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1 LEGADO VIVENCIAL, CONTEMPLATIVO Y MISIONERO DE BENEDICTO XVI (Juan Esquerda Bifet) Presentación: El encuentro y la amistad con Cristo, contemplación y misión De todos es conocida la “herencia” doctrinal del Papa Benedicto XVI. Entre los años 2005 y 2013, su aportación magisterial pontificia ha hecho un servicio inigualable de discernimiento doctrinal, tal vez el más clarificador de la historia del papado. Las encíclicas, exhortaciones, cartas apostólicas, catequesis, mensajes, homilías, alocuciones, son un arsenal único e imprescindible. Muchos recordamos la impresión generalizada: se acudía a la plaza de San Pedro no tanto para verlo cuanto para escucharlo. Nos ha dejado una herencia clarificadora en casi todos los campos de la enseñanza magisterial. No me refiero propiamente a otra herencia doctrinal como teólogo, que se publica en sus “Obras Completas” y que tiene otro valor, también inigualable, aunque no se trate de magisterio pontificio. Ese servicio teológico tiene la característica de afrontar temas también desde una perspectiva de opinión personal. Hay que reconocer que sus opiniones como teólogo ayudan a vivir mejor la fe. 1 Mi reflexión tampoco se refiere a todos los aspectos de su herencia doctrinal como Sucesor de Pedro, sino sólo en lo que he calificado de “legado” o “herencia vivencial”, es decir, de su acento en la experiencia de intimidad y amistad con Cristo que urge necesariamente a la misión. Es lo que más me ha 1 Ver sus escritos en: J. RATZINGER, Obras Completas (Madrid, BAC, 2012 y ss). Los temas de teología sistemática están en los volúmenes del quinto al duodécimo. El volumen once incluye su Teología de la liturgia. Los temas sacerdotales están en el volumen doce (Predicadores de la Palabra y servidores de vuestra alegría). En estas publicaciones aparecen también, como es lógico, opiniones de escuela, que respetan otras opiniones también válidas o discutibles. Ver también: Hablando con el Papa. 50 españoles reflexionan sobre el legado de Benedicto XVI (Barcelona, Edit. Planeta, 2013).

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LEGADO VIVENCIAL, CONTEMPLATIVO Y MISIONERO DE BENEDICTO XVI(Juan Esquerda Bifet)

Presentación: El encuentro y la amistad con Cristo, contemplación y misión

De todos es conocida la “herencia” doctrinal del Papa Benedicto XVI. Entre los años 2005 y 2013, su aportación magisterial pontificia ha hecho un servicio inigualable de discernimiento doctrinal, tal vez el más clarificador de la historia del papado. Las encíclicas, exhortaciones, cartas apostólicas, catequesis, mensajes, homilías, alocuciones, son un arsenal único e imprescindible. Muchos recordamos la impresión generalizada: se acudía a la plaza de San Pedro no tanto para verlo cuanto para escucharlo. Nos ha dejado una herencia clarificadora en casi todos los campos de la enseñanza magisterial.

No me refiero propiamente a otra herencia doctrinal como teólogo, que se publica en sus “Obras Completas” y que tiene otro valor, también inigualable, aunque no se trate de magisterio pontificio. Ese servicio teológico tiene la característica de afrontar temas también desde una perspectiva de opinión personal. Hay que reconocer que sus opiniones como teólogo ayudan a vivir mejor la fe.1

Mi reflexión tampoco se refiere a todos los aspectos de su herencia doctrinal como Sucesor de Pedro, sino sólo en lo que he calificado de “legado” o “herencia vivencial”, es decir, de su acento en la experiencia de intimidad y amistad con Cristo que urge necesariamente a la misión. Es lo que más me ha impresionado de sus enseñanzas magisteriales como Papa, además de la claridad de su doctrina, expuesta siempre sin aludir a opiniones teológicas. Me parece ver en ello una actitud de pastor sabio y humilde. Sería improcedente interpretar su magisterio pontificio (que es una gracia nueva), si se hiciera principalmente a la luz de su teología anterior.2

Respecto a la teología de Joseph Ratzinger, no he dejado de notar el aspecto vivencial, que ahora quiero resumir aquí, aunque sea brevemente, para pasar luego a sus enseñanzas pontificias en esta misma clave de vivencia. No obstante, la gracia nueva del Papado no depende de su teología, aunque ésta pudo ser una buena ayuda y preparación para ser fiel a la nueva situación a que le llevó la Providencia.

1 Ver sus escritos en: J. RATZINGER, Obras Completas (Madrid, BAC, 2012 y ss). Los temas de teología sistemática están en los volúmenes del quinto al duodécimo. El volumen once incluye su Teología de la liturgia. Los temas sacerdotales están en el volumen doce (Predicadores de la Palabra y servidores de vuestra alegría). En estas publicaciones aparecen también, como es lógico, opiniones de escuela, que respetan otras opiniones también válidas o discutibles. Ver también: Hablando con el Papa. 50 españoles reflexionan sobre el legado de Benedicto XVI (Barcelona, Edit. Planeta, 2013).

2 También desde los últimos años de Pío XII, he ido leyendo con la misma clave, día a día, sus enseñanzas y las de los Papas sucesivos: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II. En mis publicaciones he citado ampliamente todos los documentos magisteriales. Comenté brevemente la herencia de Juan Pablo II en: El carisma misionero de Juan Pablo II, de la experiencia de encuentro con Cristo a la misión: L’Osservatore Romano (esp.) (17 julio.2001), pp.8-11.

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Leyendo su Introducción al cristianismo y su autobiografía (Mi vida), uno se percata de que el autor habla de “alguien”, de quien se ha dejado conquistar. Es un tono parecido al de su libro Jesús de Nazaret, que ha dejado huella imborrable en muchos creyentes (y que luego resumiremos).

Leer la revelación equivale a dejar entrar a Cristo en la propia vida. “La idea misma de revelación implica un alguien que entre en su posesión” (Mi vida). Se trata de aprender a “mirar a Cristo”, centrarse en él, como “unicum sufficiens”. El fundamento de esta verdad está en la realidad de la Encarnación: “Desde el momento en que asumió nuestra naturaleza humana, está presente en la carne humana y nosotros estamos presentes en él, el Hijo”. Es el mejor modo de superar el relativismo.3

Al estudiar el volumen XII de sus Obras Completas (donde se recopilan reflexiones teológicas, meditaciones y homilías sobre el sacerdocio), no he podido menos de prestar atención a las siguientes afirmaciones como teólogo, que están en la línea del presente estudio sobre su herencia vivencial como Papa: “Cuando preguntamos por el centro del Nuevo Testamento nos encontramos con Cristo mismo. Lo nuevo en aquél no son propiamente nuevas ideas, lo nuevo es la persona” (p.7) (es un texto que nos recuerda su primera encíclica). “Lo esencial y fundamental para el servicio sacerdotal es, de acuerdo con todo esto, una profunda vinculación personal con Cristo. En esto radica todo … El sacerdote tiene que ser una persona que conozca a Jesús, desde dentro, que se haya encontrado con él y que haya aprendido a amarlo” (p.18). “De la interna unión con Cristo nace por sí misma también la participación en su amor por los hombres, en su voluntad de salvarlos y ayudarlos” (p.19). “Pero, quien ha descubierto interiormente a Cristo, quien lo conoce de primera mano, descubre que sólo esa relación da sentido a todo lo demás y hace también hermoso lo difícil” (p.19). “El gran problema de la vida eclesial y, sobre todo, de la sacerdotal, será siempre entregarse plenamente a la inclusión en Cristo en la prestación real de los servicio eclesiales, no construir y ser junto a él, sino sólo en él” (p.96).4

El legado vivencial que intento describir en el ejercicio de su magisterio papal, es ya una herencia y una historia de gracia, un legado inigualable. Benedicto XVI, en su magisterio pontificio, habla como “pastor”, no propiamente exponiendo opiniones teológicas, sino inspirándose en la Palabra de Dios que ilumina el hoy de la Iglesia y que compromete la propia existencia en el encuentro con Cristo para hacerle conocer y amar.5

3 J. RATZINGER, Guardare il Crocefisso, Milan, 1994, p. 110; citado por A. Scola, en el prólogo a Mi vida. Nótese que es una idea parecida a la de Gaudium et Spes, n.22: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”.

4 Ver Obras completas, vol. XII: Predicadores de la Palabra y servidores de vuestra alegría. Teología y Espiritualidad del Sacramento del Orden (Madrid, BAC, 2014). Frases citadas de: La esencia del sacerdocio (pp.3-21) (es la Alocución en la apertura de la VIII Asamblea del Sínodo de los Obispos, 1 de octubre de 1990) y El sacerdote como mediador y servidor de Cristo a la luz del nuevo testamento (pp.77-99).

5 En esa misma clave vivencial publiqué un estudio sobre su primera encíclica: La caridad como fuente de la misión, en: DEUS CARITAS EST, Comentario a la encíclica “Dios es Amor” (Valencia, Edicep, 2006) pp.177-198. Desde entonces y a la luz de sus

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1: Desde su primera homilía hasta la despedida. Sus Mensajes

El día 24 de abril de 2005 tuvo lugar el inicio del Pontificado de Benedicto XVI. Nunca como hasta ese momento, los medios de comunicación social a escala mundial estuvieron tan pendientes de las palabras del Papa. En la homilía, como era de esperar, no faltaron los grandes principios iluminados por la fe. Pero la frase más vivencial, verdaderamente sorprendente, parece ser la siguiente:

“Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él”.6

Esta invitación a dejarse encontrar e incluso sorprender por Cristo, será una constante de todo el pontificado de Benedicto XVI. Pero quiero citar especialmente la última intervención como Papa (28 febrero 2013), al despedirse de los Cardenales presentes en Roma y antes de llegar a la hora en que iniciaba su renuncia. Fue un discurso espontáneo, pero era todavía magisterio papal, propiamente la última actuación de ese magisterio. La dimensión mariana de esta frase es como una invitación a captar y vivir el misterio de la Encarnación, que desvela la presencia de Cristo entre nosotros, para contemplarlo y comunicarlo a los demás:

“La Iglesia vive, crece y se despierta en las almas, que —como la Virgen María— acogen la Palabra de Dios y la conciben por obra del Espíritu Santo; ofrecen a Dios la propia carne y, precisamente en su pobreza y humildad, se hacen capaces de generar a Cristo hoy en el mundo. A través de la Iglesia, el Misterio de la Encarnación permanece presente para siempre. Cristo sigue caminando a través de los tiempos y de todos los lugares”.7

A los pocos días del inicio de su pontificado, Benedicto XVI asistía a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia (agosto 2005). Entre sus alocuciones, quiso dirigir la

nuevas aportaciones pontificias, he tenido la impresión de que en los comentarios sobre su magisterio no se ha tenido en cuenta suficientemente este aspecto vivencial (tal vez por buscar en sus enseñanzas principalmente la base teológica, válida pero no determinante).

6 Homilía en el inicio de su Pontificado, 24 abril 2005. En su primera exhortación apostólica Sacramentum Caritatis (del año 2007) citará esta misma afirmación, añadiendo estas palabras que subrayan el aspecto contemplativo y misionero: “Verdaderamente, nada hay más hermoso que encontrar a Cristo y comunicarlo a los demás” (Exh. Apost. Sacramentum Caritatis, n.84). Parece un eco o una continuación (en otro estilo) del grito de Juan Pablo II, también en la homilía del inicio de su pontificado, con una repercusión parecida en los “medios”: “¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!” (Juan Pablo II, 22 octubre 1978).

7 Discurso de despedida a los Cardenales 28 febrero 2013; comenta una frase de Guardini sobre la Iglesia: “su corazón es Cristo … la Iglesia se despierta en las almas”.

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palabra de modo especial a los jóvenes que se preparaban para el sacerdocio y urgirles a la amistad con Cristo y a la misión:

“El secreto de la santidad es la amistad con Cristo y la adhesión fiel a su voluntad… Recordad siempre las palabras de Jesús: «Permaneced en mi amor» (Jn 15, 9)… ¡He aquí el secreto de vuestra vocación y de vuestra misión”.8

Todavía dentro del primer año de su pontificado, firmó su primera encíclica (Deus Caritas est) el día de Navidad de 2005. La frase clave del inicio (n.1) ha sido ya recordada repetidamente por muchos, y también citada posteriormente por el Papa Francisco: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.9

Los Mensajes y discursos con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, son un arsenal de esta perspectiva vivencial del misterio de Cristo. A la experiencia del encuentro con Cristo, que llama y envía, se llega a partir de la Palabra, de la Eucaristía y del mandato del amor. El hecho de dirigirse a la juventud, incentivaba esta perspectiva relacional de amistad y disponibilidad misionera. Nos ceñimos a algunas afirmaciones clave que permiten descifrar mejor todos los contenidos.10

El Mensaje de la Jornada Mundial de la Juventud del año 2006 está centrado en Cristo como Palabra personal del Padre: “Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero” (Sal 118[119],105). Por este motivo se cita un texto clave de Catecismo de la Iglesia Católica: “Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta” (n. 65). Se invita a vivir de esta fe: “El Verbo encarnado, Palabra de Verdad, nos hace libres y dirige nuestra libertad hacia el bien”. Y aporta una afirmación de San Jerónimo citada a su vez en el concilio: “El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo” (cfr. Dei Verbum, 25). Por esto, “la lectura, el estudio y la meditación de la Palabra tienen que desembocar después en una vida de coherente adhesión a Cristo y a su doctrina”.

Es una invitación acuciantes a seguir a Cristo como discípulos y apóstoles, “dispuestos a difundir el Evangelio por todas partes. ¡Esto es lo que os pide el Señor, a esto os invita la Iglesia, esto es lo que el mundo - aun sin saberlo - espera de vosotros! Y si Jesús os llama, no tengáis miedo de responderle con generosidad … No tengáis miedo; fiaos de Él y no quedaréis decepcionados”.11

8 Discurso en el encuentro con los seminaristas, Iglesia de San Pantaleón de Colonia (19 agosto 2005). Comenta el encuentro de los Magos con Jesús.

9 Esta afirmación la repite el mismo Papa Benedicto en la Carta Apost. Ubicumque et semper (2010), Institución del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización. Papa Francisco cita esta frase de la encíclica Deus Caritas est, en Evangelii Gadium n.7.

10 Los Mensajes para la Jornada Mundial de la Juventud abarcan del año 2006 al 2013 (el último fue publicado antes de su renuncia). El tema de cada Mensaje queda matizado por los contenidos vivenciales.

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En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud del año 2007, el acento recae en el mandato del amor: “Amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34). A partir del principio de que “toda persona siente el deseo de amar y de ser amada”, el Papa indica “un itinerario hacia el «descubrimiento» del amor”. Hay que partir de “la única fuente del amor verdadero, que es Dios… «Dios es amor» (1Jn 4,8.16) … En Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, hemos conocido el amor en todo su alcance … La manifestación del amor divino es total y perfecta en la Cruz … porque todos somos amados personalmente por Él con un amor apasionado y fiel, con un amor sin límites … Ésta es su verdadera « revolución »: el amor … la novedad de Cristo consiste en el hecho de que amar como Él nos ha amado significa amar a todos, sin distinción, incluso a los enemigos, «hasta el extremo» (cfr. Jn 13,1)”.

A partir de esta experiencia del amor de Cristo, el Papa invita a la misión: “dad testimonio de vuestro amor fiel a Cristo anunciando su Evangelio especialmente entre vuestros coetáneos”. La vocación de cada uno es un “sí” al amor. La misión se abre a un mundo sin fronteras: “El horizonte del amor es realmente ilimitado: ¡es el mundo entero!”. La exigencia del amor se comprende y se hace efectiva en la celebración y adoración eucarística: “cuando se transcurre en compañía de Jesús eucarístico largos ratos de adoración, es más fácil comprender lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo de su amor, que supera todo conocimiento (cfr. Ef 3,17-18). Además, el compartir el Pan eucarístico con los hermanos de la comunidad eclesial nos impulsa a convertir «con prontitud» el amor de Cristo en generoso servicio a los hermanos, como lo hizo la Virgen con Isabel”.12

La Jornada Mundial de la Juventud del año 2008 tenía dimensión pneumatológica: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos” (Hech 1, 8). La celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, confirmación, Eucaristía) nos hace “capaces de ir madurando una comprensión de Jesús cada vez más profunda y gozosa”. Cita Evangelii nuntiandi n.75 para recordar que “la fecundidad apostólica y misionera no es el resultado principalmente de programas y métodos pastorales sabiamente elaborados y «eficientes»”.

Esta eficacia misionera deriva del encuentro con Cristo: “Sé bien que vosotros, jóvenes, lleváis en el corazón una gran estima y amor hacia Jesús, cómo deseáis encontrarlo y hablar con Él. Pues bien, recordad que precisamente la presencia del Espíritu en nosotros atestigua, constituye y construye nuestra persona sobre la Persona misma de Jesús crucificado y resucitado… El Espíritu Santo nos transforma, nos colma de su fuerza y nos hace testigos plenos del ardor misionero de Cristo resucitado … el Espíritu de Jesús os invita hoy a vosotros, jóvenes, a ser portadores de la buena noticia de Jesús a vuestros coetáneos … Estad listos a poner en juego vuestra vida para iluminar el mundo con la verdad de Cristo … para proclamar la esperanza de Cristo resucitado en cada rincón de la tierra”.13

11 Mensaje para la XXI Jornada Mundial de la Juventud (9 abril 2016). El Mensaje está firmado el 22 de febrero de 2006.

12 Mensaje para la XXII Jornada Mundial de la Juventud (2007). El Mensaje está firmado el 27 de enero de 2007 e invita a participar en la JMJ en Sidney.

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La Jornada Mundial de la Juventud de 2009 tenía como lema: “Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo” (1Tim 4,10). Siguiendo las enseñanzas paulinas sobre Cristo “nuestra esperanza”, descubrimos que “para Pablo, la esperanza no es sólo un ideal o un sentimiento, sino una persona viva: Jesucristo, el Hijo de Dios. … Él es la verdadera esperanza: Cristo que vive con nosotros y en nosotros y que nos llama a participar de su misma vida eterna. Si no estamos solos, si Él está con nosotros, es más, si Él es nuestro presente y nuestro futuro, ¿por qué temer?”.

El Papa invita a dejarse encontrar por Cristo como Pablo: “Jesús, del mismo modo que un día encontró al joven Pablo, quiere encontrarse con cada uno de vosotros, queridos jóvenes”. A partir de este encuentro, añade: “Si os alimentáis de Cristo, queridos jóvenes, y vivís inmersos en Él como el apóstol Pablo, no podréis por menos que hablar de Él, y haréis lo posible para que vuestros amigos y coetáneos lo conozcan y lo amen… Queridos amigos, como Pablo, sed testigos del Resucitado… difundid esta esperanza a vuestro alrededor… María intercede por nosotros y nos guía en la oscuridad de nuestras dificultades hacia el alba radiante del encuentro con el Resucitado”.14

La pregunta del joven rico a Jesús es el lema de la Jornada Mundial de la Juventud de 2010: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Mc 10,17). Ese año era el 25 aniversario de la institución de la JMJ, establecida por Juan Pablo II. “Fue una iniciativa profética … de encontrarse, de ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, de descubrir la belleza de la Iglesia y de vivir experiencias fuertes de fe, que han llevado a muchos a la decisión de entregarse totalmente a Cristo”. La llamada de Jesús al seguimiento y a la misión sigue siendo actual (cfr. Mc 10, 17-22): “Esta narración expresa de manera eficaz la gran atención de Jesús hacia los jóvenes, hacia vosotros, hacia vuestras ilusiones, vuestras esperanzas, y pone de manifiesto su gran deseo de encontraros personalmente y de dialogar con cada uno de vosotros. … Con este pasaje evangélico, mi Predecesor quería invitar a cada uno de vosotros a «desarrollar el propio coloquio con Cristo, un coloquio que es de importancia fundamental y esencial para un joven»” (cita de Carta a los jóvenes, n. 2).

En la explicación que hace Benedicto XVI, parece aludir a la frase inicial de su primera encíclica cuando dice: “De hecho lo más importante del cristianismo no es una moral, sino la experiencia de Jesucristo, que nos ama personalmente … nos ama incluso cuando le volvemos la espalda”. Subraya la importancia del amor: “En este amor se encuentra la fuente de toda la vida cristiana y la razón fundamental de la evangelización: si realmente hemos encontrado a Jesús, ¡no podemos renunciar a dar testimonio de él ante quienes todavía no se han cruzado con su mirada!”. La respuesta al «¡Ven y sígueme!», “sólo puede realizarse gracias a una respuesta de amor”.15

13 Mensaje para la XXIII Jornada Mundial de la Juventud (2008). El Mensaje está firmado el 20 de julio de 2007. En el discurso a los jóvenes, ya durante la celebración de la JMJ en Sidney, Benedicto XVI invita de nuevo a esta experiencia de Cristo, contemplativa y misionera: “Cristo ofrece más. Es más, ofrece todo. Sólo él, que es la Verdad, puede ser la Vía y, por tanto, también la Vida” (Discurso a los jóvenes, Sidney, 17 julio 2008).

14 Mensaje para la XXIV Jornada Mundial de la Juventud (2009). El Mensaje está firmado el 22 de febrero de 2009.

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La Jornada Mundial de la Juventud del año 2011 tenía un lema marcadamente cristocéntrico: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (cfr. Col 2, 7). La perspectiva vivencial, objeto de nuestro estudio, abarca todo el mensaje: “Jesús mismo se presenta como nuestra vida (cfr. Jn 14, 6). Por ello, la fe cristiana no es sólo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo. El encuentro con el Hijo de Dios proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia. Cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud”. De esta convicción cristiana se pasa a la práctica de experimentar la cercanía del Señor, como amigo de todas las horas: “Escuchadle como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de vuestra vida. Con Él a vuestro lado seréis capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, los problemas, también las desilusiones y los fracasos”. Y se trazan unas normas prácticas y posibles: “Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica; hablad con Él en la oración, confiad en Él. Nunca os traicionará”.16

La homilía en la Misa con los seminaristas durante esta misma Jornada Mundial (en la catedral de Madrid, 20 agosto 2011) tiene esta misma perspectiva: “Al veros, compruebo de nuevo cómo Cristo sigue llamando a jóvenes discípulos para hacerlos apóstoles suyos, permaneciendo así viva la misión de la Iglesia y la oferta del evangelio al mundo. Como seminaristas, estáis en camino hacia una meta santa: ser prolongadores de la misión que Cristo recibió del Padre. Llamados por Él, habéis seguido su voz y atraídos por su mirada amorosa avanzáis hacia el ministerio sagrado. Poned vuestros ojos en Él, que por su encarnación es el revelador supremo de Dios al mundo y por su resurrección es el cumplidor fiel de su promesa. Dadle gracias por esta muestra de predilección que tiene con cada uno de vosotros”.17

La experiencia del amor de Cristo, que conlleva el amarle y hacerle amar, es fuente de alegría. La Jornada Mundial de la Juventud de año 2012 tiene este lema: «¡Alegraos siempre en el Señor!» (Fil 4,4). Con este lema se preparará mejor la JMJ del año 2013, que tendrá como lema: «¡Id y haced discípulos a todos los pueblos!» (cfr. Mt 28,19).

15 Mensaje para la XXV Jornada Mundial de la Juventud (2010). Por ser “Año Sacerdotal” (2010), el Papa insta a la fidelidad a esta vocación y a otras parecidas: “Cristo… a algunos les propone una opción más radical. En este Año Sacerdotal, quisiera invitar a los jóvenes y adolescentes a estar atentos por si el Señor les invita a recibir un don más grande, en la vida del Sacerdocio ministerial, y a estar dispuestos a acoger con generosidad y entusiasmo este signo de especial predilección... Cristo os llama a cada uno de vosotros a un compromiso con Él y a asumir las propias responsabilidades para construir la civilización del amor” . El Mensaje está firmado el 22 d febrero de 2010.

16 Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud (2011). El Mensaje está firmado el 6 de agosto de 2010 (año anterior).

17 La homilía sigue describiendo la interioridad de Cristo Sacerdote. Entonces invita a preparar la entrega al ministerio sacerdotal: “Apoyados en su amor, no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende excluir a Dios”. Es todo un programa de amistad sacerdotal con Cristo, que merecería ser leído y estudiado por entero.

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El discípulo misionero es testigo de la alegría del encuentro con Cristo resucitado. Se es testigo de esta alegría cuando se ha encontrado en Cristo el sentido profundo de la vida, que consiste “en el ser aceptados, acogidos y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser la humana, sino con una acogida incondicional como lo es la divina: yo soy amado, tengo un puesto en el mundo y en la historia, soy amado personalmente por Dios”. Efectivamente, “Este amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros se manifiesta de modo pleno en Jesucristo. En Él se encuentra la alegría que buscamos… el encuentro con Jesús produce siempre una gran alegría interior… La alegría cristiana es abrirse a este amor de Dios y pertenecer a Él”. En esta amistad se aprende el sentido de la “comunión fraterna” y del sufrimiento. “Sabemos que Cristo crucificado y resucitado está con nosotros, es el amigo siempre fiel. Cuando participamos en sus sufrimientos, participamos también en su alegría. Con Él y en Él, el sufrimiento se transforma en amor. Y ahí se encuentra la alegría (cfr. Col 1,24)… Id a contar a los demás jóvenes vuestra alegría de haber encontrado aquel tesoro precioso que es Jesús mismo”.18

El Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud del año 2013 (Jornada programa para Río de Janeiro) está firmado por el Papa Benedicto XVI el 18 de octubre de 2012. Es un texto programático, que parece resumir los contenidos de los Mensajes anteriores, al menos en el aspecto vivencial que estamos estudiando: del encuentro vivencial con Cristo, se pasa a la misión vivida con amor apasionado por Cristo. Es un programa completo, que invita a un amor apasionado por Cristo: amarle y hacerle amar.19

El lema de esta Jornada Mundial (2013), que acabamos de introducir, es estrictamente misionero: Id y haced discípulos a todos los pueblos (cfr. Mt 28,19). Al principio y al final se hace referencia a la estatua de Cristo Redentor para sintetizar el mensaje. Se trata de ser signo o prolongación de su corazón que ama a todos, y de sus brazos abiertos para todos:

(Al inicio) “La célebre estatua del Cristo Redentor, que domina aquella hermosa ciudad brasileña, será su símbolo elocuente. Sus brazos abiertos son el signo de la acogida que el Señor regala a cuantos acuden a él, y su corazón representa el inmenso amor que tiene por cada uno de vosotros. ¡Dejaos atraer por él! ¡Vivid esta experiencia del encuentro con Cristo, junto a tantos otros jóvenes que se reunirán en Río para el próximo encuentro mundial! Dejaos amar por él y seréis los testigos que el mundo tanto necesita”.

(Al final) “Queridos jóvenes, al concluir quisiera invitaros a que escuchéis en lo profundo de vosotros mismos la llamada de Jesús a anunciar su Evangelio … Como muestra la gran estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro, su corazón

18 Mensaje para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud (2012). Mensaje firmado el 15 de marzo 2012.

19 Mensaje para XXVIII Jornada Mundial de la Juventud (2013). Este Mensaje da la sensación de ser un “testamento”, tal vez porque el Papa ya habría hecho el discernimiento y habría consultado sobre su posible renuncia. De hecho, la fecha de publicación es el año anterior (octubre 2012). A los contenidos de este Mensaje corresponderían después, de modo parecido, los discursos del Papa Francisco durante la celebración de la JMJ en Río de Janeiro.

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está abierto para amar a todos, sin distinción, y sus brazos están extendidos para abrazar a todos. Sed vosotros el corazón y los brazos de Jesús. Id a dar testimonio de su amor, sed los nuevos misioneros animados por el amor y la acogida. Seguid el ejemplo de los grandes misioneros de la Iglesia, como san Francisco Javier y tantos otros”.

La explicación es muy amplia y detallada, porque presenta la llamada en dimensión de un encuentro personal que lleva a la misión: “Esta llamada misionera tiene que resonar ahora con fuerza en vuestros corazones… dar a conocer a Cristo, que es el don más precioso que podéis dar a los demás”. Al enamorarse de Cristo y saberse amado y salvado por él, entonces “nace en mí no sólo el deseo, sino la necesidad de darlo a conocer a otros… La evangelización parte siempre del encuentro con Cristo, el Señor. Quien se ha acercado a él y ha hecho la experiencia de su amor, quiere compartir en seguida la belleza de este encuentro que nace de esta amistad. Cuanto más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo. Cuanto más hablamos con él, más deseamos hablar de él. Cuanto más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros hacia él… Dejaos llevar por su amor, sed instrumentos de este amor inmenso, para que llegue a todos, especialmente a los que están «lejos»”.

La misión se concreta en “comunicar la alegría del encuentro con Cristo”. Por esto, “es el amor que Cristo ha infundido en nosotros el que nos hace evangelizadores; nuestro amor debe conformarse cada vez más con el suyo”. La misión tiene como objetivo “conducir a las personas que estamos evangelizando para que encuentren a Cristo vivo, en modo particular en su Palabra y en los sacramentos… Queridos amigos, no tengáis miedo de proponer a vuestros coetáneos el encuentro con Cristo. Invocad al Espíritu Santo: Él os guiará para poder entrar cada vez más en el conocimiento y el amor de Cristo y os hará creativos para transmitir el Evangelio… Os aliento también a que hagáis adoración eucarística; detenerse en la escucha y el diálogo con Jesús presente en el sacramento es el punto de partida de un nuevo impulso misionero”.20

Los Mensajes anuales para la Jornada Mundial de oración por las Vocaciones (2006-2013) también tienen esta perspectiva vivencial, con vistas a responder a la llamada con una actitud contemplativa y misionera.21

La vocación ha sido siempre una declaración de amor y, por tanto, hace posible una respuesta al amor: “El amor del Padre, que se revela en la persona de Cristo, nos interpela… A lo largo de los siglos muchísimos hombres y mujeres, transformados por el amor divino, han consagrado la propia existencia a la causa del Reino. Ya a orillas del mar de Galilea, muchos se dejaron conquistar por Jesús”.22

20 Ver nota anterior. El Mensaje está firmado en el Vaticano, 18 de octubre de 2012.

21 Las frases vivenciales son menos abundantes, tal vez debido al objetivo del mensaje, que es el de ofrecer una programación práctica sobre la pastoral vocacional. La redacción inicial y provisional de algunos mensajes suele correr a cargo del Dicasterio respectivo.

22 Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de oración por las vocaciones, IV Domingo de Pascua (2006). Firmado el 5 marzo 2006.

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Esta perspectiva del amor se capta cuando se vive en comunión eclesial: “Las vocaciones al sacerdocio y a los otros ministerios y servicios florecen dentro del pueblo de Dios allí donde hay hombres en los cuales Cristo se vislumbra a través de su Palabra, en los sacramentos y especialmente en la Eucaristía … En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios … Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor”.23

La dimensión misionera de la llamada tiene como punto de referencia la primera llamada del Señor, puesto que “Cristo Señor llama siempre de entre sus discípulos a los que quiere para que estén con Él y para enviarlos a predicar a las gentes (cfr. Mc 3, 13–15)”.24

En la llamada universal a la santidad destaca la peculiar iniciativa de Dios, escogiendo a algunos para que sigan más de cerca a su Hijo Jesucristo, y sean sus ministros y testigos privilegiados. Al acoger “la iniciativa amorosa del Señor”, la respuesta a la vocación se convierte en “una ofrenda agradecida a Dios y una total cooperación en el plan que Él persigue en la historia”.25

“La amistad con Cristo” es “elemento fundamental y reconocible de toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada”, porque “si el sacerdote es el hombre de Dios, que pertenece a Dios y que ayuda a conocerlo y amarlo, no puede dejar de cultivar una profunda intimidad con Él, permanecer en su amor, dedicando tiempo a la escucha de su Palabra”.26

La llamada de Cristo es una invitación a una amistad íntima: “Los invita a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él; les enseña la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino … los invita a salir de la propia voluntad cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella; les hace vivir una fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios … «La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros» (Jn 13, 35)”.27

Toda vocación cristiana es un don del amor de Dios. Comenta Ef 1,4, diciendo: “Somos amados por Dios incluso «antes » de venir a la existencia”. Efectivamente, “se trata de un

23 Mensaje para la XLIV Jornada Mundial de oración por las vocaciones (2007), IV Domingo de Pascua (2007). Firmado el 10 febrero 2017.

24 Mensaje para la XLV Jornada Mundial de oración por las vocaciones, IV Domingo de Pascua (2008). Firmado el 3 diciembre 2007, año anterior. Cita Ad Gentes, n.23.

25 Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de oración por las vocaciones, IV Domingo de Pascua (2009). Firmado el 20 enero 2009. Cita Catecismo de la Iglesia Católica, n.2062.

26 Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de oración por las vocaciones, IV Domingo de Pascua (2010). Firmado el 13 noviembre 2009, año anterior.

27 Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de oración por las vocaciones, IV Domingo de Pascua (2011). Firmado el 15 noviembre 2010, año anterior.

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amor sin reservas que nos precede, nos sostiene y nos llama durante el camino de la vida y tiene su raíz en la absoluta gratuidad de Dios … tenemos que abrir nuestra vida a este amor; cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre (cfr. Mt 5,48). La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar «como» lo hace Dios; se trata de un amor que se manifiesta en el don total de sí mismo fiel y fecundo … En este terreno oblativo, en la apertura al amor de Dios y como fruto de este amor, nacen y crecen todas las vocaciones … La fuerza de la respuesta de san Pedro al divino Maestro: «Tú sabes que te quiero» (Jn 21,15), es el secreto de una existencia entregada y vivida en plenitud y, por esto, llena de profunda alegría”.28

En el último Mensaje para la Jornada Mundial de las vocaciones (para el año 2013) insta en esta dinámica del amor. La fidelidad a la vocación se basa en el amor de Dios. “Y este amor, que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, interpela a nuestra existencia, pide una respuesta sobre aquello que cada uno quiere hacer de su propia vida, sobre cuánto está dispuesto a empeñarse para realizarla plenamente”. Este mensaje para el año 2013, publicado antes de la renuncia, parece también un programa a modo de testamento espiritual y misionero para los jóvenes:

“Y este amor exigente, profundo, que va más allá de lo superficial, nos alienta, nos hace esperar en el camino de la vida y en el futuro, nos hace tener confianza en nosotros mismos, en la historia y en los demás… También ahora Jesús repite: «Ven y sígueme» (Mc 10,21). Para responder a esta invitación es necesario dejar de elegir por sí mismo el propio camino. Seguirlo significa sumergir la propia voluntad en la voluntad de Jesús, darle verdaderamente la precedencia, ponerlo en primer lugar frente a todo lo que forma parte de nuestra vida … vivir con él en profunda intimidad, entrar a través de él en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo y, en consecuencia, con los hermanos y hermanas… Las vocaciones sacerdotales y religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para entrar en su voluntad”.29

Los Mensajes para la Jornada Mundial de las Misiones privilegian la disponibilidad misionera de toda la Iglesia, urgida por el amor de Dios en Cristo. El primer Mensaje del Papa Benedicto para la jornada del año 2006, se inspira en su primera encíclica (Deus caritas est) y tiene como lema: “La caridad, alma de la misión”.

Desde el inicio ofrece una síntesis sapiencial: “La misión, si no está orientada por la caridad, es decir, si no brota de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a mera actividad filantrópica y social. En efecto, el amor que Dios tiene por cada

28 Mensaje para la XLIX Jornada Mundial de oración por las vocaciones, IV Domingo de Pascua (2012). Firmado el 18 octubre 2011, año anterior. Continúa con unas directrices para la pastoral vocacional: “Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos «sí», en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios… Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios… Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el «centro vital» de todo camino vocacional… Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino”.

29 Mensaje para la L Jornada Mundial de oración por las vocaciones, IV Domingo de Pascua (2013). Firmado el 6 octubre 2012, año anterior).

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persona constituye el centro de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y los que lo acogen se convierten a su vez en testigos. El amor de Dios que da vida al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, Palabra de salvación, imagen perfecta de la misericordia del Padre celestial”.30

Y llega a esa conclusión: “Así pues, ser misioneros significa amar a Dios con todo nuestro ser, hasta dar, si es necesario, incluso la vida por él …Ser misioneros es atender, como el buen Samaritano, las necesidades de todos, especialmente de los más pobres y necesitados, porque quien ama con el corazón de Cristo no busca su propio interés, sino únicamente la gloria del Padre y el bien del prójimo. Aquí reside el secreto de la fecundidad apostólica de la acción misionera, que supera las fronteras y las culturas, llega a los pueblos y se difunde hasta los extremos confines del mundo”.31

En los Mensajes sucesivos (años 2007-2012), los contenidos, siempre inspirados en el amor de Dios, se concretan en motivaciones misioneras que se fundamentan en el Evangelio y que se concretan en programas concretos de cooperación en todos sus aspectos. El Mensaje del año 2008 recuerda la insistencia de San Pablo (“ay de mí si no predicara el Evangelio”: 1Cor 9,16), para explicar que “la misión es cuestión de amor”. A partir de este amor, “los mensajeros del Evangelio”, se han sentido llamado a “dejarlo todo y dedicarse completa e incondicionalmente a difundir por el mundo el perfume de la caridad de Cristo” (año 2008).

En estos últimos Mensajes se va describiendo las exigencias de la misión, dentro del proyecto de Dios Amor. El Mensaje del año 2009 recuerda que la salvación es para todos los pueblos y que la Iglesia peregrina expresa la luz de Cristo. El Mensaje del año 2010, recordando el amor de Dios manifestado en la Eucaristía, cita la exhortación Sacramentum Caritatis: «Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en él» (n. 84). Y añade: “Por esta razón la Eucaristía no sólo es fuente y culmen de la vida de la Iglesia, sino también de su misión: Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera”.32

El Mensaje del año 2012 tiene como lema y contenido la invitación de la Carta Apostólica Porta Fidei (que citaremos en el apartado siguiente de nuestro estudio): “Llamados a hacer

30 Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones (2006). Firmado el 29 abril 2006. A partir del amor de Dios, descrito por San Juan en su primera carta (1Jn 4,9), ofrece un resumen bíblico que es la base de su primera encíclica, Deus caritas est, y que también resume en este mensaje. Es importante la referencia a la encíclica misionera de Juan Pablo II: "El alma de toda la actividad misionera: el amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misión, y es también el único criterio según el cual todo debe hacerse o no hacerse, cambiarse o no cambiarse. Es el principio que debe dirigir toda acción y el fin al que debe tender. Actuando con caridad o inspirados por la caridad, nada es disconforme y todo es bueno" (cita de Redemptoris Missio, n. 60).

31 Continúa subrayando la perspectiva del amor como urgencia misionera: “Queridos hermanos y hermanas, la Jornada mundial de las misiones ha de ser una ocasión útil para comprender cada vez mejor que el testimonio del amor, alma de la misión, concierne a todos, pues servir al Evangelio no debe considerarse como una aventura en solitario, sino como un compromiso compartido de toda comunidad”.

32 Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones (2010). Firmado el 10 febrero 2010. El Mensaje del año 2011 acentúa el anuncio a escala global con la colaboración de todos.

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resplandecer la Palabra de la verdad” (n.6). En este Mensaje del año 2012, se explica también que “el anuncio se transforma en caridad” y se recuerda y agradece la gran labor de las Obras Misionales Pontificias. 33

Aunque los tres libros sobre JESÚS DE NAZARET no forman parte directamente de las enseñanzas pontificias, son de hecho la manifestación personal de una fe vivencial de quien, en ese momento de la publicación de los textos, era sucesor de Pedro. A todos ha impactado este testimonio de fe vivida, que ha aclarado muchas dudas y que ha comprometido a muchos creyentes (incluso no católicos) a vivir la fe como adhesión personal a Cristo. Esta repercusión tan general es un hecho que merecería estudiarse. Me parece ver en ello el hilo conductor entre su teología anterior (que tiene también el tono de amar a Cristo) y su magisterio como Obispo de Roma, sucesor de Pedro (que busca principalmente que todos conozcan y amen a Cristo).

Cito sólo unas pocas y breves afirmaciones que parecen ser más relevantes para el objetivo de nuestro estudio. Del primer volumen publicado (que corresponde a la parte central de la vida de Jesús), entresaco una afirmación que parece ser central en su teología anterior sobre Cristo como Palabra personal del Padre, que se manifiesta especialmente en el Tabor y en el sermón de la Montaña: “Los discípulos tienen que volver a descender con Jesús y aprender siempre de nuevo: “escuchadle… En el monte experimentan que Jesús mismo es la Torá viviente, toda la Palabra de Dios”.34

Del segundo volumen publicado (que corresponde a la pasión, muerte y resurrección), selecciono unas afirmaciones de la última Cena (Eucaristía y oración sacerdotal): “Su cruz y su exaltación son el día de la Expiación para todos, en el que la historia entera del mundo… encuentra su sentido y se la introduce en su auténtica «razón de ser»y su «donde »… Con la institución de la Eucaristía Jesús transforma su padecer la muerte en «palabra», en la radicalidad de su amor que se entrega hasta la muerte... Jesús pertenece totalmente a Dios y, precisamente por eso, está totalmente a disposición «de todos »”.35

Del tercer volumen publicado, escojo algunas afirmaciones que parecen ser las que describen mejor los sentimientos íntimos de la fe de un teólogo enamorado de Cristo:

(Anunciación. Encarnación) “Dios busca ahora una nueva entrada en el mundo. Llama a la puerta de María. Necesita la libertad humana. No puede redimir al hombre, creado libre, sin un “sí” libre a su voluntad” (p.42).

33 Ver resumen de los contenidos de otros mensajes y documentos misioneros en: F. FILONI, Benedetto XVI e la dimensione missionaria della Chiesa, en: (Pontificia Università Urbaniana, Anno Accademico 2014-2015) Intitolazione dell’aula magna a Sua Santità il Papa Emerito Benedetto XVI (Città del Vaticano, 21 ottobre 2014), pp-19-32.

34 (Joseph Ratzinger Benedicto XVI) Jesús de Nazaret (Madrid, Edit. La esfera de los libros, 2007), pp.368-369.

35 Jesús de Nazaret, desde la Entrada a Jerusalén hasta la Resurrección (Madrid, Ediciones Encuentro, 2011), pp.98-100, 107.

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(Prólogo de San Juan) “Vino a su casa y los suyos no le recibieron” (Jn 1,1). Para el Salvador del mundo, para aquel en vista del cual todo fue creado (cfr. Col, 16), no hay sitio” (p.73).

(La búsqueda de los Magos de Oriente) “Los sabios de Oriente son un inicio, representan a la humanidad cuando emprende el camino hacia Cristo inaugurando una procesión que recorre toda la historia… Representan el anhelo interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro con Cristo” (p.102).

(La llegada de los Magos) “Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría (Mt 2,10). Es la alegría del hombre al que la luz de Dios le ha llegado al corazón, y que puede ver cómo su esperanza se cumple: la alegría de quien ha encontrado y ha sido encontrado” (p.111).36

2: Encíclicas, Exhortaciones, Cartas Apostólicas

En este segundo apartado, resumimos los documentos principales del Papa Benedicto XVI (sus tres encíclicas, dos exhortaciones apostólicas, una carta apostólica). Aflora en todos estos documentos la actitud vivencial sobre el amor de Dios revelado en Cristo, que es la clave de la vida cristiana.

La primera encíclica de Benedicto XVI, Deus Caritas est (25 diciembre 2005) expone ampliamente el amor de Dios que se refleja en toda la creación y en la historia de salvación (primera parte), para concretar y urgir que la Iglesia está llamada a ser “comunidad de amor” (segunda parte).

A partir de la primera carta de San Juan sobre “Dios es amor”, es cuando el Papa formula la afirmación sorprendente que ya hemos citado más arriba: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n.1). Y entonces indica el objetivo concreto de la encíclica: “Deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás” (ibídem). Se parte, pues, de una experiencia de fe que podemos llamar “contemplativa”, para urgir a una puesta en práctica misionera: “Mi deseo es insistir sobre algunos elementos fundamentales, para suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor divino” (ibídem).

Una lectura de la encíclica en “diagonal”, descubre este mismo hilo conductor en todo el texto:

“Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan (cfr. 19, 37)… Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar” (n.12). “Toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano” (n. 19). “La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que

36 La Infancia de Jesús (Barcelona, Edit. Planeta, 2012), pp.42, 73, 102, 111.

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son suyos o lo serán” (n. 14). “Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita” (n.18). “Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: a esto quisiera invitar con esta Encíclica” (n.39).

La exposición mariana del final sitúa al cristiano en la posibilidad de responder al amor, que tiene origen en Dios y que nos ha a nosotros transmisores de su mismo amor: “La devoción de los fieles (a la Sma. Virgen) muestra al mismo tiempo la intuición infalible de cómo es posible este amor: se alcanza merced a la unión más íntima con Dios, en virtud de la cual se está embargado totalmente de Él, una condición que permite a quien ha bebido en el manantial del amor de Dios convertirse a sí mismo en un manantial «del que manarán torrentes de agua viva» (Jn 7, 38). María, la Virgen, la Madre, nos enseña qué es el amor y dónde tiene su origen, su fuerza siempre nueva” (n.42).

La oración final a la Santísima Virgen termina con una frase que ayuda a mirar al mundo con la mirada de Jesús, para descubrir que, en medio de luces y sobras, es un “mundo sediento” que necesita nuestro testimonio del amor de Dios: “Santa María, Madre de Dios, tú has dado al mundo la verdadera luz, Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios… Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él. Enséñanos a conocerlo y amarlo, para que también nosotros podamos llegar a ser capaces de un verdadero amor y ser fuentes de agua viva en medio de un mundo sediento” (n.42).37

La segunda encíclica, Spe salvi (30 noviembre 2007), como indica su título paulino (cfr. Rom 8,24), fundamenta la esperanza en el amor de Dios Salvador. Esta esperanza cristiana se reafirma con la presencia (vivida, celebrada y anunciada) de Cristo Resucitado.

La vida y la historia humana recobran su sentido porque todo deja entrever que “hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor” (n.5). Esta afirmación básica se va reforzando en todo el documento:

“Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su «vara y su cayado me sosiega», de modo que «nada temo» (cfr. Sal 22,4), era la nueva «esperanza» que brotaba en la vida de los creyentes” (n.6). “El hombre es redimido por el amor.... «ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios,

37 Las primeras y las últimas frases de la encíclica marcan, pues, el tono de esperanza cristiana, a partir de la experiencia de encuentro con Cristo, quien es la epifanía personal de Dios Amor. Ver algunos estudios colaboración sobre la encíclica: DEUS CARITAS EST, Comentario y texto de la Encíclica “Dios es Amor” de Benedicto XVI (Valencia, Edicep, 2006); Atratti dall’Amore. Riflesioni sull’enciclica Deus Caritas est di Benedetto XVI (Roma, LAS, 2006); La scala della Carità. Commento all’enciclica “Deus Caritas Est”: Euntes Docete, IX/1 (2007). Otros estudios: R. FISICHELLA, Dio è Amore. Commento teologico-pastorale a Deus Caritas est (Roma, Lateran Univ. Press, 2006); A.Mª NAVARRO, “Deus caritas est” y la “caridad pastoral” del sacerdote. Una encíclica programática, “también” para el ministerio presbiteral: Lumen 55/2-3 (2006) 201-246.

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manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rm 8,38-39)” (n.26). “La relación con Jesús es una relación con Aquel que se entregó a sí mismo en rescate por todos nosotros (cfr. 1Tm 2,6). Estar en comunión con Jesucristo nos hace participar en su ser «para todos», hace que éste sea nuestro modo de ser... Cristo murió por todos. Vivir para Él significa dejarse moldear en su «ser-para»” (n.28).

El fundamento de nuestra esperanza cristiana es, pues, el amor de Dios que se nos ha comunicado para transformarnos en él: “Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto… Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía” (n.31).38

La última encíclica de Benedicto XVI, Caritas in Veritate (29 junio 2009) es un resumen sapiencial de la doctrina social de la Iglesia, siguiendo y ampliando el magisterio anterior (encíclicas sociales, concilio Vaticano II, mensajes anuales sobre la paz, etc.). Sin la perspectiva del amor de Dios, proclamado y vivido por parte de la Iglesia y de toda la humanidad, esta doctrina social de solidaridad y gratuidad sería imposible de llevar a la práctica. “El desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad” (n.34).

La encíclica es eminentemente cristológica, a la luz del misterio pascual de Cristo vivido, celebrado y anunciado. Ya en el inicio encontramos un resumen de la encíclica: “En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cfr. Jn 14,6)” (n.1).

La “caridad”, personificada en Cristo, es, pues, al mismo tiempo la “verdad”: “La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza... valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad” (n.2). En esta afirmación, «Caritas in veritate», encontramos “el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia… La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión” (n.6).

38 En lo que podríamos llamar segunda parte, la encíclica lo titula «Lugares» de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza. Concreta estos “lugares” en: (I) La oración como escuela de la esperanza. (II) El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza. (III) El Juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza. Este último apartado (el juicio) tiene la perspectiva de que “en su justicia está también la gracia. Esto lo descubrimos dirigiendo la mirada hacia el Cristo crucificado y resucitado” (n.44). Termina la encíclica con una glosa sobre la oración a “María, estrella de la esperanza”, el himno del siglo VIII/IX: Ave maris Stella (nn.49-50). He comentado esta parte mariana de la encíclica, en: María Estrella de la Esperanza, en: Spe Salvi, comentario y texto de la Encíclica “Salvados por la Esperanza” de Benedicto XVI (Valencia, Edicep, 2008) 155-173.

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La fe cristiana es experiencia y testimonio de que “el ser humano no es un átomo perdido en un universo casual, sino una criatura de Dios, a quien Él ha querido dar un alma inmortal y al que ha amado desde siempre” (n.29). Sólo a la luz de “Dios-Amor que nos convoca”, descubrimos que “el ser humano está hecho para el don” (n.34). La creación entra, “la naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad”, porque “nos habla del Creador (cfr. Rom 1,20) y de su amor a la humanidad”(n.48).

Cuando la Iglesia vive esa “comunión” de Dios Amor, se hace instrumento de comunión para toda la humanidad: “es signo e instrumento de esta unidad” (n.54). El “desarrollo” abarca el “progreso material”, pero tiene que ser también “espiritual” y “moral” (n.76). Por esto, “el desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don” (n.79).39

Las dos Exhortaciones Apostólicas de Benedicto XVI (Sacramentum Caritiatis, 22 febrero 2007, Verbum Domini, 30 septiembre 2010) son postsinodales y, por tanto, recogen también la labor de los respectivos Sínodos, sobre la Eucaristía y sobre la Palabra de Dios.

Como es lógico, la exhortación sobre la Eucaristía (Sacramentum Caritatis) presenta también la interioridad de Cristo que invita a sintonía, porque “Jesús es el verdadero cordero pascual que se ha ofrecido espontáneamente a sí mismo en sacrificio por nosotros” (n.9). Precisamente el encargo de la misión está relacionado con su inmolación, que todavía queda expresada en su cuerpo resucitado: “Una vez resucitado, llevando en su carne las señales de la pasión, Él infunde el Espíritu (cfr. Jn 20,22), haciendo a los suyos partícipes de su propia misión (cfr. Jn 20,21)” (n.12).

Al hablar de la carencia actual de vocaciones en algunos países (especialmente para el sacerdocio y la vida consagrada), el Papa indica con audacia una propuesta vivencial: “Hace falta sobre todo tener la valentía de proponer a los jóvenes la radicalidad del seguimiento de Cristo, mostrando su atractivo” (n.25). Por esto, no hay que tener miedo ni alergia a las terminología bíblica, que describe el amor de Cristo como “esponsal”, es decir, que comparte nuestra vida y nos invita a compartir la suya: “En la teología paulina, el amor esponsal es signo sacramental del amor de Cristo a su Iglesia, un amor que alcanza su punto culminante en la Cruz, expresión de sus « nupcias » con la humanidad y, al mismo tiempo, origen y centro de la Eucaristía” (n.27).

Uno de los textos más emotivos de la exhortación, es cuando cita y glosa una afirmación, también vivencial, del concilio: “Como ha afirmado el Concilio Vaticano II, « la Bienaventurada Virgen… estuvo de pie (cfr. Jn 19,25), sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de Madre que, llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima engendrada por Ella misma, » (cfr. LG 58) … Desde la Anunciación hasta la Cruz, María es aquélla que acoge la Palabra que se hizo carne en ella y que enmudece en el silencio de la muerte.

39 La encíclica termina pidiendo por intercesión de María, “espejo de justicia”, “la fuerza, la esperanza y la alegría necesaria para continuar generosamente la tarea en favor del «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres»” (n.79).

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Finalmente, ella es quien recibe en sus brazos el cuerpo entregado, ya exánime, de Aquél que de verdad ha amado a los suyos «hasta el extremo» (Jn 13,1)” (n.33).

En esta perspectiva cristológica y vivencial, se comprende mejor las exigencias de la misión concretadas en una vida “oblativa”: “Al reforzar así la relación con Cristo crucificado y resucitado, podrán sentir su propia vida integrada plenamente en la vida y la misión de la Iglesia mediante la ofrenda del propio sufrimiento en unión con el sacrificio de nuestro Señor” (n.58).

A partir de esta experiencia del amor de Cristo y del encuentro personal con él, caen por su peso muchas “barreras” que fracturan la vida fraterna: “En este acto personal de encuentro con el Señor madura luego también la misión social contenida en la Eucaristía y que quiere romper las barreras no sólo entre el Señor y nosotros, sino también y sobre todo las barreras que nos separan a los unos de los otros” (n.66).

La vida cristiana, a la luz de la Eucaristía dominical que celebra la muerte y resurrección de Cristo, es, “según el relato de san Justino mártir, el hecho que define también la forma de la existencia renovada por el encuentro con Cristo” (n.72). Por esto, “participando en el sacrificio de la Cruz, el cristiano comulga con el amor de donación de Cristo y se capacita y compromete a vivir esta misma caridad en todas sus actitudes y comportamientos de vida … en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amado y el amar a los otros” (n.82). “Cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don de la propia vida que Jesús ha hecho en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo, en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana” (n.88). Los mártires (de Abitinia) que, por su fidelidad a la misa dominical, dieron la vida por Cristo, “intercedan por nosotros y nos enseñen la fidelidad al encuentro con Cristo resucitado” (n.95).40

La Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini (2010) aprovecha los contenidos del Sínodo de los obispos celebrado en octubre de 2008. Ya al inicio deja constancia de su dimensión vivencial cristológica: “Tuvo como tema La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Fue una experiencia profunda de encuentro con Cristo, Verbo del Padre, que está presente donde dos o tres están reunidos en su nombre (cfr. Mt 18,20” (n.1). Todo gira en torno a Cristo, Palabra y pan de vida, presente en la comunidad y en el mundo. Es una invitación constante a vivir esta realidad salvífica.

En continuidad con las constitución conciliar Dei Verbum, se amplía la perspectiva distribuyendo el texto de la exhortación en tres partes. En la primera parte (Verbum Dei) se explica el prólogo de San Juan, distinguiendo a Dios que habla, el hombre que responde y la hermenéutica que usa la Iglesia para su interpretación. La segunda parte (Verbum in Ecclesia) explica la Palabra de Dios en la Iglesia, especialmente en la liturgia y en la vida. La tercera parte (Verbum mundo) aclara al misión que tiene la Iglesia de anunciar la Palabra al mundo, también su dimensión misionera “ad gentes” (n.95) y en relación con las culturas y diálogo interreligioso. En la conclusión se hace

40 La exhortación termina con una referencia mariana: “La Iglesia ve en María, « Mujer eucarística » - como la ha llamado el Siervo de Dios Juan Pablo II -, su icono más logrado, y la contempla como modelo insustituible de vida eucarística” (n.96).

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referencia a la “nueva evangelización” (n.122), que anuncia la Palabra con alegría (nn.123-124).

Gracias a la Encarnación del Verbo (cfr. Jn 1,14), “podemos escuchar la voz misma del Señor y conocer su presencia en la historia” (n.19). Es una “novedad inaudita y humanamente inconcebible”, que se convierte en “una experiencia viva” (n.11). Cada ser humano y la humanidad entera es llamada a recibir “este don de su amor” y formar parte (“partner”) de este misterio de Cristo que comparte nuestra historia como “misterio nupcial de amor entre Cristo y la Iglesia”. La vida recobra todo su sentido en Cristo: “El hombre ha sido creado en la Palabra y vive en ella; no se entiende a sí mismo si no se abre a este diálogo. La Palabra de Dios revela la naturaleza filial y relacional de nuestra vida. Estamos verdaderamente llamados por gracia a conformarnos con Cristo, el Hijo del Padre, y a ser transformados en Él” (n.22).

La fe cristiana se concreta y “se cumple en el encuentro con Cristo. Con él, efectivamente, la fe adquiere la forma del encuentro con una Persona a la que se confía la propia vida. Cristo Jesús está presente ahora en la historia, en su cuerpo que es la Iglesia; por eso, nuestro acto de fe es al mismo tiempo un acto personal y eclesial” (n.25)

El ser humano está llamado a relacionarse con Dios que nos ha mostrado su amor en Cristo su Hijo, su Palabra personal. La vivencia es personal y comunitaria en la Iglesia: “Esta Palabra llama a cada uno personalmente, manifestando así que la vida misma es vocación en relación con Dios … Él nos llama a la santidad mediante opciones definitivas, con las cuales nuestra vida corresponde a su amor, asumiendo tareas y ministerios para edificar la Iglesia (n.77).

A Dios se le conoce amando. “La vía privilegiada para conocer a Dios es el amor, y no se da una auténtica scientia Christi sin enamorarse de Él” (VDo 86). La “lectio divina” (leer a Dios presente en su Palabra) “es verdaderamente «capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente» (n.87).

Esta experiencia vivencial de encuentro con Cristo, Palabra personal de Dios, se convierte espontáneamente en misión: “No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos, para cada hombre. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio” (n.91). La vida y la historia humana recobran su sentido en este encuentro con Cristo: “La fe que nace del encuentro con la divina Palabra nos ayuda a considerar la vida humana como digna de ser vivida en plenitud también cuando está aquejada por el mal” (n.106). 41

Entre las Cartas Apostólicas del Papa Benedicto, sobresale la dedicada al Año de la Fe (2011-2013), cuya celebración terminaría ya después de su renuncia al pontificado. Se trata de la Carta Apostólica Porta Fidei (11 octubre 2011). Este año tiene como objetivo celebrar el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y los veinte

41 En la conclusión se alude a María, modelo de fe, que “ha acogido en el propio seno al Verbo de Dios para entregarlo al mundo” (n.124). Ver: S. PIÉ NINOT, Lectura teológica de la “Verbum Domini”: Seminarios. 57 (2011) 11-24

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años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. El Año de la Fe dio inicio simultáneamente al Sínodo de los Obispos (octubre 2012) sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe. Es una invitación a la vivencia de la fe en todo su realismo doloroso y gozoso (de gracia insertada en la naturaleza) y en sus exigencias misioneras.42

Es todo un programa de vida. La fe es como una “puerta” (cfr. Hech 14,27) “que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida” (Porta Fidei, n.1).

Este camino conduce “hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud” (n.2). Por esto, “la renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó”. Es, pues, “una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección”, quien nos “ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión … Esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección … La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre” (n.6).

Al experimentar esta fe vivencial, como experiencia de su amor, al estilo de san Pablo (cfr. 2Cor 5,14), se siente lógicamente la exigencia de evangelizar: “es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cfr. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo… El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo” (n.7).

Esta “fe profesada, celebrada, vivida y rezada” (n.9) se concreta en “el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios… «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cfr. Rom 10, 10)… La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree… Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que

42 Son impresionantes los contenidos de esta Carta Apostólica, especialmente si se relacionan con las homilías y catequesis posteriores al inicio del Año de la Fe. Los textos dan sensación de ser un “autorretrato” de Benedicto XVI (un creyente que sufre amando) o también como quien describe la actualidad de una Iglesia que sufre mientras vive la fe celebrada y anunciada. No se puede olvidar que era el momento en que se incubaba la renuncia, que se anunciaría podo tiempo después. Ver en el apartado siguiente, la Carta Apostólica en la que declara a San Juan de Ávila Doctor de la Iglesia universal.

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no buscaríamos si no hubiera ya venido. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro” (n.10).

Al recordar el ejemplo de fe de la Madre de Dios, se afirma que “con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cfr. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cfr. Hch 1, 14; 2, 1-4)” (n.13).

Es estrecha la relación entre la fe y el amor: “La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino” (n.14). Por esta fe vivencia, se aprender a leer el amor de Dios en la historia: “Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo” (n.15).43

Sería muy interesante ir recogiendo afirmaciones semejantes en las homilías y alocuciones posteriores, desde el inicio del Año de la Fe. Hacemos una breve selección. Como era de esperar, la homilía durante la celebración de la Eucaristía al iniciar el Año de la Fe (11 octubre 2012), es programática, de modo parecido a la Carta Apostólica Porta Fidei (que acabamos de resumir). Se trata de celebrar “la fe en Cristo, la fe apostólica, animada por el impulso interior de comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación de la Iglesia por los caminos de la historia”. A partir de este enfoque vivencial (“impulso interior”), recuerda que fue éste el objetivo del concilio Vaticano II, el “anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo”. El Concilio “se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación”.

Estas afirmaciones de la homilía del día 11 de octubre de 2012, se irán repitiendo y matizando durante las audiencias generales (catequesis) sucesivas, especialmente de los días 17, 24 y 31 de octubre: “Se trata del encuentro no con una idea o con un proyecto de vida, sino con una Persona viva que nos transforma en profundidad a nosotros mismos, revelándonos nuestra verdadera identidad de hijos de Dios. El encuentro con Cristo renueva nuestras relaciones humanas, orientándolas, de día en día, a mayor solidaridad y fraternidad, en la lógica del amor “ (17 octubre). “Tener fe, entonces, es encontrar ese «Tú», Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible … es confiar en Dios con la actitud del niño, el cual sabe que todas sus dificultades, todos sus problemas están a salvo en el "tú" de la madre. Y esta posibilidad de salvación a través de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres” (24 octubre). “La fe es una respuesta con la que lo recibimos, como un fundamento estable de nuestra vida. Es un don que transforma nuestras vidas, porque nos hace entrar en la misma visión de Jesús, quien obra en nosotros y nos abre al amor hacia Dios y hacia los demás” (31 octubre).43 Es en este texto donde parece reflejarse la situación interior de BenedictoXVI en aquellos momentos: “Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cfr. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte” (n.15).

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3: Renovación de la Iglesia por un proceso de educar en la relación personal y comunitaria con Cristo. Catequesis y Alocuciones

En armonía también con sus exposiciones teológicas anteriores a su pontificado (aunque no dependiendo directamente de ellas), la clave de su magisterio pontificio está en una profunda experiencia de encuentro con Cristo, como vivencia de un amor que contagia (contemplación) y urge a comunicarlo a los demás (misión). Podría calificarse de una experiencia que recuerda la de Pablo: “Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que … murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2Cor 5,14-15).

Los documentos que hemos estudiado y resumido instan a una renovación personal y eclesial, a partir de un itinerario formativo en relación personal y comunitaria con Cristo. El proceso no es utópico, pero es lento como lo es toda la historia de salvación, expresión de la “paciencia” de Dios. Sólo hay auténtica renovación a partir de un “corazón” unificado y orientado hacia el proyecto de Dios Amor en Cristo. La auténtica renovación se fragua siempre en un proceso de formación a todos los niveles.

El Papa alude con cierta frecuencia a la renovación querida por el concilio Vaticano II, a partir de una fe vivida como “amistad personal profunda con la bondad de Jesucristo”. Así lo afirma en el Mensaje para la clausura del 50º Congreso Eucarístico Internacional (Dublín, Irlanda, 17 junio 2012). Aludiendo a quienes, por su mala conducta, no obraron rectamente, dice que “su cristianismo no estaba alimentado por el encuentro gozoso con Cristo: se había convertido en una mera cuestión de hábito. El esfuerzo del Concilio estaba orientado a superar esta forma de cristianismo y a redescubrir la fe como una amistad personal profunda con la bondad de Jesucristo”.44

En la audiencia general que precedió al inicio del Año de la Fe (y pocos meses antes de anunciar su renuncia), la catequesis fue un resumen sapiencial de los contenidos del concilio Vaticano II, especialmente de las cuatro Constituciones que presentan a la Iglesia “sacramento”, portadora de la Palabra, que celebra el Misterio Pascual de Cristo y que está insertada en el mundo. El objetivo del concilio consistía en poner en práctica la vivencia de una fe que fuera encuentro con Cristo para anunciarlo a toda la humanidad. “Pienso, entonces, que debemos aprender la lección más sencilla y fundamental del Concilio, es decir, que el cristianismo en su esencia consiste en la fe en Dios, que es Amor trinitario, y en el encuentro, personal y comunitario, con Cristo que orienta y guía la vida: todo lo demás se deduce de ello… El concilio Vaticano II es para nosotros un fuerte llamamiento a redescubrir cada día la belleza de nuestra fe, a conocerla de modo profundo para alcanzar una relación más intensa con el Señor, a vivir hasta la últimas consecuencias nuestra vocación cristiana”.45

44 Continúa diciendo que “aquí queremos encontrarnos con el Señor resucitado. Le pedimos que nos llegue hasta lo más hondo. Que al igual que sopló sobre los Apóstoles en la Pascua infundiéndoles su Espíritu, derrame también sobre nosotros su aliento, la fuerza del Espíritu Santo, y así nos ayude a ser verdaderos testigos de su amor, testigos de la verdad. Su verdad es su amor. El amor de Cristo es la verdad” (Dublín, 17 junio 2012).

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Hemos resumido en el apartado anterior (n.2) la homilía del inicio del Año de la Fe (11 octubre 2012), donde insistía también en el objetivo del concilio Vaticano II, según el discurso de apertura que pronunció el Papa Juan XXIII: «El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma cada vez más eficaz… Es preciso que esta doctrina verdadera e inmutable, que ha de ser fielmente respetada, se profundice y presente según las exigencias de nuestro tiempo».46

En la misma homilía del 11 de octubre de 2012, recordó que éste había sido también su objetivo de “crear un Consejo Pontificio destinado a la promoción de la nueva evangelización”, con vistas a “descubrir nuevamente la alegría de creer … se necesitan sobre todo personas de fe … Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino”.47

Ya iniciado el Año de la Fe (11 octubre 2012), las últimas catequesis de octubre, fueron un llamado a la renovación de la Iglesia a partir de una fe que fuera relación personal y comunitaria con Cristo y que se tradujera en compromiso de santificación y de misión:

“Nuestro tiempo requiere de cristianos que estén aferrados de Cristo, que crezcan en la fe a través de la familiaridad con la Sagrada Escritura y los sacramentos. Personas que sean casi un libro abierto que narra la experiencia de la vida nueva en el Espíritu, la presencia de un Dios que nos sostiene en el camino y que nos abre hacia la vida que no tendrá fin” (24 octubre 2012).“Un cristiano que se deja guiar y formar poco a poco por la fe de la Iglesia, a pesar de sus debilidades, sus limitaciones y sus dificultades, se vuelve como una ventana abierta a la luz del Dios vivo, que recibe esta luz y la transmite al mundo. El beato Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio (n.2) afirmó que «la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo

45 Concluye afirmando: “La Virgen María, Madre de Cristo y de toda la Iglesia, nos ayude a realizar y a llevar a término lo que los padres conciliares, animados por el Espíritu Santo, custodiaban en el corazón: el deseo de que todos puedan conocer el Evangelio y encontrar al Señor Jesús como camino, verdad y vida” (Catequesis, Audiencia 10 octubre 2012).

46 AAS 54 (1962), 790. 791-792. La primera Alocución de final de año a la Curia Romana (año 2005), como veremos luego, está dedicada a este tema de la renovación querida por el concilio.

47 Homilía 11 octubre 2012. Efectivamente, el texto de la Carta Apostólica Ubicumque et semper (21 septiembre 2010), por la que se instituye dicho Consejo, dice: “No podemos olvidar que la primera tarea será siempre ser dóciles a la obra gratuita del Espíritu del Resucitado, que acompaña a cuantos son portadores del Evangelio y abre el corazón de quienes escuchan. Para proclamar de modo fecundo la Palabra del Evangelio se requiere ante todo hacer una experiencia profunda de Dios”. En la misma Carta Apostólica, después de citar el inicio de su primera encíclica (“no se comienza a ser cristiano … sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona”), añade: “De forma análoga, en la raíz de toda evangelización no hay un proyecto humano de expansión, sino el deseo de compartir el don inestimable que Dios ha querido darnos, haciéndonos partícipes de su propia vida”.

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entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!»… la fe nos llama a ser Pueblo de Dios, a ser Iglesia, portadores del amor y de la comunión de Dios para toda la humanidad” (31 octubre 2012).

Durante casi todo su pontificado, en las catequesis durante la audiencia general, sobre “figuras” históricas, se hace resaltar la relación personal con Cristo más que su idea sobre Cristo y también más allá de cuestiones discutidas o incluso de inexactitudes doctrinales . Es una invitación a renovar la Iglesia desde una perspectiva sapiencial: desde la armonía de la fe y de la revelación vivida por los “santos” o por los creyentes en general. Invita a mejorar nuestro modo de predicar y de hacer teología. Estas explicaciones catequéticas se entienden y suscitan interés.

Además de las figuras de los Apóstoles, especialmente de San Pablo, el Papa fue presentando diversas figuras de la historia eclesial, invitando a apreciar y recibir esta historia de gracia, que consiste principalmente en la transmisión de la propia experiencia de encuentro con Cristo. Me parece ver en esa insistencia, la invitación “vivencial” de Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Missio: “Después de la resurrección y ascensión de Jesús, los Apóstoles viven una profunda experiencia que los transforma: Pentecostés. La venida del Espíritu Santo los convierte en testigos o profetas (cfr. Hech 1, 8; 2, 17-18), infundiéndoles una serena audacia que les impulsa a transmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los anima” (n.24).48

Como hemos dicho, en cada una de estas figuras hizo resaltar especialmente su vivencia de fe, como relación personal con Cristo, que asegura los contenidos básicos (Cristo Dios, hombre, Salvador, presente en la Iglesia), en la armonía de la revelación y de la fe, y que sostiene el camino de la contemplación, perfección, comunión eclesial y misión.

Intentamos, dentro de lo posible, resumir algunas de estas figuras encuadrándolas en la clave del encuentro de fe vivencial con Cristo. Precisamente al presentar la primera figura postapostólica, San Ignacio de Antioquía, el Papa recuerda que “ningún Padre de la Iglesia expresó con la intensidad de san Ignacio el deseo de unión con Cristo y de vida en él” (14 marzo 2007). El santo mártir instaba continuamente a la comunión eclesial teniendo a Cristo como punto de referencia. Su pasión por la unidad de la Iglesia se basaba en su amor apasionado por Cristo: "Para mí es mejor morir en Jesucristo, que ser rey de los términos de la tierra. Quiero a Aquel que murió por

48 Después de las catequesis en las que presentaba a los Apóstoles en su conjunto (15 y 22 de marzo de 2006), Benedicto XVI fue describiendo a cada uno de ellos en particular (17 de mayo y siguientes). A San Pablo, ese año le dedicó cuatro catequesis seguidas (25 octubre y ss; en el año 2008, serían 16 catequesis paulinas de contenido doctrinal). Siguieron Timoteo y Tito (13 diciembre 2006). Desde enero de 2007, fue presentando diversas figuras de hombres y mujeres, santos y mártires, Padres y escritores, etc. Las catequesis sobre figuras históricas siguieron durante el año 2008 (intercalando las 16 dedicadas a San Pablo como hemos dicho) hasta el año 2011 (el 6 de abril fue sobre Teresa de Lisieux). El 7 de octubre de 2012, durante la homilía de la Eucaristía, resumió las figuras de los dos nuevos Doctores de la Iglesia, San Juan de Ávila y Santa Hildegarda de Bingen).

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nosotros; quiero a Aquel que resucitó por nosotros... Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios".49

Aunque todos los Padres y escritores se basan en la Escritura, para leer en ella al mismo Dios, ya desde San Justino (siglo II) se presenta (salvando la distinción) “el Antiguo Testamento y la filosofía griega”, como “los dos caminos que llevan a Cristo, al Logos” (catequesis 21 marzo 2007). El encuentro con Cristo por medio de la fe es un don de Dios: «Tú reza ante todo para que se te abran las puertas de la luz, pues nadie puede ver ni comprender, si Dios y su Cristo no le conceden comprender» (Diálogo con Trifón VII, 3).

Las catequesis dedicadas a Orígenes (25 abril y 2 mayo 2007) son también de dimensión cristológica vivencial. La “lectio divina”, con la ayuda de diversas traducciones de la Escritura, se realiza en “diversas dimensiones” o sentidos (literal, moral, espiritual). El más importante es “el sentido «espiritual», o sea, la unidad de la Escritura, que en  todo  su desarrollo habla de Cristo. Es el Espíritu Santo quien nos hace entender el contenido cristológico y así la unidad de la Escritura en su diversidad” (25 abril). El Papa Benedicto continúa su explicación diciendo que “el nivel más elevado del conocimiento de Dios, según Orígenes, brota del amor” (2 mayo) y cita la afirmación de Orígenes que “parece dirigirse precisamente a nosotros”:  «Cuando dirijas la mirada más profunda del corazón hacia la contemplación de la Sabiduría, de la Verdad y del Hijo único de Dios, entonces tus ojos verán a Dios … ¡Cuánto desearía que esta asamblea diera ese mismo testimonio:  que los ojos de todos … estuvieran fijos en Jesús» (Homilía sobre san Lucas, XXXII, 6).

Es San Agustín quien parece resumir mejor las enseñanzas del Papa Benedicto, como si fuera su principal fuente patrística de inspiración. Le dedicó cinco catequesis, desde el 9 de enero hasta el 27 de febrero de 2008. En la última catequesis (27 febrero) reconoce que su primera encíclica (Deus caritas est) “debe mucho, sobre todo en su primera parte, al pensamiento de san Agustín”, porque “también hoy, como en su época, la humanidad necesita conocer y sobre todo vivir esta realidad fundamental: Dios es amor y el encuentro con él es la única respuesta a las inquietudes del corazón humano”. El santo “comprendió que todo el Antiguo Testamento es un camino hacia Jesucristo … y comprendió toda la unidad del misterio de Cristo en la historia, así como la síntesis entre filosofía, racionalidad y fe en el Logos, en Cristo, Verbo eterno, que se hizo carne” (9 enero).

San Agustín invita a «rejuvenecer con Cristo» (Sermón 81,8). “De este modo san Agustín nos impulsa a confiar en este Cristo siempre vivo y a encontrar así el camino de la vida” (catequesis 16 enero). En encuentro con Dios, en San Agustín, “es ante todo el encuentro con una Persona, Jesús”. Los creyentes "nos hemos convertido en Cristo. En efecto, si él es la cabeza, nosotros somos sus miembros; el hombre total es él y nosotros" (cfr. In Iohannis evangelium tractatus, 21, 8). Cuando se trata de la oración, “reconocemos en él nuestra voz y la suya en nosotros" (cfr. Enarrationes in Psalmos, 85, 1).50

49Carta a los Romanos, VI; cfr. Padres Apostólicos (Madrid, BAC, 1993) 478.

50 En la catequesis del 20 de febrero, resume la importancia del amor para descifrar el sentido de la historia: “Dios nos ama y nos acepta, nos transforma y nos eleva hacia sí mismo. Y éste es el designio fundamental, su interpretación de la historia, la lucha entre

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Los santos y escritores (hombres y mujeres) de toda la historia eclesial siguen estas mismas pistas de una fe vivencial centrada en Cristo, la única capaz de renovar la vida personal, comunitaria y social. Así será en San Benito (“no anteponer nada al amor de Cristo”), San Bernardo, San Francisco de Asís, Santo Domingo, San Buenaventura, Santa Hildegarda, Santa Catalina, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola, San Juan de Ávila…

Un ejemplo concreto y también programático puede ser el de Santa Gertrudis: “El centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús el Señor. Y esta amistad se aprende en el amor por la Sagrada Escritura, en el amor por la liturgia, en la fe profunda, en el amor por María, de forma que se conozca cada vez más realmente a Dios mismo y así la verdadera felicidad, la meta de nuestra vida” (Audiencia General, 6 octubre 2010).

También es programática la invitación a redescubrir al nuevo Doctor de la Iglesia universal, San Juan de Ávila: “Caritas Christi urget nos (2 Co 5, 14). El amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, es la clave de la experiencia personal y de la doctrina del Santo Maestro Juan de Ávila, un «predicador evangélico», anclado siempre en la Sagrada Escritura, apasionado por la verdad y referente cualificado para la «Nueva Evangelización» … la promoción de una espiritualidad de la confianza y la llamada universal a la santidad vivida como respuesta al amor de Dios … El Tratado del amor de Dios, una joya literaria y de contenido, refleja con qué profundidad le fue dado penetrar en el misterio de Cristo, el Verbo encarnado y redentor”.51

En los numerosos documentos que se refieren a la vida sacerdotal y consagrada, sobresale el aspecto vivencial de la vocación, a partir de una declaración de amor a la que corresponde una respuesta de amor. Son numerosas las alocuciones y homilías con ocasión de ordenaciones sacerdotales, Misa Crismal, celebraciones especiales, inicio del curso académico, visitas de Colegios, discurso al Clero de Roma, congresos, asamblea plenaria de las Congregaciones del Clero y de la Educación, viajes, etc. Quizá sea ésta la idea más subrayada: “Quien quiera ser amigo de Jesús y convertirse en su discípulo

dos amores:  el amor a sí mismo «hasta el desprecio de Dios» y el amor a Dios «hasta el desprecio de sí mismo» (De civitate Dei, XIV, 28), hasta la plena libertad de sí mismo para los demás a la luz de Dios. Este es, tal vez, el mayor libro de san Agustín, de una importancia permanente”. En la última catequesis (27 febrero 2008), reitera la invitación agustiniana y paulina a “revestirse de Cristo (cfr. Rom 13, 13-14)”, a “entregarse totalmente a Cristo”, porque “éste era el sueño de su vida … llamado a vivir totalmente para la verdad, con la verdad, en la amistad de Cristo, que es la verdad … Nosotros siempre tenemos necesidad de ser lavados por Cristo, que nos lava los pies, y de ser renovados por él. Tenemos necesidad de una conversión permanente … Pidamos, por tanto, para que en nuestra vida se nos conceda cada día seguir el ejemplo de este gran convertido, encontrando como él en cada momento de nuestra vida al Señor Jesús, el único que nos salva, nos purifica y nos da la verdadera alegría, la verdadera vida” (27 febrero 2008).51 Benedicto XVI, Carta Apostólica, San Juan de Ávila, sacerdote diocesano, proclamado Doctor de la Iglesia universal (7 octubre 2012). Prosigue la Carta Apostólica: “La dimensión misionera de la espiritualidad, como derivación de la dimensión eclesial y mariana, es evidente en los escritos del Maestro Ávila, que invita al celo apostólico a partir de la contemplación y de una mayor entrega a la santidad”.

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auténtico … no puede por menos de cultivar una íntima amistad con él en la meditación y en la oración”.52

Es programático el texto de la homilía en la clausura del Año Sacerdotal (11 junio 2010). La participación especial en el sacerdocio de Cristo y su prolongación y actualización en la Iglesia, no son un mero oficio, sino “un sacramento” que invita a vivir en sintonía con los amores de Cristo: “Echamos una mirada, por así decirlo, dentro del corazón de Jesús, que al morir fue traspasado por la lanza del soldado romano. Sí, su corazón está abierto por nosotros y ante nosotros; y con esto nos ha abierto el corazón de Dios mismo… El sacerdocio de Jesús, que está arraigado en lo íntimo de su corazón; de este modo, nos indica el perenne fundamento, así como el criterio válido de todo ministerio sacerdotal, que debe estar siempre anclado en el corazón de Jesús y ser vivido a partir de él… Es bello y consolador saber que hay una persona que me quiere y cuida de mí. Pero es mucho más decisivo que exista ese Dios que me conoce, me quiere y se preocupa por mí. «Yo conozco mis ovejas y ellas me conocen» (Jn 10,14)… «Conocer» significa estar interiormente cerca del otro. Quererle. Nosotros deberíamos tratar de «conocer» a los hombres de parte de Dios y con vistas a Dios; deberíamos tratar de caminar con ellos en la vía de la amistad de Dios”.53

Las Alocuciones a la Curia Roma (2005-2012), antes de las fiestas navideñas, tienen una importancia especial para nuestro tema. Es un momento que podríamos calificar de “catequesis” peculiar, porque no solamente se resumían las actuaciones y celebraciones del año que iba a terminar, sino que también se exponían los temas más acuciantes con una hondura inigualable, a la luz de la fe vivida como encuentro con Cristo. En el decurso de estas alocuciones va aflorando cada vez más la convicción de ser amados por Cristo y la decisión de hacerle conocer y amar.

La primera Alocución a la Curia Romana, de finales de año (22 diciembre 2005). Está dedicada, en gran parte, a la renovación querida por el concilio Vaticano II, a la luz del misterio de la Encarnación y bajo la invitación de San Agustín: “Despierta, hombre, pues por ti Dios se hizo hombre" (Discurso 185). “Desde el humilde portal de Belén, el Hijo eterno de Dios, que se ha hecho un Niño pequeño… nos interpela, nos invita a renacer en él”. Sin dejar de buscar el alivio al sufrimiento, estamos llamados a “aceptar

52 Discurso a los profesores y alumnos de las universidades y ateneos eclesiásticos de Roma, 23 octubre 2006. Ver otros textos en: Perché sacerdote? Risposte attuali con Benedetto XVI (Cinisello Balsamo, Edizioni San Paolo, 2010). Hemos visto en el primer apartado de nuestro estudio un resumen de los Mensajes sobre la Jornada Mundial de oración por las vocaciones sacerdotales y de vida consagrada, donde se alude con frecuencia a esta dimensión vivencial para suscitar una repuesta generosa. Estos contenidos afloran especialmente durante el Año Sacerdotal dedicado al Santo Cura de Ars (2009-2010); ver concretamente: Carta para la convocación de un Año Sacerdotal (16 junio 2009), homilía durante las Vísperas en la apertura del Año Sacerdotal (19 junio 2009), catequesis de algunas Audiencias Generales (24 junio, 5 y12 agosto 2009), catequesis sobre los tres ministerios (14 abril, 5 y 19 mayo 2010), homilía durante la celebración de las Vísperas en Fátima y consagración al Corazón de María (12 mayo), alocución durante la Vigilia de oración (10 junio), homilía en la clausura del Año Sacerdotal (11 junio 2010), ordenación sacerdotal en San Pedro (20 junio 2010), etc.53 (Clausura Año Sacerdotal) Homilía en la plaza San Pedro, viernes 11 de junio de 2010.

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nuestro propio sufrimiento y unirlo al sufrimiento de Cristo. De este modo, ese sufrimiento se funde con el amor redentor”.54

La Alocución a la Curia Romana del 22 diciembre 2006, resume los cuatro viajes del año que finaliza: Polonia (“país natal de nuestro amado Papa Juan Pablo II”), Valencia en España (sobre el tema del matrimonio y familia), Alemania y Turquía. Siempre resalta el aspecto de relación íntima con Cristo. Resume al figura de Juan Pablo II con estas palabras: “Nos mostró cómo, siendo hombre de nuestro tiempo, se puede creer en Dios, en el Dios vivo que se hizo cercano a nosotros en Cristo”. En Valencia, al hablar del matrimonio y de la familia, había recordado que el “sacramento con que Cristo los había unido, se había transformado en un gran «sí» ante sí mismos, ante los hijos, ante el Dios creador y ante el Redentor Jesucristo”. Sobre el viaje a su país natal, afirma: “El gran tema de mi viaje a Alemania fue Dios … Él es el sujeto y donde falta este sujeto no queda nada del mensaje de Jesús”. Allí mismo, sobre el sacerdote, había afirmado que “debe conocer realmente a Dios desde su interior y así llevarlo a los hombres”; entonces descubre el significado de su entrega por el celibato: “Sólo puede ser teocéntrico. No puede significar quedar privados de amor; debe significar dejarse arrastrar por el amor a Dios y luego, a través de una relación más íntima con él, aprender a servir también a los hombres”.

La Alocución a la Curia Romana, del 21 diciembre 2007, resume su viaje a Brasil para el encuentro con la V Conferencia general del Episcopado de América Latina y del Caribe: la velada con los jóvenes en el estadio São Paulo, la canonización de Fray Galvão, el encuentro con los obispos, Aparecida. Durante este mismo año (2007) envió la carta a los cristianos de China, visitó Austria y tuvo un encuentro con la juventud en el ágora de Loreto. La Alocución se detiene ampliamente en comentar el documento de Aparecida ("Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en él tengan vida"). Se trata de ser cada vez más "discípulos de Jesucristo". “Es una invitación a escucharlo tal como nos habla en el texto de la sagrada Escritura, como se dirige a nosotros y sale a nuestro encuentro en la oración común de la Iglesia, en los sacramentos y en el testimonio de los santos. Nunca se puede conocer a Cristo sólo teóricamente… Para conocerlo es necesario caminar juntamente con él, tener sus mismos sentimientos, como dice la carta a los Filipenses (cfr. Fil 2, 5)… Conocer a Cristo es conocer a Dios; y sólo a partir de Dios comprendemos al hombre y el mundo, un mundo que de lo contrario queda como un interrogante sin sentido”.55

54 A continuación, el Papa recuerda la Jornada Mundial de la Juventud (celebrada en Colonia, con el lema “hemos venido a adorarlo”) y el Sínodo de los obispos sobre la Eucaristía. En ambos acontecimientos eclesiales destaca “la adoración del Señor resucitado … La persona que viene a nuestro encuentro y desea unirse a nosotros es el Hijo de Dios. Esa unificación sólo puede realizarse según la modalidad de la adoración… nos hacemos uno con él… Y precisamente en este acto personal de encuentro con el Señor madura luego también la misión social contenida en la Eucaristía y que quiere romper las barreras no sólo entre el Señor y nosotros, sino también y sobre todo las barreras que nos separan a los unos de los otros”.

55 Sigue glosando y valorando los contenidos del documento de Aparecida: “Ese mismo Documento nos dice que el discípulo de Jesucristo también debe ser «misionero», mensajero del Evangelio… Mediante el encuentro con Jesucristo y sus santos, mediante el encuentro con Dios, el balance de la humanidad se enriquece con las fuerzas del bien… Aparecida decidió lo correcto, precisamente porque mediante el nuevo encuentro

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La Alocución del 22 de diciembre de 2008, también a la Cura Romana, se inspira en la afirmación paulina: “La gracia de Dios nuestro Salvador se manifestó a todos los hombres"(Tit 2, 11). En esta afirmación “consiste también la misión de la Iglesia”. Hace alusión al inicio del Año paulino, que inauguró juntamente con el patriarca Bartolomé I de Constantinopla, y resume así el significado del Año dedicado al Apóstol de las Gentes: “Para nosotros no es una figura del pasado. Mediante sus cartas nos sigue hablando. Y quien entra en diálogo con él, es impulsado por él hacia Cristo crucificado y resucitado. El Año paulino … una peregrinación del corazón hacia Jesucristo. En definitiva, san Pablo nos enseña también que … no puede existir amor a Cristo sin amor a su Iglesia y su comunidad viva”.

En la misma Alocución (del 22 diciembre 2008) resume la Jornada mundial de la juventud en Australia, sus viajes a Estados Unidos y a Francia, el Sínodo de los obispos sobre la Palabra de Dios. Sobe el Sínodo afirma: “Dios en su Palabra se dirige a cada uno de nosotros, de que habla al corazón de cada uno. … precisamente porque la Palabra es tan personal, sólo podemos comprenderla de modo correcto y total en el «nosotros» de la comunidad instituida por Dios”. De la Jornada mundial de la juventud, explica de dónde deriva su fuerza: “Las Jornadas solemnes son  sólo la culminación de un largo camino, en el que se encuentran unos con otros, y juntos se encuentran con Cristo … Él está presente. Él entra en medio de nosotros. Se ha rasgado el cielo y esto hace luminosa la tierra … La alegría como fruto del Espíritu Santo:  así llegamos al tema central de Sydney, que era precisamente el Espíritu Santo … El Espíritu Santo es el soplo de Cristo. … Por eso, es el Espíritu Santo quien nos hace decir, juntamente con el Hijo: «Abbá, Padre» (cfr. Jn 20, 22; Rom 8, 15)”.

La Alocución a la Curia Romana, del 21 diciembre 2009, relaciona el Año Paulino con el Año Sacerdotal: “De la figura imponente del Apóstol de los gentiles que, deslumbrado por la luz de Cristo resucitado y por su llamada, llevó el Evangelio a los pueblos del mundo, hemos pasado a la humilde figura del Cura de Ars”. Luego resume los viajes a Camerún y Angola (para inaugurar el segundo Sínodo sobre África), la peregrinación a Jordania y Tierra Santa, a la República Checa y a París. De la acogida que tuvo en África deduce que “se podía experimentar la Iglesia universal, la comunidad que abarca todo el mundo y que Dios congrega mediante Cristo. … en Cristo todos nos pertenecemos mutuamente”. El Papa resume su discurso durante la clausura de Sínodo sobre África, armonizando las tres palabras, reconciliación, justicia y paz, glosando a San Pablo (“en nombre de Cristo os suplicamos: ¡dejaos reconciliar con Dios!" (2 Co 5, 20).

Continuando la Alocución del 21 diciembre 2009, retoma el tema de la “reconciliación” como “palabra clave” para resumir la peregrinación a Tierra Santa: “En Cristo, Dios bajó hasta la última profundidad del ser humano, hasta la noche del odio y de la ceguera … para encender allí la luz de su amor… La fe no es un mito. Es historia real, cuyas huellas podemos tocar con la mano… En Jesucristo se hizo carne verdaderamente. Como resucitado sigue siendo verdadero hombre, abre continuamente nuestra humanidad a Dios y es el garante siempre de que Dios es un Dios cercano. Sí, Dios vive y está en relación con nosotros. En toda su grandeza, sigue siendo el Dios cercano, el

con Jesucristo y su Evangelio”. Sobre el viaje a Austria es esta afirmación cristocéntrica y mariana: “Al mirar, juntamente con María, hacia Cristo, encontramos la Luz que nos señala el camino en medio de todas las tinieblas del mundo”.

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Dios-con-nosotros”. Esta clave cristológica es la que descifra el significado del Año Sacerdotal: “Como sacerdotes estamos a disposición de todos… El núcleo más profundo de nuestro ministerio sacerdotal es ser amigos de Cristo (cfr. Jn 15, 15), amigos de Dios, por cuya mediación también otras personas puedan encontrar la cercanía a Dios”.

La Alocución a la Curia Romana, 20 diciembre 2010, alude con gratitud a la celebración y clausura del Año Sacerdotal, para resumir luego el viaje a Chipre en relación con el Sínodo de las Iglesias de Oriente Medio, y también el viaje al Reino Unido con la beatificación del Cardenal John Henry Newman; en esta beatificación recuerda su primera conversión, “la de la fe en el Dios vivo”. Al final hace una breve alusión a sus viajes a Malta, Portugal y España.

La Alocución a la Curia Romana, el 22 diciembre 2011, tiene lugar en el contexto de una crisis económica y financiera, que, según el Papa, “se funda sobre la crisis ética”. Después de resumir sus viajes a Croacia, España (JMJ), Alemania, Benín e Italia (Venecia, San Marino, Ancona, Calabria, Asís, recuerda la institución del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización y la celebración del Año de la Fe. “El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe … si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces”. Refiriéndose a África, dice que allí, “con tantos problemas, sufrimientos y penas… siempre se experimentaba sin embargo la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia”.

En la misma Alocución (del 22 diciembre 2011) explica ampliamente la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. El Papa , al modo nuevo de ser cristiano, afirma que se trata del “encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en nosotros el amor por Dios y por los demás, y nos libera de la búsqueda de nuestro propio «yo»”. Al referirse a la “adoración”, especialmente en la Eucaristía, afirma: “El Resucitado viene en medio de nosotros. Y entonces no podemos sino decir con el apóstol Tomás: «Señor mío y Dios mío». La adoración es ante todo un acto de fe: el acto de fe como tal… En Cristo resucitado está presente el Dios que se ha hecho hombre, que sufrió por nosotros porque nos ama. Entramos en esta certeza del amor corpóreo de Dios por nosotros, y lo hacemos amando con él. Esto es adoración, y esto marcará después mi vida”. La explicación que ofrece Papa Benedicto en esa alocución, parece ser la quintaesencia de su legado vivencial cristológico: saberse amado por Cristo y quererle amar. Efectivamente, “el hombre puede aceptarse a sí mismo sólo si es aceptado por algún otro… Sólo a partir de un «tú», el «yo» puede encontrarse a sí mismo… Allí donde falta la percepción del hombre de ser acogido por parte de Dios, de ser amado por él, la pregunta sobre si es verdaderamente bueno existir como persona humana, ya no encuentra respuesta alguna”.

La última Alocución a la Curia Romana de final de año (21 diciembre 2012) expone, como es habitual, algunas dificultades y signos de esperanza. Resume sus viajes a México, Cuba, Líbano. Del viaje a México y Cuba subraya “la alegría por la vida que surge de la fe” y “el encuentro con el Dios de Jesucristo”, indicando que “los problemas no se pueden resolver”, si no es por medio de “esa purificación interior del corazón que proviene de la fuerza de la fe, del encuentro con Jesucristo”.

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En la misma Alocución (21 diciembre 2012), al final amplía el tema del diálogo y del anuncio, relacionando el encuentro interreligioso de Asís y el Sínodo sobre la Nueva Evangelización. Me parece ver en esta última Alocución a la Curia Romana (la última de su Pontificado), la clave vivencial de su legado. Mientras analiza con precisión los dos aspectos (diálogo y anuncio), afirma: “Cristo, que es la Verdad, nos ha tomado de la mano, y sabemos que nos tiene firmemente de su mano en el camino de nuestra búsqueda apasionada del conocimiento. El estar interiormente sostenidos por la mano de Cristo nos hace libres y, al mismo tiempo, seguros. Libres, porque, si estamos sostenidos por Él, podemos entrar en cualquier diálogo abiertamente y sin miedo. Seguros, porque Él no nos abandona, a no ser que nosotros mismos nos separemos de Él. Unidos a Él, estamos en la luz de la verdad”. Sobre las características del “anuncio”, explica ampliamente la escena del encuentro con Cristo por parte de los primeros discípulos (cfr. Jn 1,34ss): “La respuesta de Jesús: «Venid y veréis», es una invitación a acompañarlo y, caminando con Él, a llegar a ver”.56

LÍNEAS CONCLUSIVAS, HERENCIA VIVENCIAL CONTEMPLATIVA Y MISIONERA:

Hay que reconocer que ya a partir de los escritos teológicos previos a su magisterio pontifico, se puede observar que la vida de Joseph Ratzinger está marcada por estas tres líneas que se interceptan entre sí: la convicción del amor de Cristo, la decisión de amarle profundamente, la dedicación de por vida a hacerle conocer y amar.

La diferencia entre los dos períodos o niveles de su vida (el de teólogo y el de Papa), a mi parecer, consiste en que, durante el primero intenta aclarar las tres líneas afrontando dudas e incluso afirmaciones (y publicaciones) que parecían tender al relativismo y al secularismo. Es normal que en este período el teólogo se muestre, a veces en tono más crítico e incluso “polémico”, intentando aclarar inexactitudes y errores. No obstante, en este mismo período hay que detectar y distinguir muchos de su escritos que son propiamente un servicio ministerial, como son las homilías de presbítero o de obispo.

El segundo período, el de su pontificado, es el que nos ha ocupado en nuestro estudio y que hemos calificado de herencia o “legado vivencial, contemplativo y misionero”. Los dos períodos se relacionan sin condicionarse, puesto que el primero puede ser una preparación providencial, para prestar después (ya como sucesor de Pedro) un servicio

56 En línea vivencial, sigue explicando cómo a partir de la experiencia de encuentro con Cristo, el anuncio es auténtico y eficaz especialmente en nuestra época hambrienta de Dios. “La palabra del anuncio es eficaz allí donde … el hombre está interiormente en búsqueda y por ende en camino hacia el Señor. Entonces, la atención de Jesús por él le llega al corazón y, después, el encuentro con el anuncio suscita la santa curiosidad de conocer a Jesús más de cerca. Este caminar con Él conduce al lugar en el que habita Jesús, en la comunidad de la Iglesia… el caminar con Jesús nos convierte en personas que ven. «Venid y veréis». Esta palabra que Jesús dirige a los dos discípulos en búsqueda, la dirige también a los hombres de hoy que están en búsqueda… Hemos encontrado a Aquél, al que todo el mundo espera, Jesucristo, verdadero Hijo de Dios y verdadero hombre”.

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inigualable de clarificación de la doctrina y un testimonio explícito del propio amor apasionado por Cristo que le urge a un anuncio apasionado de Cristo.

El primer apartado de nuestro estudio ha sido más bien una síntesis de su pontificado (2005-2013). A partir de su primera homilía en la plaza de San Pedro, he resumido todos los Mensajes para la Jornada Mundial de la Juventud y, de modo más sucinto, los Mensajes anuales para la Jornada Mundial de oración por las Vocaciones y para la Jornada Mundial de las Misiones. Al final de este primer apartado, he recogido algunas afirmaciones vivenciales clave de su libro en tres volúmenes, Jesús de Nazaret.

En el segundo apartado, he estudiado sus documentos más importantes: sus tres encíclicas (Deus Caritas est, Spe Salvi, Caritas in Veritate), así como sus dos exhortaciones apostólicas (Sacramentum Caritatis, Verbum Dolmini) y su carta apostólica Porta Fidei (además de alguna homilía referente al Año de la Fe).

En el tercer apartado me he ceñido al resumen de sus catequesis sobre algunas figuras históricas durante la Audiencia General, así como he resumido también los contenidos de las Alocuciones anuales a la Curia Romana antes de Navidad.

Su vivencia cristológica, que invita a todos a dejarse encontrar por Cristo, podría resumirse así: no dudar de su amor, saberse acompañado por Él, ponerle en el primer grado de la escala de valores y de las propias preferencias, dejarse sorprender cada día por su Palabra… Enamorarse de Cristo se concreta en la misión de comprometer la vida para hacerle conocer y amar de toda la humanidad. La fe, si es auténtica, es vivencial y se quiere compartir.

La autenticidad de esta vivencia dimana del hecho de inspirarse en la Palabra de Dios tal como resuena en la comunión de Iglesia, para aplicarla al hoy y aquí de las circunstancias históricas.

En todos los documentos del magisterio de Benedicto XVI aflora esta actitud vivencial de quien está enamorado de Cristo y que, al mismo tiempo, se siente llamado a confirmar a otros en el amor y seguimiento de Cristo. Podríamos resumir esta dimensión vivencial (contemplativa y misionera) con sus mismas palabras, escritas ya como emérito:“Seremos anunciadores creíbles de Jesucristo cuando lo hayamos encontrado en lo profundo de nuestra existencia, cuando a través del encuentro con Él, nos sea donada la gran experiencia de la verdad, del amor y de la alegría”.57

En este legado vivencial se pueden apreciar ya los trazos de la encíclica del Papa Francisco (Lumen Fidei), con aportación del Papa Benedicto, que invitan a una fe comprometida en el camino de la santidad, contemplación y misión:57 Mensaje de Benedicto XVI (ya emérito), leído en la inauguración del curso académico de la Universidad Urbaniana (21 octubre 2914). Texto italiano: “Saremo annunciatori credibili di Gesù Cristo quando l’avremo incontrato nel profondo della nostra esistenza, quando tramite l’incontro con Lui, ci sarà stata donata la grande esperienza della verità, dell’amore e della gioia”. Cfr. (Pontificia Università Urbaniana, Anno Accademico 2014-2015) Intitolazione dell’aula magna a Sua Santità il Papa Emerito Benedetto XVI (Città del Vaticano, 21 ottobre 2014) p.10.

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“La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida” (n.4). “La escucha de la fe tiene las mismas características que el conocimiento propio del amor” (n.30). “La verdad de un amor no se impone… Naciendo del amor puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre … la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos” (n.34).

Y también se pueden encontrar las líneas vivenciales (el amor como fuente de la misión) de la exhortación apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium:

“¡Sólo gracias a ese encuentro –o reencuentro– con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad… Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?” (n.8). “El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie” (n.266).

La invitación queda en pie, como punto obligado de referencia, que ya pertenece a la historia de gracia de una Iglesia que será misionera en cada época y en cada momento de “nueva evangelización”, según el grado de autenticidad de sus propia experiencia de encuentro contemplativo y comprometido con Cristo, el Hijo amado, que nos comunica su mismo Espíritu, para poder decir en él y simultáneamente con toda la humanidad: “Padre nuestro”.

Es el augurio ya expresado en el decreto misionero del Vaticano II: “Y así por fin, se cumple verdaderamente el designio del Creador, al hacer al hombre a su imagen y semejanza, cuando todos los que participan de la naturaleza humana, regenerados en Cristo por el Espíritu Santo, contemplando unánimes la gloria de Dios, puedan decir: «Padre nuestro»” (AG 7).