a través de procesos simbólicos y metafóricos, tales como los descritos por Mannheim y Newfield ( 1982). Después de haber adquirido la glotalización, esta raíz fue prestada al aru ( o al aymara y al jaqaru separadamente). Hay muchos casos similares.
Hardman expone una teoría interesante alrededor de la vocal añadida que aparece en las lenguas aru cuando se prestan palabras con consonan te· final de otros idiomas. Habría confusión, según ella, como--.eonsecuencia de la desonorización de la vocal final después de una consonante sorda. Sin embargo, este fenómeno fue observado igualmente en quechua (Parker 1969c: 19). Como sabemos que en la actualidad el aymara suele adaptar vocablos prestados con consonante final agregándoles una vocal a, no veo el motivo de suponer la existencia del proceso contrario en una etapa anterior. La i final en jaqaru qan~isi (qancxisi) 'siete' y en aymara kunturi 'candor' quizás se deba a una pasajera tendencia hacia la armonía vocálica (aunque tenemos casos como mamani, qu. waman 'halcón '). Más bien , en el caso de qan~isi (qancxisi) creo que se trata de un préstamo relativamente reciente del quechua I, sino tendríamos *qantYisi (qantxisi); compárese el caso de jaqaru yatYi- (yatxi-) tratado anteriormente .
Agradezco a Hardman los ejemplos de agrupaciones consonánticas que ocurren en raíces jaqaru. ampta me parece relacionado con aymara amsta 'cuesta' (una excepción a la forma canónica de las raíces aymaras, porque tiene tres consonantes seguidas) . Sería interesante saber si los demás ejemplos mencionados por Hardman pertenecen al léxico común aru y, en caso positivo, có-
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mo se relacionan con las formas del aymara. En caso de que se trate de formas exclusivas del jaqaru , podrían ser de formación o introducción reciente.
Es importante hacer notar que estos ejemplos no contienen ningún caso de agrupación de oclusivas y/o africadas, tan característica de las raíces quechuas. Hardman menciona solamente el topónimo wi~qa (wicxqa). wi~qa, sin embargo, es quechua. Ocurre como topónimo en la zona central del Perú y significa 'lugar inaccesible o peligroso', 'pasaje cerrado' (ver Adelaar 1977 : 494). Es la raíz del verbo wi~qa- (wicxqa-) 'cerrar', que pertenece al léxico panquechua. En vista de los dialectos quechuas que se hablan o que se hablaron en la proximidad de Tupe, el pueblo donde se conserva el jaqaru, la presencia de tal topónimo no tiene nada de sorprendente.
No pretendo descuidar las com binaciones lexicalizadas de raíces verbales con sufijos que presentan una eliminación vocálica (como, por ejemplo, aymara halsu- 'correr hacia afuera' de hala- 'correr' + -su'hacia afuera') . Sin embargo, en quechua , con la excepción de Puno (Adelaar 1986a) y del norte de Potosí (ver el comentario de Albó), se buscará en vano en el léxico tales combinaciones prestadas del aru. El único caso sospechoso, que yo sepa, es apta'levantar con la mano', que podría ser una combinación de apa-+-ta- mostrando eliminación de la vocal final de la raíz (apa- aymara y quechua 'llevar', -taaymara 'hacia arriba'; ver England en Hardman y otros 1974 : 157-158). De todos modos se trataría de un préstamo muy antiguo ya que apta- pertenece al léxico pan-quechua.
Para terminar esta respuesta, la forma canónica de las raíces no es un detalle, como lo formula la profesora Hardman. Al contrario, sigo pensando que tocamos ahí una de las diferencias fonológicas más marcadas entre el aru y el quechua, que puede constituir una ayuda importante en la determinación de la direccionalidad de los préstamos y, de manera más general, en la comparación del quechua y del aru con otras lenguas. Los resultados actualmente existentes al respecto indican un número mayor de préstamos del quechua al aru en la época del contacto inicial.
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Mannheim proporciona en su comentario un escenario muy convincente de la introducción de los rasgos de aspiración y glotalizació n en el quechua sureño. Esta habría ocurrido en tres etapas, ( 1) a través del préstamo de un núcleo léxico del aymara ( o de una lengua aru) debido al contacto cercano que tuvieron los dos grupos idiomáticos , ( 2) a través de cambios fonológicos regulares, que condujeron a una mayor extensión de los rasgos en cuestión sobre el léxico quechua nativo, y (3) a través de formas de contaminación como la "iconicidad metafórica", concepto desarrollado en Mannheim y Newfield ( 1982), que permitieron la generalización del fenómeno .
Es necesario señalar que el núcleo léxico que habría sido responsable de la introducción inicial de los rasgos de aspiración y glotalización, no ha sido identificado hasta la fecha y quizás resulte difícil identificarlo. Por lo anterior habría que mantenerlo separado del sector de vocabulario compartido pan-aru y pan-quechua, que se remonta a movimientos de préstamos ocurridos en la época del contacto inicial. Sabemos que este contacto temprano no llevó a la in tróducción de consonantes aspiradas y glotalizadas en quechua , al menos no en forma permanente. Estas consideraciones, sin embargo, no invalidan la propuesta general de Mannheim.
El escenario formulado por Mannheim trae una explicación del carácter irregular del desarrollo de las consonantes aspiradas y glotalizadas en el quechua sureño. Aquellos rasgos fonológicos se extendieron a través del léxico en base a criterios de afinidad semántica. Pero una vez introducidas, las consonantes aspiradas y glotalizadas se sometieron a cambios fonológicos regulares.
Mannheim se muestra demasiado optimista en cuanto al poder explicativo de ciertos desarrollos que habrían originado casos de glotalización en quechua. Menciona como ejemplo la presencia de glotalización en vocablos derivados de raíces reconstruidas con una africada retrofleja ~ en proto-quechua , tendencia notada por primera vez por Torero ( 1964: 464) . Observa correctamente al respecto que esta glotalización se manifiesta en la primera obstruyente de la raíz y no necesariamente en la africada misma. No se trata aquí, sin embargo,
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de un cambio fonológico regular. Solamente podemos hablar de una incidencia relativamente alta del rasgo de glotalización en raíces que tuvieron *~ en proto-quechua. Hay numerosos casos que no presentan aquella correspondencia. Un caso conocido es *~aki 'pie' l *caki 'seco' , que en quechua cusqueño da caki y c'aki, respec tivamente ; es decir, exactamente lo contrario a lo esperado. cawpi (<*~awpi) 'centro' ' cina (<*~ina) 'hembra', kica- (<*ki~a-) 'abrir', y muchos otros casos, tampoco muestran la glotalización esperada.
Mannheim sugiere que la distribución de la aspiración y de la glotalización en quechua, por más irregular que sea, está ya explicada de manera satisfactoria. Creo que el simbolismo fónico, la iconicidad metafórica y los cambios fonológicos semi-regulares aclaran solamente una parte de los casos involucrados. En este momento no veo como se explicaría, por ejemplo, la aspiración en mikfiu- 'comer' junto con su ausencia en riku- 'ver'. Desde luego, todo cambio fonológico tiene sus excepciones, pero es necesario establecer la causa de la excepción en cada caso individual. En este terreno queda mucho por hacer.
Es correcto decir que el quechua y el aru · rro están relacionados genéticamente , porque no se ha logrado demostrar tal relación. Creo que el error principal consistió en el hecho de que se optó siempre por comparaciones de sólo aquellas dos fam ilias lingüísticas. La comparación del quechua o del aru con otras lenguas sudamericanas, habladas o extintas, ha sido descuidada totalmente. Mencioné el caso del mapuche, que podría ser objeto de una comparación con el aru o con el quechua . Como tal comparación no se ha hecho nunca, no es correcto rechazarla de antemano por supuestas razones metodológicas , como lo hace Mannheim. Sin embargo, para que tales estudios comparativos puedan tener éxito una condición sine qua non es establecer la separación previa del léxico quechua y aru .
Para las lenguas de América del Sur no existe en este momento una clasificación aceptable. El trabajo realizado por A. Rodrigues y otros en el Brasil demuestra que es posible lograr progreso en este campo. No veo el motivo por el cual el quechua y
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